GACETA
LITERARIA Nº 91– Junio de 2014– Año VIII – Nº 6
Imágenes: GRZEGORZ WROBEL (Polonia)
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1 – REFLEXIONES
EDUARDO GALEANO
(Montevideo-Uruguay)
11.
Sostener que la literatura va a cambiar, de por sí, la realidad, sería un
acto de locura o soberbia. No me parece menos necio negar que en algo puede
ayudar a que cambie. La conciencia de nuestras limitaciones es, en definitiva,
una conciencia de nuestra realidad. En medio de la niebla de la desesperanza y
la duda, es posible enfrentar las cosas cara a cara y pelearlas cuerpo a
cuerpo: a partir de nuestras limitaciones, pero contra ellas. En este sentido,
resulta tan desertora una literatura "revolucionaria" escrita para
los convencidos, como una literatura conservadora consagrada al éxtasis en la
contemplación del propio ombligo. Hay quienes cultivan una literatura
"ultra" y de tono apocalíptico, dirigida a un público reducido y que
está de antemano de acuerdo con lo que propone y trasmite: ¿cuál es el riesgo
que asumen estos escritores, por más revolucionarios que digan ser, si escriben
para la minoría que piensa y siente como ellos y le dan lo que espera recibir?
No hay, entonces, posibilidad de fracaso; pero tampoco de éxito. ¿De qué sirve
escribir si no es para desafiar el bloqueo que el sistema impone al mensaje
disidente? Nuestra eficacia depende de nuestra capacidad de ser audaces y
astutos, claros y atractivos. Ojalá podamos crear un lenguaje entrador y más
hermoso que el que los escritores conformistas emplean para saludar al
crepúsculo.
PÁGINA 2 - NUESTRA POESÍA
HÉCTOR BERENGUER
(Rosario-Santa Fe-Argentina)
PRESAGIOS DE CALÍGULA
1
El tiempo sucede
la vida ocurre
las promesas se cumplen
o se rompen
Mientras la eternidad se enamora del instante
la vida ocurre
las promesas se cumplen
o se rompen
Mientras la eternidad se enamora del instante
2
No tendrás la luna
ese amor que hiere tu demencia
Todo será igual, dioses, sabios,
miseria humana
ese amor que hiere tu demencia
Todo será igual, dioses, sabios,
miseria humana
3
Por eso tus amores son amargos
como el disfraz o la mímica
y tu mesa esta abierta para el crimen o la fiesta
No morirás de tedio antes del alba
y no podrás oír cantar
ni consolarte
como el disfraz o la mímica
y tu mesa esta abierta para el crimen o la fiesta
No morirás de tedio antes del alba
y no podrás oír cantar
ni consolarte
4
Quieres ser todos los hombres
para poder matarlos
Antes
que la luna que persigues
deje de arder su llama imprescindible
para poder matarlos
Antes
que la luna que persigues
deje de arder su llama imprescindible
5
Si duermes o mueres
¿Que importa?
¿Quien te dará la luna ? Quien puede todo puede nada
Y los hombres mueren
y no son felices
¿Que importa?
¿Quien te dará la luna ?
Y los hombres mueren
y no son felices
Dedicado a la memoria de Albert Camus
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3 – CUENTO
CARLOS
ROBERTO MORÁN
(Santa
Fe-Argentina)
LOS
SABORES MÁS ANTIGUOS DEL PLANETA
Entre los
escritores, suele decirse, ya no se habla de libros sino de películas. Como
hablaba esa noche el hombre robusto y ligeramente encorvado por la edad (en
estos casos se afirma que la edad lo ha alcanzado), de la belleza de Virginia
Madsen, una actriz norteamericana que decidió dejar de exhibir su cuerpo y
dedicarse a hacer buenas y pequeñas películas, ya cercana a la veteranía. Una
belleza que duele, decía el hombre que afirmaba ser un oscuro escritor, tomaba
whisky, espiaba por la ventana para observar si la lluvia había terminado o si
no había trocado en una llovizna soportable.
El tema,
con todo, no era Virginia Madsen, sino la pregunta que ella hacía en la
película que el hombre canoso quería contar y que demoraba, sin embargo, en
volver precisa, en traerla a la pequeña reunión que se había armado
informalmente en un recodo del salón del hotel, mientras aguardaban.
Quería
hablar del gordito, así lo llamaba, lo habían visto en otras películas no bien
lo describió: un buen actor de segunda, su cuerpo descuidado, pelado y con
barba candado, mirada un tanto bovina. El típico perdedor de las películas
norteamericanas, opinó el más flaco que lo ubicaba muy bien pero que no podía
recordar su nombre. Acá, aclaró el hombre canoso que había mencionado a la
rubia Virginia Madsen, acá, repitió refiriéndose a la película, hace también de
perdedor pero al final, de cierta manera, también gana. Aunque en esa película,
al fin de cuentas nadie gana ni nadie pierde en forma definitiva. Un pasaje de
vida, opinó el flaco. Tal cual, confirmó el oscuro escritor.
Lo que
decía ese tipo, el gordito redondo y sin registros de haber concurrido a ningún
gimnasio en su vida, era que odiaba un tipo de vino, porque la película era una
especie deroad movie celebradora de los vinos californianos, porque era
fácil de obtener. En cambio, decía el gordito según contaba el escritor
mientras todos continuaban esperando, que había otra clase, otra cosa, pero que
para lograrla tenía que darse la batalla. El flaco recordó, como si sacara la
espada, la frase terrible de Buñuel: “Si yo contara toda la verdad, comenzaría
de inmediato la batalla”.
La
batalla, murmuró el escritor oscuro, y de dos tragos vació su vaso de whisky.
Cuando el flaco terminó de pronunciar la frase todos los otros lo miraron con
hostilidad.
El flaco,
como si hubiera tenido una revelación, se acordó: ¡Giaconetti! Se llama
Giaconetti ese actor. ¿Cómo el escultor?, preguntó un tercero, el más bajo de
los reunidos por el azar. No, dijo el hombre robusto y a medias encorvado, el
escultor tenía otro apellido. Italiano. Parecido al de la actriz. Los nombres,
esa noche, quedaban en la nebulosa. La reunión, la verdadera, por llamarla de
algún modo, se desarrollaba en un salón grande pero de puertas cerradas. Algo
de lo que estaban discutiendo allí quienes esperaban iban a tener que conocer.
Algo o mucho, de los otros, de los reunidos en el salón grande y seguro que ya
cargado de humo, tendrían que decir, que comunicar. A su tiempo recibirían las
instrucciones.
Creo, dijo
la mujer que hasta ese momento no había intervenido en la conversación, que vi
la película. La pelea a la que aludía el gordito, agregó, era entre un tipo de
vino y otro. No me parece que fuera algo importante, agregó.
El hombre,
que permanecía en la oscuridad, la miró como si la descubriera por primera vez
y murmuró unas palabras ininteligibles. Después, como ternero sediento, empinó
el vaso de whisky como si buscara sacarle hasta la última gota. Luego miró otra
vez por la ventana la lluvia. La indiferencia de la lluvia.
El hombre
no quiso agregar más, no vale la pena, terminaba de murmurar. Miró el techo y
vio telarañas, presuntas o ciertas, y objetos lánguidos que colgaban en ese
hotel impersonal. No era lánguida Virginia Madsen, bien que lo sabía.
Recordaba
la noche, la escena de la noche, el hombrecito que al parecer se llamaba Giaconetti
sosteniendo que esa clase de vino era difícil de conseguir, que el viñatero
tenía que buscarlo, seguirlo, mantenerlo vivo. Pero entonces, decía con
entusiasmo el gordito ante los ojos grandes, abiertos, receptivos, de Virginia
Madsen. Pero entonces.
Alguien
llegó, el bajito al que todos le decían Lopecito, porque era genuflexo como el
secretario de Perón, pero también terrible, capaz de mandarte los perros,
cuando no la propia Gestapo. “Prepárense”, dijo, y no sonrió porque se trataba
de una orden y no de un chiste. Sí, prepararse, lapiceras en ristre, nada de
grabadores, nada de dejar huellas.
Salieron
del salón, displicentes, seguros de sí, a veces sonrientes, a veces demasiado
serios, ensimismados, conversando entre ellos en forma apagada, presuntamente
con monosílabos, en todo caso más con gestos sobreentendidos que con palabras.
Nadie los miró, mientras ellos debían continuar esperando un poco más,
expectantes.
Uno, el
que solía aparecer en las entrevistas, el que (se entendía) mejor salía en la
televisión, se les acercó al fin. Parecía estar a punto de darles algo
impreciso, un sándwich o una bendición. Les habló en voz baja con Lopecito a su
lado, sirviéndole más que apuntador de intérprete.
Ellos
escribían, cada uno a su modo, rápidos, precisos. Debían traducir, olvidarse de
sí mismos, cuando el hombre insultaba, o decía palabras agresivas u obscenas, o
descalificaba, ellos, en el papel, traducían, volvían blanco el negro,
comprensible lo indescifrable, ponían en palabras y en cifras como si tendieran
la mesa un mantel en el que cualquiera pudiera apoyar sus brazos, colocar el
plato, comer sin complicaciones.
Eso daban:
comida. Se comunicarían con el del espacio televisivo, con los muchachos de la
radio, pasarían el parte a los de los diarios, pondrían en circulación la
maquinaria. Ellos, que conocían el oficio también sabían de artificio. Globos
de colores, fuegos vacuos del anochecer. La ninguna sustancia de las cosas.
Ellos, los
que habían estado esperando, escribían. Colgaban poemas, cuentos imprecisos,
diatribas contra el estado de cosas. Todo eso se esfumaba otra vez, como ya
había ocurrido, como volvería a pasar. Ellos escribían, el gordo del whisky también.
Escribía a máxima velocidad lo que el hombre tanto o más gordo que él mismo,
pero infinitamente mejor vestido, seguro, aplomado, dueño y señor, dictaba, lo
que Lopecito también dictaba. Éstas, se decía, no son mis palabras mientras
escribía las palabras ajenas. Pensó en una isla, en una cara, en una situación
extraña y entreverada, en los vestigios yermos de su novela. Ésa es mi palabra,
pensó.
Ninguno de
ellos, los que estuvieron en la reunión informal, peleaba. Ya no. Él, en todo
caso, no lo hacía.
Trataría
de apurarse para entregar el parte.
La
película se había disgregado, igual a quien lava un sitio demasiado pisado,
abrumador.
La lluvia
continuaba, mansa pero excesiva, como si buscara tapar sus verdaderas
intenciones.
Entonces,
decía el hombrecito a Virginia Madsen en la película, cuando después de tanto
sacrificio y lucha se obtiene el Pinot y se lo saborea se pueden percibir los
sabores más antiguos del planeta.
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4 – NUESTRA POESÍA
SEPARADOR
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5 – CUENTO
ANTONIO DAL MASETTO
(Intra-Italia)
MARIPOSA
El hombre ha estado caminando al azar durante horas por las calles de la ciudad. ¿Qué lo atormenta? Su pesar tiene un nombre. Nombre de mujer. En este hombre que camina y camina hay algo irresuelto con respecto a esa mujer. Debe tomar una determinación. No es una determinación que vaya a modificar nada, todo está ya definido desde hace un tiempo, los hechos no cambiarán, no depende de su voluntad. Es en sí mismo donde el hombre debe resolver ese algo, dentro de sí, hacia adentro. Tal vez simplemente se trate de aceptar. Nada más que eso: aceptar. Pero no es fácil.
Regresa al edificio donde vive y al mirarse en el espejo del ascensor descubre que tiene una mariposa posada sobre el hombro izquierdo. Son las ocho de la noche, lo sabe porque acaba de mirar el reloj. Mientras el ascensor sube hasta el sexto la mariposa trepa por el cuello y el pelo del hombre y va a colocarse en la parte superior de su oreja izquierda. Al llegar al sexto, al hombre le cuesta apartarse del espejo y cuando se decide lo hace con cuidado, como alguien que lleva una carga preciosa. ¿Se lo imaginan recorriendo el pasillo hasta la puerta de su departamento con la mariposa en la oreja? ¿Pueden verlo caminando con el cuello rígido, sorprendido, complacido, extrañamente gratificado?
va directamente a pararse frente al espejo del living. La mariposa sigue ahí. El nombre de la mujer que lo acompañó durante todo el día, la imagen de la mujer, se mezclan con esa presencia de la mariposa.
El hombre escucha los mensajes del contestador telefónico, levanta una persiana, calienta café. Ahora, con la mariposa en la oreja, todo gesto rutinario adquiere un color y un peso nuevos.
De tanto en tanto vuelve al espejo. Juega a pensar que la mariposa lo eligió, ¿pero para qué? En una de las idas a la cocina la mariposa abandona la oreja, emprende un vuelo breve y va a pararse dentro de la pileta, sobre el aro metálico del desagote. Tal vez busque agua. El hombre hace que una gota se deslice hacia ella. Parecería que efectivamente la mariposa acepta el agua. Después se desplaza por el fondo de la pileta, intenta subir por una de las paredes, cae y queda echada de costado. El hombre la endereza y la mariposa vuelve a derrumbarse. Quizá se esté muriendo. Quizá vino acá a morir. Son las 9.40.
En la cocina, en una ventanita alta, hay dos macetas con plantas. El hombre toma suavemente a la mariposa de las alas y, estirándose, la coloca contra un tallo. La mariposa se prende, trepa. Se desliza por el lado inferior de una hoja, se detiene y queda colgada con las alas hacia abajo. El hombre se queda un rato observándola y después continúa haciendo sus cosas. A las 10.30, cena. A las once enciende el televisor durante diez minutos y lo apaga. cerca de la medianoche se desata una tormenta.
Llueve, sopla el viento y al mirar por la ventana el hombre tiene la impresión de que la ciudad acaba de inundarse. Quizá la mariposa lo buscó para escapar de la tormenta. A las dos se acuesta. Se duerme rápido pero se despierta apenas pasadas las tres y va a la cocina. La mariposa no volvió a moverse. Durante el resto de la noche el hombre se acuesta y se levanta varias veces. Amanece y la mariposa permanece colgada de la misma hoja. ¿Sigue viva o estará muerta? ¿Habrá realmente venido a morir acá, en su casa?
El hombre inicia su vida de cada mañana. Desayuna con una taza grande de café y le echa una mirada al diario que le dejan delante de la puerta. La tormenta pasó y amaneció con sol. Alrededor de las 9.30, al ir una vez más a la cocina, se encuentra con una sorpresa: la mariposa cambió de lugar. Ya no está colgada como toda la noche, sino parada sobre una hoja, otra hoja. Ahora, alta contra el resplandor del cielo, los colores de sus alas resaltan. Son anaranjadas, con manchas azules y pequeñas pintas oscuras. También las antenas se distinguen nítidas y sensibles en el contraluz. las idas y vueltas del hombre se reanudan. La mariposa es un pequeño faro en su mañana. También es un interrogante, una esfinge mínima en la ventana de su cocina.
A las diez descubre que otra vez cambió de ubicación. Lo mismo a las 10.30, a las once, a las 11.30 y a las doce, aunque nunca logra sorprenderla en movimiento. A las 12.30 la mariposa no está. Después la descubre aleteando en la parte baja del vidrio. El hombre se queda ahí, viéndola revolotear contra la claridad. Hay algo que debe hacer, pero no está seguro, en él vive una contradicción, la misma que lo acompañó la jornada anterior, durante tantas jornadas anteriores a ésa, mientras caminaba con el nombre de la mujer martillándole la cabeza. Tarda en decidirse. Le cuesta. le cuesta mucho. Por fin se sube a una silla, toma a la mariposa de las alas, abre la ventana y la lanza hacia afuera. Ve cómo se desvanece rápido en la luz del cielo y la imagen le provoca un sentimiento de pérdida al mismo tiempo que una felicidad breve. Todavía se pregunta: ¿hice lo correcto abriendo la ventana? ¿Debería haberla retenido un poco más? ¿Hice bien en dejarla partir de mí definitivamente?
El hombre ha estado caminando al azar durante horas por las calles de la ciudad. ¿Qué lo atormenta? Su pesar tiene un nombre. Nombre de mujer. En este hombre que camina y camina hay algo irresuelto con respecto a esa mujer. Debe tomar una determinación. No es una determinación que vaya a modificar nada, todo está ya definido desde hace un tiempo, los hechos no cambiarán, no depende de su voluntad. Es en sí mismo donde el hombre debe resolver ese algo, dentro de sí, hacia adentro. Tal vez simplemente se trate de aceptar. Nada más que eso: aceptar. Pero no es fácil.
Regresa al edificio donde vive y al mirarse en el espejo del ascensor descubre que tiene una mariposa posada sobre el hombro izquierdo. Son las ocho de la noche, lo sabe porque acaba de mirar el reloj. Mientras el ascensor sube hasta el sexto la mariposa trepa por el cuello y el pelo del hombre y va a colocarse en la parte superior de su oreja izquierda. Al llegar al sexto, al hombre le cuesta apartarse del espejo y cuando se decide lo hace con cuidado, como alguien que lleva una carga preciosa. ¿Se lo imaginan recorriendo el pasillo hasta la puerta de su departamento con la mariposa en la oreja? ¿Pueden verlo caminando con el cuello rígido, sorprendido, complacido, extrañamente gratificado?
va directamente a pararse frente al espejo del living. La mariposa sigue ahí. El nombre de la mujer que lo acompañó durante todo el día, la imagen de la mujer, se mezclan con esa presencia de la mariposa.
El hombre escucha los mensajes del contestador telefónico, levanta una persiana, calienta café. Ahora, con la mariposa en la oreja, todo gesto rutinario adquiere un color y un peso nuevos.
De tanto en tanto vuelve al espejo. Juega a pensar que la mariposa lo eligió, ¿pero para qué? En una de las idas a la cocina la mariposa abandona la oreja, emprende un vuelo breve y va a pararse dentro de la pileta, sobre el aro metálico del desagote. Tal vez busque agua. El hombre hace que una gota se deslice hacia ella. Parecería que efectivamente la mariposa acepta el agua. Después se desplaza por el fondo de la pileta, intenta subir por una de las paredes, cae y queda echada de costado. El hombre la endereza y la mariposa vuelve a derrumbarse. Quizá se esté muriendo. Quizá vino acá a morir. Son las 9.40.
En la cocina, en una ventanita alta, hay dos macetas con plantas. El hombre toma suavemente a la mariposa de las alas y, estirándose, la coloca contra un tallo. La mariposa se prende, trepa. Se desliza por el lado inferior de una hoja, se detiene y queda colgada con las alas hacia abajo. El hombre se queda un rato observándola y después continúa haciendo sus cosas. A las 10.30, cena. A las once enciende el televisor durante diez minutos y lo apaga. cerca de la medianoche se desata una tormenta.
Llueve, sopla el viento y al mirar por la ventana el hombre tiene la impresión de que la ciudad acaba de inundarse. Quizá la mariposa lo buscó para escapar de la tormenta. A las dos se acuesta. Se duerme rápido pero se despierta apenas pasadas las tres y va a la cocina. La mariposa no volvió a moverse. Durante el resto de la noche el hombre se acuesta y se levanta varias veces. Amanece y la mariposa permanece colgada de la misma hoja. ¿Sigue viva o estará muerta? ¿Habrá realmente venido a morir acá, en su casa?
El hombre inicia su vida de cada mañana. Desayuna con una taza grande de café y le echa una mirada al diario que le dejan delante de la puerta. La tormenta pasó y amaneció con sol. Alrededor de las 9.30, al ir una vez más a la cocina, se encuentra con una sorpresa: la mariposa cambió de lugar. Ya no está colgada como toda la noche, sino parada sobre una hoja, otra hoja. Ahora, alta contra el resplandor del cielo, los colores de sus alas resaltan. Son anaranjadas, con manchas azules y pequeñas pintas oscuras. También las antenas se distinguen nítidas y sensibles en el contraluz. las idas y vueltas del hombre se reanudan. La mariposa es un pequeño faro en su mañana. También es un interrogante, una esfinge mínima en la ventana de su cocina.
A las diez descubre que otra vez cambió de ubicación. Lo mismo a las 10.30, a las once, a las 11.30 y a las doce, aunque nunca logra sorprenderla en movimiento. A las 12.30 la mariposa no está. Después la descubre aleteando en la parte baja del vidrio. El hombre se queda ahí, viéndola revolotear contra la claridad. Hay algo que debe hacer, pero no está seguro, en él vive una contradicción, la misma que lo acompañó la jornada anterior, durante tantas jornadas anteriores a ésa, mientras caminaba con el nombre de la mujer martillándole la cabeza. Tarda en decidirse. Le cuesta. le cuesta mucho. Por fin se sube a una silla, toma a la mariposa de las alas, abre la ventana y la lanza hacia afuera. Ve cómo se desvanece rápido en la luz del cielo y la imagen le provoca un sentimiento de pérdida al mismo tiempo que una felicidad breve. Todavía se pregunta: ¿hice lo correcto abriendo la ventana? ¿Debería haberla retenido un poco más? ¿Hice bien en dejarla partir de mí definitivamente?
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6 – POESÍA ARGENTINA
CARINA SEDEVICH
(Villa María-Córdoba-Argentina)
14
Suena una alarma.
El calor, la ausencia, una rama de sauce:
.que hace que la alarma suene?
El perro del vecino llora.
Es la manana de una nochebuena.
Un dia giratorio,
mas que otros.
Cegador como una vuelta al mundo.
Si fueras a perdonarme
escribiria una carta, hijo
de despedida.
Te diria que no encuentro la belleza
mas.
Que me seque.
Quisiera
rodearte de piel embarazada
para siempre.
Que te quedes asi, en la tibieza.
Que tu vuelo
sea el vuelo del que nunca va a perder.
Hijo, si pudiera,
te dejaria el album grande de la vida
completo, con todas las figuritas,
sobre todo las dificiles.
Hijo, si pudiera,
repartiria mi cuerpo por tajadas
lo dejaria guardado en la heladera.
Hijo, si pudiera,
dejaria la palabra exacta
blanda y blanca como un cirio
cada noche en tu mesita.
Suena una alarma.
Pero no pasa nada.
Porque estas cosas no se anuncian.
15
Que me sientas como a un miembro amputado
enfermo, si, y parte tuya.
Que cada beso sea una hoja que se cae.
Que cada festin tenga esa musica
loca que adivina la amargura.
Que estando lejos
que siendo extrano
te mires las manos
te veas al espejo.
Que camines por la arena vieja
llameante de estar callado.
Que tus fantasmas de nino no me encuentren
y pasen a buscarte.
Que cada dia sea una estafa.
Exactamente como cuando estaba
yo
pero sin mi.
16
Aca estas Mimi, pegada a mi mano.
Sobre el viejo escritorio, junto a la vieja maquina.
Junto al viejo telefono que me voy a llevar.
Me viste llegar y me seguiste
porque tu amor es silencioso como un dios.
Dicen que sos arisca
pero si estamos solas y estoy triste
te buscas un rinconcito cerca
y entonces dejas que te acaricie.
Y te dormis y vigilas.
No se como pasan estas cosas.
Sera que sos mi Berenice.
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7 – RESEÑA
OSVALDO RAÚL VALLI
(Santa Fe-Argentina)
LA SANGRE PARA ELLOS SON MEDALLAS, de Ángel Balzarino
Lejos de una estética complaciente o de aquellas expresiones literarias
que de una manera u otra se ajustan a reglas no siempre claras de mercado o a
erráticos “gustos de época”, la escritura de Ángel Balzarino constituye en
sí misma un desafío para cualquier lector, aun el más entrenado en el ejercicio
de captar enigmas, desentrañar situaciones o bucear en la interioridad de los
protagonistas. Una recorrida atenta por algunas de sus obras (desde El hombre
que tenía miedo a Albertina lo llama, señor Proust, desde Hombres y hazañas a Cenizas
del Roble, desde Antes del primer grito a La sangre para ellos son medallas)
permite advertir señales propias, rasgos particulares, guiños de complicidad
que inevitablemente remiten a un estilo, a un modo especial de proyectar
imaginarios, y configurar atmósferas. Hablan igualmente de innegable aptitud
para enlazar lo lúdico con lo trágico, lo inofensivo con lo terrible, la
preferencia por problemáticas individuales con visión comprometida y hasta
testimonial, de la realidad social.
La sangre para ellos son medallas -obra publicada este año- si bien establece cierta continuidad respecto a aquellas líneas fuertes, pone de manifiesto la incorporación de algunos tópicos sustanciales vinculados al devenir sociopolítico actual o a hechos ubicados en la tenebrosa etapa del terrorismo de Estado. Con singular maestría Balzarino va más allá, en la mayoría de los casos, de la mera instancia anecdótica al acceder a dimensiones profundas donde se juegan aspectos fundamentales que hacen a la ubicación de los seres respecto a sí mismos y al mundo en que están insertos. Dicho en otras palabras, lecturas probables a través de las cuales determinadas vicisitudes “cotidianas” requieren ser interpretadas, a otro nivel, como hechos trascendentes que rozan los propios límites de las posibilidades humanas. “Una palabra, nada más” constituye, desde esta perspectiva, un claro ejemplo de cómo un hecho concreto (el suplicio de una familia a raíz de un operativo policial injustificado) puede ser interpretado simbólicamente a través de uno de los mitemas más conocidos. En este caso el descenso al mundo de las tinieblas “signado no solo por la pérdida de sentido del tiempo sino por su carga de “terror, desamparo” y degradación. Lejos entonces, del sentido recuperador que los descensos míticos poseen en la vida de los seres “elegidos”, la “pesadilla tortuosa casi interminable” vivida esa noche por los Quiroga tuvo para el padre una connotación especial. La falta de una palabra, una sola palabra reparadora que mitigue y dé sentido a sus padecimientos, lo enfrentó a la certeza de haber cruzado un límite. La “definitiva derrota” estaba a la vista, y lo que es peor, sin posibilidades de regreso.
Hay otros cuentos -“Los juegos para Ana” o “Una culpa latente”- que si bien podrían suscitar lecturas arquetípicas análogas a la esbozada anteriormente, la propia matriz conceptual con que fueron engendrados (dimensión de lo absurdo mezclada con un “realismo patológico”; atisbos del grotesco con facetas de lo trágico), posibilita una extraña relación con las vicisitudes de los personajes. Sobre todo, la última de las piezas nombradas, cabal demostración de la capacidad de Balzarino de generar situaciones en las que se entrelazan facetas ponderables y al mismo tiempo, aberrantes de la naturaleza humana. En este caso una historia en cierto modo lineal (si es que se puede hablar de linealidad en este autor) focalizada en la protagonista, una mujer que narra minuciosamente y sin inhibiciones cómo fue tramando un prolijo plan destructivo que la habría de llevar, a un estado de inefable gozo interior no exento, paradójicamente, de una rara euforia culposa.
Precisamente en estas contradicciones estarían las claves para entender una narrativa compleja y en gran medida cuestionadora que privilegia los interrogantes sobre las certezas, los flancos débiles y hendiduras por sobre la contundencia de un posible mensaje aleccionador. Bases necesarias aunque no excluyentes, para acceder sin prejuicios a un orbe narrativo demandante de lectores cómplices, participativos, capaces no solo de desentrañar señuelos que de tanto en tanto va dejando el autor, sino de asumir a fondo que en cada uno de los cuentos está latente la posibilidad de encuentro o desencuentro, de amor o de odio que subyace en esa obra de experiencia y de riesgo que asume la criatura humana cuando se dispone a asumir el no siempre fácil oficio de vivir.
O de morir como ocurre con “La sangre para ellos son medallas”, el cuento elegido por Balzarino para “cerrar” el libro. Diferente en lo que hace al trabajado de la estructura cuentística y al mismo tiempo portador de motivos básicos que atraviesan piezas narrativas. Ente ellos la violencia, constante semántica en el transcurso de la obra, que aquí estalla en una onda expansiva de alto voltaje social, político y sobre todo ético: Víctor Jara preso, atormentado por la tortura y a punto de ser ejecutado, desespera por borronear “el único y último signo que podría presentar en la batalla que (…) iba a perder definitivamente”. De nuevo sorprende el narrador con esta reelaboración estética de un “relato” enquistado en la memoria colectiva chilena. La pasión y muerte de alguien que hasta sus últimos momentos luchó a brazo partido contra el olvido, a través de versos borroneados en “un mísero papel”.
Visto desde esta perspectiva adquiere sentido pleno este último libro de Balzarino, el “experto tejedor de sutiles tramas artesanales” -como alguna vez lo nombró Lermo Balbi-. Sutiles tramas que no solo se “tejen” en base a dominio de la intriga, dosificación de tiempos discursivos o manejo de las inevitables tensiones narrativas. También exigen, vale la pena repetirlo, miradas de mundo, posiciones ante complejidades de la historia, fina sensibilidad para comprender (y fantasear sobre ello) las grandezas y relatividades de la condición humana. En concordancia con lo manifestado, no ha de resultar fácil, aun para el receptor más "distante", permanecer impasible luego de la lectura de esta obra.
La sangre para ellos son medallas -obra publicada este año- si bien establece cierta continuidad respecto a aquellas líneas fuertes, pone de manifiesto la incorporación de algunos tópicos sustanciales vinculados al devenir sociopolítico actual o a hechos ubicados en la tenebrosa etapa del terrorismo de Estado. Con singular maestría Balzarino va más allá, en la mayoría de los casos, de la mera instancia anecdótica al acceder a dimensiones profundas donde se juegan aspectos fundamentales que hacen a la ubicación de los seres respecto a sí mismos y al mundo en que están insertos. Dicho en otras palabras, lecturas probables a través de las cuales determinadas vicisitudes “cotidianas” requieren ser interpretadas, a otro nivel, como hechos trascendentes que rozan los propios límites de las posibilidades humanas. “Una palabra, nada más” constituye, desde esta perspectiva, un claro ejemplo de cómo un hecho concreto (el suplicio de una familia a raíz de un operativo policial injustificado) puede ser interpretado simbólicamente a través de uno de los mitemas más conocidos. En este caso el descenso al mundo de las tinieblas “signado no solo por la pérdida de sentido del tiempo sino por su carga de “terror, desamparo” y degradación. Lejos entonces, del sentido recuperador que los descensos míticos poseen en la vida de los seres “elegidos”, la “pesadilla tortuosa casi interminable” vivida esa noche por los Quiroga tuvo para el padre una connotación especial. La falta de una palabra, una sola palabra reparadora que mitigue y dé sentido a sus padecimientos, lo enfrentó a la certeza de haber cruzado un límite. La “definitiva derrota” estaba a la vista, y lo que es peor, sin posibilidades de regreso.
Hay otros cuentos -“Los juegos para Ana” o “Una culpa latente”- que si bien podrían suscitar lecturas arquetípicas análogas a la esbozada anteriormente, la propia matriz conceptual con que fueron engendrados (dimensión de lo absurdo mezclada con un “realismo patológico”; atisbos del grotesco con facetas de lo trágico), posibilita una extraña relación con las vicisitudes de los personajes. Sobre todo, la última de las piezas nombradas, cabal demostración de la capacidad de Balzarino de generar situaciones en las que se entrelazan facetas ponderables y al mismo tiempo, aberrantes de la naturaleza humana. En este caso una historia en cierto modo lineal (si es que se puede hablar de linealidad en este autor) focalizada en la protagonista, una mujer que narra minuciosamente y sin inhibiciones cómo fue tramando un prolijo plan destructivo que la habría de llevar, a un estado de inefable gozo interior no exento, paradójicamente, de una rara euforia culposa.
Precisamente en estas contradicciones estarían las claves para entender una narrativa compleja y en gran medida cuestionadora que privilegia los interrogantes sobre las certezas, los flancos débiles y hendiduras por sobre la contundencia de un posible mensaje aleccionador. Bases necesarias aunque no excluyentes, para acceder sin prejuicios a un orbe narrativo demandante de lectores cómplices, participativos, capaces no solo de desentrañar señuelos que de tanto en tanto va dejando el autor, sino de asumir a fondo que en cada uno de los cuentos está latente la posibilidad de encuentro o desencuentro, de amor o de odio que subyace en esa obra de experiencia y de riesgo que asume la criatura humana cuando se dispone a asumir el no siempre fácil oficio de vivir.
O de morir como ocurre con “La sangre para ellos son medallas”, el cuento elegido por Balzarino para “cerrar” el libro. Diferente en lo que hace al trabajado de la estructura cuentística y al mismo tiempo portador de motivos básicos que atraviesan piezas narrativas. Ente ellos la violencia, constante semántica en el transcurso de la obra, que aquí estalla en una onda expansiva de alto voltaje social, político y sobre todo ético: Víctor Jara preso, atormentado por la tortura y a punto de ser ejecutado, desespera por borronear “el único y último signo que podría presentar en la batalla que (…) iba a perder definitivamente”. De nuevo sorprende el narrador con esta reelaboración estética de un “relato” enquistado en la memoria colectiva chilena. La pasión y muerte de alguien que hasta sus últimos momentos luchó a brazo partido contra el olvido, a través de versos borroneados en “un mísero papel”.
Visto desde esta perspectiva adquiere sentido pleno este último libro de Balzarino, el “experto tejedor de sutiles tramas artesanales” -como alguna vez lo nombró Lermo Balbi-. Sutiles tramas que no solo se “tejen” en base a dominio de la intriga, dosificación de tiempos discursivos o manejo de las inevitables tensiones narrativas. También exigen, vale la pena repetirlo, miradas de mundo, posiciones ante complejidades de la historia, fina sensibilidad para comprender (y fantasear sobre ello) las grandezas y relatividades de la condición humana. En concordancia con lo manifestado, no ha de resultar fácil, aun para el receptor más "distante", permanecer impasible luego de la lectura de esta obra.
PÁGINA
8 – POESÍA ARGENTINA
(San
Martín de los Andes-Neuquén-Argentina)
EL
TRONO DE HIELO
Rey
sobre la montaña,
ventisca helada posa sobre su larga barba,
y su silueta es la sombra estirada
sobre la sábana blanca que envuelve la montaña.
ventisca helada posa sobre su larga barba,
y su silueta es la sombra estirada
sobre la sábana blanca que envuelve la montaña.
Rey
en las alturas,
tu
trono en la intemperie rabiosa
desde allí sentado señor de tormentas,
invocabas el fruto de tu tierra,
los cristales de aquel cielo
desde allí sentado señor de tormentas,
invocabas el fruto de tu tierra,
los cristales de aquel cielo
que
caían en danza con el viento,
se
envolvían en él,
era la bella nevada
era la bella nevada
que
posó en mi suelo fértil de ayer.
Señor sobre el trono de hielo
en cadáveres se alimentan ahora
Señor sobre el trono de hielo
en cadáveres se alimentan ahora
las
aves calvas de la muerte ,
deja caer el manto helado
deja caer el manto helado
en
este desierto sin retorno
una vez más, cuando todo ya se ha perdido.
Déjame sentir,
una vez más, cuando todo ya se ha perdido.
Déjame sentir,
saborear,
ver
señor de la colina,
una vez más los pétalos de tu cielo congelado,
déjame ir
una vez más los pétalos de tu cielo congelado,
déjame ir
sintiendo
en mis secos labios
que
en la tierra reseca
aún, la nieve vive.
aún, la nieve vive.
ALZHEIMER
Vivo
lo que un día fuimos,
cuando
éramos, en los recuerdos
cuando
nos conocíamos,
mucho
tiempo atrás
yo
un niño y tu una anciana.
Vivo
el pasado que carga ahora esta espalda,
soy
anciano,
también
niño,
viajo
al pasado y no es por la almohada,
no
es un sueño, es una realidad queme atrapa,
dejo
que el tiempo siga adelante,
vuelvo a antiguas etapas donde fuimos algún día
un
punto medio.
Tú
me conocías
nos
conocíamos como una madre y su niño
te
quise como a mi ella y como ella te quiso a ti.
En
las noches nos olvidabas
buscabas
tu casa,
en
las noches buscabas a los tuyos,
a
tu madre y a tu padre,
en
jóvenes recuerdos donde te perdí,
volvías
a la vida de un pasado como me paso a mí,
de
anciano te recuerdo como un niño,
y
tu como una niña me recordabas anciana,
todos
los días nos volvíamos a conocer ya cuando llegaba el fin
te
veo en sueños y me llamas,
aquí
estoy nona,
y
de recuerdos y de vida me quedo contigo
hasta
que despierte
hasta ser el niño que fui muriendo de viejo
caminando
junto a ti.
PÁGINA
9 – CUENTO
PATRICIA RODRÍGUEZ SARAVIA
(Ciudad
de México-México)
El artista creador se
reserva. Ante todo debe durar.
Pero el virtuoso se da
en algunos minutos, arde en ellos por entero.
Sólo aparece en esos
segundos de paroxismo.
El secreto de su poder
es que no debe durar.
Jamás la multitud
admitiría que un hombre adquiriera sobre ella ascendente tan excepcional
Camile Mauclair
Viajaba en avión a Moscú. La pantalla de cristal líquido
proyectaba el noticiero cultural, la comentarista elogiaba la actuación de
Piotr; lo definía como un virtuoso capaz
de tocar magistralmente las cuerdas emocionales de los asistentes.
Deslicé la tarjeta de crédito en la ranura del descansa brazos de mi
asiento y compré en Global
Ticket un boleto para esa misma noche.
Dejé mi maleta en el hotel y tomé
un taxi que me dejó frente al auditorio. En la sala de conciertos la vestimenta
de la concurrencia conservaba diseños folklóricos rusos, el público olía a
condimentos exóticos apenas cubiertos
por perfumes intensos. Los reflectores
láser dirigidos al escenario hicieron
que la gente guardara silencio. Del
vórtice salió un hombre menudito, vestido de levita, miró al público inmerso
en la oscuridad de la sala y agitó
su abundante cabellera rizada a manera
de saludo.
Piotr estaba solo
en el escenario, no traía violín, arpa, ni otro instrumento musical. Permaneció unos minutos con los ojos cerrados. De pronto su cuerpo
se contorsionó y en su rostro se dibujó un rictus de intenso
sufrimiento. La respuesta del público no
se hizo esperar: un gemido colectivo, capaz de pararle los pelos al más
insensible, salió de todas las gargantas como si fuera una sola. El número
terminó y el público aplaudió a rabiar.
Cuando se hizo el silencio, Piotr llevó las manos a su rostro y su cuerpo se
convulsionó en sollozos. El llanto humedeció los
rostros de los asistentes. Pañuelos blancos salieron de los bolsillos de los caballeros y
otros, bordados y orlados de finos encajes,
salieron de los bolsos de las damas. Todos aplaudieron emocionados
enjugando sus lágrimas. Yo no salía de mi asombro cuando el timbre marcó el intermedio.
Nos dirigimos
al vestíbulo en busca de bocadillos de caviar
y champagne ruso. La tercera
llamada marcó el final de la pausa y
dóciles regresamos a nuestros
lugares. Piotr apareció en el escenario. Esta vez sus
movimientos eran sensuales, llenos de un erotismo arcaico y animal. La sala se llenó de suspiros, respiraciones entrecortadas y jadeos. Cuando
el número terminó se escuchó una lluvia de aplausos. Pensé en ir a mi
hotel, estaba cansado y tenía que trabajar
temprano al día siguiente. El
virtuosismo de Piotr era original pero no alcanzaba a emocionarme. Iba a levántame del asiento cuando empezó la
cuarta y última interpretación.
El cuerpo de Piotr
parecía flotar en el escenario, sus movimientos eran gráciles y armoniosos,
sonreía con los ojos entrecerrados. Irradiaba luz, como si en el interior de su p[1]echo
hubiera una llama encendida. Los que me rodeaban sonreían beatíficamente. Yo
también sonreía, sentí un suave calor en
la boca del estómago que recorrió mi cuerpo y de mis ojos brotaron lágrimas de alegría. ¿Hacía cuántos años que
no experimentaba ese sentimiento?
Nuestros tiempos fomentaban la ira,
el dolor, la frustración, y la peor gama de emociones de la naturaleza
humana. Los gobernantes malvados nos amedrentaban, conscientes de que un pueblo
temeroso es fácil de manipular. Las
noticias difundidas en los medios de comunicación siempre eran
escalofriantes y crueles. La alegría era un sentimiento atrofiado que el virtuosismo de Piotr nos recordaba.
El número terminó con ovaciones y aplausos, que obligaron al
virtuoso a dar las gracias varias veces
con profundas caravanas. Los asistentes,
salimos a la calle bajo el influjo de esa última interpretación y nos dispersamos
en la ciudad como puntos de luz que
iluminaron fugazmente las
tinieblas de la cotidianeidad.
PÁGINA
10 – POESÍA ARGENTINA
JORGE
ALEGRET
(Río
Grande-Tierra del Fuego-Argentina)
12
Una
gaviota cruza la ventisca
y entre
los muertos corre el rumor
del Juicio
inminente. Dos sucesos:
la
gaviota, y un loco en el manicomio
que lee El
hombre en el castillo
indican el
Juicio inminente y ellos
Poetiqa
3ra Prueba.indd 39 03/05/2011 16:20:53
40 se
preparan: se despiden de sus amantes,
descubren
los espejos del otro lado,
se asoman
a las alcantarillas,
se sientan
frente a las estatuas ecuestres
y se ríen
nerviosos espiando en los reflejos
del wiski
y en las manchas de humedad.
Saben que
el Juicio no es una cancelación,
sino una
migración. Un relevo.
13
pobre
Valéry en estas hipertrofias musculares
entre
tanta doble negación en la misma barra
bajo la
garúa de alcoholes los interiores, los escondrijos,
con sus
columnas de humo adornadas de falanges
y
falanginas donde se lee: “dios se ha ido, bendito sea”;
(Hölderlin
con las fosas nasales tan blancas) y los perros
/tiemblan
bajo las
estrellas, solitarios perros rabiosos, resonando
en tu
cadera de tonos menores con múltiples orgasmos
aéreos,
bajo la llovizna sacramental de un saxofonista,
y un
argumento que se sugiere: una caminata,
lluvia y
jeringa –la cabalgata de medianochey
los cuatro
años de fotofobia, la sonrisa rábica
en la
noche que te amarra a pistones y tripas
mientras
siguen las cremaciones y los glaciares
y las
risas sobre los muslos transpirados
-el que
vive, pierde, nena- con sístoles inmóviles
en el
ojito de la araña bep bop y tumores en los labios:
así habla
lo que la belleza encubre, la ola que rompe
en tus
costillas y te abre en canal por donde fluye
la oración
de la luna ausente, ahora, al pie de la cama
el espejo
te revela tan completa, tan esternón, omóplato
y nuca, y
amo lo que le hace tu carne al ácido, lo que decís
cuando las
intermitencias entre imagen e idea son
/melopeia
¿acaso no
es esto un cementerio marino, con espectros
que se
desnucan en el cielorraso?;
esperás el
acontecimiento: el hígado de Valéry en jerez
y tu caída
libre, al fin, insecto poseído
yéndote en
mi petit mort.
PÁGINA
11 – CUENTO
(Salta-Salta-Argentina)
EL PERDONADOR
Ahora estoy
frente a su puerta, la de él, la del chico; ese al que, después de tanto tiempo
(ahora debe ser un hombre) tengo que venir, porque Dios así lo manda, a pedirle
perdón.
Era inocente,
pero yo no lo sabía ¿me entiende, señor padre? Cuando estuvo por primera vez
detenido en la comisaría, después de que me informaran de lo que había hecho,
me dio tanta bronca que lo quería matar con mis propias manos, padre. Yo era un
policía, no un cura, con perdón a usted. ¿Y cuál fue su crimen? Bueno, el tipo
era un violador. Domingo, me acuerdo, era domingo para lunes cuando lo
detuvimos, el tipo me daba asco e hice lo que pude para hacerlo mierda. Así es.
Después, el culpable se entregó solito. Pero el daño ya lo había hecho; yo, el
justiciero. Por un tiempo lo guardé bien en el fondo de mi corazón hasta que me
agarraron estos calambres que me adormecen la mitad del cuerpo. Quiero, antes
de morirme, que Dios me perdone, padre.
Lo veo en la
puerta y creo estar de nuevo en la comisaría porque su rostro es el mismo. Me
acuerdo de él, de su nombre, de su cara, su pelo, sus ojos, su olor. Sólo un mechón de pelo más largo que otro. Yo
me acuerdo de él; pero él no de mí, aunque su vida haya sido marcada por mis golpes.
Le puse una
bolsa en la cabeza. El tipo temblaba. Uno, dos, varias veces le hice el
submarino seco. Se le hinchaba la espalda como si los pulmones quisieran salir
para tomar aire. Y me gustaba cómo sufría, porque creía que se lo merecía. Y
para ver si se dejaba de hacer el macho, mandé a que comenzaran a golpearlo con
botellas de plástico para no dejar marcas en el cuerpo, así confesaba de una
vez por todas. Le torcí un dedo al revés: se lo quebré. ¿Qué me dice? ¿Qué soy
un asqueroso? Claro que sí, padre. ¿Que no encontraré paz hasta que me redima?
Puede ser. ¿No puede hablar con dios y hacer que me expíe? No podré dormir por
las noches hasta que me muera y ahora me dice que Dios no puede hacer nada por
mí lo que debo hacer ahora. Eh… ¿que hable con él?, ¿con el chico?
–Buen día, mi
nombre es Ramiro Resteche– le digo esforzándome por no bajar la mirada–, yo,
yo, he venido hasta acá a pedirte disculpas. Mientras le cuento cosas al
muchacho; cosas que ya no me acuerdo, tratando de soltar unas lágrimas mientras
tanto, para dar algo de lástima. Para apresurar los trámites, por miedo a
fallar si tardo demasiado. Recuerdo las palabras del cura. “Usted es un
asqueroso” Y sigo soltando palabras.
–Mirá– me dice
de repente–. No te hagás tanto el arrepentido viniendo a pedir perdón. Yo sé que
querés dormir tranquilo por los añitos de vida que te quedan, a gatas. Hagamos
así: date la vuelta un rato, y si no sentís un cuchillo clavándose hondo en tu
espalda, así como vos lo hiciste con mi alma siendo un niño; date por hecho,
que yo no soy ningún perdonador.
Sin palabra de
por medio, como si me hubiera embrujado, me doy la vuelta; cierro los ojos
esperando la cuchillada bien adentro, y muerdo los labios esperando mi
redención pero sólo escucho el ruido seco de la puerta cerrándose.
PÁGINA
12 – POESÍA ARGENTINA
LILIANA ANCALAO
(Comodoro Rivadavia-Chubut-Argentina)
EL FRÍO
Las mujeres y el frío
yo al frío lo aprendí de niña en guardapolvo
estaba oscuro
el rambler clasic de mi viejo no arrancaba
había que irse caminando hasta la escuela
cruzábamos el tiempo
los colmillos atravesándonos
la poca carne
yo era unas rodillas que dolían
decíamos qué frío
para mirar el vapor de las palabras
y estar acompañados.
las mamás
todas
han pasado frío
mi mamá fue una niña que en cushamen
andaba en alpargatas por la nieve
campeando chivas
yo nací con la memoria de sus pies entumecidos
y un mal concepto de las chivas
esas tontas que se van y se pierden
y encima hay que salir a buscarlas
a la nada.
mi mamá nos abrigaba
ella es como un adentro
hay que abrigar a los hijos
el pecho
la espalda
los pies y las orejas
dicen así
y les crecen las ramas y las hojas
y defienden a los chicos del invierno
y a veces sale el sol y ellas tapando
porque los brazos se les van en vicio
y hay que sacarles
despacio
con palabras
esos gajos.
pero el frío no siempre
lo sé porque esa noche en aldea epulef
dormíamos apenas
alrededor de nuestro corazón al descampado.
eufemia descansaba el purrún del camaruco
y la noche confundió su pelo corto con el pasto
era la madrugada y eufemia despertó
con la helada en el pelo
y el frío esa vez tenía boca
y se reía con nosotras
se está poniendo viejo el frío nos decía
las mujeres aprendemos
tarde
que hay un tiempo en la vida
en que hasta sin intención
vamos dejando una huella de incendio
por el barrio
ni sé por qué la perdemos
y esa tarde yo precisaba
medias de lana cruda para cruzar las calles
en las ciudades el frío
nos raspa las escamas
punza en la nuca
se vuelve más prolijo
en eso andaba y a la noche
había un hombre en mi cama
o era un niño o un muchacho
yo no quería respirar muy fuerte
tiene las manos abrigadas este hombre
entonces por qué me fui
para ver si salía a buscarme o me dejaba
a que los esqueletos de pájaros
se incrusten en mi cara
como el eco del silencio
seré si no me encuentra
por hacerme la linda
encima me da abismo
este frío
sangre azul.
yo al frío lo aprendí de niña en guardapolvo
estaba oscuro
el rambler clasic de mi viejo no arrancaba
había que irse caminando hasta la escuela
cruzábamos el tiempo
los colmillos atravesándonos
la poca carne
yo era unas rodillas que dolían
decíamos qué frío
para mirar el vapor de las palabras
y estar acompañados.
las mamás
todas
han pasado frío
mi mamá fue una niña que en cushamen
andaba en alpargatas por la nieve
campeando chivas
yo nací con la memoria de sus pies entumecidos
y un mal concepto de las chivas
esas tontas que se van y se pierden
y encima hay que salir a buscarlas
a la nada.
mi mamá nos abrigaba
ella es como un adentro
hay que abrigar a los hijos
el pecho
la espalda
los pies y las orejas
dicen así
y les crecen las ramas y las hojas
y defienden a los chicos del invierno
y a veces sale el sol y ellas tapando
porque los brazos se les van en vicio
y hay que sacarles
despacio
con palabras
esos gajos.
pero el frío no siempre
lo sé porque esa noche en aldea epulef
dormíamos apenas
alrededor de nuestro corazón al descampado.
eufemia descansaba el purrún del camaruco
y la noche confundió su pelo corto con el pasto
era la madrugada y eufemia despertó
con la helada en el pelo
y el frío esa vez tenía boca
y se reía con nosotras
se está poniendo viejo el frío nos decía
las mujeres aprendemos
tarde
que hay un tiempo en la vida
en que hasta sin intención
vamos dejando una huella de incendio
por el barrio
ni sé por qué la perdemos
y esa tarde yo precisaba
medias de lana cruda para cruzar las calles
en las ciudades el frío
nos raspa las escamas
punza en la nuca
se vuelve más prolijo
en eso andaba y a la noche
había un hombre en mi cama
o era un niño o un muchacho
yo no quería respirar muy fuerte
tiene las manos abrigadas este hombre
entonces por qué me fui
para ver si salía a buscarme o me dejaba
a que los esqueletos de pájaros
se incrusten en mi cara
como el eco del silencio
seré si no me encuentra
por hacerme la linda
encima me da abismo
este frío
sangre azul.
YO HE VISTO A LOS CHULENGOS
yo he visto a los chulengos en manada
iluminados por la luna
cuando aparecen ellos
el invierno se entrega
cubierto de pelusas y de lana
he visto el aire estremecido entre sus ancas tibias
y a la libertad y a la ternura
galopando con ellos
sueltas
por la tierra
he visto creo
más de lo que merezco:
he visto a los chulengos desde lejos
yo presiento que he de andar más todavía
quién sabe cuánto
hasta vencer el miedo de acercarme hasta ellos
para medirme en sus ojos tan profundos de espacio
y aceptar el milagro de un silencio de nieve
que desprenda la costra los últimos abrojos
si resisto es posible que me permitan ellos
sumergirme en sus ojos ingenuos infinitos
estaquearme un instante
en el centro del tiempo
ser la libertad ser la ternura
galopando con ellos
sueltos
por la tierra
iluminados por la luna
cuando aparecen ellos
el invierno se entrega
cubierto de pelusas y de lana
he visto el aire estremecido entre sus ancas tibias
y a la libertad y a la ternura
galopando con ellos
sueltas
por la tierra
he visto creo
más de lo que merezco:
he visto a los chulengos desde lejos
yo presiento que he de andar más todavía
quién sabe cuánto
hasta vencer el miedo de acercarme hasta ellos
para medirme en sus ojos tan profundos de espacio
y aceptar el milagro de un silencio de nieve
que desprenda la costra los últimos abrojos
si resisto es posible que me permitan ellos
sumergirme en sus ojos ingenuos infinitos
estaquearme un instante
en el centro del tiempo
ser la libertad ser la ternura
galopando con ellos
sueltos
por la tierra
POEMA DEL MAMELUCO
el mameluco de mi viejo espera jubilarse
por el resfrío crónico del pozo
y el dolor de las espaldas
tiene el talle del cansancio en la garganta
el salario ajustado en la cintura
y guarda un corazón de estopa en el bolsillo
es un guerrero de cielo desgastado
tiempo de flor con la investidura de una roca
una protesta de sueño apresurado
por el turno: ese tirano
cuando este mameluco se une a otro
de dos despojos se hace un alma
y los pasos que caminan juntos
caminaron solos mientras yo dormía
cada mancha es un grito de impaciencia
de petróleo que amanece de pobreza
son frentes amplias son banderas
caliente la mirada por saberse limpios
mamelucos postergados pero enteros
mameluco
es una arruga de asombro por la luna
tenso el brazo el bolsito de la vianda
el paso duro
por no aflojarle a la vida
viejo
no aflojarle
por el resfrío crónico del pozo
y el dolor de las espaldas
tiene el talle del cansancio en la garganta
el salario ajustado en la cintura
y guarda un corazón de estopa en el bolsillo
es un guerrero de cielo desgastado
tiempo de flor con la investidura de una roca
una protesta de sueño apresurado
por el turno: ese tirano
cuando este mameluco se une a otro
de dos despojos se hace un alma
y los pasos que caminan juntos
caminaron solos mientras yo dormía
cada mancha es un grito de impaciencia
de petróleo que amanece de pobreza
son frentes amplias son banderas
caliente la mirada por saberse limpios
mamelucos postergados pero enteros
mameluco
es una arruga de asombro por la luna
tenso el brazo el bolsito de la vianda
el paso duro
por no aflojarle a la vida
viejo
no aflojarle
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13 – RESEÑA
OLGA ZAMBONI
(Posadas-Misiones)
EL CUENTISTA Y LAS SORPRESAS
Editorial Palabrava, en la casi culminación de dos años de admirable
labor para difundir la literatura santafesina, acaba de editar Timbre a la
hora de almorzar del prolífico y reconocido autor rafaelino Ángel
Balzarino, cuyas multipremiadas obras son leídas y estudiadas no sólo en el
país sino también en el exterior.
Esta entrega de catorce cuentos pone a la vista nuevamente su “oficio”
de narrador, en el peculiar estilo y la variedad temática que lo caracteriza,
su talento en la contundencia de los desenlaces y la polifonía de voces,
recursos conocidos de sus obras anteriores. Sus personajes, extraídos de lo
cotidiano, hacen de lo corriente una aventura y, al ser atrapados por Ángel,
brillan con luz propia en cada relato.
Marco Denevi decía que “el cuento es un poco asomarse a algo:
descubrirlo en el momento en que sucede y luego retirarse”. Yo diría que
Balzarino se asoma al suceso en el momento justo para hacerlo desembocar en un
final sorpresivo, que da vuelta el argumento y viene a resultar lo opuesto de
lo que apuntaba desde el principio. Situaciones, personas, instituciones, de
las cuales cabía esperar una determinada postura, devienen en “otra cosa”. Es
la “vuelta de tuerca” que transforma a un potencial enemigo en alguien que da
la mano; en amante a la que hasta entonces semejaba una rival; a alguien que
consuela, en un ayudante para morir; al hijo buscavidas de la familia, en un
agresor del propio padre, para la sobrevivencia de todos. Así, en “El hombre de
negro”, “Betty”, “Centro de ayuda al suicida”, “Una moneda, por favor”. Algunos
de estos cuentos ya los conocía: ellos ofrecen la demostración más convincente
de que “nada es lo que parece”. En “El largo viaje de la señorita Malbrán”, la
sorpresa final sacude a una comunidad pueblerina chismosa y murmuradora y su
efecto llega al lector; en “La visita del general” escudriña la mente de un
héroe de la Historia Argentina. Las incidencias nos llevan a ir pensando en su
probable identidad cuando el final, súbitamente, todo lo cambia.
La maestría del cuentista consiste en “engañar” al lector para luego
sorprenderlo. Recuerdo “A la deriva” el famoso cuento en el que Horacio Quiroga
nos “engaña” con la aparente mejoría del hombre enfermo que busca ayuda en su
canoa para llevarnos al final abrupto de la muerte. Esta nota se da en mayor o
menor medida en la totalidad de los cuentos de este libro de Ángel Balzarino,
cumpliendo así con aquella convención de que, especialmente el cuento breve,
debe tener un desenlace inesperado.
Otro rasgo común es un cierto aire a veces muy leve -típico
balzariniano- de humor negro o blanco, ironía, hasta sarcasmo, que planea sobre
los relatos.
El uso de la tercera y primera personas narradoras, a veces en el mismo
párrafo, de ninguna manera resulta una confusión para el lector, sino que por
el contrario le da movilidad al texto.
Por entre letras y formas, vemos hombres y mujeres en el constante
fluir de lo humano y sus circunstancias: dolores, decepciones, esperas,
pasiones ocultas y de pronto desembozadas, sentimientos que afloran, nobles o
perversos, libres u obligados por las circunstancias personales, en el juego
tan arduo y extraordinario del cotidiano vivir.
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14 – POESÍA ARGENTINA
MARTHA OLIVERI
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
EN PONIENTE DE MÍ
A quién estoy diciendo
mi propio espectro mira
con lástima esta furia
que golpea las teclas.
Sé: clamar es lo mismo
que decir al silencio
del Dios desesperado.
Pero estoy yéndome
en poniente de mí
hacia qué sitio.
Debo llevar entonces
un poco de hermosura.
Yo elegí la palabra
porque es inacabable
más libre que su nombre
más de alma que alma que la invoca.
Algo debe acompañarme
en el frío mortal de este destierro:
como la niña aferra su muñeca
la primera que tiene
olor a leche y penumbra.
Algo en mi mano dará fin a su hueco
mi pequeña muñeca sucesiva,
nos iremos tan juntas.
ANONIMIA
Para qué he venido yo que apenas nombro
mi persona del singular y duelo
de esperanzas en hueco
de palmas desgajadas
de esperar y esperar la limosna de Dios.
Una herida que es puñal me ha transitado
una y otra vez como ejército de inútiles quijotes.
La utopía se enrosca en sus raíces
buscado territorio entre las ruinas:
minúsculo espejismo de anonimia que llora
en mayoría de sombras.
Poeta de los puntos suspensivos,
abrazo hacia qué corazón
si no acontece el latido
en el pecho del mundo.
hacia qué huellas tan hondas
que más que huellas son fosas:
común innumerable
del alba hasta el crepúsculo.
Para qué he venido yo que apenas nombro
mi persona del singular y duelo
de esperanzas en hueco
de palmas desgajadas
de esperar y esperar la limosna de Dios.
Una herida que es puñal me ha transitado
una y otra vez como ejército de inútiles quijotes.
La utopía se enrosca en sus raíces
buscado territorio entre las ruinas:
minúsculo espejismo de anonimia que llora
en mayoría de sombras.
Poeta de los puntos suspensivos,
abrazo hacia qué corazón
si no acontece el latido
en el pecho del mundo.
hacia qué huellas tan hondas
que más que huellas son fosas:
común innumerable
del alba hasta el crepúsculo.
EL HACEDOR
Llevo el sueño voraz del caminante
la inquietud de dos huellas en la tierra.
Soy memoria anterior a mi pasado
sólo un leve temblor después del llanto
o un silencio tensando su instrumento
donde callan heridas las palabras.
Mi espejo es el cristal de otros espejos
multiplicado rostro entre los rostros.
Qué que dolor no me horada
qué sed no me vuelve desierto en la espesura
qué tristeza mortal no me tiembla en el alma
qué número en la piel no me ha sellado
qué cruz no me atormenta.
He llegado al ocaso y regresado
he amanecido y muerto tantas veces .
Soy el verbo original y el no nacido
soy el abrazo solo en su dolencia:
el Gólgota final que lo bendice
en letal desmesura.Llevo el sueño voraz del caminante
la inquietud de dos huellas en la tierra.
Soy memoria anterior a mi pasado
sólo un leve temblor después del llanto
o un silencio tensando su instrumento
donde callan heridas las palabras.
Mi espejo es el cristal de otros espejos
multiplicado rostro entre los rostros.
Qué que dolor no me horada
qué sed no me vuelve desierto en la espesura
qué tristeza mortal no me tiembla en el alma
qué número en la piel no me ha sellado
qué cruz no me atormenta.
He llegado al ocaso y regresado
he amanecido y muerto tantas veces .
Soy el verbo original y el no nacido
soy el abrazo solo en su dolencia:
el Gólgota final que lo bendice
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15 – CUENTO
EVA MARÍA MEDINA MORENO
(Madrid-España)
TAN FRÁGIL COMO UNA HORMIGA SECA
La puerta de la habitación se abrió. «El desayuno»,
gritaron. Daniel, tumbado sobre la cama deshecha; sábanas y colcha en desorden.
Se levantó con dolor de huesos y arrastró los pies hasta el comedor. Tenía el
vaso de leche sobre la mesa. Una enfermera le dio las pastillas. Mientras se
las tomaba, clavó los ojos en el hule azul claro. Recordó la primera vez que
vio el mar; un niño frente a ese azul impenetrable. Por la noche, soñaba que su
cuerpo y el de sus padres chocaban contra las rocas, despedazándose. La madre
se quedaba con él hasta que se volvía a dormir; regustillo a melocotón entre
las sábanas. En el desayuno ella le guiñaba el ojo, como si lo ocurrido durante
la noche fuera su secreto.
Por la tarde, la luz era tersa, acogedora. La madre le
contaba historias en el porche. El aire, con olor a mar, impregnando su piel, y
el cuento del gato con botas mientras lo acariciaba. «Mi
señor el Marqués de Carabás», oía desde una distancia de treinta y cinco años.
Tras el desayuno, iba a la consulta del psiquiatra. Era un
hombre pequeño, serio, ordenado.Le pedía que recordase. Daniel lo miraba desde
unos ojos grandes en una cara consumida. Le costaba articular palabra, como si
algo en su interior se lo impidiese, una voz que le decía «no lo cuentes, si lo
haces nunca saldrás de aquí».
Aquella tarde salió al jardín. Se sentó en un banco de
madera y fijó la vista en el suelo. Había hojas secas, piedras de distintos
colores, unas grises, otras azules. Detrás de las hojas, distinguió una hilera
de hormigas. En la fila, una de ellas arrastraba una hormiga muerta. Miró hacia
la izquierda y vio el cadáver de otra. Lo cogió. La hormiga estaba seca y al
tocarla se deshizo como si fuera polvo. Un olor extraño se apoderó de él; era
una mezcla de aguas estancadas, árboles frutales y salitre. Olor que abrió una
herida que supuraba.
Recordó un domingo en el parque. Los padres le animaron a
que jugase con chicos de su edad. Daniel se apoyó en un árbol, detrás de los
columpios, y esperó a que el tiempo pasara. Unos minutos más tarde notó un
picor. Miró al suelo y vio muchas hormigas. Algunas subían por las piernas;
otras estaban en los zapatos. Gritó con fuerza. Una de ellas había llegado al
brazo. Tres bolas negras a punto de reventar y unas patas de hilo. Se imaginó
que las aplastaba, triturando su ligero caparazón; el jugo gris bajo las
suelas. No se dio cuenta de que el padre estaba allí. «Están nerviosas porque
has pisado el hormiguero», le dijo mientras le quitaba los insectos del cuerpo.
«Acuérdate, ve con más cuidado, es su territorio y lo defienden». Después, le
cogió la mano y caminaron juntos.
Mientras Daniel se duchaba, las hormigas se adentraron en
la retina. Esas figuras negras ahora corrían por los azulejos. Brotó de nuevo
aquel olor extraño. Un olor que, aunque lo aborrecía, le cautivaba. Cerró los
ojos con fuerza y escuchó caer el agua. Ese ruido lo llevó a la bañera de patas
de la infancia. Le gustaba llenarla hasta arriba, con agua muy caliente;
después llamaba a la madre para que le enjabonara el cuerpo o le frotase la
espalda, pero ella, «ya eres mayor para que te bañe, tu padre está al llegar y
no tengo la cena, termina pronto». Cuando ella se marchaba, cogía su esponja y
la retorcía entre las manos hasta dejar trozos muy pequeños flotando en el
agua.
Aunque las horas se detuvieran, el tiempo pasaba rápido.
Daniel fue al comedor y se sentó a la mesa. El blanco de la leche le repugnó.
Fijó la vista en el cristal de una de las ventanas. Las esquinas de abajo
tenían vaho. La imagen de una noche muy fría. Nadie probó bocado. El padre
gritaba a la madre. Ella intentaba calmarlo, pero él no quería escuchar. Se
levantó bruscamente y dio un portazo al marcharse. «A la taberna», dijo la
madre, «eso es, vete a la taberna», y salió de la cocina llorando. Pasaron
minutos hasta que Daniel subió las escaleras. Se quedó junto a la puerta del
dormitorio de los padres, y, tras su respiración entrecortada, oyó sollozos.
Vio la figura de una mujer que en ese momento se le hacía pequeña, indefensa.
Un cuerpo encogido sobre la cama. Se acercó, le acarició el pelo y le dijo «no
te preocupes mamá, es un borracho». Ella se irguió mostrando un rostro severo. “¡Hablar
así de tu padre!». Él se quedó inmóvil. Cuando salió, no sentía el peso de los
zapatos. Parecía un personaje de ficción desdibujado. Entró en su cuarto y
clavó los ojos en la fotografía que estaba frente al cabecero: la madre con un
vestido de lino azul claro. Su estómago comenzó a girar y girar. «¿Por qué me
haces esto?», le dijo.Notó pinchazos y olor a peces muertos; como si tuviera
larvas de insectos en los intestinos y segregasen un líquido ácido. Los
pinchazos eran agudos, su cuerpo se retorcía formando un ovillo. «¿Por qué me
tratas así?», decía mientras se acunaba. Cuando los mordiscos de la tripa
cesaron, se acercó a la ventana. Apoyó la cara en el cristal helado y sintió
que su piel quemaba.
«Las peleas eran cada vez más frecuentes», se escuchó
decirle al psiquiatra, «él estaba menos en casa, y mi madre empezó a beber. No
quería verme, como si mis ojos la delataran». ¿A quién llamaría?, pensó.
Siempre que la madre hablaba por teléfono, sentada en el sofá del salón, él
vigilaba receloso detrás de la puerta. ¡Cómo le dolía ese tono de voz tan falso,
tan ingrato! Cuando salía, ella se inquietaba, ruborizándose como si lahubiera
descubierto. «¡Déjame en paz! ¡Déjame!», y esas palabras, cuñas en el cerebro.
«Algunas noches iban juntos a la taberna y volvían a casa
borrachos», le dijo al psiquiatra. Él veía, desde la ventana del cuarto, como
los padres se tambaleaban. Luego, las risas al subir las escaleras; latigazos
en su piel desnuda.
Al terminar la consulta fue a la habitación y cayó en la
cama. El sueño lo abrazó. Ahora se encuentra en un lugar árido. Está en el
suelo, boca abajo. Arrastra un cuerpo roto. Las piedras rasgan su piel, pero no
siente nada. Sigue adelante. Las vértebras dibujan el camino como anillos de
gusano. «No te pares», le dice una voz débil, ahogada. Trozos de arena se
incrustan entre las uñas. El polvo se mete en sus ojos; una capa fina los
nubla. Sigue recto. Se adentra en unos arbustos. Avanza despacio. Los
pantalones quedan enganchados en unas ramas. Tira de ellos con fuerza, pero no
logra desprenderse. Impulsa el cuerpo hacia delante. «Inútil, es inútil». Huele
a sudor y sangre. Las ramas lo oprimen. «Quiero salir», grita. Al abrir los
ojos, dos enfermeras lo sujetaban. Notó un pinchazo.
Sala de televisión. Imágenes en la pantalla. Daniel miraba
al techo. El sol se filtrabaa través de la cortina. Como aquel día, pensó. Se
vio tumbado en el sofá, apoyando la cabeza en las piernas de la madre. Notó la
calidez de los muslos. Ella lo empujó irritada. Daniel se levantó con
brusquedad. Subió las escaleras con gangrena en la boca y mordeduras en la
tripa. Los insectos lo invadían. Sintió que las hormigas se apoderaban del
hígado, recubriéndolo de una capa negra. Las chinches despedazaban los
intestinos. Tarántulas venenosas sobre los pulmones. Le costaba respirar. Las
patas de un ciempiés salíanpor la nariz. Supuraba los olores fétidos de la
putrefacción.
Llevaba tres días sin dormir. La cabeza le pesaba como si
las distintas partes del cerebro fuesen de acero y no se comunicaran. Ansiaba el
vacío, la nada. Las palabras «a levantarse, el desayuno» lo violentaron. No
quería desayunar, pero le obligarían. Tardó en incorporarse; los músculos se
aferraban a la cama, como si estuvieran atados al colchón con cuerdas
transparentes. Se levantó a coger la ropa, que estaba encima de una silla, junto
a la ventana. Miró tras el cristal. El jardín estaba sereno. Su vista empezó a
nublarse.
Se vio con catorce años en la cocina. No estaba solo. La
madre, sentada en una silla, con la cabeza hacia delante, dormía. En el suelo,
botellas vacías. Daniel la miraba con desprecio, con odio. Fue hacia la llave
del gas, la abrió y cerró la puerta al salir. El golpe de la puerta se unió al
silbido de alas de insectos. Se tapó la cabeza con los brazos, pero el ruido
era cada vez más fuerte. Abejas y hormigas voladoras zumbaban en sus oídos. El
crujido de alas se adentró en el tímpano hasta llegar al cerebro.Olía a
pantano, melocotón y mar. Olor que hizo brotar esas olas que engullían unos
cuerpos descuartizados. «No me dejes aquí, no me dejes aquí»,gritó golpeando la
puerta hasta caer al suelo. «Ese olor nos separó, mamá, ese olor nos separó».
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16 – POESÍA ARGENTINA
ROGELIO RAMOS SIGNES
(San Juan-Argentina)
ARMISTICIO DE LAS PALABRAS
Espalda con espalda luchamos por el vecindario.
Sin vernos la cara supimos del sufrimiento,
imaginamos las heridas y callamos el dolor.
Acepto que fuimos derrotados una vez más:
el llanto de los niños es algo que distrae.
Tal vez mañana, cuando entreguemos las armas,
las trincheras ya sean playas de estacionamiento
y un cantante de boleros amenice
concursos de baile al borde de la ruta.
Habrá llegado entonces el tiempo de firmar la paz,
de aceptar
en reglamentario silencio
que luego de estas líneas vendrán otros naufragios.
SONETO APÓCRIFO SIN BANDERAS
Como una lámpara fluorescente,
tu cuerpo me orienta en la noche
de esta habitación casual
que nos convoca en medio de la fiesta.
Aunque la niebla cubra las trampas
donde puedo caer de puro tolondro,
sé que llegaré a buen puerto
orillando el ecuador de tu espalda.
Resplandeces. Fulguras. Expones
tus señales marinas sin banderas.
Me orientas como un faro
y tiemblas a la espera del que tiembla
-también- como un niño ansioso
en busca de su cotillón.
EL DESIERTO DE LOS TÁRTAROS
No siempre las palabras
están a la altura de los pensamientos,
ni el temor se condice con las premoniciones.
La casa que ayer nos dijo hasta mañana
tal vez nunca vuelva a cobijarnos.
El abrigo que lucíamos en la ciudad
se volvió tontamente pomposo en estas soledades.
Sólo me resta decir que los fusiles están descargados
mi
coronel
y que las dagas no tienen filo.
Las feroces escuadras enemigas que venían a matarnos
no
lo harán
son simples soldados involuntarios, mi coronel,
asustados
como
nosotros.
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17 – CUENTOS BREVES
PATRICIA ELENA
VILAS
(Ciudad Autónoma
de Buenos Aires-Argentina)
TRISTEZA EN LA
CIUDAD
Una noche serena y primaveral,
Roberto salió a caminar por las calles de Burdeos. Buscaba olvidar Argentina,
más precisamente La Plata.
No podía. A cada paso, sentía el peso de la soledad y de la
lejanía. En su alma sentía la tristeza de no poder encontrarse con sus amigos
de siempre.
Con amargura infinita, sentía en las
fibras más íntimas de su ser, la inconmesurable pena de no poder recorrer en
ese momento, las calles del barrio dónde
transcurrió su infancia.
Íntimamente, se preguntaba, si todo
habría terminado. No encontró respuesta. Continuó caminando, hasta que llegó a
la casa que había alquilado desde hacía unos meses.
Una vez en su casa, se preparó café
y volvieron a su mente, pensamientos sobre los viejos tiempos. Ya no podía
estar en La Plata ,
allí no encontraba trabajo y el dinero que podía ganar en Burdeos podría
alcanzarle para darse algunos gustos: el coche, la casa propia, la ropa que le
gustaba. Muchas cosas que en su país no podría conseguir.
Pero, a pesar de todo, no podía
dejar de sentir ese vacío que sólo se siente cuando uno está triste. Algún día
volvería a La Plata. Tal
vez antes de lo que se imaginaba.
PERSONAS VERSUS
ÁGUILA
Cuanto mayor es
el viento de oposición, más arriba un águila vuela. El agrandamiento de su
capacidad para levantarse a mayores niveles requiere el encuentro de una medida
de la resistencia que exige resistencia para superar. El águila no evita los
vientos contrarios; se coloca frente a esos vientos y después estira sus alas
para dar vuelta a adversidad en y a la oportunidad para la elevación y la
palancada. ¡Haga frente al viento! ¡Estiramiento! ¡Monte para arriba!
¡Ascienda!
Hay muchas
personas que no soportan ver brillar a otras, envidian su vida, sus logros, su
familia y hasta su sonrisa!
Si alguna
persona así nos tocase en la vida, nunca dejemos de brillar, nunca dejemos de
seguir siendo nosotros mismos, de seguir haciendo y dando lo mejor de nosotros,
hasta que esas personas comprendan que no pueden hacernos nada malo y que
nuestra luz siempre seguirá intacta, y a lo mejor entonces, ellas comiencen a
tratar de brillar por si mismas también.
La derrota en la VIDA no es sólo
cometer un error. La derrota significa abandonar en la mitad de la dificultad.
El verdadero éxito significa ganar la batalla a uno mismo. Quienes persiguen su
sueño con insistencia, aunque encuentren obstáculos, son los que ganan, porque
han superado sus propias debilidades. Los verdaderos vencedores. Nunca jamás renuncies a un solo sueño. Ni al
mas grande ni al más pequeño. Por más lejano o alto que en un momento se
encuentre, no dudes nunca en salir a buscarlo como puedas. Con sus diferentes
caracteres y formas, son la brillantez y el sentido de nuestras vidas. Y si
alguno se resiste y parece inalcanzable, reza, pedile a Dios paciencia, y tarde
o temprano llegaras.
HERENCIAS
Eugenio pensó una vez que nada
terminaría. Continuó frecuentando los mismos bares, las mismas mujeres cada una
de las noches de su vida. Contaba el dinero delante de sus amigos para
demostrar cuánto éxito tenía en su vida. Se levantaba al mediodía, después de haber pasado las
madrugadas lejos de su hogar.
Pero, llegó un día, en que despertó
con dolores en todo el cuerpo; se sentía mal. Y para su pesar, no tuvo a nadie
con quién hablar, ni siquiera alguna de sus chicas. Intentó comunicarse con sus
amigos pero todos estaban trabajando.
En ese momento, se dio cuenta de lo
solo que estaba en la vida. Había vivido engañado por sí mismo, que es el peor
engaño que le puede suceder a una persona. Reconoció que estaba solo y tal vez,
siempre lo había estado.
Tomó conciencia del tiempo perdido y
tuvo miedo de que no hubiese mucho más por hacer. Como corolario a sus
penurias, la herencia de su padre empezaba a acabarse.
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18 – POESÍA AMERICANA
GABRIEL CHÁVEZ CASAZOLA
(Sucre-Bolivia)
DE SU ESTANCIA
De su estancia en vaya a saberse cuáles ciudades de la confusión
conservaba,
apenas a salvo de la humedad y el calor propio a esa hacienda
estacada en el centro del verano,
unas cuantas revistas que en el cuarto de baño daban cuenta
de un pasado mejor, de unos años
de bullente actividad intelectual,
de grupos activistas, de talleres de cuento, de seminarios
lacanianos,
de círculos de discusión de la Escuela de Frankfurt
y otros misterios reservados para los iniciados en
el buen sexo y los porros de aquella época y de aquellas ciudades de
la
confusión
en las que esa mujer altiva y lúcida aprendió a preparar un par
de buenos platos
—por ejemplo, pollo al mole—
que hoy junto a las revistas son todo el patrimonio que perdura
de aquellos años dorados, esplendentes,
en que todos querían cambiar el mundo a fuerza
de bullente actividad intelectual y porros y Gramsci y hasta de Louis
Althusser,
hasta que Louis Althusser estranguló a su mujer e ingresó al manicomio
y murió babeando su impotencia y su ira en un camino
lodoso, del color del mole del pollo al mole,
botando sangre como rojos un cuadro de Frida Kahlo,
ese lugar común ahora, por entonces aún un descubrimiento
en una de las tapas de aquellas revistas estacadas
en medio del baño de aquella hacienda,
estacada a su vez
en el centro de esa mujer altiva y lúcida, tan digna
en su derrota
como la golondrina de Wilde cuando decía
despreciar el verano.
Ya nada queda por descubrir a lo largo y ancho de esta tierra,
todos
los cabos, las bahías, las penínsulas, los istmos,
los volcanes encendidos y los volcanes apagados,
los mares, los océanos,
incluso las corrientes submarinas y
hasta la última isla otrora ignota
todos
los puntos de la geografía y todas las geografías
han
perdido
su misterio.
Tienen
nombre
–es el problema–
y ahora que nada queda por nombrar, tampoco
quedan héroes, pioneros, descubridores, adelantados,
y ni siquiera
viajeros de aventuras.
Sólo
restan
los libros
y la
remota y siempre tentadora
posibilidad de un asalto a los transbordadores.
MEMENTO MORI
Ni el arco que contempló las pomposas victorias de César Marco Aurelio
Antonino Augusto
ni aquél que casi fue rozado por la tiara del Papa Rey erguido en una
cabalgadura
preciosamente enjaezada
ni ese otro que vio al Gran Corso desfilar con sus tropas en el cénit
de su tardío imperio decimonónico
y ni siquiera el pequeño seto de pino bajo el cual paseaba el
Libertador, hombre más bien
menudo,
en la quinta de San Pedro Alejandrino,
cobijaron el mismo poder
que el arco que forma tu cintura
ni celebraron mejor
la frágil duración
de los reinos y el reino de este mundo
que la curvatura de tu espalda
cuando mi mano, en el alba, la atraviesa.
VUELO NOCTURNO / ARTE POÉTICA 1
Esa luz que se apaga
no es un imperio
ni una luciérnaga.
Antoine lo sabía, lo supo volando sobre la Patagonia.
Esa luz que se apaga es una casa que cesa de hacer su ademán
al resto del mundo,
una mansión
—una humilde mansión si cosa cabe: todas las casas del hombre
son una mansión, todas las mansiones del hombre una cabaña—
una mansión, decía Antoine, que se cierra sobre su amor. O sobre su
tedio.
Una luz vacilante a la que
—frío al calor—
unos labriegos reunidos
se aferran
náufragos que balancean un fósforo
ante la inmensidad
desde una isla desierta.
VUELO NOCTURNO / ARTE POÉTICA 2
El eje del mundo se ha movido hoy diez centímetros
a la izquierda o a la derecha quién lo sabe
pero los poetas esta noche andan revueltos
y se descalzan
y entran al río
y se ponen
a atrapar
el resplandor
de las estrellas
a atraparlas
con las manos
en el agua.
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19 – ENSAYO
GILBERT CHESTERTON
(Londres-Inglaterra)
SOBRE EL ENSAYO
Hay estados de ánimo tristes y morbosos en los que siento la tentación
de creer que el Mal ha vuelto a entrar en el mundo en la forma de ensayos. El
ensayo es como la serpiente, suave, graciosa y de movimiento fácil, y también
ondulante y errabundo. Además supongo que la palabra misma ensayo significaba
originalmente “probar, tentar”. La serpiente es tentativa en todos los sentidos
de la palabra. El tentador está siempre tentando su camino y averiguando cuánto
pueden resistir los demás. Este engañoso aire de irresponsabilidad que tiene el
ensayo es muy desarmante, aunque parezca
desarmado. Pero la serpiente puede golpear sin garras como puede correr sin
patas. Es el símbolo de todas las artes elusivas, evasivas, impresionistas y
que ocultan cambiando de matices.
Supongo que el ensayo, por lo menos en lo que concierne a Inglaterra,
fue casi inventado por Francis Bacon. Puedo creerlo, pues siempre he pensado
que fue el villano de la historia inglesa.
Quizá sea conveniente que
explique que no considero hombres malvados a todos los ensayistas. Yo también he sido ensayista, o he
tratado de ser ensayista, o he pretendido ser ensayista. No aborrezco lo más
mínimo los ensayos. Su lectura me causa quizá el mayor de los placeres literarios,
después de esas necesidades intelectuales realmente serias que son las novelas
y cuentos policiales escritos por locos. En el mundo no hay lectura mejor que
la de algunos ensayos contemporáneos, como los del señor E.V. Lucas o el señor
Robert Lynd. Si pudiera imitar el tomo tímido y tentativo del ensayista
auténtico, me limitaría a decir que hay algo en lo que digo: existe realmente
en la literatura moderna un elemento que es al mismo tiempo indefinido y
peligroso.
Lo que quiero decir es esto: la diferencia entre ciertas formas viejas
y ciertas formas relativamente recientes de la literatura consiste en que las
viejas estaban limitadas por un propósito lógico. El drama y el soneto
pertenecen a las formas viejas, y el ensayo y la novela a las nuevas. Si un soneto
abandona la forma de soneto deja de ser soneto. Puede convertirse en un ejemplo
estrafalario e inspirador de verso libre, pero no hay que decir que es un
soneto porque no se pueda decir otra cosa. Pero en el caso de la novela
moderna, hay que llamarla con frecuencia novela cuando en realidad apenas ni
siquiera es una narración. No hay que lo pruebe ni defina, como no sea que no está
apreciada como un poema épico, y con frecuencia tiene todavía menos de relato.
Lo mismo se aplica a la comodidad y la libertad aparentemente atractivas del
ensayo. Por sunaturaleza misma no explica con exactitud lo que se propone hacer
y así elude un juicio decisivo sobre si lo ha hecho realmente. Pero en el caso
del ensayo existe un peligro práctico, precisamente porque trata con tanta frecuencia
de cuestiones teóricas. Trata constantemente de cuestiones teóricas sin la
responsabilidad de ser teórico o de proponer una teoría.
Por ejemplo, se han dicho muchas
cosas sensatas e insensatas en pro y en contra del llamado medievalismo. Se han
dicho también muchas cosas sensatas e insensatas en pro y en contra del llamado
modernismo. Yo he tratado a veces de decir algunas cosas sensatas, con el
resultado de que me han atribuido en general todas las insensatas. Pero si un
hombre desease una prueba real y racional que distinga verdaderamente el estado
de ánimo medieval delmoderno, se podría enunciar así: el hombre medieval
pensaba en función de la tesis, en tanto que el hombre moderno piensa en función
del ensayo. Quizá sería injusto decir que el hombre moderno sólo trata de
pensar, o, en otras palabras, sólo hace un esfuerzo desesperado para pensar.
Pero sería cierto decir que el hombre moderno, con frecuencia, sólo ensaya, o
intenta, llegar a una conclusión. En cambio, el hombre medieval creía que no
merecía la pena sino podía llegar a una conclusión. Por eso es por lo que tomaba
una cosa concreta llamada tesis y se proponía probarla. Por eso es por lo que
Martín Lutero, hombre muy medieval en muchos aspectos, clavó en una puerta la
tesis que se proponía demostrar.
Muchas personas suponen que al hacer eso hacía algo revolucionario e
inclusive modernista. En realidad hacía exactamente lo que habían hecho todos
los demás estudiantes y doctores medievales desde el crepúsculo de la Edad
Media. Si el modernista realmente moderno tratara de hacerlo, descubriría
probablemente que nunca ha ordenado sus pensamientos en la forma de tesis. Pues
bien, es un error supones, en lo que a mí se refiere, que se trate de restaurar
el aparato rígido del sistema medieval. Pero creo que el ensayo se ha alejado
demasiado de la tesis.
Hay una especie de cualidad
irracional e indefinible en muchas de las frases más brillantes de los ensayos
más bellos. No hay ensayista que me satisfaga más que Stevenson; no hay
probablemente un hombre viviente que admire a Stevenson más que yo. Pero si
tomamos alguna frase favorita y citada con frecuencia, como “Viajar con
esperanza es mejor que llegar”, veremos que proporciona una escapatoria para
sofisterías y sinrazones de todas clases. Si se la pudiera formular como una
tesis, no se la podría defender como un pensamiento. Un Hombre no viajaría con
esperanza si creyera que la meta será desilusionante en comparación con los
viajes. Se puede sostener que eso hace al viaje tanto más agradable, pero en
ese caso no se puede decir que inspira esperanzas, pues se supone que el
viajero pone su esperanza en el término del viaje y no sólo en su continuación.
Ahora bien, no quiero decir, por
supuesto, que paradojas gratas de esta clase no tengan un lugar en la
literatura, y causa de ellas el ensayo tiene un lugar en la literatura, y a
causa de ellas el ensayo tiene un lugar en la literatura. Hay un lugar para el
ensayista meramente ocioso y errabundo. Los pensadores errabundos se han
convertido en predicadores errabundos y en nuestros únicos sustitutos de los
frailes errabundos. Y ya sea materialista o moralista, escéptico o
trascendental nuestro sistema, es necesario que sea un sistema. Después de
caminar durante cierto tiempo, la mente necesita llegar a donde se propone o
regresar. Una cosa es viajar con esperanza y decir medio en broma que eso es mejor
que llegar, y otra cosa es viajar sin esperanza porque se sabe que nunca
se llegará.
Me llamó la atención la misma
tendencia a leer algunos de los mejores ensayos que se han escrito y que
agradaban especialmente a Stevenson: los ensayos de Hazlitt, “No se puede vivir
como un caballero con las ideas de Hazlitt”, observó justamente el señor
Augustine Birell, pero inclusive en esas ideas vemos el comienzo de esa índole
inconsecuente e irresponsable de los tories porque no confiaban en los hombres ni
en las multitudes. Creo que fue él quien sermoneó a Walter Scott por una
cuestión de tan poca importancia como haber hecho que en Ivanhoe el populacho
medieval se burlara sin generosidad de la retirada de los Templarios. De todos
modos, no deduciría de cierto número de pasajes que Hazlitt se presentaba a sí
mismo como un amigo del pueblo. Pero se presentaba así mismo más furiosamente
como un enemigo del pueblo. Cuando comenzó a escribir acerca del público
describió exactamente el mismo monstruo de muchas cabezas ignorante, cobarde y
cruel al que los peores tories llamaban populacho.
Ahora bien, si Hazlitt se
hubiese visto obligado a exponer sus ideas sobre la democracia en forma de
tesis como los escolásticos medievales, habría tenido que pensar con mucha más
claridad y que tomar una decisión de una manera mucho más terminante. Cederé la
última palabra al ensayista, y confieso que no estoy seguro de si es ese caso
habría escrito tan buenos ensayos.
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20 – POESÍA AMERICANA
ELVIRA ALEJANDRA QUINTEROS
(Cali-Colombia)
1.
Que el viento se lo lleve todo
Dejemos que la luz se meta y acose hasta develar los secretos
guardados.
Es lo que hace falta.
Están allí estorbando desde la vez que los aceptamos como aliados.
Sólo después volveremos a pisar la tierra con los pies descalzos y descifraremos el mensaje.
Que empiece a hablar el fuego y escoja lo que crea conveniente. Que no dude en borrar.
Tal vez después bebamos a plenitud las aguas claras y bañemos en ellas nuestros cuerpos sin miedo al torrente.
Y que el viento se lo lleve todo y no nos diga el nombre de la otra ciudad.
Así no nos asaltará la tentación de repetirnos.
Es lo que hace falta.
Están allí estorbando desde la vez que los aceptamos como aliados.
Sólo después volveremos a pisar la tierra con los pies descalzos y descifraremos el mensaje.
Que empiece a hablar el fuego y escoja lo que crea conveniente. Que no dude en borrar.
Tal vez después bebamos a plenitud las aguas claras y bañemos en ellas nuestros cuerpos sin miedo al torrente.
Y que el viento se lo lleve todo y no nos diga el nombre de la otra ciudad.
Así no nos asaltará la tentación de repetirnos.
3.
Las horas
Viajo por el día descontando uno y otro pensamiento
Casi sin mirar lo que atrás dejo —descontando casualidades—
Tan sólo descontando horas al itinerario
Si por momentos levanto como banderas el desorden de las calles
El asombro de las madrugadas
Es tal vez cuando el mundo lanza junto a mis pies su careta
Y la sonrisa que desmiente no sé qué cosas
Y la mirada que pregunta todo aquello que no sabremos responder
Paso de la primera mañana a la segunda
A la tercera
Y así a las diez de la mañana me pregunto qué será de mí si no puedo olvidar esos ojos
Esos harapos que mostraban sin pudor en una esquina arruinando todos los cielos que se alzaban al final de la calle
Mis pasos me llevan despacio hacia la noche
—Yo misma no entiendo mis razones—
Ruinas que veo brillar de hora en hora inconmovibles ajenas a los millones de pasos que miden todas las rutas cruzadas
A los billones de dedos que enumeran los minutos
Los segundos que faltan para ser las doce
A los trillones de soledades que rondan sin protestar a las estatuas
Si entonces levanto como banderas la insolencia
El grito
Los caminos que no recorrí
Es tal vez el hastío
Es tal vez que el día se me quedó sin nombre
Es tal vez que se destiñe la pintura y los pasos no se atreven a reiniciar la ruta.
5.
Casi sin mirar lo que atrás dejo —descontando casualidades—
Tan sólo descontando horas al itinerario
Si por momentos levanto como banderas el desorden de las calles
El asombro de las madrugadas
Es tal vez cuando el mundo lanza junto a mis pies su careta
Y la sonrisa que desmiente no sé qué cosas
Y la mirada que pregunta todo aquello que no sabremos responder
Paso de la primera mañana a la segunda
A la tercera
Y así a las diez de la mañana me pregunto qué será de mí si no puedo olvidar esos ojos
Esos harapos que mostraban sin pudor en una esquina arruinando todos los cielos que se alzaban al final de la calle
Mis pasos me llevan despacio hacia la noche
—Yo misma no entiendo mis razones—
Ruinas que veo brillar de hora en hora inconmovibles ajenas a los millones de pasos que miden todas las rutas cruzadas
A los billones de dedos que enumeran los minutos
Los segundos que faltan para ser las doce
A los trillones de soledades que rondan sin protestar a las estatuas
Si entonces levanto como banderas la insolencia
El grito
Los caminos que no recorrí
Es tal vez el hastío
Es tal vez que el día se me quedó sin nombre
Es tal vez que se destiñe la pintura y los pasos no se atreven a reiniciar la ruta.
5.
Calles de Cali
Voy por las calles de Cali y de pronto me asalta la duda.¿No fue en este lugar donde escuché por primera vez la frase que ahora me hablaba?
Voy con la piel envenenada por los últimos días pero feliz, porque desde hace una semana mi sol ha estado oculto, y he podido usar aquellas prendas que llevan las gentes de las ciudades frías.
Pienso en mi hermana con quien me reunía en el amor a los días grises y quien seguramente, en este mismo instante caminará por una calle de Italia que no conozco.
También nos unía el asombro nunca satisfecho por los amaneceres y la inequívoca pasión por las matemáticas aprendida en el tablero de nuestro padre.
De pronto me asalta el deseo de bajar por la calle odiada cada día a las dos de la tarde a pesar de su olor a carboneros. Chiminangos. Veraneras. Cadmias.
A veces un guayacán florecía y nos dábamos cuenta que en el resto de la ciudad los otros guayacanes se habían puesto de acuerdo.
El viento de cada tarde no se ha llevado los gritos de las manifestaciones en la Plaza de San Francisco. La destreza de nuestro amigo para conmovernos al aumentar con el micrófono los matices de su voz recia. Sabia.
Entonces no sabía que lo amaría. Y que lo iba a odiar por traicionarme con su muerte.
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21 – CUENTO
NECHI DORADO
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
ELLA, ESA, AQUELLA
La mujer sigue allí, en la misma esquina donde algún día incierto
naufragaran sus años que con seguridad fueron más vegetados que vividos. Nadie
la reconoce por su nombre o apellido, para todos ella es simplemente ella, esa,
aquella, cuando no, la rotosa, la mugrienta, la vieja loca, según la
percepción de quienes la observen. Sobre todo para los afortunados de la vida,
esos que suelen sonreír de costadito en tanto van buscando deficiencias ajenas.
Es comparable a un despojo, sobreviviente herrumbrado de un tiempo tal
vez vivido a tropezones, imposibilitada para salir de su botella añeja donde
los años taponaron su existencia. Transcurren sus horas entre la
monotonía que envuelve lo repetitivo, circundada por el chasquido
agudo de frenadas bruscas y bocinazos propios de alienados
habitantes de una jungla de cemento, que pasan a su lado ignorando
la imagen que refleja tanto patetismo. Ella tararea el Bolero de
Ravel mientras sus huesos se desparraman sobre un escalón de mármol con el que
comparte decrepitud.
Algún alma piadosa, conmovida por lo armonioso de su voz,
deja caer algunas monedas junto a los pies donde cohabitan callos y durezas
como gemas engarzadas en los herrajes de sus dedos huesudos.
Palomas que anidan en gárgolas de cemento bajan a picotear
las miguitas que se escapan de su boca desdentada. La mujer, por momentos
dormita un sueño estéril, recurrente, como esperando alguna respuesta
que nunca llegó.
Lejos del lugar, muy lejos, en una dimensión inexplorada
donde la sinrazón convive armoniosamente con la mística, dan la
bienvenida a nuevos santos recién ascendidos que treparon por peldaños de oro
con incrustaciones de diamantes, extraídos de las entrañas de una tierra
marginada que no parecería existir si no fuera por los mapas.
Siguiendo la teoría científica que afirma que el peso de las
almas es muy inferior al de los cuerpos vivos y prosiguiendo con la lógica no
metafísica que indica que en la bóveda celeste no hace falta riqueza, uno se
pregunta por qué esa escalera apunta hacia arriba y no al contrario como para
evitar la existencia de esa gente en situación de súplica constante.
Los nuevos bienaventurados, profesionales expertos en ejercicios de
abstracción del mundo real donde han estado, habiendo sido ni más ni menos que
eslabones de una cadena larguísima de responsabilidades no asumidas, por ahí,
con suerte, en algún tiempo dirijan sus miradas hacia abajo. Ojalá pudieran
hacerlo antes de que termine el proceso de putrefacción de las almas
insensibles que aglutinaron en su paso por la vida.
Pienso en ella, esa, aquella, la rotosa, la mugrienta, la vieja
loca, mientras espero mi turno en la cola del banco. Siento como si estuviera
padeciendo un brote alucinatorio. Comienzo a juntar palotes,
círculos y semicírculos, tildes, puntos y comas, los acomodo, los
pongo aquí, los saco, vuelvo a ponerlos allá, los rompo, los dibujo nuevamente,
los tacho y los rehago hasta que al fin logro unirlos como piezas de un
rompecabezas del absurdo. Si logro formar la masa como pretendo, irá
a parar al horno donde se cuecen las palabras junto a las horas de los días
desperdiciados.
Mientras tanto la mujer, como una cosa que dura en el núcleo de la
selva cementada, seguirá esperando como siempre, nada.
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22 – POESÍA AMERICANA
MAYRIM CRUZ BERNAL
(San Juan-Puerto Rico)
CRISIS
energía oscura
algo pasa
no hay que confiar en la luz tan brillante del día
desde ayer lunes todo anda mal
llegaron fantasmas a la casa que tomaron el lugar de los vivos
la gente en la calle me mira
lanza miradas como flechas
hace mucho calor
mi madre solo cree que ella existe
el hombre con quien duermo (error emparejarme)
solo duerme / duerme
la perra caga toda la casa
tuve que vender mi auto
el de él no enciende
solo 2 de mis 10 estudiantes llegaron el día de cobro
el hombre que duerme no sabe hacer el amor dormido
la luz quiere engañarme y decir que todo está iluminado
y eso desde el lunes para acá
(excepto el sueño del hombre que duerme)
energía oscura
algo pasa
no hay que confiar en la luz tan brillante del día
desde ayer lunes todo anda mal
llegaron fantasmas a la casa que tomaron el lugar de los vivos
la gente en la calle me mira
lanza miradas como flechas
hace mucho calor
mi madre solo cree que ella existe
el hombre con quien duermo (error emparejarme)
solo duerme / duerme
la perra caga toda la casa
tuve que vender mi auto
el de él no enciende
solo 2 de mis 10 estudiantes llegaron el día de cobro
el hombre que duerme no sabe hacer el amor dormido
la luz quiere engañarme y decir que todo está iluminado
y eso desde el lunes para acá
(excepto el sueño del hombre que duerme)
PERO QUÉ SABRÁ LA VIDA DEL TIEMPO
Qué sabrá la mirada del paisaje
Qué sabrán las palabras de la voz
Qué sabrá la tinta de la pluma
Qué sabrá la célula del hijo
Qué sabrá la verdad de su ficción
Qué sabrán las líneas de la página
Qué sabrá el amor del amante
Qué sabrá la enfermedad del cuerpo
Qué sabrás tú de mí
Qué sabrá el otro de mi Yo
Qué sabrá el badajo de la campana
la luz de la lámpara
el mantel de la mesa
la lengua del sabor
Qué sabrá el planeta de mi existencia
una pierna de un pie
la mano derecha de la izquierda
Qué sabrá el puente del agua
el sueño del insomnio
el payaso de la lágrima
Qué sabrán los arpegios de la música
Si nada es congruente con nada
Qué sabrá Dios si existe
ISLA DE LUZ
Has estado trepada en mí
Niña de melena como ríos
Mi suicidio ahorcó su deseo
Al nacerte
Me miras y cierras los ojos
Yo quisiera haber sido mi madre
Decirme día a día
Todo el amor del mundo
Mira la artritis de mis manos
Que no llega
Te he acariciado tanto
Niña mía patria de mi nacimiento
Por ti asesino al último depredador
Por ti me amo a mí misma
Casi te lanzo a las aguas
Sin remolinos
Entrego tu pequeña carne a los hombres
Perdón no quiero abortarme más veces
Ahora soy yo la hija de las aguas
Tus manos perfectas
Me hacen perfecta
Isla de luz
Ardes entre mis senos
Como boca que amamanté
Leche de almendras
Sudor de mis pezones
Amada Isla de luz
Fui cicatrizada desde mi vientre
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23 – CUENTO
OSVALDO SORIANO
(Mar del Plata-Buenos Aires-Argentina)
Mi padre era muy malo al volante. No le gustaba que se lo dijera y no sé si ahora, en la serenidad del sepulcro, sabrá aceptarlo. En la ruta ponía las ruedas tan cerca de los bordes del pavimento que un día, indefectiblemente, tenía que volcar. Sucedió una tarde de 1963 cuando iba de Buenos Aires a Tandil en un Renault Gordini que fue el único coche que pudo tener en su vida. Lo había comprado a crédito y lo cuidaba tanto que estaba siempre reluciente y del motor salían arrullos de palomas. Me lo prestaba para que fuera al bosque con mi novia y creo que nunca se lo agradecí. a esa edad creemos que el mundo sólo tiene obligaciones con nosotros. Y yo presumía de manejar bien, de entender de motores, cajas, distribuidores y diferenciales porque había pasado por el Industrial de Neuquén.
Antes de que me fuera al servicio militar me preguntó qué haría al regresar. Ni él ni yo servíamos para tener un buen empleo y le preocupaba que la plata que yo traía viniera del fútbol, que consideraba vulgar. A mi padre le gustaba la ópera aunque creo que nunca conoció el Teatro Colón. Venía de una lejana juventud antifascista que en 1930 le había tirado piedras a los esbirros del dictador Uriburu, y conservaba un costado romántico.
Cuando le dije que quería seguir jugando al fútbol, lo tomó como un mal chiste. Me aconsejó que en la conscripción hiciera valer mi diploma de experto en motores para pasarla mejor. Siempre se equivocaba: fue como centro-delantero que evité las humillaciones en el regimiento. Cualquiera arregla un motor pero poca gente sabe acercarse al arco. La ambición de mi padre era que yo conociera bien los motores viejos para después inventar otros nuevos. Igual que Roberto Arlt, siempre andaba dibujando planos y haciendo cálculos. Una tarde en que me prestó el Gordini para ir al bosque me anunció que al día siguiente, aprovechando sus vacaciones, lo íbamos a desarmar por completo para poder armarlo de nuevo.
Yo no le hice caso pero él se tomó el asunto en serio. En el fondo de la casa tenía un taller lleno de extrañas herramientas que iba comprando a medida que lo visitaban los viajantes de Buenos Aires. Como no podía pagarlas, los tipos entraban de prepo al taller, se llevaban las que tenía a medio pagar y de paso le dejaban otras nuevas para tenerlo siempre endeudado. Había algunas muy estrambóticas, llenas de engranajes, sinfines, manómetros y relojes, que nadie sabía para qué servían.
A la madrugada dejé el coche en el garaje y me tiré en la cama dispuesto a dormir todo el día. Pero a las seis mi viejo ya estaba de pie y vino a golpear a la puerta de mi pieza. Mi madre no me permitía fumar y el entrenador tampoco, así que cuando me ofrecía el paquete yo sonreía y lo seguía por el pasillo poniéndome los pantalones. Caminaba delante de mí, medio maltrecho, y lo sorprendía que yo pudiera saltar un metro para peinar la pelota que bajaba del techo y meterla por la claraboya del taller.
-Sos un cabeza hueca -me decía.
Se reía con Buster Keaton y leía La Prensa. que le prestaba un vecino. tal vez había envejecido antes de tiempo o quizá se enamoró de una mujer intocable en uno de esos pueblos perdidos por donde nos había arrastrado. Nunca lo sabré. Mi madre ha perdido la memoria y apenas si recuerda el día en que lo conoció, ya de grande, en las barrancas de Mar del Plata.
Me miró y dijo: "Vamos a desarmar el coche. Después, cuando lo volvamos a armar, no nos tiene que sobrar ni una arandela, así aprendés". Era un día feriado, sin fútbol ni cine. Hacía un calor terrible y a mediodía el cura del barrio se presentó a comer gratis y a ver televisión. Pero antes de que llegara el cura mi padre me pidió que eligiera por dónde empezar. Parecía un cirujano en calzoncillos. Sudaba a mares por la piel de un blanco lechoso que yo detestaba. Al agacharse para aflojar las ruedas del Gordini se le abría el calzoncillo y las bolsas rugosas bajaban hasta el suelo grasiento. Puso tacos de madera bajo los ejes y empezó a sacar tornillos y tuercas, bujes y rulemanes, grampas y resortes. A mí me daba bronca porque creía que nunca más iba a poder llevar a mi novia al otro lado del río y entre los árboles. Igual ataqué el motor con una caja de llaves inglesas, francesas y suecas. A mediodía, cuando el cura asomó la cabeza en el taller, ya teníamos medio coche desarmado. Los dos estábamos negros de aceite y habíamos perdido por completo el control de la operación. Mi padre había desmontado todo el tren delantero, la tapa del baúl, el parabrisas, y asomaba la cabeza por abajo del tablero de instrumentos. Atrás, yo había sacado válvulas y culatas y trataba de arrancar el maldito cigüeñal. De vez en cuando mi viejo gritaba "¡Carajo, qué mal trabajan los franceses !" y arrojaba el velocímetro sobre la mesa mientras arrancaba con furia el cable del cebador. El cura nos miraba perplejo con un vaso de vino en una mano y la botella en la otra y de pronto le preguntó a mi padre cuántas cuotas llevaba pagadas. Ahí se hizo un silencio y el otro casi pierde los tallarines gratis:
-Doce -le contestó de mal humor mi viejo, que era devoto de cristos y apóstoles-. Y con la ayuda de Dios tadavía tengo que pagar otras veinticuatro.
Tardamos tres días para convertir al Gordini en miles y miles de piezas diminutas y tontas desparramadas sobre la mesada y el piso. La carcasa era tan liviana que la sacamos al patio para lavarla con la manguera. La segunda tarde mi madre nos desconoció de tan sucios que estábamos y nos prohibió entrar a la casa. dormíamos en el garaje, sobre unas bolsas, y allí nos traía de comer. Vivíamos en trance, convencidos de que un técnico diplomado en el Otto Krause y un futuro conscripto de la patria no podían dejarse derrotar por las astucias de un ingeniero francés. Fue entonces cuando mi padre decidió comprimir el motor y aligerar la dirección para que el coche cumpliera una performance digna de su genio. Hizo un diseño en la pared y me preguntó, desafiante, si todavía pensaba que el fútbol era más atrayente que la mecánica. Yo no me acordaba cuál pieza concordaba con otra ni qué gancho entraba en qué agujero y una noche mi padre salió a buscar al cura para qué con un responso lo ayudara a rehacer el embrague.
Al fin, una mañana de fines de febrero el coche quedó de nuevo en pie, erguido y lustroso, más limpio que el día en que salió de la fábrica. Lo único que faltaba era la radio que el cura nos había robado en el momento del recogimiento y la oración.
Le pusimos aceite nuevo, agua fresca, grasa de aviación y un bidón de nafta de noventa octanos. Hacía tiempo que mi padre había perdido los calzoncillos y se cubría las vergüenzas con los restos de un mantel. mi novia me había abandonado por los rumores que corrían en la cuadra y mi madre tuvo que lavarnos a los dos con una estopa embebida en querosene. en el suelo brillaba, redonda y solitaria, una inquietante arandela de bronce, pero igual el coche arrancó al primer impulso de llave.
Mi padre estaba convencido de haberme dado una lección para toda la vida. adujo que la arandela se había caído de una caja de herramientas y la pateó con desdén mientras se paseaba alrededor del Gordini, orgulloso como un gallo de riña. Después me guiño un ojo, subió al coche y arrancó hacia la ruta. A la noche lo encontré en el hospital de Cañuelas, con un hombro enyesado y moretones por todas partes.
-Andá -me dijo-. Presentate al regimiento como mecánico, que te salvás de los bailes y las guardias.
Ese año hice más de veinte goles sin tirar un solo penal. Por las noches leía a Italo Calvino mientras escribía los primeros cuentos. Mi viejo sabía aceptar sus errores y cuando publiqué mi primera novela, y me fue bien, se convenció de que en realidad su futuro estaba en la literatura. Enseguida escribió un cuento de suspenso titulado La luz mala, que inventó de cabo a rabo. Como Kafka, murió inédito y desconocido de los críticos. Por fortuna para él su único enemigo, grande y verdadero, había sido Perón.
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24 – POESÍA AMERICANA
YESICA
MOYRA
(San
Ramón-Costa Rica)
boceto
T traición
Hombres
que ofrecen mar y estrellas
claro!para
que te estrelles y ahogues
No
hay cara en que persignase, pero si hay de quién persignase
Buscas
al príncipe azul?
y
te encuentras a la bestia
te
consuelas que algún día con una rosa desintegrada se convierta
pero
ni bestia ni sapos son príncipes aunque si los haya viceversa
una
promesa en boca varonil es como juguete en niño: lo usa para presumir
una
promesa en labios femeninos suele ser un juramento que lo cumple aunque tenga
que en ello morir
no
hay equidad
si
hay engaño
solo
mira y recuerda no se vale que hieran a la mujer
porque
ella es un ser con corazón
que
mas allá que pareja
es
madre, amiga y pariente
que
describen que es el amor
no
vitalezcas que para mañana la nueva población
entienda
que
un
labial dice amar
un
vestido tiene más valor que la personalidad
que
el amor es un objeto
boceto
V violencia
hasta
la miel es amarga
una
vida con quien te humilla vale menos cada día
no
debe soportar la carga
que
te maltrata eres dueña de tu vida
no
te ates al dolor
porque
ellos suelen inadvertir el sufrimiento
y
casi nunca piden perdón
que
para el caso ni vale
porque
un golpe jamás lo admitirá
boceto
W
women
no sólo es en español
ni
en hoy
ha
sido siempre
pero
no para siempre
porque
hay corazón que aunque no latan hoy ni ya
pronto
provocaran un catarsis
no
en general, pero si
desde
cada indvidual
boceto
X triple xxx
censura
total
boceto
Y yesterday
estuvo
Pancha Carrasco y Jenny Rivera
pronto
le acompañaremos con insignias de paz
donde
como finalistas celebraremos de lo que en vida nos resistimos
y
cuan rica sabe la libertad
boceto
Z esposa del zorro
quien
te deja blasfemar en ese calibre?
tu
ego-machismo-y-etcétera porque este es un breve final.
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25 – ENSAYO
JUAN
RULFO
(México
1917-1986)
VERDAD
Y MENTIRA EN LA CREACIÓN LITERARIA
Todo
escritor que crea es un mentiroso; la literatura es mentira, pero de esa
mentira sale una recreación de la realidad; recrear la realidad es, pues, uno
de los principios fundamentales de la creación. Considero que hay tres pasos;
así como en la sintaxis hay tres puntos de apoyo: sujeto, verbo y complemento,
así también en la imaginación hay tres pasos: el primero de ellos es crear el
personaje, el segundo crear el ambiente donde ese personaje se va a mover y el
tercero es cómo va a hablar ese personaje, cómo se va a expresar, es decir,
darle forma. Estos tres puntos de apoyo son todo lo que se requiere para contar
una historia. Ahora, yo si le tengo temor a la hoja en blanco, y sobre todo a
lápiz, porque yo escribo a mano.
.......... Cuando
empiezo a escribir no creo en la inspiración, el asunto de escribir es un
asunto de trabajo: ponerse a escribir a ver qué sale y llenar páginas y
páginas, para que de pronto aparezca una palabra que nos dé la clave de lo que
hay que hacer, de lo que va a ser aquello. A veces resulta que escribo cinco,
seis o diez páginas y no aparece aquel personaje que yo quería que apareciera,
aquel personaje vivo que tiene que moverse por sí mismo; cuando de pronto
aparece y surge, uno lo va siguiendo, uno va tras él. En la medida en que el
personaje adquiera vida se puede entonces ver hacia dónde va; siguiendolo lo
lleva a uno por caminos desconocidos, pero que estando vivo conducen a una
realidad o a una irrealidad, si se quiere. Al mismo tiempo, se logra crear lo
que, al final, parece que sucedió o pudo haber sucedido o pudo suceder, pero
nunca ha sucedido. Entonces creo yo que en esta cuestión de la creación es
fundamental saber perfectamente que uno va a decir mentiras, que si se entra en
la verdad, en la realidad de las cosas conocidas, en lo que uno ha visto o ha
oído, está haciendo historia, reportaje.
.......... A
mí me han criticado mucho mis paisanos porque cuento mentiras, porque no hago
historia o porque todo lo que platico o escribo -dicen- nunca ha sucedido; y
así es. Para mi lo primordial es la imaginación. Dentro de estos tres puntos de
apoyo de que hablábamos antes está la imaginación circulando; la imaginación es
infinita, no tiene límites, y hay que romper donde se cierra el círculo; hay
una puerta, puede haber una puerta de escape, y por esa puerta hay que
desembocar, hay que irse. Así aparece otra cosa que se llama intuición; la
intuición lo lleva a uno a adivinar algo que no ha sucedido, pero que está
sucediendo en la escritura.
.......... Concretando:
se trabaja con imaginación, intuición y una verdad aparente; cuando esto se
consigue, entonces se logra la historia que uno quiere dar a conocer. Creo que
eso es, en principio, la base de todo cuento, de toda historia que se quiere
contar.
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26 – POESÍA AMERICANA
ASPASIA WORLITZKY
(Quebec-Montreal/Canadá) INSPIRACIÓN
Tengo la mente cansada,
blanca y cansada,
se cierran casi los ojos
sobre el papel.
La luz penetra entre los visillos,
triste, incierta,
en la taza de artesanía ajena
se enfría el café.
Tengo ganas de irme
pero no corriendo,
dejar mis pasos enterrarse
e irme hundiendo en la nieve
poquito a poco
bajo la polvareda blanca, tenue.
El viento sopla, el ruido crece,
la mano se desliza,
escribe profundamente.
Siento las piernas dolidas,
el alma cae, cae y se pierde.
Apenas suspiro,
los relojes duermen,
si llamas iré
limpia de lágrimas,
me dejaré tocar,
acariciar,
el calor de tu pecho me revivirá.
Tengo que encontrar las fuerzas
para levantarme de puntillas,
poner la mano abierta en tu serena frente,
ordenar suave, leve,
tu pelo enmarañado.
Tengo que reír despacio,
convencerme de tu juego,
banalizar nuestras miradas,
hacer que crezca el ensueño.
Extasiarme luego
en las más increíbles aventuras,
penetrar los bosques y los cielos
evitando cisnes de espuma,
rodar, entrelazar erotismos densos,
escurrirse entre los besos,
obsesionados besos,
de barro y vino los besos,
de vino blanco, de escarcha.
Una emoción intensa
que me recorre entera,
alada.
EXILIO
En un gemido evoco las montañas,
en un gemido les pedí compasión.
Esas enormes alturas sí saben,
vieron como se los llevaban
para aniquilarlos,
como los llamaban uno a uno
para destrozarlos
hasta vencer sus fortalezas,
hasta terminar con sus lealtades
y con sus ambiciones,
...se los llevaron.
Les mostraron el humo de los pasillos,
sus gritos se transformaron en ecos.
Se escribieron en diarios y revistas.
Algunos se fueron con sus maletas
de cuero usado,
con sus ternos grises
de invierno.
Incansables esperaron
en las filas de los aeropuertos,
se convirtieron en tumulto.
Sus cuerpos comenzaron
a oler a destierro,
judíos, españoles, pueblos.
Olor a paquetes olvidados,
a empanadas añejas,
palabras repetidas,
llanto de niños abandonados.
Yo también comencé
a impregnarme.
Me preguntaron el apellido
y casi se me olvidó
a fuerza de deletrearlo.
Llené papeles interminables,
interpelé a mis hijos,
los hice sentarse
al final de una escalera
de cemento, en silencio,
les dije que un autobús pequeñito
vendría por ellos,
que no olvidaran sus cuadernos,
apenas alcancé a pasarles
la mano por el pelo.
Y ellos lloraron, suplicaron,
me pidieron volver.
Les enseñé a ser fuertes,
a cerrar los puños,
aprendieron sus nombres completos,
su dirección y número de teléfono.
“Si alguien les habla, no contesten”.
“Si alguien los agrede, se defienden”.
No pasar, está prohibido.
Los mataron.
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27 – CUENTOS BREVES
MONICA
CAZÓN
(Tucumán-Argentina)
GOLPE
BAJO
se
repite tu voz que nada le disgusta, pura risa y hortensias que comenzaste a
detestar luego del engaño. Quién iba a suponer que esas flores silvestres en la
corteza de los árboles, denunciaban la primavera de tu lágrima. Joven y madura,
como el azafrán, que nace rápido y al poco tiempo se marchita. Y las estatuas que rodaron por la plaza
principal, al lado de la calesita y sus vueltas, que sin embargo, no nos hacían
olvidar la herida mortal. Justo cuando la muchacha alejandrina se borraba de tu
rostro y éramos un montículo de gente, creyéndose feliz.
PARA
UN HOMBRE AUSENTE
padre,
a media asta quedamos, vagando y errando el tiro; marchando bajo la lluvia, o
mirando dibujos animados. Jung no pudo conmigo; enrejada a la cama, las virales
distorsionaban la realidad y veía sombras que se parecían a tus manos
cubriéndome la frente. Como diamantes. Ante la espera, nada, sólo trepar por la
ventana para espiar las hojas de los eucaliptos. Escarchadas en el aire, padre.
Puro fogonazo en esos atardeceres con lenguas de fuego. Y la certeza de que el
Espíritu Santo apagaba sus cigarrillos, porque no quería complicar la
bronquitis de la niña. ¿Era tu presencia, padre, o la fiebre que todo lo
confunde?
NOS
VEMOS A LAS TRES
encontraron
a ese corazón desordenado, fundido en el silencio; luego de prometer visitas a
la siesta. Esa fue una jugada sucia le dijo, pero su cabeza se había inclinado
sobre el asiento. Alguien contó que un ronquido con espuma salía de su boca; y
no hay nada inmoderado en esto. El viento se filtró por las ventanillas
gastadas, y él, que nunca protestó, quedó congelado; en esa promesa de visita,
y en el amanecer que lo delató escapando por los techos. Escandalosamente, sin
despedirse de Muriel.
INTERVALO
escuché
los pasos de mi madre marchar solos. La escuché abrir grifos y alisar el ruedo
de la falda. Vi sus manos levantar la flor que rodó por la tumba, y colocarla
en el lugar exacto. Como si la cuerda floja fuese jurisdicción ajena a partir
de ese momento.
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28 – POESÍA AMERICANA
GLORIA
CEPEDA VARGAS
(Colombia//Caracas-Venezuela)
POEMAS
DE AMOR
I
Caracas,
te saludo
a
pesar de tus manos al revés
no
te has hundido aun
ni
eres un acerico cruzado de alfileres.
Muchacha
de clavel
marimba
loca
un
hilo de agua turbia
guía
los titubeos del sonámbulo.
Bella
como una joven desnuda entre las aguas
para
siempre de acero
de
humanidad intacta.
Brindemos
por tu traje de domingo
por
tus pies insumisos
por
lo difícil de escanciar el tiempo
en
un envase roto.
II
Quizá
no vuelva
ese
color donde no logro asirme
ojos
enrojecidos
chocan
como balazos.
Todo
es “tal vez
quién
sabe, si acaso
de
repente”.
La
noche
arde
como una piedra del infierno.
No
sé
si
regrese la luna
los
libros de las ventas callejeras
llenan
la tarde de alas y graznidos.
Un
cafetín resiste
una
canción oída muchas veces
escala
las paredes.
Quizá
tal
vez
si
acaso. El mundo es una calle ciega
¿caminamos
o no?
Baila
la cuerda floja.
III
El
sol amaneció malhumorado
a
duras penas muestra su armamento
canta
en la acera un niño abandonado
cruza
un pájaro negro el firmamento.
Esta
Caracas viste remendado
calzón
y agujereado sentimiento
esta
Caracas se manchó el costado
y
avergonzada, se colgó del viento.
Es
una mariposa desteñida
una
sombra sin pies, un caída,
luz
sin color, violada cerradura.
Fieras
empedernidas la destazan
como
a un ladrón la emboscan y la cazan
Caracas
tiene olor de sepultura.
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29 – CUENTO
ARIADNA ARAGÓN
(Córdoba-Argentina)
LAS HERMANAS
Ella se escurría entre las sombras para mirarla, para observar como su
madre le peinaba los rizos color café, no, no era café, era bronce, los bucles
caían como una cascada sobre la espalda de su hermana Antonia y Berta, mamita,
narraba una y otra vez: -había una vez una princesa…., hasta que la yaya la
descubría y, sin hacer ningún escándalo, como si eso fuera lo más común del
mundo, la llevaba al sótano, y la hacía arrodillar sobre el maíz con un ladrillo
en cada mano por una hora controlada por reloj.
-Porqué yaya?, porqué?, que hice?
-Estuviste espiando niña astuta, te conozco, siempre estás deseando lo que le dan a ella, si vos tenés tus cosas.
-si, pero no son tan lindas yaya.
-y será nomás porque vos no serás tan buena como Antonia, o tan linda.
Pasaron los años, ambas fueron creciendo y el tiempo no favoreció sus anhelos, dentro suyo se aquilataba un extraño delirio de duplicidad, como si las dos pudieran ser iguales.
Se asomaba a los espejos con ese terror atávico de los que se odian y comienzan a odiar lo que no tienen, buscando en ellos la respuesta a la extraña frontera que había condenado su vida a ser siempre la invisible.
-Mirta, no tenés conservatorio hoy?
-si madre.
-y pensas ir asi, toda saparrastrosa, como si fueras una hallada. Podrías pedirle consejo a tu hermana, que siempre está impecable.
Mas tarde, durante la cena, Ricardo alabó el pastel de carne de su esposa, pero reprendió con dureza a Mirta:-tenés que comer menos vos, estás pareciendo un tonelito, una garrafa, podrías ser lindita, no como tu hermana, pero pasable, pero si lastrás así nena…..
Antonia, entretanto, en su mundo de adolescente, ajena a todo lo que no fuera su universo de músicos, moda, cosméticos, los banales intereses que había heredado de su madre, se trasladó a su cuarto tarareando una melodía.
Mirta, con las sienes latiendo vertiginosamente, los latidos cabalgando en el pecho, miró a aquella que siempre había envidiado, cuyo lugar había querido ocupar, sintió el enorme vacío de la ternura que estaba en otro espejo, uno que no le devolvía su imagen, y planeó con cuidadoso detalle la muerte, y el secreto que aguardaba su turno.
Ya en la universidad, ambas hermanas compartían un dormitorio en el campus. Ya no estaba mamita para atender a Antonia y Mirtha ocupó su lugar. Lavaba su ropa, la ayudaba a vestirse, la peinaba, acomodaba su cama y su placard, era su inquietante manera de fisgonear la vida que deseaba poseer. Su hermana descubría esas miradas codiciosas, esa actitud de perrito faldero, patética y lastimosa, hasta sentirse asfixiada, ahogada y con miedo por lo que no alcanzaba a definir.
-Basta ya, solía decirle a Mirta, asqueada ya de tanta salamería con esa cabeza gacha y esos ojos gimientes.
La noche de la fiesta de Halloween, el cuchillo de carnicero de Mirtha, salió de su escondrijo esperando a la hermosa que bailaba disfrazada de Cruela de Ville, mientras ella, a quien nadie había invitado, fermentaba su envidia entre los lúgubres ruidos de la noche, acechando el regreso.
Al día siguiente Mirtha no apareció en clases, pero su hermana dijo no saber nada, ella había vuelto tarde de la fiesta, la había encontrado dormida y se había acostado.
La búsqueda fue infructuosa, y, el detective Castillo, comenzó a sospechar de un hecho luctuoso.
Se interrogó a los compañeros, a los participantes de la fiesta, al personal de limpieza, a los docentes, hasta que Anita, una portoriqueña que hacía la guardia de la noche, dijo haber visto a una mujer con ropa negra y blanca manipulando un gabinete en el departamento de deportes.
-Dígame Anita, cómo sabe que era una mujer, preguntó Castillo?
-porque se le escapaban unos rulos de la cabeza del disfraz y antes de retirarme, escuché el ruido de los tacos sobre el linóleo del piso, y una mujer sabe de tacos señor don comisario.
En el gabinete de Alicia Aguirre, forzado para ser abierto, se encontró una remera roja con la M bordada en el reverso del cuello, y una navaja con sangre envuelta en la prenda.
La veía, cada noche, en la afiebrada tortura del insomnio, planear como un búho entre sus cosas, oler su ropa, tocarla, acariciarla, rozar su piel con la tela de sus vestidos, probarse sus zapatos, mientras atenazaba en su garganta los gritos y la furia pútrida, ansiando despedazarla.
Muchos escucharon y vieron esa tarde, la puerta abierta del cuarto de Antonia, el destello brillante de sus ojos, sus carcajadas y lamentos frente al espejo y, en su cuerpo desnudo, todos los tajos y quemaduras con que había reprimido la ira contra su hermana.
Perdida en los vericuetos profundos de su locura, jamás confesó donde estaba el cuerpo degollado. Meses después, encontraron su cuerpo colgado de una cuerda en su cuarto del hospicio San Miguel, con los ojos hundidos por un punzón. El lugar, no tenía espejos.
Dos meses después
-Dígame Doctora Ravelli, está al corriente de los comentarios del Monseñor Robera sobre los pecados capitales por el incidente de las hermanas en la Universidad Católica?
-Si, por supuesto.
-Usted cree, en su vasta experiencia clínica en casos como este, en los pecados capitales?, que las muertes fueron provocadas por el pecado?
-Desde luego que no Sr. Ricardi, las emociones intensas que incidieron en los hechos son deformaciones en la estructura de la personalidad de las jóvenes, sin duda alguna, gestadas desde la primera infancia.
-Gracias Doctora.
La reconocida científica se despidió dando las gracias y, con un aplomo que se sumaba a su elegancia, marchó con paso firme hacia el sanitario de damas. Una vez allí, constató que los cubículos estuvieran vacíos, corrió el pestillo de la puerta principal, se puso los guantes de cabritilla, sacó de su cartera Prada una media con una gran piedra de cuarzo dentro, y comenzó a girar su brazo derecho hasta que tomó gran velocidad. Mientras su rostro se transfiguraba de furia contenida, arrojó el bólido improvisado contra el gran espejo del baño.
Recuperada la calma, buscó en el suelo de cerámica el instrumento de su ataque, lo volvió a su lugar, descorrió el pestillo y salió al vestíbulo. Buscó al primer guardia en las cercanías y le dijo:
-Oficial, avise a su superior que algún desequilibrado ha destruido el espejo del baño de señoras, alguien así, es una bomba de tiempo. Caminó lentamente hacia la salida y, sonriendo, se sumergió en el sol de la tarde.
-Porqué yaya?, porqué?, que hice?
-Estuviste espiando niña astuta, te conozco, siempre estás deseando lo que le dan a ella, si vos tenés tus cosas.
-si, pero no son tan lindas yaya.
-y será nomás porque vos no serás tan buena como Antonia, o tan linda.
Pasaron los años, ambas fueron creciendo y el tiempo no favoreció sus anhelos, dentro suyo se aquilataba un extraño delirio de duplicidad, como si las dos pudieran ser iguales.
Se asomaba a los espejos con ese terror atávico de los que se odian y comienzan a odiar lo que no tienen, buscando en ellos la respuesta a la extraña frontera que había condenado su vida a ser siempre la invisible.
-Mirta, no tenés conservatorio hoy?
-si madre.
-y pensas ir asi, toda saparrastrosa, como si fueras una hallada. Podrías pedirle consejo a tu hermana, que siempre está impecable.
Mas tarde, durante la cena, Ricardo alabó el pastel de carne de su esposa, pero reprendió con dureza a Mirta:-tenés que comer menos vos, estás pareciendo un tonelito, una garrafa, podrías ser lindita, no como tu hermana, pero pasable, pero si lastrás así nena…..
Antonia, entretanto, en su mundo de adolescente, ajena a todo lo que no fuera su universo de músicos, moda, cosméticos, los banales intereses que había heredado de su madre, se trasladó a su cuarto tarareando una melodía.
Mirta, con las sienes latiendo vertiginosamente, los latidos cabalgando en el pecho, miró a aquella que siempre había envidiado, cuyo lugar había querido ocupar, sintió el enorme vacío de la ternura que estaba en otro espejo, uno que no le devolvía su imagen, y planeó con cuidadoso detalle la muerte, y el secreto que aguardaba su turno.
Ya en la universidad, ambas hermanas compartían un dormitorio en el campus. Ya no estaba mamita para atender a Antonia y Mirtha ocupó su lugar. Lavaba su ropa, la ayudaba a vestirse, la peinaba, acomodaba su cama y su placard, era su inquietante manera de fisgonear la vida que deseaba poseer. Su hermana descubría esas miradas codiciosas, esa actitud de perrito faldero, patética y lastimosa, hasta sentirse asfixiada, ahogada y con miedo por lo que no alcanzaba a definir.
-Basta ya, solía decirle a Mirta, asqueada ya de tanta salamería con esa cabeza gacha y esos ojos gimientes.
La noche de la fiesta de Halloween, el cuchillo de carnicero de Mirtha, salió de su escondrijo esperando a la hermosa que bailaba disfrazada de Cruela de Ville, mientras ella, a quien nadie había invitado, fermentaba su envidia entre los lúgubres ruidos de la noche, acechando el regreso.
Al día siguiente Mirtha no apareció en clases, pero su hermana dijo no saber nada, ella había vuelto tarde de la fiesta, la había encontrado dormida y se había acostado.
La búsqueda fue infructuosa, y, el detective Castillo, comenzó a sospechar de un hecho luctuoso.
Se interrogó a los compañeros, a los participantes de la fiesta, al personal de limpieza, a los docentes, hasta que Anita, una portoriqueña que hacía la guardia de la noche, dijo haber visto a una mujer con ropa negra y blanca manipulando un gabinete en el departamento de deportes.
-Dígame Anita, cómo sabe que era una mujer, preguntó Castillo?
-porque se le escapaban unos rulos de la cabeza del disfraz y antes de retirarme, escuché el ruido de los tacos sobre el linóleo del piso, y una mujer sabe de tacos señor don comisario.
En el gabinete de Alicia Aguirre, forzado para ser abierto, se encontró una remera roja con la M bordada en el reverso del cuello, y una navaja con sangre envuelta en la prenda.
La veía, cada noche, en la afiebrada tortura del insomnio, planear como un búho entre sus cosas, oler su ropa, tocarla, acariciarla, rozar su piel con la tela de sus vestidos, probarse sus zapatos, mientras atenazaba en su garganta los gritos y la furia pútrida, ansiando despedazarla.
Muchos escucharon y vieron esa tarde, la puerta abierta del cuarto de Antonia, el destello brillante de sus ojos, sus carcajadas y lamentos frente al espejo y, en su cuerpo desnudo, todos los tajos y quemaduras con que había reprimido la ira contra su hermana.
Perdida en los vericuetos profundos de su locura, jamás confesó donde estaba el cuerpo degollado. Meses después, encontraron su cuerpo colgado de una cuerda en su cuarto del hospicio San Miguel, con los ojos hundidos por un punzón. El lugar, no tenía espejos.
Dos meses después
-Dígame Doctora Ravelli, está al corriente de los comentarios del Monseñor Robera sobre los pecados capitales por el incidente de las hermanas en la Universidad Católica?
-Si, por supuesto.
-Usted cree, en su vasta experiencia clínica en casos como este, en los pecados capitales?, que las muertes fueron provocadas por el pecado?
-Desde luego que no Sr. Ricardi, las emociones intensas que incidieron en los hechos son deformaciones en la estructura de la personalidad de las jóvenes, sin duda alguna, gestadas desde la primera infancia.
-Gracias Doctora.
La reconocida científica se despidió dando las gracias y, con un aplomo que se sumaba a su elegancia, marchó con paso firme hacia el sanitario de damas. Una vez allí, constató que los cubículos estuvieran vacíos, corrió el pestillo de la puerta principal, se puso los guantes de cabritilla, sacó de su cartera Prada una media con una gran piedra de cuarzo dentro, y comenzó a girar su brazo derecho hasta que tomó gran velocidad. Mientras su rostro se transfiguraba de furia contenida, arrojó el bólido improvisado contra el gran espejo del baño.
Recuperada la calma, buscó en el suelo de cerámica el instrumento de su ataque, lo volvió a su lugar, descorrió el pestillo y salió al vestíbulo. Buscó al primer guardia en las cercanías y le dijo:
-Oficial, avise a su superior que algún desequilibrado ha destruido el espejo del baño de señoras, alguien así, es una bomba de tiempo. Caminó lentamente hacia la salida y, sonriendo, se sumergió en el sol de la tarde.
PÁGINA
30 – POESÍA AMERICANA
DANIEL
MONTOLY
(Montecristi-República
Dominicana)
Mantengan a los poetas
alejados
de los puentes
prohíbanles
acercarse a los ríos
alejénlos de los mares
enfurecidos
y de las tijeras
quiténles
las pastillas
y escondan
sustancias radiactivas
de su alcance.
Rompánles
en pedazos la botella
destiénrrelos
de la cercanía
de los cementerios
recojan los cuchillos
que andan
silvestres por la casa
arranquen
los hongos venenosos
del jardín.
Manténgalos
alejados
de aparatos
eléctricos
de sábanas blancas
de túnicas rojas
de balcones viudos
de minaretes
sagrados
de campanarios
nocturnos.
Alejénlos
de los cuadernos
con espirales
metálicos.
Nieguénles
acceso a tinta china
a peces venenosos
a mariposas
grises.
Despojenlos
del verbo
porque al menor
descuido
se ahorcan con el silencio
de la palabra.
ELEGÍA EN FALSO PARA DYLAN THOMAS
El corazón de Dylan Thomas
no fue traspasado
por un delirio
sino por
un relámpago ebrio
No murió
por los tormentos
de una llovizna
de chirridos
tangibles
y metálicos
como Jacobo Fijman
murió encenrrado
en el blanco
estertor
de una píldora
de barro negro.
Dylan Thomas
encontró la muerte
sepultado
por un deslizamiento
de ojos irrefutables
arrastrado
al medio
de una tormenta
de soledad
en los labios tectónicos
de un terremoto
de caballos analgésicos
Dylan Thomas
murió con el peso
incalculable
de los muertos
dentro de la poesía
muertos
como Storni/Mayakovski
Celan/ Vallejo/
Silvia Plath:
colmena de almas
angustiadas
que quisieron
arrebatarles sus vidas
al tiempo
encendiéndoles cigarrillos ocres
para entretener
la muerte./
II
Quizá
no vuelva
ese
color donde no logro asirme
ojos
enrojecidos
chocan
como balazos.
Todo
es “tal vez
quién
sabe, si acaso
de
repente”.
La
noche
arde
como una piedra del infierno.
No
sé
si
regrese la luna
los
libros de las ventas callejeras
llenan
la tarde de alas y graznidos.
Un
cafetín resiste
una
canción oída muchas veces
escala
las paredes.
Quizá
tal
vez
si
acaso. El mundo es una calle ciega
¿caminamos
o no?
Baila
la cuerda floja.
III
El
sol amaneció malhumorado
a
duras penas muestra su armamento
canta
en la acera un niño abandonado
cruza
un pájaro negro el firmamento.
Esta
Caracas viste remendado
calzón
y agujereado sentimiento
esta
Caracas se manchó el costado
y
avergonzada, se colgó del viento.
Es
una mariposa desteñida
una
sombra sin pies, un caída,
luz
sin color, violada cerradura.
Fieras
empedernidas la destazan
como
a un ladrón la emboscan y la cazan
Caracas
tiene olor de sepultura.
PAGINA
31 – ENSAYO
MARGO GLANTZ
(México DF-México)
PEDRO PÁRAMO
UNO.
Sabemos que Juan Rulfo es autor de El llano en llamas, cuentos;
una novela, Pedro Páramo; algunos guiones de cine, El gallo de
oro, La fórmula secreta... Fragmentos de novelas destruidas, Los
hijos del desaliento, La cordillera; un relato 'La vida no es muy
seria en sus cosas'. Además de numerosas, magníficas, fotografías.
DOS.
Sus textos presentan numerosas variantes en las sucesivas ediciones que
tuvieron, un esfuerzo persistente para suprimir lo inútil. En alguna de sus
entrevistas explica sobre Pedro Páramo: "Ahora, también la intención
fue... quitarle las explicaciones. Era un libro un poco didáctico, casi
pedagógico: daba clases de moral y yo no sé cuántas cosas y todo eso tuve que
eliminarlo porque soy muy moralista y además... sí, fui dejando algunos hilos
colgando para que el lector los completara... Si el lector no coopera, no lo
entiende; él tiene que añadirle lo que le falta. Y parece que así ha sido.
Muchos le han añadido más de la cuenta pero creo que llena esa intención.
Siempre hay una participación muy cercana del lector con el libro, y él se toma
la libertad de ponerle lo que le falta. Eso a mí me gusta mucho".
TRES.
"Hay palabras que el diccionario llamaría arcaísmos", volvió
a decir en otra entrevista; "es que aún esos pueblos hablan el lenguaje
del siglo XVI. Ahora, como usted dice, no se trata de un retrato de ese
lenguaje; está transpuesto, inventado, más bien habría de decir:
recuperado".
Rulfo solía fabular también en sus entrevistas y lo hacía con
delectación; con todo, reiteraba en ocasiones ciertas ideas, sirven de asidero
y como los hablantes pueblerinos de su infancia, protagonistas indudables de
sus narraciones, utilizaba un lenguaje "hermético" y a la vez sencillo.
Traducir ese hermetismo fue uno de sus objetivos. Rulfo elimina palabras,
corrige otras, cambia signos de puntuación con el deseo de alcanzar una mayor
expresividad semántica y sonora para recrear una oralidad singular, la que
reproduce un habla cuyos vocablos parecen vestigios de otros tiempos, en
realidad una construcción, un "delicado ajuste verbal" como hubiera
dicho Borges. A ese trabajo lo denomina "ejercitar un estilo", o,
simplemente, "evitar la retórica", "matar al adjetivo, pelearme
con el".
Gracias a la publicación de sus borradores en Los cuadernos de
Juan Rulfo (1994) verificamos que, en el proceso de su
escritura, Pedro Páramo se fue decantando y despojando de cualquier
excrecencia explicativa o hasta narrativa. Y en esos cambios estructurales, que
burlonamente Rulfo achacaba a sus editores, predomina la eliminación de
cualquier palabra o acción que nulificara el impacto de la muerte. En
los Cuadernos se observa, nítido, el procedimiento: se leen
anécdotas, acciones y diálogos ya rulfianos, pero aún no sometidos a la
operación de limpieza devastadora que les diera forma. Si se comparan esos
borradores con los fragmentos que en Pedro Páramo estructuran la
novela, se advierte que en ésta la discontinuidad cronológica y anecdótica les
da sustento y sirve como contrapeso entre las palabras impresas y el silencio,
mientras se va delimitando el ámbito narrativo, "... los muertos no tiene
tiempo ni espacio. No se mueven en el tiempo ni en el espacio. Entonces
así como aparecen se desvanecen".
En los Cuadernos cada fragmento iba titulado; en la novela se
han liberado de esa carga, adquieren la ligereza necesaria para su
indeterminación. Con la muerte pasa lo mismo. En el borrador llamado 'Después
de la muerte', allí coleccionado, Rulfo se refiere a ella como un fenómeno
natural, el de la degradación de la materia. Cuando enPedro
Páramo concluye el proceso a que ha sometido sus textos, dejándolos en
vilo, devastados, consumidos, colindando con el silencio, la muerte se ha
despojado también, se trata de una muerte física depurada, casi simbólica,
¿mineral?
El cuerpo simplemente se disuelve, como sucede con el cuerpo de Juan
Preciado: "No había aire. Tuve que sorber el mismo aire que salía de mi
boca, deteniéndolo con las manos antes de que se fuera. Lo sentía ir y venir,
cada vez menos; hasta que se hizo tan delgado que se filtró entre mis dedos
para siempre.
Digo para siempre".
O se pulveriza para formar parte del paisaje, como Pedro Páramo,
quien al morir, "dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando
como si fuera un montón de piedras".
La respuesta de Rulfo al desquicio de la geografía y el orden social
cristaliza en una forma poética, la única que hubiera podido expresar esa
profunda y definitiva escisión entre un modo de vida injusto pero organizado
-el que impone Pedro Páramo- y otro totalmente calcinado, el que
produjeron la Revolución y la Guerra Cristera. Se construye un espacio cuyos
habitantes reales son las ánimas del purgatorio y el símil existe sólo como
recurso descriptivo y no como fundamento textual. Comala es un pueblo habitado
por almas en pena, de ninguna manera por almas muertas o fantasmas
mágico-realistas. Las almas en pena siguen habitando Comala, son sus habitantes
naturales, como si estuvieran vivos, a pesar de que sus casas estén derruidas,
la yerba invada los quicios de las puertas y no haya límite entre la ciudad y
el campo. Reducir Comala y sus habitantes a un infierno dantesco, convertirlos
en arquetipo o simplemente en un mito de origen indígena, es resultado de una
incomprensión y una abstracción universalista que sólo puede traducirse por
"ajustes y dispositivos ideológicos" (Monsiváis).
La perpetuación de los estereotipos no explica la novela, sólo la
desgasta y uniforma y la despoja de su singularidad.
PÁGINA 32 – POESÍA AMERICANA
RAÚL
HENAO
(Santiago
de Cali-Colombia)
EL
AMANTE
Hay
un botón de rosas en mi jardinera como hay un nuevo día
en
el año.
Un
anillo de bodas en el dedo de la viuda,
que ahora se pasea de mi brazo
en
un recodo de la siesta, al mediodía.
A
mi lado, en el sueño, encuentro a ese amante
escondido,
y
un poco ridículo, que me acompañara en
todas mis citas
amorosas
o sentimentales a lo largo de mi vida.
Y al que no había vuelto a hallar desde que me recluyera
en
lo apartado de este piso suburbano,
que desmejora,
por momentos,
un
vecindario ruidoso
y en la esquina, un taller de automotores.
Veo
al amante recostado en el sofá, bajo al
espejo ovalado
de
la pared
Fuma
distraído un cigarrillo aromático
y me mira de soslayo, mientras escribo estas letras
que,
en secreto, hablan de él.
Pone
en el tocadiscos la música de un tango o un bolero
y
con voz cansada me recuerda
alguna
cita del pasado, una cita con la
ausencia
y
la soledad en algún bar o café ya
inexistentes,
que
me dejara un regusto amargo y doloroso.
La
siesta, termina por abandonarme en la penumbra del piso
de
alquiler.
El
amante se ha marchado en silencio,
y al despertar… encuentro sólo a Dios,
es
decir, mi nada, mi propio espejo.
Para
Jahir Trujillo.
LA
MONJA
“Pon
la mesa en la que se sienta el amor”
Remy
de Gourmont
Se
arruma alrededor el
hojarascal de las horas pasadas
cuando el año nuevo comienza a dibujarse en la neblina matutina, apoyando su
nariz agripada en las vitrinas callejeras. No bien conseguimos reunir las
flores en el altar de una misa de difuntos por el tiempo vivido y ya nos visita de nuevo el recuerdo molesto
de la felicidad perdida en los correveidiles de algún encuentro suburbano… y
sólo porque se interpuso a su paso el regusto por las estampas de santos y las
tarjetas de visita chapadas a la antigua. Ahora en lo desasosegado e incierto
de los amores crepusculares y tardíos, es la soledad, que el hábito viste de monja, la que nos acompaña sentada a la mesa del refectorio que al fondo
del conventillo, enciende nuevamente su chimenea ojerosa a la hora de la cena.
PAGINA 33 – CUENTOS BREVES
JORGE
M. TAVERNA IRIGOYEN
(Santa
Fe-Argentina)
SE
TRATA DE VACÍOS
Fuera
del costurero en que hilos, agujas,broches y elásticos poseen un obsesivo
orden, su vida no tiene ni un antes ni un después. La familia la deja hacer lo que
quiera y como quiera, pero ella no sabe concretamente qué. Entonces inventa
situaciones (que no son delirios) y viaja lejos, con los ojos bien abiertos.
Hoy, con el tobillo vendado, respondió que se cayó de las escalinatas de un
templo en Singapur..
Alcanza
la distancia y se persigna. Siente que está en presencia de Dios. Alarga la
mano, con los ojos cerrados. Vacía la mente. Y de pronto voces celestiales lo
sumergen en el más excelso plano de reconciliación consigo mismo. (No siempre,
pero con frecuencia, el director del Coro Polifónico entra en ese éxtasis y
todos, con miradas cómplices, lo dejan hacer).
En
las orillas del Gólgata del Bautista, recoge piedras de colores. A veces, pasa horas. Es el padre
Matías, que ya no da misa en el convento. Está un poco ido, dicen, y lo dejan
que salga por ahí. Entre las piedras, cuando nadie lo ve, suele deslizar algún
crucifijo de bronce, se persigna rápido y continúa con los guijarros de
colores.. .
Lo
consultó con el psicólogo, pero no tuvo respuestas. Cuando pasa por una
juguetería, entra en éxtasis. Mira cada uno de los juguetes y los hace andar,
les pone cuerda en su mente, se desliga del mundo de las convenciones. Puede
estar media hora o un día. Alguna vez un policía lo sacó del negocio, de sospechoso
que resultaba. Y aún llevado del brazo con fuerza, siguió haciendo girar el
trompo…
PÁGINA 34 – POESÍA EUROPEA
JAVIER
UBEDA IBAÑEZ
(Jatiel-Teruel-España)
TE
QUIERO TANTO, TANTO
En
la lejanía y en la cercanía,
desde cualquier lugar,
viajo por el océano selvático de tus ojos,
me detengo en las tiernas montañas de tus labios
y acaricio tu cuerpo de sabrosas amapolas.
desde cualquier lugar,
viajo por el océano selvático de tus ojos,
me detengo en las tiernas montañas de tus labios
y acaricio tu cuerpo de sabrosas amapolas.
Junto
a tu piel florecida de antojos
y el tacto sedoso de tus manos
me silba el alma.
y el tacto sedoso de tus manos
me silba el alma.
Te
quiero tanto, tantísimo, que
me gustas despierta y dormida,
por la mañana, a media tarde y por la noche,
cuando en tu mirada se reflejan lunas o mieses.
me gustas despierta y dormida,
por la mañana, a media tarde y por la noche,
cuando en tu mirada se reflejan lunas o mieses.
He
caminado a través de mil vidas hasta dar contigo.
Por
fin,
te encontré.
te encontré.
Ahora,
quédate conmigo,
instálate en mis deseos.
quédate conmigo,
instálate en mis deseos.
SOLO
Solo,
navego en silencio
por
las agitadas aguas
de
mis pensamientos.
Me
sumerjo en las profundidades
de
mi memoria acuática,
de
mis mareas más oscuras:
Mi
fondo es negro azabache
y
está rebosante de piedras y conchas
sumergidas
en la arena.
Pero,
como ola encrespada, me agito,
y
voy desenterrando lo enterrado,
voy
removiendo el limo
buscando
llegar hasta la playa en medio
de
rocas, salitre y espuma.
Y,
al final, lo consigo,
emerjo
pletórico y renovado
en
un mar de olas radiantes
que
me llevan hasta las costas,
donde
me deshago en salobres estelas,
que
se pierden en un mar de brillos.
LUZ
Eres
como una candela en la oscuridad,
una fuente en medio del desierto.
La luciérnaga de mis sentidos y
el aliento que germina en mis entrañas.
una fuente en medio del desierto.
La luciérnaga de mis sentidos y
el aliento que germina en mis entrañas.
Tú,
amigo mío, me eres tan necesario
como las sales al mar.
como las sales al mar.
Incansable,
tendiéndome un camino,
una salida, una puerta, un bastón,
un sofá, un millón de promesas,
un silencio acogedor y un abrazo
que me resguarda del ruido
de la soledad y del vacío.
tendiéndome un camino,
una salida, una puerta, un bastón,
un sofá, un millón de promesas,
un silencio acogedor y un abrazo
que me resguarda del ruido
de la soledad y del vacío.
Tus
palabras son caricias transitivas,
consejos de viento; amistad marinera,
que vuela y vuela, pegadita a mi vera.
consejos de viento; amistad marinera,
que vuela y vuela, pegadita a mi vera.
PAGINA 35 – CUENTO
MARIO BENEDETTI
(Uruguay, 1920-2009)
EL OTRO YO
Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban
rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la
nariz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una
cosa: tenía Otro Yo.
El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente, se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse incómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.
Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo que hacer, pero después se rehízo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañana siguiente se había suicidado.
Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.
Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas . Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: “Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte y saludable”.
El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.
El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente, se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse incómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.
Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo que hacer, pero después se rehízo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañana siguiente se había suicidado.
Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.
Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas . Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: “Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte y saludable”.
El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.
PÁGINA 36 – POESÍA EUROPEA
DOLORS ALBEROLA
(Valencia-España)
POEMA DE LAS SIETE
En la ventana, el día
comienza lentamente a delatarse.
Vuelve la sombra acaso
al invisible espacio donde nada
es posible guardar.
Miro tu cuerpo, acaso
te dormiste sin cubrir tu desnudo.
Estás frío, te palpo.
De pronto, sutilmente, ya no importa saber
si la humedad te hizo
erizar como un cisne quebrantado
o es mi mano que ardiendo
consigue, más hierático que el frío,
levantar el amor.
Es tarde ya, te digo,
mientras, al abordaje, me he sentado en tu vientre.
MEMORIA DE UNOS VERSOS
Este invierno se pudo.
Compramos una estufa, una pequeña
figura vertical que gira a nuestro lado.
Tú me exiges: desnúdate.
Mientras escribo estas
palabras que, torcidas,
componen el retal de nuestra historia.
Y a qué querer más cosas,
las cuatro sillas, algo como
una mesa, un viejo
fregadero, un armario, el sillón donde te amo a veces.
Está oscuro,
ya la luna parece que se pierde
entre las negras barbas del levante.
Las pavanas semejan largos perros en celo.
Yo quisiera gritar en los poemas,
aullar en los versos, gemir en las palabras,
suspirar en las letras y morir en el punto
en que tú te incorporas –como un galán de cine-
me levantas la falda y me arrancas la blusa,
deshaces hábilmente los encajes
y me tumbas al suelo: no sabemos
tampoco esos poemas de Petrarca
-he olvidado los textos del latín
y tu ignoras a Homero y a Kavafis-.
La memoria es un ángel que
desnudo
se esfuma ante el amor,
ese maldito amor que nos roe la sangre.
SECUENCIAS CENSURADAS (MOULIN ROUGE)
Sentada contra ti, tú ya me entiendes,
mientras el Moulin Rouge
mostraba sus vedettes.
No nos fuera precisa esa ciudad
que tantas veces, tantas, soñáramos; en casa,
tú en la chaise longue, ya sabes
-no me gusta contar esas cosas privadas
que hacíamos a veces-, cruzamos el espacio.
Había un elefante
y tú, el escritor, nunca temiste a ese
magnate adinerado que no existió jamás
y si hubiese existido, ay, lo mismo que en esa
película fantástica que transcurría enfrente,
no hubiera conseguido arrebatarme
ni detener, jamás, ese momento
que dejo sin contar. Ya sabes, vida mía,
que pase lo que pase y aun si la vida misma
nos dejara en mantillas, sin futuro,
tú y yo, como fieras en celo,
seguiríamos firmes y sentándonos
el uno contra el otro,
shhhhhhh, no hables, hasta caer rendidos
al final de la trama.
PAGINA 37 – ENSAYO
ISABEL NÚÑEZ
(Figueras-España)
EL SILLÓN DE OREJAS DEL CRÍTICO
Antes que escritora soy y he sido lectora: conservo intacta la
pasión bibliófila de descubrimiento de la época en que aprendí a leer y leí el
primer cuento. En How to be alone, Jonathan Franzen citaba un estudio de
la antropóloga Shirley Brice Heath sobre aquellos que empezaron a leer para no
estar solos, porque en los libros encontraban una comunidad de espíritus y unas
afinidades que parecían ausentes en el entorno de su infancia. Soy una de esos
lectores que pescan de forma perenne en librerías y bibliotecas. Sigo buscando
con la misma fruición libros capaces de sorprenderme, de sacudirme, de cambiar
mi percepción del mundo y la literatura, de acompañarme y asociarse a un
momento de mi vida, libros que me hablan particularmente a mí.
Tal vez precisamente por esa condición intrusa, me parece una trampa
escribir crítica como si no existiera la subjetividad. Más allá de ciertos
factores indudables de calidad que separan la literatura de la morralla y el
talento de la mediocridad, nada es objetivo ni universal, como señalaba aquel
comentario de Proust, observando los verres grossissants del óptico
de Combray, de que cada lector lee un libro distinto, pues cada uno pone la
lupa en un aspecto particular.
El ejemplo flagrante sería Nabokov con sus Opiniones contundentes,
su Curso de literatura rusa o su Curso de literatura europea.
Nabokov, que es el mejor crítico cuando explica a Gogol o a Dickens, desprecia
a Dostoievski, no soporta a Thomas Mann y es capaz de restituir a la perfección
la estructura de telaraña de las novelas de Jane Austen para concluir que no le
interesa. En realidad, todos los críticos compartimos ese subjetivismo, aunque
algunos, amparándose en su profesionalidad o en un cientifismo mal entendido,
esgriman sus opiniones como si fueran sentencias y parezcan considerarse
auténticos árbitros, desprovistos de prejuicios (y de misoginia) y capaces de
establecer implacablemente qué es lo bueno y qué es lo malo. Y sin embargo,
como humanos que son, tienen –tenemos— prejuicios y un background que
les condiciona y algunos incluso se permiten dar lecciones más morales que
literarias al autor (sobre todo a las autoras) o se sitúan en un falso Olimpo
de la crítica. Dado que todos somos subjetivos y tenemos prejuicios,
limitaciones y preferencias, vale más asumir esa falta y mostrarla a la hora de
hacer crítica, no escribir con arrogancia o endiosamiento, ni sentenciar en
exceso.
En ese sentido, parece más útil la crítica que intenta mostrar lo que
es un libro o lo que el crítico ha leído en él, para después argumentar por qué
cree que el autor ha logrado algo o ha fracasado en su empeño, para dar espacio
a un lector que pudiera disentir e interesarse justamente por lo que al crítico
no le convence. Es decir, el lector tiene derecho a saber qué puede encontrar
en un libro, sea éste como sea. Pues si algunos lectores buscan la perfección
estructural, otros prefieren un libro más irregular, con momentos memorables.
Si el crítico es un buen lector (y no uno de esos lectores mediocres
tan extendidos que define Edith Wharton en su breve ensayo El vicio de la
lectura), tendrá a su favor un abanico comparativo, y no sólo podrá acercarse a
lo que lee con la libertad del lector gozoso, sino que podrá situar la obra y a
su autor en un contexto, comprender si se encuentra ante una mirada nueva o una
revisión distinta de algo ya hecho, asociando libremente y no sólo siguiendo
las tendencias contemporáneas, sino guiado por su instinto y su enfermedad literaria,
adentrándose en ese mundo de los libros que es el refugio de los lectores
frente a lo real y contagiando así por carambola su pasión por los libros que
quiere defender.
Naturalmente, quien escribe crítica debería conocer las distintas
posturas que ha habido para enfrentarse a lo literario, desde los clásicos a
los contemporáneos, pasando por el estructuralismo y los estudios culturales,
el posmodernismo o el abordaje de quienes se les oponen. Conocer esas
aproximaciones significa simplemente tenerlas en cuenta, como se tiene en
cuenta el contexto histórico, la mirada diacrónica o sincrónica, el modo en que
una obra se relaciona con el momento en que se vive o con el pasado de la
literatura.
Eso no significa perder la libertad de valorar un libro por razones
propias, porque su lectura nos parezca capaz de transformar nuestra visión de
las cosas, más allá de que lo logre utilizando con brillo los lenguajes de
otros medios, de las redes y las nuevas tecnologías o de que revise, recree y
parodie la literatura anterior, o que parta del realismo más desnudo o vuelva a
la pura metáfora. En mi caso, me interesa más la sacudida que pueda producirme,
el diálogo de ese libro con mis ideas y con las de los libros que leí antes, su
relación con lo vivo, su ser-en-el-mundo (el heideggerianoDasein) y el peso o
el poso que tiene sobre mis pensamientos. A veces parece que cada libro nos
pida una forma de abordaje distinta.
En cuanto a las presiones del mercado, si encuentra un espacio que le
acoja, el crítico puede escribir con la máxima libertad; el problema es que el
medio elige qué libros van a reseñarse y cuáles no, y por tanto, hay libros que
no encuentran nunca ese espacio, aunque el crítico lo intente. Aquí nos
encontramos con distintos condicionantes que limitan mucho las posibilidades.
Por una parte, el nuestro es un país con poco criterio, una sociedad que no
busca el talento y que teme al fracaso (hay países y culturas donde el fracaso
se considera experiencia enriquecedora y el talento es una búsqueda y una
apuesta perenne y se acepta que pueda estar en cualquier lugar, sector social,
edad y género), es un país donde editores, directores de suplemento y críticos miran
con reverencia lo que ha triunfado y con desconfianza o desdén lo que no. Muy
pocos buscan y encuentran más allá de lo ya reconocido y muy pocos se atreven a
criticar lo que todos defienden. Apenas existen revistas literarias. Las redes
podrían ser un espacio alternativo para esa falta, pero la mayoría de
comentaristas se limitan a seguir los mismos patrones establecidos: se apoya lo
reconocido, se silencia y/o desdeña lo que no. Muy pocos críticos descubren un
buen libro del que no se haya hablado ya. No sé muy bien a qué se debe esa
inseguridad y esa falta de crítica, pero me temo que caracteriza a nuestro país
en todos los niveles. Es más, cuando alguien ocupa por primera vez un cargo
desde el cual podría dar entrada a nuevos talentos, en lugar de aprovechar para
abrir esas posibilidades con entusiasmo, suele ponerse rígido, dejar de coger
el teléfono a quienes conocía y admiraba de antes y se concentra en seguir los
caminos trillados y dar paso a los de siempre.
¿Quién escucha la voz del crítico en nuestro mundo? Es difícil decirlo.
Todas las fuentes afirman que las reseñas no influyen en las ventas, y sin
embargo, escritores y editores y una minoría de lectores sí les prestan
atención. Los medios se reflejan en las redes, a veces convertidas en espejos
permanentes de suplementos efímeros. Todo escritor espera encontrar ese crítico
que sepa leerle, que encuentre el valor de lo que ha escrito y sepa defenderlo,
aunque pocas veces ocurra así. Nos consuela que nuestros libros interesen y
entusiasmen a otros escritores, cuyo talento admiramos, o que sean entendidos
por la crítica.
Es cierto que las redes son un laberinto, pero para eso, como para
leer, hace falta tener criterio y poder distinguir la voz de un lector mediocre
de una voz crítica original, que piensa por su cuenta. Igual que el escritor
encuentra sus lectores, el crítico encuentra los suyos. Hay lectores que
esperan nuestros artículos para saber qué leer, para averiguar qué hemos
encontrado en los libros. Es una suerte. No puedo imaginar trabajo mejor que
leer –en una hamaca, a la sombra de un árbol generoso en verano, escuchando un
rumor de agua, como me ocurre en este momento; o en el sofá de los inviernos, o
en aquel sillón de orejas bernhardiano en el que despotricaba furiosamente el narrador
de Tala– y tener ocasión después de contar lo que se ha leído por escrito,
en ese ejercicio analítico fascinante que consiste en comprender qué es lo que
nos interesa, lo que funciona y lo que no, y explicar sin miedo y con habilidad
cuáles son las razones, nuestras razones del gusto o del disgusto, y cobrar por
ello. Lástima que en este país se valore tan escasamente este oficio nuestro.
ELDA MASSONI
(Ataliva-Santa Fe-Argentina)
¿DÓNDE NACE LA HEBRA DEL SILENCIO?
Desanudando sandalias andaba aquel verano
en el polvo y la llaga
con un sol casi líquido dejando amarillo el campo.
Por dónde encontrar su cueva.
Sólo se la ve cuando sale a dominar
y se hace profunda, espesa,
como sangre brotando de la herida caliente aún,
cuando no duele.
Amar la tierra.
Amar su corazón abierto para recibirnos en la muerte
y la generosidad de su lomo que soporta las pisadas.
Cobijante tierra, alfombra de gramilla, nido de perdices,
porción sensitiva del universo, suave gigante que pervive,
milenaria.
Todo le pertenece:
el pensamiento que se elabora sobre su piso, el alumbramiento,
el adiós.
Amarla con su polvo volátil y pegajoso,
sus misterios indestructibles
y su osadía diaria de sombra y luz.
La muerte deshacía sus edredones oscuros
En la fría tarde de julio.
Un misterio nuevo aposentó su maraña
y ya fue distinto para siempre el resplandor obre parvas, niños y confines.
¿En qué escondrijo dormitarán
los granos abundosos?
Aún los soles detienen los arados antiguos,
los de agudas rejas,
profanadores del humus.
Sólo las lluvias son capaces de hollar el espanto
de los pájaros muertos por la tormenta.
Y los párpados insomnes.
Y las manos leves,
purificadoras del abecedario oscuro.
Desanudando sandalias andaba aquel verano
en el polvo y la llaga
con un sol casi líquido dejando amarillo el campo.
Por dónde encontrar su cueva.
Sólo se la ve cuando sale a dominar
y se hace profunda, espesa,
como sangre brotando de la herida caliente aún,
cuando no duele.
Amar la tierra.
Amar su corazón abierto para recibirnos en la muerte
y la generosidad de su lomo que soporta las pisadas.
Cobijante tierra, alfombra de gramilla, nido de perdices,
porción sensitiva del universo, suave gigante que pervive,
milenaria.
Todo le pertenece:
el pensamiento que se elabora sobre su piso, el alumbramiento,
el adiós.
Amarla con su polvo volátil y pegajoso,
sus misterios indestructibles
y su osadía diaria de sombra y luz.
La muerte deshacía sus edredones oscuros
En la fría tarde de julio.
Un misterio nuevo aposentó su maraña
y ya fue distinto para siempre el resplandor obre parvas, niños y confines.
¿En qué escondrijo dormitarán
los granos abundosos?
Aún los soles detienen los arados antiguos,
los de agudas rejas,
profanadores del humus.
Sólo las lluvias son capaces de hollar el espanto
de los pájaros muertos por la tormenta.
Y los párpados insomnes.
Y las manos leves,
purificadoras del abecedario oscuro.
CASCOS Y CRINES EN EL PAISAJE
El caballo blanco flota
sobre la niebla espesa.
Flota galopando, con su larga crin ondulante y las patas jóvenes
doblándose sin apuro.
Tan espléndida la mañana. Con toda esa bruma vaporizada sobre el campo,
capaz de borrar la línea monótona de los postes y los hilos tirantes del
alambrado.
El caballo blanco ondea.
Hijo de recios padres de la cañada, aprendió el diálogo con las
riendas, pero su felicidad crece cuando el sol con un roce sensual se le
aplasta contra el lomo dejándole gotas de sudor, brillantes y movedizas. O cuando
el galope libre le permite absorber la distancia diagonal de un potrero y
frenar, estrepitoso, con las patas delanteras en alto y el pescuezo erguido,
desafiando al viento que osa retenerlo.
Sobre la niebla ascendente
flota el caballo blanco.
Un celeste grisáceo tapa la zona de sus cascos y con cada salto la crin
suelta una cascada fantástica, casi voluptuosa. En el descenso el cuerpo
adquiere forma espumosa.
Una aleación etérea y corpórea acapara el asombro de la visión, allí
donde la planicie agiganta su soledad, su silencio, su tremendo acercamiento al
infinito.
Ratifica las sorpresas de la llanura esa imagen cargada de hechizos.
Pero el banco de niebla de a poco se ve penetrado por la luz y la
realidad aparece cada vez más nítidamente poniendo estáticos contornos a los
árboles, el molino, el sembrado verdeante cargado de humedad.
Mientras el sol se empeña en ordenar la mañana, la flotante figura
blanca deslíe el ensueño de vapores y misterios.
MEMORIA EN ALAS SOBRE LA CASA ANTIGUA
La casa a veces olía a limonero.
Se escuchaba el canto de los grillos por las noches, mientras los
bichos de luz señalaban su ruta de tránsito.
En verano, los chicos en sus correrías por el patio, bajo los faroles tenues,
aplastaban tucuras y catangas.
Desde los altos pastizales bordeadores de galpones
descendían las claras cenizas de la luna a danzar entre los sapos.
LA SIESTA
Visceral, endiablada.
Carga de silencio y un calor pegajoso. El momento de la siesta era una
zona fascinante del día.
Siesta de verano. Con lagartijas huidizas y la amenaza de víboras
acercándose peligrosamente a los patios.
¿Qué impulsaba a lanzarse más allá de los cercos, siguiendo algún
senderito hacia los potreros amplios, los de pastizales casi muertos por el sol
mortificante?
Allí estaba la atracción del peligro. Entre espartillos, vizcacheras,
el montecito de espinillos –eterno albergante de cotorras.
Y más lejos, el brillo engañoso poniendo ilusorio mar a la tierra
calcinada.
Visceral, epidérmica.
Siesta sensual saturada de espesuras y de silencios sugerentes.
Tiempo de mimetismos. La lagartija transformando su color y los chicos
de tierra y sueño asumiendo una condición de animalitos felices deslizándose
por la inmensidad.
EL HOMBRE, ESA HERIDA LEVE SANGRANDO ENTRE LOS PASTOS.
Traían en su aliento las madrugadas del surco.
Hombres de brazos recios,
fácil la carcajada y una cruel ingenuidad en el empeño
de cascotear palomas y gallinas.
La inmensa luminosidad se desplomaba cada mañana
sobre pastos y arados y hombres.
Vastedad. Mariposas descendiendo en los charcos.
Patrimonio de los ojos. Ojos en la distancia,
interminables briznas, ramas,
vellones.
Y esa indolente hojita de yerbameona
tatuando los brazos recios de los hombres del arado,
los que se toparon con yararaes
y pastos puna
y con la perfecta definición del infinito.
Ellos pudieron sentirse dueños de los dioses por momentos.
MELANCÓLICO ADIÓS
Por el túnel del exilio
marcharon muchos campesinos.
Abandonaron madrugadas rojizas, huertas enormes
y el paisaje plano siempre yéndose hacia el infinito.
Dejaron horquillas, arados, sombreros.
Olvidaron leña apilada, frutos aún verdes,
la montura, baldes de acero,
la achicoria en su almácigo rotundo.
Acaso adivinaron que morirían un poco
en el viaje hacia la oluz artificial
(universo del ruido y la oficina)
¿O acaso creyeron que el edén los aguardaba
al final de la desolación y la distancia?
Siempre confían en el retorno
los pájaros que miran al camino.
Cada vez que una lluvia lava las galerías
está preparando un regreso.
Pero, quién,
quién osa volver a empaparse de silencio.
Quién se atreve a ser otra vez partícula
absorbida por la pampa vasta.
[…]
Profunda vigilia entre el humus y la esperanza.
Por el tajo de la soledad
la sangre de los dioses
presagia sus retornos
Todos los textos, fotografías
o ilustraciones que integran el presente número son Copyright de sus
respectivos propietarios, como así también, responsabilidad de los mismos las
opiniones contenidas en los artículos firmados. Gaceta Literaria solamente
procede a reproducirlos atento a su gestión como agente cultural interesado en
valorar, difundir y promover las creaciones artísticas de sus contemporáneos.
AÑO VIII - SUPLEMENTO LITERARIO INFANTIL Y JUVENIL DEL NÚMERO DE JUNIO DE GACETA VIRTUAL.
IMÁGENES: Homenaje a la obra de BEATRIX POTTER
GACETA VIRTUAL agradece especialmente a las páginas de ALIJA IBBY- Asociación de Literatura Infantil y Juvenil en la Argentina e IMAGINARIA - Revista quincenal especializada en Literatura Infantil y Juvenil con información sobre autores, escritores e ilustradores, publicaciones y eventos.
GACETA VIRTUAL agradece especialmente a las páginas de ALIJA IBBY- Asociación de Literatura Infantil y Juvenil en la Argentina e IMAGINARIA - Revista quincenal especializada en Literatura Infantil y Juvenil con información sobre autores, escritores e ilustradores, publicaciones y eventos.
PÁGINA Nº 1 - CUENTO
ELSA ISABEL BORNEMANN
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
ME HACE FALTA
Querido papá:
Mami me dijo que vos lo hacías durante los dos primeros años de mi vida, cuando aún era hijo único y dormía en la cuna ubicada junto a la cama de ustedes. Que lo hacías con mucha ternura —me dijo— antes de salir para tu estudio y apenas volvías a casa, invariablemente molido y re-tarde.
Yo no me acuerdo, claro. De lo que sí me acuerdo —aunque vagamente— es del día de la mudanza al departamento que ocupamos desde entonces. Ya habían nacido Ariela y las mellizas y se necesitaba más espacio.
A punto de cumplir los cuatro —entonces— estrené mi propio cuarto, este mismo en el que ahora te estoy escribiendo mientras oigo jugar a las nenas en su habitación, pegada a la mía.
Me parece mentira que ya hayan pasado siete años desde que vinimos a vivir aquí, como —mentira también— el que por fin me haya animado a contarte lo que me hace falta de vos, lo que siempre espero —inútilmente— y no recibo.
Sé que va a sorprenderte que te lo pida de este modo, por carta, pero mi coraje no da para más. Tengo cierto temor de que te enojes, que me repitas —como por otras actitudes mías— que lo que deseo tanto no es propio de un varón de mi edad... que cuando eras como yo... (Bueno, la corto con el rollo de las comparaciones porque entonces sí que es fija que te vas a enojar... y por partida doble...).
Mami opina que no sos demostrativo, que te cuesta expresar tus sentimientos. "Introvertido", dice.
No estoy de acuerdo. ¿Acaso los retos, los gritos que me ligo, los tortazos que hacés volar hacia mis mejillas, de vez en cuando, no son expresión de sentimientos? Por supuesto que sí, no puede negarse, ¿eh? Entonces, ¿conmigo sólo podés expresar sentimientos negativos? Sé que andás muy angustiado, papá; no como vidrio. Entiendo que te resulta recontra difícil conseguir un nuevo empleo en esta época.
Te escucho pronunciar la palabra "desocupado" y se me pone la piel de gallina. Pienso en lo duro que debe ser bancarnos con esas changas apenas, arquitecto joya como sos. Y me duele mucho. Como a mami, por más que te ayude con lo que gana como psicóloga; cada vez menos, que le van quedando pocos pacientes que puedan pagar los honorarios... Mirá si estoy enterado de lo que pasa...
Pero hasta hace nueve meses atrás, cuando todavía no había cerrado la empresa en la que trabajabas, tampoco te dabas cuenta de lo que me hace falta.
Y no es un reproche, ojalá no lo tomes así; sólo quiero contare el por qué de mi "cara de kul...trum", palabras con las que es tu costumbre cargarme a veces.
Uf, aquí me mando: si supieras lo que sufro cuando te veo darles a las chicas lo que a mí nunca... Y no, pa, no se trata de celos; ni ahí. Tampoco del par de zapatillas con cronómetro, ni del último compact disc de la banda Círculo Vicioso, ni de la compu ni de ninguna de las cosas que me prometiste. No soy bobo como para no comprender que fueron a parar a la "lista de tiempos mejores", que va anotando mami en la hoja sujeta —con un imán— a la puerta de la heladera. No. Olvidate de esa lista por ahora.
Lo que yo siento es que sos injusto —eso— al privarme de algo que también necesito, como mis hermanitas. Siquiera cuando meto un golazo para mi equipo de fútbol de la escuela... o como el mejor premio a mis buenas notas de las clases de informática... o antes de la despedida de las buenas noches...
Un beso tuyo, papi, un abrazo de hombre a hombre, la caricia de tus manos sobre los rulos que me barren la espalda y que te disgustan como un pecado... Eso me hace falta... ¿A vos no?
Yo me muero de ganas de arrojarme entre tus brazos, de besarte ligerito la incipiente pelada y acariciarte la barba que empezaste a dejarte crecer, en compensación por la caída del cabello, a pesar de que no lo confieses ni a palos, ¿eh?
Ahora es una luminosa mañana de domingo. Vamos a estar juntos todo el día...
¿Dale que en cuanto termines de leer este mensaje que ya voy a ir a colocar junto a los diarios con los que estás en la cocina, venís a darme un beso, un abrazo, una caricia?
¿Dale que sí, papi?
Mami me dijo que vos lo hacías durante los dos primeros años de mi vida, cuando aún era hijo único y dormía en la cuna ubicada junto a la cama de ustedes. Que lo hacías con mucha ternura —me dijo— antes de salir para tu estudio y apenas volvías a casa, invariablemente molido y re-tarde.
Yo no me acuerdo, claro. De lo que sí me acuerdo —aunque vagamente— es del día de la mudanza al departamento que ocupamos desde entonces. Ya habían nacido Ariela y las mellizas y se necesitaba más espacio.
A punto de cumplir los cuatro —entonces— estrené mi propio cuarto, este mismo en el que ahora te estoy escribiendo mientras oigo jugar a las nenas en su habitación, pegada a la mía.
Me parece mentira que ya hayan pasado siete años desde que vinimos a vivir aquí, como —mentira también— el que por fin me haya animado a contarte lo que me hace falta de vos, lo que siempre espero —inútilmente— y no recibo.
Sé que va a sorprenderte que te lo pida de este modo, por carta, pero mi coraje no da para más. Tengo cierto temor de que te enojes, que me repitas —como por otras actitudes mías— que lo que deseo tanto no es propio de un varón de mi edad... que cuando eras como yo... (Bueno, la corto con el rollo de las comparaciones porque entonces sí que es fija que te vas a enojar... y por partida doble...).
Mami opina que no sos demostrativo, que te cuesta expresar tus sentimientos. "Introvertido", dice.
No estoy de acuerdo. ¿Acaso los retos, los gritos que me ligo, los tortazos que hacés volar hacia mis mejillas, de vez en cuando, no son expresión de sentimientos? Por supuesto que sí, no puede negarse, ¿eh? Entonces, ¿conmigo sólo podés expresar sentimientos negativos? Sé que andás muy angustiado, papá; no como vidrio. Entiendo que te resulta recontra difícil conseguir un nuevo empleo en esta época.
Te escucho pronunciar la palabra "desocupado" y se me pone la piel de gallina. Pienso en lo duro que debe ser bancarnos con esas changas apenas, arquitecto joya como sos. Y me duele mucho. Como a mami, por más que te ayude con lo que gana como psicóloga; cada vez menos, que le van quedando pocos pacientes que puedan pagar los honorarios... Mirá si estoy enterado de lo que pasa...
Pero hasta hace nueve meses atrás, cuando todavía no había cerrado la empresa en la que trabajabas, tampoco te dabas cuenta de lo que me hace falta.
Y no es un reproche, ojalá no lo tomes así; sólo quiero contare el por qué de mi "cara de kul...trum", palabras con las que es tu costumbre cargarme a veces.
Uf, aquí me mando: si supieras lo que sufro cuando te veo darles a las chicas lo que a mí nunca... Y no, pa, no se trata de celos; ni ahí. Tampoco del par de zapatillas con cronómetro, ni del último compact disc de la banda Círculo Vicioso, ni de la compu ni de ninguna de las cosas que me prometiste. No soy bobo como para no comprender que fueron a parar a la "lista de tiempos mejores", que va anotando mami en la hoja sujeta —con un imán— a la puerta de la heladera. No. Olvidate de esa lista por ahora.
Lo que yo siento es que sos injusto —eso— al privarme de algo que también necesito, como mis hermanitas. Siquiera cuando meto un golazo para mi equipo de fútbol de la escuela... o como el mejor premio a mis buenas notas de las clases de informática... o antes de la despedida de las buenas noches...
Un beso tuyo, papi, un abrazo de hombre a hombre, la caricia de tus manos sobre los rulos que me barren la espalda y que te disgustan como un pecado... Eso me hace falta... ¿A vos no?
Yo me muero de ganas de arrojarme entre tus brazos, de besarte ligerito la incipiente pelada y acariciarte la barba que empezaste a dejarte crecer, en compensación por la caída del cabello, a pesar de que no lo confieses ni a palos, ¿eh?
Ahora es una luminosa mañana de domingo. Vamos a estar juntos todo el día...
¿Dale que en cuanto termines de leer este mensaje que ya voy a ir a colocar junto a los diarios con los que estás en la cocina, venís a darme un beso, un abrazo, una caricia?
¿Dale que sí, papi?
PÁGINA Nº 2 - POESÍA
MARIA ELENA WALSH
(Ramos Mejía-Buenos Aires-Argentina)
MARCHA DE OSÍAS
Osías el Osito en mameluco
paseaba por la calle Chacabuco
mirando las vidrieras de reojo
sin alcancía pero con antojo.
Por fin se decidió y en un bazar
todo esto y mucho más quiso comprar.
Quiero tiempo pero tiempo no apurado,
tiempo de jugar que es el mejor.
Por favor, me lo da suelto
y no enjaulado adentro de un despertador.
Quiero un río con catorce pececitos
y un jardín sin guardia y sin ladrón.
También quiero para cuando este solito
un poco de conversación.
Quiero cuentos, historietas y novelas
pero no las que andan a botón.
Yo las quiero de la mano
de una abuela que me las lea en camisón.
Quiero todo lo que guardan los espejos
y una flor adentro de un raviol
y también una galera con conejos
y una pelota que haga gol.
Osías el osito, en un bazar,
todo esto y mucho más quiso comprar
JOSÉ SEBASTIÁN TALLON
(Barracas-Buenos Aires-Argentina)
CANCIÓN DEL NIÑO QUE VUELA
El niño dormido está,
¡y qué sueño está soñando!
¿Qué sueña? Sueña que vuela.
¡Què bien se vuela soñando!
Abre los brazos, los mueve
como un ave, y va volando...
¿Qué sueña? Que no es un sueño.
¿Qué bien se sueña volando!
En la cuna quieto está.
Pero sonríe, soñando.
¿Qué sueña? Que vuela, vuela.
¡Qué bien se vuela soñando!
PÁGINA Nº 3 – ENSAYO
PERLA SUEZ
(Córdoba-Córdoba-Argentina)
LOS LIBROS INFANTILES Y JUVENILES COMO PUENTES EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD
Podemos decir que desde el siglo XIX, la tradición literaria argentina se fue forjando como una desgarrada reflexión de lo que somos. La literatura del siglo XX trabajó sobre la turbulencia en la que vivimos todos y no escapó a esa turbulencia. La tradición literaria argentina se instaló en el cruce paradójico de esa ambigüedad inacabablemente incierta que nos constituye. Por eso digo que los escritores que escribimos para los niños, no podemos escapar a esa paradoja que nos constituye, es decir, no podemos silenciar el texto. Ningún escritor que estuvo parado en la tradición literaria dejó de escribir en momentos difíciles y de violencia política. El escritor es un "sabueso de la vida", decía Elías Canetti y escribir es su vicio, sea cual fuera la circunstancia que le tocara vivir, va a escribir y va a seguir preguntándose acerca de quién es. La materia de la literatura como la materia de toda la literatura infantil está hecha, también, de esa ambigüedad en la que hemos sido forjados como país y en la que nos fuimos haciendo o deshaciendo con palabras.
Los grandes relatos de todos los tiempos han girado siempre sobre la incertidumbre, sobre la complejidad de la memoria y esa es la clave con la que trabaja toda la ficción. Tengo la sensación de que nos hemos perdido en unas relaciones cuya sola osamenta es malvada. ¿Por qué digo esto? La función del discurso oficial es precisamente reproducir esa maraña de relaciones malvadas en la que nos sumergen a todos y desde ese discurso encorsetado y perverso intenta hundirnos en una desmemoria, haciendo que nuestras vidas se transformen en una experiencia impersonal, desmemoriada. Por eso digo que en este mundo paranoico al que asistimos hoy, se trata de manipular nuestra identidad, inventándonos una vida ficticia, como si fuésemos un disco duro de una PC o la máquina de producir y reproducir recuerdos ficticios. Como si fuera posible homogeneizarnos y lo que recordemos no sea lo que hemos vivido sino recuerdos impersonales. Tenemos que estar atentos a ese discurso que intenta también con libros, vaciarnos de significados las palabras. Pensar y repensar el territorio de la lengua sigue siendo la clave de nuestro quehacer, tanto como lectores, docentes, bibliotecarios y escritores.
La literatura reproduce las formas y los dilemas del mundo estereotipado en el que vivimos, pero de modo diferente, en otra dimensión, en otro registro y con otro lenguaje. La literatura es y tiene que seguir siendo una actividad sumamente inquietante. Recordar con una memoria extraña a uno mismo es el tema de la ambigüedad que recorre toda la literatura, desde Dr. Jekyll y Mr. Hyde, hasta Gregorio Samsa; desde Erdosain hasta tantos personajes de la literatura y de nuestra literatura infantil que hayamos leído.
La figura de un oso que respresenta la memoria ajena es la clave que le permite a Franz Tashlin, en el cuento que voy a leerles, definir por dónde pasa la herencia cultural y la tradición literaria. ¿Cómo construir una memoria a partir de recuerdos y experiencias ajenas? Tal vez esta lectura pueda darnos alguna clave acerca de eso que la densidad de la lengua puede decirnos de nosotros mismos.
PÁGINA Nº4 - CUENTO
SILVIA SCHUJER
(Olivos-Buenos Aires-Argentina)
SOBRE NOMBRES
Las cosas andaban muy mal.
Porque Ana decía que su nombre era muy corto. Y, para colmo, capicúa.
Y ángel vivía furioso pensando que con ese apelativo sólo podía ser bueno, lo que para toda una vida era mucho.
Y domingo estaba harto de que en todas partes, su nombre apareciera escrito en rojo.
Y Soledad opinaba que su falta de amigos era culpa de llamarse así.
Y Barbará, la pobre, era tan tímida que cuando decía “soy Barbará”, ni su mamá le creía.
Y Maximiliano Federico estaba enamorado de Enriqueta Jorgelina, pero tardaba tanto en hacer un corazón con los nombres que abandonaba en el intento mucho antes de empezar.
Y Rosa ya no soportaba que la llamaran clavel. Tanto peor para Jacinto Floreal, a quien los graciosos llamaban Nomeolvides. O Jazmín.
Elsa ya se había acostumbrado a ser Elsa-po. Pero Elena no quería que la llamen Elena-no.
Las cosas andaban muy mal. Nadie en el barrio estaba conforme con el nombre que le había tocado en suerte y, quien más quien menos, la mayoría se lo quería cambiar por otro.
El Intendente abrió un gran libro de quejas para que los vecinos explicaran su problema por escrito.
Se supo así del sufrimiento de Tomás, a quien todos preguntaban “¿Qué Tomás?”. Se aclararon las rabietas de remedios, a quien todos conocían por Dolores. Hubo noticias de las penurias de una tía angustias. En fin….
Irineo Hermenegildo Pérez, poeta, hombre de luces, pensó en el problema como cuarenta y ocho minutos seguidos hasta que de pronto tuvo una idea.
Reunió cientos de vecinos disconformes en la plaza y les propuso entrevistarse públicamente con cada uno.
-A ver, Ana- empezó diciéndole a la chica-. ¿Qué nombre querrías tener?
-Zulema – le dijo ella.
-¿Zulema? ¿Cara de flan con crema?
-: Bueno... Mejor sería María.
-¿María? ¿La de la barriga fría?
-¡Espere!... Prefiero llamarme Romina.
-¡Romina ¡¡¡Cachetes de mandarina!!!
-¡Basta!- dijo la nena y volvió a mezclarse con los demás.
Porque la gente que se había reunido en la plaza, primero empezó a reírse con disimulo, pero al rato las carcajadas se escuchaban hasta el Obelisco.
Eso sí. Con lo que habían presenciado, decidieron quedarse con el nombre que tenían. Nunca les pareció más hermoso.
PÁGINA Nº 4 - Poesía
CARLOS MARIANIDIS
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
CANCIÓN DEL GATO TROVADOR
Soy el Gato Trovador
que maúlla en los tejados,
en galpones y tinglados
cuando nadie puede verme,
porque medio mundo duerme
y sólo quedan despiertos
los gatos enamorados.
Yo le canto a todo el barrio,
a chiquitos y a grandotes,
loros, lauchitas, perrotes
y, sobre todo, a la luna
que quiero más que a ninguna,
porque gracias a ella veo
si me tiran con cascotes.
Y aquí me pongo a cantar,
al compás de las estrellas,
que son las cosas más bellas
que hay en el firmamento
y ahora me voy, atento,
mientras trepo a mi terraza
para encontrarme con ellas...
GERMÁN BERDIALES
(La Concepción-Buenos Aires-Argentina)
ENANITOS
Cuando está la luna
sobre el horizonte
muchos enanitos
juegan en el monte.
A las esquinitas
y a la rueda,rueda,
juegan los enanos
bajo la arboleda.
Muy blanca la barba,
muy rojo el vestido,
los enanos juegan
sin hacer ruido.
Y así, como blandos
ovillos de lana,
por el campo corren
hacia la montaña.
PÁGINA Nº 5 – RESEÑA DE LIBROS
NORA LÍA SORMANI
Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
LOS DÍAS DEL VENADO / LILIANA BODOC
Bogotá, Grupo Editorial Norma, 2000.
Colección Otros Mundos.
Colección Otros Mundos.
UNA OBRA ÚNICA
Obra de excelente calidad literaria, Los días del venado, inaugura la Colección Otros Mundos de Editorial Norma Infantil y Juvenil. Su autora, la argentina Liliana Bodoc, nacida en la provincia de Mendoza, incursiona por primera vez en el mundo editorial y lo hace de la mejor manera posible. La novela combina, de forma acabada, la grandeza de los relatos épicos con la delicadeza de una prosa poética y deslumbra por su contundente originalidad, por su belleza lingüística y su riqueza imaginativa.
El texto de Bodoc se inscribe en un género que podríamos llamar "épica maravillosa", a partir del relato de una saga que acontece en mundos ficcionales absolutamente autónomos y a la vez vinculados con nuestra realidad y nuestro tiempo.
Los días del Venado, que le llevó a su autora dos años de elaboración, logra narrar una historia en dos planos que se contienen el uno al otro: de los grandes sucesos macropolíticos a los grandes sucesos micropolíticos que viven los habitantes de las Tierras Fértiles. Estos, en tanto representantes del Bien, deben librar una batalla para acabar con la invasión del Mal proveniente de las Tierras Antiguas y liderada por Misáianes (etimológicamente, en la singular lengua inventada por Bodoc a partir de raíces griegas, este nombre significa "odio eterno"). Los protagonistas pertenecen a la civilización de los husihuilkes, en la que resuenan evidentes marcas de las culturas aborígenes americanas.
El guerrero Dulkancellin tiene una misión que cumplir en nombre del Bien y debe abandonar a su familia para acudir a un concilio en representación de su gente. A las aspiraciones e intenciones terrenales se unen en este libro la fuerza de la magia y del azar cósmico. El universo que habita en esta novela implica el trabajo con el detalle y una laboriosa complejidad: Bodoc ha inventado los nombres de sus criaturas, tierras y ciudades, multiplicidad de lenguas, costumbres, rituales, comidas y batallas.
Los días del Venado es la primera entrega de una serie de tres tomos en los que la autora proyecta este mundo desdelimitado y fascinante. Si bien la historia de este primer tomo tiene su autonomía y es una unidad cerrada en sí misma, su final invita a continuar con la lectura. La narración, aunque excede los confines de la vida humana, trasciende un profundo humanismo, especialmente en las enseñanzas y consejos familiares para la vida y en las metas y objetivos para las batallas.
"—El Tiempo que conocimos y amamos se ha ido sin remedio. No estamos para llorarlo, sino para pelear por el que vendrá—, dijo Dulkancellin antes del combate", escribe Bodoc al promediar la novela. Con un estilo muy personal y con la precisión y el cuidado propios de los grandes escritores, en Los días del Venado Liliana Bodoc funda un imaginario que remite a una cosmovisión del mundo precolombino americano, especialmente en la genealogía de los nombres de los personajes "positivos" de la novela, en su mayoría de origen mapuche: Dulkancellin, Wilkilén, Kume y Piukemán, entre otros.
Se equivocará quien pretenda ver en Liliana Bodoc un mero epígono del modelo tolkeniano. Con la lectura de Los días del Venado creemos estar frente a la revelación de una gran voz de la literatura para niños.
PÁGINA Nº 6 - CUENTO
LAURA DEVETACH
(Reconquista-Santa Fe-Argentina)
EL HOMBRECITO VERDE Y SU PÁJARO
El hombrecito verde de la casa verde del país verde tenía un pájaro.
Era un pájaro verde de verde vuelo. Vivía en una jaula verde y picoteaba verdes verdes semillas. El hombrecito verde cultivaba la tierra verde, tocaba verde música en su flauta y abría la puerta verde de la jaula para que su pájaro saliera cuando tuviera ganas.
El pájaro se iba a picotear semillas y volaba verde, verde, verdemente. Un día en medio de un verde vuelo, vio unos racimos que le hicieron esponjar las verdes plumas.
El pájaro picoteó verdemente los racimos y sintió una gran alegría color naranja. Y voló, y su vuelo fue de otro color. Y cantó, y su canto fue de otro color.
Cuando llegó a la casita verde, el hombrecito verde lo esperaba con verde sonrisa.
–¡Hola, pájaro! –le dijo.
Y lo miró revolotear sobre el sillón verde, la verde pava y el libro verde. Pero en cada vuelo verde y en cada trino, el pájaro dejaba manchitas amarillas, pequeños puntos blancos y violetas.
El hombrecito verde vio con asombro cómo el pájaro ponía colores en su sillón verde, en sus cortinas y en su cafetera.
–¡Oh, no! –dijo verdemente alarmado.
Y miró bien a su pájaro verde y lo encontró un poco lila y un poco verde mar.
–¡Oh, no! –dijo, y con verde apuro buscó pintura verde y pintó el pico, pintó las patas, pintó las plumas.
Pero cuando el pájaro cantó, no pudo pintar su canto.
Y cuando el pájaro voló, no pudo pintar su vuelo.
Todo era verdemente inútil.
Y el hombrecito verde dejó en el suelo el pincel verde y la verde pintura.
Se sentó en la alfombra verde sintiendo un burbujeo por todo el cuerpo. Una especie de cosquilla azul.
Y se puso a tocar la flauta verde mirando a lo lejos.
Y de la flauta salió una música verde azul rosa que hizo revolotear celestemente al pájaro.
Era un pájaro verde de verde vuelo. Vivía en una jaula verde y picoteaba verdes verdes semillas. El hombrecito verde cultivaba la tierra verde, tocaba verde música en su flauta y abría la puerta verde de la jaula para que su pájaro saliera cuando tuviera ganas.
El pájaro se iba a picotear semillas y volaba verde, verde, verdemente. Un día en medio de un verde vuelo, vio unos racimos que le hicieron esponjar las verdes plumas.
El pájaro picoteó verdemente los racimos y sintió una gran alegría color naranja. Y voló, y su vuelo fue de otro color. Y cantó, y su canto fue de otro color.
Cuando llegó a la casita verde, el hombrecito verde lo esperaba con verde sonrisa.
–¡Hola, pájaro! –le dijo.
Y lo miró revolotear sobre el sillón verde, la verde pava y el libro verde. Pero en cada vuelo verde y en cada trino, el pájaro dejaba manchitas amarillas, pequeños puntos blancos y violetas.
El hombrecito verde vio con asombro cómo el pájaro ponía colores en su sillón verde, en sus cortinas y en su cafetera.
–¡Oh, no! –dijo verdemente alarmado.
Y miró bien a su pájaro verde y lo encontró un poco lila y un poco verde mar.
–¡Oh, no! –dijo, y con verde apuro buscó pintura verde y pintó el pico, pintó las patas, pintó las plumas.
Pero cuando el pájaro cantó, no pudo pintar su canto.
Y cuando el pájaro voló, no pudo pintar su vuelo.
Todo era verdemente inútil.
Y el hombrecito verde dejó en el suelo el pincel verde y la verde pintura.
Se sentó en la alfombra verde sintiendo un burbujeo por todo el cuerpo. Una especie de cosquilla azul.
Y se puso a tocar la flauta verde mirando a lo lejos.
Y de la flauta salió una música verde azul rosa que hizo revolotear celestemente al pájaro.
PÁGINA Nº 7 – POESÍA
MARIA GUADALUPE ALLASSIA
(Santa Fe de la Vera Cruz-Santa Fe-Argentina)
EL DUENDE AMARILLO
El duende amarillo
de sol y membrillo
no duerme la siesta
y se va de fiesta.
Hilvana mosquitos
con viento finito.
Se come las sombras
largas y redondas.
De tanto calor
se compró una flor,
para hacerse viento
y usarla de asiento.
Duende amarillito,
travieso y chiquito,
se pone chancletas
de pan y manteca
y usa una galera
verde primavera
JUSTINA CABRAL
(Mar del Plata-Buenos Aires-Argentina))
OTOÑO
Una hormiga dormilona
canta coplas al otoño
y tras ella los mosquitos
columpiándose en un coro.
Una mosca en un piolín
y su amiga, doña araña
lo reciben con cornetas,
con violines y guitarras.
Las aves de mil colores
como bailarinas hadas
le cantan… y una flor roja
carnavales le regala.
PÁGINA Nº 8 - RESEÑA DE LIBRO
ELISA BOLAND
(Villa Elisa-Buenos Aires-Argentina)
LOS SUEÑOS DEL AGUA / MARÍA DEL CARMEN COLOMBO
Edición: Ruth Kaufman y Raquel Franco.
Buenos Aires, Pequeño Editor, 2010. Colección Incluso los Grandes.
Edición: Ruth Kaufman y Raquel Franco.
Buenos Aires, Pequeño Editor, 2010. Colección Incluso los Grandes.
Un poema de María del Carmen Colombo y la ilustración de Cristian Turdera dan plenamente con esa sintonía que a veces se logra entre palabra e ilustración. La operación poética tiene lugar y hace de Los sueños del agua un libro atractivo tanto para los grandes como para los chicos; hay que celebrar su publicación.
El libro nos convoca desde la delicadeza de su título y la ilustración que lo acompaña. En la contratapa, el paratexto nos interroga: “¿Con qué sueña el agua…?” Y antes de querer dar respuesta, nos atrae la imagen poética del agua que es capaz de dormir y de soñar.
Una vez adentro, todo un mundo se revela “en los charcos”, donde “el agua duerme”y “los chicos / se acercan / para ver”.
“¡Silencio,
no la despierten!:
está cansada
de correr.”
La voz poética parece hacer callar el universo para dejar caer estos versos sobre la página. Y aquí el papel del lector será convertirse por un rato en guardián del silencio para contemplar “los sueños del agua”.
no la despierten!:
está cansada
de correr.”
La voz poética parece hacer callar el universo para dejar caer estos versos sobre la página. Y aquí el papel del lector será convertirse por un rato en guardián del silencio para contemplar “los sueños del agua”.
Se podría describir al libro como el diseño de un tiempo suspendido a través de imágenes poéticas —tanto textuales como gráficas—, donde se logra recrear algo tan elemental, como el agua, de una manera novedosa. Una manera que expande el espíritu del lector y le permite redescubrir algo primordial. Me tienta decir apenas una línea: “recomiendo este libro para los chicos porque es poesía genuina”. Cuando es verdadera, la poesía hace que veamos con otros ojos las mismas cosas de siempre, nos hace cruzar el puente hacia otro lugar.
Los chicos captan esas sugerencias del texto poético, intuyen más rápidamente que los lectores adultos el misterio y tanta potencialidad. Ellos saben de qué tratan estas cuestiones que encierra el lenguaje.
Finalmente, una vez transitado el libro, podríamos preguntarnos ¿quién duerme o quién sueña? ¿el agua, el lector, o los chicos del poema?
El poema es suave, hondo, inquietante; suena como una canción de cuna para el agua, entonada por unos chicos cómplices, capaces de ver “los sueños del agua” y de escuchar “la música callada” de las nubes.
Al lector, niño o adulto, se le abrirán varias posibilidades: mirarlo, escucharlo, leerlo (o todo a la vez) y más… porque el libro está habitado por un universo poético que respira y expande nuestra imaginación. Y que tal vez nos impulse a escribir y a dibujar; a expresarnos nosotros también, sin que medien consignas.
Su lectura se torna un acontecimiento casi íntimo que se acerca a la murmuración y que se nos escapa; porque los sueños —como las ilusiones y los recuerdos— son difíciles de retener. Y a partir de esa lectura será bueno quedarnos suspendidos por la sutileza expresiva que vibra en sus imágenes y en sus palabras.
PÁGINA Nº 9 - CUENTO
GUSTAVO ROLDÁN
(Roque Sáenz Peña-Chaco-Argentina)
LLUVIAS ERAN LAS DE ANTES
-¡Qué manera de llover! –dijo el mono.
-¿Llover? Ja –dijo el sapo-, no me haga reir m´hijo. Lluvias eran las de antes.
-¿Sí, don sapo?
-Si sabrá de lluvias este sapo. Figúrese que yo supe estar en el diluvio universal
-¿En el diluvio universal?
-Y en otro montón de diluvios.
-Cuente, don sapo; ¿cómo eran las lluvias de antes?
-Los que andaban tristes eran los tigres. Apenas veían una nubecita en el cielo y ya corrían a esconderse.
-Entonces los tigres de ahora son más valientes.
-¿Tigres de ahora? Ja. No me haga reir. Tigres eran los de antes.
-¡Pero le tenían miedo a la lluvia!
-¿Miedo? Qué iban a tener miedo. Es que llovía tan fuerte que se les borraban las manchas. ¡Si sabrá de tigres este sapo!
-¿Y usted andaba en medio de los tigres?
-¿En medio? No, m´hijito. En medio no. Arriba de los tigres, domándolos. Fui el mejor domador de tigres de mi época.
-¿Y no lo asustaban los rugidos?
-¿Rugidos? ¡Quién les habrá enseñado a rugir sino este sapo!
Y eso que rugidos eran los de antes. ¡Qué manera de rugir! Parecía que era el fin del mundo ¡Qué tiempos los de antes!
-Me dan envidia, don sapo. Pero ésta es también una época peligrosa.
-¿Peligrosa? Peligros eran los de antes. Pero toda gente valiente. Y más los sapos. Este mundo ha cambiado, m´hijo.
Un ruido de hojas y de ramas quebradas se oyó entre los árboles, y el sapo, de un salto, se zambulló en la laguna.
-Eh, don sapo –dijo el mono-, no dispare que es sólo un tigre.
El sapo asomó los ojos en medio de la laguna y contestó:
-¿No le dije que el mundo está cambiando? ¡Sapos eran los de antes!
PÁGINA Nº 10 – POESÍA
MARÍA DEL CARMEN REYES
(Rosario-Santa Fe-Argentina)
EL PALO BORRACHO
Cuando marzo dice a gritos
que hay que volver a la escuela
sus ramas han florecido
en ramilletes de estrellas.
Yo creo que se disfraza
con mameluco de erizo
por si algún chico que pasa
saca una flor sin permiso.
Y aunque tenga su barriga
vocación de alfiletero,
no es preciso que lo diga:
¡Él prefiere ser florero!
Por eso cada mañana,
muy feliz se despereza
pues Dios lo puso en la tierra
para brindar su belleza.
MARTA GIMÉNEZ PASTOR
(General Pico-La Pampa-Argentina)
CANCIÓN DE INVIERNO
Por una alfombrita
de algodón
vamos en trineo
din din don...
Sombreros de lana
y capuchón,
ponchos de vicuña
don don don...
el invierno toca
el acordeón
arriba de un árbol
din din don...
La cigarra duerme
en su colchón
mientras cae la nieve
don don don...
La lluvia nos canta
su canción
y el viento le aplaude
din din don
Por un caminito
de alcanfor
ya se va el invierno
don don don...
PÁGINA Nº 11 - RESEÑA DE LIBRO
CLAUDIA SÁNCHEZ
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
LIBRO DE LOS PRODIGIOS / EMA WOLF
Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2003. Colección Torre de Papel, serie Torre Amarilla.
Al estilo de las obras medievales —inspiradas en fuentes árabes, orientales, latinas, eclesiásticas y tradicionales— Ema Wolf nos presenta su nueva colección de relatos: el Libro de los prodigios, título que, por analogía, nos remite al Libro de los ejemplos o al Libro de los proverbios de Don Juan Manuel, máximo representante del género, durante el siglo XIV, en lengua castellana.
En esta, su más reciente producción, Ema Wolf —nominada al Premio Hans Christian Andersen por la calidad de su obra literaria— parodia el repertorio de narraciones que solían escribirse en la alta Edad Media: colecciones de exempla y de sententiae, que traducidas o imitadas del árabe, tuvieron gran difusión en el siglo XIII y fueron recogidas luego por Don Juan Manuel. No obstante, en el libro de Ema Wolf, más allá de la forma, no existe ninguna intención didáctica ni moralizante.
Con una escritura impecable, empleando frases sobrias y concisas, Ema Wolf cuenta de manera dinámica una serie de hechos sobrenaturales, combinando diferentes niveles lingüísticos. Es así como en medio de una explicación enciclopédica o de un comentario solemne, se filtran expresiones coloquiales del argentino medio: "Hermanita. Papá. Ídola", "Top top", o "es chata como una baldosa".
Al mismo tiempo, términos cultos, arcaicos o infrecuentes en el habla cotidiana, coexisten en sus textos con locuciones de la actualidad (menhir, graffiti, parsi, cartonero, homúnculo, mosquete, ordenador, zampoña, clon, lactobacilos).
Ema Wolf incluye datos históricos y del saber científico que pueden ser tan reales como fantásticos, de modo que compone un discurso que remeda las observaciones naturalistas y las crónicas del Viejo Mundo.
Conforma el libro un engarce de textos breves, de temática muy variada, donde abunda el doble sentido, la burla y la ironía, junto a definiciones y clasificaciones de la ciencia, cuyo resultado es un trabajo paródico en el que la información no empaña a la metáfora.
Una piedra fugitiva que "se hace evidente" porque "la delata su ausencia"; una santa hacedora de milagros de poca monta; tortugas que son islas e islas que son tortugas; un engendro de topo y alcaucil que se resiste a un destino de maceta. Tigres portadores de mensajes divinos en sus cabezas escritas, que ningún sabio chino alcanza a descifrar, a través de las esforzadas lecturas de sus ambiguos caracteres. Un héroe mutilado que se inmortaliza en una estatua incompleta; un genio del piano cuyo sueño sólo consiste en poseer un rabo, y hasta un mono cartógrafo, gracias al cual es posible estudiar la geografía de los hemisferios cerebrales, son algunos de los relatos que integran esta galería de portentos.
Desde Plinio el Viejo y su Historia Natural, los martirios de San Juan Nepomuceno, la fundación de Pedro de Mendoza, un pasaje evangélico en el que Cristo camina sobre las aguas y hasta la película El cartero de Neruda, surgen de un corpus en el que la intertextualidad se une a la fantasía.
Entre otras de sus estrategias, la autora inserta en sus textos un diálogo didáctico, un caso, o una leyenda, y pone fin al relato con un remate tan insólito como ingenioso.
En la obra de Wolf se advierten sustratos de lecturas académicas, así como de las novelas de aventuras —Umberto Eco, Borges, Melville, Salgari, por nombrar algunos—, dando por resultado un trabajo sólido y renovado.
Al igual que en sus libros anteriores, afectos a curiosidades (¡Qué animales!, Los imposibles, Nabuco, etc. o Historias a Fernández, en el Libro de los prodigios, el humor se une a la maravilla, el absurdo a la reflexión.
Como si fuera una cronista, la autora también emplea recursos de la narrativa oral: cláusulas explicativas, apelaciones y valoraciones personales, todas dirigidas a un lector activo y dispuesto a descifrar ambigüedades y misterios.
El ilustrador, Matías Trillo, sintetiza en la tapa —con acierto— el desborde imaginativo de los textos.
Además de original y divertido, el Libro de los prodigios es un despliegue de sucesos milagrosos, capaces de asombrar a chicos y a grandes, que aún creen en los encantamientos.
Recomendado a partir de los 12 años.
PÁGINA Nº 12 – CUENTO
JAVIER VILLAFAÑE
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
LOS SUEÑOS DEL SAPO
Una tarde un sapo dijo:
–Esta noche voy a soñar que soy árbol. Y dando saltos, llegó a la puerta de su cueva.
Era feliz; iba a ser árbol esa noche.
Todavía andaba el sol girando en la rueda del molino.
Estuvo un largo rato mirando el cielo. Después bajó a la cueva, cerró los ojos y se quedó dormido.
Esa noche el sapo soñó que era árbol. A la mañana siguiente contó su sueño. Más de cien sapos lo escuchaban.
–Anoche fui árbol –dijo–, un álamo. Estaba cerca de unos paraísos. Tenía nidos. Tenía raíces hondas y muchos brazos como alas, pero no podía volar. Era un tronco delgado y alto que subía. Creí que caminaba, pero era el otoño llevándome las hojas. Creí que lloraba, pero era la lluvia. Siempre estaba en el mismo sitio, subiendo, con las raíces sedientas y profundas. No me gustó ser árbol.
El sapo se fue, llegó a la huerta y se quedó descansando debajo de una hoja de acelga. Esa tarde el sapo dijo:
–Esta noche voy a soñar que soy río.
Al día siguiente contó su sueño. Más de doscientos sapos formaron rueda para oírlo.
–Fui río anoche –dijo–. A ambos lados, lejos, tenía las riberas. No podía escucharme.
Iba llevando barcos. Los llevaba y los traía. Eran siempre los mismos pañuelos en el puerto. La misma prisa por partir, la misma prisa por llegar. Descubrí que los barcos llevan a los que se quedan. Descubrí también que el río es agua que está quieta, es la espuma que anda; y que el río está siempre callado, es un largo silencio que busca las orillas, la tierra, para descansar. Su música cabe en las manos de un niño; sube y baja por las espirales de un caracol. Fue una lástima. No vi una sola sirena; siempre vi peces, nada más que peces. No me gustó ser río.
Y el sapo se fue. Volvió a la huerta y descansó entre cuatro palitos que señalaban los límites del perejil.
Esa tarde el sapo dijo:–Esta noche voy a soñar que soy caballo.
Y al día siguiente contó su sueño. Más de trescientos sapos lo escucharon. Algunos vinieron desde muy lejos para oírlo.
–Fui caballo anoche –dijo–. Un hermoso caballo.
Tenía riendas. Iba llevando un hombre que huía.
Iba por un camino largo. Crucé un puente, un pantano; toda la pampa bajo el látigo. Oía latir el corazón del hombre que me castigaba. Bebí en un arroyo. Vi mis ojos de caballo en el agua. Me ataron a un poste. Después vi una estrella grande en el cielo; después el sol; después un pájaro se posó sobre mi lomo. No me gustó ser caballo.
Otra noche soñó que era viento. Y al día siguiente dijo:–No me gustó ser viento.
Soñó que era luciérnaga, y dijo al día siguiente: –No me gustó ser luciérnaga.
Después soñó que era nube, y dijo: –No me gustó ser nube.
Una mañana los sapos lo vieron muy feliz a la orilla del agua.
-¿Por qué estás tan contento? -le preguntaron.
Y el sapo respondió:
-Anoche tuve un sueño maravilloso. Soñé que era sapo.
PÁGINA Nº 13 – POESÍA
CECILIA PISOS
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
LOS TRABAJOS Y LOS DÍAS
Escarabajo:
de una punta a la otra
enrolla el día,
ése es su trabajo.
Cuando llega al final
le queda un tubo
de negra noche
como nunca hubo.
Y un cansancio
de césped y de rosas
de perfumes de flor
y mariposas.
de una punta a la otra
enrolla el día,
ése es su trabajo.
Cuando llega al final
le queda un tubo
de negra noche
como nunca hubo.
Y un cansancio
de césped y de rosas
de perfumes de flor
y mariposas.
HEBE SOLVES
(Vicente López-Buenos Aires-Argentina)
PREGUNTAS
¿Dónde se habrá metido
el agujero de la media
que no lo veo?
¿y el agujero del sombrero?
¿Tiene patitas la sombra
que anda
caminando por la alfombra?
Cuando comienza la noche
se esconden todas las cosas
¿o las dejamos de ver?
el agujero de la media
que no lo veo?
¿y el agujero del sombrero?
¿Tiene patitas la sombra
que anda
caminando por la alfombra?
Cuando comienza la noche
se esconden todas las cosas
¿o las dejamos de ver?
PÁGINA Nº 14 - RESEÑA DE LIBRO
CECILIA BAJOUR
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
CANTO RODADO / CARLOS SILVEYRA
Buenos Aires, Ediciones Santillana, 2001.
Colección Aula XXI
Buenos Aires, Ediciones Santillana, 2001.
Colección Aula XXI
Adivinanzas, colmos, coplas, retahílas, trabalenguas... Abrir los oídos, aguzar las sonrisas, suscitar la música, asociar ideas, cubrir y descubrir significados escondidos, guardar y sacar palabras de las cajitas secretas de las memorias infantiles (las de antes y las de ahora)...
Tantas maravillas literarias están con los chicos y por los chicos hoy y desde siempre en la literatura oral que crean y recrean constantemente.
El folklore infantil no es un viejo arcón con telarañas que alguien saca a relucir con intención arqueológica o con nostalgia. Como dice Luis Díaz Viana (1), no hay que esperar que pasen varias generaciones para recoger y estudiar la literatura que hoy mismo los chicos están produciendo.
Esta idea del folklore infantil como "materia viva, palpitante, inacabada" (2) no es nueva para Carlos Silveyra. Desde hace muchos años presta su oído atento e interesado a estas voces de los chicos. Su exhaustiva labor como compilador y estudioso de la literatura oral infantil, dio como resultado múltiples recopilaciones de estos formatos particulares.
En el libro de reciente aparición Canto rodado. La literatura oral de los chicos aporta una valiosa síntesis reflexiva sobre este trabajo.
Parte de la precisión conceptual con respecto a su objeto de estudio en una zona teórica poco transitada hasta ahora en la que suelen manejarse definiciones a veces confusas. Compara distintas pespectivas de análisis, como la francesa, la iberoamericana y la anglosajona, frente a corpus similares y agrega a estas consideraciones conceptuales un recorrido histórico por las formas de transmisión de esta literatura en nuestro país. Por último, reflexiona críticamente sobre la relación actual entre la escuela y la literatura, caracterizada mayormente por desvirtuar la esencia de esta última al diluirla en otros discursos. En el caso del folklore infantil, plantea una tendencia a la subestimación de sus formas literarias a favor de un tipo de literatura considerado prestigioso. En este sentido, Silveyra enfatiza la importancia de que la escuela valorice la literatura oral que hoy se produce como una excelente vía para explorar la dimensión polisémica de este particular uso del lenguaje.
El capítulo dedicado a la clasificación y definición de las distintas especies del folklore infantil se caracteriza por la exhaustividad y por el sello que le otorgó la observación y escucha directa de estos formatos en boca de los chicos.
Uno de los aportes más significativos de esta clasificación es la incorporación de algunos formatos que no suelen estar incluídos en otros intentos clasificatorios, como por ejemplo "las cruzas", "las preguntitas", "cómo se llama la obra", o "los chistes".
En el capítulo "El folklore infantil y la escuela", Silveyra plantea la conveniencia pedagógica de incluir la literatura oral en el trabajo escolar por su valor en la recuperación de la herencia cultural y por jerarquizar de este modo la cultura popular. También reflexiona sobre cómo la lectura y producción de este tipo de textos proporciona un repertorio ideal para un aprendizaje significativo.
El humor que caracteriza a este tipo de textos, sobre todo en sus variantes más recientes y urbanas es destacado por el autor como una forma altamente eficaz de relacionarse con el lenguaje y la realidad.
En este capítulo Silveyra desarrolla dos instrumentos útiles a la hora de incorporar este tipo de literatura en proyectos y actividades escolares. En primer lugar, formula una secuenciación de contenidos relacionados con el folklore infantil en el Nivel Inicial y EGB 1 y 2 teniendo en cuenta las posibilidades cognitivas de los chicos de diferentes edades. Por último, plantea una serie de consignas de escritura a partir de distintos formatos.
El libro concluye con un valioso anexo para los interesados en profundizar en el folklore infantil. Allí el autor presenta una nómina de las publicaciones que recogen el folklore infantil en todos los países de habla hispana y un detalle de la bibliografía relacionada con el tema.
PÁGINA Nº 15 – CUENTO
EMA WOLF
(Carapachay-Buenos Aires-Argentina)
BAJO EL SOMBRERO DE JUAN
Nadie en Sansemillas fabricaba los sombreros como Juan.
Los más empinados, los más vivos, los más galantes sombreros salían de sus manos. Sombreros de copa, de medio queso, redondos, triangulares, de fieltro, para días nublados, para noches de luna, amarillos, violetas y hasta sombreros grises para saludar que, sin ser ninguna rareza, también los fabricaba Juan.
Una vez entre otras, fabricó un sombrero de jardín de ala muy ancha con una cinta verde alrededor de la copa. Le llevó un día largo terminarlo. Era tan grande que no cabía dentro de su casa. Lo llevó al jardín y se lo probó. Le quedaba muy bien. Era de su medida.
–Me gusta –dijo–. Me quedo con él.
Un sombrero tan grande lo protegería del sol, del granizo, de las hojas que caen en otoño y otros accidentes.
De pronto Juan estiró la mano y la sacó fuera del sombrero.
–Llueve –comentó.
Pero ahora ese era un detalle sin importancia.
El perro de Juan, que había estado durmiendo entre los rosales, se acercó corriendo y le tironeó el pantalón con la mano.
Me quedo debajo de tu sombrero hasta que pase la lluvia –anunció.
–Bueno... –dijo Juan–. Será cuestión de esperar un poco.
Casi enseguida se acercó una vecina que llevaba una gansa atada de un piolín.
–¡Qué tiempo loco! Menos mal que encontramos un techo para guarecernos –comentó la gansa.
Y allí se quedaron las dos.
Unos cazadores que la habían escuchado se acercaron con interés.
–La lluvia nos apaga el fuego del campamento.
Y un campamento sin fuego no es un campamento –argumentaron.
Así fue como se quedaron cazadores, vecina, gansa, fuego y perro, todos bajo el sombrero de Juan.
La lluvia seguía, tranquila...
Poco a poco se fueron arrimando los hombres y las mujeres del pueblo.
–¿Podemos quedarnos aquí? –preguntaban.
–Pueden –les decía Juan. Y entonces ellos, ya con confianza, amontonaban jaulas, chicos, terneros y muebles bajo el ala del gran sombrero.
La lluvia alcanzó por fin a los pueblos cercanos y pronto todo el país de Sansemillas golpeó a las puertas del sombrero buscando abrigo.
Llegaron los paisanos de a pie y de a caballo, los empleados de correo, toda la flora, toda la fauna, y también los fabricantes de paraguas.
Juan los recibía amablemente y se disculpaba porque no tenía muchas comodidades para ofrecerles.
No hubo problemas entre los parroquianos del sombrero.
Sólo un roce se produjo. Fue cuando un granjero reconoció en la capelina de una dama las plumas de una gallina de su propiedad. Devueltas las plumas a la legítima gallina, se hizo la paz.
El embajador de un país vecino, sorprendido por la lluvia, pidió asilo bajo el sombrero.
Detrás de él llegó el país mismo, y como era más bien tropical se vino cargado de bolsas de café, loros y caimanes que rasgaban las medias de las señoras.
Pronto algunos países de los alrededores imitaron al de los loros y los caimanes.
–¿Podemos quedarnos hasta que aclare? –preguntaban.
Y Juan hacía un lugarcito para que entraran sus plazas, monumentos y museos. Como sin querer empezó a llegar gente de lugares tan lejanos que Juan ni siquiera había oído hablar de ellos. Traían osos blancos y animales de cuello fino, que hicieron buenas migas con el perro primero de Juan.
Gente de piel roja trajo sus canoas pensando en el diluvio y hombres de piel amarilla trajeron regaderas calculando que a la lluvia siempre sucede la sequía.
Llegaron los capitanes con sus portaaviones, los batallones de soldados y los sabios, que siempre salen sin impermeable.
Algún loco trajo también la arena de las playas y los acantilados, como si fuera necesario proteger todo eso de la lluvia.
Un continente grande y otro formado por islas pequeñas se acercaron ronroneando. El último en correr bajo el sombrero trajo un lío de avenidas, vías férreas, paralelos y meridianos, todo confundido y hecho un ovillo.
Por fin no entró nada más bajo el sombrero de Juan. No porque faltara espacio o buena voluntad sino porque ya no quedaba nada ni nadie por llegar.
Juan se estiró mucho para sacar la mano fuera del sombrero.
–Ya no llueve –dijo tranquilo–. Es hora de que cada uno vuelva a su lugar.
PÁGINA Nº 16 – POESÍA
MARÍA TERESA ANDRUETTO
(Arroyo Cabral-Córdoba-Argentina)
EL ÁRBOL DE LILAS
Para Alberto
UNO
Él se sentó a esperar bajo la sombra de un árbol florecido de lilas.
Pasó un señor rico y le preguntó: ¿Qué hace sentado bajo este árbol, en vez de trabajar y hacer dinero?
Y el hombre le contestó:
Espero.
Espero.
Pasó una mujer hermosa y le preguntó: ¿Qué hace sentado bajo este árbol, en vez de conquistarme?
Y el hombre le contestó:
Espero.
Espero.
Pasó un niño y le preguntó: ¿Qué hace Usted, señor, sentado bajo este árbol, en vez de jugar?
Y el hombre le contestó:
Espero.
Espero.
Pasó la madre y le preguntó: ¿Qué hace este hijo mío, sentado bajo un árbol, en vez de ser feliz?
Y el hombre le contestó:
Espero.
Espero.
DOS
Ella salió de su casa.
Cruzó la calle, atravesó la plaza y pasó junto al árbol florecido de lilas.
Miró rápidamente al hombre.
Al árbol.
Pero no se detuvo.
Había salido a buscar, y tenía prisa.
El la vio pasar,
alejarse,
volverse pequeña,
desaparecer.
Y se quedó mirando el suelo nevado de lilas.
alejarse,
volverse pequeña,
desaparecer.
Y se quedó mirando el suelo nevado de lilas.
Ella fue por el mundo a buscar.
Por el mundo entero.
Por el mundo entero.
En el Este había un hombre con las manos de seda.
Ella preguntó:
Ella preguntó:
¿Sos el que busco?
Lo siento, pero no,
Lo siento, pero no,
dijo el hombre con las manos de seda.
Y se marchó.
Y se marchó.
En el Norte había un hombre con los ojos de agua.
Ella preguntó:
Ella preguntó:
¿Sos el que busco?
No lo creo, me voy,
No lo creo, me voy,
dijo el hombre con los ojos de agua.
Y se marchó.
Y se marchó.
En el Oeste había un hombre con los pies de alas.
Ella preguntó:
Ella preguntó:
¿Sos el que busco?
Te esperaba hace tiempo, ahora no,
Te esperaba hace tiempo, ahora no,
dijo el hombre con los pies de alas.
Y se marchó.
Y se marchó.
En el Sur había un hombre con la voz quebrada.
Ella preguntó:
Ella preguntó:
¿Sos el que busco?
No, no soy yo,
No, no soy yo,
dijo el hombre con la voz quebrada.
Y se marchó.
Y se marchó.
TRES
Ella siguió por el mundo buscando, por el mundo entero.
Una tarde, subiendo una cuesta, encontró a una gitana.
La gitana la miró y le dijo:
Una tarde, subiendo una cuesta, encontró a una gitana.
La gitana la miró y le dijo:
El que buscas espera, bajo un árbol, en una plaza.
Ella recordó al hombre con los ojos de agua, al que tenía las manos de seda, al de los pies de alas y al que tenía la voz quebrada.
Y después se acordó de una plaza, de un árbol que tenía flores lilas, y del hombre que estaba sentado a su sombra.
Y después se acordó de una plaza, de un árbol que tenía flores lilas, y del hombre que estaba sentado a su sombra.
Entonces se volvió sobre sus pasos, bajó la cuesta, y atravesó el mundo. El mundo entero.
Llegó a su pueblo, cruzó la plaza, caminó hasta el árbol y le preguntó al hombre que estaba sentado a su sombra:
Llegó a su pueblo, cruzó la plaza, caminó hasta el árbol y le preguntó al hombre que estaba sentado a su sombra:
¿Qué hacés aquí, sentado bajo este árbol?
Y el hombre dijo con la voz quebrada:
Te espero.
Después él levantó la cabeza y ella vio que tenía los ojos de agua,
la acarició y ella supo que tenía las manos de seda,
la llevó a volar y ella supo que tenía también los pies de alas.
la acarició y ella supo que tenía las manos de seda,
la llevó a volar y ella supo que tenía también los pies de alas.
CONRADO NALÉ ROXLO
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
BALADA DE DOÑA RATA
Doña Rata salió de paseo
por los prados que esmalta el estío,
son sus ojos tan viejos, tan viejos
que no puede encontrar el camino.
Le demanda a una flor de los campos:
-Guíame hasta el lugar en que vivo.
Mas la flor no podía guiarla
con los pies en la tierra cautivos.
Sola va por los campos, perdida,
ya la noche la envuelve en su frío,
ya se moja su traje de lana
con las gotas del fresco rocío.
A las ranas que halló en una charca
Doña Rata pregunta el camino,
mas las ranas no saben que exista
nada más que su canto y su limo.
A buscarla salieron los gnomos,
que los gnomos son buenos amigos.
En la mano luciérnagas llevan
para ver en la noche el camino.
Doña Rata regresa trotando
Entre luces y barbas de lino.
¡Qué feliz dormirá cuando llegue
a las pajas doradas del nido!
PÁGINA Nº 17 – ENSAYO
ELISA BOLAND
(Villa Elisa-Buenos Aires-Argentina)
EL BUSCADOR DE FINALES / PABLO DE SANTIS
Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2008. Colección Alfaguara Serie Roja.
Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2008. Colección Alfaguara Serie Roja.
“Es que el final lo es todo.” Pablo De Santis
“A mí me gusta definir lo que hago como literatura de imaginación (…). En mis relatos el desafío es ser capaz de imaginar algo y ponerlo en movimiento en la ficción: aparatos, relaciones, misterios…”, señaló alguna vez Pablo De Santis en una entrevista. En otra oportunidad, se refirió a su pasión por el enigma y el lenguaje en materia de ficción y, como un rasgo característico en su trabajo, podemos hablar de la combinación de una intriga policial más una atmósfera enrarecida.
Para hablar de su producción, de su escritura, de su universo, hay que remitirse a su trayectoria: comenzó escribiendo guiones para historietas; fue Premio Revista Fierro1984; fue jefe de redacción de esa revista, y es autor de tres ensayos sobre el género. Escribió los textos de los ciclos de Fabián Polosecki: El otro lado y El visitante, hoy considerados de culto, que lograron revolucionar la forma de narrar historias en televisión en la década de 1990. Dirige las colecciones para adolescentes “La movida” y “Obsesiones”, de Ediciones Colihue. Trabajar para un público como los adolescentes, siempre terreno polémico, en él resulta un territorio interesante porque además de ser autor de ficciones es capaz de reflexionar sobre el tema. Y en ambos casos hacerlo con solvencia, autenticidad y buenos resultados. A propósito de las colecciones que dirige señaló que “la idea fundamental es que los libros sirvan como una entrada a la literatura, sin demagogia ni facilismos. (…) Se seleccionan los textos teniendo en cuenta la calidad, el interés por el lenguaje y la seducción del lector, evitando los clichés del género y el lenguaje falsamente ‘juvenil’.
Sus novelas fueron traducidas a nueve idiomas. Entre ellas se encuentran Desde el ojo del pez; La sombra del dinosaurio; Pesadilla para hackers; Las plantas carnívoras;El inventor de juegos -destinadas a los jóvenes-; y La traducción; El calígrafo de Voltaire; El enigma de París -para adultos-.
En El buscador de finales encontramos sus rasgos más característicos, la intriga policial y una atmósfera enrarecida -además de su predilección por los lugares y objetos como concentradores de historias- y, por sobre todo, el papel que cumple el juego en sus libros y la valoración que le otorga a los finales. Entrar en sus obras obliga a tener en cuenta ciertos procedimientos del género policial, de la narrativa detectivesca, del policial clásico y de enigmas. Aquel que implica un crimen, un hecho delictivo, y luego una investigación que se suma para resolver el caso; donde se van desenvolviendo secretos, problemas a resolver -hay algo oculto, algo que genera misterio-, siempre a partir de la razón, a través de la inteligencia del detective.
Justamente lo propio del policial clásico es comenzar por el efecto y dirigirse a la causa. Movido por la curiosidad, el detective o la figura que cumple ese papel es amateur, desinteresado por la paga; a diferencia del policial negro -también llamado novela policial dura- que se mueve al revés, va de la causa al efecto y el detective o investigador trabaja a sueldo, lo que mantiene en vilo al lector es el manejo del suspenso. Como ejemplos paradigmáticos e iniciadores de uno y otro caso, citaremosLos crímenes de la calle Morgue de Edgar Allan Poe y Los asesinos de Ernest Hemingway. El hecho de la gratuidad del móvil en el policial clásico fortalece la complejidad del enigma. Sus personajes se mueven por la pasión, les importa más la fama, los premios, la admiración de los colegas que el dinero.
Como en el género policial, también en los libros de De Santis se retoman personajes, objetos o lugares. La lectura de noticias periodísticas, por ejemplo, es uno de los recursos base de la trama; los diarios funcionan como un mapa de la realidad que es preciso descifrar.
En El buscador de finales se produce un robo y hay que investigar porqué. Hay un primer plano donde transcurre la acción del protagonista que juega el papel de detective y un segundo plano narrativo donde se expone cómo se llegó a perpetrar ese delito y develar la verdad. Una buena narración de este tipo, según ha señalado Jaime Rest, requiere: riguroso encadenamiento de los hechos, sabia administración del relato y un argumento más importante que la psicología de los personajes; algo que De Santis logra plenamente. Sobre su preferencia por el género policial De Santis ha dicho: “…me parece que reproduce el mecanismo mismo de la lectura. El misterio es como un hilo que lleva al lector del principio al final. Tensa la novela. Mis tramas aspiran a repetir esa búsqueda: la búsqueda del lector que ve en el libro un objeto que siempre encierra un enigma, un misterio.”, sostiene el autor. Y agrega “para mí el misterio es el gran desafío de la literatura: es difícil de plantear, difícil de resolver y una vez resuelto, tiene que sobrevivir además a la decepción del que lee. Porque esa es otra constante. Casi siempre, la solución de un enigma decepciona al lector y el que escribe tiene que preverlo. Por eso la construcción y resolución del libro no pueden basarse sólo en la lógica. Hay que presentar el caso y resolverlo lógicamente, pero sin descuidar la belleza. Debe haber belleza en la resolución. Preguntas que se prolongan más allá del libro. Creo que para un escritor es un gran reto. Por eso no comparto la idea de los que menosprecian el policial como si fuera un género liviano.”
Podríamos decir que El buscador de finales además de un policial, es también una novela de iniciación, en tanto que el protagonista va realizando un aprendizaje durante el transcurso del relato de la mano de las figuras que le transmiten su conocimiento y experiencia. Se trata de un joven osado, valiente, reflexivo; con un perfil que lo acerca a la figura del detective del policial clásico: aficionado, que quiere resolver los enigmas, comprometido con esa misión, desinteresado en cuanto a la paga, fiel a las personas que le otorgan ese papel, hasta el final. Figura del detective que el autor define en otra de sus novelas, Lucas Lenz y el Museo del Universo. Allí el protagonista dice: “Yo me hice buscador de cosas perdidas. (…) Un buscador de cosas perdidas es algo parecido a los detectives…”
En El buscador de finales se sugieren dos planos -por un lado la vida del joven protagonista y, a la vez, el mundo de las revistas de historietas- que en el relato crecen en paralelo. En el primer capítulo encontramos a un joven, lector de historietas, que quiere ser dibujante. Toma la decisión de visitar la editorial donde se publican sus historietas preferidas y logra hablar con un dibujante. El dibujante le anuncia que seguramente comenzará como cadete (es lo usual) y ante la sorpresa del joven se lo recomienda, porque esa función le permitirá conocer la editorial por dentro y luego tal vez elegir entre todas las opciones: ser letrista, dibujante, escritor o, incluso, buscador de finales. En el segundo capítulo lo toman “a prueba”, le dan un uniforme de cadete y “guantes gruesos de goma negra”; luego sabremos que son para protegerlo de la electricidad estática, pero también esos guantes cobrarán importancia en la resolución final. Comienza su trabajo cuando lo mandan a “buscar materiales a la casa de Sanders”. En el siguiente capítulo sabremos que Sanders es un buscador de finales (alguien que “lee la historia y guiado por un sexto sentido encuentra un objeto que le permite al guionista terminar la historia”). Sanders le dirá algo importante para la trama: “Es que el final lo es todo”, como la resolución en los relatos policiales. Es inevitable conectarlo con las recomendaciones que Poe o más tarde Quiroga, realizan acerca de la escritura de cuentos, sobre todo respecto de los comienzos y finales.
El capítulo cuarto, “¡Interceptado!”, finaliza con un hecho delictivo, acontecimiento relevante para poner a andar la historia: al protagonista “lo interceptan” y le roban la caja donde llevaba la sugerencia para crear el final de la historieta de próxima aparición. Podríamos señalarlo como el hecho delictivo propio del género, ahora habrá que investigar el porqué y quiénes han sido los autores.
Podemos elegir para comenzar con el análisis del relato el capítulo siguiente (“El fondo de los cajones”), que funciona como una bisagra en la historia. El mismo contiene información para comenzar a establecer lazos entre los datos que nos va entregando el narrador y las preguntas que se va planteando el lector; secretos que se irán resolviendo, tanto en la novela como en los relatos que se intercalan dentro de ella. La decisión del joven de ocultar el robo y reemplazar la caja por otra -colocando dentro un objeto elegido por él- es funcional a la trama. El protagonista no quiere perder su trabajo pero además cree responder al método que utiliza Sanders, el experto en finales. ¿Qué hace entonces el joven? Recurre a El Palacio de los Botones -donde trabaja su madre como empleada-, elige un botón y lo coloca en la caja. “Esperaba que en la editorial no notaran la diferencia. Y de hecho, en los días siguientes, nadie me reclamó, ni me regañó. Dos semanas después apareció la revista con la historia completa.”
Sanders descubrirá el engaño del joven, pero lejos de enojarse lo convertirá en su asistente, como aprendiz de “buscador de finales”.
A partir de aquí la historia se complejiza y se va desplegando cada vez más, con nuevos personajes (Paciencia Bonet, la Directora de la Agencia Últimas Ideas, rival y competencia de Sanders en la búsqueda de finales; Marcos Salerno, el mejor escritor de la ciudad, que pide sugerencias para resolver sus obras; Míster Chan-Chan, adivinador de finales, y su hija Alejandra, entre otros) y nuevos espacios a los que se trasladará el joven, como el pueblo Finlandia Sur, refugio de Míster Chan-Chan.
Retomando los hechos del capítulo que consideramos como una bisagra, podemos avalar la idea de novela de aprendizaje que mencionamos al comienzo. “Revolví los cajones de la casa, llenos de esas cosas inútiles (…), pero no me decían nada sobre el arte de contar historias…”, se lamenta el joven protagonista. Más adelante, el experimentado Sanders le dirá que tiene intuición pero no la suficiente y que “hay que pulirla, trabajarla”, y luego le explicará que “sólo sirven como finales las cosas perdidas, las cosas que llegan por casualidad”. Se lo dice en el capítulo Oficina de las cosas perdidas, que recuerda a aquel primer capítulo de otra novela del autor Lucas Lenz y el museo del universo. Otro experto en finales, Míster Chan-Chan, le enseñará también una lección a propósito de la tarea que deberá cumplir: “Si algo le ocurre en el camino, preséntese igual. Un buscador de finales nunca falta a una cita, aunque llegue con las manos vacías.”.
Objetos que se retoman, libros, periódicos o revistas de historietas -como en El inventor de juegos o en Lucas Lenz y la mano del emperador- todo va conformando un universo del autor y un estilo propio, sin virtuosismo, que se muestra a través de una prosa seca, despojada de adjetivación y con frases cortas. En los libros de De Santis, los espacios cerrados se multiplican, recreando esa atmósfera de encierro que le interesa al autor: bibliotecas, sótanos o -como en esta novela- el Instituto Purificador donde se queman libros, oculto detrás de la Biblioteca de Finlandia Sur; el edificio de Radio del Pueblo… y así se van presentando los intrincados lugares y episodios hasta que todo comienza a cerrarse; los hilos de la trama se atan comprensiblemente para el lector, los secretos se revelan, y el final buscado llega.
El buscador de finales es una historia entretenida, bien escrita, con preguntas que se prolongan más allá del libro, y que despierta un interés por leer otras novelas del autor, sin duda un gran representante de la literatura argentina en el terreno de los libros destinados a los jóvenes lectores.
PÁGINA Nº 18 – CUENTO
BEATRIZ FERRO
(Devoto-Buenos Aires-Argentina)
PIMPATE
Un día Miguel tuvo que hacer algo muy importante. El dueño de la papelería le pidió, nada más ni nada menos, que llevara un rollo de papel a la casa de su cliente el dibujante.
–Mucha atención, a no estropearlo, tené cuidado –réquete recomendó el señor papelero.
Miguel contestó sisisisí y se fue con el rollo.
El día era tan lindo que las calles del barrio parecían caminitos de plaza. Miguel caminó al compás de pim pam, pim pam, dando suaves golpecitos con el rollo en el suelo. Hasta que, pímpate, el rollo se convirtió en un bastón bailarín.
Pímpate pam, pímpate pam, Miguel y su bastón llegaron a la esquina.
En la avenida había un lío de coches que protestaban con bocinas de trueno y clarinete. Entonces pímpate, el bastón se transformó en una batuta de director de orquesta y Miguel dirigió el gran concierto de bocinazos.
Cuando por fin cruzó la avenida, pímpate, la batuta se volvió remo.
Entonces el asfalto se volvió río y Miguel lo cruzó remando en canoa.
Desembarcó en la vereda de enfrente y caminó por el cordón pasito a paso con mu-chísi-mo-cui-da-do, como un equilibrista que avanza por la cuerda floja. Y pímpate, el remo se convirtió en la varilla del equilibrista más grande del mundo.
En eso pasó un colectivo y pímpate, la varilla se transformó en un fusil y el colectivo en una antigua diligencia. Miguel le apuntó con cara de Miguelete, el terrible bandido del Oeste.
En la cuadra siguiente la vereda se llenó de chicos que salían de la escuela. Pímpate, el fusil se volvió bastón de pastor y todos los chicos fueron corderitos blancos. Entonces Miguelito el bueno los arreó por el campo.
Cuando llegó a la casa del dibujante, el rollo ya no era nuevo y blanco sino medio cachi-cachivache.
–¿Qué es esto? –rugió el dibujante–. ¿Este es un rollo de papel hermoso y limpio? ¡Habrás venido jugando!
Miguel quiso explicarle que es muy difícil caminar con un rollo que a cada rato, pímpate pámpate, te da tantas ganas de jugar. Pero el dibujante no le dio tiempo porque lo agarró de un brazo, tomó el rollo de papel y fue derechito a la papelería, a quejarse, a protestar.
Con el rollo al hombro, caminó al compás de “¡Qué barbaridad! ¡Qué barbaridad!”. Entonces pímpate, el rollo volvió a convertirse en un fusil y el dibujante fue un soldado que marchaba un dos un dos.
El árbol de la vereda lo invitó a que le diera unos golpecitos en el tronco. Y claro, pímpate, el fusil se transformó en un hacha y el dibujante en el leñador más forzudo de todo el Canadá.
Más adelante saltaron un charquito. Pímpate. El hacha se volvió garrocha y el señor fue un campeón de salto muy aplaudido.
Faltaba poco para llegar a la papelería y Miguel caminaba al compás de “me van a retar, me van a retar, me van a retar”.
Cuando iban a cruzar la avenida, otra vez pómpate, el asfalto se convirtió en ancho mar, la garrocha en un catalejo y el dibujante en pirata Barbarroja.
–¡Atención mis hombres! –gritó mirando por el catalejo y señalando un camión– ¡Se acerca un ballenero a babor!
Entonces de repente se miraron con Miguel y tuvieron un ataque de risa.
Los dos pensaban lo mismo: “¿Viste qué difícil es caminar con un rollo de papel que, pímpate pámpete, te da tantas ganas de jugar?”.
Y llegaron a la papelería. Pero el dibujante, en vez de protestar, se compró otro papel.
El rollo se lo regaló a Miguel. ¿Para qué?
–Ya sé, esta noche se me vuelve telescopio y espío las lechuzas de la Luna.
Pímpate.
–Mucha atención, a no estropearlo, tené cuidado –réquete recomendó el señor papelero.
Miguel contestó sisisisí y se fue con el rollo.
El día era tan lindo que las calles del barrio parecían caminitos de plaza. Miguel caminó al compás de pim pam, pim pam, dando suaves golpecitos con el rollo en el suelo. Hasta que, pímpate, el rollo se convirtió en un bastón bailarín.
Pímpate pam, pímpate pam, Miguel y su bastón llegaron a la esquina.
En la avenida había un lío de coches que protestaban con bocinas de trueno y clarinete. Entonces pímpate, el bastón se transformó en una batuta de director de orquesta y Miguel dirigió el gran concierto de bocinazos.
Cuando por fin cruzó la avenida, pímpate, la batuta se volvió remo.
Entonces el asfalto se volvió río y Miguel lo cruzó remando en canoa.
Desembarcó en la vereda de enfrente y caminó por el cordón pasito a paso con mu-chísi-mo-cui-da-do, como un equilibrista que avanza por la cuerda floja. Y pímpate, el remo se convirtió en la varilla del equilibrista más grande del mundo.
En eso pasó un colectivo y pímpate, la varilla se transformó en un fusil y el colectivo en una antigua diligencia. Miguel le apuntó con cara de Miguelete, el terrible bandido del Oeste.
En la cuadra siguiente la vereda se llenó de chicos que salían de la escuela. Pímpate, el fusil se volvió bastón de pastor y todos los chicos fueron corderitos blancos. Entonces Miguelito el bueno los arreó por el campo.
Cuando llegó a la casa del dibujante, el rollo ya no era nuevo y blanco sino medio cachi-cachivache.
–¿Qué es esto? –rugió el dibujante–. ¿Este es un rollo de papel hermoso y limpio? ¡Habrás venido jugando!
Miguel quiso explicarle que es muy difícil caminar con un rollo que a cada rato, pímpate pámpate, te da tantas ganas de jugar. Pero el dibujante no le dio tiempo porque lo agarró de un brazo, tomó el rollo de papel y fue derechito a la papelería, a quejarse, a protestar.
Con el rollo al hombro, caminó al compás de “¡Qué barbaridad! ¡Qué barbaridad!”. Entonces pímpate, el rollo volvió a convertirse en un fusil y el dibujante fue un soldado que marchaba un dos un dos.
El árbol de la vereda lo invitó a que le diera unos golpecitos en el tronco. Y claro, pímpate, el fusil se transformó en un hacha y el dibujante en el leñador más forzudo de todo el Canadá.
Más adelante saltaron un charquito. Pímpate. El hacha se volvió garrocha y el señor fue un campeón de salto muy aplaudido.
Faltaba poco para llegar a la papelería y Miguel caminaba al compás de “me van a retar, me van a retar, me van a retar”.
Cuando iban a cruzar la avenida, otra vez pómpate, el asfalto se convirtió en ancho mar, la garrocha en un catalejo y el dibujante en pirata Barbarroja.
–¡Atención mis hombres! –gritó mirando por el catalejo y señalando un camión– ¡Se acerca un ballenero a babor!
Entonces de repente se miraron con Miguel y tuvieron un ataque de risa.
Los dos pensaban lo mismo: “¿Viste qué difícil es caminar con un rollo de papel que, pímpate pámpete, te da tantas ganas de jugar?”.
Y llegaron a la papelería. Pero el dibujante, en vez de protestar, se compró otro papel.
El rollo se lo regaló a Miguel. ¿Para qué?
–Ya sé, esta noche se me vuelve telescopio y espío las lechuzas de la Luna.
Pímpate.
PÁGINA Nº 19 – POESÍA
RUTH KAUFMAN
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
LAS ROSAS
¿Para qué se abren tan rojas?
¿Para el colibrí
que ni siquiera las roza?
¿Para el colibrí
que ni siquiera las roza?
¿Para el zum zum que la abeja
en el aire enreda
como una madeja?
en el aire enreda
como una madeja?
¿Para las miradas tristes
que vagan sobre las cosas
y el dolor que nunca olvidan
olvidan sobre sus hojas?
que vagan sobre las cosas
y el dolor que nunca olvidan
olvidan sobre sus hojas?
ANTONIO REQUENI
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
INSTANTES
Gorriones, de salto en salto,
van de la rama al asfalto.
El viento arrastra las hojas
amarillas, ocres, rojas.
Alguien echa el corazón,
dentro de un sobre, al buzón.
Los dedos entrelazados,
pasan dos enamorados.
(Yo miro desde el zaguán
cómo vienen, cómo van.)
¡Cuánta poesía aún le queda
al país de la vereda!
Dichosa complicidad
del poeta y su ciudad:
en la calesita suena
un verso de María Elena
PÁGINA Nº 20 - RESEÑA DE LIBRO
CAROLINA TOSI
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires- Argentina)
SIN LÍMITES PARA LA FANTASÍA
EL MAR PREFERIDO DE LOS PIRATAS / RICARDO MARIÑO
RECUERDOS DE LOCOSMOS / RICARDO MARIÑO
Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2009. Colección Alfaguara Infantil; Serie Morada.
Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2009. Colección Alfaguara Infantil; Serie Morada.
Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2009. Colección Alfaguara Infantil; Serie Naranja.
Dentro de la literatura infantil, existen pocos autores que han logrado que su obra trascienda y permanezca vigente a través y a pesar de los años. Uno de ellos es sin dudas Ricardo Mariño, cuyos libros han acompañado la infancia de más de una generación.
Dos de sus textos, que fueron publicados por primera vez hace casi veinte años, fueron reeditados por Alfaguara. Con ellos, las olas de un mar frecuentado por sirenas y famosos piratas vuelven a resonar con fuerza, y los locósmicos, singulares habitantes de un planeta perdido en el cosmos, se presentan ante los nuevos lectores.
Por un lado, El mar preferido de los piratas es una novela que relata la historia de un viejo que sueña con tener un mar frente a su casa. Para lograrlo, lleva a cabo un singular plan: acarrea baldes con agua desde la playa y compra una gaviota en una pajarería. Luego, los vecinos lo ayudan y, en una palangana gigante con ruedas, traen más agua. Poco a poco, el mar crece, el pueblo pasa a llamarse Gaviota del Mar, adonde arriban una sirena, un bañero, un cuervo que cumple deseos, piratas y adelantados, gigantes y seres diminutos. Así, a partir del disparate, la poesía y la parodia a los relatos de aventuras, se conforma la novela.
Por otro lado, Recuerdos de Locosmos se presenta como una especie de diario de viaje escrito por un terrícola que pasa una temporada en un planeta llamado Locosmos. Tratando de sortear las dificultades que supone contar cómo es un mundo único y diferente a lo conocido, el viajero realiza una detallada enumeración de los aspectos más destacados de este planeta, donde describe con humor e ironía cómo son sus habitantes; su fauna; su geografía con cinco soles, ríos que vuelan y días de colores; los deportes; la medicina; la moda y demás elementos.
A pesar de las diferencias temáticas y genéricas que existen entre ambos libros, hay un nexo que los acerca: la representación de la escritura, que es el motor implícito de cada historia.
La idea de Locosmos, según cuenta Mariño, surgió a partir de la lectura de algunos textos de Borges, en los que aparecen exahustivas clasificaciones. Justamente el nombre de Borges se encuentra en el inicio del relato y, gracias a que el narrador lee uno de sus libros, accede a un nuevo mundo sobre el que deberá escribir para darle “vida”. Además, a lo largo de la historia, se tematizan de diferentes maneras la importancia y la función de la escritura: por un lado, los locósmicos están preparados genéticamente para escribir porque tienen lápices en vez de uñas; por el otro, aparecen parodias sobre poesías “canónicas” y poemas infantiles moralistas de dudoso valor estético, y también se mencionan las consecuencias de escribir en demasía.
En el mismo epílogo de El mar preferido de los piratas se encuentra la idea de que el proceso de creación del mar se asimila al de la escritura. En efecto, el viejo crea un mar y un pueblo a partir de artificios, pero todo lo demás deviene solo; del mismo modo, con la escritura se inventan historias que luego crecen en forma autónoma, casi sin que el autor se dé cuenta. No hay dudas de que su universo literario parece haber crecido como el mar de su novela; tal como él dice: “Escribir se parece a crear un mar… uno sigue echando agua, hasta que un día se da cuenta de que esa extensión azul parece no tener límites”.
PÁGINA Nº 21 – CUENTO
GRACIELA BEATRIZ CABAL
(Barracas-Buenos Aires-Argentina)
TOMASITO
Tomasito pensó que ése sería uno de los días más importantes de su vida. No sabía por qué pero, se revolvía muy inquieto. ¿Es que habría llegado el momento?
Quiso cambiar de posición y eso le costó bastante. Últimamente había crecido mucho. Ya no podía nadar de un lado para otro como un pececito. Ya no podía dar vueltas de carnero. Tomasito se chupo el dedo gordo, tuvo ganas de llorar y dio una patada. Sin embargo Él sabía que lo estaban esperando. Nadie se lo había dicho pero, Él lo sabía. También conocía su nombre: Tomasito. Él hubiera preferido llamarse Pablo o Federico. Pero los otros habían pensado “Tomasito” y así debía ser.
En la siguiente lectura encierra las letras que conoces: L de color rojo, M de color azul, P de color verde, D de color morado
Los otros, sin consultarlo. Y ya le habían comprado un oso peludo y un conejo con música y hasta un libro con figuras para cuando fuera alto y supiera leer. Tenía mucho miedo de salir. Allí adentro se sentía tan abrigado y feliz… ¿No podría quedarse unos cuantos días más? Todavía estaba colorado y lleno de arrugas, como un viejito. Tenía poco pelo y sus uñas eran chiquititas… Además no se podía ir así como así. Se había encariñado mucho con esa casita oscura y silenciosa. Después de todo, allí había pasado los mejores momentos de su vida. Otra vez tuvo ganas de llorar y lloró un poquito. Sin embargo se puso en movimiento. Le costaba bastante abrirse camino pero sintió que alguien lo ayudaba. Era como si lo llamaran desde afuera: Tomasito… Tomasito entonces ya no dudó más. Debía salir, había que salir. El sabía que tenía que asomar primero la cabeza.
Hizo mucha fuerza y se cansó. ¿No sería mejor volver atrás?
Entonces sintió que lo agarraban con cuidado y hacían girar. Lo demás fue sencillo.
Tomasito se sintió muy raro. Tenía miedo de abrir los ojos.
¿Dónde estaba exactamente? ¡Que asustado se sentía…! Hubiera querido meterse adentro otra vez. Tuvo ganas de llorar y esta vez lloro muy fuerte
_Es un varón, señora. Un lindo varón…. Tomasito se puso muy orgulloso pero no podía para de llorar. Y no abría los ojos.
De repente se dio cuenta de que lo acercaban a algo tibio y conocido. Y Sintió un olor que era su propio olor. Y oyó una voz que ya había escuchado mientras dormía. Entonces se animó a abrir los ojos.
Al principio se asustó un poco. Pero después se fue acostumbrando. Y se acomodó tranquilo.
Casi tan tranquilo como cuando estaba en la panza de su mamá.
Hizo mucha fuerza y se cansó. ¿No sería mejor volver atrás?
Entonces sintió que lo agarraban con cuidado y hacían girar. Lo demás fue sencillo.
Tomasito se sintió muy raro. Tenía miedo de abrir los ojos.
¿Dónde estaba exactamente? ¡Que asustado se sentía…! Hubiera querido meterse adentro otra vez. Tuvo ganas de llorar y esta vez lloro muy fuerte
_Es un varón, señora. Un lindo varón…. Tomasito se puso muy orgulloso pero no podía para de llorar. Y no abría los ojos.
De repente se dio cuenta de que lo acercaban a algo tibio y conocido. Y Sintió un olor que era su propio olor. Y oyó una voz que ya había escuchado mientras dormía. Entonces se animó a abrir los ojos.
Al principio se asustó un poco. Pero después se fue acostumbrando. Y se acomodó tranquilo.
Casi tan tranquilo como cuando estaba en la panza de su mamá.
PÁGINA Nº 22 – POESÍA
NELVY BUSTAMANTE
(Marcos Juárez-Córdoba-Argentina)
PREGUNTAS
El escarabajo
que cruza el camino:
¿Sabe que yo
lo miro?
Esa araña
que baja por la pared:
¿Ve el mundo
al revés?
El agua del río
donde me bañé ayer:
¿Es la misma que hoy
moja mis pies?
que cruza el camino:
¿Sabe que yo
lo miro?
Esa araña
que baja por la pared:
¿Ve el mundo
al revés?
El agua del río
donde me bañé ayer:
¿Es la misma que hoy
moja mis pies?
BALDOMERO FERNÁNDEZ MORENO
(San Telmo-Buenos Aires-Argentina)
(San Telmo-Buenos Aires-Argentina)
SETENTA BALCONES
Setenta balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor.
¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa?
¿Odian el perfume, odian el color?
La piedra desnuda de tristeza
¡dan una tristeza los negros balcones!
¿No hay en esta casa una niña novia?
¿No hay algún poeta lleno de ilusiones?
¿Ninguno desea ver tras los cristales
una diminuta copia de jardín?
¿En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?
Si no aman las plantas no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá una clave...
¡Setenta balcones y ninguna flor!
setenta balcones y ninguna flor.
¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa?
¿Odian el perfume, odian el color?
La piedra desnuda de tristeza
¡dan una tristeza los negros balcones!
¿No hay en esta casa una niña novia?
¿No hay algún poeta lleno de ilusiones?
¿Ninguno desea ver tras los cristales
una diminuta copia de jardín?
¿En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?
Si no aman las plantas no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá una clave...
¡Setenta balcones y ninguna flor!
ROBERTO SOTELO
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
COLECCIÓN CUENTIJUEGOS / LAURA DEVETACH Y LAURA ROLDÁN
Buenos Aires, Alfaguara, 1999.
Se puede comenzar por cualquiera de ellos, eligiéndolo al azar entre los cuatro que integran la colección. Luego habrá que abrirlo (en cualquier página, también al azar) y allí estará una sorpresa, esperando al lector. Y a la vuelta de la página... ¡otra más!
La propuesta anterior sólo es una de las maneras posibles para abordar estos libros. Cada lector encontrará la suya.
Así son los Cuentijuegos, libros para leer, por supuesto, pero también para jugar leyendo o leer jugando (como se prefiera). Cada uno contiene poesías, canciones, adivinanzas, enigmas, juegos, pequeñas historias, recetas de cocina, curiosidades, manualidades, chistes. Distintas piezas sueltas que sorprendentemente forman un todo a medida que se avanza con la lectura. Pero no un bloque uniforme sino una construcción multifacética que deleitará al lector. Los Cuentijuegos son ideales para compartir: un niño con un adulto o entre varios, poco importan las edades.
Se buscó un artista diferente para ilustrar cada título. El acierto en la elección de los ilustradores brinda a la colección una diversidad de estilos que se traduce en dibujos frescos, sugestivos e innovadores. Además, el magnífico diseño gráfico armoniza textos e ilustraciones transmitiendo al lector el espíritu lúdico y festivo del contenido.
Recomendados a partir de los 4 años.
PÁGINA Nº 24 – CUENTO
JORGE ACCAME.
(San Salvador de Jujuy-Jujuy-Argentina)
¿QUIÉN PIDIÓ UN VASO DE AGUA?
Hacia la medianoche, cuando el señor Jorge se acuesta, después de un largo día de trabajo, la señora Elena ya sabe lo que seguirá y piensa: “Ahora papá Jorge se va a levantar otra vez y va a decir ‘No vi si los chicos están bien tapados’”.
Entonces, el señor Jorge corre sus sábanas, se sienta en el borde de la cama y mirando a su esposa, dice: –Voy a ver si los chicos están bien tapados –
Se levanta, se pone las pantuflas y sale de la habitación.
La señora Elena se da vuelta y se duerme. El señor Jorge llega al cuarto de los chicos y primero los cuenta: uno, dos, tres, cuatro, están todos destapados.
Papá Jorge empieza por Pablo, que es el mayor. Le acomoda la pierna que está escapándose de la cama, sube las sábanas y mete los bordes bajo el colchón. Sigue Marce.
Marce está arrodillado en el piso con la cabeza sobre su almohada y los puños fuertemente cerrados, aferrando la sábana para no caer. Papá Jorge lo alza y lo apoya en el colchón. Marce dice que no, pero su padre lo besa, lo tapa y continúa.
Más allá está Nacho, con el cuerpo y un brazo enredados en la sábana retorcida, ordenándole a una víbora que lo suelte. El señor Jorge busca las puntas y lo desata, mientras esquiva sus furiosos golpes. Lo tapa hasta los hombros y va en busca de Juli, que está acostado al revés. Lo da vuelta, lo tapa y camina hasta la puerta. Una última mirada y va a salir.
–Papá –susurra una voz desde adentro–. ¿Me das agua?
El señor Jorge va a la cocina, llena un vaso de agua y regresa. El asunto ahora es descubrir cuál de los cuatro pidió el agua.Todos están dormidos. Pero antes hay que arreglar de nuevo a Marce que volvió a destaparse.
Mientras lo acomoda, siente que algo le tironea el pantalón piyama.
Es Pablo, que duerme en la cama de abajo.
–Papá.
El señor Jorge se da vuelta. –¿Vos pediste el agua?
–No, papá. ¿Los mamuts cantan?
–¿Los mamuts? ¿Por?
–Recién había cinco mamuts que cantaban el feliz cumpleaños.
–Era un sueño, Pablo. Dormite.
–Dame el agua igual.
Papá Jorge le alcanza el vaso. Espera que tome y lo tapa.
Se incorpora Marce, refregándose los ojos.
–Papá, ¿me trajiste el agua?
–Ah, eras vos. Ya te traigo.
El señor Jorge va a la cocina, llena el vaso de nuevo y regresa al cuarto. Estira el brazo hacia Marce, pero el chico se quedó dormido contra el respaldo de la cama.
Lo acomoda, lo tapa y va a salir. Una última ojeada y Nacho se ha destapado y Juli no está.Tapa rápidamente a Nacho y corre a la cama de Juli. Sobre la almohada hay un piecito; si uno continúa bajo las sábanas, encuentra el resto del niño. ¿En qué momento se dio vuelta?
Papá Jorge lo rescata de las profundidades y lo coloca al derecho.
–Papá, quiero pis.
Es Nacho. El señor Jorge prende el foco del pasillo y lo acompaña. Enseguida regresa a la habitación, porque Marce reclama su vaso de agua. El señor Jorge tantea la mesa de luz.
–Papá –dice Marce–. Te pedí agua, dos veces.
–Te la traje, lo que pasa es que te dormiste.
–¿Dónde está?
–No sé, no la encuentro.
Nacho llega corriendo.
–Papá –dice con cara de susto–. ¡Hay un ninya en el baño!
–¿Un qué?
–Un ninya.
Pablo se despierta.
–Papá, ¿podés decirles que se callen?
Quiero dormir. Mañana tengo clase.
–¿Dónde está el agua? –pregunta Marce.
Nacho se abraza a las piernas del señor Jorge y sin querer le baja los pantalones del piyama.
–Nacho, quedate quieto–dice el señor Jorge y se sube los pantalones.
–Tengo miedo.
–Pablo, ¿vos sabés qué es eso del ninya?
–Es Marce, que lo asusta.
–Marce –dice el papá– ¿te parece bien asustar a tu hermano, que es más chiquito?
Pero Marce se ha vuelto a dormir, esta vez sobre la mesa de luz. El señor Jorge camina hasta él, con Nacho prendido de una pierna, lo alza y al acostarlo vuelca accidentalmente el vaso, que había apoyado en algún lugar de la oscuridad. El agua corre por el estante de la biblioteca y cae al otro estante, vuelve a correr y cae justo en la cabeza de Pablo, que se había dormido y despierta gritando, sobresaltado.
Por el grito, se despiertan Marce y Juli.
–Papá, dame agua –dice Marce–. Ya te pedí tres veces.
–Yo también, aba –dice Juli.
–Soltame, Nacho –dice papá Jorge–. ¿Ya hiciste pis?
–No –dice Nacho apretándose con fuerza contra su padre–. Hay un ninya en el baño.
Pablo se ha quedado pensando.
–Papá –pregunta–, ¿existe todavía el pájaro dodó?
Papá Jorge desanuda los brazos de Nacho, lo coloca sobre la cama, va a buscar dos vasos de agua y se los lleva al ninya del baño. Como no lo encuentra, se toma el agua y vuelve a la habitación.
Marce y Juli lloran porque les ha dado dos vasos vacíos.
Papá Jorge está muy cansado.
A las tres de la mañana, mamá Elena se despierta.Enciende su velador, se sienta en la cama, se pone las pantuflas y va al cuarto de sus hijos.
Los cuatro duermen tranquilos, calentitos. El único destapado es papá Jorge, despatarrado en la cama de Juli.
Mamá Elena busca una frazada y se la echa encima.
Les da un beso a todos, regresa a su cuarto, se acuesta, sonríe y se vuelve a dormir.
PÁGINA Nº 25 – POESÍA
ANA MARIA SHUA
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
ODIO VIAJAR EN AUTO
Viajar en auto es bobo,
no es nada divertido,
y de tan aburrido
es casi parecido
a no poder dormir:
¡yo quiero haber llegado
pero no quiero ir!
No quiero contar autos
como ovejitas blancas
que saltan una cerca
que pasan, que pasamos
que van para otro lado,
no quiero ver las torres
de la electricidad
volando tan veloces
que no alcanzo a contar.
Y mi hermanito llora,
papá siempre se enoja,
mamá nos grita basta,
y siento olor a nafta
y quiero irme a mi casa.
no es nada divertido,
y de tan aburrido
es casi parecido
a no poder dormir:
¡yo quiero haber llegado
pero no quiero ir!
No quiero contar autos
como ovejitas blancas
que saltan una cerca
que pasan, que pasamos
que van para otro lado,
no quiero ver las torres
de la electricidad
volando tan veloces
que no alcanzo a contar.
Y mi hermanito llora,
papá siempre se enoja,
mamá nos grita basta,
y siento olor a nafta
y quiero irme a mi casa.
Si miro a la distancia
parece que la ruta
está toda mojada.
Mamá dice "Qué lindo,
eso es un espejismo".
A mí me da lo mismo:
ni me parece lindo
ni me parece bello
para ver espejismos
en vez de andar en auto
prefiero ir en camello.
parece que la ruta
está toda mojada.
Mamá dice "Qué lindo,
eso es un espejismo".
A mí me da lo mismo:
ni me parece lindo
ni me parece bello
para ver espejismos
en vez de andar en auto
prefiero ir en camello.
ALFONSINA STORNI
(Suiza nacionalizada argentina)
A LA MONTAÑA
A la montaña
nos vamos ya,
a la montaña
para jugar.
nos vamos ya,
a la montaña
para jugar.
En sus laderas
el árbol crece,
brilla el arroyo,
la flor se mece.
el árbol crece,
brilla el arroyo,
la flor se mece.
Qué lindo el aire,
qué bello el sol,
azul el cielo:
¡se siente a Dios!
qué bello el sol,
azul el cielo:
¡se siente a Dios!
PÁGINA Nº 26 – RESEÑA DE LIBRO
MARCELA CARRANZA
(Córdoba-Córdoba-Argentina)
SERES MITOLÓGICOS ARGENTINOS / ADOLFO COLOMBRES
Ilustraciones de Luis Scafati.
Buenos Aires, Emecé Editores, 2001.
Ilustraciones de Luis Scafati.
Buenos Aires, Emecé Editores, 2001.
JASCH'AKLICH
Ser mitológico nivaklé o chulupí. Es el Arco Iris. Fue originado por Vo't'itaj, la Tortuga, para que detuviera una larga lluvia que castigaba la tierra. Cuando ésta se fue secando pudo nacer Päsej, el primer hombre. Jasch'aklich viéndolo solo y desorientado, vagando por el monte en busca de alimento, hizo pie en un punto y se estiró por el cielo, como señalándole un camino. Päsej lo siguió y fue a dar así con Ta'ä.ö, la primera mujer, que acababa de alzarse del suelo.
Ser mitológico nivaklé o chulupí. Es el Arco Iris. Fue originado por Vo't'itaj, la Tortuga, para que detuviera una larga lluvia que castigaba la tierra. Cuando ésta se fue secando pudo nacer Päsej, el primer hombre. Jasch'aklich viéndolo solo y desorientado, vagando por el monte en busca de alimento, hizo pie en un punto y se estiró por el cielo, como señalándole un camino. Päsej lo siguió y fue a dar así con Ta'ä.ö, la primera mujer, que acababa de alzarse del suelo.
Seres mitológicos argentinos es la suma, organizada a la manera de un diccionario, de casi quinientos seres de la mitología de nuestro país. Cada ser es caracterizado en su aspecto y su función, ubicándolo en su ámbito de pertenencia: la región geográfica, la cultura aborigen o criollo-mestiza a la que pertenece.
Si bien los seres mitológicos de origen mestizo o criollo no son pocos, el mayor número de seres proviene de las cosmovisiones aborígenes.
Dioses principales que dieron origen al mundo y a los astros, como Ñanderuvusú, "el que vino solo y se dejó ver en el corazón de las tinieblas", de la mitología mbyá-guaraní. Los héroes civilizadores, que explican el origen de técnicas, saberes y costumbres de la cultura, y aquellos que como El Coquena entre los diaguitas-calchaquíes protege a los animales castigando al hombre que se excede en su trato con la naturaleza. Personajes mágicos que provocan o curan enfermedades, que pueden hacer el mal y el bien indistintamente.
Son 45 los mitos recogidos en este libro que pertenecen a una cultura y un pueblo ya desaparecidos, los selk'nam de Tierra del Fuego. Otros persisten sólo en la memoria de algún anciano. Si bien hallamos seres sobrenaturales originarios de occidente (el Familiar, el Lobizón, el Basilisco, las Brujas), éstos no tienen en nuestro país las mismas características que en sus culturas originarias.
El mito, nos expresa el prólogo del libro de Colombres, es una forma de conocimiento. El hombre, más que un animal racional, es un animal simbólico; "ciertos hechos son sustraídos de la banalidad, convertidos en imágenes y fijados en el espacio de la intensidad y la luz; (...) se podría decir que el mito, más que un fruto del deseo y los sueños, es hijo del horror al vacío y al sentimiento de intrascendencia y fugacidad que rodea todo lo humano."
Como el arte, el relato mítico apela a la máscara y la polisemia para mostrar "flancos ocultos de las cosas, que es donde suelen residir las claves de la realidad."
Relegados por el pensamiento racionalista al ámbito de la superstición en un hacer de dominación de occidente sobre otras culturas, los mitos han perdido desde este punto de vista su fuerza y su sentido. Podemos decir que en la descripción que Colombres realiza de cada uno de estos seres, y en las ilustraciones de Luis Scafati, que acompañan a algunos de ellos, el sentido del mito se recupera en su valor cognoscitivo y artístico. Resulta curioso que muchos de estos personajes, según se indica en el prólogo, nunca antes habían sido dibujados, por lo que el ilustrador debió crear para ellos una imagen visual a partir de su caracterización en la palabra. Los seres "creados" por Scafati surgen de la mancha y el trazo en tinta negra, estremeciéndonos de terror y poesía.
El mito nos conmueve, nos conmueve su imagen, las palabras que lo definen, y nos adentra en otros modos de asombrarnos frente a la realidad. A través del mito podemos sentir e imaginar las formas mediante las cuales otros hombres se propusieron hablar del mundo y de sí mismos.
PÁGINA Nº 27 - CUENTO
MARCELO BIRMAJER
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
CICATRICES
Hace mucho tiempo vivía en una aldea que no conocemos un muchacho de veinte años, justo y valiente. Pretendía a una doncella de su edad, blanca como la leche , y tal bella como vanidosa.
El muchacho tenia el rostro cruzado de cicatrices. La doncella, enferma de juvenil frivolidad, exigía para hablar de noviazgo, que el muchacho se quitara las cicatrices del rostro.
El muchacho sabía que esto era imposible, pero la doncella estaba acostumbrada a que se le cumplieran sus mas estrafalarios deseos. Así la habían tratado sus padres y los ricos hombres que la cortejaban.
El muchacho pasaba noches de insomnio pensando en como satisfacer el requerimiento, y la doncella insistía en que cuando se hubiese quitado las cicatrices, ella lo estaría aguardando.
¿Por qué el muchacho seguía amando a una dama tan necia? ¡Misterio! ¿Por qué una mujer tan agraciada era tan necia? ¡Mas misterio!
En una de las noches de insomnio que el muchacho sufría bajo un árbol del bosque (el estado de su alma le hacia imposible permanecer en una cama), acertó a pasar por allí un mago.
El muchacho vio llegar a un hombre en una carreta tirada por un mulo. Cuando el animal se detuvo, el hombre bajó de la carreta; y haciendo un movimiento de manos transformó al mulo en un hombre.
Hizo un pequeño fogón, sacó un pollo de la carreta, lo atravesó con un palo y comenzó a asarlo mientras conversaba con el mulo convertido en hombre.
El muchacho se frotó varias veces los ojos y se acerco impávido al prodigioso dúo.
· ¿Có..có...cómo has hecho eso?-preguntó
-Oh-dijo el mago sin darle importancia-. Es feo comer solo, y a la hora de la cena, siempre me procuro alguien con quien conversar.
Y ni bien terminó la frase, con un nuevo pase de manos, volvió a transformar al hombre en mulo.
-Ahora ya tengo con quien conversar- digo el mago, haciéndole un ademán al muchacho para que se sentara junto a el.
-¿Cómo haces eso?- repitió el muchacho.
-A excepción de cómo hago mis trucos, podemos conversar de todo lo que quieras-respondió el mago.
El muchacho, que tenía un solo tema en su magín, acercando su rostro al fuego, mostrándoselo al mago, se apresuró a decir:
-¡Apuesto a que con tu magia podrías quitarme todas las cicatrices del rostro!
-Por supuesto-respondió el mago sin un ápice de vanidad.
-Pues, adelante-dijo el muchacho
-¿Estas seguro de que es lo que quieres?-le preguntó el mago.
-De nada he estado más seguro-dijo el muchacho.
El mago pasó suavemente un dedo por una de las cicatrices del muchacho. De inmediato, entre los dos, se presento una imagen. Era el recuerdo del día en que el muchacho se había hecho esa cicatriz. Los cosacos atacaban la aldea, y el muchacho, valientemente, salía al encuentro de ellos. El sable de un cosaco le rozaba el rostro. Pero ahora, en la imagen que el mago presentaba, el recuerdo cambiaba: el muchacho se escondía tras unos toneles y no enfrentaba a los bandidos. Aguardaba escondido hasta que se marchaba, luego de haber realizado todo tipo de tropelías. Cuando la imagen se desvaneció, nuevamente estaban el mago y el muchacho junto al fogón. El mago fue hasta la carreta y regreso con un espejo. Lo limpio con la manga de su abrigo y se lo extendió al muchacho.
-Mírate-le dijo
El muchacho se observó. Efectivamente, la cicatriz ya no estaba.
-¡Prodigioso! – exclamó el muchacho.
-No es ningún prodigio- dijo el mago-.Si nunca has peleado contra los cosacos, ¿por qué habrías de tener esa cicatriz? ¿Quieres que te borre las otras?
-¡Por supuesto!- dijo el muchacho. Pero al instante se detuvo:
-Momento-agrego-. ¡Si he peleado contra los cosacos!
-No- le dijo el mago-.Ya no, y ya no tienes esa cicatriz.
-Solo te he pedido que me borres la cicatriz- dijo el muchacho-.No el momento en que me la hicieron.
-Eso- dijo el mago-, es imposible. No lo puede lograr ni el más sabio de los magos. Si partes de tu vida te han dejado cicatrices, debemos borrar esos recuerdos para borrar las cicatrices. ¿Te borro las demás?
-No- dijo el muchacho
Y luego de comer el pollo, ambos durmieron mansamente.
Cuando el muchacho despertó, al alba y bajo un árbol, el mago ya no estaba.
Corrió a ver a la doncella.
-Te he dicho que no te me acercaras hasta que no te quitaras las cicatrices del rostro- le dijo fríamente ella.
El muchacho no respondió a su insulto. Se señalo una cicatriz y le contó su historia. Señaló otra y otro recuerdo. . Una más y otro suceso de su vida. Termino de contarle el origen de la última cicatriz frente al rabino que los caso...
PAGINA Nº 28 - POESÍA
MANUEL GONZÁLEZ GIL
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
YO ASÍ NO JUEGO MÁS
Si el juego es una carrera
y sólo gana el que llega,
yo así no juego más.
Si por ganar no me importa
que vos te quedés sin torta,
yo así no juego más.
Si el juego es una pelea
y sólo gana el que pega
yo así no juego más.
Si estás jugando conmigo
y por ganar te lastimo
yo así no juego más.
Yo solo quiero jugar
porque me gusta encontrar
la risa que se perdió.
Yo solo quiero jugar
porque es la forma mejor
de dejar pasar el sol
¡No me quieran enseñar
cómo se debe jugar
que al juego lo inventé yo!
Si el juego es una carrera
y sólo gana el que llega,
yo así no juego más.
Si por ganar no me importa
que vos te quedés sin torta,
yo así no juego más.
Si el juego es una pelea
y sólo gana el que pega
yo así no juego más.
Si estás jugando conmigo
y por ganar te lastimo
yo así no juego más.
Yo solo quiero jugar
porque me gusta encontrar
la risa que se perdió.
Yo solo quiero jugar
porque es la forma mejor
de dejar pasar el sol
¡No me quieran enseñar
cómo se debe jugar
que al juego lo inventé yo!
LUIS CANÉ
(Mercedes-Buenos Aires-Argentina)
(Mercedes-Buenos Aires-Argentina)
ROMANCE DE LA NIÑA NEGRA
Toda vestida de blanco,
almidonada y compuesta,
en la puerta de su casa
estaba la niña negra.
Un erguido moño blanco
decoraba su cabeza;
collares de cuentas rojas
al cuello le daban vueltas.
Las otras niñas del barrio
jugaban en la vereda;
las otras niñas del barrio
nunca jugaban con ella.
Toda vestida de blanco,
almidonada y compuesta,
en un silencio sin lágrimas,
lloraba la niña negra.
Toda vestida de blanco,
almidonada y compuesta,
en un féretro de pino
reposa la niña negra.
A la presencia de Dios
un ángel blanco la lleva;
la niña negra no sabe
si ha de estar triste o contenta.
Dios la mira dulcemente,
le acaricia la cabeza
y un par de alas blancas
a sus espaldas sujeta.
Los dientes de mazamorra
brillan en la niña negra.
Dios llama a todos los ángeles
y dice: "Jugad con ella".
almidonada y compuesta,
en la puerta de su casa
estaba la niña negra.
Un erguido moño blanco
decoraba su cabeza;
collares de cuentas rojas
al cuello le daban vueltas.
Las otras niñas del barrio
jugaban en la vereda;
las otras niñas del barrio
nunca jugaban con ella.
Toda vestida de blanco,
almidonada y compuesta,
en un silencio sin lágrimas,
lloraba la niña negra.
Toda vestida de blanco,
almidonada y compuesta,
en un féretro de pino
reposa la niña negra.
A la presencia de Dios
un ángel blanco la lleva;
la niña negra no sabe
si ha de estar triste o contenta.
Dios la mira dulcemente,
le acaricia la cabeza
y un par de alas blancas
a sus espaldas sujeta.
Los dientes de mazamorra
brillan en la niña negra.
Dios llama a todos los ángeles
y dice: "Jugad con ella".
PÁGINA Nº 29 - PREMIO HANS CRISTIAN ANDERSEN
DISCURSO DE MARÍA TERESA ANDRUETTO (Arroyo Cabral-Córdoba-Argentina) AL RECIBIR EL PREMIO HANS CRISTIAN ANDERSER 2012
Me crié en un pueblo de provincia, en un país de un continente que comparte casi en su totalidad una lengua. Pese a su abrumadora masividad, ya que se trata de la voz de más de 450 millones de personas, su literatura ocupa un lugar en cierto modo periférico en la traducción a otras lenguas. Este castellano mío, cuna del barroco y el conceptismo, no es sin embargo una sola única lengua sino un abanico de variantes desarrolladas en España y Latinoamérica, formas de habla y escritura mestizadas por los pueblos originarios y los aportes de africanos, europeos y asiáticos que –esclavizados, sometidos, aceptados o bienvenidos - impregnaron nuestros modos de decir y de pensar.
La frase de mi casa fue: este país generoso recibió a tu padre. Desciendo de emigrantes, es decir de pobres y desterrados. Desde que recuerdo y seguramente también desde antes, escuché historias de personas que habían llegado hacía muchos años a América, hombres y mujeres cuyos modestos episodios adquirían relevancia en el relato. Fui criada por una madre a la que le gustaba contar historias y por un padre que había dejado a su familia en Italia y reconstruía al infinito el largo viaje a Argentina, el encuentro con mi madre. Me crié en la llanura argentina, entre personas a la vez melancólicas y pragmáticas, en una familia con mucha apetencia de saber, una casa en la que siempre hubo libros y donde se contaba con muchos detalles el pasado de los que habían estado antes. Tal vez por eso me apasiona lo extraordinario en la vida de cada uno de nosotros, lo extraordinario de la vida en sí misma.
Dentro de esa familiaridad con los relatos y los libros, en la idea de que había que saber un poco de todo para poder habitar en el mundo, recuerdo el momento en que descubrí, en la cocina de casa, en un libro muy de la época, que esos dibujos llamados letras podían unirse y formar palabras y que esas palabras eran los nombres de las cosas. No se trataba de literatura, era la vida misma que –suponía yo- se presentaba de ese modo para todos, en todas las casas y en todas las familias. Años más tarde comprendí que no todos los niños tenían acceso a los libros y eso hizo que tomara cierto rumbo, el de trabajar en la construcción de lectores.
Dar sentido a la experiencia; en esa conciencia reside la belleza de la vida. Vivir conscientes es al mismo tiempo defender nuestra particularidad como individuos y como pueblos. Es muy fuerte la demanda para que los libros unifiquen sus asuntos y sus usos del idioma, se vuelvan un poco neutros, pero la literatura busca lo particular, el palpitar de la lengua, su permanente escurridizo movimiento. En más de una ocasión, editores de otros países o de otras lenguas me han dicho que mi escritura era “demasiado argentina”, pero es justamente ahí, en las palabras de la sociedad que nos contiene, donde reside el desafío de un escritor, su campo de batalla. A la vez, mientras más ahondamos en lo particular, mientras menos estándar es nuestra escritura, más difícil se vuelve su exportación. En mi caso esto se complejiza, porque he escrito desde las diferencias del castellano argentino en las diversas regiones de mi país, no porque quiera hacer un paneo por los modos de hablar de mi tierra sino porque el narrador elegido me lo pedía. Es que imagino un narrador e intento escuchar cómo habla, y él me abre la puerta, me enseña el camino a seguir. He vivido el acto de escribir como una defensa de lo más propiamente mío, intento de capturar un animal hecho de palabras, en el deseo de encontrar allí algo para ofrecer a otros. El camino hacia la propia cosa y el propio modo de decir, ya que la máxima aspiración de un escritor es construir con la lengua de todos, una lengua nunca escuchada todavía.
En qué tradición debe insertarse una escritora descendiente de europeos que se crió en un pueblo de un país latinoamericano, una mujer cuya madre jamás hubiera soñado que sus hijos fueran a la universidad, alguien que accedió a estudios superiores porque en su país existe la educación gratuita, la universidad pública. ¿En qué fuente beben los escritores para niños en nuestros países? Lo universal y lo local, lo latinoamericano y lo europeo, lo central y lo periférico, lo clásico y lo contemporáneo, lo destinado a niños y lo publicado para adultos nos agitan y azuzan en una red de tensiones donde la mayor riqueza es el desacato, el desacomodo y el cuestionamiento, todos ellos propicios para la creación. Por eso la necesidad de liberar de ataduras y corsés a la Literatura Infantil, la importancia de centrarla en el trabajo con el lenguaje, como intenté decir en mi libro Hacia una literatura sin adjetivos. A comienzos de la recuperación democrática en mi país, mi generación comenzó a llevar a las aulas una frase, una convicción: “la literatura infantil es también literatura”. Pero para que eso que decimos sea verdad, debemos sortear sobreactuaciones, estereotipos y retóricas que pueblan tantos libros para los niños, escrituras serviles disfrazadas con ropajes nuevos.
Escribo para comprender, o tal vez buscando ser comprendida. Camino de conocimiento para mí y también tal vez para quien me lee, palabras que pueden despertarnos como a la durmiente princesa de uno de mis cuentos. Lo que escribo es fruto de mi tiempo, de mi sociedad, de mi experiencia, no tanto por las peripecias que narro, sino sobre todo por el uso del lenguaje, porque en el lenguaje de todo escritor se reflejan sus convicciones y contradicciones, su conocimiento y su confusión. Es en las palabras donde se libra el combate, y es de palabras la grieta por donde acceder a una lengua privada en el inmenso mar de la lengua social. Una grieta que haga balbucear a la lengua oficial, una suerte de contrapoder frente a lo uniforme y lo hegemónico.
He buscado a lo largo de estos años quién sabe qué en distintos géneros, he lanzado botellas al mar de lectores diversos, siempre pensando que no hay espacios cerrados entre lo que interesa a niños o jóvenes y lo que le puede interesar a un adulto. No hay para mí muchas diferencias entre escribir para unos u otros, de hecho no pienso en los niños cuando escribo. Se trata más bien del deseo de mirar “desde los ojos de otro” ciertas imágenes que me interpelan, que se resisten al olvido. Al escribir me enfrento sobre todo a mis prejuicios, me pongo en cuestión, y desearía que mi lector – por niño o grande que sea- se pusiera también en cuestión, se viera llevado a tomar posición. La escritura proviene de un intenso mirar y de una intensa escucha. Con la emoción como brújula, dependo de eso, pero intento mantenerme alerta porque muy a menudo algo me distrae o se empaña y pierdo el rumbo.
La historia del arte es también la historia de la subjetividad humana, necesidad de compartir dolores, alegrías o asombros con otros individuos contemporáneos o futuros; intentos de agregar algunas palabras al gran relato del mundo. En cuanto a mí, me gustaría llegar al corazón de quien me lee, llevarlo a sentir y a pensar, porque contra el adormecimiento de la conciencia, la literatura nos propone una de las inmersiones más profundas en nosotros y en la sociedad de la que formamos parte. La literatura se construye con un bien social –el lenguaje- , un bien que es de todos, y se alimenta de los relatos que esa sociedad genera. Es bueno recordar cada tanto que los escritores nos apropiamos de ese patrimonio común y que ese patrimonio regresa para pedirnos que volvamos la cabeza hacia los otros. Para pedirnos que miremos y escuchemos con atención, con persistencia, con imprudencia, con desobediencia, no para dar respuestas sino para generar preguntas. Hay algo sagrado entre un escritor, su lengua y su sociedad. La ligazón entre las condiciones de una cultura y las formas estéticas que un individuo encuentra marcan el camino de regreso a dolores personales o sociales que, en la alquimia del trabajo, lograron mutar en hondura, armonía o belleza, tal como nuestro admirado Andersen transformó la miseria o el desprecio en La vendedora de cerillas o El patito feo.
Se trata entonces del camino de una mujer hacia lo propio de sí y de su sociedad. Lo propio, eso que es también lo desconocido de nosotros, una voz alimentada y sostenida por las voces de muchos otros. Así, buscando mi propia identidad en la historia de un muchacho que atraviesa el océano, en la de niños cartoneros en una villa de emergencia, en la de una niña que ansía vivir con su madre o en la de una joven un poco extraviada -personajes adormecidos, íntegros o necesitados de amor- estaba buscando de algún modo misterioso la identidad de mi pueblo. En los últimos años, he tomado conciencia de eso, pero que ese camino me haya traído desde aquella periferia nuestra hasta esta institución, este contexto y este congreso, para recibir este premio mayor, cuyas consecuencias apenas dimensiono, es algo que me conmueve y me sorprende, algo que todavía no alcanzo a comprender.
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