Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com

GACETA LITERARIA Nº 96– Noviembre de 2014– Año VIII – Nº 11


Imágenes:  EDUARDO NARANJO (Monesterio-Badajoz-Extremadura)


PÁGINA 1 – REFLEXIONES

EDUARDO GALEANO
(Montevideo-Uruguay)

LAS GUERRAS DE LA GUERRA


2. ¿Economía de guerra en tiempos de paz? Pero ¿qué paz? Aunque no resonara un solo tiro, ni una sola bomba explosionara, una guerra secreta y jamás declarada continuaría cobrando treinta millones de víctimas por año, en países como, por ejemplo, El Salvador o Guatemala. Treinta millones de personas mueren de hambre cada año. ¿En el mundo? ¡Ah!, no: en el tercer mundo, o sea: en otro mundo. Triste destino ha encontrado este término, tercer mundo, que Alfred Sauvy creó hace años, sin sospechar que serviría de coartada a los países opulentos. El llamado tercer mundo integra el mundo capitalista, por la sencilla razón de que el subdesarrollo no es una etapa del desarrollo, sino la consecuencia histórica del desarrollo ajeno. Unos países son pobres porque otros países son ricos, al cabo de una larga historia de despojo, enmascarada y mentida, pero dolorosamente real.


PÁGINA 2 – NUESTRA POESÍA

FLORENCIA LO CELSO     
(Rosario-Santa Fe-Argentina)
                     
OTRO

Fuimos hijos de un tiempo
que sembró el vértigo
la fatalidad como relámpago
 la noche que construía
la soledad y el espanto
la indignidad
el desprecio
la cárcel y el hambre,

vimos

desfilar sombras por  esquinas
 mientras los ojos quedaban
prisioneros de la ausencia

la urgencia

era romper el silencio
desgarrar el aire
 descubrir nuevamente
los nombres que asomaban

volver
a ser la voz de  otros,
sus manos, su vuelo
el sueño
de esa calle
de ese sendero

volver a ser

a pesar de la lágrima que asoma.

MIRTA GAZIANO
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

CADA DÍA

Como si fuese un manantial
blanca burbuja de agua transparente
glauca
vistosa
frágil
encendida en luz proveniente de la aurora.

Mis ojos
en inusitada vigilia
claman por ver
apuran por renacer entre vínculos celestes.

El agua
calma mi sed
que claudica ante la belleza
del esplendor de diáfanos días
al iniciarse el universo.

La vida allí naciente
vistiendo de verde a las selvas
de azul a los mares…

Cóncava
Contenedora
fecunda
la potencial pompa traslúcida
nos alimenta y nos sostiene

¡Gracia natural en la alborada que se anuncia!

MIRYAM COLOMBOTTO de SEIA
(Gálvez-Santa Fe-Argentina)

TODO SUCEDE...

Final del día, de él sólo queda
una orilla dorada a punto de desaparecer.

Así eres. Sólo un pensamiento. Nada más.

(Hoy fui al lugar donde está tu cuerpo
allí aprendo todos los sonidos
que contiene el silencio.
Supe de calandrias; benteveos;
zureo de torcazas, protesta de tacuaras; 
chimango con presunción de águila...
eran los habitantes de tu entorno
tus vecinos naturales regalando
de su canto, el sentido secreto) 

El otoño escribía en las dormidas
ramas de los árboles con tinta amarilla.

Les pedí a todos ellos que te cuenten
que éste no ha sido un día
de manos y corazón mudos
a pesar del alma desabrigada.
Sin esfuerzo, todo sucede...

... y estoy intentando ser.
No importa si no entienden...

ROSA FASOLIS
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

EL PEREGRINO

Una vara de nardos, displicente,
se ha perdido a los pies del peregrino
y es su aroma sensual tan impaciente
que el andante ha perdido su camino.

Es de niebla la cauda impertinente;
inmutable a los roces del destino
despierta las historias inconscientes
y azuza los puñales repentinos.

Los cálices de auroras bautismales
atrapan de los ojos la textura
que han robado en torrentes fantasmales;

el aroma se ciñe a la impostura
y es de besos el caudal de tantos males
que el amor atraviesa en su locura.

HECTOR BERENGUER
(Rosario-Santa Fe-Argentina

EL POETA

El hombre tiene todas las edades
y es un niño.
Su gracia y la brutalidad
le vienen de la cuna,
a lo demás le pone límite el mar
como a un lamento.
Hay quien lleva su propio cadáver
 
y no lo siente.
 
Más yo soy quien ve morir las simples conclusiones.
El que grita a las puertas de dios
 
su esfuerzo humano,
no una hormiga,
soy el alma de la tierra,
su conciencia.
Abre te lo ruego...
Pero nadie responde.
Escribo como un iluminado :
 
Los hombres
 
construyen a dios y los hombres destruyen a dios.
Más solo la palabra
recrea la vida del desvanecido instante.
Dame entonces el supremo bien,
ser asilo de esa nada enamorada.
Dame este último bien,
como si fuera posible.
No se si me conoces,
soy el poeta.


PÁGINA 3 – CUENTO

JORGE ISAÍAS
(Los Quirquinchos-Santa Fe-Argentina)

EL HOMBRE QUE HABLABA CON EL RÍO

Hubo un hombre que hablaba con los pájaros, hubo otro hombre que hablaba de caballos, hubo otro hombre que hablaba con arañas y se paseaba con una de ellas en la manga del saco (me supo contar mi madre). Y tal vez le hablaba con ternura como se le habla a una novia.
sto pasó en mi pueblo, en mi pueblo donde sobran los ocasos, donde el sol se arremolina detrás de los naranjales dorados que cuidaba don Ledesma.
Yo conocí otro hombre que hablaba con el río, que hablaba con la noche y con los seres más pequeños y decía que todo el cosmos tiene un ritmo y que hay que estar a la altura de ese ritmo y que había que escribir el río y eso hizo en toda su larga vida, emocionando toda esa belleza que si se arrimaba a ella y se acercaba con respeto, si uno merecía esa belleza debía agradecerlo y celebrarla. Era un hombre que desconfiaba de los idiomas occidentales porque decía que estaban hechos para dar órdenes y prefería los ideogramas chinos que eran más próximos a un acercamiento más fraternal entre los hombres, y sobre todo trabajar para que esa condición de justicia se instalara entre los hombres.
Esa idea cósmica que tenía es la de una sinfonía que debe sonar, armónicamente, hasta en los seres más pequeños y oscuros, se me ocurre una mirada muy familiar a las filosofías orientales que incluye a la humanidad y su drama y también "la vida del mundo y de las cosas".
Este hombre, quien escribió todos los ríos de su provincia natal (que definía como dueña de un aire muy especial), se llamaba Juan Laurentino Ortíz, Juan L. Ortíz. o como le decían sus amigos íntimos: Juanele. Imposible no cometer digresiones cuando de hombres excepcionales se trata, y el gran entrerriano vaya si lo era.
Pero yo quería contarles de mi pueblo, donde los potros saltaban desde la niebla, limpiamente, los alambrados que cuidaban las gramillas, la gramilla absolutamente blanca vestida por la escarcha, esos potros ariscos a la mano del domador sobre las ancas, las mismas que ponían para protegerse de las lluvias, reuniéndose, agrupándose inquietos, temerosos, con el instinto animal que se previene ante la naturaleza cuando ella insiste en acosarlos, en llenarlos de ingratitud, como no queriendo dejarles un resquicio de paz a sus temores.
También contarles de sus hombres bondadosos, ceñidos al duro trabajo de la tierra, prisioneros del ciclo duro e implacable de todas las cosechas, de todos los atardeceres, de todas las etapas que se cumplían dificultosamente, pero casi con seguridad, de manera precoz, como correspondía a aquellos tiempos de sudores y de trabajos con sus días siempre exactamente iguales para las gentes de las casas y sus sueños arrojados al borde de todos los caminos.
En un pueblo donde estallaban los árboles tan verdes y en mi barrio donde estallaban todos los jazmines y la libertad de los niños derrotaban a golpes de pura imaginación toda competencia y todo juego sin juguetes, pero lleno de diversión y reservorio de todo recuerdo venidero.
En mi pueblo cuando entonces toda las muchachas casaderas bordaban sus ajuares y estaban prontas para el amor al que esperaban con un ahínco y una ansiedad dignamente aprendida en las novelas y el secreteo de las reuniones familiares, en los romances radiales que escuchaban en las siestas, en esas inmensas radios que llamaban catedrales, la de dos botones. Uno para encender el aparato y para el volumen, y el otro para cambiar el dial. Esto le hará decir muchos años después a mi amigo Carlos Berrini: "nosotros fuimos de la generación de dos botoneras".
Años de ilusiones fáciles, años simples, tan "simple como un anillo", según versificó Neruda.
Años que vistos a la distancia nos hará recordar el verso de Borges: "a mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires/ la juzgo tan eterna como el agua y el aire".
Imposible y tal vez absolutamente inútil es pensar hoy, aquí, qué hubiera sido de nosotros de no habernos criado en estos amplios espacios abiertos con tanto pájaro en alto, tanto pájaro volando, tanto sol, tanto camino, tanto trigal, tanta alfalfa verde cuyas flores eran besadas por un mar de mariposas amarillas, tanto espacio que recorrimos sin descanso y sin conciencia. Inútil pensarlo. Pero qué bueno haber sido testigo del viento, del viento que con su boca inmensa arrasaba los matorrales, mientras las garzas volaban por los aires, y el pechirrojo incendiaba los rastrojos, y ese grupo de chicos trotando en los caminos rurales mientras la lujuria y la gloria de Dios nos besaba de una vez y para siempre. Como para hacernos cargo, todos y cada uno de su propio destino.


PÁGINA 4 – NUESTRA POESÍA

MARIANA VACS
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

No me digas que querés 
ser solo un mendigo,
una sombra deshabitada,
el que se lleva las sobras
del mediodía.
Hemos tenido todo:
génesis de lluvia,
los pechos llenos de sed,
hemos tenido el hambre
y nos quedamos desiertos.
No me digas que con migajas
te alcanza,
no hay verano si no explotan
las sandías,
sin los días que se alargan
en el letargo de la siesta.
Lo tuvimos todo.
Somos aire que se derrumba,
un despojo de la casa 
que abrigamos.
Somos esta desolación.

LEONARDO PEZ
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

 “LOS MUCHOS Y LOS POCOS”

Los muchos fuimos con la farola en pleno.
La permanente grita se tatuó en una madrugada
ajena, por culpa de los pocos.
Los pocos siempre tuvieron el poder.
Los muchos nunca nos dimos por vencido.
Por más que la tormenta de los tormentosos
nos quisiera arrodillados y escondidos,
los muchos siempre iluminamos el túnel.
Los pocos quisieron una ciudad de fríos carteles.
Nada de festejos en la calle, nada de ruido, nada de pueblo.
Los muchos juramos la fiel insignia del amor.
Adoptamos la patria de las lágrimas
pero nunca nadie nos pudo quitar la esperanza.
Ni siquiera esos pocos y su afán jactancioso.
Fuimos muchos en la pelea, otros tantos en el amor,
una turba ingobernable de calores agolpados.
A los muchos nos dieron por muertos muchas veces.
Y sin embargo, aquí estamos: mucho más muchos que antes.
Los pocos, en cambio, encendieron el sótano
con una única lámpara
alimentada de la cera del dolor ajeno.
Los muchos nos abrazamos y resurgimos.    

JESUS GOICOURÍA
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

Lado a lado
guarda el viento
que no sabe de su andar.

Algo que no concuerde
arrópalo en la memoria
lado a lado
la imaginación se ocupará.

Como una fiera herida
el mar se va
lado a lado
buscando su lugar.

Hay una rosa que no cortaran
lado a lado
entre gramilla sus pétalos
posaran.

Soy un viajero perdido
que no sabe de su andar
no concuerdo en tu mirada
invéntame un hogar
soy como esa fiera
oscilando en el porvenir
y que
oculta en el jardín no la veras
se mi tierra y mi sustento
lado a lado
en tu camino
mi silencio escucharás
corre las cortinas
abre el alma
soy esa tristeza que ocultas

lado a lado
porque no dices
como estas.

NATI GIGLIOTTI
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

[pasa el tiempo, pasapasapasa, paseando, veloz, voraz. tengo un montón de canas. tengo un montón de ganas. tengo alguna que otra palabra. tu abrazo de domingo. este calor pesando en los ojos. la puerta, el pelo, el balcón, los silencios, la sonrisa. tu abrazo de domingo, tan domingo. el viento que corre despacito o ya no corre. sonrío. con vos me río siempre, qué cosa extraña. y al mismo tiempo, nada. y al mismo tiempo, todo. pasa el tiempo, pasa pasando y pasa corriendo. tengo las manos, la lima de uñas, el libro que no leo sobre la mesa de luz, el velador con un foco que no anda bien, las cortinas nuevas -que planché-, la ducha fría. mañana es lunesotravez, y tengo todo eso, sí. y, sin embargo, nada. y sin embargo, tu abrazo de domingo, o sea, todo]
      
GONZALO GELLER
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

Todo lo que fui
aprende a morir
con alegría.

Abrazo en paz
la partida
de los que se fueron.

Riego mi vacío,
como a una planta
que me alimenta.

este vacío es mi amigo,
es mi hermano, mi sombra
la única salida,
en este vacío hay lugar


PÁGINA 5 – CUENTO

NECHI DORADO
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

DEL OTRO LADO DE LA CERCA

Mi querida Haydée:
-Ya se que vas a volver a decirme que estoy loca, que sigo siendo eso que llamás una especie  de bípeda parlante que pasa la vida saltando un poco acá, un poco allá, como si nunca hubiera sentido paz. Siempre dijeron eso, vos, el, ella, todos. Y la verdad que nunca me importó, no se si me habré sentido cómoda en ese devenir o por ahí asumí ser algo así como  una rara avis pero ¿qué importa a esta altura? ¿Por qué esa compulsión por buscar explicación a  todo si nunca se llega al corazón del nudo que se forma casi, casi, sin que nos demos cuenta?
Creo que siempre traté de durar de la mejor manera posible, la que menos dañe, la que me permitiera evadirme al menos por un buen rato de las garras de la angustia cuando me di cuenta que trataba de instalarse  como una amiga inseparable. Yo no quiero acostumbrarme a la tristeza  a mí nunca me gustó que me impongan más de lo que me impusieron. Todo fue dándose casi naturalmente un día de vaya a saberse cuándo o por qué. Fue cuando creía estar enloqueciendo, cuando las situaciones me superaban o no sabía develarlas, vos sabés que tampoco soy de echar culpas porque por suerte las religiones no lograron hacer nido en mi alma.
Te conté que aquella vez encontré una cerca grande, pesada, de rejas sólidas, negras y brillantes, de esas que se veían en las casonas viejas de los libros de cuentos. Recuerdo que de alguna manera me pareció que del otro lado de esa verja la vida parecía ser menos conflictiva. Curiosa como siempre fui, pegué el salto buscando…
¡Qué se yo qué busqué! Tal vez zafar de alguna imposición, de la larguísima lista de demoras donde el “no” era el corolario de cualquier inquietud. Cualquiera, hasta la más inocente.
La cerca representó para mí la huída momentánea, el sacudón de todo lo que me angustiaba. Ya se qué como elección no fue buena, pero vos sabés que no encontraba las alternativas. Cruzarla era como entrar en una especie de búnker de hierro donde las cosas más fuertes se demoraban, quedaban estáticas por un tiempo y así fui construyendo mi paisaje imaginario aséptico. Un aislamiento que con el transcurso de los días me permitía recuperar fuerzas para volver a irrumpir por las mismas situaciones que me impulsaban a esa especie de hueco salvador.
No era tanta la gente que andaba del otro lado de la cerca. La que había no pedía nada, solamente hacía una pasadita como para quedarse tranquila viendo que todavía estaba viva, apenitas escuchaba las voces que quería escuchar, las que por una cosa u otra ya habían dejado de sorprenderme en la cotidianeidad. Y me refugiaba en esa fugacidad tan mirando hacia la nada hasta que las cosas que me impulsaban a esa huída transitoria se fueran calmando. O no, mejor dicho hasta que el callo que daba lugar a la costumbre se fuera formando, dejara de doler tanto y la dureza y yo aprendiéramos a convivir en esa rara situación de conveniencia mutua.
Así fui aprendiendo que de este lado de esa reja  todo es más versátil, las cosas se van desencadenando con demasiada prontitud. Buenas y malas, más o menos, tolerables o no, pero pasan rápido, a veces hasta parece que te llevan puesta y te arrastran convirtiéndote en torbellino descontrolado.
Cuando regresás,  te das cuenta que acá la gente se odia y mañana se amiga, otros no se hablan nunca más y van tomando forma y cuerpo como de robot. Cada uno, si mirás bien, anda metido en una especie de escafandra y ni se entera de lo que le ocurre a quien le pasa por al lado. La vida para ellos parece transcurrir dentro de un ombligo y los que se atreven a salir de ese agujero cubierto de pelusas suelen enfrentarse a realidades que habrán de trastocarlo fácilmente. Sobre todo si no encuentran el refugio donde acovacharse un rato, hasta que la situación se calme.
A mí nunca me gustó eso, pero me tocó adaptarme, como a todo. Entonces, cuando las penas apretaban y hacían nudos resbaladizos que si querías zafar, te apretaban mucho más, era cosa de arrimarme al confín del paisaje y saltar para el lado donde el silencio te dejaba notar que vos eras vos, no lo que querían que fueras. Me quedaba allí un tiempito, el necesario hasta sentirme fuerte, pero siempre regresé por más larga que fuera la intromisión en esa especie de remanso.
En esos momentos era cuando las fuerzas se recomponían, comenzaba a emprender el regreso para enfrentar la realidad de la que dicen que uno no debería alejarse pero yo tengo mis dudas. ¡Qué se yo! Estamos tan cargados de pautas dictadas vaya a saber por qué cerebro manipulador, imperativo, determinante, que hace uso de una prepotencia de situaciones que siempre terminamos aceptando. Yo preferí escaparme de esa telaraña. Vos, como amiga, en tantos años nunca aceptaste eso que llamabas mis huídas. Y no porque no me comprendieras, sino porque el miedo te metió su semillita.
Entonces empezaba tu perorata y comenzabas a martillarme la cabeza sin dejar de hacerme notar que debía cuidarme, que tu preocupación era mucha, que temías por ese eterno trajinar de idas y vueltas, nunca quisiste -o no pudiste, mejor dicho- aceptar que era mi juego, irresponsable tal vez, pero que era la única herramienta que encontré como para mantenerme viva, medio a salvo, partida pero en vías de recomposición constante. Fueron tantos los años que compartimos, vos admirando el que llamaste mi poder de recomposición. Yo admirando tu capacidad para mantener la  serenidad y el equilibrio. Creo que eso fue lo que nos mantiene y mantendrá unidas, la diferencia y el respeto además del tremendo cariño.
No te asustes amiga mía, vos sabés que del otro lado de mi cerca ando solo cuando me hace mucha falta. Que luego regreso como si nada a esta margen, con el oxígeno circulando normalmente aunque sea por un breve lapsus y no salto por un buen tiempo.
Creéme que se está bastante bien allá, no sé si decirte que todo parece más claro o no lo es, lo que sí puedo distinguir es que  no sentís la presión que te impone pensar en qué es lo que tenés que hacer y qué es lo que no. Digamos que no hay nada que tengas que… (Bah,  directamente no podés)
Y lo mejor de todo es que no estás anestesiada, hay algo que te permite pelearte con vos misma, preguntarte hasta cuándo tendrás que recurrir a ese refugio. Cuándo será el día que puedas cerrar esa verja para siempre dando paso a otra vida menos agitadita, pero de momento no encuentro ese momento…
Pensá que allá siento que soy (i) responsable de mí misma. Nada me daña, hasta permito que me crezcan alas y que las cosas se vayan dando, las tome o las deje sin complejos ni culpas. ¡No me digas que eso no es bueno!
Por supuesto comprendo también que aceptar o no esa regla sin reglas tal vez no sea fácil para todos. De este lado, si te fijás, verás que la gente termina siempre igual: adaptada. Domada. Estática, Temerosa, Prejuiciosa. Ordenada. Apabullada. Insatisfecha. Moderada. Acartonada.  Enquistada en cuadrados tan limitantes como estrictos, que tácitamente te marcan un hasta acá llegaste y listo.
Tu pragmatismo te exige razonar en lo que debe hacerse para vivir mejor: Pensar un poco más en uno,  saber marcar límites y eso yo también lo siento imprescindible aunque muchas veces, cuando quiero tirar de la puntita del hilo para acercarlo, se me escapa. Dar, en tanto y en cuánto puedas, sin exigirte tanto. Hacer consultas al médico al menos una vez al año. ¡Me canso de reírme cuando te cuento que todos los que conocí murieron rodeados de médicos!  Que cuando te llega la hora y no se quién carajos maneja ese reloj odioso, te vas hasta sin desearlo. Y veo tu cara de resignada al repetirme:
-¡Yo no se para qué te pido que te cuides si no me vas a dar bola!
Y me das pie para responderte:
-Jatejoder, que el día que se me ocurra cuidarme va a ser cuando ya no pueda levantarme. Todos nos morimos, hermana. Antes o después, lo importante es no morirnos de miedo a morir  y a eso me aferro con uñas y dientes. (Aunque hoy confieso que no tanto)
-Dejame que quiero defenderme de lo que para mí es una descomposición que nos marcaron como premisa excluyente. Vos estás de este lado, de allá no hay nada. Pero ves que acá es donde te muelen a palos, propios y ajenos, mientras que allá te acaricia el silencio y te abraza, y te seca las lágrimas y te sopla bajito y te despeina y te levanta la falda y te llena los ojos de lucecitas.
Ahora fijate, hace rato que no andaba por la cerca, venía demasiado tranqui y eso mismo me lo hiciste notar hace unos días entre mates y bizcochos y tu orden firme de “apagá ese pucho” que  interpreto apenitas como un “abrí la ventana”…
Hace rato que no volvía a la cerca, andaba bien, sin grandes sobresaltos personales, apenas los que vemos en las noticias que no son pocos pero nos pegan distinto, pero de pronto, cuando menos lo esperábamos apareció el impulso irresistible de atravesar el férreo límite. Fue cuando recibí aquella noticia tan dura y por supuesto recurrí a vos como hago siempre. Creo que esta vez me empujaron de un boleo, aunque no puedo recordarlo bien.
Lo único que sí,  tengo grabado,  es que recibí como si toda la ira de un ser descontrolado se abalanzara sombre mi metro y medio del suelo, haciéndome estallar un rayo que pareció  partirme el pecho. Increíble si tenemos en cuenta lo que venimos hablando de tantos golpes, tanta furia resistida, tanto dolor, que se yo. Sentí la espina del odio irracional dando en el blanco inmovilizado de mi pecho.
¿Y quién dijo que  iría a aceptar esa situación dolorosa?  Eso sería pedir mucho, fue allí que pensé que lo mejor era levantar vuelo, agitar mis alitas en reposo y arrimarme a la verja que esa mañana hasta me pareció casi escabrosa. Algo parecía llamarme y fue así, de pronto lo vi, tan bonito, tan chiquito recostadito sobre una mesita blanca. Solo pude mirarlo desde un poco lejos, pero me invitaba a acercarme. Su carita reflejaba paz, era una cosita así chiquitita, como dormidita y hasta me pareció que me guiñó un ojito sin que nadie se diera cuenta.
Era una invitación que fue paralizando a la sorpresa. No lo pensé ni un segundo, levanté mi pierna y salté hacia donde estaba continuando su reposo. Por supuesto, la reja marcaba la divisoria. Estiré mis brazos queriéndolo traer de este lado, me pareció tan desprotegido en esa soledad sin nadie, sin mí, algo impidió que él atravesara la reja pero para este lado. El nuestro, el ordenado, el indicado. No tenía siquiera la opción de elegir y yo, casi en la desesperación del pánico, no encontré más opción que levantar mi pierna derecha para saltar hacia donde él estaba. Me miraba desde sus ojitos cerrados y su naricita parecía un botoncito. Había como un llamado extraño entre nosotros. Solo eso.
Nos miramos, cada uno desde su propia visión y fue allí cuando me/le prometí  volver cada día para comenzar un juego en el que solos los dos tendríamos espacios. Creo que le gustó la idea, si hasta creí verlo sonreír desde una boquita chiquitita donde seguía reflejándose la idea de un sueño en paz. En paz implantada, impuesta, exigida.
Estuve un rato y lo despedí casi con naturalidad y se que él entendió que regresaría todos los días. En pocos minutos nos hicimos amigos, tanto,  que hoy se que me espera. Cada vez que aparezco extiende hacia mí su manita rosada, me toma de un dedo y juntos nos vamos saltando del lado del que a él no le permiten salir. Del lado de mi cerca.
Jugamos como hace tanto tiempo  olvidé que se podía jugar, como te dije antes, de ese lado, que ahora es su lado, todo transcurre como más liberado. El mantiene las ganas de corretear que desde esta perspectiva absurda hace rato que perdimos, justamente, por permitir que jueguen tanto con nosotros. Absurdamente tanto que hasta nos arrancaron las ganas de intentarlo. Pero vamos a procurarlo sin horarios, sin promesas,  a las puertas de la cerca que se abre ni bien voy llegando con el apurón que nos acompaña siempre a los que andamos por estos confines.
Quisiera que no te asustes si no me ves tan seguido, amiga mía;  acordate que siempre dijiste que cuando me voy siempre vuelvo. Siempre volví. Ya no quisiera que sientas miedo por perder esta locura mía, ni que creas que quedarás sola de este lado del paréntesis trazado. Tal vez desde allá  yo te sirva para invitarte a recorrer otros lugares algún día. Voy a ser buena guía, te prometo.
Vieras que lindo lo pasamos, que maravilla parece el día cuando comenzamos a jugar corriéndole carreras al viento. Nosotros ya sabemos que somos un poco brisa; nos divertimos juntando bichitos que nos ganan carreras por el césped. Nos reímos mucho cuando silbo desafinando y a él le suena fuerte el sonido que solo nosotros escuchamos.
Nos revolcamos por la gramilla  y el otro día, cuando empezó a lloviznar,  pudimos trepar por la pollera de una nube que hasta nos permitió hacer vuelta carnero sobre su falda impecable, algodonada. Ya le dije a él que voy a  ponerle cascabeles en el ruedo para que hagan ruidito y despierten a los grillitos que duermen de día. Y el se ríe, cree que de este lado de la verja la gente anda un poco loca como yo. Y le confieso que si, porque no pienso mentirle en nada.
Cuando nos despedimos y regreso sola a esta solemnidad acotada, nunca nos decimos cuándo será el próximo encuentro, apenas agitamos nuestras manos y él queda riendo,  mirando como salto para este lado de la verja y se sonríe viendo que todavía pueda caer y levantarme.
Volveré todos los días, quiero enseñarle cosas que  no verá porque ya te dije, ni siquiera tuvo la oportunidad de conocer este espacio por esas imbecilidades que nunca se entienden.  Le contaré que en este extraño mundo de marionetas todo es muy lindo, pero que no existe la libertad que uno pudo imaginarse algún día.
Le contaré que lastimaron a las estrellas, que se hace mucho daño y que hay niños que lloran llantos provocados. Le contaré que si lo hubieran dejado saltar, no hubiera permitido que  le hagan daño y le hubiera enseñado a refugiarse de ese lado donde ahora está condenado a permanecer. El no elige.
Le contaré que acá muchas veces el hombre mata al hombre. Y que otras,  mata al niño, argumentando error humano.
Comprenderá mi pequeño que de momento nos toca vernos de a ratos, pero que llegará el día en que no nos separaremos. Que iremos por el prado buscando los sueños que saltaron antes que yo y le diré que él será quien deba enseñarme a buscarlos,  porque de momento ese es su lugar y está conociendo mejor que yo los recovecos.
Hasta que llegue el día que andaremos explorando  juntos nuevas especies de flores. Hasta que llegue el día que salgamos a hacerle zancadillas a la luna para que entre en calor cuando el sol se apague. Y haremos ring-raje con los luceros. Y haremos coros de sapitos y cargaremos la luz de las luciérnagas cuando la fatiga las apague. Y nos iremos al mar a salvar olas en la rompiente.
Y atraparemos la lluvia para bañarnos los dos y arrastrar  toda esta carga que acarreo luego de estar tantos años en este mundo real contaminado. Y sabrá mi pequeño que en ese lugar donde  duerme su rato en mi ausencia, anduve muchos años,  y que ahora voy ensayando un arrorró desafinado para cantarle cuando me quede con él y seamos uno.
Como te dije, amiga mía, del otro lado de la cerca donde por una cosa u otra siempre anduve…


PÁGINA 6 – POESÍA ARGENTINA

ADRIANA AGRELO
(Avellaneda-Buenos Aires-Argentina)

RULOS EN LA CABEZA

Rulos en la cabeza
pensamientos ensortijados
dejame lacia
para que se deslicen
y no den vueltas inútiles
que fluyan verticales
de arriba hacia abajo
en caida vertiginosa

no más vueltas
ni laberintos que los pierdan
quitame el aspecto salvaje
hazme elegante y seria
dejame lacia
para que nadie sospeche
que el viento patagónico
juega en mi cabeza
cada mañana
que sea yo esta nueva mujer
de rulos agazapados,
escondidos
tras una cortina brillante
que mi pelo sea lluvia de abril
y no sudestada

por lo demás mi alma
seguirá escondida en espiral
enrulando sentimientos
pero dejame lacia
para aquietar los latidos
y que nadie sospeche
que es juego, disfraz
apariencia
lisa y llana

ALEJANDRA PARRA
(Buenos Aires-Argentina)

LOS TÍOS

despertaban la vida con una grapa
a las 4 am
antes que el sol

Amanecían
Cada día
con las manos más gruesas
                                       de menos palabras
Y la duda fría del invierno
apretándoles
el pescuezo
Clausuraban el sueño
y salían a ordeñar la fe

Mirada de cordero
se ponían los tíos
sobre cada ojo

Revisaban la tierra
Anudaban alfalfa y  tropilla
en rituales perfectísimos
Y volvían
al molino
a lavar más dolor
que la tía secaba
                                   con un sol mínimo
                               y después almidonaba

ALEXIS COMAMALA.
(Córdoba-Córdoba-Argentina)

si es posible revertir el canto que es violencia de lengua
cuánto se demora la lucha del sol,
que es necesaria entonces

cómo evitar que ciertos gorriones
desesperados,
beban las últimas gotas,
dejen
algunas cenizas para los peces

sin agua
se ahoguen
en la poesía

ALICIA MÁRQUEZ
(Vicente López-Buenos Aires-Argentina)

I

Andan por la vida quedando bien con todo el mundo.
Son los que nunca un si ni un no.
Los incapaces de tomar partido, a ver si se manchan.
Los que no se juegan por nadie, ni siquiera por sus amigos.
Los mismos que decían “algo habrán hecho”, los mismitos.
Los grises.
Los que se dicen prudentes.
Los tristes esperpentos, que gastan amabilidades repletas
de mermelada mohosa.
Los asesinos de la poesía.
Los lamentables inventores de “lo cortés no quita lo valiente”.
Los que no conocen la pasión y viven en cenizas, entre muebles
viejos y amontonados.
Los que no se rebelan.
Los tibios, de tanto, casi fríos. Casi muertos.
Los escatimadores.
Ellos. A los que jamás voy a admirar.

AMELIA ARELLANO
(San Luis-Argentina)

ARRAIGO

De qué sirve mi verde, si el abrazo no es fronda.
De qué sirven mis cenizas de amor
El sol, armado con lanzas de fuego,
Verdugo implacable  del bosque profundo,
Despuebla
Mi pajonal de verde.
Arde rojo de sangre y ceniza.
La luna, piadosa, le acerca
La humedad plateada del amor.
De qué sirve la luna, en cenizas de ausencia
Si al irte te has llevado mi esplendor hecho verde.
¡Oh, dioses del averno, acallad mi boca!
¡Oh, sol! ¡Oh, pajonal!
¡Despobladme de verde las manos!
¡Lo merezco!
¡Cambiad mi sangre por arena!
Olvidé:
El verde deslizante de la lagartija entre las piedras.
El arco iris sonoro de los loros.
El verde denunciante de los árboles quietos.
Olvidé el picaflor, la ortiga, el cactus.
De qué sirve el solsticio que se anuncia
Si mi corazón no es una yema verde, verde espera
El sol
Desarmado, sin lanzas, ni fuego.
Compañero ardiente del bosque profundo,
Puebla
Mi pajonal de verde.
La ceniza se va y la sangre queda.
La luna, más luna que nunca,
Le acerca
La humedad plateada del arraigo.


PÁGINA 7 – RESEÑA

HERNÁN SCHILLAGI
(San Martín-Mendoza)

RESEÑA DE HUMO

Autora:Irene Gruss

El arco que Irene Gruss (Buenos Aires, 1950) tensa con su poesía, entre 1982 y 2012, deja como resultado un repaso tan íntimo como intenso por cada uno de sus diez libros publicados. Así, la editorial Ruinas Circulares editó en 2013 Humo -Antología personal- y allí su autora dio cuenta de una selección reflexiva de poemas y exploró afilada -machete en mano- por libros como La luz en la ventana, el primero, hasta llegar a Notas para una tanza. Pero este año, la editorial española La Palma toma esta recopilación con el añadido siempre prometedor de algunos poemas inéditos.
Humo integra la auspiciante colección de poesía y ensayo «Eme: Escritura de Mujeres en Español» que edita a autoras insignes como María Negroni, Julia Otxoa, María Antonia Ortega y la misma Gruss. El propósito de la colección es, como dice su creadora Nuria Ruiz de Viñaspre: «visibilizar la buena literatura escrita por mujeres, para ofrecer un amplio catálogo femenino de voces españolas junto a otras hispanoamericanas de gran calidad».
Lo primero que un lector atento se pregunta ante un libro que propone, en principio, una lectura cronológica y de afinidades electivas personales es sobre el criterio para elegir y descartar los poemas. Si bien en 2008, la editorial Bajo la Luna había reunido en La mitad de la verdad toda la obra de la poeta, aquí Gruss aprovecha el rescate de los libros de sus comienzos y privilegia -en cuanto a cantidad de poemas- estos inhallables de la década del ‘80 a los últimos; ya que de los recientes La pared y Notas para una tanza recoge nada más que un puñado, secundados por el solitario Música amable al fin, que fuera ilustrado originalmente por Cecilia Alfonso Esteves.
Al mismo tiempo, mediando la antología, aparece el notable Solo de contralto(1997), donde la maquinaria poética de Gruss ya ha tomado una voz potente e insoslayable. Entonces, como si fuera un eje central, el libro se demora, es profuso y generoso en cantidad de textos, con un gesto unificador sintetizado de este modo: «veo marcas que una burla desecha, / y lenta, tiernamente abro / el puño, dejo caer / la arena, vuelvo a tomarla». Luego, seguirán capítulos breves de En el brillo de uno en el vidrio de uno (2000) o La dicha (2004), hasta el final.
Por otro lado, las distintas estaciones temporales que representan estas obras recogidas buscan ser huellas de su paso por el planeta, señales de una causa personal, al decir de Joaquín Giannuzzi. De este modo, Irene Gruss utiliza los versos como ramas secas para frotar con denuedo y provocar el «humo» de un fuego interior, oculto y condensado en poemas breves, que dialogan con otros poetas desde los títulos o desde su propio cuerpo, en «remates compartidos» como citas apropiadas y devueltas con nuevo brillo. Al mismo tiempo, esta mujer -que se sabe «irresuelta» en un mundo incompleto- es una voz poética, no autobiográfica, con una respiración que varía de serie en serie. A veces se oculta a medias de la realidad: «Yo estuve lavando la ropa / mientras mucha gente / desapareció», para decir más adelante: «y mientras pasaban / sirenas y disparos, ruido seco / yo estuve lavando ropa, / acunando, / cantaba, / y la persiana a oscuras.». En otra oportunidad, el aliento se vuelve entrecortado, asmático, sin serlo, para dar testimonio de un ahogo feroz: «Si el aire sale por mi boca / se me escapa / el alma. Si se me va / el alma por la boca, muero, / madre…». Para luego, como proponía Alicia Genovese, buscar un tono en una «doble voz», una que expresa en un mismo gesto el silencio y las palabras, la interioridad femenina y el discurso que se rebela: «Mi voz dice lo que no quiero decir, / mi voz tiene otro tono, lo que quiero decir no lo dice, / dice otra cosa…».
Finalmente, la propuesta de Humo es múltiple y desafiante: una calma alerta, la mirada y sus ópticas, la dicha de los sentidos, una pared para borronear poemas o una tanza que busca su anzuelo en lo vano. Cada capítulo/libro, entonces, intenta ser un conjunto de piedras oscuras que se friccionan entre sí para alumbrar, con la chispa de sus palabras, a una ahumada realidad que no deja ver, pero que se vislumbra en los imprescindibles poemas de Irene Gruss.


PÁGINA 8 – POESÍA ARGENTINA

ANÍBAL DE GRECIA
(Oberá-Misiones)

Aº SIN NOMBRE

Te conozco, te re-conozco
Por tus botellitas de Pepsi
Papelitos, y bolsitas del super cargadas de basura en tu lecho -de muerte-

Cuerpito entubado, tu terapia parece intensiva
pero no te atienden.

Oberá  no tiene tiempo

y menos para ponerle nombre a un arroyito de mierda.

CARLOS BARBARITO
(Buenos Aires-Argentina)

TIENE QUE HABER –PENSAMOS- OTRA INSTANCIA…
A Virginia Tentindo

Tiene que haber –pensamos- otra instancia,
 una música salida de nosotros mismos
y que sólo nosotros podamos oír,
un angosto camino abierto entre piedra
y piedra, hacia donde, no importa
si en la realidad o en un sueño
-que es la misma cosa-, una criatura alada
construya, a la luz del sol, un panal.
Sí, estamos solos y todo alimento es fugaz;
si entendemos es por rumor,
por precario sistema de espejos,
por fragancias en desbandada;
las manos en el propio rostro
y la confianza que vacila
entre medicina y hechicería.
Tiene que haber… y lo vivo
abre otra vez su libro
y allí despierta de nuevo,
compacta, sin un solo poro, la niebla;
la mano, amiga o extraña,
pugna por defender el último don,
la penúltima profecía.

CARLOS J. ALDAZÁBAL
(Salta Capital-Argentina)

HAMACA

Es que el misterio empieza con una sacudida,
un shock de sombra que estremece la escandalosa iluminación de la escena.
Otra probabilidad es que se sostenga en un zarpazo,
pero para eso el animal interior no debe estar amaestrado.
Al menos, algo de rugido debe conservar,
algo de toro enfurecido por la sangre.

Cuando digo “misterio” no me refiero solamente a tus ojos
o a la obvia pregunta sobre lo invisible,
salvo que lo invisible sea yo para tus ojos,
y ahí no hablamos de misterio, sino de olvido.

No: por misterio me refiero al estremecimiento, al vaivén,
eso que puede ser vals, aunque no solamente,
eso que puede ser sueño para despertar abrupto,
despertar de sirena, por ejemplo,
pero más de Odiseo que de ambulancia,

aunque para Ulises también hubieran sido misteriosos
esos colores rápidos, desatados al vaivén de la marcha,
al ulular de la luz contra la sombra, de la sombra contra la luz
                                  y viceversa.

¿Y si el misterio no empieza?

Eso es lo inexplicable.

Ni sombra, ni luz, ni animal interior, ni esperanza, ni sangre.

Sólo una calma chicha, sobradamente conocida por otros navegantes,
los que anhelaron el misterio antes que el olvido,
                pero recibieron el olvido,
los que esperaron la gotita de sombra en la luz centelleante,
                pero fueron encandilados por el sol:
atados a su mástil, aguardando sus sirenas sin la suerte del griego,
mientras el mar los ahogaba, sin hamacarlos nunca.

CLAUDIA AINCHIL
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

LONGITUD DE PALABRAS

La amplitud de la palabra llana
una imagen biodegradable en riesgo
hace frio y la estación papel
y mis dedos adormecidos
y tus ojos mientras tanto
en cachitos de fabricas del atrás
como una carta con remitente
pero sin destinatario
y mis ojos sacando fotocopias de tus palabras
probando develar el intríngulis
que se esconde
pienso en el idioma solidario
ese distrito de letras hábiles para cruzar.
Un cuarto a media luz con sus infinitos a cuesta
juguetes uniendo viajes azules
a través del altoparlante.
Con y sin peaje. Así.

FERNANDO BELOTTINI 
(Concordia-Entre Ríos-Argentina)

EL TODAVÍA DE LA MEMORIA, LAS FOTOGRAFÍAS Y LOS PAPELES

La lava llegará.
A las doce y cuarenta y cinco la lava llegará al pueblo.
Al pueblo donde habitan
desde antes de las doce y cuarenta y cinco
hombres y mujeres.
Falta poco.
Hombres y mujeres comienzan el abandono de los lugares que habitan
Comienzan cargando, en los lugares que pueden, cosas inverosímiles.
Antes que estalle el abandono.
Falta poco.
Cosas inverosímiles, es decir
cargando fotografías y papeles en blanco.
Es decir, lo que pueden.
Hay camiones abarrotados de papeles y fotografías
y carros y alforjas y bolsos.
A la vez, hay alforjas y bolsos y carros
abarrotados en camiones enfilados hacia el este.
Desde donde dicen, quizá estalle el sol mañana
y todos, enfilados, a salvo.
Hacia lo que solo será el sol
y a la vez todos, en el este
dicen a salvo.
Antes el pueblo quedará encendido
y quizá mañana, petrificado.
Muerto quedará antes que petrificado y encendido
y solo será Pueblo Muerto en la memoria
en las fotografías
y en los papeles todavía en blanco.


PÁGINA 9 – CUENTO

MONICA VOLPINI
(General Pico-La Pampa-Argentina)

MAR ROJO

Para qué pedirle al mar una historia más, si mi alma está repleta de ellas.
Lo miro y me da escalofríos. Trato de amarlo pero se lo ve tan rebelde y tan lleno de vida, que debo mirar hacia otro lado.
Todos me tratan de loca.
Dicen que es una palangana llena de sangre.
Es porque ellos no saben mirar en la profundidad del agua.
Como si nadie les hubiese dicho nunca que existe un mar rojo, como éste.
Está decidido: para ellos serán los restos de un hijo que no pudo venir por más que fue deseado con locura. Y le pondrán nombres tontos, como placenta previa, o no sé qué.
Yo lo sigo mirando y para mí es un mar. Todo rojo y girando en círculos concéntricos que atrapan poco a poco mi cordura…ja,ja,ja. …hasta que de esos círculos algo se desprende y cae a mis pies. Es el regalo que ese mar me hace por unos instantes:  tiene que ver con la alegría de mi juventud…lo veo un segundo, y después desaparece nuevamente, arrastrado por esa corriente de agua, endiabladamente roja.-


PÁGINA 10 – POESÍA ARGENTINA

MÓNICA CAZÓN
(San Miguel de Tucumán-Tucumán-Argentina)

POEMA XII

He visto las paredes cubiertas de cables
y de acero.
He conocido la desesperación por los medicamentos
y las agujas impecables.
Las horas malgastadas de dolor.  
Toda la inmaculada lavandina en las almohadas
y el iodo levitando en los pasillos.
He amanecido rogando que amanezca.
El ritual de los objetos, y un cuadro arrobador
mesa de luz, palangana y jarra. Muy pocas veces una flor. 
Casi invisible
ha regresado a mí tu voz
para mezclarse con las horas
para pedirme una vez más que vigile tus noches,
porque esos individuos de blanco
sólo escuchan el timbre de los muertos.

IRMA DROZ
(Córdoba-Argentina)

CUANDO REGRESEN LAS ABEJAS...

Grita en silencio, de cara al cielo,
la amarga boca de los campos desolados.
Agonizan inertes.
No entienden de retenciones, acuerdos y protestas.
Sólo saben abrirse en surcos dispuestos a la siembra,
arrullar la simiente y germinar...
Germinar, hasta entregarse en espigas,
por el sólo milagro de cumplir con su destino de ofrenda.
Menguaron los mensajes
entre el aromo y la verbena.
Las abejas, agobiadas,
se refugiaron en el abrigo dulce de sus colmenas,
olvidaron los estambres, ya no regresan...
Siguen los hombres
su oración insolente de protestas.
Ignoran la cuota del respeto,
la claridad del diálogo,
los riesgos del disenso.
Es infinita y quebrada la distancia que media
entre el aromo y la verbena.
Él extiende con pálidos capullos,
sus brazos ásperos, cansados...
Ella, reclama en rojo ardiente,
a ras del suelo, su soledad irremediable.
Tal vez, haya otro tiempo de mensajes
cuando los hombres depongan mezquindades
y en un amanecer de surcos madurando,
regresen las abejas.


FRANCISCO ROMANO PÉREZ
(San Salvador de Jujuy-Jujuy-Argentina)

POEMAS PARA UNA TARDE DE OTOÑO

1-tu piel
frontera al sur
del otoño
lágrima desolada
en el asedio
de la sed

2-sobre el borde de un rectángulo
con la sombra
a punto del incendio
arrebujando sueños

he visto estallar la vida

3-puedo partir
déjame ir

las palabras
como tantas veces
postergan la mañana
y no puedo nombrar la sombra

4-por ese hueco
que duele
caminé con los pies desnudos
con el dolor de la ausencia a cuestas
el día se fue
sin siquiera mirarme

5-detrás del tiempo  /  ansiosa  /  corre la sombra
no puedo detenerlo / me grita desesperada
quiero llamarla  /  no puedo
espero
y en mi memoria de otoño
la lloro

HUGO FRANCISCO RIVELLA
(Rosario de la Frontera-Salta-Argentina)

LLEGAN CAMIONES REPLETOS DE CADÁVERES


Al lugar de los ciegos y las rondas llegan camiones repletos de cadáveres.
Mi sombra  se arrodilla como el silencio de un pájaro en la noche.
Los caminos del monte tienen pisadas que mueren en las flores,
los tímpanos del cura en la cruz de las vacas, las lianas enredadas a árboles sublimes
…y el kilómetro en alza del miedo en la espesura.
Pero no tienen miedo María Luque y su compañero Rodolfo Usinger,
ni Roberto Oglietti, ni Evangelina Botta…
En Calilegua sueñan las naranjas y en Tumbaya,
Juan Toconás y Rosa Santos Mamaní suben a los cerros para tocar el cielo y contar
las estrellas
las papayas, el caqui,
el zapallar que niebla sus vapores verdosos
y el trópico que asierra la muerte en las serpientes.
En la boca de todos se arrincona la muerte, el tropel de las mulas por las calles del pueblo, las vías que se van lejos como un humo rotoso, el rostro en las hendijas del peligro, los focos cenicientos resoplando en los patios y las guaguas chorreando su llanto entrecortado.
El mundo es una lágrima espesa por mi cuerpo.

La lluvia, la tenue lluvia,
entonces,   sobre mi corazón .

HUGO TOSCADARAY
(Buenos Aires-Argentina)

escrito sobre un atlas

es éste un inmenso munderío escribí
en la parte más celeste de tus pechos
cuando tu lengua daba indicios de victoria
en la estación del fuego
mientras morían ángeles calientes
sobre nosotros que viajábamos
viajábamos por un oceanar interminable
decidiendo jubilosas travesías
en la confianza empapada de los cuerpos. después/
después temblamos entre latidos de alcohol
entre naufragios y regresos y partidas y
hablamos al final de tantas cosas.
hasta del ojo de dios enceguecido
del gran ojo hablamos que todo lo veía
que no ve nada ya ni el todo que dicen que inventó
ni la chispa siquiera ni el cordel
del que cuelga este planeta donde estamos
frente al ancho negrotal del universo.
ni el verso que escribo ve
ni la parte más celeste de tus pechos ya
no ve nada ya pobre / pobre dios
dios.


PÁGINA 11 – CUENTO

ABEL ESPIL
(CABA-Argentina)

LA DEL PISO 4 DPTP 15

Ella pensaba morir como lo había soñado esa noche : sola , sentada en el cómodo sillón de mimbre, con los compañeros a su lado.  La gata Marylin( gris con manchas blancas ) , el gato Timoteo (  negro , de mucho pelaje), la pava aún tibia y el mate . El edificio en que vivía,  era una propiedad sencilla, sin mantenimiento, habitada en la mayoría por gente mayor . 
No eran muchas las familias que lo ocupaban. Los jóvenes se fueron, aduciendo que era vivir lejos de sus trabajos y del centro. El mismo, se hallaba en el pasaje Zurich, cercano a la cárcel de Contraventores de Villa Devoto.
Daniel, el encargado , todas las mañanas le acercaba a Doña Margarita el diario La Nación, después de haberlo leído el señor de la librería, que tiene su vivienda y local en ese lugar.
Ella vivió períodos cortos de su vida muy felices. Su marido Oscar, trabajó en la Orquesta de Anibal Troilo (Pichuco) siendo el segundo bandoneón. Durante treinta y dos años , él recorrió varias veces el mundo .En algunos casos-- como ir al Japón--lo realizó también con la orquesta de Carlos Di Sarli.
Él viajaba tranquilo, porque sabía que Clarita y Rafaelito, estaban en las mejores manos del mundo : las de una madre.
Pero no siempre fué así  :
Clarita creció, se recibió de enfermera y decidió ir al Bolsón ,porque amaba todo lo que sea las artesanías.
 Rafael, aprendió el oficio de mecánico.Vivió con su madre hasta que conoció a la joven y agraciada viuda del flaco Montelva, que en Bermudez y Avda. Beiró tenía una ferretería. La muchacha conocía el trabajo porque al flaco lo había acompañado, hasta 
que le apareció cáncer en los huesos y en tres meses falleció.
Rafael además de cliente, se había hecho amigo de esa joven pareja. Al tiempo , ella le comentó que  no podía continuar  con el negocio y como ya estaban saliendo, le propuso a Rafael  ir juntos a  Rosario. Varios amigos , en el café de Los Hermanos García , le habían transmitido que a Rosario le estaban faltando mecánicos y más ahora en que el Parque Automotor, estaba en gran crecimiento. La cosecha de la soja venía fuerte y los gringos andaban con plata.
Así fue como se incremento la soledad de Doña Margarita. El piso de la cocina lo lavaba no una sino dos veces . Enceraba el piso del  comedor tres veces por semana. Limpiaba sobre limpio. 
En los cortos períodos en que Oscar se quedaba en Bs. As, notaba el decaimiento de su mujer. 
Oscar quería a su esposa, pero el fuelle era su amante y con él la pasaba mejor.Todos se iban en la vida de Doña Margarita. Todos tenían su propia vida.
Charlando una mañana-- mate por medio-- con la nueva vecina del tercer piso, aceptó el ir juntas a las maquinitas de Palermo.Habían quedado para el viernes a la tardecita. 
Unos días anteriores comienza a pensar en el vestido que se pondría. Ahí se percató, que no tenía ropa nueva , ni actualizada. En Flores se compró un hermoso y discreto vestido. Al mirarse en el vestidor del local,se percató de que sus piernas conservaban las formas. Lo primero que hizo al llegar a su casa, fue agrandar el ancho del dobladillo.
En la mañana del viernes , se dio un baño de inmersión, como lo hacía mucho años atrás cuando estaba recién casada con Oscar.
La vecina nueva, le tocó el timbre y al abrirle  no pudo evitar la cara de asombro de su amiga. Ella sentía un renacer en su vida rutinaria .
No fueron una, ni dos, ni tres, varias eran las veces que iban en la semana. Inclusive , llegaron a ir muchos meses. Doña Margarita, estaba contenta . Una noche pudo disfrutar el ver y escuchar , el sonar de caer monedas , monedas y monedas. La vecina nueva , estaba feliz y no dejaba de abrazarla y darle besos por la suerte que había tenido.
El cambio definitivo de Margarita es cuando conoció a Pedro. Todo un caballero. Estaban por tomar la misma máquina cuando casi se chocan. Ambos se rieron . Pedro,  se queda a su lado viéndola jugar. Justo es el día de la cascada de monedas.
Estaban los tres muy contentos. 
Pedro manifiesta un signo de evidente caballerosidad,  invitándolas a cenar en CLO a CLO. Esa noche Margarita cerró los ojos en su cama y se durmió con una sonrisa. Estaban tan olvidadas en su rostro. 
Oscar a los cinco meses de este hecho, llega a su casa y además de la sorpresa de llamarla a Margarita y de no obtener respuesta, encuentra en el medio de la mesa del comedor , apoyada sobre un florero sin flores, dos cortas esquelas :
" Oscarcito, me voy a vivir a Zaragoza, invitada por mi nueva pareja llamado Pedro. Cuídate de las noches frías . Un beso . Margarita."
Del otro lado del jarrón , descubre otra esquela. 
" Al poco tiempo de irte --- la última vez--- me puse a pensar en mi muerte. Me pareció atroz. Un hada buena me salvó.¡ Ah! no te olvides de Timoteo  y de  Marylin ! 


PÁGINA 12 – POESÍA ARGENTINA

ILDIKO NASSR
(San Salvador de Jujuy-Jujuy-Argentina)

ella me enseñó los secretos

de los ingredientes (que son la clave
para que la receta se convierta en un éxito)

me hizo pasar largas horas en la cocina
observando cómo funcionaba la alquimia
de los materiales que alimentaron a su familia

yo nunca tuve a quién alimentar 

IRMA DROZ
(Córdoba-Córdoba-Argentina)

 “AMÉRICA MADRE”

Aquí estabas, antigua y silenciosa...
Serena en tu selva milenaria.
Fecunda en tus ríos y tu suelo.
Virgen de invasores y de agravios,
preñada de frutos y de pájaros...
Aquí estabas con tus hijos:
unos salvajes, otros mansos.
Salvajes como tus montes,
o mansos como tus pampas;
pero tuyos y morenos,
como tu piel, como tu entraña...
Y llegaron los otros,
los hijos de lejanas madres.
Madres también antiguas,
pero dolidas... despojadas...
Violadas por ambiciones desmedidas.
Y así llegaron ellos, salvajes y ambiciosos.
Tal vez algunos mansos ... , pero pocos.
Aquí estabas, mi América Madre,
silenciosa y dispuesta...
Por eso te arrasaron, violaron tu entraña.
Y tus hijos morenos murieron o mataron,
(unos salvajes, otros mansos ... )
Por eso me dueles, mi tierra morena
de brazos abiertos, hoy crucificados
en este nuevo Gólgota de la violencia cotidiana,
clamando otra vez al Padre, para decir como entonces:
“¡ Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen !”.

JEREMÍAS VERGARA

(San Martín de los Andes-Neuquén-Argentina)

EL RITUAL

Sus miradas fijas en el desaseado piso,
otros miran el techo y su fondo ahogado de infinitos,
en rincones se refugian abrasados a ellos mismos.

Su conducta no es más que pequeñas oscilaciones,
de adelante hacia atrás.
Sus ojos no están aquí con nosotros,
ellos no están aquí, están en otro lado.

Otros miran en dirección a las ventanas
pero no ven más allá
se sorprenden de aquel que vive en el reflejo del cristal
que los siega de preocupación, que los amenaza siendo ellos mismos,
aprisionándolos con aquellas horribles palabras que recita en sus oídos,
aquel que no existe a los ojos celestiales,
aquel que ellos dicen que no existe en verdad
pero saben que no deja aún así de atormentarlos.

Otros tienen varios nombres,
si los llamas, se manifiestan en uno solo,
escupiendo su malicia en este podrido suelo de humedad .

Aquí es difícil distinguir la realidad,
es difícil sostener a sus miradas profundas
descifrar lo que vive dentro de sus ahogadas pupilas,
ya que ellos son únicos, no cabe lugar para nadie más.

Cada uno es diferente,
sus mundos son su guarida,
sus mundos son únicos, escapan de esta cruel realidad.

Aquí las plegarias no van a ningún sitio,
solo el agua fría,
el fino pasto de paja, solo ellos para acompañar,
no sirven para calmar a aquellas espaldas adoloridas,
aquellas mentes idas,
no, solo para causar más dolor.


La fe camina aquí en largas túnicas,
vienen a recuperar sus almas,
ellos dicen que aquí supura la maldad,
a la que no pueden escapar,
insisten con que es un castigo divino,
o un castigo del mal
Las paredes de concreto silencian los alaridos,
silencian la locura,
silencian la plegaria, el ritual.

Comienzan la curación,
el código romano y su lección,
ellos hacen que se vuelva siniestro todo más aún,
sus palabras santas producen el enojo.

En los pasillos, en las escaleras y techos,
sus nombres quedan impregnados,
 los gritos hacen que el lugar raje sus oídos, 
sus paredes.

Estruendosas palabras golpean la piel desgarrándola,
el agua de sus botellas quema,
la noche recién comienza,
 nada ahora es igual que en el día,
movimientos brucos por si solos de las cosas
las palabras son confusas,
 se manifiesta el arte de las lenguas
el baile de las sombras,
caminan de pasillo en pasillo, se retuercen,
se quiebran, la oscuridad esta sola
mundos diferentes se conectan,
sumergen a todos y a todas  entre las tinieblas
el terror se apodera de los de negro.

Como lo dicta el código el plan fracasa,
como ellos quisieran las cosas no suceden.
Ahora oscilan de adelante hacia atrás,
murmuran y sus ojos vagan.

En la mañana renaciente,
el sol ilumina su caras,
 sus sucios cabellos, y harapos,
solo son más,  más del montón,
igual que otros que vivimos aquí,
aquí donde lo he presenciado todo
aquí donde lo veo todo,
ellos son iguales a …

¡Basta ya!

Deja de hablar,
deja mi oído ya,
¡¡¡Deja de llamarmeeee!!!…

Ahora ellos son como nosotros.

LAURA BEATRIZ CHIESA
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

ARPEGIO FINAL

Condenso ilusiones y placeres
en inviernos distantes.
Nieves derretidas
en un tiempo de cambio.
Piar de un cóndor
con las alas cercenadas,
olvidado en la cima.
Indiferencia que anuncia silencio,
total silencio, en esa inmensidad de
mil horas desgastadas.
¿Podrán los minutos invadir
cortas auroras?
¿Sabrán los segundos ejecutar
el final de mi sueño?
¿Quién oirá el agónico arpegio del adiós?

 JORGE ARIEL MADRAZO
(CABA-Argentina)

NARANJAL MARINO
Al poeta Héctor Miguel Ángeli y su “Frutas sobre la mesa”

Era roja bandeja colmada con naranjas
(¿naranjas, he dicho? ¿naranjas?). No eran
claras frutas sobre la mesa, acaso
eran naranjas anaranjando el mar
es decir: desholladas a orillitas del mar
por una luzmuchacha que te aguardaba con
pestañas de naranja seduciendo al océano
estuprador, veedor de vaporosas faldas

por lo cual cuatro manos con sal ya se
enmarinan, y una naranja flota
como barquito insignia

y el mar caribe riela su friso de naranjas
No son, no son las claras frutas sobre la mesa.


PÁGINA 13 – RESEÑA

CESAR RAMIREZ CARALVA
(San Salvador-El Salvador)

Autor: André Cruchaga
Libro: Balcón del vértigo

El libro de André es un viaje a la realidad desde la metáfora vigilante, una condición que nos habla del mundo de la poesía desde los ojos del poeta. Impresionante ráfaga de luz o sombras que atrapan nuestra imaginación con personajes, lugares o situaciones cotidianas, de igual forma con autores y estrellas cinematográficas: Megan Fox, Wall Street, Rafael Alberti, Peré Bessó,  Mozart, Lenin, Hegel, MTV, Luis de Góngora, Sumpul, El Mozote, Dionisio Ridruejo, Endre Farkas,  Guillermo de Torre, Antonin Artaud, Boris Pasternak, René Char, Salvatore Quiasimodo, Pedro Salinas, Pere Quart, Dámaso Alonso, Jacques Prévert, Pierre Louys, Wystan Hugh Auden, Julio  Cortázar, Jon Juaristi, Pablo de Rokha, Charles Baudeliere, Carlos Marzal, Enric Sória, Almudena Guzmán, Michel Leiris, Pedro Geoffroy Rivas, etc.,  ellos plagados de imágenes inolvidables son parte del mapa que recorre las estrellas titilantes de Barataria.
André Cruchaga es un poeta consagrado en su palabra, con su luz refleja al poeta místico, el que abandonado de voluntad anota las palabras del silencio armónico, puede ser también el poeta moderno con el acero de la voluntad madrugadora escudriñando las auroras o saludando cada mañana entre libros y plena acción terrestre, tal cual lo anotó Roland de Reneville;  aunque desde mi perspectiva cultivar la poesía es la respuesta de la humanidad ante la agresión del mundo en todas sus formas, en todas sus manifestaciones, así los diversos temas: amor, odio, protesta, éxtasis, realización absoluta, etc., coinciden con un antiguo modelo religioso: Un estado de Gracia, muy similar a: “La Gracia de Dios”.
En el nivel de la anotación poética, los surrealistas no tenían límites gráficos, su libertad otorgaba vista a los ciegos, puesto que convertían las tinieblas en luz, aquello era parte de la negación a la visión tradicional a principios del siglo XX, desde entonces el mundo concede y otorga amplias libertades a la palabra, evidentemente después de la Bomba Atómica, los despliegues de tantas guerras con sus muertes, las revoluciones sociales, la poesía en nuestras naciones aún conserva su fulgor libertario, no en vano vivimos en democracia; pero veamos ese estado resplandeciente de metáforas, conceptos alejados de luz o tinieblas, del mal o el bien, acciones concretas  en el estado de paz, en la contemplación del poeta, el estado luminoso de creador humano, posible al eliminar la dicotomía inseparable del cielo y el infierno: “desde el interior de tu pubis, la luz compensa toda la oscuridad que la materia golpea con sus braceo de peces”, “Con todo, te quiero desnuda, encarnada en mis manos. Eco donde el día trasiega el arrebato del incienso, donde el violín de los poros se vuelve un alegro de Mozart”, “un día menos pensado vendrás a mi lecho con tus labios inextinguibles, levantaremos los icebergs de la miel”, “Y ojos más abiertos que las buenas de Dios en las discusiones seculares de las ráfagas”,  “No sé si un día la Santísima Trinidad será con nosotros, sin la furia singular de los taladros, sin hacer eterno lo errático”, “Siempre fugitivo en el túnel de los embudos, sin Pedro, Juan, Lucas, Mateo. Siempre hostigado por la inmundicia”, “… cuando los candelabros confunden el paraíso-infierno de las almas, cuando el país se vuelve nefasto en su fealdad, en su tristeza cuadrada”, “Con estos caminos negados en muletas, con este Cristo en los muelles, queriendo partir las aguas o escribir sobre las olas una parábola. Uno, de pronto, anhela un prostíbulo para vaciar la muerte”, “solo me queda seguir siendo este animal que soy…”
Así transcurre el libro, sin fronteras.
André Cruchaga escribió: “Balcón del Vértigo” entre octubre y noviembre del 2009. Las siguientes fechas pertenecen a los eventos principales de aquél año, he extraído algunos versos que a mi juicio coinciden con el pensamiento colectivo cuscatleco… mientras en el mes de Enero la Franja de Gaza se debatía en su espiral de violencia, el 18 de enero el FMLN gana las elecciones legislativas pero pierde las municipales…
“Las disidencias siempre serán un cáncer, aunque no de mamas, si
de pensamiento: -aquí la pasión la tiene que cargar en hombros
la “democracia” con epítetos : formal, popular, parlamentaria.”
Barack Obama se convierte en el presidente 44 de Estados Unidos el 20 de enero, mientras el 15 de marzo Mauricio Funes gana las elecciones presidenciales, la condición de estos eventos optimistas puede notarse:
“Un día menos pensado el agua rebasará los pájaros. Y sobre los nidos,
quizá el hombre nuevo, el país nuevo, el árbol nuevo,
el tiempo sin las muecas del pasado.”
El mundo observa con estupor las pruebas nucleares de Corea del Norte el 25 de mayo y el 01 de junio Mauricio Funes asume la presidencia de la República.
En el epigrama del poema: “Así llegarás tú al país” leemos:
“Así llegarás tú al país lavado y desierto de tu desafío.
Hasta entonces, sin fechas fijas, lo irás edificando”. René Char
André anota:
“Siempre fuimos ciervos sin ternura, directos al matadero.
Nadie apartó de nosotros las breñas mortuorias. El sabor y el dolor
En la noche, la sal sobre la cara ante el temor, el aire agotado
Del aliento: cárcel, a fin de cuentas, desafiando los sueños”.
Un 28 de junio acontece un evento grotesco, el primer Golpe de Estado del siglo XXI en la República de Honduras, un precedente que aún ahora cinco años después nos hace reflexionar sobre los límites de la derecha internacional, las naciones condenaron aquella acción que recordaba las dictaduras golpistas del siglo XX,  de esa manera el 04 de Julio Honduras fue suspendida de la OEA…
Así podríamos comprender las palabras:
“Todo el país en la gota del abismo”,
“Raras veces los periódicos traen noticias halagüeñas”
“Odio la lógica de los postulados éticos en el espejo de la ceniza”.
Mientras en nuestra nación un 8 de noviembre un alud de lodo abate en San Vicente ocasiona 98 muertes y muchos daños…
“Debajo de la mesa he ahogado las madrugadas; las aguas pesan
en las campanas del desamparo; -la casa enloquece de ser isla.
La inclemencia se ha vuelto una ciudad de sobresaltos.
Un antes y un después siempre en vigilia, en la opacidad del fuego,
En la novena de mariposas mortuorias sin rehabilitación alguna.”.
Finalmente el 29 de noviembre en la lejana República de Uruguay, José Mujica gana el balotaje en la segunda ronda electoral presidencial.
“La claridad se parece a un pozo de luciérnagas.
A una esfinge de semillas, a un feliz encuentro del tiempo y el espacio.
Nunca es fácil encontrarla sin que devore la conciencia.
… “En el presente, a menudo, la claridad no es un artículo comestible.
Ya con caminar entre dientes y sábanas es bastante..”
El libro de André es una manifestación del pensamiento nacional, en estos tiempos menos difíciles que otros, pero llenos de esperanza en el presente, si es posible El Balcón del Vértigo es posible la paz social en nuestra nación.


PÁGINA 14 – POESÍA ARGENTINA

JORGE FERNANDO LANDÓ
(Buenos Aires-Argentina)

“¿POR QUÉ SE ME VENDRÁ TODO EL AMOR DE GOLPE”

cuando tu voz se pierde?
Destino de mi grito
¿Por qué si ya no suenan las campanas
con badajos de uva
se sigue atormentando
este amor de silencio?
¿Por qué evoco tu piel en la isla de mi espera?
y ni siquiera logro apresar tu figura
desleída en el humo
¿Por qué te sueño y te toco en mi sueño?
y palpo la memoria de tu boca
 hasta chocar los dientes
y pronuncio salmos de sal y de laurel
para convocar a la mañana
para verte llegar con tu sol a cuestas
a iluminar mis manos
Entonces ese amor que se vino de golpe
se queda
se queda.

JORGE VINITSKY
(CABA-Argentina)

DE ESCALERAS
      
      1

Escalera
apoyada al muro
Subir es forzoso.
Llegar a lo alto…
una fatiga blanda
Bajar sin mirar
los peldaños
de madera sucia
Escalera
en una sola dirección
Nudillos blancos
temblor mudo
Súbito golpe
de perder pie
y colgar
Como un fleco
Como una bandera
desgarrándose
Un péndulo
entre la vida
y la muerte.

       2

Una sucesión
de indicios góticos
ciega la vista
del hombre que baja
Un placebo
de la cordura
Aparente resignación
Un fuerte palpitar
un hueco en el pecho
Un premonición acude
al cerrar la historia
Todo se reduce
se comprime
en una caída feroz
Vuelo en picada
atravesando el tiempo
Descender…
en una caída fatal.

       3

Escaleras
hasta la luna
Hasta la helada
oscuridad cósmica
Escaleras
hasta imposibles
jardines floridos
suspendidos en el aire
Escaleras
Hasta lo perpetuo
e infinito
Hasta el origen
de la luz
Escaleras
hasta el fuego
que arde sin extinguirse
Hasta la lluvia
que alienta las mañanas
Hasta la cuna del rocío
Hasta el espíritu
de lo vivo
Escaleras
hasta ti.

LAURA YASÁN
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

plegado en sí

como un juego de cubos infinito
una muñeca rusa que guardara en el fondo
los gajos de una flor crecida en una grieta
hago trinchera en el silencio
y es la palabra que no digo
el ladrillo de furia en la cara del miedo
un lunes con la lengua cortando el paladar

lo que resta es apenas un átomo de tiempo
una laguna quieta duplicando la imagen del presente
plegándola en sí misma para aguantar la vida adentro de la vida
mi corazón latiendo en su mensaje turbio

¿es posible morir de intensidad en la jaula del cuerpo?
¿es posible que en ese atardecer
brille el error como una luna enferma
que me devuelva limpia al punto de partida?

lo real es impuro
podría soportar esa fragilidad
si conservara intactos los ojos cuando vuelvo
si pudiera ganarme la otra parte del día
merecer el misterio

LILI MUÑOZ OBEID
(Neuquén-Argentina)

VIVIR SIN VOS

Vivir sin vos
nace vivir sin mí
sin temblor ni sonrisa
que adentro algo se estruje
llueva
todo mi adentro llueva
y la  lluvia  celebre
no te olvide
agua de abril desborde en plenitud de enero
aquerencie en el círculo
muerda
retuerza
encandile las  vísceras.

LILIANA ANCALAO
(Comodoro Rivadavia-Chubut-Argentina)

POEMA PARA MIRTA ENAMORADA DE UN CORRENTINO

tiene mirta
ahora en la mirada
un matecito
en el momento justo de la lluvia
y unos ojos de chamiga
que le esconden de las preguntas filosas
que se quedan
a un centímetro altitud de su alma
y por ahí
tiene otra lluvia
tan finita que la borra de este día
y me deja
un momento sin hermana
me pregunto
si este aire guarani que te despeina
despejará tanto silencio
tanto pensar en el prójimo
y qué tanto
ojalá se te enrede un sapucay
en la garganta
aunque me quede
pucha digo
una porción del día sin hermana


PÁGINA 15 – CUENTO

LUISA VALENZUELA
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Aargentina)

VISIÓN DE REOJO

La verdá, la verdá, me plantó la mano en el culo y yo estaba ya a punto de pegarle cuatro gritos cuando el colectivo pasó frente a una iglesia y lo vi persignarse. Buen muchacho después de todo, me dije. Quizá no lo esté haciendo a propósito o quizá su mano derecha ignore lo que su izquierda hace o. traté de correrme al interior del coche –porque una cosa es justificar y otra muy distinta es dejarse manosear- pero cada vez subían más pasajeros y no había forma. Mis esguinces sólo sirvieron para que él meta mejor la mano y hasta me acaricie. Yo me movía nerviosa. Él también. Pasamos frente a otra iglesia pero ni se dio cuenta y se llevó la mano a la cara sólo para secarse el sudor. Yo lo empecé a mirar de reojo haciéndome la disimulada, no fuera a creer que me estaba gustando. Imposible correrme y eso que me sacudía. Decidí entonces tomarme la revancha y a mi vez le planté la mano en el culo a él. Pocas cuadras después una oleada de gente me sacó de su lado a empujones. Los que bajaban me arrancaron del colectivo y ahora lamento haberlo perdido así de golpe porque en su billetera sólo había 7.400 pesos de los viejos y más hubiera podido sacarle en un encuentro a solas. Parecía cariñoso. Y muy desprendido.


PÁGINA 16 –  POESÍA ARGENTINA

LILIANA DIAZ MINDURRY
(Buenos Aires-Argentina)

HOMBRE QUE SUBE LA ESCALERA EN UN TEJADO

La dulzura del cansancio de otro día sin un Dios que bajara de una vez y  decidiera mostrarse en alguna parte,
aunque sea en una iglesia o un prostíbulo.
Florecían
esas cosas secas y distantes que decíamos, escrituras, en voz baja.

Al mundo le hicieron un lavado de cerebro hasta el fondo gris de las neuronas,
vestidos de novia, de comunión, de tumba,

Se acabaron las noches estrelladas con radiaciones,
A las flores les crecieron mandíbulas y colmillos,
se aplastaron lágrimas de pobres ojos que confían en la vista, y hasta hacen mediciones, cálculos,
ínfimos.

Cualquiera
se sostiene
en lo invisible.

MARCELA PREDIERI
(Buenos Aires-Argentina)

LA HUMEDAD DE LAS CORNISAS

No hubo un instante para las manos
apenas un rumor de peldaños indecisos
         en el oficio que encontramos

Era el nombre de la soledad que jamás renunciaríamos
una función criminal a nuestro alcance
el deseo de pasarle la lengua a los filos
y movernos lentos entre la sombra y la inocencia

No era difícil dilatarnos hacia el declive de la noche
ser palomas extendidas entre sus muñecas muertas
pegar la espalda contra los muros del deseo
y no desear
         o desear demasiado
como una forma violenta de la quietud o el equilibrio

Por eso hoy
que he besado los perfiles de la lluvia
saco mi saber de los armarios

Voy a contrabandear con la muerte
                                         mis pecados
y no cobraré más
                                  que un retazo de memoria


MARIASILVIA PASCHETA
(San Antonio Oeste-Río Negro-Argentina)

TRIBU

Esa tribu de pájaros
 atraviesa de golpe
  la línea que amanece

Sólo el surco me guía
 cuando los ojos abren
  el paisaje
y el camino pregunta
 por la vida

Soy un pájaro solo

He perdido la tribu

A veces
lo recuerdo

MARTHA CWIELONG
(CABA-Argentina)

 Todas las tardes a mi regreso,
 en un cruce de  calles
 viene

 puro temblor en su caminar

 desdentada

 hace un tiempo que nos saludamos
 le doy un dinero
 a veces conversamos.

 Hoy estaba

 pudo susurrar
 me gusta verte
 no hay desprecio en tu mirada

 Si supiera que cuando paso y no está
 es como si nadie me esperara


MÁXIMO SIMPSON
(CABA-Argentina)

CANCIÓN DE DON ELÍN

Pero, ¡qué se hicieron las nieves de antaño?
François Villon


Yo vi una melodía ahogada en alta mar,
un arpegio sonámbulo, exiliado,
                                     ya ciego entre los pájaros,
y un piano derribado en la intemperie,
y un músico extraviado por las nieves del tiempo.
Yo he visto todo eso, pero dónde,

           ¿dónde andará mi padre, don Elín?
           ¿Acaso está en el aire? ¿Acaso está en la nieve?
           ¿Acaso está en los pétalos dormidos?

Yo vi una melodía ahogada en alta mar,
vi un caballo sin alas,
un fuego sin calor, un río sin orillas.

Yo he visto todo eso, pero dónde,

           ¿dónde andará mi padre, don Elín?
           ¿Está reconstruyendo los rotos mecanismos?
           ¿Está bebiendo luz, prepara sus maletas?

Yo vi una melodía ahogada en alta mar,
vi un sueño que corría hacia el abismo,
vi un zapato perdido,
una paloma herida convocando a los ángeles.
Yo he visto todo eso, pero dónde,
          
           ¿dónde andará mi padre, don Elín?
           ¿Cómo hará en las mañanas para entornar las puertas?
           ¿Cómo hará por las noches para inventar las flores?

Yo vi una melodía ahogada en alta mar,
Yo vi una copla exhausta, despoblada,
una trova, un acorde, una rapsodia
sin violín, sin garganta.

Yo he visto todo eso, pero dónde,
           ¿dónde andará mi padre, don Elín?
           ¿Dónde andará?

Ay, yo vi una melodía ahogada en alta mar.

MIGUEL ANGEL MORELLI
(Buenos Aires-Argentina)

22 (escuché que decías )

escuché que decías   | bienaventurados los pobres de espíritu
porque de ellos será el reino de los cielos   |
pero el viento trae el perfume amargo
de tu propio cadáver que se pudre a la intemperie

escuché que decías   |   el que esté libre de pecados
que arroje la primera piedra   |  
pero es tu sangre la que tiñe mi sangre
y las cenizas que me ahogan tus propias cenizas

desde hoy | toda lágrima es espuria 
todo evangelio es apócrifo

a sylvia y abelardo


PÁGINA 17 – CUENTO

STELLA MARIS TABORO
(San Jorge-Santa Fe-Argentina)

A PABLO NERUDA Y MATILDE

Se amaron tanto y tanto. Podría decirse que gestaron un canto de amor que cosquilló en sus cuerpos todos los días.
Siempre frente al mar, en ese mar increíble de azules y de rojos atardeceres. Creían en esa edad interminable del amor y nadaban en la profundidad de sus miradas.
El bajaba las estrellas y las depositaba en su boca y en sus cabellos ponía rosas de espumas.
Acaso ¿No eran estos, sus mejores poemas ,versos no escritos, pero que tenían el ritmo de la pasión desencadenada en su desván donde el mar quedaba pegado a la ventana?
Juntaban el vuelo de las gaviotas para extenderlos en su alcoba. Nunca hubo desolación, ni se cansaban de amar, ni olvidaban de llamar a la luna para que siembre luces en sus sábanas.
Eran antorchas de pasión. El la llevaba a sus poemas para calmar su sed, su sed de ella, su sed de mar.
Hubiese querido ser el alfarero derramando greda, pero prefería hallar la arcilla entre las rocas de la costa marina, a donde nunca Ulises, se hubiese acercado.
Vivir intensamente, asomándose en cada escrito, cientos de olas y el sonido inconfundible del océano. Miles de guijarros semejando llantos de los olvidados, en las ráfagas de viento subían para caer en sus versos.
No fue marinero infiel que enterraban lejos del mar. El quería que aún después de la vida, su cuerpo siguiera adorando las aguas saladas, con sus corrientes frías.
Su corazón se detuvo en la primavera, cuando las flores no ahogaban sus aromas, cuando se abriría en su país una historia de perros y fusiles.
Pero seguirán creciendo eternamente las lilas, las amapolas y los geranios en esa isla de ébano. Estarán haciendo guardia a su tumba, a la de Pablo y Matilde.


PÁGINA 18 – POESÍA AMERICANA

JULIO CARMONA
(Lima-Perú)

REALISTA

Aunque sé que mi voz no será oída
En las nubes del poder o en su basura
Hago como el amor o la hermosura
Que van bajando y se creen de subida

Despertando en cualquier amanecida
Y en brazos sin sospecha de locura
Eso es morir de luces en oscuras
Con ganas infinitas encendidas

No se desprecia nunca lo ofrecido
Aunque un mísero beso sea la ofrenda
Todo es digno de ser muy bienvenido

La flor en cieno también es pudenda
Si la vida ni la muerte eligen nido
Aunque la suerte a veces las remienda

GRACIELA GUERRERO GARAY
(Las Tunas, Cuba)

SUEÑOS EN MAPAS

Quiero un hombre así:
                                   Que me desnude,
                                   cuando descienda la tarde.
Y sus manos atraviesen mi piel sin tocarla.

Un hombre así:
                                   Que me apabulle,
bajo el sol de la noche y sus orgasmos.

                                   Que rompa los silencios.
                                   Que traiga rosas en el iris.
                                   Que pinte sueños en los mapas
                                   y escriba mi nombre en las paredes.

Quiero, sencillamente,
                                         un hombre.

FRANK PEREIRA HENNESSEY
(Barranquilla-Colombia)

LOS DE GAZA

Ellos
vienen de la tierra
de los que bifurcan sus paredes,
entre la sangre
y el olvido
como el principio lejano,
ocultan
una brizna de esperanza
tatuando el desierto
en sus parpados marchitos
propagan
la vestidura de los espejismos
en la grieta de una pálida tristeza.

ASTRID SOFÍA PEDRAZA
(Barranquilla-Colombia)

PALESTINO

En el purpura de tus ojos hay ríos de sangre
Tatuados en la piel de tu alma... esquirlas
Descienden…
Buscan tus labios
enmudecidos por el vuelo de palabras
Presurosos se ocultan en los recodos
que dejó adrede tu inocencia
Descienden…
Dardos se cuelan esta tarde
En que decidiste descansar de tanta desidia
¿A quién le puede importar que te sientas como
“Meursault” al ver morir niños palestinos?
Por hoy, decides desconectar el cerebro de tu corazón.
Y no te critico, debo hacer lo mismo…

JENNY LONDOÑO.
(Quito-Ecuador)

LOS INQUISIDORES

Venimos del abismo de la noche
de la impenetrable oscuridad del quásar
de la garganta estrecha del olvido
del desierto salado de los tiempos.

Descoyuntados de lo que fue la tribu
sueltos y vacilantes trashumantes de miedo
roto el clan y el útero rosado que nos trajo
a respirar el sueño poderoso de la vida.

Arrastramos cadenas y cuerdas que nos atan
a oscuras e infernales catacumbas
fanatismos de hormigas, candados y prisiones
que nos condenan sin antes escucharnos.

Esos seres oscuros que cabalgan impávidos,
inamovibles, gélidos, sobre el miedo del otro,
construyen su poder irreverente y fatuo
en las negras cavernas de oscuros precipicios.

No más paja en los ojos, no más vigas,
hay que ahuyentar la bestia enfurecida
que quiere amedrentar a los que sueñan,
con promesas de muerte, castigos infernales.


PÁGINA 19 – ENSAYO

ALEJO URDANETA
 (Caracas-Venezuela)

REFLEXIONES ACERCA DE LA CREACIÓN POÉTICA

En un ensayo del libro de George Steiner: Pasión intacta (1), se nos presenta el acto de la concentración del pensador de Le philosophe lisant (1734), en el acto de penetrar en el mensaje del libro. La obra que constituye la base del ensayo es una pintura de Jean-Baptiste Chardin, con este último epígrafe.
Se destaca en el trabajo de Steiner el cuadro de la acción de pensar y trabajar sobre el texto mientras se lee. Hay una detallada presentación de la escena en la pintura: El atuendo del viejo pensador, el reloj de arena, los tres discos de metal, como medallas que aparecen sobre la mesa donde está el libro, el cálamo con que hará las notas marginales o anotaciones del texto en la lectura, un alambique con sus implicaciones científicas. Una calavera.
Todos los elementos allí presentes dan al ambiente el significado del tema: El atuendo es el de un hombre dedicado a la actividad del pensamiento, investido de autoridad intelectual y destacado socialmente como guía espiritual: nos recuerda a Rembrandt. El reloj de arena en flujo constante contrapone el paso ligero del tiempo con la perennidad del libro, es decir la palabra. Los discos metálicos pueden ser medallas con emblemas heráldicos, o monedas del metal maduro para el comercio, perdurables más allá de su uso. Y la calavera, que lo dice todo.
El ambiente sugiere la concentración del filósofo, el ejercicio silencioso de la memoria como receptáculo de las ideas tomadas del libro. Dice Steiner que hoy día la memoria ha sido desplazada del aprendizaje y que predomina la amnesia planificada. Y dice también todo se logra mediante la concentración en el trabajo de leer con sentido crítico.
Yo añadiría que toda creación de arte exige la concentración y excluye la atención hacia otras manifestaciones de la realidad.
¿Pero es la poesía una creación intencional del intelecto?
En un ensayo anterior he expresado el carácter racional – intelectual de la literatura como actividad artística: La poesía pertenece al género literario por utilizar la palabra como medio de producción de imágenes con las que hace la representación del mundo, pero es algo más: imaginación –espiritual y sensual – y lenguaje para comunicar algo que sólo de esa manera puede comunicarse.
El poema se justifica por sí mismo, y  supone una reducción muy importante de la estructura socialmente preconcebida (presentación visual en versos, rimas consonantes o asonantes, etc.), pues todas las reglas académicas se consideran inaceptables en la creación del poema, si con ellas se persigue solamente la perfección de la forma de la composición.
La poesía tiene cualidades especiales que la diferencian de las letras concebidas como expresión humana del mundo: Es una creación infusa, vehículo del mundo interior intuido, sin el raciocinio de la prosa que nos relata algo que ha sucedido en una época o en un espacio delimitado en lo narrado. Puede haber poesía en alguna obra en prosa, pero si su contenido es susceptible de ser dicho de modo discursivo- explicativo ya no será poesía.
Cada obra poética es fruto de una experiencia intuitiva personal con algo de mística y que puede representar el pulso de la sensibilidad de una colectividad, en busca de la pervivencia del espíritu de la humanidad.
¿Cuál es el misterio poético? Toda poesía es imagen que nos conduce a establecer y sentir como próximos y conexos, elementos que la vida aparencial o del intelecto considera aislados y heterogéneos. Un poema crea una relación entre elementos y situaciones aparentemente incompatibles y desemejantes, que por obra de la metáfora establece analogías no nacidas del pensamiento racional. Y todo se logra mediante la imagen como recurso indispensable de la poesía. 
            Novalis identifica de modo expreso el poema con el sueño: la correspondencia entre la iluminación exterior y el fondo psíquico. La noche favorece una ensoñación mística y permite a las cosas agruparse en un orden poético conforme con la libertad del creador. Es el llamado “Idealismo mágico” de Novalis, basado en la analogía que existe entre el alma individual y el cuerpo humano, por una parte, y la que se da entre el alma y el Universo.
La poesía es lo absoluto.
Siempre se ha hablado de la proximidad existente entre la magia y la poesía. Esta semejanza ha venido decayendo y ha disminuido la cosmovisión mágica de la percepción de las cosas, para darle entrada a las articulaciones de la lógica: dominio de la razón razonante por encima de la intuición poética.
            El carácter analógico de la poesía lo explica Julio Cortázar, y cita una estrofa de un poema de Ezra Pound: “el ciervo es un viento oscuro”. A nadie se le ocurrirá pensar que el poeta estadounidense tuvo la idea de que ciervo y viento fuesen la misma cosa: No son dos cosas  simultáneamente una y la misma. Lo que el poeta expresa es una participación o relación de conceptos entre ambas cosas: ciervo y viento oscuro. Porque la participación consiste en borrar la dualidad, infringiendo el principio aristotélico de no contradicción, que es una de las leyes del pensamiento lógico: “NADA PUEDE SER Y NO SER SIMULTÁNEAMENTE.” El poeta Ezra Pound quebranta el principio de no contradicción y es el mismo poeta quien da la intuición de simultaneidad al borrar la dualidad.
            Música y poesía están hermanadas. Musa es inspiración, y es el origen de la palabra música. Ambas expresan la armonía de signos contrarios y unificación de términos discordantes.
En la aparición del poema está contenido el mundo del creador al momento de concebir la obra. No es un entretenimiento el acto poético ni la presentación del texto de acuerdo con formas pacíficamente admitidas para el poema. Y diría más: Tampoco es la estructura lo que caracteriza al poema. Un soneto formalmente compuesto con las reglas que lo definen puede carecer del aliento poético, y entonces no será poesía.
En el poema está la fusión de las cosas que pueblan el mundo, hasta aquellas que provienen de la imaginación y no tienen existencia real. Porque es precisamente por ello que el poema es la forma mágica del principio de identidad, la urgencia analógica que conduce a significar con una palabra todos los fenómenos que se presentan a nuestra percepción, y de tal modo crear una realidad que es otra y distinta de la que los sentidos nos proponen. 
El poeta alemán Schelling decía en su obra: Sistema del idealismo trascendental  que lo que denominamos naturaleza es un poema encerrado en caracteres misteriosos y admirables: “…si el enigma pudiera develarse, conoceríamos la odisea del Espíritu, el cual, por admirable ilusión, buscándose a sí mismo, huye de sí mismo”. La poesía nombra el ser de las cosas, no es un decir caprichoso sino una revelación.
El silencio que percibimos en la pintura de Chardin contrasta con la áspera realidad de nuestro mundo de hoy. Violencia sin justificación, ruido confuso, banalidad de la existencia, ambición material de riqueza o de fama como único propósito vital.
Se retira entonces el poeta al silencio del claustro y deja sobre la mesa el libro abierto, sostenido por una de las medallas. La luz que iluminaba su rostro y las páginas del libro va extinguiéndose, y el viejo pensador camina lentamente hacia la noche.
DEBER DEL POETA
Pablo Neruda
*
Y yo transmitiré sin decir nada
los ecos estrellados de la ola,
un quebranto de espuma y arenales,
un susurro de sal que se retira,
el grito gris del ave de la costa.
Y así, por mí, la libertad y el mar
responderán al corazón oscuro.

También nos recuerda de estos deberes esta estrofa del poema “Elevación del ser”, del poeta venezolano Vicente Gerbasi:

“Quieren olvidar que Dios resplandece a través del arcoíris;
que la brisa, en las calles tumultuosas,
es un recuerdo de las flautas escondidas en los bosques.
Quieren olvidar que en mí los días se mueven en el canto de las aves.
Que en las noches yo enciendo una alta fuente luminosa
para llenar de colores mi fabulosa ciudad dormida.”

**

NOTA1: Steiner, George: Pasión Crítica: El lector infrecuente. Siruela, Editorial Norma, S.A. 1997.


PÁGINA 20 – POESÍA AMERICANA

PEDRO ABRIZ
(México DF-México)

TRANSPARENCIAS II Y III.

Nací está mañana,
y la mañana de hace mil años.
Y bajo y subo hacia el sol,
el sube por mi,
ella baja a mi,
Y voy con todos y todos en mi, aún los muertos viven,
lázaros trepando la esquina por un segundo ya prestado;
y luego soy pero sin serlo.
Hoy es mañana y ayer siempre es hoy.
Pero del futuro nada se.

Me sumo en un sueño tan profundo como los siglos y milenios.
Espiral manada de caballos ,
crin al viento ya despierto, hombre-árbol, árbol-fuego, hombre-fuego, fuego-polvo y polvo al viento,
llueven hombres de agua como peces.
Y el verdor de trinos enraizados,
iño-trino, trino-canto, círculo boreal.
Gorrión, torcaza, águila, colibrí.
El danzar de mil mañanas en la fuente transparencia,
trino fervoroso en las montañas en la tarde de los pinos, r
esplandor de espadas en llamas.
Perlado cielo suspendido en vuelo.
Anamorfosis precisa y exacta.
Profundidad de un sueño ya vivido.
Desde más allá del sol se presencia el instante,
preludio de su coronación.
Un momento siempre es éste.

MARIANELA PUEBLA
(Valparaíso-Chile)

MURMULLOS ENTRE LAS HOJAS

Las hojas al caer van invadiendo el bosque de colores.
En su crepitar  lanzan un leve murmullo
y se duermen en los brazos de Gea.
La voz del otoño cae suavemente sobre los ateridos árboles,
les susurra un cántico de cuna y en sus brazos se adormecen.
Mientras el Siroco danza y con  risa burlesca,
va desprendiendo  el ropaje veraniego
soplando entusiasmado,
desnuda el bosque de su abrigo.

Los pájaros preparan sus equipajes dejando los nidos vacíos,
mañana volverán con sus trinos a despertar el nuevo brote,
a desperezar las cortezas, las ramas y las flores.
En la oquedad del silencio se esconde la noche,
tendrá más tiempo  de danzar,
sus oscuros velos brillarán con polvo de estrellas
y el espectáculo será delirante.
La luna con su cara lavada alumbra los desiertos senderos
por dónde el viento revolotea las hojas caídas,
confeccionando para ella una alfombra singular.

Murmullos vagan escondidos entre las hojas,
tímidas briznas de un calor desvanecido,
vienen a  mí y desconciertan mi sosiego.
Es un aliento que recorre sigiloso,  lechos,
ramas, hojas caídas, pétalos enrarecidos
y llega esperanzado a que alguien lo atienda
con palabras de amor, versos supremos.

Murmullos invaden el alma del poeta,
dejan besos transparentes en cada página
agitada por el viento.
Acarician con breve melodía
un poema  vestido de inmensa nostalgia
y se alejan abrumados por las huellas
de una añorada primavera.

LUISA FERNANDA TRUJILLO AMAYA
(Bogotá-Colombia)


BITÁCORA

Sobre una noche líquida de estrellas
barcos de papel resguardan la infancia.

Rezan a las manos que plegaron
la imaginación
sobreviniendo naufragios

llevan palabras
frases sueltas en tinta negra
con noticias de lejos

en sus pliegues las fórmulas secretas
para viajar sin bitácora
sin oponerse al viento
sin preguntar
por el próximo
crepúsculo

CARLOS FAJARDO FAJARDO
(Santiago de Cali-Colombia)

MUJERES Y BANDERA
Enero 22 de 1822

Las delicadas manos de Josefa,
Juliana y Carmentea
Juegan con agujas.
El ovillo reposa en sus faldones,
las orlas desaparecen lentas
mientras la bandera de la patria
surge con sus orquídeas y palomas.

Difícil es fabricar la patria con manos perfumadas.

“Es para el general Sucre”
proclaman ellas en coro.

No saben que este pañolón de colores,
tejido en las riberas del Lili,
alentará a quinientos lanceros
en la batalla del Pichincha.

Las mujeres bordan la bandera
mientras los hombres
deshilachan la patria

ARABELLA SALAVERRY
 (San José-Costa Rica)

VIOLENTA PIEL

No me contengo
vaso colmado
disparo en diagonal
y hago un círculo perfecto
hacia el delirio

No me contengo
tampoco alcanzo a colocar correctamente
los clavos para sostener estrellas
No me contengo
desaparezco en hostigada ruta
total incontinencia de mí misma

Violenta piel

No adivino no descubro
no sé si me derramo en dolor
o me derramo en gozo


PÁGINA 21 – CUENTOS BREVES

JORGE M.TAVERNA IRIGOYEN
(Santa Fe Capital-Argentina)

VOCES DE LO INNOMBRABLE

Adentro, sólo fugaces sombras. Afuera, el brillo del cristal, que enceguece. Sin embargo allí está encerrada el alma. Bastó  un frasco para contenerla.



En lo más alto de la montaña el águila vigila. Todo está en orden. Cuando aparecen los andinistas, su pata hace un movimiento y caen las primeras piedras del alud.



No puede recuperar la memoria. Qué eran esos brillos. De donde partían los aplausos. Y ese olor a animales vivos… Tirado en el camastro, partido en dos, su cuerpo se ha liberado de un destino de aire: trapecista de circo.



Llama a los serafines y se le presentan demonios. Tiene una duda: su sistema de comunicación está con los cables cambiados.



HOGUERAS DE VANIDAD


No se cree Neptuno por el hecho de gustarle el mar. Por ser navegante de inmensidades. Por tirar las redes en profundidad. Tampoco ser hermano de Júpiter, de Juno y de Plutón. Apostasías. Se cree Neptuno porque su barco lleva a Anfitrite como mascarón de proa y ella, en su radiante desnudez, pone rumbo cierto a puertos lejanos, por sobre tormentas y cartografías. Blanca de espumas, siempre. Dorada de soles.



Bajo la encina todo parece distinto. Tiene en su mano el Discurso del Método y piensa que el alma es una transfiguración del cuerpo. Nada pesa el espacio que ocupa. Su mano izquierda, distraída, arranca un trébol de cuatro hojas. Y se imagina a Descartes haciendo un gesto similar, cien años atrás, bajo la misma encina.



No fue asombro, cuando entró al Libro de los Guinness. Tampoco orgullo: sí vanidad. ¿Qué otro mortal puede reconocer veinticuatro hijos con veinticuatro mujeres distintas y no tener que responder a reclamos de mantención alguno?



En el campo nudista todas las vanidades caen por el suelo al caer las ropas. Sólo Fedor Horowitz muestra con orgullo el muñón de su brazo derecho y la pierna amputada. Medallas de guerra…


PÁGINA 22 – POESÍA AMERICANA

MONICA IVULICH
(Nueva York-Estados Unidos)

PALABRAS

Las palabras llegan subrepticiamente,
en auxilio de mi sentimiento tan mudo.
Las palabras son, a veces, traviesas
muchas veces, tienen vida y vuelo propio
Amo las palabras que pueden alcanzarte
compañeras de mi camino hacia tu piel,
las acaricio, las quiero tener intensamente
como nos poseemos mutuamente cada vez.
Cuando las hago mías las acaricio y, suave,
 las disfruto como a tu mirada en la mía.
Adoro cada palabra que trazo en tu cuerpo
Y cada palabra que me dices, quieta, al oído.
Las palabras tienen figuras y melodías,
son reflejo de mi inspiración y nuestra unión.
En cualquier idioma dan sabor a lo vivido,
sin importar el sonido, son amigas cómplices,
y son artesanas de nuestro conjuro de amor.
Las palabras me son tan íntimas y necesarias
como tu mano en mi pecho o tu piel en mi piel
tan sutiles como tu suspiro entre mis brazos,
serpentean palpables de tus labios a los míos.
A veces sabias otras necias aparecen, tenues,
las palabras, como semillas definiendo la vida.
  Son amigas fieles, amadas, simples, las palabras.

CARMEN HERNANDEZ PEÑA
(Ciego de Ávila-Cuba)

CUADRANGULAR

De tanto mirar los recuerdos ajenos, casi no veo los míos, pero llega mi padre a la casa del príncipe italiano, a pie, con tabaco y sombrero. Era mi primera escuela al campo. Un acontecimiento, como también mi padre en el camino.
Sólo una tonta puede dar un batazo de cuatro esquinas y ponerse a esperar, debajo, la pelota. Lo juro. Ha sido mi único jonrón. Ahora, me detengo a mirar los recuerdos ajenos, y estoy por dar el otro. 

FERNANDO REYES FRANZANI
(Talca-Chile)

TÍTULO DE UN TEXTO PEQUEÑITO NO ES LA NADA MISMA

¿Quién querría una matriushka infinita?

que adentro, muy adentro de su nada
aparezca la otra nada, + pequeñita;
y otra al interior de ésta
aún más nada, más grande, + infinita,
que ya nada contenga sino la nada misma
inmensa, definitiva y riente
como un olvido de todo, que recuerde
abrirse a su nada + serena
+ bullente + risueña + nadita?

La he buscado en todas las esquinas
posibles, y siempre lo mismo
siempre ocurre que al abrir su nada,
no hay nada: la nada misma: (la orquídea cósmica),
la de antes del inicio, la del después:

la definitiva.

VÍCTOR HUGO ARÉVALO JORDÁN
(Cochabamba-Bolivia)

AYER

quisiera saber como estás,
si realmente sonríes al fin sin dolor,
si el camino es largo aún,
o se cortó ahí, en el puente,
definitivamente,
quisiera escuchar ese "te cuento papi"
y escuchar tus idas y venidas,
tus sueños, tus esperanzas, tus quejas
y verme en tus ojos, abrazarte;
quiero que aproveches mis abrazos
para quejarte, o te midas mis ropas,
quisiera que me cuentes si viste a Dios,
o es algo tan lejano que casi no existe,
y si lo viste, ¡¡tanta santidad!!
que me alegraría te hayas adelantado
para contarme, es al revés, lo sé,
pero a mis padres los espero hace tantos años...

PEDRO ARTURO ESTRADA
(Colombia/Nueva York)

ESA GENTE QUE LEE EN EL SUBWAY

Ni tan vallejo que fueras a esta hora de la tarde
resobando el verso

La vieja imagen de una ciudad a trechos vista
más bien en la página que en el cristal

sordo ya al traqueteo tétrico del tiempo
que chirrea y anuncia
su última parada

Ni tan vallejo que fueras para inclinar más los ojos
al vacío donde en círculos
vuelven a aletear
tus dudas

Ni tan vallejo que sería
seguir leyéndote impávido
cuando hasta el último pasajero
haya descendido y quieras ignorarlo

seguir viajando
al centro de un mundo del que todos regresan

—todavía más silenciosos.


PÁGINA 23 – CUENTO

AMANDA PEDROZO CIBILS
(Asunción del Paraguay-Paraguay)

EL GALLINERO

Tenía diez años cuando se decidió a irrumpir en la vida de las gallinas, casi sin que ellas se dieran cuenta. Aprovechó una tarde olorosa a reciente aguacero y la fascinación de las gallinas por el arco iris. Los círculos amarillos de sus ojos estaban pegados al cartón azul de arriba cuando Benefrida comenzó a formar parte del gallinero, ya para siempre desde ese lado donde era posible bambolear el maíz entre los dientes hasta hacerlo puré con leche de saliva.
Para eso las había observado por años, desde el mismo momento en que la dejaron salir del pozo de tierra apisonada que su abuela había cavado para que no se arriesgase demasiado en ese gateo que estaba cerca del desvarío. A aquel horizonte de tierra colorada le siguió en su vida ese otro límite de alambres cruzados y pronto sus ojos se hicieron tan baqueanos a esa única visión, que podían seguir repitiéndola hasta cuando no estaban abiertos.
Su obsesión por el gallinero fue un alivio para la abuela, que ya decía que no había que encerrarla tanto. Nadie tenía tiempo para quebrantarse en esa casa. A un niño siguió otro y puchar por la vida les llevó tanto tiempo, que terminaron dejándola instalada en ese pequeño espacio entre la batea de los chanchos y la planta de pomelo.
Entre todos pero sin decir una palabra concluyeron en que Benefrida salió tilinga como la tía Prudencia, y que igual que ella ya no tenía solución. También entre todos la olvidaron, ayudándose unos a otros en ese trance familiar vergonzoso.
Cuando dejaron de fijarse en su presencia, la niña ingresó al gallinero, entre un aletear silencioso de las gallinas que miraban con fascinación un arco iris colocado en el medio del olor a aguacero reciente y la procesión que le pasaba por dentro justo en ese momento.
Las gallinas se habían acostumbrado desde hacía años a verla, y para decir la verdad completa, ni se percataron de que alguna vez había estado del otro lado del alambre tejido. Esa misma noche la inquilina subió a la planta de pomelo con las gallinas, ahuecando los brazos y cediendo las ramas de privilegio alas más antiguas. La abuela fue la primera que la vio al día siguiente escarbando con las manos para elegir los granos de maíz e irlos aplastando despacito entre los dientes.
Hubo una corrida familiar y nadie supo nunca quién entró primero al gallinero para tratar de sacarla. Apenas los vio, Benefrida se tumbó al suelo echando espuma por la boca. Nadie tenía tiempo en la casa para quebrantarse demasiado, así que la dejaron y se fueron a revolver cada uno sus cosas, sin falsos remordimientos. Al día siguiente la abuela entró al gallinero seguida por los chicos más grandes de la casa, para intentar nuevamente volver a Benefrida al ámbito familiar. Pero la niña aleteó salvajemente, se prendió por el alambre tejido y desde allí se defendió con las uñas. La abuela salió horrorizada.
-Esa niña salió tilinga.
-Igualito que tía Prudencia.
-No, más todavía, yo me acuerdo bien.
Al otro día los despertó un cloqueo como de gallina enferma. Todos supieron que era Benefrida, así que se taparon mejor y volvieron a dormirse pensando vagamente que las cosas estaban saliendo en su hora. Todos evitaron mirar hacia el gallinero ese día y el otro y el que venía después, hasta que resultó inevitable dar de comer a las gallinas. Así fueron descubriendo uno a uno que a Benefrida le gustaba más que nada el afrecho mojado, que odiaba los restos de comida de la casa y que prefería el agua de lluvia que quedaba preso en un pedazo de teja vieja.
Un día, hizo su aparición por la casa pa'i Setrini. Nadie tenía tiempo para quebrantarse, así que enseguida le dieron la razón: había que sacar de allí a Benefrida. Tampoco tenían tiempo para esperar, por lo que entraron seguidamente al gallinero, dispuestos a hacer lo necesario. Un largo lamento marcó el comienzo de ese primer acto de la vida inerte de la niña.
El segundo acto puede ser resumido así: Benefrida sentada en el sitio exacto entre la batea de los chanchos y la planta de pomelo. Benefrida mirando las gallinas cuando comen, las gallinas cuando cacarean, cuando ponen huevos, cuando cuidan a sus pollitos que dicen pío pío, cuando pelean por una lombriz. Benefrida controlando minuciosamente el rectángulo de sol sobre el horcón del gallinero. Benefrida viendo llegar la noche presa de feroces ataques y desvarío.
El doctor dijo al instante que era epilepsia, la abuela calculó que se trataba de calentura natural, el pa'i dijo que era pecado. Ningún medicamento, ningún rosario, pudo evitar ni uno solo de los ataques: llegaban puntales apenas las gallinas subían a la planta de pomelo. De eso hace cuarenta años, y todavía hoy Benefrida sigue mirando el gallinero, done ya no hay gallinas sino sólo la pobre planta de pomelo vieja y carcomida por los horribles gusanos que se trajo una vez el viento del norte y que terminaron comiéndole el caracú hace cinco años.
Pero en la casa, donde nadie tiene tiempo para quebrantarse y tampoco está para aguantar los golpes de la vida además de las enfermedades propias de la vejez, sólo cuentan de vez en cuando -si se les pregunta- que es demasiado trabajo puchar por la vida, y encima tener que estar sacándole a la tilinga las dos o tres plumitas que le salen en la espalda, fenómeno que se le repite cada vez que alguien, por compasión, asco o descuido, procura moverla de su sitio.


PÁGINA 24 – POESÍA AMERICANA 

ÓSCAR WONG
(México DF-México)

Del más artero de mis actos,
de mi más profundo vuelco,
de las calles y el verano mordido por la prisa,
de esta espera
/entera,
intento salpicar las muertes de la ira.

Hoy no te invoco, hermana,
para consagrar la Luz que germina en tus pupilas,
hoy no te digo el aire,
ni el pueblo que transpira en la memoria,
hoy no te hurto el suspiro ni el pañuelo.

Hoy me partiste el alba,
le diste un puñetazo a los espejos.

MARGARITA MUÑOZ
(Chihuahua-México)

EMPECÉ A AMARTE

Empecé a amarte
En esta ciudad sin tiempo
        Sin recuerdos
Pálida de tanto sol

¿A dónde llevaste tus pasos
Dejando en mi corazón
Los últimos vestigios
De un ardiente verano?

Mis muslos calcinados
Mi pecho como brasa
¿Dónde se refugiará ahora
Si solo me queda el desierto?

LUIS ÁNGEL ZOLA
(Medellín–Colombia)

Deshoras # VI

Esa caligrafía del alba que traza los olvidos
entre atmósfera de luna y ecos perforados

Allí donde mis labios precisan tus labios
donde la niebla precisa la sombra
donde la raíz silenciosa del fuego es parecido al llanto
donde tu piel desnuda es un jardín de espejos
donde la arena se resguarda en las aristas de tus manos

Allí donde hay palabras que se dicen sin siquiera abrir los labios
donde todo se sucede y se desangra
donde tu respiración es un grito insoluble entre las distancias

Allí donde las manos se despojan de sus ropas invisibles

Allí donde te miro a los ojos y encuentro un murmullo

El murmullo de las olas.

JAVIER FLORES LETELIER
(Santiago de Chile-Chile)

III

Mantén el frío dentro
hasta que enferme la voz que describe
la apariencia de las emociones.
Realiza el rito del desayuno solitario.
He dado un falso testimonio
para recrear
la oscura serenidad,
no hubo presentes envestidos
con el rol de revelar el secreto,
la última estación
debe exhibir
la fragilidad del desnudo.
Sé que los poseí
porque pude concebir destierros,
el viaje común
por la rabia de ser una creación.

yanarys VALDIVIA MELO
(Ciego de Ávila-Cuba)

AQUELARRE

La encontramos una noche de solsticio, indefensa.
Era un mar de gatos y al principio no hizo notar
su mal sangrante, su visión de Polifemo,
recién herido por nadie.

Sin cueva, ni padres a los que volver.

Vino a parar a este orfanato,
donde la buena conversación y el vino se derraman
y la música se escurre entre los dedos
que ahora acarician al animal soberbio en su dolor,
sin ápice de miedo, cómodo entre los humanos.
Ahora su memoria dañada,
pues el punzón del otro llegó hasta su cerebro.
Los animales no piensan, no pueden hablar,
al menos no articulan, menos ahora que es un gato minusválido
si es que el término puede aplicarse a semejante ser.

Parece amar el calor de los cuerpos, las manos,
aún si es para sofocarla en el impreciso abrazo de la muerte,
la desmemoria o la simple existencia relegada a unas piernas
a las cuales asirse, un regazo al que volver.
A Tamerlán le hubiera simpatizado nuestra princesa,
que no piensa, pero parece decirnos algo
cuando invocamos a la madre tierra, a Dios.
Ha perdido todo, menos el instinto que le ata al clan
de los grandes felinos.
Felino de caza
felino de casa, de costumbres.
Se ha adaptado, al mar de gatos que la miran
y como reina de Saba, conquista corazón y territorios
que otros nunca reclamaron, ahora mueren de envidia,
si es que los gatos albergan tal cosa.
Ha permanecido por sentirse protegida.
En algún tiempo debió pertenecer a alguien que amaba las páginas,
porque cuando atraviesa los estantes de libros viejos,
su ojo milenario se ilumina.


PÁGINA 24 – POESÍA AMERICANA 

ÓSCAR WONG
(México DF-México)

Del más artero de mis actos,
de mi más profundo vuelco,
de las calles y el verano mordido por la prisa,
de esta espera
/entera,
intento salpicar las muertes de la ira.

Hoy no te invoco, hermana,
para consagrar la Luz que germina en tus pupilas,
hoy no te digo el aire,
ni el pueblo que transpira en la memoria,
hoy no te hurto el suspiro ni el pañuelo.

Hoy me partiste el alba,
le diste un puñetazo a los espejos.

MARGARITA MUÑOZ
(Chihuahua-México)

EMPECÉ A AMARTE

Empecé a amarte
En esta ciudad sin tiempo
        Sin recuerdos
Pálida de tanto sol

¿A dónde llevaste tus pasos
Dejando en mi corazón
Los últimos vestigios
De un ardiente verano?

Mis muslos calcinados
Mi pecho como brasa
¿Dónde se refugiará ahora
Si solo me queda el desierto?

LUIS ÁNGEL ZOLA
(Medellín–Colombia)

Deshoras # VI

Esa caligrafía del alba que traza los olvidos
entre atmósfera de luna y ecos perforados

Allí donde mis labios precisan tus labios
donde la niebla precisa la sombra
donde la raíz silenciosa del fuego es parecido al llanto
donde tu piel desnuda es un jardín de espejos
donde la arena se resguarda en las aristas de tus manos

Allí donde hay palabras que se dicen sin siquiera abrir los labios
donde todo se sucede y se desangra
donde tu respiración es un grito insoluble entre las distancias

Allí donde las manos se despojan de sus ropas invisibles

Allí donde te miro a los ojos y encuentro un murmullo

El murmullo de las olas.

JAVIER FLORES LETELIER
(Santiago de Chile-Chile)

III

Mantén el frío dentro
hasta que enferme la voz que describe
la apariencia de las emociones.
Realiza el rito del desayuno solitario.
He dado un falso testimonio
para recrear
la oscura serenidad,
no hubo presentes envestidos
con el rol de revelar el secreto,
la última estación
debe exhibir
la fragilidad del desnudo.
Sé que los poseí
porque pude concebir destierros,
el viaje común
por la rabia de ser una creación.

YANARYS VALDIVIA MELO
(Ciego de Ávila-Cuba)

AQUELARRE

La encontramos una noche de solsticio, indefensa.
Era un mar de gatos y al principio no hizo notar
su mal sangrante, su visión de Polifemo,
recién herido por nadie.

Sin cueva, ni padres a los que volver.

Vino a parar a este orfanato,
donde la buena conversación y el vino se derraman
y la música se escurre entre los dedos
que ahora acarician al animal soberbio en su dolor,
sin ápice de miedo, cómodo entre los humanos.
Ahora su memoria dañada,
pues el punzón del otro llegó hasta su cerebro.
Los animales no piensan, no pueden hablar,
al menos no articulan, menos ahora que es un gato minusválido
si es que el término puede aplicarse a semejante ser.

Parece amar el calor de los cuerpos, las manos,
aún si es para sofocarla en el impreciso abrazo de la muerte,
la desmemoria o la simple existencia relegada a unas piernas
a las cuales asirse, un regazo al que volver.
A Tamerlán le hubiera simpatizado nuestra princesa,
que no piensa, pero parece decirnos algo
cuando invocamos a la madre tierra, a Dios.
Ha perdido todo, menos el instinto que le ata al clan
de los grandes felinos.
Felino de caza
felino de casa, de costumbres.
Se ha adaptado, al mar de gatos que la miran
y como reina de Saba, conquista corazón y territorios
que otros nunca reclamaron, ahora mueren de envidia,
si es que los gatos albergan tal cosa.
Ha permanecido por sentirse protegida.
En algún tiempo debió pertenecer a alguien que amaba las páginas,
porque cuando atraviesa los estantes de libros viejos,
su ojo milenario se ilumina.


PÁGINA 25 – ENSAYO

PALOMA TORRES
(Madrid-España)

EL CRÍTICO Y EL PRISMA

Se habla mucho de la crisis de la crítica literaria y estas líneas no pretenden contribuir al pesimismo. Sólo proponer una asociación que puede ser útil si nos preguntamos qué hacer al respecto: la del crítico y el prisma.

La inspiración de esta comparación surge del ensayo de un escritor que vivió con el miedo de convertirse en un crítico: Julio Ramón Ribeyro. Su temor es fácilmente rastreable en su diario La tentación del fracaso. El 11 de noviembre de 1955 escribe:

“Este año que termina ha sido para mí, desde el punto de vista literario, un año de infecundidad. Esto me hace afrontar con desconfianza mi destino literario. Debo ahora plantearme esa pregunta que siempre he temido porque me parece que en su formulación existe ya el reconocimiento implícito de un fracaso: ¿seré yo más bien un crítico?”.

Según Ribeyro, gran parte de la crítica puede llegar a explicarnos de qué está compuesta cada parte de un carro, pero nunca nos va a desvelar para qué sirve el carro. A pesar de estas reticencias, y a pesar de su miedo, recomiendo el maravilloso libro de ensayos críticos de Julio Ramón Ribeyro La caza sutil (lo ha reeditado la Universidad Diego Portales en 2012, no se editaba desde su primera edición en 1976 por parte de Milla Batres). Es Ribeyro un crítico agudo por su profundidad y su sencillez, y hay en ese volumen un buen artículo titulado ‘Del espejo de Stendhal al espejo de Proust’. Allí Ribeyro se enfrenta a dos pasajes de Rojo y negro y de En busca del tiempo perdido, donde ambos autores recurren a la imagen del espejo para explicar la creación literaria.

En la formulación de Stendhal, la novela se convierte en reflejo objetivo del mundo. Proust, en cambio, escribe que “aquellos que producen las obras geniales no son los que viven en el medio más delicado, que tienen la conversación más brillante, la cultura más extensa, sino aquellos que tienen el poder, dejando bruscamente de vivir para ellos mismos, de volver su personalidad semejante a un espejo, de tal modo que su vida, por mediocre que pueda ser mundanamente y en cierto modo intelectualmente hablando, se refleje en él, pues el genio consiste en el poder reflectante y no en la calidad intrínseca del espectáculo reflejado”.

Ante este párrafo, Ribeyro concluye que el término espejo ha sido utilizado por Proust en sentido impropio. Un escritor-espejo, que refleja la realidad tal como es, nunca podrá convertir un mundo mediocre en una obra artística. Por ello, según Ribeyro, el término que Proust debió haber empleado es prisma, y el verbo refractar en lugar dereflejar. La novela-prisma tiene más poderes frente a la realidad. Es capaz de resumir el mundo, “lo ordena, lo corrige, lo interpreta, lo comenta, lo explica, lo enriquece (…)”.

Me gustaría llevar esta dicotomía entre espejo y prisma al terreno de la crítica literaria y defender la necesidad de una crítica que sea prisma y no espejo, la necesidad de unos suplementos culturales que, como el prisma, interpreten el mundo y lo comenten, lo enriquezcan, lo expliquen. Que no se limiten a ser un espejo que (¡precisamente sin espíritu crítico!) se contente con reflejar lo que habita a su alrededor.

Es un discurso muy habitual el considerar el suplemento literario y la misma crítica como un espejo del mundo cultural que le rodea.

En mi opinión, esta concepción, la de la crítica-espejo o el suplemento-espejo, debido a la misma esencia del concepto, provoca un desajuste: al buscar el reflejo de lo que hay, tiende a eliminar el elemento de juicio inherente a la crítica literaria como género. Y entonces la crítica ya no enjuicia, sino que se limita a reflejar, y caemos a menudo en textos algo vueltos sobre sí mismos, en textos asépticos, que cuentan lo que hay pero que no se pronuncian. Describimos, pero no interpretamos. Cuando esto sucede el lector queda, al terminar de leer una crítica, al alcanzar el punto y final, con la sensación de que conoce el argumento de la obra y algo de su contexto, pero no sabe absolutamente nada de la opinión del crítico al respecto. Y se convierte entonces la crítica en un género de escritura doblemente afectada, que se regodea en detalles pero que esconde la sencilla opinión.

Sin embargo, si escogemos la figura del prisma, la de la crítica-prisma, ésta entonces ordena, resume, interpreta… Creo que a esta figura se asocia la crítica cuando tiene interés. Me parece necesario, en estos tiempos en los que tanto se habla de la crisis de la crítica, asumir la parcialidad de la mirada del crítico (lo que no quiere decir, de ninguna manera, deshonestidad o relativismo). Me refiero a admitir, simplemente, que nos dé un juicio, que sea un crítico-prisma y no un crítico-espejo.

En el extremo de esta parcialidad y de la pasión, estarían, por ejemplo, las Opiniones contundentes, de Nabokov. Nabokov no soporta a Thomas Mann, no comprende que haya alguien que tenga la ocurrencia de leer a Freud, desdeña a Faulkner y “es capaz de reconstruir a la perfección la telaraña de las novelas de Jane Austen para concluir después que no le interesan” (Isabel Nuñez).

¿Qué lector no se interesaría por las interpretaciones de Nabokov, que son juicios que podemos considerar equivocados, pero que están argumentados y bellamente escritos? La presencia del juicio sincero y desde una sensibilidad particular atrae al lector.

En este punto hay que detenerse para señalar un problema de índole práctico que, más allá de la voluntad del crítico, suele impedir el juicio. Con la crisis, es habitual la reducción de páginas y la atribución de espacios cada vez más limitados a las críticas, se dificulta la presencia del juicio, porque este enjuiciamiento, para ser serio, requiere la justificación de los argumentos que se utilizan, tanto positivos como negativos y esto requiere físicamente un cierto espacio.

Preguntaba hace un momento, y sigo manteniendo: ¿qué lector no estaría interesado en las strong opinions de Nabokov? Sin embargo, junto a ello, creo que cuando uno lamentablemente no es Nabokov la figura del crítico ha de ser modesta, quedarse en la puerta, como el centinela, comprender que no es él el protagonista de su escrito.

El buen crítico no es más que un buen lector, que tiene que escribir qué ha leído él en ese libro que tiene entre las manos, en qué momentos se ha detenido, si se ha emocionado o si se ha aburrido. Y, para ser un buen lector, ha de tener un profundo respeto inicial por aquello que cae en sus manos, asumir que su mirada es parcial, sí, apasionada, sí, pero no por ello prejuiciosa. “Hay que ser Platón con Platón, Nietzsche con Nietzsche, Marx con Marx”, me repetía un profesor de filosofía. Si no se respeta el primer momento de admiración, a solas con la obra, el crítico no podrá ser un buen lector. Creo que el enjuiciamiento que define lo que hemos llamado crítica-prisma ha de construirse a medida que se pasan las páginas, y no atosigar al crítico como una sombra desde que mira por primera vez la cubierta o el título.

Fuente: Revista Frontera D


PÁGINA 26 – POESÍA AMERICANA

RUI CAVERTA
(México DF-México)

PLEGARIA

Señor, cómo quieres que ore.
Si la lluvia en los campos
Es de sangre de  supuestos disidentes,
Y  en las calles se suicidan ángeles
con alas floreadas de hipotecas.
Cómo puedo arrodillarme
Con la cara inclinada,
Si ésa es la posición preferida
Cuando te ejecuta la policía.
Cómo orar si las plegarias
Ya no son una comunión
Sino un comienzo de olvido.
Mejor callo y niego que soy carne.
Con las piernas cruzadas
Imito a la piedra
Que en su nulo juicio
Se endurece
Fuera de este mundo.

GUSTAVO PEÑALOSA CASTRO
(México D.F.-México)

1
Me asomo en el silencio por el hueco de unos días
que pasan junto a otros.
Vuelvo a guardar las envolturas en lo más alto del ropero
Un paraguas de mi primo Manuel. Un sombrero. Valijas. Flores de papel.
Una lista de invitados y una lista de no invitados.
—No me trates bien.
Asomémonos por la ranura.
Los amigos siempre fueron enemigos.
Ya se van
Alguien se va y se detiene con la mano oculta, con la mano avergonzada,
con la mano que mece lo desconocido como si fuera algo fijo, algo que se guarda en lo más alto del ropero donde se cierra el paraguas y lo desconocido se aprieta como algodón de azúcar. Imagina un río. Imagina el paisaje de un hombre que es un río que se va y en un recodo te baña con los ojos que te miraban en tu lejana voluntad de abrir y cerrar a oscuras, a ciegas
—No quiero que me trates bien.
Cierra la puerta, espejo de la intimidad
—No quiero ser lo que alguien quiera ser.
La puerta se apaga por dentro.
La luz llega puntual. Los ojos descorren la cortina.
El apremio engañado tiene plazo.
La verdad tiene plazo.

EDILBERTO GONZÁLEZ TREJO

(Santiago de Veraguas-República de Panamá)

DE VIGILIA

Agradecimiento especial a Mónica Martín

Ahora habitamos la hora confusa,
nos mide una casta de desarraigos.

Pulsan vías ocultas en desmemoria,
abren el pecho dolido a la humanidad.

Ahora surge un sangrado de indecisiones:
anular, o no, los relojes de la fatalidad;
asentarse en la templanza,
o renunciar a la brújula del cielo.

Ahora toca aprender la lectura de las estrellas y los signos,
desmontar el techo, los aparatos de represión.

Ahora toca alcanzar el firmamento,
dentro del pecho o de las nubes. 

FRANK  PADRÓN
(Pinar del Río-Cuba)

AMISTAD DE FUNESTA

Quando vocé me quisser rever…
Chico Buarque, Olhos nos olhos

¿Amigos, dices?
No:
No puede darse palmadas en la espalda
que se quiere besar
ni aceptar la mejilla
si se anhela        la boca
ni mencionar frío    el nombre
en vez de aquellos tantos
apelativos tiernos.
Amigos, no
claro
que tampoco enemigos
estoy para lo que necesites
pero no
me extiendas fría la mano
que aún deseo
recorriendo el pecho
no me obsequies palabras
como las que brotan de cualquier
garganta
si recuerdo las tuyas
poniendo de fiesta mis oídos.
Tú sabes
que yo soy
el amigo más fiel
pero
contigo
sólo desde
la tibieza inigualable del lecho
que cosechamos juntos
No puedo traicionarme
Perdón
si a partir de ahora
no respondo al teléfono
ni te abro la puerta
ni converso contigo
al vernos en la calle.
Amigos, no
si no está ya tu piel        de compañera
si tu lengua se niega a hacer versos
en la mía
si vives desde entonces
en la distancia infiel
ese traidor “no puedo”:
enemigos mayores.

ELVIRA ALEJANDRA QUINTEROS
(Cali-Colombia)

En el pasado del pasado mi amor incumplía una cita fraguada desde meses atrás.
Después en el pasado recorrí varias veces aquellos senderos
Sin poder hallar el lugar donde las mujeres asistían a los acontecimientos del parque
Descalzas
Dejando a sus maridos y a sus novios destejer las largas trenzas
Esbozando con vergüenza una sonrisa que las manos ocupadas no pudieron cubrir.
De regreso sobre la capota del bus, junto a los canastos, no dejé de mirar hacia atrás
Pensando
Que cuando todo acabara el viento me habría dejado sin cabellos
Sin mis largos cabellos
Mezclados con el olor de las yerbas aromáticas que comerciaban aquellas gentes.


PÁGINA 27 – CUENTO

DANIEL FERREYRA
(Venado Tuerto-Santa Fe-Argentina)

LA BUENA VIDA.

Apenas depositaron el féretro en el panteón, los dolientes se distanciaron respetuosamente para que la viuda se acercara, y Norma se ubicó ahí, rendida, con su elegancia intacta y sus ojazos verdes embebidos en llanto, mientras yo seguía plantado acá, obligadamente mudo y mirándola embobado. Cuando apoyó la mano sobre el cajón al que observaba con estoicismo y tristeza, se produjo un marcado silencio sólo interrumpido por algún lloriqueo destemplado, o un carraspeo inoportuno que reverberaban en las paredes de las tumbas vecinas.
No obstante, casi nadie se mostraba muy afligido. Después de todo, no era más que el entierro de un viejo desahuciado, por lo que adiviné que sólo pensaban en encontrar el momento  propicio para abandonar la escena.
La que tomó la delantera fue mi prima Ana, que después de saludar a Norma sin mucho protocolo, se calzó la cartera en el hombro, se colocó las gafas y enfiló hacia la salida, y ya que andaba por ahí se llegó hasta el nicho de tía Lina, donde la evocó para sí: pobre tía, ya nadie se acuerda de ella, otro día que venga con más tiempo le traigo una florcita y le lustro el peltre del portarretrato. Ahora tengo que volver temprano al trabajo. Yo se que tía me entiende.
A ella la siguieron otros que se despidieron con una pequeña alegoría declamada con voz grave, y emprendieron mansamente el retorno, con cara de circunstancia y mirando al piso, animando la marcha a medida que se iban alejando. Pero una vez que se hallaron fuera de la vista de los demás, se detuvieron distendidos en el portentoso mausoleo del general Urtizberea, memorable acopiador de tierras ganadas a los indios a fuerza de linaje y de razón suprema, devenido ya en un punto de atracción turística, pleno de recovecos tallados en mármol, santas cruces labradas, y placas doradas realzando su patriótica proeza. El sepulcro culminaba en un imponente bronce que lo mostraba con su fusil y su uniforme, aunque con una estatura llamativamente mayor a la que supo tener.
Me acerqué a ellos y oí que improvisaban rebuscadas alabanzas al arte europeo dominante, con el sublime fin de mostrarse idóneos en el asunto. Tras el anárquico parloteo, encararon decididos la salida atravesando el portón de rejas flanqueado por dos efigies aladas bajo el solemne medio punto con la inscripción PAX; especie de frontera que les permitía repatriarse al ámbito frenético del que venían y los licenciaba para aflojarse y decir ya está, ya cumplí, al menos yo quedé bien con la familia, me quito el saco, mirá qué lindo que se puso el día, ojalá llegue al centro antes de que cierre el banco, tengo que ir a buscar el nene a la escuela, y otras revelaciones por el estilo, así que me volví para seguir cerca de Norma que permanecía acongojada estrenando su anunciada viudez, sin que pudiera decirle siquiera que aún así, se la veía más linda que cuando era joven.
Al llegar frente al panteón, me extrañó que se hubieran acoplado tantos conocidos, entre los que distinguí algunos excompañeros de la primaria que me saludaron con una efusividad íntegra a pesar de los años, y a un nutrido contingente de amigos del barrio y compañeros de trabajo, con los que recordamos anécdotas, y me distrajeron un poco.
Mientras conversaba animadamente, sentí un suave cachetazo en la nuca y el resonar de un vozarrón inolvidable. Era don Oscar, dueño de la farmacia que me tomó de cadete antes de terminar el secundario, quien no había perdido sus arranques de chiquilín, y que con sus desopilantes ocurrencias aportó la justa cuota de distensión que el lugar permitía. Ni bien logré zafar de su opulento abrazo, distinguí una figura que se abría paso con el típico bamboleo de chueca incorregible, y los brazos de par en par que me hizo evocar mis primeros días de escuela. No lo podía creer: era nada menos que mi querida señorita Olga, con su cara regordeta lacrada con el coral furioso de sus labios, y con su maravillosa barriga transmitiéndome cierta calma a través de ese tono fresco y eterno de las docentes.
El asunto es que las cosas se estaban dando de una manera imprevista y para nada desagradable, ya que a la vez que la delegación original iba perdiendo número, se agregaba gente conmovida y sincera. Reconozco asimismo, que yo debería incluirme entre los que no estábamos  precisamente para homenajear al muerto: sólo me ocupaba de clavarle los ojos a Norma, y de regocijarme viéndola con ese trajecito azul que usaba poco y le quedaba pintado.
De pronto floreció el aplauso de mis compañeros de aula ante la brillante aparición de papá y mamá con sus carcajadas generosas, apretujándome entre sus manos para encerrarme y besarme como siempre, ambos a la vez y uno en cada mejilla; y también me resultó increíble ver que por detrás venía con su inseparable gorra el abuelo Luis, con el acordeón que se desarmaba sobre su pecho tocando “La Romanina”, y que nos invitaba a corear los estribillos al tiempo que hamacaba su porte desgarbado; y surgió de no sé dónde la bisabuela Cristina, para bailar con un frenesí inusitado, contenta como la última vez que la vi, con ese rodete y el pelo tirante, sus medias marrones, su delantal de cocina, su vestido decolorado de falda arrugada, y sus alpargatas deshilachadas con las que desató una modesta aunque festejada polvareda. Y sin que pudiera salir de mi asombro me topé con el Doctor Alasino, que me palmeó la espalda políticamente conmovido, a la vez que dilataba su sonrisa compradora igual que en las fotos sepia de la fundación del pueblo, con el mismo traje, el bombín, y el moñito, y que se sumó a la fiesta cuando marcó unos pasos con la señorita Olga, todo bajo la mirada pacata y reprobatoria del General Urtizberea, que intentó poner orden entre los bailarines con las comisuras hacia el suelo, el mentón alzado escapándose de la solapa estricta de la chaqueta, y embretado en su uniforme de libro de historia con bigote y todo.
Ya por esas horas el sepulturero empezaba a acomodar las coronas y los floreros, y los pocos que quedaban pegaron la vuelta con la cabeza gacha a la par de Norma. Hubiera querido decirle que yo estaba bien, que extrañaría nuestras tardes bajo los árboles grandes del patio, los delirios de viajes irrealizables, y los pecados develados, aún sabiendo que no me oiría, como tampoco oyó el acordeón del abuelo Luis ni apreció los meneos de la nonita Cristina. Intenté asimismo acariciar su piel madura y secarle las lágrimas, o aunque sea acompañarla hasta la calle, por el camino arenoso de pinos, bordeado de puestos de flores y de oportunistas vendedores de ornamentos cursis, pero la señorita Olga me hizo desistir con su dedito en alto de maestra mandona. Me aclaró que no era bien visto eso de andar revoloteando por ahí persiguiendo a los vivos, y que no debería abusarme de los dones que se me habían otorgado. El espacio para nuestras rondas, dijo, termina en los angelitos del portón de entrada, justamente debajo de la leyenda PAX.
Entendí de una buena vez que Norma estaba abatida en aquel mundo material y finito, y yo muy tranquilo aquí en el mío, disfrutando de esta buena vida, eternamente acompañado por aquellos que más quise, errando sereno, atravesando paredes, adivinando pensamientos, y despojado del vértigo apremiante que trajo a tanta gente de este lado de la arcada del medio punto.
Después que se fueron todos, miré al abuelo que se había sacado la gorra para rascar su cabeza rasa, y sonriendo resignado se encogió de alas invitándome a cumplir con el sagrado designio educador, por lo que circunscribí obediente mi vuelo etéreo a los confines del sitio. Me saludé con varios más que seguían brotando de todas partes para darme la bienvenida, y al ver que el general Urtizberea flotaba con rostro áspero, sin un solo amigo y lejos de su sempiterna morada, robé unos gladiolos de su panteón fastuoso y se los puse al nicho de tía Lina.


PÁGINA 28 – POESÍA AMERICANA

CARLOS LÓPEZ DZUR
(Orange County-California-USA)

URGENTE

«... a barbarous fact. When the ancient Caribs came here from the
south, they came as conquerors, and killed every adult male Arawak who
fell into their hands. But they preserved the women and children»:
Frederick Albion Ober, after his trip in July 1898 of the West Indies,
«Notes: The storied West Indies», D. Appleton and Company (1900).

Urgente: enciendan el fuego perpetuo
(ese que funda y dona
ser a las cosas, al abrir / iluminar / mundo).
Ese fuego de Pe-i-man y behique
que pone nombre sobre la tierra prieta
a las cosas y marca suelo y utensilio
con orines de los perros
a sus caminos de olfato
y con fósforo y potasio que el humos
sea salud de la tierra, la hoja verde
de siete raíces del futuro.

Desde los tiempos de los Acutuba
y las tribus de Manacapuru, dijo ella
Liani / Anacaona / Guanarroca
es urgente que mi fuego enciendan
y siga el brujodando sus nombres
a los niños y bendiga el suelo
para que produzca verde siendo negro...

Que se quemen sus bolas peludas
y el pellejo de los torpes / desobedientes /
y que ni les sirva como mierda
cuando se vuelvan homicidas
y levanten su mano contra aquel que le dio
nombre y rito de palabras,
areito de Buenos Vecinos
y Valientes Señores.

... porque entonces / es urgente que lo diga /
epidemia, viruela, bubas,
escozores, tiña, impureza vendrá
contra el Suelo Virginal, ecológico, grato
y no se hará la Torre redonda
para guardar en sublime resguardo
el Dasein / Esencia / destino
que es donación venidera
que viene desde el pasado.

CARLOS LUIS IBÁÑEZ TORRES
(Pamplona-Colombia)

 

AGOSTO

Para Alejandro

Una pequeña mano
libera el viento su cometa.
Por el cordel suben jugando
sueños, risas, ilusiones, llantos.
La mirada se enreda en otro sueño
y ahora es el niño un cóndor
que asciende esplendoroso
por el cordón al cielo
que esta mañana
tiene una flor multicolor como bandera

ASPASIA WORLITZKY
(Quebec-Montreal-Canadá)

SIMPLEMENTE

Mi madre no cocinaba en cacerolas de reina,
no picaba la cebolla en fuentes color de cielo,
mi madre fregaba tiestos en el canal de la huerta.
Sus manos se hacían rudas,
sus cabellos castaños, tiesos,
sus pasos lentos, seguros,
su voz y su llanto inciertos.

Mi madre no se vestía con encajes ni con sedas,
no se pintaba los labios ni se arreglaba las cejas,
mi madre no era doncella.
Muy temprano de mañana ella se levantaba
y alimentaba las aves, los perros y los cerdos.
Después, cargaba verduras
en sacos gruesos y obscuros,
caminaba largas cuadras,
tomaba una micro vieja
y le entregaba la carga al Chuma
para venderla en la Vega.

Ella arrastraba los pies
en chalas rotas y chuecas.
Mi madre nunca se puso
un collar de treinta perlas.

Con una entrega sincera
ella les sirvió un tecito
a soldados sin uniforme que allanaban
su morada.
Les mostró cada rincón
sin miedos ni desconfianza
mientras a golpes y hachazos
su pieza despedazaban.

Mi madre tomó un avión,
se fue para otros mundos,
no se sacó el delantal
y nunca una queja tuvo,
en otra lengua le hablaban,
la compraron, le vendieron,
entregó su existencia misma
a los hijos y a los nietos.

Mi madre volvió a su tierra
sin guantes de terciopelo,
volvió y se murió en seguida,
mi madre vivió el destierro.

ANTONIO PRECIADO BEDOYA
(Esmeraldas-Ecuador)

DOS SOLOS DE TAMBOR DE CUAMÉ BAMBA

I

Vengo de andar
de largo a largo,
más de mis propios días,
porque para llegar,
si no me alcanzan,
voy tomando prestadas las semanas.
Me llamo Cuamé Bamba,
antiguo caminante que anda y anda,
con una enorme huella sobre el polvo,
ofreciendo un volcán en cada casa.
Yo soy Cuamé,
de atrás hacia delante,
viento,
río,
paso,
lanza.

II

Hombre de sangre azul,
quieres decirme tú de dónde vienes,
de dónde vengo yo,
hacia dónde vamos.
Comenzamos iguales la jornada,
el mismo ayer,
entre las mismas aguas,
yo sigo caminando,
sigo,
sigo,
yo sigo caminando con las mismas pisadas,
y tú has quedado atrás,
junto a ti mismo,
con una triste vena solitaria.
Dime,
sobre tu ayer,
¿quién ahora eres?
Dime,
con tu cansancio,
¿cómo andas?
Hermano, sin embargo,
la misma latitud,
el mismo mapa,
nada más que dormido
o, digamos, sonámbulo en tu sombra,
yo recuerdo ese mar que nos confunde,
aquel mismo silencio,
aquella misma paz recién inaugurada,
y te amo por sobre el muro de tu sangre,
sobre todas tus venas derrotadas,
y en realidad te quiero hace ya siglos,
desde que, como yo,
eras sólo un murmullo sobre la paz del agua;
y hoy que tenemos voces,
voces,
voces,
te digo, compañero,
¡vamos,
anda!

ALEJANDRO DELGADO
(Morelia-Michoacán-México)

EL TACTO

el tacto es una correlación de fuerzas
la relación entre la caverna y los frutos
diestra y siniestra de las escrituras
testamento de la espuma en espera de la noche

el tacto es la viva extensión de los verbos
sueño lirio en fragor del pantano
la prisión enardecida de las magnolias
una cuna loca para el deseo
el amanecer hinchado de los cementerios
lo que en la piel queda del recuerdo

el tacto es un tatuaje enamorado de lo incierto
es el río que engendra el ojo de agua
el manantial contenido en uno mismo

ASTRID SOFÍA PEDRAZA DE LA HOZ
(Puerto Colombia-Colombia)

A TODAS LAS HE AMADO;  A TODAS.

Lo vi en mis sueños
Tras la densa nube.
Me acerqué para escucharle.
Él (Neftalí)  dijo susurrando:
“La invito a escalar las montañas de
Machu Pichu, y ver su lado
Humano.
Peregrinar, observar
La libertad esquiva.
Prosigamos la ruta
Déme su mano”.

¿Quiere observar lo que es un rostro triste?
 Ella se llama Habana, aún llora
Porque antes de entregársele
A su amado su cuerpo fue trepidado
Por múltiples agresiones
Que le taladraron el alma.

Araucaria, es otra que me llenó de suspiros
Sus calles ahora polvorientas con
Vapores oscuros como su silencio
Bizarro, son motivo de desencanto.

Guayaquil, soñó con ser rescatada
Por un capitán intrépido llamado Bolívar
Galopando sobre su jinete fantasma.

A todas las he amado. ¡A todas!
Pero no como a ella:
¡Valparaíso!

Ella toda, es luz constelada.
Se viste de azahares todas las tardes,
Perfuma mi existencia.
Ella es la novia inolvidable,
Es la más rescatada y sensual.
Es la que no pide, y da más.
Por ella aun mis suspiros se enlazan
Con el viento.
“Valparaíso, no te puedo de mis entrañas
Arrancar”, me dijo. Y se evaporó con el viento.


PÁGINA 29 – CUENTO

LEONARDO OYOLA
(Isidro Casanova-Buenos Aires-Argentina)

SI LA LUNA FUERA TU PREMIO

La camisa a cuadros afuera del jean la tiene pegada a la espalda por la transpiración. Hace calor en Hidalgo del Parral. Mucho. Sólo media hora arriba del escenario. Treinta minutos. Y parece como si hubieran estado tocando toda la puta noche. Para Kevin Costner, por lo menos, es así. No ha perdido las ganas. Aún conserva el hambre. Por más que el minuto de fama que llegó a tener Modern West como banda de música country se lo deba a la popularidad de que él mismo gozó como actor hace ya un cuarto de siglo.
De la formación de tres guitarras, bajo, batería y violín, sólo este último, un chico de 23 años nacido en Kentucky e hijo de inmigrantes coreanos, le pone garra. El resto del grupo no. Toca por inercia. Esperando, ansiosos, llegar al último tema del set para desarmar los equipos, cargarlos en la caja de la destartalada Silverado y despedirse lo más rápido posible del estado de Chihuahua; para que cuando amanezca puedan dormir en el cuarto de hotel del próximo pueblito donde tienen arreglado hacer su siguiente show.
Esa es la idea.
Y ésa es la excusa.
Porque lo que no se pronuncia en voz alta esta noche en la ciudad de Hidalgo del Parral, esta noche ahí en la cantina La cabeza de Arkansas Dave, es la vergüenza que les da a estos dos guitarristas, al bajista y al baterista de Modern West, ser teloneros de Experiencia Religiosa: la mejor, y única, banda tributo mexicana a... Enrique Iglesias.
Un gracias amigos en una lengua muy dura para hablar en español. Aplausos tibios. Luces amarillas, verdes y rojas aún titilando. Y los músicos que empiezan a desenchufar juntando sus cosas con la misma urgencia con la que levanta sus prendas de vestir un amante que ha sido sorprendido por el esposo engañado. Costner se da cuenta. Pero no se piensa ir sin tomarse una cerveza. Su grupo le dice que si se quiere quedar que lo haga. Pero que no va a tener cómo ir al hotel porque ellos necesitan la Silverado. Costner sabe que se las va a arreglar y así lo manifiesta antes de despedirse de ellos. Se queda solo con su guitarra, que guarda en un estuche.
Necesita ir al baño. En el camino se cruza con una morocha de flequillo cortado a machete, de lunar chiquito y labios grandotes, una chica usando un short de jean que –con una dicción mucho mejor para el inglés que la de Kevin para el español– lo felicita por el recital que acaban de dar. El le agradece. Y le agarra el codo, curioso, averiguando cuál de todas las canciones le gustó más.
–“90 Miles An Hour”–.
Esa. Le dice.
Costner le pregunta si no quiere tomar algo. Ella acepta con la condición de que la deje invitarlo con una cerveza. Pero afuera. En la plaza. Así pueden charlar tranquilos. Kevin no se opone. Le explica que antes debe atender un asunto. Ella, sonriendo y sin ponerse colorada, lo alienta para que haga lo que tenga que hacer, que mientras va a ir a la barra a comprar los porrones. Después saldrá para esperarlo en la fuente de los deseos.
El entra contento al baño de hombres. Un petiso se le pone al lado. Lo escucha también mear. Cuando Costner termina de hacer lo suyo, y mientras la sacude antes de guardarla, nota cómo su vecino de mingitorio cogotea para mirársela con cariño, aunque le aclare mientras se la pispea:
Easy, cowboy. I’m not a fucking fagger.
Costner conoce muy bien, y a su pesar, esa sonrisa sobradora. Enferma. Insoportable. Incluso más insoportable que el aliento a alcohol que emana. El ceño fruncido. Es un año menor que él pero ya no le entra otra arruga en la cara. Los dos están cada vez más pelados. Y viejos. Este tipo le comenta, indiscreto, que Russo durante un rodaje ya le había advertido que la tenía chiquita. Que, según Rene, la suya era mucho más grande que la de él. Y más linda.
For Christ’s sake...
Pronuncia entre dientes, Costner. Y no le devuelve la sonrisa. Y tampoco se alegra de encontrarse en esa cantina de mala muerte en Hidalgo del Parral –en el estado de Chihuahua, en México– con Mel Gibson.
Justo.
Justo con Mel.
Gibson extiende la diestra. Costner le deja pagando el saludo. Le explica que mientras los dos no se laven las manos van a quedar sin estrechárselas. Que no lo tome como algo personal. Que él también las tiene sucias. Muy. Gibson achina la mirada intentando disimular el desaire. Kevin abre la canilla y no bien sale el agua comienza a enjuagárselas. Cierra la llave con el codo izquierdo. No hay toallas de papel. Mientras sacude ambas manos salpicando el espejo, Mel abotonándose la bragueta le pregunta si él también vino a La cabeza de Arkansas Dave a escuchar a Experiencia Religiosa.
Costner se queda inmóvil. Mordiéndose la bronca y el labio inferior. Gibson es el que se está lavando las manos ahora. Se sostienen la mirada en el espejo. Un rato. Kevin cabecea antes de confirmarle que sí, está ahí por la banda tributo a Enrique Iglesias. Que es fan de la primera hora. De Enrique y también de Experiencia Religiosa. Mel, arrugando el mentón, argumenta que el Enrique Iglesias que a él le gustaba era el de los comienzos. Su discografía de los noventa. Por ahí se puede llegar a estirar hasta “Héroe”. Costner se impacienta y le ladra al reflejo de Gibson:
Let’s just cut the shit.
Mel gira para quedar cara a cara con Kevin.
Okay, clown, no bullshit!
Costner quiere saber qué está haciendo en esa cantina. Gibson le responde que lo fue a ver a él. Costner, masticando cada vez más su ira, le pide que respete a su banda. A lo que Gibson le retruca que no se refería a Modern West. Que se acercó para verlo a él, en persona, al mismísimo Kevin Fucking Costner. Gesticula exacerbado. Mostrando que algo le duele. Y mucho. Que tiene una cosa que lo envenena. Abre la boca y no emite palabra. Respira hondo. Bien hondo. Un brazo en jarra. Puño en la cintura. La mirada clavada en el piso. Respira hondo una vez más y pregunta sin mirarlo a los ojos:
Why?
Costner, desconcertado, repregunta un ¿por qué qué? Que por qué vos si y yo no, contesta Gibson. ¿Qué cosa? Quiere saber Kevin. “Jonathan Kent”, nombra Mel. Amargado. “Jonathan Kent.” Repite. Y ahí confiesa lo mucho que quería interpretar ese papel. Que era volver a filmar con la Warner. Dejar de hacer películas que se estrenan directo en DVD. Que estaba rodando una por ahí cerca cuando se enteró de que él iba a estar esta noche tocando en La cabeza de Arkansas Dave. Y que quiso venir a decirle personalmente que a él le hubiera salido mucho mejor hacer del papá adoptivo de Superman. Eso. Y preguntarle por qué.
Por qué él sí y por qué él no.
¿Por qué tiene siete hijos? Uno más que él. ¿Por qué no se saca nunca esas gorras mugrientas de béisbol? ¿Por qué anda con la guitarrita haciéndose el Tom Petty? ¿Por qué filmó no sabe cómo cuántos westerns y él sólo estuvo en Maverick? Que no es justo. Eso vino a decirle. Que él le robó ese personaje. La chance de volver a empezar. Y que era la segunda vez que le robaba y que en esta oportunidad le había salido bien. No como cuando se quiso hacer el Mad Max en Waterworld.
Gibson hace esfuerzos para contener las lágrimas. Costner mira para otro lado. Sabe respetar al hombre que llora. No hay que sumarle más humillación. Sería cómo patear a un caballo muerto... Lo que igual no va a dejarle pasar, por más que Mel esté bien borracho, es que lo haya tratado de ladrón. Se lo hace saber. No le pide que se retracte formalmente. Pero le pregunta si él está seguro de que le robó el bendito papel.
You sure?
Yeah. I’m sure, man. I never forget an asshole.
Los dos transpiran odio.
Y desenfundan a la vez las respectivas armas de fuego que llevan en sus cinturas. Gibson, atrás. Costner, adelante. Mel tiene una pistola idéntica a la réplica que usó en la escena final de Traición al amanecer. Kevin, más clásico, anda calzado con una Magnum 357. Se apuntan en pleno rostro. A ninguno de los dos le tiembla el pulso.
“Jonathan Kent”, vuelve a nombrarlo Gibson. Que por qué no se lo dieron a él. Costner opina que eso es algo que tendría que preguntárselo a los productores de la película.
Fucking jews.
Maldice escupiendo. Y baja su arma. Costner hace lo mismo. Gibson se calza la pistola atrás, en su cintura. Eructa. Se disculpa. Toma de un hombro a Costner y le pregunta si no sabe si Experiencia Religiosa esa noche tocará “Héroe”.
I don’t know, man.
Gibson dice que para él sí, que seguro en la lista de temas tiene que estar “Héroe”. Que se va a quedar al recital. Que si no quiere compartir mesa. Que le invita un trago. Costner le agradece. Que no va a poder ser. Que tiene una cita. Gibson comenta si es con la morocha de flequillo cortado a machete. La del lunar chiquito y labios grandotes. La chica del short de jean. Esa misma le responde Costner. Gibson sonríe y le aconseja que no la haga esperar. Que no hay muchas mexicanas lindas, agrega antes de salir del baño de hombres. Costner, cuando se queda solo, se levanta la falda de la transpirada camisa a cuadros para esconder la Magnum.
Sale con la guitarra en una mano y se sorprende de encontrarse en la cantina con el triple de público para el que tocó con Modern West. Pidiendo permiso, se abre paso entre la multitud buscando la salida, cuidando de no golpear a nadie con el estuche. Gibson, que llegó a acodarse en la barra, lo ve marcharse. Niega con la cabeza. Habla solo. Arquea las cejas. Suspira hondo. Y se decide. No espera que le sirvan el José Cuervo que le había solicitado al barman y se va detrás de Costner internándose entre la gente toda apretujada. Las luces amarillas, verdes y rojas no paran de titilar. Como semáforos rotos.
Fucking wetbacks.
Insulta. Atrapado entre todos esos cuerpos.
Fucking wetbacks.
Los insulta una vez más. A lo que un parroquiano le devuelve el agravio con un pinche gringo. Y otro se suma con un culero.
Costner cruza la calle, y se interna en la plaza Guillermo Baca iluminada apenas por una luna que está en su cuarto creciente, justo cuando Experiencia Religiosa sale a escena para hacer su primer tema.
Uuu Uuuu...
Uuu Uuuu...
Si pudiera bajarte una estrella del cielo
Lo haría sin pensarlo dos veces
Porque te quiero, ay
Y hasta un lucero...
Afuera se escucha casi tan fuerte como adentro la canción que está haciendo la banda tributo. Entre los aplausos y la primera estrofa Kevin distingue sentada, en el borde de la fuente de los deseos, a la chica del short de jean, que lleva en las manos dos porrones de cerveza. Se alegra de verla.
Y si tuviera el naufragio de un sentimiento
Sería un velero en la isla de tus deseos
De tus deseos
Gibson emerge endemoniado de La cabeza de Arkansas Dave y apura el paso para que no se le pierda Costner. Lo ve atravesando la plaza y corre desesperado detrás de él. No se va a ir así nomás. No se va a ir así nomás. No se va a ir así nomás, no deja de repetirse como un mantra hasta que se frena de golpe a unos metros para que no lo escuche llegar ese miserable cuatrero ladrón de caballos que le quitó el papel de Jonathan Kent.
Pero por dentro
Entiende que no puedo
Y que a veces me pierdo
La pistola idéntica a
la réplica que usó en la
escena final de Traición al amanecer está a menos
de un metro de la espalda de Costner cuando Gibson abre fuego.
Fucking Kevin Costner.
Y el sonido de los cuatro disparos se pierde entre los petardos que estallan en el escenario mientras Experiencia Religiosa canta el estribillo.
Cuando me enamoró
A veces desespero
Cuando me enamoró
Cuando menos me lo espero
Pero... me enamoró
Se detiene el tiempo
Me viene el alma al cuerpo
Sonrío
Cuando me enamoró.
La chica del short de jean, del susto, se pone de pie dejando caer las dos botellas de cerveza. Costner clava ambas rodillas en el piso. No le hace falta girar para saber quién acaba de matarlo.
Goddammit, Mel.
Se incorpora como puede. Ayudándose con la guitarra. La usa como bastón. Da un paso. Dos. La morocha de flequillo cortado a machete, la del lunar chiquito y labios grandotes, la chica del short de jean; se está tapando la boca con ambas manos. ¿Costner? Sonríe. Aunque le duela y arda, sonríe. Le sonríe a la chica del short de jean. Sonríe al notar que sus aros de estrás violeta le combinaban con el morral por uno de los círculos que tiene el mismo color. El otro redondel es blanco. Es lo último en lo que llega a pensar. Y lo último que ve.
Kevin Michael Costner, actor y músico estadounidense nacido el 18 de enero de 1955 en Lynwood-California, murió en el día de ayer a los 58 años de edad en la ciudad de Hidalgo del Parral, estado de Chichuahua en México, asesinado a quemarropa y por la espalda a manos de un agresor no identificado. Gracias a él y a sus películas aprendimos que a la hora de encarar hay que hacerse el lindo y ser jetón como su Crash Davis en La bella & el campeón, que cuando no queda otra más que tomarse el palo rajar a máxima velocidad a lo Sin salida, donde corre Kevin corre, que para bailar hay que hacerlo bien y ponerle todas las ganas como si fuera un Fandango –ojota que Crash Davis también la movía–, que si empezaste algo lo tenés que terminar así sea a puro huevo como su Elliot Ness, que hay que animarse a escuchar las voces que nos hablan y tener fe –“si lo construyes él vendrá”–, que a veces es difícil dar justo en el blanco pero si la jugás de Robin Hood nunca te van a faltar las flechas... y que a tu Whitney Houston siempre le vas a poner el pecho para que no te la lastimen... AND I... WILL ALWAYS LOVE YOU...


PÁGINA 30 – POESÍA EUROPEA

FLAVIA COSMA
(Bucarest-Rumania)
 traduccion de Luis Raúl Calvo

A LA DERECHA Y A LA IZQUIERDA

 Tú,
quien desgarras mi corazón
con cada palabra que no me dices
Tú,
quien insinúas piropos, caricias
a la derecha  y a la izquierda—
Tú,
quien me has olvidado tan profundamente
como si nunca me hubieras conocido.

Tú te despiertas de repente de tu sueño helado
elogiándome,
hablando del honor, de la admiración,
del orgullo de haberme conocido.

Con la conciencia tranquila, imaginando
que yo soy sólo una estatua,
un espectro, un murmullo perpetuado en alguna
parte del aire,
después que mi carne, mi sangre y
mi alma se han fundido hace mucho tiempo
en acontecimientos y guerras
en las cuales tú no hubieras podido
tener un papel
por el simple motivo que aún no habías nacido.

MAHMUD DARWISH

(Acre-Palestina)

EL ROSTRO DE MI ABUELO

¿De qué tumba me vienes,
ay, rostro de mi abuelo?
¡Profeta que no supo de sonrisas!
¡Vestido con el sayo
color de sangre vieja sobre roca,
y con el manto verde!

¡Ay, rostro de mi abuelo!
¡Profeta que no supo de sonrisas!
¡Ay, tristeza de un campo que transporta
escombros, aceitunas y vientos derrumbados!
¿De qué tumba me vienes,
para forjarme estatua de veneno?
La fe es mucho más grande.
No he vendido ni un palmo.
Ni me humillé a la fuerza.
Aunque cantaron y bailaron sobre tu tumba.

¡Duérmete!...
Porque yo estoy despierto.
Despierto estoy.
¡Despierto hasta la muerte!

SERGIO BORAO LLOP
(Zaragoza-España)

 IDENTIDAD

Son para ti estos versos
(quienquiera que tú seas
dondequiera que estés);
para ti que caminas sin estrépito
por las calles lejanas
de otra ciudad perdida
(otra ciudad que es ésta,
mas donde yo no existo)
otras calles tan viejas
como éstas que atravieso
callejas que recorro
solo, sin tus latidos
resonando a mi lado;
una ciudad gemela
tal vez en otro espacio,
en otra dimensión desconocida;
y tú siempre girando
en idénticos círculos,
dibujando itinerarios paralelos,
pero lejos, distante,
padeciendo esta misma soledad
que me calcina
y sin poder salvar de un salto esa distancia
que a los dos nos resulta incomprensible.

TERESA ITURRIAGA OSA
(Las Palmas de Gran Canaria-España)

CON CRITERIO

Rapta a Europa el toro blanco, pura
la doncella pierde las cintas de las manos,
el asta amputa el tendido de su vientre, rompe y rasga,
libera un alma en red,
el fuego cae sobre el lomo, se desploma
una isla sobre otra,
baila el deseo un akelarre santo,
arrastra bramidos, olas,
algas de ira comestible, una danza pélvica
a merced del impulso.
Hay mujeres en las plazas, arrecifes gritando
este museo de imágenes
que nos inunda el primer nivel de la piel
y ni a tiros nos quitan sus ojazos de encima
del camisón o sábana,
la seda nos confunde la pasión... observa
ora el cazador, ora la presa,
cuando se levanta la espuma
náufraga figura entre el altar y el coliseo,
sacerdotisa del lenguaje, fiera...
Toda trenza ha pasado por ahí, los peines
entregaron sus huecos al brezo,
y las jaras a duras penas
hurgaron en la cesta, al fondo las vasijas
donde verter las lágrimas para no morir de sed
en mil batallas, mujeres perfeccionando el firmamento
hasta el último disparo
certero y con criterio,
andando las arrugas del tiempo,
desde las crestas del paraíso.

TANIA LIBERTAD
(Elche-España)

Emparedada.
Construyendo el altar de los simples,
iluminada con el beso caótico de la azur noche.
Amedrentándome.
Atada por tus manos. El prosaico abrazo.
Cual espada clavada en mis sentidos.
Atravesando mi cuerpo de criatura sensible.
¡Bésame, bésame!
Créame a tu imagen y semejanza
jugando a ser Dioses.
rompe los cristales del cielo
y baja las lunas sobre nuestros árboles.

Quítame las piedras,
la lapida
y arráncame la ropa,
seré tuya a cambio del silencio.
Convertirme en la masa,
en la mayoría silenciosa
asumiendo el dictado
De mi conciencia y de la carne.
Lo que soy,
la mujer del pueblo, entre mis pueblos.
Aboliendo los pasados y jardines.

Condena este amor endémico
y persígueme en mis montañas
y las rocas.
Para dejar de tener miedo a tu sombra.
Cuando cures mis llagas
y abras nuevas heridas
manoseando la inmortalidad de la cama.


PAGINA 31 – ENSAYO

RICARDO BADA
(Huelva-España) 

TO READ OR NOT TO READ. EL PAPEL DEL EDITOR

En el mundo editorial hispanoamericano no habita ese personaje a quien entre los anglosajones se conoce con el nombre de editor y al que los alemanes llaman Lektor. Ese editor anglosajón que no edita libros, y ese Lektor alemán que no es un simple lector, tienen a su cargo una de las tareas más delicadas y responsables en la publicación de obras literarias o no literarias.

Ese personaje es el primero que recibe el original del autor, el primero que lo lee, y el que a renglón seguido contacta con el autor y le dice lo que a su juicio está bien, o muy bien, o es genial, pero, sobre todo, le dice lo que a su juicio se debe suprimir, cambiar, acortar, o sencillamente corregir: porque los autores, incluso los geniales, siguen siendo seres humanos y, como tales, sujetos al error.

Bastaría recordar aquí el paradigma egregio de lo que es un editorCuando el manuscrito de La tierra baldía, de T. S. Eliot, llegó a las manos de Ezra Pound, el gran Ezra lo leyó y, después de leerlo, lo repasó con el lápiz rojo en la mano. Se lo devolvió a Eliot reducido a menos de la mitad. Eliot no sólo aceptó aquella “mutilación” sino que dedicó la obra a Pound con una expresión devenida famosa: “Al miglior fabbro” (Al mejor artífice). La tierra baldía fue publicada tal como la dejó Ezra Pound y obtuvo el reconocimiento universal: era una obra maestra, tanto que le valdría a Eliot el Nobel de 1948. Mi pregunta es: ¿a quién se debió la obra maestra, al autor o al editor?

Pero en el mundo editorial hispanoamericano se parte de la base de que el texto entregado por el autor es algo que incurre en la categoría de lo canónico: va a la imprenta tal como sale del cacumen del ungido por los dioses. Y ello entraña el peligro de que el ungido por los dioses haya tenido una mala hora y el texto no sea tan divino como algunos otros paridos por su pluma.

Quiero poner un ejemplo práctico de cómo trabaja un editor anglosajón o un Lektoralemán. Imaginemos que esa persona, leyendo un avance de las memorias de García Márquez se detiene en el relato de una travesía fluvial nocturna en la que dizque quisieron ahogar al abuelo Nicolás Márquez, un episodio vivido de cerca por Gabito siendo un niño que “no debía tener más de cinco años”, y de cuyas consecuencias citaré a continuación, resumiéndolo, pero literalmente.

Refiere García Márquez que le contó el incidente a su tío Esteban Carrillo, mientras almorzaban veinte años después en una fonda de Riohacha, y cómo el tío se indigna y no entiende que su padre, es decir: el abuelo de García Márquez, “no se hubiese defendido” (de quienes trataron de ahogarle), “si era un buen tirador que casi siempre andaba armado, que dormía con el revólver debajo de la almohada. En todo caso, me dijo Esteban”, sigo citando a García Márquez, “nunca sería tarde para que él” (el tío Esteban Carrillo) “y sus numerosos hermanos castigaran la agresión. Tan decidido estaba mi tío Esteban, que sacó el revólver de debajo de la almohada y lo puso en la mesa para no perder tiempo mientras acababa de interrogarme”. 

El editor anglosajón y/o el Lektor alemán se preguntarían: 1°) lo de dormir con el revólver debajo de la almohada ¿es costumbre hereditaria en Colombia?; y 2°) ¿es también costumbre colombiana lo de almorzar en el dormitorio?... porque si el diálogo tuvo lugar mientras almorzaban, y el tío Esteban Carrillo saca el revólver de debajo de la almohada mientras conversan, ¿qué otra posibilidad cabe?

Claro está que a lo mejor la clave se encuentra en una frase del propio Esteban Carrillo, en ese mismo texto de García Márquez, quien recuerda que el viejo le dijo algunos años más tarde: “No sé cómo has podido ser escritor con una memoria tan mala”. Y yo les aseguro que nuestra literatura sugiere cientos de preguntas como las que anteceden, y que a un editor anglosajón o a un Lektor alemán, para no hablar de los sufridos traductores, les han costado más de un dolor de cabeza.

Este artículo apareció originalmente en el diario La Opinión, de Los Ángeles (California), el 11 de febrero de 2001.

SUPLEMENTO INFANTIL Y JUVENIL


PÁGINA 32 -CUENTO

SILVIA SCHUJER

EL PRECIOSAURIO

"Gracias por cuidarlo", decía la carta colgada de la canasta. Porque lo que dejaron en la puerta de mi casa—alguien que quizás tocó el timbre y salió corriendo— fue una canasta con un huevo rojo del tamaño de una sandía.
Creí que era una broma. Pero al escuchar que el cascarón empezaba a quebrarse como cuando va a nacer un pollito, cargué el bulto hasta mi pieza.

Y bien. "Gracias por cuidarlo", decía la nota.
De nada, pensé.
Pero... ¿Cuidar qué?
De pronto, entre craques y cracs por todos los costados, el huevo se abrió. Sin darme tiempo a respirar. O pestañear, o toser, o salir corriendo.

Asomó una cabeza verde con nariz de chanchito y me miró. Sus ojos brillaban como dos estrellas transparentes.

—Soy Silvia— me presenté, con la voz entrecortada.
Y el ser asomado del huevo, abriendo la bocota grande como todo el ancho de su cara, me sonrió.
Cuando vi que hacía fuerza para salir, me acerqué y lo ayudé a romper el cascarón.
Su cuerpo era verde. Ni claro ni oscuro. Y tenía escamas del mismo
color.

El cuello, largo como la cola, lucía un collar de pelusa amarilla.
Y aunque no me animaba a tocarlo, debo confesar que me resultó simpático desde el principio.

Era una mezcla de dinosaurio, perro salchicha y elefante. Cosa extraña, era precioso.

Lo miré un rato y fui a consultar la enciclopedia: no era un hipopótamo ni un lagarto. No era un elefante marino, ni un yacaré, ni un dragón. No encontré su nombre por ninguna parte.
Así es que como era precioso y se parecía un poco a los animales prehistóricos, lo llamé Preciosaurio.

Claro que haberle puesto nombre no alcanzaba para conocer sus costumbres.

Entonces le ofrecí un poco de leche. Puse un litro en un plato. Se lo tragó de un solo sorbo y como no se movía le agregué otro tanto.
Recién después de gastar más de la mitad de mis ahorros comprando leche y, con el plato cambiado por un balde, el cachorrito se dio por satisfecho y se me tiró en los brazos. Fue la primera vez que un recién nacido me sentó de cola para hacerme mimos.

Sí. Sólo cuando lo tuve entre mis brazos se me ocurrió preguntarme qué haría con él.

En eso pensaba cuando el preciosaurio se quedó dormido.
Lo tapé con mi frazada y entonces supe que ya no podría dejarlo. Mis amigos me ayudaron mucho, sobre todo cuando empezaron los problemas.

A mi preciosaurio había que alimentarlo. Y eso no era nada fácil. A las palanganas de leche hubo que agregar pan duro y después frutas y verduras. Y, al fin, todos los restos de comida del vecindario.

Crecía sin parar.

Le armamos una cama, pero la cabeza no tardó en salírsele por todos los costados.
Era enorme. Al moverse chocaba contra las paredes. Y cuando quería levantar lo que a su paso caía, volvía a tirar otra cosa.
A veces se convertía en montaña para que nosotros lo escaláramos.
Nos dejaba trepar por su lomo y construir aventuras con su sola presencia.
Recién cuando su cabeza pegó contra el techo me di cuenta de que ya no le alcanzaba el espacio de mi habitación.

El pobre se quedaba quietito y agachado para no traer problemas.
Pero cuando hubo que poner mi cama sobre su lomo verde, mis padres me dieron una semana para que me deshiciera de él.

Le pregunté al preciosaurio si pensaba crecer mucho más. Por sus antepasados, me juró que no.

Volví a hablar con mis padres. La respuesta entonces fue terminante: o sacaba el "monstruo" de la casa o...

Junté un poco de mi ropa. Rodeé el cuello de mi preciosaurio con una soga a modo de correa y, por primera vez, salimos juntos a la calle.

La calle lo impresionó hasta la locura. De tan contento pegó unos
saltos que hundieron parte del asfalto.

Era inmenso. Mi cabeza llegaba hasta la mitad de sus patas.
La primera reacción de los vecinos al vernos partir, fue encerrarse en sus casas. Y después, desatar el bombardeo: naranjazos, tomatazos, zapatazos. Nos pegaron sin compasión.
Y cuando él vio que me habían lastimado, me cargó sobre su lomo.
En pocos minutos se empezaron a escuchar helicópteros y aviones sobrevolando el barrio. Las veredas se llenaron de curiosos.

— ¡Fuera monstruo! —gritaban al preciosaurio.

Fotógrafos de todo el mundo encandilaban sus ojos transparentes con flashes.
Altoparlantes, gritos y bocinas amenazaban nuestra vida.
Pude ver cuando su nariz de chanchito se cubría de lagrimones y chorros de llanto bajaban como una catarata hasta su boca.
Lo que nunca imaginé es lo que después sucedería.

Rápido, como el más veloz de los caballos, mi preciosaurio empezó a galopar sin rumbo.

Bien lejos del peligro, me hizo bajar de su lomo y, cansado, muy cansado se echó sobre el pasto a dormir.

Habría pasado una hora cuando intenté despertarlo y ya no pude. Su cuerpo empezó a cambiar de colores hasta volverse transparente.
Y derritiéndose de a poco, se transformó en una laguna que todavía existe.

Fue a orillas de esas aguas que apareció un huevo rojo del tamaño de una sandía.
Lo agarré con cuidado. Caminé y caminé con él hasta conseguir una canasta.
Metí en ella el huevo rojo y con un cartelito que decía: "Gracias por cuidarlo", lo dejé en la puerta de la primer casa que encontré.
Estaba triste y cansada. Así que toqué el timbre y salí corriendo.


PÁGINA 33 – CUENTO

 EDUARDO ABEL GIMENEZ. 
( CABA-Buenos Aires-Argentina)

Standard

Al Norte y al Sur la ciudad no terminaba nunca, y al Este no iba nadie porque estaba el río. Al Oeste empezaban los barrios pobres y los días trisítes, dos inventos que en esa época tenían mucho éxito pero que Golett preífería evitar. Entre esas cuatro paredes que le ponía la ciudad, Golett miró primero hacia arriba y luego hacia abajo. Arriba pasaba un avión que venía de la base. Abajo estaba el jardín de su casa de El Palomar.
Tardó un minuto en decidirse. Para salir de la ciudad había un solo camiíno, y se puso a cavar.
El primer día consiguió hacer un pozo de dos metros, y después se fue a dormir. A la mañana siguiente tropezó con una roca y tuvo que recurrir al martillo. Al mediodía ya tenía llagas en las manos, así que se permitió una siesta.
Los vecinos se fueron enterando del intento, como sólo saben enterarse los vecinos, y la noticia corrió de cuadra en cuadra. Al tercer día, Golett fue a ver la obra y descubrió que se la habían invadido.
Eran tiempos en que mucha gente quería irse de la ciudad, y no todo el mundo tenía el ingenio de Golett. Muchos eran envidiosos, y a nadie le preocupaba aprovecharse del trabajo de otro. Por eso, los más madrugadoíres habían corrido al jardín de Golett y se habían zambullido de cabeza en el pozo. Los que vinieron después llegaron a tal velocidad que no pudieron frenar y terminaron cayendo sobre los primeros. Los últimos, que eran de esos que siempre dependen de la suerte y del prójimo, se encaramaron soíbre los otros, pensando que el peso de los cuerpos haría ceder el fondo del pozo y todos caerían en algún paraíso reservado a los inteligentes. Así que cuando Golett se asomó al jardín había una montaña humana más alta que el techo.
La policía también se enteró, y se llevó a Golett por sospechoso de algo que no estaba muy claro. Lo encerraron en un sótano, y esa fue la mayor profundidad que consiguió alcanzar en su intento.
Golett era capaz de reconocer sus errores. Esta vez había cometido dos: suponer que hacia abajo el camino estaba despejado, y creer que no había otra dirección que llevara fuera de la ciudad. Eran errores graves, porque abajo había tantos vecinos y policías como en cualquier parte, y además quedaba otra dirección para probar: hacia adentro.
Al principio, Golett se rio de sí mismo. Hacia adentro sólo se consigue enítrar, y eso a veces. Salir, se sale hacia afuera. Pero después cambió de idea.
Llevaba apenas unas horas encerrado cuando empezó a salir hacia adentro. Nadie se dio cuenta, porque se iba achicando tan despacio que diísimulaba bien.
—No sabía que era un enano —dijo el juez a la semana, cuando lo llevaíron a declarar.
Los policías se rascaban la cabeza.
A los veinte días era tan pequeño que pudo pasar entre dos barrotes y salir a la calle. Ya ni siquiera parecía un enano. Teniendo en cuenta que el mundo seguía lleno de policías y vecinos, tuvo que encontrar un modo de pasar inadvertido. Se puso a andar como un perro.
El perro Golett anduvo por las calles durante un mes, primero como doíberman, luego como cocker, finalmente como pekinés. Después se hizo gato, ratón, araña. Estaba cansado de comer porquerías, pero su intento teínía tanto éxito que siguió adelante, haciendo fuerza todo el tiempo para que sus partes y las partes de sus partes fueran saliendo de la ciudad, una a una y hacia adentro.
El último testigo de su desaparición fue un chico, que se quedó con la boca abierta ante el lugar vacío donde antes había un punto, y antes una mosca que se desinflaba.


PÁGINA 34 – CANCIONES

VIOLETA PARRA
(San Carlos-Chile)

GRACIAS A LA VIDA

Gracias a la vida que me ha dado tanto 
Me dio dos luceros que cuando los abro
 
Perfecto distingo lo negro del blanco
 
Y en el alto cielo su fondo estrellado
 
Y en las multitudes el hombre que yo amo.
 

Gracias a la vida que me ha dado tanto
 
Me ha dado el sonido y el abedecedario
 
Con él las palabras que pienso y declaro
 
Madre amigo hermano y luz alumbrando,
 
La ruta del alma del que estoy amando.
 

Gracias a la vida que me ha dado tanto
 
Me ha dado la marcha de mis pies cansados
 
Con ellos anduve ciudades y charcos,
 
Playas y desiertos montañas y llanos
 
Y la casa tuya, tu calle y tu patio.
 

Gracias a la vida que me ha dado tanto
 
Me dio el corazón que agita su marco
 
Cuando miro el fruto del cerebro humano,
 
Cuando miro al bueno tan lejos del malo,
 
Cuando miro al fondo de tus ojos claros.
 

Gracias a la vida que me ha dado tanto
 
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto,
 
Así yo distingo dicha de quebranto
 
Los dos materiales que forman mi canto
 
Y el canto de ustedes que es el mismo canto
 
Y el canto de todos que es mi propio canto.
 

Gracias a la vida
 
Gracias a la vida
 
Gracias a la vida
 
Gracias a la vida.

AL CENTRO DE LA INJUSTICIA


Chile limita al norte con el Perú
y con el Cabo de Hornos limita al sur,
se eleva en el oriente la cordillera
y en el oeste luce la costanera.
Al medio están los valles con sus verdores
donde se multiplican los pobladores,
cada familia tiene muchos chiquillos
con su miseria viven en conventillos.

Claro que algunos viven acomodados,
pero eso con la sangre del degollado.
Delante del escudo más arrogante
la agricultura tiene su interrogante.

La papa nos la venden naciones varias
cuando del sur de Chile es originaria.
Delante del emblema de tres colores
la minería tiene muchos bemoles.

El minero produce buenos dineros,
pero para el bolsillo del extranjero;
exuberante industria donde laboran
por unos cuantos reales muchas señoras
y así tienen que hacerlo porque al marido
la paga no le alcanza pal mes corrido.

Pa no sentir la aguja de este dolor
en la noche estrellada dejo mi voz.
Linda se ve la patria señor turista,
pero no le han mostrado las callampitas.

Mientras gastan millones en un momento,
de hambre se muere gente que es un portento.
Mucho dinero en parques municipales
y la miseria es grande en los hospitales.

Al medio de Alameda de las Delicias,
Chile limita al centro de la injusticia.


PÁGINA 35 – CUENTO


LEO CASTILLO
(Colombia)

HISTORIA DE UN HOMBRECITO
QUE VENDÍA PALABRAS

        Había una vez un hombrecito que vendía palabras. La gente se arremolinaba en torno suyo y  pagaban para que abriera la boca y dejara caer las brillantes palabras que  de su boca rodaban a tierra o bien eran aparadas por los clientes que lo rodeaban. En realidad no le pagaban bien al hombrecito, ni él cobraba lo que valían sus palabras, que estaban hechas de fuego, tierra, viento, agua, sueño y tiempo. Estos elementos, mezclados en la proporción que el hombrecito estimaba pertinente, daban a sus palabras una constitución inigualable, motivo por el cual éstas eran tan estimadas, aunque mal pagadas. Y de eso vivía el hombrecito, de modo que no podía revelar el secreto que sólo él sabía y gracias al cual salían de su boca las palabras que la gente compraba y guardaba en sus cajones. Cuando recibían visita, las personas que las habían comprado, abrían los cajones y  las mostraban a los visitantes diciéndoles :"He aquí estas palabras que fueron compradas al hombrecito que vende palabras. El viento, el fuego, el tiempo, la tierra, el agua y el sueño son sus componentes". Dicho esto, el visitante las recibía, las palpaba, las miraba detenidamente y luego preguntaba dónde vivía el vendedor de palabras, pues quería contar por lo menos con una de ellas. Después de obtener la dirección, el visitante llegaba a la morada del hombrecito y le decía:

         "Señor vendedor de palabras, he visto los maravillosos objetos que salen de su boca y estoy interesadísimo en adquirir por lo menos una". Entonces el hombrecito le dice: "Encantado". Y la palabra encantado cae de su boca, y el cliente la recoge maravillado. "¿Cuánto vale esa palabra?" El hombrecito ladea tímidamente la cabeza y el cliente deja unas monedas en la mesa y se va.

         De este modo estuvo viviendo el hombrecito durante algún tiempo sin que nadie conociese su secreto. Pero una mujercita se enamoró de él y le dijo que quería casarse con alguien con un don tan maravilloso como ése, pero que deseaba antes que nada conocer el secreto de su don. El hombrecito se enamoró de la mujer y con un movimiento de cabeza le dio a entender que estaba dispuesto a todo por ella. Así que se levantó de su asiento y tomándola de la mano la llevó a un rincón oculto de la casa. Al entrar cerró la puerta y encendió la luz para que la mujercita no se tropezara, y la llevó hasta un viejo baúl cerrado con llave. El hombrecito abrió la cerradura del baúl y sacó un rollo de papel en el que estaban escritas unas leyendas antiguas y se lo comió. La mujer quedó fascinada ante el espectáculo que contemplaba. Veía cómo el hombrecito comía con deleite y parsimonia aquel rollo, y no pudo por menos de preguntarle si ésa era su única comida. El hombrecito asintió con la cabeza y luego le señaló una vasija de barro en la que guardaba el agua. El hombrecito bebió de la vasija y luego salieron del escondite.

         Algún tiempo después, la mujercita quiso saber la historia del hombrecito y de qué manera había llegado a aquello. Entonces el hombrecito se levantó, la tomó de la mano y la condujo al escondite nuevamente. Abrió luego el baúl y le mostró un librito empastado en rústica, escrito a mano. La mujer lo abrió y comenzó a leer:

          "Esta es la historia de un hombrecito que aprendió a vender palabras que le salen de la boca. En un principio, el hombrecito era un niño más o menos común y corriente, sólo que tenía la particularidad extraña de no ser escuchado. El hombrecito le decía a su madre: 'Mami, tengo hambre', y la madre seguía haciendo sus faenas domésticas, sin prestarle atención. Cuando iban de paseo, el niño decía: 'Mami, cómprame un helado de chocolate', mas la madre seguía paseando con él, sin escuchar sus palabras. Fue así como el hombrecito descubrió desde niño que su voz era inaudible, como los sonidos de los murciélagos que sólo ellos mismos se escuchan. Así que el niño descubrió que tenía unos hermanos mamíferos alados que revoloteaban en la noche y que, como él, no eran escuchados. Desde ese momento empezó a salir en la noche a verse con los murciélagos, que desde entonces serían sus únicos camaradas. El niño le habló una noche a  los murciélagos de su pena de no ser escuchado y cuán enorme sería su sorpresa cuando vio que un murciélago grande  revoloteó en torno a su cabeza y le susurró al oído : 'León, habla con nosotros que podemos escucharte. No estás solo en el universo'.
   
         "El niño estaba maravillado que un murciélago supiera su nombre y desde entonces se habituó a hablar con todos los murciélagos que llegaban al patio. Una noche, un viejo murciélago que volaba con muchisima dificultad le dijo que quería comunicarle un secreto. El niño le dijo que ya que lo consideraba digno de la revelación, él estaba dispuesto a oírlo. Y fue así como el murciélago le dijo: 'Cuando entres a tu cuarto, toma una hoja de un libro y cómetela. Después acuéstate y mañana háblale a tu madre'. El niño obedeció y  fue a su cuarto,  comió la hoja de un libro, se acostó y a la mañana siguiente se acercó a su madre y le dijo: 'Mami'. Cuando el niño abrió la boca su madre vio las cuatro letras que cayeron al suelo produciendo un sonido musical. La madre, asombrada, recogió las cuatro letras y las ordenó sobre la mesa M-A-M-I. De inmediato la madre  fue a una librería y vendió las cuatro letras que habían salido de la boca de su hijo.

         "Y de esa manera comenzó la señora a resolver sus problemas económicos y a satisfacer las necesidades de su pequeño. Cuando el niño decía: "Tengo hambre", la madre recogía las dos palabras, las vendía y le traía de comer ; también cuando iban de paseo el niño decía: 'Quiero helado de chocolate', entonces la señora vendía las cuatro palabras y compraba el helado a su hijo.

          "Pero la señora  murió algún tiempo después y el niño se quedó solo en la casa. No tenía ahora quien le diera de comer y pensó que los murciélagos podían ayudarle a resolver el problema. 'De ahora en adelante no comerás lo que come la gente común y corriente' - le dijo un murciélago - 'solamente podrás comer papeles escritos, con esto te bastará'. De modo que el niño se limitó a alimentarse de papeles escritos , y vivía solo, encerrado en su casa.

          "Pero la noticia de que en su casa habían extrañas letras rodó por el mundo, y es así que un día tocaron a su puerta. El niño abrió y un señor le dijo : 'Tu madre nos vendía unas maravillosas palabras que fascinan a la gente. Pero ella ha muerto y nosotros necesitamos tener más de ésas'. 'Bueno', respondió el niño y el hombre recogió lleno de contento la palabra que había salido de su boca. Antes de irse, el señor dejó unas monedas en la mano del niño. De ese modo, vendiendo sus palabras, compraba libros de aventuras y cuentos infantiles y con el tiempo pudo hasta  comprarse su ropa y todo cuanto necesitaba. El niño fue creciendo un poco hasta hacerse un hombrecito. Y ésta es la historia del hombrecito que aprendió de los murciélagos el secreto para vender palabras".

         Cuando la mujer hubo terminado de leer el librito, le dijo al hombrecito que lo dejara en su poder, y que ella volvería para que realizasen la boda en el menor tiempo posible. El hombrecito inclinó la cabeza y la mujer partió. "Con este secreto me haré rica y me casaré con un presidente y viviré feliz el resto de mi vida". Eso se dijo la mujer y se fue de la vida del hombrecito. La mujer dejó de comer frutas, arroz, carne, pan ; todo cuanto comía lo cambió por papeles escritos y agua. El primer papel que acabó fue el del librito que le había dado el hombrecito. Después empezó a comer páginas de otros libros, periódicos y todo papel impreso. Pero su salud fue decayendo y por fin murió sin que lograra producir una sola palabra.

          Entre tanto el hombrecito, ignorante de la suerte que había corrido su prometida, pasó muchos días tristes y los que iban a su casa sólo compraban palabras como: melancolía, soledad, abandono, lejanía, ausencia y así las demás. Al correr el tiempo el hombrecito se fue reponiendo de la pérdida y de nuevo palabras alegres brotaban de su boca encantada.

          Hasta que llegó un día en que el hombrecito se sintió desdichado. Se encerró y no recibía a nadie. Solamente hablaba con los murciélagos y les comunicaba su insatisfacción y sus deseos de dejarlo todo y partir. Entonces, un murciélago le dijo: "Te daremos la solución. Mañana te levantarás a media noche, subirás al roble del patio y quedarás colgado de las piernas con la cabeza hacia abajo. Cuando te canses en esa posición te dejarás caer. Eso es todo".                 
          A la media noche siguiente, el hombrecito se trepó al roble y quedó colgado boca abajo de una rama. Así permaneció hasta que no pudo más y se dejó caer. El hombrecito se precipitó al vacío con los ojos cerrados y agitó los brazos en el aire... antes de descubrir que éstos ya no eran brazos, sino un par de alas que le permitieron volar alegremente en el patio en sombras de su casa.

        Algún tiempo después los vecinos del hombrecito, alarmados por el tenaz encierro, derribaron la puerta y quedaron boquiabiertos al encontrar la casa repleta de palabras esparcidas en el suelo. Como pudieron se abrieron paso hasta el cuarto del hombrecito y al abrir la puerta, un murciélago casi les azota el rostro antes de salir y perderse volando en el atardecer




PÁGINA 36 – POEMAS

GABRIELA MISTRAL

(Vicuña-Chile)

MIEDO

Yo no quiero que a mi niña
golondrina me la vuelvan,
se hunde volando en el Cielo
y no baja hasta mi estera;
en el alero hace el nido
y mis manos no la peinan
Yo no quiero que a mi niña
golondrina me la vuelvan.
Yo no quiero que a mi niña
la vayan a hacer princesa.
Con zapatitos de oro
¿cómo juega en las praderas?
Y cuando llegue la noche
a mi lado no se acuesta...
Yo no quiero que a mi niña
la vayan a hacer princesa.
Y menos quiero que un día
me la vayan a hacer reina.
La pondrían en un trono
a donde mis pies no llegan.
Cuando viniese la noche
yo no podría mecerla...
Yo no quiero que a mi niña
me la vayan a hacer reina!

OLGA OROZCO
(Toay-La Pampa-Argentina)


ESOS PEQUEÑOS SERES

En un país que amaba ya estará anocheciendo.
Coronados por sus mustias guirnaldas,
esos pequeños seres creados cuando la oscuridad
vuelven a poblar con sus tiernas músicas,
a golpear con sus manos de brillantes estíos
ese rincón natal de mi melancolía.
Sonríen los inasibles huéspedes,
las criaturas largamente buscadas en las secretas ramas,
en lo más escondido de las piedras,
en la sombra abandonada del que salió de ella eternamente joven.
Desde la lejanía me sonríen.
Qué inútiles sus gestos, sus caricias,
cuando algún largo tiempo nos conoce calladamente ajenos,
cuando ya no hay temor por el huyente roce de los muertos que amamos,
ni por el musgo que crece murmurando sobre el corazón,
ni por las voces nocturnas de los que se despiden sollozando:
-¡Yo te esperaré siempre allá, doliente desaparecida!
Vosotros,
que habitáis en mí la región desmoronada del miedo,
de las ansiadas compañías terrestres:
¿A qué volvéis ahora
como un sueno demasiado violento que la infancia ha guardado?
Apenas si un recuerdo os reconoce,
cada vez más lejanos.



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