Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com

GACETA LITERARIA Nº 102– JUNIO de 2015– Año IX – Nº 6


Imágenes: GUAN ZEJU (Yangjiang-Guangdong-China)

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

EDUARDO GALEANO
(Uruguay/1940-2015)

DEFENSA DE LA PALABRA
 
1.
Uno escribe a partir de una necesidad de comunicación y de comunión con los demás, para denunciar lo que duele y compartir lo que da alegría. Uno escribe contra la propia soledad y la soledad de los otros. Uno supone que la literatura transmite conocimiento y actúa sobre el lenguaje y la conducta de quien la recibe; que nos ayuda a conocernos mejor para salvarnos juntos. Pero "los demás" y "los otros" son términos demasiado vagos; y en tiempos de crisis, tiempos de definición, la ambigüedad puede parecerse demasiado a la mentira. Uno escribe, en realidad, para la gente con cuya suerte, o mala suerte, uno se siente identificado, los malcomidos, los maldormidos, los rebeldes y los humillados de esta tierra, y la mayoría de ellos no sabe leer. Entre la minoría que sabe, ¿cuántos disponen de dinero para comprar libros? ¿Se resuelve esta contradicción proclamando que uno escribe para esa cómoda abstracción llamada "masa"?


PÁGINA 2 – NUESTRA POESÍA

ALEJANDRA MENDEZ BUJONOK
(San Cristóbal-Santa Fe-Argentina)

MAMOUSHKA
a Rosa Karchevsky.

El frío nómada que sólo
un samovar lleno lo calma.
El último grito
donde sale y se pone el sol;
el pasado…

que una muñeca rusa parece.

He visto triángulos
de fertilidad en las costillas;
el níquel del dolor,
la historia
de mentón doblegado.

La Petrushka de Ladoga;
una ilusión de Liev;
épicas
en tus ojos helados
ay! Lena; Lena…

que una muñeca rusa parece.
Caracola

Tenían quietudes azules/sus ojos
cantábrica profundidad/marítima su alma
inaccesa/toda alma todo cielo toda vida/
caracola en movimiento.
Tenían la ductilidad de los vientos/sus vientos.
Me miraba su historia -abuela- como queriendo
salirse de usted.
De niña entendí/solo viéndola mirar/que todo
es un acantilado lejano.

ARIEL FERNÁNDEZ
(Villa Constitución-Santa Fe-Argentina)

ESTERILIDAD

Podría intentar detenerte
pero sé que no vale la pena,
que el mundo gira sin brújula
y con desesperación.
No entiendo
y no quiero entender.
Me desnudo
y me descubro
aburrido,
temeroso,
apagado.
Por eso estoy acá,
sin rostro
sin caretas absurdas.
Ahora es lo que fue
sin posibilidad de proyección.
Estéril.
Todo se acaba
en donde nada
tendría que haber comenzado.
Por eso no intento detenerte
y solamente te digo adiós.

CARINA SEDEVICH
(Santa Fe-Argentina)

20

Cierto como la muerte es que te fuiste un dia.
Como el sol que sale, como que todo gira.
Como las pocas cosas certeras que conozco
es.
Pero cada mañana, en la cocina,
mientras comprendo que todo se echa a andar
dentro mio algo grita o quisiera gritar
no se.

MARÍA LYDA CANOSO
(Casilda-Santa Fe-Argentina)

CAMPO QUE PASA POR LA VENTANILLA

3

pregunto
qué se origina antes

el estallido
                o el nombre
                o la palabra trueno escrita en esta hoja con lapicera y tinta azul

el sol se fue pero bordea la tormenta

no no me digas que no lo sabés

mientras tanto olvidate de este cielo que ves oscuro de campo en ventanilla
me asfixia toda posibilidad de lirismo

explota el cielo a puro nervio
lo dejo ser así
                    llamativo

el micro rueda por la cinta adhesiva

ROSA LÍA CUELLO
(Cañada de Gómez-Santa Fe-Argentina)

¿QUIÉN?

El lento caracol  de las intrigas/
la pelusa en el saco de un  trasnochado/
el borracho que duerme en las veredas/
los papeles  que el viento arremolina/
la cara de la  que llegó tarde a la cita/
el pájaro que cae de su nido/
el que escribe con aerosol en  las paredes/
la que muere de miedo en las bocacalles/
el que dispara su coche como un arma/
el que pierde sangre en las peleas/
el barquito que zozobra en los charcos/
el perro que no tiene dueño/
¿Quién soporta la espera en las esquinas?


PÁGINA 3 – CUENTO

CRISTINA VILLANUEVA
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

DIVINO PLACER

La llovizna se deslizó suave en la madrugada, como un soplo de gracia en su ventana.La pequeña humedad le buscaba los sueños o las manos.La luna, un encaje de oscuridad y luz. A la orilla del tiempo había  un mensaje, llegó desde  un punto del universo, con espejos donde se  reflejaban  todas las posibles mujeres que hubiera querido ser,  sabias e inocentes a la vez, las infinitas mujeres  sin estrenar y sin memoria. Se asomó más, flores amarillas caían en racimos como abrazos que la amparaban de la pequeña tersura de la lluvia. Leyó, sin saber de dónde llegaba el escrito.
"Te voy a dar palabras, que van a andar adentro tuyo, se van a enriquecer con lo que les agregues y me vas a alimentar de vos."
¿Le  pedía que fuera una nodriza de sueños?una hilandera de historias.   
Sintió miedo, miedo de quedar encerrada en la torre, con luna y llovizna. Miedo a ser  obligada a tejer la trama.  Miedo a que,  cuando el quisiera, y para no caer en la tristeza, escalando la torre, le pidiera  que se asome por la ventana para  beber de ella la  vida.

            Un vestido revuelto, un árbol con raices hacia el cielo, el calor elemental, historias, la inabarcable llanura,.
Había una vez una princesa triste desandando su reino paso a paso, el crepúsuculo y el amanecer perseguidos por la niebla y el gris.A la princesa todos le decían "tenés qué" o mejor "no tenés que".Conquistar el mundo con puntillas es casi imposible.Por eso no te preocupés le decían, el príncipe se va a ocupar.Para lograrlo cada reino trataba de matar a los contrarios.Cada fuente de luz era apagada.Hasta que un día la tierra fue un terreno baldío.Algunas  princesas y prínicipes decidieron escuchar  las palabras del fuego.El fuego era sabio porque sentados a su alrededor la gente contaba historias..Las historias eran palabras enlazadas con un sentido o varios, hasta encontrar belleza.Descifraron como en una novela las claves de la vida.  


PÁGINA 4 – ENSAYO

ANNA ROSSELL
(Barcelona-España)

EL HECHO POÉTICO

Percibo la poesía como uno de los lenguajes escritos más universales, sea en la lengua que sea. Porque rasgos esenciales de toda poesía son el uso de las imágenes, la musicalidad y el ritmo. Esto la hace universal y la hace, además, el más rico de todos los géneros literarios por las múltiples connotaciones que la imagen, la metáfora, la palabra simbólica permite al/la poeta y al/la lector/a.
Por otra parte, estos rasgos esenciales hacen de la poesía el género con más posibilidades de expresión intimista y espiritual -religiosa, en el sentido etimológico del término, aquel que, según Lactancio -escritor latino nacido en el norte de África, (Firmium c.245 - Tréveris c.325)-, deriva del verbo latino religare y que remite al vínculo que une al ser humano con un ente superior-. No es que quiera decir que el/la poeta sea creyente por definición, lo que quiero decir es que en el/la poeta hay una voluntad tendente a trascender la materia física en favor de la abstracción, una voluntad de aprehender y/o tematizar valores inherentes al espíritu. Esto permite un sutil y personalísimo nexo entre poeta y lector/a, que no da ningún otro género literario.
El hecho poético, formulado de esta manera, hace referencia a todas estas vertientes de la poesía y, debido a la potencia y amplitud metafórica de las imágenes, ofrece un amplio margen personalísimo de interpretación al/la lector/a, que hace que los/las lectores de poesía sean fieles y fervorosos, aunque sean pocos/as y escogidísimos/as.
Quiero remarcar que la referencia que hago más arriba a la condición religiosa de la poesía no la observo sólo en el paradigma poético romántico y en la poesía que bebe de su fuente, como la de un Rilke o un Riba, también la hago extensiva a la mejor poesía que los estudiosos etiquetan de social o incluso al fenómeno actual de los Poetry Slam, un registro poético conectado con el hip–hop, que es una poesía recitada de memoria con un fuerte componente de interpretación y que tiende a la protesta y a la reivindicación social. Incluso la poesía llamada épica goza de características que la hacen más universal que la prosa, como la musicalidad a la que me refería más arriba.
Además, como cualquier hecho de escritura en cualquier registro, la poesía puede tener una vertiente liberadora para aquél/la que lo escribe, pero, a diferencia de otros registros de escritura, al poder ser más intimista que otros géneros literarios, le otorga una calidad liberadora o curativa de un alcance mayor, más profundo e intenso. En tanto que nos comunicamos -sea de la forma que sea, también oralmente- nos liberamos del peso que el alma soporta y percibe como un lastre; la poesía ofrece la oportunidad de alivio del dolor.
No quiero olvidar aún otra dimensión importante de la poesía: que es una herramienta básica para la reflexión, no sólo para el/la lector/a, sino también para el/la poeta. Escribir poesía exige una confrontación profunda tanto con la lengua, como con el lenguaje y con uno/a mismo/a; la buena poesía ayuda a la observación cuidadosa del mundo que nos rodea y a la introspección y sirve para el conocimiento del entorno y el autoconocimiento. Ningún otro género literario invita a tanto, ningún otro hecho de escritura nos ofrece tantas posibilidades.


PÁGINA 5 – NUESTRA POESÍA

RICARDO ANGEL MINETTI
(Sarmiento-Santa Fe-Argentina)

FULGOR

Entre ladrillos,
debajo de la copa,
adentro de ella.

En las junturas,
en el fondo del pozo,
en el centro de un sótano.
            Un fulgor,
            un instante,
            ya destelló,
            ya pereció
            como una estrella
            consumida de un solo fogonazo,
            sin dejar otro rastro
            que mi estupefacción
            y un hacer nada.

MIRYAM COLOMBOTTO DE SEIA. 
(Gálvez-Santa Fe-Argentina)

LA MISMA SED

Esas nubes oscuras, pesan.
Cargadas de presagios
suponen tormentas que llegan
-acorde a humanas realidades-
con un fondo de tempestad.
El aire, casi fuego, abrasa.
Dispongo mi silencio
en esta calma inestable
lo adenso, lo compacto
le doy la forma de esfera
lo echo a andar por el paraje sediento.

Después de largas horas
se rompe la piel de unas gotas de agua
que parecen a punto de decirme algo...
Pero callan.
¿Cómo aprender a no dejarme seducir
por el aroma del agua en celo
ni aferrarme a ningún filamento
que suponga salvación cuando llevo
la mirada hacia adentro
y la misma sed encuentro?

VERÓNICA CAPELLINO
(Elisa-Santa Fe-Argentina)

Una está viva porque se perdona
no sabe cómo ni por qué
la vida cada día *
             está viva
por insistencia, por obcecación
porque amanece y aunque duelen
los huesitos rotos
la piel responde al asombro
de este día
como al de ayer  al de mañana
y se abren  corolas
las preguntas.
Una confía
y está bien que confíe
aunque el instinto alerte de seguros
abandonos
de egoísmos en puerta
soledades en vilo.
Una está viva porque es tan intenso
ver vivir a los hijos
y porque se siente necesaria imprescindible
aunque el mundo bien pudiera  andar 
sin esta esperanza a trabajo forzado
 que es una a toda costa y sin desmayo.
Una cree que cada día será bello
aunque a mitad de la mañana
nada pase más que el tiempo
nada suene más que
el teléfono urgente
nadie  llame a la puerta
y la derribe
para entrar a saco en el derroche
de pasión y ternura que es la sangre
de una
tan terca en esto de vivir
y derramarse.

ANGEL ALASSIA
(Villa Saralegui-Santa Fe-Argentina)

VIDALA PARA LA AUSENCIA DE LOS TRENES

Ay vida que romance
el de estos coches
hay dos vías que cruzan toda una noche
toda una noche si
toda una noche
hay dos vías que cruzan el horizonte.
Ay vida que destino
el de los trenes
morir entre la hierba
de los andenes
de los andenes si
de los andenes
morir entre la hierba los viejos trenes.
Ay vida que sofoco
tiene mi alma
miro en la distancia
y no veo nada
no veo nada si
no veo nada
los trenes son silencios..ay la nostalgia
Es la nostalgia si
es la nostalgia
y La estación vacía
como mi alma.

SANDRA GUDIÑO
(Santa Fe-Argentina)

Puños
Un delirio de puños
salta por los aires
en los primero días de verano.
Caen los pilares
que sostienen la estructura
de arriba abajo.
Más abajo.
Muy abajo.
Tajo limpio,
certero,
carne traspasada
por el filo de un cristal.
Desorientado.
Abierto.
Desgajado.
Silencio que grita
en medio de la confusión.
Uno a uno los golpes
llenaron tus bolsillos,
con el puño del alcohol
atravesado en todo el cuerpo
te crecen equimosis
desde los pulmones
y ríos de sangre
anegando las piernas.
Fuego que se expande
por debajo del vientre.
Herida.
Desgarrada.
Lastimada.
Llueve sin prisa
la sangre por las mejillas
abiertas a la amargura.
Tinta esmeralda
en la piel de durazno.
Sollozo azul
que escapa por los bordes
de una bocanada de náusea
y desolación.
Entre golpe y golpe
hay un espacio
donde crece soberbio el infinito.
Entre herida y herida
hay un vacío que refleja la sombra
de tu sombra en penumbras.
Entre ese espacio y ese vacío
un relámpago se adueña
de los castigos prohibidos
y de la voz que no pide perdón.
Llora un llanto de mujer
lo que no puede defender como hombre.
Con el oficio de hembra bajo el brazo
vuelve a ser la reina de los altares
subiendo desde el fondo del tiempo
como un sol equivocado,
perfecto,
feliz.
Porque la memoria del miedo
viene después.


PÁGINA 6 – CUENTO

JULIO CORTAZAR
(Argentino-1914/1984)

TÍA EXPLICADA O NO

Quien más quien menos, mis cuatro primos carnales que se dedican a la filosofía. Leen libros, discuten entre ellos y son admirados a distancia por el resto de la familia, fiel al principio de no meterse en las preferencias ajenas e incluso favorecerlas en la medida de lo posible. Estos muchachos, que me merecen gran respeto, se plantearon más de una vez el problema del miedo de mi tía, llegando a conclusiones oscuras pero tal vez atendibles. Como suele ocurrir en casos parecidos, mi tía era la menos enterada de estos cabildeos, pero desde esa época la deferencia de la familia se acentuó todavía más. Durante años hemos acompañado a tía en sus titubeantes expediciones de la sala al antepatio, del dormitorio al cuarto de baño, de la cocina a la alacena. Nunca nos pareció fuera de lugar que se acostara de lado, y que durante la noche observara la inmovilidad más absoluta, los días pares del lado derecho y los impares del izquierdo. En las sillas del comedor y del patio, tía se instala muy erguida; por nada aceptaría la comodidad de una mecedora o de un sillón Morris. La noche del Sputnik la familia se tiró al suelo en el patio para observar el satélite, pero tía permaneció sentada y al día siguiente tuvo una tortícolis horrenda. Poco a poco nos fuimos convenciendo, y hoy estamos resignados. Nos ayudan nuestros primos carnales, que aluden a la cuestión con miradas de inteligencia y dicen cosas tales como: «Tiene razón». ¿Pero por qué? No lo sabemos, y ellos no quieren explicarnos. Para mí, por ejemplo, estar de espaldas me parece comodísimo. Todo el cuerpo se apoya en el colchón o en las baldosas del patio, uno siente los talones, las pantorrillas, los muslos, las nalgas, el lomo, las paletas, los brazos y la nuca que se
reparten el peso del cuerpo y lo difunden, por decir así, en el suelo, lo acercan tan bien y tan naturalmente a esa superficie que nos atrae verazmente y parecería querer tragarnos. Es curioso que a mí estar de espaldas me resulte la posición más natural, y a veces sospecho que mi tía le tiene horror por eso. Yo la encuentro perfecta, y creo que en el fondo es la más cómoda. Sí, he
dicho bien: en el fondo, bien en el fondo, de espaldas. Hasta me da un poco de miedo, algo que no consigo explicar. Cómo me gustaría ser como ella, y cómo no puedo.


PÁGINA 7 – ENSAYO

ALEJO URDANETA
(Caracas-Venezuela)


GABRIELA MISTRAL:
BREVE RECORRIDO POR SU VIDA Y SU OBRA

PRESENTACIÓN

Es necesario que la vida y obra de la Poetisa chilena Gabriela Mistral renazca en el interés de los lectores de nuestra América hispana de hoy. Que sólo quede de su paso por el Arte Poética el título que recibió en mérito de su trabajo: POETISA DE AMÉRICA, no basta para exaltar su creación artística y mantenerla actual. Y haber nacido el 7 de abril de 1889 en Vicuña, una pequeña población situada en el norte de Chile, y nombrada como Lucila Godoy, es tan solo un accidente de tiempo y lugar que la vida le impuso como bautismo.
Ya sabemos de ella que era modesta y de carácter retraído, distante de todo lo que significara ostentación o deseo de publicidad. Sabemos que fue maestra, igual que su padre y que su única hermana, a quien Gabriela llamó la “maestra pura…, pobre…, alegre”. Y, finalmente, tenemos conocimiento de su sensibilidad ante el tema de la muerte, tema que la asedió desde la pérdida de su amante y le impuso un sello a la creación poética que nos dejó.
La niñez de Lucila Godoy estuvo rodeada del misterio de las montañas y de la influencia de la abuela, Isabel Villanueva, que la indujo a ver el destino en las constelaciones. La Biblia fue libro de sus primeras lecturas, y fue atraída por los Poetas que fulguraban en esa época: Rubén Darío (cuyos poemas siempre llevaba consigo), Gabriel D’Annunzio, El Dante, Tagore, Poe, Rilke. La soledad estimuló su introspección para favorecer la creación poética que hacía en cuadernos apoyados en sus piernas, sin la comodidad de una mesa. El nombre de Lucila fue cambiado por el que la eternizó en el mundo de las letras: tomó el de Gabriela por el Poeta y narrador italiano Gabriel D’ Annunzio, y el de Mistral, del Poeta francés Fréderic Mistral.
El silencio y color del paisaje rural, unidos a la lectura de esos grandes Poetas, forjaron su vocación literaria ya nacida de aquel mundo de misterio:
[“Con las montañas y la luz de Elqui – y más tarde buscará el buen abrazo ceñidor para América toda - , y con la luz de un tiempo sin tiempo, viene para la niña Lucila lo que siguió siendo siempre el hallazgo fundamental de los libros. Primero, cuál mejor que el paisaje: “En las quijadas de la cordillera el único libro era el arrugado y vertical de trescientas y tantas montañas, abuelas ceñudas que daban consejas trágicas”. Allí, en los atardeceres de Montegrande, un día descubre el Libro: “Mi abuela estaba sentada en un sillón rígido, y yo me sentaba en una banqueta de mimbre. Ella me alargaba su Biblia, muy vieja y ajada, y me pedía que le leyera. Siempre me la entregaba abierta en el mismo sitio, en los Salmos de David”].

Y llegó para ella el amor con el funcionario de la empresa ferrocarrilera, Romelio Ureta. No era extraño que ocurriera de manera tan espontánea y que su elegido fuese un empleado de ferrocarril: la sencillez y apasionamiento de Lucila no medían clase ni poder económico. Vivieron el romance ideal de los paseos en el paisaje rural, y la niña Lucila descubrió la emoción del amor en experiencia propia, después de haberla buscado en los libros. La tímida Poetisa sintió al enamorarse que el mundo fue más hermoso, y escribió en ese período ilusionado versos de cálido lirismo en una poesía donde se fundían la tierra y la sangre.
Pronto vino la ruptura de sus relaciones amorosas, pero ella continuó amando al modesto funcionario. Al ocurrir la ruptura, la Gabriela campesina se recogió en su dolor:
“Te acordaste del negro racimo,/Y lo diste al lagar carmesí;/Y aventaste las hojas del álamo,/Con tu aliento, en el aire sutil./¡Y en el ancho lagar de la muerte/Aún no quieres mi pecho oprimir!/(Nocturno, en Desolación)
Ese monólogo patético y desesperanzado era el anuncio de un dolor mayor, enrarecido por la presencia de la muerte violenta del suicidio. Su amado acudió al acto desesperado por motivos económicos y no románticos, como se ha dicho alguna vez. El sabor a ceniza al ver de cerca la muerte quedará unido a ella por toda la vida, y se convierte en un dolor universal cargado de dudas:
“¿Cómo quedan, Señor, durmiendo los suicidas?/¿Un cuajo entre la boca, las dos sienes vaciadas,/las lunas de los ojos albas y engrandecidas,/hacia un ancla invisible las manos orientadas?”/(Interrogaciones, en Desolación)
Desde entonces la palabra muerte aparece con insistencia en sus poemas, y con esa presencia invisible su religiosidad e individualismo formarán en ella una voluntad firme, en el ejercicio de la soledad admitida. Nos dice: “Como quien habla en la soledad, porque he vivido muy sola en todas partes”. Pero sigue siendo la campesina sencilla y austera que escribe con la palabra llana y sencilla del hombre del campo.
Esta es la mujer que nos dejado tan profunda obra poética, la que alcanzó un reconocimiento que no buscaba y pobló con su espíritu a nuestra América y a gran parte del mundo con su obra, reducida en espacio pero trascendente.


PÁGINA 8 – POESÍA ARGENTINA

MARTHA OLIVERI
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

DESTINO ENTRE PARÉNTESIS

Hoy he visto mi tiempo,
he contado las sílabas de la eternidad,
los vanos dioses,
las monedas exactas del consuelo,
y en una ceremonia de íntima piedad
he puesto a reposar la copa
que beberé aquel día
en que las últimas fibras de mis versos
hagan un pacto de silencio
con las últimas fibras de mis nervios.
He puesto a reposar la copa
pero antes bendije la inocencia
de mi esqueleto próximo
que será entre otros tantos
como hermanad inerme
y después noble tejido de cenizas
entre el viento y la luz de lo que nace.
Vestal destino entre paréntesis.
Aquel fuego, ese fénix insurrecto
es sólo un montículo de sueños
arena de espejismos
arrebato de ángel que aún sigue cayendo
en la espalda del hombre
sangrando por adentro las imposibles alas
la plenitud salvaje de un edén transitorio.
Qué ansias de abrazarme
en fraternal ceniza
donde la muerte de morir se muere
y da a luz a otro edén: devenir intangible.
Ah, sosiego infinito

ALFREDO LUNA
(San Fernando del Valle de Catamarca-Catamarca-Argentina)

¿has de atreverte a renunciarme?

salta desde la cruz a mi regazo
y ofréndate entero como el aire
porque el mundo es infinito bajo tu sábana.
soy tu virgen y otra vez abro los tajos,
Príapo impalpable: levita como luz agria.
niego que ese cáliz rebase
con dos gotas de semen maldito.
soy tu virgen, devástate en mí como si fuese
tu sacramento
y dímelo en la boca:
no hay pecado más grande que morir sin mí,
bienaventurado este tierno llorío por el destino
incierto de tu sexo.

FERNANDA AGÜERO
(Salta-Argentina)

Cuando en  la comisura
de mis piernas,
alas abiertas de los relatos mundanos,
dejen de dibujarse
esos pájaros de espuma
que  confunden mi ombligo
con el mar
volviéndose mudos,
desarticulando  mis pasos,
 mis nombres  escritos por  la savia de aquellos
que  hicieron girar los espejos,
para  desencontrarme.

Cuando la sombra estrafalaria
que guarda mi vientre
se disperse, abandone su oficio
de guía por las noches,
 de barca, de farol,
y yo aparezca un día deshabitada,
 solo entonces podré creer
que a veces los espíritus emigran,
que el límite de la sangre
se dispersa en el viento
y que será el momento
de volver al punto de partida.

ZULMA LILIANA SOSA
(Formosa-Argentina)

MIS RADIO

dudaban / las Damas y Damitas…dudaban /
porque había una cavilación urgente /
entre la sonrisa ingenua de una boca pequeña /
y la otra boca / grande / carnosa /
desesperando sus vestidos ceñidos /
a la lealtad que les pedía el cuerpo

la Mecha y la Garcés y las tres
en el cuarto…
fotogenia / los ojos dicen lo que pueden…/
esta noche estará devorando un enemigo…

dudaban / las Damas y Damitas…dudaban /
había una desbocada cabalgata de gasas /
entre esos martes que fueron para orquídeas /
y la otra / que brutal de eternidad /
muestra los dientes blancos y parejos/
como una pantera femenil de 1944

SUSANA LIZZI
 (Gualeguaychú-Entre Ríos)

LOS DADOS DE LA NOCHE

I

No sabe
si es
oveja o lobo
si tiene
garras o suavezura
es en sí misma penumbrosa.
La lobreguez de su nombre
repta sobre la opacidad
mientras
allí
en el borde de una habitación insólita
aspira el olor que desprende su miedo
como una llamarada de silencio.
Alguien
la llama por su nombre.
Finge
no oír otra cosa que el exacto
latir de su inconsciencia
porque antes de nacer
ya habían decidido que ella caería
en ese rincón
bajo el aliento enmarañado de los lobos
lacerada contra el deseo
ajusticiada
o justiciera.
Lobo-Oveja.
¿Qué quedará de su garganta
cuando salga de allí
a tientas entre sombras impuras?
¿Encontrará a los otros si se pierde a sí misma?
Arden sus muslos desvelados.
Ya conoce el sinsabor de la anestesia.
Algo
penetra su virtud
y Ella aprende al compás de la zozobra
por eso
quita bendiciones
apaga lámparas
y sin mirar la extrema veladura de sus ojos
yace.


PÁGINA 9 – CUENTO

SERGIO BORAO LLOP
(Zaragoza-España)

LA CORDILLERA

Al norte de los montes pelados, allí donde la vegetación se adueña de las piedras y cubre los caminos con su suave pero ineludible abrazo, hay un pueblecito. Se trata de una pequeña aldea formada por un rudimentario templo que data de épocas remotas y un puñado de construcciones antiguas, fabricadas toscamente con barro y piedras, que se encuentran dispuestas alrededor de la iglesia. Visto desde el aire, el conjunto pudiera parecer una galaxia de planetas negros sometidos a la atracción de un sol apagado, ya que los muros de la iglesia, de un marrón oscurecido, delatan su edad, la acción del clima siempre húmedo de estas regiones y la falta de cuidados. Frente a la puerta de la antigua capilla se extiende una amplia plazoleta cuyo centro adorna una hermosa fuente de piedra, no menos antigua que los edificios circundantes, de la que no cesa de manar un agua fresca y cristalina. Las construcciones que rodean la plaza son fuertes y austeras, con paredes muy gruesas y enormes chimeneas por las que, en invierno, puede verse surgir un humo denso y oscuro, producto de la combustión de los tarugos de leña, algo húmedos en esas fechas a causa de las heladas y de la nieve que poco a poco va blanqueando los tejados negros y cambiando el aspecto del poblado. Es un pueblecito aislado al que sólo puede accederse por un intrincado camino de algo más de metro y medio de anchura al que los aldeanos denominan pomposa y llanamente “carretera”. “…No, señor. No somos muchos los que vivimos aquí. No más de dos o tres cientos, casi todos tan viejos como yo. Pero no crea que, aun siendo tan pocos, nos conocemos todos. ¡Qué va! Siempre está viniendo gente, como si aquí hubiera algo… Sí, vienen de otras aldeas pobres como la nuestra, de la sierra de abajo. Y también, fíjese, de la ciudad. Sí, sí, como le cuento. Pero siempre vienen del sur”. Invariablemente del sur… Hacia el norte se halla la cordillera.
Nadie sabe qué hay al otro lado. De cuando en cuando, llegan hombres curiosamente ataviados, con largas barbas grises. Van provistos de extraños artefactos con los que parecen medir algo. Después de un par de días disfrutando de la hospitalidad de los aldeanos, famosa en todo el contorno, y trabajando con sus instrumentos que califican como “de alta precisión”, se marchan aparentemente satisfechos, pero unos meses más tarde vienen otros hombres con idéntica apariencia, con similares aparatos, con parecidas maneras y el mismo propósito. Realizan, con igual concentración, con pareja entrega, las ya sabidas mediciones y vuelven a marcharse hacia el sur del que vinieron. En sus rostros se refleja el sabor del éxito. Las investigaciones han debido ser fructíferas. Pero al poco tiempo, un nuevo equipo visita la zona. “… y así desde hace años. Pero, ¿sabe? Algunos se quedan aquí en secreto. Abandonan sus modales, su pedantería y muy pronto se confunden con nosotros. Pero nunca conseguimos enterarnos de nada. No sabemos qué es lo que miran y remiran tantas veces por los aparatos. En el pueblo se dice que igual quieren saber cómo son de altas las montañas. Cuando llegan se les ve ansiosos, preocupados. Se ponen a trabajar como si no hubiera otra cosa en la vida, sin importarles que pueda descargar una tormenta, noche y día, hasta que encuentran o creen que han encontrado algo. A veces se pasan tres o cuatro días sin probar bocado, y eso que nuestras mujeres les llevan algo de comer, ya sabe, somos buena gente. No duermen. Sólo están pendientes de la montaña, como si hubiera ahí algo que nosotros no podemos ver y que es importante. Yo, la verdad, no creo que estén midiendo las montañas. El viejo Colás me dijo una tarde que lo que hacen es mirar a través de ellas para saber qué es lo que hay al otro lado. Debe ser algo muy bonito, digo yo, cuando todos se van tan contentos. Aunque mi hermana dice que son los guisos que preparamos para ellos lo que les pone de tan buen humor. Dice que en la ciudad se come muy mal. Y ella debe saberlo, porque estuvo una vez.” Otros ancianos, más leídos, consideran que se trata de hacer un estudio sobre la composición de la roca que forma la cordillera, para excavar un túnel o abrir un acceso a través de la piedra. Desde tiempo atrás, dicen, corre el rumor de que el gobierno está construyendo una carretera que ha de atravesar la montaña y que pasará muy cerca de la aldea. Pero todo son conjeturas de viejos y rumores de gente desocupada cuya única función parece ser la de sentarse a las puertas de sus hogares, bajo los porches de piedra y tejas negras, viendo pasar los días y las estaciones y entablando largas conversaciones mil veces repetidas con sus vecinos más cercanos o con aquellos que se detienen a descansar un rato de su paseo matutino. Eso en verano, porque durante el invierno no son muchos los que se aventuran a alejarse de sus casas. Los jóvenes, ante la falta de expectativas, se van hacia el Sur o hacia el Este, donde se dice que hay trabajo en la industria y buenos salarios; pero siempre regresan, cansados, viejos y sin riquezas, a su pequeño pedazo de tierra apenas cultivable. A veces, en la madrugada, es posible ver a alguno de los aldeanos con un macuto al hombro dirigiéndose hacia el Norte, hacia la cordillera. Nunca regresan. Jamás envían correspondencia. “… Al principio organizábamos batidas por el bosque, rastreábamos las laderas y las cuevas, buscábamos en el riachuelo, pero nada. Nunca les encontrábamos. Al final, hasta de eso nos cansamos. Ahora ya no buscamos a nadie. Quien se va, sabrá por qué lo hace. Antes nos asustábamos. Ahora ya no se preocupa nadie. Sabemos que no han de volver y por eso nos hemos ido haciendo a la idea de que es algo natural. Los primeros días, su familia los echa de menos, pero muy pronto se acostumbran a la ausencia y todo vuelve a ser como antes…” Desde tiempo inmemorial, estas escenas se vienen repitiendo año tras año como en una secuencia interminable. Siempre con idénticos resultados. En verano, muchos vienen a la aldea para, desde aquí, intentar el ascenso a las escarpadas cumbres de la cordillera. Todos los días llegan automóviles cargados de personas provenientes de los llanos del sur. Todos vienen ligeros de equipaje. Los automóviles, una vez que todos los pasajeros se han apeado, giran en la plaza y parten de nuevo por el camino en dirección a las ciudades del llano, en busca quizá de más intrépidos escaladores. A la mañana siguiente, los aventureros parten hacia la cordillera para no regresar. “… En todas las conversaciones se habla de lo mismo. Nos preguntamos qué puede ser lo que hay al otro lado. ¿Qué es eso que hace que quienes se marchan decidan no volver nunca más? A muchos de nosotros nos gustaría verlo, pero somos demasiado viejos y el ascenso parece bastante difícil. Lo mismo no podíamos subir ni las primeras cuestas, que según se dice son las más tendidas. Aunque, entre nosotros, el viejo Colás, que estudió en la capital cuando era joven, dice que sí, que también nosotros, cuando nos llegue el momento, subiremos a esas montañas y pasaremos al otro lado aunque no seamos tan ágiles y nuestros huesos pesen demasiado.” De momento, el pueblo se está quedando desierto. Los jóvenes se van al valle, a buscarse la vida en las ciudades. Y los viejos a la montaña. La tarde, ahora que se acerca el otoño, apenas logra reunir a media docena de ancianos en torno a la antiquísima fuente de piedra o en las toscas sillas de madera y anea de la taberna. Allí, sentados, van dejando pasar los largos inviernos y las hermosas primaveras mirando por las ventanas y hablando del tiempo y de los forasteros, en espera de lo que el viejo Colás llama el momento definitivo: El momento en que cada uno de ellos, cada uno de nosotros, sentirá la llamada en su interior. Entonces, aunque el día sea frío, aunque nieve y los senderos estén helados, meteremos en una bolsa los recuerdos y partiremos, con las primeras luces del alba y sin una lágrima, hacia las altas cumbres, en busca quizá de otros bosques, de otros valles, de otros barrancos y hondonadas, al otro lado de la Cordillera.


PÁGINA 10 – CUENTO

ANTONIO VIZCAYA DURÁN
(Pachuca de Soto-México)

UNA NUBE

Nada; excepto tapizarme el pijama con ese pelo rebelde, cálido de mi perro; y las pantuflas de hojarasca que, a cada paso que doy en el jardín, bien saben interpretar la música original, la última versión del otoño, en mi rostro sin rasurarme que busca al sol; quien a su vez no se cansa de idear, para mí, máscaras-folleto, tatuajes momentáneos entre las ramas de la parra; mientras las uñas halagan a mis genitales y la nariz, en un relajo tal, que por un instante se me olvida respirar.

Las comisuras de mi boca se han venido vistiendo, desde hace un par de horas, de la evaporación condensada, manifiesta de un tinto económico, pero estupendo; tanto que pareciera que mis recuerdos comienzan a partir de esa gaviota perdida que pasa volando sobre la casa. –La cuenta del banco pesará unos cien gramos menos…

Cuando el Ron, mi perro, se va por allá a ladrarle a alguien; o de pronto cae a mi lado una hoja seca de la parra, como satisfecha cáscara que contenía al sol tibio; o si el metro, en la avenida, llega o se va, entonces me desperezo, me vuelvo a rascar.

Esa gaviota encontró su camino un lunes sin igual, antes del mediodía.

Me queda lo justo para otra botella, pero creo que mejor compraré una nube para la Jany -mañana el metro me las robará todas.

Al amanecer, mis pantuflas sabrán guardar el secreto.


PÁGINA 11 – POESÍA ARGENTINA

LAURA MASSOLO
(Turdera-Buenos Aires-Argentina)

LAS HERIDAS

Soportamos que se volaran las cenizas                         
la cabeza vacía
preguntamos y no supimos
respondieron y no pudimos
hubo entierros
un pedazo de carne                                               
un olor de carbón
ese momento fijo del plomo y de la herida
figuras que se quemaban
una flor desmayada en el ácido

Y soportamos                                                          
la cabeza en el plomo
soportamos que se rompieran las palabras                  
la cabeza en el ácido
respondimos y no supieron
preguntaron y no quisimos
hubo autopsias
un pedazo de carne                                                
un perfume seco
ese momento herido de carbón y ceniza
palabras que se quemaban
un ácido que desprendía silencio

Y soportamos                                                                     
el peso del silencio
soportamos que se perdieran las respuestas
                                                                                  
la cabeza enterrada
la balanza                                                                
el peso del vacío

un perfume cerrado                                                          
las palabras heridas

un pedazo de carne                                                
las heridas abiertas

ALEJANDRA DÍAZ
(Tucumán-Argentina)

LA  COTIDIANA

como quien se eleva sobre sí / se mira
viene del silencio la cotidiana la nunca dicha palabra
esa misión nacida de no convocar al desconsuelo/
cansada como quien descansa se dice aquí no hay mas que yo
un rumor adentro viene del sueño
los rostros de sus rostros se pliegan y despliegan
origami de papel de diio
de cualquier manera ella sabe las útimas noticias de memoria
que la soledad ese pez que saltó de la pecera
y nadie vino a salvar al amor que quedó sin aire
sin lugar donde guardar tanta ausencia
sabe también /
que es mejor venir de haber gritado en
de saberse minotaura arremetiendo a las sombras
cierta especie extinguida de quienes van a enloquecer de amor
pero no
pero no
está tan lúcida su vuelta
que pareciera no haber soñado / la cotidiana no olvida
una última versión mordiendo el alba
sacude la cabeza
como quien sacude el alma
para no andar desnuda por la vida.

TERESA LEONARDI HERRÁN
(Salta-Argentina)

FRIDA KAHLO

Multiplica su rostro sobre telas
en oficio ritual contra la muerte
ama más a los cuerpos que a la belleza
ama más a la revolución que a los cuerpos
desde el amanecer es el sinsonte único
que en Coyoacán el aire endulza
con los corridos y la Internacional
y aun cuando en ella arrecia el dios de los dolores
con la gangrena y el corsé de hierro
desencierra a la noche su corazón hermafrodita
el bacante la omnívora
Oh Frida Señora de Todos los Vuelos
préstanos tus alas en este fin de siglo
donde vivir lisiados es la norma
habítenos tu corazón de doble llama
quemándose por la justicia y la belleza.

MIGUEL CARLOS GONZÁLEZ
(Concordia-Entre Ríos-Argentina)

AJEDREZ

Conjetural e incierto,
por debajo de las puertas del hoy
el futuro desliza sus mensajes.
En pos de descifrarlos nos gastamos los días,
elegimos momentos, armamos escenarios,
exploramos con otros nuestras afinidades
                  para encontrar sentido a la existencia.

Andar por los caminos del presente,
propiciar los encuentros,
compartir como un pan las alegrías,
entregarse al amor sin miedo a despedidas,
es un arduo trabajo cotidiano,
sin lugar para juegos.

                  Pero, en cambio, podemos
                  (pensándonos trebejos)
jugar con el pasado un ajedrez distinto:
fingir la fortaleza de la torre,
seducir con hechizos a la dama,
usurpar el poderío del rey,
                  ordenar que los peones
adopten la elegancia del alfil o el caballo,
                  alteren su lugar en los escaques
                  y, sin rigor ni reglas, se muevan a su arbitrio.
                  Las partidas no tienen desenlaces
                  (el jaque es imposible)
                   no existen piezas que se sacrifiquen
                   y rearmar el tablero es cosa simple.

                   Claro que,
                   como en todos los juegos,
                   hay que cuidarse de las adicciones.

MANUEL LOZANO
(San Francisco-Córdoba-Argentina)

EL PRECURSOR

Juan III, 27-31
para Bautista Bongiovanni, que está naciendo

En cada niño hay un pesebre tatuado en los ojos.
Yo te vi en el portal (aunque las crónicas no lo registren),
yo vi la estrella de los magos de Oriente,
pero una luz mayor fosforecía, manaba sobre el mundo
hasta incendiarlo en las entretelas de la profanación.
Por cada lágrima rueda un manantial de dichas y terrores.
El llanto de un dios que acaba de nacer
quema y redime las manos ajadas.
Yo vengo del desierto, Jesús mío.
Yo no soy digno de atar las cuerdas de tus sandalias rotas.
Yo no soy más: yo soy el río que se disminuye
para que tú crezcas, vayas creciendo en la sangre
bendiciente del mundo.
Mañana seré decapitado y ofrecido en bandeja de oro
ante la orgía inmunda de la traición,
esa serpiente amarilla de dos cabezas y quince lenguas.
Mientras el cántaro de nácar se vacía en tu crisma,
una paloma baja
y ya es verbo y substantivo de tu permanencia.
Ahora los dos somos niños, nuevamente lo somos.
Aquí están nuestros padres.


PÁGINA 12 – CUENTO

NECHI DORADO
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

MURIÓ JOSÉ

-¿Viste que murió José?
-¿Cuál José?
-El de acá a la vuelta, el que tiene 8 hijos y la mujer es esa negra flaquísima, la que anda con los pibes caminando detrás de sí como una mamá-pata, mamá- gallina.
-Ah, sí. Esa mamá de ojos tristes como los días de verano cuando el sol hace un paro sorpresivo impidiendo que los turistas gocen de la playa. El albañil.
-Era de todo. Albañil, jardinero, hacía algo de plomería, lo que venga, decía. Todo me sirve.
-¡Cómo que no! Recuerdo que trabajaba mucho, fue uno de los que levantó el edificio de la calle 2, ese que de pronto quedó abandonado y hace que se yo cuántos años es como un esqueleto erguido frente al mar, bañado por la bruma, recalentado por el sol del verano, azotado por los vientos que te calan hasta los huesos. ¡Qué cosa esa obra! ¡Como quedó abandonada en el tiempo!
-José también trabajó en la construcción de dúplex, casitas de veraneo con el techo a dos aguas. Contaba que no paró  desde que llegó de un Chaco donde los capangas expulsaron la alegría, pensando que por otros confines la vida sería más fácil.
-Es que la crisis pegó fuerte, dejó un tendal de hombres y mujeres a la deriva como el barco hundido de la otra playa.
-¡Sí, pobre tipo! Y era joven, dicen que tenía cuarenta y dos años.
-¿De qué murió?
-De empacho.
-¿Qué?
-Si. Murió empachado de ganas. Atragantado de sueños irresueltos, de ganas compulsivas  de alcanzar unas monedas como para poder parar la olla.
Ganas de poder mandar a sus hijos a la escuela. Sobre todo a los mayorcitos que dejaron la primaria para ayudar al padre en las tareas.
Murió atorado de ganas de poder comprarle  zapatillas nuevas, esas que no tienen agujeros. Tenía ansias de no ver más como asoman los deditos de los niños por la lona rasgada.
Murió empachado de tantas ganas irresueltas.
Empachado de impotencia, de pobreza; empachado de bronca contenida.
-Deja como herencia ocho pequeños, una mujer y un par de perros famélicos con los que compartían migajas. Nadie hablará de él dentro de un rato.
-Tampoco nadie reclamará esa herencia.
Murió José, un hombre como tantos. No hay obituarios que relaten recuerdos, murió sin club de fans, sin lágrimas ajenas.  Fue apenas un fantasma en vida y a partir de hoy ya será nada.
-Ah, hablando de fans ¿viste que murió también el empresario devenido en actor sin arte, en hombre del espectáculo que muestra el colapso televisivo en un medio  que se convirtió en alienante?
-Sí, lo escuché hoy por la radio. ¡Pobre José!


PÁGINA 13 – ENSAYO

EDUARDO DALTER
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

ACERCA DE LA POESÍA ARGENTINA
UN APUNTE PERSONAL

Creo que desde siempre tuve una relación muy singular con la poesía argentina, y que en no pocos momentos me fue maravillando o me dejó pensando. Recuerdo, y cada tanto releo, aquellos poemas de Enrique Molina que se suceden en su reverberante antología Hotel pájaro,editada en 1967. También, en aquellos distantes años así como en éstos del nuevo siglo, no deja de atraerme la poesía de Alejandra Pizarnik en sus distintos libros, sobre todo aquella que se abre en Los trabajos y las noches, editado en 1965. Por otra parte, Raúl Gustavo Aguirre, con sus Señales de vida, de 1962, y Edgar Bayley, con su “es infinita esta riqueza abandonada” siempre me tuvieron en sus cercanías, o como lectores que siempre hallan un brillo más, o una certeza más en sus poéticas. Todo ello además de algunos poemas de José Portogalo, de Juanele Ortiz, de Raúl González Tuñón, de Romilio Ribero, de Miguel Ángel Bustos y del siempre vital Oliverio de Persuasión de los días, libro que desde siempre entendí como una crítica inspirada hacia los tiempos de la impiadosa Década Infame nacional.

Claro que hay más ejemplos que a menudo me revolotean, y que me puedo olvidar de alguno, o de algunos, de aquellos o de estos tiempos, no así de las letras de algunos tangos de Homero Manzi, de Discepolo, y de Celedonio Flores. Creadores cada uno, en fin, de una poética tan genuina y entrañable como sustentada. Y de estas cercanas décadas, asimismo, se fue imponiendo en mí, a veces siento que más allá de mi voluntad e inclusive de mi gusto, ese extenso poema del poemario Alambres, de 1987, titulado “Hay cadáveres”, del ya desaparecido Perlongher, nativo como Pizarnik de la barriada populosa de Avellaneda, y la intensa Crónica gringa, con varias relecturas, del poeta del sur de Santa Fe, Jorge Isaías. Pero también siempre busqué o necesité de otras poéticas. Otras ventanas, inclusive para poder adentrarme mejor en los versos nacionales. Algo así como quien también necesita cada tanto ir hacia el puerto en búsqueda de otros aires, otros espacios y otras gentes. O dicho de otro modo: para estar aquí siempre necesité de una ventana abierta...

Por otra parte –y siempre lo consideré como un tema algo extraño–, la poesía de los poetas de las provincias nunca tuvo una libre o abierta circulación en los ámbitos poéticos y culturales de Buenos Aires, bien porque se corresponde con ediciones de pequeñas editoriales o bien porque la administración cultural porteña sesgada a sus cánones (una mezcla de gustos citadinos a la moda y una mezquindad corta de vista) solamente se desplaza entre sus salsas y sus esquinas. No obstante, sabido es que la poesía del país acontece y se produce en el país, no sólo en la gran ciudad canónica. Así, distintos tramos de la poética del bardo santafesino Juan Manuel Inchauspe, a los que siempre volví, significan momentos enriquecedores de la poesía argentina de estas décadas, también los poemarios de la poeta de Jesús María, Susana Cabuchi, titulados Patio solo (1986) y Álbum familiar (2000), ambos con edición en la ciudad de Córdoba, por dar sólo dos ejemplos, además de las poéticas insoslayables gestadas estas décadas en la ciudad de La Plata, con algunos libros reveladores en su haber.

Traspasar fronteras, por otra parte, siempre me dije, es un fundamento esencial de toda poética, poética a la que nada en el mundo, con sus caminos y puertos, le es ajeno. Nunca pude así saber hasta qué punto Fayad Jamís, Sonny Rupaire y Wayne Brown, no son de mi nacionalidad y de mi vecindad, porque más bien siento que ellos tuvieron deseos cercanos y preocupaciones similares, y latidos, a los que yo tengo y tuve. Caminos y vientos del mundo, pesares y sueños del mundo, todos distintos, como cada poema, como el dibujo de cada mano, y como cada mirada. Así, Buenos Aires, tan única, es una inolvidable ciudad del mundo, con sus cielos y sus pozos, que también ha venido dando maravillosos poetas, por lo menos desde Oliverio o desde González Tuñón hasta Perlongher, y aun algo más acá, creadores siempre de avenidas y de aires. Para que todo sea. (Aunque con las provincias prácticamente en estado de ausencia.) Neruda una vez dijo: “Un poeta debe ser un profesor de esperanza”. Y un poco de eso también se trata, sobre todo en los días que pareciera no prometen demasiado.


PÁGINA 14 – POESÍA ARGENTINA

A LA MEMORIA DE EMILIA Y TOMÁS BALDASSI

NORA NANI
(Leones-Córdoba-Argentina)

EMILIA

...Cosa esta
de venirme a borrar la sombra del trigo,
cachorra del verano
inmersa en un arrabal de espinas,
sola y arisca,
desesperada y tierna,
burlando la aurora
con luz de pájaro desterrado,
cachorra de incienso triste,
solita del ángel,
piedrita que cae al fondo del río
y que mi mano sangra en su filo exacto...
Eramos vos y yo
la aurora y el crepúsculo,
yo naciendo de tu ternura rota
y vos trayendo a mi corazón
las notas de un tiempo viejo,
surcado por ondas desconocidas,
procaces, misteriosas...
Y cantabas, cachorra mía,
y bailabas
cuando la lluvia le ponía notas
a tu antojo de charquito olvidado,
cachorra temible del desvarío,
campanita siempre alerta,
gauchita prodigiosa con las manos atentas,
nadie más plantada en la realidad
que tu sombra escasa
cazando siluetas de humo
o pegajosas murallas de escarcha,
veo tu pelo porfiado
y veo los peines que desapareció tu niña absorta,
y te veo la boquita pintada de vampiresa tierna,
y las uñas de rojo o de violeta,
pero veo tus ojos, la mirada desafiante,
la comedia de tu puesta en escena
violenta, audaz, temible,
pero veo tus ojos, tan pidiendo auxilio,
tus ojos implorantes,
tus ojitos desgajados en llanto,
pero veo tus ojos,
muchachita audaz que partió la vida
en exactas mitades de angustia,
Emilia de mi sueño,
te espera mi sangre,
cachorra de mis ganas...

TOMÁS

Será que venías sufriendo tu propio prodigio?...
Nadie como tú para la respuesta exacta,
el dolor recóndito,.
las sutilezas del tiempo
que te obligaron a callar desgarros,
niño crecido en el amor y en el silencio,
hombrecito temprano que templó la vida
en identidad de sueño y de coraje.
Creo que todos descansábamos en tus siete añitos formidables.
Era tanto el peso que sostenías,
tanto el futuro que gastábamos en tu presencia
que tu ausencia nos partió el vientre
como aquel huracán que presentía tu sueño.
Así nos dejaste,
imperativamente solos,
solos de toda soledad, solos sin excusa,
con las manos deshechas y los ojos vacíos
demoliendo el presente para encontrarte.
Recuerdo un tiempo en que éramos felices.
Recuerdo la vida de tu asombro,
la patineta imposible,
las aves, las mariposas,
aquel "cuando sea grande",
pero ya eras grande y no lo sabíamos,
ya eras el pequeño poeta
que desafiaba mi sangre con dos palabras
y una vertiente de rizos alertas
que goteaba ternura por tu rostro,
Tomás de mi sueño imposible,
nunca nadie llegó tan pronto hasta el centro de mi corazón,
nunca una mirada proyectó candiles
ardidos hace siglos
como tu voz poniendo orden en mi abismo,
nunca, Tomás de mis huesos,
de mi corazón solitario,
Tomás de los amigos que centraban el barrio de los juegos,
Tomás de mi propio juego,
del minecraft construyendo ciudades y bestias,
de tu voz contándome cuentos,
maravillas crecidas en tu garganta,
ay, niño perdido,
¿volveremos a vernos alguna vez?
¿volverá tu risa a temblar en mi ventana,
tu mano a llevar la mía,
el espejo de tu alma a tomar mi silencio
y a volverlo esplendente
en un paisaje donde todo es de luz y de milagro?
Te extraño, muchachito.
Te extraña mi corazón que era tu corazón,
mi sangre que era la tuya,
mi voz, mi tiempo, mi esperanza.
Tomás, deja que mi pena
se vuelva farol
para alumbrar las sombras y poder nombrarte.

RECORDÁNDOLOS

Soñé un campo de mazorcas maduras.
¿Pueden verlo?
Allí arriba una nube se desplaza
y moviendo las alas
-a veces para un lado,
a veces para otro-
toma formas que aparecen y se diluyen
como jugando en un pelotero de azúcar.
Díganme:
¿son ustedes que soplan burbujas
en un burbujero de lluvia?
Emilia, olvidaste tus botas,
esas que no te quitabas ni para dormir.
Ya sé que ahora no te hacen falta.
Ahora sos de nube y sueño.
Nada te toca y nada se te parece.
Ahora tienes todo el cielo
para salpicar de azul sin mojarte...
Tomás, cuida a tu hermanita.
Por supuesto que no corre ningún peligro,
pero el peligro de sus travesuras
puede volver el horizonte de fuego
y tirarnos piedritas de colores
hasta hacer del mundo un espejo a su antojo.
Ya no será tan traviesa, supongo.
O sea que ahora podrás dedicarte
a tus juegos de números,
a levantar ciudades con edificios rigurosos
y cabras pastando en montes vecinos.
Ahora podrás descifrar los fenómenos de la naturaleza,
tendrás las respuestas para tus "-¿Y ahora qué?-",
podrás ser el niño simple que debiste ser...
Y tomarás de la mano
a tantos niños solos que se te acerquen
y les pondrás maravillas en los ojos
porque tu destino fue siempre la maravilla.
Yo miraré todas las tardes hacia el horizonte
y cuando vea un verde de humo bíblico
que se abre detrás del silencio,
sabré que están con los crayones
explotando de color la vida,
las dos vidas:
aquella que ambos nutren ahora con júbilo
y desafiando a la otra,
la vida nuestra,
que se ha quedado tan vacía,
entrañablemente torpe, con ropas y juguetes,
patinetas, dibujos, ecos, sombras, canciones,
y este collar de llanto
que intenta retenerlos un poco,
solo un poquito más...


PÁGINA 15- CUENTO

ADRIÁN NÉSTOR ESCUDERO
(Santa Fe-Argentina)

PÁJAROS

   Plano por plano. Pieza por pieza. Piso por piso. Cueva por cueva. Nicho por nicho. Nido por nido. Y he ahí un nuevo, flamante rompecabezas urbano recortando el tiempo y el espacio. Oficio por oficio. Herramienta por herramienta. Eran como pájaros aquellos seres de alas invisibles trepados solazmente a los andamios celestiales...

   Y preparaban, en las extremas nubes de argamasa, la torre de agua de otra delgada y cristalina esfinge o templo pagano floreciendo en el vientre ciudadano de esta oxidada Babel contemporánea: hablo de ella, de mi santafesina (argentina) ciudad de la Vera Cruz, a la sazón ya sin fe y ya sin cruz...

   Templo donde ellos no sabían –ni querrían saber- sobre su suerte de tórtolas y pichones para el holocausto que, ocultos sacerdotes obispales de escritorio, mitra, báculo, casulla, manípulo, dalmática, tunicela, estola, alba, cíngulo y sandalias de astutos comerciantes letrados, urdían a diario con sus vidas a modo de impiadosa ofrenda, desalmado sacrificio y rendido tributo  -a cualquier costo- en honor al más  “poderoso caballero” de este mundo: don (su dios) dinero.

   A unos cincuenta metros de mi oficina, por sobre el tráfico y la indiferencia absoluta de mis pares, aquellos pájaros humanos construían nidos de cemento, acero y plástico reforzado, como nidos de lujo para otros pájaros humanos... Ah, si éstos supieran el precio al que ellos debía sujetarse para...

   Yo los miraba, absorto y demudado, admirándolos en sus vuelos de correas endebles y gastadas, en su pura valentía de equilibristas del aire con urgido ánimo de supervivencia –“porque de algo hay que vivir, y no le tengo asco a las alturas”-, y me preguntaba, cuánto alpiste comerían por su trabajo de navegantes aéreos. De controladores aéreos. De cosmonautas vernáculos sin escafandra... Cuánto alpiste alcanzarían sus dueños  -aquellos avaros y engordados (para el Apocalipsis) patrones de las bellas arquitecturas que sólo “ellos” moldeaban y modelaban con la sencilla sabiduría del oficio idóneo- a esas bocas hambrientas y chillonas... Cuánto alpiste darían -aquellos avaros propietarios de la empresa inmobiliaria que administraría las rentas del futuro edificio en torre “Campanario 100”-, a esas bocas cantoras y desdentadas por el viento y el sol, como efímero premio a la audacia y pericia de su cabalgadura a destajo por sobre las riesgosas rutinas de intemperie en las que  moraban como horneros deportados, pero siempre llenos de orgullo, sin embargo, como pájaros, porque lo importante era ser “eso”, pájaro, y volar, saber volar y vol...

   De pronto, el chirrido de los frenos de un automóvil justo en la esquina donde emergía el gigante constructivo, me desvió la mirada. Pero no más para volver a levantarla y presenciar, yo también, lo que sería el último vuelo, absurdo y desaforado, de uno de aquellos precoces –casi un niño por lo joven que parecía- pájaros sin módulo espacial, obnubilados por la falta de oxígeno, o el exceso de confianza en su pericia, o el fallo de un material de seguridad, o el pensamiento extraviado en las paredes a medio levantar de su casulla del Barrio La Lona -porque hoy es día de cobro de quincena-, y el descuido fatal o el golpe artero y sin aviso de una polea tonta y torpe en la cabeza vanamente enroscada ahora en un cuello roto, giratorio y mortalmente desgajado de aquel cuerpecito histriónico aunque inanimado...

   Entonces, sucedió. Y niego que todo fuera producto de la imaginación; de mi imaginación, o, mejor, de la indignación que había venido acumulando mientras comparaba la responsabilidad y destreza que ameritaba semejante oficio con el de otras profesiones quizás -como la mía- más cómodas, burocráticas, aclimatizadas y un tanto vanas –por la corrupción institucionalizada-, y la miserable ración de alpiste con la que esos pobres pájaros eran motivados a jugarse la vida en cada asiento de ladrillo que plantaban sobre aquel muro voraz que crecía y crecía, veloz, sin detenerse jamás...

   Niego eso y afirmo con certeza que, por un lado, una lustrosa bandada de golondrinas  turistas –abanicando el verano que ya se despedía de la ciudad-, y, por otro, una bandada de chijíes de pechos fundidos como en oro y plata, antes de que el plumaje pálido de su congénere fuera parte del sangriento guiñapo de un títere aplastado contra el insensible pavimento de concreto asfáltico -como una granada de carne y huesos-, lo alzó en precipitado auxilio, elevándolo hacia el más allá de los allá, sin relieves ni repliegues, sin molduras ni arabescos, sin pórticos ni galerías, sin impostas ni rosetones, sin pilares ni contrafuertes, sin columnas ni parapetos, sin escaleras ni ascensores, sin bóvedas ni subsuelos, sin puertas ni candados, sin ventanas ni antepechos, sin cañerías ni conductos, sin puentes ni cables, sin techos ni alfombras, sin tejas ni chimeneas, sin terrazas ni baldosas, sin aleros ni cobertizos, sin rejas ni barrotes, sin celosías ni listones, sin claraboyas ni buhardillas, en un abierto, rasante y plano y recto cortejo de ángeles luminosos que se fundieron en el crepúsculo de aquel atardecer inolvidable...

   Plano por plano. Pieza por pieza. Piso por piso. Cueva por cueva. Nicho por nicho. Nido por nido. Oficio por oficio. Herramientas por herramienta. Fue así, créame. Ninguno de los otros encontró sus plumas derrapadas, ni en la vereda ni en la calle contigua donde yo lo viera flotar y volar, como un pájaro con otros pájaros en un vuelo de especie que se perdió, como pájaro, hacia el reino de los pájaros... Justo el día en que debía recibir su apretada ración de alpiste.-

Dedicado
In memoriam al escritor santafesino Gastón Gori, y al P. Osvaldo Catena.
En particular para el poeta Joseph Berolo Ramos, Azalea y Joseph Nasim, Marisa Aragón Willner y Norma Segades Manias
Y a los que nunca dejarán de intentarlo...


PÁGINA 16 –  ENSAYO

EDUARDO PÉRSICO.
(Lanús-Buenos Aires-Argentina)

DE UN BORGES DESAFINADO. 

       En opiniones de Jorge Luis Borges sobre el tango, - palabra que él bien  entendía africana-  situaba  su origen  por 1880,  y  también decía que el pueblo adoptara esa música luego que la clase alta - o ‘gente bien’- la difundiera desde su propio ámbito. Hubieron muchas presunciones sobre esto mismo, pero al fin sería indudable que el tango llegara desde las casas más acomodadas  a los barrios menos pudientes de la ciudad de Buenos Aires- Y que luego desde  allí sería adoptado en almacenes y despachos de bebidas; sitios de reunión adonde concurría ‘la gente común’  a jugar a la baraja,  tomar  algún vaso de vino y juntarse con sus iguales o algún amigo.
     
      Esa certeza que ganara adeptos al repetirla Borges, ya existía por una precisa realidad económica: los instrumentos iniciales de los músicos de tango eran muy costosos y solo accesibles a los medios sociales superiores al gentío común. Donde compadritos o no,  nadie podría propiciarse  un piano,  un violín y ‘ni siquiera una flauta común para darse el gusto’; opinión que expresara Borges en sus charlas  de grandiosa memoria. Aquellas reuniones para una veintena de asistentes que él no consideraba ‘conferencias’ pero donde solía  expresar  además de lo vivido  su gran ilustración. Donde con un mínimo de imaginación era inevitable no comprender  aquel rico bagaje contenido y enraizado en el gusto del argentino común que instruía Borges; condición didáctica más desechada por la mala fe de los detractores de lo popular que por las actitudes del mismo escritor.  Y un perfil borgeano al que muy pocos accedían o aceptaran,  era su idea  de estimarle  al tango un valor sustancial en el carácter de los argentinos,  y además que esa expresión musical resumía el inconsciente de nuestra cultura en general. Y dentro de ese inmenso territorio conceptual donde  Borges solía gastar hirientes socarronerías a otros autores,  él mismo  marcaría  su presencia y lugar generando ‘ese mundo que sería su mundo’ que estimara un crítico alguna vez.  Y sí; Borges sostenía cierto ámbito propio donde  además de su innegable saber de los orígenes del tango, - que para muchos de su clase algo inabarcable- persistía en otro espacio universal que él valoraba como un ámbito propio. Y de semejante criterio digamos apenas eso…
     
       Jorge Luis Borges, escritor argentino de una ilustración muy visitada  por  el modernismo de Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Valle Inclán y Leopoldo Lugones, al encontrarse con la milonga solía frasear que esa expresión musical, mirada a fondo y con atención, bastaba por sí misma para conjugar un primario y definitivo elemento cultural del Buenos Aires  siglo veinte. Y por ese rumbo él también hablaría con naturalidad de guitarras y violines, de valientes y cobardes que nutrieran las letras del tango y otros  renglones que cada tanto repetiría con alguna reserva. Por cuanto en Borges era evidente su afecto y tendencia hacia los tangos de la guardia vieja ‘que eran sólo melodía’, y más aún porque los primeros tangos no tenían letra pero sí recurrencias traviesas. Acaso fuera de ahí que a él no le gustara Gardel por su insistencia en cantar tangos con argumento,  y le enjuiciara  además su marcado sentimiento llorón. Una afirmación temeraria más que Borges iría desechando como hiciera también con ese otro ‘desafío personal’ de presentarse ante sus amistades cantando un tango ‘con mi inflexión correctamente desafinada’, decía. Disparate que él, Borges, tampoco solía advertir ni siquiera entre amigos como un verdadero papelón, y ambas tonterías las iría sumando a otras recurrencias  que hasta ahí él creía ingeniosas  por más que  nunca lograran adhesión de nadie. Más aún;  un muy serio rechazo no solo entre los ‘propiamente tangueros’ sino también del gentío de sus amistades informadas del mar profundo que contiene ese río del gusto popular. Un territorio donde ni el más desencaminado de los argentinos agitaría el mínimo  resquemor anti-gardeliano,  por más intrépida o certera  que luciera su calificación.
   
     Pero al fin así era Jorge Luis Borges, quien como cualquiera de nuestra especie de mortales,  a veces también desafinaba. (2015)


PÁGINA 17 – POESÍA AMERICANA

FRANK PEREIRA HENNESSEY
(Barranquilla-Colombia)

LAS PALABRAS

Solamente
los poetas conocen
el reverso de las palabras,
el relieve desconocido
que aprisiona
la imagen derramada,
sobre
la metamorfosis del fuego,
que marca
la ruta de un girasol lascivo.

WLADIMIR ZAMBRANO
(Guayaquil-Ecuador)

Interior de Ciudad

Voy a cortarme la mano derecha,
enterrarla en el jardín
y esperar a que crezca un hombre…


De mi cabeza al cuerpo la inmersión de un continente,
de mi cabeza al sueño una cacería de nombres…

Todos mis maestros se han  marchado…

El conductor en carruajes de vino
y la obcecada anciana vestida de infante,
el dragón que vivía en su aldea
como príncipe y hombre,
el rito de animales
que en el hambre se guardará
cuando el círculo en palabras erigiera otra ciudad,

otro nombre,
otra cifra…

Y otro barco de la piel gastándose
en las formas del deseo…
Y otro barco de la piel insomne
en un pasado que fabrica…

una materia que pesa,
pero escapa de mis manos
un palabra que escribo,
pero se borra…

Todos mis maestros se han marchado…

Voy a cortarme la mano derecha,
enterrarla en el jardín
y esperar a que crezca un hombre

MARIANELA PUEBLA
(Valparaíso-Chile)

DUELE

Duele, duele tu frío cuerpo sobre mis sueños.
Tus pupilas cerradas, tus labios sin sonrisa,
este dolor que no cesa y aprieta el corazón
y lo destroza.

Duele que no hables, no digas mi nombre,
robarte una sonrisa, acariciar tus cabellos,
tocar tus manos.
¡Ay hijo!,
cómo duele tu ausencia y no hallo 
algo que llene  este vacío inmenso
dejado por tu partida
y ahora no puedo sacarlo de mi pecho.

¡Ay dolor!, estás conmigo día y noche,
no cesas de atormentarme.
Dolor, te quedas y no te vas por otro sendero.
¿No te basta llevarte su existencia?
Me arrancaste  al hijo, mas,  no te has ido,
te divierte  herir con fuego su recuerdo.

Pensamiento dueles,
eres un grito a medio camino,
enlazado a mis cuerdas vocales,
una súplica que se ahoga, no sale estruendosa
lastimera,
y no puedo pronunciar tu dulce nombre
sin que el sollozo lo enmudezca.

Duele tanto, la noche, el cielo oscurecido,
el susurro del viento, y el caer de la nieve.
Todo al pasar duele, deja una honda herida
y no habrá cicatrices que la oculten
aunque pasen los inviernos y sus fríos,
aunque los años se desplomen a pedazos,
nada en mi corazón de  madre
podrá borrar, tu amada presencia.

RONALD BONILLA CARVJAL
(San José-Costa Rica)

III

(A LA MUERTE)

Si vienes, muerte solapada,
a llevarte, a llevarme, a convencernos...
aquí estaremos anclados a esta quilla de un paisaje
que un día un viejo perezoso
dejó olvidado en los andenes.


PÁGINA 18 – CUENTO

 ALFREDO DI BERNARDO
(Santa Fe-Argentina)

TANTO UNIVERSO, DANTE

ese bebé / niño / frasquito de posibilidades
Leonardo Pez

¿Te diste cuenta, Dante? Espléndido, múltiple y contradictorio, el universo entero fluye a tu alrededor. Aquí y ahora mismo, delante de cada uno de tus pasos, todo late, novedoso, al alcance de tus sentidos y tu curiosidad: números, colores, fragancias, objetos, formas, sonidos, sabores, palabras, animales y personas, partículas y océanos, contundencias y abstracciones.   


Es una cosa muy grande el universo, Dante, no te das una idea. Todo gira y gira en una perpetua danza cósmica cuya partitura nadie conoce, una danza que -aunque todavía no lo sepas- también a vos te envuelve, te atraviesa, te concierne. Es algo tan enorme, el universo… ¿Por dónde vas a empezar a estrenarlo? ¿Cuál de sus infinitos costados atraerá tu atención? ¿Cuál de sus incontables regiones te interesará recorrer? ¿Detrás de qué puertas querrás husmear para asomarte al mundo? ¿A caballo de qué entusiasmos lo abordarás? ¿Querrás medirlo, pesarlo y contarlo, o te esforzarás por poner en él cierto orden? ¿Te obsesionarás por comprender las leyes que lo rigen, o te dedicarás sólo a alimentar el disfrute de explorarlo? ¿Lo aceptarás tal cual es, o necesitarás reinventarlo sobre lienzos o pentagramas? ¿Qué barajas sacarás del mazo inconmensurable? ¿Tendrás predilección por lo dulce? ¿Te gustarán más las melodías compuestas en tono menor? ¿Preferirás los colores fuertes?  


Varias de las respuestas están ya grabadas en tus genes; lo sé aunque no las conozca. Pero a las otras, Dante, las que no dependen del azar o la biología, ¿qué y quién habrá de sembrarlas en vos? Sos arcilla fresca, todavía. ¿Qué brisa, qué aroma, qué azul te moldearán con huella irrevocable? ¿Qué mimo, qué abrazo, qué tono de voz se volverán refugio vitalicio, oculto para siempre en un recuerdo sumergido? ¿Qué momento de entre tus momentos se erigirá en remanso al cual acudirás, sin saberlo, en la adultez?

Sentado junto a vos en el suelo, te miro jugar, escucho tu parloteo de vocablos no siempre inteligibles, espío la inocencia con que empezás a palpar lo inabarcable. Pienso en la vastedad de lo que tenés por descubrir y tamaña inmensidad, te lo aseguro, me marea. Decime, Dante, ¿qué vas a hacer con tanto universo?  


PÁGINA 19 – ENSAYO

GUILLERMO MAYR
(CABA-Buenos Aires-Argentina)

LOS MONSTRUOS DE VALLEJO

César Vallejo (1892-1937), poeta, narrador, ensayista, dramaturgo y periodista peruano, nació en Santiago de Chuco y murió en París. Su merecida fama de poeta oscureció -hasta hace algunos años- sus cualidades de narrador y ensayista. A los treintaiún años abandonó el Perú y se dirigió a Francia. A su país no regresará jamás. Amargado y pobre, viajó por España y la Unión Soviética. Como testigo excepcional, su obra registró elementos claves de la vida política de España, en cuya capital escribió y publicó, en 1931, la novela "El tungsteno". El cuento "Paco Yunque", también escrito en Madrid, fue editado veinte años después. Ambas obras constituyen una extraordinaria muestra del realismo social en las letras hispanoamericanas. La obra narrativa de Vallejo se completa con "Escalas melografiadas", 1923; "Fabla salvaje", 1923; "Hacia el reino de los Sciris", 1944; y "Cuentos cortos", publicados en 1967, en el libro "Novelas y cuentos completos". Su obra poética comprende "Los heraldos negros", 1919; "Trilce", 1922; "España, aparta de mí este cáliz", 1939; y "Poemas humanos (1923-1938), 1939. Al cumplirse el cincuentenario de su fallecimiento, este último se reeditó con un prólogo del poeta cubano Roberto Fernández Retamar (1930), quien, entre otros conceptos, decía: "En los poemas de Vallejo pasan cosas: es la suya una poesía llena de temporalidad, para emplear un término grato a Machado; y es una poesía dramática, en todos los sentidos: incluso en el de que en ella tiene lugar un drama. Sabemos cuál es su protagonista, porque nos es nombrado varias veces: César Vallejo. A ese prota­gonista le pasan cosas, y esas cosas, digámoslo aunque parezca melodramático, o quizá precisamente por ello, esas cosas se llaman la vida. A nadie debe extrañarle que a Vallejo, como a Martí, lo sientan suyo hombres de diversas confesiones. Sabemos (y ello nos enorgullece íntimamente) que Vallejo, como Martí, fue un revolucionario; que Vallejo fue un comu­nista militante: pero, ¿quién se atrevería a considerarlo enmurallado en sus creencias cuando esas creencias no tienen nada que ver con una muralla? En la medida en que los otros sienten suyo a Vallejo, están sin­tiendo como suyos los grandes padecimientos, los grandes anhelos y las grandes esperanzas de este hombre -en el buen sentido de la palabra, bueno-; de este comunista que murió, también, de universo, y sobre cuya tumba desnuda se oye arder este verso suyo: 'su cadáver estaba lleno de mundos', cuando cualquier hispanoamericano real visita conmovido el cementerio de Montrouge".
A ese libro pertenece el siguiente poema:

LOS NUEVE MONSTRUOS

Y, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora, voraz,
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de ser, dolernos doblemente.
Jamás, hombres humanos,
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tanto cariño doloroso,
jamás tanta cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
y la migraña extrajo tanta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.
Crece la desdicha, hermanos hombres,
más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con la res de Rosseau, con nuestras barbas;
crece el mal por razones que ignoramos
y es una inundación con propios líquidos,
con propio barro y propia nube sólida!
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
a la hora del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.
El dolor nos agarra, hermanos hombres,
por detrás, de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir, puede uno orar...
Pues de resultas
del dolor, hay algunos
que nacen, otros crecen, otros mueren,
y otros que nacen y no mueren, otros
que sin haber nacido, mueren, y otros
que no nacen ni mueren (son los más).
Y también de resultas
del sufrimiento, estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla,
al cereal, en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al vino, un ecce-homo,
tan pálida a la nieve, al sol tan ardido!
¡Cómo, hermanos humanos,
no deciros que ya no puedo y
ya no puedo con tanto cajón,
tanto minuto, tanta
lagartija y tanta
inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!
Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer?
¡Ah! desgraciadamente, hombre humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.


PÁGINA 20 – POESÍA AMERICANA

EMILIA MARCANO QUIJADA
(Ciudad Ojeda-Zulia-Venezuela)

¿Sueño?
¿Eres tú, madre, la que
por un momento
acaricia mis mejillas?
¿Eres tú
la que ha detenido el humo
en un abrazo
y me pide volver?
Abro los ojos,
me ha despertado el frío
que me arropa
y un perro lame las llagas
que me dejó el salitre de la noche.

ROSSANA AICARDI CAPRIO
(Pando-Canelones-Uruguay)

MUELLE DE LOS SUEÑOS

Te extrañé tanto, aquella tarde de lluvia
 que las lágrimas arrastraron
mi pequeño barquito de papel enamorado
y me fui navegando hasta la alcantarilla
de la cuadra.
La boca de tormenta
esperaba ansiosa para devorarnos.
Pero llegaste tú y amarraste fuerte
 muy fuerte, mi barco
al muelle de los sueños.

JORGE VINITZKY
(Montevideo-Uruguay)

EL CLAVEL

El tierno
gajo
de clavel
que ayer
planté
será mañana
una roja
explosión
de garbo
y color
como pollera
de mujer.

ALEJANDRA ZARHI GARCÍA
(Santiago-Chile)

CAJA DE PANDORA


Un día de sol,
pero el frío congela la carne,
entorpece el penar.
se disipan las esperanzas,
ya no se observa la silueta
que traiciona miles de verdades.
Hay que recorrer la vida,
a la espera de seres de verdad.
Alejar de la mente,
aquellos monstruos,
que solo atormentaron la vida.
Engaños y pesadillas,
tormentos en la ventana,
sudores y angustias
consumiendo las heridas.
Paisajes muertos,
miradas piadosas.
Injusta caricia recorriendo
el surco de una huída.
Ya no será un secreto
que vino la maldición y
se cumplió la profecía.
Abrí la caja de Pandora
y se descubrió la verdad.

CARLOS ARTURO GAMBOA
(Ibagüé-Tolima-Colombia)

LA CALLE
In memoriam de María del Pilar Gamboa muerta en un accidente de tránsito el mismo día que escribí este poema.

La calle, la multitud
El estupor, la sorpresa
Nada se puede hilar en el momento

La calle, la multitud
Su cadáver expuesto al sol
Nadie ha vencido el tiempo

La calle, la multitud
El aletazo certero de la ausencia
Ningún rostro yuxtapone las angustias

La calle, la multitud
La sangre derramada se reseca
Se pierde el sentido de la lucha

La calle, la multitud
El instrumento de la muerte
Marcando el final de su sendero

La calle, la multitud
 Y yo tan solo contemplando tu cadáver
Como una hoja trasgredida por el viento

La calle seguirá en su deterioro
La multitud ya no estará mañana
Solo tu ausencia se anida
Como una burbuja en mi garganta


PÁGINA 21 – CUENTO

GRACIELA NOEMÍ BARBERO
(Mar del Plata-Buenos Aires-Argentina)

EL PADRASTRO

    La araña es minuciosa y perseverante. Teje su tela con la maestría y la paciencia de un artesano oriental. Los insectos voladores como las mariposas, son los más vulnerables.
Julián tiene cuarenta y ocho o cincuenta años, flaco, pocos dientes, cabellos enrulados que asoman de un gorro de lana azul. Porta un sobretodo grueso en invierno, si hace calor deja el torso desnudo. Una cicatriz le atraviesa la mejilla izquierda.  En el barrio lo conocen como “el padrastro”, porque los chicos de diez o doce se le acercan cuando escapan de sus hogares, si es que lo tuvieron alguna vez, para que les dé comida o algo más. Al principio les ofrece un pan y plato de guiso que cocina en un latón pero enseguida los manda a pedir, repartir estampitas o flores. Como a Motyl, que roba en el cementerio para armar ramitos por dos pesos. “Amigos, nada es gratis en la vida” suele decirles como una sentencia.   No se sabe cómo logra convencerlos, o tal vez sobornarlos, para que se queden en ese lugar, el callejón, cerca del puente que une con la autopista. Al final de la calle, una fábrica abandonada, sin luz y con una sola canilla, de la que sale muy poca agua para limpiar tanta mugre, sirve de vivienda a los vagabundos.
    Motyl tiene doce años. Ojos negros, juguetones, dientes pequeños y separados que brillan aún más sobre la piel oscura y un cuerpo demasiado desarrollado  que trata de ocultar con la ropa grande, desaliñada. Vive en la calle, entre la basura urbana, desde hace un año. Abandonó su casa porque la madre estaba siempre borracha, el  padre se fue  prometiendo volver a buscarla. Todavía lo espera.  Ella le dejó una notita a la dueña del quiosco de la esquina, en la que le decía
dónde podía encontrarla, el lugar que le había enseñado Pelusa, el vecino que había dejado la casa mucho antes porque lo castigaban duramente. Motyl lo quiere mucho, busca su amparo. Primero lo veía como a un hermano, pero fue descubriendo que le gusta, y sin saber qué es el amor, siente que está enamorada.
    Oculta en un rincón, sin  apuro, la araña va hilando cada milímetro mientras espera a la presa que tiene en la mira de sus ojos infinitos. La araña tiene paciencia pero no oponentes.
Julián recorre las calles vigilando a sus “pequeños empleados”. Cuando llega la noche, él los espera en el recodo de la fábrica, un ángulo entre la columna y el portón de entrada, que usa como oficina porque la luz perdura más tiempo.  A medida que van llegando, los obliga a vaciar de los bolsillos hasta la última moneda y con ello algún golpe a modo de castigo porque siempre resulta poca la recaudación. Después  les da algo para fumar. De ese modo se esmeran por traer algo más. Los tiene amarrados sin sogas. Con las chicas se comporta de otro modo, desliza sus manos sucias por la cara y va bajando por los pechos, entre las piernas. Ellas se espantan, se esconden pero sigue el juego perverso, las corre, las toma por el brazo y las somete, “nada es gratis en la vida, nenas”. Pero cuando vuelve Motyl la situación cambia, se pone meloso, casi se diría que se relame ante su presencia y con cautela, la rodea, espera el momento preciso. La llegada imprevista de Pelusa lo descontrola, ya descubrió que entre ellos “hay algo”. Decide encomendarle  una buena misión, como dice cuando percibe un enemigo. Eso significa meterse en la villa para buscar los paquetes que después venden al doble o al triple de su valor. Tiene sus riesgos, no siempre se sale entero, a veces deben pagar el peaje. El que siempre realiza esa tarea es otro, más grande en edad y en cuerpo que Pelusa. Julián lo sabe, no le importa. Motyl  quiere acompañarlo, esto es cosa de hombres, vos te quedás que tengo algo interesante que mostrarte.
  Pelusa sale de la fábrica, debe cruzar el puente y seguir por la colectora hasta el paredón, tomar  el camino lateral  y entrar al barrio por el alambrado. La casilla  se encuentra en el medio de la villa. Es de noche, la música de cumbia le llega de todos los rincones. Dos hombres lo paran pero uno de ellos lo reconoce
– ¡Pelusa! Otra vez por acá, si te agarra tu viejo te muele
– Me manda El Padrastro a ver al Turco, tiene algo para él.
   Pelusa avanza hasta el punto señalado,  un relámpago lo sobresalta, comienza a llover.
   La tela está lista, pegajosa y brillante.
Motyl  se acuesta en su lugar pero no puede dormir. Piensa en Pelusa. Hace mucho que se fue. Afuera el viento golpea las pocas ventanas enteras, un relámpago ilumina todo el salón, deja ver la  figura negra que se acerca sigilosamente. Ella permanece inmóvil, el temor le corta la respiración. Un sudor frío la recorre  al tiempo que la manta raída que la cubre se desliza. Siente la aspereza entre las piernas  y una mano en su boca le impide gritar. Respira en su oreja, yo soy tu protector, no podés irte. Motyl  intenta escapar pero una fuerza ilimitada la doblega.
La araña rodea la presa, estira sus patas,  sube y la paraliza.
     Un golpe seco derriba a Pelusa que cae  boca abajo. La lluvia, ahora más copiosa. La sangre que brota de su cabeza se escurre por el barro, llega a la calle y se detiene en la manta que Motyl estruja con dedos fríos.
    La tela se rompe. La araña busca otro rincón para rehacerla.


PÁGINA 22 – CUENTOS BREVES

J.M.TAVERNA IRIGOYEN
(Santa Fe-Argentina)

DEL CELULOIDE

El cine de la familia es hoy un gran criadero de pollos. Produce dinero de otra forma, desde que vino el mundo de los videos. El tío Tito, el solterón que tuvo un affaire con la Merello, es quien nunca consintió la herejía. Afirma que jamás entrará al gallinero. Y si así lo hiciera, que Errol Flynn y Victor Mature lo tiren de las patas en su destino final y no le den reposo.


No me gusta James Dean. Está en su eterna juventud y los años no le pasan. No madura, digo. Tendrían que ubicarlo en roles de veterano: ahí se vería si en realidad tiene garra.


A Gloria Swanson la vimos cruzar descalza Sunset Boulevard. Es más baja de lo que sale en pantalla. Y más gorda. Aparte, nos pareció que es estrábica del ojo derecho. El club de fans ha resuelto borrarla. Nos hemos pasado a Mae West.


El cineclub no funciona. Va sólo gente de la tercera edad y la deuda con la compañía de electricidad es impagable. Ergo, no hay proyecciones. A veces se anuncia un estreno, pero no llegan las copias a tiempo. Los socios regresan a sus casas resignadamente. Y la rueda sigue girando. Hoy la trajeron a Isabel Sarli a un encuentro público. Cinco, seis filas de hombres añosos. Afuera, mujeres esperando para hacer justicia…


Fue a ver la última de Montgomery Clift.al rato de transcurrir las primeras escenas, le sobreviene una calentura extraña. Se lo come con los ojos, mientras aprieta las piernas y entresaca de los labios una lengua golosa. Labios resecos. Escalofríos. Al llegar a su casa el termómetro denuncia 40º y llaman al médico.


CUANDO SALE LA LUNA…

aparecen enamorados y ladrones. A veces, también sucede que lo hacen ladrones enamorados. Esos generalmente fracasan en lo uno y en lo otro. Lo saben José y María que, por ocupar una cama que no les pertenecía, hoy duermen en calabozos separados.


los grillos arman la orquesta. No son los únicos noctámbulos. También las lechuzas comienzan a chistar y algún perro aúlla su soledad. Entonces, la revolución de las sábanas se organiza en las camas del barrio y todo cederá cuando la madrugada la mande guardar hasta la noche siguiente.


no me siento más solo. Los astronautas me acompañan en un diálogo silente. Y pienso que algún día, mi sueño de astrónomo fracasado se trocará en el de un viajero del espacio…


Li Pu sabe que la luna es centinela de sus pensamientos. Y que la noche es para escribir poemas. Pero la vida es injusta. Como duerme durante todo el día y Flor de Loto no logra despertarlo, lo llaman el holgazán de la familia.


Hoy hay luna llena. Figura en los horóscopos como guía, pero entre Júpiter y las ascendencias de Marte comprendo que todos son unos mentirosos. Esperé en vano toda la noche en la puerta de mi casa y no logré comprobar sino que la luna era de cartón pintado.


PÁGINA 23 – POESÍA AMERICANA

CARLOS LUIS IBÁÑEZ TORRES
(Pamplona-Colombia)

A BORDO DE TI


Quiero desnudar cada palabra,
abrazarte con mi lenguaje en fuga,
restañar nuestra ausencia,
pincelando el horizonte de tus sueños;
vagar enloquecido por tus poros
percibir en ellos la voz del viento,
bajar corriendo por tus senos
y como ágil bandera blanca,
arder en el incendio de tu bosque

GUSTAVO PEÑALOSA CASTRO
(México D.F.-México)

3

El odio de los amantes, como reina enloquecida,
recorre el paredón y arguye y se imagina
tras la puerta del suceso tantas veces presentido
con el alto al fugo en la punta de la lengua

El cielo  una línea tenue una línea tenue
El horizonte una raya que recorta el infinito
La mano late junto a la copa de cicuta

GRACIELA GUERRERO GARAY
(Las Tunas-Cuba)

IDEAS

A veces imagino la luz de tu mirada
                             recorrer los parques.
                             Perderse en la noche.
                             Besar a una niña.

A veces te siento
                      explorar galaxias.
                      Morder el océano.
                      Tararear quejidos.
                      
A veces te veo
                       caminar sin brújula.
                       Extrañar un rostro.
                       Andar por mi mundo.

Te presiento amante,
                             seductor.
                             Hermoso.
Y sin embargo,
                         no te imagino mío.

BENJAMÍN LEÓN
(La Serena-Chile)

XXXIX

Afuera no regresa la lluvia ni su sombra,
ni el humedal libera las celdas de la nieve;
es tarde en las alcobas donde la luz se extingue,
donde la confusión desgasta la memoria
y desnuda sus llagas. Es tarde en estos líquidos
que suturan los cuerpos después de la aritmética,
y es tarde en los violines que alimentan la música:
antecede al abismo, ven a mi corazón.

ALEJANDRO DELGADO
(Morelia-Michoacán-México)

EL PERDÓN

es un hipócrita fingiendo el olvido
los ojos del cuervo
no miran de frente
la repetición de la espalda
mirada que escupe
que parpadea los vómitos

el perdón
odio que cede


PÁGINA 24 – CUENTO

ANA DANICH
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

CON SAM EN UNA CARRETERA.

Anoche viajábamos con Sam por la vieja Ruta 66 que une Illinois con Arizona. En silencio contemplábamos el vasto desierto que reflejaba la luz de la luna sobre las yucas y cactus, y las piedras que caían abruptamente desde las sierras, aún permanecían tibias, exhalando el último calor de una tarde agobiante. Las ventanillas del Ford, modelo 58, estaban abiertas. A través de ellas se colaba un corrosivo viento que azotaba mi cabello. Sam fijaba la vista sobre la carretera apenas iluminada por los faros del F100, cuando un búho pasajero aleteó sobre el techo y con un ala rozo el espejo retrovisor derecho. Una de sus plumas, arrancada de cuajo, se clavó en mi brazo y grité asustada intentando llamar su atención.
-Viste al búho – le pregunté.
–Cómo no lo voy a ver – respondió. –Siempre veo, hasta lo que no se ve -
Atábamos las sillas para que el viento que venía de las planicies del sur no las hiciera volar.
- ¿Recordás?.
… “Muy lejos, en los densos bosques del norte, hay un lago negro y profundo que está construido por el hombre en forma de diamante perfecto. En verano está lleno de castores, garzas reales, ranas, patos de Florida, y un par de somormujos con los ojos rojos que trinan con ese tono inquietante que recuerda al aullido de un lobo. A veces aparece momentáneamente, y como por arte de magia, un grupo de ciervos y alces procedentes del interior del bosque negro, y luego vuelven a ocultarse en los tupidos alerces y pinos”…
Sam se detuvo en la banquina.
– Recuerdo – dijo.
Rozó levemente mi cuello con sus manos. Gotas de sudor se deslizaron por mi espalda. Acercó su boca a mi boca y lamió mis labios con su dulce saliva que olía a tabaco. Apoyó su cabeza sobre mi pecho, mi corazón dormido comenzó a latir como un pichón indefenso.
(Hormigas diminutas muerden vorazmente mi vagina. Mi cuerpo se eleva como una montaña, igual que la sombra de la mañana cuando se esfuma de la cordillera. Late, vibra, conmociona, estalla en miles de partículas.)
Sus ojos, ataviados con una mezcla de dulzura y temor, me miraron expectantes.
-No temas. Le dije. Ya no importa que ella haya estado leyendo a Proust.


PÁGINA 25 – ENSAYO

MANU DE ORDOÑANA
(Donostia-San Sebastián-España)

LA SUBLITERATURA

Frente a las preferencias de una clase media cada vez más numerosa que busca la lectura de libros que sólo pretenden divertir ─a los que se ha asignado la ominosa etiqueta de subliteratura ─, se opone la opinión de los defensores de una alta literatura que ayuda al hombre a ser más libre y más tolerante. Es una controversia que quizás adolece de un defecto de partida, ya que antes habría que ponerse de acuerdo en lo que cada concepto representa.
Según el Diccionario Enciclopédico Ilustrado Sopena, la literatura tiene por definición la de ser un género de producciones del entendimiento humano que tienen por fin expresar lo bello por medio de la palabra escrita. El término sirve pues para vestir a los dos santos. Entonces, en lugar de hablar de alta y baja literatura, ¿no sería más correcto hablar de buena y mala literatura? Y aun así, ¿quién establece la diferencia y cuáles son los criterios para diferenciarlas?
Veamos lo que piensa  el escritor Javier Marías: Desde hace unos años se reserva el término “literario” para las novelas que antes se llamaban meramente “ambiciosas”. Es decir, para las que no tenían como único propósito el de entretener, sino que, además, pretendían que el lector viera y conociera el mundo mejor, que quizá pensara en cuestiones en las que normalmente no piensa, que reparara en aspectos de los que por lo general se hace caso omiso.
Fijémos nuestra atención en la comparación del filólogo y editor Jaume Vallcorba: Lo que puede diferenciar a la literatura de calidad de la de consumo es, en buena medida, la mayor complejidad de la primera respecto de la segunda. Su mayor densidad y pertinencia significativas, así como el juego constante, paralelo al de la música, entre lo reconocible y la sorpresa. Una complejidad de tipo estilístico y retórico.
Y por último, centrémonos en las palabras de dos personas doctas en la materia, Alicia Correa Pérez  y Arturo Orozco Torre: La literatura es un arte que presenta los muy diversos sentimientos y pasiones del ser humano, con toda la fuerza y la intensidad que concede el poder de la palabra escrita. La subliteratura, en cambio, está formada de clichés y lugares comunes; las historias se repiten pues van dirigidas al sentimentalismo vulgar del lector.
La primera conclusión a la que llegamos es que no hay una definición unánime de lo que es Literatura y, por tanto, tampoco de lo que no es.  Los límites que separan lo literario de lo no literario son difusos, sobre todo si se atiende únicamente a los cambiantes valores estéticos de cada época. Los romances, por ejemplo, fueron considerados como subliteratura en la Edad Media, para consumo de masas, según el Marqués de Santillana; y hasta hace pocos años entraban dentro del mismo concepto las novelas de detectives, la ciencia ficción, el cómic, la literatura erótica y hasta la infantil.
Hay críticos que, en su afán por buscar las huellas en la historia de la subliteratura,  afirman que la subliteratura está íntimamente emparentada con el kitsch. Esta expresión se empezó a utilizar para designar ciertas construcciones arquitectónicas, para después referirse a un tipo de literatura sentimental y patriótica, con trama estereotipada y de composición y efectos fáciles. Umberto Eco hace una reflexión interesante acerca de la influencia que ha tenido:
Desde hace algunas décadas, el kitsch, lo cursi y los subproductos artísticos en general han servido como materia prima de elaboración para autores genuinos. Andy Warhol y Costus, en pintura; Manuel Puig y Guillermo Cabrera Infante, en literatura, o Pedro Almodóvar, en cine, han bebido del kitsch, han hecho una lectura crítica deconstructivista, y lo han devuelto al público en forma de nuevas propuestas estéticas de auténtico valor artístico.
Pero, a pesar de la casi indefinición del género, Umberto Eco encuentra unos elementos que ayudan a caracterizar esta baja literatura:
Se dirige a un público lector heterogéneo, al que considera como un receptor pasivo de mensajes.
Es un fenómeno de puro mimetismo de obras del pasado, degradador, ausente de originalidad y capacidad creadora.
No existen renovaciones estéticas ni de sensibilidad: se limita a homologar el gusto existente de modo conservador.
Obedece a la ley de la comercialidad.
Alienta una visión pasiva y acrítica del mundo.
A esta falta de originalidad creadora y estilística podemos añadir otro problema que nos plantea Horacio para la subliteratura: el de su utilidad. Horacio nos dice que en la naturaleza de la poesía existe una relación entre dolce et utile. “Útil” equivale a lo que no sea malgastar el tiempo, es decir que la literatura como tal, aparte de ofrecer una función “dulce” (horas de esparcimiento), nos ofrece también una serie de datos aprovechables acerca de un conocimiento universal, “instructivo”.
La baja literatura es “dulce” pero no “útil”,  la ambición de conocimiento queda descartada; el objetivo del lector de este tipo de lecturas es únicamente: la evasión. Y, por lo tanto,  jamás se preocupa si la anécdota es verosímil o no.
En definitiva, podemos afirmar que la subliteratura sacrificó los fines estrictamente estéticos y literarios para buscar la comercialidad y así poder llegar a un público mayoritario. En España tuvieron muchísimo éxito y fueron conocidas como “novelas de quiosco”, “novelas de a duro”… Constituyeron un importante entretenimiento durante muchos años y en la memoria de todos están ejemplos  representativos  como el de la escritora Corín Tellado (una de las más prolíficas que han existido en la historia de la literatura), Marcial Lafuente Estefanía, Silver Kane, Curtis Garland y tantos otros.


PÁGINA 26 – POESIA AMERICANA

ANTONIO PRECIADO BEDOYA
(Esmeraldas-Ecuador)

ABRAZO

Cuando entres en mi casa,
aquella que se encuentra en plena vía,
frente a frente del viento,
en el sitio de ayer,
donde hace siglos
derribé las paredes
y arranqué las ventanas,
sabe que, si no estoy,
he salido a buscarte.
Déjame de señal tu cualquier nombre,
que luego,
al regresar,
te habré encontrado.

ASPASIA WORLITZKY
(Quebec-Montreal/Canadá)

HUIDA

Es como si desapareciera,
poco a poco, en una blanda agonía.
Como si todos los soles del mundo
no lograran levantarme,
como si muriera.
Imaginarios fríos me recorren,
mi cabeza se cansa,
se empaña la transparencia de mis ojos,
escribo sin pudor, incierta,
no sé si tú lo sabes,
no puede ser que no lo sepas.

Pasan los años, el rastro queda,
el miedo, el mismo miedo,
pareciera que realmente estoy perdida,
voy y vuelvo,
vuelvo y me colmo de sonrisas.

A veces creo, me parece verte,
acudo a tu llamado.
Nada, el vacío.

CARLOS LÓPEZ DZUR
(Orange County-Calidornia-USA)

Yo no sabía, todo era nuevo
y mi sembrar reluciente.
Se enredaba el juego, una esperanza,
la primavera, el invierno,
en medio del patio yo con trenzas,
calcetas blancas
y un renacimiento entero.
¿Cómo quieres que comprendan
si no lo han vivido?
¿lo comprendes tú?
Ésta pena que se arraiga con tu ausencia
¿cómo quieres que la entiendan?

De mi casa me mudaron
sin preguntarme siquiera,
se me hizo largo el camino de zarza y tierra,
se me hizo sombra la tarde,
el grito quedó,
sordo, estremecido.

¿Adónde vas madre?
A buscar hambre.
¿Qué me traes madre?
Calla niño que tengo prisa.
Déjame enlazarte
que el sol ya brilla,
y... quema.

Un rebaño se aleja maleta en mano,
una lucha que se ausenta
para seguir luchando.

Nadie me espera, tú no me esperas,
no le encuentro sentido a esta vida mía
que ya no es mía ni tuya,
como si desapareciera
¿lo comprendes?

En las yaras del ser-ahí,
YaYa *  sembró un amor de pan
con lo mejor de su espíritu
y en el segundo momento finito
de Su Nombre
inventó el hambre en el lugar
donde duele la física del Ser del taíno,
pero YaYa sembró primero
sembró primero
sembró y no comió
hasta que nazcan sus hijos
en el Lugar del «Ya•
y en el sembrar primero
la semilla del recuerdo
forjó el único y más grande Semign.

«Recojan esta semilla
de mi Cemi-YA.
Con ella se sacia el hambre de pan.
Con ella no hay temor a Jurakan
ni se mezcla ningún mal contra el pueblo.
No hay mal que no pueda ser vencido.

YaYa venció el Caos
y propuso el Orden
cuando sembró lo suyo
el primer pan de amor
para que lo cosechen
en las yaras del ahí.

EDILBERTO GONZÁLEZ TREJOS
(Santiago de Veraguas-Panamá)

SEMANA SANTA EN EL PUEBLO

Niebla cobarde buscando asilo en la yerba. La atiza el sol con sus manos: Grita la esperanza en mi corazón.

Huelo la hierba, las guayabas maduras, los rosales de mi abuela.

En la Casa de las Edades veo la vieja ruta, la anciana calle. Veo gente de sudor y monte con sus tanques de leche, sus caballos, las pacas, el ganado, bestias de carne en bestias de metal, listas para construir el día.

Una taza de café me acompaña en la mecedora. El humo serpentea entre mis ojos y el sol, entre la casa y la arboleda, entre la taza y el horizonte.

A las seis, mi aliento, tupida muralla de gas, casi un espectro; a las siete, el sol incendia el lóbulo de mi oreja derecha.

He regresado a este pueblo a ver morir a mi madre.

YANARYS VALDIVIA MELO
(Ciego de Ávila-Cuba)

AUTORRETRATO

Frida Khalo me nombras
mientras fumo lentamente un tabaco.
Detrás se dibuja una luna pequeñita sobre fondo oscuro.
Frida Khalo, te escucho
y me adentro en las guitarras, la suave música que desbordas,
desde cada, múltiple, escenario de tu vida.
Frida Khalo, me tocas
y el tabaco va consumiéndose en mi interior,
los alcoholes que me dieron lo cierto.
Rompes mi vida, te aletargas
y solo recuerdo el sonido más allá del primer rayo de luz.
Se quiebra en mí el pasado,
aunque, Frida Khalo me nombres.
Soy sencillamente, una mujer, que fuma tabaco y bebe sola.


PÁGINA 27 - CUENTO

JORGE ISAÍAS
(Los Quirquinchos-Santa Fe-Argentina)

LAS NUBES
Para Toto Míguez y Roberto Vega

Las nubes en aquel tiempo viajaban como algodones sobre el alto cielo al capricho del viento. A veces eran muy blancas y a veces iban como sucias y anunciaban las lluvias. Si mirábamos a lo alto, inevitablemente encontrábamos caprichosas figuras sobre las cuales no siempre coincidíamos.
Si nos acostábamos sobre la gramilla que era rala en invierno y muy profusa en los veranos, podíamos ver otras cosas. Los pájaros, sobre todo o la luz del sol que las hojas y los gajos de los fresnos o los paraísos filtraban dándonos al rostro una coloratura extraña y que podíamos calificar también de fantasmagórica.
Si lo hacíamos a pleno aire y sol, es decir sin otro obstáculo entre nuestra mirada y esa lámina chata veíamos el vuelo de los pájaros. Algunos volando muy bajo, como las calandrias, los gorriones o los tordos, pero había otros como las tijeretas o las golondrinas que comenzaban sus vuelos muy bajo, pero que iban espaciándose de a poco, en forma tal que su alejamiento de la tierra era percibido luego, cuando formaban puntitos negros, apenas móviles, hasta desaparecer en esa distancia que era razonable pensar como "la inmensidad", según alentó en versos sublimes aquel poeta inolvidable que fue Jaime Dávalos.
Esto tuvo que ver en otro tiempo, no creo que la infancia de hoy en los pequeños pueblos se viva de ese modo tan íntimamente con la naturaleza relativamente domesticada que nos tocó.
De aquella barrita desmañada sólo quedan en el pueblo dos firmes y queridos exponentes. Porque "los otros vinieron luego", como certeramente escribió Héctor Negro.
Lo bueno es que a veces nos solemos juntar; todavía tenemos ganas de vernos, y cuando eso sucede, es decir estar ante un asado y un tinto, fluyen las anécdotas como si el tiempo no hubiera pasado, y estuviera detenido en la sierra penetrante de las cigarras que seccionaban el verano sin siquiera hacerse ver entre las ramas y las hojas increíblemente verdes de los fresnos. Cualquier motivo entonces es bueno para seguir con los recuerdos o alguna anécdota compartida que cada cual cuenta según su recuerdo o la percepción que le quedó de aquel suceso tan remoto que sale cálido de las cenizas que albergaron brasas rojas y que son en las manos como gemas guardando su fulgor. Ese fulgor que nos ponía alertas en los amaneceres de verano, cuando el sol asomaba ya casi quemando en ese cielo limpio y nosotros nos juntábamos con nuestras tramperas para cazar pájaros, listos y de pronto en caravana hacia el campo, donde los pechitos colorados se tiraban en la banda amarilla de los trigales que pronto sería hollado por las "fauces hambrientas de las trilladoras" con sus perros y su carrito aguatero.
Esas mañanas que desde la retina niña nos aparece como la huella más indeleble que guarda la memoria.


PÁGINA 28 – ENSAYO

UMBERTO ECO
(Alessandría-Italia)

LA MEMORIA VEGETAL

Comencemos por una historia que es egipcia, aunque la haya contado un griego. Según dice Platón en su "Fedro", cuando Hermes -o Theut, el supuesto inventor de la escritura- le presentó su invención al faraón Thamus, recibió muchos elogios, porque esa técnica desconocida les permitiría a los seres humanos recordar lo que de otro modo habrían olvidado. Pero el faraón Thamus no estaba del todo contento. "Mi experto Theut -le dijo-, la memoria es un gran don que debe vivir gracias al entrenamiento continuo. Con tu invención, las personas ya no se verán obligadas a ejercitarla. Recordarán las cosas, pero no por un esfuerzo interno sino por un dispositivo exterior". Podemos entender la preocupación de Thamus. La escritura, como cualquier otra nueva invención tecnológica, entumecería la misma facultad humana que fingía sustituir y reforzar. Era peligrosa porque disminuía las facultades de la mente y ofrecía a los seres humanos un alma petrificada, una caricatura de la mente, una memoria mineral. El texto de Platón es por cierto irónico. Platón estaba desarrollando su polémica contra la escritura. Pero en su diálogo también fingía que el que pronunciaba el discurso era Sócrates, que nunca escribió nada. Si hoy en día nadie comparte las preocupaciones de Thamus es por dos razones muy simples. En primer lugar, sabemos que los libros no hacen que otra persona piense en nuestro lugar; por el contrario, son máquinas que producen nuevos pensamientos. Sólo después de la invención de la escritura fue posible escribir esa obra maestra de la memoria espontánea que es "En busca del tiempo perdido" de Proust. En segundo lugar, si en algún momento las personas necesitaron entrenar su memoria para recordar cosas, después de la invención de la escritura tuvieron que entrenarla también para recordar libros. Desafío y perfección de la memoria son los libros, que nunca la narcotizan. Sin embargo, el faraón expresaba un miedo que siempre reaparece: el de que un descubrimiento tecnológico pueda asesinar algo que consideramos precioso y fructífero.
Utilicé el verbo "asesinar" a propósito, porque, más o menos catorce siglos después, en su novela histórica "Nuestra Señora de París", Victor Hugo narró la historia de un sacerdote, Claude Frollo, que observaba con tristeza las torres de su catedral. La historia de "Nuestra Señora de París" transcurre en el siglo XV, después de la invención de la imprenta. Antes, los manuscritos quedaban reservados a una restringida elite de personas que sabían leer y escribir, y lo único que se les enseñaba a las masas eran las historias de la Biblia, la vida de Cristo y de los santos, los principios morales, y hasta hechos de la historia nacional o nociones elementales de geografía y ciencias naturales (la naturaleza de los pueblos desconocidos, las virtudes de determinadas hierbas o piedras): todo este conocimiento era proporcionado por las catedrales con su sistema de imágenes. Una catedral medieval era como un programa de TV permanente, siempre repetido, que se supone le decía a la gente todo lo que les era imprescindible para la vida diaria y la salvación eterna. Ahora bien: Frollo tiene en su mesa un libro impreso y murmura "esto matará a aquello"; en otras palabras: el libro matará a la catedral, el alfabeto matará a las imágenes. Alentando informaciones innecesarias, interpretaciones libres de las Escrituras y curiosidades insanas, el libro distraerá a las personas de sus valores más importantes. En los años sesenta, Marshall McLuhan publicó "La galaxia Gutenberg", el libro en el que anunciaba que el modo lineal de pensamiento, apoyado en la invención de la imprenta, estaba a punto de ser reemplazado por un modo de percepción y entendimiento más global que se valdría de imágenes de TV u otras clases de dispositivos electrónicos. Puede que McLuhan no, pero muchos de sus lectores pusieron un dedo sobre la pantalla de la TV y después sobre un libro y dijeron: "Esto matará a aquello". Si siguiera entre nosotros, McLuhan habría sido el primero en escribir algo así como "El imperio Gutenberg contraataca". Ciertamente, una computadora es un instrumento con el cual se pueden producir y editar imágenes; y las instrucciones, ciertamente, se imparten mediante iconos; pero es igualmente cierto que la computadora se ha convertido en un instrumento alfabético antes que otra cosa. Por la pantalla de una computadora desfilan palabras y líneas, y para utilizarla hay que saber leer y escribir.


PÁGINA 29 – POESIA EUROPEA

ALBERTO DÁVILA VÁZQUEZ
(Vigo-España)

II

Fue aquella una iniciación enajenada, con el grimorio de la sangre huésped,
umbral de mapa indescifrable, umbral de ruta genuino en el recinto
de todos los que aguardan.
Él deliraba
y la fiebre era combustible en aquellas galerías de un inmigrante
insomnio desesperado.
Se asía salobre, aunque combatió demasiadas colmenas arcanos,
para cargar así,
una herencia tabular que destilaba memoria,
una insoluble herencia que ante los abismos, sitiado, le hurgaba
puertas siniestras.
Comprendió entonces que se había hecho indiferente el rescate,
que encerraba únicamente nervaduras de un crimen común,
hilachas para poder acarrear ese tránsito de oscuridad,
despiezar la dulzona embriaguez de su lengua: el aislamiento era el voraz
verbo de la cantera.
Era la iniciación de lo incorporable y del ceñido nudo ambivalente.
Era el maldito, el monstruo, el verdugo.
En aquellas grietas de buenas preguntas y malas respuestas,
él estallaba la raigambre como contagio de otros brebajes
y siempre oficiaba de masturbador y de innoble
y una fósil espuma le multiplicaba la erosión y le invadía
el aliento:
era la sordidez del porvenir, el tridente de la asfixia, era la fisura
por la que jamás habría transparencia,
y, la volátil borra de husmear letargo,
arbitrándole un baldío saqueo, empapado en laberintos
anónimos para los guijarros de error umbilical.
En aquellos sumideros ( ascenso de todo lo que aturde y
aniquila el alarido de los muros ),
en aquellos sumideros sin filamentos, en aquellos sumideros sin
intimidad para el roce,
en aquella resonancia entonces de boquetes y gangrena,
él encubría lo expiatorio y obedecía a estaturas origen del instinto,
a humaredas, a cristales serenos y a la pupila y el sueño.
En aquellas grietas él atrapaba parentescos sin una delación
que pervirtiera la piedad
lo sin estirpe, lo oculto, lo desencantado,
y él torcía anatomías por conspirar para las manos;
en esas grietas sirvió al azar por malicia, un
azar pudoroso y espectral.
Entonces la existencia tatuaba alianzas y él era residencia de
sus llagas sin alma, esa náufraga señal de máscaras y de estigma:
era aquel un revés para la sed y todavía no inventariaba las
monedas de su avaricia:
él colisionaba los días atrapado por un bestiario de bostezos,
narcotizado por las vísceras él invertía su violencia,
persistiendo como se consuman los espasmos, contráctiles,
en su trance menos elaborado:
se hallaba tan deshabitado que ningún ala tocaría su fondo,
que jamás lo vencería la náusea para una mínima
semilla del destino
o para la sombra de la impostura.
En aquellas grietas él vulneraba la añoranza y esto lo detenía de
cualquier venganza,
en aquellas grietas de hedores insensatos y pasiones impotentes
él poseía la lluvia de oro en su totalidad,
pero la ley, el follaje alucinatorio,
mermó su mirada en el subterráneo para la sierpe.
En aquella iniciación él poseía gargantas coléricas, colmados
extravíos
eran grietas de ira y él acentuaba la hostilidad en
los espejos.
En aquellas grietas él se cubría de ecuaciones
e incendiaba con sudor su clandestinidad: nada debía indultar la vehemencia,
nada debía indultar una pieza precaria que traducirían las ingles
en una pausa.
Tras aquellos sumideros sin caracoles amándose lentamente,
él atacó el abrevadero de esas caderas y eso aún hoy
inicia sus péndulos.
En aquellas grietas la muerte dormía bajo el paréntesis de los
ánades y el resto era sima de infinito,
impugnado infinito, y él palpaba las aristas embrionarias,
con el miedo roturado, todavía anárquico,
vinculando razón y ternura.

EDUARDO MAGOO NICO
(Trieste-Italia)

YO SOY LA PERLA

La carne blanca de las raíces
Que se mezclan
Tenía sus razones:
No había escapatoria

Por primera vez abiertas
A la tierna indiferencia del mundo
Subterráneo
No percibían sino la humedad
De lo recién anegado
El ímpetu del agua

Hundiéndose aún más en la penumbra
Encontraron un rostro
Más blanco que sus más delicadas gemas

-Mi deseo no era otro que completar la dicha de un hogar feliz...
 (Siempre me bastaron las migajas)

-Yo soy Perla, la perla del mercader
Aquí yazgo enterrada, bajo estos pastizales...
¡Un día harán con mi virgo un relicario,
Y seré la nueva santa de todas las putas!

-¿Es cierto que el amor es como un lobo hambriento?
 ¿Que todo lo devora?

-Quien quiera que sea el genio
De estos lugares imposibles
Carece de talento...
¿Sólo por que ha puesto allí esa escalera
Cree que conserve algún sentido volver a comenzar?

(Manos que se inquietan
Coyunturas arqueadas
Gemir
Trepidaciones y pataleos...
Era entonces joven
Y los jóvenes creen
Que todas las edades
Están a su disposición)

-¿Acaso piensa (mil veces maldito y reconcebido) que sólo porque existe la escalera
Vale la pena volver a comenzar?

FLAVIA COSMA
(Bucarest-Rumania)
 traduccion de Luis Raúl Calvo

ARAÑAZOS SOBRE LA FAZ DEL ESPEJO

Espejo, espejito,
dime tú la verdad, la pura verdad,
revelame misericordiosamente mi destino
ahora que mi amado yace ahogado
en tus profundas aguas,
y el otoño sin fin, enloquecido
se adorna –nuevamente-
con el oro del sol.

¿Por qué este despilfarro real,
cuando nadie no lo mira, ni lo quiere?

¿Por qué el muslo agitado, el vino pesado,
cuando la ley no escrita nos vacía el pensamiento
y el tiempo villano, cruel,
acecha impaciente?

¿Por qué  fijé mis ojos en él
si ya sabía de antemano que todo
lo que  podía darme
era solamente amargura y deseos?

HILDE DOMIN 
(Alemania 1909 - 2006)

HUIDA DE AQUÍ

para Paul Celan, Peter Szondi, Jean Améry,
que no quisieran vivir más

La cuerda
de sábanas como atadas por un preso
sábanas sobre las que he llorado
me la enrollo
cuerda de buzo
a mi cuerpo
salto
me sumerjo
lejos del día
atravesándolo
emerjo
al otro lado de la tierra
Allí quiero
respirar más libre
allí quiero inventar un alfabeto
con letras activas.
Traducción: Germain Droogenbroodt - Rafael Carcelén

ISABEL REZMO I PEREZ
(Jaen-Andalucía-España)

A  SORBOS

Me dedico un sorbo de mi tiempo.
Un sorbo en la noche para matar la rigidez
que me está dosificando mis escrúpulos.
A sorbos.
Me dedico ninguna moneda,
versos, acaso una pequeña luz en este cuarto
con el ordenador a punto de apagarlo.
Increíble como hacemos un mundo de este sitio. Pequeño y hueco.
Increíble como la palma de las manos asoma la línea recta
de un crepúsculo en el silencio.
La verdad que a veces me pregunto, mis propias afirmaciones.
Me respondo mis propias certezas.
Acabo de descubrir un paréntesis.
Voy a ponérmelo como la soga alrededor de mi cuello.
Es importante los pequeños detalles.
Es importante sentir como fluye los argumentos
y conducen a epílogos. A frases malditas de un eslogan.
La vida es efectivamente un  eslogan.
Un maldito eslogan que lo compra el que sabe mejor venderse.


PÁGINA 30 – CUENTO

MÓNICA RUSSOMANNO
(Santa Fe-Argentina)

LA CATERVA

     Sigo en una extraña recuperación del tiempo perdido, ese paisaje del ayer que es más una sensación, un dibujo en sepia y carbonilla armado con retazos de objetos y materiales que traen el perfume de los años irremediablemente desleídos.
     Los malvones con su aroma salvaje y áspero al paladar, el hierro, con su sabor a sangre en la lengua, la madera siempre confiable pese a las amenazadoras astillas, los maravillosos vidrios traslúcidos, las motas de polvo danzando en un rayo oblicuo de sol ingresando por una ventana de vidrios repartidos. Escaleras de metal, fondo con gallinero, tierra mojada, lluvia en los cristales.
     Recupero lo que tuve y lo que me hubiese deseado tener, con esa clase de posesión que es un pedir permiso a los objetos para compartir su estancia de placidez.
     Lo viejo tiene eso que espanta a tanta gente, tiene pasado, vidas, años. Mi casa ensamblada con remanentes de destrucciones, cosas que aquí y allá pertenecieron a otras casas, mi casa testigo. Mi casa suma y apego, ventanas y puertas por la que otros miraron la luna, abrieron o clausuraron caminos. Puertas que alguien cerró por última vez, platitos de porcelana que alguna viejita muerta tuvo atesorados sin usar en algún aparador de esos que se abren para la visita.
     Mi casa contiene viajes en el tiempo y en el espacio. Mármoles que vinieron desde Italia, vajilla inglesa, postes de quebracho de aquí nomás pero de tan lejos, cuando los ferrocarriles ponían poesía viva en el paisaje.
     La casa es mi casa con blasones heráldicos inventados, un dios lar de pacotilla, muebles franceses y también reverdeceres del álamo que en invierno muere y luego resucita.
     Es un mapa de mis recuerdos, un vago anhelo que aparece mientras se va creando. Es un decidido desaire a lo adocenado, a lo que carece de espíritu. Es una afirmación de lo único e individual aunque tenga rajaduras y partes despintadas. Cada objeto está porque antes fue deseado y acariciado, como si se fuesen formando de la nada y del elusivo humo de los recuerdos lejanos.
     Y está hecha para compartirla con los que quiero, con la gente buena, con mis queridos amigos de ahora y los que también espero ir creando de a poco pero firmemente. Como si ellos también, con un pasado, con materiales nobles, con experiencias y desazones viniesen a adornar un espacio melancólico y feliz.
     Y ondoloin les digo, porque la vida es sueño y trabajamos para que no acontezcan las pesadillas. Ondoloin y cada uno a construir su sueño reparador. Sabemos que los sueños no tienen tiempo real, son desordenados, parecen no decir nada, pero estamos. Estamos en ellos.


PÁGINA 31 – CUENTO

DANIEL FERREYRA
(Venado Tuerto-Santa Fe-Argentina)

MEJOR MAÑANA

Abandonaba de un salto su cama de soltero, y se paraba ante a la ventana del altillo a las ocho para espiarla justo cuando emprendía la escalinata corta y centenaria del Normal, apenas antes de que la tropa de escolares la secuestrara hacia las aulas aún vacías.
Venía con el tiempo contado esquivando airosa las hojas dormidas del otoño lectivo, con su delantal planchado y su bagaje escueto de papeles afirmados al pecho. Y aunque los plátanos de la vereda se esforzaran por interponerse entre ella y su mangrullo vigilante, él igualmente se regocijaba observándola trasponer apurada esos cinco peldaños de mármol ahuellado, desde la cima de su librería erigida en el otro lado de la calle.
Después, cebaba el último mate, bajaba hasta su local rebosante de mochilas y portafolios, lápices y gomas, cuadernos y libros, levantaba despacio la chirriante cortina metálica, y trabajaba con júbilo hasta que al escuchar el timbre de las doce y cuarto tras las rejas del colegio, despachaba sin pena al último cliente: discúlpeme, ya es hora de cerrar, mejor venga mañana. Desenrollaba presuroso la persiana hasta estamparla contra el umbral, se acomodaba el cuello de la chaqueta, se peinaba de dos cachetazos en la mollera, y emergía a un nuevo mediodía a través de la puertita falsa. Se plantaba firme sobre el cordón; improvisada platea bajo el sol de junio, brazos cruzados, con la vista clavada en el Normal, expectante y mudo, aguardando el momento preciso como tantas otras doces y cuartos.
Agudizaba los sentidos para no perderse detalle del instante en que ella desandaba ese graduado pasaje entre la puerta doble y la acera, para enfilar rápido hacia la parada de la esquina con su figura breve y su cabello suelto ondeándose en cada escalón: zapatitos bajos sobrevolando las baldosas, cadencioso vaivén que dibujaba su andar ligeramente escorado hacia el lado en que la carpeta apretujaba su almita joven, en tanto que él marchaba paralelo a su traza mirándola de reojo, calzada de por medio, solazándose con la elegancia que su mano maestra devolvía detrás de la oreja el mechoncito porfiado que le caía del otro lado.
Y sin dejar que alcanzara a distraérsele en el concierto de padres agolpados en la esquina; buen día señor, dígale a su hijo que no sea tan inquieto, él atravesaba al cejo la calle a paso vivo esquivando padres y hojas, bicis y guardapolvos, autos y portafolios, para ponerse a tiro y hablarle sin tanto protocolo, por más que ella simulara no conocerlo, como cada vez que le pasaba al lado fingiendo indiferencia o desinterés, para finalmente quedarse parada en la bocacalle mirando impiadosa hacia el lado de allá, que es el lado desde donde vendría el ómnibus y no para el lado de acá, que es donde se ubicaba él.
Luego ocurriría lo de siempre, el gentío y el semáforo se confabulaban para facilitarle la fuga, y él no podría hacer más que contemplar resignado el arranque furioso del colectivo acarreando su fisonomía blanca y el mechón contra la ventanilla, y retornaría sereno, cabeza vuelta al piso, por el mismo camino que lo había llevado casi hasta la garita, y se refugiaría en su atalaya desprovista; el mate frío sobre la mesa, el gato ronroneando encima del sillón desplumado, la cobija arremolinada en la cama, y el indiscreto postigo aún abierto como prueba del fisgoneo matutino. Almorzaba frugal, se tumbaba a dormitar un rato, y descendía desganado para alzar la persiana vespertina.
Y en la abrumadora tarde, instalado en su puesto librero, ordenaba lenta e inútilmente la mercancía de los estantes, tarea que abandonaba de todos modos sin concluirla, a la vez que rogaba que la noche viniera pronto, y que enseguida llegara otro día para volver a deleitarse viéndola subir las cinco gradas y esfumarse sin remedio tras la puerta educadora, y recién en ese punto estar seguro de que faltarían sólo un poco más de cuatro horas para que ese mismo portal la liberara.
Sabía que iba a trasponer nuevamente el tránsito y también que se reflejaría en su sonrisa larga, y que buscaría acercársele en el corto trecho que caminaba sola, antes de que se le desdibujara entre los padres y el piberío revoltoso pleno de mochilas y portafolios, lápices y gomas, cuadernos y libros; ¡hasta mañana señorita!, mientras el sol del mediodía entibiaba el pavimento y exaltaba el bramido automotriz; ¡cuidado al cruzar! ¡ay éstos niños, por qué tendrán tanto apuro…!; y él que de todos modos la perseguiría para ganarle al ómnibus que se la robaba impiadoso y le diría ahí nomás: ¡Hola!, ¿cómo le va?, como mínimo, sabiendo que intentaría escabullírsele echando mano al recurso femenino de contestarle fríamente el saludo sorprendida o extrañada, o quizás fingiendo confundirlo con algún padre. Ahí nomás ella optaría sin dudas por zafar argumentando que creía haberlo encontrado por aquí otras veces, y no le quedaría más que preguntarle: ¿usted es del barrio?, y él le respondería con un rotundo: ¡sí, claro! vivo acá desde que nací, y yo también la veo todas las mañanas cuando abro mi librería, mi casa está allá, en la planta alta ¿la ve?
Le aclararía también que luego de cerrar podría acompañarla hasta el ómnibus, dejando que libere su mueca complacida por la idea, dándole lugar también a que saque a relucir los típicos faltaba más, no es necesario, qué amable que es usted, y por fin caminando a la par, él proseguiría con que no es ninguna molestia y que a esa hora suele caminar hasta la esquina, y que regresa a casa sin razón porque sinceramente ya no hay nada por hacer una vez que ya sonó el timbre de salida. Y aunque ella esté muy al tanto que la tarde no sirve para nada, él debería explicarle que pasadas las doce y cuarto no habría que volver a abrir la persiana, y que nadie pasa por su vidriera. El ómnibus se detiene en la esquina sin que haya quien baje o suba, la vereda de la escuela está desierta, y lo único que resta es tratar de que el día se apague de una buena vez, para que pronto llegue otro en el que se pueda terminar lo que hoy no se pudo, porque -se sabe- no es bueno eso de andar liquidando todo en una jornada sin dejar algo para la próxima.
Además, caerá también en la cuenta de que justo ese día, con eso de los árboles y del tránsito, culpa de las hojas y de los otoños, con el asunto de las bicis y de los semáforos, no sería conveniente decirle nada, y que es preferible esperar un poco; sí, claro, pensándolo bien, es mejor mañana: mañana habrá tiempo de sobra. ¡Mañana espero verla!, le apuntará parado junto a ella, porque mañana, precisamente mañana, es el día exacto para que pueda dispararle inconmovible y decidido, sin titubear y sin pelos en la lengua, nada menos que ¡Hola!, ¿cómo le va?, pase lo que pase, derecho viejo, y sin tantas vueltas.


PÁGINA 32 – POESÍA EUROPEA

JAVIER UBEDA IBAÑEZ
(Jatiel-Teruel-España)

EN PRESENCIA DEL AIRE

Rodeo el sonido del aire
para darte un beso de jazmines y rocío.

Tú, ebria de olores y noches,
me recoges en tus labios y
me pides silenciosa
que beba de ti
pasiones y pétalos.

Quiero quedarme a vivir en tu boca,
aterciopelada y desnuda.

-Sí, quédate -me susurras.

Y mi alma voladora,
aleja sus furias
y se entrega a ti,
en presencia del aire.

MAHMUD DARWISH
(Acre-Palestina)

DIJO EL CANTOR...

Así crecen los árboles,
y se funden las piedras.
Poco a poco,
con el correr del agua.

El cantor, en la senda de la ciudad,
con su canción en vela,
dijo al viento, angustiado:
¡Destrúyeme, puesto que eres mi vida!
Como quiere el Destino.
¡Bébeme por el triunfo de los muertos!

Así cae la lluvia,
¡oh, labios
de la ciudad maldita!

Apartaron a los que le escuchaban,
a los borrachos.
Le ataron.
Y le arrojaron a la cárcel.
A su madre insultaron.
Y el cantor, entretanto
entonaba aún versos del sol de otoño,
se vendaba con cuerdas las heridas.
En la cruz del dolor,
con heridas lucientes como estrellas,
dijo a la gente en torno:
Todo,
menos el arrepentimiento.

Así muero.
De pie.
De pie, como los árboles.
La cruz, así, se tornará almimbar,
o batuta de cantos.
Y hasta clavos, las cuerdas.

Así cae la lluvia.
Así crecen los árboles.

TANIA LIBERTAD
(Elche-España)

Que tu mar fluya hasta mi arena
y la sal penetre en mis huesos,
los corrompa.
Que me embriague del elipser beodo
de las frutas de tu casa.
Beberte poco a poco.
Alimentarme de vos hasta saciarme.

Hablar de todo mientras nos asesinamos
concediéndonos el menú servido en la mesa,
y como la cera derramada
que tus manos se derramen en mi cuerpo.
Acordando desacostumbrarnos
a las horas blasfemas
que nos devoran antes que nosotros.
Mecer el columpio.
Descansar los pies.
Ser las sombras emergentes de los platos.
Las sobras. El vino.

Reírnos de los restos de piel
que aún nos cubren las cicatrices,
el vestido roto.
Apretar el gatillo de Morfeo
para despertar a la pesadilla real nuevamente.
Y no ser vacunada
contra la vida y sus calles.

Y como las olas regrésame lo que te eh prestado,
el odio, el placer, la dulzura.

Para recogerme entre las metáforas
de tus dedos,
envolviéndome en la bruma púrpura
del árbol de tus labios.
Ser cursis y asquerosos.
Dando arañazos al monologo
que juntos cantamos por la madrugada.
Hace ya muchas horas.
Las horas.

Regresar a la casa. La mía.
Sin agua. Con mi arena.
La casa.
Esa que vos no conoces. Esa misma.
La que ni yo misma conozco.
Donde no sé en donde sentarme
a la espera del sol.
He regresado por la tarde de un día cualquiera,
con el afán exquisito de la incertidumbre.

Todo vacío.
La casa. La mía.
La que aún sufre el síndrome de abstinencia.

XIMENA GAUTIER GREVE
(Paris-Francia)

© SEIS LETANIAS PARA VIOLETA
(dedicadas a Violeta Parra) 

III.

¡Vuelta!
Del campanario  los carillones
canción de misterio vibrando
olores infusos del monte
savia caliente, a tu casa
discreto el rumbo Violeta
Violeta perdida partida
besar triste despedida
Violeta yedra trepadora
aguja del alma que borda
Violeta Chile del mundo
Paris arpilleras  del Louvre
Moscú Kremlin peregrina
golondrina chilena del Arte
Violeta amorosa
de la cuerda y de las notas.
Violeta agradecida
grillo, canario y cascada...
Violeta flor de la viña
cueca sirilla zarcillo
cogollito de membrillo
Violeta Parra.

ANDONI K. ROSS
(Castilla La Mancha-España)

II.         NUNCA CLAUDICARTE.

Llegada la hora
para conocer lo básicamente sucedido,
el palmario proceso de los hechos
que dan origen a las cosas del sedimento
y ver más allá del bioma de la tundra yerta,
donde alguna vez vivió y cedió el mar…,
sólo nos queda ‘CaCO3’ -carbonato cálcico-.

Y ahora,
tendidos en desdibujadas cunetas del olvido,
en la profundidad de un averno político sin memoria,
hallamos pisoteada JUSTICIA y VERDAD;
y su razón de ser -y de ellos mismos-:
el reconocimiento y reparación de las víctimas...

Y un grito que maldice su soledad
y las deudas impagadas de los fascismos,
más allá del infinito, más acá de su propia expiación.

¡JUSTICIA, no nos duelas en tu pulsación ínfima!...
!Aquí nos tienes, VERDAD, dispuestos a nunca claudicarte!...
¡Hemos venido hasta aquí como exigíais!...
¡Traernos las calaveras que nunca encontrasteis!


PÁGINA 33-CUENTOS INOLVIDABLES

GIOVANNI PAPINI
(Italia/1881-1956)

HISTORIA COMPLETAMENTE ABSURDA

Hace ya cuatro días, mientras me hallaba escribiendo con una ligera irritación algunas de las páginas más falsas de mis memorias, oí golpear levemente a la puerta pero no me levanté ni respondí. Los golpes eran demasiado débiles y no me gusta tratar con tímidos.
Al día siguiente, a la misma hora, oí llamar nuevamente; esta vez los golpes eran más fuertes y resueltos. Pero tampoco quise abrir ese día porque no estimo absolutamente a quienes se corrigen demasiado pronto.
El día posterior, siempre a la misma hora, los golpes fueron repetidos en tono violento y antes de que pudiese levantarme vi abrirse la puerta y adelantarse la mediocre figura de un hombre bastante joven, con el rostro algo encendido y la cabeza cubierta de cabellos rojos y crespos que se inclinaba torpemente sin decir palabra. No bien encontró una silla se arrojó encima y como yo permanecía de pie me indicó el sillón para que me sentara. Después de obedecerlo, creí tener el derecho de preguntarle quién era y le rogué, con tono nada cortés, que me indicara su nombre y la razón que lo había forzado a invadir mi cuarto. Pero el hombre no se alteró y de inmediato me hizo comprender que deseaba seguir siendo por el momento lo que hasta entonces era para mi: un desconocido.
-El motivo que me trae ante usted -prosiguió sonriendo- se halla dentro de mi cartera y se lo haré conocer enseguida.
En efecto, advertí que llevaba en la mano un maletín de cuero amarillo sucio con guarniciones de latón gastado que abrió al momento extrayendo de él un libro.
-Este libro -dijo poniéndome ante la vista el grueso volumen forrado de papel náutico con grandes flores de rojo herrumbe- contiene una historia imaginaria que he creado, inventado, redactado y copiado. No he escrito más que esto en toda mi vida y me atrevo a creer que no le desagradará. Hasta ahora no le conocía más que su nombradía y sólo hace unos pocos días una mujer que lo ama me dijo que es usted uno de los pocos hombres que no se aterra de sí mismo y el único que ha tenido el valor de aconsejar la muerte a muchos de sus semejantes. A causa de esto he pensado leerle mi historia, que narra la vida de un hombre fantástico al que le ocurren las más singulares e insólitas aventuras. Cuando usted la haya escuchado me dirá qué debo hacer. Si mi historia le agrada, me prometerá hacerme célebre en el plazo de un año; si no le gusta me mataré dentro de veinticuatro horas. Dígame si acepta estas condiciones y comenzaré.
Comprendí que no podía hacer otra cosa que proseguir en esa actitud pasiva que había mantenido hasta entonces y le indiqué, con un gesto que no logró ser amable, que lo escucharía y haría todo lo que deseaba.
"¿Quien podrá ser -pensaba entre mí- la mujer que me ama y le habló de mí a este hombre? Jamás he sabido que me amara una mujer y si ello hubiera ocurrido no lo habría tolerado porque no hay situación más incómoda y ridícula que la de los ídolos de un animal cualquiera..." Pero el desconocido me arrancó de estos pensamientos con un zapateo poco elocuente pero claro. El libro estaba abierto y mi atención era considerada necesaria.
El hombre comenzó la lectura. Las primeras palabras se me escaparon; puse mayor atención en las siguientes. De pronto agucé el oído y sentí un breve estremecimiento en la espalda. Diez o veinte segundos más tarde mi rostro enrojeció; mis piernas se movieron nerviosamente; al cabo de otros diez segundos me incorporé. El desconocido suspendió la lectura y me miró, interrogándome humildemente con la mirada. Yo también lo miré del mismo modo e incluso como suplicando, pero estaba demasiado aturdido para echarlo y le dije simplemente, como cualquier idiota sociable:
-Continúe, se lo ruego.
La extraordinaria lectura continuó. No podía estarme quieto en el sillón y los escalofríos recorrían no sólo mi espalda, sinó también la cabeza y el cuerpo entero. Si hubiese visto mi cara en un espejo tal vez me hubiera reído y todo habría pasado, ya que probablemente reflejaba un abyecto estupor y un furor indeciso. Traté por un momento de no seguir oyendo las palabras del calmo lector pero no logré sino confundirme más y escuché íntegra, palabra por palabra, pausa tras pausa, la historia que el hombre leía con su cabeza roja inclinada sobre el bien encuadernado volumen. ¿Que podía o debía hacer en tan especialísima circunstancia? ¿Aferrar al maldito lector, morderlo y lanzarlo fuera del cuarto como a un fantasma inoportuno?
¿Pero por qué debía hacer eso? Sin embargo, aquella lectura me producía un fastidio inexpresable, una impresión penosísima de sueño absurdo y desagradable sin esperanza de poder despertar. Creí por un momento que caería en un furor convulsivo y vi en mi imaginación a un enfermero uniformado de blanco que me ponía la camisa de fuerza con infinitas y desmañadas precauciones.
Pero finalmente terminó la lectura. No recuerdo cuántas horas duró, pero aún en medio de mi confusión noté que el lector tenía la voz ronca y la frente húmeda de sudor. Una vez cerrado el libro y guardado en su maletín, el desconocido me miró con ansiedad aunque su mirada no tenía ya la avidez del comienzo. Mi abatimiento era tan grande que él mismo lo advirtió y su admiración aumentó enormemente al ver que me restregaba un ojo y no sabía qué contestarle. Me parecía en ese momento que nunca más podría volver a hablar y hasta las cosas más simples que me rodeaban se presentaron a mis ojos tan extrañas y hostiles que casi tuve una sensación de repugnancia. Todo esto parece demasiado vil y vergonzoso; pienso lo mismo y no tengo indulgencia alguna para mi turbación. Pero el motivo de mi desequilibrio era de mucho peso: la historia que aquel hombre había leído era la narración detallada y completa de toda mi vida íntima interior y exterior. Durante aquel lapso yo había escuchado la relación minuciosa, fiel, inexorable de todo lo que había sentido, soñado y hecho desde que vine al mundo. Si un ser divino, lector de corazones y testigo invisible, hubiese estado a mi lado desde mi nacimiento y hubiera escrito lo que observó de mis pensamientos y de mis acciones, habría redactado una historia perfectamente igual a la que el ignoto lector declaraba imaginaria e inventada por él. Las cosas más pequeñas y secretas eran recordadas y ni siquiera un sueño o un amor o una vileza oculta o un cálculo innoble escaparon al escritor. El terrible libro contenía hasta sucesos o matices de pensamiento que ya había olvidado y que recordaba solamente al escucharlas.
Mi confusión y mi temor provenían de esta exactitud impecable y de esta inquietante escrupulosidad. Jamás había visto a ese hombre; ese hombre afirmaba no haberme visto nunca. Yo vivía muy solitario, en una ciudad a la que nadie viene si no es forzado por el destino o la necesidad, y a ningún amigo, si aun podía decir que los tenía, le había confiado nunca mis aventuras de cazador furtivo, mis viajes de salteador de almas, mis ambiciones de buscador de lo inverosímil. No había escrito nunca, ni para mí ni para los demás, una relación completa y sincera de mi vida y justamente en aquellos días estaba fabricando fingidas memorias para ocultarme a los hombres incluso después de la muerte.
¿Quien, pues, podía haberle dicho a ese visitante todo lo que narraba sin pudor y sin piedad en su odioso libro forrado de papel antiguo color herrumbre? ¡Y él afirmaba que había inventado esa historia y me presentaba, a mí, mi vida, mi vida entera, como una historia imaginaria!
Me hallaba terriblemente turbado y conmovido, pero de una cosa estaba bien seguro: ese libro no debía ser divulgado entre los hombres. Aun cuando debiera morir ese increíble infeliz autor y lector, yo no podía permitir que mi vida fuese difundida y conocida en el mundo, entre todos mis impersonales enemigos. Esta decisión, que sentí firme y sólida en mi fuero íntimo, comenzó a reanimarme levemente. El hombre continuaba mirándome con aire consternado y casi suplicante. Habían transcurrido sólo dos minutos desde que terminó su lectura y no parecía haber comprendido el motivo de mi turbación. Finalmente, pude hablar.
-Discúlpeme, señor -le pregunté-. ¿Usted asegura que esta historia ha sido verdaderamente inventada por usted?
-Precisamente -respondió el enigmático lector ya un poco tranquilizado-, la he pensado e imaginado yo durante muchos años y cada tanto hice retoques y cambios en la vida de mi héroe. Sin embargo, todo ello pertenece a mi inventiva.
Sus palabras me incomodaban cada vez más, pero logré formular todavía otra pregunta:
-Dígame, por favor: ¿está usted verdaderamente seguro de no haberme conocido antes de ahora? ¿De no haber escuchado nunca narrar mi vida a alguien que me conozca?
El desconocido no pudo contener una sonrisa asombrada al oír mis palabras.
-Le he dicho ya -contestó- que hasta hace poco tiempo no conocía más que su nombre y que solamente hace unos días supe que usted acostumbraba aconsejar la muerte. Pero nada más conozco sobre usted.
Su condena estaba ya decidida y era necesario que no demorase en ser ejecutada.
-¿Está siempre dispuesto -le pregunté con solemnidad- a mantener las condiciones establecidas por usted mismo antes de comenzar la lectura?
-Sin ninguna duda -respondió con un ligero temblor en la voz-. No tengo otras puertas a las que llamar y esta obra es mi vida entera. Siento que no podría hacer ninguna otra cosa.
-Debo entonces decirle -agregué con la misma solemnidad, pero atemperada por cierta melancolía- que su historia es estúpida, aburrida, incoherente y abominable. Su héroe, como usted lo llama, no es sino un malandrín aburrido que disgustará a cualquier lector refinado. No quiero ser demasiado cruel agregándole todavía más detalles.
Comprobé que el hombre no aguardaba estas palabras y me di cuenta de que sus párpados se cerraron instantáneamente. Pero al mismo tiempo reconocí que su poder sobre mí mismo era igual a su honestidad. De inmediato reabrió los ojos y me miró sin temor y sin odio.
-¿Quiere acompañarme afuera? -me preguntó con voz demasiado dulce para ser natural.
-Cómo no -respondí, y luego de ponerme el sombrero salimos de la casa sin hablar.
El desconocido llevaba siempre en la mano su maletín de cuero amarillo y yo lo seguí delirante hasta la orilla del río que corría caudaloso y resonante entre las negras murallas de piedra. Una vez que echó una mirada a su alrededor y comprobó que no se hallaba nadie que tuviese aspecto de salvador se volvió hacia mí diciendo:
-Perdóneme si mi lectura lo hartó. Creo que nunca más me tocará aburrir a un ser viviente. Olvídese de mí no bien le sea posible.
Y estas fueron justamente sus últimas palabras, porque saltando ágilmente el parapeto y con rápido empuje se arrojó al río con su maletín. Me asomé para verlo una vez más pero el agua yo lo había recibido y cubierto. Una niña tímida y rubia se había percatado del rápido suicidio pero no pareció asombrarla demasiado y continuó su camino comiendo avellanas. Volví a casa después de realizar algunas tentativas inútiles. Apenas entré en mi cuarto me extendí sobre la cama y me adormecí sin demasiado esfuerzo, como abatido y quebrantado por lo inexplicable.
Esta mañana me desperté muy tarde y con una extraña impresión. Me parece estar ya muerto y esperar solamente que vengan a sepultarme. He tomado inmediatamente previsiones para mi funeral y fui personalmente a la empresa de pompas fúnebres con el fin de que nada sea descuidado. A cada momento espero que traigan el ataúd. Siento ya pertenecer a otro mundo y todas las cosas que me circundan tienen un indecible aire de cosas pasadas, concluidas, sin ningún interés para mí.
Un amigo me ha traído flores y le dije que podía esperar para ponerlas sobre mi tumba. Me pareció que sonreía, pero los hombres sonríen siempre cuando no comprenden nada.

SUPLEMENTO INFANTIL Y JUVENIL


PÁGINA 34-RELATO


NORMA SEGADES-MANIAS
(Santa Fe-Argentina)

LA GÜESTIA.

La noche de San Juan, apenas traspasados los portales de la hora en que nacen los hechizos. Cuando aún no se apagan los sonidos de las doce campanas que moderan el pulso en los relojes, la estirpe de los hombres presiente su llegada.
El oscuro cortejo de las almas en pena.
Ahuecadas, sus voces en susurro recitan los rituales, anuncian el encuentro con los miedos.
El linaje expulsado huye de los caminos porque la procesión de los difuntos huele a condena, a escarmiento huele, huele a exilio… y nadie queda a salvo cuando ella llega a pronunciar ausencias.
La santa compañía que atravesó los mares en la imaginación de los olivos.
Los perros congregados alrededor del agua de las fuentes aúllan a la noche porque recuerdan las primeras lunas y su herencia de sangre primitiva exhibiendo colmillos.
Dos filas, dos columnas de espíritus vestidos con sudarios, con las plantas descalzas.
Los guía un ángel triste.
En caso de encontrarlos no les mires los rostros. No les mires.
Y enséñales la cruz de tus ancestros donde el señor del sol dejó su anillo. Y repite una a una las palabras que dejaron escritas los antiguos para ponerte a salvo de todos los hechizos.


PÁGINA 35-POESÍA

NELVY BUSTAMANTE
(Marcos Juárez-Córdoba-Argentina)

SERPENTINAS

Una golondrina
corta
serpentinas de cielo.
Por el tobogán
se desliza
tu nombre.
Yo le extiendo
las manos
como soles.
A mi alrededor
gira
el arcoiris.


GARZAS

Tres garzas
encienden la noche.
Tres garzas
de vuelo largo y lento.
Tres garzas
como tres amores.


DÓNDE TE ESPERO

Los cuernos verdes
de la luna.
La calle floreciendo
migas sin pájaros.
Todo para que sepas
dónde te espero.

ESQUINA SOLA

Tres niños lloran
sentados en la esquina sola.
Han perdido
una moneda.
Han perdido
la vuelta en calesita
el helado
y la estrella.
Tres niños lloran
sentados en la esquina sola.
Desde el cielo
los abraza
una moneda de plata.

EN LA CALLE

El viento
arrastra los sueños
de las luciérnagas muertas.
Pegado a la pared
como un cartel prohibido
el linyera tiembla.
Un perro
le dibuja con su aliento
la primavera.


PÁGINA 36-CUENTO

SILVIA ALEJANDRA GARCÍA
(Lomas de Zamora-Buenos Aires-Argentina)

LA OLA MANOLA

Desde el comienzo del verano, la ola Manola se sintió enojada. No le gustaba ver gente en la playa, escuchar risas, enredarse en los tobillos de los que iban entrando al mar. Le  molestaban las redes y los anzuelos de los pescadores porque le hacían cosquillas y a ella no le gustaba reírse, le gustaba tener cara de  mal humor.
-¡Ay, Manola, Manola!- le decían las otras olas del mar- ¿No te gusta tener amigos?
- Yo me divierto sola y no necesito a nadie más- respondía ella.
-  ¡Vení a la playa con nosotras y juguemos con los chicos!
- Lo voy a pensar- contestaba Manola.
Pero, en realidad, lo que se ponía a pensar era cómo molestar a los chicos y a sus familias para que se fueran del mar. ¡Y se le ocurrían cada ideas!
Algunas veces, juntaba fuerzas desde bien hondo y bien lejos. Cuando estaba delante de los chicos que se bañaban con sus papás, se levantaba como un paredón verde. Después, empezaba a doblarse de a poquito hasta que se hacía redonda, pesada y se les tiraba encima con toda su fuerza. ¡Cómo se divertía revolcándolos y oyéndolos gritar! Lo curioso era que, al volver, en vez de verlos asustados y escapándose, los veía contentos y con ganas de seguir en el agua. Mientras tanto, sus amigas, las olas Lola y  Carola, se adelantaban suavemente para jugar con ellos a los saltitos.
“Un juego de tontos y tontas” pensaba Manola.
        A veces pasaba largos ratos alejada de la costa, panza arriba en la superficie, dejándose hamacar por el vaivén del océano, viendo pasar las nubes e inventando más maldades. Después de pensar un rato, era capaz de salir a robar pelotas de plástico y sombreros arrebatados por el viento, enredar las redes de los pescadores o llenar de algas los anzuelos de sus cañas.
Estaba convencida de que ésa era la forma de tratar a las personas para que no aparecieran más por allí. Sin embargo, no lo lograba. Por eso seguía pensando maldades nuevas.
-¡Ay, Manola, Manola! ¿No ves que así no conseguís nada? ¿No es mejor vivir en paz, divertirse con la gente? - trataban de hacerle entender sus amigas.
“Palabras de tontos y tontas”, se decía Manola. Y le daban ganas de portarse peor. Una tarde, mientras flotaba panza arriba, se dio cuenta de que algunas nubes tenían rulos. Eso le dio una idea genial. Tomó envión y salió rumbo a la playa.
        Por el camino fue juntando espuma, espuma, espuma... Parecía que se había puesto una peluca llena de  rulos. Ella creía que así estaba más hermosa que las nubes y las nenas que iba  arrastrando a su paso. A la vuelta, haciéndose la distraída, les robó a todas las chicas los chuflines.
        Se los llevó al fondo del mar, loca de alegría por la maldad que acaba de hacer. Uno, dos, tres, cuatro... No paraba de contarlos. Celeste, verde, anaranjado, amarillo... Tenía chuflines de todos colores. Por un segundo se imaginó cómo quedaría de linda, paseando por el océano con sus rulos de espuma atados con esos chuflines y cómo llorarían de tristeza las chicas en la playa. Entonces se le ocurrió un plan: mientras molestaba mucho a las personas para que se fueran de la costa, iba a juntar muchos chuflines de colores para atarse los rulos y poder andar por el océano hecha una preciosura.
        Sin perder tiempo, Manola ató los chuflos a unas rocas para que no se los llevaran otras olas y se apresuró a volver a la orilla. Iba tan contenta, que Lola y Carola se asombraron de verla sonreír.
- ¿Qué te pasó, Manola? ¡Se te ve muy alegre!
- ¡Ya se van a enterar!
        Manola quería llegar pronto a la playa y ver a las chicas llorando. Pero en lugar de eso, las encontró muy contentas, bañándose con el pelo suelto. Entonces tuvo otra idea genial: se hizo laaaaaarga y chatiiiiiiita, para alcanzar un castillo de arena que estaban construyendo unos chicos. De una sola pasada borró la fosa, volteó el muro y dejó las torres bastante maltrechas.
- ¡Ahhhhhh!- gritaron los chicos.
- ¡Juáaaaaa!- se rió Manola.
        Tanto le gustó esa maldad, que antes de volver al fondo del mar, dio una vuelta más por la orilla para verlos llorar y quejarse. Pero, en cambio, los encontró muy entusiasmados, haciendo un castillo nuevo.
        “Un juego de tontos y tontas” pensó Manola, y se retiró al fondo del mar a contar sus chuflines.
        Al otro día, volvió a la carga: se arrojaba contra los chicos llena de espuma, hacía todo el mal que podía y, a la vuelta, se llevaba todos los chuflines que encontraba. Los ataba a las rocas y empezaba otra vez. Terminó el día muy cansada y algo enojada porque los chicos se divertían con sus papás en el agua o en la arena como si nada. Pero se consolaba un poco, viendo que cada vez tenía más chuflines para sus rulos.
        Así pasó el verano. Lola y Carola jugaban con la gente. Manola enredaba anzuelos, redes, se llevaba pelotas, destruía castillos de arena y robaba chuflines, segura de que a los chicos y a los grandes les iba a dar una rabia bárbara. Sin embargo, ellos no se daban por enterados. Hasta que los días comenzaron a ser más cortos,  más frescos y la gente dejó de frecuentar la playa. 
        La ola Manola estaba feliz como nunca: “por fin logré que se fueran”, pensó. Antes de bajar al fondo el océano a ponerse los chuflines, recorrió varias veces la costa para asegurarse de que no quedara nadie más a quien molestar. Y así era. La playa estaba desierta, bajo el viento que llevaba la arena de acá para allá.
Manola  bajó hasta  las rocas donde había dejado sus chuflos, dispuesta a embellecerse. Pero se llevó una sorpresa horrible. Tanto había tardado en volver, que los caballitos de mar, al ver esos chuflines tan hermosos abandonados, decidieron embellecerse ellos. Se los habían repartido entre todos. Los llevaban en la cabeza, en el cuello o en la cola. Nadaban todos juntos, felices y emperifollados.
-¡Ya van a ver!- exclamó Manola.- ¡Esos chuflos son míos y de nadie más!  
        Enojadísima, se lanzó a perseguirlos. Los caballitos de mar salieron disparando para todos lados. Manola, empacada como estaba en recuperar sus chuflines, se estiró para arriba, para abajo, para acá, para allá, con tal de alcanzarlos a todos. Pero eran muchos y, al escaparse, se separaban cada vez más. Al fin terminó deshaciéndose, Manola, en partes muy pequeñas, que corrieron detrás de cada caballito de mar hasta que se les acabó la fuerza.
¡Menos mal que la ola Lola y la ola Carola vieron todo lo que pasaba y se pusieron de acuerdo en ayudar a Manola, para que se volviera a armar! Después, se pasaron todo el invierno enseñándole lo lindo que es tener amigos.
        Mientras tanto, la gente grande había vuelto a su trabajo. Y los chicos se reían y jugaban en el patio de la escuela.  


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