Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com

GACETA VIRTUAL Nº 88– Marzo de 2014– Año VIII – Nº 3

GACETA VIRTUAL Nº 88– Marzo de 2014– Año VIII – Nº 3


Imágenes: LEONID AFRÉMOV

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

EDUARDO GALEANO
(Montevideo-Uruguay)

DEFENSA DE LA PALABRA

8-
Por otra parte, ¿puede realizarse cabalmente una cultura nacional en países donde las bases materiales del poder no son nacionales, o dependen de centros extranjeros? Si esto no es posible, ¿qué sentido tiene escribir? No hay un "grado cero" de la cultura, así como no existe un "grado cero" de la historia. Si reconocemos una inevitable continuidad entre la etapa del dominio y la etapa de la liberación en cualquier proceso de desarrollo social, ¿por qué negar la importancia de la literatura y su posible función revolucionaria en la exploración, revelación y difusión de nuestra verdadera identidad o de su proyecto? El opresor quiere que el espejo no devuelva al oprimido más que una mancha de azogue. ¿Qué proceso de cambio puede impulsar un pueblo que no sabe quién es, ni de dónde viene? Si no sabe quién es, ¿cómo puede saber lo que merece ser? ¿No puede la literatura ayudar, directa o indirectamente, a esa revelación? En gran medida, pienso, la posibilidad del aporte depende del grado de intensidad de la comunidad del escritor con las raíces, los andares y el destino de su pueblo. También de su sensibilidad para percibir el latido, el sonido y el ritmo de la auténtica contra-cultura en ascenso. Muchas veces lo que se considera "incultura" contiene semillas o frutos de "otra" cultura, que enfrenta a la cultura dominante y no tiene sus valores ni su retórica. Se la suele menospreciar, por error, como a una mera repetición degradada de los productos "cultos" de la élite o de los modelos culturales que el sistema fabrica en serie, pero a menudo es más reveladora y valiosa una crónica popular que una novela "profesional", y el pulso de la vida real se siente con más fuerza en ciertas coplas anónimas del cancionero nacional que en muchos libros de poesía escritos en el código de los iniciados; los testimonios de la gente que de mil modos expresa sus lastimaduras y sus esperanzas frecuentemente resultan más elocuentes y bellos que las obras escritas "en nombre del pueblo". Nuestra auténtica identidad colectiva nace del pasado y se nutre de él - huellas sobre las que caminan nuestros pies, pasos que presienten nuestros andares de ahora - pero no se cristaliza en la nostalgia. No vamos a encontrar, por cierto, nuestro escondido rostro en la perpetuación artificial de trajes, costumbres y objetos típicos que los turistas exigen a los pueblos vencidos. Somos lo que hacemos, y sobre todo lo que hacemos para cambiar lo que somos: nuestra identidad reside en la acción y en la lucha. Por eso la revelación de lo que somos implica la denuncia de lo que nos impide ser lo que podemos ser. Nos definimos a partir del desafío y por oposición al obstáculo. Una literatura nacida del proceso de crisis y de cambio y metida a fondo en el riesgo y la aventura de su tiempo, bien puede ayudar a crear los símbolos de la realidad nueva y quizás alumbre, si el talento no falta y el coraje tampoco, las señales del camino. No es inútil cantar al dolor y la hermosura de haber nacido en América.


PÁGINA 2 – CUENTO

OSVALDO SORIANO
(Mar del Plata-Buenos Aires-Argentina)

CAÍDAS

Mi padre tuvo tantas caídas que al final no recordaba la primera. Lo vi despeñarse con una motoneta camino de Plaza Huincul y años más tarde se dio vuelta con el Gordini, cerca de Cañuelas. Mi madre me contó que una vez, cuando yo era muy chico, se cayó sin mayores daños de un poste de teléfonos y que como era bastante distraído solía tropezarse con los juguetes que yo dejaba tirados en el suelo.
Una tarde de diciembre de 1960 alguien vino a avisarme que lo había atropellado un auto. Llegué sin aliento en una bicicleta prestada y lo encontré estirado en la calle. Estaba un poco despeinado, con los ojos abiertos y la cara muy blanca. Sobre el asfalto había un poco de sangre manchada por las huellas de unos zapatos. La gente se apartó para dejarme pasar y un tipo me dijo que ya estaba por venir la ambulancia. Alguien que le había puesto un pulóver bajo la nuca me alcanzó los anteojos que se habían roto con la caída.
Nadie hablaba y yo no sabía qué decir. Me arrodillé a su lado y le hablé al oído tratando de que la voz no me saliera muy asustada. Le pregunté si podía escucharme y alguna tontería más, pero no abrió la boca. Entonces fui a pedir que me ayudaran a llevarlo al hospital pero me dijeron que no convenía moverlo porque debía estar muy estropeado. El paisano de sombrero negro que lo había atropellado estaba llorando dentro del coche y tampoco me hizo caso. Volví a sentarme en la vereda y le tomé una mano. Estaba fría y blanda como la panza de un pescado. No llevaba más que el anillo de casamiento y el omega con la correa de cuero. Me pregunté qué hacía allí, en la otra punta del pueblo, cruzando la calle como un chico atolondrado. En esos días había cumplido los cincuenta y recién ahora me doy cuenta de que corría contra el tiempo. No había hecho nada que le sirviera a él y la única vez que salió en los diarios fue después del accidente, entre un cuatrero detenido en General Roca y un incendio en la usina de Arroyito.
Con los primeros calores de aquel verano había tomado la decisión de abandonar Obras sanitarias y montar un taller de tornería. Mi madre se oponía porque no creía en su suerte. Entonces me llamó a su escritorio para que le dijera con toda sinceridad si yo le veía futuro en los negocios. De verdad, visto como lo vi entonces, con el chaleco de lana gastado y el pantalón lustroso, no me animé a apostar por él. Me convidó un cigarrillo, dejó que le explicara un complicado asunto de polleras y ya pasada la medianoche, en voz muy baja, me explicó que estaba cansado de esperar, de correr de un desierto a otro mientras se le iban los años y se le arrugaban los cueros.
Dijo no estar arrepentido de nada pero se le leía la culpa en los ojos. ¿Culpa de qué? Nunca lo sabré. Aquella noche intentó darme otro de sus consejos, pero no servía para eso. palabras más o menos, me dijo: "Por mejor que uno se explique y justifique, nada cambia. Siempre se cometen los mismos errores. Una caída dibuja la próxima y por eso creemos en un Dios, en alguien que haya aprendido a no quemarse dos veces con la misma leche". Cosas así eran las que solía recitarme a la medianoche mientras limpiaba compases y tiralíneas frente al tablero de dibujo.
Le dije que no se calentara, que cualquiera hacía plata si eso era lo único que se proponía y que él estaba para otra cosa. lo suyo era correr por ahí, andar a la deriva para no llegar a ninguna parte. A él y a mí nos daba lo mismo un lugar u otro siempre que tuviera una estación y algunas leguas por delante.
Ese día salimos a caminar por los andurriales, yo estornudando por el polen y él tosiendo su tabaco. Me hablaba de lo que haría cuando tuviera un taller con seis tornos y no sé cuántas máquinas para fabricar herramientas. De a ratos lo situaba en Córdoba y después lo ponía en Mendoza para abastecer también a los chilenos. sin darnos cuenta llegamos al río y de pronto se jactó de haber sido muy buen nadador en su juventud, allá en Campana. Señalo la isla bajo el puente y me desafió a ganarle a contracorriente. Cambié de conversación porque el Limay es profundo y temí que se ahogara. Yo tenía menos de veinte años y me parecía imposible que mi padre pudiera ganarme en algo. Insistió y puse como excusa una contractura del fútbol o algo parecido. No me oyó o no quiso oírme y empezó a quitarse la ropa ahí mismo, abajo de la luna, hasta que sólo se quedó con unos ridículos calzoncillos celestes que le llegaban hasta las rodillas. bravuconeaba, supongo. Tenía todo el pelo blanco pero ahora estaba de nuevo en el delta junto a sus amigos y con toda la vida por delante. No sé qué pensé mientras lo miraba alejarse tirando brazadas. Creo que me daba pena verlo pelear contra su propia sombra. Me toreaba a mí pero la bronca, como el agua, venía de lejos y nos mojaba a los dos. En un momento lo perdí de vista hasta que al rato me gritó desde la isla. Yo no quería seguirle el juego. Tampoco estaba seguro de animarme a travesar el río. Le contesté que se dejara de joder, que volviera, y me senté a esperarlo. Calculé que no iba a tardar porque no podía estar mucho tiempo sin fumar. Pero también esa vez me equivoqué. Me pidió que escondiera su ropa y que me fuera a casa porque tenía ganas de dar un paseo por la isla. A dos pasos había un muelle con botes pero ninguno de los dos quería ridiculizarse. Llamé al barquero y le di la poca plata que tenía para que le alcanzara el paquete de cigarrillos e intentara traerlo de vuelta. Pero no volvió. Se quedó pitando en silencio en la otra orilla hasta que me cansé de su juego y me fui a dormir.
Creo que fue ese episodio el que lo alejó por un tiempo de mí y del taller de tornería. La tarde en que lo encontré tirado en la calle temí que se muriera con la impresión de que yo lo había abandonado. La ambulancia tardó siglos en llegar y lo llevó a un hospital donde me dijeron que tenía el cráneo roto. Mi madre se quedaba a su lado durante la mañana y a la tarde iba yo. Cuando pudo mover los labios me dijo que se había gastado el aguinaldo completo en la primera cuota del torno y no se animaba a decírselo a mi madre.
Era otro de sus juguetes tardíos pero todavía no estaba seguro de poder disfrutarlo. "¿Me voy a morir?", me preguntó cuando se dio cuenta de que tenía una bolsa de hielo sobre la cabeza. Le dije que no, aunque no era seguro, y le pregunté dónde estaba su famoso torno. "Llega de Buenos Aires en el tren de la semana que viene; es una hermosura, no te imaginás", me contestó muy serio. Una enfermera había puesto las cosas que llevaba sobre la mesa de luz. El pañuelo, el encendedor, la billetera vacía, unas monedas y el folleto del torno que era italiano y parecía una nave espacial. "¿Te duele?", dije y me senté cerca de la ventana a mirar a las chicas que atravesaban el jardín. "Sí, desde hace mucho", murmuró. "¿Qué me pasó ahora?" Le conté que lo había agarrado un auto y se había golpeado la cabeza contra el pavimento. Pareció sorprenderse, como si le dijera que se había caído de la calesita: "Y a tu madre, ¿qué le vamos a decir?". Se refería al aguinaldo y a todo lo que otra vez no podríamos comprar. Cerró los ojos y se durmió. O tal vez en su confusión de huesos rotos y sesos desbaratados pensaba en lo buena que hubiera sido su vida sin mi madre y sin mí. Me incliné para decirle al oído que no siempre se puede ganar, que a veces hay que saber quedarse de este lado de la orilla. Hizo una mueca de disgusto y entornó los párpados: "Eso es de cobardes; los ríos están para que uno los cruce". Como siempre, del infortunio sacaba alguna lección que lo disculpaba ante los demás.
Después de hablar con el médico tuve miedo de que aquella fuera su última metáfora. A mi madre le dije que la plata del aguinaldo se la habían robado en la calle mientras estaba caído y que de todos modos para nosotros no habría fiestas ese fin de año. Antes de Navidad lo trasladaron a casa, flaco y vendado como un faquir. Ocultaba el folleto del torno abajo de la almohada. No sé si mi madre se creyó el cuento del aguinaldo robado, pero en Nochebuena no tuvimos festejos ni palabras bonitas. Mi padre pasaba las horas inmóvil, con la mirada puesta en el techo. Un día me hizo una seña para que me inclinara a escucharlo: "Vendelo", susurró, "cuando llegues vendelo por lo que te den". Me pareció que contenía un lagrimón y le dije que no, que ahora estaba en medio de la corriente y tenía que nadar. Después de todo, eso era lo que había querido enseñarme. Hizo un gesto de alivio, me pasó un brazo alrededor del cuello, y dijo: "Está bien, pero no te olvides de mandarme un bote con los cigarrillos".


PÁGINA 3 – NUESTRA POESÍA

MIGUEL ANGEL GAVILAN
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

VARADERO SARSOTTI

I

Tras el río, está la casa.
Un tembladeral de viento
aflauta
las chapas que la componen.
Algún que otro junco
le da la tersura verde
que la vuelve mirable.

Ahí es el lugar donde el invierno
dice estar protegido.
Donde una fogata
se vuelve el tiempo del atardecer
(rojo tiempo),
la sumersión de cualquier altanería
que no se componga
de agua.

Si se la ve mucho,
un sueño se escapa
de la ventana abierta.
Un sueño que parece torcaza
demorada.
Costado plumoso de barro y siesta.
Se pone en movimiento,
se vuelve casa
en la cumbre del río.

Luminosa congoja.

II

La madre
sacó brillos
a las cinco cabelleras oscuras.
Repartió manzanas,
una para cada hijo,
un premio para cada árbol
plantado en plena vida.

Con trazos hombrunos
se dibujó
la distancia
entre sus ojos y el olvido.
Comió una sopa de cebollas,
ahogó una enagua
en el fuentón
jabonado de  amarillo.
En el trajín,
se miró
en un triángulo de espejo
para reconocerse.

(Madre de cinco árboles
cinco raíces que la mantenían dormida
sobre el agua).

Y mientras agitaba el fuego,
(pura ceniza
de madera
¿muerta?),
penca de junto
en lengüetazo de llamas,
fue deshaciendo sus pasos
hasta esa cuidada hipocresía.

El pescador, su dueño,
desenredando redes
en el lomo marrón  del Salado,
los pañales cagados,
la cuerda
dividiendo la orilla de enfrente
en dos listones de eucaliptos.
Y su progenie,
ramificando un barrizal de achiras.

Cuando terminó de recorrer su casa,
volviendo a sabores,
a masacres de noches violadas,
a porotos que se hierven
en una cacerola sin asas,
manchón negro,
carbonilla y mediodía.
Cuando terminó de perderse
en esa hegemonía de consuelo,
afán vivido,
vapor que tapa alguna sonrisa,
alguna boca que falta;
es decir, cuando reconoció
que esas cinco monedas
eran la recompensa de manzanas,
frutas frescas,
para la vejez de su lástima,
decidió que alguien estaba de más
entre los dormidos.

Se ahogó con la noche.
Y dejó su lugar a la paloma.

III

Los boyeros
pasan de largo por esa orilla.

Un olor extraño,
como de  sueño desabrido,
como de  clamor olvidado,
espanta a los paseantes.

Basta verla
para saber que allí
se despiertan unos ángeles
cada tarde.
Abren la puerta,
desperezan sus alas.
Con parsimonia, se guardan adentro.

Una gangrena.
una fiebre de musgo
poda cualquier oración.
Y el río tritura
la memoria
de los niños muertos
con un ventarrón
de tiempo rojo
por las columnas,
por los cimientos.


GREGORIO ECHEVERRÍA
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

BUCEAR EN LA NEGRURA

Esa negrura cósmica infinita / ciertamente una imagen
terrible —apropiada para describir un thriller
o una secuencia de Startreck— una connotación
de abismo que produce vértigo si es que nos referimos
al entorno de una cuestión sentimental / sin embargo
tal vez cerrar los ojos y entregarse al mareo de calzar
unas alas y enfilar raudamente hacia Orión
o las inmediaciones de Perseo / apreciando cómo la quilla
hiende la espesura de la noche interminable y a nuestro
avance resplandecen los soles y todas las estrellas dejan
polvo de luz en cada poro de la nave / sea la única vía
de bucear al encuentro bautismal del otro / esa otra piel
que desangrando sus miedos y sus nuncas nos contenga.

ESTADOS DE LA MATERIA

Toda materia transita estados diferentes / tomemos —por ejemplo—
el unicornio / retoño de una yegua robusta (seguramente zaina)
sólidos cascos / crines y cuero sólidos / hasta que en una noche
de noviembre de esas que tanto excitan a las brujas y a las vírgenes
en celo / la pelambre del potrillo vira / sin advertencia a un azulado
líquido mucho más violento que un zafiro de Isfahan / hablo
de un azul tan salvaje como una disolución de vitriolo de cobre
amoniacal cuya tonalidad es atribuida (para confundir incrédulos)
a la presencia de un anión diamincúprico / aquí nuestro potrillo
ya cabalmente azul y líquido / azules ojos dentadura y el terciopelo
de los belfos / líquido cuello remos y hasta la crin caudal / incluso
su relincho ya cascada interminable de una loción azul olor a menta
y a ruibarbo / mismo el sudor sus babas y la espuma que clausura
sus tormentas de amor y los galopes por mis campos al sur
es —rememoro desde el diván— la clave más feliz del unicornio
su paisaje más vivo cuando su dentadura imprime estigmas diestros
bajo el superyo de las doncellas y en las nalgas de las mujeres castas.
Después ruedan las lunas y los humores —cúmulus impreciso
de espuma azul efervescente— destilan hasta el punto de esa gentil
evanescencia de los suspiros y los mitos / en azul ya menos denso
el unicornio inventa vestiduras de un espejismo helado y brota al fin
sobre su frente el cuerno bronce bello torneado (codicia de los viejos
maestros para cebo del sol en sus retortas) / él se inviste a sí mismo
de un halo —aura— extático / ya no lo tientan los campos
ni las vírgenes / mera estatua del potrillito aquel en diferida.

En noches de primavera padezco el escozor del cuerno / compulsión
de rascarme echándolo de mí / pero mi cuerpo es aire / un solo
pensamiemto de azul sin objetivos / una masa de gas y cicatrices
sin formas ni entropía / un cuerno hueco azul en el vacío.

EN GAJOS AMARILLOS

Caminar entre los astros y esas constelaciones
que remezclando la urgencia de los fucsia al dulzor
de la verdura casi evanescente casi enamorada
trepando al costado de unos pájaros calcáreos
induce ráfagas azules en la cabellera de las algas
que ni siquiera es el reflejo de esas lascivas brumas
sino el licor amoniacal intenso que exudan
con inocencia algunas noctilucas y los nácares
sembrados bajo la luna de los parques / Amador
se adormece a compás del hervidero de burbujas
que separa los equinoccios en gajos amarillos
y verdosos más acá de los dormidos hipocampos
más allá de los paguros ermitaños y los pargos.


PÁGINA 4 – ENSAYO

JAVIER ÚBEDA IBÁÑEZ
(Jatiel-Teruel-España)

EL CAMINO

Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010) es uno de los autores más relevantes de la literatura española contemporánea, se dio a conocer como novelista con La sombra del ciprés es alargada con la que ganó el premio Nadal en 1947. Entre su vasta obra figuran títulos conocidos por todos como Mi idolatrado hijo Sisí, El camino, Las ratas, Cinco horas con Mario, Las guerras de nuestros antepasados, Los santos inocentes, Señora de rojo sobre fondo gris o El hereje.

Algunas de estas obras han sido adaptadas al cine o al teatro con mucho éxito y están en la mente de todos nosotros, como es el caso de Cinco horas con Mario, cuya versión teatral en 1979 fue protagonizada por la actriz vallisoletana Lola Herrera o Los santos inocentes cuya adaptación cinematográfica corrió a cargo de Mario Camús y por la que recibieron los actores de la película, Alfredo Landa y Francisco Rabal, el premio a la interpretación en el Festival de Cannes. De la novela El camino también tenemos una película, de hecho, fue la primera de sus obras que se llevó al cine, lo hizo Ana Mariscal en 1964, y aparte también se rodaron para televisión una serie de cinco episodios dirigidos por Josefina Molina que fueron emitidos en Televisión Española en 1978. Otras adaptaciones al cine de algunas de sus mejores novelas fueron: Retrato de familia (adaptación de Mi idolatrado hijo Sisí), 1976; La guerra de papá (adaptación de El príncipe destronado) en 1977; El disputado voto del señor Cayo en 1986; El tesoro en 1988; La sombra del ciprés es alargada, en 1990; Las ratas en 1996 y Una pareja perfecta (adaptación de Diario de un jubilado) en 1998.

Delibes ha recibido los más prestigiosos galardones como lo demuestra la siguiente enumeración: el Premio Nacional de Literatura (1955), el Premio de la Crítica (1962), el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, ex aequo con Gonzalo Torrente Ballester (1982), el Premio Nacional de las Letras (1991) y el Premio Cervantes de Literatura (1993). En el año 1973 fue nombrado miembro de la Real Academia Española ocupando el sillón “e” minúscula.

Otros reconocimientos que podríamos mencionar son los siguientes: en 1983 fue investido Doctor honoris causa por la Universidad de Valladolid y en 1984, justo un año más tarde, la Junta de Castilla y León le concedió el Premio de las Letras. Y en 1987 también fue investido Doctor honoris causa, pero esta vez por la Universidad Complutense de Madrid. Y su última gran novela, El hereje, que es todo un homenaje a Valladolid, se publicó en 1998, recibiendo por ella el Premio Nacional de Narrativa y este alegato a favor de la conciencia está considerado hoy en día como la más ambiciosa de sus novelas e incluso su obra cumbre.

El camino es su tercera novela. Se publicó en 1950 y supuso su consagración definitiva como escritor. Asistimos a un libro iniciático (o de iniciación a la vida), en el que vemos cómo un niño va dejando atrás la infancia y se despide así de una etapa cuyo encanto y fascinación acabamos comprendiendo quizá cuando ya es demasiado tarde y se nos ha escapado entre los dedos. Y también es un libro iniciático en el sentido de que el protagonista tiene que dejar su pueblo, un mundo conocido, para enfrentarse al mundo desconocido de la ciudad donde tendrá que empezar, prácticamente, de cero.

Uno de los grandes hallazgos de este libro es la consecución de un estilo narrativo fresco y directo que podemos apreciar sobre todo en los diálogos entre los niños combinado de forma inteligente con otro estilo un poco más depurado que es el que predomina en las descripciones dotándolas de un fino lirismo y humor exentos de grandilocuencias. Una forma de escribir, en general, que apuesta por la sencillez, la naturalidad y la autenticidad tanto en la forma (lenguaje sencillo) como en el contenido (una historia cotidiana), todo esto le confiere un ritmo ágil a toda la novela y la convierte por ende en una obra muy amena y fácil de leer.

Además, el cultivo del lenguaje coloquial se ajusta bien al discurso y devenir cotidiano del pueblo. Y consideramos que la descripción es otra gran baza de esta obra, con un enfoque realista y un tono elegiaco nos muestra la vida austera y muchas veces mísera de las gentes de Castilla en los años de la posguerra, y es que también hay algo de novela social, de realismo social y de crítica al retratar tan bien y claramente a la sociedad de la posguerra como volverá a hacer más tarde en otras de sus muchas novelas o como harán también otros grandes maestros contemporáneos, por ejemplo, Camilo José Cela en La colmena.

El protagonista principal de toda esta historia es Daniel, el Mochuelo, hijo de los queseros del pueblo. Un niño inteligente y sensible al que han apodado, el Mochuelo, porque posee unos ojos verdes grandes y redondos, y siempre está con la mirada muy atenta observándolo todo como con miedo, y dado que Daniel es un poco tímido y callado se siente muy a gusto rodeado de sus inseparables amigos: Roque, el Moñigo y Germán, el Tiñoso, que son los otros indudables protagonistas de esta historia. Porque Roque al contrario que Daniel es valiente y posee un carácter fuerte y físicamente es alto y corpulento mientras que Daniel en este último aspecto es más bien normalito. Germán, en cambio será el más debilucho de los tres, cojea, tiene calvas, de ahí le viene el mote de “el Tiñoso”, puesto que como le encantaba jugar con los pájaros dicen que estos le pegaron las calvas, no obstante, por lo demás es un muchacho inteligente y perseverante. Con ellos descubriremos que Delibes es todo un creador de personajes, y después de leer esta emotiva narración tampoco podremos olvidar al resto de personajes que acompañan a Daniel en su camino, nunca mejor dicho, y que el autor logra dibujar a la perfección ahondando con pinceladas vívidas y certeras en sus caracteres, nos referimos, entre otros, a: Don Moisés (el maestro); Las hermanas Irene y Lola, conocidas como las Gindillas (las tenderas del pueblo); Paco, el Herrero; Quino, El Manco (el tabernero)…

Respecto al espacio, toda la acción transcurre en un pueblo de la meseta castellana, por lo que conoceremos bien la iglesia de don José; la escuela de don Moisés; la taberna del Manco; el huerto de Lucas, el Mutilado, donde robarán unas manzanas los niños en una de sus correrías, la poza del Inglés, donde los niños acostumbraban a bañarse y matar culebras; precisamente, justo al final del libro, Germán, el Tiñoso, pondrá una nota amarga al resbalar en este juego y desnucarse, falleciendo poco antes de la partida de Daniel y provocando con ello que la marcha de Daniel se haga aún más difícil. Y, respecto al tiempo, la narración abarca toda una noche, por ello será el pasado el tiempo verbal que domine en todo momento. Y el punto de vista adoptado será uno de los que más juego da: la tercera persona, bien Daniel o bien un narrador omnisciente serán los encargados de contárnoslo todo.

Por otra parte, al leer esta obra nos sumergiremos de lleno en la naturaleza de la mano de Delibes, ya que El camino es todo un cántico y alegato en favor de la naturaleza en clara contraposición al mundo de la ciudad, la vida en el campo representa lo positivo: lo natural, lo sano… no en vano Delibes se definía a sí mismo como “el cazador que escribía” porque le encantaba el campo y era muy aficionado a la caza y a la pesca, de hecho algunas de sus novelas más destacadas están ambientadas en el medio rural desempeñando este, además, un papel fundamental como ocurre por ejemplo en Las ratas, Los santos inocentes o El camino. Y muchas veces esto iba unido a un gran realismo social denunciando las injusticias, el atraso, el caciquismo… que sufría, sobre todo, el campo castellano en la etapa dura y difícil de la posguerra.

Recapitulando, un gran tema central: la infancia y la amistad entre los niños, la gran camaradería que surge entre los tres amigos, ya que este libro consigue retratar nítidamente a un niño de once años en un momento clave de su vida cuando deja de ser ya un niño para convertirse en un hombre. La historia se nos presenta con una estructura circular comienza con Daniel que tiene que irse a estudiar a la ciudad y termina cuando, por fin, se marcha a estudiar a la ciudad. El argumento es simple y está contado de una manera sencilla. Toda la narración aparece en tercera persona a través de la voz de Daniel y a veces esta voz se alterna con la de un narrador omnisciente también en tercera persona, que como buen narrador omnisciente lo sabe todo.

Y, por último, solo nos quedaría por señalar que lo más importante es que, desde lo particular, desde esta pequeña, sencilla y podríamos llegar a pensar que hasta insignificante trama, y entonces estaríamos equivocándonos, dada la magia de la literatura que solo logran alcanzar los grandes autores de todos los tiempos, la historia cala, trasciende, ahonda en nuestros espíritus y alcanza la universalidad, pese a que el tiempo pase y los lectores cada vez sean distintos El camino será siempre El camino.


PÁGINA 5 – CUENTO

NORMA SEGADES-MANIAS
(Santa Fe-Argentina)

OTOÑO EN MACEDONIA.

Prominentes, sus pómulos coronan las mejillas hundidas.
Lleva el cabello ralo separado en mitades y su nariz se emplaza rectamente sobre el bigote tosco y la barba plateada por los años.
Lo pausado del paso evidencia secuelas de un cansancio genuino.
Un cansancio al que abdica desde su voluntad inquebrantable, desde la terquedad con que sus labios aprietan decepciones.
Mientras el sol refleja y encandila la ciudad escondida en el fondo del lago, piensa en el salvajismo de su viejo enemigo. En el avance infame del cazador de búlgaros. En la severidad de sus ataques.
Piensa en que le ha tomado prisioneros a quince mil rehenes, quince mil voluntades, quince mil hombres de armas. Y en esas coordenadas de un odio miserable han quedado pendientes sus destinos.
Piensa en las estrategias, concesiones, acuerdos necesarios para recuperarlos.
Piensa. Piensa y camina al lado de los secos almenares.
De pronto, un coro de blasfemias campesinas despiertan del sosiego a la mañana. Permanecen suspensas en el viento, tal como la hojarasca de alisos y abedules a la orilla del río.
Fuera de su pared fortificada, le parece escuchar, entre los gritos, las pisadas vencidas de un ejército que se mantiene en marcha.
Avanza hacia los altos miradores. Cercanas al portal que da al levante, nubes de polvo ensucian la atmósfera de otoño. Tiempo en que los bosques macedonios renuevan el follaje.


Nada más asomarse, siente un sudor helado recorriendo su espalda.
 Trastabillando entre las duras piedras que fundan la colina, una dramática procesión de espectros busca llegar a casa.
Mira sin comprender ese desfile. Esa cruel sucesión de desamparos.
El corazón del zar se hace caballo. Sin cabestro ni bridas. Desbocado.
Galopando imprudencias por las llanuras de su desesperanza, puede escuchar la furia de los belfos, el batiente sonido de los cascos atravesando extensas agonías, avasallando arterias, negando talismanes.
Contempla a las columnas envueltas en la sombra. Aferradas al hombro del camarada que los antecede. Cayendo y levantándose. Una vez. Y otra vez. Hasta extenuarse.
Y aunque advierte el tiránico estilete que rompe su esternón, que lo perfora, que atraviesa la hondura de su pecho, no ofrece resistencia.
Permite que intercepte la memoria con su punzada intensa, repentina.
Con el puño de hierro inexorable estrujando sus vísceras.
Intuye que esta angustia es el presente.
Ya no existe el pasado. Y no hay futuro.
Descubre la fatiga de la muerte desbordando sus cauces interiores como oleadas de ortigas. Como espinos. Como aluvión de eclipses o vinagre.
Esa angustia siniestra lo acorrala, comprime su mandíbula, su cuello, se propaga, imperiosa, hacia el costado izquierdo… Tras lo cual, finalmente, lo postra de rodillas, lo abate, lo consume, lo asesina.
En tanto el zar cabalga los días del destierro y no hay damas oscuras, ni barqueros, ni concilio de arcángeles que salga a recibirlo, todavía, paso tras paso, irremediablemente, vacilantes, deshechos, derrotados, cientos de miles de guerreros ciegos trepan la cuesta de la fortaleza.
Expuestas a la acción del mosquerío las cavernas sangrantes de sus ojos.


PÁGINA 6 –POESÍA ARGENTINA

ZULMA LILIANA SOSA
(Formosa-Argentina)
I
hoy / exactamente hoy / a quemarropa abierta / a
 
suelta de palomas / a que deshuella esa gasa con pena /
apenas soporta la levedad de la tela / apenas el rictus
desdibuja la cara del pie

en la tierra se esgrime / aferra a su herida el
 
temporal su fisura / y el pie que no calza vestido /
desubica dedos desoìdos a cuanto crece la uña / uña
babeando su rufiàn a la hora / por horas

II

torpes manifiestos jadean medias excluìdas de algo entero /
si lo roto alquila cada dìa màs cuartos / la que quedò
 
abolida en su propia nostalgia / la que fue un par en el
 
cajòn que asila / asumiò la ocupación de la pèrdida

¿què hace el hombre ahora /con una sola puesta ?/ ¿retorna
a la inconstancia donde dichòsamente la quietud ?/¿ o
dilapa el pie / en esos paìses que el calzado desgasta?/
el cuero frìo en semejante trance / la planta a terquedad /
el cuero

CUESTION DE SUELAS

si vaticina èl / el despojo inminente / y los pasos están
adentro / adentro donde no suenan / si la copa sufre de
vejez prematura / y a la escasa uña / el pie provoca la
visiòn de la uva /
si en otro sonàmbulo rincón de pocos / muchos convocan
la acritud del asilo / no hay tumulto / y cada cual se va
 
con su desgracia / el celo en el bolsillo /¿el celo erecto
en su derrumbe?/
si la moneda existe y extenuada està la bestia /¿ habrà
olor y vìspera ?

RETRATO DE FAMILIA

los dìas / que comìamos solos / papà / mis
 
hermanos/ yo /
aùn me impiden / llevar el alimento a la boca /


CARLOS JUÁREZ ALDAZÁBAL
(Salta-Argentina)

Un golpe en el parche para que cante la tristeza de la lluvia, la lluvia que todo lo moja, la que se hunde en la tierra y amansa las venas de los volcanes.

Un golpe en el tambor, para recordar las piedras bajo el agua, las piedras que chocaban mientras una corriente acariciadora las amontonaba en el lecho del río.

Ahí era donde todo empezaba: en el agua de la lluvia, la que empapaba hasta entumecer, cuando el coro de ranas comenzaba el concierto; en el agua del río, el que hacía la perfección de los senderos, inquietos, cristalinos.

Lluvia y río. Agua y tiempo. El tiempo que todo lo termina. El tiempo que pasa como agua, pero que no acaricia ni consuela. El tiempo que me moja.

Golpeando contra mi cabeza el tiempo amontona sus piedras.

Soy un dique sin agua, que apenas agradece cuando llueve.

Y sin embargo, cuando llueve, mi memoria de río quisiera celebrar la humedad de lo seco, el verde que perdí, el rojo que amanece.

Mi memoria que es río, mi tristeza que es río, mi corazón tambor para las ranas, las cantoras del agua que se escuchan bien lejos, mientras la lluvia limpia las heridas.


PÁGINA 7 – ENSAYO

GABRIEL CHÁVEZ CASAZOLA
(Sucre-Bolivia)

CENTENARIOS

"El 5 de septiembre cumplirá 100 años, esperamos que vivito y bailando, el genial Nicanor Parra”.

Este 2014 que apenas alborea será -es ya- un año de maravillosas memorias y celebraciones en torno a libros y autores. Estos 12 meses verán cumplirse los centenarios natales nada menos que de Julio Cortázar, Octavio Paz, Adolfo Bioy Casares y Dylan Thomas, que no necesitan glosa alguna.
También los 100 años del nacimiento del agitado narrador beatnik William Burroughs, del poeta mexicano Efraín Huerta -a quien homenajearemos pronto en Tabasco-, del poeta y crítico venezolano Juan Liscano y del narrador checo Bohumil Hrabal, autor de Una soledad demasiado ruidosa.
Conmemoraremos igualmente el centenario de los adioses de Georg Trakl -ojalá leyendo la estupenda traducción de Marco Antonio Campos en Unterwegs, En camino (El Tucán de Virginia, 2010)- y de dos autores bolivianos poco recordados: el vallegrandino Emilio Finot, poeta "altivo y melancólico” a decir de Gustavo Adolfo Otero, y el potosino Julio Lucas Jaimes, "Brocha Gorda”, tradicionista, narrador, periodista, poeta, padre de Ricardo Jaimes Freyre y amigo cercano de Ricardo Palma, cuyas Tradiciones peruanas muy posiblemente influyeron en La Villa Imperial de Potosí (1905), su obra más señera.
Asimismo, se cumplirán este año dos centenarios natales de intelectuales bolivianos (y tal vez otros más que no tomo en cuenta y el minucioso e infatigable Elías Blanco podría sumar aquí) que no tendrían que pasar desapercibidos: el del historiador, archivista y escritor Gunnar Mendoza, director durante medio siglo del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, institución que forjó; y el de monseñor Juan Quirós, quien hasta 1992, año de su muerte, fue director del suplemento Presencia Literaria (desde 1957), de la revista Signo (desde 1956) y de la Academia Boliviana de la Lengua (desde 1975).
Si la figura de Mendoza ha sido crecientemente valorada desde su fallecimiento en 1994, ya que distintas generaciones de historiadores, investigadores, archivistas y bibliotecólogos reconocen su significativo aporte a la historiografía nacional, sobre el que este año podrán hacerse nuevos abordajes, no ha sucedido lo mismo con monseñor Quirós, de cuya obra y trayectoria se habla muy poco (he podido comprobar que numerosos jóvenes autores ni siquiera habían escuchado su nombre hasta que se los mencioné), pese a haber sido el crítico literario por excelencia en la segunda mitad del siglo XX quien, al dirigir el prácticamente único espacio nacional de difusión literaria, además tenía en su pluma el poder de decidir el quién es quién (y quién no) de nuestras letras.
Desde luego, su personalidad y contribución a la literatura boliviana merecerían ser objeto de reconocimiento, y podría este centenario ser además una buena oportunidad para debatir en profundidad sobre cómo fue (y aún está) construyéndose el canon literario boliviano, con su centro gravitante en la academia y la crítica paceñas, habiendo todo un ancho y diverso país que escribe y que dista mucho de ser sólo una periferia.
Apuntada esa digresión, cerremos estas líneas con alegría, pensando que este 2014 hay otro motivo literario más para celebrar por todo lo alto, echando la casa por la ventana y la ventana con ella, como quería el casi ya centenario Cortázar.
Y es que el 5 de septiembre, dentro de exactamente nueve meses, todo un parto, cumplirá 100 años, esperamos que vivito y bailando, el genial Nicanor Parra, poeta y antipoeta, gran renovador de la poesía en nuestra lengua en el siglo XX y uno de los felices responsables de haberla acercado a la mujer y el hombre de a pie.
Brindemos, pues, por Parra, con los néctares remanentes de las fiestas y fastos recién pasados, y por Álvaro Mutis, Jesús Urzagasti, el "poeta eléctrico” Lou Reed y por Doris Lessing, contentos de que su obra permanezca aunque el viento vaya borrando, de a poco, su imagen de nuestras neuronas, junto a tantas cosas vividas e imaginadas en 2013. ¡Salud!


PÁGINA 8 – CUENTO

NECHI DORADO
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

CUCA Y EL NIDO ALBOROTADO

Una tarde serena, de esas que hacen pensar que el mundo se detiene ante tanta calma, el nido también se alborotó.
Aunque en realidad el que estaba como detenido era el mundo humano, o lo más parecido a ése. Pero el nido también formaba parte del orbe. Era un submundo del cual emergían insectos con acceso a las altas esferas gracias a esa persistencia que tienen algunos bichos capaces de trepar, volar, confundir, alterar, hasta alcanzar sus propósitos por más repugnantes que parezcan.
Esos “parásitos” de la orden de los  dictiópteros, nocturnos y corredores, que muchas veces también salen de día,  vale asegurar que nunca están quietos. Contradiciendo las teorías del hombre que cree haber alcanzado todo el conocimiento, toda la sabiduría, pero que en realidad no ha logrado  la capacidad necesaria como para introducirse por agujeros minúsculos, tan abocado como está a los grandes descubrimientos.

La cucaracha mayor a la que todos llamaban Cuca cariñosamente, dijo que era llegaba su tiempo de descanso y que habría de cumplir con eso. Sugirió que otra debería tomar su lugar y esta situación exigía rapidez de acción. En ese momento y luego de esas palabras, comenzó la agitación.
Su actitud despertó la conmoción, mucho más la incentivaron los argumentos que utilizara el insecto para detener ese camino tantas veces recorrido, atravesando los albañales, basurales y todo lugar donde hubiera comida o desperdicios.
Cuca no se esforzó por crear argumentos válidos, simplemente se despidió  parafraseando aquel aire popular mexicano que decía “la cucaracha ya no puede caminar”.
La originalidad no era la característica del insecto o insecta, no se, porque las cucas son seres asexuados, me contaron.
Todos los bichos del nido sabían que era una mentira, sus patitas, aunque más lentas, bien podían seguir trasladándose. Además, ella era la Cuca reina, no era importante que se moviera sino que dirigiera y eso, hasta aquella tarde, lo venía haciendo muy bien. De hecho cuando fue elegida reina del nido, alcanzó ese sitial por su impecable trayectoria. (Uno muchas veces minimiza a esos insectos y ese es un error tremendo, porque piensan demasiado aunque la ciencia no avale esta teoría)
Ahí fue cuando todos comenzaron a preguntarse:
-¿Qué le pasa a Cuca?
Algo le molestó a ella o a las cucas que nunca se ven, pero que están y dirigen con más fuerzas desde el silencio.
-¿Acaso se convirtió en un trasto inservible? Se preguntaban todas.
(No olvidemos que ellas son de hábito asociado lo cual no quiere decir que mantengan lazos de amistad sincera siquiera entre ellas)
Presurosas, cucas y cuquitas comenzaron a dialogar sobre cuál sería la afortunada que fuera capaz de dirigir a todo el nidal. Era una tarea analítica muy severa, casi ciclópea, nada podía librarse al azar.
Por supuesto, decían, los agrotóxicos que utilizan los humanos, cada día son  más fuertes, ellos alcanzaron grados superlativos de organización y fueron capaces de exterminar todo tipo de vida.
-¡Nosotras también alcanzamos esos grados!, agregó una muy competitiva.

-Hay  que buscar, para el reemplazo, a una cucaracha que ya haya aprobado el examen de mutación, que resista los embates y sea capaz de permanecer inmutable a las nubes tóxicas, dijo la más audaz pero en voz baja.
Tengamos en cuenta que las cucarachas nunca hablan a viva voz para que sus planes conspirativos continúen enroscados dentro del hermetismo ancestral.
-Hay que buscar, incluso, una que resista las más altas dosis de radiación, por las dudas. Hay que cubrirse, pensaban, el hombre está demasiado agresivo y no se puede confiar en él, seguían murmurando dentro del agujero adonde sesionaban.
-Cuca nos arruinó la vida, dijo la cucaracha con mayor desarrollo de espíritu crítico a la que llamaban Critis.
-¿Por qué tanta seguridad? Preguntó un coro de antenas convulsionadas.
-Muy simple, respondió Critis, somos más de cuatro mil quinientas especies, cada una tiene su propia trayectoria. ¿Cómo habremos de ponernos de acuerdo? Hay que conciliar costumbres, tradiciones, conductas socioculturales, agregó. ¿Creen que es tarea fácil?
-¡Esto es absurdo! Dijo otra, exaltada. ¿Vamos a olvidar que nuestro propósito, estemos donde estemos, siempre es el mismo? ¡Chicas, tampoco es el momento de elucubrar fantasías! Agregó mientras se exasperaba más, levantando su dedo índice y apuntando a la masa allí reunida.
Siguió diciendo: -Hagamos una lista de prioridades,  ¡abortemos las ideas que no nos unan porque perjudican nuestro mañana!
Las cucarachas se miraron asombradas.
-¡Qué has dicho! Preguntaron todas espantadas casi como si un demonio hubiera penetrado por el agujero de entrada.
-¡Ohhhhhhh! Repitió el eco durante varios minutos.
-¡Esto ya se desmadró, así es imposible dialogar! respondieron otras.

Se dio por terminada la sesión esa tarde serena en la que parecía que el mundo se había detenido. En el horizonte avanzaba un escuadrón de nubes  de tormenta, pero que no habrían de ser más que el anuncio de chaparrones aislados propios de la época del año. Y de las circunstancias.
-Mañana será otro día, agregó Critis, pensemos que algo, como siempre, se nos va a ocurrir.
-Afuera la noche está llegando, fíjense como las estrellas comienzan a marchar y cada día su brillo parece encandilar mucho más. Hay que seguir trabajando y con mucho cuidado, están en juego nuestras costumbres y debemos crear nuevas fuentes de engaño.
-El hombre,  ya lo vimos, está cada día más agresivo, genera pobreza a pasos acelerados y ya saben ustedes, a los pobres no se les cae ni una miguita ¿De qué vamos a vivir nosotras?
Cuca quedó pensativa mientras su población se encaminaba hacia las cloacas del barrio.


PÁGINA 9 – POESÍA ARGENTINA

MIGUEL ANGEL MORELLI
(Coronel Suárez-Buenos Aires-Argentina)

8. HOLDERLIN


cuando la luz de la primavera pasaba huyendo
holderlin o scardanelli | ¿quién puede saberlo?
juntaba flores de tubinga en bellos ramos
que después tiraba al río | borracho de furia

ha de existir una palabra (pensaba entonces)
que todo lo nombre, que todo lo poetice |
y acaso esa palabra no ha de estar muy lejos:
tal vez la lleve en un bolsillo y no lo sepa

lo hallaron dormido sobre el viejo piano mudo
de su bohardilla | donde esperó a la muerte
con esa mueca infeliz de los que al fin descubren
la luz oblicua de dios sobre los hombres

9. HUMANOS CASI HUMANOS
(Poema 3)


cuando murió mi padre yo estaba lejos |
tan lejos que todavía llevo en el pecho
las marcas de esa ausencia

cuando murió mi madre, en cambio, estaba a su lado
sosteniéndole las manos |
prometiéndole tardes que jamás llegarían

sin embargo | ¿era mi sombra aquella sombra?
¿eran mías aquellas manos?

si cada recuerdo no es más que una reparación de la memoria
a lo mejor durante aquella madrugada de setiembre
yo haya estado | al lado de mi padre | todavía

10. HUMANOS CASI HUMANOS
(Poema 13)

cierro los ojos y veo la noche
y en la noche un andén |
y en el andén tu silueta
que se desprende lentamente desde el fondo de mis ojos

sin embargo mañana, cuando el tiempo y el olvido
desmoronen la frágil persistencia del recuerdo
estos mismos ojos creerán haberte visto
llegando | detrás de una sonrisa

cuál de esos dos fantasmas eras?

como un dios que imita a dios | la razón de la memoria
consiste en clausurar el pasado
para hacer que lo que fue quizás no sea | ni haya sido nunca


LUCÍA CARMONA
(Chilecito-La Rioja)

12

NADA                                                                       

No importa si el péndulo
se ha detenido en medio de su marcha
o en el monte la fiera
se persigue a sì misma.
Ha cesado la magia
y   nuestro nombre
ya no està màs pegado  al nombre de la tierra.
                                                          
Sì, ha cesado la magia.
En medio del camino
nos quedamos desnudos,
sin paredes, sin sexo,
sin ternura, sin nada.

Ha callado  la lluvia
con que besa los cielos
este barro pequeño
y  quedarà la realidad sin fondo,
amarga,
malherida.

El lucero es una simple y ennegrecida copia de su origen
y  yo una marioneta
sin voces de universo.

La tragedia  no es màs que una estridente risa,
la desmañada risa de la muerte.

13

BREVEDAD                                                              

En un mes
se ha espigado la luna.
En un mes,
la cintura es un granero inmóvil.
En un mes
la bandera es un astro sin vuelo.

Los miro, me miran.
El diálogo està intacto.


PÁGINA 10 – ENSAYO

ALEJANDRO BOVERIO
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

ARLT PROFÉTICO

Un provocativo texto sobre Los siete locos en donde el ensayista se propone leer la novela de Roberto Arlt en clave profética.

Se siente la nostalgia de los milagros, de las maravillas
agoreras y de las oscuridades tumultuosas que también parecen
satisfacer las indefinidas ansiedades de nuestras organizaciones,
excesivamente nerviosas y desgastadas de hijos de la ciudad, a quienes
la exageración del naturalismo ha guiado hacia el misticismo.
R. Arlt, Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires

La inquietud que sobreviene con la primera y temprana lectura de Los siete locos se convierte, con las sucesivas relecturas, en fascinación. Sucede que uno se enfrenta, descarnadamente, a las formas de locura que implica toda política: la seducción y la humillación. Formas de locura en un sentido preciso: en tanto exceden los límites de una concepción dialógica y meramente racional de lo político. Puesto de este modo, en efecto, toda política es locura. Es por ello que podemos decir que la literatura de Arlt es realista, ya no en los términos de una crítica literaria (para la que sin dudas no lo es), sino en los de una filosofía política. El realismo político, que va de la ambición de gloria en el estado de naturaleza hobbesiano a la dialéctica del amo y el esclavo en Hegel, en el universo arltiano salta a la luz angustiosamente en cada acción, pensamiento o conversación que involucra a Erdosain. Y, por supuesto, en la violencia de las respuestas que recibe. Entre las notorias, una preferida: la escena del bar en la que Erdosain le pide dinero a su supuesto amigo, el farmacéutico Ergueta, y éste, haciendo chasquear la yema de los dedos, pronuncia la célebre frase: “Rajá, turrito, rajá”. En esa expresión lunfarda, se concentra la forma porteña de una realpolitik que hace del mundo arltiano uno hostil y desesperanzado.
Difícil es decir algo sobre Arlt, luego de Sexo y traición en Roberto Arlt de Oscar Masotta y Arlt literato de Carlos Correas. Sin embargo, quisiera recalar en una dimensión significativa de la locura de Arlt que constituye, en cierto modo, el contrapeso frente la concreta y oprobiosa realidad. En efecto, uno puede ver que la angustia que infecta toda la atmosfera de Los siete locos, la “zona de angustia” de la que habla Erdosain (y es entendible que, a partir de esto, las lecturas de Arlt hayan sido fundamentalmente sartreanas), desemboca necesariamente en un viaje hacia lo irreal. El modo de conjurar la realidad, para Arlt, es la locura. Pero no me voy a detener en la locura de los personajes, sino en la locura misma del texto. ¿En qué podría consistir la locura de un texto? Justamente en aquello que lo aparta de su realismo: no solamente pretende describir un estado de cosas, sino fascinarse consigo mismo en una salida hacia el porvenir. Con esto quiero decir que si bien es cierto que Los siete locos condensa un clima de época, el de Buenos Aires de alrededor de 1930, en su fascinación aventurera y alocada el texto produce alucinaciones. ¿Pero puede un texto profetizar?
Si bien ya Murena señaló que la obra de Arlt se caracterizaba por cierta “irrupción de lo profético”, lo que quiero mostrar es que hay pasajes de Los siete locos que anticipan asombrosamente escenas de la vida política argentina. El propio Arlt se asombra de lo semejante de las palabras del discurso del Mayor, con aquellas que se pronunciaron en ocasión del golpe de Uriburu, un año después de la publicación de la novela. Y lo deja sentado en una nota de autor, a pie de página, escrita para ediciones posteriores a la de 1929: “Esta novela fue escrita en los años 28 y 29 y editada por la editorial Rosso en el mes de octubre de 1929. Sería irrisorio entonces creer que las manifestaciones del Mayor han sido sugeridas por el movimiento revolucionario del 6 de septiembre de 1930. Indudablemente, resulta curioso que las declaraciones de los revolucionarios del 6 de septiembre coincidan con tanta exactitud con aquellas que hace el Mayor y cuyo desarrollo confirman numerosos sucesos acaecidos después del 6 de septiembre”.
Pero el profetismo de Arlt parece adelantarse más de una década, a su vez, cuando el Astrólogo, planeando la creación de la sociedad secreta junto al Rufián Melancólico, le dice: “Y le hablo a usted con franqueza. No sé si nuestra sociedad será bolchevique o fascista. A veces me inclino a creer que lo mejor que se puede hacer es preparar una ensalada rusa que ni Dios la entienda”. Difícil encontrar una mejor definición, aun con su sutil ironía, de lo que será la astucia política del peronismo que, en su ambivalencia, revolucionó todas las categorías políticas establecidas. ¿Y no surgió Perón del entramado de una sociedad secreta, el GOU? El encanto del juego de las semejanzas aquí nos lleva a un terreno sombrío, cuando con la muerte de Perón adquiere especial relevancia un nefasto personaje para la política argentina, López Rega, a quien por casualidad no se lo llama “El Astrólogo”, sino “El Brujo”.
¿Es posible que un lenguaje entrañe en su potencia creadora el devenir de un siglo? O bien el siglo XX era demasiado previsible, o bien Arlt era en efecto un profeta. En otra parte del discurso del Astrologo, leemos: “¿Usted cree que las futuras dictaduras serán militares? No, señor. El militar no vale nada junto al industrial. Puede ser instrumento de él, nada más. Eso es todo. Los futuros dictadores serán reyes del petróleo, del acero, del trigo”. ¿Nos convenceríamos del profetismo de Los siete locos si en vez de “trigo” Arlt hubiera escrito “soja”?


PÁGINA 11 – CUENTO

JOSÉ SARAMAGO
(1922-2010)

LA FLOR MÁS GRANDE DEL MUNDO…

Las historias para niños deben escribirse con palabras muy sencillas, porque los niños, al ser pequeños, saben pocas palabras y no las quieren muy complicadas. Me gustaría saber escribir esas historias, pero nunca he sido capaz de aprender, y eso me da mucha pena. Porque, además de saber elegir las palabras, es necesario tener habilidad para contar de una manera muy clara y muy explicada, y una paciencia muy grande. A mí me falta por lo menos la paciencia, por lo que pido perdón.

Si yo tuviera esas cualidades, podría contar con todo detalle una historia preciosa que un día me inventé, y que, así como vais a leerla, no es más que un resumen que se dice en dos palabras… Se me tendrá que perdonar la vanidad de haber pensado que mi historia era la más bonita de todas las que se han escrito desde los tiempos de los cuentos de hadas y princesas encantadas…

¡Hace ya tanto tiempo de eso!

En el cuento que quise escribir, pero que no escribí, hay una aldea. (Ahora comienzan a aparecer algunas palabras difíciles, pero quien no las sepa, que consulte en un diccionario o que le pregunte al profesor.)

Que no se preocupen los que no conciben historias fuera de las ciudades, ni siquiera las infantiles: a mi niño héroe sus aventuras le esperan fuera del tranquilo lugar donde viven los padres, supongo que también una hermana, tal vez algún abuelo, y una parentela confusa de la que no hay noticia.
Nada más empezar la primera página, sale el niño por el fondo del huerto y, de árbol en árbol, como un jilguero, baja hasta el río y luego sigue su curso, entretenido en aquel perezoso juego que el tiempo alto, ancho y profundo de la infancia a todos nos ha permitido…

Hasta que de pronto llegó al límite del campo que se atrevía a recorrer solo. Desde allí en adelante comenzaba el planeta Marte, efecto literario del que el niño no tiene responsabilidad, pero que la libertad del autor considera conveniente para redondear la frase. Desde allí en adelante, para nuestro niño, hay sólo una pregunta sin literatura: “¿Voy o no voy?” Y fue.

El río se desviaba mucho, se apartaba, y del río ya estaba un poco harto porque desde que nació siempre lo estaba viendo. Decidió entonces cortar campo a través, entre extensos olivares, unas veces caminando junto a misteriosos setos vivos cubiertos de campanillas blancas, y otras adentrándose en bosques de altos frenos donde había claros tranquilos sin rastro de personas o animales, y alrededor un silencio que zumbaba, y también un calor vegetal, un olor de tallo fresco sangrado como una vena blanca y verde.

¡Oh, qué feliz iba el niño! Anduvo, anduvo, hasta que los árboles empezaron a escasear y era ya un erial, una tierra de rastrojos bajos y secos, y en medio una inhóspita colina redonda como una taza boca abajo.

Se tomó el niño el trabajo de subir la ladera, y cuando llegó a la cima, ¿qué vio? Ni la suerte ni la muerte, ni las tablas del destino… Era sólo una flor. Pero tan decaída, tan marchita, que el niño se le acercó, pese al cansancio.

Y como este niño es especial, como es un niño de cuento, pensó que tenía que salvar la flor. Pero ¿qué hacemos con el agua? Allí, en lo alto, ni una gota. Abajo, sólo en el río, y ¡estaba tan lejos!…

No importa.
No importa.
Baja el niño la montaña,
atraviesa el mundo todo,
llega al gran río Nilo,
en el hueco de las manos recoge
cuanta agua le cabía.
Vuelve a atravesar el mundo.
Por la pendiente se arrastra,
tres gotas que llegaron,
se las bebió la flor sedienta.
Veinte veces de aquí allí,
cien mil viajes a la Luna,
la sangre en los pies descalzos,
pero la flor erguida
ya daba perfume al aire,
y como si fuese un roble
ponía sombra en el suelo.

El niño se durmió debajo de la flor. Pasaron horas, y los padres, como suele suceder en estos casos, comenzaron a sentirse muy angustiados. Salió toda la familia y los vecinos a la búsqueda del niño perdido. Y no lo encontraron.


Lo recorrieron todo, desatados en lágrimas, y era casi la puesta de sol cuando levantaron los ojos y vieron a lo lejos una flor enorme que nadie recordaba que estuviera allí.

Fueron todos corriendo, subieron la colina y se encontraron con el niño que dormía. Sobre él, resguardándolo del fresco de la tarde, se extendía un gran pétalo perfumado, con todos los colores del arco iris.

A este niño lo llevaron a casa, rodeado de todo el respeto, como obra de milagro. Cuando luego pasaba por las calles, las personas decían que había salido de casa para hacer una cosa que era mucho mayor que su tamaño y que todos los tamaños.

Y ésa es la moraleja de la historia.

Éste era el cuento que yo quería contar. Me da mucha pena no saber narrar historias para niños. Pero por lo menos ya conocéis cómo sería la historia, y podréis explicarla de otra manera, con palabras más sencillas que las mías, y tal vez más adelante acabéis sabiendo escribir historias para los niños…

¿Quién me dice que un día no leeré otra vez esta historia, escrita por tí que me lees, pero mucho más bonita?…



PÁGINA 12 – POESIA ARGENTINA

GRACIELA DI BUSSOLO
(Buenos Aires/Córdoba-Argentina)

DICE QUE VIVE

Cae la noche en el patio.
El silencio no cesa.
No hay nadie que pueda decirme
qué hago acá
dentro de mí.

***************
La tarde
tejió un vacío sobre el silencio.

Despojada del grito
vago sobre la trama
más ciega que sin ojos.

***************
De aquellos días
conservo cicatrices
segunderos clavados en las palmas
hojas de almanaque
miedo.

**************
No te vayas ahora
que el cielo se oscurece.

La tarde es tibia
y podemos recostarnos
sobre las cenizas.

*************
La tarde cae roja sobre el río
y las campanas suenan a destiempo.

Siento frío en los ojos
un grito bajo los pechos secos
y esta sed de siglos.

Tengo todo el olvido por delante.

*************
Dónde esconder
               la sombra de las manos
               la caricia incompleta
               la garra.

El miedo es una planta carnívora.

Alguien
espía desde el campanario.

No debo dormir ni detenerme.
Antes se cansarán los cuervos
de dibujar crespones circulares.

*****************
El silencio se escurre por la tarde.

Entre las piedras
el tiempo es una lagartija húmeda.

Corre
salpicándonos el sueño.

*************
…susurrarán las alas…
Paul Celan

En este invierno amarillo
los párpados cerrados
te llevan
por senderos que huelen a madera.

Susurrarán las alas
cuando te sobrevuele
como a un precipicio.

****************
…Dice que no sabe.
                                            Alejandra Pizarnik

Dice que vive en una jaula.

Dice que se ahoga en el aire de su jaula.

Dice que no tiene otro recuerdo
que un batir de alas.

Dice que no puede gritar.
Que el canto se fue con esas alas.
Y que se ahoga en el hueco del silencio.

Dice que vive mirando hacia lo lejos
de espaldas a la puerta.

Dibujarlo entre los labios sin sueño
inventarlo con el vuelo quebrado.

No preguntarle
si lo había arrastrado la tormenta
si la lluvia era sólo su grito
o si yo no sabía.

(...)

LA NOCHE BOCA ABAJO

 (...)

Pasó otro carro por la calle anegada.

Miré con estupor mi piel
arrugada hacia adentro.

El amanecer no se detuvo.

Las sábanas
me ahogaron otra vez.

(...)

Vendrá en silencio.

Dicen
que atrapa colibríes con sus garras.

(...)


LILI MUÑOZ
(Neuquén-Neuquén-Argentina)

HACIA LA CRUZ DEL SUR

Hacia la cruz del sur
“compañero del alma”
a brujularla
hasta encontrar los centros
las otras y los otros

si el sur se ombliga
¿te das cuenta?
al norte ya no hay centro del mundo
cambia el ombligo
todo es según el punto en que sitúas
igual  que en el amor y sus lenguajes
si los años arriba
o si abajo
si el pesar de distancias y de ausencias

proa hacia las cuatro estrellas
compañero
hacia los cuatro puntos de la tierra
a remover centralidades en los mundos

con el poema-amor
con la palabra
con rotundez de árbol y  de piedra

vientos del sur
no hay otro norte
solo sur
palma en mi palma
vigilia por “el rayo que no cesa”
al este tu mirada
fecunda colibríes en la tierra. 

PULPA DE PALABRA

Llueve
y en remolinos regresa tu ternura
fluyen barcazas
faros con herrumbres
¡venceremos!
retoña 
del silencio chaná entre las islas
estremece las aguas
se requiebran los ecos
y el irupé en sonrisa camalotes.

En mitad de noviembre
te presiento
a millas de distancia
a pura  hiel ocurre la miel de este poema
como siempre
vos
en tu revolución
entre compas y okupas
yo
detrás del mundo
añil
en clamorear de océanos
sin senderos
no más
ya
basta
no será lo que queda
a pulpa de palabra.


PÁGINA 13 – ENSAYO

ALEJANDRO BOVINO MACIEL
(Corrientes-Argentina)

NOCHES ÁTICAS, SUEÑOS GRIEGOS

En la antigüedad había más tiempo ocioso en las ciudades y los habitantes de, por ejemplo, Tebas, no necesitaban correr detrás del tranvía rumbo a la oficina. En los lánguidos atardeceres de Egeo se contaban unos a otros los sueños que en los mercados  interpretaban oniromantes ambulantes a cambio de monedas. El solitario de Éfeso hizo una observación que hasta hoy nos asombra “despiertos, el mundo es público, de todos; pero al dormir somos los dueños del mundo que creamos”. Aunque no se ajuste estrictamente a la realidad, el pensamiento sigue siendo estéticamente bello, halaga los sentidos que están más allá de los cinco.
En la vigilia el alma alerta se mantiene ocupada en las funciones corporales, pero una vez dormidos, es dueña de una casa sin trabas porque al cerrar las puertas y ventanas de los sentidos puede, como lo hace el eremita que se retira al desierto, concentrarse en sí misma. “Mientras el cuerpo duerme, al alma trafica símbolos”, sugiere. Volvemos a la imagen que me persigue en sueños: San Jerónimo y el león en la cueva del desierto de Belén es para mí el modelo platónico de lo que debería ser el escritor aislado en el páramo, con la bestia de los deseos dormida a sus pies y escribiendo impasible en la soledad de una caverna.
En la monumental Ilíada, cuando Zeus necesita comunicar una advertencia al rey Agamenón utiliza al difunto Néstor como emisario, apareciéndosele confundido entre las sombras de la noche, (sombra entre las sombras) y advirtiéndole que es “un mensajero de Zeus”; como después el arcángel Gabriel será el mensajero de Yahveh. Otras veces el dios Hermes (Mercurio de los romanos, de pies alados y volátil, rebajado después por los pragmatistas liberales a cadete de la Bolsa o acaso agiotista…) mediador de los sueños, se aparece al soñante; o esto puede ser interpretado al revés siguiendo las enseñanzas de los órficos y pitagóricos: al dormir, el alma se fuga provisoriamente de la tumba, que es el cuerpo, y puede visitar libremente el mundo de los dioses, tal como nos lo advierten Homero, Esquilo, Eurípides, Píndaro  y Jenofonte. Si esto es verdad, la oniromancia tiene tanto prestigio como el psicoanálisis, ya que se convierte en una comunicación sagrada tan temible cuando advertía catástrofes, que debía conjurarse por medio de sacrificios a los dioses apotropásicos.
Eurípides hace decir a la vencida reina de Troya, la augusta Hécuba, “¡Tinieblas de la noche! ¿Por qué cada oscurecer me vienen a llenar de terror? ¡Tierra sagrada, madre de cuantos sueños que revolotean con alas negras!”. De manera que los sueños son hijos de la Tierra, germinan de ella como la simiente en la humedad. Aristóteles comparaba a los sueños con las imágenes reflejadas en el agua: cualquier movimiento las distorsiona creando fantasmas a partir de un objeto real.
En El Banquete de Platón participa una extraña visita que debate entre filósofos y es uno de los pocos ejemplos en los que la antigüedad reconoce a la mujer un plano de igualdad para discutir con hombres ilustres. Diótima opina allí que los sueños son provocados por démones. “Deben provenir de ellos” deduce después Aristóteles ya que: “si vinieran de Dios sólo soñarían los hombres probos y es sabido que los peores canallas también sueñan”.
Los estoicos dividieron los sueños según esta curiosa escala acorde a su procedencia:
a) Sueños que vienen de Dios;
b) Sueños originados por demonios;
c) Sueños provenientes del alma humana.
Ignoro las bases sobre las que asentaron sus teorías acerca de las fuentes oníricas, pero dentro de sus mellizas correspondencias entre el macrocosmos del mundo y el microcosmos del alma, no veían objeción alguna para una continua comunicación entre el cosmos y cada persona de la que los sueños eran una expresión renovada noche a noche.
Según el finado Posidonio de Rodas el componente divino del alma puede conocer por sí mismo el futuro en virtud de su naturaleza; además, agregaba como si fuese algo tan obvio que no fuese necesario recordarlo “todo el aire está cargado de espíritus que conversan con el alma” y lo que ya es sabido, “si quieren, los mismos dioses pueden hablarnos mientras dormimos” en un acto de rufianería onírica sorprendente.
Por lo que cuenta gente que ha dormido a mi lado, tal vez los dioses se mantengan mudos pero yo me pongo muy conversador al cerrar los ojos. No recuerdo haber hablado con Yahvé, Júpiter ni Alá. Es bien sabido que dioses subalternos o sus cadetes usurpan el trono del cielo y seguramente ellos platican en las noches con mi menguado espíritu, si es que lo tengo.
Esta teoría de las “correspondencias” entre el macro y el microcosmos puede parecer antojadiza y peregrina, y sin embargo no es más que la confirmación de la cadena causalista que la física acepta sin reservas y que Hume no duda en catalogar entre nuestros malos hábitos.
Cuando Cicerón trató de traducir del griego “lo indiviso” creó la palabra individuo. De los átomos de Demócrito se la adjudicó después a las personas; pero Demócrito la usó para describir las cualidades de sus díscolos y oscuros átomos que al oscilar continuamente en el vacío llevan consigo mensajes que explican los sueños en los que Apolo me advierte de un peligro o una enfermedad: soñar con un plácido arroyo deslizándose entre piedras puede ser la bucólica notificación de que padezco litiasis renal, según el libro de Hipócrates en el que todos los sueños líquidos o acuáticos diagnostican los males urinarios.
Para los espartanos ajenos a la espiritualidad, los sueños eran hechos tan objetivos como las batallas. Los sueños “los visitaban”, no eran algo propio, y esta audiencia no siempre se anunciaba con claridad, dependiendo de la puerta que el sueño había escogido según Homero. Si los sueños entraban por la puerta de marfil eran confusos y triviales; si abrían la puerta de cuerno eran claros mensajes que convenía atender. ¿Por qué en la antigüedad sólo soñaban reyes, príncipes y dignatarios?, nos preguntamos leyendo las obras literarias y estamos en un error, no es que los reyes hayan tenido cautivos a los sueños, sino que únicamente se registraban por escrito los sueños políticos y Artemidoro, Sinesio y Macrobio no podían recopilar los sueños de toda la Hélade, bastante tenían con las pesadillas de los Atridas que cada noche se acostaban a sumarle trabajos.
El escritor Sinecio de Cirene fue obispo cristiano y redactó su Peri Enhypnion en una noche, siguiendo una orden de Dios que escuchó mientras dormía. En su opinión, deberíamos aplicarnos a escribir nocturnarios con el relato de los sueños en vez de los ridículos diarios donde se describen las trivialidades de la vigilia. Aunque fuera obispo cristiano, Sinesio asegura que los sueños vienen del alma que contiene en sí el futuro tanto como el pasado, siendo eterna como es; a través de la reminiscencia, conmina, podemos llegar hasta los días de Sócrates porque cada alma estuvo allí si es eterna. A través de los sueños puede anticipar el futuro donde también estuvo antes que en el cuerpo que bañamos, alimentamos y adornamos frente al espejo, ignorando que toda la utilería que usamos no es más que nuestros pobres recursos para enmascarar la muerte que lo espera. El único ajuar que correspondería ofrecerle, dice Sinesio, es la mortaja, pero tampoco es cuestión de seguirlo al pie de la letra e ir vestido con un vulgar sudario al cine y mucho menos al templo comercial de shopping.
Siguiendo a Artemidoro en su Onirocrítica, el obispo analiza los sueños guiado por la semiología médica: anamnesis, catapnesia y epicrisis, los mismos pasos que hoy seguimos todos los médicos al escribir en la historia clínica. Siendo revelaciones divinas, los sueños necesitan ser analizados usando ciertos criterios; mientras el numen aparezca en el sueño con su aspecto y atributos habituales asegura su buena fe, pero cualquier cambio o disfraz debe ponernos sospechosos: si, por ejemplo, soñara que Santa Catalina de Alejandría se me apareciese en sueños en ropa de playa y tomando una Coca-Cola en vez de vestir la túnica griega y pegada a la rueda del martirio, debe inducirme a desconfiar del mensaje cifrado que me entrega. Obviamente es una impostora indecente y no la santa alejandrina quien se entrometió en mi descanso merecido después del arduo trabajo diario.
Va más lejos el ínclito Sinesio: nos previene avisándonos que todo sueño debe interpretarse en función del porvenir y que muchas veces el dios que lo anima (o el santo, virgen o ángel)  se presenta pars pro toto únicamente a través de sus atributos, es decir,  puede que usted soñare una de estas noches con un lirio que le habla. Sepa que por la extraña metonimia de los sueños ha recibido un mensaje del mismísimo arcángel Gabriel, que en toda la iconografía no parece haber cultivado otra cosa que lirios blancos.
Artemidoro aseveraba que un mismo sueño puede tener distinto significado en dos personas diferentes. Y expone el ejemplo de soñar con un burro (algo que sólo excepcionalmente podría sucedernos ahora que tenemos medios de transporte mecánicos) si lo sueña un sabio, es de buen augurio porque el burro no acepta fácilmente órdenes ni sugerencias; pero si lo sueña una matrona es abiertamente hostil y crítico, ya que le está sugiriendo que su inteligencia es dudosa. Autores contemporáneos critican en Artemidoro su escaso repertorio de significados para cada sueño; yo disiento: he leído que a siete grávidas que soñaron que parían un dragón les dio siete respuestas diferentes, una para cada embarazada atendiendo a su condición, el horario en el que soñó, el temperamento del marido y hasta el clima. Mucho más pobre es a mi juicio el catálogo freudiano que todo lo reduce e penes, vulvas, coitos e incesto. La onirocrítica requería especialistas, por esa razón en cada templo de la Hélade había un iniciado en los misterios oníricos que atendía ese negocio con exclusividad como el que disponía el templo de Aslepios en Epidauro, donde los pacientes se acostaban a incubar el sueño en un abaton. La palabra incubar proviene del griego incubare, que significa “dormir en el templo”; en el mejor de los casos el enfermo curaba mediante la epifanía de Aslepios que se le aparecía en sueños o al dormitar, en la forma de un anciano venerable, o en sus metamorfosis de víbora, águila o perro. Cualquiera podía ser admitido, menos los agonizantes y las grávidas a término, ya que tanto la muerte como el nacimiento eran considerados impurezas de las que había que preservar al recinto sagrado. Como ya se puede advertir con estos simples datos, estas clínicas griegas prescindían de los médicos y sus honorarios, las prepagas y el coseguro. Además, la hipnoterapia duraba poco, en la mayoría de los casos no alcanzaba la semana; los que se habituaban al fanum o templo eran llamados fanáticos y la comunidad no alentaba estas costumbres insanas, lo mismo opinaba mi padre de las viejas santularias que vivían en la parroquia del barrio: “esas arpías entregaron la carne al Diablo y ahora que están viejas y decrépitas le traen los huesos a Dios”, decía.
En la Ilíada sueñan los hombres y en la Odisea, las mujeres. Tal vez Homero nos esté diciendo que el ámbito condiciona los sueños; la epopeya de la Ilíada pletórica de militares y contiendas requería guerreros soñantes, mientras el pudor del deseo de Odiseo que en toda la obra anhela regresar a la intimidad del hogar en la ansiada Ítaca, facilita el sueño de las mujeres que se despiden o lo esperan, que es lo mismo. Píndaro dice que nosotros, humanos, no somos más que el sueño de una sombra, lo que es mucho peor que la presunción del obispo Berkeley que aseguraba que somos el sueño de Dios; la oda pindárica me inquieta porque nos instala en la caverna platónica, nuevamente somos aquellos prisioneros que sólo conocen apariencias mientras ignoran qué cuerpos o fantoches proyectan las sombras de la realidad frente a nuestra ignorancia engañada. Pero no sólo engaña la realidad, también los sueños, según Artemidoro pueden resultar confusos y hasta aparentemente contradictorios. Un hombre, escribe Artemidoro, describe, soñó que era inmensamente rico e interpretó que lo esperaban tiempos felices y se equivocó: las desgracias se abatieron sobre el pobre soñador desde aquella noche; el sueño se lo anticipaba, asevera Artemidoro, ya que la riqueza acarrea preocupaciones y desvelos, ¿por qué esperar la dicha si el sueño mostró una señal de alarma?
Otro hombre gravemente enfermo preguntó en sueños a Zeus si curaría, y el dios sonrió asintiendo mientras miraba fijamente al suelo; poco después el hombre murió contrariando lo que dijo en el sueño, pero el sagaz Artemidoro nos revela la clave: al mirar la tierra le indicaba la morada de los muertos.
No olvidemos tampoco la embustera puerta de marfil de la Odisea por la que emergen los sueños timadores que estarían inspirados por criaturas y dioses arcaicos, previos a la civilización: gigantes, Cíclopes, Titanes y Centímanos. Los nombres de Polifemo, Atlas y Tifón aparecen en el horizonte turbulento de los villanos celestiales en las oscuras épocas en las que Gaia y Urano, que es otro modo de decir la Tierra y el cielo sostenían en un abrazo la respiración del universo, impidiendo todo movimiento y más atrás, la noche de los tiempos en la que únicamente existían las carencias: Caos (falta de orden), Noche (falta de sol) y Erebo (falta de luz).  Para la Hélade el centro estaba en su propio tiempo y en un lugar preciso, el Ómphalos mundi del templo de Apolo en Delfos rodeado por Atenas, Esparta, Tebas, Micenas, Argos y la Magna Grecia de las colonias.
Más allá estaban los bárbaros, es decir, aquellos que no hablaban el griego ni participaban del fuego de Prometeo. Si un viajero se aventuraba atravesando los límites del mundo conocido, lo aguardaban tierras ignotas como la patria de los lestrigones, el reino de los cíclopes, los llanos donde pacían los centauros y hasta las Islas de los Bienaventurados, a donde arriba Vasco de Gama en el siglo XV, según el poeta Luis de Camoens. En el confín de todo estaba el Okéanos que circundaba la Tierra y fuera de él, es decir fuera del mundo, el reino del Hades. Este vasto, ancho y rugiente océano separaba el mundo de Zeus (que es decir el mundo del ethos humano, del bien y del mal para todos los mortales) de la patria mortuoria donde otras leyes, otra comunidad y otra realidad imperaban (…)


PÁGINA 14 – CUENTO

EVA MARIA MEDINA MORENO
(Madrid-España)

AQUELLA TARDE DE CIRCO

Me estaba meando, necesitaba ir al servicio. Me escabullí por debajo de los asientos buscando el lavabo. Entonces descubrí que el que hacía de león se fumaba un cigarrillo con la princesa rusa, a la que echaba el humo a la cara y cogía por la cintura; princesa, algo barriobajera, que acababa de hacer acrobacias encima de los elefantes. La cabeza de león estaba en el suelo, al lado de ellos. Iba a preguntar cómo ir al servicio, pero antes de hacerlo oí un «quítate niño» de uno de los payasos que discutía con el presentador, quien a su vez estaba comiéndose un bocadillo de chorizo y se limpiaba la grasa en la capa negra brillante. Aquello fue peor que enterarme de que los reyes eran los padres, peor que si se hubiera descubierto que la bella durmiente se drogaba, que el hada madrina y el príncipe eran amantes, y que la madre de Bambi había fingido su muerte para librarse del hijo.
Todo el encanto del circo se desplomó; el hombre-bala, el domador de leones, los equilibristas, los payasos. Toda esa magia. Había algo obsceno en el descubrimiento. El mal olor de los animales, las cagadas de los elefantes, el chihuahua del domador ladrándome, el domador escupiendo, sin hacerme caso. «El servicio, por favor». Y la mirada diabólica del payaso triste. Me meé encima.
No quise volver al circo. Mi madre nunca supo el porqué. Creo que fue desde ese día que empecé a bucear en el mundo real, con maquillajes descoloridos, y sin las máscaras de la infancia. El mundo del circo estaba podrido, la vida estaba podrida. Era como pasar a otra dimensión, en una edad en que querías aferrarte a los sueños, en que confiabas en un mundo fantástico, aunque supieses que no existía.
Aquella tarde se me cayó la carpa encima, todavía no me la le quitado. Hoy voy con mis hijos al circo y rezo para que no les entren ganas de mear.


PÁGINA 15 – ENSAYO

ABELARDO CASTILLO
(San Pedro-Buenos Aires-Argentina)

CORTÁZAR

   Mi relación con Julio Cortázar empieza en el año 1960: acababa de salir Las armas secretas, libro que leí en un tren en un viaje a San Pedro. Lo leí de un tirón y, cuando lo terminé, estaba convencido de haber descubierto al mayor cuentista argentino. Cortázar en esa época era un desconocido, aunque ya había publicado algunos libros, allá por los años cincuenta. De vuelta en Buenos Aires escribí en El grillo de papel una nota sobre el libro, donde ponía a Cortázar, como cuentista, por encima de Borges, descubría que las iniciales Ch. P. de "El perseguidor" eran las de Charlie Parker -hasta ese momento nadie había notado que ese relato no es una invención sino que está basado en una biografía de Parker-, sostenía que Cortázar terminaría por escribir novelas, y sobre todo señalaba, no sin pedantería, que el final del cuento "Las armas secretas" me parecía imperfecto. Al poco tiempo recibo una carta de Cortázar, la primera de una larga serie de cartas, donde decía que lamentaba no poder encontrarse conmigo, porque ya estaba con un pie en el avión, pero que había leído esa crítica y nos agradecía haberla publicado. Cortázar era más de veinte años mayor que todos nosotros y nos hablaba como si tuviera nuestra edad. Decía -son palabras de Cortázar-: "le voy a certificar unos pálpitos"; en efecto el protagonista de "El perseguidor" era Charlie Parker, aunque nadie se había dado cuenta; en efecto, estaba escribiendo una novela; en efecto, el cuento "Las armas secretas" le había costado mucho trabajo, no lo consideraba resuelto y nunca había sabido cómo terminarlo. En El grillo de papel, y luego en El escarabajo de Oro, aprovechamos a mansalva esa carta. Le escribimos a París y lo primero que hicimos fue pedirle un cuento inédito, que nos mandó. En realidad, nos mandó dos. Uno de ellos era "Continuidad de los parques". Después tuvimos el cuidado, deliberadamente tardío, de explicarle que éramos una revista de izquierda. Sabíamos que el trabajaba en la Unesco y que había publicado en Sur. Le proponíamos ser nuestro colaborador permanente. Nos mandó otra carta diciéndonos que el hecho de que fuéramos una publicación de izquierda se la hacía más leíble; también recuerdo que no escribió "legible", sino "leíble", y a partir de ese momento, hasta el último número, formó parte de nuestra revista.     Esa amistad -o lo que fuera- con Cortázar, duró literalmente hasta su muerte, no sin algunas discusiones intermedias. Cuando apareció Rayuela le criticamos el injerto de la teoría de la novela dentro de la novela; incluso le hice una broma, en una carta, sugiriéndole que la próxima edición la hiciera en lata, porque de tanto ir de atrás para adelante el libro se rompía todo, a menos que su estructura fuera una especie de negocio para que uno tuviera que comprar dos ejemplares.    Hacia 1973 lo conocí personalmente de la manera más insospechada y curiosa. Una mañana, a eso de las nueve y media, me llaman por teléfono; alguien me pregunta si habla con la casa de Castillo y yo le digo que sí, en muy mal tono porque estaba medio dormido, a las nueve y media de la mañana (quizá me había acostado hacía dos horas). La voz me dice: "Le habla Julio Cortázar." Y yo le respondo, con absoluta indiferencia: "Ah, sí, que bien." Esto sólo es explicable por esa manía, tan nacional, de sospechar que, si una voz dice que nos llama Julio Cortázar, se trata de una broma. Supuse que era algún amigo sampedrino que, cuando me oyera contestar: "¡Ah, Cortázar!, cómo le va, qué sorpresa", me iba a decir: "Así que a Cortázar lo atendés y con nosotros te hacés el raro..." La voz, un poco cortada, me dice: "¿Pero, hablo con la casa de Abelardo Castillo?", y en el "pero" y en la palabra "Abelardo" noté el gangoseo típico de Cortázar, que pronunciaba la "r" a la francesa, no por amaneramiento o por hacerse el francés, sino porque tenía frenillo. No podían ser mis amigos de San Pedro, quienes, hablando en general, no son lingüistas tan refinados como para reparar en esos detalles. Le digo: "Pero, ¿quién habla?" "Cortázar", me dice Cortázar. Volví a notar la "r" afrancesada y le dije: "Perdóneme, Cortázar, estoy medio dormido, me acuesto muy tarde, estoy durmiendo con mi novia...", qué sé yo qué disparates. El hecho es que quería conocernos, es decir, conocer a los integrantes de El escarabajo de Oro. Recuerdo que me pidió que no hubiera demasiada gente, porque los argentinos hablábamos muy alto y en Buenos Aires hay mucho ruido y él ya estaba desacostumbrado a nuestros decibeles. Sylvia siempre recuerda esa mañana porque ella tendría veintidós años, y, cuando yo le comenté a Cortázar que estaba durmiendo con mi novia, él dijo: "No hay nada más lindo que dormir con la novia." Cortázar vino a mi casa esa tarde. Cuando lo atiende Sylvia, que le llegaba literalmente a las costillas flotantes -Cortázar era un hombre altísimo-, estábamos oyendo jazz, a Charlie Parker, pero por pura casualidad. Estaba encendida la radio, no era un disco nuestro. Supongo que a él le pareció natural. En su literatura se nota que esos pequeños milagros le parecían naturales. Más tarde llegaron Liliana Heker, Bernardo Jobson, Daniel Freidenberg, uno o dos más. Lo que nos asombró ese día fue no encontrar en Cortázar el humos de sus libros, el de Cronopios o de algunos capítulos de Rayuela. Era un alto señor muy serio, casi circunspecto, muy tímido, que hablaba en voz baja y, cuando se reía, se tapaba la boca con la mano. No habló mal de ningún escritor argentino, cosa muy rara entre escritores argentinos, aunque yo creo que, en parte, lo hacía por astucia, no por las mismas razones por las que Marechal nunca hablaba mal de nadie. Cortázar se cuidaba un poco, por su condición de argentino a medias. Era ambiguo y querible, sobre todo muy querible para las mujeres: una combinación rarísima de gigante y de huérfano. En esa época, en el 73, tenía unos sesenta años, barba absolutamente negra, pelo negro y tupido; parecía un hombre de treinta años que se ha dejado la barba para parecer mayor. Hasta que nos reencontramos, esa misma noche o alguna otra, no lo oímos reír. Estaba entusiasmado por recorrer "el barrio de los piringundines", en la calle 25 de Mayo, y nadie se animaba a decirle que a estas alturas ya no había tantos piringundines como él recordaba, pero igual nos fuimos a caminar por la calle 25 de Mayo, por Alem, a tomar vino y a comer en algún bodegón del Bajo. Y ahí apareció el verdadero Cortázar. Después de unos vasos de vino, el humor de Cortázar era irrefrenable. Estaba hecho de cosas mínimas como las que a veces pone en sus libros. Contó una minihistoria inolvidable. No sé si en Villa Crespo o en Flores, o tal vez en alguno de los pueblos donde vivió, había una profesora de teoría y solfeo, una de esas señoritas mayores un poco patéticas, que tenía unas tarjetitas donde decía: Fulana de Tal, Profesora de Piano, Teoría y Solfeo, y abajo, en letra muy chiquita, csi invisible: Se vende un arpa usada. Exactamente lo que le hubiera gustado encontrar a Oliveira.     Hacia 1960, yo le había enviado a París mi cuento "Historia para un tal Gaido", en el mismo momento en que él nos mandaba "Continuidad de los parques": se cruzaron en el camino. En el cuento de Cortázar, el personaje de una novela mata al lector; en el mío, al autor. Le fascinaban estos cruces. Con Bioy Casares le sucedió algo parecido: escribieron una o dos veces el mismo cuento. Claro que, siendo argentino, lo asombroso sería no volver a escribir un cuento de Bioy o de Cortázar.    La última vez que hablé con él fue muy poco antes de su muerte. En mitad de esta relación hubo una polémica muy amarga sobre el exilio durante la dictadura militar. Cortázar llegó a sostener que todos los escritores que tenían algo que decir debían irse a París. Lo propuso textualmente. nosotros le respondimos en El ornitorrinco -el texto lo escribió Liliana Heker, pero puedo decir nosotros, porque ella respondía por todos-, recordándole que en la Argentina todavía estaban las Madres de Plaza de Mayo, los obreros que no habían podido exiliarse ni lo pensaban; que aparecían, si uno corría el riesgo de editarlas, unas cuantas revistas literarias no oficiales; que el mero hecho de vivir en París no garantizaba la buena conciencia de nadie; y, sobre todo, que ya se había dado un fenómeno que a Cortázar se le había pasado por alto, Teatro Abierto, que fue prácticamente un acto masivo de rebeldía cultural contra la dictadura. Muchos revolucionarios estratosféricos se molestaron con nuestra revista por haber discutido con Cortázar, porque, en esos años, disentir con él era como desautorizar al Papa. Cortázar no contestó; aceptó esas razones, vale decir, nos confirmó su aceptación tácita. Pero, además, la última vez que vino a la Argentina, antes de morir -la visita famosa que ahora todos recuerdan porque no lo invitó Alfonsín-, volvió a llamar por teléfono para decirme que teníamos razón, y que pusiera el televisor esa noche, ya no sé en qué programa, porque lo diría explícitamente, cosa que efectivamente hizo, y que cuando volviera a Buenos Aires, en unos meses, iba a encontrarse con nosotros, "con mis amigos", dijo. Ya nunca más volvió, a los tres meses había muerto. En aquellas primeras noches del setenta, le preguntamos sobre Latinoamérica y él dijo con franqueza: "No entiendo mucho de política." O sea, que sus opciones políticas eran viscerales. No quería ser un intelectual, no se sentía un intelectual. Era un hombre comprometido emocionalmente con aquello que creía justo. Y sobre todo era un escritor. Salvo Borges, y no encuentro otra excepción, no he conocido a nadie tan preocupado por el tema de las palabras. Para Cortázar, las palabras no sólo tenían significado y sonido, sino color y peso. Hablaba del color de las palabras como si fueran una especie desconocida de animalitos que había que amaestrar.     Cortázar ha dicho que no corregía, o que improvisaba sus cuentos sin saber cómo ni por qué. Es falso, es una pose inocente o una broma para señoritas que venden arpas usadas. Yo recuerdo cartas que acompañaban algún cuento para la revista: "Por favor, los puntos, las comas; revísemelo usted mismo, que lo he corregido tanto..." Cortázar coqueteaba un poco al decir que escribía sus historias sin saber dónde iba. Él, a lo mejor, no lo sabía; pero su inconsciente sí. Esa poética del éxtasis, que profesan los jóvenes tontos, sólo es útil si ya se es Cortázar, si ya se tiene una ciega confianza en que las palabras hablan por nosotros.(Ser escritor, Buenos Aires, Ed. Perfil, 1997)


PÁGINA 16 – CUENTOS BREVES

J. M. TAVERNA IRIGOYEN
(Santa Fe-Argentina)

DISTANTES MUERTES

No  lo encuentra en esta geografía. Ni en aquélla otra. No siente que haya pasado por estos caminos de la desesperanza. Y sin embargo sabe que está, más allá de sus pensamientos. En algún lado está. Latiendo. En cierta esquina del tiempo la espera. Su niño.



Cabe en su mano la paloma muerta. El vuelo roto. La distancia surcada. No ha cerrado los ojos. Porque todavía el cielo.



Después de comer, sin lavar platos y fuentes, inician el rito. Ni uno solo pronuncia palabras. Pero todos invocan a Dios en esa última cena. No se verán nunca más. Nunca olvidarán esa mesa de comunión ,en que un cortocircuito de la energía eléctrica basta para que todos huyan.



La noticia de la muerte llegó escrita en un papel arrugado. Finalmente Lucía había logrado su eternidad.  La que nunca hirió los pensamientos de una vida opaca. La que jugó de perdedora, para no quitarle nada a nadie. La que siempre supo que sus pasos jamás alcanzarían caminos abiertos, por desconocer la luz. Lucía, la olvidada del mundo.



Esas muertes no tienen importancia: por eso no necesitan ser explicadas. En el Diccionario de las Inhumaciones de Celebridades, leí que en general los grandes suelen quejarse de su destino osario. Allí, el profesor H.J.Steinmeier razona que sólo los pobres de espíritu retozan en sus tumbas por falta de vuelo emocional.Hacen allí lo  que no supieron hacer en vida. El profesor Steinmeier recuerda haberlo comprobado más de una vez, al visitar el mausoleo de sus padres…



Viajan a Dresden para la reinhumación de sus restos. Confían que ésta  sea la última vez, el destino final. No le cayó bien el Per Lachaise, de Paris, ni el cementerio de Bologna. La familia jura que ya no le volverán a hacer caso.



Hoy hace diez años que se liberó. ¿Las muertes liberan? Liberan de la vida, pero no de los vivos.Y eso es lo que Hortensia no logra descifrar. Lo tiene al lado todas las noches, todas. El vuelve a sacudir su cuerpo, a dejarle la cara amoratada, a escupirla. Porque lo tiene bien asumido: no es sudor el que moja su cuerpo…



Hokusai elige una mortaja rosada, del color de los cerezos. Le dan el gusto y en la ceremonia - voces bajas y miradas furtivas- nadie habla del muerto, fascinados por el secreto brillo de la seda..



Gasta los últimos peniques para postergar su muerte. No se los da al médico ni al sacerdote.Tampoco al sepulturero. Confía en cambio en la palabra del chamán.


PÁGINA 17 – POESÍA ARGENTINA

JOAQUÍN O. GIANNUZZI
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

CABEZA FINAL

Todas las ideologías le dieron de palos.
No conoció la alegría de lo posible.
Le humillaron la historia del mundo
y la vergüenza de su país,
la calvicie, los dientes perdidos,
una oscuridad excavada bajo los ojos,
el fracaso personal de su lenguaje.
El obrero que respiró en su interior
ávido de oxígeno y universo continuo
dejó caer el martillo. Fue la razón
quien cegó sus propias ventanas. Pero tampoco
encontró en el delirio conclusión alguna.
Por eso, quizás no fue tan descortés
esa manera de negar el mundo al despedirse.
Sucedió así: vomitada
la náusea de la época,
y reposando sobre la última almohada
volvió hacia la pared
lo poco que quedaba de su rostro.

LA BATALLA

La manada policial había bloqueado
las calles laterales. Una operación mental
tácticamente correcta y fría. Pero en el tumulto
vibraba un núcleo incandescente
donde se decidían las cosas con puños alzados,
alaridos, blasfemias y razones coléricas.
Volaron llamas, escupitajos, mamposterías,
vidrios pulverizados, bulones: el lenguaje
encarnado de gente que sabe lo que quiere
en tiempos miserables. La multitud onduló
jadeante y ciega al estallido del gas
y aunque condenada a una asfixia de lágrimas
perforó por un instante
el cerco de escudos y plástico reforzado.
Silbaron balas y el aire humoso
se astilló en la dispersión. La furia general
se concentró, vaciada en las tensadas cavidades
de cada rostro. En la cabeza de la nación
hubo un leve crujido, como si allá afuera
hubiera sucedido algo todavía desconocido.
Las pantallas de la televisión
dieron por apagada la escena. Había otros temas
que atender y desmentir el desorden:
allí donde al amor sólo le quedaban
falsas definiciones, pero también sospechando
cuántas mutaciones llegarían
a depender de aquella batalla perdida
en el recodo de una guerra interminable.
Después, montado en un aullido de sirenas,
llegó el Estado perfecto en auxilio de los muertos.


 JEREMÍAS VERGARA
(San Martín de los Andres-Neuquén-Argentina)

LA FILARMÓNICA DE LA VIDA.

Comienza sonando el silencio,
de la oscura y profunda sala.
Ellos están ubicados de la misma manera,
los agudos
los graves,
con sus bellas y tristes cuerdas
a los costados y frentes.
Detrás  en medio alto,
en la tiniebla,
aquellos vientos y oscuros susurros,
primero las maderas
luego el metal.
En el abismo,
la percusión de aquellos que llegaran al frente,
sus golpes desafiarán al siniestro,
aquellos que desafían  al silencio.
El principal sube
donde obtendrá el control,
ellos listos están.

Comienza la pieza…
Los cuerpos de cuerdas,
de alabanza
en penas.

¡Comienzan!

Lentos y se acompañan
las teclas de aquel órgano tubular
camina con la melodía,
mientras en el frente las manos guían la sonata.
Comienzan los vientos,
la  madera deja salir el agitado aire,
los dedos espectrales sostienen las notas
en el fondo comienzan los agitados tambores,
pero no están aún en su gloria.

La orden sostiene
que los telarañosos violines
entonen a las alturas
los contrabajos responden de la mis manera,
las trompetas ,
trombones los llevan al cielo,
las percusiones acompañan la intención,
aquellos músicos están en lo más alto,
en su plenitud,
es su luz,
la última que tal vez sientan,
retratan la sonora belleza en el oscuro y espeso aire.

Quien da la orden en luz de vela
aún sigue sosteniéndose en pie,
difícil es cuando la coherencia se vuelve intranquila,
la locura se apodera,
la ambición comete un crimen,
toda la filarmónica suena,
en tan bella sonata donde vive,
y con tal fuerza se refleja,
con tanto poder,
que quien dirige
ya no se puede sostener,
la música es tan viva como la misma vida
de aquellos que tocan en la muerte,
aquel que dirige no es más,
que quien ha elegido
como vivir esa vida que ya no le pertenece,
detrás de aquella espalda adolorida,
a punto de caer,
está el valle oscuro y rabioso,
están todos aquellos
que quedaron al paso.

La pieza ha sido tan fuerte
que las antiguas velas se encienden,
aquellos que pintan musicalmente las tinieblas,
en cadavérica angustia, apuntan la mirada al frente,
ellos fueron tan fuertes para sostener
a quien no los quiere abandonar,
a quien frente de ellos está.

El tiempo aún no se ha salido de control,
sus débiles y muertas piernas
son tomadas por la gloria,
una vez más está en lo alto para seguir,
aunque el cielo y el infierno prestado de sus suelos piden el silencio,
el silencio de los hombres,
el silencio que da muerte.

Aquí los ángeles y los demonios luchan,
por sólo un lugar para poder oír,
mientras ellos no dejan de tocar.

En las profundidades se oye el réquiem de los muertos,
las cuerdas,
vientos y percusión,
ellos no dejan  de tocar
aún en la tempestad de aquel oscuro lugar,
en aquel donde  mortales ya no son,
donde el hombre sólo es espectro,
donde la música sigue siendo música,
música para los seres,
que fueron hombres,
hombres que fueron músicos
músicos de las tinieblas,
tinieblas para la oscuridad,
oscuridad para aquellos
que viven ahora en ella.


PÁGINA 18 – ENSAYO

PACO HUELVA
(Huelva-España)

LOS INTELECTUALES MUERTOS

En literatura existen muchos yoes. Es fácil reconocer el yo cuando leemos una crónica, una epístola o un diario porque utilizamos la primera persona del singular. No lo es tanto en poesía, novela o dramaturgia porque el yo a veces se trasunta en tu, en el, en nosotros, en vosotros o en ellos. En estos casos es difícil saber quién está hablando, quién mueve los hilos de la trama. No digamos ya en los supuestos en que se utiliza el doble yo narrativo: cuando el personaje habla con su conciencia o con la persona que fue siendo joven o la que será en el devenir…

Pero esto que puede parecer un galimatías es una de las grandezas de la literatura. A veces leemos un verso o un poema en su completud, escrito por otro, y pareciera que hubiera sido creado por uno mismo. Maravilloso universo de espejos, éste de la literatura. Qué fascinación ¿verdad?

Si observáramos la realidad que nos circunda aplicando los sentidos, tal como lo hacemos cuando leemos literatura, descubriríamos las ocultas y taimadas técnicas que utilizan aquellos que escriben “el mundo” para convertirnos en rehenes: en esclavos de sus viles e interesadas acciones.

Imaginen a los gobernantes todos como personajes principales y a los ciudadanos como elementos secundarios de la trama diseñada por los primeros. Resultado: una mala novela o una tragedia que no debieran representarse jamás, que nacen corrompidas con los “latiguillos” de la Historia: cíclica ceremonia del horror y de los vicios execrables que acompañan el ejercicio continuado del poder.

No se me ocurre otra forma de solventar esto literariamente que utilizar la rebelión pirandelliana. O sea, que los personajes secundarios -que representamos en el ajedrez del orbe- hagamos un motín, montemos una revuelta, una asonada, y “matemos” a los directores de esta farsa para, a renglón seguido, redactar un nuevo libreto con una reasignación de los roles a representar, en donde, los secundarios, vuelvan a tener el protagonismo y puedan controlar el destino de los pueblos.

No nos asustemos. Esto es o debiera ser la democracia, y no lo que estamos leyendo o padeciendo.

Levante la voz y diga lo que piensa. Es lo que más asusta a las privilegiadas castas. Y si no se impresionan, métale más caña, verán como abandonan. Están aquí por cuestiones económicas, sólo por dinero o por el ejercicio del poder en todo caso.

A la mayoría de ellos, salvo excepciones, le importa un bledo nuestro bienestar. Son una casta: la de los dirigentes. Usted y yo pertenecemos a otra, a la de los administrados; pero, no se engañe ni se deje engatusar por cantos de sirenas, ellos están ahí porque nosotros así decidimos que fuera, sólo por eso.

Mejor nos iría si fuésemos más conscientes de lo que hay a nuestro redor y le pidiéramos un día sí y otro también explicaciones. Preguntemos más. Una y otra vez. Hasta que nos contesten a nuestras cuitas. Hasta que nos respondan a nuestros requerimientos o se vayan de una vez si no son capaces de cumplir las promesas con las que nos engañaron.

Me atormenta saber que los estudiantes no salen a la calle a pedir sus derechos. Que los trabajadores tampoco, con la que está cayendo. Que los intelectuales han hecho del silencio su profesión.

¡Qué pena de país, éste nuestro! Nos arrebatan los derechos y encorvamos la cerviz para que el verdugo acabe su trabajo con un tajo limpio y certero: presto.


PÁGINA 19 – CUENTO

JULIO CORTÁZAR
(Argentino-1914/1984)

TÍA EN DIFICULTADES

¿Por qué tendremos una tía tan temerosa de caerse de espaldas? Hace años que la familia lucha para curarla de su obsesión, pero ha llegado la hora de confesar nuestro fracaso. Por más que hagamos, tía tiene miedo de caerse de espaldas; y su inocente manía nos afecta a todos, empezando por mi padre, que fraternalmente la acompaña a cualquier parte y va mirando el
piso para que tía pueda caminar sin preocupaciones, mientras mi madre se esmera en barrer el patio varias veces al día, mis hermanas recogen las pelotas de tenis con que se divierten inocentemente en la terraza y mis primos borran toda huella imputable a los perros, gatos, tortugas y gallinas que proliferan en casa. Pero no sirve de nada, tía sólo se resuelve a cruzar las
habitaciones después de un largo titubeo, interminables observaciones oculares y palabras destempladas a todo chico que ande por ahí en ese momento. Después se pone en marcha, apoyando primero un pie y moviéndolo como un boxeador en el cajón de resina, después el otro, trasladando el cuerpo en un desplazamiento que en nuestra infancia nos parecía majestuoso, y
tardando varios minutos para ir de una puerta a otra. Es algo horrible.
Varias veces la familia ha procurado que mi tía explicara con alguna coherencia su temor a caerse de espaldas. En una ocasión fue recibida con un silencio que se hubiera podido cortar con guadaña; pero una noche, después de un vasito de hesperidina, tía condescendió a insinuar que si se caía de espaldas no podría volver a levantarse. A la elemental observación de que treinta y dos miembros de la familia estaban dispuestos a acudir en su auxilio, respondió con una mirada lánguida y dos palabras: «Lo mismo». Días después mi hermano el mayor me llamó por la noche a la cocina y me mostró una cucaracha caída de espaldas debajo de la pileta. Sin decirnos nada asistimos a su vana y larga lucha por enderezarse, mientras otras cucarachas, venciendo la intimidación de la luz, circulaban por el piso y pasaban rozando a la que yacia en posición decúbito dorsal. Nos fuimos a la
cama con una marcada melancolía, y por una razón u otra nadie volvió a interrogar a tía; nos limitamos a aliviar en lo posible su miedo, acompañarla a todas partes, darle el brazo y comprarle cantidad de zapatos con suelas antideslizantes y otros dispositivos estabilizadores. La vida siguió así, y no era peor que otras vidas.

PÁGINA 20 – POESÍA AMERICANA

ASPASIA WORLITZKY
(Montreal-Québec/Canadá)

LA PARTIDA DEL HIJO

Te fuiste caminando lento,
llevabas los hombros tristes,
el pelo largo y liso.
En silencio miré como te alejabas,
no sabías, eras feliz.

Te saqué de mi tibio vientre,
en mis brazos te cubrí de aureolas,
no sabías y te quedaste quieto.
Tus grandes ojos
se enmarañaron de sombras misteriosas.
“Estamos de paso”, dije.

Tu mano pequeña se quedó en la mía,
tu sonrisa en mi sonrisa.
Te ibas.

INFINITO ANHELO

Me pregunto que significa entonces.
Como antaño gira de nuevo la primavera ,
reverdean los árboles,
el cielo se estremece,
muy dentro unas ansias locas
de recoger almendras,
correr descalza para no hacer ruido
y a la vez provocar resonancias.

Melodías sofisticadas, sin sosiego,

bocas secas, recientes,
entonando himnos.
Remolinos de viento,
cadencias, notas, versos
que no sé de donde surgen
cuando lo veo.

Entonces me pregunto
que podría ser...
si no es amor, si no es silencio,
si es ternura, si es tormento…
¿de qué se trata?

Siento el calor del fuego,
bestia sin freno, límpido ensueño,
siento sus besos, huelo su cuerpo.
Siempre me viene,
pasa y me estrecha
con invisibles brazos,
renacimiento increíble
y... entonces...

UN HOMBRE

Hoy he sentido una nube
entrar en mi posada,
me cubrí hasta los cabellos
para no oír sus pasos,
me pregunté cuantas noches
tuve miedo de mi alma.
Tal vez una, tal vez nunca,
busqué refugio en la almohada.

¿Eres tú?
Un imperceptible aliento
entibió mi cara.
Ya era tuya,
la inquietud se había esfumado.
Lentamente palpé mis pechos
¿eras tú, era yo?
Sentí en mis piernas la caricia de tus manos
y en el aire tus palabras.
Gocé la entrega, tu acierto,
tu risa infantil.

Palabra de tronco y hierba,
de mineral, de esperma,
complicidad y sueño,
sabor de mi tierra entera.
Así eres tú, como un Cristo
para mi encendido reino.
Así eres tú, un compañero,
no mi marido ni mi padre,
ni un hermano ni un amante.
Todo eso junto sí
y con eso tengo bastante.

ILUSIÓN

Fíjate que a veces pienso que es cierto,
que este deseo, esta ternura,
van creciendo.

Pienso que puede ser que un día
nos encontremos de nuevo
en el colegio, en la calle,
en una estación de metro,
comencemos un diálogo
como tantos que se han muerto
y sepamos que esta vez
la jugarreta va en serio.

Quizás me aprietes las manos
como otras veces lo has hecho,
me mires sin decir nada,
me silencies con un beso.

Quizás me digas te quiero.
Pero será distinto, es un hecho.
Todo será distinto y ajeno.
Tú y yo.

Tendrás ganas de verme
con el delantal casero,
de hacerme el amor riendo
después de la ducha fresca,
querrás llamar al hijo nuestro
que está brotando en mi vientre.

ACEPTACIÓN

Me pides que te quiera despacio,
que piense en ti poquito a poco.
Yo no puedo,
mis alas buscan la salida
y se estrellan en las puertas.

La mirada inquieta
se pasea por la estancia
y reposa en el teléfono.
Yo no puedo,
anhelo tus palabras y tus besos,
tu sonrisa abierta,
tus respuestas lentas
y ese apoyo incierto.

No puedo amarte a medias,
me he deshecho de todo
lo que algún día te hiriera,
he guardado mi cuerpo
para tu ternura y tu fuerza.

Me duele amarte así de limpia
aunque me cause una gran alegría,
mis hijos son más míos,
la vida es más amena,
mi padre desde lejos, aprueba
y me consuela.

Ensueño
Casi soy la única en este avión
que me parece inmenso
pero en realidad es pequeñito,
se va abriendo paso por entre las nubes
que como figurines de algodón
le salen al camino.

Tocan aladas la ventanilla,
se alejan despreocupadas
a juntarse con el resto,
forman una gran montaña
gris y blanca, resplandeciente.

¿Cómo pueden volar tan alto
temerarias?
Allí sí se debe sentir la soledad,
un motor irrumpiendo cada permanencia,
aquel silencio de juicio final.

No me siento incierta ni triste,
voy viajando a mi tierra desde el extranjero,
imagino que en lugar de ir,
estoy viniendo.

Entonces la descubro, sentada frente a mí,
ella, ausente la mirada velada por los años,
mi madre.
Levemente sonriendo
mi madre en el ocaso.


DANIEL MONTOLY
(Montecristi-República Dominicana)

EXPLORACIÓN MATINAL

El llanto de su amor
tiene las piernas
en alto
gritando con ellas
con la sonoridad
de campana
desnuda y expuesta
al dedo agresor
del aire.

LA SOLEDAD DE SER ERNESTO
a Marina C. Kohon

La soledad de ser Ernesto
fue persiguiéndolo
por la vida
hasta obligarlo
a tener que cambiar
de nombre
y escogió en cambio
a un hombre
con amor
por otros hombres
con apellidos volcánicos
capaces de derretir
líbidos de hielo
acumulados
bajo el techo varonil
de los ojos más pálidos
que el invierno
haya visto.

MADAGLENA

Tengo
que bailar en su música
para conocer
sus pasos
de mujer soltera.
Entrar en ellos
cuando ella duerme
con sigilo
de malechor
a romper
la suave cerradura
de ese cuerpo
amilanado
por el mal uso
del amor. Y ella
con esos pies
de Isadora Duncan
bailará sobre
la flauta
de los encantos
nocturnos
aunque dormida
como Bella Durmiente
en la soledad
de mi pecho.
Entonces, le cantaré
un son cubano
para que su sueño
coja candela
y seré el primer bombero
intoxicado
con el humo húmedo
de una mulata
llamada:
Magdalena.

EL BESO DE LA MUJER ARAÑA

Al introducir mi lengua
sentí sus dientes de perro mordiéndome el corazón.
Quise hacerla de lados
pero su brutal mirada
se apoderó de mis dos pies
reduciéndome a un montón de huesos
dentro de un cuerpo atormentado
por los demonios de la vejez.
Me rendí
a ser devorado por sus palabras
ella cautivada por el asombro
rehusó comerme. Sin saber cómo
mis ojos se llenaron de nubes tan azules
como las plumas de aves oníricas
que adornaban su cabellera
de mujer peluda.


PÁGINA 21 – ENSAYO

JOSÉ MARTÍ
(La Habana-Cuba)

NUESTRA AMÉRICA

Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormido engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.
No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados. Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos. Los que se enseñan los puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una, las dos manos. Los que, al amparo de una tradición criminal, cercenaron, con el sable tinto en la sangre de sus mismas venas, la tierra del hermano vencido, del hermano castigado más allá de sus culpas, si no quieren que les llame el pueblo ladrones, devuélvanle sus tierras al hermano. Las deudas del honor no las cobra el honrado en dinero, a tanto por la bofetada. Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes.
A los sietemesinos sólo les faltará el valor. Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás. No les alcanza al árbol difícil el brazo canijo, el brazo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen que no se puede alcanzar el árbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses o madrileños, vayan al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni, de sorbetes. ¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! ¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan, ¡bribones!, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades! Pues, ¿quién es el hombre?, ¿el que se queda con la madre, a curadle la enfermedad, o el que la pone a trabajar donde no la vean, y vive de su sustento en las tierras podridas, con el gusano de corbata, maldiciendo del seno que lo cargó, paseando el letrero de traidor en la espalda de la casaca de papel? ¡Estos hijos de nuestra América, que ha de salvarse con sus indios, y va de menos a más; estos desertores que piden fusil en los ejércitos de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus indios, y va de más a menos! ¡Estos delicados, que son hombres y no quieren hacer el trabajo de hombres! Pues el Washington que les hizo esta tierra ¿se fue a vivir con los ingleses, a vivir con los ingleses en los años en que los veía venir contra su tierra propia? ¡Estos “increíbles” del honor, que lo arrastran por el suelo extranjero, como los increíbles de la Revolución francesa, danzando y relamiéndose, arrastraban las erres!
Ni ¿en qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América, levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles? De factores tan descompuestos, jamás, en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas. Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores, y acusa de incapaz e irremediable a su república nativa, porque no le dan sus selvas nuevas modo continuo de ir por el mundo de gamonal famoso, guiando jacas de Persia y derramando champaña. La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyés no se desestanca la sangre cuajada de la raza india. A lo que es, allí donde se gobierna, hay que atender para gobernar bien; y el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país.
Por eso el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza. El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de su sumisión para dañarle, o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le perjudica el interés. Por esta conformidad con los elementos naturales desdeñados han subido los tiranos de América al poder; y han caído en cuanto les hicieron traición. Las repúblicas han purgado en las tiranías su incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país, derivar de ellos la forma de gobierno y gobernar con ellos. Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador.
En pueblos compuestos de elementos cultos e incultos, los incultos gobernarán, por su hábito de agredir y resolver las dudas con la mano, allí donde los cultos no aprendan el arte del gobierno. La masa inculta es perezosa, y tímida en las cosas de la inteligencia, y quiere que la gobiernen bien; pero si el gobierno le lastima, se lo sacude y gobierna ella. ¿Cómo han de salir de las Universidades los gobernantes, si no hay Universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América? A adivinar salen los jóvenes al mundo, con antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen. En la carrera de la política habría de negarse la entrada a los que desconocen los rudimentos de la política. El premio de los certámenes no ha de ser para la mejor oda, sino para el mejor estudio de los factores del país en que se vive. En el periódico, en la cátedra, en la academia, debe llevarse adelante el estudio de los factores reales del país. Conocerlos basta, sin vendas ni ambages: porque el que pone de lado, por voluntad u olvido, una parte de la verdad, cae a la larga por la verdad que le faltó, que crece en la negligencia, y derriba lo que se levanta sin ella. Resolver el problema después de conocer sus elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos. Viene el hombre natural, indignado y fuerte, y derriba la justicia acumulada de los libros, porque no se la administra en acuerdo con las necesidades patentes del país. Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas a acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras Repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras Repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas.
Con los pies en el rosario, la cabeza blanca y el cuerpo pinto de indio y criollo, venimos, denodados, al mundo de las naciones. Con el estandarte de la Virgen salimos a la conquista de la libertad. Un cura, unos cuantos tenientes y una mujer alzan en México la república en hombros de los indios. Un canónigo español, a la sombra de su capa, instruye en la libertad francesa a unos cuantos bachilleres magníficos, que ponen de jefe de Centro América contra España al general de España. Con los hábitos monárquicos, y el Sol por pecho, se echaron a levantar pueblos los venezolanos por el Norte y los argentinos por el Sur. Cuando los dos héroes chocaron, y el continente iba a temblar, uno, que no fue el menos grande, volvió riendas. Y como el heroísmo en la paz es más escaso, porque es menos glorioso que el de la guerra; como al hombre le es más fácil morir con honra que pensar con orden; como gobernar con los sentimientos exaltados y unánimes es más hacedero que dirigir, después de la pelea, los pensamientos diversos, arrogantes, exóticos o ambiciosos; como los poderes arrollados en la arremetida épica zapaban, con la cautela felina de la especie y el peso de lo real, el edificio que había izado, en las comarcas burdas y singulares de nuestra América mestiza, en los pueblos de pierna desnuda y casaca de París, la bandera de los pueblos nutridos de savia gobernante en la práctica continua de la razón y de la libertad; como la constitución jerárquica de las colonias resistía la organización democrática de la República, o las capitales de corbatín dejaban en el zaguán al campo de bota-de-potro, o los redentores bibliógenos no entendieron que la revolución que triunfó con el alma de la tierra, desatada a la voz del salvador, con el alma de la tierra había de gobernar, y no contra ella ni sin ella, entró a padecer América, y padece, de la fatiga de acomodación entre los elementos discordantes y hostiles que heredó de un colonizador despótico y avieso, y las ideas y formas importadas que han venido retardando, por su falta de realidad local, el gobierno lógico. El continente descoyuntado durante tres siglos por un mando que negaba el derecho del hombre al ejercicio de su razón, entró, desatendiendo o desoyendo a los ignorantes que lo habían ayudado a redimirse, en un gobierno que tenía por base la razón; la razón de todos en las cosas de todos, y no la razón universitaria de uno sobre la razón campestre de otros. El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu.
Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores. El tigre, espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa. Muere echando llamas por los ojos y con las zarpas al aire. No se le oye venir, sino que viene con zarpas de terciopelo. Guando la presa despierta, tiene al tigre encima. La colonia continuó viviendo en la república; y nuestra América se está salvando de sus grandes yerros —de la soberbia de las ciudades capitales, del triunfo ciego de los campesinos desdeñados, de la importación excesiva de las ideas y fórmulas ajenas, del desdén inicuo e impolítico de la raza aborigen—, por la virtud superior, abonada con sangre necesaria, de la república que lucha contra la colonia. El tigre espera, detrás de cada árbol, acurrucado en cada esquina. Morirá, con las zarpas al aire, echando llamas por los ojos.
Pero “estos países se salvarán”, como anunció Rivadavia el argentino, el que pecó de finura en tiempos crudos; al machete no le va vaina de seda, ni en el país que se ganó con lanzón se puede echar el lanzón atrás, porque se enoja, y se pone en la puerta del Congreso de Iturbide “a que le hagan emperador al rubio”. Estos países se salvarán, porque, con el genio de la moderación que parece imperar, por la armonía serena de la Naturaleza, en el continente de la luz, y por el influjo de la lectura crítica que ha sucedido en Europa a la lectura de tanteo y falansterio en que se empapó la generación anterior, le está naciendo a América, en estos tiempos reales, el hombre real.
Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura. Éramos charreteras y togas, en países que venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza. El genio hubiera estado en hermanar, con la caridad del corazón y con el atrevimiento de los fundadores, la vincha y la toga; en desestancar al indio; en ir haciendo lado al negro suficiente; en ajustar la libertad al cuerpo de los que se alzaron y vencieron por ella. Nos quedó el oidor, y el general, y el letrado, y el prebendado. La juventud angélica, como de los brazos de un pulpo, echaba al Cielo, para caer con gloria estéril, la cabeza coronada de nubes. El pueblo natural, con el empuje del instinto, arrollaba, ciego del triunfo, los bastones de oro. Ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano. Se probó el odio, y los países venían cada año a menos. Cansados del odio inútil, de la resistencia del libro contra la lanza, de la razón contra el cirial, de la ciudad contra el campo, del imperio imposible de las castas urbanas divididas sobre la nación natural, tempestuosa o inerte, se empieza, como sin saberlo, a probar el amor. Se ponen en pie los pueblos, y se saludan. “¿Cómo somos?” se preguntan; y unos a otros se van diciendo cómo son. Cuando aparece en Cojímar un problema, no va a buscar la solución a Danzig. Las levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América. Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! Se entiende que las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales; que las ideas absolutas, para no caer por un yerro de forma, han de ponerse en formas relativas; que la libertad, para ser viable, tiene que ser sincera y plena; que si la república no abre los brazos a todos y adelanta con todos, muere la república. El tigre de adentro se entra por la hendija, y el tigre de afuera. El general sujeta en la marcha la caballería al paso de los infantes. O si deja a la zaga a los infantes, le envuelve el enemigo la caballería. Estrategia es política. Los pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente. ¡Bajarse hasta los infelices y alzarlos en los brazos! ¡Con el fuego del corazón deshelar la América coagulada! ¡Echar, bullendo y rebotando por las venas, la sangre natural del país! En pie, con los ojos alegres de los trabajadores, se saludan, de un pueblo a otro, los hombres nuevos americanos. Surgen los estadistas naturales del estudio directo de la Naturaleza. Leen para aplicar, pero no para copiar. Los economistas estudian la dificultad en sus orígenes. Los oradores empiezan a ser sobrios. Los dramaturgos traen los caracteres nativos a la escena. Las academias discuten temas viables. La poesía se corta la melena zorrillesca y cuelga del árbol glorioso el chaleco colorado. La prosa, centelleante y cernida, va cargada de idea. Los gobernadores, en las repúblicas de indios, aprenden indio.
De todos sus peligros se va salvando América. Sobre algunas repúblicas está durmiendo el pulpo. Otras, por la ley del equilibrio, se echan a pie a la mar, a recobrar, con prisa loca y sublime, los siglos perdidos. Otras, olvidando que Juárez paseaba en un coche de mulas, ponen coche de viento y de cochero a una bomba de jabón; el lujo venenoso, enemigo de la libertad, pudre al hombre liviano y abre la puerta al extranjero. Otras acendran, con el espíritu épico de la independencia amenazada, el carácter viril. Otras crían, en la guerra rapaz contra el vecino, la soldadesca que puede devorarlas. Pero otro peligro corre, acaso, nuestra América, que no le viene de sí, sino de la diferencia de orígenes, métodos e intereses entre los dos factores continentales, y es la hora próxima en que se le acerque demandando relaciones íntimas, un pueblo emprendedor y pujante que la desconoce y la desdeña. Y como los pueblos viriles, que se han hecho de sí propios, con la escopeta y la ley, aman, y sólo aman, a los pueblos viriles; como la hora del desenfreno y la ambición, de que acaso se libre, por el predominio de lo más puro de su sangre, la América del Norte, o el que pudieran lanzarla sus masas vengativas y sórdidas, la tradición de conquista y el interés de un caudillo hábil, no está tan cercana aún a los ojos del más espantadizo, que no dé tiempo a la prueba de altivez, continua y discreta, con que se la pudiera encarar y desviarla; como su decoro de república pone a la América del Norte, ante los pueblos atentos del Universo, un freno que no le ha de quitar la provocación pueril o la arrogancia ostentosa, o la discordia parricida de nuestra América, el deber urgente de nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento, vencedora veloz de un pasado sofocante, manchada sólo con sangre de abono que arranca a las manos la pelea con las ruinas, y la de las venas que nos dejaron picadas nuestros dueños. El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la codicia. Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos. Se ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor prevalece. Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad.
No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y el observador cordial buscan en vano en la justicia de la naturaleza, donde resalta, en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos  diversos en forma y en color. Peca contra la humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas.  Pero en el amasijo de los pueblos se condensan, en la cercanía de otros pueblos diversos, caracteres peculiares y activos, de ideas y de hábitos, de ensanche y adquisición, de vanidad y de avaricia, que del estado latente de preocupaciones nacionales pudieran, en un período de desorden interno o de precipitación del carácter acumulado del país, trocarse en amenaza grave para las tierras vecinas, aisladas y débiles, que el país fuerte declara perecederas e inferiores. Pensar es servir. Ni ha de suponerse, por antipatía de aldea, una maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del continente, porque no habla nuestro idioma, ni ve la casa como nosotros la vemos, ni se nos parece en sus lacras políticas, que son diferentes de las nuestras; ni tiene en mucho a los hombres biliosos y trigueños, ni mira caritativo, desde su eminencia aún mal segura, a los que, con menos favor de la historia, suben a tramos heroicos la vía de las repúblicas; ni se han de esconder los datos patentes del problema que puede resolverse, para la paz de los siglos, con el estudio oportuno y la unión tácita y urgente del alma continental. ¡Porque ya suena el himno unánime; la generación actual lleva a cuestas, por el camino abonado por los padres sublimes, la América trabajadora; del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Semí, por las naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la semilla de la América nueva !


PÁGINA 22 – CUENTO  

RAQUEL SEQUEIRO
(La Coruña-España)

EDIFICIO OLIMPO

De los mutilados ojos bajaron dos chorros de sangre y de la boca salieron cientos de arañas trepando por el tronco hasta la osadía de un ejército que se cree vencedor desde el principio.
Héctor abrió los ojos; la turbación con que lo había mirado la sacerdotisa se rompió en cuanto tuvo los ojos sanos, ambos, y los que miraban al pasado también.
-¿Por qué no dijiste nada? –preguntó ella, abollando el caso con un golpe de puño.
-¿Crees que podemos hacer algo contra los delirios de los dioses?
-Yo lo he hecho. Te convirtieron en un árbol y yo…
-Tú eres una desagradecida idiota. Sin ellos no somos nada.
-Pero castigan sin un motivo –protestó la sacerdotisa a viva voz-.Siendo así ,no pienso quedarme en el templo.
-Cuidado con lo que dices Aristeia. No todos los dioses son benévolos ante nuestras palabras.- Ana le dio la vuelta a las últimas vendas. –No entiendo cómo, Misteria, hemos logrado deshacer
-¡…lo Todo! –gritó Aristeia, terminado la frase de él. Dejó de mirar al cíclope y dirigió sus ojos de ambigua mirada a Polínicles, quien, estirado en un diván permitía que Misteria curase su piel, y su pelo, sus labios rosas de hombre joven. Aquello era un martirio: quien había inventado la mortalidad y la inmortalidad se había equivocado.
-Sube a la planta 13, Aristeia, así lo quieren los dioses del Olimpo.
Volando subió Aristeia con las alas que habían brotado en su espalda, y, como merecía castigo, en su subida, las mismas alas iban desgarrando la piel, junto con la túnica, y veía flotar a su alrededor los pedazos de carne.
 Zeus esperaba sentado y Aristeia temía ver al dios, al que amaba más que a su vida, frente a sus ojoss, con un nuevo castigo preparado, pero el hermoso Apolo dejó pasar las horas para ella, donde, suspendida en el vacío, la sacerdotisa admiraba las mariposas y los insectos que pervivían en ese lugar apartado, entre la planta 13 y la 76.
-Arañas e insectos. Eso esperas que te enviemos. Alguien quedará en su lugar, Aristeia –dijo la voz atronadora. Y los cielos, en el centro del avasallador edificio, temblaron, arreciaron con la lluvia y se insinuaron dorados y estériles. El dios había decidido que Aristeia se convirtiera en árbol: así es que, el edificio estalló, resquebrajado por las ramas inmensas.


PÁGINA 23 – POESÍA AMERICANA

MELVIN JAVIER NÚÑEZ PEROZO.
(Santo Domingo-Distrito Nacional-República Dominicana)

Y ABRIÓSE

Y abrióse la boca del
Trueno maldiciendo la
vacuidad del vacío
cuando más vacío estaba;
homínidos apertrechados
hormigueaban con impregnado estiércol
y salieron en Defensa de lo vacuo:
'¿No es acaso la  Luz
un vacío que deslumbra?'
Tomó Natura la Palabra,
sin palabras;
harta estaba de las Talas,
del Derrame de la Muerte Negra,
de la Muerte de sus Hijos,
asesinados entre tanto Maldecir,
de los genes transmitidos,
del Desorden Cancerígeno
que se yergue
más allá de lo previsto:
en el viento,
en el agua,
en las sombras,
con Sentencias Abiertas
para ser penetradas
como Abominación.

BANDIDOS

Detrás del árbol: Hombres,
cuellos desnudos amenazados
por el verdugo filo,
invertidos en el preciado metal
de rutilantes halos
y en agudos senos;
terminan insepultos,
cercenados por la espada.
Sus cabezas melladas e indecentes
se vuelcan en el fango,
junto al coro de locos afligidos,
bajo al cieno ancestral y los misterios.
Quedan intactos sus redobles,
despertares que amenazan horcas,
deslizándose furtivos en los cráneos
o en los vientres infecundos de mujeres.
Ellas amaban esa fama,
Sabían que en los bosques los falos pululan,
mientras en sus camas,
las cobijas destejen el olor a amoníaco
de sus cuerpos; sin ellos,
de quienes querían la semilla,
a quienes debían olvidar.

SÓLO UNA LLAMA

Sólo una llama quema estas manos,
perdidas entre muertos
y periódicos fantasmas,
entonces me olvido del fuego
y de los hechos impresos;
y se desgastan mis manos
y algo transita en mi sangre
con diminutos hermanos
haciéndole corte.
He quedado abrasado
por el mundo de los muertos
y los periódicos abandonados,
por una nube lánguida y persistente…
A todos pertenezco, nada es mío,
sólo sigo abrasado
y éstas manos se queman
y algo transita en mi sangre.

BIOGRAFÍA DE UN ESPÍRITU

He muerto muchas veces
en tu sonrisa:
¿Acaso continúa, terca,
asolando mares,
circundando ríos,
o quiere asimilar
la conquista en su vientre?
Una Violeta negra, por ejemplo,
me parece un loco desenlace de palabras nuevas.
¿Acaso hay peligro en no ser nada?
¿Acaso hay peligro en no ser nadie?
Puede terminar mi nombre desde tu boca,
al sumergirme como Ancla en un río de leyes,
y opulentas voces que me gritan:
¡Sigue este camino, es el del metal!
Y así, dejaré de Amar, Desear y Perder.
Conseguiré la risa de la Cabra Cobarde,
destrozaré la Nada convirtiéndome en Alguien.
Y tú, tú podrás vivir sin pensar que te quiero
(recuerda: he dejado de Amarte),
mientras florecen en tu nombre largas ramas con olor a Incienso.
Dime: ¿no es hermoso un Amor de una semana,
sentir el intenso Calor de ese tal vez que nunca es cierto?
¿A qué prolongar lo bello y llevarlo a la Carne?
Ten confianza,
he dejado de Amarte,
y aquí sólo queda
un Momento que debe ser borrado.

ILUMINADO

Confuso de tanto iluminar, yace el Sol.
Consiguió diseminar las aguas.
Cómo desacreditar su sombra,
su sonambulismo tardío,
vacío de tiempo,
donde millones de estrellas se clavan en las carnes.
Y, en su torrente,
una vida continúa la marcha de la Sangre,
ungida de agonías y deseos,
de ese 'Yo' que he sido,
encendido el cirio apócrifo
y los días demás.


LUIS SEPÚLVEDA CALBUCURA
(Santiago de Chile-Chile)

LAS MUJERES DE MI GENERACIÓN

... Las mujeres de mi generación abrieron sus pétalos rebeldes
de rosas, camelias, orquídeas u otras yerbas,
de saloncitos tristes, de casitas burguesas, de costumbres añejas,
Sino de yuyos peregrinos entre vientos.
Porque las mujeres de mi generación florecieron en las calles,
en las fábricas se hicieron hilanderas de sueños,
en el sindicato organizaron el amor según sus sabios criterios

Es decir, dijeron las mujeres de mi generación, a cada cual según su necesidad y capacidad de respuesta,
como en la lucha golpe a golpe en el amor beso a beso.

Y en las aulas argentinas, chilenas o uruguayas
supieron lo que tenían que saber para el saber glorioso
de las mujeres de mi generación.

Minifalderas en flor de los setenta,
las mujeres de mi generación no ocultaron ni las sombras
de sus muslos que fueron los de Tania. Erotizando con el mayor de los calibres
los caminos duros de la cita con la muerte.

Porque las mujeres de mi generación
bebieron con ganas del vino de los vivos
acudieron a todas las llamadas
y fueron dignidad en la derrota.

En los cuarteles les llamaron putas y no las ofendieron
porque venían de un bosque de sinónimos alegres:
Minas, Grelas, Percantas, Cabritas, Minones, Gurisas, Garotas,
Zipotas, Viejas, Chavalas, Señoritas Hasta que ellas mismas escribieron la palabra Compañera
en todas las espaldas y en los muros de todos los hoteles. Porque las mujeres de mi generación
nos marcaron con el fuego indeleble de sus uñas
la verdad universal de sus derechos.

Conocieron la cárcel y los golpes
Habitaron en mil patrias y en ninguna
Lloraron a sus muertos y a los míos como suyos
Dieron calor al frío y al cansancio deseos
Al agua sabor y al fuego lo orientaron por un rumbo cierto. Las mujeres de mi generación parieron hijos eternos,
cantando Summertime les dieron teta,
fumaron marihuana en los descansos,
danzaron lo mejor del vino y bebieron las mejores melodías Porque las mujeres de mi generación
nos enseñaron que la vida no se ofrece a sorbos compañeros,
sino de golpe y hasta el fondo de las consecuencias.

Fueron estudiantes, mineras, sindicalistas, obreras
artesanas, actrices, guerrilleras, hasta madres y parejas
en los ratos libres de la Resistencia Porque las mujeres de mi generación sólo respetaron los límites que superaban todas las fronteras.

Internacionalistas del cariño, brigadistas del amor,
comisarias del decir te quiero, milicianas de la caricia.

Entre batalla y batalla
las mujeres de mi generación lo dieron todo
Y dijeron que apenas eso era suficiente
Las declararon viudas en Córdoba y en Tlatelolco
Las vistieron de negro en Puerto Montt y Sao Paulo
Y en Santiago, Buenos Aires o Montevideo
fueron las únicas estrellas de la larga noche clandestina. Sus canas no son canas
sino una forma de ser para el qué hacer que les espera.

Las arrugas que asoman en sus rostros
dicen he reído y he llorado y volvería a hacerlo.

Las mujeres de mi generación
han ganado algunos kilos de razones que se pegan a sus cuerpos,
se mueven algo más lentas cansadas de esperarnos en las metas.

Escriben cartas que incendian las memorias.
Recuerdan aromas proscritos y los cantan.
Inventan cada día las palabras y con ellas nos empujan
Nombran las cosas y nos amueblan el mundo
Escriben verdades en la arena y las ofrendan al mar
Nos convocan y nos paren sobre la mesa dispuesta.

Ellas dicen pan, trabajo, justicia, libertad
Y la prudencia se transforma en vergüenza.

Las mujeres de mi generación son como las barricadas:
Protegen y animan, dan confianza y suavizan el filo de la ira. Las mujeres de mi generación son como un puño cerrado
que resguarda con violencia la ternura del mundo.

Las mujeres de mi generación no gritan porque ellas derrotaron al silencio.

Si algo nos marca, son ellas.

La identidad del siglo son ellas.
Ellas: la fe devuelta, el valor oculto en un panfleto
el beso clandestino, el retorno a todos los derechos

Un tango en la serena soledad de un aeropuerto,
un poema de Gelman escrito en una servilleta
Benedetti compartido en el planeta de un paraguas,
los nombres de los amigos guardados con ramitas de lavanda

Las cartas que hacen besar al cartero
Las manos que sostienen los retratos de mis muertos
Los elementos simples de los días que aterran al tirano
La compleja arquitectura de los sueños de tus nietos.
Lo son todo y todo lo sostienen
Porque todo viene con sus pasos y nos llega y nos sorprende. No hay soledad donde ellas miren
Ni olvido mientras ellas canten.
Intelectuales del instinto, instinto de la razón
Prueba de fuerza para el fuerte y amorosa vitamina del débil.

Así son ellas, las únicas, irrepetibles, imprescindibles
sufridas, golpeadas, negadas pero invictas
mujeres de mi generación


PÁGINA 24 – ENSAYO

PROFESORA SANDRA SARTOR
UNIVERSITA CA’FOSCARI
(Venezia-Italia)

EL REALISMO MÁGICO

ORIGEN DEL REALISMO MÁGICO

El realismo mágico tiene sus raíces en la cultura latinoamericana, a partir de las interpretaciones de los europeos en la etapa de la colonización del nuevo continente.
Las crónicas de esa época son ricas en el relato y descripción de cosas absolutamente maravillosas, producto de la extrañeza que provocaba en los exploradores, las cosas que veían en sus viajes.
Es a partir de esta tradición de la interpretación de la realidad del nuevo continente a través de ojos europeos que se creó una visión sobrenatural de la realidad latinoamericana. La aparición de un grupo de escritores latinoamericanos contemporáneos entre sí, que cuestionaban esta visión, dio base a lo que posteriormente se conoció como realismo mágico.
Durante las décadas del '20 y del '30, muchos escritores y artistas latinoamericanos viajaron a Europa para incorporarse al surrealismo, buscando los aspectos sobrenaturales necesarios para crear una realidad basada en los sueños y el subconsciente.
A su regreso a Latinoamérica, percibieron que no era necesario buscar esa realidad extraña en el viejo continente, que de hecho se encontraba en sus propias culturas y países. Uno de los primeros escritores que transitó estos temas, fue Alejo Carpentier. Tanto él como su compatriota Lydia Cabrera, fueron quienes ayudaron a iniciar el reconocimiento mundial de los escritores latinoamericanos. A pesar de encontrarse ambos en París hacia la misma época, los planteos teóricos de Carpentier, que en parte escaparon a su propia aplicación, fueron intuitivamente aprovechados por Lydia Cabrera.
El realismo mágico de estos dos pioneros converge en ciertos aspectos y se abre en sus fundamentos sirviendo de puntal para lo que luego sería uno de los fenómenos más importantes de las letras latinoamericanas. La rígida formación intelectual de Alejo Carpentier le impidió, en última instancia, penetrar lo que él mismo señalaba como nuevo, mientras que el empirismo de Lydia Cabrera le permitió capturar en parte el realismo mágico de los afro-caribeños.
Alejo Carpentier al querer distanciarse del surrealismo, identificó el aspecto único de Latinoamérica como "lo real maravilloso. Carpentier considera que las técnicas surrealistas son equivocadas por el absoluto sentido artificial de lo maravilloso. Allí rompe con el surrealismo y orienta su atención hacia la realidad latinoamericana.
Carpentier fundamenta su análisis de lo maravilloso en el caudal de mitologías y creencias que él considera vigentes, y su alejamiento de la escuela europea es aún más profundo por el sentido de descubrimiento que experimenta cuando regresa a Cuba, en 1939, y cuando visita Haití, en 1943. Es un pionero porque su categoría de conocimiento es la primera expresión teórica de los profundos cambios que maduraban en el reflejo de esa realidad en la novela y que empezaban a manifestarse prácticamente de forma simultánea e independiente en numerosos autores.
Obviamente la realidad latinoamericana es más amplia y variada que el marco propuesto por Carpentier. Hay otras constantes que quedan opacadas, como las luchas por la liberación y el deseo de alcanzar la plenitud. En "lo real maravilloso" se supera en parte el carácter pintoresco del color local, pero los profundos y violentos conflicto sociales quedan enmascarados.Sin embargo, esta particular forma de expresión literaria puede ser interpretada desde otros puntos de vista, y contrapuesta como el extrañamiento del mundo de los colonizados ante el avance de la colonización, y podría afirmarse que se transforma en una particularísima visión y descripción de los males propios del imperialismo en esas tierras.
El concepto de lo maravilloso implica un sentido de sorpresa frente a fenómenos inusuales, inesperados o improbables. Puede ocurrir como resultado deliberado de la manipulación de la realidad, por la percepción del artista y por intenciones sobrenaturales que provocan la presencia de algo diferente de lo normal.
Carpentier juega con esta categoría en diferentes direcciones, pero sintetiza el realismo mágico en tres puntos:
primero, como una literatura maravillosa de origen europeo con referencias a eventos sobrenaturales
 segundo, la realidad maravillosa es más maravillosa que esa literatura y, por lo tanto, cabe hablar de lo "maravilloso americano"
 tercero, que lo "real maravilloso" de América podrá trasladarse a la literatura solamente a condición de que los escritores tengan fe en que esa América es maravillosamente real.

¿Quién fue entonces el primer escritor realista-mágico? En una entrevista concedida en Madrid en 1978, Gabriel García Márquez afirmó que la primera obra maestra de la literatura mágica es el Diario de Cristóbal Colón, que ya estaba contaminada de la magia del Caribe.La propia historia del libro resultaba inverosímil, pues en ésta se describe desde animales mitológicos hasta seres sobrenaturales. Y aunque probablemente Colón, relató todo esto tan sólo con el fin de obtener apoyo de los Reyes Católicos, su texto dio origen a todo en movimiento literario que se expande y trasciende cada vez más.

EL REALISMO MÁGICO Y LATINOAMÉRICA

En la literatura, el Realismo Mágico es un género en el que el autor combina elementos fantásticos y fabulosos con el mundo real, creando un equilibrio entre una atmósfera mágica y la cotidianidad, quebrantando las fronteras entre lo real y lo irreal, ubicando cada uno de estos en el lugar del otro.
Diferenciándose del uso tradicional de los elementos fantásticos en la literatura, el Realismo Mágico presenta lo real como maravilloso y viceversa, planteando como un suceso común, tanto para el lector como para los personajes de la obra, escenas y hechos fabulosos, mientras que brinda a su vez un carácter fantástico e irreal a actos de la vida común.
Desde mediados del siglo XX, la narrativa latinoamericana amplía su perspectiva más allá de la naturaleza, los indígenas y demás temas comunes de la novela realista. Revoluciones culturales y políticas, un amplio apego a la superstición, regímenes autoritaristas y demás procesos locales se combinaron con las vanguardias europeas, el psicoanálisis y las principales inquietudes del mundo entero sobre los problemas humanos y existenciales, ofreciendo a la pluma latinoamericana un escenario ideal para impulsar el Realismo Mágico en la lieteratura, convirtiéndolo en una senda hacia la consolidación de una identidad regional.
El realismo mágico es la respuesta latino americana a la literatura fantástica de mediados del siglo XX.. Se define como la preocupación estilística y el interés de mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. No es una expresión literaria mágica, su finalidad no es la de suscitar emociones sino mas bien expresarlas y es, sobre todas las cosas, una actitud frente a la realidad.
El realismo mágico refleja a través de su fantasía toda una serie de supersticiones, creencias populares y religiosas que son propias del sentir latinoamericano. Pese a encontrarse en algunos novelistas europeos, este género es propio de la literatura de América Latina, prosperando durante la década del sesenta y parte del setenta y provocando lo que se denominó el 'boom' de la novela latinoamericana; conviviendo con una etapa histórica donde las dictaduras confrontaban con una cultura que buscaba apartarse del autoritarismo y exiliarse de la persecusión.
 En medio de este proceso la crítica conoce nuevos nombres: Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, Miguel Angel Asturias y Juan Rulfo destacan entre otros. Años después, en la década de los 60 hacen aparición escritores como Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, que consolidan la literatura latinoamericana en el ámbito cultural mundial.

OBRAS REPRESENTATIVAS:

Cien Años de Soledad, Gabriel García Márquez.
El reino de este mundo, Alejo Carpentier.
El hombre de maíz, Miguel Ángel Asturias.
La casa de los espíritus, Isabel Allende.
La fiesta del chivo, Mario Vargas Llosa.

ASPECTOS RESALTANTES DEL REALISMO MÁGICO

Los siguientes elementos estan presentes en muchas novel
as del realismo mágico, pero no necesariamente todos se presentan en las novelas y también otras obras pertenecientes a otros géneros pueden presentar una que otra caracteritica similar.
•          Contenido de elementos mágicos/fantásticos, percibidos por los personajes como parte de la "normalidad".
•          Elementos mágicos tal vez intuitivos, pero nunca explicados.
•          Presencia de lo sensorial como parte de la percepción de la realidad.
•          El tiempo es percibido como cíclico, no como lineal, según tradiciones disociadas de la racionalidad moderna.
•          Se distorsiona el tiempo, para que el presente se repita o se parezca al pasado.
•          Transformación de lo común y cotidiano en una vivencia que incluye experiencias "sobrenaturales" o "fantásticas".
•          Preocupación estilística, partícipe de una visión "estética" de la vida que no excluye la experiencia de lo real/social.

CARACTERÍSTICAS

•          Temas
Dentro del realismo mágico podríamos encontrar también elementos de auto-reconocimiento de los escritores latinoamericanos, la búsqueda y justificación de si mismos y identidad latinoamericana fuera del contexto europeo. La temática se extrae de tres aspectos fundamentales americanos: Diversidad de épocas históricas. Esencia cultural del mestizaje. Lo prehispánico en sus valores mitológicos.
•          Espacio
Mínimo y vital. Dinamiza y activa el contenido de las acciones. Atmósfera interiorizada


PÁGINA 25 – CUENTO

PATRICIA RODRÍGUEZ SARAVIA
(Ciudad de México-México)

LA JAULA

Aunque la jaula sea de oro no deja de ser prisión.
Canción popular

Alba  vivía obsesionada por tener su casa limpia y ordenada. Fregaba  y refregaba los pisos, enceraba los muebles, trapeaba los mosaicos  hasta dejarlos  como un espejo. Cuidaba sus  plantas de interior,   las desyerbaba, las fertilizaba  y las sacaba al jardín cuando el sol brillaba: aralias elegantísimas, anturios, caléndulas, camedores, teléfonos, sapitos, azaleas, malvones y crisantemos. Introducía un  higrómetro  a la tierra de la maceta  y la regaba de acuerdo al resultado de esa lectura. Antes de meterlas a la casa las  dejaba escurrir  para que  no marcaran rodetes en pisos y muebles.
Alba seguía al pie de la letra  la regla: Cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa. Medía  con una regla la distancia entre el salero y el frutero,  entre los adornos  de la casa  y entre los cuadros que colgaban de sus paredes blancas de acuerdo a su peculiar sentido de simetría y de equilibrio.  En los estantes, colocaba los libros por tamaño, color  y tipo de encuadernación. Ese orden le permitía encontrar las cosas  con la luz apagada y  en  las noches sin luna.
Les cambiaba el agua a los floreros y lavaba los tallos de las flores bajo el chorro de agua del fregadero por lo menos dos veces  al día. Tiraba a la basura las flores marchitas y con las frescas elaboraba ramos  geométricos que  superaban a los realizados por los  grandes maestros de ikebana.
La ropa sucia la lavaba de inmediato; la ropa limpia la planchaba y la ropa planchada la guardaba en  roperos y cajones de acuerdo a sus colores y texturas. Le gustaba lavar  a jicarazos y salpicarse los brazos con el  líquido fresco. Gozaba cuando  la mugre mezclada con el  jabón  hacía remolinos al desaparecer por el drenaje. Aspiraba el vaho de la ropa húmeda cuando la  planchaba como si fuera el perfume de una rosa y se emocionaba hasta las lágrimas con  la tersura de la tela caliente.  Usaba una vieja franela para no dejar pelusa y cuando terminaba de sacudir pasaba las yemas de los dedos sobre las superficies lustrosas para cerciorarse de que no quedaba ni una mota de polvo. Enderezaba los cuadros y paseaba  la  mirada  por las habitaciones,   encallaba  si algo estaba fuera de lugar y  descansaba hasta que todo quedaba en su sitio. Alba creía que los rituales domésticos mantenían  la armonía del mundo. No realizarlos le  generaba  una angustia incontrolable que se calmaba  cuando cumplía las reglas que  se había impuesto  desde la infancia y con el paso de los años  eran más estrictas. Si aparecía una grieta en la pared para ella era una fisura por la que se podía desgarrar el universo.
Limpiaba con especial cuidado los lugares olvidados por las sirvientas, como  los guardapolvos, debajo de los tapetes, detrás de las plaquitas de los apagadores y de los contactos, que desatornillaba al menos  una vez a la semana,  los focos  de las lámparas  y los rincones de los armarios.  No había sirvienta que respondiera a sus exigencias y la que llenaba los requisitos no aguantaba  el ritmo que Alba le imponía.
Su necesidad  de equilibrio la hacía sacar  el mismo número de cosas viejas como nuevas entraban al closet. Podía calcular las dimensiones de los objetos sin usar cinta métrica; su  sentido del espacio   le permitía distribuir los muebles por peso y medida.
 Olfateaba con deleite la cera en pasta, los desodorantes  para inodoro, el aceite de pino, las varitas de incienso y los jabones perfumados. Ponía  vainilla fresca  de Papantla  en el closet de las sábanas,  y  bolitas de naftalina en los armarios. Metía frascos vacíos de perfume entre la ropa interior, y  flores secas de lavanda entre las toallas.
Ella se bañaba en tina con sales perfumadas,  se hacía diariamente duchas vaginales,  ponía talco de manera generosa en  pies, axilas y otros lugares proclives a  los olores intensos. Con hisopos remojados en lavanda añeja,  limpiaba sus conductos auditivos y  el torbellino carnoso del ombligo.  Si su marido quería besarla en la boca,  tenía que lavarse los dientes,  usar seda dental y  hacer gárgaras con antisépticos.  El hombre  pidió el divorcio cuando Alba le exigió que  flameara su adorado instrumento viril antes de meterlo a su vagina  que rechinaba  de limpia.
Sus manías alejaron a sus amigas  y las pocas que tenía eran  obligadas  a quitarse los zapatos en la puerta de la casa  y  a usar  chancletas de tela que  al caminar frotaban los pisos de duela  encerada. Canceló  su exigua vida social cuando colocó  un arco de luz ultravioleta  en la entrada principal  para eliminar  los gérmenes de los visitantes.
Una tarde, al terminar su rutina, salió a la calle para apreciar desde la otra acera  cómo  resplandecía su casa  blanca  entre las sucias casuchas del barrio. La calle olía a fritanga, a basura fermentada, a gente que se baña una  vez al día.  Un perro flaco y pulguiento se acercó a  su casa, olisqueó la pared y displicente levantó la pata derecha para lanzar  un chorro de orina que  trazó en la pared descendentes y  serpenteantes  riachuelos ambarinos que  formaron un  charco en la banqueta.  Alba no se reponía del disgusto cuando  otro perro  repitió las acciones del primero.
Si dos perros llegaron en cinco minutos, doce llegarán en una hora, doscientos ochenta y ocho  en veinticuatro. “¡Dios mío!” Exclamó. “Y eso que  no he calculado los meses que han  pasado y los que faltan por pasar”.  Estaba en esas cuentas cuando  un niño  en patines de ruedas  frotó  las manos sucias contra las paredes y arrancó dos malvones rojos de las macetas  de  las ventanas.  Tenía que calcular cuántos  niños pasarían en un día, cuántas manos   rozarían las paredes y cuántos malvones serían arrancados. Pero  ella no era buena para los números. En la escuela, hacía  los márgenes de los cuadernos muy derechitos y los adornaba  con flores, pero nunca pasó de la primera suma  buscando que  los números  formaran  líneas perfectas. Alba tenía que hacer algo para evitar que lo del niño y los perros  volviera a suceder.

A los pocos días, el herrero enloquecía al barrio con martillazos  que duraron varias semanas. Cuando  terminó su trabajo, los vecinos miraron sorprendidos  la  jaula  dorada que cubría la casa y abarcaba medio metro de banqueta. Desde ese día, los vecinos   la llamaron: “la  loca de la jaula”.  El herrero  quedó convencido de que hay muchos excéntricos en el mundo. Recordó al cliente celoso que le pidió que hiciera un cinturón de castidad para  su esposa y al otro que mandó hacer una caja metálica para meter a su suegra cuando se ponía insoportable.
La jaula dorada con la casa blanca adentro destacaba entre las  casas del barrio. Pero el trabajo de Alba  aumentó,  además limpiar  la casa,  pulía  los barrotes  de la jaula con abrasivos y estopa. Los materiales de limpieza y los andamios costaban más de lo previsto y los barrotes siempre estaban sucios a pesar de su esfuerzo. Los pájaros hacían sus nidos y dejaban manchas de  excremento que  raspaba suavemente con la uña para no rayar el metal. Los niños del barrio encontraban la jaula extremadamente divertida; jugaban  al palo encebado, a los bomberos, a la cárcel, o  ataban mecates para improvisar columpios. Las sirvientas se sentaban en los barrotes a conversar con los novios, colgaban la ropa a secar y sacudían los  tapetes. Los jugadores callejeros de fútbol usaban los barrotes de perchero, ponían tortas, refrescos  y toda clase de botanas en las barras horizontales.
Alba  necesitaba encontrar  una  solución definitiva  y esa noche la encontró  cuando  le rezaba  al San Antonio que estaba dentro  de una campanade cristal. Una semana después, porque le tomó varios días preparar su maleta, viajó a Monterrey después de  revisar varias veces si había cerrado bien las llaves del agua, el gas de la estufa y  del calentador,  las puertas de la casa y   el cerrojo  de  la jaula.
Los empleados de la fábrica de vidrio levantaron  su pedido y comentaron entre ellos  qué en la capital vivían  chiflados muy  originales.  Como el lema de la empresa era: “El cliente siempre tiene la razón”,   le cobraron  un buen precio por hacer la campana de cristal  que cubriría la jaula con la casa  en su interior.
Se necesitaron varios camiones  para llevar  las secciones de la campana  de  Monterrey a la Ciudad de México.  Las grúas levantaron las piezas de  cristal terso  y transparente que trabajadores, subidos en  camiones jirafa, sellaban  con silicón. Los vecinos, curiosos, observaban la obra. De las cuatro esquinas llegaron las quesadilleras,  los vendedores de paletas heladas y refrescos.   Una vecina instaló  un  puesto de tostadas de pata y pozole verde estilo Jalisco, mientras otra vendía tamales y champurrado. Todos comían, también los que colocaban la campana, y  después tiraban  al piso palitos de paleta, hojas de maíz, corcholatas y cuadritos de papel de estraza  embarrados de salsa verde.
Después de varias horas  de trabajo, la campana de vidrio embonó a la perfección sobre la jaula. Alba,  desde una ventana,  observó satisfecha como detrás del vidrio transparente que protegía su mundo de pureza,  quedaba el olor a fritanga, el hedor de los cuerpos sudorosos, los perros inmundos y los niños de manos sucias  que andaban en patines de ruedas.  Ya no vio languidecer a las aralias elegantísimas,  los camedores, los sapitos, las azaleas,  la hiedra inglesa y las otras  plantas,  tampoco escuchó el rezumbar de las moscas que agonizaban por falta de oxígeno, porque  antes de que eso sucediera Alba perdió el conocimiento.


PÁGINA 26 – POESÍA AMERICANA

ROQUE DALTON
(San Salvador-El Salvador / 1935-1975)

Y SIN EMBARGO, AMOR 

Y sin embargo, amor, a través de las lágrimas,
yo sabía que al fin iba a quedarme
desnudo en la ribera de la risa.

Aquí,
hoy,
digo:
siempre recordaré tu desnudez en mis manos,
tu olor a disfrutada madera de sándalo
clavada junto al sol de la mañana;
tu risa de muchacha,
o de arroyo,
o de pájaro;
tus manos largas y amantes
como un lirio traidor a sus antiguos colores;
tu voz,
tus ojos,
lo de abarcable en ti que entre mis pasos
pensaba sostener con las palabras.

Pero ya no habrá tiempo de llorar.

Ha terminado
la hora de la ceniza para mi corazón.

Hace frío sin ti,
pero se vive.


ROSARIO CASTELLANOS
(México-1925 /1974)

EN EL FILO DEL GOZO

I

Entre la muerte y yo he erigido tu cuerpo:
que estrelle en ti sus olas funestas sin tocarme
y resbale en espuma deshecha y humillada.
Cuerpo de amor, de plenitud, de fiesta,
palabras que los vientos dispersan como pétalos,
campanas delirantes al crepúsculo.
Todo lo que la tierra echa a volar en pájaros,
todo lo que los lagos atesoran de cielo
más el bosque y la piedra y las colmenas.

(Cuajada de cosechas bailo sobre las eras
mientras el tiempo llora por sus guadañas rotas.)

Venturosa ciudad amurallada,
ceñida de milagros, descanso en el recinto
de este cuerpo que empieza donde termina el mío.

II

Convulsa entre tus brazos como mar entre rocas,
rompiéndome en el filo del gozo o mansamente
lamiendo las arenas asoleadas.
(Bajo tu tacto tiemblo
como un arco en tensión palpitante de flechas
y de agudos silbidos inminentes.
Mi sangre se enardece igual que una jauría
olfateando la presa y el estrago.
Pero bajo tu voz mi corazón se rinde
en palomas devotas y sumisas.)

III

Tu sabor se anticipa entre las uvas
que lentamente ceden a la lengua
comunicando azúcares íntimos y selectos.

Tu presencia es el júbilo.
Cuando partes, arrasas jardines y transformas
la feliz somnolencia de la tórtola
en una fiera expectación de galgos.

Y, amor, cuando regresas
el ánimo turbado te presiente
como los ciervos jóvenes la vecindad del agua.

PÁGINA 27 – ENSAYO

FRANCISCO MORALES LOMAS
(Jaén-España)

REFLEXIONES SOBRE ÉTICA Y ESTÉTICA

Ética y estética son lo mismo.
Wittgenstein

No siempre se ha contemplado al ser humano como tal a lo largo de la historia de la humanidad. Su concepción propiamente humana podríamos decir que nace en la edad moderna. En épocas históricas anteriores el ser humano vivió durante mucho tiempo con el estigma de los dioses que construían su propia limitación. El politeísmo y sus mitos diversos estudiados, entre otros por Mircea Eliade, nos advertían de que el ser humano no tenía vigencia por sí mismo. No participaba de libertad alguna sino que vivía en una permanente dependencia del politeísmo reinante, cuando no del rey o emperador de turno –que encarnaba las veces del dios al uso- o esclavo de un patricio que actuaba de amo o propietario. El desarrollo de las civilizaciones de la antigüedad tienen plenamente su sentido desde el sistema esclavista socioeconómico pero también religiosamente desde esa esclavitud de pensamiento que representa la dependencia de los dioses. Ni existe el pensamiento (la razón siempre es una razón prestada porque vive de fuera, no nace del propio ser humano, que no es nada) ni existe la libertad para ser (fundamento de cualquier humanismo).
En la cultura homérica es evidente esta visión cercenada. Los actos de los héroes homéricos no nacen de sus acciones porque estas están determinadas por seres ajenos que gobiernan sus vidas. Seres que tienen una mitología creíble y aceptada. 
Una época de transición precisa se produce con la aparición del teatro griego. Sin embargo, todavía (sobre todo en Esquilo) el rastro de Homero está presente y los mitos se adentran en la conformación de un ser humano dependiente. Esta sensación de sumisión y falta de libertad se hará presente en menor medida en algunos héroes de Sófocles (por ejemplo en Antígona) o en heroínas del teatro de Eurípides (por ejemplo, en Medea o Electra). En estos últimos casos percibimos ya la cercanía de Sócrates, el primero que se arriesga a introducir al hombre desligado del politeísmo reinante. De hecho Sócrates será un asiduo del teatro de Eurípides. Ese primer encuentro del hombre con el mundo sin la dependencia interna del dios o los dioses al uso genera un primer miedo. Miedo al vacío, a no tener ese hilo conductor con el dios. Sin embargo, todavía Sócrates, Platón o Aristóteles están en una fase de la civilización donde todo son preguntas y existen muy pocas respuestas. 
Pocas variantes introduce el monoteísmo. Durante muchos siglos, hasta llegada la edad moderna el dios y su institución en la tierra, la Iglesia, lo ocupan absolutamente todo. El ligero aire de independencia que se adquiere con la filosofía platónica y aristotélica se sumerge de nuevo en las tinieblas de la férula que crea la institución religiosa. El ser humano no es nada, no es nadie porque solo tiene vigencia en Dios. Es Dios quien lo ha creado y rige su destino.
Solo durante el Renacimiento surge el ser humano como individuo. Lo privado adquiere una fuerza determinante –tras el ascenso determinante de la burguesía- y se pasa de una época en la que el centro es Dios a otra en la que el centro va a ser el ser humano en toda su dimensión, pero sobre todo el ser humano que trabaja, el ser humano como animal laborans. 
Este nuevo cambio de rumbo se hará más determinante con Rousseau, acaso el eslabón que, en la época moderna, crea el intrusismo de la subjetividad y la rebelión del corazón. Rousseau es el primer teórico de la intimidad. Surge así la dicotomía individuo/sociedad y se descubre la intimidad (vía los escritores románticos) como una forma de exaltación del yo frente a lo social o lo político. Todo el discurso de Kant se sostiene sobre esta dicotomía. El conocimiento deviene una forma especial de actividad de elaboración del objeto. Las categorías dependen del sujeto, son instrumentos mediante los cuales el sujeto elabora el mundo de los objetos a través de la experiencia. Esta dicotomía está en el origen de lo privado y lo público, de la esfera contemplativa y la esfera activa o de la esfera artística y la esfera social. El hombre durante el romanticismo (salvo casos excepcionales como el de Espronceda, que sintetizaría a mi modo de ver el humanismo solidario en una etapa arcaica) defiende únicamente la esfera privada, la esfera individual, la esfera contemplativa, la esfera artística. De hecho, para Rosseau, lo social y lo privado son modos subjetivos de la existencia. Todo lo que represente lo público, lo social, lo político o lo activo queda relegado. De hecho, todavía hoy día hay escritores que dicen que un poeta no puede hacer poesía social, que un poeta no puede ejercer una corriente de pensamiento que se llame “HUMANISMO SOLIDARIO” porque eso generaría una traición a ese pensamiento subjetivo, a esa esfera privada que debe conservar el artista, el escritor, el poeta. El romanticismo descubre la intimidad y en él la exaltación de esta es el culmen del hombre burgués. La burguesía se ha asentado definitivamente en la sociedad. Esta está bajo su control.
Los movimientos de vanguardia representaron por primera vez durante el siglo XX una ruptura con el espíritu burgués reinante, un esparcimiento en algunos casos y un claro enfrentamiento ideológico y social que se vive de un modo muy especial en el seno del movimiento surrealista en torno al comunismo: Breton y Louis Aragon versus Dalí… Pero el surrealismo es todavía una clara exaltación de esa intimidad exacerbada, lo que yo llamaría la superestructura de la intimidad, de lo individual en el caso de Dalí pero con tendencia a lo social en los otros dos escritores que le permiten un acercamiento a la revolución marxista, una evidente exaltación de lo social en detrimento de toda la esfera individual.
Entre estos dos polos, lo individual y lo social, se moverá el artista, el pintor, el escritor (algunos como Picasso toman claramente una síntesis entre ambos, también lo hacen escritores como César Vallejo o Miguel Hernández y, más adelante, el Equipo Crónica, Antonio Saura…). Es la época de entreguerras y aparece el concepto de compromiso literario y el existencialismo de Sartre, que cataloga como un nuevo humanismo. En estos momentos el arte (esa creación de la esfera individual, privada, artística, contemplativa) se convierte en un instrumento para transformar la sociedad: “La poesía es un arma cargad de futuro”, dirá Celaya. 
Esta visión en la que lo social se adueñaba de lo privado y convertía la creación en un sucedáneo de lo público no satisfizo a muchos en las generaciones posteriores. El éxito de la poesía de la experiencia estará en saber sistematizar ambos conceptos: subjetividad y objetividad, lo privado y lo público, la esfera contemplativa y la esfera activa, el artista y el homo social. La poesía de la experiencia supuso una fusión entre la subjetividad y la objetividad. Ahí estuvo su acierto. Siempre creyó en el realismo, siempre mantuvo que la conquista del ser individual es lo más complejo que le puede suceder al ser humano y quiso construir la cuadratura del círculo: desde la izquierda «reconstruir» el sentimiento y al individuo, dos pecados mortales de la burguesía; dos pecados que siempre combatió el comunismo. Aquí radica el hecho sorprendente no suficientemente analizado por los más conspicuos seguidores de esta corriente: cómo desde la izquierda se ha recuperado un concepto (el sentimiento y el individuo) que había pertenecido desde el siglo XVIII a la burguesía y a su sistematización teórica con el kantismo.
Sin embargo, el HUMANISMO SOLIDARIO aspira en el siglo XXI a algo diferente. No considera al individuo como algo ajeno a la sociedad sino como parte integrante de esa sociedad. Su propuesta estética, como diría Wittgenstein al que sigue Eugenio Trías, es ya toda una ética. No podemos asumir la esfera privada, individual, contemplativa como algo completamente ajeno a la esfera pública, social, solidaria (porque solidaridad viene de adhesión a la causa de la comunidad). Pero no como instrumento. El artista, el escritor… no lo entiendo como un instrumento de una sociedad que vive ajena a él sino como una comunión en la que nada es sin lo otro. Y en este sentido, como dijo Kant en la Crítica del Juicio, la belleza (el texto pictórico o escrito) se convierte en un símbolo moral. 
Citando la maldad de otro escritor decía Julio Cortázar que los escritores comprometidos lo que deberían de hacer es casarse. En el fondo está en contra del compromiso del escritor porque, para él, lo cercena, lo delimita, crea un espacio cerrado que no debería existir ante la amplitud de la realidad (es una visión que existe en muchos creadores). Sin embargo, el pensamiento de Cortázar solo tiene sentido si lo analizamos desde la perspectiva de un escritor que ve ese compromiso en la Francia de los 60-70 al hilo de lo que había sido el compromiso sartreano, algo que no es lo que predicamos los seguidores del Humanismo Solidario. Que no creemos en la instrumentalización de la literatura pero que aspiramos a una literatura, a una pintura, a una escultura en la que el hombre esté presente en toda su dimensión como centro, en toda su heterodoxia creadora, en todo su rico mundo. Un nuevo hombre que aspire a una sociedad más justa en la que no haya necesidad de generar esta eterna dicotomía entre lo individual y lo social, lo contemplativo y lo activo, lo privado y lo público.


PÁGINA 28 – POESÍA AMERICANA

YESICA MOYRA
(San Ramón-Costa Rica)

boceto Q     QUÉ
?
!
que manía de confundir 
la vida
el rumbo de los días
la percepción 
de la noche
de la sonrisa
de la alegría
de todo

boceto R       rencor
es el tiempo de dejar de almacenar rencor desde cada 
ultraje
expropiación
es tiempo de defender nuestra posición 
por ende el de las venideras
que sea este sentir el elixir motivacional para encaminarnos como la tormenta 
por dentro y lejos 
del cielo
de las nubes
de la tierra
del fuego
del techo
del universo
del mar 

boceto S       Sexualidad
acá hay tanta tela por cortar como si fuera pasamanería 
hay tanta sangre que ni la de las guerras del siglo xviii ni las del xx logran igualar
se aborda la carne que ya ni sé si estoy escuchando idioma carnicero
se presume de pasión cuando sólo es un bloqueo
se desenfrena la paz porque se aplaude la locura
se irrespeta la integridad psicológica porque hay un tipo  un casanova  con eretismo
se invalida el NO de una mujer como un alto
pero un momento
basta de esa prevaricación 
basta de esa apostasía 
basta de ese perjurio
basta de esas infracciones
no es ninguna memez
es la clara inconformidad con todos esos absurdos estereotipos
no es palabrería ni sandez
es realidad es denuncia y también desdén por tanta basura y dolor leonio 


ELIZABETH POLANCO
(Santo Domingo-República Dominicana)

CANTO A LA VIDA, DESDE UN PARQUE DE ALMENDROS.

Mi grito de mujer...es un canto.
Mi grito de mujer es un canto a la vida
un allegro andante amigo de la aurora
un adagio armonioso de la tarde
De niña disfruté ser niña buena
obediente, alegre, cortés.
Tolerante y distraída entre horas de olvido.
Danzaba con las aves en los almendros,
los laureles, los pastos.
Volaba con los mirlos entre azucenas
Escuchaba los cuentos en las noches de luna
mi padre era el mago que con música
atraía a mi príncipe encantado.
De joven amé mi juventud,
fui rebelde, caprichosa, tenaz.
En mi mente perduran los recuerdos
De la dicha de entonces por asalto alcanzada.
La oruga convertida en mariposa
Como diosa griega fui invitada
a los tálamos de mi propio templo.

Mi grito de mujer es un canto, a veces en coplas, odas o elegías.
Agradezco a la vida el don de ser mujer.
En mi canto hay pasión, templanza, y perdida alegría
Desaliento, perdón, verdad y regocijo
En las mañanas soy cascabel o llanto.
En las noches mi voz es un susurro al viento.
Y en mares encantados es canto de sirena.
Al transcurrir el tiempo he aprendido a liberar la culpa
a transmutar las traiciones, los desencantos
a perdonar y a perdonarme.
A sentir gratitud por los que me hicieron llorar
convirtieron lágrimas en cristales y gemas

Como gorrión fui alimentada
Como orquídea cultivada
Como el acero, ante el dolor templada.
Mi grito es de súplica.
Devota del Señor en su rol compasivo.
de la madre tierra, la luna, las montanas, la fuente.
Clamo con piedad absoluta al infinito, dónde no hay rebeldías, ni mentiras
En dulce sumisión, ante El rendida
mi alma de peregrina, se inclina solemne ante la Madre Divina.
Soy mujer
Cumbre, lago y llanura
flor lacia o mustia a veces
pero nunca marchita
Soy paz , lucha y sobresalto
Orgullosa y arrogante ante la ofensa
Audaz y arriesgada ante el tedio o el miedo.
Humilde y sumisa ante la Grandeza de Dios.

SÍMBOLOS DE MIS ANDANZAS II. LOS FAROS

Símbolos de mis andanzas II. Los Faros
Iluminan las noches del navegante perdido
las noches del alma peregrina.
En la tormenta su luz aclara la duda angustiosa.
En la quietud del mar revela su fuerza luminosa
Imponente nos libera en las noches de espantos
En la barca de las horas nos arropa su fulgor
Los faros son encuentros, retornos, anhelos.
Quien vive en un faro sabe lo que es amar
Conoce el impetuoso mar y las intensas noches.
Quien ha visto de cerca un faro, sabe lo que es subir
descender entre rayos, nubes, neblina, resplandor.
crece bajo una lámpara encendida.
Vive eternamente iluminado.
Quien habita en un faro, conoce su misión, no teme a la vida
Faros de nuestras vidas son los padres, los maestros,
sanadores. Los ángeles, las musas, Naturaleza Divina, Luz Interna.
Faros son las experiencias, las sorpresas, los ensueños, las
distancias, los olvidos.
Faro, Faroles del tiempo, entre luchas, juegos, cantos, pasiones y
Dolores.
Faro luz de la Nada, de la Magia, de Lago Sagrado, del Diamante y
Flor de Lis.
Faro de la mañana, que purifica mi ser en la Eternidad del Alba.
El Faro más hermoso, majestuoso y refulgente: Dios.

YO, ESPERANDO MILAGROS.

¿Yo? tejedora de encajes entre lienzos y pliegos
en la tarde de lluvia de un mayo inesperado.
intempestivo y lejano.
desperté muy temprano
dispuesta, algo turbada,
inquieta y apurada
decidida a reanudar, a seguir aprendiendo
sigo creyendo en sueños y milagros…

se despide la tarde con un cielo cerrado
que huele a huerto calado, a caldo de añoranzas
a tizana de plantas y noches de chicharras.

ALMA PEREGRINA

Las misiones son dones,
no escapan al destino
Las andanzas son muchas
Los viajes interminables
El éxodo, a veces necesario
Las aventuras son riesgos
Las huidas son falsas
Los cantares son tantos
El cansancio muy largo
La espera es un gozo
El camino del alma...
uno solo.

FULGORES DE LUXOR

Fulgores de Luxor son los ensueños, los símbolos, los ritos, las señales.
Las voces de las musas, las nubes y las olas

Fulgores los canales, el caudal del gran verde.
Los ecos del desierto, la lluvia del oasis.

Fulgores son, las palmeras de dátiles
el pozo de un Moisés sediento
faro del perdido.

Fulgores son… Sus brazos, Su fuerza, y la Sagrada Alianza.
Fulgores son… el báculo, la zarza ardiente, el Monte Santo.
La Refulgencia Divina.

Fulgores de Luxor… es soledad del alma que busca la verdad
Fulgores son: la mirada en la fuente, el agua cristalina, del manantial Su imagen .

Fulgores son, el mar profundo en tus silencios, es el Nilo de todos, que sereno descubre la majestad de Giza.

Fulgores de Luxor, son los pasos de vuelta de retorno al hogar. El hilo platinado que nos guía de lejos, ensortija la mente. Nos permite crear.

ESCRIBIR AL ALBA

Descubro al escribir....que se acercan las voces
las voces de otros tiempos, de tu vida y la mía
las voces del verano que retornan en calma
El olor de las flores que quedaron dormidas

Descubro al escribir que ya no soy la misma
que dentro de mí vive una mujer serena
que valora la vida, los lugares, los versos
Que aquilata los sueños, los caminos, los templos.

Descubro al escribir, que me faltan auroras,
noches por descubrir, mantos con que cubrirme
calles por caminar, montañas para ausentarme
y una voz interior para sentirme libre.....

 Al escribir...descubro que no estoy sola nunca

porque siento cercano el amor de esas voces
su alegría silente, su infinita dulzura
Al escribir yo siento sus miradas profundas

Son las voces de ellos, los recuerdos, momentos
las voces de mis hijos, mis amigos ausentes
las voces del futuro, de un eterno presente.

Descubro al escribir que el sol entibia el alma
que en cada atardecer nos sorprende la brisa
que se vale jugar a estar enamorada,
de la vida, los libros, las notas de un violín,
de un piano, una lira, de la paz, de la risa.

Descubro al escribir que aún percibo tu aliento
y un rasgar de guitarras me aterriza y despierto.

Descubro entre mil letras, que la poesía es eterna
el mundo se detiene, escribo lo que siento!

PÁGINA 29 – CUENTO

FABIANA IGLESIAS
(Madrid-España)

NO ABRAS LA PUERTA

«¡Abre la puerta, Tina, abre la puerta!»
La joven veinteañera se incorporó en la cama y pestañeó varias veces en medio de la oscuridad. ¿Había estado soñando con su madre? Ella era la única persona que la llamaba así cuando era pequeña, antes de fallecer en un accidente de coche, hacía mucho tiempo ya.
Martina –así se llamaba la joven– encendió la lámpara de la mesilla de noche, para ver la hora que marcaba el reloj: las dos de la mañana. Al día siguiente debía madrugar para acudir al trabajo, de modo que volvió a apoyar la cabeza sobre la almohada y cerró los ojos. Al poco tiempo escuchó otra vez:
–¡Abre la puerta, Tina! –La voz era un susurro insistente que provenía del otro lado de la puerta cerrada de su habitación.
«¿Acaso estoy soñando ahora?» supuso, con una sensación de inquietud: algo en su interior le decía que no hiciera caso, que no abriera la puerta. Permaneció inmóvil, tendida de lado en la cama, con los ojos clavados en la sombra gris que era la puerta.
–¡Abre, Tina, abre! –Volvió a escuchar.
Sintió una mezcla de angustia y temor. Sabía que si alguien quisiera entrar, no tenía más que coger el pomo y moverlo, porque ella nunca cerraba con llave aquella puerta. ¿Quién estaba al otro lado? ¿Acaso sería su hermano pequeño, que se había levantado dormido? No parecía su voz; y él jamás la llamaba «Tina».
«Estoy soñando, estoy soñando» se repetía, apretujándose bajo las mantas.
–¡Abre la puerta, Tina, ábrela ya!
Su temor se transformó en enfado: ¡estaba harta! Si era su hermano haciéndose el gracioso, le iba a dar un par de collejas bien merecidas; y si estaba soñando, esperaba despertar. Se incorporó y bajó de la cama descalza.
–¡Vamos Tina! ¿Qué esperas? ¡Abre la puerta!
La joven llegó a la susodicha puerta y apoyó la mano sobre el pomo de metal. Vaciló solo un segundo; por fin la abrió y asomó la cabeza: el pasillo estaba oscuro, pero pudo confirmar que allí no había nadie.
Se dio la vuelta con alivio para volver a la cama, cuando sintió que desde atrás alguien la cogía del cuello al tiempo que decía:
–¿No te han enseñado que nunca debes abrir la puerta si no sabes quién está al otro lado?
Después la tumbaron sobre el colchón, y presa del terror, sintió un pinchazo en el cuello.
«¡Estoy soñando, estoy soñando!» se decía. Sin embargo, el peso encima de su cuerpo parecía muy real; al igual que lo que le estaban haciendo en la garganta.
Al poco tiempo, todo terminó. La larga sombra que se cernía sobre la joven, se incorporó y contempló un instante los despojos que yacían entre las sábanas revueltas.
Un susurro final rompió el silencio:
«–La confianza endulzó tu sangre; el miedo la hizo espesa: mejor para mí.»

Una ráfaga de viento abrió la ventana de la habitación, y el depredador nocturno se desvaneció por fin en la oscuridad.


PÁGINA 30 – POESÍA ALLENDE EL MAR

CHARLES BUKOWSKI.
(Andernach-Alemania)

¿ASÍ QUE QUIERES SER ESCRITOR?

Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.

A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.

Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
ó clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.

Si lo haces por dinero o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.

Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y otra vez,
no lo hagas.

Si te cansa sólo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando escribir
como cualquier otro, olvídalo.

Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,
espera pacientemente.
Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.

Si primero tienes que leerlo a tu esposa
ó a tu novia ó a tu novio
ó a tus padres ó a cualquiera,
no estás preparado.

No seas como tantos escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman a sí mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
No seas uno de ellos.
No lo hagas.

A no ser que salga de tu alma
como un cohete,
a no ser que quedarte quieto
pudiera llevarte a la locura,
al suicidio o al asesinato,
no lo hagas.

A no ser que el sol dentro de ti
esté quemando tus tripas, no lo hagas.
Cuando sea verdaderamente el momento,
y si has sido elegido,
sucederá por sí solo y
seguirá sucediendo hasta que mueras
ó hasta que muera en ti.

No hay otro camino.
Y nunca lo hubo.

MAHMUD DARWISH
(Birwa-Galilea-Palestina)

DE UN CIELO A OTRO SEMEJANTE PASAN LOS SOÑADORES
(1995)

Dejamos nuestra infancia a la
mariposa cuando dejamos
un poco de aceite en los peldaños,
pero olvidamos saludar a nuestra hierbabuena,
olvidamos saludar furtivamente a nuestro mañana
tras nosotros.
La tinta del mediodía sería blanca si no estuviera
el libro de la mariposa en torno nuestro.


Mariposa, fiel a ti misma, sé como
quieras,
antes y después de mi nostalgia. Deja que sea tu ala y que mi locura viva
conmigo cálida.

Mariposa, madre de ti misma, no me abandones
a la suerte que me destinan.
No me abandones.

De un cielo a otro semejante, pasan los soñadores,
séquito de la mariposa,
portando espejos de agua.
Nosotros podemos ser como anhelamos.
De un cielo
a otro semejante
pasan los soñadores.

La mariposa teje con la aguja de luz
los atavíos de su comedia.
La mariposa nace de sí misma
y danza en el fuego de su tragedia.

Mitad Fénix. Lo que le ha rozado nos roza.
Una semejanza agazapada entre luz y fuego,
entre dos caminos.
No. Nuestro amor no es descuido ni sabiduría. Siempre así, así... así.
De un cielo
a otro semejante
pasan los soñadores.

La mariposa es agua que ansía volar.
Se escapa del sudor de las muchachas y crece
en la nube de los recuerdos.
La mariposa no declama el poema,
es tan ligera que rompe las palabras
como rompen los sueños los soñadores.

Que esté.
Que nuestro mañana esté con nosotros
y también nuestro pasado.
Que nuestro hoy esté presente en el banquete de
este día,
preparado para la fiesta de la mariposa. Y los soñadores pasan sanos y salvos
de un cielo a otro semejante.

De un cielo a otro semejante, pasan los soñadores.

(Traducción de María Luisa Prieto)
***

SIN EXILIO, ¿QUIÉN SOY?
(1999)

Extranjero a orillas del río, como al río... me ata
a tu nombre el agua. Nada me devuelve de mi lejanía
a mi palmera: ni la paz ni la guerra. Nada
me incorpora a los Evangelios. Nada... Nada brilla mientras sube y baja la marea
entre el Tigris y el Nilo. Nada
me apea del bajel de Faraón. Nada
me tiene o hace que yo tenga una idea: ni la nostalgia
ni la promesa. ¿Qué haré? ¿Qué
haré sin exilio, sin una larga noche
que escrute el agua?

Me ata
a tu nombre
el agua...

Nada me lleva de las mariposas de mi sueño
a mi realidad: ni el polvo ni el fuego. ¿Qué haré sin la rosa de Samarcanda? ¿Qué
haré en una plaza que bruñe a los rapsodas con piedras
lunares? Tú y yo nos hemos vuelto tan ligeros como
nuestros hogares
a merced de los vientos lejanos. Hemos trabado amistad
con los raros
seres que habitan las nubes... Nos hemos liberado
del peso de la tierra de la identidad. ¿Qué haremos... qué
sin exilio, sin una larga noche
que escrute el agua?

Me ata
a tu nombre
el agua...
Sólo tú quedas de mí, sólo
yo de ti, un extranjero que acaricia el muslo de su
extranjera: Oh
extranjera, ¿qué vamos a fabricar en esta calma
que apuramos... en esta siesta entre dos mitos?
Nada nos tiene: ni el camino ni la casa.
¿Fue este camino así desde el principio,
o acaso nuestros sueños hallaron una yegua
de los mongoles sobre la colina y nos sustituyeron?
¿Qué haré?
¿Qué

sin
exilio?

(Traducción de Luz Gómez García)
***

TENGO LA SABIDURÍA DEL CONDENADO A MUERTE
(2003)

Tengo la sabiduría del condenado a muerte:
No tengo cosas que me posean.

He escrito mi testamento con mi sangre:
“¡Confiad en el agua, moradores de mis canciones!”.
He dormido ensangrentado y coronado con mi mañana...He soñado que el corazón de la tierra era mayor que

Su mapa
Y más claro que sus espejos y mi cadalso.
He creído que una nube blanca me
Ascendía,
Como si yo fuera una abubilla con el viento por alas.Y al alba, la llamada del sereno
Me despierta de mi sueño y de mi lenguaje:
Vivirás en otro cadáver.
Modifica tu último testamento.
Se ha retrasado la fecha de la segunda ejecución.
¿Hasta cuándo?, pregunto.
Esperaré a que mueras más.
No tengo cosas que me posean, respondo,
He escrito mi testamento con mi sangre:

“¡Confiad en el agua,
moradores de mis canciones!”
Y yo, aunque fuera el último,
Encontraría las palabras suficientes...
Cada poema es un cuadro.
Pintaré ahora para las golondrinas

El mapa de la primavera,
para los que pasan por la acera, el azufaifo
y para las mujeres el lapislázuli...El camino me llevará
Y yo le llevaré a hombros
Hasta que las cosas recobren su imagen
Verdadera,
Luego oiré lo genuino:
Cada poema es una madre
Que busca a su hijo en las nubes,
Cerca del pozo de agua.
“Hijo, te daré el relevo.
Estoy encinta”.
Cada poema es un sueño.
He soñado que soñaba.
Me llevará y le llevaré
Hasta que escriba la última línea
En el mármol de la tumba:
“Me he dormido para volar”. Y llevaré al Mesías zapatos de invierno
Para que camine como los demás
Desde lo alto de la montaña hasta el lago.


PÁGINA 31 – CUENTO

ISAAC ASIMOV
(1920-1992)

COMO OCURRIÓ

Mi hermano empezó a dictar en su mejor estilo oratorio, ése que hace que las tribus se queden aleladas ante sus palabras.
—En el principio —dijo—, exactamente hace quince mil doscientos millones de años, hubo una gran explosión, y el universo...
Pero yo había dejado de escribir.
—¿Hace quince mil doscientos millones de años? —pregunté, incrédulo.
—Exactamente —dijo—. Estoy inspirado.
—No pongo en duda tu inspiración —aseguré. (Era mejor que no lo hiciera. Él es tres años más joven que yo, pero jamás he intentado poner en duda su inspiración. Nadie más lo hace tampoco, o de otro modo las cosas se ponen feas.)—. Pero, ¿vas a contar la historia de la Creación a lo largo de un periodo de más de quince mil millones de años?
—Tengo que hacerlo. Ése es el tiempo que llevo. Lo tengo todo aquí dentro —dijo, palmeándose la frente—, y procede de la más alta autoridad.
Para entonces yo había dejado el estilo sobre la mesa.
—¿Sabes cuál es el precio del papiro?— dije.
—¿Qué?
Puede que esté inspirado, pero he notado con frecuencia que su inspiración no incluye asuntos tan sórdidos como el precio del papiro.
—Supongamos que describes un millón de años de acontecimientos en cada rollo de papiro. Eso significa que vas a tener que llenar quince mil rollos. Tendrás que hablar mucho para llenarlos, y sabes que empiezas a tartamudear al poco rato. Yo tendré que escribir lo bastante como para llenarlos, y los dedos se me acabaran cayendo. Además, aunque podamos comprar todo ese papiro, y tu tengas la voz y la fuerza suficientes, ¿quién va a copiarlo? Hemos de tener garantizados un centenar de ejemplares antes de poder publicarlo, y en esas condiciones, ¿cómo vamos a obtener derechos de autor?
Mi hermano pensó durante un rato. Luego dijo:
—¿Crees que deberíamos acortarlo un poco?
—Mucho —puntualicé, si esperas llegar al gran público.
—¿Qué te parecen cien años?
—¿Qué te parecen seis días?
—No puedes comprimir la Creación en sólo seis días —dijo, horrorizado.
—Ése es todo el papiro de que dispongo —le aseguré—. Bien, ¿qué dices?
—Oh, está bien —concedió, y empezó a dictar de nuevo—. En el principio...
—¿De veras han de ser solo seis días, Aaron?
— Seis días, Moisés —dije firmemente.


CONTRATAPA: SANTAFESINOS

JOSÉ BARTOLOMÉ PEDRONI FANTINO
(Gálvez-Santa Fe-Argentina)

LA INVASIÓN GRINGA

1

Hoy nadie llegaría.
Pero ellos llegaron.
Sumaban mil doscientos.
Cruzaron el Salado.

Al cruzarlo, afanosos,
lo probaron.
Y los hombres dijeron
-¡Amargo!-
Pero siguieron.
En la espalda traían clavados
dos ojos de fuego,
los de Aarón Castellanos,
salteño.

Los barcos
(uno. . .  dos. . .
tres. . .  cuatro. . .)
ya volvían vacíos
camino del Atlántico.
Su carga estaba ahora
en un convoy de carros:
relumbre de guadañas;
desperezos de arados;
hachas, horquillas,
palos;
algún fusil alerta;
algún vaivén de brazos;
nacido en el camino,
algún niño llorando.

El trigo lo traían las mujeres
en el pelo dorado.
Hojas de viejos libros
volaban sobre el campo.

2

¿Dónde se hallaba el oro,
de todos alabado?.
El oro estaba en un pequeño árbol;
el oro era un engaño;
sólo pequeñas flores
de oro perfumado.
Aromitos floridos,
orillas del Salado.

3

Los indios
-un indio cada árbol-
iban retrocediendo;
no podían mirarlos.
Los ojos renegridos se cerraban
frente a los ojos claros
que tenían la fuerza
del cielo diáfano.
-“¿Cómo hacer
para ahogarlos?.
Esperemos la noche
tirados en los pastos.
Esperemos na noche
juntadora de pájaros”-.
Con la noche salieron de caza
los ojos malos.
Y se llenó la noche
de pájaros asustados.

Pero del fondo de la tierra
ya subía el milagro:
el linar de las flores azules,
el linar azulado,
donde los ojos gringos
fueron multiplicados.

4

Un niño que pregunta
cuándo vuelven los barcos.
Un mano de madre que detiene
la pregunta en los labios.
Un hombre con los ojos
clavados en el campo.
Una mujer que escribe:
-Ya llegamos.
Hay árboles enormes;
muchos pájaros;
una cruz en el cielo, luminosa,
un río amargo. . .

5

Su lengua era difícil.
Sus nombres eran raros.
Los gauchos se murieron
sin poder pronunciarlos.
Bérlincourt se llamaban,
que es un hilo enredado.
Zíngerling se llamaban:
campanita sonando.
Zimmermann: un dibujo
del mar atravesado.
(Más atrás ya venían
los nombres italianos,
Boncompagni adelante:
el vino derramado).

6

Una mujer que escribe:
-Nos casamos.
La tierra es nuestra ¡nuestra!.
Todo lo que tocamos
va siendo nuestro:
el buey, el horno, el rancho. . .
Nuestros todos los árboles;
nuestro un único árbol,
tan grande, tan copioso,
que da gusto mirarlo.
Es una nube verde
asentada en el campo.

7

Y como todo vuelve
-flor, golondrina, barco. . .-,
un día serenísimo volvieron
los cantos ahuyentados;
volvieron uno a uno,
como pájaros.
Iban de boca en boca
los pájaros cantando;
de la boca del mozo,
orilla del Salado,
a la boca del hombre
que derribaba el árbol;
de la boca del hombre,
derribando,
a la boca del ama que tejía
con los ojos cerrados.

Del lado “de la tierra”
la música y el canto.
Del lado de Esperanza
el trigal avanzando.

INDIO

Quien ordenó la carga del arado
Ordenaba tu muerte el mismo día.
Ella tuvo lugar junto al Salado
Con paloma y calandria, a mano fría.
No te valió tu entrega de venado
Frente al duro invasor que te temía.
No te valió tu miel de despojado.
Sólo la dulce espiga te quería.
Descendiente de gringo y su pecado,
Por cementerio de tu alfarería,
A lo largo del río voy callado.
La culpa de tu muerte es culpa mía.
Indio, dime que soy tu perdonado
Por el trigo inocente que nacía.

MATERNIDAD (FRAGMENTO)

Desde que sé, oh amiga, que llevas el misterio;
Tu nombre es la caricia de mi semblante serio.
Del corazón me vienen palabras de alabanza
Y las manos me tiemblan ligeras de esperanza.
Mis manos, como niños que ríen olvidados,
Después de haber llorado.
Mujer: en un silencio que me sabrá a ternura,
Durante nueve Lunas crecerá tu cintura;
Y en el mes de la siega tendrás color de espiga,
Vestirás simplemente y andarás con fatiga.
El hueco de tu almohada tendrá un olor a nido,
Y a vino derramado nuestro mantel tendido.
Si mi mano te toca,
Tu voz, con vergüenza, se romperá en tu boca
Lo mismo que una copa.
El cielo de tus ojos será un cielo nublado.
Tu cuerpo todo entero, como un vaso rajado
Que pierde un agua limpia. Tu mirada un rocío.
Tu sonrisa la sombra de un pájaro en el río.
Y un día, un dulce día, quizá un día de fiesta
Para el hombre de pala y la mujer de cesta;
El día que las madres y las recién casadas
Vienen por los caminos a las misas cantadas;
El día que la moza luce su cara fresca,
Y el cargador no carga, y el pescador no pesca...
-Tal vez el Sol deslumbre; quizá la Luna grata
Tenga catorce noches y espolvoree plata
Sobre la paz del monte; tal vez en el villaje
Llueva calladamente; quizá yo esté de viaje...-
Un día, un dulce día con manso sufrimiento,
Te romperás cargada como una rama al viento,
Y será el regocijo de besarte las manos,
Y de hallar en el hijo
Tu misma frente simple, tu boca, tu mirada,
Y un poco de mis ojos, un poco, casi nada...


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