Imágenes:
Széchenyi SzidóniaFestményei-Hungría / Adelheid Dietrich-Alemania / Anca Bulgaru—Rumania / Jorge Maciel-Brasil
PÁGINA 1 – REFLEXIONES
EDUARDO GALEANO
(Montevideo-Uruguay)
LAS GUERRAS DE LA GUERRA
8. Indignan
el corazón y ofenden la inteligencia las coartadas de la incesante intervención
imperialista en Centroamérica.
Los
Estados Unidos fueron el primer país al que los sandinistas acudieron en
demanda de ayuda cuando derribaron la dictadura de Somoza. Encontraron allí
puertas cerradas, créditos condicionados y mutilados, amenazas: el imperio más
poderoso de la historia considera peligrosa a Nicaragua, pequeña
nación en ruinas, devastada por una larga dictadura, un terremoto y una guerra.
"Somoza es un hijo de puta, pero es nuestro hijo", dicen
que dijo Roosevelt. Cuando Nicaragua quiere ser Nicaragua, y através de su
revolución empieza a descubrirse a sí misma, el presidente Reagan echa mano al
Colt 45. Para desarrollar la energía hidráulica y geotérmica, Nicaragua
necesita ochocientos millones de dólares. Esa palanca le permitiría avanzar a
los saltos. Parece una cifra gigantesca, pero es 845 veces menor que la
cifra que los Estados Unidos dedicaron a evitar que Vietnam fuera Vietnam, mientras
duró la guerra del sureste asiático. Matando vietnamitas, los Estados Unidos
gastaron 676.000 millones; solamente en explosivos dilapidaron el equivalente
de doscientas bombas de Hiroshima.
¿Cuánto
están gastando y gastarán para evitar que El Salvador sea El
Salvador? Conocemos los pretextos. ¿Habrá quien honestamente crea que los
agentes soviéticos son los culpables de que los salvadoreños tengan el más bajo
consumo de calorías en América Latina? De cada diez niños salvadoreños, hay ocho
desnutridos. De esa violencia viene la violencia.Democracia era antes en
El Salvador el reino de catorce familias. Ahora es el reino de 244 familias, y
la farsa de elecciones bajo estado de sitio, que nadie se cree. De esa
violencia viene la violencia. Hace dos años, las fuerzas armadas de El Salvador
ocuparon el campo. Entregaron el 5% de la tierra a las cooperativas campesinas,
y llamaron a eso reforma agraria.Antes del fin de 1980, las fuerzas
armadas asesinaron a doscientos líderes de esas cooperativas. De esa guerra
viene la guerra.
PÁGINA 2 – NUESTRA
POESÍA
OSCAR
ÁNGEL AGÚ
(Hercilia-Santa
Fe-Argentina)
ESTADO DE
ÁNIMO
La hoja y
las líneas resplandecen convocantes.
Mundos giran adversos a la palabra
y está muda la mano.
Sin embargo mi estado de ánimo está bien
observando los movimientos
que tornasolan la estancia.
Lo sé, debo dejarlos fluir y fluir sin prisa
hasta que tamicen las formas, se modelen
en las manos y crezcan con el sol de sombrero.Mundos giran adversos a la palabra
y está muda la mano.
Sin embargo mi estado de ánimo está bien
observando los movimientos
que tornasolan la estancia.
Lo sé, debo dejarlos fluir y fluir sin prisa
hasta que tamicen las formas, se modelen
BELKYS SORBELLINI
(Santa Fe-Argentina)
En Línea
Conectada
en línea
en red.
en línea
en red.
Conectada
en línea
sin red
en línea
sin red
caigo entre teclas y
caracteres.
Me sumerjo en un sinfín
de exclamaciones
y pierdo la perspectiva y el alcance.
y pierdo la perspectiva y el alcance.
El significado de las
palabras no es el mismo
sino veo tu cuerpo, tus manos y tus ojos.
sino veo tu cuerpo, tus manos y tus ojos.
Todo uno acompaña lo que
dice cuando habla.
Todo uno se pierde en un
sinfín de redes.
Todo uno se
Todo uno
Todo
Estando en línea.
MIRYAM
COLOMBOTTO DE SEIA
(Gálvez-Santa
Fe-Argentina)
GERMINAL
Palabra,
penetra en mí tus universos múltiples.
Oculta
en los ángulos filosos del papel
observo.
Desde
este exilio espero
reconocer
la fuerza de tu verdad,
tu
verbo germinal.
Conspiran
la noche y la fría luz
de
estrellas que arden ¡tan lejanas!
Conspiran
haciéndome
creer que puedo
nacer
un poema en mi destierro.
Me
precipito en madrugadas
y
compruebo
que
nada es absoluto
que
todo es un ensueño.
Mientras
la luna respira en gris
sobre
la piel de mis temblores
otra
raza deberá concebirte,
palabra.
Yo
apenas intento
y
balbuceo partos
que
no llegan a ser
alumbramientos.
MARÍA LYDA CANOSO
(Casilda-Santa Fe-Argentina)
POEMA DE LO NEUTRO
pensar lo neutro
le otorga unidad al pensamiento / el gris en la calle / la sombra de la vida /
la suerte de la muerte
el otro lado / tan intenso como el mar / pero más
el pájaro oscuro
que me aterra con su falta de lógica empolla en la ventana de la cocina
de él distingo la silueta apretada que late en el marco lo suficiente como para que
todo lo que se me
acumuló del mundo de la infancia vibre en un solo aleteo
nada permanece
en un neutro absoluto cuando se está en traje de baño y los brillos y la sal y
lo amargo y la arena que se mete entre los dedos de los pies
olores
retrospectivos de la piel que bulle humeando en coco y yodo
todo detrás de
la persiana del atardecer proclama una vez más y con discreción que nada es para siempre
MARÍA
AMELIA SCHALLER
(Esperanza-Santa
Fe-Argentina)
LOS
VERSOS DE MI AMIGA
Desde
sus límpidos poemas
escancia
aromas de tomillo y salvia...
Sus
versos enhebrados en un hilo de araña
pasan
flotando como almas luminosas,
cadenciosos
de brisa,
húmedos
de rocío en la mañana.
Pasan
y dejan
racimos
de glicinas que se mecen
en
un ritmo de sueños.
Pasan
y limpian
con
su risa de infancia.
Los
versos de mi amiga
son
tan puros
que
visitan auroras
y
noches con estrellas
escapan
del papel,
se
alegran
en
un revoloteo
de
faldas con puntillas
saltando
en la rayuela.
Cuando
ella riega sus helechos
la
luz viene a buscarla,
los
picaflores beben arco iris
y
lejos, en la bruma,
se
disuelven las garzas.
Los
versos de mi amiga han encontrado
el
aroma del pan que hacía mi abuela
mis
recuerdos mejores,
las
pocas travesuras de mi infancia...
Me
pregunto: ¿será que juegan juntos
su
ángel y mi ángel de la guarda?
PÁGINA 3 – CUENTO
ELSA
HUFSCHMID
(Santa
Fe-Argentina)
PLUMAS
EN LA LUNA
Vivía
yo con mi familia en un clásico barrio, cercano a las vías del tren.
Todas
las tardes, al volver de la escuela y después de la merienda, nos juntábamos
los chicos de la cuadra.
Todos
guardábamos en algún bolsillo un pedazo de torta, algún bizcocho, o simplemente
un pedazo de pan. Y para allá corríamos a la tapera de Pancho, debajo de un
árbol al lado de las vías.
Pancho
era el linyera, el “croto”, como le decíamos en mi infancia, que todos
queríamos y para él vaciábamos nuestros bolsillos.
Debajo
de una descuidada barba, que podría ser blanca, sus mandíbulas, con increíble y
buena dentadura, trituraban con fruición los dulces, mientras convidaba
trocitos a sus cinco compinches, cinco perros flacos y pulguientos que lo
acompañaban en sus aventuras por las calles de la ciudad y cuidaban de las
estrafalarias pertenencias de Pancho.
Alto,
flaco, algo encorvado, de caminar lento, ojos claros casi escondidos bajo las
tupidas cejas, de largos cabellos atados a la espalda con un piolín, Pancho
tenía una mágica atracción para nosotros. Sentados en rueda a su alrededor,
escuchábamos sus relatos y nuestra imaginación se regocijaba con las aventuras
que nunca pusimos en duda. Si el tema era estar frente a un león, en plena
selva, creíamos en sus poderes de hacerlo volver a su guarida sin chistar.
Antes
que oscureciera, nos despedíamos de Pancho, asintiendo a su orden de portarnos
bien y hacer los deberes.
Una
tarde, lo encontramos ocupado en raros artefactos de alambre que, nos dijo,
serían alas para volar hacia la luna. Nos pidió le lleváramos plumas, y al otro
día, todos los chicos aportamos una buena cantidad de ellas.
Las
gallinas se habían alarmado de nuestro ahínco en limpiar de plumas los
rincones, y alguna de las pasaban cerca, sintieron los manotazos.
En
mi casa no había gallinero, pero abuela Sofía, como buena idish, tenía un
acolchado de plumas que trajo de su país, que misteriosamente quedó menos
abultado.
Durante
una semana asistimos y aportamos a la realización de las grandes alas que ya
tenían buenas formas.
Una
fuerte tormenta nos mantuvo en nuestra casa, y al otro día, cuando llegamos a
la tapera, sólo encontramos algunas plumitas embarradas y los perros, que nos
saludaron con alegres ladridos, mientras comían lo que había en nuestros
bolsillos. Pancho no estaba, tampoco las alas.
Volvimos
durante unos días, en especial llevando algo de comer a los perros, que ya no
eran cinco. Algunos también nos habían abandonado.
Mamá,
notando mi tristeza, una noche de luna llena me invitó a mirarla, y descubrimos
las barbas de Pancho. Me alegró mucho saber que había llegado.
Hoy,
ya hombre, intactas mis emociones infantiles, levanto mis ojos hacia la luna y
mi corazón se comunica con Pancho, alejando por unos minutos los ingratos
sucesos de este siglo XXI, cada vez más agobiante.
Comparto
la ilusión con mis dos hijos que olvidan sus guerreros y monstruos electrónicos
y apaciguan sus fantasías escuchando, por enésima vez, alguna de las aventuras
de Pancho, que ya incorporaron a sus recuerdos. Por supuesto que conocen de los
cráteres de la luna y su gaseoso entorno, pero nos entibiamos el espíritu y por
unos minutos vemos las barbas, y tal vez, algún guiño de Pancho, que todavía, a
pesar de los años, deja deslizar alguna plumita, que encuentro debajo de un
árbol o posada, etérea, sobre las violetas del jardín.
PÁGINA 4 – POESÍA
ARGENTINA
RUBÉN VEDOVALDI
(Capitán Bermúdez-Santa
Fe-Argentina)
RETRATOS CORTADOS
los que aprendieron a
leer y escribir
en el servicio militar obligatorio
en el servicio militar obligatorio
los que aprendieron a
matar
antes de aprender a leer y escribir
antes de aprender a leer y escribir
los que aprendieron a
leer y escribir
en la cárcel
en la cárcel
los que no llegaron a la
escuela primaria
y fueron baleados por la policía
a los once
a los doce años
y fueron baleados por la policía
a los once
a los doce años
los que mueren de viejos
con el dolor
de no haber ido a la escuela
de no haber ido a la escuela
ARIEL GIACARDI
(Santa Fe-Argentina)
NO ES AQUÍ
No en los ríos sexuales de la noche.
No en esta torpe ciénaga de ojos.
No en la prisión de sangre en que callamos.
No en este mundo. No. Ni en esta vida.
Aquí seremos nada más que un sueño
mutilado, extranjero y disidente
diluyéndose a tiempo en el olvido
-esa región azul y sin fatigas.
mutilado, extranjero y disidente
diluyéndose a tiempo en el olvido
-esa región azul y sin fatigas.
Porque aquí los apóstoles del llanto
celebran sus eclipses perentorios
y el deseo es un duro silogismo
y el amor una cárcel, todavía.
celebran sus eclipses perentorios
y el deseo es un duro silogismo
y el amor una cárcel, todavía.
Pero imagino un día sin mordazas
todo lleno de pájaros veniales,
un día unánime que nos incluya
en su gesto de blancas amnistías.
todo lleno de pájaros veniales,
un día unánime que nos incluya
en su gesto de blancas amnistías.
Allí y entonces estará de nuevo
mi corazón, de pie y apacentado,
y al verte abrirá su pecho diurno
y te dará, por fin, la bienvenida.
mi corazón, de pie y apacentado,
y al verte abrirá su pecho diurno
y te dará, por fin, la bienvenida.
FERNANDO
BELOTTINI
(San
Jorge-Santa Fe-Argentina)
UN POCO DE TOS
Todo cae
Irremediablemente cae hasta la línea horizontal donde no hay nada
Solo una línea en el espacio
Un papel cuadriculado con una línea debajo
Todo cayó sobre la línea, trazada en el papel cuadriculado
Abajo
Muy abajo en el papel sobre la mesa
Sobre el piso
En los cimientos
En la tierra donde irremediablemente las cosas se depositan
Se depositan bolsas levantando polvo cuando caen
Juguetes, libros y hasta cuerpos a veces se entierran
Todo al suelo
No hay otro paradero para las cosas que no sea el suelo
Diría que las cosas son el suelo
Las cosas son potencia de suelo
Todo caerá y caerá al suelo
Hasta los árboles caerán formando esa línea horizontal que es la Tierra
Todo se concentrará en la tierra, se acomodará como pueda
Solo el suelo tiene lugar para la Tierra
Cualquier descuido y ya estamos en el suelo
El suelo es el que guarda, en esa línea que tiene, todo lo que cae
Puede vérselo desde arriba, pero por poco tiempo
También la mira cae al suelo
Cae derrumbándose como un cuerpo sin dominio y busca
Allá abajo
Las cosas que cayeron perdiéndose
Y aunque uno mire, han caído irremediablemente y se han perdido
Han quedado allí, como la línea, más muertas que exhaustas
Ya nadie podrá saber siquiera si han caído
Y es cierto
Da pena
Pero también la pena cae al suelo.
No hay nada que hacer.
HÉCTOR BERENGUER
(Rosario-Santa Fe-Argentina)
Manos que nos sostienen
alguien que alza nuestro cuerpo
como recién bajado de la cruz.
Solo es real esa carne hecha del alma,
solo este cuerpo que puedes donar a los lobos.
Esta rosa que han dejado sobre tu pecho
y las pocas palabras que puedes robar a la muerte.
La tierra entera es nuestra casa.
los efímero nombres
que aun nos quedan
son morada.
La la vida entera
es dejarse caer en el amor
y el resto es nada.
alguien que alza nuestro cuerpo
como recién bajado de la cruz.
Solo es real esa carne hecha del alma,
solo este cuerpo que puedes donar a los lobos.
Esta rosa que han dejado sobre tu pecho
y las pocas palabras que puedes robar a la muerte.
La tierra entera es nuestra casa.
los efímero nombres
que aun nos quedan
son morada.
La la vida entera
es dejarse caer en el amor
y el resto es nada.
VERÓNICA M.
CAPELLINO
(San
Cristóbal-Santa Fe-Argentina)
LA NIÑA DEL
ESPEJO
Apenas tendría
ocho años.
Por la calle
sin peligro de tropiezos
-aunque los autos…-
ropas tristes
venía
quién sabe de qué
errancias.
Como perritos la seguían
dos pequeños Hermanos.
ocho años.
Por la calle
sin peligro de tropiezos
-aunque los autos…-
ropas tristes
venía
quién sabe de qué
errancias.
Como perritos la seguían
dos pequeños Hermanos.
Levantado a la
altura de
su rostro
un gran espejo
roto en el costado:
ella le hablaba
fascinada
a su reflejo
olvidada de sus hermanitos
de la calle
olvidada de todo
encontrándose.
su rostro
un gran espejo
roto en el costado:
ella le hablaba
fascinada
a su reflejo
olvidada de sus hermanitos
de la calle
olvidada de todo
encontrándose.
PÁGINA 5 – CUENTO
MÓNICA
RUSSOMANNO
(Santa
Fe-Argentina)
ONDOLOIN
Le
he dicho ondoloin a una amiga chilena, Ross. Es ya tarde, hemos charlado por
face y le digo ondoloin y no lo entiende. Ondoloin, y las olas de la mar océano
se ondulan de América hasta la lejana península ibérica. Ondoloin le digo, y es
el saludo basko para ir a dormir, y es el nombre de mi casa azul que está en
Rincón y que es la suma de mis deseos, que es la suma de las reminiscencias de
una niñez que ha quedado en hitos y referencias.
Ondoloin
digo, y es la casa de la Ester Márquez hace cuarenta años, con retratos
amenazantes en las paredes, anchas puertas de hierro, muchos patios y olor a
jazmín.
Ondoloin
digo, y hago un cartel para mi casa con vidrios de colores pegados sobre una
antiquísima chapa patente de quién sabe qué automóvil desleído en chatarra ya
hace décadas. Ondoloin reza el mosaico de vidrio, y luce los colores de la
bandera de la patria de mi madre, su txoco, su raíz, su pertenencia, el suelo
de montaña y mar, de ovejas y árboles de manzanas pequeñas.
La
nombro Ondoloin a mi quinta que también es mi casa azul, azul de sueños, azul
como el inexistente o no tan inexistente pájaro azul de la felicidad.
Y
en Ondoloin habrá un jardín de invierno con mamparas de vidrios repartidos,
evocando los jardineros ingleses regando delicadamente las rosas en el
invernadero. Y habrá muebles de cedro porque queremos materiales nobles,
fuertes, pesados, llenos de pasado y durables extendiendo largas sombras en lo
por venir. Y habrá una cocina generosa para armado de ravioles y amasijos de
pan, un asador interno para que el fuego pueda hacer figuritas anaranjadas de
vidrio líquido, para que alimentemos con palitos, uno a uno, ese milagro limpio
y luminoso.
Habrá
en la casa azul un pez azul, allá arriba en la pared del tanque de agua. Y el
pez de cemento revestido en vidrios centelleantes será un bagre de este mi río,
esta mi tierra puro agua y camalote y ave zancuda. Pero habrá la dulzura del
ondoloin extendido como una sábana de hilo recién planchado y perfumada con
membrillos, envuelta en papel azul de cajón de manzanas, durmiendo ondoloin,
durmiendo, ondoloin, en el ropero de patas de araña.
Será
esta una quinta, una casa, un pequeño lugar de la extensa América. Y habrá
copas y porcelana vieja, y habrá muchas sillas esperando dar hospedaje a los
amigos. La porcelana será europea, las copas americanas, el lugar una vaga
intersección entre dos mundos y dos vertientes cantarinas. Una arroyo, una río
estrecho y la otra delta y catarata.
Ondoloin
se llamará la casa, con columnas de quebracho del ferrocarril, con vidrios
azules de ese profundo azul que ya no se produce. Será entonces, Ondoloin, un
momento titilante entre el pasado y el futuro. Será un pequeño presente y
entonces digo pequeño presente y pienso en un obsequio.
Tendrá
jardín y tiene ya su álamo que trae el mar de Euskadi cuando el viento mece su
follaje maravilloso. Sonido a océano que llega a tierra, olores vegetales de
esta mi tierra de bichos bolita y caracoles.
Comeremos
moras que nos mancharán la piel irremediablemente, paltas caídas de tan alto,
albahaca y romero de los almácigos.
Pasearemos
por calles de arena donde nos observan las lechuzas y donde los perros siempre
duermen desparramados al sol. Donde la gente se cruza y se saluda. Pasearemos
con aroma a eucaliptus medicinal y pasto recién cortado.
A
la noche diremos ondoloin. Ondoloin, ondoloin, ondoloin, lejanas campanas
resonando.
PÁGINA 6 – POESÍA
ARGENTINA
MARTHA OLIVERI
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)
ANIDAR
Caer como la hoja mansamente,
sostener la transparencia de la vida
que se ausenta de a poco de tu mano -raíz
dulce aspereza de haber plantado el árbol
de luz sobreviviente.
Se cierra el círculo al fin
la niña envejecida teme a la oscuridad
aferra a su retoño
interroga la anciana
la niña del umbral a un fugaz unicornio
que es todo lo vivido.
"¿Donde está la gran patria de mis sueños"?
ese edén transitorio de la infancia.
La patria, esa patria del alma abandonada
está en tu corazón y en tu memoria
No temas que es el círculo
un familiar encuentro
con es este des-nacer
otro infinito
No temas que en el vértigo
en el último instante
haré nido en mis brazos
acunaré tus parpados.
Caer como la hoja mansamente,
sostener la transparencia de la vida
que se ausenta de a poco de tu mano -raíz
dulce aspereza de haber plantado el árbol
de luz sobreviviente.
Se cierra el círculo al fin
la niña envejecida teme a la oscuridad
aferra a su retoño
interroga la anciana
la niña del umbral a un fugaz unicornio
que es todo lo vivido.
"¿Donde está la gran patria de mis sueños"?
ese edén transitorio de la infancia.
La patria, esa patria del alma abandonada
está en tu corazón y en tu memoria
No temas que es el círculo
un familiar encuentro
con es este des-nacer
otro infinito
No temas que en el vértigo
en el último instante
haré nido en mis brazos
acunaré tus parpados.
MARIANA FINOCHIETTO
(Rosario-Santa Fe-Argentina)
Pobre de aquel
que niega la certeza del abismo,
del que no teme
otra cosa
que al llegar la mañana
lo encuentre despierto.
Pobre de aquel
que no ha visto en los espejos,
las máscaras
de sus monstruos
habitar piel adentro.
Pobre de aquel
que no ha caminado
en sus infiernos.EDUARDO MAGOO
(Lomas de Zamora-Buenos
Aires-Argentina)
BALLENAS
Marejada
Grandes toneles de alegría
Los ojos claros de entendimiento
De glotonería
El enorme tronco
Pasa acompasado
Ante mis ojos azorados
Grises de atar
Vaciados
Grandes cabezotas chatas
Apenas se topan
Muñones de brazos
Me abanican
Y hacen que me atrapan
Mujeres sin piernas
Dan tumbos en la cama
Así mis ballenas
Dan vueltas
Escapan
Vuelven con holganza
Y tejen añiles madejas
En el agua
Queda
Una se demora
En su vientre esa humedad
Oscura y blanda
De sexo macerado
Que eyacula
Y que tal vez era el mío
Pero para entonces
¿Quién fue el ahogado?
SUSANA CABUCHI
(Jesús María-Córdoba-Argentina)
MÚSICA
Mis ancianos vecinos
han muerto juntos.
Ayer llevamos la mujer
a su Última Casa
y hoy el esposo
ha cerrado
la venta de mimbres
y ha dicho
que no volveremos
a escuchar su violín.
FERNANDA AGÜERO
(Salta-Argentina)
UN CUERPO
ANÓNIMO
un cuerpo
anónimo
y después la calle
cuerpo de breves mariposas
estridencias
y después la calle
cuerpo de breves mariposas
estridencias
cristal entre
las manos de las mezquindades
precipicio de los desnudos pasos sobre el aire
precipicio de los desnudos pasos sobre el aire
entre las
sábanas
la bestia
la mandíbula del urso
el dios del abandono jugando a las barajas
las viejas rezadoras de las lamparillas
los sapos mirando hacia otro lado
el sol que se atormenta
el agua que encandila
cuando un cuerpo sin nombre se extiende sobre el mundo
a mentir que su vientre
su castillo de arena
la bestia
la mandíbula del urso
el dios del abandono jugando a las barajas
las viejas rezadoras de las lamparillas
los sapos mirando hacia otro lado
el sol que se atormenta
el agua que encandila
cuando un cuerpo sin nombre se extiende sobre el mundo
a mentir que su vientre
su castillo de arena
es mar y
alcantarilla
ALDO
LUIS NOVELLI
(Neuquén-Neuquén-Argentina)
EL ARCA (del nuevo milenio)
estoy escribiendo en medio de la tempestad.
te hablo a vos hermano
a vos amigo lector borracho perdido o loco de atar
quiero decirte las palabras necesarias
solo esas palabras
las que se gastaron con el viento del desierto
las que hacen nacer flores entre las rocas
las palabras lluvia
que horadan la piedra.
oh! rocas
rocas en mi cabeza
rocas en tu cabeza
tiempo atrapado fuera del tiempo
rocas que hay que demoler
a mazazos de voluntad cada día
cada minuto empedrado
cada instante en que caen en tu alma
antes que se colme
antes que se vuelva roca ella también.
a vos amigo lector borracho perdido o loco de atar
quiero decirte las palabras necesarias
solo esas palabras
las que se gastaron con el viento del desierto
las que hacen nacer flores entre las rocas
las palabras lluvia
que horadan la piedra.
oh! rocas
rocas en mi cabeza
rocas en tu cabeza
tiempo atrapado fuera del tiempo
rocas que hay que demoler
a mazazos de voluntad cada día
cada minuto empedrado
cada instante en que caen en tu alma
antes que se colme
antes que se vuelva roca ella también.
estoy escribiendo en medio de la tempestad.
pasa un tren con gente feliz
chicos riendo
jugando en el centro de la inocencia
y una mujer oscura
de rostro pálido
que solo piensa en una cosa
a ella no le importa el tren
ni el paisaje veloz
ni la alegría del mundo
ella solo piensa en suicidarse
suicidarse
suicidarse
suicidarse…
chicos riendo
jugando en el centro de la inocencia
y una mujer oscura
de rostro pálido
que solo piensa en una cosa
a ella no le importa el tren
ni el paisaje veloz
ni la alegría del mundo
ella solo piensa en suicidarse
suicidarse
suicidarse
suicidarse…
estoy escribiendo en medio de la tempestad.
te hablo a vos desgraciado
habitante de la ciudad
a vos mujer pálida
soy el hombre que te habla
el poeta
el desgraciado que se cree poeta
y te habla al oído mujer
te cuenta historias falsas
como la gran historia
te cuenta cuentos de esperanza
y te mira a los ojos
como nadie te ha mirado nunca
a vos mujer
para que no te mates
solo por esta vez
no te mates!
esperá hasta el próximo puente
tengo la mejor historia
la que jamás te contaron
la historia más fabulosa
la más mentirosa de todas
para que no te mates
no te mates mujer!
esperá al próximo puente…
habitante de la ciudad
a vos mujer pálida
soy el hombre que te habla
el poeta
el desgraciado que se cree poeta
y te habla al oído mujer
te cuenta historias falsas
como la gran historia
te cuenta cuentos de esperanza
y te mira a los ojos
como nadie te ha mirado nunca
a vos mujer
para que no te mates
solo por esta vez
no te mates!
esperá hasta el próximo puente
tengo la mejor historia
la que jamás te contaron
la historia más fabulosa
la más mentirosa de todas
para que no te mates
no te mates mujer!
esperá al próximo puente…
estoy escribiendo en medio de la tempestad.
el mundo se inclina
hacia la nada
el eje terrestre tiene una inclinación de 23º
y sigue acostándose
los polos se derriten
los árboles ya no mueren de pie
el aire se vuelve cada vez más denso
preparate para el próximo the world jump day
no logramos corregirlo antes
necesitamos ser más
muchos más
para salvar el planeta
para salvar la humanidad
para salvar un solo hombre
y una sola mujer
necesitamos la fuerza de toda la humanidad
como proponía el cholo Vallejo
todos implorando
“no te mueras hombre”
“no te suicides mujer”
todos saltando juntos
todos gritando desaforados por la vida
todos orando
al dios sol
y a la diosa luna
todos en medio de la tempestad.
hacia la nada
el eje terrestre tiene una inclinación de 23º
y sigue acostándose
los polos se derriten
los árboles ya no mueren de pie
el aire se vuelve cada vez más denso
preparate para el próximo the world jump day
no logramos corregirlo antes
necesitamos ser más
muchos más
para salvar el planeta
para salvar la humanidad
para salvar un solo hombre
y una sola mujer
necesitamos la fuerza de toda la humanidad
como proponía el cholo Vallejo
todos implorando
“no te mueras hombre”
“no te suicides mujer”
todos saltando juntos
todos gritando desaforados por la vida
todos orando
al dios sol
y a la diosa luna
todos en medio de la tempestad.
PÁGINA 7 – RESEÑA
MARTA ORTIZ
(Rosario-Santa
Fe-Argentina)
EL DÍA QUE
ME SUBÍ AL BALANDRO DE G. PEROSIO
En uno de
los poemas de Balandro,
Graciela Perosio refiere el encuentro en un bar con una amiga poeta, luego de
un impasse de más de veinte años. No es difícil para ellas, en el tiempo que
dura el encuentro, reconocerse en las afinidades, especialmente en el juego de
intercambiar poesía, madero seguro del que ambas viven aferradas para resistir
“un mundo agrio”; “Señales propias de una manera –entre tantas- / de vivir.”
(44), dice el último verso y dibuja una clave.
Así fue
también nuestro encuentro en Buenos Aires, una tarde calurosa del último
diciembre, primeros días, también en un bar, luego de algunos años de espera
sin conocernos más que por nuestra poesía, libros intercambiados por correo,
comentarios. Graciela me dio su libro, dedicado, tal como lo hizo con la amiga
del poema, con una sonrisa afectuosa que imagino idéntica; me invitaba, en ese
acto casi sagrado, a sumarme a las/los tripulantes de su generoso balandro,
nada más y nada menos que una representación de la vida misma, con todos sus
matices, con su bolsita de vientos que de tanto en tanto alguien desata y
soplan a voluntad, con fuerza demoledora o compasiva...
Balandro nos hace partícipes, cómplices de las dos
pulsiones a las que la poeta obedece, y que dan nombre a los dos apartados que
lo componen: La necesidad de pintar y La necesidad de narrar. No son opuestas
sino complementarias, pero cada pulsión determina el sesgo dominante que el
poema celebra. Entre ambas fluye una poesía hospitalaria, sedimentada, sabia:
letra de madurez de Graciela Perosio.
“Conrad
aconsejaba al navegante no oponerse al mar”, dice Fabio Morábito en su
elocuente contratapa; “y lo decía pensando sobre todo en embarcaciones de vela
y livianas como el balandro”. Del mismo modo, Graciela invita al lector a
subirse a la vida, a fundirse en ella, a seguir el destello del faro en la
noche, a resistir sea cual fuere la sinuosidad del camino a
transitar, aquello que acontezca: “esta es la travesía/ en un mar de maravillas”(pág. 13), sin
olvidar que inevitablemente será necesario también “limpiar la borra triste del
café / que se adhirió al fondo de los huesos” (pág. 15).
La lírica
busca captar y fijar la imagen entrevista: así, el flamenco rojo corta el cielo
azul de otoño, el invierno ilumina leve, algún matiz “sin nombre” enamora, y la
sombra y el jardín helado; forma y color son palabra poética, y tan sensible es
lo ofrecido a la mirada contemplativa en perpetuo asombro, que parece
inevitable la pregunta de la poeta, frente al temblor que confirma tanta vida,
como si una cosa pudiera invalidar, de algún modo, la otra: “cómo apaciguar /
[…] el temblor de estar viva / y no obstante vivir?” (pág. 22)
La vía
narrativa da cuenta a su vez de mínimas tramas cotidianas (un paseo, una
visión, la imagen sugerente a la que se agrega lo imaginado llenando así el
hiato de lo que no se conoce) y también de episodios o fragmentos que la
memoria ilumina: “Y no se sabe bien /si los hechos fueron así / ni a quién le
importa./ Vuelven, reclaman un lugar/en la escritura. (51)
Hay un punto
de partida, autobiografía esencial condensada en los ocho versos del primer
poema: la poeta, como muchos de su generación, soñó un país limpio y ocultó sus
miedos y timideces detrás de la actividad que le facilitó el diploma buscado y
obtenido: ideal soñado y profesión fueron la madera que moldeó el balandro
desde donde hasta hoy, navegó los surcos del devenir, expuesta, como todos, al
azaroso “bramido del viento”.
Viñetas
contra viento y marea recortan tejidos narrativos puertas afuera: la mujer de
negro avanza por la calle Cerviño, lleva una rosa en la mano y llora. Mira la
flor “o la daga intacta / de un poema amputado!” (pág.26); la imaginación se ha
ocupado de reponer lo que la imagen guarda para sí. Viñetas puertas adentro
abren ventanas desde donde el yo que escribe dialoga (como Frost) con el árbol
enfermo; una abertura en la medianera dará paso a la luz ausente, o se podrá
contemplar el monte Fuji a través de una ventana japonesa. Y los cuentos que la
memoria sirve y adereza: el recuerdo de infancia “llega tu risa/con las olas
grises del tiempo”(pág. 32); los olores evocadores de secuencias vividas como
el perfume del padre, recuperado al entrar a un restaurant conocido, o aquellos
azahares que “la hicieron volar/sin que el terror de aquellos años / lograse
quebrar la noche”(pag. 36).Y el anecdotario ajeno, navegable como el propio (la
escribana, el arquitecto amigo, el encuadernador de libros).
Los
topónimos familiares aportan una ubicación espacial concreta que favorece la
identificación inmediata; calles, esquinas, avenidas, barrios y lugares
específicos con nombre y apellido que fueron y son el entorno donde la vida de
la poeta transcurre.
Balandro es cifra del misterio y la maravilla de estar
vivo. De entregarse a la díscola voluntad del viento. Yo/tu/nosotros/ellos,
somos, podemos ser esa embarcación que permita navegar la vida, obedecer las
señales y sus marcas. Libro de cabecera donde lo aprendido fluye con una
sintaxis clara y despojada que gana en intensidad; tan sutil como la imagen
deseada del monte Fuji, aparecida en el exquisito poema de cierre; la misma que
la poeta, convirtiéndose en la montaña que desea ver, hace de su propio rostro
y manos reflejadas en el vidrio: “Yo soy la montaña /(y la montaña también es
un balandro)”.
Declaración
de principios, modus vivendi y operandi, celebración, marca registrada, la de
Graciela Perosio, mujer que sabe de resistencias variopintas, pintada y narrada
a la bellísima manera del poema.
PÁGINA 8 – CUENTO
JORGE
ISAÍAS.
(Los
Quirquinchos-Santa Fe-Argentina)
LAS
LLUVIAS
Nuestra
infancia no fue menos feliz porque escaseaban los juguetes. La imaginación de
los niños siempre es ilimitada y sobre todo en aquellos años los pocos que
accedían a uno no eran mayoría en el pueblo. Pocos padres podían hacer un gasto
extra, en mi pueblo.
La
lluvia en ocasiones caía de un modo muy triste, cansinamente sobre los
sembrados , a veces lo hacía con furia, precedida de grandes truenos rodadores
como un peñón que cae desde un monte altísimo, mientras el latigazo de un
relámpago se repetía en el trazo estremecedor sobre las cosas, y la poca gente
que buscaba refugio presto, recogiendo las mujeres la ropa tendida, pero
todos sin excepción recibían ese estremecimiento de la naturaleza como un
miedo atávico que debían soportar , rogando sobre todo los hombres que los
destrozos no fueran tantos ni tan graves.
Los
únicos contentos, con esa alegría de la inconsciencia temprana éramos nosotros,
que gozábamos el espectáculo de los sapos numerosos que cruzaban las calles
anegadas, los perros que se refugiaban bajo la galería de ladrillos mal
cocidos, con sus techos de chapas que reproducían sonoramente el tambor de la
lluvia persistente, los gatos que se pasaban al cajón donde los marlos
esperaban la boca flamígera de la cocina económica, y tal vez el ruido
del vendaval acunaran sueños ronroneantes.
Pero
había algo siempre venturoso. Si estas lluvias se producían en verano, porque
venía precedida de un calor agobiante, de una presión insoportable y siempre
era un augurio de frescura el anuncio de la lluvia y al escampe, cando se
habían cubierto de agua los zanjones que drenaban líquido hacia el campo sería
el momento en que nos quitáramos las alpargatas no sin la venia paterna. Y salíamos
con los barquitos de papel, las latas vacías de sardinas o alguna cosa de
madera que flotara para jugar a las bandas de piratas y corsarios que leíamos
en Julio Verne o en las diversas revistas de historietas. Y venían las carreras
y los resbalones que seguramente nos costaría un reto, pero el fragor del juego
era tan entusiasta que bien valía un reto si en esa carrera de la pista
resbaladiza uno lograba salir primero.
Siempre
había un ocurrente que proponía ir a pescar ranas al zanjón de los Vélez, con un
piolín con el cual atábamos un pedazo de carne y tal vez esa noche podríamos
aportar un menú distinto en nuestras casas y qué ricas resultaban esas ranas
que saltaban en la sartén como si estuvieran vivas y producían cierta aprensión
en mi madre, motivo por el cual intervenía mi padre que siempre estaba
dispuesto a toda cosa a la cual ella no se atrevía. Imposible saber hoy
si esa tarea le agradaba, pero se hacía cargo y nos sentábamos los tres a la
mesa, donde pronto dábamos cuenta de ese manjar crocante.
Como
desaguaban pronto las zanjas y los pequeños canales que la comuna mantenía
limpios, ya que esa última calle llevaba al campo, al otro día casi con
seguridad las encontraríamos vacías, pero con la esperanza de que la lluvia
siguiera varios días para asegurarnos otros momentos de módica felicidad.
Claro, todo esto con la salvedad de algún mandado, ya que en el verano no había
clases por tanto la responsabilidad mermaba mucho, yo diría: casi toda.
Y
uno imaginaba cómo se hincharían de agua las cañadas, cómo irían llenándose de
bagres los anchos canales del campo, cómo se llenarían de garzas blancas los
juncales, de flamencos sus orillas, cómo pondrían a salvo sus nidadas los teros
y los patos, cómo nos esperaría todo ese mundo acuático con el croar ensordecedor
de las ranas, cómo esperábamos entonces el momento en que nuestro padre iría de
caza para acompañarlo con ese cuzco blanco y fiel que tanta alegría trajo a mi
niñez lejana.
A
veces en mi pueblo veo pasar esas barritas de chicos con las modestas cañas de
pescar al hombro que hacen aquel “Camino del diablo” como nosotros, cuando el
mundo estaba en pañales y ninguno de nosotros tenía idea de los sinsabores que
nos esperaban.
Pero
también con estos recuerdos gratos que quiero compartir hoy con ustedes y que
me dicen que se puede ser feliz con poco.
Con
casi nada.
PÁGINA 9 – ENSAYO
ROGELIO RAMOS SIGNES
(San Juan-Argentina)
SENTIR
O NO SENTIR
¿Qué es el arte? Para quienes quieran encontrar una
respuesta a esta pregunta (una de esas respuestas con los pies sobre la tierra)
esto es sencillo: basta con abrir un diccionario y buscar la palabra “arte”.
Allí, aproximadamente, nos informarán que arte es el concepto que encierra las
creaciones realizadas por el ser humano para expresar una visión perceptiva del
mundo, ya sea real o imaginario. Pero el arte, si tal cosa existe, encerrado en
la frialdad de una definición no pasaría de ser un simple mecanismo.
Hablemos de una actividad, en todo caso, que desde sus orígenes hasta hoy ha ido mudando según cada época que le tocó atravesar y sintetizar, sin perder su carácter ritual. Es el peso de ese símbolo lo que convierte cada obra en un verdadero palimpsesto, en un eslabón más dentro de esa necesidad que tenemos de exteriorizar algo. Arquitectura, música, literatura, pintura, y todos los derivados que cada lenguaje se permita, serán homenajes encubiertos a los animales pintados en las paredes de una cueva, a la imitación del canto de las aves, a la repetición de una historia que cuando llegó a nosotros ya era repetida, a la piedra que sobre otras dos piedras le dio cobijo a nuestros ancestros.
En todo caso convengamos que esas exteriorizaciones responden a una necesidad, casi siempre compulsiva, que alguien vuelca en códigos abstractos para comunicar un estado de ánimo. Pero como los códigos no son descifrados por la totalidad de los receptores, el mensaje tiende a encriptarse y alguien funda el “concepto de arte”; algo para entendidos. Y me pregunto: ¿qué hay que entender?
Ése suele ser un interrogante que esgrimimos ante lectores que aseguran no entender la poesía, por ejemplo. ¿Qué hay que entender? repetimos. Nada hay para entender, solamente hay que sentir o no sentir. ¿Alguien puede explicar un paisaje? ¿Alguien puede explicar fríamente porqué una melodía, producida por un lenguaje tan abstracto como el de la música, puede llegar a conmovernos?
Después, por supuesto, vendrán las teorías que explicarán esto y aquello; y con las teorías llegarán los especialistas que las produjeron. Y el arte, que era una necesidad mayor (sin nombre, sin supuestos, sin laberintos) pasará a ser una expresión selectiva.
SI FUESE POSIBLE
Ya se sabe que cualquier conocimiento específico que tengamos de una disciplina nos hará gozar más intensamente de sus frutos. Si al plano sensual (primer contacto con la obra) y al plano expresivo (segundo contacto), le agregamos alguna sustancia inherente a esa disciplina, la experiencia será mucho más placentera. Aaron Copland lo explicó con exactitud refiriéndose específicamente a la música, aunque bien puede hacerse extensivo a otros lenguajes artísticos. Si bien Kant nos inculcó, de una vez y para siempre, la idea de que “bello es lo que, sin concepto, place”, creo que podemos agregarle algún condimento personal a su máxima, sin faltarle el respeto al filósofo prusiano.
A esta altura de mi titubeo me siento proclive a suponer que el arte existe, que es inabarcable (nadie puede meter un pájaro descomunal en una pequeña jaula), que es parte constitutiva del ser humano y que es buena compañía. Me resisto a aceptar que solo sea un acontecimiento estilístico. Sería como decir que el aire es la mezcla homogénea de oxígeno y nitrógeno, y nos conformáramos con eso. Parado en esta encrucijada, no puedo sublimar algo que es fruto de una necesidad y sostener que el arte es una “emanación moral”. Tampoco puedo, aunque sí esté de acuerdo, suscribir la contundencia de Picasso cuando dice que “el arte es la mentira que nos permite comprender la verdad”. Por eso es que debo confesar que no sé si puede definirse el arte; pero algo me dice que, si eso fuese posible, perdería su encanto... al menos para mí.
Hablemos de una actividad, en todo caso, que desde sus orígenes hasta hoy ha ido mudando según cada época que le tocó atravesar y sintetizar, sin perder su carácter ritual. Es el peso de ese símbolo lo que convierte cada obra en un verdadero palimpsesto, en un eslabón más dentro de esa necesidad que tenemos de exteriorizar algo. Arquitectura, música, literatura, pintura, y todos los derivados que cada lenguaje se permita, serán homenajes encubiertos a los animales pintados en las paredes de una cueva, a la imitación del canto de las aves, a la repetición de una historia que cuando llegó a nosotros ya era repetida, a la piedra que sobre otras dos piedras le dio cobijo a nuestros ancestros.
En todo caso convengamos que esas exteriorizaciones responden a una necesidad, casi siempre compulsiva, que alguien vuelca en códigos abstractos para comunicar un estado de ánimo. Pero como los códigos no son descifrados por la totalidad de los receptores, el mensaje tiende a encriptarse y alguien funda el “concepto de arte”; algo para entendidos. Y me pregunto: ¿qué hay que entender?
Ése suele ser un interrogante que esgrimimos ante lectores que aseguran no entender la poesía, por ejemplo. ¿Qué hay que entender? repetimos. Nada hay para entender, solamente hay que sentir o no sentir. ¿Alguien puede explicar un paisaje? ¿Alguien puede explicar fríamente porqué una melodía, producida por un lenguaje tan abstracto como el de la música, puede llegar a conmovernos?
Después, por supuesto, vendrán las teorías que explicarán esto y aquello; y con las teorías llegarán los especialistas que las produjeron. Y el arte, que era una necesidad mayor (sin nombre, sin supuestos, sin laberintos) pasará a ser una expresión selectiva.
SI FUESE POSIBLE
Ya se sabe que cualquier conocimiento específico que tengamos de una disciplina nos hará gozar más intensamente de sus frutos. Si al plano sensual (primer contacto con la obra) y al plano expresivo (segundo contacto), le agregamos alguna sustancia inherente a esa disciplina, la experiencia será mucho más placentera. Aaron Copland lo explicó con exactitud refiriéndose específicamente a la música, aunque bien puede hacerse extensivo a otros lenguajes artísticos. Si bien Kant nos inculcó, de una vez y para siempre, la idea de que “bello es lo que, sin concepto, place”, creo que podemos agregarle algún condimento personal a su máxima, sin faltarle el respeto al filósofo prusiano.
A esta altura de mi titubeo me siento proclive a suponer que el arte existe, que es inabarcable (nadie puede meter un pájaro descomunal en una pequeña jaula), que es parte constitutiva del ser humano y que es buena compañía. Me resisto a aceptar que solo sea un acontecimiento estilístico. Sería como decir que el aire es la mezcla homogénea de oxígeno y nitrógeno, y nos conformáramos con eso. Parado en esta encrucijada, no puedo sublimar algo que es fruto de una necesidad y sostener que el arte es una “emanación moral”. Tampoco puedo, aunque sí esté de acuerdo, suscribir la contundencia de Picasso cuando dice que “el arte es la mentira que nos permite comprender la verdad”. Por eso es que debo confesar que no sé si puede definirse el arte; pero algo me dice que, si eso fuese posible, perdería su encanto... al menos para mí.
PÁGINA 10 – POESÍA
ARGENTINA
ALEJANDRA DÍAZ
(Tucumán-Argentina)
no habrá una fosa
común que oculte
las huellas dactilares
que poseo el alma que me caracteriza
(
pensamiento-cosmovisión-acierto-desacierto-dudas
tiierra de uno
-historia-memoria)
no seré ya un desaparecido
/ ya no
ya nunca.
aunque intenten
silenciar mi identidad
las huellas -esos
dibujitos inexplicables en mis dedos -
mi ADN estarán
diciendo a los gritos
al menos un número
y ese número
(aunque esto sea lamentable... un número )
conducira a mi
nombre y se sabrá que soy yo
la que
escribe-ríe -muere-vive-llora-se lame las heridas
y corre descalza
por sus sueños o tras las formas de
una nube.
muero nazco y
renazco en estas letras
que son yo
que son mi cuerpo entero
y aunque exista
la teoría que nadie escribe lo que
escribe
que sólo se
re-escribe lo que otros han escrito antes
en algún momento
como este mismo
pensando lo mismo...
las huellas dactilares
que son algo concreto
(una cierta
reminiscencia a aquellas de Altamira )
sabré que soy yo
aunque intenten
silenciarme el alma
tendre-tendremos
nuestra propia historia
seré yo
seremos únicos ejemplares
no estaré
repitiendo la historia de nadie
aunque tape la tierra
de una fosa común
mis labios
ya no estaré en
silencio
ya
no...
ya nunca.
ANÍBAL DE GRECIA
(Oberá-Misiones-Argentina)
DENTRO
DE MI CASA
Tengo
un gato en el freezer y creo que soy yo
es
un gato negro en mi casa
por
suerte, parece estar muerto.
Aunque
de amor no sabe nada
mi
gato
mantiene
su corazón tibio.
Tengo
un gato en el patio de atrás en el freezer
-y
creo que de las nueve- a gastado ocho vidas.
Mi
gato se mueve poco y en silencio
está
muerto de abismos
es
decir; no le queda nada.
CLAUDIA AINCHIL
(Ciudad Autónoma-Buenos
Aires-Argentina)
INVERTIDOS COMETAS
Inesperado se escurrió el ademán
inyección vertiginosa de ojeadas interiores
mi iris en la maleza esquiva
es posible que coexistan crucigramas
los siglos de los siglos
o tal vez esa mutación de acto teatral
magias emergiendo
libidinosas carnales
aunque luego desaparezcan.
Uno empieza.
Uno rescinde.
La ciénaga y los ocultos
cuestión de suponer lo que ya se sabe
otro imán hipnótico arranca la píldora de lo
cotidiano
destino o boomerang..
las casualidades no existen…
casualidades, apuntó de repente
cometas invertidos guardados en el cajón
bajo setenta llaves
una imagen con los brazos abiertos
en plena noche lejana.
ELENA ANNÍBALI
(Córdoba-Argentina)
me enamoro de
ud. señor juan gelman, me enamoro,
como las
maestritas lo hacen del reader’s digest y de corín tellado,
como las
azafatas, de la luz violeta y las postales de rodolfo valentino
como las
adolescentes de ellas mismas cuando,
desnudísimas
se miran en los
espejos nebulosos de sus baños
me enamoro de
ud. señor juan gelman, desde este pueblo enfermo
donde hiede la
costra de los muertos
la fiebre de los
vivos
mientras preparo
el café de la mañana
y lavo el orinal
de mi padre enfermo
y más tarde
trabajo y a la noche escucho
big bill broonzy
poniendo en
orden el huerto, quemando
las alimañas
haciendo que lo
perdido valga
que la tía
escolástica labore sus telares
si supiera señor
juan gelman cómo los ojos de ud.
me parecen así
de bonitos
y contando sus
trapos, sus fulgores,
considerándolo a
la luz amarga de mi amor
me veo no tan
joven, no hermosa,
pero sí
verdadera, y ya no me alcanza
el pudor
mentiroso de los desnudos ante sí
o ante los otros
para callarme,
señor juan gelman
para callarme
(Inédito)
LILIANA
ANCALAO
(Comodoro
Rivadavia-Chubut-Argentina)
PREGUNTA
habrá
que resignarse a ser pregunta
arremangarse los pies
seguir andando
con un golpe de sismo por espalda
sin cimiento
ni contemplaciones
habrá que acostumbrarse sin respuesta
morir en una historia y otra historia
salir de madre pateando las preguntas
por los caños de la piel
hasta los huesos
y andar
humano no más
apuntalando luchas
controlando el pulso de la tierra
mirarse escombro en el mapa de los sueños
arremangarse los pies
seguir andando
con un golpe de sismo por espalda
sin cimiento
ni contemplaciones
habrá que acostumbrarse sin respuesta
morir en una historia y otra historia
salir de madre pateando las preguntas
por los caños de la piel
hasta los huesos
y andar
humano no más
apuntalando luchas
controlando el pulso de la tierra
mirarse escombro en el mapa de los sueños
PÁGINA 11 – CUENTO
AMELIA
ARELLANO
(San
Luis-Argentina)
RINCONES
Los
ecos de los bastones resuenan acompasados, su eco se agiganta en los
interminables pasillos del geriátrico. Caminan lento. Como arrastrando el peso
enorme de su soledad. Invierno afuera y adentro. Horizonte de sueños truncados.
¿Será así hasta el final? Son un esqueleto, un músculo y un grito. Van por el
pasillo como por la vida, sin apuro. En distintas direcciones pero en el mismo
rumbo. Tienen todo el tiempo del mundo. Muchas veces bendicen su condición de
finitud. Solo esperan.
José
siempre mira al Sur. Ama el Sur. Le duele el Sur. Su único hijo ha quedado en
las nieves del Sur. Le pareció mas digno .Un héroe debe descansar donde perdió
su vida. Además su padre también partió en las nieves del Sur.
El
invierno tras los ventanales le crece por dentro, una tristeza profunda le
congela el pecho. Pero no llora.
Cuando
su padre murió el dolor en sus manos púberes por el peso del cajón fue tan
intenso como su pena, pero no lloró. “Los hombres no lloran”. Así, aprendió a
tragar su rabia, su dolor y sus mocos. “A lo macho”.
María
siempre mira al Norte. Desde niña miraba los cerros del Norte esperando que
detrás de ellos estuviera su felicidad La lluvia tras los ventanales da soledad
al paisaje y la conecta con su propia soledad. Inaguantable a veces. Las
lágrimas corren por su garganta, ha aprendido a llorar por dentro. No recuerda
haber llorado de otro modo. Ni en su dolor más grande cuando agazapada, tras
unos matorrales vio pasar los pocos hombres que llevaban el rustico cajón de
madera con el cadáver de su madre. Nunca supo quien fue su padre. Ni le
intereso saberlo.
José
siente que todo ha acabado, Acá siente el vacío de la nada .El, que todo lo ha
resuelto, ha entendido que hay cosas que escapan a su voluntad, como la
situación actual, por ejemplo. Un hombre debe saber hacer de todo” decía su
padre, “Debe servir para todo” “Eres todo lo que tengo”-le dijo su mamá cuando
falleció el padre .Y así fue, fa los catorce años , comenzó a ser todo y hacer de
todo. Fue padre de su madre, sostén del hogar y reemplazante de su padre. Este
hacía de todo y siempre fue su ayudante, en tareas de albañilería, plomería,
jardinería, cerrajería etc. etc.
Cuando
llegó el amor, se entregó mansamente. El hijo fue todo para él. También cuando
partió se llevó todo, no solo la alegría sino la esperanza de vivir.
Como
nunca hizo aportes jubilatorios, cuando tuvo el accidente en el andamio, el
abogado de la compañía se quedo con todo el patrimonio que tenía, la casa
paterna.
María
creció sabiendo que en la vida nunca fue nada y que jamás llegaría a ser nadie.
Su padre trabajaba con un carro y decía que las mujeres "no servían para
nada" Cuando ingresó a la escuela faltaba mucho; al no servir para nada,
fracasó y la conchabó como niñera, al ser pequeña y frágil, la patrona siempre
repetía la letanía de “no servís para nada” y así nomás fue. Tomada por la
fuerza por el hijo de los patrones, un desprolijo aborto sesgó sus sueños
maternales. Más tarde su marido reforzó la idea:”Ni para eso servís” Aunque”
lavaba a mano y planchaba ajeno “, remendaba la ropa, limpiaba, cocinaba etc.
cuando le preguntaban en que trabajaba respondía en nada”
Cuando
murió el marido, al ser timbero y bebedor no le dejó nada. Ni casa ni
jubilación, solo en la boca un sabor a nada.
A
José nunca le gustaron los rincones. Cuando en épocas de mayor pobreza la vida
quiso arrinconarlo, salió a pelearle con todo.
Tampoco
le gustaban los espacios ni las cosas oscuras "Cuentas claras, conservan
la amistad" –decía su padre; y las cuentas con la vida estaban claras,
sentía que nada le debían ella a él. Las cosas tristes que le habían sucedido
fueron "por la ley de la vida" y si algún odio le quedaba era por el
gobernante de turno. Solo le dolía el vacío de sus manos, él que siempre cuidó
y protegió no sabía que hacer con esa ternura cálida que desbordaba por sus
poros.
En
la vida de María siempre hubo un rincón oscuro.
Cuando
muy pequeña se escondía a llorar por los rincones. En la escuela siempre la
mandaban al rincón Fue en un rincón, sobre un fardo de pasto, en donde, sin
desearlo, se sintió hembra por primera vez, tenía trece años recién cumplidos.
También
su marido la mandaba al rincón de las mujeres, la cocina; por todo eso le
agradaban los rincones.
Aquí,
en el geriátrico, era común encontrarla en la semipenumbra del rincón de las
glicinas. Acurrucada, como un pájaro con frió buscando calor en verano o
invierno.
José
se dio cuenta apenas se hizo cargo de la casa que había algo poco claro en las
cuentas que el almacenero anotaba diariamente en la “libreta” a nombre de su
madre. En épocas de vacas flacas disminuía el consumo pero no así el monto. Por
eso aunque muchas veces se durmió sobre el pupitre terminó el bachillerato, de
noche en una escuela técnica, con brillante promedio. Hasta se dio el lujo de
escribir algunos poemas cuando le llegó el turno al amor. María apenas si sabía
deletrear. Conocía el dinero y sacaba las cuentas de una manera casi intuitiva.
Cuando hacia la limpieza en casa de sus patrones, esos libros vistosos con
letras doradas ejercían en ella una extraña fascinación. Observaba con
curiosidad y estupor esos pequeños signos como hormiguitas que no sabía
descifrar y que más de una vez le producían angustia al no poder ingresar en
ellos. Algunas letras conocía y recuerda su prisa por esconder alguna revista
robada cuando escuchaba los pasos de su padre- “Eso es perder el tiempo” -decía
el viejo. Sus mayores aprendizajes los hacía en las hojas de diario que
envolvían las compras y que ella alisaba cuidadosamente.
José
en el geriátrico siguió haciendo de todo.
Un
día lo llamaron a podar las glicinas.
La
encontró dormida en la suave penumbra. No la despertó, tomó la manta que había
caído al suelo la cubrió cuidadosamente. Se sentó al lado; la expresión
resignada y triste de su rostro dormido le devolvió una imagen que él conocía
muy bien, la suya propia. Esperó sin impaciencia dado que tenía todo el tiempo
del mundo. Cuando ella despertó, miró si sobresalto ese rostro próximo al suyo
y encontró en él algo vagamente familiar.
Podó
la glicina, ella amontonaba los gajos y los iba colocando en la carretilla.
Sólo
se dijeron los nombres.
Desde
allí no se separaron nunca. Día a día se iban descubriendo. Compartían colores,
olores y sabores. Él aprendió a amar la penumbra del rincón de las glicinas que
hacía más íntimo el encuentro. Ella esperaba alborozada los pasos familiares,
que le anunciaban otra aurora y otro día compartido. Recuperaron la risa, y ya
casi no les importaban los dolores de sus desvastados esqueletos.
el
sintió que recuperaba viejas sensaciones. Por primera vez, ella, con la
complicidad de una enfermera, se puso ropa clara y coloreó sus labios con un
color tímidamente rosa.
No
sabía que nombre ponerle a eso que sentía cuando él, imperiosamente tierno, la
tomaba de la mano y la llevaba al rincón de las glicinas. Fué en ese lugar que
se besaron por primera vez, en la boca.
Un
día ella no salió, para su paseo matinal. Tampoco la encontró en el rincón de
las glicinas. Su primera sensación fue de estupor. él que siempre había tenido
las cosas claras, no tenía previsto esto.
Cuando
la mucama paso apurada y le dijo que había fallecido una anciana en el ala
norte sintió que la sangre se detenía, que sus latidos se detenían. Por primera
vez dejó que sus lágrimas escapaban, tomó el papel que tenía en la mano y que
ahora no tenía rumbo: era un poema de amor que había escrito la noche anterior.
Releyó el contenido con dificultad debido al temblor de su mano y a sus
anteojos empañados. Una sombra proyectada sobre el papel interrumpió el rayito
de sol que se filtraba por la ramada.
Ella
con sus rulos “permanentes” recién estrenados entendió en el acto.
Y
fueron uno, como en el acto de nacer, como en el acto de morir. Como el primer
día, varón y hembra.
Los
ecos de ambos bastones suenan desacompasados en el pasillo central del parque.
Caminan
lento. Sienten que sus espaldas apenas toleran el peso leve de tanta felicidad.
El
pasillo se ha coloreado de ámbar y ambrosía.
Llevan
un goce nuevo, recién estrenado. Todo el tiempo es de ellos.
En
el aire el olor a glicinas es tan intenso que aturde los pájaros errantes.
PÁGINA
12 – POESÍA ARGENTINA
CECILIA
RESTIFFO
(San
Martín-Mendoza-Argentina)
ANTES
DEL ACTO
El
ojo mira sin complacencia,
revisa
cada detalle un ritual obligado:
las
flores, los ventanales, las sillas en su lugar preciso,
tu
rostro en el espejo cansado, inquieto, perfecto.
Las
palabras están allí, esperándote,
tus
palabras: un fósforo en el vacío;
vuelven
las ideas y los hechos
en
ese recuerdo marcado como calles en damero.
El
silencio te rodea, sin piedad acompasa tus latidos
ya
no mirás a nadie, ya no volvés la cabeza
la
puerta está cerrada, tus puños también
pensás
en aquella tarde, la tarde de la promesa
con
esa breve luz que invadía cada objeto.
Pensás
de nuevo en los que esperan, en todos,
en
cada uno, en él que ya conoce el gesto inicial;
pensás
en la mujer que fuiste, en la niña
que
aún reniega de la reglas y por fin te lanzás
a
demorar la verdad que duele, para que nadie dude
que
esta mujer que ahora se acomoda el pelo
quiere
borrar el miedo de las ausencias
en
un solo ademán.
ERNESTINA
ELORRIAGA
(Córdoba-Argentina)
III
Caballo
la primera palabra
se almibaraba en tu boca
de mi mano brotaban
como cisnes de nieve
dulces terrones de azúcar
Yo sabía de tu lengua secreta
estaba ahí
si la pude hacer mía fue milagro
mientras escribo
tu sentido galope
va atravesando el blanco de la nada
estas ahí te siento
llevo años buscando
aquella la primera palabra
la que me ofreciste a la hora
que los gallos despiertan el día
esa palabra entrampada en tus patas de nieve
esa palabra pastosa de tu lengua en mi mano
la primera palabra
se almibaraba en tu boca
de mi mano brotaban
como cisnes de nieve
dulces terrones de azúcar
Yo sabía de tu lengua secreta
estaba ahí
si la pude hacer mía fue milagro
mientras escribo
tu sentido galope
va atravesando el blanco de la nada
estas ahí te siento
llevo años buscando
aquella la primera palabra
la que me ofreciste a la hora
que los gallos despiertan el día
esa palabra entrampada en tus patas de nieve
esa palabra pastosa de tu lengua en mi mano
Caballo
devuélvemela
devuélvemela
ILDIKO
NASSR
(Jujuy-Argentina)
Miro la plaza.
Mi casa espera.
Alrededor caen -como en una gruta-
los besos de amantes inexistentes.
Quiebran los gemidos
con la ausencia de gentes.
El sol ya se va.
Es mediodía y
no quiero regresar.
Mi casa espera.
Alrededor caen -como en una gruta-
los besos de amantes inexistentes.
Quiebran los gemidos
con la ausencia de gentes.
El sol ya se va.
Es mediodía y
no quiero regresar.
Me quedo entre los fantasmas
de quienes se aman
de quienes se aman
LAURA BEATRIZ CHIESA
(Ciudad Autónoma-Buenos
Aires-Argentina)
DOMA
El arisco alazán baila en pasiones
irrefrenables. Sube bien la testa,
que orna de espuma. Grita su protesta.
Sacude con furor sus negaciones.
Patas tensadas sin vacilaciones.
Rezo salvaje que no halla respuesta.
Relincho solitario que contesta
al hombre que aparea pretensiones.
La rienda inteligente o el azote
hace bajar las crines y el cogote,
del caballo que acepta ser rendido.
Apretado se siente en el paseo
y manso al fin admite ese vareo,
mientras traga vergüenza dolorido.
ZULMA LILIANA SOSA
El arisco alazán baila en pasiones
irrefrenables. Sube bien la testa,
que orna de espuma. Grita su protesta.
Sacude con furor sus negaciones.
Patas tensadas sin vacilaciones.
Rezo salvaje que no halla respuesta.
Relincho solitario que contesta
al hombre que aparea pretensiones.
La rienda inteligente o el azote
hace bajar las crines y el cogote,
del caballo que acepta ser rendido.
Apretado se siente en el paseo
y manso al fin admite ese vareo,
mientras traga vergüenza dolorido.
ZULMA LILIANA SOSA
(Formosa-Formosa-Argentina)
LA MUERTE Y LA ESCRIBIDORA II
la a ayudó a recostarse en la zona de
nadar. / eso entre tanto barro / eso que
lago no hay. Sin desdeñar ningún género /
tan eminente la querida / al atardecer
su cadera no estaba más
¿ y ahora con qué ?
mirar una magnolia hasta que su esplendor se canse /
mirarla tragando tierra / desaguar esa versión de pájaro /
apartar en el ganado la cría de las madres /
quitarse el ambarazo del estómago / jabadear abejas
hasta el desahogo / aliviar los hierros
no reconozco esa cara tan perfectamente plana
se gasta lo atesorado en tanto desbravar /
si aparta las bridas / si deja salir la pus
si quita la grasa al paño antes de volverlo a tragar /
si despierta rompiendo la boca a toda cosa /
si camina
(esa enorme falta de respeto….)
la a ayudó a recostarse en la zona de
nadar. / eso entre tanto barro / eso que
lago no hay. Sin desdeñar ningún género /
tan eminente la querida / al atardecer
su cadera no estaba más
¿ y ahora con qué ?
mirar una magnolia hasta que su esplendor se canse /
mirarla tragando tierra / desaguar esa versión de pájaro /
apartar en el ganado la cría de las madres /
quitarse el ambarazo del estómago / jabadear abejas
hasta el desahogo / aliviar los hierros
no reconozco esa cara tan perfectamente plana
se gasta lo atesorado en tanto desbravar /
si aparta las bridas / si deja salir la pus
si quita la grasa al paño antes de volverlo a tragar /
si despierta rompiendo la boca a toda cosa /
si camina
(esa enorme falta de respeto….)
PÁGINA 13 – RESEÑA
JUAN MANUEL DE PRADA
(Baracaldo-Viscaya-España)
Eva María Medina, Relojes muertos. Playa de Ákaba, Madrid,
2015.
LA BÚSQUEDA DEL
SUCEDÁNEO
Tuve la inmensa suerte de conocer a Eva Medina en
un curso de literatura, en Santander, en el que oficié de profesor; ella fue la
alumna más inquisitiva y perspicaz, la más clarividente y azuzadora de la
curiosidad. Enseguida me di cuenta de que tenía una vocación de caballo;
impresión que confirmé cuando tuve entre mis manos esta novela,
Relojes muertos. Antes de zambullirme en su lectura, sin embargo, no
podía imaginarme que me hallaba ante una obra excelente que me iba a permitir
adentrarme en los tortuosos caminos de la locura, en los vericuetos de las
vidas atroces de unos personajes marcados por la tragedia y empeñados en
liberarse de sus tribulaciones personales, aunque, como ya nos dijo Cioran,
cuando el hombre no puede liberarse de sí mismo se deleita devorándose.
La autora no ha necesitado de una obra voluminosa de páginas y de erudiciones para tejer una urdimbre compleja en torno a unos personajes que desde el principio se nos antojan tan cercanos como nosotros mismos, logrando una especial amalgama entre la realidad y la locura y arrastrándonos inevitablemente en el torbellino de la existencia del protagonista, marcada por la esquizofrenia, pero también por el anhelo de buscar un motivo que justifique y dé sentido a su azarosa y atormentada vida.
El protagonista de Relojes muertos aborda con inquietud, pero también con ilusión, su vuelta al mundo real, pero quizá el único mundo real en el que él puede desenvolverse es aquel que ha dejado atrás, el mundo del hospital en el que ha estado internado. Afuera, en el mundo de los mal llamados seres cuerdos, nada va a ser real para él porque el protagonista no puede interpretar correctamente esa realidad que el mundo le ofrece. Él necesita revivir su pasado, pero la vida le niega toda posibilidad: sólo puede rememorarlo, como cuando piensa en Sara, aquella mujer que desapareció, según le cuentan los maliciosos, el mismo día en que él fue ingresado en el hospital, con las manos manchadas de sangre; Sara, cuya vida conocía y vivía junto a ella en su perturbada imaginación a través de los itinerarios que le sugerían los movimientos de su cuenta bancaria, que él rastreaba incansablemente; pero ahora Sara ha desaparecido y no puede encontrar su rastro ni en las páginas de sucesos ni en las esquelas que se afana minuciosamente en desentrañar, por si alguna de ellas contuviera alguna clave que sólo él, en su delirio, pudiese advertir.
Ni siquiera el amor de Ángela, a la que conoció en el hospital, va a poder proporcionarle una vida real que lo libere de los recuerdos de su vida pasada, porque lo que verdaderamente quiere el protagonista es poner en el rostro de Ángela el rostro de otras muchas mujeres, las mujeres de su vida pasada, reales o ficticias, y hacerle los mismos regalos que soñó hacerles a alguna de aquellas mujeres, como aquel que tenía especialmente reservado a Sara, ese baúl que dejó pagado y que nunca retiró de aquella tienda que ya no recuerda, y que ahora tiene que localizar en un dédalo de calles acompañado de Sara, porque él sigue viendo a Sara, paseando con Sara, comiendo con Sara, y cuando localiza la tienda el baúl presenta una fisura que después se irá agrandando y extendiéndose progresivamente a todo su ser, a su propia vida, a la vida de Ángela y a cuanto lo rodea, y que amenaza inevitablemente con engullirlo.
El tiempo del protagonista es el tiempo de los relojes muertos que pueblan la novela. Un tiempo parado que no puede conducirnos a futuro alguno, ni devolvernos al pasado, pero al que esperamos con la vista clavada en unas manecillas que ya jamás se pondrán en marcha para medir unas vidas que nunca volverán a ser nuevas, sino una repetición de aquellas otras que en realidad no hemos abandonado, porque nos tendrán sujetos a ellas de por vida. Los personajes que pueblan la novela de Eva Medina nos asustan y a la vez nos enternecen, porque se aferran con uñas y dientes a aquello que amaron y que su locura no ha podido borrar, o, por mejor decir, no se ha borrado de sus corazones porque su locura los amarra a ese tiempo que ya no miden los relojes averiados de la realidad. Su existencia consiste en una búsqueda de sucedáneos que les permitan seguir disfrutando del tiempo pasado, de ese tiempo detenido en las manecillas del reloj de sus respectivas vidas. Así Herminia, la viejecita huérfana de hijo, que en su bendita locura se inventa hijos a los que adoptar, aunque sea visitando hospitales o a través de fotografías apócrifas, para poder mantener viva la llama del hijo que se fue. O ese viejo varado ante el reloj de pared, que habla con él porque imagina que su mujer muerta habita entre sus engranajes detenidos, esperando que su mujer vuelva a la hora que marcan las manecillas inertes, aunque esa hora ya no llegará jamás. O Gregorio, su amigo del hospital, con el que tantas y tantas veces evocaba a Kundera, a propósito de sus respectivos y desgraciados amores; Gregorio, que en sus delirios etílicos no sabe qué curso ha de dar a su vida, si abrir un bufete o volver a ser funcionario de hacienda, aunque no pueda hacer ninguna de las dos cosas porque ni siquiera pasó por la universidad.
Eva María Medina construye esta prodigiosa novela con una prosa escueta, concisa, sin alharacas ni elucubraciones, que huye de la escritura previsible y de falsas erudiciones, pero que es hasta tal punto eficaz que nos mantiene en vilo durante la lectura de esta novela corta pero no menos apasionante, que demuestra a las claras la enorme capacidad de la autora para sumergirnos en los lóbregos pasadizos de la esquizofrenia y para crear en sólo ciento cincuenta páginas la historia entrecruzada de unos personajes de inabarcable y tumultuosa complejidad. Logro que pedimos a Eva María que repita, a ser posible incansablemente, mientras le resten fuerzas, para depararnos en el futuro la oportunidad de seguir disfrutando —de seguir estremeciéndonos— con sus historias, tan personales, tan infrecuentes, tan literatura en estado puro.
La autora no ha necesitado de una obra voluminosa de páginas y de erudiciones para tejer una urdimbre compleja en torno a unos personajes que desde el principio se nos antojan tan cercanos como nosotros mismos, logrando una especial amalgama entre la realidad y la locura y arrastrándonos inevitablemente en el torbellino de la existencia del protagonista, marcada por la esquizofrenia, pero también por el anhelo de buscar un motivo que justifique y dé sentido a su azarosa y atormentada vida.
El protagonista de Relojes muertos aborda con inquietud, pero también con ilusión, su vuelta al mundo real, pero quizá el único mundo real en el que él puede desenvolverse es aquel que ha dejado atrás, el mundo del hospital en el que ha estado internado. Afuera, en el mundo de los mal llamados seres cuerdos, nada va a ser real para él porque el protagonista no puede interpretar correctamente esa realidad que el mundo le ofrece. Él necesita revivir su pasado, pero la vida le niega toda posibilidad: sólo puede rememorarlo, como cuando piensa en Sara, aquella mujer que desapareció, según le cuentan los maliciosos, el mismo día en que él fue ingresado en el hospital, con las manos manchadas de sangre; Sara, cuya vida conocía y vivía junto a ella en su perturbada imaginación a través de los itinerarios que le sugerían los movimientos de su cuenta bancaria, que él rastreaba incansablemente; pero ahora Sara ha desaparecido y no puede encontrar su rastro ni en las páginas de sucesos ni en las esquelas que se afana minuciosamente en desentrañar, por si alguna de ellas contuviera alguna clave que sólo él, en su delirio, pudiese advertir.
Ni siquiera el amor de Ángela, a la que conoció en el hospital, va a poder proporcionarle una vida real que lo libere de los recuerdos de su vida pasada, porque lo que verdaderamente quiere el protagonista es poner en el rostro de Ángela el rostro de otras muchas mujeres, las mujeres de su vida pasada, reales o ficticias, y hacerle los mismos regalos que soñó hacerles a alguna de aquellas mujeres, como aquel que tenía especialmente reservado a Sara, ese baúl que dejó pagado y que nunca retiró de aquella tienda que ya no recuerda, y que ahora tiene que localizar en un dédalo de calles acompañado de Sara, porque él sigue viendo a Sara, paseando con Sara, comiendo con Sara, y cuando localiza la tienda el baúl presenta una fisura que después se irá agrandando y extendiéndose progresivamente a todo su ser, a su propia vida, a la vida de Ángela y a cuanto lo rodea, y que amenaza inevitablemente con engullirlo.
El tiempo del protagonista es el tiempo de los relojes muertos que pueblan la novela. Un tiempo parado que no puede conducirnos a futuro alguno, ni devolvernos al pasado, pero al que esperamos con la vista clavada en unas manecillas que ya jamás se pondrán en marcha para medir unas vidas que nunca volverán a ser nuevas, sino una repetición de aquellas otras que en realidad no hemos abandonado, porque nos tendrán sujetos a ellas de por vida. Los personajes que pueblan la novela de Eva Medina nos asustan y a la vez nos enternecen, porque se aferran con uñas y dientes a aquello que amaron y que su locura no ha podido borrar, o, por mejor decir, no se ha borrado de sus corazones porque su locura los amarra a ese tiempo que ya no miden los relojes averiados de la realidad. Su existencia consiste en una búsqueda de sucedáneos que les permitan seguir disfrutando del tiempo pasado, de ese tiempo detenido en las manecillas del reloj de sus respectivas vidas. Así Herminia, la viejecita huérfana de hijo, que en su bendita locura se inventa hijos a los que adoptar, aunque sea visitando hospitales o a través de fotografías apócrifas, para poder mantener viva la llama del hijo que se fue. O ese viejo varado ante el reloj de pared, que habla con él porque imagina que su mujer muerta habita entre sus engranajes detenidos, esperando que su mujer vuelva a la hora que marcan las manecillas inertes, aunque esa hora ya no llegará jamás. O Gregorio, su amigo del hospital, con el que tantas y tantas veces evocaba a Kundera, a propósito de sus respectivos y desgraciados amores; Gregorio, que en sus delirios etílicos no sabe qué curso ha de dar a su vida, si abrir un bufete o volver a ser funcionario de hacienda, aunque no pueda hacer ninguna de las dos cosas porque ni siquiera pasó por la universidad.
Eva María Medina construye esta prodigiosa novela con una prosa escueta, concisa, sin alharacas ni elucubraciones, que huye de la escritura previsible y de falsas erudiciones, pero que es hasta tal punto eficaz que nos mantiene en vilo durante la lectura de esta novela corta pero no menos apasionante, que demuestra a las claras la enorme capacidad de la autora para sumergirnos en los lóbregos pasadizos de la esquizofrenia y para crear en sólo ciento cincuenta páginas la historia entrecruzada de unos personajes de inabarcable y tumultuosa complejidad. Logro que pedimos a Eva María que repita, a ser posible incansablemente, mientras le resten fuerzas, para depararnos en el futuro la oportunidad de seguir disfrutando —de seguir estremeciéndonos— con sus historias, tan personales, tan infrecuentes, tan literatura en estado puro.
PÁGINA 14 – POESÍA
ARGENTINA
HUGO FRANCISCO RIVELLA
(Rosario de la Frontera-Salta-Argentina)
ALIMENTO
Me alimento con el mendrugo de pan del
hechicero,
sus pócimas, aletas de tiburón, raíz de gingseng y una pata de sapo con cenizas de mangle.
Me alimento con el barro que amasa el alfarero y la forma del viento tronando entre los dedos.
Me alimento con las garras del tigre cuando sueña la selva,
las ramas de mi sangre por sus árboles solos.
sus pócimas, aletas de tiburón, raíz de gingseng y una pata de sapo con cenizas de mangle.
Me alimento con el barro que amasa el alfarero y la forma del viento tronando entre los dedos.
Me alimento con las garras del tigre cuando sueña la selva,
las ramas de mi sangre por sus árboles solos.
Mi alimento es la noche de borrachos y
putas (salvavidas del náufrago si lo toca el abismo),
el rastro del caído porque le llora el alma y el corazón del monje porque le falta cielo.
Mi alimento es la rosa con sus pétalos ciegos de mirar en la lluvia una niebla de peces, el cisne en el espejo con la voz del otoño y el temblor amarillo del jaguar y sus ríos.
el rastro del caído porque le llora el alma y el corazón del monje porque le falta cielo.
Mi alimento es la rosa con sus pétalos ciegos de mirar en la lluvia una niebla de peces, el cisne en el espejo con la voz del otoño y el temblor amarillo del jaguar y sus ríos.
Me alimentan los toros de miura y las
glicinas de las casonas viejas de Madrid, el sol de Cartagena,
el ritmo que tienen las mulatas y el contraciego giro de la luna en la playa.
el ritmo que tienen las mulatas y el contraciego giro de la luna en la playa.
Mi alimento es la muerte que arrastra las
cadenas de un barco que se pierde más allá de la noche,
la oscura sed de piedra que tiñe los lamentos de la madre que busca la luz en los escombros de Hiroshima,
o se arranca los ojos en Bombay,
imagina el prostíbulo donde violan a Cristo
y los muros del búnker donde gime un poema.
la oscura sed de piedra que tiñe los lamentos de la madre que busca la luz en los escombros de Hiroshima,
o se arranca los ojos en Bombay,
imagina el prostíbulo donde violan a Cristo
y los muros del búnker donde gime un poema.
Me alimentan los pasos del niño en el
recuerdo, la lluvia en los cedros de la plaza del pueblo, las casas achatadas
por el peso del cielo y el pájaro que vuela sus últimas campanas.
Mi alimento es el verso de Machado y
Celaya,
Cardoza y Aragón en el ojo de un tigre, la carta deshuesada de Rilke a los poetas,
Garduño, la palabra que brota en su cabeza y la mínima copla de un cantor en los cerros.
Mi alimento es la Sombra, la vidala perdida que Espinosa persigue más allá de los vinos por las calles de Salta,
la campiña celeste del cielo en el Caribe y las ranas fantásticas del lago Tangañika.
Mi alimento es el cuerpo de la mujer que amo con los dientes y el fuego de una planta carnívora, su lengua interminable, sus gemidos, la trampa de sus brazos y piernas.
Cardoza y Aragón en el ojo de un tigre, la carta deshuesada de Rilke a los poetas,
Garduño, la palabra que brota en su cabeza y la mínima copla de un cantor en los cerros.
Mi alimento es la Sombra, la vidala perdida que Espinosa persigue más allá de los vinos por las calles de Salta,
la campiña celeste del cielo en el Caribe y las ranas fantásticas del lago Tangañika.
Mi alimento es el cuerpo de la mujer que amo con los dientes y el fuego de una planta carnívora, su lengua interminable, sus gemidos, la trampa de sus brazos y piernas.
Me alimenta la brújula de un barco en
alta mar y las velas henchidas por los vientos del trópico, el lobo que en la
nieve desploma su destino y los copos que sueñan el vuelo del halcón.
Mi alimento es el hombre con sus huesos
heridos,
su calavera, el torso,
las huellas de su sangre,
el ojo empecinado de escudriñar la jaula que encierra el alarido de su voz en la sombra, la música del alma cuando suelta sus pájaros y le quema dolida su niñez deslumbrada.
su calavera, el torso,
las huellas de su sangre,
el ojo empecinado de escudriñar la jaula que encierra el alarido de su voz en la sombra, la música del alma cuando suelta sus pájaros y le quema dolida su niñez deslumbrada.
Me alimenta saber que yo soy mi alimento.
JOSÉ ANTONIO CEDRÓN
(Ciudad Autónoma-Buenos
Aires-Argentina)
En esta casa alguien
vivió antes.
Dejó clavos de punta en
las paredes
la forma de sus manos en
un viejo jabón
olores a tabaco, el
lavadero sucio.
Huellas poco confiables.
Vivió esperando un ruido
que lo llame
desde el amanecer?
Lo imaginó esperando?
Lloró también de frente,
aquí,
contra estas puertas?
Qué lloró cómo qué hizo
cuando el sol se le secó
en el horizonte?
Qué sintió de esta
lluvia debajo del papel?
Humedeció sus miedos el
cielo de este techo?
Dudó del calendario con
las manos cerradas?
Del amor?
Compró pan en el barrio
y fue observado?
Vio sonrisas por él y no
hacia él?
Nombró con el silencio?
De qué cielo llegaba?
Escribió cartas?
En qué idioma dijo,
señor no puedo más?
Era extranjero acaso?
MANUEL LOZANO GOMBAULT
(San Francisco-Córdoba-Argentina)
MADRE O EL ANUNCIADO SOPLO DE LA INTENSIDAD
Una mujer exhala ternura a través de los muros.
Recorre el parque nocturno y se detiene en el mítico
ciprés
para grabar en la corteza las sílabas de un idioma
amniótico,
feral, inenarrable en el caliente extremo del
destino.
Los ojos se hechizan.
No hay lágrimas ya en la galaxia.
Madre, has desatado el relámpago, lo has cavado
hasta absolver la entretejida pena de sus sombras.
Madre, has cruzado el puente de la coronación.
Madre, has desparramado las semillas del viento
solar
donde la infancia sigue fermentando
el perfume iniciático y bienaventurado de tus mares.
...........................................................
Ella construye con amor, como si fuera en roca.
NORA NANI
(Leones-Córdoba-Argentina)
EL REGRESO DEL
COMBATIENTE
Madre, aquí
están mis armas.
Abre el cofre de tu vientre
Y recibe este dolor que hoy regresa.
Abre el cofre de tu vientre
Y recibe este dolor que hoy regresa.
Mira,
Traigo ortigas en las manos.
Ha sido duro el tiempo,
Este peregrinaje por una casa en sombras
Donde cada pasillo
Conducía a las cámaras del horror
Y el verdugo
Era un dios inclemente y voraz.
Traigo ortigas en las manos.
Ha sido duro el tiempo,
Este peregrinaje por una casa en sombras
Donde cada pasillo
Conducía a las cámaras del horror
Y el verdugo
Era un dios inclemente y voraz.
Madre,
Hemos sobrevivido a tantas cosas.
No hay un infierno, sabes.
No existe ese diablo mitológico
Que castiga
Entre las bellísimas
Profanaciones del fuego.
Hemos sobrevivido a tantas cosas.
No hay un infierno, sabes.
No existe ese diablo mitológico
Que castiga
Entre las bellísimas
Profanaciones del fuego.
Otra es la
historia.
Aquí se crispan mis pezuñas
Y es tu regazo
La única voz de la oración que existe.
Aquí se crispan mis pezuñas
Y es tu regazo
La única voz de la oración que existe.
Años han pasado
sobre mi cuerpo
Y las mutaciones
Fueron prebendas increíbles
Entre el miedo y el dolor.
Y las mutaciones
Fueron prebendas increíbles
Entre el miedo y el dolor.
Sacúdeme el
espanto.
Quita el polvo de mis ojos.
El cielo
Es una madrastra virgen
Que provoca todas las violaciones.
Quita el polvo de mis ojos.
El cielo
Es una madrastra virgen
Que provoca todas las violaciones.
La tierra, la
tierra,
Que húmedo tacto para los dedos rotos
Que apetencia de gusanos cariñosos
Llamando hacia el origen,
Que certeza de flor y de fruto
Por la carne invertebrada de torturas…
Que húmedo tacto para los dedos rotos
Que apetencia de gusanos cariñosos
Llamando hacia el origen,
Que certeza de flor y de fruto
Por la carne invertebrada de torturas…
Te decía que no
existe el demonio
Y que dios
Es un payaso sucio en el vacío.
Tantas noches he visto su rostro,
Su infinita variedad de rostros
Transformándose,
Haciéndose un bestial, despiadado,
Repitiendo
Las consignas de las cosas sagradas,
Llenándose el pecho con vómitos de patria,
Occidentalísimo dios,
Cumpliendo el ritual de las purificaciones
Y nosotras,
Herejíacas criaturas
Con el altar de los sacrificios
Echando a rodar la sangre
Como un río bautismal y lento….
Y que dios
Es un payaso sucio en el vacío.
Tantas noches he visto su rostro,
Su infinita variedad de rostros
Transformándose,
Haciéndose un bestial, despiadado,
Repitiendo
Las consignas de las cosas sagradas,
Llenándose el pecho con vómitos de patria,
Occidentalísimo dios,
Cumpliendo el ritual de las purificaciones
Y nosotras,
Herejíacas criaturas
Con el altar de los sacrificios
Echando a rodar la sangre
Como un río bautismal y lento….
Madre,
Somos el cansancio de haber tenido hambre
Y frío
Y pena,
La gimiosa mutilación de los desgarros
En las noches imperfectas del terror,
Somos el despojo que late
Como un ataúd de luciérnagas
Somos el cansancio de haber tenido hambre
Y frío
Y pena,
La gimiosa mutilación de los desgarros
En las noches imperfectas del terror,
Somos el despojo que late
Como un ataúd de luciérnagas
Y venimos
Cubiertas de lodo
De musgo
De cardenales sombríos,
Cubiertas de lodo
De musgo
De cardenales sombríos,
Venimos
Con las
sandalias opacas
Y las túnicas rotosas,
Con el fusil anquilosado
De lámparas y de impotencia.
Y las túnicas rotosas,
Con el fusil anquilosado
De lámparas y de impotencia.
Con la muerte en
las campanas,
Con la vida en los designios,
Con el recuerdo lacerante
En el aíre de las víctimas,
Con la vida en los designios,
Con el recuerdo lacerante
En el aíre de las víctimas,
Pero venimos.
Ha concluido la ceremonia.
Ha concluido la ceremonia.
Fuimos seducidos
por los perros,
Vejados en el altar,
propiciados para la afrenta.
Vejados en el altar,
propiciados para la afrenta.
Nosotras pusimos
la fe,
Vimos como crecía en escamas nuestro rostro,
Vimos las liendres
Desposarse con nuestra intimidad,
Sentimos nacer algas putrefactas de cada
Herida,
Vimos como crecía en escamas nuestro rostro,
Vimos las liendres
Desposarse con nuestra intimidad,
Sentimos nacer algas putrefactas de cada
Herida,
Pero pusimos el
canto,
El amor por los hombres,
La rabia azul del pensamiento.
El amor por los hombres,
La rabia azul del pensamiento.
NO VOY A DECIRTE
QUE VENCIMOS
-apenas lo que
costo esta batalla-
Madre,
Toma mis armas.
Guarda
En tu vientre
Las pulsaciones del futuro.
Toma mis armas.
Guarda
En tu vientre
Las pulsaciones del futuro.
SILVIA
LOUSTAU
(Mar
del Plata-Buenos Aires-Argentina)
ANCLADA
EN LONDRES
lejos
está el vago aroma tierno de mi tierra. acuérdate Blake, no hay época más cruel
que oler las lenguas del infierno que llegan desde lejos, acá en tu noche
insular y húmeda.
no
molestar. do not disturb. beberé el té con canela, este té de color salobre, como los sueños, que se
ahogan en la soledad de los páramos de las hermanas Brönte.
no
puedo compartir contigo, Sammy Beckett, una encomienda. Poner en tu boca una
cucharita desbordante de dulce de leche.
no / no pueden volar esos pájaros de papel madera e hilo sisal.
no
miraré por la ventana donde habita el
duende vestido de negro. pues quemaron todos los trebolares.
espiaré
el ebrio espejo que guarda voces de
nostalgia.
¿cuándo
cesará el infierno allá en mi tierra?
beberé
una pinta de cerveza amarga, sentada junto a Jimmy Joyce, quien susurrará en mi
oído: dulce dama no cantes canciones
tristes. oigo un ejército cargando sobre la costa y el estruendo de caballos al
galope.*
daremos
vuelta las runas. el silencio o el exilio. la muerte o la huida /dirán.
cruzaré
los puentes del Támesis. veré correr sus aguas. buscaré una señal de tiempos
más propicios. voces de allá lejos / de la tierra en que duerme el padre de
mi madre .la tierra donde han quemado
los anaqueles de mis libros. la tierra
donde les hacen beber cicuta. la tierra donde deben crecer mis nobles sueños.
PÁGINA 15- CUENTO
JULIÁN
ALEGRÍA
(Ciudad
Autónoma-Buenos Aires-Argentina)
EL
CRUCE MÁS ESPECIAL
El
viejo de setenta corre desde atrás, tras haberlo dejado pasar para no
sorprenderlo de pronto, aunque tuvo ganas de hacerlo y las reprimió cuando el
opuesto de las situaciones se hizo dueño de su ansiedad.
-Oíme
una cosa, pibe.
El
viejo olía mal. Asquerosamente mal.
-¿Qué?
-Mirá,
en la vida no existen las verdades ni los sentidos. ¿Okey? Entonces, una vez
que te acostumbres y te asientes en esa idea, sólo irás tomando el camino que
sea, ese que de todas maneras no tiene algún destino, sino todo lo contrario;
conduce igual que todo el resto de los caminos a la nada, pero al menos será el
que te haga feliz, que, después de todo, es lo único que vale la pena. Y
necesito que estés atento a la explicación del porqué de utilizar el término
vale la pena, y no haber dicho; es lo único que importa. Porque, es obvio, nada
importa, ¡entonces sé feliz, pelotudo!
El
viejo, exaltado acababa de empujar a Federico, que escuchaba atónito el
monólogo de un viejo que de la nada había aparecido. Vestía bien, olía a
alcohol, pero vestía bien. Por lo poros de las arrugas destilaba el alcohol de
su interior. Aún así, aún ante este panorama del que cualquiera sentiría
rechazo, Federico se quedó, porque, después de todo, había algo en el viejo, algo
extraño y oculto, misterioso pero familiar, conmovedor pero repulsivo.
-Las
personas tienen tres opciones; la primera es negar el absurdo absoluto en el
que estamos de todas las formas que se conocen; religión, costumbres,
fanatismos y ansias de poder. Si elegís esa opción, entonces serás un tipo
correcto y terminarás como yo; borracho a los setenta años, despreciado a
veces, y olvidado el resto del tiempo por las personas que me rodean. Desde la
inmediatez de mi familia hasta lo relativo a toda mi gente cercana, que con
suerte siguen con vida la mayoría, al igual que yo. Durante más de treinta años
he cenado con mi mujer y mis hijos sábado de por medio en la casa de mi suegra.
Durante más de cuarenta, también, he trabajado en la misma empresa que hace poco
más de media década me vio obsoleto y me retiró. Hoy no la tengo y la extraño,
no la tengo y es un peso que me genera un vacío mayor que cualquier otro,
porque este vacío, el de verse viejo e inútil a los setenta años, es el vacío
de nuestra propia y cercana muerte. No tengo miedo, pero estoy arrepentido.
Mañana es mi aniversario de casamiento, y no hubo un solo año en mi vida desde
haberme casado en el que no piense si he terminado de conocer a la mujer que
hace tantos años me acompaña. No lo sé, y la amo. Juro que la amo, hemos tenido
tres hermosos hijos que ya están grandes y tienen sus vidas, y ella siempre ha
estado a mi lado. Pero aún así no logro saber a ciencia cierta si es que en
verdad la amo, aunque le diga que sí lo hago como siempre he hecho. Me siento
una basura por decir esto, pero es lo que realmente estoy sintiendo y desgarra
el alma ocultarlo todo el tiempo. Mañana, en mi aniversario, le haré el mejor
de los regalos que le he dado en mi vida, porque tengo pánico de que este año
sea el último. Negué el absurdo absoluto, pendejo, ¿entendés lo que te digo?,
es lo que no quiero que hagas.
Federico,
ya sin sorpresa pero con mucha atención, ni siquiera se percataba de lo extraño
que resultaba todo lo que estaba sucediendo. De todos los viejos borrachos con
los que se haya cruzado en el pasado y estos intentado de manera pendenciera
entablar una conversación, éste, sin dudas era a quién más había escuchado en
toda su vida, o, tal vez, -especula- aquel viejo sea a la única persona que
escuchó con una sincera y demoledora atención. Y no era Federico alguien de no
escuchar ni prestar atención, pero lo intenso del contundente monólogo del
viejo y lo identificado que con su discurso se sentía lo envolvían en una
avalancha en su cerebro de respuestas a las preguntas que desde niño se había
hecho a sí mismo, hasta de aquellas que nunca había conversado jamás con nadie.
Las
expresiones del viejo, la manera de hablar y la forma de sus ojos sentía
Federico haberlas visto antes. Estaba convencido de que ese viejo no era
precisamente un extraño, pero no recordaba cuando ni donde es que creía haberlo
visto. También reconocía en el viejo cierto implícito patetismo sutil. Sus
movimientos eran los de alguien que parecía haber tenido más movimiento antes,
pero no lo suficiente como para que lo patético desaparezca por completo, ni
para opacar el despertar de vergüenza ajena. En sus percepciones fugaces,
también sintió Federico un repentino rechazo por el viejo, y a su vez, existía
una convivencia con el entendimiento. Un entendimiento indescriptible que hacía
de único pero supremo motivo por el cual no se alejaba de él. Una mezcla de
respuestas con intriga, de curiosidad con revelaciones. Mientras tanto, el
viejo, aún tenía más cosas por decirle:
-¿Te
acordás de las tres opciones de las que te hablaba?.
-Sí.
-Bárbaro.
La primera entonces es la negación del absurdo absoluto, y verás que no es una
opción tan feliz después de todo. Mirame, tan solo mirame y date cuenta de lo
que te digo. He conseguido todo, o casi todo. Por lo menos lo que estuvo a mi
alcance, y me ha ido bien en la vida, mejor dicho, lo que se conoce como bien
en la vida; formé una familia, cumplí siempre con las leyes, trabajé duro,
seguí a Dios e hice siempre lo que creí correcto hacer creyendo, a su vez, que
con ello lograría la tranquilidad, es decir, el fin de aquellos susurros
interiores. Pero decidí mal, pibe. Y así fue porque los parámetros que hacían
de base eran los equivocados. Ojo, cuando digo que eran los equivocados, hablo
por mí mismo. No te olvides que no existen los sentidos, las verdades ni las
mentiras. De ésta premisa entonces nace la posibilidad del surgimiento de
errores relativos al individuo en cuestión. Lo que para alguien puede
significar errar, para otro, tranquilamente, puede ser el mejor acierto jamás
hecho.
Fui
feliz, pibe. Claro que sí. ¡Mierda que fui feliz! Hoy estoy en uno de mis días
malos, pero sólo en estos es que desnudo mis verdades más genuinas. –hizo una
pausa- ¿Tendrías un cigarrillo?
-No
fumo, disculpá. –respondió Federico.
-Claro,
es cierto. Aún no fumás…
El
viejo hizo una pausa, como si necesitase de un profundo respiro, como si
aquello le sirviese de consuelo y lo llenase de la fuerza para seguir hablando.
-Fui
feliz, pero podría haberlo sido mucho más, y sólo dependía de mí mismo. Siempre
es así, pero no me quiero ir por las ramas, volvamos a las tres opciones de las
que te hablaba; descartando la primera le sigue la segunda que es aceptar el
absurdo, pero ahí aparece la madre de las bifurcaciones, esa que distingue a
los vivos de los boludos. Prestá atención. Yo alguna vez acepté el absurdo, fue
durante mi adolescencia. Tenía más o menos tu edad, y las preguntas
existenciales me acechaban todo el tiempo. Pasaba días enteros pensando, y
pensar frustra pibe. Frustra mucho. Tanto que llega un momento en que si uno
mismo no es inteligente, se termina yendo por el peor camino. Fue también en
esos días en que especulé, y cada vez más afirmaba mi idea de que el individuo
en verdad no existe, y mis noches eran largas, y mi tiempo improductivo. Pero
si había algo de lo que estaba convencido era que nada quería producir, y sólo
dejaba pasar el tiempo.
Me
dolía pensar, y mis días encerrado en eso desaparecieron cuando concluí en que
si así seguiría, nunca iba a poder ser feliz. Porque creía que las dos opciones
estaban en negar o bien aceptar el absurdo. –el viejo hizo otra pausa, esta vez
más larga que las anteriores- Entonces cerré los ojos, y le dí para adelante.
Terminé siendo un gran tipo productivo; produje como te dije una familia,
construí una casa, y me convertí en un negador. Negaba para ser feliz, y
progresaba para no mirar hacia atrás y encontrarme con las mismas preguntas, y,
por supuesto, las mismas conclusiones.
Las
primeras palabras de mis hijos y sus egresos de los estudios son cosas de las
que me enorgullezco y quedarán siempre en mi memoria. Pero hoy, apenas si me
puedo detener a mirarlos para darme cuenta de que no los he criado como debí
hacerlo, y la consecuencia de aquello es que me haya equivocado tanto. Los miro
y me veo a mí mismo. Son la antesala de lo que soy ahora. Ellos también están
perdidos, pero apenas si puedo insinuarles algunas palabras hasta que acaban
por desestimarme. Ellos ya han construido tantas barrearas que no pueden volver
atrás.-
La
esquina de Murguiondo y Zequeira, desolada como todo domingo, tenía a estos dos
parados sobre las baldosas de la vereda del antiguo taller mecánico cerrado. El
viejo hablaba, Federico escuchaba, y en sus ojos alguna lágrima amagaba con
caer por su cara cuando la lástima por escuchar su pena le resultaba
inevitable.
-Tardé
mucho en entender que había una tercera opción. –continuó el viejo- más que
negar y ser feliz, o aceptar y sufrir. Porque se puede también aceptar y tratar
de ser feliz, y es ésta la única manera posible que existe para que uno haga lo
que de verdad tiene ganas, y cuando esto sucede, no hay manera de arrepentirse.
Entonces siempre se ganará, porque no existe nada más hermoso que ganarle a uno
mismo. Descontextualizate de tu tiempo, entendé que todos somos distintos pero
en el fondo somos iguales, y aceptá que quien quiera negar entonces que niegue,
y quien quiera aceptar que acepte, porque después de todo, no sos quien para
decir qué es correcto y qué no lo es. ¿Entendés lo que te digo?
-Sí.
Según tu teoría, no hay correctos ni incorrectos. Todo depende de uno mismo,
aunque aquello en verdad, relativa, nada signifique. –contestó Federico
creyendo sobrevolar lo paranormal.
-¡Bien
pibe, eso es una respuesta, carajo!
-Gracias,
igualmente, hay algo que sigo sin entender…
-Esperá.
–interrumpió el viejo- Ya te vas a enterar. Dejame terminar. Cortate el pelo
como te dé la gana, amá a la mujer que quieras amar, y después soltala para
amar a otras. Amá a todos, no lo reprimas. Pero dejalos libres, siempre. Es la
única manera posible de que a uno mismo le permitan también serlo. Hacé ese
viaje que tenés en mente, cambiá. Hacelo, si. Cambiá mucho y todo el tiempo. No
hay porqué seguir un patrón, no está mal cambiar. Desprendete de todo, regalá
lo que ya no uses, aprendé a ser feliz con poco. No pases un solo día de tu
vida sin preguntarte las cosas, cuestionate todo el tiempo sin amargarte por
las respuestas. Buscá lo que no tengas y quieras tener, pero convencete de en
verdad quererlo, aunque después ya no te interese, ¡¿Qué importa?! Aprendé
cuanto antes que nada es tuyo y que todo compartido es mejor. Escuchá a quienes
vos quieras, pero preguntate siempre si vale la pena escucharlo, y entendé, por
sobre todo, que absolutamente todo es relativo a quien lo dice. No existen las
verdades, pero sí existen las posibilidades, y sólo escuchando las vas a
conocer. Divertite como imbécil, y no te quedes quieto. No creas ni siquiera en
lo que yo mismo te estoy diciendo, aunque estoy seguro de que en mí creerás por
el resto de tu vida. ¿No es cierto?
-Podés
apostar a que sí, pero insisto, no entiendo porque es que me estás diciendo
todo esto a mí.
-Porque
soy vos, o vos sos yo, como elijas.
Federico
lo sabía, hacía rato se había dado cuenta de que aquel viejo no era más que él
mismo, pero necesitaba escucharlo de su propia boca como para poder aceptar
algo así.
-Pero
existe una razón más fuerte por la cual estoy acá; si mi hipótesis es correcta,
y con todo lo que te acabo de decir te influyo para el resto de tu vida,
entonces, yo también cambiaré, y dejaré de existir, y mi vida, más bien la
tuya, habrá sido feliz. ¿No es acaso este el suicidio más extraordinario de
todos los tiempos?
El
viejo desapareció, y Federico, en aquella esquina de Murguiondo y Zequeira, nunca
más volvió a ser el mismo.
PÁGINA 16 – RESEÑA
LUIS
SAGASTI
(Bahia
Blanca-Buenos Aires-Argentina)
PACTO
DE AMOR CARNÍVORO
Autora:
Ariana Harwicz
Libro:
La débil mental
Fuente:
Eterna cadencia
“Es en el orgasmo, en el
sexo duro y puro, donde la madre quiere que su hija encuentre una paz que ella
nunca pudo conseguir para sí. Y es en la disolución de su hija donde pareciera
que la madre pudiera alcanzar también la que le es propia. Cielo e infierno en
matrimonio: aun desapareciendo siguen juntas”
Cuando
se pulsa la cuerda de una guitarra, apenas rozando con la yema del índice
algún traste específico, el séptimo, por ejemplo, se produce un sonido rasposo
que se denomina armónico. Ese sonido no es puro ya que al ser así pulsada la
cuerda ha emitido dos ondas al mismo tiempo en vez de una. Inalcanzables casi
siempre al oído humano, los armónicos, o sea los componentes primarios de un
sonido, son tan bellos como incómodos, los habita algo así como un espesor
atabacado. Tañer un armónico es encontrar un rumor escondido. Son como esos
hilos diminutos que conforman el hilo de coser; cuando se separan unos de otros
se encuentra que ninguno de ellos en verdad es el hilo madre. Del mismo modo,
ninguno de los armónicos es el sonido fundamental que uno escucha, pese a ser
ellos los que generan el timbre característico de un instrumento o de una voz.
Todo
esto viene a cuento porque tengo para mí que Ariana Harwicz ha escrito La
débil mental como quien pulsa armónicos. La nota fundamental, la voz del
texto, es el resultado de una serie de observaciones y reflexiones, de
diálogos, voluntarios y no voluntarios, de recuerdos y deseos que se suceden
sin pausa para conformar el sonido fundamental de un relato donde el
cuidadísimo aspecto formal es el que construye una narración sin argumento o
con miles de argumentos, como los hilitos del hilo de coser. La trama resulta
ser así un estado de deriva permanente impulsado por el deseo de alcanzar la
condición de una amalgama sin mácula.
Miles
de sonidos todos juntos para una gran voz que es un haz breve de mucha pulpa,
como suena una locomotora, solo que en esta ocasión del famoso efecto dopler ni
noticias tenemos. Digo: al ser pura pulsación la trama, lo tramado, no se
anuncia a lo lejos con un pitido casi imperceptible que alcanza su cenit
ensordecedor para alejarse progresando en su debilidad. Abrimos el libro y ya
en la primera página se encuentra la locomotora. No hay ningún crescendo, el
lector no entra en calor porque ha caído a un volcán y todo es lava indetenible.
No hay efecto dopler, porque estamos todos dentro de un tren que pita en marcha
a toda máquina.
El
mundo es un vértigo plano, leemos nomás de entrada y creo que deberíamos
detenernos en esa última palabra: plano. Que el mundo es vertiginoso lo sabemos
desde las primeras líneas de la novela. Si el vértigo fuera descendente, la
misma gravedad de los hechos arrastraría las voces del texto en un remolino que
todo disuelve (algo que puede leerse, creo, enEl desbarrancadero de
Fernando Vallejo); o bien desarmaría toda voluntad al punto que el lector solo
sería testigo de una caída irremediable. Si en cambio el vértigo fuera
ascendente aguardaríamos una redención, la superación de una etapa anterior que
se abandona tan rápido como se la ha enunciado. Pero no, al postular que el
vértigo es plano, horizontal, se afirma que hay una rabiosa voluntad que empuja
a los hechos, y es esa fuerza la que los acomoda tal cual se presentan a la
conciencia; no se trata de un fluir descontrolado (no es esa la técnica propuesta)
sino el de un monólogo interrumpido por diálogos lapidarios a la vez que casi
oníricos. Una maravillosa tensión entre la contundencia y la opacidad que no
intenta buscar ninguna explicación sobre nada. Por eso la hija, uno de los dos
personajes del texto, dice sentirse como un “escarabajo dando vueltas que tiene
pulsiones fugaces”.
Entonces
lo que hay es una debilidad mental en el sentido de imposibilidad de
constituirse como cosa separada. Después de todo, la palabra razón y la palabra
ración significan lo mismo. Precisamente, la debilidad de la mente consiste en
que al no razonar no horada, no separa para distinguir, sino que persiste en un
estado de indiferenciación. “Creo que no pensé realmente en nada en toda mi
vida”, leemos. Una sed de absoluto es lo que la madre quiere para su hija. Yo
te anticrié, dice o, lo que es lo mismo: te crié para que no seas sino en el
otro y es el deseo sexual la llave que abre la puerta de la debilidad mental.
Esta educación sentimental es permanentemente recordada: “te llenas de imágenes
que son una porquería para tu salud” puede decir una madre que aplaude cuando
su hija se masturba de miedo. Pero también saben ambas que la cancelación de
deseo las vuelve una ya que, dice la hija, “todo es humo sin ella”
Ese
estado de absoluto que añora no es sino la conciliación de los opuestos:
Enamorarse, leemos, es el diluvio con un refugio electrificado.
Dicen
que cuando uno va a morir pasa la vida en un segundo, como si en el racconto
final encontráramos en qué clave se ha compuesto la partitura de nuestra
existencia. Así, en esta velocidad de vértigo, pareciera que pasan las imágenes
o las sensaciones ciegas antes de alcanzar la disolución del orgasmo.
¿Qué
es lo que muere en esa deriva? Pues en ese sentido La débil
mentalpareciera que buscara, forzara una disolución pero aquella que anida
cuando el deseo se cancela. Ingenuidad de creer que por repetir los efectos se
construyen las causas. El texto se plantea como un conjuro, entonces, una
suerte de palabras mágicas que hagan desaparecer aquello que nos mantiene
separado de las cosas. Buscar, insisto, la nota fundamental a partir de esos
armónicos: la madre y la hija son, entonces, un todo- “No ves que somos una
sola gota de agua”, dice la madre- un todo que es un estado de deriva, de deseo
permanente. Como si la hija hubiera sido iniciada sexualmente para construir un
mecanismo de huida del presente para alcanzar, paradójicamente, un presente
mayor: la huida del ego, desvanecerse, parar de hablarse por dentro; ser,
leemos: “una imposible horrible maravillosa noche.”
Es
en el orgasmo, en el sexo duro y puro, donde la madre quiere que su hija
encuentre una paz que ella nunca pudo conseguir para sí. Y es en la disolución
de su hija donde pareciera que la madre pudiera alcanzar también la que le es
propia. Cielo e infierno en matrimonio: aun desapareciendo siguen juntas.
A
fin de cuentas un pacto de amor carnívoro donde el sexo se erige como un
dispositivo reparador, o sea el que permite retornar a un estado de salvajismo
redentor. La huida perpetua parece ser, entonces, una suerte de camino de
regreso de dos personas que no pueden adaptarse a nada, que no saben trabajar,
que no generan renta, que no pueden pagar renta alguna. Harwicz encuentra en la
técnica del monólogo interior la herramienta precisa para acercarse a lo que
rehúye del silogismo, a lo que desborda por naturaleza o a la naturaleza del
desborde: entonces así, devienen esos maravillosos hilitos armónicos como
chispazos eléctricos, observaciones precisas en medio del caos:
“La
sala de espera es calurosa, los nenes comen caramelos de pera y tienen asma.”
“¿Por
qué mejor no te concentras en la niña alegre y tontilla que eras antes de
conocerlo armando hospitales para hormigas agonizantes?”
“Cruzo
la cocina donde nos consolamos, ahí fue que murió la abuela aplastada.”
“¿Y
si la casa ya no existe y hay un barranco y zorros bebiendo?”
O
sea, observaciones propias de niños o de quienes, vuelvo, no consiguen bien del
todo horadar lo real para separarlo de la imaginación pura y del deseo.
Para
tocar un armónico en la guitarra hay que apoyar muy suave el índice en el
traste, se trata de un movimiento sutil que sin embargo puede desatar la furia
del mejor rock de las islas, el que se toca con las tripas. Un recital de The
Who es La débil mental: a partir de un cuidado muy delicado de las formas
y el estilo, ya templado en su inquietante novela anterior, Matate, amor,
Ariana Harwicz escribe como si lo hiciera por última vez, a la manera de Pete
Townsend, que sentía que debía acabar con todo aquello que le sirvió para
expresarse. “Que explote todo, destruirlo todo, dice mi madre, y todavía quiere
más.”
PÁGINA 17 – CUENTO
PATRICIA FIGURA
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)
UNA HISTORIA DE OTROS TIEMPOS.
No existían los medios de comunicación de hoy, eso es seguro.
Las noticias volaban más por chimentos que
por otro modo más convencional.
Contaban con mensajeros… hermanitos menores o vecinitos, a
menudo usados por los novios y amantes de la época, encargados de entregar una nota, esquela, carta cuidadosamente cerrada
y en absoluto secreto.
Eran contadas con las manos las adolescentes que continuaban sus
estudios después de la escuela reglamentaria, ella era una y las rejas de los fondos del esa hermosa y
respetable escuela para señoritas contaba con secretos dignos de plasmarse en
pluma, papel o como en este caso, en arte virtual.
Los diecisiete la encontraron en el corazón de una familia de clase
media, que se daba sus gustos, tenía
algunos privilegios…un coche para pasear los fines de semana, una
habitación amplia que compartía sólo con una hermana, un sábado al mes
estrenaba vestido nuevo hecho por las manos mágicas de su madre y con las
excelentes telas de la sedería donde era contable su padre.
La menor de tres hermanas y mayor a los dos hermanitos que la seguían
con poca diferencia de edad, estaba acostumbrada a confiar a su madre los
secretos que atribulaban su alma.
Eran compañeras, hábiles las dos con las agujas, bordaba que era la
envidia de cualquier encaje francés, y su voz dulce erra la preferida en el
coro de la iglesia los domingos, donde toda la familia acudía puntualmente y colaboraba fervientemente dejando
el diezmo para purgar cualquier culpa que se haya traspapelado de rodillas al
confesionario.
La sala de costura de la casa familiar, era la primer habitación que
daba a la galería, el gigantesco costurero de pie, hecho con mimbre y que
guardaba tantos tesoros como un cofre, era el mudo oyente que las acompañaba
cada tarde en el descanso, donde ambas zurcían, remendaban y también
confeccionaban las prendas que lucirían orgullosos los demás miembros de la
familia.
Las hermanas se unían ocasionalmente a la
hora del radioteatro, pero la más grande,
pronta ya a casarse estaba muy embarullada con los preparativos y las visitas que
hacía su novio a la salida de la tienda donde trabajaba de dependienta y la del
medio vivía más dentro de su mundo que en el real.
En cuanto a los varones, se debatían en
comenzar con los pantalones largos y todavía treparse en los altos árboles del
fondo, cazando pajaritos o espiando a los vecinos….pronto comenzarían como
cadetes temporales en la sedería.
Los años pasaron de manera tranquila y apacible, era un hogar tranquilo, seguro, donde la
batuta era manejada por el padre para los permisos en general y por
la madre que hacía de filtro para elegir y las cuestiones que se
presentarían al jefe de la familia.
A los veinte, daba clases particulares de idioma durante la mañana,
había egresado con honores su hermana mayor se había casado, los varones estudiaban
y trabajaban, la del medio cuando lograba sacar la nariz de las novelas que
devoraba incansablemente y se conectaba con el mundo, lograba exasperar tanto a
su madre como a su padre porque no tenía ni remota idea de lo que haría con su
vida.
El padre acostumbraba a leer las noticias
después de la cena, por lo general entregaba las
páginas de sociales luego de repasarlas ligeramente, al grupo femenino del
hogar, que se divertía comentando enlaces, participaciones, tés a beneficios,
bailes de carnaval, sorteos y también copiaban algún modelo lucido por alguna
señora de la alta sociedad local.
Y a los veintitrés se enamoró perdidamente.
Confió a su madre ese sentimiento que parecía desbordarla.
Había bailado con él en el club varias veces por eso, no fue necesario
describirlo, su madre lo tenía bien visto….algo en él no le cerraba.
Demasiado obsequioso, muy atento y a la vez…escurridizo.
Llegaba siempre tarde, casi promediando la
medianoche.
Eso significaba que era sastre, músico, o bien….tenía compromiso y
acudía después de la cita con quién fuera su novia.
A ella le brillaban los ojos buscándolo en
la pista de baile….imploraba a su mamá
que la llevase cada sábado, lo cual era impensable para una señorita de bien,
se acordó que irían dos veces al mes luego de que sus hermanos y padres
hubiesen cenado, el más grande las acercaba en coche junto a la vecina y sus
dos hijas.
Y alguna que otra vez se quedaba él también a disfrutar de la orquesta
típica.
El joven, apuesto como pocos, caballero, no era un dandy, pero había
poca diferencia, hablaba con corrección, fumaba con estilo, bailaba como si
hubiese nacido para eso y cuando la tenía en sus brazos los ojos de él parecían
quemarla viva.
Tanto imploró a su madre que lo conociera, que lo presentaran al
padre, puesto que de otra manera no podría recibirlo ni salir a pasear con él,
que la madre cuidadosamente fue preparando el terreno y el día tan esperado
llegó al fin.
Él se presentó con flores para la madre, tabaco para el padre y masas
de la mejor confitería para acompañar el café.
El apellido del joven sonó familiar al
padre.
No dejó muy en claro a qué se dedicaba, algo referido al comercio,
pero no fue muy específico, solicitó permiso para frecuentar a la señorita, y
se excusó a la media hora con un compromiso impostergable.
En el zaguán de la casa quiso despedirse como novio, no como un
visitante, ella moría por un beso real, el que soñaba, el que su hermana
relataba embobada con sus novelas rosa, ese de los radioteatros….fue arcilla
entre sus labios y ni que hablar entre sus manos.
No lograba volver a la realidad.
Quedó convenido que el padre daría su asentimiento o no al cabo de una
semana.
Ellos se encontraron a escondidas un par de veces, cuando ella fue a
comprar libros para sus alumnos, metros de cinta a la mercería del centro, eran encuentros furtivos y en cada ocasión
los besos de él, los susurros, las manos que ceñían su cintura la dejaban a
kilómetros del suelo.
No se reconocía….no era ella, tan pacífica, ecuánime, pensante….jamás
había ocultado nada a su madre….pero prefería mantener estos encuentros en
silencio hasta que el padre diera su aprobación.
En el tranvía el trayecto se le hacía breve, rememorando una y otra
vez esos besos, más de una vez seguía de largo en su parada, su madre la
encontró con la mirada perdida y la costura en el regazo….”te estás pareciendo
a tu hermana…pero lo de ella es inofensivo…jamás un hombre se va a parecer al
de una novela”.
“El si mamá” respondía ella.
Una noche el padre llegó de trabajar, diciendo que ya había encontrado
de donde le sonaba el apellido y era de una gran compra que se había hecho en
la sedería.
Metros y metros de organdí, seda, encaje y raso, no todo a su nombre
pero había trajes encargados para el caballero tambièn.
Eso solo podía significar una cosa: Boda.
Por supuesto que ella lloró y lo defendió de semejante ultraje, podía
ser una hermana, una prima, un pariente, los apellidos no eran exclusivos de
una sola persona ¿no?.
El padre no dio su consentimiento.
Quería investigar un poco más.
El hermano menor les hacía de mensajero por
medio de su bicicleta, ella le rogó que fuera sin demora a entregarle una carta
donde expresaba lo comentado por su padre, sus suposiciones y el dolor que ella
sentía en el alma.
Respondió con una escandalizada negativa y la propuesta de organizar una huída juntos si su padre no daba el
consentimiento, él la amaba, no estaba dispuesto a esperar…se
encontrarían cada martes y viernes en el paseo del boulevard, en las calles
cercanas al centro, ya buscaría él un lugar donde vivir juntos y casarse a
escondidas, para que su padre ya no pudiera impedirlo.
Fue preparando su ajuar, bordando, toallas,
manteles, servilletas…. Era todo tan hermoso y delicado….digno de una princesa,
se imaginaba usando aquellos tesoros con su amor, yaciendo bajo las sábanas
blancas con las iniciales de ambos entrelazadas en un perfecto calado.
Confió a su madre el secreto… la miró con ojos tristes, no podía
impedirlo, pero no agoraba nada bueno.
En uno de esos encuentros su amado de ojos
intensos y palabras que quemaban en el vientre, le mostró el lugar donde
vivirían, había hablado con un juez, puso fecha para la fuga y posterior
casamiento, un amigo los ayudaría, la esperaría a ella el lunes siguiente, en
un coche de alquiler a media tarde, mientras su padre estuviera trabajando.
En esa habitación de una respetable pensión dirigida por un matrimonio
de mediana edad, él la convirtió en mujer…SU mujer…ella no se negó a la prueba
más irrefutable de su amor, al fin y al cabo él estaba moviendo cielo y tierra
para sortear los obstáculos que su propia familia ponía a su felicidad….
después de la semana siguiente, vendría un período de enojo por parte de su
padre, pero al verla tan plena y feliz, todo cambiaría para bien, y él la
presentaría a su gente como su esposa.
Volvieron a su nido de amor una y otra vez durante esos días…. ella
planeaba mentalmente algunos cambios para hacerlo más hogar, más íntimo….le
dolía el alma de amor al ver que él había alquilado ese lugar, contando con una
buena casa y familia donde vivir.
El viernes acordaron no verse hasta que el
lunes ella saliera de la casa con sus cosas.
Así dispondría de más tiempo para estar con su afligida madre y
preparar todo cuidadosamente envuelto en papeles de seda azul y hojas de
violetas disecadas.
El domingo, al atardecer, mientras el padre leía el periódico en el
patio y ellas escuchaban la radio, les llamó la atención un golpe seco contra
el diario y el padre que jamás levantaba la voz exclamaba casi a los gritos..” tenía razón!!!!! Tenía razón de no dar mi
consentimiento a ese mequetrefe”.
Ambas lo miraron sin entender…sin querer
comprender.
“Anoche contrajeron enlace en la Catedral Metropolitana, la señorita
fulana de tal, miembro de la más rancia sociedad no solo local sino de linaje
que se remonta a la época de la colonización, con el señor…..”…. citó el padre
en tono triunfante mientras les pasaba la foto y epígrafe donde el amado que al
otro día debía convertirla en la mujer más feliz del mundo, posaba sonriente y
feliz para la foto junto a una jovencísima novia que lo miraba arrobada.
La madre la abrazó con fuerza, la apretó muy
fuerte contra su pecho.
Nunca supo en qué momento volvió en sí, cuándo dejó de mirar esa foto
que la ahogaba, si transcurrieron horas o días hasta que dejó de murmurar
“tiene que ser un error”….perdió fuerzas, peso, a su padre no le contaron toda
la verdad, porque lo buscaría hasta poder matarlo trayendo una nueva desgracia
a la familia.
Los hermanos juraron vengarse.
Cuando logró mantenerse en pie, fue a la pensión, habló con la
encargada que le dijo que él vivía ahí desde hacía no mucho, no le conocía
familia ni amigos, al parecer había puesto “en apuros” a una joven de alcurnia
y se arregló una boda no muy apresurada en realidad porque se radicarían en el
exterior, la familia tenía negocios afuera y él iría de encargado, había
saldado lo que se debía del cuarto y retirado sus pocas cosas…no, no sabía más
nada….lo lamentaba.
Lloró mucho y durante muchísimo tiempo.
Ya no era el cascabel de la casa, la voz fervorosa de la iglesia, sus
alumnos comenzaron a escasear, ella estaba siempre dispersa, se negaba a bordar
absolutamente…ni siquiera ayudaba a remendar las prendas familiares.
Algún día se encontrarían frente a frente….ese dolor no iba a quedar
encerrado para siempre envenenando su alma.
Pero eso sucedería en otro tiempo….lejano, muy lejano.
PÁGINA 18 – POESÍA
AMERICANA
MARGARITA
MUÑOZ
(Chihuahua-México)
27
DE FEBRERO
Hoy
dormiré contigo. Pondré tus libros debajo de mi almohada y soñaré cada letra,
cada palabra, cada verso, desgarrándome de ausencia. Decías que había que
festejar la vida y caminar por el sendero de la iluminación. En esta sombría mañana de domingo te levantaste
al alba para conectarte al universo ¿en
qué momento transmutaste luz por
oscuridad? Quiero abrazarte una vez más
y solo encuentro un camino oscuro sembrado de misterios. Nada hay más amargo
que la duda.
EMILIA MARCANO QUIJADA
(Ciudad Ojeda-Zulia-Venezuela)
Hay una fila de marines, una trinchera
de sexo barato y pipa cara
en las calles,
en las aceras,
en los cuerpos cavernosos,
en el fondo de las uñas.
Hay un bombardeo
en la pistola del jíbaro pidiendo su plata,
en el miedo del cliente pidiendo su droga
en la voz del policía pidiendo su parte.
Hay guerra desde hace milenios,
hay muerte en calles,
casas y avenidas,
todas las putas y cadáveres lo saben.
¿Qué no se dieron cuenta?
de sexo barato y pipa cara
en las calles,
en las aceras,
en los cuerpos cavernosos,
en el fondo de las uñas.
Hay un bombardeo
en la pistola del jíbaro pidiendo su plata,
en el miedo del cliente pidiendo su droga
en la voz del policía pidiendo su parte.
Hay guerra desde hace milenios,
hay muerte en calles,
casas y avenidas,
todas las putas y cadáveres lo saben.
¿Qué no se dieron cuenta?
¿Que
no vieron?
MARIANELA PUEBLA
(Valparaíso-Chile)
AÑÍHUE
El tiempo se ha detenido en Añíhue, sin hora ni calendario.
Una ráfaga solitaria y escondida se asoma por entre
parajes vírgenes a juguetear con los zorzales.
Tierras devotas a la soledad y fantasía
saludan a ballenas jorobadas, azules
y amistosos delfines australes
que merodean los mares de Añíhue.
Añíhue, isla mágica, perdida y encontrada
en el sur del mundo.
Unida al archipiélago de Chiloé,
junto a siete jóvenes islotes.
La naturaleza salvaje, dueña de insospechados lugares
atrae con su encanto, misterio y aislamiento
a investigar su biodiversidad.
Más allá una inmaculada bahía rodeada de fiordos,
fascinante flora y fauna.
Concierto de pájaros envuelve el ambiente
con sus peculiares cantos,
llamados al dios del wenu-mapu,
señores del cielo y de la tierra.
Añíhue, aún se mantiene intocada,
rehúsa exponer su belleza escondida a cualquiera,
tiene recelo a la profanación de sus tierras,
se guarda del humano haciendo
casi inaccesible su ubicación.
Doncella del mar, desconocida, rodeada de caracolas,
ensenadas y bahías.
Bosques vírgenes, montañas, aves, pájaros carpinteros
entonan la melodía infinita de la soledad.
Ahí estás, en la desembocadura del río Palena,
custodiada por delfines australes
y hermosas ballenas, esperando que el tiempo
se quede por siempre habitando tus parajes.
FRANK PEREIRA
HENNESSEY
(Barranquilla-Colombia)
FRONTERAS DEL
TIEMPO
Hay ventanas
que huyen de la
tarde,
tardes que
descienden al olvido.
Hay sucesos
para despertar
los días
sobre mi piel,
y negar
las fronteras
del tiempo.
ROSSANA AICARDI CAPRIO
(Pando-Canelones-Uruguay)
VUELAN LIBRES
Cuando la noche cae
y el silencio se pronuncia
en el espejo apareces
y exorcizando miedos
te acercas
mientras los límites mueren
y mi rubor se transforma.
Las manos como aves
vuelan libres
en los cuerpos enredados
transpirados
y casi sin darnos cuenta
el amanecer
nos vuelve a dar
su bendición.
PÁGINA 19 – ENSAYO
(Barcelona-España)
UNAS PALABRAS SOBRE LA CRÍTICA
A Gonzalo Sobejano, con mi admiración
La
crítica tiene muchas veces un carácter represor, policial. Pero ¿es malo esto?
No me lo parece. A los literatos abiertos a lo que proponen críticos que pueden
llegar a ser hasta sus adversarios (no hay muchos de esos literatos), la
crítica policial les puede hasta ayudar a estar alerta y buscar nuevas
formas para decir lo que desean decir, del mismo modo que el trabajo de la
policía ha obligado a los delincuentes a evolucionar y a ensayar formas más
inteligentes de crimen. La represión crítico-policial ha empujado a los
verdaderos escritores a aguzar y elevar su ingenio. Sólo ya por eso, la crítica
literaria me parecería imprescindible. Pero es que, además, es necesaria más
que nunca en tiempos como los de ahora, cuando hay tanta confusión entre
lo valioso (quiero recordar que lo valioso no pertenece a una sola tendencia
literaria o a una ideología única y que puede hallarse en los más distintos
callejones) y lo que es tan sólo repetición de lo ya hecho o bien –la mayoría
de las cosas- pura bazofia industrial.
Me
gustan los críticos –generalmente son escritores poco críticos- que saben
hallar en los libros no precisamente muy buenos aciertos parciales que abren
caminos inesperados para la creación. Son críticos obviamente ligados a la
creación.
Pero
me gustan también los críticos que saben hablar de los buenos libros en el
momento en que éstos se publican, no después –cincuenta años después, por
ejemplo- cuando es más fácil. Son críticos inteligentes, y tan humildes como al
mismo tiempo sabios: críticos que saben comunicar a sus lectores lo que han
leído: dan información sobre el tema y el argumento y explican en qué tradición
se inserta el libro que comentan y si éste ha logrado lo que puede intuirse que
se proponía, e incluso se aventuran a decir si perdurará en el tiempo, por
mucho que sepamos que a la larga nada perdura.
PÁGINA 20 – CUENTO
VÍCTOR
A. BUENO
(La
Victoria-Aragua-Venezuela)
MI GATA YA NO ES
El quinto
emperador de la dinastía de los T’Zuhn del país de C´zhan antes del período de
los estados guerreros pasó a la historia como un amante de la poesía, arte que
no cultivó personalmente debido a su alta investidura, noble origen y a sus
agobiantes ocupaciones para el buen funcionamiento del imperio. Sin embargo
acostumbrar dar ideas acerca de los temas y corregir algunos de los poemas de
sus poetas favoritos. Fue un gran mecenas no solo para la poesía sino para casi
todas las artes. Se deben a él muchos festivales además del de la flor del
melocotón, que es el más conocido.
Una luna
especialmente bella, una victoria o una derrota en el arte de la guerra le
hacían sentir la necesidad de reflejarlas en el irreal mundo del arte, porque
es más duradero en la memoria de la gente que el mundo real. Así que cuando
murió su gata favorita convocó a muchos artistas para que la hicieran
perdurar en la memoria de su pueblo.
Ninguna de las
canciones, pinturas, obras de teatro, esculturas, danzas, sacrificios de
prisioneros y textos, que seguramente compitieron duro por el agrado del
emperador, ha sobrevivido hasta nuestros tiempos; pero sospecho que algo
influyeron para que abunden tanto los gatos realengos en la capital del
país de los C´zhan.
Gatiuska
Micifuza Bueno -Nunca sabré su nombre verdadero- venía a mí cuando gritaba
“miso” varias veces por la ventana de la cocina hacia los tejados de las casa
vecinas, preocupado porque no hubiera entrado conmigo a la casa al regreso de
mis días de trabajo. Tampoco sabré nunca que otras casas habitaba, ni que cosas
hacía durante el día o en mis ausencias durante algunos fines de semana. Me
acostumbré a pensar en ella como “mi” gata, aunque sé que era tan libre que no
era ni de ella.
Teníamos un
acuerdo tácito, ella y yo salíamos a cazar de día y de noche cenábamos juntos,
nunca olvidaré los pedazos de iguana y de pájaros que me puso orgullosa y
cariñosamente a los pies, aunque en esos momentos los desprecié. La
mayoría de las veces yo tuve más suerte y cenamos juntos muchas latas de
sardinas, aunque ambos preferimos el pollo frito, que también comemos muchas
veces. Siempre me duele escribir en tiempo pretérito de quienes quiero L
En Abril del
2013, cuando me mudé a la planta alta de la casa que vivía de mi madre, la
encontré; ya Miso estaba acostumbrada a dormir en la que sería mi cama y
después de varias peleas acordamos que el sillón era la cama de ella, aunque
nunca le gustó mucho y siempre aprovechó cualquier descuido mío para volver a
su cama.
Hay algo de
derrota en la muerte de un ser querido, anoche la oí llamar a sus hijos, y me
alegré porque pensé que había cazado algo o les iba a contar algo importante.
Llevaba más de una semana portándose extraño; dejó de venir dos días a cenar,
estaba barrigona, no quiso comer una noche que la encontré debajo del sillón y
otra noche solo tomó agua. Ya estaba acostumbrado a esos cambios porque luego
ella llegaba con una camada nueva de gaticos que me mostraba de uno en uno.
Hoy en la
mañana la encontré muerta, estaba echada de lado en el suelo, tenía los
orificios de la nariz tapados con secos mocos blancos y un charquito
sanguinolento a lado de la cabeza. Creo que fue una muerte difícil. Me siento
derrotado, creo que pude haberla ayudado en algo. Pudieron haberla envenenado.
Nuestros caminos se juntaron pero nuestras ocupaciones nos tuvieron aislados,
creo deberíamos haber intimado más.
Ella, que tenía
una flexibilidad casi líquida, estaba rígida. Ella, que era peluda y tibia,
estaba fría. Ella, que tan meticulosamente se aseaba, tenía sus sensibles
bigotes sucios, sus antenas, sus radares ensangrentados y no con sangre de
ratón o de pájaro.
La sobreviven
solo dos gatos grises, de dos camadas de cuatro, ya me estoy acostumbrando a
botar al basurero gatos muertos. Algunas veces creo que si este mundo fuera tan
eficiente para producir riqueza como es para matar gatos, todos seríamos
millonarios.
Mi gatica
vivió su vida con una sencillez apabullantemente y pedagógicamente biológica,
creo que amó, aunque con los gatos nunca se sabe. De lo que sí puedo dar fe es
que fue una excelente madre al extremo de dejar de comer ella para dárselo a
sus hijos.
Volviendo al
tema del emperador poeta, ahora que boté el cadáver de mi gata al basurero, lo
único que se me ocurrió hacer fue escribir esto, que trata de hacer perdurar en
el inmaterial mundo de las ideas la búsqueda del objetivo de la vida.
Yo, que hoy
antes de levantarme de la cama vi en facebook un video de Borges afirmando que
no recordaba haberse leído un libro completo, que quería morir enteramente y
tratando de justificar el uso de Dios como recurso literario.
Yo, que me leí
casi completo “El Gen Egoísta” de Richard Dawkins, y algunos capítulos de
“El Origen de las Especies” de Charles Darwin.
Yo, que he
releído a algunos maestros taoístas.
Yo, que tengo
hijos que hace tiempo que no veo y varios libros inéditos.
Yo, que vi a
mi madre subida en una escalera dirigiendo a los obreros que construían la casa
que ahora habito yo.
Yo, que no
creo en Dios, pero le doy gracias por tener a quien contarle que se murió mi
gata.
Yo, que creo
entender que hay un motivo biológico en nuestra conducta.
Yo, que sé que
es mala educación decir Yo.
En fin, Yo me
he propuesto escribir un texto que hable del papel de los gatos en el
equilibrio del mundo, de lo importante que son los gatos para el buen
funcionamiento de cualquier imperio. De cómo la luna, los tejados y los gatos
interactúan, y acerca de que va a pasar la próxima vez que haya un eclipse
solar y no haya gatos que salgan a fornicar.
Pero como sé
que no voy a poder, se lo mando a una amiga para que lo publique en su revista
y lo voy a regar por toda la web para ver si encontramos gente que también lo
intente y juntos derrotamos a la muerte, o morimos en el intento escribiendo.
PÁGINA 21 – CUENTOS
BREVES
JORGE
M. TAVERNA IRIGOYEN
(Santa
Fe-Argentina)
EVASIONES
Y ALCOHOLES
Va
con frecuencia al puente del Viento y de la Lluvia. Es de madera y lo
construyeron sin un solo clavo, tres generaciones. Su abuelo y su padre
estuvieron allí. Él va a pensarlos, en los crepúsculos. Alguna vez ha oído la
voz de uno de ellos, sin distinguirlo. Él toca la madera como si tocara otra
mano. Y es ahí cuando oye ese lamento. Su mujer lo tranquiliza: es el puente
del Viento y de la Lluvia, por eso oyes lo que oyes.
Como
Verlaine, es adicto al ajenjo. No escribe poemas, pero viaja mucho con la mente
y a veces le resulta difícil el retorno. Los otros días, no más, sintió que a
la quinta copa se subía a un espacio desconocido. No había ni una sola nube
para agarrarse. Y sin embargo, la luz lo enceguecía. Después, sólo después, se
dio cuenta que había trepado al arcoiris.
No
reniega de su condición de matemático, si bien sus evasiones están siempre
llenas de hipotenusas.
La
verdad está en el vino, ya lo decían los romanos. Y en el vino se reencuentra y
es capaz de alcanzar latitudes. Su mujer quiere convencerlo que con las copas
sólo logrará fracturarse el alma. Pero él, sabio en los intervalos, advierte
que en cada botella está encerrado el genio de la felicidad. Se llama como él,
una vez que la botella está vacía y lo tiene dentro…
Nunca
pasó de la condición de extra, Calígula Sánchez. Si bien siempre trata de estar
cerca de los directores, que lo vean, alguna vez tímidamente que lo oigan, no
pasa nada con él. Generalmente lo tienen para las comparsas, pocas solo frente
a la cámara. Le aconsejan que vea a algún productor, por si arriba a una
prueba. Pero no. Lo que sí dos veces, cuando el estudio apagaba las luces, se
sentó en la silla del director.
PÁGINA 22 – POESÍA
AMERICANA
ASTRID
SOFÍA PEDRAZA DE LA HOZ
(Puerto
Colombia-Colombia)
MEDITACIONES
No
voy a llorar cuando me visite
El
vacío infinito de la nada.
Allí
he de refugiarme, extasiada
En
su silencio.
Lloraré,
cuando las emociones
Visiten
mis recuerdos.
Y
se reencuentren con tus pisadas
En
mi memoria.
Esas
mismas que aprovecharon
La
ausencia de tu amor;
Para
invadirme de pesares,
Esas
mismas que estrujaron mi alma.
ARABELLA
SALAVERRY
(San
José-Costa Rica)
VIOLENTA
PIEL
No
adivino no descubro
no
sé si me derramo en dolor
o
me derramo en gozo
No
me contengo
vivo
entre rasgaduras
lanzas
y corona de espinas
irredenta
violenta piel violento silencio
No
me contengo
pájaro
sin alas emplumado lagarto
herido
animal oquedad inconclusa
desecho
de desastre
violenta
piel
Así
me vivo
muriendo
desde la vida
cotidianas
muertes
y
en ajena presencia de la mía
ALEJANDRA ZARHI GARCÍA
(Santiago-Chile)
EN EL ESPEJO
Por fin, ya me voy; estoy muy sola,
rodeada de lujos y guardianes,
que custodian las rarezas que posee su amo.
Todo silencio, color y frío,
como una selva de cemento.
Un piano con cola,
provocando en el medio de la nada.
Entre blancas sabanas,
apoyo los pensamientos,
como en algodones suaves y cálidos.
Satisfago la eterna sed,
exquisiteces me invaden toda y me resigno.
Mirando mi imagen,
observo los años de más y el peso.
Arrepentida de la imagen,
recuerdo a mi dueño allá,
tan lejos y me asusta el perderlo
y todo muere en el espejo.
YOLANDA
DUQUE VIDAL
(Montreal-Canadá)
MUDEZ
Aletargados días
envuelven las ideas
bajo el caliginoso manto del hastío
Silencio, no el silencio que arrulla,
sino esta mudez, que corta el respiro
bajo el caliginoso manto del hastío
Silencio, no el silencio que arrulla,
sino esta mudez, que corta el respiro
Huyeron los
colores detrás del ventanal
Una oscura figura se abre paso
por la vereda escarchada
El denso humo de las chimeneas,
ondea al viento como agitadas banderas
Una oscura figura se abre paso
por la vereda escarchada
El denso humo de las chimeneas,
ondea al viento como agitadas banderas
Como si
quisieran despertar
a los pájaros dormidos sobre la fría arboleda
Unos ojos dibujan nubes, mientras desfilan
presurosas, cubriendo el hilo de la tarde
No es el silencio que arrulla,
es esta mudez, que corta el respiro
a los pájaros dormidos sobre la fría arboleda
Unos ojos dibujan nubes, mientras desfilan
presurosas, cubriendo el hilo de la tarde
No es el silencio que arrulla,
es esta mudez, que corta el respiro
(San José-Costa Rica)
I
Cerca, tan cerca
poniendo el límite al horizonte,
clavando en él
los mojones numerarios del olvido;
cercana a mis recuerdos.
Aquí, aproximación del viento
que todo lo arrebata...
Tormenta toda que se lleva mis aspas,
mis antenas; mi más pura lascivia
aún te intenta,
te incita a caminos desconocidos,
te excita, te propone
y rueda con la noche
a levantar tu sábana durmiente.
Cercana, cerbatana,
centaura con flechas afrodisíacas,
certera con sus ojos, sus aplomos y nomeolvides.
No vengas mancillando mis fracasos.
Son algo mío, al menos.
Cerca, cércame,
acércate, certera flecha,
desbándame, recíbeme.
(Puertas que no alcanzaron a la noche).
PÁGINA 23 – CUENTO
NECHI DORADO
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)
PALMIRA Y LAS REGLAS ORTOGRÁFICAS:
Esta
historia sucedió hace muchos años, cuando sobre el cielo de mi tierra,
gordas nubes de plomo, comenzaron una danza alocada. Cuando la
primavera asomó salpicada de sangre de pueblo trabajador y una caterva de
caranchos, con insignias doradas en el pecho, afilaba sus garras desgranando
pedazos a la historia. El odio de clase, predecesor y sucesor de otros enconos
de sinrazones, irrumpió en la escena nacional pisoteando el derecho al
trabajo y a la decisión.
Mi
hogar padeció situaciones de espanto, pero jamás hubo permiso para llantos ni
demoras, sí en cambio, se abrió paso a la palabra resistencia alcanzando
un sitio de honor en nuestra mesa.
En
las interminables noches de ausencia de mi padre, seguramente viendo la
tristeza en mis ojos de niña, mamá me enseño que la lucha por los derechos era
imprescindible y realmente fui incorporando esa idea. Aprendí que las lágrimas,
muchas veces, hay que transformarlas en bronca motora de instancias superadoras,
imprescindibles.
Como
docente y militante y por si eso fuera poco, como compañera de un
dirigente político-sindical, perdió la posibilidad de acceso a empleo formal,
pero supo saltar el obstáculo. Fue entonces, cuando la sala de casa se llenó de
banquetas y de niños inquietos que necesitaban apoyo para sus tareas
escolares, la familia que podía pagar lo hacía, los niños cuyo
entorno era muy pobre, tomaban clases igual.
Aprendí
en aquellos tiempos qué cosa era la sensibilidad social y con los años
pude ver cómo ingresaba en terapia intensiva.
Todos
los días por la puerta de casa pasaba un señor con un carrito tirado por un
caballo marrón con una mancha blanca en la frente, voceando: “botelleeeeroooo,
botella, trapo viejo, mueble viejo, diario viejo p’a vender,
boootelleeeerooooo”. En primavera, cuando comenzaba a apretar
el calorcito anunciando la inminencia del verano, mamá dejaba la puerta y las
ventanas abiertas para que la brisa se colara; además, el lugar se
convertía en una especie de atalaya desde donde podía observar mis juegos en la
calle.
Una
tarde, el botellero, detuvo la marcha de su caballo en la puerta de nuestra
vivienda. Ahí me enteré que la tracción a sangre en realidad era una yegüita y
se llamaba Palmira.
¡Fue
tan hermoso ver a Palmira mordisqueando el pastito que crecía bajo el árbol que
daba sombra a la casa, que se me ocurrió convidarla con mi chupetín!
Deduje que tendría hambre y era el único paliativo que encontré a mano. O
a boca, para hablar correctamente.
Palmira,
supuse que agradecida, lamió el dulce y esa fue la primera vez que compartí una
golosina con una caballa con manchita en la frente. Una lamida ella, otra yo y
ambas nos mirábamos a los ojos estableciendo una comunión sin hostias,
sin genuflexión y sobre todo con desprendimiento absoluto del
sentimiento de culpa. Por suerte mamá se distrajo perdiéndose el
espectáculo de la relación recién nacida entre su hija y la yegua. No se si la
hubiera apoyado, todo bien con intercambios bípedo-cuadrúpedo, pero me
refiero a eso de los lengüetazos…
-Cuidámela,
pidió el botellero y se paró en la ventana mirando hacia adentro. Mi madre
interrumpió su clase y se dirigió hacia donde estaba el hombre.
-Buenas
tardes, compañero, saludó ella. ¿Puedo ayudarlo en algo?
(¡Claro,
eran tiempos en los que para alguna gente un trabajador no representaba un
peligro inminente sino que era parte de una unidad clasista!)
-Perdone,
señora, pero ¿sabe? Yo dejé la escuela en segundo grado, después hubo que salir
a ganarse la vida para ayudar en casa. Cuando veo chicos estudiando me da un
nudito aquí, agregó tocándose la panza.
-¡Pero
yo podría dictarle clases! Puede venir mañana mismo, coordinemos un horario y
tiene las puertas abiertas, respondió mi madre. Ni piense en tener que abonar
nada, usted debe terminar su ciclo y lo ayudaré con mucho gusto, agregó
mamá enfáticamente.
-Gracias
señora, pero es tarde ya, respondió, no tengo tiempo. Solo quería contarle que
me gusta mucho la poesía, escribí algunas y si usted quiere se las dejo y me
da su opinión. Eso sí, por favor que nadie las vea, porque yo
tengo muchas faltas. Una vez se las mostré a una mujer muy preparada y me
dijo que eso no era poesía, que había reglas para ser poeta y sobre todo debía
no tener errores. Seguro que tenía razón, por eso dejé de hacerlas, pero guardé
algunas y por ahí a usted le sirvan y se las pueda leer a los chicos, pero que
no las lean ellos, casi rogó.
El
botellero dejó un pilón de hojas amarillentas en manos de mi madre,
saludó con la misma cortesía con la que se presentó y acarició mi cabecita
antes de subir al carro y llevarse a Palmira, que a la vez se llevó mi
chupetín, lo que no me causó ninguna gracia.
-¡Yegua
maleducada! dije tirando la piedra de la rayuela contra las huellas que dejaba
el carro que se alejaba. (Hoy toda huella que veo me sabe a chupetín)
Cuando
terminó la clase, los chicos comenzaron a burlarse y con sobrados motivos:
-¡La
yegua te robó el chipetí-iiiin, la yegua es más viva que vo-ooosss,
cantaban con la espontaneidad maravillosa que las criaturas tienen y van
dejando por los caminos de la vida a medida que se va madurando! ¿Madurando?
Bueno, así dicen. ¡Qué se yo!
Entré
a casa mascando bronca, indignación y amasando las ganas de tirarle piedrazos
al día siguiente, cuando Palmira pasara por la calle como todos los días. Y
cuando volvieran los chicos…
De
pronto vi a mamá secarse lágrimas que se deslizaban por sus mejillas suavecitas
como el algodón.
-¿Por
qué llorás tía? Preguntó Griselda, (Pochita) mi prima que era seis años mayor
que yo y con la que mami hablaba de mujer a mujer, aumentando mi bronca. En ese
momento encontré una nueva víctima para la venganza del día siguiente:
¡Pochigriselda, a vos también te voy a hacer algo! pensé aunque no lo dije en
voz alta.
-Leé
Pochita, fíjate como siente este hombre, invitó mamá.
-¡Ay
tía!, respondió mi prima pasando sus ojos sobre el papel ajado, me gusta pero
tiene muchas faltas de ortografía, escribió hacer sin hache y ver con b larga.
Mami
acarició la cabeza de Pochi, la abrazó como siempre hacía pese a mis celos
infantiles que se descargaban en mis dientecitos que a la vez mordían mi
lengua, antes de explicar:
-Pochita,
cuando pase el carrito pensá que allí va un poeta innato. Un hombre que no tuvo
la posibilidad de acceso a la cultura. Hay montones como él y son los
eternos invisibilizados en un mundo donde las reglas las imponen entre palabras
difíciles.
-Este
hombre hace hablar su alma y eso debemos sentir, siguió diciendo mi madre. Son
latidos los suyos y como tales, lo celebro e incentivo más allá de reglas
ortográficas, agregó.
-¿Pero
es poesía eso? Preguntó mi prima.
-Para
mí sí, respondió mamá, pero no soy ni quisiera ser crítica
literaria. Apenas llego a preguntarme si acaso no sirve la poesía cuando nace
en la mesa sin pan, en la mesa sin vino del obrero. Este hombre, como
tantos, habla con la simpleza del que no recorrió páginas porque no pudo,
¿pero, quién puede desvalorizar lo que siente? ¿Un verdadero artista? ¡Para mí,
no. De ningún modo!
-Hay
gente que erige monumentos a la cultura aún con ausencia absoluta de
herramientas literarias. Gente que es capaz de negarle un tiempo al descanso,
luego de durísimas jornadas que encallecen sus manos y llenan el cuerpo
de sudor rancio. Gente que termina siendo arrojada como paria por los senderos
de la vida selectiva que sacraliza intelectos descalificando esfuerzos,
completó su idea mamá, aunque yo no entendía nada, menos con chupetín
arrebatado…
Griselda
y yo recordamos la historia muchas veces cuando mami ya no estuvo físicamente,
porque a un médico irresponsable se le ocurrió escribir la peor “poesía” al
dolor, nacida de un error imperdonable.
Aprendí
aquel día de hace tanto, que bien puede la poesía crecer sobre huellas de barro
congelado, o sobre terrones de polvo transpirados aunque termine dando
vueltas carnero en algún cajón inexplorado… Aprendí que el desconocimiento de
las reglas ortográficas no es obstáculo facilitador de que el corazón
quede encriptado.
Como
te dije antes, esta tarde recuerdo y de paso confieso, también acabo de
perdonar para siempre a Palmira.
PÁGINA 24 – POESIA
AMERICANA
ANTONIO
PRECIADO BEDOYA
(Esmeraldas-Ecuador)
HALLAZGO
Hoy
saqué de la arena
un
hueso que me ha pertenecido,
porque
tiene una señal de sangre
idéntica
a mí mismo,
y
el horrible dolor que me he palpado
en
este mismo sitio.
Además,
es
del mismo metal
que
en una uña de mamá he sorprendido.
Pues
bien,
me
haré una flauta, .
compondré
una canción a mi asesino,
y
la saldré a tocar todas las lunas
a
lo largo de todos los caminos.
ALEJANDRO DELGADO
(Morelia-Michoacán-México)
ELEGÍA DE LA AUSENCIA
hay en toda ausencia
un gemido oscuro de
los relojes
el silencio oblicuo
de las canteras
la calle abandonada
en una jaula de huellas
en la ausencia
se amotinan las
sombras contra la ventana
el claroscuro mete su
grito entre sábanas
y los nudos jadean el
poder del silencio
y el péndulo diciendo
cómo los sueños
son los candados para
el alma
CARLOS LUIS IBÁÑEZ
TORRES
(Pamplona-Colombia)
LO
COTIDIANO
Alzo los ojos,
no hay nada, silencio sobre
la rama sobre la rama quebrada
Octavio Paz
Las palabras vanas
que llueven sobre el cuerpo
van empapando el alma
hasta hacer de la vida una zanja
donde se empoza la realidad.
Y cuando el silencio nos saca a flote,
el aguacero de los años
nos lava con la muerte.
ELVIRA
ALEJANDRA QUINTEROS
(Cali-Colombia)
La
llegada de la noche
A solas espero la llegada
de la noche. Espero que sea oscura y se me entregue sin devolverme las
preguntas, sin dejarme aterrada como el día.
El horizonte se agita por encima de los techos instaurando sus banderas
—Gritos nuevos de cada tarde, agonizantes pájaros perdidos sobre las altas torres—.
Como ellos añoro el abrigo tanto como el vuelo
Y al filo del sol
Estiro las alas cuando contemplo el abismo donde nacen al igual que el canto las palabras
Merced a los vientos que vuelven otra vez con la misma pregunta.
Tras de mí adivino el silencio al que se van entregando los recintos
Esa manera de estar quietos esperando la nada, nutriéndose con la polvorienta máscara, defendiéndose del hastío.
Tras de mí el tiempo asesina con envidiable dulzura el esplendor de los espejos, y enciende faros donde van a estrellarse los murciélagos
Andenes donde el frío extravía los pasos y los besos
Campanas que anuncian misas y jolgorios dispersos
Tras de mí el tiempo enciende una tras otra débiles bombillas en uno y otro cuchitril sobre la estridente voz de las polillas de los sótanos.
Tras de mí los rincones y las cosas son una misma masa que susurra a mis espaldas, golpeando en mi hombro como un viejo amigo.
Yo voy desanudando pensamientos
Restaurando las huellas que el silencio ha dejado una y otra vez bajo el incontenible carrusel de las palabras
Y como al vuelo
Como al abrigo
Amo las paredes vacías donde el recuerdo dibuja antiguas sombras
Donde el sueño inventa sueños que no conoce todavía.
Afuera el mundo repite la luna de hace veintiocho noches rumbo al centro de la oscuridad donde nacen todos los presagios.
Una mujer enciende veladoras lanzando abecedarios sin rima, moralejas que le dejó la tarde en el umbral de la sonrisa.
La noche me cuenta que no han muerto mis fantasmas
Aún recorren los lugares del cuarto y me saludan desde un vidrio
Se posan en las lámparas y conversan entre ellos
Aún les temo.
El horizonte se agita por encima de los techos instaurando sus banderas
—Gritos nuevos de cada tarde, agonizantes pájaros perdidos sobre las altas torres—.
Como ellos añoro el abrigo tanto como el vuelo
Y al filo del sol
Estiro las alas cuando contemplo el abismo donde nacen al igual que el canto las palabras
Merced a los vientos que vuelven otra vez con la misma pregunta.
Tras de mí adivino el silencio al que se van entregando los recintos
Esa manera de estar quietos esperando la nada, nutriéndose con la polvorienta máscara, defendiéndose del hastío.
Tras de mí el tiempo asesina con envidiable dulzura el esplendor de los espejos, y enciende faros donde van a estrellarse los murciélagos
Andenes donde el frío extravía los pasos y los besos
Campanas que anuncian misas y jolgorios dispersos
Tras de mí el tiempo enciende una tras otra débiles bombillas en uno y otro cuchitril sobre la estridente voz de las polillas de los sótanos.
Tras de mí los rincones y las cosas son una misma masa que susurra a mis espaldas, golpeando en mi hombro como un viejo amigo.
Yo voy desanudando pensamientos
Restaurando las huellas que el silencio ha dejado una y otra vez bajo el incontenible carrusel de las palabras
Y como al vuelo
Como al abrigo
Amo las paredes vacías donde el recuerdo dibuja antiguas sombras
Donde el sueño inventa sueños que no conoce todavía.
Afuera el mundo repite la luna de hace veintiocho noches rumbo al centro de la oscuridad donde nacen todos los presagios.
Una mujer enciende veladoras lanzando abecedarios sin rima, moralejas que le dejó la tarde en el umbral de la sonrisa.
La noche me cuenta que no han muerto mis fantasmas
Aún recorren los lugares del cuarto y me saludan desde un vidrio
Se posan en las lámparas y conversan entre ellos
Aún les temo.
LILIAN VIACAVA
(Montevideo-Uruguay)
ALTIVA FRENTE AL MAR
De tantas cosas que tuve,
andando de rodillas por el mundo,
aquí, desnudo,
no tengo más que el duro mediodía
del mar, y una campana
EL MAR Jorge Luis Borges
De tantas cosas que tuve
son muchas las que
perduran,
otras se las llevó el
mar
en tiernas noches de
luna…
Noches de besos y
embrujos
traicioneros como
espadas
que se clavan en mi
esencia
donde mora la
añoranza…
Triunfante ante
el infortunio
andando de rodillas por el mundo
augusta ¡con la
frente en alto!
Me mantengo firme
delante del vulgo.
Sobre el mar se
escribe la historia
de caracolas que
traen los cantos
de las profundidades
en que la memoria
nos trae las noches
que nos adoramos…
Aquí desnudo en
el destello de los años
que fueron
pasando raudos…
¡No tengo mas que el duro mediodía!
En que sigo llorando
desengaños.
Y sigo evocando los
sonidos
del mar y una campana
los que entonan los
recuerdos míos
mientras mi frente
permanece en alto.
PÁGINA 25 – CUENTO
EDUARDO
FRANCISCO COIRO
(Temperley-Buenos
Aires-Argentina)
EL
TÍO EN SU NUBE
Una
nube de polvillo por el aire de la habitación. Esa era la imagen más antigua
que el hombre -que entonces era un niño- tenía de su tío.
Su
tío había salido de darse una ducha. Había colocado una toalla sobre la cama y
se había sentado a rociar de talco sus genitales. Sacudía el envase cilíndrico
con una energía demencial dejando al aire una nube de polvo que no deja de
expandirse en el recuerdo.
La
pensión se llamaba "La Esperanza" y su tío con las bolas bien revestidas
en talco estrenaba a sus 40 años una nueva soltería. Esa noche iba al
club Sportivo Alsina, donde actuabanSandro y Los de Fuego; porque las mujeres
de Lanús “son mucho más que un fuego”, apenas dicho esto no paró de reír con su
risa contagiosa de la genialidad de su ocurrencia.
Años
después su tío repetirá una y otra vez la historia de como llegó a esa pensión
sólo con lo puesto: Al volver de su trabajo en la fábrica encontró a su primera
mujer en la cama con un tipo arriba “entrando y saliendo… entrando y saliendo”.
No lo vieron, volvió sigiloso sobre sus pasos llevándose el juego de llaves que
ella había dejado sobre el bargueño. Entonces echo llave a la puerta de calle
para que se queden allí encerrados para siempre o tengan que saltar el tapial
del fondo y salir de manera indecorosa por la casa del vecino.
El
tío tenía esa especie de desapego, no le importo nada de lo que había en su
casa, si su mujer no sería más su mujer no quiso llevarse ni un par de medias.
A
lo largo de los años aquella imagen iba a permanecer como un interrogante a
descifrar. Un tío despreocupado y alegre, rociando de talco sus testículos para
salir a buscar una nueva mujer a pocos días de haber perdido hasta sus ropas.
Como
lo demostró obstinadamente una y otra vez en su larga vida, no quería estar
solo. Su tío necesitaba una mujer o la ilusión de una mujer para vivir.
PÁGINA 26 – ENSAYO
SUSANA LANG
(La Garma-Buenos Aires-Argentina)
(La Garma-Buenos Aires-Argentina)
LA POESÍA ¿SE CORRIGE?
«El que un hombre sea o no un gran poeta,
dijo EZRA POUND, escapa a su dominio; acaso su calidad de poeta provenga del
rayo del cielo, del ‘fuego de los dioses’, o como quiera uno llamarlo. Pero el
instrumento que ha de registrar ese rayo está a su cargo; es culpa suya si no
resulta un buen artista y, más aún, un artista impecable.»
Es cierto que todo poema aspira a ser una
entidad que se baste a sí misma, pero El escritor es para el poema un operador
de la lengua. Entonces ¿qué es lo que puede hacer? Puede hacer que los
significados se disparen en múltiples direcciones transformando al texto en
expresión polifónica, puede hacer que El verdadero contenido pase a ser la
tensión entre las fuerzas formales que dislocan la correspondencia entre el
signo y lo designado; puede buscar un lenguaje sin objeto comunicante o bien,
como dijo Diderot “ trabajar un habla emblemática, un tejido Jeroglífico donde
las fuerzas sonoras impresionan más profundamente que las ideas.
Todo esto lleva a una ampliación del
concepto de la belleza del poema. De esta manera cambia el «nombrar» de las
cosas; y el lenguaje pasa a provocar, a subyugar al objeto haciéndolo único e
irrepetible.
Góngora fue el primero en descubrir que
la creación no se debía medir con la realidad sino consigo misma, de ahí el
énfasis puesto en la fuerza transformadora que crea imágenes con valor de mito.
Esta fuerza transformadora es la que dio en llamar «fantasía metafórica». La
diferencia respecto a toda lírica anterior es que el equilibrio entre contenido
y modo de expresión se rompe para dar la técnica su máximo poder quitándoselo a
las musas.
Fácil sería demostrar la afirmación de
Benn «La inspiración no guía sino que desorienta si pensáramos que toda
creación poética nace o debería nacer de un profundo silencio... De no ser así
todo ese juego de libertades formales se transformaría en un completo caos. Es
por eso que a los poetas, sobre todo después de Mallarmé, les gusta hablar de
álgebra, de laboratorio de operaciones. El poeta de este siglo es un pensador.
Eliot ya veía en el acto poético un trabajo de precisión que lleva consigo
obligaciones parecidas a la construcción de una máquina o el torneado de la
pata de una mesa. Y Para Valery escribir poesía equivalía a ensayar las
combinaciones entre zonas de significados intercambiable y de distintos efectos
sonoros hasta hallar aquella única combinación que posee la imprescindibilidad
de una fórmula matemática.
En dos palabras: es el LENGUAJE elevado a
su máxima expresión la piedra fundamental de la poesía contemporánea. A veces
Un lenguaje desnudo, sin poder comunicante... que encuentra al poeta y con él
se debate porque sólo el lenguaje puede salvarlo. Un lenguaje que ha de
diferenciarse de la prosa y digno de personas capaces de entenderlo”. Y es La
existencia de este lenguaje único, razón por demás valedera para luchar con
garras y dientes a fin de no ser devorados por la amorfa mediocridad imperante
en estas décadas.
Pero los poetas estamos solos,
ensordecidos frente a las enorme garganta informativa de radios, periódicos y
video clips, saturados de color, imágenes y asombro ante las pantallas de
video, mudos frente al bullicio de la ciudad y hartos de impaciencia _una
impaciencia tal que nos impide gozar del silencio imprescindible para poder
comulgar con un poema.
Tal vez sea por esta falta de ojos y oídos
que este lenguaje sea aun rotulado de críptico o ilógico, cargados de rupturas
e incongruencias.
Tampoco creo como en el caso de Freud,
que la poesía sea fruto del fluir de “oscuras visiones primigenias” para las
que el poeta es un médium (teoría que dejó profundas secuelas en los
surrealistas. El poeta debe poner orden al caos inspirador elaborando,
relacionando, construyendo.
Muchas veces nos ponen como contrapartida
a los poetas malditos, seres atormentados, consumidos por el Opio, el alcohol,
la locura y las pasiones. Es cierto que nos legaron una obra escrita con las
entrañas pero en el otro extremo estaba el talento lacerado y brillante, la
genialidad. ¿Somos nosotros geniales? En nuestro país el coletazo de ese
huracán que fueron los poetas malditos hizo sus estragos respectivos en algunas
generaciones de poetas y escritores... Así muchos se lanzaron a la noche.
Algunos con talento, otros con mucho caradurismo y excelente hígado se
etiquetaron como poetas Pero ojo: A pesar de todo, este poeta maldito es
preferible a muchos otros poetas potables, ganadores de premios, que no cometen
faltas ni excesos de ningún tipo.... para quienes la poesía actual sigue siendo
rara y oscura, para ellos la poesía está en arcaicos poemas de sílabas contadas
o en el poema prolijito y de autoayuda. Eso tampoco sirve
Entonces ¿qué hacer?
A escribir se aprende escribiendo y,
sobre todo, leyendo, viendo procedimientos de otros poetas, para ir
descubriendo los propios.
De las cartas de Flaubert A Louise
Colet.1852. leo (...) Llevo siete días en estas correcciones, tengo los nervios
de punta, me apresuro y habría que hacer esto lentamente; descubrir en todas
las frases ,palabras que cambiar, consonancias que eliminar, etc., es un
trabajo árido, largo y en el fondo humillante . A ti no te llevaré nada; no te
enseñaré ni una línea hasta que esté completamente terminado, por muchas ganas
que tenga de hacer lo contrario (...)
Soy como un hombre que tocara el piano
con balas de plomo en cada falange. Pero cuando haga dedos, quizá resulte algo
bueno. Creo que lo que hacemos no es para nosotros, sino para los demás; el
arte no tiene nada que ver con el artista ni con lo que siente. La pasión no
hace versos y cuanto más personal sea más floja será. No juzgues mi rigidez.
Nada se consigue sin esfuerzo. Todo tiene su sacrificio. La perla es una
enfermedad de la ostra y el estilo quizá el derrame de un dolor más profundo. .
¡No!, «no toda mi felicidad está en mi trabajo, y planeo poco en alas de la
inspiración». Al contrario Mi trabajo es mi tormento, me rasco hasta hacerme
sangre. Esta voluntad que me llena no impide los desánimos ni los cansancios.
Me pregunto ¿tenemos nosotros esa
voluntad? Acaso sin ella podríamos llegar aunque más no sea al tobillo de
Flaubert?
Ah, pero me hablás de un narrador…. Dirán
Uds. Bueno Vayamos en busca de un poeta: el gran poeta francés Paul Valéry dijo
que el estado de inspiración no es el estado conveniente para escribir un poema
Y lo mismo, García Lorca quien expresó:
El poeta que va a hacer un poema (lo sé
por experiencia propia) tiene la sensación vaga de que va a una cacería
nocturna en un bosque lejanísimo. Un miedo inexplicable rumorea en el corazón.
Para serenarse, siempre es conveniente beber un vaso de agua fresca
Hay que salir. Y este es el momento
peligroso para el poeta. El poeta debe llevar un plano de los sitios que va a
recorrer y debe estar sereno frente a las mil bellezas y las mil fealdades
disfrazadas de belleza que han de pasar ante sus ojos. El poeta debe ir a su
cacería limpio y sereno Debe tapar sus oídos como Ulises frente a las sirenas,
y debe lanzar sus flechas sobre las metáforas falsas y mantenerse firme contra
los espejismos sin orden o ni belleza... que le irán sin duda acompañando. Haya
veces que tendrá que dar grandes gritos en la soledad poética para ahuyentar
los espíritus fáciles que quieren llevarnos a los halagos populares. Momento
peligroso si el poeta se entrega, porque como lo haga, no podrá nunca levantar
su obra. . El estado de inspiración es un estado de recogimiento, pero no de
dinamismo creador. Hay que reposar la visión del concepto para que se
clarifique. No creo que ningún gran artista trabaje en estado de fiebre... La
inspiración da la imagen, pero no el vestido. Y para vestirla hay que observar
ecuánimemente y sin apasionamiento peligroso la calidad y sonoridad de la
palabra...
De una forma mucho más simple el alemán
Benn de alguna manera lo resume con esta frase: Enfrentarse a un poema es para
el autor como domar un león. Yo me pregunto ¿quienes están dispuestos a asumir
ese riesgo? A asumir que no somos tan perfectos, que lo que sentimos es
importante para nosotros pero no lo es para el poema como obra de arte,… asumir
que hay que tirar mucho… ¿Cuántas fotos les salen bien de un rollo de 36?
Cuántas deben descartar’ ¿de los últimos 36 poemas escritos ¿Cuántos
descartaron? ¡Seamos francos! Tenemos un amor desmesurado hacia nosotros mismos
y muy poco amor y muy poco respeto hacia la palabra o la poesía.
Edgar Bayley bien dijo La poesía no es
lamento, confidencia, no es lo que a mí me pasa o les pasa a los Otros. Todo
eso son materiales posibles -no los únicos- para la experiencia de la poesía.
En la mera inspiración –refuerza Marcelo
Di Marco, que muchos endiosan- la imaginación se parece a la correntada de un
río: a veces será más o menos caudalosa, pero siempre traerá en sus aguas tanto
oro como desechos. Y aquí interviene la fábrica del poeta. En ésta, la segunda
etapa, aparecen todos los trucos, las herramientas y los procedimientos que nos
permiten ejercer cierto control sobre nosotros mismos para poder dedicarnos de
lleno al poema, dentro de su territorio que es el lenguaje.
Pero eso tiene remedio LA POESÍA SE
CORRIGE. Tomando no sólo los consejos de Marcelo Di Marco, sino todos los que
pude hallar en libros, manuales, revistas, charlas... más mi experiencia
personal pude armar este «coktel». ¿Qué es lo que tendríamos que hacer?
• Volcar las cosas como son, sin pensar….
escribir con el pellejo, con el corazón pero después … Ya que somos capaces de
Mirar el mundo de una manera diferente , tomarnos el trabajo de decirlo de una
manera diferente
• Lo importante no es lo que está dicho
sino cómo está dicho. No hay grandes temas como no hay temas pequeños. El poeta
español Pedro Salinas consideraba, por ejemplo «premisa indispensable
mantenerse lo más alejado posible de objetos y temas ya que sólo así el
movimiento creador del lenguaje podía desenvolverse». Pero si queremos hacer
caso a Dylan Thomas : habría que usar mucho detalle en lo temas nimios y tratar
con muchísima sobriedad y muy pocas palabras los grandes temas
• ¿Y el YO? ¿Realmente creen que somos
tan importantes? Para escribir poesía hay que atravesar la realidad. Tal vez
usarnos como excusa pero el lector de poesía busca en nuestros libros: poemas,
palabras ¡No nuestra biografía! …Es cierto algunos lo hacen, pero a esos es
mejor perderlos por el camino o sugerirles que compren la Hola o se dediquen a
la psicología. Nosotros los poetas somos trabajadores de la palabra, no
streapers a los que nos encanta mostrar la cruda desnudez de nuestras almas. ….
Ya sé que hay quienes lo hacen…yo les pregunto ¿son poetas?
• Ser uno mismo y dar por tierra lo
preconcebido, esa forma culturosa que nos metieron el la cabeza en la escuela.
No existe una manera CORRECTA de escribir un poema. Existe una manera única y
es tarea del poeta DESCUBRIRLA, ELABORARLA con responsabilidad para que pueda
ser lo que pedía Joyce: la configuración .de lo intelectual y de lo emocional
con un fin estético. Pero sobre todo la poesía es un acto de conocimiento, de
búsqueda interna, de contemplación, de indagación profunda Lejos está de
versitos para la feliz quinceañera o el homenaje al empleado fiel ¡Eso es prosa
versificada! ¡Eso es prostituir la poesía!
• Evitar el lugar común, adjetivos que no
dan vida (pensar en adjetivos insólitos o en aquellos que aporten algo que el
lector no sabe o no imagina… ¿qué sentido tiene poner noche oscura o luna
plateada?) Hay que suprimir perífrasis rebuscadas, repeticiones conceptos
redundantes, palabras con «prestigio poético» (por ejemplo: aurora, luna,
pétalo, nieve, niña, crepúsculo, rocío, etc.
• Procurar síntesis o sea : suprimir,
podar, podar, podar, podar
• Tener siempre en cuenta el contexto
• Buscar un remate acabado pero no “moño”
, ni explicación , ni moraleja
• Releer en voz alta para Atender a la
música del poema, ¿hay rimas internas?, cacofonías, ¿faltan o sobran sílabas
(aún sin contarlas, no estamos hablando de métrica sino del aspecto rítmico del
poema
• Revisar La puntuación ¿usaremos la
tradicional o nos desprenderemos de ella? Si es así demos a leer el poema a
otro para ver si la disposición espacial ayuda para que el otro lo lea como yo
quiero escucharlo Pensemos ¿por qué bajar este o aquel verso? Por qué darle + o
– espaciado ¿tomaremos elementos de la concreta? ¿Cuál será su lugar en la
página? ¿con qué tipografía? ¿Y las mayúsculas?
• Aprovechar las posibilidades que ofrece
el título como parte integrante del poema para que Invite a la lectura y le
agregue algo
• Enriquecer el texto utilizando los
recursos estilísticos… para eso están
• Forzar al lenguaje a ir más allá, más
allá, más allá, más allá, hasta que pueda decir lo indecible, comunicar lo
incomunicable, ESA ES LA ESENCIA DE LA POESÍA
Y reconocer que no somos perfectos, por
lo tanto no lo es tampoco nuestra obra. Podemos equivocarnos, podemos cometer
errores y PODEMOS CORREGIRLOS
Me pregunto: ¿Podremos redimirnos gracias
a la voluntad de ser mejores? Particularmente coincido con lo que afirmó en una
oportunidad Ezra Pound: es una vergüenza que la obra de un hombre no muestre un
progreso creciente y una mayor perfección de principio a fin, porque la
maestría en el arte es obra de toda una vida.
PÁGINA 27 – CUENTO
PATRICIA SUÁREZ
(Barracas-Buenos Aires-Argentina)
EL ARCA DE NOÉ
La historia más linda de la Biblia ilustrada para
niños que me lee mi madre es la de Noé. Tengo cuatro, cinco años, tal vez y
ella me lee. Después ya no me leerá más, porque viene al mundo mi hermana y mi
madre está muy cansada. Mientras tanto, estoy echada en la cama con un piyama
de payasitos y ella va un poco leyendo y un poco contando. Porque las madres
leen así, sacando los ojos de las líneas impresas para mirar los de sus hijos y
ahí, en general, es cuando se hace el lío.
Noé es un tipo fantástico. Dios le habló y le dijo
que tenía un ataque de rabia, porque los hombres no son como El quiere que sean
y además son todos unos ingratos que ni siquiera le dan los buenos días. Por
eso, Dios va a provocar un diluvio universal. Una lluvia que no cese, como
sucede a veces en febrero y yo lo veré desde la barranca del Paraná a los once
o doce años, la lluvia y un caudal de río inmenso, cargado de camalotes y a
veces, en los camalotales, trae animales vivos o muertos del norte, donde
empezó la crecida. Una vez, llegó un tigre encima de los camalotes. Otra vez un
lagarto. Y dicen, que una vez una señora desmayada o muerta, con los hijitos.
Acá a Dios no le tiembla el pulso para inundar la tierra y si no fuera porque
es bueno creer en Dios, según mi madre, pensaríamos que Dios es malo. Le
sugiere a Noé que construya un Arca, para navegar por la tierra inundada. Le
dice Arca y no Barca, ¿por qué Dios no le dice barca si es para navegar sobre
las aguas? ¿Se saltea una letra? ¿Habla Dios, como dice mi madre que habla mi
tía, con una papa en la boca?
Noé, ni lerdo ni perezoso, fabrica un arca - y
"éste es un cuento cierto", aclara ella, "porque el Arca quedó
estacionada en el Monte Ararat, en Armenia, de donde es el marido de tu
tía"- y mete a todos los animales del planeta de a dos en dos para
salvarlos. Los hijos ayudan a Noé en la tarea, a regañadientes, porque eran un
poco haraganes. Se llamaban Sem, Cam y Jafet, y Jafet era negro y hacía renegar
mucho a Noé. No era chistoso, lo hacía renegar siempre. Y un día Noé se enoja
tanto con Jafet que le echa una maldición. Una maldición es cuando le deseás lo
peor a una persona y se lo decís a los gritos o apretando los dientes, explica
mi madre, y tenés toda la intención de que se cumpla. Asiento y así me entero
qué es una maldición. Noé le dice a su hijo Jafet: "A vos y a todos tus
hijos les va a ir mal en la vida, y todos tus hijos van a ser negros".
Acá mi madre y yo hacemos silencio.
Pero mientras hacemos silencio, Noé y sus hijos
siguen cargando animales en el Arca. Dos elefantes, dos rinocerontes, macho y
hembra, dos leones, dos papagayos, dos hámsters (esos ratones de Siria que no
me dejan tener), dos perros pekineses como los de la vecina del 2do piso que se
queja cuando bailo el twist. Yo pienso que eso debe ser una asquerosidad. Mi
madre, que no me deja tener ni una mascota en casa, porque dice que ensucian,
no puede estar de acuerdo con la idea de Noé. ¿Quién limpiaba la Barca?
La esposa de Noé y las esposas de los hijos.
Jafet, será el padre de los negros africanos,
explica ella, y Sem el padre de los semitas, es decir, los judíos. Porque
nosotros somos judíos, aunque mi madre no me lo quiere admitir porque está
peleada con su padre, mi abuelo. Cuando lo admita, habrán pasado veinte años. Y
Cam, será el antecesor de los camitas.
¿Quiénes son los camitas?
No tiene ni idea de quiénes vienen a ser lo camitas
y apretada por mí contesta:
Bueno, los alemanes deben ser.
¿La esposa del hijo negro era negra también?
No, era blanca, pero se volvió negra después,
contesta mi madre al cabo de unos segundos. Es que la negrura se contagia a
veces. Pero en la Biblia se refiere a la maldad, dice poco convencida. Más
adelante, a los seis, los siete años, cuando vaya a la escuela, tendré una
compañera negra: su nombre es Luz Marina, usa anteojos gruesos y andando el
tiempo se convertirá en dibujante. Pero es negra, por eso conservaré en el aula
y en los recreos la distancia física, por miedo a que se me pegue el color de
la piel. Parece que si uno es negro, en la Argentina no lo pasa muy bien. Por
eso hay tan pocos negros en la Argentina, porque lo pasan mal. Mi padre dice
que lo de la Libertad de Vientres de la Asamblea del Año 13 es un poco otro
cuento, porque por más que eran libres nadie les daba trabajo, y si no
trabajaban, no comían. Así que se conchababan en el ejército y los mandaron a
todos los negros argentinos a la Guerra del Paraguay, como carne de cañón.
Cuando entiendo eso tengo doce, trece años, y mi padre es sabelotodo de la
familia, mi padre sabe tanto como Dios.
El único negro rico, es el Rey Mago Baltazar. Hasta
los parientes judíos de mi madre le rinden culto, porque le hicieron una
promesa: que cure la pierna enferma de la esposa correntina de mi tío judío y
como se la curó, hacen fiestas y bailes todos los 6 de enero, en el campo, en
un lugar que se llama Oliveros y donde hay además un manicomio grande como una
ciudad.
Noé y su familia navegan mucho tiempo y la tierra,
todo, los árboles, los sicomoros - en la Biblia ilustrada aparece la palabra
sicomoro- , todo perece bajo el agua. Pasan muchos días y la comida empieza a
escasear en el Arca; Noé está muy preocupado. Las fieras pueden comerse a los
animales inocentes en un ataque de hambre y los inocentes pueden picotearse
entre sí, arrancarse las plumas de desesperación; esas cosas que provocan los
ataques de hambre. Noé tiene una idea: por un ojo de buey manda a volar a un
cuervo. Le dice: Vuelve con buenas noticias, de sitios adonde haya bajado el
agua y podamos anclar. El cuervo se marcha y no regresa jamás.
Estaba harto del Arca.
El cuervo se marcha y no regresa jamás. Por aquel
tiempo el cuervo era blanco. Pero como no volvió a traer noticias, Noé montó en
cólera y lo maldijo para que se convierta en negro. Por eso el cuervo es negro
hasta el día de hoy.
Era la única maldición que le salía bien.
Después, envió una paloma. La paloma también era
muy blanca y espumosa. Voló, voló y al tiempo volvió con una ramita de
hierbabuena en el pico. Había encontrado tierra.
La paloma continuó siendo blanca.
Dios, reconciliado con el hombre, extendió en el
cielo su arco iris, en señal de paz.
Noé bajó en el Monte Ararat y así se repobló la
tierra. Con los hijos de los hijos de Sem, Cam y Jafet.
Mi madre cierra el libro y está por darme un beso
en la frente.
¿Dios no se arrepintió? ¿Hizo semejante daño y no
se arrepintió?
No, responde ella.
Noé lo habrá maldecido también.
Noé lo amaba porque era Dios.
Pero lo habrá maldecido también. Lo hizo pasar por
estúpido.
Era un mandato de Dios que construyera el Arca y
Noé debía obedecerlo.
Lo habrá maldecido, seguro que sí. Y seguro que
ahora Dios es negro.
Mi madre se marcha.
Le grito desde mi cuarto:
¡Dios es negro, mamá! Date cuenta: ¡es negro!
PÁGINA 28 – CUENTO
JAVIER
ÚBEDA IBÁÑEZ
(Zaragoza-España)
TARDE DE LLUVIA
Llovía, desesperadamente. Caían cantos de un cielo negro que rugía estrepitosamente. El ruido era ensordecedor. La calle, agotada de tanta agua, estaba desierta. Yo no llevaba paraguas, ya que antes de salir de casa el sol lucía de manera cegadora. Tenía una cita, que acababa de ser anulada mediante un escueto mensaje en el móvil: “Lo siento, lo dejamos para otro día. Te llamo”.
Me
cobijé debajo de un portal durante una larga y eterna hora. El agua descendía
cada vez con más rabia, chocaba contra el suelo como castigándolo. Las gotas de
lluvia parecían cuchillos afilados. Me daba miedo salir y que se me clavara
una. ¿Qué estará pasando por ahí arriba, para que se desencadenara una tormenta
así?, pensé.
Desde
mi refugio podía ver la panorámica de los edificios, las luces de las ventanas,
a la gente resguardada en su casa, tranquila. Apenas pasaban coches. Estaba
completamente empapada y tenía frío. Comencé a tiritar. “Deja pensar y actúa”,
me dije. La lluvia no tenía intención de cesar. “Actúa, actúa…”, me repetí para
mí misma, y entonces empecé a correr, sorteando la impetuosidad de la tormenta
como podía. Me metí en el primer bar abierto que vi.
Me
quedé quieta en la entrada, observándolo todo. No sabía qué hacer, hacia dónde
dirigirme. Desde la barra, un hombre bastante alto, robusto, de unos cincuenta
años, de labios densos y bigote cuidado me escudriñaba con interés. Yo seguía
quieta. Levanté primero una pierna, luego la otra. Sí, me podía mover, no me
había quedado pegada. El hombre, tras la barra del bar, seguía estudiándome con
unos ojos de un azul muy intenso, casi eléctrico. Cada vez que fijaba en mí su
mirada me volcaba un pedazo de mar encima. Si en esos momentos hubiera
sobrevolado una gaviota por encima de su afeitada cabeza, me hubiera sentado a
escuchar el murmullo de las olas al chocar entre sí. Con una voz suave, que no
se correspondía con su envergadura corporal, se dirigió a mí:
-¡Menuda
lluvia! ¡Le ha caído la mitad a usted encima!
-Sí
-asentí resignada.
-Pase,
pase y séquese, se va a enfriar. En el lavabo tiene usted un secador. Eso hice:
pasé y me sequé.
-¿Me
pone un café con leche bien calentito, por favor? –pedí nada más haberme
secado.
-Enseguida.
Siéntese, que ahora se lo llevo a su mesa.
-Gracias.
Apenas
me había fijado en el interior del bar. Eché un rápido vistazo; la decoración
era realmente acogedora. Se trataba de una sala bastante amplia, en la que
predominaban el blanco y el verde. En blanco, los sillones; en verde las mesas.
Se asemejaba a un salón de cualquier casa. De una de las paredes colgaba una
exposición de fotografías; y en la misma pared, justo encima de las mesas,
podíamos ver imitaciones de famosos cuadros de arte contemporáneo.
La
luz, perfectamente distribuida por toda la sala, completaba ese ambiente
familiar. En una de las esquinas descansaba un espléndido piano, y a su lado,
un pequeño escenario. Como sonámbula me dirigí hacia el piano. Me senté y me
puse a tocar. Unos aplausos me hicieron reaccionar.
-Ha
parado de llover -me dijo esa voz que era suave como la seda.
Me
giré, lo vi y me enamoré al instante. Sin mediar palabras -no hacían falta-, se
acercó y me besó.
Ha
pasado ya una década de aquella tarde de lluvia. Todos los años celebramos
nuestro aniversario en su bar, llueva o no.
PÁGINA 29 – POESÍA EUROPEA
ISABEL REZMO
(Úbeda-España)
ALEJAMIENTO
Aleja el vaho en su sonido,
inmensamente torpe como la vida
en su ramaje, en su placidez de escarcha.
Se aleja entre mares rocosos,
entre la frialdad de una pestaña,
y en el cuerpo inerte de las rosas,
deja un sendero de roces.
Cuerpo...cuerpo, ronquido superfluo
entre las notas y las dunas.
El mar se está callando en los sonidos
y el alma es un álbum de cromos
donde luchar los segundos.
Entre azul lo pones
y en el rojo lo quitas.
¡Ay el alma como se agita
en el frasco de formol
de las olas!
y la muchacha duerme en paralelo
a la meditación, o la piel.
Suspiros en torpes azucenas
y la violación es un hecho consumado de las batallas.
inmensamente torpe como la vida
en su ramaje, en su placidez de escarcha.
Se aleja entre mares rocosos,
entre la frialdad de una pestaña,
y en el cuerpo inerte de las rosas,
deja un sendero de roces.
Cuerpo...cuerpo, ronquido superfluo
entre las notas y las dunas.
El mar se está callando en los sonidos
y el alma es un álbum de cromos
donde luchar los segundos.
Entre azul lo pones
y en el rojo lo quitas.
¡Ay el alma como se agita
en el frasco de formol
de las olas!
y la muchacha duerme en paralelo
a la meditación, o la piel.
Suspiros en torpes azucenas
y la violación es un hecho consumado de las batallas.
SERGIO BORAO LLOP
(Zaragoza-España)
CANTAMOS
Sostendré esta canción hasta que la
verdad
me derrote y me cierre los labios.
"Cantores" Gabriel Sopeña
Cantamos porque la vida lo precisa.
Porque al mágico influjo de la música
las piedras del camino devienen
girasoles,
porque al cantar se cauterizan las
heridas
y nace entre las manos una espiga
que eleva su estatura hacia el sonido
que fluye interminable, que germina
y se expande como un polen de
promesas
por la extensión sin límite del
cielo.
Cantamos porque el canto es
necesario.
Porque en alguna parte, alguien que
sufre,
necesita los versos, las notas que
tañemos,
los acordes que inventa nuestra lira.
(Pésimo conversador es el silencio,
hay que romper su círculo encantado
y lanzar hacia el viento las palabras
como un cauce perpetuo que no tiembla
ante el rugido atronador de sus
sicarios)
Cantamos nuestra dicha y nuestra
pena,
el pan que nuestras bocas alimenta
y el vino que nos roba la
consciencia.
El canto es una lucha que no ceja,
una herramienta contra las cadenas,
un estandarte imprescindible, una
luz plena
que no apagan las noches de derrota
ni el severo fluir de lágrimas
doradas.
Mi canto es una bandera de
horizontes,
una hoguera de manos enlazadas,
un coro de palomas que despiertan.
TANIA LIBERTAD
(Elche-España)
Pasa así fácil.
Como la luz que llena mis vacíos
dejando tu olor en mi cuello,
en mis segundos.
Ven y acuéstate en mi cama,
languidece en mi pecado
yo te absolveré de los tuyos.
Ultrajemos las virginidades y las
cofradías.
Seamos pirronistas
y no creamos más en las palabras
que dictan las carnes.
Para ser mar y fuego
bendecido por mis labios,
tierra y aire acariciado por tus
manos.
Juntarnos y ser uno.
Por encima de los racional
cegados por el rol animal
que nos ha tocado ser hoy,
limpios como la infidelidad
cuando fingimos ser esto y mas.
Vos para mi.
Yo para vos.
falacias adoradas por ambos
tatuando los nombres en las cobijas.
Para regresar con los pies descalzos
sobre el barro tibio de las
almohadas.
Para respirarnos
y recitar juntos la misma canción.
Yacer juntos en los mismos minutos,
entregarnos con cada bocado
mientras aplacamos el frío.
El calor.
Y reírnos de lo que pudimos haber
sido,
el árbol que crece, los frutos,
la lluvia. Las flores.
Todo y nada.
Vuelve a la cama,
te invoco nuevamente
aprovechémonos del capricho
pernicioso
de tenernos palpables y visibles.
Pasa así, fácil.
Entra en mi cuerpo, mi casa.
Mansión irresoluble de la melancolía
y de la euforia.
Pasa.
Que ya todo esta listo
para que nuestro jardín crezca.
SILVIA CUEVAS-MORALES
(Madrid-España)
Intuías que todo sería un desastre
pero te arrojaste al vacío de sus brazos,
y te perdiste en el sabor de sus besos.
pero te arrojaste al vacío de sus brazos,
y te perdiste en el sabor de sus besos.
Al poco tiempo comenzaron las burlas
pero no le hiciste caso,
era que no comprendías
su sofisticado “humor negro”.
pero no le hiciste caso,
era que no comprendías
su sofisticado “humor negro”.
Luego las críticas a tus amigas
a las que cada vez fuiste viendo menos.
Tampoco soportaba a tus padres,
ni a tus hermanos ni a tus abuelos.
a las que cada vez fuiste viendo menos.
Tampoco soportaba a tus padres,
ni a tus hermanos ni a tus abuelos.
Si antes te decía que eras linda
ahora no le gustaba lo que llevabas puesto.
Si te retrasabas en llegar a casa
se transformaba con los celos.
ahora no le gustaba lo que llevabas puesto.
Si te retrasabas en llegar a casa
se transformaba con los celos.
Cada día temías un desencuentro,
tu hogar se convirtió en jaula
y él, tan encantador de puertas afuera,
se convirtió en tu carcelero.
tu hogar se convirtió en jaula
y él, tan encantador de puertas afuera,
se convirtió en tu carcelero.
Cuando por fin te armaste de valor
fue demasiado tarde.
fue demasiado tarde.
Siete cuchilladas
impidieron tu vuelo.
impidieron tu vuelo.
EUGÉNIO DE SÁ
(Lisboa-Portugal)
PESCADOR
DE PORTUGAL
Que faina a tua, bravo pescador!
À rudeza dos sois e do suor,
Quando te banha o rosto a luz da lua,
Mostram-te, em cada ruga, essa nobreza
De quem sofre na vida mais vileza
Que a braveza do mar, bárbara e crua.
Que cruz a tua, triste pescador!
Que regras te impuseram o estertor
Num ‘mercado’ melhor, só para alguns?
Esqueceram-te os esforços e os riscos
Aqueles que ora te acenam com os iscos
De uns miseráveis euros, dos ‘comuns’.
Que dor a tua, pobre pescador!
Que farás dessa alma e desse amor
Ao deixares esse mar de Portugal?
Não te deixes morrer de inanição
Como morreu a tua embarcação
Não deixes que te façam tanto mal!
¡Que faena la tuya, valiente pescador!
En la rudeza
de los soles y el sudor,
cuando bañe
tu rostro la luz de la luna,
mostrando en
cada arruga, esta nobleza
de quien
sufre en la vida más vileza
que la
braveza del mar, bárbara y cruda.
¡Qué cruz la
tuya, triste pescador!
¡Qué reglas
te impusieron! estertor
de un
mercado mejor, solo para algunos
olvidados
los esfuerzos y los riesgos
aquellos que
ahora te invitan con el cebo
de
miserables euros, los “comunes”
¡Qué dolor
el tuyo, pobre pescador!
¿Qué harás
con esta alma y este amor?
¿Te
apartarás del mar de Portugal?
No te dejes
morir de inanición
como murió
tu propia embarcación
No permitas
que te hagan tanto mal
PÁGINA 30 – CUENTO INOLVIDABLE
Uruguay: 1920-2009
A IMAGEN Y SEMEJANZA
Era la última hormiga de la
caravana, y no pudo seguir la ruta de sus compañeras. Un terrón de azúcar había
resbalado desde lo alto, quebrándose en varios terroncitos. Uno de éstos le
interceptaba el paso. Por un instante la hormiga quedó inmóvil sobre el papel
color crema. Luego, sus patitas delanteras tantearon el terrón. Retrocedió,
después se detuvo. Tomando sus patas traseras como casi punto fijo de apoyo,
dio una vuelta alrededor de sí misma en el sentido de las agujas de un reloj.
Sólo entonces se acercó de nuevo. Las patas delanteras se estiraron, en un
primer intento de alzar el azúcar, pero fracasaron. Sin embargo, el rápido
movimiento hizo que el terrón quedara mejor situado para la operación de carga.
Esta vez la hormiga acometió lateralmente su objetivo, alzó el terrón y lo
sostuvo sobre su cabeza. Por un instante pareció vacilar, luego reinició el
viaje, con un andar bastante más lento que el que traía. Sus compañeras ya
estaban lejos, fuera del papel, cerca del zócalo. La hormiga se detuvo, exactamente
en el punto en que la superficie por la que marchaba, cambiaba de color. Las
seis patas hollaron una N mayúscula y oscura. Después de una momentánea
detención, terminó por atravesarla. Ahora la superficie era otra vez clara. De
pronto el terrón resbaló sobre el papel, partiéndose en dos. La hormiga hizo
entonces un recorrido que incluyó una detenida inspección de ambas porciones, y
eligió la mayor. Cargó con ella, y avanzó. En la ruta, hasta ese instante
libre, apareció una colilla aplastada. La bordeó lentamente, y cuando
reapareció al otro lado del pucho, la superficie se había vuelto nuevamente
oscura porque en ese instante el tránsito de la hormiga tenía lugar sobre una
A. Hubo una leve corriente de aire, como si alguien hubiera soplado. Hormiga y
carga rodaron. Ahora el terrón se desarmó por completo. La hormiga cayó sobre
sus patas y emprendió una enloquecida carrerita en círculo. Luego pareció
tranquilizarse. Fue hacia uno de los granos de azúcar que antes había formado
parte del medio terrón, pero no lo cargó. Cuando reinició su marcha no había
perdido la ruta. Pasó rápidamente sobre una D oscura, y al reingresar en la
zona clara, otro obstáculo la detuvo. Era un trocito de algo, un palito acaso
tres veces más grande que ella misma. Retrocedió, avanzó, tanteó el palito, se
quedó inmóvil durante unos segundos. Luego empezó la tarea de carga. Dos veces
se resbaló el palito, pero al final quedó bien afirmado, como una suerte de
mástil inclinado. Al pasar sobre el área de la segunda A oscura, el andar de la
hormiga era casi triunfal. Sin embargo, no había avanzado dos centímetros por
la superficie clara del papel, cuando algo o alguien movió aquella hoja y la
hormiga rodó, más o menos replegada sobre sí misma. Sólo pudo reincorporarse
cuando llegó a la madera del piso. A cinco centímetros estaba el palito. La
hormiga avanzó hasta él, esta vez con parsimonia, como midiendo cada séxtuple
paso. Así y todo, llegó hasta su objetivo, pero cuando estiraba las patas
delanteras, de nuevo corrió el aire y el palito rodó hasta detenerse diez
centímetros más allá, semicaído en una de las rendijas que separaban los
tablones del piso. Uno de los extremos, sin embargo, emergía hacia arriba. Para
la hormiga, semejante posición representó en cierto modo una facilidad, ya que
pudo hacer un rodeo a fin de intentar la operación desde un ángulo más
favorable. Al cabo de medio minuto, la faena estaba cumplida. La carga, otra
vez alzada, estaba ahora en una posición más cercana a la estricta
horizontalidad. La hormiga reinició la marcha, sin desviarse jamás de su ruta
hacia el zócalo. Las otras hormigas, con sus respectivos víveres, habían
desaparecido por algún invisible agujero. Sobre la madera, la hormiga avanzaba
más lentamente que sobre el papel. Un nudo, bastante rugoso de la tabla,
significó una demora de más de un minuto. El palito estuvo a punto de caer,
pero un particular vaivén del cuerpo de la hormiga aseguró su estabilidad. Dos
centímetros más y un golpe resonó. Un golpe aparentemente dado sobre el piso.
Al igual que las otras, esa tabla vibró y la hormiga dio un saltito
involuntario, en el curso del cual, perdió su carga. El palito quedó atravesado
en el tablón contiguo. El trabajo siguiente fue cruzar la hendidura, que en ese
punto era bastante profunda. La hormiga se acercó al borde, hizo un leve avance
erizado de alertas, pero aún así se precipitó en aquel abismo de centímetro y
medio. Le llevó varios segundos rehacerse, escalar el lado opuesto de la
hendidura y reaparecer en la superficie del siguiente tablón. Ahí estaba el
palito. La hormiga estuvo un rato junto a él, sin otro movimiento que un
intermitente temblor en las patas delanteras. Después llevó a cabo su quinta
operación de carga. El palito quedó horizontal, aunque algo oblicuo con
respecto al cuerpo de la hormiga. Esta hizo un movimiento brusco y entonces la
carga quedó mejor acomodada. A medio metro estaba el zócalo. La hormiga avanzó
en la antigua dirección, que en ese espacio casualmente se correspondía con la
veta. Ahora el paso era rápido, y el palito no parecía correr el menor riesgo
de derrumbe. A dos centímetros de su meta, la hormiga se detuvo, de nuevo
alertada. Entonces, de lo alto apareció un pulgar, un ancho dedo humano y
concienzudamente aplastó carga y hormiga.
PÁGINA 31-CUENTO
SILVIA SCHUJER
(Buenos Aires-Argentina)
EL MONUMENTO ENCANTADO
Era verano.
Cuando llegaron a la plaza las máximas autoridades con una corona de flores para rendir homenaje “al luchador incansable”, se encontraron con que el monumento ya estaba así: encantado (encantado de estar como estaba).
-¡Oh no! -dijo el primero de la comitiva señalando el monumento con su dedo índice. Y con mirada inteligente y febril ensayó esta importante declaración: “¡Qué barbaridad!”.
Los ojos de sus acompañantes apuntaron hacia el lugar señalado por el dedo, y las bocas se abrieron sorprendidas al comprobar que: de la punta de la espada del luchador incansable colgaba un toallón, a lunares; su cabeza estaba coronada por un sombrero de paja; las orejas, tapadas por los auriculares de un walkman; y su mano de agarrar la rienda sostenía también un tubo de bronceador.
Al observar además que: las patas delanteras del caballo (del caballo del monumento al luchador incansable) tenían ojotas en vez de herraduras y en el lugar de la montura, un flotador.
Horrorizadas, las máximas autoridades depositaron la corona donde estaba previsto. Pero decidieron de inmediato tomar cartas en el asunto (cartas de truco).
Primero, entonaron el himno. Enojadísimos.
Después, uno leyó un discurso. Aburridísimo.
Y por último, llamaron al guardián de la plaza para que diera explicaciones y el muy bribón se fue al mazo.
En menos de una hora las cámaras de televisión se hicieron presentes en el lugar de los hechos y empezaron a registrar estas imágenes:
1) alrededor del monumento encantado (encantado de conocerlos y de salir en televisión) se hacía un cordón de policías y bomberos que impedían el acceso al luchador incansable montado sobre su caballo;
2) las hamacas, toboganes y trapecios de la plaza estaban totalmente vacíos mientras que chicos y grandes se amontonaban a ver;
3) conforme se acercaba el mediodía, el calor empezaba a volverse insoportable y la fuente del parque apenas tiraba agua para mojar las cabezas de los más chiquitos.
Fue entonces cuando las máximas autoridades decidieron retirarse. Porque, dijo un representante, “más vale huir derrotados pero con la corbata puesta, que frescos pero en musculosa”.
Y fue a partir de ese momento que las horas empezaron a transcurrir sin mayores novedades.
Los periodistas y camarógrafos se tiraron a esperar los acontecimientos en el pasto.
Los curiosos se acomodaron arriba y abajo de los árboles.
El guardián de la plaza se fue a dormir.
Y los policías del cordón, de uno en uno, empezaron a abanicarse con las gorras.
Hasta que llegó el turno de los bomberos.
Conocedores del fuego como sólo ellos lo eran, sintieron que sus mejillas ardían y respondieron a la alarma.
Desenrollaron las mangueras de las autobombas. Estiraron las escaleras todo lo que fue posible. Subieron con las mangueras hasta lo más alto y apuntaron con valor hacia el cielo, dispuestos a apagar el sol.
Un diluvio de agua fresca empezó a caer sobre la plaza inundando la calesita, llenando los baldes, dejando la arena lisa y lista para hacer castillos, provocando una catarata desde el tobogán y salpicando al monumento encantado (encantado de pegarse semejante baño).
Ahí fue cuando las cámaras de televisión volvieron a encenderse y registraron las siguientes imágenes:
1) los bomberos cumpliendo con el deber;
2) los policías llenando sus gorras con agua;
3) los curiosos practicando nataci0n en los charcos;
4) el guardián de la plaza rascándose la cabeza,
5) el luchador incansable riéndose a carcajadas a punto de resbalarse del caballo.
Las cosas siguieron así un buen rato. Hasta que se hizo de noche y, muertos de cansancio, cada cual volvió a su casa.
La plaza quedó hecha un desierto. Completamente vacía.
Vacía y oscura porque las máximas autoridades decidieron no encender los farolitos en señal de castigo por el jolgorio.
El monumento encantado (encantado de que las luces estuvieran apagadas para que no se llenara de bichos) se aflojó un poco de tantas tensiones.
Dio una palmadita a su caballo, le desató el rodete que tenía en la cola y cerró los ojos para dormir. Y es que, aunque cueste creerlo, hasta el luchador más incansable cada tanto necesita vacaciones.
Cuando llegaron a la plaza las máximas autoridades con una corona de flores para rendir homenaje “al luchador incansable”, se encontraron con que el monumento ya estaba así: encantado (encantado de estar como estaba).
-¡Oh no! -dijo el primero de la comitiva señalando el monumento con su dedo índice. Y con mirada inteligente y febril ensayó esta importante declaración: “¡Qué barbaridad!”.
Los ojos de sus acompañantes apuntaron hacia el lugar señalado por el dedo, y las bocas se abrieron sorprendidas al comprobar que: de la punta de la espada del luchador incansable colgaba un toallón, a lunares; su cabeza estaba coronada por un sombrero de paja; las orejas, tapadas por los auriculares de un walkman; y su mano de agarrar la rienda sostenía también un tubo de bronceador.
Al observar además que: las patas delanteras del caballo (del caballo del monumento al luchador incansable) tenían ojotas en vez de herraduras y en el lugar de la montura, un flotador.
Horrorizadas, las máximas autoridades depositaron la corona donde estaba previsto. Pero decidieron de inmediato tomar cartas en el asunto (cartas de truco).
Primero, entonaron el himno. Enojadísimos.
Después, uno leyó un discurso. Aburridísimo.
Y por último, llamaron al guardián de la plaza para que diera explicaciones y el muy bribón se fue al mazo.
En menos de una hora las cámaras de televisión se hicieron presentes en el lugar de los hechos y empezaron a registrar estas imágenes:
1) alrededor del monumento encantado (encantado de conocerlos y de salir en televisión) se hacía un cordón de policías y bomberos que impedían el acceso al luchador incansable montado sobre su caballo;
2) las hamacas, toboganes y trapecios de la plaza estaban totalmente vacíos mientras que chicos y grandes se amontonaban a ver;
3) conforme se acercaba el mediodía, el calor empezaba a volverse insoportable y la fuente del parque apenas tiraba agua para mojar las cabezas de los más chiquitos.
Fue entonces cuando las máximas autoridades decidieron retirarse. Porque, dijo un representante, “más vale huir derrotados pero con la corbata puesta, que frescos pero en musculosa”.
Y fue a partir de ese momento que las horas empezaron a transcurrir sin mayores novedades.
Los periodistas y camarógrafos se tiraron a esperar los acontecimientos en el pasto.
Los curiosos se acomodaron arriba y abajo de los árboles.
El guardián de la plaza se fue a dormir.
Y los policías del cordón, de uno en uno, empezaron a abanicarse con las gorras.
Hasta que llegó el turno de los bomberos.
Conocedores del fuego como sólo ellos lo eran, sintieron que sus mejillas ardían y respondieron a la alarma.
Desenrollaron las mangueras de las autobombas. Estiraron las escaleras todo lo que fue posible. Subieron con las mangueras hasta lo más alto y apuntaron con valor hacia el cielo, dispuestos a apagar el sol.
Un diluvio de agua fresca empezó a caer sobre la plaza inundando la calesita, llenando los baldes, dejando la arena lisa y lista para hacer castillos, provocando una catarata desde el tobogán y salpicando al monumento encantado (encantado de pegarse semejante baño).
Ahí fue cuando las cámaras de televisión volvieron a encenderse y registraron las siguientes imágenes:
1) los bomberos cumpliendo con el deber;
2) los policías llenando sus gorras con agua;
3) los curiosos practicando nataci0n en los charcos;
4) el guardián de la plaza rascándose la cabeza,
5) el luchador incansable riéndose a carcajadas a punto de resbalarse del caballo.
Las cosas siguieron así un buen rato. Hasta que se hizo de noche y, muertos de cansancio, cada cual volvió a su casa.
La plaza quedó hecha un desierto. Completamente vacía.
Vacía y oscura porque las máximas autoridades decidieron no encender los farolitos en señal de castigo por el jolgorio.
El monumento encantado (encantado de que las luces estuvieran apagadas para que no se llenara de bichos) se aflojó un poco de tantas tensiones.
Dio una palmadita a su caballo, le desató el rodete que tenía en la cola y cerró los ojos para dormir. Y es que, aunque cueste creerlo, hasta el luchador más incansable cada tanto necesita vacaciones.
PÁGINA 32-POESÍA
CECILIA
PISOS
(Ciudad
Autónoma-Buenos Aires-Argentina)
OJO DE
HORMIGA
La
hormiga
te obliga
a perseguir
con ojos bien bajitos
hoja y miga.
Cuando se sigue bien
su caminito,
se llega hasta la planta
y el pancito.
te obliga
a perseguir
con ojos bien bajitos
hoja y miga.
Cuando se sigue bien
su caminito,
se llega hasta la planta
y el pancito.
RUTH
KAUFMAN
(Ciudad
Autónoma-Buenos Aires-Argentina)
1
¿Estará
el fuego escondido
bien adentro de los troncos
hasta que las chispas llegan
y lo despiertan de pronto?
bien adentro de los troncos
hasta que las chispas llegan
y lo despiertan de pronto?
¿O
vendrá desde muy lejos
dando rápidas zancadas
para comerse a los leños
con sus lenguas afiladas?
dando rápidas zancadas
para comerse a los leños
con sus lenguas afiladas?
MARINA
COLASANTI
(Brasil)
ANTES DE
VOLVERME GIGANTE
Cuando
yo era chica
los corredores eran largos
las mesas altas
las camas enormes.
La cuchara no cabía
en mi boca
y el tazón de sopa
era siempre más hondo
que el hambre.
Cuando yo era chica
sólo gigantes vivían
allá en casa.
Menos mi hermano y yo
que éramos gente grande
venida de Lilliput.
los corredores eran largos
las mesas altas
las camas enormes.
La cuchara no cabía
en mi boca
y el tazón de sopa
era siempre más hondo
que el hambre.
Cuando yo era chica
sólo gigantes vivían
allá en casa.
Menos mi hermano y yo
que éramos gente grande
venida de Lilliput.
ELSA BORNEMANN
(Ciudad Autónoma-Buenos
Aires-Argentina)
Señorita Lluvia,
quiero conocer
en las nubes negras
su hermoso taller.
Señorita Lluvia,
¡véngame a buscar!
tras de la ventana
la voy a esperar.
Qué gotas tan lindas
sabe hacer usted...
Redondas... brillosas.,
que borran mi sed.
Gotas transparentes,
vestidas de gris...
¡Enséñeme a hacerlas!
¡Seré su aprendiz!
Señorita Lluvia,
déjeme pasar...
No tocaré nada.
Yo quiero mirar...
Ah... Me gusta verla
trabajando así...
Su abrazo mojado
regáleme a mí.
Señorita Lluvia,
toque, sea buena,
su charango de agua
que tan dulce suena.
quiero conocer
en las nubes negras
su hermoso taller.
Señorita Lluvia,
¡véngame a buscar!
tras de la ventana
la voy a esperar.
Qué gotas tan lindas
sabe hacer usted...
Redondas... brillosas.,
que borran mi sed.
Gotas transparentes,
vestidas de gris...
¡Enséñeme a hacerlas!
¡Seré su aprendiz!
Señorita Lluvia,
déjeme pasar...
No tocaré nada.
Yo quiero mirar...
Ah... Me gusta verla
trabajando así...
Su abrazo mojado
regáleme a mí.
Señorita Lluvia,
toque, sea buena,
su charango de agua
que tan dulce suena.
MARIA ELENA WALSH
(Ramos Mejía-Buenos Aires-Argentina)
EL REINO DEL REVÉS
Me dijeron que en el Reino del Revés
nada el pájaro y vuela el pez,
que los gatos no hacen miau y dicen yes
porque estudian mucho inglés.
Me dijeron que en el Reino del Revés
nadie baila con los pies,
que un ladrón es vigilante y otro es juez
y que dos y dos son tres.
Me dijeron que en el Reino del Revés
cabe un oso en una nuez,
que usan barbas y bigotes los bebés
y que un año dura un mes.
Me dijeron que en el Reino del Revés
hay un perro pekinés
que se cae para arriba y una vez
no pudo bajar después.
Me dijeron que en el Reino del Revés
un señor llamado Andrés
tiene 1.530 chimpancés
que si miras no los ves.
Me dijeron que en el Reino del Revés
una araña y un ciempiés
van montados al palacio del marqués
en caballos de ajedrez.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
PÁGINA 33-RELATO
NORMA SEGADES-MANIAS
(Santa Fe-Argentina)
HADAS DE LAS COLINAS.
En la primera edad de la esperanza
convivían con elfos y dragones, mariposas y endriagos. Jugaban a esconderse
entre el polen que flota sobre las almudenas. Cuando aún no existían las
campanas y no había sonidos que quebraran la magia del crepúsculo, la raza de
los hombres y mujeres todavía no había sido gestada en la palabra oculta de la
luz y nadie osaba pronunciar sus nombres.
Mucho tiempo después debieron
refugiarse en el dominio de las nomeolvides y mudaron su pueblo debajo de la
tierra. En colinas cubiertas por muscíneas y verdes trebolares. Después. Mucho
después. Cuando la oscura fase de la sombra.
Los antiguos relatan que en sus
feudos todo recuerdo torna en desmemoria, que retienen el tiempo para siempre
en esferas sin números ni péndulos, que ni siquiera existen los cumpleaños y es
siempre enero. Eternamente enero.
Cuentan que existen noches en que se
abren los pórticos que miran al oeste y ellas salen danzando en largas
caravanas, rodeadas por su corte de luciérnagas.
Que un temblor de narcisos y
magnolias les ciñe la cintura mientras liras, oboes y laúdes estremecen la
esencia de los sueños.
Si alguna vez te invitan a palacio,
a compartir con ellas el banquete que da comienzo cuando raya el alba, tendrás
que rechazarlo con la voz que utilizas para decir nogracias.
Porque el olvido es una urdimbre
densa que impide los caminos del regreso.
PÁGINA 34-RESEÑA
MARCELA CARRANZA
(Córdoba-Argentina)
LA GÓNDOLA FANTASMA
Gianni Rodari
Ilustraciones de Federico Delicado.
Traducción de
Angelina Gatell.
Madrid, Anaya, 2002. Colección Sopa de Libros.
Madrid, Anaya, 2002. Colección Sopa de Libros.
Según señala Teresa
Durán en la "Presentación" del libro,"Gianni Rodari escribió La
góndola fantasma hace un montón de años —en 1953, para ser más
exactos—, y la publicó en una revista infantil que se llamaba Il
Pionere. Más tarde, en 1974, volvió a publicarla en otra revista: Il
Giornale dei Genitori.
Mucho tiempo lleva
esta obra dando tumbos, nos dice Durán, pero más aún sus personajes, ya que se
trata de nada más ni nada menos que los personajes de "La Commedia dell'
Arte": Pantaleone, el viejo avaro veneciano; Il Capitano Tartaglia,"caricatura
del mal recuerdo que dejaron las tropas españolas por tierras italianas",
el pícaro Arlecchino, la coqueta Colombina, Pulcinella, el ratero napolitano,
entre otros.
Situada por el año
mil seiscientos, en la ciudad de Venecia, Rodari crea una historia en torno a
la liberación del hijo del Califa de Bagdad. El viejo y avaro Pantaleón ha
planeado la evasión del príncipe a cambio de una suculenta recompensa, pero
para llevarla a cabo requiere de los servicios del harapiento Arlequín, quien
pronto descubrirá los planes del mercader.
"Dejemos, por
ahora, que los dos marinos encuentren su posada, si es que pueden. Nosotros
daremos un pequeño salto atrás. ¿Lo habéis dado ya? ¿Dónde estamos?"(y en el capítulo siguiente) "Estamos, señoras y señores, a
bordo del Barba del Sultán, es decir, de un barco pirata,
capitaneado por el famoso Alí Badaluc, una especie de gigante, lujosamente
vestido a la usanza de los árabes ricos, que en este momento se encuentra
sentado en la toldilla, en agradable conversación con el astrólogo Omar
Bacuc".
El narrador de esta
historia, a la usanza de los antiguos narradores orales, o de los presentadores
de la Comedia del Arte, invita a sus lectores a abandonar una escena por otra,
presentando a los nuevos personajes, conduciéndolos hacia nuevas acciones que
harán avanzar la trama.
Como señala Durán,
en la Comedia del Arte los personajes tienen mucha más importancia que el argumento,
de allí que la Comedia suela girar en torno a un único argumento: "las
peleas entre amos y criados, entre viejos y jóvenes, entre poderosos y
miserables, entre sabios y zopencos".
La caracterización
de estos personajes en tipos señalados por la tradición nos conduce hacia el
humor. Así el avaro Pantaleón sostendrá la bolsa de monedas aún cuando se está
hundiendo en el canal a punto de ahogarse; o el despiadado y traicionero pirata
Alí Badaluc sólo se sentirá feliz ante el sufrimiento de sus prisioneros. En
esta historia los malos son tan malos que nos causan risa, y el aristocrático
hijo del Califa es tan educado que no puede abandonar la celda sin antes
agradecer al carcelero las atenciones recibidas; ni aceptará jamás lograr su
libertad a través del cambio por un simple mercader, considerándose digno tan
sólo del campanario de San Marcos.
De un grupo de
personajes a otros, de una escena a otra, la narración avanza entre peleas,
enredos, secuestros y cómicas persecuciones. Finalmente todo se resuelve de
manera feliz, más por intervención del azar que por las esforzadas acciones de
los personajes.
Con su larguísima
nariz, Pantaleón; con su traje de retazos, Arlequín y el uniforme a rayas de
presidiario, Polichinela; cada uno de los personajes de la Comedia del Arte
detrás de sus máscaras, aparecerá en el trazo del ilustrador Federico Delicado.
La reedición de La
góndola fantasma nos invita a grandes y chicos a disfrutar una vez más
de la escritura del maestro italiano Gianni Rodari, y a viajar junto con los
personajes de la Comedia del Arte a la bulliciosa ciudad de Venecia del "mil
seiscientos y pocos".
Recomendado a partir de los 9 años.
Todos los textos,
fotografías o ilustraciones que integran el presente número son Copyright de
sus respectivos propietarios, como así también, responsabilidad de los mismos
las opiniones contenidas en los artículos firmados. Gaceta Literaria solamente
procede a reproducirlos atento a su gestión como agente cultural interesado en
valorar, difundir y promover las creaciones artísticas de sus contemporáneos.