Imagen:
CHRISTINE COMYN (Bélgica)
PÁGINA 1 – REFLEXIONES
EDUARDO GALEANO
(Montevideo-Uruguay)
MUERTOS DE SEGUNDA CATEGORÍA
Desde el punto de vista de la mayoría
de los medios occidentales de comunicación, hay en el mundo muertos de
segunda categoría. Son las víctimas de los programas de reajustes de
tuercas del imperialismo en los países de segunda categoría. Cincuenta
crímenes por día en el El Salvador o Guatemala pertenecen al orden natural
de cosas, sonnormales, y rara vez merecen algo más que una fotografia
macabra o algún artículo sobre el pintoresquismo del horror. En la organización
desigual del mundo hay quien es digno de solidaridad y quien es digno, a lo
sumo, de caridad o lástima. ¿Qué hubiera ocurrido con Andrej Sajarov si hubiera
nacido en El Salvador? ¿Tendría tanta fama Lech Walesa si fuera un dirigente
obrero de Guatemala? ¿Estaría vivo Lech Walesa si fuera un dirigente obrero de
Guatemala? La dictadura de José: Napoleón Duarte ha anunciado, con bombos y
platillos, la captura de los militares culpables de la violación y asesinato de
cuatro monjas norteamericanas en El Salvador. Nunca Duarte anunciará la captura
de los militares culpables de los no menos horrendos asesinatos de miles de sus
compatriotas, campesinos castrados, decapitados o quemados vivos. El crimen de
las monjas fue un peligroso error del régimen; la matanza de salvadoreños es
una necesidad y un mérito.
PÁGINA 2 –
NUESTRA POESÍA
HÉCTOR
BERENGUER
(Santa Fe-Argentina)
SOLSTICIO
Por fin el tiempo gira
en la danza del solsticio.
Hay
tanta madurez,
una dulzura tal en los ojos pervive...
una dulzura tal en los ojos pervive...
Encanto
de estas horas
señaladas por el sol y por la abeja.
señaladas por el sol y por la abeja.
Todo
parece inclinarse a su propia gravedad,
el fruto se dilata en la levedad del aire.
el fruto se dilata en la levedad del aire.
Fuego
que enciendes a otros fuegos
no te dé pena el hombre y sus miserias.
no te dé pena el hombre y sus miserias.
En
los ojos revive lo que el corazón nunca condena.
Algo
agita la carne donde dormía la tierra
y luego la despierta.
y luego la despierta.
¡
Silencie ahora su tambor el tiempo!
Que
lo que en estas horas de su salto sea después,
un caer enamorado.
un caer enamorado.
A
veces
solo a veces,
ese caer sabiendo,
podemos medirlo con palabras.
solo a veces,
ese caer sabiendo,
podemos medirlo con palabras.
MIRTA
GAZIANO
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
ÁMBAR
CAFÉ
Abrumador
destellos en tu mirada
que
lo puede todo
que
me sumerge en la dicha o tristeza de
tenerte
o perderte
amarte
u odiarte
del
cercano-lejano
destierro
de tus días
Amor…
perdida
estoy,
el
descontento de los pasos perdidos
del
camino a tu encuentro
del
sonido o silencio de tu voz,
de
tu mirar con los ojos cerrados y la piel encendida.
Amor
adonde
hallarte
solo
el aroma de tu perfume guía mis pasos
y
la fluidez de tu andar sobre la arena
la
liviandad del pañuelo que llevas en el cuello.
Vos
allí
con
tu varonil silueta en desafío
yo
aquí con la quimera de un sueño estremecido.
CARINA
SEDEVICH
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
COMO
SEGANDO UN CARIÑO OSCURO
Un
pedacito de tierra
sobre
el que todo está solo.
Mi
hijo está solo
mientras
siega
lo
que va quedando de los tientos
de
los sueños de aquel que se marchó.
Pobre
hijo mío
que
solo tiene una madre sola
mil
veces sola sobre un montón de tierra.
Pobre
hijo mío
a
quien no pude darle
algo
invencible
algo
inalterable
algo
más que pasos que se pierdan.
Las
mariposas, las abejas,
que
en otras primaveras le mostraba:
(espero,
sueño, habérselas mostrado)
¿habrán
guardado su sonrisa?
Pobre
niño sin padre
antes
y ahora
segando
solo la tierra que no es suya
como
segando un cariño oscuro
que
se fue cerrando como un puño.
HUGO MANDÓN
(Larrechea-Santa Fe/ 1929-1981)
LA HOJA SECA
No arrojes al viento la hoja seca que
tienes en la mano
pues ella es extraña a los vuelos
tampoco al fuego porque ella
jamás pecadora
es impurificable
guarda, deposita la hoja seca entre las páginas de un libro
para que allí
como un sello de sangre muerta
se adose a un poema tan tibio como la mano de quien lo
escribió alguna vez
o a una sentencia de importancia relativa
o a un grabado de ángeles y brujas medievales
o a la imagen de un lago de cristal simétrico
o a una ecuación parecida a la manos de un esqueleto
o al nombre de una mujer citado azarosamente
o a un espléndido duque de memoria desconocida en
absoluto
yacer la hoja seca entre cosas muertas entre el olvido
y lo escondido, entre la amnesia horizontal
y el sepulcro resonante de antiguos ecos
ella será otro poco de olvido
otro poco de historia humana
pues por tu mano viva habrá sido tenida
antes de llegar a su destino quieto.
pues ella es extraña a los vuelos
tampoco al fuego porque ella
jamás pecadora
es impurificable
guarda, deposita la hoja seca entre las páginas de un libro
para que allí
como un sello de sangre muerta
se adose a un poema tan tibio como la mano de quien lo
escribió alguna vez
o a una sentencia de importancia relativa
o a un grabado de ángeles y brujas medievales
o a la imagen de un lago de cristal simétrico
o a una ecuación parecida a la manos de un esqueleto
o al nombre de una mujer citado azarosamente
o a un espléndido duque de memoria desconocida en
absoluto
yacer la hoja seca entre cosas muertas entre el olvido
y lo escondido, entre la amnesia horizontal
y el sepulcro resonante de antiguos ecos
ella será otro poco de olvido
otro poco de historia humana
pues por tu mano viva habrá sido tenida
antes de llegar a su destino quieto.
MARÍA
LYDA CANOSO
(Casilda-Santa
Fe-Argentina)
CAMPO
QUE PASA POR LA VENTANILLA
1
tranquiliza pensar que ya todo lo hemos visto esferas desparejas
que no pertenecen a la geometría dejan pasar recortes celestes por entre la
fronda / una hilera de contradictorias palmeras y los sauces desmadejados
quiero pensar en algo trascendente al estilo de eso que piensan
los poetas en horas en que escriben
lo que digo y me sale a borbotones como si me desangrara mal
lo que digo y me sale a borbotones como si me desangrara mal
los campos se rigen por
los vientos
lógica del campo pantallas de árboles en disposición a contraviento
lógica del campo pantallas de árboles en disposición a contraviento
será que a mí el viento
PÁGINA 3 –
CUENTO
MÓNICA RUSSOMANNO
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)
BURBUJAS
En
el patio han florecido burbujas de jabón. La niña sopla por el aro, y la simple
magia, la sencilla magia sin truco hace que broten perfectas, etéreas, bellas
en su transparencia sutil estas burbujas que danzan morosamente en el aire
quieto.
Algunas
se perderán en la parra, otras contra las baldosas gastadas; las más, hallarán
un final de simple desaparición por exceso de sutileza.
La
niña creará perfectas burbujas mientras la mirada clara de su padre se
humedece.
El
hombre sonreirá con tristeza. La niña no sabe que está creando burbujas para la
memoria. No puede saber que las burbujas están fijadas en un punto de su
infancia que también se desvanece. No quiere saber tampoco, todavía, que la
belleza es tanto más anhelada cuanto más leve, más intangible, más fugaz.
Ella
hace pompas de jabón y mira con la sonrisa completa a su padre. Todavía es
niña, y ese hombre triste puede darle un aro, un poco de jabón, y crearle un
espacio de felicidad.
Para
la niña las burbujas que desaparecen se reemplazan con el simple trámite de
soplar por el aro. Para el hombre que sonríe hacia ella, las burbujas que
desaparecen son los minutos que se llevan el mundo a cuestas, que desgastan las
baldosas, que agregan blanco a sus cabellos, que le van ahuecando el pecho.
El
ha puesto un alero a la cucha del gato, para que no lo moje la lluvia en su
sueño de bigotes temblorosos. Ha podado las parras que su padre, que ya no
está, plantó en el fondo de la casa. Guarda las herramientas que probablemente
jamás vuelva nadie a utilizar.
Le
ha dado a su hija un aro, y jabón, para recordarse que todo trabajo es para el
día de hoy, y que el mañana es inexorable. Sin saberlo, ha propiciado la
aparición en su patio trasero de la belleza fugaz, efímera y por eso mismo
inapreciable de las esferas perfectas de la infancia, de la felicidad perfecta
que se puede ver, pero no se puede tocar con las manos a riesgo de hacerla
desaparecer, estallar, desvanecerse.
Mientras
tanto, las espléndidas burbujas, perfectas burbujas de jabón reflejan por un
momento, un eterno momento suspendido, este mundo pequeño de amor en un patio
trasero de las afueras de la gran ciudad que lo desconoce.
PÁGINA 4 –
POESÍA ARGENTINA
FERNANDO
BELOTTINI
(El
Trébol-Santa Fe-Argentina)
OJOS PERTURBADOS POR LA NIEBLA
La niebla cerca la mirada
Alicia por ejemplo
es un trazo de campera roja
y tiene en el pelo huellas de silencio
el murmullo de lo que la mirada quiere decir de Alicia
a quien la niebla envejece
hace de ella la ilusión de una mujer caminando
Alicia sabe
que los demás somos lo mismo
retazos de aliento
contribuyendo
con el murmullo o el silencio
a camperas rojas desteñidas
vistas desde un bar a las cuatro de la tarde
tomando un café tras la ventana.
Somos como ella
minúsculos escombros
de ojos perturbados por la niebla.
MIRYAM
COLOMBOTTO DE SEIA
(Gálvez-Santa
Fe-Argentina)
ESPINO
Y AVE
Hoy
quiero salir del peso de palabras sombrías.
Escapar
de su prisión. Hacer el ejercicio
luminoso
de decir el pensamiento
que
sutura heridas.
Decir,
por ejemplo,
respiro.
Nombrar
un milagro:
hijos.
Imaginar
un imposible:
tener
frente a mi casa, un río.
O
dentir que puedo
modelar
la arcilla de esta tarde
y
hacer con ella, amorosamente
la
silueta de quien fui: el espino y su ave.
Tan
simple, tan lejos, tan mío.
ELSA
HUFSCHMID
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
FRIDA
KAHLO… MUJER
Hay
una belleza infinita en su rostro,
arrogancia,
desafío, lucha.
Lucha
por ser mujer
pero
vivir libre como el hombre.
Odia
y ama sus dolores.
Desata
tormentas su cuerpo.
Las
perfectas líneas americanas
de
su carne de princesa maya,
causa
revuelo en los espíritus.
Heredó
de su padre germano,
resistencia,
vigor, empeño.
Del
duro México
la
morbidez de sus formas,
La
innata sensualidad que desmayó
sensatez
y cordura de hombres y mujeres.
Reconocidos
políticos y artistas
sucumbieron
ante su presencia
arrolladora
y libertina.
Con
su sino de huesos rotos,
años
de sufrimientos presa
de
corsé de acero.
En
sus autorretratos gritaba al mundo
el
padecer sin concesiones.
Nació
con el fuego de la revolución de Zapata.
Un
dios de Oaxaca la dotó de sensualidad y pasión.
La
Frida es América joven y pujante,
que
reclama con urgencia
por
sus exhuberantes riquezas.
La
Frida es la Mujer que exige,
vehemente
y generosa,
un
lugar que en siglos le fue negado.
SERGIO
BARTÉS
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
INTENTO
Mi
existencia es un hábito
de
pasos idos
como
lenguas vertiginosas,
que
me lleva por poblaciones
de
falsas geografías.
Así
transcurrió mi vida:
por
patios que no conozco,
escuchando
palabras que no entiendo
caminando
por praderas
de
indeciso verdor.
Nada
me pertenece;
apenas
pude descubrir
sugerencias
escondidas
entre
tambores azules
o
vasos de vino ausente.
Cuanta
aceite derramada
en
la tierra que duerme
como
una niña arrugada.
Con
murmurados pasos
sólo
intento alcanzar
regiones
iluminadas
y
trigales sin límites.
NORMA SEGADES-MANIAS
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
SE MUEREN LOS AMIGOS
1
Los amigos comienzan / a ejercer la
costumbre de morirse de pronto, / una tarde cualquiera. /
Y se llevan con ellos hilachas de tristeza. / Semblantes, guiños
cómplices / sonrisas sofocadas.
En su barca de ausencia / llevan de
polizonte el sonido del miedo. / Un puñado de grillos y batracios
recolectado en grietas y rincones. / Las piernas encogidas / saltando
irreverentes sobre los ladrillones, / siempre en busca del cielo dibujado en la
acera con muñones de tiza.
Recurren a las pieles/ para tejer con ellas
curiosos talismanes. / Desnudos amuletos que atraviesen los pétreos portales de
la sombra.
En febriles calderos mezclan sus
exorcismos. / Sus hechizos. / Sus salmos / de alabanza espectante /
eclipsando a los potros de la noche / que expulsan por sus belfos los tiempos
del olvido.
Sus conjuros azules.
Su magia esperanzada.
Sus desnudos saqueos a quienes los amamos
/ y los sobrevivimos de este lado del muro.
Ancianos declamantes.
Despreciantes de flores y coronas, /
y palmas, cruces, velas, crespones, / condolencias de plástico.
Se marchan de nosotros sin pensarlo
siquiera. / Sin importarles mucho el silencio del ángel / tramando en el
misterio los mantones de asombro.
Para cuando la nada estalle ante sus ojos.
Es decir la respuesta a todos los enigmas.
Es decir el espanto.
PÁGINA 5 – CUENTO
ROSSANA AICARDI CAPRIO
(Pando-Canelones-Uruguay)
MIL
OCHOCIENTOS VEINTISIETE
Mil ochocientos veinticinco, mil ochocientos
veintiséis, mil ochocientos veintisiete…hoy hace cinco años que estoy aquí.
Cuando
llegué me juré que cada día haría un cubo en la pared para no perderme en el
tiempo que entre estos cuatro muros, muchas veces no existe. No tengo
almanaque, solo me fijo a través de la ventana cuando cae la noche, a veces
rápido y otras mucho más lenta de lo que quisiera.
Dibujar cubos se me hizo costumbre de chica, descubrí
que mi padre en la fábrica donde trabajaba, los dibujaba cada vez que algo lo
preocupaba demasiado. Un día, sentada en sus rodillas le pedí me enseñara y
después en la escuela los hacía a menudo, mientras mis amigas miraban con cara
rara. Qué importaba, me gustaba y listo.
Me encanta que sean bien proporcionados y según el
momento, les hago rayitas paralelas o perpendiculares, círculos, puntos,
estrellas y hasta otro cubo dentro del primero pero eso solo cuando
ya las cosas me superan.
No estoy mal en este lugar, me trajeron
porque no podía vivir sola, dijeron que no era capaz de controlar mi
mente, creo que porque me la pasaba haciendo cubos, qué ironía ¿no?
como si fuera un delito. Mi casa estaba preciosa con ellos por todas las habitaciones
y sus colores bien que llamaban la atención.
Parece que no les gustó cuando le pinté uno al gato
blanco de la vecina, luego al perro, a cada muro del jardín y hasta los vidrios
pinté a cubitos con pinta labios, total, para qué los quería si ya
no me maquillaba.
Y ya cinco años pasaron, menos mal que no perdí la
cuenta. De tarde salgo al jardín de la clínica, es muy lindo y cuando no me ven
me descalzo. Nadie debería perderse la experiencia de caminar sobre el pasto
sin zapatos, es como pisar nubes; pero si la enfermera me ve, se enoja y me
lleva para adentro así que casi no lo hago.
Me dan muchas pastillas pero entre los árboles del
parque encontré un roble que tiene un hueco enorme y allí las dejo cada vez que
puedo; pobre árbol, por suerte está lleno de hojas, seguro no se
hizo adicto.
Hasta hace un tiempo conversaba con Jacinto, le
encantaba la pintura y entendía lo de mis cubos pero él sí tomaba los remedios
que le daban y ahora lo veo en el jardín muy de vez en cuando y siempre sentado
en una silla de ruedas, con la mirada perdida y los brazos caídos a los
costados. Nunca más pudimos hablar; sé que me escucha pero no es lo mismo.
Había también una señora cuando llegué, gritaba mucho
y al poco tiempo parece que le dio un infarto y murió; no sé quién era, dicen
que tenía mucho dinero y varios hijos.
El resto de las personas son casi todas iguales: no
hablan, no se ríen, solo caminan mirando sin ver y respiran. Hay muchas
historias en este lugar pero no vale la pena contarlas todas, además, seguro ustedes
ya las saben.
En los días de sol mientras sentada disfruto al aire
fresco el canto de los pájaros, veo cubos alrededor de las personas. La
enfermera de la tarde está rodeada por un cubo rosado casi perfecto pero la de
la mañana tiene uno gris oscuro que por lo visto le gusta, porque nunca lo
cambia de color. Los niños que vienen de visita los domingos, tienen cubos
transparentes, multicolores o iridiscentes y siempre llenos de luz. Cuando nos
dan un beso sus cubos se iluminan; qué suerte que puedo verlos.
Los médicos se reúnen a menudo en mi habitación y dan
grandes charlas; sacan fotos a mi pared, hoy con mil ochocientos veintisiete
cubos; como no la entienden, cada uno expone su teoría, una más disparatada que
la otra y me divierte. En seguida cambian la medicación afirmando que no me
está haciendo bien y yo los miro callada; para qué les voy a explicar si no me
escuchan. Para ellos todos estamos locos y a los locos no hay que darles corte,
dicen.
Eso sí, dos por tres se llevan alguno de mis cuadros;
pinto muchos y todos tienen en común mi cubismo: caras, cuerpos, lugares y
hasta el sol que aparece en ellos es cúbico también. Dicen que están de moda y
que en internet abundan las pinturas con este estilo; parece que en varios
países del mundo hay exposiciones así.
Capaz que mis pinturas andan en alguna de
ellas y no me importaría si así fuera, por el contrario, me sentiría feliz.
Me alcanza con saber que otros pintan cubos como yo…
aunque no sean tan libres.
PÁGINA 6 – POESÍA ARGENTINA
ERNESTINA
ELORRIAGA
(Córdoba-Argentina)
Entrampada
en su garganta
la
cerrazón de piedra
de la despedida
supo lo que era el dolor
el caballo de los ojos de viento
bebió de su mirada
las ruedas de un camión estremecían la greda
entonces ella preguntó
de la despedida
supo lo que era el dolor
el caballo de los ojos de viento
bebió de su mirada
las ruedas de un camión estremecían la greda
entonces ella preguntó
Padre…
¿dónde lo llevan?
¿dónde lo llevan?
el
chicotazo
fue una línea de fuego en el anca de acero
un relámpago en el ojo de la noche
el caballo apuró el salto a la caja
cual náufragos otros caballos aguardaban
fue una línea de fuego en el anca de acero
un relámpago en el ojo de la noche
el caballo apuró el salto a la caja
cual náufragos otros caballos aguardaban
Padre
¿dónde van? ¿dónde?
¿dónde van? ¿dónde?
el sur es
frío
mi niña
duro como un pájaro de jaspe en la sangre
no tiene piedad
el Rubio ya apenitas llegaba al bebedero
tenía el tiempo acurrucado en sus huesos
mi niña
duro como un pájaro de jaspe en la sangre
no tiene piedad
el Rubio ya apenitas llegaba al bebedero
tenía el tiempo acurrucado en sus huesos
Padre
¿dónde los llevan ?
Pegada a
sus ojos la imagen
de un árbol sin paisaje.
de un árbol sin paisaje.
ZULMA LILIANA SOSA
(Formosa-Formosa-Argentina)
LA MUERTE Y LA ESCRIBIDORA
I
no poder mollar / no ser cuerpo / pulpa / carne.
costra negra lo aventurado en la lámpara.
qué tremendo percance el del párpado /
No morir de viejos / no en la cama /
morir en esa levedad /¿ por qué el momento
olfatea cuando el hocico del instante no espera?
No aguardó las bocas humeantes /
La matadura que entiende la vida de retiro /
Esa clausura tan atractiva del fuego por la llama /
( ese fuego ) humeante de clausura / de ayuno /
Claro está / la penitencia con ojos y pelos de
convento.
¿ entendiste / lobita lo que arde ahora en el corral?
Ese cansancio del viento /desfoga sus días de niño /
¿ con qué mano / con qué mano solita / ella /
apunta /aprieta /atraviesa lo que irriga ese árbol /
ese / que fuera rupestre / del lago / los insectos /
ese árbol quemado / sangrando / desparramado.
No es la hora de lamer / Señora / la bella declinación
cuando el jinete descansa / el orín sin vejiga / herrumbra /
su nudo argumental deserta / lo mortífero viene de afuera
débilmente en otro sitio / algo cautiva un ángel.
¿Un ángel consigo ? ¿un ángel con una bala en el ala?
I
no poder mollar / no ser cuerpo / pulpa / carne.
costra negra lo aventurado en la lámpara.
qué tremendo percance el del párpado /
No morir de viejos / no en la cama /
morir en esa levedad /¿ por qué el momento
olfatea cuando el hocico del instante no espera?
No aguardó las bocas humeantes /
La matadura que entiende la vida de retiro /
Esa clausura tan atractiva del fuego por la llama /
( ese fuego ) humeante de clausura / de ayuno /
Claro está / la penitencia con ojos y pelos de
convento.
¿ entendiste / lobita lo que arde ahora en el corral?
Ese cansancio del viento /desfoga sus días de niño /
¿ con qué mano / con qué mano solita / ella /
apunta /aprieta /atraviesa lo que irriga ese árbol /
ese / que fuera rupestre / del lago / los insectos /
ese árbol quemado / sangrando / desparramado.
No es la hora de lamer / Señora / la bella declinación
cuando el jinete descansa / el orín sin vejiga / herrumbra /
su nudo argumental deserta / lo mortífero viene de afuera
débilmente en otro sitio / algo cautiva un ángel.
¿Un ángel consigo ? ¿un ángel con una bala en el ala?
TERESA LEONARDI HERRÁN
(Salta-Argentina)
JUEGOS PROHIBIDOS
En una tarde ancha jugábamos en la acera provinciana
Los adultos habían sepultado sus cuerpos en las casas
y éramos nuevamente una desordenada reyecía
Una niña arrojó el ojo de vidrio de la muñeca
No se lo vio caer y sospechamos de la vereda vecina
donde vivía la pared de hiedra negra
Un terrible miedo me lanzó en la búsqueda
pero sólo encontré el ojo de dios incrustado en un
triángulo
tal como lo dibujábamos en la escuela
A mi merced estaba el ojo aterrador
que lo miraba todo
hasta el oculto placer por el que quedaríamos enanas
o nos crecería pelo sobre las palmas
Aquí les traigo un ojo más precioso grité casi acezante
pero nadie me oía
Concentrados en equívocos juegos
no me reconocieron
Era inútil que dijese mi nombre
o enseñase las trenzas que enroscaban mi cuello
Ni siquiera el niño que me mostró su extraño sexo
orinando en la noche
pudo saber quién era yo
Los adultos emergían de sus capullos como orugas
oscuras
Todos tenían mucha tierra en los vestidos
Quise correr hacia mi madre pero ya era tarde
La orilla invisible me había atrapado para siempre
ALDO LUIS
NOVELLI
(Neuquén-Neuquén-Argentina)
RITUAL DEL
DESIERTO
en la época de la inmortalidad
y las sábanas mojadas por la lujuria
una calurosa tarde de noviembre
con los amigos de la sed infinita
buscamos entre las jarillas y neneos
del agreste desierto neuquino
alguna víbora venenosa/
hacíamos un círculo de fuego
alrededor de ese terror rastrero
y en ese círculo desparejo
quedaban encerrados también
lagartijas de colores
arañas peludas gigantes
y algún alacrán asesino.
en la época de la inmortalidad
y las sábanas mojadas por la lujuria
una calurosa tarde de noviembre
con los amigos de la sed infinita
buscamos entre las jarillas y neneos
del agreste desierto neuquino
alguna víbora venenosa/
hacíamos un círculo de fuego
alrededor de ese terror rastrero
y en ese círculo desparejo
quedaban encerrados también
lagartijas de colores
arañas peludas gigantes
y algún alacrán asesino.
después
alternativamente
ibamos saltando dentro
y cada uno a su turno
bailaba entre las alimañas
escapando a las mordidas venenosas.
este ritual nos depuraba el espíritu
de cervezas frías vodkas destornillados y whiskies berretas
y nos daba el poder para convertirnos
en los mejores cazadores de
bellas mujeres de ojos rasgados
pechos grandes y piernas de gacela.
ibamos saltando dentro
y cada uno a su turno
bailaba entre las alimañas
escapando a las mordidas venenosas.
este ritual nos depuraba el espíritu
de cervezas frías vodkas destornillados y whiskies berretas
y nos daba el poder para convertirnos
en los mejores cazadores de
bellas mujeres de ojos rasgados
pechos grandes y piernas de gacela.
algunas
lagartijas desesperadas
corrian atravesando la barrera de fuego
y morían calcinadas junto a un alpataco
que se encendía como una pira
y desprendía sus púas mortales
que se elevaban a un cielo inalcanzable
iluminado por la cruz del sur.
corrian atravesando la barrera de fuego
y morían calcinadas junto a un alpataco
que se encendía como una pira
y desprendía sus púas mortales
que se elevaban a un cielo inalcanzable
iluminado por la cruz del sur.
a la
mañana siguiente
un reguero de ángeles muertos
quedaban esparcidos
por la estepa salvaje del sur.-
un reguero de ángeles muertos
quedaban esparcidos
por la estepa salvaje del sur.-
HUGO
FRANCISCO RIVELLA
(Rosario
de la frontera-Santa-Argentina)
EL TORO,LA
LEYENDA
al Ché
Entren en
mí, Yo, el Toro,
la sangre hediendo en Vallegrande, los pasos penetrados por la selva y la pobreza que exhala su balido de muerte.
Allá voy y voy,
Yo el Toro, toro y bandera,
es ronca la palabra que me sale del pecho raspándose en mis dientes.
Voy a la muerte voy, bufa la sombra, un arma apunta a mi cabeza, me suelta de la mano por el hueco del Yuro, su cauce de violetas y de helechos que lloran
y el círculo que cierra el camino del río.
Desangelado voy, desangelado,
vuelvo a pasar de nuevo por la Higuera como si el sueño de la tierra me arañara la espalda
¿Dónde rompe la brújula su norte? ¿Dónde está el hombre?
¿Dónde?
¿Dónde Tuma y el Pombo y Tania con sus ojos de brasa silenciosa?
Ya no respira el día, la humedad se va yendo por mis patas quebradas y el ruido de los pasos que cargan mi destino.
Voy al sol, al cadáver de mis ojos vidriosos, a la mujer que hierve su volcán de futuro,
a mis hijos, al pájaro y sus alas, a los viejos amautas, al carbón, a las minas con sus vetas de plata, al trueno y la tormenta de una lluvia lejana.
la sangre hediendo en Vallegrande, los pasos penetrados por la selva y la pobreza que exhala su balido de muerte.
Allá voy y voy,
Yo el Toro, toro y bandera,
es ronca la palabra que me sale del pecho raspándose en mis dientes.
Voy a la muerte voy, bufa la sombra, un arma apunta a mi cabeza, me suelta de la mano por el hueco del Yuro, su cauce de violetas y de helechos que lloran
y el círculo que cierra el camino del río.
Desangelado voy, desangelado,
vuelvo a pasar de nuevo por la Higuera como si el sueño de la tierra me arañara la espalda
¿Dónde rompe la brújula su norte? ¿Dónde está el hombre?
¿Dónde?
¿Dónde Tuma y el Pombo y Tania con sus ojos de brasa silenciosa?
Ya no respira el día, la humedad se va yendo por mis patas quebradas y el ruido de los pasos que cargan mi destino.
Voy al sol, al cadáver de mis ojos vidriosos, a la mujer que hierve su volcán de futuro,
a mis hijos, al pájaro y sus alas, a los viejos amautas, al carbón, a las minas con sus vetas de plata, al trueno y la tormenta de una lluvia lejana.
Yo, el
Toro,
La Leyenda
La Leyenda
PÁGINA 7 – RESEÑA
FERNANDO G. TOLEDO
(Gral.San Martín-Mendoza-Argentina)
MÚSICA PARA SUEÑOS.
Acostumbro a dormirme con música. Boca
arriba, con los auriculares puestos y con mi reproductor de MP3 o un
hermoso discman Sony que funciona como el primer día. No elijo
una música especial para el sueño. Puede ser un viejo disco de rock
progresivo italiano, una versión
que haya transitado poco de alguna sinfonía de Mahler, un disco nuevo
de algún artista que quiero conocer o una pieza para piano que
me gustaría tocar yo mismo.
Me parece fascinante entrar en el sueño de esa manera. Por lo general, escuchar música es una tarea que emprendo con la mayor seriedad. Escucho el disco, leo sobre él, comparo lo que voy oyendo con lo ya oído, hago enlaces inesperados y disecciono la música mientras va sonando. En suma, dispongo de mis sentidos en alerta para disfrutarlo bien despierto.
Sin embargo, cuando conecto la música a mis oídos para entrar en el sueño lo hago casi como si buscara un sucedáneo de las canciones de cuna que mi madre entonó para que yo durmiera de pequeño. Comienzo escuchando la música con atención, pero pronto divago y lo que suena pasa a esfumarse en el paisaje que el artefacto cerebral va haciendo correr, como un tren que entra despacio en un túnel oscuro.
No deja de ser curioso que, como un antónimo de esos artilugios que me llevan con música a las puertas del sueño, la vigilia reaparezca con otro sonido: el del reloj despertador. Que, en mi caso, viene en la forma de un teléfono celular, con alarma programable y capaz de ser postergada por algunos minutos, ya que pasar de un estado a otro (de dormido a despierto) puede resultar violento para algunos de nosotros.
En todos estos años de dormir con música, hay algo que no he logrado saber. No he podido comprobar si, del mismo modo que cambia el ánimo en la vigilia, la música contribuye con la hechura de los sueños. Es algo que se pierde en la oscuridad del túnel.
En un libro titulado, apropiadamente, Música para sueños, el exquisito poeta español José Cereijo se lamenta por todo aquello que producimos al dormir y no queda en la memoria: «Tampoco volverán las caras que esta noche / salgan de los talleres delicados del sueño», dice en su poema El don. Pero, ¿por qué lamentarse? Acaso el verdadero efecto de la música para sueños sea aliviarnos del peso de esa factoría, diluir el poder que lo onírico nos pueda provocar. Quizá la música ayude a que no nos durmamos del todo y una simple alarma alcance para sacarnos de esos edificios mudos que construye el dormir. Quizá la música distraiga a los operarios del sueño y sea mejor así. Porque si ese taller funcionara a toda máquina su silencio (que es la perfección de la música) se parecería demasiado a la muerte como para salir de él, así como así.
Me parece fascinante entrar en el sueño de esa manera. Por lo general, escuchar música es una tarea que emprendo con la mayor seriedad. Escucho el disco, leo sobre él, comparo lo que voy oyendo con lo ya oído, hago enlaces inesperados y disecciono la música mientras va sonando. En suma, dispongo de mis sentidos en alerta para disfrutarlo bien despierto.
Sin embargo, cuando conecto la música a mis oídos para entrar en el sueño lo hago casi como si buscara un sucedáneo de las canciones de cuna que mi madre entonó para que yo durmiera de pequeño. Comienzo escuchando la música con atención, pero pronto divago y lo que suena pasa a esfumarse en el paisaje que el artefacto cerebral va haciendo correr, como un tren que entra despacio en un túnel oscuro.
No deja de ser curioso que, como un antónimo de esos artilugios que me llevan con música a las puertas del sueño, la vigilia reaparezca con otro sonido: el del reloj despertador. Que, en mi caso, viene en la forma de un teléfono celular, con alarma programable y capaz de ser postergada por algunos minutos, ya que pasar de un estado a otro (de dormido a despierto) puede resultar violento para algunos de nosotros.
En todos estos años de dormir con música, hay algo que no he logrado saber. No he podido comprobar si, del mismo modo que cambia el ánimo en la vigilia, la música contribuye con la hechura de los sueños. Es algo que se pierde en la oscuridad del túnel.
En un libro titulado, apropiadamente, Música para sueños, el exquisito poeta español José Cereijo se lamenta por todo aquello que producimos al dormir y no queda en la memoria: «Tampoco volverán las caras que esta noche / salgan de los talleres delicados del sueño», dice en su poema El don. Pero, ¿por qué lamentarse? Acaso el verdadero efecto de la música para sueños sea aliviarnos del peso de esa factoría, diluir el poder que lo onírico nos pueda provocar. Quizá la música ayude a que no nos durmamos del todo y una simple alarma alcance para sacarnos de esos edificios mudos que construye el dormir. Quizá la música distraiga a los operarios del sueño y sea mejor así. Porque si ese taller funcionara a toda máquina su silencio (que es la perfección de la música) se parecería demasiado a la muerte como para salir de él, así como así.
PÁGINA 8 – POESÍA ARGENTINA
ALEJANDRA DÍAZ
(San Miguel de
Tucumán-Tucumán-Argentina)
REIKI
la leve pluma
se posa en la hoja
allá la alameda /
aquí una ciudad de sábados a la noche
dice mi padre
que cada noche
realiza viajes astrales
le creo /
dice que cura heridas y enfermedades letales
le creo / que
absorbe y escupe el veneno
de las picaduras
de serpientes /
también le creo
cuenta que en Perú
ayudó a un chamán /
que estuvo presente
en varios exhorcismos
que...cura /
mi padre dice que cura
callo - me pregunto-
cómo hace mi
padre /
cómo hace mi padre
para habitar esos paisajes
de un cuadro
al que nunca
comprarán en la subasta.
ANAMARIA MAYOL
(Victorica-La Pampa-Argentina)
DESESPERANZA
Tiene el rostro del invierno
cruje helada
bajo los pies del viento
conoce la longitud del hambre
la carencia clavada en las costillas
anudada en las sombras
heredada en la calle
sabe todos los nombres
del olvido
ignora la esperanza.
Tiene el rostro del invierno
cruje helada
bajo los pies del viento
conoce la longitud del hambre
la carencia clavada en las costillas
anudada en las sombras
heredada en la calle
sabe todos los nombres
del olvido
ignora la esperanza.
ANÍBAL DE GRECIA
(Oberá-Misiones-Argentina)
TRISTEZA
Hoy es día de nada
como siempre
todo es banal
vomitivo
hipócritamente festivo.
Hoy no es tu día
pero ya es costumbre para vos
putita triste de Ruta 14.
ILDIKO NASSR
(San Salvador de Jujuy-Jujuy-Argentina)
PÁJAROS
escribo la palabra
para conjurar el canto de los pájaros
para conjurar el canto de los pájaros
ellos han elegido
mi casa para vivir
mi casa para vivir
se mueren sin poder llegar al nido
los encuentro al llegar a ese único
refugio
que todavía me queda
me pertenecen y no puedo evitar su muerte
que todavía me queda
me pertenecen y no puedo evitar su muerte
quisiera ser dios
o pájaro
o pájaro
JULIO ESTEFAN
(Monte Buey-Córdoba-Argentina)
CANCIÓN
LUNAR
No sólo causa penas ese disco ambarino
que pone en mi café una pieza de plata
a veces trae la risa, la locura, el milagro,
el recuerdo, el desvelo, la nostalgia y tus ojos.
que pone en mi café una pieza de plata
a veces trae la risa, la locura, el milagro,
el recuerdo, el desvelo, la nostalgia y tus ojos.
Somos
tantos insomnes buceando la penumbra
—cada uno está solo sin bastarse a sí mismo—
como peces hambrientos, como soles sin brillo,
como quietos montículos de tierra y de agua.
—cada uno está solo sin bastarse a sí mismo—
como peces hambrientos, como soles sin brillo,
como quietos montículos de tierra y de agua.
Hoy tengo
un rayo nuevo que atraviesa mi frente
no hay nubes esta noche de plenilunio errante
miro por la ventana los últimos vestigios
de la ciudad que duerme con increíble calma.
no hay nubes esta noche de plenilunio errante
miro por la ventana los últimos vestigios
de la ciudad que duerme con increíble calma.
PÁGINA 9 – CUENTO
NECHI DORADO
(Ciudad Autónoma-Buenos
Aires-Argentina)
MIS MUERTES QUE NO FUERON
Cuántas veces me morí, me sentí
suicidada. Me imaginé gen recesivo, Diana cazadora sin flecha, Juana de Arco
sin espada, Alfonsina sin mar, Cibeles sin leones. Yo sin mí. Siendo tantas
para terminar siendo ninguna.
Comencé a morirme de a ratos, como
dije, suicidada. Me moría de día y revivía de noche, cuando todos dormían
y podía desplegarme tal como creía ser: rebelde, puro
impulso, paridora de alegrías y enterradora de angustias. Llanto y risa,
mariposa y ancla; una cosa de carnehuesoarteriasvenassangrehumores, siempre
viva aunque no lo consiguiera del todo.
Me suicidaba al despuntar el
día; a veces se puede pasar la vida muriendo por momentos, respirando sin
oxígeno, mirando sin ver y escuchando aún con los oídos perforados por el
estampido del silencio, que asesina sin necesidad de uranio ni plutonio.
Fui sintiéndome, en este trajinar
descolocado, como un ente sin rostro trepando como un mono por las aristas de
la vida, siendo todo y siendo nada. Apenas durando en la tremenda telaraña
donde quedan atrapadas las ilusiones.
Aprendí a tomar lecciones de acerbidad
eliminándolas al pretender elaborar la tesis final. Aprendí a subir
escaleras apareciendo en el suelo sin caer y asimilé que la luz a veces
enceguece tanto que termina dejándonos sin la posibilidad real de observar.
Traté de andar despejando mis
tinieblas y me metí de lleno entre la bruma, tantas veces, que ya ni pude
contarlas.
Asistí a mis propias exequias y me
alegré en cada resurrección, nunca bendita (mucho menos bendecida) más bien
terrena, afirmada en una nube con rueditas que me va acercando a la estación
que quiero.
Y así espero seguir en este trajinar
dentro del caos donde…
¡Donde me parece descolocado hablar de
mí cuando hay tanto por decir de nosotros y yo aquí, perdiendo el tiempo en esta
divagación ego centrista!
¡Hay otra realidad colectiva fuera de
esta que soy y de lo que creo sentir! ¡Hay otra sustantividad que
está más allá de donde copulan fronteras de la muerte en serio, del descarne
verdadero, donde no soy protagonista sino simple testigo
involuntario y puedo ver que huestes de algún infierno trastocado se abalanzan
sobre tantos, inseminando el virus más peligroso que no tiene origen en el
África olvidada hasta por la historia corriente!
¡En esta realidad tan ajena como
propia, genocida: Acomete la estrella de seis puntas clavándose en los
intestinos de niños cuya “arma letal” fue la sonrisa, fiel compañera de la
alegría irrespetuosa de vivir sin obtener permiso para ello!
¡Asola el norte feroz sobre ¿cuántos
pueblos?! ¡La estatua prostituta yergue su antorcha
símbolo del incendio del mundo y tiene hambre de guerra,
de vísceras, de sangre coagulada, de tendones y músculos! ¡Tiene hambre de
niños y de viejos, de recursos no propios sino adquiridos a fuerza de terror y
llanto!
¡Tiene espanto en sus ojos de cemento
bilioso descompuesto y está dispuesta a saciarlo como sea!
¡Irrumpe la ambición más descarnada
por encima de la lógica irreversible volviendo loco al mundo que se parte, se
incinera, se desgaja; se ahoga como se ahoga el niño por nacer en la placenta
desprendida antes de tiempo!
¡Y yo aquí, irresponsablemente,
contando de mis muertes que no fueron, de mis estúpidos suicidios, de mis yo
sin mí, de esas tantas sin llegar a ser ninguna!
¡Y yo aquí, perdiendo un tiempo de oro
que no vuelve, describiendo mis sentires con tanta cosa para hablar que no
alcanzarían las vidas de cien mil gatos para describir con la ecuanimidad que
corresponde!
¡Y me avergüenzo!
PÁGINA 10 – POESÍA ARGENTINA
JORGE FALCONE
(La Plata-Buenos Aires-Argentina)
HARÍA FALTA UN MESÍAS DEL DESEO
Haría falta un Mesías del Deseo,
al del deber lo tenemos.
Uno que no asignara
sentido de propiedad a los cuerpos.
Uno que celebrara
bromear hasta con los muertos.
Uno que decretara
gozar sin culpa y soñar
con los ojos abiertos.
Haría falta un Mesías del Deseo,
al del deber lo tenemos.
Uno que aconsejara
valorizar lo vivido
en vez de atarse a lo yerto.
Uno que reconociera
que el disfrute casi siempre
está bien lejos del templo.
Uno que a la otredad
la convirtiera en su credo.
Haría falta un Mesías del Deseo:
Antes de que acaben con nosotros
será mejor que acabemos.
LAURA YASAN
(Ciudad Autónoma-Buenos
Aires-Argentina)
llave marylin versión libre
para Alejandro Mendez
el domingo a la hora de la muerte
tu sombra es una perla que rueda para
nadie
los bares están llenos
en el aire resiste la arpillera del
sábado
el ruido un entramado de colillas y
rouge
una pared de clavos las voces de los
otros
y el volumen del fútbol supera el
decibel
de los hombres que lloran sobre una
chica fácil
el domingo a la hora del escándalo
hay un cambio impreciso en la velocidad
y los minutos pasan su mirada de vaca
sobre tu pasto tierno
en la mesa del al lado una pareja rompe
la tarde en pedacitos
y una aureola de vidrios va empapando
el mantel
yo pensaba en sus brazos
el domingo a la hora de la muerte
como si no estuviera
LILI MUÑOZ OBEID
(Neuquén-Neuquén-Argentina)
GALOPE EN DOS ORILLAS
Te huelo todavía
solo a veces
se queda aún tu olor
choco con él
irrumpe
la oquedad de tus piernas
asperidades
lengua
retoman
el gusto allí escondido
texturas del adobe
la rotundez en barro
paja brava y estiércol
nuestro no estar
es no
y tu olor se está yendo
como el mío
hace rato
se desprendió de vos
se quitó del abrazo
porque también es no
esa naïve metáfora
dicho así en francés
resulta menos mierda escribir
la mentira
ligazón entre océanos
ingenuidad nos gana
hambre de vos me acosa
balbuceo
digo
quiero decir
juntura
juntarse
disyuntos
juntos en la ruptura.
LILIANA ANCALAO
(Comodoro Rivadavia-Chubut-Argentina)
MUDANZA
otra mudanza interrumpe los latidos
con sus tacos golpea los rincones
me va quebrando el techo
me señala
un aleteo de tréboles se va
doliéndome la tarde
y tengo que empacar algo de lo previsto
desamparar los estantes
de boletos y biromes que no escriben
recortarme de memoria en la ventana
en la puerta
me pueblan los amigos que estuvieron
y mi alma
ya doblada
cabe justa en la valija
que se cansa y me abandona
en algún lugar de la intemperie
con sus tacos golpea los rincones
me va quebrando el techo
me señala
un aleteo de tréboles se va
doliéndome la tarde
y tengo que empacar algo de lo previsto
desamparar los estantes
de boletos y biromes que no escriben
recortarme de memoria en la ventana
en la puerta
me pueblan los amigos que estuvieron
y mi alma
ya doblada
cabe justa en la valija
que se cansa y me abandona
en algún lugar de la intemperie
MANUEL
LOZANO
(San
Francisco-Córdoba-Argentina)
AQUISGRÁN
EN EXILIO
Aquí reinó
Carlomagno.
Aquí
durmieron las huestes del rigor y del miedo.
Aquí
resplandecieron la púrpura de Oriente
y ese oro
de Ufiz transpirando en las destilerías del insomnio.
Qué es,
entonces, este envoltorio de ladrillos
en una
capilla que sobrevive a las navajas de los siglos,
estos
pilares corroídos por el musgo de la separación?
Aquí reinó
un emperador del mundo,
no más
pobre e infeliz que todos los hombres.
Nunca se
despojó para mostrar la llaga en el costado.
Nunca
ejerció la limosna, siquiera para alabanza
de sus
siervos o de sus arcángeles.
Hoy,
Carlomagno, es una palabra que se desvanece
en el
incierto paraíso mental de algún desconocido.
PÁGINA 11 –
CUENTO
SUSANA
SZWARC
(Quitilipi-Chaco-Argentina)
EL
AIRE JUSTO
El
vagón está repleto a esta hora. Mi madre mira cómo intento abrazarla, se ríe de
mí. Es ella la que extiende sus brazos -más-, y me protege.
-Tendríamos que haber tomado un taxi -le digo.
Es la mañana, la hora pico. Otoño de 1992. Vamos juntas a escuchar al poeta. Le da risa que el Juan que yo leo sea el Juancito que ella conoció.
-Llegué a la Argentina, a la calle Velazco, y no sabía el idioma. Él con tus primos me enseñaban a hablar, también se divertían, me daban las frases al revés. ¿Ves que a veces hablo torcido?
-Bajemos -le digo.
-¿Por qué?
-No quiero que viajes así.
Mi madre se desprende, pasa entre los cuerpos, consigue un asiento.
-Sentate -me dice, y obedezco.
Muy al lado mío canta en polaco. Mi compañero de asiento se adormece. Repito la letra de mi madre sin entenderla demasiado. Es una canción de cuna. Ella se entusiasma, canta cada vez más fuerte. En el vagón todos miran y cuando termina esa canción empieza otra pero está cantando en ruso.
Me pregunta en idish si me acuerdo y hago como que no la escucho, que no me habla a mí, que no me da vergüenza, que no soy.
Pero vuelvo, al mirarla la reconozco.
-Vayamos a Polonia -le digo-, a tu pueblo o a Cracovia, dicen que es hermosa.
Se lo digo para hacerla sufrir y tenerla -que se asuste-, todavía la necesito.
Ella cierra los ojos, aprieta los labios. Creo que se los muerde, y abre despacio los ojos, sabiendo el riesgo. Va a la ventana, está por tirarse. Alcanzo a escucharle el murmullo:
“Este pequeño espacio junto a la ventana es todo lo que necesito, lo que quiero”. Parece tan cansada. Hasta que me mira, me recuerda, y habla desde un lugar menos distante. Dice que cambiemos de vagón.
Nos deslizamos de la mano.
Entre un vagón y otro y el ruido de la marcha, están esos chicos que gritan. La nena, parece, les ha robado el pan.
-Apenas me llevé medio -dice.
Los chicos hacen ademán de empujarla y ella mide con los ojos el espacio de la caída, la posibilidad de rodar. El tren va demasiado rápido.
-No lo tengo, me lo comí-. Forcejean, pero ya somos del otro vagón.
-Tendríamos que haber tomado un taxi -le digo.
Es la mañana, la hora pico. Otoño de 1992. Vamos juntas a escuchar al poeta. Le da risa que el Juan que yo leo sea el Juancito que ella conoció.
-Llegué a la Argentina, a la calle Velazco, y no sabía el idioma. Él con tus primos me enseñaban a hablar, también se divertían, me daban las frases al revés. ¿Ves que a veces hablo torcido?
-Bajemos -le digo.
-¿Por qué?
-No quiero que viajes así.
Mi madre se desprende, pasa entre los cuerpos, consigue un asiento.
-Sentate -me dice, y obedezco.
Muy al lado mío canta en polaco. Mi compañero de asiento se adormece. Repito la letra de mi madre sin entenderla demasiado. Es una canción de cuna. Ella se entusiasma, canta cada vez más fuerte. En el vagón todos miran y cuando termina esa canción empieza otra pero está cantando en ruso.
Me pregunta en idish si me acuerdo y hago como que no la escucho, que no me habla a mí, que no me da vergüenza, que no soy.
Pero vuelvo, al mirarla la reconozco.
-Vayamos a Polonia -le digo-, a tu pueblo o a Cracovia, dicen que es hermosa.
Se lo digo para hacerla sufrir y tenerla -que se asuste-, todavía la necesito.
Ella cierra los ojos, aprieta los labios. Creo que se los muerde, y abre despacio los ojos, sabiendo el riesgo. Va a la ventana, está por tirarse. Alcanzo a escucharle el murmullo:
“Este pequeño espacio junto a la ventana es todo lo que necesito, lo que quiero”. Parece tan cansada. Hasta que me mira, me recuerda, y habla desde un lugar menos distante. Dice que cambiemos de vagón.
Nos deslizamos de la mano.
Entre un vagón y otro y el ruido de la marcha, están esos chicos que gritan. La nena, parece, les ha robado el pan.
-Apenas me llevé medio -dice.
Los chicos hacen ademán de empujarla y ella mide con los ojos el espacio de la caída, la posibilidad de rodar. El tren va demasiado rápido.
-No lo tengo, me lo comí-. Forcejean, pero ya somos del otro vagón.
Qué
pequeña es mi madre. Hace frío y transpira, ¿por qué se rasca tanto? No hay
lugar para nada y está todo oscuro. No sabe adónde la llevan, ni siquiera por
qué, y cierra los ojos. Qué tristeza tener que dejar su cajita de cosas: algún
dibujo, lápices de colores, fotografías, una muñeca. ¿Estará grande tal vez
para jugar con muñecas?, pero un saco al menos, aunque tampoco hace tanto frío
y la orina calienta las piernas, los pies. (Si le hubiera tocado cerca de la
ventana podría imaginarla abierta, habría el cielo suave azul en su memoria y
amapolas, vería al poeta trabajando en las vías. Palean, hay reparación de
carreteras.) La mano toca miguitas en el bolsillo. Deja un rato su mano ahí,
los dedos memorizan el alimento. Saca las migas y adivina la boca de la madre
que las guarda, lúcida. Con la lengua las ablanda hasta que vuelve a dar la
comida a la hija, más tibia, de pajaritos.
Nadie sabe cómo un sapo entró al vagón y los que lloran dejan de llorar, entretenidos por el sapo. Una especie de milagro. Muchos se hubiesen caído pero no hay lugar, no hay más que estar así, parados.
Y así llegamos a Siberia. Es otoño de 1940, creo. Cuando se abre la puerta corrediza del vagón los ojos de los muertos y los vivos se abren también. El sapo se asusta, dispara. Nos reímos de la manchita verde en la blancura.
La nieve se ve hermosa. La carcelera es una muchacha rusa pequeña como mi madre, se sonríen. Cerca están del río y la madera de los barcos. Hay que mantener el equilibrio, llevar los troncos sin caer al agua. Pero el domingo es posible ir a Tomsk, la Atenas de Siberia. Ahí toca en el cuerpo el orgullo de los objetos, las torres de las catedrales, los recintos fabulosos, los espejos. Un grupo de estudiantes en fila, van con sus carpetas y bufandas, ríen y escuchan sus voces. Se reconoce el poema de Pushkin. Hay amapolas de verdad y hay que volver a la pieza, los otros ya están preocupados.
-¿Y los libros?-, le digo a ella.
-En las barracas no hay.
-Entonces me voy con él, vendrá a ser mi padre.
Nadie sabe cómo un sapo entró al vagón y los que lloran dejan de llorar, entretenidos por el sapo. Una especie de milagro. Muchos se hubiesen caído pero no hay lugar, no hay más que estar así, parados.
Y así llegamos a Siberia. Es otoño de 1940, creo. Cuando se abre la puerta corrediza del vagón los ojos de los muertos y los vivos se abren también. El sapo se asusta, dispara. Nos reímos de la manchita verde en la blancura.
La nieve se ve hermosa. La carcelera es una muchacha rusa pequeña como mi madre, se sonríen. Cerca están del río y la madera de los barcos. Hay que mantener el equilibrio, llevar los troncos sin caer al agua. Pero el domingo es posible ir a Tomsk, la Atenas de Siberia. Ahí toca en el cuerpo el orgullo de los objetos, las torres de las catedrales, los recintos fabulosos, los espejos. Un grupo de estudiantes en fila, van con sus carpetas y bufandas, ríen y escuchan sus voces. Se reconoce el poema de Pushkin. Hay amapolas de verdad y hay que volver a la pieza, los otros ya están preocupados.
-¿Y los libros?-, le digo a ella.
-En las barracas no hay.
-Entonces me voy con él, vendrá a ser mi padre.
El
no va en un vagón. Huye al peor lado pero sabe alemán, es rubio, reza y tiene
demasiado miedo. A ningún vagón, sabe que si sube no habrá forma de mentir.
-Escuchen -dice a los hermanos, a los amigos, a los padres-, no suban.
Y corre más rápido que un tren. Se esconde en el bosque. Si duerme y le alcanza para descansar irá a ofrecerse a un trabajo, a una fábrica. Se inventará un nombre, una familia, ¿cuál? El padre al contar hace gestos, hace mímica y las hijas reímos de la historia.
El niño no sube al tren ni siquiera al final de la guerra. Sólo camina, sólo confía en sus pies.
-¿Adónde vas?-, le dicen. Sus vecinos lo reconocen, “cómo creciste en estos años, ya sos un muchacho”.
-Voy a casa, a mi ciudad.
-No vayas, la casa no está y ellos murieron.
-¿Dónde, cuándo?-, quiere decir por qué.
-No sabemos.
-¿Nadie vive?
-Ya no vayas a tu casa. No es.
-Escuchen -dice a los hermanos, a los amigos, a los padres-, no suban.
Y corre más rápido que un tren. Se esconde en el bosque. Si duerme y le alcanza para descansar irá a ofrecerse a un trabajo, a una fábrica. Se inventará un nombre, una familia, ¿cuál? El padre al contar hace gestos, hace mímica y las hijas reímos de la historia.
El niño no sube al tren ni siquiera al final de la guerra. Sólo camina, sólo confía en sus pies.
-¿Adónde vas?-, le dicen. Sus vecinos lo reconocen, “cómo creciste en estos años, ya sos un muchacho”.
-Voy a casa, a mi ciudad.
-No vayas, la casa no está y ellos murieron.
-¿Dónde, cuándo?-, quiere decir por qué.
-No sabemos.
-¿Nadie vive?
-Ya no vayas a tu casa. No es.
1957-58-59-60.
Mi padre y yo subimos al tren que se detiene cinco minutos en Napalpí. Dejamos
en el buzón del tren, en el vagón que hace de correo, las cartas que él escribe
en castellano, idish, polaco, alemán: “si vive algún hermano mío en algún
lugar, avísenme”. Después vamos al vagón de los libros, compramos uno de Kafka.
-Me parece que mi mamá lo leía-, dice mi padre.
Le pregunto si está seguro y él me da la mano, me dice que bajemos del tren. En la vereda nos abrazamos, me besa la frente, los ojos.
Quieta, al lado nuestro, está Amada. Es qom, es silenciosa pero a mí me muestra algunas palabras.
-¿Hoy no fuiste a la escuela? - Le pregunto.
-No voy más, ahí muchos miran sin alma, ahí me dan vergüenza-. Nos mira mientras pela despacio una naranja y jugamos a adivinar el número de sus tajadas. Gana mi padre, adivinó. Repartimos la fruta, su jugo nos pinta los labios, resbala en los brazos.
Cuando el tren empieza a tomar velocidad subo con Amada. En el vagón hay asientos vacíos pero no nos sentamos.
-Tenés permiso sólo hasta mañana -alcanza a decir mi padre que está abriendo el libro como si ya fuera a encontrar alguna cosa.
-Vayamos lejos, hasta Machagai-, dice Amada.
-O hasta El Nochero-, le digo.
Nos reímos, esos pueblos no quedan lejos. Y antes de que el tren acelere completamente, saltamos, comenzamos a correr. Corremos hasta la Reservación sin detenernos siquiera para alcanzar las naranjas.
Vuelvo, caminando, al otro día.
-Llegué a Buenos Aires -cuenta él-, por Paraguay.
-Llegué a Buenos Aires -cuenta ella-, por Brasil.
-Hace calor otra vez- dicen.
- ¿Qué puedo hacer? -digo, y les acerco una jarra con agua.
-Me parece que mi mamá lo leía-, dice mi padre.
Le pregunto si está seguro y él me da la mano, me dice que bajemos del tren. En la vereda nos abrazamos, me besa la frente, los ojos.
Quieta, al lado nuestro, está Amada. Es qom, es silenciosa pero a mí me muestra algunas palabras.
-¿Hoy no fuiste a la escuela? - Le pregunto.
-No voy más, ahí muchos miran sin alma, ahí me dan vergüenza-. Nos mira mientras pela despacio una naranja y jugamos a adivinar el número de sus tajadas. Gana mi padre, adivinó. Repartimos la fruta, su jugo nos pinta los labios, resbala en los brazos.
Cuando el tren empieza a tomar velocidad subo con Amada. En el vagón hay asientos vacíos pero no nos sentamos.
-Tenés permiso sólo hasta mañana -alcanza a decir mi padre que está abriendo el libro como si ya fuera a encontrar alguna cosa.
-Vayamos lejos, hasta Machagai-, dice Amada.
-O hasta El Nochero-, le digo.
Nos reímos, esos pueblos no quedan lejos. Y antes de que el tren acelere completamente, saltamos, comenzamos a correr. Corremos hasta la Reservación sin detenernos siquiera para alcanzar las naranjas.
Vuelvo, caminando, al otro día.
-Llegué a Buenos Aires -cuenta él-, por Paraguay.
-Llegué a Buenos Aires -cuenta ella-, por Brasil.
-Hace calor otra vez- dicen.
- ¿Qué puedo hacer? -digo, y les acerco una jarra con agua.
Antes,
en otro vagón, mi madre había crecido.
-Pasemos por Samarkanda, lleguemos a Bujara, ¿sí?
-No, es 1942 y los hospitales están llenos. Mirá, hay tifus, disentería. No hay que contagiarse pero me contagio. Cuánta fiebre y después, un día, muchos mueren. No todos de fiebre, algunos de tristeza y dan un lugar para enterrarlos.
-¿Hay lugar en Bujara?
Tenemos sed en el camarote. Vamos al coche comedor y el sol entra por las ventanas, calienta las gaseosas y todos los árboles, los postes, de afuera, se mueven en 1964 como ese sapo que salta por los vagones.
-Hay que llevarse a ese sapo que anda solo -dice en idish mi madre.
-Mamá -digo en castellano-, los sapos no viven en Buenos Aires, ¿qué te creés, que es un pueblo?
-Lo pondremos en el balcón -insiste.
-¿No podés ya hablar en castellano?
(El vagón está oscuro. 1976, 77, 78, 79 y ella nos busca -madre- en la oscuridad, en el silencio. A veces encuentra.)
Seguimos. El tren se detiene en Weimar, en Leipzig. He sido invitada a un congreso. Lamento no hablar en idish, entendería mejor el alemán.
Al bajar del tren es otoño. Dicen que hace un año cayó el muro. Ahora no se ve, ahora parece que los muros son invisibles.
-No todos.
El aire me trae el sonido de un arpa que acompaña a los otros instrumentos y que hacen algo raro en el espacio, como si otro, alguno, caminara conmigo.
Tomo un taxi, le digo al chofer hasta Buchenwald. No sé qué me está diciendo en alemán pero es algo de la hora. A Buchenwald, insisto. Cuando llegamos le hago señas de que me espere.
Comienzo a caminar. Entro. Me llega el viento de este otoño, a veces se nubla, a veces hay sol. Dejo que el viento traspase la ropa, se acomode en cada resquicio mío, hasta en la boca que abro como si fuera a gritar. Sí, tal vez los padres del padre murieron allí, ¿diríase abuelos? Sí, invento ese lugar para ellos. Los tengo.
Mi madre me mira, me sonríe, estoy a punto de llorar.
-No llores -dice mientras me acaricia-. Escuchá, el viento. No llores, ¿acaso desde que el mundo es mundo las cosas no cambiaron?
Salgo de ahí. El chofer se quedó dormido, me esperó. Me hubiese dado miedo pasar en Buchenwald la noche.
-Pasemos por Samarkanda, lleguemos a Bujara, ¿sí?
-No, es 1942 y los hospitales están llenos. Mirá, hay tifus, disentería. No hay que contagiarse pero me contagio. Cuánta fiebre y después, un día, muchos mueren. No todos de fiebre, algunos de tristeza y dan un lugar para enterrarlos.
-¿Hay lugar en Bujara?
Tenemos sed en el camarote. Vamos al coche comedor y el sol entra por las ventanas, calienta las gaseosas y todos los árboles, los postes, de afuera, se mueven en 1964 como ese sapo que salta por los vagones.
-Hay que llevarse a ese sapo que anda solo -dice en idish mi madre.
-Mamá -digo en castellano-, los sapos no viven en Buenos Aires, ¿qué te creés, que es un pueblo?
-Lo pondremos en el balcón -insiste.
-¿No podés ya hablar en castellano?
(El vagón está oscuro. 1976, 77, 78, 79 y ella nos busca -madre- en la oscuridad, en el silencio. A veces encuentra.)
Seguimos. El tren se detiene en Weimar, en Leipzig. He sido invitada a un congreso. Lamento no hablar en idish, entendería mejor el alemán.
Al bajar del tren es otoño. Dicen que hace un año cayó el muro. Ahora no se ve, ahora parece que los muros son invisibles.
-No todos.
El aire me trae el sonido de un arpa que acompaña a los otros instrumentos y que hacen algo raro en el espacio, como si otro, alguno, caminara conmigo.
Tomo un taxi, le digo al chofer hasta Buchenwald. No sé qué me está diciendo en alemán pero es algo de la hora. A Buchenwald, insisto. Cuando llegamos le hago señas de que me espere.
Comienzo a caminar. Entro. Me llega el viento de este otoño, a veces se nubla, a veces hay sol. Dejo que el viento traspase la ropa, se acomode en cada resquicio mío, hasta en la boca que abro como si fuera a gritar. Sí, tal vez los padres del padre murieron allí, ¿diríase abuelos? Sí, invento ese lugar para ellos. Los tengo.
Mi madre me mira, me sonríe, estoy a punto de llorar.
-No llores -dice mientras me acaricia-. Escuchá, el viento. No llores, ¿acaso desde que el mundo es mundo las cosas no cambiaron?
Salgo de ahí. El chofer se quedó dormido, me esperó. Me hubiese dado miedo pasar en Buchenwald la noche.
Subimos
al tren. Es verano en Buenos Aires. Estamos sentadas -ahora mismo- en un vagón
casi vacío, casi lujoso de tanto espacio. Mi madre alza el sapo y se ríe.
Encuentra en el bolsillo algo de pan, lo ablanda en la boca, lo humedece con la
lengua y otra vez lo saca. Me alcanza ese pan que rueda lento en mi propia boca
ante sus ojos brillantes. Viajamos felices. Entra al vagón el aire justo para
vivir.
PÁGINA 12 – POESÍA ARGENTINA
LOURDES ANGÉLICA ZALAZAR
(Metán-Salta-Argentina)
VOZ
Soy el grito ancestral la
dolorida queja.
Soy la flor de una raza ya
marchita.
Desde el lodo invasor me he
levantado.
Viracocha sostuvo mi dolor
¡Cuantas lunas han pasado¡
¡Cuantas pieles cobrizas mutiladas¡
Soy un temblor de tumbas profanadas
El amor, lumbre enlutecida.
El lenguaje mudo de los ojos
que despierta a los cóndores.
Soy el sol que anida en los hogares
voz ardiente en esta tierra.
Soy el espacio quebrantado
que vive, palpita
en el erke en el siku,
en la queja de una quena
en la pena de una caja.
JUAN CARLOS BERNASCONI
(Morrison-Córdoba-Argentina)
PLAZA DE OTOÑO
Despacio muere el día en la
plaza de otoño.
Desde el rústico asiento de las
palabras que conmueven
rompiendo la cáscara sombría del alma
dibujamos dos parábolas
uniéndose
en lo alto de las estrellas
como un arco iris bellísimo
y doliente.
Y me dices que te gusta el otoño,
el amarillo de los fresnos que
cubre el suelo.
donde juegan los niños
como en una alfombra crujiente y
rendida.
Y te digo que todos los pueblos que
habitan en mi, están
hechos con los pinceles del
otoño.
PABLO JAVIER RESA
(Lobería-Buenos Aires-Argentina)
EL DESEO
Ella
acaricia lomos de vidas-libros con sutiles dedos de durazno / pasillos tomos y
tomas de tantas ajenas mentes cercanas. Los códices mayas inmortalizando en
colores sobre la superficie vegetal endurecida la primera cópula que originara
el instante del hombre / las Mil y Una Noches ,el Cantar de los Cantares Dante
y Beatrice divina la comedia de la antesala de un Decamerón en medio de una
peste que ni ella podría azotar el placer / acariciantes sensuales nombres
escapados entre los pasillos fantasmales de la biblioteca corazona / la asaltan
los suavísimos acordes de Sidharta o Lady Chaterly desmayada entre los rudos
brazos de aquel hombre fabulosamente pueblo para ella tan té de taza china /la
salvaje tropilla conduciendo el carruaje de Mme Bouvary / salta la historia
salta como un tizón encendido apretando entre dos brazas esa herida de todos /
no he sido felíz confiesa su pecado Borges y brotan de una galera sus amadas
enamoradas desnudas mujeres camina camina la mano acariciando lomos de libros
que brillan de sudor y laten -en las noches de luna cobran vida
Secretas palabras conjurando el deseo del padre Ladislao Gutiérrez, “padre muero de deseo “ –dice Camila O Gorman bajo el yugo de Rosas / Cien años de Soledad y el mismo Aureliano Buendía en Macondo Ursula espera.
Inconfesables confesas historias del Nombre de la Rosa hacen Eco en los pasillos de “amor locura y muerte” disparadas al ojo-oído al sexo al corazón de hombre pretendiente de dios que pende de un hilo
Realidad / de aquel lado la biblioteca corazona / realidad pasillos de adolescencia silenciosa en que se hacía el intento infructuoso de sostener-encarcelar la jauría del deseo que mordía los talones a cada fuga de siesta pocas opciones de entonces / cuerpecito sumergiéndose desnudo en al rio sin estar convencida María de escapar al deseo feroz del Pombero .
Abuelas o tías abuelos o tíos en abrazos mullidos o cuentos de cuna para ahogar los precoces latidos / lo prohibido el beso era la palabra NO sobre las mieles urgentes senitos turgentes de infancia marchándose tras un beso robado cerrando los ojos mirándolo todo hasta devorar/desbordar el respeto a las normas de civilidad blancas ataduras/ dorados reflejos en círculo que envuelven la caída de un ramito de novia sin dueño
Tibieza descontracturada desacostumbrada de manos deslizándose descalzas sobre la piel territorio del deseo / desafuero /desbocado a bocados saboreado en beso de labios que besan palabras y palabras que besan labios para callarlos callarlos callarlos diciendo alegría alegría alegría hasta volverse ave o pez.
Ahora ahora es ella / ella lo ve venir despacio por aquellas callejas urgentes de casitas blancas del cielo de Grecia / o el cerro de los siete colores Punmamarca se descuelga Rapuznel-Julieta –Pandora-Penélope Alejandra Vidal Olmos –Alejandra Pìzarnik sin la cicuta apurada o Dafne que desarraiga las eternas raíces vueltas pies que corren como un animal encerrado
Locas mujeres locas corren y corren del miedo urgentemente urgentes /enormes /lentamente apuradas dementes inclementes irrespetuosas bellas loca humanidad entera bella
Moderato
Arpegio
Largo
Nunca réquiem
No réquiem no
Secretas palabras conjurando el deseo del padre Ladislao Gutiérrez, “padre muero de deseo “ –dice Camila O Gorman bajo el yugo de Rosas / Cien años de Soledad y el mismo Aureliano Buendía en Macondo Ursula espera.
Inconfesables confesas historias del Nombre de la Rosa hacen Eco en los pasillos de “amor locura y muerte” disparadas al ojo-oído al sexo al corazón de hombre pretendiente de dios que pende de un hilo
Realidad / de aquel lado la biblioteca corazona / realidad pasillos de adolescencia silenciosa en que se hacía el intento infructuoso de sostener-encarcelar la jauría del deseo que mordía los talones a cada fuga de siesta pocas opciones de entonces / cuerpecito sumergiéndose desnudo en al rio sin estar convencida María de escapar al deseo feroz del Pombero .
Abuelas o tías abuelos o tíos en abrazos mullidos o cuentos de cuna para ahogar los precoces latidos / lo prohibido el beso era la palabra NO sobre las mieles urgentes senitos turgentes de infancia marchándose tras un beso robado cerrando los ojos mirándolo todo hasta devorar/desbordar el respeto a las normas de civilidad blancas ataduras/ dorados reflejos en círculo que envuelven la caída de un ramito de novia sin dueño
Tibieza descontracturada desacostumbrada de manos deslizándose descalzas sobre la piel territorio del deseo / desafuero /desbocado a bocados saboreado en beso de labios que besan palabras y palabras que besan labios para callarlos callarlos callarlos diciendo alegría alegría alegría hasta volverse ave o pez.
Ahora ahora es ella / ella lo ve venir despacio por aquellas callejas urgentes de casitas blancas del cielo de Grecia / o el cerro de los siete colores Punmamarca se descuelga Rapuznel-Julieta –Pandora-Penélope Alejandra Vidal Olmos –Alejandra Pìzarnik sin la cicuta apurada o Dafne que desarraiga las eternas raíces vueltas pies que corren como un animal encerrado
Locas mujeres locas corren y corren del miedo urgentemente urgentes /enormes /lentamente apuradas dementes inclementes irrespetuosas bellas loca humanidad entera bella
Moderato
Arpegio
Largo
Nunca réquiem
No réquiem no
Palmo a
palmo
La gota de sudor que estalla en el pecho
La lágrima salada que se instala en la voz
Temblorosos espasmos dulces danzas sabia de la piel del mundo
Innombrables / multiplicadas trocitos de espejos rotos
Hacia ninguna cifra
Estallan estallan estallan estallan
Y el mundo se queda mudo
Desaparece por un instante
Muere…para vivir.
La gota de sudor que estalla en el pecho
La lágrima salada que se instala en la voz
Temblorosos espasmos dulces danzas sabia de la piel del mundo
Innombrables / multiplicadas trocitos de espejos rotos
Hacia ninguna cifra
Estallan estallan estallan estallan
Y el mundo se queda mudo
Desaparece por un instante
Muere…para vivir.
MARTHA OLIVERI
(Ciudad Autónoma-Buenos
Aires-Argentina)
LA OTRA MUERTE
Y hablemos de aquello que sobre todo
habría podido dar a luz a Dios
con la pasión de un escultor de abismos
con la entrega del ángel cuyo mensaje inicial
es el asombro de que el asombro exista.
Y hablemos de cómo la compasión se abrevia
En la ternura de dos brazos humanos
De las cunas que tiende la hierba entre los suelos
que muerden su angustia de soledad sin sombra
Hablemos, sí de que han hecho los hombres
con el vientre lunar
Y qué ha sido de la nutriente que fluye del Edén
cuando se adueña el vértigo del cielo.
Hasta donde han teñido de dolor el hechizo
para dar a luz un ángel extinguido,
Una domesticada aldea de “Carontes”
cuyas barcas camufladas
Vuelven siempre hacia el Hades
Y hablemos del placer de ensangrentar los astros
de abrir los corazones con deslumbrados goces:
La lujuria de Midas
sobre el campo inocente
que daba a luz un trigo
Más de oro que el oro por leve y por flexible.
De qué están hechos los sacerdotes de los templos
donde no quiso entrar Judas,
ni aun en la traición se pudo tanto.
Es mayor este mirar que nubla la mirada
Esta mirada donde bosteza el hombre
viendo como el campo ensangrentado de los siglos
se entretiene enumerando un horror que llama: Historia.
Pero es sólo un concierto detenido en la memoria
donde aún gime la individual tortura,
numerada en millones, acallada en el tiempo
por un siniestro malabarista que pone al pecado
el nombre de “evolución histórica,”
y a la ruindad el mote de “fiel determinismo”.
Hablemos entonces de otra muerte,
de otro día después en que inocente
expira el pájaro en sus alas
el ciervo en su cornada,
el viejo en suaves sombras
más acá de los párpados.
Es tiempo de que callen los sofistas
y le den al silencio la palabra.
Y hablemos de aquello que sobre todo
habría podido dar a luz a Dios
con la pasión de un escultor de abismos
con la entrega del ángel cuyo mensaje inicial
es el asombro de que el asombro exista.
Y hablemos de cómo la compasión se abrevia
En la ternura de dos brazos humanos
De las cunas que tiende la hierba entre los suelos
que muerden su angustia de soledad sin sombra
Hablemos, sí de que han hecho los hombres
con el vientre lunar
Y qué ha sido de la nutriente que fluye del Edén
cuando se adueña el vértigo del cielo.
Hasta donde han teñido de dolor el hechizo
para dar a luz un ángel extinguido,
Una domesticada aldea de “Carontes”
cuyas barcas camufladas
Vuelven siempre hacia el Hades
Y hablemos del placer de ensangrentar los astros
de abrir los corazones con deslumbrados goces:
La lujuria de Midas
sobre el campo inocente
que daba a luz un trigo
Más de oro que el oro por leve y por flexible.
De qué están hechos los sacerdotes de los templos
donde no quiso entrar Judas,
ni aun en la traición se pudo tanto.
Es mayor este mirar que nubla la mirada
Esta mirada donde bosteza el hombre
viendo como el campo ensangrentado de los siglos
se entretiene enumerando un horror que llama: Historia.
Pero es sólo un concierto detenido en la memoria
donde aún gime la individual tortura,
numerada en millones, acallada en el tiempo
por un siniestro malabarista que pone al pecado
el nombre de “evolución histórica,”
y a la ruindad el mote de “fiel determinismo”.
Hablemos entonces de otra muerte,
de otro día después en que inocente
expira el pájaro en sus alas
el ciervo en su cornada,
el viejo en suaves sombras
más acá de los párpados.
Es tiempo de que callen los sofistas
y le den al silencio la palabra.
MÁXIMO SIMPSON
(Ciudad Autónoma-Buenos
Aires-Argentina)
NO TE VAYAS
No te vayas; ya quédate, albedrío,
no te vayas tan luz, tan sin decir.
No te vayas de mí, ladrillo, albor;
no te inquietes, solaz, no te despidas,
no dejes de mirarme,
sombra,
cuna.
Mírame, pasto azul.
No te vayas, metal,
cielo, apariencia.
Que todo esté en su sitio,
que no se vaya el árbol,
que no se vaya el día,
gorjeo de mi tiempo,
oloroso violín de yerba mate.
No te vayas de mí, Máximo Simpson.
PÁGINA 13 – RESEÑA
J. L. RODRÍGUEZ ÁVALOS
(Morelia-México)
DE AMOR QUINCE POEMAS
Autor: Tomás Rico Cano
De entre los más viejos oficios, la
poesía es uno de los más constantes y altos modos de expresión, donde se
confirma la vocación por la búsqueda del yo, por el querer saberse el poeta
habitante del mundo, explorando la posibilidad de que el mundo se ajuste a la
idea personal y propia.
Y si no responde a las necesidades
personales, entonces se inventa un mundo de acuerdo a la imaginación de cada
quien. Así, Rico Cano inventó su mundo poético.
Tomás Rico Cano (Uruapan 1916-Morelia
1993), poeta provinciano que se ha vuelto universal por su vocación de maestro
y sus escritos dirigidos a las pasiones humanas, particularmente a las
amorosas, comenzó a publicar sus poemarios en 1946 con Esta niebla
encendiday siguió en 1948 con De amor quince sonetos, que recibió don
Alfonso Reyes y contestó así:
Rico cristal sonoro, detenido
contra peñas de amor, quiebra un
esguince
y sigue murmurando su gemido,
Cano de espumas, pero no vencido
(y como los sonetos eran quince,
quince veces le quedo agradecido)
Muchos años y bastantes publicaciones
después apareció De amor quince poemas, selección personal del maestro de
la siguiente manera:
"En la primera parte, amor a la
mujer, proyectado a varias de ellas, de carne y hueso; en la segunda, a tres
entrañables ciudades: Morelia, Pátzcuaro y Uruapan, y finalmente con un texto
solo, huerfanito, el amor a los Animales michoacanos tan olvidados
por nuestros poetas de verdad".
La portada es del maestro Alfredo
Zalce y quince artistas elaboraron las viñetas que acompañan a don Tomás en
esta aventura colectiva; en orden de aparición: Miguel Carmona, Eugenio
Altamirano, Gerardo Pérez Lozada, Juan Torres, Jerónimo Mateo y el grabador J.
Dolores Prado Velázquez.
Les siguen Gilberto Ramírez, Jesús
Escalera, Marcela Ramírez, Nicolás de la Torre, Francisco Rodríguez Oñate y
Alejandro Delgado.
También aparecen dibujos de dos
artistas fallecidos hace muchos años, igualmente entrañables amigos de don
Tomás y a quienes de seguro hubiese gustado compartir esta experiencia:
Francisco José Delgado y Manuel Pérez Coronado (MaPeCo)
De esta manera, se reencuentran en
estas páginas amigos de toda la vida, reunidos por el quehacer poético de un
maestro querido.
Tales encuentros artísticos han hecho
de este libro un clásico de las bibliotecas michoacanas, cuya publicación
estuvo a cargo del Colectivo Artístico Morelia, A. C. en 1989. El libro puede
conseguirse en algunas librerías de Michoacán, y en Morelia hasta en las
librerías de viejo.
PÁGINA 14 – POESÍA AMERICANA
LILIAN VIACAVA
(Montevideo-Uruguay)
A LA DERIVA
Cuando muere la esperanza...
Tu silencio pasa a la deriva
como un hacha se clava en mis entrañas
desde el fondo se precipita el viento.
Baja lento el cielo sobre el cuerpo,
las heridas abiertas aún sangran
y se agrandan en lo hondo del destierro.
y se agrandan en lo hondo del destierro.
Se abre el bosque...
Las hadas se empecinan en brillar
tras el canto del hornero.
tras el canto del hornero.
¿Donde habita el nido de las lágrimas?
¿Acaso ruedan desde el cielo?
La noche enciende la luz
de las estrellas y el bosque se ilumina…
Tu silencio pasa a la deriva...
Nace la noche en su ritual siniestro
danzan los criminales del amor
y después el amor pasa muerto.
Un infinito de ríos nos separan
y un olor acre corta la noche
danzan los criminales del amor
y después el amor pasa muerto.
Un infinito de ríos nos separan
y un olor acre corta la noche
¡es olor del amor muerto!
Se estanca el tiempo de las rosas
Se estanca el tiempo de las rosas
en el sueño de los hombres…
Festejemos amor ¡la vida pasa!
Los pájaros se lanzan de los cerros
en suicidio colectivo nos alcanzan...
Las sombras de la noche nos amparan.
Todo vive y muere...
Festejemos amor ¡la vida pasa!
Los pájaros se lanzan de los cerros
en suicidio colectivo nos alcanzan...
Las sombras de la noche nos amparan.
Todo vive y muere...
Festejemos amor... La vida pasa.
Los pájaros se lanzan de los cerros
cuando muere la esperanza.
MARIANELA
PUEBLA
(Valparaíso-Chile)
PUERTAS
Puertas que
parecen cerradas, transparentes,
muestran un
mundo que se abre a los ojos,
solamente a la
mirada impedida de escape
sofocada de
tanta espera.
Puertas
golpeadas, encadenadas a un silencio intolerable.
Nadie
acaricia, no introduce la llave,
la gira, hace
un ruido, empuja la hoja,
le habla con
palabras sutiles, y la cierra
suavemente,
como si fuera un cristal costoso.
Nada, no
sucede lo inesperado, un mudo sollozo las invade,
la madera
vieja que las forma, desnuda y desprotegida
del árbol, del
bosque, ya no está perfumando su existencia.
Es solo parte
de su esencia, una gota de nostalgia
enmoheciendo
sus recuerdos.
Puertas
elegantes, de casas fabulosas,
se abren con
cautela, con sigiloso desplante.
Siempre
pulcras, aceitadas, golpeadas con guantes,
esperando
abrirse al buen vestir,
son puertas
que parecieran tenerlo todo
mas, al cerrar
sus hojas sienten
el rigor
abismante de la soledad.
Atacadas
maliciosamente por las inclemencias del tiempo
nunca muestran
sus corazones roídos.
Puertas
humildes, desmembradas por los dientes
del viento,
que las muerde cada vez que pasa
quizás
deseando llevarse una de sus partes.
Puertas
giratorias, emborrachadas de prisa,
quién sale
quién entra, da lo mismo
solo dejan una
ráfaga de inquietud, solo eso,
Una frialdad
endulzada de indiferencia.
Puertas
rechinando desamparo
lamidas
por el calendario del olvido,
sin llaves que
las abran, sin cerrojos que las cuide,
entregadas a
los brazos de inclementes soledades
abren las
bocas, modulan palabras de desconsuelo
y con voces de
aserrín claman al cielo
volver a
centro de sus raíces.
MARISOL CABRERA SOSA
(La Floresta-Canelones-Uruguay)
Que no
te nombro amor
el
silencio petrifica el vaso
las
hormigas se amontonan
en las
bandejas
son
líneas torcidas
nunca
rectas
no se
come ¿o sí?
¿Quién
adelanta proteínas
a mi
cansada espera?
Las
direcciones de los Mirasoles
llevan
y traen huellas en la arena
se nos
duermen las piernas
y acá
en mi cuarto
los
ladrillos sudan
la
espalda que se marchó
todos
los días no son iguales
¿ha
notado alguna diferencia?
Mi
estado de ánimo
es casi
optimista sin la fe
de los
ciegos.
Habrá
que salir a buscar anteojos.
Que no
te bebo amor
la
saliva se amontona
se abre
la ventana
de los
labios sin patria
ni
bandera
la
latitud cruza mi sangre
abandono
la escuela
durante
años imponen patriarcas
ya ni
sé si sabe cautivar
ya ni
la obligación
a
permanecer atado o libre
¿quién
sabe?
Conjugar
comodidad y amor
es el
estado febril de algunos cobardes
¿quién
está libre?
El
pecado es práctica corriente
para
algunas escrituras
escribidores
lapiceros
con
registros legales
también
en otras latitudes.
Cabalga
en este milenio
el
prejuicio, señor fatal.
Que no
te sudo amor
la
humedad se acumula en la piel
y no es
tema literario de ninguna conferencia
algunos
piensan más acá del contexto
pero en
estos casos
las
sábanas se confabulan
para
que el almanaque se vuele
con la
menor brisa.
Tanto
horror al vacío me contesta,
por acá
las variedades
pasan
por mis pelos
en un
acorde perdido
de la
guitarra que no toca.
No hay
abrigo para el silencio.
C. FELICIANO MEJÍA HIDALGO
(Abancay-Apurimac-Perú)
TERCERA: YAWARMAYU
La Madre canta con su voz de alhelí
aires de angustia, júbilo y furia.
La Madre de la Vida canta cantos. Mas, en medio de la hecatombe del dolor que nos cerca, la alegría me invade, marea de peces de candela: el viento de asco me golpea y escapa, perro, con su sombra uniformada a cuestas cuando el fino susurro y algodón de tus cuerdas me cubre protector como poncho nutricio.
¡ Viva, Hermanos, tu gesto de limón, que limpia mis heridas endulzando mi corazón en este mar de fango que estamos desecando !
Yo te agradezco con una venia, Padre de los Danzantes del Mundo, yo te saludo; cargando una roca de hielo en mis espaldas,
te doy mi homenaje, por alejar el cascajo de espinas de mis huesos, por matar en mis venas los novios del gusano que quisiera eternizar aquí su bulbo y su carroña.
Tú me haces bailar la cadencia de la agonía, que también es vida, sobre los muñones de mis codos, sobre los rosados y brillantes costurones de los muñones de mis muslos.
Ah, la felicidad de saberte triunfante sobre La Noche, de saberte que Sigues Siendo, Hermano Centella de Oro.
La Madre canta con su voz de alhelí
aires de angustia, júbilo y furia.
La Madre de la Vida canta cantos. Mas, en medio de la hecatombe del dolor que nos cerca, la alegría me invade, marea de peces de candela: el viento de asco me golpea y escapa, perro, con su sombra uniformada a cuestas cuando el fino susurro y algodón de tus cuerdas me cubre protector como poncho nutricio.
¡ Viva, Hermanos, tu gesto de limón, que limpia mis heridas endulzando mi corazón en este mar de fango que estamos desecando !
Yo te agradezco con una venia, Padre de los Danzantes del Mundo, yo te saludo; cargando una roca de hielo en mis espaldas,
te doy mi homenaje, por alejar el cascajo de espinas de mis huesos, por matar en mis venas los novios del gusano que quisiera eternizar aquí su bulbo y su carroña.
Tú me haces bailar la cadencia de la agonía, que también es vida, sobre los muñones de mis codos, sobre los rosados y brillantes costurones de los muñones de mis muslos.
Ah, la felicidad de saberte triunfante sobre La Noche, de saberte que Sigues Siendo, Hermano Centella de Oro.
CARLOS ARTURO GAMBOA
(Ibagué-Tolima-Colombia)
VOLVIÓ A LLOVER
Volvió a llover después de 100 veranos
Y el vapor de la tierra ardiente emite
una sinfonía
De pájaros sedientos.
Desde la ventana observo
El aleteo de las gotas en su vértigo
Y apenas logro disimular el llanto
De tus besos bajo mis sábanas.
Con el verano tu piel se hizo de piedra
Y la ciudad perdió el aroma de tus
pasos.
Agoté mis desgastados minutos
Persiguiendo la imagen fantasmagórica
en las vitrinas
En donde yacía el último esplendor de
tu mirada.
Volvió a llover sobre los andenes de
la ausencia
Y temo que la acuosidad hecha de
espantos
Borre la ulterior huella de tus pasos.
PÁGINA 15- CUENTO
CARLOS LUIS IBÁÑEZ TORRES
(Pamplona-Colombia)
“Si quieres querer a otro, espera que
yo me muera, después de mis nueve noches, puedes querer a cualquiera”.
Guillermo Buitrago, cantor popular.
Tina amaba a su marido, pero quería a
otro. Nacida en la región de un importante cañón, estaba acostumbrada a los
temblores y a otros movimientos, no solo de tierra, también a los que
producían, como solfataras, las erupciones de su corazón.
Su cara estaba bañada por la luz de
sus ojos claros, muy definidos y brillantes, con que paseaba el mundo tomando
aquello que le permitiera vivir feliz y segura. A ella le importaba en realidad
su humanidad en el sentido completo de la palabra, y por eso no menguaba
esfuerzo para lograrlo. Trabajaba como secretaria de un inmenso consorcio, pero
nunca pasó de serlo; ahí tuvo tiempo suficiente para ir gastando el aire y el
espacio que le asignaron mientras resolvía, en su volcánico corazón, con quién
terminaría sus días, al lado de quién podría lograr su meta de ser feliz y de
estar amparada y segura, pues su marido había echado raíces hondas en su vida,
y ella sentía que lo amaba, pero de otro lado estaba ese simpático, esbelto e
inteligente joven que se había ido metiendo en su vida por las grietas que la
cotidianidad trae a esos largos amores que se vuelven una interminable galería
de monotonías y vacíos que terminan por debilitar la fidelidad y convertir en
senda de doble vía los amores.
Su raza está llena de mujeres
emprendedoras, posesivas y dueñas exclusivas de su mundo. Para penetrarlo se
requiere un ancestro que haya, por decirlo de alguna manera, transmitido la
valentía y la decisión de saber que una vez elegida la pareja es para toda la
vida, para siempre, y que en un mundo tan complicado y tan laxo como el actual
eso se vuelve demasiado intrincado, sin garantía de cumplimiento.
Las semanas como enredaderas trepaban
por la existencia de Tina, que sentía el apremio de resolver adecuadamente el
dilema, su marido o su querido; los dos sumaban el fuego que necesitaba como
combustible su vida, su manera de ser, sus sueños, con una ligera ventaja para
su querido, pues el fuego que este le ofrecía era abrasador, impetuoso,
calcinante, chispeante, pero a la vez indebido.
El fuego de su marido era lento,
copioso pero continuo, un poco menos pasional, rutinario y aprobado por su
entorno, era su compañero de tiempos, era su marido, sencillamente, quien había
cumplido el pacto y la sentencia para toda la vida. El vapor de los calores que
la brisa del río traía desde el pie de la cuesta hasta su lecho la despertó ese
día, como cuando se despierta no solo con el cuerpo, sino también con el alma.
Entonces, tuvo una invasión repentina y flemática de sinceridad, y le confesó a
su marido su indecisión; le dijo que lo amaba, pero que quería a otro… El
hombre palideció, inyectó de lágrimas sus ojos, y salió del cuarto con paso
militar, golpeando cada una de las puertas por las que pasó con la firme
determinación de no regresar jamás, de tirar a la calle todos esos años de
entrega y dedicación. Recordó una dura frase de sus años militares del servicio
obligatorio: “Ni un paso atrás…”, y se perdió en la temprana batahola de la
mañana entre los centenares de transeúntes que lo miraban extrañados, pues
había olvidado ponerse la camisa.
La mujer no comprendió la magnitud de
su revelación. Cumplió el ritual de todas las mañanas; frente al espejo cubrió
cada una de las líneas marcadas de su rostro con el maquillaje usual, puso su
perfume en las diferentes zonas claves de su cuerpo, como lo hacía desde su
adolescencia, salió para su rutina laboral convencida de haber tenido un acto
de enorme valentía frente a su marido. Pensó en el joven, en su reacción cuando
le contara que había abierto una ventana desde donde podía verse el comienzo
del camino hacia su mutua felicidad.
La noche la trajo de vuelta a la casa,
a su vacía casa, donde aún retumbaba el eco de su atrevida confesión, y sintió
por primera vez la ausencia de su marido, pero albergó la esperanza de verlo
entrar por la puerta de la alcoba y darle como lo hacía siempre las buenas
noches y preguntar por su día, por su jefe, por su compañero de trabajo. Pero
no ocurrió así. Un ancho y profundo silencio la cubrió de pies a cabeza. Marcó
el teléfono del hombre hasta agotar sus energías y la batería del móvil; trató
de ubicarlo, pero no consiguió razón alguna. Tampoco ese día pudo comunicarse
con el joven apuesto. Entonces encendió la televisión, y encontró una curiosa
noticia en que se relataba cómo un hombre sin camisa había corrido por la
ciudad gritando sin parar que era “¡libre, libre, libre!”.
De inmediato, llamó a las autoridades
y al noticiero para saber la suerte de aquel hombre, pero solo logró establecer
que había desaparecido, y que fue visto por última vez en el norte, en el sur,
en el centro, en la periferia, en compañía de un apuesto joven que arengaba
también “somos libres, somos libres”, junto a decenas de seguidores que
gritaban también “somos libres”, y corrían sin camisa por todas partes.
En su cuarto, la mujer se sentó frente
al ordenador, y empezó a escribir la historia de una mujer que amaba a uno y
quería a otro. Donde los tres eran felices.
PÁGINA 16 – CUENTO
(San Pedro-Buenos Aires-Argentina)
LOS AHORCADOS
Esa tarde Luis salió de su casa
caminando hacia una plaza, era un día tormentoso; vio una puerta en un árbol y
se metió. A lo lejos dentro de los túneles se vislumbraban inmensos hongos.
Traspasó las capas y se hundió en medio de los laberintos de la tierra.
Ese día había estado con unos
espectros, en medio de una ciénaga.
En los túneles salió a un paraje de un
bosque en otra región del mundo, se dirigió a la costa de su ciudad,
lejanamente, los pájaros trinaban.
Tomó una roca y la tiró hacia el río,
en su mirada tronaban los atardeceres de su último día. Encontró en un lugar
solitario un niño:
- Quien eres.
-Soy Pedro, respondió
Luego una tormenta de pájaros se
instaló en un árbol, desde lejos veía unos fantasmas en los barcos olvidados
del puerto.
Escuchó una voz, luego vió a lo lejos
un gran espejo, al acercarse un pequeño conejo negro apareció, luego otro, así
se lleno el lugar de conejos.
Los agarró, y aparecieron unas uñas en
su cuerpo, y con esas manos mató a todos los conejos. Sus ojos se enrojecieron,
y se convirtió en un mutante. Camino por cinco horas, hacia una isla, quería
esconderse del mundo fantasmal que le rodeaba. Tomo un cuchillo y se hirió,
quería cortarse las uñas pero no podía. Luego vió un lugar, era un descampado,
los truenos se escuchaban a lo lejos.
Vió con horror una gran parca con una
guadaña, y luego miles de árboles llenos de gente ahorcada, no no! gritaba,
estoy en el infierno.
La parca le indicó un lugar. De lejos
vió un gran precipicio, se asomó Luis, y vió una gran aldea, y a lo lejos un
montón de monstruos medio humanos comiendo carne podrida. Esos seres lo
miraron, y gruñían con una espanto total.
A lo lejos estaba un enorme pino gris,
con un lazo colgado.
Un gran hombre de capa roja apareció,
y gritó:
Tomen para el sacrificio a ese mutante
de garras, los dioses lo dictaminan.
De lejos una gran tormenta acometió el
lugar,. Un silbido se oía.
No, gritaba Luis, no quiero morir.
De lejos lo ataron a un árbol y un
guerrero de espada apareció, Marcelo de Org,
decapitó varios de los mutantes, pero
lo enlazaron.
Una campana sonaba en el convento de
franciscanos, en ese momento un lazo atrapó a Luis. Y unos tambores resonaban,
de lejos unos perros ladraban.
El verdugo tomó a los dos impostores
de sacerdotes y les impuso la pena de muerte, ----
--ustedes son los enemigos de la
causa, ya que no pueden tener mujeres blancas.
De a poco los cuerpos de ambos
colgaban en el árbol del ahorcamiento.
El bosque fue incendiado, en
medio de esa lejana leyenda.
Luego unos leprosos se metieron por un
camino hasta unas cuevas donde los cadáveres estaban llenos de gusanos malditos.
( Dice la leyenda que esos dos cuerpos
permanecen en medio de ese bosque colgados en dos árboles en medio de las
montañas de Siberia)
PÁGINA 17 – CUENTO
SERGIO BORAO LLOP
(Zaragoza-España)
ANTES DEL FIN 2.0
Cuando subía por última vez la cuesta
en dirección al Puente de Piedra, me abordó una jovencita. Explicó que su moto
la había dejado tirada y necesitaba un euro para gasolina. Conté lo que llevaba
en mis bolsillos: Dos euros y algunos céntimos. Se lo di todo. Ella protestó.
Yo insistí. Finalmente aceptó y se fue cuesta abajo, balanceando un pequeño
bidón de plástico y canturreando algo que no supe identificar. La miré mientras
se alejaba. Un par de veces se volvió, agitando la mano libre en señal de
despedida. Parecía feliz. Su horizonte era el lugar donde su moto la pudiese
llevar con ese euro de gasolina. Sentí que el escenario había cambiado, que ya
no podía hacer aquello para lo que había venido hasta el río. Que no tenía
derecho mientras esa mujer siguiese caminando por el mundo con su bidoncito
para gasolina y esa tonta canción germinando obstinada entre sus labios.
PÁGINA 18 – POESÍA AMERICANA
YANIARYS VALDIVIA MELO
(Ciego de Ávila-Cuba)
FUERA DE TODOS
Todos piensan que mi rabia es
contenida,
esperan sacar algo de mí, un ejemplo.
Por Dios, que no se acabe jamás mi
voluntad
de recubrirme, descubrirme.
Todas las casas matan mi esencia,
odio las plantas que esperan mi llegada
ante los portales inexpresivos.
Entrar difumina mi espíritu,
lo confunde entre objetos inútiles
y frases repetidas.
No quiero estar aquí cuando suceda,
no quiero verme.
Estoy avergonzada de este miedo,
del temblor de mis manos.
Cuando escucho tu voz,
comprendo mis obsesiones,
mi obligado desconocimiento de la
realidad
que te sustrae de todos.
Percibo el cansancio que provoco ya en ti,
el arrepentimiento de los que un día
fueron felices.
Quizás yo solo quiera pensar hoy mal
de todos,
reconocer mi derrota.
Quizás yo solo quiera seguir adelante
con la tristeza.
No necesito que alguien me señale,
soy mi propio inquisidor, mi testigo,
el resultado del frío, de las altas
horas,
escudando a los más pobres,
a los animales indiferentes, los
borrachos, los viciosos.
No quiero que me digan,
yo sola basto para cargar con mis pies
y con mi polvo.
Déjenme seguir rumbo, al Sol poniente,
a los barrancos.
MARGARITA MUÑOZ
(Chihuahua-México)
MUJER QUE TREPA AL ARBOL DE LA NADA
Me he sentado a escribir, pero la
pluma se queda inmóvil en mi mano frente a la hoja en blanco. Adentro de mí los
pensamientos parecen huir. Allá enfrente un gato rayado trepa por el eucalipto
seco del jardín y ya arriba se queda quieto. Así estoy ahora yo, en la copa del
árbol de la nada, mirando ramas secas y hojarascas en el piso. Es el verano, la
lluvia nos ha abandonado. Soy igual que ese gato: estoy en la copa del árbol de
la nada, sin conseguir regresar a la hoja de papel en blanco, que me espera...
FRANK PEREIRA HENNESSEY
(Barranquilla-Colombia)
IRRISORIA
Se derrama
la noche
en cada rincón de la lluvia,
igual
que las corrientes del alba,
y tu piel en fuga
cubre
la curvatura de un astro
amarrado al viento,
para desnudar
el calor
de tu rocío
saturado de labios
que desviste
la fiebre colgada de tus muslos.
ARABELLA SALAVERRY
(San José-Costa Rica)
MUJERES DE BAGDAD
Mujeres
ojos que se abandonan
en el desconcierto negro
de sus mantos
Mujeres
esas invisibles mujeres
ojos transparentes
envueltas en tinieblas
Mujeres
esas mujeres
esas intocables mujeres
Persigo sus silencios
transcribo sus voces
de pájaro aterido
Mujeres
esas mujeres
ojos impermeables
heridas por saetas
arropadas por estruendos
Esas mujeres
doblemente atadas
Las miro caminando
pasos de paloma
por el rastro derruido de Bagdad
Mujeres
ojos clausurados
cuando se abrirá el cerrojo
se cerrarán heridas
y se rasgará por fin el manto
ASTRID SOFIA PEDRAZA
(Barranquilla-Colombia)
DIME: ¿NO TE DUELEN MIS PALABRAS?
Cada gota de lágrima es un pedazo de
mí que muere.
Cada grito que sale de mi garganta es
un gemido que corroe mis entrañas.
Te miro suplicando que te conmuevas y
no me mires como algo natural.
Es que también han hecho de ti un ser
sin emociones, como hoy pretenden hacer conmigo?
PÁGINA
19 – ENSAYO
(Caracas-Venezuela)
¿ES POESÍA EL CUENTO?
Se ha dicho que Dios creó al hombre para que éste contara
historias. Esta parábola se relaciona con la necesidad humana de inventar
mitos, sin cuya presencia sólo tendríamos la inercia de la imaginación y el
vacío aterrador de la existencia. Los mitos dan coherencia a la realidad,
indican una armonía entre el pensamiento interno del individuo y la estructura
del mundo exterior.
Cada vez que nos encerramos en la certeza de lo dado,
quedamos en el oscuro hondón de lo concreto y concluido, y ello nos enfrenta a
la sensación de finitud de la que el hombre quiere escapar. El arte consiste en
mantener abiertas las infinitas puertas de la posibilidad, la aprehensión de lo
absoluto. Eso hace el arte literario: abrir con la magia de la palabra la
alternancia de situaciones nunca definidas, inconclusas siempre porque son
imaginadas.
“El Verbo se hizo carne”, dice el Cuarto Evangelio,
y parece expresar con esa frase que la voz “verbo” tiene doble significado: el
de “palabra” y el de “Logos”, término griego que expresa el concepto de
sustancia. Verbo como palabra, verbo como sustancia. ¿Quién sino el
hombre tiene el don de la palabra que lo hace creador y lo asemeja a Dios?
¿Será el hombre la sustancia o “logos” divino, por ser el único en poseer la
facultad del hablar articulado y significativo?
Antes del hombre nada existía como mundo de
representación, es decir aquellas impresiones sensoriales del sujeto corpóreo a
las que el intelecto añade las categorías de tiempo, espacio y causalidad para
hacerlas comprensibles, para representarlas en su propio e intransferible mundo
y comunicarlas mediante la palabra. Tampoco se concebía la voluntad como
consciencia de vivir y desear perdurar como inmortalidad. Todo ello privilegio
y fragilidad del ser humano.
La literatura como actividad artística es creación con la
palabra y, mediante ella, productora de imágenes con las que hace la
representación del mundo. Es imaginación –espiritual y sensual - y lenguaje
para comunicar algo que sólo de esa manera puede comunicarse. Las herramientas
del lenguaje son las palabras, trátese de una carta comercial o de una
narración literaria. Lo mismo ocurre con los elementos que componen la música:
están en el ambiente como sonidos, y los utiliza toda persona que quiere
expresar algo con tales signos sonoros: la advertencia de una sirena de
bomberos o una sinfonía de Mozart. Con esos instrumentos: la palabra y la
música, el hombre construye el producto que llamamos Arte, que posee una
finalidad contingente y por ello no necesaria como es la de la ciencia. Lo
dicho, sin mencionar otras creaciones artísticas.
Hay arte intencional y arte intuitivo. Ya conocemos los
géneros literarios: Poesía, narrativa, teatro y ensayo, cada uno con
características propias. Sin embargo, la poesía, que es hechura de la intuición
no deliberada, aun cuando luego el poeta labre y labre la forma, puede estar en
todos los demás sin desfigurar en cada uno su carácter propio. Donde mejor se
observa esta participación activa entre géneros es en el cuento, que siendo
narrativa se acerca en sus fundamentos a la poesía como acto de origen infuso,
y se disipa en el halo de niebla que deja, igual que el poema.
El cuento tiene un propósito poético. Así como la poesía
es un desbordamiento espontáneo de emociones en torno a una situación única que
cierra su ciclo dentro del texto, así también en el cuento prevalece la
emoción que subyace en la situación. Es decir: la emoción confiere importancia
a la situación.
Los temas de toda creación son los del hombre como
universo: la muerte, el amor, la pasión de vivir desplegada en líneas
geométricas que se cruzan y dirigen hacia el infinito: “Que la
materia de la narración se presente dentro o fuera de un personaje, que la
peripecia sea descrita como vivida por un hombre o que éste sirva de mundo a
una peripecia (...)” Estas palabras de Guillermo
Meneses ratifican lo que él mismo ha demostrado en su cuento “La mano junto al
muro”, en el que el tiempo es el personaje de la narración, o también el propio
narrador. ¿Y qué nos narra este cuento de Meneses? Parece decirnos de lo
efímero de la vida humana frente a la perdurabilidad de la piedra, el muro en
el que se apoya la mano para caer en la duración del relato, hacia la
muerte. “La diferencia entre la piedra y la vida no es la muerte
sino el dolor de estar vivo, el grito puro”, como bien lo dijo nuestro
Orlando Araujo al analizar este cuento. Y nosotros concluimos: La piedra es
materia esencialmente inmutable, mientras que la palabra nombra la idea y está
hecha de sustancia inmaterial, semejante al aire; se desvanece apenas la
pronunciamos. Igual que la vida, lo mismo que el poema. En este cuento
magistral, lo narrado se hace y se deshace continuamente, más allá de lo que
quiso expresar el autor y de lo que percibimos como lectores.
Si el cuento perdurable quiere ser expresión
redonda de un momento de quien narra, ha de dejar que fluya desde la
profundidad del pozo la luz que dará sentido al texto. Sin decirlo todo, ha de
ser amplio para que todo pueda estar contenido en sus límites.
Lo narrado en un
cuento guarda su tensión interior y no expresa del todo las pasiones o
emociones unidas por lazos invisibles en el ámbito espiritual del autor: “El
hombre interior es uno” (Coleridge). Es un decir infuso dentro de
un espacio preciso, la sugerencia de la intención que la palabra quiere
delimitar pero que hasta al autor escapa. Lo narrado en el cuento remite
siempre a referencias que están fuera del texto, a lo inexpresable que también
quiere decir el poema. Por el contrario, en la novela todo suceso o peripecia –
exterior o no a la conciencia de los personajes – quedan siempre dentro de su
ámbito. El terreno en el que se desarrolla la novela, y que ella debe
descubrir, es la vida misma en su carácter concreto, corporal. La novela se
dice en prosa, que no es sólo el lado penoso o vulgar de la existencia, es
decir lo cotidiano; es también la belleza de lo sentimientos modestos. Nos
recuerda Milan Kundera, y cito textualmente, que “a Homero no se le ocurre
preguntarse si Aquiles o Áyax, después de sus muchos combates cuerpo a cuerpo,
aún conservan los dientes. Para Don Quijote y Sancho, por el contrario, los
dientes son una constante preocupación, dientes que duelen, dientes que
faltan. “Porque te hago saber, Sancho, que la boca sin muelas es
como molino sin piedra, y mucho más se ha de estimar un diente que un diamante”
Al igual que en la poesía, en el cuento el autor ha
querido decir algo más que tal vez ignora porque está en sus profundidades y
nace de motivaciones oscuras. La crítica ha afirmado que el hecho literario es
la actitud consciente y las consecuencias que resultan de la intencionada
utilización estética del lenguaje. La poesía y el cuento no tienen
intencionalidad y parece que nacieran de un estado “otro”, más allá de la
voluntad deliberada de hacer estética del lenguaje: están emparentados con la
fantasía y el inconsciente. El cuento así concebido permanece en los márgenes
de la literatura porque nace del deseo y el impulso desconocido de la
conciencia, como el sueño.
Novalis identifica de modo expreso el cuento con el
sueño, y nos dice: “En el fondo, un cuento es semejante a un sueño –
sin coherencia, un conjunto de sucesos y cosas maravillosas…” Es
la exploración de lo que no es consciencia del narrador, la búsqueda del
impulso alienante con el uso del lenguaje analógico.
Nuestro gran narrador, Antonio Márquez Salas, puede
dar fe de lo que hemos dicho. En su cuento: “El hombre y su verde caballo”, con
un lenguaje que va más allá de la intención dirigida mediante la
escritura, dibuja una actividad onírica. El indio Genaro madura la
muerte “con su sangre de lenta corrupción”, y en el
delirio pide que cabalguen en la tierra los pájaros y las flores, “con
la hierba alta mecida por los vientos tristes de junio”. Genaro
tuvo su caballo para la tarea cotidiana, y ahora Domitila, su mujer, ante la
inminencia de la muerte del marido, cabalga en el verde caballo que es la tierra
de todos y que a todos pertenece: sus hijos y los que padecen pobreza. Una
traslación de símbolos se produce en forma poética cuando el caballo de faena
tenga ahora el verde pelaje de la tierra.
El narrador utiliza el lenguaje común: la palabra de la
tribu, pero desplaza ese lenguaje hacia significados análogos y distintos que
sugieren vivencias que no están en el texto del cuento. Sin embargo, no es
necesario que en el cuento se utilice la dicción poética para que se produzca
el efecto de poesía, y la palabra de la tribu sirve en el propósito. Las
catedrales están hechas con las mismas piedras que pisamos en el camino.
“La pequeña inmaculada”, del cuentista venezolano Julio
Garmendia, es prueba de cuanto hemos dicho. Tenemos aquí símbolos poéticos representados
por la niña devota que reza en el templo y que significa la vida, frente a la
mujer “larga y seca”, que oculta en un pañolón estampas y
velas para vender. La seca y larga mujer acecha a la niña en un día de oración
y recogimiento, mientras realiza su labor de matar los insectos que se ocultan
en floreros y altares. La mujer es la muerte de los insectos, y es también la
Muerte simbolizada en esa beata lúgubre que persigue a la niña más allá del
templo, sin que sepamos qué ocurrirá luego, porque el cuento sólo sugiere y no
nos dice el término de la peripecia de la narración. El lenguaje es apropiado
para expresar la vaguedad del episodio: “De las claraboyas mismas –
horadadas en el techo de sombríos rincones y silentes capillas – desciende o
filtra, hasta acá abajo, antes que luz, una lívida forma de la oscuridad que ya
se ha ido enseñoreando del ámbito del templo”. Hay en este
cuento rasgos que recuerdan a Poe, por la difusa descripción del lugar que
luego trasladará a los personajes, por la semejanza entre ambiente y personas.
Es poesía abierta a la interpretación, como todo poema logrado.
En la cuentística venezolana del siglo XX no puede faltar
Gustavo Díaz Solís, autor de una obra no muy extensa pero de largo alcance en
la creación literaria del cuento. Se le rinde un homenaje al traer aquí uno de
sus cuentos más notables: “El Niño y el Mar”. Con una gran economía de
recursos, Díaz Solís nos narra una historia sencilla, natural, pero con un
significado apenas insinuado en la literalidad de la narración. El niño
solitario llega a la orilla del mar con simples utensilios de pesca: una lata
alargada con un asa de alambre, desprevenido en su inocencia. Sin darse cuenta,
lo va envolviendo la pleamar mientras está atento a su acción de pescar algo
que no sabe qué es. En esa pequeña lucha con el animal que no ha visto lo
acecha la muerte de la alta marea, y cuando ve el cangrejo, enorme,
rojizo con sombras azules, sintió el miedo: “Entonces
advirtió que estaba pisando en agua, que el mar asaltaba el terraplén de las
algas y avanzaba espumoso y vivo por todos lados, recobrando piedras y rocas y
plantas marinas que vivían de nuevo en el ritmo del agua. El niño vio lejos la
playa y la duna y el cielo detrás de la duna. Envuelto en el ruido del repunte
corrió hacia la playa saltando y chapoteando en el agua tibia y clara del
mar...” El desenlace nos descubre que al niño en el mar lo salvó
de morir el cangrejo alzado en sus largas patas espinosas. El tema de este
cuento puede decirse con la forma externa de un poema, pero, aun sin eso, su
contenido está difuminado poéticamente en los trazos con los que se insinúa la
acción del relato.
Un enigmático cuento, “Las babas del diablo”, de Julio
Cortázar, nos narra una acción abominable que pudo haber ocurrido pero que el
narrador revierte para que no se haya producido. El título del cuento: “Las
Babas del Diablo”, cuyo significado es el mismo que lo que conocemos como
“hilos de la Virgen”, es ya un símbolo poético. Son aquellos pequeños hilos que
flotan al viento y sobre los cuales ciertas arañas se lanzan al aire libre y
hasta al huracán, livianos estambres que navegan hacia el espacio desconocido.
Las posibilidades se entrecruzan en este cuento, igual que en el poema, como un
miedo frío en el espectador del suceso narrado, para dar un final alucinante,
abierto como la misma posibilidad. El sentido ambiguo y contradictorio de este
cuento es la visión del narrador (¿el hombre, la cámara de fotografía, el
tiempo?) que trata de apresar algo más allá de la realidad. Intención
poética dicha sin la expresa construcción del poema (¿o quizá con ella, en
forma implícita?), apertura a un estado desconocido y paralelo a la conciencia.
Leamos su final: “Ahora pasa una gran nube blanca, como todos estos
días, todo este tiempo incontable. Lo que queda por decir es siempre una nube,
dos nubes, o largas horas de cielo perfectamente limpio, rectángulo purísimo
clavado con alfileres en la pared de mi cuarto. Fue lo que vi al abrir los ojos
y secármelos con los dedos: el cielo limpio, y después una nube que entraba por
la izquierda, paseaba lentamente su gracia y se perdía por la derecha. Y luego
otra, y a veces en cambio todo se pone gris, todo es una enorme nube, y de
pronto restallan las salpicaduras de la lluvia, largo rato se ve llover sobre
la imagen, como un llanto al revés, y poco a poco el cuadro se aclara, quizá
sale el sol, y otra vez entran las nubes, de a dos, de a tres. Y las palomas, a
veces, y uno que otro gorrión”.
En toda narración literaria de ficción, lo mismo que en
la poesía propiamente dicha hay una espera decepcionada, algo de lo escrito no
se realizó. Caben en ella todas las posibilidades y alternativas potenciales,
en un mundo complejo y entrecruzado de acciones y de situaciones imaginadas.
Cuando ingresamos en el relato o en el poema queda en el lector o receptor el
efecto de su efímera realidad, y la ficción permanece sin dar la respuesta
final para que deseemos impulsarnos a la nueva búsqueda, más allá de las líneas
verbales que ocultan su significado. Todo queda incompleto, como la vida misma,
como el poema.
Ya lo dijo Quevedo, “Sólo lo fugitivo permanece
y dura”.
PÁGINA 20 – CUENTO
ANTONIO DAL MASETTO
(Intra-Italia)
REPÚBLICA
Recibo una tarjeta con un lindo escudo en la parte superior izquierda y una bandera en la derecha. En el centro, con letras doradas: Republica de Barloventia, calle barlovento al 2300, entre Gerundio y Mazapán. Y abajo: déle un golpe de timón a su existencia -la utopía del mundo mejor que siempre soñó al alcance de su mano-, cásese con una de nuestras ciudadanas, lindas, honestas, sanas de espíritu, trabajadoras.
Me tomo un taxi y me voy a la calle barlovento al 2300 a ver de qué se trata. Llego y le pregunto a un vecino: -¿estoy en la República de Barloventia?
-Efectivamente, esta vereda y la de enfrente.
-Recibí la tarjeta y estoy interesado en la propuesta. ¿Con quien tengo que hablar?
-Puede hablar con cualquiera, esta es una republica horizontal, no hay autoridades.
-Si no hay autoridades me interesa más todavía.
¿Como se origino la Republica de Barloventia?
-Un día nos cansamos de que nos robaran con los impuestos, con el gas, la electricidad, la sanguijuela de los bancos, la educación deficiente y la pesadilla de la atención sanitaria, para no hablar de la otra peste que son los representantes políticos. Así que nos reunimos los vecinos de la cuadra y dijimos: basta de soportar tantas calamidades. Y sin dar muchas vueltas decidimos constituir una republica independiente.
-¿Y como hicieron para cortar con todo?
-Empezamos por dar de baja los medidores de luz, de gas y dejamos de pagar todos los impuestos. Instalamos pantallas solares, molinos y las viejas cocinas económicas a leña. Cada casa tiene su huerta y su gallinero. Se cultiva inclusive en las macetas. Todas las compras se hacen dentro de la republica; el trueque es un recurso que adoptamos a menudo. Se negocia afuera solo cuando es imprescindible. Ahí enfrente, en la casa amarilla, el medico de la cuadra instalo una unidad sanitaria. Recurrimos al exterior exclusivamente en casos de alta complejidad.
En la esquina, la señorita Beatriz, nuestra maestra jubilada, acondiciono su casa para que funcione como escuela. En el programa de enseñanza hay una nueva materia, la historia de nuestra joven república. Para prever apuros económicos de los ciudadanos fundamos una mutual. Antes de la gran raviolada dominguera, se discuten entre todos las decisiones importantes.
-Veo que en la puerta de cada casa hay fotos de ancianos, ¿quienes son?
-Nuestros ancestros, nuestros proceses. Los viejos se preocupaban para que no se perdiera lo que sabían sobre las calamidades, se lo pasaban a sus hijos para que estos a su vez continuaran la cadena. Retomamos sus tradiciones que estaban un poco olvidadas; cada uno de nosotros concurre a la escuela de la señorita Beatriz y dedica unas horas de su día a transmitirles a los jóvenes lo que aprendió sobre el tema.
-Me llena de entusiasmo lo que me esta contando. Un solo detalle no me queda claro. En la tarjeta que me mandaron hay una muy interesante oferta de casamiento con chicas lindas, honestas, sanas de espíritu y trabajadoras. No alcanzo a entender cual es la relación entre el casamiento y los principios de la republica.
-Me extraña que no se haya dado cuenta, se cae de maduro, aquel que se lleve a una de nuestras chicas se lleva a una pionera, y los muchos hijos que sin duda tendrán, vayan donde vayan, difundirán el espíritu de Barloventia y su lucha contra las calamidades.
-Dígame donde tengo que firmar y cuando puedo conocer a mi futura esposa.
PÁGINA 21 – CUENTOS BREVES
JORGE M.TAVERNA IRIGOYEN
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)
FORMAS DE PAZ INTERIOR
Después del horrible hecho de los
felinos y de unos meses de reposo, Asdrúbal Fidanza fue dado de alta. Pensó que
lo mejor era cambiar de pueblo. Y en dos intensos días cargó todo en un camión
y alquiló casa en Santos Lugares. Allí está tranquilo, en paz consigo mismo.
Hace un mes comenzó a escribir un nuevo tratado: Por qué los gatos no tienen siete
vidas, con la intención de probar su tesis.
Las sesiones duran cincuenta minutos y
en ese tiempo puede inventar dos vidas, a más de la propia. Pero él no le deja
cruzar la raya. El meridiano,
le dice. Y cuando insiste en transgredir el acuerdo y hacer ficción, él toma
una varita de mimbre y la blande por el aire con furia… es el momento exacto en
que pega unos grititos histéricos, cortos, agudos, y todo torna a la normalidad
hasta la próxima sesión.
Ni para psicoterapia ni menos para
psicoanálisis es usted. Quédese tranquila en su casa. Lave las ollas todos los
días y los manteles y las toallas. Cocine para usted y para los vecinos. Limpie
paredes y cielorrasos. Inicie una huerta. Cuando tenga todo en funcionamiento,
verá que duerme mejor. ¡Ah, y lea a Proust!
SE TRATA DE DISFRACES
Afrodita o Venus. Ese es su sueño de
fémina desairada por la naturaleza. Es verdad que no es bella y que, para
disimularlo, pone un aire de arrogancia que le quita toda simpatía. Pero es
auténtica. Y lo da todo de sí, sacándose los lienzos y mostrando con orgullo
los errores de su anatomía.
Que de funcionario no tiene nada el
Dr. Rodríguez de la Canal. Pero el impertinente no se le cae de su nariz,
aunque haga un siglo que nadie usa. Y las polainas, cubriendo la delgadez de
sus tobillos. Y ese corbatón ridículo, a lo poeta o lo pintor del dieciocho. Y
la rúbrica, señor, la rúbrica, que pone a su firma en el pináculo del arabesco.
Que de funcionario no tiene nada, aunque, educado, se quite los guantes de
color patito al saludar.
Nadie concurrió a ese baile. Y los
dueños de casa terminaron bebiendo largas copas de vino, ensimismados. Nadie
concurrió a ese baile porque, precisamente, la tarjeta decía vengan disfrazados
de lo que más se parezcan.
Al entrar, ve aterrorizado, un mono
acostado en la cama de matrimonio. Un mono no, parece un gorila por lo grande.
Aleja toda sospecha, porque ella no está. Pero el animal tiene un arito en la
oreja. Y los pies con medias. Sale despacio. Olvida que es carnaval, porque a
veces es preferible caer en el desapercibimiento.
El disfraz de árbol no fue una buena
idea. Los perros se lo demostraron.
PÁGINA 22 – POESÍA AMERICANA
LEDA
GARCÍA PEREZ
(San
José-Costa Rica)
SEXUADA
sin nadie que me tiente en el pecado
que es copia fiel del anterior
Sexista
con sello original
sin siete capas virginales
apostando a la vida
Sexi
con media pierna abierta al sol
y entre la blusa
un camino de goces
corrugado de siglos
ebrio de tanto vino
mentiroso y letal
Sex...qué?
Sex nada
Simplemente elefante en la jauría...
sin nadie que me tiente en el pecado
que es copia fiel del anterior
Sexista
con sello original
sin siete capas virginales
apostando a la vida
Sexi
con media pierna abierta al sol
y entre la blusa
un camino de goces
corrugado de siglos
ebrio de tanto vino
mentiroso y letal
Sex...qué?
Sex nada
Simplemente elefante en la jauría...
BENJAMÍN LEÓN
(La Serena-Chile)
V
Escucho entre los frutos que ven la
podredumbre
el duelo de los siglos. En ese cáliz
bebo,
rondo la copa y bebo, digo la libertad
donde la noria extingue su lágrima y
su sombra.
Miro en el funeral del pueblo su
esperanza,
no sé de qué lugar vuelve a nacer su
fuerza,
no sé de qué estertor vuelven a mí sus
huesos.
Esta demolición no es una voz vencida,
aún los animales asoman a los límites.
EDGAR
TREJOS
(Envigado-Colombia)
UN POEMA
“La
Poesía, sol antiguo
de mariposas de futuro algoritmo,
de estrellas insurrectas
que apaciguan sombras
–esas que el día de súbito desata…”
de mariposas de futuro algoritmo,
de estrellas insurrectas
que apaciguan sombras
–esas que el día de súbito desata…”
Haré un
poema de la nada
a dentelladas
contra el viento de la muerte.
Nada al fuego de la vida asegura el alba
y opresas en abismos de niebla las palabras
un viento duran agenciadas por ideas doncellas.
Escribiré dunas bajo cielos de odio
desde las púas de mi corazón:
azotaré recordatorios, obituarios,
golpearé incendiado aldabas ciegas,
afilaré uñas de hierro en este tiempo amargo
para urdir con otro aire, otra voz, otros dientes
los negros cuartos de la casa del sueño
esa enferma ventana necesitada de ojos
donde medra nuestro espejo mudo.
Para el alma zombi de mis actos sin sentido
crearé guerras nefastas.
Me adensaré febril
contra las secretas, ruinosas redes de estos días
que alaban la ausencia, tu ausencia:
un grito que aún no viene
hundido en tronos de imperante dolor.
Diré rostros que existirán
tronando en pasarelas de esperada furia.
No hablaré de ti
cómodo turista entre viajantes,
lucirán desconocidas tu alma
tu endeble cifra humana,
nadie sabrá qué huérfanas orugas fuimos,
muertos un largo tiempo, casi eterno, antes.
a dentelladas
contra el viento de la muerte.
Nada al fuego de la vida asegura el alba
y opresas en abismos de niebla las palabras
un viento duran agenciadas por ideas doncellas.
Escribiré dunas bajo cielos de odio
desde las púas de mi corazón:
azotaré recordatorios, obituarios,
golpearé incendiado aldabas ciegas,
afilaré uñas de hierro en este tiempo amargo
para urdir con otro aire, otra voz, otros dientes
los negros cuartos de la casa del sueño
esa enferma ventana necesitada de ojos
donde medra nuestro espejo mudo.
Para el alma zombi de mis actos sin sentido
crearé guerras nefastas.
Me adensaré febril
contra las secretas, ruinosas redes de estos días
que alaban la ausencia, tu ausencia:
un grito que aún no viene
hundido en tronos de imperante dolor.
Diré rostros que existirán
tronando en pasarelas de esperada furia.
No hablaré de ti
cómodo turista entre viajantes,
lucirán desconocidas tu alma
tu endeble cifra humana,
nadie sabrá qué huérfanas orugas fuimos,
muertos un largo tiempo, casi eterno, antes.
… Tú y
yo tal vez un sol cantemos
otro día, otro día,
aferrados a silabas de rabia.
Y el cielo gris, las lluvias, no arredrarán
nuestro derivar diario glorioso.
Grande esperanza es esta ahora
disparados hacia calles vírgenes, sin falta:
Para ser alguien,
para acabar con la tristeza.
otro día, otro día,
aferrados a silabas de rabia.
Y el cielo gris, las lluvias, no arredrarán
nuestro derivar diario glorioso.
Grande esperanza es esta ahora
disparados hacia calles vírgenes, sin falta:
Para ser alguien,
para acabar con la tristeza.
LEON GIL
(Medellin-Colombia)
ÚLTIMA CARTA
Pues bien, por mi trabajo arriesgo
mi vida y mi razón destruida a medias*.
Vincent van Gogh
Mi querido Theo
El círculo cromático en Arles
definitivamente me atrapó
y no encuentro en el azul
la puerta que da al cielo
ni logra el amarillo
proyectarme al sol
pero espero que este rojo
anémico y febril
con que mancho Auvers-Sur-Oise
me dé al fin la libertad
*Este epígrafe pertenece a la carta que
llevaba el pintor en el bolsillo de su camisa el día del suicidio.
NICOLÁS GUILLÉN
(Cuba 1902/1989)
¿PUEDES?
¿Puedes venderme el agua que te ha
dado lágrimas y te moja la
lengua?
¿Puedes venderme un dólar de agua de
Manantial? ¿una nube preñada,
crespa y suave como una cordera, o
bien, o bién agua llovida en la
montaña, o el agua llovida en los
charcos abandonados a los perros o
una lengua de mar, tal vez lago,cien
dólares de lago?
El agua corre, rueda.
El agua rueda, pasa.
Nadie la tiene, nadie.
¿Puedes venderme tierra; la profunda
noche
de las raíces; dientes de dinosaurios
y la cal dispersa de lejanos
esqueletos?
¿Puedes venderme selvas ya sepultadas,
aves muertas de los volcanes, mil
millones de años peces de piedra,
azufre
de los volcanes, mil millones de años
en espiral subiendo? ¿Puedes venderme,
tierra, puedes venderme tierra
?¿puedes?
La tierra es tuya, es mia.
Todos los pies la pisan.
Nadie la
tiene, nadie.
PÁGINA 23 – CUENTO
PÁGINA 24 – POESIA AMERICANA
JENNY
LONDOÑO LÓPEZ
(Quito-Ecuador)
SON MUCHOS
LOS PORQUÉS
Porque
nuestra niñez duró muy poco
antes de percibir detrás de las espesas celosías
las ocultas cadenas.
antes de percibir detrás de las espesas celosías
las ocultas cadenas.
Porque los
goces de nuestra infancia
fueron recortados progresivamente
con la palabra NO, que venía envasada
de múltiples maneras :
fueron recortados progresivamente
con la palabra NO, que venía envasada
de múltiples maneras :
No
brinques,
no corras,
no toques,
no trepes,
no puedes,
no debes.
no corras,
no toques,
no trepes,
no puedes,
no debes.
Porque
nuestra adolescencia fue atada
con sutiles mensajes que nos esculpían el cerebro:
Debes ser buena (léase aguantadora)
Sumisa (léase tonta)
Recatada (léase frígida)
Hogareña (confinada a la casa)
Callada (léase muda)
Desconfiada (solitaria).
con sutiles mensajes que nos esculpían el cerebro:
Debes ser buena (léase aguantadora)
Sumisa (léase tonta)
Recatada (léase frígida)
Hogareña (confinada a la casa)
Callada (léase muda)
Desconfiada (solitaria).
Porque el
amor y el desamor llegaron
por caminos tortuosos
unas veces como lenguas de fuego
abrasándolo todo,
incinerando, consumiendo,
convirtiendo en rescoldo
la cajita de música,
la avecilla canora, la alada mariposa.
por caminos tortuosos
unas veces como lenguas de fuego
abrasándolo todo,
incinerando, consumiendo,
convirtiendo en rescoldo
la cajita de música,
la avecilla canora, la alada mariposa.
Y otras
veces pasaron cual deslave
arrasando, inundando,
llevándose en su cauce
los sueños de algodón y las quimeras,
dejándonos vacías de ternura.
arrasando, inundando,
llevándose en su cauce
los sueños de algodón y las quimeras,
dejándonos vacías de ternura.
Porque lo
dimos todo en el camino
la risa y la confianza, la buena voluntad,
la mansedumbre.
la risa y la confianza, la buena voluntad,
la mansedumbre.
Porque una
tarde incierta
el amor se marchó con el verano
dejando soledad en las auroras
y un vaho amargo con su pesadumbre.
el amor se marchó con el verano
dejando soledad en las auroras
y un vaho amargo con su pesadumbre.
Y vagamos
errantes, fantasmas de la bruma
buscando en los reflejos de la noche
el insondable abrazo de la muerte.
buscando en los reflejos de la noche
el insondable abrazo de la muerte.
Porque
después de tantas lunas rotas
llegamos a saber que apenas fuimos
leña, guijarro, cántaro y esclava.
llegamos a saber que apenas fuimos
leña, guijarro, cántaro y esclava.
Se nos
rompió de pronto la inocencia
y surgimos al mundo como nuevas
dispuestas a crecer como los cedros
a exigir todo aquello que siempre nos negaron.
y surgimos al mundo como nuevas
dispuestas a crecer como los cedros
a exigir todo aquello que siempre nos negaron.
Ahora por
fin seremos luz y fuego
y vendaval y aurora y medianoche.
De igual a igual haremos con las manos
la siembra y la cosecha,
de igual a igual, los hijos, la sopa,
la epopeya.
y vendaval y aurora y medianoche.
De igual a igual haremos con las manos
la siembra y la cosecha,
de igual a igual, los hijos, la sopa,
la epopeya.
De igual a
igual los cuerpos enlazados
juntando su deseo sin disfraces,
viviendo la ternura sin libretos.
juntando su deseo sin disfraces,
viviendo la ternura sin libretos.
De igual a
igual, sin trampas,
sin querellas,
sin culpas ancestrales.
sin querellas,
sin culpas ancestrales.
De igual a
igual, mujeres de la tierra
con derecho a elevarse a las estrellas.
A salir del infierno cotidiano
que les negó lo excelso de la vida.
con derecho a elevarse a las estrellas.
A salir del infierno cotidiano
que les negó lo excelso de la vida.
EMILIA
MARCANO QUIJADA
(Ciudad
Ojeda-Zulia-Venezuela)
ESPEJO
INÚTIL
(Fragmento)
Cual es el
absurdo afán
por salir en la lista de invitados
de una antología de moscas,
sentarse en la primera fila
de un bautizo de falsedades,
ser admitida en las ramblas
hipócritas,
área de fumadores,
aves del paraíso
que al encontrarte de frente
te abrazan, te besan
pero al darte la espalda te sacan los ojos,
te sacan las uñas,
te sacan la madre.
por salir en la lista de invitados
de una antología de moscas,
sentarse en la primera fila
de un bautizo de falsedades,
ser admitida en las ramblas
hipócritas,
área de fumadores,
aves del paraíso
que al encontrarte de frente
te abrazan, te besan
pero al darte la espalda te sacan los ojos,
te sacan las uñas,
te sacan la madre.
ANNA AMAYA AGUILAR
(San Salvador-El Salvador)
Aquel río
con su rumor constante
aquellos uvillos colgando,
hasta besar el agua,
aquellas piedras
soñando noche y día,
aquella felicidad de niña
arrullada en las noches
por el rumor vital
con su rumor constante
aquellos uvillos colgando,
hasta besar el agua,
aquellas piedras
soñando noche y día,
aquella felicidad de niña
arrullada en las noches
por el rumor vital
2
Aquella alegría
¡tan grande, tan grande!
se quedó palpitante
en los caminos de la historia
SUSANA REYES
(San Salvador-El Salvador)
LA LOCA
I
Ella sólo quiso
otorgarle a la vida
el estremecimiento de sus entrañas
liberar de los hombros
los cabellos marchitos
internarse en el cotidiano ardor
de las hojas en el agua.
II
Ser libre? de las culpas
desnuda y feliz
regala? su risa
al naranjo de la tarde
no le interesa? más
que tenderse sobre las aceras
y respirar la libertad
con sus pupilas.
III
Esa que está? ah?
no es ella
esa de cara opaca
y cejas de luna
la niegan porque es sombra
en un país sin sol
o el sol de un país de sombras...
porque sólo sabe
repetir las mismas letras
porque mira a los ojos
y exhibe su cuerpo
porque cree que el cielo de invierno
es un globo hinchado de agua
en el que los niños de las manos
han prometido hincar sus uñas.
ANDRÉ
CRUCHAGA
(Nueva
Concepción-Chalatenango-El Salvador)
GEOGRAFÍA
DE LA PATRIA
Sordomuda,
a veces, en esta porción cerrada de mis ojos.
Corrompida en sus muertos y tumbas, la patria que nunca caduca en el aliento.
En el cordón umbilical los crisantemos largos de los ojos y la ternura cercenada
en el sigilo: llevo puñada de pulgas todas las semanas y genocidio
en el parentesco de las luciérnagas.
Detrás de los tapiales de adobe, los baños públicos y su tosca caligrafía.
En el interior de mi memoria, la fugacidad incendiada de los chiriviscos,
los mensajes subliminales para los no videntes,
y esta suerte de pernoctar todavía en una caverna: en la estación de la niebla,
despuntan las aguas utilitarias del vinagre, los falsos pudores en la cobija,
los oscuros lenguajes de los roedores, los esplendores del servilismo.
Grato es recordarte en la hipótesis de los azadones: rostros humanamente
de grillos, y lavatorios de amarillas bocas. Y verdades purificadas en lejía.
En la fila india de los muertos, la desnudez inexplicable de las rodillas.
¿Dónde deshacemos el nudo ciego de los fósforos?
¿En qué pared despintamos los laberintos, el agrio barbasco de los bagres?
Al trasluz, el lento encaje de los pañuelos en la catarata: ningún guardarropa
disimula nuestras costillas; de la axila, bebemos la gota de espejo y su residuo.
En cada fragmento del alfabeto, la tombilla de esta geografía sin zapatos…
Corrompida en sus muertos y tumbas, la patria que nunca caduca en el aliento.
En el cordón umbilical los crisantemos largos de los ojos y la ternura cercenada
en el sigilo: llevo puñada de pulgas todas las semanas y genocidio
en el parentesco de las luciérnagas.
Detrás de los tapiales de adobe, los baños públicos y su tosca caligrafía.
En el interior de mi memoria, la fugacidad incendiada de los chiriviscos,
los mensajes subliminales para los no videntes,
y esta suerte de pernoctar todavía en una caverna: en la estación de la niebla,
despuntan las aguas utilitarias del vinagre, los falsos pudores en la cobija,
los oscuros lenguajes de los roedores, los esplendores del servilismo.
Grato es recordarte en la hipótesis de los azadones: rostros humanamente
de grillos, y lavatorios de amarillas bocas. Y verdades purificadas en lejía.
En la fila india de los muertos, la desnudez inexplicable de las rodillas.
¿Dónde deshacemos el nudo ciego de los fósforos?
¿En qué pared despintamos los laberintos, el agrio barbasco de los bagres?
Al trasluz, el lento encaje de los pañuelos en la catarata: ningún guardarropa
disimula nuestras costillas; de la axila, bebemos la gota de espejo y su residuo.
En cada fragmento del alfabeto, la tombilla de esta geografía sin zapatos…
PÁGINA 25 – CUENTO
PATRICIA FIGURA
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)
CON GAJOS DE REALIDAD.
¿Cómo puede ser?
La sensación de “inconcluso” seguía firme en su espíritu mientras los
miraba a todos.
Algo no cerraba.
O el tiempo.
O el espacio.
O ellos mismos.
Sin duda el tiempo había pasado.
Eran los mismos por dentro.
Más grandes en todo el sentido de la palabra por fuera.
Había como una gran kermesse y ellos festejando algo ¿la primavera?
¿Recaudando fondos para el viaje de fin de curso? ¿Las clases de música o
dibujo al aire libre?
En parte parecía un circo….había que preparar algo.
Como las obras de teatro que hicieran otrora, en la adolescencia.
Como los desfiles, donde los defectos físicos no importaban…los
complejos se hacían a un lado…. Se pisaba firme y se salía al ruedo….todo fuera
porque la cuenta común se hiciera un poco más gordita.
Después de los aplausos para uno de los grupos, llegó un desafío más,
debían representar a una pareja a punto de divorciarse frente a una jueza en la
primer audiencia. Mientras miraba a uno de sus compañeros que se reía a
carcajadas con otros del grupo una pregunta vino a su mente ¿Cómo puede
operar si adeuda materias del secundario todavía?
¿Todos debemos materias? ¿Pero si yo me recibí…. Tengo el título… ¿qué
está pasando? No podía apartar los pensamientos, no podía entregarse a la
escena que veía sin replantearse todo.
Los encargados de relatar la prenda dispusieron un escritorio en el
medio de la rueda hecha de compañeros, se eligieron dos para que representen a
la supuesta pareja a punto de romperse….una cosa era verlo y otra luchar contra
la sensación de irrealidad que todo le provocaba.
La “pareja” se puso de acuerdo en seguir una especie de libreto
rápido, con los típicos comentarios que pueden producirse en una audiencia de
divorcio, los motivos que los llevaron a ese punto, todo entre risas,
carcajadas, bromas….como siempre fue entre ellos.
Los que dirigían el juego les hicieron señas de que era su turno.
Y algo pasó.
Comenzó a hablar ante una jueza que no era una de su grupo, se
parecía a la que llevaba la contabilidad de todo lo recaudado…..pero era mucho
mayor, el alma de su compañera brotaba con voz de dolor, de angustia, de
impotencia…habló de amor, de desencanto, de haber creído en él.
Quién representaba al marido en cuestión la abrazó fuerte, mientras el
auditorio emocionado no entendía nada de lo que estaba pasando.
Solo escuchaba el “va a estar todo bien” que él le susurraba en
un abrazo compañero, sano, limpio, de amigos.
Una nube barrió con todo.
La función se tenía que suspender por orden de una de las profesoras.
Y aparecieron en una cocina grande, acogedora, con la mirada benigna
de adultos que ya no estaban.
¿Cómo puede ser? ¿Es una revancha? ¿Entonces sí existe la posibilidad
de ensayar una vida para pasar en limpio otra?
Él se acercó y le dijo con una sonrisa “ya está, no pasa nada”,
“pero vos seguís enganchado con tu ex” mientras con los ojos su compañera
decía “no me mientas” él solo sonrió.
Era algo inverosímil la combinación….jamás se los hubiera asociado.
Ella los miraba desde afuera, aunque estaba en el mismo lugar… ¿porqué
podía sentir lo que ellos sentían?
Algo iluminó la habitación.
Repentino, fuerte…fugaz también.
Escuchó la lluvia caer con fuerza en el patio de baldosas que precedía
a su dormitorio.
El aire acondicionado era apenas un zumbido fresco…se arrebujó en las
sábanas junto a su marido que descansaba ajeno a la tormenta que se estaba
preparando afuera….la presintió y como una coreografía perfecta la acomodó a su
cuerpo como cuando se encontraban a la madrugada en las vueltas del sueño.
¿Qué significaba todo?
Había mezcla de la charla de la tarde con sus amigas, los comentarios
sobre sus propios abuelos a los que tanto extrañaba, la sensación de angustia
de su hermana de la vida ante todo el movimiento que un posible divorcio podía
acarrear.
La sensación real de materias pendientes.
El grupo al que asociaba a la alegría, la música, el baile, lo sano,
lo seguro lo incondicional más allá de los años transcurridos.
Sintió que su esposo se estaba despertando… después de todo una
madrugada lluviosa era un buen momento para amar, aunque las telas de araña que
atrapaban disparatados sueños, siguieran habitando en su mente.
PÁGINA 26 – ENSAYO
HERNAN SCHILLAGI
(San Martín-Mendoza-Argentina)
EL AZAR PROGRAMADO
Cuentan que Amado Nervo, desde muy
niño, ya garabateaba sus primeros poemas. Había aprendido antes a leer sin
ayuda con un libro de recetas de su madre. En una ocasión, la hermana le
encontró unos versos y se los leyó a toda la familia en el comedor. Nervo
corrió azorado a esconderse, mientras su padre escuchaba los poemas con el ceño
fruncido. Pienso que la escritura de un poema, entonces, es un azar programado,
más que un arrebato de inspiración. Quiero decir que, en un principio, al ser
expuestos, nos avergüenza más lo propio que lo robado. Un poeta tarda décadas
en reconocerse como tal. Con esto, no estoy descubriendo el agujero
del mate de la poesía. Cuántas veces habremos oído la frase que le otorga un
porcentaje mínimo a la chispa y el resto a la transpiración. Aunque es mejor
decir que el poema «nos salió» todo de golpe, a confesar que perdimos tardes y
noches enteras con una infame veintena de versos. Sin embargo, ¿cuánto tiempo
se puede rumiar una imagen hasta que toma forma de idea y se encuentra
finalmente con una música? Semanas, años, tal vez.
El poema se va componiendo en el
cuerpo, en la memoria cotidiana, inaudible se forma en la boca; hasta que nos
sentamos y tenemos todos los elementos al alcance de la mano. Luego de visitar
durante meses a Ezra Pound al neuropsiquiátrico donde estaba confinado, Juan
Forn cuenta que Elizabeth Bishop necesitó las noches que caben en siete años
para escribir el hermoso e inquietante poema La casa de los locos es de
papel y testimoniar así el modo en que el poeta había vivido por dentro
este encierro. Por consiguiente, versos iniciales, o remates prometedores
brotan -en apariencia- inexplicablemente. Algunos vates, por eso, desvarían y
hablan de un momento de éxtasis creativo. El idioma entero, no obstante, está
ante nuestros ojos y se nos antepone para poder alcanzar al poema. Así,
necesitamos luego dejar en reposo ese puñado de versos, como
proponía certeramente el poeta Francisco Gandolfo: «Observarlos como
bichos raros; / olvidarlos hasta comprobar que existen. / Excepcionalmente
dejarlos como están, / es decir, como nacieron». Es claro, a veces fantaseamos
con que el encuentro entre las palabras, ciertos encabalgamientos sorprendentes
y algunas acrobacias verbales son producto de lo fortuito, pero no. Se originan
a través de una estructura previa tan lúcida como invisible al momento de
escribirla.
Por lo tanto, a diferencia de la
narrativa, es solo con el texto poético que toma forma el «plan». Así, el poema
es mapa desplegado y destino al mismo tiempo. El objeto textual (y material)
siempre resulta ser borrador y borroso, un prototipo que se echa a andar de
todos modos, pero funciona a la perfección. Por lo mismo, a los poemas les
cuelgan el sambenito de ser confusos: en cada palabra hay una falta, o una señal
a escala. Dificultades de la poesía, que le llaman. Por eso, Sandro Barrella
aclara: «El poema, el objeto al que uno dedica su atención aun cuando no está
escribiendo. Pero para cuando esto sucede ya hay una historia personal, un
registro en el que se ha perdido, quizás, el comienzo, aquel primer impulso…».
Lo dicho: no hay arrobamiento en la poesía ni arranques de inspiración, hay un
arduo trabajo, una lucha racional con el lenguaje, tanto interno como también
externo y que deja un espacio para que el azar se motive y se dispare. Porque
es sabido, lo que logra escribirse en un papel es únicamente la sombra, o el
eco de lo que nos habíamos imaginado. No por nada, Borges se sorprendía que el
romántico Edgard Allan Poe hubiese escrito todo un «método compositivo» para
crear El cuervo, su poema más famoso, para negar irónicamente la creación
espontánea.
Entre el atleta y el bailarín, propone
Susan Sontag, la diferencia es que el rigor en el deporte se muestra como un
valor: «Hacer visible el esfuerzo es parte del alarde…». Por el contrario,
concluye que la danza misma: «Es la representación de una energía que debe
parecer, en todos los sentidos, ilimitada, natural…». Al igual que el que sigue
paso a paso una receta de cocina y quiere agradar a los de su casa, el poeta no
revela su arduo trabajo, solo lo ofrece metamorfoseado en palabras. Aunque, de
vez en cuando, tenga que salir corriendo como Amado Nervo, pero hasta la
pizzería más cercana del barrio de la literatura. Así, cocineros de nuestro
propio destino, no tendremos más deudas y podremos estar finalmente en paz.
PÁGINA 27 –
CUENTO
RICHARD
RICO LÓPEZ
(Acarigua-Venezuela)
LA
CANCIÓN DEL NEGRO ALÍ
La
tarde del viernes caía en medio de aquel abril caluroso, sofocante por
momentos. Apenas se movían algunas de las hojas de los inmensos cedros y
samanes que guardaban como gigantes centinelas las inmediaciones de la
plazoleta de la pequeña ciudad. Se iba una semana más, y con ella una nueva jornada
de trajines, rutina, cansancio, esperanza y desilusiones, entremezcladas en el
pensamiento meditabundo que acompañaba el caminar del joven Ernesto. El dulce
olor que emanaba de los árboles se entremezclaba con el amargo sinsabor que
generaban inquietudes en el muchacho: ¿cómo hago para que el dinero alcance?,
¿cómo sustento a los míos?, ¿por qué me siento vacío en el trabajo que hago?,
¿por qué unos pocos tienen tanto y el gran resto tenemos tan poco? Todas estas
interrogantes se repetían ensordecedoramente en su mente, y aunque trataba de
pensar en otras cosas, estos pensamientos, cual ola que viene y va, le
embestían intempestivamente, sin permitirle percibir cuántos metros avanzaba y
quién o qué estaba en la siguiente banca de la plaza o justo a su lado.
De
repente, con el mismo ímpetu con que le abordaban sus pensamientos, sintió que
le halaron por la manga de la camisa, y sin darle tiempo de pronunciar palabra
alguna, alcanzó a oír en tono claro y fuerte: –¡Venga Negro! ¿Le limpiamos esos zapatos? El joven,
aletargado por la interrupción en su pensamiento, apenas si lo miró y con el
ceño fruncido por la incomodidad de aquel acto insolente, hizo con su cabeza
sin mediar palabra un signo de negación antes de reanudar su marcha.
Empezaba
nuevamente a sumergirse en sus pensamientos, cuando escuchó justo detrás de sí
a alguien que cantaba con efusiva y clara voz: –Échala, tu palabra contra quien sea de
una vez, así sepas que rompe el cielo échala, tu palabra por dentro quema y te
da sed, ES MEJOR PERDER EL HABLA, QUE TEMER HABLAR, Échala… Larala… larala…
Ernesto
volteó lentamente intentando no mostrar interés en lo que oía y al hacerlo,
allí estaba, el mismo viejo que le halaba la camisa momentos antes, sonriente,
efusivo, tarareando y bailando aquella cancioncita que parecía estar dedicada a
él que nada decía y se encerraba en un mundo de ideas ambiguas y difusas. Por
vez primera se detuvo a detallarlo. Era un personaje de mediana estatura, ojos
grandes y barba espesa. Su ropaje dejaba mucho que desear por lo maltratado y
viejo. Aparentaba tener unos 50 años, aunque en la miseria, los años parecen
acelerar su marcha. Sobre su espalda una mochila llena de objetos de diferente
utilidad. Las manos, que por instantes parecían maltratar lo poco que quedaba de
un viejo cuatro (instrumento musical de cuerdas venezolano), se veían
ennegrecidas y encallecidas por una vida de mucho trabajo y seguramente mucho
dolor. El joven se acercó un poco más y pudo percibir un sutil olor a alcohol y
tabaco, compañeros inseparables del hombre de la calle.
Inesperadamente
el viejo dejó de cantar, miró al joven y le dijo: –¿Ahora sí se decidió?
Écheme una manito y déjeme limpiarle esos zapatos; mire los míos, están viejos,
eso sí, ¡pero nunca sucios! ¿No sabe usted que los zapatos son el reflejo del
alma del que los carga puestos?, comentó.
El
joven apenas sonrió y sin mucho convencimiento sólo atinó a decir: –Empiece entonces, pero
rapidito porque ya no tarda en caer la noche. En su interior había una motivación
inconsciente que aún no entendía y que le había hecho prestar atención a tan
curioso personaje que veía por primera vez en aquellos lares.
Silbando
sin parar, el viejo limpiabotas comenzó lentamente a sacar de su mochila el
betún y el cepillo, levantó cuidadosamente el pie del muchacho y comenzó su
labor sin dejar por un momento de silbar la canción que antes había tarareado;
el joven Ernesto, intrigado le preguntó: –Esa canción, de casualidad, ¿la cantaba
usted refiriéndose a mí? –¡Claro! Y también por los otros cuatro clientes que
me han ayudado hoy, toditos pasaron molestos, mirando el piso, pensando en
quien sabe qué y en un silencio que parecía un funeral; como usted puede ver,
yo casi no me puedo callar y por eso es que le canto a la gente pa’ que deje la
amargura y empiece a levantar la cabeza.
Ante
aquella aclaración, el joven sintió algo de vergüenza, se quedó observando con
detenimiento el cuadro dantesco de aquel hombre, plagado de necesidades y
dolores, con el cuerpo y rostro lacerado por las marcas de sus sufrimientos.
Aún así, en sus ojos había una llama viva que irradiaba esperanzas e ilusiones.
Se dio cuenta de lo mucho que tenía y lo poco agradecido que había sido con la
vida, reconoció en sí mismo la pobreza de su figura joven, con mayores
recursos, y sumido en una permanente amargura: –Cuando las cosas parecen ir mal, Dios se
encarga de mostrarnos el verdadero dolor de Cristo padeciendo, pensó para
sí mismo.
Incorporándose
nuevamente, dijo al viejo: –¿Y de dónde es usted, amigo?, ya con un
aire de mayor confianza y curioso por saber más de aquel personaje que
comenzaba a interesarle. Por primera vez en todo aquel rato de canciones y
palabras incesantes guardó silencio. Levantando la mirada hacia el poniente se
transformó su semblante, se quedó con la mirada perdida por unos segundos,
luego volvió hacia el zapato y lustrando con fuerza susurró una canción: –“Yo vengo de dónde usted
no ha ido, he visto las cosas que no ha visto…”, y continuó tarareando un
murmullo uh,uh,uh… El joven se
sintió consternado y a la vez extrañado por esa costumbre tan particular de
responder con trozos de canciones y antes de que pudiera interrogarle
nuevamente, el viejo limpiabotas le miró y dijo: –¿Escuchó alguna vez de
la tragedia de Vargas? (40 km al este de Caracas) y volviendo su mirada
hacia el horizonte, –De
ahí, ¡de por ahí vengo, mijo! Rodando como una piedra; el agua se lo llevó
todo, viví un tiempo en los refugios y otro más en la calle, y ya ni se cómo
terminé en esta ciudad tan lejana; a lo mejor me estoy alejando de tan malos
recuerdos.
Aquella
revelación interpeló a Ernesto sobre la forma desconfiada e inhumana con que le
había juzgado en un primer momento. Para entonces había pensado en el fastidio
de cruzarse con otro borracho más de la plaza; con sagacidad veloz buscó entre
sus cosas, –Viejo,
si no le ofende, yo cargo aquí unas camisas y estos zapatos que me dieron en el
trabajo y que podrían…
Inusitadamente
le interrumpió silbando nuevamente y cantando con los ojos inundados por un
brillo especial: –“…No
es importante el ropaje, sino distinguir a fondo, los que van comiendo dioses y
defecando demonios. Zapatos de mi conciencia, mal que bien me van llevando,
larala…”-
Ahora
sí que Ernesto no entendía aquel misterioso personaje, plagado de necesidades,
y aún así le daba igual tener o no tener ropa y calzado; impulsado por la
intriga que le causaba y detectando algo familiar en las entonaciones que el
viejo hacía, le dijo: –¡Yo
conozco esa canción! Esa es de… ¿de Alí primera, cierto?
-¡Sí Señor! ¡Y me las sé
toiticas [todas] completas! Golpeó con su
trapeador el zapato derecho del joven;
– ¡Listo!, ahora sí
esos zapatos están decentes.
El
joven asintió con la cabeza y buscando su cartera, –¿Cuánto le debo, mayor?
–¡Lo que usted me quiera
dar y si son las gracias, bien recibidas serán!
El
joven se sonrió ante tan original respuesta y le dio un par de billetes que el
viejo guardó celosamente dentro de los bolsillos de su vieja mochila; habían
pasado cincuenta minutos desde que se encontraron y ya se había olvidado, al
menos por un tiempo, de sus afanes y preocupaciones, de la economía y la
política, de tantas banalidades que le atormentaban. Ahora éstas le parecían
vacías y TONTAS. Sin proponérselo, vivió en este corto encuentro un proceso de
renovación que le impulsaba a semejanza de aquel ahora hermoso personaje,
cantar por las maravillas del hoy y las vírgenes esperanzas del mañana.
–Fue un placer conocerle
amigo, mi nombre es Ernesto; si hay algo en lo que pudiera ayudarle sólo dígame. El viejo
terminó de guardar sus trapos en la mochila, tomó en sus manos nuevamente el
viejo cuatro, colocó la mano sobre el hombro derecho del joven y con una
efusiva cara de emoción le dijo: –Por ahora tengo en este viejo morral todo
lo necesario para vivir feliz lo que queda del día de hoy. Indicando
con sus dedos hacia el poniente, se despidió diciendo: –Por allí esta mi ruta,
cuídese joven y no se olvide de empezar a ser feliz.
Hizo
un ademán de comenzar su marcha, cuando el joven, inquietado. preguntó: –¿Y cuál es su nombre,
viejo amigo? El
viejo volteó vivazmente. –Me llaman Alí y para los buenos amigos
como usted me dejo llamar el NEGRO ALÍ.
Ya
la noche comenzaba a caer sobre la ciudad. El viejo tomó su cuatro, soltó una
carcajada y comenzó nuevamente a cantar: “Es de noche, cuenta el limpiabotas cuánto
ha hecho y cuenta el pregonero cuánto ha hecho…es de noche…”
Ernesto
con el llanto a flor de piel, también tarareaba aquella dulce canción y cuando
ya la figura del viejo comenzaba a perderse en el horizonte le escuchó
nuevamente cantar: “Es
de noche…”,
el joven tomó su bolso, dio la vuelta, y mirando al cielo que mostraba sus
primeros luceros, levantó los brazos cantando: “…Y habrá Mañana”.
PÁGINA 28 – CUENTO
ALEJANDRO MARCELO CORONA
(Córdoba-Córdoba-Argentina)
SOBRE LA CUMBRE DEL MEDIODÍA
Un profundo barranco nos devoró las
piernas durante varias horas. El sol caía plomizo sobre nuestras espaldas;
entre las profundidades de las yungas anduvimos, machete y hombre, fogoneando
la esperanza, abriendo paso a la columna que de a poco se despeñaba por la
gruesa estampida del calor izado desde el barro húmedo y gredoso.
A lo lejos una bandada de pájaros
cortó la quietud de la mañana ya antigua. Rasaron sobre nuestros cascos, eran
guacamayos azules que de pronto le devolvieron la vida a nuestro camino. Un
ruido a furia de agua comenzó a endulzarnos la fatiga. Buscamos su paso. Cuando
encontramos el peso del río violento algunos de nuestros compañeros se
precipitaron a refrescarse.
Era el primer contacto con agua, luego
de andar por la espesura selvática entre el barro y los animales, las
enfermedades y las desesperanzas. ¿Era esta la exigencia que nos pedía la
revolución? ¿El dolor extremo, la clandestinidad, el olvido de nuestros seres
queridos? ¿Defender la Patria Grande contra la intromisión constante del
imperio, mientras el resto duerme en la tranquilidad de su casas?
Renegaba en mis pasos consumidos por
el pensamiento huraño. Recordaba las palabras de Camilo Torres, buscar a través
de medios eficaces la felicidad de todos, amar así verdaderamente a los
empobrecidos de nuestro continente. Mi mente vagabundeaba, increpándome,
rasgándome la conciencia cristiana, revolucionaria, socialista.
Miré el agua con su traje de vida y
recuperé el optimismo. Cuatro compañeros se desprendieron de la columna, llegaron
a la orilla, comenzaron a desnudarse, cuando tomaron contacto con la comisura
del río una ráfaga de metralla ardió desde una barricada en la otra orilla.
Aquel ramalazo de fuego y plomo dejó tres cadáveres en la arena.
- ¡Carajo, los gringos! – grito Arnulfo
Rojas tirándose al piso
Tomamos resguardo de inmediato. Dos
hombres en el agua boqueaban su último aliento sobre la corriente rojamente
enardecida de muerte. Aquella línea de fuego descargó su ensañamiento sobre
nuestros cuerpos. Silbaban en nuestras cabezas como avispas enojadas las balas
del enemigo. Nos cubrimos tomando una posición de fuego favorable.
Cuando estuve a salvo, comencé a leer
los disparos buscándole el origen. De cuclillas detrás de un paraíso robusto,
coloqué mi ojo sobre la mira del rifle hacia la barricada. La posición aquella
permitía desnudar la presencia del ejército de aquel dictador.
Totalmente descubiertos, eran dos;
juro que odié aquel momento. El sol se ponía de azufre y descansaba su rigor
sobre mi parietal. Ejecuté con calma dos disparos certeros; pude observar el
desplomo del primer soldado, el segundo, sorprendido, no pudo huir a tiempo y
fue destrozado en la ejecución.
Apenas disparé, volví mi espalda para
apoyarla sobre el paraíso que se mantenía erguido, atestiguando mi terrible
miedo. Respiraba hondo, asustado; era mi primer disparo sobre un ser humano.
- ¡Vamos al foco Antonio! – gritó
Ceferino Roldán, advirtiéndome que revisarían la zona y yo debía resguardar sus
espaldas.
Afirmé con la cabeza e hice un gesto
de movimiento con la mano derecha mientras sostenía con el antebrazo izquierdo
mi fusil caliente. El silencio azotaba junto al sol mi espinazo con un
escalofrío duro; la adrenalina me salía por las uñas, me rascaba la cara, todo
era como un pesado sueño.
El río incrementó su fuerza. Tres
compañeros procuraron retener sin suerte los cuerpos sin vida de los caídos por
el fuego enemigo. La vehemencia del agua no permitía a la pequeña tropa
alcanzar la otra orilla. Los soldados hacían grandes pasos para cruzar, el agua
les cubría hasta las rodillas, los fusiles eran alzados con las dos manos para
evitar humedecer la pólvora.
Jamás mis manos habían dado muerte a
nadie. No podía creer que éstas manos hubieran quitado de la faz de la tierra a
un ser. Con la mira puesta sobre la barricada enemiga buscaba percibir un
mínimo movimiento, los cuerpos yacían. Decidí salir de mi escondite. Fue una
pésima decisión. El fusil apuntaba hacia la dirección de los cuerpos pero
descuidé el frente.
- ¡Cúbrenos las espaldas, mierda! – se
enfureció Ceferino.
Cuando volví mis ojos a la mira, pude
observar que un tercer hombre se alzaba con las metrallas de los dos caídos y
gritó:
-¡Mueran, indios de mierda!
En el mismo momento que gatilló sobre
sus armas, le acerté un primer impacto sobre el hombro provocando una ráfaga de
metrallas como una víbora desbocada que se arrastraba por todos lados. Mis
compañeros disparaban, buscaron refugio en vano sobre el corazón del río, pero
sin demora le acerté un segundo impacto que le ingresó por el cuello y un
movimiento reflejo hizo que se cubriera de inmediato la garganta que se teñía
de púrpura, cayendo inerme hacia adelante.
Los ojos de ese hombre se abrían
grandes, yo podía verlos a través de la distancia, quizás sorprendidos de
hallar la muerte se agigantaron hasta perecer. Ese hombre no buscaba la muerte,
pero la halló sobre la cumbre del medio día. Ninguno de nosotros vino a buscar
la muerte. Juro que lo vi en sus ojos, ese hombre vino a buscar la gloria y
encontró este final. Los ojos bien abiertos, sorprendidos, comenzaron a
llenarse de moscas cuando cayó duro junto a sus compañeros desvanecidos.
Por fin la columna alcanzó la otra
orilla. Yo hice lo mismo, con una esperanza ciega de encontrar a aquellos
hombres con vida, de no sentirme un asesino. Los soldados revisaron las
pertenencias, se peleaban por ellas. Uno se probó la camisa manchada con la
sangre final. Otro se guardó un anillo de oro, otro tomó una medalla del Jesús
Redentor, las botas eran reñidas por dos soldados tupizeños. Cuando llegué, los
tres cadáveres ya estaban casi desnudos. Yo tomé un cuchillo que reposaba cerca
de su bota.
Tirado junto a la mano derecha de un
combatiente, una fotografía. Limpié la sangre que la cubría. Una mujer hermosa
abrazaba al hombre, dos niños sonreían con una belleza parecida a la felicidad.
Digo, a ese momento de la vida en que ella nos golpea la puerta y nos invita
franca a su morada. Aquel hombre había conocido la felicidad que yo anhelaba
buscar con la revolución. Con este grupo armado quería buscar algo que nos
pertenecía a todos.
Aquel hombre partía desde la
felicidad, tenía una familia, una mujer que aguardaba su regreso. Dos niños que
veían cada mañana inútilmente el retorno de su padre. Una mujer se recostaba
sobre una almohada cálida pronunciando su nombre.
Yo contemplaba la fotografía. Una
lágrima quiso lacerarme. Una mujer lo soñaba y yo le había quitado la vida. Yo,
que no era soñado por nadie, que nadie me esperaba en un sueño, sin mujer que
aguardara por las noches mi regreso. Ningún tejido del insomnio era empuñado
por una mujer. Al menos por la que yo amo.
Con estos mismos dedos, con los que
una vez dibujé los labios de aquella mujer dormida. Con este mismo índice que
recorría sus lunares, que los contaba, que surcaba su espalda rosada y pura.
Con esta mano que le escribió los versos más nutridos del amor, con esta misma
mano pude detener la vida. Con la mano de dar amor, di también la muerte. Cruzó
un rayo negro sobre mi frente. Quise volverme María a tus brazos, a tu sonrisa
tierna. Quise tirar el fusil, abandonarlo, correr a tu lado. Te imaginaba, tú
chica de bien, sin coincidir conmigo en la revolución, juzgándome,
enjuiciándome por asesinar a un ser humano, por darle muerte. Enojada,
explicándome una y mil veces que la violencia no soluciona nada. Y yo
sollozando por tu encono.
Me había descubierto, sobre el río
Tupiza, como un desdeñable asesino. El bautismo de fuego me había dado un nuevo
espíritu. Quise hacerme fuerte.
- Volvamos al camino - dijo Ceferino,
nos aguardan en la vertiente.
Yo dejé a los hombres tirados, me
persigné tres veces. Te imaginaba diciéndome que Dios no justifica ninguna
muerte, que soy una contradicción andante. Estrujé fuerte mi fusil y seguí la
columna. Intenté dejarte en aquel costado del río. Fue inútil. Volvería a
descubrirte como una pesada mochila sobre mis espaldas algunas leguas más
adelante.
Ya no era el mismo, el fuego me había
devorado el alma. La revolución murió en el horizonte de mi vida. De manera
egoísta apareciste tú y quise dejarlo todo por correr a tus brazos. Preso de mi
libertad, de elegir este camino seguí andando bajo el grillete del orgullo. No
sabía que matar tenía este agrio sabor a justicia. El sol rompía con sus olas
de fuego mi cuerpo débil y tu recuerdo ardientemente vivo me incendiaba en las
manos de asesino, tú cada vez más lejos y a mí me dañaba el oscuro olor a
muerte que tiene la libertad en este continente, que solía ser un paraíso.
PÁGINA 29 – ENSAYO
OCTAVIO PAZ
(México DF
1914 / 1998)
LA LLAMA DOBLE
Todos los días
oímos esta frase: nuestro siglo es el siglo de la comunicación. Es un lugar
común que, como todos, encierra un equívoco. Los medios modernos de transmisión
de las noticias son prodigiosos; lo son mucho menos las formas en que usamos
esos medios y la índole de las noticias e informaciones que se transmiten en
ellos. Los medios muchas veces manipulan la información y, además, nos inundan
con trivialidades. Pero aun sin esos defectos toda comunicación, incluso la
directa y sin intermediarios, es equívoca. El diálogo, que es la forma más alta
de comunicación que conocemos, siempre es un afrontamiento de alteridades
irreductibles. Su carácter contradictorio consiste en que es un intercambio de
informaciones concretas y singulares para el que las recibe. Digo verde y aludo
a una sensación particular, única e inseparable de un instante, un lugar y un
estado psíquico y físico: la luz cayendo sobre la yedra verde esta tarde un
poco fría de primavera. Mi interlocutor escucha una serie de sonidos, percibe
una situación y vislumbra la idea de verde. ¿Hay posibilidades de comunicación
concreta? Sí, aunque el equívoco nunca desaparece del todo. Somos hombres, no
ángeles. Los sentidos nos comunican con el mundo y, simultáneamente, nos
encierran en nosotros mismos: las sensaciones son subjetivas e indecibles. El
pensamiento y el lenguaje son puentes pero, precisamente por serlo, no suprimen
la distancia entre nosotros y la realidad exterior. Con esta salvedad, puede
decirse que la poesía, la fiesta y el amor son formas de comunicación concreta,
es decir, de comunión. Nueva dificultad: la comunión es indecible y, en cierto
modo, excluye la comunicación: no es un intercambio de noticias sino una
fusión. En el caso de la poesía, la comunión comienza en una zona de silencio,
precisamente cuando termina el poema. Podría definirse al poema como un
organismo verbal productor de silencios. En la fiesta —pienso, ante todo, en
los ritos y en otras ceremonias religiosas— la fusión se opera en sentido
contrario: no el regreso al silencio, refugio de la subjetividad, sino entrada
en el gran todo colectivo: el yo se vuelve un nosotros. En el amor, la
contradicción entre comunicación y comunión es aún más patente.
El encuentro
erótico comienza con la visión del cuerpo deseado. Vestido o desnudo, el cuerpo
es una presencia: una forma que, por un instante, es todas las formas del
mundo. Apenas abrazamos esa forma, dejamos de percibirla como presencia y la
asimos como una materia concreta, palpable, que cabe en nuestros brazos y que,
no obstante, es ilimitada. Al abrazar a la presencia, dejamos de verla y ella
misma deja de ser presencia. Dispersión del cuerpo deseado: vemos sólo unos
ojos que nos miran, una garganta iluminada por la luz de una lámpara y pronto
vuelta a la noche, el brillo de un muslo, la sombra que desciende del ombligo
al sexo. Cada uno de estos fragmentos ve por sí solo pero alude a la totalidad
del cuerpo. Ese cuerpo que, de pronto, se ha vuelto infinito. El cuerpo de mi
pareja deja de ser una forma y se convierte en una substancia informe e inmensa
en la que, al mismo tiempo, me pierdo y me recobro. Nos perdemos como personas
y nos recobramos como sensaciones. A medida que la sensación se hace más
intensa, el cuerpo que abrazamos se hace más y más inmenso. Sensación de
infinitud: perdemos cuerpo en ese cuerpo. El abrazo carnal es el apogeo del
cuerpo y la pérdida del cuerpo. También es la experiencia de la pérdida de la
identidad: dispersión de las formas en mil sensaciones y visiones, caída en una
substancia oceánica, evaporación de la esencia. No hay forma ni presencia: hay
la ola que nos mece, la cabalgata por las llanuras de la noche. Experiencia
circular: se inicia por la abolición del cuerpo de la pareja, convertido en una
substancia infinita que palpita, se expande, se contrae y nos encierra en las
aguas primordiales; un instante después, la substancia se desvanece, el cuerpo
vuelve a ser cuerpo y reaparece la presencia. Sólo podemos percibir a la mujer
amada como forma que esconde una alteridad irreductible o como substancia que
se anula y nos anula.
La condenación
del amor carnal como un pecado contra el espíritu no es cristiana sino
platónica. Para Platón la forma es la idea, la esencia. El cuerpo es una
presencia en el sentido real de la palabra: la manifestación sensible de la
esencia. Es el trasunto, la copia de un arquetipo divino: la idea eterna. Por
esto, en el Fedro y en El Banquete, el amor más alto es la contemplación del
cuerpo hermoso: contemplación arrobada de la forma que es esencia. El abrazo carnal
entraña una degradación de la forma en substancia y de la idea en sensación.
Por esto también Eros es invisible; no es una presencia: es la obscuridad
palpitante que rodea a Psiquis y la arrastra en una caída sin fin. El enamorado
ve la presencia bañada por la luz de la idea; quiere asirla pero cae en la
tiniebla de un cuerpo que se dispersa en fragmentos. La presencia reniega de su
forma, regresa a la substancia original para, al fin, anularse. Anulación de la
presencia, disolución de la forma: pecado contra la esencia. Todo pecado atrae
un castigo: vueltos del arrebato, nos encontramos de nuevo frente a un cuerpo y
un alma otra vez extraños. Entonces surge la pregunta ritual: ¿en qué piensas?
Y la respuesta: en nada. Palabras que se repiten en interminables galerías de
ecos.
No es extraño
que Platón haya condenado al amor físico. Sin embargo, no condenó a la
reproducción. En El Banquete llama divino al deseo de procrear: es ansia de
inmortalidad. Cierto, los hijos del alma, las ideas, son mejores que los hijos
de la carne; sin embargo, en Las leyes exalta a la reproducción corporal. La
razón: es un deber político engendrar ciudadanos y mujeres que sean capaces de
asegurar la continuidad de la vida en la ciudad. Aparte de esta consideración
ética y política, Platón percibió claramente la vertiente pánica del amor, su
conexión con el mundo de la sexualidad animal y quiso romperla. Fue coherente
consigo mismo y con su visión del mundo de las ideas incorruptibles, pero hay
una contradicción insalvable en la concepción platónica del erotismo: sin el
cuerpo y el deseo que enciende en el amante, no hay ascensión hacia los
arquetipos. Para contemplar las formas eternas y participar en la esencia, hay
que pasar por el cuerpo. No hay otro camino. En esto el platonismo es el
opuesto a la visión cristiana: el Eros platónico busca la desencarnación
mientras que el misticismo cristiano es sobre todo un amor de encarnación, a
ejemplo de Cristo, que se hizo carne para salvarnos. A pesar de esta
diferencia, ambos coinciden en su voluntad de romper con este mundo y subir al
todo . El platónico por la escala de la contemplación, el cristiano por el amor
a una divinidad que, misterio inefable, ha encarnado en un cuerpo.
Unidos en su
negación de este mundo, el platonismo y el cristianismo vuelven a separarse en
otro punto fundamental. En la contemplación platónica hay participación, no
reciprocidad: las formas eternas no aman al hombre; en cambio, el Dios
cristiano padece por los hombres, el Creador está enamorado de sus criaturas.
Al amar a Dios, dicen los teólogos y los místicos, le devolvemos, pobremente,
el inmenso amor que nos tiene. El amor humano, tal como lo conocemos y vivimos
en Occidente desde la época del «amor cortés», nació de la confluencia entre el
platonismo y el cristianismo y, asimismo, de sus oposiciones. El amor humano,
es decir, el verdadero amor, no niega al cuerpo ni al mundo. Tampoco aspira a
otro ni se ve como un tránsito hacia una eternidad más allá del cambio y del
tiempo. El amor es amor no a este mundo sino de este mundo; está atado a
la tierra por la fuerza de gravedad del cuerpo, que es placer y muerte. Sin
alma —o como quiera llamarse a ese soplo que hace de cada hombre y de cada
mujer una persona— no hay amor pero tampoco lo hay sin cuerpo. Por el cuerpo,
el amor es erotismo y así se comunica con las fuerzas más vastas y ocultas de
la vida. Ambos, el amor y el erotismo —llama doble— se alimentan del fuego
original: la sexualidad. Amor y erotismo regresan siempre a la fuente
primordial, a Pan y a su alarido que hace temblar la selva.
El reverso del
Eros platónico es el tantrismo, en sus dos grandes ramas: la hindú y la
budista. Para el adepto de Tantra, el cuerpo no manifiesta la esencia: es un
camino de iniciación. Más allá no está la esencia, que para Platón es un objeto
de contemplación y de participación; al final de la experiencia erótica el
adepto llega, si es budista, a la vacuidad, un estado en que la nada y el ser
son idénticos; si es hindú, a un estado semejante pero en el que el elemento determinante
no es la nada sino el ser —un ser siempre idéntico a él mismo, más allá del
cambio. Doble paradoja: para el budista, la nada está llena; para el hinduista,
el ser esta vacío. El rito central del tantrismo es la copulación. Poseer un
cuerpo y recorrer en él y con él todas las etapas del abrazo erótico, sin
excluir a ninguno de sus extravíos o aberraciones, es repetir ritualmente el
proceso cósmico de la creación, la destrucción y la recreación de los mundos.
También es una manera de romper ese proceso y detener la rueda del tiempo y de
las sucesivas reencarnaciones. El yogui debe evitar la eyaculación y esta
práctica obedece a dos propósitos: negar la función reproductiva de la
sexualidad y transformar el semen en pensamiento de iluminación. Alquimia
erótica: la fusión del yo y del mundo, del pensamiento y la realidad, produce
un relámpago: la iluminación, llamarada súbita que literalmente consume al
sujeto y al objeto. No queda nada: el yogui se ha disuelto en lo
incondicionado. Abolición de las formas. En el tantrismo hay una violencia
metafísica ausente en el platonismo: romper el ciclo cósmico para penetrar en
lo incondicionado. La cópula ritual es, por una parte, una inmersión en el
caos, una vuelta a la fuente original de la vida; por otra, es una práctica
ascética, una purificación de los sentidos y de la mente, una desnudez
progresiva hasta llegar a la anulación del mundo y del yo. El yogui no debe
retroceder ante ninguna caricia pero su goce, cada vez más concentrado, debe
transformarse en suprema indiferencia. Curioso paralelo con Sade, que veía en
el libertinaje un camino hacia la ataraxia, la insensibilidad de la piedra
volcánica.
PÁGINA 30 – POESÍA EUROPEA
JOSÉ GARÉS CRESPO.
(Alzira-Valencia-España)
FLUIDOS Y ABIERTOS
Sin quererlo saber, con el trasunto de tus encantos,
encontramos el placer, el dolor y el oro,
mediante la luz, la sombra y aun el agua
de la que quisimos y queremos beber.
A veces, con lo que sobra al regreso
de las noches blancas y tus años
construimos inducidas obediencias
estrelladas de celos,
pero dicen que es el sino y el complemento,
que desde el abismo
todos buscamos a manotazos, a besos,
y aunque no siempre se consigue,
medio en sombras la luna
y el muchacho semidesnudo,
recordamos tus viejos amores
en los escenarios de la vida,
con el horizonte cubierto de cielo
y el légamo por tu cintura.
ISABEL REZMO I PEREZ
(Jaen-Andalucía-España)
A SORBOS
Me dedico un sorbo de mi tiempo.
Un sorbo en la noche para matar la rigidez
que me está dosificando mis escrúpulos.
A sorbos.
Me dedico ninguna moneda,
versos, acaso una pequeña luz en este cuarto
con el ordenador a punto de apagarlo.
Increíble como hacemos un mundo de este sitio. Pequeño
y hueco.
Increíble como la palma de las manos asoma la línea
recta
de un crepúsculo en el silencio.
La verdad que a veces me pregunto, mis propias
afirmaciones.
Me respondo mis propias certezas.
Voy a ponérmelo como la soga alrededor de mi cuello.
Es importante los pequeños detalles.
Es importante sentir como fluye los argumentos
y conducen a epílogos. A frases malditas de un
eslogan.
La vida es efectivamente un eslogan.
Un maldito eslogan que lo compra el que sabe mejor
venderse.
IVÁN RAFAEL
(Oviedo-España)
LA POESIA MATA
Ya sé
que cuando sacan petróleo de una guerra
no están pensando en metáforas.
que cuando sacan petróleo de una guerra
no están pensando en metáforas.
Sin embargo fíjate,
ahora que quedó claro que el capitalismo salvaje
es un epíteto,
como los mercaderes hacen con el libre mercado
prosopopeya
y convierten la democracia en una hipérbole,
y convierten la democracia en una anáfora,
y toman el gobierno del pueblo en antítesis
y administran su intereses con un símil
y gestionan los países como empresas
y exhortan a las naciones con un apóstrofe
y se dirigen a electores y votantes
y arengan a consumidores y clientes
y reclutan mano de obra
y alistan todas las metonimias
y las llaman cascos azules
y las llaman boinas verdes
y decretan el comienzo de las perífrasis
y declaran
el envío de tropas para el inicio
de operaciones defensivas en prevención de un ataque
y dicen eufemismos
y disparan
eufemismos
que provocan daños colaterales
y causan bajas.
ahora que quedó claro que el capitalismo salvaje
es un epíteto,
como los mercaderes hacen con el libre mercado
prosopopeya
y convierten la democracia en una hipérbole,
y convierten la democracia en una anáfora,
y toman el gobierno del pueblo en antítesis
y administran su intereses con un símil
y gestionan los países como empresas
y exhortan a las naciones con un apóstrofe
y se dirigen a electores y votantes
y arengan a consumidores y clientes
y reclutan mano de obra
y alistan todas las metonimias
y las llaman cascos azules
y las llaman boinas verdes
y decretan el comienzo de las perífrasis
y declaran
el envío de tropas para el inicio
de operaciones defensivas en prevención de un ataque
y dicen eufemismos
y disparan
eufemismos
que provocan daños colaterales
y causan bajas.
Ya sé
que cuando sacan petróleo de una guerra
no están pensando en metáforas.
que cuando sacan petróleo de una guerra
no están pensando en metáforas.
Ya sé que ratatatatá
no es más que una onomatopeya
sin embargo fíjate
que suena como un oxímoron
de labor humanitaria
en una misión de paz.
no es más que una onomatopeya
sin embargo fíjate
que suena como un oxímoron
de labor humanitaria
en una misión de paz.
Ya sé.
Sin embargo
fíjate ahora en nosotros
recitando
con una paloma como único símbolo
mientras
la poesía
mata.
fíjate ahora en nosotros
recitando
con una paloma como único símbolo
mientras
la poesía
mata.
MAHMUD DARWISH
(Acre-Palestina)
CANTOR DE LA SANGRE
Cincuenta cuerdas hay sobre el
olivo
para este que te canta.
Tu cantor, que fue esclavo de
la lluvia,
rehén del viento,
y que ya, arrepentido de
dormir,
se distrajo velando.
Así, como deseas, llamará
chispa al cáliz de la rosa;
al olivar de tus ojos,
alborada;
y llorará también, como solía,
cuando pase una brisa sobre
cincuenta cuerdas.
¡Qué cincuenta sangrantes
melodías!
¿Cómo pudo la alberca de
sangre hacerse estrellas y árboles?
El que muere,
¡guitarra!, es el que mata,
y vence tu cantor.
. . . . . . . . . . .
Abre, ¡aldea!, tus puertas.
Ábrelas a los cuatro vientos.
Y deja que se incendien esas
cincuenta heridas.
Kufr Qásem es un pueblo que
sueña con espigas,
con violetas
y bodas de palomas.
. . . . . . . . . . .
¡Segadlos de una vez!
¡Segadlos!...
Los segaron...
¡Ay, espiga en el pecho de los
campos!
Tu cantor dice aún:
¡Si supiera el secreto del
árbol!
¡Si enterrara todas las
palabras ya muertas!
¡Si tuviera la fuerza de la
tumba silente!
¡Si escribiera mi historia
-¡oh, mano avergonzada que
pulsa esas cincuenta cuerdas!-
con la hoz,
y mi vida con hacha
y con ala de alondra!
. . . . . . . . . . .
Kufr Qásem:
Regreso de la muerte para
vivir cantando.
Déjame que me preste la voz
una herida luciente,
ven a mí contra el odio
que en mi corazón siembra la
zarza.
Me envía la intransigencia de
una llaga,
y el golpe del verdugo me ha
enseñado
a andar sobre mi herida.
A andar... Y más andar...
A resistir.
SILVIA FAVARETTO
(Venecia-Italia)
ÓPALO
En la piedra opalina
se celaba el secreto;
en la transparencia se entreveían
las arrugas oscuras de todos los rostros
de estos dos mil años,
las nervaduras de los árboles y de las hojas
quemadas para calentar la luna
en las noches del último invierno,
los pliegues impronunciables
de los cuerpos escondidos
en los recovecos del deseo
del milenio sin amor
que hemos habitado.
Era el fin del mundo
y lo leí
en los reflejos de la piedra opalina
donde se celaba el secreto.
En la transparencia se oía
la voz profunda de Dios
que nos condenaba a vivir, aún,
más allá que la muerte del tiempo.
La eternidad es un fardo
demasiado pesado para el hombre
(pero no para la piedra
y es a ella que confío
mi poesía).
se celaba el secreto;
en la transparencia se entreveían
las arrugas oscuras de todos los rostros
de estos dos mil años,
las nervaduras de los árboles y de las hojas
quemadas para calentar la luna
en las noches del último invierno,
los pliegues impronunciables
de los cuerpos escondidos
en los recovecos del deseo
del milenio sin amor
que hemos habitado.
Era el fin del mundo
y lo leí
en los reflejos de la piedra opalina
donde se celaba el secreto.
En la transparencia se oía
la voz profunda de Dios
que nos condenaba a vivir, aún,
más allá que la muerte del tiempo.
La eternidad es un fardo
demasiado pesado para el hombre
(pero no para la piedra
y es a ella que confío
mi poesía).
XIMENA GAUTIER GREVE
(París-Francia)
¿POR QUÉ LLORAN LAS NIÑAS?
I.
Allá, por donde pasa la ruta bordada
de grandes árboles cuyas cimas enlazan
sus flores con la brisa de altas nubes,
Allá, donde brillan las risas entrecortadas
de cuerpos elásticos juguetones
que corren entre los altos pastizales
Muchachitas mejillas color rosa
largas piernas, pequeños senos,
que crearán el futuro de los estadistas.
Pero ellas no oyen sino la suave voz del alma
cascadas corriendo hacia el deseo.
Muchachitas como páginas de poemas extraños
que nada conocen del amor sino la espera
del próximo arco iris inclinado sobre la quebrada.
Sin embargo el cielo baja sobre los prados
y se oyen tan tristes sus llantos casi infantiles
¿Por qué lloran las niñas?
II.
Lágrimas de niñas que son distintas
porque las cogen los gorriones en sus alas
y las cuelgan en lo alto de los pinos
para iluminar el paso de las horas largas
que dilatan el alma de la noche…
Las niñas tienen una perla rubí
fascinante al fondo de sus cuerpos,
sangre latiendo de un nuevo grial
El fulgor de la esperanza
en el caudal de astros lejanos.
Y van avanzando sobre los prados del destino
hasta dar con una puerta incógnita y cerrada
que sus dulces cantos abren sin pena
como si estuvieran hechos solo para eso.
Sin embargo el cielo toca las arrugas terrenales
y surgen los susurros precisos de la arena húmeda
¿Por qué lloran las niñas?
III.
Puede parecer extraño, pero
las ancianas aman a las niñas.
Y sus ojos entreabiertos, cansados
de haber visto tantos males, brillan y
sonríen luminosos, en las pupilas
radiantes de las adolescentes.
En el permanente ayer inconcluso,
que cada uno de nosotras lleva
prendido al cuello como una soga,
el alba femenino está suspendido
y pasa de abuelas a muchachas
como una caricia que crece.
Por la aspiración al conocimiento,
al voto, al trabajo igualitario,
escrita en el pétalo del deseo
de tantos derechos prohibidos,
por eso están llorando las niñas…
IV.
Como alfalfa en los altos pastizales
se yerguen gráciles sus cuerpos juveniles
con pequeñas flores entre los cabellos
y gotas de rocío sobre el cutis sonrojado
Ondean las finas creaturas como brisas
las pequeñas manos se abren y se cierran
en la vil mano de su comprador
mientras las empujan hacia el altar
de un matrimonio infame.
Protegidos por la tradición repugnante.
Condenadas desde tan tierna edad
objetos sexuales arrancados a la niñez
por depravados de miserable apariencia
y violan los cuerpecitos infantiles
mientras las niñas lloran.
V.
Guiados por maestras y mentores
Descubriendo la realidad del mundo
extendido sobre la luz quirúrgica
de la extraordinaria conciencia juvenil.
Las muchachas como banderas generosas
quieren entrar en una alborada diferente
Yérguese el Amor sobre todas las cosas
sobre proyectos y construcciones del alba
que iluminan las vidas humanas.
Y el color del canto que faltaba,
inunda proyectos, estudios y acciones,
entusiasmo, alegría, danza, maravilla
abren las puertas del saber.
Entonces la arcaica sociedad entra
en la marcha de la religión ignorante,
levantando su bandera odiosa
sus injusticias, crímenes y mentiras
y cae la prohibición del estudio
el cierre de las escuelas femeninas
Los oscuros muros calcinados,
rojos de sangre de maestros,
por eso lloran las niñas
VI.
Nadie espera ser secuestrada ni muerta
cuando discurre sobre el cambio social
O si como maestra enseña en las aulas,
cuando camina al encuentro de su novio
o cayendo la tarde al regresar a casa,
pero a ese horrible designio concurren
los torvos manejos de la dictadura.
Entonces lloran las niñas
Y lloran las niñas cuando recuerdan
en la soledad a los inmolados :
el padre torturado, desaparecido,
o en escasos restos miserables…
la madre disuelta entre nubes y demencia.
la madre disuelta entre nubes y demencia.
El hermano de silueta perdurable
apoyado en la ventana, sonreirá eternamente
a su destino revolucionario,
transformar las sociedades rapaces
limpiar sus pútridas entrañas avaras.
La niña quedó huérfana
Cuarenta y tantos años después
aún busca a su hermano
y su llanto va rodeando un lago
que germina la honda tierra…
© Copyright by Ximena Gautier Greve. 2015. All rights
reserved
Autorización para publicar en la Gaceta Literaria de
la escritora Norma Segades Manias
Con todo cariño querida Normita, amiga
mía !
PAGINA 31 – ENSAYO
JULIO
CARMONA
(Lima-Perú)
ÉTICA
DOCENTE
Si la
moral es la legislación conductual que la sociedad impone al ciudadano, la
ética es el trasfondo moral que a sí mismo se impone cada ciudadano individual.
Por eso se califica de inmoral a quien conociendo las restricciones
conductuales en la sociedad, hace caso omiso de ellas. Y, asimismo, se llama
amoral a quien se encuentra despojado de todo condicionamiento moral, es decir,
un ignorante, irredento de toda consideración. El primero es condenable
socialmente (no judicialmente) por quienes sí respetan y cumplen con las normas
morales, y se le señala como un transgresor de la ética; cuando esa
transgresión es involuntaria, se espera y se acepta la enmienda; en caso
contrario —si no existe enmienda— la condena es irrevocable, y no solo eso,
sino que se le debe trasladar al rango de lo amoral.
En el caso
de quienes pueden y deben evitar transgredir las normas, o rectificarse por su
transgresión, se debe ubicar a personas con cierta formación profesional o
laboral (empleados de los sectores público/privado, trabajadores del campo y la
ciudad con nivel de civismo y con mayor razón si se trata de egresados de
estudios superiores). Y deviene imperativo categórico si se trata de un
servidor público que ostenta cargo administrativo relevante, como —por poner un
ejemplo— ser Secretario General de una Universidad Nacional, porque una de las
prohibiciones que establece el Código de Ética de la
función pública, dice que: «El servidor público está prohibido de obtener o
procurar beneficios o ventajas indebidas, para sí o para otros, mediante el uso
de su cargo, autoridad, influencia o apariencia de influencia.» (Artículo 8°,
inciso 2).
Hago esta
reflexión sobre el tema, recordando un caso que observé cuando estudiaba
secundaria. En cierta ocasión, la autoridad del colegio dispuso que los
estudiantes pintasen sus aulas y las pusieran bajo la égida de alguna
personalidad paradigmática (y se iba a premiar al aula mejor acondicionada). Y
cuando las aulas estuvieron dispuestas observé que una de ellas (no
precisamente la mía, sino de un año superior) había sido designada con el
nombre de uno de nuestros más queridos profesores. Y cuando le tocó clase en la
mía yo lo felicité. Él retrucó que no era nada meritorio, pues se había hecho
sin su consentimiento, y no tuvo oportunidad de evitarlo. Y dijo que no era
ético rendir homenaje institucional a una persona viva, y que incurrían en esa
falta de ética tanto quien hacía la propuesta como quien la aceptaba. Y
concluyó que esperaba se hiciera la rectificación al año siguiente cuando mis
compañeros y yo pasásemos a dicha aula. Y así fue. Hicimos justicia. Borramos
el nombre de dicho profesor y elegimos otro ya finado, y con una trayectoria
impecable de moralidad y ética a toda prueba, es decir, ya imposible de ser
variada, posibilidad que no se da en personas que están con vida y mucho menos
con aquellas que se pasan de vivas y que muy sueltas de huesos aceptan el
hecho, con un amoralismo raigal.
Ahora
bien, si la reflexión tiene asidero en un hecho pasado, obviamente es aplicable
a futuro y también al presente (tres instancias de la historia: de la magna o
nacional, de la pequeña o institucional y de la doméstica o personal). Y, sin
ambages, aquí me refiero a un caso lamentable y ya consumado, ocurrido en la
Universidad Nacional de Piura. A la refacción que se ha hecho de un pabellón de
aulas antiguo se le ha puesto el nombre de un profesor que el único pergamino
que ostenta es ser el profesor más antiguo en función. Pero la lógica más
elemental conduce a determinar que debe haber otros profesores tan antiguos
como él aunque cesantes, a quienes tampoco se les podría designar para un
homenaje como el aquí comentado por el impedimento ético ya aludido. Sin
embargo, también es de suponer que, en la historia académica de la Universidad
Nacional de Piura, tiene que existir otro docente ya fallecido y de digna y
eficiente performance profesional, docente y decente, a quien se puede honrar
para que también su nombre honre a la institución que lo designa.
Todavía se
está a tiempo para la rectificación ética. De lo contrario, el baldón ya
infringido derivará en inmoralidad —de quien lo ofrece y de quien lo acepta—
por saber que no es ético el acto de marras, y no obstante haber incurrido en
él, o devendrá acto amoral por saberse o sentirse huérfanos de todo principio
ético.
SUPLEMENTO INFANTIL Y JUVENIL
Imagen: KIathleen Blackshear
PÁGINA 33 – CUENTO
ELSA
BORNEMANN
(Ciudad
Autónoma-Buenos Aires-Argentina)
Murió en
Buenos Aires el 24 de mayo de 2013.
ME HACE FALTA
Querido
papá:
Mami me dijo que vos lo hacías durante los dos primeros años de mi vida, cuando
aún era hijo único y dormía en la cuna ubicada junto a la cama de ustedes. Que
lo hacías con mucha ternura —me dijo— antes de salir para tu estudio y apenas
volvías a casa, invariablemente molido y re-tarde.
Yo no me acuerdo, claro. De lo que sí me acuerdo —aunque vagamente— es del
día de la mudanza al departamenteo que ocupamos desde entonces. Ya habían
nacido Ariela y las mellizas y se necesitaba más espacio.
A punto de cumplir los cuatro —entonces— estrené mi propio cuarto, este
mismo en el que ahora te estoy escribiendo mientras oigo jugar a las nenas en
su habitación, pegada a la mía.
Me parece mentira que ya hayan pasado siete años desde que vinimos a vivir
aquí, como —mentira también— el que por fin me haya animado a contarte lo que
me hace falta de vos, lo que siempre espero —inútilmente— y no recibo.
Sé que va a sorprenderte que te lo pida de este modo, por carta, pero mi
coraje no da para más. Tengo cierto temor de que te enojes, que me repitas
—como por otras actidudes mías— que lo que deseo tanto no es propio de un varón
de mi edad... que cuando eras como yo... (Bueno, la corto con el rollo de las
comparaciones porque entonces sí que es fija que te vas a enojar... y por
partida doble...).
Mami opina que no sos demostrativo, que te cuesta expresar tus
sentimientos. "Introvertido", dice.
No estoy de acuerdo. ¿Acaso los retos, los gritos que me ligo, los tortazos
que hacés volar hacia mis mejillas, de vez en cuando, no son expresión de
sentimientos? Por supuesto que sí, no puede negarse, ¿eh? Entonces, ¿conmigo
sólo podés expresar sentimientos negativos? Sé que andás muy angustiado, papá;
no como vidrio. Entiendo que te resulta recontra difícil conseguir un nuevo
empleo en esta época. Te escucho pronunciar la palabra "desocupado" y
se me pone la piel de gallina. Pienso en lo duro que debe ser bancarnos con
esas changas apenas, arquitecto joya como sos. Y me duele mucho. Como a mami,
por más que te ayude con lo que gana como psiclóloga; cada vez menos, que le
van quedando pocos pacientes que puedan pagar los honorarios... Mirá si estoy
enterado de lo que pasa...
Pero hasta hace nueve meses atrás, cuando todavía no había cerrado la
empresa en la que trabajabas, tampoco te dabas cuenta de lo que me hace falta.
Y no es un reproche, ojalá no lo tomes así; sólo quiero contare el por qué
de mi "cara de kul...trum", palabras con las que es tu costumbre
cargarme a veces.
Uf, aquí me mando: si supieras lo que sufro cuando te veo darles a las
chicas lo que a mí nunca... Y no, pa, no se trata de celos; ni ahí. Tampoco del
par de zapatillas con cronómetro, ni del último compact disc de la banda
Círculo Vicioso, ni de la compu ni de ninguna de las cosas que me prometiste.
No soy bobo como para no comprender que fueron a parar a la "lista de
tiempos mejores", que va anotando mami en la hoja sujeta —con un imán— a
la puerta de la heladera. No. Olvidate de esa lista por ahora.
Lo que yo siento es que sos injusto —eso— al privarme de algo que también
necesito, como mis hermanitas. Siquiera cuando meto un golazo para mi equipo de
fútbol de la escuela... o como el mejor premio a mis buenas notas de las clases
de informática... o antes de la despedida de las buenas noches...
Un beso tuyo, papi, un abrazo de hombre a hombre, la caricia de tus manos
sobre los rulos que me barren la espalda y que te disgustan como un pecado...
Eso me hace falta... ¿A vos no?
Yo me muero de ganas de arrojarme entre tus brazos, de besarte ligerito la
incipiente pelada y acariciarte la barba que empezaste a dejarte crecer, en
compensación por la caída del cabello, a pesar de que no lo confieses ni a
palos, ¿eh?
Ahora es una luminosa mañana de domingo. Vamos a estar juntos todo el día...
¿Dale que en cuanto termines de leer este mensaje que ya voy a ir a colocar
junto a los diarios con los que estás en la cocina, venís a darme un beso, un
abrazo, una caricia?
¿Dale que sí, papi?
ADELA BASCH
(Ciudad Autónoma-Buenos
Aires-Argentina)
MIRAR LA LUNA
Una noche de verano sumamente
calurosa, una noche de fines de diciembre, salí a tomar aire afuera de la
cabaña que ocupaba termporariamente.
La noche era apacible y hermosa. A mi
alrededor todo era quietud y en el aire flotaba un no sé qué extraño y
fascinante. El cielo estaba totalmente despejado y me pareció un océano lleno
de misterios.
De pronto, sin saber por qué, me
dieron unas ganas bárbaras de mirar la luna. La busqué y la busqué con la
mirada, y nada. No se la veía por ningún lado. Me puse un par de anteojos, y
nada. Me los saqué, los limpié cuidadosamente, me los volví a poner... nada.
Recordé que tenía un potente
telescopio portátil. Me pasé un rato largo mirando el cielo a través de su
lente, pero la luna no aparecía por ningún lado. Ni siquiera opacaba por su
presencia.
Nubes no había ni una. Estrellas, un
montón. Pero la luna no estaba. Me fijé en el almanaque. Era un día de luna
llena. ¿Cómo podía ser que no estuviera? ¿Dónde se habría metido? En algún
lugar tenía que estar. Decidí esperar.
Esperé con ganas. Esperé con impaciencia.
Esperé con curiosidad. Esperé con ansias. Esperé con entusiasmo. Esperé y
esperé. Cuando terminé de esperar miré al cielo, y nada.
Cuando pude sobreponerme a mi
decepción, me serví un café. Lo bebí lentamente. Cuando lo terminé de tomar la
luna seguía sin aparecer. Me serví otro café. Cuando lo terminé de tomar ya
había tomado dos cafés. Pero de la luna, ni noticias. Después del décimo café
la luna no había aparecido y a mí se me había terminado el café. Paciencia por
suerte todavía tenía.
Consulté las tablas astronómicas que
siempre llevaba en la mochila. Eclipse no había. Pero de la luna, ni rastros.
Volví a tomar el telescopio. Enfoqué bien, en distintas direcciones.
El cielo nocturno era maravilloso y,
como tantas otras veces, me sorprendió mucho encontrar algo que no esperaba
ver. Mucho menos en ese momento y en ese lugar. Ahí a lo lejos, entre tantas
galaxias con tantas estrellas y tantos cuerpos desconocidos que se movían en el
espacio había un pequeño planeta con un cartelito que decía "Tierra".
Le di mayor potencia al telescopio y pude ver claramente que en la terraza de
mi casa todavía estaba colgada la ropa que me había sacado antes de ponerme el
traje de astronauta. Adentro, en el comedor, mi esposo y los chicos comían
ravioles con tuco y miraban un noticiero por televisión. En ese momento justo
estaban mostrando una foto mía y el Servicio de Investigaciones Espaciales
informaba que yo había alunizado sin dificultades.
Me tranquilicé
y me quedé afuera, disfrutando serenamente de la noche, mirando todo con la
boca abierta, absorta en vaya a saber qué, tan distraída como siempre,
totalmente en la luna.
PÁGINA 34 – POESÍAS
HOMENAJE A RUTH KAUFMAN
(Ciudad Autónoma-Buenos
Aires-Argentina)
LOS RIMAQUÉ
¿Estará el fuego escondido
bien adentro de los troncos
hasta que las chispas llegan
y lo despiertan de pronto?
bien adentro de los troncos
hasta que las chispas llegan
y lo despiertan de pronto?
¿O vendrá desde muy lejos
dando rápidas zancadas
para comerse a los leños
con sus lenguas afiladas?
dando rápidas zancadas
para comerse a los leños
con sus lenguas afiladas?
Se ponen las nubes
redondas y negras
de la tierra sube
olor a tormenta.
redondas y negras
de la tierra sube
olor a tormenta.
Un fuerte estallido
y volamos los dos:
hermanos mellizos
relámpago y yo.
y volamos los dos:
hermanos mellizos
relámpago y yo.
Si juntos salimos
a andar por el mundo
¿por qué llego yo
siempre segundo?
a andar por el mundo
¿por qué llego yo
siempre segundo?
¿Adónde se van las sombras
de los árboles altivos
cuando el cielo al fin acalla
el color y sus chillidos?
de los árboles altivos
cuando el cielo al fin acalla
el color y sus chillidos?
¿Adónde van las estrellas
espantadas, sin su brillo?
¿huyen junto a las lechuzas
los ladrones y los grillos?
espantadas, sin su brillo?
¿huyen junto a las lechuzas
los ladrones y los grillos?
En todas las cosas
yo dejo mi brillo
rojo, blanco, verde
azul o amarillo.
yo dejo mi brillo
rojo, blanco, verde
azul o amarillo.
Apenas me acerco
las cosas se asombran
y hasta el más pequeño
proyecta su sombra.
las cosas se asombran
y hasta el más pequeño
proyecta su sombra.
Me voy arrimando
y las sombras se mecen
se estiran, se achican,
vibran, se estremecen.
y las sombras se mecen
se estiran, se achican,
vibran, se estremecen.
Pero ni bien
sus caras alumbro
¿por qué, encandiladas,
se van de este mundo?
sus caras alumbro
¿por qué, encandiladas,
se van de este mundo?
¿Por qué en medio de la cara
sólo yo me he vuelto rara?
sólo yo me he vuelto rara?
Yo era chiquitita
más chiquita que un botón
pero un día de repente
pegué fuerte un estirón.
más chiquita que un botón
pero un día de repente
pegué fuerte un estirón.
¡Ay que cuerpo desparejo
me gritaron los espejos!
me gritaron los espejos!
¿Cuál ha sido la patraña
que me ha vuelto tan extraña?
que me ha vuelto tan extraña?
Cuando el mar de un lado avanza
y a la arena araña y muerde
¿es porque del otro lado
asustado retrocede?
y a la arena araña y muerde
¿es porque del otro lado
asustado retrocede?
¿Cuántas orillas tiene el mar?
¿Existe viajero
que las pueda contar?
¿Existe viajero
que las pueda contar?
Poquitos rincones
encuentro en los mapas
que no haya tocado
mi cuerpo de plata.
encuentro en los mapas
que no haya tocado
mi cuerpo de plata.
Bajo con las lluvias
acaricio el suelo
y en pocas semanas
¡de nuevo en el cielo!
acaricio el suelo
y en pocas semanas
¡de nuevo en el cielo!
A un solo lugar
jamás he llegado
por más que mil veces
lo haya intentado.
jamás he llegado
por más que mil veces
lo haya intentado.
Le ruego a las nubes
le suplico al viento
¿por qué nadie quiere
llevarme al desierto?
le suplico al viento
¿por qué nadie quiere
llevarme al desierto?
¡Caer, perderse
es todo su anhelo
dejar las chaquetas
y rodar por el suelo!
es todo su anhelo
dejar las chaquetas
y rodar por el suelo!
¿Cómo dura más atado,
al coserlo fuerte
o al dejarlo holgado?
al coserlo fuerte
o al dejarlo holgado?
¿Siente miedo o siente prisa
mientras cae
de la camisa?
mientras cae
de la camisa?
Yo tejo
las escamas
de cada mañana.
las escamas
de cada mañana.
Yo le bordo
lentejuelas
a la araña
en su tela.
lentejuelas
a la araña
en su tela.
Y a cada
yuyito
le calmo la sed.
yuyito
le calmo la sed.
¿Por qué de repente
un aire malvado
pasa y lo que toco
va dejando helado?
un aire malvado
pasa y lo que toco
va dejando helado?
Dulces labios reciben
mi sonrisa amarilla
pero agrios se tuercen
al probar mi saliva.
mi sonrisa amarilla
pero agrios se tuercen
al probar mi saliva.
Una niña golosa
me besa
¿por qué frunce la boca
y completa una mueca?
me besa
¿por qué frunce la boca
y completa una mueca?
a Ercilia y Virginia
¿Para qué se abren tan rojas?
¿Para el colibrí
que ni siquiera las roza?
¿Para el colibrí
que ni siquiera las roza?
¿Para el zum zum que la abeja
en el aire enreda
como una madeja?
en el aire enreda
como una madeja?
¿Para las miradas tristes
que vagan sobre las cosas
y el dolor que nunca olvidan
olvidan sobre sus hojas?
que vagan sobre las cosas
y el dolor que nunca olvidan
olvidan sobre sus hojas?
¿A qué día, a qué hora
a qué exacto segundo
aprontas tus valijas
para irte hacia otros mundos?
a qué exacto segundo
aprontas tus valijas
para irte hacia otros mundos?
¿Cuando la tierra parda
ya no se resquebraja
y la flor del zapallo
se abre y ya no cuaja?
ya no se resquebraja
y la flor del zapallo
se abre y ya no cuaja?
¿Cuando pasan las horas
y siguen las camisas
aleteando en las sogas?
y siguen las camisas
aleteando en las sogas?
¿Cuando pasa todo el día
y ninguna cigarra
ha dicho: "¡es mediodía!"?
y ninguna cigarra
ha dicho: "¡es mediodía!"?
¿Cuando los cinco dedos
de pronto acobardados
ya no quieren ser libres
y buscan los zapatos?
de pronto acobardados
ya no quieren ser libres
y buscan los zapatos?
¿Cuando a la cinta negra,
sedienta, del asfalto
no engaña el horizonte
con sus charquitos falsos?
sedienta, del asfalto
no engaña el horizonte
con sus charquitos falsos?
¿Cuando la primera hoja
se pone amarilla
entiendes que es la hora
de huir a toda prisa?
se pone amarilla
entiendes que es la hora
de huir a toda prisa?
¿O acaso te
demoras
jugando al veo veo
hasta que los tomates
se pintan por entero?
jugando al veo veo
hasta que los tomates
se pintan por entero?
PÁGINA
35 – ENSAYO
MARIA TERESA ANDRUETTO
(Arroyo Cabral-Córdoba-Argentina)
LA LENGUA. ES DE LA LENGUA QUE QUISIERA HABLAR.
El patrimonio, los bienes, la tierra que se habita, puede
que sean de los padres, pero es materna aunque haya sido legada por un hombre,
la lengua que nos cobija. Extraña, diversa, la relación de cada escritor con
los padres, con la lengua y con su pueblo. El poeta barroco Luis de Tejeda,
quien vivió y escribió en una colonia española que acababa de nacer, que
compuso prosas y versos en latín y seguramente se sentía español, es
considerado el primer poeta de América. Guillermo Enrique Hudson, hijo de ingleses
que nació en la pampa argentina y murió en Inglaterra es uno de nuestros
escritores fundacionales aunque toda su obra haya sido escrita en inglés.
Borges, formado mitad en una biblioteca de libros ingleses suministrados por
una de sus abuelas y mitad en un bachillerato de Ginebra, decidió sin embargo
escribir en castellano. Cortázar nacido en Bélgica y con una vida entera en
París, construyó sus ficciones para el lector rioplatense que estaba dentro de
sí… en fin, la literatura de mi país está llena de esos ejemplos. Están también
los escritores que, desde la nuestra, se cruzaron a otras lenguas, podría
extenderme en el asunto… y también hay un caso por demás singular, el de Witold
Gombrowicz, novelista y dramaturgo polaco de origen noble que poco antes del
estallido de la segunda guerra mundial quedó varado en Buenos Aires, donde pasó
años en condiciones de pobreza, durmiendo en los altos de un bar y trabajando
de mozo a destajo hasta que obtuvo un puesto en un banco polaco. Estando él en
mi país, con un castellano todavía precario, tradujo una de sus novelas con sus
camaradas de café que no sabían polaco, entre los que estaba el escritor cubano
Virgilio Piñera, lo que dio por resultado una escritura compleja, extraña y
vanguardista que terminó por influir fuertemente en una línea de nuestra
tradición literaria. El gesto de Gombrowicz de traducir su novela al uso nostro ayudado
por sus compañeros de juerga (lo que da seguramente una obra muy diferente de
su original polaco) es el intento desesperado de un escritor por insertarse en
una comunidad de lectores.
La lengua es sin dudas nuestro tema. Durante la pasada
dictadura, los escritores argentinos en el exilio español se preguntaban qué hacer con nuestro lenguaje.
Elijo dos respuestas a esa pregunta, fragmentos de cartas: David Viñas, en
julio de 1980 dice en una de ellas “¿qué
hacer con nuestra lengua? ¿Se academiza la cosa, se la agayega, se le pone
almidón y se la plancha?” En otra carta, de agosto de 1980, el
escritor Antonio Di Benedetto, dice: “He
procurado clarificar un tanto el vocabulario para el lector español, sin dar la
espalda a mi potencial lector argentino o latinoamericano. Con tal criterio he
sustituido algunas voces. Ejemplo: no ‘saco’, que aquí sugiere ‘bolsa’, sino
chaqueta, dicción que no es extraña al argentino, ¿verdad?”
¿Verdad? Podemos oír un grito ahogado en ese ¿verdad?, un gesto
de desesperación casi tan desesperado como el desopilante gesto de Gombrowicz,
porque la elección de la lengua (y dentro de ella, la de sus infinitos matices)
indica en qué sistema literario puede o quiere insertarse un escritor, indica
por quiénes y de qué modo desea ser leído y revela también el costo que ese
escritor está dispuesto a pagar para encontrarse con sus lectores.
Cuando comencé a publicar y se abrió tímidamente alguna
posibilidad de editar mis libros fuera de Argentina, la lengua, eso que es la
materia, la argamasa, con la que trabaja un escritor, comenzó a presentarse
como un obstáculo. No
es el libro, no es la historia, es el lenguaje…, tan argentino, se
me dijo en muchas ocasiones y ese obstáculo persistió por mucho tiempo, con
distinta fuerza, en algunos países de Latinoamérica y sobre todo en España que
es, de hecho, para los escritores latinoamericanos el lugar mas difícil para
colocar un libro, tal la resistencia del castellano español con respecto a
otras modalidades americanas de la misma lengua. Lo que aparece como
fundamentación de editores y otros agentes que intervienen en la circulación de
libros, es la idea de que los niños de un país no entienden las palabras de
otro país, seguramente en la convicción de que sólo debiéramos leer lo que ya
conocemos, no en la idea de lectura como una puerta abierta a mundos nuevos y a
otras modalidades de la cultura y de la lengua.
¿Qué puede hacer ante un obstáculo de esta naturaleza un
escritor? Hay varias opciones, en cuyos extremos está la de abstenerse de
publicar y/o de circular en la península o en otros países de este continente,
o adaptar su lengua, españolizarla o mejicanizarla o…, perdiendo entidad,
identidad, hondura y calidad de escritura, como buscaban desesperadamente
hacerlo en el exilio español los dos escritores argentinos que cité al
comienzo. Se trata, sin dudas, de un problema complejo, y aunque por cierto no
somos los únicos, tal vez quienes estemos en el grado más extremo de tensión
con otras modalidades del castellano y particularmente con el castellano
peninsular seamos precisamente nosotros, los escritores argentinos, por el
devenir que tuvo en mi país el desarrollo de la lengua.
La cuestión de la lengua, la cuestión de si hablar
castellano o una lengua indígena y la cuestión acerca de qué castellano hablar
y escribir, la pregunta acerca de si era conveniente seguir a pie juntillas a
la Real Academia del país del cual estábamos independizándonos o si debíamos
dejar que la lengua, aun siendo la misma —la misma y otra por cierto— se
independizara a su vez y corriera a su aire, aceptando nosotros, sus hablantes,
las transformaciones que le íbamos dando, se discutió en mi país en la segunda
mitad del siglo diecinueve. Esa cuestión, que en nuestras carreras de letras se
estudia como La
polémica acerca de la lengua (polémica que es por supuesto
lingüística y estética pero por sobre todo fuertemente política) se dirimió en
el marco del movimiento estético político romántico y la llevaron adelante
Sarmiento, Gutiérrez, Echeverría y Alberdi, los cuatro grandes románticos
argentinos, lo que es casi decir los fundadores de nuestra literatura. De todo
ello emergió la convicción de que en nuestro país se debía hablar castellano
pero que ese castellano no necesitaba sujetarse a pie juntillas a los
dictámenes de su casa central. De
modo que ser un escritor argentino es también ser un escritor desobediente ante
la demanda de casticidad.
Como ya he dicho en otras ocasiones, me crié en un pueblo
de provincia de este continente nuestro, hablando un castellano que es y no es
una sola única lengua, sino un conjunto de variables mestizadas por pueblos
originarios, aportes árabes, africanos, europeos y asiáticos que —esclavizados,
sometidos, aceptados o bienvenidos— impregnaron nuestros modos de decir y de
pensar. Buena parte de la riqueza de un un pueblo reside en el desarrollo de
una conciencia sobre sí y sobre el lugar que ocupa en el mundo, y como sabemos,
vivir conscientes de nosotros mismos es defender nuestra particularidad como
individuos y como pueblos. Digo esto como un asunto a tener presente a la hora
de revisar archivos de edición, textos y entrevistas, porque en todos los
campos, pero particularmente en el de la edición de libros para niños (tan
atravesada todavía por el deber ser, la funcionalidad, el utilitalismo y el
deseo de enseñar), es muy fuerte la demanda de que esos libros unifiquen sus
asuntos y sobre todo unifiquen los usos del idioma, demanda de que se vuelvan
un poco neutros, en fin… tan neutros y ubicuos como se pueda, para ver si de
ese modo (como se dice en la jerga editorial) pueden volverse potencialmente
más vendibles a lectores de otras idiosincracias, logran extender sus dominios.
Pero la literatura, si en algun sitio reside es en lo particular (lo
particular, lo propio de los asuntos y de la lengua), en la permanente
inestabilidad de la lengua, es donde está su territorio y es eso particular que
ella alcanza en sus mejores momentos lo que hace eco en la eventual
particularidad de los lectores, porque tal como lo imaginaron los neorrealistas
italianos, lo universal es lo local sin límites.
Como decía antes, en muchas ocasiones me han dicho que
mis libros eran “demasiado argentinos” y esto mismo les han dicho a otros
escritores y escritoras de mi país, y con otras variantes (“demasiado
mejicano”, “demasiado colombiano”, “demasiado chileno o peruano o boliviano
o….”) han rechazado textos valiosos de escritores de otros países de
latinoamérica, hablamos a veces de eso en cafés y jornadas, por momentos
preocupados, molestos otras veces pero por sobre todo conscientes de que es
justamente ahí, en los múltiples matices que tienen nuestros modos de decir,
donde reside el desafío y la riqueza de un escritor, trincheras de la lengua
para defensa de lo más propiamente nuestro, el camino hacia la propia cosa de
la que hablaba la gran Clarice Lispector, la propia cosa y el propio modo
de decir, porque la máxima aspiración de un escritor es construir con la lengua de
todos, una lengua no escuchada todavía.
Claro que mientras más ahondamos en lo particular,
mientras menos estándar es la escritura de un escritor, más difícil se vuelve
su exportación lisa y llana, porque al ser, cierto texto, menos utilitario y
funcional, necesita para su circulación en otros espacios y otras comunidades
linguisticas, mejores lectores. Y ahí reside sin dudas el problema a resolver.
Cuanta más diversidad y profundidad de escrituras tengamos, mejores lectores necesitaremos.
O mejor dicho, es al revés: mientras mejores lectores podamos construir, más
hondas y diversas serán las escrituras que se manifiesten en la gran patria de
la lengua, porque literatura y construcción de lectores son dos caras de una
misma moneda, o mejor aún puntos de una rueda que con su dialéctica alimenta y
sostiene el desarrollo subjetivo de un pueblo.
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