Imágenes: GUAN ZEJU (Yangjiang-Guangdong-China)
PÁGINA 1 – REFLEXIONES
EDUARDO GALEANO
(Uruguay/1940-2015)
DEFENSA DE LA PALABRA
1.
Uno escribe a partir de una necesidad de comunicación y de comunión con los demás, para denunciar lo que duele y compartir lo que da alegría. Uno escribe contra la propia soledad y la soledad de los otros. Uno supone que la literatura transmite conocimiento y actúa sobre el lenguaje y la conducta de quien la recibe; que nos ayuda a conocernos mejor para salvarnos juntos. Pero "los demás" y "los otros" son términos demasiado vagos; y en tiempos de crisis, tiempos de definición, la ambigüedad puede parecerse demasiado a la mentira. Uno escribe, en realidad, para la gente con cuya suerte, o mala suerte, uno se siente identificado, los malcomidos, los maldormidos, los rebeldes y los humillados de esta tierra, y la mayoría de ellos no sabe leer. Entre la minoría que sabe, ¿cuántos disponen de dinero para comprar libros? ¿Se resuelve esta contradicción proclamando que uno escribe para esa cómoda abstracción llamada "masa"?
PÁGINA 2 – NUESTRA
POESÍA
ALEJANDRA
MENDEZ BUJONOK
(San
Cristóbal-Santa Fe-Argentina)
MAMOUSHKA
a Rosa Karchevsky.
El frío nómada que sólo
un samovar lleno lo calma.
El último grito
donde sale y se pone el sol;
el pasado…
que una muñeca rusa parece.
He visto triángulos
de fertilidad en las costillas;
el níquel del dolor,
la historia
de mentón doblegado.
La Petrushka de Ladoga;
una ilusión de Liev;
épicas
en tus ojos helados
ay! Lena; Lena…
que una muñeca rusa parece.
Caracola
Tenían quietudes azules/sus ojos
cantábrica profundidad/marítima su alma
inaccesa/toda alma todo cielo toda vida/
caracola en movimiento.
Tenían la ductilidad de los vientos/sus vientos.
Me miraba su historia -abuela- como queriendo
salirse de usted.
De niña entendí/solo viéndola mirar/que todo
es un acantilado lejano.
a Rosa Karchevsky.
El frío nómada que sólo
un samovar lleno lo calma.
El último grito
donde sale y se pone el sol;
el pasado…
que una muñeca rusa parece.
He visto triángulos
de fertilidad en las costillas;
el níquel del dolor,
la historia
de mentón doblegado.
La Petrushka de Ladoga;
una ilusión de Liev;
épicas
en tus ojos helados
ay! Lena; Lena…
que una muñeca rusa parece.
Caracola
Tenían quietudes azules/sus ojos
cantábrica profundidad/marítima su alma
inaccesa/toda alma todo cielo toda vida/
caracola en movimiento.
Tenían la ductilidad de los vientos/sus vientos.
Me miraba su historia -abuela- como queriendo
salirse de usted.
De niña entendí/solo viéndola mirar/que todo
es un acantilado lejano.
ARIEL
FERNÁNDEZ
(Villa
Constitución-Santa Fe-Argentina)
ESTERILIDAD
Podría intentar detenerte
pero sé que no vale la pena,
que el mundo gira sin brújula
y con desesperación.
No entiendo
y no quiero entender.
Me desnudo
y me descubro
aburrido,
temeroso,
apagado.
Por eso estoy acá,
sin rostro
sin caretas absurdas.
Ahora es lo que fue
sin posibilidad de proyección.
Estéril.
Todo se acaba
en donde nada
tendría que haber comenzado.
Por eso no intento detenerte
y solamente te digo adiós.
Podría intentar detenerte
pero sé que no vale la pena,
que el mundo gira sin brújula
y con desesperación.
No entiendo
y no quiero entender.
Me desnudo
y me descubro
aburrido,
temeroso,
apagado.
Por eso estoy acá,
sin rostro
sin caretas absurdas.
Ahora es lo que fue
sin posibilidad de proyección.
Estéril.
Todo se acaba
en donde nada
tendría que haber comenzado.
Por eso no intento detenerte
y solamente te digo adiós.
CARINA
SEDEVICH
(Santa
Fe-Argentina)
20
Cierto
como la muerte es que te fuiste un dia.
Como
el sol que sale, como que todo gira.
Como
las pocas cosas certeras que conozco
es.
Pero
cada mañana, en la cocina,
mientras
comprendo que todo se echa a andar
dentro
mio algo grita o quisiera gritar
no
se.
MARÍA
LYDA CANOSO
(Casilda-Santa
Fe-Argentina)
CAMPO
QUE PASA POR LA VENTANILLA
3
pregunto
qué se origina antes
qué se origina antes
el
estallido
o el nombre
o la palabra trueno escrita en esta hoja con lapicera y tinta azul
o el nombre
o la palabra trueno escrita en esta hoja con lapicera y tinta azul
el
sol se fue pero bordea la tormenta
no
no me digas que no lo sabés
mientras
tanto olvidate de este cielo que ves oscuro de campo en ventanilla
me asfixia toda posibilidad de lirismo
me asfixia toda posibilidad de lirismo
explota
el cielo a puro nervio
lo dejo ser así
llamativo
lo dejo ser así
llamativo
el
micro rueda por la cinta adhesiva
ROSA
LÍA CUELLO
(Cañada
de Gómez-Santa Fe-Argentina)
¿QUIÉN?
El
lento caracol de las intrigas/
la
pelusa en el saco de un trasnochado/
el
borracho que duerme en las veredas/
los
papeles que el viento arremolina/
la
cara de la que llegó tarde a la cita/
el
pájaro que cae de su nido/
el
que escribe con aerosol en las paredes/
la
que muere de miedo en las bocacalles/
el
que dispara su coche como un arma/
el
que pierde sangre en las peleas/
el
barquito que zozobra en los charcos/
el
perro que no tiene dueño/
¿Quién
soporta la espera en las esquinas?
PÁGINA 3 – CUENTO
CRISTINA
VILLANUEVA
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
DIVINO
PLACER
La
llovizna se deslizó suave en la madrugada, como un soplo de gracia en su
ventana.La pequeña humedad le buscaba los sueños o las manos.La luna, un encaje
de oscuridad y luz. A la orilla del tiempo había un mensaje, llegó
desde un punto del universo, con espejos donde se reflejaban
todas las posibles mujeres que hubiera querido ser, sabias e
inocentes a la vez, las infinitas mujeres sin estrenar
y sin memoria. Se asomó más, flores amarillas caían en racimos
como abrazos que la amparaban de la pequeña tersura de la lluvia. Leyó, sin
saber de dónde llegaba el escrito.
"Te
voy a dar palabras, que van a andar adentro tuyo, se van a enriquecer con lo
que les agregues y me vas a alimentar de vos."
¿Le
pedía que fuera una nodriza de sueños?una hilandera de
historias.
Sintió
miedo, miedo de quedar encerrada en la torre, con luna y
llovizna. Miedo a ser obligada a tejer la
trama. Miedo a que, cuando el quisiera, y para no caer en la
tristeza, escalando la torre, le pidiera que se asome por la ventana para
beber de ella la vida.
Un vestido revuelto, un árbol con raices hacia el cielo, el calor elemental,
historias, la inabarcable llanura,.
Había
una vez una princesa triste desandando su reino paso a paso, el
crepúsuculo y el amanecer perseguidos por la niebla y el gris.A la princesa
todos le decían "tenés qué" o mejor "no tenés
que".Conquistar el mundo con puntillas es casi imposible.Por eso no te
preocupés le decían, el príncipe se va a ocupar.Para lograrlo cada reino
trataba de matar a los contrarios.Cada fuente de luz era apagada.Hasta que un
día la tierra fue un terreno baldío.Algunas princesas y prínicipes
decidieron escuchar las palabras del fuego.El fuego era sabio porque
sentados a su alrededor la gente contaba historias..Las historias eran palabras
enlazadas con un sentido o varios, hasta encontrar belleza.Descifraron como en
una novela las claves de la vida.
PÁGINA 4 – ENSAYO
ANNA ROSSELL
(Barcelona-España)
EL HECHO POÉTICO
Percibo la
poesía como uno de los lenguajes escritos más universales, sea en la lengua que
sea. Porque rasgos esenciales de toda poesía son el uso de las imágenes, la
musicalidad y el ritmo. Esto la hace universal y la hace, además, el más rico
de todos los géneros literarios por las múltiples connotaciones que la imagen,
la metáfora, la palabra simbólica permite al/la poeta y al/la lector/a.
Por otra parte, estos rasgos esenciales hacen de la poesía el género con más posibilidades de expresión intimista y espiritual -religiosa, en el sentido etimológico del término, aquel que, según Lactancio -escritor latino nacido en el norte de África, (Firmium c.245 - Tréveris c.325)-, deriva del verbo latino religare y que remite al vínculo que une al ser humano con un ente superior-. No es que quiera decir que el/la poeta sea creyente por definición, lo que quiero decir es que en el/la poeta hay una voluntad tendente a trascender la materia física en favor de la abstracción, una voluntad de aprehender y/o tematizar valores inherentes al espíritu. Esto permite un sutil y personalísimo nexo entre poeta y lector/a, que no da ningún otro género literario.
El hecho poético, formulado de esta manera, hace referencia a todas estas vertientes de la poesía y, debido a la potencia y amplitud metafórica de las imágenes, ofrece un amplio margen personalísimo de interpretación al/la lector/a, que hace que los/las lectores de poesía sean fieles y fervorosos, aunque sean pocos/as y escogidísimos/as.
Por otra parte, estos rasgos esenciales hacen de la poesía el género con más posibilidades de expresión intimista y espiritual -religiosa, en el sentido etimológico del término, aquel que, según Lactancio -escritor latino nacido en el norte de África, (Firmium c.245 - Tréveris c.325)-, deriva del verbo latino religare y que remite al vínculo que une al ser humano con un ente superior-. No es que quiera decir que el/la poeta sea creyente por definición, lo que quiero decir es que en el/la poeta hay una voluntad tendente a trascender la materia física en favor de la abstracción, una voluntad de aprehender y/o tematizar valores inherentes al espíritu. Esto permite un sutil y personalísimo nexo entre poeta y lector/a, que no da ningún otro género literario.
El hecho poético, formulado de esta manera, hace referencia a todas estas vertientes de la poesía y, debido a la potencia y amplitud metafórica de las imágenes, ofrece un amplio margen personalísimo de interpretación al/la lector/a, que hace que los/las lectores de poesía sean fieles y fervorosos, aunque sean pocos/as y escogidísimos/as.
Quiero remarcar
que la referencia que hago más arriba a la condición religiosa de la poesía no
la observo sólo en el paradigma poético romántico y en la poesía que bebe de su
fuente, como la de un Rilke o un Riba, también la hago extensiva a la mejor
poesía que los estudiosos etiquetan de social o incluso al fenómeno actual de
los Poetry Slam, un registro poético conectado con el hip–hop, que es una
poesía recitada de memoria con un fuerte componente de interpretación y que
tiende a la protesta y a la reivindicación social. Incluso la poesía llamada
épica goza de características que la hacen más universal que la prosa, como la
musicalidad a la que me refería más arriba.
Además, como
cualquier hecho de escritura en cualquier registro, la poesía puede tener una
vertiente liberadora para aquél/la que lo escribe, pero, a diferencia de otros
registros de escritura, al poder ser más intimista que otros géneros
literarios, le otorga una calidad liberadora o curativa de un alcance mayor,
más profundo e intenso. En tanto que nos comunicamos -sea de la forma que sea,
también oralmente- nos liberamos del peso que el alma soporta y percibe como un
lastre; la poesía ofrece la oportunidad de alivio del dolor.
No quiero
olvidar aún otra dimensión importante de la poesía: que es una herramienta
básica para la reflexión, no sólo para el/la lector/a, sino también para el/la
poeta. Escribir poesía exige una confrontación profunda tanto con la lengua,
como con el lenguaje y con uno/a mismo/a; la buena poesía ayuda a la
observación cuidadosa del mundo que nos rodea y a la introspección y sirve para
el conocimiento del entorno y el autoconocimiento. Ningún otro género literario
invita a tanto, ningún otro hecho de escritura nos ofrece tantas posibilidades.
PÁGINA 5 – NUESTRA
POESÍA
RICARDO
ANGEL MINETTI
(Sarmiento-Santa
Fe-Argentina)
FULGOR
FULGOR
Entre
ladrillos,
debajo
de la copa,
adentro
de ella.
En
las junturas,
en
el fondo del pozo,
en
el centro de un sótano.
Un
fulgor,
un
instante,
ya
destelló,
ya
pereció
como
una estrella
consumida
de un solo fogonazo,
sin
dejar otro rastro
que
mi estupefacción
y
un hacer nada.
MIRYAM
COLOMBOTTO DE SEIA.
(Gálvez-Santa
Fe-Argentina)
LA
MISMA SED
Esas
nubes oscuras, pesan.
Cargadas
de presagios
suponen
tormentas que llegan
-acorde
a humanas realidades-
con
un fondo de tempestad.
El
aire, casi fuego, abrasa.
Dispongo
mi silencio
en
esta calma inestable
lo
adenso, lo compacto
le
doy la forma de esfera
lo
echo a andar por el paraje sediento.
Después
de largas horas
se
rompe la piel de unas gotas de agua
que
parecen a punto de decirme algo...
Pero
callan.
¿Cómo
aprender a no dejarme seducir
por
el aroma del agua en celo
ni
aferrarme a ningún filamento
que
suponga salvación cuando llevo
la
mirada hacia adentro
y
la misma sed encuentro?
VERÓNICA
CAPELLINO
(Elisa-Santa
Fe-Argentina)
Una
está viva porque se perdona
no
sabe cómo ni por qué
la
vida cada día *
está viva
por
insistencia, por obcecación
porque
amanece y aunque duelen
los
huesitos rotos
la
piel responde al asombro
de
este día
como
al de ayer al de mañana
y
se abren corolas
las
preguntas.
Una
confía
y
está bien que confíe
aunque
el instinto alerte de seguros
abandonos
de
egoísmos en puerta
soledades
en vilo.
Una
está viva porque es tan intenso
ver
vivir a los hijos
y
porque se siente necesaria imprescindible
aunque
el mundo bien pudiera andar
sin
esta esperanza a trabajo forzado
que
es una a toda costa y sin desmayo.
Una
cree que cada día será bello
aunque
a mitad de la mañana
nada
pase más que el tiempo
nada
suene más que
el teléfono
urgente
nadie
llame a la puerta
y
la derribe
para
entrar a saco en el derroche
de
pasión y ternura que es la sangre
de
una
tan
terca en esto de vivir
y
derramarse.
ANGEL
ALASSIA
(Villa
Saralegui-Santa Fe-Argentina)
VIDALA
PARA LA AUSENCIA DE LOS TRENES
Ay
vida que romance
el de estos coches
hay dos vías que cruzan toda una noche
toda una noche si
toda una noche
hay dos vías que cruzan el horizonte.
el de estos coches
hay dos vías que cruzan toda una noche
toda una noche si
toda una noche
hay dos vías que cruzan el horizonte.
Ay
vida que destino
el de los trenes
morir entre la hierba
de los andenes
de los andenes si
de los andenes
morir entre la hierba los viejos trenes.
el de los trenes
morir entre la hierba
de los andenes
de los andenes si
de los andenes
morir entre la hierba los viejos trenes.
Ay
vida que sofoco
tiene mi alma
miro en la distancia
y no veo nada
no veo nada si
no veo nada
los trenes son silencios..ay la nostalgia
tiene mi alma
miro en la distancia
y no veo nada
no veo nada si
no veo nada
los trenes son silencios..ay la nostalgia
Es
la nostalgia si
es la nostalgia
y La estación vacía
como mi alma.
es la nostalgia
y La estación vacía
como mi alma.
SANDRA
GUDIÑO
(Santa
Fe-Argentina)
Puños
Un
delirio de puños
salta por los aires
en los primero días de verano.
salta por los aires
en los primero días de verano.
Caen
los pilares
que sostienen la estructura
de arriba abajo.
Más abajo.
Muy abajo.
que sostienen la estructura
de arriba abajo.
Más abajo.
Muy abajo.
Tajo
limpio,
certero,
carne traspasada
por el filo de un cristal.
certero,
carne traspasada
por el filo de un cristal.
Desorientado.
Abierto.
Desgajado.
Silencio
que grita
en medio de la confusión.
en medio de la confusión.
Uno
a uno los golpes
llenaron tus bolsillos,
con el puño del alcohol
atravesado en todo el cuerpo
te crecen equimosis
desde los pulmones
y ríos de sangre
anegando las piernas.
llenaron tus bolsillos,
con el puño del alcohol
atravesado en todo el cuerpo
te crecen equimosis
desde los pulmones
y ríos de sangre
anegando las piernas.
Fuego
que se expande
por debajo del vientre.
por debajo del vientre.
Herida.
Desgarrada.
Lastimada.
Llueve
sin prisa
la sangre por las mejillas
abiertas a la amargura.
Tinta esmeralda
en la piel de durazno.
Sollozo azul
que escapa por los bordes
de una bocanada de náusea
y desolación.
la sangre por las mejillas
abiertas a la amargura.
Tinta esmeralda
en la piel de durazno.
Sollozo azul
que escapa por los bordes
de una bocanada de náusea
y desolación.
Entre
golpe y golpe
hay un espacio
donde crece soberbio el infinito.
hay un espacio
donde crece soberbio el infinito.
Entre
herida y herida
hay un vacío que refleja la sombra
de tu sombra en penumbras.
hay un vacío que refleja la sombra
de tu sombra en penumbras.
Entre
ese espacio y ese vacío
un relámpago se adueña
de los castigos prohibidos
y de la voz que no pide perdón.
un relámpago se adueña
de los castigos prohibidos
y de la voz que no pide perdón.
Llora
un llanto de mujer
lo que no puede defender como hombre.
lo que no puede defender como hombre.
Con
el oficio de hembra bajo el brazo
vuelve a ser la reina de los altares
subiendo desde el fondo del tiempo
como un sol equivocado,
perfecto,
feliz.
vuelve a ser la reina de los altares
subiendo desde el fondo del tiempo
como un sol equivocado,
perfecto,
feliz.
Porque
la memoria del miedo
viene después.
viene después.
PÁGINA 6 – CUENTO
JULIO
CORTAZAR
(Argentino-1914/1984)
TÍA
EXPLICADA O NO
Quien
más quien menos, mis cuatro primos carnales que se dedican a la filosofía. Leen
libros, discuten entre ellos y son admirados a distancia por el resto de la
familia, fiel al principio de no meterse en las preferencias ajenas e incluso
favorecerlas en la medida de lo posible. Estos muchachos, que me merecen gran
respeto, se plantearon más de una vez el problema del miedo de mi tía, llegando
a conclusiones oscuras pero tal vez atendibles. Como suele ocurrir en casos
parecidos, mi tía era la menos enterada de estos cabildeos, pero desde esa
época la deferencia de la familia se acentuó todavía más. Durante años hemos
acompañado a tía en sus titubeantes expediciones de la sala al antepatio, del
dormitorio al cuarto de baño, de la cocina a la alacena. Nunca nos pareció
fuera de lugar que se acostara de lado, y que durante la noche observara la
inmovilidad más absoluta, los días pares del lado derecho y los impares del
izquierdo. En las sillas del comedor y del patio, tía se instala muy erguida;
por nada aceptaría la comodidad de una mecedora o de un sillón Morris. La noche
del Sputnik la familia se tiró al suelo en el patio para observar el satélite,
pero tía permaneció sentada y al día siguiente tuvo una tortícolis horrenda.
Poco a poco nos fuimos convenciendo, y hoy estamos resignados. Nos ayudan
nuestros primos carnales, que aluden a la cuestión con miradas de inteligencia
y dicen cosas tales como: «Tiene razón». ¿Pero por qué? No lo sabemos, y ellos
no quieren explicarnos. Para mí, por ejemplo, estar de espaldas me parece
comodísimo. Todo el cuerpo se apoya en el colchón o en las baldosas del patio,
uno siente los talones, las pantorrillas, los muslos, las nalgas, el lomo, las
paletas, los brazos y la nuca que se
reparten el peso del cuerpo y lo difunden, por decir así, en el suelo, lo acercan tan bien y tan naturalmente a esa superficie que nos atrae verazmente y parecería querer tragarnos. Es curioso que a mí estar de espaldas me resulte la posición más natural, y a veces sospecho que mi tía le tiene horror por eso. Yo la encuentro perfecta, y creo que en el fondo es la más cómoda. Sí, he
dicho bien: en el fondo, bien en el fondo, de espaldas. Hasta me da un poco de miedo, algo que no consigo explicar. Cómo me gustaría ser como ella, y cómo no puedo.
reparten el peso del cuerpo y lo difunden, por decir así, en el suelo, lo acercan tan bien y tan naturalmente a esa superficie que nos atrae verazmente y parecería querer tragarnos. Es curioso que a mí estar de espaldas me resulte la posición más natural, y a veces sospecho que mi tía le tiene horror por eso. Yo la encuentro perfecta, y creo que en el fondo es la más cómoda. Sí, he
dicho bien: en el fondo, bien en el fondo, de espaldas. Hasta me da un poco de miedo, algo que no consigo explicar. Cómo me gustaría ser como ella, y cómo no puedo.
PÁGINA 7 – ENSAYO
ALEJO URDANETA
(Caracas-Venezuela)
GABRIELA MISTRAL:
BREVE RECORRIDO POR SU VIDA Y SU OBRA
PRESENTACIÓN
(Caracas-Venezuela)
GABRIELA MISTRAL:
BREVE RECORRIDO POR SU VIDA Y SU OBRA
PRESENTACIÓN
Es necesario que la vida y obra de la Poetisa chilena Gabriela Mistral renazca en el interés de los lectores de nuestra América hispana de hoy. Que sólo quede de su paso por el Arte Poética el título que recibió en mérito de su trabajo: POETISA DE AMÉRICA, no basta para exaltar su creación artística y mantenerla actual. Y haber nacido el 7 de abril de 1889 en Vicuña, una pequeña población situada en el norte de Chile, y nombrada como Lucila Godoy, es tan solo un accidente de tiempo y lugar que la vida le impuso como bautismo.
Ya sabemos de ella que era modesta y de carácter retraído, distante de todo lo que significara ostentación o deseo de publicidad. Sabemos que fue maestra, igual que su padre y que su única hermana, a quien Gabriela llamó la “maestra pura…, pobre…, alegre”. Y, finalmente, tenemos conocimiento de su sensibilidad ante el tema de la muerte, tema que la asedió desde la pérdida de su amante y le impuso un sello a la creación poética que nos dejó.
La niñez de Lucila Godoy estuvo rodeada del misterio de las montañas y de la influencia de la abuela, Isabel Villanueva, que la indujo a ver el destino en las constelaciones. La Biblia fue libro de sus primeras lecturas, y fue atraída por los Poetas que fulguraban en esa época: Rubén Darío (cuyos poemas siempre llevaba consigo), Gabriel D’Annunzio, El Dante, Tagore, Poe, Rilke. La soledad estimuló su introspección para favorecer la creación poética que hacía en cuadernos apoyados en sus piernas, sin la comodidad de una mesa. El nombre de Lucila fue cambiado por el que la eternizó en el mundo de las letras: tomó el de Gabriela por el Poeta y narrador italiano Gabriel D’ Annunzio, y el de Mistral, del Poeta francés Fréderic Mistral.
El silencio y color del paisaje rural, unidos a la lectura de esos grandes Poetas, forjaron su vocación literaria ya nacida de aquel mundo de misterio:
[“Con las montañas y la luz de Elqui – y más tarde buscará el buen abrazo ceñidor para América toda - , y con la luz de un tiempo sin tiempo, viene para la niña Lucila lo que siguió siendo siempre el hallazgo fundamental de los libros. Primero, cuál mejor que el paisaje: “En las quijadas de la cordillera el único libro era el arrugado y vertical de trescientas y tantas montañas, abuelas ceñudas que daban consejas trágicas”. Allí, en los atardeceres de Montegrande, un día descubre el Libro: “Mi abuela estaba sentada en un sillón rígido, y yo me sentaba en una banqueta de mimbre. Ella me alargaba su Biblia, muy vieja y ajada, y me pedía que le leyera. Siempre me la entregaba abierta en el mismo sitio, en los Salmos de David”].
Y llegó para ella el amor con el funcionario de la empresa ferrocarrilera, Romelio Ureta. No era extraño que ocurriera de manera tan espontánea y que su elegido fuese un empleado de ferrocarril: la sencillez y apasionamiento de Lucila no medían clase ni poder económico. Vivieron el romance ideal de los paseos en el paisaje rural, y la niña Lucila descubrió la emoción del amor en experiencia propia, después de haberla buscado en los libros. La tímida Poetisa sintió al enamorarse que el mundo fue más hermoso, y escribió en ese período ilusionado versos de cálido lirismo en una poesía donde se fundían la tierra y la sangre.
Pronto vino la ruptura de sus relaciones amorosas, pero ella continuó amando al modesto funcionario. Al ocurrir la ruptura, la Gabriela campesina se recogió en su dolor:
“Te acordaste del negro racimo,/Y lo diste al lagar carmesí;/Y aventaste las hojas del álamo,/Con tu aliento, en el aire sutil./¡Y en el ancho lagar de la muerte/Aún no quieres mi pecho oprimir!/(Nocturno, en Desolación)
Ese monólogo patético y desesperanzado era el anuncio de un dolor mayor, enrarecido por la presencia de la muerte violenta del suicidio. Su amado acudió al acto desesperado por motivos económicos y no románticos, como se ha dicho alguna vez. El sabor a ceniza al ver de cerca la muerte quedará unido a ella por toda la vida, y se convierte en un dolor universal cargado de dudas:
“¿Cómo quedan, Señor, durmiendo los suicidas?/¿Un cuajo entre la boca, las dos sienes vaciadas,/las lunas de los ojos albas y engrandecidas,/hacia un ancla invisible las manos orientadas?”/(Interrogaciones, en Desolación)
Desde entonces la palabra muerte aparece con insistencia en sus poemas, y con esa presencia invisible su religiosidad e individualismo formarán en ella una voluntad firme, en el ejercicio de la soledad admitida. Nos dice: “Como quien habla en la soledad, porque he vivido muy sola en todas partes”. Pero sigue siendo la campesina sencilla y austera que escribe con la palabra llana y sencilla del hombre del campo.
Esta es la mujer que nos dejado tan profunda obra poética, la que alcanzó un reconocimiento que no buscaba y pobló con su espíritu a nuestra América y a gran parte del mundo con su obra, reducida en espacio pero trascendente.
PÁGINA 8 – POESÍA
ARGENTINA
MARTHA
OLIVERI
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
DESTINO
ENTRE PARÉNTESIS
Hoy he visto mi tiempo,
he contado las sílabas de la eternidad,
los vanos dioses,
las monedas exactas del consuelo,
y en una ceremonia de íntima piedad
he puesto a reposar la copa
que beberé aquel día
en que las últimas fibras de mis versos
hagan un pacto de silencio
con las últimas fibras de mis nervios.
He puesto a reposar la copa
pero antes bendije la inocencia
de mi esqueleto próximo
que será entre otros tantos
como hermanad inerme
y después noble tejido de cenizas
entre el viento y la luz de lo que nace.
Vestal destino entre paréntesis.
Aquel fuego, ese fénix insurrecto
es sólo un montículo de sueños
arena de espejismos
arrebato de ángel que aún sigue cayendo
en la espalda del hombre
sangrando por adentro las imposibles alas
la plenitud salvaje de un edén transitorio.
Qué ansias de abrazarme
en fraternal ceniza
donde la muerte de morir se muere
y da a luz a otro edén: devenir intangible.
Ah, sosiego infinito
ALFREDO
LUNA
(San
Fernando del Valle de Catamarca-Catamarca-Argentina)
¿has
de atreverte a renunciarme?
salta
desde la cruz a mi regazo
y
ofréndate entero como el aire
porque
el mundo es infinito bajo tu sábana.
soy
tu virgen y otra vez abro los tajos,
Príapo
impalpable: levita como luz agria.
niego
que ese cáliz rebase
con
dos gotas de semen maldito.
soy
tu virgen, devástate en mí como si fuese
tu
sacramento
y
dímelo en la boca:
no
hay pecado más grande que morir sin mí,
bienaventurado
este tierno llorío por el destino
incierto
de tu sexo.
FERNANDA
AGÜERO
(Salta-Argentina)
Cuando
en la comisura
de
mis piernas,
alas
abiertas de los relatos mundanos,
dejen
de dibujarse
esos
pájaros de espuma
que
confunden mi ombligo
con
el mar
volviéndose
mudos,
desarticulando
mis pasos,
mis
nombres escritos por la savia de aquellos
que
hicieron girar los espejos,
para
desencontrarme.
Cuando
la sombra estrafalaria
que
guarda mi vientre
se
disperse, abandone su oficio
de
guía por las noches,
de
barca, de farol,
y
yo aparezca un día deshabitada,
solo
entonces podré creer
que
a veces los espíritus emigran,
que
el límite de la sangre
se
dispersa en el viento
y
que será el momento
de
volver al punto de partida.
ZULMA
LILIANA SOSA
(Formosa-Argentina)
MIS
RADIO
dudaban
/ las Damas y Damitas…dudaban /
porque
había una cavilación urgente /
entre
la sonrisa ingenua de una boca pequeña /
y
la otra boca / grande / carnosa /
desesperando
sus vestidos ceñidos /
a
la lealtad que les pedía el cuerpo
la
Mecha y la Garcés y las tres
en
el cuarto…
fotogenia
/ los ojos dicen lo que pueden…/
esta
noche estará devorando un enemigo…
dudaban
/ las Damas y Damitas…dudaban /
había
una desbocada cabalgata de gasas /
entre
esos martes que fueron para orquídeas /
y
la otra / que brutal de eternidad /
muestra
los dientes blancos y parejos/
como
una pantera femenil de 1944
SUSANA
LIZZI
(Gualeguaychú-Entre Ríos)
LOS
DADOS DE LA NOCHE
I
No sabe
si es
oveja o lobo
si tiene
garras o suavezura
es en sí misma penumbrosa.
La lobreguez de su nombre
repta sobre la opacidad
mientras
allí
en el borde de una habitación insólita
aspira el olor que desprende su miedo
como una llamarada de silencio.
Alguien
la llama por su nombre.
Finge
no oír otra cosa que el exacto
latir de su inconsciencia
porque antes de nacer
ya habían decidido que ella caería
en ese rincón
bajo el aliento enmarañado de los lobos
lacerada contra el deseo
ajusticiada
o justiciera.
Lobo-Oveja.
¿Qué quedará de su garganta
cuando salga de allí
a tientas entre sombras impuras?
¿Encontrará a los otros si se pierde a sí misma?
Arden sus muslos desvelados.
Ya conoce el sinsabor de la anestesia.
Algo
penetra su virtud
y Ella aprende al compás de la zozobra
por eso
quita bendiciones
apaga lámparas
y sin mirar la extrema veladura de sus ojos
yace.
PÁGINA 9 – CUENTO
SERGIO
BORAO LLOP
(Zaragoza-España)
LA
CORDILLERA
Al
norte de los montes pelados, allí donde la vegetación se adueña de las piedras
y cubre los caminos con su suave pero ineludible abrazo, hay un pueblecito. Se
trata de una pequeña aldea formada por un rudimentario templo que data de
épocas remotas y un puñado de construcciones antiguas, fabricadas toscamente
con barro y piedras, que se encuentran dispuestas alrededor de la iglesia.
Visto desde el aire, el conjunto pudiera parecer una galaxia de planetas negros
sometidos a la atracción de un sol apagado, ya que los muros de la iglesia, de
un marrón oscurecido, delatan su edad, la acción del clima siempre húmedo de
estas regiones y la falta de cuidados. Frente a la puerta de la antigua capilla
se extiende una amplia plazoleta cuyo centro adorna una hermosa fuente de
piedra, no menos antigua que los edificios circundantes, de la que no cesa de
manar un agua fresca y cristalina. Las construcciones que rodean la plaza son
fuertes y austeras, con paredes muy gruesas y enormes chimeneas por las que, en
invierno, puede verse surgir un humo denso y oscuro, producto de la combustión
de los tarugos de leña, algo húmedos en esas fechas a causa de las heladas y de
la nieve que poco a poco va blanqueando los tejados negros y cambiando el
aspecto del poblado. Es un pueblecito aislado al que sólo puede accederse por
un intrincado camino de algo más de metro y medio de anchura al que los
aldeanos denominan pomposa y llanamente “carretera”. “…No, señor. No somos
muchos los que vivimos aquí. No más de dos o tres cientos, casi todos tan
viejos como yo. Pero no crea que, aun siendo tan pocos, nos conocemos todos.
¡Qué va! Siempre está viniendo gente, como si aquí hubiera algo… Sí, vienen de
otras aldeas pobres como la nuestra, de la sierra de abajo. Y también, fíjese,
de la ciudad. Sí, sí, como le cuento. Pero siempre vienen del sur”.
Invariablemente del sur… Hacia el norte se halla la cordillera.
Nadie
sabe qué hay al otro lado. De cuando en cuando, llegan hombres curiosamente
ataviados, con largas barbas grises. Van provistos de extraños artefactos con
los que parecen medir algo. Después de un par de días disfrutando de la
hospitalidad de los aldeanos, famosa en todo el contorno, y trabajando con sus
instrumentos que califican como “de alta precisión”, se marchan aparentemente
satisfechos, pero unos meses más tarde vienen otros hombres con idéntica
apariencia, con similares aparatos, con parecidas maneras y el mismo propósito.
Realizan, con igual concentración, con pareja entrega, las ya sabidas
mediciones y vuelven a marcharse hacia el sur del que vinieron. En sus rostros
se refleja el sabor del éxito. Las investigaciones han debido ser fructíferas.
Pero al poco tiempo, un nuevo equipo visita la zona. “… y así desde hace años.
Pero, ¿sabe? Algunos se quedan aquí en secreto. Abandonan sus modales, su
pedantería y muy pronto se confunden con nosotros. Pero nunca conseguimos
enterarnos de nada. No sabemos qué es lo que miran y remiran tantas veces por
los aparatos. En el pueblo se dice que igual quieren saber cómo son de altas
las montañas. Cuando llegan se les ve ansiosos, preocupados. Se ponen a
trabajar como si no hubiera otra cosa en la vida, sin importarles que pueda
descargar una tormenta, noche y día, hasta que encuentran o creen que han
encontrado algo. A veces se pasan tres o cuatro días sin probar bocado, y eso
que nuestras mujeres les llevan algo de comer, ya sabe, somos buena gente. No
duermen. Sólo están pendientes de la montaña, como si hubiera ahí algo que
nosotros no podemos ver y que es importante. Yo, la verdad, no creo que estén
midiendo las montañas. El viejo Colás me dijo una tarde que lo que hacen es
mirar a través de ellas para saber qué es lo que hay al otro lado. Debe ser
algo muy bonito, digo yo, cuando todos se van tan contentos. Aunque mi hermana
dice que son los guisos que preparamos para ellos lo que les pone de tan buen
humor. Dice que en la ciudad se come muy mal. Y ella debe saberlo, porque
estuvo una vez.” Otros ancianos, más leídos, consideran que se trata de hacer
un estudio sobre la composición de la roca que forma la cordillera, para
excavar un túnel o abrir un acceso a través de la piedra. Desde tiempo atrás,
dicen, corre el rumor de que el gobierno está construyendo una carretera que ha
de atravesar la montaña y que pasará muy cerca de la aldea. Pero todo son
conjeturas de viejos y rumores de gente desocupada cuya única función parece
ser la de sentarse a las puertas de sus hogares, bajo los porches de piedra y
tejas negras, viendo pasar los días y las estaciones y entablando largas conversaciones
mil veces repetidas con sus vecinos más cercanos o con aquellos que se detienen
a descansar un rato de su paseo matutino. Eso en verano, porque durante el
invierno no son muchos los que se aventuran a alejarse de sus casas. Los
jóvenes, ante la falta de expectativas, se van hacia el Sur o hacia el Este,
donde se dice que hay trabajo en la industria y buenos salarios; pero siempre
regresan, cansados, viejos y sin riquezas, a su pequeño pedazo de tierra apenas
cultivable. A veces, en la madrugada, es posible ver a alguno de los aldeanos
con un macuto al hombro dirigiéndose hacia el Norte, hacia la cordillera. Nunca
regresan. Jamás envían correspondencia. “… Al principio organizábamos batidas
por el bosque, rastreábamos las laderas y las cuevas, buscábamos en el
riachuelo, pero nada. Nunca les encontrábamos. Al final, hasta de eso nos
cansamos. Ahora ya no buscamos a nadie. Quien se va, sabrá por qué lo hace.
Antes nos asustábamos. Ahora ya no se preocupa nadie. Sabemos que no han de
volver y por eso nos hemos ido haciendo a la idea de que es algo natural. Los
primeros días, su familia los echa de menos, pero muy pronto se acostumbran a
la ausencia y todo vuelve a ser como antes…” Desde tiempo inmemorial, estas
escenas se vienen repitiendo año tras año como en una secuencia interminable.
Siempre con idénticos resultados. En verano, muchos vienen a la aldea para,
desde aquí, intentar el ascenso a las escarpadas cumbres de la cordillera.
Todos los días llegan automóviles cargados de personas provenientes de los
llanos del sur. Todos vienen ligeros de equipaje. Los automóviles, una vez que
todos los pasajeros se han apeado, giran en la plaza y parten de nuevo por el
camino en dirección a las ciudades del llano, en busca quizá de más intrépidos
escaladores. A la mañana siguiente, los aventureros parten hacia la cordillera
para no regresar. “… En todas las conversaciones se habla de lo mismo. Nos
preguntamos qué puede ser lo que hay al otro lado. ¿Qué es eso que hace que
quienes se marchan decidan no volver nunca más? A muchos de nosotros nos
gustaría verlo, pero somos demasiado viejos y el ascenso parece bastante
difícil. Lo mismo no podíamos subir ni las primeras cuestas, que según se dice
son las más tendidas. Aunque, entre nosotros, el viejo Colás, que estudió en la
capital cuando era joven, dice que sí, que también nosotros, cuando nos llegue
el momento, subiremos a esas montañas y pasaremos al otro lado aunque no seamos
tan ágiles y nuestros huesos pesen demasiado.” De momento, el pueblo se está
quedando desierto. Los jóvenes se van al valle, a buscarse la vida en las
ciudades. Y los viejos a la montaña. La tarde, ahora que se acerca el otoño,
apenas logra reunir a media docena de ancianos en torno a la antiquísima fuente
de piedra o en las toscas sillas de madera y anea de la taberna. Allí,
sentados, van dejando pasar los largos inviernos y las hermosas primaveras
mirando por las ventanas y hablando del tiempo y de los forasteros, en espera
de lo que el viejo Colás llama el momento definitivo: El momento en que cada
uno de ellos, cada uno de nosotros, sentirá la llamada en su interior.
Entonces, aunque el día sea frío, aunque nieve y los senderos estén helados,
meteremos en una bolsa los recuerdos y partiremos, con las primeras luces del
alba y sin una lágrima, hacia las altas cumbres, en busca quizá de otros
bosques, de otros valles, de otros barrancos y hondonadas, al otro lado de la
Cordillera.
PÁGINA 10 – CUENTO
ANTONIO
VIZCAYA DURÁN
(Pachuca
de Soto-México)
UNA
NUBE
Nada;
excepto tapizarme el pijama con ese pelo rebelde, cálido de mi perro; y las
pantuflas de hojarasca que, a cada paso que doy en el jardín, bien saben
interpretar la música original, la última versión del otoño, en mi rostro sin
rasurarme que busca al sol; quien a su vez no se cansa de idear, para mí,
máscaras-folleto, tatuajes momentáneos entre las ramas de la parra; mientras
las uñas halagan a mis genitales y la nariz, en un relajo tal, que por un
instante se me olvida respirar.
Las
comisuras de mi boca se han venido vistiendo, desde hace un par de horas, de la
evaporación condensada, manifiesta de un tinto económico, pero estupendo; tanto
que pareciera que mis recuerdos comienzan a partir de esa gaviota perdida que
pasa volando sobre la casa. –La cuenta del banco pesará unos cien gramos menos…
Cuando
el Ron, mi perro, se va por allá a ladrarle a alguien; o de pronto cae a mi
lado una hoja seca de la parra, como satisfecha cáscara que contenía al sol
tibio; o si el metro, en la avenida, llega o se va, entonces me desperezo, me
vuelvo a rascar.
Esa
gaviota encontró su camino un lunes sin igual, antes del mediodía.
Me
queda lo justo para otra botella, pero creo que mejor compraré una nube
para la Jany -mañana el metro me las robará todas.
Al
amanecer, mis pantuflas sabrán guardar el secreto.
LAURA
MASSOLO
(Turdera-Buenos
Aires-Argentina)
LAS
HERIDAS
Soportamos
que se volaran las
cenizas
la
cabeza vacía
preguntamos
y no supimos
respondieron
y no pudimos
hubo
entierros
un
pedazo de
carne
un
olor de carbón
ese
momento fijo del plomo y de la herida
figuras
que se quemaban
una
flor desmayada en el ácido
Y
soportamos
la
cabeza en el plomo
soportamos
que se rompieran las
palabras
la
cabeza en el ácido
respondimos
y no supieron
preguntaron
y no quisimos
hubo
autopsias
un
pedazo de
carne
un
perfume seco
ese
momento herido de carbón y ceniza
palabras
que se quemaban
un
ácido que desprendía silencio
Y
soportamos
el
peso del silencio
soportamos
que se perdieran las respuestas
la
cabeza enterrada
la
balanza
el
peso del vacío
un
perfume cerrado
las
palabras heridas
un
pedazo de
carne
las
heridas abiertas
ALEJANDRA
DÍAZ
(Tucumán-Argentina)
LA COTIDIANA
como
quien se eleva sobre sí / se mira
viene
del silencio la cotidiana la nunca dicha palabra
esa
misión nacida de no convocar al desconsuelo/
cansada
como quien descansa se dice aquí no hay mas que yo
un
rumor adentro viene del sueño
los
rostros de sus rostros se pliegan y despliegan
origami
de papel de diio
de
cualquier manera ella sabe las útimas noticias de memoria
que
la soledad ese pez que saltó de la pecera
y
nadie vino a salvar al amor que quedó sin aire
sin
lugar donde guardar tanta ausencia
sabe
también /
que
es mejor venir de haber gritado en
de
saberse minotaura arremetiendo a las sombras
cierta
especie extinguida de quienes van a enloquecer de amor
pero
no
pero
no
está
tan lúcida su vuelta
que
pareciera no haber soñado / la cotidiana no olvida
una
última versión mordiendo el alba
sacude
la cabeza
como
quien sacude el alma
para
no andar desnuda por la vida.
TERESA
LEONARDI HERRÁN
(Salta-Argentina)
FRIDA
KAHLO
Multiplica
su rostro sobre telas
en
oficio ritual contra la muerte
ama
más a los cuerpos que a la belleza
ama
más a la revolución que a los cuerpos
desde
el amanecer es el sinsonte único
que
en Coyoacán el aire endulza
con
los corridos y la Internacional
y
aun cuando en ella arrecia el dios de los dolores
con
la gangrena y el corsé de hierro
desencierra
a la noche su corazón hermafrodita
el
bacante la omnívora
Oh
Frida Señora de Todos los Vuelos
préstanos
tus alas en este fin de siglo
donde
vivir lisiados es la norma
habítenos
tu corazón de doble llama
quemándose
por la justicia y la belleza.
MIGUEL
CARLOS GONZÁLEZ
(Concordia-Entre
Ríos-Argentina)
AJEDREZ
Conjetural
e incierto,
por
debajo de las puertas del hoy
el
futuro desliza sus mensajes.
En
pos de descifrarlos nos gastamos los días,
elegimos
momentos, armamos escenarios,
exploramos
con otros nuestras afinidades
para encontrar sentido a la
existencia.
Andar
por los caminos del presente,
propiciar
los encuentros,
compartir
como un pan las alegrías,
entregarse
al amor sin miedo a despedidas,
es
un arduo trabajo cotidiano,
sin
lugar para juegos.
Pero, en cambio, podemos
(pensándonos trebejos)
jugar
con el pasado un ajedrez distinto:
fingir
la fortaleza de la torre,
seducir
con hechizos a la dama,
usurpar
el poderío del rey,
ordenar que los peones
adopten
la elegancia del alfil o el caballo,
alteren su lugar en los
escaques
y, sin rigor ni reglas, se
muevan a su arbitrio.
Las partidas no tienen
desenlaces
(el jaque es imposible)
no existen piezas que se
sacrifiquen
y rearmar el tablero es cosa
simple.
Claro que,
como en todos los juegos,
hay que cuidarse de las
adicciones.
MANUEL
LOZANO
(San
Francisco-Córdoba-Argentina)
EL
PRECURSOR
Juan III, 27-31
para Bautista
Bongiovanni, que está naciendo
En
cada niño hay un pesebre tatuado en los ojos.
Yo
te vi en el portal (aunque las crónicas no lo registren),
yo
vi la estrella de los magos de Oriente,
pero
una luz mayor fosforecía, manaba sobre el mundo
hasta
incendiarlo en las entretelas de la profanación.
Por cada
lágrima rueda un manantial de dichas y terrores.
El
llanto de un dios que acaba de nacer
quema
y redime las manos ajadas.
Yo
vengo del desierto, Jesús mío.
Yo
no soy digno de atar las cuerdas de tus sandalias rotas.
Yo
no soy más: yo soy el río que se disminuye
para
que tú crezcas, vayas creciendo en la sangre
bendiciente
del mundo.
Mañana
seré decapitado y ofrecido en bandeja de oro
ante
la orgía inmunda de la traición,
esa
serpiente amarilla de dos cabezas y quince lenguas.
Mientras
el cántaro de nácar se vacía en tu crisma,
una
paloma baja
y
ya es verbo y substantivo de tu permanencia.
Ahora
los dos somos niños, nuevamente lo somos.
Aquí
están nuestros padres.
PÁGINA 12 – CUENTO
NECHI
DORADO
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
MURIÓ
JOSÉ
-¿Viste que murió José?
-¿Cuál José?
-El de acá a la vuelta, el que
tiene 8 hijos y la mujer es esa negra flaquísima, la que anda con los pibes
caminando detrás de sí como una mamá-pata, mamá- gallina.
-Ah, sí. Esa mamá de ojos tristes
como los días de verano cuando el sol hace un paro sorpresivo impidiendo que
los turistas gocen de la playa. El albañil.
-Era de todo. Albañil, jardinero,
hacía algo de plomería, lo que venga, decía. Todo me sirve.
-¡Cómo que no! Recuerdo que
trabajaba mucho, fue uno de los que levantó el edificio de la calle 2, ese que
de pronto quedó abandonado y hace que se yo cuántos años es como un esqueleto
erguido frente al mar, bañado por la bruma, recalentado por el sol del verano,
azotado por los vientos que te calan hasta los huesos. ¡Qué cosa esa obra!
¡Como quedó abandonada en el tiempo!
-José también trabajó en la
construcción de dúplex, casitas de veraneo con el techo a dos aguas. Contaba
que no paró desde que llegó de un Chaco donde los capangas
expulsaron la alegría, pensando que por otros confines la vida sería más fácil.
-Es que la crisis pegó fuerte,
dejó un tendal de hombres y mujeres a la deriva como el barco hundido de la
otra playa.
-¡Sí, pobre tipo! Y era joven,
dicen que tenía cuarenta y dos años.
-¿De qué murió?
-De empacho.
-¿Qué?
-Si. Murió empachado de ganas.
Atragantado de sueños irresueltos, de ganas compulsivas de alcanzar
unas monedas como para poder parar la olla.
Ganas de poder mandar a sus hijos
a la escuela. Sobre todo a los mayorcitos que dejaron la primaria para ayudar
al padre en las tareas.
Murió atorado de ganas de poder
comprarle zapatillas nuevas, esas que no tienen agujeros. Tenía
ansias de no ver más como asoman los deditos de los niños por la lona rasgada.
Murió empachado de tantas ganas
irresueltas.
Empachado de impotencia, de
pobreza; empachado de bronca contenida.
-Deja como herencia ocho pequeños,
una mujer y un par de perros famélicos con los que compartían migajas. Nadie
hablará de él dentro de un rato.
-Tampoco nadie reclamará esa
herencia.
Murió José, un hombre como tantos.
No hay obituarios que relaten recuerdos, murió sin club de fans, sin lágrimas
ajenas. Fue apenas un fantasma en vida y a partir de hoy ya será
nada.
-Ah, hablando de fans ¿viste que
murió también el empresario devenido en actor sin arte, en hombre del
espectáculo que muestra el colapso televisivo en un medio que se
convirtió en alienante?
-Sí, lo escuché hoy por la radio.
¡Pobre José!
PÁGINA 13 – ENSAYO
EDUARDO
DALTER
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
ACERCA
DE LA POESÍA ARGENTINA
UN APUNTE PERSONAL
UN APUNTE PERSONAL
Creo
que desde siempre tuve una relación muy singular con la poesía argentina, y que
en no pocos momentos me fue maravillando o me dejó pensando. Recuerdo, y cada
tanto releo, aquellos poemas de Enrique Molina que se suceden en su
reverberante antología Hotel pájaro,editada en 1967. También, en aquellos
distantes años así como en éstos del nuevo siglo, no deja de atraerme la poesía
de Alejandra Pizarnik en sus distintos libros, sobre todo aquella que se abre
en Los trabajos y las noches, editado en 1965. Por otra parte, Raúl
Gustavo Aguirre, con sus Señales de vida, de 1962, y Edgar Bayley, con
su “es infinita esta riqueza abandonada” siempre me tuvieron en sus
cercanías, o como lectores que siempre hallan un brillo más, o una certeza más
en sus poéticas. Todo ello además de algunos poemas de José Portogalo, de
Juanele Ortiz, de Raúl González Tuñón, de Romilio Ribero, de Miguel Ángel
Bustos y del siempre vital Oliverio de Persuasión de los días, libro que
desde siempre entendí como una crítica inspirada hacia los tiempos de la
impiadosa Década Infame nacional.
Claro que hay más ejemplos que a menudo me revolotean, y que me puedo olvidar de alguno, o de algunos, de aquellos o de estos tiempos, no así de las letras de algunos tangos de Homero Manzi, de Discepolo, y de Celedonio Flores. Creadores cada uno, en fin, de una poética tan genuina y entrañable como sustentada. Y de estas cercanas décadas, asimismo, se fue imponiendo en mí, a veces siento que más allá de mi voluntad e inclusive de mi gusto, ese extenso poema del poemario Alambres, de 1987, titulado “Hay cadáveres”, del ya desaparecido Perlongher, nativo como Pizarnik de la barriada populosa de Avellaneda, y la intensa Crónica gringa, con varias relecturas, del poeta del sur de Santa Fe, Jorge Isaías. Pero también siempre busqué o necesité de otras poéticas. Otras ventanas, inclusive para poder adentrarme mejor en los versos nacionales. Algo así como quien también necesita cada tanto ir hacia el puerto en búsqueda de otros aires, otros espacios y otras gentes. O dicho de otro modo: para estar aquí siempre necesité de una ventana abierta...
Por otra parte –y siempre lo consideré como un tema algo extraño–, la poesía de los poetas de las provincias nunca tuvo una libre o abierta circulación en los ámbitos poéticos y culturales de Buenos Aires, bien porque se corresponde con ediciones de pequeñas editoriales o bien porque la administración cultural porteña sesgada a sus cánones (una mezcla de gustos citadinos a la moda y una mezquindad corta de vista) solamente se desplaza entre sus salsas y sus esquinas. No obstante, sabido es que la poesía del país acontece y se produce en el país, no sólo en la gran ciudad canónica. Así, distintos tramos de la poética del bardo santafesino Juan Manuel Inchauspe, a los que siempre volví, significan momentos enriquecedores de la poesía argentina de estas décadas, también los poemarios de la poeta de Jesús María, Susana Cabuchi, titulados Patio solo (1986) y Álbum familiar (2000), ambos con edición en la ciudad de Córdoba, por dar sólo dos ejemplos, además de las poéticas insoslayables gestadas estas décadas en la ciudad de La Plata, con algunos libros reveladores en su haber.
Traspasar fronteras, por otra parte, siempre me dije, es un fundamento esencial de toda poética, poética a la que nada en el mundo, con sus caminos y puertos, le es ajeno. Nunca pude así saber hasta qué punto Fayad Jamís, Sonny Rupaire y Wayne Brown, no son de mi nacionalidad y de mi vecindad, porque más bien siento que ellos tuvieron deseos cercanos y preocupaciones similares, y latidos, a los que yo tengo y tuve. Caminos y vientos del mundo, pesares y sueños del mundo, todos distintos, como cada poema, como el dibujo de cada mano, y como cada mirada. Así, Buenos Aires, tan única, es una inolvidable ciudad del mundo, con sus cielos y sus pozos, que también ha venido dando maravillosos poetas, por lo menos desde Oliverio o desde González Tuñón hasta Perlongher, y aun algo más acá, creadores siempre de avenidas y de aires. Para que todo sea. (Aunque con las provincias prácticamente en estado de ausencia.) Neruda una vez dijo: “Un poeta debe ser un profesor de esperanza”. Y un poco de eso también se trata, sobre todo en los días que pareciera no prometen demasiado.
Claro que hay más ejemplos que a menudo me revolotean, y que me puedo olvidar de alguno, o de algunos, de aquellos o de estos tiempos, no así de las letras de algunos tangos de Homero Manzi, de Discepolo, y de Celedonio Flores. Creadores cada uno, en fin, de una poética tan genuina y entrañable como sustentada. Y de estas cercanas décadas, asimismo, se fue imponiendo en mí, a veces siento que más allá de mi voluntad e inclusive de mi gusto, ese extenso poema del poemario Alambres, de 1987, titulado “Hay cadáveres”, del ya desaparecido Perlongher, nativo como Pizarnik de la barriada populosa de Avellaneda, y la intensa Crónica gringa, con varias relecturas, del poeta del sur de Santa Fe, Jorge Isaías. Pero también siempre busqué o necesité de otras poéticas. Otras ventanas, inclusive para poder adentrarme mejor en los versos nacionales. Algo así como quien también necesita cada tanto ir hacia el puerto en búsqueda de otros aires, otros espacios y otras gentes. O dicho de otro modo: para estar aquí siempre necesité de una ventana abierta...
Por otra parte –y siempre lo consideré como un tema algo extraño–, la poesía de los poetas de las provincias nunca tuvo una libre o abierta circulación en los ámbitos poéticos y culturales de Buenos Aires, bien porque se corresponde con ediciones de pequeñas editoriales o bien porque la administración cultural porteña sesgada a sus cánones (una mezcla de gustos citadinos a la moda y una mezquindad corta de vista) solamente se desplaza entre sus salsas y sus esquinas. No obstante, sabido es que la poesía del país acontece y se produce en el país, no sólo en la gran ciudad canónica. Así, distintos tramos de la poética del bardo santafesino Juan Manuel Inchauspe, a los que siempre volví, significan momentos enriquecedores de la poesía argentina de estas décadas, también los poemarios de la poeta de Jesús María, Susana Cabuchi, titulados Patio solo (1986) y Álbum familiar (2000), ambos con edición en la ciudad de Córdoba, por dar sólo dos ejemplos, además de las poéticas insoslayables gestadas estas décadas en la ciudad de La Plata, con algunos libros reveladores en su haber.
Traspasar fronteras, por otra parte, siempre me dije, es un fundamento esencial de toda poética, poética a la que nada en el mundo, con sus caminos y puertos, le es ajeno. Nunca pude así saber hasta qué punto Fayad Jamís, Sonny Rupaire y Wayne Brown, no son de mi nacionalidad y de mi vecindad, porque más bien siento que ellos tuvieron deseos cercanos y preocupaciones similares, y latidos, a los que yo tengo y tuve. Caminos y vientos del mundo, pesares y sueños del mundo, todos distintos, como cada poema, como el dibujo de cada mano, y como cada mirada. Así, Buenos Aires, tan única, es una inolvidable ciudad del mundo, con sus cielos y sus pozos, que también ha venido dando maravillosos poetas, por lo menos desde Oliverio o desde González Tuñón hasta Perlongher, y aun algo más acá, creadores siempre de avenidas y de aires. Para que todo sea. (Aunque con las provincias prácticamente en estado de ausencia.) Neruda una vez dijo: “Un poeta debe ser un profesor de esperanza”. Y un poco de eso también se trata, sobre todo en los días que pareciera no prometen demasiado.
PÁGINA 14 – POESÍA
ARGENTINA
A LA MEMORIA DE EMILIA Y TOMÁS BALDASSI
NORA
NANI
(Leones-Córdoba-Argentina)
EMILIA
...Cosa
esta
de venirme a borrar la sombra del trigo,
cachorra del verano
inmersa en un arrabal de espinas,
sola y arisca,
desesperada y tierna,
burlando la aurora
con luz de pájaro desterrado,
cachorra de incienso triste,
solita del ángel,
piedrita que cae al fondo del río
y que mi mano sangra en su filo exacto...
Eramos vos y yo
la aurora y el crepúsculo,
yo naciendo de tu ternura rota
y vos trayendo a mi corazón
las notas de un tiempo viejo,
surcado por ondas desconocidas,
procaces, misteriosas...
Y cantabas, cachorra mía,
y bailabas
cuando la lluvia le ponía notas
a tu antojo de charquito olvidado,
cachorra temible del desvarío,
campanita siempre alerta,
gauchita prodigiosa con las manos atentas,
nadie más plantada en la realidad
que tu sombra escasa
cazando siluetas de humo
o pegajosas murallas de escarcha,
veo tu pelo porfiado
y veo los peines que desapareció tu niña absorta,
y te veo la boquita pintada de vampiresa tierna,
y las uñas de rojo o de violeta,
pero veo tus ojos, la mirada desafiante,
la comedia de tu puesta en escena
violenta, audaz, temible,
pero veo tus ojos, tan pidiendo auxilio,
tus ojos implorantes,
tus ojitos desgajados en llanto,
pero veo tus ojos,
muchachita audaz que partió la vida
en exactas mitades de angustia,
Emilia de mi sueño,
te espera mi sangre,
cachorra de mis ganas...
de venirme a borrar la sombra del trigo,
cachorra del verano
inmersa en un arrabal de espinas,
sola y arisca,
desesperada y tierna,
burlando la aurora
con luz de pájaro desterrado,
cachorra de incienso triste,
solita del ángel,
piedrita que cae al fondo del río
y que mi mano sangra en su filo exacto...
Eramos vos y yo
la aurora y el crepúsculo,
yo naciendo de tu ternura rota
y vos trayendo a mi corazón
las notas de un tiempo viejo,
surcado por ondas desconocidas,
procaces, misteriosas...
Y cantabas, cachorra mía,
y bailabas
cuando la lluvia le ponía notas
a tu antojo de charquito olvidado,
cachorra temible del desvarío,
campanita siempre alerta,
gauchita prodigiosa con las manos atentas,
nadie más plantada en la realidad
que tu sombra escasa
cazando siluetas de humo
o pegajosas murallas de escarcha,
veo tu pelo porfiado
y veo los peines que desapareció tu niña absorta,
y te veo la boquita pintada de vampiresa tierna,
y las uñas de rojo o de violeta,
pero veo tus ojos, la mirada desafiante,
la comedia de tu puesta en escena
violenta, audaz, temible,
pero veo tus ojos, tan pidiendo auxilio,
tus ojos implorantes,
tus ojitos desgajados en llanto,
pero veo tus ojos,
muchachita audaz que partió la vida
en exactas mitades de angustia,
Emilia de mi sueño,
te espera mi sangre,
cachorra de mis ganas...
TOMÁS
Será
que venías sufriendo tu propio prodigio?...
Nadie como tú para la respuesta exacta,
el dolor recóndito,.
las sutilezas del tiempo
que te obligaron a callar desgarros,
niño crecido en el amor y en el silencio,
hombrecito temprano que templó la vida
en identidad de sueño y de coraje.
Creo que todos descansábamos en tus siete añitos formidables.
Era tanto el peso que sostenías,
tanto el futuro que gastábamos en tu presencia
que tu ausencia nos partió el vientre
como aquel huracán que presentía tu sueño.
Así nos dejaste,
imperativamente solos,
solos de toda soledad, solos sin excusa,
con las manos deshechas y los ojos vacíos
demoliendo el presente para encontrarte.
Recuerdo un tiempo en que éramos felices.
Recuerdo la vida de tu asombro,
la patineta imposible,
las aves, las mariposas,
aquel "cuando sea grande",
pero ya eras grande y no lo sabíamos,
ya eras el pequeño poeta
que desafiaba mi sangre con dos palabras
y una vertiente de rizos alertas
que goteaba ternura por tu rostro,
Tomás de mi sueño imposible,
nunca nadie llegó tan pronto hasta el centro de mi corazón,
nunca una mirada proyectó candiles
ardidos hace siglos
como tu voz poniendo orden en mi abismo,
nunca, Tomás de mis huesos,
de mi corazón solitario,
Tomás de los amigos que centraban el barrio de los juegos,
Tomás de mi propio juego,
del minecraft construyendo ciudades y bestias,
de tu voz contándome cuentos,
maravillas crecidas en tu garganta,
ay, niño perdido,
¿volveremos a vernos alguna vez?
¿volverá tu risa a temblar en mi ventana,
tu mano a llevar la mía,
el espejo de tu alma a tomar mi silencio
y a volverlo esplendente
en un paisaje donde todo es de luz y de milagro?
Te extraño, muchachito.
Te extraña mi corazón que era tu corazón,
mi sangre que era la tuya,
mi voz, mi tiempo, mi esperanza.
Tomás, deja que mi pena
se vuelva farol
para alumbrar las sombras y poder nombrarte.
Nadie como tú para la respuesta exacta,
el dolor recóndito,.
las sutilezas del tiempo
que te obligaron a callar desgarros,
niño crecido en el amor y en el silencio,
hombrecito temprano que templó la vida
en identidad de sueño y de coraje.
Creo que todos descansábamos en tus siete añitos formidables.
Era tanto el peso que sostenías,
tanto el futuro que gastábamos en tu presencia
que tu ausencia nos partió el vientre
como aquel huracán que presentía tu sueño.
Así nos dejaste,
imperativamente solos,
solos de toda soledad, solos sin excusa,
con las manos deshechas y los ojos vacíos
demoliendo el presente para encontrarte.
Recuerdo un tiempo en que éramos felices.
Recuerdo la vida de tu asombro,
la patineta imposible,
las aves, las mariposas,
aquel "cuando sea grande",
pero ya eras grande y no lo sabíamos,
ya eras el pequeño poeta
que desafiaba mi sangre con dos palabras
y una vertiente de rizos alertas
que goteaba ternura por tu rostro,
Tomás de mi sueño imposible,
nunca nadie llegó tan pronto hasta el centro de mi corazón,
nunca una mirada proyectó candiles
ardidos hace siglos
como tu voz poniendo orden en mi abismo,
nunca, Tomás de mis huesos,
de mi corazón solitario,
Tomás de los amigos que centraban el barrio de los juegos,
Tomás de mi propio juego,
del minecraft construyendo ciudades y bestias,
de tu voz contándome cuentos,
maravillas crecidas en tu garganta,
ay, niño perdido,
¿volveremos a vernos alguna vez?
¿volverá tu risa a temblar en mi ventana,
tu mano a llevar la mía,
el espejo de tu alma a tomar mi silencio
y a volverlo esplendente
en un paisaje donde todo es de luz y de milagro?
Te extraño, muchachito.
Te extraña mi corazón que era tu corazón,
mi sangre que era la tuya,
mi voz, mi tiempo, mi esperanza.
Tomás, deja que mi pena
se vuelva farol
para alumbrar las sombras y poder nombrarte.
RECORDÁNDOLOS
Soñé
un campo de mazorcas maduras.
¿Pueden verlo?
Allí arriba una nube se desplaza
y moviendo las alas
-a veces para un lado,
a veces para otro-
toma formas que aparecen y se diluyen
como jugando en un pelotero de azúcar.
Díganme:
¿son ustedes que soplan burbujas
en un burbujero de lluvia?
Emilia, olvidaste tus botas,
esas que no te quitabas ni para dormir.
Ya sé que ahora no te hacen falta.
Ahora sos de nube y sueño.
Nada te toca y nada se te parece.
Ahora tienes todo el cielo
para salpicar de azul sin mojarte...
Tomás, cuida a tu hermanita.
Por supuesto que no corre ningún peligro,
pero el peligro de sus travesuras
puede volver el horizonte de fuego
y tirarnos piedritas de colores
hasta hacer del mundo un espejo a su antojo.
Ya no será tan traviesa, supongo.
O sea que ahora podrás dedicarte
a tus juegos de números,
a levantar ciudades con edificios rigurosos
y cabras pastando en montes vecinos.
Ahora podrás descifrar los fenómenos de la naturaleza,
tendrás las respuestas para tus "-¿Y ahora qué?-",
podrás ser el niño simple que debiste ser...
Y tomarás de la mano
a tantos niños solos que se te acerquen
y les pondrás maravillas en los ojos
porque tu destino fue siempre la maravilla.
Yo miraré todas las tardes hacia el horizonte
y cuando vea un verde de humo bíblico
que se abre detrás del silencio,
sabré que están con los crayones
explotando de color la vida,
las dos vidas:
aquella que ambos nutren ahora con júbilo
y desafiando a la otra,
la vida nuestra,
que se ha quedado tan vacía,
entrañablemente torpe, con ropas y juguetes,
patinetas, dibujos, ecos, sombras, canciones,
y este collar de llanto
que intenta retenerlos un poco,
solo un poquito más...
¿Pueden verlo?
Allí arriba una nube se desplaza
y moviendo las alas
-a veces para un lado,
a veces para otro-
toma formas que aparecen y se diluyen
como jugando en un pelotero de azúcar.
Díganme:
¿son ustedes que soplan burbujas
en un burbujero de lluvia?
Emilia, olvidaste tus botas,
esas que no te quitabas ni para dormir.
Ya sé que ahora no te hacen falta.
Ahora sos de nube y sueño.
Nada te toca y nada se te parece.
Ahora tienes todo el cielo
para salpicar de azul sin mojarte...
Tomás, cuida a tu hermanita.
Por supuesto que no corre ningún peligro,
pero el peligro de sus travesuras
puede volver el horizonte de fuego
y tirarnos piedritas de colores
hasta hacer del mundo un espejo a su antojo.
Ya no será tan traviesa, supongo.
O sea que ahora podrás dedicarte
a tus juegos de números,
a levantar ciudades con edificios rigurosos
y cabras pastando en montes vecinos.
Ahora podrás descifrar los fenómenos de la naturaleza,
tendrás las respuestas para tus "-¿Y ahora qué?-",
podrás ser el niño simple que debiste ser...
Y tomarás de la mano
a tantos niños solos que se te acerquen
y les pondrás maravillas en los ojos
porque tu destino fue siempre la maravilla.
Yo miraré todas las tardes hacia el horizonte
y cuando vea un verde de humo bíblico
que se abre detrás del silencio,
sabré que están con los crayones
explotando de color la vida,
las dos vidas:
aquella que ambos nutren ahora con júbilo
y desafiando a la otra,
la vida nuestra,
que se ha quedado tan vacía,
entrañablemente torpe, con ropas y juguetes,
patinetas, dibujos, ecos, sombras, canciones,
y este collar de llanto
que intenta retenerlos un poco,
solo un poquito más...
PÁGINA 15- CUENTO
ADRIÁN
NÉSTOR ESCUDERO
(Santa
Fe-Argentina)
PÁJAROS
Plano por plano. Pieza por pieza. Piso por
piso. Cueva por cueva. Nicho por nicho. Nido por nido. Y he ahí un nuevo,
flamante rompecabezas urbano recortando el tiempo y el espacio. Oficio por
oficio. Herramienta por herramienta. Eran como pájaros aquellos seres de alas
invisibles trepados solazmente a los andamios celestiales...
Y preparaban, en las extremas nubes de
argamasa, la torre de agua de otra delgada y cristalina esfinge o templo pagano
floreciendo en el vientre ciudadano de esta oxidada Babel contemporánea: hablo
de ella, de mi santafesina (argentina) ciudad de la Vera Cruz, a la sazón ya
sin fe y ya sin cruz...
Templo donde ellos no sabían –ni querrían
saber- sobre su suerte de tórtolas y pichones para el holocausto que, ocultos
sacerdotes obispales de escritorio, mitra, báculo, casulla, manípulo,
dalmática, tunicela, estola, alba, cíngulo y sandalias de astutos comerciantes
letrados, urdían a diario con sus vidas a modo de impiadosa ofrenda, desalmado
sacrificio y rendido tributo -a
cualquier costo- en honor al más
“poderoso caballero” de este mundo: don (su dios) dinero.
A unos cincuenta metros de mi oficina, por
sobre el tráfico y la indiferencia absoluta de mis pares, aquellos pájaros
humanos construían nidos de cemento, acero y plástico reforzado, como nidos de
lujo para otros pájaros humanos... Ah, si éstos supieran el precio al que ellos
debía sujetarse para...
Yo los miraba, absorto y demudado,
admirándolos en sus vuelos de correas endebles y gastadas, en su pura valentía
de equilibristas del aire con urgido ánimo de supervivencia –“porque de algo
hay que vivir, y no le tengo asco a las alturas”-, y me preguntaba, cuánto
alpiste comerían por su trabajo de navegantes aéreos. De controladores aéreos.
De cosmonautas vernáculos sin escafandra... Cuánto alpiste alcanzarían sus
dueños -aquellos avaros y engordados
(para el Apocalipsis) patrones de las bellas arquitecturas que sólo “ellos”
moldeaban y modelaban con la sencilla sabiduría del oficio idóneo- a esas bocas
hambrientas y chillonas... Cuánto alpiste darían -aquellos avaros propietarios
de la empresa inmobiliaria que administraría las rentas del futuro edificio en
torre “Campanario 100”-, a esas bocas cantoras y desdentadas por el viento y el
sol, como efímero premio a la audacia y pericia de su cabalgadura a destajo por
sobre las riesgosas rutinas de intemperie en las que moraban como horneros deportados, pero
siempre llenos de orgullo, sin embargo, como pájaros, porque lo importante era
ser “eso”, pájaro, y volar, saber volar y vol...
De pronto, el chirrido de los frenos de un
automóvil justo en la esquina donde emergía el gigante constructivo, me desvió
la mirada. Pero no más para volver a levantarla y presenciar, yo también, lo
que sería el último vuelo, absurdo y desaforado, de uno de aquellos precoces
–casi un niño por lo joven que parecía- pájaros sin módulo espacial,
obnubilados por la falta de oxígeno, o el exceso de confianza en su pericia, o
el fallo de un material de seguridad, o el pensamiento extraviado en las
paredes a medio levantar de su casulla del Barrio La Lona -porque hoy es día de
cobro de quincena-, y el descuido fatal o el golpe artero y sin aviso de una
polea tonta y torpe en la cabeza vanamente enroscada ahora en un cuello roto,
giratorio y mortalmente desgajado de aquel cuerpecito histriónico aunque
inanimado...
Entonces, sucedió. Y niego que todo fuera
producto de la imaginación; de mi imaginación, o, mejor, de la indignación que
había venido acumulando mientras comparaba la responsabilidad y destreza que
ameritaba semejante oficio con el de otras profesiones quizás -como la mía- más
cómodas, burocráticas, aclimatizadas y un tanto vanas –por la corrupción
institucionalizada-, y la miserable ración de alpiste con la que esos pobres
pájaros eran motivados a jugarse la vida en cada asiento de ladrillo que
plantaban sobre aquel muro voraz que crecía y crecía, veloz, sin detenerse
jamás...
Niego eso y afirmo con certeza que, por un
lado, una lustrosa bandada de golondrinas
turistas –abanicando el verano que ya se despedía de la ciudad-, y, por
otro, una bandada de chijíes de pechos fundidos como en oro y plata, antes de
que el plumaje pálido de su congénere fuera parte del sangriento guiñapo de un
títere aplastado contra el insensible pavimento de concreto asfáltico -como una
granada de carne y huesos-, lo alzó en precipitado auxilio, elevándolo hacia el
más allá de los allá, sin relieves ni repliegues, sin molduras ni arabescos,
sin pórticos ni galerías, sin impostas ni rosetones, sin pilares ni
contrafuertes, sin columnas ni parapetos, sin escaleras ni ascensores, sin
bóvedas ni subsuelos, sin puertas ni candados, sin ventanas ni antepechos, sin
cañerías ni conductos, sin puentes ni cables, sin techos ni alfombras, sin tejas
ni chimeneas, sin terrazas ni baldosas, sin aleros ni cobertizos, sin rejas ni
barrotes, sin celosías ni listones, sin claraboyas ni buhardillas, en un
abierto, rasante y plano y recto cortejo de ángeles luminosos que se fundieron
en el crepúsculo de aquel atardecer inolvidable...
Plano por plano. Pieza por pieza. Piso por
piso. Cueva por cueva. Nicho por nicho. Nido por nido. Oficio por oficio.
Herramientas por herramienta. Fue así, créame. Ninguno de los otros encontró
sus plumas derrapadas, ni en la vereda ni en la calle contigua donde yo lo
viera flotar y volar, como un pájaro con otros pájaros en un vuelo de especie
que se perdió, como pájaro, hacia el reino de los pájaros... Justo el día en
que debía recibir su apretada ración de alpiste.-
Dedicado
In memoriam al escritor
santafesino Gastón Gori, y al P. Osvaldo Catena.
En particular para el
poeta Joseph Berolo Ramos, Azalea y Joseph Nasim, Marisa Aragón Willner y Norma
Segades Manias
Y a los que nunca
dejarán de intentarlo...
PÁGINA 16 – ENSAYO
EDUARDO
PÉRSICO.
(Lanús-Buenos
Aires-Argentina)
DE
UN BORGES DESAFINADO.
En opiniones de Jorge Luis Borges sobre
el tango, - palabra que él bien entendía
africana- situaba su origen
por 1880, y también decía que el pueblo adoptara esa
música luego que la clase alta - o ‘gente bien’- la difundiera desde su propio
ámbito. Hubieron muchas presunciones sobre esto mismo, pero al fin sería
indudable que el tango llegara desde las casas más acomodadas a los barrios menos pudientes de la ciudad de
Buenos Aires- Y que luego desde allí
sería adoptado en almacenes y despachos de bebidas; sitios de reunión adonde
concurría ‘la gente común’ a jugar a la
baraja, tomar algún vaso de vino y juntarse con sus iguales
o algún amigo.
Esa certeza que ganara adeptos al
repetirla Borges, ya existía por una precisa realidad económica: los
instrumentos iniciales de los músicos de tango eran muy costosos y solo
accesibles a los medios sociales superiores al gentío común. Donde compadritos
o no, nadie podría propiciarse un piano,
un violín y ‘ni siquiera una flauta común para darse el gusto’; opinión
que expresara Borges en sus charlas de
grandiosa memoria. Aquellas reuniones para una veintena de asistentes que él no
consideraba ‘conferencias’ pero donde solía
expresar además de lo vivido su gran ilustración. Donde con un mínimo de
imaginación era inevitable no comprender
aquel rico bagaje contenido y enraizado en el gusto del argentino común
que instruía Borges; condición didáctica más desechada por la mala fe de los
detractores de lo popular que por las actitudes del mismo escritor. Y un perfil borgeano al que muy pocos
accedían o aceptaran, era su idea de estimarle
al tango un valor sustancial en el carácter de los argentinos, y además que esa expresión musical resumía el
inconsciente de nuestra cultura en general. Y dentro de ese inmenso territorio
conceptual donde Borges solía gastar
hirientes socarronerías a otros autores,
él mismo marcaría su presencia y lugar generando ‘ese mundo que
sería su mundo’ que estimara un crítico alguna vez. Y sí; Borges sostenía cierto ámbito propio
donde además de su innegable saber de
los orígenes del tango, - que para muchos de su clase algo inabarcable-
persistía en otro espacio universal que él valoraba como un ámbito propio. Y de
semejante criterio digamos apenas eso…
Jorge Luis Borges, escritor argentino de
una ilustración muy visitada por el modernismo de Rubén Darío, Juan Ramón
Jiménez, Valle Inclán y Leopoldo Lugones, al encontrarse con la milonga solía
frasear que esa expresión musical, mirada a fondo y con atención, bastaba por
sí misma para conjugar un primario y definitivo elemento cultural del Buenos
Aires siglo veinte. Y por ese rumbo él
también hablaría con naturalidad de guitarras y violines, de valientes y
cobardes que nutrieran las letras del tango y otros renglones que cada tanto repetiría con alguna
reserva. Por cuanto en Borges era evidente su afecto y tendencia hacia los
tangos de la guardia vieja ‘que eran sólo melodía’, y más aún porque los
primeros tangos no tenían letra pero sí recurrencias traviesas. Acaso fuera de
ahí que a él no le gustara Gardel por su insistencia en cantar tangos con
argumento, y le enjuiciara además su marcado sentimiento llorón. Una
afirmación temeraria más que Borges iría desechando como hiciera también con
ese otro ‘desafío personal’ de presentarse ante sus amistades cantando un tango
‘con mi inflexión correctamente desafinada’, decía. Disparate que él, Borges, tampoco
solía advertir ni siquiera entre amigos como un verdadero papelón, y ambas
tonterías las iría sumando a otras recurrencias
que hasta ahí él creía ingeniosas
por más que nunca lograran
adhesión de nadie. Más aún; un muy serio
rechazo no solo entre los ‘propiamente tangueros’ sino también del gentío de
sus amistades informadas del mar profundo que contiene ese río del gusto
popular. Un territorio donde ni el más desencaminado de los argentinos agitaría
el mínimo resquemor
anti-gardeliano, por más intrépida o
certera que luciera su calificación.
Pero al fin así era Jorge Luis Borges,
quien como cualquiera de nuestra especie de mortales, a veces también desafinaba. (2015)
PÁGINA 17 – POESÍA
AMERICANA
FRANK
PEREIRA HENNESSEY
(Barranquilla-Colombia)
LAS PALABRAS
Solamente
los poetas conocen
el reverso de las palabras,
el relieve desconocido
que aprisiona
la imagen derramada,
sobre
la metamorfosis del fuego,
que marca
la ruta de un girasol lascivo.
los poetas conocen
el reverso de las palabras,
el relieve desconocido
que aprisiona
la imagen derramada,
sobre
la metamorfosis del fuego,
que marca
la ruta de un girasol lascivo.
WLADIMIR
ZAMBRANO
(Guayaquil-Ecuador)
Interior
de Ciudad
Voy
a cortarme la mano derecha,
enterrarla
en el jardín
y
esperar a que crezca un hombre…
De
mi cabeza al cuerpo la inmersión de un continente,
de
mi cabeza al sueño una cacería de nombres…
Todos
mis maestros se han marchado…
El
conductor en carruajes de vino
y
la obcecada anciana vestida de infante,
el
dragón que vivía en su aldea
como
príncipe y hombre,
el
rito de animales
que
en el hambre se guardará
cuando
el círculo en palabras erigiera otra ciudad,
otro
nombre,
otra
cifra…
Y
otro barco de la piel gastándose
en
las formas del deseo…
Y
otro barco de la piel insomne
en
un pasado que fabrica…
una
materia que pesa,
pero
escapa de mis manos
un
palabra que escribo,
pero
se borra…
Todos
mis maestros se han marchado…
Voy
a cortarme la mano derecha,
enterrarla
en el jardín
y
esperar a que crezca un hombre
MARIANELA PUEBLA
(Valparaíso-Chile)
DUELE
Duele, duele tu frío cuerpo sobre mis sueños.
Tus pupilas cerradas, tus labios sin sonrisa,
este dolor que no cesa y aprieta el corazón
y lo destroza.
Duele que no hables, no digas mi nombre,
robarte una sonrisa, acariciar tus cabellos,
tocar tus manos.
¡Ay hijo!,
cómo duele tu ausencia y no hallo
algo que llene este vacío inmenso
dejado por tu partida
y ahora no puedo sacarlo de mi pecho.
¡Ay dolor!, estás conmigo día y noche,
no cesas de atormentarme.
Dolor, te quedas y no te vas por otro sendero.
¿No te basta llevarte su existencia?
Me arrancaste al hijo, mas, no te has ido,
te divierte herir con fuego su recuerdo.
Pensamiento dueles,
eres un grito a medio camino,
enlazado a mis cuerdas vocales,
una súplica que se ahoga, no sale estruendosa
lastimera,
y no puedo pronunciar tu dulce nombre
sin que el sollozo lo enmudezca.
Duele tanto, la noche, el cielo oscurecido,
el susurro del viento, y el caer de la nieve.
Todo al pasar duele, deja una honda herida
y no habrá cicatrices que la oculten
aunque pasen los inviernos y sus fríos,
aunque los años se desplomen a pedazos,
nada en mi corazón de madre
podrá borrar, tu amada presencia.
RONALD
BONILLA CARVJAL
(San
José-Costa Rica)
III
(A
LA MUERTE)
Si vienes, muerte solapada,
a llevarte, a llevarme, a convencernos...
aquí estaremos anclados a esta quilla de un paisaje
que un día un viejo perezoso
dejó olvidado en los andenes.
Si vienes, muerte solapada,
a llevarte, a llevarme, a convencernos...
aquí estaremos anclados a esta quilla de un paisaje
que un día un viejo perezoso
dejó olvidado en los andenes.
PÁGINA 18 – CUENTO
ALFREDO
DI BERNARDO
(Santa
Fe-Argentina)
TANTO
UNIVERSO, DANTE
ese bebé / niño /
frasquito de posibilidades
Leonardo Pez
¿Te
diste cuenta, Dante? Espléndido, múltiple y contradictorio, el universo entero
fluye a tu alrededor. Aquí y ahora mismo, delante de cada uno de tus pasos,
todo late, novedoso, al alcance de tus sentidos y tu curiosidad: números,
colores, fragancias, objetos, formas, sonidos, sabores, palabras, animales y
personas, partículas y océanos, contundencias y
abstracciones.
Es
una cosa muy grande el universo, Dante, no te das una idea. Todo gira y gira en
una perpetua danza cósmica cuya partitura nadie conoce, una danza que -aunque
todavía no lo sepas- también a vos te envuelve, te atraviesa, te concierne. Es
algo tan enorme, el universo… ¿Por dónde vas a empezar a estrenarlo? ¿Cuál de
sus infinitos costados atraerá tu atención? ¿Cuál de sus incontables regiones
te interesará recorrer? ¿Detrás de qué puertas querrás husmear para asomarte al
mundo? ¿A caballo de qué entusiasmos lo abordarás? ¿Querrás medirlo, pesarlo y
contarlo, o te esforzarás por poner en él cierto orden? ¿Te obsesionarás por
comprender las leyes que lo rigen, o te dedicarás sólo a alimentar el disfrute
de explorarlo? ¿Lo aceptarás tal cual es, o necesitarás reinventarlo sobre
lienzos o pentagramas? ¿Qué barajas sacarás del mazo inconmensurable? ¿Tendrás
predilección por lo dulce? ¿Te gustarán más las melodías compuestas en tono
menor? ¿Preferirás los colores fuertes?
Varias
de las respuestas están ya grabadas en tus genes; lo sé aunque no las conozca.
Pero a las otras, Dante, las que no dependen del azar o la biología, ¿qué y
quién habrá de sembrarlas en vos? Sos arcilla fresca, todavía. ¿Qué brisa, qué
aroma, qué azul te moldearán con huella irrevocable? ¿Qué mimo, qué abrazo, qué
tono de voz se volverán refugio vitalicio, oculto para siempre en un recuerdo
sumergido? ¿Qué momento de entre tus momentos se erigirá en remanso al cual
acudirás, sin saberlo, en la adultez?
Sentado
junto a vos en el suelo, te miro jugar, escucho tu parloteo de vocablos no
siempre inteligibles, espío la inocencia con que empezás a palpar lo
inabarcable. Pienso en la vastedad de lo que tenés por descubrir y tamaña
inmensidad, te lo aseguro, me marea. Decime, Dante, ¿qué vas a hacer con tanto
universo?
PÁGINA 19 – ENSAYO
GUILLERMO
MAYR
(CABA-Buenos
Aires-Argentina)
LOS
MONSTRUOS DE VALLEJO
César
Vallejo (1892-1937), poeta, narrador, ensayista, dramaturgo y periodista
peruano, nació en Santiago de Chuco y murió en París. Su merecida fama de poeta
oscureció -hasta hace algunos años- sus cualidades de narrador y ensayista. A
los treintaiún años abandonó el Perú y se dirigió a Francia. A su país no
regresará jamás. Amargado y pobre, viajó por España y la Unión Soviética. Como
testigo excepcional, su obra registró elementos claves de la vida política de
España, en cuya capital escribió y publicó, en 1931, la novela "El
tungsteno". El cuento "Paco Yunque", también escrito en Madrid,
fue editado veinte años después. Ambas obras constituyen una extraordinaria
muestra del realismo social en las letras hispanoamericanas. La obra narrativa
de Vallejo se completa con "Escalas melografiadas", 1923; "Fabla
salvaje", 1923; "Hacia el reino de los Sciris", 1944; y
"Cuentos cortos", publicados en 1967, en el libro "Novelas y
cuentos completos". Su obra poética comprende "Los heraldos
negros", 1919; "Trilce", 1922; "España, aparta de mí este
cáliz", 1939; y "Poemas humanos (1923-1938), 1939. Al cumplirse el
cincuentenario de su fallecimiento, este último se reeditó con un prólogo del
poeta cubano Roberto Fernández Retamar (1930), quien, entre otros conceptos,
decía: "En los poemas de Vallejo pasan cosas: es la suya una poesía llena
de temporalidad, para emplear un término grato a Machado; y es una poesía
dramática, en todos los sentidos: incluso en el de que en ella tiene lugar un
drama. Sabemos cuál es su protagonista, porque nos es nombrado varias veces:
César Vallejo. A ese protagonista le pasan cosas, y esas cosas, digámoslo
aunque parezca melodramático, o quizá precisamente por ello, esas cosas se
llaman la vida. A nadie debe extrañarle que a Vallejo, como a Martí, lo
sientan suyo hombres de diversas confesiones. Sabemos (y ello nos enorgullece
íntimamente) que Vallejo, como Martí, fue un revolucionario; que Vallejo fue un
comunista militante: pero, ¿quién se atrevería a considerarlo enmurallado en
sus creencias cuando esas creencias no tienen nada que ver con una muralla? En
la medida en que los otros sienten suyo a Vallejo, están sintiendo como suyos
los grandes padecimientos, los grandes anhelos y las grandes esperanzas de este
hombre -en el buen sentido de la palabra, bueno-; de este comunista que murió,
también, de universo, y sobre cuya tumba desnuda se oye arder este verso suyo:
'su cadáver estaba lleno de mundos', cuando cualquier hispanoamericano real
visita conmovido el cementerio de Montrouge".
A ese libro pertenece el siguiente poema:
A ese libro pertenece el siguiente poema:
LOS
NUEVE MONSTRUOS
Y, desgraciadamente,
el
dolor crece en el mundo a cada rato,
crece
a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y
la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y
la condición del martirio, carnívora, voraz,
es
el dolor dos veces
y
la función de la yerba purísima, el dolor
dos
veces
y
el bien de ser, dolernos doblemente.
Jamás, hombres humanos,
Jamás, hombres humanos,
hubo
tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en
el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás
tanto cariño doloroso,
jamás
tanta cerca arremetió lo lejos,
jamás
el fuego nunca
jugó
mejor su rol de frío muerto!
Jamás,
señor ministro de salud, fue la salud
más
mortal
y
la migraña extrajo tanta frente de la frente!
Y
el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el
corazón, en su cajón, dolor,
la
lagartija, en su cajón, dolor.
Crece la desdicha, hermanos hombres,
Crece la desdicha, hermanos hombres,
más
pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con
la res de Rosseau, con nuestras barbas;
crece
el mal por razones que ignoramos
y
es una inundación con propios líquidos,
con
propio barro y propia nube sólida!
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en
que el humor acuoso es vertical
al
pavimento,
el
ojo es visto y esta oreja oída,
y
esta oreja da nueve campanadas a la hora
del
rayo, y nueve carcajadas
a
la hora del trigo, y nueve sones hembras
a
la hora del llanto, y nueve cánticos
a
la hora del hambre y nueve truenos
y
nueve látigos, menos un grito.
El dolor nos agarra, hermanos hombres,
El dolor nos agarra, hermanos hombres,
por
detrás, de perfil,
y
nos aloca en los cinemas,
nos
clava en los gramófonos,
nos
desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a
nuestros boletos, a nuestras cartas;
y
es muy grave sufrir, puede uno orar...
Pues
de resultas
del
dolor, hay algunos
que
nacen, otros crecen, otros mueren,
y
otros que nacen y no mueren, otros
que
sin haber nacido, mueren, y otros
que
no nacen ni mueren (son los más).
Y
también de resultas
del
sufrimiento, estoy triste
hasta
la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de
ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando,
a la cebolla,
al
cereal, en general, harina,
a
la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al
vino, un ecce-homo,
tan
pálida a la nieve, al sol tan ardido!
¡Cómo,
hermanos humanos,
no
deciros que ya no puedo y
ya
no puedo con tanto cajón,
tanto
minuto, tanta
lagartija
y tanta
inversión,
tanto lejos y tanta sed de sed!
Señor
Ministro de Salud: ¿qué hacer?
¡Ah!
desgraciadamente, hombre humanos,
hay,
hermanos, muchísimo que hacer.
PÁGINA 20 – POESÍA
AMERICANA
EMILIA
MARCANO QUIJADA
(Ciudad
Ojeda-Zulia-Venezuela)
¿Sueño?
¿Eres tú, madre, la que
por un momento
acaricia mis mejillas?
¿Eres tú
la que ha detenido el humo
en un abrazo
y me pide volver?
Abro los ojos,
me ha despertado el frío
que me arropa
y un perro lame las llagas
que me dejó el salitre de la noche.
¿Eres tú, madre, la que
por un momento
acaricia mis mejillas?
¿Eres tú
la que ha detenido el humo
en un abrazo
y me pide volver?
Abro los ojos,
me ha despertado el frío
que me arropa
y un perro lame las llagas
que me dejó el salitre de la noche.
ROSSANA
AICARDI CAPRIO
(Pando-Canelones-Uruguay)
MUELLE
DE LOS SUEÑOS
Te
extrañé tanto, aquella tarde de lluvia
que las lágrimas arrastraron
mi
pequeño barquito de papel enamorado
y
me fui navegando hasta la alcantarilla
de
la cuadra.
La
boca de tormenta
esperaba
ansiosa para devorarnos.
Pero
llegaste tú y amarraste fuerte
muy fuerte, mi barco
al
muelle de los sueños.
JORGE
VINITZKY
(Montevideo-Uruguay)
EL
CLAVEL
El
tierno
gajo
de
clavel
que
ayer
planté
será
mañana
una
roja
explosión
de
garbo
y
color
como
pollera
de
mujer.
ALEJANDRA
ZARHI GARCÍA
(Santiago-Chile)
CAJA
DE PANDORA
Un
día de sol,
pero
el frío congela la carne,
entorpece
el penar.
se
disipan las esperanzas,
ya
no se observa la silueta
que
traiciona miles de verdades.
Hay
que recorrer la vida,
a
la espera de seres de verdad.
Alejar
de la mente,
aquellos
monstruos,
que
solo atormentaron la vida.
Engaños
y pesadillas,
tormentos
en la ventana,
sudores
y angustias
consumiendo
las heridas.
Paisajes
muertos,
miradas
piadosas.
Injusta
caricia recorriendo
el
surco de una huída.
Ya
no será un secreto
que
vino la maldición y
se
cumplió la profecía.
Abrí
la caja de Pandora
y
se descubrió la verdad.
CARLOS
ARTURO GAMBOA
(Ibagüé-Tolima-Colombia)
LA
CALLE
In memoriam de
María del Pilar Gamboa muerta en un accidente de tránsito el mismo día que
escribí este poema.
La
calle, la multitud
El
estupor, la sorpresa
Nada
se puede hilar en el momento
La
calle, la multitud
Su
cadáver expuesto al sol
Nadie
ha vencido el tiempo
La
calle, la multitud
El
aletazo certero de la ausencia
Ningún
rostro yuxtapone las angustias
La
calle, la multitud
La
sangre derramada se reseca
Se
pierde el sentido de la lucha
La
calle, la multitud
El
instrumento de la muerte
Marcando
el final de su sendero
La
calle, la multitud
Y
yo tan solo contemplando tu cadáver
Como
una hoja trasgredida por el viento
La
calle seguirá en su deterioro
La
multitud ya no estará mañana
Solo
tu ausencia se anida
Como
una burbuja en mi garganta
PÁGINA 21 – CUENTO
GRACIELA NOEMÍ BARBERO
(Mar del Plata-Buenos
Aires-Argentina)
EL PADRASTRO
La araña es minuciosa y perseverante. Teje su
tela con la maestría y la paciencia de un artesano oriental. Los insectos
voladores como las mariposas, son los más vulnerables.
Julián tiene cuarenta y ocho o cincuenta años, flaco, pocos
dientes, cabellos enrulados que asoman de un gorro de lana azul. Porta un
sobretodo grueso en invierno, si hace calor deja el torso desnudo. Una cicatriz
le atraviesa la mejilla izquierda. En el barrio lo conocen como “el
padrastro”, porque los chicos de diez o doce se le acercan cuando escapan de
sus hogares, si es que lo tuvieron alguna vez, para que les dé comida o algo
más. Al principio les ofrece un pan y plato de guiso que cocina en un latón
pero enseguida los manda a pedir, repartir estampitas o flores. Como a Motyl,
que roba en el cementerio para armar ramitos por dos pesos. “Amigos, nada es
gratis en la vida” suele decirles como una sentencia. No se sabe
cómo logra convencerlos, o tal vez sobornarlos, para que se queden en ese
lugar, el callejón, cerca del puente que une con la autopista. Al final de la
calle, una fábrica abandonada, sin luz y con una sola canilla, de la que sale
muy poca agua para limpiar tanta mugre, sirve de vivienda a los vagabundos.
Motyl tiene doce años. Ojos negros, juguetones,
dientes pequeños y separados que brillan aún más sobre la piel oscura y un
cuerpo demasiado desarrollado que trata de ocultar con la ropa grande,
desaliñada. Vive en la calle, entre la basura urbana, desde hace un año.
Abandonó su casa porque la madre estaba siempre borracha, el padre se fue
prometiendo volver a buscarla. Todavía lo espera. Ella le dejó una
notita a la dueña del quiosco de la esquina, en la que le decía
dónde podía encontrarla, el lugar que le había enseñado Pelusa,
el vecino que había dejado la casa mucho antes porque lo castigaban duramente.
Motyl lo quiere mucho, busca su amparo. Primero lo veía como a un hermano, pero
fue descubriendo que le gusta, y sin saber qué es el amor, siente que está
enamorada.
Oculta en un rincón, sin apuro, la
araña va hilando cada milímetro mientras espera a la presa que tiene en la mira
de sus ojos infinitos. La araña tiene paciencia pero no oponentes.
Julián recorre las calles vigilando a sus “pequeños empleados”.
Cuando llega la noche, él los espera en el recodo de la fábrica, un ángulo
entre la columna y el portón de entrada, que usa como oficina porque la luz
perdura más tiempo. A medida que van llegando, los obliga a vaciar de los
bolsillos hasta la última moneda y con ello algún golpe a modo de castigo
porque siempre resulta poca la recaudación. Después les da algo para
fumar. De ese modo se esmeran por traer algo más. Los tiene amarrados sin
sogas. Con las chicas se comporta de otro modo, desliza sus manos sucias por la
cara y va bajando por los pechos, entre las piernas. Ellas se espantan, se
esconden pero sigue el juego perverso, las corre, las toma por el brazo y las
somete, “nada es gratis en la vida, nenas”. Pero cuando vuelve Motyl la
situación cambia, se pone meloso, casi se diría que se relame ante su presencia
y con cautela, la rodea, espera el momento preciso. La llegada imprevista de
Pelusa lo descontrola, ya descubrió que entre ellos “hay algo”. Decide
encomendarle una buena misión, como dice cuando percibe un enemigo. Eso
significa meterse en la villa para buscar los paquetes que después venden al
doble o al triple de su valor. Tiene sus riesgos, no siempre se sale entero, a
veces deben pagar el peaje. El que siempre realiza esa tarea es otro, más
grande en edad y en cuerpo que Pelusa. Julián lo sabe, no le importa. Motyl
quiere acompañarlo, esto es cosa de hombres, vos te quedás que tengo algo
interesante que mostrarte.
Pelusa sale de la fábrica, debe cruzar el puente y seguir
por la colectora hasta el paredón, tomar el camino lateral y entrar
al barrio por el alambrado. La casilla se encuentra en el medio de la
villa. Es de noche, la música de cumbia le llega de todos los rincones. Dos
hombres lo paran pero uno de ellos lo reconoce
– ¡Pelusa! Otra vez por acá, si te agarra tu viejo te muele
– Me manda El Padrastro a ver al Turco, tiene algo para él.
Pelusa avanza hasta el punto señalado, un
relámpago lo sobresalta, comienza a llover.
La tela está lista, pegajosa y brillante.
Motyl se acuesta en su lugar pero no puede dormir. Piensa
en Pelusa. Hace mucho que se fue. Afuera el viento golpea las pocas ventanas
enteras, un relámpago ilumina todo el salón, deja ver la figura negra que
se acerca sigilosamente. Ella permanece inmóvil, el temor le corta la
respiración. Un sudor frío la recorre al tiempo que la manta raída que la
cubre se desliza. Siente la aspereza entre las piernas y una mano en su
boca le impide gritar. Respira en su oreja, yo soy tu protector, no podés irte.
Motyl intenta escapar pero una fuerza ilimitada la doblega.
La araña rodea la presa, estira sus patas, sube y la
paraliza.
Un golpe seco derriba a Pelusa que cae
boca abajo. La lluvia, ahora más copiosa. La sangre que brota de su
cabeza se escurre por el barro, llega a la calle y se detiene en la manta que
Motyl estruja con dedos fríos.
La tela se rompe. La araña busca otro rincón
para rehacerla.
PÁGINA 22 – CUENTOS
BREVES
J.M.TAVERNA
IRIGOYEN
(Santa
Fe-Argentina)
DEL
CELULOIDE
El
cine de la familia es hoy un gran criadero de pollos. Produce dinero de otra
forma, desde que vino el mundo de los videos. El tío Tito, el solterón que tuvo
un affaire con la Merello, es quien
nunca consintió la herejía. Afirma que jamás entrará al gallinero. Y si así lo
hiciera, que Errol Flynn y Victor Mature lo tiren de las patas en su destino
final y no le den reposo.
No
me gusta James Dean. Está en su eterna juventud y los años no le pasan. No
madura, digo. Tendrían que ubicarlo en roles de veterano: ahí se vería si en
realidad tiene garra.
A
Gloria Swanson la vimos cruzar descalza Sunset Boulevard. Es más baja de lo que
sale en pantalla. Y más gorda. Aparte, nos pareció que es estrábica del ojo
derecho. El club de fans ha resuelto borrarla. Nos hemos pasado a Mae West.
El
cineclub no funciona. Va sólo gente de la tercera edad y la deuda con la
compañía de electricidad es impagable. Ergo, no hay proyecciones. A veces se
anuncia un estreno, pero no llegan las copias a tiempo. Los socios regresan a
sus casas resignadamente. Y la rueda sigue girando. Hoy la trajeron a Isabel
Sarli a un encuentro público. Cinco, seis filas de hombres añosos. Afuera,
mujeres esperando para hacer justicia…
Fue
a ver la última de Montgomery Clift.al rato de transcurrir las primeras
escenas, le sobreviene una calentura extraña. Se lo come con los ojos, mientras
aprieta las piernas y entresaca de los labios una lengua golosa. Labios
resecos. Escalofríos. Al llegar a su casa el termómetro denuncia 40º y llaman
al médico.
CUANDO
SALE LA LUNA…
aparecen
enamorados y ladrones. A veces, también sucede que lo hacen ladrones
enamorados. Esos generalmente fracasan en lo uno y en lo otro. Lo saben José y
María que, por ocupar una cama que no les pertenecía, hoy duermen en calabozos
separados.
los
grillos arman la orquesta. No son los únicos noctámbulos. También las lechuzas
comienzan a chistar y algún perro aúlla su soledad. Entonces, la revolución de
las sábanas se organiza en las camas del barrio y todo cederá cuando la
madrugada la mande guardar hasta la noche siguiente.
no
me siento más solo. Los astronautas me acompañan en un diálogo silente. Y
pienso que algún día, mi sueño de astrónomo fracasado se trocará en el de un
viajero del espacio…
Li
Pu sabe que la luna es centinela de sus pensamientos. Y que la noche es para
escribir poemas. Pero la vida es injusta. Como duerme durante todo el día y
Flor de Loto no logra despertarlo, lo llaman el holgazán de la familia.
Hoy
hay luna llena. Figura en los horóscopos como guía, pero entre Júpiter y las
ascendencias de Marte comprendo que todos son unos mentirosos. Esperé en vano
toda la noche en la puerta de mi casa y no logré comprobar sino que la luna era
de cartón pintado.
PÁGINA 23 – POESÍA
AMERICANA
CARLOS LUIS IBÁÑEZ TORRES
(Pamplona-Colombia)
A BORDO DE TI
Quiero desnudar cada palabra,
abrazarte con mi lenguaje en fuga,
restañar nuestra ausencia,
pincelando el horizonte de tus sueños;
vagar enloquecido por tus poros
percibir en ellos la voz del viento,
bajar corriendo por tus senos
y como ágil bandera blanca,
arder en el incendio de tu bosque
GUSTAVO
PEÑALOSA CASTRO
(México D.F.-México)
(México D.F.-México)
3
El
odio de los amantes, como reina enloquecida,
recorre
el paredón y arguye y se imagina
tras
la puerta del suceso tantas veces presentido
con
el alto al fugo en la punta de la lengua
El
cielo una línea tenue una línea tenue
El
horizonte una raya que recorta el infinito
La
mano late junto a la copa de cicuta
GRACIELA
GUERRERO GARAY
(Las
Tunas-Cuba)
IDEAS
A
veces imagino la luz de tu mirada
recorrer los parques.
Perderse en la noche.
Besar a una niña.
A
veces te siento
explorar galaxias.
Morder
el océano.
Tararear quejidos.
A
veces te veo
caminar sin brújula.
Extrañar un rostro.
Andar por mi mundo.
Te
presiento amante,
seductor.
Hermoso.
Y
sin embargo,
no te imagino mío.
BENJAMÍN
LEÓN
(La
Serena-Chile)
XXXIX
Afuera
no regresa la lluvia ni su sombra,
ni
el humedal libera las celdas de la nieve;
es
tarde en las alcobas donde la luz se extingue,
donde
la confusión desgasta la memoria
y
desnuda sus llagas. Es tarde en estos líquidos
que
suturan los cuerpos después de la aritmética,
y
es tarde en los violines que alimentan la música:
antecede
al abismo, ven a mi corazón.
ALEJANDRO DELGADO
(Morelia-Michoacán-México)
EL PERDÓN
es un hipócrita
fingiendo el olvido
los ojos del cuervo
no miran de frente
la repetición de la
espalda
mirada que escupe
que parpadea los
vómitos
el perdón
odio que cede
PÁGINA 24 – CUENTO
ANA
DANICH
(Rosario-Santa
Fe-Argentina)
CON
SAM EN UNA CARRETERA.
Anoche
viajábamos con Sam por la vieja Ruta 66 que une Illinois con Arizona. En
silencio contemplábamos el vasto desierto que reflejaba la luz de la luna sobre
las yucas y cactus, y las piedras que caían abruptamente desde las sierras, aún
permanecían tibias, exhalando el último calor de una tarde agobiante. Las
ventanillas del Ford, modelo 58, estaban abiertas. A través de ellas se colaba
un corrosivo viento que azotaba mi cabello. Sam fijaba la vista sobre la
carretera apenas iluminada por los faros del F100, cuando un búho pasajero
aleteó sobre el techo y con un ala rozo el espejo retrovisor derecho. Una de
sus plumas, arrancada de cuajo, se clavó en mi brazo y grité asustada
intentando llamar su atención.
-Viste
al búho – le pregunté.
–Cómo
no lo voy a ver – respondió. –Siempre veo, hasta lo que no se ve -
Atábamos
las sillas para que el viento que venía de las planicies del sur no las hiciera
volar.
-
¿Recordás?.
…
“Muy lejos, en los densos bosques del norte, hay un lago negro y profundo que
está construido por el hombre en forma de diamante perfecto. En verano está
lleno de castores, garzas reales, ranas, patos de Florida, y un par de
somormujos con los ojos rojos que trinan con ese tono inquietante que recuerda
al aullido de un lobo. A veces aparece momentáneamente, y como por arte de
magia, un grupo de ciervos y alces procedentes del interior del bosque negro, y
luego vuelven a ocultarse en los tupidos alerces y pinos”…
Sam
se detuvo en la banquina.
–
Recuerdo – dijo.
Rozó
levemente mi cuello con sus manos. Gotas de sudor se deslizaron por mi espalda.
Acercó su boca a mi boca y lamió mis labios con su dulce saliva que olía a
tabaco. Apoyó su cabeza sobre mi pecho, mi corazón dormido comenzó a latir como
un pichón indefenso.
(Hormigas
diminutas muerden vorazmente mi vagina. Mi cuerpo se eleva como una montaña,
igual que la sombra de la mañana cuando se esfuma de la cordillera. Late,
vibra, conmociona, estalla en miles de partículas.)
Sus
ojos, ataviados con una mezcla de dulzura y temor, me miraron expectantes.
-No
temas. Le dije. Ya no importa que ella haya estado leyendo a Proust.
PÁGINA 25 – ENSAYO
MANU
DE ORDOÑANA
(Donostia-San
Sebastián-España)
LA
SUBLITERATURA
Frente
a las preferencias de una clase media cada vez más numerosa que busca la
lectura de libros que sólo pretenden divertir ─a los que se ha asignado la
ominosa etiqueta de subliteratura ─, se opone la opinión de los defensores de
una alta literatura que ayuda al hombre a ser más libre y más
tolerante. Es una controversia que quizás adolece de un defecto de partida, ya
que antes habría que ponerse de acuerdo en lo que cada concepto representa.
Según
el Diccionario Enciclopédico Ilustrado Sopena, la literatura tiene por
definición la de ser un género de producciones del entendimiento humano
que tienen por fin expresar lo bello por medio de la palabra escrita. El
término sirve pues para vestir a los dos santos. Entonces, en lugar de hablar
de alta y baja literatura, ¿no sería más correcto hablar de buena y mala
literatura? Y aun así, ¿quién establece la diferencia y cuáles son los
criterios para diferenciarlas?
Veamos
lo que piensa el escritor Javier Marías: Desde hace unos años
se reserva el término “literario” para las novelas que antes se llamaban
meramente “ambiciosas”. Es decir, para las que no tenían como único propósito
el de entretener, sino que, además, pretendían que el lector viera y conociera
el mundo mejor, que quizá pensara en cuestiones en las que normalmente no piensa,
que reparara en aspectos de los que por lo general se hace caso omiso.
Fijémos
nuestra atención en la comparación del filólogo y editor Jaume
Vallcorba: Lo que puede diferenciar a la literatura de calidad de la de
consumo es, en buena medida, la mayor complejidad de la primera respecto
de la segunda. Su mayor densidad y pertinencia significativas, así como el
juego constante, paralelo al de la música, entre lo reconocible y la sorpresa.
Una complejidad de tipo estilístico y retórico.
Y
por último, centrémonos en las palabras de dos personas doctas en la
materia, Alicia Correa Pérez y Arturo Orozco Torre: La
literatura es un arte que presenta los muy diversos sentimientos y pasiones del
ser humano, con toda la fuerza y la intensidad que concede el poder de la
palabra escrita. La subliteratura, en cambio, está formada de clichés y lugares
comunes; las historias se repiten pues van dirigidas al sentimentalismo vulgar
del lector.
La
primera conclusión a la que llegamos es que no hay una definición unánime de lo
que es Literatura y, por tanto, tampoco de lo que no es. Los límites
que separan lo literario de lo no literario son difusos, sobre todo si se
atiende únicamente a los cambiantes valores estéticos de cada época. Los
romances, por ejemplo, fueron considerados como subliteratura en la Edad Media,
para consumo de masas, según el Marqués de Santillana; y hasta hace pocos años
entraban dentro del mismo concepto las novelas de detectives, la ciencia
ficción, el cómic, la literatura erótica y hasta la infantil.
Hay
críticos que, en su afán por buscar las huellas en la historia de la
subliteratura, afirman que la subliteratura está íntimamente
emparentada con el kitsch. Esta expresión se empezó a utilizar para designar
ciertas construcciones arquitectónicas, para después referirse a un tipo de
literatura sentimental y patriótica, con trama estereotipada y de composición y
efectos fáciles. Umberto Eco hace una reflexión interesante acerca de la
influencia que ha tenido:
Desde
hace algunas décadas, el kitsch, lo cursi y los subproductos artísticos en
general han servido como materia prima de elaboración para autores genuinos.
Andy Warhol y Costus, en pintura; Manuel Puig y Guillermo Cabrera Infante, en
literatura, o Pedro Almodóvar, en cine, han bebido del kitsch, han hecho una
lectura crítica deconstructivista, y lo han devuelto al público en forma de
nuevas propuestas estéticas de auténtico valor artístico.
Pero,
a pesar de la casi indefinición del género, Umberto Eco encuentra unos
elementos que ayudan a caracterizar esta baja literatura:
Se
dirige a un público lector heterogéneo, al que considera como un receptor
pasivo de mensajes.
Es
un fenómeno de puro mimetismo de obras del pasado, degradador, ausente de
originalidad y capacidad creadora.
No
existen renovaciones estéticas ni de sensibilidad: se limita a homologar el
gusto existente de modo conservador.
Obedece
a la ley de la comercialidad.
Alienta
una visión pasiva y acrítica del mundo.
A
esta falta de originalidad creadora y estilística podemos añadir otro problema
que nos plantea Horacio para la subliteratura: el de su utilidad. Horacio
nos dice que en la naturaleza de la poesía existe una relación entre dolce
et utile. “Útil” equivale a lo que no sea malgastar el tiempo, es decir
que la literatura como tal, aparte de ofrecer una función “dulce” (horas de
esparcimiento), nos ofrece también una serie de datos aprovechables acerca de
un conocimiento universal, “instructivo”.
La
baja literatura es “dulce” pero no “útil”, la ambición de conocimiento
queda descartada; el objetivo del lector de este tipo de lecturas es
únicamente: la evasión. Y, por lo tanto, jamás se preocupa si la anécdota
es verosímil o no.
En
definitiva, podemos afirmar que la subliteratura sacrificó los fines
estrictamente estéticos y literarios para buscar la comercialidad y así poder
llegar a un público mayoritario. En España tuvieron muchísimo éxito y fueron
conocidas como “novelas de quiosco”, “novelas de a duro”… Constituyeron un
importante entretenimiento durante muchos años y en la memoria de todos están
ejemplos representativos como el de la escritora Corín Tellado (una
de las más prolíficas que han existido en la historia de la literatura),
Marcial Lafuente Estefanía, Silver Kane, Curtis Garland y tantos otros.
PÁGINA 26 – POESIA
AMERICANA
ANTONIO
PRECIADO BEDOYA
(Esmeraldas-Ecuador)
ABRAZO
Cuando
entres en mi casa,
aquella
que se encuentra en plena vía,
frente
a frente del viento,
en
el sitio de ayer,
donde
hace siglos
derribé
las paredes
y
arranqué las ventanas,
sabe
que, si no estoy,
he
salido a buscarte.
Déjame
de señal tu cualquier nombre,
que
luego,
al
regresar,
te
habré encontrado.
ASPASIA
WORLITZKY
(Quebec-Montreal/Canadá)
HUIDA
Es como si desapareciera,
poco a poco, en una blanda agonía.
Como si todos los soles del mundo
no lograran levantarme,
como si muriera.
Imaginarios fríos me recorren,
mi cabeza se cansa,
se empaña la transparencia de mis ojos,
escribo sin pudor, incierta,
no sé si tú lo sabes,
no puede ser que no lo sepas.
Pasan los años, el rastro queda,
el miedo, el mismo miedo,
pareciera que realmente estoy perdida,
voy y vuelvo,
vuelvo y me colmo de sonrisas.
A veces creo, me parece verte,
acudo a tu llamado.
Nada, el vacío.
CARLOS LÓPEZ DZUR
(Orange
County-Calidornia-USA)
Yo
no sabía, todo era nuevo
y mi sembrar reluciente.
Se enredaba el juego, una esperanza,
la primavera, el invierno,
en medio del patio yo con trenzas,
calcetas blancas
y un renacimiento entero.
¿Cómo quieres que comprendan
si no lo han vivido?
¿lo comprendes tú?
Ésta pena que se arraiga con tu ausencia
¿cómo quieres que la entiendan?
De mi casa me mudaron
sin preguntarme siquiera,
se me hizo largo el camino de zarza y tierra,
se me hizo sombra la tarde,
el grito quedó,
sordo, estremecido.
¿Adónde vas madre?
A buscar hambre.
¿Qué me traes madre?
Calla niño que tengo prisa.
Déjame enlazarte
que el sol ya brilla,
y... quema.
Un rebaño se aleja maleta en mano,
una lucha que se ausenta
para seguir luchando.
Nadie me espera, tú no me esperas,
no le encuentro sentido a esta vida mía
que ya no es mía ni tuya,
como si desapareciera
¿lo comprendes?
y mi sembrar reluciente.
Se enredaba el juego, una esperanza,
la primavera, el invierno,
en medio del patio yo con trenzas,
calcetas blancas
y un renacimiento entero.
¿Cómo quieres que comprendan
si no lo han vivido?
¿lo comprendes tú?
Ésta pena que se arraiga con tu ausencia
¿cómo quieres que la entiendan?
De mi casa me mudaron
sin preguntarme siquiera,
se me hizo largo el camino de zarza y tierra,
se me hizo sombra la tarde,
el grito quedó,
sordo, estremecido.
¿Adónde vas madre?
A buscar hambre.
¿Qué me traes madre?
Calla niño que tengo prisa.
Déjame enlazarte
que el sol ya brilla,
y... quema.
Un rebaño se aleja maleta en mano,
una lucha que se ausenta
para seguir luchando.
Nadie me espera, tú no me esperas,
no le encuentro sentido a esta vida mía
que ya no es mía ni tuya,
como si desapareciera
¿lo comprendes?
En las yaras del ser-ahí,
YaYa * sembró un amor de pan
con lo mejor de su espíritu
y en el segundo momento finito
de Su Nombre
inventó el hambre en el lugar
donde duele la física del Ser del taíno,
pero YaYa sembró primero
sembró primero
sembró y no comió
hasta que nazcan sus hijos
en el Lugar del «Ya•
y en el sembrar primero
la semilla del recuerdo
forjó el único y más grande Semign.
«Recojan esta semilla
de mi Cemi-YA.
Con ella se sacia el hambre de pan.
Con ella no hay temor a Jurakan
ni se mezcla ningún mal contra el pueblo.
No hay mal que no pueda ser vencido.
YaYa venció el Caos
y propuso el Orden
cuando sembró lo suyo
el primer pan de amor
para que lo cosechen
en las yaras del ahí.
YaYa * sembró un amor de pan
con lo mejor de su espíritu
y en el segundo momento finito
de Su Nombre
inventó el hambre en el lugar
donde duele la física del Ser del taíno,
pero YaYa sembró primero
sembró primero
sembró y no comió
hasta que nazcan sus hijos
en el Lugar del «Ya•
y en el sembrar primero
la semilla del recuerdo
forjó el único y más grande Semign.
«Recojan esta semilla
de mi Cemi-YA.
Con ella se sacia el hambre de pan.
Con ella no hay temor a Jurakan
ni se mezcla ningún mal contra el pueblo.
No hay mal que no pueda ser vencido.
YaYa venció el Caos
y propuso el Orden
cuando sembró lo suyo
el primer pan de amor
para que lo cosechen
en las yaras del ahí.
EDILBERTO
GONZÁLEZ TREJOS
(Santiago
de Veraguas-Panamá)
SEMANA
SANTA EN EL PUEBLO
Niebla
cobarde buscando asilo en la yerba. La atiza el sol con sus manos: Grita la
esperanza en mi corazón.
Huelo
la hierba, las guayabas maduras, los rosales de mi abuela.
En
la Casa de las Edades veo la vieja ruta, la anciana calle. Veo gente de sudor y
monte con sus tanques de leche, sus caballos, las pacas, el ganado, bestias de
carne en bestias de metal, listas para construir el día.
Una
taza de café me acompaña en la mecedora. El humo serpentea entre mis ojos y el
sol, entre la casa y la arboleda, entre la taza y el horizonte.
A
las seis, mi aliento, tupida muralla de gas, casi un espectro; a las siete, el
sol incendia el lóbulo de mi oreja derecha.
He
regresado a este pueblo a ver morir a mi madre.
YANARYS
VALDIVIA MELO
(Ciego
de Ávila-Cuba)
AUTORRETRATO
Frida
Khalo me nombras
mientras
fumo lentamente un tabaco.
Detrás
se dibuja una luna pequeñita sobre fondo oscuro.
Frida
Khalo, te escucho
y
me adentro en las guitarras, la suave música que desbordas,
desde
cada, múltiple, escenario de tu vida.
Frida
Khalo, me tocas
y
el tabaco va consumiéndose en mi interior,
los
alcoholes que me dieron lo cierto.
Rompes
mi vida, te aletargas
y
solo recuerdo el sonido más allá del primer rayo de luz.
Se
quiebra en mí el pasado,
aunque,
Frida Khalo me nombres.
Soy
sencillamente, una mujer, que fuma tabaco y bebe sola.
PÁGINA 27 - CUENTO
JORGE
ISAÍAS
(Los
Quirquinchos-Santa Fe-Argentina)
LAS
NUBES
Para Toto Míguez y Roberto Vega
Las
nubes en aquel tiempo viajaban como algodones sobre el alto cielo al capricho
del viento. A veces eran muy blancas y a veces iban como sucias y anunciaban
las lluvias. Si mirábamos a lo alto, inevitablemente encontrábamos caprichosas
figuras sobre las cuales no siempre coincidíamos.
Si
nos acostábamos sobre la gramilla que era rala en invierno y muy profusa en los
veranos, podíamos ver otras cosas. Los pájaros, sobre todo o la luz del sol que
las hojas y los gajos de los fresnos o los paraísos filtraban dándonos al
rostro una coloratura extraña y que podíamos calificar también de
fantasmagórica.
Si
lo hacíamos a pleno aire y sol, es decir sin otro obstáculo entre nuestra
mirada y esa lámina chata veíamos el vuelo de los pájaros. Algunos volando muy
bajo, como las calandrias, los gorriones o los tordos, pero había otros como
las tijeretas o las golondrinas que comenzaban sus vuelos muy bajo, pero que
iban espaciándose de a poco, en forma tal que su alejamiento de la tierra era
percibido luego, cuando formaban puntitos negros, apenas móviles, hasta
desaparecer en esa distancia que era razonable pensar como "la
inmensidad", según alentó en versos sublimes aquel poeta inolvidable que
fue Jaime Dávalos.
Esto
tuvo que ver en otro tiempo, no creo que la infancia de hoy en los pequeños
pueblos se viva de ese modo tan íntimamente con la naturaleza relativamente
domesticada que nos tocó.
De
aquella barrita desmañada sólo quedan en el pueblo dos firmes y queridos
exponentes. Porque "los otros vinieron luego", como certeramente
escribió Héctor Negro.
Lo
bueno es que a veces nos solemos juntar; todavía tenemos ganas de vernos, y
cuando eso sucede, es decir estar ante un asado y un tinto, fluyen las
anécdotas como si el tiempo no hubiera pasado, y estuviera detenido en la
sierra penetrante de las cigarras que seccionaban el verano sin siquiera
hacerse ver entre las ramas y las hojas increíblemente verdes de los fresnos.
Cualquier motivo entonces es bueno para seguir con los recuerdos o alguna
anécdota compartida que cada cual cuenta según su recuerdo o la percepción que
le quedó de aquel suceso tan remoto que sale cálido de las cenizas que
albergaron brasas rojas y que son en las manos como gemas guardando su fulgor.
Ese fulgor que nos ponía alertas en los amaneceres de verano, cuando el sol
asomaba ya casi quemando en ese cielo limpio y nosotros nos juntábamos con
nuestras tramperas para cazar pájaros, listos y de pronto en caravana hacia el
campo, donde los pechitos colorados se tiraban en la banda amarilla de los
trigales que pronto sería hollado por las "fauces hambrientas de las
trilladoras" con sus perros y su carrito aguatero.
Esas
mañanas que desde la retina niña nos aparece como la huella más indeleble que
guarda la memoria.
PÁGINA 28 – ENSAYO
UMBERTO
ECO
(Alessandría-Italia)
LA
MEMORIA VEGETAL
Comencemos
por una historia que es egipcia, aunque la haya contado un griego. Según dice
Platón en su "Fedro", cuando Hermes -o Theut, el supuesto inventor de
la escritura- le presentó su invención al faraón Thamus, recibió muchos
elogios, porque esa técnica desconocida les permitiría a los seres humanos
recordar lo que de otro modo habrían olvidado. Pero el faraón Thamus no estaba
del todo contento. "Mi experto Theut -le dijo-, la memoria es un gran don
que debe vivir gracias al entrenamiento continuo. Con tu invención, las
personas ya no se verán obligadas a ejercitarla. Recordarán las cosas, pero no
por un esfuerzo interno sino por un dispositivo exterior". Podemos
entender la preocupación de Thamus. La escritura, como cualquier otra nueva
invención tecnológica, entumecería la misma facultad humana que fingía
sustituir y reforzar. Era peligrosa porque disminuía las facultades de la mente
y ofrecía a los seres humanos un alma petrificada, una caricatura de la mente,
una memoria mineral. El texto de Platón es por cierto irónico. Platón
estaba desarrollando su polémica contra la escritura. Pero en su diálogo
también fingía que el que pronunciaba el discurso era Sócrates, que nunca
escribió nada. Si hoy en día nadie comparte las preocupaciones de Thamus es por
dos razones muy simples. En primer lugar, sabemos que los libros no hacen que
otra persona piense en nuestro lugar; por el contrario, son máquinas que
producen nuevos pensamientos. Sólo después de la invención de la escritura fue
posible escribir esa obra maestra de la memoria espontánea que es "En
busca del tiempo perdido" de Proust. En segundo lugar, si en algún momento
las personas necesitaron entrenar su memoria para recordar cosas, después de la
invención de la escritura tuvieron que entrenarla también para recordar libros.
Desafío y perfección de la memoria son los libros, que nunca la narcotizan. Sin
embargo, el faraón expresaba un miedo que siempre reaparece: el de que un
descubrimiento tecnológico pueda asesinar algo que consideramos precioso y
fructífero.
Utilicé
el verbo "asesinar" a propósito, porque, más o menos catorce siglos
después, en su novela histórica "Nuestra Señora de París", Victor
Hugo narró la historia de un sacerdote, Claude Frollo, que observaba con
tristeza las torres de su catedral. La historia de "Nuestra Señora de
París" transcurre en el siglo XV, después de la invención de la imprenta.
Antes, los manuscritos quedaban reservados a una restringida elite de personas que
sabían leer y escribir, y lo único que se les enseñaba a las masas eran las
historias de la Biblia, la vida de Cristo y de los santos, los principios
morales, y hasta hechos de la historia nacional o nociones elementales de
geografía y ciencias naturales (la naturaleza de los pueblos desconocidos, las
virtudes de determinadas hierbas o piedras): todo este conocimiento era
proporcionado por las catedrales con su sistema de imágenes. Una catedral
medieval era como un programa de TV permanente, siempre repetido, que se supone
le decía a la gente todo lo que les era imprescindible para la vida diaria y la
salvación eterna. Ahora bien: Frollo tiene en su mesa un libro impreso y
murmura "esto matará a aquello"; en otras palabras: el libro matará a
la catedral, el alfabeto matará a las imágenes. Alentando informaciones
innecesarias, interpretaciones libres de las Escrituras y curiosidades insanas,
el libro distraerá a las personas de sus valores más importantes. En los años
sesenta, Marshall McLuhan publicó "La galaxia Gutenberg", el libro en
el que anunciaba que el modo lineal de pensamiento, apoyado en la invención de
la imprenta, estaba a punto de ser reemplazado por un modo de percepción y
entendimiento más global que se valdría de imágenes de TV u otras clases de
dispositivos electrónicos. Puede que McLuhan no, pero muchos de sus lectores
pusieron un dedo sobre la pantalla de la TV y después sobre un libro y dijeron:
"Esto matará a aquello". Si siguiera entre nosotros, McLuhan habría
sido el primero en escribir algo así como "El imperio Gutenberg
contraataca". Ciertamente, una computadora es un instrumento con el cual
se pueden producir y editar imágenes; y las instrucciones, ciertamente, se
imparten mediante iconos; pero es igualmente cierto que la computadora se ha
convertido en un instrumento alfabético antes que otra cosa. Por la pantalla de
una computadora desfilan palabras y líneas, y para utilizarla hay que saber
leer y escribir.
PÁGINA 29 – POESIA
EUROPEA
ALBERTO
DÁVILA VÁZQUEZ
(Vigo-España)
II
Fue
aquella una iniciación enajenada, con el grimorio de la sangre huésped,
umbral de mapa indescifrable, umbral de ruta genuino en el recinto
de todos los que aguardan.
Él deliraba
y la fiebre era combustible en aquellas galerías de un inmigrante
insomnio desesperado.
Se asía salobre, aunque combatió demasiadas colmenas arcanos,
para cargar así,
una herencia tabular que destilaba memoria,
una insoluble herencia que ante los abismos, sitiado, le hurgaba
puertas siniestras.
Comprendió entonces que se había hecho indiferente el rescate,
que encerraba únicamente nervaduras de un crimen común,
hilachas para poder acarrear ese tránsito de oscuridad,
despiezar la dulzona embriaguez de su lengua: el aislamiento era el voraz
verbo de la cantera.
Era la iniciación de lo incorporable y del ceñido nudo ambivalente.
Era el maldito, el monstruo, el verdugo.
En aquellas grietas de buenas preguntas y malas respuestas,
él estallaba la raigambre como contagio de otros brebajes
y siempre oficiaba de masturbador y de innoble
y una fósil espuma le multiplicaba la erosión y le invadía
el aliento:
era la sordidez del porvenir, el tridente de la asfixia, era la fisura
por la que jamás habría transparencia,
y, la volátil borra de husmear letargo,
arbitrándole un baldío saqueo, empapado en laberintos
anónimos para los guijarros de error umbilical.
En aquellos sumideros ( ascenso de todo lo que aturde y
aniquila el alarido de los muros ),
en aquellos sumideros sin filamentos, en aquellos sumideros sin
intimidad para el roce,
en aquella resonancia entonces de boquetes y gangrena,
él encubría lo expiatorio y obedecía a estaturas origen del instinto,
a humaredas, a cristales serenos y a la pupila y el sueño.
En aquellas grietas él atrapaba parentescos sin una delación
que pervirtiera la piedad
lo sin estirpe, lo oculto, lo desencantado,
y él torcía anatomías por conspirar para las manos;
en esas grietas sirvió al azar por malicia, un
azar pudoroso y espectral.
Entonces la existencia tatuaba alianzas y él era residencia de
sus llagas sin alma, esa náufraga señal de máscaras y de estigma:
era aquel un revés para la sed y todavía no inventariaba las
monedas de su avaricia:
él colisionaba los días atrapado por un bestiario de bostezos,
narcotizado por las vísceras él invertía su violencia,
persistiendo como se consuman los espasmos, contráctiles,
en su trance menos elaborado:
se hallaba tan deshabitado que ningún ala tocaría su fondo,
que jamás lo vencería la náusea para una mínima
semilla del destino
o para la sombra de la impostura.
En aquellas grietas él vulneraba la añoranza y esto lo detenía de
cualquier venganza,
en aquellas grietas de hedores insensatos y pasiones impotentes
él poseía la lluvia de oro en su totalidad,
pero la ley, el follaje alucinatorio,
mermó su mirada en el subterráneo para la sierpe.
En aquella iniciación él poseía gargantas coléricas, colmados
extravíos
eran grietas de ira y él acentuaba la hostilidad en
los espejos.
En aquellas grietas él se cubría de ecuaciones
e incendiaba con sudor su clandestinidad: nada debía indultar la vehemencia,
nada debía indultar una pieza precaria que traducirían las ingles
en una pausa.
Tras aquellos sumideros sin caracoles amándose lentamente,
él atacó el abrevadero de esas caderas y eso aún hoy
inicia sus péndulos.
En aquellas grietas la muerte dormía bajo el paréntesis de los
ánades y el resto era sima de infinito,
impugnado infinito, y él palpaba las aristas embrionarias,
con el miedo roturado, todavía anárquico,
vinculando razón y ternura.
umbral de mapa indescifrable, umbral de ruta genuino en el recinto
de todos los que aguardan.
Él deliraba
y la fiebre era combustible en aquellas galerías de un inmigrante
insomnio desesperado.
Se asía salobre, aunque combatió demasiadas colmenas arcanos,
para cargar así,
una herencia tabular que destilaba memoria,
una insoluble herencia que ante los abismos, sitiado, le hurgaba
puertas siniestras.
Comprendió entonces que se había hecho indiferente el rescate,
que encerraba únicamente nervaduras de un crimen común,
hilachas para poder acarrear ese tránsito de oscuridad,
despiezar la dulzona embriaguez de su lengua: el aislamiento era el voraz
verbo de la cantera.
Era la iniciación de lo incorporable y del ceñido nudo ambivalente.
Era el maldito, el monstruo, el verdugo.
En aquellas grietas de buenas preguntas y malas respuestas,
él estallaba la raigambre como contagio de otros brebajes
y siempre oficiaba de masturbador y de innoble
y una fósil espuma le multiplicaba la erosión y le invadía
el aliento:
era la sordidez del porvenir, el tridente de la asfixia, era la fisura
por la que jamás habría transparencia,
y, la volátil borra de husmear letargo,
arbitrándole un baldío saqueo, empapado en laberintos
anónimos para los guijarros de error umbilical.
En aquellos sumideros ( ascenso de todo lo que aturde y
aniquila el alarido de los muros ),
en aquellos sumideros sin filamentos, en aquellos sumideros sin
intimidad para el roce,
en aquella resonancia entonces de boquetes y gangrena,
él encubría lo expiatorio y obedecía a estaturas origen del instinto,
a humaredas, a cristales serenos y a la pupila y el sueño.
En aquellas grietas él atrapaba parentescos sin una delación
que pervirtiera la piedad
lo sin estirpe, lo oculto, lo desencantado,
y él torcía anatomías por conspirar para las manos;
en esas grietas sirvió al azar por malicia, un
azar pudoroso y espectral.
Entonces la existencia tatuaba alianzas y él era residencia de
sus llagas sin alma, esa náufraga señal de máscaras y de estigma:
era aquel un revés para la sed y todavía no inventariaba las
monedas de su avaricia:
él colisionaba los días atrapado por un bestiario de bostezos,
narcotizado por las vísceras él invertía su violencia,
persistiendo como se consuman los espasmos, contráctiles,
en su trance menos elaborado:
se hallaba tan deshabitado que ningún ala tocaría su fondo,
que jamás lo vencería la náusea para una mínima
semilla del destino
o para la sombra de la impostura.
En aquellas grietas él vulneraba la añoranza y esto lo detenía de
cualquier venganza,
en aquellas grietas de hedores insensatos y pasiones impotentes
él poseía la lluvia de oro en su totalidad,
pero la ley, el follaje alucinatorio,
mermó su mirada en el subterráneo para la sierpe.
En aquella iniciación él poseía gargantas coléricas, colmados
extravíos
eran grietas de ira y él acentuaba la hostilidad en
los espejos.
En aquellas grietas él se cubría de ecuaciones
e incendiaba con sudor su clandestinidad: nada debía indultar la vehemencia,
nada debía indultar una pieza precaria que traducirían las ingles
en una pausa.
Tras aquellos sumideros sin caracoles amándose lentamente,
él atacó el abrevadero de esas caderas y eso aún hoy
inicia sus péndulos.
En aquellas grietas la muerte dormía bajo el paréntesis de los
ánades y el resto era sima de infinito,
impugnado infinito, y él palpaba las aristas embrionarias,
con el miedo roturado, todavía anárquico,
vinculando razón y ternura.
EDUARDO
MAGOO NICO
(Trieste-Italia)
YO
SOY LA PERLA
La
carne blanca de las raíces
Que
se mezclan
Tenía
sus razones:
No
había escapatoria
Por
primera vez abiertas
A
la tierna indiferencia del mundo
Subterráneo
No
percibían sino la humedad
De
lo recién anegado
El
ímpetu del agua
Hundiéndose
aún más en la penumbra
Encontraron
un rostro
Más
blanco que sus más delicadas gemas
-Mi
deseo no era otro que completar la dicha de un hogar feliz...
(Siempre me bastaron las migajas)
-Yo
soy Perla, la perla del mercader
Aquí
yazgo enterrada, bajo estos pastizales...
¡Un
día harán con mi virgo un relicario,
Y
seré la nueva santa de todas las putas!
-¿Es
cierto que el amor es como un lobo hambriento?
¿Que
todo lo devora?
-Quien
quiera que sea el genio
De
estos lugares imposibles
Carece
de talento...
¿Sólo
por que ha puesto allí esa escalera
Cree
que conserve algún sentido volver a comenzar?
(Manos
que se inquietan
Coyunturas
arqueadas
Gemir
Trepidaciones
y pataleos...
Era
entonces joven
Y
los jóvenes creen
Que
todas las edades
Están
a su disposición)
-¿Acaso
piensa (mil veces maldito y reconcebido) que sólo porque existe la escalera
Vale
la pena volver a comenzar?
FLAVIA
COSMA
(Bucarest-Rumania)
traduccion de Luis Raúl Calvo
ARAÑAZOS
SOBRE LA FAZ DEL ESPEJO
Espejo,
espejito,
dime
tú la verdad, la pura verdad,
revelame
misericordiosamente mi destino
ahora
que mi amado yace ahogado
en
tus profundas aguas,
y
el otoño sin fin, enloquecido
se
adorna –nuevamente-
con
el oro del sol.
¿Por
qué este despilfarro real,
cuando
nadie no lo mira, ni lo quiere?
¿Por
qué el muslo agitado, el vino pesado,
cuando
la ley no escrita nos vacía el pensamiento
y
el tiempo villano, cruel,
acecha
impaciente?
¿Por
qué fijé mis ojos en él
si
ya sabía de antemano que todo
lo
que podía darme
era
solamente amargura y deseos?
HILDE
DOMIN
(Alemania
1909 - 2006)
HUIDA DE AQUÍ
para Paul Celan, Peter
Szondi, Jean Améry,
que no quisieran vivir más
que no quisieran vivir más
La
cuerda
de sábanas como atadas por un preso
sábanas sobre las que he llorado
me la enrollo
cuerda de buzo
a mi cuerpo
salto
me sumerjo
lejos del día
atravesándolo
emerjo
al otro lado de la tierra
Allí quiero
respirar más libre
allí quiero inventar un alfabeto
con letras activas.
de sábanas como atadas por un preso
sábanas sobre las que he llorado
me la enrollo
cuerda de buzo
a mi cuerpo
salto
me sumerjo
lejos del día
atravesándolo
emerjo
al otro lado de la tierra
Allí quiero
respirar más libre
allí quiero inventar un alfabeto
con letras activas.
Traducción: Germain
Droogenbroodt - Rafael Carcelén
|
(Jaen-Andalucía-España)
A SORBOS
Me
dedico un sorbo de mi tiempo.
Un
sorbo en la noche para matar la rigidez
que
me está dosificando mis escrúpulos.
A
sorbos.
Me
dedico ninguna moneda,
versos,
acaso una pequeña luz en este cuarto
con
el ordenador a punto de apagarlo.
Increíble
como hacemos un mundo de este sitio. Pequeño y hueco.
Increíble
como la palma de las manos asoma la línea recta
de
un crepúsculo en el silencio.
La
verdad que a veces me pregunto, mis propias afirmaciones.
Me
respondo mis propias certezas.
Voy
a ponérmelo como la soga alrededor de mi cuello.
Es
importante los pequeños detalles.
Es
importante sentir como fluye los argumentos
y
conducen a epílogos. A frases malditas de un eslogan.
La
vida es efectivamente un eslogan.
Un
maldito eslogan que lo compra el que sabe mejor venderse.
PÁGINA 30 – CUENTO
MÓNICA RUSSOMANNO
(Santa Fe-Argentina)
LA CATERVA
Sigo
en una extraña recuperación del tiempo perdido, ese paisaje del ayer que es más
una sensación, un dibujo en sepia y carbonilla armado con retazos de objetos y
materiales que traen el perfume de los años irremediablemente desleídos.
Los
malvones con su aroma salvaje y áspero al paladar, el hierro, con su sabor a
sangre en la lengua, la madera siempre confiable pese a las amenazadoras
astillas, los maravillosos vidrios traslúcidos, las motas de polvo danzando en
un rayo oblicuo de sol ingresando por una ventana de vidrios repartidos.
Escaleras de metal, fondo con gallinero, tierra mojada, lluvia en los cristales.
Recupero
lo que tuve y lo que me hubiese deseado tener, con esa clase de posesión que es
un pedir permiso a los objetos para compartir su estancia de placidez.
Lo
viejo tiene eso que espanta a tanta gente, tiene pasado, vidas, años. Mi casa
ensamblada con remanentes de destrucciones, cosas que aquí y allá pertenecieron
a otras casas, mi casa testigo. Mi casa suma y apego, ventanas y puertas por la
que otros miraron la luna, abrieron o clausuraron caminos. Puertas que alguien
cerró por última vez, platitos de porcelana que alguna viejita muerta tuvo
atesorados sin usar en algún aparador de esos que se abren para la visita.
Mi
casa contiene viajes en el tiempo y en el espacio. Mármoles que vinieron desde
Italia, vajilla inglesa, postes de quebracho de aquí nomás pero de tan lejos,
cuando los ferrocarriles ponían poesía viva en el paisaje.
La
casa es mi casa con blasones heráldicos inventados, un dios lar de pacotilla,
muebles franceses y también reverdeceres del álamo que en invierno muere y
luego resucita.
Es
un mapa de mis recuerdos, un vago anhelo que aparece mientras se va creando. Es
un decidido desaire a lo adocenado, a lo que carece de espíritu. Es una
afirmación de lo único e individual aunque tenga rajaduras y partes despintadas.
Cada objeto está porque antes fue deseado y acariciado, como si se fuesen
formando de la nada y del elusivo humo de los recuerdos lejanos.
Y
está hecha para compartirla con los que quiero, con la gente buena, con mis
queridos amigos de ahora y los que también espero ir creando de a poco pero
firmemente. Como si ellos también, con un pasado, con materiales nobles, con
experiencias y desazones viniesen a adornar un espacio melancólico y feliz.
Y
ondoloin les digo, porque la vida es sueño y trabajamos para que no acontezcan
las pesadillas. Ondoloin y cada uno a construir su sueño reparador. Sabemos que
los sueños no tienen tiempo real, son desordenados, parecen no decir nada, pero
estamos. Estamos en ellos.
PÁGINA 31 – CUENTO
DANIEL
FERREYRA
(Venado
Tuerto-Santa Fe-Argentina)
MEJOR
MAÑANA
Abandonaba
de un salto su cama de soltero, y se paraba ante a la ventana del altillo a las
ocho para espiarla justo cuando emprendía la escalinata corta y centenaria del
Normal, apenas antes de que la tropa de escolares la secuestrara hacia las
aulas aún vacías.
Venía
con el tiempo contado esquivando airosa las hojas dormidas del otoño lectivo,
con su delantal planchado y su bagaje escueto de papeles afirmados al pecho. Y
aunque los plátanos de la vereda se esforzaran por interponerse entre ella y su
mangrullo vigilante, él igualmente se regocijaba observándola trasponer apurada
esos cinco peldaños de mármol ahuellado, desde la cima de su librería erigida
en el otro lado de la calle.
Después,
cebaba el último mate, bajaba hasta su local rebosante de mochilas y
portafolios, lápices y gomas, cuadernos y libros, levantaba despacio la
chirriante cortina metálica, y trabajaba con júbilo hasta que al escuchar el
timbre de las doce y cuarto tras las rejas del colegio, despachaba sin pena al
último cliente: discúlpeme, ya es hora de cerrar, mejor venga mañana.
Desenrollaba presuroso la persiana hasta estamparla contra el umbral, se
acomodaba el cuello de la chaqueta, se peinaba de dos cachetazos en la mollera,
y emergía a un nuevo mediodía a través de la puertita falsa. Se plantaba firme
sobre el cordón; improvisada platea bajo el sol de junio, brazos cruzados, con
la vista clavada en el Normal, expectante y mudo, aguardando el momento preciso
como tantas otras doces y cuartos.
Agudizaba
los sentidos para no perderse detalle del instante en que ella desandaba ese
graduado pasaje entre la puerta doble y la acera, para enfilar rápido hacia la
parada de la esquina con su figura breve y su cabello suelto ondeándose en cada
escalón: zapatitos bajos sobrevolando las baldosas, cadencioso vaivén que
dibujaba su andar ligeramente escorado hacia el lado en que la carpeta
apretujaba su almita joven, en tanto que él marchaba paralelo a su traza
mirándola de reojo, calzada de por medio, solazándose con la elegancia que su
mano maestra devolvía detrás de la oreja el mechoncito porfiado que le caía del
otro lado.
Y
sin dejar que alcanzara a distraérsele en el concierto de padres agolpados en
la esquina; buen día señor, dígale a su hijo que no sea tan inquieto, él
atravesaba al cejo la calle a paso vivo esquivando padres y hojas, bicis y
guardapolvos, autos y portafolios, para ponerse a tiro y hablarle sin tanto
protocolo, por más que ella simulara no conocerlo, como cada vez que le pasaba
al lado fingiendo indiferencia o desinterés, para finalmente quedarse parada en
la bocacalle mirando impiadosa hacia el lado de allá, que es el lado desde
donde vendría el ómnibus y no para el lado de acá, que es donde se ubicaba él.
Luego
ocurriría lo de siempre, el gentío y el semáforo se confabulaban para
facilitarle la fuga, y él no podría hacer más que contemplar resignado el
arranque furioso del colectivo acarreando su fisonomía blanca y el mechón
contra la ventanilla, y retornaría sereno, cabeza vuelta al piso, por el mismo
camino que lo había llevado casi hasta la garita, y se refugiaría en su atalaya
desprovista; el mate frío sobre la mesa, el gato ronroneando encima del sillón
desplumado, la cobija arremolinada en la cama, y el indiscreto postigo aún
abierto como prueba del fisgoneo matutino. Almorzaba frugal, se tumbaba a
dormitar un rato, y descendía desganado para alzar la persiana vespertina.
Y
en la abrumadora tarde, instalado en su puesto librero, ordenaba lenta e
inútilmente la mercancía de los estantes, tarea que abandonaba de todos modos
sin concluirla, a la vez que rogaba que la noche viniera pronto, y que
enseguida llegara otro día para volver a deleitarse viéndola subir las cinco
gradas y esfumarse sin remedio tras la puerta educadora, y recién en ese punto
estar seguro de que faltarían sólo un poco más de cuatro horas para que ese
mismo portal la liberara.
Sabía
que iba a trasponer nuevamente el tránsito y también que se reflejaría en su
sonrisa larga, y que buscaría acercársele en el corto trecho que caminaba sola,
antes de que se le desdibujara entre los padres y el piberío revoltoso pleno de
mochilas y portafolios, lápices y gomas, cuadernos y libros; ¡hasta mañana
señorita!, mientras el sol del mediodía entibiaba el pavimento y exaltaba el
bramido automotriz; ¡cuidado al cruzar! ¡ay éstos niños, por qué tendrán tanto
apuro…!; y él que de todos modos la perseguiría para ganarle al ómnibus que se
la robaba impiadoso y le diría ahí nomás: ¡Hola!, ¿cómo le va?, como mínimo,
sabiendo que intentaría escabullírsele echando mano al recurso femenino de
contestarle fríamente el saludo sorprendida o extrañada, o quizás fingiendo
confundirlo con algún padre. Ahí nomás ella optaría sin dudas por zafar
argumentando que creía haberlo encontrado por aquí otras veces, y no le
quedaría más que preguntarle: ¿usted es del barrio?, y él le respondería con un
rotundo: ¡sí, claro! vivo acá desde que nací, y yo también la veo todas las
mañanas cuando abro mi librería, mi casa está allá, en la planta alta ¿la ve?
Le
aclararía también que luego de cerrar podría acompañarla hasta el ómnibus,
dejando que libere su mueca complacida por la idea, dándole lugar también a que
saque a relucir los típicos faltaba más, no es necesario, qué amable que es
usted, y por fin caminando a la par, él proseguiría con que no es ninguna
molestia y que a esa hora suele caminar hasta la esquina, y que regresa a casa
sin razón porque sinceramente ya no hay nada por hacer una vez que ya sonó el
timbre de salida. Y aunque ella esté muy al tanto que la tarde no sirve para
nada, él debería explicarle que pasadas las doce y cuarto no habría que volver
a abrir la persiana, y que nadie pasa por su vidriera. El ómnibus se detiene en
la esquina sin que haya quien baje o suba, la vereda de la escuela está
desierta, y lo único que resta es tratar de que el día se apague de una buena
vez, para que pronto llegue otro en el que se pueda terminar lo que hoy no se
pudo, porque -se sabe- no es bueno eso de andar liquidando todo en una jornada
sin dejar algo para la próxima.
Además,
caerá también en la cuenta de que justo ese día, con eso de los árboles y del
tránsito, culpa de las hojas y de los otoños, con el asunto de las bicis y de
los semáforos, no sería conveniente decirle nada, y que es preferible esperar
un poco; sí, claro, pensándolo bien, es mejor mañana: mañana habrá tiempo de
sobra. ¡Mañana espero verla!, le apuntará parado junto a ella, porque mañana,
precisamente mañana, es el día exacto para que pueda dispararle inconmovible y
decidido, sin titubear y sin pelos en la lengua, nada menos que ¡Hola!, ¿cómo
le va?, pase lo que pase, derecho viejo, y sin tantas vueltas.
PÁGINA 32 – POESÍA
EUROPEA
JAVIER
UBEDA IBAÑEZ
(Jatiel-Teruel-España)
EN
PRESENCIA DEL AIRE
Rodeo
el sonido del aire
para darte un beso de jazmines y rocío.
Tú, ebria de olores y noches,
me recoges en tus labios y
me pides silenciosa
que beba de ti
pasiones y pétalos.
Quiero quedarme a vivir en tu boca,
aterciopelada y desnuda.
-Sí, quédate -me susurras.
Y mi alma voladora,
aleja sus furias
y se entrega a ti,
en presencia del aire.
para darte un beso de jazmines y rocío.
Tú, ebria de olores y noches,
me recoges en tus labios y
me pides silenciosa
que beba de ti
pasiones y pétalos.
Quiero quedarme a vivir en tu boca,
aterciopelada y desnuda.
-Sí, quédate -me susurras.
Y mi alma voladora,
aleja sus furias
y se entrega a ti,
en presencia del aire.
MAHMUD
DARWISH
(Acre-Palestina)
DIJO
EL CANTOR...
Así
crecen los árboles,
y
se funden las piedras.
Poco
a poco,
con
el correr del agua.
El
cantor, en la senda de la ciudad,
con
su canción en vela,
dijo
al viento, angustiado:
¡Destrúyeme,
puesto que eres mi vida!
Como
quiere el Destino.
¡Bébeme
por el triunfo de los muertos!
Así
cae la lluvia,
¡oh,
labios
de
la ciudad maldita!
Apartaron
a los que le escuchaban,
a
los borrachos.
Le
ataron.
Y
le arrojaron a la cárcel.
A
su madre insultaron.
Y
el cantor, entretanto
entonaba
aún versos del sol de otoño,
se
vendaba con cuerdas las heridas.
En
la cruz del dolor,
con
heridas lucientes como estrellas,
dijo
a la gente en torno:
Todo,
menos
el arrepentimiento.
Así
muero.
De
pie.
De
pie, como los árboles.
La
cruz, así, se tornará almimbar,
o
batuta de cantos.
Y
hasta clavos, las cuerdas.
Así
cae la lluvia.
Así
crecen los árboles.
TANIA
LIBERTAD
(Elche-España)
Que
tu mar fluya hasta mi arena
y
la sal penetre en mis huesos,
los
corrompa.
Que
me embriague del elipser beodo
de
las frutas de tu casa.
Beberte
poco a poco.
Alimentarme
de vos hasta saciarme.
Hablar
de todo mientras nos asesinamos
concediéndonos
el menú servido en la mesa,
y
como la cera derramada
que
tus manos se derramen en mi cuerpo.
Acordando
desacostumbrarnos
a
las horas blasfemas
que
nos devoran antes que nosotros.
Mecer
el columpio.
Descansar
los pies.
Ser
las sombras emergentes de los platos.
Las
sobras. El vino.
Reírnos
de los restos de piel
que
aún nos cubren las cicatrices,
el
vestido roto.
Apretar
el gatillo de Morfeo
para
despertar a la pesadilla real nuevamente.
Y
no ser vacunada
contra
la vida y sus calles.
Y
como las olas regrésame lo que te eh prestado,
el
odio, el placer, la dulzura.
Para
recogerme entre las metáforas
de
tus dedos,
envolviéndome
en la bruma púrpura
del
árbol de tus labios.
Ser
cursis y asquerosos.
Dando
arañazos al monologo
que
juntos cantamos por la madrugada.
Hace
ya muchas horas.
Las
horas.
Regresar
a la casa. La mía.
Sin
agua. Con mi arena.
La
casa.
Esa
que vos no conoces. Esa misma.
La
que ni yo misma conozco.
Donde
no sé en donde sentarme
a
la espera del sol.
He
regresado por la tarde de un día cualquiera,
con
el afán exquisito de la incertidumbre.
Todo
vacío.
La
casa. La mía.
La
que aún sufre el síndrome de abstinencia.
XIMENA
GAUTIER GREVE
(Paris-Francia)
©
SEIS LETANIAS PARA VIOLETA
(dedicadas
a Violeta Parra)
III.
¡Vuelta!
Del
campanario los carillones
canción
de misterio vibrando
olores
infusos del monte
savia
caliente, a tu casa
discreto
el rumbo Violeta
Violeta
perdida partida
besar
triste despedida
Violeta
yedra trepadora
aguja
del alma que borda
Violeta
Chile del mundo
Paris
arpilleras del Louvre
Moscú
Kremlin peregrina
golondrina
chilena del Arte
Violeta
amorosa
de
la cuerda y de las notas.
Violeta
agradecida
grillo,
canario y cascada...
Violeta
flor de la viña
cueca
sirilla zarcillo
cogollito
de membrillo
Violeta
Parra.
ANDONI
K. ROSS
(Castilla La Mancha-España)
II. NUNCA CLAUDICARTE.
Llegada la hora
para conocer lo básicamente sucedido,
el palmario proceso de los hechos
que dan origen a las cosas del sedimento
y ver más allá del bioma de la tundra yerta,
donde alguna vez vivió y cedió el mar…,
sólo nos queda ‘CaCO3’ -carbonato cálcico-.
Y ahora,
tendidos en desdibujadas cunetas del olvido,
en la profundidad de un averno político sin memoria,
hallamos pisoteada JUSTICIA y VERDAD;
y su razón de ser -y de ellos mismos-:
el reconocimiento y reparación de las víctimas...
Y un grito que maldice su soledad
y las deudas impagadas de los fascismos,
más allá del infinito, más acá de su propia expiación.
¡JUSTICIA, no nos duelas en tu pulsación ínfima!...
!Aquí nos tienes, VERDAD, dispuestos a nunca claudicarte!...
¡Hemos venido hasta aquí como exigíais!...
¡Traernos las calaveras que nunca encontrasteis!
II. NUNCA CLAUDICARTE.
Llegada la hora
para conocer lo básicamente sucedido,
el palmario proceso de los hechos
que dan origen a las cosas del sedimento
y ver más allá del bioma de la tundra yerta,
donde alguna vez vivió y cedió el mar…,
sólo nos queda ‘CaCO3’ -carbonato cálcico-.
Y ahora,
tendidos en desdibujadas cunetas del olvido,
en la profundidad de un averno político sin memoria,
hallamos pisoteada JUSTICIA y VERDAD;
y su razón de ser -y de ellos mismos-:
el reconocimiento y reparación de las víctimas...
Y un grito que maldice su soledad
y las deudas impagadas de los fascismos,
más allá del infinito, más acá de su propia expiación.
¡JUSTICIA, no nos duelas en tu pulsación ínfima!...
!Aquí nos tienes, VERDAD, dispuestos a nunca claudicarte!...
¡Hemos venido hasta aquí como exigíais!...
¡Traernos las calaveras que nunca encontrasteis!
PÁGINA 33-CUENTOS
INOLVIDABLES
GIOVANNI
PAPINI
(Italia/1881-1956)
HISTORIA
COMPLETAMENTE ABSURDA
Hace
ya cuatro días, mientras me hallaba escribiendo con una ligera irritación
algunas de las páginas más falsas de mis memorias, oí golpear levemente a la
puerta pero no me levanté ni respondí. Los golpes eran demasiado débiles y no
me gusta tratar con tímidos.
Al
día siguiente, a la misma hora, oí llamar nuevamente; esta vez los golpes eran
más fuertes y resueltos. Pero tampoco quise abrir ese día porque no estimo
absolutamente a quienes se corrigen demasiado pronto.
El
día posterior, siempre a la misma hora, los golpes fueron repetidos en tono
violento y antes de que pudiese levantarme vi abrirse la puerta y adelantarse
la mediocre figura de un hombre bastante joven, con el rostro algo encendido y
la cabeza cubierta de cabellos rojos y crespos que se inclinaba torpemente sin
decir palabra. No bien encontró una silla se arrojó encima y como yo permanecía
de pie me indicó el sillón para que me sentara. Después de obedecerlo, creí
tener el derecho de preguntarle quién era y le rogué, con tono nada cortés, que
me indicara su nombre y la razón que lo había forzado a invadir mi cuarto. Pero
el hombre no se alteró y de inmediato me hizo comprender que deseaba seguir
siendo por el momento lo que hasta entonces era para mi: un desconocido.
-El
motivo que me trae ante usted -prosiguió sonriendo- se halla dentro de mi
cartera y se lo haré conocer enseguida.
En
efecto, advertí que llevaba en la mano un maletín de cuero amarillo sucio con
guarniciones de latón gastado que abrió al momento extrayendo de él un libro.
-Este
libro -dijo poniéndome ante la vista el grueso volumen forrado de papel náutico
con grandes flores de rojo herrumbe- contiene una historia imaginaria que he
creado, inventado, redactado y copiado. No he escrito más que esto en toda mi
vida y me atrevo a creer que no le desagradará. Hasta ahora no le conocía más que
su nombradía y sólo hace unos pocos días una mujer que lo ama me dijo que es
usted uno de los pocos hombres que no se aterra de sí mismo y el único que ha
tenido el valor de aconsejar la muerte a muchos de sus semejantes. A causa de
esto he pensado leerle mi historia, que narra la vida de un hombre fantástico
al que le ocurren las más singulares e insólitas aventuras. Cuando usted la
haya escuchado me dirá qué debo hacer. Si mi historia le agrada, me prometerá
hacerme célebre en el plazo de un año; si no le gusta me mataré dentro de
veinticuatro horas. Dígame si acepta estas condiciones y comenzaré.
Comprendí
que no podía hacer otra cosa que proseguir en esa actitud pasiva que había
mantenido hasta entonces y le indiqué, con un gesto que no logró ser amable,
que lo escucharía y haría todo lo que deseaba.
"¿Quien
podrá ser -pensaba entre mí- la mujer que me ama y le habló de mí a este
hombre? Jamás he sabido que me amara una mujer y si ello hubiera ocurrido no lo
habría tolerado porque no hay situación más incómoda y ridícula que la de los
ídolos de un animal cualquiera..." Pero el desconocido me arrancó de estos
pensamientos con un zapateo poco elocuente pero claro. El libro estaba abierto
y mi atención era considerada necesaria.
El
hombre comenzó la lectura. Las primeras palabras se me escaparon; puse mayor
atención en las siguientes. De pronto agucé el oído y sentí un breve
estremecimiento en la espalda. Diez o veinte segundos más tarde mi rostro
enrojeció; mis piernas se movieron nerviosamente; al cabo de otros diez
segundos me incorporé. El desconocido suspendió la lectura y me miró,
interrogándome humildemente con la mirada. Yo también lo miré del mismo modo e
incluso como suplicando, pero estaba demasiado aturdido para echarlo y le dije
simplemente, como cualquier idiota sociable:
-Continúe,
se lo ruego.
La
extraordinaria lectura continuó. No podía estarme quieto en el sillón y los
escalofríos recorrían no sólo mi espalda, sinó también la cabeza y el cuerpo
entero. Si hubiese visto mi cara en un espejo tal vez me hubiera reído y todo
habría pasado, ya que probablemente reflejaba un abyecto estupor y un furor
indeciso. Traté por un momento de no seguir oyendo las palabras del calmo
lector pero no logré sino confundirme más y escuché íntegra, palabra por palabra,
pausa tras pausa, la historia que el hombre leía con su cabeza roja inclinada
sobre el bien encuadernado volumen. ¿Que podía o debía hacer en tan
especialísima circunstancia? ¿Aferrar al maldito lector, morderlo y lanzarlo
fuera del cuarto como a un fantasma inoportuno?
¿Pero
por qué debía hacer eso? Sin embargo, aquella lectura me producía un fastidio
inexpresable, una impresión penosísima de sueño absurdo y desagradable sin
esperanza de poder despertar. Creí por un momento que caería en un furor convulsivo
y vi en mi imaginación a un enfermero uniformado de blanco que me ponía la
camisa de fuerza con infinitas y desmañadas precauciones.
Pero
finalmente terminó la lectura. No recuerdo cuántas horas duró, pero aún en
medio de mi confusión noté que el lector tenía la voz ronca y la frente húmeda
de sudor. Una vez cerrado el libro y guardado en su maletín, el desconocido me
miró con ansiedad aunque su mirada no tenía ya la avidez del comienzo. Mi
abatimiento era tan grande que él mismo lo advirtió y su admiración aumentó
enormemente al ver que me restregaba un ojo y no sabía qué contestarle. Me
parecía en ese momento que nunca más podría volver a hablar y hasta las cosas
más simples que me rodeaban se presentaron a mis ojos tan extrañas y hostiles
que casi tuve una sensación de repugnancia. Todo esto parece demasiado vil y
vergonzoso; pienso lo mismo y no tengo indulgencia alguna para mi turbación.
Pero el motivo de mi desequilibrio era de mucho peso: la historia que aquel
hombre había leído era la narración detallada y completa de toda mi vida íntima
interior y exterior. Durante aquel lapso yo había escuchado la relación
minuciosa, fiel, inexorable de todo lo que había sentido, soñado y hecho desde
que vine al mundo. Si un ser divino, lector de corazones y testigo invisible,
hubiese estado a mi lado desde mi nacimiento y hubiera escrito lo que observó
de mis pensamientos y de mis acciones, habría redactado una historia
perfectamente igual a la que el ignoto lector declaraba imaginaria e inventada
por él. Las cosas más pequeñas y secretas eran recordadas y ni siquiera un
sueño o un amor o una vileza oculta o un cálculo innoble escaparon al escritor.
El terrible libro contenía hasta sucesos o matices de pensamiento que ya había
olvidado y que recordaba solamente al escucharlas.
Mi
confusión y mi temor provenían de esta exactitud impecable y de esta
inquietante escrupulosidad. Jamás había visto a ese hombre; ese hombre afirmaba
no haberme visto nunca. Yo vivía muy solitario, en una ciudad a la que nadie
viene si no es forzado por el destino o la necesidad, y a ningún amigo, si aun
podía decir que los tenía, le había confiado nunca mis aventuras de cazador
furtivo, mis viajes de salteador de almas, mis ambiciones de buscador de lo
inverosímil. No había escrito nunca, ni para mí ni para los demás, una relación
completa y sincera de mi vida y justamente en aquellos días estaba fabricando
fingidas memorias para ocultarme a los hombres incluso después de la muerte.
¿Quien,
pues, podía haberle dicho a ese visitante todo lo que narraba sin pudor y sin
piedad en su odioso libro forrado de papel antiguo color herrumbre? ¡Y él
afirmaba que había inventado esa historia y me presentaba, a mí, mi vida, mi
vida entera, como una historia imaginaria!
Me
hallaba terriblemente turbado y conmovido, pero de una cosa estaba bien seguro:
ese libro no debía ser divulgado entre los hombres. Aun cuando debiera morir
ese increíble infeliz autor y lector, yo no podía permitir que mi vida fuese
difundida y conocida en el mundo, entre todos mis impersonales enemigos. Esta
decisión, que sentí firme y sólida en mi fuero íntimo, comenzó a reanimarme
levemente. El hombre continuaba mirándome con aire consternado y casi
suplicante. Habían transcurrido sólo dos minutos desde que terminó su lectura y
no parecía haber comprendido el motivo de mi turbación. Finalmente, pude
hablar.
-Discúlpeme,
señor -le pregunté-. ¿Usted asegura que esta historia ha sido verdaderamente
inventada por usted?
-Precisamente
-respondió el enigmático lector ya un poco tranquilizado-, la he pensado e
imaginado yo durante muchos años y cada tanto hice retoques y cambios en la
vida de mi héroe. Sin embargo, todo ello pertenece a mi inventiva.
Sus
palabras me incomodaban cada vez más, pero logré formular todavía otra
pregunta:
-Dígame,
por favor: ¿está usted verdaderamente seguro de no haberme conocido antes de
ahora? ¿De no haber escuchado nunca narrar mi vida a alguien que me conozca?
El
desconocido no pudo contener una sonrisa asombrada al oír mis palabras.
-Le
he dicho ya -contestó- que hasta hace poco tiempo no conocía más que su nombre
y que solamente hace unos días supe que usted acostumbraba aconsejar la muerte.
Pero nada más conozco sobre usted.
Su
condena estaba ya decidida y era necesario que no demorase en ser ejecutada.
-¿Está
siempre dispuesto -le pregunté con solemnidad- a mantener las condiciones
establecidas por usted mismo antes de comenzar la lectura?
-Sin
ninguna duda -respondió con un ligero temblor en la voz-. No tengo otras
puertas a las que llamar y esta obra es mi vida entera. Siento que no podría
hacer ninguna otra cosa.
-Debo
entonces decirle -agregué con la misma solemnidad, pero atemperada por cierta
melancolía- que su historia es estúpida, aburrida, incoherente y abominable. Su
héroe, como usted lo llama, no es sino un malandrín aburrido que disgustará a
cualquier lector refinado. No quiero ser demasiado cruel agregándole todavía
más detalles.
Comprobé
que el hombre no aguardaba estas palabras y me di cuenta de que sus párpados se
cerraron instantáneamente. Pero al mismo tiempo reconocí que su poder sobre mí
mismo era igual a su honestidad. De inmediato reabrió los ojos y me miró sin
temor y sin odio.
-¿Quiere
acompañarme afuera? -me preguntó con voz demasiado dulce para ser natural.
-Cómo
no -respondí, y luego de ponerme el sombrero salimos de la casa sin hablar.
El
desconocido llevaba siempre en la mano su maletín de cuero amarillo y yo lo
seguí delirante hasta la orilla del río que corría caudaloso y resonante entre
las negras murallas de piedra. Una vez que echó una mirada a su alrededor y
comprobó que no se hallaba nadie que tuviese aspecto de salvador se volvió
hacia mí diciendo:
-Perdóneme
si mi lectura lo hartó. Creo que nunca más me tocará aburrir a un ser viviente.
Olvídese de mí no bien le sea posible.
Y
estas fueron justamente sus últimas palabras, porque saltando ágilmente el
parapeto y con rápido empuje se arrojó al río con su maletín. Me asomé para
verlo una vez más pero el agua yo lo había recibido y cubierto. Una niña tímida
y rubia se había percatado del rápido suicidio pero no pareció asombrarla
demasiado y continuó su camino comiendo avellanas. Volví a casa después de
realizar algunas tentativas inútiles. Apenas entré en mi cuarto me extendí
sobre la cama y me adormecí sin demasiado esfuerzo, como abatido y quebrantado
por lo inexplicable.
Esta
mañana me desperté muy tarde y con una extraña impresión. Me parece estar ya
muerto y esperar solamente que vengan a sepultarme. He tomado inmediatamente
previsiones para mi funeral y fui personalmente a la empresa de pompas fúnebres
con el fin de que nada sea descuidado. A cada momento espero que traigan el
ataúd. Siento ya pertenecer a otro mundo y todas las cosas que me circundan
tienen un indecible aire de cosas pasadas, concluidas, sin ningún interés para
mí.
Un
amigo me ha traído flores y le dije que podía esperar para ponerlas sobre mi
tumba. Me pareció que sonreía, pero los hombres sonríen siempre cuando no
comprenden nada.
SUPLEMENTO
INFANTIL Y JUVENIL
PÁGINA 34-RELATO
NORMA
SEGADES-MANIAS
(Santa
Fe-Argentina)
LA
GÜESTIA.
La
noche de San Juan, apenas traspasados los portales de la hora en que nacen los
hechizos. Cuando aún no se apagan los sonidos de las doce campanas que moderan
el pulso en los relojes, la estirpe de los hombres presiente su llegada.
El
oscuro cortejo de las almas en pena.
Ahuecadas,
sus voces en susurro recitan los rituales, anuncian el encuentro con los
miedos.
El
linaje expulsado huye de los caminos porque la procesión de los difuntos huele
a condena, a escarmiento huele, huele a exilio… y nadie queda a salvo cuando
ella llega a pronunciar ausencias.
La
santa compañía que atravesó los mares en la imaginación de los olivos.
Los
perros congregados alrededor del agua de las fuentes aúllan a la noche porque
recuerdan las primeras lunas y su herencia de sangre primitiva exhibiendo
colmillos.
Dos
filas, dos columnas de espíritus vestidos con sudarios, con las plantas
descalzas.
Los
guía un ángel triste.
En
caso de encontrarlos no les mires los rostros. No les mires.
Y
enséñales la cruz de tus ancestros donde el señor del sol dejó su anillo. Y
repite una a una las palabras que dejaron escritas los antiguos para ponerte a
salvo de todos los hechizos.
PÁGINA 35-POESÍA
NELVY
BUSTAMANTE
(Marcos
Juárez-Córdoba-Argentina)
SERPENTINAS
Una
golondrina
corta
serpentinas de cielo.
Por el tobogán
se desliza
tu nombre.
Yo le extiendo
las manos
como soles.
A mi alrededor
gira
el arcoiris.
corta
serpentinas de cielo.
Por el tobogán
se desliza
tu nombre.
Yo le extiendo
las manos
como soles.
A mi alrededor
gira
el arcoiris.
GARZAS
Tres
garzas
encienden la noche.
Tres garzas
de vuelo largo y lento.
Tres garzas
como tres amores.
encienden la noche.
Tres garzas
de vuelo largo y lento.
Tres garzas
como tres amores.
DÓNDE
TE ESPERO
Los
cuernos verdes
de la luna.
La calle floreciendo
migas sin pájaros.
Todo para que sepas
dónde te espero.
de la luna.
La calle floreciendo
migas sin pájaros.
Todo para que sepas
dónde te espero.
ESQUINA
SOLA
Tres
niños lloran
sentados en la esquina sola.
Han perdido
una moneda.
Han perdido
la vuelta en calesita
el helado
y la estrella.
Tres niños lloran
sentados en la esquina sola.
Desde el cielo
los abraza
una moneda de plata.
sentados en la esquina sola.
Han perdido
una moneda.
Han perdido
la vuelta en calesita
el helado
y la estrella.
Tres niños lloran
sentados en la esquina sola.
Desde el cielo
los abraza
una moneda de plata.
EN
LA CALLE
El
viento
arrastra los sueños
de las luciérnagas muertas.
Pegado a la pared
como un cartel prohibido
el linyera tiembla.
Un perro
le dibuja con su aliento
la primavera.
arrastra los sueños
de las luciérnagas muertas.
Pegado a la pared
como un cartel prohibido
el linyera tiembla.
Un perro
le dibuja con su aliento
la primavera.
PÁGINA 36-CUENTO
SILVIA
ALEJANDRA GARCÍA
(Lomas
de Zamora-Buenos Aires-Argentina)
LA
OLA MANOLA
Desde
el comienzo del verano, la ola Manola se sintió enojada. No le gustaba ver
gente en la playa, escuchar risas, enredarse en los tobillos de los que iban
entrando al mar. Le molestaban las redes
y los anzuelos de los pescadores porque le hacían cosquillas y a ella no le
gustaba reírse, le gustaba tener cara de
mal humor.
-¡Ay,
Manola, Manola!- le decían las otras olas del mar- ¿No te gusta tener amigos?
-
Yo me divierto sola y no necesito a nadie más- respondía ella.
- ¡Vení a la playa con nosotras y juguemos con
los chicos!
-
Lo voy a pensar- contestaba Manola.
Pero,
en realidad, lo que se ponía a pensar era cómo molestar a los chicos y a sus
familias para que se fueran del mar. ¡Y se le ocurrían cada ideas!
Algunas
veces, juntaba fuerzas desde bien hondo y bien lejos. Cuando estaba delante de
los chicos que se bañaban con sus papás, se levantaba como un paredón verde.
Después, empezaba a doblarse de a poquito hasta que se hacía redonda, pesada y
se les tiraba encima con toda su fuerza. ¡Cómo se divertía revolcándolos y
oyéndolos gritar! Lo curioso era que, al volver, en vez de verlos asustados y
escapándose, los veía contentos y con ganas de seguir en el agua. Mientras
tanto, sus amigas, las olas Lola y Carola,
se adelantaban suavemente para jugar con ellos a los saltitos.
“Un
juego de tontos y tontas” pensaba Manola.
A veces pasaba largos ratos alejada de
la costa, panza arriba en la superficie, dejándose hamacar por el vaivén del
océano, viendo pasar las nubes e inventando más maldades. Después de pensar un
rato, era capaz de salir a robar pelotas de plástico y sombreros arrebatados
por el viento, enredar las redes de los pescadores o llenar de algas los
anzuelos de sus cañas.
Estaba
convencida de que ésa era la forma de tratar a las personas para que no
aparecieran más por allí. Sin embargo, no lo lograba. Por eso seguía pensando
maldades nuevas.
-¡Ay,
Manola, Manola! ¿No ves que así no conseguís nada? ¿No es mejor vivir en paz,
divertirse con la gente? - trataban de hacerle entender sus amigas.
“Palabras
de tontos y tontas”, se decía Manola. Y le daban ganas de portarse peor. Una
tarde, mientras flotaba panza arriba, se dio cuenta de que algunas nubes tenían
rulos. Eso le dio una idea genial. Tomó envión y salió rumbo a la playa.
Por el camino fue juntando espuma,
espuma, espuma... Parecía que se había puesto una peluca llena de rulos. Ella creía que así estaba más hermosa
que las nubes y las nenas que iba
arrastrando a su paso. A la vuelta, haciéndose la distraída, les robó a
todas las chicas los chuflines.
Se los llevó al fondo del mar, loca de
alegría por la maldad que acaba de hacer. Uno, dos, tres, cuatro... No paraba
de contarlos. Celeste, verde, anaranjado, amarillo... Tenía chuflines de todos
colores. Por un segundo se imaginó cómo quedaría de linda, paseando por el
océano con sus rulos de espuma atados con esos chuflines y cómo llorarían de
tristeza las chicas en la playa. Entonces se le ocurrió un plan: mientras
molestaba mucho a las personas para que se fueran de la costa, iba a juntar
muchos chuflines de colores para atarse los rulos y poder andar por el océano
hecha una preciosura.
Sin perder tiempo, Manola ató los
chuflos a unas rocas para que no se los llevaran otras olas y se apresuró a
volver a la orilla. Iba tan contenta, que Lola y Carola se asombraron de verla
sonreír.
-
¿Qué te pasó, Manola? ¡Se te ve muy alegre!
-
¡Ya se van a enterar!
Manola quería llegar pronto a la playa y
ver a las chicas llorando. Pero en lugar de eso, las encontró muy contentas,
bañándose con el pelo suelto. Entonces tuvo otra idea genial: se hizo
laaaaaarga y chatiiiiiiita, para alcanzar un castillo de arena que estaban
construyendo unos chicos. De una sola pasada borró la fosa, volteó el muro y
dejó las torres bastante maltrechas.
-
¡Ahhhhhh!- gritaron los chicos.
-
¡Juáaaaaa!- se rió Manola.
Tanto le gustó esa maldad, que antes de
volver al fondo del mar, dio una vuelta más por la orilla para verlos llorar y
quejarse. Pero, en cambio, los encontró muy entusiasmados, haciendo un castillo
nuevo.
“Un juego de tontos y tontas” pensó
Manola, y se retiró al fondo del mar a contar sus chuflines.
Al otro día, volvió a la carga: se
arrojaba contra los chicos llena de espuma, hacía todo el mal que podía y, a la
vuelta, se llevaba todos los chuflines que encontraba. Los ataba a las rocas y
empezaba otra vez. Terminó el día muy cansada y algo enojada porque los chicos
se divertían con sus papás en el agua o en la arena como si nada. Pero se
consolaba un poco, viendo que cada vez tenía más chuflines para sus rulos.
Así pasó el verano. Lola y Carola
jugaban con la gente. Manola enredaba anzuelos, redes, se llevaba pelotas,
destruía castillos de arena y robaba chuflines, segura de que a los chicos y a
los grandes les iba a dar una rabia bárbara. Sin embargo, ellos no se daban por
enterados. Hasta que los días comenzaron a ser más cortos, más frescos y la gente dejó de frecuentar la
playa.
La ola Manola estaba feliz como nunca:
“por fin logré que se fueran”, pensó. Antes de bajar al fondo el océano a
ponerse los chuflines, recorrió varias veces la costa para asegurarse de que no
quedara nadie más a quien molestar. Y así era. La playa estaba desierta, bajo
el viento que llevaba la arena de acá para allá.
Manola bajó hasta
las rocas donde había dejado sus chuflos, dispuesta a embellecerse. Pero
se llevó una sorpresa horrible. Tanto había tardado en volver, que los
caballitos de mar, al ver esos chuflines tan hermosos abandonados, decidieron
embellecerse ellos. Se los habían repartido entre todos. Los llevaban en la
cabeza, en el cuello o en la cola. Nadaban todos juntos, felices y
emperifollados.
-¡Ya
van a ver!- exclamó Manola.- ¡Esos chuflos son míos y de nadie más!
Enojadísima, se lanzó a perseguirlos.
Los caballitos de mar salieron disparando para todos lados. Manola, empacada
como estaba en recuperar sus chuflines, se estiró para arriba, para abajo, para
acá, para allá, con tal de alcanzarlos a todos. Pero eran muchos y, al
escaparse, se separaban cada vez más. Al fin terminó deshaciéndose, Manola, en partes
muy pequeñas, que corrieron detrás de cada caballito de mar hasta que se les
acabó la fuerza.
¡Menos
mal que la ola Lola y la ola Carola vieron todo lo que pasaba y se pusieron de
acuerdo en ayudar a Manola, para que se volviera a armar! Después, se pasaron
todo el invierno enseñándole lo lindo que es tener amigos.
Mientras tanto, la gente grande había
vuelto a su trabajo. Y los chicos se reían y jugaban en el patio de la
escuela.
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