GACETA VIRTUAL Nº 88– Marzo de 2014– Año VIII – Nº 3
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LEONID AFRÉMOV
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1 – REFLEXIONES
EDUARDO GALEANO
(Montevideo-Uruguay)
DEFENSA DE LA PALABRA
8-
Por otra parte, ¿puede realizarse cabalmente una cultura nacional en países donde las bases materiales del poder no son nacionales, o dependen de centros extranjeros? Si esto no es posible, ¿qué sentido tiene escribir? No hay un "grado cero" de la cultura, así como no existe un "grado cero" de la historia. Si reconocemos una inevitable continuidad entre la etapa del dominio y la etapa de la liberación en cualquier proceso de desarrollo social, ¿por qué negar la importancia de la literatura y su posible función revolucionaria en la exploración, revelación y difusión de nuestra verdadera identidad o de su proyecto? El opresor quiere que el espejo no devuelva al oprimido más que una mancha de azogue. ¿Qué proceso de cambio puede impulsar un pueblo que no sabe quién es, ni de dónde viene? Si no sabe quién es, ¿cómo puede saber lo que merece ser? ¿No puede la literatura ayudar, directa o indirectamente, a esa revelación? En gran medida, pienso, la posibilidad del aporte depende del grado de intensidad de la comunidad del escritor con las raíces, los andares y el destino de su pueblo. También de su sensibilidad para percibir el latido, el sonido y el ritmo de la auténtica contra-cultura en ascenso. Muchas veces lo que se considera "incultura" contiene semillas o frutos de "otra" cultura, que enfrenta a la cultura dominante y no tiene sus valores ni su retórica. Se la suele menospreciar, por error, como a una mera repetición degradada de los productos "cultos" de la élite o de los modelos culturales que el sistema fabrica en serie, pero a menudo es más reveladora y valiosa una crónica popular que una novela "profesional", y el pulso de la vida real se siente con más fuerza en ciertas coplas anónimas del cancionero nacional que en muchos libros de poesía escritos en el código de los iniciados; los testimonios de la gente que de mil modos expresa sus lastimaduras y sus esperanzas frecuentemente resultan más elocuentes y bellos que las obras escritas "en nombre del pueblo". Nuestra auténtica identidad colectiva nace del pasado y se nutre de él - huellas sobre las que caminan nuestros pies, pasos que presienten nuestros andares de ahora - pero no se cristaliza en la nostalgia. No vamos a encontrar, por cierto, nuestro escondido rostro en la perpetuación artificial de trajes, costumbres y objetos típicos que los turistas exigen a los pueblos vencidos. Somos lo que hacemos, y sobre todo lo que hacemos para cambiar lo que somos: nuestra identidad reside en la acción y en la lucha. Por eso la revelación de lo que somos implica la denuncia de lo que nos impide ser lo que podemos ser. Nos definimos a partir del desafío y por oposición al obstáculo. Una literatura nacida del proceso de crisis y de cambio y metida a fondo en el riesgo y la aventura de su tiempo, bien puede ayudar a crear los símbolos de la realidad nueva y quizás alumbre, si el talento no falta y el coraje tampoco, las señales del camino. No es inútil cantar al dolor y la hermosura de haber nacido en América.
Por otra parte, ¿puede realizarse cabalmente una cultura nacional en países donde las bases materiales del poder no son nacionales, o dependen de centros extranjeros? Si esto no es posible, ¿qué sentido tiene escribir? No hay un "grado cero" de la cultura, así como no existe un "grado cero" de la historia. Si reconocemos una inevitable continuidad entre la etapa del dominio y la etapa de la liberación en cualquier proceso de desarrollo social, ¿por qué negar la importancia de la literatura y su posible función revolucionaria en la exploración, revelación y difusión de nuestra verdadera identidad o de su proyecto? El opresor quiere que el espejo no devuelva al oprimido más que una mancha de azogue. ¿Qué proceso de cambio puede impulsar un pueblo que no sabe quién es, ni de dónde viene? Si no sabe quién es, ¿cómo puede saber lo que merece ser? ¿No puede la literatura ayudar, directa o indirectamente, a esa revelación? En gran medida, pienso, la posibilidad del aporte depende del grado de intensidad de la comunidad del escritor con las raíces, los andares y el destino de su pueblo. También de su sensibilidad para percibir el latido, el sonido y el ritmo de la auténtica contra-cultura en ascenso. Muchas veces lo que se considera "incultura" contiene semillas o frutos de "otra" cultura, que enfrenta a la cultura dominante y no tiene sus valores ni su retórica. Se la suele menospreciar, por error, como a una mera repetición degradada de los productos "cultos" de la élite o de los modelos culturales que el sistema fabrica en serie, pero a menudo es más reveladora y valiosa una crónica popular que una novela "profesional", y el pulso de la vida real se siente con más fuerza en ciertas coplas anónimas del cancionero nacional que en muchos libros de poesía escritos en el código de los iniciados; los testimonios de la gente que de mil modos expresa sus lastimaduras y sus esperanzas frecuentemente resultan más elocuentes y bellos que las obras escritas "en nombre del pueblo". Nuestra auténtica identidad colectiva nace del pasado y se nutre de él - huellas sobre las que caminan nuestros pies, pasos que presienten nuestros andares de ahora - pero no se cristaliza en la nostalgia. No vamos a encontrar, por cierto, nuestro escondido rostro en la perpetuación artificial de trajes, costumbres y objetos típicos que los turistas exigen a los pueblos vencidos. Somos lo que hacemos, y sobre todo lo que hacemos para cambiar lo que somos: nuestra identidad reside en la acción y en la lucha. Por eso la revelación de lo que somos implica la denuncia de lo que nos impide ser lo que podemos ser. Nos definimos a partir del desafío y por oposición al obstáculo. Una literatura nacida del proceso de crisis y de cambio y metida a fondo en el riesgo y la aventura de su tiempo, bien puede ayudar a crear los símbolos de la realidad nueva y quizás alumbre, si el talento no falta y el coraje tampoco, las señales del camino. No es inútil cantar al dolor y la hermosura de haber nacido en América.
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2 – CUENTO
OSVALDO SORIANO
(Mar del Plata-Buenos
Aires-Argentina)
CAÍDAS
Mi padre tuvo tantas caídas que al final no recordaba la primera. Lo vi despeñarse con una motoneta camino de Plaza Huincul y años más tarde se dio vuelta con el Gordini, cerca de Cañuelas. Mi madre me contó que una vez, cuando yo era muy chico, se cayó sin mayores daños de un poste de teléfonos y que como era bastante distraído solía tropezarse con los juguetes que yo dejaba tirados en el suelo.
Una tarde de diciembre de 1960 alguien vino a avisarme que lo había atropellado un auto. Llegué sin aliento en una bicicleta prestada y lo encontré estirado en la calle. Estaba un poco despeinado, con los ojos abiertos y la cara muy blanca. Sobre el asfalto había un poco de sangre manchada por las huellas de unos zapatos. La gente se apartó para dejarme pasar y un tipo me dijo que ya estaba por venir la ambulancia. Alguien que le había puesto un pulóver bajo la nuca me alcanzó los anteojos que se habían roto con la caída.
Nadie hablaba y yo no sabía qué decir. Me arrodillé a su lado y le hablé al oído tratando de que la voz no me saliera muy asustada. Le pregunté si podía escucharme y alguna tontería más, pero no abrió la boca. Entonces fui a pedir que me ayudaran a llevarlo al hospital pero me dijeron que no convenía moverlo porque debía estar muy estropeado. El paisano de sombrero negro que lo había atropellado estaba llorando dentro del coche y tampoco me hizo caso. Volví a sentarme en la vereda y le tomé una mano. Estaba fría y blanda como la panza de un pescado. No llevaba más que el anillo de casamiento y el omega con la correa de cuero. Me pregunté qué hacía allí, en la otra punta del pueblo, cruzando la calle como un chico atolondrado. En esos días había cumplido los cincuenta y recién ahora me doy cuenta de que corría contra el tiempo. No había hecho nada que le sirviera a él y la única vez que salió en los diarios fue después del accidente, entre un cuatrero detenido en General Roca y un incendio en la usina de Arroyito.
Con los primeros calores de aquel verano había tomado la decisión de abandonar Obras sanitarias y montar un taller de tornería. Mi madre se oponía porque no creía en su suerte. Entonces me llamó a su escritorio para que le dijera con toda sinceridad si yo le veía futuro en los negocios. De verdad, visto como lo vi entonces, con el chaleco de lana gastado y el pantalón lustroso, no me animé a apostar por él. Me convidó un cigarrillo, dejó que le explicara un complicado asunto de polleras y ya pasada la medianoche, en voz muy baja, me explicó que estaba cansado de esperar, de correr de un desierto a otro mientras se le iban los años y se le arrugaban los cueros.
Dijo no estar arrepentido de nada pero se le leía la culpa en los ojos. ¿Culpa de qué? Nunca lo sabré. Aquella noche intentó darme otro de sus consejos, pero no servía para eso. palabras más o menos, me dijo: "Por mejor que uno se explique y justifique, nada cambia. Siempre se cometen los mismos errores. Una caída dibuja la próxima y por eso creemos en un Dios, en alguien que haya aprendido a no quemarse dos veces con la misma leche". Cosas así eran las que solía recitarme a la medianoche mientras limpiaba compases y tiralíneas frente al tablero de dibujo.
Le dije que no se calentara, que cualquiera hacía plata si eso era lo único que se proponía y que él estaba para otra cosa. lo suyo era correr por ahí, andar a la deriva para no llegar a ninguna parte. A él y a mí nos daba lo mismo un lugar u otro siempre que tuviera una estación y algunas leguas por delante.
Ese día salimos a caminar por los andurriales, yo estornudando por el polen y él tosiendo su tabaco. Me hablaba de lo que haría cuando tuviera un taller con seis tornos y no sé cuántas máquinas para fabricar herramientas. De a ratos lo situaba en Córdoba y después lo ponía en Mendoza para abastecer también a los chilenos. sin darnos cuenta llegamos al río y de pronto se jactó de haber sido muy buen nadador en su juventud, allá en Campana. Señalo la isla bajo el puente y me desafió a ganarle a contracorriente. Cambié de conversación porque el Limay es profundo y temí que se ahogara. Yo tenía menos de veinte años y me parecía imposible que mi padre pudiera ganarme en algo. Insistió y puse como excusa una contractura del fútbol o algo parecido. No me oyó o no quiso oírme y empezó a quitarse la ropa ahí mismo, abajo de la luna, hasta que sólo se quedó con unos ridículos calzoncillos celestes que le llegaban hasta las rodillas. bravuconeaba, supongo. Tenía todo el pelo blanco pero ahora estaba de nuevo en el delta junto a sus amigos y con toda la vida por delante. No sé qué pensé mientras lo miraba alejarse tirando brazadas. Creo que me daba pena verlo pelear contra su propia sombra. Me toreaba a mí pero la bronca, como el agua, venía de lejos y nos mojaba a los dos. En un momento lo perdí de vista hasta que al rato me gritó desde la isla. Yo no quería seguirle el juego. Tampoco estaba seguro de animarme a travesar el río. Le contesté que se dejara de joder, que volviera, y me senté a esperarlo. Calculé que no iba a tardar porque no podía estar mucho tiempo sin fumar. Pero también esa vez me equivoqué. Me pidió que escondiera su ropa y que me fuera a casa porque tenía ganas de dar un paseo por la isla. A dos pasos había un muelle con botes pero ninguno de los dos quería ridiculizarse. Llamé al barquero y le di la poca plata que tenía para que le alcanzara el paquete de cigarrillos e intentara traerlo de vuelta. Pero no volvió. Se quedó pitando en silencio en la otra orilla hasta que me cansé de su juego y me fui a dormir.
Creo que fue ese episodio el que lo alejó por un tiempo de mí y del taller de tornería. La tarde en que lo encontré tirado en la calle temí que se muriera con la impresión de que yo lo había abandonado. La ambulancia tardó siglos en llegar y lo llevó a un hospital donde me dijeron que tenía el cráneo roto. Mi madre se quedaba a su lado durante la mañana y a la tarde iba yo. Cuando pudo mover los labios me dijo que se había gastado el aguinaldo completo en la primera cuota del torno y no se animaba a decírselo a mi madre.
Era otro de sus juguetes tardíos pero todavía no estaba seguro de poder disfrutarlo. "¿Me voy a morir?", me preguntó cuando se dio cuenta de que tenía una bolsa de hielo sobre la cabeza. Le dije que no, aunque no era seguro, y le pregunté dónde estaba su famoso torno. "Llega de Buenos Aires en el tren de la semana que viene; es una hermosura, no te imaginás", me contestó muy serio. Una enfermera había puesto las cosas que llevaba sobre la mesa de luz. El pañuelo, el encendedor, la billetera vacía, unas monedas y el folleto del torno que era italiano y parecía una nave espacial. "¿Te duele?", dije y me senté cerca de la ventana a mirar a las chicas que atravesaban el jardín. "Sí, desde hace mucho", murmuró. "¿Qué me pasó ahora?" Le conté que lo había agarrado un auto y se había golpeado la cabeza contra el pavimento. Pareció sorprenderse, como si le dijera que se había caído de la calesita: "Y a tu madre, ¿qué le vamos a decir?". Se refería al aguinaldo y a todo lo que otra vez no podríamos comprar. Cerró los ojos y se durmió. O tal vez en su confusión de huesos rotos y sesos desbaratados pensaba en lo buena que hubiera sido su vida sin mi madre y sin mí. Me incliné para decirle al oído que no siempre se puede ganar, que a veces hay que saber quedarse de este lado de la orilla. Hizo una mueca de disgusto y entornó los párpados: "Eso es de cobardes; los ríos están para que uno los cruce". Como siempre, del infortunio sacaba alguna lección que lo disculpaba ante los demás.
Después de hablar con el médico tuve miedo de que aquella fuera su última metáfora. A mi madre le dije que la plata del aguinaldo se la habían robado en la calle mientras estaba caído y que de todos modos para nosotros no habría fiestas ese fin de año. Antes de Navidad lo trasladaron a casa, flaco y vendado como un faquir. Ocultaba el folleto del torno abajo de la almohada. No sé si mi madre se creyó el cuento del aguinaldo robado, pero en Nochebuena no tuvimos festejos ni palabras bonitas. Mi padre pasaba las horas inmóvil, con la mirada puesta en el techo. Un día me hizo una seña para que me inclinara a escucharlo: "Vendelo", susurró, "cuando llegues vendelo por lo que te den". Me pareció que contenía un lagrimón y le dije que no, que ahora estaba en medio de la corriente y tenía que nadar. Después de todo, eso era lo que había querido enseñarme. Hizo un gesto de alivio, me pasó un brazo alrededor del cuello, y dijo: "Está bien, pero no te olvides de mandarme un bote con los cigarrillos".
Mi padre tuvo tantas caídas que al final no recordaba la primera. Lo vi despeñarse con una motoneta camino de Plaza Huincul y años más tarde se dio vuelta con el Gordini, cerca de Cañuelas. Mi madre me contó que una vez, cuando yo era muy chico, se cayó sin mayores daños de un poste de teléfonos y que como era bastante distraído solía tropezarse con los juguetes que yo dejaba tirados en el suelo.
Una tarde de diciembre de 1960 alguien vino a avisarme que lo había atropellado un auto. Llegué sin aliento en una bicicleta prestada y lo encontré estirado en la calle. Estaba un poco despeinado, con los ojos abiertos y la cara muy blanca. Sobre el asfalto había un poco de sangre manchada por las huellas de unos zapatos. La gente se apartó para dejarme pasar y un tipo me dijo que ya estaba por venir la ambulancia. Alguien que le había puesto un pulóver bajo la nuca me alcanzó los anteojos que se habían roto con la caída.
Nadie hablaba y yo no sabía qué decir. Me arrodillé a su lado y le hablé al oído tratando de que la voz no me saliera muy asustada. Le pregunté si podía escucharme y alguna tontería más, pero no abrió la boca. Entonces fui a pedir que me ayudaran a llevarlo al hospital pero me dijeron que no convenía moverlo porque debía estar muy estropeado. El paisano de sombrero negro que lo había atropellado estaba llorando dentro del coche y tampoco me hizo caso. Volví a sentarme en la vereda y le tomé una mano. Estaba fría y blanda como la panza de un pescado. No llevaba más que el anillo de casamiento y el omega con la correa de cuero. Me pregunté qué hacía allí, en la otra punta del pueblo, cruzando la calle como un chico atolondrado. En esos días había cumplido los cincuenta y recién ahora me doy cuenta de que corría contra el tiempo. No había hecho nada que le sirviera a él y la única vez que salió en los diarios fue después del accidente, entre un cuatrero detenido en General Roca y un incendio en la usina de Arroyito.
Con los primeros calores de aquel verano había tomado la decisión de abandonar Obras sanitarias y montar un taller de tornería. Mi madre se oponía porque no creía en su suerte. Entonces me llamó a su escritorio para que le dijera con toda sinceridad si yo le veía futuro en los negocios. De verdad, visto como lo vi entonces, con el chaleco de lana gastado y el pantalón lustroso, no me animé a apostar por él. Me convidó un cigarrillo, dejó que le explicara un complicado asunto de polleras y ya pasada la medianoche, en voz muy baja, me explicó que estaba cansado de esperar, de correr de un desierto a otro mientras se le iban los años y se le arrugaban los cueros.
Dijo no estar arrepentido de nada pero se le leía la culpa en los ojos. ¿Culpa de qué? Nunca lo sabré. Aquella noche intentó darme otro de sus consejos, pero no servía para eso. palabras más o menos, me dijo: "Por mejor que uno se explique y justifique, nada cambia. Siempre se cometen los mismos errores. Una caída dibuja la próxima y por eso creemos en un Dios, en alguien que haya aprendido a no quemarse dos veces con la misma leche". Cosas así eran las que solía recitarme a la medianoche mientras limpiaba compases y tiralíneas frente al tablero de dibujo.
Le dije que no se calentara, que cualquiera hacía plata si eso era lo único que se proponía y que él estaba para otra cosa. lo suyo era correr por ahí, andar a la deriva para no llegar a ninguna parte. A él y a mí nos daba lo mismo un lugar u otro siempre que tuviera una estación y algunas leguas por delante.
Ese día salimos a caminar por los andurriales, yo estornudando por el polen y él tosiendo su tabaco. Me hablaba de lo que haría cuando tuviera un taller con seis tornos y no sé cuántas máquinas para fabricar herramientas. De a ratos lo situaba en Córdoba y después lo ponía en Mendoza para abastecer también a los chilenos. sin darnos cuenta llegamos al río y de pronto se jactó de haber sido muy buen nadador en su juventud, allá en Campana. Señalo la isla bajo el puente y me desafió a ganarle a contracorriente. Cambié de conversación porque el Limay es profundo y temí que se ahogara. Yo tenía menos de veinte años y me parecía imposible que mi padre pudiera ganarme en algo. Insistió y puse como excusa una contractura del fútbol o algo parecido. No me oyó o no quiso oírme y empezó a quitarse la ropa ahí mismo, abajo de la luna, hasta que sólo se quedó con unos ridículos calzoncillos celestes que le llegaban hasta las rodillas. bravuconeaba, supongo. Tenía todo el pelo blanco pero ahora estaba de nuevo en el delta junto a sus amigos y con toda la vida por delante. No sé qué pensé mientras lo miraba alejarse tirando brazadas. Creo que me daba pena verlo pelear contra su propia sombra. Me toreaba a mí pero la bronca, como el agua, venía de lejos y nos mojaba a los dos. En un momento lo perdí de vista hasta que al rato me gritó desde la isla. Yo no quería seguirle el juego. Tampoco estaba seguro de animarme a travesar el río. Le contesté que se dejara de joder, que volviera, y me senté a esperarlo. Calculé que no iba a tardar porque no podía estar mucho tiempo sin fumar. Pero también esa vez me equivoqué. Me pidió que escondiera su ropa y que me fuera a casa porque tenía ganas de dar un paseo por la isla. A dos pasos había un muelle con botes pero ninguno de los dos quería ridiculizarse. Llamé al barquero y le di la poca plata que tenía para que le alcanzara el paquete de cigarrillos e intentara traerlo de vuelta. Pero no volvió. Se quedó pitando en silencio en la otra orilla hasta que me cansé de su juego y me fui a dormir.
Creo que fue ese episodio el que lo alejó por un tiempo de mí y del taller de tornería. La tarde en que lo encontré tirado en la calle temí que se muriera con la impresión de que yo lo había abandonado. La ambulancia tardó siglos en llegar y lo llevó a un hospital donde me dijeron que tenía el cráneo roto. Mi madre se quedaba a su lado durante la mañana y a la tarde iba yo. Cuando pudo mover los labios me dijo que se había gastado el aguinaldo completo en la primera cuota del torno y no se animaba a decírselo a mi madre.
Era otro de sus juguetes tardíos pero todavía no estaba seguro de poder disfrutarlo. "¿Me voy a morir?", me preguntó cuando se dio cuenta de que tenía una bolsa de hielo sobre la cabeza. Le dije que no, aunque no era seguro, y le pregunté dónde estaba su famoso torno. "Llega de Buenos Aires en el tren de la semana que viene; es una hermosura, no te imaginás", me contestó muy serio. Una enfermera había puesto las cosas que llevaba sobre la mesa de luz. El pañuelo, el encendedor, la billetera vacía, unas monedas y el folleto del torno que era italiano y parecía una nave espacial. "¿Te duele?", dije y me senté cerca de la ventana a mirar a las chicas que atravesaban el jardín. "Sí, desde hace mucho", murmuró. "¿Qué me pasó ahora?" Le conté que lo había agarrado un auto y se había golpeado la cabeza contra el pavimento. Pareció sorprenderse, como si le dijera que se había caído de la calesita: "Y a tu madre, ¿qué le vamos a decir?". Se refería al aguinaldo y a todo lo que otra vez no podríamos comprar. Cerró los ojos y se durmió. O tal vez en su confusión de huesos rotos y sesos desbaratados pensaba en lo buena que hubiera sido su vida sin mi madre y sin mí. Me incliné para decirle al oído que no siempre se puede ganar, que a veces hay que saber quedarse de este lado de la orilla. Hizo una mueca de disgusto y entornó los párpados: "Eso es de cobardes; los ríos están para que uno los cruce". Como siempre, del infortunio sacaba alguna lección que lo disculpaba ante los demás.
Después de hablar con el médico tuve miedo de que aquella fuera su última metáfora. A mi madre le dije que la plata del aguinaldo se la habían robado en la calle mientras estaba caído y que de todos modos para nosotros no habría fiestas ese fin de año. Antes de Navidad lo trasladaron a casa, flaco y vendado como un faquir. Ocultaba el folleto del torno abajo de la almohada. No sé si mi madre se creyó el cuento del aguinaldo robado, pero en Nochebuena no tuvimos festejos ni palabras bonitas. Mi padre pasaba las horas inmóvil, con la mirada puesta en el techo. Un día me hizo una seña para que me inclinara a escucharlo: "Vendelo", susurró, "cuando llegues vendelo por lo que te den". Me pareció que contenía un lagrimón y le dije que no, que ahora estaba en medio de la corriente y tenía que nadar. Después de todo, eso era lo que había querido enseñarme. Hizo un gesto de alivio, me pasó un brazo alrededor del cuello, y dijo: "Está bien, pero no te olvides de mandarme un bote con los cigarrillos".
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3 – NUESTRA POESÍA
MIGUEL
ANGEL GAVILAN
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
VARADERO
SARSOTTI
I
Tras
el río, está la casa.
Un
tembladeral de viento
aflauta
las
chapas que la componen.
Algún
que otro junco
le
da la tersura verde
que la vuelve mirable.
Ahí
es el lugar donde el invierno
dice
estar protegido.
Donde
una fogata
se
vuelve el tiempo del atardecer
(rojo tiempo),
la
sumersión de cualquier altanería
que
no se componga
de agua.
Si
se la ve mucho,
un
sueño se escapa
de
la ventana abierta.
Un
sueño que parece torcaza
demorada.
Costado
plumoso de barro y siesta.
Se
pone en movimiento,
se vuelve casa
en
la cumbre del río.
Luminosa
congoja.
II
La
madre
sacó
brillos
a
las cinco cabelleras oscuras.
Repartió
manzanas,
una para cada hijo,
un premio para cada árbol
plantado en plena vida.
Con
trazos hombrunos
se
dibujó
la
distancia
entre
sus ojos y el olvido.
Comió
una sopa de cebollas,
ahogó
una enagua
en
el fuentón
jabonado
de amarillo.
En
el trajín,
se
miró
en
un triángulo de espejo
para
reconocerse.
(Madre de cinco árboles
cinco raíces que la mantenían dormida
sobre el agua).
Y
mientras agitaba el fuego,
(pura ceniza
de madera
¿muerta?),
penca
de junto
en
lengüetazo de llamas,
fue
deshaciendo sus pasos
hasta
esa cuidada hipocresía.
El
pescador, su dueño,
desenredando
redes
en
el lomo marrón del Salado,
los
pañales cagados,
la
cuerda
dividiendo
la orilla de enfrente
en
dos listones de eucaliptos.
Y
su progenie,
ramificando
un barrizal de achiras.
Cuando
terminó de recorrer su casa,
volviendo
a sabores,
a
masacres de noches violadas,
a
porotos que se hierven
en
una cacerola sin asas,
manchón negro,
carbonilla y mediodía.
Cuando
terminó de perderse
en
esa hegemonía de consuelo,
afán vivido,
vapor que tapa alguna sonrisa,
alguna boca que falta;
es
decir, cuando reconoció
que
esas cinco monedas
eran
la recompensa de manzanas,
frutas frescas,
para
la vejez de su lástima,
decidió
que alguien estaba de más
entre
los dormidos.
Se
ahogó con la noche.
Y
dejó su lugar a la paloma.
III
Los
boyeros
pasan
de largo por esa orilla.
Un
olor extraño,
como de
sueño desabrido,
como de
clamor olvidado,
espanta
a los paseantes.
Basta
verla
para
saber que allí
se
despiertan unos ángeles
cada
tarde.
Abren
la puerta,
desperezan
sus alas.
Con
parsimonia, se guardan adentro.
Una
gangrena.
una
fiebre de musgo
poda
cualquier oración.
Y
el río tritura
la
memoria
de
los niños muertos
con
un ventarrón
de tiempo rojo
por
las columnas,
por
los cimientos.
GREGORIO
ECHEVERRÍA
(Rosario-Santa
Fe-Argentina)
BUCEAR
EN LA NEGRURA
Esa
negrura cósmica infinita / ciertamente una imagen
terrible
—apropiada para describir un thriller
o
una secuencia de Startreck— una connotación
de
abismo que produce vértigo si es que nos referimos
al
entorno de una cuestión sentimental / sin embargo
tal
vez cerrar los ojos y entregarse al mareo de calzar
unas
alas y enfilar raudamente hacia Orión
o
las inmediaciones de Perseo / apreciando cómo la quilla
hiende
la espesura de la noche interminable y a nuestro
avance
resplandecen los soles y todas las estrellas dejan
polvo
de luz en cada poro de la nave / sea la única vía
de
bucear al encuentro bautismal del otro / esa otra piel
que
desangrando sus miedos y sus nuncas nos contenga.
ESTADOS
DE LA MATERIA
Toda
materia transita estados diferentes / tomemos —por ejemplo—
el
unicornio / retoño de una yegua robusta (seguramente zaina)
sólidos
cascos / crines y cuero sólidos / hasta que en una noche
de
noviembre de esas que tanto excitan a las brujas y a las vírgenes
en
celo / la pelambre del potrillo vira / sin advertencia a un azulado
líquido
mucho más violento que un zafiro de Isfahan / hablo
de
un azul tan salvaje como una disolución de vitriolo de cobre
amoniacal
cuya tonalidad es atribuida (para confundir incrédulos)
a
la presencia de un anión diamincúprico / aquí nuestro potrillo
ya
cabalmente azul y líquido / azules ojos dentadura y el terciopelo
de
los belfos / líquido cuello remos y hasta la crin caudal / incluso
su
relincho ya cascada interminable de una loción azul olor a menta
y
a ruibarbo / mismo el sudor sus babas y la espuma que clausura
sus
tormentas de amor y los galopes por mis campos al sur
es
—rememoro desde el diván— la clave más feliz del unicornio
su
paisaje más vivo cuando su dentadura imprime estigmas diestros
bajo
el superyo de las doncellas y en las nalgas de las mujeres castas.
Después
ruedan las lunas y los humores —cúmulus impreciso
de
espuma azul efervescente— destilan hasta el punto de esa gentil
evanescencia
de los suspiros y los mitos / en azul ya menos denso
el
unicornio inventa vestiduras de un espejismo helado y brota al fin
sobre
su frente el cuerno bronce bello torneado (codicia de los viejos
maestros
para cebo del sol en sus retortas) / él se inviste a sí mismo
de
un halo —aura— extático / ya no lo tientan los campos
ni
las vírgenes / mera estatua del potrillito aquel en diferida.
En
noches de primavera padezco el escozor del cuerno / compulsión
de
rascarme echándolo de mí / pero mi cuerpo es aire / un solo
pensamiemto
de azul sin objetivos / una masa de gas y cicatrices
sin
formas ni entropía / un cuerno hueco azul en el vacío.
EN
GAJOS AMARILLOS
Caminar
entre los astros y esas constelaciones
que
remezclando la urgencia de los fucsia al dulzor
de
la verdura casi evanescente casi enamorada
trepando
al costado de unos pájaros calcáreos
induce
ráfagas azules en la cabellera de las algas
que
ni siquiera es el reflejo de esas lascivas brumas
sino
el licor amoniacal intenso que exudan
con
inocencia algunas noctilucas y los nácares
sembrados
bajo la luna de los parques / Amador
se
adormece a compás del hervidero de burbujas
que
separa los equinoccios en gajos amarillos
y
verdosos más acá de los dormidos hipocampos
más
allá de los paguros ermitaños y los pargos.
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4 – ENSAYO
JAVIER
ÚBEDA IBÁÑEZ
(Jatiel-Teruel-España)
EL
CAMINO
Miguel
Delibes (Valladolid, 1920-2010) es uno de los autores más relevantes de la
literatura española contemporánea, se dio a conocer como novelista con La
sombra del ciprés es alargada con la que ganó el premio Nadal en 1947. Entre su
vasta obra figuran títulos conocidos por todos como Mi idolatrado hijo Sisí, El
camino, Las ratas, Cinco horas con Mario, Las guerras de nuestros antepasados,
Los santos inocentes, Señora de rojo sobre fondo gris o El hereje.
Algunas
de estas obras han sido adaptadas al cine o al teatro con mucho éxito y están
en la mente de todos nosotros, como es el caso de Cinco horas con Mario, cuya
versión teatral en 1979 fue protagonizada por la actriz vallisoletana Lola
Herrera o Los santos inocentes cuya adaptación cinematográfica corrió a cargo
de Mario Camús y por la que recibieron los actores de la película, Alfredo
Landa y Francisco Rabal, el premio a la interpretación en el Festival de
Cannes. De la novela El camino también tenemos una película, de hecho, fue la
primera de sus obras que se llevó al cine, lo hizo Ana Mariscal en 1964, y
aparte también se rodaron para televisión una serie de cinco episodios
dirigidos por Josefina Molina que fueron emitidos en Televisión Española en
1978. Otras adaptaciones al cine de algunas de sus mejores novelas fueron:
Retrato de familia (adaptación de Mi idolatrado hijo Sisí), 1976; La guerra de
papá (adaptación de El príncipe destronado) en 1977; El disputado voto del
señor Cayo en 1986; El tesoro en 1988; La sombra del ciprés es alargada, en
1990; Las ratas en 1996 y Una pareja perfecta (adaptación de Diario de un
jubilado) en 1998.
Delibes
ha recibido los más prestigiosos galardones como lo demuestra la siguiente enumeración:
el Premio Nacional de Literatura (1955), el Premio de la Crítica (1962), el
Premio Príncipe de Asturias de las Letras, ex aequo con Gonzalo Torrente
Ballester (1982), el Premio Nacional de las Letras (1991) y el Premio Cervantes
de Literatura (1993). En el año 1973 fue nombrado miembro de la Real Academia
Española ocupando el sillón “e” minúscula.
Otros
reconocimientos que podríamos mencionar son los siguientes: en 1983 fue
investido Doctor honoris causa por la Universidad de Valladolid y en 1984,
justo un año más tarde, la Junta de Castilla y León le concedió el Premio de
las Letras. Y en 1987 también fue investido Doctor honoris causa, pero esta vez
por la Universidad Complutense de Madrid. Y su última gran novela, El hereje,
que es todo un homenaje a Valladolid, se publicó en 1998, recibiendo por ella
el Premio Nacional de Narrativa y este alegato a favor de la conciencia está
considerado hoy en día como la más ambiciosa de sus novelas e incluso su obra
cumbre.
El
camino es su tercera novela. Se publicó en 1950 y supuso su consagración
definitiva como escritor. Asistimos a un libro iniciático (o de iniciación a la
vida), en el que vemos cómo un niño va dejando atrás la infancia y se despide
así de una etapa cuyo encanto y fascinación acabamos comprendiendo quizá cuando
ya es demasiado tarde y se nos ha escapado entre los dedos. Y también es un
libro iniciático en el sentido de que el protagonista tiene que dejar su
pueblo, un mundo conocido, para enfrentarse al mundo desconocido de la ciudad donde
tendrá que empezar, prácticamente, de cero.
Uno
de los grandes hallazgos de este libro es la consecución de un estilo narrativo
fresco y directo que podemos apreciar sobre todo en los diálogos entre los
niños combinado de forma inteligente con otro estilo un poco más depurado que
es el que predomina en las descripciones dotándolas de un fino lirismo y humor
exentos de grandilocuencias. Una forma de escribir, en general, que apuesta por
la sencillez, la naturalidad y la autenticidad tanto en la forma (lenguaje
sencillo) como en el contenido (una historia cotidiana), todo esto le confiere
un ritmo ágil a toda la novela y la convierte por ende en una obra muy amena y
fácil de leer.
Además,
el cultivo del lenguaje coloquial se ajusta bien al discurso y devenir
cotidiano del pueblo. Y consideramos que la descripción es otra gran baza de
esta obra, con un enfoque realista y un tono elegiaco nos muestra la vida
austera y muchas veces mísera de las gentes de Castilla en los años de la
posguerra, y es que también hay algo de novela social, de realismo social y de
crítica al retratar tan bien y claramente a la sociedad de la posguerra como
volverá a hacer más tarde en otras de sus muchas novelas o como harán también
otros grandes maestros contemporáneos, por ejemplo, Camilo José Cela en La
colmena.
El
protagonista principal de toda esta historia es Daniel, el Mochuelo, hijo de
los queseros del pueblo. Un niño inteligente y sensible al que han apodado, el
Mochuelo, porque posee unos ojos verdes grandes y redondos, y siempre está con
la mirada muy atenta observándolo todo como con miedo, y dado que Daniel es un
poco tímido y callado se siente muy a gusto rodeado de sus inseparables amigos:
Roque, el Moñigo y Germán, el Tiñoso, que son los otros indudables protagonistas
de esta historia. Porque Roque al contrario que Daniel es valiente y posee un
carácter fuerte y físicamente es alto y corpulento mientras que Daniel en este
último aspecto es más bien normalito. Germán, en cambio será el más debilucho
de los tres, cojea, tiene calvas, de ahí le viene el mote de “el Tiñoso”,
puesto que como le encantaba jugar con los pájaros dicen que estos le pegaron
las calvas, no obstante, por lo demás es un muchacho inteligente y
perseverante. Con ellos descubriremos que Delibes es todo un creador de
personajes, y después de leer esta emotiva narración tampoco podremos olvidar
al resto de personajes que acompañan a Daniel en su camino, nunca mejor dicho,
y que el autor logra dibujar a la perfección ahondando con pinceladas vívidas y
certeras en sus caracteres, nos referimos, entre otros, a: Don Moisés (el
maestro); Las hermanas Irene y Lola, conocidas como las Gindillas (las tenderas
del pueblo); Paco, el Herrero; Quino, El Manco (el tabernero)…
Respecto
al espacio, toda la acción transcurre en un pueblo de la meseta castellana, por
lo que conoceremos bien la iglesia de don José; la escuela de don Moisés; la
taberna del Manco; el huerto de Lucas, el Mutilado, donde robarán unas manzanas
los niños en una de sus correrías, la poza del Inglés, donde los niños
acostumbraban a bañarse y matar culebras; precisamente, justo al final del
libro, Germán, el Tiñoso, pondrá una nota amarga al resbalar en este juego y
desnucarse, falleciendo poco antes de la partida de Daniel y provocando con
ello que la marcha de Daniel se haga aún más difícil. Y, respecto al tiempo, la
narración abarca toda una noche, por ello será el pasado el tiempo verbal que
domine en todo momento. Y el punto de vista adoptado será uno de los que más
juego da: la tercera persona, bien Daniel o bien un narrador omnisciente serán
los encargados de contárnoslo todo.
Por
otra parte, al leer esta obra nos sumergiremos de lleno en la naturaleza de la
mano de Delibes, ya que El camino es todo un cántico y alegato en favor de la
naturaleza en clara contraposición al mundo de la ciudad, la vida en el campo
representa lo positivo: lo natural, lo sano… no en vano Delibes se definía a sí
mismo como “el cazador que escribía” porque le encantaba el campo y era muy
aficionado a la caza y a la pesca, de hecho algunas de sus novelas más
destacadas están ambientadas en el medio rural desempeñando este, además, un
papel fundamental como ocurre por ejemplo en Las ratas, Los santos inocentes o
El camino. Y muchas veces esto iba unido a un gran realismo social denunciando
las injusticias, el atraso, el caciquismo… que sufría, sobre todo, el campo
castellano en la etapa dura y difícil de la posguerra.
Recapitulando,
un gran tema central: la infancia y la amistad entre los niños, la gran
camaradería que surge entre los tres amigos, ya que este libro consigue
retratar nítidamente a un niño de once años en un momento clave de su vida
cuando deja de ser ya un niño para convertirse en un hombre. La historia se nos
presenta con una estructura circular comienza con Daniel que tiene que irse a
estudiar a la ciudad y termina cuando, por fin, se marcha a estudiar a la
ciudad. El argumento es simple y está contado de una manera sencilla. Toda la
narración aparece en tercera persona a través de la voz de Daniel y a veces
esta voz se alterna con la de un narrador omnisciente también en tercera
persona, que como buen narrador omnisciente lo sabe todo.
Y,
por último, solo nos quedaría por señalar que lo más importante es que, desde
lo particular, desde esta pequeña, sencilla y podríamos llegar a pensar que
hasta insignificante trama, y entonces estaríamos equivocándonos, dada la magia
de la literatura que solo logran alcanzar los grandes autores de todos los
tiempos, la historia cala, trasciende, ahonda en nuestros espíritus y alcanza
la universalidad, pese a que el tiempo pase y los lectores cada vez sean
distintos El camino será siempre El camino.
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5 – CUENTO
NORMA
SEGADES-MANIAS
(Santa
Fe-Argentina)
OTOÑO
EN MACEDONIA.
Prominentes,
sus pómulos coronan las mejillas hundidas.
Lleva
el cabello ralo separado en mitades y su nariz se emplaza rectamente sobre el
bigote tosco y la barba plateada por los años.
Lo
pausado del paso evidencia secuelas de un cansancio genuino.
Un
cansancio al que abdica desde su voluntad inquebrantable, desde la terquedad
con que sus labios aprietan decepciones.
Mientras
el sol refleja y encandila la ciudad escondida en el fondo del lago, piensa en
el salvajismo de su viejo enemigo. En el avance infame del cazador de búlgaros.
En la severidad de sus ataques.
Piensa
en que le ha tomado prisioneros a quince mil rehenes, quince mil voluntades,
quince mil hombres de armas. Y en esas coordenadas de un odio miserable han
quedado pendientes sus destinos.
Piensa
en las estrategias, concesiones, acuerdos necesarios para recuperarlos.
Piensa.
Piensa y camina al lado de los secos almenares.
De
pronto, un coro de blasfemias campesinas despiertan del sosiego a la mañana.
Permanecen suspensas en el viento, tal como la hojarasca de alisos y abedules a
la orilla del río.
Fuera
de su pared fortificada, le parece escuchar, entre los gritos, las pisadas
vencidas de un ejército que se mantiene en marcha.
Avanza
hacia los altos miradores. Cercanas al portal que da al levante, nubes de polvo
ensucian la atmósfera de otoño. Tiempo en que los bosques macedonios renuevan
el follaje.
Nada
más asomarse, siente un sudor helado recorriendo su espalda.
Mira
sin comprender ese desfile. Esa cruel sucesión de desamparos.
El
corazón del zar se hace caballo. Sin cabestro ni bridas. Desbocado.
Galopando
imprudencias por las llanuras de su desesperanza, puede escuchar la furia de
los belfos, el batiente sonido de los cascos atravesando extensas agonías,
avasallando arterias, negando talismanes.
Contempla
a las columnas envueltas en la sombra. Aferradas al hombro del camarada que los
antecede. Cayendo y levantándose. Una vez. Y otra vez. Hasta extenuarse.
Y
aunque advierte el tiránico estilete que rompe su esternón, que lo perfora, que
atraviesa la hondura de su pecho, no ofrece resistencia.
Permite
que intercepte la memoria con su punzada intensa, repentina.
Con
el puño de hierro inexorable estrujando sus vísceras.
Intuye
que esta angustia es el presente.
Ya
no existe el pasado. Y no hay futuro.
Descubre
la fatiga de la muerte desbordando sus cauces interiores como oleadas de
ortigas. Como espinos. Como aluvión de eclipses o vinagre.
Esa
angustia siniestra lo acorrala, comprime su mandíbula, su cuello, se propaga,
imperiosa, hacia el costado izquierdo… Tras lo cual, finalmente, lo postra de
rodillas, lo abate, lo consume, lo asesina.
En
tanto el zar cabalga los días del destierro y no hay damas oscuras, ni
barqueros, ni concilio de arcángeles que salga a recibirlo, todavía, paso tras
paso, irremediablemente, vacilantes, deshechos, derrotados, cientos de miles de
guerreros ciegos trepan la cuesta de la fortaleza.
Expuestas
a la acción del mosquerío las cavernas sangrantes de sus ojos.
PÁGINA
6 –POESÍA ARGENTINA
ZULMA LILIANA SOSA
(Formosa-Argentina)
I
hoy / exactamente hoy / a quemarropa abierta / a
suelta de palomas / a que deshuella esa gasa con pena /
apenas soporta la levedad de la tela / apenas el rictus
desdibuja la cara del pie
en la tierra se esgrime / aferra a su herida el
temporal su fisura / y el pie que no calza vestido /
desubica dedos desoìdos a cuanto crece la uña / uña
babeando su rufiàn a la hora / por horas
II
torpes manifiestos jadean medias excluìdas de algo entero /
si lo roto alquila cada dìa màs cuartos / la que quedò
abolida en su propia nostalgia / la que fue un par en el
cajòn que asila / asumiò la ocupación de la pèrdida
¿què hace el hombre ahora /con una sola puesta ?/ ¿retorna
a la inconstancia donde dichòsamente la quietud ?/¿ o
dilapa el pie / en esos paìses que el calzado desgasta?/
el cuero frìo en semejante trance / la planta a terquedad /
el cuero
CUESTION DE SUELAS
si vaticina èl / el despojo inminente / y los pasos están
adentro / adentro donde no suenan / si la copa sufre de
vejez prematura / y a la escasa uña / el pie provoca la
visiòn de la uva /
si en otro sonàmbulo rincón de pocos / muchos convocan
la acritud del asilo / no hay tumulto / y cada cual se va
con su desgracia / el celo en el bolsillo /¿el celo erecto
en su derrumbe?/
si la moneda existe y extenuada està la bestia /¿ habrà
olor y vìspera ?
RETRATO DE FAMILIA
los dìas / que comìamos solos / papà / mis
hermanos/ yo /
aùn me impiden / llevar el alimento a la boca /
hoy / exactamente hoy / a quemarropa abierta / a
suelta de palomas / a que deshuella esa gasa con pena /
apenas soporta la levedad de la tela / apenas el rictus
desdibuja la cara del pie
en la tierra se esgrime / aferra a su herida el
temporal su fisura / y el pie que no calza vestido /
desubica dedos desoìdos a cuanto crece la uña / uña
babeando su rufiàn a la hora / por horas
II
torpes manifiestos jadean medias excluìdas de algo entero /
si lo roto alquila cada dìa màs cuartos / la que quedò
abolida en su propia nostalgia / la que fue un par en el
cajòn que asila / asumiò la ocupación de la pèrdida
¿què hace el hombre ahora /con una sola puesta ?/ ¿retorna
a la inconstancia donde dichòsamente la quietud ?/¿ o
dilapa el pie / en esos paìses que el calzado desgasta?/
el cuero frìo en semejante trance / la planta a terquedad /
el cuero
CUESTION DE SUELAS
si vaticina èl / el despojo inminente / y los pasos están
adentro / adentro donde no suenan / si la copa sufre de
vejez prematura / y a la escasa uña / el pie provoca la
visiòn de la uva /
si en otro sonàmbulo rincón de pocos / muchos convocan
la acritud del asilo / no hay tumulto / y cada cual se va
con su desgracia / el celo en el bolsillo /¿el celo erecto
en su derrumbe?/
si la moneda existe y extenuada està la bestia /¿ habrà
olor y vìspera ?
RETRATO DE FAMILIA
los dìas / que comìamos solos / papà / mis
hermanos/ yo /
aùn me impiden / llevar el alimento a la boca /
CARLOS JUÁREZ ALDAZÁBAL
(Salta-Argentina)
Un golpe en el
parche para que cante la tristeza de la lluvia, la lluvia que todo lo moja, la
que se hunde en la tierra y amansa las venas de los volcanes.
Un golpe en el tambor, para recordar las piedras bajo el agua, las piedras que chocaban mientras una corriente acariciadora las amontonaba en el lecho del río.
Ahí era donde todo empezaba: en el agua de la lluvia, la que empapaba hasta entumecer, cuando el coro de ranas comenzaba el concierto; en el agua del río, el que hacía la perfección de los senderos, inquietos, cristalinos.
Lluvia y río. Agua y tiempo. El tiempo que todo lo termina. El tiempo que pasa como agua, pero que no acaricia ni consuela. El tiempo que me moja.
Golpeando contra mi cabeza el tiempo amontona sus piedras.
Soy un dique sin agua, que apenas agradece cuando llueve.
Y sin embargo, cuando llueve, mi memoria de río quisiera celebrar la humedad de lo seco, el verde que perdí, el rojo que amanece.
Mi memoria que es río, mi tristeza que es río, mi corazón tambor para las ranas, las cantoras del agua que se escuchan bien lejos, mientras la lluvia limpia las heridas.
Un golpe en el tambor, para recordar las piedras bajo el agua, las piedras que chocaban mientras una corriente acariciadora las amontonaba en el lecho del río.
Ahí era donde todo empezaba: en el agua de la lluvia, la que empapaba hasta entumecer, cuando el coro de ranas comenzaba el concierto; en el agua del río, el que hacía la perfección de los senderos, inquietos, cristalinos.
Lluvia y río. Agua y tiempo. El tiempo que todo lo termina. El tiempo que pasa como agua, pero que no acaricia ni consuela. El tiempo que me moja.
Golpeando contra mi cabeza el tiempo amontona sus piedras.
Soy un dique sin agua, que apenas agradece cuando llueve.
Y sin embargo, cuando llueve, mi memoria de río quisiera celebrar la humedad de lo seco, el verde que perdí, el rojo que amanece.
Mi memoria que es río, mi tristeza que es río, mi corazón tambor para las ranas, las cantoras del agua que se escuchan bien lejos, mientras la lluvia limpia las heridas.
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7 – ENSAYO
GABRIEL CHÁVEZ CASAZOLA
(Sucre-Bolivia)
(Sucre-Bolivia)
CENTENARIOS
"El 5 de septiembre cumplirá 100 años, esperamos que vivito y
bailando, el genial Nicanor Parra”.
Este 2014 que apenas
alborea será -es ya- un año de maravillosas memorias y celebraciones en torno a
libros y autores. Estos 12 meses verán cumplirse los centenarios natales nada
menos que de Julio Cortázar, Octavio Paz, Adolfo Bioy Casares y Dylan Thomas,
que no necesitan glosa alguna.
También los 100 años del nacimiento del agitado narrador beatnik William Burroughs, del poeta mexicano Efraín Huerta -a quien homenajearemos pronto en Tabasco-, del poeta y crítico venezolano Juan Liscano y del narrador checo Bohumil Hrabal, autor de Una soledad demasiado ruidosa.
Conmemoraremos igualmente el centenario de los adioses de Georg Trakl -ojalá leyendo la estupenda traducción de Marco Antonio Campos en Unterwegs, En camino (El Tucán de Virginia, 2010)- y de dos autores bolivianos poco recordados: el vallegrandino Emilio Finot, poeta "altivo y melancólico” a decir de Gustavo Adolfo Otero, y el potosino Julio Lucas Jaimes, "Brocha Gorda”, tradicionista, narrador, periodista, poeta, padre de Ricardo Jaimes Freyre y amigo cercano de Ricardo Palma, cuyas Tradiciones peruanas muy posiblemente influyeron en La Villa Imperial de Potosí (1905), su obra más señera.
Asimismo, se cumplirán este año dos centenarios natales de intelectuales bolivianos (y tal vez otros más que no tomo en cuenta y el minucioso e infatigable Elías Blanco podría sumar aquí) que no tendrían que pasar desapercibidos: el del historiador, archivista y escritor Gunnar Mendoza, director durante medio siglo del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, institución que forjó; y el de monseñor Juan Quirós, quien hasta 1992, año de su muerte, fue director del suplemento Presencia Literaria (desde 1957), de la revista Signo (desde 1956) y de la Academia Boliviana de la Lengua (desde 1975).
Si la figura de Mendoza ha sido crecientemente valorada desde su fallecimiento en 1994, ya que distintas generaciones de historiadores, investigadores, archivistas y bibliotecólogos reconocen su significativo aporte a la historiografía nacional, sobre el que este año podrán hacerse nuevos abordajes, no ha sucedido lo mismo con monseñor Quirós, de cuya obra y trayectoria se habla muy poco (he podido comprobar que numerosos jóvenes autores ni siquiera habían escuchado su nombre hasta que se los mencioné), pese a haber sido el crítico literario por excelencia en la segunda mitad del siglo XX quien, al dirigir el prácticamente único espacio nacional de difusión literaria, además tenía en su pluma el poder de decidir el quién es quién (y quién no) de nuestras letras.
Desde luego, su personalidad y contribución a la literatura boliviana merecerían ser objeto de reconocimiento, y podría este centenario ser además una buena oportunidad para debatir en profundidad sobre cómo fue (y aún está) construyéndose el canon literario boliviano, con su centro gravitante en la academia y la crítica paceñas, habiendo todo un ancho y diverso país que escribe y que dista mucho de ser sólo una periferia.
Apuntada esa digresión, cerremos estas líneas con alegría, pensando que este 2014 hay otro motivo literario más para celebrar por todo lo alto, echando la casa por la ventana y la ventana con ella, como quería el casi ya centenario Cortázar.
Y es que el 5 de septiembre, dentro de exactamente nueve meses, todo un parto, cumplirá 100 años, esperamos que vivito y bailando, el genial Nicanor Parra, poeta y antipoeta, gran renovador de la poesía en nuestra lengua en el siglo XX y uno de los felices responsables de haberla acercado a la mujer y el hombre de a pie.
Brindemos, pues, por Parra, con los néctares remanentes de las fiestas y fastos recién pasados, y por Álvaro Mutis, Jesús Urzagasti, el "poeta eléctrico” Lou Reed y por Doris Lessing, contentos de que su obra permanezca aunque el viento vaya borrando, de a poco, su imagen de nuestras neuronas, junto a tantas cosas vividas e imaginadas en 2013. ¡Salud!
También los 100 años del nacimiento del agitado narrador beatnik William Burroughs, del poeta mexicano Efraín Huerta -a quien homenajearemos pronto en Tabasco-, del poeta y crítico venezolano Juan Liscano y del narrador checo Bohumil Hrabal, autor de Una soledad demasiado ruidosa.
Conmemoraremos igualmente el centenario de los adioses de Georg Trakl -ojalá leyendo la estupenda traducción de Marco Antonio Campos en Unterwegs, En camino (El Tucán de Virginia, 2010)- y de dos autores bolivianos poco recordados: el vallegrandino Emilio Finot, poeta "altivo y melancólico” a decir de Gustavo Adolfo Otero, y el potosino Julio Lucas Jaimes, "Brocha Gorda”, tradicionista, narrador, periodista, poeta, padre de Ricardo Jaimes Freyre y amigo cercano de Ricardo Palma, cuyas Tradiciones peruanas muy posiblemente influyeron en La Villa Imperial de Potosí (1905), su obra más señera.
Asimismo, se cumplirán este año dos centenarios natales de intelectuales bolivianos (y tal vez otros más que no tomo en cuenta y el minucioso e infatigable Elías Blanco podría sumar aquí) que no tendrían que pasar desapercibidos: el del historiador, archivista y escritor Gunnar Mendoza, director durante medio siglo del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, institución que forjó; y el de monseñor Juan Quirós, quien hasta 1992, año de su muerte, fue director del suplemento Presencia Literaria (desde 1957), de la revista Signo (desde 1956) y de la Academia Boliviana de la Lengua (desde 1975).
Si la figura de Mendoza ha sido crecientemente valorada desde su fallecimiento en 1994, ya que distintas generaciones de historiadores, investigadores, archivistas y bibliotecólogos reconocen su significativo aporte a la historiografía nacional, sobre el que este año podrán hacerse nuevos abordajes, no ha sucedido lo mismo con monseñor Quirós, de cuya obra y trayectoria se habla muy poco (he podido comprobar que numerosos jóvenes autores ni siquiera habían escuchado su nombre hasta que se los mencioné), pese a haber sido el crítico literario por excelencia en la segunda mitad del siglo XX quien, al dirigir el prácticamente único espacio nacional de difusión literaria, además tenía en su pluma el poder de decidir el quién es quién (y quién no) de nuestras letras.
Desde luego, su personalidad y contribución a la literatura boliviana merecerían ser objeto de reconocimiento, y podría este centenario ser además una buena oportunidad para debatir en profundidad sobre cómo fue (y aún está) construyéndose el canon literario boliviano, con su centro gravitante en la academia y la crítica paceñas, habiendo todo un ancho y diverso país que escribe y que dista mucho de ser sólo una periferia.
Apuntada esa digresión, cerremos estas líneas con alegría, pensando que este 2014 hay otro motivo literario más para celebrar por todo lo alto, echando la casa por la ventana y la ventana con ella, como quería el casi ya centenario Cortázar.
Y es que el 5 de septiembre, dentro de exactamente nueve meses, todo un parto, cumplirá 100 años, esperamos que vivito y bailando, el genial Nicanor Parra, poeta y antipoeta, gran renovador de la poesía en nuestra lengua en el siglo XX y uno de los felices responsables de haberla acercado a la mujer y el hombre de a pie.
Brindemos, pues, por Parra, con los néctares remanentes de las fiestas y fastos recién pasados, y por Álvaro Mutis, Jesús Urzagasti, el "poeta eléctrico” Lou Reed y por Doris Lessing, contentos de que su obra permanezca aunque el viento vaya borrando, de a poco, su imagen de nuestras neuronas, junto a tantas cosas vividas e imaginadas en 2013. ¡Salud!
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8 – CUENTO
NECHI
DORADO
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
CUCA
Y EL NIDO ALBOROTADO
Una
tarde serena, de esas que hacen pensar que el mundo se detiene ante tanta
calma, el nido también se alborotó.
Aunque
en realidad el que estaba como detenido era el mundo humano, o lo más parecido
a ése. Pero el nido también formaba parte del orbe. Era un submundo del cual
emergían insectos con acceso a las altas esferas gracias a esa persistencia que
tienen algunos bichos capaces de trepar, volar, confundir, alterar, hasta
alcanzar sus propósitos por más repugnantes que parezcan.
Esos
“parásitos” de la orden de los dictiópteros, nocturnos y corredores, que
muchas veces también salen de día, vale asegurar que nunca están quietos.
Contradiciendo las teorías del hombre que cree haber alcanzado todo el
conocimiento, toda la sabiduría, pero que en realidad no ha logrado la
capacidad necesaria como para introducirse por agujeros minúsculos, tan abocado
como está a los grandes descubrimientos.
La
cucaracha mayor a la que todos llamaban Cuca cariñosamente, dijo que era
llegaba su tiempo de descanso y que habría de cumplir con eso. Sugirió que otra
debería tomar su lugar y esta situación exigía rapidez de acción. En ese
momento y luego de esas palabras, comenzó la agitación.
Su
actitud despertó la conmoción, mucho más la incentivaron los argumentos que
utilizara el insecto para detener ese camino tantas veces recorrido,
atravesando los albañales, basurales y todo lugar donde hubiera comida o
desperdicios.
Cuca
no se esforzó por crear argumentos válidos, simplemente se despidió
parafraseando aquel aire popular mexicano que decía “la cucaracha ya no puede
caminar”.
La
originalidad no era la característica del insecto o insecta, no se, porque las
cucas son seres asexuados, me contaron.
Todos
los bichos del nido sabían que era una mentira, sus patitas, aunque más lentas,
bien podían seguir trasladándose. Además, ella era la Cuca reina, no era
importante que se moviera sino que dirigiera y eso, hasta aquella tarde, lo
venía haciendo muy bien. De hecho cuando fue elegida reina del nido, alcanzó
ese sitial por su impecable trayectoria. (Uno muchas veces minimiza a esos
insectos y ese es un error tremendo, porque piensan demasiado aunque la ciencia
no avale esta teoría)
Ahí
fue cuando todos comenzaron a preguntarse:
-¿Qué
le pasa a Cuca?
Algo
le molestó a ella o a las cucas que nunca se ven, pero que están y dirigen con
más fuerzas desde el silencio.
-¿Acaso
se convirtió en un trasto inservible? Se preguntaban todas.
(No
olvidemos que ellas son de hábito asociado lo cual no quiere decir que
mantengan lazos de amistad sincera siquiera entre ellas)
Presurosas,
cucas y cuquitas comenzaron a dialogar sobre cuál sería la afortunada que fuera
capaz de dirigir a todo el nidal. Era una tarea analítica muy severa, casi
ciclópea, nada podía librarse al azar.
Por
supuesto, decían, los agrotóxicos que utilizan los humanos, cada día son
más fuertes, ellos alcanzaron grados superlativos de organización y fueron
capaces de exterminar todo tipo de vida.
-¡Nosotras
también alcanzamos esos grados!, agregó una muy competitiva.
-Hay
que buscar, para el reemplazo, a una cucaracha que ya haya aprobado el
examen de mutación, que resista los embates y sea capaz de permanecer inmutable
a las nubes tóxicas, dijo la más audaz pero en voz baja.
Tengamos
en cuenta que las cucarachas nunca hablan a viva voz para que sus planes
conspirativos continúen enroscados dentro del hermetismo ancestral.
-Hay
que buscar, incluso, una que resista las más altas dosis de radiación, por las
dudas. Hay que cubrirse, pensaban, el hombre está demasiado agresivo y no se
puede confiar en él, seguían murmurando dentro del agujero adonde sesionaban.
-Cuca
nos arruinó la vida, dijo la cucaracha con mayor desarrollo de espíritu crítico
a la que llamaban Critis.
-¿Por
qué tanta seguridad? Preguntó un coro de antenas convulsionadas.
-Muy
simple, respondió Critis, somos más de cuatro mil quinientas especies, cada una
tiene su propia trayectoria. ¿Cómo habremos de ponernos de acuerdo? Hay que
conciliar costumbres, tradiciones, conductas socioculturales, agregó. ¿Creen
que es tarea fácil?
-¡Esto
es absurdo! Dijo otra, exaltada. ¿Vamos a olvidar que nuestro propósito,
estemos donde estemos, siempre es el mismo? ¡Chicas, tampoco es el momento de
elucubrar fantasías! Agregó mientras se exasperaba más, levantando su dedo
índice y apuntando a la masa allí reunida.
Siguió
diciendo: -Hagamos una lista de prioridades, ¡abortemos las ideas que no
nos unan porque perjudican nuestro mañana!
Las
cucarachas se miraron asombradas.
-¡Qué
has dicho! Preguntaron todas espantadas casi como si un demonio hubiera
penetrado por el agujero de entrada.
-¡Ohhhhhhh!
Repitió el eco durante varios minutos.
-¡Esto
ya se desmadró, así es imposible dialogar! respondieron otras.
Se
dio por terminada la sesión esa tarde serena en la que parecía que el mundo se
había detenido. En el horizonte avanzaba un escuadrón de nubes de
tormenta, pero que no habrían de ser más que el anuncio de chaparrones aislados
propios de la época del año. Y de las circunstancias.
-Mañana
será otro día, agregó Critis, pensemos que algo, como siempre, se nos va a
ocurrir.
-Afuera
la noche está llegando, fíjense como las estrellas comienzan a marchar y cada
día su brillo parece encandilar mucho más. Hay que seguir trabajando y con
mucho cuidado, están en juego nuestras costumbres y debemos crear nuevas
fuentes de engaño.
-El
hombre, ya lo vimos, está cada día más agresivo, genera pobreza a pasos
acelerados y ya saben ustedes, a los pobres no se les cae ni una miguita ¿De
qué vamos a vivir nosotras?
Cuca
quedó pensativa mientras su población se encaminaba hacia las cloacas del
barrio.
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9 – POESÍA ARGENTINA
MIGUEL ANGEL MORELLI
(Coronel Suárez-Buenos Aires-Argentina)
8. HOLDERLIN
cuando la luz de la primavera pasaba huyendo
holderlin o scardanelli | ¿quién puede saberlo?
juntaba flores de tubinga en bellos ramos
que después tiraba al río | borracho de furia
ha de existir una palabra (pensaba entonces)
que todo lo nombre, que todo lo poetice |
y acaso esa palabra no ha de estar muy lejos:
tal vez la lleve en un bolsillo y no lo sepa
lo hallaron dormido sobre el viejo piano mudo
de su bohardilla | donde esperó a la muerte
con esa mueca infeliz de los que al fin descubren
la luz oblicua de dios sobre los hombres
9. HUMANOS CASI HUMANOS
(Poema 3)
cuando murió mi padre yo estaba lejos |
tan lejos que todavía llevo en el pecho
las marcas de esa ausencia
cuando murió mi madre, en cambio, estaba a su lado
sosteniéndole las manos |
prometiéndole tardes que jamás llegarían
sin embargo | ¿era mi sombra aquella sombra?
¿eran mías aquellas manos?
si cada recuerdo no es más que una reparación de la memoria
a lo mejor durante aquella madrugada de setiembre
yo haya estado | al lado de mi padre | todavía
10. HUMANOS CASI HUMANOS
(Poema 13)
cierro los ojos y veo la noche
y en la noche un andén |
y en el andén tu silueta
que se desprende lentamente desde el fondo de mis ojos
sin embargo mañana, cuando el tiempo y el olvido
desmoronen la frágil persistencia del recuerdo
estos mismos ojos creerán haberte visto
llegando | detrás de una sonrisa
cuál de esos dos fantasmas eras?
como un dios que imita a dios | la razón de la memoria
consiste en clausurar el pasado
para hacer que lo que fue quizás no sea | ni haya sido nunca
(Poema 3)
cuando murió mi padre yo estaba lejos |
tan lejos que todavía llevo en el pecho
las marcas de esa ausencia
cuando murió mi madre, en cambio, estaba a su lado
sosteniéndole las manos |
prometiéndole tardes que jamás llegarían
sin embargo | ¿era mi sombra aquella sombra?
¿eran mías aquellas manos?
si cada recuerdo no es más que una reparación de la memoria
a lo mejor durante aquella madrugada de setiembre
yo haya estado | al lado de mi padre | todavía
10. HUMANOS CASI HUMANOS
(Poema 13)
cierro los ojos y veo la noche
y en la noche un andén |
y en el andén tu silueta
que se desprende lentamente desde el fondo de mis ojos
sin embargo mañana, cuando el tiempo y el olvido
desmoronen la frágil persistencia del recuerdo
estos mismos ojos creerán haberte visto
llegando | detrás de una sonrisa
cuál de esos dos fantasmas eras?
como un dios que imita a dios | la razón de la memoria
consiste en clausurar el pasado
para hacer que lo que fue quizás no sea | ni haya sido nunca
LUCÍA
CARMONA
(Chilecito-La
Rioja)
12
NADA
No
importa si el péndulo
se
ha detenido en medio de su marcha
o
en el monte la fiera
se
persigue a sì misma.
Ha
cesado la magia
y nuestro nombre
ya
no està màs pegado al nombre de la
tierra.
Sì,
ha cesado la magia.
En
medio del camino
nos
quedamos desnudos,
sin
paredes, sin sexo,
sin
ternura, sin nada.
Ha
callado la lluvia
con
que besa los cielos
este
barro pequeño
y quedarà la realidad sin fondo,
amarga,
malherida.
El
lucero es una simple y ennegrecida copia de su origen
y yo una marioneta
sin
voces de universo.
La
tragedia no es màs que una estridente
risa,
la
desmañada risa de la muerte.
13
BREVEDAD
En un mes
se ha espigado la luna.
En un mes,
la cintura es un granero inmóvil.
En un mes
la bandera es un astro sin vuelo.
Los miro, me miran.
El diálogo està intacto.
PÁGINA
10 – ENSAYO
ALEJANDRO
BOVERIO
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
ARLT
PROFÉTICO
Un provocativo texto sobre Los siete locos en
donde el ensayista se propone leer la novela de Roberto Arlt en clave
profética.
Se
siente la nostalgia de los milagros, de las maravillas
agoreras y de las oscuridades tumultuosas que también parecen
satisfacer las indefinidas ansiedades de nuestras organizaciones,
excesivamente nerviosas y desgastadas de hijos de la ciudad, a quienes
la exageración del naturalismo ha guiado hacia el misticismo.
agoreras y de las oscuridades tumultuosas que también parecen
satisfacer las indefinidas ansiedades de nuestras organizaciones,
excesivamente nerviosas y desgastadas de hijos de la ciudad, a quienes
la exageración del naturalismo ha guiado hacia el misticismo.
R.
Arlt, Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires
La
inquietud que sobreviene con la primera y temprana lectura de Los siete
locos se convierte, con las sucesivas relecturas, en fascinación.
Sucede que uno se enfrenta, descarnadamente, a las formas de locura que implica
toda política: la seducción y la humillación. Formas de locura en un sentido
preciso: en tanto exceden los límites de una concepción dialógica y meramente
racional de lo político. Puesto de este modo, en efecto, toda política es locura.
Es por ello que podemos decir que la literatura de Arlt es realista, ya no en
los términos de una crítica literaria (para la que sin dudas no lo es), sino en
los de una filosofía política. El realismo político, que va de la ambición de
gloria en el estado de naturaleza hobbesiano a la dialéctica del amo y el
esclavo en Hegel, en el universo arltiano salta a la luz angustiosamente en
cada acción, pensamiento o conversación que involucra a Erdosain. Y, por
supuesto, en la violencia de las respuestas que recibe. Entre las notorias, una
preferida: la escena del bar en la que Erdosain le pide dinero a su supuesto
amigo, el farmacéutico Ergueta, y éste, haciendo chasquear la yema de los
dedos, pronuncia la célebre frase: “Rajá, turrito, rajá”. En esa expresión
lunfarda, se concentra la forma porteña de una realpolitik que
hace del mundo arltiano uno hostil y desesperanzado.
Difícil
es decir algo sobre Arlt, luego de Sexo y traición en Roberto Arlt de
Oscar Masotta y Arlt literato de Carlos Correas. Sin embargo,
quisiera recalar en una dimensión significativa de la locura de Arlt que
constituye, en cierto modo, el contrapeso frente la concreta y oprobiosa
realidad. En efecto, uno puede ver que la angustia que infecta toda la
atmosfera de Los siete locos, la “zona de angustia” de la que habla
Erdosain (y es entendible que, a partir de esto, las lecturas de Arlt hayan
sido fundamentalmente sartreanas), desemboca necesariamente en un viaje hacia
lo irreal. El modo de conjurar la realidad, para Arlt, es la locura. Pero no me
voy a detener en la locura de los personajes, sino en la locura misma del
texto. ¿En qué podría consistir la locura de un texto? Justamente en aquello
que lo aparta de su realismo: no solamente pretende describir un estado de
cosas, sino fascinarse consigo mismo en una salida hacia el porvenir. Con esto
quiero decir que si bien es cierto que Los siete locos condensa
un clima de época, el de Buenos Aires de alrededor de 1930, en su fascinación
aventurera y alocada el texto produce alucinaciones. ¿Pero puede un texto
profetizar?
Si
bien ya Murena señaló que la obra de Arlt se caracterizaba por cierta
“irrupción de lo profético”, lo que quiero mostrar es que hay pasajes de Los
siete locos que anticipan asombrosamente escenas de la vida política
argentina. El propio Arlt se asombra de lo semejante de las palabras del
discurso del Mayor, con aquellas que se pronunciaron en ocasión del golpe de
Uriburu, un año después de la publicación de la novela. Y lo deja sentado en
una nota de autor, a pie de página, escrita para ediciones posteriores a la de
1929: “Esta novela fue escrita en los años 28 y 29 y editada por la editorial
Rosso en el mes de octubre de 1929. Sería irrisorio entonces creer que las
manifestaciones del Mayor han sido sugeridas por el movimiento revolucionario
del 6 de septiembre de 1930. Indudablemente, resulta curioso que las
declaraciones de los revolucionarios del 6 de septiembre coincidan con tanta
exactitud con aquellas que hace el Mayor y cuyo desarrollo confirman numerosos
sucesos acaecidos después del 6 de septiembre”.
Pero
el profetismo de Arlt parece adelantarse más de una década, a su vez, cuando el
Astrólogo, planeando la creación de la sociedad secreta junto al Rufián
Melancólico, le dice: “Y le hablo a usted con franqueza. No sé si nuestra
sociedad será bolchevique o fascista. A veces me inclino a creer que lo mejor
que se puede hacer es preparar una ensalada rusa que ni Dios la entienda”.
Difícil encontrar una mejor definición, aun con su sutil ironía, de lo que será
la astucia política del peronismo que, en su ambivalencia, revolucionó todas
las categorías políticas establecidas. ¿Y no surgió Perón del entramado de una
sociedad secreta, el GOU? El encanto del juego de las semejanzas aquí nos lleva
a un terreno sombrío, cuando con la muerte de Perón adquiere especial
relevancia un nefasto personaje para la política argentina, López Rega, a quien
por casualidad no se lo llama “El Astrólogo”, sino “El Brujo”.
¿Es
posible que un lenguaje entrañe en su potencia creadora el devenir de un siglo?
O bien el siglo XX era demasiado previsible, o bien Arlt era en efecto un
profeta. En otra parte del discurso del Astrologo, leemos: “¿Usted cree que las
futuras dictaduras serán militares? No, señor. El militar no vale nada junto al
industrial. Puede ser instrumento de él, nada más. Eso es todo. Los futuros
dictadores serán reyes del petróleo, del acero, del trigo”. ¿Nos convenceríamos
del profetismo de Los siete locos si en vez de “trigo” Arlt
hubiera escrito “soja”?
PÁGINA
11 – CUENTO
lidad para contar de una manera muy clara y muy explicada, y una paciencia muy grande. A mí me falta por lo menos la paciencia, por lo que pido perdón.
Si yo tuviera esas cualidades, podría contar con todo detalle una historia preciosa que un día me inventé, y que, así como vais a leerla, no es más que un resumen que se dice en dos palabras… Se me tendrá que perdonar la vanidad de haber pensado que mi historia era la más bonita de todas las que se han escrito desde los tiempos de los cuentos de hadas y princesas encantadas…
¡Hace ya tanto tiempo de eso!
En el cuento que quise escribir, pero que no escribí, hay una aldea. (Ahora comienzan a aparecer algunas palabras difíciles, pero quien no las sepa, que consulte en un diccionario o que le pregunte al profesor.)
Que no se preocupen los que no conciben historias fuera de las ciudades, ni siquiera las infantiles: a mi niño héroe sus aventuras le esperan fuera del tranquilo lugar donde viven los padres, supongo que también una hermana, tal vez algún abuelo, y una parentela confusa de la que no hay noticia.
Nada más empezar la primera página, sale el niño por el fondo del huerto y, de árbol en árbol, como un jilguero, baja hasta el río y luego sigue su curso, entretenido en aquel perezoso juego que el tiempo alto, ancho y profundo de la infancia a todos nos ha permitido…
Hasta que de pronto llegó al límite del campo que se atrevía a recorrer solo. Desde allí en adelante comenzaba el planeta Marte, efecto literario del que el niño no tiene responsabilidad, pero que la libertad del autor considera conveniente para redondear la frase. Desde allí en adelante, para nuestro niño, hay sólo una pregunta sin literatura: “¿Voy o no voy?” Y fue.
El río se desviaba mucho, se apartaba, y del río ya estaba un poco harto porque desde que nació siempre lo estaba viendo. Decidió entonces cortar campo a través, entre extensos olivares, unas veces caminando junto a misteriosos setos vivos cubiertos de campanillas blancas, y otras adentrándose en bosques de altos frenos donde había claros tranquilos sin rastro de personas o animales, y alrededor un silencio que zumbaba, y también un calor vegetal, un olor de tallo fresco sangrado como una vena blanca y verde.
¡Oh, qué feliz iba el niño! Anduvo, anduvo, hasta que los árboles empezaron a escasear y era ya un erial, una tierra de rastrojos bajos y secos, y en medio una inhóspita colina redonda como una taza boca abajo.
Se tomó el niño el trabajo de subir la ladera, y cuando llegó a la cima, ¿qué vio? Ni la suerte ni la muerte, ni las tablas del destino… Era sólo una flor. Pero tan decaída, tan marchita, que el niño se le acercó, pese al cansancio.
Y como este niño es especial, como es un niño de cuento, pensó que tenía que salvar la flor. Pero ¿qué hacemos con el agua? Allí, en lo alto, ni una gota. Abajo, sólo en el río, y ¡estaba tan lejos!…
No importa.
No importa.
Baja el niño la montaña,
atraviesa el mundo todo,
llega al gran río Nilo,
en el hueco de las manos recoge
cuanta agua le cabía.
Vuelve a atravesar el mundo.
Por la pendiente se arrastra,
tres gotas que llegaron,
se las bebió la flor sedienta.
Veinte veces de aquí allí,
cien mil viajes a la Luna,
la sangre en los pies descalzos,
pero la flor erguida
ya daba perfume al aire,
y como si fuese un roble
ponía sombra en el suelo.
El niño se durmió debajo de la flor. Pasaron horas, y los padres, como suele suceder en estos casos, comenzaron a sentirse muy angustiados. Salió toda la familia y los vecinos a la búsqueda del niño perdido. Y no lo encontraron.
Lo recorrieron todo, desatados en lágrimas, y
era casi la puesta de sol cuando levantaron los ojos y vieron a lo lejos una
flor enorme que nadie recordaba que estuviera allí.
Fueron todos corriendo, subieron la colina y se encontraron con el niño que dormía. Sobre él, resguardándolo del fresco de la tarde, se extendía un gran pétalo perfumado, con todos los colores del arco iris.
A este niño lo llevaron a casa, rodeado de todo el respeto, como obra de milagro. Cuando luego pasaba por las calles, las personas decían que había salido de casa para hacer una cosa que era mucho mayor que su tamaño y que todos los tamaños.
Y ésa es la moraleja de la historia.
Éste era el cuento que yo quería contar. Me da mucha pena no saber narrar historias para niños. Pero por lo menos ya conocéis cómo sería la historia, y podréis explicarla de otra manera, con palabras más sencillas que las mías, y tal vez más adelante acabéis sabiendo escribir historias para los niños…
¿Quién me dice que un día no leeré otra vez esta historia, escrita por tí que me lees, pero mucho más bonita?…
Fueron todos corriendo, subieron la colina y se encontraron con el niño que dormía. Sobre él, resguardándolo del fresco de la tarde, se extendía un gran pétalo perfumado, con todos los colores del arco iris.
A este niño lo llevaron a casa, rodeado de todo el respeto, como obra de milagro. Cuando luego pasaba por las calles, las personas decían que había salido de casa para hacer una cosa que era mucho mayor que su tamaño y que todos los tamaños.
Y ésa es la moraleja de la historia.
Éste era el cuento que yo quería contar. Me da mucha pena no saber narrar historias para niños. Pero por lo menos ya conocéis cómo sería la historia, y podréis explicarla de otra manera, con palabras más sencillas que las mías, y tal vez más adelante acabéis sabiendo escribir historias para los niños…
¿Quién me dice que un día no leeré otra vez esta historia, escrita por tí que me lees, pero mucho más bonita?…
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12 – POESIA ARGENTINA
GRACIELA
DI BUSSOLO
(Buenos
Aires/Córdoba-Argentina)
DICE
QUE VIVE
Cae
la noche en el patio.
El
silencio no cesa.
No
hay nadie que pueda decirme
qué
hago acá
dentro
de mí.
***************
La
tarde
tejió
un vacío sobre el silencio.
Despojada
del grito
vago
sobre la trama
más
ciega que sin ojos.
***************
De
aquellos días
conservo
cicatrices
segunderos
clavados en las palmas
hojas
de almanaque
miedo.
**************
No
te vayas ahora
que
el cielo se oscurece.
La
tarde es tibia
y
podemos recostarnos
sobre
las cenizas.
*************
La
tarde cae roja sobre el río
y
las campanas suenan a destiempo.
Siento
frío en los ojos
un
grito bajo los pechos secos
y
esta sed de siglos.
Tengo
todo el olvido por delante.
*************
Dónde
esconder
la sombra de las manos
la caricia incompleta
la garra.
El
miedo es una planta carnívora.
Alguien
espía
desde el campanario.
No
debo dormir ni detenerme.
Antes
se cansarán los cuervos
de
dibujar crespones circulares.
*****************
El
silencio se escurre por la tarde.
Entre
las piedras
el
tiempo es una lagartija húmeda.
Corre
salpicándonos
el sueño.
*************
…susurrarán
las alas…
Paul
Celan
En
este invierno amarillo
los
párpados cerrados
te
llevan
por
senderos que huelen a madera.
Susurrarán
las alas
cuando
te sobrevuele
como
a un precipicio.
****************
…Dice
que no sabe.
Alejandra
Pizarnik
Dice
que vive en una jaula.
Dice
que se ahoga en el aire de su jaula.
Dice
que no tiene otro recuerdo
que
un batir de alas.
Dice
que no puede gritar.
Que
el canto se fue con esas alas.
Y
que se ahoga en el hueco del silencio.
Dice
que vive mirando hacia lo lejos
de
espaldas a la puerta.
Dibujarlo
entre los labios sin sueño
inventarlo
con el vuelo quebrado.
No
preguntarle
si
lo había arrastrado la tormenta
si
la lluvia era sólo su grito
o
si yo no sabía.
(...)
LA
NOCHE BOCA ABAJO
(...)
Pasó
otro carro por la calle anegada.
Miré
con estupor mi piel
arrugada
hacia adentro.
El
amanecer no se detuvo.
Las
sábanas
me
ahogaron otra vez.
(...)
Vendrá
en silencio.
Dicen
que
atrapa colibríes con sus garras.
(...)
LILI
MUÑOZ
(Neuquén-Neuquén-Argentina)
HACIA
LA CRUZ DEL SUR
Hacia
la cruz del sur
“compañero
del alma”
a
brujularla
hasta
encontrar los centros
las
otras y los otros
si
el sur se ombliga
¿te
das cuenta?
al
norte ya no hay centro del mundo
cambia
el ombligo
todo
es según el punto en que sitúas
igual que en el amor y sus lenguajes
si
los años arriba
o
si abajo
si
el pesar de distancias y de ausencias
proa
hacia las cuatro estrellas
compañero
hacia
los cuatro puntos de la tierra
a
remover centralidades en los mundos
con
el poema-amor
con
la palabra
con
rotundez de árbol y de piedra
vientos
del sur
no
hay otro norte
solo
sur
palma
en mi palma
vigilia
por “el rayo que no cesa”
al
este tu mirada
fecunda
colibríes en la tierra.
PULPA
DE PALABRA
Llueve
y
en remolinos regresa tu ternura
fluyen
barcazas
faros
con herrumbres
¡venceremos!
retoña
del
silencio chaná entre las islas
estremece
las aguas
se
requiebran los ecos
y
el irupé en sonrisa camalotes.
En
mitad de noviembre
te
presiento
a
millas de distancia
a
pura hiel ocurre la miel de este poema
como
siempre
vos
en
tu revolución
entre
compas y okupas
yo
detrás
del mundo
añil
en
clamorear de océanos
sin
senderos
no
más
ya
basta
no
será lo que queda
a
pulpa de palabra.
PÁGINA
13 – ENSAYO
ALEJANDRO
BOVINO MACIEL
(Corrientes-Argentina)
NOCHES
ÁTICAS, SUEÑOS GRIEGOS
En
la antigüedad había más tiempo ocioso en las ciudades y los habitantes de, por
ejemplo, Tebas, no necesitaban correr detrás del tranvía rumbo a la oficina. En
los lánguidos atardeceres de Egeo se contaban unos a otros los sueños que en
los mercados interpretaban oniromantes ambulantes a cambio de monedas. El
solitario de Éfeso hizo una observación que hasta hoy nos asombra “despiertos,
el mundo es público, de todos; pero al dormir somos los dueños del mundo que
creamos”. Aunque no se ajuste estrictamente a la realidad, el pensamiento
sigue siendo estéticamente bello, halaga los sentidos que están más allá de los
cinco.
En
la vigilia el alma alerta se mantiene ocupada en las funciones corporales, pero
una vez dormidos, es dueña de una casa sin trabas porque al cerrar las puertas
y ventanas de los sentidos puede, como lo hace el eremita que se retira al
desierto, concentrarse en sí misma. “Mientras el cuerpo duerme, al alma trafica
símbolos”, sugiere. Volvemos a la imagen que me persigue en sueños: San
Jerónimo y el león en la cueva del desierto de Belén es para mí el modelo
platónico de lo que debería ser el escritor aislado en el páramo, con la bestia
de los deseos dormida a sus pies y escribiendo impasible en la soledad de una
caverna.
En
la monumental Ilíada, cuando Zeus necesita comunicar una advertencia al
rey Agamenón utiliza al difunto Néstor como emisario, apareciéndosele
confundido entre las sombras de la noche, (sombra entre las sombras) y
advirtiéndole que es “un mensajero de Zeus”; como después el arcángel Gabriel
será el mensajero de Yahveh. Otras veces el dios Hermes (Mercurio de los
romanos, de pies alados y volátil, rebajado después por los pragmatistas
liberales a cadete de la Bolsa o acaso agiotista…) mediador de los sueños, se
aparece al soñante; o esto puede ser interpretado al revés siguiendo las
enseñanzas de los órficos y pitagóricos: al dormir, el alma se fuga
provisoriamente de la tumba, que es el cuerpo, y puede visitar libremente el
mundo de los dioses, tal como nos lo advierten Homero, Esquilo, Eurípides,
Píndaro y Jenofonte. Si esto es verdad, la oniromancia tiene tanto
prestigio como el psicoanálisis, ya que se convierte en una comunicación
sagrada tan temible cuando advertía catástrofes, que debía conjurarse por medio
de sacrificios a los dioses apotropásicos.
Eurípides
hace decir a la vencida reina de Troya, la augusta Hécuba, “¡Tinieblas de la
noche! ¿Por qué cada oscurecer me vienen a llenar de terror? ¡Tierra sagrada,
madre de cuantos sueños que revolotean con alas negras!”. De manera que los
sueños son hijos de la Tierra, germinan de ella como la simiente en la humedad.
Aristóteles comparaba a los sueños con las imágenes reflejadas en el agua:
cualquier movimiento las distorsiona creando fantasmas a partir de un objeto
real.
En El
Banquete de Platón participa una extraña visita que debate entre filósofos
y es uno de los pocos ejemplos en los que la antigüedad reconoce a la mujer un
plano de igualdad para discutir con hombres ilustres. Diótima opina allí que
los sueños son provocados por démones. “Deben provenir de ellos” deduce después
Aristóteles ya que: “si vinieran de Dios sólo soñarían los hombres probos y es
sabido que los peores canallas también sueñan”.
Los
estoicos dividieron los sueños según esta curiosa escala acorde a su
procedencia:
a) Sueños que vienen de Dios;
b) Sueños originados por demonios;
c) Sueños provenientes del alma humana.
a) Sueños que vienen de Dios;
b) Sueños originados por demonios;
c) Sueños provenientes del alma humana.
Ignoro
las bases sobre las que asentaron sus teorías acerca de las fuentes oníricas,
pero dentro de sus mellizas correspondencias entre el macrocosmos del mundo y
el microcosmos del alma, no veían objeción alguna para una continua
comunicación entre el cosmos y cada persona de la que los sueños eran una
expresión renovada noche a noche.
Según
el finado Posidonio de Rodas el componente divino del alma puede conocer por sí
mismo el futuro en virtud de su naturaleza; además, agregaba como si fuese algo
tan obvio que no fuese necesario recordarlo “todo el aire está cargado de
espíritus que conversan con el alma” y lo que ya es sabido, “si quieren, los
mismos dioses pueden hablarnos mientras dormimos” en un acto de rufianería
onírica sorprendente.
Por
lo que cuenta gente que ha dormido a mi lado, tal vez los dioses se mantengan
mudos pero yo me pongo muy conversador al cerrar los ojos. No recuerdo haber
hablado con Yahvé, Júpiter ni Alá. Es bien sabido que dioses subalternos o sus
cadetes usurpan el trono del cielo y seguramente ellos platican en las noches
con mi menguado espíritu, si es que lo tengo.
Esta teoría de las “correspondencias” entre el macro y el microcosmos puede parecer antojadiza y peregrina, y sin embargo no es más que la confirmación de la cadena causalista que la física acepta sin reservas y que Hume no duda en catalogar entre nuestros malos hábitos.
Esta teoría de las “correspondencias” entre el macro y el microcosmos puede parecer antojadiza y peregrina, y sin embargo no es más que la confirmación de la cadena causalista que la física acepta sin reservas y que Hume no duda en catalogar entre nuestros malos hábitos.
Cuando
Cicerón trató de traducir del griego “lo indiviso” creó la palabra individuo.
De los átomos de Demócrito se la adjudicó después a las personas; pero
Demócrito la usó para describir las cualidades de sus díscolos y oscuros átomos
que al oscilar continuamente en el vacío llevan consigo mensajes que explican
los sueños en los que Apolo me advierte de un peligro o una enfermedad: soñar
con un plácido arroyo deslizándose entre piedras puede ser la bucólica
notificación de que padezco litiasis renal, según el libro de Hipócrates en el
que todos los sueños líquidos o acuáticos diagnostican los males urinarios.
Para
los espartanos ajenos a la espiritualidad, los sueños eran hechos tan objetivos
como las batallas. Los sueños “los visitaban”, no eran algo propio, y esta
audiencia no siempre se anunciaba con claridad, dependiendo de la puerta que el
sueño había escogido según Homero. Si los sueños entraban por la puerta de
marfil eran confusos y triviales; si abrían la puerta de cuerno eran claros
mensajes que convenía atender. ¿Por qué en la antigüedad sólo soñaban reyes,
príncipes y dignatarios?, nos preguntamos leyendo las obras literarias y
estamos en un error, no es que los reyes hayan tenido cautivos a los sueños,
sino que únicamente se registraban por escrito los sueños políticos y
Artemidoro, Sinesio y Macrobio no podían recopilar los sueños de toda la
Hélade, bastante tenían con las pesadillas de los Atridas que cada noche se
acostaban a sumarle trabajos.
El
escritor Sinecio de Cirene fue obispo cristiano y redactó su Peri
Enhypnion en una noche, siguiendo una orden de Dios que escuchó mientras
dormía. En su opinión, deberíamos aplicarnos a escribir nocturnarios con el
relato de los sueños en vez de los ridículos diarios donde se describen las
trivialidades de la vigilia. Aunque fuera obispo cristiano, Sinesio asegura que
los sueños vienen del alma que contiene en sí el futuro tanto como el pasado,
siendo eterna como es; a través de la reminiscencia, conmina, podemos llegar
hasta los días de Sócrates porque cada alma estuvo allí si es eterna. A través
de los sueños puede anticipar el futuro donde también estuvo antes que en el
cuerpo que bañamos, alimentamos y adornamos frente al espejo, ignorando que
toda la utilería que usamos no es más que nuestros pobres recursos para
enmascarar la muerte que lo espera. El único ajuar que correspondería
ofrecerle, dice Sinesio, es la mortaja, pero tampoco es cuestión de seguirlo al
pie de la letra e ir vestido con un vulgar sudario al cine y mucho menos al
templo comercial de shopping.
Siguiendo
a Artemidoro en su Onirocrítica, el obispo analiza los sueños guiado
por la semiología médica: anamnesis, catapnesia y epicrisis, los mismos pasos
que hoy seguimos todos los médicos al escribir en la historia clínica. Siendo
revelaciones divinas, los sueños necesitan ser analizados usando ciertos
criterios; mientras el numen aparezca en el sueño con su aspecto y atributos
habituales asegura su buena fe, pero cualquier cambio o disfraz debe ponernos
sospechosos: si, por ejemplo, soñara que Santa Catalina de Alejandría se me apareciese
en sueños en ropa de playa y tomando una Coca-Cola en vez de vestir
la túnica griega y pegada a la rueda del martirio, debe inducirme a desconfiar
del mensaje cifrado que me entrega. Obviamente es una impostora indecente y no
la santa alejandrina quien se entrometió en mi descanso merecido después del
arduo trabajo diario.
Va
más lejos el ínclito Sinesio: nos previene avisándonos que todo sueño debe
interpretarse en función del porvenir y que muchas veces el dios que lo anima
(o el santo, virgen o ángel) se presenta pars pro
toto únicamente a través de sus atributos, es decir, puede que usted
soñare una de estas noches con un lirio que le habla. Sepa que por la extraña
metonimia de los sueños ha recibido un mensaje del mismísimo arcángel Gabriel,
que en toda la iconografía no parece haber cultivado otra cosa que lirios
blancos.
Artemidoro
aseveraba que un mismo sueño puede tener distinto significado en dos personas
diferentes. Y expone el ejemplo de soñar con un burro (algo que sólo
excepcionalmente podría sucedernos ahora que tenemos medios de transporte
mecánicos) si lo sueña un sabio, es de buen augurio porque el burro no acepta
fácilmente órdenes ni sugerencias; pero si lo sueña una matrona es abiertamente
hostil y crítico, ya que le está sugiriendo que su inteligencia es dudosa.
Autores contemporáneos critican en Artemidoro su escaso repertorio de
significados para cada sueño; yo disiento: he leído que a siete grávidas que
soñaron que parían un dragón les dio siete respuestas diferentes, una para cada
embarazada atendiendo a su condición, el horario en el que soñó, el
temperamento del marido y hasta el clima. Mucho más pobre es a mi juicio el
catálogo freudiano que todo lo reduce e penes, vulvas, coitos e incesto. La
onirocrítica requería especialistas, por esa razón en cada templo de la Hélade
había un iniciado en los misterios oníricos que atendía ese negocio con
exclusividad como el que disponía el templo de Aslepios en Epidauro, donde los
pacientes se acostaban a incubar el sueño en un abaton. La palabra incubar
proviene del griego incubare, que significa “dormir en el templo”; en el mejor
de los casos el enfermo curaba mediante la epifanía de Aslepios que se le
aparecía en sueños o al dormitar, en la forma de un anciano venerable, o en sus
metamorfosis de víbora, águila o perro. Cualquiera podía ser admitido, menos
los agonizantes y las grávidas a término, ya que tanto la muerte como el
nacimiento eran considerados impurezas de las que había que preservar al
recinto sagrado. Como ya se puede advertir con estos simples datos, estas
clínicas griegas prescindían de los médicos y sus honorarios, las prepagas y el
coseguro. Además, la hipnoterapia duraba poco, en la mayoría de los casos no
alcanzaba la semana; los que se habituaban al fanum o templo eran
llamados fanáticos y la comunidad no alentaba estas costumbres insanas, lo
mismo opinaba mi padre de las viejas santularias que vivían en la parroquia del
barrio: “esas arpías entregaron la carne al Diablo y ahora que están viejas y
decrépitas le traen los huesos a Dios”, decía.
En
la Ilíada sueñan los hombres y en la Odisea, las mujeres. Tal
vez Homero nos esté diciendo que el ámbito condiciona los sueños; la epopeya de
la Ilíada pletórica de militares y contiendas requería guerreros soñantes,
mientras el pudor del deseo de Odiseo que en toda la obra anhela regresar a la
intimidad del hogar en la ansiada Ítaca, facilita el sueño de las mujeres que
se despiden o lo esperan, que es lo mismo. Píndaro dice que nosotros, humanos,
no somos más que el sueño de una sombra, lo que es mucho peor que la presunción
del obispo Berkeley que aseguraba que somos el sueño de Dios; la oda pindárica
me inquieta porque nos instala en la caverna platónica, nuevamente somos
aquellos prisioneros que sólo conocen apariencias mientras ignoran qué cuerpos
o fantoches proyectan las sombras de la realidad frente a nuestra ignorancia
engañada. Pero no sólo engaña la realidad, también los sueños, según Artemidoro
pueden resultar confusos y hasta aparentemente contradictorios. Un hombre,
escribe Artemidoro, describe, soñó que era inmensamente rico e interpretó que
lo esperaban tiempos felices y se equivocó: las desgracias se abatieron sobre
el pobre soñador desde aquella noche; el sueño se lo anticipaba, asevera
Artemidoro, ya que la riqueza acarrea preocupaciones y desvelos, ¿por qué
esperar la dicha si el sueño mostró una señal de alarma?
Otro
hombre gravemente enfermo preguntó en sueños a Zeus si curaría, y el dios
sonrió asintiendo mientras miraba fijamente al suelo; poco después el hombre
murió contrariando lo que dijo en el sueño, pero el sagaz Artemidoro nos revela
la clave: al mirar la tierra le indicaba la morada de los muertos.
No
olvidemos tampoco la embustera puerta de marfil de la Odisea por la que emergen
los sueños timadores que estarían inspirados por criaturas y dioses arcaicos,
previos a la civilización: gigantes, Cíclopes, Titanes y Centímanos. Los
nombres de Polifemo, Atlas y Tifón aparecen en el horizonte turbulento de los
villanos celestiales en las oscuras épocas en las que Gaia y Urano, que es otro
modo de decir la Tierra y el cielo sostenían en un abrazo la respiración del
universo, impidiendo todo movimiento y más atrás, la noche de los tiempos en la
que únicamente existían las carencias: Caos (falta de orden), Noche (falta de
sol) y Erebo (falta de luz). Para la Hélade el centro estaba en su propio
tiempo y en un lugar preciso, el Ómphalos mundi del templo de Apolo
en Delfos rodeado por Atenas, Esparta, Tebas, Micenas, Argos y la Magna Grecia
de las colonias.
Más
allá estaban los bárbaros, es decir, aquellos que no hablaban el griego ni
participaban del fuego de Prometeo. Si un viajero se aventuraba atravesando los
límites del mundo conocido, lo aguardaban tierras ignotas como la patria de los
lestrigones, el reino de los cíclopes, los llanos donde pacían los centauros y
hasta las Islas de los Bienaventurados, a donde arriba Vasco de Gama en el
siglo XV, según el poeta Luis de Camoens. En el confín de todo estaba el
Okéanos que circundaba la Tierra y fuera de él, es decir fuera del mundo, el
reino del Hades. Este vasto, ancho y rugiente océano separaba el mundo de Zeus
(que es decir el mundo del ethos humano, del bien y del mal para
todos los mortales) de la patria mortuoria donde otras leyes, otra comunidad y
otra realidad imperaban (…)
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14 – CUENTO
EVA
MARIA MEDINA MORENO
(Madrid-España)
AQUELLA
TARDE DE CIRCO
Me
estaba meando, necesitaba ir al servicio. Me escabullí por debajo de los
asientos buscando el lavabo. Entonces descubrí que el que hacía de león se
fumaba un cigarrillo con la princesa rusa, a la que echaba el humo a la cara y
cogía por la cintura; princesa, algo barriobajera,
que acababa de hacer acrobacias encima de los elefantes. La cabeza de león
estaba en el suelo, al lado de ellos. Iba a preguntar cómo ir al servicio, pero
antes de hacerlo oí un «quítate niño» de uno de los payasos que discutía con el
presentador, quien a su vez estaba comiéndose un bocadillo de chorizo y se
limpiaba la grasa en la capa negra brillante. Aquello fue peor que enterarme de
que los reyes eran los padres, peor que si se hubiera descubierto que la bella
durmiente se drogaba, que el hada madrina y el príncipe eran amantes, y que la
madre de Bambi había fingido su muerte para librarse del hijo.
Todo
el encanto del circo se desplomó; el hombre-bala, el domador de leones, los
equilibristas, los payasos. Toda esa magia. Había algo obsceno en el
descubrimiento. El mal olor de los animales, las cagadas de los elefantes, el
chihuahua del domador ladrándome, el domador escupiendo, sin hacerme caso. «El
servicio, por favor». Y la mirada diabólica del payaso triste. Me meé encima.
No
quise volver al circo. Mi madre nunca supo el porqué. Creo que fue desde ese
día que empecé a bucear en el mundo real, con maquillajes descoloridos, y sin
las máscaras de la infancia. El mundo del circo estaba podrido, la vida estaba
podrida. Era como pasar a otra dimensión, en una edad en que querías aferrarte
a los sueños, en que confiabas en un mundo fantástico, aunque supieses que no
existía.
Aquella
tarde se me cayó la carpa encima, todavía no me la le quitado. Hoy voy con mis
hijos al circo y rezo para que no les entren ganas de mear.
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15 – ENSAYO
ABELARDO CASTILLO
(San Pedro-Buenos Aires-Argentina)
CORTÁZAR
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16 – CUENTOS BREVES
J.
M. TAVERNA IRIGOYEN
(Santa
Fe-Argentina)
DISTANTES
MUERTES
No lo encuentra en esta geografía. Ni en aquélla
otra. No siente que haya pasado por estos caminos de la desesperanza. Y sin
embargo sabe que está, más allá de sus pensamientos. En algún lado está.
Latiendo. En cierta esquina del tiempo la espera. Su niño.
Cabe
en su mano la paloma muerta. El vuelo roto. La distancia surcada. No ha cerrado
los ojos. Porque todavía el cielo.
Después
de comer, sin lavar platos y fuentes, inician el rito. Ni uno solo pronuncia
palabras. Pero todos invocan a Dios en esa última cena. No se verán nunca más.
Nunca olvidarán esa mesa de comunión ,en que un cortocircuito de la energía
eléctrica basta para que todos huyan.
La
noticia de la muerte llegó escrita en un papel arrugado. Finalmente Lucía había
logrado su eternidad. La que nunca hirió
los pensamientos de una vida opaca. La que jugó de perdedora, para no quitarle
nada a nadie. La que siempre supo que sus pasos jamás alcanzarían caminos
abiertos, por desconocer la luz. Lucía, la olvidada del mundo.
Esas
muertes no tienen importancia: por eso no necesitan ser explicadas. En el
Diccionario de las Inhumaciones de Celebridades, leí que en general los grandes
suelen quejarse de su destino osario. Allí, el profesor H.J.Steinmeier razona
que sólo los pobres de espíritu retozan en sus tumbas por falta de vuelo
emocional.Hacen allí lo que no supieron
hacer en vida. El profesor Steinmeier recuerda haberlo comprobado más de una
vez, al visitar el mausoleo de sus padres…
Viajan
a Dresden para la reinhumación de sus restos. Confían que ésta sea la última vez, el destino final. No le
cayó bien el Per Lachaise, de Paris, ni el cementerio de Bologna. La familia
jura que ya no le volverán a hacer caso.
Hoy
hace diez años que se liberó. ¿Las muertes liberan? Liberan de la vida, pero no
de los vivos.Y eso es lo que Hortensia no logra descifrar. Lo tiene al lado
todas las noches, todas. El vuelve a sacudir su cuerpo, a dejarle la cara
amoratada, a escupirla. Porque lo tiene bien asumido: no es sudor el que moja
su cuerpo…
Hokusai
elige una mortaja rosada, del color de los cerezos. Le dan el gusto y en la ceremonia
- voces bajas y miradas furtivas- nadie habla del muerto, fascinados por el
secreto brillo de la seda..
Gasta
los últimos peniques para postergar su muerte. No se los da al médico ni al
sacerdote.Tampoco al sepulturero. Confía en cambio en la palabra del chamán.
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17 – POESÍA ARGENTINA
JOAQUÍN O. GIANNUZZI
(Ciudad Autónoma de
Buenos Aires-Argentina)
CABEZA FINAL
Todas las ideologías le dieron de palos.
No conoció la alegría de lo posible.
Le humillaron la historia del mundo
y la vergüenza de su país,
la calvicie, los dientes perdidos,
una oscuridad excavada bajo los ojos,
el fracaso personal de su lenguaje.
El obrero que respiró en su interior
ávido de oxígeno y universo continuo
dejó caer el martillo. Fue la razón
quien cegó sus propias ventanas. Pero tampoco
encontró en el delirio conclusión alguna.
Por eso, quizás no fue tan descortés
esa manera de negar el mundo al despedirse.
Sucedió así: vomitada
la náusea de la época,
y reposando sobre la última almohada
volvió hacia la pared
lo poco que quedaba de su rostro.
Todas las ideologías le dieron de palos.
No conoció la alegría de lo posible.
Le humillaron la historia del mundo
y la vergüenza de su país,
la calvicie, los dientes perdidos,
una oscuridad excavada bajo los ojos,
el fracaso personal de su lenguaje.
El obrero que respiró en su interior
ávido de oxígeno y universo continuo
dejó caer el martillo. Fue la razón
quien cegó sus propias ventanas. Pero tampoco
encontró en el delirio conclusión alguna.
Por eso, quizás no fue tan descortés
esa manera de negar el mundo al despedirse.
Sucedió así: vomitada
la náusea de la época,
y reposando sobre la última almohada
volvió hacia la pared
lo poco que quedaba de su rostro.
LA BATALLA
La manada policial había bloqueado
las calles laterales. Una operación mental
tácticamente correcta y fría. Pero en el tumulto
vibraba un núcleo incandescente
donde se decidían las cosas con puños alzados,
alaridos, blasfemias y razones coléricas.
Volaron llamas, escupitajos, mamposterías,
vidrios pulverizados, bulones: el lenguaje
encarnado de gente que sabe lo que quiere
en tiempos miserables. La multitud onduló
jadeante y ciega al estallido del gas
y aunque condenada a una asfixia de lágrimas
perforó por un instante
el cerco de escudos y plástico reforzado.
Silbaron balas y el aire humoso
se astilló en la dispersión. La furia general
se concentró, vaciada en las tensadas cavidades
de cada rostro. En la cabeza de la nación
hubo un leve crujido, como si allá afuera
hubiera sucedido algo todavía desconocido.
Las pantallas de la televisión
dieron por apagada la escena. Había otros temas
que atender y desmentir el desorden:
allí donde al amor sólo le quedaban
falsas definiciones, pero también sospechando
cuántas mutaciones llegarían
a depender de aquella batalla perdida
en el recodo de una guerra interminable.
Después, montado en un aullido de sirenas,
llegó el Estado perfecto en auxilio de los muertos.
JEREMÍAS VERGARA
(San Martín de los Andres-Neuquén-Argentina)
LA FILARMÓNICA DE LA VIDA.
Comienza
sonando el silencio,
de
la oscura y profunda sala.
Ellos
están ubicados de la misma manera,
los
agudos
los
graves,
con
sus bellas y tristes cuerdas
a
los costados y frentes.
Detrás en medio alto,
en
la tiniebla,
aquellos
vientos y oscuros susurros,
primero
las maderas
luego
el metal.
En
el abismo,
la
percusión de aquellos que llegaran al frente,
sus
golpes desafiarán al siniestro,
aquellos
que desafían al silencio.
El principal sube
donde
obtendrá el control,
ellos
listos están.
Comienza
la pieza…
Los
cuerpos de cuerdas,
de
alabanza
en
penas.
¡Comienzan!
Lentos
y se acompañan
las
teclas de aquel órgano tubular
camina
con la melodía,
mientras
en el frente las manos guían la sonata.
Comienzan
los vientos,
la madera deja salir el agitado aire,
los
dedos espectrales sostienen las notas
en
el fondo comienzan los agitados tambores,
pero
no están aún en su gloria.
La
orden sostiene
que
los telarañosos violines
entonen
a las alturas
los
contrabajos responden de la mis manera,
las
trompetas ,
trombones
los llevan al cielo,
las
percusiones acompañan la intención,
aquellos
músicos están en lo más alto,
en
su plenitud,
es
su luz,
la
última que tal vez sientan,
retratan
la sonora belleza en el oscuro y espeso aire.
Quien
da la orden en luz de vela
aún
sigue sosteniéndose en pie,
difícil
es cuando la coherencia se vuelve intranquila,
la
locura se apodera,
la
ambición comete un crimen,
toda
la filarmónica suena,
en
tan bella sonata donde vive,
y
con tal fuerza se refleja,
con
tanto poder,
que
quien dirige
ya
no se puede sostener,
la
música es tan viva como la misma vida
de
aquellos que tocan en la muerte,
aquel
que dirige no es más,
que
quien ha elegido
como
vivir esa vida que ya no le pertenece,
detrás
de aquella espalda adolorida,
a
punto de caer,
está
el valle oscuro y rabioso,
están
todos aquellos
que
quedaron al paso.
La
pieza ha sido tan fuerte
que
las antiguas velas se encienden,
aquellos
que pintan musicalmente las tinieblas,
en
cadavérica angustia, apuntan la mirada al frente,
ellos
fueron tan fuertes para sostener
a
quien no los quiere abandonar,
a
quien frente de ellos está.
El
tiempo aún no se ha salido de control,
sus
débiles y muertas piernas
son
tomadas por la gloria,
una
vez más está en lo alto para seguir,
aunque
el cielo y el infierno prestado de sus suelos piden el silencio,
el
silencio de los hombres,
el
silencio que da muerte.
Aquí
los ángeles y los demonios luchan,
por
sólo un lugar para poder oír,
mientras
ellos no dejan de tocar.
En
las profundidades se oye el réquiem de los muertos,
las
cuerdas,
vientos
y percusión,
ellos
no dejan de tocar
aún
en la tempestad de aquel oscuro lugar,
en
aquel donde mortales ya no son,
donde
el hombre sólo es espectro,
donde
la música sigue siendo música,
música
para los seres,
que
fueron hombres,
hombres
que fueron músicos
músicos
de las tinieblas,
tinieblas
para la oscuridad,
oscuridad
para aquellos
que
viven ahora en ella.
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18 – ENSAYO
PACO HUELVA
(Huelva-España)
LOS INTELECTUALES
MUERTOS
En literatura existen
muchos yoes. Es fácil reconocer el yo cuando leemos una crónica, una epístola o
un diario porque utilizamos la primera persona del singular. No lo es tanto en
poesía, novela o dramaturgia porque el yo a veces se trasunta en tu, en el, en
nosotros, en vosotros o en ellos. En estos casos es difícil saber quién está
hablando, quién mueve los hilos de la trama. No digamos ya en los supuestos en
que se utiliza el doble yo narrativo: cuando el personaje habla con su
conciencia o con la persona que fue siendo joven o la que será en el devenir…
Pero esto que puede
parecer un galimatías es una de las grandezas de la literatura. A veces leemos
un verso o un poema en su completud, escrito por otro, y pareciera que hubiera
sido creado por uno mismo. Maravilloso universo de espejos, éste de la
literatura. Qué fascinación ¿verdad?
Si observáramos la
realidad que nos circunda aplicando los sentidos, tal como lo hacemos cuando
leemos literatura, descubriríamos las ocultas y taimadas técnicas que utilizan
aquellos que escriben “el mundo” para convertirnos en rehenes: en esclavos de
sus viles e interesadas acciones.
Imaginen a los
gobernantes todos como personajes principales y a los ciudadanos como elementos
secundarios de la trama diseñada por los primeros. Resultado: una mala novela o
una tragedia que no debieran representarse jamás, que nacen corrompidas con los
“latiguillos” de la Historia: cíclica ceremonia del horror y de los vicios
execrables que acompañan el ejercicio continuado del poder.
No se me ocurre otra
forma de solventar esto literariamente que utilizar la rebelión pirandelliana.
O sea, que los personajes secundarios -que representamos en el ajedrez del
orbe- hagamos un motín, montemos una revuelta, una asonada, y “matemos” a los
directores de esta farsa para, a renglón seguido, redactar un nuevo libreto con
una reasignación de los roles a representar, en donde, los secundarios, vuelvan
a tener el protagonismo y puedan controlar el destino de los pueblos.
No nos asustemos.
Esto es o debiera ser la democracia, y no lo que estamos leyendo o padeciendo.
Levante la voz y diga
lo que piensa. Es lo que más asusta a las privilegiadas castas. Y si no se
impresionan, métale más caña, verán como abandonan. Están aquí por cuestiones
económicas, sólo por dinero o por el ejercicio del poder en todo caso.
A la mayoría de
ellos, salvo excepciones, le importa un bledo nuestro bienestar. Son una casta:
la de los dirigentes. Usted y yo pertenecemos a otra, a la de los
administrados; pero, no se engañe ni se deje engatusar por cantos de sirenas,
ellos están ahí porque nosotros así decidimos que fuera, sólo por eso.
Mejor nos iría si
fuésemos más conscientes de lo que hay a nuestro redor y le pidiéramos un día
sí y otro también explicaciones. Preguntemos más. Una y otra vez. Hasta que nos
contesten a nuestras cuitas. Hasta que nos respondan a nuestros requerimientos
o se vayan de una vez si no son capaces de cumplir las promesas con las que nos
engañaron.
Me atormenta saber
que los estudiantes no salen a la calle a pedir sus derechos. Que los
trabajadores tampoco, con la que está cayendo. Que los intelectuales han hecho
del silencio su profesión.
¡Qué pena de país,
éste nuestro! Nos arrebatan los derechos y encorvamos la cerviz para que el
verdugo acabe su trabajo con un tajo limpio y certero: presto.
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19 – CUENTO
JULIO
CORTÁZAR
(Argentino-1914/1984)
TÍA
EN DIFICULTADES
¿Por
qué tendremos una tía tan temerosa de caerse de espaldas? Hace años que la
familia lucha para curarla de su obsesión, pero ha llegado la hora de confesar
nuestro fracaso. Por más que hagamos, tía tiene miedo de caerse de espaldas; y
su inocente manía nos afecta a todos, empezando por mi padre, que
fraternalmente la acompaña a cualquier parte y va mirando el
piso para que tía pueda caminar sin preocupaciones, mientras mi madre se esmera en barrer el patio varias veces al día, mis hermanas recogen las pelotas de tenis con que se divierten inocentemente en la terraza y mis primos borran toda huella imputable a los perros, gatos, tortugas y gallinas que proliferan en casa. Pero no sirve de nada, tía sólo se resuelve a cruzar las
habitaciones después de un largo titubeo, interminables observaciones oculares y palabras destempladas a todo chico que ande por ahí en ese momento. Después se pone en marcha, apoyando primero un pie y moviéndolo como un boxeador en el cajón de resina, después el otro, trasladando el cuerpo en un desplazamiento que en nuestra infancia nos parecía majestuoso, y
tardando varios minutos para ir de una puerta a otra. Es algo horrible.
piso para que tía pueda caminar sin preocupaciones, mientras mi madre se esmera en barrer el patio varias veces al día, mis hermanas recogen las pelotas de tenis con que se divierten inocentemente en la terraza y mis primos borran toda huella imputable a los perros, gatos, tortugas y gallinas que proliferan en casa. Pero no sirve de nada, tía sólo se resuelve a cruzar las
habitaciones después de un largo titubeo, interminables observaciones oculares y palabras destempladas a todo chico que ande por ahí en ese momento. Después se pone en marcha, apoyando primero un pie y moviéndolo como un boxeador en el cajón de resina, después el otro, trasladando el cuerpo en un desplazamiento que en nuestra infancia nos parecía majestuoso, y
tardando varios minutos para ir de una puerta a otra. Es algo horrible.
Varias
veces la familia ha procurado que mi tía explicara con alguna coherencia su
temor a caerse de espaldas. En una ocasión fue recibida con un silencio que se
hubiera podido cortar con guadaña; pero una noche, después de un vasito de
hesperidina, tía condescendió a insinuar que si se caía de espaldas no podría
volver a levantarse. A la elemental observación de que treinta y dos miembros
de la familia estaban dispuestos a acudir en su auxilio, respondió con una
mirada lánguida y dos palabras: «Lo mismo». Días después mi hermano el mayor me
llamó por la noche a la cocina y me mostró una cucaracha caída de espaldas
debajo de la pileta. Sin decirnos nada asistimos a su vana y larga lucha por
enderezarse, mientras otras cucarachas, venciendo la intimidación de la luz,
circulaban por el piso y pasaban rozando a la que yacia en posición decúbito
dorsal. Nos fuimos a la
cama con una marcada melancolía, y por una razón u otra nadie volvió a interrogar a tía; nos limitamos a aliviar en lo posible su miedo, acompañarla a todas partes, darle el brazo y comprarle cantidad de zapatos con suelas antideslizantes y otros dispositivos estabilizadores. La vida siguió así, y no era peor que otras vidas.
cama con una marcada melancolía, y por una razón u otra nadie volvió a interrogar a tía; nos limitamos a aliviar en lo posible su miedo, acompañarla a todas partes, darle el brazo y comprarle cantidad de zapatos con suelas antideslizantes y otros dispositivos estabilizadores. La vida siguió así, y no era peor que otras vidas.
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20 – POESÍA AMERICANA
ASPASIA
WORLITZKY
(Montreal-Québec/Canadá)LA PARTIDA DEL HIJO
Te fuiste caminando lento,
llevabas los hombros tristes,
el pelo largo y liso.
En silencio miré como te alejabas,
no sabías, eras feliz.
Te saqué de mi tibio vientre,
en mis brazos te cubrí de aureolas,
no sabías y te quedaste quieto.
Tus grandes ojos
se enmarañaron de sombras misteriosas.
“Estamos de paso”, dije.
Tu mano pequeña se quedó en la mía,
tu sonrisa en mi sonrisa.
Te ibas.
INFINITO ANHELO
Me pregunto que significa entonces.
Como antaño gira de nuevo la primavera ,
reverdean los árboles,
el cielo se estremece,
muy dentro unas ansias locas
de recoger almendras,
correr descalza para no hacer ruido
y a la vez provocar resonancias.
Melodías sofisticadas, sin sosiego,
bocas
secas, recientes,
entonando himnos.
Remolinos de viento,
cadencias, notas, versos
que no sé de donde surgen
cuando lo veo.
Entonces me pregunto
que podría ser...
si no es amor, si no es silencio,
si es ternura, si es tormento…
¿de qué se trata?
Siento el calor del fuego,
bestia sin freno, límpido ensueño,
siento sus besos, huelo su cuerpo.
Siempre me viene,
pasa y me estrecha
con invisibles brazos,
renacimiento increíble
y... entonces...
UN HOMBRE
Hoy he sentido una nube
entrar en mi posada,
me cubrí hasta los cabellos
para no oír sus pasos,
me pregunté cuantas noches
tuve miedo de mi alma.
Tal vez una, tal vez nunca,
busqué refugio en la almohada.
¿Eres tú?
Un imperceptible aliento
entibió mi cara.
Ya era tuya,
la inquietud se había esfumado.
Lentamente palpé mis pechos
¿eras tú, era yo?
Sentí en mis piernas la caricia de tus manos
y en el aire tus palabras.
Gocé la entrega, tu acierto,
tu risa infantil.
Palabra de tronco y hierba,
de mineral, de esperma,
complicidad y sueño,
sabor de mi tierra entera.
Así eres tú, como un Cristo
para mi encendido reino.
Así eres tú, un compañero,
no mi marido ni mi padre,
ni un hermano ni un amante.
Todo eso junto sí
y con eso tengo bastante.
ILUSIÓN
Fíjate que a veces pienso que es cierto,
que este deseo, esta ternura,
van creciendo.
Pienso que puede ser que un día
nos encontremos de nuevo
en el colegio, en la calle,
en una estación de metro,
comencemos un diálogo
como tantos que se han muerto
y sepamos que esta vez
la jugarreta va en serio.
Quizás me aprietes las manos
como otras veces lo has hecho,
me mires sin decir nada,
me silencies con un beso.
Quizás me digas te quiero.
Pero será distinto, es un hecho.
Todo será distinto y ajeno.
Tú y yo.
Tendrás ganas de verme
con el delantal casero,
de hacerme el amor riendo
después de la ducha fresca,
querrás llamar al hijo nuestro
que está brotando en mi vientre.
ACEPTACIÓN
Me pides que te quiera despacio,
que piense en ti poquito a poco.
Yo no puedo,
mis alas buscan la salida
y se estrellan en las puertas.
La mirada inquieta
se pasea por la estancia
y reposa en el teléfono.
Yo no puedo,
anhelo tus palabras y tus besos,
tu sonrisa abierta,
tus respuestas lentas
y ese apoyo incierto.
No puedo amarte a medias,
me he deshecho de todo
lo que algún día te hiriera,
he guardado mi cuerpo
para tu ternura y tu fuerza.
Me duele amarte así de limpia
aunque me cause una gran alegría,
mis hijos son más míos,
la vida es más amena,
mi padre desde lejos, aprueba
y me consuela.
Ensueño
Casi soy la única en este avión
que me parece inmenso
pero en realidad es pequeñito,
se va abriendo paso por entre las nubes
que como figurines de algodón
le salen al camino.
Tocan aladas la ventanilla,
se alejan despreocupadas
a juntarse con el resto,
forman una gran montaña
gris y blanca, resplandeciente.
¿Cómo pueden volar tan alto
temerarias?
Allí sí se debe sentir la soledad,
un motor irrumpiendo cada permanencia,
aquel silencio de juicio final.
No me siento incierta ni triste,
voy viajando a mi tierra desde el extranjero,
imagino que en lugar de ir,
estoy viniendo.
Entonces la descubro, sentada frente a mí,
ella, ausente la mirada velada por los años,
mi madre.
Levemente sonriendo
mi madre en el ocaso.
entonando himnos.
Remolinos de viento,
cadencias, notas, versos
que no sé de donde surgen
cuando lo veo.
Entonces me pregunto
que podría ser...
si no es amor, si no es silencio,
si es ternura, si es tormento…
¿de qué se trata?
Siento el calor del fuego,
bestia sin freno, límpido ensueño,
siento sus besos, huelo su cuerpo.
Siempre me viene,
pasa y me estrecha
con invisibles brazos,
renacimiento increíble
y... entonces...
UN HOMBRE
Hoy he sentido una nube
entrar en mi posada,
me cubrí hasta los cabellos
para no oír sus pasos,
me pregunté cuantas noches
tuve miedo de mi alma.
Tal vez una, tal vez nunca,
busqué refugio en la almohada.
¿Eres tú?
Un imperceptible aliento
entibió mi cara.
Ya era tuya,
la inquietud se había esfumado.
Lentamente palpé mis pechos
¿eras tú, era yo?
Sentí en mis piernas la caricia de tus manos
y en el aire tus palabras.
Gocé la entrega, tu acierto,
tu risa infantil.
Palabra de tronco y hierba,
de mineral, de esperma,
complicidad y sueño,
sabor de mi tierra entera.
Así eres tú, como un Cristo
para mi encendido reino.
Así eres tú, un compañero,
no mi marido ni mi padre,
ni un hermano ni un amante.
Todo eso junto sí
y con eso tengo bastante.
ILUSIÓN
Fíjate que a veces pienso que es cierto,
que este deseo, esta ternura,
van creciendo.
Pienso que puede ser que un día
nos encontremos de nuevo
en el colegio, en la calle,
en una estación de metro,
comencemos un diálogo
como tantos que se han muerto
y sepamos que esta vez
la jugarreta va en serio.
Quizás me aprietes las manos
como otras veces lo has hecho,
me mires sin decir nada,
me silencies con un beso.
Quizás me digas te quiero.
Pero será distinto, es un hecho.
Todo será distinto y ajeno.
Tú y yo.
Tendrás ganas de verme
con el delantal casero,
de hacerme el amor riendo
después de la ducha fresca,
querrás llamar al hijo nuestro
que está brotando en mi vientre.
ACEPTACIÓN
Me pides que te quiera despacio,
que piense en ti poquito a poco.
Yo no puedo,
mis alas buscan la salida
y se estrellan en las puertas.
La mirada inquieta
se pasea por la estancia
y reposa en el teléfono.
Yo no puedo,
anhelo tus palabras y tus besos,
tu sonrisa abierta,
tus respuestas lentas
y ese apoyo incierto.
No puedo amarte a medias,
me he deshecho de todo
lo que algún día te hiriera,
he guardado mi cuerpo
para tu ternura y tu fuerza.
Me duele amarte así de limpia
aunque me cause una gran alegría,
mis hijos son más míos,
la vida es más amena,
mi padre desde lejos, aprueba
y me consuela.
Ensueño
Casi soy la única en este avión
que me parece inmenso
pero en realidad es pequeñito,
se va abriendo paso por entre las nubes
que como figurines de algodón
le salen al camino.
Tocan aladas la ventanilla,
se alejan despreocupadas
a juntarse con el resto,
forman una gran montaña
gris y blanca, resplandeciente.
¿Cómo pueden volar tan alto
temerarias?
Allí sí se debe sentir la soledad,
un motor irrumpiendo cada permanencia,
aquel silencio de juicio final.
No me siento incierta ni triste,
voy viajando a mi tierra desde el extranjero,
imagino que en lugar de ir,
estoy viniendo.
Entonces la descubro, sentada frente a mí,
ella, ausente la mirada velada por los años,
mi madre.
Levemente sonriendo
mi madre en el ocaso.
DANIEL
MONTOLY
(Montecristi-República
Dominicana)
EXPLORACIÓN MATINAL
El llanto de su amor
tiene las piernas
en alto
gritando con ellas
con la sonoridad
de campana
desnuda y expuesta
al dedo agresor
del aire.
LA SOLEDAD DE SER ERNESTO
a Marina C. Kohon
La soledad de ser Ernesto
fue persiguiéndolo
por la vida
hasta obligarlo
a tener que cambiar
de nombre
y escogió en cambio
a un hombre
con amor
por otros hombres
con apellidos volcánicos
capaces de derretir
líbidos de hielo
acumulados
bajo el techo varonil
de los ojos más pálidos
que el invierno
haya visto.
MADAGLENA
Tengo
que bailar en su música
para conocer
sus pasos
de mujer soltera.
Entrar en ellos
cuando ella duerme
con sigilo
de malechor
a romper
la suave cerradura
de ese cuerpo
amilanado
por el mal uso
del amor. Y ella
con esos pies
de Isadora Duncan
bailará sobre
la flauta
de los encantos
nocturnos
aunque dormida
como Bella Durmiente
en la soledad
de mi pecho.
Entonces, le cantaré
un son cubano
para que su sueño
coja candela
y seré el primer bombero
intoxicado
con el humo húmedo
de una mulata
llamada:
Magdalena.
EL BESO DE LA MUJER ARAÑA
Al introducir mi lengua
sentí sus dientes de perro mordiéndome el corazón.
Quise hacerla de lados
pero su brutal mirada
se apoderó de mis dos pies
reduciéndome a un montón de huesos
dentro de un cuerpo atormentado
por los demonios de la vejez.
Me rendí
a ser devorado por sus palabras
ella cautivada por el asombro
rehusó comerme. Sin saber cómo
mis ojos se llenaron de nubes tan azules
como las plumas de aves oníricas
que adornaban su cabellera
de mujer peluda.
La soledad de ser Ernesto
fue persiguiéndolo
por la vida
hasta obligarlo
a tener que cambiar
de nombre
y escogió en cambio
a un hombre
con amor
por otros hombres
con apellidos volcánicos
capaces de derretir
líbidos de hielo
acumulados
bajo el techo varonil
de los ojos más pálidos
que el invierno
haya visto.
MADAGLENA
Tengo
que bailar en su música
para conocer
sus pasos
de mujer soltera.
Entrar en ellos
cuando ella duerme
con sigilo
de malechor
a romper
la suave cerradura
de ese cuerpo
amilanado
por el mal uso
del amor. Y ella
con esos pies
de Isadora Duncan
bailará sobre
la flauta
de los encantos
nocturnos
aunque dormida
como Bella Durmiente
en la soledad
de mi pecho.
Entonces, le cantaré
un son cubano
para que su sueño
coja candela
y seré el primer bombero
intoxicado
con el humo húmedo
de una mulata
llamada:
Magdalena.
EL BESO DE LA MUJER ARAÑA
Al introducir mi lengua
sentí sus dientes de perro mordiéndome el corazón.
Quise hacerla de lados
pero su brutal mirada
se apoderó de mis dos pies
reduciéndome a un montón de huesos
dentro de un cuerpo atormentado
por los demonios de la vejez.
Me rendí
a ser devorado por sus palabras
ella cautivada por el asombro
rehusó comerme. Sin saber cómo
mis ojos se llenaron de nubes tan azules
como las plumas de aves oníricas
que adornaban su cabellera
de mujer peluda.
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21 – ENSAYO
JOSÉ MARTÍ
(La Habana-Cuba)
NUESTRA AMÉRICA
Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que
él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le
crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin
saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la
bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire
dormido engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar.
Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las
armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del
juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de
piedra.
No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea
enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del
juicio final, a un escuadrón de acorazados. Los pueblos que no se conocen han
de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos. Los que se
enseñan los puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra,
o el de casa chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de
modo que sean una, las dos manos. Los que, al amparo de una tradición criminal,
cercenaron, con el sable tinto en la sangre de sus mismas venas, la tierra del
hermano vencido, del hermano castigado más allá de sus culpas, si no quieren
que les llame el pueblo ladrones, devuélvanle sus tierras al hermano. Las
deudas del honor no las cobra el honrado en dinero, a tanto por la bofetada. Ya
no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de
flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la
tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila, para que no
pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha
unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los
Andes.
A los sietemesinos sólo les faltará el valor. Los
que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses. Porque les falta el
valor a ellos, se lo niegan a los demás. No les alcanza al árbol difícil el
brazo canijo, el brazo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de
París, y dicen que no se puede alcanzar el árbol. Hay que cargar los barcos de
esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la patria que los nutre. Si son
parisienses o madrileños, vayan al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni, de
sorbetes. ¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea
carpintero! ¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan
delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan, ¡bribones!, de la madre
enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades! Pues, ¿quién es el
hombre?, ¿el que se queda con la madre, a curadle la enfermedad, o el que la
pone a trabajar donde no la vean, y vive de su sustento en las tierras
podridas, con el gusano de corbata, maldiciendo del seno que lo cargó, paseando
el letrero de traidor en la espalda de la casaca de papel? ¡Estos hijos de
nuestra América, que ha de salvarse con sus indios, y va de menos a más; estos
desertores que piden fusil en los ejércitos de la América del Norte, que ahoga
en sangre a sus indios, y va de más a menos! ¡Estos delicados, que son hombres
y no quieren hacer el trabajo de hombres! Pues el Washington que les hizo esta
tierra ¿se fue a vivir con los ingleses, a vivir con los ingleses en los años
en que los veía venir contra su tierra propia? ¡Estos “increíbles” del honor,
que lo arrastran por el suelo extranjero, como los increíbles de la Revolución
francesa, danzando y relamiéndose, arrastraban las erres!
Ni ¿en qué patria puede tener un hombre más orgullo
que en nuestras repúblicas dolorosas de América, levantadas entre las masas
mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos
sangrientos de un centenar de apóstoles? De factores tan descompuestos, jamás,
en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas.
Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, porque
tiene la pluma fácil o la palabra de colores, y acusa de incapaz e irremediable
a su república nativa, porque no le dan sus selvas nuevas modo continuo de ir
por el mundo de gamonal famoso, guiando jacas de Persia y derramando champaña.
La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden
y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de
composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de
práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en
Francia. Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del
llanero. Con una frase de Sieyés no se desestanca la sangre cuajada de la raza
india. A lo que es, allí donde se gobierna, hay que atender para gobernar bien;
y el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o
el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede
ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del
país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y
disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo
que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer
del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno
ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el
equilibrio de los elementos naturales del país.
Por eso el libro importado ha sido vencido en
América por el hombre natural. Los hombres naturales han vencido a los letrados
artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay
batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la
naturaleza. El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia
superior, mientras ésta no se vale de su sumisión para dañarle, o le ofende
prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a
recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le
perjudica el interés. Por esta conformidad con los elementos naturales
desdeñados han subido los tiranos de América al poder; y han caído en cuanto
les hicieron traición. Las repúblicas han purgado en las tiranías su
incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país, derivar de ellos la
forma de gobierno y gobernar con ellos. Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere
decir creador.
En pueblos compuestos de elementos cultos e
incultos, los incultos gobernarán, por su hábito de agredir y resolver las
dudas con la mano, allí donde los cultos no aprendan el arte del gobierno. La
masa inculta es perezosa, y tímida en las cosas de la inteligencia, y quiere
que la gobiernen bien; pero si el gobierno le lastima, se lo sacude y gobierna
ella. ¿Cómo han de salir de las Universidades los gobernantes, si no hay
Universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno,
que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América? A
adivinar salen los jóvenes al mundo, con antiparras yanquis o francesas, y
aspiran a dirigir un pueblo que no conocen. En la carrera de la política habría
de negarse la entrada a los que desconocen los rudimentos de la política. El
premio de los certámenes no ha de ser para la mejor oda, sino para el mejor
estudio de los factores del país en que se vive. En el periódico, en la
cátedra, en la academia, debe llevarse adelante el estudio de los factores
reales del país. Conocerlos basta, sin vendas ni ambages: porque el que pone de
lado, por voluntad u olvido, una parte de la verdad, cae a la larga por la
verdad que le faltó, que crece en la negligencia, y derriba lo que se levanta
sin ella. Resolver el problema después de conocer sus elementos, es más fácil
que resolver el problema sin conocerlos. Viene el hombre natural, indignado y
fuerte, y derriba la justicia acumulada de los libros, porque no se la
administra en acuerdo con las necesidades patentes del país. Conocer es
resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo
de librarlo de tiranías. La universidad europea ha de ceder a la universidad
americana. La historia de América, de los incas a acá, ha de enseñarse al
dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es
preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos
nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras
Repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras Repúblicas. Y
calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más
orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas.
Con los pies en el rosario, la cabeza blanca y el
cuerpo pinto de indio y criollo, venimos, denodados, al mundo de las naciones.
Con el estandarte de la Virgen salimos a la conquista de la libertad. Un cura,
unos cuantos tenientes y una mujer alzan en México la república en hombros de
los indios. Un canónigo español, a la sombra de su capa, instruye en la
libertad francesa a unos cuantos bachilleres magníficos, que ponen de jefe de
Centro América contra España al general de España. Con los hábitos monárquicos,
y el Sol por pecho, se echaron a levantar pueblos los venezolanos por el Norte
y los argentinos por el Sur. Cuando los dos héroes chocaron, y el continente
iba a temblar, uno, que no fue el menos grande, volvió riendas. Y como el
heroísmo en la paz es más escaso, porque es menos glorioso que el de la guerra;
como al hombre le es más fácil morir con honra que pensar con orden; como
gobernar con los sentimientos exaltados y unánimes es más hacedero que dirigir,
después de la pelea, los pensamientos diversos, arrogantes, exóticos o
ambiciosos; como los poderes arrollados en la arremetida épica zapaban, con la
cautela felina de la especie y el peso de lo real, el edificio que había izado,
en las comarcas burdas y singulares de nuestra América mestiza, en los pueblos
de pierna desnuda y casaca de París, la bandera de los pueblos nutridos de
savia gobernante en la práctica continua de la razón y de la libertad; como la
constitución jerárquica de las colonias resistía la organización democrática de
la República, o las capitales de corbatín dejaban en el zaguán al campo de
bota-de-potro, o los redentores bibliógenos no entendieron que la revolución
que triunfó con el alma de la tierra, desatada a la voz del salvador, con el
alma de la tierra había de gobernar, y no contra ella ni sin ella, entró a
padecer América, y padece, de la fatiga de acomodación entre los elementos
discordantes y hostiles que heredó de un colonizador despótico y avieso, y las
ideas y formas importadas que han venido retardando, por su falta de realidad
local, el gobierno lógico. El continente descoyuntado durante tres siglos por
un mando que negaba el derecho del hombre al ejercicio de su razón, entró,
desatendiendo o desoyendo a los ignorantes que lo habían ayudado a redimirse,
en un gobierno que tenía por base la razón; la razón de todos en las cosas de
todos, y no la razón universitaria de uno sobre la razón campestre de otros. El
problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de
espíritu.
Con los oprimidos había que hacer causa común, para
afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los
opresores. El tigre, espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa.
Muere echando llamas por los ojos y con las zarpas al aire. No se le oye venir,
sino que viene con zarpas de terciopelo. Guando la presa despierta, tiene al
tigre encima. La colonia continuó viviendo en la república; y nuestra América
se está salvando de sus grandes yerros —de la soberbia de las ciudades
capitales, del triunfo ciego de los campesinos desdeñados, de la importación
excesiva de las ideas y fórmulas ajenas, del desdén inicuo e impolítico de la
raza aborigen—, por la virtud superior, abonada con sangre necesaria, de la
república que lucha contra la colonia. El tigre espera, detrás de cada árbol,
acurrucado en cada esquina. Morirá, con las zarpas al aire, echando llamas por
los ojos.
Pero “estos países se salvarán”, como anunció
Rivadavia el argentino, el que pecó de finura en tiempos crudos; al machete no
le va vaina de seda, ni en el país que se ganó con lanzón se puede echar el
lanzón atrás, porque se enoja, y se pone en la puerta del Congreso de Iturbide
“a que le hagan emperador al rubio”. Estos países se salvarán, porque, con el
genio de la moderación que parece imperar, por la armonía serena de la
Naturaleza, en el continente de la luz, y por el influjo de la lectura crítica
que ha sucedido en Europa a la lectura de tanteo y falansterio en que se empapó
la generación anterior, le está naciendo a América, en estos tiempos reales, el
hombre real.
Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos
de petimetre y la frente de niño. Éramos una máscara, con los calzones de
Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de
España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la
cumbre del monte, a bautizar sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche
la música de su corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El
campesino, el creador, se revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad
desdeñosa, contra su criatura. Éramos charreteras y togas, en países que venían
al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza. El genio
hubiera estado en hermanar, con la caridad del corazón y con el atrevimiento de
los fundadores, la vincha y la toga; en desestancar al indio; en ir haciendo
lado al negro suficiente; en ajustar la libertad al cuerpo de los que se
alzaron y vencieron por ella. Nos quedó el oidor, y el general, y el letrado, y
el prebendado. La juventud angélica, como de los brazos de un pulpo, echaba al
Cielo, para caer con gloria estéril, la cabeza coronada de nubes. El pueblo
natural, con el empuje del instinto, arrollaba, ciego del triunfo, los bastones
de oro. Ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma
hispanoamericano. Se probó el odio, y los países venían cada año a menos.
Cansados del odio inútil, de la resistencia del libro contra la lanza, de la
razón contra el cirial, de la ciudad contra el campo, del imperio imposible de
las castas urbanas divididas sobre la nación natural, tempestuosa o inerte, se
empieza, como sin saberlo, a probar el amor. Se ponen en pie los pueblos, y se
saludan. “¿Cómo somos?” se preguntan; y unos a otros se van diciendo cómo son.
Cuando aparece en Cojímar un problema, no va a buscar la solución a Danzig. Las
levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América.
Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa
y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y
que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación.
El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! Se entiende que las
formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales; que
las ideas absolutas, para no caer por un yerro de forma, han de ponerse en
formas relativas; que la libertad, para ser viable, tiene que ser sincera y
plena; que si la república no abre los brazos a todos y adelanta con todos,
muere la república. El tigre de adentro se entra por la hendija, y el tigre de
afuera. El general sujeta en la marcha la caballería al paso de los infantes. O
si deja a la zaga a los infantes, le envuelve el enemigo la caballería.
Estrategia es política. Los pueblos han de vivir criticándose, porque la
crítica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente. ¡Bajarse hasta
los infelices y alzarlos en los brazos! ¡Con el fuego del corazón deshelar la
América coagulada! ¡Echar, bullendo y rebotando por las venas, la sangre
natural del país! En pie, con los ojos alegres de los trabajadores, se saludan,
de un pueblo a otro, los hombres nuevos americanos. Surgen los estadistas naturales
del estudio directo de la Naturaleza. Leen para aplicar, pero no para copiar.
Los economistas estudian la dificultad en sus orígenes. Los oradores empiezan a
ser sobrios. Los dramaturgos traen los caracteres nativos a la escena. Las
academias discuten temas viables. La poesía se corta la melena zorrillesca y
cuelga del árbol glorioso el chaleco colorado. La prosa, centelleante y
cernida, va cargada de idea. Los gobernadores, en las repúblicas de indios,
aprenden indio.
De todos sus peligros se va salvando América. Sobre
algunas repúblicas está durmiendo el pulpo. Otras, por la ley del equilibrio,
se echan a pie a la mar, a recobrar, con prisa loca y sublime, los siglos
perdidos. Otras, olvidando que Juárez paseaba en un coche de mulas, ponen coche
de viento y de cochero a una bomba de jabón; el lujo venenoso, enemigo de la
libertad, pudre al hombre liviano y abre la puerta al extranjero. Otras
acendran, con el espíritu épico de la independencia amenazada, el carácter
viril. Otras crían, en la guerra rapaz contra el vecino, la soldadesca que
puede devorarlas. Pero otro peligro corre, acaso, nuestra América, que no le
viene de sí, sino de la diferencia de orígenes, métodos e intereses entre los
dos factores continentales, y es la hora próxima en que se le acerque
demandando relaciones íntimas, un pueblo emprendedor y pujante que la desconoce
y la desdeña. Y como los pueblos viriles, que se han hecho de sí propios, con
la escopeta y la ley, aman, y sólo aman, a los pueblos viriles; como la hora
del desenfreno y la ambición, de que acaso se libre, por el predominio de lo
más puro de su sangre, la América del Norte, o el que pudieran lanzarla sus
masas vengativas y sórdidas, la tradición de conquista y el interés de un
caudillo hábil, no está tan cercana aún a los ojos del más espantadizo, que no
dé tiempo a la prueba de altivez, continua y discreta, con que se la pudiera
encarar y desviarla; como su decoro de república pone a la América del Norte,
ante los pueblos atentos del Universo, un freno que no le ha de quitar la
provocación pueril o la arrogancia ostentosa, o la discordia parricida de
nuestra América, el deber urgente de nuestra América es enseñarse como es, una
en alma e intento, vencedora veloz de un pasado sofocante, manchada sólo con
sangre de abono que arranca a las manos la pelea con las ruinas, y la de las
venas que nos dejaron picadas nuestros dueños. El desdén del vecino formidable,
que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día
de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para
que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la
codicia. Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos. Se
ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él. Hay que
dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo
peor prevalece. Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a
odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad.
No
hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores
de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo
y el observador cordial buscan en vano en la justicia de la naturaleza, donde
resalta, en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal
del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color. Peca contra la
humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas.
Pero en el amasijo de los pueblos se condensan, en la cercanía de otros pueblos
diversos, caracteres peculiares y activos, de ideas y de hábitos, de ensanche y
adquisición, de vanidad y de avaricia, que del estado latente de preocupaciones
nacionales pudieran, en un período de desorden interno o de precipitación del
carácter acumulado del país, trocarse en amenaza grave para las tierras
vecinas, aisladas y débiles, que el país fuerte declara perecederas e
inferiores. Pensar es servir. Ni ha de suponerse, por antipatía de aldea, una
maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del continente, porque no habla nuestro
idioma, ni ve la casa como nosotros la vemos, ni se nos parece en sus lacras
políticas, que son diferentes de las nuestras; ni tiene en mucho a los hombres
biliosos y trigueños, ni mira caritativo, desde su eminencia aún mal segura, a
los que, con menos favor de la historia, suben a tramos heroicos la vía de las
repúblicas; ni se han de esconder los datos patentes del problema que puede
resolverse, para la paz de los siglos, con el estudio oportuno y la unión
tácita y urgente del alma continental. ¡Porque ya suena el himno unánime; la
generación actual lleva a cuestas, por el camino abonado por los padres
sublimes, la América trabajadora; del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo
del cóndor, regó el Gran Semí, por las naciones románticas del continente y por
las islas dolorosas del mar, la semilla de la América nueva !
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22 – CUENTO
RAQUEL
SEQUEIRO
(La
Coruña-España)
EDIFICIO
OLIMPO
De
los mutilados ojos bajaron dos chorros de sangre y de la boca salieron cientos
de arañas trepando por el tronco hasta la osadía de un ejército que se cree
vencedor desde el principio.
Héctor
abrió los ojos; la turbación con que lo había mirado la sacerdotisa se rompió
en cuanto tuvo los ojos sanos, ambos, y los que miraban al pasado también.
-¿Por
qué no dijiste nada? –preguntó ella, abollando el caso con un golpe de puño.
-¿Crees
que podemos hacer algo contra los delirios de los dioses?
-Yo
lo he hecho. Te convirtieron en un árbol y yo…
-Tú
eres una desagradecida idiota. Sin ellos no somos nada.
-Pero
castigan sin un motivo –protestó la sacerdotisa a viva voz-.Siendo así ,no
pienso quedarme en el templo.
-Cuidado
con lo que dices Aristeia. No todos los dioses son benévolos ante nuestras
palabras.- Ana le dio la vuelta a las últimas vendas. –No entiendo cómo,
Misteria, hemos logrado deshacer
-¡…lo
Todo! –gritó Aristeia, terminado la frase de él. Dejó de mirar al cíclope y
dirigió sus ojos de ambigua mirada a Polínicles, quien, estirado en un diván
permitía que Misteria curase su piel, y su pelo, sus labios rosas de hombre
joven. Aquello era un martirio: quien había inventado la mortalidad y la
inmortalidad se había equivocado.
-Sube
a la planta 13, Aristeia, así lo quieren los dioses del Olimpo.
Volando
subió Aristeia con las alas que habían brotado en su espalda, y, como merecía
castigo, en su subida, las mismas alas iban desgarrando la piel, junto con la
túnica, y veía flotar a su alrededor los pedazos de carne.
Zeus
esperaba sentado y Aristeia temía ver al dios, al que amaba más que a su vida,
frente a sus ojoss, con un nuevo castigo preparado, pero el hermoso Apolo dejó
pasar las horas para ella, donde, suspendida en el vacío, la sacerdotisa
admiraba las mariposas y los insectos que pervivían en ese lugar apartado,
entre la planta 13 y la 76.
-Arañas
e insectos. Eso esperas que te enviemos. Alguien quedará en su lugar, Aristeia
–dijo la voz atronadora. Y los cielos, en el centro del avasallador edificio,
temblaron, arreciaron con la lluvia y se insinuaron dorados y estériles. El
dios había decidido que Aristeia se convirtiera en árbol: así es que, el
edificio estalló, resquebrajado por las ramas inmensas.
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23 – POESÍA AMERICANA
MELVIN
JAVIER NÚÑEZ PEROZO.
(Santo
Domingo-Distrito Nacional-República Dominicana)
Y
ABRIÓSE
Y
abrióse la boca del
Trueno
maldiciendo la
vacuidad
del vacío
cuando
más vacío estaba;
homínidos
apertrechados
hormigueaban
con impregnado estiércol
y
salieron en Defensa de lo vacuo:
'¿No
es acaso la Luz
un
vacío que deslumbra?'
Tomó
Natura la Palabra,
sin
palabras;
harta
estaba de las Talas,
del
Derrame de la Muerte Negra,
de
la Muerte de sus Hijos,
asesinados
entre tanto Maldecir,
de
los genes transmitidos,
del
Desorden Cancerígeno
que
se yergue
más
allá de lo previsto:
en
el viento,
en
el agua,
en
las sombras,
con
Sentencias Abiertas
para
ser penetradas
como
Abominación.
BANDIDOS
Detrás
del árbol: Hombres,
cuellos
desnudos amenazados
por
el verdugo filo,
invertidos
en el preciado metal
de
rutilantes halos
y
en agudos senos;
terminan
insepultos,
cercenados
por la espada.
Sus
cabezas melladas e indecentes
se
vuelcan en el fango,
junto
al coro de locos afligidos,
bajo
al cieno ancestral y los misterios.
Quedan
intactos sus redobles,
despertares
que amenazan horcas,
deslizándose
furtivos en los cráneos
o
en los vientres infecundos de mujeres.
Ellas
amaban esa fama,
Sabían
que en los bosques los falos pululan,
mientras
en sus camas,
las
cobijas destejen el olor a amoníaco
de
sus cuerpos; sin ellos,
de
quienes querían la semilla,
a
quienes debían olvidar.
SÓLO
UNA LLAMA
Sólo
una llama quema estas manos,
perdidas
entre muertos
y
periódicos fantasmas,
entonces
me olvido del fuego
y
de los hechos impresos;
y
se desgastan mis manos
y
algo transita en mi sangre
con
diminutos hermanos
haciéndole
corte.
He
quedado abrasado
por
el mundo de los muertos
y
los periódicos abandonados,
por
una nube lánguida y persistente…
A
todos pertenezco, nada es mío,
sólo
sigo abrasado
y
éstas manos se queman
y
algo transita en mi sangre.
BIOGRAFÍA
DE UN ESPÍRITU
He
muerto muchas veces
en
tu sonrisa:
¿Acaso
continúa, terca,
asolando
mares,
circundando
ríos,
o
quiere asimilar
la
conquista en su vientre?
Una
Violeta negra, por ejemplo,
me
parece un loco desenlace de palabras nuevas.
¿Acaso
hay peligro en no ser nada?
¿Acaso
hay peligro en no ser nadie?
Puede
terminar mi nombre desde tu boca,
al
sumergirme como Ancla en un río de leyes,
y
opulentas voces que me gritan:
¡Sigue
este camino, es el del metal!
Y
así, dejaré de Amar, Desear y Perder.
Conseguiré
la risa de la Cabra Cobarde,
destrozaré
la Nada convirtiéndome en Alguien.
Y
tú, tú podrás vivir sin pensar que te quiero
(recuerda:
he dejado de Amarte),
mientras
florecen en tu nombre largas ramas con olor a Incienso.
Dime:
¿no es hermoso un Amor de una semana,
sentir
el intenso Calor de ese tal vez que nunca es cierto?
¿A
qué prolongar lo bello y llevarlo a la Carne?
Ten
confianza,
he
dejado de Amarte,
y
aquí sólo queda
un
Momento que debe ser borrado.
ILUMINADO
Confuso de tanto iluminar, yace el Sol.
Consiguió diseminar las aguas.
Cómo desacreditar su sombra,
su sonambulismo tardío,
vacío de tiempo,
donde millones de estrellas se clavan en las carnes.
Y, en su torrente,
Confuso de tanto iluminar, yace el Sol.
Consiguió diseminar las aguas.
Cómo desacreditar su sombra,
su sonambulismo tardío,
vacío de tiempo,
donde millones de estrellas se clavan en las carnes.
Y, en su torrente,
una
vida continúa la marcha de la Sangre,
ungida de agonías y deseos,
de ese 'Yo' que he sido,
encendido el cirio apócrifo
y los días demás.
ungida de agonías y deseos,
de ese 'Yo' que he sido,
encendido el cirio apócrifo
y los días demás.
LUIS
SEPÚLVEDA CALBUCURA
(Santiago
de Chile-Chile)
LAS MUJERES DE MI GENERACIÓN
... Las mujeres de mi generación abrieron sus pétalos rebeldes
de rosas, camelias, orquídeas u otras yerbas,
de
saloncitos tristes, de casitas burguesas, de costumbres añejas,
Sino de yuyos peregrinos entre vientos.
Porque las mujeres de mi generación florecieron en las calles,
en las fábricas se hicieron hilanderas de sueños,
en el sindicato organizaron el amor según sus sabios criterios
Es decir, dijeron las mujeres de mi generación, a cada cual según su necesidad y capacidad de respuesta,
como en la lucha golpe a golpe en el amor beso a beso.
Y en las aulas argentinas, chilenas o uruguayas
supieron lo que tenían que saber para el saber glorioso
de las mujeres de mi generación.
Minifalderas en flor de los setenta,
las mujeres de mi generación no ocultaron ni las sombras
de sus muslos que fueron los de Tania. Erotizando con el mayor de los calibres
los caminos duros de la cita con la muerte.
Porque las mujeres de mi generación
bebieron con ganas del vino de los vivos
acudieron a todas las llamadas
y fueron dignidad en la derrota.
En los cuarteles les llamaron putas y no las ofendieron
porque venían de un bosque de sinónimos alegres:
Minas, Grelas, Percantas, Cabritas, Minones, Gurisas, Garotas,
Zipotas, Viejas, Chavalas, Señoritas Hasta que ellas mismas escribieron la palabra Compañera
en todas las espaldas y en los muros de todos los hoteles. Porque las mujeres de mi generación
nos marcaron con el fuego indeleble de sus uñas
la verdad universal de sus derechos.
Conocieron la cárcel y los golpes
Habitaron en mil patrias y en ninguna
Lloraron a sus muertos y a los míos como suyos
Dieron calor al frío y al cansancio deseos
Al agua sabor y al fuego lo orientaron por un rumbo cierto. Las mujeres de mi generación parieron hijos eternos,
cantando Summertime les dieron teta,
fumaron marihuana en los descansos,
danzaron lo mejor del vino y bebieron las mejores melodías Porque las mujeres de mi generación
nos enseñaron que la vida no se ofrece a sorbos compañeros,
sino de golpe y hasta el fondo de las consecuencias.
Fueron estudiantes, mineras, sindicalistas, obreras
artesanas, actrices, guerrilleras, hasta madres y parejas
en los ratos libres de la Resistencia Porque las mujeres de mi generación sólo respetaron los límites que superaban todas las fronteras.
Internacionalistas del cariño, brigadistas del amor,
comisarias del decir te quiero, milicianas de la caricia.
Entre batalla y batalla
las mujeres de mi generación lo dieron todo
Y dijeron que apenas eso era suficiente
Las declararon viudas en Córdoba y en Tlatelolco
Las vistieron de negro en Puerto Montt y Sao Paulo
Y en Santiago, Buenos Aires o Montevideo
fueron las únicas estrellas de la larga noche clandestina. Sus canas no son canas
sino una forma de ser para el qué hacer que les espera.
Las arrugas que asoman en sus rostros
dicen he reído y he llorado y volvería a hacerlo.
Las mujeres de mi generación
han ganado algunos kilos de razones que se pegan a sus cuerpos,
se mueven algo más lentas cansadas de esperarnos en las metas.
Escriben cartas que incendian las memorias.
Recuerdan aromas proscritos y los cantan.
Inventan cada día las palabras y con ellas nos empujan
Nombran las cosas y nos amueblan el mundo
Escriben verdades en la arena y las ofrendan al mar
Nos convocan y nos paren sobre la mesa dispuesta.
Ellas dicen pan, trabajo, justicia, libertad
Y la prudencia se transforma en vergüenza.
Las mujeres de mi generación son como las barricadas:
Protegen y animan, dan confianza y suavizan el filo de la ira. Las mujeres de mi generación son como un puño cerrado
que resguarda con violencia la ternura del mundo.
Las mujeres de mi generación no gritan porque ellas derrotaron al silencio.
Si algo nos marca, son ellas.
La identidad del siglo son ellas.
Ellas: la fe devuelta, el valor oculto en un panfleto
el beso clandestino, el retorno a todos los derechos
Un tango en la serena soledad de un aeropuerto,
un poema de Gelman escrito en una servilleta
Benedetti compartido en el planeta de un paraguas,
los nombres de los amigos guardados con ramitas de lavanda
Las cartas que hacen besar al cartero
Las manos que sostienen los retratos de mis muertos
Los elementos simples de los días que aterran al tirano
La compleja arquitectura de los sueños de tus nietos.
Lo son todo y todo lo sostienen
Porque todo viene con sus pasos y nos llega y nos sorprende. No hay soledad donde ellas miren
Ni olvido mientras ellas canten.
Intelectuales del instinto, instinto de la razón
Prueba de fuerza para el fuerte y amorosa vitamina del débil.
Así son ellas, las únicas, irrepetibles, imprescindibles
sufridas, golpeadas, negadas pero invictas
mujeres de mi generación
Sino de yuyos peregrinos entre vientos.
Porque las mujeres de mi generación florecieron en las calles,
en las fábricas se hicieron hilanderas de sueños,
en el sindicato organizaron el amor según sus sabios criterios
Es decir, dijeron las mujeres de mi generación, a cada cual según su necesidad y capacidad de respuesta,
como en la lucha golpe a golpe en el amor beso a beso.
Y en las aulas argentinas, chilenas o uruguayas
supieron lo que tenían que saber para el saber glorioso
de las mujeres de mi generación.
Minifalderas en flor de los setenta,
las mujeres de mi generación no ocultaron ni las sombras
de sus muslos que fueron los de Tania. Erotizando con el mayor de los calibres
los caminos duros de la cita con la muerte.
Porque las mujeres de mi generación
bebieron con ganas del vino de los vivos
acudieron a todas las llamadas
y fueron dignidad en la derrota.
En los cuarteles les llamaron putas y no las ofendieron
porque venían de un bosque de sinónimos alegres:
Minas, Grelas, Percantas, Cabritas, Minones, Gurisas, Garotas,
Zipotas, Viejas, Chavalas, Señoritas Hasta que ellas mismas escribieron la palabra Compañera
en todas las espaldas y en los muros de todos los hoteles. Porque las mujeres de mi generación
nos marcaron con el fuego indeleble de sus uñas
la verdad universal de sus derechos.
Conocieron la cárcel y los golpes
Habitaron en mil patrias y en ninguna
Lloraron a sus muertos y a los míos como suyos
Dieron calor al frío y al cansancio deseos
Al agua sabor y al fuego lo orientaron por un rumbo cierto. Las mujeres de mi generación parieron hijos eternos,
cantando Summertime les dieron teta,
fumaron marihuana en los descansos,
danzaron lo mejor del vino y bebieron las mejores melodías Porque las mujeres de mi generación
nos enseñaron que la vida no se ofrece a sorbos compañeros,
sino de golpe y hasta el fondo de las consecuencias.
Fueron estudiantes, mineras, sindicalistas, obreras
artesanas, actrices, guerrilleras, hasta madres y parejas
en los ratos libres de la Resistencia Porque las mujeres de mi generación sólo respetaron los límites que superaban todas las fronteras.
Internacionalistas del cariño, brigadistas del amor,
comisarias del decir te quiero, milicianas de la caricia.
Entre batalla y batalla
las mujeres de mi generación lo dieron todo
Y dijeron que apenas eso era suficiente
Las declararon viudas en Córdoba y en Tlatelolco
Las vistieron de negro en Puerto Montt y Sao Paulo
Y en Santiago, Buenos Aires o Montevideo
fueron las únicas estrellas de la larga noche clandestina. Sus canas no son canas
sino una forma de ser para el qué hacer que les espera.
Las arrugas que asoman en sus rostros
dicen he reído y he llorado y volvería a hacerlo.
Las mujeres de mi generación
han ganado algunos kilos de razones que se pegan a sus cuerpos,
se mueven algo más lentas cansadas de esperarnos en las metas.
Escriben cartas que incendian las memorias.
Recuerdan aromas proscritos y los cantan.
Inventan cada día las palabras y con ellas nos empujan
Nombran las cosas y nos amueblan el mundo
Escriben verdades en la arena y las ofrendan al mar
Nos convocan y nos paren sobre la mesa dispuesta.
Ellas dicen pan, trabajo, justicia, libertad
Y la prudencia se transforma en vergüenza.
Las mujeres de mi generación son como las barricadas:
Protegen y animan, dan confianza y suavizan el filo de la ira. Las mujeres de mi generación son como un puño cerrado
que resguarda con violencia la ternura del mundo.
Las mujeres de mi generación no gritan porque ellas derrotaron al silencio.
Si algo nos marca, son ellas.
La identidad del siglo son ellas.
Ellas: la fe devuelta, el valor oculto en un panfleto
el beso clandestino, el retorno a todos los derechos
Un tango en la serena soledad de un aeropuerto,
un poema de Gelman escrito en una servilleta
Benedetti compartido en el planeta de un paraguas,
los nombres de los amigos guardados con ramitas de lavanda
Las cartas que hacen besar al cartero
Las manos que sostienen los retratos de mis muertos
Los elementos simples de los días que aterran al tirano
La compleja arquitectura de los sueños de tus nietos.
Lo son todo y todo lo sostienen
Porque todo viene con sus pasos y nos llega y nos sorprende. No hay soledad donde ellas miren
Ni olvido mientras ellas canten.
Intelectuales del instinto, instinto de la razón
Prueba de fuerza para el fuerte y amorosa vitamina del débil.
Así son ellas, las únicas, irrepetibles, imprescindibles
sufridas, golpeadas, negadas pero invictas
mujeres de mi generación
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24 – ENSAYO
PROFESORA
SANDRA SARTOR
UNIVERSITA
CA’FOSCARI
(Venezia-Italia)
EL
REALISMO MÁGICO
ORIGEN
DEL REALISMO MÁGICO
El
realismo mágico tiene sus raíces en la cultura latinoamericana, a partir de las
interpretaciones de los europeos en la etapa de la colonización del nuevo
continente.
Las
crónicas de esa época son ricas en el relato y descripción de cosas
absolutamente maravillosas, producto de la extrañeza que provocaba en los
exploradores, las cosas que veían en sus viajes.
Es
a partir de esta tradición de la interpretación de la realidad del nuevo
continente a través de ojos europeos que se creó una visión sobrenatural de la
realidad latinoamericana. La aparición de un grupo de escritores
latinoamericanos contemporáneos entre sí, que cuestionaban esta visión, dio
base a lo que posteriormente se conoció como realismo mágico.
Durante
las décadas del '20 y del '30, muchos escritores y artistas latinoamericanos
viajaron a Europa para incorporarse al surrealismo, buscando los aspectos
sobrenaturales necesarios para crear una realidad basada en los sueños y el
subconsciente.
A
su regreso a Latinoamérica, percibieron que no era necesario buscar esa
realidad extraña en el viejo continente, que de hecho se encontraba en sus
propias culturas y países. Uno de los primeros escritores que transitó estos
temas, fue Alejo Carpentier. Tanto él como su compatriota Lydia Cabrera, fueron
quienes ayudaron a iniciar el reconocimiento mundial de los escritores
latinoamericanos. A pesar de encontrarse ambos en París hacia la misma época,
los planteos teóricos de Carpentier, que en parte escaparon a su propia
aplicación, fueron intuitivamente aprovechados por Lydia Cabrera.
El
realismo mágico de estos dos pioneros converge en ciertos aspectos y se abre en
sus fundamentos sirviendo de puntal para lo que luego sería uno de los
fenómenos más importantes de las letras latinoamericanas. La rígida formación
intelectual de Alejo Carpentier le impidió, en última instancia, penetrar lo
que él mismo señalaba como nuevo, mientras que el empirismo de Lydia Cabrera le
permitió capturar en parte el realismo mágico de los afro-caribeños.
Alejo
Carpentier al querer distanciarse del surrealismo, identificó el aspecto único
de Latinoamérica como "lo real maravilloso. Carpentier considera que las
técnicas surrealistas son equivocadas por el absoluto sentido artificial de lo
maravilloso. Allí rompe con el surrealismo y orienta su atención hacia la
realidad latinoamericana.
Carpentier
fundamenta su análisis de lo maravilloso en el caudal de mitologías y creencias
que él considera vigentes, y su alejamiento de la escuela europea es aún más
profundo por el sentido de descubrimiento que experimenta cuando regresa a
Cuba, en 1939, y cuando visita Haití, en 1943. Es un pionero porque su
categoría de conocimiento es la primera expresión teórica de los profundos
cambios que maduraban en el reflejo de esa realidad en la novela y que
empezaban a manifestarse prácticamente de forma simultánea e independiente en
numerosos autores.
Obviamente
la realidad latinoamericana es más amplia y variada que el marco propuesto por
Carpentier. Hay otras constantes que quedan opacadas, como las luchas por la
liberación y el deseo de alcanzar la plenitud. En "lo real
maravilloso" se supera en parte el carácter pintoresco del color local,
pero los profundos y violentos conflicto sociales quedan enmascarados.Sin embargo,
esta particular forma de expresión literaria puede ser interpretada desde otros
puntos de vista, y contrapuesta como el extrañamiento del mundo de los
colonizados ante el avance de la colonización, y podría afirmarse que se
transforma en una particularísima visión y descripción de los males propios del
imperialismo en esas tierras.
El
concepto de lo maravilloso implica un sentido de sorpresa frente a fenómenos
inusuales, inesperados o improbables. Puede ocurrir como resultado deliberado
de la manipulación de la realidad, por la percepción del artista y por
intenciones sobrenaturales que provocan la presencia de algo diferente de lo
normal.
Carpentier
juega con esta categoría en diferentes direcciones, pero sintetiza el realismo
mágico en tres puntos:
primero,
como una literatura maravillosa de origen europeo con referencias a eventos
sobrenaturales
segundo, la realidad maravillosa es más
maravillosa que esa literatura y, por lo tanto, cabe hablar de lo
"maravilloso americano"
tercero, que lo "real maravilloso"
de América podrá trasladarse a la literatura solamente a condición de que los
escritores tengan fe en que esa América es maravillosamente real.
¿Quién
fue entonces el primer escritor realista-mágico? En una entrevista concedida en
Madrid en 1978, Gabriel García Márquez afirmó que la primera obra maestra de la
literatura mágica es el Diario de Cristóbal Colón, que ya estaba contaminada de
la magia del Caribe.La propia historia del libro resultaba inverosímil, pues en
ésta se describe desde animales mitológicos hasta seres sobrenaturales. Y
aunque probablemente Colón, relató todo esto tan sólo con el fin de obtener
apoyo de los Reyes Católicos, su texto dio origen a todo en movimiento
literario que se expande y trasciende cada vez más.
EL
REALISMO MÁGICO Y LATINOAMÉRICA
En
la literatura, el Realismo Mágico es un género en el que el autor combina
elementos fantásticos y fabulosos con el mundo real, creando un equilibrio
entre una atmósfera mágica y la cotidianidad, quebrantando las fronteras entre
lo real y lo irreal, ubicando cada uno de estos en el lugar del otro.
Diferenciándose
del uso tradicional de los elementos fantásticos en la literatura, el Realismo
Mágico presenta lo real como maravilloso y viceversa, planteando como un suceso
común, tanto para el lector como para los personajes de la obra, escenas y
hechos fabulosos, mientras que brinda a su vez un carácter fantástico e irreal
a actos de la vida común.
Desde
mediados del siglo XX, la narrativa latinoamericana amplía su perspectiva más
allá de la naturaleza, los indígenas y demás temas comunes de la novela
realista. Revoluciones culturales y políticas, un amplio apego a la
superstición, regímenes autoritaristas y demás procesos locales se combinaron
con las vanguardias europeas, el psicoanálisis y las principales inquietudes
del mundo entero sobre los problemas humanos y existenciales, ofreciendo a la
pluma latinoamericana un escenario ideal para impulsar el Realismo Mágico en la
lieteratura, convirtiéndolo en una senda hacia la consolidación de una
identidad regional.
El
realismo mágico es la respuesta latino americana a la literatura fantástica de
mediados del siglo XX.. Se define como la preocupación estilística y el interés
de mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. No es una expresión
literaria mágica, su finalidad no es la de suscitar emociones sino mas bien
expresarlas y es, sobre todas las cosas, una actitud frente a la realidad.
El
realismo mágico refleja a través de su fantasía toda una serie de
supersticiones, creencias populares y religiosas que son propias del sentir
latinoamericano. Pese a encontrarse en algunos novelistas europeos, este género
es propio de la literatura de América Latina, prosperando durante la década del
sesenta y parte del setenta y provocando lo que se denominó el 'boom' de la
novela latinoamericana; conviviendo con una etapa histórica donde las
dictaduras confrontaban con una cultura que buscaba apartarse del autoritarismo
y exiliarse de la persecusión.
En medio de este proceso la crítica conoce nuevos
nombres: Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, Miguel Angel Asturias y Juan
Rulfo destacan entre otros. Años después, en la década de los 60 hacen
aparición escritores como Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, que
consolidan la literatura latinoamericana en el ámbito cultural mundial.
OBRAS
REPRESENTATIVAS:
Cien
Años de Soledad, Gabriel García Márquez.
El
reino de este mundo, Alejo Carpentier.
El
hombre de maíz, Miguel Ángel Asturias.
La
casa de los espíritus, Isabel Allende.
La
fiesta del chivo, Mario Vargas Llosa.
ASPECTOS
RESALTANTES DEL REALISMO MÁGICO
Los
siguientes elementos estan presentes en muchas novel
as
del realismo mágico, pero no necesariamente todos se presentan en las novelas y
también otras obras pertenecientes a otros géneros pueden presentar una que
otra caracteritica similar.
• Contenido de elementos
mágicos/fantásticos, percibidos por los personajes como parte de la
"normalidad".
• Elementos mágicos tal vez intuitivos,
pero nunca explicados.
• Presencia de lo sensorial como parte
de la percepción de la realidad.
• El tiempo es percibido como cíclico,
no como lineal, según tradiciones disociadas de la racionalidad moderna.
• Se distorsiona el tiempo, para que el
presente se repita o se parezca al pasado.
• Transformación de lo común y cotidiano
en una vivencia que incluye experiencias "sobrenaturales" o
"fantásticas".
• Preocupación estilística, partícipe de
una visión "estética" de la vida que no excluye la experiencia de lo
real/social.
CARACTERÍSTICAS
• Temas
Dentro
del realismo mágico podríamos encontrar también elementos de
auto-reconocimiento de los escritores latinoamericanos, la búsqueda y
justificación de si mismos y identidad latinoamericana fuera del contexto
europeo. La temática se extrae de tres aspectos fundamentales americanos:
Diversidad de épocas históricas. Esencia cultural del mestizaje. Lo
prehispánico en sus valores mitológicos.
• Espacio
Mínimo
y vital. Dinamiza y activa el contenido de las acciones. Atmósfera
interiorizada
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25 – CUENTO
PATRICIA RODRÍGUEZ SARAVIA
(Ciudad de México-México)
LA JAULA
Aunque la
jaula sea de oro no deja de ser prisión.
Canción
popular
Alba vivía obsesionada por tener su casa limpia y
ordenada. Fregaba y refregaba los pisos,
enceraba los muebles, trapeaba los mosaicos
hasta dejarlos como un espejo.
Cuidaba sus plantas de interior, las desyerbaba, las fertilizaba y las sacaba al jardín cuando el sol
brillaba: aralias elegantísimas, anturios, caléndulas, camedores, teléfonos,
sapitos, azaleas, malvones y crisantemos. Introducía un higrómetro
a la tierra de la maceta y la
regaba de acuerdo al resultado de esa lectura. Antes de meterlas a la casa
las dejaba escurrir para que
no marcaran rodetes en pisos y muebles.
Alba seguía al pie de la letra la regla: Cada
cosa en su lugar y un lugar para cada cosa. Medía con una regla la distancia entre el salero y
el frutero, entre los adornos de la casa
y entre los cuadros que colgaban de sus paredes blancas de acuerdo a su
peculiar sentido de simetría y de equilibrio.
En los estantes, colocaba los libros por tamaño, color y tipo de encuadernación. Ese orden le
permitía encontrar las cosas con la luz
apagada y en las noches sin luna.
La ropa sucia la lavaba
de inmediato; la ropa limpia la planchaba y la ropa planchada la guardaba
en roperos y cajones de acuerdo a sus
colores y texturas. Le gustaba lavar a
jicarazos y salpicarse los brazos con el
líquido fresco. Gozaba cuando la
mugre mezclada con el jabón hacía remolinos al desaparecer por el
drenaje. Aspiraba el vaho de la ropa húmeda cuando la planchaba como si fuera el perfume de una
rosa y se emocionaba hasta las lágrimas con
la tersura de la tela caliente.
Usaba una vieja franela para no dejar pelusa y cuando terminaba de
sacudir pasaba las yemas de los dedos sobre las superficies lustrosas para
cerciorarse de que no quedaba ni una mota de polvo. Enderezaba los cuadros y
paseaba la mirada
por las habitaciones,
encallaba si algo estaba fuera de
lugar y descansaba hasta que todo
quedaba en su sitio. Alba creía que los rituales domésticos mantenían la armonía del mundo. No realizarlos le generaba
una angustia incontrolable que se calmaba cuando cumplía las reglas que se había impuesto desde la infancia y con el paso de los
años eran más estrictas. Si aparecía una
grieta en la pared para ella era una fisura por la que se podía desgarrar el
universo.
Limpiaba con especial cuidado los lugares
olvidados por las sirvientas, como los
guardapolvos, debajo de los tapetes, detrás de las plaquitas de los apagadores
y de los contactos, que desatornillaba al menos
una vez a la semana, los focos de las lámparas y los rincones de los armarios. No había sirvienta que respondiera a sus exigencias
y la que llenaba los requisitos no aguantaba
el ritmo que Alba le imponía.
Su necesidad de equilibrio la hacía sacar el mismo número de cosas viejas como nuevas
entraban al closet. Podía calcular las dimensiones de los objetos sin usar
cinta métrica; su sentido del
espacio le permitía distribuir los
muebles por peso y medida.
Olfateaba con deleite la cera en pasta, los
desodorantes para inodoro, el aceite de
pino, las varitas de incienso y los jabones perfumados. Ponía vainilla fresca de Papantla
en el closet de las sábanas,
y bolitas de naftalina en los
armarios. Metía frascos vacíos de perfume entre la ropa interior, y flores secas de lavanda entre las toallas.
Ella se bañaba en tina
con sales perfumadas, se hacía
diariamente duchas vaginales, ponía
talco de manera generosa en pies, axilas
y otros lugares proclives a los olores
intensos. Con hisopos remojados en lavanda añeja, limpiaba sus conductos auditivos y el torbellino carnoso del ombligo. Si su marido quería besarla en la boca, tenía que lavarse los dientes, usar seda dental y hacer gárgaras con antisépticos. El hombre
pidió el divorcio cuando Alba le exigió que flameara su adorado instrumento viril antes
de meterlo a su vagina que rechinaba de limpia.
Sus manías alejaron a
sus amigas y las pocas que tenía
eran obligadas a quitarse los zapatos en la puerta de la
casa y
a usar chancletas de tela
que al caminar frotaban los pisos de
duela encerada. Canceló su exigua vida social cuando colocó un arco de luz ultravioleta en la entrada principal para eliminar
los gérmenes de los visitantes.
Una tarde, al terminar
su rutina, salió a la calle para apreciar desde la otra acera cómo
resplandecía su casa blanca entre las sucias casuchas del barrio. La calle
olía a fritanga, a basura fermentada, a gente que se baña una vez al día.
Un perro flaco y pulguiento se acercó a
su casa, olisqueó la pared y displicente levantó la pata derecha para
lanzar un chorro de orina que trazó en la pared descendentes y serpenteantes
riachuelos ambarinos que formaron
un charco en la banqueta. Alba no se reponía del disgusto cuando otro perro
repitió las acciones del primero.
Si dos perros llegaron
en cinco minutos, doce llegarán en una hora, doscientos ochenta y ocho en veinticuatro. “¡Dios mío!” Exclamó. “Y eso
que no he calculado los meses que
han pasado y los que faltan por pasar”. Estaba en esas cuentas cuando un niño
en patines de ruedas frotó las manos sucias contra las paredes y arrancó
dos malvones rojos de las macetas
de las ventanas. Tenía que calcular cuántos niños pasarían en un día, cuántas manos rozarían las paredes y cuántos malvones
serían arrancados. Pero ella no era
buena para los números. En la escuela, hacía
los márgenes de los cuadernos muy derechitos y los adornaba con flores, pero nunca pasó de la primera
suma buscando que los números
formaran líneas perfectas. Alba
tenía que hacer algo para evitar que lo del niño y los perros volviera a suceder.
A los pocos días, el
herrero enloquecía al barrio con martillazos
que duraron varias semanas. Cuando
terminó su trabajo, los vecinos miraron sorprendidos la
jaula dorada que cubría la casa y
abarcaba medio metro de banqueta. Desde ese día, los vecinos la llamaron: “la loca de la jaula”. El herrero
quedó convencido de que hay muchos excéntricos en el mundo. Recordó al
cliente celoso que le pidió que hiciera un cinturón de castidad para su esposa y al otro que mandó hacer una caja
metálica para meter a su suegra cuando se ponía insoportable.
La jaula dorada con la
casa blanca adentro destacaba entre las
casas del barrio. Pero el trabajo de Alba aumentó,
además limpiar la casa, pulía
los barrotes de la jaula con
abrasivos y estopa. Los materiales de limpieza y los andamios costaban más de
lo previsto y los barrotes siempre estaban sucios a pesar de su esfuerzo. Los
pájaros hacían sus nidos y dejaban manchas de
excremento que raspaba suavemente
con la uña para no rayar el metal. Los niños del barrio encontraban la jaula extremadamente
divertida; jugaban al palo encebado, a
los bomberos, a la cárcel, o ataban
mecates para improvisar columpios. Las sirvientas se sentaban en los barrotes a
conversar con los novios, colgaban la ropa a secar y sacudían los tapetes. Los jugadores callejeros de fútbol
usaban los barrotes de perchero, ponían tortas, refrescos y toda clase de botanas en las barras
horizontales.
Alba necesitaba encontrar una
solución definitiva y esa noche
la encontró cuando le rezaba
al San Antonio que estaba dentro
de una campanade cristal. Una semana después, porque le tomó varios días
preparar su maleta, viajó a Monterrey después de revisar varias veces si había cerrado bien
las llaves del agua, el gas de la estufa y
del calentador, las puertas de la
casa y el cerrojo de la
jaula.
Los empleados de la
fábrica de vidrio levantaron su pedido y
comentaron entre ellos qué en la capital
vivían chiflados muy originales.
Como el lema de la empresa era: “El cliente siempre tiene la
razón”, le cobraron un buen precio por hacer la campana de
cristal que cubriría la jaula con la
casa en su interior.
Se necesitaron varios
camiones para llevar las secciones de la campana de
Monterrey a la Ciudad de México.
Las grúas levantaron las piezas de
cristal terso y transparente que
trabajadores, subidos en camiones
jirafa, sellaban con silicón. Los
vecinos, curiosos, observaban la obra. De las cuatro esquinas llegaron las
quesadilleras, los vendedores de paletas
heladas y refrescos. Una vecina instaló un
puesto de tostadas de pata y pozole verde estilo Jalisco, mientras otra
vendía tamales y champurrado. Todos comían, también los que colocaban la
campana, y después tiraban al piso palitos de paleta, hojas de maíz,
corcholatas y cuadritos de papel de estraza
embarrados de salsa verde.
Después de varias
horas de trabajo, la campana de vidrio
embonó a la perfección sobre la jaula. Alba,
desde una ventana, observó
satisfecha como detrás del vidrio transparente que protegía su mundo de
pureza, quedaba el olor a fritanga, el
hedor de los cuerpos sudorosos, los perros inmundos y los niños de manos
sucias que andaban en patines de
ruedas. Ya no vio languidecer a las aralias
elegantísimas, los camedores, los
sapitos, las azaleas, la hiedra inglesa
y las otras plantas, tampoco escuchó el rezumbar de las moscas que
agonizaban por falta de oxígeno, porque
antes de que eso sucediera Alba perdió el conocimiento.
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26 – POESÍA AMERICANA
ROQUE
DALTON
(San
Salvador-El Salvador / 1935-1975)
Y
SIN EMBARGO, AMOR
Y sin embargo, amor, a través de las lágrimas,
yo sabía que al fin iba a quedarme
desnudo en la ribera de la risa.
Aquí,
hoy,
digo:
siempre recordaré tu desnudez en mis manos,
tu olor a disfrutada madera de sándalo
clavada junto al sol de la mañana;
tu risa de muchacha,
o de arroyo,
o de pájaro;
tus manos largas y amantes
como un lirio traidor a sus antiguos colores;
tu voz,
tus ojos,
lo de abarcable en ti que entre mis pasos
pensaba sostener con las palabras.
Pero ya no habrá tiempo de llorar.
Ha terminado
la hora de la ceniza para mi corazón.
Hace frío sin ti,
pero se vive.
Y sin embargo, amor, a través de las lágrimas,
yo sabía que al fin iba a quedarme
desnudo en la ribera de la risa.
Aquí,
hoy,
digo:
siempre recordaré tu desnudez en mis manos,
tu olor a disfrutada madera de sándalo
clavada junto al sol de la mañana;
tu risa de muchacha,
o de arroyo,
o de pájaro;
tus manos largas y amantes
como un lirio traidor a sus antiguos colores;
tu voz,
tus ojos,
lo de abarcable en ti que entre mis pasos
pensaba sostener con las palabras.
Pero ya no habrá tiempo de llorar.
Ha terminado
la hora de la ceniza para mi corazón.
Hace frío sin ti,
pero se vive.
ROSARIO
CASTELLANOS
(México-1925
/1974)
EN
EL FILO DEL GOZO
I
Entre la muerte y yo he erigido tu cuerpo:
que estrelle en ti sus olas funestas sin tocarme
y resbale en espuma deshecha y humillada.
Cuerpo de amor, de plenitud, de fiesta,
palabras que los vientos dispersan como pétalos,
campanas delirantes al crepúsculo.
Todo lo que la tierra echa a volar en pájaros,
todo lo que los lagos atesoran de cielo
más el bosque y la piedra y las colmenas.
(Cuajada de cosechas bailo sobre las eras
mientras el tiempo llora por sus guadañas rotas.)
Venturosa ciudad amurallada,
ceñida de milagros, descanso en el recinto
de este cuerpo que empieza donde termina el mío.
II
Convulsa entre tus brazos como mar entre rocas,
rompiéndome en el filo del gozo o mansamente
lamiendo las arenas asoleadas.
(Bajo tu tacto tiemblo
como un arco en tensión palpitante de flechas
y de agudos silbidos inminentes.
Mi sangre se enardece igual que una jauría
olfateando la presa y el estrago.
Pero bajo tu voz mi corazón se rinde
en palomas devotas y sumisas.)
III
Tu sabor se anticipa entre las uvas
que lentamente ceden a la lengua
comunicando azúcares íntimos y selectos.
Tu presencia es el júbilo.
Cuando partes, arrasas jardines y transformas
la feliz somnolencia de la tórtola
en una fiera expectación de galgos.
Y, amor, cuando regresas
el ánimo turbado te presiente
como los ciervos jóvenes la vecindad del agua.
I
Entre la muerte y yo he erigido tu cuerpo:
que estrelle en ti sus olas funestas sin tocarme
y resbale en espuma deshecha y humillada.
Cuerpo de amor, de plenitud, de fiesta,
palabras que los vientos dispersan como pétalos,
campanas delirantes al crepúsculo.
Todo lo que la tierra echa a volar en pájaros,
todo lo que los lagos atesoran de cielo
más el bosque y la piedra y las colmenas.
(Cuajada de cosechas bailo sobre las eras
mientras el tiempo llora por sus guadañas rotas.)
Venturosa ciudad amurallada,
ceñida de milagros, descanso en el recinto
de este cuerpo que empieza donde termina el mío.
II
Convulsa entre tus brazos como mar entre rocas,
rompiéndome en el filo del gozo o mansamente
lamiendo las arenas asoleadas.
(Bajo tu tacto tiemblo
como un arco en tensión palpitante de flechas
y de agudos silbidos inminentes.
Mi sangre se enardece igual que una jauría
olfateando la presa y el estrago.
Pero bajo tu voz mi corazón se rinde
en palomas devotas y sumisas.)
III
Tu sabor se anticipa entre las uvas
que lentamente ceden a la lengua
comunicando azúcares íntimos y selectos.
Tu presencia es el júbilo.
Cuando partes, arrasas jardines y transformas
la feliz somnolencia de la tórtola
en una fiera expectación de galgos.
Y, amor, cuando regresas
el ánimo turbado te presiente
como los ciervos jóvenes la vecindad del agua.
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27 – ENSAYO
FRANCISCO MORALES LOMAS
(Jaén-España)
REFLEXIONES SOBRE ÉTICA
Y ESTÉTICA
Ética
y estética son lo mismo.
Wittgenstein
Wittgenstein
No siempre se ha contemplado al ser
humano como tal a lo largo de la historia de la humanidad. Su concepción
propiamente humana podríamos decir que nace en la edad moderna. En épocas
históricas anteriores el ser humano vivió durante mucho tiempo con el estigma
de los dioses que construían su propia limitación. El politeísmo y sus mitos
diversos estudiados, entre otros por Mircea Eliade, nos advertían de que el ser
humano no tenía vigencia por sí mismo. No participaba de libertad alguna sino
que vivía en una permanente dependencia del politeísmo reinante, cuando no del
rey o emperador de turno –que encarnaba las veces del dios al uso- o esclavo de
un patricio que actuaba de amo o propietario. El desarrollo de las
civilizaciones de la antigüedad tienen plenamente su sentido desde el sistema
esclavista socioeconómico pero también religiosamente desde esa esclavitud de
pensamiento que representa la dependencia de los dioses. Ni existe el
pensamiento (la razón siempre es una razón prestada porque vive de fuera, no
nace del propio ser humano, que no es nada) ni existe la libertad para ser
(fundamento de cualquier humanismo).
En la cultura homérica es evidente esta visión cercenada. Los actos de los héroes homéricos no nacen de sus acciones porque estas están determinadas por seres ajenos que gobiernan sus vidas. Seres que tienen una mitología creíble y aceptada.
Una época de transición precisa se produce con la aparición del teatro griego. Sin embargo, todavía (sobre todo en Esquilo) el rastro de Homero está presente y los mitos se adentran en la conformación de un ser humano dependiente. Esta sensación de sumisión y falta de libertad se hará presente en menor medida en algunos héroes de Sófocles (por ejemplo en Antígona) o en heroínas del teatro de Eurípides (por ejemplo, en Medea o Electra). En estos últimos casos percibimos ya la cercanía de Sócrates, el primero que se arriesga a introducir al hombre desligado del politeísmo reinante. De hecho Sócrates será un asiduo del teatro de Eurípides. Ese primer encuentro del hombre con el mundo sin la dependencia interna del dios o los dioses al uso genera un primer miedo. Miedo al vacío, a no tener ese hilo conductor con el dios. Sin embargo, todavía Sócrates, Platón o Aristóteles están en una fase de la civilización donde todo son preguntas y existen muy pocas respuestas.
Pocas variantes introduce el monoteísmo. Durante muchos siglos, hasta llegada la edad moderna el dios y su institución en la tierra, la Iglesia, lo ocupan absolutamente todo. El ligero aire de independencia que se adquiere con la filosofía platónica y aristotélica se sumerge de nuevo en las tinieblas de la férula que crea la institución religiosa. El ser humano no es nada, no es nadie porque solo tiene vigencia en Dios. Es Dios quien lo ha creado y rige su destino.
Solo durante el Renacimiento surge el ser humano como individuo. Lo privado adquiere una fuerza determinante –tras el ascenso determinante de la burguesía- y se pasa de una época en la que el centro es Dios a otra en la que el centro va a ser el ser humano en toda su dimensión, pero sobre todo el ser humano que trabaja, el ser humano como animal laborans.
Este nuevo cambio de rumbo se hará más determinante con Rousseau, acaso el eslabón que, en la época moderna, crea el intrusismo de la subjetividad y la rebelión del corazón. Rousseau es el primer teórico de la intimidad. Surge así la dicotomía individuo/sociedad y se descubre la intimidad (vía los escritores románticos) como una forma de exaltación del yo frente a lo social o lo político. Todo el discurso de Kant se sostiene sobre esta dicotomía. El conocimiento deviene una forma especial de actividad de elaboración del objeto. Las categorías dependen del sujeto, son instrumentos mediante los cuales el sujeto elabora el mundo de los objetos a través de la experiencia. Esta dicotomía está en el origen de lo privado y lo público, de la esfera contemplativa y la esfera activa o de la esfera artística y la esfera social. El hombre durante el romanticismo (salvo casos excepcionales como el de Espronceda, que sintetizaría a mi modo de ver el humanismo solidario en una etapa arcaica) defiende únicamente la esfera privada, la esfera individual, la esfera contemplativa, la esfera artística. De hecho, para Rosseau, lo social y lo privado son modos subjetivos de la existencia. Todo lo que represente lo público, lo social, lo político o lo activo queda relegado. De hecho, todavía hoy día hay escritores que dicen que un poeta no puede hacer poesía social, que un poeta no puede ejercer una corriente de pensamiento que se llame “HUMANISMO SOLIDARIO” porque eso generaría una traición a ese pensamiento subjetivo, a esa esfera privada que debe conservar el artista, el escritor, el poeta. El romanticismo descubre la intimidad y en él la exaltación de esta es el culmen del hombre burgués. La burguesía se ha asentado definitivamente en la sociedad. Esta está bajo su control.
Los movimientos de vanguardia representaron por primera vez durante el siglo XX una ruptura con el espíritu burgués reinante, un esparcimiento en algunos casos y un claro enfrentamiento ideológico y social que se vive de un modo muy especial en el seno del movimiento surrealista en torno al comunismo: Breton y Louis Aragon versus Dalí… Pero el surrealismo es todavía una clara exaltación de esa intimidad exacerbada, lo que yo llamaría la superestructura de la intimidad, de lo individual en el caso de Dalí pero con tendencia a lo social en los otros dos escritores que le permiten un acercamiento a la revolución marxista, una evidente exaltación de lo social en detrimento de toda la esfera individual.
Entre estos dos polos, lo individual y lo social, se moverá el artista, el pintor, el escritor (algunos como Picasso toman claramente una síntesis entre ambos, también lo hacen escritores como César Vallejo o Miguel Hernández y, más adelante, el Equipo Crónica, Antonio Saura…). Es la época de entreguerras y aparece el concepto de compromiso literario y el existencialismo de Sartre, que cataloga como un nuevo humanismo. En estos momentos el arte (esa creación de la esfera individual, privada, artística, contemplativa) se convierte en un instrumento para transformar la sociedad: “La poesía es un arma cargad de futuro”, dirá Celaya.
Esta visión en la que lo social se adueñaba de lo privado y convertía la creación en un sucedáneo de lo público no satisfizo a muchos en las generaciones posteriores. El éxito de la poesía de la experiencia estará en saber sistematizar ambos conceptos: subjetividad y objetividad, lo privado y lo público, la esfera contemplativa y la esfera activa, el artista y el homo social. La poesía de la experiencia supuso una fusión entre la subjetividad y la objetividad. Ahí estuvo su acierto. Siempre creyó en el realismo, siempre mantuvo que la conquista del ser individual es lo más complejo que le puede suceder al ser humano y quiso construir la cuadratura del círculo: desde la izquierda «reconstruir» el sentimiento y al individuo, dos pecados mortales de la burguesía; dos pecados que siempre combatió el comunismo. Aquí radica el hecho sorprendente no suficientemente analizado por los más conspicuos seguidores de esta corriente: cómo desde la izquierda se ha recuperado un concepto (el sentimiento y el individuo) que había pertenecido desde el siglo XVIII a la burguesía y a su sistematización teórica con el kantismo.
Sin embargo, el HUMANISMO SOLIDARIO aspira en el siglo XXI a algo diferente. No considera al individuo como algo ajeno a la sociedad sino como parte integrante de esa sociedad. Su propuesta estética, como diría Wittgenstein al que sigue Eugenio Trías, es ya toda una ética. No podemos asumir la esfera privada, individual, contemplativa como algo completamente ajeno a la esfera pública, social, solidaria (porque solidaridad viene de adhesión a la causa de la comunidad). Pero no como instrumento. El artista, el escritor… no lo entiendo como un instrumento de una sociedad que vive ajena a él sino como una comunión en la que nada es sin lo otro. Y en este sentido, como dijo Kant en la Crítica del Juicio, la belleza (el texto pictórico o escrito) se convierte en un símbolo moral.
Citando la maldad de otro escritor decía Julio Cortázar que los escritores comprometidos lo que deberían de hacer es casarse. En el fondo está en contra del compromiso del escritor porque, para él, lo cercena, lo delimita, crea un espacio cerrado que no debería existir ante la amplitud de la realidad (es una visión que existe en muchos creadores). Sin embargo, el pensamiento de Cortázar solo tiene sentido si lo analizamos desde la perspectiva de un escritor que ve ese compromiso en la Francia de los 60-70 al hilo de lo que había sido el compromiso sartreano, algo que no es lo que predicamos los seguidores del Humanismo Solidario. Que no creemos en la instrumentalización de la literatura pero que aspiramos a una literatura, a una pintura, a una escultura en la que el hombre esté presente en toda su dimensión como centro, en toda su heterodoxia creadora, en todo su rico mundo. Un nuevo hombre que aspire a una sociedad más justa en la que no haya necesidad de generar esta eterna dicotomía entre lo individual y lo social, lo contemplativo y lo activo, lo privado y lo público.
En la cultura homérica es evidente esta visión cercenada. Los actos de los héroes homéricos no nacen de sus acciones porque estas están determinadas por seres ajenos que gobiernan sus vidas. Seres que tienen una mitología creíble y aceptada.
Una época de transición precisa se produce con la aparición del teatro griego. Sin embargo, todavía (sobre todo en Esquilo) el rastro de Homero está presente y los mitos se adentran en la conformación de un ser humano dependiente. Esta sensación de sumisión y falta de libertad se hará presente en menor medida en algunos héroes de Sófocles (por ejemplo en Antígona) o en heroínas del teatro de Eurípides (por ejemplo, en Medea o Electra). En estos últimos casos percibimos ya la cercanía de Sócrates, el primero que se arriesga a introducir al hombre desligado del politeísmo reinante. De hecho Sócrates será un asiduo del teatro de Eurípides. Ese primer encuentro del hombre con el mundo sin la dependencia interna del dios o los dioses al uso genera un primer miedo. Miedo al vacío, a no tener ese hilo conductor con el dios. Sin embargo, todavía Sócrates, Platón o Aristóteles están en una fase de la civilización donde todo son preguntas y existen muy pocas respuestas.
Pocas variantes introduce el monoteísmo. Durante muchos siglos, hasta llegada la edad moderna el dios y su institución en la tierra, la Iglesia, lo ocupan absolutamente todo. El ligero aire de independencia que se adquiere con la filosofía platónica y aristotélica se sumerge de nuevo en las tinieblas de la férula que crea la institución religiosa. El ser humano no es nada, no es nadie porque solo tiene vigencia en Dios. Es Dios quien lo ha creado y rige su destino.
Solo durante el Renacimiento surge el ser humano como individuo. Lo privado adquiere una fuerza determinante –tras el ascenso determinante de la burguesía- y se pasa de una época en la que el centro es Dios a otra en la que el centro va a ser el ser humano en toda su dimensión, pero sobre todo el ser humano que trabaja, el ser humano como animal laborans.
Este nuevo cambio de rumbo se hará más determinante con Rousseau, acaso el eslabón que, en la época moderna, crea el intrusismo de la subjetividad y la rebelión del corazón. Rousseau es el primer teórico de la intimidad. Surge así la dicotomía individuo/sociedad y se descubre la intimidad (vía los escritores románticos) como una forma de exaltación del yo frente a lo social o lo político. Todo el discurso de Kant se sostiene sobre esta dicotomía. El conocimiento deviene una forma especial de actividad de elaboración del objeto. Las categorías dependen del sujeto, son instrumentos mediante los cuales el sujeto elabora el mundo de los objetos a través de la experiencia. Esta dicotomía está en el origen de lo privado y lo público, de la esfera contemplativa y la esfera activa o de la esfera artística y la esfera social. El hombre durante el romanticismo (salvo casos excepcionales como el de Espronceda, que sintetizaría a mi modo de ver el humanismo solidario en una etapa arcaica) defiende únicamente la esfera privada, la esfera individual, la esfera contemplativa, la esfera artística. De hecho, para Rosseau, lo social y lo privado son modos subjetivos de la existencia. Todo lo que represente lo público, lo social, lo político o lo activo queda relegado. De hecho, todavía hoy día hay escritores que dicen que un poeta no puede hacer poesía social, que un poeta no puede ejercer una corriente de pensamiento que se llame “HUMANISMO SOLIDARIO” porque eso generaría una traición a ese pensamiento subjetivo, a esa esfera privada que debe conservar el artista, el escritor, el poeta. El romanticismo descubre la intimidad y en él la exaltación de esta es el culmen del hombre burgués. La burguesía se ha asentado definitivamente en la sociedad. Esta está bajo su control.
Los movimientos de vanguardia representaron por primera vez durante el siglo XX una ruptura con el espíritu burgués reinante, un esparcimiento en algunos casos y un claro enfrentamiento ideológico y social que se vive de un modo muy especial en el seno del movimiento surrealista en torno al comunismo: Breton y Louis Aragon versus Dalí… Pero el surrealismo es todavía una clara exaltación de esa intimidad exacerbada, lo que yo llamaría la superestructura de la intimidad, de lo individual en el caso de Dalí pero con tendencia a lo social en los otros dos escritores que le permiten un acercamiento a la revolución marxista, una evidente exaltación de lo social en detrimento de toda la esfera individual.
Entre estos dos polos, lo individual y lo social, se moverá el artista, el pintor, el escritor (algunos como Picasso toman claramente una síntesis entre ambos, también lo hacen escritores como César Vallejo o Miguel Hernández y, más adelante, el Equipo Crónica, Antonio Saura…). Es la época de entreguerras y aparece el concepto de compromiso literario y el existencialismo de Sartre, que cataloga como un nuevo humanismo. En estos momentos el arte (esa creación de la esfera individual, privada, artística, contemplativa) se convierte en un instrumento para transformar la sociedad: “La poesía es un arma cargad de futuro”, dirá Celaya.
Esta visión en la que lo social se adueñaba de lo privado y convertía la creación en un sucedáneo de lo público no satisfizo a muchos en las generaciones posteriores. El éxito de la poesía de la experiencia estará en saber sistematizar ambos conceptos: subjetividad y objetividad, lo privado y lo público, la esfera contemplativa y la esfera activa, el artista y el homo social. La poesía de la experiencia supuso una fusión entre la subjetividad y la objetividad. Ahí estuvo su acierto. Siempre creyó en el realismo, siempre mantuvo que la conquista del ser individual es lo más complejo que le puede suceder al ser humano y quiso construir la cuadratura del círculo: desde la izquierda «reconstruir» el sentimiento y al individuo, dos pecados mortales de la burguesía; dos pecados que siempre combatió el comunismo. Aquí radica el hecho sorprendente no suficientemente analizado por los más conspicuos seguidores de esta corriente: cómo desde la izquierda se ha recuperado un concepto (el sentimiento y el individuo) que había pertenecido desde el siglo XVIII a la burguesía y a su sistematización teórica con el kantismo.
Sin embargo, el HUMANISMO SOLIDARIO aspira en el siglo XXI a algo diferente. No considera al individuo como algo ajeno a la sociedad sino como parte integrante de esa sociedad. Su propuesta estética, como diría Wittgenstein al que sigue Eugenio Trías, es ya toda una ética. No podemos asumir la esfera privada, individual, contemplativa como algo completamente ajeno a la esfera pública, social, solidaria (porque solidaridad viene de adhesión a la causa de la comunidad). Pero no como instrumento. El artista, el escritor… no lo entiendo como un instrumento de una sociedad que vive ajena a él sino como una comunión en la que nada es sin lo otro. Y en este sentido, como dijo Kant en la Crítica del Juicio, la belleza (el texto pictórico o escrito) se convierte en un símbolo moral.
Citando la maldad de otro escritor decía Julio Cortázar que los escritores comprometidos lo que deberían de hacer es casarse. En el fondo está en contra del compromiso del escritor porque, para él, lo cercena, lo delimita, crea un espacio cerrado que no debería existir ante la amplitud de la realidad (es una visión que existe en muchos creadores). Sin embargo, el pensamiento de Cortázar solo tiene sentido si lo analizamos desde la perspectiva de un escritor que ve ese compromiso en la Francia de los 60-70 al hilo de lo que había sido el compromiso sartreano, algo que no es lo que predicamos los seguidores del Humanismo Solidario. Que no creemos en la instrumentalización de la literatura pero que aspiramos a una literatura, a una pintura, a una escultura en la que el hombre esté presente en toda su dimensión como centro, en toda su heterodoxia creadora, en todo su rico mundo. Un nuevo hombre que aspire a una sociedad más justa en la que no haya necesidad de generar esta eterna dicotomía entre lo individual y lo social, lo contemplativo y lo activo, lo privado y lo público.
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28 – POESÍA AMERICANA
YESICA MOYRA
(San Ramón-Costa Rica)
boceto Q QUÉ
?
!
que manía de confundir
la vida
el rumbo de los días
la percepción
de la noche
de la sonrisa
de la alegría
de todo
boceto R rencor
es el tiempo de dejar de almacenar rencor desde cada
ultraje
expropiación
es tiempo de defender nuestra posición
por ende el de las venideras
que sea este sentir el elixir motivacional para encaminarnos como la
tormenta
por dentro y lejos
del cielo
de las nubes
de la tierra
del fuego
del techo
del universo
del mar
boceto S Sexualidad
acá hay tanta tela por cortar como si fuera pasamanería
hay tanta sangre que ni la de las guerras del siglo xviii ni las del
xx logran igualar
se aborda la carne que ya ni sé si estoy escuchando idioma carnicero
se presume de pasión cuando sólo es un bloqueo
se desenfrena la paz porque se aplaude la locura
se irrespeta la integridad psicológica porque hay un tipo un
casanova con eretismo
se invalida el NO de una mujer como un alto
pero un momento
basta de esa prevaricación
basta de esa apostasía
basta de ese perjurio
basta de esas infracciones
no es ninguna memez
es la clara inconformidad con todos esos absurdos estereotipos
no es palabrería ni sandez
es realidad es denuncia y también desdén por tanta basura y dolor
leonio
ELIZABETH
POLANCO
(Santo
Domingo-República Dominicana)
CANTO A LA VIDA,
DESDE UN PARQUE DE ALMENDROS.
Mi grito de mujer...es un canto.
Mi grito de mujer es un canto a la vida
un allegro andante amigo de la aurora
un adagio armonioso de la tarde
De niña disfruté ser niña buena
obediente, alegre, cortés.
Tolerante y distraída entre horas de olvido.
Danzaba con las aves en los almendros,
los laureles, los pastos.
Volaba con los mirlos entre azucenas
Escuchaba los cuentos en las noches de luna
mi padre era el mago que con música
atraía a mi príncipe encantado.
De joven amé mi juventud,
fui rebelde, caprichosa, tenaz.
En mi mente perduran los recuerdos
De la dicha de entonces por asalto alcanzada.
La oruga convertida en mariposa
Como diosa griega fui invitada
a los tálamos de mi propio templo.
Mi grito de mujer es un canto, a veces en coplas, odas o elegías.
Agradezco a la vida el don de ser mujer.
En mi canto hay pasión, templanza, y perdida alegría
Desaliento, perdón, verdad y regocijo
En las mañanas soy cascabel o llanto.
En las noches mi voz es un susurro al viento.
Y en mares encantados es canto de sirena.
Al transcurrir el tiempo he aprendido a liberar la culpa
a transmutar las traiciones, los desencantos
a perdonar y a perdonarme.
A sentir gratitud por los que me hicieron llorar
convirtieron lágrimas en cristales y gemas
Como gorrión fui alimentada
Como orquídea cultivada
Como el acero, ante el dolor templada.
Mi grito es de súplica.
Devota del Señor en su rol compasivo.
de la madre tierra, la luna, las montanas, la fuente.
Clamo con piedad absoluta al infinito, dónde no hay rebeldías, ni mentiras
En dulce sumisión, ante El rendida
mi alma de peregrina, se inclina solemne ante la Madre Divina.
Soy mujer
Cumbre, lago y llanura
flor lacia o mustia a veces
pero nunca marchita
Soy paz , lucha y sobresalto
Orgullosa y arrogante ante la ofensa
Audaz y arriesgada ante el tedio o el miedo.
Humilde y sumisa ante la Grandeza de Dios.
SÍMBOLOS
DE MIS ANDANZAS II. LOS FAROS
Símbolos
de mis andanzas II. Los Faros
Iluminan las noches del navegante perdido
las noches del alma peregrina.
En la tormenta su luz aclara la duda angustiosa.
En la quietud del mar revela su fuerza luminosa
Imponente nos libera en las noches de espantos
En la barca de las horas nos arropa su fulgor
Los faros son encuentros, retornos, anhelos.
Quien vive en un faro sabe lo que es amar
Conoce el impetuoso mar y las intensas noches.
Quien ha visto de cerca un faro, sabe lo que es subir
descender entre rayos, nubes, neblina, resplandor.
crece bajo una lámpara encendida.
Vive eternamente iluminado.
Quien habita en un faro, conoce su misión, no teme a la vida
Faros de nuestras vidas son los padres, los maestros,
sanadores. Los ángeles, las musas, Naturaleza Divina, Luz Interna.
Faros son las experiencias, las sorpresas, los ensueños, las
distancias, los olvidos.
Faro, Faroles del tiempo, entre luchas, juegos, cantos, pasiones y
Dolores.
Faro luz de la Nada, de la Magia, de Lago Sagrado, del Diamante y
Flor de Lis.
Faro de la mañana, que purifica mi ser en la Eternidad del Alba.
El Faro más hermoso, majestuoso y refulgente: Dios.
Iluminan las noches del navegante perdido
las noches del alma peregrina.
En la tormenta su luz aclara la duda angustiosa.
En la quietud del mar revela su fuerza luminosa
Imponente nos libera en las noches de espantos
En la barca de las horas nos arropa su fulgor
Los faros son encuentros, retornos, anhelos.
Quien vive en un faro sabe lo que es amar
Conoce el impetuoso mar y las intensas noches.
Quien ha visto de cerca un faro, sabe lo que es subir
descender entre rayos, nubes, neblina, resplandor.
crece bajo una lámpara encendida.
Vive eternamente iluminado.
Quien habita en un faro, conoce su misión, no teme a la vida
Faros de nuestras vidas son los padres, los maestros,
sanadores. Los ángeles, las musas, Naturaleza Divina, Luz Interna.
Faros son las experiencias, las sorpresas, los ensueños, las
distancias, los olvidos.
Faro, Faroles del tiempo, entre luchas, juegos, cantos, pasiones y
Dolores.
Faro luz de la Nada, de la Magia, de Lago Sagrado, del Diamante y
Flor de Lis.
Faro de la mañana, que purifica mi ser en la Eternidad del Alba.
El Faro más hermoso, majestuoso y refulgente: Dios.
YO, ESPERANDO
MILAGROS.
¿Yo?
tejedora de encajes entre lienzos y pliegos
en la tarde de lluvia de un mayo inesperado.
intempestivo y lejano.
desperté muy temprano
dispuesta, algo turbada,
inquieta y apurada
decidida a reanudar, a seguir aprendiendo
sigo creyendo en sueños y milagros…
se despide la tarde con un cielo cerrado
que huele a huerto calado, a caldo de añoranzas
a tizana de plantas y noches de chicharras.
en la tarde de lluvia de un mayo inesperado.
intempestivo y lejano.
desperté muy temprano
dispuesta, algo turbada,
inquieta y apurada
decidida a reanudar, a seguir aprendiendo
sigo creyendo en sueños y milagros…
se despide la tarde con un cielo cerrado
que huele a huerto calado, a caldo de añoranzas
a tizana de plantas y noches de chicharras.
ALMA PEREGRINA
Las
misiones son dones,
no escapan al destino
Las andanzas son muchas
Los viajes interminables
El éxodo, a veces necesario
Las aventuras son riesgos
Las huidas son falsas
Los cantares son tantos
El cansancio muy largo
La espera es un gozo
El camino del alma...
uno solo.
no escapan al destino
Las andanzas son muchas
Los viajes interminables
El éxodo, a veces necesario
Las aventuras son riesgos
Las huidas son falsas
Los cantares son tantos
El cansancio muy largo
La espera es un gozo
El camino del alma...
uno solo.
FULGORES DE LUXOR
Fulgores
de Luxor son los ensueños, los símbolos, los ritos, las señales.
Las voces de las musas, las nubes y las olas
Fulgores los canales, el caudal del gran verde.
Los ecos del desierto, la lluvia del oasis.
Fulgores son, las palmeras de dátiles
el pozo de un Moisés sediento
faro del perdido.
Fulgores son… Sus brazos, Su fuerza, y la Sagrada Alianza.
Fulgores son… el báculo, la zarza ardiente, el Monte Santo.
La Refulgencia Divina.
Fulgores de Luxor… es soledad del alma que busca la verdad
Fulgores son: la mirada en la fuente, el agua cristalina, del manantial Su imagen .
Fulgores son, el mar profundo en tus silencios, es el Nilo de todos, que sereno descubre la majestad de Giza.
Fulgores de Luxor, son los pasos de vuelta de retorno al hogar. El hilo platinado que nos guía de lejos, ensortija la mente. Nos permite crear.
ESCRIBIR AL ALBA
Las voces de las musas, las nubes y las olas
Fulgores los canales, el caudal del gran verde.
Los ecos del desierto, la lluvia del oasis.
Fulgores son, las palmeras de dátiles
el pozo de un Moisés sediento
faro del perdido.
Fulgores son… Sus brazos, Su fuerza, y la Sagrada Alianza.
Fulgores son… el báculo, la zarza ardiente, el Monte Santo.
La Refulgencia Divina.
Fulgores de Luxor… es soledad del alma que busca la verdad
Fulgores son: la mirada en la fuente, el agua cristalina, del manantial Su imagen .
Fulgores son, el mar profundo en tus silencios, es el Nilo de todos, que sereno descubre la majestad de Giza.
Fulgores de Luxor, son los pasos de vuelta de retorno al hogar. El hilo platinado que nos guía de lejos, ensortija la mente. Nos permite crear.
ESCRIBIR AL ALBA
las voces de otros tiempos, de tu vida y la mía
las voces del verano que retornan en calma
El olor de las flores que quedaron dormidas
Descubro al escribir que ya no soy la misma
que dentro de mí vive una mujer serena
que valora la vida, los lugares, los versos
Que aquilata los sueños, los caminos, los templos.
Descubro al escribir, que me faltan auroras,
noches por descubrir, mantos con que cubrirme
calles por caminar, montañas para ausentarme
y una voz interior para sentirme libre.....
Al escribir...descubro que no estoy sola nunca
porque siento cercano el amor de esas voces
su alegría silente, su infinita dulzura
Al escribir yo siento sus miradas profundas
Son las voces de ellos, los recuerdos, momentos
las voces de mis hijos, mis amigos ausentes
las voces del futuro, de un eterno presente.
Descubro al escribir que el sol entibia el alma
que en cada atardecer nos sorprende la brisa
que se vale jugar a estar enamorada,
de la vida, los libros, las notas de un violín,
de un piano, una lira, de la paz, de la risa.
Descubro al escribir que aún percibo tu aliento
y un rasgar de guitarras me aterriza y despierto.
Descubro entre mil letras, que la poesía es eterna
el mundo se detiene, escribo lo que siento!
su alegría silente, su infinita dulzura
Al escribir yo siento sus miradas profundas
Son las voces de ellos, los recuerdos, momentos
las voces de mis hijos, mis amigos ausentes
las voces del futuro, de un eterno presente.
Descubro al escribir que el sol entibia el alma
que en cada atardecer nos sorprende la brisa
que se vale jugar a estar enamorada,
de la vida, los libros, las notas de un violín,
de un piano, una lira, de la paz, de la risa.
Descubro al escribir que aún percibo tu aliento
y un rasgar de guitarras me aterriza y despierto.
Descubro entre mil letras, que la poesía es eterna
el mundo se detiene, escribo lo que siento!
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29 – CUENTO
FABIANA
IGLESIAS
(Madrid-España)
NO
ABRAS LA PUERTA
«¡Abre
la puerta, Tina, abre la puerta!»
La
joven veinteañera se incorporó en la cama y pestañeó varias veces en medio de
la oscuridad. ¿Había estado soñando con su madre? Ella era la única persona que
la llamaba así cuando era pequeña, antes de fallecer en un accidente de coche,
hacía mucho tiempo ya.
Martina
–así se llamaba la joven– encendió la lámpara de la mesilla de noche, para ver
la hora que marcaba el reloj: las dos de la mañana. Al día siguiente debía
madrugar para acudir al trabajo, de modo que volvió a apoyar la cabeza sobre la
almohada y cerró los ojos. Al poco tiempo escuchó otra vez:
–¡Abre
la puerta, Tina! –La voz era un susurro insistente que provenía del otro lado
de la puerta cerrada de su habitación.
«¿Acaso
estoy soñando ahora?» supuso, con una sensación de inquietud: algo en su
interior le decía que no hiciera caso, que no abriera la puerta. Permaneció
inmóvil, tendida de lado en la cama, con los ojos clavados en la sombra gris
que era la puerta.
–¡Abre,
Tina, abre! –Volvió a escuchar.
Sintió
una mezcla de angustia y temor. Sabía que si alguien quisiera entrar, no tenía
más que coger el pomo y moverlo, porque ella nunca cerraba con llave aquella
puerta. ¿Quién estaba al otro lado? ¿Acaso sería su hermano pequeño, que se
había levantado dormido? No parecía su voz; y él jamás la llamaba «Tina».
«Estoy
soñando, estoy soñando» se repetía, apretujándose bajo las mantas.
–¡Abre
la puerta, Tina, ábrela ya!
Su
temor se transformó en enfado: ¡estaba harta! Si era su hermano haciéndose el
gracioso, le iba a dar un par de collejas bien merecidas; y si estaba soñando,
esperaba despertar. Se incorporó y bajó de la cama descalza.
–¡Vamos
Tina! ¿Qué esperas? ¡Abre la puerta!
La
joven llegó a la susodicha puerta y apoyó la mano sobre el pomo de metal.
Vaciló solo un segundo; por fin la abrió y asomó la cabeza: el pasillo estaba
oscuro, pero pudo confirmar que allí no había nadie.
Se
dio la vuelta con alivio para volver a la cama, cuando sintió que desde atrás
alguien la cogía del cuello al tiempo que decía:
–¿No
te han enseñado que nunca debes abrir la puerta si no sabes quién está al otro
lado?
Después
la tumbaron sobre el colchón, y presa del terror, sintió un pinchazo en el
cuello.
«¡Estoy
soñando, estoy soñando!» se decía. Sin embargo, el peso encima de su cuerpo
parecía muy real; al igual que lo que le estaban haciendo en la garganta.
Al
poco tiempo, todo terminó. La larga sombra que se cernía sobre la joven, se
incorporó y contempló un instante los despojos que yacían entre las sábanas
revueltas.
Un
susurro final rompió el silencio:
«–La
confianza endulzó tu sangre; el miedo la hizo espesa: mejor para mí.»
Una
ráfaga de viento abrió la ventana de la habitación, y el depredador nocturno se
desvaneció por fin en la oscuridad.
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30 – POESÍA ALLENDE EL MAR
CHARLES BUKOWSKI.
(Andernach-Alemania)
¿ASÍ
QUE QUIERES SER ESCRITOR?
Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
ó clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.
Si lo haces por dinero o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y otra vez,
no lo hagas.
Si te cansa sólo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando escribir
como cualquier otro, olvídalo.
Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,
espera pacientemente.
Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.
Si primero tienes que leerlo a tu esposa
ó a tu novia ó a tu novio
ó a tus padres ó a cualquiera,
no estás preparado.
No seas como tantos escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman a sí mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
No seas uno de ellos.
No lo hagas.
A no ser que salga de tu alma
como un cohete,
a no ser que quedarte quieto
pudiera llevarte a la locura,
al suicidio o al asesinato,
no lo hagas.
A no ser que el sol dentro de ti
esté quemando tus tripas, no lo hagas.
Cuando sea verdaderamente el momento,
y si has sido elegido,
sucederá por sí solo y
seguirá sucediendo hasta que mueras
ó hasta que muera en ti.
No hay otro camino.
Y nunca lo hubo.
Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
ó clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.
Si lo haces por dinero o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y otra vez,
no lo hagas.
Si te cansa sólo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando escribir
como cualquier otro, olvídalo.
Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,
espera pacientemente.
Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.
Si primero tienes que leerlo a tu esposa
ó a tu novia ó a tu novio
ó a tus padres ó a cualquiera,
no estás preparado.
No seas como tantos escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman a sí mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
No seas uno de ellos.
No lo hagas.
A no ser que salga de tu alma
como un cohete,
a no ser que quedarte quieto
pudiera llevarte a la locura,
al suicidio o al asesinato,
no lo hagas.
A no ser que el sol dentro de ti
esté quemando tus tripas, no lo hagas.
Cuando sea verdaderamente el momento,
y si has sido elegido,
sucederá por sí solo y
seguirá sucediendo hasta que mueras
ó hasta que muera en ti.
No hay otro camino.
Y nunca lo hubo.
MAHMUD
DARWISH
(Birwa-Galilea-Palestina)
DE UN CIELO A OTRO SEMEJANTE PASAN LOS SOÑADORES
(1995)
Dejamos
nuestra infancia a la
mariposa cuando dejamos
un poco de aceite en los peldaños,
pero olvidamos saludar a nuestra hierbabuena,
olvidamos saludar furtivamente a nuestro mañana
tras nosotros.
La tinta del mediodía sería blanca si no estuviera
el libro de la mariposa en torno nuestro.
Mariposa, fiel a ti misma, sé como
quieras,
antes y después de mi nostalgia. Deja que sea tu ala y que mi locura viva
conmigo cálida.
Mariposa, madre de ti misma, no me abandones
a la suerte que me destinan.
No me abandones.
De un cielo a otro semejante, pasan los soñadores,
séquito de la mariposa,
portando espejos de agua.
Nosotros podemos ser como anhelamos.
De un cielo
a otro semejante
pasan los soñadores.
La mariposa teje con la aguja de luz
los atavíos de su comedia.
La mariposa nace de sí misma
y danza en el fuego de su tragedia.
Mitad Fénix. Lo que le ha rozado nos roza.
Una semejanza agazapada entre luz y fuego,
entre dos caminos.
No. Nuestro amor no es descuido ni sabiduría. Siempre así, así... así.
De un cielo
a otro semejante
pasan los soñadores.
La mariposa es agua que ansía volar.
Se escapa del sudor de las muchachas y crece
en la nube de los recuerdos.
La mariposa no declama el poema,
es tan ligera que rompe las palabras
como rompen los sueños los soñadores.
Que esté.
Que nuestro mañana esté con nosotros
y también nuestro pasado.
Que nuestro hoy esté presente en el banquete de
este día,
preparado para la fiesta de la mariposa. Y los soñadores pasan sanos y salvos
de un cielo a otro semejante.
De un cielo a otro semejante, pasan los soñadores.
mariposa cuando dejamos
un poco de aceite en los peldaños,
pero olvidamos saludar a nuestra hierbabuena,
olvidamos saludar furtivamente a nuestro mañana
tras nosotros.
La tinta del mediodía sería blanca si no estuviera
el libro de la mariposa en torno nuestro.
Mariposa, fiel a ti misma, sé como
quieras,
antes y después de mi nostalgia. Deja que sea tu ala y que mi locura viva
conmigo cálida.
Mariposa, madre de ti misma, no me abandones
a la suerte que me destinan.
No me abandones.
De un cielo a otro semejante, pasan los soñadores,
séquito de la mariposa,
portando espejos de agua.
Nosotros podemos ser como anhelamos.
De un cielo
a otro semejante
pasan los soñadores.
La mariposa teje con la aguja de luz
los atavíos de su comedia.
La mariposa nace de sí misma
y danza en el fuego de su tragedia.
Mitad Fénix. Lo que le ha rozado nos roza.
Una semejanza agazapada entre luz y fuego,
entre dos caminos.
No. Nuestro amor no es descuido ni sabiduría. Siempre así, así... así.
De un cielo
a otro semejante
pasan los soñadores.
La mariposa es agua que ansía volar.
Se escapa del sudor de las muchachas y crece
en la nube de los recuerdos.
La mariposa no declama el poema,
es tan ligera que rompe las palabras
como rompen los sueños los soñadores.
Que esté.
Que nuestro mañana esté con nosotros
y también nuestro pasado.
Que nuestro hoy esté presente en el banquete de
este día,
preparado para la fiesta de la mariposa. Y los soñadores pasan sanos y salvos
de un cielo a otro semejante.
De un cielo a otro semejante, pasan los soñadores.
(Traducción de María Luisa Prieto)
***
SIN EXILIO, ¿QUIÉN SOY?
(1999)
Extranjero a orillas del río, como al río... me ata
a tu nombre el agua. Nada me devuelve de mi lejanía
a mi palmera: ni la paz ni la guerra. Nada
me incorpora a los Evangelios. Nada... Nada brilla mientras sube y baja la marea
entre el Tigris y el Nilo. Nada
me apea del bajel de Faraón. Nada
me tiene o hace que yo tenga una idea: ni la nostalgia
ni la promesa. ¿Qué haré? ¿Qué
haré sin exilio, sin una larga noche
que escrute el agua?
Me ata
a tu nombre
el agua...
Nada me lleva de las mariposas de mi sueño
a mi realidad: ni el polvo ni el fuego. ¿Qué haré sin la rosa de Samarcanda? ¿Qué
haré en una plaza que bruñe a los rapsodas con piedras
lunares? Tú y yo nos hemos vuelto tan ligeros como
nuestros hogares
a merced de los vientos lejanos. Hemos trabado amistad
con los raros
seres que habitan las nubes... Nos hemos liberado
del peso de la tierra de la identidad. ¿Qué haremos... qué
sin exilio, sin una larga noche
que escrute el agua?
Me ata
a tu nombre
el agua...
Sólo tú quedas de mí, sólo
yo de ti, un extranjero que acaricia el muslo de su
extranjera: Oh
extranjera, ¿qué vamos a fabricar en esta calma
que apuramos... en esta siesta entre dos mitos?
Nada nos tiene: ni el camino ni la casa.
¿Fue este camino así desde el principio,
o acaso nuestros sueños hallaron una yegua
de los mongoles sobre la colina y nos sustituyeron?
¿Qué haré?
¿Qué
sin
exilio?
(Traducción de Luz Gómez García)
***
TENGO LA SABIDURÍA DEL CONDENADO A MUERTE
(2003)
TENGO LA SABIDURÍA DEL CONDENADO A MUERTE
(2003)
Tengo
la sabiduría del condenado a muerte:
No tengo cosas que me posean.
He escrito mi testamento con mi sangre:
“¡Confiad en el agua, moradores de mis canciones!”.
He dormido ensangrentado y coronado con mi mañana...He soñado que el corazón de la tierra era mayor que
Su mapa
Y más claro que sus espejos y mi cadalso.
He creído que una nube blanca me
Ascendía,
Como si yo fuera una abubilla con el viento por alas.Y al alba, la llamada del sereno
Me despierta de mi sueño y de mi lenguaje:
Vivirás en otro cadáver.
Modifica tu último testamento.
Se ha retrasado la fecha de la segunda ejecución.
¿Hasta cuándo?, pregunto.
Esperaré a que mueras más.
No tengo cosas que me posean, respondo,
He escrito mi testamento con mi sangre:
“¡Confiad en el agua,
moradores de mis canciones!”
Y yo, aunque fuera el último,
Encontraría las palabras suficientes...
Cada poema es un cuadro.
Pintaré ahora para las golondrinas
El mapa de la primavera,
para los que pasan por la acera, el azufaifo
y para las mujeres el lapislázuli...El camino me llevará
Y yo le llevaré a hombros
Hasta que las cosas recobren su imagen
Verdadera,
Luego oiré lo genuino:
Cada poema es una madre
Que busca a su hijo en las nubes,
Cerca del pozo de agua.
“Hijo, te daré el relevo.
Estoy encinta”.
No tengo cosas que me posean.
He escrito mi testamento con mi sangre:
“¡Confiad en el agua, moradores de mis canciones!”.
He dormido ensangrentado y coronado con mi mañana...He soñado que el corazón de la tierra era mayor que
Su mapa
Y más claro que sus espejos y mi cadalso.
He creído que una nube blanca me
Ascendía,
Como si yo fuera una abubilla con el viento por alas.Y al alba, la llamada del sereno
Me despierta de mi sueño y de mi lenguaje:
Vivirás en otro cadáver.
Modifica tu último testamento.
Se ha retrasado la fecha de la segunda ejecución.
¿Hasta cuándo?, pregunto.
Esperaré a que mueras más.
No tengo cosas que me posean, respondo,
He escrito mi testamento con mi sangre:
“¡Confiad en el agua,
moradores de mis canciones!”
Y yo, aunque fuera el último,
Encontraría las palabras suficientes...
Cada poema es un cuadro.
Pintaré ahora para las golondrinas
El mapa de la primavera,
para los que pasan por la acera, el azufaifo
y para las mujeres el lapislázuli...El camino me llevará
Y yo le llevaré a hombros
Hasta que las cosas recobren su imagen
Verdadera,
Luego oiré lo genuino:
Cada poema es una madre
Que busca a su hijo en las nubes,
Cerca del pozo de agua.
“Hijo, te daré el relevo.
Estoy encinta”.
Cada
poema es un sueño.
He soñado que soñaba.
Me llevará y le llevaré
Hasta que escriba la última línea
En el mármol de la tumba:
“Me he dormido para volar”. Y llevaré al Mesías zapatos de invierno
Para que camine como los demás
Desde lo alto de la montaña hasta el lago.
He soñado que soñaba.
Me llevará y le llevaré
Hasta que escriba la última línea
En el mármol de la tumba:
“Me he dormido para volar”. Y llevaré al Mesías zapatos de invierno
Para que camine como los demás
Desde lo alto de la montaña hasta el lago.
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31 – CUENTO
ISAAC
ASIMOV
(1920-1992)
(1920-1992)
COMO
OCURRIÓ
Mi hermano empezó a dictar en su mejor estilo oratorio, ése que hace que las tribus se queden aleladas ante sus palabras.
—En el principio —dijo—, exactamente hace quince mil doscientos millones de años, hubo una gran explosión, y el universo...
Pero yo había dejado de escribir.
—¿Hace quince mil doscientos millones de años? —pregunté, incrédulo.
—Exactamente —dijo—. Estoy inspirado.
—No pongo en duda tu inspiración —aseguré. (Era mejor que no lo hiciera. Él es tres años más joven que yo, pero jamás he intentado poner en duda su inspiración. Nadie más lo hace tampoco, o de otro modo las cosas se ponen feas.)—. Pero, ¿vas a contar la historia de la Creación a lo largo de un periodo de más de quince mil millones de años?
—Tengo que hacerlo. Ése es el tiempo que llevo. Lo tengo todo aquí dentro —dijo, palmeándose la frente—, y procede de la más alta autoridad.
Para entonces yo había dejado el estilo sobre la mesa.
—¿Sabes cuál es el precio del papiro?— dije.
—¿Qué?
Puede que esté inspirado, pero he notado con frecuencia que su inspiración no incluye asuntos tan sórdidos como el precio del papiro.
—Supongamos que describes un millón de años de acontecimientos en cada rollo de papiro. Eso significa que vas a tener que llenar quince mil rollos. Tendrás que hablar mucho para llenarlos, y sabes que empiezas a tartamudear al poco rato. Yo tendré que escribir lo bastante como para llenarlos, y los dedos se me acabaran cayendo. Además, aunque podamos comprar todo ese papiro, y tu tengas la voz y la fuerza suficientes, ¿quién va a copiarlo? Hemos de tener garantizados un centenar de ejemplares antes de poder publicarlo, y en esas condiciones, ¿cómo vamos a obtener derechos de autor?
Mi hermano pensó durante un rato. Luego dijo:
—¿Crees que deberíamos acortarlo un poco?
—Mucho —puntualicé, si esperas llegar al gran público.
—¿Qué te parecen cien años?
—¿Qué te parecen seis días?
—No puedes comprimir la Creación en sólo seis días —dijo, horrorizado.
—Ése es todo el papiro de que dispongo —le aseguré—. Bien, ¿qué dices?
—Oh, está bien —concedió, y empezó a dictar de nuevo—. En el principio...
—¿De veras han de ser solo seis días, Aaron?
— Seis días, Moisés —dije firmemente.
Mi hermano empezó a dictar en su mejor estilo oratorio, ése que hace que las tribus se queden aleladas ante sus palabras.
—En el principio —dijo—, exactamente hace quince mil doscientos millones de años, hubo una gran explosión, y el universo...
Pero yo había dejado de escribir.
—¿Hace quince mil doscientos millones de años? —pregunté, incrédulo.
—Exactamente —dijo—. Estoy inspirado.
—No pongo en duda tu inspiración —aseguré. (Era mejor que no lo hiciera. Él es tres años más joven que yo, pero jamás he intentado poner en duda su inspiración. Nadie más lo hace tampoco, o de otro modo las cosas se ponen feas.)—. Pero, ¿vas a contar la historia de la Creación a lo largo de un periodo de más de quince mil millones de años?
—Tengo que hacerlo. Ése es el tiempo que llevo. Lo tengo todo aquí dentro —dijo, palmeándose la frente—, y procede de la más alta autoridad.
Para entonces yo había dejado el estilo sobre la mesa.
—¿Sabes cuál es el precio del papiro?— dije.
—¿Qué?
Puede que esté inspirado, pero he notado con frecuencia que su inspiración no incluye asuntos tan sórdidos como el precio del papiro.
—Supongamos que describes un millón de años de acontecimientos en cada rollo de papiro. Eso significa que vas a tener que llenar quince mil rollos. Tendrás que hablar mucho para llenarlos, y sabes que empiezas a tartamudear al poco rato. Yo tendré que escribir lo bastante como para llenarlos, y los dedos se me acabaran cayendo. Además, aunque podamos comprar todo ese papiro, y tu tengas la voz y la fuerza suficientes, ¿quién va a copiarlo? Hemos de tener garantizados un centenar de ejemplares antes de poder publicarlo, y en esas condiciones, ¿cómo vamos a obtener derechos de autor?
Mi hermano pensó durante un rato. Luego dijo:
—¿Crees que deberíamos acortarlo un poco?
—Mucho —puntualicé, si esperas llegar al gran público.
—¿Qué te parecen cien años?
—¿Qué te parecen seis días?
—No puedes comprimir la Creación en sólo seis días —dijo, horrorizado.
—Ése es todo el papiro de que dispongo —le aseguré—. Bien, ¿qué dices?
—Oh, está bien —concedió, y empezó a dictar de nuevo—. En el principio...
—¿De veras han de ser solo seis días, Aaron?
— Seis días, Moisés —dije firmemente.
CONTRATAPA:
SANTAFESINOS
JOSÉ BARTOLOMÉ PEDRONI FANTINO
(Gálvez-Santa Fe-Argentina)
(Gálvez-Santa Fe-Argentina)
LA INVASIÓN GRINGA
1
Hoy nadie llegaría.
Pero ellos llegaron.
Sumaban mil doscientos.
Cruzaron el Salado.
Al cruzarlo, afanosos,
lo probaron.
Y los hombres dijeron
-¡Amargo!-
Pero siguieron.
En la espalda traían clavados
dos ojos de fuego,
los de Aarón Castellanos,
salteño.
Los barcos
(uno. . . dos. . .
tres. . . cuatro. . .)
ya volvían vacíos
camino del Atlántico.
Su carga estaba ahora
en un convoy de carros:
relumbre de guadañas;
desperezos de arados;
hachas, horquillas,
palos;
algún fusil alerta;
algún vaivén de brazos;
nacido en el camino,
algún niño llorando.
El trigo lo traían las mujeres
en el pelo dorado.
Hojas de viejos libros
volaban sobre el campo.
2
¿Dónde se hallaba el oro,
de todos alabado?.
El oro estaba en un pequeño árbol;
el oro era un engaño;
sólo pequeñas flores
de oro perfumado.
Aromitos floridos,
orillas del Salado.
3
Los indios
-un indio cada árbol-
iban retrocediendo;
no podían mirarlos.
Los ojos renegridos se cerraban
frente a los ojos claros
que tenían la fuerza
del cielo diáfano.
-“¿Cómo hacer
para ahogarlos?.
Esperemos la noche
tirados en los pastos.
Esperemos na noche
juntadora de pájaros”-.
Con la noche salieron de caza
los ojos malos.
Y se llenó la noche
de pájaros asustados.
Pero del fondo de la tierra
ya subía el milagro:
el linar de las flores azules,
el linar azulado,
donde los ojos gringos
fueron multiplicados.
4
Un niño que pregunta
cuándo vuelven los barcos.
Un mano de madre que detiene
la pregunta en los labios.
Un hombre con los ojos
clavados en el campo.
Una mujer que escribe:
-Ya llegamos.
Hay árboles enormes;
muchos pájaros;
una cruz en el cielo, luminosa,
un río amargo. . .
5
Su lengua era difícil.
Sus nombres eran raros.
Los gauchos se murieron
sin poder pronunciarlos.
Bérlincourt se llamaban,
que es un hilo enredado.
Zíngerling se llamaban:
campanita sonando.
Zimmermann: un dibujo
del mar atravesado.
(Más atrás ya venían
los nombres italianos,
Boncompagni adelante:
el vino derramado).
6
Una mujer que escribe:
-Nos casamos.
La tierra es nuestra ¡nuestra!.
Todo lo que tocamos
va siendo nuestro:
el buey, el horno, el rancho. . .
Nuestros todos los árboles;
nuestro un único árbol,
tan grande, tan copioso,
que da gusto mirarlo.
Es una nube verde
asentada en el campo.
7
Y como todo vuelve
-flor, golondrina, barco. . .-,
un día serenísimo volvieron
los cantos ahuyentados;
volvieron uno a uno,
como pájaros.
Iban de boca en boca
los pájaros cantando;
de la boca del mozo,
orilla del Salado,
a la boca del hombre
que derribaba el árbol;
de la boca del hombre,
derribando,
a la boca del ama que tejía
con los ojos cerrados.
Del lado “de la tierra”
la música y el canto.
Del lado de Esperanza
el trigal avanzando.
INDIO
Quien ordenó la
carga del arado
Ordenaba tu muerte el mismo día.
Ella tuvo lugar junto al Salado
Con paloma y calandria, a mano fría.
Ordenaba tu muerte el mismo día.
Ella tuvo lugar junto al Salado
Con paloma y calandria, a mano fría.
No te valió tu
entrega de venado
Frente al duro invasor que te temía.
No te valió tu miel de despojado.
Sólo la dulce espiga te quería.
Frente al duro invasor que te temía.
No te valió tu miel de despojado.
Sólo la dulce espiga te quería.
Descendiente de
gringo y su pecado,
Por cementerio de tu alfarería,
A lo largo del río voy callado.
Por cementerio de tu alfarería,
A lo largo del río voy callado.
La culpa de tu
muerte es culpa mía.
Indio, dime que soy tu perdonado
Por el trigo inocente que nacía.
Indio, dime que soy tu perdonado
Por el trigo inocente que nacía.
MATERNIDAD (FRAGMENTO)
Desde que sé, oh
amiga, que llevas el misterio;
Tu nombre es la caricia de mi semblante serio.
Del corazón me vienen palabras de alabanza
Y las manos me tiemblan ligeras de esperanza.
Mis manos, como niños que ríen olvidados,
Después de haber llorado.
Tu nombre es la caricia de mi semblante serio.
Del corazón me vienen palabras de alabanza
Y las manos me tiemblan ligeras de esperanza.
Mis manos, como niños que ríen olvidados,
Después de haber llorado.
Mujer: en un
silencio que me sabrá a ternura,
Durante nueve Lunas crecerá tu cintura;
Y en el mes de la siega tendrás color de espiga,
Vestirás simplemente y andarás con fatiga.
Durante nueve Lunas crecerá tu cintura;
Y en el mes de la siega tendrás color de espiga,
Vestirás simplemente y andarás con fatiga.
El hueco de tu
almohada tendrá un olor a nido,
Y a vino derramado nuestro mantel tendido.
Si mi mano te toca,
Tu voz, con vergüenza, se romperá en tu boca
Lo mismo que una copa.
El cielo de tus ojos será un cielo nublado.
Tu cuerpo todo entero, como un vaso rajado
Que pierde un agua limpia. Tu mirada un rocío.
Tu sonrisa la sombra de un pájaro en el río.
Y a vino derramado nuestro mantel tendido.
Si mi mano te toca,
Tu voz, con vergüenza, se romperá en tu boca
Lo mismo que una copa.
El cielo de tus ojos será un cielo nublado.
Tu cuerpo todo entero, como un vaso rajado
Que pierde un agua limpia. Tu mirada un rocío.
Tu sonrisa la sombra de un pájaro en el río.
Y un día, un dulce
día, quizá un día de fiesta
Para el hombre de pala y la mujer de cesta;
El día que las madres y las recién casadas
Vienen por los caminos a las misas cantadas;
El día que la moza luce su cara fresca,
Y el cargador no carga, y el pescador no pesca...
-Tal vez el Sol deslumbre; quizá la Luna grata
Tenga catorce noches y espolvoree plata
Sobre la paz del monte; tal vez en el villaje
Llueva calladamente; quizá yo esté de viaje...-
Para el hombre de pala y la mujer de cesta;
El día que las madres y las recién casadas
Vienen por los caminos a las misas cantadas;
El día que la moza luce su cara fresca,
Y el cargador no carga, y el pescador no pesca...
-Tal vez el Sol deslumbre; quizá la Luna grata
Tenga catorce noches y espolvoree plata
Sobre la paz del monte; tal vez en el villaje
Llueva calladamente; quizá yo esté de viaje...-
Un día, un dulce día
con manso sufrimiento,
Te romperás cargada como una rama al viento,
Y será el regocijo de besarte las manos,
Y de hallar en el hijo
Tu misma frente simple, tu boca, tu mirada,
Y un poco de mis ojos, un poco, casi nada...
Te romperás cargada como una rama al viento,
Y será el regocijo de besarte las manos,
Y de hallar en el hijo
Tu misma frente simple, tu boca, tu mirada,
Y un poco de mis ojos, un poco, casi nada...
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