Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com

GACETA LITERARIA Nº 92– Julio de 2014– Año VIII – Nº 7




Imágenes: LEÓNIDAS GAMBARTES (Rosario-Santa Fe-Argentina)

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

EDUARDO GALEANO
(Montevideo-Uruguay)

12.

Pero no es solamente un problema de lenguaje. También de medios. La cultura de la resistencia emplea todos los medios a su alcance y no se concede el lujo de desperdiciar ningún vehículo ni oportunidad de expresión. El tiempo es breve, ardiente el desafío, enorme la tarea: para un escritor latinoamericano enrolado en la causa del cambio social, la producción de libros forma parte de un frente de trabajo múltiple. No compartimos la sacralización de la literatura como institución congelada de la cultura burguesa. La crónica y el reportaje de tirajes masivos, los guiones para radio, cine y televisión y la canción popular no siempre son géneros "menores", de categoría subalterna, como creen algunos marqueses del discurso literario especializado que los miran por encima del hombro. Las fisuras abiertas por el periodismo rebelde latinoamericano en el engranaje alienante de los medios masivos de comunicación, han sido a menudo el resultado de trabajos sacrificados y creadores que nada tienen que envidiar, por su nivel estético y su eficacia, a las buenas novelas y cuentos de ficción.




PÁGINA 2 – CUENTO

BLANCA IRENE ARBELÁEZ
(Colombia/Nueva York)

TE ESPERO EN EL CIELO, TRISAGIUM MORTIS (FRAGMENTO)

…“Al sábado en el esplendor de la tarde después del almuerzo, tocaron la puerta de una manera agitada, y Perla dijo:        
—“Santa Alicia bendita, que no sea una mala noticia”.
Y se dirigió a abrir. Le entregaron una nota en una hoja de cuaderno, después de leerla sintió escalofríos, la arrugó entre su puño y sintiéndose impotente, como desvalida ante una situación inesperada,  llamó a Jairo mi hermano:       
— ¡Tenemos que ir a ver a alguien de inmediato!
Una hora más tarde llegó a ese lugar nada agradable para muchos.       
       —Sí, señor comandante, en efecto es él, no tengo ninguna duda.—dijo Perla. Y el desaliento la envolvió en ese momento, mirando el cuerpo que yacía allí, pálido y rígido. Una vez identificado, salieron del recinto y esperaron otro par de horas.
       Había llegado al muladar el comandante, con sus secuaces, como a las tres de la tarde para hacer el levantamiento. Escribieron algo en una libreta, tomaron unas fotos, midieron no sé qué vainas. Me envolvieron en una bolsa blanca con cremallera y al otro viejo que todavía respiraba se lo llevaron al hospital. Llegamos a la comandancia, me tiraron en una poceta de loza blanca, me bañaron con agua fría y sin jabón. Después me pusieron sobre una mesa de cemento en un lugar parecido a  una sala de cirugía. Cuando llegó el patólogo, vestido como un carnicero, de bata blanca, lentes gruesos para cegatones, empezó a realizar mi autopsia. No es nada agradable ese hachazo en el pecho para perforar costillas unidas al esternón y mirar mis vísceras. Pobre quien tenga que lavar esa bata salpicada de sangre. El hombre tomó muestras, pesó órganos continuó fumando y escuchando jazz en un viejo transistor. Con el fastidio que le tengo al cigarrillo…Y otro humeando encima de mí.  ¡Uno muerto si no vale nada! Después que cerraron mi cuerpo con cáñamo, atascaron mi boca y taponaron con algodón impregnado de formol mi “culeco”, quedé  en manos de los empleados de la funeraria. Rápido me pusieron el “ajuar”, como vistiendo un muñeco y mi familia se dispuso a darme el último adiós, para este viaje que ustedes también harán, tarde o temprano, sin falta. 
        —Mira…lo maquillaron, parece dormido. Tan lleno de vida, con todo un porvenir por delante…
Yo creo que se suicidó por la tal Rosario, lo vi muy callado estos últimos días —dice Perla.       
—No, hermanita—dice Jairo con dos lagrimones corriéndole a lo largo de sus mejillas. 
—Éste es el resultado de una deuda de honor entre hombres, acordáte lo que pasó con la vaca, eso fue muy teso para él, aunque este trago tan amargo nos toca ahora a nosotros.      
—Estúpidos hombres —alega Perla —que creen que todo lo pueden arreglar a machetazos. Hasta dónde los puede llevar ese maldito machismo. ¡Qué honor ni que mierda!...Es mejor que digan “aquí corrió fulano y no que digan, aquí cayó”. El cementerio está lleno de valientes, pero los cobardes son más vivos, están más tranquilos paseándose de un lado a otro.       
Se abrazaron en silencio, sellados los labios por el silencio y salimos rumbo a la casa, aquel rancho hermoso que me vio correr de niño por sus largos corredores, donde de vez en cuando había canastos y botas pantaneras de trabajadores, y donde me deleité viendo a los gatos haciendo el amor en el tejado, lo que despertó en mí los primeros instintos sexuales. La casa donde viví tan feliz esa niñez plena y mi adolescencia sana e inocente. La casa donde disfruté de un hogar dichoso y donde también veo ahora llegado mi final.”




PÁGINA 3 – NUESTRA POESÍA

HÉCTOR BERENGUER
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

LO QUE ESTABA PERDIDO

Regresas de donde la carne es sueño.

Quien fuiste una ves y quien soy de haberte conocido,
es un resumen de todos los posibles.

Nos encontramos en un cuerpo indefinible
que nos mira con los ojos de todos los ancestros.

La suma de todos por el camino de la nada.

Hay en ellos preguntas truncas para siempre,
vidas mal vividas y malas muertes.

No hay ni un tu ni yo, no hay tiempo...

Somos esa continuidad que nos conoce y no nosotros.

No hay más que deudas de amor y crímenes del alma.

Tanto queda en nosotros demorado,
como se marcha con nosotros para siempre.

Toda noche es infinita
y todo sueño es un sueño eterno.

Las palabras vertidas son adioses
como las primeras y las últimas.

Ya no me protege el tiempo, me dices...

¡ Hay las terribles certezas!
¿Acaso cerrabas las mismas puertas que ahora abres ?

Solo aguardamos en tumbas mal selladas
con alguna esperanza, dices.

Este enamoramiento continuo de una vida con su muerte.

Quien perdió su vida,
perdió el anillo de agua de todas de todas las uniones

Ahora todo se esconde de nosotros,
menos este sueño.



SANDRA GUDIÑO
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

MUJER-TRISTEZA

Doce luciérnagas fosforecen
detrás de mi ventana
Huelen a jazz.

Una brisa las acomoda
entre mis dedos,
de dos en dos,
de tres en tres.

Abro mis manos.
Ahora lo sé:
soy una mujer triste
con estrellas en las manos.

RUBEN VEDOVALDI
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

¿SILENCIO EN LA NOCHE? ¿YA TODO ESTÁ EN CALMA?

en tu tiempo carlitos
vos pintabas la aldea reina del Plata
a brochazos de pura gola tanguera

por ejemplo cantabas para el cine del mundo
tu silencio en la noche
donde todo está en calma
porque el músculo duerme
y la ambición descansa descansaba
aunque en tu tiempo carlos 
ya estaban anchorenas 
y pinedos y rocas mataindios
y rocas vendepatrias

descansan descansaban las pelotas
esos hijos de puta y diez mil putas
capaces de matar en el senado 
por cuidar sus negocios sus estancias
y en el mundo ya el huevo 
de la serpiente nazi
fascista falangista 
no descansaba nunca no des
cansa

y al músculo lo comen 
pastillas que entorpecen pero ya nadie duerme
y de día pastillas para empujar el carro de los dueños
pero nadie despierto de verdad
porque pueblan las noches de ahora decibeles
fluorescentes insomnes señales luminosas y colmillos 
policías picanas rateros prostitutas
y borrachos drogados
infectados 
escruchantes y locos
asaltantes

sin comida ni techo no está en calma
nunca todo está en calma zorzalito
bailan otra milonga los jodidos

rompen todo silencio los porongas
otra que compás criollo,
¿te dás cuenta?

MARIANA VACS
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

Te nombraré
con los nombres escondidos,
los nombres muertos
de otras lenguas
que se escapan en el agua.

Te nombraré con esta lengua
y lastimaré las palabras
que te olvidan.

Se revolverán las letras
hasta volver a tu cuerpo
de espiga cansada
y cuando tu cuerpo desaparezca
volverán a formar
el nombre que te nombra.

Tal vez los idiomas
sólo sean humo
que se escribe en el aire.

Tal vez todo sea antes de Babel.

MARIA BEATRIZ BOLSI
(Santa Fe-Argentina)

JAZMINES ENTRE CENIZAS

Me sostengo entre jazmines.
Para no ver
cenizas
en los cuerpos
pájaros caídos en mitad del vuelo
las impiadosas llagas de un mendigo
en las calles
unos niños corriendo, mutilados de vida
con un rencor que asfixia.

Paria muchedumbre del dolor
mordiendo el polvo desde todos los tiempos.

De tanto en tanto
la lluvia vela
los desgarros.

Apenas una tregua.
Un algo como manto de gemidos
una caricia fugaz.
Y después
nada.

Lamer la herida
para curarse
y continuar.

Extraviado entre esquirlas
el corazón se enciende
de jazmines.

Su sola blancura

define  la existencia.

MARTA ORTIZ
(Rosario-Santa Fe-Argentina)


INSTRUCCIONES PARA TRATAR A UNA MUJER

empezar de la nada,
afirmar la deriva,
Ida Vitale

“a las mujeres no se las quema”
-melosa la voz modula la curva de frecuencia modulada-

(merodea el pirómano de turno
restaura la pira ardida en el fondo del tiempo)

modela consejos
la voz instruye:

no golpear
no violar
no acosar
no discriminar
no lapidar
no mutilar en vano
en lo posible, no asesinar

asume
el catálogo
la inextinguida mística de la hormiga en campo de rosas.

Has recorrido –muchacha-
un largo camino
a long long way -baby-

Pero camino circular,
muchacha
baby:

extenúa la persistente línea de largada
la bandera a cuadros sellando el re-comienzo.

Ruta de palimpsesto.

Piedras atadas a los pies.


PÁGINA 4 – COMENTARIO DE LIBRO

ROGELIO RAMOS SIGNES
(San Juan/Tucumán-Argentina)
 (Fuente La Gaceta de Tucumán)

PALABRAS PARA ENTENDER Y DECIR

Autor: HUGO SALGADO
La escritura y el desarrollo del pensamiento
(Fondo de Cultura, 2014)

 El pensamiento se resuelve por estructuras y, de alguna manera, es algo que todos ponemos en práctica, con mayor o menor esfuerzo. Lo interesante es desarrollar nuevas estructuras de pensamiento; eso se fomenta y se favorece a través de la lectura y la escritura. Mediante la Lengua nos comunicamos; es el primer paso para empezar a comprender el mundo.

El diálogo que llevan a cabo el lenguaje y el pensamiento genera, tal vez, el más importante proceso de aprendizaje. En ese interactuar dialéctico crece el pensamiento crítico y abstracto.

La escritura y el desarrollo del pensamiento (Fondo de Cultura, 2014), de Hugo Salgado, nos presenta un interesante juego entre la lengua oral y la lengua escrita, para remarcarnos cuánto incide el aprendizaje de la lectoescritura en el pensamiento de los sujetos.

A través de numerosos ejemplos (incluso ejemplos gráficos, de caligrafía infantil) el autor va mostrando cómo se modifica la estructura del pensamiento de quienes están en proceso de alfabetización.

Estamos ante un texto de gran ayuda para docentes que trabajan con niños que recién comienzan a leer y escribir; un libro que retrata el maravilloso paso de lo simple a lo complejo, del dibujo a la puesta en palabras de lo que ese dibujo representa, de la propia experiencia a lo relatado por la literatura universal.

UN PROCESO

El libro está estructurado en tres partes, necesariamente correlativas, que apuntan a un crescendo hacia la objetividad y la capacidad de análisis: Oralidad y escritura en las primeras producciones, El texto literario, y El texto informativo. Y, aunque esto ya sea un gusto personal, sugiero una especial atención a los capítulos “De la repetición a la sustitución” y “De la experiencia vital a lo objetivamente apartado”.

Quienes estén acostumbrados a trabajar con este tipo de material, encontrarán en el libro de Salgado nuevos ejemplos para remarcar asentados conocimientos, pero también cierta novedad en lo que hace a la visión de posibles problemas en la enseñanza.

“No podemos seguir creyendo, consciente o inconscientemente, que se aprende a escribir copiando un modelo... Debemos concebir la escritura como un proceso, y no como un simple producto acabado” asegura el autor.

Una gran introducción (verdadero portal hacia este tema), interesantes conclusiones y una amplia bibliografía terminan de componer este libro.


PÁGINA 5 – CUENTO

HÉCTOR COPPONI
(Santo Tomé-Santa Fe-Argentina)

EL MÍSTICO.

         Amanecía en Coronda. Un  sol gringo plantaba surcos de frutilla en la tierra arenosa.
         En la casa de Cipriano Bertone  se extinguió la luz de la lámpara y se abrió la vieja puerta de madera. Poco después, dos sillas y un brasero sobre el que descansaba una pava oscurecida por tantos años de compañerismo en mateadas tempraneras, se disponían sobre la vereda de parejos ladrillos que rodeaba la casa. Cipriano dio vuelta la silla sentándose a caballo sobre ella y apoyando los brazos en el respaldo, según su costumbre, mientras Felicia, su mujer, preparado el mate, cortaba sobre un plato apoyado en su falda las habituales rodajas de pan casero.
        - Buenos días si es de día – saludó una voz con tono familiar.
        - Adelante Celeste – contestó Felicia sin levantar la cabeza del plato de pan.
        - ¿Qué hacés Negro? Vení, arrimate – agregó Cipriano.
        - ¡ A ver si nos ponemos de acuerdo; o soy negro o soy celeste ! A la final, uno se confunde y ya ni sabe quien es – concluyó el recién llegado mientras se sentaba en la silla que traía.
       Celestino Guzmán era un moreno chaqueño, de Barranqueras. Años atrás había llegado para  la cosecha de frutilla, levantó rancho junto a las vías del ferrocarril y se aquerenció en Coronda. Trabajador, pulcro en su gastado atavío, tenía esa sencillez provinciana que despierta fácilmente los afectos. Para todos era el Celeste, sobrenombre que el norteño llevaba sin incomodarse.
         La mateada se prolongó en temas casuales hasta que el Celeste se dirigió a Cipriano, guiñando un ojo:
       - ‘Ta que pasa rápido la mañana Cipriano ¿ya es la hora del puchero?
        En la puerta de la casa, con las alpargatas sin calzar y las bombachas desprendidas en los tobillos estaban Julián y Ramón, los hijos de los Bertone.
       - Cuando sea viejo como vos me voy a levantar a la madrugada los domingos, negro haragán - bromeó Julián mientras abrazaba por detrás al Celeste amenazando con tirarlo de la silla.
       - ¡Tate, tate Julián, tené respeto que ya sos grande! – corrigió Cipriano.
       - Dejale Cipriano, dejale nomás, que a este ya le van a enderezar el año que viene en la colimba.- siguió en broma el Celeste.
       - A buen puerto va por agua - dudó Cipriano.
       - Vení Ramoncito, traete una silla – indicó Felicia al menor de sus hijos que continuaba parado en la puerta con expresión indecisa.
           Ramón había llegado cinco años después que su hermano y con sus quince años llevaba varias cosechas integrando la modesta peonada familiar. Distinto de su hermano; callado, prudente, infaltable a la Iglesia cada domingo, respetuoso, mostraba en sus actitudes la timidez del adolescente de campo de aquel tiempo. 
     -Buen día, don Celeste - saludó sentándose junto a Felicia - Buen día padre. Buen día madre.
     ¡Qué bueno era Ramón, pero que apagado! Cipriano solía pensar si alguna vez podría valerse por sí mismo, formar una familia, hacer su vida. Era una de esas personas que parecían no tener destino, por esa impotencia, esa falta de capacidad  o de voluntad para imaginarse el futuro, que apenas le dejaba fuerzas para los afanes del día de hoy. El bueno del Ramoncito; bueno para nada temía íntimamente Cipriano. En estos pensamientos estaba cuando la voz del Celeste lo sacó de nuevo al mundo.
        - ¡Mirale al loco! - Todos giraron la cabeza hacia el otro lado de la ruta, a la que se acercaba un hombre acompañado por varios perros.
        - La pucha con el Chajá – murmuró Cipriano.
        Quedaron en silencio. A todos los sorprendía ese personaje extraño. Cubierto más que vestido con ropa gastada por la miseria, renovada sólo cuando la lástima de alguien le proporcionaba alguna prenda extremadamente usada. Llevaba una camisa sin botones anudada en su parte inferior, un  pantalón arremangado que permitía ver un par de zapatos que alguna vez fueron negros y hoy eran de un color indefinido, desclavados y sin cordones. Una sola media testimoniaba la negligencia o el máximo aprovechamiento de los recursos de su propietario. El sombrero deformado y el sobretodo que llevaba todo el año por ser abrigo y cama, completaban el atuendo del Chajá. Una bolsa sobre su espalda denunciaba algunos tarros y otros recipientes para comer lo que encontraba o le daban. Nadie sabía la edad del Chajá y todos afirmaban conocerlo - según su memoria o imaginación - desde siempre. Nadie le había conocido padres u otros familiares, si era corondino ni si alguna vez tuvo rancho campo adentro o en las orillas del Coronda.
        Un detalle despertaba hacia él cierto respeto o consideración: el rosario que siempre llevaba en una de sus manos. No hablaba, no saludaba a nadie. Con la cabeza gacha y la mirada invariable en esa muestra de su fe, el Chajá pasaba lentamente, murmurando palabras que todos suponían rezos, pero que nadie oyó jamás.
        Cruzó la ruta y tomó por la calle de tierra que conducía a la casa de los Bertone, sin siquiera  mirar al grupo que lo contemplaba en silencio. Fue Julián quien tuvo una actitud inesperada.
         - ¡Adiós Don Religioso! - y continuó a los gritos - Oiga Padre Cura, se le acortó la sotana….Padre Cura…Padre Cura ¿me da una estampita? - siguió entre carcajadas.
         El Chajá lo miró fijamente, con expresión de enojo, sin abandonar su paso lento. Julián insistió en su imprudencia; corrió hasta la calle, alzó varios cascotes y comenzó a arrojarlos.
         - ¡Juira perro, juira! – gritaba divertido, aunque con toda intención tiraba los cascotes lejos de los animales y muy cerca de su dueño.   
         - ¡Sosegate Julián, sosegate carajo! – gritó Cipriano indignado avanzando hacia su hijo.
         Pero Julián había lanzado el último proyectil que fue a dar sobre la bolsa que el vagabundo  cargaba sobre su espalda, haciendo sonar estrepitosamente su contenido.
          El Chajá se detuvo y dejó caer la bolsa al suelo, apoderándose con insospechada rapidez de un par de cascotes tirados por Julián, devolviendo la agresión mientras lanzaba gritos descontrolados, desbordado por la cólera. Avanzó casi corriendo en su encorvada posición, fijando en el muchacho sus ojos inusualmente abiertos, su mirada amenazante.
          - ¡Guacho desgraciau, te viá matar guacho desgraciau!  ¡Te viá matar y te viá tira’l río! –gritaba con una fuerza lejana a sus inaudibles murmullos habituales, mientras se movía ahora en torno a Julián como si fuera a saltar sobre él, aunque, repentinamente serio, el joven ya había buscado la seguridad de la cercanía de su padre.
         - ‘Ta bueno mi amigo – concluyó Cipriano – sepa disculpar a este mozo. Deje que yo me encargue de que esto no se vaya a repetir. Vaya tranquilo y disculpe de nuevo.
         El Chajá contempló por un momento a Cipriano y al Celeste, acercado por si llegaba el momento de decidir la cuestión por mayoría; dirigió una fugaz mirada de odio a Julián y se volvió, caminando nuevamente hacia su bolsa.
          - Te me vas pa’ dentro – dijo Cipriano terminante – y agradecé que acá mismo adelante de tu madre no te doy una buena lazeada. ¡Caminá! Más después vamo’ a conversar.
          - Me asusté cuando dejó la bolsa y se movió tan rápido –comentó el Celeste.
          - Y como gritaba – se asombró Cipriano - me lo hacía incapaz de todo eso.
          - ¡Semejante susto, - agregó Felicia - ese hombre es peligroso! Que este muchacho tenga cuidado; yo ahora le agarré miedo. Si hasta el Celeste se asustó.
          - Me arrimé por miedo a que tuviera un cuchillo o un  suncho con punta entre la ropa. ¡Es que el Julián cada que pasa  tiene que embromarle, y el otro ha venido juntando bronca!
          El comentario los distrajo por unos minutos del rumbo que había tomado el Chajá, pero fue Felicia quien llamó la atención de todos.
       - ¡ Allá está, no se fue!
       El vagabundo sólo había caminado unos cincuenta metros  desde la casa de los Bertone, y estaba apoyado contra un árbol, la cara entre sus manos, llorando con desconsuelo. Tanto era su pesar que sus sollozos y lamentos agudos - que según comentarios le valieron el sobrenombre - se escuchaban a la distancia. De pronto apartó su cara del árbol y giró la cabeza, señalando a los Bertone  y reprochando a los gritos:
        - ¡Culpa de él ahora tengo que pedir perdón, ahora tengo que buscarlo y no lo voy a encontrar, porque nunca lo encuentro!- gemía amargamente.-
        ¿Que dice este loco? - preguntó Cipriano -¿A quién tiene que pedir perdón?
      - Padre - habló Ramón - él piensa que si hace algo malo debe pedir perdón a Jesús. Se lo dijo
 el Padre Antonio un domingo después de la Misa, en la puerta de la Iglesia.
        - Y bueno, le pide perdón a Jesús y asunto arreglado.
        - Es que él cree que debe buscarlo hasta encontrarlo. Verlo personalmente. El Padre Antonio le repitió que Jesús está en todas partes, incluso dentro de él. Pero empieza a revisarse entero y se toca el cuerpo y no lo encuentra y como tampoco lo ve en ningún lado, se desespera y llora. Por eso camina todo el día, mientras le reza para que aparezca. Lo busca ¿comprende padre?
        - Es una pena. Este pobre cristiano ‘Ta enfermo – reflexionó Cipriano.
        -  Enfermo o no, es peligroso – volvió a advertir Felicia – Cipriano, cuídalo al Julián, que no ande nunca solo. Y vos también andá con cuidado Ramoncito, no te le acerqués.
         - A mí me conoce madre, porque lo veo los domingos en la Iglesia. Es raro; si le doy alguna moneda  se pone a llorar, hasta que sale el Padre Antonio y otra vez le pregunta lo de Jesús.
        Pasaron unos días y la cercana recolección de la frutilla colaboró para el olvido del episodio.
        Tras  un par de jornadas  en la chacra Cipriano sacó la cuenta:
        - Entre nosotros y el Celeste  no vamos a levantar toda la fruta a tiempo. Julián, vos te vas a devolverle esta romana al Carlos Prada y le decís que gracias, que ya arreglé la mía. Vos Ramón, hacete una escapada hasta lo de Rojas y decile al gordo si quiere venir con el hijo y la patrona,  después de comer. Se me vienen rápido ¿estamos?
       Partieron los hijos y Cipriano se dirigió a la bomba para lavarse antes de la comida.
        Felicia preparó todo para el almuerzo con la sencillez habitual. La espera de los hijos se acortaba con los comentarios sobre la jornada de la tarde pero pasado un largo rato, el esfuerzo de la mañana reclamaba con creciente insistencia la sopa y el puchero.
         - Menos mal que les dije a estos muchachos que vayan rápido y vuelvan pa’ comer. ¡Como pa’ salir de apuro con estos dos, hay que embromarse mi amigo!
         - Tené paciencia Cipriano - sugirió el Celeste - ya irán a venir. Ni hace tanto que se fueron tampoco.
        - Pero Prada vive a cuatro cuadras y el gordo Rojas un poco más allá de la estación del ferrocarril. ¡Tampoco los mandé al fin del mundo!
       - Cipriano – dijo Felicia -¡ay, Cipriano!
         - ¿Qué te pasa a vos? ¡”Ay Cipriano, ay Cipriano”!
         - Sabés que tengo miedo por ese muchacho, por el Julián. Desde el día de la pelea con ese loco que no hago más que esperar que vuelva cada vez que se va aunque sea un rato.
        - ¡Pero Felicia, mujer… loco o no loco, si se da el caso un muchachón como el Julián no corre peligro con ese viejo! Los otros días porque se sorprendió, si no, lo quiero ver al Chajá.
         - Eso es cierto; se trae de la chacra las pilas de cajones cargados con fruta, y eso que es un buen tirón - agregó el Celeste divertido.
        - Cipriano…digan lo que digan…buscalo Cipriano. Ya tendría que estar acá. Andá a buscarlo.
        - Mejor que vaya así no me volvés loco. Voy de Prada y a ese lo voy a traer en el aire; mirá que linda hora pa’ andar paveando.
        - Te acompaño Cipriano – ofreció el Celeste.
         Caminaron junto a la ruta las pocas cuadras que los separaban de la casa de los Prada.
        - Hola Carlos - saludó Cipriano - ando buscando al paseandero de mi hijo porque me la dejó preocupada a la madre.      
       - Mirá Cipriano – respondió Prada – el Julián estuvo por aquí hace un buen rato y comentó que el Ramón se iba a buscarlo al gordo Rojas. Pero el gordo hoy se iba a la isla temprano. Cuando se lo dije salió como tiro pa’ el lau del río, a decirle que se volviera.
           - ¡No te digo yo! - se lamentó Cipriano - bueno Carlos, voy a ver si lo encuentro. Gracias otra vez por la romana. Vamos Celeste.
        Tomaron el camino rumbo al río, bordeando la misma chacra de los Prada y Cipriano soltó su inquietud:
       - Menos mal que no vino la Felicia, porque ahora yo también estoy preocupado Celeste.
       - ¡Pero no hombre! Es cosa de muchacho, vos ya sabés que el Julián es medio tiro al aire. Vamos pa’ lo del gordo, que seguro  la patrona nos va a saber decir.
          Cortaron camino por un campo vecino y llegaron a las cercanías de la estación ferroviaria. Poco después, el ladrido de  los perros en el rancho de los Rojas hizo salir a la mujer.
         - No don Bertone, el Ramoncito vino pero hace mucho, preguntando por mi marido que cruzó a la isla. Cuando le dije se fue pa’ las casa, pero no venía con el Julián. No ser que el Julián lo haya visto irse y pasó sin llamar, pero verlo, no lo vi.
        - ‘Ta bueno, gracias. Pase buenos días – se despidió Cipriano sin mirar a la mujer – vamos a echar una mirada un poco más adelante y después volvemos Celeste.
          - Vamos si querés, pa’ darte el gusto, pero el Julián ya debe estar en las casa.
         Anduvieron un trecho hasta un montecito pasado el cual se podía bajar a una calle que conducía a la ruta, de la que ya se habían apartado  más de un kilómetro.
         Un ruido, o más bien un lamento, un quejido, les hizo detener ese andar ya sin rumbo. Sin  decir una palabra, los dos corrieron en  dirección al ruido, que se repetía como conduciéndolos.
         Bordearon unos espinillos y por fin encontraron a Julián. Arrodillado, abrazando su propio cuerpo en una inconsciente actitud de protección; con un gesto que indicaba el terror que lo paralizaba, miraba el cuerpo desnudo de su hermano, atado a un árbol con los brazos abiertos, con la cabeza coronada de cardos y espinillos recostada sobre uno de los hombros, bañados por los surcos de sangre que cruzaban su cara. Ante él, arrodillado, el Chajá rezaba para pedir perdón, lloraba gimiendo por sus pecados y besaba los pies de Ramoncito, el bueno, el santo, el que tanto había buscado y por fin había escuchado sus oraciones; mientras el rosario ensangrentado colgaba de sus manos inocentes.


PÁGINA 6 – NUESTRA POESÍA

MARÍA ROSA MONTES
(Teodelina-Santa Fe-Argentina)

Flechas
Escribí  durante la indigencia
una súplica desmadrada
una amonestación a la palabra que asoma y huye
dejando  pedregullo

de qué fuente ignota bebí que no puedo recordar
ahora busco intensamente
entre los restos del naufragio
una tablilla
alguna luz para estos ojos de mirada umbrosa

amazona sin corcel sin armadura
desde la torre las lenguas disparan  flechas
envenenadas
creo que todas han dado en el blanco
me duele el pecho alquitranado
lastimado de voces
la divinidad deja a oscuras
las habitaciones donde retenemos
in límine
nuestros muertos.
                           
MIRYAM COLOMBOTTO DE SEIA
(Gálvez-Santa Fe-Argentina)

A CONTRALUZ

Desde la memoria miro la vida 
a contraluz.

Aquellas emociones residentes
de una zona oscura,
tamizadas por el tiempo lograron
la suave piedad de los silencios.
Puedo tomar el pasado
y observarlo en su reverso
entre mis manos.
Un negativo donde lo inverso
se descubre para entender
que la vida puede ser eso.

De las sombras que fueron
se desprende una fatiga dócil,
suave luz domesticada
que le pide a mi presente
una nueva mirada.

Obedezco
para reconciliarme
con mis antiguos habitantes…
Necesito la absolución de mis recuerdos.

Oficio mi propia ceremonia
y alzando la vida –como un cáliz-
comulgo lo que fue, y lo que es
a contraluz


OSCAR ANGEL AGÚ
(Santo Tomé-Santa Fe-Argentina)

EVA

Bandera de los vientos y de las voces quedas.
Bandera de los menos.
Bandera descocada, alucinada,
proscripta, señalada, emputecida,
ennegrecida, negada.

Bandera que ensanchó acequias para otras voces,
cruzó puentes que no existían,
puso otros cielos en las manos de muchos,
quemó fronteras del miedo
ardiendo, en sus manos, las feroces calumnias.

Bandera. Mujer bandera, gritando
azuzando la piel de todos
a contracara, a contraviento, a contragua
a puro sueño lloviznando semillas.
Mujer bandera. Diosa profana. Evita.

RICARDO ANGEL MINETTI
(Sarmiento-Santa Fe-Argentina)

HACIA EL ENCUENTRO

Salgo a buscar tu abrazo
en medio de la noche, 

atravesando la noche,
cruzando al sesgo
huertos y jardines.

Tú oyes en fresca brisa
mi serenata de susurros
con orquesta de grillos…

y yo no sé:
la luna oculta el resplandor argénteo,
el sueño ya ha bajado con pesadez los párpados
de la gente del pueblo,
y el molino que da agua a tu casa
se echa a girar de pronto,
centinela que ampara nuestro encuentro.

En mitad de la noche,
 
una sola ventana iluminada

MIRTA EDITH LARCHER
(Coronda-Santa Fe-Argentina)

LAS PALABRAS QUE NO SABEN VOLAR

son alfileres sin una gota de sombra sobre el renglón
y el renglón - mudo testigo-
es una delgada hebra de mis cabellos.

Subo peldaños los salto de dos en dos...
corro a través
 de escaleras sin rumbo

un aleteo me sigue detrás
               llamo a mis palabras
                          no saben volar.

No saben su nombre
desconocen el lugar
les señalo alturas
                           temen caer.

Las palabras que no saben volar
-digo-
vivirán en mi nido

verán más
           que cielos
cuando te vean llegar.
Verán más que mares más cúpulas menos aljibes menos frío
más...más que yo.. ellas verán
cuando te vean llegar.

Ellas se irán detrás de tí.
           -Pienso-
¿ Como las golondrinas, quizás?


PÁGINA 7 – COMENTARIO DE LIBRO

GRACIELA BUCCI
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

Libro: REINOS SIN OLVIDO
Autor: JULIO LUIS GÓMEZ
Editorial UNL

Los poemas de Reinos sin olvido tienen una característica que es digna de destacar: son poemas de marcada intimidad, de introspección, de amor supremo, del mirar exterior desde el interior que, conforme pasa el tiempo, se va perfilando sin olvidar jamás la estética que promueve la relación irreductible entre el pensamiento y el lenguaje poético.
Cómo dejar de  nombrar esos dos versos conmovedores dedicados a su madre en "Continuidad de los mares":
"miran el mar tus ojos en los míos
y es otra vez verano en esta orilla..."
El permanente homenaje hacia quienes se fueron,  no nos deja tan solo el sabor de la nostalgia,  le gana la belleza, la armonía,  sin desmedro de lo que cada situación significó para el autor en términos de padecimiento. Eso habla de un cauteloso recorrido intimista que no siempre se logra con éxito.
Cómo no citar al menos un  terceto del soneto "La puerta sin llave" si en esta evocación  subyace toda la ternura plasmada en versos en los que los sentimientos emergen sin olvidar el ritmo  que da musicalidad al poema:
"...Vengo a decirte abuela, que en la casa,
te han nombrado en amor las dulces cosas
que dejaste y el tiempo que no pasa..."
Podemos  bucear  en temas tan trascendentes para la esencia del ser como la aceptación inexcusable del destino,  la integración, el amor, la humildad,  la paz, la fe, la muerte,  el sesgo fatalista, el determinismo propia de la vida misma.
Al recorrer las páginas del poemario observamos que se han tomado los  grandes temas existenciales aquellos cuya  significación filosófica, implican un compromiso indudable.
Absolutamente todo, ha sido encarado desde la armonía y el equilibrio que la poesía necesita para poder gozarse como tal.
Los versos de Julio Luis Gómez, hablan de una permanente confesión de fe aun desde los desencuentros y sinsabores a los que nos enfrenta la vida: "...Ruega por él, por mí, por los que andamos/por el desierto en sombras, malheridos..."
Imposible no coincidir  con los dichos vertidos  por el prologuista, el poeta Antonio Requeni:
"Esos poemas(...) fueron escritos para ser leídos; leídos con  la emoción y el deleite que suscita la verdadera poesía".
Sentimos la necesidad de expresar gratitud por esta lectura placentera, embriagadora, y a la vez, conducente a ejercitar el pensamiento desde  nuestra propia interioridad.

Es dejarse llevar por un auténtico disfrute como ocurre cada vez que nos enfrentamos a un poeta en el que el decir y el cómo conviven en amalgama imprescindible.


PÁGINA 8 – CUENTO

 ANTONIO DAL MASETTO
(Intra-Italia)

REYES MAGOS 

Las fiestas de fin de año siempre las pasamos en casa de mi hermana, en Salto. Nos reunimos todos, abuela, hijos y nietos. Después de cenar, después de la sobremesa, acostumbro sentarme afuera, solo, en un banco de madera, en el jardincito del frente de la casa que da a la calle. Me llevo una botella y me quedo horas. Me gusta escuchar cómo los rumores del pueblo se van aquietando y luego abandonarme al silencio y mirar el cielo estrellado sobre los oscuros árboles quietos.
Desde el banco donde estoy sentado, si dejo la puerta abierta, puedo ver en el living el pesebre que mi hermana arma cada año. Pequeño, ocupa poco espacio en un rincón. El pesebre: proyección de un hábito que nos viene desde la niñez. Y tiene sabor a eso, a niñez. El detalle curioso es que las estatuillas de yeso son precisamente las mismas de nuestra niñez. Esas estatuillas viajaron con nosotros en el barco que nos trajo a América. Es increíble que se hayan conservado tantos años. Esto es mérito de mi hermana. Pasadas las fiestas, las envuelve con cuidado y las guarda en una caja, bien protegidas, hasta la Navidad siguiente. Por lo tanto ahí están, las mismas de entonces, el pastor con sus ovejas, el pescador con la caña al hombro, el montañés que toca la zampoña, la mujer que lleva un ganso en los brazos, el leñador con su hacha y la carga de ramas. Y por supuesto el niño, María y José. Y los tres Reyes Magos.
Cuando yo era chico las figuras que me interesaban y me atraían no eran ni el niño ni María ni José. Estas no me transmitían nada. No les veía nada especial. Sentía que eran gente como uno. Como mi padre, mi madre, como cualquier recién nacido. En cambio los Reyes Magos me deslumbraban, me inquietaban. Esos sí que eran personajes misteriosos, tenían luz propia, trascendían su diminuta estatura de yeso, venían de lejos, de países desconocidos, de Oriente, los guiaba una estrella, traían regalos preciosos, mirra, incienso, oro. Un vago eco de ese misterio todavía resuena en mí cuando me detengo un segundo a mirarlos en el pequeño pesebre del rincón del living.
También este año fui a sentarme en el banco del jardincito del frente y dejé que el tiempo pasara y me perdí en divagaciones que me llevaron lejos. Tal vez estuviese próximo el amanecer porque se insinuaba una vaga claridad en el horizonte cuando los vi aparecer. Los tres Reyes Magos. En el cielo. Venían desde la derecha, altos por encima de las casas. Iban uno detrás de otro, en fila india, ni muy cerca ni muy distanciados, encorvados, lentos, como si arrastraran un gran peso. Y su ropaje no era el que yo le conocía. Se los veía de aspecto más bien miserable.
Me pregunté hacia adónde se dirigían, en qué dirección iban. Tuve la impresión de que en ninguna dirección. No se los notaba para nada seguros, más bien parecían extraviados. Iban hacía adelante, eso sí, con esfuerzo y obstinación, era lo único que uno hubiese podido decir de ellos.
La palabra que se me ocurrió para describirlos fue cansancio. Se los veía cansados. Quizá cansados de su tarea rutinaria y del espectáculo de violencia y muerte que desde hace dos mil años fueron encontrando en su viaje sin fin. Cansados de atravesar un mundo que siempre está ardiendo y desangrándose en alguna parte. Tal vez cansados, desilusionados, de ir a adorar cada año al salvador de la humanidad, de quien, pese al gran sacrificio, pese a los muchos esfuerzos que pudiera haber realizado, hasta ahora no llegó ninguna señal alentadora.
Los tres Reyes Magos pasaron allá arriba frente a mí y luego llegaron hasta donde calculé que se acababan las casas del pueblo y comenzaban los campos, cruzando el río, y todavía durante un buen rato pude seguir su desplazamiento trabajoso, penoso, por encima de la tierra avergonzada.
 



PÁGINA 9 – POESÍA ARGENTINA

MÓNICA VOLPINI
(General Pico-La Pampa-Argentina)

TIERRA NUEVA

Espero. Ansío.
Mi sangre se renueva en la impaciencia.
Mis ojos redescubren el poniente de tu tierra.
Soy una extraña.
Mi  piel debe sobrevivir al ensueño de mil tiempos.

Gente y ruidos son ajenos.
Un tango me devuelve los recuerdos.
El miedo paraliza mis latidos.
La música me arranca una sonrisa lenta.
Es el calor que se arrulla con el cielo.

Tiemblo. Mis manos se estremecen en la ausencia
y mientras tanto….
  …mi cuerpo necesita tus caricias.

Entonces pienso…
    …pienso que me conocerás después de un largo tiempo.
Y siento el miedo por los años que pasaron.

Ruego. Aspiro nuevamente el viento azul.
Decido gustarte para siempre.
Mi alma intenta amarte sin reparos.
Soy inocente. Soy mujer de mil inviernos.
Soy golondrina sedienta por tus mares.

Miro el reloj que me anuncia tu llegada.

Desearía irme. Tal vez mis ojos me delaten.
¡Finjo quedarme sin palabras!

Siento que podría cambiar mi patria por la tuya.

Como siempre…
Dios me sonríe a través de una ventana abierta.
Ya soy de acá.

Espero tu llegada y me persigno.

(De tu tierra ya no soy peregrina sino hermana).

LILIANA ANCALAO
(Comodoro Rivadavia-Chubut-Argentina)

ORACIÓN PARA ESPERAR EL COLECTIVO

señor de los desamparados
que esperan el colectivo
no permitas que se apague esta llamita
defendida a puro sol sobre la escarcha

que el colectivo venga pronto
pues la espera
amontona cenizas en la frente
y tengo que apalearlas y hacer señas
y asomar los ojos a la ruta
aunque las venas duden
tironeando

señor de los desamparados
que no pase de largo
como si yo no fuera capaz de andar descalza
como si yo no fuera propensa a la ternura
como si fuera una chapa
un poste nadie nada

y que no venga lleno señor
porque se salen con la suya
entonces patas y empujones
en un boleto me suicidan la sonrisa
y me resigno animal al matadero

que no demore señor hoy hace frío
y no llegan los sueños hasta el alma
en el filo de este riesgo no me culpes
si abandono un segundo la trinchera
y alcanzo a maldecir
la madrugada.

FANNY TRAINER
(San Salvador de Jujuy-Jujuy-Argentina)

MILAGROS
A Milagros Celeste Sotelo*
                                                          
Los niños cortan algodón
en el Chaco,
Argentina.
Los niños comen flores
al Norte de Santa Fe,
Argentina.
La niña mira nubes
arriba de los quebrachos blancos,
de los algarrobos colorados
en donde callaron ya los cardenales,
los benteveos y los colibríes,
las calandrias y los tordos,
también,
los caranchos con las garzas.
Ellos, los niños,
comen flores mientras miran al cielo;
alguna vez,
un tío bueno
y de vez en cuando,
trae un almuerzo de pan con mortadela.

La niña levanta su dedo meñique
con espinas de algodón en las muñecas.
La niña come flores.
Milagros es su nombre.

* Cosechadora de 5 años en los algodonales del Norte de Santa Fe, límite con el Chaco.

LAURA BEATRIZ CHIESA
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

CONJUGANDO

Entiendo que no entiendas lo entendible.
Pretendo pretender lo pretendido.
Me carcome comer lo carcomido.
Sólo quiero quererte por querible.

Prefiero preferir lo preferible
y poder mantener lo mantenido.
No puedo despoder lo ya podido
ni dejar de decir lo que es decible.

Padezco el padecer padecimiento,
pensando en el pensar del pensamiento
al soñar que te tengo, sin tenerte.

Quisiera poseerte y poseído,
no poder olvidarte en el olvido
y morirme, muriendo con tu muerte.


PÁGINA 10 – COMENTARIO DE LIBRO

TANYA TINJÄLÄ
(Helsinki-Finlandia)

LA DUDA DE UN ÁNGEL

AUTOR: Antonio Mora Vélez
Editorial Zenú, Monería.
FUENTE:
Amazing Stories

Esta antología forma parte de una serie de libros editados a pedido de la Gobernación de Córdoba (Colombia), para impulsar a sus escritores locales. Entre ellos quizá el más prestigioso sea Antonio Mora Vélez, uno de los pioneros de la ciencia ficción latinoamericana. No es de extrañar pues que la presente antología esté subtitulada “Homenaje al escritor cordobés”.
La duda de un ángel es una antología personal conformada por cuentos tomados de cuatro libros de Antonio, el clásico Glitza (Ediciones Alcavarán, Bogotá, 1979), El juicio de los dioses (Ediciones Casa de la Cultura, Montería, 1982), Lorna es una mujer (Centro Colombo Americano, Bogotá, 1986) y Helados cibernéticos (Editorial Caza de Libros, Ibagué, 2011)
Uno de los grandes ejes de esta antología es el mito. Así pues Antonio Mora Vélez nos da su propia versión de los mitos bíblicos en Atlán y Erva (creo que está de más explicar) y en la controversial Duda de un ángel. Supongo que ambos textos no deben ser los favoritos de ciertos grupúsculos de fanáticos cristianos. Pero una de las características de la ciencia ficción es y ha sido siempre el cuestionar los grandes temas de la humanidad y este libro no es la excepción.
Es por eso que también encontramos otros temas tratados por clásicos del género. Así pues encontramos historias en dónde la vida artificial ha tomado el espacio del ser humano, que al parecer se ha desaparecido, como A imagen y semejanza o Yusti. Y no podemos evitar al analizar el comportamiento de esos seres artificiales, preguntarnos sobre lo que significa ser humano. Porque en ambos casos el hombre parece haber desaparecido por su propia mano, causa de sus errores, mientras que esas máquinas que dejó como huella de su paso, guardan esperanzas, sueñan, se compadecen. ¿Quiénes demuestran pues más rasgos de humanidad? Por otro lado la deshumanización de la sociedad se manifiesta en historias como Diez de plata, en donde un pobre hombre termina muriendo “ilegalmente” ¿Y si la humanidad se define más allá de los limites de un cuerpo vivo?
Es la misma pregunta que desde otro ángulo nos plantea el ya clásico cuento Glitza (ganador en 1971 del primer premio en el Concurso Nacional de Cuentos Magazín Dominical de “El Espectador”) cuyo tema de la clonación nos hace reflexionar sobre el significado de ser un individuo. Mención aparte merece el hecho de ser una de las historias de amor más hermosas que he leído.
En algunos de sus cuentos el hombre no ha desaparecido pero se ha visto obligado a dejar la tierra para vivir en otro planeta. La nostalgia por lo perdido se hace latente en esas historias tales como Tesis de grado o Error de apreciación.
Por supuesto no faltan las historias de viajes espaciales, de contacto con vida extraterrestre y en ellas Antonio Mora Vélez se muestra optimista y plantea la posibilidad de que no seamos tan diferentes después de todo, como en el caso de Encuentro inesperado o Los otros. Ambas historias pueden ser leídas como hermosas metáforas e lo absurdo que resulta el racismo pues al final de cuentas somos de la misma especie. Otra historia que podría incluirse dentro de este tema es Desilusión cósmica, en donde Antonio nos demuestra que nada es imposible para el amor, para el cual las supuestas “diferencias físicas” no significan nada. En esta última historia encontramos también un interesante ejemplo de intertextualidad, pues el autor hace referencia a Lorna, personaje clave de otra de sus historias ya clásicas.
Son muchos los temas que se encuentran en esta antología (viajes en el tiempo y la imposibilidad de cambiar el futuro, el fin del mundo y los esfuerzos realizados para impedirlo, macrocosmos y microcosmos, etc.) Pero merece una mención especial el cuento Los ejecutores, suerte de homenaje a Isaac Asimov y a su libro “El fin de la eternidad”.
En conclusión es un libro que permite diversas lecturas, la primera por supuesto amena y de evasión, la segunda mucho más profunda, si nos detenemos a pensar en los temas que indirectamente están presentes en estas historias. Por otro lado encontramos incluidos en este libro textos clásicos del autor, inclusive premiados en concursos del género, convirtiéndose así en lectura obligada para los admiradores del autor y también para los que deseen acercarse por primera vez al trabajo de Antonio Mora Vélez.


PÁGINA 11 – CUENTO

ELTHON GARCÍA ALMARAZ
(México DF-México)

UNA RESPUESTA

Despiertas, sudoroso y desconcertado. No recuerdas casi nada, ni te interesa, de lo que soñabas hace un par de minutos, acaso algo desagradable que se torna vago recuerdo. Igual que ayer, la semana pasada, el mes anterior o el último año, te levantas de la cama con un giro perezoso hacia tu costado izquierdo. Descalzo y con el torso desnudo, caminas hacia la lámina cristalina imantada de preguntas y respuestas, recorres la cortina que la cubre, interrogas y observas: amanece, no obtienes contestación alguna, no sabes qué hacer.
Vuelves la mirada al lecho que, no más de tres años atrás, mujeres virtuosísimas engalanaron con su presencia. Piensas en ellas, en su rostro, en su piel… recuerdas cada una de las veces que, en un acto de caridad y a cambio de tu valentía y cariño, te colmaron de su carne y su sexo, vueltos caricia, ternura. Te das cuenta de que el lugar donde acostumbras dormir es un muladar, apesta a podrido, pero prefieres dejarlo así, como tu vida.
Con más desgano que voluntad, rodeas la cama y entras al baño. Las ojeras, la barba de una semana, los ojos resacosos y la palidez del rostro deprimente que te devuelve la imagen del espejo te hacen extrañar tu frescura juvenil, cuando las desveladas eran insignificantes y las solventabas con siestas diminutas en el microbús de regreso a casa.
Sales del baño y de camino, otra vez, a la ventana, la mirada de tu hija te atrapa, te conmueve. Una buena razón para rasurarte, pero no una respuesta. Tomas el portarretratos y contemplas detenidamente la felicidad que irradian ambos: tenías veinticuatro años y ella, Luz, tres; era su fiesta de cumpleaños y la tenías entre tus brazos, los dos con la nariz embarrada de pastel. Haces memoria y concluyes que suman ya ocho años de la última vez que le compraste flores y quizá más que la visitaste. Hace siete que Verónica los abandonó: a ti por mediocre y apostador, a ella por tener retraso mental. Llevas cuatro dedicado a las peleas de perros.
Te preguntas si los demás sienten lo mismo que tú, si no necesitan respuestas o, en el mejor de los casos, si ya las han encontrado. La curiosidad te desborda y vuelves, de nuevo, al observatorio de cristal. Lo que ves no te emociona ni te dice mucho: una pareja enzarzada en una discusión interminable que deviene en azotes, tres niños martirizan a un moribundo, como tú, perro callejero y un vagabundo hurga en la trastienda del expendio de abarrotes que se ubica en la esquina que forman las calles Melancolía y Anónimo Errante.
En un par de segundos, planeas mentalmente tu día mientras terminas de secarte la barba. Lo primero que has decidido es dedicarle la mañana entera a Luz; después irás a la oficina de correos para ver si te dan la vacante de mensajero que el Ojitos, tu vecino, dejó libre. Si te queda tiempo, pasarás a casa del Sangres para ver la fusca que le encargaste.
Sales de tu casa, bajas la escalera: uno, dos, tres pisos. Recorres cuatro calles hacia el centro y en la florería compras el obsequio para tu entrañable pequeña. Te concentras en el periódico con el que envuelven las flores y recuerdas el inicio de tu tragedia: seis meses como auxiliar de la sección de política y cuatro notas publicadas, dos a ocho columnas, en aquel diarucho que hacía “periodismo irreverente” y donde quedaste deslumbrado por tu flaca, como solías llamar a Verónica durante el tiempo que estuvieron enamorados.
-Son ochenta, jefe- te notifica el florista.
Vuelves del letargo, mecánicamente sacas un billete de cien, se lo extiendes y guardas el resto en el bolsillo izquierdo trasero del pantalón. Te sorprendes de lo entusiasta y sensible que estás hoy. Piensas que tal vez algo extraño, en el fondo lo anhelas, está ocurriendo o vaya a suceder.
De camino al panteón, mientras cruzas de una acera a otra, una caravana de cuatro camionetas blindadas de seguridad pública, que transportan al jefe del cártel más sanguinario del país, pasan endemoniadas frente a ti. Esquivas una, la segunda te arranca el ramo de alcatraces de las manos, la tercera lo hace trizas, piensas que las flores tienen mejor suerte que tú y decides cruzarte en el camino del último vehículo, te arrolla. Estás en el suelo hecho añicos, mientras la gente te rodea y te desangras. Sabes que no habrá más tiempo para ti, tu paso por la vida ha expirado. Pese a eso, te sientes aliviado y satisfecho: no más preguntas sin respuestas.


PÁGINA 12 – POESÍA ARGENTINA

ALICIA MÁRQUEZ
(Vicente López-Buenos Aires-Argentina)

SE LLAMABA BENIGNO

Salió de Pontevedra a los catorce años.
El pasaporte revela, amarillento,
sus ojos grandes y su miedo.
Se escapaba de un padre escalofriante.
Salió de Pontevedra a los catorce años.
Allá quedaron las muñeiras y las jotas.
Acá no quiso saber nada de ellas.
Nada de nada.
Tanto no quiso saber
que hablaba como porteño.
Trabajó como burro.
Aprendió a los tumbos.
Amó este país.
Amó.
Trabajó.
Amó.
Amó.
Y se murió a los cuarenta y tres años.
Yo tenía tres.
Se llamaba Benigno.
Era mi padre.
Y a veces, todavía,
me canta “A virgen de Guadalupe
cando va por a ribeira…”
Porque no se olvidó.

CARINA SEDEVICH
(Villa María-Córdoba-Argentina)

17

Manana pasaran cosas.
Vendra mi hermano,
traera sus hijas.
El olor de esas nenas
puede salvarnos de todo.
Ellas
son el amor condensado.
Entonces
me pongo un vestido.
Voy al supermercado.
No pienso en las cosas
que pasaran manana.
No pienso que no se
donde esta mi marido.
Voy a hacer las ensaladas
que les habian gustado.
Voy a llevarles champan.
Voy a ir con mi tia a buscar
la calesita.
Vamos a armarla
junto a la pileta.
Vamos a encender el arbolito.
Vamos a ver arder el fuego
del asado.
A las doce nos besaremos todos.
Y alguien va a llorar
seguramente
un poco.
Vamos a escuchar las voces
de las nenas.
Vamos a abrazarnos.
Mi analista dice que la gente
llega a tu vida con una mision
y se va
cuando ya esta cumplida.
He perdido un hijo
una vez mas.
Me han dejado sola
tras la puerta.
Espero de verdad
que mi analista
sepa.

CONSTANTINO MPOLÁS ANDREADIS
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

SILVINA OCAMPO

no escribe como una ama de casa
sino como la vecina de enfrente
como si se pintara las uñas
como si no le apretaran los zapatos
como si estuviera de visita
o más bien como si la visitaran
justo cuando estaba por salir
o por meterse en el baño
así escribe y aunque de otra /manera
de mil maneras pero de una sola
escribe como si no escribiera
ella la mejor y la peor de todas
siempre tenemos que
comparar cosas distintas una
misma cosa nunca es igual a sí misma
y si lo fuera sería
porque esa cosa es dos cosas
una puerta abierta una camisa abierta
los ojos abiertos de esa camisa cerrada
por esa mano que se agarra a un picaporte
o a un abanico o a una pollera
y cose con los ojos lastimados
sin ton ni son sin principio ni fin
ese botón perdido que se encuentra
cuando la camisa ya no está
cuando lo que se busca es una llave
o una fotografía
o el libro que tenemos delante de nuestros ojos
ese libro que tendremos que escribir para dejarlo en blanco
ese libro que fue escrito tantas veces y leído y releído tantas veces
que ya nadie puede decir qué es lo que dice
es como un pozo de agua
como el ruidito que hace una piedra que tiramos en ese pozo
como esos hongos que aparecen en las paredes de ese pozo
y como esa cara que el agua te revela
o te roba o te regala o te inventa o te describe o te lava o te salva o te libera de tu propia cara
que es esa cara que la piedra atraviesa hasta que pierdo el hilo
en el pozo de ese ruido
que me lleva a otra cara a otra llave a otro botón a otra fotografía a esa mano que tiembla y que no puede pasar el hilo por el ojo de la aguja

ELENA ANNÍBALI
(Oncativo-Córdoba-Argentina)

Me enamoro de ud. señor juan gelman, me enamoro,
como las maestritas lo hacen del reader’s digest y de corín tellado,
como las azafatas, de la luz violeta y las postales de rodolfo valentino
como las adolescentes de ellas mismas cuando,
desnudísimas
se miran en los espejos nebulosos de sus baños

y contando sus trapos, sus fulgores,
considerándolo a la luz amarga de mi amor
me veo no tan joven, no hermosa,
pero sí verdadera, y ya no me alcanza
el pudor mentiroso de los desnudos ante sí
o ante los otros
para callarme, señor juan gelman
para callarme


me enamoro de ud. señor juan gelman,
desde este pueblo enfermo
donde hiede la costra de los muertos
la fiebre de los vivos
mientras preparo el café de la mañana
y lavo el orinal de mi padre enfermo
y más tarde trabajo y a la noche escucho
big bill broonzy
poniendo en orden el huerto, quemando
las alimañas
haciendo que lo perdido valga
que la tía escolástica labore sus telares

si supiera señor juan gelman cómo los ojos de ud.
me parecen así de bonitos


LILI MUÑOZ OBEID
(Neuquén-Neuquén-Argentina)

DOS VECES EL AMOR

Dos veces
en una hora
no es cualquier cosa
y menos pasados los cincuenta
te lo dije
amor
pero usted nada
mejor dicho
usted todo
y más
sin cansancio
ni heridas de trabajo
ni mujer que se ha ido
por un rato.

Usted sí y  sí
en el despeje
tal vez
sólo pensó en  usted
o en los dos
siquiera un poco
entonces
yo le doy las gracias.

Cuando crucé la esquina
a contrapelo del adiós que no dijimos
un hombre joven  me pidió monedas.

Supe que habíamos hecho pedazos cualquier quantum
cuatro eran dos
y por instantes  uno
el cuadrado rodaba
refutando  la síntesis
y sin embargo
la realidad virtual
venía de agonizar
usted lo sabe
aquí
en noviembre
el hambre
y el aroma de los tilos.


PÁGINA 13 – ENSAYO

PALOMA TORRES
(Madrid-España)

UN SUICIDIO PERIODÍSTICO. BREVES ENSAYOS SOBRE LA CRÍTICA LITERARIA

Hay grandes temas que se consideran suicidios periodísticos. Tal vez uno de ellos sea la crítica literaria. Algunas de las voces muy acreditadas y convocadas a pronunciarse comentan que nadie, o apenas nadie, lee ya las críticas. ¿Quién leerá entonces unos textos, no ya de crítica, sino sobre la crítica? Proponerlo significa tensar la soga. 

A pesar de todo, merece la pena abordar un gran contenido suicida y sugerirles a los lectores un suicidio colectivo. Los asuntos más interesantes de la vida se mueven normalmente más allá de los criterios prácticos, superándolos. Y la crítica literaria es una actividad apasionante e imprescindible (si es ejercida con honestidad). El buen crítico literario es un tipo insomne, ha de permanecer siempre en vela, pues nunca sabe a qué hora llegará una gran obra y debe mantener los oídos y los ojos abiertos para saber identificar y argumentar qué ha encontrado de valioso o de reprochable en una pieza que le cae entre las manos.

Como un centinela nocturno de algún cuento olvidado de la infancia, su tarea es defender la literatura, apostarse ante una imaginaria puerta de entrada y observar a los personajes que quieren franquearla con mirada aguda (no totalmente desprejuiciada, sería ésta una renuncia imposible, pero sí con voluntad de comprensión y buscadora de una máxima objetividad que le trasciende): no puede permitir que le confundan las viles apariencias, reverenciar al que viste como un príncipe y desdeñar a quien parece un mendigo. El crítico de ojos incisivos tiene que intentar detectar la esencia, y debe fidelidad, sobre todo (o mejor, únicamente), al texto mismo. Debe dejarse sorprender por él, permitir que sea él quien señale la naturaleza de la crítica, aceptarlo como un compañero que por un rato suaviza la soledad del vigilante nocturno. El crítico es humilde porque tiene que quedarse siempre junto a la puerta que guarda, en su papel de mediador, dejando el protagonismo a la obra, sin intentar inmiscuirse en lo que sucede detrás, una vez abierta aquella. ¿Es ésta una visión idílica e infantil de la crítica? Idílica, sí: la crítica desde luego se mueve hoy en día en terrenos menos míticos y más pantanosos, más mezclados de realidades inmediatas y de intereses extraliterarios. ¿Infantil? No tanto, pues no existe aquello en lo que no se cree, y por ello hay que mantener los ideales en el horizonte, para tender hacia ellos en la medida de lo posible, dentro de los márgenes de color siempre gris de la realidad.


PÁGINA 14 – CUENTO

FABIANA IGLESIAS
(Málaga-España)

NOCHE DE SAN JUAN

«Dicen que la noche de San Juan, los umbrales que conectan otros mundos con este se abren por única vez en el año, y entonces cualquier cosa puede ocurrir.»

Úrsula había leído algo así en algún sitio, aunque como ya había cumplido los quince, sabía que eran cuentos de viejas.

Para ella esa noche sería la «gran noche»: por fin diría que sí a Joaquín y perdería su virginidad.

Se puso un escueto short, su camiseta preferida y unas gotas del perfume de su madre. Listo. Luego se dirigió andando hacia la playa donde se reuniría con su grupo de amigos del instituto.

Suponía que no tardarían en estar todos borrachos, entonces Joaquín y ella buscarían algún sitio apartado entre las dunas para pasarlo bien.

El plan comenzó a torcerse mientras encendían su propia hoguera: los varones del grupo se quedaron con la boca abierta al acercarse a ellos cinco chicas extranjeras, quizás alemanas, vestidas con falditas muy cortas y largas cabelleras rubias, y que a juicio de Úrsula parecían estar colocadas, por las risitas tontas que lanzaban sin parar.
Primero se sintió incómoda. Después su molestia fue en aumento al comprobar que su novio estaba borracho y aquella noche no ocurriría nada de lo planeado.
La mayoría del grupo se había metido en el agua, casi todos semidesnudos y haciendo tonterías. Úrsula se inquietó un poco, pero su atención se hallaba volcada en Joaquín y una de las rubias.

Si no hubiese estado tan enfadada, habría prestado atención a aquellos que se alejaban demasiado de la orilla. O al hecho de que poco a poco el resto de las hogueras iban quedando vacías.

Ella no había bebido mucho, aunque de repente se sintió muy cansada. Así que se recostó en la arena tibia para cerrar los ojos un rato.

La despertó el silencio. Se incorporó restregándose los ojos, y se dio cuenta de que se había quedado dormida.

¿Qué hora sería? Todavía era de noche, y los restos moribundos de la hoguera alumbraban lo suficiente a su alrededor para notar que sus amigos no estaban allí.

¿La habían dejado sola? Volvió a mirar, sin poder creérselo del todo.

¿Y Joaquín?

Se puso de pie para buscarlo, embargada por una extraña inquietud al comprobar que no había nadie. La playa estaba desierta, con varias hogueras encendidas aún.

¿Qué había ocurrido?

De pronto el viento trajo el sonido de risas provenientes de las dunas.

Se dirigió hacia allí despacio; un sexto sentido la hizo guardar silencio y moverse sin hacerse notar.

Eran las extranjeras. Estaban desnudas, sumergidas en el agua hasta la cintura, y Úrsula notó que a la luz de la luna sus cuerpos brillaban con un extraño resplandor. En aquel momento arrastraban a alguien que parecía resistirse, llevándolo mar adentro.

Espantada la joven reconoció el rostro pálido y desencajado de Joaquín.

Sin pensar en nada, corrió hacia ellos gritando y agitando los brazos.

Una de las jóvenes le salió al encuentro para retenerla mientras las demás se llevaban a su novio hasta desaparecer con él bajo las olas.

Mientras ella lloraba y suplicaba, el rostro de su captora comenzó a cambiar: sonrió mostrando pequeños dientes puntiagudos, y sus ojos se transformaron en los de un reptil. Úrsula notó que unas garras afiladas como cuchillos se clavaban en sus brazos y los desgarraban mientras tiraban de ella arrastrándola hacia el fondo, y poco antes de hundirse en la inconsciencia, notó que algo escamoso y frío la rozaba.

Al día siguiente los pescadores hallaron solo rescoldos y latas de cervezas vacías.

Algunos de ellos se santiguaron antes de llevar sus barcas al agua.

Sabían que había tumbas nuevas en el mar.


PÁGINA 15 – POESÍA ARGENTINA

ROGELIO RAMOS SIGNES
(San Juan-Argentina)

TIERRA TOMADA

Con los pies ateridos por el agua de deshielo
corro en busca de la llave que abrirá tus metáforas.
Como hija fiel de un cacique en acción de gracia
te niegas a cantar el himno una vez más,
y una vez más la dueña del colegio te sanciona.
“Cuando los colegios no tenían dueños, esto no pasaba”
le dice alguien al espacio donde antes hubo una persona.
“Cuando las estrellas eran parte de la tierra…”
empieza a decir tu padre
en su lengua llena de consonantes que nadie entiende,
mientras la directora insiste con sancionar a la niña.
Deberás desmalezar el jardín. Es tu penitencia,
tarea que ya conoces, Claro de Luna,
cada vez que recortas la fronda de tu pubis.
Hija de una página histórica del continente
tal vez hayas nacido para despedirte.
Y vuelven a dolerme los pies por el agua de deshielo
que no llega a las hornallas. Ni llegará.
Pequeña penitente, mensajera de mis sueños,
los piratas de esta tierra
están haciendo un lago
donde no podrás bañarte
para que naveguen libremente sus barquitos.

MARTHA OLIVERI
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

ALTERIDAD

Quién habrá de cantar sobre las ruinas
quién hará de la muerte fundados paraísos
qué razón asiste aún para que suene un ángelus
y se insista de azul el histórico eclipse.
qué monstruo que al espejo retoca sus facciones
del absurdo ambular entre dos fechas.

Si no sufre su piel la caricia ni el duelo
si no camina el río de las sangres ajenas
si no puede apiadarse de su misma criatura
y ha regido en el miedo una urdimbre de fábulas
que dan pavura al niño y certeza al verdugo..
Qué irá de inicio a fin cuando el verbo anochezca.

SUSANA LIZZI
(Gualeguaychú-Entre Ríos-Argentina)

TUMBA

Hay yuyos
dramáticos /
yuyos descoloridos
y el resto de unas flores
con sus tallos podridos en el agua tufienta;
un ridículo frasco se resigna y contiene tanta vida muerta.
De vez en cuando
unas manos escurren un poco de moho
quitan la vieja etiqueta de alguna ignota mermelada
agregan agua limpia
un clavel
un helecho,
se juntan para rezar un padrenuestro
y apartan la gramilla.

Me siento igual que ese recipiente
cuando llego
ante la tumba de mi padre
donde hay yuyos
dramáticos descoloridos yuyos
y el resto de unas flores
con sus tallos podridos.

ALDO LUIS NOVELLI
(Neuquén-Neuquén-Argentina)

EN EL PAÍS DE LA POESÍA

País de la poesía I

En el país de la poesía, hay niños voladores, mujeres pájaro y hombres pez. Hay otros seres poéticos que luchan por un mundo libre: dragones de fuego, pájaros de viento, ciervos de tierra roja, lagartos de lluvia y humanos de sangre muy caliente con un puño en alto.

País de poesía II

En el país de la poesía, hay una palabra luminosa y secreta, que ningún poeta aún, ha logrado descubrir.

País de poesía III

En el país de la poesía, la palabra 'perro' no sólo ladra, también muerde. Y en ciertas ocasiones, cuando algún poeta hace maullar su gato de tinta desde un techo del vecindario, levanta las orejas y se dispone en posición de ataque.

Pais de poesía IV

En el país de la poesía, hay un gran lagarto verde con ojos de mujer, alas de gaviota y fauces de fuego que no es un monstruo.

Pais de poesia V

En el país de la poesía, los hombres-palabra seducen a las mujeres-poesía con gestos apasionados.


PÁGINA 16 – ENSAYO

GLORIA CEPEDA VARGAS
(Popayán-Colombia)

POETAS

“Los libros son solo ocasiones para la poesía”, dijo Borges en el primer capítulo de su Arte Poética. Ésta es una de las frases afortunadas del escritor argentino.

Hace rato la noche se pasea a sus anchas. Los niños dejaron de jugar. Sobre los flancos de la cordillera abre sus alas el pájaro lejano. Y se puebla mi alma de amigos invisibles bajo el cielo que empieza a sacudir sus naranjales de violeta.

La hora que necesito se despereza como una flor y la poesía se adueña de la vida.

En el pequeño círculo que me correspondió, giro con mis tesoros. A mi lado, entre paredes de algodón, duermen los libros.

No sé si alguna vez Borges se dejaría profanar por ese ácido corrosivo que se llama vanidad. Si así hubiera sucedido, estaría en su derecho como portador que fue de la suprema revelación entre tanto fuego fatuo que abrasa la desnudez de la noche. A semejanza de Sísifo, subió y bajó la piedra lustral sin rendirse y se sembró en un surco de profecías irrepetibles.

Pienso que no debería aceptar este desdoblamiento implacable porque toda fragmentación es dolorosa. Pero sucede que el silencio, como si fuera un sanedrín de ancianos sabios, imparte su lección sentado frente a mí.

Ocasiones para la poesía, dijo Borges ¿Solo ocasiones? ¿Solo puerta franqueada a la visita ocasional? ¿Apenas a lo lejos la tierra prometida?

Entonces los llamados poetas por esta lengua de ceniza, son y serán siempre innominados. Balanceándose sobre el abismo y desposeídos entre los mendicantes, están condenados a blindar pecho y destino con el rocío del amanecer.

Desprovistos de identidad, yerran bajo la luna. Por eso son tan escasos entre los muchos que apenas logran dialogar con el eco. Por eso cantan con fervor y abrevan en humildad.

Callan mientras la manada vocifera e inclinados sobre el libro que recoge el milagro, esperan con paciencia el retorno a su centro.


PÁGINA 17 – CUENTO

EDUARDO FRANCISCO COIRO
(Temperley-Buenos Aires-Argentina)

El hombre lee en su asiento una carta escrita sobre papel verde. Se inclina un poco tratando que el sol que ingresa por la ventanilla ilumine de lleno en esas letras de birome azul. Tiene sus ojos cansados y la presbicia lo obliga a distanciar bastante la carta, a punto de temer con incomodar con la extensión de su brazo a la señora sentada enfrente en la que puede ver una mirada curiosa detrás de esos anteojos redondos con bastante aumento.
En realidad, no le importa que esa señora de mediana edad y pelo rubio enmarañado se interese por su carta. Ella solo podría haber leído la fecha y el lugar que están en letra visible e imprenta, arriba a la derecha de la primera hoja. Luego viene la letra manuscrita, pequeña y encriptada de Gabriela que se hace imposible de descifrar si la persona no esta familiarizada con ella.
Y además, que importancia tiene que esa señora sepa de su felicidad, de su ir y venir con el amor y la distancia.
Ella iba y venía, en su trabajo por los aires, en sus ensueños o en amores fugaces de cada aeropuerto que no lograban desplazarlo a él. Su hombre. Él, que iba y venia todos los fines de semana para compartir su lecho, sus labios. Para caminar con ella de la manito o en el abrazo de hombro de ella a cadera de él que tanto les gustaba, como a los eternos amantes, novios o compañeros de vida, aunque nunca supieron definirse, no les interesaba otra cosa más que llevarse de la mano o del abrazo por la vida que era una sucesión de instantes o una eternidad bajo una misma luz, pisándose a veces con mutua torpeza los pies en aquellas estrechas veredas del centro antiguo de la ciudad, para luego retornar al departamento de ella y fundirse en un solo cuerpo a luz de luna o estrellas, a sol que entibia la piel o a cielos de acero sin grietas. Aun parece sentir el ruido de la lluvia cayendo a gotones de sonido persistente por los techos, mientras adentro los cuerpos se encendían bajo cobijas del frío invierno.
Sentados en la cama, los domingos a la tarde él le leía a ella cuentos de Dal Masetto y ella a él a Borges o Cortázar. Una vez, le leyó "Romance" y él sabía, que era apenas un pretexto para llegar a la frase final que tanto lo oprimía como presagio, como una anticipación acechante a la vuelta de la esquina, o en cada ir y venir a la estación de trenes, para llegar o partir de los brazos de ella, su amor, su compañera.
Recuerda haberle leído esa frase final del cuento de Antonio Dal Masetto que ahora ronda en su cabeza: “el destino es insondable y no existe felicidad que no este amenazada”.
Él sentía cada encuentro y cada despedida como si fueran una misma imagen superpuesta de ese intento imperfecto de volver una y otra vez al placer, o al contacto de la piel, la fusión de los cuerpos, el orgasmo de cada cual a su tiempo y modo, la sonrisa del después y el dormir abrazados para entrar en la noche del sueño bien juntitos.
Su piel lo enloquecía. Su blanca piel casi transparente en la que podía ver rutas celestes que no parecían venas sino mapas de cielo como los que ella surcaba primero en Aerolíneas Argentinas y más tarde en Lufthansa.
Vuelve a doblar en dos las tres o cuatro hojas de la carta sin dejar de echar una última mirada con los ojos húmedos sobre el encabezado, que seguramente la señora que esta allí enfrente ya ha leído, aun fingiendo desinterés y con la mirada perdida en algún punto de la estación que de una vez están por dejar cuando la fuerza de la máquina logre romper la inercia y el viaje se desate sin atenuantes.
No importa que esa señora sentada enfrente haya leído la fecha: Hamburgo, 15 de abril de 1992.
Y más abajo el Querido Javier: y luego el texto que conoce de memoria y ha leído una y otra vez durante estos años a bordo del tren.
“A los tristes no los quiere nadie” se dice a modo de explicación.
Entonces el tren arranca y el hombre rompe la carta en cuatro con expresión de angustia marcada en el rostro, aunque ya maldice su impulso, su inútil esfuerzo por doblegar ese pequeño hilo de ilusión que lo mantiene ahí, no queriendo preguntarse sin respuesta, y entonces guarda esos grandes pedazos en el bolsillo derecho de su campera, quizá ya mismo piensa en pegarlos con cinta transparente al llegar a su casa.
Intenta disimular su rostro desencajado. Se levanta y se va al otro vagón, no quiere testigos, que nadie sospeche ni se pregunte por que él sigue yendo y viniendo en ese tren. Como si el tiempo no hubiera pasado.


PÁGINA 18 – POESÍA ARGENTINA

HUGO FRANCISCO RIVELLA
(Rosario de la Frontera-Salta-Argentina)

¿ESTE MUERTITO FUE ALGUNA VEZ UN ÁNGEL?

Murió de muerte a la luz de las rosas, digo, porque era un niño
el que murió de muerte,
corría camino al parque cuando ocurrió el estruendo
y el mundo era un fracaso de un dios ciego y absurdo.
Álzame padre.
¿Vienes conmigo al puente?
¿A correr las palomas?
¿A tirar en el río los peces del asombro?
Madre,
arrúllame que es tiempo del trigo y las manzanas.
¿Recuerdas al barrilete colgado del crepúsculo?
Alguien pisó las calles, pateó las casas, barrió el silencio.

¿Este muertito fue alguna vez un trompo?
¿Una lluvia de árboles?
¿Una canción de cuna?

Las calles de Kabul, la favela y el trópico, las fauces de la noche,
la flor del limonero, el poema de Lorca, la mesera, el aliento del
maratonista, el beso de la loba…
poco importa a la mano que destruye el planeta.

Murió de muerte a la luz de las rosas, digo, porque era un niño el
que murió de muerte.

RODOLFO ALONSO
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

HIROSHIMA MON AMOUR

una mujer desciende envuelta en desesperado orgullo del aire de su
/casa
como hija de la lástima feroz de la furia pequeña
/provincial
el mundo contento arde quieto a su alrededor
canta en el interior de esa mujer el mundo como
/una boca de fuego
un hombre lejano la contempla con ojos de
/desesperado amor
ese hombre es otros hombres es el mismo amor
/cantando para sobrevivir
el mundo contento arde veloz a su alrededor
canta en el interior de ese hombre el mundo
/como una boca de fuego
cuando la palabra amor no tenga necesidad de ser
/pronunciada
amor en todos los cuerpos desesperados ardiendo
/tranquilos
el mundo contento como una boca de fuego
una mujer y un hombre lentamente a su alrededor

HUGO MUJICA
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

EN PLENA NOCHE

También en plena noche
la nieve
se derrite blanca

y la lluvia
cae
sin perder su transparencia.

Es ella, la noche,
la que nos libra de los reflejos,

la que nos expande
las pupilas.

Lo que busca con su bastón
el ciego es la luz, no el camino.

AMELIA ARELLANO
(San Luis-San Luis-Argentina)

HORMIGAS
Dedicado a Eduardo Francisco Coiro y su Revista.

Esa mujer ha sido paridora de hormigas en la sangre.
No mira hacia atrás. No, no esta vez.
Entre epitafios guarda perfiles de dársena año
rada.
Salvo las lunas de sus pechos.
Es un gemido de campanas en el páramo. Un polvo de abedules.
-No. Niña no la mires. Que no piense que pronuncias su nombre-
Déjala que mire al mundo de reojo. Detrás de sus ojos yace el miedo.
Para que volver a paisajes malheridos.
Sus manos son de una marioneta. De un payaso triste.
Ella. Ella misma ha cortado el dedo. Una y otra vez. Y vuelve. Crece.
Crece y le apunta exactamente el punto vital de sus soles.
Suele ser un fusil. Un vidrio roto. Un falo enhiesto.

Yo he visto caminar al hombre por su cuerpo.
A veces viene en rojo. En zafiro. En aullido de amapolas.
Y la camina. Anda y desanda. En oblicuo. En vertical. En gotas.
El puñal apunta su pubis y explota entre el verdor de sus cabellos.
-Déjala, niña. Déjala que cante. Una nana de menta azucarada-
Deja que crea que hay un niño en sus brazos.
Después de todo, corazón mío.
Ella lleva un hombre de fuego y hormigas en su sangre

ANAMARIA MAYOL
(San Martín de los Andes-Neuquén-Argentina)

LA QUE DIJO

Soy un intento de asesinato
la mano que mece la cuna
quinto elemento

la esclavitud del viento
en las laderas
la mal amada

soy la amazona con su arco
la flecha que se incrusta
en la madera

obstáculo nunca esquivado

dos pies izquierdos
bailando en los silencios
la palabra abolida

soy la incomodidad en el zapato
la piedra que detestas

soy la que dijo amarte
y ya no te ama


PÁGINA 19 – ENSAYO

GUILLERMO MAYR
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

DAVID LAGMANOVICH

"La escritura, desde la vastedad del ciclo novelístico hasta la brevedad formal del microrrelato, debe ser siempre el territorio de la libertad"

El profesor David Lagmanovich (1927/2010) fue precursor y maestro en el arte del cuento breve. El auge del microrrelato en las últimas décadas se debe en gran parte a las contribuciones, tanto teóricas como prácticas, de este notable ensayista, narrador, periodista y crítico literario que obtuvo la licenciatura y el profesorado en Lengua y Literatura Españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán. Vivió varios años en Estados Unidos, donde cursó sus estudios superiores de Periodismo en la Universidad de Columbia y se doctoró en Filosofía en la Universidad de Georgetown con una tesis en lingüística: "Sintaxis del gerundio español". A su regreso al país fue director del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y profesor en la Universidad Nacional de Tucumán. Durante varios años también trabajó en el diario "La Gaceta" de Tucumán, en el que fue sucesivamente reportero, cronista, redactor, jefe del archivo y editorialista, además de crítico musical y colaborador del suplemento literario. Sus libros publicados superan la treintena y abarcan el ensayo pedagógico, la teoría y crítica literaria, la poesía y la narrativa. Algunos de sus títulos son"Circunstancias", "Ocasiones", "Contingencias", "Fluctuaciones", "Vaivenes", "Variaciones y contrastes", "Construcciones" y "Cuaderno del expósito" (poemas); "Réquiem y otros cuentos" (relatos); "Códigos y rupturas. Textos hispanoamericanos", "La música latinoamericana hoy", "Oficio crítico. Notas de introducción a la literatura hispanoamericana", "Estructuras del cuento hispanoamericano", "La elaboración de la tesis", "La literatura del Noroeste argentino", "Estudios sobre los cuentos de Julio Cortázar" y "Vanguardia y escritura" (ensayos). Pero, el género en el que ha descollado es, sin dudas, el de la microficción. Sus aportaciones teóricas se vieron plasmadas en "El microrrelato. Teoría e historia", "La otra mirada. Antología del microrrelato hispánico", "El microrrelato hispanoamericano" y "Memorias de un microrrelato"; mientras que, dentro del campo de la creación, sobresalen "La hormiga escritora", "Casi el silencio", "Menos de 100", "Los cuatro elementos", "Las intrusas"e "Historias del mandamás y otros relatos". Lagmanovich ha dicho que los microrrelatos son como "cuentos concentrados al máximo, bellos como teoremas, que ponen a prueba nuestras maneras rutinarias de leer". Los de su autoría se distinguen por su humor frecuentemente filoso, la fineza de ciertas pinceladas poéticas, la reflexión mordaz sobre hechos cotidianos y la bien balanceada mezcla de lo lúdico y lo transgresor. Miembro de la Academia Nacional de Ciencias desde 2008, Lagmanovich pasó sus últimos años repartiendo su tiempo entre conferencias, dictado de cursos breves y participación en congresos y simposios, tanto en la Argentina como en varios países latinoamericanos y europeos. Para Lagmanovich, no cualquier texto brevísimo es un microrrelato. "Específicamente -dice en 'Precisiones antipáticas (pero útiles) sobre el microrrelato'-, no lo son los aforismos, ni los haikus, ni los ensayos brevísimos, ni los grafitti, ni las noticias periodísticas aunque sean de muy corta extensión, ni los poemas de similares características. En todos los géneros enunciados existe algo que nos atrae, a saber, la brevedad. Pero eso no basta porque, además, en todos ellos falta algo. Hay varios (e incluso muchos) rasgos que caracterizan el microrrelato, pero, aparte del tan citado rasgo de la brevedad, hay por lo menos otros dos que son igualmente obligatorios: la narratividad y la ficcionalidad". Y explica el profesor Lagmanovich: "Narratividad, porque todos los microcuentos dignos de tal nombre cuentan algo, refieren unos acontecimientos que se ubican dentro de una franja temporal, por sucintamente que esté expresada esta última. Y ficcionalidad, porque estas construcciones verbales aspiran a constituirse en escritos insustituibles, en textos que han de ser recordados sin cambio alguno, como oraciones de una religión laica que encuentra en el valor estético un justificativo para su existencia, no menos que en la referencia a un orden de cosas que tal vez no exista, pero que puede y debe existir". Pero además de la brevedad, la narratividad y la ficcionalidad, Lagmanovich agrega otros rasgos que también son importantes, aunque optativos, en el microrrelato: "la contaminación genérica, la actitud paródica, el humor, el contacto con las tecnologías de la información y otras nuevas tecnologías... Uno u otro de estos rasgos accesorios pueden encontrarse en numerosísimos textos minificcionales, pero la tríada que hemos mencionado es fundamental", concluye Lagmanovich. 


PÁGINA 20 – CUENTO

MILCÍADES ARÉVALO
(Bogotá-Colombia)

EL CABALLO DEL VIENTO Y LA MUCHACHA DESNUDA

Un sueño es una escritura, y hay muchas escrituras que sólo son sueños.
Umberto Eco.

      El día que leí mi primer poema comenzó mi desgracia.
     Si bien es cierto que ya había leído a Blake y a los poetas judíos de Toledo, todavía no era capaz de confundir a la congregación con poemas de este tenor: Ecia vlume veldé, eninoc qu, que en idioma vulgar no era otra cosa que una letanía de amor. Tal vez por eso y solo por eso, y también para castigarme contra las tentaciones del mundo, el prior del monasterio me mandó a refrescar el magín al río.
     No había terminado de saborear el agua, que a esa hora de la tarde era de vidrio, cuando vi a unas muchachas bailando en la orilla opuesta al son de un laúd, tanto que no parecían lo que eran sino plantas ornamentales, parte del paisaje –digo, es un decir-. ¡Oh, hermosas muchachas!
    Para comprobar lo que veían mis ojos, presto me zambullí en lo más terrible de la corriente, luchando a brazo partido contra la muerte, desorientado como un pez de extrañas aguas. A punto de saborear mi primer triunfo contra las tentaciones del demonio, las muchachas comenzaron a gritar en coro: “¡Cuidado con las serpientes! ¡Cuidado con la fauna acuática! ¡Cuidado con lo que no ve!”, porque a decir verdad yo parecía un tronco a la deriva en el mes del más intenso verano.
     Tan pronto hube llegado a la orilla opuesta sentí como un suspiro de agonías y caí de rodillas ante la más bella. Ella se quedó mirándome como si acabara de encontrar la dicha, para que las demás muchachas se murieran de envidia o se tiraran los pelos de pura rabia o se fueran a sus casas a morderse los labios delante del espejo y nos dejaran solos para besarnos de la manera más deliciosa.
     Después de muchas cabriolas y equilibrios, ella desenfundó mi sexito, duro y templadito como un puñal de acero y comenzó a cabalgar sobre mi cuerpo corriendo desbocada, descocada, vaiviniéndose, haciendo olas con su pelo, ¿qué podía hacer yo bajo su cuerpo de luna refulgente? -¡Válgame Dios!--. Ella no quería oírme, sólo huir hacia ninguna parte, montada sobre mi puñal de tormento, con el pelo al viento, sin zamarros ni espuelas de plata.
     Cuando empezaron a sonar las campanas para la víspera, ya no había nada más que hacer, ni caballo ni muchacha desnuda huyendo sobre el lomo del viento, sólo la mañana de un nuevo día temblando entre los árboles, vino el prior a buscarme. Al verme en tal estado, desnudo y hambriento como un miserable Lázaro, enredado entre las zarzas de mi propia desgracia, me preguntó qué había pasado conmigo.
     Todo se lo conté. Sin embargo fue como si no me oyera. En volandas me regresó al monasterio y me puso a comer arañas en un rincón de la biblioteca de la venerable congregación, para que no olvidara jamás mis propósitos iniciáticos y pudiera dedicar mis horas de holganza a otros virtuosismos más doctos que el amor.
     Desde entonces, heme aquí, tratando de olvidar todo lo acontecido a la orilla del río, en el sendero del bosque donde aún pastan el caballo del viento y una muchacha desnuda.

Para Ella.


PÁGINA 21 – POESÍA AMERICANA

ÓSCAR WONG
(México DF-México)

CANTIGA PARA LA HERMANA ESTHER

¿Qué de vos y de mí, señora,
qué de vos y de mí dirán?

De vos dirán, mi señora,
la merced que me hacéis,
y que cosa justa es
querer a quien os adora;
y que siempre como agora
muy fuerte y firme os verán.
¿Qué de vos y de mí, señora,
qué de vos y de mí dirán?

PEDRO ARTURO ESTRADA Z.
(Girardota-Antioquía-Colombia)

LOCUS SOLUS

I

Bienvenida, perfecta irrealidad,
dilución de la certeza en humos angélicos, espejismo,
claridad mutante hacia la tiniebla absoluta.
Bienvenida inconsistencia del tacto, visión dudosa
que nos salvas del dogma,
de creer que creemos.

Bienvenida, refracción íntima de la luz
en el núcleo seroso del cáncer que aniquila
la fe, el confiado vigor del músculo
y el impulso sensual.

Bienvenida, fatiga sabia
que creces y te adensas
tranquila en las arterias.

Amiga que das tiempo
después de todo al tiempo.

II

Ya que permites ir a ninguna parte y al centro
de la nebulosa donde sólo hay silencio.
Ya que dejas reinar en el sancta sanctorum del cuerpo
el vago sol de la náusea, ya que dejas morir sin ruido
ese animal voraz que dentellea bajo la piel: el amor
y todas sus crías deletéreas, ya que asfixias la rabia,
ya que pudres antes que alcancen a brillar
las peligrosas, ambiciosas ensoñaciones del cerebro,
ya que humillas la sangre con la mano invisible
que también agacha los jardines, ya que subes
por los dedos afianzando la música que perderá
los sentidos, ya que doblegas la primera mirada
que busca afuera la salida del laberinto, ya que
nada pueden, nada podemos ante ti,
contra ti,

no dejes libre entonces
ninguna fisura
ninguna herida olvidada

ningún pavor suelto.

ALEYANDRA MOYRA
(San José-Costa Rica)

EXISTENCIA

¡Vago reconocimiento de materia, de sustancia!
Un sonido del encuentro entre los ojos,
una mirada en el eco de tus manos y pies.

¡Soy invisible!
Porque no me reflejo en tus oscuros, claros y tiernos recuerdos.
Para que no me abraces con mentiras.

¡Me marcho!
Y sufro cada sonrisa,
mientras supero cada día.

¡Muero!
Porque no existo frente a tu espalda,
ahora ni sombra entre los sitios que me atan.

JUAN CAMERON
(Valparaíso-Chile)

VISIÓN DE LOS CICLISTAS

Desde lo alto los ciclistas migratorios avanzan
a la estación terminal
Una bandada de hormigas signos
de otras edades abajo en el tablero
Mas desde la avenida no se aprecia el cortejo
ni las ovejas al crematorio
ni los suicidas al escenario
ni aquestas bestias al matadero

La orquesta de colores prosigue se persigue
se cruza en el espejo de los pájaros
uno toma la punta otro le continúa se renuevan
Ninguno parece circular en dirección opuesta
ni las ovejas al escenario
ni los suicidas al matadero
ni aquestas bestias al crematorio

La bandada pareciera continuar entre gritos o murmullos
Bien puede el paisaje confundirse con sus elementos
un mero montaje del ojo desde arriba
la vera invención de interpretar la imagen
vértigo de comprender los hechos
y estas ovejas al matadero
y estos suicidas al crematorio
y aquestas bestias al escenario.

PAURA RODRÍGUEZ LEYTÓN.
(Santa Cruz de la Sierra-Bolivia)
COMO UN REFLEJO DESLUMBRANTE

Todo es Como Un deslumbrante reflejo,
colmillo hiriente Que Arranca sin gemido a la piedra.
Reproducir el fuego:
la tarea Más Válida párr mirarte al espejo.
Espejo roto desmenuza Que tu sombra.

La tarde ausente de mi,
latiendo,
Queriendo Borrar el los fulgores,
el fragor de tu memoria.

Se Repite
invariablemente
El Exodo de tus Sentidos.
El silencio te quiebra.

Te punza La Ilusión De arrancarle HORAS A Este pedazo de materia.
La Sustancia de los Días,
tan densa,
A Veces.


PÁGINA 22 – ENSAYO

GABRIEL CHÁVEZ CASAZOLA
(Santa Cruz de la Sierra-Bolivia)

SOMBRAS NADA MÁS
Un premio y sus revelaciones

Suele decirse que la poesía escrita en nuestro idioma goza de buena salud: muchos libros publicados en lo que va de este siglo -pronto quinceañero- así lo atestiguan, a este y al otro lado del Atlántico. Pero otra cosa es ponerse a la ardua tarea de comprobarlo con 80 originales de distintos países por delante.  
Me tocó, estos dos meses pasados, ser jurado -junto a los poetas Raúl Vallejo (Ecuador, 1959) y Federico Díaz-Granados (Colombia, 1974)- de la primera versión del Premio Internacional de Poesía “Paralelo Cero”, un concurso para obra inédita convocado, como su nombre lo sugiere, en Quito, al amparo del festival de poesía del mismo nombre; que en el último lustro ha reunido a cientos de relevantes autores de numerosas naciones, alcanzando un creciente y bien justificado renombre dentro y fuera del país donde se lleva a cabo.
La verdad sea escrita, no esperaba encontrar tantos buenos libros de poesía entre esos 80 títulos presentados a concurso, que además leímos todos los miembros del jurado, para dar la mayor consistencia posible a nuestro trabajo y al fallo final.
Pudimos habernos repartido el pastel y luego leer solo unas cuantas obras recomendadas por cada integrante, como se estila en varios concursos, pero nos hubiéramos perdido la gran oportunidad de tomarle el pulso a esta muestra de la poesía escrita en español que nos fue dada en bandeja (o mejor, en pdf) desde la línea imaginaria del Ecuador.
Ahora, después de haber leído esas ocho decenas de obras provenientes de casi la totalidad de los países iberoamericanos, puedo decir, con mayor convicción, que sí. Que como anotaba al principio, nuestra poesía goza de estupenda salud. Y tan es así, que el trabajo del jurado se complicó a la hora de elegir finalistas, ya que había una buena cantidad de obras que merecían ocupar ese lugar.
Sin embargo, aunque a cada quien tal vez se le quedó relegado algún texto de su preferencia en el camino del diálogo interno propio de todo jurado (a mí, por ejemplo, uno del que nunca sabré su autor, que titulaba Acallado el nombre de tantas cosas), desde el principio se decantó con nitidez la obra que, al cabo, fue elegida ganadora, por unanimidad, del Premio Paralelo Cero 2014, a ser entregado el próximo junio.
Se trata de Bitácora y otras cuestiones, presentado con el seudónimo Ian Chamshroin, que una vez abierto el archivo de datos correspondió al excelente poeta Juan Cameron (Chile, 1947), residente en Valparaíso.  
Como lo apunta el veredicto, se trata de un libro “de notable calidad, escrito desde una voz poética madura, lúcida e irónica, que pasa revista a la memoria personal del poeta en diálogo con la memoria cultural de su generación, construyendo una obra rica en sentido, surcada por diversos ecos y niveles de significación que se enriquecen entre sí y al conjunto”.
Por otra parte, considerando el buen nivel de las obras presentadas al Premio y, aún más, la elevada calidad de varias de ellas, en el jurado resolvimos, también por unanimidad, otorgar tres menciones, a los libros Contra la locura, de la argentina Soledad Castresana, a quien confieso no haber leído antes, aunque conocía por referencias; Cronología de un bárbaro, del también argentino Hugo Rivella (1948), un autor de fértil trayectoria, con quien compartimos ser finalistas hace poco en el premio mundial de poesía mística “Fernando Rielo”; y Lo lejano, del colombiano Santiago Espinosa (1985), que de este modo ha corroborado lo que en su país ya se dice -y siempre bien- de su escritura.
En Contra la locura descubrimos “una poesía sugestiva y transparente, sutil y al mismo tiempo certera”; en Cronología de un bárbaro, la “apuesta por un lenguaje caudaloso y desbordado, de una gran vitalidad e intensidad”; mientras que en Lo lejano encontramos que prevalecía “una nítida voz interior, minuciosamente volcada hacia la reminiscencia de tiempos y espacios perdidos”.
El premiado fue, entonces, un poeta chileno, y las obras mencionadas correspondieron a una poeta y un poeta argentinos y a un poeta colombiano; lo que muestra, de paso, el alcance de la convocatoria de este premio internacional, que espero continúe teniendo tanta y aun mayor participación en sus futuras versiones. Y que alguna de ellas, en el futuro, ojalá sea ganada por algún autor boliviano. ¡Salud por la salud de la poesía!


PÁGINA 23 – CUENTOS BREVES

JORGE M. TAVERNA IRIGOYEN
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

ENTRE DUDAS Y CERTEZAS

No hay diagnóstico para ninguna de las dos hermanas. Están graves y hasta los mismos médicos se preguntan quién morirá primero. Todos los estudios son negativos. Pero ellas se están muriendo  Y finalmente mueren juntas –el mismo día y a la misma hora- como buenas gemelas.



Está seguro: este año se graduará de médico, rendirá la última materia y le entregará el diploma. No importa qué haga con él su abuelo. Y si lo abraza o no. El, simplemente, quemará todos los libros y se irá para siempre. Tiene la certeza que en Somalía necesitan enfermeros.



Soy Juan Sin Tierra, hijo de Enrique II y Leonor de Aquitania, hermano  de Ricardo Corazón de León.  Desde niño  escribo, y así como para mi hermano la espada es su gloria, yo me refugio en la pluma. Entre guerras y Cruzadas él es elegido rey de Inglaterra. Y cuando el trono me llega, pienso en lo  que el pueblo espera de mí. Escribo entonces la Carta Magna para los nobles y –sin una gota de sangre derramada- confío en que la historia me dé un hábeas corpus de perdón..



Los dos dudan en responder. ¿Acaso está escrito que deban hacerlo? No han firmado nada. Sin embargo, hoy vienen a buscarlos los gendarmes: están acusados de haber liberado la malicia en el barrio, la concupiscencia, la desconfianza.Ambos se miran a los ojos sin entender nada. No obstante les muestran unos papeles en blanco y les ponen esposas.



Le han traído de las Indias un par de primorosas medias tejidas con hilos de telas de arañas. Son tan suaves como la piel de un niño. Las mira, las toca y finalmente, por las dudas que estén contaminadas por los bárbaros de esas tierras, Carlos III las tira al fuego de la estufa.


PÁGINA 24 – POESÍA AMERICANA

JIMMY VALDEZ OSAKU
(Nueva York-Estados Unidos)

TODO TU AROMA EN MI CRÁNEO

Como si la fábula de un búho se subiese a runrunear allí en tu sombra
asida al pudridero que es la impaciencia,
lo desbrozado hasta la larva de los latidos,
dejando en mansedumbre la sonrisa agreste,
escocida,
que tanto te impide para que con rabia desenvaines el acido de las desolaciones,
el azar de los besos, lo despiadado, hilvanando por igual y con usura
lo reincidente:
todo tu aroma en mi cráneo
merodeando como una enloquecida hoguera vertiginosa,
desparramando la cuadratura de este mundo
en la que solo tú, tan certera en las fórmulas y sustratos
escudriñas la cosa inútil que es querer contigo
ponerle fin al silencio.

ASPASIA WORLITZKY
(Labal-Quebec-Canadá)

PARA EL DÍA DE LA MADRE

Siento este silencio dentro, las farolas se apagan
el cuerpo yace, las remembranzas surgen implacables
llenan espacios de armonía destruyendo todo a su paso
iracundas, enceguecidas ... yo cantarina las recibo
me sofocan de nuevo ...
El apremio del tecito caliente se me hace riguroso
me circunda la necesidad de tenerla una vez más conmigo
a mi madre vertiendo en la taza de porcelana
aquel liquido cobrizo sabor de mi tierra entera.
Me cubro el lomo con el poncho que me trajera ella
colores de mi campo presente en cada rumbo del hogar
atragantada en sollozos la busco en el que fuera su cuarto
la llamo entre las cortinas de encaje que le gustaban tanto
la llamo, la llamo … me gustaría que contestara a mis demandas
tan solo un gesto para alcanzar mi rostro y secar mis lágrimas
las que no afloran, conversar ... un ratito aunque sea ...
Se fue mamá , se fue a la otra dimensión , no la puedo tocar
su cuerpito  dolorido, los brazos cansados, su caminar ligero
para servirme el té ... no la puedo alcanzar ... lléveme con usted...

LEDA GARCIA PÉREZ
(San José-Costa Rica)

Una se equivocó de tanta espera.
Una se arrodilló en la iglesia equivocada.
Una perdió su propia catedral.
Una se fue.
Una no es mas.
Una es un lecho con fantasmas
que pueden devolverte, devolverse.
Una es su puta soledad 
faranduleando lágrimas y espinas.

RUTH VEGA PUÑAL
(Cuzco-Cusco-Perú)

Aun puede reventar mi piel y germinarme unas plumas
Desnuda abrí los ojos y oyeron mi primer grito los pájaros
Ellos mismos han de venir a llenar mi garganta de sus cantos
Que hastiada estoy de ir de tumbo en tumbo arrastrando mi lengua
Aprenderé el lenguaje de la lluvia cuando canta
Y ay de ti si no estás para juntar tu voz a la mía
Porque lloveremos el cielo para despertar las raíces del sonido
Inundaremos el vació hasta que vaya a parir tu canto
Silencio invadiremos cada espacio tuyo
Y mañana cuando el sol este sobre tu ombligo
Despertaras en cascadas cual bullicio de millones de mamíferos en celo
Ha llegado el sol de mediodía sobre la cordillera blanca
Ella le ha engendrado una hija que lleva por nombre selva
Tiene anchas las caderas y es de frondosa cabellera
La vida no ha de resistirse a ella y parirá hasta la arena
Su belleza tiene el mismo color de tus ojos ahora que lloran

TANIA LIBERTAD
(Estelí-Nicaragua)

Y que mis hijos e hijas no nazcan en vano,
que florezcan en lo verde, que vayan y regresen con cicatrices que no duelan, 
que las sonrisas no sean más máscaras y que tu pelo tenga donde crecer todos los meses.
Que la casa sea tuya, el mundo sea nuestra casa,
donde cobijarte y amarte, sin paredes, ni mares que nos distancien,
y donde no tenga que pagar diezmos a falsos amigos, que ojalá , hija mía nunca conozcas.
Que la hiedra brote, cubra nuestros techos, que no han de quitarnos, 
y que su sombra ilumine esa nuestra oscuridad, abramos los ojos y veamos los ríos correr, la primavera, la lluvia y sus olores a tierra mojada.
Que todo eso sea para vos y que yo este aquí para verte.
Solamente eso. 
Eso.


MARIANELA PUEBLA
(Valparaíso-Chile)

EN EL UMBRAL DEL PÁRAMO

¿Dónde se extravió tu paso, Juan Preciado?
La canícula de agosto cayó sobre Comala emblanquecida
y abrió las fauces del infierno para ti.
Tú llevabas esa tierra caliente pegada a la piel
y desde antes de nacer tu  madre miraba por tus ojos.
Dolores Preciado acortó  las banquetas del cielo
para  guiar tus pasos,
ahora estás allí, entre las sombras de otros tiempos
y los zopilotes  esperando tus despojos.

¿Por qué ese afán de encontrar lo perdido?
¿Qué hechizo mezcló el pasado y el presente,
dónde está la realidad escondida?
Juan, no dejes que la vieja Eduviges
te acune entre sus brazos carcomidos.
Todo es tan incierto, tan infinitamente extraño,
pero tú te adentras en un mundo inexistente.
Un pueblo olvidado te recibió
con su vientre de polvo y sepulturas.
Mas, era tarde, tu madre marcó ese designio
y tenías  que seguir.

Juan, el viento trajo las voces que vagaban
en silencio a tus oídos.
Muchas bocas murmuraron desde el fondo
de la nada y tú las escuchaste
como si fueras el curandero de sus dolencias.
Por ellas supiste de tu padre, Pedro Páramo,
¿Dónde estaba él? ¿Regando hijos por doquiera?
¿Buscando el amor de Susana San Juan?
 Por todas partes se veían sus huellas,
 su voz aún retumba en la Media Luna,
los murmullos todavía recorren las calles
de Comala, entran y salen dando portazos
 y atraviesan las derruidas paredes.
Hay en Comala una herida que no cicatriza,
es Pedro que no perdona,
no lo permite, él sigue siento el amo
de esas almas en pena.

Juan, ¿qué dolor traías en el pecho?
Tal vez, ¿haber sido el hijo desconocido?
¿Por qué te atraen las heridas de otros?
Quizás, ¿tus hermanos?
¿Buscas a Abundio y su puñal ensangrentado?
Vamos, Juan, ya no hay vuelta,
pon tu cabeza en la almohada del tiempo ido,
descansa,  ya eres parte de la familia,
Comala no te dejará ir, te dio el abrazo eterno.
Allí sentirás que el viento no duerme,
sopla voces polvorientas, lamentos.
Barre de día toda huella,
de noche abre sus alas
y se desata en susurros.
¿Qué penitencia, Juan, vaga en las calles de Comala,
vacías de vida, pobladas de fantasmas
 que buscan el camino del reposo?

Juan, descansa,
Damiana arrullará por siempre
ese montón de piedras desmoronadas

en que quedó tu padre.


PÁGINA 25 – ENSAYO

HERNÁN SCHILLAGI
(San Martín-Mendoza-Argentina)

COMPOSICIÓN QUÍMICA DEL FRACASO

1.TODOS CONOCÍAN SU CIENCIA Y EL DEBER

            Ese año era especial: el último de la secundaria. Había atravesado toda la primera mitad de la década del ’90 en la escuela para tener nada más que una certeza y media. A comienzos del año 1994, yo sabía dos cosas para mi futuro: que me gustaban las materias humanísticas, así que iba a anotarme en la carrera de Derecho (la media certeza); y que la literatura me había transformado la manera de mirar el mundo, además de quemarme por dentro cada vez que leía un libro (la certeza entera). Así de enrevesado enfrenté ese ciclo lectivo, no quería que me hablaran de las «ciencias duras». Grave error.

            Sin embargo hasta ese momento había sido siempre un alumno bastante cumplidor, más preguntón que participativo, respetuoso aunque charlatán, interesado en los temas, pero tampoco fanático. El típico estudiante que no brilla, pero que tampoco desaprueba. En cuestiones de números: un definitivo «ocho» con aspiraciones a algo más. Mi padre me había dicho en una oportunidad: «Mientras no te llevés nada para el verano, conmigo vas a andar bien». Nunca supe si su tono era menos un consejo que una amenaza, pero lo tomé al pie de la letra de primero a cuarto año. Algún que otro objetivo de Matemática (¡ay, los números!) lo había recuperado en diciembre. Por lo tanto, enero y febrero me encontraban alternando entre los libros y la pileta.

2.NO EXISTE UNA ESCUELA QUE ENSEÑE A VIVIR

            ¿Cómo explicar la composición química de un fracaso que nació con una buena nota? Sería así: la profesora Perla llegó el primer día de clases arriba de sus tacos altos y nos explicó que la materia, ese año, iba a ser muy diferente (ella había sido nuestra implacable profesora de cuarto). Nos dijo que la Química Inorgánica del ciclo anterior había sido el primer paso para entrar en la Química Orgánica. Además, nos explicó que la modalidad de las clases iban a ser con otra metodología, ya que deberíamos formar pequeños grupos de dos personas e investigar un tema para luego exponerlo a todo el curso  (el tomate, me tocó en suerte). Todos nos miramos de reojo y pensamos lo mismo: «El sufrimiento del año pasado tuvo su recompensa». No obstante, su índice derecho se elevó y nos espetó lo siguiente: «Pero esta primera unidad es todo la teoría del carbono». Fin de la alegría.

            Así comenzaron a amarrarnos las largas cadenas hidrocarbonadas, las uniones covalentes, las descripciones de la estructura del benceno. Nos sentíamos saturados, radicales, unos verdaderos «descompuestos orgánicos» que deambulábamos por el desierto de la tabla periódica buscando un poco de oxígeno e hidrógeno. Hablo en plural, porque nuestra modalidad no era precisamente la de Ciencias Naturales, así que todos no nos encontrábamos muy reactivos a la Química.

            Entonces, dos meses arduos transcurrieron hasta que llegó el día de la prueba. Había estudiado sin entender mucho, aunque contesté casi todo. Esa noche, una compañera cumplió años y los comentarios eran sobre la incertidumbre que teníamos todos de la nota que nos íbamos a sacar. En un momento alguien dijo: «Pero aprobando esto, después va a ser más sencillo».

            Pasaron los días y Perla, la elegante profesora de Química, llegó con las evaluaciones corregidas. Empezó a repartir una por una las hojas hasta que mi mano se encontró con el siete más sorprendente de mi historia escolar. Me dio tanta alegría que empecé a mirar con cariño los tubos de ensayo y la Química General de Petrucci. En medio de la algarabía nos recordó: «Los que desaprobaron, tienen el recuperatorio la próxima clase. ¡A estudiar, señores!». Esas palabras, por suerte, no iban dirigidas hacia mí, así que me puse a pensar en cualquier cosa, en los tomates, por ejemplo, o que tenía que leer un libro muy flaquito, pero que prometía una historia muy potente. El libro era Pedro Páramo de Juan Rulfo. Y allí comenzaron a mezclarse los componentes de mi fracaso.

3.TODO EL MUNDO SABE BIEN QUE NO HAY SALIDA

            Todos saben que cuando Edipo quiso huir de su destino (le habían vaticinado que iba a matar a su padre y que luego iba a desposar a su propia madre), lo único que logró fue dirigirse directamente al cruce de caminos que lo enfrentaría con su tragedia personal. Como también le pasó a Santiago Nasar en Crónica de una muerte anunciada; el viento de la desgracia -como le llama García Márquez- me fue arrastrando hacia el día del recuperatorio hasta el banco de siempre: segundo, a la siniestra (no puedo decirle izquierda), frente al escritorio del profesor. Así, al igual que la puerta fatídica de la Crónica,  la profesora Perla hizo sentar al grupito de alumnos desaprobados al lado de mi banco. Los gemelos Vicario estaban en mi curso, apostados junto a la ventana, y yo les sonreía con complicidad. Mi «funesta inconciencia» no me permitió escapar de mi marcado destino. Todos estábamos en los comienzos de la investigación, con mi compañero habíamos decidido hablar de la salsa de tomates y esa tarde nos íbamos a ir en moto hasta una fábrica en las afueras de la ciudad. La profesora hojeaba un libro, ordenaba evaluaciones. Parecía distraída. El hecho fue rápido, como una cuchillada: uno de los que recuperaba hizo volar un papel. Nos pedía una fórmula o algo parecido. Así que nos pusimos a buscar la respuesta, mi compañero la escribió y me la pasó. En eso, la profesora se puso de pie y se nos vino encima como los Vicario. Sus ojos eran dos puñales de carnicero. Como pude, guardé el papelito en la carpeta, entre las hojas y los folios. No recuerdo bien qué nos dijo, pero abrió primero la carpeta de mi compañero y nada. Aquí fue –pienso ahora- como las sustancias químicas comenzaron a fusionarse para torcer una historia que parecía estar ya escrita. Entonces, la profesora abrió con furia mi negra carpeta y el machete saltó con una alegría burlona. La letra era de mi compañero de la derecha y el pedido era del que recuperaba a la izquierda, sin embargo, nadie desconoce el destino trágico que siempre han tenido los mensajeros. Para abreviar el cuento, la profesora de Química le quitó la prueba al que recuperaba y anuló mi hermoso siete que ya estaba estampado en su planilla. Mediaba el otoño y diciembre parecía tan lejano como peligroso.

            De este modo, el año ‘94 avanzó entre las consultas y las exposiciones orales. Como había dicho ese compañero en el cumpleaños, Química se nos volvió más sencilla de aprobar. En julio, Charly García sacó el increíble disco llamado La hija de la lágrima donde una canción me anunciaba oscuramente: «Víctima de soledad / víctima de un mal extraño…». Cada vez que la escuchaba y recordaba que injustamente yo tenía que rendir en diciembre una unidad que había aprobado, me sentía una verdadera víctima.

4.ADORO LA TELETRANSPORTACIÓN

            Llegó diciembre. Una semana antes de las mesas, un compañero me dijo que había un estudiante de Ingeniería en el barrio San Pedro, cerca de una gomería, que explicaba rápido y barato. Me monté a la bicicleta con la carpeta bajo el brazo, tardé en encontrar la casa, sin embargo en la gomería me supieron indicar dónde iban a emparcharme las dudas. Cuando el profesor abrió la puerta, mi sorpresa fue terrible: en dos mesones gigantes, unos doce pibes agachaban al mismo tiempo sus cabezas frente a los problemas matemáticos, fórmulas químicas y ejercicios de física. Todo por cinco pesos la hora. Le mostré lo que tenía que rendir, entonces, el profesor me dio un ejercicio y, cuando estaba tratando de desentrañarme los secretos de las sales, un par de alumnos reclamaron su ayuda. A la media hora volvió a mi lugar. «¿Cómo vas, flaco?», me preguntó. Le mostré la hoja con un tímido avance. Terminó él mismo de resolver el problema y me dio dos más. Cuando las dos horas se cumplieron y el profesor estaba en la otra punta del living, recogí la carpeta, le pagué y me fui. No sé si me deseó suerte cuando me subí a la bici.

            El día de la mesa se hizo presente en el almanaque. Unas cuarenta y ocho horas antes, la profesora nos dio consulta en el frío laboratorio del segundo piso de la escuela. Nos pidió la carpeta, nos preguntó si nos estábamos haciendo preparar con otro profesor (ya nos habían avisado que había que decirle que no, porque se enojaba más de lo que ya estaba siempre) y nos dijo si teníamos alguna duda. Nadie abrió la boca. «Entonces los espero el viernes, chicos». Así llegué al examen, me sentía víctima de una injusticia, me había preparado a medias y la profesora me tenía entre ojos. Nos dio la evaluación y la empecé a leer; rápidamente descubrí que ninguno de los temas, que supuestamente entraban en la Unidad 1, estaban reflejados en las preguntas. «Todo va a caer», decía la canción de Charly. Respondí lo que pude y entregué. Desaprobamos todos.

            Terminó el año, sin embargo antes me inscribí en el preuniversitario de la carrera de Derecho, disfruté de la fiesta de colación y del viaje de egresados a Bariloche. Los apuntes de Historia de las Instituciones Argentinas me estaban acechando y, encima, debía rendir en marzo toda la Química Orgánica de quinto. Algunos compañeros llegaron al extremo de cambiarse de escuela para rendirla con otra profesora y no con Perla. En tanto, yo leía tirado en la cama Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sabato y sentía que la literatura me daba respuestas que solo tenía que sentarme a escribirlas para que funcionaran. Así, un 15 de enero aparecieron mis padres en la habitación e interrumpieron mi lectura para decirme que ya le habían pagado a un profesor. Esa misma tarde empezaba. El pesado libro se me cayó de las manos y me aplastó las ilusiones de escritor furtivo.

            No obstante, la primera clase fue positiva. El profesor era vecino y me aclaró amigablemente el panorama de un plumazo: había que ejercitar mucho y yo tenía que esforzarme en estudiar la teoría que me iba a explicar en su momento. Fue un verano denso, pero productivo. Leía a escondidas a Sabato y la química se me iba abriendo en la mente. Los dos hemisferios de mi cerebro jugaban un ping pong tan revelador como efectivo.

            Llegué a la mesa de marzo con los temores de siempre, pero con la seguridad de que tenía los elementos necesarios para enfrentar al tribunal. Además de Perla, los profesores de Física de los años anteriores la acompañaban. Eso me tranquilizó para hacer el examen y luego explicar una larga fórmula en el pizarrón que sorprendió a la profesora por mi elocuencia y memoria. Me saqué un nueve, aunque nunca me explicó en qué había fallado, y hasta uno de los profesores me felicitó. Cuando estaba por irme, la profesora me preguntó con una sonrisa qué iba a estudiar. La miré a ella, recordé los apuntes de Derecho arrumbados en un cajón y me descubrí diciendo: «Profesorado de Lengua y Literatura». Los demás profesores hicieron gestos de aprobación, aunque Perla se quedó quieta, me miró como por primera vez y me dijo: «Entonces, buena suerte, colega». Cuando salí de la escuela, sin pensar, me descubrí cantando esa otra de Charly que dice: «Nace una flor / todos los días sale el sol…». Es cierto, de vez en cuando hay que escuchar aquella voz.


PÁGINA 26 – CUENTO  

CARLOS ARTURO GAMBOA B.
(Ibagué-Tolima-Colombia)

DÍGANLE A JULIO QUE LA GUERRA TERMINÓ

Mientras trataba de retomar el aliento iba pensando en la lejana posibilidad de encontrarlo esta vez. Ya eran muchos los intentos terminados en frustración, pero no se le ocurría desistir. Terminó de ascender entre riscos espinosos y luego tuvo que luchar contra un camino arenisco que le hacía perder el equilibrio. Miró hacia el cielo, como intentando establecer una señal de ubicuidad, pero parecía estar enmarañado por la vegetación. Supuso que aún estaba empezando la tarde porque el sol se colaba entre el herbaje. De repente, como si alguien lo hubiese presentido con ganas de claudicar, apareció frente a su mirada una especie de cambuche maltrecho. Frenó en seco y se enfrentó a la posibilidad del miedo.
-           Buenas tardes… ¿hay alguien aquí? Gritó lo más alto que pudo, exhalando de sus pulmones la última ración de oxígeno.
-           Buenas tardes… buenas tardes… ¿Hay alguien…?
-           Santo y seña. Patria o muerte. Contestó una voz desde algún lugar incierto de aquella choza.
-           Buenas tardes señor.
-           Santo y seña. Patria o muerte. ¿Qué busca el individuo?
-           Ando buscando a Julio Calarcá, mi hermano.
Hubo un silencio inquietante que Eustacio aprovechó para inspeccionar rápidamente el lugar. Estaba frente a una choza construida con hojas anchas que cubrían un soporte de troncos de arbustos, no muy gruesos.
-           ¿Y para qué lo busca el señor?
-           Para darle un mensaje
-           ¿De quién?
-           De nuestra madre
-           ¿Y cómo llama la señora en cuestión?
-           Dorotea Cuellar
-           Dígale a la señora que Julio está al servicio de la revolución.
Luego vino otro silencio más largo y mientras trataba de precisar sus siguientes palabras, por primera vez Eustacio pensó en la posibilidad de que aquella voz fuera la de Julio.
-           Señor, señor, ¿conoce usted a Julio?
-           Lo suficiente para informarle que él no se distraerá por mensajes proveniente del mundo esclavizado.
-           ¿Y no existe la posibilidad de que pueda hablar con él?
-           No señor, la revolución no da tregua, ya tendrán tiempo de hablar cuando la justicia se tome las ciudades.
-           La verdad me urge hablar con él. Esto último lo dijo un poco desconsolado, casi seguro que Julio eran un nombre perdido en aquella selva, carcomido por los jejenes, alterado por la pesadez de la clorofila.
-           Es mejor que se apee señor, allá en la esquina hay una vasija con agua, beba un poco, y debajo de esas ramas hay un atado de panela, coma también una ración, no mucha.
Eustacio obedeció al detalle, llevaba horas sin probar alimento diferente a frutos extraños que el hambre convertía en manjares.
-           ¿Cómo es que alguien de ciudad se interna en estos parajes? – Interrumpió de nuevo la voz un poco amenazante.
-           Ya le dije señor, busco a mi hermano Julio
-           ¿No será usted un hijueputa del gobierno?
-           Para nada señor, soy hermano de Julio, Eustacio Calarcá, y le traigo una razón de mamá.
-           No tiene usted pinta de hermano de Julio, mucho más bajito y debilucho y con esa cara de trabajar para algún empresario promotor del capitalismo salvaje. Usted tiene pinta de vasallo del sistema y por aquí esa gente no la pasamos
-           Lo siento señor, sólo busco a Julio, mi hermano
-           Julio nunca me dijo que tenía hermanos amanerados
Eustacio guardó silencio. Ahora se sentía prisionero de aquella conversación. No sabía qué decir, cualquier argumento sería inútil. ¿Qué podría saber de la realidad aquel hombre enclaustrado en la selva? Se sentía profundamente indefenso. Estaba a la merced de un fermentado revolucionario. Pero tenía que hallar a Julio.
-           Miré señor, retornó la voz desde la choza, es mejor que se marche, descanse un poco y devuélvase para la ciudad a cuidarle el capital a su patrono.
-           Lo siento señor, pero me es imperativo darle la razón de mamá a mi hermano.
-           No joda hombre, no entiende que para nosotros lo único imperativo es la revolución. Cuando uno se viene pa`l monte se compromete es a luchar, lo demás es una anécdota del pasado. Si uno estuviera pensando en lo otro no podría enfrentar al enemigo.
-           Pero…
-           Pero mejor no diga más, y devuélvase y dígale a la tal señora Dorotea que Julio está bien, que su sueño de libertad se hizo realidad y que pronto, cuando los defensores del pueblo se tomen las ciudades lo verá, y entonces la gente entenderá nuestra lucha.
Eustacio agachó la cabeza y su cuerpo tradujo el lenguaje de la derrota. Descargó la vasija en la que bebió agua, y juntó las sobras de la panela. Parecía hacerse de noche.
-           Señor, hágame un gran favor, si se ve con Julio dígale que su hermano vino a buscarlo, Eustacio Calarcá, y dígale que le traía un mensaje de mamá, Dorotea es el nombre.
-           Con gusto señor, pero no olvide usted que él anda muy ocupado con la revolución y tal vez ni le interese el dato.
-           Sólo dígale eso, tal vez se pueda comunicar conmigo, ¿si quiere le dejo la dirección?
-           ¿Y para qué hombre? Ya le dije que él  está comprometido con la justicia y la lucha, no se va a poner a pensar en su madre y su hermano cara de empresario…
-           De todas maneras dígaselo
-           ¿Y cuál es el mensaje de su madre?
-           Lo siento, eso sólo se lo puedo decir a él en persona
Entonces Eustacio vio un rostro poblado de barba que se asomaba entre los juncos que rodeaban la choza, un rostro curtido de selva, repleto de arrugas revolucionarias, un cuerpo cubierto por un traje camuflado por el barro y en cuya mano sostenía un fusil.
-           No dispare señor –imploró el visitante-
-           Tranquilo Eustacio, deme el mensaje para Julio, el mensaje de su mamá
-           Mi madre manda a decir: “Díganle a Julio que la guerra terminó”
-           ¿Y cómo está ella?
-           Muerta, llorada y sepultada. Hace ya cinco años.
Julio descargó el fusil sobre el tronco de un árbol. Miró a su hermano indefenso, como cualquier citadino extraviado en un parque, luego dio la vuelta y tomó un pequeño sendero detrás del rancho, como buscando la fosa común de sus recuerdos.

***
Cuento ganador del  7o Concurso Nacional de Cuento RCN - Ministerio de Educación Nacional de Colombia (2013). Modalidad Docentes.


PÁGINA 27 – ENSAYO

EVAN HUNTER (ED MCBAIN)
(Nueva York-Estados Unidos)

CÓMO ESCRIBIR UN RELATO POLICIAL

Hubo un tiempo en que una persona podía ganarse la vida escribiendo cuentos policiales. En ese entonces, un individuo trabajador podía ganar dos centavos por palabra por cuento. Tres centavos, si era excepcionalmente bueno. Era mejor que fregar baños. Y además era divertido. En ese entonces, empezar un cuento de crimen era como alcanzar una caja de bombones y ser sorprendido tanto por el centro blando y dulce como por las nueces. Las historias policiales estaban llenas de nueces, pero nunca se sabía qué tipo de cuento iba a salir de la máquina hasta que empezaba a tomar forma en la página. Como un pianista de jazz, un buen escritor de cuentos policiales no pensaba que conocía su oficio a menos que pudiera improvisar con las doce teclas. Las variaciones tonales del tema eran lo que lo hacía divertido. Que le pagaran a uno dos o tres centavos también.
Para mí, las historias de detectives eran las más fáciles de todas. Todo lo que se tenía que hacer era hablar de costado y meterse en problemas con la "cana". En las historias de detectives de ese tiempo, los "canas" eran siempre unos pesados. De no ser por ellos, los detectives podían resolver un asesinato -cualquier asesinato- en diez segundos. Los "canas" siempre arrastraban al detective a la comisaría para acusarlo de haber asesinado a alguien sólo porque llegaba a la escena del crimen antes que nadie. ¡Por Dios! Siempre empezaba la historia de detectives con una rubia de vestido breve. Cuando cruzaba las piernas, uno veía la ligas de sus medias resaltando sobre la piel blanco leche. Casi siempre quería encontrar a su marido perdido o a alguien. En general, el detective se enamoraba de ella hacia el final de la historia, pero tenía que ser cuidadoso porque no se podía confiar en chicas que cruzaban las piernas dejando la ingle al descubierto. Un detective era Superman pero con sombrero.

El detective amateur era un detective sin licencia. Los clientes que lo consultaban eran en general amigos o parientes que nunca hubieran acudido a la policía para resolver un crimen, pero que tampoco podían pagar a un detective privado en busca de ayuda profesional. Llamaban a un rabino o a un cura o a una dama que presidía un club, o a alguien que tenía gatos, o a un hombre que manejaba una locomotora en Lackawanna, Delaware, y le explicaban que alguien no aparecía, que estaba muerto y, ¿podría este ocupado detective amateur darle una mano? Naturalmente, el mecánico o el mago o el ascensorista largaban todo para ayudar a su amigo o a su tía soltera. El detective amateur era más vivo que el detective privado y los "canas" porque resolver un crimen no estaba en su línea de trabajo pero sí que era bueno para eso. Era divertido escribir historias de detectives amateurs porque uno no tenía que saber nada sobre investigación criminal. Sólo tenía que saber todas las estaciones de Delaware, Lackawanna.
Todavía más divertido era escribir un cuento del tipo de Testigo Involuntario. Uno no tenía que saber nada de nada para escribir uno. Un cuento de Testigo Involuntario podría ser sobre cualquiera que presenciara un crimen que nunca hubiera presenciado. Por lo general, era un asesinato pero también podía ser un secuestro o un robo a mano armada; hasta podía tratarse de alguien escupiendo la vereda -un crimen de poca monta aunque sí un delito menor si se lo piensa-. Cuando uno escribía una de estas historias no tenía que informarse sobre nada. Era testigo de un crimen y partía desde ahí. Mi buen amigo Otto Penzler, conocedor de misterios por excelencia, insiste en decir que si cualquier libro, película, obra o poema contiene cualquier tipo de delito central en la trama, se trata indudablemente de una historia de crimen. Esto convertiría a "Hamlet" en un cuento de crimen, también a "Macbeth". De hecho, esto convertiría a Shakespeare en el más grande de los escritores de cuentos de crímenes. Si mi amigo tuviera razón, escupir en la vereda sería un delito digno de contar con un Testigo Involuntario como espectador.
Muy bien, el Testigo Involuntario ve a un caballero corpulento que se aclara la garganta y escupe la ve­reda. Murmura algo así como: "¡horrible!" y entonces una docena de hombres de negro -todos ellos ha­blan una lengua centroeuropea- empieza a perse­guirlo, tratando de matarlo o mutilarlo o algo peor. En un momento determinado, dependiendo de la longitud del relato, podría ingresar también la po­licía, para acusar al Testigo Involuntario de ser el que escupió la vereda, sólo para empezar. La cosa termina bien cuando una rubia de vestido breve y ostentosas medias de seda con liga se aclara la garganta y explica todo con fluidez, en ocho idiomas distintos, despejando la confusión mientras suenan las campanas de la boda.

Es mejor ser un Testigo Inocente que un Hombre en Fuga o una Mujer en Peligro, aun cuando estos tres tipos de ficción sean parientes cercanos. La similitud que comparten es que el protagonista es en cada caso un idiota inocente. El Testigo Inocente es, desde ya, inocente. Si no sería un Testigo Culpable. Pero la Mujer en Peligro también es inocente por lo general. Su problema es que alguien trata de hacerle daño y no sabemos por qué. O, si sabemos por qué, también sabemos que se trata de un tremendo error porque ella es inocente, ¿no pueden verlo? Si sólo pudiéramos decirle esto al homicida maníaco que la persigue día y noche, tratando de dañarla tanto. Bueno, está bien, en algunas historias ella no era tan inocente. En algunas historias, resulta que una vez hizo algo pecaminoso aunque no tan terrible, algo de lo que se arrepiente pero este lunático se ha salido de las casillas y ha perdido el sentido de la proporción y convierte todo en asunto federal, dis­parándole y tratando de estrangularla y todo. De todas maneras, era mejor presentada, como una co­sita inocente que ignoraba por qué esta persona de­generada trataba de matarla. También era bueno darle cualquier color de pelo que no fuera rubio. No había rubias inocentes en las historias de crímenes.
Un Hombre en Fuga también era inocente pero la policía (otra vez estos tipos) no pensaba lo mismo. De hecho pensaban que había hecho algo muy malo y lo perseguían por eso. Lo que querían era mandarlo a la silla eléctrica o sacarlo del medio para siempre. Y entonces él, naturalmente, corría. Lo que no sabíamos era si él era realmente culpable. Desde ya que esperábamos que no lo fuera porque parecía un buen tipo, aunque un poco sudoroso de tanto correr. Pero a lo mejor era culpable, ¿quién sabía? A lo mejor los "canas" -esos individuos corruptos- tenían razón por una vez. Todo lo que sabíamos era que este hombre corría. Muy rápido. Tan rápido que apenas teníamos tiempo de pensar si era culpable, si era inocente, si participaba en una maratón. La única cosa importante que el escritor debía recordar era que antes de que el hombre pudiera dejar de correr tenía que atrapar al tipo que realmente había hecho lo que el lector esperaba que él no hubiera hecho, eso que la policía daba por sentado que había hecho con toda seguridad. Por tres centavos por palabra, cuanto más corriera, mejor era el escritor.

Cuando empecé a escribir historias de "canas" sólo sabía una cosa sobre los policías: eran bestias inhumanas. El problema era cómo convertirlos en seres humanos agradables y simpáticos. La respuesta era simple. Resfriarlos. Darles un nombre de pila. Que su diálogo fuera casero y coloquial. La gente de hablar natural y nariz congestionada, con un nombre de pila, tiene que ser tan humano como uno. Sin perder de vista nada de esto, escribir una historia de "canas" era algo simple.
- Buenos días, señora Flaherty, ¿es este cuerpo con el picador de hielo que le sale de la oreja el de su marido?
- Si, es mi querido George.
- Perdón, señora, tengo que sonarme la nariz.
- No se detenga, detective,
- ¿Cuándo te resfriaste, Harry?
- Hace más de una semana, Dave.
- Está por todos lados.
- Mi marido, George, también estaba resfriado, por eso se clavó el picahielo en la oreja.
- ¿Qué remedio tomas para el resfrío, Harry?
- Mi mujer me hizo sopa de pollo, Dave.
- Sí, la sopa de pollo siempre es buena para el resfrío.
- Oh, Dios, vean toda esa sangre.
- Es todo un espectáculo, señora.
- No sabía que una persona pudiera sangrar tanto por la oreja, ¿y usted?
- No, señora, tampoco lo sabía.
- Cuidado con el pie, señora, está pisándolo.
- Oh, querido.
- La leche caliente con miel también es buena.
- El forense llegará de un momento a otro, Harry. A lo mejor él puede darte algo.
- Lo extraño tanto.

Una vez humanizados los "canas", todos podían entender a la perfección cuán buenos y decentes eran. El resto era fácil.
Los cuentos más difíciles de escribir eran los del Cazador Cazado. Como su nombre lo indica, es una historia en la que el victimario se convierte involuntariamente en la víctima. Por ejemplo, hago un plan elaborado para dispararle a alguien, pero cuando abro la puerta de su habitación, está parado con una pistola en la mano y me dispara. Cazador Cazado. Una vez tuve una idea maravillosa para una historia de Cazador Cazado. Sobre un escritor que se la pasa enviándole cuentos al mismo editor, que odia su escritura y se dedica a rechazarlo con una nota que dice: "Necesita trabajo". Entonces el escritor escribe una historia llamada "Necesita trabajo", la mete en un sobre de papel madera junto a una carta bomba que envía al despreciable editor, con la esperanza de que en los próximos días leerá en el diario que el hombre voló por los aires. En cambio, hay una carta del editor en la casilla de correo del escritor, y cuando él abre el sobre explota. Ya lo sé. Necesita trabajo.



PÁGINA 28 – POESIA ALLENDE EL MAR

DOLORS ALBEROLA
(Jerez de la Frontera-Andalucía-España)

TORSO ANÓNIMO

Se parecía a ti aquel torso tumbado
entre las aspidistras y los pies de los sauces.
Aquel invierno todo se parecía a ti,
hasta la lluvia aquella enramándose lenta
por las lentas riberas de los charcos.
Aquel invierno todo tenía tu textura,
los mármoles, las bellas vasijas ya deshechas,
los resecos laureles coronando
las ilustres cabezas y los pozos.
Todo iba anunciándote,
como una lenta calle
que va alzando sus casas, sus balcones,
sus atrios ateridos. Las colmenas
dejaban escapar abejas con tus ojos,
repletas sus mil patas de miel, de tus inciertos
labios que eran de cera. De todo aquello iba
elevándose el cuerpo,
desnaciendo la nada de tu sombra,
envolviéndose el tiempo.
Se parecía a ti, aunque desnudo, era
la misma forma altísima
de llevar tú la ropa, la misma piedra blanca
de dibujar tu gesto,
la misma arboladura de tus piernas,
el mismo pedestal de tu sonrisa. Acaso
sólo fuera distinta la inscripción
que, ya medio borrada, parecía
querer gritar tu nombre
entre aquellas arcadas de piedras inclinándose
hacia aquel corredor de columnas, de losas,
rectangulares losas que se alzaban
apenas sin poder, recortadas por esas
manos que tiene el tiempo,
por esas uñas secas de los siglos
que las viene arañando en su textura.
Yo me hubiera sentado delante de aquel torso,
me hubiera perpetuado en la delgada
sensación que se iba clavando en mi costado,
me hubiera detenido para siempre en su piedra,
pensando que, ya siempre, estaría en la tuya,
pensando que, ya siempre, me quedaría en ti,
pensando que, ya siempre, se detendrían todos
los calendarios, siempre, los vientos detenidos,
siempre la misma lluvia hiriéndose en tu espalda,
cortándose en tu espalda, muriéndose en tu espalda.
Aquel torso tenía,
la fuerza inmemorable de todo un coliseo,
el salvaje jadeo del león,
el quejido del público, ya muerto,
que llenaba las gradas.
Aquel, tu torso, el mismo
que ahora veo cruzar mi memoria y la niebla.

XIMENA GAUTIER GREVE
(Paris-Francia)

© SEIS LETANIAS PARA VIOLETA
(dedicadas a Violeta Parra) 

I.

¡Vamos con ella!
gritó la mariposa del mundo nuevo
volando hacia la Cordillera nevada
adonde la luna esperaba a Violeta
Violeta iluminada
Violeta de los sueños
corriente enamorada
Violeta del Chacao
cantares recopilados
navegando tu barca
por islas de helados canales
vientos grises, cielos bajos
remo, libreta, lápiz  
con grabadora de cinta
contando los pies, los metros
partitura de la Patria
cogollito del aire y el río
Violeta Parra.

GUSTAVO CONSUEGRA SOLÓRZANO
(Helsinki-Finlandia)

LA ESCISIÓN

La escisión no duerme, cabalga.
Está aferrada a la angustia del ser.
De nada sirve decir que es la poesía
la única verdad, si no la brecha
Si no puedes ser pasto ni fuente
se mueca de una estrella
o espejo de un infierno,
o al menos imita
al que descalzo va por los caminos
por sentir distante el Universo.
Sé contenido y generoso vive y muere
aprende que la unidad es efímera
y venera el amor.

JANEKEN MONTOYA
(Gotemburgo-Suecia)

POEMA

Susurrado
el huracán en la piel
deambula 
desordena
quema.

Sembrado 
el sumo en la sangre
palpita
consume
humedece
entrega.

SILVIA FAVARETTO
(Venecia-Italia)

POESÍA

En el silencio
descansa la poesía.
En el silencio apagado 
de la llama,
en el silencio violento 
de la sangre,
en el silencio inmaculado
de la margarita,
en el silencio aullante del dolor.
Descansa y yo la despierto,
para manchar la hoja
y la conciencia.



PÁGINA 29 – CUENTOS BREVES

MONICA CAZÓN
(San Miguel de Tucumán-Tucumán-Argentina)

después de Hora

se escondía detrás de las maderas como un animal extraño, decidida a desaparecer de los lugares de siempre. Yo, sumergida en campos secos, dejaba huellas para que me encuentre. Acertijos que sólo conocíamos las dos, palabras que pronunciaba en un lenguaje desconocido para sanarle las heridas. Pero las heridas no sanaban, hacía falta un milagro.


aHora

reconozco ese cielo negro en  medio del día, el tronar del flash que cae, justo cuando empiezo a oler los sapos. Súbitamente los peones se marchan casi al mismo tiempo que una tropilla de caballos y escucho el ajetreo de los abuelos. Una mujer descalza, parada al lado de su perro, me mira de una manera escandalosa. Los gestos de la tierra son precisos, y luego de la tempestad, irreconciliables.


desHora

El Cristo ciego nos bendice, esparce las arenas como un manto albino. Atrás, en el límite del mundo, mi bunker color bronce  se incendia. Comienza la hora en donde todos nos volvemos  anacoretas buenos; y el cielo no se cansa de las repeticiones.  La desconocida vuelve a desaparecer y quedo sola con un pañuelo negro cubriendo mi cabeza. Y soy  una dama que ríe; la dama de ManRay, en la última butaca de la iglesia.


“DIVIDE Y REINARÁS”

Cuando cambiaron la cama ocasional por la cama del departamento de él, creyeron que les había llegado la porción de felicidad que tenían asignada. Comían, jugaban, vivían. Se reconocían en esa pasión repetida y tierna. Gradualmente llegó el invierno y ya la desnudez les incomodaba y la pasión se les escurría en una cena, en reuniones con amigos, en el consabido llenar espacios para no espaciarse. Hasta que un día cualquiera, como aquel día que cambiaron de cama, entendieron que la matemática podía ayudarlos.
Pero no. La matemática no los ayudó. Les certificó que se habían sumado las obligaciones, restado las libertades y multiplicado los problemas.

Fue entonces como, sin opción, dividieron los bienes. 


PAGINA 30 – ENSAYO

HERNÁN BRIENZA
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

ROMANCE INTELECTUAL CON LA PELOTA

"El goleador es siempre el mejor poeta del año", escribió Pier Paolo Pasolini, en la cumbre del romance entre la literatura y el fútbol. Camus había dicho que el fútbol le enseñó todo lo que sabía y el desprecio de los intelectuales por esa pasión se había superado cuando estalló una nueva polémica: ya no fútbol vs. cultura, o civilización vs. barbarie, sino literatura versus oportunismo editorial y venta. Además, cómo el fútbol devora la cultura general.

Jorge Luis Borges fue el encargado de marcar la divisoria de aguas. Con lapidaria ironía, reformuló el "civilización y barbarie" sarmientino y sentenció en más de una entrevista periodística que el fútbol era "una cosa estúpida de ingleses... Un deporte estéticamente feo: once jugadores contra once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos". La frase hendía el cuchillo en el corazón de la patria futbolera y convocaba al escándalo. Pero más allá de la humorada —"una forma perversa de razonamiento; un cinismo que invalida todas las letras del mundo: Así, el Quijote no es otra cosa que un conjunto de letras negras sobre papel blanco", como lo definiría para Ñ Alejandro Dolina— el anatema borgeano selló la relación entre quienes practicaban el deporte de la literatura y los habilidosos en el arte del fútbol. Durante décadas —salvo excepciones— ambos mundos sucedieron en dimensiones paralelas. En forma esquemática podría resumirse de la siguiente manera: los escritores desdeñaban el fútbol y los futboleros huían de la literatura. La división también se experimentaba entre lectores e hinchas en una remake del divorcio original entre pueblo e ilustración aventado por Domingo Faustino Sarmiento. Pero la segunda mitad del siglo XX sería testigo de una plebeyización de la literatura —el periodismo fue gran artífice de este proceso— y decenas de literatos se volcarían a una producción mestiza gracias a la cual el fútbol ya no quedaría en "orsai" literario. Finalmente, a mediados de los noventa, la pelota ganó la batalla y hoy —a horas del mundial de Alemania— se asiste a lo que algunos denominan la futbolización del universo y de la que no puede escapar ni siquiera el apocado e íntimo mundo de las letras.

La mala relación entre fútbol y literatura se inició en 1880 cuando el escritor británico Rudyard Kipling (1865-1936) despreció a ese deporte y a "las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan". Y prácticamente desde esa fecha el desencuentro se hizo sostenido. Sin embargo, el recorrido de una buena biblioteca demostrará que no faltaron las gratas excepciones: en los años 20, el peruano Juan Parra del Riego y el argentino Bernardo Canal Feijóo escribieron "Penúltimo poema del fútbol" y Horacio Quiroga publicó "Suicidio en la cancha", un cuento sobre el caso real de un jugador de Nacional que se pegó un tiró en el círculo central de la cancha. De aquellos tiempos es el primer relato totalmente ficcional sobre fútbol en el Río de la Plata: la novela del francés Henri de Montherlant Los once ante la puerta dorada. En 1923, nada menos que en su meláncolico libro Crepusculario, Pablo Neruda escribió el poema "Los jugadores", y 12 años después, "Colección nocturna", incluido en Residencia en la tierra. Durante el primer medio siglo hubo escasos coqueteos de la literatura con el fútbol —una aguafuerte de Roberto Arlt sobre el Seleccionado Nacional y poco más—; quien entró a saco lleno en el tema fue el uruguayo Mario Benedetti con su ya célebre cuento "Puntero izquierdo", escrito en 1955, y publicado en el libro Montevideanos.
El llamado boom de la literatura latinoamericana se acercó al mundo del fútbol, no sólo desde la escritura sino también desde las tribunas. Tras un partido entre Junior y Millonarios, Gabriel García Márquez declaró: "No creo haber perdido nada con este irrevocable ingreso que hoy hago públicamente a la santa hermandad de los hinchas. Lo único que deseo, ahora, es convertir a alguien". Y el salvoconducto del futuro Premio Nobel dio resultados. Aunque, en realidad, ya por aquella época había salido del placard un gran número de escritores que se reconocían como hinchas de fútbol: el poeta gaditano Rafael Alberti —quien escribió "Oda a Platko", dedicada al arquero húngaro del Barcelona—, Miguel Hernández, Miguel Delibes, Manuel Vázquez Montalbán, Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Jorge Amado, Augusto Roa Bastos, Ernesto Sabato, Rubem Fonseca, Mario Vargas Llosa, Julio Ramón Rivadaneyro y Alfredo Bryce Echenique.
Pero la literatura no sólo ha dado hinchas al mundo: también se ha enriquecido de ellos. Albert Camus, por ejemplo, aprendió cuando era arquero en Argelia que "la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Esto me ayudó mucho en la vida... Lo que más sé acerca de moral y de las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol". A la pelota se le debe, entonces, El mito de Sísifo, Los justos y La peste.

A partir de los años 60 y 70 la lista de escritores que se animaron a escribir sobre fútbol se acrecentó considerablemente: el poeta brasileño Vinicius de Moraes escribió un célebre poema al puntero Garrincha, el español Camilo José Cela, sus Once cuentos de fútbol, el mexicano Juan Villoro, un texto sobre el maracanazo —el día que Uruguay le ganó a Brasil la Copa del Mundo en el estadio Maracaná— titulado El hombre que murió dos veces, Humberto Constantini, su relato "Inside izquierdo", y Leopoldo Marechal, elige la tribuna de un River-Boca para lanzar la batalla del protagonista de Megafón o la guerra. Mientras tanto, en Europa, el austríaco Peter Handke ponía la piedra basal con su novela La angustia del arquero frente al tiro penal —que poco habla de fútbol, es verdad— pero tiene una de las definiciones más bellas de ese instante crucial en un partido.
Los años ochenta marcaron el fin de la separación entre el fútbol y las letras en la Argentina. Y eso ocurrió de la mano del periodismo gráfico: Osvaldo Soriano, Roberto Fontanarrosa y Juan Sasturain se convirtieron en la delantera implacable que se abocaba a escribir sin tapujos ni complejos sobre fútbol, primero desde las crónicas de prensa y el humor y, finalmente, desde la literatura.

Clásicos de esta etapa son los cuentos publicados en El mundo ha vivido equivocado, en el que el escritor rosarino incluyó los inolvidables relatos sobre fútbol como "Lo que se dice de un ídolo", "Memorias de un wing derecho", y "¡Qué lástima, Cattamarancio!". Osvaldo Soriano, por su parte, reunió en su libro Rebeldes, soñadores y fugitivos los memorables relatos como "El penal más largo del mundo" y "Maradona sí, Galtieri no". Y completa el trío de mosqueteros Juan Sasturain con la publicación de El día del arquero, que incluye el cuento "La poesía del chanfle al segundo palo". Al mismo tiempo, Alejandro Dolina coqueteaba con el fútbol desde sus Crónicas del Angel Gris que incluían "Apuntes de fútbol en Flores", una toma de posición respecto del tema: "En un partido de fútbol caben infinidad de novelescos episodios", sentencia la primera frase del cuento.
Pero si bien se produjo la irrupción del fútbol como componente de lo popular en el espectro de las letras, la relación seguía siendo distante. La crítica de la revista Babel al libro de Soriano fue lapidaria: "No se puede escribir literatura con el banderín de San Lorenzo enfrente", como recuerda Sergio Olguín, autor del libro El equipo de los sueños, una novela que entrecruza la adolescencia en un barrio del sur del Gran Buenos Aires con la literatura griálica, el fútbol y la figura de Maradona. "Siempre hubo una negación temática en la literatura argentina, huyó de lo popular, que muchos autores entienden como populismo. El fútbol fue siempre marginado por la crítica pero no por los lectores. Estados Unidos no tuvo este problema. Paul Auster y Don DeLillio escribieron sobre béisbol y no escandalizaron a nadie", asegura el autor de Lanús. Casualmente, Olguín viajará a Alemania mientras se juegue el Mundial, invitado por la editorial Suhrkamp para representar a la literatura argentina en los debates sobre fútbol y literatura que se realizarán en las ciudades sede del torneo.

Respecto de este desencuentro, Martín Caparrós, autor de Boquita, explicó a Ñ que "el anatema de Borges está relacionado con esa idea de los años setenta de que el fútbol es el opio de los pueblos, que engaña a millones de estúpidos a los que les pone, por delante de la lucha de clases, la lucha de cuadros. Esta posición se sintetiza perfectamente en Juan José Sebreli". En lo que podría caracterizarse con cierto sarcasmo como "sociología del centro al
segundo palo" —la frase pertenece al presidente de River Plate, José María Aguilar— Sebreli sostuvo que "el acto de patear una pelota es ya de por sí esencialmente agresivo y crea un sentimiento de poder, amén de que la picardía de vencer al adversario basada en la trampa, la mentira, el disimulo, la zancadilla, tan alabada por todos los apologistas del fútbol como una forma de inteligencia natural y espontánea, no es sino una característica de la personalidad autoritaria". Sus libros Fútbol y masas y La era del fútbol le valieron al sociólogo la humorada de Sasturain, quien desde una reseña bibliográfica le espetó: "Sebreli, vos andá al arco".

Liliana Heker dice: "No hay un desdén de la literatura hacia el fútbol, no se puede generalizar; Borges no deja de ser Borges incluso cuando desdeña al fútbol. Pero muchos escritores son hinchas apasionados, no hay un rechazo particular en el gremio. Yo tengo una relación apasionada desde muy chica. Para la literatura es un campo interminable, ya que el deporte pone en juego conflictos muy interesantes", dice Heker, autora del cuento "La música de los domingos".

Claro que, desde los noventa, la relación entre fútbol y literatura se conjugó en un maridaje tan extraño y sospechoso como su anterior desencuentro. En un proceso de globalización del negocio del fútbol, la literatura acompañó ese devenir y también el mercado editorial. Hoy no se trata tanto de un acercamiento del arte a los sectores populares sino lisa y llanamente —con excepciones— de una operación de mercado. Primero fue el realismo político, luego la novela histórica y la literatura new age y actualmente el fútbol. "Es posible que se trate de una moda relativa —admite Olguín— pero la buena literatura no depende del tema que uno elija sino de una buena prosa, la construcción de personajes y una trama. La literatura futbolera es un gran
negocio y alimenta al mercado pero seguramente pasará de moda".
Quien anda a los rezongos contra la nueva moda de la literatura futbolística es, sorpresivamente, un hombre que gusta practicar ese deporte y que a mediados de la década del ochenta escribió sobre el tema. Arrepentido, según sus propias palabras, de haber escrito sobre esos tópicos por haber transitado el paño sensiblero y el cliché, Dolina protesta porque "en esta relación de maridaje pierde la literatura. En los últimos años se produjo una futbolización del universo, una invasión del área del pensamiento en la que se utilizan una cantera de metáforas banales tomadas del juego, en el periodismo y en la literatura. Un género no se basa en una temática, porque lo que ocurre es que nace un género acrisolado —salvo en el caso de los buenos escritores— que consiste simplemente en exaltar los estados de ánimo de quiénes ven fútbol o quienes lo juegan. La metáfora más recurrida se relaciona con la guerra y la pasión, como padecimiento, pero esos escritos suelen dejar una melancólica sensación de que se trata de sentimientos construidos. Se busca una épica que trascienda largamente una vida con ausencia de emociones. Existe cierta demagogia en la literatura que exalta la pasión deportiva, una necesidad de contacto popular. Esta demagogia consiste en el hecho de que en ese encuentro entre el gran arte y lo popular, no asciende lo popular sino que desciende el gran arte. La operación consiste en que si el pueblo no lee a Flaubert, que lean a Coelho. El fútbol es un hecho interesante cultural y antropológicamente pero no es el gran arte. Es un tema, pero no se puede convertir en una superstición, porque se transforma en una patología literaria. Resulta conveniente no entregarse a la tentación y, en todo caso, si hay que imitar a Gardel hay que hacerlo no en la pronunciación de la eme como ere sino en su afinación".

Ante el torrente de publicaciones que anegó la industria cultural en los últimos años, una pregunta se hace evidente: ¿es obligatorio escribir sobre fútbol? Mempo Giardinelli cree que no. "Entre fútbol y literatura existe la misma relación que entre cocina y poesía, o filosofía y novela, o automovilismo e historia. No creo que haya nada esquemático, simplemente sucede que para mí la literatura es la vida por escrito. Y entonces puedo escribir lo que se me antoja. Nunca escribí sobre fútbol. Soy un narrador, y he escrito un par de cuentos de tema futbolero porque me pareció que podían ser narraciones eficaces. Mi relación con este deporte es como la de cualquier argentino: pasional, intensa, en lo posible festiva, pero no intelectual. Lo cual no impide que en determinado momento uno reflexione críticamente sobre las pasiones, intensidades, violencias y taras argentinas", dice el autor del clásico cuento "El hincha", escrito a principios de los ochenta.
Ideas similares profesa Pablo Ramos: "En literatura no debería haber nada más que lo que el escritor cree que debería. La mayoría de los cuentos sobre fútbol que se escriben se acercan a lo tanguero, a lo humorístico y reflejan una parte muy romántica del deporte. La otra, el negocio, la trampa, la decadencia del deporte cuando se hace profesional, es poco común. La literatura debe incluirlo todo, porque cada cosa contiene su propia literatura. El fútbol es danza y es cuerda floja cuando se lo juega como Riquelme, o cuando un pibe como el Tuna Agüero, cansado de jugar en la Villa Corina (la misma de mi novela El origen de la tristeza, de ahí es él) se enfrenta a los grandes con 17 años y les pinta la cara. Lo patean, se levanta y les vuelve a pintar la cara. Y el fútbol es horrible cuando viene un Mundial y nos olvidamos del desempleo, de la contaminación de San Juan con cianuro... Cuando es olvido es un veneno, es el opio de los pueblos", sostiene el autor del cuento "Celeste y roja", en el que el protagonista muere envuelto en la bandera de Arsenal de Sarandi.

Caparrós aporta un elemento original a esta controversia: "La literatura no tiene ninguna obligatoriedad respecto del fútbol. Existe una relación larga y fecunda de cierta narrativa desde hace 50 años. Hasta la televisión, había un 95 por ciento de aficionados deportivos que lo hacían desde el relato escrito o radial. Lo que constituye al fútbol en un hecho narrativo en sí mismo. Ahora el fútbol se ve, entonces, es muy complicado hacer un metarrelato, porque se trata de un relato en sí mismo. A mí el género de la literatura futbolística no me atrajo para desarrollarlo porque frente al relato del fútbol, lo demás es un metarrelato menor".

Amagando entre el consumismo snob, la demagogia pop-fashion (condensada en los palcos de la Bombonera) y cierta autenticidad popular que transitan algunas experiencias literarias, la narrativa futbolera estalló en los últimos 15 años. En Europa, el ejemplo más claro es la novela Fiebre en las gradas, del británico Nick Hornby, en la que relata su vida como hincha. Por estas costas, poco después de que el escritor uruguayo Eduardo Galeano escribiera Fútbol a sol y a sombra, la industria cultural parece haber encontrado una veta redituable: así, se sucedieron los libros de los ex futbolistas Jorge Valdano y Angel Cappa, y los libros periodísticos, émulos del Fútbol: dinámica de lo impensado, de Dante Panzeri. En el 2003 se produjo una nueva operación de acercamiento que consistió en la campaña "Cuando leés ganás siempre" y que consistió en la distribución gratuita de 50 mil cuentos todos los domingos. La última buena nueva fue el nacimiento de Ediciones al Arco, un legítimo emprendimiento para encausar la publicación de la literatura deportiva.

Ni siquiera la poesía pudo quedarse afuera del fenómeno. Washington Cucurto ha utilizado como materia prima para sus obras el imaginario popular para homenajear a Enzo Francescoli o Diego Maradona y en su poema Entre hombres, dice: "El fútbol es un deporte de hombres dulces / el fútbol es un deporte de hombres que se quieren con locura". Fabián Casas, por su parte, escribió Cancha rayada, en el que describe el regreso de un estadio luego de una derrota. Consultado sobre qué lugar tiene el fútbol en su obra, Casas respondió: "Ser hincha de San Lorenzo tiñó mi personalidad. En términos heideggerianos soy-un-ser-para-la-Copa-Libertadores".

Amalgamados, los dos géneros del arte caminan, finalmente, tomados de la mano. Quedan en el tintero algunas frases elegidas que definen con belleza irrefutable la belleza del fútbol. Javier Marías dijo que "el fútbol es la recuperación semanal de la infancia" y el intelectual comunista Antonio Gramsci lo definía como "el reino de la lealtad humana ejercida al aire libre". Con cierto tono meloso, el checo Milan Kundera escribía que "tal vez los jugadores tengan la hermosura y la tragedia de las mariposas, que vuelan tan alto y tan bello pero que jamás pueden apreciar y admirarse en la belleza de su vuelo". Por último, el multifacético Pier Paolo Pasolini dejó la mejor definición que la literatura pudo hacer de este deporte que remite a los juegos circenses de la Roma antigua: "El fútbol es un sistema de signos, por lo tanto es un lenguaje. Hay momentos que son puramente poéticos: se trata de los momentos de gol. Cada gol es siempre una invención, es siempre una subversión del código: es una ineluctabilidad, fulguración, estupor, irreversibilidad. Igual que la palabra poética. El goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta del año. El fútbol que produce más goles es el más poético. Incluso el dribbling es de por sí poético (aunque no siempre como la acción del gol). En los hechos, el sueño de cada jugador (compartido por cada espectador) es partir de la mitad del campo, dribbliar a todos y marcar el gol. Si, dentro de los límites consentidos, se puede imaginar en el fútbol una cosa sublime, es ésa. Pero no sucede nunca. Es un sueño". Pasolini, obviamente, no había visto jugar a Diego Maradona. A pesar de desmentidas por el segundo gol del "Diez" a los ingleses, sus palabras están llenas de verdad poética. Pero de eso podría tratarse este desencuentro entre las letras y la pelota: Maradona tampoco había leído a Pasolini.


PAGINA 31 - COMENTARIO DE LIBRO

J. L. RODRÍGUEZ ÁVALOS
(Morelia-México)

CUENTOS INFANTILES. ELBA RODRÍGUEZ

Los seres humanos, esos terrícolas belicosos y enigmáticos, sobreviven (sobrevivimos, dijo el otro) gracias a que se reproducen con mucha facilidad.
Al reproducirse tienen una primera etapa de existencia conocida comoinfancia, la cual definirá las otras etapas de desarrollo -y hasta de la muerte- de cada ser humano.
Todos los productos, acciones y hechos que se destinan a esa época de la infancia se les llama infantiles, y así se llaman estos cuentos que escribió Elba Rodríguez, mujer de múltiples facetas.
Lo mismo compone canciones y las interpreta, así como produce y conduce programas de radio para niños, escribe en periódicos, proyecta, coordina e imparte clases a los infantes y un largo etcétera.
Catorce breves cuentos presenta en este libro y le sirven para enlazar la imaginación de niñas y niños con el mundo que les rodea, tanto a través de animales como de instrumentos musicales.
Un rayo de sol para espantapájaros abre el volumen, para explicarnos por qué los espantapájaros, en lugar de espantar,  tienen tantos pájaros a su alrededor.
Estrellada es una historia donde hay una mutación de estrellas por luciérnagas, que anima a la imaginación.
 Al ritmo de la música tiene, claro, a una cobra que gusta de la música de flauta y nos enseña el valor del ritmo.
Archaeopteryx es un pajarote pesado, pero que vuela gracias a su empeño.
Mariana y Arturo son personajes acuáticos que se divierten en su medio y, al mismo tiempo, nos divierten.
Descubrimos que no es el elefante, sino el chango el bromista en El que ríe al último... y el ratón con el gato son personajes antagónicos enIngenioso y vacilón.
Una nueva lección es un cuento musical cuyo personaje, el violín, aprende algo novedoso y nosotros también.
Castillos de humo construía el rey fumador...
Así hasta terminar el libro.
Elba Rodríguez nos muestra una de sus facetas, la de escritora y contadora de cuentos; ya nos ha mostrado su capacidad como dramaturga, precisamente escribiendo obras de teatro para niñas y niños; sus diversas grabaciones con canciones infantiles han traspasado ya las fronteras nacionales y se escuchan por públicos diversos.
Aquí tenemos la oportunidad de conocer estos breves y atractivos cuentos, que vienen a enriquecer la imaginación infantil, pero que no son ajenos a las lecturas de los grandes, quienes disfrutarán de estas sencillas narraciones que fueron ilustradas por Reynoso Monges quien, con su imaginación y habilidad, complementó gratamente los textos.
El libro fue editado por el Instituto Michoacano de Cultura en 1994, y a la que me refiero es la segunda edición.



PAGINA 32 - CUENTO

MARIA BENICIA COSTA PAZ
(Cipolletti-Río Negro-Argentina)

…¡JUGUEMOS EN EL PARQUE QUE EL PLACERO NO ESTÁ!...

En Viena me encontré, de repente, con un elefante muy pequeño, que estaba parado en la puerta de un Museo.
-Estoy muy, pero muy aburrido, ¿no conocés a nadie que quiera jugar conmigo?
-Si, Lourdes,  Guadalupe y Olivia, son pequeñas y aman a los elefantes.
El quedó encantado cuando se enteró. De inmediato tuvo un caprichito:
-Quiero  que vengan YA mismo.
-Ellas están muy lejos… ¿No te gustaría jugar conmigo?

Se le iluminó la cara y batió las grandes orejas con entusiasmo. De un salto lo monté  y para sorpresa de los turistas, que decían -¡Ooooooooooh! ¡Ooooooooooh!-, me llevó a dar una vuelta por la plaza. Una vuelta corta.  Enseguida se cansó.
-Contame más de las chicas-, me pidió.
-¿Sabés que a Guadi le gusta saltar en la cama elástica? A Luli le gusta mucho cocinar y a Olivia hacer dibujos-. De golpe, para no ser menos, dio un salto y se paró sobre la trompa. Le pude sacar una foto, ¿quién me hubiera creído si no? Al acercarse el placero, el elefantito se puso rígido como si fuera de hierro, no se le movía ni la trompa.
Al rato, cuando me despedí, me dijo en voz baja: -Mandales un besote así-: se oyó un ruido como… como…  ¡No sé cómo explicarlo! Ah! sí… ¡como beso de elefante! Me rozó el cachete con su trompa, abrió mucho los ojos y se le cayeron unos lagrimones como baldazos que mojaron mis zapatillas impecables. Me dio tanta pena que no le dije nada.

En la esquina me volví para verlo por última vez, y él rapidísimo, aprovechando que el placero estaba levantando una botella vacía, movió la cola y las orejas y  levantó una mano, ¡toda una pirueta! Cuando el placero se incorporó, el elefantito estaba rígido como siempre, aunque si lo mirabas bien se le notaban los ojos llorosos.

-Si pasás por allí, no dejes de acercarte y,… acaricialo, ¡se va a alegrar muchísimo! a lo mejor te lleva a dar una vuelta.



PAGINA 33 – POESÍAS

LAURA BEATRIZ CHIESA
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

CABALLO DE NAIPE

Movimiento constante
con ruido de silencio,
transita en el mazo
su triste cabalgar.
No pudiendo alejarse
de esas cuarenta hojas,
que marean su cuerpo
al querer barajar.
Estampa con presencia
de jinete arrancado
de un cuento que narraba
su apariencia viril,
que enamoró en sus sueños
la niña desdichada
pues de noche escapaba
de su celda infeliz.
Caballito inocente
con colores brillantes,
de cola endurecida
y mirada sin fin.
¡Si se escucha el relincho
de tu imagen ceñida
a ese cuadro encerrado
del que intentas huir!.



STELLA MARIS TABORO
(San Jorge-Santa Fe-Argentina)

MI GRITO

Mi voz está ronca
ya mucho he gritado ,
y también lo he cantado,
porque no quiero la tristeza,
que hace doler la cabeza.
Quiero la alegría
en todos mis días.
Tampoco quiero la pereza
que impide mi riqueza,
ni las peleas ni la violencia,
Sólo amo la paciencia.
subo a las alas de la paz
y en un vuelo muy audaz
con un borrador muy eficaz,
anulé la palabra guerra
y la erradiqué de la tierra.



SILVIA LOUSTAU
(Mar del Plata-Buenos Aires-Argentina)

XXII  

ahora que levitás
niebla sobre el mar
             o
el río
quién sabe.

ahora
 me sentaré a esperar
             o
a escuchar añejos  salmos
escritos en telas de bramante.
me sentaré
en el rincón
reservado  del silencio.
sonará
un violín
cortaré sus cuerdas
ahorcaré la ausencia .
mientras
              aún
                    espero .



LAURA DEVETACH
(Avellaneda-Santa Fe-Argentina)

DOS GUSANOS

Un gusano
ay, qué cosa.
Dos gusanos
ay, qué cosa.
Iban muy
muy apurados.
Se chocaron con la rosa
ay, qué cosa
y quedaron arrugados.

AVIONES DE PAPEL

Aviones de papel
sobre la arena.
Palabras de papel
las olas mezclan.
Baten sus lenguas
sus caracolas
y las salpican
en otras tierras.



JAVIER VILLAFAÑE
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

EL DÍA Y LA NOCHE

Hay que tener mucho cuidado
cuando se cierran los ojos
y sobre todo de noche
El día es la luz
el apogeo que despierta el gallo
La noche el primer miedo del hombre
la que borró el espejo de las rocas
donde el bisonte iba a caer atrapado
la que inventó el radar de los murciélagos
el rocío que envuelve las uvas
esas gotas de vino
que bebe la tierra
Todas las noches no sabemos
si será el día siguiente.

LOS GRANDES NEGOCIOS

Cambiar un monte por un caballo
Una red por una barca
La H por la J
Un cuchillo por una lámpara
Una plegaria por una golondrina
Un perfume por un olor
Una pared por una enredadera
Un círculo por un punto
Un recuerdo por una veleta*
Una tijera por un alfiler.
Hemos perdido mucho tiempo caminando
Somos viejos ahora, pero todavía
quedan grandes negocios por hacer
cambiar, por ejemplo
un resorte por una incubadora
o un árbol por las alas de un buitre.


PAGINA 34 - ENSAYO

ERNESTO SÁBATO
(Rojas-Buenos Aires-Argentina)

LES QUIERO PEDIR A LOS CHICOS Y A LOS JÓVENES QUE LEAN
Fuente de la información: www.literatura.org

Discurso pronunciado por el autor durante la presentación del Plan Nacional de Lectura (Buenos Aires, Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, 18 de mayor de 2004). Texto difundido por Prensa y Comunicación del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología.

Queridos chicos:

He venido hasta acá porque quiero hablarles de la educación, de los libros, de la importancia decisiva que tienen en la vida de los pueblos y de las personas, y de la que han tenido en mi vida.
Han pasado tantos años y sin embargo aún conservo el recuerdo de mi escuela de Rojas y de aquel colegio de mi adolescencia donde, igual que ustedes, fui conducido a los umbrales del pensamiento y de la imaginación. Con una mezcla de rigor y de ternura nuestras maestras y nuestros profesores nos enseñaron a buscar la verdad, a la vez que se iba formando nuestro espíritu con valores esenciales. Junto a los saberes que integran la educación básica, ellos nos transmitieron algo de la heroica epopeya del hombre. A menudo nos sentíamos extraviados ante aquellos acontecimientos cuyos motivos últimos, sin duda, sobrepasaban lo que podíamos comprender. Por esos relatos, llenos de peligro y de pasión, lograban suscitar nuestro asombro, que es la piedra angular de la verdadera enseñanza. En aquel tiempo, se forjaron las ideas esenciales que me acompañaron a lo largo de la vida, y se echaron las raíces de todo lo que tuvo que ser.
Por eso he venido hoy, especialmente, para hacerles un pedido: les quiero pedir a los chicos y a los jóvenes, con la autoridad que me dan los años, que lean. Yo también he leído de chico, y fueron los libros quienes me ayudaron a comprender y a querer la grandeza de la vida. Quienes sembraron en mi alma lo que luego los años pudieron expandir. Leía cuanto llegaba a aquellas bibliotecas de barrio, donde primero a través de libros de aventuras, y luego, porque un libro lleva, inexorablememte, a otro libro, a través de los más grandes de todos los tiempos, esos que nos entregan los abismos del corazón humano, y la belleza y el sentido de la existencia.
Leer les agrandará, chicos, el deseo, y el horizonte de la vida.
Leer les dará una mirada más abierta sobre los hombres y sobre el mundo, y los ayudará a rechazar la realidad como un hecho irrevocable. Esa negación, esa sagrada rebeldía, es la grieta que abrimos sobre la opacidad del mundo. A través de ella puede filtrarse una novedad que aliente nuestro compromiso.
Privar a un niño de su derecho a la educación es amputarlo de esa primera comunidad donde los pueblos van madurando sus utopías.
Créanme, es necesario que nos dejemos todos empapar por la utópica búsqueda de una gran educación para nuestros chicos.
Lo he dicho en otras oportunidades y lo reafirmo: la búsqueda de una vida más humana debe comenzar por la educación. Como supo señalar Simone Weil, su tarea es "preparar para la vida real, formar al ser humano para que él mismo pueda entretejer, con este universo que es su herencia, y con sus hermanos cuya condición es idéntica a la suya, relaciones dignas de la grandeza humana".


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