Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com

GACETA LITERARIA Nº 112– ABRIL de 2016– Año X – Nº 4





TAPA

Imágenes:
Homenaje a la obra de MIGUEL ÁNGEL AVATANEO (San Cristóbal-Santa Fe-Argentina)

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

EDUARDO GALEANO
(Uruguay/1940-2015)

DEFENSA DE LA PALABRA

11.

Sostener que la literatura va a cambiar, de por sí, la realidad, sería un acto de locura o soberbia. No me parece menos necio negar que en algo puede ayudar a que cambie.
La conciencia de nuestras limitaciones es, en definitiva, una conciencia de nuestra realidad. En medio de la niebla de la desesperanza y la duda, es posible enfrentar las cosas cara a cara y pelearlas cuerpo a cuerpo: a partir de nuestras limitaciones, pero contra ellas.
En este sentido, resulta tan desertora una literatura “revolucionaria” escrita para los convencidos, como una literatura conservadora consagrada al éxtasis en la contemplación del propio ombligo. Hay quienes cultivan una literatura “ultra” y de tono apocalíptico, dirigida a un público reducido y que está de antemano de acuerdo con lo que propone y trasmite: ¿cuál es el riesgo que asumen estos escritores, por más revolucionarios que digan ser, si escriben para la minoría que piensa y siente como ellos y le dan lo que espera recibir? No hay, entonces, posibilidad de fracaso; pero tampoco de éxito. ¿De qué sirve escribir si no es para desafiar el bloqueo que el sistema impone al mensaje disidente? Nuestra eficacia depende de nuestra capacidad de ser audaces y astutos, claros y atractivos. Ojalá podamos crear un lenguaje entrador y más hermoso que el que los escritores conformistas emplean para saludar al crepúsculo. 

PÁGINA 2 – NARRATIVA

HÉCTOR LÓPEZ ARIAS
(Hurlingham-Buenos Aires-Argentina)

EL NIÑO Y EL ÁGUILA

El niño miraba, más allá de aquella pared, una jaula vacía bajo la galería que protegía del fuerte sol de enero a las habitaciones abiertas al patio poblado de cuantiosas macetas que parecían esperar, ansiosas, la lluvia.
La apertura de una puerta llamó su atención. La traspuso una mujer.
No era joven, ni tampoco anciana.
Pero al niño le pareció muy vieja.
Le llamó la atención su corva nariz a la cual asoció con el pico de un águila e inmediatamente retornó su mirada a la jaula vacía.
Se estremeció.
Volvió a mirar a la mujer, ya sentada en la hamaca de mimbre, ya balanceándose con parsimonia, mirando hacia su escondite. De inmediato se inquietó y pensó: “Debe ser un águila sagaz”.
No tenía una clara idea del significado de ese término.
Mucho tiempo había transcurrido desde que el abuelo Pedro le explicara que la palabra se aplicaba a quienes miran mucho. O por lo menos eso era lo que había entendido.
El abuelo le había nombrado, como ejemplo, a varios animales. Entre ellos, al águila; de modo que la mujer quedó fija en su imaginación como “la mujer-águila sagaz”.
Águila Sagaz estaba en lo mejor de su balanceo, distendida y sonriente mirando al niño, cuando, por otra puerta salió una mujer joven, trayendo el termo bajo el brazo y un mate en la mano izquierda.
Con la mano derecha sostenía un plato de plástico con bizcochitos de grasa y colgando del codo un banquito de madera al cual –tedioso es explicarlo- logró parar sobre las baldosas de la galería para que sirviera de mesita.
Retornó a la habitación y de ella regresó rápidamente con una silla, en la cual se sentó al lado de Águila Sagaz y comenzó a hablar con ella.
Al niño le pareció un lamento.
Tal vez una queja.
-¡Ay mamá…! Otra vez me llamaron de la escuela para ir a buscar al Nacho-.
El niño deseó que su madre no lo llamara, justo en ese momento, a tomar la leche. La hija de Águila Sagaz continuó.
-Parece que le escondieron la cartuchera, discutió con unos cuantos a los gritos y se pegaron algunas piñas. ¡En la clase de taller! ¿A vos te pare…? -Águila Sagaz la interrumpió bruscamente.
-¿Y quién ganó?
-¡Pero mamá…! ¡¿Cómo me hacés semejante pregunta…?!
-El niño se tomó firmemente del borde de la rajada pared, sumando un nuevo deseo: Que los
destartalados cajones sobre los cuales estaba parado no se cayeran. Ni se rompieran.
-Mirá querida: Me jubilé de la docencia con treinta y dos años de antigüedad.
Con las cosas que se le ocurren a tu hijo, no sólo en la escuela, sino también por padecer sus brillantes ideas en casa, creo que cabe la posibilidad de pedir al IPS que me abonen un plus equivalente a cinco años de antigüedad.
La hija la miró con una expresión de incredulidad mientras daba una larga chupada al mate. Luego de carraspear a causa de unas migas de un bizcochito de grasa, prosiguió con el relato de lo ocurrido en la clase de taller.
-¡Mamá: armó un lío bárbaro; no tenés ni idea…! Nueva interrupción de Águila Sagaz. Más tajante que la anterior.
-Te vuelvo a refrescar la memoria: pasé treinta y dos años en la docencia. Así que… ¡Mirá si no he visto malcriados peores que Nacho! Y decime, che -agregó sin perder la sonrisa- El compañero docente ¿Qué hizo?
-Le ordenó que se retirara del aula junto al otro con quien se peleó. Pero vos sabés como es el Nacho. Por supuesto que no le hizo caso.
-Ajá…- fue toda la respuesta de Águila Sagaz. La hija continuó con el relato de los hechos que ya eran de escolar conocimiento.
-Hablé con el profesor y me contó que cuando dio un paso adelante, el Nacho se metió adentro de un locker, que estaba sin puerta y…- Águila Sagaz, con serenidad, interrumpió y preguntó.
-¿Qué es un locker?
La hija le explicó.
-El niño creyó percibir un gesto de desconcierto y fastidio en Águila Sagaz, creencia y suposición que se tornó en clara certeza al escuchar su voz sonora y fuerte.
-¿Y por qué diablos no lo llamás por su nombre? Dale, seguí.
La hija, airadamente, le rogó.
-¡Mamá, por favor! ¡No te vayas por las ramas! El Nacho se metió -no me preguntes cómo- ¡Se metió todo! Gritándole al profesor que, por ser menor de edad, no le podía poner la mano encima ¿A vos te parece?
La exposición de los hechos, al niño le pareció finalizada, pero la hija agregó: -¡Mamá, ya no sé qué hacer…!
Águila Sagaz miró al niño, que experimentó un ligero sobresalto.
Fue una sensación fugaz, quizás aplacada, porque la mirada que se posaba sobre él la sintió serena, tranquila y hasta placentera.
Sin dejar de mirar al niño y suavizando el balanceo de la hamaca, le respondió a su hija.
-En primer lugar: Nunca digas “no sé que hacer”. En segundo lugar: Sacalo de la técnica, porque este pinta para abogado. En tercer lugar: Hacé otro. Por ahí te sale mejor.
En ese preciso momento el niño, Águila Sagaz y su hija escucharon, claramente:
“¡Juancito, la leeecheee…!” 

PÁGINA 3 – NUESTRA POESÍA

SERGIO BARTES
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

EL RETRATO

Estoy ante
presencias
de voces y risas
consumidas
por el calendario.
Imágenes
en blanco y negro
que vagamente
reconozco.
También
estoy viendo
al que fui
mirándome.

LAURA TESOLÍN
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

Podría pensarte diferente sin los cristales adherido
a los parámetros que impone la sociedad.
Podría despejarme de todas ideas adyacentes, de todo prejuicio
y mirarte desde ese instinto animal primigio de toda criatura,
Podría aprender a amarte y verte tal cual eres, dejarte respirar libre y vivir.
Podría aprender a amarte sin cálculos en el universo,
bajo el manto del cielo con la luz de infinitas estrellas.
Podríamos quedar contemplando a la luna en sus faces,
boca arriba o sobre los espejos de algún lago, mientras escuchamos
el concierto de nuestros latidos.
Podría verte desnudo, sin el ropaje obligado
caminando los sederos del mundo y aguardarte en cualquier atajo
para probar con la avidez de mis papilas el sabor de tus carnes,
reconocer el olor de tu piel y si es dulce tu sangre.
Podría en este torbellino de cosas posibles, perderme en tu cuerpo
vaciarme en tus entrañas, diluirme para volver a engendrarme.
Podría perderme en esta locura de dar sentido a la existencia rescatando
al amor sin cadenas, ni rótulos...

JORGE LACUADRA
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

SERMÓN EN EL DESIERTO

Volver, regresar,
a mi antigua leyenda
o a mis primeras poesías.
Camino azul quebrado de pájaros
o de música simple.
Negar, olvidar,
que el camino tiene un final
que soy sabio de algo que no comprendo
sobre la naturaleza de las horas
en el final del día.
Viento que te fuiste, la arena consumió mi tiempo
sobre el horizonte antiguo, en distantes soledades.
Cansado de caminar un día con el sol en mis ojos,
pronuncié incansable en el silencio de mis huellas:
No habrá profecías sin profetas y no habrá dioses
si antes no muere un hombre, mártir de soledades.
Marchito, fatigado,
de tropezar siempre
con la misma suave piedra,
un canto hexámetro del aedo olvidado
sobre la caliza eterna.
Agotado, hostigado,
de soñar erráticas quimeras,
hieráticas emanaciones de la lejanía
sobre la piel de un hombre
tendido en la arena.
Cuando muera un hombre en el profundo desierto,
de golpe se habrán terminado todas las preguntas
por no haber nadie de quien obtener las respuestas.
Y miro hacia atrás y veo mi contorno en esa arena
Y veo a un hombre que recuerda que fue un Dios,
pero solo es otra leyenda, solo es un ciego profeta.
No veo los pájaros. ¿Dónde se ocultan?
¿Quién escondió sus alas?
Si surge un dios es que ha muerto un profeta
y entonces ya no habrá más poesía.
Vuelvo si, regreso,
no hay humo ni fuego que me impida mirar mis huellas.
Predicaré en este destino manifiesto
donde solo hay hombres nuevos
y un suave llanto de arena.

SANDRA GUDIÑO
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

MUJER-DESAPARECIDA

Adverbio sin conjugar
en la cara del verdugo,
fuga la inocencia sin misericordia
por el pasillo de tu noche
y te contempla caída.
Bóveda de huesos abandonada
el olvido trepa por las venas secas
y de la boca cae la sal
de una sola lágrima.
Descubres que es real
lo que ya no existe.
Rompecabezas sin piezas
para armar.
La piedad sin ira en el bolsillo
alimentó tus últimas gotas
de tiempo a contraluz.
Vagamente
guardan tus pestañas
la causa de tu causa vacía.
La libertad tiene sueño
en tu sueño dormido.
Poco queda de ti:
pelos, uñas,
un recuerdo hecho sombra
en la sombra de tu aliento,
hilachas de la piel, encanecidas,
nostalgias del rostro extraviado
en el rostro de rodillas frente al espejo.
Libélula sin nombre, entumecida.
Nada, o casi.
Los ojos de los hijos de tus hijos
recorrerán las calles,
buscándote.
Te reconocerás en el barro
de esa huella.
Señal.
Estigma de resurrección,
se alza desde la cadencia leve
de tus pasos alejándose
en la historia.
Poema del desgarro
al borde de mis labios.
Y tu sigues allí,
esperando por ti.

BELKYS SORBELLINI
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

ACASO EL OCASO

Un conjuro no realizado
una ilusión quebrada
una mirada vacía
llena la oquedad de lo no transitado
de lo no consentido.
Acaso el ocaso diluyera la esperanza
de sentirse entero.
No hay manera.
Los modos delatan el instinto velado.
La naturaleza ruge como un tigre herido
en plena contienda.
La verdad se anuncia
y no sirve comulgar los domingos
cuando se escupen palabras que hieren y
violentan toda la semana.

OSCAR A. AGÚ
(Hercilia-Santa Fe-Argentina)

DESTIERRO

I

Voy camino al destierro.
Extenso páramo
donde la luna baña su soledad.
No hay retorno. Es la única certeza.

II

Miro y contemplo la sequedad.
Las voces familiares se ahogan
en el inmenso silencio.
Tú ya no estás
y no hay “nada que no duela” (M. Fernández)

III

Voy camino al destierro
sin fronteras en mis pasos.
La clara luna, por la noches,
deja entrever siluetas indecisas.
Extiendo mis manos hacia ellas…
sólo yo en el páramo. 


PÁGINA 4 – NARRATIVA

SERGIO BORAO LLOP
(Mallén-Zaragoza-España)

PASAJERA

- No me gustan las despedidas - había dicho mi amigo Luis.
Después me abrazó con impaciente levedad y se alejó hacia la calle, sin volver el rostro, sin mostrar la menor emoción. Dejando atrás los reflejos de los innumerables cristales, salió de la estación y se dirigió con prisa hacia el aparcamiento. Sonreí. Le conocía bien. Las separaciones le resultaban tan dolorosas como a cualquier otro, pero le molestaba emocionarse. Por ese motivo, siempre que era capaz de prever algún conato de abrazos prolongados y frases empalagosas, escapaba a la situación alegando una prisa que no siempre era fingida. Por otra parte, apenas faltaba un mes para que comenzase la nueva temporada: la rutina de los entrenamientos, el descubrimiento de las virtudes y de los defectos en los jugadores nuevos, la épica de los partidos, los problemas con la directiva... Y ahí íbamos a estar un año más, codo con codo, lidiando con jugadores, directivos y árbitros, empeñándonos en sacar adelante al equipo, sufriendo acaso alguna decepción en forma de final perdida, llenándonos de orgullo cada vez que alguno de nuestros jugadores llegaba a las ligas superiores. De ahí, del esfuerzo común, provenía nuestra amistad. A través de la enorme cristalera, vi pasar su auto, lanzado ya hacia la costa.
Consulté el reloj. Aún faltaban quince minutos para la salida del tren que debía tomar. (Tomar un tren - pensé - lo mismo que quien toma café o un aperitivo) Volví a comprobar mi billete; apuré el cortado que se enfriaba sobre la barra de la cafetería; compré algunos diarios; me dejé mecer por una apacible nostalgia.
Había terminado mi semana. L´ Estartit quedaba ahora allá atrás, arrinconado en los estantes de la memoria. Quedaban pequeños detalles, instantáneas fugaces que fui atrapando y colocando cuidadosa, ordenadamente, en el archivador de recuerdos gratos: Los paseos en barca, la inefable calma de las mañanas de pesca, los atardeceres frente al mar, en la terraza del club náutico o al otro lado del puerto, junto a la playa... Ahora todo era una bonita película en colores cuyas escenas desfilaban a cámara lenta, fotograma a fotograma, ante mis ojos agradecidos. La arena, el inequívoco olor del mar, las islas...
Pero en este lado, los minutos pasaban implacables. Aferré la bolsa de viaje y bajé las escaleras, al asalto del tren.
Un andén no difiere en exceso de cualquier otro. Los de esta estación, sin embargo, me resultaron particularmente hostiles (porque me alejaban del mar, de las tranquilas calas, de los inquietantes acantilados, del oleaje y las Medas. Porque me arrojaban de vuelta a la rutina, al trabajo agotador, al rostro siempre huraño y desconfiado del patrón, a la inacabable monotonía sonora de la máquina, a la nave oscura, a los hierros y a tantas cosas que aborrezco y de las que aún no he aprendido a prescindir)
Mi tren estaba llegando. Puntual como una calamidad. Silencioso como el sueño. Lento y poderoso, hizo su entrada en la estación, se detuvo, escupió algunos viajeros, permitió el abordaje de otros, cerró
impasiblemente sus puertas y partió con el mismo sigilo con que llegara, igual que si estuviese huyendo del bullicio de las estaciones, buscando acaso el anonimato de los raíles.
Desde mi asiento, pude contemplar cómo la ciudad se iba diluyendo entre árboles, cómo los edificios se transformaban en bosque y las calles dejaban paso a los senderos. "Esta es - pensé - una ciudad de hermosos contrastes. Hay agua, hay vegetación, aire. Es cuanto se necesita para vivir. Hay asfalto, hay civilización. Es cuanto se precisa para ser desdichado".
Tratando de huir de la tristeza que imperceptiblemente comenzaba a embargarme, indagué con disimulo los rostros de mis escasos compañeros de viaje. Ninguno de ellos consiguió llamar mi atención. Me resigné a los diarios.
Bombardeos en Mostar, corrupción gubernamental, hambre en alguna parte (o en muchas partes) de África y en otros lugares de difícil pronunciación, violaciones sistemáticas de los derechos humanos, no menos atroces violaciones de muchachas solitarias en parques nocturnos o garajes o zaguanes oscuros, nuevos atentados... Compruebo sin entusiasmo la fecha, sabiendo de antemano que es inútil. Que la fecha puede ser la de hoy, pero el horror no es nuevo, es el mismo que se repite sin descanso, día tras día, sin que nadie mueva un dedo por cambiar el signo de las cosas, sin que podamos aferrarnos ni siquiera al mínimo consuelo de una remota esperanza.
Agobiado, guardé el diario y busqué una revista de humor, tratando de huir de la espantosa realidad. Con disgusto, con desaliento, comprobé que no tenía ninguna. Se habían quedado atrás, en el hotel o en casa de mis amigos, encerradas en el tiempo de las vacaciones, ajenas al devenir del ajetreo, aparentemente inocentes de las malas noticias que me traían de vuelta a lo cotidiano.
Estábamos llegando a Barcelona. De nuevo los enormes bloques de viviendas levantándose a izquierda y derecha, como otros tantos nichos alineados frente al pálpito cansado de mis ojos, delatando la presencia de la concentración humana, certificando de alguna manera el fin del verano.
Luego, los túneles sumiendo al tren en las entrañas de la ciudad, entre vistosas pintadas distribuidas por los muros. Alegría o decepción coloreando los rostros de los viajeros que llegaban al final de su viaje y se apiñaban con sus maletas en los pasillos, prestos al abandono de los vagones, resignados al inaplazable retorno a la rutina, de algún modo impacientes por terminar con ese incómodo interludio que separa el verano del resto de los días.
Lo que siguió fue un barullo de gentes bajando a los andenes, abrazándose, despidiéndose, estorbándose, subiendo con prisa, casi con precipitación, a los vagones detenidos, buscando acomodo para sus maletas y para sí mismos, todo como una película antigua, de ésas en que los personajes se movían a una velocidad insólita y casi ridícula, pero nada de ello me pareció gracioso. Por el contrario, las prisas, el cruce de miradas fugaces, la disimulada lucha por un determinado asiento, los movimientos de cabeza en busca de una ubicación idónea, los gritos, las carreras por los pasillos, no hicieron sino contribuir al desánimo que había ido asentándose en mi alma en los últimos minutos.
Entre el gentío, me llamaron la atención dos mujeres. Ambas viajaban sin compañía. Una de ellas era rubia, bonita, de ojos inexpresivos.
No supe si lamentar o celebrar que pasase a mi lado sin mirarme. La otra no era hermosa, pero su larga melena negra, sus formas poderosas y un algo exótico en su rostro, en su atuendo, obligaban a mirarla con detenimiento.
En mal español, preguntó si el asiento contiguo al mío estaba libre. Me apresuré a ofrecérselo.
Cuando el tren se puso en movimiento, noté con asombro que el bolso de mano que descansaba en su regazo se movía. Una diminuta cabeza canina asomó por la abertura. Sonreí con disimulo ante aquella transgresión de las normas. En ese momento, entró el revisor en nuestro vagón. Ella me miró con sus enormes ojos negros. Puso su dedo índice sobre los labios carnosos, pidiéndome silencio, convirtiéndome en su cómplice, llenándome de una extraña ternura.
Alentado por ese gesto de confianza, me atreví a contemplarla casi con descaro. Su pelo basto, muy oscuro, la voluptuosidad de las nalgas, los labios llenos, gruesos, delataban la raza negra en algún recodo de su árbol genealógico. Todo lo demás parecía claramente occidental. Cuando por fin el revisor hubo contrastado los billetes y abandonado el vagón, le ofrecí un cigarrillo, que ella rehusó, y charlamos. Por sus palabras, supe que venía de Lisboa, que su nombre era Andrea, que regresaba, como todos, de unas cortas vacaciones junto al mar, que siempre viajaba con su perrito y que vivía en una pensión desde que se separó de su novio. Su voz destilaba bondad. Nada dijo acerca de su profesión. Sospeché oscuramente que era prostituta. Tuve ganas de abrazarla. Yo le conté a grandes rasgos las trivialidades que se suelen confiar a alguien que acabamos de conocer. (Pero ya intuía que no se trataba de una extraña, que ese gesto suplicante había tendido un puente entre nosotros, un puente que nos unía y que nos elevaba sobre el murmullo de las conversaciones a nuestro alrededor, separándonos de esas otras voces, de esos otros rostros que no formaban parte de nuestra pequeña isla en medio de las vías) Ella me hablaba de su Lisboa, de su pasado. Después, la conversación derivó hacia las tópicas generalidades.
Hubo momentos de cálido silencio, de miradas.
El tren se deslizaba veloz sobre los raíles acercándonos a la inevitable separación. En cada pueblecito atravesado, en cada estación, yo le contaba cosas de aquellos lugares, historias que a menudo inventaba para ver el gesto de maravillada sorpresa en el rostro de mi amiga, todo en pos de unos minutos más de conversación, de escuchar una vez más aquella voz con acento portugués que tanto me relajaba, que conseguía arrullarme llevándome a esa dimensión en la que todo es aún posible, donde cabe la ilusión de un mañana, de una flor renaciendo entre los escombros. Otras veces, fue ella quien hizo preguntas, tal vez por idénticas razones. En un par de ocasiones, pronunció mi nombre, atándome a su voz, llenándome de felicidad y desazón porque ya Lérida había quedado atrás y mi ciudad iba acercándose sin compasión. Yo deseaba prolongar aquel viaje, permanecer allí sentado junto a Andrea que me miraba lánguidamente y cuyas manos oscuras de larguísimas uñas rojas despertaban mis viejos instintos primordiales.
Un silencio de campos vertiginosos corría paralelo allende las ventanillas.
El sol bañaba los rastrojos y los montes lejanos, pero en el interior del vagón no había más luz que la que irradiaban los ojos de Andrea, que a ratos parecían estar buscando algo en el fondo verdoso de los míos. El tren lanzado era una sádica resta de minutos y yo no encontraba las palabras precisas. Me iba perdiendo entre explicaciones casi absurdas sobre los cultivos y el clima, disertaciones inexplicables acerca de la vida en las aldeas de mi tierra y en sus asfixiantes ciudades y exposiciones sinceras de las maravillas existentes en los tan amados Pirineos, pero todo ello como un alejamiento a pesar de los cuerpos tan cerca, de los rostros casi juntos y las manos rozándose en la división de los asientos. Cada estación era como una siniestra zarpa cayendo sobre mi rostro y desgarrándome. Uno tras otro, iban pasando los kilómetros, el paisaje se iba transformando, la angustia crecía hasta límites intolerables. Ya se divisaban, al fondo, los edificios que marcaban el final de mi viaje, los pétreos sepulcros verticales que iban a sumirme, de nuevo, en la más insoportable tristeza. Pensé, deseé, estuve a punto de pedirle que se bajase conmigo, que renunciase a su Lisboa, que se quedase a mi lado en esta ciudad, que compartiese mi vida.
En cambio, sólo atiné a decir: "Estamos llegando a Zaragoza. En medio de aquellos edificios altos está mi casa" El tren se hundió en las profundidades de la tierra, bajo el ajetreo de la ciudad; fue reduciendo la velocidad, prolongando cruelmente los minutos finales, aquellos en los que ya nada es posible. Por fin, quedó parado entre las luces falsas de la estación. Aun fui capaz de una última inspiración: No me apearía, seguiría con ella hasta Madrid, o hasta Lisboa o al fin del mundo. Un beso en la mejilla me separó de Andrea para siempre. Cuando el tren se puso de nuevo en movimiento, aún pude ver sus ojos clavados en mi rostro, como formulando una pregunta de imposible respuesta.
Después, recomenzó el decurso de los días de absoluta normalidad.
Regresé a mis obligaciones, a la inmovilidad de una vida sedentaria, enmarcada entre las crudas aristas del trabajo y la soledad.
Sé que nada es perdurable. Que todo es un tren que viaja incansable entre las innumerables estaciones, deteniéndose efímeramente en alguna de ellas, atravesando otras sin ruido y arrebatando miradas de nostalgia, suspiros. Sé que la vida no es sino un compendio de recuerdos, un asombrado catálogo de estaciones que fuimos dejando atrás. Pero ahora que el tiempo ha pasado, el recuerdo de aquel viaje, de Andrea, vuelve a mí con insistencia, tiñendo de melancolía los atardeceres, y llevándome incomprensiblemente a ese banco del andén, desde el que, cada tarde, contemplo con atención el tránsito engañoso de los trenes.

PÁGINA 5 – NUESTRA POESÍA

DIEGO CAZZANIGA
(Rafaela-Santa Fe-Argentina)

GUERRA

Cartas compulsivas,
vómitos de esperanzas,
epilepsia subterránea
que ahoga esta
 canción de cigarra.

Llantos absorbidos
por la de ojos negros
  y sonrisa de cava
que no sabe de
cunas cuando
una vida se le escapa.

Mil y una noches
sin abismo para
el estruendo,
sin el silencio de
una mísera tregua
que en el parpadeo
de la noche
me permita ser
tu sueño descalzo,
la bendición en tu manta.

ELSA HUFSCHMID
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

SOLEDAD

Silenciosa amiga,
obligada sombra,
compañera de madrugadas,
mustios domingos y hastiadas vigilias.
Soledad, monta ese pájaro
tan azul y sutil que es la vida
y derriba mis barrotes,
hazme compartir amistad, ansiar ser amada,
salir a cortejar la luna, robar jazmines, perseguir un grillo.
Te estoy despidiendo soledad.
No vuelvas.

NESTOR FENOGLIO
(Esperanza-Santa Fe-Argentina)

DURANTE MUCHO TIEMPO ANDUVE

Durante mucho tiempo anduve
detrás de las palabras. Ahora dejo
que vengan a mí.

MARÍA DEL ROSARIO ALARCÓN
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

NO TENÍA GANAS

No tenía ganas de decirte: cielo,
ni llamarte en ocres
ni escribir poesía...
Tenía ganas de decirte:
Vuelan con el viento
mis palabras nuevas...
mis viejas palabras...
las lleva, entre rimas,
des hechas o enteras,
este nuevo otoño.
Te van a contar
mi antigua insintencia
de amarte y gozarte...
Te van a contar, en secreto a voces,
que cuando te nombro...
yo te llamo, vida!

CÉSAR BISSO
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

EL MOLINO

El alto girasol
almacena la bondad del aire
entre ciegas telarañas de silencio.

Con los pies en el agua
reanima la potencia dormida,
sujeta con firmeza párpados de cielo.

A puro fuego, músculo
que tensa el deseo,
la energía del vientre generoso.

Desde lo hondo de la tierra
sostiene la vida,
la despoja de cobardía y olvido.

TERESA GUZZONATO
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

PASÓ MI MADRE

Pasó mi madre,
no la vi,
no la olí.
Sé que era mi madre con su gesto de fresia,
de paico, de begonia...
Pasó y tocó.
Su mano susurró en mi hombro
y se disgregó mi corazón
transparente y frutal como una granada.
Sentí el pulso renaciente en mis manos,
en mi vientre,
en la sangre vertiginosa de mis arterias.
Pasó y tocó,
reinscribió el significado de la palabra “buendía”,
esparció un halo bendito en la luz de la casa,
exhumó los aromas familiares.
Aguardé, extasiada, otro signo.
Pero pasó...
y dejó puntillas de su mirar
para que acicale el dobladillo de mi camino.


PÁGINA 6 – NARRATIVA BREVE

JORGE M.TAVERNA IRIGOYEN
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

CÍRCULO CROMÁTICO

Es la casa verde. Allí vive el bígamo. Y en verdad, todas lo miramos con cierta curiosidad. ¿Cómo será ella? Dicen que la otra quedó en Málaga, cargando cuatro hijos. Mi tía de España cuenta que también esa casa está pintada de verde. Hoy se acercó a mi y amablemente me propuso pintar el frente de mi casa.



Terminaron de ponerle juntos color al paisaje. Es día sin sol y las nubes están bajas. Ella pinta el camino y algunos caseríos de más allá. Él, todo lo que está arriba. Al fin, cuando el paisaje se ilumina, guardan caja y pinceles y salen a caminar. Abrazados.



Deja el magenta y busca el azul ultramar. Una mosca se posa sobre el pigmento y queda atrapada. Ana María piensa en si misma: presa de sus desvaríos, de su orfandad de amores. Desliza el pincel sobre la cartulina y ya no ve el insecto, sólo la mancha de color. Entonces, tira bruscamente el botijo de agua y al escurrir, se desliza –mosca ella misma- sobre la superficie del suelo.

ASIMETRÍAS

Años de paz, años de guerra. Ningún año es igual a otro. Toma el calendario y suma. Y cuando llega a un número más o menos alto, resta. Finalmente, cuando se acerca con riesgo al cero, descarta la sospecha de no haber nacido.



Quién sabe por qué elige los crepúsculos para llorar. Y la verdad, llora a gritos, escandalosamente. Después se lava la cara, pone un fox-trot en la victrola y comienza a girar con frenesí.



El escritor se mudó a las afueras del barrio, donde las casas se van separando unas de otras. Allí levantó caballos, pequeños palacios sin ventanas, cofres inmensamente vacíos. Vive solo. Y se ve que es un buen hombre. adentro, adentro de la casa, dicen, sólo hay una cama, una mesa y una silla. Todo, todo lo que es y todo lo que hace, lo tiene afuera para que lo disfruten los vecinos.



Eligió dar vida a criaturas inexistentes. Algunas se rebelan; otras son dóciles. Hay una que se niega a sentarse en el inodoro y exige la escupidera. Es lo de menos: otras no quieren casarse, no quieren morir, se rebelan a trabajar, son malos hermanos, van a guerras que todavía no se han declarado. Hay de todo. Sin embargo, se le clava en el pecho esa criatura extraña, en el fondo bella, que todas las noches le pide ser lobizón.



Fue novia de Cortázar, el de Rayuela. Pero se casó con un librero de usados. De puro despecho no. de soberbia. No aceptó nunca que no la tomara de musa, ni tan siquiera de personaje de pacotilla. El otro sí, la llevó de Novalis a Rimbaud, de Bauelaire a Verlaine. Siempre en foco central: cantándole. No desde la rive gauche , claro, sino frente al puente negro del Riachuelo.



Es en el patio de atrás. Al que no va nadie. Allí se asoma la sombra de Francesca, que murió hace un lustro, y despacito mira entre los geranios y las fresias. Quizás aspira el aroma de las flores, pero pasa flotando, sin detenerse. En el patio de adelante, siempre con gente de la familia, hay un resabio de olvido.



Su tío Ricardo Güiraldes tiró todos los volúmenes del libro recién editado al aljibe del campo. Para que nadie pudiera leerlo jamás. Él sonríe con escepticismo: en su caja fuerte, bajo cuatro vueltas de llave, los originales de esas páginas. Allí está El cencerro de cristal  como una hermosa lección de rigor literario, para el sobrino que quiere ser escritor.

PÁGINA 7 – POESÍA ARGENTINA: 
CÓRDOBA


PABLO ANADÓN 
(Villa Dolores-Córdoba-Argentina)

RETRATO DE MUJER DORMIDA Y LUNA

Con la primera luz en los postigos
te has dormido. También, afuera, en lo alto
de los techos, la luna pareciera
apagarse de a poco, adormecerse.
Qué raro privilegio el de asistir
a ese tránsito, al suave deslizarse
de la vigilia al sueño, al cotidiano
misterio que es una mujer dormida:
allí estás, tan cercana de mis ojos
que te saben; no obstante, tan extraña,
inasible, remota, inalcanzable,
en ese mundo sólo tuyo, plácida
y absorta, solitaria… Así, traslúcida,
ya la luna deriva a otro hemisferio.

SUSANA CABUCHI
(Jesús María-Córdoba-Argentina)

LOS ÚLTIMOS PÁJAROS

Eras bueno,
ajeno a los temores nuestros.
Amabas
aquellas colinas de mi pueblo
y a veces
te detenías a mirarlas
y nombrabas
palomas y mensajes
con los brazos abiertos.
Mi corazón era un paisaje quieto,
tu corazón de entonces.

En esta tarde nueva,
bajo este lento cielo
guardo tu nombre.
Para que el viento del invierno
no lo lleve
con los últimos pájaros.

SONIA RABINOVICH
(Córdoba-Córdoba-Argentina)

XIV

Se abrieron las ventanas.
El viento armó las cortinas como velas.
El estiró su cuerpo.
Ella quedó fetal sobre las sábanas.

La pequeña muerte, dijo
o no lo dijo.
Los signos le pesaban sobre la mente en blanco.
Los cuerpos fueron cuerpos
y el vacío ocupó lugar
en la garganta..

ALEJANDRO SCHMIDT
(Villa María-Córdoba-Argentina)

LA ABNEGACIÓN

Si yo supiera ciertamente que
sin mí
tendrías otra vida
feroz o fervorosa pero
completa aún
podría darte entonces
con un tajo
esto que tuvo
tantos nombres y formas y distancias
y quedarme sin mí

y descansar.

ERNESTINA ELORRIAGA
(Córdoba-Córdoba-Argentina)

-VII-

Te dí un tiempo
Luego te dí una idea hecha con barro de mi cuerpo
No supiste entender el mensaje
Las palabras abreviadas en papeles gastados te pudieron
Y el abismo abrió grande sus fauces
Yo de un lado
Vos del otro
Se hace necesario ahora que regreses
Las señales que dejaban mis pies a orillas de tu camino
Fueron arrasadas por la creciente que se bebió todo
Pero se hace necesario
Tu regreso
Al amanecer te oí hablar en sueños
Me nombrabas como quien nombra a un huérfano
Yo vibraba al lado de tu cama
Esperando oir el sonajero de tu risa
Esa que soltabas cuando peinabas mis cabellos con los dedos de tus manos
Y decías en voz muy alta
“ en la cabeza de esta niña se han puesto a vivir los pájaros “

NORA NANI
(Leones-Córdoba-Argentina)

UNA CHICHARRA

Me molestaba el ruido.
Pero quizás era el canto:
su grito de amor,
el conjuro desvelado.
¿Desafinaba de alas o de patas
mi pequeña mensajera
del sol,
opaca y chirriante
como una moneda sucia
que el verano desgrana?
Pero quizás era el canto.
Y yo no sabía
que se puede aserrar el aire
así
con tanta abundancia
de llaves derramadas,
con tanta lamentación
en el sonido,
con tanto vidrio atravesado
por ojos insolubles,
oh descarada y terca
juntando en la saliva de los astros
la manera del aullido
y el tono que convoca la asfixia.
Hoy maté una chicharra.
Porfiada de altas monotonías
era un puñal en el pecho del aire.
Maté su insecto desbocado,
su insolencia de vida,
su perfil de flecha en mi distancia.
Hoy maté una chicharra.
Un bicho pequeño
con cara de langosta tristona.
Una ternura destemplada
poniendo agujas en mi silencio.
Pero quizás era el canto.



PÁGINA 8 – ENSAYO

EFRAÍN ALZATE SALAZAR
(Granada-Antioquía-Colombia)

CONTRA EL INFANTILISMO INTELECTUAL.
NI FEMINISMO NI MACHISMO: LUCHA DE CLASES

El feminismo ha sido plenamente asumido por el sistema. Difícilmente podría haber más tratados y compromisos internacionales a favor de los derechos de las mujeres. A partir de este referente, el feminismo se ha institucionalizado. Con la institucionalización del feminismo
estamos condenados un continuo los y las, las y los en todos los discursos oficiales que amenaza con volverse obligación. "Los chiquillos y las chiquillas", "los colombianos y las colombianas", "los jóvenes y las jóvenes", cancelando así la regla de que los genéricos se escriben en masculino. Lo políticamente correcto se verifica en lo gramaticalmente correcto, por lo que la exigencia histérica por el "enfoque de género" impone su sinrazón como si con ello las mujeres vieran colmadas sus demandas de justicia. En este sentido sustento una posición frente a las blanduras del feminismo pequeño burgués que se explaya hoy en las instituciones y más en las universidades, representado por personas que no saben ni de pueblo ni de lucha por una sociedad justa.

Estas líneas que expongo con el ánimo de motivar controversia, se sustentan en la posición que desde hace rato he manifestado: “los grupos y los grupúsculos banalizan la política”; fundamento mi planteamiento a partir de diferentes lecturas que he hecho al Universo de los Derechos Humanos: lo histórico, lo jurídico, lo ético, lo político y en general las nuevas acciones en este campo que van desde la escuela hasta la sociedad. Además he apreciado en el radicalismo feminista que se ventila en las academias, una peligrosa aventura que puede conducir al infantilismo intelectual y más en nuestro país en donde han llegado los nuevos macrodiscursos: feminismo, animalismo, lesbianismo, travestismo, machismo etc., de maneras tardías e interpretadas conforme a intereses europeizantes.

“No debería existir cuotas de representación a las mujeres (a las feministas) para que se dediquen a la política. Las actividades de los partidos políticos, las elecciones y los parlamentos deberían ser exclusivamente para las mujeres. Entonces los hombres, liberados por fin de estas tareas, podrían dedicarse de lleno a las bellas artes.1

El feminismo, con todo y sus pretensiones universales, es un proyecto occidental, modernista e imperialista que sólo por la fuerza puede ser impuesto. El bombardeo de Estados Unidos a Afganistán en 2002 y la ocupación militar tuvo dos banderas políticas para realizarse: una, el combate al terrorismo; otra, que el gobierno talibán violaba los derechos de las mujeres. Hoy, a lo mejor, se da la libertad para que todas las afganas (sobrevivientes) puedan ser como Madonna, Britney Spears, Mónica Lewinsky o Salma Hayek. Con el mismo cuento invadieron Irak, esperando cambiar el Burka que cubre el rostro de la mujer por minifaldas, nada de esto sucedió. El feminismo sin lugar a dudas ha sido plenamente asumido por el sistema, por ello no es gratuita la existencia de múltiples tratados y compromisos internacionales a favor de los derechos de las mujeres. En este nuevo siglo, pintoresco y novedoso tenemos en todas las esferas de la vida pública y privada un feminismo soberbio institucionalizado.

El feminismo murió. Su gigantesco cadáver permanece ocupando enormes espacios en todos lados: leyes de papel, instituciones, discursos alucinantes de lo políticamente correcto y, sobre todo, en el imaginario de las feministas; viudas como aquella reina, Juana la Loca, quien iba y venía por todo el reino con el cadáver embalsamado de su difunto marido, Felipe el Hermoso, único sentido de su vida y su juicio. Todos los metarrelatos de la modernidad se agotaron, incluyendo al feminismo. Las que fueron vanguardias, hoy son lugares comunes, piezas decorativas en la maquinaria del sistema o fetiches ideológicos de sus fanáticos (y fanáticas; los y las, por supuesto; o los fanáticos y las fanáticas). El feminismo no murió por la represión a sus militantes (los y las, también; ¿o militantas?). Tampoco murió por el cumpli-miento total de sus demandas. Murió, sí, por haber llegado a su techo histórico, por haber alcanzado el tope de su realización fácticamente posible, por la imposibilidad de ir más allá de donde ha llegado en el cumplimiento de sus metas.2

El feminismo al igual que los movimientos obreros en la realización de su proyecto histórico varía en cada lugar del mundo y no se puede avanzar más en ningún caso. Los derechos de los trabajadores están reconocidos y garantizados por las leyes en cada país, otra cosa es que sean pisoteados. No se discute la justicia de sus demandas ni la necesidad de su cumplimiento, pero es un hecho que no hay trabajo para todos ni hay posibilidad de elevar los salarios. Tampoco hay oposición a los abusos con los derechos de las mujeres y a la legislación correspondiente; pero en cada país hay límites culturales que impiden pasar de un tope en el cumplimiento de los derechos de las mujeres, y de los trabajadores. El choque de civilizaciones imposibilita que el derecho internacional se cumpla efectivamente en todo el mundo. Cada país arma su trama desde sus parlamentos para institucionalizar lo ilegal, esto se percibe en los mismos procedimientos que eligen a quienes rigen el poder. Quizá la tecnología, más que el feminismo, ha dado a muchas mujeres la posibilidad de vivir con mayor libertad e igualdad de oportunidades. Las feministas se dedicaron a la literatura, la fotografía o la investigación sociológica o antropológica, o a la cátedra en la universidad con discursos excluyentes, incluso cercenando de la academia a los clásicos de la filosofía por considerarlos machistas. Aristóteles, Kant, Hegel Schopenhauer y otros genios del pensamiento, son enviados al exilio en los discursos feministas radicales. A esto le llamo infantilismo intelectual, ya que se ignora con ello el trasegar dialéctico del pensamiento.

A propósito de la tecnología y la reivindicación de la mujer, tenemos que las empresas farmacológicas abrieron la posibilidad de tener relaciones sexuales plenas sin consecuencias indeseables (“derechos reproductivos”). Para ello, la fundación Rockefeller Made in USA, patrocinó el desarrollo de los anticonceptivos; la Banca Mundial con sus directrices en políticas públicas de reducción de la población y la industria del vestido han promovido mucho más el cambio en la vida de las mujeres que todas las creaciones artísticas de las feministas. Cómo negar entonces que los macrodiscursos de la posmodernidad son inventos calculados de organismos internacionales para ocuparnos más a los países en vía de desarrollo y dividirnos en grupos y grupús-culos para efectos de luchas que sí tendrían que ver con la dignidad humana. Perdonadme ortodoxos, pero las formas de percibir el mundo, ya sea desde el extremo machista o feminista, son otra forma de ceguera. Es el ser humano como tal el que cuenta. Y no hace falta hacer una descripción antropológica o sustentada si así se quiere desde la Biblia para demostrar el papel preponderante de la mujer en todo el proceso de constructo de la humanidad. El europeísmo nos ha hecho llegar ya sus discursos agotados y como tal los hemos asumido. Mientras ellos han regresado al ser humano, nosotros los países en vía de desarrollo lo mutilamos.

Un subversivo de cualquier movimiento de izquierda, siempre ve como algo indigno si una mujer muestra sus virtudes féminas con escotes o minifaldas; diría que eso es darle gusto al capitalismo y a la burguesía, igual los Benedictos y los Juan Pablos de Roma, o los curas ultragodos, de forma similar actuarían los musulmanes. Todos ellos condenarían al “fuego eterno del infierno” a la mujer que se atreviera a insinuar sus encantos. En esencia feminismo es un extremismo y los extremos tienen la tendencia a encontrase en cuanto a la intolerancia. Radicales de derechas y de izquierdas se oponen a que las mujeres muestren públicamente su encanto corporal y seductor ya para propósitos mercantiles, o por gusto propio. Al suponerse poseedores de la verdad y garantes del bien, quieren imponer su voluntad sin pasar por las formalidades del consenso, o de consultas democráticas. En los diversos espacios en los que uno se encuentra con una feminista, siente a veces susto, se ven soberbias, intolerantes casi inabordables y en la academia sí que son extrañas; en su discurso feminista se percibe intención ex-cluyente sin darse cuenta que atacando a los hombres o a su machismo terminan pareciéndose a él. Esa soberbia feminista extrema, obedece a que todo extremismo conduce a delirios de persecución, percepción de amenazas en todos lados, conspiraciones en su contra y agravios.

Como toda ideología y discurso fundamentalista, todo aquello que no sea política y gramaticalmente correcto, de acuerdo con sus criterios, es repudiado, proscrito y estigmatizado con calificativos que lo denuestan. Machismo, sexismo, homofobia y misoginia son cuatro de las principales armas gramaticales de las feministas para arrojar a los infiernos de lo políticamente incorrecto a cualquiera que se aparte un ápice de su “enfoque de género”. La primera víctima de la institucionalización del feminismo ha sido la gramática; la segunda, el sentido común. Etimológicamente, homofobia quiere decir miedo a lo que es igual, no rechazo a las personas cuya preferencia sexual es la de su mismo género; y sexismo no quiere decir discriminación a la mujer, sino ideología del sexo.3

Como toda doctrina, el feminismo radical no alcanza a entusiasmar multitudes. Su ideal no es el de todas las mujeres, su liderazgo alcanza para representarse a sí mismas. No a la mujer como tal, sobre todo aquellas que sin alegato de pertenecer a una cofradía feminista también defienden sus derechos. La institucionalización del feminismo ha llevado al asunto de las cuotas de poder, lo que es contrario a la democracia. Bajo la demanda de la “representatividad” se impone la obligación de un porcentaje mínimo de mujeres en la toma de decisiones de todos los asuntos públicos. En este caso acojo la idea Giovanni Papini con la que se encabeza este texto. “adelante mujeres, tomaos los parlamentos, nosotros los hombres buscaremos los nichos del arte y el ocio”, porque ser mujer en el poder es una cosa y otra muy distinta es además de ser mujer tener conciencia del lugar que ocupan las mujeres, y esto sí sería un auténtico feminismo que sin radicalismos actuaría construyendo sociedad.

En este sentido, sustento mi posición de respeto a la mujer desde la perspectiva ética y política de la universalidad de los Derechos Humanos, punto desde donde hago las observaciones a cualquier extremismo, incluyendo al feminismo extremo, con los que banalizan las luchas por la dignidad humana. El hecho de ocupar espacios en los partidos, en la administración pública, en las listas de elección popular, en los parlamentos, el acceso preferencial a becas y a prebendas del Estado desde su feminismo a ultranza, puede llevar a una egolatría insoportable. Ya cooptadas por el poder y el sistema que es a donde finalmente llegan, su desempeño se mirará más por su condición sexista- misógina y feminista y no por el talento o mérito con dignidad. Así las cosas no hay mucha distancia para caer de la cumbre del feminismo radical a las blanduras del infantilismo intelectual.

1 PAPINI, Giovanni. Episodio de Gog. El libro negro.
2 SALAZAR, Claudia. El feminismo murió; pero triunfaron las feministas Grupo Reforma, ciudad México, febrero 2003.
3 SALAZAR, Claudia. Op. Cit.


PÁGINA 9 – POESÍA ARGENTINA:
CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES

MARTHA OLIVERI
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

DEBER DE LA MEMORIA VI

Perfiles de otros barcos, sutil contorno en sepia
o vías que se enroscan en un cielo de óxido
cruz del luz hoy antorchas que titilan es
trellas
Habito en el cielo ambiguo
un azur que desespera en su esperanza
empíreo de los parias
de los desheredados
de esta tierra emigrante de si misma
me nutro de palabras
que han quebrado sus reglas
me lleno de colores invisibles a los ojos
del buen ver
sólo el sueño puede descubrirlos.
Soy una huella extendida ,
por cada llanto abandonado
se nutre el hilo fluyente e infinito
por cada grito acallado
el silencio lanza un pájaro
acotado en su garganta
por cada corazón sin pecho
la poesía inventa un nido
de palabras más hondas
De eso se trata todo
tan simple era el misterio

HUGO MUJICA
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

NOCHE ADENTRO Y NO DUERMO

A lo lejos, en un atardecer
en que el otoño
es un lugar en mi pecho,
comienzan a encenderse las ventanas, 
mi nostalgia
por estar donde bien sé que al llegar
volvería a estar afuera. 
Duelen los ojos de soñar tan a lo lejos 
la frente de pensar
lo impensable de tanta vida
que no he abrazado,
tanta deuda de lo que no he nacido. 
Poco a poco se apagan las luces, 
es el lindero de una noche y otra noche,
la frágil vecindad
             del miedo y la esperanza. 
El último día podría ser éste que termina,
esta noche
en la que aún escribo 
igual, pero sin una ausencia nueva
                                       para seguir esperando.

LAURA YASÁN
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

HACEME PRENSA

sacame en las noticias
inventame
cargá un prontuario salvaje y terminal
un acto delictivo
que me busque la mafia
hombres tatuados que recorran
su larga cicatriz con el pulgar
revuelvan mis cajones
desgarren mi remera de dormir
dame otra vida mañana en las noticias
dame relieve
clase
quiero ser la heroína en los desaguaderos de la noche
el humo que corroe las piernas congeladas de las putas
evidencia y testigo presencial
sacá
sacame en patrullero
subime a una mujer hecha de cables
abrile un titular ponele alias
frotala hasta que hable
no la mates
que aprenda a confesar en donde oculta
la llave de mi tedio.

LUIS BENÍTEZ
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

DEJA QUE HABLE EZRA POUND

Si no tienes nada que decir cállate
deja que hable Ezra Pound
desde las sombras el espléndido anciano
desde la fina línea de agua
el magnífico anciano
te muestra los genuinos billetes de su fortuna
y todos brillan legítimos peces
de un río infinito que sí
ése nunca se detiene.
Si no tienes nada que decir cállate
los altos caballeros las damas abigarradas
que vivieron y murieron y nacieron por esta sola causa
no pueden tener al lado
el tartamudeo de un enano
la cojera de un monedero falso
que delata que el oro de sus verbos
carece de aquella delgada línea de agua
esas finesse salvaje la impecable mancha
que no adorna la cabeza del animal escrito
-que cruza sólo un instante por el papel--
sino que sale de adentro del animal desfondado
de las vísceras vivas donde corre la sangre real
-ésa de donde proviene el color del colorado-
y palpita afuera como un monstruo de luz
como una imagen sin otra capilla que cada cosa
de cada universo posible e imposible
la que podría muy bien ser adorada
de pie y sin velos sin altares ni nada
-ni siquiera acólitos-
bajo el nombre de nuestra señora de los verbos
nimbada de estiércoles y nervios
de eclipses y novas oh tú
alta y baja sublime maliciosa
poesía que reinas sobre la amplia noche
y el delgado día.

LUISA FUTORANSKY
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

MUERTO DE CERCA

haga lo que haga
me anega la belleza de los ocasos levantinos
del carmín indolente a ese naranja sanguinario
cebado en piedra de afilar

loquero al aire libre
el aire enrarecido
los gatos
son aquí casi tan salvajes como la gente
aquí, donde todos lamemos heridas
manoteamos zarpazos
donde por el solo hecho de deambular
la historia nos convierte
en muertos de cerca
en el abono de la desvergüenza
que clama la tierra

las plantas aguerridas quién sabe
pero las delicadas, nunca tuvieron
intención de reencarnar

RODOLFO ALONSO
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

ODA A JONATHAN SWIFT

(1667 / 1745)

Lo que el humor no pudo
no lo tendrá la muerte.
Luz de la inteligencia,
corazón de razones,
luz de razón, el hombre
no siempre come sombra.
Propone, con modestia
(desde Irlanda, en el mundo,
hace trescientos años),
iluminar la vida,
o morirnos de risa,
al menos, de la infamia.

PÁGINA 10 – NARRATIVA

ROSITA FASOLÍS
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

FLOR DE AZÚCAR

Una lenta marea de efluvios pestilentes se derrama con pesadez desde las bocas abiertas de los zanjones (paradójica génesis de blancas, hermosas calas) hasta el aire detenido debajo de las parras de uva chinche.
Ni la más leve brisa en el amanecer de febrero. El cielo con un azul desvaído, casi gris, algunas nubes hacia el Oeste, pero casi nada se mueve; apenas, un grillo que salta a esconderse (su llamado de élitros ha sido arduo en la noche) y un gato que regresa, flaco
y exhausto, de su larga ronda. Pero todo lo demás está quieto, como si el tiempo, al influjo del calor y de la hora temprana, hubiera decidido detenerse.
Unas campanas (las de siempre) desentrañan el paso de la noche al día. Ella se persigna (como siempre) y mira en derredor, los ojos aún a medio abrir, los párpados aún con sueño. Como siempre, busca algo que no encuentra, algo que buscó antes y que acaso busque después, y que tal vez no encuentre nunca, porque en realidad no está buscando nada tangible. Nada.
Acomoda sus cabellos (levemente ondulados,
hermosos, largos y con la suavidad de la seda), se restriega los párpados y va, con pereza, hasta la canilla. La abre; con las manos forma un cuenco para recibir el chorro fresco, se inclina hasta que el rostro se encuentra con el agua que guarda entre las manos.
Toma un frasco vacío asentado en el borde de la pileta y lo pone bajo la canilla.
Cierra el paso del agua y camina, llevando el frasco, hasta un extremo del patio. Allí, se detiene frente a la pared donde cuelgan, ya alcanzadas por la herrumbre, tres latas que hacen las veces de macetas y de las que emergen (hojas color bordó, flores rosadas) tres begonias semperflorens.
Ella no conoce el nombre de esas plantas, ni le importa cómo se llamen en realidad.
Simplemente, le gustan. Las mira, las toca recorriendo con la yema de los dedos el brillo de seda de las hojas porque le gusta hacerlo; las riega y las cuida de las orugas y de las hormigas sólo y nada más porque le gustan.
Es que hay algo en esas plantas (a las que conoce como “flor de azúcar”) que tiene una oculta relación con su propia, íntima forma de ser, algo tibio y carnal que se comunica con ella desde la blanda consistencia de las hojas, desde el color púrpura de
los tallos que se quiebran, en una herida lisa y llana, a la más leve presión; hay algo también en las flores, esas pequeñas escamas rosadas que van cayendo del racimo una a una aún frescas, aún iridiscentes, para marchitarse sólo después, para ser sólo después un pequeño coágulo resbaladizo bajo la planta de un pie desnudo. Y hay algo también en el afán de las abejas que llegan hasta allí para libar la dulce exudación de los cálices.
Pero hay algo más en esa mañana de febrero, porque ha venido un abejorro (oscuro, reluciente) a robar también él la imperceptible dulzura, el polen de cada flor de azúcar.
Y es el abejorro el que la sobresalta, el que despierta el aire y el tiempo y la mañana cuando ella se asusta y empieza también a despertar del dulce letargo; despertar en esta hora de este domingo de febrero y de carnaval que se expande, calurosa y húmeda, en el
canto de los pájaros, en el ladrido de los perros, en la letra de una canción que brota de un aparato de radio, más allá de la cerca; una canción lenta y envolvente que hace que ella se mueva, meciendo, sensual, las caderas.
Ahora se sienta, acaricia con una mano el dolor que siente en la pierna, escucha el canto de amor que le llega desde la casa vecina, piensa, piensa, piensa. Amor. Ella lo ama, lo ha amado desde el día en que lo conoció, y más aún desde el día en que él se
vino a vivir a la casa. Y él ahora duerme, y dormirá hasta el mediodía, porque se ha amanecido con los amigos y la guitarra y el vino y el amor con ella. Él duerme, y ella está aún al casi despertar, aunque haya regado las plantas, aunque haya recogido los
despojos de la noche reciente y haya barrido el patio y asentado la tierra con el riego.
Y está aún al despertar porque quiere estar así,
porque desea estar así todo el día y toda la noche y los días y las noches que después vendrán, porque sabe que si despierta deberá abrir los ojos pero más aún deberá abrir la boca y eso será como despertar la tormenta que –ahora sí- empieza a levantar desde el Oeste.
Prepara el mate y vuelve al patio. Libará cada sorbo con lentitud, porque la náusea le sube a la boca y siente ya el regusto del vómito, la náusea y el vómito de cada mañana desde que lleva el embarazo; esa sensación de vértigo y de vacío que soporta
acariciando el vientre con las manos, con las que atenúa también el dolor de la pierna, que duele más porque es dolor del alma, ese dolor que le ha puesto en el muslo una mancha nítida, un color morado que no es sino la huella de un lonjazo (el cinto del padre), y es también la huella de una felonía, la marca que deberá ocultar –si es que puede- al hombre que ama, o transformarla en una mentira.
Una mentira será lo mejor. Porque ¿cómo decirle a él, al muchacho que tanto quiere, la verdad? Cómo decirle que desde hace tanto tiempo su padre, su propio padre es el moscardón que se posa,
repugnante y lascivo, en ella?. Que su propio padre lo hace imperioso y sin remordimiento alguno, por la bruta fuerza y dejando que la flor caiga (aún fresca, aún iridiscente y carnal) sobre la ignominia, y termine allí siendo primero una leve mancha de color sangre y luego un asqueante despojo, algo así como un coágulo de sangre que se perpetúa, junto con la náusea y el vómito, cada mañana con cada incertidumbre acerca del hijo que vendrá. 

PÁGINA 11 - POESÍA ARGENTINA:
ENTRE RÍOS

MONICA LAURENCENA
(Paraná-Entre Ríos-Argentina)

EL AIRE ES UN EXTRAÑO ALIVIO

Furia de verdores
subiendo el camino.
Ilumina la mañana
tanta arboleda inmensa
que se mece
al compás de la luz.
El aire es un extraño alivio
de frescura,
nos perfumamos
en la mágica tierra cordobesa.
Devuelve la vida un aliento
que viene de las serranías.
Ah! Capilla nos da un respiro.
Ha sido un atroz estío,
del que venimos huyendo.
¡Agradecidas estamos!.

MIGUEL CARLOS GONZÁLEZ
(Federal-Entre Ríos-Argentina)

BASTET

La luz se reconcentra en su mirada
Hierática, al resguardo de la sombra,
cuida su intimidad como una esfinge
minúscula, custodia del silencio.

Todo en ella es misterio: indescifrable
jeroglífico cubre cada flanco,
reflejos de  remotos horizontes
se abisman en sus ojos amarillos.

Un aire  majestuoso tiene el gesto
de la inmóvil  cabeza, indiferente
al vuelo tentador de la hoja seca.

Mi gata desconoce su linaje :
aunque ha sido la diosa de Bubastis
no sabe que la amaron los egipcios.

SUSANA LIZZI
(Gualeguaychú-Entre Ríos-Argentina)

UNO MÁS…

Estaban en la calle, congregados
olieron muerte detrás de los escudos
el miedo les regó la sangre …
pero igual se quedaron.
Tras un escaparate de uniformes
la oscuridad cortaba puentes con cadenas,
pero ellos
tenían guardapolvos. Y creían.
Por eso la maraña de voces destempladas
reclamaba un después para las aulas.
Un detonar de sombras.
(¿Espantar palomas con metralla.?)

Los que no se acobardan con las balas
salieron a recoger todos sus nombres
entre charcos helados de esperanza
entre la fe y la calle
vestidos de un blanco de cenizas
Y volverán mañana,
lo sostengo, por si acaso
alguien supuso que claudicarían.

JUAN MENEGUÍN
(Concordia-Entre Ríos-Argentina)

HISTORIA DE LA AVIACIÓN


Cuando el niño era niño,
las manzanas tenían olor a manzanas
Peter Handke

He visto al viejo navegante,
chalina blanca y antiparras,
y fuselaje de pino y tela por los mares del Sur,
y un ronroneo de viejo Latècoére
por colinas entrerrianas un mediodía de abril,
como un sueño combado al vuelo rasante sobre el lino
girar e inclinar las alas
sobre las vizcacheras y sobre un río más claro que el Garona
y sobre aquellos arenales donde corajeaban adelantados Whippers
y gringuitos en cabriolés
que nada entendían de esas intrépidas máquinas voladoras
aunque ya esperaran fotografías con rubias casamenteras
mientras maceraban tinturas de láudano o de árnica
y curaban las pinoteas de las alfajías,
sin olvidar la genética del citrus
sin olvidar que el mundo estaba en el mundo,
pero en el cielo, sí, estaba el corazón,
y el espíritu de los plantíos
circundaba una lenta sustentación de isobaras
y de compases trémulos en las improvisadas rutas,
-apenas la punta de un lápiz nocturno
que fijara un trayecto de luna entre cúmulus nimbus
entre Toulouse y Tánger,
entre Casablanca y Montevideo,
entre Buenos Aires y Asunción
para un Correo del Sur con fotos y matrimonios a distancia:
-alsacianos, dinamarqueses, lombardos,
respirando todos el fresco de la madera lustrada con naranjas
y el recato de ultramarinos en los almacenes

MARTA ZAMARRIPA
(Gualeguay-Entre Ríos-Argentina)

DEUDAS SIN FIN

(A mis alumnos desaparecidos.
A Gustavo Lambruschini.)


Cuando era la Patria,
me decías,
y yo pensaba en ellos,
en aquellos muchachos del Colegio,
que aún no sabemos dónde,
en qué lugar, a qué hora,
un miércoles o un jueves de qué fecha
dejaron su esqueleto, su último recuerdo,
su agonía, qué les pasó aquel día,
qué jornada vivieron
qué imagen fue la última,
la de un fusil canalla, las campanas
del pueblo, el rostro de la madre
los campos argentinos, la puerta
de la casa, aquel patio del fondo…

Cuando era la Patria,
me decías,
y yo pensaba en ellos,
su pupitre, el libro de lecturas,
los discos, la guitarra,
lo que amaban entonces
con ojos de estudiantes.

Cuando era la Patria
ellos fueron el último bocado de la Patria.

MARCELO LEITES
(Concordia-Entre Ríos-Argentina)

“Escríbelo. Escríbelo de todos modos.
Escríbelo como si finalmente nada
hubiera por decir”
Juan Calzadilla

Lo único válido es el rito
lo único válido es el ritmo
lo imprescindible es el uso del lenguaje
lo esencial es la forma en que decimos lo que decimos
lo necesario es la retórica y sus figuras
lo inevitable es el metro
lo fundamental es el campo semántico o grafemático
          pero también la música del verso
          o la forma que es el contenido
          o la ironía o la parodia.
Se reconoce a un poeta cuando canta como un lírico
Se reconoce a un poeta cuando cuenta alguna historia
          o inventa personajes.
Lo mejor es escribir poemas tamaño haikú
lo mejor es escribir poemas tamaño Odisea.
Entonces habrá que desconfiar del lenguaje
y volver otra vez a la torre de marfil
para dominar el lenguaje de la tribu
y obtener el poder del discurso
que abre todas las puertas.
Básicamente hay que aglutinar todas las tradiciones
forzosamente hay que romper la sintaxis
imperiosamente hay que eliminar las convenciones
inexorablemente hay que manejar la métrica regular.
¿Importa ser un poeta surrealista?
¿Importa ser un poeta social?
¿Importa ser un poeta neorromántico o neobarroco?
¿Es mejor ser un poeta posmoderno
          y eximio en el verso libre
          o un poeta clásico
          y eximio en el verso de arte mayor?
¿Es mejor ser un poeta laureado
o no buscar reconocimientos salvo la escritura misma;
vale más manejar diferentes registros,
texturas, sonoridades o conocer muy poco
salvo lo que único quiere decir?
¿Vale más hacer un registro de los movimientos
          más sutiles del hombre
o transcribir los elementos cotidianos
          aun los más insignificantes.
¿Importa ser un poeta que renueva la tradición?
¿Importa ser un poeta que conoce todas las estéticas?
¿Importa ser un poeta que escribe para nadie, para
   alguien, para todos?
Importa, tal vez, ser un poeta
que escriba un poema que funcione
como el día y la noche
antes que cualquier teoría.
Escribir sin más y de una vez por todas.
Escribir aunque te salga espuma
y ponerle el cuerpo a una obra
y dejar tus huellas
manchadas de días
en el papel
en blanco.

PÁGINA 12 – NARRATIVA

ÁNGEL BALZARINO
(Rafaela-Santa Fe-Argentina)

LA  ESPERADA  VENGANZA

Los miró abiertamente. Sin vacilación ni debilidad.  Estaba cercado, pero no iba a permitir que lo vieran flaquear, que los otros disfrutaran un solo instante con su caída.  Altivo, los enfrentó con un grito exasperado:
-¡Vengan! ¿Qué están esperando?
Silencio.  Rigidez inmutable, como si estuvieran adheridos al suelo.  Tal vez aguardaban un aviso para saber qué hacer o reflejaban el triunfo, el gozo anticipado de la venganza con el fascinante sabor de la superioridad.
Quieren cobrarse lo que hice en San Carlos.  Ahora debo pagar la traición.  Nunca podrían perdonar ni olvidar ese hecho.  No sólo ellos; por momentos él también se sintió triturado por haber asumido una postura que tal vez hubiera avergonzado a su padre, de quien había heredado el ejercicio del poder absoluto sobre la tribu.  Actuó arbitrariamente, con una frialdad que no reparaba en la compasión ni en el dolor con tal de alcanzar sus propósitos.  Así pude hacerme una casa de ladrillos y dormir en sábanas de hilo.  Era el beneficio por vender a los cristianos el ganado que robaban los indios sublevados.  Claro, esas cosas provocaron en seguida el resquemor y la envidia.  También le sirvieron para conseguir la confianza y amistad de los comandantes de fronteras.  Un día resolvió enrolarse junto a las filas de las milicias patriotas. Fue una decisión crucial, quizá la más feroz y desgarrante que le había tocado en el carácter de jefe.  Significaba incitar un cruel enfrentamiento entre los integrantes de su raza.  Hubo alzamientos, malestar y beligerancia, el odio fue generalizándose hacia él.  No titubeó en matar.  Se granjeó el respeto y la pasiva adhesión de algunos.  El latente y vengativo anhelo de otros.
Sí. Ahora  podrán   hacerlo.  Llegó   el  momento.  Pudo   suceder  antes el acto que encarnaba todo el repudio y la humillación de su raza.  Durante muchos años esperó el lanzazo o la veloz puñalada.  Como tormenta siniestra que lo abatiría.  Y llegó el combate de San Carlos.
Esa   tarde   el   legendario   Calfucurá   tenía   la   jefatura del enemigo: los indios salineros, ranqueles, manzaneros del Neuquén.  Se había propuesto reparar el bochornoso agravio que el gobierno cometió al apoderarse de las tolderías de Manuel Grande y Chipitruz, apresando a los jefes y destinando sus indios al ejército de línea.  Luego de conseguir la aprobación de varios caciques amigos, el poderoso Piedra Azul decidió llevar a cabo la guerra al frente de seis mil lanzas.
Entonces   el   general   Rivas   me   pidió   ayuda.   No  pude  negarme. Nada  deseaba tanto como luchar contra Calfucurá.  Supo lo que representaría  para él vencerlo: honor, prestigio, admiración de todos.  Casi con morboso regocijo se aprestó a cumplir esa hazaña; no concibió otra meta que el triunfo categórico. Lo enardeció la resistencia de su gente. Es lo que  esperé toda la vida y un grupo de miedosos no me lo va a echar a perder. Debió demostrar que era el jefe, la voz que todos los pampas tenían  la obligación de obedecer sin reserva; y así, a manera de escarmiento, hizo fusilar por un pelotón a todos aquellos que rehusaban enfrentarse con los suyos.
No.  Ni  el  olvido  ni  el  perdón.  Ahora, la venganza. Lo sabía muy bien, le bastaba deslizar la vista sobre los rostros curtidos de quienes bruscamente asumían el papel de aviesos verdugos.  No iba a claudicar, ninguno notaría un gesto de duda o abatimiento.  De pie, firme, hasta el final.
Ahora vas a  ver, compadre,  por primera vez pelear de a pie a los indios como los de línea, le había gritado al general Rivas aquel día en San Carlos, cuando impuso a sus hombres romper la pétrea defensa formada por los indios de Calfucurá que combatían desmontados, sin dar un metro de ventaja, con la inflexible voluntad de luchar a muerte. Y entonces los hice echar pie a tierra y largar los baguales. Yo rugía como un tigre mientras se dispersaban o caían muertos. Primero a caballo, después a pie, con lanza, facón o boleadora, pretendió llevar a sus hombres a la victoria. Algunos prefirieron desertar antes que matar a un hermano. Y le pedí al general Rivas que mandara un piquete a las órdenes del manco Rebución para fusilar a los cobardes. Fusilé un montón y derrotamos a Calfucurá  con los que quedaron. Pero nada -ni el hecho de haberse convertirlo en el héroe de San Carlos, ni que por su empuje y determinación los cristianos alcanzaron el triunfo, ni comprobar (transformado en concreta  realidad el sueño alimentado a lo largo de   tantos años) que Calfucurá, con el arreo perdido y la mayoría de sus guerreros diseminados como fantasmagóricas figuras, era arrastrado por sus hijos lejos del campo de batalla-, pudo librarlo del íntimo y atroz convencimiento de haber traicionado a los suyos. Por eso le pareció un trofeo excesivo, casi increíble, que el general Rivas, sudoroso y ensangrentado,  bajara del caballo y lo abrazara delante  de los otros jefes y comandantes de milicia y gritara de satisfacción y  orgullo para expresar que se había portado como un general argentino y merecía las presillas de oro.
El fin no llegó aquel tía. La muerte anduvo esquivándome hasta ahora.  Ya no soportaba la acusadora e hiriente mirada de esos hombres tiesamente alineados a su alrededor.
-¡Vamos! ¡Atropellen nomás!
Con las manos atadas a la espalda, sólo le quedaba el grito, torvo y pretencioso. ¡Si hubiera podido empuñar un facón o una lanza!
-Apunten bien y no me vayan a errar, porque si vuelvo a tomar el mando los haré fusilar como en San Carlos -quiso ultrajarlos con el recuerdo de aquello que resultaba más revulsivo y abominable, tal vez no tanto para ellos sino para él-. ¡Vamos! ¡Quiero que todos vean cómo muere Cipriano Catriel, de nombre pampa Marí Ñancul!
Alguien dio rápidamente un paso.  Un relámpago de acero se clavó en su pecho torturado.

PÁGINA 13 – POESÍA ARGENTINA:
SAN LUIS

AMELIA ARELLANO 
(San Luis-San Luis-Argentina)

RECUERDAME COMO ERA

Recuérdame cómo era antes, amor.
Antes del barro compartido.
Cómo era, lo que ya no soy.
Cómo era lo que sigo siendo.
La que acercaba su voz de hierba a tu silencio.
Pigmalión no ha encontrado a Galatea.
La estatuilla, yace fragmentada. Ya no está.
Tampoco está el hombre de los ojos tristes.
El amor ha pasado como pasa la infancia.
El viento, los naufragios, el temblor de los astros.
Ha callado el crepitar sonoro del brocal de greda.
Me han llamado, otras voces, otros viajes.
Me entregado y he sido prisionera.
Errante, amante, prisionera.
He elegido, la voz que no me llama.
Se me ha dado lo que se me ha quitado.
Más, lo que se me ha quitado es lo que se me ha dado.
Tierra se me ha quitado. Tierra se me ha dado.
Y aquí me tienes, de vuelta, amor.
Fatigado corazón de tierra, aún palpitante.

GUSTAVO ROMERO BORRI
(San Luis-San Luis-Argentina)

PEDIDO

Te pido valentías que no tengo:
lo que no soy
                te pido.

Te pido la pureza de tus lágrimas
para limpiar mis ojos.
Te pido las palabras necesarias,
                     las únicas capaces
de ser más que el silencio
donde se hunde
                        mi intimidad desierta.

Te pido los recuerdos que olvidé,
para que sean nuestros.
Tu libertad -te pido-
                             a cambio de la mía.

Te pido el ave que escapó de mis ojos
hasta volverse noche
                  y estrella
                                     y lejanía.

Te pido el cumplimietno de mínimos juramentos
que dan sentido al  día que vendrá.
Te pido los momentos que perdí,
las hermosas mañanas
nubladas por tu ausencia.

Te pido que me alumbres
orillas imprecisas
donde quiere apoyarse
                                  este puente que soy.

Te pido tu mirada
para agrandar el punto
desde donde se acercan
                                    las cosas alejadas.

Lo que no soy
                    te pido
                    y  te pido
                    lo que doy.

Te pido que seamos
                             y te pido
que me
ayudes
a ser.

MARÍA NEDER
(Merlo-San Luis-Argentina)

Letra equívoca
La sal no sala y el azúcar no endulza
y mi nombre no soy yo
sino lo que nombran
y mi nombre no es mío
sino de los que me nombran
mientras mi línea se achica
se ondula, tironea.
Una cosa casi roja
dentro de la boca se retuerce.
No hay posible.
No hay palabra.
Me trago la muerte
pero la línea puja
y mi nombre no es mío
y el vientre se estremece.
La sal no sala
el beso no besa
¿De quién es la cara de esos ojos?
¿Quién me mira y dice de mí?

LUIS VILCHEZ
(Juana Koslay-San Luis-Argentina)

TORTURADORES

Ellos: los poemas
algunos -no son todos- pero son
torturadores de la corruptela
son poemas de la calle -vagabundos-
son poemas de la gente -sanadores-
son poemas de la lucha -memorables-
fusilan con ternura a los tiranos
y sueñan una patria
que dude de los cuerdos
no son muchos: son -digamos- los de siempre
muchos pájaros
muchos cuerdos
muchos locos
poemas que caminan con la historia
que nacen y renacen
entre tanta necedad
muchas letras que no paran de cantar
y que sueñan paz y amor
para los pueblos
atornillan de memoria
a los amnésicos perpetuos
y ella los salva

MONICA ALGARBE
(San Luis-San Luis-Argentina)

TESTIMONIO

Nuestra manera de decir ¡NO!
a las injusticias de todo tipo planteadas por este sistema.
Nuestra manera de decir ¡NO!
a las hipocresías bien plantadas por este sistema.
Nuestra manera de decir ¡NO!
a los triunfos ridículos de ser una cuatro por cuatro.
Nuestra manera de decir ¡NO!
al consumismo que destruye el planeta.
Mi manera, por ahora, de dar batalla y resistir
contra los insanos gobernantes del mundo.

*
Remover a los incoherentes.
Elevar la vida y la lucha.
Sentir, pensar, y hacer en una misma dirección.
Insistir en recomponer el mundo.
Suplicar porque no dejes de amarme.
Tirar todos juntos del mismo lado.
Inundar de alegría la lucha.
Rumiar y rumiar, hasta encontrarle la vuelta.

FABIO BOSO
(San Luis-San Luis-Argentina)

DE LA PALABRA

VI

Párpados / estrellas
Precipitándose
Contra el pozo negro
De la noche…
Hojas/ ojos
Que caen
Destiñendo
La memoria.
También
El labio irrumpe y agita
La efímera solidez de las palabras:
Como un ladrón viene
A arrebatarlas de su sueño.


PÁGINA 14 – ENSAYO

MÓNICA RUSSOMANNO
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

NUESTRA INFELICIDAD

Nuestra felicidad no nos pertenece. La creamos no con las herramientas que nos son propias, sino con las que nos prestan. Y no depende como el siglo quiere hacernos creer de lo que poseemos, sino de lo que damos.
Puede ser una ingenuidad, pero ciertos antiguos saberes son tan ingenuos como el que un abrazo es más necesario que el pan, y que la sonrisa del amado calienta el alma en el invierno.
La felicidad no es una carcajada necesariamente. Sucede en una capa más profunda y es capaz de serenar los océanos del infortunio.
Para ser feliz es necesario ser generoso. Saber dar y saber recibir.
Una mujer que cocina para su hombre, el padre cansado que se fuerza a estar un ratito más a pesar del dolor de cintura, el muchacho que resigna unas tardes a acompañar la tragedia de su amigo. Hallan todos ellos una felicidad de melodía a media voz, la tranquilidad de estar donde hacen falta.
Pero necesitan, para poder ejercer su cometido de acompañantes, la retribución del reconocimiento.
Trabajar por la felicidad de alguien que nos ignora es un sendero que desemboca en la angustia. Y aquí acostumbramos considerar tonto a quien no requiere alguna clase de paga, y acostumbramos denigrar los trabajos desinteresados. Si no se pide nada a cambio, pensamos que debe de ser algo que no tiene valor.
Es cierto, no tiene precio. Es inapreciable lo que unos hacen por otros cuando se atreven a dar desde las entrañas, cosa nada fácil.
Una mujer que acaricia a su hombre dormido es feliz. Una señora que pone la mesa con las mejores tazas para recibir a sus amigas. Un hombre que enseña a su vecino cómo cambiarle el líquido de freno al automóvil es feliz.
La felicidad florece bajo los techos de chapa, estalla en el patio de una escuela, se enciende en una oficina. No tiene edad ni condición social. La llevan los privilegiados que son capaces de convidar con lo que tienen.
Quien es feliz porque lo envidian, retrasa unos momentos el salto hacia el abismo. Quien se alegra por el llanto de alguien, detiene un minuto solamente el roer de las orugas. Mentirá ser feliz el malvado, se mentirá a si mismo, hará la pantomima, montará su obra teatral. No hemos de darle fe. No le creeremos.
Pero mientras tanto todo nos lleva a la desdicha. La veneración del cinismo, la confusión de maldad con inteligencia, el mandato de arrebatar lo que no está fijado al suelo. Todo nos lleva al blindaje y la desconfianza. O somos ladrones, o tememos ser despojados.
Creemos que poseemos lo que guardamos, y somos esclavos de lo que nos negamos a dar.
La mujer no quiere ser usada, y se niega el privilegio de atender a su hombre. El hombre no quiere que la mujer lo domine, y se niega el privilegio de atenderla. Aferrados a nuestras mezquinas posiciones, amurallados todos, profunda, dolorosamente infelices. Pero eso si, indiscutiblemente dueños, patrones y propietarios de nuestra infelicidad.


PÁGINA 15 – POESÍA ARGENTINA:
JUJUY 

FERNANDA ESCUDERO 
(San Salvador-Jujuy-Argentina)

DEGENERACIÓN

Nace como extracto esencial de la especie…
más tarde, fuente vivificadora.
Vuelve a Eva, decididamente ajena,
de brazos incongruentes y ostentosos de su fuerza innata.
En soledad…montaña y cielo contienen su llanto.
Cómplice para el dolor, encerrada y ciega de sí,
en sus manos, arcilla y pan cobran aliento inusitado.

Y hacia el final,
es compendio y summa: esfinge que todo lo sabe,
estatua viviente que no sonríe,
es extraña costilla bíblica,
es carmesí en el límite de la pasión,
es histriónica silueta resplandeciente,
es mujer…

ALEJANDRO CARRIZO
(San Salvador-Jujuy-Argentina)

1.

johann sebastian me da un empujón (no
encuentro los anteojos. alguien que huye
quiere voltear la puerta (lo invito a la cocina
le ofrezco un vino empezado y le pido que se calme:
el perro del vecino sigue sin alcanzar la luna.
su saco echa humo aún (por favor, los vecinos
parece balbucear el nombre de un amor antiguo
por sus ojos desesperados camina una palabra muda
corro, pero la pierdo en la multitud
otra vez el hígado –pienso– aunque la mesa ya
ha comenzado a tomar su forma natural
debo volver a mis huesos antes de que empiece
a llover en los espejos (marcela, la violonchelista
no da señales de vida y eso puede confundir a
cualquiera. a esta altura bach se ha llevado al
desesperado a buscar un barcito abierto en
la terminal (la ventana sigue fiel y
empecinada
la ciudad es un rinoceronte dormido
que puedo acariciar con toda mi desnudez

ILDIKO NASSR 
(Río Blanco-Jujuy-Argentina)

nadie le dijo nunca qué es la poesía
le dijeron que no debía comer con las manos
ni ensuciar su ropa
le prohibieron mirar descaradamente a su alrededor
y comer las tortas de barro y flores con las que jugaba
le enseñaron a no mentir ni a robar ni a engañar
mientras ellos mentían, robaban y engañaban
le contaron el cuento de los siete cabritos
le leyeron algunas historias de las 1001 de sus antepasados
y otras de un pueblo lejano llamado Nazaret
y de algunos héroes con nombres de perros (sus perros)
Sansón, Sultán, Diana, Apolo, Jonás, Jesús, Josué
(miles de animales pasaron por su casa)
pero nunca, nunca le dijeron qué es la poesía
eso tuvo que aprenderlo sola, a fuerza de golpes y noches de insomnio

RICARDO GUILLERMO GUZMÁN
(San Salvador-Jujuy-Argentina)

LOS DICHOS DE AGUIRRE
.
Aníbal Aguirre
expresó:
que aquel que anhela un beso esculpa tres estatuas de mármol;
que el que quiera un abrazo pinte el techo con libros apilados;
que el que aspire a un amor castigue a las nubes felices;
que el que oculta un arma apadrine águilas sosegadas;
que el que pretenda la luna pesque una tararira;
que el que solloza lea a Ezra Pound;
que el que ambicione una mujer de dos pisos eleve una plegaria;
que el que se empeñe en alcanzar una estrella crie cardones y begonias;
que el que codicie el bronce, clave sus ojos en los de un guazuncho;
que el que desee un nombre acaricie lluvia y machetes;
que el que ansíe una musa no desdeñe al cerro negro ni al río grande;
que el que persiga eternidad encadene la primavera.

ROMINA CAZÓN 
(San Salvador-Jujuy-Argentina)

VIII

Tengo que irme
(no sé a dónde)
a escudriñar el viento
que  trae la miseria a los dedos.
Irse con  el plomo en las espaldas
la basura en  la mirada
y con la apariencia de una setentona
que  llora la  sangre original.
Tengo  que irme
(tal vez allá)
al fondo de la peste.
Ir con la lengua doblada
y esperar que un  grito
sólo un grito
me llame de regreso.

REYNALDO CASTRO
(San Pedro-Jujuy-Argentina)

KAMIKAZE
a Andrés Fidalgo

me refugié en el último rincón
con mis libros levanté barricadas
mastiqué todos los poemas de Luis Cernuda
y los tragué
y vomité un adolescente rabioso
que inmediatamente se puso a luchar contra el tiempo
“la poesía no envejece” -decía-
(Paco Urondo     Javier Heraud y Roque Dalton
también se metieron en el baile
de puro solidarios que son)
yo agarré una máquina de escribir
como no había luz
encomendé mi alma a Antonin
Artaud -el que lo vio todo-
me acordé de un amor y lloré
y escribí
hasta que la poesía fue una amante frenética
nueve meses después
nació un poema que caminaba solo
pero ya nada me conformaba
así es que salí a la calle
                 y me suicidé


PÁGINA 16 –  NARRATIVA

EDUARDO PÉRSICO
(Banfield-Buenos Aires-Argentina)

CHAU.

…y nos hicimos un amor última vez,
negando la sórdida pena de los condenados.

Esto de sentirme sin ganas tal vez sea un problema generacional, pero te aseguro Susana que al ver a mi mujer y los pibes pienso en agradecerte. Al menos si  me atropellan ideas remachadas con alguna frase hecha: ‘existe un ordenamiento superior en todo’ o ‘la vida de cada uno ya está escrita en alguna parte’ son de catecismo. Vos conociste mi encono contra eso porque ‘todavía soy ateo gracias a dios’, según nos repetía el gordo Polino, pero mística aparte esta inseguridad nos aparece al pretender averiguar si uno está con vida y le emergen los por qué y los para qué; terapias de confesionario en unos o de psicoanalista que los exima sin culpa a tanto por consulta. Pero nos conocimos hace mucho y sabrás Susana de la disyuntiva en tipos llenos de vivencia en el discurso que deben pellizcarse a veces por saber si están vivos; y volver a tu recuerdo es mi manera actual de pellizcarme. Porque ese refrán  que mientras uno ame a una mujer o pueda tomarse un vaso de vino, está vigente, ni siquiera son refranes y mi agradecerte hoy a vos me llega cuando las mujeres viven con otro y todas las botellas están vacías. Porque además de añorar aquel tonelero pastoso que tomábamos con Polino y el negro Cuenca en las mesitas de patas chuecas del tano Santo, vos nos acompañabas con un traguito y nosotros recitábamos discursos como si fuéramos Monteagudo o Simón Bolívar. ¿Te acordás Susana? Así que hoy recupero aquel juego donde perder una idea dolía igual a romperse una costilla, - y ni siquiera sería un juego- nosotros discutíamos a Lenin, negábamos a Dios por rescatar a Jesucristo que estaba de nuestro lado, o le exigiríamos a Perón cuando volviera terminar enseguida su tarea; además que si bien Evita muriera en 1952 él debería seguir siendo peronista. Y el negro Cuenca que trabajaba en una editorial y nos traía material, se reía porque Engels para ser mejor filósofo usaba barba, y también cuando a Carlos Marx le corregían sus escritos sus hermanos Groucho y Harpo.
Un farragoso barullo que ni siquiera divertía, me dijiste otra noche de  escucharnos. Susana con tu pelo negro, tu dientito encimado y luego esa naturalidad en quedar desnuda en mitad del cuarto mirando a ese pibe temeroso de perderme entre tus muslos cálidos. Vos, la primer mujer que instruyera a mi ternura nueva y casi como al pasar una noche ya fumando un cigarrillo luego de amarnos, me reprochaste a media sonrisa por secundar a mis amigos en ser hacedor de frases que no iban a ninguna parte. Algo así me dijiste y nos dormimos abrazados en el cuartito al fondo en casa de mi tía y yo ni pagaba la luz. Vos también lo sabías y me reprochaste alguna noche de dormirnos ahí y al amanecer vos partías al tallercito de tu tía a confeccionar blusas de mujer,  y de ahí yo ligué alguna camisa de medida. Pero entre nosotros no todo era adherirnos dos o tres noches por semana o celarnos por las pibas que yo pretendía instruir sobre ‘la función social de la mujer’, si al fin y sin ningún golpe bajo vos me insistías en no ser un desocupado que no jodía a nadie y menos a vos. Si al fin mi discursito de incompatibilidad con el sistema ya lo escuchaste al hablarnos en el ómnibus la primera vez, aunque al decidir volver a vernos me sonreíste con tu espontaneidad fresca y algo me dijiste del asunto ‘trabajar’. Y esa noche al llegar a mi pieza, aquel asombro tuyo del porqué yo no lo hacía me cargó una pregunta golpeadora del hombro. Algo que escurrí  hojeando los Principios Elementales de Politzer y releyendo varias veces el mismo párrafo, para dormir de madrugada con cierta molestia en las ideas. Porque revisando cuanto sucediera en nuestro debate perpetuo, a fines del sesenta aquella bohemia sin destino contra las ideas viejas ya crujían entre los ecos de opacas represiones con algún conocido torturado por la cana. Así que todos volvimos a dialogar a media voz y mayor miedo en tanto los toques de actitud revulsiva fueron en descarte; una efímera moda que vos ni aprendiste Susana acaso por intuir esa imbécil matanza que nos jodiera a todos.
Pero hoy quisiera decirte sin renglones sensibleros de novelón antiguo, que yo siempre despreciara por jugarla de un líder en ciernes y al dejar de vernos recién me pregunté,  líder de qué.  Si yo ni supe gritarte cuánto te quería y acaso ni entendí cuando al ver a la vieja Sabina cubriéndose con un diario aterida de frío en la estación Escalada, murmuraste ‘alguna vez fue un bebé’ y yo ni ahí pude interrogarme qué haríamos por ella antes de La Revolución. Apenas un trance que superé pronto si vos seguías a mi lado y cada tanto te trincabas en mi boca en la búsqueda de esa eternidad que las hembras persiguen cuando quieren en serio. Ese arraigo de las hembras con la vida que bregabas por explicarme y luego supe que era sentirse vivo con la sangre llena de árboles y guitarras; apenas eso. Y por lo mismo hoy al ver a mi mujer y los pibes te digo gracias Susana por esta manera del arraigo y que alguien deje testimonio de mi existencia. Porque vos tanto me cambiaste que una mañana me convertí en un peón ferroviario de acomodar rieles y durmientes en la estación de cargas entre Lanús y Escalada. Sumando allí mi mejor tiempo cerca de gente poco inquieta por asuntos que no percibían muy bien, más tan hábiles y capaces en frenar jodiendo sobre ‘la objetivación de los hechos’ y otras tantas frases de los ateneos. Porque en el boliche seguíamos  con la ‘praxis’ y demás yerbas intelectuales, afónicos gardeles de la revolución, pero al entreverarme con los ‘clase obrera’ supe que de ellos no sabía ni medio. Tanto que bien recuerdo tu sonrisa al decirme que esos hechos de la realidad nunca te esperan, opinión certera no porque cambiar el mundo no lo mereciera cuando era octubre del ’67 y al gordo Polino en Bolivia le habían llenado de plomo las ideas. Y al encontrarnos alguno dijo que el gordo había cumplido con él mismo, tan cierto como que sin joda los tiempos venideros serían de gran tormenta. Por esa época yo entré a trabajar diez horas por día en una librería donde me presentara Polino, otra actitud  de vida que vos te merecías y me recuerda que cuando ingresaste a Medicina yo te pedí que nos diéramos una práctica de anatomía. Otra puntual gilada que no iría a ninguna parte frente a tu estilo personal de aprovecharte toda, en tanto yo no dejaba el cuartito en casa de mi tía  y cada día nosotros nos íbamos quedando más lejos.
Y en cierto anochecer presentí qué muy cerca nos ambulaba el chau.; más  al repetirse el orden de tu ropa sobre la silla y el modo de inventarme de nuevo el amor, al estirarme en la cama con recelo en tocarte sabiendo que temblabas, percibí tus ojos lluviosos y abiertos al morderme la boca y preanunciarme que nos haríamos un amor última vez negando en cada gemido la sórdida pena de los condenados. Fue un entresueño mutuo sin demora ni tiempo, sin hablar lo sentimos, y al volver a mirarnos te vestías sin apuro detrás de una velada película y la almohada enjugaría varias gotas de sal de tu despedida. Allí también se quedaría la memoria de tu pelo negro y la forma imprescindible de tu cuerpo, y yo ni rebusqué el cinismo de los poetas de mi Buenos Aires querido que cuando una mina los deja se escriben un tanguito y a otra cosa  Porque no habría más otra cosa, Susana; aquella fue mi tarde agonizada de tristeza como si fuera domingo, sin sitio donde perpetuar mi ternura ni la necesidad animal de sentirme realmente vivo encima tuyo. Más todo va conmigo sin olvido ni tiempo y vos desde la puerta apenas me dijiste chau. ¿Te acordarás Susana? (Ag.2012)


PÁGINA 17 – POESÍA AMERICANA:
COLOMBIA

ELVIRA ALEJANDRA QUINTEROS
(Cali-Colombia)

LA NOCHE EN BORRADOR.

2. 

El pozo
Toda la noche el fondo el pozo el hueco, donde las palabras arriesgan la repetición del deseo prohibido sosegando el insoportable latido de sus cuerpos.
Afuera adentro ya no es la condición del ritual.
Todo es un todo de ineficaces luces despeñándose por los precipicios, alabando desde el fondo las cúspides de los nevados ocultos a esta hora.
Y el frío de los pequeños arroyos el mismo temor, el nombre, la misma materia esencial de las almas.

Toda la noche voy repitiendo letras y vocales, ansiando articular la frase.

FEDERICO DIAZ GRANADO
(Bogotá-Colombia)

RETORNOS

No creo en retornos
pero este amargo corazón de casas viejas y calles rotas
late en cada regreso
sin gestos ni ademanes
y sabe que el mundo es un mal lugar para llegar

Y se regresa a escribir un poema que trate de una muchacha en un aeropuerto
que espera un avión de quién sabe dónde
o escribir sobre la carta que nunca recibí aquel sábado
escuchando el viejo casette con mis nostalgias favoritas
o sobre los versos robados a Salinas, Borges, Walcott
y las tardes de sol en el estadio de fútbol

No creo en los regresos
pero este seco corazón de otros días canta a destiempo
sobre el cielo que quema el nombre de una mujer que amé

No creo en retornos
pero mi vocación de viajero hace, que siempre que parto hacia la intemperie en el mundo
deje, como en mis días de boy scout, piedritas y migas de pan
para no perder el camino de regreso a tu cuerpo.

PIEDAD BONNETT
(Amalfi-Colombia)

AHORA QUE YA NO SOY MÁS JOVEN

Ahora que ya remonto la mitad del camino de mi vida,
 
yo que siempre me apené de las gentes mayores,
 
yo, que soy eterna pues he muerto cien veces, de tedio, de agonía,
 
y que alargo mis brazos al sol en las mañanas y me arrullo
 
en las noches y me canto canciones para espantar el miedo,
 
¿qué haré con esta sombra que comienza a vestirme
 
y a despojarme sin remordimientos?
 
¿Qué haré con el confuso y turbio río que no encuentra su mar,
 
con tanto día y tanto aniversario, con tanta juventud a las espaldas,
 
si aún no he nacido, si aún hoy me cabe
 
un mundo entero en el costado izquierdo?
 
¿Qué hacer ahora que ya no soy más joven
 
si todavía no te he conocido?

GUSTAVO ADOLFO GARCÉS
(Medellín-Colombia)

ABUELO

En las noches
por el ruido
de tu respiración
te sabíamos
presa de fantasmas

pero los mediodías
te llegaban
con un calor dulce
y dormías como un ángel

con quién sueñas
Francisco
ahora que llevas
tantos días de siesta


GLORIA CEPEDA VARGAS
(Cali-Colombia)

MUJER

Desde lejos se escuchan/ como un río crecido/ cantan/ a quién?/ al hijo que les responde adentro/ Van vaciánDose/ aullando como lobas/ rugiendo dulcemente/ Son las viejas mujeres/ tantas veces nacidas/ las jóvenes mujeres/ de la última cosecha/ conocen/ los secretos del barro/ la oscilación del junco/ la muerte de la sal/ son las brujas que arden todavía/ no saben hasta dónde sus cinturas/ como eslabones misericordiosos/ encadenan el mundo/ Escribieron la historia/ pero esa historia no les pertenece/ saben llover y anochecer/ saben relampaguear y deshojarse/ no tiemblan ante el tiempo/ son el tiempo/ no temen al oleaje/ son el mar.

Nací como ellas/ llena de semillas/ poco a poco fui abriéndome/ escapándome cada treinta lunas/ por un río sin nombre/ Con ellas me estiré/ retrocedí/ martillo y algodón me prodigaron/ aprendí/ a subir y a bajar con la marea/ a dormir bajo el agua/ a morir y a nacer en otros cuerpos/ Me negaron el ángelus y el nombre/ mi huella fue borrada por las manos/ del mayoral y el clérigo/ Eva o Lilith/ almácigo o arcilla/ caro pagué como ellas/ mi otro ojo/ caro mi olfato en timbre/ caro mi parentesco fluvial/ mi antigüedad.

Yo canto/ a las renovadoras de la especie/canto a su juventud de muchos siglos/ a su amoroso cuerpo desbordado/ La noche se detiene/ a escuchar las palabras del oráculo/ Son ellas/ lavanderas/ tejedoras/ sembradoras del trigo candeal de la memoria/ las que retan las muecas del espanto/ las anchas/ las nictálopes/ el hijo las habita/ las vuelve cuevas para los murciélagos/ o albas de claridades cegadoras/ Suya/ es la órbita del ciego/ suyo el pan que abastece/ los hornos de la guerra/ yo canto a su manera de amurallar el mar/ a su astrolabio intacto/ Escrito en sus entrañas de elefante/ lleva el libro del génesis/ multípara o cerrada/ habla la esfinge/ Canta/ lengua de ahora/ a sus fertilidades/ donde hasta los desiertos/ reverdecen/ diga de qué manera/ alfa y omega/ germinan en sus aguas protectoras/ reconozcan el sabio y el ignaro/ el olor de su vientre entre las sábanas/ donde otro vientre espera/ Tú/ en sazón o en agraz/ cepa multiplicada/ de una historia que en vano/ te vuelve las espaldas/ oye mi verso/ estrecho para vestirte toda/ en ti empiezo a morirme/ y a ser de nuevo música o guijarro/ a encontrar la salida/ a mirarme de frente sin temblar.

WILLIAM OSPINA
(Padua-Colombia)

EL ESPEJO

Una región del muro está hechizada.
Sólo el ojo lo sabe.
Un cristal incansable paso a paso repite
las rectas sombras que la tarde desplaza.

Terriblemente dócil, no desdeña
la vertical sinuosa de una hormiga extraviada
y al fondo de sus cámaras
también crecen las plantas.

A veces miro ese país extraño
cuyos hombres no tienen más lenguaje que el gesto,
ese país sin música.

Sé que no puedo ser ese hombre que me mira,
sé que a él no lo alcanzan el temor ni la idea.

Cuando la noche apaga las letras y los ángulos,
en su país de eclipses él no te ama.


PÁGINA  18 – NARRATIVA

JORGE ISAÍAS
(Los Quirquinchos-Santa Fe-Argentina)

EL IBYRÁ

Estamos en enero y no ha florecido el ibyrá. No han aparecido esas flores amarillas que son el encanto de este barrio, podré decir sin ofender y para no abundar, escribió David Viñas para siempre. Bien escoltado por añosos fresnos y un ceibo que plantó mi madre, es el más alto de todos, este árbol único en el pueblo que debo a la bondad de mi amigo Roberto Cocco, entrerriano cabal que vive radicado en Santa Fe desde casi siempre. Allí está grabando música y el canto de los pájaros que viene a ser lo mismo.
Conocí primero al ibyrá en un poema de mi amigo Alfredo Veiravé hasta que su presencia real se me hizo acto justamente en la casa de Roberto y de su mujer, Graciela Fracchia, entrañables amigos de siempre. Enamorado de ese árbol que abunda en las zonas húmedas, ellos me dieron una breve planta en una macetita, de no más de cinco centímetros, y lo demás lo debo a la sabiduría y el amor por los árboles y las plantas que tiene mi hermano, quien eligió una punta del terreno vecino a la calle y cuando creyó que ya el traspaso de macetas era oportuno, lo plantó. Hoy, siendo el árbol más joven está entre los más altos, incluso que los añosos sauces que ha plantado hace cincuenta años mi padre.
Desde el verdor pleno de los fresnos tomo mates y lo contemplo. Está realmente magnífico y atestigua en su majestad las peleas de las calandrias con todo pájaro que se acerque por allí. Pirinchas, benteveos, gorriones bullangueros, algún cachilo suelto y este casal de zorzales que vino no sé de dónde y pretende hacer nido en sus ramas donde este año hizo su aparición una viudita solitaria y donde rondan tacuaritas confianzudas y no conscientes de su brevedad sonora en este mundo de injusticias. Los únicos que no son molestados son los horneros, que bajan del ibyrá apenas mi hermano corta el pasto a comer esos gusanitos minúsculos que deben ser su manjar más apreciable. Los picaflores merecen otro capítulo en esta breve novela del ocio, según mi madre.
Si bien estamos en verano y tal vez el más tórrido en años, pareciera que no se hubiera hecho presente todavía porque no se ha oído una sola vez, esa monótona sierra que usan las cigarras, cortándolo todo en rodajas, para que sepamos muy bien qué es esta estación.
La novedad auténtica este año ha sido la aparición de un grupo muy pequeño de mariposas, de diversos colores. Que eran las que en mi infancia abrían el verano, junto a las sandías del Gordo Ugolini, atravesando el pueblo que recién nacía. El pueblo que aún no tenía quien le escribiera sus historias.
Es más, en aquel tiempo el pueblo estaba en blanco, porque estaba virgen de cualquier historia.


PÁGINA 19 – POESÍA  AMERICANA:
MÉXICO

LINA ZERÓN
(México DF-México)

UN GRAN PAÍS

Vivo en un país tan grande que todo queda lejos
la educación,
la comida,
la vivienda.
Tan extenso es mi país
que la justicia no alcanza para todos.

FRANCISCO AZUELA
(León-Guanajuato-México)

AZTECAL VIII

En este poema de muertos
se te murió tu padre,
se murieron tu abuelo y tu siembra
y se acabó la tarde en una mirada.

En este poema de muertos
se murió el amor de tus antiguos,
se murieron tus pájaros
y se calló la estrella de tu frente
como un puñado de rosas enfermas.

En este poema de muertos
se te murió la vida,
y por segunda vez se te murió la patria
cuando tú te quedaste mirando
como un arco iris sin color.

En este poema de muertos
se te partió la sangre en dos ríos azules,
y un esqueleto de sombras
en tus ojos de nieve
busca a pesar de todo, la libertad de tu pueblo.

CARMEN VILLORO
(México DF-México)

ULISES COTIDIANO

Traes en tu cuerpo la leyenda
de un navegante cansado.
Es tan grato, en silencio,
descalzarte de barcos,
recoger de tus ojos
las sirenas perdidas,
las redes enlamadas,
los sonidos ocultos de las olas.
Te espero cada noche
cuando levantas anclas en mi espacio
y una lluvia de estrellas
te hace perder el rumbo
y un enjambre de peces y caricias
nos recobra el naufragio tan deseado.
Cómo  darte las gracias
por la luz palpitante de aquel faro,
por el sonido suave de los remos
en esta noche grande.
Es más amplio mi pecho.
Hoy  le caben los puertos,
hoy que encallas
tibiamente
junto a mí.
FAUSTO VONBONEK
(Méxicali-México)

ÍCARO

Para ti las albricias del mundo
Las musas doradas
Las náyades blancas que esculpen las perlas
Eres el hombre en la alforja del tiempo
Robas el fuego porque eres capaz de encender tus hazañas
Gloria a tus huesos por ser inmortal si devoras la muerte
Te has atrevido a ser hombre en la faz de los falsos
Vistes de humano pero eres el hombre
Miras los ojos del dios que asesina tu pecho si esculpes en ti su amenaza de espejo
¡Gloria a tu sangre!
¡Gloria a las Troyas que inclinan sus muros!
Eres el sueño del hombre
Babel de esqueletos
Mano que arranca a los muertos del Hades
Sólo tu cuerpo traspasa las piedras que apilan el tiempo
¡Todas las laudas merece tu frente!
Porque nada te rompe
Porque nadie arrebata el diamante en tus ojos
Eres el hombre que inventa ser hombre
Matas de nuevo a los muertos de Aquiles
Eres el Ícaro eterno en el cielo sin dioses
Nadie, ni el dios, ni los Dédalos padres contienen tus ojos
¡Gloria a tu espalda!
Caes al desierto marino
Caes a la muerte y la vida reencarna olvidando deidades
Oh, dioses malditos
Lejanos
Porque únicamente tus manos eternas doblegan el arco que mata el destiempo

ELSA CROSS
(México DF-México)

AMOR EL MÁS OSCURO I

Aquí comienzo a amarte,
en estos muros clarísimos,
en esta ciudad cálida al tiempo de las lluvias.
(¿Dónde estás ahora,
esta primavera tarde que pienso en ti?
¿Dónde estás, ignorándolo todo?)
Aquí te descubro
inalcanzable y triste.
Dime qué pasos te trajeron a estas tierras,
cómo abandonaste tu gracia de elegido,
tu ministerio de humildad;
qué suplicios te agobian desde entonces
que violentan tu rostro
y vierten en tu voz la nostalgia y la ira.
Dime en qué forma eres vulnerable
o ganas la lucidez en un momento.
Qué caminos dejaste,
qué expiación te vence y te despoja,
qué caminos seguiste para llegar aquí,
desconocido y hermoso,
donde yo te amo.

FRANCISCO SEGOVIA
(México DF-México)

Cuando acabe la crecida
y todo quede anegado
la tierra será una losa oscura
sin un borde para abrirla.

Pero luego echará grietas y rendijas
para azadones y palas.

Y otra vez dejará que entren en ella
las semillas y los muertos.


PÁGINA 20 – ENSAYO

CECILIA RESTIFFO
(San Martín-Mendoza-Argentina)

EL ÚLTIMO DE LOS MOLINOS DE VIENTO.

1.

En el intento diario de romper el cerco entre el lector «de hoy» y la palabra, andamos por carreteras a veces principales y otras por caminos inhóspitos y desconocidos en los que solo los perros deambulan al calor de la siesta.

Si he de decirlo, este texto intenta ser una propuesta, una cronología y un ensayo al mismo tiempo; aunque sé de antemano que este último rótulo es quizás demasiado grande, como así la expectativa que genera.

2.

La palabra poética es, digamos, un desafío para todo aquel que desee comprenderla, asirla, capturarla. Pero lo es más para aquellos que anhelan «enseñarla». Delimito con esto mi campo de investigación-acción: lectores niños, jóvenes y adultos que «aprenden» a leer poesía por fuerza más que por gusto, como todas las actividades que se practican en el ámbito escolar, tal vez así dispararía la tesis sobre si «la escuela debería ser un espacio de libertad o de límites», pero esto es harina de otro costal.

Entonces, el punto es que, ante la experiencia de enseñanza en distintos ámbitos de nuestra educación, pongamos por caso: el aula de una escuela de primer ciclo, un salón de clases de la carrera de magisterio o un curso de escuela media; el asombro y la alegría se fusionan al observar que, contra todo pronóstico, los alumnos/lectores/oyentes disfrutan y comprenden la poesía tanto o más que cualquier otro género literario.

3.

La lectura de la palabra poética provoca un grado de asombro y miedo que el docente/lector/guía debe y tiene que «dejar ser», es decir, en la primera lectura el poema apela a los sentidos exclusivamente y esto se reviste de miedo cuando el lector intenta comprender rápidamente algo que sabe que está ahí pero no puede descifrar. Este estupor deviene luego en incomodidad, es entonces cuando la mirada del «experto» debe guiar una segunda lectura, un recorrido acompañado, que hará alto en los lugares donde el camino se angoste o se precipite una curva peligrosa.

En la poesía el acercamiento debe darse con paciencia y sin prejuicios, sin guías de extracción de recursos ni trabajos prácticos que diseccionen la metáfora o análisis exhaustivos e inexactos sobre tal o cual interpretación; pero por sobre todo debe tener un pausado ritmo de exploración: leer mucho en clase, leer y que escuchen, leer y que opinen, leer y callar hasta que alguien arriesgue una explicación, leer e interrumpir para preguntar. En definitiva: leer. 

4.

La propuesta de todo poema está incompleta sin su interlocutor, nada en la poesía está dicho totalmente. Los lectores inexpertos llegan al poema con la misma actitud que se llega al trabajo de todos los días, a la lectura de un periódico, a la cola del rapipago, a la novela de algún autor brasilero, a la revista de alguna diva vernácula y a todos esos lugares que nos esperan para ofrecernos la misma «rutina de destejido o indigestión». Sin embargo cuando «entran» en el texto poético descubren que la desnudez de esas palabras sin frío, los acomete sin piedad, es allí cuando la mirada de socorro indica que es tiempo de salir del espanto para pasar al descubrimiento del significado, al completamiento del sentido para apelar a lo que cada lector ya conoce del mundo, a lo que, también, ha experimentado a lo largo de su recorrido vital; porque todas esas «cosas» que ya sabe están latiendo en el poema, en la mirada del poeta que no es más que un ser humano mirando el mundo para después nacerlo en palabras.

Por lo tanto, abiertos los canales de atención, habituado el oído a la cadencia poética, podemos decir que estamos en condiciones de pasar al intelecto, al desciframiento de ese verso que nos habla.

5.

El trabajo con el género lírico implica tirarse al barro, dejarse de postulaciones editoriales fragmentarias, vetustas y analíticas, para pasar a una selección de textos con sentido y significado para el alumno/lector, no para el docente que lleva prendido en la solapa el “Romance del prisionero” desde su más tierna edad; texto por demás hermoso si lo hay, pero que se instala en el sinsabor de la gelatina, cuando se lo presentamos de improviso a un remoto lector «en ciernes». Por ello, búsqueda y selección del material de lectura con el que iniciaremos al lector/oyente de poesía, será el caballo de troya que debamos construir para vencer el acostumbramiento que tienen nuestros alumnos a consumir lo precocido, lo preanunciado, lo predigerido, lo periférico de las ideas que muchas veces es el único «recurso-método-pedagogía» de la enseñanza. Si renunciamos a la comodidad de don Santillana y don Kapelusz podremos iniciar un camino de descubrimiento con almas que, aunque adormecidas, no pueden resistirse al «cross en la mandíbula» de un buen par de poemas.

6.

¿Y si el alumno no es siquiera un lector «en ciernes»? Allí también el texto poético tiene algo que decir, porque en los lectores más pequeños que leen -o solo escuchan- la cadencia poética resulta ser un arrullo que despierta la curiosidad y el placer por la palabra. La poesía es el género más adecuado para enseñar a leer y a escribir, es decir, a descubrir la mitad del mundo que un niño interpela cuando se adueña de las palabras, como explica Ana María Borzone: «El conocimiento de rimas se relaciona con la conciencia fonológica, es imprescindible que la poesía ocupe un lugar fundamental pues contribuye a la reflexión sobre las posibilidades materiales de la lengua. La lectura asidua de poemas tiene un efecto inmediato en los niños...» Para eso, la lírica ofrece a los infantes el ritmo, el juego, la libertad de sentidos y sobre todo la reflexión revestida de canto; el poema desafía al pequeño y le guiña un ojo porque sabe que en esta escondida nadie vuelve a contar.

El texto lírico permite que el niño diga y lea las palabras sintiendo su sabor, su color, sus distintas formas; y así, ese lenguaje que se le presentaba antes ajeno es ahora una estrategia que el chico ha comenzado a manejar con soltura pero sobretodo con felicidad. Porque el poema dicho, cantado, recitado y leído permite descubrir un mundo y, al mismo tiempo, descubrirse en ese mundo. Las palabras dicen algo y lo otro también.

7.

Nada hace suponer que esta sea la pócima para desentrañar el desafío de «enseñar» poesía, pero si creemos que solo con la palabra podemos cambiar el mundo, si necesitamos remover el «alma dormida» de ese que nos espera sentado en un aula, si disfrutamos cuando otro aprende, si deseamos que cada ser humano de este mundo descubra la felicidad que otorga un texto poético, si enseñar, por tanto, es la forma que hemos elegido para vivir para ser completamente; es entonces cuando este texto comienza a tener sentido, a convertirse en el primer paso para enarbolar la espada y, cual hidalgo de carne flaca embestir a los molinos que siguen girando para hacernos creer que esta real locura todavía es posible.



PÁGINA 21 – POESÍA AMERICANA:
BOLIVIA 

GARY DAHER CANEDO
(Beni-Bolivia)

CAMINO DE SAMARCANDA

Soy el ángel gris que aparece en tus sueños
el mago negro
con el casco en la espalda
como un caracol cuya baba
es la única huella de su camino a Samarcanda
esto sucede cuando duermes
y yo insisto en jugar juegos de guerra 
en la máquina inmoral de aqueste siglo
y luego si despiertas 
busco el centro de tu talle 
la perfecta crucifixión que hace tu ombligo
y bebo sin parar de aquel veneno 
de tus pechos -cielo de serpientes-
que muero por poseer
entre el avispero 
de tu boca 
y la curva celestial de tu África dorada 
pero ninguna pesadilla ya te causa pavor 
ni te intimida
mi cuerpo
libre del hueso que lo cubría 
como la oruga expuesta 
no tiene futuro de mariposa
y morirá 
-no lo quiera el buda- 
secándose en la hoja de la mora 
derramándose en saliva
muy lejos de la seda.


PAURA NATALIA RODRIGUEZ LEYTON
(La Paz-Bolivia)

Busco algo que ocultan mis manos:
una pequeña pieza de relojería
anterior a nuestros huesos
que ahora sólo existe en el paladar,
como alguna melodía,
como voz providencial.

Los musgosos tejados consumen la ventana.

Hablas sin repetir los miedos,
sin mencionar las treguas que nos damos cuando el río ya no llega,
cuando hay un montón de piedras para jugar,
para imaginar tormentas,
para esperar la hora del té
con trozos de pan
de las manos de un ciego.

Es aquel olor a libros,
a polvo de antes…
el que ya no está,
el que ha desaparecido para siempre.

EDUARDO MITRE
(Oruro-Bolivia)

AL PIE DE LA LETRA
a Guillermo Sucre

La mujer que de pronto
aparece en la esquina
como la pasante de Baudelaire.
Sus ojos de noche del Líbano,
brillosos como la piel
de los dátiles,
enigmáticos como las líneas
que traza el destino
en las hojas de coca.
Su cuerpo esbelto,
                                       su talle fino,
su andar de palmera con brisa,
su cabellera que al aire
latiga y aroma,
sus largas piernas
presentidas bajo la falda roja,
sus senos como dos olas
rompientes
a punto de perderse en el mar.

Y el mantel que prolonga a la nieve
sobre la mesa del bar
bajo la mirada que lee
lo que al azar la realidad inventa.

Y el poema que dice
al pie de la letra.

NORAH ZAPATA PRILL
(Cochabamba-Bolivia)

REENCUENTRO
Aquí están, aún de pie
arrimados los unos a los otros
los viejos libros de mis primeras letras
Sus historias aún se ríen de la ignorancia
con la que me iniciaba en el misterio
El aroma ha cambiado
Ya no es el de las lluvias sobre grietas vírgenes
sino el de árboles que han resistido al invierno de muchas estaciones
Este, tiene la página veinte marcada con el verde trébol
Y aquél, la frase subrayada
la que desmenuza el pan por conocer la razón del hambre
Ese, una página rota como si hubiese aquel día
podido más la espina que la rosa
¿Y esta historia en la que actuó el cosmos
su pasión transitoria?
¿Y aquel manual erótico que vistió de papel
el ansia y el poema
y llenó mi cuerpo de viñedo y tierra?
¿Y este otro
quizás el más querido por estar ya tan viejo
el predestinado, que tiene luces propias
en medio de sus sombras
e higuera en cuya savia es fiebre el rezo
y en cuya alma un dios se crucifica cada día?
Que la esencia venga con la noche
puesto que hoy es de noche
Que las palabras en torno a la fogata se incineren
Así como los árboles, sin piedad por si mismos
voy a dejar a la hojarasca mis manos
mis hojeadores dedos, mis esposas
mis pies y la hierba y el camino
Que todo sea por un grano
Un nuevo brote
Un nuevo libro.

RUTH ANA LOPEZ CALDERÓN
(Sucre-Bolivia)

En el cuarto del hospital -medito- miro el techo
blanco, poblado por un mísero foco, de luz amarillenta, pienso,

decepcionada, matando el tiempo
y en la cama de blancas sábanas
dibujo pensamientos
que viajan a otros tiempos

de carne débil y enfermiza, ni la sombra del pasado
la que siento
doliente hasta los huesos,
la piel como pergamino viejo
y el dolor que nubla la conciencia,
estrangula la esperanza; desintegra,
y mi alma se quiebra en mudo grito:

las penas rebosantes en los recuerdos
el arrepentimiento que ronda y se mezcla, abandonada,
y la vida y el amor y el pasado
ya parecen un cuento
digno de ser contado a los ingenuos
mezcla irónica,
emborracha al espíritu
a la hora de rendir cuentas
y de extraños sortilegios te pasa
y la vida como la mona
y el doctor apurado, escurridizo,
y el sentirme bien por ningún lado

debes hacer el tratamiento dijo persuasivo
antes de desaparecer
dejando el halo de su sonrisa dibujada
y su guardapolvo blanco
inmaculado
y los dolores no aflojan
y el corazón: ya no más
desgarrado
y los pasos de las enfermeras
rasgan la alfombra
y las pastillas de tantos colores
aturden mis ojos asustados
y el dolor que sigue a mi lado
¡como amante del brazo
caminando rumbo a su cuarto
de ida y vuelta, cientos de veces!

nadie recuerda
la mujer de pasado gris
que fui yo
que yo fui
pienso en el exilio
de los últimos años
y qué mala suerte:
soledad
tristeza,
de la vida
nada,
ni amor
ni sexo
ni vino
ni el humo del cigarrillo,
para nublar
el llanto

¡mi vida en el claustro!

como comprando el boleto
para entrar al cielo
o al infierno
y nadie sabe
por qué,
esta espera en la cama
del obituario de mañana
y esta cabeza despoblada
de cabellos que jueguen con el viento

sigo recostada y pienso.

VÍCTOR HUGO ARÉVALO JORDÁN
(Cochabamba-Bolivia)

LA PAZ, CIUDAD.
         
Y las  calles de la ciudad
empinadas, hacia abajo,
hacia el centro.
Sobre un monstruo quieto,
de agua, de cal, de ceniza.
De recuerdos españoles,
sumergidos en el verano
con olor a sol, a tierra, a soledad.
          
         
Y el cerco de montañas, hijas del Illimani(1),
nieves eternas, luces claras.
Un cielo volcado
en el hondo misterio de la ciudad.
          
La noche que progresa,
las cosas que crecen, que se empinan...
         
Los cóndores, las cantinas, los faroles,
quietos, inmóviles  con el collar blanco, de plumas,
                                                    de luz,
de algo que parece un sueño y es vida.
         
Recuerdo de la sangre de los Incas,
en los músculos de Pachamama, allí  (2)
por los tiempos remotos, míticos.
         
La ciudad...
Las risas de las juventudes, de mi juventud,
                                            del deseo
                                             de las alturas,
                                             a los cielos,
                                             a las estrellas,
los por qué sin sombras de los  árboles con sombras,
las noches en las ventanas cerradas,
los enamorados y el farol.
         
Ventana al décimo piso,
donde se juntan el vértigo con las estrellas
y el frío despertar de los montes
con el dulce sueño que vuela, del progreso...
las piedras y las nubes
callando su silencio están. La Paz.
         
La ciudad...
         
Y ésta ciudad, donde los vientos revuelcan
abriendo heridas en la historia,
dejando recuerdos
en las noches, en los grandes días.
en los días y la juventud,
en el otoño que reposa.
         
Y su espejo claro, la luna,
su Virgen Morena
que mira los fondos míticos, prehistóricos,
del indio que danza su silencio.
         
Las danzas...
         
Se arremolinan los rostros,
surgen de nuevo las notas de la quena,
de la triste quena que llora,
         
Juventud de linaje americano
quemando con gesto heroico,
sombra sin signos.
         
El frío y el deseo,
el viento y el acecho
la noche y la trampa
sin locura, sin suerte. Apacible,
los signos...
         
Y esta ciudad, fuera del tiempo,
con dedos de tormenta, uñas de cactus,
anillos de antawara, Tiempo
                               Noche
                               Fuego.
Carbones de recuerdos,
socavones de pasión
con el peso de alas condóricas,
júbilo y tristeza.
         
Rien las estrellas en las calles ,
en las noches de silencio, de luz enfarolada.
         
La Paz...
               Y esta ciudad fuera del tiempo....


PÁGINA 22 – NARRATIVA

GREGORIO ECHEVERRÍA
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

MEJOR IMPOSIBLE

La ciencia y la paciencia ignoran las compulsiones de lo urgente y lo inmediato. Esto es así desde el principio, más bien un principio en sí mismo. Y él lo sabe, naturalmente. La consciencia de su poder no le permitiría soslayar esta cuestión. Pero esa misma facultad le impide asimismo echar al olvido el fracaso de los primeros prototipos. Nueve fracasos que van minando su autoestima y dando al traste con las iniciales satisfacciones. El recuerdo de esos miserables seres obnubila su mente y opaca la casi megalómana satisfacción que le produjeran sus infinitos logros. No le cabe hablar de herencia, pero al menos su experiencia desconoce la palabra fracaso. Se ha forjado a sí mismo a fuerza de silencio y soledad, pero le resulta abominable el método de acierto y error. Una vez bien. Es la consigna que hubiera grabado con ahínco en todas las paredes. Solo que sus hábitos bucólicos le hacen rehuir las construcciones cerradas, ya sean palacios, templos o mansiones. Alguien llegaría a mencionar la cuestión de la claustrofobia como uno de los síndromes definitorios de su manera de ser huraña y escondedora. Una vez bien. Es entendible su contrariedad ante aquellos fracasos. Que ni siquiera le dejan el rédito de una moraleja o una ínfima enseñanza, puesto que su currículum hace especial hincapié en que lo sabe todo. Y todo es todo. A su alrededor se amontonan piezas terminadas, medio terminadas y muchas apenas esbozo de algo por definir. Pero ninguna fallida. Excepto aquellos primeros nueve adefesios, claro. Pero la décima experiencia habrá de gratificarlo con creces por las anteriores pifias. Se jura abandonar las herramientas del oficio si esta prueba vuelve a fracasar. 
Lo repasa y pule hasta el menor detalle. Forma, color y texturas. Esta vez sin ansiedad. Su objetivo es la excelencia. Y tanto el resultado justifica sus expectativas, que la única reflexión que se le ocurre al darle fin es que el décimo intento le parece una imagen de sí mismo. Mejor imposible. Y este mismo pensamiento es la causa del mayor sobresalto. Pues conociendo su invencible inclinación al chapuceo y la improvisación —a la luz de sus insidiosos errores— comprende que no dejará jamás de abordar el veleidoso jugueteo de las esencias y las formas. Y que cualquier objeto que salga de sus manos de aquí en más será deslucido e insignificante comparado con su décima criatura. En algún remoto rincón de su poderosa inteligencia hay registros acerca de un trasplante de moléculas de ácido desoxirribonucleico. Y sabedor del contenido de un proverbio que futuras generaciones expresarán como que vale más pájaro en mano, opta por una salida pragmática. Sumiendo a su criatura en un sueño profundo toma de ella una molécula de ADN a la que reproduce hasta llegar a una imagen idéntica a su bello décimo paradigma. Dormido aún el original, contempla con arrobo la fresca criatura. Es —en efecto— una obra tan perfecta como el modelo. Aunque parece bastante más joven, detalle francamente maravilloso. Tanto así que no pudiendo resistir un impulso que lo asfixia, acerca sus labios a los de la muchacha que yace desnuda frente a él. El beso restallante despierta a la niña. El artista, dando un paso atrás con cierto embarazo, le señala en tono circunspecto “hija, he ahí a tu madre”, mostrándole el décimo modelo aún inconsciente. La doncella se levanta con gracia y dirigiéndose a la imagen durmiente le atenaza la garganta hasta sentir que ha dejado de respirar. Apretando su cuerpo contra el pecho del pantocrátor se entrega con pasión al ardor de su lengua y sus pezuñas. 

PÁGINA 23 – POESÍA AMERICANA:
URUGUAY

JORGE ARBELECHE
(Montevideo-Uruguay)

EL OFICIANTE

Intenta arrancar las palabras del silencio
a golpe a veces de martillo o punta de punzón
bloque feroz o muro de clausura
otra de cincel estéril labranza de la piedra
extirpa alternada esquirlas de sonido
polvareda aislada de sílabas o letras
ofrendarlas en altares no se sabe
a qué dioses en secreta oración
plegaria minuciosa desplegada
sobre un eco venido de no se sabe
donde lo desprendido sobrevuela
retorna entonces el reino original
se ve aquello que se escucha
se palpa se huele cada voz
se saborea ya no la piel
sí la semilla se aprende a pelar
cada vocablo de su cáscara
como devotamente se pela cada fruta
se desprende la envoltura sedosa del durazno
hasta alcanzar toda la arruga del carozo
una a una regresan las palabras al silencio
cumplido fuera el oficio de los nombres
lo que no se nombró dormita en la antesala
de la ausencia aguarda el oficiante
la clausura del círculo del rito
la sinfonía frutal se calla reposa
resplandece.

SELVA CASAL
(Montevideo-Uruguay)

EN MÍ ES DE NOCHE SIEMPRE
 
Qué tengo yo qué tengo
por qué no tiene fin ya mi delirio
y en mí es de noche siempre
el mar duerme yo no
cansados de girar duermen los astros
cuajada iba la noche de diamantes
bajo el inmenso ojo lunar
hasta dónde los mares primeros repican
tal el caos y el orden
el miedo de pronto aparece
ellos duermen yo estoy alerta
de continuo el mundo me requiere
no es sangre brasas es lo que por mí circula
cuando has nacido no hay dónde esconderse
nosotros convivimos con la nada
perdemos el recuerdo
los días son manzanos ardientes
fruto de una crucifixión
a la que no hemos asistido
cómo podemos seguir viviendo
para ti el holocausto
la sorpresa de ser
como una bengala velocísima desaparezco
hay cuerpos.

RAFAEL COURTOISIE
(Montevideo-Uruguay)

LOS QUE NO ESTÁN

          Para las almas los cuerpos valen oro. Pero es un oro carnal,
de ruido tibio, un oro en trazos y fibras, oscuro, más oscuro que la muerte
que lleva y devuelve las almas a su origen, la muerte como un mar que las devora.
          Los cuerpos flotan.
          Sin la muerte, un cuerpo es más grave que su sombra. La muerte los levanta,
los madura, hace de los cuerpos un sueño irrepetible en el que el deseo encuentra
materias claras para hacer la casa.
          La casa se levanta y se derrumba, pero los trozos esparcidos son duras gotas
del agua del deseo, humedecen la vida que les falta.

TATIANA OROÑO
(San José-Uruguay)

CASA

La casa cupo varias veces en cajones.
Después se quedó quieta como una orilla embestida, manchada por la resaca. Sin un gesto, como si el sobrante de colchones, ropas de abrigo y cacerolas estuviera refluyendo en nuevas intersecciones de espacios y tiempos. De zócalos a cielorrasos y antepechos quedó entregada a la novedad de su respiración de reposo. Fue aflojándose parte por parte. Independizada de la lucha a brazo partido por la vida. En el retozo de la mayor edad. Ahuecada y manchada.
La mujer mira el mapa de marcas de arrastre y de posición que ha dejado el traslado y la evacuación de muebles, macetas, utensilios. Rastros de tierra y óxido, siempre oscuros, en aglomeraciones irregulares. Coágulos, menstruos, sangres cavadas, drenajes de lo oscuro. Menarca y menopausia. Se ha quebrado el circuito de reponer jabones y víveres y aquel calafateo de costillares y remiendos. El reverso del círculo cerrado de luchar por la vida es reguero de materia coagulada. Tiempo en estado natural. No sabe cuánto durará, ni si será confortable o achacoso, decoroso o miserable. Sin envolturas, sin apósitos, el tiempo sangra por el lado íntimo, de adentro, cuando luchar por la vida da tregua y se descorren los cerrojos de sangrar.
El pie del ojo apoya en lo que falta.

ANDRÉS ECHEVARRÍA
(Melo-Cerro Largo-Uruguay)

MANIFIESTO DE LA IRREALIDAD

ejercicio:
dada la posibilidad de un ángulo equidistante a otro que no lo sabe, encontrar el posible vínculo entre dos segmentos de una misma recta que sufre por haberse fraccionado. todo esto teniendo en cuenta que el ángulo obtuso sufre de un agudo dolor de cabeza. también deberá considerarse la posibilidad de que el álgebra se nos revele, y los números se nos escurran por la mesa con pancartas en la mano y el claro propósito de terminar con esta dictadura de la exactitud.

ALICIA MIGDAL
(Montevideo-Uruguay)

CIUDADES/CASAS

Se le aparecen
pedazos de ciudades, mientras camina o
ejerce actos simples. Un monte hirsuto y
perpendicular, esquinas de esperas malsanas,
la vereda de algún bar expectante, aires
envolviendo estatuas que se perdieron. Ca-
mina rodeado de sigilos y arrebatos de ciu-
dades otras, y en todas sonó una cifra cerra-
da. Y había que deshacerla, para no ser, más
adelante y en la otra ciudad, pulverizada
por un pasado sin recuerdo.


PÁGINA 24 – NARRATIVA

MARÍA GUADALUPE ALLASSIA
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

EL PARAÍSO DE ISABELLA 
L' elisir d'amore /Y que es eterna luz decirte puedo
cuanto aquí ves, y encaja /justamente/como el anillo corresponde al dedo/Dante Alighieri. Divina comedia (canto XXXII)
Los ojos eran como vidrio hecho trizas, por donde la luz entraba con imágenes centelleantes. Muy lejos, los dedos de las manos crujían y se enfriaban, mientras los tigres de la Muerte pasaban en silencio por las tierras oscuras de la habitación y se acomodaban, dóciles, al costado de la cama de cedro. Sólo a esperar.
Isabella dejó que el invierno la meciera lentamente entre las sábanas.
Estaba acostada y sin embargo, le parecía caminar sobre cristalitos de escarcha. Tenía frío y sabía que iba a morir.
Entonces, lloró en silencio con una lágrima viva que salía de un solo ojo.
Una lágrima que quemaba como llama. Desde el fondo de la lágrima oyó un sonido, mucho más importante que el de los pájaros en invierno o el rumor de los tréboles movidos por la brisa. Era una voz de hierba verde que venía de algún lugar secreto, alejado y profundo. La oyó claramente. La oyó como su música preferida, L'elisir d'amore, una furtiva lágrima. No podía comprender las palabras porque las palabras, eran música entretejida en el cielo. Seguramente, música de Gaetano Donizetti.
En ese momento entró la luz y con ella, el ángel alto, verde y azul, con las mejillas rojas.
Manso ruido de aire lo acompañaba, temblor de alas.
Un ángel, -murmuró Isabella-. Un ángel con voz de menta y hojita de salvia.
Angel de la Guarda, dulce compañía, no me desampares, ni de noche, ni de día. Ay, ángel, quiero que cumplas mi último deseo.
El ángel sonrió y asintió con la cabeza, mientras Isabella lo veía flotar sobre la espuma del mar de Calabria.
-Quiero comer ajíes, los ajíes rojos y picantes que a mí tanto me gustan.
Sorpresivamente, entre las manos del ángel, apareció un frasco de vidrio lleno de ajíes pequeños y coloridos.
-Hermoso mío- susurró Isabella deslumbrada.
La luz del espíritu celeste al servicio de Dios, ángel del noveno coro, henchía el aire y lo transformaba. Ahora todo era azul.
-Te llamaré Azzurro, caro mío-. Isabella habló despacio, casi en secreto, mientras el ángel le acercaba con su manos delicadas, dos ajíes.
Isabella abrió la boca y mordió. Reconoció el sabor conocido y amado.
La piel se dilató en un millón de bocas calientes y la sangre se entibió bastante.
-Mangia, che te fa bene- dijo la figura celestial y con un ala empujó a la Muerte y a sus tigres contra las telarañas grises que se rompieron, asustadas.
Vos llevate las sillas de Viena, Francesca. También, la vitrina de cristal.
Yo me llevo el aparador. No, Rosina. El aparador es para Umberto que es el hermano mayor. No, Francesca. Es mejor que Umberto se lleve la escopeta del nono. ¿Te acordás? La que usó contra el inquilino cuando ese pobre hombre le comió los higos de la vieja higuera. No hagan tanto ruido, pidió Antonio. Me parece que todavía oye lo que hablamos. Aunque tiene los ojos cerrados.
Huele como la menta.
Isabella comió otros dos ajíes y se abrió la puerta de la Cruz del Sur. De par en par. Isabella vio el barco que venía de Cosenza, lleno de inmigrantes, como ella. Estaba Vittorio, su marido muerto, con los botines viejos y el baúl de cuero antiguo. ¿Qué hacés allí, Vittorio, con tu reloj de bolsillo marcando las tres y veinte, hora de tu muerte? Guardalo, que te lo van a robar.
Sería bueno que el reloj estuviera en la casa de Laura. Total, para qué necesita ella otra cosa.Y el cubrecama de hilo, con flecos de seda. Lo pidió la tía Gianna, para su cama de bronce. Bueno, dáselo. El cubrecama con olor a mar, como decía el nono.
Otros dos ajíes.Uno rojo y otro verde. Un puñado de ventanas se abrió en el cielo. No, no eran ventanas. Eran estrellas. Su luz alumbraba un mar verde y rojo.
-Son ajíes -expresó el ángel. Un mar de ajíes que alimentan la eternidad. Cuando sube la marea, por los cantos celestiales, un ángel lleva algunos frutos a un alma moribunda y buena, tal vez para que sea salvada por voluntad de Dios.
El mar del extraño elixir tocó a Isabella en la boca y el calor invisible la rodeó canturreando intensamente.Remedio maravilloso que le permitió ver a sus amigos italianos, muertos, sonriendo dulcemente al lado de la Virgen María.
-Azzurro, Azzurrito, quiero ver más.
-Estás viendo el cielo de América- explicó el ángel- y le permitió ver a Vittorio sacándose una foto en color sepia al lado de una planta de maíz alta como una montaña.
Llevate los platos de porcelana y dale a Emilia la tetera de plata. Se está moviendo. Nona, nona, no contesta. Huele como las violetas.
Otro ají. En la cabeza la sangre daba vueltas y abría flores y duraznos maduros sobre la tierra de América. Porque la tierra también es semilla que cae de las estrellas.
El piano lo llevamos mañana. Después de. Marieta buscó el mantel de los domingos, vainillado en los bordes.
-Rosas, siento olor a rosas-, dijo.
El Ángel le alcanzó otro ají a Isabella y sus cabellos calabreses, negros y ensortijados, se encendieron como un volcán y crecieron, calientes y hermosos, sobre la almohada blanca.
El sol balsámico que salía del frasco incendiaba todo. Desde la furtiva lágrima, Isabella vio a Vittorio. Se acercaba con agua de cuchara, sedosa y fresca, para dulcificar los labios que ardían rojos y brillantes.
La habitación ya era un día de vendimia cuando Isabella se sentó en la cama y dijo:
-Quiero agua, agua estrellada y mansa como la que me da Vittorio.
Los familiares cumplieron, asombrados, con el pedido, mientras la vida de Isabella latía como marea caliente de verano, fuerte y más fuerte y el corazón retumbaba en rojo y verde.
La Muerte huyó, con sus tigres avergonzados, por la celosía de las ventanas.
El ángel, ahora llamado Azzurro, sonrió enigmático y saludó cortésmente:
-A riverdici presto, Isabella-. Y desapareció como un suspiro amarillo.
Cuando toda la casa volvió al orden imprescindible y necesario y las sillas de Viena regresaron alrededor de la mesa familiar, Isabella, sentada como una flor en la cama de cedro, tomó el frasco que esperaba detrás de la mesa de luz y mordió con fuerza un ají picante.
Porque en la vida hay tiempo. Tiempo de buscar y de encontrar.

PÁGINA 25 – POESÍA AMERICANA:
VENEZUELA 

ADALBER SALAS
(Caracas-Venezuela)

VIII

Al recién nacido hay que darle
de inmediato
un nombre.
Al que ha salido
de la negra violencia del parto,
todavía húmedo
de no existir,
hay que nombrarlo,
para borrar de sus manos y
de su respiración
el susurro de otro océano,
para contener
el barro incierto
de su carne,
hay que conjurar
ese lugar del que ha venido,
la marea brutal
que lo ha abandonado
entre nosotros,
sobre esta tierra que
deberá caminar,
cuyo vientre espeso
está repleto de palabras
que nadie recuerda.

ANGELA MOLINA
(Caracas-Venezuela)

LAS HEMBRAS

Las hembras paren a sus hijos y entierran a sus maridos.
Después se mueren sin lamentarse,
con una comprensión que lo abarca todo.
No se rompen, se secan las lágrimas que saltan y siguen adelante.
Las impulsa la vida, no saben hacer más.
Las hembras desean, devoran, protegen,
lamen las heridas de los otros, nunca lamen las propias.
Desgarran la carne con las uñas, gritan con gemidos que atraviesan paredes,
atrapan con brazos y piernas, aspiran los aromas hasta el último aliento.
No abandonan: se desinteresan, genuinamente.
Quieren comerse el mundo en cada hombre,
echan un hombre al mundo en cada parto.
Viven, intensamente, y no esperan.
Escuchan las largas sinrazones de los que lo esperan todo.
Sonríen, a veces, con indulgencia.
Se exasperan, únicamente por sus hijos,
piensan que todavía hay algo por hacer, algo que pueden salvar.
No se creen fuertes (lo son, sin saberlo).
Lo esencial las diluye y las seduce.
Hacia allá se dirigen.

ENIO EUSCARIZA
(La Guaira-Venezuela)

SOLÓLOGO

Esta mirada llámese perdida
esta cabeza suplicio
ya ni ando, ni estoy
espuma del alkaseltzer, ahógame.
Hoy es un buen día de playa
pero todas están prohibidas
nadie puede ir solo al mar
la arena exige compañía.
Este domingo llámese sopa
este ratón tristeza
ella me escribió anoche
pero salí con errores ortográficos.
Hoy el sol está derritiendo misses
rompiendo modorras
despertando todo
solo, como siempre el sol.
Este domingo llámese deshabitado.
Cualquier palabra con ese:
Cómo me hacen daño y me duelen
podría destruirme que vuelvas.

LAURA CRACCO
(Barquisimeto-Venezuela)

EXTRANJERA
“exilio que domos et dulcia limina mutant
atque alio patriam quaerunt sub sole iacentem”
Virgilio

I

Decía la voz pegada a su espalda,
el mar metido bajo su camisa.
Entonces supo que debía marchar aunque nunca supo a dónde,
porque no conservaba ni tilos ni flores ni retratos
empolvados en la infancia.
“Lo primero que vi fue una isla rodeada de diamantes,
quise tocar la costa y los diamantes eran lanzas
y el agua, cieno.
Más adelante una ciudad enloquecía de luces,
las aceras semejaban alfombras persas,
cuando pisé entendí que caminaban hacia sí mismas.
De nuevo me encontré en el fondo del mar,
el timón seguía su propio curso.
Levité sobre las olas y vi una nueva ilusión cerrando el paso,
¿era Atenas o Nueva York?
Unos hombres lanzaban desde el muelle tomates podridos.
¡Extranjera!,
susurraba el mar a mis oídos,
¡extranjera!”
Entonces gritó sobre la popa y su grito
rajó el teatro en dos mitades:
“Extranjeros los rayos de sol quemando mi rostro,
extranjero el cielo encerrado en la cúpula de las nubes
para pasto de aves y miradas voraces,
extranjera el agua que moja los cabellos y no puede detenerse
ni asentar su humedad en un lugar específico,
extranjero el mar que es tumba y vientre de sí”.
¡Extranjera!, gritó de nuevo la voz
y vi sus huesos blancos volverse polvo
llevado por los vientos.
Porque comeremos castañas de navidad en cualquier rincón del globo
y tú seguirás perteneciendo a la inmensa raza que carece de suelo
de flores y sólo recibe letanía de mar come castañas y pavos asados
mientras hunde su cerebro en la soledad del mar.

DANIEL PRADILLA RIVERO
(Caracas-Venezuela)

LA MAQUINARIA ENTRA EN SERVICIO


para vender una carnicería en trocitos
convertir el luto en obligación.
Empieza la persecución de los inconmovidos
indolentes traidores a la humanidad
aprenderán a sentir lástima por un genocida
o serán reducidos a polvo
por la unidimensionalidad del terrorismo de estado.
Quien no se pliegue al dolor
será perseguido, colonizado, brutalizado
justo merecedor de desastres naturales
que los acrónimos de tres letras
reseñarán en treinta y cinco segundos
con sólo una repetición.

MAILY SEQUERA
(Maracay-Venezuela)

EL ÚLTIMO POETA

el último poeta
                será de hojalata o tendrá branquias
pero, sin duda alguna,
                             no nacerá humano

el último poeta
                no tendrá madre, no tendrá padre
                no tendrá patria, no tendrá dios
                                 nadie a quien rendirle pleitesía
                                 ninguno que le esté sacando cuenta

así que matará vivos con sus propias manos
                          y auxiliará hembras cuando estén pariendo
no esperará el cielo
no temerá infiernos
                                 hará lo que un poeta sabe hacer
                                                                                sin mucho alarde

el último poeta
     sabrá quién fue violeta parra
el último poeta
     sabrá quién fue marilyn Monroe
            y le será completamente indiferente
              quien nos parece más o menos heroína
porque él
              sinceramente con la vida
quisiera haber dormido con las dos

lanzará cada televisor por la ventana,
              se disculpará diciendo: le excuso sus tonterías
y si un día la idiotez deja de ser la excusa de la angustia
el último ni gritará cuando le corten las manos

el último poeta
                será un dandy y un socialité,
el último poeta
                será buda y misionero

el último poeta
nunca hará poemas
                               | siempre respetuoso ante la hoja en blanco |
sabe que no existe idea más absurda
_que el orden que han dado al alfabeto
pues flor no se escribe con un trío de flacas consonantes
                                   _junto una gorda oscura, como diciendo invierno

el último poeta
   aprenderá un oficio,
                  una labor de verdad | que de trabajo |
                   que se pueda demostrar ante incrédulos expertos
                   quienes le inviten a bailes y cenas elegantes,
                               le den placas doradas, un apretón de manos
                                y una colección de divertidos prefijos
no será soldado
ni jardinero
                     él se ocupará de asuntos importantes
no se valdrá del sentimiento ajeno
para convencer con subjetividades

él último poeta
     reirá con nuestro esfuerzo
el último poeta
     sabe que nada está muy claro
y que si se ocupa un poco por los vivos
                               es porque serán los muertos del mañana


PÁGINA 26 – ENSAYO

MIGUEL ANGEL GAVILÁN

(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

 

BUSON Y EL INSTANTE


Buson escribe este haiku y nos llena de gozo:

“Ante los crisantemos blancos/ las tijeras vacilan/ un instante”.

De Oriente, como un viento que arrebata, disipa y moldea, que reformula lo existente y a la vez, lo fundamenta, llega la forma poética del hai kai.
Esta composición,constituye una suerte de sutura que mantiene unidos Oriente con Occidente, no sólo desde un punto de vista literario, sino también filosófico.
Los tres versos que son el eje formal del texto, establecen, como propuesta discursiva, la condensación del mensaje desde su emisión.
Al leer el poema se experimenta,como sensación pura, a la vez el golpe de la palabra, portadora de significado, y su eco, podríamos llamarlo el “después” de la palabra. Un vacío que se llena y que, conforme se colma, la interpretación de su sentido se amplifica como si estuviera observada bajo una lente de aumento.

El haiku es un pulso en el que se puede percibir el arrobo del poeta al volcar el texto al papel.  
En el arte de hacer haikus, el poema no es la resultante de un acto, un mero hecho estético, sino que representa una postura ante la vida, es el ser poético por excelencia. 
El poeta asume, al hacerse verso, su potestad de mensajero de la palabra, se verbaliza para poder ofrendarle al lector su corazón convertido en poesía. El hai kai es la entrega absoluta del artista, en cuerpo y en alma ya que el cuerpo del poeta es la palabra que entrama el mensaje y su alma, la armonía espiritual  que tensa y mantiene fijo ese entramado.

La palabra, en estos poemas, es, a la vez, imagen y ritmo, puesto que dada la brevedad de la composición y los escasos recursos con los que cuenta el poeta para decir y “decirse”, cada vocablo, desnudo, carga sobre sí todo el andamiaje lírico del texto.

Volviendo al poema de Buson, nótese la gradación planteada por la enunciación al distribuir los elementos dentro de la obra.
Parte de la pluralidad (los crisantemos) y, a través de otro elemento que es plural y singular a la vez (las tijeras), llega a la más definitiva unidad del hombre (el instante).
Podríamos hablar también de que las tijeras, en ese momentáneo contacto con los dedos del jardinero, se humanizan, pasando a ser, ellas mismas, el corte y la razón de ese corte.

Los crisantemos nos remiten a la naturaleza, a la vida, son ejemplificación del equilibrio entre las fuerzas naturales.
El crisantemo blanco subsume, por un momento, las intenciones invasivas de quien pretende cortarlo.

El hombre, está en un segundo plano (esgrime las tijeras, admira las flores, vacila un instante), pero, es su presencia velada la que justifica el poema.
El poeta nos dice que sin un sujeto que dude ante la hermosura, sin alguien que perciba la pureza de los crisantemos como un arma y la enfrente con un temblar de manos, ese instante, ese segundo en que la duda  concreta la existencia de las cosas,  el poema sería únicamente un deseo, una metáfora agradable a los oídos.

El  texto marca el momento en que el hombre puede optar por el arrepentimiento. Representa el punto de quiebre personal en el que el individuo, llegado a él, debe elegir entre modificar o no una situación. Ser o dejar de ser, o ser de otro modo o ya no ser, para que el mundo a su alrededor siga siendo.

Buson conmueve dos veces: por la sencillez de su palabra y por la austeridad de la forma lírica elegida, y porque cada parte de su composición representa el paso de una elección, la tratativa previa  a la decisión definitiva que guiará al individuo a su derrota o a su victoria.

Los versos son los escalones hacia la totalidad: el minuto inabordable en que la duda cede su lugar a la calma. La angustia y la inquietud se aplacan ante una paz conciente y desbordada.
El instante confirma la ruptura con lo establecido, el vórtice en que lo desordenado vuelve a reubicarse, y donde florece, por fin, la armonía.

Un hai kai es a la vez el miedo y la seguridad, la tierra firme y el río en movimiento, es objeto conceptual y concepto que se disipa como aire en las cosas recuperadas tras el acto de nombrarlas.


PÁGINA 27 – POESÍA AMERICANA: 
REPÚBLICA DOMINICANA

REINA LISSETTE RAMÍREZ
(San Francisco de Macoris-República Dominicana)

RITUAL DE LOS RELOJES

El viejo reloj está a mi espalda
Enciendo un cigarrillo
que se gasta,
me maltrato,
me soplo: soy llama.

El tiempo de la niña se extravía en el dolor
una música lejana lo soporta.
Es el viento,
es el dorso de mis sueños,
construyendo el pasatiempo de quemarme:
estoy feliz.
Puedo acusarme de no ser humana
si son vinos las palabras,
sangre limpia,
y puedo olerme, como un manjar sin dueño
que desea ser devorado.
También puedo convertir las lenguas en navajas
exorcizar los cuerpos que quebranten el asesino.

Las calles están llenas de relojes
y hay un poema en cada uno de ellos,
y yo rasgo lo escrito como una fiera sin memoria.

Miro hombres aplastados
tapizando con heridas
la mirada de la niña.
Pero la piel esta en otros horizontes
y lsa lágrimas perforan este lápiz.

Mi vieja espalda no alcanza las agujas.
Estoy en otras tribus,
otras palabras.
Deténganme en la tumba
poco antes del suicidio,
de que caiga en otra orgía.

Que me cante las niñas y me cuelguen del reloj
pero de frente, con los brazos abiertos.

JIMMY VALDEZ-OSAKU
(Mao-Valverde-República Dominicana)

La poesía no le sirve a nadie, estamos muertos



Existe la suerte del día, la mía es levantarme con la cabeza llena de pájaros: Doy los días a la asfixia, al primer trasto en el pasillo, a los números en rojo, al contrabando de perversas resinas, a lo rival de este corazón tuerto, vejestorio, reptil malhumorado, incapaz de góndolas, clavado por lo lastre de las indiferencias, lo que grita y no resplandece, pues de tantas oscuridades se ha llenado la casa que hacer señales de humo emana en lo desacierto.Vivo la noche cuadrada, trescientos sesenta y cinco cubos al año, y apenas he sido lo revuelto, el belicista de las bombas en racimo, príncipe de este antro, fecundo como el moho, manchando las paredes, las sábanas, el estribillo que ya produce nauseas, el formato originar de este culo de mundo que aún osa merecerse las odas.
A estas alturas en la que he donado parte de mi cuerpo a la ciencia, vísceras y cerebro, corazón incluido, pues el resto, desde el tobillo hasta el cráneo irán a parar a la primera fábrica de embutidos que se digne, lo que menos quiero es alarde, ya quisiera tener la voz suave y certera del que responde a los reproches de la serpiente sacándole la lengua.

ISIS AQUINO
(Santo Domingo-República Dominicana)

No se han cumplido los oráculos
a media luz se iniciará el conteo de otra trama
y entre cortes y cortinas arderán los calendarios nuevamente
Ya no hay bellos desconocidos en el parque
y la barra de la Calle Onirya sirvió su último trago hace ya tiempo
no resuena el rocanrol en los ladrillos
pero las notas de metal y el contrabando
los terroristas del verso, el humo y los recuerdos
viven dentro de ti
son inmortales
Queda abierta la puerta de otro ciclo
para arañar la espalda de la noche
desempolvar las bibliotecas desnudas
y hacer el verso
como se hace el amor entre las sombras
como se hace silencio en las escuelas
Para lanzar los dados
y nuevamente apurar el trago amargo de la vida
sabiendo que las medicinas más agrias
son las  mejores
No, no se han cumplido los oráculos
pero los dioses hacen su propio destino

OSIRIS VALLEJO
(Santo Domingo-República Dominicana)

LA HORA DEL INSOMNE (fragmento)

I

Desprendido del sur, desheredado
Por el suelo y la vida que ya no es paraíso,
Muerto el tío César, hecha escombros la abuela,
Fósil ya la memoria del amigo que es sombra,
Dudas, huyes, te pierdes, en ese lago absurdo de vino que hoy es puerta
Que da al mar o al abismo o al llanto o al desierto innombrable
Que es a veces la sala de tu casa.
Ignoras qué espejismos poblarán tu memoria,
O qué fúnebre insecto visitará el insomnio de tus ojos sin luz.

ANGELA HERNANDEZ NUÑEZ
(Buena Vista-Jarabacoa-República Dominicana)

LA VIDA FESTEJADA

Desde que nací tengo demasiada edad 
Soy la que vive al final del muro
Resguardo de bestias, como flores

Me miras en el sueño
y sientes que estoy soñándote 

Rojo se pone el horizonte si lo pienso

El mar ha amanecido blanco 
Por la noche  ha caído un diluvio

Ardemos en la muerte.

EDUARDO LANTIGUA
(Villa Altagracia- República Dominicana)

ANCIANO

Un anciano da de comer a las palomas en el parque y hace frío.
Esta ciudad, donde tantas veces abro la ventana
para escupir al mundo,
aletea sigilosa como un enorme pájaro de piedra.
Aquí, en el Bronx, pegadito al Yankee Stadium,
en mi fosa húmeda, exhausto,
sin poder descifrar signos que se aprovechan de amantes ciegos,
arrojo este festín del cobarde que tiende al único destino.
Un anciano da de comer a las palomas en el parque y hace frío.
Nada les hace imaginar, que les palpo fríos
en esta temperatura de seis grados Celsius bajo cero.
Desde mis ojos, vuelan trocitos de melancolía.
No te miento, madre. Te aseguro que mañana, tempranito,
abriré de nuevo la ventana para escupir al mundo.


PÁGINA 28 – NARRATIVA

TERESA LÓPEZ OLIVERA
(Torreón-Coahuila-México)

LAS MUJERES MÁGICAS


Hace miles de luces del tiempo, cuando solía vagar creyendo que sabía de la vida, iba desde las costas a las montañas.
Las montañas son las más misteriosas y embrujadoras geografías donde se encuentra el alma de una misma y aprende a respetar las luces y sombras de las demás personas, a las razones de la vida y las sinrazones de las luchas por la vida sin muerte.
En esas montañas hace miles de años y hace unos segundos, las conocí a ellas, las mujeres mágicas, las de las fuerzas incontenibles, que te traspasan con su horror y su esperanza inaudita.
Conocí a muchas pues mi ignorancia era muy grande, gracias a que al menos tenía ojos claros, un poco de oído y pies ligeros; pero sólo te hablaré de algunas: las de Tonantzin y las de Raramuri. Eran señoriales sin lujos ni poderes conocidos, es decir sin dinero ni honores ni prestigio, aquello por lo que hay tantas guerras y desgracias sangrantes en el mundo. Solían caminar mucho a pie, hacer tortillas y lavar en el río, cantar en lenguas antiquísimas y amar con pasión todo lo que implicara la vida.
Las de la arena fina, eran madres, hijas y nietas. Lupe, la hija, fue a la fiesta patronal de San Juan Bautista y el borrachito le llamó, un perro estaba a punto de comer a la bebé que habían tirado en la madrugada porque era fruto de una relación sin matrimonio. Lupe la levantó le quitó la placenta y la calentó con agua hirviendo, en botellas para devolverle la vida, ese día la bautizaron y la llamaron Reina Guadalupe, porque estaba mandada por Tonantzin, como regalo. Lupe tenía una vida de penurias y compartía la leche de su hija de sangre con su hija de magia, se llevaban cinco meses.Se la pidió regalada una mujer rica y no la dio, se la pelearon los parientes y pronto la registró a su nombre. Esa magia de la misericordia fue invencible, sin precio, el amor nunca se puede comprar ni destruir, sólo ancharse como el mar. Allá quedaron en el pueblo náhuatl dando luces y luces.
Las otras mujeres que me dejaron la vida cambiada y la mente azuzada fueron las de raramuri. Fui cuando no pensaba. El terror llegó primero y les arrebato los hijos, los maridos y los yernos, los papás y familiares y algunas hijas. Les arrebato por medio de los sicarios, esos que se dicen hombres y están muertos en vida, sin corazón ni entrañas. Los cielos estaban negros mucho tiempo, solo veían las luces de las balas y las veladoras. Era como la peste de la muerte que dice el éxodo o el apocalípsis. Ellas agonizaron, un día enloquecieron y los fueron a buscar a las montañas, sus ojos eran más que lámparas, sus corazones bombearon la fuerza de las caminatas infinitas en búsqueda de sus muertos y desaparecidos, por ahí encontraron a un esclavo de crimen, quien se hizo tonto y caminó al monte para que ellas buscaran. Encontraron la fosa con cientos de asesinados y sus pulmones iba a reventar del olor a podrido, sangre y quemado, muchos huesos con carne agusanada, otros cuerpos, la mayoría jóvenes, asesinados, torturados y algunos desnudos otros aún con ropa… vieron… vieron… pero no estaban los suyos. Entonces lloraron largamente por todas las familias que no encontrarían nunca a sus seres amados porque estaban en esa fosa frente a ellos, oculta en raramuri… y se volvieron. Se murieron un mes, de llanto, no quisieron comer, no podían cerrar los ojos pues los de la fosa se levantaban ante ellas. Cuando paso el mes de la muerte se levantaron, iluminaron sus comunidades y trabajaron sus siembras, sus comidas, sus sonrisas. Cuando las conocí me invadieron con su luz y su horror, cambiaron mi vida, las de otros y otras, me arrancaron el mundo de consumismo, de ignorancia, de mediocridad. Allá están en las montañas, ya no mueren, viven en el cosmos manteniendo la esencia de la luz, de la magia invencible que hace crecer los bosques, los ríos y alimenta el tiempo de los relojes de la justicia.


PÁGINA 29– POESÍA EUROPEA

RIKE SCHEFFLER (Alemania)

una silueta de tiza, guijarros, mira, así yací yo:
empapada por el agua, miembros, luz. se ve
en las fotos. conclusiones erróneas, desde arriba.
parada, frente a las vistas, nada que decir.
cuando seguimos por el camino, nadamos junto a la pasarela,
con brazadas limpias desde el pecho, otra vez en la orilla:
hombres en camisa. caza intuitiva, rastrojos,
caras, sí, la pesca. sentada en el cañaveral,
lo escucha todo. ahora, en invierno, se queda en el coche.
acelera, y recorre el lago. siente
un pinchazo en la espalda si alguien le pregunta.

MBOL NANG (Camerún)

NGUINIÚMÁ

Al igual que un nido de golondrina
Nguiniúmá es rodeado de follaje
Siempre verde.
Mi tierra, tierra mía
donde trascurrió una infancia
a veces alegre, a veces triste
Pero una infancia, en un patio
común donde todo era armonía
Solidaridad, naturalidad;
un patio grande, común
donde jóvenes descalzos
Sin calzoncillos, inocentes
Ignoraban que el porvenir
no se limita a la taira natal
Nadie sabía que existen
otros horizontes
con otra gente, de otro color
con otros idiomas
con otra comida
Todo fue dulce desengaño
iHistoria de locos ! 

YU JIAN (China)

ANTOLOGÍA DE NOTAS
(fragmento)

Estás a punto               de lograrlo
de convertirte en
una rosa blanca
a pesar de la angustia
aprendiste a gritar en la tenebra
a pesar de que le cerraste
 los caminos a Abril
con hierba mala y tinta
a pesar de que maldijiste
aire      sol    y             agua
a pesar de que tu espíritu
choca contra
la simetría de la rosa
y quisiste suicidarte
al atardecer
estás destinada a volverte
una rosa blanca
Oh       Luz irresistible
Abril entrará a tiempo
y serás oscuridad quebrada
Oh       rosa blanca
vas a florecer
como una rosa
total
 a tiempo pagarás tributo a las abejas
a tiempo serás motivo de metáforas
a tiempo habrás de marchitarte

HENRIK NORDBRANDT (Dinamarca)

ADONDE QUIERA QUE VAYAMOS 

Adondequiera que vayamos siempre llegamos demasiado tarde
a aquello que una vez salimos a buscar.
Y en cualquier ciudad en que nos quedamos
están las casas a las que es demasiado tarde para volver
los jardines en los que es demasiado tarde para pasar una noche de luna
y las mujeres a las que es demasiado tarde para amar
lo que nos tortura con su intangible presencia.

Y sean cualesquiera las calles que creemos conocer
nos llevan más allá de los jardines floridos que andamos buscando
y que difunden por toda la vecindad sus pesadas fragancias.
Y cualesquiera que sean las casas a las que volvemos
llegamos demasiado tarde por la noche para ser reconocidos.
Y cualesquiera que sean los ríos en que nos reflejamos
no nos vemos hasta que les hemos dado la espalda.


NANCY MESSIEH (Egipto)

esa plaza pública
con nombre de destino e historia
como sabiendo lo que iba a venir
firmes nos quedamos
diciendo, no nos moverán
pintamos poemas en el duro asfalto
reblandecido, empapado de la sangre nuestra
 
y el mundo miraba.
 
El mundo miraba mientras nos llamaban
traidores
y en las pantallas de los televisores
de los hogares, cerradas las puertas no fuera
a entrar a la verdad,
los hombres escupían a las cámaras desprecio
y las mujeres chillaban por teléfono
ojos y corazones llenos de rabia
incapaces de entender
que Tahrir era suya, para ellos,
mientras los ojos del gobierno mostraban sólo lo que querían
que viéramos
el sol poniente sobre el Nilo 
 
y todo lo que hacía falta era girar lo mínimo la cabeza a la izquierda
por el rabillo del ojo un vistazo
mostrando la neblina del sol del Cairo entre los gases lacrimógenos,
los hombres a la carga por las calles con sus cuerpos solo
topando con los camiones de policía que los atropellaban.
 
Los diarios hablaban de disturbios por todo el Mediterráneo
pretendiendo que ese día que había
comenzado en El Cairo
era igual a otro cualquiera.
 
Pero algo había empezado.
 
Hombres y mujeres estremecían la tierra
con sus voces.
 
De norte a sur
caían cuerpos al suelo, dejaban de latir los corazones
pero en Tahrir por ellos mantuvimos alta la cabeza
saliendo de los muros por los que, toda nuestra vida,
caminamos pegados, ocultos en la sombra
de la conformidad y el miedo
 
abrimos al asesinato nuestros pechos,
abrimos a las piedras nuestros rostros, a las balas nuestros ojos,
nuestras mentes a los molotov que a la cabeza nos lanzaban
 
y dijimos
 
no tenemos miedo
 
porque el miedo a vivir con la cara enterrada
en el suelo de una tierra que no puede ya sentir
era nada, nada comparado con el miedo a morir
sin haber dicho ni una vez
 
soy libre.

ISABEL REZMO (España)

SUAVE CON EL TACTO

La suavidad es como el tacto, de tus ojos.
Un río. Una hoja en blanco de tus párpados.
Apenas un susurro en el mediodía.
El olor es como una declaración de tu existencia,
un jeroglífico de tu cuerpo y de tus labios.
Lo que deseo....como el mar.
Fluye en mi pensamiento..
Olvidé dejar de dar rodeos como los noctámbulos.
Esos mueren al caer el día.
Y no darme cuenta....
Solo existo en ti
al terciopelo de tus pasos que se hacen eternos.
Y muero, cuando despejo el solar de tu  amor como la almohada dormida
en un creciente desprecio.
Perdóname. Fui como las bisagras,
movidas por el huracán del desprecio,
y dirigidas por imposibles que no son la realidad absoluta 
más allá de los sueños.


PÁGINA 30 – ENSAYO

SANDRA SARTOR
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Ca Foscari
(Venecia-Italia)

LITERATURA LATINO AMERICANA

La literatura latinoamericana surge, estrictamente, con el advenimiento del modernismo de José Martí, Rubén Darío, José Asunción Silva, apartándose del cánon europeo.
El momento de mayor auge de la literatura latinoamericana surge mediante el denominado Boom y que corresponde con la denominada literatura real-maravillosa. José Donoso da una clara explicación del fenómeno en su obra autobiográfica Historia personal del Boom.
Entre sus escritores fundamentales se encuentran,  Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Quiroga, Puig, Onetti, Pablo Neruda, Lemebel, César Vallejo, Ciro Alegría, José Carlos Mariátegui, Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique, José Vasconcelos, Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Arenas, Fernando Vallejo, Augusto Roa Bastos y Asturias.
Cualquier reflexión sobre la literatura latinoamericana establece de inmediato una doble característica aparentemente contradictoria: la unidad y la diversidad:
· la unidad de las letras latinoamericanas viene dictada por la comunidad del idioma, por el hecho radical de compartir el español como lengua común.
·  En cuanto a la diversidad, puede decirse que es una de las consecuencias históricas de la formación de las nacionalidades en América.
De ahí que en el contexto latinoamericano la clasificación literaria por grupos nacionales pierda de vista las afinidades entre movimientos, la confluencia de estilos, la idéntica preocupación por una temática, la unidad, en suma, de un hecho literario que se expresa en una misma lengua con una portentosa gama de peculiaridades regionales.
No es tarea fácil, ni llegan a un total acuerdo los críticos literarios, en hacer una clasificación de los escritores latinoamericanos nacidos en las primeras décadas del Siglo XX.
Se han estudiado algunas tendencias comunes tratando de clasificar en realismo mágico, literatura indigenista, el criollismo, la literatura política, la narrativa de la Revolución mexicana y otras formas actuales.

El realismo mágico posee como caracteres que lo distinguen:
· Planos de realidad y fantasía: hay hechos de la realidad cotidiana combinándose con el mundo irreal, fantástico, del autor, con un final inesperado o ambiguo.
· Escenarios americanos: en mayoría ubicados en los niveles más duros y crudos de la sociedad o que más reflejan el primitivismo cultural.
· Es una literatura para lectores cultivados, no es popular.
· El autor se encuadra fuera de la realidad representada. La estrategia del escritor consiste en sugerir un clima sobrenatural sin apartarse de la naturaleza y su táctica es deformar la realidad Personajes, cosas, acontecimientos son reconocibles y razonables, pero como el narrador se propone a provocar sentimientos de extrañeza desconoce lo que ve y se abstiene de aclaraciones lógicas. No hay tampoco ambigüedad ni análisis psicológico de los personajes, sino oposiciones bien definidas, y éstos no se desconciertan jamás delante de lo sobrenatural.
"Lo maravilloso no es maravilloso, sino natural". El realismo surge como un milagro o como una alteración privilegiada de la "realidad". También, evita cualquier efecto emotivo de escalofrío, miedo o terror, provocado por un acontecimiento insólito. Lo insólito deja de ser el "otro lado", lo desconocido, para incorporarse a lo real, la maravilla en esta es la realidad.
El realismo mágico no es una expresión literaria mágica, su finalidad no es la suscitar emociones sino más bien expresarlas, y es por sobre todas las cosas, una actitud frente a la realidad.
La literatura indigenista, como su nombre lo indica, toma el tema del indio como predominante. En especial esta literatura se desarrolla en los países andinos, donde indios y mestizos abarcan una gran parte de la población. En las obras se refleja una raza despojada y oprimida, con una dolorosa descripción de la realidad social, que sirve de denuncia o protesta. En este movimiento se destacan escritores como Ciro Alegría, Jorge Icaza, Juan Rulfo, César Vallejo, José María Arguedas, Alcides Arguedas, entre otros.  
Hay otro grupo de escritores que desarrollan el tema urbano dentro del realismo social, como Manuel Gálvez, Alfredo Pareja Díez-Canceco y Manuel Rojas.
Y sin clasificarlos plenamente, pero pertenecientes a la más alta producción literaria latinoamericana, resaltan los nombres de Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Ernesto Sábato, Jorge Amado, Carlos Fuentes, Juan Carlos Onetti,  Gabriel García Márquez, Rómulo Gallegos, José Eustasio Rivera, Mariano Azuela.

SUPLEMENTO INFANTIL Y JUVENIL



PÁGINA 31 -CUENTO

NORMA SEGADES-MANIAS
(Santa Fe-Argentina)

 LAS PEQUEÑAS SEÑORAS

En la tierra del teixo y el carballo, cuando los plenilunios establecen su feudo junto a la identidad de las leyendas, salen a sumergirse en la llovizna blanca.
Son frágiles, virtuosas.
La voz que impera sobre los silencios las nombró protectoras de los débiles. Ancianos sin refugio, niños que se extravían en el sueño, jóvenes que deambulan por los largos senderos de las sombras.
Tienen los ojos verdes, transparentes.
Como la reina de las mariposas. Como la dama de la desmemoria. La que fundó los signos tatuados en tus pieles.
Siempre visten con sedas y encajes color plata.
Habitan en las cuevas cercanas a las fuentes. Se complacen jugando entre la espuma que provoca el oleaje. Mientras se mece. Mientras se columpia en perfiles de juncos y guijarros.
Los antiguos señores, los que nunca cantaban, las bautizaron xanas.
Con el huso y la rueca hilan día tras día sus madejas doradas. Misteriosos ovillos de un tesoro que extraen desde el núcleo terrestre.
Si estrenas el asombro, la mañana del día de San Juan es posible que puedas encontrar sus señales. El eco de un suspiro olvidado en los pastos. Mínimos filamentos caídos de sus manos.
No debes confundirlas con el sol que amanece sobre los carballares.


PÁGINA 32– POESÍAS

MARIA ELENA WALSH
(Ramos Mejía-Buenos Aires-Argentina)

EL SHOW DEL PERRO SALCHICHA

Perro Salchicha, gordo bachicha,
toma solcito a la orilla del mar.
Tiene sombrero de marinero
y en vez de traje se puso collar.
Una gaviota medio marmota,
bizca y con cara de preocupación
viene planeando, mira buscando
el desayuno para su pichón.
Pronto aterriza porque divisa
un bicho gordo como un salchichón.
Dice “qué rico” y abriendo el pico
pesca al perrito como un camarón.
Perro salchicha con calma chicha
en helicóptero cree volar.
La pajarraca, cómo lo hamaca
entre las nubes y arriba del mar.
Así lo lleva hasta la cueva
donde el pichón se cansó de esperar.
Pone en el plato liebre por gato,
cosa que a todos nos puede pasar.
El pichón pía con energía,
dice: –Mamá, te ha fallado el radar;
el desayuno es muy perruno,
cuando lo pico se pone a ladrar.
Doña Gaviota va y se alborota,
Perro Salchicha un mordisco le da.
En la pelea, qué cosa fea,
vuelan las plumas de aquí para allá.
Doña Gaviota: ojo en compota.
Perro Salchicha con más de un chichón.
Así termina la tremolina,
espero que servirá de lección:
El que se vaya para la playa
que desconfíe de un viaje en avión,
y sobre todo haga de modo
que no lo tomen por un camarón.


PÁGINA 33 – CUENTO

PEDRO Y EL LOBO

Érase una vez un pequeño pastor que se pasaba la mayor parte de su tiempo paseando y cuidando de sus ovejas en el campo de un pueblito. Todas las mañanas, muy tempranito, hacía siempre lo mismo. Salía a la pradera con su rebaño, y así pasaba su tiempo.
Muchas veces, mientras veía pastar a sus ovejas, él pensaba en las cosas que podía hacer para divertirse. Como muchas veces se aburría, un día, mientras descansaba debajo de un árbol, tuvo una idea. Decidió que pasaría un buen rato divirtiéndose a costa de la gente del pueblo que vivía por allí cerca. Se acercó y empezó a gritar:
- ¡Socorro, el lobo! ¡Qué viene el lobo!
La gente del pueblo cogió lo que tenía a mano, y se fue a auxiliar al pobre pastorcito que pedía auxilio, pero cuando llegaron allí, descubrieron que todo había sido una broma pesada del pastor, que se deshacía en risas por el suelo. Los aldeanos se enfadaron y decidieron volver a sus casas. Cuando se habían ido, al pastor le hizo tanta gracia la broma que se puso a repetirla. Y cuando vio a la gente suficientemente lejos, volvió a gritar:
- ¡Socorro, el lobo! ¡Que viene el lobo!
La gente, volviendo a oír, empezó a correr a toda prisa, pensando que esta vez sí que se había presentado el lobo feroz, y que realmente el pastor necesitaba de su ayuda. Pero al llegar donde estaba el pastor, se lo encontraron por los suelos, riéndose de ver cómo los aldeanos habían vuelto a auxiliarlo. Esta vez los aldeanos se enfadaron aún más, y se marcharon terriblemente enfadados con la mala actitud del pastor, y se fueron enojados con aquella situación.
A la mañana siguiente, mientras el pastor pastaba con sus ovejas por el mismo lugar, aún se reía cuando recordaba lo que había ocurrido el día anterior, y no se sentía arrepentido de ninguna forma. Pero no se dio cuenta de que, esa misma mañana se le acercaba un lobo. Cuando se dio media vuelta y lo vio, el miedo le invadió el cuerpo. Al ver que el animal se le acercaba más y más, empezó a gritar desesperadamente:
- ¡Socorro, el lobo! ¡Que viene el lobo! ¡Qué se va a devorar todas mis ovejas! ¡Auxilio!
Pero sus gritos han sido en vano. Ya era bastante tarde para convencer a los aldeanos de que lo que decía era verdad. Los aldeanos, habiendo aprendido de las mentiras del pastor, de esta vez hicieron oídos sordos. ¿Y lo qué ocurrió? Pues que el pastor vio como el lobo se abalanzaba sobre sus ovejas, mientras él intentaba pedir auxilio, una y otra vez:
- ¡Socorro, el lobo! ¡El lobo!
Pero los aldeanos siguieron sin hacerle caso, mientras el pastor vio como el lobo se comía unas cuantas ovejas y se llevaba otras tantas para la cena, sin poder hacer nada, absolutamente. Y fue así que el pastor reconoció que había sido muy injusto con la gente del pueblo, y aunque ya era tarde, se arrepintió profundamente, y nunca más volvió burlarse ni a mentir a la gente.


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