GACETA
LITERARIA Nº 79– Junio de 2013– Año VII – Nº 6
Imágenes:
BEAUTIFUL WORLD
PÁGINA
1 – REFLEXIONES
EDUARDO
GALEANO
(Montevideo-Uruguay)
LOS
EMIGRANTES, AHORA
Desde
siempre, las mariposas y las golondrinas y los flamencos vuelan huyendo del
frío, año tras año, y nadan las ballenas en busca de otra mar y los salmones y
las truchas en busca de sus ríos. Ellos viajan miles de leguas, por los libres
caminos del aire y del agua.
No son libres, en cambio, los caminos del éxodo humano.
En inmensas caravanas, marchan los fugitivos de la vida imposible.
Viajan desde el sur hacia el norte y desde el sol naciente hacia el poniente.
Les han robado su lugar en el mundo. Han sido despojados de sus trabajos y sus tierras. Muchos huyen de las guerras, pero muchos más huyen de los salarios exterminados y de los suelos arrasados.
Los náufragos de la globalización peregrinan inventando caminos, queriendo casa, golpeando puertas: las puertas que se abren, mágicamente, al paso del dinero, se cierran en sus narices. Algunos consiguen colarse. Otros son cadáveres que la mar entrega a las orillas prohibidas, o cuerpos sin nombre que yacen bajo tierra en el otro mundo adonde querían llegar.
Sebastião Salgado los ha fotografiado, en cuarenta países, durante varios años. De su largo trabajo, quedan trescientas imágenes. Y las trescientas imágenes de esta inmensa desventura humana caben, todas, en un segundo. Suma solamente un segundo toda la luz que ha entrado en la cámara, a lo largo de tantas fotografías: apenas una guiñada en los ojos del sol, no más que un instantito en la memoria del tiempo.
No son libres, en cambio, los caminos del éxodo humano.
En inmensas caravanas, marchan los fugitivos de la vida imposible.
Viajan desde el sur hacia el norte y desde el sol naciente hacia el poniente.
Les han robado su lugar en el mundo. Han sido despojados de sus trabajos y sus tierras. Muchos huyen de las guerras, pero muchos más huyen de los salarios exterminados y de los suelos arrasados.
Los náufragos de la globalización peregrinan inventando caminos, queriendo casa, golpeando puertas: las puertas que se abren, mágicamente, al paso del dinero, se cierran en sus narices. Algunos consiguen colarse. Otros son cadáveres que la mar entrega a las orillas prohibidas, o cuerpos sin nombre que yacen bajo tierra en el otro mundo adonde querían llegar.
Sebastião Salgado los ha fotografiado, en cuarenta países, durante varios años. De su largo trabajo, quedan trescientas imágenes. Y las trescientas imágenes de esta inmensa desventura humana caben, todas, en un segundo. Suma solamente un segundo toda la luz que ha entrado en la cámara, a lo largo de tantas fotografías: apenas una guiñada en los ojos del sol, no más que un instantito en la memoria del tiempo.
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2 – CUENTO
MARTA
DÍAZ PETENATTI
LO
VI PASAR
Hoy lo vi pasar. Mis ojos se aferraron a los suyos de una manera tan poderosa que no podían desprenderse.
Él también me miró, pero su mirada fue diferente, hablaba, decía palabras que sólo mi corazón sabía descifrar.
El tiempo se hizo pasado y el futuro se borró.
El presente era etéreo, angelical; campanas sonaban en mis oídos, mis brazos acariciaban el soplo tibio del verano, mi cabello se llenaba de estrellas, mis manos florecían transformadas en nardos que inundaban el aire con aromas profundos y dulzones.
Y ahí estaba, mirándome, llenando todos los espacios con su presencia, con sus formas, con esa mirada que me contaba de sus días en soledad.
Inconscientemente comenzamos a acercarnos, nos separaban sólo metros para que nuestros cuerpos pudieran tocarse y reconocerse aún más, pero alguien lo llamó, nombrándolo y diciéndole que la ayude con el maletín.
En ese momento sentí que el mundo era absorbido literalmente por un embudo oscuro que se llevó miradas, sensaciones, pensamientos, añoranzas, recuerdos, pasado, presente y futuro.
Es por eso que digo que hoy lo vi pasar, sólo eso: pasar.
Hoy lo vi pasar. Mis ojos se aferraron a los suyos de una manera tan poderosa que no podían desprenderse.
Él también me miró, pero su mirada fue diferente, hablaba, decía palabras que sólo mi corazón sabía descifrar.
El tiempo se hizo pasado y el futuro se borró.
El presente era etéreo, angelical; campanas sonaban en mis oídos, mis brazos acariciaban el soplo tibio del verano, mi cabello se llenaba de estrellas, mis manos florecían transformadas en nardos que inundaban el aire con aromas profundos y dulzones.
Y ahí estaba, mirándome, llenando todos los espacios con su presencia, con sus formas, con esa mirada que me contaba de sus días en soledad.
Inconscientemente comenzamos a acercarnos, nos separaban sólo metros para que nuestros cuerpos pudieran tocarse y reconocerse aún más, pero alguien lo llamó, nombrándolo y diciéndole que la ayude con el maletín.
En ese momento sentí que el mundo era absorbido literalmente por un embudo oscuro que se llevó miradas, sensaciones, pensamientos, añoranzas, recuerdos, pasado, presente y futuro.
Es por eso que digo que hoy lo vi pasar, sólo eso: pasar.
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3 – NUESTRA POESÍA
MIRYAM
COLOMBOTTO DE SEIA
(Gálvez-Santa
Fe-Argentina)
BOCETO
DE INCERTIDUMBRES
Me despertó una lluvia breve,
indecisa. Apenas agasajó la noche.
También mi vigilia fue breve
pero alcanzó para recordar el Copahue
amenazando infiernos
con miles de almas en suspenso.
El latido en mis sienes
fue un tambor líquido
que golpeó rítmicamente
hasta alcanzar el sueño
(ese sitio que puede ser territorio
de inquietudes no resueltas...)
Hoy no es día gris ni opaco
sorprende tanta luz, entibia
la mañana bajo el plumón del sol
y en la suma de tantas
realidades indefensas
se fatigan mis preguntas...
inútilmente hambrientas.
Me despertó una lluvia breve,
indecisa. Apenas agasajó la noche.
También mi vigilia fue breve
pero alcanzó para recordar el Copahue
amenazando infiernos
con miles de almas en suspenso.
El latido en mis sienes
fue un tambor líquido
que golpeó rítmicamente
hasta alcanzar el sueño
(ese sitio que puede ser territorio
de inquietudes no resueltas...)
Hoy no es día gris ni opaco
sorprende tanta luz, entibia
la mañana bajo el plumón del sol
y en la suma de tantas
realidades indefensas
se fatigan mis preguntas...
inútilmente hambrientas.
ACCIONES
DEL ÁNGELUS
El sol declina, sus rayos
perforan en oblicuo nubes espesas
y tocan la tierra.
Presagios de ángel refleja
el azogue del aire, trae
señales a esta parte del suelo.
Esa luz cruzada palpa
los rasgos del atardecer,
suaviza las calles su hálito
y el campo se vuelve a sí mismo
verde y concentrado…
su piedad me alcanza.
Danza el ángelus
en el paisaje secreto del alma,
urde lento despliegue de signos
que insumisa, puedo no advertir.
Mientras mi ánimo forcejea
con lentos crepúsculos...
El llega como epílogo del día
reiterando su perdón en luz.
El sol declina, sus rayos
perforan en oblicuo nubes espesas
y tocan la tierra.
Presagios de ángel refleja
el azogue del aire, trae
señales a esta parte del suelo.
Esa luz cruzada palpa
los rasgos del atardecer,
suaviza las calles su hálito
y el campo se vuelve a sí mismo
verde y concentrado…
su piedad me alcanza.
Danza el ángelus
en el paisaje secreto del alma,
urde lento despliegue de signos
que insumisa, puedo no advertir.
Mientras mi ánimo forcejea
con lentos crepúsculos...
El llega como epílogo del día
reiterando su perdón en luz.
TIEMPO
DE SOLEDAD
Por mi nuca desciende la soledad entera.
Reconoce la espalda que una vez, supo
que el mundo entero sucedía dentro.
Me queda un tiempo de cristal.
Y un miedo que viene de lejos
y ahora se ha puesto a la par.
Por mi nuca desciende en un lento arpegio.
Y esta permanencia azul de sentirme viva
me enseña una forma distinta de mirar.
(Fuera de mí, todo sigue igual.
El reloj, en su sitio; la mesa; el pan
y el beso; en su lugar).
Por mi nuca desciende la soledad entera.
Reconoce la espalda que una vez, supo
que el mundo entero sucedía dentro.
Me queda un tiempo de cristal.
Y un miedo que viene de lejos
y ahora se ha puesto a la par.
Por mi nuca desciende en un lento arpegio.
Y esta permanencia azul de sentirme viva
me enseña una forma distinta de mirar.
(Fuera de mí, todo sigue igual.
El reloj, en su sitio; la mesa; el pan
y el beso; en su lugar).
ARIEL
GIACARDI
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
NI
UNA SOLA RAZÓN
Islas
Malvinas, abril de 1982
La
letanía roja de las balas,
la
metralla glacial de la ventisca,
el
zumbido plural de los misiles
y
un cielo de relámpagos.
Estaba
frente a mí, lunado el rostro,
hincado
en el dolor pero sin súplicas,
orgulloso
y agónico
como
el sol cuando cae
sobre
el ardiente lecho del ocaso.
No
supe qué preguntas el acero
de
tus ojos me hacía,
ni
comprendí el idioma que alentaba
en
tus temblores últimos, soldado.
Yo
tampoco sabía cuál designio
nos
congregó en las mismas emboscadas,
igualados
por yermas
latitudes
incógnitas,
ni
quién nos puso el odio entre los brazos.
En
tu país, una mujer de hierro
buscando
perpetuarse, y en el mío
los
testaferros dóciles del águila
con
sus puños mesiánicos.
Estaba
frente a mí, como un reguero
de
sangre única, total y anónima,
y
dejé de apuntar a su inocencia
sumergida
en el fango.
Me
volví y caminé pausadamente
hacia
el fragor que me pertenecía.
No
había en los anales del desquicio
ni
una sola razón para matarlo.
INFUSIÓN
DE NUBE
Hoy
el ministro ha dicho que la vida,
amigos,
que la vida
cuesta
cada vez menos
y
nosotros
que
la vemos pasar cada mañana
con
una cinta azul en su cabello
y
una falda brevísima,
nosotros
que la vemos desde el fondo
de
nuestro corazón subarrendado
donde
el amor también es un remiendo,
y
no a través de un álgebra marchita
que
repite sus pulcros logaritmos,
sus
índices enfermos;
nosotros
que la vemos despeinarse
hebra
por hebra, lágrima por lágrima,
desde
el ojo nutricio de los cuencos
y
no desde la asepsia
de
un vigésimo piso
donde
todo sucede como un eco,
nosotros
que entendemos su lenguaje
de
pura maravilla derrumbada,
su
número de piedra indivisible,
nosotros
sí sabemos
en
cuánto escaparate está la vida
y
cuál es su valor
y cuál su precio;
la
compras al anciano ambulatorio
que
la diluye en llanto al dos por ciento;
la
compras por monedas en la esquina
de
un madrugón oscuro y sin escarchas
con
rodajas de luna sobre el sexo,
o
a tanto mercader como paloma
que
volara celestes hospitales
con
sus alas a sueldo;
o
al niño que en sus manos de limosna
aprieta
los conjuros vergonzosos
de
un hambre combatiente,
de
pesadillas largas,
sin trincheras
ni
bastiones de pan amanecido
por
las grietas del tiempo.
Entonces,
no es noticia
que
nos han devaluado la esperanza
y
establecido turbias hipotecas
sobre
cada fracción de nuestros sueños;
que
a la vida le han puesto cuatro cifras
y
un punto decimal
por lo que fuera,
nosotros
sí sabemos,
porque,
a veces, total y naufragada,
la
encontramos inscripta en el cansancio,
adherida
al reverso de la noche
con
un nudo de sombras en el cuello
y
le arrojamos agua milagrosa
sobre
la curva leve de los párpados
y
en la rosa febril de sus mejillas
concebimos
un beso,
y
le damos jarabe de luciérnagas
y
una infusión de nube
y la arropamos…
Porque,
a pesar de todo, algunas veces,
se
nos muere de frío y de silencio.
Entonces,
que el ministro no nos diga
cuánto
vale la vida,
cuánto cuesta
ni
en dónde se refugia cuando el mundo
establece
su cólera de abismo,
que nosotros…
nosotros
sí sabemos.
A
VECES NO ALCANZA
Argentina,
1976
Yo
recuerdo una muerte igualitaria,
una
muerte de sálvese quien pueda,
una
muerte de bomba por las dudas,
para
echarte de menos.
Yo
recuerdo los días maniatados
cuando
cada noticia era un derrumbe
y
andaba la sospecha merodeando
en
todas las esquinas, como un perro,
y
la patria sangraba por los ojos
y
por los sindicatos, por los sótanos
y
llovían esquirlas y consignas
y
llovían los muertos
y
no era napalm pero dolía
porque
a veces no alcanza la inocencia
ni
quedarse en la orilla
ni
aducir el silencio;
la
inquietud anunciaba sus trincheras
y
mi madre
decía
subversivo
como
quien
dice
es mi última palabra
o
no tiene remedio.
Y
es obvio que en alguna desmemoria
se
nos perdió una gota de semántica
ya
que tampoco entonces me explicaron
por
qué la subversión era una alquimia,
una
reacción tan poco convincente,
una
bala en la frente de tu miedo;
aunque
de todos modos, nadie tuvo
tiempo
siquiera para ser explícito,
para
darme una pista, un cabo suelto.
Menos
mal que a las pocas disidencias
llegaron
los profetas del exilio
con
sus hachas de fuego
y
dieron otro nombre al holocausto
y
amputaron un brazo a la justicia
(por
supuesto el izquierdo)
y
con un habeas corpus se limpiaron
la
suela de sus botas, menos mal,
menos
mal que vinieron,
así
la subversión y su vergüenza
se
fueron yendo, entre otras acepciones,
de
la mano de otros ultraísmos
y
ahora no sabemos
en
qué estallido terminó el espanto
y
en qué tortura comenzó el infierno.
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4 – ENSAYO
MIGUEL
ANGEL GAVILÁN
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
HALLIWELL
Y ORTON
Halliwell,
el calvo, aclaró en su nota de suicidio que todo se entendería cuando leyeran
los Diarios personales de Joe. Y agregó:
“especialmente la última parte”.
Varias
casualidades, quizás trascendentes, tuvieron que coincidir para que una mañana
los cuerpos fueran encontrados tan perdidos en la muerte como en un sueño.
Por
empezar la Reina Isabel II había sido coronada en la abadía de Westminster, los
Beatles estaban creciendo bien y le habían pedido a Joe la redacción del guión
de uno de sus videos, y Marruecos, donde los jóvenes se entregaban por monedas,
los había sorprendido con su gratitud de patria libre de prejuicios.
Sin
embargo, uno de ellos tenía el talento y el otro la furia. Uno, la debilidad
por los subterráneos y las camperas de cuero y el otro, una calvicie innumerable
que espantaba a cualquier levante de Piccadilly Circus. Mientras Joe se burlaba
de la rigidez inglesa robando libros en bibliotecas públicas, Halliwell
reprochaba que todos los triunfos de Orton se los debía a él, que él los había
hecho posibles al regalarle una lapicera para que borroneara chistes negros en
su almohada.
Como
siempre cuando hay una verdad que sostiene la desdicha, ambos compartían razón
sin tenerla del todo. Porque Halliwell, le enseñó a Joe a dejar fluir la ira
sobre el papel, sin ahogarla, que fuera un cerco de crueldad en la figura de
los personajes, como darle un beso a la nada. Joe, por su parte, convenció al
calvo que el amor también estaba en las esquinas, que la promiscuidad era una
forma de decirle “vení, acá te espero, esto soy para vos, este es el cuerpo que
te servirá de momentánea guarida”.
Se
amaron. Pero los barbitúricos habían machacado tanto ese amor que, por horas,
se desconocían y el calvo se enojaba de su fracaso como escritor, alucinando
con la brillantez del otro que, ya fastidiado, le proponía darse un tiempo.
Esa
unión era brusca. Pero ¿quién puede encontrar ternezas en el Sr. Sloane, un
personaje triste que calla el deseo? ¿Quién puede encontrar una lágrima en la
ironía de darle la dentadura postiza de su madre a un actor para que la usara
en escena? ¿Quién puede valorar el jugo de uvas sobre una nota de despedida?
“No
se preocupe. Ahora me siento bien. Mañana a la mañana iré a ver al doctor” comentó el calvo con su siquiatra, empuñando
el tubo del teléfono como si fuera un martillo.
Los
encontraron juntos. Joe Orton, con la cabeza rota a golpes. El hermoso mediocre
de Halliwell, con los ojos perdidos en la suavidad de lo que estuvo.
P.D:
Recomiendo muy especialmente la película “Susurros en tus oídos” donde se
cuenta de manera impecable esta historia.
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5 – CUENTO
ÁNGEL
BALZARINO
(Rafaela-Santa
Fe-Argentina)
UNA
COMPAÑÍA PARA ARTURO DOMEC
-¡Basta! ¡Se terminó!
Sin
duda nunca podremos olvidarnos del estado reflejado por Corina -el cuerpo en extrema
laxitud, una mueca amarga el rostro, los ojos plenos de ardor- cuando nos dio la noticia, inesperada y
desconcertante, que no sólo desvanecía la fogosa etapa de elaborar planes, hundirse en luminosos sueños, alentar
la esperanza de acabar con su ya pertinaz soltería, sino también nos inculcaba
una feroz acusación por haberla ilusionado en recuperar al hombre que, once
años atrás, consideró su único y desbordante amor.
Con ese desenlace -el peor, el que
jamás podría haber imaginado, repetía
ella, desconsolada-, terminaron nuestras arduas tratativas por conseguir una
compañía para Arturo Domec. Impulsados por una mezcla de compasión y
solidaridad, varios amigos nos unimos -luego que Mabel, al abandonarlo en forma
imprevista y por alguna causa que nunca logramos descifrar- en el propósito de
evadirlo del pozo de tristeza y abatimiento que, al clamor obsesivo de no sé ni
puedo vivir solo, él fue cayendo.
La primera candidata que surgió casi
naturalmente fue Zulma Milanessi. Viuda desde hacía años, sobrellevaba un
estado de apatía y desolación que provocaba en el barrio comentarios en los que
prevalecía algo de piedad, afecto y el íntimo anhelo de ayudarla. Fernanda se
ofreció de inmediato para hablarle y demostrarle lo agradable y conveniente que
iba a resultarle conocer a Arturo Domec. De manera que, a lo largo de una
semana, mientras nosotros -Rodrigo, el matrimonio Herrera, Silvia y yo- nos
dedicábamos a instruir a Arturo con todos los detalles para lograr una rápida
conquista, Fernanda orientó a Zulma
Milanessi en la compra de la ropa que le daría un aspecto más vivaz y
atractivo, en el modo de cortarse el pelo y embellecer la cara, en preparar la
casa para que el encuentro resultara
cómodo y, sobre todo, plenamente feliz.
El
propio Arturo se encargó de relatar el episodio. A la mañana siguiente, cuando
nos reunimos en el bar de costumbre para tomar un café. Nos bastó observarlo
demacrado, con signos de sueño y vestido con inusual desaliño, ya que la
pulcritud y el esmero en cada detalle eran distintivos de su personalidad, para comprender que las cosas no habían
salido demasiado bien. Advertimos también, por el acero de la mirada y la
aspereza con que pronunciaba cada palabra, un claro reproche hacia nosotros por
haberlo precipitado al encuentro de una mujer con la que jamás podría
congeniar. Luego de las obvias palabras de presentación, la entrega del ramo de
rosas y la sonrisa de agradecimiento, habían marchado hacia el comedor, donde
se sentaron en un amplio sofá. Entonces se me echó encima como una loca.
Incontrolable. Nos vimos obligados a
mantener un semblante adusto, que reflejara una actitud comprensiva y
solidaria, luchando por reprimir una carcajada, tal vez no tanto por el aire
cómico generado por la voz casi en falsete y el aparatoso movimiento de los
brazos con que él procuró manifestar su estado de furia y asco, sino más bien
por imaginarlo en una postura tiesa, de pleno desconcierto, ante la recia
embestida de la mujer.
Aunque
cualquiera se hubiera sentido halagado por suscitar semejante atracción -algo bastante lógico y previsible por parte
de ella, pues sobrellevaba muchos años
de soledad y expectativas frustradas-, para Arturo Domec tuvo el carácter de
una afrenta oprobiosa. La boca parecía un aro de fuego. Y eso -el exceso de
rouge que sin duda aumentó el volumen de los labios hasta deformarlos-, tal vez
más que las turgencias que desbordaban el vestido demasiado ajustado y el
movimiento de los brazos para atraparlo, llegó a transformarse en una amenaza o
un peligro inesperado que lo inmovilizó. Por ser incapaz de eludir tal asedio,
debido a la conmoción provocada por la mezcla de sorpresa e indignación, ella
pudo dar rienda suelta al postergado anhelo de abrazar y besar a un hombre. Sin
control, con un frenesí que sin duda obedecía al prolongado período de soledad
y desolación y, mientras lo abrazaba con desusado vigor, comenzó a besarlo,
frenética e insaciable. Tal vez la escena no llegó a insumir más que unos
segundos, pues él, dominado por una
dosis de repudio y asco más que de sorpresa, tuvo una reacción intempestiva al
apartarla con bastante violencia y, ya libre, sin atender a las palabras con
que ella pretendió detenerlo o disculparse, buscó ansioso la puerta de calle.
Me manchó toda la camisa. Creo que jamás
sufrí algo tan horrible y bochornoso.
Quedamos
consternados porque nos costó admitir que, pese al halago y el beneplácito que
sin duda generaban provocar tan fuerte atracción, él hubiera dejado frustrar
esa oportunidad por un detalle menor, casi irrisorio. Pero, como único
justificativo, conociendo su obsesión por la limpieza y, sobre todo, por estar
siempre vestido de manera pulcra e impecable, sin duda la actitud de ella había
constituido una afrenta y la peor señal para lograr cierta afinidad y
acercamiento.
Necesita
una persona que lo comprenda y, especialmente, que le tenga paciencia y sepa
aceptar algunas cosas raras que tiene él, opinó Rodrigo, dándonos la sensación
de que habíamos llegado a un punto crucial, casi irresoluto, de la empresa en
la que estábamos embarcados. Tal vez la persona indicada sea la doctora
Olivaris, coincidieron los Herrera, al considerar que la psicóloga, no sólo por
estar sola y ser muy atractiva, sino también por haberlos salvado de la ruptura
matrimonial, tenía la delicadeza y capacidad para establecer una relación
armónica con Arturo. Contagiados por el entusiasmo de los Herrera, aprobamos
llevar a cabo esa nueva prueba. Con rapidez efectuamos los preparativos para
concretar un encuentro. Les reservamos una mesa en un comedor, pues creímos que
una cena íntima, degustando un buen vino, sería el mejor modo para conocerse y
lograr tal vez una mutua afinidad. Toda la esperanza cifrada en la noche de la
reunión se desvaneció abruptamente. Al día siguiente, por los Herrera, conocimos el parecer amargo y
desalentador de la doctora Olivaris:
-Fueron
dos horas bastante desconcertantes. El desgano para intercambiar unas palabras,
la actitud abstraída, como si no le
importara nada de lo que ocurría a su alrededor. Quise lograr una comunicación,
pero no alcancé más que a darle una caricia. Creo que tuvo intención de
golpearme cuando quise besarlo. Más que la compañía de una mujer, lo que
necesita es urgente asistencia psicológica.
Creímos
llegar a un punto crucial. Impotentes y desorientados. La obra que nos habíamos
propuesto pareció estar condenada al fracaso y de pronto nos aplastó el
desánimo, sin el menor hálito del fervor y la intención con que pretendimos
desterrarlo de la soledad. Sólo Silvia se negó a bajar los brazos y trató de
contagiarnos una sorpresiva euforia al esgrimir una nueva oportunidad:
-¡Corina!
La primera novia. Creo que sigue amándolo y sería capaz de perdonarle todo
con tal de recuperarlo.
Las
frustraciones anteriores nos hicieron desconfiar de esa alternativa, pero el
entusiasmo de Silvia y, sobre todo, la mezcla de júbilo y gratitud que demostró
Corina al integrarse de inmediato a nuestro grupo, participando en los partidos
de tenis, la visión de una película, las habituales dos cenas por semana, con
el beneplácito de estar de nuevo cerca de Arturo. Nosotros también, poco a
poco, logramos transformar el escepticismo en alivio al observar el modo como
ellos llegaban a mirarse, hablar, compartir alguna sonrisa. Y creyendo que ya
todo se encauzaba de acuerdo con lo planeado, los dejamos solos, seguros de que
él había encontrado al fin la compañía deseada.
Bastó
algo más de dos semanas para comprobar nuestra equivocación. Corina, fluctuando
entre el dolor y la perplejidad, la impotencia y un furor que parecía crecer a
cada segundo, nos reveló el desarrollo de esos días en los que, luego de
algunos encuentros en un bar y paseos por la ciudad, comenzaron a tomar como un
hábito almorzar y cenar en la casa de ella. Aunque el hermano de Corina
participada de esos momentos, no llegó a constituir una molestia sino que, más
bien, pareció contribuir a crear un clima de calidez y grato comunicación.
-Creí
que podríamos formar una hermosa familia -la desazón y el furor quebraron la
voz de Corina, como si luchara por armar cada palabra-. Pero yo no estaba en
los planes de él. Simplemente me utilizó como un instrumento.
Y
de inmediato compartimos la sensación de Corina al quedar abruptamente develada
la verdadera compañía que buscaba Arturo. Porque todos -Fernanda, Rodrigo, el matrimonio Herrera, Silvia y yo-
consideramos que el loable propósito de evadirlo de la soledad se transformó en
una burla cruel, despiadada, que nos dejó sin aliento, como a Corina la noche
en que, llevando una bandeja con tres pocillos de café, penetró en el comedor y
descubrió que ellos, su hermano y Arturo Domec, estaban recostados en el enorme
sofá, abrazados y besándose.
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6 – NUESTRA POESÍA
MARIA BEATRIZ BOLSI
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
TIERRA
Y ESTRELLA
Me sostiene este día
con sus amplias ventanas
este día casual
inalterable.
Me sostiene las manos
de pájaros dormidos
como riendas de luna sujetan la marea.
En los suaves silencios
en las encrucijadas
allí donde la tarde me presenta sus muros.
En el exacto punto donde el viento
se vuelve torbellino.
Me sostiene de perfil, con su abrazo
descubriendo palabras en islotes
de sueño
buscándome en el plano del agua
de mapas memoriosos,
invisibles.
Me sostiene
encendiendo la esperanza
cuando camino desnuda de horizontes
en los tensos repiques del insomnio
cielo triste de invierno sin vuelo
de gaviotas.
Y me sostiene aún
cuando se acorta el plazo
de pintar la alegría en altos miradores
o de vestir con hebras de la noche
las pequeñas terrazas de la ciudad desnuda.
Cada día,
incansable
para hacer el milagro.
Pulso de estrella y tierra que me afirma.
De raíz y lumbre
el gesto.
Me sostiene tu amor.
LOS OTROS MATICES
La ancha ciudad
domina
los matices del gris.
Ese gris blanquecino de la niebla
que agrieta los tejados
y silencia los pasos en el alba.
O este gris ceniciento
de la mansedumbre
que llovizna en los ojos
como oscura carcaza,
este gris de fingida indiferencia
necesario
cada día
para cruzar el asfalto.
Yo me quedé tendida muchas veces
sin ansias ni armaduras
sin avaricia de sueños ni defensas
tendida
para esperar la luz
por el camino del viento,
para ser, quizá, la primera huésped
de la simiente del sol.
Esta mañana
avanzó sin premura
tan igual a las otras
tan gris de bronca y escasa de redaños.
Una vulnerable oscilación del péndulo
confinó las comarcas de los grises
sacó pañuelos y cuerdas de guitarra
de la húmeda raíz
de la memoria
y en impensable recompensa
recibí -lánguido viento de latitudes del naufragio-
con la voz en la grupa,
la franca libertad
de otros matices.
IMPREVISTA CRIATURA
Me sostiene este día
con sus amplias ventanas
este día casual
inalterable.
Me sostiene las manos
de pájaros dormidos
como riendas de luna sujetan la marea.
En los suaves silencios
en las encrucijadas
allí donde la tarde me presenta sus muros.
En el exacto punto donde el viento
se vuelve torbellino.
Me sostiene de perfil, con su abrazo
descubriendo palabras en islotes
de sueño
buscándome en el plano del agua
de mapas memoriosos,
invisibles.
Me sostiene
encendiendo la esperanza
cuando camino desnuda de horizontes
en los tensos repiques del insomnio
cielo triste de invierno sin vuelo
de gaviotas.
Y me sostiene aún
cuando se acorta el plazo
de pintar la alegría en altos miradores
o de vestir con hebras de la noche
las pequeñas terrazas de la ciudad desnuda.
Cada día,
incansable
para hacer el milagro.
Pulso de estrella y tierra que me afirma.
De raíz y lumbre
el gesto.
Me sostiene tu amor.
LOS OTROS MATICES
La ancha ciudad
domina
los matices del gris.
Ese gris blanquecino de la niebla
que agrieta los tejados
y silencia los pasos en el alba.
O este gris ceniciento
de la mansedumbre
que llovizna en los ojos
como oscura carcaza,
este gris de fingida indiferencia
necesario
cada día
para cruzar el asfalto.
Yo me quedé tendida muchas veces
sin ansias ni armaduras
sin avaricia de sueños ni defensas
tendida
para esperar la luz
por el camino del viento,
para ser, quizá, la primera huésped
de la simiente del sol.
Esta mañana
avanzó sin premura
tan igual a las otras
tan gris de bronca y escasa de redaños.
Una vulnerable oscilación del péndulo
confinó las comarcas de los grises
sacó pañuelos y cuerdas de guitarra
de la húmeda raíz
de la memoria
y en impensable recompensa
recibí -lánguido viento de latitudes del naufragio-
con la voz en la grupa,
la franca libertad
de otros matices.
IMPREVISTA CRIATURA
Poesía: “imprevista criatura, breve como el relámpago”.
(Octavio Paz)
Le suelto mi cabello a la esperanza
brotan semillas
y van cubriendo
las manos de la brisa
y es una inmensa luz
que se resbala
este poema abierto en el espacio.
Pentagrama de soles
despierta
con notas atrevidas
los pliegues de mi falda.
Va por mi cuerpo como agua de cascada
como aroma de antaño
como una piedra virgen que hace estallar las manos
como una chispa de árbol
doblándose de incendio...
Tambor en el pecho
que combate en los labios.
Si se rompe en fragmentos diminutos
cada nube en azul
cada vuelo que se tensa en un himno
cada piedra rodando
y repartida
al otro lado de la calle clara
esparce en abanico
los cielos imprevistos
de un poema.
RUBÉN
VEDOVALDI
(Capitán
Bermúdez-Santa Fe-Argentina)
CRISIS
DE AMOR HUMANO
cada miga de peste
que se moja en la lágrima del hambre
y el excluído traga con amarga saliva
y sangre mala;
cada mendrugo de cielo que se pierde
en pestañas de ciego
cada sueño que se pudre
en venas que revientan por sobredosis
cada neurona que asesina el paco
cada éxtasis tóxico
cada epidemia de mercaditis aguda
cada rebrote del absurdo obliga
a mudar de asunto poético
basta de turismo vip en la luna de Valencia
basta de comprar lo viejo con otra etiqueta
la vida nueva no viene por telecompras;
el hombre nuevo no está a la venta en el mercado.
cada miga de peste
que se moja en la lágrima del hambre
y el excluído traga con amarga saliva
y sangre mala;
cada mendrugo de cielo que se pierde
en pestañas de ciego
cada sueño que se pudre
en venas que revientan por sobredosis
cada neurona que asesina el paco
cada éxtasis tóxico
cada epidemia de mercaditis aguda
cada rebrote del absurdo obliga
a mudar de asunto poético
basta de turismo vip en la luna de Valencia
basta de comprar lo viejo con otra etiqueta
la vida nueva no viene por telecompras;
el hombre nuevo no está a la venta en el mercado.
“SIENTO
QUE SÓLO LA SOMBRA ME ALUMBRA.”
Miguel Hernández
en
este día me pregunto el mundo
toda
la sangre la carne del miedo,
todo
es dolor conmigo bajo el cielo;
el
hombre se me rompe de preguntas
y
agoniza mi alma sin sosiego
en
esta hora me duele el silencio
tanta
nocturna nota tan profundo
caer
sin fondo el hombre en desconsuelo;
hoy
el amor se me quema en las manos
y
en mis entrañas crece sólo hielo
en
esta noche me pregunto el día
con
la mirada transida de espanto
barre
mi boca de barro este viento
toda
la pena se tumba en mi lecho
y
estoy hasta los huesos de quebranto
en
este mundo me pregunto un mundo
soy
llaga amarga que no cierra el duelo
está
tan alto el pan tan agrio el vino
que
ardo desnudo en mi pena llorando
por este
día roto que no entiendo
LOS
PÁJAROS MAÑANA
todavía
está muy oscuro aquí abajo
hace
mucho frío y la soledad es enorme
casi
pareciera un sepulcro todo esto
a
simple vista no se ve
pero
hay un sueño
arde
un sueño creciente inarrancable
ojo
salvaje sí
neurona
libre
a
simple vista todo es cada vez peor
o
siempreigualdemalynuncacambiará
pero
el jaulón es viejo
tiene
herrumbre
los
pájaros que rompen el cascarón
son
cada vez más
cada
vez más
cada
vez más pese al silencio
casi
no tienen cielo los pájaros
no
encuentran con qué alimentarse ni donde trinar
pero
hará falta un infierno
más
grande que el sistema planetario
para
tenerlos muertos de miedo ahí
de
alas caídas
un
nudo en la garganta
pegados
a la herida de su sombra
faltará
espacio donde tenerlos atrapados
y
tiempo para controlar a cada uno
un
sueño anónimo crece y se expande
y
faltará cemento
armado
para
enterrarlo
PÁGINA
7 – ENSAYO
BENHUR
SÁNCHEZ SUÁREZ
(Ibague-Tolima-Colombia)
LA
NOVELA DE WILLIAM
Desde
noviembre de 2012, al transitar por el llamado viaducto del SENA, en Ibagué, no
puedo dejar de mirar con cierta aprehensión el monumento erigido ahí en honor
de Andrés López de Galarza, fundador de la ciudad.
Sucede
que él me remite, casi de inmediato, a las atrocidades cometidas por Pedro de
Ursúa con los indios chitareros, muzúes, tayronas y cimarrones, en nuestro
territorio, con cuyo exterminio demostró su codicia y su crueldad, y la
continuación de sus hazañas con los pueblos aborígenes en el Perú y los
primitivos pobladores de las riveras del Amazonas, víctimas también de su
ambición y afán de gloria.
Andrés
López de Galarza, por su parte, lideró la “pacificación” del llamado “Valle de
las lanzas”, en el hoy territorio del Tolima, y estuvo al frente del exterminio
del aguerrido pueblo Pijao, del cual casi no nos queda ni el nombre,
cuestionado, además, por algunos historiadores.
Tantos
muertos para edificar un mundo, este mundo que ahora habitamos y ni siquiera
respetamos.
Y
es que estas atrocidades y heroísmos hacen parte de la novela de William
Ospina, que fuera publicada en tres etapas durante ocho años, Ursúa (2005), El
país de la canela (2008), La serpiente sin ojos (2012). Hace poco terminé de
leer esta última, con la misma ansiedad y la misma admiración con que abordé
los tomos anteriores.
Ella
es la causante de esa desolada y ofendida mirada que ahora no puedo reprimir.
El
respeto innato y la admiración que siempre se ganaron los conquistadores en
nuestro imaginario desde niños, inoculados por la historia oficial en escuelas
y colegios cuando la historia se enseñaba para generar arraigo y definir la
nacionalidad, pasan a ser, después de su lectura, un frío desprecio en el
estómago.
Y
digo la novela de William porque los tres libros, que algunos llaman saga, para
mí son una sola novela, dividida en tres partes, no tres novelas con un mismo
tema y sobre una misma época. Sobre esto quiero aventurar una opinión, en nada
erudita ni académica, por supuesto, sólo la de un lector que ama la literatura.
Para
que sea saga o trilogía (o cuarteto o quinteto) deben tener cada uno de sus
componentes su propio universo concluido (recuérdese el Cuarteto de Alejandría (1960),
de Lawrence Durrel, la trilogía Milenio (2006), de Stieg Larsson, incluso Harry
Potter (1997), heptalogía de J. K. Rowling) mientras que para el caso de William, Ursúa, por ejemplo,
termina como decía mi padre, en punta, pues su personaje Pedro de Ursúa no se
desarrolla por completo en este libro sino que su vida queda abierta para que
sólo en el tercero culmine su periplo con toda su miseria y esplendor. Queda la
sensación de un capítulo que falta.
En
la mitad de esos dos tomos se ubica la narración sobre el viaje de Francisco de
Orellana en busca del “país de la canela”, ese otro Dorado del mito
conquistador de América, que constituye en sí misma una unidad completa, un
todo armónico, y es el tema central del segundo libro.
El
vínculo de las tres partes es el narrador, aparte del lenguaje. Se entiende que
el narrador general de la gran aventura por el Amazonas es un familiar de
Ursúa, que hace un alto en su narración de las peripecias de su pariente del
primer tomo para relatar su propia experiencia con la expedición de Orellana,
núcleo de la segunda parte, motivo por el cual es invitado luego por Ursúa para
volver y ser parte del agua y de la selva −el infierno verde de José Eustasio
Rivera (La vorágine, 1924) y de Mario Vargas Llosa (El sueño del celta, 2010)−,
o sea la expedición a “la serpiente sin ojos”, que se constituye en el tercer
tomo. Aventura que también muestra la vida en el Perú, las peripecias de los
preparativos de la expedición, los amores de Pedro con Inés de Atienza, y sus
muertes en pleno furor de la selva amazónica.
Ese
pariente es el mismo que se acercó a Juan de Castellanos en la Tunja colonial y
le narró, en su calidad de sobreviviente, la aventura de Orellana por el
Amazonas y que, cuatro siglos después, retoma William con la libertad del
creador que asume la historia como algo que puede ser revivido y enriquecido
con la magia de la literatura. Por eso el autor, con inteligencia, lo erige
como su narrador y le asigna la responsabilidad de testificar la historia,
mientras que en Juan de Castellanos es apenas una presencia, un informante como
tantos otros.
Es
indudable que el lenguaje es el otro factor unificador de los tres tomos, ese
lenguaje inserto en el pasado arcaico, a veces cargado de demasiadas
descripciones y detalles ante la suntuosidad de la naturaleza, pero al mismo
tiempo vivo en la contemporaneidad; ese lenguaje que el autor maneja con
exuberancia, permeado de metáforas necesarias a la magnificencia del paisaje e
indispensable para narrar las verdades de la condición humana. Un lenguaje que
no es barroco pero sí pródigo y suficiente, por cuyas sinuosidades fluye sin
parar la poesía.
Se
me ocurre que las tres partes podrían ser publicadas en un solo tomo, como
debió haber sido si los caprichos y necesidades económicas, comerciales y de
divulgación de las editoriales no forzaran la división (recuérdese el caso
contrario de 2666 (2004), de Roberto Bolaño, quien dejó dicho que se publicara
en cinco libros pero que, después de su muerte, el editor y la familia
decidieron hacerlo en uno solo de 1119 páginas), amén del proceso de escritura
que, tal como el mismo autor lo ha manifestado, ha sido uno a uno en la medida
del ritmo de su creación. Téngase en cuenta, además, que cada tomo fue
publicado por diferentes editoriales, Alfaguara, Norma y Mondadori,
respectivamente.
Media
también el premio Rómulo Gallegos que obtuviera el segundo tomo, El país de la
canela, porque supone una ruptura definitiva de una unidad que, a mi juicio, es
innegable.
Sin
embargo, pienso que la primera y la última conforman una novela autónoma, que
se podrían unir para publicarse, mientras que la segunda se puede mantener como
independiente, con todo y premio, si fuera el caso.
Son
especulaciones, claro, propias de alguien que alguna vez trabajó en el mundo
editorial, pero que no implican ninguna variación en el proceso realizado
porque, simplemente, es un hecho cumplido. Es más bien fruto de mi proceso de
lectura y un ordenamiento mental que no coincide con el de los editores ni con
el de los críticos, tan avisados y suficientes en estos temas.
Sea
que se mantenga como los tres libros existentes o se publicara como una sola
obra, la novela de William es una gran demostración de maestría narrativa, de
seriedad en la investigación, y de dedicación amorosa al manejo del lenguaje. Y
de paciencia creadora. También es un homenaje a Juan de Castellanos, cuya obra
fue motivo de inspiración del autor, que ya había trabajado sobre él y
producido un libro bajo el título de Las auroras de sangre (1998).
De
hecho, las crónicas de Juan de Castellanos brindan al autor gran parte del
acerbo histórico y cúmulo de datos necesarios para la elaboración de la novela,
aunque hoy en día poco importe si mantiene la rigurosidad de la historia o es
una amalgama de imaginación y crónicas de Indias revividas.
Por
eso, quizá, me parece que sobran las explicaciones finales porque no es
oportuno para el escritor justificar su ambición de plasmar un mundo, salvo la
ambición de poner bien los pies sobre la tierra a través de la ficción. Si el
lector está metido en la narración, poco o nada le ha de importar si lo leído
es verdad histórica o qué partes del libro son verdad ficticia. Y que me
perdonen los letrados miembros de las academias de historia. Por el contrario,
las justificaciones rompen la magia de la verosimilitud, tan cara a la
literatura, y siembra con dudas y decepciones el ánimo del lector.
A
propósito, igual sensación tuve al terminar de leer La otra raya del tigre (1977),
de Pedro Gómez Valderrama, esa importante novela hoy caída en el olvido. Aclaro
que esas notas finales, aunque molestas, no menguaron para nada mi admiración
por las obras.
Son
prescindibles, también, los poemas que introducen cada capítulo en el tercer
tomo, como si fueran de otro tiempo o, por lo menos, no acordes con la
cosmogonía aborigen del contexto histórico en que se mueven los personajes.
Aportan poco al desarrollo de la historia, mejor aún, si se eliminan no se
afectaría para nada la contundencia de la narración.
Para
concluir, debo decir que los tres tomos conforman una de las mejores novelas,
que se han publicado en el país en los últimos tiempos y colocan a William
Ospina en el pináculo de la literatura colombiana y latinoamericana.
Además,
debe servir para que los lectores aprendan, como yo, a mirar distinto a esos
héroes que dormitan eternidad convertidos en monumentos.
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8 – CUENTO
ALEJANDRO
ORELLANA
(Guaymallén-Mendoza)
RADIO
NEUTRAL
He visto al viejo Vidaña muy pensativo, ni la mano levanta para pedir limosna. Sesenta años tirados en la vereda sin ningún propósito. La noche le ha cuarteado la piel y el mal olor es su amigo silencioso, ese fraterno no le pide nada a cambio y eso, aún más fortalece el lazo. No cree en nadie, aunque dice que es ateo por indigente, la vida lo dejo sin diezmo y la limosna no la comparte.
He visto al viejo Vidaña muy pensativo, ni la mano levanta para pedir limosna. Sesenta años tirados en la vereda sin ningún propósito. La noche le ha cuarteado la piel y el mal olor es su amigo silencioso, ese fraterno no le pide nada a cambio y eso, aún más fortalece el lazo. No cree en nadie, aunque dice que es ateo por indigente, la vida lo dejo sin diezmo y la limosna no la comparte.
Los
transeúntes dicen que es la memoria que deambula por el pueblo, él dice haber
visto todo. Hace dos días escuché al Pascual conversándole de la sexualidad en
estos tiempos. Al Pascual no le agrada que la heterosexualidad haya perdido el
monopolio de la moral y las buenas costumbres, Además exige eliminar a cuanto
puto aparezca. Vidaña siempre deja venir el comentario y responde siempre
despreocupado. Recuerdo la cara de Pascual cuando el viejo le dijo que en su
tiempo de juventud al marica se lo mandaba a taconear la calle o se lo curaba
colocándole una buena sotana, previo encierro en el seminario para que la
enfermedad no se divulgue. El Pascual, un católico practicante, al percibir una
ofensa a su credo no le convido el saludo de despedida, el viejo se tragó el
aire que le faltaba y con una gestualidad particular, lo mandó a cagar.
Después del incidente con el Pascual se le arrimó la Trini con ganas de sacar información. La Trini es una mujer de treinta años, famosa por decir más de lo que sabe, se llevó el dato calentito sobre la homosexualidad del Pascual.
Ayer el pueblo amaneció con la noticia que Pascual anda consumiendo la libido de su vecina Trini, al parecer al viejo Vidaña le vino en gana manosear la verdad.
La
hecatombe que armó era descomunal, todos estaban en contra del linyera, los
comentarios de Vidaña repercutieron a tal punto que los perseguidos salieron
por las dudas y reclamaron silencio al divulgador del pueblo.
Disculpen no poder seguir desarrollando el tema, pero la primicia invade a mis oídos y mi lengua repiquetea con ganas de expulsar las palabras hasta quedar sin saliva. Al parecer y por trascendidos, Vidaña está siendo expulsado del pueblo por una denuncia del párroco, el padre Eulalio. Dicen que el pordiosero cuenta con información clasificada del Vaticano. Aún no pueden retirarlo de la vía pública, se resiste a ingresar al Ford Falcon verde que el estado nacional le proporciona a la seguridad para establecer el orden y las buenas costumbres.
Como
le gusta al Pascual, a Trine e inclusive a mí, que soy neutral.
Desde Radio Gorostiaga, a los veintidós días de marzo de mil novecientos setenta y nueve, le decimos a nuestros gobernantes gracias, hoy podemos decir que la promesa de menos pobreza está siendo cumplida.
PÁGINA
9 – POESÍA ARGENTINA
ALEJANDRA
DÍAZ
(Tucumán-Argentina)
POEMA
dónde
poner la risa/llanto
la
vida/muerte
qué
hacer con esta figura de uno desempolvarla
desmigajarla
sobre una mesa la propia/ajena
cuando
se vuelve de aquella cárcel /país recuerdo
en
que se deja un corazón /carcasa
vieja de lo no amado
no
amado a tiempo ya
no
ya
no
el
rostro nuevo /las manos tiesas
los
pies desnudos
dónde
la tierra firme
dónde uno dónde
con
qué mejor noticia anunciar calladamente en
los diarios
o
las paredes de la ciudad
aquí
se está
aquí
de nuevo
CARNAVAL
DEL NORTE
( mi padre nos llevaba de paseo a Humahuaca y Tilcara en pleno carnaval /eramos niños entonces)
desde la placenta animal la tierra / saca de su seno un diablo alado
se pinta con harina/arena /roja tierra patria
ladra al sol a la luna / lleva muchedumbres/hordas
de casa en casa tras el trago dulce del vino
ramitas de albahaca / trenzas maduras
sacudiendo la tierra abre un baile/contienda
entre comparsas /serpentinas/desvarío
no hay rasgos consanguíneos
alegría ebria / desatada
saliendo de las jaulas de lo mustio
agua / erques sicus y sampoñas
ocarinas mejor para la suerte
" chicha y aloja "
carnaval del diablo alado
( mi padre nos llevaba de paseo a Humahuaca y Tilcara en pleno carnaval /eramos niños entonces)
desde la placenta animal la tierra / saca de su seno un diablo alado
se pinta con harina/arena /roja tierra patria
ladra al sol a la luna / lleva muchedumbres/hordas
de casa en casa tras el trago dulce del vino
ramitas de albahaca / trenzas maduras
sacudiendo la tierra abre un baile/contienda
entre comparsas /serpentinas/desvarío
no hay rasgos consanguíneos
alegría ebria / desatada
saliendo de las jaulas de lo mustio
agua / erques sicus y sampoñas
ocarinas mejor para la suerte
" chicha y aloja "
carnaval del diablo alado
BERNARDO
SCHIFRIN
(CABA-Buenos
Aires-Argentina).
LOS
PESCADORES DE LANGOSTINOS 1956
Izan
la soga
y
se encorvan sobre la caña
a
través de la magia fosforescente de las redes,
que
desnudan la profundidad abismal,
veloz
en su porfía con las rocas
orladas
de espuma a lo lejos.
Anchas
ondas que se estiran
y
convertidas en un hilo,
con
el terciopelo intrigante de las hembras
se
entregan a la arena.
Brama
el malecón,
y
los pescadores
responden
con la tos seca
de
la resaca olvidada.
ESA
ROCA
1956
Con
tino muchachos
que
el mar no respeta
ni
a esa vieja roca
cubierta
de estío.
Años
ha que el arrebato
encuentra
su pecho de lanza, carcomido y dislocado
y
en su extravío,
vuelca
la espuma con sortilegio de corola
empaña
la atmósfera con aroma de rocío
de
espigas, de polen salino.
Durante
la noche procelosa de los siglos
acariciándola
con tersa caricia solapada
la
ha plagado de líquenes y algas,
y
en la pulida cavidad corroída
abandonó
una caracola,
que
la roca hizo piedra
templándola
con pétrea compostura.
Son
sus aguas heladas tan transparentes
que
invitan a sumergir locamente
nuestro
cuerpo afiebrado.
Oh
viejo lobo
No
intentes sobornarnos
con
el sol tibio de tardes calmosas
cuando
la vista se adormece
en
las aristas brillantes de gelatina.
Con
tino muchachos
que
el mar no respeta
ni
a esa vieja roca
cubierta
de estío.
DESEMBOCADURA
(2004)
Aguas
indecisas,
abandonadas,
océano
atrapado.
Tierra
del Paraná
arenas
del Uruguay
transparencia
del golfo.
PÁGINA
10 – ENSAYO
ANNA
ARENT BANASIAK
(Zgierz-Polonia)
EL
BOOM FANTÁSTICO
La
literatura fantástica ha sido considerada por algunos como la zona de la
dominación de los escritores anglosajones. Recordando por ejemplo el nombre de
J. R. R. Tolkien, F. Herbert o C. S. Lewis, no se puede negarlo.
Indudablemente, los cuentos de hadas
son uno de los fundamentos de la
literatura inglesa. La conciencia de estos motivos siguen pareciendo
vivos si miramos la literatura contemporánea.
Sin
embargo, hay que tomar el cuenta los títulos reciéntemente famosos como, Saga
de los Confines, Porta Coeli o Donde los árboles cantan. Estos ejemplos parecen
mostrar una nueva ola de cambios en la literatura hispana.
Tanto
en Europa como en otros continentes, la literatura del boom, es la manera de
referirse a toda la escritura latinoamericana. Los lectores, posiblemente en
todos los rincones del mundo, conocen maestros tales como G. G. Márquez, O. Paz o C. Fuentes.
Aunque en el período en el que vivimos ahora podemos observar algunos cambios
sociales que también ocurren en la literatura.
Como
dice Gioconda Belli: “la poesía ya no es un instrumento del cambio político
como hace 30 años, al menos no de la misma manera”
Ahora,
cuando estas circunstancias son pasado, los escritores tiene que dejarlo atrás
tratando de empezar una nueva época. La obra de S. Vallejo o también L. Bodoc
son ejemplos de la nueva tendencia.
Por
supuesto, a las escritoras mencionadas no se las puede llamar las primeras
escritoras hispanas de lo fantástico pero sí unas de las más famosas.
Hace unos años soñaba con tener la
oportunidad de leer una novela, quizás fantástica, con héroes, y una ficción de
la maravillosa herencia americana. Como a una niña me fascinaba la historía y
cultura de los Mayas o Aztecas.
Con
el paso del tiempo empecé a buscar una realización literaria cercana a esa
pasión. Mirando atrás las novelas de C. Fuentes, la trilogía Terra Nostra fue
para mí un verdadero descubrimiento. Ahora he vuelto a sentir el mismo temblor
de la emoción leyendo la primera parte del ciclo Saga de los Confines.
La trilogía escrita por S. Vallejo
al principio me parecía algo que valía la pena no dejar de leer.
Tengo
que admitir que el primer tomo fue muy bueno. La descripción de los eventos que
oscurecían los principios del siglo XVI no me permitió dejar de hojearla.
Desgraciadamente, al abrir el segundo me sentí un poco desilusionada por ver
una historia casi no concretada en la primera parte.
No
obstante, me decidí a leer todo el ciclo.
Ciertamente
la peor parte fue la última. Es indudable que crear un ciclo de novelas resulta
un trabajo tan duro como exigente. No puede permitirse dejar el espacio sin
color y composición. A veces esa tarea exige muchos años de trabajo.
La
idea de acabar Porta Coeli en los tiempos contemporáneos no parece adecuada
aunque se entienda la fascinación del tiempo como un círculo.
Hoy en día la literatura fantástica
representa el género de novelas más leído. Si preguntamos por la causa de este
proceso, sobre todo parece que la gente no quiere leer historias observadas en
la vida diaria. Seguramente hubo un día cuando queríamos encontrarnos en un
mundo lejano, mágico e incomparable.
Nuestra
mente no puede funcionar sin soñar y por eso necesitamos sumergirnos en la
ficción. La literatura fantástica es un ejemplo
de la conexión que parecemos tener con nuestro subconciente, ese espacio
donde el pasado y el presente se unen con el futuro.
Sería
un error imperdonable no tomar esta oportunidad.
PÁGINA
11 – CUENTO
ANTONIO
DAL MASETTO
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
AGUA
Basta ir a la cocina y en un día soleado abrir la canilla y llenar un vaso con agua y después mirar esa misma agua en la luz de la ventana para que la imaginación se dispare y emprenda una carrera demencial y nada sea igual que un minuto antes, porque ahora se está pensando que el agua del vaso viene de ese mismo río al que se puede descubrir cada mañana más allá de los mástiles de los barcos amarrados en las dársenas, desde aquella masa uniforme y monótona que casi no sufre cambios con las variaciones del cielo y las estaciones, y se medita acerca del largo y complejo proceso de depuración y de qué manera el agua, a través de innumerables e insospechadas cañerías, en el vientre de la ciudad, llega finalmente hasta ahí, a ese departamento, a la cocina de ese departamento, a la canilla que se acaba de abrir para saciar la sed, agua venida desde aquel río profundo y oscuro, agua cristalina ahora, límpida, transparente, agua pura a menos que una mente afiebrada, una memoria afiebrada, aun en la calma de un mediodía como éste, quiera cargarla de imágenes de horror, enturbiándola, ensuciándola, volviéndola súbitamente intolerable, imágenes, aspas que no son de molinos girando en la noche negra, hélices arrastrando pájaros de muerte en el aire del río, bultos arrojados al vacío, cosas vivas cayendo cayendo y después hundiéndose en el agua revuelta, hacia el fondo, hacia la oscuridad absoluta, hasta mezclarse abajo con el barro milenario, con desechos milenarios, lejos para siempre de la luz y las respuestas y la posibilidad de cordura, allá en el agua del río, esa misma que ahora uno se dispone a beber para saciar la sed en la cocina de un departamento invadido por la tibieza de un día soleado y la música de la radio, agua clara, purificada, desinfectada, con su justa proporción de cloro, que llega con la misma facilidad y eficiencia a otras canillas, en edificios céntricos, en los suburbios, en casas, oficinas, conventillos, mansiones, hoteles, cárceles, hospitales, cementerios, canillas de plástico, canillas de oro, la misma que llena la pila bautismal de las iglesias, las piscinas para el deporte o el placer, la que lava la piel de los recién nacidos igual que la arrugada piel de los ancianos, la que acaricia a la adolescente detenida ante el espejo del baño orgullosa de su cuerpo en flor, la misma agua que acude a los miles de picos de las máquinas de café en todos los bares de la ciudad, la que alimenta macetas en ventanas y balcones y también algún nostálgico huerto de un inmigrante europeo en un barrio cualquiera, la misma que sirve para la cocción de los alimentos y para borrar la sangre de los asesinatos, tinieblas, zumbidos en la noche, bultos arrojados, cosas vivas cayendo, silencio, agua venida desde los misterios de las profundidades trayendo noticias de muerte, agua de múltiples usos, agua que sirve para lavar otros muertos en ciertas ceremonias fúnebres, agua limpia, agua incolora, insípida, inodora, uno de oxígeno y dos de hidrógeno, agua transparente, óptima e insustituible para la higiene, agua que alberga espantos, bultos, cosas vivas, cayendo cayendo, hundiéndose en el líquido oscuro, bajando bajando, perdidas, confundidas en el barro milenario, lejos para siempre de la luz y las respuestas y la cordura, agua que brota en chorros triunfales en las fuentes de las plazas y es aprovechada a veces para conciertos acuáticos al anochecer, agua donde se bañan los gorriones, agua transparente, agua para las manos del cirujano, de la partera, del mecánico, de la maestra, del jugador de fútbol, del político, del policía, del comerciante, del artista, agua para lavar todas las manos, agua que ha perdido la inocencia, aspas que no son de molinos girando en la noche negra, hélices de anchas palas impulsando pájaros de muerte, bultos arrojados, cosas vivas cayendo y cayendo y hundiéndose, lejos para siempre de la luz y las respuestas y la posibilidad de cordura, agua que trae nombres, agua mansa útil indispensable a la civilización, agua llegada hasta este vaso a través de complicados procesos de purificación y que ninguna purificación podrá jamás purificar del todo.
PÁGINA
12 – POESÍA ARGENTINA
CARINA
SEDEVICH
(Villa
María-Córdoba-Argentina)
COSAS
DENTRO DE OTRA COSA
I
Soy una cosa
voy a dejar sin mí
las otras cosas
voy a dejar de repetir
las cosas
debajo de la luna
cuando amaine.
No contaré
los gramos de lo hermoso
ni moleré
ni iluminaré
ni contendré lo duro
de las cosas.
Mi sed
mi hambre
mi frío
son pequeñas
cosas dentro de otra cosa
y morirán.
II
Como anoche
como antes de anoche
como todo el verano vino la noche
y puso
algo dentro mío
a echarse.
III
Ahora
la luz de la luna hace visibles
ciertas ramas del pino.
Pronto se van a borrar
como la sombra
de un cuerpo en otro cuerpo
demasiado cercano.
IV
La última luz
ya dejó el agua.
El agua
toma mi cuerpo
como un himen
constante
y tiene sesgos que
me tocan
a veces.
V
Escucho un sapo.
No puedo hablar por otro:
yo
lo escucho.
Y puedo unirme
a algo.
Soy una cosa
voy a dejar sin mí
las otras cosas
voy a dejar de repetir
las cosas
debajo de la luna
cuando amaine.
No contaré
los gramos de lo hermoso
ni moleré
ni iluminaré
ni contendré lo duro
de las cosas.
Mi sed
mi hambre
mi frío
son pequeñas
cosas dentro de otra cosa
y morirán.
II
Como anoche
como antes de anoche
como todo el verano vino la noche
y puso
algo dentro mío
a echarse.
III
Ahora
la luz de la luna hace visibles
ciertas ramas del pino.
Pronto se van a borrar
como la sombra
de un cuerpo en otro cuerpo
demasiado cercano.
IV
La última luz
ya dejó el agua.
El agua
toma mi cuerpo
como un himen
constante
y tiene sesgos que
me tocan
a veces.
V
Escucho un sapo.
No puedo hablar por otro:
yo
lo escucho.
Y puedo unirme
a algo.
VI
Al menos las cosas sujetas de un extremo
parecen vivas hoy.
No sé por qué
lo veo
y creo en mi silencio
como un germen.
VII
Una noche
termina.
Nada de esperar
la sombra de un minuto.
Una noche
y otra.
Algo ya muerto.
Conocido.
Al menos las cosas sujetas de un extremo
parecen vivas hoy.
No sé por qué
lo veo
y creo en mi silencio
como un germen.
VII
Una noche
termina.
Nada de esperar
la sombra de un minuto.
Una noche
y otra.
Algo ya muerto.
Conocido.
VIII
Ahora contra el cielo oscuro las ramas son más duras
y el aire que mueve los sonidos es veloz.
Miro siempre la misma
columna de estrellas en el sur.
Pienso
que si algo hubiera cambiado lo sabría.
IX
El tiempo tiene sus dulces casas
y tiene sus pausas
al sereno.
Ceso.
Palpo aquello que se ha quedado haciéndose.
Ahora contra el cielo oscuro las ramas son más duras
y el aire que mueve los sonidos es veloz.
Miro siempre la misma
columna de estrellas en el sur.
Pienso
que si algo hubiera cambiado lo sabría.
IX
El tiempo tiene sus dulces casas
y tiene sus pausas
al sereno.
Ceso.
Palpo aquello que se ha quedado haciéndose.
X
El aire fino
hace algo con la luz.
La traiciona.
Señala, casi
un lugar.
Sostiene
nuestro cuerpo
difuso.
Su paso.
XI
Busco el sol
como una moribunda
y el viento es otro cuerpo
que cesa.
Pasa
la sombra de algo que fue alegre.
El silencio hace lugar
despacio.
El aire fino
hace algo con la luz.
La traiciona.
Señala, casi
un lugar.
Sostiene
nuestro cuerpo
difuso.
Su paso.
XI
Busco el sol
como una moribunda
y el viento es otro cuerpo
que cesa.
Pasa
la sombra de algo que fue alegre.
El silencio hace lugar
despacio.
XII
La luz cerca al insecto.
Hace de él
una gran sombra.
La luz
entorpecida
abarca todo.
XIII
Un pájaro
de las mañana frescas
canta.
Jura
sobre el otoño
que vivo.
XIV
El día
baja.
Pasan las cosas
fugazmente doradas
y los sonidos
sordos
detenidos.
XV
Entera.
Como el agua
que es una sola
herida.
Que implota,
muda.
Que es mirada
y nadie diría que transcurre.
Así, sin grandes golpes.
Es el día.
La única jornada.
Entre sus polos
agua.
La misma.
La
finita.
La luz cerca al insecto.
Hace de él
una gran sombra.
La luz
entorpecida
abarca todo.
XIII
Un pájaro
de las mañana frescas
canta.
Jura
sobre el otoño
que vivo.
XIV
El día
baja.
Pasan las cosas
fugazmente doradas
y los sonidos
sordos
detenidos.
XV
Entera.
Como el agua
que es una sola
herida.
Que implota,
muda.
Que es mirada
y nadie diría que transcurre.
Así, sin grandes golpes.
Es el día.
La única jornada.
Entre sus polos
agua.
La misma.
La
finita.
CLAUDIA
AINCHIL
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
AGITACIÓN
Gramos
de liviandad en el misterio atravesado
un periódico del alma que no esta en librerías
exhibiendo desatentos ojos rápidos
son desalojadas las miradas
ese reposo no visual
tal vez solo inventado
en el listado de lo poco posible.
Apuntaron, es metamorfosis o agitación
audaz pétalo hipnótico que toca y se va
no avanzar es haberse dado por vencido
tantos canjes que estallan en trueques
por esquina uno distinto
economía del mundo inmovilizando
para que todos enmudezcan
y los forasteros de urgencias replicando
estatuas de piedra que respiran
hasta dar vuelta el aire.
Humanidad manifestando.
un periódico del alma que no esta en librerías
exhibiendo desatentos ojos rápidos
son desalojadas las miradas
ese reposo no visual
tal vez solo inventado
en el listado de lo poco posible.
Apuntaron, es metamorfosis o agitación
audaz pétalo hipnótico que toca y se va
no avanzar es haberse dado por vencido
tantos canjes que estallan en trueques
por esquina uno distinto
economía del mundo inmovilizando
para que todos enmudezcan
y los forasteros de urgencias replicando
estatuas de piedra que respiran
hasta dar vuelta el aire.
Humanidad manifestando.
PARO
Hoy
paro
es un día de movilización
las estalactitas de la piel están empapadas
en el frio del invierno
aunque el almanaque diga que ya es verano primavera
gente y gente camina por Corrientes
enlazada al ras
una cotidiana similitud con la espera
entremedio vertiginoso, rechinar de entradas
y salidas que no se advierten entre si
no insinúas, hora rara
no sugiero usos dóciles
ni plataformas alfabéticas
en un bar, las especias reflejan
algo mas
me hacen pensar que hoy paro
estoy decidida
pido aumento de aire libre
un salario repleto de humanidad
convocatoria de letras
invitación mostaza.
es un día de movilización
las estalactitas de la piel están empapadas
en el frio del invierno
aunque el almanaque diga que ya es verano primavera
gente y gente camina por Corrientes
enlazada al ras
una cotidiana similitud con la espera
entremedio vertiginoso, rechinar de entradas
y salidas que no se advierten entre si
no insinúas, hora rara
no sugiero usos dóciles
ni plataformas alfabéticas
en un bar, las especias reflejan
algo mas
me hacen pensar que hoy paro
estoy decidida
pido aumento de aire libre
un salario repleto de humanidad
convocatoria de letras
invitación mostaza.
LO
QUE DEJA
Descorre
el tiempo los escondites
una
mirada intercede
de
iris a iris
ahí
la mentira tiene patas cortas
no
es admitida
será
mi mirada sin argumentos?
Resuena
la guerrera en un escenario ilegal
de
vidrios eclipsados
es
el destino quien nos conquista
abro
la boca, saltan representaciones
invasivas
en la cabeza
se
aceleran
como
en un hecho administrativo
solo
contar hasta diez antes de adherirse
a
las nucleares expresiones
que
dejan boquetes sin retorno.
A
veces, la impresión es plagio
el
conductor cree que conduce
cuando
en verdad es conducido
y
se lanzan hediondos interpretes
de
apariencia
los
descubrimos por cada segundo accesorio
que
se les fue de las manos.
Como
prisioneros de tiempos traídos
saltamos
en aceite hirviendo
una
rana brincaba en el aceite
me
miró, luego la comí
yo
era pequeña.
Atrevido
lo que deja al aire libre el tiempo
hay
exhibiciones de catálogos
señas
que marcan
también
ternuras
imitaciones
de ternuras
y
amor
o
algo parecido
ACRÓBATAS
Las
rodillas le molestaban
el
desborde de los pasos faltantes
ocasionaba
sobresaltos imaginarios
tantos
lenguajes en embarcaderos poco usados
por
el abrazo de su pies..
Primero
creyó que era una broma
el
discurso insomne de un paraíso simbólico
el
aliento como aguardiente ejecutando catálogos
de
vida, sobrevida
kilómetros
de jazmín silvestre, semblantes de aguas
dijo,
nunca se cruza dos veces el mismo río…
lo
repitió para convencerse
igual
titubeó…
desoyendo
las leyes inmediatas de lo que debe hacerse
se
inundó de alegría repentina
tomó
las láminas que sostenían la armadura de escamas
y
lentamente se despojó de equipajes paradójicos
que
paralizaban el vuelo..
pasó
a ser equilibrista, contorsionista
ya
no necesitaba el espacio telúrico de sus rodillas
somos
acróbatas me dijo
somos,
le contesté.
PÁGINA
13 – ENSAYO
ÓSCAR
WONG
(Tonalá-Chiapas-México)
EROTICA
MÍA, TERRITORIO SONORAMENTE SIGNIFICATIVO
Desacralizar
a la poesía, ahondar en la dimensión lingüística, buscando las posibilidades
del lenguaje, partiendo del vínculo estrecho:
expresión-contenido-intención-resolución, fue, a mediados del siglo XX, una
pretensión y un logro. En este sentido, Fernando Alegría señalaba la clara
orfebrería de índole ornamental en la primera etapa de Vicente Huidobro –“de
raíz parnasiana y tonalidad romántica”– y el lenguaje cotidiano mezclado de
fórmulas pedagógicas y sentencias de pillería popular, que unía obscuridades y
claridades en Nicanor Parra.
Esta
manera de enfrentar al mundo partía de dos vertientes: 1) el mundo como caos y
el hombre víctima de la razón y, 2. la actitud revolucionaria, donde la
realidad se mostraba en su complejidad y hondura, por lo que ante el
desmoronamiento de la racionalidad establecida, el poeta buscaba redescubrir la
cadencia implícita en el lenguaje y apoyarse en las asociaciones de sentido que
la escritura postula (Cf. Literatura y revolución, 1971). Es evidente que la
Revolución Cubana, así como los procesos sociales en Hispanoamérica –golpes de
estado, gorilatos, represión, persecución y encarcelamiento, etc. –, marcó la
pauta. La expresión lírica generó ese logos social, que conciliaba la ética y
la estética. Literariamente hablando, México continuó con su tono crepuscular
(Pedro Henríquez-Ureña dixit) y salvo algunos autores como Sergio Mondragón,
Efraín Huerta y los integrantes de La espiga amotinada, no hubo pretensiones de
vanguardia o de adecuación de los
contenidos versiculares.
Pero
si Huidobro descubrió los ritmos internos, el valor técnico de la imagen y
trabajó la zona del lenguaje con una estética basada en la fanopea (como
indicaba el viejo Pound), donde la imagen, no del orden ornamental, sino como
visualización dinámica, repercute en el aspecto morfosintáctico, provocada por
el movimiento, la tensión interna del verso. En la poesía de Saúl Ibargoyen se
advierte y se revela la presencia de la realidad sugerida a través de
superposiciones, desnudando al lenguaje de su exterior retórico y devolviéndole
su sentido primigenio, su preciso contenido, como se advierte en Nuevas
destrucciones, publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura, en su
Biblioteca Mexiquense del Bicentenario (Toluca, Edoméx., 2008, 106 pp.).
En
este libro, Ibargoyen se plantea, líricamente, cómo abordar el entorno
circundante a través del lenguaje, de la palabra, observada como “forma
escondida” en busca de “vibraciones hálitos humedades” (p. 15), o bien como:
“un
sucio núcleo de luz nunca tocada
donde
cada nombre
de
cada soñada muchacha o mujer
o
sólo hembra
alcanza
a renacer
y
se disuelva”
pp.
105-106)
Armonía
racional, sí, de expresión sensorial, enfrentada al juego sonoro de los
significantes –la idea generando el ritmo, como advertía Huidobro–; prosaísmo,
frente a un lenguaje acaso violentado. Pero siempre la radicalidad: borde y
reborde del Yo poético, desplazando lo externo. Previamente, en un poemario
triunfador en los XXXIV Juegos Florales de San Juan del Río, Querétaro en 2004,
denominado precisamente ¿Palabras? (Edic. Tintanueva, Méx., 2004, 98 pp.), el
poeta uruguayo, ahora nacionalizado mexicano, se asume como escriba, como un
cronista que testimonia las “iluminaciones/ de energía congelada”, aunque
finalmente “penetra las fibras o raíces/ del polvo extranjero” (p. 50). Aquí
también la preocupación social se establece como una firme mojonera lírica, así
como la desacralización metonímica:
El sol de esta tarde
camina ente el polvo
que otros soles viejos
pisotearon.
Hay cenizas
renovándose en las
calles
calientes
de Ensenada.
Y en ti se produce
la
levedad de una sombra
que
tal vez
no
acabe de pasar”
(p. 13)
Coincidencias, territorialidad del
lenguaje y la visión cotidiana, con una estética que pretende establecer,
apropiarse de la realidad inmediata con un lenguaje desacralizante. Lo
discursivo frente a la exaltación lírica –entendida como emotividad cuasi
desbordada y, por tanto, centrada en el sujeto–, que genera reflexiones
lingüísticas, puesto que la analogía fónica genera una analogía de sentido. Y
lo que el chileno Huidobro manejaba –abandono de la métrica y la puntuación,
manejo metonímico no como ornamento, sino como un aspecto incorporado a la sonoridad
versicular–, también se advierte en Erótica mía (Edic. del Ermitaño, Colec.
Minimalia, Méx., 2010, 77 pp.), poemario de Saúl Ibargoyen, que ahora
celebramos. Amor, como deseo de completud, ciertamente. El erotismo manifestado
en imágenes terrenales, cotidianas, aunque no exentas de lirismo.
Erótica
mía puede considerarse, en su conjunto, como blasón, como un canto férvido a la
mujer, a la dómina, a la dueña, como anhelaban los trovadores provenzales del
siglo XII. Aunque la exaltación del amor desgraciado, que significa a la poesía
trovadoresca; el amor perpetuamente insatisfecho, no se presenta en Ibargoyen.
La mujer es real y concreta, no idealizada... aunque se le canta de manera
sensible, emocionada. Esa es la gran diferencia entre la visión contemporánea y
la de los trovadores y troberos. Por eso el poeta Ibargoyen es capaz de
salmodiar eróticamente lo siguiente:
Besar es oficio
que a veces nos pierde
en bocas de bestias
oscuras
en grietas dolorosas
que el sudor ilumina”.
(p.
7)
O bien establecer los límites entre
la realidad literaria y la realidad del entorno:
“A toda voz claman por
ti
los timbres del teléfono
y tus orejas se acuestan
sobre el cable blanco
por donde corre el
susurro
de mis dedos
que marcan y destruyen
una cifra de incansable
impaciencia”.
(p.
17)
La propuesta estética, discursiva,
es reveladora. Se canta al amor humano, mundano, agregaría, puesto que la
pasión remite a la sexualidad, que indudablemente debe ser saciada. Aquí la
pasión asume la forma del deseo, “y ese deseo, a su vez –Rougemont dixit–, se
disfraza de fatalidad”. Es válido recordar lo que en Amor y Occidente precisa
Denis de Rougemont: “El ardor amoroso espontáneo, premiado y no combatido, es
por esencia poco duradero. Es una llamarada que no puede sobrevivir al
resplandor de su consumación. Pero su quemadura continúa siendo inolvidable y
los amantes quieren prolongarla y renovarla hasta el infinito” (op. cit.).
Pero
si arqueológica y míticamente el lenguaje, la palabra misma, extravió su
primera substancia, su transparencia, en virtud de la dispersión que ocurrió en
la Torre de Babel, es válido buscar ese secreto que la palabra contiene en sí
misma, no en la superficie, y recuperar los huecos léxicos, esa significación
que subyace petrificada en la palabra, como observaba Héctor A. Murena en. La
metáfora y lo sagrado). Originalmente los nombres denotaban aquello que
designaban; aunque aún persiste un fragmento silencioso, un saber que tiene
esas propiedades inmóviles que subyacen en ese espacio que la similitud, la
analogía, dejó en la nada, en el vacío. La semejanza de las cosas se ha
extraviado. Y más de una lengua a otra, revela Foucault (Cf. Las palabras y las
cosas).
Este extravío substancial, lírico,
ha sido abordado por Ibargoyen en Erótica mía donde la expresión asume una
doble vertiente: escritura y lectura y, además, una visión del mundo
contemporánea. Hay, desde luego, un perenne cuestionamiento sobre los modos de
poetizar, soslayando los rígidos cánones tradicionales –métrica y rima– y
concibiendo al verso como un código ritmo, un ámbito sonoro donde la
respiración y la tensión interna juegan un papel determinante, puesto que
pretende abordar las posibilidades que el lenguaje ofrece para entregar el
contenido del poema. Se advierte el fraseo prosódico, la oralidad que se
entroniza en la grafía.
Previamente
hubo, desde luego, que subvertir el orden, el statu quo de la expresión lírica
para generar un logos social, por lo que ahora la poesía significa testimonio y
conciencia, praxis e ideología. Logos social, sí, sensualmente amoroso, donde
ética, estética y erótica pretenden conciliarse en ese espacio textual del
poema, en ese territorio sonoramente significativo.
Saúl
Ibargoyen, Erótica mía, Edic. del Ermitaño, Colec. Minimalia, Méx., 2010, 77
pp.
PÁGINA
14 – CUENTO
LEONARDO
VERGARA
(Córdoba-Córdoba-Argentina)
"Salió
a buscarla, porque no había nada que hacer si ella no estaba allí. Se puso lo
primero que encontró aunque siempre hiciera lo mismo y tropezó bajando de a dos
escalones. La buscó en la primera vereda diaria y allí se detuvo porque podía
olerla a kilómetros, y podía verla por todos lados, vestida de todos colores y
portando diferentes estaturas. Lo rozaba por delante y por detrás, le pedía
permiso para cruzarse en su camino cada tantos instantes y lo atravesaba como
un fantasma por entre lo corpóreo, dibujándose luego detrás de si y continuando
la marcha. Lo llamaba con distintas voces, hasta parecía un coro recordándole
su nombre y el tiempo lo veía pasar sempiternamente detenido. Allí solo y
rodeado de ella, de voces de ella, de olores de ella, de prendas de ella, de
besos que soltaba cada uno de los fantasmas que le atravesaban la carne. Besos
traicioneros que llegaban por el cuello metiéndose en la ropa ligera, la que
había encontrado a mano y se había puesto para salir a buscarla. Era como estar
desnudo, desnudo y esperándola aunque pasara como una peste por todos los
rincones, vestida de mil colores y coreando su nombre. Soltando besos
histéricos en torno al cuello desnudo y con varios días de barba. Lo rozaba
hiriendo, desgarrando esa postura endeble, instintiva, ridícula de rodearse y
perderse entre todos los disfraces que podía ponerse ella, entre todos los
matices vocales con los que podía llamarlo y hacerle salir a la calle a
buscarla como si existiese un allí donde ella no estuviera.
Sin la calle, sin la pluralidad expandida y provocadora; sin la histeria y los besos desobedeciendo las leyes básicas de la física, sin las voces y los silencios repentinos que estremecían la claridad de la tarde; sin nada, podía escucharla caminar detrás de él, pasar hacia la cocina de puntillas para hacer el menor ruido, salir y entrar de la cama acomodándose en ese rincón contra la pared y envolviéndose en su brazo dispuesto. Podía escucharla tararear horriblemente a Bach desde la habitación de junto y acompañarla, tararear con ella y reírse de lo desatinado de la melodía, de lo torpe de las intuiciones auditivas. Y podía quedarse mañanas enteras recostado escuchándola mientras leía algo de lo que había sobre la cama, donde ella no dormía. Allí había dejado, sin querer, un sinfín de lecturas posibles, de lecturas viejas, de huellas librescas formando alguna clase de deformidad compañera, de sombra para ese rincón de cama vacío. Porque el prefería la derecha y ella prefería hacerse un bollito a la derecha de él. El ala izquierda de la cama estaba copada de libros, de entuertos a la inteligencia, de mentiras para la soledad de mentira, de traiciones para la ilusión superflua. Algunas lecturas se repetían como todo, no se trataba del libro sino de los momentos asociables porque Baudelaire la ubicaba en la ducha llamándolo para acompañarla, Wilcock le advertía que ducha quería decir sexo y Yeats le recordaba que luego habría que comer en la cama. Cortázar la trasladaba a la ventana junto a la cama y la retenía por largas horas mirando a las palomas, odiando /amando cada instante como si fuera el último, iluminada por un velador amarillento que la perfeccionaba, maltratando al arte y a la fotografía, con ella allí, en la luz baja desnuda y mal cubierta por una sábana, maquillada de inocencia y la virtud de la pregunta en la mirada. Luego, sin quererlo, se acercaba Rimbaud y le susurraba una ausencia, una de tantas, una interminable y le consolaba el llanto, la fracción amarga del aire irrumpía todo y había que correr a bajar las persianas, a cerrar las cortinas, a Baudelaire y ella volvía a estar en la ducha, tarareando a Vivaldi como si nada, como si no pensara en marcharse, como si las promesas fueran ciertas, como si las palabras contuvieran algo dentro, como si los libros aun permanecieran dentro de la biblioteca."
Sin la calle, sin la pluralidad expandida y provocadora; sin la histeria y los besos desobedeciendo las leyes básicas de la física, sin las voces y los silencios repentinos que estremecían la claridad de la tarde; sin nada, podía escucharla caminar detrás de él, pasar hacia la cocina de puntillas para hacer el menor ruido, salir y entrar de la cama acomodándose en ese rincón contra la pared y envolviéndose en su brazo dispuesto. Podía escucharla tararear horriblemente a Bach desde la habitación de junto y acompañarla, tararear con ella y reírse de lo desatinado de la melodía, de lo torpe de las intuiciones auditivas. Y podía quedarse mañanas enteras recostado escuchándola mientras leía algo de lo que había sobre la cama, donde ella no dormía. Allí había dejado, sin querer, un sinfín de lecturas posibles, de lecturas viejas, de huellas librescas formando alguna clase de deformidad compañera, de sombra para ese rincón de cama vacío. Porque el prefería la derecha y ella prefería hacerse un bollito a la derecha de él. El ala izquierda de la cama estaba copada de libros, de entuertos a la inteligencia, de mentiras para la soledad de mentira, de traiciones para la ilusión superflua. Algunas lecturas se repetían como todo, no se trataba del libro sino de los momentos asociables porque Baudelaire la ubicaba en la ducha llamándolo para acompañarla, Wilcock le advertía que ducha quería decir sexo y Yeats le recordaba que luego habría que comer en la cama. Cortázar la trasladaba a la ventana junto a la cama y la retenía por largas horas mirando a las palomas, odiando /amando cada instante como si fuera el último, iluminada por un velador amarillento que la perfeccionaba, maltratando al arte y a la fotografía, con ella allí, en la luz baja desnuda y mal cubierta por una sábana, maquillada de inocencia y la virtud de la pregunta en la mirada. Luego, sin quererlo, se acercaba Rimbaud y le susurraba una ausencia, una de tantas, una interminable y le consolaba el llanto, la fracción amarga del aire irrumpía todo y había que correr a bajar las persianas, a cerrar las cortinas, a Baudelaire y ella volvía a estar en la ducha, tarareando a Vivaldi como si nada, como si no pensara en marcharse, como si las promesas fueran ciertas, como si las palabras contuvieran algo dentro, como si los libros aun permanecieran dentro de la biblioteca."
PÁGINA
15 – POESÍA ARGENTINA
BEATRIZ
MINICHILLO
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
TORMENTA
En
puntas de pie
la
tormenta
deja
asomar su misterio
de
brasas calientes.
Azorado
el
silencio que la precede
cierra
su abanico de espanto.
Se
conmueve
con
un brillo inusitado
la
oscuridad
que
abre el camino
al
relámpago.
Estalla
el trueno.
Un
relincho
se
precipita en el tiempo
que
libera el estampido.
La
noche
roja
de ira
tiende
sus garras
y
clama inútil socorro.
Una
voz
alcanza
la dimensión
de
su propio sonido.
Hasta
el grito
establece
un paréntesis
mientras,
poco a poco,
la
lluvia avanza
como
una novia fugitiva
escapada
de su eternidad.
Rosa
invisible
Hubo
noches
de
silencios atentos
de
inocencias compartidas,
cuando
el pájaro de la luz
se
asomaba para cantar el alba
y
los pasos
recorrían
insomnios transparentes.
Noches
de lunas astilladas
donde
la incertidumbre
asumía
la imagen de una flor
y
el amanecer
se
desgarraba en un sol lila
como
la sombra invisible
y
perfumada
de
una rosa.
AMANTES
ANÓNIMOS
Se
amaron meticulosamente
ese
lunes a las tres de la tarde,
con
dentelladas precisas,
con
el exacto número
de
cópulas y gemidos.
Midieron
sin prisa
y
sin pausa
sus
intenciones puntuales,
se
miraron lo justo,
se
acariciaron lo suficiente
y
casi no reposaron
para
evitar las palabras.
Se
marcharon
rápido,
muy rápido
sin
pasado ni futuro.
Solo
quedó la evidencia
de
las sábanas
como
el estrépito de un tren
estrellándose
en el vacío
y
afuera
como
único contacto humano
la
lluvia y el viento
lamiendo
dulcemente las calles.
GOCHO
VERSOLARI
(Mar
del Plata-Buenos Aires-Argentina)
HACE
MILLONES DE AÑOS, CUANDO EL MUNDO...
He visto caer las flores
hace millones de años cuando el mundo
era un río poderoso
bajo una azul montaña.
He visto caer los sapos
hace millones de años cuando el mundo
era un corro de dentadas mariposas
sentadas en el suelo de arriba,
cenando los panes de la luz.
He visto caer tus ojos
hace millones de años cuando el mundo
cabía en tu puño derecho
como el lento sueño de la luz.
He visto caer hacia arriba las luciérnagas
hace millones de años cuando el mundo
era un niño jubiloso
en el centro del sol.
Hoy que atesoramos la primera aurora;
el eslabón del cielo cayendo en la mañana;
la grama de las diez con el rocío de las siete,
hay un rumor de estrellas en tus manos
y el mundo
busca otra vez tu puño
como gota de luz.
EL BARCO
El día es un barco
que no necesita de batallas ni de muertos
para avanzar glorioso
hacia el muelle del atardecer
donde las sombras de las aves lo reciben
con una estruendosa batería de alas.
Luego caminarás hacia tu propio brillo reflejado en el lago mientras en el gigantesco mediodía se contemplan las estrellas.ocultas en el sol
Luego derramarás algunas lágrimas frente a esas hormigas que iniciaran la trasmutación, cuando la tarde llegue al punto central y una niña en el cielo derrame los arándanos del principio de la noche.
Va y viene el barco
con el bronce de los sueños, aquel que sólo cimbra
en tu seno izquierdo
y desde allí se derrama sobre las cimas
sobre los valles azules de la madrugada
sobre laderas cenicientas, pensativas
mientras la nave sigue majestuosa,
indiferente
y sólo podría detenerla
la trompeta de tu melancolía,
la humedad de tus lágrimas,
y el silente aullido
de tus buitres de luz.
He visto caer las flores
hace millones de años cuando el mundo
era un río poderoso
bajo una azul montaña.
He visto caer los sapos
hace millones de años cuando el mundo
era un corro de dentadas mariposas
sentadas en el suelo de arriba,
cenando los panes de la luz.
He visto caer tus ojos
hace millones de años cuando el mundo
cabía en tu puño derecho
como el lento sueño de la luz.
He visto caer hacia arriba las luciérnagas
hace millones de años cuando el mundo
era un niño jubiloso
en el centro del sol.
Hoy que atesoramos la primera aurora;
el eslabón del cielo cayendo en la mañana;
la grama de las diez con el rocío de las siete,
hay un rumor de estrellas en tus manos
y el mundo
busca otra vez tu puño
como gota de luz.
EL BARCO
El día es un barco
que no necesita de batallas ni de muertos
para avanzar glorioso
hacia el muelle del atardecer
donde las sombras de las aves lo reciben
con una estruendosa batería de alas.
Luego caminarás hacia tu propio brillo reflejado en el lago mientras en el gigantesco mediodía se contemplan las estrellas.ocultas en el sol
Luego derramarás algunas lágrimas frente a esas hormigas que iniciaran la trasmutación, cuando la tarde llegue al punto central y una niña en el cielo derrame los arándanos del principio de la noche.
Va y viene el barco
con el bronce de los sueños, aquel que sólo cimbra
en tu seno izquierdo
y desde allí se derrama sobre las cimas
sobre los valles azules de la madrugada
sobre laderas cenicientas, pensativas
mientras la nave sigue majestuosa,
indiferente
y sólo podría detenerla
la trompeta de tu melancolía,
la humedad de tus lágrimas,
y el silente aullido
de tus buitres de luz.
PÁGINA
16 – ENSAYO
CESARE
PAVESE
(Italia
1908/1950)
LEER
Es verdad que no hay que cansarse de reclamar a los escritores claridad, simplicidad deferencia hacia las masas que no escriben, pero alguna vez nos asalta la duda de que no todos sepan leer. Leer es muy fácil, dicen aquellos a quienes la larga costumbre de los libros ha quitado todo respeto por la palabra escrita; pero quien, en cambio, más que libros trata con hombres o cosas, y tiene que salir por la mañana y regresar de noche endurecido, si por casualidad se concentra sobre una página, comprende que tiene ante sus ojos algo áspero y extraño, desvanecido y al mismo tiempo fuerte, que lo agrede y lo desalienta. Es inútil decir que éste último está más cerca de la verdadera lectura que el otro.
Sucede con los libros como con las personas. Hay que tomarlos en serio. Pero, precisamente por eso, debemos guardarnos de hacer de ellos ídolos, es decir, instrumentos de nuestra pereza. En esto, el hombre que no vive entre libros, y que para abrirlos debe hacer un esfuerzo, tiene un capital de humildad, de desconocida fuerza –la única verdadera– que le permite acercarse a las palabras con el respeto y el ansia con que nos acercamos a una persona predilecta. Y esto vale mucho más que la “cultura”, al contrario, es la verdadera cultura. Necesidad de comprender a los demás, caridad hacia los otros, que es, al fin, el único modo de comprenderse y amarse a sí mismo: aquí se inicia la cultura. Los libros no son los hombres, son medios para llegar a ellos; quien los ama y no ama a los hombres, es un fatuo y un condenado.
Hay un obstáculo al leer –y es siempre el mismo, en cualquier campo de la vida–: la demasiada seguridad en sí mismo, la falta de humildad, el rechazo del prójimo, del que es distinto. Siempre nos hiere el inaudito descubrimiento de que alguien ha visto, no mucho más lejos que nosotros, pero sí de un modo distinto. Estamos hechos de tristes costumbres. Nos gusta asombrarnos, como los niños, pero no demasiado. Cuando el estupor nos obliga a salir realmente de nosotros mismos, a perder el equilibrio para encontrar otro, quizá más arriesgado, entonces fruncimos la boca, pataleamos, verdaderamente nos volvemos niños. Pero de éstos nos falta la virginidad que es inocencia. Nosotros tenemos ideas, tenemos gustos, ya hemos leído libros: poseemos algo, y como todos los poseedores, tememos por ese algo.
Todos hemos leído. Y sucede a menudo que, así como los más pequeños burgueses se atienen al falso decoro y a los prejuicios de clase mucho más que los audaces aventureros del gran mundo, así el ignorante que ha leído algo se aferra ciegamente al gusto, a la banalidad, al prejuicio que ha absorbido, y desde aquel día, si se le ocurre leer todavía, todo lo juzga y lo condena según ese patrón. Es tan fácil aceptar la perspectiva más banal, y mantenerse en ella, seguros del consentimiento de la mayoría. Es tan cómodo suponer que todo esfuerzo ha terminado y se conoce la belleza, la verdad y la justicia. Es cómodo y vil. Es como creer que nos hemos absuelto de nuestro eterno y temido deber de caridad hacia el hombre, regalando una lira al pordiosero de vez en cuando. Nada haremos, ni aun en esto, sin el respeto y la humildad: la humildad que va abriendo grietas de luz a través de nuestra sustancia de orgullo y pereza, el respeto que nos persuade de la dignidad de los otros, del diferente, del prójimo como tal.
Se habla de libros. Y se sabe que los libros, cuanto más pura y llana es su voz, tanto más dolor y tensión han costado a quien los ha escrito. Es inútil, por lo tanto, esperar sondearlos sin pagar nada. Leer no es fácil. Y sucede que quien ha estudiado, quien se mueve ágilmente en el mundo del conocimiento y del gusto, quien no posee el tiempo y los medios para leer, muy a menudo no tiene alma, está muerto al amor por el hombre, está encostrado y endurecido en el egoísmo de casta. En cambio, quien anhelaría, como anhela la vida, ese mundo de la fantasía y el pensamiento, casi siempre está aún privado de los primeros elementos: le falta el alfabeto de cualquier lenguaje, no le sobran tiempo ni fuerzas, o, peor, está extraviado por una falsa preparación, casi una propaganda, que le oculta y desfigura los valores. Quienquiera que afronte un tratado de física, un texto de contabilidad, la gramática de una lengua, sabe que existe una preparación específica, un mínimo de nociones indispensables para sacar provecho de la nueva lectura. ¿Cuántos se dan cuenta de que se requiere un análogo bagaje técnico para acercarse a una novela, a un poema, a un ensayo, a una meditación? ¿Y, además, que estas nociones técnicas son inconmensurablemente más complejas, sutiles y fugitivas que las otras, y no se encuentran en ningún manual y en ninguna biblia? Se piensa que un relato, un poema, por el hecho de que hablen, no al físico, al contador o al especialista, sino al hombre que hay en todos ellos, han de ser naturalmente accesibles a la común atención humana. Y éste es el error. Una cosa es el hombre, otra los hombres. Pero es, por otra parte, una tonta leyenda la de que poetas, narradores y filósofos se dirijan al hombre en absoluto, al hombre abstracto, al Hombre. Ellos hablan al individuo de una determinada época y situación, al individuo que siente determinados problemas y busca resolverlos a su manera, también y sobre todo, cuando lee novelas. Será entonces necesario, para comprender las novelas, situarse en la época y proponerse los problemas; lo que quiere decir, ante todo, en este terreno, aprender los lenguajes, la necesidad de los lenguajes. Convencerse de que si un escritor elige ciertas palabras , ciertos tonos y giros insólitos, tiene por lo menos el derecho de no ser inmediatamente condenado, en nombre de una precedente lectura donde los giros y las palabras eran más ordenados, más fáciles, o solamente diferentes. Esta tarea del lenguaje es la más vistosa, pero no la más ardiente. Por cierto que todo es lenguaje en un escritor que sea tal, pero basta justamente con haberlo comprendido para encontrarse en un mundo de los más vivos y complejos, donde la cuestión de una palabra, de una inflexión, de una cadencia, se vuelve en seguida un problema de costumbre, de moralidad. O, sin más de política.
Baste esto, entonces. El arte, como se dice, es una cosa seria. Es por lo menos tan seria como la moral o la política. Pero si tenemos el deber de apoyarnos en éstas con aquella modestia que es búsqueda de claridad –caridad hacia los otros y dureza para nosotros– no se ve con qué derecho, ante una página escrita, olvidamos el ser hombres y que un hombre nos habla.
Artículo publicado en L’Unità, de Turín, el 20 de junio de 1945.
Traducción de Rodolfo Alonso y Hugo Gola
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17 – COMENTARIOS DE LIBROS
HORACIO
SEMERARO
(San
Miguel de Tucumán-Argentina)
Libro:
EL PLACARD DE MURIEL
Autor:
MÓNICA CAZÓN
A
través de su largo e histórico camino, la poesía narrativa fue variando los
postulados en cuanto a genuinidad y caracteres de reconocimiento. El posmodernismo
y los movimientos de vanguardia, soslayaron algunos parámetros. Solo quedó,
como condición básica, que la prosa cuente, con tono lírico, una historia. Pero
quizás la mayor condición de calidad estribe en la sensibilidad y en la
sugerencia poética, expresadas como pinceladas de palabras.
Mónica Cazón -que incursiona en el género con esta obra- cumple con todas las condiciones de genuinidad y calidad de la poesía narrativa. Las ausencias, las pérdidas, el desamor, la soledad, sacadas del placard de Muriel, producen la misma seducción e interés que los miedos de una niña a la tormenta, las canaletas que se inundan o una boda muy particular.
Son 30 poemas reunidos en dos partes (Entre ella y yo y Nosotras) que brindan al lector una muestra talentosa de poesía narrativa. Una niña, una mujer, la figura fantasmal y desdoblada de una mujer imaginaria y una mujer imprescindible permiten reconstruir una historia que la autora desgrana con huellas y acertijos, dejados con maestría, según se avanza en la lectura. Sobresalen los recuerdos testimoniales y creíbles de la niña, el trabajado lenguaje poético de la mujer -no exento de sarcasmo-, el virtuosismo simbólico y lingüístico del texto en general, la etérea aparición de la mujer invisible y la oportuna participación de la mujer imprescindible. Aunque la construcción del libro permite el abordaje discursivo desde diferentes lecturas, la secuencia trazada nos lleva por un camino asociable.
Mónica Cazón -que incursiona en el género con esta obra- cumple con todas las condiciones de genuinidad y calidad de la poesía narrativa. Las ausencias, las pérdidas, el desamor, la soledad, sacadas del placard de Muriel, producen la misma seducción e interés que los miedos de una niña a la tormenta, las canaletas que se inundan o una boda muy particular.
Son 30 poemas reunidos en dos partes (Entre ella y yo y Nosotras) que brindan al lector una muestra talentosa de poesía narrativa. Una niña, una mujer, la figura fantasmal y desdoblada de una mujer imaginaria y una mujer imprescindible permiten reconstruir una historia que la autora desgrana con huellas y acertijos, dejados con maestría, según se avanza en la lectura. Sobresalen los recuerdos testimoniales y creíbles de la niña, el trabajado lenguaje poético de la mujer -no exento de sarcasmo-, el virtuosismo simbólico y lingüístico del texto en general, la etérea aparición de la mujer invisible y la oportuna participación de la mujer imprescindible. Aunque la construcción del libro permite el abordaje discursivo desde diferentes lecturas, la secuencia trazada nos lleva por un camino asociable.
PABLO
FELIPE ARANGO
(Manizales-Colombia)
Libro:
De los gozos del cuerpo.
Autor:
Harold Alvarado Tenorio
Editorial:
Universidad de Caldas. 2012
EN
ESPERA DEL GRAN DÍA
“Los
tiempos han dispuesto/ buenas y malas tardes” dice Alvarado; sin duda. Así es
la vida. Vida y tiempo parece que fueran para el poeta una misma cosa, o al
menos, que el tiempo fuera el rastro de la vida como si se tratara de los
vestigios que deja el caracol cuando se desplaza pero a la vez se deshace. “La
vida es implacable/El tiempo inexorable”: de nuevo. No son dos, son uno, o lo
mismo. Sin marcha atrás, dolorosos e insensibles, al final, vida y tiempo solo
nos dejan soledad. Y el rastro que no es otra cosa que el pasado, es
decir un tiempo muerto, a pesar de desprenderse de nosotros: vale nada.
Para el poeta ni siquiera el destino, aquel tiempo futuro, puede salvarse del
duro escrutinio del que ha vivido: “…/Dándome la espalda borraste lo poco/ que
había en mi escrito la fortuna,/ esa otra mentira del destino./ El destino,
otra mentira de la suerte…”.
El
hombre no tiene escapatoria sugiere Alvarado. Gira en el centro de un
círculo que integran de manera confusa pasado, presente y destino, o vida y
tiempo. Un círculo que sin descanso viaja de tal forma que ni aun la ilusión
del olvido es posible: “El tiempo nada cura./ Menos la sal de estos ojos/ que
alegraron la belleza de tu juventud/ y esta lengua que bebió de tu carne./
Jamás, nada sanó el tiempo./ La vida no descansa.”
Quisiera
el poeta un hombre que pudiera abstraerse, excluirse y gozar siendo feliz al
margen de aquel círculo que gira eternamente, pero no hay manera. Sabe que la
condena consiste en esa especie de infierno del que solo lo librará la muerte
-tal vez por eso la cercanía del “día definitivo” permita al menos la ilusión
de “mayores goces” para la carne- y por supuesto, la imaginación de “otros
mundos” en los que quizá: “haya color, luz, agua y descanso…”
No
creo que el cuerpo sea, como sugieren los críticos, el territorio de la poesía
de Harold Alvarado Tenorio. Su ámbito es el tiempo inexorable y brutal. El
tiempo que los dioses convirtieron en el único espacio en el que es dado vivir
a los hombres y que los subyuga advirtiéndoles que siempre carecerán de
inmortalidad.
En
el entretanto, antes de la muerte y en los descansos de la imaginación, más
vale aceptar el estoicismo que según Alvarado exhibía María Jónsdóttir o
aceptar el proverbio: “No hables/ mira cómo las cosas a tu alrededor se
pudren.”
Debe
decirse que estos poemas son la bitácora de un minucioso viajero del tiempo, es
lo que esperamos de un verdadero poeta. Sin duda Alvarado Tenorio sí
encontró, como los grandes, cierta manera de burlar, por momentos, aquel
círculo eterno.
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18 – CUENTO
FERNANDO
BELOTTINI
(El Trébol-Santa Fe-Argentina)
(El Trébol-Santa Fe-Argentina)
LOS
MACHOS NO PICAN
Estaba en el patio de casa tomando fresco y un mosquito se posó sobre mi antebrazo. Una estrategia que desarrollé hace muchos años es la de dejar que el mosquito trate de picarme y, una vez que me pincha y queda inmovilizado unos segundos, lo aplasto con un manotazo. Estaba por dar ese manotazo cuando escucho una voz apenas audible que me dice pará pará pará pará pará pará… Pensé que la voz estaba dentro de mí. A veces logro escuchar mensajes que me da la imaginación, pero no, en este caso, la voz provenía del mosquito. Que ahora, en lugar de pretender chuparme la sangre, estaba con las alas sobre la cabeza escondiéndola entre los hombros y atajándose de mi mano que se detuvo apenas unos centímetros antes de aplastarlo.
Yo no sabía que podía hablar con los animales, mucho menos con los insectos, no sé, los insectos me parecen más alejados de los humanos que otras especies. Tal vez era el mosquito el que tenía la facultad de comunicarse conmigo. Tampoco somos el ombligo del mundo.
-¿Me hablaste? –le pregunté.
-Sí, sí, fui yo, por favor, no me aplastes – Ahora había desplegado las alas y asomaba la cabeza como una tortuga, mirándome a los ojos (aunque esto último no puedo precisarlo).
-Sí, ok –le dije levantando la mano- pero convengamos que querías chuparme la sangre.
-Sí, sí, tenés razón, es verdad –si bien el volumen de su voz era muy bajo y el tono bastante agudo (qué puede salir de esa caja de resonancia tan pequeña, pensé), sonaba amable- disculpame, pero de eso vivo, es mi naturaleza.
Pensaba en explicarle que entre los humanos está muy mal vivir de la sangre de otros, que es una metáfora de la explotación del hombre por el hombre, pero dudé en que un insecto pudiera entender de plusvalía o de metáforas de explotaciones, quizás su vida era un eterno y envidiable aquí y ahora.
-Sí, eso puedo entenderlo, porque entre los humanos también hacemos cosas propias de nuestra naturaleza que pueden causar daño.
Por suerte no pidió ejemplos.
-¿Y se reprochan esas conductas? ¿Se dan manotazos? – preguntó.
Se notaba que era un mosquito poco observador, o la capacidad de su cerebro no alcanzaba para almacenar muchos datos y relacionarlos.
-Sí, claro, hay reproches, manotazos, revoluciones. La naturaleza no es un paraíso en sí, querido amigo –lo sentí muy cercano.
-Amiga –corrigió-, los machos no pican.
-Ah, ¿sos hembra?
El cambio de género me alteró un poco, como si invitara a expresarme de otra manera.
-Sí –dijo- igual podemos ser amigos ¿verdad?
Era evidente que quería evitar que la asesinara, ya no podía a partir de ahí llamarla “mosquito”. Empecé a llamarla “ella”, porque no sabía su nombre y no quería o no sabía si preguntar. Además, mosquita, me suena a mosquita muerta.
-Claro, pero por lo que sé ustedes no viven mucho tiempo…
-Ah, vivimos lo necesario.
Ella tomó la posición de loto con sus cuatro patas traseras plegadas, mientras que las delanteras caían como brazos sobre los muslos y las alas, flácidas, transparentes, se apoyaban alrededor del cuerpo como si fuera una capa y me hacía cosquillas en el antebrazo.
-¿Pero no sabes en días humanos cuánto viven?
-No, no es algo que me preocupe.
-Y qué te preocupa.
-El equilibrio del Universo, eso de que si matás un mosquito en Concordia, puede haber un terremoto en Tokio.
Era razonable… algo había leído de eso, pero en el ejemplo usaban una mariposa. ¿Qué diferencia habría?
-Tengo que confesarte que pensaba matarte antes de que me picaras, conozco gente que deja picarse para luego ver cómo estalla la sangre, a mí no me da para tanto.
-Percibí que eras otro tipo de persona.
-Gracias.
Mi vanidad es bastante lábil al halago. Seguimos conversando sobre otras cuestiones como los repelentes de moda, pero ya oscurecía y yo debía ir a preparar la cena, mientras que ella tenía que desovar y para eso necesitaba mi sangre.
Una picadura de mosquito no mata a nadie, es verdad, es un simple pinchazo más suave que el de una inyección, y los seres humanos no debemos ser tan egoístas. Cerré los ojos y dejé que lo hiciera. Una vez que se sació, sin decir palabra, remontó un vuelo pesado con mi gota en su vientre. Imaginé que era un vuelo feliz. Después, me quedé pensando en si no había sido muy débil de carácter: alguien a quien un par de razones en labios de una hembra lo convencen demasiado pronto.
Estaba en el patio de casa tomando fresco y un mosquito se posó sobre mi antebrazo. Una estrategia que desarrollé hace muchos años es la de dejar que el mosquito trate de picarme y, una vez que me pincha y queda inmovilizado unos segundos, lo aplasto con un manotazo. Estaba por dar ese manotazo cuando escucho una voz apenas audible que me dice pará pará pará pará pará pará… Pensé que la voz estaba dentro de mí. A veces logro escuchar mensajes que me da la imaginación, pero no, en este caso, la voz provenía del mosquito. Que ahora, en lugar de pretender chuparme la sangre, estaba con las alas sobre la cabeza escondiéndola entre los hombros y atajándose de mi mano que se detuvo apenas unos centímetros antes de aplastarlo.
Yo no sabía que podía hablar con los animales, mucho menos con los insectos, no sé, los insectos me parecen más alejados de los humanos que otras especies. Tal vez era el mosquito el que tenía la facultad de comunicarse conmigo. Tampoco somos el ombligo del mundo.
-¿Me hablaste? –le pregunté.
-Sí, sí, fui yo, por favor, no me aplastes – Ahora había desplegado las alas y asomaba la cabeza como una tortuga, mirándome a los ojos (aunque esto último no puedo precisarlo).
-Sí, ok –le dije levantando la mano- pero convengamos que querías chuparme la sangre.
-Sí, sí, tenés razón, es verdad –si bien el volumen de su voz era muy bajo y el tono bastante agudo (qué puede salir de esa caja de resonancia tan pequeña, pensé), sonaba amable- disculpame, pero de eso vivo, es mi naturaleza.
Pensaba en explicarle que entre los humanos está muy mal vivir de la sangre de otros, que es una metáfora de la explotación del hombre por el hombre, pero dudé en que un insecto pudiera entender de plusvalía o de metáforas de explotaciones, quizás su vida era un eterno y envidiable aquí y ahora.
-Sí, eso puedo entenderlo, porque entre los humanos también hacemos cosas propias de nuestra naturaleza que pueden causar daño.
Por suerte no pidió ejemplos.
-¿Y se reprochan esas conductas? ¿Se dan manotazos? – preguntó.
Se notaba que era un mosquito poco observador, o la capacidad de su cerebro no alcanzaba para almacenar muchos datos y relacionarlos.
-Sí, claro, hay reproches, manotazos, revoluciones. La naturaleza no es un paraíso en sí, querido amigo –lo sentí muy cercano.
-Amiga –corrigió-, los machos no pican.
-Ah, ¿sos hembra?
El cambio de género me alteró un poco, como si invitara a expresarme de otra manera.
-Sí –dijo- igual podemos ser amigos ¿verdad?
Era evidente que quería evitar que la asesinara, ya no podía a partir de ahí llamarla “mosquito”. Empecé a llamarla “ella”, porque no sabía su nombre y no quería o no sabía si preguntar. Además, mosquita, me suena a mosquita muerta.
-Claro, pero por lo que sé ustedes no viven mucho tiempo…
-Ah, vivimos lo necesario.
Ella tomó la posición de loto con sus cuatro patas traseras plegadas, mientras que las delanteras caían como brazos sobre los muslos y las alas, flácidas, transparentes, se apoyaban alrededor del cuerpo como si fuera una capa y me hacía cosquillas en el antebrazo.
-¿Pero no sabes en días humanos cuánto viven?
-No, no es algo que me preocupe.
-Y qué te preocupa.
-El equilibrio del Universo, eso de que si matás un mosquito en Concordia, puede haber un terremoto en Tokio.
Era razonable… algo había leído de eso, pero en el ejemplo usaban una mariposa. ¿Qué diferencia habría?
-Tengo que confesarte que pensaba matarte antes de que me picaras, conozco gente que deja picarse para luego ver cómo estalla la sangre, a mí no me da para tanto.
-Percibí que eras otro tipo de persona.
-Gracias.
Mi vanidad es bastante lábil al halago. Seguimos conversando sobre otras cuestiones como los repelentes de moda, pero ya oscurecía y yo debía ir a preparar la cena, mientras que ella tenía que desovar y para eso necesitaba mi sangre.
Una picadura de mosquito no mata a nadie, es verdad, es un simple pinchazo más suave que el de una inyección, y los seres humanos no debemos ser tan egoístas. Cerré los ojos y dejé que lo hiciera. Una vez que se sació, sin decir palabra, remontó un vuelo pesado con mi gota en su vientre. Imaginé que era un vuelo feliz. Después, me quedé pensando en si no había sido muy débil de carácter: alguien a quien un par de razones en labios de una hembra lo convencen demasiado pronto.
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19 – POESÍA AMERICANA
ANA
ISTARÚ
(San
José-Costa Rica)
ÁBRETE
SEXO
Ábrete sexo
como una flor que accede,
descorre las aldabas de tu ermita,
deja escapar
al nadador transido,
desiste, no retengas
sus frágiles cabriolas,
ábrete con arrojo,
como un balcón que emerge
y ostenta sobre el aire sus geranios.
Desenfunda,
oh poza de penumbra, tu misterio.
No detengas su viaje al navegante.
No importa que su adiós
te hiera como cierzo,
como rayo de hielo que en la pelvis
aloja sus astillas.
Ábrete sexo,
hazte cascada,
olvida tu tristeza.
Deja partir al niño
que vive en tu entresueño.
Abre gallardamente
tus cálidas compuertas
a este copo de mieles,
a este animal que tiembla
como un jirón de viento,
a este fruto rugoso
que va a hundirse en la luz con arrebato,
a buscar como un ciervo con los ojos cerrados
los pezones del aire, los dos senos del día.
SOBRE
TU FRENTE
Sobre tu frente
los lirios mal heridos.
Si de un racimo terso
como agosto,
al leño duro vas y vienes
¿qué me queda?
Acuno tu vehemencia,
la sosiego,
un pecho y otro doy
a tu embestida. Cristales
me acoracen. ¿Qué me queda?
La luna por almohada
ha de lavarte
la pena calcinada de la nuca.
La hilacha fiera
de la angustia
traza tristes telares,
tiende un ovillo persistente
en tus pupilas.
He de zurcir en tu iris gramos brillantes.
Tanta faena. ¿Qué más yo puedo,
qué dos brazos cruzados,
qué nada que me asista, ni qué nadie? ¿Y así?
Sobre tu frente
estos lirios mal heridos:
pues hierbabuena y mi fe.
¡Bebe el milagro!
DE
LOS CUERPOS CELESTES
El firmamento me convoca. Restriega
su plácida testuz,
su pelusa de argento, su pescuezo
de hielo troquelado
en las lanas calientes
de mi panza de loba.
El universo
restriega su frágil cornamenta
en este globo terráqueo de mi cuerpo.
ARABELLA
SALAVERRY
(Sabanilla-San
José-Costa Rica)
CHICAS
MALAS
Fuimos
las chicas malas
Asustamos
a los vecinos
escandalizamos
a las señoras
de
misal y rosario
Siempre
de negro
diluidas
entre sombras
y
desapareciendo en los espejos
Tomábamos
cognac
en
tardes clandestinas
mientras
el jazz
nos
cubría
escurriéndose
luego
por
los poros
Disfrutábamos
la hierba
ocasionalmente
sin
compulsiones
sobre
todo cuando queríamos
abrir
los ventanales del cielo
y mirar trasnochadamente lo que
hubiese
Nacimos
despidiendo guerras
vivimos
Viet Nam
un
acto obsceno
y
en la piel
el
dolor de Hiroshima
y
Nagasaki
Nos
desvelamos con Sartre
mas
fue Simone quien hilvanó
nuestra
protesta
Consideramos
a los Beatles
un
tanto pueriles
era
Piaff
quien
nos alimentaba
Trenzamos
flores
guirnaldas
pero
fuimos suspicaces
con
las exportaciones del Norte
Nunca
pensamos
que
seríamos reinas
Sí
quisimos con el Che
ser
compañeras
Compartimos
cuerpo y alma
sin
pedir nada a cambio
La
vida ha sido nuestro manifiesto
Encendimos
lámparas
para
apagar la angustia
de
estar vivas
Vivimos
tan
pero
tan intensamente
que
ningún dolor nos fue
ni
nos podrá ser jamás ajeno
Fuimos
las chicas malas
Olíamos
a incienso
a
pachulí
otras
veces a menta fresca
Pero
el olor
que
perduró
fue
el de la melancolía
Fuimos
las chicas malas
y
aunque no lo confiese abiertamente
por
el qué dirán
los hijos
los
amigos sensatos
el perro
los
parientes
seguimos
y seguiremos siendo
chicas
malas
SÓLO
DE PALABRAS
Sólo
en la palabra me alimento
Sólo
en el destierro del silencio
ante
las hojas vacías me redimo
Sólo
de palabras
Para
compartir con las exhaustas
las
que habitan el país de la clausura
las
que no saben cómo se deletrea
el
término futuro
Sólo
en la palabra la sílaba en la letra
en
el esquema de vocablos
En
la bofetada abierta a los silencios
Sólo
en la palabra me restauro
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20 – ENSAYO
DANIEL
PAREDES
(San
Nicolás de los Arroyos-Buenos Aires-Argentina)
¿LA
TILDE PASÓ DE MODA?
La
tilde, también llamada "acento ortográfico", parece estar en peligro
de extinción. Cuando enviamos un mensaje a través del teléfono móvil, cuando
escribimos un e-mail o cuando redactamos la lista del supermercado, muchos
solemos obviar las tildes, ya sea porque estamos apurados, porque teclearlas es
incómodo o, simplemente, porque no conocemos las reglas de acentuación.
Pero
el mal se ha extendido a otros ámbitos que, uno suponía, deberían ser más
cuidadosos con ciertos detalles. Las tildes han abandonado muchos folletos
publicitarios, muchas cartas de restoranes, muchos carteles de la vía pública.
"Descienda por la puerta de atras", pintan en el interior de algunos
colectivos; "Fruteria y verduleria", anuncia el cartelón de un
negocio...
Hasta
de la televisión han empezado a desertar. Yo las extraño en algunas
traducciones de películas, y me molesta que falten en los titulares de los
noticieros... Aunque, bueno, debo reconocer que a veces lo disfruto. Y es que
una palabra mal escrita puede engendrar confusiones graciosas: todos sabemos
que no es lo mismo un "pulpito" que un "púlpito", y que es
muy distinto decir "La Secretaría Pública", que decir "La
secretaria publica".
Aquí,
en Argentina, existe un canal de televisión que usa "placas" para dar
a conocer noticias relevantes o primicias nefastas. Cierta vez colocaron una
placa (lamento no haber tenido a mano una videograbadora para poder citarla
textual) que se veía más o menos así:
CHOCO
COLECTIVO Y APLASTO PUESTO DE DIARIOS
Esto,
bien leído, no es una noticia sino el anuncio publicitario de un loco de atar.
¡El muy desquiciado se ofrece para chocar un colectivo y aplastar un puesto de
periódicos!
Claro,
después uno empieza a desconfiar de semejante barbaridad, ubica las tildes
donde faltan y entonces descubre qué quiso expresarse:
CHOCÓ
COLECTIVO Y APLASTÓ PUESTO DE DIARIOS
Ahora
dice algo muy distinto, ¿no?
Alguien
podría alegar que, en la gran mayoría de los casos, la frase se interpretará
correctamente si observamos el contexto y recurrimos al sentido común. Es
cierto. Pero conste que "la gran mayoría de los casos" no son todos los
casos. Y hay un factor mucho más importante todavía, sobre todo para los
escritores de ficción: un error de este tipo puede provocar risa, o fastidio,
o, por lo menos, la distracción del lector. Esos cinco o diez segundos que él
invierte en releer y corregir mentalmente, provocan que se interrumpa el hilo
de la lectura y, por lo tanto, que la historia pierda tensión. Ese hechizo que
lo había transportado junto a los personajes para sufrir o gozar con ellos, de
pronto se rompe y el lector se "despierta", se acuerda de que sólo
está le-yen-do.
Si
además el ripio es recurrente, el lector terminará agotado de releer y
enmendar, de tropezar con obstáculos que no le permiten concentrarse en la
trama, y su juicio ya no será el mismo que si la lectura hubiera sido fluida.
Antes
de cerrar el tema, quiero aclarar que no es posible ampararse en el uso de las
mayúsculas para evitar las tildes. Tal licencia no existe. (Esa
"leyenda" se acuñó en otras épocas, cuando las máquinas de imprenta
no podían tildar las letras sin "romperlas".) El DRAE no deja dudas
al respecto:
«Las
letras mayúsculas, tanto si se trata de iniciales como si se integran en una
palabra escrita enteramente en mayúsculas, deben llevar tilde si así les
corresponde según las reglas de acentuación: Ángel, PROHIBIDO PISAR EL CÉSPED».
Por
todo esto propongo que, en adelante, revisemos nuestros textos en busca de
tildes que falten (o que sobren). Y a no olvidar que los correctores
automáticos —el del Word o cualquier otro— en muchos casos no solucionan el
problema: al no ser "inteligentes", los correctores automáticos no
pueden determinar, por ejemplo, si hemos querido decir "práctico",
"practico" o "practicó".
Aquí
te dejo esta página de la RAE con las reglas de acentuación.
(http://lema.rae.es/dpd/?key=tilde)
Por
mi parte, ya mismo la incluyo entre mis marcadores. ;)
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21 – CUENTO
JORGE
DIPRÉ
(Córdoba-Argentina)
POR LA MIRILLA
Por la mirilla de la puerta la calle parece aún más imperfecta. El mediodía quema la imagen muda: una mujer medio encorvada revuelve una bolsa de basura en la casa de enfrente. La vecina sale gesticulando y se acerca a la otra mujer. Le patea la bolsa en la que guarda sus pequeños tesoros. No se escucha, pero los gritos son evidentes. Mi vecina la insulta, se acerca cada vez más, la toma de un brazo y la sacude. De pronto el reflejo de acero se transforma en una saeta que corta el cuello de la dueña de casa. Se toma con las dos manos en un vano intento de contener esa catarata de sangre borboteante, lo que le impide atajar las tres o cuatro cuchilladas que le abren el pecho y los pulmones vertiginosamente. Cae, y la asesina la monta con sus andrajos para seguir con la carnicería. Un hombre corre, mudo, desde la esquina. Pega una patada entre las costillas del jinete. Y otra en la cabeza. Y otra en la cara ya desfigurada por el dolor. Se revuelca. El hombre, en su frenesí, tropieza sobre mi vecina y cae en la vereda. La andrajosa se levanta y, oscilando, comienza a cruzar la calle en mi dirección. La calle está cubierta de cartones y papeles, botellas de plástico y latas apretujadas de aluminio, la bolsa destrozada y abierta muestra sus entrañas ahora casi vacías. No hay viento, las hilachas, los hilos descocidos de las vestimentas caen como si fueran de plomo. La mujer se acerca, ya cruzó la vereda y se mete por el pasillo, apoya su rostro sucio y ensangrentado sobre la puerta, el ojo inyectado quiere entrar por la mirilla.
El timbre de la casa estalla en la penumbra gelatinosa, el ventilador de techo se ha detenido y mi cuerpo está bañado en transpiración. Vuelve a sonar el timbre. Miro a través de la mirilla. El rostro de Sandra se muestra impaciente. Abro. Te dormiste, te volviste a dormir. Es mediodía. Ya no hacés a tiempo. Cambiate y andá. Aunque llegués tarde.
Me visto una camisa y un pantalón de hilo. El calor de la siesta es insoportable. No termino de acostumbrarme, por más que ya lleve unos cuantos años aquí, en esta ciudad que se resiste al infierno, pero que está tan cerca. Camino por la calle Pellegrini, no es tan lejos. Además, no tiene sentido apurarse; nadie se apura aquí en el verano. Los movimientos son lentos, hasta las hojas de los árboles caen con parsimonia. Uno puede quedarse a contemplarlas, como parte de un paisaje japonés. Los pájaros no vuelan, y si lo hacen, parecen imágenes en cámara lenta. Uno de los tantos, infinitos, ciclomotores rompe la pegajosa masa del silencio. Tabletea y se pierde en una de las calles perpendiculares. En la esquina unos muchachos están echados a la sombra, bajo el toldo de un comercio, haciendo circular una botella de gaseosa barata. Adelante, reverbera el aire fabricando fantasmas; a un costado, sobre el cordón de la vereda de enfrente, un hombre en una bicicleta habla o discute con un remisero estacionado. Apenas percibo un deslizamiento, el inicio de un desplazamiento. Pienso en el sueño, no recuerdo por qué yo estaba mirando por la mirilla ¿Era yo quien miraba?.
Suena el celular. Cuando atiendo, a un costado siento un estallido como de un reventón, que vuelve a quebrar la siesta.
–Hola
–Hola…¿Jorge?
–Sí Roberto, habla Jorge. –mientras me concentro en el inicio de la conversación miro hacia mi costado derecho, buscando el origen del ruido. El hombre de la bicicleta se pone en movimiento mientras el remís sale del estacionamiento y acelera por el medio de la calle.
–Hola! Hola! Me escuchás Jorge!!
–Sí, te escucho, Roberto, esperá. –hay un pequeño baile del hombre con su bicicleta, como una vacilación, busco con la mirada cuál de las cubiertas se le reventó, pero ambas están bien. No entiendo, o sí.
–Qué pasa, che.
–Aguantá Roberto. Me parece que acaban de pegarle un tiro a un tipo, al lado mío. –El hombre se cae con su bicicleta en medio de la calle Pellegrini, a dos cuadras de la avenida 9 de Julio, y se queda allí, quieto como el aire de la siesta chaqueña.
–Entonces corto, Jorge!. Llamame en cuanto puedas. ¡Clic! –Los tiros no viajan por celular, pienso, y guardo el teléfono.
El hombre, una persona de unos cuarenta o cincuenta años, tiene la bicicleta destartalada encima de su pecho. Está boca arriba, con los ojos abiertos. Los muchachos que estaban bajo el toldo, en la misma vereda, se acercan de a uno y nos rodean. Desplazo el caño y saco la bicicleta de encima. Una persona que no había visto me dice que ya llamó a la ambulancia. El sanatorio está a tres cuadras, por suerte llegarán rápido. El hombre en el suelo, inmóvil, mira el cielo, y pestañea. Está vivo. ‘discutió con el remisero porque lo chocó cuando quiso arrancar con el pasajero’ dice uno de los chicos de la esquina. ‘Sí, se putearon lindo, y cuando el otro salió le mandó el cuetazo’. ‘Para mí que ya se junaban de antes, debe haber un problema de mujeres en el medio’. ‘Estos remiseros son jodidos, están todos enfierrados, dicen que porque les roban’. El coro de voces se adormece. El hombre intenta levantarse, pero no puede, llega la ambulancia y su sonoridad. Uno de los médicos le pregunta algo, los ojos del herido buscan un lugar de su cuerpo y vuelven al cielo, como si el esfuerzo fuese excesivo. Levanta la camisa gastada y se baja un poco, como puede, el pantalón; en la ingle izquierda, un punto rojo nos mira antes de comenzar a derramar sus rojas lágrimas. Un ojo, o una mirilla.
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22 – POESÍA AMERICANA
CAMILA
CHARRY NORIEGA
(Bogotá-Colombia)
SEÑALES
Llueve
sin afán
el
día huele a ti;
atento
mi
corazón palpita y desconfía
sabe
que
a pesar de todas las señales
jamás
vas a volver.
LENGUAJE
En
esta hondura que es mi cuerpo
laten
el agua el miedo
el
goce de mirar tus ojos
calmos
limpios
como
cualquier palabra
muerta.
ERA
Era
por estar vivos
que
nos desnudábamos
y
reconocíamos
la
furia en el colmillo de la noche
y
era
por
este apego a la carne
que
día tras día
las
manos quemadas por tanto sueño
arrancaban
de las espinas
la
luz roja de la tarde.
SEÑOR
Señor
te
arrojo el brillo de mis lágrimas
las
tripas del sacrificio
y
la cabeza muda del buey.
Te
arrojo la semilla
que
crece apretada
en
este lado de mi noche.
A
ti debo
estas
pesadillas
y
la respiración ausente del corazón.
PAGARÁS
Pagarás
por tu silencio
y
por tus palabras
por
tu falta de pudor
y
por haberte hincado ciego
ante
los dioses de la tarde
que
se reían ebrios de tu desesperación.
Por
haberles ofrecido los riñones y los labios
por
dejarlos oler tu bilis y tu miedo
por
llorar y por amar el oscuro ministerio
de
lo ausente.
NOHEMI
SOSA REYNA
(Ciudad
Victoria-Tamaulipas-México)
REGLAS
PARA AMARTE SIN EQUIVOCO
Para amarte:
Debía dejar atrás el cotidiano plañir
sólo mirar tu rostro cuidadosamente afeitado
no llamar por teléfono para impedir el desgaste
saborear el cielo que anuncian tus palabras
ver crecer el árbol que sembré hace varios años
ver florecer el árbol que sembré hace varios años
ver crecer los caminos como mares
ver multiplicarse las hojas de tus libros
ser una flor carmín en tu vida
ver detrás del telón tus ansiedades
sola caminar con la tosca ausencia
sola bailar con la rutina gris
sólo querer tocarte
sólo vivir
estar en tu retina
estar entre tus manos
estar entre tus brazos
ser roja palabra entre tus letras
poder soñar en pasear como unos ángeles
estar en condominio sin vecinos y con música
estar en escalera para subir con lentitud y conversando
ser como peras en dulce para golosos devorarnos
ser hombre y mujer envueltos en su nube.
Para amarte:
Debía dejar atrás el cotidiano plañir
sólo mirar tu rostro cuidadosamente afeitado
no llamar por teléfono para impedir el desgaste
saborear el cielo que anuncian tus palabras
ver crecer el árbol que sembré hace varios años
ver florecer el árbol que sembré hace varios años
ver crecer los caminos como mares
ver multiplicarse las hojas de tus libros
ser una flor carmín en tu vida
ver detrás del telón tus ansiedades
sola caminar con la tosca ausencia
sola bailar con la rutina gris
sólo querer tocarte
sólo vivir
estar en tu retina
estar entre tus manos
estar entre tus brazos
ser roja palabra entre tus letras
poder soñar en pasear como unos ángeles
estar en condominio sin vecinos y con música
estar en escalera para subir con lentitud y conversando
ser como peras en dulce para golosos devorarnos
ser hombre y mujer envueltos en su nube.
PIEL
AUSENTE
Me fue dado el amor tan descarnado
a flor de piel
me sorprende su abismo
su hondura intocable
chispa que incendia mi día
caudal de fuego inapagable
increíble despertar de existencia
en cada una de mis células
aún descarnado y ausente
es un rayo de vida
Me fue dado el amor tan descarnado
a flor de piel
me sorprende su abismo
su hondura intocable
chispa que incendia mi día
caudal de fuego inapagable
increíble despertar de existencia
en cada una de mis células
aún descarnado y ausente
es un rayo de vida
FELIZ
PARADIGMA
Estoy de nuevo sola y mis pasos son hilo
enredan en mi tiempo su tejido de vida
tú tienes la otra punta y en equilibrio te busco
tus manos no descuidan este paso inseguro
y en el punto más alto me admiro de tu amor
tan preciso y geométrico salir del laberinto
si Ariadna vio la luz en su Teseo
- camino de los siglos - yo la entiendo
si ella a la fatal cornada escapó/ feliz estoy
pues de aquel mito y espera hice un espejo
por eso mi moderno Teseo/ guíame de nuevo
aunque ahora estoy neciamente en el desierto
Estoy de nuevo sola y mis pasos son hilo
enredan en mi tiempo su tejido de vida
tú tienes la otra punta y en equilibrio te busco
tus manos no descuidan este paso inseguro
y en el punto más alto me admiro de tu amor
tan preciso y geométrico salir del laberinto
si Ariadna vio la luz en su Teseo
- camino de los siglos - yo la entiendo
si ella a la fatal cornada escapó/ feliz estoy
pues de aquel mito y espera hice un espejo
por eso mi moderno Teseo/ guíame de nuevo
aunque ahora estoy neciamente en el desierto
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23 – ENSAYO
MÓNICA
RUSSOMANNO
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
AGUSTINA
En
este momento, Agustina es joven, y delgada, y tiene el pelo rubio largo y
ondulado. Agustina es setentista en el dosmil doce, cree en la revolución y en
que la vida vale la pena y el presente es hoy y todo transcurre en este
instante. No hay futuro, el futuro es este momento, tiene la sabiduría de un
pez o una escolopendra, del animal que vive el único momento que vale la pena,
un ahora eterno.
Me
pone en cuestión Agustina, lo fácil y cómodo es desde mi posición de
trabajadora y propietaria señalar la necesidad del aporte jubilatorio, de
labrar un porvenir, de ocuparse del sustento y la proyección de las futuras y
muy posibles desgracias. Le puedo hablar de la traición de los supuestos
compañeros, de la inutilidad de ciertas luchas, de la utilización de los
soñadores por los poderes ocultos, de la responsabilidad y de la gratificación
de seguir el camino ancho y soleado.
Pero
me pone en cuestión Agustina, porque pese a las estructuras y las formas, pese
a las inclinaciones y la previsión, yo y todos hemos estado allí.
Si
nos señala con el dedo la fragilidad de nuestras justificaciones, sería cosa de
necedad caer en los viejos discursos. Hacer una carrera, lograr estabilidad
económica, ocupar la mayor parte del tiempo en un trabajo desgastante y
agotador.
Pero
recuerdo la única imagen que conozco del nieto de Osvaldo Bayer, tocando la
guitarra en bicicleta. No se puede tocar la guitarra andando en bicicleta.
Funciona para la fotografía, funciona en un instante que se detenga en el
tiempo, pero la caída es inevitable.
Y
pongámonos de acuerdo en esto. Nadie desea que el chico se caiga, nadie quiere
que Agustina se golpee la cabeza contra la pared. Pero el muro la aguarda,
porque este mundo es de una realidad apabullante. Y todos, adolescentes o
niños, adultos o ancianos, vivimos minuto a minuto braceando en una realidad
que es una ciénaga deseosa de cerrar el lodo sobre nuestras cabezas.
Pero
me pone en cuestión, cómo no, esto de preguntarse sobre las cuestiones últimas
y las razones primeras.
Habré
sido previsora, o avara. Habré sido precavida, o cobarde. Habré sido realista,
o renuncié a la utopía. Qué fui, qué soy, qué me gustaría ser o haber sido.
Y
el chico de la foto no pudo tocar la guitarra mientras rodaba la bicicleta. Y
Agustina se expone a los vientos que soplan más fuerte de lo que ella supone
(lo sabemos, todavía estamos reconstruyendo lo que derribó el último temporal)
Pero nos cuestionan, nos exigen una respuesta que no tenemos, nos plantean, nos
plantan dudas con pala filosa.
Quién
soy yo que con una sabiduría espuria me otorgo licencia de juez. Una
sobreviviente. Lanzo mi salvavidas gastado a una sirena que danza con las olas,
cómo pensar que se aferrará a él si todavía no es el agotamiento ni el ahogo.
Cómo, me pregunto, decirle al pibe que toca la guitarra que se va a caer, que
nadie puede tocar la guitarra mientras anda en bicicleta.
La
imposibilidad de influir en la percepción del mundo de los otros, la terrible
cuestión de reprimir, educar, prevenir, y que todo sea tan parecido, tan
confuso, tan inútil en definitiva.
Y
yo que hubiese querido ser Agustina alguna vez, pero con esta consciencia
abrumadora que me muestra causas y consecuencias sin solicitarlo previamente.
Con mi madre tan juiciosa en sus setenta, pero que fue inconsciente y feliz, y
llegó hasta aquí porque dios es grande.
Quién
sabe Agustina. No me engaño poéticamente, pero quisiera que por una vez sea
posible tocar la guitarra y andar en bicicleta, y que a la vejez no existan
arrepentimientos.
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24 – CUENTOS BREVES
J.
M. TAVERNA IRIGOYEN
(Santa
Fe-Argentina)
EL
HORIZONTE QUE NO LLEGA
(de
inocencias y desahucios)
HILOS
DE ARIADNA
No
te busqué. Es cierto, no te busqué porque en mi cabeza alentaban otras ideas.
Pensaba tomar un barco sin rumbo y llegar a alguna isla donde no me encontrara
nadie. Pero no se dio ni lo uno ni lo otro. En cambio, tú me encontraste. Sí,
me encontraste en el preciso momento en que la policía cerraba mis pasos y tu cuerpo, tu cuerpo exánime, era la mejor
prueba de mi ira incontrolada.
El
tesoro buscado estaba allí, donde lo marcaban los mapas. Mezcla de desilusión y
de bronca los inunda en lo más hondo. Después de veintidós años, en sus manos
las monedas de cobre, los bronces herrumbrados, los jirones de vestidos de
seda. Y una espada rota. Y un astrolabio sin aguja. Cierran el cofre y lo devuelven al mar. Para
que lo busquen otros..
DISTANTES
MUERTES
Viajan
a Dresden para la reinhumación de sus restos. Confían que ésta sea la última vez, el destino final. No le
cayó bien el Per Lachaise, de Paris, ni el cementerio de Bologna. La familia
jura que ya no le volverán a hacer caso.
No
lo encuentra en esta geografía. Ni en aquélla otra. No siente que haya pasado
por estos caminos de la desesperanza. Y sin embargo sabe que está, más allá de
sus pensamientos. En algún lado está. Latiendo. En cierta esquina del tiempo la
espera. Su niño.
Cabe
en su mano la paloma muerta. El vuelo roto. La distancia surcada. No ha cerrado
los ojos. Porque todavía el cielo.
Después
de comer, sin lavar platos y fuentes, inician el rito. Ni uno solo pronuncia
palabras. Pero todos invocan a dios en esa última cena. No se verán nunca más.
Nunca olvidarán esa mesa de comunión en que un cortocircuito de la energía
eléctrica basta para que todos huyan.
La
noticia de la muerte llegó escrita en un papel arrugado. Finalmente Lucía había
logrado su eternidad. La que nunca hirió
los pensamientos de una vida opaca. La que jugó de perdedora, para no quitarle
nada a nadie. La que siempre supo que sus pasos jamás alcanzarían caminos
abiertos, por desconocer la luz. Lucía, la olvidada del mundo.
¡Tiene
alas! ¡Tiene alas!, repiten los chicos alrededor del cuerpo tirado en medio de
la plaza. No se acercan mucho, pero se dan cuenta que no respira.y que lleva una túnica de aire y los pies desnudos.
Cuando llega el placero, los aparta y dice con gravedad no lo toquen. Es el
segundo ángel que cae y se golpea con el monumento.
Esas
muertes no tienen importancia, no necesitan ser explicadas. En el Diccionario
de las Inhumaciones de Celebridades, leí que en general los grandes suelen
quejarse de su destino osario. Allí, el profesor H.J.Steinmeier razona que los
pobres de espíritu retozan en sus tumbas por falta de vuelo emocional.Hacen
allí lo que no supieron hacer en vida.
El profesor Steinmeier recuerda haberlo comprobado más de una vez, al visitar
el mausoleo de sus padres…
Hoy
hace diez años que se liberó. ¿Las muertes liberan? Liberan de la vida, pero no
de los vivos.Y eso es lo que Hortensia no logra descifrar. Lo tiene al lado
todas las noches, todas. El vuelve a sacudir su cuerpo, a dejarle la cara
amoratada, a escupirla. Porque lo tiene bien asumido: no es sudor el que moja su
cuerpo…
Hokusai
elige una mortaja rosada, del color de los cerezos. Le dan el gusto y en la
ceremonia - voces bajas y miradas furtivas- nadie habla del muerto, fascinados
por el secreto brillo de la seda..
Gasta
los últimos peniques para postergar su muerte. No se los da al médico ni al
sacerdote.Tampoco al sepulturero. Confía en cambio en la palabra del chamán.
Huye
de los hornos de Treblinka sorteando infranqueables alambrados. Su cuerpo
ensangrentado, su carne destrozada. Los perros, los perros lo persiguen y ya no
da más. El primero que llega, le clava los colmillos y le arranca una mano, Con
la otra, con una fuerza de no sabe dónde, le toma el cuello y aprieta. Cuando
el animal cae, él mira al cielo y hace lo propio…
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25 – POESÍA AMERICANA
WILMA
BORCHERS
(Los
Vilos-Chile)
LA
PIEDRA DE LA LOCURA
La
piedra de la locura
Golpeó
su rebote en mi cabeza.
¡Te
encontraré!
Sí,
te hallaré en el filo de la navaja,
En
la Babel de mis sueños,
En
la cicatriz de mis pulmones;
Iré
por ti, con mis mapas radiológicos,
Iré
bajo mi piel hasta los huesos,
Hurgaré
médulas, viajaré aliento,
Te
acosaré en círculos
Hasta
que seas tú quien me persiga.
¡Te
encontraré!
Porque
ya no hay sitio en la cordura,
Ni
un solo resquicio lúcido
En
el cual no haya entrado con mi lámpara.
CRISTAL DE LA MEMORIA
Aquí figuro, doblada en ti,
Semicírculo atado a tu
cintura,
Con una gota de sudor
Caída
de mi frente y en la que bebes:
El limo sustancial de mi sangre,
La teoría del Big
Bang en su estallido,
La
rosa de sal y su impudicia,
Alojando en tu boca
su pulsar secreto.
Todo
el mar de mi vida en tus labios
Y un quejido
de raíz hasta tu oído.
EL
DON ÚLTIMO
Todo
lo he olvidado;
Salvo
aquella boca
Que
me encontró tendida paciendo sueños
En
la trastienda de un herbolario sacro,
Húmedo de otoños medicinales.
Todo
lo dejé de lado;
Salvo
esta horquilla de bengalas
Que
sujeta pájaros a mi nuca,
Y
prodigios altamente inconfesables
En
la trenza de mis sueños mástiles.
Todo
lo he olvidado pero a veces,
A
mansalva, sin advertencias previas
Surgen
cábalas incendiarias,
Ciertos
perfumes de dicha venenosa.
ROSINA
VALCÁRCEL
(Lima-Perú)
PÁJARO
NEGRO
“Tápame,
tápame que tengo frío”
¿Dónde
el origen de la tierra?
El
mundo desigual ya no me basta
Ya
no se escucha tu plegaria firme
Rara
ave que arrancas con tu pico mi vientre
La
imagen de tus ojos se evapora
El
domingo conmovido barre las hojas
No
hay consuelo para la vergüenza
Salud
pájaro negro que dispersas mi vida
MISTERIOS
enterré
en mi corazón la línea de tu frente
Francisco
Bendezú
¿Quién
sabe de misterios? Calla Conocer algo no es lo mismo
La
llegada fue natural y fácil Creímos parecernos a dos árboles
Con
los ojos cerrados Contemplando esa tribu apocalíptica
Cuántas
lágrimas perdidas Como si de ellas pudiera surgir la
Eternidad
Tú serás simplemente una sombra cebada de raciocinio
Tú
¿qué ves del amor sino la noche?
Enterré
en mi corazón la línea de tu frente
FE
INVENTADA
Detrás
de mi vaga existencia
Eres
la palabra, Aramis
¿Te
he despertado?
Piedras
verdes brillan en tu mano
Amor
y esperanza estuvieron aquejados
No
sé qué fervor te une a mi fervor
Libros,
ríos, viajes, silencios
Tus
días se balancean colgados de la luna ¿España?
¿México?
¿Nuestra Amazonía?
Mi
vida revienta
No
hace calor y es sábado
Ricky
nos ve fraguar la biblioteca
Mientras
plasma su periplo arrebatado
Con
los pies de bronce y su andar gitano
Santiago
arrastra la memoria de los autores
Contempla
el parque Washington
Mientras
este collage se va al demonio
Y
la sagrada familia se torna
Zona
liberada
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26 – ENSAYO
FERNANDO
SORRENTINO
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
RECUERDO
DE MARCO DENEVI
Uno
de mis grandes amores literarios es Rosaura a las diez, la justamente célebre
novela con la que el entonces ignoto Marco Denevi (13 de mayo de 1920* - 12 de
diciembre de 1998) ganó, en 1955, el Premio Kraft para la Novela Argentina.
Concursos
son concursos, y, en rigor, lo insólito no es ganar un concurso sino no haber
ganado nunca un concurso. Pero, dentro de dos años, Rosaura cumplirá seis
décadas de vida, y su lectura -que suelo repetir cada tanto- me resulta siempre
fascinante.
Antes
de cumplir los treinta años, tuve la fortuna de que mi segundo libro de
cuentos, Imperios y servidumbres (1972), fuera publicado en Barcelona por la
Editorial Seix Barral. En realidad, en aquella época yo no sabía bien qué se
debía hacer después de publicar un libro. Cierta conjunción de retraimiento y
de desdén me condujo a no hacer nada, a -simplemente- esperar los
acontecimientos, sin tener la menor idea, por otra parte, sobre qué
acontecimientos podrían ser aquéllos.
No
sé cómo, en 1975, me atreví a enviar por correo un ejemplar del libro, con una
timidísima dedicatoria, a mi admirado Marco Denevi. No muchos días más tarde
recibí una carta hermosa -ésta es la palabra adecuada- en la que el maestro me
transmitía su opinión sobre mis cuentos.
Y,
como una carta suele traer otra, y ésta una tercera, y así sucesivamente, llegó
el día en que Denevi -con el que jamás hablé por teléfono: sólo nos
comunicábamos por carta- me invitaba a tomar un café en la desaparecida
confitería Saint James, que quedaba en la esquina de Córdoba y Maipú.
Allí
estaba yo, mesa por medio, con ese hombre de aspecto muy atildado, de traje
tradicional, de camisa y corbata. Ese hombre canoso, de estatura más bien
escasa, de ojos algo hundidos y de preclara inteligencia, se hallaba sentado
frente a mí. Él tenía cincuenta y cinco años; yo, veintidós menos.
No
pude no pensar: “Parece un sueño. Estoy conversando, muy suelto de cuerpo, con
el maravilloso autor de Rosaura a las diez, con la persona que inventó a Camilo
Canegato, a David Réguel, a la señorita Eufrasia Morales… Éste es el creador
que tejió esa trama compleja y perfecta de la novela que yo leí y releí tantas
veces…”.
Y
ese hombre mágico me trataba con toda llaneza y sencillez, y me formulaba
preguntas y se interesaba en la poquita cosa que yo podría escribir. Y contaba
anécdotas y hacía bromas y se reía con ganas.
Corriendo
los años, seguí -de modo más espaciado- intercambiando cartas con Denevi. Lo
percibí como un hombre de integridad total, un hombre probo y honestísimo, de
insobornable rectitud, que siempre decía lo que le daba la gana.
Por
terceras personas, supe más adelante que era una persona difícil, de carácter
áspero. En la última parte de su vida, rompiendo el contacto con el mundo
exterior, se recluyó en su casa, y parecía estar enfermo de amargura contra
todos y contra todo. Sé que amigos que lo querían mucho y bien recibieron, de
su parte, respuestas duras e injustas. Por fortuna para mí, nunca fue ése mi
caso.
Finalmente,
me permito opinar que -aunque la mayor parte de su producción es excelente, y
que tiene libros insuperables como Falsificaciones, Un pequeño café, Hierba del
cielo y Los asesinos de los días de fiesta- nunca ninguno de sus títulos
posteriores pudo igualar el prodigio de su primera novela.
A
la calidad literaria la acompañó un inusual y continuo éxito de ventas. Por
eso, Denevi solía decir que nunca una mujer había sido tan explotada por un
hombre como lo fue Rosaura por parte de su autor.
Cometió
los terribles errores de redactar en una sintaxis excelente, de tener vasta y
profunda cultura, de saber latín, de no ejercer la demagogia, de no fingirse un
profeta angustiado, de carecer de codicia comercial. Las despiadadas y
lucrativas sectas autodenominadas progresistas que monopolizan la literatura y
rigen los medios “culturales” en la Argentina han decidido ignorarlo.
Sin
embargo, junto a Borges y Cortázar, forma el triunvirato de los mejores
narradores argentinos del siglo xx.
*
Desde que Denevi comenzó a existir como escritor, se dio como su fecha de
nacimiento el 12 de mayo de 1922. Sin embargo, la puntillosa investigación de
Juan José Delaney (tan admirador de Denevi como yo mismo) estableció que la
llegada a este mundo se produjo el 13 de mayo de 1920. Esta información, y
otras cuantas que destruyen ciertos errores trasmitidos con ligereza, se
encuentran en este libro esencial: Delaney, Juan José, Marco Denevi y la sacra
ceremonia de la escritura. Una biografía literaria, Buenos Aires, Corregidor,
2006, 244 págs.
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27 – CUENTO
JORGE
ISAÍAS
(Rosario-Santa
Fe-Argentina)
UNA
HISTORIA DE AMOR
Trataré de contar esta historia de
amor tan fielmente como me fue referida.
Un soldado italiano vuelve a su pueblo
luego de haber estado prisionero cinco años en campos austríacos y de haber
peleado en su Regimiento de Bersaglieri en aquella guerra que iba a terminar
con todas y que ensangrentó a Europa desde el año catorce.
Este muchacho era el mayor de diez
hermanos y fue reclutado a los diecisiete años, tenía la mirada altanera y era
alto y robusto.
Este muchacho altivo iba a ser luego
mi abuelo.
Había nacido en el pueblo de
Orsogna, provincia de Chietti, en pleno Abruzzo celeste. Mi madre tenía una
foto donde se lo ve de uniforme con ese
gran sombrero aludo, con su pluma inmensa y en el pecho tres medallas
como condecoración de guerra.
A la fuente de la plaza principal
del pueblo iban cuatro hermanas con sus cántaros a buscar agua todas las
mañanas.
Un día Antonio pasaba con un hermano ambos de a caballo ya
que eran campesinos, cruzó la plaza y reparó en una de ellas, que tenía el
cabello muy negro y los ojos de un extraño color celeste.
Averiguó el nombre y habló con su
padre porque quería casarse con ella.
El padre de Antonio ensilló su
caballo y le expuso a su paisano la razón de su visita. Cuando este le preguntó
por el nombre, sin vacilar dijo Elisa.
-Ah –le dijo Domingo que así se
llamaba mi bisabuelo- pero Elisa es la segunda, y hay que seguir la tradición.
Hay una antes, que se case con ella.
Volvió mi otro bisabuelo a consultar
o mejor dicho llevarle la decisión del padre de la muchacha de la cual estaba
enamorado.
Como la respuesta fue negativa
volvió al otro día a ensillar su caballo y negociar el deseo de su hijo. Volvió
a exponerle sus razones y antes que siguiera argumentando lo que él ya sabía lo
cortó:
-Domingo, Antonito la quiere a
Elisa.
-Entonces, no va a poder ser, fue la
respuesta abrupta y tal vez inferida por el otro.
Pero estos hombres no contaban con
la decisión de un muchacho que casi había muerto de intoxicaciones en un campo
de prisioneros y que volvió cuando todos lo daban por muerto.
Una mañana como todas las muchachas
fueron a buscar agua con sus cántaros y de pronto ocho jinetes que estaban
escondidos detrás de la iglesia irrumpieron en la plaza. Uno de ellos era
Antonio, mi abuelo, quien invitó a Elisa a la grupa de su caballo oscuro y
fueron saliendo del pueblo. Al llegar a las afueras los otros siete jinetes, es
decir sus siete hermanos, tomaron otro
rumbo y los dejaron solos. Antonio al paso lento de su caballo fue hasta su
casa donde estaba reunida la familia y allí presentó a su prometida.
Es un misterio ya para siempre saber
qué hablaron en ese trayecto y si estaban de acuerdo antes del rapto por algún
celestinaje o mediación anterior.
Mi abuela, las veces que me contó
esta historia, ante esta pregunta, me miraba pícaramente y sólo se sonreía, con
esos hermosos ojos celestes llenos de luz
Cuando Domingo se enteró. Corrió con
su caballo. No sin antes cargar una escopeta. Pero allá se encontró con su ya
consuegro de facto, quien lo calmó mansamente:
-Domingo, no hagas locuras. Mejor
andá a buscar al cura porque la chica no se va de esta casa.
Esta fue suscinta y apretadamente la
historia de amor de mis abuelos maternos.
La primera parte, la más romántica,
lo que de todos los modos rescata el amor de dos jóvenes ante las convenciones
inútiles.
La segunda parte tiene que ver con
esta pampa sufrida, que tal vez un día me atreva a escribir aunque resulte muy
triste.
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28 – POESÍA ALLENDE EL MAR
RODICA
GRIGORE
(Sibiu-Rumania)
Breve
antología de la poesía rumana contemporánea
NICHITA
STĂNESCU (1933 – 1983)
EVOCACIÓN
Era
linda como la sombra de una idea –
sus
espaldas olían como la piel de una niña,
a
piedra apenas rota,
a
grito en una lengua muerta.
No
pesaba... era como la respiración.
Riendo
y llorando a lagrima viva
era
salada como la sal
que
los bárbaros sirven en sus festines.
Era
hermosa como la sombra de un pensamiento.
En
todas las aguas solamente ella la tierra.
EMOCIÓN
DE OTOÑO
Ha
llegado el otoño, por favor,
cúbreme
el corazón con alguna cosa,
con
la sombra de un árbol, o mejor con la tuya.
A
veces tengo miedo de no verte más,
que
alas afiladas hasta al cielo me van a crecer,
que
tú misma vas a esconderte en un ojo ajeno
y
que va a cerrarse con una hoja de ajenjo.
Y
entonces me acerco de piedras y me callo,
llevo
todas las palabras y las ahogo en el mar,
silbo
la luna, la levanto yo mismo y la convierto
en
un gran amor.
POEMA
¿Dime,
si algún día podré coger y besar la
planta
de tu pie…
verdad
que tu vas a cojear un poco, después,
con
el temor de no aplastar mi beso?
IVAN
RAFAEL
(Madrid-España)
UN
AUTÉNTICO CALVARIO
I.
Y dijo:
Guardaos de toda avaricia.
Y le empezaron a buscar.
II.
Y dijo:
Será más fácil pasar un camello
por el ojo de una aguja,
que entrar un rico en nuestro reino.
Y le compraron por treinta monedas de plata.
III.
Y dijo:
Habéis hecho de esta casa
un mercado de comercio,
una cueva de ladrones.
Y le llevaron a juicio.
IV.
Y dijo:
No juzguéis
si no queréis ser juzgados.
Y le ataron con una soga.
V.
Y dijo:
El que esté libre de culpa
que tire la primera piedra.
Y le flagelaron con cuarenta latigazos.
VI.
Y dijo:
Sepulcros blanqueados,
hermosos por fuera
pero llenos de huesos muertos
e inmundicias
por dentro.
Y le coronaron de espinas.
VII.
Y dijo:
Tratad a los demás
como queréis ser tratados.
Y le ataron a un poste.
VIII.
Y le hicieron subir andando
a un monte.
IX.
Y dijo:
Los que se consideran jefes de las naciones
oprimen a los súbditos
y los altos oficiales
abusan de su autoridad.
Y le clavaron al poste por los pies
y por las manos.
X.
Y le lancearon el costado.
XI.
Y dijo:
Los últimos
serán los primeros.
Y le sepultaron en una cueva.
XII.
Y al día siguiente
calló.
XIII.
Y al día siguiente
calló también.
XIV.
Y al tercer día
dijo:
Los que tienen hambre
y sed
de justicia
serán saciados.
Y le construyeron encima
la basílica más grande jamás conocida,
la rodearon de una ciudad-estado,
la custodiaron con soldados
y la poblaron
de señores orondos investidos con casullas
no fuese a ser
que se levantara
de verdad.
XV.
Por los siglos de los siglos
ahí
debajo
sigue.
I.
Y dijo:
Guardaos de toda avaricia.
Y le empezaron a buscar.
II.
Y dijo:
Será más fácil pasar un camello
por el ojo de una aguja,
que entrar un rico en nuestro reino.
Y le compraron por treinta monedas de plata.
III.
Y dijo:
Habéis hecho de esta casa
un mercado de comercio,
una cueva de ladrones.
Y le llevaron a juicio.
IV.
Y dijo:
No juzguéis
si no queréis ser juzgados.
Y le ataron con una soga.
V.
Y dijo:
El que esté libre de culpa
que tire la primera piedra.
Y le flagelaron con cuarenta latigazos.
VI.
Y dijo:
Sepulcros blanqueados,
hermosos por fuera
pero llenos de huesos muertos
e inmundicias
por dentro.
Y le coronaron de espinas.
VII.
Y dijo:
Tratad a los demás
como queréis ser tratados.
Y le ataron a un poste.
VIII.
Y le hicieron subir andando
a un monte.
IX.
Y dijo:
Los que se consideran jefes de las naciones
oprimen a los súbditos
y los altos oficiales
abusan de su autoridad.
Y le clavaron al poste por los pies
y por las manos.
X.
Y le lancearon el costado.
XI.
Y dijo:
Los últimos
serán los primeros.
Y le sepultaron en una cueva.
XII.
Y al día siguiente
calló.
XIII.
Y al día siguiente
calló también.
XIV.
Y al tercer día
dijo:
Los que tienen hambre
y sed
de justicia
serán saciados.
Y le construyeron encima
la basílica más grande jamás conocida,
la rodearon de una ciudad-estado,
la custodiaron con soldados
y la poblaron
de señores orondos investidos con casullas
no fuese a ser
que se levantara
de verdad.
XV.
Por los siglos de los siglos
ahí
debajo
sigue.
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29 – ENSAYO
MANUEL
GARCÍA VERDECIA
(Holguín-Cuba)
SYLVIA
PLATH, LA MUSA INQUIETANTE
Este dos de febrero hicieron 41 años de la muerte de Sylvia Plath, la poeta blonda y atractiva como una valquiria. La chica que había querido ser Dios, por fin lo lograba al abrir la puerta al gran misterio. Como otras colegas donde se hallan Safo, Anne Sexton, Alfonsina Storni, Virginia Woolf, Alejandra Pizarnik, Marina Tsvietáieva, entre otras, que prefirieron la fuga a tiempo antes que el horror permanente. Había dejado una obra significativa, donde latía el sentido de su búsqueda de un espacio para la mujer que era en la libertad y la creación.
Fue en esa angustiosa oscilación entre la avasalladora ambición de realización y la coartante limitación por las circunstancias que vivió la poeta, quien había venido al mundo en Boston en 1932, en un plácido hogar de clase media. Su padre fue el profesor de entomología Otto Plath, de ascendencia alemana; su madre, la profesora de lenguas Aurelia Schober, de padres austríacos y veintiún años menor que el esposo. Eran unos padres educados y modernos y se ocuparon de que la niña tuviera una vida sana, abierta y natural, a tono con los principios de educación contemporáneos. A la niña Sylvia le gustaba comer bien, tener animales, ir al mar y que la atendieran y le contaran historias. El padre ejerció una poderosa influencia en ella. Era el hombre seguro, conocedor, proveedor, con reputación de exitoso. Le enseñaba asuntos a Sylvia y la moldeaba en el más exigente sentido de superación. Se dice que la trataba como a una esposa en miniatura. Su muerte, cuando Sylvia sólo tenía ocho años tuvo duras consecuencias para ella.
Sylvia fue una estudiante concienzuda y persistente, con una visión integral de su formación. Se exigía resultados sobresalientes en cuanto hacía: los estudios, la escritura, la pintura, la vida social. Generalmente alcanzaba altos logros, pero estos sorbían mucho de su tiempo y esfuerzo. Tal estado de constante demanda y de atención a amplios horizontes la llevó a frecuentes momentos de extenuación y crisis. Un problema permanente era cómo sufragar sus estudios. Además de trabajos parciales, tuvo la suerte de obtener subvenciones, dados sus altos resultados. Su talento llamó la atención de una benefactora, la novelista Olive Higgins Prouty, quien se ocupó no sólo de sus estudios sino de su salud por igual. Pagó al psiquiatra que la atendió a fines de sus estudios preuniversitarios. Fue en 1953, terminaba estudios en Smith College, Sylvia estaba deprimida por su inseguridad respecto a su escritura, la necesidad de una vida social estable y las demandas que se imponía para proseguir estudios superiores. En carta a un amigo confesaba: …estoy demasiado fatigada y aturdida… No puedo pensar racionalmente en quién soy y a dónde voy. “Aturdida”, una palabra que se repite una y otra vez en su poesía, como si hubiera pasado por la vida en un estado de anotaba embriaguez. La depresión la consumía. Bajo consejo la madre la llevó con un psiquiatra, el cual recomendó sesiones de electroshock. Esto la aterrorizaba. El 24 de agosto, tras una sesión de shocks, se encerró en un olvidado cuartucho e ingirió una enorme dosis de somníferos. A los tres días fue hallada y como Lázara devuelta de entre los muertos. Era la antesala del infierno. Luego en Inglaterra, a donde viajó a estudiar con una beca, conoció al poeta Ted Hughes; creyó hallar, por su tipo y su ocupación, el hombre de su vida. Sin embargo, tras el matrimonio halló que el ejercicio de la existencia en común era menos complaciente. Con él tuvo dos hijos. Él se dedicaba por entero a su oficio y era exitoso. Esto fue fuente de nuevas neurosis. Su vida pendía ante un vacío insalvable.
Desde temprano escribió y lo hizo notablemente. Quería ser escritora, pero a la vez deseaba ser esposa y madre, sin renunciar a escribir y hacer vida social. Vivía infatigablemente atraída por los hombres y soñaba con uno para toda la vida. Anotaba hacia el final de su vida: Me siento inclinada hacia los bebés y la cama y los amigos brillantes y un hogar magnífico y estimulante donde los genios beban ginebra en la cocina después de una deliciosa cena… Su tiempo, marcado por un feminismo balbuceante y equívoco, no le concedía margen.
Los dos grandes temas de su poesía son el enfrentamiento al hombre, visto como el victimario, y la muerte como reparación de infortunios o simplemente como enigma que nos acecha y convoca, como un jardín a la vera de un camino, inesquivable y tentador. En su diario plasmaba: Líbreme de cocinar tres veces al día… líbreme de la inexorable jaula de la rutina y la costumbre. Amo la libertad. Deploro las restricciones y las limitaciones… yo soy yo… soy poderosa. Para probarlo, puso dos vasos de leche al lado de la cama de los hijos, se encerró en la cocina y abrió la llave del gas un día de febrero de 1963.
Este dos de febrero hicieron 41 años de la muerte de Sylvia Plath, la poeta blonda y atractiva como una valquiria. La chica que había querido ser Dios, por fin lo lograba al abrir la puerta al gran misterio. Como otras colegas donde se hallan Safo, Anne Sexton, Alfonsina Storni, Virginia Woolf, Alejandra Pizarnik, Marina Tsvietáieva, entre otras, que prefirieron la fuga a tiempo antes que el horror permanente. Había dejado una obra significativa, donde latía el sentido de su búsqueda de un espacio para la mujer que era en la libertad y la creación.
Fue en esa angustiosa oscilación entre la avasalladora ambición de realización y la coartante limitación por las circunstancias que vivió la poeta, quien había venido al mundo en Boston en 1932, en un plácido hogar de clase media. Su padre fue el profesor de entomología Otto Plath, de ascendencia alemana; su madre, la profesora de lenguas Aurelia Schober, de padres austríacos y veintiún años menor que el esposo. Eran unos padres educados y modernos y se ocuparon de que la niña tuviera una vida sana, abierta y natural, a tono con los principios de educación contemporáneos. A la niña Sylvia le gustaba comer bien, tener animales, ir al mar y que la atendieran y le contaran historias. El padre ejerció una poderosa influencia en ella. Era el hombre seguro, conocedor, proveedor, con reputación de exitoso. Le enseñaba asuntos a Sylvia y la moldeaba en el más exigente sentido de superación. Se dice que la trataba como a una esposa en miniatura. Su muerte, cuando Sylvia sólo tenía ocho años tuvo duras consecuencias para ella.
Sylvia fue una estudiante concienzuda y persistente, con una visión integral de su formación. Se exigía resultados sobresalientes en cuanto hacía: los estudios, la escritura, la pintura, la vida social. Generalmente alcanzaba altos logros, pero estos sorbían mucho de su tiempo y esfuerzo. Tal estado de constante demanda y de atención a amplios horizontes la llevó a frecuentes momentos de extenuación y crisis. Un problema permanente era cómo sufragar sus estudios. Además de trabajos parciales, tuvo la suerte de obtener subvenciones, dados sus altos resultados. Su talento llamó la atención de una benefactora, la novelista Olive Higgins Prouty, quien se ocupó no sólo de sus estudios sino de su salud por igual. Pagó al psiquiatra que la atendió a fines de sus estudios preuniversitarios. Fue en 1953, terminaba estudios en Smith College, Sylvia estaba deprimida por su inseguridad respecto a su escritura, la necesidad de una vida social estable y las demandas que se imponía para proseguir estudios superiores. En carta a un amigo confesaba: …estoy demasiado fatigada y aturdida… No puedo pensar racionalmente en quién soy y a dónde voy. “Aturdida”, una palabra que se repite una y otra vez en su poesía, como si hubiera pasado por la vida en un estado de anotaba embriaguez. La depresión la consumía. Bajo consejo la madre la llevó con un psiquiatra, el cual recomendó sesiones de electroshock. Esto la aterrorizaba. El 24 de agosto, tras una sesión de shocks, se encerró en un olvidado cuartucho e ingirió una enorme dosis de somníferos. A los tres días fue hallada y como Lázara devuelta de entre los muertos. Era la antesala del infierno. Luego en Inglaterra, a donde viajó a estudiar con una beca, conoció al poeta Ted Hughes; creyó hallar, por su tipo y su ocupación, el hombre de su vida. Sin embargo, tras el matrimonio halló que el ejercicio de la existencia en común era menos complaciente. Con él tuvo dos hijos. Él se dedicaba por entero a su oficio y era exitoso. Esto fue fuente de nuevas neurosis. Su vida pendía ante un vacío insalvable.
Desde temprano escribió y lo hizo notablemente. Quería ser escritora, pero a la vez deseaba ser esposa y madre, sin renunciar a escribir y hacer vida social. Vivía infatigablemente atraída por los hombres y soñaba con uno para toda la vida. Anotaba hacia el final de su vida: Me siento inclinada hacia los bebés y la cama y los amigos brillantes y un hogar magnífico y estimulante donde los genios beban ginebra en la cocina después de una deliciosa cena… Su tiempo, marcado por un feminismo balbuceante y equívoco, no le concedía margen.
Los dos grandes temas de su poesía son el enfrentamiento al hombre, visto como el victimario, y la muerte como reparación de infortunios o simplemente como enigma que nos acecha y convoca, como un jardín a la vera de un camino, inesquivable y tentador. En su diario plasmaba: Líbreme de cocinar tres veces al día… líbreme de la inexorable jaula de la rutina y la costumbre. Amo la libertad. Deploro las restricciones y las limitaciones… yo soy yo… soy poderosa. Para probarlo, puso dos vasos de leche al lado de la cama de los hijos, se encerró en la cocina y abrió la llave del gas un día de febrero de 1963.
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30 – CUENTO
EVA
MARÍA MEDINA MORENO
(Madrid-España)
AQUELLA
TARDE DE CIRCO
Me
estaba meando, necesitaba ir al servicio. Me escabullí por debajo de los
asientos buscando el lavabo. Entonces descubrí que el que hacía de león se
fumaba un cigarrillo con la princesa rusa, a la que echaba el humo a la cara y
cogía por la cintura; princesa, barriobajera, que acababa de hacer acrobacias
encima de los elefantes. La cabeza de león estaba en el suelo, al lado de
ellos. Iba a preguntar cómo ir al servicio, pero antes de hacerlo oí un
«quítate niño» de uno de los payasos que discutía con el presentador, quien a
su vez estaba comiéndose un bocadillo de chorizo y se limpiaba la grasa en la
capa negra brillante. Aquello fue peor que enterarme de que los reyes eran los
padres, peor que si se hubiera descubierto que la bella durmiente se drogaba,
que el hada madrina y el príncipe eran amantes, y que la madre de Bambi había
fingido su muerte para librarse del hijo.
Todo
el encanto del circo se desplomó; el hombre-bala, el domador de leones, los
equilibristas, los payasos. Toda esa magia. Había algo obsceno en el
descubrimiento. El mal olor de los animales, las cagadas de los elefantes, el
chihuahua del domador ladrándome, el domador escupiendo, sin hacerme caso. «El
servicio, por favor». Y la mirada diabólica del payaso triste. Me meé encima.
No
quise volver al circo. Mi madre nunca supo el porqué. Creo que fue desde ese
día que empecé a bucear en el mundo real, con maquillajes descoloridos, y sin
las máscaras de la infancia. El mundo del circo estaba podrido, la vida estaba
podrida. Era como pasar a otra dimensión, en una edad en que querías aferrarte
a los sueños, en que confiabas en un mundo fantástico, aunque supieses que no
existía.
Aquella
tarde se me cayó la carpa encima, todavía no me la he quitado. Hoy voy con mis
hijos al circo y rezo para que no les entren ganas de mear.
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31 – POESÍA ALLENDE EL MAR
DOLORS
ALBEROLA
(Sueca-Valencia-España)
DASEIN
Giran
los bailarines. Envueltos sus vestidos en el tul de la tarde.
La música del mar dibuja enormes signos
y el tiempo va tejiendo la soledad. Desnudos
bailarán otra vez y otra más y otra,
preguntándose acaso por qué todo,
cuándo la nada, qué
detendrá ese paso de las cosas
que cruzan el vacío de sus manos.
Ellos bailan, la tierra
comienza a bostezar, se dormirá en su frente
y habrán de detenerse por el peso.
El sol les cantará el último responso y la cajita
volverá a su quietud en los estantes.
La niña que los mira ya no es niña
y apenas si los ve. Son una sombra,
un alambre de luz en la caverna.
La música del mar dibuja enormes signos
y el tiempo va tejiendo la soledad. Desnudos
bailarán otra vez y otra más y otra,
preguntándose acaso por qué todo,
cuándo la nada, qué
detendrá ese paso de las cosas
que cruzan el vacío de sus manos.
Ellos bailan, la tierra
comienza a bostezar, se dormirá en su frente
y habrán de detenerse por el peso.
El sol les cantará el último responso y la cajita
volverá a su quietud en los estantes.
La niña que los mira ya no es niña
y apenas si los ve. Son una sombra,
un alambre de luz en la caverna.
Tacto
Todas las carreteras de la sangre te cupieron al fin.
Se fue inaugurando la mañana
de sus frágiles dientes en el pecho.
Te llamaron ahí las consonantes todas,
se te hizo el verano en la cintura
y un río intempestivo irrumpió entre tus manos.
Toda tú una colina, toda el dulce
tintinear de campanas, toda un gran
carromato de feria con zíngaros y reinas.
Entonces fue su voz,
un suspiro que pudo deslizarse de un beso
y tú dijiste sí. Sencillamente, sí. Únicamente sí.
No sabías ni a qué ni a cuánto. Tú clamaste,
arrojaste ese sí. Se te incendió la sílaba
y todos los volcanes de la sed
irrumpieron a una para quemar su cuerpo.
Todas las carreteras de la sangre te cupieron al fin.
Se fue inaugurando la mañana
de sus frágiles dientes en el pecho.
Te llamaron ahí las consonantes todas,
se te hizo el verano en la cintura
y un río intempestivo irrumpió entre tus manos.
Toda tú una colina, toda el dulce
tintinear de campanas, toda un gran
carromato de feria con zíngaros y reinas.
Entonces fue su voz,
un suspiro que pudo deslizarse de un beso
y tú dijiste sí. Sencillamente, sí. Únicamente sí.
No sabías ni a qué ni a cuánto. Tú clamaste,
arrojaste ese sí. Se te incendió la sílaba
y todos los volcanes de la sed
irrumpieron a una para quemar su cuerpo.
HUBIERA
SIDO WAGNER
A mi padre muerto
como si hubiese dicho sólo:
Lázaro, sal fuera,
y nos volvimos luego, ya caída la tarde...
José Ángel Valente
Hubiera sido Wagner
cerrara bien los ojos
parecieran las manos
cristal almidonado u oro puro.
Su cuerpo se extendiera desde el marfil al frío
lentamente.
Estallara su boca como una rosa a fuego
lentamente.
Su voz como otra voz en el silencio fúnebre.
Hubiera sido Wagner.
Hubiera sido él
de no ser porque nada llegara a despertarle.
Hubiera sido así
pero asimismo no era sino una ausencia exacta.
Hubiérase parado mirándome y un beso
perfilara en mi sien aún lentamente.
Extendióse una caja
y no logró escapar de aquellas lindes.
Su párpado era voz,
el frío de su piel llameaba la vida.
Era su cara un día de otoños imprevistos.
Yo le llamaba aún:
Padre eh padre Juan
invencible despierta.
Me alargaran la mano
detrás de alguna infancia de cristales punzantes.
Recordé viejas horas,
calendarios de miedo
anidaban sus ojos tal vez más polvorientos.
Me alargaran la mano y esa ausencia
se aferrara a mi sangre.
Padre eh padre Juan
entrañable despierta.
La caja fríamente le cerrara las puertas.
A mi padre muerto
como si hubiese dicho sólo:
Lázaro, sal fuera,
y nos volvimos luego, ya caída la tarde...
José Ángel Valente
Hubiera sido Wagner
cerrara bien los ojos
parecieran las manos
cristal almidonado u oro puro.
Su cuerpo se extendiera desde el marfil al frío
lentamente.
Estallara su boca como una rosa a fuego
lentamente.
Su voz como otra voz en el silencio fúnebre.
Hubiera sido Wagner.
Hubiera sido él
de no ser porque nada llegara a despertarle.
Hubiera sido así
pero asimismo no era sino una ausencia exacta.
Hubiérase parado mirándome y un beso
perfilara en mi sien aún lentamente.
Extendióse una caja
y no logró escapar de aquellas lindes.
Su párpado era voz,
el frío de su piel llameaba la vida.
Era su cara un día de otoños imprevistos.
Yo le llamaba aún:
Padre eh padre Juan
invencible despierta.
Me alargaran la mano
detrás de alguna infancia de cristales punzantes.
Recordé viejas horas,
calendarios de miedo
anidaban sus ojos tal vez más polvorientos.
Me alargaran la mano y esa ausencia
se aferrara a mi sangre.
Padre eh padre Juan
entrañable despierta.
La caja fríamente le cerrara las puertas.
NO
HUBIERA AMOR MÁS GRANDE
He visto los mejores cerebros de mi
generación destruidos por la
locura, famélicos, histéricos, desnudos,
(Allen Ginsberg)
Ese de cuya sangre emerge la condena,
el que veis, ahí, muriendo, casi deshecho y frágil,
es mi padre.
Me niego a confesaros que lo fue
porque su carne vieja,
su mirada podrida, es la de un hombre.
Y es su muerte mi muerte, es mi condena.
Él, que apilaba imperios de sonrisas,
que acariciaba el mar y agarraba en la noche
pedazos de fantasmas que le amaban,
ahora, es sólo un fantasma.
Mi padre es el fantasma que recuerda
que sí existe la muerte, que es un cáliz,
que es un pozo fatal, que es otra cosa
distinta a esta desgracia de ser hombres
condenados a esto. Este que veis aquí,
tendido ante la sangre de mi sangre,
este cristo llagado que, sin nombre,
babea y nada puedo a su costado,
es un muerto de amor, es otro muerto.
No toquéis esos ojos de mi padre,
no enturbiéis su presencia,
dejad que en su crueldad ame la muerte
como me amara a mí,
encendida de pus en la mañana.
MAHMUD
DARWISH
(Birwa-Galilea-Palestina)
NOSOTROS
AMAMOS LA VIDA
(1986)
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino
hacia ella,
bailamos entre dos mártires y erigimos entre ellos un
alminar de violetas o una palmera.
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino
hacia ella.
Robamos un hilo al gusano de seda para construir nuestro
cielo y concluir este éxodo.
Abrimos la puerta del jardín para que el jazmín salga a las
calles cual hermosa mañana.
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino
hacia ella.
Allá donde estemos, cultivamos plantas que crecen deprisa
y recogemos mártires. Soplamos en la flauta el color de la lejanía, dibujamos un
relincho en el polvo del camino y escribimos nuestros nombres piedra tras piedra. ¡Oh,
relámpago! Ilumina para nosotros la noche, ilumínala un
poco.
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino
hacia ella.
(1986)
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino
hacia ella,
bailamos entre dos mártires y erigimos entre ellos un
alminar de violetas o una palmera.
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino
hacia ella.
Robamos un hilo al gusano de seda para construir nuestro
cielo y concluir este éxodo.
Abrimos la puerta del jardín para que el jazmín salga a las
calles cual hermosa mañana.
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino
hacia ella.
Allá donde estemos, cultivamos plantas que crecen deprisa
y recogemos mártires. Soplamos en la flauta el color de la lejanía, dibujamos un
relincho en el polvo del camino y escribimos nuestros nombres piedra tras piedra. ¡Oh,
relámpago! Ilumina para nosotros la noche, ilumínala un
poco.
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino
hacia ella.
LA ÚLTIMA TARDE EN ESTA TIERRA
(1992)
La última tarde en esta tierra cortamos nuestros días
de nuestros arbustos y contamos los corazones que nos
llevaremos
y los que dejaremos, allí. La última tarde
no nos despedimos de nada, y no encontramos tiempo para
nuestro fin.
Todo permanece en su estado, el lugar renueva nuestros
Sueños
y a sus visitantes. De pronto no somos capaces de ironizar porque el lugar está preparado para acoger al vacío. Aquí,
la última tarde gozamos de las montañas rodeadas de nubes. Conquista y
reconquista
y un tiempo antiguo que entrega a este tiempo nuevo las
llaves de nuestras puertas.
Entrad en nuestras casas, conquistadores, y bebed nuestro
vino de nuestra sencilla moaxaja, porque nosotros somos la
noche en su medianoche, y no hay
alba portada por un jinete procedente de la última llamada
a la oración.
Nuestro té es verde y caliente, bebedlo. Nuestros pistachos
son frescos, comedlos,
y las camas son verdes, de madera de cedro, rendíos al
sueño
después de este largo asedio, y dormid sobre el plumón de
nuestros sueños.
Las sábanas están preparadas, los perfumes colocados en
la puerta y los espejos son numerosos.
Entrad para que nosotros salgamos del todo. Dentro de poco buscaremos lo que fue nuestra Historia en torno a la vuestra en los países lejanos y al final nos preguntaremos: ¿Al Andalus estuvo
aquí o allí? ¿Sobre la tierra... o en el poema?
(Traducción de María Luisa Prieto)
NO
DESEO DEL AMOR SINO EL COMIENZO
(1992)
(1992)
No
deseo del amor sino el comienzo. Sobre las plazas
de mi Granada las palomas remiendan el vestido de este
día.
En las jarras hay vino abundante para la fiesta que nos
sucederá,
en las canciones hay ventanas suficientes para que
eclosionen las flores de granado.
Dejo el jazmín en su maceta y mi pequeño corazón
en la alacena de mi madre. Dejo mi sueño riendo en el
agua
y al alba en la miel de los higos. Dejo mi hoy y mi ayer
en el pasaje hacia la plaza de la naranja donde vuelan las
palomas.
¿Soy yo ese que ha descendido a tus pies para que
asciendan las palabras
cual luna blanca en la leche de tus noches? Golpea al aire
para que yo vea, azul, la calle de mi flauta. Golpea a la
tarde
para que yo vea como entre tú y yo languidece este
mármol.
Las ventanas están vacías de los jardines de tu chal. En
otro
tiempo sabía mucho de ti y recogía la gardenia
de tus diez dedos. En otro tiempo poseía perlas
en torno a tu cuello y un nombre grabado en un anillo del
que surgía la noche.
No deseo del amor sino el comienzo. Las palomas han
volado
sobre el techo del último cielo. Han volado y volado.
Quedará después de nosotros abundante vino en las jarras
y un poco de tierra es suficiente para que nos encontremos
y la paz arraigue.
(Traducción de María Luisa Prieto)
de mi Granada las palomas remiendan el vestido de este
día.
En las jarras hay vino abundante para la fiesta que nos
sucederá,
en las canciones hay ventanas suficientes para que
eclosionen las flores de granado.
Dejo el jazmín en su maceta y mi pequeño corazón
en la alacena de mi madre. Dejo mi sueño riendo en el
agua
y al alba en la miel de los higos. Dejo mi hoy y mi ayer
en el pasaje hacia la plaza de la naranja donde vuelan las
palomas.
¿Soy yo ese que ha descendido a tus pies para que
asciendan las palabras
cual luna blanca en la leche de tus noches? Golpea al aire
para que yo vea, azul, la calle de mi flauta. Golpea a la
tarde
para que yo vea como entre tú y yo languidece este
mármol.
Las ventanas están vacías de los jardines de tu chal. En
otro
tiempo sabía mucho de ti y recogía la gardenia
de tus diez dedos. En otro tiempo poseía perlas
en torno a tu cuello y un nombre grabado en un anillo del
que surgía la noche.
No deseo del amor sino el comienzo. Las palomas han
volado
sobre el techo del último cielo. Han volado y volado.
Quedará después de nosotros abundante vino en las jarras
y un poco de tierra es suficiente para que nos encontremos
y la paz arraigue.
(Traducción de María Luisa Prieto)
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32 – ENSAYO
MIRIAM
CAIRO
(San
Nicolás de los Arroyos-Buenos Aires)
APOCALIPSIS
YA
Cuatro jinetes vienen trotando por calle San
Lorenzo. Los automovilistas frenan alterados. Bocinazos, insultos, falta de fe.
"Es el apocalipsis", piensa el hombre y sigue bebiendo de a pequeños
sorbos su vino lento y caliente dentro del bar. Dios no piensa nada. Se levanta
de la mesa y se dirige a la barra. Poco a poco la calle retoma el ritmo
vehicular. La música vuelve a inundar el salón como un aguardiente bendecido
por la luna. El hombre cierra los ojos y dibuja, con un dedo en el aire, los
acordes disminuidos y semidesminuidos de la guitarra de jazz. Dios invita a la
mujer morena a bailar. La mujer lo rechaza y el todopoderoso retorna a su mesa.
Los
cuatro jinetes tan alegres, tan tristes, tan gentiles. Después de dos mil años
cabalgando entran en busca de la muchacha más linda del mundo que no está en el
bar. Uno a uno intenta con la morena que también los rechaza. El dueño mira en
silencio mientras seca las copas, saca brillo al mostrador.
La
mujer morena sigue en sus cosas. No es la muchacha más bella del mundo pero es
la que todos desean.
Los
cuatro jinetes piden algo de comer.
El
hombre se acerca a la mesa de Dios.
-
¿Puedo?
Dios
asiente.
-
Puede. Y el hombre se ubica a su derecha.
-
Ya ve usted, llegaron los jinetes.
-
Si no hubiera sido por el caos del tránsito habrían pasado inadvertidos.
-
Por lo menos la prensa no se enteró.
-
Ni el Papa.
-
¿El saliente o el venidero?
-
Para el caso es lo mismo.
Después
de un largo silencio la mujer alta como la noche y morena como los pinos se
dirige a la mesa de los cuatro jinetes que comen con un hambre de siglos y les
pide fuego. Los cuatro revisan sus bolsillos. Ninguno tiene. La mujer mira de
soslayo a Dios que no le quita los ojos de encima. Se acerca a la mesa y se
lleva el cigarrillo a los labios. El hombre tantea en su ropa inútilmente, pero
Dios hace el milagro del fuego chasqueando los dedos porque para eso es Dios.
La mujer aspira el humo divino. Hace un gesto mínimo de gratitud y vuelve a la
barra.
-
Tengo entendido que usted nunca, dice el hombre.
-
Nunca, dice Dios.
-
¿Ni siquiera?
-
Ni siquiera.
-
Esta mujer no es la muchacha más hermosa del mundo.
-
No, dice Dios, pero es la que más me gusta.
Después
de cenar los cuatro jinetes brindan por cosas de jinetes y caballos.
-
Se viene el fin del mundo, y usted nunca, insiste el hombre.
-
Trabajo de la mañana a la noche, explica Dios.
-
¿Y los domingos?
-
También los domingos.
-
Pero usted podría hacerlo cuando quisiera y con la muchacha más hermosa del
mundo, para eso es Dios.
-
No se deje llevar por el mito de mi capricho.
-
No, Señor, su capricho no: su poder.
-
Precisamente, el poder no tiene el mismo uso que el capricho.
-
¡¿Y quién se lo impide?!
-
Yo.
-
Ah, dice el hombre, no me diga que usted es...
-
Dios, dice Dios.
Uno
de los cuatro jinetes pide el control remoto al dueño del bar y enciende el
televisor. Pone CNN en español que transmite en directo desde el Vaticano. Dios
y el hombre se acomodan para ver la coreografía lenta de monseñores cargados de
años que pasan uno a uno frente al pontífice y le rinden honores rigurosos. A
ambos les resulta un bodrio insoportable.
La
mujer morena sigue fumando. El dueño del bar pone sobre la plancha un trozo de
carne. Por un segundo todos desvían la atención de la pantalla en dirección al
aroma de la carne fresca rebozada con ajo y ron.
¿A cuál prefiere?,
pregunta el hombre que ya entró en confianza.
-
A ninguno, dice Dios.
-
Hay uno o dos argentinos, dice el hombre, tratando de influir.
Pero
Dios no contesta y va hasta la barra donde está la mujer que todos desean. Se
sienta a su lado.
-
La carne huele bien, dice Dios, tímidamente, al dueño del bar.
-
Es sólo un pedazo de lomo...
-
Prepáreme uno, dice Dios, el aroma me abrió el apetito.
La
mujer sigue en silencio. Dios tampoco habla. Ninguno de los dos mira la danza
lenta de esos pájaros viejos vestidos de color negro, con crestas escarlatas
que arrastran las patas semihumanas en el televisor. Los minutos pasan o se
detienen entre cada canción. De vez en cuando se miran. Cuando la mujer termina
el cigarrillo lo aplasta con lentitud contra el cenicero. La colilla se
acordeona en su etapa final luego de haber sido aspirada deleitosamente. Dios esboza
una sonrisa venida de una memoria ulterior que se anticipa.
Llega
la carne rebozada con ron. El dueño del bar llena la copa de Dios con un vino
lento y largo. Hace lo mismo en la copa de la mujer.
-
Larga noche, dice ella, con una voz venida de los confines del alma.
-
Hermosa noche, dice Dios, y su antigua soledad poco a poco va siendo conjurada.
CONTRATAPA:
NOTAS DE PARÍS
IRMA
BIGNON
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
EL
MARAIS
UN
RETORNO AL PASADO
…
“ Paris es una ciudad maravillosa cuyos arquitectos han construido las más
bellas viviendas humanas. Hago voto para que los fraceses restituyan la nobleza
a lo que haya caido en ruinas” …
Jean
Giraudoux
El Marais (la ciénaga) es un barrio
de Paris que abarca la parte
meridional del 3er. distrito y casi la totalidad del 4º. Debe su
nombre a los terrenos pantanosos sobre los cuales fue
edificado.
¿Quién podía imaginar
que el barrio
del Marais – como la mayoría de los barrios históricos – gozaría hoy
de tan gran
prestigio?. Casas medio derruidas, suciedad por
todas
partes, frentes con rótulos de propaganda
muy mal coloreados, comercios de toda clase y una población con pocos
recursos que había encontrado albergue sin demasiadas condiciones higiénicas ni
de seguridad.
Cuando Enrique IV, que tuvo el genio del
urbanismo, hizo construir la plaza del
Delfín, no sólo para dotar a su capital de una obra maestra, sino para
atraer hacia el este de París a los
habitantes que pudieran hacer revivir un nuevo barrio. El resultado fue
superior a las previsiones. Aristocracia y alta burguesía empezaron a modificar
el aspecto del viejo barrio medieval. Se edificaron magníficas moradas
particulares: el Hôtel de Sully (en estos casos la palabra Hôtel significa
Palacio), Hôtel Salé, Hôtel de Sens, Hôtel Guénégaud, Hôtel de Soubise.
El reinado de Luis XIII caracterizó la
juventud triunfante del Marais. Una arquitectura de la mayor calidad se cubrió
de esculturas, de decorados, acumulando
obras de arte. Predominó el espíritu. Fue un centro intelectual en el que se
reunían Pascal, Descartes, Sully, Corneille, Molière y damas famosas como
Madeleine de Scudery y Ninon de Lenclos. Y madame de Sévigné presidía su salón
intelectual en el célebre Hôtel Carnavalet.
Luego de la Revolución Francesa, se
reclamó a la Asamblea General Constituyente
la
demolición del Hôtel de Rohan y del Hôtel de Sens. El vandalismo tiene
también tradiciones.
Con el correr de los años, la situación
ha cambiado… Las obras de arte, los monumentos históricos suscitan interés e
incluso pasión. Se habla de ello, se publican artículos para defender los
viejos barrios.
En el año 1951, el Ministerio de Bellas
Artes decidió comprar el Hôtel Sully para restituir íntegramente su carácter
original. La fachada se encontraba oculta detrás de dos tiendas de mal gusto.
Más tarde fue adquirido por el Estado y fue declarado monumento histórico. De
esta manera, esta obra arquitectónica de tanto valor, volvió a adquirir su
dignidad, gracias a un esfuerzo de restauración ejemplar.
Con
la participación del
Estado, de las colectividades y de iniciativas particulares,
empezó
el trabajo de arquiectos y empresarios de obras, tropezando con fachadas
desfiguradas, patios repletos de construcciones parásitas. Es más fácil y más
rápido hacer surgir una ciudad nueva que restaurar poco apoco un barrio
desfigurado.
Este barrio tiene también su plaza,
testimonio de la preocupación urbanística de Enrique IV, que la hizo construir
en 1605 durante su reinado, y luego terminada
por Luis XIII en 1612.
Primero fue llamada Plaza del Delfin,
luego Plaza Real y por último Plaza de los Vosgos. Perfectamente cuadrada, de 108 metros de lado está
completamente encerrada por treinta y seis antiguos y característicos palacios
con pórticos en la parte inferior y dos órdenes de ventanas. Las fachadas de
piedra y ladrillo terminan cada una en un techo de pizarra azulada. En el lado
sur, se halla el lujoso Pabellón del Rey reservado a Enrique IV, y al lado el de la reina. En el centro de la plaza,
entre árboles y canteros se levanta la estatua ecuestre en mármol de Luis XIII
copia de la de Pierre Biard, escultor,
arquitecto, grabador francés (1559-1609) destruida durante la Revolución. La
Plaza ocupa el lugar del Hôtel des Tournelles donde en 1559 murió Enrique II
durante un torneo.
La Plaza de los Vosgos está considerada
como una de las más armoniosas del arte clásico.
En
ese conjunto de residencias excepcionales habitaron Théophile Gautier y
Alphonse Daudet. En el nº1 nació madame de Sevigné, en el nº 2 vivió Richelieu,
en el nº6 Victor Hugo.
Las mentalidades evolucionan rápidamente.
Desde el siglo XVII este barrio ha sido siempre
el lugar del decoro y la
elegancia. Hoy, sigue estando de moda. En medio de su decorado de ladrillo,
alternando piedra y pizarra azulada, se
organiza cada año un festival de música.
Con sus magníficos palacios y su plaza
cuadrada, el Marais es uno de los barrios más bellos de Paris.
Y como todo tiende a alcanzar la
perfección, una constante vigilancia trata de eludir errores estéticos, formas
desnaturalizadas o colores abusivos.
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