Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com

GACETA LITERARIA Nº 79– Junio de 2013– Año VII – Nº 6


GACETA LITERARIA Nº 79– Junio de 2013– Año VII – Nº 6

Imágenes: BEAUTIFUL WORLD

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

EDUARDO GALEANO
(Montevideo-Uruguay)

LOS EMIGRANTES, AHORA

Desde siempre, las mariposas y las golondrinas y los flamencos vuelan huyendo del frío, año tras año, y nadan las ballenas en busca de otra mar y los salmones y las truchas en busca de sus ríos. Ellos viajan miles de leguas, por los libres caminos del aire y del agua.
No son libres, en cambio, los caminos del éxodo humano.
En inmensas caravanas, marchan los fugitivos de la vida imposible.
Viajan desde el sur hacia el norte y desde el sol naciente hacia el poniente.
Les han robado su lugar en el mundo. Han sido despojados de sus trabajos y sus tierras. Muchos huyen de las guerras, pero muchos más huyen de los salarios exterminados y de los suelos arrasados.
Los náufragos de la globalización peregrinan inventando caminos, queriendo casa, golpeando puertas: las puertas que se abren, mágicamente, al paso del dinero, se cierran en sus narices. Algunos consiguen colarse. Otros son cadáveres que la mar entrega a las orillas prohibidas, o cuerpos sin nombre que yacen bajo tierra en el otro mundo adonde querían llegar.
Sebastião Salgado los ha fotografiado, en cuarenta países, durante varios años. De su largo trabajo, quedan trescientas imágenes. Y las trescientas imágenes de esta inmensa desventura humana caben, todas, en un segundo. Suma solamente un segundo toda la luz que ha entrado en la cámara, a lo largo de tantas fotografías: apenas una guiñada en los ojos del sol, no más que un instantito en la memoria del tiempo.

PÁGINA 2 – CUENTO

MARTA DÍAZ PETENATTI


LO VI PASAR

Hoy lo vi pasar. Mis ojos se aferraron a los suyos de una manera tan poderosa que no podían desprenderse.

Él también me miró, pero su mirada fue diferente, hablaba, decía palabras que sólo mi corazón sabía descifrar.

El tiempo se hizo pasado y el futuro se borró.

El presente era etéreo, angelical; campanas sonaban en mis oídos, mis brazos acariciaban el soplo tibio del verano, mi cabello se llenaba de estrellas, mis manos florecían transformadas en nardos que inundaban el aire con aromas profundos y dulzones.

Y ahí estaba, mirándome, llenando todos los espacios con su presencia, con sus formas, con esa mirada que me contaba de sus días en soledad.

Inconscientemente comenzamos a acercarnos, nos separaban sólo metros para que nuestros cuerpos pudieran tocarse y reconocerse aún más, pero alguien lo llamó, nombrándolo y diciéndole que la ayude con el maletín.

En ese momento sentí que el mundo era absorbido literalmente por un embudo oscuro que se llevó miradas, sensaciones, pensamientos, añoranzas, recuerdos, pasado, presente y futuro.

Es por eso que digo que hoy lo vi pasar, sólo eso: pasar.

PÁGINA 3 – NUESTRA POESÍA

MIRYAM COLOMBOTTO DE SEIA
(Gálvez-Santa Fe-Argentina)

BOCETO DE INCERTIDUMBRES

Me despertó una lluvia breve,
indecisa. Apenas agasajó la noche.

También mi vigilia fue breve
pero alcanzó para recordar el Copahue
amenazando infiernos
con miles de almas en suspenso.

El latido en mis sienes
fue un tambor líquido
que golpeó rítmicamente
hasta alcanzar el sueño
(ese sitio que puede ser territorio
de inquietudes no resueltas...)

Hoy no es día gris ni opaco
sorprende tanta luz, entibia
la mañana bajo el plumón del sol
y en la suma de tantas
realidades indefensas

se fatigan mis preguntas...
inútilmente hambrientas.

ACCIONES DEL ÁNGELUS

El sol declina, sus rayos
perforan en oblicuo nubes espesas
y tocan la tierra.
Presagios de ángel refleja
el azogue del aire, trae
señales a esta parte del suelo.

Esa luz cruzada palpa
los rasgos del atardecer,
suaviza las calles su hálito
y el campo se vuelve a sí mismo
verde y concentrado…
su piedad me alcanza.

Danza el ángelus
en el paisaje secreto del alma,
urde lento despliegue de signos
que insumisa, puedo no advertir.
Mientras mi ánimo forcejea
con lentos crepúsculos...

El llega como epílogo del día
reiterando su perdón en luz.

TIEMPO DE SOLEDAD

Por mi nuca desciende la soledad entera.
Reconoce la espalda que una vez, supo
que el mundo entero sucedía dentro.
Me queda un tiempo de cristal.
Y un miedo que viene de lejos
y ahora se ha puesto a la par.
Por mi nuca desciende en un lento arpegio.
Y esta permanencia azul de sentirme viva
me enseña una forma distinta de mirar.

(Fuera de mí, todo sigue igual.
El reloj, en su sitio; la mesa; el pan
y el beso; en su lugar).


ARIEL GIACARDI
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

NI UNA SOLA RAZÓN
Islas Malvinas, abril de 1982

La letanía roja de las balas,
la metralla glacial de la ventisca,
el zumbido plural de los misiles
y un cielo de relámpagos.
Estaba frente a mí, lunado el rostro,
hincado en el dolor pero sin súplicas,
orgulloso y agónico
como el sol cuando cae
sobre el ardiente lecho del ocaso.

No supe qué preguntas el acero
de tus ojos me hacía,
ni comprendí el idioma que alentaba
en tus temblores últimos, soldado.
Yo tampoco sabía cuál designio
nos congregó en las mismas emboscadas,
igualados por yermas
latitudes incógnitas,
ni quién nos puso el odio entre los brazos.
En tu país, una mujer de hierro
buscando perpetuarse, y en el mío
los testaferros dóciles del águila
con sus puños mesiánicos.

Estaba frente a mí, como un reguero
de sangre única, total y anónima,
y dejé de apuntar a su inocencia
sumergida en el fango.
Me volví y caminé pausadamente
hacia el fragor que me pertenecía.
No había en los anales del desquicio
ni una sola razón para matarlo.

INFUSIÓN DE NUBE

Hoy el ministro ha dicho que la vida,
amigos, que la vida
cuesta cada vez menos
                                      y nosotros
que la vemos pasar cada mañana
con una cinta azul en su cabello
y una falda brevísima,
nosotros que la vemos desde el fondo
de nuestro corazón subarrendado
donde el amor también es un remiendo,
y no a través de un álgebra marchita
que repite sus pulcros logaritmos,
sus índices enfermos;
nosotros que la vemos despeinarse
hebra por hebra, lágrima por lágrima,
desde el ojo nutricio de los cuencos
y no desde la asepsia
de un vigésimo piso
donde todo sucede como un eco,
nosotros que entendemos su lenguaje
de pura maravilla derrumbada,
su número de piedra indivisible,
nosotros sí sabemos
en cuánto escaparate está la vida
y cuál es su valor
                             y cuál su precio;
la compras al anciano ambulatorio
que la diluye en llanto al dos por ciento;
la compras por monedas en la esquina
de un madrugón oscuro y sin escarchas
con rodajas de luna sobre el sexo,
o a tanto mercader como paloma
que volara celestes hospitales
con sus alas a sueldo;
o al niño que en sus manos de limosna
aprieta los conjuros vergonzosos
de un hambre combatiente,
de pesadillas largas,
                                 sin trincheras
ni bastiones de pan amanecido
por las grietas del tiempo.
Entonces, no es noticia
que nos han devaluado la esperanza
y establecido turbias hipotecas
sobre cada fracción de nuestros sueños;
que a la vida le han puesto cuatro cifras
y un punto decimal
                               por lo que fuera,
nosotros sí sabemos,
porque, a veces, total y naufragada,
la encontramos inscripta en el cansancio,
adherida al reverso de la noche
con un nudo de sombras en el cuello
y le arrojamos agua milagrosa
sobre la curva leve de los párpados
y en la rosa febril de sus mejillas
concebimos un beso,
y le damos jarabe de luciérnagas
y una infusión de nube
                                    y la arropamos…
Porque, a pesar de todo, algunas veces,
se nos muere de frío y de silencio.
Entonces, que el ministro no nos diga
cuánto vale la vida,
                              cuánto cuesta
ni en dónde se refugia cuando el mundo
establece su cólera de abismo,
                                                 que nosotros…
nosotros sí sabemos.

A VECES NO ALCANZA
Argentina, 1976

Yo recuerdo una muerte igualitaria,
una muerte de sálvese quien pueda,
una muerte de bomba por las dudas,
para echarte de menos.
Yo recuerdo los días maniatados
cuando cada noticia era un derrumbe
y andaba la sospecha merodeando
en todas las esquinas, como un perro,
y la patria sangraba por los ojos
y por los sindicatos, por los sótanos
y llovían esquirlas y consignas
y llovían los muertos
y no era napalm pero dolía
porque a veces no alcanza la inocencia
ni quedarse en la orilla
ni aducir el silencio;
la inquietud anunciaba sus trincheras
y mi madre decía                    subversivo
como quien dice                     es mi última palabra
o                   no tiene remedio.
Y es obvio que en alguna desmemoria
se nos perdió una gota de semántica
ya que tampoco entonces me explicaron
por qué la subversión era una alquimia,
una reacción tan poco convincente,
una bala en la frente de tu miedo;
aunque de todos modos, nadie tuvo
tiempo siquiera para ser explícito,
para darme una pista, un cabo suelto.
Menos mal que a las pocas disidencias
llegaron los profetas del exilio
con sus hachas de fuego
y dieron otro nombre al holocausto
y amputaron un brazo a la justicia
(por supuesto el izquierdo)
y con un habeas corpus se limpiaron
la suela de sus botas, menos mal,
menos mal que vinieron,
así la subversión y su vergüenza
se fueron yendo, entre otras acepciones,
de la mano de otros ultraísmos
y ahora no sabemos
en qué estallido terminó el espanto
y en qué tortura comenzó el infierno.

PÁGINA 4 – ENSAYO

MIGUEL ANGEL GAVILÁN
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

HALLIWELL Y ORTON

Halliwell, el calvo, aclaró en su nota de suicidio que todo se entendería cuando leyeran los Diarios personales de Joe. Y agregó:  “especialmente la última parte”.

Varias casualidades, quizás trascendentes, tuvieron que coincidir para que una mañana los cuerpos fueran encontrados tan perdidos en la muerte como en un sueño.

Por empezar la Reina Isabel II había sido coronada en la abadía de Westminster, los Beatles estaban creciendo bien y le habían pedido a Joe la redacción del guión de uno de sus videos, y Marruecos, donde los jóvenes se entregaban por monedas, los había sorprendido con su gratitud de patria libre de prejuicios.

Sin embargo, uno de ellos tenía el talento y el otro la furia. Uno, la debilidad por los subterráneos y las camperas de cuero y el otro, una calvicie innumerable que espantaba a cualquier levante de Piccadilly Circus. Mientras Joe se burlaba de la rigidez inglesa robando libros en bibliotecas públicas, Halliwell reprochaba que todos los triunfos de Orton se los debía a él, que él los había hecho posibles al regalarle una lapicera para que borroneara chistes negros en su almohada.

Como siempre cuando hay una verdad que sostiene la desdicha, ambos compartían razón sin tenerla del todo. Porque Halliwell, le enseñó a Joe a dejar fluir la ira sobre el papel, sin ahogarla, que fuera un cerco de crueldad en la figura de los personajes, como darle un beso a la nada. Joe, por su parte, convenció al calvo que el amor también estaba en las esquinas, que la promiscuidad era una forma de decirle “vení, acá te espero, esto soy para vos, este es el cuerpo que te servirá de momentánea guarida”.

Se amaron. Pero los barbitúricos habían machacado tanto ese amor que, por horas, se desconocían y el calvo se enojaba de su fracaso como escritor, alucinando con la brillantez del otro que, ya fastidiado, le proponía darse un tiempo.

Esa unión era brusca. Pero ¿quién puede encontrar ternezas en el Sr. Sloane, un personaje triste que calla el deseo? ¿Quién puede encontrar una lágrima en la ironía de darle la dentadura postiza de su madre a un actor para que la usara en escena? ¿Quién puede valorar el jugo de uvas sobre una nota de despedida?

“No se preocupe. Ahora me siento bien. Mañana a la mañana iré a ver al doctor”  comentó el calvo con su siquiatra, empuñando el tubo del teléfono como si fuera un martillo.

Los encontraron juntos. Joe Orton, con la cabeza rota a golpes. El hermoso mediocre de Halliwell, con los ojos perdidos en la suavidad de lo que estuvo.

P.D: Recomiendo muy especialmente la película “Susurros en tus oídos” donde se cuenta de manera impecable esta historia.

PÁGINA 5 – CUENTO

ÁNGEL BALZARINO
(Rafaela-Santa Fe-Argentina)

UNA COMPAÑÍA PARA ARTURO DOMEC

            -¡Basta! ¡Se terminó!
            Sin duda nunca podremos olvidarnos del estado reflejado por Corina -el cuerpo en extrema laxitud, una mueca amarga el rostro, los ojos plenos de ardor-  cuando nos dio la noticia, inesperada y desconcertante, que no sólo desvanecía la fogosa etapa de elaborar  planes, hundirse en luminosos sueños, alentar la esperanza de acabar con su ya pertinaz soltería, sino también nos inculcaba una feroz acusación por haberla ilusionado en recuperar al hombre que, once años atrás, consideró su único y desbordante amor. 
            Con ese desenlace -el peor, el que jamás podría haber imaginado,  repetía ella, desconsolada-, terminaron nuestras arduas tratativas por conseguir una compañía para Arturo Domec. Impulsados por una mezcla de compasión y solidaridad, varios amigos nos unimos -luego que Mabel, al abandonarlo en forma imprevista y por alguna causa que nunca logramos descifrar- en el propósito de evadirlo del pozo de tristeza y abatimiento que, al clamor obsesivo de no sé ni puedo vivir solo, él fue cayendo. 
            La primera candidata que surgió casi naturalmente fue Zulma Milanessi. Viuda desde hacía años, sobrellevaba un estado de apatía y desolación que provocaba en el barrio comentarios en los que prevalecía algo de piedad, afecto y el íntimo anhelo de ayudarla. Fernanda se ofreció de inmediato para hablarle y demostrarle lo agradable y conveniente que iba a resultarle conocer a Arturo Domec. De manera que, a lo largo de una semana, mientras nosotros -Rodrigo, el matrimonio Herrera, Silvia y yo- nos dedicábamos a instruir a Arturo con todos los detalles para lograr una rápida conquista, Fernanda orientó a Zulma  Milanessi en la compra de la ropa que le daría un aspecto más vivaz y atractivo, en el modo de cortarse el pelo y embellecer la cara, en preparar la casa  para que el encuentro resultara cómodo y, sobre todo, plenamente feliz.
El propio Arturo se encargó de relatar el episodio. A la mañana siguiente, cuando nos reunimos en el bar de costumbre para tomar un café. Nos bastó observarlo demacrado, con signos de sueño y vestido con inusual desaliño, ya que la pulcritud y el esmero en cada detalle eran distintivos de su personalidad,  para comprender que las cosas no habían salido demasiado bien. Advertimos también, por el acero de la mirada y la aspereza con que pronunciaba cada palabra, un claro reproche hacia nosotros por haberlo precipitado al encuentro de una mujer con la que jamás podría congeniar. Luego de las obvias palabras de presentación, la entrega del ramo de rosas y la sonrisa de agradecimiento, habían marchado hacia el comedor, donde se sentaron en un amplio sofá. Entonces se me echó encima como una loca. Incontrolable.  Nos vimos obligados a mantener un semblante adusto, que reflejara una actitud comprensiva y solidaria, luchando por reprimir una carcajada, tal vez no tanto por el aire cómico generado por la voz casi en falsete y el aparatoso movimiento de los brazos con que él procuró manifestar su estado de furia y asco, sino más bien por imaginarlo en una postura tiesa, de pleno desconcierto, ante la recia embestida de la mujer.
Aunque cualquiera se hubiera sentido halagado por suscitar semejante atracción  -algo bastante lógico y previsible por parte de ella,  pues sobrellevaba muchos años de soledad y expectativas frustradas-, para Arturo Domec tuvo el carácter de una afrenta oprobiosa. La boca parecía un aro de fuego. Y eso -el exceso de rouge que sin duda aumentó el volumen de los labios hasta deformarlos-, tal vez más que las turgencias que desbordaban el vestido demasiado ajustado y el movimiento de los brazos para atraparlo, llegó a transformarse en una amenaza o un peligro inesperado que lo inmovilizó. Por ser incapaz de eludir tal asedio, debido a la conmoción provocada por la mezcla de sorpresa e indignación, ella pudo dar rienda suelta al postergado anhelo de abrazar y besar a un hombre. Sin control, con un frenesí que sin duda obedecía al prolongado período de soledad y desolación y, mientras lo abrazaba con desusado vigor, comenzó a besarlo, frenética e insaciable. Tal vez la escena no llegó a insumir más que unos segundos, pues él, dominado  por una dosis de repudio y asco más que de sorpresa, tuvo una reacción intempestiva al apartarla con bastante violencia y, ya libre, sin atender a las palabras con que ella pretendió detenerlo o disculparse, buscó ansioso la puerta de calle. Me manchó toda la camisa.  Creo que jamás sufrí algo tan horrible y bochornoso.
Quedamos consternados porque nos costó admitir que, pese al halago y el beneplácito que sin duda generaban provocar tan fuerte atracción, él hubiera dejado frustrar esa oportunidad por un detalle menor, casi irrisorio. Pero, como único justificativo, conociendo su obsesión por la limpieza y, sobre todo, por estar siempre vestido de manera pulcra e impecable, sin duda la actitud de ella había constituido una afrenta y la peor señal para lograr cierta afinidad y acercamiento.
Necesita una persona que lo comprenda y, especialmente, que le tenga paciencia y sepa aceptar algunas cosas raras que tiene él, opinó Rodrigo, dándonos la sensación de que habíamos llegado a un punto crucial, casi irresoluto, de la empresa en la que estábamos embarcados. Tal vez la persona indicada sea la doctora Olivaris, coincidieron los Herrera, al considerar que la psicóloga, no sólo por estar sola y ser muy atractiva, sino también por haberlos salvado de la ruptura matrimonial, tenía la delicadeza y capacidad para establecer una relación armónica con Arturo. Contagiados por el entusiasmo de los Herrera, aprobamos llevar a cabo esa nueva prueba. Con rapidez efectuamos los preparativos para concretar un encuentro. Les reservamos una mesa en un comedor, pues creímos que una cena íntima, degustando un buen vino, sería el mejor modo para conocerse y lograr tal vez una mutua afinidad. Toda la esperanza cifrada en la noche de la reunión se desvaneció abruptamente. Al día siguiente, por  los Herrera, conocimos el parecer amargo y desalentador de la doctora Olivaris:
-Fueron dos horas bastante desconcertantes. El desgano para intercambiar unas palabras, la actitud  abstraída, como si no le importara nada de lo que ocurría a su alrededor. Quise lograr una comunicación, pero no alcancé más que a darle una caricia. Creo que tuvo intención de golpearme cuando quise besarlo. Más que la compañía de una mujer, lo que necesita es urgente asistencia psicológica.
Creímos llegar a un punto crucial. Impotentes y desorientados. La obra que nos habíamos propuesto pareció estar condenada al fracaso y de pronto nos aplastó el desánimo, sin el menor hálito del fervor y la intención con que pretendimos desterrarlo de la soledad. Sólo Silvia se negó a bajar los brazos y trató de contagiarnos una sorpresiva euforia al esgrimir una nueva oportunidad:
-¡Corina! La primera novia. Creo que sigue amándolo y sería capaz de perdonarle todo con  tal de recuperarlo.
Las frustraciones anteriores nos hicieron desconfiar de esa alternativa, pero el entusiasmo de Silvia y, sobre todo, la mezcla de júbilo y gratitud que demostró Corina al integrarse de inmediato a nuestro grupo, participando en los partidos de tenis, la visión de una película, las habituales dos cenas por semana, con el beneplácito de estar de nuevo cerca de Arturo. Nosotros también, poco a poco, logramos transformar el escepticismo en alivio al observar el modo como ellos llegaban a mirarse, hablar, compartir alguna sonrisa. Y creyendo que ya todo se encauzaba de acuerdo con lo planeado, los dejamos solos, seguros de que él había encontrado al fin la compañía deseada.
Bastó algo más de dos semanas para comprobar nuestra equivocación. Corina, fluctuando entre el dolor y la perplejidad, la impotencia y un furor que parecía crecer a cada segundo, nos reveló el desarrollo de esos días en los que, luego de algunos encuentros en un bar y paseos por la ciudad, comenzaron a tomar como un hábito almorzar y cenar en la casa de ella. Aunque el hermano de Corina participada de esos momentos, no llegó a constituir una molestia sino que, más bien, pareció contribuir a crear un clima de calidez y grato comunicación.
-Creí que podríamos formar una hermosa familia -la desazón y el furor quebraron la voz de Corina, como si luchara por armar cada palabra-. Pero yo no estaba en los planes de él. Simplemente me utilizó como un instrumento.
Y de inmediato compartimos la sensación de Corina al quedar abruptamente develada la verdadera compañía que buscaba Arturo. Porque todos -Fernanda,  Rodrigo, el matrimonio Herrera, Silvia y yo- consideramos que el loable propósito de evadirlo de la soledad se transformó en una burla cruel, despiadada, que nos dejó sin aliento, como a Corina la noche en que, llevando una bandeja con tres pocillos de café, penetró en el comedor y descubrió que ellos, su hermano y Arturo Domec, estaban recostados en el enorme sofá, abrazados y besándose.

PÁGINA 6 – NUESTRA POESÍA


MARIA BEATRIZ BOLSI

(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

TIERRA Y ESTRELLA

Me sostiene este día
con sus amplias ventanas
este día casual
inalterable.
Me sostiene las manos
de pájaros dormidos
como riendas de luna sujetan la marea.

En los suaves silencios
en las encrucijadas
allí donde la tarde me presenta sus muros.
En el exacto punto donde el viento
se vuelve torbellino.

Me sostiene de perfil, con su abrazo
descubriendo palabras en islotes
de sueño
buscándome en el plano del agua
de mapas memoriosos,
invisibles.

Me sostiene
encendiendo la esperanza
cuando camino desnuda de horizontes
en los tensos repiques del insomnio
cielo triste de invierno sin vuelo
de gaviotas.

Y me sostiene aún
cuando se acorta el plazo
de pintar la alegría en altos miradores
o de vestir con hebras de la noche
las pequeñas terrazas de la ciudad desnuda.
Cada día,
incansable
para hacer el milagro.
Pulso de estrella y tierra que me afirma.
De raíz y lumbre
el gesto.

Me sostiene tu amor.

LOS OTROS MATICES

La ancha ciudad
domina
los matices del gris.
Ese gris blanquecino de la niebla
que agrieta los tejados
y silencia los pasos en el alba.
O este gris ceniciento
de la mansedumbre
que llovizna en los ojos
como oscura carcaza,
este gris de fingida indiferencia
necesario
cada día
para cruzar el asfalto.

Yo me quedé tendida muchas veces
sin ansias ni armaduras
sin avaricia de sueños ni defensas
tendida
para esperar la luz
por el camino del viento,
para ser, quizá, la primera huésped
de la simiente del sol.

Esta mañana
avanzó sin premura
tan igual a las otras
tan gris de bronca y escasa de redaños.

Una vulnerable oscilación del péndulo
confinó las comarcas de los grises
sacó pañuelos y cuerdas de guitarra
de la húmeda raíz
de la memoria
y en impensable recompensa
recibí -lánguido viento de latitudes del naufragio-
con la voz en la grupa,
la franca libertad
de otros matices.

IMPREVISTA CRIATURA

Poesía: “imprevista criatura, breve como el relámpago”.
(Octavio Paz)

Le suelto mi cabello a la esperanza
brotan semillas
y van cubriendo
las manos de la brisa
y es una inmensa luz
que se resbala
este poema abierto en el espacio.

Pentagrama de soles
despierta
con notas atrevidas
los pliegues de mi falda.

Va por mi cuerpo como agua de cascada
como aroma de antaño
como una piedra virgen que hace estallar las manos
como una chispa de árbol
doblándose de incendio...

Tambor en el pecho
que combate en los labios.

Si se rompe en fragmentos diminutos
cada nube en azul
cada vuelo que se tensa en un himno
cada piedra rodando
y repartida
al otro lado de la calle clara
esparce en abanico
los cielos imprevistos
de un poema.


RUBÉN VEDOVALDI
(Capitán Bermúdez-Santa Fe-Argentina)

CRISIS DE AMOR HUMANO

cada miga de peste
que se moja en la lágrima del hambre
y el excluído traga con amarga saliva
y sangre mala;
cada mendrugo de cielo que se pierde
en pestañas de ciego

cada sueño que se pudre
en venas que revientan por sobredosis
cada neurona que asesina el paco
cada éxtasis tóxico

cada epidemia de mercaditis aguda
cada rebrote del absurdo obliga
a mudar de asunto poético

basta de turismo vip en la luna de Valencia
basta de comprar lo viejo con otra etiqueta

la vida nueva no viene por telecompras;
el hombre nuevo no está a la venta en el mercado.

“SIENTO QUE SÓLO LA SOMBRA ME ALUMBRA.”
                                                                              Miguel Hernández

en este día me pregunto el mundo
toda la sangre  la carne del miedo,
todo es dolor conmigo bajo el cielo;
el hombre se me rompe de preguntas
y agoniza mi alma sin sosiego

en esta hora me duele el silencio
tanta nocturna nota  tan profundo
caer sin fondo el hombre en desconsuelo;
hoy el amor se me quema en las manos
y en mis entrañas crece sólo hielo

en esta noche me pregunto el día
con la mirada transida de espanto
barre mi boca de barro este viento
toda la pena se tumba en mi lecho
y estoy hasta los huesos de quebranto

en este mundo me pregunto un mundo
soy llaga amarga que no cierra el duelo
está tan alto el pan  tan agrio el vino
que ardo desnudo en mi pena  llorando
por este día roto que no entiendo

LOS PÁJAROS MAÑANA

todavía está muy oscuro aquí abajo
hace mucho frío y la soledad es enorme
casi pareciera un sepulcro todo esto 

a simple vista no se ve
pero hay un sueño
arde un sueño  creciente  inarrancable

ojo salvaje  sí   
neurona libre

a simple vista todo es cada vez peor
o siempreigualdemalynuncacambiará
pero el jaulón es viejo
tiene herrumbre

los pájaros que rompen el cascarón
son cada vez más
cada vez más
cada vez más pese al silencio

casi no tienen cielo los pájaros
no encuentran con qué alimentarse ni donde trinar
pero hará falta un infierno
más grande que el sistema planetario
para tenerlos muertos de miedo ahí
de alas caídas
un nudo en la garganta
pegados a la herida de su sombra

faltará espacio donde tenerlos atrapados
y tiempo para controlar a cada uno

un sueño anónimo crece y se expande 
y faltará cemento
                             armado
                                            para enterrarlo

PÁGINA 7 – ENSAYO

BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ
(Ibague-Tolima-Colombia)

LA NOVELA DE WILLIAM

Desde noviembre de 2012, al transitar por el llamado viaducto del SENA, en Ibagué, no puedo dejar de mirar con cierta aprehensión el monumento erigido ahí en honor de Andrés López de Galarza, fundador de la ciudad.

Sucede que él me remite, casi de inmediato, a las atrocidades cometidas por Pedro de Ursúa con los indios chitareros, muzúes, tayronas y cimarrones, en nuestro territorio, con cuyo exterminio demostró su codicia y su crueldad, y la continuación de sus hazañas con los pueblos aborígenes en el Perú y los primitivos pobladores de las riveras del Amazonas, víctimas también de su ambición y afán de gloria.

Andrés López de Galarza, por su parte, lideró la “pacificación” del llamado “Valle de las lanzas”, en el hoy territorio del Tolima, y estuvo al frente del exterminio del aguerrido pueblo Pijao, del cual casi no nos queda ni el nombre, cuestionado, además, por algunos historiadores.

Tantos muertos para edificar un mundo, este mundo que ahora habitamos y ni siquiera respetamos.

Y es que estas atrocidades y heroísmos hacen parte de la novela de William Ospina, que fuera publicada en tres etapas durante ocho años, Ursúa (2005), El país de la canela (2008), La serpiente sin ojos (2012). Hace poco terminé de leer esta última, con la misma ansiedad y la misma admiración con que abordé los tomos anteriores.
Ella es la causante de esa desolada y ofendida mirada que ahora no puedo reprimir.

El respeto innato y la admiración que siempre se ganaron los conquistadores en nuestro imaginario desde niños, inoculados por la historia oficial en escuelas y colegios cuando la historia se enseñaba para generar arraigo y definir la nacionalidad, pasan a ser, después de su lectura, un frío desprecio en el estómago.

Y digo la novela de William porque los tres libros, que algunos llaman saga, para mí son una sola novela, dividida en tres partes, no tres novelas con un mismo tema y sobre una misma época. Sobre esto quiero aventurar una opinión, en nada erudita ni académica, por supuesto, sólo la de un lector que ama la literatura.

Para que sea saga o trilogía (o cuarteto o quinteto) deben tener cada uno de sus componentes su propio universo concluido (recuérdese el Cuarteto de Alejandría (1960), de Lawrence Durrel, la trilogía Milenio (2006), de Stieg Larsson, incluso Harry Potter (1997), heptalogía de J. K. Rowling) mientras que para el caso de William, Ursúa, por ejemplo, termina como decía mi padre, en punta, pues su personaje Pedro de Ursúa no se desarrolla por completo en este libro sino que su vida queda abierta para que sólo en el tercero culmine su periplo con toda su miseria y esplendor. Queda la sensación de un capítulo que falta.

En la mitad de esos dos tomos se ubica la narración sobre el viaje de Francisco de Orellana en busca del “país de la canela”, ese otro Dorado del mito conquistador de América, que constituye en sí misma una unidad completa, un todo armónico, y es el tema central del segundo libro.

El vínculo de las tres partes es el narrador, aparte del lenguaje. Se entiende que el narrador general de la gran aventura por el Amazonas es un familiar de Ursúa, que hace un alto en su narración de las peripecias de su pariente del primer tomo para relatar su propia experiencia con la expedición de Orellana, núcleo de la segunda parte, motivo por el cual es invitado luego por Ursúa para volver y ser parte del agua y de la selva −el infierno verde de José Eustasio Rivera (La vorágine, 1924) y de Mario Vargas Llosa (El sueño del celta, 2010)−, o sea la expedición a “la serpiente sin ojos”, que se constituye en el tercer tomo. Aventura que también muestra la vida en el Perú, las peripecias de los preparativos de la expedición, los amores de Pedro con Inés de Atienza, y sus muertes en pleno furor de la selva amazónica.

Ese pariente es el mismo que se acercó a Juan de Castellanos en la Tunja colonial y le narró, en su calidad de sobreviviente, la aventura de Orellana por el Amazonas y que, cuatro siglos después, retoma William con la libertad del creador que asume la historia como algo que puede ser revivido y enriquecido con la magia de la literatura. Por eso el autor, con inteligencia, lo erige como su narrador y le asigna la responsabilidad de testificar la historia, mientras que en Juan de Castellanos es apenas una presencia, un informante como tantos otros.

Es indudable que el lenguaje es el otro factor unificador de los tres tomos, ese lenguaje inserto en el pasado arcaico, a veces cargado de demasiadas descripciones y detalles ante la suntuosidad de la naturaleza, pero al mismo tiempo vivo en la contemporaneidad; ese lenguaje que el autor maneja con exuberancia, permeado de metáforas necesarias a la magnificencia del paisaje e indispensable para narrar las verdades de la condición humana. Un lenguaje que no es barroco pero sí pródigo y suficiente, por cuyas sinuosidades fluye sin parar la poesía.

Se me ocurre que las tres partes podrían ser publicadas en un solo tomo, como debió haber sido si los caprichos y necesidades económicas, comerciales y de divulgación de las editoriales no forzaran la división (recuérdese el caso contrario de 2666 (2004), de Roberto Bolaño, quien dejó dicho que se publicara en cinco libros pero que, después de su muerte, el editor y la familia decidieron hacerlo en uno solo de 1119 páginas), amén del proceso de escritura que, tal como el mismo autor lo ha manifestado, ha sido uno a uno en la medida del ritmo de su creación. Téngase en cuenta, además, que cada tomo fue publicado por diferentes editoriales, Alfaguara, Norma y Mondadori, respectivamente.

Media también el premio Rómulo Gallegos que obtuviera el segundo tomo, El país de la canela, porque supone una ruptura definitiva de una unidad que, a mi juicio, es innegable.

Sin embargo, pienso que la primera y la última conforman una novela autónoma, que se podrían unir para publicarse, mientras que la segunda se puede mantener como independiente, con todo y premio, si fuera el caso.

Son especulaciones, claro, propias de alguien que alguna vez trabajó en el mundo editorial, pero que no implican ninguna variación en el proceso realizado porque, simplemente, es un hecho cumplido. Es más bien fruto de mi proceso de lectura y un ordenamiento mental que no coincide con el de los editores ni con el de los críticos, tan avisados y suficientes en estos temas.

Sea que se mantenga como los tres libros existentes o se publicara como una sola obra, la novela de William es una gran demostración de maestría narrativa, de seriedad en la investigación, y de dedicación amorosa al manejo del lenguaje. Y de paciencia creadora. También es un homenaje a Juan de Castellanos, cuya obra fue motivo de inspiración del autor, que ya había trabajado sobre él y producido un libro bajo el título de Las auroras de sangre (1998).

De hecho, las crónicas de Juan de Castellanos brindan al autor gran parte del acerbo histórico y cúmulo de datos necesarios para la elaboración de la novela, aunque hoy en día poco importe si mantiene la rigurosidad de la historia o es una amalgama de imaginación y crónicas de Indias revividas.

Por eso, quizá, me parece que sobran las explicaciones finales porque no es oportuno para el escritor justificar su ambición de plasmar un mundo, salvo la ambición de poner bien los pies sobre la tierra a través de la ficción. Si el lector está metido en la narración, poco o nada le ha de importar si lo leído es verdad histórica o qué partes del libro son verdad ficticia. Y que me perdonen los letrados miembros de las academias de historia. Por el contrario, las justificaciones rompen la magia de la verosimilitud, tan cara a la literatura, y siembra con dudas y decepciones el ánimo del lector.

A propósito, igual sensación tuve al terminar de leer La otra raya del tigre (1977), de Pedro Gómez Valderrama, esa importante novela hoy caída en el olvido. Aclaro que esas notas finales, aunque molestas, no menguaron para nada mi admiración por las obras.

Son prescindibles, también, los poemas que introducen cada capítulo en el tercer tomo, como si fueran de otro tiempo o, por lo menos, no acordes con la cosmogonía aborigen del contexto histórico en que se mueven los personajes. Aportan poco al desarrollo de la historia, mejor aún, si se eliminan no se afectaría para nada la contundencia de la narración.

Para concluir, debo decir que los tres tomos conforman una de las mejores novelas, que se han publicado en el país en los últimos tiempos y colocan a William Ospina en el pináculo de la literatura colombiana y latinoamericana.

Además, debe servir para que los lectores aprendan, como yo, a mirar distinto a esos héroes que dormitan eternidad convertidos en monumentos.

PÁGINA 8 – CUENTO

ALEJANDRO ORELLANA
(Guaymallén-Mendoza)

RADIO NEUTRAL

He visto al viejo Vidaña muy pensativo, ni la mano levanta para pedir limosna. Sesenta años tirados en la vereda sin ningún propósito. La noche le ha cuarteado la piel y el mal olor es su amigo silencioso, ese fraterno no le pide nada a cambio y eso, aún más fortalece el lazo. No cree en nadie, aunque dice que es ateo por indigente, la vida lo dejo sin diezmo y la limosna no la comparte.

Los transeúntes dicen que es la memoria que deambula por el pueblo, él dice haber visto todo. Hace dos días escuché al Pascual conversándole de la sexualidad en estos tiempos. Al Pascual no le agrada que la heterosexualidad haya perdido el monopolio de la moral y las buenas costumbres, Además exige eliminar a cuanto puto aparezca. Vidaña siempre deja venir el comentario y responde siempre despreocupado. Recuerdo la cara de Pascual cuando el viejo le dijo que en su tiempo de juventud al marica se lo mandaba a taconear la calle o se lo curaba colocándole una buena sotana, previo encierro en el seminario para que la enfermedad no se divulgue. El Pascual, un católico practicante, al percibir una ofensa a su credo no le convido el saludo de despedida, el viejo se tragó el aire que le faltaba y con una gestualidad particular, lo mandó a cagar.

Después del incidente con el Pascual se le arrimó la Trini con ganas de sacar información. La Trini es una mujer de treinta años, famosa por decir más de lo que sabe, se llevó el dato calentito sobre la homosexualidad del Pascual.

Ayer el pueblo amaneció con la noticia que Pascual anda consumiendo la libido de su vecina Trini, al parecer al viejo Vidaña le vino en gana manosear la verdad.

La hecatombe que armó era descomunal, todos estaban en contra del linyera, los comentarios de Vidaña repercutieron a tal punto que los perseguidos salieron por las dudas y reclamaron silencio al divulgador del pueblo.

Disculpen no poder seguir desarrollando el tema, pero la primicia invade a mis oídos y mi lengua repiquetea con ganas de expulsar las palabras hasta quedar sin saliva. Al parecer y por trascendidos, Vidaña está siendo expulsado del pueblo por una denuncia del párroco, el padre Eulalio. Dicen que el pordiosero cuenta con información clasificada del Vaticano. Aún no pueden retirarlo de la vía pública, se resiste a ingresar al Ford Falcon verde que el estado nacional le proporciona a la seguridad para establecer el orden y las buenas costumbres.

Como le gusta al Pascual, a Trine e inclusive a mí, que soy neutral.

Desde Radio Gorostiaga, a los veintidós días de marzo de mil novecientos setenta y nueve, le decimos a nuestros gobernantes gracias, hoy podemos decir que la promesa de menos pobreza está siendo cumplida.

PÁGINA 9 – POESÍA ARGENTINA

ALEJANDRA  DÍAZ
(Tucumán-Argentina)

POEMA

dónde  poner  la  risa/llanto 
la  vida/muerte
qué  hacer  con  esta  figura  de  uno  desempolvarla
desmigajarla  sobre  una  mesa   la  propia/ajena

cuando  se  vuelve  de  aquella  cárcel /país  recuerdo
en  que  se  deja  un  corazón  /carcasa  vieja  de  lo  no  amado
no   amado  a  tiempo   ya      no        
ya    no   
el  rostro  nuevo  /las  manos  tiesas
los pies  desnudos 
dónde    la  tierra  firme         dónde  uno  dónde
con  qué  mejor  noticia  anunciar  calladamente  en  los  diarios
o  las  paredes  de  la  ciudad 
aquí  se  está 
aquí  de  nuevo

CARNAVAL DEL NORTE

( mi padre nos llevaba de paseo a Humahuaca y Tilcara en pleno carnaval /eramos niños entonces)

desde la placenta animal la tierra / saca de su seno un diablo alado
se pinta con harina/arena /roja tierra patria
ladra al sol a la luna / lleva muchedumbres/hordas
de casa en casa tras el trago dulce del vino
ramitas de albahaca / trenzas maduras
sacudiendo la tierra abre un baile/contienda
entre comparsas /serpentinas/desvarío

no hay rasgos consanguíneos

alegría ebria / desatada
saliendo de las jaulas de lo mustio
agua / erques sicus y sampoñas
ocarinas mejor para la suerte

" chicha y aloja "
carnaval del diablo alado


BERNARDO SCHIFRIN
(CABA-Buenos Aires-Argentina).

LOS PESCADORES DE LANGOSTINOS  1956  
  
Izan la soga
y se encorvan sobre la caña
a través de la magia fosforescente de las redes,
que desnudan la profundidad abismal,
veloz en su porfía con las rocas
orladas de espuma a lo lejos.
Anchas ondas que se estiran
y convertidas en un hilo,
con el terciopelo intrigante de las hembras
se entregan a la arena.
Brama el malecón,
y los pescadores
responden con la tos seca
de la resaca olvidada.    

ESA ROCA                   1956             

Con tino muchachos
que el mar no respeta
ni a esa vieja roca
cubierta de estío.

Años ha que el arrebato
encuentra su pecho de lanza, carcomido y dislocado
y en su extravío,
vuelca la espuma con sortilegio de corola
empaña la atmósfera con aroma de rocío
de espigas, de polen salino.

Durante la noche procelosa de los siglos
acariciándola con tersa caricia solapada
la ha plagado de líquenes y algas,
y en la pulida cavidad corroída
abandonó una caracola,
que la roca hizo piedra
templándola con pétrea compostura.

Son sus aguas heladas tan transparentes
que invitan a sumergir locamente
nuestro cuerpo afiebrado.
Oh viejo lobo
No intentes sobornarnos
con el sol tibio de tardes calmosas
cuando la vista se adormece
en las aristas brillantes de gelatina.

Con tino muchachos
que el mar no respeta
ni a esa vieja roca
cubierta de estío.

DESEMBOCADURA  (2004)

Aguas indecisas,
abandonadas,
océano atrapado.
Tierra del Paraná
arenas del Uruguay
transparencia del golfo.

PÁGINA 10 – ENSAYO

ANNA ARENT BANASIAK
(Zgierz-Polonia)

EL BOOM FANTÁSTICO

La literatura fantástica ha sido considerada por algunos como la zona de la dominación de los escritores anglosajones. Recordando por ejemplo el nombre de J. R. R. Tolkien, F. Herbert o C. S. Lewis, no se puede negarlo.
            Indudablemente, los cuentos de hadas son uno de los fundamentos de la  literatura inglesa. La conciencia de estos motivos siguen pareciendo vivos si miramos la literatura contemporánea.
Sin embargo, hay que tomar el cuenta los títulos reciéntemente famosos como, Saga de los Confines, Porta Coeli o Donde los árboles cantan. Estos ejemplos parecen mostrar una nueva ola de cambios en la literatura hispana.
Tanto en Europa como en otros continentes, la literatura del boom, es la manera de referirse a toda la escritura latinoamericana. Los lectores, posiblemente en todos los rincones del mundo, conocen maestros tales como       G. G. Márquez, O. Paz o C. Fuentes. Aunque en el período en el que vivimos ahora podemos observar algunos cambios sociales que también ocurren en la literatura.
Como dice Gioconda Belli: “la poesía ya no es un instrumento del cambio político como hace 30 años, al menos no de la misma manera”
Ahora, cuando estas circunstancias son pasado, los escritores tiene que dejarlo atrás tratando de empezar una nueva época. La obra de S. Vallejo o también L. Bodoc son ejemplos de la nueva tendencia.
Por supuesto, a las escritoras mencionadas no se las puede llamar las primeras escritoras hispanas de lo fantástico pero sí unas de las más famosas.
            Hace unos años soñaba con tener la oportunidad de leer una novela, quizás fantástica, con héroes, y una ficción de la maravillosa herencia americana. Como a una niña me fascinaba la historía y cultura de los Mayas o Aztecas.
Con el paso del tiempo empecé a buscar una realización literaria cercana a esa pasión. Mirando atrás las novelas de C. Fuentes, la trilogía Terra Nostra fue para mí un verdadero descubrimiento. Ahora he vuelto a sentir el mismo temblor de la emoción leyendo la primera parte del ciclo Saga de los Confines.
            La trilogía escrita por S. Vallejo al principio me parecía algo que valía la pena no dejar de leer.
Tengo que admitir que el primer tomo fue muy bueno. La descripción de los eventos que oscurecían los principios del siglo XVI no me permitió dejar de hojearla. Desgraciadamente, al abrir el segundo me sentí un poco desilusionada por ver una historia casi no concretada en la primera parte.
No obstante, me decidí a leer todo el ciclo.
Ciertamente la peor parte fue la última. Es indudable que crear un ciclo de novelas resulta un trabajo tan duro como exigente. No puede permitirse dejar el espacio sin color y composición. A veces esa tarea exige muchos años de trabajo. 
La idea de acabar Porta Coeli en los tiempos contemporáneos no parece adecuada aunque se entienda la fascinación del tiempo como un círculo.
            Hoy en día la literatura fantástica representa el género de novelas más leído. Si preguntamos por la causa de este proceso, sobre todo parece que la gente no quiere leer historias observadas en la vida diaria. Seguramente hubo un día cuando queríamos encontrarnos en un mundo lejano, mágico e incomparable.
Nuestra mente no puede funcionar sin soñar y por eso necesitamos sumergirnos en la ficción. La literatura fantástica es un ejemplo  de la conexión que parecemos tener con nuestro subconciente, ese espacio donde el pasado y el presente se unen con el futuro.
Sería un error imperdonable no tomar esta oportunidad.           

PÁGINA 11 – CUENTO

ANTONIO DAL MASETTO
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

AGUA

Basta ir a la cocina y en un día soleado abrir la canilla y llenar un vaso con agua y después mirar esa misma agua en la luz de la ventana para que la imaginación se dispare y emprenda una carrera demencial y nada sea igual que un minuto antes, porque ahora se está pensando que el agua del vaso viene de ese mismo río al que se puede descubrir cada mañana más allá de los mástiles de los barcos amarrados en las dársenas, desde aquella masa uniforme y monótona que casi no sufre cambios con las variaciones del cielo y las estaciones, y se medita acerca del largo y complejo proceso de depuración y de qué manera el agua, a través de innumerables e insospechadas cañerías, en el vientre de la ciudad, llega finalmente hasta ahí, a ese departamento, a la cocina de ese departamento, a la canilla que se acaba de abrir para saciar la sed, agua venida desde aquel río profundo y oscuro, agua cristalina ahora, límpida, transparente, agua pura a menos que una mente afiebrada, una memoria afiebrada, aun en la calma de un mediodía como éste, quiera cargarla de imágenes de horror, enturbiándola, ensuciándola, volviéndola súbitamente intolerable, imágenes, aspas que no son de molinos girando en la noche negra, hélices arrastrando pájaros de muerte en el aire del río, bultos arrojados al vacío, cosas vivas cayendo cayendo y después hundiéndose en el agua revuelta, hacia el fondo, hacia la oscuridad absoluta, hasta mezclarse abajo con el barro milenario, con desechos milenarios, lejos para siempre de la luz y las respuestas y la posibilidad de cordura, allá en el agua del río, esa misma que ahora uno se dispone a beber para saciar la sed en la cocina de un departamento invadido por la tibieza de un día soleado y la música de la radio, agua clara, purificada, desinfectada, con su justa proporción de cloro, que llega con la misma facilidad y eficiencia a otras canillas, en edificios céntricos, en los suburbios, en casas, oficinas, conventillos, mansiones, hoteles, cárceles, hospitales, cementerios, canillas de plástico, canillas de oro, la misma que llena la pila bautismal de las iglesias, las piscinas para el deporte o el placer, la que lava la piel de los recién nacidos igual que la arrugada piel de los ancianos, la que acaricia a la adolescente detenida ante el espejo del baño orgullosa de su cuerpo en flor, la misma agua que acude a los miles de picos de las máquinas de café en todos los bares de la ciudad, la que alimenta macetas en ventanas y balcones y también algún nostálgico huerto de un inmigrante europeo en un barrio cualquiera, la misma que sirve para la cocción de los alimentos y para borrar la sangre de los asesinatos, tinieblas, zumbidos en la noche, bultos arrojados, cosas vivas cayendo, silencio, agua venida desde los misterios de las profundidades trayendo noticias de muerte, agua de múltiples usos, agua que sirve para lavar otros muertos en ciertas ceremonias fúnebres, agua limpia, agua incolora, insípida, inodora, uno de oxígeno y dos de hidrógeno, agua transparente, óptima e insustituible para la higiene, agua que alberga espantos, bultos, cosas vivas, cayendo cayendo, hundiéndose en el líquido oscuro, bajando bajando, perdidas, confundidas en el barro milenario, lejos para siempre de la luz y las respuestas y la cordura, agua que brota en chorros triunfales en las fuentes de las plazas y es aprovechada a veces para conciertos acuáticos al anochecer, agua donde se bañan los gorriones, agua transparente, agua para las manos del cirujano, de la partera, del mecánico, de la maestra, del jugador de fútbol, del político, del policía, del comerciante, del artista, agua para lavar todas las manos, agua que ha perdido la inocencia, aspas que no son de molinos girando en la noche negra, hélices de anchas palas impulsando pájaros de muerte, bultos arrojados, cosas vivas cayendo y cayendo y hundiéndose, lejos para siempre de la luz y las respuestas y la posibilidad de cordura, agua que trae nombres, agua mansa útil indispensable a la civilización, agua llegada hasta este vaso a través de complicados procesos de purificación y que ninguna purificación podrá jamás purificar del todo.

PÁGINA 12 – POESÍA ARGENTINA

CARINA SEDEVICH
(Villa María-Córdoba-Argentina)

COSAS DENTRO DE OTRA COSA

I

Soy una cosa
voy a dejar sin mí
las otras cosas
voy a dejar de repetir
las cosas
debajo de la luna
cuando amaine.

No contaré
los gramos de lo hermoso
ni moleré
ni iluminaré
ni contendré lo duro
de las cosas.

Mi sed
mi hambre
mi frío
son pequeñas
cosas dentro de otra cosa
y morirán.

II 

Como anoche
como antes de anoche
como todo el verano vino la noche
y puso
algo dentro mío
a echarse.

III

Ahora
la luz de la luna hace visibles
ciertas ramas del pino.

Pronto se van a borrar
como la sombra
de un cuerpo en otro cuerpo
demasiado cercano.

IV

La última luz
ya dejó el agua.

El agua
toma mi cuerpo
como un himen
constante
y tiene sesgos que
me tocan
a veces.

V

Escucho un sapo.
No puedo hablar por otro:
yo
lo escucho.
Y puedo unirme
a algo.

VI

Al menos las cosas sujetas de un extremo
parecen vivas hoy.
No sé por qué
lo veo
y creo en mi silencio
como un germen.

VII

Una noche
termina.
Nada de esperar
la sombra de un minuto.
Una noche
y otra.
Algo ya muerto.
Conocido.

VIII

Ahora contra el cielo oscuro las ramas son más duras
y el aire que mueve los sonidos es veloz.
Miro siempre la misma
columna de estrellas en el sur.
Pienso
que si algo hubiera cambiado lo sabría.

IX

El tiempo tiene sus dulces casas
y tiene sus pausas
al sereno.
Ceso.
Palpo aquello que se ha quedado haciéndose.

X

El aire fino
hace algo con la luz.
La traiciona.
Señala, casi
un lugar.
Sostiene
nuestro cuerpo
difuso.
Su paso.

XI

Busco el sol
como una moribunda
y el viento es otro cuerpo
que cesa.
Pasa
la sombra de algo que fue alegre.
El silencio hace lugar
despacio.

XII

La luz cerca al insecto.
Hace de él
una gran sombra.
La luz
entorpecida
abarca todo.

XIII

Un pájaro
de las mañana frescas
canta.
Jura
sobre el otoño
que vivo.

XIV

El día
baja.
Pasan las cosas
fugazmente doradas
y los sonidos
sordos
detenidos.

XV

Entera.
Como el agua
que es una sola
herida.
Que implota,
muda.
Que es mirada
y nadie diría que transcurre.
Así, sin grandes golpes.
Es el día.
La única jornada.
Entre sus polos
agua.
La misma.
La
finita.


CLAUDIA AINCHIL
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

AGITACIÓN

Gramos de liviandad en el misterio atravesado
un periódico del alma que no esta en librerías
exhibiendo desatentos ojos rápidos
son desalojadas las miradas
ese reposo no visual
tal vez solo inventado
en el listado de lo poco posible.
Apuntaron, es metamorfosis o agitación
audaz pétalo hipnótico que toca y se va
no avanzar es haberse dado por vencido
tantos canjes que estallan en trueques
por esquina uno distinto
economía del mundo inmovilizando
para que todos enmudezcan
y los forasteros de urgencias replicando
estatuas de piedra que respiran
hasta dar vuelta el aire.
Humanidad manifestando.

PARO

Hoy paro
es un día de movilización
las estalactitas de la piel están empapadas
en el frio del invierno
aunque el almanaque diga que ya es verano primavera
gente y gente camina por Corrientes
enlazada al ras
una cotidiana similitud con la espera
entremedio vertiginoso, rechinar de entradas
y salidas que no se advierten entre si
no insinúas, hora rara
no sugiero usos dóciles
ni plataformas alfabéticas
en un bar, las especias reflejan
algo mas
me hacen pensar que hoy paro
estoy decidida
pido aumento de aire libre
un salario repleto de humanidad
convocatoria de letras
invitación mostaza.

LO QUE DEJA

Descorre el tiempo los escondites
una mirada intercede
de iris a iris
ahí la mentira tiene patas cortas
no es admitida
será mi mirada sin argumentos?
Resuena la guerrera en un escenario ilegal
de vidrios eclipsados
es el destino quien nos conquista
abro la boca, saltan representaciones
invasivas en la cabeza
se aceleran
como en un hecho administrativo
solo contar hasta diez antes de adherirse
a las nucleares expresiones
que dejan boquetes sin retorno.
A veces, la impresión es plagio
el conductor cree que conduce
cuando en verdad es conducido
y se lanzan hediondos interpretes
de apariencia
los descubrimos por cada segundo accesorio
que se les fue de las manos.
Como prisioneros de tiempos traídos
saltamos en aceite hirviendo
una rana brincaba en el aceite
me miró, luego la comí
yo era pequeña.
Atrevido lo que deja al aire libre el tiempo
hay exhibiciones de catálogos
señas que marcan
también ternuras
imitaciones de ternuras
y amor
o algo parecido

ACRÓBATAS

Las rodillas le molestaban
el desborde de los pasos faltantes
ocasionaba sobresaltos imaginarios
tantos lenguajes en embarcaderos poco usados
por el abrazo de su pies..
Primero creyó que era una broma
el discurso insomne de un paraíso simbólico
el aliento como aguardiente ejecutando catálogos
de vida, sobrevida
kilómetros de jazmín silvestre, semblantes de aguas
dijo, nunca se cruza dos veces el mismo río…
lo repitió para convencerse
igual titubeó…
desoyendo las leyes inmediatas de lo que debe hacerse
se inundó de alegría repentina
tomó las láminas que sostenían la armadura de escamas
y lentamente se despojó de equipajes paradójicos
que paralizaban el vuelo..
pasó a ser equilibrista, contorsionista
ya no necesitaba el espacio telúrico de sus rodillas
somos acróbatas me dijo
somos, le contesté.

PÁGINA 13 – ENSAYO

ÓSCAR WONG
(Tonalá-Chiapas-México)

EROTICA MÍA, TERRITORIO SONORAMENTE SIGNIFICATIVO

Desacralizar a la poesía, ahondar en la dimensión lingüística, buscando las posibilidades del lenguaje, partiendo del vínculo estrecho: expresión-contenido-intención-resolución, fue, a mediados del siglo XX, una pretensión y un logro. En este sentido, Fernando Alegría señalaba la clara orfebrería de índole ornamental en la primera etapa de Vicente Huidobro –“de raíz parnasiana y tonalidad romántica”– y el lenguaje cotidiano mezclado de fórmulas pedagógicas y sentencias de pillería popular, que unía obscuridades y claridades en Nicanor Parra.
Esta manera de enfrentar al mundo partía de dos vertientes: 1) el mundo como caos y el hombre víctima de la razón y, 2. la actitud revolucionaria, donde la realidad se mostraba en su complejidad y hondura, por lo que ante el desmoronamiento de la racionalidad establecida, el poeta buscaba redescubrir la cadencia implícita en el lenguaje y apoyarse en las asociaciones de sentido que la escritura postula (Cf. Literatura y revolución, 1971). Es evidente que la Revolución Cubana, así como los procesos sociales en Hispanoamérica –golpes de estado, gorilatos, represión, persecución y encarcelamiento, etc. –, marcó la pauta. La expresión lírica generó ese logos social, que conciliaba la ética y la estética. Literariamente hablando, México continuó con su tono crepuscular (Pedro Henríquez-Ureña dixit) y salvo algunos autores como Sergio Mondragón, Efraín Huerta y los integrantes de La espiga amotinada, no hubo pretensiones de vanguardia o de adecuación  de los contenidos versiculares.
Pero si Huidobro descubrió los ritmos internos, el valor técnico de la imagen y trabajó la zona del lenguaje con una estética basada en la fanopea (como indicaba el viejo Pound), donde la imagen, no del orden ornamental, sino como visualización dinámica, repercute en el aspecto morfosintáctico, provocada por el movimiento, la tensión interna del verso. En la poesía de Saúl Ibargoyen se advierte y se revela la presencia de la realidad sugerida a través de superposiciones, desnudando al lenguaje de su exterior retórico y devolviéndole su sentido primigenio, su preciso contenido, como se advierte en Nuevas destrucciones, publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura, en su Biblioteca Mexiquense del Bicentenario (Toluca, Edoméx., 2008, 106 pp.).
En este libro, Ibargoyen se plantea, líricamente, cómo abordar el entorno circundante a través del lenguaje, de la palabra, observada como “forma escondida” en busca de “vibraciones hálitos humedades” (p. 15), o bien como:

“un sucio núcleo de luz nunca tocada
donde cada nombre
de cada soñada muchacha o mujer
o sólo hembra
alcanza a renacer
y se disuelva”
                                                                       pp. 105-106)

Armonía racional, sí, de expresión sensorial, enfrentada al juego sonoro de los significantes –la idea generando el ritmo, como advertía Huidobro–; prosaísmo, frente a un lenguaje acaso violentado. Pero siempre la radicalidad: borde y reborde del Yo poético, desplazando lo externo. Previamente, en un poemario triunfador en los XXXIV Juegos Florales de San Juan del Río, Querétaro en 2004, denominado precisamente ¿Palabras? (Edic. Tintanueva, Méx., 2004, 98 pp.), el poeta uruguayo, ahora nacionalizado mexicano, se asume como escriba, como un cronista que testimonia las “iluminaciones/ de energía congelada”, aunque finalmente “penetra las fibras o raíces/ del polvo extranjero” (p. 50). Aquí también la preocupación social se establece como una firme mojonera lírica, así como la desacralización metonímica:

                        El sol de esta tarde
                        camina ente el polvo
                        que otros soles viejos
                        pisotearon.
                        Hay cenizas
                        renovándose en las calles
calientes de Ensenada.
                        Y en ti se produce
la levedad de una sombra
que tal vez
no acabe de pasar”
                                   (p. 13)

            Coincidencias, territorialidad del lenguaje y la visión cotidiana, con una estética que pretende establecer, apropiarse de la realidad inmediata con un lenguaje desacralizante. Lo discursivo frente a la exaltación lírica –entendida como emotividad cuasi desbordada y, por tanto, centrada en el sujeto–, que genera reflexiones lingüísticas, puesto que la analogía fónica genera una analogía de sentido. Y lo que el chileno Huidobro manejaba –abandono de la métrica y la puntuación, manejo metonímico no como ornamento, sino como un aspecto incorporado a la sonoridad versicular–, también se advierte en Erótica mía (Edic. del Ermitaño, Colec. Minimalia, Méx., 2010, 77 pp.), poemario de Saúl Ibargoyen, que ahora celebramos. Amor, como deseo de completud, ciertamente. El erotismo manifestado en imágenes terrenales, cotidianas, aunque no exentas de lirismo.
Erótica mía puede considerarse, en su conjunto, como blasón, como un canto férvido a la mujer, a la dómina, a la dueña, como anhelaban los trovadores provenzales del siglo XII. Aunque la exaltación del amor desgraciado, que significa a la poesía trovadoresca; el amor perpetuamente insatisfecho, no se presenta en Ibargoyen. La mujer es real y concreta, no idealizada... aunque se le canta de manera sensible, emocionada. Esa es la gran diferencia entre la visión contemporánea y la de los trovadores y troberos. Por eso el poeta Ibargoyen es capaz de salmodiar eróticamente lo siguiente:

                        Besar es oficio
                        que a veces nos pierde
                        en bocas de bestias oscuras
                        en grietas dolorosas
                        que el sudor ilumina”.
                                                           (p. 7)

            O bien establecer los límites entre la realidad literaria y la realidad del entorno:

                        “A toda voz claman por ti
                        los timbres del teléfono
                        y tus orejas se acuestan
                        sobre el cable blanco
                        por donde corre el susurro
                        de mis dedos
                        que marcan y destruyen
                        una cifra de incansable impaciencia”.
                                                                       (p. 17)

            La propuesta estética, discursiva, es reveladora. Se canta al amor humano, mundano, agregaría, puesto que la pasión remite a la sexualidad, que indudablemente debe ser saciada. Aquí la pasión asume la forma del deseo, “y ese deseo, a su vez –Rougemont dixit–, se disfraza de fatalidad”. Es válido recordar lo que en Amor y Occidente precisa Denis de Rougemont: “El ardor amoroso espontáneo, premiado y no combatido, es por esencia poco duradero. Es una llamarada que no puede sobrevivir al resplandor de su consumación. Pero su quemadura continúa siendo inolvidable y los amantes quieren prolongarla y renovarla hasta el infinito” (op. cit.).
Pero si arqueológica y míticamente el lenguaje, la palabra misma, extravió su primera substancia, su transparencia, en virtud de la dispersión que ocurrió en la Torre de Babel, es válido buscar ese secreto que la palabra contiene en sí misma, no en la superficie, y recuperar los huecos léxicos, esa significación que subyace petrificada en la palabra, como observaba Héctor A. Murena en. La metáfora y lo sagrado). Originalmente los nombres denotaban aquello que designaban; aunque aún persiste un fragmento silencioso, un saber que tiene esas propiedades inmóviles que subyacen en ese espacio que la similitud, la analogía, dejó en la nada, en el vacío. La semejanza de las cosas se ha extraviado. Y más de una lengua a otra, revela Foucault (Cf. Las palabras y las cosas).
            Este extravío substancial, lírico, ha sido abordado por Ibargoyen en Erótica mía donde la expresión asume una doble vertiente: escritura y lectura y, además, una visión del mundo contemporánea. Hay, desde luego, un perenne cuestionamiento sobre los modos de poetizar, soslayando los rígidos cánones tradicionales –métrica y rima– y concibiendo al verso como un código ritmo, un ámbito sonoro donde la respiración y la tensión interna juegan un papel determinante, puesto que pretende abordar las posibilidades que el lenguaje ofrece para entregar el contenido del poema. Se advierte el fraseo prosódico, la oralidad que se entroniza en la grafía.

Previamente hubo, desde luego, que subvertir el orden, el statu quo de la expresión lírica para generar un logos social, por lo que ahora la poesía significa testimonio y conciencia, praxis e ideología. Logos social, sí, sensualmente amoroso, donde ética, estética y erótica pretenden conciliarse en ese espacio textual del poema, en ese territorio sonoramente significativo.

Saúl Ibargoyen, Erótica mía, Edic. del Ermitaño, Colec. Minimalia, Méx., 2010, 77 pp.

PÁGINA 14 – CUENTO

LEONARDO VERGARA
(Córdoba-Córdoba-Argentina)

"Salió a buscarla, porque no había nada que hacer si ella no estaba allí. Se puso lo primero que encontró aunque siempre hiciera lo mismo y tropezó bajando de a dos escalones. La buscó en la primera vereda diaria y allí se detuvo porque podía olerla a kilómetros, y podía verla por todos lados, vestida de todos colores y portando diferentes estaturas. Lo rozaba por delante y por detrás, le pedía permiso para cruzarse en su camino cada tantos instantes y lo atravesaba como un fantasma por entre lo corpóreo, dibujándose luego detrás de si y continuando la marcha. Lo llamaba con distintas voces, hasta parecía un coro recordándole su nombre y el tiempo lo veía pasar sempiternamente detenido. Allí solo y rodeado de ella, de voces de ella, de olores de ella, de prendas de ella, de besos que soltaba cada uno de los fantasmas que le atravesaban la carne. Besos traicioneros que llegaban por el cuello metiéndose en la ropa ligera, la que había encontrado a mano y se había puesto para salir a buscarla. Era como estar desnudo, desnudo y esperándola aunque pasara como una peste por todos los rincones, vestida de mil colores y coreando su nombre. Soltando besos histéricos en torno al cuello desnudo y con varios días de barba. Lo rozaba hiriendo, desgarrando esa postura endeble, instintiva, ridícula de rodearse y perderse entre todos los disfraces que podía ponerse ella, entre todos los matices vocales con los que podía llamarlo y hacerle salir a la calle a buscarla como si existiese un allí donde ella no estuviera.
Sin la calle, sin la pluralidad expandida y provocadora; sin la histeria y los besos desobedeciendo las leyes básicas de la física, sin las voces y los silencios repentinos que estremecían la claridad de la tarde; sin nada, podía escucharla caminar detrás de él, pasar hacia la cocina de puntillas para hacer el menor ruido, salir y entrar de la cama acomodándose en ese rincón contra la pared y envolviéndose en su brazo dispuesto. Podía escucharla tararear horriblemente a Bach desde la habitación de junto y acompañarla, tararear con ella y reírse de lo desatinado de la melodía, de lo torpe de las intuiciones auditivas. Y podía quedarse mañanas enteras recostado escuchándola mientras leía algo de lo que había sobre la cama, donde ella no dormía. Allí había dejado, sin querer, un sinfín de lecturas posibles, de lecturas viejas, de huellas librescas formando alguna clase de deformidad compañera, de sombra para ese rincón de cama vacío. Porque el prefería la derecha y ella prefería hacerse un bollito a la derecha de él. El ala izquierda de la cama estaba copada de libros, de entuertos a la inteligencia, de mentiras para la soledad de mentira, de traiciones para la ilusión superflua. Algunas lecturas se repetían como todo, no se trataba del libro sino de los momentos asociables porque Baudelaire la ubicaba en la ducha llamándolo para acompañarla, Wilcock le advertía que ducha quería decir sexo y Yeats le recordaba que luego habría que comer en la cama. Cortázar la trasladaba a la ventana junto a la cama y la retenía por largas horas mirando a las palomas, odiando /amando cada instante como si fuera el último, iluminada por un velador amarillento que la perfeccionaba, maltratando al arte y a la fotografía, con ella allí, en la luz baja desnuda y mal cubierta por una sábana, maquillada de inocencia y la virtud de la pregunta en la mirada. Luego, sin quererlo, se acercaba Rimbaud y le susurraba una ausencia, una de tantas, una interminable y le consolaba el llanto, la fracción amarga del aire irrumpía todo y había que correr a bajar las persianas, a cerrar las cortinas, a Baudelaire y ella volvía a estar en la ducha, tarareando a Vivaldi como si nada, como si no pensara en marcharse, como si las promesas fueran ciertas, como si las palabras contuvieran algo dentro, como si los libros aun permanecieran dentro de la biblioteca."

PÁGINA 15 – POESÍA ARGENTINA

BEATRIZ MINICHILLO
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

TORMENTA

En puntas de pie
la tormenta
deja asomar su misterio
de brasas calientes.
Azorado
el silencio que la precede
cierra su abanico de espanto.
Se conmueve
con un brillo inusitado
la oscuridad
que abre el camino
al relámpago.
Estalla el trueno.
Un relincho
se precipita en el tiempo
que libera el estampido.
La noche
roja de ira
tiende sus garras
y clama inútil socorro.
Una voz
alcanza la dimensión
de su propio sonido.
Hasta el grito
establece un paréntesis
mientras, poco a poco,
la lluvia avanza
como una novia fugitiva
escapada de su eternidad.
Rosa invisible

Hubo noches
de silencios atentos
de inocencias compartidas,
cuando el pájaro de la luz
se asomaba para cantar el alba
y los pasos
recorrían insomnios transparentes.

Noches de lunas astilladas
donde la incertidumbre
asumía la imagen de una flor
y el amanecer
se desgarraba en un sol lila
como la sombra invisible
y perfumada
de una rosa.

AMANTES ANÓNIMOS

Se amaron meticulosamente
ese lunes a las tres de la tarde,
con dentelladas precisas,
con el exacto número
de cópulas y gemidos.
Midieron sin prisa
y sin pausa
sus intenciones puntuales,
se miraron lo justo,
se acariciaron lo suficiente
y casi no reposaron
para evitar las palabras.
Se marcharon
rápido, muy rápido
sin pasado ni futuro.
Solo quedó la evidencia
de las sábanas
como el estrépito de un tren
estrellándose en el vacío
y afuera
como único contacto humano
la lluvia y el viento
lamiendo dulcemente las calles.


GOCHO VERSOLARI
(Mar del Plata-Buenos Aires-Argentina)

HACE MILLONES DE AÑOS, CUANDO EL MUNDO...

He visto caer las flores
hace millones de años cuando el mundo
era un río poderoso
bajo una azul montaña.

He visto caer los sapos
hace millones de años cuando el mundo
era un corro de dentadas mariposas
sentadas en el suelo de arriba,
cenando los panes de la luz.

He visto caer tus ojos
hace millones de años cuando el mundo
cabía en tu puño derecho
como el lento sueño de la luz.

He visto caer hacia arriba las luciérnagas
hace millones de años cuando el mundo
era un niño jubiloso
en el centro del sol.

Hoy que atesoramos la primera aurora;
el eslabón del cielo cayendo en la mañana;
la grama de las diez con el rocío de las siete,
hay un rumor de estrellas en tus manos
y el mundo
busca otra vez tu puño
como gota de luz.

EL BARCO

El día es un barco
que no necesita de batallas ni de muertos
para avanzar glorioso
hacia el muelle del atardecer
donde las sombras de las aves lo reciben
con una estruendosa batería de alas.

Luego caminarás hacia tu propio brillo reflejado en el lago mientras en el gigantesco mediodía se contemplan las estrellas.ocultas en el sol

Luego derramarás algunas lágrimas frente a esas hormigas que iniciaran la trasmutación, cuando la tarde llegue al punto central y una niña en el cielo derrame los arándanos del principio de la noche.

Va y viene el barco
con el bronce de los sueños, aquel que sólo cimbra
en tu seno izquierdo
y desde allí se derrama sobre las cimas
sobre los valles azules de la madrugada
sobre laderas cenicientas, pensativas
mientras la nave sigue majestuosa,
indiferente
y sólo podría detenerla
la trompeta de tu melancolía,
la humedad de tus lágrimas,
y el silente aullido
de tus buitres de luz.

PÁGINA 16 – ENSAYO

CESARE PAVESE
(Italia 1908/1950)

LEER

Es verdad que no hay que cansarse de reclamar a los escritores claridad, simplicidad deferencia hacia las masas que no escriben, pero alguna vez nos asalta la duda de que no todos sepan leer. Leer es muy fácil, dicen aquellos a quienes la larga costumbre de los libros ha quitado todo respeto por la palabra escrita; pero quien, en cambio, más que libros trata con hombres o cosas, y tiene que salir por la mañana y regresar de noche endurecido, si por casualidad se concentra sobre una página, comprende que tiene ante sus ojos algo áspero y extraño, desvanecido y al mismo tiempo fuerte, que lo agrede y lo desalienta. Es inútil decir que éste último está más cerca de la verdadera lectura que el otro.

Sucede con los libros como con las personas. Hay que tomarlos en serio. Pero, precisamente por eso, debemos guardarnos de hacer de ellos ídolos, es decir, instrumentos de nuestra pereza. En esto, el hombre que no vive entre libros, y que para abrirlos debe hacer un esfuerzo, tiene un capital de humildad, de desconocida fuerza –la única verdadera– que le permite acercarse a las palabras con el respeto y el ansia con que nos acercamos a una persona predilecta. Y esto vale mucho más que la “cultura”, al contrario, es la verdadera cultura. Necesidad de comprender a los demás, caridad hacia los otros, que es, al fin, el único modo de comprenderse y amarse a sí mismo: aquí se inicia la cultura. Los libros no son los hombres, son medios para llegar a ellos; quien los ama y no ama a los hombres, es un fatuo y un condenado.
Hay un obstáculo al leer –y es siempre el mismo, en cualquier campo de la vida–: la demasiada seguridad en sí mismo, la falta de humildad, el rechazo del prójimo, del que es distinto. Siempre nos hiere el inaudito descubrimiento de que alguien ha visto, no mucho más lejos que nosotros, pero sí de un modo distinto. Estamos hechos de tristes costumbres. Nos gusta asombrarnos, como los niños, pero no demasiado. Cuando el estupor nos obliga a salir realmente de nosotros mismos, a perder el equilibrio para encontrar otro, quizá más arriesgado, entonces fruncimos la boca, pataleamos, verdaderamente nos volvemos niños. Pero de éstos nos falta la virginidad que es inocencia. Nosotros tenemos ideas, tenemos gustos, ya hemos leído libros: poseemos algo, y como todos los poseedores, tememos por ese algo.

Todos hemos leído. Y sucede a menudo que, así como los más pequeños burgueses se atienen al falso decoro y a los prejuicios de clase mucho más que los audaces aventureros del gran mundo, así el ignorante que ha leído algo se aferra ciegamente al gusto, a la banalidad, al prejuicio que ha absorbido, y desde aquel día, si se le ocurre leer todavía, todo lo juzga y lo condena según ese patrón. Es tan fácil aceptar la perspectiva más banal, y mantenerse en ella, seguros del consentimiento de la mayoría. Es tan cómodo suponer que todo esfuerzo ha terminado y se conoce la belleza, la verdad y la justicia. Es cómodo y vil. Es como creer que nos hemos absuelto de nuestro eterno y temido deber de caridad hacia el hombre, regalando una lira al pordiosero de vez en cuando. Nada haremos, ni aun en esto, sin el respeto y la humildad: la humildad que va abriendo grietas de luz a través de nuestra sustancia de orgullo y pereza, el respeto que nos persuade de la dignidad de los otros, del diferente, del prójimo como tal.

Se habla de libros. Y se sabe que los libros, cuanto más pura y llana es su voz, tanto más dolor y tensión han costado a quien los ha escrito. Es inútil, por lo tanto, esperar sondearlos sin pagar nada. Leer no es fácil. Y sucede que quien ha estudiado, quien se mueve ágilmente en el mundo del conocimiento y del gusto, quien no posee el tiempo y los medios para leer, muy a menudo no tiene alma, está muerto al amor por el hombre, está encostrado y endurecido en el egoísmo de casta. En cambio, quien anhelaría, como anhela la vida, ese mundo de la fantasía y el pensamiento, casi siempre está aún privado de los primeros elementos: le falta el alfabeto de cualquier lenguaje, no le sobran tiempo ni fuerzas, o, peor, está extraviado por una falsa preparación, casi una propaganda, que le oculta y desfigura los valores. Quienquiera que afronte un tratado de física, un texto de contabilidad, la gramática de una lengua, sabe que existe una preparación específica, un mínimo de nociones indispensables para sacar provecho de la nueva lectura. ¿Cuántos se dan cuenta de que se requiere un análogo bagaje técnico para acercarse a una novela, a un poema, a un ensayo, a una meditación? ¿Y, además, que estas nociones técnicas son inconmensurablemente más complejas, sutiles y fugitivas que las otras, y no se encuentran en ningún manual y en ninguna biblia? Se piensa que un relato, un poema, por el hecho de que hablen, no al físico, al contador o al especialista, sino al hombre que hay en todos ellos, han de ser naturalmente accesibles a la común atención humana. Y éste es el error. Una cosa es el hombre, otra los hombres. Pero es, por otra parte, una tonta leyenda la de que poetas, narradores y filósofos se dirijan al hombre en absoluto, al hombre abstracto, al Hombre. Ellos hablan al individuo de una determinada época y situación, al individuo que siente determinados problemas y busca resolverlos a su manera, también y sobre todo, cuando lee novelas. Será entonces necesario, para comprender las novelas, situarse en la época y proponerse los problemas; lo que quiere decir, ante todo, en este terreno, aprender los lenguajes, la necesidad de los lenguajes. Convencerse de que si un escritor elige ciertas palabras , ciertos tonos y giros insólitos, tiene por lo menos el derecho de no ser inmediatamente condenado, en nombre de una precedente lectura donde los giros y las palabras eran más ordenados, más fáciles, o solamente diferentes. Esta tarea del lenguaje es la más vistosa, pero no la más ardiente. Por cierto que todo es lenguaje en un escritor que sea tal, pero basta justamente con haberlo comprendido para encontrarse en un mundo de los más vivos y complejos, donde la cuestión de una palabra, de una inflexión, de una cadencia, se vuelve en seguida un problema de costumbre, de moralidad. O, sin más de política.

Baste esto, entonces. El arte, como se dice, es una cosa seria. Es por lo menos tan seria como la moral o la política. Pero si tenemos el deber de apoyarnos en éstas con aquella modestia que es búsqueda de claridad –caridad hacia los otros y dureza para nosotros– no se ve con qué derecho, ante una página escrita, olvidamos el ser hombres y que un hombre nos habla.

Artículo publicado en L’Unità, de Turín, el 20 de junio de 1945.
Traducción de Rodolfo Alonso y Hugo Gola

PÁGINA 17 – COMENTARIOS DE LIBROS

HORACIO SEMERARO
(San Miguel de Tucumán-Argentina)

Libro: EL PLACARD DE MURIEL
Autor: MÓNICA CAZÓN

A través de su largo e histórico camino, la poesía narrativa fue variando los postulados en cuanto a genuinidad y caracteres de reconocimiento. El posmodernismo y los movimientos de vanguardia, soslayaron algunos parámetros. Solo quedó, como condición básica, que la prosa cuente, con tono lírico, una historia. Pero quizás la mayor condición de calidad estribe en la sensibilidad y en la sugerencia poética, expresadas como pinceladas de palabras.

Mónica Cazón -que incursiona en el género con esta obra- cumple con todas las condiciones de genuinidad y calidad de la poesía narrativa. Las ausencias, las pérdidas, el desamor, la soledad, sacadas del placard de Muriel, producen la misma seducción e interés que los miedos de una niña a la tormenta, las canaletas que se inundan o una boda muy particular.

Son 30 poemas reunidos en dos partes (Entre ella y yo y Nosotras) que brindan al lector una muestra talentosa de poesía narrativa. Una niña, una mujer, la figura fantasmal y desdoblada de una mujer imaginaria y una mujer imprescindible permiten reconstruir una historia que la autora desgrana con huellas y acertijos, dejados con maestría, según se avanza en la lectura. Sobresalen los recuerdos testimoniales y creíbles de la niña, el trabajado lenguaje poético de la mujer -no exento de sarcasmo-, el virtuosismo simbólico y lingüístico del texto en general, la etérea aparición de la mujer invisible y la oportuna participación de la mujer imprescindible. Aunque la construcción del libro permite el abordaje discursivo desde diferentes lecturas, la secuencia trazada nos lleva por un camino asociable.


PABLO FELIPE ARANGO
(Manizales-Colombia)

Libro: De los gozos del cuerpo.
Autor: Harold Alvarado Tenorio
Editorial: Universidad de Caldas. 2012

EN ESPERA DEL GRAN DÍA

“Los tiempos han dispuesto/ buenas y malas tardes” dice Alvarado; sin duda. Así es la vida. Vida y tiempo parece que fueran para el poeta una misma cosa, o al menos, que el tiempo fuera el rastro de la vida como si se tratara de los vestigios que deja el caracol cuando se desplaza pero a la vez se deshace. “La vida es implacable/El tiempo inexorable”: de nuevo. No son dos, son uno, o lo mismo. Sin marcha atrás, dolorosos e insensibles, al final, vida y tiempo solo nos dejan soledad.  Y el rastro que no es otra cosa que el pasado, es decir un tiempo muerto, a pesar de desprenderse de nosotros: vale nada.  Para el poeta ni siquiera el destino, aquel tiempo futuro, puede salvarse del duro escrutinio del que ha vivido: “…/Dándome la espalda borraste lo poco/ que había en mi escrito la fortuna,/ esa otra mentira del destino./ El destino, otra mentira de la suerte…”.

El hombre no tiene escapatoria sugiere Alvarado.  Gira en el centro de un círculo que integran de manera confusa pasado, presente y destino, o vida y tiempo. Un círculo que sin descanso viaja de tal forma que ni aun la ilusión del olvido es posible: “El tiempo nada cura./ Menos la sal de estos ojos/ que alegraron la belleza de tu juventud/ y esta lengua que bebió de tu carne./ Jamás, nada sanó el tiempo./ La vida no descansa.”

Quisiera el poeta un hombre que pudiera abstraerse, excluirse y gozar siendo feliz al margen de aquel círculo que gira eternamente, pero no hay manera. Sabe que la condena consiste en esa especie de infierno del que solo lo librará la muerte -tal vez por eso la cercanía del “día definitivo” permita al menos la ilusión de “mayores goces” para la carne- y por supuesto, la imaginación de “otros mundos” en los que quizá: “haya color, luz, agua y descanso…”

No creo que el cuerpo sea, como sugieren los críticos, el territorio de la poesía de Harold Alvarado Tenorio. Su ámbito es el tiempo inexorable y brutal. El tiempo que los dioses convirtieron en el único espacio en el que es dado vivir a los hombres y que los subyuga advirtiéndoles que siempre carecerán de inmortalidad. 

En el entretanto, antes de la muerte y en los descansos de la imaginación, más vale aceptar el estoicismo que según Alvarado exhibía María Jónsdóttir o aceptar el proverbio: “No hables/ mira cómo las cosas a tu alrededor se pudren.”

Debe decirse que estos poemas son la bitácora de un minucioso viajero del tiempo, es lo que esperamos de un verdadero poeta.  Sin duda Alvarado Tenorio sí encontró, como los grandes, cierta manera de burlar, por momentos, aquel círculo eterno. 

PÁGINA 18 – CUENTO

FERNANDO BELOTTINI
(El Trébol-Santa Fe-Argentina)

LOS MACHOS NO PICAN

Estaba en el patio de casa tomando fresco y un mosquito se posó sobre mi antebrazo. Una estrategia que desarrollé hace muchos años es la de dejar que el mosquito trate de picarme y, una vez que me pincha y queda inmovilizado unos segundos, lo aplasto con un manotazo. Estaba por dar ese manotazo cuando escucho una voz apenas audible que me dice pará pará pará pará pará pará… Pensé que la voz estaba dentro de mí. A veces logro escuchar mensajes que me da la imaginación, pero no, en este caso, la voz provenía del mosquito. Que ahora, en lugar de pretender chuparme la sangre, estaba con las alas sobre la cabeza escondiéndola entre los hombros y atajándose de mi mano que se detuvo apenas unos centímetros antes de aplastarlo.
Yo no sabía que podía hablar con los animales, mucho menos con los insectos, no sé, los insectos me parecen más alejados de los humanos que otras especies. Tal vez era el mosquito el que tenía la facultad de comunicarse conmigo. Tampoco somos el ombligo del mundo.
-¿Me hablaste? –le pregunté.
-Sí, sí, fui yo, por favor, no me aplastes – Ahora había desplegado las alas y asomaba la cabeza como una tortuga, mirándome a los ojos (aunque esto último no puedo precisarlo).
-Sí, ok –le dije levantando la mano- pero convengamos que querías chuparme la sangre.
-Sí, sí, tenés razón, es verdad –si bien el volumen de su voz era muy bajo y el tono bastante agudo (qué puede salir de esa caja de resonancia tan pequeña, pensé), sonaba amable- disculpame, pero de eso vivo, es mi naturaleza.
Pensaba en explicarle que entre los humanos está muy mal vivir de la sangre de otros, que es una metáfora de la explotación del hombre por el hombre, pero dudé en que un insecto pudiera entender de plusvalía o de metáforas de explotaciones, quizás su vida era un eterno y envidiable aquí y ahora.
-Sí, eso puedo entenderlo, porque entre los humanos también hacemos cosas propias de nuestra naturaleza que pueden causar daño.
Por suerte no pidió ejemplos.
-¿Y se reprochan esas conductas? ¿Se dan manotazos? – preguntó.
Se notaba que era un mosquito poco observador, o la capacidad de su cerebro no alcanzaba para almacenar muchos datos y relacionarlos.
-Sí, claro, hay reproches, manotazos, revoluciones. La naturaleza no es un paraíso en sí, querido amigo –lo sentí muy cercano.
-Amiga –corrigió-, los machos no pican.
-Ah, ¿sos hembra?
El cambio de género me alteró un poco, como si invitara a expresarme de otra manera.
-Sí –dijo- igual podemos ser amigos ¿verdad?
Era evidente que quería evitar que la asesinara, ya no podía a partir de ahí llamarla “mosquito”. Empecé a llamarla “ella”, porque no sabía su nombre y no quería o no sabía si preguntar. Además, mosquita, me suena a mosquita muerta.
-Claro, pero por lo que sé ustedes no viven mucho tiempo…
-Ah, vivimos lo necesario.
Ella tomó la posición de loto con sus cuatro patas traseras plegadas, mientras que las delanteras caían como brazos sobre los muslos y las alas, flácidas, transparentes, se apoyaban alrededor del cuerpo como si fuera una capa y me hacía cosquillas en el antebrazo.
-¿Pero no sabes en días humanos cuánto viven?
-No, no es algo que me preocupe.
-Y qué te preocupa.
-El equilibrio del Universo, eso de que si matás un mosquito en Concordia, puede haber un terremoto en Tokio.
Era razonable… algo había leído de eso, pero en el ejemplo usaban una mariposa. ¿Qué diferencia habría?
-Tengo que confesarte que pensaba matarte antes de que me picaras, conozco gente que deja picarse para luego ver cómo estalla la sangre, a mí no me da para tanto.
-Percibí que eras otro tipo de persona.
-Gracias.
Mi vanidad es bastante lábil al halago. Seguimos conversando sobre otras cuestiones como los repelentes de moda, pero ya oscurecía y yo debía ir a preparar la cena, mientras que ella tenía que desovar y para eso necesitaba mi sangre.
Una picadura de mosquito no mata a nadie, es verdad, es un simple pinchazo más suave que el de una inyección, y los seres humanos no debemos ser tan egoístas. Cerré los ojos y dejé que lo hiciera. Una vez que se sació, sin decir palabra, remontó un vuelo pesado con mi gota en su vientre. Imaginé que era un vuelo feliz. Después, me quedé pensando en si no había sido muy débil de carácter: alguien a quien un par de razones en labios de una hembra lo convencen demasiado pronto.

PÁGINA 19 – POESÍA AMERICANA

ANA ISTARÚ
(San José-Costa Rica)

ÁBRETE SEXO

Ábrete sexo
como una flor que accede,
descorre las aldabas de tu ermita,
deja escapar
al nadador transido,
desiste, no retengas
sus frágiles cabriolas,
ábrete con arrojo,
como un balcón que emerge
y ostenta sobre el aire sus geranios.
Desenfunda,
oh poza de penumbra, tu misterio.
No detengas su viaje al navegante.
No importa que su adiós
te hiera como cierzo,
como rayo de hielo que en la pelvis
aloja sus astillas.
Ábrete sexo,
hazte cascada,
olvida tu tristeza.
Deja partir al niño
que vive en tu entresueño.
Abre gallardamente
tus cálidas compuertas
a este copo de mieles,
a este animal que tiembla
como un jirón de viento,
a este fruto rugoso
que va a hundirse en la luz con arrebato,
a buscar como un ciervo con los ojos cerrados
los pezones del aire, los dos senos del día.

SOBRE TU FRENTE

Sobre tu frente
los lirios mal heridos.
Si de un racimo terso
como agosto,
al leño duro vas y vienes
¿qué me queda?
Acuno tu vehemencia,
la sosiego,
un pecho y otro doy
a tu embestida. Cristales
me acoracen. ¿Qué me queda?
La luna por almohada
ha de lavarte
la pena calcinada de la nuca.
La hilacha fiera
de la angustia
traza tristes telares,
tiende un ovillo persistente
en tus pupilas.
He de zurcir en tu iris gramos brillantes.
Tanta faena. ¿Qué más yo puedo,
qué dos brazos cruzados,
qué nada que me asista, ni qué nadie? ¿Y así?
Sobre tu frente
estos lirios mal heridos:
pues hierbabuena y mi fe.
¡Bebe el milagro!

DE LOS CUERPOS CELESTES

El firmamento me convoca. Restriega
su plácida testuz,
su pelusa de argento, su pescuezo
de hielo troquelado
en las lanas calientes
de mi panza de loba.

El universo
restriega su frágil cornamenta
en este globo terráqueo de mi cuerpo.


ARABELLA SALAVERRY
(Sabanilla-San José-Costa Rica)

CHICAS MALAS

Fuimos las chicas malas

Asustamos a los vecinos
escandalizamos a las señoras
de misal y rosario

Siempre de negro
diluidas entre sombras
y desapareciendo en los espejos

Tomábamos cognac
en tardes clandestinas
mientras el jazz
nos cubría
escurriéndose luego
por los poros

Disfrutábamos la hierba
ocasionalmente
sin compulsiones
sobre todo cuando queríamos
abrir los ventanales del cielo
             y mirar trasnochadamente lo que hubiese

Nacimos despidiendo guerras
vivimos Viet Nam
un acto obsceno
y en la piel
el dolor de Hiroshima
y Nagasaki

Nos desvelamos con Sartre
mas fue Simone quien hilvanó
nuestra protesta

Consideramos a los Beatles
un tanto pueriles
era Piaff
quien nos alimentaba

Trenzamos flores
guirnaldas
pero fuimos suspicaces
con las exportaciones del Norte

Nunca pensamos
que seríamos reinas
Sí quisimos con el Che
ser compañeras

Compartimos cuerpo y alma
sin pedir nada a cambio

La vida ha sido nuestro manifiesto

Encendimos lámparas
para apagar la angustia
de estar vivas

Vivimos tan
pero tan intensamente
que ningún dolor nos fue
ni nos podrá ser jamás ajeno

Fuimos las chicas malas

Olíamos a incienso
a pachulí
otras veces a menta fresca

Pero el olor
que perduró
fue el de la  melancolía

Fuimos las chicas malas
y aunque no lo confiese abiertamente
por el qué dirán
             los hijos
los amigos sensatos
             el perro
los parientes
seguimos y seguiremos siendo
chicas malas

SÓLO DE PALABRAS

Sólo en la palabra me alimento

Sólo en el destierro del silencio
ante las hojas vacías me redimo

Sólo de palabras

Para compartir con las exhaustas
las que habitan el país de la clausura
las que no saben cómo se deletrea
el término futuro

Sólo en la palabra la sílaba en la letra
en el esquema de vocablos

En la bofetada abierta a los silencios
Sólo en la palabra me restauro

PÁGINA 20 – ENSAYO

DANIEL PAREDES
(San Nicolás de los Arroyos-Buenos Aires-Argentina)

¿LA TILDE PASÓ DE MODA?

La tilde, también llamada "acento ortográfico", parece estar en peligro de extinción. Cuando enviamos un mensaje a través del teléfono móvil, cuando escribimos un e-mail o cuando redactamos la lista del supermercado, muchos solemos obviar las tildes, ya sea porque estamos apurados, porque teclearlas es incómodo o, simplemente, porque no conocemos las reglas de acentuación.

Pero el mal se ha extendido a otros ámbitos que, uno suponía, deberían ser más cuidadosos con ciertos detalles. Las tildes han abandonado muchos folletos publicitarios, muchas cartas de restoranes, muchos carteles de la vía pública. "Descienda por la puerta de atras", pintan en el interior de algunos colectivos; "Fruteria y verduleria", anuncia el cartelón de un negocio...

Hasta de la televisión han empezado a desertar. Yo las extraño en algunas traducciones de películas, y me molesta que falten en los titulares de los noticieros... Aunque, bueno, debo reconocer que a veces lo disfruto. Y es que una palabra mal escrita puede engendrar confusiones graciosas: todos sabemos que no es lo mismo un "pulpito" que un "púlpito", y que es muy distinto decir "La Secretaría Pública", que decir "La secretaria publica".

Aquí, en Argentina, existe un canal de televisión que usa "placas" para dar a conocer noticias relevantes o primicias nefastas. Cierta vez colocaron una placa (lamento no haber tenido a mano una videograbadora para poder citarla textual) que se veía más o menos así:

CHOCO COLECTIVO Y APLASTO PUESTO DE DIARIOS

Esto, bien leído, no es una noticia sino el anuncio publicitario de un loco de atar. ¡El muy desquiciado se ofrece para chocar un colectivo y aplastar un puesto de periódicos!

Claro, después uno empieza a desconfiar de semejante barbaridad, ubica las tildes donde faltan y entonces descubre qué quiso expresarse:

CHOCÓ COLECTIVO Y APLASTÓ PUESTO DE DIARIOS

Ahora dice algo muy distinto, ¿no?

Alguien podría alegar que, en la gran mayoría de los casos, la frase se interpretará correctamente si observamos el contexto y recurrimos al sentido común. Es cierto. Pero conste que "la gran mayoría de los casos" no son todos los casos. Y hay un factor mucho más importante todavía, sobre todo para los escritores de ficción: un error de este tipo puede provocar risa, o fastidio, o, por lo menos, la distracción del lector. Esos cinco o diez segundos que él invierte en releer y corregir mentalmente, provocan que se interrumpa el hilo de la lectura y, por lo tanto, que la historia pierda tensión. Ese hechizo que lo había transportado junto a los personajes para sufrir o gozar con ellos, de pronto se rompe y el lector se "despierta", se acuerda de que sólo está le-yen-do.

Si además el ripio es recurrente, el lector terminará agotado de releer y enmendar, de tropezar con obstáculos que no le permiten concentrarse en la trama, y su juicio ya no será el mismo que si la lectura hubiera sido fluida.

Antes de cerrar el tema, quiero aclarar que no es posible ampararse en el uso de las mayúsculas para evitar las tildes. Tal licencia no existe. (Esa "leyenda" se acuñó en otras épocas, cuando las máquinas de imprenta no podían tildar las letras sin "romperlas".) El DRAE no deja dudas al respecto:
«Las letras mayúsculas, tanto si se trata de iniciales como si se integran en una palabra escrita enteramente en mayúsculas, deben llevar tilde si así les corresponde según las reglas de acentuación: Ángel, PROHIBIDO PISAR EL CÉSPED».

Por todo esto propongo que, en adelante, revisemos nuestros textos en busca de tildes que falten (o que sobren). Y a no olvidar que los correctores automáticos —el del Word o cualquier otro— en muchos casos no solucionan el problema: al no ser "inteligentes", los correctores automáticos no pueden determinar, por ejemplo, si hemos querido decir "práctico", "practico" o "practicó".

Aquí te dejo esta página de la RAE con las reglas de acentuación. (http://lema.rae.es/dpd/?key=tilde)
Por mi parte, ya mismo la incluyo entre mis marcadores. ;)

PÁGINA 21 – CUENTO

JORGE DIPRÉ
(Córdoba-Argentina)

POR LA MIRILLA

Por la mirilla de la puerta la calle parece aún más imperfecta. El mediodía quema la imagen muda: una mujer medio encorvada revuelve una bolsa de basura en la casa de enfrente. La vecina sale gesticulando y se acerca a la otra mujer. Le patea la bolsa en la que guarda sus pequeños tesoros. No se escucha, pero los gritos son evidentes. Mi vecina la insulta, se acerca cada vez más, la toma de un brazo y la sacude. De pronto el reflejo de acero se transforma en una saeta que corta el cuello de la dueña de casa. Se toma con las dos manos en un vano intento de contener esa catarata de sangre borboteante, lo que le impide atajar las tres o cuatro cuchilladas que le abren el pecho y los pulmones vertiginosamente. Cae, y la asesina la monta con sus andrajos para seguir con la carnicería. Un hombre corre, mudo, desde la esquina. Pega una patada entre las costillas del jinete. Y otra en la cabeza. Y otra en la cara ya desfigurada por el dolor. Se revuelca. El hombre, en su frenesí, tropieza sobre mi vecina y cae en la vereda. La andrajosa se levanta y, oscilando, comienza a cruzar la calle en mi dirección. La calle está cubierta de cartones y papeles, botellas de plástico y latas apretujadas de aluminio, la bolsa destrozada y abierta muestra sus entrañas ahora casi vacías. No hay viento, las hilachas, los hilos descocidos de las vestimentas caen como si fueran de plomo. La mujer se acerca, ya cruzó la vereda y se mete por el pasillo, apoya su rostro sucio y ensangrentado sobre la puerta, el ojo inyectado quiere entrar por la mirilla.
El timbre de la casa estalla en la penumbra gelatinosa, el ventilador de techo se ha detenido y mi cuerpo está bañado en transpiración. Vuelve a sonar el timbre. Miro a través de la mirilla. El rostro de Sandra se muestra impaciente. Abro. Te dormiste, te volviste a dormir. Es mediodía. Ya no hacés a tiempo. Cambiate y andá. Aunque llegués tarde.
Me visto una camisa y un pantalón de hilo. El calor de la siesta es insoportable. No termino de acostumbrarme, por más que ya lleve unos cuantos años aquí, en esta ciudad que se resiste al infierno, pero que está tan cerca. Camino por la calle Pellegrini, no es tan lejos. Además, no tiene sentido apurarse; nadie se apura aquí en el verano. Los movimientos son lentos, hasta las hojas de los árboles caen con parsimonia. Uno puede quedarse a contemplarlas, como parte de un paisaje japonés. Los pájaros no vuelan, y si lo hacen, parecen imágenes en cámara lenta. Uno de los tantos, infinitos, ciclomotores rompe la pegajosa masa del silencio. Tabletea y se pierde en una de las calles perpendiculares. En la esquina unos muchachos están echados a la sombra, bajo el toldo de un comercio, haciendo circular una botella de gaseosa barata. Adelante, reverbera el aire fabricando fantasmas; a un costado, sobre el cordón de la vereda de enfrente, un hombre en una bicicleta habla o discute con un remisero estacionado. Apenas percibo un deslizamiento, el inicio de un desplazamiento. Pienso en el sueño, no recuerdo por qué yo estaba mirando por la mirilla ¿Era yo quien miraba?.
Suena el celular. Cuando atiendo, a un costado siento un estallido como de un reventón, que vuelve a quebrar la siesta.
–Hola
–Hola…¿Jorge?
–Sí Roberto, habla Jorge. –mientras me concentro en el inicio de la conversación miro hacia mi costado derecho, buscando el origen del ruido. El hombre de la bicicleta se pone en movimiento mientras el remís sale del estacionamiento y acelera por el medio de la calle.
–Hola! Hola! Me escuchás Jorge!!
–Sí, te escucho, Roberto, esperá. –hay un pequeño baile del hombre con su bicicleta, como una vacilación, busco con la mirada cuál de las cubiertas se le reventó, pero ambas están bien. No entiendo, o sí.
–Qué pasa, che.
–Aguantá Roberto. Me parece que acaban de pegarle un tiro a un tipo, al lado mío. –El hombre se cae con su bicicleta en medio de la calle Pellegrini, a dos cuadras de la avenida 9 de Julio, y se queda allí, quieto como el aire de la siesta chaqueña.
–Entonces corto, Jorge!. Llamame en cuanto puedas. ¡Clic! –Los tiros no viajan por celular, pienso, y guardo el teléfono.

El hombre, una persona de unos cuarenta o cincuenta años, tiene la bicicleta destartalada encima de su pecho. Está boca arriba, con los ojos abiertos. Los muchachos que estaban bajo el toldo, en la misma vereda, se acercan de a uno y nos rodean. Desplazo el caño y saco la bicicleta de encima. Una persona que no había visto me dice que ya llamó a la ambulancia. El sanatorio está a tres cuadras, por suerte llegarán rápido. El hombre en el suelo, inmóvil, mira el cielo, y pestañea. Está vivo. ‘discutió con el remisero porque lo chocó cuando quiso arrancar con el pasajero’ dice uno de los chicos de la esquina. ‘Sí, se putearon lindo, y cuando el otro salió le mandó el cuetazo’. ‘Para mí que ya se junaban de antes, debe haber un problema de mujeres en el medio’. ‘Estos remiseros son jodidos, están todos enfierrados, dicen que porque les roban’. El coro de voces se adormece. El hombre intenta levantarse, pero no puede, llega la ambulancia y su sonoridad. Uno de los médicos le pregunta algo, los ojos del herido buscan un lugar de su cuerpo y vuelven al cielo, como si el esfuerzo fuese excesivo. Levanta la camisa gastada y se baja un poco, como puede, el pantalón; en la ingle izquierda, un punto rojo nos mira antes de comenzar a derramar sus rojas lágrimas. Un ojo, o una mirilla.

PÁGINA 22 – POESÍA AMERICANA

CAMILA CHARRY NORIEGA
(Bogotá-Colombia)

SEÑALES

Llueve sin afán
el día huele a ti;
atento
mi corazón palpita y desconfía
sabe
que a pesar de todas las señales
jamás vas a volver.

LENGUAJE

En esta hondura que es mi cuerpo
laten el agua    el miedo
el goce de mirar tus ojos
calmos
limpios
como cualquier palabra
muerta.

ERA

Era por estar vivos
que nos desnudábamos
y reconocíamos
la furia en el colmillo de la noche
y era
por este apego a la carne
que día tras día
las manos quemadas por tanto sueño
arrancaban de las espinas
la luz roja de la tarde.

SEÑOR

Señor
te arrojo el brillo de mis lágrimas
las tripas del sacrificio
y la cabeza muda del buey.
Te arrojo la semilla
que crece apretada
en este lado de mi noche.
A ti debo
estas pesadillas
y la respiración ausente del corazón.

PAGARÁS

Pagarás por tu silencio
y por tus palabras
por tu falta de pudor
y por haberte hincado ciego
ante los dioses de la tarde
que se reían ebrios de tu desesperación.
Por haberles ofrecido los riñones y los labios
por dejarlos oler tu bilis y tu miedo
por llorar y por amar el oscuro ministerio
de lo ausente.


NOHEMI SOSA REYNA
(Ciudad Victoria-Tamaulipas-México)

REGLAS PARA AMARTE SIN EQUIVOCO

Para amarte:

Debía dejar atrás el cotidiano plañir
sólo mirar tu rostro cuidadosamente afeitado
no llamar por teléfono para impedir el desgaste
saborear el cielo que anuncian tus palabras
ver crecer el árbol que sembré hace varios años
ver florecer el árbol que sembré hace varios años
ver crecer los caminos como mares
ver multiplicarse las hojas de tus libros

ser una flor carmín en tu vida
ver detrás del telón tus ansiedades
sola caminar con la tosca ausencia
sola bailar con la rutina gris
sólo querer tocarte
sólo vivir
estar en tu retina
estar entre tus manos
estar entre tus brazos

ser roja palabra entre tus letras

poder soñar en pasear como unos ángeles
estar en condominio sin vecinos y con música
estar en escalera para subir con lentitud y conversando
ser como peras en dulce para golosos devorarnos
ser hombre y mujer envueltos en su nube.

PIEL AUSENTE

Me fue dado el amor tan descarnado
a flor de piel
me sorprende su abismo
su hondura intocable
chispa que incendia mi día
caudal de fuego inapagable
increíble despertar de existencia
en cada una de mis células
aún descarnado y ausente
es un rayo de vida

FELIZ PARADIGMA

Estoy de nuevo sola y mis pasos son hilo
enredan en mi tiempo su tejido de vida
tú tienes la otra punta y en equilibrio te busco
tus manos no descuidan este paso inseguro
y en el punto más alto me admiro de tu amor
tan preciso y geométrico salir del laberinto
si Ariadna vio la luz en su Teseo
- camino de los siglos - yo la entiendo
si ella a la fatal cornada escapó/ feliz estoy
pues de aquel mito y espera hice un espejo
por eso mi moderno Teseo/ guíame de nuevo
aunque ahora estoy neciamente en el desierto

PÁGINA 23 – ENSAYO

MÓNICA RUSSOMANNO
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

AGUSTINA 

     En este momento, Agustina es joven, y delgada, y tiene el pelo rubio largo y ondulado. Agustina es setentista en el dosmil doce, cree en la revolución y en que la vida vale la pena y el presente es hoy y todo transcurre en este instante. No hay futuro, el futuro es este momento, tiene la sabiduría de un pez o una escolopendra, del animal que vive el único momento que vale la pena, un ahora eterno.
     Me pone en cuestión Agustina, lo fácil y cómodo es desde mi posición de trabajadora y propietaria señalar la necesidad del aporte jubilatorio, de labrar un porvenir, de ocuparse del sustento y la proyección de las futuras y muy posibles desgracias. Le puedo hablar de la traición de los supuestos compañeros, de la inutilidad de ciertas luchas, de la utilización de los soñadores por los poderes ocultos, de la responsabilidad y de la gratificación de seguir el camino ancho y soleado.
     Pero me pone en cuestión Agustina, porque pese a las estructuras y las formas, pese a las inclinaciones y la previsión, yo y todos hemos estado allí.
     Si nos señala con el dedo la fragilidad de nuestras justificaciones, sería cosa de necedad caer en los viejos discursos. Hacer una carrera, lograr estabilidad económica, ocupar la mayor parte del tiempo en un trabajo desgastante y agotador.
     Pero recuerdo la única imagen que conozco del nieto de Osvaldo Bayer, tocando la guitarra en bicicleta. No se puede tocar la guitarra andando en bicicleta. Funciona para la fotografía, funciona en un instante que se detenga en el tiempo, pero la caída es inevitable.
     Y pongámonos de acuerdo en esto. Nadie desea que el chico se caiga, nadie quiere que Agustina se golpee la cabeza contra la pared. Pero el muro la aguarda, porque este mundo es de una realidad apabullante. Y todos, adolescentes o niños, adultos o ancianos, vivimos minuto a minuto braceando en una realidad que es una ciénaga deseosa de cerrar el lodo sobre nuestras cabezas.
     Pero me pone en cuestión, cómo no, esto de preguntarse sobre las cuestiones últimas y las razones primeras.
     Habré sido previsora, o avara. Habré sido precavida, o cobarde. Habré sido realista, o renuncié a la utopía. Qué fui, qué soy, qué me gustaría ser o haber sido.
     Y el chico de la foto no pudo tocar la guitarra mientras rodaba la bicicleta. Y Agustina se expone a los vientos que soplan más fuerte de lo que ella supone (lo sabemos, todavía estamos reconstruyendo lo que derribó el último temporal) Pero nos cuestionan, nos exigen una respuesta que no tenemos, nos plantean, nos plantan dudas con pala filosa.
     Quién soy yo que con una sabiduría espuria me otorgo licencia de juez. Una sobreviviente. Lanzo mi salvavidas gastado a una sirena que danza con las olas, cómo pensar que se aferrará a él si todavía no es el agotamiento ni el ahogo. Cómo, me pregunto, decirle al pibe que toca la guitarra que se va a caer, que nadie puede tocar la guitarra mientras anda en bicicleta.
     La imposibilidad de influir en la percepción del mundo de los otros, la terrible cuestión de reprimir, educar, prevenir, y que todo sea tan parecido, tan confuso, tan inútil en definitiva.
     Y yo que hubiese querido ser Agustina alguna vez, pero con esta consciencia abrumadora que me muestra causas y consecuencias sin solicitarlo previamente. Con mi madre tan juiciosa en sus setenta, pero que fue inconsciente y feliz, y llegó hasta aquí porque dios es grande.
     Quién sabe Agustina. No me engaño poéticamente, pero quisiera que por una vez sea posible tocar la guitarra y andar en bicicleta, y que a la vejez no existan arrepentimientos.  

PÁGINA 24 – CUENTOS BREVES

J. M. TAVERNA IRIGOYEN
(Santa Fe-Argentina)

EL HORIZONTE QUE NO LLEGA
(de inocencias y desahucios)

HILOS DE ARIADNA

No te busqué. Es cierto, no te busqué porque en mi cabeza alentaban otras ideas. Pensaba tomar un barco sin rumbo y llegar a alguna isla donde no me encontrara nadie. Pero no se dio ni lo uno ni lo otro. En cambio, tú me encontraste. Sí, me encontraste en el preciso momento en que la policía cerraba mis pasos  y tu cuerpo, tu cuerpo exánime, era la mejor prueba de mi ira incontrolada.


El tesoro buscado estaba allí, donde lo marcaban los mapas. Mezcla de desilusión y de bronca los inunda en lo más hondo. Después de veintidós años, en sus manos las monedas de cobre, los bronces herrumbrados, los jirones de vestidos de seda. Y una espada rota. Y un astrolabio sin aguja.  Cierran el cofre y lo devuelven al mar. Para que lo busquen otros..


DISTANTES MUERTES

Viajan a Dresden para la reinhumación de sus restos. Confían que ésta  sea la última vez, el destino final. No le cayó bien el Per Lachaise, de Paris, ni el cementerio de Bologna. La familia jura que ya no le volverán a hacer caso.


No lo encuentra en esta geografía. Ni en aquélla otra. No siente que haya pasado por estos caminos de la desesperanza. Y sin embargo sabe que está, más allá de sus pensamientos. En algún lado está. Latiendo. En cierta esquina del tiempo la espera. Su niño.


Cabe en su mano la paloma muerta. El vuelo roto. La distancia surcada. No ha cerrado los ojos. Porque todavía el cielo.


Después de comer, sin lavar platos y fuentes, inician el rito. Ni uno solo pronuncia palabras. Pero todos invocan a dios en esa última cena. No se verán nunca más. Nunca olvidarán esa mesa de comunión en que un cortocircuito de la energía eléctrica basta para que todos huyan.


La noticia de la muerte llegó escrita en un papel arrugado. Finalmente Lucía había logrado su eternidad.  La que nunca hirió los pensamientos de una vida opaca. La que jugó de perdedora, para no quitarle nada a nadie. La que siempre supo que sus pasos jamás alcanzarían caminos abiertos, por desconocer la luz. Lucía, la olvidada del mundo.


¡Tiene alas! ¡Tiene alas!, repiten los chicos alrededor del cuerpo tirado en medio de la plaza. No se acercan mucho, pero se dan cuenta que no respira.y que  lleva una túnica de aire y los pies desnudos. Cuando llega el placero, los aparta y dice con gravedad no lo toquen. Es el segundo ángel que cae y se golpea con el monumento.


Esas muertes no tienen importancia, no necesitan ser explicadas. En el Diccionario de las Inhumaciones de Celebridades, leí que en general los grandes suelen quejarse de su destino osario. Allí, el profesor H.J.Steinmeier razona que los pobres de espíritu retozan en sus tumbas por falta de vuelo emocional.Hacen allí lo  que no supieron hacer en vida. El profesor Steinmeier recuerda haberlo comprobado más de una vez, al visitar el mausoleo de sus padres…


Hoy hace diez años que se liberó. ¿Las muertes liberan? Liberan de la vida, pero no de los vivos.Y eso es lo que Hortensia no logra descifrar. Lo tiene al lado todas las noches, todas. El vuelve a sacudir su cuerpo, a dejarle la cara amoratada, a escupirla. Porque lo tiene bien asumido: no es sudor el que moja su cuerpo…


Hokusai elige una mortaja rosada, del color de los cerezos. Le dan el gusto y en la ceremonia - voces bajas y miradas furtivas- nadie habla del muerto, fascinados por el secreto brillo de la seda..


Gasta los últimos peniques para postergar su muerte. No se los da al médico ni al sacerdote.Tampoco al sepulturero. Confía en cambio en la palabra del chamán.


Huye de los hornos de Treblinka sorteando infranqueables alambrados. Su cuerpo ensangrentado, su carne destrozada. Los perros, los perros lo persiguen y ya no da más. El primero que llega, le clava los colmillos y le arranca una mano, Con la otra, con una fuerza de no sabe dónde, le toma el cuello y aprieta. Cuando el animal cae, él mira al cielo y hace lo propio…

PÁGINA 25 – POESÍA AMERICANA

WILMA BORCHERS
(Los Vilos-Chile)

LA PIEDRA DE LA LOCURA

La piedra de la locura
Golpeó su rebote en mi cabeza.

¡Te encontraré!

Sí, te hallaré en el filo de la navaja,
En la Babel de mis sueños,
En la cicatriz de mis pulmones;
Iré por ti, con mis mapas radiológicos,
Iré bajo mi piel hasta los huesos,
Hurgaré médulas, viajaré aliento,
Te acosaré en círculos
Hasta que seas tú quien me persiga.

¡Te encontraré!

Porque ya no hay sitio en la cordura,
Ni un solo resquicio lúcido
En el cual no haya entrado con mi lámpara.

CRISTAL  DE LA MEMORIA

Aquí  figuro, doblada en ti,
                   Semicírculo atado a tu cintura,
                                                 Con una  gota de sudor
Caída de mi frente y en la que bebes:
El  limo sustancial de mi sangre,
                          La teoría del Big Bang   en su estallido,
La rosa de sal y su impudicia,
                           Alojando en tu boca su pulsar secreto.
Todo el mar de mi vida en tus labios
                                    Y un quejido de raíz hasta tu oído.

EL DON ÚLTIMO

Todo lo he olvidado;
Salvo aquella boca
Que me encontró tendida paciendo sueños
En la trastienda de un herbolario sacro,
 Húmedo de otoños medicinales.

Todo lo dejé de lado;
Salvo esta horquilla de bengalas
Que sujeta pájaros  a mi nuca,
Y prodigios altamente inconfesables
En la trenza de mis sueños mástiles.

Todo lo he olvidado pero a veces,
A mansalva, sin advertencias previas
Surgen cábalas incendiarias,
Ciertos perfumes de dicha venenosa.


ROSINA VALCÁRCEL
(Lima-Perú)

PÁJARO NEGRO

“Tápame, tápame que tengo frío”
¿Dónde el origen de la tierra?
El mundo desigual ya no me basta
Ya no se escucha tu plegaria firme
Rara ave que arrancas con tu pico mi vientre
La imagen de tus ojos se evapora
El domingo conmovido barre las hojas
No hay consuelo para la vergüenza
Salud pájaro negro que dispersas mi vida

MISTERIOS
enterré en mi corazón la línea de tu frente
Francisco Bendezú

¿Quién sabe de misterios? Calla Conocer algo no es lo mismo
La llegada fue natural y fácil Creímos parecernos a dos árboles
Con los ojos cerrados Contemplando esa tribu apocalíptica
Cuántas lágrimas perdidas Como si de ellas pudiera surgir la
Eternidad Tú serás simplemente una sombra cebada de raciocinio
Tú ¿qué ves del amor sino la noche?
Enterré en mi corazón la línea de tu frente

FE INVENTADA

Detrás de mi vaga existencia
Eres la palabra, Aramis
¿Te he despertado?
Piedras verdes brillan en tu mano
Amor y esperanza estuvieron aquejados
No sé qué fervor te une a mi fervor
Libros, ríos, viajes, silencios
Tus días se balancean colgados de la luna ¿España?
¿México? ¿Nuestra Amazonía?
Mi vida revienta
No hace calor y es sábado
Ricky nos ve fraguar la biblioteca
Mientras plasma su periplo arrebatado
Con los pies de bronce y su andar gitano
Santiago arrastra la memoria de los autores
Contempla el parque Washington
Mientras este collage se va al demonio
Y la sagrada familia se torna
Zona liberada

PÁGINA 26 – ENSAYO

FERNANDO SORRENTINO
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

RECUERDO DE MARCO DENEVI

Uno de mis grandes amores literarios es Rosaura a las diez, la justamente célebre novela con la que el entonces ignoto Marco Denevi (13 de mayo de 1920* - 12 de diciembre de 1998) ganó, en 1955, el Premio Kraft para la Novela Argentina.
Concursos son concursos, y, en rigor, lo insólito no es ganar un concurso sino no haber ganado nunca un concurso. Pero, dentro de dos años, Rosaura cumplirá seis décadas de vida, y su lectura -que suelo repetir cada tanto- me resulta siempre fascinante.
Antes de cumplir los treinta años, tuve la fortuna de que mi segundo libro de cuentos, Imperios y servidumbres (1972), fuera publicado en Barcelona por la Editorial Seix Barral. En realidad, en aquella época yo no sabía bien qué se debía hacer después de publicar un libro. Cierta conjunción de retraimiento y de desdén me condujo a no hacer nada, a -simplemente- esperar los acontecimientos, sin tener la menor idea, por otra parte, sobre qué acontecimientos podrían ser aquéllos.
No sé cómo, en 1975, me atreví a enviar por correo un ejemplar del libro, con una timidísima dedicatoria, a mi admirado Marco Denevi. No muchos días más tarde recibí una carta hermosa -ésta es la palabra adecuada- en la que el maestro me transmitía su opinión sobre mis cuentos.
Y, como una carta suele traer otra, y ésta una tercera, y así sucesivamente, llegó el día en que Denevi -con el que jamás hablé por teléfono: sólo nos comunicábamos por carta- me invitaba a tomar un café en la desaparecida confitería Saint James, que quedaba en la esquina de Córdoba y Maipú.
Allí estaba yo, mesa por medio, con ese hombre de aspecto muy atildado, de traje tradicional, de camisa y corbata. Ese hombre canoso, de estatura más bien escasa, de ojos algo hundidos y de preclara inteligencia, se hallaba sentado frente a mí. Él tenía cincuenta y cinco años; yo, veintidós menos.
No pude no pensar: “Parece un sueño. Estoy conversando, muy suelto de cuerpo, con el maravilloso autor de Rosaura a las diez, con la persona que inventó a Camilo Canegato, a David Réguel, a la señorita Eufrasia Morales… Éste es el creador que tejió esa trama compleja y perfecta de la novela que yo leí y releí tantas veces…”.
Y ese hombre mágico me trataba con toda llaneza y sencillez, y me formulaba preguntas y se interesaba en la poquita cosa que yo podría escribir. Y contaba anécdotas y hacía bromas y se reía con ganas.
Corriendo los años, seguí -de modo más espaciado- intercambiando cartas con Denevi. Lo percibí como un hombre de integridad total, un hombre probo y honestísimo, de insobornable rectitud, que siempre decía lo que le daba la gana.
Por terceras personas, supe más adelante que era una persona difícil, de carácter áspero. En la última parte de su vida, rompiendo el contacto con el mundo exterior, se recluyó en su casa, y parecía estar enfermo de amargura contra todos y contra todo. Sé que amigos que lo querían mucho y bien recibieron, de su parte, respuestas duras e injustas. Por fortuna para mí, nunca fue ése mi caso.
Finalmente, me permito opinar que -aunque la mayor parte de su producción es excelente, y que tiene libros insuperables como Falsificaciones, Un pequeño café, Hierba del cielo y Los asesinos de los días de fiesta- nunca ninguno de sus títulos posteriores pudo igualar el prodigio de su primera novela.
A la calidad literaria la acompañó un inusual y continuo éxito de ventas. Por eso, Denevi solía decir que nunca una mujer había sido tan explotada por un hombre como lo fue Rosaura por parte de su autor.
Cometió los terribles errores de redactar en una sintaxis excelente, de tener vasta y profunda cultura, de saber latín, de no ejercer la demagogia, de no fingirse un profeta angustiado, de carecer de codicia comercial. Las despiadadas y lucrativas sectas autodenominadas progresistas que monopolizan la literatura y rigen los medios “culturales” en la Argentina han decidido ignorarlo.
Sin embargo, junto a Borges y Cortázar, forma el triunvirato de los mejores narradores argentinos del siglo xx.
* Desde que Denevi comenzó a existir como escritor, se dio como su fecha de nacimiento el 12 de mayo de 1922. Sin embargo, la puntillosa investigación de Juan José Delaney (tan admirador de Denevi como yo mismo) estableció que la llegada a este mundo se produjo el 13 de mayo de 1920. Esta información, y otras cuantas que destruyen ciertos errores trasmitidos con ligereza, se encuentran en este libro esencial: Delaney, Juan José, Marco Denevi y la sacra ceremonia de la escritura. Una biografía literaria, Buenos Aires, Corregidor, 2006, 244 págs.

PÁGINA 27 – CUENTO

JORGE ISAÍAS
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

UNA HISTORIA DE AMOR

            Trataré de contar esta historia de amor tan fielmente como me fue referida.
            Un soldado italiano vuelve a su pueblo luego de haber estado prisionero cinco años en campos austríacos y de haber peleado en su Regimiento de Bersaglieri en aquella guerra que iba a terminar con todas y que ensangrentó a Europa desde el año catorce.
            Este muchacho era el mayor de diez hermanos y fue reclutado a los diecisiete años, tenía la mirada altanera y era alto y robusto.
            Este muchacho altivo iba a ser luego mi abuelo.
            Había nacido en el pueblo de Orsogna, provincia de Chietti, en pleno Abruzzo celeste. Mi madre tenía una foto donde se lo ve de uniforme con ese  gran sombrero aludo, con su pluma inmensa y en el pecho tres medallas como condecoración de guerra.
            A la fuente de la plaza principal del pueblo iban cuatro hermanas con sus cántaros a buscar agua todas las mañanas.
            Un día Antonio  pasaba con un hermano ambos de a caballo ya que eran campesinos, cruzó la plaza y reparó en una de ellas, que tenía el cabello muy negro y los ojos de un extraño color celeste.
            Averiguó el nombre y habló con su padre porque quería casarse con ella.
            El padre de Antonio ensilló su caballo y le expuso a su paisano la razón de su visita. Cuando este le preguntó por el nombre, sin vacilar dijo Elisa.
            -Ah –le dijo Domingo que así se llamaba mi bisabuelo- pero Elisa es la segunda, y hay que seguir la tradición. Hay una antes, que se case con ella.
            Volvió mi otro bisabuelo a consultar o mejor dicho llevarle la decisión del padre de la muchacha de la cual estaba enamorado.
            Como la respuesta fue negativa volvió al otro día a ensillar su caballo y negociar el deseo de su hijo. Volvió a exponerle sus razones y antes que siguiera argumentando lo que él ya sabía lo cortó:
            -Domingo, Antonito la quiere a Elisa.
            -Entonces, no va a poder ser, fue la respuesta abrupta y tal vez inferida por el otro.
            Pero estos hombres no contaban con la decisión de un muchacho que casi había muerto de intoxicaciones en un campo de prisioneros y que volvió cuando todos lo daban por muerto.
            Una mañana como todas las muchachas fueron a buscar agua con sus cántaros y de pronto ocho jinetes que estaban escondidos detrás de la iglesia irrumpieron en la plaza. Uno de ellos era Antonio, mi abuelo, quien invitó a Elisa a la grupa de su caballo oscuro y fueron saliendo del pueblo. Al llegar a las afueras los otros siete jinetes, es decir sus siete hermanos,  tomaron otro rumbo y los dejaron solos. Antonio al paso lento de su caballo fue hasta su casa donde estaba reunida la familia y allí presentó a su prometida.
            Es un misterio ya para siempre saber qué hablaron en ese trayecto y si estaban de acuerdo antes del rapto por algún celestinaje o mediación anterior.
            Mi abuela, las veces que me contó esta historia, ante esta pregunta, me miraba pícaramente y sólo se sonreía, con esos hermosos ojos celestes llenos de luz
            Cuando Domingo se enteró. Corrió con su caballo. No sin antes cargar una escopeta. Pero allá se encontró con su ya consuegro de facto, quien lo calmó mansamente:
            -Domingo, no hagas locuras. Mejor andá a buscar al cura porque la chica no se va de esta casa.
            Esta fue suscinta y apretadamente la historia de amor de mis abuelos maternos.
            La primera parte, la más romántica, lo que de todos los modos rescata el amor de dos jóvenes ante las convenciones inútiles.
            La segunda parte tiene que ver con esta pampa sufrida, que tal vez un día me atreva a escribir aunque resulte muy triste.

PÁGINA 28 – POESÍA ALLENDE EL MAR


RODICA GRIGORE
(Sibiu-Rumania)
Breve antología de la poesía rumana contemporánea

NICHITA STĂNESCU (1933 – 1983)

EVOCACIÓN

Era linda como la sombra de una idea –
sus espaldas olían como la piel de una niña,
a piedra apenas rota,
a grito en una lengua muerta.

No pesaba... era como la respiración.
Riendo y llorando a lagrima viva
era salada como la sal
que los bárbaros sirven en sus festines.

Era hermosa como la sombra de un pensamiento.
En todas las aguas solamente ella la tierra.

EMOCIÓN DE OTOÑO

Ha llegado el otoño, por favor,
cúbreme el corazón con alguna cosa,
con la sombra de un árbol, o mejor con la tuya.

A veces tengo miedo de no verte más,
que alas afiladas hasta al cielo me van a crecer,
que tú misma vas a esconderte en un ojo ajeno
y que va a cerrarse con una hoja de ajenjo.

Y entonces me acerco de piedras y me callo,
llevo todas las palabras y las ahogo en el mar,
silbo la luna, la levanto yo mismo y la convierto
en un gran amor.

POEMA

¿Dime, si algún día podré coger y besar la
planta de tu pie…
verdad que tu  vas a cojear  un poco, después,
con el temor de no aplastar mi beso?


IVAN RAFAEL
(Madrid-España)

UN AUTÉNTICO CALVARIO

I.

Y dijo:
Guardaos de toda avaricia.
Y le empezaron a buscar.

II.

Y dijo:
Será más fácil pasar un camello
por el ojo de una aguja,
que entrar un rico en nuestro reino.
Y le compraron por treinta monedas de plata.

III.

Y dijo:
Habéis hecho de esta casa
un mercado de comercio,
una cueva de ladrones.
Y le llevaron a juicio.

IV.

Y dijo:
No juzguéis
si no queréis ser juzgados.
Y le ataron con una soga.

V.

Y dijo:
El que esté libre de culpa
que tire la primera piedra.
Y le flagelaron con cuarenta latigazos.

VI.

Y dijo:
Sepulcros blanqueados,
hermosos por fuera
pero llenos de huesos muertos
e inmundicias
por dentro.
Y le coronaron de espinas.

VII.

Y dijo:
Tratad a los demás
como queréis ser tratados.
Y le ataron a un poste.

VIII.

Y le hicieron subir andando
a un monte.

IX.

Y dijo:
Los que se consideran jefes de las naciones
oprimen a los súbditos
y los altos oficiales
abusan de su autoridad.
Y le clavaron al poste por los pies
y por las manos.

X.

Y le lancearon el costado.

XI.

Y dijo:
Los últimos
serán los primeros.
Y le sepultaron en una cueva.

XII.

Y al día siguiente
calló.

XIII.

Y al día siguiente
calló también.

XIV.

Y al tercer día
dijo:
Los que tienen hambre
y sed
de justicia
serán saciados.
Y le construyeron encima
la basílica más grande jamás conocida,
la rodearon de una ciudad-estado,
la custodiaron con soldados
y la poblaron
de señores orondos investidos con casullas
no fuese a ser
que se levantara
de verdad.

XV.

Por los siglos de los siglos
ahí
debajo
sigue.

PÁGINA 29 – ENSAYO

MANUEL GARCÍA VERDECIA
(Holguín-Cuba)

SYLVIA PLATH, LA MUSA INQUIETANTE

Este dos de febrero hicieron 41 años de la muerte de Sylvia Plath, la poeta blonda y atractiva como una valquiria. La chica que había querido ser Dios, por fin lo lograba al abrir la puerta al gran misterio. Como otras colegas donde se hallan Safo, Anne Sexton, Alfonsina Storni, Virginia Woolf, Alejandra Pizarnik, Marina Tsvietáieva, entre otras, que prefirieron la fuga a tiempo antes que el horror permanente. Había dejado una obra significativa, donde latía el sentido de su búsqueda de un espacio para la mujer que era en la libertad y la creación.

Fue en esa angustiosa oscilación entre la avasalladora ambición de realización y la coartante limitación por las circunstancias que vivió la poeta, quien había venido al mundo en Boston en 1932, en un plácido hogar de clase media. Su padre fue el profesor de entomología Otto Plath, de ascendencia alemana; su madre, la profesora de lenguas Aurelia Schober, de padres austríacos y veintiún años menor que el esposo. Eran unos padres educados y modernos y se ocuparon de que la niña tuviera una vida sana, abierta y natural, a tono con los principios de educación contemporáneos. A la niña Sylvia le gustaba comer bien, tener animales, ir al mar y que la atendieran y le contaran historias. El padre ejerció una poderosa influencia en ella. Era el hombre seguro, conocedor, proveedor, con reputación de exitoso. Le enseñaba asuntos a Sylvia y la moldeaba en el más exigente sentido de superación. Se dice que la trataba como a una esposa en miniatura. Su muerte, cuando Sylvia sólo tenía ocho años tuvo duras consecuencias para ella.

Sylvia fue una estudiante concienzuda y persistente, con una visión integral de su formación. Se exigía resultados sobresalientes en cuanto hacía: los estudios, la escritura, la pintura, la vida social. Generalmente alcanzaba altos logros, pero estos sorbían mucho de su tiempo y esfuerzo. Tal estado de constante demanda y de atención a amplios horizontes la llevó a frecuentes momentos de extenuación y crisis. Un problema permanente era cómo sufragar sus estudios. Además de trabajos parciales, tuvo la suerte de obtener subvenciones, dados sus altos resultados. Su talento llamó la atención de una benefactora, la novelista Olive Higgins Prouty, quien se ocupó no sólo de sus estudios sino de su salud por igual. Pagó al psiquiatra que la atendió a fines de sus estudios preuniversitarios. Fue en 1953, terminaba estudios en Smith College, Sylvia estaba deprimida por su inseguridad respecto a su escritura, la necesidad de una vida social estable y las demandas que se imponía para proseguir estudios superiores. En carta a un amigo confesaba: …estoy demasiado fatigada y aturdida… No puedo pensar racionalmente en quién soy y a dónde voy. “Aturdida”, una palabra que se repite una y otra vez en su poesía, como si hubiera pasado por la vida en un estado de anotaba embriaguez. La depresión la consumía. Bajo consejo la madre la llevó con un psiquiatra, el cual recomendó sesiones de electroshock. Esto la aterrorizaba. El 24 de agosto, tras una sesión de shocks, se encerró en un olvidado cuartucho e ingirió una enorme dosis de somníferos. A los tres días fue hallada y como Lázara devuelta de entre los muertos. Era la antesala del infierno. Luego en Inglaterra, a donde viajó a estudiar con una beca, conoció al poeta Ted Hughes; creyó hallar, por su tipo y su ocupación, el hombre de su vida. Sin embargo, tras el matrimonio halló que el ejercicio de la existencia en común era menos complaciente. Con él tuvo dos hijos. Él se dedicaba por entero a su oficio y era exitoso. Esto fue fuente de nuevas neurosis. Su vida pendía ante un vacío insalvable.

Desde temprano escribió y lo hizo notablemente. Quería ser escritora, pero a la vez deseaba ser esposa y madre, sin renunciar a escribir y hacer vida social. Vivía infatigablemente atraída por los hombres y soñaba con uno para toda la vida. Anotaba hacia el final de su vida: Me siento inclinada hacia los bebés y la cama y los amigos brillantes y un hogar magnífico y estimulante donde los genios beban ginebra en la cocina después de una deliciosa cena… Su tiempo, marcado por un feminismo balbuceante y equívoco, no le concedía margen.

Los dos grandes temas de su poesía son el enfrentamiento al hombre, visto como el victimario, y la muerte como reparación de infortunios o simplemente como enigma que nos acecha y convoca, como un jardín a la vera de un camino, inesquivable y tentador. En su diario plasmaba: Líbreme de cocinar tres veces al día… líbreme de la inexorable jaula de la rutina y la costumbre. Amo la libertad. Deploro las restricciones y las limitaciones… yo soy yo… soy poderosa. Para probarlo, puso dos vasos de leche al lado de la cama de los hijos, se encerró en la cocina y abrió la llave del gas un día de febrero de 1963.

PÁGINA 30 – CUENTO

EVA MARÍA MEDINA MORENO
(Madrid-España)

AQUELLA TARDE DE CIRCO

Me estaba meando, necesitaba ir al servicio. Me escabullí por debajo de los asientos buscando el lavabo. Entonces descubrí que el que hacía de león se fumaba un cigarrillo con la princesa rusa, a la que echaba el humo a la cara y cogía por la cintura; princesa, barriobajera, que acababa de hacer acrobacias encima de los elefantes. La cabeza de león estaba en el suelo, al lado de ellos. Iba a preguntar cómo ir al servicio, pero antes de hacerlo oí un «quítate niño» de uno de los payasos que discutía con el presentador, quien a su vez estaba comiéndose un bocadillo de chorizo y se limpiaba la grasa en la capa negra brillante. Aquello fue peor que enterarme de que los reyes eran los padres, peor que si se hubiera descubierto que la bella durmiente se drogaba, que el hada madrina y el príncipe eran amantes, y que la madre de Bambi había fingido su muerte para librarse del hijo.
Todo el encanto del circo se desplomó; el hombre-bala, el domador de leones, los equilibristas, los payasos. Toda esa magia. Había algo obsceno en el descubrimiento. El mal olor de los animales, las cagadas de los elefantes, el chihuahua del domador ladrándome, el domador escupiendo, sin hacerme caso. «El servicio, por favor». Y la mirada diabólica del payaso triste. Me meé encima.
No quise volver al circo. Mi madre nunca supo el porqué. Creo que fue desde ese día que empecé a bucear en el mundo real, con maquillajes descoloridos, y sin las máscaras de la infancia. El mundo del circo estaba podrido, la vida estaba podrida. Era como pasar a otra dimensión, en una edad en que querías aferrarte a los sueños, en que confiabas en un mundo fantástico, aunque supieses que no existía.
Aquella tarde se me cayó la carpa encima, todavía no me la he quitado. Hoy voy con mis hijos al circo y rezo para que no les entren ganas de mear.

PÁGINA 31 – POESÍA ALLENDE EL MAR

DOLORS ALBEROLA
(Sueca-Valencia-España)

DASEIN

Giran los bailarines. Envueltos sus vestidos en el tul de la tarde.
La música del mar dibuja enormes signos
y el tiempo va tejiendo la soledad. Desnudos
bailarán otra vez y otra más y otra,
preguntándose acaso por qué todo,
cuándo la nada, qué
detendrá ese paso de las cosas
que cruzan el vacío de sus manos.
Ellos bailan, la tierra
comienza a bostezar, se dormirá en su frente
y habrán de detenerse por el peso.
El sol les cantará el último responso y la cajita
volverá a su quietud en los estantes.
La niña que los mira ya no es niña
y apenas si los ve. Son una sombra,
un alambre de luz en la caverna.
Tacto
Todas las carreteras de la sangre te cupieron al fin.
Se fue inaugurando la mañana
de sus frágiles dientes en el pecho.
Te llamaron ahí las consonantes todas,
se te hizo el verano en la cintura
y un río intempestivo irrumpió entre tus manos.
Toda tú una colina, toda el dulce
tintinear de campanas, toda un gran
carromato de feria con zíngaros y reinas.
Entonces fue su voz,
un suspiro que pudo deslizarse de un beso
y tú dijiste sí. Sencillamente, sí. Únicamente sí.
No sabías ni a qué ni a cuánto. Tú clamaste,
arrojaste ese sí. Se te incendió la sílaba
y todos los volcanes de la sed
irrumpieron a una para quemar su cuerpo.

HUBIERA SIDO WAGNER

A mi padre muerto

como si hubiese dicho sólo:
Lázaro, sal fuera,
y nos volvimos luego, ya caída la tarde...
José Ángel Valente

Hubiera sido Wagner
cerrara bien los ojos
parecieran las manos
cristal almidonado u oro puro.
Su cuerpo se extendiera desde el marfil al frío
lentamente.
Estallara su boca como una rosa a fuego
lentamente.
Su voz como otra voz en el silencio fúnebre.
Hubiera sido Wagner.
Hubiera sido él
de no ser porque nada llegara a despertarle.
Hubiera sido así
pero asimismo no era sino una ausencia exacta.
Hubiérase parado mirándome y un beso
perfilara en mi sien aún lentamente.
Extendióse una caja
y no logró escapar de aquellas lindes.

Su párpado era voz,
el frío de su piel llameaba la vida.
Era su cara un día de otoños imprevistos.
Yo le llamaba aún:
Padre eh padre Juan
invencible despierta.
Me alargaran la mano
detrás de alguna infancia de cristales punzantes.
Recordé viejas horas,
calendarios de miedo
anidaban sus ojos tal vez más polvorientos.
Me alargaran la mano y esa ausencia
se aferrara a mi sangre.
Padre eh padre Juan
entrañable despierta.
La caja fríamente le cerrara las puertas.

NO HUBIERA AMOR MÁS GRANDE

He visto los mejores cerebros de mi
generación destruidos por la
locura, famélicos, histéricos, desnudos,
(Allen Ginsberg)

Ese de cuya sangre emerge la condena,
el que veis, ahí, muriendo, casi deshecho y frágil,
es mi padre.
Me niego a confesaros que lo fue
porque su carne vieja,
su mirada podrida, es la de un hombre.
Y es su muerte mi muerte, es mi condena.
Él, que apilaba imperios de sonrisas,
que acariciaba el mar y agarraba en la noche
pedazos de fantasmas que le amaban,
ahora, es sólo un fantasma.
Mi padre es el fantasma que recuerda
que sí existe la muerte, que es un cáliz,
que es un pozo fatal, que es otra cosa
distinta a esta desgracia de ser hombres
condenados a esto. Este que veis aquí,
tendido ante la sangre de mi sangre,
este cristo llagado que, sin nombre,
babea y nada puedo a su costado,
es un muerto de amor, es otro muerto.
No toquéis esos ojos de mi padre,
no enturbiéis su presencia,
dejad que en su crueldad ame la muerte
como me amara a mí,
encendida de pus en la mañana.


MAHMUD DARWISH
(Birwa-Galilea-Palestina)

NOSOTROS AMAMOS LA VIDA

(1986)
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino
hacia ella,
bailamos entre dos mártires y erigimos entre ellos un
alminar de violetas o una palmera.

Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino
hacia ella.

Robamos un hilo al gusano de seda para construir nuestro
cielo y concluir este éxodo.
Abrimos la puerta del jardín para que el jazmín salga a las
calles cual hermosa mañana.

Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino
hacia ella.

Allá donde estemos, cultivamos plantas que crecen deprisa
y recogemos mártires. Soplamos en la flauta el color de la lejanía, dibujamos un
relincho en el polvo del camino y escribimos nuestros nombres piedra tras piedra. ¡Oh,
relámpago! Ilumina para nosotros la noche, ilumínala un
poco.

Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino
hacia ella.

LA ÚLTIMA TARDE EN ESTA TIERRA

(1992)
La última tarde en esta tierra cortamos nuestros días
de nuestros arbustos y contamos los corazones que nos
llevaremos
y los que dejaremos, allí. La última tarde
no nos despedimos de nada, y no encontramos tiempo para
nuestro fin.
Todo permanece en su estado, el lugar renueva nuestros
Sueños
y a sus visitantes. De pronto no somos capaces de ironizar porque el lugar está preparado para acoger al vacío. Aquí,
la última tarde gozamos de las montañas rodeadas de nubes. Conquista y
reconquista
y un tiempo antiguo que entrega a este tiempo nuevo las
llaves de nuestras puertas.
Entrad en nuestras casas, conquistadores, y bebed nuestro
vino de nuestra sencilla moaxaja, porque nosotros somos la
noche en su medianoche, y no hay

alba portada por un jinete procedente de la última llamada
a la oración.
Nuestro té es verde y caliente, bebedlo. Nuestros pistachos
son frescos, comedlos,
y las camas son verdes, de madera de cedro, rendíos al
sueño
después de este largo asedio, y dormid sobre el plumón de
nuestros sueños.
Las sábanas están preparadas, los perfumes colocados en
la puerta y los espejos son numerosos.
Entrad para que nosotros salgamos del todo. Dentro de poco buscaremos lo que fue nuestra Historia en torno a la vuestra en los países lejanos y al final nos preguntaremos: ¿Al Andalus estuvo
aquí o allí? ¿Sobre la tierra... o en el poema?
(Traducción de María Luisa Prieto)

NO DESEO DEL AMOR SINO EL COMIENZO
(1992)
No deseo del amor sino el comienzo. Sobre las plazas
de mi Granada las palomas remiendan el vestido de este
día.
En las jarras hay vino abundante para la fiesta que nos
sucederá,
en las canciones hay ventanas suficientes para que
eclosionen las flores de granado.
Dejo el jazmín en su maceta y mi pequeño corazón
en la alacena de mi madre. Dejo mi sueño riendo en el
agua
y al alba en la miel de los higos. Dejo mi hoy y mi ayer
en el pasaje hacia la plaza de la naranja donde vuelan las
palomas.
¿Soy yo ese que ha descendido a tus pies para que
asciendan las palabras
cual luna blanca en la leche de tus noches? Golpea al aire
para que yo vea, azul, la calle de mi flauta. Golpea a la
tarde
para que yo vea como entre tú y yo languidece este
mármol.
Las ventanas están vacías de los jardines de tu chal. En
otro
tiempo sabía mucho de ti y recogía la gardenia
de tus diez dedos. En otro tiempo poseía perlas
en torno a tu cuello y un nombre grabado en un anillo del
que surgía la noche.
No deseo del amor sino el comienzo. Las palomas han
volado
sobre el techo del último cielo. Han volado y volado.
Quedará después de nosotros abundante vino en las jarras
y un poco de tierra es suficiente para que nos encontremos
y la paz arraigue.
(Traducción de María Luisa Prieto)

PÁGINA 32 – ENSAYO

MIRIAM CAIRO
(San Nicolás de los Arroyos-Buenos Aires)

APOCALIPSIS YA

Cuatro jinetes vienen trotando por calle San Lorenzo. Los automovilistas frenan alterados. Bocinazos, insultos, falta de fe. "Es el apocalipsis", piensa el hombre y sigue bebiendo de a pequeños sorbos su vino lento y caliente dentro del bar. Dios no piensa nada. Se levanta de la mesa y se dirige a la barra. Poco a poco la calle retoma el ritmo vehicular. La música vuelve a inundar el salón como un aguardiente bendecido por la luna. El hombre cierra los ojos y dibuja, con un dedo en el aire, los acordes disminuidos y semidesminuidos de la guitarra de jazz. Dios invita a la mujer morena a bailar. La mujer lo rechaza y el todopoderoso retorna a su mesa.
Los cuatro jinetes tan alegres, tan tristes, tan gentiles. Después de dos mil años cabalgando entran en busca de la muchacha más linda del mundo que no está en el bar. Uno a uno intenta con la morena que también los rechaza. El dueño mira en silencio mientras seca las copas, saca brillo al mostrador.
La mujer morena sigue en sus cosas. No es la muchacha más bella del mundo pero es la que todos desean.
Los cuatro jinetes piden algo de comer.
El hombre se acerca a la mesa de Dios.
- ¿Puedo?
Dios asiente.
- Puede. Y el hombre se ubica a su derecha.
- Ya ve usted, llegaron los jinetes.
- Si no hubiera sido por el caos del tránsito habrían pasado inadvertidos.
- Por lo menos la prensa no se enteró.
- Ni el Papa.
- ¿El saliente o el venidero?
- Para el caso es lo mismo.
Después de un largo silencio la mujer alta como la noche y morena como los pinos se dirige a la mesa de los cuatro jinetes que comen con un hambre de siglos y les pide fuego. Los cuatro revisan sus bolsillos. Ninguno tiene. La mujer mira de soslayo a Dios que no le quita los ojos de encima. Se acerca a la mesa y se lleva el cigarrillo a los labios. El hombre tantea en su ropa inútilmente, pero Dios hace el milagro del fuego chasqueando los dedos porque para eso es Dios. La mujer aspira el humo divino. Hace un gesto mínimo de gratitud y vuelve a la barra.
- Tengo entendido que usted nunca, dice el hombre.
- Nunca, dice Dios.
- ¿Ni siquiera?
- Ni siquiera.
- Esta mujer no es la muchacha más hermosa del mundo.
- No, dice Dios, pero es la que más me gusta.
Después de cenar los cuatro jinetes brindan por cosas de jinetes y caballos.
- Se viene el fin del mundo, y usted nunca, insiste el hombre.
- Trabajo de la mañana a la noche, explica Dios.
- ¿Y los domingos?
- También los domingos.
- Pero usted podría hacerlo cuando quisiera y con la muchacha más hermosa del mundo, para eso es Dios.
- No se deje llevar por el mito de mi capricho.
- No, Señor, su capricho no: su poder.
- Precisamente, el poder no tiene el mismo uso que el capricho.
- ¡¿Y quién se lo impide?!
- Yo.
- Ah, dice el hombre, no me diga que usted es...
- Dios, dice Dios.
Uno de los cuatro jinetes pide el control remoto al dueño del bar y enciende el televisor. Pone CNN en español que transmite en directo desde el Vaticano. Dios y el hombre se acomodan para ver la coreografía lenta de monseñores cargados de años que pasan uno a uno frente al pontífice y le rinden honores rigurosos. A ambos les resulta un bodrio insoportable.
La mujer morena sigue fumando. El dueño del bar pone sobre la plancha un trozo de carne. Por un segundo todos desvían la atención de la pantalla en dirección al aroma de la carne fresca rebozada con ajo y ron.
¿A cuál prefiere?, pregunta el hombre que ya entró en confianza.
- A ninguno, dice Dios.
- Hay uno o dos argentinos, dice el hombre, tratando de influir.
Pero Dios no contesta y va hasta la barra donde está la mujer que todos desean. Se sienta a su lado.
- La carne huele bien, dice Dios, tímidamente, al dueño del bar.
- Es sólo un pedazo de lomo...
- Prepáreme uno, dice Dios, el aroma me abrió el apetito.
La mujer sigue en silencio. Dios tampoco habla. Ninguno de los dos mira la danza lenta de esos pájaros viejos vestidos de color negro, con crestas escarlatas que arrastran las patas semihumanas en el televisor. Los minutos pasan o se detienen entre cada canción. De vez en cuando se miran. Cuando la mujer termina el cigarrillo lo aplasta con lentitud contra el cenicero. La colilla se acordeona en su etapa final luego de haber sido aspirada deleitosamente. Dios esboza una sonrisa venida de una memoria ulterior que se anticipa.
Llega la carne rebozada con ron. El dueño del bar llena la copa de Dios con un vino lento y largo. Hace lo mismo en la copa de la mujer.
- Larga noche, dice ella, con una voz venida de los confines del alma.
- Hermosa noche, dice Dios, y su antigua soledad poco a poco va siendo conjurada.

CONTRATAPA: NOTAS DE PARÍS                                                                                            

IRMA BIGNON
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

EL MARAIS
UN RETORNO AL PASADO

… “ Paris es una ciudad maravillosa cuyos arquitectos han construido las más bellas viviendas humanas. Hago voto para que los fraceses restituyan la nobleza a lo que haya caido en ruinas” …
Jean Giraudoux


      El Marais (la ciénaga) es un  barrio  de Paris  que abarca la parte meridional del 3er. distrito y casi la totalidad del 4º. Debe  su  nombre  a  los terrenos pantanosos sobre los cuales fue edificado.
     ¿Quién podía  imaginar  que  el  barrio  del Marais – como la mayoría de los barrios históricos – gozaría  hoy  de  tan  gran  prestigio?. Casas medio derruidas, suciedad por
todas partes, frentes con rótulos de propaganda  muy mal coloreados, comercios de toda clase y una población con pocos recursos que había encontrado albergue sin demasiadas condiciones higiénicas ni de seguridad.
      Cuando Enrique IV, que tuvo el genio del urbanismo, hizo construir la plaza del  Delfín, no sólo para dotar a su capital de una obra maestra, sino para atraer hacia el  este de París a los habitantes que pudieran hacer revivir un nuevo barrio. El resultado fue superior a las previsiones. Aristocracia y alta burguesía empezaron a modificar el aspecto del viejo barrio medieval. Se edificaron magníficas moradas particulares: el Hôtel de Sully (en estos casos la palabra Hôtel significa Palacio), Hôtel Salé, Hôtel de Sens, Hôtel Guénégaud, Hôtel de Soubise.
      El reinado de Luis XIII caracterizó la juventud triunfante del Marais. Una arquitectura de la mayor calidad se cubrió de esculturas, de decorados,  acumulando obras de arte. Predominó el espíritu. Fue un centro intelectual en el que se reunían Pascal, Descartes, Sully, Corneille, Molière y damas famosas como Madeleine de Scudery y Ninon de Lenclos. Y madame de Sévigné presidía su salón intelectual en el célebre Hôtel Carnavalet.  
      Luego de la Revolución Francesa, se reclamó a  la  Asamblea General Constituyente          
la demolición del Hôtel de Rohan y del Hôtel de Sens. El vandalismo tiene también  tradiciones.
      Con el correr de los años, la situación ha cambiado… Las obras de arte, los monumentos históricos suscitan interés e incluso pasión. Se habla de ello, se publican artículos para defender los viejos barrios.
       En el año 1951, el Ministerio de Bellas Artes decidió comprar el Hôtel Sully para restituir íntegramente su carácter original. La fachada se encontraba oculta detrás de dos tiendas de mal gusto. Más tarde fue adquirido por el Estado y fue declarado monumento histórico. De esta manera, esta obra arquitectónica de tanto valor, volvió a adquirir su dignidad, gracias a un esfuerzo de restauración ejemplar.
      Con  la  participación  del  Estado, de las colectividades y de iniciativas particulares,
empezó el trabajo de arquiectos y empresarios de obras, tropezando con fachadas desfiguradas, patios repletos de construcciones parásitas. Es más fácil y más rápido hacer surgir una ciudad nueva que restaurar poco apoco un barrio desfigurado.
      Este barrio tiene también su plaza, testimonio de la preocupación urbanística de Enrique IV, que la hizo construir en 1605 durante su reinado, y luego terminada  por Luis XIII en 1612.
      Primero fue llamada Plaza del Delfin, luego Plaza Real y por último Plaza de los Vosgos. Perfectamente cuadrada, de 108 metros de lado está completamente encerrada por treinta y seis antiguos y característicos palacios con pórticos en la parte inferior y dos órdenes de ventanas. Las fachadas de piedra y ladrillo terminan cada una en un techo de pizarra azulada. En el lado sur, se halla el lujoso Pabellón del Rey reservado a Enrique IV, y al lado  el de la reina. En el centro de la plaza, entre árboles y canteros se levanta la estatua ecuestre en mármol de Luis XIII copia de la de  Pierre Biard, escultor, arquitecto, grabador francés (1559-1609) destruida durante la Revolución. La Plaza ocupa el lugar del Hôtel des Tournelles donde en 1559 murió Enrique II durante un torneo.
      La Plaza de los Vosgos está considerada como una de las más armoniosas del arte clásico.
      En ese conjunto de residencias excepcionales habitaron Théophile Gautier y Alphonse Daudet. En el nº1 nació madame de Sevigné, en el nº 2 vivió Richelieu, en el nº6 Victor Hugo.
      Las mentalidades evolucionan rápidamente. Desde el siglo XVII este barrio ha sido siempre  el lugar del decoro y  la elegancia. Hoy, sigue estando de moda. En medio de su decorado de ladrillo, alternando piedra y pizarra azulada,  se organiza cada año un festival de música.
      Con sus magníficos palacios y su plaza cuadrada, el Marais es uno de los barrios más bellos de Paris.  
      Y como todo tiende a alcanzar la perfección, una constante vigilancia trata de eludir errores estéticos, formas desnaturalizadas o colores abusivos.



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