Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com

GACETA VIRTUAL Nº 86– Enero de 2014– Año VIII – Nº 1



Imágenes: BEAUTIFUL WORLD

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

EDUARDO GALEANO
(Montevideo-Uruguay)

6.

Encender conciencias, revelar la realidad: ¿Puede la literatura reivindicar mejor función en estos tiempos y estas tierras nuestras? La cultura del sistema, cultura de los sucedáneos de la vida, enmascara la realidad y anestesia la conciencia. Pero, ¿qué puede un escritor, por mucho que arda su fueguito, contra el engranaje ideológico de la mentira y el conformismo? Si la sociedad tiende a organizarse de tal modo que nadie se encuentra con nadie, y a reducir las relaciones humanas al juego siniestro de la competencia y el consumo - hombres solos usándose entre sí y aplastándose los unos a los otros -¿qué papel puede cumplir una literatura del vínculo fraternal y la participación solidaria? Hemos llegado a un punto en el que nombrar las cosas implica denunciarlas: ¿ante quiénes, para quiénes?


PÁGINA 2 – CUENTO


SILVIA LOUSTAU

(Mar del Plata-Buenos Aires-Argentina)

 

DUERME, DUERME


Duerme, duerme, canturrea, su voz  desafinada, bajísima.

Canta y lo acaricia. Bajo su peso se ablandan los bultos de un delgado colchón.
Duerme, duerme.
Oye las cornejas, disparando, ya se ha  acostumbrado a esos ruidos, desde que se fueron a vivir allí, a esa quinta alejada, con su techo de tejas españolas y las  puertas pintadas de verde.
Duerme, duerme.
Esa mañana lo había puesto en su canasto de mimbre, en la galería, que jugara con los colores del sol. Sus piececitos se curvaban bajo la liviana manta celeste. Ella lo miraba cada tanto, mientras proseguía su tarea tecleando en la  Rémington.
Se inclinaba a besarlo.
Capullo nacido de nuestras sangres, pensaba, pasándole el  índice por las mejillas.
Capullo, pensaba, él la miraba, parecía guardar el mensaje en sus ojos traslucidos.
-Tenés los ojos de tu papá –le dijo.
Sentada en un sillón bordó, gastado, lo acunó, le dio el pecho. Las manitos   acariciaban la teta y ella sentía un río de dolor y gozo. Sentía en su interior el amor y la violencia más salvaje. Sería capaz de derribar de un golpe a cualquier intruso, cualquiera que osara entrar en la casa, despertar al durmiente.
Duerme, duerme.
Anda de un lado para otro. Pone flores silvestres en un jarrón de bronce. Pela manzanas y las vuelve puré con miel para el niño.
A veces, por la noche, escribe un nombre en el vidrio de la cocina. O dibuja una estrella.
Cuando los mirlos lanzan alto los anillos de su voz, se levanta, lo lleva a la cama amplia y lo alimenta. Sus pechos efusivos lo alegran. Saldremos a pasear por el bosquecito de pinos, observaremos como todo enrojece.
Caminando cantaban al hijo, los dos cantaban.
Vagábamos como el pastor y  la peregrina-imagina.
Duerme, duerme.
Duerme- dice- deseando que el sueño descienda como un plumón. Deseando que la vida retenga sus rayos, convirtiendo su cuerpo en un hueco tenue y allí  duerma  el niño.
Duerme- dice- duerme, verás los ojos de tu padre, cuando los míos ya estén cerrados.
Duerme, él retornará con trofeos, los pondrá a tus pies.
Son luciérnagas rojas, le susurra- Pero, duerme, duerme ¿sabés? afuera las agujas de los pinos ocultan las estrellas y las estrellas se mueven y las hojas  están quietas. Asombradas
Piensa en el día  siguiente. Como un mantra  repite: iremos a la granja de don Luís, a comprar pan, huevos, leche y miel. Leche y miel. Leche y miel.
Acomoda la espalda. La cortina  enrojece. La cortina empalidece.
Duerme, duerme.
¿Vendrán más niños, más cunas? Días de ver crecer el vientre, latiendo. Días de perder la mirada en los castillos del fuego ardiendo, ese olor a resina, ligándose  perfume del tabaco negro de él.
Duerme- susurra-es sólo el rumor del viento, voces rotas por el viento.
Shhh, silencio, escucha, es sólo el suspiro de los campos.
Duerme, duerme.

Aúlla la madera de la puerta.
Los taconeos.
Los gritos.
Duerme, duerme y lo acaricia, allí en el fondo de la bañera.
Duerme.
Se hace noche
Para siempre.


PÁGINA 3 – NUESTRA POESÍA

MARIANA VACS
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

DÍA DE LOS MUERTOS II

El olor de los panes
se une a tu nombre
y bailo con tu sombra
de flores intensas:
sol de los muertos
en tu lápida de ausente
recién llegado.

FRIDA

Frida se mira en la horizontalidad
de su espejo; suma su pierna
estrecha y el bastón que la habita
en su cama de patio azul.

Duerme en la mirada
de sus luminiscencias,
pinta sus miserias en su corsé
y se dibuja en una Catrina:
le redobla sus cejas a la muerte.

Mientras, el sapo destapa
   algún silencio en la lluvia.


MIGUEL ÁNGEL GAVILÁN
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

LA CONSTANCIA DE LAS MARIPOSAS

Acobarda la espera.
Se confunde con mugre
esto de desvestir recuerdos
que bajan por tu carpeta de clases,
chocan con un tema de Uriel Lozano
y se duermen
en la última risa
que te vi después del desayuno.

El miedo insemina la cueva de tu búsqueda.
Agría el regusto de  tanto empresario trucho
colectando estrellas de los bares
donde las mocosas
estrenan peinados y vestidos.

¿Quién pintarrajeó tu descuido con mentiras?
¿Quién te llevó de mí
en alguno de los coches
que cruzan el terraplén,
                                      las avenidas,
que escupen tentaciones de murga
a la salida de la escuela,
o recogen su diezmo
de cerveza y queso fresco
en un almacén coreano?

¿Quién te midió con la vara de la carne?
¿Quién te puso de mordaza
la pulsera del boliche,
y te acribilló de sueños en pastillas
la memoria de tus pasos hacia mí,
de tu regreso,
un campo de suicidas amarillos,
una razón por dejarnos?

Cada día
marco el tallo de mi edad
con tu apodo.
Trato de comprender
cuál de las polleras de cuero
no te pertenece,
en que pesebre de whisky
te duermen y te usan,
te usan y te duermen,
así,
en vaivén de arenas
contra un cielo de aceite.

Pero, mirá.
La prisa se desvive de fotógrafos
que me llaman.
Exponen mi cara a los informes,
marchan a mi costa
en manifestaciones “que venden”
(“que pegan”).
Afirman que ser justo
es encontrarte,
que ser humano
es no saberte
violada,
perdida,
ahogada,
en un barrizal de luz y purpurina,
abierta de vientre,
aventada de flor, de puta o de doncella.

¿Pero quién puede transformar en sueño
esta vuelta de vos,
esta negativa de saberte otra?
Otra entre lobos,
otra en el cardo,
otra en el pinche de la indiferencia
otra torva, hostil
hija de la calle que no eras,
que no serás.
Otra cautiva.

Un puño cerrado,
una mano entre los dientes
pueden más que llorar hasta la sal de las quimeras.

Pero
¿quién te obligó a confiar en las caricias?
¿Quién te habló de hogar
mientras te palpaba las piernas?
¿Quién te confundió
con que el amor era el escape,
una combi donde el cariño se engolosina de a chupadas
y los novios-amantes-fiolos
se demoran en la niebla?

Acobarda la espera.
Y encima este mundo macho
que ruboriza hasta la constancia de las mariposas.


PÁGINA 4 – ENSAYO

ERICA GONZALEZ
(Viedma-Chubut-Argentina)

VACÍO Y CREACIÓN

En su teoría de la sublimación, Lacan da al vacío un papel central. Desde su concepción, el vacío procede de lo simbólico. Es una producción del significante. En efecto, nada falta en lo real si no es por la introducción del significante. El significante engendra la ausencia, crea la falta.
Para Lacan, el objeto del deseo es radicalmente distinto al de otras teorías. No es un objeto al que el deseo apunta. El objeto del deseo es más bien la causa del deseo, es un hueco.
En este sentido, la sublimación no tiene el objetivo de completar el vacío, sino paradójicamente, reduplicarlo. Generar otros vacíos. Esto puede observarse con mayor facilidad en la actividad del alfarero que hace surgir, creando los costados de la vasija, un vacío interior que es tanto causa como producto de la creación. En el mismo sentido, Noé Jitrik, que no es psicoanalista sino especialista en literatura, dice que “la escritura es una aventura llevada a cabo de ocupación del espacio. (...) El blanco se muestra por la operación de la escritura que tiende a llenarlo, como infinito, siempre llenable, siempre imposible de llenar. (…) El blanco no sólo está al comienzo de la escritura, en la conocida ‘página en blanco’; está en la escritura misma, en los signos, entre los signos, en los márgenes.”
Como diría Lacan y ahora podemos suponer que también Jitrik, “el vacío procede de lo simbólico”, es efecto de lo simbólico. Por lo tanto, el vacío es una experiencia privativa del humano, como también lo es la creación.
Se hace necesario en este punto del recorrido la voz del poeta. Dice Marguerite Duras:
“Hallarse en un agujero, en el fondo de un agujero en una soledad casi total y descubrir que solo la escritura te salvará. No tener ningún argumento para el libro, ninguna idea de libro, es encontrarse, volver a encontrarse delante de un libro. Una inmensidad vacía. Un libro posible. Delante de nada. Delante de algo así como una escritura viva y desnuda, como terrible, terrible de superar. Creo que la persona que escribe no tiene idea respecto al libro, que tiene las manos vacías, la cabeza vacía, y que de esa aventura del libro, solo conoce la escritura seca y desnuda, sin futuro, sin eco, lejana, con sus reglas de oro, elementales: la ortografía, el sentido.”4

La escritura entonces genera nuevos significantes que, además de “reduplicar el vacío”, darán lugar a nuevos efectos de sentido capaces de sostener de otras maneras al sujeto que los produce, y que produciendo, se produce. Se reescribe diríamos, si aceptamos la idea de que el sujeto es texto.
Analizando la obra del artista visual Oscar Capristo y sus efectos, Pichon-Rivière se pregunta: “¿Es otro Capristo?”, y se responde: “Es el mismo, que ha sufrido en su interior una metamorfosis que acarreó también la del objeto en un empuje por esclarecerse esclareciendo; así es un desnudarse no gratuito sino ejemplificador”.
Más allá de las diferencias conceptuales alrededor de los efectos que crear puede tener sobre los humanos, es decir si el objeto se repara, se restaura, se recrea, se inventa, etc., me gustaría por puro placer recordar a Scherezada que logró a fuerza de cuentos, como dice Graciela Montes, demorar su muerte durante mil y una noches y luego, como consecuencia de esa demora, demorarla aún más, sin ningún plazo fijo, con plazo azaroso, que es la mejor moratoria que hemos conseguido los humanos en el banco del destino.
La escritura, la creación, entonces, como un modo privilegiado de burlar destinos que han sido escritos por historias desventuradas, cuerpos maltratados por la enfermedad o el encierro, o cualquiera de los males habituales y menos trágicos que padecemos los humanos por ser hablantes. No hablo de una intención terapéutica, no corresponde. Digo burlarlos de la misma manera que Scherezada burla a la muerte: jugando con palabras.
Porque no se equivoca Freud cuando afirma que “el poeta se conduce como el niño que juega, creándose un mundo propio, o, más exactamente, situando las cosas de su mundo en un orden nuevo”.5

4. Duras, Marguerite. En Escribir, Tusquets Editores. Buenos Aires, 2006.
5. Freud, Sigmund. “El poeta y los sueños diurnos” (1907). Obras completas.


PÁGINA 5 – CUENTO

 MARIA LYDA CANOSO
(Casilda-Santa Fe-Argentina)

APHRODITA DE HOBOKEN.

Este es un informe en sepia de hechos muy anteriores que probablemente algunos, no muchos, conocerán. Presento ante ustedes a Aphrodita, claro que Aphrodita es el nombre de fantasía de Lilian F., una buena señora de Hoboken nacida en la segunda mitad del siglo XIX quien, debido a su contextura y fortaleza y tirando por la borda prejuicios de época, se dedicó a una de las variantes menos femeninas del mundo del espectáculo: el leeee-vaaaan-ta-mieeen-tooooo de peeeesaaaas. Mundo éste, el del espectáculo, que estará poblado de personas singulares con habilidades impensables o simplemente que actúan de sí mismos, mundo que, con mirada despiadada, Tod Browning llevaría a su mayor expresividad con su colección de Freaks que, por otra parte, representa un aspecto más del oscuro gusto despiadado de la gente, reunidos en siniestra comparsa para llevar adelante un argumento de amor y venganza.

En la foto de estudio ella está parada con determinación frente a una perspectiva de utilería. Descansa su considerable peso en un pie, la otra pierna levemente flexionada hacia delante se apoya sobre una de las bolas de la pesa. Si se la describiese de abajo arriba, uno debiera mencionar como destacables las botas acordonadas hasta la mitad de la pantorrilla. Con una mano sostiene esta pesa perpendicular a ella. Pesadísima, o a lo mejor quién dice que eso que se ve no es sino una bola tan de utilería como el telón de fondo, pero no. No lo creo. Calzas y una pollerita atigrada sostenida por una banda oblicua, como las de las amazonas. Pero lo que sorprende debajo de este atuendo es una blusita negra de mangas cortas como la de cualquiera de las jóvenes señoras de su casa de Hoboken, de esas que cultivan flores en el macetero de las ventanas que dan al jardín del frente. Una cadenita al ras del cuello y ahí sí que la vemos asomar a la todopoderosa Aphrodita: dos brazos como de estibador y el perfil de esa nariz griega parecida a la de Marlon Brando en Nido de Ratas.
Uno podría pensar que estamos ante la fotografía de la abuela de Terry Malloy, ya que todo ese drama al que alude la película se desata en los muelles y The waterfront fue filmado en la ribera de Hoboken, precisamente frente a Manhattan, pero no.
Los hechos narrados en The waterfront, que en Argentina se llamó Nido de ratas, suceden cincuenta años después de las proezas de esta buena señora, y hablan de acciones verdaderamente heroicas de esos estibadores que se inmolaron para terminar con la explotación en el muelle. ¡Oh, talentoso y contradictorio Elia Kazan! ¿Se jugaba quizá el perdón por ese pecado de juventud de haber sido amigo de comunistas del grupo de teatro en los años 30? ¿Tal vez lo habría impulsado un sentimiento patriótico de reciprocidad hacia ese país que lo cobijaba? Manhattan es muy chico, la gente se encuentra fácilmente. ¿Alguna vez alguien a quien intentaste saludar, te dejó con la mano tendida?

La mujer forzuda del retrato tiene el pelo tirante y el jopo abullonado propio de jóvenes de esa época que siguen la moda. Sonríe con determinación, con cierto toque de glamour en la sonrisa. Hubiera podido ser cualquier hija de vecino de Hoboken, pudo haberse casado con ese empleado de correos que le dejaba esquelas debajo de la maceta de la ventana y que ella recogía amorosamente, ¡pero no! No fue así, pese a la horrorizada opinión de su madre, a quien se la vio por la ventana, correr de habitación en habitación agarrándose la cabeza y gritando en su idioma, que era el inglés (estamos hablando de Hoboken): ¡Para qué la habré llevado al circo!... ¡Para qué la habré llevado al circo!...
La mayor ambición de su madre era que se recibiese de mecanógrafa y poder contemplarla como chica normal, convertida en novia complaciente de algún joven atildado (porque todo noviazgo serio lleva tras de sí una laboriosa trama urdida por la madre con esmero) decía que podría interesar a un joven formal que, con viento a favor, le tocaría en suerte.
La espera se dilataba y la impaciencia de la señora iba creciendo.
Cada vez veía con mayor alarma que su queridísima hija desdeñara la cocina, y ni hablemos de su incapacidad para diferenciar una labor hecha en filtiré de otra bordada en punto exquisito de frivolité.
No era chica de abanico; los calores intensos del corto verano de Hoboken que tanto sofocaran a la buena señora inmersa en plena menopausia, la encontraban a la joven tirada durmiendo en el mosaico fresco de la galería que daba al jardín. Y, para mayor escándalo, dentro de la casa andaba siempre descalza. Sólo cuando la actividad de las ardillas indicaba que ya habían caído todas las hojas, cuando el paisaje del fondo con el galpón y los techos de las casas linderas se estaba ya cubriendo de nieve, era que accedía a ponerse medias de seda y esas botas acordonadas.

Fue en un pleno invierno crudo cuando al Teatro Eden llegó un conjunto circense que ya se había anunciado de antemano en carteles modernistas pegados por medio Hoboken. Espectáculo de variedades, payasos, freaks y todo aquello que interesaba en esos días. Ese vario conjunto, esa gente tan fuera de lo común y con actividades tan, pero tan extrañas, fue lo que sedujo a esta joven que todavía ni soñaba en que un día llegaría a ser Aphrodita.
Allí pudo ver con claridad que existía el lugar ideal para una niña como ella que, además, soñaba con viajar por países lejanos. Todavía no se había ido de la ciudad el circo cuando, a escondidas, empezó a probarse levantando primero con esfuerzo, más tarde hasta con una sola mano, el pesado arnés que su padre tenía tirado en el fondo. Cuando pudo levantar el viejo yunque, cuando sólo con una mano movió la vieja báscula de ganado que estaba allí bajo unas chapas, fue que se hizo consciente de su fuerza. Entonces, con un libro de gimnasia incautado a su hermano, ejercitó uno a uno sus músculos, con la paciencia y contracción propias de un prisionero que quiere escapar.
Poco después tomó contacto con otro circo.
Envuelta en un abrigo oscuro y tapada su cara con el velo del sombrero se presentó ante el director que la recibió, como era costumbre, con los pies sobre el escritorio. Luego de ver que pasaba sin el menor pestañeo la prueba de las planchas de hierro, el hombre la saludó con reverencia, sacó de un cajoncito unas hojas impresas y allí nomás la contrató. Desde entonces, con menos ropa y creciente desenvoltura se dedicó a enardecer al público rompiendo cadenas con el pecho.
Inolvidable fue la ovación la noche que combinó su acto con el del hombre bala. Sus rutinas se habían tornado más complejas, y el número más importante que por esos días el Circo Maravilla Oriental pudo ofrecer a sus espectadores, que iban desde Hoboken hasta Australia, fue levantar, con sólo un brazo extendido al frente, una silla con un militar de pie, quien, en posición de firme, miraba al público haciendo gravemente la venia. Tras haber realizado centenares de veces este acto espectacular juntos, Aphrodita se dejó cautivar por ese apolíneo efebo y así fue como se casó con el seudo militar en una ceremonia celebrada a toda fanfarria dentro del mismo Eden de Hoboken.
Charles Atlas aseguraba formar los hombres más perfectamente desarrollados del mundo gracias a su sistema de Tensión Dinámica. Aphrodita no necesitó el curso. En realidad la naturaleza la había dotado de una musculatura ejemplar, nada tenía que hacer sino esconder sus bíceps perfectos dentro de esas mangas abullonadas cuando los domingos iba al servicio del Rev.Corridan. Cuando sus giras se lo permitían, participaba en funciones de caridad, atendiendo un kiosco de limonada que ella misma preparaba.
Los espectáculos de fuerza eran cada vez más complicados: la variación podía llegar al infinito, era cuestión de tener imaginación y por supuesto fuerza, atributo que le sobraba a esta Aphrodita de Hoboken, que sostenía con gracia esas combinaciones de objetos pesados con personajes atildados.
Uno de estos espectáculos más lucidos consistió en bailar soportando cinco oficiales de caballería sobre los hombros; otro fue llevar, también sobre su resistente humanidad, una pesada barra y, suspendidos de ella, cuatro robustos cosacos a pleno baile.
Unos días antes del Thanks Giving de 1895, sábado a la noche, en un Eden de Hoboken repleto, porque también había llegado bastante gente de New Jersey, Aphrodita subió a una plataforma, allí saludó con gracia y ajustó las numerosas correas que aseguraban el arnés a su cuerpo ya tenso.  A su vez el arnés estaba unido a una plataforma de madera hacia la que empujaron, hasta fijarla a ella, un piano vertical, custodiado por cinco valientes. Fue izada con redoble de tambor al tiempo que su cuerpo resistía esta plataforma que soportó hasta los diez metros del suelo. El peso total, sumados el arnés y las cadenas fue, según dijeron, de más de ochocientos kilos. La plataforma se bamboleó ligeramente y todos vieron cómo en segundos se desprendía, haciendo la venia, el falso militar, su marido, a quien no habían podido convencer de que, alcoholizado, no debía subir al podio.
Se clava este buen hombre en el piso, ante la mirada aterrada de su esposa que, con profesionalismo, deja que desciendan la carga y le quiten el arnés. Allí estaba Lazlo, fracturado el cráneo con visible pérdida de masa encefálica que, al tiempo que en camilla lo retiraban de la escena, uno de los payasos barría, ocultando esa masa crítica debajo de la lona.
Ripley, a quien le llegaban las noticias de los casos más raros, anotó este suceso en su libro: el seudo militar se recuperó y siguió actuando, con las limitaciones que uno puede imaginar. Fue a partir de ese accidente que Lazlo se desvincula para siempre de la bebida.
El matrimonio interpretó ese episodio como una señal, lo que se dice: una desgracia con suerte. Vivieron haciendo giras con diferentes circos por América y Europa, hasta su retirada definitiva del mundo del espectáculo que fue en 1910, una semana antes del paso del cometa Halley, fijado para el 18 de mayo. Se temía un posible choque de la cola con la Tierra; por otra parte se había logrado identificar el gas cianógeno en la cabellera del astro errante, lo que hacía suponer que todos morirían al respirarlo. No obstante Lilian y Lazlo realizaron entonces el tantas veces postergado viaje de bodas a las cataratas del Niágara, donde Lilian debió esforzarse, esta vez, para persuadir al convaleciente Lazlo de que no aceptara el desafío que un charlatán ofrecía a los visitantes, el de arrojarse al abismo de la catarata dentro de un endeble barril de madera.
Ya retirados, con todo lo ganado compraron una tienda de habanos en la calle principal, a la que llamaron L&L.
Aphrodita, ya nuevamente Lilian, ahora respetada por toda la familia en esos sus pequeños gustos que la madre tanto hubiera combatido, había retomado el hábito de andar descalza y tirarse a dormir en las baldosas del patio. Por entonces ya era una matrona que debía cuidarse como toda mujer entrada en años, cuestión que contrajo primero una tos persistente, que de golpe se fue convirtiendo en pulmonía, padecimiento que le provocó la muerte en su cama de Hoboken el 5 de mayo de 1925. Su marido, el seudo militar, pese a las secuelas de su accidente, la sobrevivió hasta el día del 5to. aniversario de esa infausta fecha, día en que se sentó a fumar un habano en la glorieta del jardín, para ahí nomás fallecer de muerte natural, exactamente a la misma hora que Aphrodita: eran las cinco de la tarde. Aunque usted no lo crea.


PÁGINA 6 –POESÍA ARGENTINA

CLAUDIA TEJEDA
(Alta Gracia-Córdoba-Argentina)

RECORDATORIO

El pasado
es un hijo no deseado
que crece en mis rincones
sin permiso.
Con su cúmulo de lágrimas
no lloradas
con su hambre de amor
mal engendrado.
No hago otra cosa
que negarlo en los espejos
destejerle escarpines
no esperarlo
para que nazca un día de éstos
sin su baba de efemérides
y aprenda a balbucear
su primer nunca.

DESOBEDIENCIA

podría decir
que heredé la palabra
de algún lejano ancestro
como quien se reconoce
en una mueca genética
en esas huellas digitales
de los vínculos
pero no.

Toda esa gente en blanco y negro
                             murió callada
fueron tumbas en vida
de honorables silencios
y yo desentonando con la casta
llevo el grito de ninguno en la sangre
y su correspondiente
interpretación poética.

HUNDIMIENTO

La casa fue construida sobre clepsidras
para que no faltara agua ni tiempo.

Alguien maniobraba los relojes
sobre hornallas de cítricas paciencias
con la cuchara de madera en el minuto
cuando la madurez era
un tajo preciso en el almíbar.

Pero la mesa se fue hundiendo
en el ángulo certero de la ausencia
y la sed en las paredes se hizo barro
declive en los umbrales
escalera extinta
alarido de peldaños aplastados
contra el cimiento
cuando no alcanzan los puntales
ni la sangre
y
se cae la casa de la madre
como un árbol hacia su raíz
                           se cae
porque el agua se lo lleva todo
porque a todo se lo lleva el tiempo.

INSTRUCCIONES PARA NACER

Delimite los bordes formales de su volumen en el reflejo.
Antes que nada, repase sus huellas digitales, sus yemas en espiral, la aurora
impresa en sus lúnulas. Observe cómo crece entre dedo y dedo una nueva
membrana de palmípedo humano.
Cuelgue su espalda de una percha y numere cada uno de sus huesos.
Es menos doloroso atravesar el espejo con un cuerpo invertebrado.
Zambúllase en el vidrio como un clavadista.
Nade el espacio gelatinoso de esa placenta oval con la levedad de un pez para
que su contrapeso no arranque el clavo de la pared y rompa el cristal en
añicos, porque usted corre el riesgo de quedarse atrapado para siempre en
estado de embrión.
Gire en el balanceo sedativo del útero transitorio.
Enrósquese como un cotiledón feroz y regrese a su sangre con el pasado
asimilado, cuidando de no romper la horma de su imagen.
Llore como un viejo recién nacido.
Llore todas esas vidas mal almacenadas.
Y cuando haya lavado de bautismos sus ojos, estrene la esperanza genética de
su nombre.

PERFUME

        Ahora juego con los collares
que nunca te adornaron el cuello
por ese capricho de no estrenarlo todo.
         Arrojo como sobras
el maquillaje vencido
el octavo color de tu labial
el rubor sin pómulos
el espejo discreto.
        Tu colección de botellas
y aromas atrapados
agua que una vez fue colonia
dosis floral en el gesto
de untarte una gota económica
en cada lóbulo.
         Te sobrevive
este perfume volatilizado
esta pálida esencia diluida
que defiende con uñas
mi memoria
para que sea tu beso bienvenido
el mismo edén de la infancia
en mis arrugas.


HUGO COVARO
(Tartagal-Salta-Argentina)

LAS MEMORIAS DEL VIENTO

1 
Esta tierra, que mira desde el sur a la esperanza tiene en cada uno de nosotros una pequeña historia. Este continente de silencios doblegados se nos trepa a la sombra en atardeceres de bronce y fuego, se nos sube a los ojos con sus cielos limpios y a la piel con todos sus duendes fecundados. 

Patagonia es el rumbo de los sueños. Llegamos a ella con las manos y el alma vacías, secas, calladas. De a poco, de a tragos, como una invasión de vientos alucinados, penetrantes, nos llega la palabra y se cae hacia adentro de los labios para volverse canto. 

El canto del viento y sus memorias –dirán algunos.Y uno, de asombro en asombro, de viento en viento, se torna testigo de nuevas anunciaciones, de historias contadas en noches de lluvia, en el polvo de los picaderos, polen luminoso de las soledades.
Y uno, que rastro a rastro se adentra en los soles del verano ventoso, empolla el mismo silencio vertebrado que habitó el parto de la primera luna.

El tiempo andaba por los cañadones. Un hombre. Sólo un hombre y tanto paisaje. Una dilatada agonía de páramo memorizando viejas lluvias. Era la nueva tierra. La tierra de uno repite la sangre mientras el viento sonaba su áspera flauta. Y uno se va quedando, de a poco, perezosamente, casi sin darse cuenta. Luego, también de a sorbos viene llegando el milagro. Una enredadera carnosa, trepadora que se mete en el centro mismo de la ternura y se nos cae como un golpe de barro por las sienes. Hay en este alumbramiento una gran nostalgia y un pequeño viento muerto aleteando en los ojos.

Es tiempo pues, de mirar la noche tiznando las paredes de los ranchos de gente solitaria y esa luna redonda como un pan recién salido de la tierra, arrugándose en el agua de la laguna. Ahora es tiempo de largos caminos, estiradas distancias, dilatadas extensiones. Pero ya no se está solo, aunque el viento de arena siga sacudiendo los coirones* de los peladeros. Aunque la misma luna salitrosa de los esquiladores, de los puesteros, de arrieros penitentes, siga saliendo con su aureola de sangre antigua.

Ya no se está solo. Un ejército de muertes viejas, polvosas, enterradas, nos sube a la memoria, a los huesos, a la palabra, y anda repitiendo los viejos nombres y apellidos, rameando* sus historias. ¡Comer el calafate* nativo es, digo, una gran farsa!. Esta tierra, mitad sueño, mitad desesperanza, que amamanta sus amaneceres de fragua con aborígenes senos, con gredosas savias, es una antigua y gastada palabra. El centro mismo de la espera; el rincón más tembloroso de la nostalgia.

¡Ven forastero, arrímate. Que el viento olfatee tus manos, que tal vez, cuando llegue septiembre con sus polvaredas, ya conozcan tu nombre!


PÁGINA 7 – ENSAYO

 FELIPE PIGNA
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

FEDERICO, POETA EN BUENOS AIRES

En medio de debates en su país de origen sobre la conveniencia de la exhumación de su cadáver enterrado por sus asesinos franquistas en una fosa común, la magnitud de su obra no se somete a polémicas sobre exhumaciones, porque está entre nosotros, viva. La vitalidad de Federico, su sana rebeldía estalla en cada verso, en cada diálogo de sus obras que pintan mundiales aldeas de mujeres sometidas y de las otras, de Bernardas Albas y Marianas Pinedas. Los temas de Federico, uno de los mejores exponentes de la generación del 27, eran los de su pueblo andaluz: el amor y la muerte, materia prima de la su “Romancero Gitano” y de sus obras de teatro que quiso llevar con su grupo “La Barraca” por todas las plazas de España para que las vea el pueblo. Le tocó vivir años interesantes, apasionantes. Vivió en aquella residencia universitaria de Madrid junto a Picasso, Dalí y Buñuel, leyó toda la poesía que pudo y a la otra, la del pueblo la escuchó en las calles y en los tablaos, la “conversó” con su gente del “jondo”. Quiso ser intensamente libre y amar como el quería que era como prohibía la doble moral tradicional que lo condenaba y lo llamaba Federico García “Loca”. Estuvo en Nueva York en aquellos meses de 1929 que preanunciaban la crisis y que le hicieron escribir: “El mascarón, ¡mirad el mascarón! Cómo viene del África a Nueva York! El mascarón bailará entre columnas de sangre y números, entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados (desocupados) que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces, ¡Oh salvaje Norteamérica! ¡Oh impúdica! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles y muy pronto, muy pronto ¡Ay, Wall Street!”. Muy cerca de la mítica calle de la pared, desde el último piso del hasta entonce edificio más alto del mundo, Federico lanzó su desgarrador “Grito a Roma” dirigido al Papa: “Porque ya no hay quien reparta el pan ni el vino, ni quien cultive hierbas en la boca del muerto, ni quien abra los linos del reposo, ni quien llore por las heridas de los elefantes. No hay más que un millón de herreros forjando cadenas para los niños que han de venir. No hay más que un millón de carpinteros que hacen ataúdes sin cruz. No hay más que un gentío de lamentos que se abren las ropas en espera de la bala. El hombre que desprecia la paloma debía hablar, debía gritar desnudo entre las columnas, y ponerse una inyección para adquirir la lepra y llorar un llanto tan terrible que disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante. Pero el hombre vestido de blanco ignora el misterio de la espiga, ignora el gemido de la parturienta, ignora que Cristo puede dar agua todavía, ignora que la moneda quema el beso de prodigio y da la sangre del cordero al pico idiota del faisán.”
Cuatro años más tarde, el 13 de octubre de 1933, Federico llegaba a Buenos Aires desde Barcelona a bordo del barco “Conte Grande”. Según uno de sus más destacados biógrafos, Ian Gibson, aquí fue feliz y conoció por primera vez el éxito y el reconocimiento unánime de la crítica y el público que llenó durante meses la sala del Teatro Avenida para disfrutar de “La zapatera prodigiosa”. La había estrenado en 1930 con la notable compañía de Margarita Xirgu, en el Teatro Español de Madrid, pero diría Lorca: “En realidad su verdadero estreno es en Buenos Aires y bailada por la gracia extraordinaria de Lola Membrives con el apoyo de su compañía.” El éxito de la “Zapatera” se sumó al de “Bodas de sangre que motivó esta carta a sus padres: "....ya se celebró el estreno de Bodas, que constituyó por la prensa que os mando por barco un verdadero escandalazo. Yo no he visto en mi vida una cosa igual de entusiasmo y cariño. El gran teatro Avenida es como diez veces el teatro Español de Madrid y estaba totalmente ocupado por una muchedumbre...".
Federico brindó varias conferencias en Buenos Aires, la primera, a poco de llegar en “Amigos del Arte” sobre “Juego y teoría del duende” en la que le regaló al público argentino estas palabras: “El dirigir la palabra esta noche al público no tiene más objeto que dar las gracias bajo al arco de la escena por el calor y la cordialidad y la simpatía con que me ha recibido este hermoso país, que abre sus praderas y sus ríos a todas las razas de la tierra. A los rusos con sus estrellas de nieve, a los gallegos que llegan sonando con ese cuerno de blando metal que es su idioma, a los franceses en su ansia de hogar limpio, al italiano de con su acordeón lleno de cintas, al japonés con su tristeza definitiva. Pero a pesar de esto, cuando subía por las ondas rojizas y ásperas de cómo la melena de un león que tiene el Río de la Plata, no soñaba esperar, por no merecer, esta paloma blanca temblorosa de confianza que la enorme ciudad me ha puesto en las manos; y más que el aplauso, agradece el poeta la sonrisa de viejo amigo que me ofrece el aire luminoso de la Avenida de Mayo. En los comienzos de mi vida de autor dramático yo considero como fuerte espaldarazo esta ayuda atenta de Buenos Aires que correspondo buscando su perfil más agudo entre sus barcos, sus bandoneones, sus finos caballos tendidos al viento, la música dormida de su castellano suave y los hogares lindos del pueblo donde el tango abre en el crepúsculo sus mejores abanicos de lágrimas.”
Aquí Lorca vibró con el tango y se fascinó con el sonido único del bandoneón en aquellas interminables noches en la Peña del Tortoni, donde se reunía los artistas y poetas de la Bohemia porteña como Raúl González Tuñón . Por aquellos días conoció y escuchó cantar a Gardel, al que le dijo “en la ciudad del tango tengo la fama de un torero”. También compartió largas charlas con el cónsul chileno en Buenos Aires: Pablo Neruda y organizó con él un homenaje al enorme nicaragüense Rubén Darío que se convierte en un libro con dibujos de Lorca. Federico se enamoraba de aquellos aires buenos, de los bolichitos donde prefería el vodka ruso, en uno de ellos les leyó a sus amigos “La casa de Bernarda Alba”, que llevaba el subtítulo de “drama de mujeres en los pueblos de España” y pensaba estrenar en Madrid. En su habitación 704 del Hotel Castelar siguió escribiendo “Yerma” que le tenía prometida a Lola Membrives.
Lorca habló por teléfono a España desde los estudios de Radio Splendid en aquel emocionado saludo, uno de los pocos registros de su voz, puede escucharse: "Nadie sabe, ni se imagina, la emoción simple y profunda que rodea mi corazón como una corona de flores invisibles al saber que en estos instantes mi voz se está oyendo en América y que, sobre todo, está vibrando en Buenos Aires enredada en el gran altavoz del bar o disminuida en la pequeña radio que tienen en su cuarto de estudiante o la muchachita que hace escalas en su piano. ¡Salud, amigos!"
Federico dejó Buenos Aires el 27 de marzo de 1934 extrañándola: “Y es que Buenos Aires –decía- tiene algo vivo y personal; algo lleno de dramático latido, algo inconfundible y original en medio de sus mil razas que atrae al viajero y lo fascina. (…) Me voy con gran tristeza, tanta, que ya tengo ganas de volver.” Le escribía a su padre: "Buenos Aires es una ciudad maravillosa. Es como me gustaría que fuera España: cosmopolita, llena de amigos, desprejuiciada, tumultuosa, desbordante de vida y de cultura. Mientras en Madrid silban y patalean cuando no entienden una obra, en Buenos Aires te agradecen la dificultad, les gusta exigirse. Son un público maravilloso. De Londres, de París y de Nueva York me fui casi disfrutando de la partida, pero sufriré mucho al dejar Buenos Aires. Ahora pienso en los días de nostalgia que voy a pasar en Madrid recordando el barro fresco, olor de búcaro andaluz, que tienen las orillas del río, y el deslumbramiento de la tremenda llanura donde se anega la ciudad, en una melancólica música de hierbas y balidos».
Dos años después la Inquisición española había encontrado en un oscuro oficial de “colonias”, Francisco Franco, el instrumento para volver a incendiar la poesía y a condenar la vida, al grito de “Viva la muerte”. EL “generalísimo” y toda la derecha española se sublevó la noche del 17 de julio de 1936 contra aquella República a la que Federico apoyaba con toda su alma y su poesía. Un mes después fue detenido por los falangistas en su querida Granada. En el expediente levantado por los que vivaban la muerte y mataban la vida, podían leerse que Federico era “un escritor subversivo y un homosexual” . Todo esto lo condenó y bastó para que aquel 18 de agosto de 1936 fuera fusilado junto a un maestro y dos toreros anarquistas. Aquel régimen asesino que llegaba para quedarse por 40 años no soportaba tanto arte, tanto duende, les resultaba completamente inaceptable el lugar que Federico había elegido para ver la vida, el entender como pocos que para llegar a la poesía había que llegar a la dignidad, como le había dicho en un reportaje al periodista argentino Pablo Suero: “Mientras haya desequilibrio económico, el mundo no piensa. Yo lo tengo visto. Van dos hombres por la orilla de un río. Uno es rico, otro es pobre. Uno lleva la barriga llena y el otro pone sucio el aire con sus bostezos. Y el rico le dice: “¡Oh, que barca más linda se ve por el agua! Mire, mire usted, el lirio que florece en la orilla” Y el pobre reza: “Tego hambre, no veo nada. Tengo hambre, mucha hambre”. Natural, el día que el hambre desaparezca, va a producirse en el mundo la explosión espiritual más grande que jamás conoció la Humanidad.”


PÁGINA 8 – CUENTO


EMILCE STRUCCHI
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

ESPEJO DEL SUR

Lo que yo sé es que a Montes lo mataron de atrás, de un tiro en la cabeza, y eso no se perdona.
Julio Cortázar

Al Paco lo mataron hace como diez años. Ustedes lo saben mejor que yo, fue de la manera más baja: a traición. Francisco, que así se llamaba, estaba tomando café con leche y medialunas esa madrugada tremendamente fría de julio. Conozco eso y muchas otras cosas para el que quiera escuchar porque él era mi amigo y compinche desde muy chico. También tendrán noticias de que la investigación fue demasiado corta, como tantas veces ocurre. Siempre la misma historia. ¿Se acuerdan? Entonces se sospechaba de la Tota, su mujer de ley, porque al Paco le conocíamos más de una mina. Crimen pasional, dijeron. Claro, esa hipótesis - como dicen los tragas - era la más fácil. Pero la verdad, díganme, a quién se le ocurriría pensar que esa señora (con todas las letras), desesperada por el dolor y abrazada al muerto llorando como una loca, podría haberlo matado. Si todos estamos al tanto de que la Tota le perdonaba siempre los chanchullos al Francisco. Era su hombre y lo quería bien. Sin contar que él le daba una vida bastante cómoda con lo que ganaba en el taller mecánico que le había dejado su viejo. ¿Se acuerdan de "El Primero" en la esquina de Alvarado y Herrera, que fue famoso en Barracas? Qué taller el de Don José, un visionario el viejito por animarse a iniciar ese negocio. Tan atento y honesto el hombre, estaba lleno de clientes (esos de guita, no pobretones como nosotros). Ellos, después de la muerte de Don José, siguieron yendo al taller de Paco a arreglar sus autos porque era "el hijo de". Había uno que levantaba quiniela clandestina, Miguel se llamaba. Ustedes deben conocerlo, un duro el tipo. Siempre lo perseguía al Paco por las deudas de juego.
En "El Primero" nunca faltaba un mate (aunque más no fuera uno lavado) o un vermouth para los amigos. Como les iba diciendo - con todo respeto - la cana buscó un poco aquí y allá. No encontraron pruebas para culpar a nadie. Estoy seguro que ustedes lo entienden igual que yo: mucho no se esforzaron. No sé muy bien de qué manera ni a título de qué, el caso quedó cerrado. Siempre la misma historia. Y ahora, señores, se estarán preguntando qué le pasa a este viejo que viene a ventilar otra vez el asunto. Yo les digo, con los años uno recuerda información y va atando cabos. Era tan bueno el Paco. Tendrán presente que cuando lo velaron fue todo el vecindario. La casa estallaba de gente y olor a flores putrefactas. El día que me toque a mí, anoten, no quiero flores: revuelven el estómago sin necesidad y total el muerto ni se entera.
Les contaba, al velatorio fue la caradura de Malena. Qué minita ésa, de lujo. Todos la junaban con su trajecito negro apretándole el culo. Me pregunto qué hacía allí porque a la viuda (no sé qué vieron ustedes), no la saludó. La Tota, desconsolada como estaba, ni la vio. De cualquier modo, nunca me pidió que habláramos sobre ese tema. Ella sabía que nosotros éramos muy amigos. Yo le hubiera contado que el Paco le había puesto a la chiruza de Malena un bulincito muy piola, una pinturita, con dos butacas tapizadas de color borravino en la entrada y con unos cortinados gruesos, blancos, de esos con arabescos rosados, en el dormitorio. La Tota con el tiempo tal vez lo hubiera entendido porque él la respetaba y la tenía como a una reina. Las porquerías las hacía con la otra: flor de arpía esta Malena.
Disculpen, me distraje un poco. Les contaba que fue a la madrugada en el bar "Espejo del Sur". Ustedes lo conocen, más de una vez nos vimos allí. El que me describió los hechos fue Don Cosme, el dueño, que se las vio negras. También, estaban solos los dos. Él le sirvió el café con leche y fue a atender al sodero (por la puerta de atrás), que le traía un pedido. Como a los seis meses más o menos a ese pobre lo atropelló un Falcon y lo hizo boleta. Les decía, aunque esto deben conocerlo supongo, que Don Cosme lo estaba despidiendo al hombre cuando escuchó un ruido seco seguido por otro de vidrios rotos. Es que al Paco le habían partido la cabeza casi en dos mitades, desde atrás, ¿se acuerdan?, con algo muy pesado. Entonces cayó hacia delante para estrellarse sobre la mesa y tirar taza, plato, cucharita, medialunas, todo. Quedó con la jeta apoyada del lado izquierdo sobre la tabla de fórmica y los ojos espantosamente abiertos. Había sangre por todas partes. Yo fui ni bien me avisaron y lo vi. Había pasado como media hora y todavía se le notaba el horror en la mirada.
El dueño del "Espejo" estaba todo cagado, con perdón de la palabra. Ustedes recordarán que apenas había visto al criminal de espaldas cuando escapaba corriendo como una tromba, y no lo pudo reconocer. Dijo que tenía algo grande en su mano derecha, como una maza. El que seguro lo vio y yo sé que estaba amenazado fue el sodero. Esos meses durante la investigación se hizo humo y cuando reapareció lo liquidaron mientras cruzaba la calle. ¿Qué raro, no? Siempre la misma historia. Bueno, lo atropellaron. Si me repito, sepan perdonarme. Algunas de estas cosas son "vox populi". Don Cosme contó que se acercó al finado de inmediato y mi amigo llegó a balbucear sus últimas palabras: "es él, debe ser él". Eso quiere decir que lo conocía muy bien al asesino. Lo que no sé es si en ese momento tenía deudas de juego. Cuando llegué me ocupé de llamar a la policía porque Cosme se había paralizado del susto. Y después vino lo que les conté antes.
Sargento, usted sabrá disculpar que hable tanto y tan rápido; su escribiente no puede parar de copiar y al otro muchacho casi no le doy tiempo para preguntarme. Pero, a veces el dolor hace tan mal... ¿sabe qué?, lo extraño al amigo y le doy a la ginebra para olvidarme. ¿Ustedes se enteraron que el Paco y la Tota tenían un solo hijo? Por más que intentaron (él quería una chancleta), la mujer no quedaba. Y fíjense las vueltas de la vida, ahora me entero que ese pibe se casa con la turra de Malena. ¿Qué curioso, no? Siempre la misma historia. La Tota no la puede ni ver. Imagínense, la futura nuera, amante de su finado. Yo creo que no lo sabe, porque por respeto nadie le contó una palabra. Pero la verdad, pienso que ella algo debe sospechar. ¿Ustedes qué opinan?


PÁGINA 9 – POESÍA ARGENTINA

CARINA SEDEVICH

(Córdoba-Argentina)


7

Ahora si enloquecieron los pajaros.
Cierro los vidrios,
acerco los sahumerios a las velas,
cambio las toallas.
Restos de gestos para nadie.
.Cuanta tierra puede acumularse
en cuanto tiempo
sobre esta mesa?
.Cual es la diferencia
entre la mesa limpia
y esta mesa?
Los gatos me rondan
porque lo saben todo.
*
Es hora de volver a no esperar.
Hay demasiado hilo tendido
sobre demasiadas cosas.
Ya no quiero que
te apenes por mi vida
que mi soledad abrasiva
te perturbe
o que te esperances
con mi risa.
Aprieto mis palabras como
piedras.
Eso es todo.

8

Mi hijo es perezoso.
Se preocupa por banalidades
como yo.
Nos entendemos.
Me preocupa escribir con pretensiones,
nos preocupa cuando el gato no aparece.

9

Sin nubes que lo ablanden
el cielo es como un tajo
y el patio es un dibujo malo.
Hay algo nuevo afuera
mas allá del pasto incontrolable.
Algunos frutos amarillos en un árbol.
.Son damascos?
Te enojabas porque no vigilaba
los damascos.
Eran tantos.
Venían todos a la vez.
Querías la caravana del damasco.
Baldes y baldes.
Más duros, más maduros.
Había que hacer algo.
¿Mermelada?
Tus damascos me pesaban en el corazón.
Me espesaban la sangre tus damascos.
Querías la maravilla del damasco:
llevale a tu mama, dale al vecino.
Tire muchos damascos finalmente.
En un baldío
para que no los vieras.
¿Y el festival de la calabaza?
Se me pudrieron muchas calabazas.
Tenías la formula para conservarlas
pero yo era tan imperfecta.
En realidad querías una huerta
así como mas sexo, caminatas
visitas
Y todo era un fracaso.
¿Serán de nuevo los damascos?
¿Seré una mujer salvaje?
Como te enojaste tanto
y hasta lloraste una vez:
¿te debo algo?
¿Debo hacer algún intento nuevo?
¿Seré una mujer indigna?
Ni siquiera quiero que seas feliz.
¿Volverá mi gato?
El sol hace tajos mas profundos.



AMELIA ARELLANO
(San Luis-Argentina)

ESTOCOLMO

Algo que puede ser una mueca, una corona, un sacrilegio
Flota en un océano de sangre bajo un cielo metal hirviente.
Concreto, como una piedra atada al cuello,
O difuso como una picadura de avispa… o de picana.
Por momentos se asemeja a un anillo de esponsales.
A un garfio de hierro. A un himen.
Se adhiere como pólvora o miel amarga.
Se escurre en las cuencas vacías.
Silbido de ruiseñor…o bala.
En mareas profundas no obedece a la luna ni a los vientos.
Va y viene. Arremete, empuja, retrocede, avanza
La certeza es su duda.

Un remolino de cuchillos hace trizas el follaje de esa oscura y clara celda.

Raspa la secreta flor.
Lentamente, voluptuosa pluma.
Luego rápido, más rápido.
Galope de un potro enceguecido por la metralla y la vía láctea.
El blanco es la cabeza explota en el vientre.
Desnuda los anhelos y las ansias.
Desdibuja la cordura.

Arden como un río congelado de amor y odio.
Crece la tormenta y el latido.
La sombra de Tupac Amarú se asoma en la ventana.
¿Quién juzgará ese deseo no deseado?

Yermos ropajes de salitre
Desnudan la herida abierta del estigma.



POEMA COTIDIANO

“¡Oh! Yo no sé, dijo la noche, amado, yo no sé tu secreto/ Aunque he visto vagar ese que dices desolado fantasma, por tus sueños.”
Antonio Machado

Si buscas en este poema una metáfora, da vuelta la página. No la encontrarás. La mejor metáfora es la vida y la mejor metáfora de la vida es el amor.
Y la mejor metáfora del amor eres tú

Si te sobresalta un aguijón de ausencia. Una duda. Un desaliento.
Piensa, amor. Mañana es otro día.
Te has  enredado en esta maraña. En este  no sé qué.
“Un desolado fantasma” que vaga por tus sueños-
Que es tonto, cursi, este amor. Casi humano.
Si,  lo es. Es cotidiano. Usual.
Como lo es el pan con mantequilla.

El mate, el vino, el lavarse los dientes.
Raro, quizás, peligroso como subirse a la azotea cuando nieva.
Como pegar carteles, o leer el “Che” en los 70
Pero esto nos basta, es suficiente.
Como un techo de chapa en un villorrio.

De todas las batallas es la mejor ganada.
La más bella de todas las demencias.
La mejor inversión de nuestra infancia.
La mejor burla a los dioses apócrifos.
La peor excomunión. La absolución mayor.
La más pura virtud, este pecado

La  subsistencia entre tanta muerte, amor
La vida, el pan de vida


PÁGINA 10 – ENSAYO

Principio del formulario
Final del formulario
 FERNANDO SORRENTINO
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

VOCABLOS INOFENSIVOS Y DIÉRESIS DESPRECIADAS

En la página 104 de su hilarante libro La peculiaridad lingüística rioplatense y su sentido histórico1 (Madrid, Taurus, colección Persiles, “segunda edición muy renovada”, 1961),2 don Américo Castro previene:
Quien va al Uruguay o a la Argentina aprende luego a no usar la palabra coger. [...]. Esto es, por otra parte, muy explicable, dado que coger, en la Argentina, asume con exclusividad un sentido obsceno.
En rigor, depende del contexto. Es cierto que, en su empleo vulgar, el vocablo significa copular. Sin embargo -y es sólo un ejemplo-, cuando yo, en clase, explico el bello soneto de Garcilaso “En tanto que de rosa y azucena” y llego al primer terceto (”coged de vuestra alegre primavera / el dulce fruto”), ni los alumnos estallan en carcajadas ni nadie se siente incómodo, pues todos entendemos que se está hablando del carpe diem y no de sicalipsis.
En la página 105 nos topamos con otro hallazgo:
Algo semejante acontece al inofensivo vocablo concha.
Yo diría que ningún vocablo, por sí solo, puede ser inofensivo ni ofensivo. Su acepción es el resultado del acuerdo tácito entre los hablantes de una comunidad lingüística cualquiera. Si, para nosotros, esa palabra “inofensiva” significa el órgano sexual femenino, razonablemente tendremos cuidado de no utilizarla en determinadas circunstancias, y esto es lógico, no tiene nada de malo ni de extraño y, mutatis mutandis, sucede en todas partes del mundo.
Lauchas versus ratones
Por otra parte, si bien conocemos al ratón Mickey y al ratón Jerry, sabemos que son meros monigotes de historietas. Si alguna de esas espeluznantes alimañas apareciera (¡Dios no lo permita!) en nuestra casa, nos mesaríamos los cabellos con desesperación y, ya al borde del suicidio y rasgándonos las vestiduras, gritaríamos: “¡Hay una laucha en la cocina! ¡Una laucha! ¿Qué mal hemos hecho para merecer este castigo?”, pues no hay fuerza en el mundo capaz de lograr que -en el habla cotidiana- los argentinos llamemos ratón a la laucha.3
Debido a estas razones, la breve novelita picaresca (1906) de Roberto J. Payró se titula El casamiento de Laucha:
El nombre de Laucha -apodo y no apellido- le sentaba a las mil maravillas.
Era pequeñito, delgado, receloso, móvil; la boca parecía un hociquillo orlado de poco y rígido bigote; los ojos negros, como cuentas de azabache, algo saltones, sin blanco casi, añadían a la semejanza, completada por la cara angostita, la frente fugitiva y estrecha, el cabello descolorido, arratonado…
Establecido por qué, en el río de la Plata, diríamos, o no diríamos, coger y ratón, parece oportuno relatar la siguiente anécdota.
La gata española y el gato argentino
El hecho de que hubiera nacido en la misma ciudad que don Luis de Góngora ya me predispuso en favor de Isabel Campillo Díez, a quien el azar me llevó a conocer en la Córdoba española. Además, sus aficiones literarias, su simpatía y, sobre todo, su belleza morena me llevaron a colocarla en un lugar de honor en el reducido círculo de personas que estimo.
Cuando, a su vez, Isabel me visitó en Buenos Aires, no tuve ningún inconveniente en que, mientras yo le mostraba algunas curiosidades de la ciudad, dejase en mi casa a Mili, su gata siamesa, la que, sin duda, haría buenas migas con mi siamés Osiris.
Así, pues, quedaron ambos gatos en la casa; cerramos la puerta con llave y nos fuimos Isabel y yo a vagar por esas calles de Buenos Aires.
Tiempo más tarde supe qué había ocurrido entre Osiris y Mili.
Apenas vio a Mili tan bonita y apetecible, Osiris se forjó cierto propósito non sancto.
Ambos gatos eran jóvenes, bellos y juguetones, y, al principio, se dedicaron a retozar libremente por la casa.
-¿Qué te parece si comemos algo? -sugirió Osiris-. En un platito, al pie de la heladera, mi amo ha dejado nuestra comida.
-De acuerdo -respondió Mili-, pero no se dice heladera: se dice nevera.
Luego dijo Osiris:
-¿Qué te parece si, por el balcón, curioseamos qué pasa en la vereda?
-De acuerdo -respondió Mili-, pero no se dice vereda: se dice acera.
-Muy bien, y luego vayamos a corretear a la terraza.
-De acuerdo, pero no se dice terraza: se dice azotea. Y, ya que estamos, ¿qué te parece si cogemos un ratón?
-¡Maravilloso! -contestó Osiris-, pero no se dice ratón: se dice ratito.

NOTAS AL PIE
1. Como se sabe, la obra, cuya primera edición data de 1941 (Buenos Aires, Losada), fue objeto de una demoledora reseña que, firmada por Borges, apareció en la revista Sur en noviembre de ese año. Más tarde fue incluida en Otras inquisiciones (1952) con el título de “Las alarmas del doctor Américo Castro”.
2. En realidad, las grafías lingüística e histórico responden a un acto mío de caridad cristiana, pues en la portada del libro se lee linguistica e historico, debido a la difundida superstición de que las mayúsculas pueden (o, peor aún, deben) escribirse sin tilde.
Cuando yo estaba en el primer grado de la escuela elemental, la señorita (todas las maestras argentinas, aunque sean tatarabuelas y tengan la edad de Matusalén, son llamadas señoritas), la señorita Francisca nos enseñó que, si queríamos escribir el nombre de cierta ave palmípeda que abunda en nuestra costa meridional, debíamos colocar una diéresis sobre la u, para que esta veleidosa letra no permaneciera muda; desde entonces tuve buen cuidado de seguir su consejo, y escribir pingüino y no pinguino. Sin embargo, no bastaron todas las fuerzas de la Editorial Taurus para utilizar ni siquiera una sola vez la diéresis tan temida: con plausible fidelidad al error, figuran (en orden de aparición y muchísimas veces) linguístico, linguísticas, linguística, linguísticamente, linguísticos y linguista. Como esto ocurrió hacia 1960, y aún faltaban doce años para que don Américo falleciera, me pregunto si estas grafías habrán gozado de su aprobación.
3. No obstante, ignoro cuál sería la preferencia léxica en el siglo xix. Por ejemplo, en el Martín Fierro (1872-1879) no se habla de laucha ni de lauchas, pero aparece dos veces ratón (”Ni envidia tengo al ratón”, I, iii, 384; “hacé las que hace el ratón”, II, xv, 2338) y dos veces ratones (”la pobreza y los ratones”, I, iv, 648; “Ahi dejé que los ratones”, II, xviii, 2709). También opta por ratón (”como juega el gato maula con el mísero ratón”) Celedonio Esteban Flores en su celebérrimo tango Mano a mano (1923), con música de Carlos Gardel y José Razzano.
En favor de laucha tenemos “El Laucha Benítez cantaba boleros” (1969), cuento de Ricardo Piglia, y la película Más pobre que una laucha (1955), de Julio Saraceni.
Claro que estas citas tienen valor muy relativo, ya que se trata de registros literarios y no espontáneos.


PÁGINA 11 – CUENTO

EVA MARÍA MEDINA
(Madrid-España)

TAN FRÁGIL COMO UNA HORMIGA SECA

La puerta de la habitación se abrió. «El desayuno», gritaron. Daniel, tumbado sobre la cama deshecha; sábanas y colcha en desorden. Se levantó con dolor de huesos y arrastró los pies hasta el comedor. Tenía el vaso de leche sobre la mesa. Una enfermera le dio las pastillas. Mientras se las tomaba, clavó los ojos en el hule azul claro. Recordó la primera vez que vio el mar; un niño frente a ese azul impenetrable. Por la noche, soñaba que su cuerpo y el de sus padres chocaban contra las rocas, despedazándose. La madre se quedaba con él hasta que se volvía a dormir; regustillo a melocotón entre las sábanas. En el desayuno ella le guiñaba el ojo, como si lo ocurrido durante la noche fuera su secreto.
Por la tarde, la luz era tersa, acogedora. La madre le contaba historias en el porche. El aire, con olor a mar, impregnando su piel, y el cuento del gato con botas mientras lo acariciaba. «Mi señor, el Marqués de Carabás», oía desde una distancia de treinta y cinco años.
Tras el desayuno, iba a la consulta del psiquiatra. Era un hombre pequeño, serio, ordenado. Le pedía que recordase. Daniel lo miraba desde unos ojos grandes en una cara consumida. Le costaba articular palabra, como si algo en su interior se lo impidiese, una voz que le decía «no lo cuentes, si lo haces nunca saldrás de aquí».
Aquella tarde salió al jardín. Se sentó en un banco de madera y fijó la vista en el suelo. Había hojas secas, piedras de distintos colores, unas grises, otras azules. Detrás de las hojas, distinguió una hilera de hormigas. En la fila, una de ellas arrastraba una hormiga muerta. Miró hacia la izquierda y vio el cadáver de otra. Lo cogió. La hormiga estaba seca y al tocarla se deshizo como si fuera polvo. Un olor extraño se apoderó de él; era una mezcla de aguas estancadas, árboles frutales y salitre. Olor que abrió una herida que supuraba.
Recordó un domingo en el parque. Los padres le animaron a que jugase con chicos de su edad. Daniel se apoyó en un árbol, detrás de los columpios, y esperó a que el tiempo pasara. Unos minutos más tarde notó un picor. Miró al suelo y vio muchas hormigas. Algunas subían por las piernas; otras estaban en los zapatos. Gritó con fuerza. Una de ellas había llegado al brazo. Tres bolas negras a punto de reventar y unas patas de hilo. Se imaginó que las aplastaba, triturando su ligero caparazón; el jugo gris bajo las suelas. No se dio cuenta de que el padre estaba allí. «Están nerviosas porque has pisado el hormiguero», le dijo mientras le quitaba los insectos del cuerpo. «Acuérdate, ve con más cuidado, es su territorio y lo defienden». Después, le cogió la mano y caminaron juntos.
Mientras Daniel se duchaba, las hormigas se adentraron en la retina. Esas figuras negras ahora corrían por los azulejos. Brotó de nuevo aquel olor extraño. Un olor que, aunque lo aborrecía, le cautivaba. Cerró los ojos con fuerza y escuchó caer el agua. Ese ruido lo llevó a la bañera de patas de la infancia. Le gustaba llenarla hasta arriba, con agua muy caliente; después llamaba a la madre para que le enjabonara el cuerpo o le frotase la espalda, pero ella, «ya eres mayor para que te bañe, tu padre está al llegar y no tengo la cena, termina pronto». Cuando ella se marchaba, cogía su esponja y la retorcía entre las manos hasta dejar trozos muy pequeños flotando en el agua.
Aunque las horas se detuvieran, el tiempo pasaba rápido. Daniel fue al comedor y se sentó a la mesa. El blanco de la leche le repugnó. Fijó la vista en el cristal de una de las ventanas. Las esquinas de abajo tenían vaho. La imagen de una noche muy fría. Nadie probó bocado. El padre gritaba a la madre. Ella intentaba calmarlo, pero él no quería escuchar. Se levantó bruscamente y dio un portazo al marcharse. «A la taberna», dijo la madre, «eso es, vete a la taberna», y salió de la cocina llorando. Pasaron minutos hasta que Daniel subió las escaleras. Se quedó junto a la puerta del dormitorio de los padres, y, tras su respiración entrecortada, oyó sollozos. Vio la figura de una mujer que en ese momento se le hacía pequeña, indefensa. Un cuerpo encogido sobre la cama. Se acercó, le acarició el pelo y le dijo «no te preocupes mamá, es un borracho». Ella se irguió mostrando un rostro severo. «¡Hablar así de tu padre!». Él se quedó inmóvil. Cuando salió, no sentía el peso de los zapatos. Parecía un personaje de ficción desdibujado. Entró en su cuarto y clavó los ojos en la fotografía que estaba frente al cabecero: la madre con un vestido de lino azul claro. Su estómago comenzó a girar y girar. «¿Por qué me haces esto?», le dijo. Notó pinchazos y olor a peces muertos; como si tuviera larvas de insectos en los intestinos y segregasen un líquido ácido. Los pinchazos eran agudos, su cuerpo se retorcía formando un ovillo. «¿Por qué me tratas así?», decía mientras se acunaba. Cuando los mordiscos de la tripa cesaron, se acercó a la ventana. Apoyó la cara en el cristal helado y sintió que su piel quemaba.
 «Las peleas eran cada vez más frecuentes», se escuchó decirle al psiquiatra, «él estaba menos en casa, y mi madre empezó a beber. No quería verme, como si mis ojos la delataran». ¿A quién llamaría?, pensó. Siempre que la madre hablaba por teléfono, sentada en el sofá del salón, él vigilaba receloso detrás de la puerta. ¡Cómo le dolía ese tono de voz tan falso, tan ingrato! Cuando salía, ella se inquietaba, ruborizándose como si la hubiera descubierto. «¡Déjame en paz! ¡Déjame!», y esas palabras, cuñas en el cerebro.
«Algunas noches iban juntos a la taberna y volvían a casa borrachos», le dijo al psiquiatra. Él veía, desde la ventana del cuarto, como los padres se tambaleaban. Luego, las risas al subir las escaleras; latigazos en su piel desnuda.
Al terminar la consulta fue a la habitación y cayó en la cama. El sueño lo abrazó. Ahora se encuentra en un lugar árido. Está en el suelo, boca abajo. Arrastra un cuerpo roto. Las piedras rasgan su piel, pero no siente nada. Sigue adelante. Las vértebras dibujan el camino como anillos de gusano. «No te pares», le dice una voz débil, ahogada. Trozos de arena se incrustan entre las uñas. El polvo se mete en sus ojos; una capa fina los nubla. Sigue recto. Se adentra en unos arbustos. Avanza despacio. Los pantalones quedan enganchados en unas ramas. Tira de ellos con fuerza, pero no logra desprenderse. Impulsa el cuerpo hacia delante. «Inútil, es inútil». Huele a sudor y sangre. Las ramas lo oprimen. «Quiero salir», grita. Al abrir los ojos, dos enfermeras lo sujetaban. Notó un pinchazo.
Sala de televisión. Imágenes en la pantalla. Daniel miraba al techo. El sol se filtraba a través de la cortina. Como aquel día, pensó. Se vio tumbado en el sofá, apoyando la cabeza en las piernas de la madre. Notó la calidez de los muslos. Ella lo empujó irritada. Daniel se levantó con brusquedad. Subió las escaleras con gangrena en la boca y mordeduras en la tripa. Los insectos lo invadían. Sintió que las hormigas se apoderaban del hígado, recubriéndolo de una capa negra. Las chinches despedazaban los intestinos. Tarántulas venenosas sobre los pulmones. Le costaba respirar. Las patas de un ciempiés salían por la nariz. Supuraba los olores fétidos de la putrefacción.
Llevaba tres días sin dormir. La cabeza le pesaba como si las distintas partes del cerebro fuesen de acero y no se comunicaran. Ansiaba el vacío, la nada. Las palabras «a levantarse, el desayuno» lo violentaron. No quería desayunar, pero le obligarían. Tardó en incorporarse; los músculos se aferraban a la cama, como si estuvieran atados al colchón con cuerdas transparentes. Se levantó a coger la ropa, que estaba encima de una silla, junto a la ventana. Miró tras el cristal. El jardín estaba sereno. Su vista empezó a nublarse.
Se vio con catorce años en la cocina. No estaba solo. La madre, sentada en una silla, con la cabeza hacia delante, dormía. En el suelo, botellas vacías. Daniel la miraba con desprecio, con odio. Fue hacia la llave del gas, la abrió y cerró la puerta al salir. El golpe de la puerta se unió al silbido de alas de insectos. Se tapó la cabeza con los brazos, pero el ruido era cada vez más fuerte. Abejas y hormigas voladoras zumbaban en sus oídos. El crujido de alas se adentró en el tímpano hasta llegar al cerebro. Olía a pantano, melocotón y mar. Olor que hizo brotar esas olas que engullían unos cuerpos descuartizados. «No me dejes aquí, no me dejes aquí», gritó golpeando la puerta hasta caer al suelo. «Ese olor nos separó, mamá, ese olor nos separó».


PÁGINA 12 – POESÍA ARGENTINA


LAURA BEATRIZ CHIESA
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Buenos Aires)

AVARO INFIEL

Siempre vence al avaro su avaricia.
Ve en el oro la paz, no la condena.
Sumerge su tesón que ya es cadena
en las aguas oscuras de codicia.

El avaro es infiel pues acaricia
con fervor desleal su propia pena.
Creyendo ser amante sólo ordena
en acción demencial, simple malicia.

En las horas cruciales del ocaso
desfila por la mente su fracaso
y procura olvidar tanto dolor.

Pero es tarde y la voz de la conciencia
sólo muestra firmeza, y no clemencia,
y le resta el apoyo a su clamor.

CARICIA SIN DUEÑO

Porción de afecto
en la nítida ausencia del amor.
Acción sin sentido
que alberga latentes distancias.
Velada contradicción
del verbo que abona olvidos
en contactos forzados.
¿Dónde está ese dueño
                                                         que selló, sin vacilar,
las emociones y apagó
el rescoldo de una distante hoguera?

CELOS

Compendio de visiones repentinas,
saludan las escabrosas costas de los celos.
Emergen palabras hirientes.
Las lágrimas bañan desconsuelos
y los latidos, baten  el parche de la angustia.

El corazón palpita en sudores
que no logran calmar,
la sed de la desmesura.

CONCIERTO

El violín repetía virtuosos acordes
y, la mano que lo excitaba,
entretejía movimientos exactos.
La mejilla captaba vibraciones ansiosas.
El oído decodificaba sonidos
de un arco frágil y seguro
que compartía, con su propio dueño,
apostando al acierto.
Llegó el final del compás.
El pentagrama acordó,
con el violín, la llegada del silencio.
Los aplausos –en su delirio- accionaron el telón
y el aire, gozoso, quedó allí

esperando un nuevo movimiento.


LUCÍA CARMONA

(Chilecito-La Rioja)

1

Nada explica
la sentencia del péndulo,
solamente
esperar,
esperar
que la arena
se inicie otra vez
desde la rosa…

2

Arrojar a una fosa
una flor muy pequeña
para que llegue al fondo de la tierra
y recuperar la hora suprema
simplemente por besar con la flor
toda la historia
y todo el cataclismo
y todo el deseo

3

No importa el río genético
hay fuegos olvidados
desprendidos de su propio horizonte.
Hay tiempos sin señales,
silencios que nadie comprende,
por su intenso sonido
pero
en un minuto
lo que desearon los abuelos
regresa incontrolable
como quién marcó signos en la piedra
y los dejó abandonados al sol.

4

Si alguien pregunta
díganle que nací
donde se nutre la piedra con el cielo.
Que mis genes confunden
el gozo y el tormento
y que llevo
sobre los hombros
un sayal de tejido milenario.

Díganle que he amasado
la greda de la tarde
hasta que mis nudillos
se volvieron estrellas.
Que sé lavar el tiempo
con el agua sombría que baja de los cerros
y cuando lo he lavado
pueblos maestros vuelven
con sus voces de roca,
cándidamente vuelven
a ocupar los lugares del árbol,
solamente del árbol.

Si alguien pregunta
respondan que conozco
la desnudez de aldeas
en épocas de sexo
y la forma de amar
y de quedarse y ser
hasta la muerte.

Si alguien pregunta,
díganle que nací
con las crecientes del verano
levantando entre hierbas y piedras
la edad y la memoria

5

Muerte, muerte,
agranden las palabras
para que caigan a los costados
las esquirlas del beso,
ensanchen su contorno
en pliegues del abismo
por lograr  que la vida

se devore el destierro,


PÁGINA 13 – ENSAYO

LIC. WASHINGTON DANIEL GOROSITO PÉREZ
(Irapuato-Guanajuato-México)

TRES POEMAS CLAVES EN LA VIDA DE “MKULU” MANDELA

El adiós al líder sudafricano Nelson Mandela, “Madiba” título que reciben los ancianos de su tribu Thembu, pasa por el reconocimiento de sus logros en la lucha contra el Apartheid (segregación) en su país un sistema que se extendió por 46 años del siglo XX y formó parte de los 342 de dominación blanca en Sudáfrica.
Mandela ha sido inspiración para una enorme cantidad de productos comunicacionales, desde películas, programas de televisión, radio, series, novelas, artículos periodísticos, ensayos, cuentos,  poemas, pinturas, murales, canciones y más…
En este escrito daré a conocer la relación de “Mkulo” otra de las denominaciones que recibiera el líder sudafricano y de las menos conocidas, cuyo significado es abuelo, con tres poemas en momentos claves de su vida, de los cuales uno de ellos es de su autoría.
Mandela fue condenado a cadena perpetua por el gobierno de su país, el prisionero No 46.664 estuvo en dos cárceles, primero en Robben Island, posteriormente fue trasladado a Pollsmoor. Hubo un poema titulado “Invictus” (invencible) de la autoría del poeta inglés William Ernest Henley, quien lo escribiera en 1875 y fuera publicado en 1888 que fue clave en la vida de Mandela.
El autor sufrió la amputación de una pierna y lo escribió como un canto a la vitalidad por encima de las adversidades de la vida. Este poema acompañó a Mandela en una hoja de papel durante su prisión de 27 años. Lo leyó o recitó a diario, ayudándole éste a sobrellevar su encarcelamiento.

 “INVICTUS”

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable
doy gracias a los dioses que pudieran existir por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
sometido a los golpes del destino
mi cabeza, está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra y me encontrará, sin miedo.
No importa  cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

Y vaya que fue invencible o indoblegable…Pasaron los años y Nelson Mandela el 10 de mayo de 1994 es investido como Presidente de Sudáfrica (1994- 1999) el primero de raza negra y electo democráticamente; la poesía estuvo presente en su discurso. El poema pertenece a la autora estadounidense Marianne Williamson y está incluido en su libro Regresando al amor.

¿QUIÉN ERES TÚ PARA CREER QUE NO ERES NADIE?

Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados.
Nuestro temor más profundo es que somos excesivamente poderosos.
Es nuestra luz, y no nuestra oscuridad la que nos atemoriza.
Nos preguntamos:
¿Quién soy yo para ser brillante, magnífico, talentoso y fabuloso?
En realidad, ¿Quién eres para no serlo?
Infravalorándote no ayudas al mundo
No hay nada de instructivo en encogerse
para que otras personas no se sientan inseguras
cerca de ti.
Esta grandeza de espíritu no se encuentra
sólo en algunos de nosotros;
está en todos.
Y al permitir que brille nuestra propia luz,
de forma tácita estamos dando a los demás
permiso para hacer lo mismo.
Al liberarnos de nuestro propio miedo,
automáticamente nuestra presencia
libera a otros”.
Y esa libertad por la que luchó Nelson Mandela a lo largo de toda su vida, la encontramos reflejada en el siguiente poema de su autoría:

ERES HIJO DE DIOS…

Nacimos para poner de relieve la gloria de Dios
que se halla en nuestro interior.
No sólo en algunos de nosotros, en todos
y cada uno de nosotros.
Y al hacer que brille la luz,
inconscientemente damos permiso a otras personas
para hacer lo mismo.
Al ser liberados de nuestro propio temor
nuestra presencia libera a otros automáticamente.
Porque ser libre no es solamente
desatarse las propias cadenas, sino vivir
de una forma que respete y mejore
la libertad de los demás.


PÁGINA 14 – CUENTO

MARIANELA PUEBLA
(Valparaíso-Chile)

EL GOTEO

Has estado escribiendo toda la tarde la crónica esa para la gaceta en donde trabajas, pero hace rato que algo molesta tu atención, un ruido como de una gota de agua al caer. Piensas que Luis no cerró bien la llave del lavamanos. Le gritas desde tu lugar que por favor, cierre la llave y  sigues en lo tuyo. Han pasado  diez minutos y aún persiste ese ruidito. Te levantas enojado para ir  a recriminar a tu amigo. Antes, miras la hora, son las  19 pm., tiempo de comer, te dices. Recuerdas que Luis hace poco te habló desde el pasillo, dijo algo como que luego me iré a la reunión, pero tú no le respondiste concentrado en tu trabajo. Ahora es tu turno  de sacarlo de sus casillas, le dirás que por centésima vez debe cerrar bien las llaves, que es muy molesto el ruido y no te deja concentrar.
Rápido te diriges a su cuarto, sin embargo Luis no está allí. Intrigado vas hacia la cocina, la luz está prendida. Ah, piensas, de seguro que  está cenando sin invitarme,  cretino, come solo, claro,  se come mis cosas. Entras en el cuarto, hay  un emparedado sobre la mesa y una bebida. Luis, llamas, ¿en dónde te has metido?
Pones atención pero sólo escuchas el goteo  en el baño al fondo del pasillo. Entonces, vuelves a nombrarlo, Luis ¿qué haces? Sigue el goteo, con pasos firmes te diriges ahora al baño y  golpeas la puerta. Luis abre, ¿no escuchas hombre? Con un impulso abres la puerta que no está cerrada y lo que ves te  golpea la vista. Luis está inmóvil en la bañera con un brazo colgado del que gotea la sangre, haciendo ese sonido sobre la baldosa. Luis, gritas espantado, vas hacia él y le revisas por si aún tiene signos vitales. Exclamas alarmado, Luis ¿qué has hecho, cómo y por qué? No lo puedes creer, es imposible, tu amigo es una persona muy seria,  nunca haría algo tan horrendo. Tratas de levantarlo y sacarlo de la tina. Tomas una toalla y le vendas  las muñecas. Sientes el timbre de la puerta.
Gritas, ¡ayuda por favor!, dejas a tu amigo sobre  la baldosa y corres hacia la puerta. Aterrorizado y con el rostro desencajado, abres de sopetón y  ¿adivina quien está allí? Pues nada menos que tu amigo Luis con la bolsa del pan. Lo miras, lo tocas, las palabras se han escapado de tus labios y estás a apunto de desmayarte. Luis te afirma y tú en un esfuerzo supremo, lo llevas hacia el baño. Entonces, piensas ¿quién diablos está allí tan parecido a Luis? Mas,  cuando entran  no hay nada, está todo en orden. Le cuentas a tu amigo y él se ríe, debes haberte dormido, le dice. Toman onces y luego  Luis se va a su reunión. Tú te quedas frente a tu computador para continuar con tu  crónica y en ese instante, comienza de nuevo, el goteo en el baño...


PÁGINA 15 – POESÍA ARGENTINA


MIRIAM REYES
(Caracas-Venezuela)

AHORA ESTÁS CON TODOS

quien te quiera tener te tendrá como nunca
sin necesidad de discutir
dónde dormirás esta noche con quién pasarás el
           próximo verano.
Pero fuera no estás: la ciudad vacía la casa devuelta
la familia un montón de extraños unidos apenas por
           un amor
que les diste y todavía conservan.

Sin tu tronco quedamos
ramas por el suelo
leña para el fuego.

AMAR LA NIEVE NO ME AYUDA A RESISTIR EL FRÍO.

Desmonté las calles una ciudad tras otra
para alimentar el fuego
y me puse a vivir

entre las hogueras.


MIGUEL ANGEL MORELLI
(Coronel Suárez-Buenos Aires-Argentina)

7. LA FLECHA DEL TIEMPO

"en el fondo de sus ojos adorables
veo siempre la hora de una manera
distinta, siempre la misma, una hora
inmóvil que los relojes no marcan"
Charles Baudelaire

digo ahora y el ahora se desvanece en la nada |
se hunde dócilmente en los pliegues del silencio

digo ahora y el borde de mis palabras
se vuelve lejano | perdido | inalcanzable

el tiempo es una flecha que atraviesa los días
en todas direcciones | y sin embargo
nadie puede eludir su destino al dejar que lo nombrado
huya con furia de sí mismo
como un animal que agoniza al pie de sus heridas

6. ELOGIO DE LA DIALÉCTICA

(sobre un cuadro de Magritte)

cada vez que se abre una ventana se cierra esa ventana | porque
siempre habrán de entornarse las mismas que se nos abran

relámpago azul que devora los ojos, dios nos quiere ciegos |
irrepetibles en el reflejo
de nuestra propia luz | nuestro fulgor | nuestra mirada

entre cielo e infierno, una sombra y mil ventanas:
¿cuál de todas nos pertenece? | ¿cuán de todas nos está vedada?


7. ELOGIO A LA LOCURA

"algunos dirán que es una desgracia el engañarse,
pero yo digo que es mayor desgracias el no haberse engañado nunca"
Erasmo de Rotterdam

es una madre que devora a sus hijos y después gime
incapaz de renunciar a otro banquete |

es nerval y sus fantasmas persiguiendo alucinado
esa estrella que descubre en la forma de una horca |

es georg trakl bebiendo la sangre de su propia sangre
para apagarse luego en las tabernas del olvido |

es un hombre de gesto grave que se pasea en harapos
delante de la lengua de los idiotas de turno |

es un adolescente que arremete con la furia del rayo
dejándonos su epitafio: por aquí pasó rimbaud,
el niño que llevaba las suelas de vento

es un van gogh borracho de luz y girasoles
que con furia desafía a los verdugos de turno |

es edgar allan poe cuando en las calles de Baltimore
se derrumba para siempre bajo las garras del cuervo |

es horderlin que descubre que tan sólo la palabra
con sus frutos homicidas le revela la verdad |

es campana sin vos que termina perdiéndose
en la noche de feria de la pérfida babel |

es esa niña que dijo: los pájaros dibujan jaulas
en mis ojos | debo llorar hasta romperme

es jacobo fijman en un oscuro rincón de buenos aires
recogiendo las sombras que caían desde el cielo |

es antonin artaud que regresa con la boca encendida
y swedenborg que se eleva con su nostalgia de futuro |

y es, a veces, ese imbécil de sonrisa desdentada
que por las noches me mira desde el fondo de un espejo



PÁGINA 16 – ENSAYO

VICENTE VERDÚ
(Elche-España)

EL DESEO DE CULTURA

El deseo es la base de la existencia. Su primer impulso y su última justificación. No hace falta decir más. El indeseado es como un cadáver y quien ya no desea nada más ha perdido la razón para seguir. El deseo lo vale todo al punto de que más allá del deseo, el deseo mismo consiste, exasperadamente, en el deseo de desear. Mientras la ecuación funciona hay fuerzas para no morir.
En términos sociales, la acentuación del deseo coincidió, en la etapa consumista, con la prosperidad. A muchos les parece el consumismo un veneno pero, por el contrario, fue un elixir. Ahora nos damos cuenta cuando todo aquello pasó y estamos desmoronados. Sin embargo, siendo el deseo fundamental, no se reduce, por supuesto, a desear objetos, spas, sexo viajes y cosas así. Antes del consumismo hubo una época en que la cultura se deseaba como bien superior. Ser culto o acceder a la cultura era tan estimable como para atribuirle buena parte de la felicidad o el mejor disfrute de este mundo. El ciudadano culto transmitía la impresión de que obtenía mayor placer paseando por una nueva ciudad, leyendo un nuevo libro o viendo un nuevo cine que quien no disponía de ese caudal. La cultura actuaba como alternativa al dinero y otros tópicos como un universo exquisito en donde hasta el bien y el mal se engalanaban y tanto el odio como el desprecio, la ternura o la amistad adquirían una superior densidad copulativa.
El deseo de cultura venía a ser, en fin, el deseo de poseer unos saberes y sabores especiales para degustar la vida pero incluso, los pensamientos sobre la muerte o el sufrimiento adquirían un plus de reflexión. Los incultos no sólo no sabían esto o aquello sino que, por decirlo exactamente, "ni se enteraban”. La traza de su paso por la existencia raramente abría caminos ni, por supuesto, se adornaba con los detalles que componían, en el lienzo o en el lecho, la joie de vivre.
Pero esta demanda o aspiración de ser culto ha desaparecido con una facilidad y rapidez impensable. Una desaparición tan súbita y radical que se parece en todo a la pérdida del bienestar o a la ruina de cientos de miles de empresas y millones de trabajadores.
Ciertamente todos quieren hoy conocer, sea por inercia, por razones de empleo o por no perder su relación con los smartphones. “Queremos saber”, decía el programa de Mercedes Milá. Pero una cosa es querer saber cuál es la dirección de una calle y otra saber el qué. La demanda de conocimientos direccionales ha cubierto de masters, cursillos on line y universidades fantasmas el panorama de la educación. Pero como ya se llama cultura a casi todo es inútil distinguir lo egregio de lo chabacano. O, de otro modo, de la misma manera que mucho sexo es igual al rancho sexual, cultura a granel es igual al saldo de la cultura.
Lo culto fue, hace apenas unas décadas un valioso túmulo al que se pertenecía o no se pertenecía. Los cultos y los incultos se distinguían tal como los agraciados y los desgraciados. Pero la tan amplia como falsa democracia de estos años ha logrado el efecto de no abrir las puertas de la Cultura a más gente sino de mezclar lo feo con lo hermoso, lo bueno con lo mediocre y lo humano con los X-Men.

¿Ser culto? ¿Para qué? ¿Cómo reconocer hoy aquél intenso deseo de serlo? A semejanza del mundo de las redes sociales no hay ahora un claro anillo que delimite el olor de la excelencia. Chapoteando en esta circunstancia inodora, la cultura ha ido enfangándose, descaracterizándose y, finalmente, decidiendo convertirse en mierda (freudiana). ¿El deseo de esta cultura? ¿La infantilización freudiana de la sociedad? Todo es parte de lo mismo: la fusión del oro y el excremento. El reciclaje del desecho en bolsos de Prada. La transformación de la concupiscencia intelectual en un pecado venial de bajo rango.


PÁGINA 17 – COMENTARIOS DE LIBROS

ÓSCAR WONG

(Tonalá-Chiapas-México)

Dulce Chiang, Elixires de la embriaguez, El Golem Editores, Col. Ars embriagante, Méx., 2011, 72 pp.

ELIXIRES DE LA EMBRIAGUEZ, UNA FORMA DE CONOCER

Escribo de lo que vivo, señalaba contundente el poeta chileno Pablo Neruda. Parafraseándolo, Dulce Chiang bien puede argumentar: Escribo de lo que bebo. En efecto: Elíxires de la embriaguez, es una muestra de lo que una poeta puede generar a través de la investigación, incluso de campo, y de la experiencia directa. En tres etapas o instancias, que determinan las diversas formas de gestación de las bebidas espiritosas, la autora va enhebrando su obra: Fermentados, Aguardientes (o destilados) y Licores se vuelven territorios donde cualquier conocedor debe abrevar, o escanciar, la sabiduría etílica. Es evidente que la substancia se altera, puesto que la fermentación genera un vínculo indisoluble con los procesos de los viejos alquimistas. La autora puede precisar de manera inmediata:

Dejar que el disperso se infiltre,
arder uno.
Pasar de la alquimia al químico perfecto.
Dar con el secreto en la textura.
(p. 13)

            El secreto en la textura, He ahí la piedra filosofal, la materia primordial para la bebida, por eso el recorrido que hace Dulce Chiang va desde la copa, concebida como el útero de la diosa, a la cerveza y al brandy, hecho de uva (pulpa de la vulva). De la absenta, o absintio, muy usado por los poetas malditos en el siglo pasado, al amaretto, la travesía se vuelve, evidentemente, embriagadora.
Simbólica y míticamente, por su color y por su carácter de esencia de la planta (la vid), el vino se asocia a la sangre. Constituye un elixir de vida o de inmortalidad y, según Jean Chevalier y Alain Gheerbrant, en las tradiciones de origen semítico, en razón de la embriaguez que provoca, es símbolo de conocimiento y de iniciación. En el taoísmo es importante: “En las sociedades secretas chinas el vino (de arroz) se mezcla con la sangre del juramento, y como bebida de comunión permite alcanzar la edad de ciento noventa y nueve años” (Cf. Diccionario de los símbolos: 1072). El simbolismo judeocristiano (beber la sangre de Cristo, la sangre de la alianza) también es capital. En el Cantar de los Cantares aparece el elogio a esta bebida. Para los musulmanes contemplativos es el nabulisi (la bebida del amor divino).
Un místico persa sentencia: “Yo soy el bebedor, el vino y el escanciador” (Bāyāzid de Bisthām). Por lo que en un tratado de sufismo se advierte que la bebida <<representa el amor, el deseo ardiente y la embriaguez espiritual>>. Gonzalo de Berceo disfruta de un vaso de bon vino antes de generar en román paladino lo que el pueblo suele fablar a su vecino (cito de memoria). Robert Graves, en La diosa blanca, recuerda que los certámenes de poesía eran gratificados con una barrica de vino (hasta que llegó un imbécil y solicitó el pago en efectivo. Y desde entonces, acota el poeta inglés, nadie es lo suficientemente poeta como para solicitar el premio original). No obstante, señores poetas, debo alertarlos: el vino es prohibitivo no sólo para los dioses, sino para la Mnemosyne y a las Musas porque turba la memoria. Dulce Chiang habla de la musa Crisol, cuyo nombre nos remite de inmediato a la Alquimia.

Pero volvamos de lleno al poemario Elíxires de la embriaguez. Inicia al amparo de Li Bai o Li Tai Po (mejor conocido como Li Bo, nacido en el 701 de nuestra era y muerto a los 61 años.), el famoso “ermitaño del loto azulado” o “inmortal desterrado”, como lo llamó su amigo He Zhizhang por la brillantez de sus ojos. Es válido recordar que el poeta formó un grupo de eruditos borrachines llamados “los ocho inmortales del vino”; aunque Dulce Chiang en el poema “Jiu” (V. El apartado “Aguardientes”) se ocupa apenas de tres poetas –Yuanming, Huang Jiu y Su Dongpo–, amigos del vate:

JIU

Toma Tao Yuanming putao jiu

y sábese señor de los cinco sauces.

Huang Jiu liban LiBo, la luna y su sombra,
vagos vástagos que la vía láctea vacilantes,
vuelta y vuelta vincula.

Genio gozoso,
al siseo divino del dulce rocío
su sesera sucumbe.

Su Dongpo, su bai jiu bebe.
No tiene el camino de la embriaguez sentido
si no conduce a la libertad.
(p. 33)

            Hay una verdad, casi sentencia, en este poema: la embriaguez no tiene sentido si no conduce a la libertad. Y así deben tomarlos los afiliados a la doble A. Para continuar con el tono de la poesía china, cabe insistir que dos versos del famoso poema “Bebiendo solo bajo la luna I (Yue Xia Du Zhuo)” abren el poemario:

 “Levanto mi copa e invito a la Luna,
y, con mi sombra, somos tres”

            A partir de ahí, se suceden juegos verbales, paronomasias, aliteraciones, que indudablemente repercuten en el sentido y en la sonoridad, generando una imagen sonora. La inexistencia de la substanciabilidad del vino, del aguardiente, se recupera:

 “Los cuerpos no son y no existen, sino en el
momento en que se perciben destilados”,

precisa la poeta sinomexicana.

A lo largo del poemario, Dulce Chiang estira el idioma. Después de todo, más que un ejercicio de escritura, la Poesía constituye una profunda experiencia existencial. A veces un giro del lenguaje, la intención misma de las palabras y hasta el sentido visual de las metáforas traduce en el poema la personalidad del escritor. Conviene resaltar que el arte y la Poesía lo es representa una forma de conocer. El aspecto formal se fundamenta, necesariamente, en una categoría estética. Sin ella, los versos son simples palabras, contenidos sonoros que buscan un centro vital. La emoción, desde los tiempos aristotélicos, como establece Eduardo Nicol, determina el ritmo. Por eso hay ritmos pausados, contemplativos. Pero también existe la expresión contundente, reveladora, como el mar frente a las rocas. O un ritmo rutilante, juguetón, embriagador, como la obra que nos ocupa y convoca. Elíxires de la embriaguez es más que esa dimensión, ese espacio donde la vida acaso disipada cobra relieve y dimensión. He aquí los territorios de lo etílico, reveladores de la esencia de lo poético.


Dr. BORIS ESPEZÚA SALMÓN.
(Universidad Nacional del Altiplano-Puno-Perú)

LA POESÍA SINCRÉTICA Y DIALÓGICA DE BETHOVEN MEDINA.
                 
Alguna vez Jorge Eduardo Eielson dijo: “La poesía peruana será profunda, o no será”  ésta aseveración pareciera haber asumido nuestro amigo Bethoven Medina, en su último libro Ulises y Taykanamo en Altamar (Fondo Editorial UPAGU, 2012) de su larga trayectoria de poeta. Con este libro, el autor de “Y antes niegue sus luces el sol”, uno de los muchos poemarios que tiene en su haber, muestra su poesía sincrética con un registro de paralelismo entre Homero y su personaje Ulises, con una parte de la Historia del Perú encarnada en los Dioses precolombinos a través de Taykanamo, el fundador de la cultura Chimú, que ingresó por Huanchaco con su balsa de totora, para hacer desbocar la luna del territorio norteño y cruzar voces por ángulos donde las olas del pasado pareciera tener una nueva inmersión en la historia y nuevamente olear nuestra orfandad y dignidad desde nuestras osamentas de esperanzas. Ya habíamos percibido en Bethoven Medina el hacer poesía desde la real condición del ser peruano, desde su línea vertebral de sentirse patriota,  de reafirmarse de soberanía desde un pasado que nos impulsa a tener que buscar la consolidación de identidades, en un escenario de pluralidad donde se tenga sabor y saber nacional. En el presente libro se instala una nueva conciencia de lo auténtico, un afán de rearticularse y emerger desde las ruinas donde dejamos nuestros rostros y ahora vuelan pájaros con el sonido de la memoria.

En ese sentido, lo dialógico, se muestra entre las hazañas de Ulises y de Taykanamo como portadoras de dos culturas, dos saberes que en diversos territorios construyen nuestra conciencia y esencia colectiva y que Bethoven Medina lo expresa en esta cantata,  hay en ella una posición moral del autor, al instalarse a una tradición que  renueva los cantos de nuestros adentros, donde renace la poesía sin derrotas, sí con beneplácito de honra y amor propio, no dejando de ser el poemario de ningún modo actual y de   vanguardia. Es un libro innovador donde hace hablar a los personajes, reanima la historia entre nuestras manos con su desasosiego, como un corazón que busca su lugar en nuestras negras pupilas para repalpitar su latido blanquirojo. El poeta parece crear en sí mismo un espejo de nosotros, hacer una apología de una nueva forma de  reflexionar desde los referentes poéticos que desarrolla, que no son sino el paso de nuestros ancestros sometidos a un juicio crítico, al tiempo que construye la textura y contextura de los seres que somos como peruanos.

Bethoven Medina con este libro nos hace repetir un verso de Pablo Neruda cuando decía: “Lo que tengo está en medio de las olas” y efectivamente, lo que tiene el poeta Medina es una cartografía ardiente, es un movimiento de las olas al epicentro de su ser, es decir de nuestra ontología y axiología, que se sacude desde los malentendidos de un pasado que se llaga en la entraña y en la escritura. Trata de edificar un espacio contra el tiempo, edificación que levanta a las sombras y los pone en la fila fronteriza de un sacrificio que, es necesario realizar, para que se deslice la serpiente de luz, desde la costas donde estuvo el hijo del Dios Kon hasta su descendiente Taykanamo que vivió en la huaca Arco Iris y cruzó la cordillera central. El poemario está compuesto del silencio y misterio del agua que se sedimenta en la sal de las horas que ariscan el mar, que habla por sí solo y conjura contra los silencios que se guardaron por siglos.

La contribución de Bethoven Medina es el sincretismo cultural, es el tener que aceptarnos como somos, con todos los legados, marcas y derroteros que nos viene desde el pasado, para afirmarnos en la diversidad, para no ver de un solo lado lo que fuimos y no pudimos ser, tampoco avivar la venganza de las costras silenciosas del resentimiento que hay que dejarlos como meandros en el olvido. Es un sincretismo intercultural de fraternidad e inclusión que saludamos, porque se forja como lo que quería Antonio Cornejo Polar, que de nuestra Literatura,  sus exponentes sean fieles a sí mismos, a pesar de las hibrideces de lo que también estamos hechos.


PÁGINA 18 – CUENTO

JUANITA POCHET CALA
(Santiago de Cuba-Cuba)

LA POSESIÓN

Experimentaba desde el lecho todos los ritmos de la vida con sus ojos enterrados en el firmamento. Un nuevo episodio se presentaba, al principio no le daba importancia, luego empezó a sentirse atrapada, el pecho agitado, sensaciones extraordinarias la sacudían.
Era noche larga y se vio dando vueltas de un sitio a otro en ese diminuto espacio, la ventana abierta, apenas un simple movimiento en la cortina transparentada, allí afuera, en lo alto el cielo estrellado, unas luces más fuertes que otra, la luna grande, abierta, desgarrándola con toda su luz, penetrándola toda.
Pasa una toalla mojada sobre la frente. Tiene el cuerpo sudado, el alma…vuelve la mirada al manto celestial, devorándolo, dejándose devorar caída sobre la cama.
Extrañas sensaciones la invadían, una vocecita la hacía estremecer. Cuando cerraba los ojos, apretándolos fuerte, veía burbujas en colores colgadas a una nube y una mano extendida…
Ese día decidió meterse temprano a la cama, dejó la ventana abierta mucho más que otras veces, acomodó bien las sábanas, ubicó un vaso de agua sobre la mesita de luz, sacó toda la ropa del cuerpo y quedó extendida sobre la cama. Criatura recién llegada al mundo desnudez en la desnudez para la noche que entraba. Había decidido el salto.
Era la comunión y el llamado desde otras latitudes, empezaba a recuperar fuerzas en las alas, se sintió suspendida y voló, sintió la mano que la asía, los brazos que cada noche se abrían, esta vez diferente, la sostenían, dominaba todo su ser.
¿Acaso es esto paraíso? Divinidad si se trata del infierno. ¿Acto de ángel travieso? ¿La otra cara el diablo? Qué dulce sensación si es infierno.
Sobre el blando pasillo era conducida suavemente, gacela mansa se dejó llevar.
Le vio hacer de sus alas un nido, para tenderla despacio, para empezar a besar cada punta del cuerpo. Ella sentía ligeros temblores, su lengua la atravesaba, cosquilleaba cada hendija, jugueteaba, entraba a su boca ofreciéndole de su agua, salía y volvía con cargas de luces. Fue entonces cuando descubrió a Orión en uno de sus guiños y se dejó hacer. Los senos se elevaron mezclados con el tic tac del agitado pecho. Otra vez y otras muchas, la lengua entre sus piernas para dibujar avenidas, para hacer nuevos caminos, fue allí en que el ángel se detuvo, las abrió como un abanico, mucho más, para penetrarse, para hacerse sentir, ella emitió un grito de satisfacción, ambos se contemplaron en el espejo de la luna, ella quedó anclada, embebida, el dominio del ángel la había transformado.
Había escapado del mundo de los hombres.


PÁGINA 19 – POESÍA ARGENTINA


CARLOS J. ALDAZÁBAL
(Salta-Argentina)

ESO QUE FUIMOS, QUE SEREMOS.

Empiezo por los ravioles:
entonces se hacían los pactos de familia,
los acertijos de mortero
que luego sazonarían las salsas.

La pimienta significaba un estornudo,
y estornudar una plataforma de lanzamiento.

Pero no hace falta llegar a la estratósfera
para saber cuándo empieza otra esperanza,
parecida al ayer pero en futuro.

Es que evoco de nuevo esa molienda,
aquel acto de fe, aquel almuerzo,
cuando los pactos cruzaban Orinocos
                                            ríos de salsa.

Pronto volverás, abuela,
a preparar los ravioles,
moliendo el mismo trigo
                  en el mortero.

Ahí estaré, carne de tus huesos,
cayendo en tobogán al precipicio
donde estarán tus manos para arroparme:

harina entre tus dedos,
satisfecho y feliz de ser servido
en la mesa final donde todo es memoria.

KANDINSKY 

La cuestión aquí es la despedida:
un pañuelito que se agita despacio
y una acequia por las mejillas.

Toda despedida es un pequeño luto,
como el negro de tu falda
o aquella tarde de domingo a la luz de la lluvia.

Algo de nostalgia también hay:
no por el pasado, sino por el futuro,
camino perdido entre malezas,
profecía que nunca ha de cumplirse.

Luego está la canción,
sea grillo, vals o chacarera,
candombe, acordeón o pajarito:

ruido impertinente que suena en el cerebro
sin que nadie lo llame,
justo cuando el pañuelo se agita
y las acequias desbordan
la lluvia, tu falda y el domingo.

La canción:

línea de fuga a lo Kandinsky
que pretende elaborar sus teorías
trazando una espiral:

punto en expansión por donde escapa el tiempo. 

GUACAMAYO

Tu máscara está pintada como un guacamayo:
eso te hace hablar más de la cuenta, y ese murmullo,
atrapado en la máscara, suele ser encantador.

A veces tu máscara alucina en la noche
como una balada irresistible entonada por hadas.
Otras veces, la presión del rojo la lleva a irradiar
un aire de vergüenza: es cuando yo acepto taparme la cara
con una bolsita de cartón, de ojos pintados y boca sonriente,
ideal para andar por una avenida transitada
                                                        sin ser percibido.

Sé que querés, pero yo no me atrevo a prestarte un espejo.
La ilusión es tan buena que aterra lo real,
como bien lo señala el verde de tu máscara.

Lo único que podría alterar tu escondite
es que tu máscara deje de ser máscara
para ser guacamayo. Y ahí te quiero ver:

vos sin máscara con una bolsita de cartón tapándote la cara,
paseando por la avenida con un guacamayo al hombro:
un aterrador efecto de realidad.

Pero por ahora tu guacamayo sigue siendo máscara
y te protege, incluso cuando caminás con ojos enamorados
y todas las bolsitas de cartón de la avenida
                                                se dan vuelta para señalarte.

Esto es cosa sabida:

no basta un arco iris para tapar las nubes
ni una bolsita de cartón para morir
                           con la sonrisa en la boca.

Por ahora tu guacamayo es tu máscara,
                                 y basta esa certeza.

ESCUCHANDO A LOU REED

La canción de las cenizas
desgarra el aire con sus lamentos:
prédica de lo que será, de lo que fuimos.

Afino la sintonía
y la cortina que disimula la nitidez
se desvanece para sacarnos una foto:
vos con tu manía de lo verdadero,
yo con la imaginación de una vejez perfecta.

Cuando la canción de las cenizas se calle
todo volverá a su anestesia,
ilusión de eternidad, espejismo de lo durable.

Pero la canción de las cenizas volverá a sonar
               para acunarnos.

Confundidos en sus notas,
esparcidos en un mar a cuya orilla
arderá la hoguera de unos huesos

                  parecidos a nosotros. 


LILI MUÑOZ
(Neuquén-Neuquén-Argentina)

LA HUMEDAD DE LAS  DIOSAS

El jabalí jadeante oculto en la maleza.
Hieden los miedos.  Los músculos se tensan.  
La flecha surca el aire. Atraviesa el cuero y la pelambre hirsuta. 
Artemisa  siente una lágrima rodar sobre su vientre  virgen.
La humedad de la diosa  llega hasta el río y  acaricia el reflejo de  Narciso.
La imagen rota se  irisa en círculos de ecos.

ARIADNA
           
Ariadna resuma  delirio: cuerpo en desnudez, la cara y los cabellos  en mezcla: arena blanca  ¿cenizas del  Puyehue?  Noxos, abundante en mixturas. 

Tu huida  amanece en espuma por mi boca.
Abandonada aquí, aún no  te olvido. No tuvimos futuro. Pero  fue y es capaz de arder y  de recrearse  con su propio fuego. No se consume.
Una y mil veces te volvería a nombrar para tenerte, para  encender el día  y la noche de la fiesta, las palmas de tus manos en mis manos, tu máscara rota  en la mirada. Sin vos soy extranjera de mí. 
Cortaste el hilo. El endeble hilo de miel y de mortaja. Apenas me recuerdo en la hilandera vestal.
Beberé de otro  vino. Está llegando. Viene al son de cascabeles y  de cítaras.                 

LA DAMA DE BLANCO  Y LA TORRE TALERO

Noches de plenilunio surero en La Zagala. Noches de transparencia.  La imagen de la mujer,  blanca y huidiza,   recorre   las almenas de la  Torre.
Algunos viejos manzanos aún en pie  circundan la  casona. Entre su ramaje  todavía cuelgan jirones del vestido lunar.
Antes de la caída se ha escuchado una vez  más aquel llamado, la voz apenas eco de una criatura muy pequeña.
Los caballos piafan desbocados en la finca vecina.    

MATA-AMOR

Su cita  fue  siempre detrás de una mata, en la meseta. Navegantes de la sabia, bebieron  la humedad del amor y del mar.
Florecieron como el sol  y brillaron con la misma soledad.
Cuando llegó el momento de zarpar nuevamente, él   deslizó la promesa de  volver.
Cuentan   que al partir  el marinero de Magallanes,  los ojos de la muchacha tehuelche quedaron prendidos a la planta, calafates de iris. 
Iris@dos. 
Nunca más desde el mar el marinero, dicen,  pareció recordar.

CARDO AZUL II

“…donde estuvo el paraíso…”

Donde se abrazan las acequias y desnudan  los surcos,   en el lugar  que amaste, allí creció.
De frente al zonda de látigo revuelto.
Incuestionable  cardo de persistencia y  humildad
Diciembre escandió su  soledad. Lo perfumó de rebeldía.
Un día enlentecieron las raíces, se apagaron las hojas.
Aliento de oro agujereó su tallo, mutiló  los colores, ennegreció humedades.
En plenitud de alba, quebranto y sequedad.
Decrepitud.
Matanza.
Veneno a cielo abierto.
Mi corazón anhela tu montaraz  frescura.

Alguna humanidad en la ínfima huella.


PÁGINA 20 – ENSAYO

MILCÍADES ARÉVALO
(Chía-Cundinamarca-Colombia)

BUCEADORES DE IMÁGENES EN LA POESÍA COLOMBIANA

A los viajeros del alba.

Mi interés por la poesía, especialmente por la poesía colombiana, es muy remoto. La primera vez que tuve en mis manos un libro de poemas, las palabras despedían un casto olor alcanforado que me crispó los pelos.  Entre los poemas que nos dejó Julio Flórez (l867-l923), hay un reguero de brumas, lágrimas, cadáveres y bambucos que en noches  de luna y calles solitarias algún guitarrero se atrevía a cantar a su amada  con suma melancolía. En alguna de esas calles,  José Asunción Silva (l865-l896) hijo predilecto del modernismo, asomó la cabeza por la ventana de su habitación,  solemne y cargado de melancolía  dijo:

                  “¡La sombra! ¡Los recuerdos! La luna no vertía
                   allí ni un solo rayo... Temblabas y eras mí”.

    Bella época en la que una rosa era una rosa, y el poema un vaso santo. Lástima que el perfume de la rosa no alcanzó a perfumar su vida, porque cuando menos se esperaba se pegó un tiro en el corazón “porque le dio la gana”. La bala le atravesó el corazón, y según sus biógrafos y mentores, también le  atravesó el corazón a Elvira: ¡Oh, las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas...”  
    Años más tarde me encontré con la poesía que nos hacía falta para derrotar la bruma melancólica de los años anteriores. Si bien la obra poética de Porfirio Barba-Jacob (l883-l942), quien  podría considerarse un caso aislado en nuestra lírica, “va a influir de manera decisiva en la evolución de nuestra lírica” (l), y pero  son los poetas de la alegría los que trazan los derroteros de nuestra poesía actual: Ciro Mendía (l892-l979), Luís Carlos López (l883-l950), y Luís Vidales (l904-l990), risueño como un niño, “con un tacto  nuevo, tan nuevo que sorprendió a las cosas y a los hombres, lo que le permitió ser el único poeta de vanguardia, realmente, en nuestra historia. Superaba “Gotas Amargas” de José Asunción Silva, donde había menos poesía y muchas amarguras; superaba los antipoemas de Luís Carlos López, porque Vidales resultaba más afirmativo; le daba una respuesta diferente a la poesía romántica,  que sería la de León de Greiff   (l895-l976) –nuestro último gran romántico -, al capitalismo que nos invadía, e inauguraba el humorismo sano, fértil, inteligente, de buena gana, como la faceta más difícil de la poesía, sosteniéndolo como el instrumento temperamental más eficaz frente a una sociedad que era entregada en aras de su desarrollo al apetito extranjero. También daba comienzo, entre nosotros, a la llamada posteriormente poesía conversacional,  y sobre todo a la literatura urbana en su mejor dimensión, cosa que jamás se recuerda. Su ruptura provenía de la calle, del paraguas,  del barrio, del teléfono, del cine, de la cámara fotográfica, de los diarios, del reloj, del aeroplano, de todo cuanto iba a ser el Siglo XX” (2). Desde la aparición de “Suenan Timbres” hasta hoy, ningún otro poeta colombiano ha superado esa alegría y humor, perenne y permanente de Vidales,  quien haciendo sonar el nítido timbre de su voz, decía en l926:

                       “Pero el dulce muchacho de mi niñez
                         hace mucho tiempo se ha marchado
                         yo no sé para dónde”.

    Al sur, mucho más al sur, en un paraje edénico del universo, a la vuelta del solar natal, muy cerca del amor  fraterno y de la tierra generosa, renovado en pasión por el hombre y las cosas elementales, apareció Aurelio Arturo (l909-l974). Desde muy lejos traía entre sus manos la serenidad de los años, el aroma de la tierra fresca. Y traía también “Morada al  Sur”. “Marginal, discreto, la fluida y parca vena de agua de su poesía corre inextinguible: permanece” (3). Así  escribía, y también cantaba Aurelio Arturo:

                     “En las noches mestizas que subían de la hierba
                       jóvenes caballos, sombras curvas, brillantes,
                      estremecían la tierra con su casco de bronce”

    Pero la poesía es un río sin orillas, nadie la detiene. “Se rejuvenece y se abre cuando abandona los cauces ya trazados y explora lo que otros poetas del mismo momento histórico están haciendo en el propio o en otros idiomas” (4). Tal es el caso de los poetas agrupados en torno a “Piedra y Cielo”: Arturo Camacho Ramírez, Eduardo Carranza, Jorge Rojas, y entre los de “Cántico”: Fernando Arbeláez, Fernando Charry Lara, Eduardo Mendoza Varela... Álvaro Mutis, el gran Álvaro, desde los hospitales de ultramar, suelta las amarras del velero y sale de viaje con Maqroll y descubre “una nueva poesía y una nueva crítica”, al decir de Andrés Holguín. Pasajero del mundo, habitante de hoteles derruidos y barcos oxidados por la soledad y el abandono, habitante de sórdidas pensiones, aún le quedaba tiempo de elevar una plegaria, casi un aullido de delirios como este reclamo, desgarrador y brutal:

                  “Ilumina el dormitorio del payaso, ¡Oh, señor!

      Fue como un presagio para lo que vendría después. Las  calles de las ciudades comenzaron a llenarse de hambrientos desplazados de su terruño, los cinturones de miseria hicieron su agosto y el dolor y la tristeza  parecían no tener fin: el pueblo se desbordó en rabia y apareció la violencia con su reluciente guadaña. La violencia engendró una de las peores crisis, en lo social y en lo estético, y los poetas que verdaderamente tenían mucho qué decirnos, marcados por el dolor, se fueron muriendo de patria... Jorge Gaitán Durán (l924-l962), por ejemplo, quien decía:

            “Suelo buscarme
             en la ciudad que pasa como un barco de locos por la noche”.

    Y después se nos murió Eduardo Cote Lamus (l928-l964), y también Gonzalo Arango (l93l-l976), que no era “poeta” sino “profeta” de una aventura al servicio de lo maravilloso, El Nadaismo. Entre sus integrantes  más representativos estaban,  entre otros Amílcar U, Darío Lemos, Elmo Valencia, Eduardo Escobar, Armando Romero, Jaime Jaramillo Escobar, Jotamario Arbeláez y otros.
     Gonzalo Arango tuvo la osadía de rebelarse contra los moldes  imperantes en la sociedad y contra la estética de su tiempo. Con él salieron a las calles poetas de brujean y barba casposa, sin pelos en la lengua y comenzaron a  despotricar contra los gramáticos de la Academia y contra los intelectuales católicos. “Esto, unido al lenguaje procaz, las brillantes paradojas  y el rechazo a cualquier actividad burguesa productiva despertaron la curiosidad primero e inmediatamente después la difusión de sus ideas no sólo en el ámbito nacional sino también internacional” (5). Las fronteras fueron abiertas para darle paso al existencialismo criollo y al surrealismo, tanto que ebriedad ya no rimaba con castidad sino con Sartre y  el marqués de Sade –esteta del sufrimiento -, fue  tan cotidiano como cualquier peatón del aire. Era el tiempo del Jazz, de Brigitte Bardot, de iniciación a nuevos goces; la marihuana y la música tendieron los primeros puentes hacia el territorio del asombro, Pero ese territorio ya no era rural ni bucólico sino urbano, con olor a metal, a gasolina, a ropas tendidas en las terrazas. Mario Rivero (l935), ocupó el mejor lugar entre los poetas urbanos:

                            Entonces
                            era verano sobre el tiempo y las frutas
                            Los muchachos jugábamos
                            al fútbol
                            al bueno y al malo
                            en las tardes
                            con olor a azafrán
                            frente a la fábrica

                           donde yo iba a ser hombre”.

Las voces de la poesía colombiana son tan múltiples como sus imágenes. No me corresponde  verificar el rumbo  ni nombrar a  sus creadores ni alabar sus aciertos o desmentir sus desaciertos,   sino tender un puente entre la poesía y los poetas,  para que la belleza y la vida sigan su curso.



PÁGINA 21 – CUENTO

MÓNICA RUSSOMANNO
(Santa Fe-Argentina)

KAYAKS EN EL RÍO

     No parece pero al fin llega el tiempo. Siempre le pasó a otros pero de pronto se va instalando esto de que la vejez es más que una línea tenue en el futuro. Insensiblemente el cabello de los amigos ralea, se blanquea, las espaldas no son rectas y los comentarios tienden a repetirse. Se habla más de lo que fue que de lo que será, los hijos dejan de ser adorables para ser hombres y mujeres arrojados, como nosotros, a las inclemencias de la existencia. Algún nieto agita las manecitas y dice abelo o abela a esos amigos que eran tan jóvenes como nosotros y ahora, ahora, leen cuentitos y compran caramelos, y no nos causan risa sino que no solamente los comprendemos sino que nos inspiran una ternura que enturbia los ojos.
     Hay operaciones y dolores, hay pastillas de las redondas, de las alargadas y de las de por vida. Hay la aceptación de lo que ya no ocurrirá. Está la renuncia uno por uno en las reuniones primero a la cerveza, después al vino, y entre acideces y migrañas, el grupo vira a la naranja y el agüita de la canilla que es tan sana.
     Vamos siendo propietarios, charlamos de roturas de cañería y compra de heladeras. Hablamos de pago de impuestos, y cuando discutimos de política intentamos acordar más que disentir.
     Escuchamos la misma música de hace veinte años, y ya no nos conmueve lo novedoso sino lo que fue amasado con vida y destino. Hasta el uso del lenguaje es bastante anticuado, un muestrario arqueológico de las épocas que dejaron su sedimento.
     Ya no nos avergüenza la panza ni los pelos alborotados, no nos hacen falta los afeites para escondernos; no hace falta maquillaje y podemos ver los rostros, tan queridos, con la piel tal cual es, manchada y con arrugas, encontrándolos hermosos.
     Seguimos siendo nosotros por fortuna. Y cada tanto entre la vorágine, entre este río que nos arrastra y nos deja llenos de hojas marchitas y barro, en medio del caos de trabajar y ordenar el pequeño mundo, y sobrevivir a las decepciones y sucesos desgraciados. En medio de lo tedioso del cada día y de la cada noche, entre medio, así, cada tanto, suspendiendo las angustias de muertes y derrotas y partidas, entre todo lo que nos va desgastando y nos demora el paso, en medio de todo surge o se materializa un encuentro afortunado.
     Y a pesar de la vejez que se nos cuelga nos permitimos unas horas de belleza intacta, cantamos los viejos temas, compartimos la comida, nos reencontramos.
     La otra vez nos adentramos en el río, y en dos kayaks y un gomón desordenamos el paisaje. Hubo garzas blancas, reflejos enceguecedores en el agua, árboles con enredaderas, camalotes con su vara florecida, enormes platos de irupé, hubo olas de lanchas veloces que imitaron el mar, hubo una gran felicidad y dos perros locos que nadaban y cuando se cansaban de nadar arreaban vacas por gusto de ladrar y de hacer que el mundo se ponga a correr por los pastizales.
     Y no éramos niños, no, ni jóvenes irresponsables. Éramos nosotros con toda nuestra historia en las manos y en los espíritus desaliñados. Riéndonos de los sombreros y las maniobras desafortunadas, robando el sol para cuando se venga el ocaso.
     Cada tanto es eso. Cada tanto es la alegría y recordar que estamos flotando en la vida. Y serán kayaks amarillos con chaleco salvavidas rojo, será un estofado de pollo al disco, será la saludable tradición del fuego naranja logrado a pura ramita de álamo. Será la charla y compartir los desalientos, que compartidos se hacen soportables.

     Será la vejez, entonces, que va llegando y se va quedando. Pero como sea y con lo que tenemos no podemos permitir que nos quite, aunque sólo sea eso, la felicidad de ser felices por un rato.  


PÁGINA 22 – POESÍA AMERICANA


ROSINA VALCÁRCEL
(Lima-Perú)

LA NUBE DE GILBERTO OWEN

Mi arpa –escúchala viajar- se cansó hace tiempo
¿Quién sabe adónde partió?
Entre las manos oscuras de un barco lejano
Te he contado antes, Eliseo, de los cometas y la nube
Contempla el ocaso y mi espectro celeste
La revolución inconclusa
El cántico de otra vida que no llega
Y el manantial de ese riachuelo
A punto de secarse
Como la fuente del Parque de la Reserva
O este poema pálido en tus manos, Eliseo.

TATUAJE

Después de viajar Las huellas del último viandante
La edad de la rosa desciende
Al viejo taxi urgido por la dicha
Al acecho de la piel y otra fantasía
Tener que simular Y no pasa nada
Despedirnos como simples amigos
Tiempo hábil para la rebelión
Y el silencio
Tiempo arduo para un encuentro sin mesura
Por qué esta necesidad urgente
De ceñirnos y abrigar el ser
Por qué este deseo imprevisto
De husmear mi cabellera y mi cuello
Robin Hood de la Ciudad de los Reyes
Hijo de migrantes lejanos
Yo amé tu nombre guerrero
Mientras recitabas sucesos del país
Fumando tenaz hierbas de la amazonía
Pero ¿pusiste de tu parte?
No logré contrariar el designio
Al que nos condenaste
El amor se mezcló con las batallas de la tribu / de la Historia
el diluvio / el Sol / el ruido / el claxon
¿Quitaste las piedras del camino?
Es mi poema el polvo o la melodía
El se desliza en varios dialectos y me dicta la palabra adiós
Esta flecha revela el pájaro que cae remontando la mágica sal de la piedra
Lima febrero 17 once y cincuenta de la noche
Nada ataja la destrucción
Ni el tatuaje que grabaste en mi espalda
Ni el cuadro surrealista que pinté

ANAÏS NIN
a María Teresa

¿Por qué vuelas primaveral
Calcinada entre espectros
Y silbas cada 21 de febrero
A las 12 de la noche?

*
Más allá de los inmóviles Lunes
Y de la absurda edad de la razón
Anaïs avanza
Su amor por Henri
Sus aretes redondos
El pañuelo rojo sobre la cabellera
La falda lila cubriendo sus pies
Eclipsados de oro en la ribera

*
Florece la uva Los sueños oscilan
Escaso el vendaval festivo
Irradia el atardecer
Mientras temerosa gacela sedienta
Bordeas el umbral de mi huerto
Caída dispersa de hojas
Viaje confuso de alondras.
Sabiduría
Ahí está el parque color hemisferio, la waca, la universidad
La palabra exacta, la clase puntual Los veinte años y cien cursos
Los grados, los títulos ¿sirvieron?
La calandria herida vuelve y señala
La sabiduría llega en otoño
En el vago espejo antiguo
En la soledad violeta En el canto del oboe
No emerge de los libros
A veces del silbo y el fuego de los trenes
De la sombra del amor escrito
De la tarde agobiada y cruel
De la almendra breve

Del río infinito 


YESICA MOYRA
(San Ramón-Costa Rica)

1-boceto J    jergas

dejad esa segregación 
no fomentes la inferioridad o conquista
no la sujetes a: eres tierra en océano, pero no llegas a isla!
no apoyes el patriarcalismo
no veneres al hombre que juega con los sentimientos 
mediante palabras y frases que endulzan la cubierta de la hiel
escucha una canción 
de romance sin que exija algo mas que palpitos al son de la pista
lee libros de testimonio y visualiza lo que esa (mujeres) legisla!
no optes por mas masculino-capitalismo
la expresión femenina es mucho mas que sólo inventos
es el sinónimo de la justicia como miel

2-boceto K   kilómetros

todos los caminos llevan a roma
todas las mujeres llevan amor

3-boceto L    libertad

libre entre el viento
libre entre el agua
libre entre el fuego
entonces libérate de 
las cadenas de la tierra
las pre-juiciones de la sociedad
las mentiras de tus amigos
las traiciones de tus familiares
libérate desde el alma-cuerpo-convicción-decisión y acción
mírate en el espejo y reconoce quién eres 
y descarta lo que te hacen creer
sé quien quieras ser y no lo que él te modele
busca tu FODA
Fortaleza
Oportunidad
Debilidad
Aptitud
una vez identificado verifica los pro y los contra
reconoce y fortalece lo bueno
reconoce y remedia tus con-funcionados rasgos
no te rindas a las cosas como serenatas, rosas y demás 
porque si ya sabes que son las drogas entonces no las tomas
hasta Alejandro Fernández lo atestigua indicándoles: mátalas
el sarcasmo es envidiable
pero

4-boceto N   NO

mujer
no creas
no expongas
no sufras
no llores
no jures
no te encadenes
no te ilusiones
no te hagas ilusa
no pases por alto los sacrilegios contra tu ser
no ames por 2
no sostengas la carga
no taches a todos
pero tampoco los exoneres
sigue tu instinto con esa rabia
dicen que la venganza es buena, pero no
sólo cobra justicia
reúne tus derechos 
y haz de tus deberes: sortijas 
que sabes cuando portar
no limites tu felicidad
sé niña 
sé joven
sé mujer
vive sin caer
vive porque tienes vida
vive porque no eres 1na
vive porque es la epóca de @
vive porque hay un proyecto que Dios te dio
dicen que EL no nos da pruebas que no seamos capaces de sobrellevar
di NO con la vitaleza decisiva y determinante
que tu NO  valga
que tu NO se respete
que tu NO se honre
que tu NO  no sea pisoteado
que tu NO no sea inadvertido
si dices NO que así sea!


PÁGINA 23 – ENSAYO


RUBÉN VEDOVALDI
(Capitán Bermúdez-Santa Fe-Argentina)

AURA O NADA

De todo el arte me conmueve más el que sangra, el que trae más luz que la que puede resistir su propio filamento. La grieta es la parte que más siento del Grial, la sombra mordida del que no pudo, el fuego sagrado del que murió de frío, el abrazo de los que mueren sin abrazo, la canción de amor del que creció en el dolor.

De todos los poetas, los malditos. De todos los pensadores, los que rompieron las arquitecturas monumentales del poder, los que pusieron entre comillas la verdad, el saber, el haber.

Me conmueve el desamparo en la voz frágil de Violeta Parra y jamás me conmoverá Valeria Linch. Me conmueve el ángel inestable de un Tanguito y no Alejandro Lerner. Me estremece la intemperie de Miguel Abuelo y no tanto Estela Raval. Spinetta y no Shakira, Luca Pradom y no Ricardo Montaner, Mozart y no Salieri, Piazzolla y no Mariano Mores.

Me conmueve lo que se expresa con el alma en la hoguera, con la carne viva bailando sobre espinas y cardos. Me conmueve la estatua con alguna parte rota, el grito que quiso ser novela, el alarido que quiso ser un fresco pictórico como el Guernika, el pájaro Charly Párquer persiguiendo la nota más allá de lo posible.

Me conmueve esa Alejandra Pizarnik que no pude, esa Janis Joplin que no puede, ese Hendrix que se quema en la apoteosis.

Anoche ví un ducumental sobre Miguel Abuelo y su fracaso me conmueve infinitamente más que el éxito de Julio Iglesias. Jamás me conmovería ningún Julio Iglesias.

Miguel Abuelo atravesaba mil mundos con todos sus sentidos extremadamente abiertos en este mundo por el que nosotros vamos dormidos, sedados, estupidizados, mirando a medias, oyendo a medias, tocando a medias, amando con medida, no dejando que nos toquen, no exponiendo, no arriesgando, no viviendo.

Me conmovieron Tanguito y Miguel Abuelo desde la primera vez que los escuché, en los años 69, 70. En cambio nunca soportaré a Andrea Del Boca, a Soledad Pastorutti, al cantante de tangos Nestor Fabián. ¿Y por qué? Porque hay algo que se llama AURA, y no se puede producir con maquilladores, no se puede fingir para la foto o la película. El aura está en la voz y si no está esa voz no tiene alma.

El aura está en el pulso del que dibuja, pinta o esculpe, y si no está toda obra es basura, mandala falsificado, mantra trucho usado para vender fernet o gaseosa.

Aura, o la oscuridad, aura o la chica plástica, aura o el hombre mentira: aura o nada.

Frente al Tribunal de la Inquisición que lo quería quemar en la hoguera Galileo dijo: -Pero se mueve.

Antes de morir el Che dijo: -Dispare. Sólo va a matar a un hombre.

Antes de morir Spinetta dijo: -Tengo cáncer, no paniquen.

Antes de morir, Miguel Abuelo dijo: No me lloren, crezcan.

Aura o nada.




PÁGINA 24 – CUENTOS BREVES

J. M. TAVERNA IRIGOYEN
(Santa Fe-Argentina)

CUANDO SALE LA LUNA

Aparecen enamorados y ladrones. A veces, también sucede que lo hacen ladrones enamorados. Esos generalmente fracasan en lo uno y en lo otro. Lo saben José y María que, por ocupar una cama que no les pertenecía, hoy duermen en calabozos separados.



Li Pu sabe que la luna es centinela de sus pensamientos. Y que la noche es para escribir poemas. Pero la vida es injusta. Como duerme durante todo el día y Flor de Loto no logra despertarlo, lo llaman el holgazán de la familia..



Cuando sale la luna, los grillos arman la orquesta. No son los únicos noctámbulos. También las lechuzas comienzan a chistar y algún perro aúlla su soledad. Entonces, la revolución de las sábanas se organiza en las camas del barrio y todo cederá cuando la madrugada la mande guardar hasta la noche siguiente.



Cuando sale la luna no me siento más solo. Los astronautas me acompañan en un diálogo silente. Y pienso que algún día, algún día, mi sueño de astrónomo fracasado se trocará en el de un viajero del espacio…



Hoy hay luna llena. Figura en los horóscopos como guía, pero entre Júpiter y las ascendencias de Marte comprendo que todos son unos mentirosos. Esperé en vano toda la noche en la puerta de mi casa y no logré comprobar sino que la luna era de cartón pintado.


¡OH, LA DESMEMORIA!

Desde niñas estuvieron atrapadas en un marco isabelino. Reinas de la fatuidad, jugaron a ser dulces, interesantes, vacías.Una de las tres viaja a Turquía y la desflora un ordenanza de hotel. Las hermanas confían que todo pase. Ellas dos han sufrido el desengaño de permanecer solteras.Una, finalmente, opta por entrar en un monasterio de clausura. La otra, prefiere hacerlo a la locura. Así de simple, las tres lo olvidan absolutamente todo.


Los números nunca constituyeron su fuerte.Olvida teléfonos, onomásticos, vencimientos.
Hoy la llaman urgente: se venció hace un mes su póliza de incendio. Mira las cenizas y sonríe.



PÁGINA 25 – POESÍA AMERICANA


ÓSCAR ALBERTO MARCHESIN.
(Montevideo-Uruguay)

AL COMANDANTE

No hay mares tan azules como aquellos
 que tu vergüenza y timidez  ocultan...
 ¿Cómo  puede un desierto depender del mar?

 No disimules, no estás dormido, no juegues más con el pueblo...
 Deja de ser inmortal, no engañes,
 yo te conozco, tienes los únicos ojos de vacío infinito
 y el alma blanca como el Sol...

 Guárdame esa bahía,
 donde las barcas lloran como hombres si no se hacen al mar...

 ¿Dónde se oculta, marchita, tu alegría?
 ¿Dónde has guardado tu veleta,
 la que llevó tus aires hacia la Nueva América ?
 ¿Dónde dormita la lona de tus velas?
 ¿Quién te cuida, quién te quiere, quién te robó la risa?
 ¿Quién sabe, quién me puede decir donde mueren tus nombres?
 ¿Quién te ha dejado al margen de la Historia?
 ¿Quién olvidó las madres que amamantaron héroes?

 Tú no eres un fango, tú hiciste el Mundo antes de que lo fuera...
 Mirando al horizonte, olivo tras olivo tras olivo tras olivo,
 de tus pasos tienen los campos solitarios, el olvido...

 El Sol de luces las fachadas blancas,
 en calma y soledad el tiempo, dormita el mosto, la bodega en penumbra,
 ojos de primavera en Bolivia...

 Triste poeta, inconsolable, al que le faltan las palabras para cantar,
 para decir, cómo es el único pro-hombre donde el amor
 sembró caminos entre arabescos zurcidos en claveles, 
 amores y muertes que perfuman el hierro de las armas...

 De ti,  ¿qué se puede escribir que no esté escrito?...
 No sé, tal vez tu pena, tu abandono, tus risas obligadas...
 No sé...
 Oscuridad perdida, nocturnas candelas,
 en rincones con ángulos de luces,
 sangre sembrada entre piedras de río que alcanzan a las rejas...

 Calles que estrechan como la juventud al tiempo;
 una guitarra que al aire canta, rasga y estremece,
 una cigarra, un vuelo triste de paloma,
 una palabra en la garganta agazapada...

 Después de todo, arriba, del Universo al fondo,
 allí, en la Plaza, besando cielos,
 unas campanas cuya música escapa cada hora para alegrar la brisa...

Siglos y siglos dejan un día atrás, llega la noche para cobijo de tristezas...
Te acuestas, se va a dormir la Historia de Occidente...

 Hay un alma que ve fundir la nieve entre claveles,
 en la que junto a la montaña se oye cantar al Sol,
 donde empieza un futuro y mueren las historias,
 al tiempo de las lágrimas de un hombre...

 Allí, los gnomos de los tristes cuentos

 descienden hasta el llano y luego crecen casados con las rosas...

ANACONDA

Se revuelca y carcome las entrañas
Libera y ajusta hasta la muerte
Ignora y teme como una niña ante las tormentas
Reniega de si misma ante la sangre...

Nunca duerme y descansa expectante
No exige no paga no se esconde no pide
Todo lo toma sin importar los valores
Nada da sin obtener vidas en pago...

Estudia cada situación ronda la libertad ajena
Cercena marca delimita enajena inserta el terror ataca
Cerca las víctimas y mata limita el oxigeno y lava los cerebros
Finge morir y explota en mil movimientos
Mata neuronas seca las almas crea seres vegetales...

No intenta el convencimiento impone a cualquier precio
Si algo se torna inaccesible desde cualquier parte del espacio
Achica las garantías los ingresos de comida
Las posibilidades de vida en un albergue cueva túnel caño o similares
Hasta lograr su cometido y miente siempre miente...

Esta declamación de libertad en pos de la anaconda
Y de los hombres sometidos como ellas
En mano de los hechos de personajes aquí narrados :

Políticos y religiosos y militares...
 De ti,  ¿qué se puede escribir que no esté escrito?...
 No sé, tal vez tu pena, tu abandono, tus risas obligadas...
 No sé...
 Oscuridad perdida, nocturnas candelas,
 en rincones con ángulos de luces,
 sangre sembrada entre piedras de río que alcanzan a las rejas...

 Calles que estrechan como la juventud al tiempo;
 una guitarra que al aire canta, rasga y estremece,
 una cigarra, un vuelo triste de paloma,
 una palabra en la garganta agazapada...

 Después de todo, arriba, del Universo al fondo,
 allí, en la Plaza, besando cielos,
 unas campanas cuya música escapa cada hora para alegrar la brisa...

Siglos y siglos dejan un día atrás, llega la noche para cobijo de tristezas...
Te acuestas, se va a dormir la Historia de Occidente...

 Hay un alma que ve fundir la nieve entre claveles,
 en la que junto a la montaña se oye cantar al Sol,
 donde empieza un futuro y mueren las historias,
 al tiempo de las lágrimas de un hombre...

 Allí, los gnomos de los tristes cuentos
 descienden hasta el llano y luego crecen casados con las rosas....


ELIANA SEGURA VERA
(Santiago de Chile-Chile)

ILUSIÓN

Mi tiempo se ha fugado en perseguirla.
Era: “Una flor con cáliz de quimera
y pétalos dorados”
Para nombrarla :
dulcifiqué acentos en mis labios
y de sutilezas ensayé palabras;
 ninguna en belleza y elocuencia
jamás pudo alcanzarla.
¡Era una flor majestuosa
suspendida en el cristal del nuevo día!
Alguna vez la tuve cerca
y su perfume etéreo acarició mi alma.
 Su silueta fue burbuja
en el espejo de mi íntima fontana.
Tal vez, ingrávida
arrancó notas alegres
en la doliente cuerda de mis ansias.
Soles...estrellas, caminé
al horizonte azul a conquistarla.
Inaccesible, esquiva se escondía
en el tul de una nube arrebolada.
Por eso, una voz  (que desoía)
iba diciéndome:
Tu flor está lejana.
Y hoy,
cuando mi tiempo se consume
y de andar estoy cansada;
esa flor sin pertenencia
 es el camino que se quedó a mi espalda.

SOY

Arcano atávico.
Millares de puntos trazando senderos.
Ovillos desmadejados.
Nudos que me fueron encadenando.
Espectador de fugaces expectativas.
Actor de impensadas aventuras.
Sueño de humo entre los sueños
con ansias de permanencia.
Reo libertino de celdas blandas
en vuelo ingrávido;
andar, andar por laberintos
andar, andurriales
descalzo, cansado entre polvos y vientos.
Un proyecto de místico misterio
paralelo de abismos en caída.
 Anhelo tallado en alabastro.
Anhelo de cristal contra la nieve.
Pedazos de recuerdos en recodos de tiempo.
Amuletos de historia desafiando lanzazos;
presagiando algazara.
Espejo cicatrizado  mutando siluetas.
Un payaso que ensaya caretas en busca de aplausos.
Perlas cayendo hilarantes;
perlas cayendo saladas.
Menudencia cósmica de prosaicas formas
al encuentro de ocasos
con auroras quiméricas, lejanas.
Hoja amarillenta deslavada de signos
tratando de entender la hondura del silencio.

UNA FÓRMULA

Ascender sin acantilados
y encontrarse en los espejos del sosiego
es esquivar mendicantes gritos paralelos
En los vértices de todos los zigzag
es ahuyentar pedradas y despojos
donde huellan heridas y desgarros.
Esa es la tarea cotidiana.
Tantas veces
 los duendes nos sorprenden
en la infinitud de los trayectos
en la brevedad de nuestra estancia
que este  préstamo de vida
se reduce a una nimiedad precaria;
inaccesible al buceo interior;
desconociendo
la amplitud que traíamos dotada.
Es necesario cada día, en cada hora
borrar del planisferio
los hitos seculares de miseria
y engrandecer la solvencia
de las pocas instancias placenteras
para irnos al menos
con la sensación que valió la pena
este paso terrenal
en que no fuimos consultadas.

DISOCIADA

Estoy del lado de adentro
extemporánea y guiñapo
como reclusa voluntaria.
Un nuevo cataclismo
devastó mi alma.
(en este caos tenebroso
algo puedo recobrar)

Los últimos espejos se trizaron;
los cristales tienen sólo polvo
y entre uno y otro escombro de ilusión
puedo soldar una columna.
Lo ya averiado se mantuvo
y cada parche resistió.
Será una ruina miserable,
pero tiene encanto
y aún en su pobreza
es mi único palacio.
Puedo estar desnuda
y no tengo miedo, ni zozobra
¡es todo tan auténtico!
¿ Afuera...afuera? ,debo hacer teatro;
y son todos los actores tan expertos
que ,cuando:”mañana”, descorra su telón
me quedaré atónita de espanto,
y de seguro
me volveré a entrar.

ENTONCES

Entonces solías darme tanto
en tu sonrisa de trino matutino;
Tu canto de auroras refrescantes
semejaba al rocío de los campos
cuando todo madrugaba en mis oídos
y el mundo seducía mis pupilas.

 Mis sentidos eran arcas
el universo era mi ofrenda
había un trovador haciendo loas.
El cielo nacía en el espíritu
y yo lo repartía como polen
en la brisa y en el agua.

Entonces mi ser estaba pleno
de gozo azul estremecido.
El hechicero en sutilezas
que traducían gestos y palabras
mil veces
 orando sobre cruces 

había dicho que me amaba.


PÁGINA 26 – ENSAYO

 JAVIER ÚBEDA IBÁÑEZ
(Jatiel-Teruel-España)

MEMORIAS DE ÁFRICA

Autor: Isak Dinesen (baronesa Karen von Blixen-Finecke)
Traducción: Javier Alfaya
Editorial: Alfaguara
Colección: Literaturas
Género: Novela
Fecha de publicación: 1937
Fecha de publicación en la editorial Alfaguara: 2001
Portada: Fotograma de la película Out of Africa (Memorias de África), del director Sydney Pollack
ISBN: 978-84-204-4355-3
Páginas: 408


Karen Christence Blixen-Finecke (1885-1962), más conocida como Isak Dinesen, es la escritora danesa que en 1937 publicó Memorias de África, un libro autobiográfico que relata los años que pasó en el continente africano -concretamente desde 1914 a 1931- y el profundo e intenso amor y respeto que llegó a sentir por aquella tierra, su cultura y sus gentes. Y tal fue el éxito que alcanzó esta obra que la convirtió en una autora de fama y reconocimiento mundial. Fama que después de su muerte aún se vería incrementada, gracias a la oscarizada -ya que fue galardonada nada más ni nada menos con siete Oscar- película que dirigió Sydney Pollack en 1985, titulada Out of Africa, con la actriz Meryl Streep como protagonista, quien fue merecedora de un Oscar por su brillante interpretación como la baronesa Karen Blixen, y que estuvo acompañada por Robert Redford en el papel de Denys George Finch Hatton, el que fuera su gran amor.
Karen Blixen nació en Rungstedlund (Dinamarca), un 17 de abril de 1885, en un ambiente acomodado, pero repleto de contrastes. Hija de Wilhelm Dinesen, un militar, que fue un hombre muy vitalista y con un espíritu holgadamente aventurero -de hecho, pasó buena parte de su juventud junto a los indios amerindios, cazando y vendiendo pieles- y de Ingeborg Westenholz, mujer de rígidos principios religiosos, con la responsabilidad como leitmotiv de su vida.
El día y la noche, el deleite y la obligación, conviviendo en una misma estructura familiar, lo que, sin duda, acabaría marcando su trayectoria personal y profesional junto a otro desenlace funesto, el suicidio de su padre, acaecido cuando ella contaba sólo diez años. Es entonces, cuando su madre, ayudada por su familia, tiene que hacerse cargo de la educación de sus cinco hijos.
Karen se formó en los mejores y más selectos colegios europeos. Después de pasar algunas temporadas estudiando Arte en París y Roma emigró a Kenya, donde se casó con su primo sueco, el barón Bror von Blixen- Finecke. Juntos emprendieron la aventura de sacar adelante una plantación de café, en las afueras de Nairobi, en las colinas de Ngong. Corría el año 1914 y la Primera Guerra Mundial entró en escena en el panorama internacional de una manera brutal.
Recién casada, Karen, ya la baronesa Blixen, enfermó de sífilis, enfermedad que la acompañó durante toda su vida, y que hizo que tuviera que regresar a Dinamarca para recibir tratamiento.
De nuevo en África tuvo que enfrentarse a los problemas y adversidades que surgían a diario en su plantación de café, y a su serpenteante matrimonio: una curva continua camino del precipicio. Antes de la caída en picado, la pareja decidió separarse en 1918. Ella, ya enamorada perdida de la tierra africana y seducida por su encanto, siguió adelante sola con la plantación de café -algo insólito en aquella época, la de que una mujer ejerciera de patrona; pero si algo le sobraba a la baronesa era coraje y tesón- hasta que en 1931, debido a una sucesión de infortunios: una pésima cosecha, una gestión errónea, una sequía y la bajada de los precios del café, entre otros, se vio obligada, acuciada como estaba por las deudas, a vender su querida plantación en una subasta. Ese mismo año, por si faltara poco, moría meses antes de su partida en un accidente de avioneta mientras sobrevolaba el Parque Nacional Tsavo el gran amor de su vida, el inglés Denys Finch-Hatton, cazador, guía de safaris y oficial del ejército. África se lo había dado y África se lo había quitado, y se lo había quedado para sí en sus entrañas donde fue enterrado en un funeral, en el que fue escoltado por leones al pie de las bellísimas colinas de Ngong.
Desolada, Karen Blixen, regresó a Dinamarca, a su casa de Rungstedlund, y encontró el refugio que necesitaba en la escritura, con la que comenzó a darle forma y sentido al lirismo y a la sensibilidad que había traído consigo de su enigmática África. Tenía cerca de cincuenta años cuando publicó su primer libro de relatos Siete cuentos góticos en 1934. Primero, lo mandó a editoriales danesas e inglesas, pero se lo rechazaron. No se dio por vencida y decidió intentarlo en Estados Unidos bajo un seudónimo masculino, Isak Dinesen, “en defensa de la libertad”, había nacido al mundo literario para regalarle a la humanidad algunos de los textos más bellos que se han escrito en la historia de la literatura contemporánea.
Desde Dinamarca, Karen Blixen, volvió la vista atrás; una vista con alma de añoranzas para dejarse acariciar por el aire cautivador de África y sus paisajes llenos de colorido. Plasmó sus recuerdos y añoranzas en un libro hermoso y evocador: Memorias de África (en inglés, Out of Africa), que vería la luz en 1937 con este sencillo pero hospitalario comienzo:
“Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong. El Ecuador atravesaba aquellas tierras a un centenar de millas al norte, y la granja se asentaba a una altura de unos seis mil pies. Durante el día te sentías a una gran altitud, cerca del sol, las primeras horas de la mañana y las primeras de las tardes eran límpidas y sosegadas, y las noches frías”.
Las 408 páginas al completo de este libro constituyen una fascinante crónica de los paisajes, las costumbres, la cultura y las personas con las que convivió en África.
El lenguaje, descriptivo a la vez que cercano, utilizado por la escritora, nos hace visionar con claridad lo que relata, a modo de estampas fotográficas. Memorias de África es un precioso álbum de imágenes de una tierra que la acogió con los brazos abiertos y la hizo vivir momentos inolvidables: miradas sorprendentes, paisajes espaciosos, sabores diferentes, la cercanía de los animales salvajes, la comprensión, el amor de su vida, amistades sinceras, colores espectaculares, vistas increíbles y el calor humano de unas personas, los indígenas, que eran capaces de superar cualquier obstáculo con un acuciado sentido del humor. Con ellos, con los indígenas, se sintió cómoda y en calma; ella que poseía una personalidad marcada por las contradicciones -era una amante de los animales, pero los cazaba; defendió el amor libre, pero apostó por una relación apasionada-; personalidad de la que ella disfrutó, y que parece que no le atormentó en ningún momento. Como los indígenas, ella aprendió a disfrutar de sus contradicciones: “…he sido amiga de somalíes, kikuyus y masais, he volado sobre las colinas de Ngong… nunca estaré a África lo suficientemente agradecida por lo mucho que me ha dado”.
Se podría decir que Memorias de África carece de una estructura definida, debido a las cabriolas temáticas que realiza; en ocasiones cuenta relatos que no tienen nada que ver con el argumento principal del libro, y salta de una a otra historia sin un aparente hilo conductor. Karen Blixen recuerda los momentos vividos en África durante su estancia -desde 1914 hasta 1931-, y conforme le van aflorando esos recuerdos, los va trasladando a unas páginas en blanco, que se convierten en mágicas cuando ella las escribe.
Si alguien nos leyera en voz alta Memorias de África, podríamos cerrar los ojos y dejarnos transportar por unas palabras-retrato que van mucho más allá de lo que sería cualquier mera descripción.
Memorias de África, a pesar de no seguir un orden estructural, está compuesta por cinco grandes partes. La primera parte se centra en Kamante, un nativo kikuyo que fue su cocinero.
En las siguientes partes nos habla de las diferentes visitas que va recibiendo en su residencia africana y de las costumbres y el día a día de la tribu indígena de los kikuyo, con la que mantuvo un contacto directo, cordial y especial.
Veladamente y de una manera sutil menciona el encuentro con el que fue el gran amor de su vida, el británico Denys Finch-Hatton. Y también relata algunas de sus visitas, además del momento de su muerte, cuando se estrelló con su avioneta en 1931. Karen no expresa a bocajarro sus sentimientos hacia él, los deja traslucir y confundirse con el misterioso paisaje africano. Sin apenas hablar de ellos, al lector le llega la fragancia de un amor único vivido en un contexto extraordinario.
Algunos de los párrafos de Memorias de África son de tal dimensión poética que te hacen dudar si lo contado es ficción o realidad, y es por el grado de belleza tan sublime que logran alcanzar. Nada sobra, nada falta; lo narrado es perfecto.
Tras el enorme éxito de su obra maestra Memorias de África, Karen Blixen continuó escribiendo desde su casa en Rungstedlund, y también siguió firmando sus libros con diferentes seudónimos, como buena seguidora que era de los cambios.
En 1954 fue propuesta para el Premio Nobel de Literatura, pero se lo arrebató Ernest Hemingway.
Nunca regresó a África, pero ésta siguió latiendo siempre en su corazón. Y, gracias a esta tremenda mujer, todos lo que hemos leído Memorias de África hemos sobrevolado con la imaginación sus paisajes, hemos gozado de su flora y fauna, hemos rozado su aire, nos hemos sobrecogido por las tonalidades de su cielo y hemos asistido a las danzas de los kikuyos o los ngomas.
“En las tierras altas te despertabas por la mañana y pensabas: Estoy donde debo estar”.


PÁGINA 27 – CUENTO

 FABIANA IGLESIAS
(Málaga-España)

DULCE CINDY


Desde hacía más de una década, el hombre seguía una rutina particular todos los sábados del verano: se levantaba temprano y pasaba el día entero en el zoológico de la ciudad.


Él era un fotógrafo profesional, y allí ofrecía sus servicios como cualquier otro.

Desde hacía dos semanas su centro de atención eran los visitantes de las jaulas de los monos.

Aunque aquellos animales le provocaban repulsión porque a su juicio eran sucios y obscenos, su interés se centraba en una familia en particular: una mujer mayor –suponía que se trataba de la abuela– y tres niños pequeños.

El sábado anterior había conseguido varias fotografías estupendas, todas ellas con la misma protagonista: la más pequeña de los tres hermanos.

En general los adultos solían prestar atención de modo especial a los niños rebeldes y problemáticos; de esta manera quedaban en segundo plano sus retoños más dóciles y tranquilos.

Estos niños eran la «especialidad» del solitario fotógrafo.

En tanto sus hermanos acaparaban la atención de la abuela, la pequeña iba unos pasos por detrás del grupo, mirándolo todo con sus redondos ojos azules. Llevaba un par de coletas rubias que se balanceaban al andar.

El observador calculaba que no tendría más de cuatro años; a lo sumo cinco. También notó que la niña abrazaba un muñeco de trapo con forma de pulpo, y por el aspecto de los tentáculos se notaba que el muñeco era mayor que su propia dueña.

Aquel era el tercer sábado que acudía la familia al zoológico, y el verano estaba por acabar. El fotógrafo debía hallar ese mismo día su oportunidad.

Esta no tardó en aparecer: uno de los niños, tras haber metido la mano en la jaula de los chimpancés, y recibir como consecuencia un doloroso mordisco, comenzó a llorar y atrajo la atención de la gente que se hallaba cerca.

Él se acercó a la niña con naturalidad y le dijo que quería sacarle una foto a ella con su muñeco, y que tenía permiso de la abuela para hacerlo.

La pequeña cogió su mano y se marchó con el simpático señor.

Nadie los vio partir en una furgoneta oscura.

De camino a su casa, él preguntó a la niña su nombre. «Cindy» fue la respuesta, con un suave ceceo que lo hizo sonreír.

Repitió aquel nombre para sus adentros: «Cindy, dulce y tierna Cindy». Ya la amaba. Y pronto la amaría más todavía.


Cuando llegaron a su hogar, llevó a la niña a una habitación y la encerró allí mientras él se cambiaba de ropa: una camiseta y pantalones cortos reemplazaron su habitual uniforme de «cacería».

Era una suerte que la niña estuviera tranquila hasta entonces; de hecho, ahora mismo, al acercarse a la habitación, la oía hablar con su viejo muñeco de trapo.

«Adorable Cindy» pensaba cuando abrió la puerta.

El cuarto se hallaba en penumbras, pero distinguió con claridad la silueta de la niña sentada en la misma posición en que la había dejado: en la cama, con el muñeco a su lado, apoyado sobre la almohada.

El hombre se sentó despacio junto a la niña, y le dijo que iban a jugar un rato.

–¿No nos vas a sacar fotos? –preguntó la pequeña, con sus grandes ojos que brillaban en la oscuridad.

–Primero jugaremos a algo divertido. Yo seré tu papi.

–No tengo «papi».

–Por eso mismo; ven, siéntate aquí –le señaló sus piernas– te enseñaré cómo se juega.

–¿Puede jugar mi muñeco también?

–Aún no. Lo haremos nosotros primero.

Cuando tuvo el cuerpecillo sobre sus muslos, el hombre encendió la lámpara de la mesa de noche: no quería perderse los detalles del encuentro.

Dirigió su mirada al pequeño rostro vuelto hacia él, que en aquel momento le estaba sonriendo: notó que la boca se abría más y más, mostrando encías negras y dientes puntiagudos, al tiempo que entre los dorados rizos surgían apéndices como tentáculos fríos y viscosos al tacto, que en ese instante lo rodeaban en un abrazo mortal.

De aquella boca monstruosa surgió una voz inhumana que dijo:

–Cindy ahora no está. ¿Quieres jugar conmigo?


PÁGINA 28 – POESÍA AMERICANA

ARABELLA SALAVERRY

(Sabanilla-San José-Costa Rica)


INTERROGANTES

De cuántas semillas extrañas, distintas, inverosímiles
estamos hechos
De que fuentes se alimenta la conciencia
de cuántas fibras, lunas vacías
mares plenos
impalpables arenas

De qué sobresaltos
Amores
de los trazos de cuántos pinceles
de las heridas de cuáles dolores
de los caminos que recorrimos, de los que soñamos
de las campanas que llenan los rincones
del sordo clamor de los deseos
amasijo de sueños de pasos de miradas de tactos

Disecciones cotidianas pero no suficientes

Somos de tantas cosas
somos de briznas de hierba

De la tierra
De cometas oscuros
De estalactitas deshechas
De ónix, de pluma, de viento´

Por eso podemos izarnos en la proa
Desplegados como los últimos veleros

Por eso podemos levantarnos en cánticos

Navegar contra corriente
Estallar igual que los planetas
estallar igual a las estrellas
dejar regueros de luz a nuestro paso

INGENUIDAD

Pensé que era así de simple:
el que tenga sed
que venga y tome agua

Ya había lavado mis vestidos

Pensé que el árbol de la vida
era mío

Me había despojado de escamas
no tenía piel ni músculo

Pensé que era asunto simplemente
de sumergirse y nadar

Que el mar sería amable
con nuestra condición de peces

No sabía que el segundo ángel vela
ya había transformado el mar en sangre
y era el mar de vidrio y fuego

No sabía tampoco
que el cuarto ángel
derrama paciente
 su copa sobre el sol
y un destino de incendios
nos acecha

REPLICANTES

Se replica en el norte
y es el sur
se replica en el sur y es el norte

Los campos de Michigan
se visten con el mismo traje
que suelen usar los campos de Rosario

La misma extensión infatigable
se extiende más allá de sí misma

Los mismos árboles según la estación
se inventan en símiles colores

En el aire la misma pulsación de luz
dibuja los mismos pañuelos de seda
en el lienzo sin fin del firmamento

Cuál de los dos es espejo
cuál la identidad que se refracta
en el espejo

O será el norte en el sur
el sur en el norte
la réplica donde
se inmolan los sueños

LLUEVEN PÁJAROS

 Llueven pájaros
Azotan las ventanas

Pájaros que son ángeles agobiados

Llueven pájaros
los tejados repiquetean mientras los pájaros
golpean contra el claro de luna

llueven ángeles
que son pájaros
para hablarnos desde el grito  infernal
de su caída

llueven pájaros
saetas
flechas malheridas
llueven pájaros
 habitantes desmesurados de las nubes

Estos pájaros que suelen ser ángeles
lloran este planeta que arderá
quemado por nuestro propio desatino

Estos ángeles que suelen ser pájaros
se llenan la garganta con arena
mientras escupen fuego

Sus palabras son entonces pedernales
nos golpean desde la arremolinada soledad
de la ceguera

EN EL CARIBE

En el Caribe
hay un destino vegetal
en cada cosa

se pierden identidades
se transforman
en la verde identidad de algas, caracolas y cangrejos

Profundidad y verde dimensión del mar

Nos dejamos estar y crecen ramas, hojas,
musgos, lianas, helechos y palmeras

Somos unidad en la  frenética efervescencia de la tierra

Como la arena mineral
sustento de árbol
verde deleite de la vida

Ínfimo y enorme en la dimensión del cosmos

EL NOMBRE

Que es un nombre?
marca en la piel impronta
Un tatuaje en la sal o la máscara 
que te conforma para ser reconocido por el otro?

Qué es el nombre?
Tu identidad
la voz con la que hablas
o solamente un velo que te esconde del otro?

Que es mi nombre?
el nombre de todas las que han sido nombradas
Con el mismo collar de sílabas sonoras
la corona de espinas
o el sello del destino

bordado en  las letras definitivas de este nombre?


CARLOS LÓPEZ DZUR
(Orange County-California-USA)

EL RENACIMIENTO Y EL YO

        «Tu que en medio a la instable marea
donde el hombre sin tregua se agita,
vas de pie, conduciendo la idea,
noble y grande, en tu barca bendita»
José de Jesús Domínguez

¿Ocho crisis, Erik?
Puede que muchas más,
miles, ocho fundamentales que vulneran
el yo y jalan a lo insano; pero se puede  ir
de pie y el cuerpo ser la barca bendita
y la mar una práctica in situ
de tu Doctrina de Defensa.
Todo punto geográfico,
toda región en el mapa existencial
y sicológico, házla sede de aventura.
idea «noble y grande»
de hallar renacimiento y la Virgen
tiene nombre de victoria, dáselo
y rema en pie, busca a Liani,
dále la torre circular
de tus siete fuegos.


LA HEPTADA

Itiba Cuhababa, toma en Tus Manos
el Pene caruquero que desciende
del Sol a las Bellas Aguas
y mételo como anillo de Aralot
en medio de las piernas,
en ese Ahí-de-lo-Sagrado.
Abre, bálano, aniílla,
por anu, por Nut, (s)hupeéteala
que es la Arcaica Novia / Madre /
la que viene cuando se olvidan los dioses
y la humanidad se caga en las tapas
del Elohim del rigen y la voluntad hercúlea
de la Llama en Amazonia..

Itiba Cuhababa, eres la Hestia
y la hostia, saca a los espermajos
por las vías de Nepoya y Suppoya
Haz que se edifique
una canoa y se suba a Bahamas,
a Trinidad y recordemos
que fuimos hermanos / no hijos ajenos /
lucayos / caribes / navegantes
de las Costas Orientales
de Brasil y la Amazonía.

Entonces, Madre Arcaica,
hembra del Origen
para tí es la victoria del espíritu.
Todo lo que el varón quiera conseguir
por tí que lo consiga,
porque sin tí no habrá conquista de ninguna.

En la torre circular póngase
toda la receptividad de la aldea,
su vocación ecuánime,
hazaña de sus valientes,
el fuego encendido perrmanente
y que lo ganado sea por el mérito propio
y en Tu Nombre.





PÁGINA 29 – ENSAYO


RUBÉN VALLE
(Mendoza-Argentina)

EL GHENPÍN PARTIÓ PARA QUEDARSE



Oh piedra llena, llaga hermosa! 
(J. C. Bustriazo Ortiz, 1929-2010) 


En materia de reconocimientos, es una fija que siempre llegamos tarde. La muerte, además de artera, gusta hacer gala de hábil tiempista. Ahora que vino a llevarse a Juan Carlos Bustriazo Ortiz, queda el reparador consuelo de saber que antes de esta partida a sus 80 años, el gran poeta pampeano alcanzó a ver el merecido -aunque tardío- reconocimiento a una obra imponente.

De su ardua producción de algo más de 70 libros, sólo vio publicados apenas seis: “Elegía de la piedra que canta” (1969), “Aura del estilo” (1970), “Unca bermeja” (1984), “Los poemas puelches” (1991), “Quetrales” (1991) y “Libro del Ghenpín” (2004).

El rescate, afectivo y literario, llegó de la mano de poetas como Cristian Aliaga, Andrés Cursaro, Sergio De Matteo y Javier Cófreces, quienes dieron forma a una antología insoslayable para la poesía nacional: “Herejía bermeja”, editada en 2008 por Ediciones en Danza.

En ella hay poemas, muchos poemas, de los libros citados pero también de “Caja amarilla”, “Las Yescas. Canción del enterrado”, “Los decimientos”, “Canción rupestre”, “Las pinturas” y “Hereje bebedor de la noche”. Este último reúne textos leídos por su autor para un CD editado en 2007, trabajo que también contribuyó a acercar a este ex telegrafista y bohemio recitador a los oídos más jóvenes.

Nómada incansable, autodidacta al borde de la erudición, fue un fiel habitante de los bares; un bebedor de brindis siempre agradecido. No hubo peña, bar o patio enfiestado que no escuchara los versos apasionados de este ghenpín (hechicero) que ciertamente no habría desentonado como personaje de Juan Rulfo. “Como un ciego fui con las manos interrogando las paredes”, escribió en “Unca bermeja” el autodenominado “poeta nochernícola”.

Su inclasificable poética unió lo metafísico, el paisaje, la música, la vida en los márgenes, dando como resultado lo que Aliaga sintetiza como “Sistema poético pampeano-surrealista, folclórico universal”.

Más un médium que escribiente de versos, Bustriazo se dejó domar por un lirismo exacerbado que abrevó tanto de lo místico como de lo profano. Se valió de lo regional pero subvirtiéndolo de tal manera que lo que en otros se cristaliza como una simple postal del pago chico en él es un viaje alucinado que otra que el Submarino Amarillo de los Beatles.

Don Juan también tuvo su agitada temporada en el infierno, sus internaciones en un psiquiátrico, su permanente lucha con los demonios del alcohol. De todas salió aferrado a la soga de una palabra candil, un verso alerta y, sobre todo, de la mano de su mujer, Lidia Hernández.

Mal que le pese a la parca iletrada, este juan que se escribía a sí mismo en minúsculas alcanzó a dejar las suficientes pistas de su talento mayúsculo para instalar ya sí, definitivo, su nombre entre los clásicos de la poesía argentina.

Ya no respiro no ya no respiro

Ahogado estoy ahogado melodioso.
(De “En el helado mar, lejos de la muerte”) 



PÁGINA 30 – CUENTO

 PAULINA MOVSICHOF
(Córdoba-Argentina)

MARRAKECH
Son lentas las horas aquí, detrás de la reja. Menos mal que se me permite mirar por la ventana, total son contadas las personas que pasan por esta calle. Y, por otra parte, quién puede tomar en cuenta a una pobre loca. Eso, lo que llaman mi mal, señalándose la cabeza, lo decidieron ellos cuando me negué a seguir hablando y caí en una mudez de la que nada ni nadie me pudo sacar, ni siquiera el nacimiento del Hassan, el hijo primogénito que le di al que ahora es mi marido, Mohamed El-Haddar. Estaba muy orgulloso de mí. Amo a mi hijo, pero algo en mí se rompió cuando lo escuché llorar por vez primera. Desde entonces guardé este obstinado silencio. Mohamed lo puso al cuidado de su madre, Amina. Sólo lo veo muy de vez en cuando. Amina lo trae para que me dé un beso y luego se lo lleva, sin responder a la curiosidad del niño, que me mira y luego, dirigiéndose a ella, le pregunta quién es esa señora. Ni siquiera le han dicho que yo soy su madre. Es que, si bien manejo perfectamente el francés y algo sé de árabe, producto de las enseñanzas, cuando yo era muy chica de mi abuela Zoraida, la libanesa, las palabras para mí murieron desde aquel malhadado día en que Alfredo, mi verdadero marido, mi hija Violeta y yo, decidimos venir a Marrakech.  Me costaba distinguir entre el sueño y la vigilia  mientras paseábamos por las callejuelas sinuosas de la Medinah, los tres siempre juntos pues teníamos miedo de perdernos, o mientras recorríamos esos zuks aromáticos y frescos y llenos de colorido, ese ocre que nos golpeaba la mirada con su hipnótico encantamiento. Allí se expone cuanto se vende y una tienda está al lado de la otra sin solución de continuidad. Se nos iban las horas entrando en aquellos ámbitos penumbrosos y húmedos, regateando con sus dueños lo que nos interesaba llevar: desde una billetera hasta unos aros de plata, desde una alfombra que pensábamos colocar en nuestro lejano living mexicano, hasta aquella pulsera con incrustaciones de nácar que aún llevo puesta, como testimonio de que ese otro tiempo existió y yo no era esta mujer que ahora llaman Zohra. No esperaba sentirme tan intrigada por la Medinah, por la tortuosidad de sus calles y la discreción de sus casas. Advertía aspectos de la gente que me interesaban especialmente: la separación de la vida de hombres y mujeres, el lento ritmo de las relaciones personales: tomar una taza de té podía llevar horas. Tenía la sensación de estar ante un umbral que algún día atravesaría. Una tarde salí sola. La ciudad era un lugar misterioso. Mujeres con velo y túnicas blancas y hombres con capuchas y mantos recorrían en silencio las calles oscuras. En todas partes los pájaros producían en los árboles un alboroto inusitado. En mi recorrido encontré grandes cajones de embalaje, en cuyo interior parpadeaban las luces. No pude contenerme y me detuve a mirar. Vi allí personas que comían y dormían. Era extraño y a la vez curiosamente familiar, como si lo hubiera soñado mucho tiempo atrás. 
  Creo que fue un error de mi parte insistir en que fuéramos a almorzar de nuevo a aquel restaurante, que llamaban El Belvedere de Marrakech. A Violeta y a mí nos gustó el Cuzcuz que nos preparó especialmente la dueña. Nos hicimos amigos casi de inmediato y esa misma tarde nos invitó a su casa. Antes, en la habitación del hotel, dormimos una corta siesta luego de observar la ciudad desde la terraza almenada. Sus casas chatas, los minaretes desde uno de los cuales esa misma mañana me despertó la cantilena de un hombre en la que sólo pude entender la palabra Alá dicha incontables veces y siempre con una tonalidad diferente.
  La casa se componía de varios edificios, todos con una entrada común, que daba a un gran patio embaldosado. Luego de ceremoniosos saludos, nos hicieron pasar a una habitación que tenía una reja que daba a la calle. Allí estábamos, pues, los tres, frente a la mujer, cuya figura adquiría ya la robustez que confiere la edad. Se encontraba también su marido Nur y un hermano. El nombre de éste era Mohamed y pronto, nos dijo la mujer, contraería matrimonio. Mohamed entró a una de las habitaciones y salió acompañado de Zohra, la joven prometida, cuyo parecido conmigo no pasó desapercibido para nosotros. La joven entendía el castellano pero hablaba muy poco. La visita fue corta. Los ojos de Zohra no dejaron de estar fijos en mí en todo ese tiempo. Pero ni el más leve estremecimiento de su rostro delataba lo que pensaba al respecto. Mohamed se ofreció como guía al día siguiente. Nos dijo que nos acompañaría al Melah, el barrio judío. No nos resultó tan atractivo como la Medinah y, antes de caer la tarde,  estábamos regreso. Nos rogó que volviésemos a su casa, alegó que quería mostrarnos algunas de sus pinturas porque, nos lo  confesó el día anterior, pintar era su entretención favorita. Mientras Alfredo y Mohamed se desbarrancaban en una conversación en francés, pedí ir al baño. Solícita, Zohra me guió por un largo corredor al que daban los aposentos. Me pareció extraño encontrarla allí al salir, como si tuviese miedo de que no pudiese realizar sola el camino de vuelta. Todo pasó en un abrir y cerrar de ojos. Zohra se abalanzó sobre mí y, asiéndome del brazo, dijo: "J'aimebeaucoup ton bracelet" y, con suavidad, trató de sacármelo. Mientras me resistía, sentí su perfume dulzón, algo así como pachulí o cassis o incienso o una mezcla de los tres, algo que penetró en mí y me provocó una especie de vahído. Luego no supe más nada. Cuando me desperté, Alfredo, Violeta y ella, Zohra, se habían ido. Y aquí me quedé yo. Mohamed llegó, alertado sin duda por las visitas, de mi desvanecimiento. Fue en vano que llamara a Alfredo y a Violeta, que dijera una y otra vez que yo no soy ella, Zohra, sino Marcela Ferré, argentina y exiliada en México, escritora para más dato. Pero no me creyeron. Cuando me miré en el espejo, yo misma entré en duda. Los ojos que desde allí me observaban tenían el mismo anhelo de los de Zohra, el mismo color de humo de los de la prometida de Mohamed. Pero no pudo sacarme la pulsera. Ésta que aún tengo puesta mientras miro por la ventana detrás de la reja, dejando que las horas pasen interminablemente pues sé que algún día, que cualquiera de estos días ellos, Alfredo y Violeta se darán cuenta de que esa mujer con la que viven no es su esposa ni su madre, Marcela, sino la otra, la usurpadora, ésa que se negó a seguir el destino que su nacimiento le impuso y me robó el mío, me convirtió en esta mujer que ahora soy, la esposa de Mohamed,  esta mujer con las manos atadas y sin velo que mira obstinadamente la calle por si ellos vuelven a pasar por aquí y me reconocen. 


PÁGINA 31 – POESÍA AMERICANA


BYRON JAVIER PICADO MOLINA
(Estelí-Nicaragua)

MENSAJERÍA ENCUBIERTA

A Gabriela Aragón

Me paseo en los versos disparados
desde las hondas lejanías, sin tiempo,
visiones interiores de úteros terrestres
embonados del todo en sincopadas torres aleatorias.

Imaginación invaginada en espesuras,
calientes doctrinas solapadas
en rigores científicos y flamas
de escritoras ardientes contenidas.

Y miro luego existo,
actúo luego existo,
1 no niega a dos
y 2 por 3 son 38,
si la luna está tierna
y se conjuga en los catetos
de traslúcidos sueños.

Los sofismas del tiempo
dibujan algorítmos
soslayando arcoíris…

Estallidos de frutas
en cósmicos orgasmos
de desvaríos tiernos,
sinapsis neuronales sentenciadas a besos
en calipsos dispersos, remolinos,
octógonos vivientes tras las puertas
de púberes sensibles al ocaso.

Los pulpos con hormonas revueltas
se tejen en la luna enmarañada
con cinturas de flores
y nítidos revuelos de nostalgias.

Toneladas de besos en contumaces vientres,
arcaicos senderos profanando la noche
de amantes furtivos en pistilos lascivos
con capullos de chips y osamentas de fuego
en racimos de embrollos solapados.

Enjugo meteoros en ensueños,
calesitas desbordadas en torrentes,
en protestas armadas de esperanzas.

Y es un juego cruel,
las ganas de ser buenos
y morir, a como debe ser,
con la sonrisa desplegada,
Tu en mí y yo en el poema que eres Tu
sin dejar de ser yo,
fuerza de Dios.

EN TRÁNSITO

“Nadie es perfecto”
y “cada loco con su tema”
pero Serrat , Joan Manuel,
salió de la oprimida Barcelona
a su exilio de sueños
y vagabundo en el planeta
vio que el “sur también existe”
y perdió ese camino del oprobio
y plasmo magistral su “soneto a mamá”.

“Para vivir” tranquilo en su morada,
“para piel de manzana”,
con rosa de los vientos
“en sombras de la China”
y con “Miguel Hernández”
cantó “Mediterráneo.”

Perfecto vagabundo
como nadie es perfecto.

Joan Manuel Serrat,
inabarcable trovador,
y aunque todo pasa
y todo queda,
él queda y pasa,
pero ellos,
los opresores,
no pasarán
y mucho menos que se queden.

Siendo así,
“aquellas pequeñas cosas”
nos inspiran y decimos:
Democracia real,
ya.

La patria debe ser más que un papel,
este pequeño globo que habitamos,
Tierra de todos,
simple tránsito.


CONDEGA

Desde los altos cerros: Canta Gallo y El Roble,
Las Cumbres y El Jilguero, te celebro.

Conthecatl, la tierra de alfareros, extinto chorotega resonando,
comilt - tecatl, el pueblo de alfareros en mexicano antiguo.

Te veo afanado produciendo tabaco, café y granos básicos
y entras receloso a la agroindustria y al turismo,
cosas raras de este desarrollo, toxicidades amenazan.

Eres Conthecatl, el tercer municipio en extensión
de los seis que constituyen el Estelí departamento
ya que tienes 370.84 kilómetros cuadrados.

Cuentan que por allá, en 1654,
los piratas ingleses entraron por el río Wangki,
destruyeron y saquearon el poblado de Nueva Segovia
motivando la emigración de pobladores hacia el sur
producto de lo cual se formaron varios pueblos,
entre ellos vos.

Un 9 de Junio de 1962, por Ley legislativa,
fue elevada la Villa al rango de Ciudad.

Veo en tu población afrocaribes rasgos,
los rastros amerindios y de la raza blanca,
las sangres y culturas mestizadas.

Tanta historia perdida Conthecatl
y tantos sueños rotos,
es hora de recordar quién eres
y alcanzar el progreso para todes,
¿no te parece?

RARASLETANÍAS

Díadelambientemundialyeldesordencontinua,
fumarolassurgiendoenmediodelanoche,
terremotosyfuegosprovocandodesastres
huracanes,tornadosymuchoscataclismos.

Protestaspacíficasrediseñandoelsistema
ypredicadoresanunciandoelfindelmundo,
locospresagiosexpresadosrepetitivamente
antegentesordayciegaquenoquieresaber
denadamasquediversiónyderroches.

Mundolocoalbordedelabismo,
escritoresdolidos.


JOSÈ LÒPEZ HURTADO
(Popayàn-Colombia)

TU ME ENSEÑASTE.

"A descifrar en la luna el secreto de tu sonrisa
a descubrir en los niños la magia de tu mirada,
a encontrar en mi el dulce sortilegio de tus besos,
a descubrirme en ti, tierno y amoroso,
a construirte un recóndito santuario
de todos los colores.
Me enseñaste a imaginar tu reflejo
en las aguas cristalinas de los ríos,
a sentir tu calidez a pesar de los
espacios y los tiempos
A entender el nocturnal silencio de los pájaros
y a escuchar la exquisita sinfonía de los vientos
que canta tu nombre.
A entender que todo eso , es amarte,
a eso tu me enseñaste!.

GRACIAS.

Por sentirte,
por respirarte,
por insinuarte en el vuelo mañanero
de las aves,
por descubrirte en todas las sonrisas,
por poder acariciarte en el espacio,
por permitirme hablarte en mi corazón,
por acompañarme en mis sueños,
en mis alegrías, en mis lágrimas
por escribir mi historia.
Por ser la cómplice de mis aciertos.
Gracias, en fin, por existir,
y por iluminar la senda que
me condujo a ti sin retorno .

POR SIEMPRE

Acariciarte con el pensamiento,
respirarte en la distancia cercana
de nuestras almas,
imaginarte inmediata en el mundo
infinito de los sueños,
tocar tus manos, tus pies, tus dedos,
tus anhelos y cabello,
con la intensa fuerza de mis querencias,
es mi destino irrenunciable,
es mi historia nunca dejada de vivir,
por siempre....

TU

Tu la depositaria  perenne de mi amor sereno..
te escogió Dios para sanar mi penas..
te escogí yo para vivir mis sueños...

Tu, la sin par,
la diosa eterna de mis devociones
el diamantino altar de mis creencias ...
Parábola sin término de mi dolor,

cuando no estás!!


PÁGINA 32 – SANTAFESINOS

JOSÉ PEDRONI
(Gálvez-Santa Fe-Argentina) 

CUNA

Haz con tus propias manos
la cuna de tu hijo.
Que tu mujer te vea
cortar el paraíso.

Para colgar del techo,
como en los tiempos idos
que volverán un día.
Hazla como te digo.

Trabajarás de noche.
Que se oiga tu martillo.
"Estás haciendo la cuna"
que diga tu vecino.

Alguna vez la sangre
te manchará el anillo.
Que tu mujer la enjuague.
Que manche su vestido.

Las noches serán blancas,
de columpiado pino.
Harás según el árbol
la cuna de tu niño.

Para que tenga el sueño
en su oquedad de nido.
Para que tenga el ángel
en un oculto grillo.

La obra será tuya.
Verás que no es lo mismo.
Será como tus brazos
la cuna de tu hijo.

Se mecerá con aire.
Te acordarás del pino.
Dirás: "Duerme en mi cuna".
Verás que no es lo mismo.

INDIO

Quien ordenó la carga del arado
ordenaba tu muerte el mismo día.
Ella tuvo lugar junto al Salado
con paloma y calandria, a mano fría.

No te valió tu entrega de venado
frente al duro invasor que te temía.
No te valió tu miel de despojado.
Sólo la dulce espiga te quería.

Descendiente de gringo y su pecado,
por cementerio de tu alfarería,
a lo largo del río voy callado.

La culpa de tu muerte es culpa mía.
Indio, dime que soy tu perdonado
por el trigo inocente que nacía.

MATERNIDAD

 Desde que sé, oh, amiga, que llevas el misterio; 
tu nombre es la caricia de mi semblante serio. 
Del corazón me vienen palabras de alabanza 
y las manos me tiemblan ligeras de esperanza. 
Mis manos, como niños que ríen olvidados, 
después de haber llorado. 

 Mujer: en un silencio que me sabrá a ternura, 
durante nueve lunas crecerá tu cintura; y en el mes de la siega 
tendrás color de espiga, 
vestirás simplemente y andarás con fatiga. 
El hueco de tu almohada tendrá un olor a nido, 
y a vino derramado nuestro mantel tendido. 
Si mi mano te toca, 
tu voz, con vergüenza, se romperá en tu boca 
lo mismo que una copa. 

 El cielo de tus ojos será un cielo nublado. 
Tu cuerpo todo entero, 
como un vaso rajado que pierde un agua limpia. 
Tu mirada un rocío. 
Tu sonrisa la sombra de un pájaro en el río... 
Y un día, un dulce día, quizá un día de fiesta 
para el hombre de pala y la mujer de cesta; 
el día que las madres y las recién casadas 
vienen por los caminos a las misas cantadas; 
el día que la moza luce su cara fresca, 
y el cargador no carga, y el pescador no pesca... 
tal vez el sol deslumbre; 
quizá la luna grata tenga catorce noches y espolvoree plata sobre la paz del monte; 
tal vez en el villaje llueva calladamente;
 quizá yo esté de viaje...

Un día, un dulce día con manso sufrimiento, 
te romperás cargada como una rama al viento, 
y será el regocijo de besarte las manos, 
y de hallar en el hijo tu misma frente simple, 
tu boca, tu mirada, y un poco de mis ojos, 
un poco, casi nada...


PÁGINA 33 – CUENTO

MARTA ORTIZ
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

GATO ENCERRADO

Los ojos de los tíos centellean más preocupados que furiosos en la alta oscuridad sobre baldosas geométricas.
El zaguán es largo y poco ventilado, pero hoy parece interminable. Se respira adrenalina sobre vaho añejo a orín de gato, dulzón y acre, toquecitos secos de aserrín y humedad de pana raída.
-A Félix se lo tragó la tierra; ¿mish, mish? –informan, hacen como que rastrean, un poco al tuntún, agitan nerviosos las manos y los brazos como aspas destacando su palidez en la sombra.
-Mentira –dice Orfelina, tan bajito que los tíos no pescan ni jota –lo escondieron, lo doparon, lo prestaron. Parecen máscaras de talco en la oscuridad, piensa. Juega a medir el tiempo con saltitos cortos y ruidosos; revisa la niña una a una las habitaciones de la casa chorizo.
–Cuatro patas tiene el gato una dos tres cuatro, se escapó, se murió, el minino se extravió -canta.
Para un felino todo piso es campo de algodón y aunque ella estira las orejas no oye más que el tintineo de las pulseras de su tía. Oye también el chasquido del arco invisible que en el aire trazan sus propios saltitos. Detrás, los cuatro ojos incrustados en las caras de talco, vigilan. Restregándose inquietas, las garras al final de los brazos mienten un desasosiego ridículo.
-Minino nones –se resigna Orfelina.
A la niña nadie le pierde pisada. La leyenda dice que siendo más niña aún, decoró la cola de su gato con un moño de elástico. Y la cola se quebró. En su descargo ella declaró que cintas para adornarlo no encontró, que en el costurero había solo elástico, y que entonces blá, blá y blá.
Trascendidos los lindes de su casa, la noticia giró la vuelta al barrio y a la ciudad y aún a las otras ciudades y se presume que al mundo, a juzgar por la conducta de los tíos de Pergamino cada vez que ella viaja con sus padres de visita a esa ciudad.
-Que se lo coman asado, que lo planten en el jardín. ¡No es más que un huevo peludo, minino estúpido y retacón! –bosteza Orfelina.
Se deshace del oscuro abrazo del zaguán como quien se sacude pétalos de lluvia y pelos de Félix.
Digna, promueve el descarado fru-fru de su vestidito de piqué. Rítmica como entró, a saltos de cigüeña, sale a la luz. Piensa en las moras moradas en el baldío, casa por medio: promesa de juego jugoso, la tarde entera con su primo Andrés.


PÁGINA 35 – POESÍA ALLENDE EL MAR


MAHMUD DARWISH
(Birwa-Galilea-Palestina)

POEMA DE BEIRUT

Beirut es testigo de mi corazón.
De sus calles, emigro, y de mí,
colgado en un poema infinito.
Digo: mi fuego no muere... palomas en sus edificios,
paz en sus escombros...
Cierro la ciudad como si fuera un libro
y porto la tierra menuda, como un saco de nubes.
Me despierto y, en la ropa de mi cadáver, me busco. Nos reímos: todavía estamos vivos,
como los gobernantes.
Gracias al periódico que no ha anunciado que yo había
caído allí por descuido... Abro pequeños caminos para el aire, mis pasos y los
amigos pasajeros,
el pérfido panadero y la imagen nueva del mar.
Gracias, Beirut de brumas,
gracias, Beirut de ruinas...
Mi alma se ha roto. Lanzaré mi cadáver para que las
invasiones me vuelvan a matar
y los invasores me entreguen al poema..
. Porto el lenguaje sumiso cual nube
por las aceras de la lectura y la escritura:
"Este mar nos deja sus oídos y sus ojos"
y regresa al mar por el mar.

... Y yo porto la tierra de Canaán, cuyas tumbas se han
disputado los invasores
pero no los narradores.
De una piedra nacerá el Estado de gueto
y de una piedra crearemos el estado de los amantes.

Improviso la despedida.
Las pequeñas ciudades se ahogan en expresiones
similares,
la herida crece sobre la lanza y se alternan en
acompañarme
hasta el fin de este canto...
Desciendo por la escalera que no conduce al refugio ni a
las bodas,
asciendo por la escalera que no conduce al poema...
desvarío un poco para que vengan la lucidez y el
verdugo... Grito: natividad, tortúrame para que grite, natividad... Por las invocaciones, cabalgo hacia Damasco
con la esperanza de tener una visión. Siento vergüenza del eco de las campanas que me llegan
oxidadas,
le grito a Atenas: ¿cómo te puedes derrumbar en nosotros?
Luego, susurro en las tiendas beduinas: mi rostro no está completamente maduro y mis venas
rebosan trigo...
Le pregunto al último islam:
¿en el comienzo fue el petróleo
o la ira?

Deliro. Tal vez parezca extraño a los míos.
Que los poetas se inquieten menos por mi lenguaje
y yo lo limpiaré de ellos y del pasado... No he hallado en las palabras más utilidad que su deseo
de cambiar de autor...

Adiós a lo que veremos
al alba que nos desgarrará dentro de poco,
a una ciudad que nos retornará a otra ciudad
para que se prolonguen nuestro éxodo y nuestra sabiduría. Adiós a las espadas y a las palmeras,
a una paloma que volará de dos corazones consumidos de
pasado,
a un techo de tejas... ¿El combatiente ha venido por allí,
como un obús en la guerra?
¿Su estallido ha roto las tazas de té en el café?

Veo ciudades en papel armado de reyes y uniformes caqui, veo ciudades que coronan a sus conquistadores. Unas veces Oriente es la antítesis de Occidente
y otras es la imagen y la mercancía
de Occidente...
Veo ciudades que coronan a sus conquistadores
y exportan mártires para importar whisky
y las últimas novedades del sexo y la tortura... ¿El combatiente ha venido por allí,
como un obús en la guerra?
¿Su estallido ha roto las tazas de té en el café?
Veo ciudades que cuelgan a sus amantes
en ramas de hierro
y dispersan los nombres al alba...
... Al alba viene el guardián del único ídolo.
¿De quién nos despediremos, salvo de esta cárcel?
¿Qué tienen que perder los prisioneros?

Caminamos hacia una canción lejana,
hacia la libertad inicial
y, por primera vez en la vida, palpamos la belleza del
mundo... Este alba es azul
y el aire es visible y comestible, como los higos...
Ascendemos.
Uno,
tres,
ciento
y mil
en el nombre de un pueblo dormido a estas horas.
Al alba, al alba, concluimos el poema
y ordenamos la confusión en los cajones del alba. Bendita sea la vida. Benditos sean los vivos
sobre la tierra,
no bajo el yugo de los tiranos.
¡Viva la vida!
¡Viva la vida!

Luna sobre Baalbek
y sangre en Beirut.
Dime, preciosa, quién te ha convertido
en una yegua de zafiros,
dime quién te ha arrojado
a dos ríos en un ataúd.
Ojalá tuviera tu corazón
para morir en el momento de mi muerte.

... De un edificio sin sentido a un sentido sin edificios,
hemos encontrado la guerra...
¿Es Beirut un espejo para que lo rompamos y penetremos
en sus fragmentos
o nosotros somos espejos que quiebra el aire?
Ven, soldado, háblame del policía:
¿Has llevado mis flores a la ventana?
¿Has transmitido mi silencio a los que amo y al primer
mártir?
¿Tus muertos han muerto en ti por mí y por el mar
o me han atacado y me han arrancado de la mano de una
mujer
que preparaba el té para mí y la flauta para los
combatientes?

¿La iglesia ha cambiado tras vestir a su obispo con
uniforme militar
o ha cambiado la presa?
¿Ha cambiado la iglesia
o hemos cambiado nosotros?

Las calles nos rodean.
Saca a Beirut de Beirut y repártela entre las ciudades.
El resultado: un espacio para el refugio.
Posa a Beirut en Beirut y sácala de las ciudades.
El resultado: una taberna.
... Caminamos entre explosiones
- ¿Nos acostumbraremos a esta muerte?

- Nos acostumbraremos a la vida y al deseo insaciable. - ¿Conoces a todos los muertos?
- Conozco a los enamorados por sus miradas
y veo a las asesinas satisfechas con sus encantos y sus
ardides.

... ¿Nos inclinaremos para que pase la bomba?
Nos acordamos de los primeros días de la guerra. - ¿Nuestro poema ha sido en vano?
- No, no lo creo.
- Pero entonces, ¿por qué la guerra precede al poema? - Pedimos a la piedra el ritmo pero éste no viene,
y los poetas tienen divinidades antiguas.


Pasa una bomba. Entremos al bar del hotel Commodore. El silencio de Rimbaud me encanta,
al igual que sus cartas en las que habla de África.
- Yo he perdido a Cavafy. - ¿Por qué?
- Me dijo: no te marches de Alejandría buscando otra.
- Yo he encontrado a Kafka dormido bajo mi piel, - adaptado a la túnica de la pesadilla y al policía que
llevamos dentro.
- Libradme de mis manos.
- ¿Qué ves en el horizonte?
- Otro horizonte.
- ¿Conoces a todos los muertos?
- Y a los que nacerán...

Nacerán
bajo los árboles,
nacerán
bajo la lluvia,
nacerán
de las piedras,
nacerán
de estallidos,
nacerán
de espejos,
nacerán
de rincones,
nacerán
de derrotas,
nacerán
de anillos,
nacerán
de capullos,
nacerán
del comienzo,
nacerán
de la narración,
nacerán

sin final.
Nacerán, crecerán y los matarán.
Y nacerán, nacerán, nacerán...

Explica lo siguiente:
Beirut (mar-guerra-tinta-lucro)

El mar: blanco o emplomado, verde en abril,
azul, pero si se enfada, enrojece todos los meses.
El mar: se ha inclinado hacia mi sangre
para ser la imagen de los que amo.

La guerra: destruye nuestra obra de teatro para que la
representemos sin texto ni guión.
La guerra: memoria de los primitivos y de los civilizados.
La guerra: comienza en la sangre.
La guerra: se acaba en el aire.
La guerra: hace un agujero en nuestra sombra para pasar
de una puerta a otra.
La tinta: está destinada a la lengua literal, a los oficiales, a los espectadores de nuestras canciones

y a los que se rinden ante el paisaje del mar triste.
La tinta: hormigas negras o un maestro.
La tinta: nuestro istmo seguro.
El lucro: derivado de la guerra interminable,
desde que nuestros cuerpos se han vestido con el arado,
desde la primera cacería de antílope
hasta la aparición de los socialistas en Asia y en África.

El lucro: nos gobierna,

nos expulsa de los utensilios y de las palabras, roba nuestra carne
y la vende.
Beirut: zocos en el mar,
economía que destruye la producción
para construir restaurantes y hoteles...
un Estado en una calle o en un apartamento,
un café que, como el girasol, torna hacia el sol,
descripción de la migración y de la belleza libre,
paraíso de los minutos,
un asiento en la pluma de un pájaro,
montañas que descienden al mar,
mar que asciende hacia las montañas,
gacela degollada con el ala de un gorrión
y un pueblo que no ama la sombra.
Beirut: calles en los barcos.
Beirut: puerto para la unión de las ciudades.

Se ha vuelto contra nosotros y nos ha abandonado,
dándonos la espalda.
Beirut, traicionará otra nube a los que te miran?
Arquitectura que se amolda a los deseos de las nuevas
castas,
musgo de los días entre el flujo y el reflujo,

desechos que vuelan desde los peldaños hacia el trono,
arquitectura de la descomposición y la composición,
mezcla de caminantes por las aceras precediendo al
terremoto.
Ha girado volviéndonos la espalda.

Su arquitectura, en línea con el mundo, mira hacia el
nuevo mercado
en el que se compra y se vende, sube y baja según el
precio del dólar
y del lingote de oro, que sube y baja según el precio de la
sangre oriental.
No... Beirut es la brújula del combatiente... Llevaremos a los niños al mar para que confíen en
nosotros...
soberano es el rey nuevo
y la voz de Fayruz, repartida equitativamente entre dos
comunidades,
nos guía hacia lo que convierte a los enemigos en una
familia
y a Líbano en una espera entre dos etapas de nuestra
sangrienta historia.

¿El camino se ha estrechado
y de tus pasos nace la senda, compañero?
- Asediado por el mar y los libros sagrados.
- ¿Es nuestro fin?
- No. Persistiremos como las antigüedades, como un- - cráneo coronando los días, persistiremos, - como el aire y la mirada de los mártires, persistiremos...

mezclando la noche con la barricada, esperando lo que ignoramos,
ocultando el mundo árabe en un andrajo llamado unidad,compartiendo la noche:
- Layla no me cree, - pero yo creo a sus pezones cuando se agitan...
ella me seduce por su elegancia al caminar:
caderas de antílope, piernas de gacela, alas de gorrión,
resplandor de vela.
Cada vez que la abrazo, llama a las balas perdidas.
- Soberano es el rey nuevo. - ¿Hasta cuándo nos divertiremos con esta muerte?
- No sé, pero velaremos por un poeta en el recital. - ¿A qué partido pertenece?
- Al partido de la defensa de los bancos extranjeros y del
asalto al parlamento.
- ¿Hasta cuándo se multiplicarán los partidos y
desaparecerán las clases sociales, compañero nocturno?
- No sé.

Pero tal vez te mate o tú me mates a mí
si discrepamos en la definición de la feminidad.
- Ella es la brasa que viene de las piernas, - nos quema.
- Ella es el pecho que respira las olas, - nos ahoga.
- Ella son los ojos que destruyen la génesis del universo.
- Ella es el cuello que se puede beber. - Ella son los labios llamando al astro salado.
- Ella es lo enigmático.
- Ella es lo evidente.
- Te mataré. Mi revólver está preparado. Soberano es el - - rey, - el revólver está preparado.
Beirut, forma para la forma,
geometría de las ruinas...

Miércoles, sábado. La vendedora de anillos.
Barrera de inspección. Un pescador. Riqueza.
Lengua y anarquía. Noche del lunes.
Ellos han subido las escaleras
y se han llevado lo que han podido. Quien no es de los
nuestros
es del bando de los árabes, de su raza. Ganado. Martes. Jueves. Miércoles.
Ellos tomaron noventa guitarras y cantaron
en torno al banquete de asado humano.

Luna sobre Baalbek,
sangre sobre Beirut.
Dime, preciosa, quién te ha convertido
en yegua de zafiros.
dime quién te ha arrojado
a dos ríos en un ataúd.
Ojalá tuviera tu corazón
para morir en el momento de mi muerte.

Hemos incendiado nuestras naves y hemos colgado
nuestros astros en las murallas.
Nosotros, erguidos sobre las líneas de fuego,
proclamamos:
Beirut es una manzana,
el corazón no ríe
y nuestro asedio es un oasis
en un mundo agonizante.
Haremos bailar a la plaza
y casaremos a las lilas.
Hemos incendiado nuestras naves y hemos colgado
nuestros astros en las murallas.
No hemos buscado a los antepasados en los árboles de las
genealogías, no hemos viajado fuera del pan puro y de nuestra ropa de
barro,
no hemos enviado la fotografía de nuestros padres a las
conchas de los lagos antiguos.
No hemos nacido para preguntar: ¿Cómo se ha producido
el paso de lo inorgánico
a lo orgánico?
No hemos nacido para preguntar... hemos nacido sin importar cómo
y nos hemos propagado, como las hormigas por la estera,
luego nos hemos transformado en caballos de tiro... Nosotros, erguidos sobre las líneas de fuego,
hemos quemado nuestras naves y hemos abrazado
nuestros fusiles.
Despertaremos a esta tierra que se ha apoyado en nuestra
sangre.
La despertaremos y, de sus células, extraeremos a nuestros
muertos.
Lavaremos sus cabellos con nuestras lágrimas blancas,
en sus manos, verteremos la leche del alma para que se
despierten
y les rociaremos los párpados con nuestras voces: Levantaos, seres queridos, regresad a casa, volved al viento que, de nuestros costados, ha arrancado el
sur de la tierra,
volved al mar que no recuerda ni a los muertos ni a los
vivos.
Volved de nuevo
porque no hemos seguido en vano vuestras huellas.
Aquí, nuestras naves se han quemado
y no tenemos una tierra, salvo la vuestra, para defender sus
curvas y su trigo.
Os defenderemos del olvido, os protegeremos
con las armas forjadas para nosotros con vuestras manos.
Tejeremos para vosotros con un cráneo
y con una rodilla resbalada
porque no tenemos una tierra, salvo la vuestra, en la que
clavar nuestros pies...
Volved, que nosotros os protegeremos
"aunque seamos inmolados sobre las piedras".
No abandonaremos la plaza del silencio que ha igualado
vuestras manos.
La rescataremos y os rescataremos.
Aquí, nuestras naves se han quemado
y hemos acampado en el viento que, aquí, se ahoga en
vosotros.
Y aunque todos los ejércitos de la tierra escalen este muro
humano,
no abandonaremos la geografía de vuestra sangre.
Aquí, nuestras naves se han quemado. De vosotros... de un brazo que jamás nos abrazará, construiremos nuestro puente en vosotros.
El sol nos ha abrasado,
vuestras cajas torácicas nos han ensangrentado,

vuestros exilios han desgastado nuestras articulaciones
"y aunque seamos inmolados sobre las piedras"
no diremos "sí"
porque de nuestra sangre a nuestra sangre se extienden las
fronteras de la tierra.
De nuestra sangre a nuestra sangre se extiende
el cielo de vuestros ojos y el campo de vuestras manos.
Os llamamos
y el eco responde cual patria.
Os llamamos
y el eco responde cual cuerpo
de cemento.

Nosotros, erguidos sobre las líneas de fuego, proclamamos
que
no abandonaremos la trinchera
mientras dure la noche.
Beirut es para lo absoluto
y nuestros ojos son para la arena.
En el comienzo, no fuimos creados,
en el comienzo fue el verbo
y ahora, en la trinchera,
aparecen los síntomas de la gestación.

Manzana en el mar, mujer de sangre amasada de arcos.
ajedrez de palabras,
resto del alma, llamada de socorro del rocío,
luna quebrada sobre la mastaba de la noche.
Beirut, amatista que grita ardiendo viva en el dorso de
palomas,
sueño que portaremos cuando queramos y colgaremos en nuestros cuellos.
Beirut, azucena de escombros
y primer beso. Panegírico de lilas. Abrigo para el mar y
los muertos,
techo para los astros y las jaimas,
poema de piedra, encuentro de dos alondras ocultas en un
pecho...
Cielo amargo sentado, pensativo, en una piedra,
rosa sonora, Beirut, voz decisiva entre la víctima y el
sable.
Y un niño, perdido en todas las tablas de las leyes
y en los espejos,
que se ha dormido.
(Traducción de María Luisa Prieto)


RODICA GRIGOR 
(Sibiu-Rumania)
Breve antología de la poesía rumana contemporánea

MARIN SORESCU (1936 – 1996)

      Uno de los poetas rumanos más traducidos en diferentes lenguas y muy conocido en el extranjero. Su primer libro de versos, Poeme (Poemas, 1965) lo destaca como uno de los escritores más importantes de su generación. Pero Sorescu prefiere seguir un camino muy diferente y  poco conocido en el contexto de la poesía rumana: el derrotero de la parodia poetica. Su lírica está profundamente dominada por una visión lúdica o irónico-fantástica de la realidad.  Acento muy evidente en poemarios tales como Moartea ceasului (La muerte del reloj, 1966), Tineretea lui Don Quijote (La juventud de Don Quijote, 1968), los cuales le aseguran su prestigio y una gran audiencia. En estos textos, el poeta parece decir, en cada uno de sus versos, que todo puede ser “prise à la legere”, incluso la poesía misma...

ENFERMEDAD

     Doctor, siento algo mortal
     aquí, en la región de mi propio ser.
     me duelen todos los órganos,
     en el día me duele el sol
     y en la  noche la luna y las estrellas.

     Siento una punzada en una  nube del cielo,
     exactamente en la  que hasta entonces no había marcado
     Y me despierto cada amanecer
     con una sensación de invierno.

     En vano he tomado medicinas de todo tipo,
     odio y amo, aprendí a leer
     e incluso leí algunos libros,
     hablé con la gente y pensé,
     fui bueno y guapo…

     Todas esas cosas no han hecho ningún efecto, doctor.
     y he gastado en ellas muchos años.
     creo que un día me enfermé de muerte;
     el día
     que nací


CAPRICHO

     Cada noche
     cuelgo de mis vecinos
     todas las sillas disponibles
     y les leo versos.

     Las sillas son muy receptivas
     a la poesía
     si sabes como colocarlas.

    Por eso
     me conmuevo
     y por algunas horas
     les cuento
     todo lo  bello que ha muerto en mi alma
     mientras avanza el día.

     Nuestros encuentros
     de costumbre son sobrios
     sin fervores
     inútiles.

     En todo caso
     eso significa que cada uno
     ha cumplido su deber
     y que podemos seguir

     nuestro camino.


PÁGINA 36 - CUENTO


ANTONIO DAL MASETTO
(Intra-Italia)

LA FUNCIÓN DEL CUENTISTA

El Bajo, madrugada. En el Bar Verde me encuentro con Tusitala, el moreno tamborilero que hace años supo ser cocinero jefe de una tribu de antropófagos reflexivos, en África.
-Tengo una historia para usted -me dice Tusitala-. Me la relató un misionero que capturamos en la selva, un tal Spencer Holst, tipo curioso, había aprendido el idioma de los gatos y hablaba con ellos como si fueran personas. La cuestión es que ya estaba por tirarlo a la olla (pensaba prepararlo a la cazadora con papas) cuando dijo que quería contarnos una historia. A la gente de aquella tribu le enloquecían los cuentos. Así que suspendimos todo y lo rodeamos para escucharlo.
-Usted tiene la virtud de despertar inmediatamente mi interés, Tusitala -le digo.
-Resulta que en un tiempo el misionero había andado por Bali. Usted sabe que Bali es un lugar maravilloso, siempre es primavera, todo es verde esmeralda, las mujeres son hermosas y andan con los pechos desnudos y adornadas con colgantes de oro, jade y laca púrpura, y se la pasan bailando al compás del gamelán.
-Siempre logra asombrarme con sus conocimientos, Tusitala.
-Me limito a repetir lo narrado por el misionero. El Radja de Klunckung, príncipe y señor del lugar, había sufrido terribles heridas en la cara, hacía muchos años, a raíz de un incendio en el puri, o sea, el palacio. Sus cicatrices fueron cubiertas con maquillajes y pinturas indelebles. Con el tiempo ya nadie se acordaba de cuál era su verdadero rostro. Rodeaban al príncipe siete ayudantes cuyas funciones eran dirigir, administrar y alabar.
-¿Alabar a quién?
-Cada día de la semana, por turno, uno de ellos se quedaba junto al príncipe y se dedicaba a halagarle la vanidad. A esa tarea se la llamaba kupiunga, ceremonia de la alabanza. Los consejeros también se encargaban de organizarle diversiones, proveerle los manjares más exquisitos, las mejores bebidas y las mujeres más hermosas.
-¿Mujeres jóvenes?
-Sin duda. Los agasajos mayores los recibía el Radja durante la Galunga, fiesta que comenzaba al sonar de kulkul, duraba quince días y en la cual participaban todos los súbditos. Imagínese que cada ofrenda medía dos metros de altura y se necesitaban tres hombres para levantarla y colocarla sobre las cabezas de las mujeres, que eran las encargadas de transportarlas.
-¿En qué consistían las ofrendas?
-Todo lo que usted se pueda imaginar.
-Piedras preciosas, telas, artesanías, pájaros embalsamados, trofeos, dinero.
-Dinero, no. Porque las kopong, antiguas monedas con su característico agujero cuadrado en el centro, prácticamente habían desaparecido de circulación. Se decía que, en realidad, todas habían ido a parar al bolsillo de los siete consejeros. Una de sus tareas era analizar las ofrendas y parece que acostumbraban ir quedándose con lo más sustancioso para certificar la calidad. Les correspondía a ellos, por ejemplo, comprobar si las niñas destinadas al Radja eran vírgenes.
-No eran tontos esos tipos.
-Resulta que andaba por ahí un actor de mala muerte, que comía salteado y que un día decidió sustituir al Radja. Durante la Galunga, aprovechando que la guardia se había emborrachado por el exceso de tuak, que es un vino de palma, se introdujo en el puri, clavó un kris en el corazón del Radja, lo arrojó a un pozo profundo, después se maquilló adecuadamente y lo reemplazó. Y así comenzó a gozar de la buena vida: comidas de primera, bellas mujeres, regalos y honores.
-¿Nadie lo descubrió?
-Imposible, por lo de la cara deforme.
-¿Y cuando hablaba?
-El Radja siempre había dicho sólo tonterías, así que el actor simplemente se dedicó a imitarlo. Aunque en realidad este asunto del reemplazo venía ocurriendo con bastante frecuencia. Dos por tres surgía algún ambicioso con ingenio que mataba al falso príncipe de turno. Porque el verdadero había sido asesinado y sustituido hacía muchísimo tiempo, después del accidente del fuego. Así que los que le venían sucediendo eran todos impostores.
-¿Cómo es posible que nadie se diera cuenta?
-Bueno, los siete consejeros si estaban enterados. Sabían de las sustituciones desde el principio.
-¿Y no desenmascaraban a los usurpadores?
-¿Para qué? Ellos, los consejeros, no cambiaban, eran siempre los mismos. La pasaban bárbaro estando donde estaban, digitaban todo y hacían muy buenos negocios. Por lo tanto, como les daba lo mismo quién estuviese en el trono, la cosa siguió así para siempre.
-Lo invito una copa, Tusitala, se la ganó, su relato acaba de iluminarme como una revelación.
-Esa es la función del cuentista, mi amigo.
-Una pregunta: ¿se lo comieron nomás a la cazadora con papas?
-No. Por decisión unánime de la tribu lo dejamos partir y lo despedimos con ovaciones. Ya le dije que a los antropófagos reflexivos les gustaban las buenas historias


CONTRATAPA: ENSAYO

GABRIEL IMPAGLIONE
(Sardegna-Italia)

PROSPECTO DE LA POESÍA

Composición:  
Cada verso contiene 300 Mg. de Futuro; 300 Mg. de Humanidad; Solidaridad, Conocimiento, Imaginación, Memoria: 100Mg. - Las cantidades de: Metáfora, Imágenes, Armonía, Ritmo, Aliteración, Sinestesia y otros ingredientes varían de acuerdo al productor e inclusive se ha observado que pueden modificarse de acuerdo al metabolismo del consumidor.

Indicaciones:
Indicada en todos los casos, para todos los casos y también por si acaso.
Es un eficaz medio de prevención, actúa como vitamínico, rejuvenecedor y calmante. Estimula la concentración y el acto creativo; ayuda a la socialización y a la verdad; es un regenerador de la memoria; aumenta la capacidad humana de apreciación ante la maravilla de la naturaleza; es energizante y aumenta la capacidad de amar; sus efectos pueden tener una duración desde lo inmediato hasta toda la vida.

Contraindicaciones:
Puede generar graves contradicciones en quienes sufran de hipersensibilidad a la libertad; Para personas bellezafóbicas se deben recetar dosis graduales; genera emociones en personas sensibles pero no existe registro de patologías.

Posología:
La dosis diaria puede administrarse generalmente – tanto vía oral como ocular- en una sóla toma después de la cena, pero se aconseja una dosis en cada pausa, durante viajes y en reemplazo de televisión y otras formas adictivas que generan perdida de tiempo y superficialización. 
Los niños y adolescentes deberán iniciar con tres poesías diarias; a los jóvenes y adultos se les recomienda una dosis más fuerte; para las personas de edad avanzada no hay límites en la dosis. No se presentan contraindicaciones.

Presentación:
Se presenta en su forma clásica, con métrica y rima; y en formas libres.
Si bien en tiempos lejanos se presentaba en tablas de arcilla, tal el caso del conocido Gilgamesh, o en jeroglíficos, gracias a Gutemberg comenzó a presentarse en libro y en la actualidad, conforme al desarrollo tecnológico, en formato digital, tanto e-book como páginaweb. También puede encontrarse en trípticos, cuadernos y hojas sueltas de caracter artesanal. Raramente se la encuentra en los diarios. 

Nombre comercial: no tiene


Advertencia: no acepte imitaciones. No todo texto encolumnado es Poesía. Como la poesía es libre y no admite canon, desconfíe de los programas de marketing de los canonizadores. Es un producto de circulación libre, no es necesario ni siquiera consultar con su médico, abogado o asesor de seguros. Recomiéndelo a sus seres queridos.La poesía es un derecho universal y patrimonio de la humanidad. Mantenerlo siempre al alcance de los niños.


Todos los textos, fotografías o ilustraciones que integran el presente número son Copyright de sus respectivos propietarios, como así también, responsabilidad de los mismos las opiniones contenidas en los artículos firmados. Gaceta Literaria solamente procede a reproducirlos atento a su gestión como agente cultural interesado en valorar, difundir y promover las creaciones artísticas de sus contemporáneos.

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