Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com

GACETA LITERARIA Nº 90– Mayo de 2014– Año VIII – Nº 5

GACETA LITERARIA Nº 90– Mayo de 2014– Año VIII – Nº 5


Imágenes: JOAQUÍN SOROLLA Y BASTIDAS


TARDÍO RECONOCIMIENTO A JOAQUÍN SOROLLA
CONOCIDO TAMBIÉN COMO “LA LUZ”

ROGELIO RAMOS SIGNES



Pienso en el cólera que se llevó a tu madre
ese sofocante verano de 1865;
en tu padre, muerto de tristeza tres días después
y en el mismo barrio de pescadores;
en el niño que fuiste
-enteramente huérfano a los dos años-
y pienso en tu pequeña hermana por las calles de Valencia
donde se habrá cruzado más de una vez con mi bisabuelo
-también niño-
corriendo sobre los volantes proféticos de los socialdemócratas;
en el adolescente que fuiste
al momento de sentir que la vida es pura luz,
Pienso en playas, pienso en fraguas y en verbenas,
pienso en bulevares, en el hijo póstumo del rey Alfonso XII,
en siestas, caballos, patios y jardines.
Pienso en veleros, en las flores de tu casa,
en niños desnudos al repliegue de las olas,
en don Benito retocando por última vez
el temple de Fortunata y el aplomo de Jacinta.
Pienso en Luis Pasteur venciendo al cólera
con veinte años de retraso para salvar a tu madre,
pienso en la grandeza parda de la llanura castellana,
en la casa de Cercedilla y ese agosto del 23.
Es hora de dejar en claro algunas cosas.

Si alguna vez dije -y fue en un sueño-
que no hay nada más español que el apóstol Santiago de Galicia,
debo denunciar esa equivocación. Corregirme.
Pienso que no hay nada más español que María la Guapa,
Joaquín Sorolla.
Y que sirva todo esto de disculpa.

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

EDUARDO GALEANO
(Montevideo-Uruguay)

10.

No comparto la actitud de los escritores que se atribuyen privilegios divinos no otorgados al común de los mortales, ni la actitud de quienes se golpean el pecho y rasgan sus vestiduras clamando el perdón público por vivir al servicio de una vocación inútil. Ni tan dioses ni tan insectos. La conciencia de nuestras imitaciones no es una conciencia de impotencia: la literatura, una forma de la acción, no tiene poderes sobrenaturales, pero el escritor puede ser un poquito mago cuando consigue que sobrevivan, a través de su obra, personas y experiencias que valen la pena. Si lo que escribe no es leído impunemente y cambia o alimenta, en alguna medida, la conciencia de quien lee, bien puede un escritor reivindicar su parte en el proceso de cambio: sin soberbia ni falsa humildad, y sabiéndose padecido de algo mucho más vasto. Me parece coherente que renieguen de la palabra quienes cultivan el monólogo con sus propias sombras y laberintos sin fin; pero la palabra tiene sentido para quienes queremos celebrar y compartir la certidumbre de que la condición humana no es una cloaca. Buscamos interlocutores, no admiradores; ofrecemos diálogo, no espectáculo. Escribimos a partir de una tentativa de encuentro, para que el lector comulgue con palabras que nos vienen de él y que vuelven a él como aliento y profecía.


PÁGINA 2 – CUENTO

 ANTONIO DAL MASETTO
(Intra-Italia)

OTROS FUEGOS

Los dolores comenzaron por la mañana, poco antes del mediodía. Después, habitación en el primer piso de la clínica, ventana que da al jardín, casas dispersas, techos de tejas en la neblina. Esperar las contracciones, controlar el reloj y mirar a través del vidrio. Aquel perro que corre sin parar de un extremo al otro de la terraza, yendo y viniendo, yendo y viniendo.
Toda la tarde oigo sin alterarme sus quejidos de dolor o de placer. Tal vez sufra, pero maneja el asunto bastante bien. Para eso hizo el curso de parto sin dolor.
Salgo al pasillo. Fumo. Fumo bien, con todo el cuerpo.
Tratar de descubrirse ante la inminencia de un hecho trascendental.
El perro no cesa de trotar. Oscurece sobre las tejas mojadas. Aparece la enfermera, controla. Aparece la partera, controla. Dice: "Vamos".
Sigo la camilla. Recorro el pasillo como si fuera otro. "No soy yo, es otro." Una puerta que se abre, una puerta que se cierra. Ya estamos, adelante, llegó la hora.
Ella no se sentaba ni se acostaba: se agazapaba.
Hay buen ambiente. Se bromea. Me alcanzan un saco blanco, me lo pongo.
Administro el oxígeno, le seco el sudor de la frente, hago lo que me ordenan. Ella, anestesiada, delira. Dice cosas graciosas. La partera, la enfermera y yo reímos. También desde esta ventana puedo ver al perro loco.
Cierta vez me asaltó un olor al cruzar una plaza. Un olor a hojas húmedas, a vegetales fermentados, a sombras, a cosas lejanas. Jamás pude olvidarlo.
En aquella época me había convertido en una especie de mudo, pero no en un tonto. Estaba más lúcido que un pez.
Pujar. La partera incita, alienta: "Vamos, fuerza, ahora, vamos muchacha".
"Ya viene." La partera me llama a los pies de la camilla para que vea la cabeza que comienza a asomar. Ultimo esfuerzo, sale. Gran suspiro. "Varón."
La partera me alcanza las tijeras. "Tome, corte usted." Está bien, soy el padre. Corto el cordón donde me indican. Ahí está, berrea, tiene la nariz achatada. Lo arropan, me lo dan.
Soy mis manos y mi lengua.
Me dicen: "Vaya a dar una vuelta, coma algo". Anocheció. Camino por una calle vacía: un galpón, un vivero, un gato, un baldío, restos humeantes de una fogata. Alimento el fuego y lo veo crecer.
El fuego arde en la noche de la ciudad, en el invierno de la ciudad, a pocos metros de donde alguien acaba de nacer. El fuego vive de cosas abandonadas: ramas, trapos, restos de cajones, desechos. Ilumina el terreno, pone sonidos secos y precisos en la quietud de los faroles y las casas ciegas rodeadas por jardines.
Bajo el cielo sin estrellas vuelvo a ser lo que he sido tantas veces: un tipo inmóvil y sin pensamientos espiando el movimiento de las llamas.
A poca altura, cruza una sombra, un pájaro nocturno.
Tengo que acordarme de todos los fuegos que vi arder. Aquella fogata de la noche de San Juan, el calor en las piernas desnudas, la muchacha que me tomó la mano. Recordar, ahora que es invierno y que a veces el presentimiento de estar al borde de un instante de felicidad se convierte en una tensión insoportable. (La muchacha del brazo de su compañero dio un paso adelante, se me puso al lado, tomó mi mano y la retuvo en la suya.)
Podría decir lo siguiente: todas mis horas presentes en este momento.
Podría, ante el vértigo de los años que me preceden, ponerme a gritar que este abandono me es perfectamente familiar, no hay de qué extrañarse, mi vida dictándome una vieja canción, una vieja tonada invernal, que no es portadora de emociones o asombros, sino la evidencia de una ley, cosas sabidas desde antiguo, lucidez que al fin y al cabo es sólo conciencia de ceguera, nada más que eso en mi tonada invernal, y tal vez, escondido, medido, regulado como con cuentagotas, un fondo de nostalgias, un velo agitándose sobre los ojos y las ideas.
Todos los desórdenes.
El fuego se extingue, es hora de volver. Vuelvo. La madre duerme, el hijo duerme. ¿Y aquel olor? Aquel olor era como un fuego. Algo vivo. Tan vivo como la llama subiendo en la noche. La llama que hipnotiza.
¿En ese fuego había cambio y había permanencia? ¿Era algo íntimo o algo que me trascendía? ¿Vivía en mí o me era ajeno? ¿Estaba ahí, sobre la tierra, o en otra parte? ¿Se ocultaba arriba o abajo? ¿Moría, renacía o se mantenía latente? ¿No era una representación del silencio, de la duda, del acecho, del ojo atento, del ojo ávido? ¿No se anulaba a sí misma esa llama? ¿No había también en ella una precariedad, una espera, un control, un pudor? ¿No se contradecía?
Y hoy que estás solo en la noche, lejos de la infancia, igualmente lejos de la madurez, habiendo perdido tanto la capacidad de amor como de odio, ¿qué te queda por hacer?
El dolor reemplaza al dolor y así se va robusteciendo.
¿A quién hablarle si no a él? Esbozos de mensajes, atisbos, manotazos, sondas lanzadas al vacío. Para quién este monólogo, este temblor. Y los ojos cansados a la espera de una revelación.
Pienso: cosa increíble los ojos.
Tal vez afuera, en el frío, el perro siga corriendo sobre la terraza, yendo y viniendo, yendo y viniendo.
También el perro podría entrar en esa carta que nunca logré escribir.
Estar ahí, mirando dormir y vivir al sin nombre, no es motivo de paz, sino el regreso de una sospecha. Frente a su cuerpo sin defensa, a las penas que lo esperan, no siento piedad por él.
Débil y feo.
Los faros de un coche iluminan la ventana y se van. De esta insistencia mía, de esta pelea contra el silencio, no queda sino una llamarada fugaz en los vidrios, menos que eso. Rumores, llamados dispersos bajo el cielo en ruinas. Señales que alarman.
Lo dijeron todos: fue un buen parto.
Ahora, permanecer quieto en la oscuridad, recordar la fogata en la noche, velar el sueño de la madre, velar el sueño del hijo.


PÁGINA 3 – NUESTRA POESÍA

MARÍA LYDA CANOSO
(Casilda-Santa Fe-Argentina)

NO    NO VOY A COMALA

astros giratorios me dicen que no avance en la
   noche
el mismo camino que sube para entrar sube para
   salir    dice el texto sagrado
   no    no me preguntes por qué Comala y por
   qué ese camino que no conozco

sé de domingos de la muerte y sábados de agonía
   de gran iglesia y calles diagonales
   abandonadas como cementerios    casas
   panteones    escapularios    sudarios
   semanarios    falsarios    dromedarios    arios

de los olores el más fuerte que puedas imaginar si
   estás en una habitación con un mapa en la
   pared que parece el planisferio universal y
   entonces tratás de ubicar esas islas a las que te
   quisieras fugar    pero no    no aparecen    islas
   de fuga    porque el planisferio se ha hecho de
   agua que drena en alguna parte y no    no no
   no voy a ese lugar donde sucede el descontrol
   de las aguas corrientes en una terminal que
   parece el planisferio que está en una pared
   donde confluye el plano horizontal con el plano
   vertical

de los colores el que se ve borroso como rosado
   pero gris pero ocre pero    pero no me digas
   que    pero no

del sonido ni hablo porque no suena ni zumba ni
   chirría ni ladra ni menos de todo la palabra

casi no voy
           a Comala
                        ni iré

   salvo que la tierra y el pasto y la luna y la nube
   que pasa y la calle y ese árbol que está pintado
   en el telón

   y yo
-Y yo
 
                           y yo

SIEMPRE NUNCA

siempre nunca habrá un primer plano de chicos
jugando a construir un castillo

mar con viento y la arena sal amarga tan a
contraluz como la maledicencia

ella empieza el cuaderno azul intimidada por los
debe y los haberes

encuentra en lo escrito razones para creer que se
es feliz ¿alguien puede asegurarlo? no tanto
ahora que lo abre para que salgan los
moluscos que se le incrustan cuando de noche
el mar se mueve

batido del agua motor oceánico a tres tiempos
que no para de latir

corazón sobreactuado por quien le adjudica
víscera al milagro de la vida   pero no

los mecanismos del amor   pero no

motor que bombea el agua que alisa las pisadas y
borra heridas del alma   te imaginarás que no de
todas   ella se extiende y espera ola sin
esperanza

estuvo aquí exactamente

en esta arena otra en este mar otro que va y que
va   recuerdo de lejano infierno de playas
idénticas   eneros cargados de aceite de coco y
esas lonjitas de la piel

por el temor de dios se bate el agua a punto de
merengue   maquinaria incesante nunca jamás
el mismo sol crece dos veces

la cuña del viento se clava y filtra zumbidos
hipnóticos por rendijas y grietas dactilares del
caparazón soleado

pájaro que sangra
ojo que castiga

miles de puñalcitos uno al lado del otro clavados
con total prolijidad

así es el mar   guarda la memoria y deja que
uno sea   siempre

atravesar macizos hormigonados y luego un
pastizal al ras y no encontrar las cavernas
no   no encontrar las cavernas de la infancia
sí ver olas desconocidas arena en disposiciones
caprichosas y un cartel oxidado cocacola

-¿Será idea mía, madre? (nadie puede contestar)

el hotel majestuoso enorme ahora se muestra
afantasmado
la fiebre hace ver los corredores vacíos con
puertas alineadas sin falleba

el resplandor del resplandor del brillo del brillo

-Pero no.

RESTRICCIONES DEL PAISAJE DE CAMPO


todo verde todo verde sucio que a contraluz se
hace azul oscuro casi negro   casi gris casi
marrón casi bordó de un auto o esos caños

recortado como una servilleta de confitería de
esas que ponen debajo de las tortas algo brilla
y es un techo no veo nada más en esta cinta
móvil toda igual espacio que transita el micro
hacia otro lugar idéntico   pero más allá debí
haber tomado un micro que fuera de un paisaje
mental a otro   pero no   si eso hubiera sido las
paralelas convergirían hacia el punto de fuga en
el horizonte habría espejismo allí donde la vista
lo borronea todo y en el espejismo un oasis con
palmeras y dátiles y un pozo con brocal eso por
un lado por el otro iría de atenas al colegio de
wimbledon de una mano a otra mano de un
asado crepitante a un pastel de papas de sur a
norte y de norte a sur todo el tiempo todo a un
tiempo   un expreso al frío y otro al fondo de la
pileta cerca de la rejilla allí donde eso zumba
zumba la proximidad del ahogo visión de
tablero y hoja en perfecta escuadra un árbol es
como otro un cilindro y un cubo   el plano
horizontal fuga fuga fuga al infinito   los autos
van todos en una misma dirección como en uno
de esos jueguitos alienados   dejemos de lado
su color en el plano horizontal hay clavados
innumerables palitos una diagonal lleva un
camión   ahora veo una pantalla de conos que
terminan en aguja gótica y que dan miedo
miedo de que suenen con el viento como el
llamador de ángeles del balcón de enfrente


JORGE ISAÍAS
(Los Quirquinchos-Santa Fe-Argentina)

LOS ASEDIOS DE LA LLUVIA

Llueve una lluvia de clavos
ateridos,
de paraguas incoloros,
de impetuosas vírgenes
violadas,
de pájaros pesados
que veo caer pesadamente,
llueve una lluvia
triste de tristeza,
llueve cabalgando peces velocísimos,
mordiendo frutales indefensos,
llueve esta lluvia sólida,
insolente,
alejada de una vez y para siempre
en mi soledad
en mi esternón, mi desamparo

LIMITACIONES

Comprenderán ciertas limitaciones
con que juego,
en última instancia
no soy más que un mediocre
poeta de provincia;
acosado por lentas lecturas
que no he podido digerir muy bien,
ciertos muslos sensuales de muchacha
que me han quitado consecuentemente
el sueño o la vigilia,
algunas que otras frustraciones
que como una culpa arrastro,
vindicaciones que desde hace tiempo espero,
mientras hablo no sin cierto aburrimiento
de mí mismo y mis cositas.

LA POESÍA

Todo incauto supone
que la poesía
es papel en blanco
y una máquina eléctrica.

Todo ingenuo
supone
que la llama hace el fósforo.

La poesía brilla
debajo del barro.


PÁGINA 4 – COMENTARIO DE LIBRO

 LEANDRO CALLE
(Córdoba-Argentina)

“ESPINAS EN LOS OJOS” DE HUGO FRANCISCO RIVELLA

Estoy a punto de salir para el trabajo y me llama Hugo Francisco Rivella, sí, el poeta. Que tengo un libro para vos, me dice. Concretamos unas cuantas coordenadas de ubicación y al final nos tomamos un café en la misma cuadra de mi casa. Me deja el libro, charlamos de varias cosas y me acerca hasta mi trabajo. El libro me quema en las manos, así que hurto un poco de tiempo a lo que debía hacer y leo su título: “Espinas en los ojos y siete poemas de barro”.
Leí el primer poema y no pude desprenderme hasta el final. Confirmado: uno de los mejores poetas de Córdoba. ¿Pero qué le pasa al “negro” que anda con tanto ojo en la poesía? Su último libro, se llamó “Ojo astillado”, ahora, “Espinas en los ojos”. Pero hermano, qué pasa, ¿Será la presbicia, una úlcera? Obvio que no, lo que está pasando acá es que se trata de la mirada. Y si de algo sabe Rivella es de la mirada, porque él mira con el corazón en una piedra, con todos los caballos andando por la lluvia, mira como el toro que es y que arremete. Rivella puede mirar las raíces de las cosas y eso solamente un poeta puede hacerlo.
Lo cierto es que me dejó el librito y se fue, sin mucha explicación. 37 poemas místicos. Sí, escuchó bien, místicos. El poemario fue finalista del premio Internacional de Poesía Mística Fernando Rielo. Y si hacen falta algunos argumentos de autoridad, es bueno saber que “el negro Rivella”, como le decimos cariñosamente, ha ganado el prestigioso premio Jaime Gil de Biedma en 2010 (España), el Gilberto Owen, 2011 (México) y muchos más. Sin embargo los diarios de Córdoba nunca hablan o hablan poco de Rivella. ¿Pero qué pasa en Córdoba? Un salteño-cordobés es reconocido en España, en México, en Ecuador, en Guatemala y aquí la cosa parece no importar.
Digamos que, en general, la poesía importa poco en los medios, pero convengamos que también, cuando importa, se escuchan los mismos nombres de siempre, ligados o directamente al periodismo, o a cuestiones particulares (nadie se ofenda).
Mencioné entre los países a Ecuador. Sí, porque el libro es de factura ecuatoriana (aunque se puede conseguir en donde solemos conseguir la poesía en Córdoba, usted me entiende en qué librerías... ¿no?) De entrada nomás uno se encuentra con un prólogo de Antonio Preciado, poeta esmeraldeño, poeta de la negritud, que visitó en dos oportunidades el Encuentro de Poetas con la Gente, de Cosquín (con un llamativo silencio de los medios cordobeses). Preciado, aparte de estar considerado como uno de los mejores poetas del Ecuador, fue ministro de Cultura del actual gobierno ecuatoriano y se desempeña como embajador del mismo gobierno en Nicaragua. Dice Preciado: “…leí `Espinas en los ojos´ recibiendo, a lo largo de todo el discurso poético, un impacto conmovedor, gozando la satisfacción del reencuentro con el mismo poeta tantas veces celebrado en mis adentros, y me sentí impelido a escribirle de inmediato un mensaje, diciéndole que el poema me había sacudido, que allí estaba él dando la cara y con sus huellas digitales, sus pisadas, su voz de inconfundible decir, Hugo Francisco Rivella de cuerpo entero, sin hacer concesiones acomodaticias, falseando un misticismo evanescente, etéreo, con deliquios pensados para la condensación de una desvaída mansedumbre frecuente en estos casos, como para acercarse al premio en una fingida postración; que reconocía al admirado poeta, rebelde y revelador, manteniendo esta vez una urdimbre embelesadora entre lo divino y lo terrenal, entre lo intemporal y lo cotidiano”.
Es cierto: Rivella se mete en la piel de un Cristo, en el soliloquio del ungido que colgado de la cruz habla con su padre, pero el padre no responde. La tensión se maneja a lo largo de los 37 poemas y se resuelve en el último poema, es más, se resuelve en el último verso. Pero el Cristo de Rivella es un Cristo poeta, un Cristo que tiene la preocupación de la mirada: “¿Podré mirar por estos ojos?” (Poema XXIX) Es que sí, tenemos espinas en los ojos, y es casi imposible volver a una mirada limpia. El ojo astillado, el ojo con espinas, habla de una mirada ya viciada de principio, como si la torcedura se hubiese instalado en nuestra naturaleza y anduviéramos nostálgicos de una mirada más pura (¿la de la poesía tal vez?) El verso final del poema anterior dice: “Vuelvo a los ojos niños en el que miro a Dios deshaciéndome”.
Rivella, desde el hablar poético, y sin ser un especialista en teología, da en el clavo, su Cristo asume los dolores del mundo y da por tierra la vieja concepción anselmiana de lo que en teología se llama la satisfacción vicaria. Me explico: desde tiempos de Anselmo de Canterbury, una rama de la teología coquetea con la vieja idea griega de aplacar la ira del dios. Entonces la muerte del Cristo vendría a ser el “pago”, el “rescate” de la humanidad ante un dios enojado con los hombres. En este sentido, un moderno teólogo como José Ignacio González Faus indica que Dios, sería, entonces, objeto de la redención y no sujeto. Nada más lejano a la predicación del evangelio de Jesús.
Haber tocado esta fibra teológica de la que dependen varias concepciones éticas y morales de la actualidad es un hallazgo, y es más hallazgo aun cuando no se lo hace desde un territorio teológico sino poético, es decir, que la belleza es quien nos revela (revela en sentido teológico) alguna brizna de luz para sondear el misterio. Poesía y mística son caras de una misma moneda desde tiempos inmemoriales. Algo semejante dice en la contratapa el poeta ecuatoriano Xavier Oquendo Troncoso: “El misticismo es la poesía pura porque es el reflejo, por naturaleza, de lo estéticamente perfecto, lo profundo entroncándose con lo sutil… Aquí está el poder de Hugo Rivella, poeta mayúsculo, enorme voz ferruginosa del altiplano americano, que con este libro quiere tocar las espinosas sedas del vocablo divino”.
Vale la pena este dístico del poema “Barro”, para quedarnos pensando: “Pudo el barro ser eso que apenas diviso/ adentro del corazón de Dios”.



PÁGINA 5 – CUENTO

CARLOS LUIS IBÁÑEZ TORRES
(Pamplona-Colombia)

EL HERMANO PACHO

Agosto llegó cubierto con un manto de lluvia y de ventiscas  inusual, un desfile de mañanas grises y de frías tardes parecía revivir el escenario del rapto, que de la bella  Perséfone, hiciera el  malvado Hades, así los árboles y las plantas teñidos del gris invierno parecían morir de tristeza y  la presencia de colores era usurpada por una cortina de oscuridad y de frío.
A las cuatro y treinta concluyeron las exequias del hermano pacho, los seminaristas en pequeños grupos fueron por la calle principal dando la sensación de tristeza y de asombro, era increíble que aún después de dejar a su maestro sepultado en el panteón de la comunidad religiosa, algunos de ellos guardaran la esperanza de que solo estaban soñando y que al regresar al claustro lo encontrarían esperando, en la puerta principal, el ingreso de sus alumnos como lo hizo por más de quince años, cuando llegó a regir los destinos espirituales y académicos del colegio seminario.
Los primeros grupos encontraron al hermano Diofanor, ecónomo y responsable de la cocina, con su inconfundible bigote hitleriano, sus  impecables  sotana y cara redonda y colorada, por la que asomaban dos pequeños puntos azules, haciendo las veces del  hermano Francisco Javier de la buena esperanza Zuloaga Jaramillo. Lo saludaron cabizbajos y se fueron dispersando por los patios y corredores del seminario hasta que sonó la campana que indicaba la hora de la cena.
Como un emperador abisinio, el Arzobispo presidió la cena que abrió con una exclamación muy usada en los ámbitos sagrados de la época, --“Danos señor buena vida para tener buena muerte”- y cobijado  bajo la sombra del mensaje, se refirió a la repentina muerte de “-Nuestro querido hermano Francisco Javier de la buena esperanza”- quien sirviera a Dios y a la Iglesia sin reserva alguna, sacrificando incluso la vida de riquezas y poder que hubiese podido llevar al lado de su familia, una de las más poderosas y respetadas del país de la cual me honro ser amigo y allegado, a la que el hermano renunció sin duda cuando hizo sus juramentos de pobreza, humildad y castidad para siempre-. El prelado exhortó a los seminaristas a llevar una vida de humildad y renuncias, de pobreza y de servicio, de castidad y de oración como única alternativa para lograr la santidad y el camino señalado por el maestro, y concluyó su intervención saludando al hermano fallecido como un nuevo huésped de la patria celestial,  por los méritos hechos en vida. Repartiendo bendiciones y sonrisas abandonó el comedor y partió a su palacio arzobispal a bordo de su lujoso automóvil conducido por el viejo “chofer” de la curia…
La noche pasó entre delirios, sueños, recuerdos y miedos que fueron expuestos en la mañana  por los seminaristas que confesaban haber soñado con el hermano Pacho, otros aseguraban haber visto pasar por el corredor una silueta muy conocida, otros recordaban los rostros tranquilos y apacibles de los padres del hermano Pacho,  de sus hermanas y demás familiares; el hermano Severo, maestro de música y exégesis, dijo que las personas adineradas y poderosas no lloran en público ni dan muestras de dolor porque eso los hace débiles y no corresponde a la dignidad que representan, uno de los seminaristas mayores sugirió que la familia nunca compartió la decisión del hermano Francisco Javier de pertenecer a la comunidad con tantas y tan difíciles renuncias. Una de las mujeres de la cocina, quien conocía a la familia comentó que sus padres habían trabajado para esta familia y que se decía que su fe católica era puesta en duda pues a los padres del hermano Pacho no se les veía casi nunca en la iglesia. El hermano provincial Rdo. Abraham Nácher, pronto fue informando de tales comentarios y prohibió cualquier conversación y comentarios sobre el tema y llamó a los seminaristas a orar por el alma del hermano Francisco y tomó su lugar como encargado del Colegio seminario en tanto la comunidad designara el reemplazo del fallecido.

El tiempo transcurrió en calma las primeras semanas, pero una noche un seminarista vio salir al hermano Pacho por la escalera del tercer piso donde tenía su dormitorio y consultorio espiritual, lo hizo de manera tan real, que de inmediato formó algarabía pero nadie más logró ver nada, entonces  fue sancionado disciplinariamente y obligado a desmentir tal visión y a aceptar un ataque  de nervios repentino. El fin de semana los seminaristas se reunieron en la casa de retiros espirituales fuera de la ciudad, en el colegio seminario únicamente quedaron los empleados y el conductor del arzobispo, que era también jardinero y mensajero de la curia. Mientras arreglaba el jardín sintió el eco de una puerta que se cerró produciendo un sonido claro que le levantó la mirada hacia el tercer piso,  y de inmediato vio pasar la figura del hermano Pacho y perderse entre los arcos. No Tuvo valor de nada se sentó unos minutos y oró por su alma, luego abandonó el colegio y fue a contar lo sucedido al Arzobispo quien lo reprendió y lo hizo que se confesara y prohibió referir tal asunto absolutamente. Las noches se volvieron mucho más largas para los seminaristas que sentían una extraña presencia reforzada por los relatos que desobedientes habían seguido haciendo el chofer y el seminarista, pero el asunto estalló de manera definitiva la tarde que un grupo de estudiantes encontró sobre sus camas notas escritas de puño y letra por el hermano Francisco en las que pedía orar por su alma, y en algunos casos, libros abiertos en los que se hablaba del juicio final, también notas con hermosos recuerdos de la vida estudiantil y algunas fotografías de los equipo deportivos y sus hazañas y títulos.
Las autoridades fueron informadas de lo sucedido y se solicitó una exhaustiva investigación, pues la jerarquía eclesiástica no admitió bajo ninguna circunstancia algún hecho paranormal, y por el contrario endilgó la situación a malas intenciones de los enemigos  de la iglesia; los estudiantes reunidos con sus padres y familiares relataron los hechos y la comunidad religiosa y en la comunidad en general, se optó  esperar los resultados de las investigaciones y atribuyó el hecho a posibles impostores enemigos de la fe y de la educación religiosa y los internados escolares, y puso en consideración la posibilidad de declarar el cierre temporal del colegio para evitar cualesquier desenlace trágico. Finalmente se adecuó una nueva sede para el colegio pero  los seminaristas desistieron de su vocación, entonces el claustro fue cerrado y  desocupado en su totalidad.
A comienzos de octubre bajo una luna llena que pendía de la cuerda azul trazada por el horizonte con los últimos destellos de luz de la tarde, llegó al pueblo una delegación de arquitectos, promotores turísticos, cocineros, decoradores y obreros a tomar posesión del edificio del colegio seminario que había sido adquirido por una de las más poderosas y respetadas familias del país, para plantar allí un lujoso hotel de turismo y centro de convenciones, y se argumentó que la curia sería socia del nuevo negocio, como una forma de no abandonar a su feligresía y seguir haciendo labor y generando bienestar social.
En el que fuera el cuarto del hermano Pacho, durante los trabajos de remodelación, bajo el piso de madera, se encontró un diario escrito en tinta sepia en el que  relataba la tortuosa vida que el religioso hubo de pasar desde el junio anterior a su desaparición, cuando se enteró involuntariamente al escuchar una conversación telefónica en el palacio arzobispal, que el seminario había sido vendido para el propósito comercial a su propia familia. En el diario pedía perdón por no haber tenido fuerzas y valor para impedir la compra-venta, admitir que junto a esa, había confirmado también, la noticia de que su verdadero padre era el señor arzobispo, pero especialmente pedía perdón, por haber usado el cordón de su hábito para estrangularse.


PÁGINA 6 – NUESTRA POESÍA

OSCAR AGÚ
(Hersilia-Santa Fe-Argentina)

ESA MUJER EN BICICLETA

Esa mujer en bicicleta bajo la lluvia
la fría lluvia del incipiente otoño
marcaba un ritmo lento y fugaz
junto a las primeras sombras de la noche.
Blandía, toda ella, un aire de zozobra
una lentitud del cansancio
una leve brisa de aún estoy.
Esa mujer, bajo la lluvia, en esta ciudad
llevaba todo el peso de la jornada
que se disolvía entre un pedal y otro
entre una gota y otra de la lluvia
se disolvía y se espejaba en el lustroso asfalto,
entre las luces refractadas y las sombras.
Esa mujer, bajo la lluvia, persistía
como loca ilusión en bicicleta
como aventura haciéndose
como constancia de la vida.

LUNA NO CONQUISTADA

El idiota que burbujea palabras
o el inventor del invento,
el que abre sus manos con aves flamígeras
o el decorador de horizontes no dibujados,
el que mata por derecho o por matar,
el suicida
el bien informado
el enfermo de sol y arena
el que simula vuelos que no tiene
el que al cerrar los ojos no los cierra.
Todo hombre sin importar rango,
color, genética, continente, lengua,
océanos atravesados, guerras hechas y por hacer,
lunas conquistadas, colonias sometidas,
sueños devorados, palabras inconclusas,
gestos alucinados...
Todo hombre, alto, flaco, bajo, gordo,
atlético, deforme, sedentario.
Todo hombre es una señal habitable,
es un cosmos, es dios en su seno,
es la terrible soledad de saberlo,
es la libertad invernando,
es la duda que mora en la respuesta,
es la verdad inconclusa,
es un cielo a dibujar, es una luna no conquistada.

Y ELLA, MUY ELLA, SONRÍE

La muerte aúlla afuera. Se trepa a las espaldas
escarba en el hueco que cada uno tiene
                        y se instala.
Uno, después de andar caminos descubre
que ella aullaba dentro. Lo otro, lo primero,
es una estrategia a la que acude para no mostrar su rostro.
Ahora, habiendo traspapelado memorias
acudo a ella para consulta y le digo:
celebro la vida, planto mi manzano,
alumbro los afectos. Y ella, muy ella
                        sonríe.

ANGEL

No hay por qué temerle a la muerte.
Ella vayviene con nosotros, aprendemos
Juntos hasta que, sin prisa, nos fundimos.

No hay por qué temerle a la muerte.
Ella nos sobrelleva y nace al instante.
Es un ángel al que le asignamos esa desdicha.

No hay por qué temerle a la muerte.
Es una niña oculta que se asusta
de los hombres que la siembran.

No hay por qué temerle a la muerte.
Es, apenas, una danza sutil
enhebrada en la luz.

No hay por qué temerle a la muerte.
No existe sin nosotros.

*************

Los elementos se disuelven en toda su gamada infinitud. Y convergen. Vocación sin fin que brinda armonía a la danza. Somos, apenas, una convergencia que se reintegrará. Una convergencia luminosa.

¿Con qué vanidad tonta puedo esgrimir posesión?.
 He de morir conciente de que no muero. No pierdan su tiempo, amigos míos en llorar. Saluden a los prados, a las montañas, a los insectos, a los hombres en mi nombre, que es el nombre de ellos.


MARTA ORTIZ
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

PÉTALOS

A tientas lo atravieso: umbral de olvido al cascarón desierto.
Grumos escuálidos / arena / en el cuenco de mi mano.

Solfeo de tablillas desmenuzadas:
bajo continuo debajo de mis pies
a ras de agua / a ras de pozo.

Sopla un viento lunar dobla los pasillos de la noche.
Silencio de telaraña.
Hilachas, la cortina de cretona floreada
master piece de mi madre al pedal de la Singer.

Sin parpadeos absorto en el recorte irregular
(astillas de vidrio esmerilado)
resiste el rumor sepia del paisaje / hasta secarme los ojos.

Nítidas
las florecitas rehílan blanco /el patio de ladrillos,
su antigua nevisca de ciruelo en primavera.

Pétalos de cerezo caen: / ¿es belleza o ilusión? (*)

Cifra de infancia y juventud,
gotea / el árbol
la breve vía láctea
cubre el piso de ladrillos.

(*) El verso pertenece a Saigyo, (Kioto, Japón1118-1190).

NO PORQUE NO PUEDA SALIR DE MI CASA

hundirme dócil en la vida diaria
al fin y al cabo es vida conocida.
No porque más allá del umbral
no encuentre el mar azul

sino mareas de herrumbre
o porque no quiera abandonar mi depósito de libros
este mundo de objetos entrañables
crecidos entre mis papeles y yo:
fotografías, cajitas de hojalata:
esa de pastillas
Violet de Flavigny
o la de té:
Alice’s adventures in wonderland, según Tenniel
en las caras laterales;
o la caja de cartón acanalado donde guardo pétalos
y hojas de roble y otros árboles
que enrojecen los otoños.
Por ninguno de esos motivos
es que no me ausento de mi casa
ni siquiera
por las páginas que leo:
Celan y Chéjov
poemas y cuentos:
“Vania”, por ejemplo.
No por tan antiguo vasallaje
sostengo mi domesticidad,
no salgo por otra razón:
afuera está oscuro
garúa, hace frío.


PÁGINA 7 – COMENTARIO DE LIBRO

LIDIA ROCHA.
(Trenque Lauquen-Buenos Aires-Argentina)

 “LA MIRADA SONORA” DE ALFREDO LUNA. 

“La mirada sonora” anticipa un “escuchar con los ojos” o un “mirar con los oídos” como suele sugerir el poeta Leopoldo Castilla también una mirada que proyecta sonidos propios sobre las cosas.
"Quien añade conocimiento, añade dolor". Eclesiastés.
El primer acápite –del Eclesiastés- y el primer intertítulo “catecismo de tempestades” nos aproximan al ámbito de lo religioso, más específicamente, del Catolicismo. Y no de cualquier modo. El Eclesiastés es uno de los Libros Sapienciales del Antiguo Testamento de La Biblia, que ha sido atribuido (pero sin certeza histórica), al rey Salomón. Se considera, sí, que su autor pertenecía a una clase ilustrada de judíos y que estaba en contacto con las corrientes del pensamiento griego helenístico, particularmente con los estoicos, cuya filosofía recomienda una actitud mesurada frente a la vida, de la cual tiene una visión pesimista. El pesimismo es innegable en el acápite (paratexto) del poema, dice: “quien añade conocimiento, añade dolor”. Por lo cual: el que más sabe, es el que más sufre. Conocimiento ligado a sufrimiento abre la puerta a un catecismo, esto es, un conocimiento religioso pero que se aplicará aquí a las “tempestades”, esto es, a los movimientos, de la naturaleza que causan destrucción.
Los poemas acceden desde allí a una atmósfera religiosa en una poesía que, desde la concisión lírica, intenta dialogar con Dios, cuya inexistencia se teme. El poeta presume, no sin rencor, que Dios mismo sea una mentira y, tomando el lugar de Dios, asume lo que más teme: que Dios no lo ame. Decide ser Dios y no amarse. El saber (de la inexistencia de Dios) es sostenido desde el dolor.
Dicen que el ateísmo es una religión invertida, a diferencia del agnosticismo, que prescinde de toda opinión respecto a los sagrado, los ateos, como el marqués de Sade, entablan con Dios una lucha a muerte donde ellos también son dichos. El poeta se acerca a Dios tan intensamente como un creyente fervoroso. Repite las palabras del rito religioso, se dirige al Cordero de Dios (Jesús) pero no para pedirle piedad ni amor sino para expulsarlo de su alma. El atrevimiento del ateo, como el del místico, por enfrentarse a otro sobrehumano, mueve a la compasión, por la disparidad de fuerzas. El ateo es un niño huérfano reclamándole al padre que lo haya abandonado: “sólo reclamé/ un padre para todas estas ausencias”. Su atrevimiento mueve también a sentir lo sagrado como una potencia insoportable. Lo sagrado ligado a lo Terrible.
Las religiones hablan del temor a Dios, como única forma de acceso al saber, por el temor el hombre puede aproximarse a la divinidad, ante la cual es minúsculo. “Delante de Dios, el hombre es nada y menos que nada”, dice San Juan. Por eso Rilke en su elegía agradece al Ángel que no lo destruya. Por eso los Dies irae religiosos anticipan el día de la “ira tremenda”, en el que Dios ordenará el Apocalipsis. El temor es el vínculo con el Poder Absoluto de lo Absolutamente Otro, del que no podemos escapar: “como los árboles/no podemos huir”. Es un miedo que nos habita y nos empuja más allá de los límites del pensamiento racional. El lenguaje poético facilita expresar esos contactos del alma con lo que la excede. Y la travesía para ir a ese lugar no es hacia fuera sino hacia adentro.
En su enfrentamiento con lo sagrado el poeta sólo tiene su voz (tiene fe en el “relámpago”). El ateo invierte los términos: Él es Dios y se juzga. No se ama, no se perdona.
Hay en estos poemas pausas, momentos de placer, donde el poeta percibe otras formas de tocar la divinidad del mundo: miró el universo “con ojos de árbol y nube”, se sintió colmado, embriagado. Pero ese placer es sólo una “demora”, una “tentación”, el Deseo por el Otro lo arrastra a una fe diferente, que le exige ponerse de rodillas, implorar y temer a la Sombra.


PÁGINA 8 – CUENTO

EDGAR BORGES
(Caracas-Venezuela)

EL ÚLTIMO ANIVERSARIO

La noche del 11 de septiembre del año 2001, faltaban menos de tres horas para que Eloisa y yo cumpliéramos lo que debía ser nuestro último aniversario. No podíamos convivir nuevos años de matrimonio, ya no más tiempos de soledades compartidas. Ahora la intención de cada uno sería terminar con el otro. Con esa idea, todas las noches, Eloisa salía de su iluminado dormitorio viendo hacia todos lados, intentando no tropezar su mirada con la mía; luego entraba a la cocina, quizá para concretar, a través de la mala comida del día, mi muerte. Entonces, yo partía rápidamente rumbo a mi habitación, que era la misma de donde venía ella; revisaba con prisa cada una de las gavetas de su closet, siempre con las ansias de encontrar aunque fuese una prueba que indicara las causas de este fracaso. Uno, dos, cien, dos mil minutos y se repetía la historia. No quedó registro alguno que nos permitiera determinar quién fue el responsable. Se perdieron las cartas mal escritas, los documentos de compromisos y las viejas fotografías. En un pasado, entre los dos, primero fueron los gestos, siguieron las miradas, vinieron las flores, después las promesas, enseguida llegó el amor, luego, entre ella y yo, reinó la computadora; más tarde y por siempre, ni siquiera una máquina fue capaz de revivir nuestras emociones. Fue la ausencia sobre la ausencia, el más allá de las derrotas del día a día. No, por nada en el mundo podríamos permitir nuevos aniversarios. Con esa intención, la noche del 11, salí del cuarto, dispuesto a ponerle final al drama, pero con la angustia de presumir que Eloisa pudiera encontrar la forma mucho antes que yo. Sus pasos de tacón sin ritmo me advirtieron que se acercaba; me detuve con la cautela que me indicaba la conciencia y me escondí detrás de una columna próxima a la cocina y anterior al baño. Al fondo, en algún punto álgido del apartamento, estaría girando, sin rumbo, la cama de los mil y un encuentros. Recuerdo que en ese instante me llamó la atención, como hacía mucho tiempo no me ocurría, el afiche de nuestra boda que en un pasado remoto sirvió para decorar un punto alto de aquella pared. Y sin dudarlo, juré, por la intención del momento ahí revelado, que no esperaría un año más para cerrar el ciclo de nuestros aniversarios. Mi pensamiento fue sorprendido por Eloisa, cuando ella salía de la cocina llevando una extraña sonrisa que simulaba la apoteosis de algún deseo. Sin demora, retrocedí dos pasos. Seguramente, ella pensaba que mujer y hombre nacieron para odiarse, jamás se han comprendido, sólo han vivido para sostener una mentira social que habla de la convivencia entre dos sexos diferentes; pero entre mujer y hombre las diferencias significan odios, nunca entendimientos, como dicen los orientadores de culpas ajenas. Yo, en cambio, hasta hace poco creía que la cuestión era educativa, ni hombres ni mujeres fuimos formados para integrarnos en una relación de ternura, sexo y nobleza. Cultura, sociedad, familia, amigos y los otros, los eternos otros, que día a día vemos pasar para entender que siempre hay mejores que la persona que hoy y aquí nos acompaña. Es allí donde los mejores se asoman en el rostro de nuestra pareja, se disfrazan y nos gritan desde su sonrisa, desde su rutina, y nos engañan arrancándonos frescas simpatías. Luego nos ofenden, diciéndonos que no son ellos, que sólo son antifaces que pretendieron esconder el verdadero rostro de nuestra compañía actual. No más fiestas, el carnaval terminó, los falsos invitados partieron, nos han dejado danzando en solitario ante una áspera rutina. Enmascarada fue que Eloisa tomó asiento en el sofá marrón de la sala; sofá que era marrón porque en un comienzo ambos nos identificamos con el color de la tierra, éramos activistas de la Madre Tierra. Pero Eloisa jamás fue madre, creo que ella pensó que yo no merecía ser padre, cuando en realidad fue su condición de mujer divertida la que no permitió que detuviéramos el paso para que vinieran las hijas y los hijos. Unas, otros y todos los herederos que no vinieron, se burlan ahora desde mi rostro, y se estrellan contra la humanidad de Eloisa. Ella me espera con calma, sentada en el sofá, me ve de frente, con la misma media sonrisa, sólo que ahora una o dos lágrimas bajan de sus ojos; pareciera dispuesta a dialogar o tal vez a enfrentar la situación. Yo voy a su encuentro, con pasos lentos pero ciertamente esperanzados. ¿Será acaso que está dispuesta a rectificar? -me pregunto con los ojos abiertos en dirección a los de ella. Un tiempo presente a punto de perpetuarse, la conjugación de un pasado sólo quedará para contarles relatos a los nietos que algún día sonreirán dispuestos. Eloisa cruza las piernas intentando recuperar su gracia perdida; doy tres pasos atrás, uno adelante, imaginando que retornará el viejo galán. Los hechos indican que nos entenderemos una vez más. De pronto, Eloisa se levanta y, con la mirada hacia el suelo, camina velozmente, sin ritmo y sin paciencia, de nuevo rumbo a la cocina. Yo la sigo, debo seguirla, debo enfrentarla a ver si se trata de una debilidad temporal o de la declaración mortal de esta guerra matrimonialmente suicida. Eloisa entra a la cocina, apaga la luz, me detengo. Gracias a la claridad que viene de adentro, la sombra de ella se refleja en una pared: he ahí su cuerpo sin forma ni fondo, sin alma ni rostro, como luce, sin iluminación. Y en la mano derecha lleva un revolver. Yo lo presentía, Eloisa se hace perseguir para darme el disparo fatal. Yo retrocedo, no puedo morir, ahora menos que he descubierto que sus movimientos de entradas y salidas, a veces disfrazados de lágrimas y otras de sonrisas, simplemente fueron el todo de una gran trampa final. Lo mejor será salir del apartamento y recorrer la plaza buscando alguna idea que me permita volver ante ella, con la muerte en una mano o en algún pensamiento, esa será la suerte definitiva que me permita terminar con su existencia, horas antes de que el reloj anuncie la entrada de ese terrible aniversario que está por llegar. Con esa intención iba caminando en dirección a la puerta, cuando de pronto un disparo detuvo mis pasos y la conjugación de todos mis tiempos. Entonces corrí desesperado hacia el interior de la vivienda, cargando con mi derrota, sin distinguir el pasado de todo lo que estuviera por detonar. Y ahí, en la entrada de la cocina, en el suelo, en medio de la oscuridad, estaba Eloisa; un charco de sangre le bajaba de la sien y le cubría todas las lágrimas, todas las sonrisas.



PÁGINA 9 – POESÍA ARGENTINA

ROGELIO RAMOS SIGNES
(San Juan-Argentina)

CUANDO LA VIDA NO SEA VIDA

No soy rápido con las preguntas,
tampoco con las respuestas.
Soy rápido para hacer silencio,
para quedarme callado antes que los demás,
para hacer uso de mi derecho
a permanecer con la boca cerrada,
con las cuerdas vocales en reposo.
Soy rápido para no decir lo que otros dicen,
para callar en medio de la barahúnda.
Sólo sé decir “permiso” y “por favor” y “gracias”.
Eso me permite hacerme entender sin esfuerzo
en casi todo el mundo.
Eso me permite ignorar otras lenguas
por dominar la mía hasta el silencio.
Así voy preparándome sin apuro
para cuando la vida no sea vida,
y el ruido y todo este cacareo ya no tengan sentido.

LA MIRADA CÓMPLICE

Párate frente al espejo
sin miedo, sin ropa, sin complejos.
Acomoda el orden vanidoso de tu pelo
con algún ademán copiado de tu padre.
Como si fueses tu hermano,
ensaya un gesto de vigor.
Aspira profundo. Mira de soslayo.
Perfúmate las axilas y no sufras.
Es tu madre quien te mira desde el espejo.
Todo está en orden.

DE FUTUROS JARDINES

 “Tú eres la rosa que fue a nacer entre cardos,
como revancha.”
Joan Manuel Serrat

Llegabas en silencio
                            a la fiesta de los otros
con tu vestidito de supermercado
mucho más linda que todas
                                    aunque tan pobre,
humilde como un animalito
               abandonado en un jardín ajeno
diciendo “Permiso” sin abrir la boca,
diciendo “Disculpe”.
Nada había para disculparte.

Los ojos de esos hombres
que miraban siluetas a la moda
no te veían.
        Estabas allí, princesa, y no te veían.

Se arrepentirán con los años.


ANAMARÍA MAYOL
(Victorica-La Pampa-Argentina)

HACE SIGLOS QUE LLUEVE

esta lluvia en grises 
descarga sobre los árboles
trae tus ojos pozos 
que soñaban con ella
y aquellas que llovieron
hace siglos que llueve 
líquidas palabras precipitan 
desde aquel tiempo
que aprendió a nombrarnos 
ahondó recuerdos 
anegó ternuras
hace siglos que llueve
hoy diluvia

INFANCIA

Tuve una infancia 
plena de leyendas
en las siestas
seguía el rastro de las hormigas
para encontrar la magia
hubo túneles de escape
laberintos
pociones de colores para volar la tarde
cuando el viento huracanado 
arrancaba eucaliptus 
y el abuelo cerraba las ventanas 
con trancas
Hubo escondites 
lilas- casas de muñecas
ratones en la cómoda
que alimentábamos con queso
se llevaban los dientes 
a cambio de monedas
hubo arenas sequías
carencias suplidas por sueños
pan horneado en la cocina a leña 
manteca batida
Tuve una infancia de bosque
caldenes mutaban azules 
en los otoños
espinas piedras piquillínes
una infancia viajera
hubo caminos 
huellas polvaredas
fósiles de la laguna Amarga
choclos cortados en los maizales
girasoles que miraban al sol
un río robado
Tuve una infancia 
plena de leyendas
hubo cardos libros prohibidos 
duendes árboles 
vientos arenas olivillos
largos atardeceres incendiaban el cielo
hubo lluvias 
lloviendo voces poesía 
cantores que cantaban a la tierra
amigos
tuve una infancia
habitada por seres 
que me asomaron al fuego

SOÑABA EL VUELO

Yo enterré todas las muñecas 
en el jardín 
para que viajaran a la China
les perdí el rastro
pensaba que los túneles 
abrirían caminos hacia otros sitios
y soñaba el vuelo de los pájaros
en el trapecio 
colgado entre los árboles
nunca pensé en desterrarlas
pero ellas no regresaron
vino la noche oscura
enterramos los libros 
que amábamos
para que se salvaran del saqueo
les perdimos el rastro
(la huella sigue profunda en las entrañas)
ya no encuentro túneles 
senderos de escape hacia otros sitios
ni tengo ese trapecio colgado 
entre los árboles
pero sueño otros vuelos

ADJETIVANDO

Nada más perfecto
en esta inédita noche
que esta luna llena
colgada en la ventana
como una marioneta

nada más logrado
que el policromo paisaje
en las laderas
marcando la precisión del tiempo

más rotundo
que la intensión de tus labios
cuando recorren mi piel
que se torna infinita
en los sentidos

más inmensurable
que las tristezas
colgando de las manos
de los huesos

No hay nada más insondable
que la oquedad

que llueve por los gestos

más hermético
que esta máscara con su mueca
clavada en mi rostro

y este silencio
con sus adioses cadáveres
deambulando el hastío


PÁGINA 10 – COMENTARIO DE LIBRO

FABIÁN ALMONACID
(Mendoza-Argentina)

“GALLITO CIEGO” DE HERNÁN SCHILLAGI

“Gallito ciego” me parece una metáfora perfecta sobre el hecho de escribir. 

Cuando uno “decide” ser poeta, debe pasar por un portal, el umbral de una casa en la que, como única condición para ser poeta, le ponen a uno una venda en los ojos. “A jugar”, te dicen y allí te dejan.

La gran mayoría, intuyo, tiende a quedarse estático, maldiciendo esa “imposibilidad” de no poder ver. Así no juego, murmuran. Sin embargo, los poetas aceptan la condición de ciegos –y la de gallitos- y empiezan a jugar. Porque lo malo no es ser ciego, lo peor es no atreverse a caminar. Ya que de eso se trata escribir: de buscar a tientas, sin saber qué se busca ni cómo hallarlo; sin más horizonte que la extensión de los brazos, con la vaga promesa de que uno o cien o mil pasos más allá estará “aquello” -el más alejado de los demostrativos-, eso que desconocemos pero intuimos.

Y así se van formando los poetas, según el modo en el que deciden jugar, tantos como distintos gallitos ciegos hay. Hay quienes casi no caminan, esperando una revelación que difícilmente el estatismo atraiga. También están los que dan pequeñísimos pasos, del mismo modo como hay aquellos que corren desaforados, buscando el golpe que los redima. Otros caminan buscando una pared para apoyarse o los que al encontrar aquello retroceden tres pasos para volver a caminar y encontrarse con lo mismo. Obviamente, también están los que hacen trampa y tratan de pispear por debajo de la venda, pero de esos no es necesario hablar. Peor aún los poetas gallina, que picotean hasta con el suelo barrido.

Hernán Schillagi es un gallito ciego hecho y derecho. Hace de su venda –de su búsqueda- una aventura que no deja camino por recorrer. Es un poeta que no se detiene ante un descubrimiento para gritar “miren, miren lo que encontré”, como algunos gallitos con alma de gallos. H. S. es ciego, como todos los poetas, pero es más gallito que cualquiera. Y siempre buscando.


PÁGINA 11 – CUENTO

JAMES JOYCE
 (Dublín-Irlanda)

LA CASA DE HUÉSPEDES

Mrs Mooney era hija de un carnicero. Era mujer que sabía guardarse las cosas: una mujer determinada. Se había casado con el dependiente de su padre y los dos abrieron una carni­cería cerca de Spring Gardens. Pero tan pronto como su suegro murió Mr Mooney empezó a descomponerse. Bebía, saqueaba la caja contadora, incurrió en deudas. No bastaba con obligarlo a hacer promesas: era seguro que días después volvería a las andadas. Por pelear con su mujer ante los clientes y comprar carne mala arruinó el negocio. Una noche le cayó atrás a su mujer con el matavacas y ésta tuvo que dormir en la casa de un vecino.
Después de aquello se separaron. Ella se fue a ver al cura y consiguió una separación con custodia. No le daba a él ni dinero, ni cuarto, ni comida; así que se vio obligado a enrolarse de alguacil ayudante. Era un borracho menudo, andrajoso y encorvado, con cara ceniza y bigote cano y cejas dibujadas en blanco sobre unos ojitos pelados y venosos; y todo el santo día estaba sentado en la oficina del alguacil, esperando a que le asignaran un trabajo. Mrs Mooney, que cogió lo que quedaba del negocio de carnes para poner una casa de huéspedes en Hardwicke Street, era una mujerona imponente. Su casa tenía una población flotante compuesta de turistas de Liverpool y de la isla de Man y, ocasionalmente, artistas del music-hall. Su población residente estaba compuesta por empleados del co­mercio. Gobernaba su casa con astucia y firmeza, sabía cuándo dar crédito y cuándo ser severa y cuándo dejar pasar las co­sas. Los residentes jóvenes todos hablaban de ella como La Matrona.
Los clientes jóvenes de Mrs Mooney pagaban quince che­lines a la semana por cuarto y comida (cerveza o stout en las comidas excluidos). Compartían gustos y ocupaciones comunes y por esta razón se llevaban muy bien. Discutían entre sí las oportunidades de conocidos y ajenos. Jack Mooney, el hijo de la Matrona, empleado de un comisionista de Fleet Street, tenía reputación de ser un caso. Era dado a usar un lenguaje de ba­rraca: a menudo regresaba a altas horas. Cuando se topaba con sus amigos siempre tenía uno muy bueno que contar y siempre estaba al tanto -es decir, que sabía el nombre de un caballo seguro o de una artista dudosa. También sabía manejar los puños y cantaba canciones cómicas. Los domingos por la noche siempre había reuniones en el recibidor delantero en casa de Mrs Mooney. Los artistas de music-hall cooperaban; y Sheridan tocaba valses, polcas y acompañaba. Polly Mooney, la hija de la Matrona, también cantaba. Así cantaba:
Yo soy pu …ra y santa.
Y tú no te enfades:
Lo que soy, ya sabes.
Polly era una agraciada joven de diecinueve años; tenía el cabello claro y sedoso y una boquita llenita. Sus ojos, grises con una pinta verdosa de través, tenían la costumbre de mirar a lo alto cuando hablaba, lo que le daba un aire de diminuta madona perversa. Al principio, Mrs Mooney había colocado a su hija de mecanógrafa en las oficinas de un importador de granos, pero como el desprestigiado alguacil auxiliar solía ve­nir un día sí y un día no, pidiendo que le dejaran ver a su hija, la había traído de nuevo para la casa y puesto a hacer labores domésticas. Como Polly era muy despierta, la intención era que se ocupara de los clientes jóvenes. Además, que a los jóvenes siempre les gusta saber que hay una muchacha por los alrededores. Polly, es claro, sateaba con los jóvenes, pero Mrs Mooney, que juzgaba astuta, sabía que los hombres no querían más que pasar el rato: ninguno tenía intenciones for­males. Las cosas se mantuvieron así un tiempo y ya Mrs Moo­ney había empezado a pensar en mandar a Polly a trabajar otra vez de mecanógrafa, cuando se dio cuenta de que había algo entre Polly y uno de los inquilinos. Vigiló bien a la pareja y se guardó sus consejos.
Polly sabía que la vigilaban, pero todavía el persistente si­lencio de su madre no daba lugar a malentendidos. No había habido complicidad abierta entre la madre y la hija, ningún
entendimiento claro, y aunque la gente en la casa comenzaba a hablar del asunto, Mrs Mooney no intervenía aún. Polly co­menzó a comportarse de una manera extraña y era evidente que el joven en cuestión estaba perturbado. Por fin, cuando juzgó llegado el momento oportuno, Mrs Mooney intervino. Ella lidiaba con los problemas morales como lidia el cuchillo con la carne: y en este caso ya se había decidido.
Era una clara mañana de domingo al comienzo de un ve­rano que se prometía caluroso, pero. soplaba el fresco. Todas las ventanas de la casa de huéspedes estaban subidas y las cor­tinas de encaje formaban globos airosos sobre la calle bajo las vidrieras alzadas. Las campanas de la iglesia de San Jorge re­picaban constantemente y las feligresas, solas o en grupos, atra­vesaban la diminuta rotonda frente al templo, revelando su propósito tanto por el porte contrito como por el breviario en sus enguantadas manos. Había terminado el desayuno en la casa de huéspedes y la mesa del comedor diurno estaba llena de platos en los que se veían manchas amarillas de huevo con gordos y pellejos de bacon. Mrs Mooney se sentó en el sillón de mimbre a vigilar cómo Mary, la criada, recogía las cosas del desayuno. Obligaba a Mary a reunir las costras y los mendru­gos de pan para ayudar al pudín del martes. Cuando la mesa estuvo limpia, las migas reunidas y el azúcar y la mantequilla bajo doble llave, comenzó a reconstruir la entrevista que tuvo la noche anterior con Polly. Las cosas ocurrieron tal y como sospechaba: había sido franca en sus preguntas y Polly había sido franca en sus respuestas. Las dos se habían sentido algo cortadas, es claro. Ella se hallaba en una situación difícil por­que no quiso recibir la noticia de manera muy desdeñosa o que pareciera que lo había tramado todo y Polly se sintió emba­razada no sólo porque para ella alusiones como éstas eran siempre embarazosas, sino también porque no quería que pen­saran que en su inocencia astuta ella había adivinado las inten­ciones de la tolerancia materna.
Mrs Mooney echó una ojeada instintiva al pequeño reloj dorado sobre la chimenea tan pronto como se hizo consciente a través de su recordatorio de que las campanas de la iglesia
de San Jorge habían dejado de tocar. Eran las once y diecisie­te: tenía tiempo de sobra para arreglar el problema con Mr Do­ran y después alcanzar la breve de doce en Marlborough Street. Estaba segura de que saldría triunfante. Para empezar, tenía todo el peso de la opinión de su parte: era una madre ultrajada. Le había permitido a él vivir bajo su mismo techo, dando por sentada su hombría de bien, y él había abusado así como así de su hospitalidad. Tenía treinta y cuatro o treinta y cinco años de edad, de manera que no se podía poner su ju­ventud como excusa; tampoco su ignorancia podía ser una excusa, ya que se trataba de un hombre que había corrido mundo. Simplemente se había aprovechado de la juventud y de la inexperiencia de Polly: ello era evidente. El asunto era: ¿Cuáles serían las reparaciones a hacer?
En tales casos había que reparar el honor, primero. Estaba muy bien para el hombre: se podía salir con la suya como si no hubiera pasado nada, después de disfrutar y de darse gusto, pero la mujer tenía que cargar con el bulto. Algunas madres se sentirían satisfechas de zurcir un parche con dinero: conocía casos así. Pero ella no haría nunca semejante cosa. Para ella una sola reparación podía compensar la pérdida del honor de su hija: el matrimonio.
Contó sus cartas antes de mandar a Mary a que subiera al cuarto de Mr Doran a decirle que desearía hablarle. Estaba segura de ganar. Era un joven serio, nada mujeriego o parran­dero como los otros. Si se tratara de Sheridan o de Mr Meade o de Bantam Lyons, su tarea sería más difícil. Pensaba que él no podría encarar el escándalo. Los demás huéspedes de la casa conocían aquellas relaciones; algunos habían inventado detalles. Además de que él llevaba trece años empleado en la oficina de un gran importador de vinos, católico él, y la pu­blicidad le costaría tal vez perder su puesto. Mientras que si se transaba, todo marcharía bien. Para empezar sabía que él tenía una buena busca y sospechaba que había puesto algo aparte.
¡Las y media casi! Se levantó y se pasó revista en el espejo entero. La decidida expresión de su carota florida la satisfizo y pensó en cuántas madres conocía que no sabían cómo li­brarse de sus hijas.
Mr Doran estaba de veras muy nervioso este domingo por la mañana. Había intentado afeitarse dos veces, pero sus manos temblaban tanto que se vio obligado a desistir. Una barba ro­jiza de tres días le enmarcaba la quijada y cada dos o tres minutos el vaho empañaba sus espejuelos tanto que se los tenía que quitar y limpiarlos con un pañuelo. El recuerdo de su confesión la noche anterior le causaba una pena penetrante; el padre le había sacado los detalles más ridículos del desliz y, al final, había agrandado de tal manera su pecado que casi estaba agradecido de que le permitieran la vía de escape de una repa­ración. El daño ya estaba hecho. ¿Qué podía hacer ahora ex­cepto casarse o darse a la fuga? No podía ampararse en el descaro. Se hablaría del caso y de seguro se iba a enterar su patrón. Dublín es una ciudad tan pequeña: todo el mundo sabe lo de todo el mundo. Sintió que su agitado corazón se le ponía de un salto en la boca, al oír en su imaginación exaltada al viejo Mr Leonard llamándolo alterado con su voz de lija: A Mr Doran que haga el favor de venir acá.
¡Todos sus años de servicio perdidos por nada! ¡Toda su industriosidad y su diligencia malbaratadas! De joven había corrido mundo, claro: se había jactado de ser un libre-pensador y negado la existencia de Dios frente a sus amigos del pub. Pero eso era el pasado y el pasado estaba enterrado… no del todo. Todavía compraba su ejemplar del Reynolds Newspaper todas las semanas, pero cumplía con sus obligaciones religiosas y las cuatro quintas partes del año vivía una vida ordenada. Tenía dinero suficiente para establecerse por su cuenta: no era eso. Pero su familia la tendría a ella a menos. Antes que nada estaba el desprestigio del padre de ella y luego que la casa de huéspedes de la madre empezaba a tener su fama. Se le ocurrió que lo habían atrapado. Podía imaginarse a sus amigos co­mentando el asunto a carcajadas. En realidad, ella era un poco vulgar; a veces decía o séase y me han escribido. Pero, ¿qué importancia tenía la gramática si la quería de veras? No podía decidir si debía amarla o despreciarla por lo que hizo. Claro que él también tomó su parte. Su instinto lo compelía a man­tenerse libre, a no casarse. Se decía, el que se casa, se des­gracia.
Estando sentado inerme en un lado de la cama en mangas de camisa, tocó ella suavemente a la puerta y entró. Se lo contó todo; cómo se lo había confesado todo a su madre y que su madre iba a hablar con él esa misma mañana. Lloraba y le echó los brazos al cuello, diciendo:
-¡Oh, Bob! ¡Bob! ¿Qué voy a hacer? ¿Qué será de mí ahora?
Le juró que se mataría.
El la animó débilmente, diciéndole que no llorara, que no tuviera miedo, que todo se iba a arreglar. Sintió sus pechos agitados a través de la camisa.
No fue toda su culpa si pasó lo que pasó. Recordaba bien, con esa curiosa memoria paciente del célibe, las primeras ca­ricias casuales que su vestido, su aliento, sus dedos le hicie­ron. Luego, una noche ya tarde cuando se desvestía para acostarse ella llamó a la puerta, toda tímida. Quería encender su vela con la de él, ya que la suya se la había apagado una ráfaga. Le tocaba el baño a ella esa noche. Llevaba un amplio peinador de franela estampada, abierto. Sus blancos tobillos relucían por la abertura de las zapatillas felpudas y su sangre vibraba tibia bajo la piel perfumada. Mientras encendía la vela, de sus manos y brazos se levantaba una tenue fragancia.
En las noches en que regresaba muy tarde ella era quien le calentaba la comida. Apenas se daba cuenta de lo que comía con ella junto a él, solos los dos, de noche, en la casa dormida. ¡Y qué considerada! Por la noche, ya fuera fría, húmeda o tormentosa, era seguro que ella le tenía preparado su vasito de ponche. Tal vez pudieran ser felices los dos…
Solían subir a los altos en puntillas juntos, cada uno con su vela, y en el tercer descanso se decían buenas noches a regañadientes. A veces se besaban. Recordaba muy bien sus ojos, la caricia de su mano y el delirio…
Pero el delirio pasa. Repitió su frase en un eco, para apli­cársela a sí mismo: ¿Qué será de mí ahora? Ese instinto del célibe le avisó que se contuviera. Pero el mal estaba hecho: hasta su sentido del honor le decía que ese mal exigía una reparación.
Estando sentado con ella en un lado de la cama vino Mary a la puerta a decirle que la señora deseaba verlo en la sala. Se levantó para ponerse el chaleco y el saco, más desvalido que nunca. Cuando se hubo vestido se acercó a ella para consolar­la. Todo iba a ir bien; no temas. La dejó llorando en la cama, gimiendo por lo bajo: ¡Ay, Dios mío!
Bajando la escalera sus espejuelos se empañaron tanto con su vaho, que tuvo que quitárselos y limpiarlos. Hubiera de­seado subir hasta el techo y volar a otro país, donde nunca oyera hablar de nuevo de sus líos, y, sin embargo, una fuerza lo empujaba hacia abajo escalón a escalón. Las implacables caras de su patrón y de la Matrona observaban su descon­cierto. En el último tramo se cruzó con Jack Mooney, que subía de la despensa cargando dos botellas de Bass. Se saluda­ron con frialdad; y los ojos del tenorio descansaron por un instante o dos en una grosera cara de perro bulldog y en dos brazos cortos y fornidos. Cuando llegó al pie de la escalera miró hacia arriba para ver a Jack vigilándole desde la puerta del cuarto de desahogo.
De pronto se acordó de la noche en que uno de los artistas del music-hall, un londinense rubio y bajo, hizo una alusión atrevida a Polly. La reunión por poco acaba mal por la violen­cia de Jack. Todo el mundo trató de calmarlo. El artista de music-hall, más pálido que de costumbre, sonreía y repetía que no hubo mala intención; pero Jack siguió gritándole que si alguien se atrevía a jugar esa clase de juego con su hermana él le iba a hacer tragar los dientes: de seguro.

Polly permaneció un rato sentada en un lado de la cama, llorando. Luego, se secó los ojos y se acercó al espejo. Mojó la punta de una toalla en la jarra y se refrescó los ojos con agua fría. Se miró de perfil y se ajustó un gancho del pelo encima de la oreja. Luego, volvió a la cama y se sentó para los pies. Miró las almohadas un rato y esa visión despertó en ella amorosas memorias secretas. Descansó la nuca en el frío hierro del barandal y se quedó arrobada. No había ninguna perturbación visible en su cara en ese instante.
Esperó paciente, casi alegre, sin alarma, sus memorias gra­dualmente dando lugar a esperanzas, a una visión del futuro. Esa visión y esas esperanzas eran tan intrincadas que ya no vio la almohada blanca en que tenía fija la vista ni recordó que esperaba algo.
Finalmente, oyó que su madre la llamaba. Se levantó de un salto y corrió hasta la escalera.
-¡Polly! ¡Polly!



PÁGINA 12 – POESÍA ARGENTINA

ALEJANDRA DÍAZ.
(Tucumán-Argentina)

ISABELLE (le papillon )

como  tantos  nombres  de  quienes  buscan  incansables
en  la noche  crisálidas  que  devienen  mariposas

así  el beso  nombrando 
esa  secreta  palabra  que  encierra 
amar  el  alma  hasta  los  huesos

levísimo  aleteo-parpadeo
que  besará  mi  boca   / tu  boca
el  papel  la  invisible  tinta
ese  gemido  capullito
que    deviene  en  alas 

-y  vivirá  tres  días
y  vivirá  tres  noches-

para  perderse  luego 
sin  decir  su  nombre 

sin  decir  nada  /  

EL SOL

todo  sucede   entre   los  dedos  del  sol
escurridiza  la  vida  se  cuela 
somos  eso  
 un  juego  de  los  dioses
un  abrir  y  cerrar   de  existencias
saboreando  los  frutos  del  paraíso  perdido
es  decir
                 hambrientos  
desmembrados 
                 supervivientes 
desmemoriados
                 intentando  hacer  como  si  nada
sinembargo  los  tics  delatores   acudirán  
a  desnudarnos
                         la  raíz  /  el  alma
                                        hasta  los  huesos
y a cada  exterminio   sobrevendrá  la  historia
esa  imposibilidad  de  callar   que  tiene  la  vida   

a  contrapelo
a  contrapoder  se  pueda

somos  eso    el  sol
nos  delata   en  su  esplendor

lejos  las  terrazas  milenarias   
cerca    la  impaciencia  de  los  invasores  
los  que  cambiaron  
vida /  razón / gloria
por  espejitos  de  colores  

los  hijos  de  la  chingada  
                                        que  cerramos  los  ojos
                                         sin  conocernos  /  ni  saber  
de  dónde  venimos  
                               hacia  dónde vamos 

DESAPEGO

es  del  viento  que  uno  aprende  el  desapego
ese  manto  de  olvido   que  se  intenta  
colocar  sobre  las  cosas  perdidas

como  el  amor /
esa  distancia  
como  la  noche  en  que  dejamos
las  casas  de  infancia /

los  aromas  del  abasto 
las  especias  el  color  de  las  frutas
verduras   y  flores   de  estación /
los  que  apuran  un  plato  ligero
emboscados
en  el  deseo  de  no  pensar  en  nada

pueden  tenerse a  mano  
los  mejores  libros  la  músiica 
amigos desde  una  pantalla 
una  perlícula  vieja  de  Subiela 

aún  desapegados   falta   tanto  tanto
- tengo  una  soledad  tan  concurriida -
;"> dice  Benedeti   y  nos  mira

era  uno  acaso  el  que  trataba  
de  llegar  al  cielo  en  la  rayuela?
eras  vos ?
era  yo ?

es  del  viento  que  uno  aprende   el  desapego
ese  manto  que  intenta  de  olvido
colocar  sobre  las  cosas  perdidas/


de  este  tanto  desapego
uno  queda  a veces  sin  nada
                                             sin  amor
                                             sin  casas

pero  con  ganas  tremendas
de  tentar  otra  vez 
ese  ritual  de  rayuela.


HERNÁN SCHILLAGI
(San Martín-Mendoza-Argentina)

HOMBRE EN LA CIMA

la lluvia se detuvo como para hacer efectiva
una sentencia inequívoca y popular
entonces el hombre de la casa sube al techo
las goteras han desafiado su guarida
filtrado el barro de su seguridad
para dibujar a pulso mapas en el cielorraso
un territorio húmedo y ondulante
sobre la inexplorada cabeza familiar

a mayor altura menor infraestructura
y cada paso del hombre arriba cruje abajo
marca grietas al silencio de la siesta
pero impermeable avanza ante el sol

así tapa huecos como se borran los recuerdos
como se cubre un cadáver en la ruta sin arte
ni sangre que lo identifique porque este hombre
sobre el pecho siente toda la presión atmosférica
de estar siempre por encima de todos los problemas

ESLABÓN DE LUJO

 

un niño ayuda a su padre a tender la ropa
juntos hacen una cadena efímera de manos y palabras
el niño pregunta y el padre cuelga las dudas
las aprisiona con los broches para que no se vuelen
para que sea más fácil luego plancharlas
pero el niño se queda solo en el patio eleva la cara
contra el sol así las gotas de las respuestas
golpean una a una en su cabeza esa piedra llena de poros
olvido y caricias húmedas de cien por ciento algodón
como si una fina lluvia en mangas de camisa
viniera a revelarle un deseo que ya conocía

y la piedra bajo un efecto de erosión inusitada
se abre para siempre.

LA MEDIANOCHE DE LOS GALLOS

porque un padre tiene siempre
la última palabra picotea el teclado
en una riña contra las letras y la noche
como si fuera un gallo que indaga
la tierra en busca del sustento diario

así deja muescas sobre el planeta táctil
de los hijos un sistema braille
que ciega la memoria y perfora
punto por punto el mapa de la lengua
materna porque un padre siempre
improvisa la última palabra
para recibir mientras todos duermen
el primero de los silencios que vendrán.



PÁGINA 13 – ENSAYO

JAVIER MARÍAS
( Madrid-España)

LAS LECCIONES DE LA IMAGINACIÓN

Ya pasó Sant Jordi, el Día del Libro, y de aquí a un mes empezará la Feria madrileña del mismo objeto, con las perspectivas más lúgubres en muchísimos años. No es sólo que las librerías estén ahogadas por la crisis y por la piratería en aumento. No es sólo que los editores busquen desesperadamente algún título que arrastre a las masas a comprarlo, y que a la mayoría ya les dé igual que se trate de una obra digna o de la enésima porquería más o menos sadomasoquista, cateta y machista con origen en Internet, donde habrá cosechado legiones de “seguidores” rudimentarios y descerebrados, de los que se limitan a pedir “más”: más “sexo fuerte”, más violencia, más torturas gratuitas, poco a poco –oh qué moderno– se vuelve a uno de los textos más soporíferos de la historia de la literatura:Las 120 jornadas de Sodoma, del Marqués de Sade, escrito en 1785, reiterativo catálogo de atrocidades que acaba por arrancar bostezos hasta a los más voluntariosos depravados. No es sólo que los autores anden preocupados y deprimidos, al ver cómo sus nuevas novelas se venden infinitamente menos que las anteriores (eso los que alguna vez han tenido un número apreciable de lectores) o nacen ya muertas, destinadas a ser devueltas a la distribuidora a las pocas semanas de aterrizar en los escaparates. La última vez que me pasé por una librería y eché un vistazo a las novedades, vi no pocas que superaban las seiscientas páginas y a las que, por su aspecto, o por la descripción leída en las reseñas que las ensalzaban, o por la mera conjunción de nombre, título, grosor y precio, uno no podía augurar más que una rápida caída en el vacío. “Ojalá me equivoque”, pensé con escasa fe. “Ojalá cada una de ellas sea un gran éxito; y sean leídas y discutidas por muchos y recomendadas por los únicos que hoy gozan de verdadera influencia, los lectores desconocidos”.
El íntimo convencimiento de que no será así en casi todos los casos me produjo melancolía. Precisamente porque también me dedico a escribirlos, sé cuánta tarea y esfuerzo hay detrás de cada libro, los largos meses o años empleados en sacarlo adelante; aunque sea malo, o esté hecho de cualquier manera, sólo llenar esa cantidad de páginas requiere un monumental trabajo. No soy de los que creen que fue mejor toda época pasada. Al contrario: estoy seguro de que nunca se han leído (ni comprado) tantos libros como en nuestros tiempos; de que siempre ha habido obras que han caído en el vacío; de que los grandes éxitos jamás habían alcanzado ventas tan superlativas como ahora. Sin embargo sí creo que la magnitud de la indiferencia nunca había sido tan mayúscula como la que aguarda a los libros condenados a ella desde el principio. Y la mayoría de éstos son –ay– los que se ha dado en llamar absurdamente “libros literarios”, es decir, los que tienen ambición y voluntad de estilo, los que no se ciñen a contar una historia más o menos interesante y santas pascuas. Los que tal vez –tal vez– hacen que la gente piense o se fije en el funcionamiento del mundo, los que en el espacio de unas cuantas horas –las que tardamos en leerlos– nos brindan entendimiento y conocimientos que quizá no adquiriríamos por nuestra cuenta ni en el transcurso de una vida completa.
Tengo la sensación de que nos vamos adentrando en una de esas épocas en las que se tiende a juzgar superfluo cuanto no trae provecho inmediato y tangible. Una época de elementalidad, en la que toda complejidad, toda indagación y toda agudeza del espíritu les parecen, a los políticos, de sobra o aun que estorban. Y como los políticos, incomprensiblemente, poseen mucho más peso del que debieran, detrás suele seguirlos la sociedad casi entera. Son tiempos en los que todo lo artístico y especulativo se considera prescindible, y no son raras las frases del tipo: “Miren, no estamos para refinamientos”, o “Hay cosas más importantes que el teatro, el cine y la música, que acostumbran a necesitar subvenciones”, o “Déjense de los recovecos del alma, que los cuerpos pasan hambre”. Quienes dicen estas cosas olvidan que la literatura y las artes ofrecen también, entre otras riquezas, lecciones para sobrellevar las adversidades, para no perder de vista a los semejantes, para saber cómo relacionarse con ellos en periodos de dificultades, a veces para vencer éstas. Que, cuanto más refinado y complejo el espíritu, cuanto más experimentado (y nada nos surte de experiencias, concentradas y bien explicadas, como las ficciones), de más recursos dispone para afrontar las desgracias y también las penurias. Que no es desdeñable verse reflejado y acompañado –verse “interpretado”– por quienes nos precedieron, aunque sean seres imaginarios, nacidos de las mentes más preclaras y expresivas que por el mundo han pasado. Casi todos los avatares posibles de una existencia están contenidos en las novelas; casi todos los sentimientos en las poesías; casi todos los pensamientos en la filosofía. Nuestros primitivistas políticos tachan de inútiles estos saberes, y hasta los destierran de la enseñanza. Y sin embargo constituyen el mejor aprendizaje de la vida, lo que nos permite “reconocer” a cada instante lo que nos está sucediendo y aquello por lo que atravesamos. Aunque sea no tener qué llevar a casa para alimentar a los hijos. También esa desesperación se entiende mejor si unos versos o un relato nos la han dado ya a conocer, y nos han preparado para ella. Sí, no se desprecie: sólo imaginativamente. O nada menos.


PÁGINA 14 – CUENTO

ALBERTO BEZOGA
(Lima-Perú)

EGUMENT. ATENEO Y LUCA.

23 de Abril de 1978.

  Dos amigos conversan en la plaza Aflotoktonía. Una plaza de Corinto, en Corintia. Peloponeso, Grecia.

---De repente, un día, dejé de caer --- Añadió Ateneo.
---Iríamos casi la mayoría --- dijo Egument.
---¿A ver, donde he caído? --- preguntó Ateneo.
---Es lo único que podríamos hacer, o --- no respondió Egument. Pensaba en "Iríamos casi la mayoría"
---Apurarlos, no creo --- replicó Ateneo.
---En pintar, un cuadro, en mi familia --- Egument miraba el tilo.
---¿Que has pensado? --- En la plaza Ateneo como otras veces esa misma tarde bosquejaba en un bloc.
---En que deberías regresar, quemar todo lo hay en mi cuarto --- Displicente Egument escupió hacia la fuente.
---Es tan frío el suelo que uno empieza a pisar --- Dijo Ateneo, quien dejó sus sandalias debajo de la sombra de la luna del tilo.

 Es el momento que Egument y Ateneo han elegido para que Luca se suicide. La noche del Día de San Jorge en las escaleras de la plaza Aflotoktonía, pero todo es tan oscuro en las escaleras. Tan ásperas las escaleras. Luca se ha caído, le duele tanto. Llora, ha recordado como lloraba de niño, se ha roto un brazo.

24 de Abril de 1978.

A la mañana siguiente tumbado a la bartola en la hamaca.Luca fuma un cigarrillo en la terraza del piso 15 del Hotel Du Bunt. Observa las mecedoras junto al telégrafo cubierto por un tapete. Observa las margaritas, sus hojas festoneadas, sus corolas blancas. No hay pájaros en la ventana. Luca termina de una bocanada de fumar el cigarrillo, y se sienta frente a la maquinilla a continuar escribiendo su novela:

"Maldiciendo sus dicotomías Grand Fil se cambia de camisa, se dirige al baño enjuagándose la boca,describiendo el ruido de su estómago; (y si la depredación de ese manual efímero se debe a que el cansancio divulga la excusa, Jhon Hind Terril tendrá que asumir su rol cuando llegue al café y se encuentre con Don Caloyero) la premonición,(vendrán por mi Vinia, estoy seguro que vendrán por mi) es entonces, el fin, el inicio, el inicio, el fin, la relevancia; ese sonido, son ellos, ese golpe que escuchamos que se ejecuta sobre la mesa, (Vinia, dime Vinia, tendrás que esperarme en el sótano yo los sorprenderé en el dormitorio y usaré mi revolver)sobre el frigorífico, esos pasos, en la madrugada, cuando no podemos dormir. Maldiciendo las ramas de los árboles en la tarde cuando consigue la leña, dicotomía en cada rama.Maldiciendo el interrogatorio en Gereinds, Grand Fil se acomoda la corbata, se acomoda las agujetas, se acerca Vinia le dice que en Brooklyn todo está bien. Sigue enjuagándose la boca, Grand Fil arroja la cocacola en el cubo de la basura, Vinia le da un beso, insiste en que no se preocupe por el documento,por ese que en su estómago se revuelve con los ciempiés,lo coge de la mano. Grand Fil y Vinia logran sentarse cerca de un café dos horas después de salir del Casino..."

Han exigido hospedarse en el Hotel Du Bunt desde hace cuatro años, Egument, Ateneo y Luca. Encuentran maquinillas en los cuartos de baño, Adler-Royal, Smith-Corona, Olivetti, encuentran carpetas en sus escritorios cuando preparan la cinta entintada, muchísimas hojas amarillas, un Director de un Periódico espera la historia, mejor aún, tiene la historia por un contrato, irá en páginas centrales. Trabajan en la historia los tres que trata el caso de Viablebout Dert.

---Apesta a plomo --- Carraspeó Ateneo. En el piso 10.
---¡El preámbulo! --- Gritó Egument impaciente en la cocina.
En el piso 10. Se encuentran en la misma pieza, en la pieza de Ateneo. Menos Lucas encerrado en el piso 15.
Ateneo conferencia frente al espejo, sus muecas en el rostro, el empleo de las manos. Enciende la lámpara y empieza a recitar un poema, apaga las luces del baño --se encuentra en el cuarto del baño desde la mañana-- y con la lámpara mientras menciona el nombre de un puerto de oriente coge una litografía y alumbra el dibujo del grabado.

27 de Abril 1987.

De pronto, empezó a garuar. Luca fuma en la azotea del hotel Du Bunt, recostado en un canapé. Intrigado emplea frases persuadiendo su creatividad, ha escrito 525 páginas de su novela, le falta 25 páginas para terminar su obra y viajaría a Creta a encontrarse con Dida, a quién no ve desde hace alguna temporada.

De una esquina salió un individuo, camina encorvado; desplazándose a pasos cortos, perdiéndose entre la luz tenue del único farol de todo el bulevar. Individuo sombrío y solitario, camina cogitabundo, con las manos dentro de los bolsillos de su abrigo. Antes de cruzar la calle, saca de uno de sus bolsillos del abrigo un minúsculo conjunto de llaves y desapareció en la sombra de un jirón, el jirón Whuitehl.
Egument en la plaza apoyado al tilo lo señala.

---¿Porque crees que él haya sido? --- Susurró Ateneo.
---Es un presagio --- Dijo Egument.
---Lo he visto andar a esta misma hora varias veces. En media hora pasará de nuevo, dirigiéndose en dirección contraria --- Dijo Ateneo.
---Fíjate en el betún de sus zapatos --- Replicó Egument.
---Brilla ---Dijo Ateneo.

"Madrugada de Insomnio Número 48
En cuestión de la estación Número 11, existe una creencia en la comedia.

Grand Fil en un cuarto de un edificio de la Avenida Greend Tuire oye el ensayo del canto del gallo, el canto del gallo; quién de repente no sabe que hace en su jaula, picotea, o quizá recuerda que ha estado tendido en el serrín, sobre ese concilio (Grand Fil oye el canto del gallo, lo imagina rodeado del resto de los gallos que callan) vertiéndose a lo que ve, a lo que canta, y aparecerá eso que lo mueve, que lo cambia, cuando sale el sol."

Luca encendió otro cigarrillo, continuó escribiendo:

"O si nadie pudiera dormir, a detenerse el ciclo de la naturaleza, producir sería un deseo atolondrado, que no culmina su fuerza, y queda así, pendiente, como una extraña sensación que jugaría a generar nostalgia, vértigo, falta de fe; como le sucede a nuestro querido Grand Fil que ha amanecido insomne pensando en que va a decir ante Don Caloyero, en Sicilia, dentro de unos días.
Todo salió bien en el café, Jhon Hind Terril y su portafolio, y sus explicaciones, parsimonia cuando explica a Don Caloyero lo sucedido en brooklyn, maldito. Vinia, tenías razón, preciosa Vinia,..."

Luca se detuvo de escribir, salió del hotel Du Bunt, corrió con dos botellas de leche, el laberinto de patios de las casas que se ubica en la parte de atrás del hotel Du Bunt, se dice Luca a si mismo, dio de alimentar a unos gatos y perros recién nacidos, se sentó en el porche de una casa indagando con una mujer negra, --quien le preguntó qué hacía -- quienes habían dejado a estos animales.
Estuvo buen rato y salió en dirección a su hotel a seguir escribiendo:

"en el subterráneo, gran cantidad de gente, parecen atados para no separarse, caminando y guiándose, ¿si se les cubre lo que no podrán soportar?, no convencionales gestionando un embarco, y en la ventanilla de los boletos se separan. De lo que cayó sobre ellos, no especifica características Grand Fil a un individuo que le pregunta la hora. Grandes filas de gente, extensas filas, gente atenuada, aglomeradas, (haciendo una cola desde temprano, señorita- fundamenta un anciano a una mujer joven-) y el encargo de Tony aun inconcluso, (¡Tony!, lo recuerda, ¡recuerda a Tony!, a Tony del Bronx, sus deudas, como prueba legítima de que Jhon Hind Terril es la escoria de la ciudad de Chicago, debe decirselo a Don Caloyero antes de que Jhon Hind Terril parsimonia explique algo, apenas llegue a Sicilia, Jhon Hind Terril estarás enterrado en un desierto, yo Grand Fil estaré bien en Broklyn, y Vinia, Vinia.) el parpadeo de un ojo, aparece Tony como un parpadeo de ojo, maldición; el aroma a tierra, y la gente, avanzan lento, torpes.

A un costado de esa multitud, sobresale una esfinge; faceta de verla sorbiendo de un envase. A manera de interludio o propensa intuición se determina una inclinación por otra, nuestra noción que nos define, a volcarse con demás ideas, objetos infiltrados, Mirar la ventana con la esfinge y viajar. Grand Fil a encendido un cigarrillo, maldice de nuevo sus dicotomías, aquella tarde en que cortaba las ramas de los arboles y recibió la llamada de Boby Star informandole de acaecimientos sugerentes --en Brooklyn-- que importarían a Don Caloyero. Maldice la estación número 11, maldice tener que presentarse ante Don Caloyero, y esta mujer, que es una esfinge,¿o que es?, Grand Fil termina desdichado de fumar su cigarrillo,..."

29 de Abril de 1987. Jueves.

---Luca! --- Gritó Ateneo dando saltos observando el suelo, deteniéndose en solo pisar las líneas de las baldosas.
---Debe estar ocupado escribiendo su novela --- Egument se había pasado toda la mañana bebiendo vino -– cortándose con un bisturí, piernas, brazos- y leyendo obras de Rabelais.
---Luca! ---Volvió a gritar Ateneo.

En el piso 15 del Hotel, desde una ventana, se asomó Luca.
Arrojó un vaso que contenía cognac hacia donde se encontraban Egument y Ateneo. Luca conoce que Egument y Ateneo lo buscan porque esperan que se suicide.

---Res non verba --- Dijo Luca-
---¡No oímos nada! --- Grito Egument. Egument y Ateneo habían pasado toda la madrugada en una campiña al oeste. Al regresar se ubicaron en la plaza y dejaron las cosas que habían traído consigo cerca al tilo.

Una vez en la plaza Ateneo y Luca se sentaron en un banco cerca al Templete Blutuonet. Cual ocaso de la tarde observaba de pie Egument quién respiraba el airecillo de la tarde.

.---En las Vegas jugaremos Bacarrá, veintiuno --- Ateneo contenía en sus manos píldoras. Ateneo explicó novedades que el Director del Periódico mencionó –- viajaríamos a las Vegas cuando entreguemos la historia --- cuando se los encontró en el living del Hotel Du Bunt ayer en la noche.

Egument se acercó a Luca. Se alejó de Luca, observó el tilo a distancia, sonreía.
---Terminaré la novela el viernes. Ahora digan --- Dijo Luca
---Las escaleras a oscuras Luca --- Murmuró Ateneo -
---Pero esta vez usaremos sebo ---  Añadió Egument-

Al anochecer Luca terminó de escribir su novela, y quiso aventarse de la ventana, desde el piso 15 del Hotel Du Bunt.
Sudaba frio Luca, sudaba degenerado; degenerado cogió el teléfono y habló con Dida.

---¿Porque no llamaste antes? --- Dijo Dida.
---Dida, ¿Qué hora es allá? ---
---3 de la mañana ---
---¿Nos veremos en Creta? ---
Luca encendió un cigarrillo.
---Sí cariño, nos veremos --- Dijo Dida.
---Te llamo el viernes --- Luca colgó el teléfono.


PÁGINA 15 – POESÍA ARGENTINA

HUGO FRANCISCO RIVELLA
(Rosario de la Frontera-Salta-Argentina)

ESTE LIBRO ES UN LABERINTO

Este libro es un hombre con las llagas al viento,
una flor en la fiebre del caballo y sus belfos,
el miedo arrodillado del cobarde y sus trampas,
la voz en la pendiente del que va cuesta abajo.

Este libro es un laberinto con salida a la noche,
el pabellón del frío en donde el reo sepulta sus ojos
y le chillan los dientes con un ruido a monedas.
Puede arder en silencio, chisporrotear su hondura,
puede pasar sereno como un viejo,
como un río serpentear por la selva
y arrojarse a los brazos del mar con sus relámpagos.

Este libro es un niño con mariposas celestes en la lengua,
los pasos del suicida en busca de una espada,
la mujer destellando,
los secretos del ángel en la piel de sus manos.

Este libro es el tiempo husmeándome los huesos.

LA PALABRA VA SIENDO

La palabra va siendo lo que el hombre. No
la refugian olvidos si antes no quebraron su memoria
o la ahogaron en el mar con una piedra al cuello.
¿A quién le hundo el cuchillo o le mido la sien y la penumbra?
La persiguieron hasta la raspadura del día. Las mujeres
la ocultan en la selva,
en los pueblos que el ojo resucita.
Puta palabra.
Hembra sagrada.
Cuando ya nada quede en equilibrio y sea la muerte un reino en lo aparente,
la Palabra vendrá sola y sublime,
caminará el abismo,
parirá cuatro soles

para que el hombre resucite desde la eternidad un dios de barro.

LA POESÍA

La Poesía      ¿Qué será la Poesía?
¿Será esta rajadura del cráneo y la garganta cuando la atora el hueso del desaparecido? ¿Será el agua inocente del niño y sus juguetes que le cuidan el sueño cuando duerme?
¿Será esta piel tatuada por tu boca?
¿El faro en la bahía con la tormenta encima?
¿Será el fuego que rueda mansamente en el río?
¿Será el cuerpo indeciso de Lorca y tantos otros?
¿Será el reino dormido de Dios entre chacales?
¿Será el brazo que estalla su lámpara en el miedo?

La Poesía     ¿Qué será la Poesía?
¿Será el verso que busca la palabra más pulcra o el hombre acribillado en un país lejano? ¿Será el rinoceronte que deambula en la noche buscando en el follaje la sombra de una rosa?
¿Será el grito del hambre que pone tieso el aire?
¿Será el rastro del tiempo en las viejas aldeanas?
¿Las arrugas del alma de un niño abandonado?
¿Será la luz desierta del ciego en una esquina?
¿El ojo enajenado del ladrón de caballos?

La Poesía     ¿Qué será la Poesía?
¿Será esta garra oculta, su secreto a pedazos?
¿Aquello que me acecha en donde no imagino?
¿El barro que me piensa como un ángel caído?
¿La música del viento bajando de los astros?
¿Será la puñalada de dios en mi tristeza?
La Poesía     ¿Qué será la Poesía?
¿Será lo que persigo, acoso o me destierra?
¿Será quien lava mi corazón cuando estoy derrotado?

Quizás sea lo que ignoro, suficiente con eso.


LILIANA DÍAZ MINDURRI
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

NO ME INTERESA QUIEN

Tal vez dormido sobre trapos, el lomo de lobo comido en el túnel de los bosques,
En la calles crudas, escondido detrás de un edificio,
como bestia asustada
conocedor de todas las intemperies, de todos los abandonos concebibles,
bajo un luz aceitosa,
ese,
una  figura cualquiera de una calle cualquiera, de una  ciudad cualquiera,
/en un sistema cualquiera, de tantos sistemas concebibles,
se clavaba tranquilo en la mentira
del mundo.                         


No sabía  de gramáticas,
ni malentendidos ni ambigüedades o metáforas de la metáfora,
feroz  e idiota en su país de inventos.

No sabía maquinar conjurar ni extender manteles deslumbrantes,
ni colgar de la negrura del cielo ninguna araña
de Versailles.

A la manera de los peces vivía la hondura del instante,
en su plato de comida
masticaba el tiempo.
Y cuando reventaba en su cama entre parientes o en las camas de hospital o adentro de las cavernas de la calle
los ojos se le volvían como piedritas lisas

 el asco de las palabras,  aún no nacidas
pero por fin,
muertas del todo.

A LA FIGURA REPRESENTADA EN UN ACRÍLICO DE DOLORES ETCHECOPAR

Una cree
que hay un amanecer que mancha de rojo la torpeza de los camiones,
que en el cajón duermen papeles, balas para incrustarse en algún cerebro, locuras cegadas por los rayos del sol,
que los hombres avanzan con pasos, vacilantes, forzados, atrapados en mecanismos más o menos idiotas o lúcidos
que la boca es una lastimadura que pronuncia palabras,
que las hormigas custodian el Caos,
pacientes,
sin desmayo,
que las cabezas se llenan de infiernos y cielos como espumas cambiantes,
que en las trampas de las arañas caen insectos, pozos, proyectos de vida,
que hay reyes locos en palacios invisibles clavando agujas en la luz,
que la tristeza tiene sabor a té con dulces,
que las frases se reúnen como alimañas
oscuras,
venenosas,

pero sólo está ella en su acrílico
pequeña nada
destruyendo cada día
las espesuras de la muerte.

PÉRDIDA

Como si uno mirara un gato y no supiera qué hacer
el vacío caminaba por el desierto de una ciudad rota, vencida
el vacío no entraba en las casas de la peste y de las mariposas muertas
/clavadas en un álbum,

el vacío se comía cada mañana la cosa oscura de la noche,
se llevaba la masa sospechosa del mundo, el maullido de
/las olas del mar.

El vacío
que veía las situaciones del revés.

Cualquiera es copia errónea de un arquetipo inconcebible, ya lo sabemos
pero el vacío
ese antiguo vacío

te ayudaba a llorar con el agua mansa de sus ojos,
o te adelgazaba el sueño
para que pudieras guardarlo de una vez en tu bolsillo.

En el agujero del mundo
era un poco de luz.


PÁGINA 16 – ENSAYO

LUIS PEROZO CERVANTES
(Maracaibo-Venezuela)

UNA POESÍA VENEZOLANA CONTEMPORÁNEA

¿Existe? No volvamos a la diatriba existencia. ¿Está? No volvamos a las diatribas espaciales. ¿Es ficción? Sí.
Vamos a ataviarnos de poesía. Para una poesía contemporánea tenemos que adherirnos primero a la idea de “una poesía”. Ciertamente, “habemos” en “una poesía”. Somos verbo. Somos “haber” de poema. La poesía nos “habe”, o nos “ha” (aunque la sonoridad de la primera me seduce). En la colectividad humana, geo-cultural, llamada Venezuela, la poesía nos “ha”. Y en ese “ha” de “Hacer-Haber” nadamos. Desde aquellas metáforas, que extirpadas con amor, nos mostraran que los cronistas tenía una pasión poética genuina, hasta la más descarnada poesía que los “estudiantes” creen estar gestando. Casi quinientos años de palabra-poética nos “ha”, nos “habita” (a Bachelard le hubiera gustado hablar de un caracol).
Nadamos. En esa poesía nadamos, y la atribuimos a nosotros porque nos habla. Nos habla en el hablar de los pueblos, en su transformación a palabra. Entonces cuando vemos a Rufino Blanco Fombona en un anaquel, creemos en su poder, en el nuestro, y nos sentimos lectores de una literatura. Cuando una señora nos recita Ah mundo la negra Juana o algún pasaje de Juan Bimba, sabremos que “hubo” una poesía venezolana que el país aprehendió, que el país aprendió; y tenemos así, una lejana, pero verídica poesía venezolana.
Pero, ¿La contemporaneidad? ¿Es una enfermedad temporal?¿Un desquicio? ¿O el único momento de brillo de una mayoría disoluta? Nuestra rivalidad con los patrones nos hace decir que es más que un momento de gloria —autoconstruido—, en el que los poetas vivos se ufanan de no estar muertos. Pero es contemporáneo esto que decimos. Debemos ver el panorama de este universo poético, los problemas que han, de una u otra forma, llevado a la “poesía venezolana” a un estado casi cataléptico ante la lectura.
Hay un filtro —crítico— que deja todo intento de contemporaneidad en los versos de Vicente Gerbasi. A la noche vamos, quizá no se equivocaba. Pudo ser mucha vanguardia poética y mucha televisión patética. Pudo ser algún burócrata educativo que encarceló en currículo la palabra y nos sentenció a la más silenciosa de las condenas. Puede ser, también (en nuestro afán por tener una respuesta) y por mala suerte, el señor Pedro Díaz Seijas con su tan usado manual, quien canonizara —calcinara— a los autores, ahora clásicos o consagrados, de la literatura venezolana. Pero en definitiva es un problema comunicativo. El poder del lenguaje poético contra el lenguaje más vocal —son el mismo, usado con diferente intensidad—, la expresión más pobre e inmediata. No hay repentismos en el poder del lenguaje poético, no hay musa cantaría en este lenguaje. Pero, el habla necesitó siempre la vinculación; los niveles del habla son muy variados, a más estudiantes de arte seamos, más cerca de ese lenguaje poético pondremos nuestra habla, fermenta y urbana. Valgan los sueños y las promesas para alcanzar una poesía venezolana contemporánea.
En síntesis, existe un cuerpo de poetas. Nacidos desde la década del cincuenta —con algunas excepciones, como William Osuna, que nació en el año 1948—, quizás antes, para quienes ya en Andrés Eloy Blanco no hay vanguardia. Ellos, más por un orden temporal que espiritual, son los que consideramos “los poetas contemporáneos”. Quizá evocaremos alguna risa cuando al sacar la cuenta, un señor de 60 años sea un ejemplo de literatura contemporánea —la deuda de reconocimiento es muy grande—, pero nosotros consideramos que Cósimo Mandrillo (1951), es uno de los destacados poetas contemporáneos de Venezuela. No hablamos de poetas contemporáneos de veinte años. Para ellos existe una palabra deprimente: novísimos.
Entonces, en esta poesía contemporánea anotamos gente como: Laura Antillano (1950), María luisa Lázaro (1950), Alexis Fernández (1952), Miguel James (1953), Pedro Ruiz (1953), Luis Felipe Bellorín (1954), Ramón Elías Pérez (1954), Solage Rincón (1954), Antonio Trujillo (1954), Blanca Elena Pantín (1957), Luis Emiro Romero (1957), Carlos Brito (1958), Benito Mieses (1958), Juan Antonio Calzadilla (1959), Laura Cracco (1959), Miltón Quero (1959), Leonardo Ruiz Tirado (1959), Gonzalo Fragui (1960), Roger Herrera (1962), Jacqueline Goldberg (1964), Eleonora Requena (1964), Tarek Williams Saab (1965), José Gregorio Vílchez (1965), José Pérez (1966), Wafi Salih (1966), Freddy Nañez (1976), Rosana Marín, Luis Moreno Villamediana, Daniel Pradilla, Adelfa Geovanny, Edda Armas, Milagros Haack, Gabriel Jiménez Emán,
Entre muchos otros que mi escasa biblioteca no posee o cuyos nombres no he incluido por ser, a mi juicio —humano y errático— extremadamente malos. Nombro a estos poetas para hacer un marco de la poesía contemporánea legible en Venezuela. Estos autores —como deber de todos los contemporáneos— aún están a tiempo de sorprendernos —o seguir haciéndolo— con la palabra. Esta obra en creación constante está en su clímax, y desde este espacio (2010 digo) esperamos que siga en ascenso o se mantenga.
Mediante esta observación, una poesía contemporánea llega a sus haberes. En la poesía contemporánea venezolana es un tanto complicado, ya que todas las voces distan y confluyen tan espontáneamente —murió aquella cómoda tradición grupalista—, que el sólo propósito de “pensar ser” se convierta en una tranca para leer lo que se habla en versos. Atengámonos entonces a hablar de una poesía que abunda, que se hace poliedro y transforma definitivamente en una manada de silbantes. Una poesía que está dispuesta a entregarse al venezolano.
En este marco se inserta el poeta Carlos Ildemar Pérez (1964), quien en su búsqueda, es un ejemplo de ese enlace habla-poética que parirá la poesía del mañana, que generará el pronunciar de la poesía venezolana, que habrá en nosotros, que hay en la lectura poética, ó definitivamente, habe en la poesía universal.


PÁGINA 17 – CUENTO

MALCOLM PEÑARANDA YÁÑEZ
(Medellín-Colombia)

¿QUIÉN TE DIJO A VOS QUE LAS PRINCESAS PLANCHABAN?

Patricia es una de esas mujeres que impactan desde la primera vez que las ves.
Es alta, bella, elegante y de nariz respingada esculpida por algún cirujano.
Habla con propiedad y su conversación envuelve y entretiene.
Siempre viste a la moda y se pone tacones muy altos que te duelen a vos, aunque sea ella la que los lleve puestos. Tiene cuerpo de diosa y ambición de mortal.
Su pelo es abundante y ondulado. A veces parece tener vida propia y te recuerda el comercial del champú que hacía Farrah Fawcett.
Dejó de cumplir años a los treinta y cinco y calcularle la edad requeriría de un matemático, un esteticista, un antropólogo y una vieja chismosa.
Su piel es tan lozana como la de una quinceañera y su maquillaje es suave, resaltado por unos labios perfectamente delineados y humectados que complementan un labial rosáceo que pone en evidencia una boca sutilmente coqueta.
Sus uñas tienen siempre un esmalte de un color indescriptible, de esos que solamente conocen las mujeres y que a los hombres nos supera porque difícilmente manejamos veinticuatro colores, los que traía la cajita de Prismacolor que nos compraban en el primer año de escolaridad.
Nació en un pueblo del suroeste antioqueño llamado Ciudad Bolívar, que aunque no tiene nada de ciudad, tenés que denominar así porque los oriundos de dicho lugar se emputan si le decís simplemente Bolívar. Es un pueblo grande y bonito, enmarcado en las montañas majestuosas de nuestra zona cafetera y lleno de árboles, caballos y mujeres hermosas.
Ella siempre fue la más linda del pueblo, la más deseada, la novia perfecta para el médico, el ganadero o el político que quería ser alcalde. Su padre era uno de los ricos del pueblo y le dio una educación privilegiada en colegio de monjas.
Su inteligencia destaca tanto como su belleza. Habría sido una excelente economista y se habría podido ganar no un premio Nobel sino dos, porque su habilidad económica la envidiaría cualquier empresa o entidad financiera. Pero nunca quiso ir a la universidad. Ella no buscaba títulos, buscaba marrano, más concretamente, un tontohermoso que la sacara del pueblo y la trajera a Medellín a codearse con la alta sociedad.
Lo encontró en Rafael, un empleado público de medio pelo que era hijo de otro rico del pueblo y al que le veía un futuro brillante como ingeniero.
Princesa de pueblo como era, Patricia se hizo la difícil y él tuvo que echar mano de toda su galantería y de uno que otro bolero para poderla conquistar. Una vez me contó que se le volvió un reto tan grande que cuando le dio el primer beso, sintió que se había ganado una medalla de oro.
De hecho se la ganó, porque cuando un hombre con cara de cliente fácil se casa con una mujer tan bella e inteligente, su desarrollo profesional empieza a dispararse.
Ella lo sacó de sus círculos sabatinos y sus viernes parranderos y lo catapultó a los clubes sociales, las fiestas donde comen cosas que él no sabe pronunciar y las galerías de arte donde él bosteza mientras ella sonríe y de vez en cuando le da un codazo para que no la haga quedar como un zapato.
Apenas pudo lo obligó a crear una empresa de asesorías ingenieriles y lo empoderó con una serie de contratos que les dieron casa en barrio fino, finca en sector exclusivo y un apartamento en Cartagena que él compró a regañadientes pero que hoy enfatiza como la mejor inversión de su vida. Ella tiene tanta visión que debería ser inversionista o asesor financiero y no ama de casa.
Pero es allí donde más despliega sus habilidades. Ir a su apartamento es una experiencia para los sentidos. Lo ha decorado con tan buen gusto que te da temor hasta sentarte en uno de sus sofás con cojines hindúes porque pensás que vas a manchar de plebeyo los muebles de su castillo.
Su hogar huele a una mezcla de medio oriente y campiña francesa. Su cuerpo también lo perfuma con las carísimas fragancias de L’Occitane, una cadena francesa que aquí tiene como clientela principal a las dediparadas.
Ella es la perfecta anfitriona y sus fiestas hasta salen en las crónicas sociales porque le encanta invitar a personalidades criollas y a uno que otro extranjero que visita la ciudad y que ella conoce en conciertos, galas de beneficencia o eventos académicos a los que invitan al marido.
Sus fiestas las describe como “fantabulosas”, un adjetivo que quizás ella misma se inventó para destacar que son fantásticas y fabulosas al mismo tiempo.
Es entonces cuando me invita a su casa y lo hace a través del marido, quien termina de convencerme recordándome que un par de veces me referenció un buen cliente y que uno nunca sabe dónde puede encontrar clientes potenciales. Rafael habla inglés montañero y me las ingenio para rescatarlo de sus metidas de pata monumentales en las que confunde soccer con sucker o dice que un “electric ingeniér”. Jamás me paga pero no me siento usado ni estafado porque sus fiestas son un gana-gana. Él queda bien y yo me divierto observando la fauna social que podría inspirarme muchas historias. 
El tipo hace lo que su princesita le manda y aunque no podría asegurar que todavía la ama porque es un perruncho consumado que salta de cama en cama, jamás se divorciaría de ella porque esa mujer está tan bien conectada que supera a la mejor relacionista pública de cualquier empresa.
Ella es una mujer de detalles y de fina coquetería. La ves en el funeral de la mamá de un empresario, en el cumpleaños de un niño rico, en el prom de la vecina de mejor familia, en el rescate de un parapentista que se quedó enredado en unos cables eléctricos y hasta en la cena de las orquídeas, un evento de caridad que congrega a lo más distinguido de la sociedad y al cuerpo consular de la ciudad.
Es la dama bien hablada, bien vestida y bien emperifollada que quisieras tener de amiga, pero ella siempre ha sido clara que “no tiene amigos sino amigas porque las mujeres son más interesantes y complejas mientras que los hombres somos seres predecibles que siempre pensamos con la “cabecita”, cambiamos el vino por la asquerosa cerveza y desnudamos con la mirada a cualquier culiparada que nos pasa por el lado”.
Ella se esmera por hacerlos sentir especiales en sus fiestas y les echa piropos sutiles porque sabe que alimentando el ego masculino los tendrá comiendo en su mano y engordando la cuenta bancaria de su marido, quien le paga los viajes de compras a Miami, las excursiones a Europa y a las civilizaciones antiguas donde ella se identifica con faraones, zarinas y reinas caprichosas y por supuesto, las cirugías que ya la hacen parecer hermana de su hija universitaria.
A su marido en cambio, lo entretiene con un six-pack de cerveza, un televisor gigante para ver los partidos de fútbol y una revista de “soft porn” a la que lo suscribió una vez porque se la encimaban con su suscripción de Jet-Set, Hola o cualquier revista de chismes que ella devora con avidez mientras comenta cosas como “qué impresión!”, “me moríiiiiiiii con este papasote!” o “mirá vos, quien ve a esta tan chiquita y tan cuqui-contenta!”.
Es una impecable administradora del hogar y maneja a su servidumbre con una campanita de cristal dándoselas de aristocrática. Merca en distintos supermercados y plazas de mercado y hace rendir la plata como ninguna. Pero jamás aprendió a hacer ningún oficio doméstico y ni siquiera sabe cocinar. Cuando la empleada del servicio se enferma y no encuentra remplazo de última hora, se lleva la familia entera a un restaurante o pide domicilios. Si su esposo se pone pesado pidiéndole labores domésticas que derrumbarían su balcón de Julieta tropical, ella le grita su espectacular frase de combate:
¿Quién te dijo a vos que las princesas planchaban?


PÁGINA 18 – POESÍA ARGENTINA

ALFREDO LUNA
(San Fernando del Valle-Catamarca-Argentina)

EL SILENCIO LATE COMO PIEDRA CONVULSA

en la Poesía, montaña ondulante,
algo es posible;
pero la lengua es el cuchillo de lo que no puede decir,

como un errante escalofrío
el lenguaje cristaliza.

cuánto debo morir, entonces,
para que suceda el poema?

LO QUE OYEN MIS OJOS

sin alegría ni sosiego
me invade una creciente de palabras
que serpean riscos y presagios;
un sonámbulo artificio de signos,
para decir lo que no puedo.

mi mano forcejea
contra el caudal de musgo sonoro
y la Belleza, territorio cruel,
no me guarece.

SI LAS SOMBRAS SE DEVORAN, NO HACEN LUZ

una jungla de palabras vibran indignadas
fraguan en mis pupilas para fugarse:
me empeño en rugir el aire de las cosas.
no seré dueño de mis ojos
hasta que no diga.

la noche me punza. tengo miedo que mi voz
se pudra

ULTIMA CENA

la mesa está llena del hambre de nosotros
y de la gula de esos forajidos que acechan
como fieras voluptuosas;
no es grial ni bandera este mantel:
es la sábana que anoche escondía
tus cántaros repletos de siglos de abstinencia.

montados en esta cruz de ficciones,
bandoleros del orden sagrado, a tiros de petraria
ceden a los estragos del olvido
y nos comen, bocado a bocado
en “la casa del Padre de los cielos” ─dicen─

Rabí: qué será de ese fulgor líquido en tu boca
pidiendo Justicia?

“cordero de Dios”, si es verdad “que quitas
los pecados del mundo”, cierra tus ojos
y deja de pastar en nuestras almas.


SUSANA LIZZI
(Gualeguaychú-Entre Ríos)

7

Se congela su voz mientras marcha con su vasta penumbra.
¡Ah, si pudiera quedarse en su silla
mirando la madre que cose, ajena como la tranquilidad,
escuchando los ruidos comunes
-el agua que hierve en la pava
el chasquido del loro en su jaula
la baldosa pisada por su zapatilla
la puerta de chapa que golpea el vecino
un ladrido de perro
noticias de radio
la cama con bulla de niños
la cumbia de uno que pasa
un motor lejano,
si pudiera!
Marcha. Calada por la escoria
por la carencia
por la sombra misma.
Toda lengua pronta a trabajar,
toda cuerpo
toda llena de ganas de quedarse en su silla.

8

Semidesnuda
seminaciente
baraja pasos
noche a noche
atenta a toda voz
que la requiera.
Antes del amanecer
se niega a sí misma
más de tres veces.

9

No encuentra a nadie a veces
y es ridícula estaca adolorida.
Los pulmones respiran aire de escasez,
los números no dan.
¿Quién va a hacerse cargo del bocado,
del té,
del guardapolvo
del gas o de la leña,
quién va a dejar la moneda en la canasta de la iglesia
quién va a poder tomar la comunión este domingo
a los nueve años
si ella se queda ahí
parada
sin cruzar la estupidez de su noche sin venta?

“Dios mío
que llegue un cliente
aunque sea uno.”


PÁGINA 19 – ENSAYO

MARUJA VIEIRA
(Manizales-Colombia)

RECUERDO DE PIERRE MORAVIAH MORPEAU

Salud, amigo haitiano! Son largos los caminos, anchos los mares entre tu paisaje febril, y esta lenta ciudad pensativa. Pero has llegado a calles amigas y nos es grata y cordial tu estampa trashumante. A tu paso vas despertando los ecos de viejas y nuevas historias que unen a tu patria y la mía, tu paisaje y el nuestro, tu mano y nuestra mano.

Anda contigo la sombra de Toussaint L 'Ouverture. Contigo su corazón que cifró Pablo Neruda para el canto de América... Y Henri Christophe... Su fortaleza de La Ferriere. Su palacio de Sans-Souci...Su orgullo indomable que sólo pudo ser quebrado por una última bala de plata.

Los nombres haitianos se van acercando, uno a uno: Roussan Camille con los versos profundos de Asalto a la noche..Emile Roumer, Jacques Roumain..., Louis Morpeau.. Palpitación oscura de tambores y de misterios indecibles, que viene entre las páginas de Canape Vert y que ilumina en Los gobernadores del rocìo.

Saludamos a tu país, Pierre Moraviah Morpeau y a ti.. A tus poemas de Los Claros Instantes, a La Flor del Sol ..A tu poema marino de Gonaives que nos hace recordar palabras sin olvido que un dia fueron nuestras.

Maravillosa, terrible, misteriosa tierra haitiana. No es necesario haberla visto nunca. Basta presentirla. Está en la poesía del venezolano Neftalí Noguera Mora. Fue Neftalí Noguera Mora el mediador para que los poetas haitianos llegaran a ser traducidos por Carlos López Narváez. En El cielo en el río se abrió, para los países de habla hispana, el horizonte de la poesía del reino de Christophe. La voz de los poetas haitianos ,la “enmarañada dulzura que arrulla el mar” de que habla Pablo Neruda en el Canto General, está presente en las páginas de El cielo en el río, como lo estaría en El reino de Christophe, libro que el autor venezolano dejó inédito al morir en 1973.

Haití se encuentra en Los gobernadores del rocío, de Emile Roumer. Está en la cálida y rítmica voz de Jacques Roumain, en el latido oscuro de Canapé Vert, de Toby – Marcelin. Alejo Carpentier escribió las páginas magistrales de El Reino de este Mundo. Pero ese libro inédito y perdido de Noguera Mora “El Reino de Christophe” era la más lúcida puerta que se abría sobre la isla misteriosa.

HAITI

Es cierto que las casas desaparecieron,
pero quedó el mar. ¿Por qué no llora?

Quedaron las palmeras, el horizonte,
el cielo. ¿para qué sirven?
Los ríos ¿siguen insistiendo en cantar
entre las piedras?

El viento gime en los cañaverales
por donde van las almas de los muertos.
Los árboles esconden sus maderas.
Temen al hombre que los tala.

Los niños tienen hambre. Ahora son menos,
pero quieren volver a jugar, y cantan.
hacen muñecas y balones con lo que encuentran.
Las montañas, las rocas también están allí,
pero guardan un inverosímil silencio.

Están inmóviles como nosotros,
que no hacemos nada mientras Haití se muere.


PÁGINA 20 – CUENTO 

MIGUEL ANGEL GAVILÁN
(Santa Fe-Argentina)

LA VERDAD

El sol le pegó en los ojos al bajar del patrullero y la voz aquella de las advertencias y los presagios regresó con la resolana:

- Es inútil cerrarle los ojos a los muertos... que por más que uno se esfuerce, una vez que están abajo de la tapa... se les abren igual y siguen viendo lo que hacemos los vivos. Nos tienen vigilados hasta que nos morimos y somos como ellos...

Su madre, la que le decía estas cosas, estaba muerta hacía años y él, puro ojos negros, de perro flaco y figura esmirriada, maltrecha, que se le fue poniendo suave a fuerza de querer ser mujer, la había visto morir de tedio, de soledad, de inercia.

La hicieron pasar a una oficina. La risa se desplegó en las bocas con un reflejo de asco. Algunos, se taparon con los expedientes; otros, más jugados, presenciaron la llegada de la travesti con la curiosidad, morbosa y frontal, de los que se equivocan al pensar que nada puede avergonzarlos. La juventud se le estaba relavando como la tintura de los mechones canosos. En la remera ajustada, sin flores, sin misterios, se adivinaba esa coquetería de murga, copiada una y mil veces a la parte pública de la noche. Se sentó, cruzó unas piernas de jeans y comenzó a mover las uñas plateadas: astillas de vidrio encima de una carne débil. La piel, agredida de maquillaje, conservaba marcas chinescas de llanto. Al hablar, miles de cigarrillos fumados en esquinas desiertas, o en camas, o en autos, despertaron para hacer más imposible la mujer denunciada por el nombre y por los meneos.

- No te olvidés: hay que ser bueno en la vida... que siempre tenés que ayudar al otro porque después Dios te dice, Dios se acuerda...

La madre fregaba camisas de hombres que después se iban como lo había hecho su padre. Huían apestados por el amor de esa ruina que daba consejos, las tetas mascadas, abultado el vientre contra el plástico del fuentón.

- Vos no sos mejor que nadie ¿sabés?... vos sos bueno y eso Dios lo ve.

Después de su padre vino otro que le pegaba cada vez que lo pescaba disfrazándose delante del espejo. Y después otro, que ni siquiera lo miraba, pero que cuando la madre estaba muy borracha, lo buscaba y se acostaban juntos.

El sumariante le preguntó el nombre. Hacía tanto que no lo usaba. Agustín, pero siempre "La Colo". El alias hacía tan agradable la mentira. En la calle soñaba con que un tipo de plata la levantara en un auto impecable y rojo, siempre el rojo en sus sueños, y la llevara lejos de esa villa llena de sapos y cunetas donde nadie podía ser feliz.

Recordó el día en que su último padrastro se fue de la casa. Ejércitos de moscas rondaban la carne recocida en la olla y los restos de grasa. Los ojos líquidos de su madre se hacían lágrimas de vino sobre el mantel. El calor bajo el techo de chapa, o el rencor o el miedo, falseaban la bondad de aquel Dios invocado en la borrachera.

- Tenés que ser bueno vos... cumplidito... para que el barbudo te ayude y los muertos te quieran más y no te sigan.

El sumariante leyó los hechos con velocidad de hélice. En un instante, cada minuto del procedimiento se edificó enorme y brutal, sobre el escritorio. Leído así, con distancia implacable, lo vivido se traducía en potestades legalistas y en arrebatados empujones sin testigos. Y lo peor: se antojaba falso.

Lo primero que hizo, ni bien juntó algo de plata, fue comprarle una heladera a su mamá. La compró usada a una puta más vieja que se iba a vivir a Buenos Aires. Ella misma repintó la puerta que estaba algo oxidada y la puso en la cocina, donde los del barrio la admiraran, como un trofeo. Dos casas más adelante vivía una piba joven, la Nicol, que hacía poco había tenido un bebé y le guardaba la leche en una conservadora. La Colo pensaba que los chicos eran frescos, llenos de colores suaves, de caricias pequeñas, así que le ofreció la heladera para que pusiera ahí la comida del nene. Las moscas se fueron de la casa y la bondad llenó la casilla como si fuera luz.

El defensor le dijo que no hablara, que la droga estaba por todos lados, en las camas, encima de la mesa, balanzas, pedazos de nylon, que se abstuviera le dijo. Pero algo, una borra espesa, mordía en el pecho y era menester decirlo, sacarlo afuera, para que no molestara.

La Nicol empezó la historia con el pendejo.

- Dice el Tranca que te conoce, que te ve siempre cuando vuelve de la obra. Y me pregunta si vivís sola, si tenés lugar porque anda buscando donde quedarse.

Y era cierto. La mujer lo había largado hacía unos meses. Le golpeó la puerta a la Colo, campera de cuero negra en ese desparpajo de no pedir permisos para conseguir lugares, trajo una cerveza que se tomaron pausadamente y en lo mejor de las confesiones, le acarició la mano. Para la gente que nunca se ha sentido amada vale un gesto, una broma con sabor a dicha, para volver a confiar. Y además el Tranca era joven, se le acercaba con olor a limpio en la voz, no con la cara verde por la sombra como los de la ruta. El Tranca, aunque la Colo nunca logró definirlo, tenía algo de recién abierto a la vida. Si hasta le traía flores y se las dejaba en la mesa para que él las viera al llegar en la madrugada.

- Pero nunca te enamores, nunca, porque eso Dios lo castiga. No hay que querer más que a Diosito para irse sin mancha.... para no dejar a nadie en este mundo sufriendo por uno.

- ¿De quién era la droga Rojas? le preguntaron con persuasiva lentitud.

Pensarían que poniendo frenos en la voz, la verdad se revelaba más rápido.
Eso no lo previó. Ni se acordó de los consejos maternos cuando el muchacho se le cayó en sus días. Dejó que se le metiera en la casa con sus suavidades y su moto rugiente, su cinturón de calaveras y sus plásticos de colores. Un día llevó la ropa y otro, una valija de cocaína. Aspiraban juntos y se llenaban de sueños, se caían en un arroyo de abrazos, impalpable y blanco para despertar fríos, como los muertos.

- No te olvides que Dios ve todo, sabe todo, igual a los muertos que te dije...

Esa noche pelearon. Por plata, por otro tipo, por la mujer que había vuelto y las ganas de matarla o matarse al escuchar que el Tranca respondía a sus gritos con justificaciones barrosas, miserables.

- ¿Qué querés? ¿Qué me siga cogiendo puntos para que vos seas feliz?

Discutieron feo, sí. El Tranca le dijo viejo, marica de mierda y él quiso pegarle pero el puño se le hizo paloma que se deshojó en vuelo.

- Mañana vengo a buscar la merca. No se te ocurra cagarme Colo, porque te vas a acordar de mí.

Parecía premeditado. El silencio que debía guardar, la verdad que enturbiaba, los ojos de Dios que la travesti reconocía a su lado, en ese despacho, entre las caras que lo cercaban.

En el relato había siempre algo cierto. Ella había abierto los paquetes de la valija, ella había regado la droga por los lugares donde creyó que podrían quererse con el chico, ella, andaba por la pieza, aspirando, queriendo tapar la cara de la muerta que le advertía por los rincones:

- Y no hablés de nadie. Menos de gente que quisiste. Es mejor guardar el cariño para uno, así no duele tanto, así no te molesta.

No escuchó nada. Ni el portazo, ni al Tranca que lo llamó loco y viejo y loco otra vez, ni a la policía que llegó porque sus gritos habían alarmado a los vecinos. Se veía en el hospital, cuando le cerró los ojos a su madre, sabiendo que volverían a abrírsele en el cajón, para torturarlo.

- ¿De quién era la droga Colo?

En el patrullero, el Tranca, sin esperar respuesta, le puso la mano en la rodilla y lo miró de esa forma que lastimaba, de esa que la Colo nunca interpretó, o interpretó mal, o quiso pensar que era la verdad buscada. Porque en definitiva: ¿qué era la verdad sino un papel en blanco que se llena a voluntad de unos pocos; un engaño hecho para no escandalizar a los justos?

- La droga era mía -murmuró en un renunciamiento, con descampada nobleza, mirando los carbónicos en la máquina de escribir. El pendejo no tiene nada que ver. Déjenlo tranquilo.


PÁGINA 21 – POESÍA AMERICANA

RUTH VEGA
(Cuzco-Cusco-Perú)

I

Ha cruzado una mariposa gris frente a mis ojos
Justo cuando el sendero se enlodecia 
He dado un salto imitando su aleteo 
y he venido a parar sobre un campo de habas
Que reverdece y revienta sus legumbres en mis brazos
Abrense mis pulmon
es al aroma de los eucaliptos 
Y me pregunto ¿Que me has hecho?

Algo acaricia mis rugosas y astilladas mejillas
Y los tejados de las casitas que levanto la luna anoche ven reflejado mi rostro

Ahora que el cielo se despinta transito sin prisa por el sendero fresco 
Sobre el cascajo tierra arena y acaso ojos molidos
Mientras el trigo cuelga de millares de tallos
y unas flores blancas me sonríen con sus pétalos azules
Me persiguen una hiena despellejada y los tejados vidriosos con mis rostros desfigurados 

Pequeñas callecitas se abren a mis costados sigo sobre el sendero de lo que venga 
a un lado una vieja carreta al otro un atado de trigo fenecen
Parece que quieren ver cuando me encorvo 
Una voz no ha dejado de llamarme y es más audible ahora que mi viajante se cansa

Miserable de mí que aunque te busque soledad
Me descubro siempre en una mirada vieja entre mis ojos 
Ella ya no tiene dientes parece masticar siempre mi aire 

Sé que me extravió en el tiempo
Y que llegado al abismo a donde he de caer
Olvidare mis retazos en el camino
finalmente se romperán solo mis huesos
Y esta piel que arrastro se desprenderá al viento
yo no fui hecha sobre la silueta de un ave
Mas un diluvio de plumas se clavaron en mi dorso
No lo sabía entonces pero conocí los límites del cielo
Y aquí estoy ahora deambulando en los confines de la nada
quedara acaso mi nombre aunque suene a granizo entre tus dientes

¡Viento déjame caer sobre el trigo que bailas! 
Quiero rencontrar mi piel esa de la que fui tomada
elévame lo más que puedas y arrójame a la quebrada
déjame volver a las entrañas de mi madre
Donde crece el maíz y florecen los gorriones
prepárame el viaje que he cortado mis pies y se desangran

II

¿Donde están los ayes que no los oigo?
¿Donde flamean las cuerdas de su garganta?
se engullen los ríos hacia el epicentro del dolor 
y se hacen fuego incendiando las paredes del estomago
arden los colosos y se desploman mas adentro
allí donde la mar es roja y hierve envenenada
desde allí arrasa el mármol y la hace arena
enreda enloquecido la fibra hasta partir en dos el alma
la risa revienta en u
n estallido de dientes de hierro
y se van a clavar sobre esos tus ojos negros que no me miran
castigo de látigos trenzados a piel de todavía hombre
estallaran las vísceras de tanto azotar la espalda de la nada
millares de neuronas necrosadas apestan el cráneo 
niebla te levantas con sabor a podredumbre
te eriges en murallas engrilletando tobillos y muñecas
asesino homicida perseguidor de pétalos blancos
¡Si hoy me cuelga la lengua fétida!
hastiada estoy de atesorar la miseria 
¡caigan sobre mi los muros del infierno! 
pero liberen los corderos que nada sabían ni tenían
no quiero seguir el féretro blanco
no quiero sepultar sus manos ni sus ojos 
todavía tiene que haber tiempo 
aun debe salir un sol y matar aquella luna
todavía un segundo mas para trenzar el viento 
piedad uno mas para envolverlo a sus huesos
y uno mas para asir de el y dejarlo volar un segundo mas.....

III

Me duele hasta el corazón que no tengo
dejare caer la hormiga que escalaba mis pechos
Tierra seras solo alimento abultando mi abdomen
Hoy Desgarro mis ojos de tu raíces
Vagare en ceguera lejos de tu orfandad 
Tendré liza la piel sin los surcos de tu memoria
Caerán los cascos de mis pies me enquistare a la niebla 
He de ser solo pasajero del aire de mis pulmones
Que nada me ate ni desate del 
viento
Y aunque todavia transpiro la tierra humeda 
No tocare mas su olor resquebrajandose de sus fisuras muertas
Añejo es ya mi tiempo aunque mis pupilas no dejen de parir pétalos
Maldigo estas palabras que se trenzan con la paja
Para beberse hasta la ultima gota de sal roja
Me urge reventar los cristales del lago
Sumergirme en ella y asesinar los fetos de la luna


ELVIRA ALEJANDRA QUINTEROS
(Cali-Colombia)

TODO PASO

Se anidan como la respiración del sosiego
Como la lluvia del pasado
Como la sombra, el sol, el eucalipto sin vértigo
Como el último sueño con caracoles y monedas musicales las frases que se dijeron ellos una tarde
Nadie los escuchaba sólo el cielo con su oleaje rebelado un poco antes de que hablaran los aguaceros

Todo pasa

Todo queda aquí en el no respiro que se impone como la caída de ciertas imágenes:
Se atan al caminar, al hacer, al reposo
A la desolada compañía de las palabras.

NOMBRES

Los nombres de las cosas que amo son los nombres de las cosas que anhelo.
Sin embargo la vida me obliga a usar otras palabras por las que el mundo está regido como si se negara, incorruptible, a establecer un orden contrario.
Así los redondos días del trópico, toda su luz y la fuerza que ignora el desamparo
Antes que alimentar la materia de mis huesos, se niegan a ser metáfora de los actos que dan cuenta de mi deambular en ellos.

Deambulo.

Entonces no camino.
Y no me baño en las aguas claras como quisiera, sin un porqué y una vergüenza que deba ser lavada.
Y no logro mirar a la noche como la tierra del descanso prometido
El lugar de la fiesta
Sino con el horror de repetir la pesadilla.

Las cosas que amo luchan sin sosiego para no ser apartadas de sus nombres.
Inventan una nueva fe y salen como huracán a barrer calles
Y transigen
Y tramitan, desesperadas, la posibilidad de comenzar a ser, desde ahora, parte con voz y voto en el mundo de afuera.

Y yo miro su ingenuidad y la comparto.

LAS VOCES DEL DÍA

Dejemos que la luz se meta y acose hasta develar los secretos guardados.
Es lo que hace falta.
Están allí estorbando desde la vez que los aceptamos como aliados.
Sólo después volveremos a pisar la tierra con los pies descalzos y descifraremos el mensaje.
Que empiece a hablar el fuego y escoja lo que crea conveniente.
Que no dude en borrar.
Tal vez después bebamos a plenitud las aguas claras y bañemos en ellas nuestros cuerpos sin miedo al torrente.
Y que el viento se lo lleve todo y no nos diga el nombre de la otra ciudad.
Así no nos asaltará la tentación de repetirnos.


PÁGINA 22 – ENSAYO

MARIO BENEDETTI
(Montevideo-Uruguay)

JULIO CORTÁZAR, ESE SER ENTRAÑABLE

Fuente: Casa de las Américas, Edición dedicada a Julio Cortázar, La Habana, 1984. 1° edición en Buenos Aires: Nuestra América, 2004, págs. 27-29.

Ignoro si Julio Cortázar, en sus últimos días, habrá tenido conciencia de que se acercaba inexorablemente a su privado final de juego; pero si fue así y pudo hacer un balance de ciertas reacciones que en los últimos años provocó su figura, tal vez haya sentido una cierta amargura en el fondo de su ser, tierno, generoso, siempre más preocupado por los demás que de sí mismo. Es obvio que, a partir de su decidido apoyo a los movimientos revolucionarios de Latinoamérica y de su tajante denuncia de las dictaduras del Cono Sur, hubo una injusticia esencial en el tratamiento dispensado a Cortázar por algunos medios de comunicación, por ciertos sectores de la crítica y hasta por varios de sus colegas.
Si hubiera cedido a las presiones y se hubiera sumado al coro de detractores de Cuba y Nicaragua, dos revoluciones que conocía de cerca y que siempre defendió, las fichas biográficas pergeñadas con motivo de su muerte habrían incluido seguramente toda una nómina de premios internacionales de primer rango. Pero Cortázar se va sin premios, al menos en el área hispánica (los franceses galardonaron El libro de Manuel). Es cierto que otros autores latinoamericanos, políticamente afines a Cortázar, han sido favorecidos con importantes recompensas, pero a él no se le perdonaban varias cosas: por lo pronto, que, habiéndose iniciado como escritor en un marco literario (concretamente, el de la revista Sur, de Buenos Aires), francamente conservador y hasta reaccionario, asumiera luego tan definidas posiciones de izquierda, y también que, siendo un escritor de temas fantásticos (la magia, la fantasía, los sueños sirven hoy frecuentemente para escabullirse de la comprometedora realidad), se vinculara tan estrechamente a muy concretas reivindicaciones del mundo real, a tantas angustias de la América pobre.
No obstante, Cortázar nunca fue un incondicional de las causas políticas que defendía. Aquí y allá dejó expresa constancia de sus objeciones, de sus críticas, de sus diferencias, tanto con respecto a Cuba como a Nicaragua, pero también rescató fervorosamente en ambas revoluciones un promedio de realizaciones que él consideraba altamente positivo para los hombres y mujeres de esas tierras. Nunca aisló de su contexto las críticas ni los elogios, ya que era consciente de que ese aislamiento puede ser una forma sutil de mentira o de calumnia. Se le criticaba su acento y su ciudadanía francesa. Por su parte el Departamento de Estado le incluyó entre sus indeseables, y en varias ocasiones le negó el visado.
También se ha dicho y escrito que, si bien en los primeros volúmenes de cuentos y en Rayuela, Cortázar demostró ser un escritor de primer rango, todo cuanto publicó a partir de la asunción de su compromiso político carecía virtualmente de valor artístico. Lo cierto es que, como cualquier escritor de producción constante, Cortázar tuvo altibajos de calidad, pero siempre a partir de un nivel dignísimo. En cierta ocasión un periodista le recordó que sus últimos relatos se había dicho que eran "los de un Cortázar personal, que sobrevive a sus propios temas", y Julio respondió, sin alterarse: "Es posible. Ésa es mi libertad de escritor". La verdad es que el peor de los cuentos de Cortázar significaría, sin duda, un extraordinario progreso en la trayectoria de algunos de sus implacables desacreditarores. Por otra parte, en cualquiera de sus últimos libros hay relatos memorables, y nadie puede negar que Deshoras, publicado hace algunos meses en España y México, está como conjunto narrativo, a la altura de libros tan notables como Las armas secretas o Todos los fuegos el fuego.
Mi inicial vinculación con Cortázar fue con su obra. El primero de sus libros que cayó en mis manos fueBestiario, allá por los años cincuenta, e inmediatamente leí Final de juego, Las armas secretas y Los premios. Recuerdo que el cuento “El perseguidor”  me pareció particularmente brillante, pero, sin duda, el gran deslumbramiento vino con Rayuela, y creo que ese asombro se notaba cuando publiqué, en 1965, “Julio Cortázar, un narrador para lectores cómplices”, en una época en que aún no conocía personalmente a Julio. Desde el comienzo me conquistó en sus cuentos la difícil relación fantasía-realismo, decisivo ingrediente de su tensión interior y también de su indeclinable ejercicio del suspenso. No bien el lector se daba cuenta de que este narrador no usaba exclusivamente lo real, ni exclusivamente lo fantástico, quedaba para siempre a la angustiosa espera de los dos rumbos.
Si se tiene la paciencia de efectuar una suerte de lectura colacionada de todos sus cuentos, se verá que muchos de los elementos o recursos fantásticos usados en los mismos son meras prolongaciones de lo real, o sea, que lo increíble no parte de una raíz inverosímil, sino que proviene de un dato absolutamente creíble y verificable en la realidad. Por ese entonces me pareció descubrir una de las claves del quehacer narrativo de Julio, y la detecté en uno de sus textos no narrativos. (“El cuento de la revolución”, 1963). Allí menciona que, para su admirado Alfred Jarry, "el verdadero estudio de la realidad no residía en las leyes, sino en las excepciones de esas leyes". La afinidad esencial que une y orienta los cuentos de Cortázar pone el acento precisamente en esa característica (la excepción), para la cual lo fantástico es sólo un medio, un recurso subordinado.
Rayuela es, como hoy todos los críticos lo admiten, una obra clave, no sólo de la narrataiva cortazariana, sino de la novela latinoamericana del siglo XX. Creo que este libro, además de la doble lectura que el autor, sagazmente, propone, tuvo también un doble disfrute para todos nosotros. Por un lado, el rigor artístico. Creo que es la lección más contundente y transmisible acerca de cuáles deben ser las prioridades para alguien que pretende hacer literatura. En ese sentido, Rayuela puede ser disfrutada en varias zonas, a saber: la conformación técnica, el retrato de personajes, el estilo provocativo, la alerta sensibilidad para las peculiaridades del lenguaje rioplatense, la comicidad de palabras e imágenes, la sutil estrategia de las citas ajenas. Ese contenido se brinda al lector en un impecable envase. Más de una vez le he oído decir a Julio que la distinción entre forma y contenido era una falsa dicotomía, y él se encargó de demostrar esa unidad esencial en una obra como Rayuela.
Creo que he leído todos los libros publicados por Julio, y me atrevo a afirmar que no hay ninguno que carezca de ese toque esencial que compensa con creces la lectura. Como pocos escritores de Latinoamérica, tiene el don de narrar, de inventar historias, de sorprendernos, de dejarnos en vilo.
Lo conocí personalmente en París, creo que allá por 1968, en casa de amigos comunes, y ya entonces me pareció un tipo cálido, sin falsas modestias ni caricaturas de vanidad. El posterior conocimiento, el frecuente trabajo conjunto (por ejemplo, en el Comité Permanente de Intelectuales por la Soberanía de los Pueblos de Nuestra América, que ambos integramos) y las muchas horas de conversación mantenidas en diversos puntos del conturbado planeta me confirmaron la actitud generosa, la sincera preocupación por su país y por toda Latinoamérica, en una entrega de tiempo, de talento y de energías que en largos lapsos le impidió seguir escribiendo. Alguna vez me dijo, entre preocupado y enternecido: "¿Viste? Nos llaman porque somos escritores, y luego nos dan tanto trabajo que no nos dejan seguir escribiendo".
Nadie más empecinado que Cortázar en la crítica a los contenidos del lenguaje. Él mismo ha aseverado que en Rayuela
"se cuestionan todos los parámetros de la civilización occidental dentro de la órbita capitalista. Rayuela ataca el orden social y mental de ese mundo, ataca el lenguaje de sus valores y busca una aproximación por un lenguaje diferente. Es necesaria la crítica a los contenidos del lenguaje, de las viejas maneras de decir, del idioma del enemigo. Cuando traducía para la UNESCO me veía obligado a trabajar en los discursos de los oradores que usaban su tribuna, y en ellos había gente que cuando se referían a la India decían invariablemente la India milenaria, y llamaban a la capital italiana la Roma eterna. Era como una broma".
Y muchos años antes, en una carta que publicara la revista Señales, de Buenos Aires, había expresado:
"Hace años que estoy convencido de que una de las razones que más se oponen a una gran literatura argentina de ficción es el falso lenguaje literario (sea relista y aun neorrealista, sea alambicadamente estetizante). Quiero decir que si bien no se trata de escribir como se habla en Argentina, es necesario encontrar un lenguaje literario que llegue, por fin, a tener la misma espontaneidad, el mismo derecho que nuestro hermoso, inteligente, rico y hasta deslumbrante estilo oral. Pocos, creo, se van acercando a ese lenguaje paralelo, pero ya son bastantes como para creer que, fatalmente, desembocaremos un día en esa admirable libertad que tienen los escritores franceses o ingleses de escribir como quien respira y sin caer por eso en una parodia del lenguaje de la calle o de la casa".
Cortázar siempre intentó deslizarle casi secretamente al lector la semiconvicción de que su oído era argentino (hasta sus personajes franceses hablaban como porteños), por tanto, que el lenguaje del mundo se incorporaba a su ser a través de ese oído. "En París todo le era Buenos Aires, y viceversa", escribió Cortázar acerca de Oliveira, su personaje de Rayuela, pero la viceversa apenas si se notaba.
Con su muerte, probablemente se calmarán los desaforados enconos y surgirán las tardías reivindicaciones. Curiosamente, Julio era un ser desprovisto de odios; jamás respondía a los virulentos ataques, que pretendían ser literarios, pero en el fondo eran políticos. Algunos pensarán que Cortázar muerto molesta menos que Cortázar vivo. Se equivocan, claro. Cortázar les molestará siempre, ya que su obra y su actitud seguirán marcando rumbos, abriendo caminos, y los lectores, que siempre le fueron fieles, y particularmente los jóvenes de Latinoamérica, los de hoy y los de mañana, seguirán acudiendo a sus páginas como quien penetra en un mundo en que la realidad es un descubrimiento, y la fantasía, un hecho cotidiano. La verdad escueta, irreversible, es que hemos perdido a un ser entrañable que nos contaba historias inesperadas y asombrosas.


PÁGINA 23 – CUENTOS BREVES

MARIANA MIRANDA
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

VERDAD

     Al principio no se percató del asunto… Por cada mentira que decía su nariz crecía un poquitito más… Y como decía muchas ya era una nariz bastante larga… En realidad siempre lo supo, pasa que no quería darse cuenta…. Gepetto se lo había dicho cuando terminó de ponerle los últimos tornillos…. Tampoco quería reconocer que la tierna Coppelia no le creía cuando él todos los días, a la medianoche,  le recitaba en dulces poemas de enamorado loco la inmensa magnitud de su auténtico amor.
     Tampoco quiso creer, mucho menos ver, mucho menos oír, cuando los gemidos multiorgásmicos de ella estallaron en la noche incendiándola de pasión y subiendo, in crescendo, hasta los cielos inmensos en donde hasta las últimas estrellas del firmamento se preguntaron qué hacía el tonto de Pinocho ahí declarándole su verdadero amor a ésa…

LUZ

     El último estertor seco retumbó en el firmamento inmenso. La noche negra y abierta crepitaba estrellas. Ella supo, en ese momento, que toda su vida había estado sola. Pero ahora lo tenía que decidir.
     Armó un bolso con lo mínimo.
     Abrió la puerta dejando el cadáver del hombre tras sus espaldas mientras caminaba hacia el vasto mundo que se abría delante suyo…


PÁGINA 24 – POESÍA AMERICANA

CARMEN VÁSCONES
(Samborondón-Ecuador)

1

He venido del mar
y no de la boca de los hombres
que engendraron mis hijos
con la brutalidad de sus gestos.

Han enterrado mi presencia
no sé quién soy

Regreso a la ternura de la ola.

2

Quien ha visto llanto al mar
cuando sueña el naufragio

Quién ha visto sollozar al mar
tras la roca

Quien ha visto lágrimas al mar
para dar de beber al navegante

Quién ha visto llover al mar
junto al ahogo del amante

Quién ha visto salivar al mar
la piel de sus dios

Quién ha visto sudorar al mar
la posesión de su cantor

Quién ha visto traicionar al mar
ante la mirada de otro espejo

Quién ha oído al mar
La perpetua orgía de su voz.

3

Refugiado el crepúsculo en los rezagos de la duda
los garabatos del sueño se apropian de la forma

La autora recoge el telón

A un lado la foto del mar
donde la gaviota ignora su espectáculo

Imagino su muerte

Golpea la necedad en el vaivén de su fin
agarro su vuelo su aliento sus ojos mortales
sólo un grito queda
lentamente cae
sus alas envolviéndome
mi tempestad no acaba
un punto descendió más allá de toda espera
el último movimiento se desprende de su cuerpo
siento reventar la ola en mi vientre

El candil consumió la luz
el mar no devuelve la vida

Siglos de pasión advienen al hombre

Goza ilusiones de posesión
encadenado al regreso temporal
el dolor y la ternura por el resto de sus días

Perezco en el dibujo
me dejo llevar por el principio

Debuto en la madriguera de la ficción
única espectadora.


ALEJANDRO DELGADO
(Morelia-Michoacán-México)

A TONTAS Y A LOCAS

hay días
en que se me escurre
la sal del sudor en los huesos

días de marchitar el ansia de los fragmentos
donde las horas inútiles
destruyen la verdad de las tormentas

AGUA VENÉREA

tu mirada abraza
es un caricia de profundidad
encendida
en el brillo de una enredadera
que como venero de agua
se ajusta al secreto
en el deseo del viento

miro en el abrazo de tus ojos
lo que tiene de cierto
el espejo en la mancha del sol
aquella fuente del misterio
en la hendidura de tus labios
todo lo que es influjo bajo la piel
una oscuridad que se prende
como la flama a la hoja tendida en la ola
la espuma que se hace filo del mar
que mira también los reflejos en la sal
cuando anuncia la humedad que se frota
en todas las formas posibles de arena
y toda posible transparencia sembrada
o lo que el alma del tacto mira
en unos instantes decididos al azar

mis ojos oradan tus retinas
rastreando huellas de tu luz
que entre abierta crispa
la forma de tus sombras
tal arado sensible y sensual
un acertijo de piel
una confidencia táctil
que hechiza con el color de conversación
cuando más necesaria es la búsqueda
es vivir prendido de otra memoria
devoto a la devoción cutánea del otro
en otro cualquier momento
y contar una historia de tactos en rebelión
o de sueños en comunión

te miro como visión propia
entreverando tu propia visión
y ambas más que luz
o crisol de formas
revela al sueño como condición
o una forma de enredadera
para hacer del deseo
la piel del tiempo

te miro
como el niño que ve nadar el cometa
o el camino jugando a ser río

ESCRIBIENDO EN LOS ESPEJOS

los espejos son páginas inéditas
donde la ilusión del dominio de la luz
juega la trágica gramática de las sombras

ahí parpadea sus rutinas la razón última
del rayo que grita los esténtores del eco
la silueta del tiempo hecha reflejo

escribo sobre el cristal
buscando la verdad de sus fragmentos

me pierdo en el reflejo oscuro
desatando los nudos en refracción de la memoria

hay escrituras en los espejos
sentencias contra la impunidad del olvido
romances en verso de la muerte

en los espejos la luz sepulta horizontes
brillos que cercenan la permanencia de los sueños
sombras que maldicen el espejismo del futuro

hay espejos que como cantos
corean la profundidad del silencio
el llanto del recién nacido
la intimidad de la muerte ajena
el renacer en el abrazo
el dolor y el gozo fuera del vocabulario

en los espejos voy encontrando
la memoria del olvido
la tragedia de lo útil
el gozo de lo incierto
el juego eterno de los tiempos
la verdad infinita del humo
lo que escribe la rebeldía del viento
con letras traslucidas de misterio

escribo la claroscura consciencia del viento
donde los conceptos reptan
el programa de la muerte
y las arañas tejen la trampa de los sueños
que inoculan la vigilia del deseo

los espejos escriben su propia historia
son la versión invertida de una verdad mentirosa


PÁGINA 25 – ENSAYO

OCTAVIO PAZ, POETA RADICAL Y OCEÁNICO
Fuente: El universal, México

RUY SÁNCHEZ Y WEINBERGER CELEBRARON AL INTELECTUAL MEXICANO

Octavio Paz fue un poeta radical en el sentido aristotélico, un creador intenso y forjador de ideas, fue un "poeta oceánico", opinaron el mexicano Alberto Ruy Sánchez y el ensayista estadounidense Eliot Weinberger.
Los dos escritores participaron anoche en una sesión que conmemoró el centenario del natalicio de Octavio Paz (1914-1998), como parte de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, organizado por el Fondo de Cultura Económica (FCE), filial Colombia.
Octavio Paz fue "un poeta creador y un intenso forjador de las ideas, pero las ideas no ahogan la efervescencia creativa", afirmó Ruy Sánchez, uno de los estudiosos de la obra del poeta mexicano y director de Artes de México.
A su juicio, el Premio Nobel de Literatura 1990 fue un poeta radical que escribió en el sentido aristotélico, de la "persona que habla de lo que fue, de lo que podría suceder y de lo que debería suceder, o sea hay una serie de hechos de elucubración y de ética".
El poema en prosa "El Mono Gramático", fue uno de los textos que resultaron fundamentales en la formación de Ruy-Sánchez, una obra en la que convergen dos escenarios: el camino de Galta, en la India, y un jardín de Cambridge.
Este poema es una indagación en torno al sentido del lenguaje y sus relaciones con la realidad fenoménica, en torno al juego de secretas correspondencias entre idea y verbo, palabra y percepción, erotismo y conocimiento.
"'El Mono Gramático' es uno de los libros que me han marcado, ha sido poderoso, es un poema que al mismo tiempo es un relato de viaje, lo cual es muy interesante. Pero al mismo tiempo, hay todo un mundo que se está descubriendo", afirmó.
Contó que cuando escribió el ensayo "Una introducción a Octavio Paz", que presentó en el Feria Internacional del Libro de Bogotá, empezó a redescubrir al autor de "Luna Silvestre".
"Octavio Paz es un creador que en su momento absorbe todo lo que encuentra, y se ve en los textos en el que habla de su propio recorrido", anotó Ruy Sánchez, quien aseguró que la verdadera voz de poeta mexicano la encontró en "Bajo Palabra".
Dijo que la persona que quiera hacer un recorrido por la historia de las vanguardias en la literatura, debe leer a Octavio Paz, y en particular "Bajo Palabra" y recordó que el narrador mexicano inventó los anti-poemas, incluso antes de Nicanor Parra.
Para los lectores jóvenes, sostuvo, es importante la obra de Octavio Paz, porque pueden ver en sus textos una "tremenda estética" y porque él no tuvo una mirada, sino una visión del mundo".
Ahondó que "hablar de lo posible y hablar de lo que debería ser y no sólo lo que fue, da un elemento de elucubración en su obra, es una elucubración razonada, y eso hace que muchas de las cosas que Octavio Paz escribió, son muy actuales".
En su oportunidad, Eliot Weinberger expuso que Octavio Paz le permitió entrar a otro mundo que él no conocía, y calificó al escritor mexicano como un "poema oceánico", por las diferentes y variadas formas de conocimiento manifiestas en sus textos.
"Entonces para mí, esto era muy bueno, yo no fui a la universidad, pero Octavio Paz era uno de mis profesores principales en mi formación", enfatizó el ensayista neoyorquino, uno de los escritores más originales y brillantes de lengua inglesa.
El homenaje a Octavio Paz finalizó en el Auditorio Principal de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, con una lectura de poemas del nobel y de los poetas peruanos, colombianos y mexicanos: María Baranda, Micaela Chirif, Federico Díaz-Granados, Mario Júrsich, Aurelio Major, Marco Martos, Alberto Ruy-Sánchez y Julio Trujillo.


PÁGINA 26 – CUENTOS BREVES

JORGE M.TAVERNA IRIGOYEN
(Santa Fe-Argentina)

HOGUERAS DE VANIDAD

No se cree Neptuno por el hecho de gustarle el mar.- Por ser navegante de inmensidades, Por tirar las redes en profundidad. Tampoco ser hermano de Júpiter, de Juno y de Plutón. Apostasías. Se cree Neptuno porque su barco lleva a Anfitrite como mascarón de proa y ella, en su radiante desnudez, pone rumbo cierto a puertos lejanos, por sobre tormentas y cartografías. Blanca de espumas, Dorada de soles.



Bajo la encina todo parece distinto. Tiene en su mano el Discurso del Método y piensa que el alma es una transfiguración del cuerpo. Nada pesa el espacio que ocupa. Su mano izquierda, distraída, arranca un trébol de cuatro hojas. Y se imagina a Destartes haciendo un gesto similar, cien años atrás, bajo la misma encina.



No fue asombro, cuando entró al Libro de los Guinnes. Tampoco orgullo: sí vanidad. ¿Qué otro mortal puede reconocer veinticuatro hijos con veinticuatro mujeres distintas y no tener que responder a reclamos de mantención alguno?



En el campo nudista todas las vanidades caen por el suelo al caer las ropas. Sólo Fedor Horowitz  muestra con orgullo el muñon de su brazo derecho y la pierna amputada. Medallas de guerra…


PÁGINA 27 – ENSAYO

GLORIA CEPEDA VARGAS
(Cali-Colombia)

DESDE ACÁ, JUAN GELMAN

Así que por fin  callaste, Juan Gelman, Juan-corazón, Juan-coraje, Juan negado al escarceo y a la simulación.
En 1930 llegaste a leer este  mundo donde nunca calzaste del todo. Y sería el Buenos Aires  de Borges y Gardel quien te atraparía en el aire. Venías andando por un furioso camino de judíos y ucranianos remotos. En su equipaje de sudores y melancolías blanqueabas como semilla en agraz para luego desdoblarte en lo que fuiste: un árbol   surcado  por cicatrices y relámpagos.
Entre tanta voz sincopada o sin rienda que martilla la poesía del mundo, la tuya se me queda. No puedo sacármela del entrecejo. Y es que a más de poeta verdadero, fuiste un hombre cabal.  Ahí respiras como un fuelle de seda desde lo  inescrutable de esas corrientes subterráneas que nos dan persistencia.
Ahora puedo decirte que voy a echar de menos tu puño siempre en alto y tu tesón en la denuncia y el sentido. A diferencia de tanta palabrería sin cintura  que pringa el  decir poéticodel mundo, vas  seguro de tu conocimiento y de la fórmula que te permitió fraguar una de las obras literarias más estremecedoras del continente.
Sé que fuiste un contradictor implacable de la dictadura militar que entre 1976 y 1983, oscureció tu país con sordideces innombrables. Tiempo de terrorismo de Estado, tortura y desapariciones forzadas que saboreaste en tierra propia ya que Nora y Marcelo, tus dos hijos y María Claudia, tu nuera con siete meses de embarazo, fueron secuestrados el 24 de agosto de 1976 por la horda uniformada. ¡Qué dolor encontrar el cadáver del hijo en un barril lleno de cemento como ejemplo de la putrefacción que enrarecía el aire!  Llorar para adentro la desaparición definitiva de la hija y celebrar, después  de un  rastreo de más de 25 años,  la recuperación de María Macarena, la nieta nacida en cautiverio, flor de  esperanza, confirmación del derecho inalienable del corazón!
¿Cuántos fueron tus libros publicados? ¿Diez, veinte, treinta? Conozco algunos de sus nombres de pila: “Violín y otras cuestiones” (1956) “En el juego que andamos” (1959) “Gotan” (1962) “Los poemas de Sidney West” (1969) “Fábulas” (1970) “Salarios del impío” (1993) “Sombra de vuelta y de ida” (1997) “Salarios del impío y otros poemas” (1998). El oportunismo político y la hipocresía social no pudieron contigo. A más de tres o cuatro galardones de primera línea, te llevaste prendidos en el ojal,como claveles desafiantes, el Premio Cervantes  y los premios Nacional de Poesía de Argentina y Reina Sofía de Poesía.
Quisiera hablar hasta secarme de tu brillo  y tu hombría. No tengo espacio. Me despido entonces quemándomepoco a pocoen la hoguera de tus palabras simples y complejas como la humanidad:“¿Quién dijo alguna vez/ hasta aquí la sed, hasta aquí el agua?/ ¿Quién dijo alguna vez/ hasta aquí el aire, hasta aquí el fuego?/ ¿Quién dijo alguna vez/ hasta aquí el amor, hasta aquí el odio?/ ¿Quién dijo alguna vez/ hasta aquí el hombre, hasta aquí no?/ solo la esperanza de las rodillas nítidas/ sangra”.


PÁGINA 28 – POESÍA ALLENDE EL MAR

DOMINGO F. FAÍLDE
(Jerez de la Frontera-Andalucía-España/1948-2014)
A su memoria

JUGUETE CONCEPTISTA PARA UNA MUJER QUE TODO LO SABÍA

Pues sí que sabe usted, señora mía,
y bien me sé por qué todo lo sabe,
aunque no sé si sabe lo que sabe
o sabe sólo lo que yo me sé.

Que bien sé lo que sabe y el porqué
porque tanto saber apenas cabe
en un soneto, sin que menoscabe
con su ciencia la clásica armonía.

Yo no sé lo que sé ni si, sabiendo
todo lo que yo sé, sepa usted tanto,
que lo sepa usted todo hasta durmiendo.

Corramos, pues, un manto,
por no seguir así, yendo y viniendo,
con el saber a cuestas entretanto.

NO HABRÁ MANUMISIÓN

No habrá manumisión. Yo te he comprado
al aire y cada hora
un soplo de frescura desciende hasta mi cuerpo
y la estancia se llena de música y rosales.

Es el amor -me digo- mientras miro
la luna llena de tu piel durmiente
en la penumbra plácida de la tarde.

Mía, tanta belleza derramada, sumisa,
cautiva entre mis brazos
que ahora acunan su sueño.

Y el precio soy yo.

RENDEZ-VOUS

Se ha llenado la tarde de trenes silenciosos.
Por la mínima senda en que los días
descienden hasta el mar, flota un rumor de óxidos
y tú agitas la mano detrás de los cristales.

Quedan allí los pétalos, temblando,
que hemos hurtado al tiempo, como láminas
de algún metal rarísimo y hermoso,
superviviente luego de tanto cataclismo.

Y allí, mientras te alejas
a bordo de las nubes, del humo, se estremecen
los árboles cansinos de la melancolía
o esas horas desiertas que señalan tu ausencia.

Vuelvo entonces la espalda hacia el vacío
en que queda tu nombre tiritando,
las calles, los caminos, las tabernas,
¿quedamos este viernes? ¿sí? ¿a qué hora?
Y el mar cubre su lecho con las últimas luces.


SILVIA DELGADO FUENTES
(Sopelana-Bilbao-Euskal Herria)

 DECIDLE AL POETA

Pedidle al poeta que no tenga miedo
a cantar y a llorar a un mismo tiempo
por los muertos rojos,
por las rojas heridas,
por las banderas rojas,
por los rojos pueblos
que sangran en este momento.
Pedidle al poeta que dé un paso adelante
con sus versos de acero,
con su voz en pie,
con su puño firme
con su amor entero
por la vida libre.
Decidle que no se esconda,
que no secuestre el poema,
que no sepulte la canción,
que no anude su garganta,
que los muertos son más muertos
si los poetas  callan.

LEVÁNTATE Y PIENSA

Levántate y piensa, eres libre.
Algo de libertad te queda.
Atrévete,
pon a andar tu corazón, tu cabeza.
Levanta la palabra, las ideas,
mírate en la pobreza,
toca tus manos,
cura tu piel,
salva tu decencia.
Vamos a andar para que esta noche amanezca.
Vamos a andar rompiendo estas cadenas,
vamos a andar, paso a paso,
desafiando esta vida somnolienta.
Ven con nosotros a buscar la primavera.
Deja de oír los cantos de sirena,
mira de cerca,
está ausente el pan sobre la mesa,
el salario escasea,
y la casa es un lugar que no te pertenece.
Levántate, hombre, mujer,
levántate y piensa.

LA SÁTIRA

Pronto serán las elecciones europeas.
Vuelven los cuentos de la buena pipa. Los escenarios se montan y desmontan a velocidad de vértigo.
El telón se levanta, la sátira comienza.
Caramelos y globos para los niños, para los adultos, miedo.
Miedo al pasado, al futuro, miedo.
Las palabras se travisten.
La barbarie con chaqueta de pana y vaqueros.
Algunos temas no se tocan, es un pacto entre caballeros.
La Europa más sucia representa el papel de la democracia.
El público, en andrajos, escucha.
Piensa que podrá participar de la farsa, piensa que al besar la urna, le saldrán  a sus pies descalzos unos zapatos.
Piensa que podrá cambiar las cosas.
Pero se hace de noche y el telón se baja.
Quedan los pueblos más solos, aún más desesperados.
Sólo frío, sólo estrellas, el show ha terminado.
Los actores se desmaquillan, cambian su traje de faena por otro más adecuado y se olvidan del público entregado que les regaló su voto y sus aplausos.
Teatro, sólo era teatro.
Hasta dentro de unos años que regresarán quizá con nuevo reparto, quizá con un nuevo  texto pero seguro que con las misma podredumbre en sus pensamientos.


PÁGINA 29 – CUENTOS BREVES

MIRIAM CAIRO
(San Nicolás-Buenos Aires-Argentina)

BREVES Y DIVERSOS

A FAVOR DE LOS AHORCADOS

Perdón, señor, dije, manteniéndome humildemente de pie. ¿De dónde viene usted? me preguntó él, con palabras subrayadas. Vengo de allá, respondí. El se abstrajo un momento y luego, ¡felicitaciones!, exclamó. Yo empecé a dudar si no habría sido conveniente arriesgarme a decirle que venía de otro lado, pero ya se me había hecho un hábito mentir. Sus felicitaciones me mantuvieron de pie, yo que estaba tan acostumbrada a hacerme ovillo. Pensé que los relojes no dan, todos, la misma hora y que no estaba segura de que ésa fuera la oficina de empleo para bueyes perdidos. De todos modos me quedé allí, callada, porque haber hilado dos oraciones sin ponerme roja, sin que se me encorvara la espalda ya había sido de una terrible dignidad. Yo sabía que si conseguía ese empleo iba a poder arrancar. ¿Usted se ha perdido lo suficiente?, me preguntó, y a mí me daba vergüenza decirle que siempre había estado atada, por lo que volví a mentir: Sí, mucho, dije. Siempre, reafirmé. Sin embargo tiene señas de haber vivido atada, me reclamó, señalando con la nariz mis marcas invisibles. Haber estado atada no me salvó de estar perdida, repliqué con una dignidad cada vez más espantosa. Fue entonces cuando el empleador concibió el proyecto ingenioso de mostrarme la salida. ¿Esto es un salvoconducto?, pregunté y por un instante sentí que estaba a cargo de mi vida. Antes de que me despidiera, mencioné una ley que le impedía dejarme sin empleo. Pero para este momento, otra vez, ya no estaba segura de si esa ley era real o si yo la había inventado en mi libro "A favor de los ahorcados".

SILENCIO

Andá a ver si he muerto, dije. El vino al minuto y dijo: parece que sí. ¿Morí de día o de noche? No sé, había niebla, dijo. ¿Estaba muy pálida? No, no, dijo. Qué raro, dije. Andá a ver si lloro. El vino a los dos minutos y dijo: parece que no. Entonces estoy muerta. Parece que sí, dijo. Me pregunto por qué habré tardado tanto. No sé, dijo. ¿Qué haré ahora que estoy muerta? No sé, volvió a decir. Dame tres vueltitas de llave así nadie entra. El volvió a los tres minutos y dijo: ya estás cerrada. ¿Me dolía la garganta? Parece que no, dijo. Mmmm. Nunca estuve tan callada. Nunca, dijo. ¿Habré muerto de silencio o de oscuridad? Tal vez de ambas cosas, dijo. Andá a ver si estoy justo en el centro. El volvió a los cuatro minutos: sí, en un centro estás, dijo. ¿Necesitaría un telescopio para encontrarme? Sí, si fuera necesario encontrarte, dijo. Yo prefiero decir que he muerto de oscuridad y de silencio, porque morir de soledad es poca cosa. Sí, es cosa de los muertos, dijo.

PLAGA

Un escritor pierde demasiado tiempo en escribir y en orinar. No se compromete lo suficiente con el progreso del país por atender sus dos necesidades básicas. ¿Cuántas horas de su vida pasa con la cabeza puesta en tiestos y lucubraciones? ¿Cuántas palabras que bien podrían estar dormidas, por su culpa pululan en los libros y en los diarios? Poco puede hacer el diccionario para preservar el orden de los conceptos. Ya basta de fingir. El escritor hace de las palabras sus mulas y las criminales, con sus aires de corrección léxica y su portación de legítimos significados, trafican los más insospechados sentidos. Hay un vacío legal que nos perjudica a los lectores moderados. Y como siempre, el estado hace “la” gran Pilatos. Un escritor no nos hace ganar más que disgustos. Todo era más o menos soportable mientras ellos encerraban sus libaciones en los libros, pero no conforme con ello, ahora aparecen en los diarios. Uno simplemente pretende desayunar con las peores noticias y de repente aparecen en la contratapa sus títulos insidiosos, sus textos corrosivos que meten el dedo en la llaga de la inercia emocional o nos mueven a resucitar nuestra falleciente vida erótica. Por todo ello, un escritor no merece un salario ni un baño dignos. ¿A quién se le ocurriría facilitarle la vida?
Por el sólo hecho de tener la irreverencia de dedicarse a orinar cuando le vienen ganas de orinar y por escribir ante la necesidad de escribir, el diez por ciento de derecho de autor y los pudendos baños del bar, se los tienen bien merecidos.


CONTRATAPA: SANTAFESINOS EN LA MEMORIA

LERMO RAFAEL BALBI
(Rafaela-Santa Fe-Argentina)

EL EXILIO 

Oh purísima, pura agua, lluvia de marzo,
penetrante y fría en el temblor crujiente
de las últimas hojas. Nadie podía decirle tan fácilmente
adiós a esta tierra y luego borrar los días y desconocer
las huellas, los residuos, los bochornos, las afrentas
con pertinaz dolor anclado en la carne y la conciencia.
Purísima lluvia de marzo que vuelves blanco el día
y adelantas la noche en este horario que nos hace
temblar de espanto y soledad.
Nadie puede celebrar la despedida de otro modo,
la despedida del rostro en la ventana,
de la mano blanca y gélida en el adiós
que nos movió al llanto cuanto te dejamos, tierra sagrada,
oh sí, que nos movió al llanto tan doliente
en un marco acuoso y desvalido como hoy.
Cómo olvidar entonces la turbonada que fortalecía
salubre fragancia de tuscas y se deslizaba iridiscente
por las húmedas paredes de la casa,
con duendes campaneros, hormas imprecisas,
lumínicas locuras submarinas.
Por las paredes de nuestra amada casa ¿recuerdas?
encendida de lámparas temblantes
que agrandaban las sombras en los cristales
como una réplica de la noche estremecida
en la hondonada.
¿Recuerdas?, oh sí, recuerdas como yo
tantos tallos sedientos, tanta ceniza aplacada en la lluvia
fervorosamente clara, fría y límpida
sobre las relucientes hojas del naranjo.
Oh sí, recuerdas como yo, callada, tus vestidos hùmedos,
tu fundamental tibieza en el regazo
frente a la lumbre que los leños del monte
hermanaban con el cálido ensueño
de las últimas cigarras.
Y fue la hora para decir el nombre de una ciudad extraña,
extraña y diferente, y hablar del duro camino del exilio
para sostener la pena y el coraje
y sobrevivir el agravio y la calaña.
Entonces supimos decir adiós a nuestra patria,
al caserío que llegaba a hacerse oscuro y silente,
a nuestra figuración de empresas y bonanzas.
Hubimos de decirle adiós a nuestros humos, a las bestias de
la tarde,
al fervor de los caminos
en el estarcido vegetal de aquel otoño.
Penetrante y pura lluvia de marzo
como aquella que sepultó el verano en el desgarrado
camino a nuestro exilio.

VOCATIVO

Lo que vale es decirle:
¡Rafaela!
tan quietamente
como se susurra el principio
de una larga carta de amor.
Después me sentiré libre
de todo el peso que me llena
porque mi boca
pudo confiarle el verso
que desde la piel me nace
para abarcarla
tal cual la pienso.
Lo que vale es decirle
que en los ojos tengo
todos sus árboles
y que a través de ellos conocí
de qué se sustentan las raíces
y de que sueño
duermen sus pájaros.

FISONOMIA

Mi ciudad es de una luz
naranja y verde
que va desde la mañana
al atardecer.
Yo transito todos sus horizontes
limpios
y me digo
que mi ciudad florece
de hojas y de grillos
en lo más profundo de la noche.

AMOR DE MI CIUDAD
(fragmento)

Ciudad, te amo.
Este soy yo,
tengo un tiempo
que te he tomado
sin que lo adviertas,
tengo un cuadrado
con tus soles
y las células repletas
de tus vientos,
la melancolía de tus domingos
y la boca de tus palabras,,,
Un día
Salgo a su primavera
De hierbas
Y le digo:
Rafaela, nací en tu tierra
Y ya sé porqué
Te amo.


Todos los textos, fotografías o ilustraciones que integran el presente número son Copyright de sus respectivos propietarios, como así también, responsabilidad de los mismos las opiniones contenidas en los artículos firmados. Gaceta Literaria solamente procede a reproducirlos atento a su gestión como agente cultural interesado en valorar, difundir y promover las creaciones artísticas de sus contemporáneos.

Números anteriores

Seguidores

Gracias por leernos

Registro

IBSN: Internet Blog Serial Number 5-6-1945-2841 Page copy protected against web site content infringement by Copyscape