GACETA
LITERARIA Nº 72– Noviembre de 2012– Año VI – Nº 11
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BEAUTIFUL WORLD
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1 – REFLEXIONES
EDUARDO
GALEANO
(Montevideo-Uruguay)
EL
NACIMIENTO
El hospital público, ubicado en el barrio más copetudo de Río de Janeiro, atendía a mil pacientes por día. Eran, casi todos, pobres o pobrísimos.
Un médico de guardia contó a Juan Bedoian: -La semana pasada, tuve que elegir entre dos nenas recién nacidas. Aquí hay un solo respirador artificial. Ellas llegaron al mismo tiempo, ya moribundas, y yo tuve que decidir cuál iba a vivir.
Yo no soy quién, pensó el médico: que decida Dios.
Pero Dios no dijo nada.
Eligiera a quien eligiera, el médico iba a cometer un crimen. Si no hacía nada, cometía dos.
No había tiempo para la duda. Las nenas estaban en las últimas, ya yéndose de este mundo.
El médico cerró los ojos. Una fue condenada a morir, y la otra fue condenada a vivir.
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2 – CUENTO
MÓNICA RUSSOMANNO
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)
EL SILENCIO POR SUPRESIÓN
Cuando
llegó del supermercado empezó por dejar las bolsas encima de la mesa, y
enseguida buscó lo que necesitaba frío; haciendo equilibrio con las salchichas,
un corte de cerdo y las bandejitas con pollo trozado, abrió la puerta de la
heladera y no se encendió la luz. Pensó que se habría quemado la bombilla, pero
en el freezer el hielo era agua dentro de las cubeteras, y las milanesas habían
perdido su rigidez. Quizás había dejado de funcionar desde el día anterior,
pero recién ahora lo notaba.
Justo
ahora, se dijo, pero siempre el día de hoy es el peor momento para que algo
salga mal. Justo ahora, se dijo, justo ahora que hay que comprar la ropa de los
chicos para el colegio, los útiles, los libros, y se acumulan los gastos de
inscripciones y cuotas. Se recostó contra la mesada, justo ahora.
Después
de suspirar y peinarse con la mano el cabello, le tocó timbre a la vecina y le
preguntó si tendría lugar para dejarle algunas cosas en su heladera. Puso todo
en una bandeja y volvió. La vecina le objetó que estando los artículos descongelados
no era bueno recongelarlos, que hay que consumirlos o tirarlos. Sucedió la
argumentación; ella que no, que en un documental explicaron que no es malo
volver a congelar los alimentos, que no, que para nada, y había la cosa de la
ruptura de las paredes celulares que cambia la textura pero no hace que las
cosas se echen a perder, y mientras tanto con la bandeja arriba de la mesada de
la vecina, y las cosas tan a la vista, los envases abiertos, esa desprolijidad
expuesta a extraños.
Pero
que no importa, de veras, en serio que dijeron que se pueden volver a congelar
los alimentos descongelados, y la vecina que no se convencía y ella que se
sintió absurda dando explicaciones, casi suplicando que le ponga las cosas de
una vez por todas en el freezer, y se hubiese ido si no fuese porque mantenía
la sonrisa y la paciencia porque necesitaba salvar la mercadería, más aún ahora
que quién sabe cuánto iba a costar el arreglo de la heladera.
Por
fin volvió a su casa y se le endureció el estómago cuando pensó que debería
decirle al marido que la heladera no funcionaba. Justamente la heladera, que
era una de las cosas que habían perdido su existencia.
Si
lo que no se nombra desaparece, es como si no estuviese o jamás hubiese
existido, entonces en su casa había una enorme cantidad de objetos fantasmas.
Para
que ocurriese la desaparición de la heladera había sido lo del hijo menor. Dos
años atrás le regalaron un triciclo, y a causa del entusiasmo que le produjo el
triciclo rojo, la misma mañana del cumpleaños no esperó a salir a la vereda, se
subió a su triciclo y cuando intentó girar en la cocina, la rueda trasera chocó
contra la puerta de la heladera y le dejó una dolorosa herida arañada con
pintura roja sobre la pintura blanca.
Desde
entonces, hacía ya dos años, la heladera había pasado a formar parte de la
casta de los innombrables.
Una
vez que hubo gritos motivados por algo, el lugar o el objeto involucrado
quedaban anulados del registro de realidad de la familia. Era una norma jamás
enunciada, pero los niños la acataban perfectamente con esa comprensión animal
de los niños por los climas espesos, los rostros mudos y las expresiones de los
cuerpos torturados. Habían comprendido perfectamente, los niños, que una vez
borrado algo de lo visible y señalable, debían obedientemente enceguecer sus
propios ojos a lo molesto, a lo acaso peligroso.
La
mujer se dijo que para comunicarle al marido que la heladera no funcionaba,
debería nombrarla, decir la heladera no funciona, y ese nombrar la heladera la
traería de vuelta a la realidad tangible, y otra vez quedaría expuesta la
rayadura roja sobre la pintura blanca, y sería nuevamente el grito, quizás el
golpe. Pensó en llamar al service sin decirle al marido, pero jamás lograría
que la arreglasen antes de la cena cuando la necesidad de hielo para el vino
con soda la dejase expuesta.
Quizás
pudiese llamar al service y guardar silencio, y el marido al abrir la heladera
no hiciese comentarios, y la heladera siguiese en modo de fantasma, y el marido
quizás se contentase con fruncir el ceño y mantener un silencio más espeso y no
otra cosa. Quizás se pudiese sortear el mal trago, quién sabe.
Y
justo ahora, se dijo, justo ahora tiene que aparecer la heladera. El televisor
no se nombra desde que la nena se levantó sigilosamente en la noche a ver el
final de una novela, y el padre salió de la cama y arrancó el enchufe de la
pared. El piletín está armado todavía en el patio, y los chicos lo usan, pero
no se habla de él desde que salpicaron demasiado, el agua llegó a la calle y un
inspector municipal les levantó una multa.
La
mujer recorrió la casa y faltaban tantas cosas. Tanto sinsabor había
desdibujado, uno a uno, el respaldar de una cama, una de las bicicletas, la
puerta del placard de los chicos, el piso del baño, un estante del pasillito. Y
aquello también, y la azucarera, y tanto más.
Miraba
desde el recuerdo la casa, y veía su hogar cuando todavía no faltaba casi nada,
y se podía hablar de la cortina, del colibrí en las flores azules, de la
película en el cine y de aquellos amigos que, también, uno tras otro habían ido
desapareciendo.
Abrió
la guía telefónica para buscar un service de heladeras y habló resignadamente.
Recién mañana pasarán a hacer un presupuesto.
Sentada
con las manos sobre el regazo, la mujer anheló el día en que ella y sus hijos
demuestren su absoluta, su inocultable incorrección frente al marido, y puedan
desaparecer finalmente, escapando, por fin, de su mirada.
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3 – NUESTRA POESÍA
FEDERICO RODRÍGUEZ
(Rosario-Santa
Fe-Argentina)
I
Tal vez, podría nombrar la noche
en su luminosa nube de ausencia
o, quizás la tibia placidez de descansar
sobre un poema.
Tras el almendrado mar,
el suave aleteo de la letra
de la muerte
respira en un coral de espuma.
Podría nombrar la caída del color
en el denso desandar de la piel,
ese baile de bellas barcas.
O,
Tal vez
lo que enmudece mudando al silencio
en azulados gritos, abra en el
luminoso foso de mi edad
el eco de un dios que aún persiste,
un ajeno viaje en lo lejano.
II
Y
los días crecen largos como fantasmas
de
un barco hallado en la esquina,
es
un destello que desprende colores
en
la quietud de una ciudad antigua
Algunas
veces bebo de la sospecha
de
haber perdido los ojos en la sombra de un árbol
Y
a veces tiemblo sin sonido,
y
a veces respiro las tormentas, allí mismo donde se gestan.
La
tortuga de tres cabezas camina por el borde sur de la ribera
y
exhala al mundo
Y
desaparezco en tu cuerpo y me siembro en
tu nombre.
Conozco
el camino para escapar del polvo y anochezco siempre.
Afuera
del tiempo, un hombre se encuentra
en
el calmo paisaje de la música
y
alivia su vuelo en la suave despedida de lo que fue
y
cuando no halle a nadie, a nadie que calme este apetito,
la
luna sobre los cables besará la oscuridad
y
estallaré
en la pupila de la noche
III
a
L.
Elevado
desde el silencio
traspaso
las muñecas secándose en las ventanas,
y
cuando todo se derrita a través de la cicatriz de la tarde,
la
puerta de la noche,
como
un relámpago, descubrirá al imán
que
vibra en mi corazón.
Nacimos
en este hogar deslizándonos.
Desde
afuera de mis hombros,
el
pasajero en tu mirada descubre
al
río trasladando el secreto encanto
del
rumor de un grillo revelando al universo.
Nacimos en este hogar paseando
El
espejo en que te disuelves abriga
la
quietud de una rama encendida en la plenitud
de
su viaje.
Al
alba estallaré en mil átomos de luz silenciosa
y
mis manos se envuelven en la sustancia de la espera
de
una plena danza que nos atraviese.
IV
Cuando todo nazca, el desierto se abrirá
sobre tus párpados
Cuando todo nazca, sentiré la breve noche
en el pulsar de la suave brisa
Cuando todo nazca, el deseo estallará
sobre los márgenes de tu piel
Y así, el mundo seguirá bailando
Cuando todo nazca, la sombra de los cuatro vientos
suspirará lo que nadie dice
Cuando todo nazca, la luz se filtrará
a través de un agujerito por la ventana
y será suficiente
Cuando todo nazca, la batalla enterrada en la palma
de mi mano, tejerá la red dónde
la
cálida
caída
del cosmos descansará
Y así, el mundo seguirá bailando
V
Durmiendo al filo del mundo, la palabra ilumina
ahí,
dónde el pulso del sol late
en mi piel
La selva se hunde sobre el silencio de tus ojos,
Y voy cayendo
hacia el umbral del aire
y así, todo estallará,
restos del paraíso disueltos en la calle
En el sonido del universo, despierto
El agradecimiento de
Gaceta Virtual a Marta Ortiz (Rosario)
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4 – ENSAYO
SILVIA
LOUSTAU
(Mar
del Plata-Buenos Aires-Argentina)
JORGE TEILLIER
Y LA POESÍA LÁRICA
Si alguna vez
mi voz deja de escucharse
piensen que el bosque habla por mí
con su lenguaje de raíces.
mi voz deja de escucharse
piensen que el bosque habla por mí
con su lenguaje de raíces.
J.T.
El
poeta romano Ovidio (43 A.c.)
en su obra Las metamorfosis fue el primero en referirse
a los Lares, hijos del dios
Mercurio y Lara.
Se
los representa bajo la figura de
adolescentes, con un cuerno de la abundancia en la mano y vestidos cortos, como corresponde a las divinidades ágiles.
Estos
jóvenes representan las encrucijadas y la prosperidad; se dice también que el
Lar Familiaris era el protector de las familias.
La
poesía de los lares, la búsqueda del paraíso perdido, es la piedra angular de
la obra de Jorge Teillier. Su poesía trasunta la melancolía del ayer, es una
respuesta al desarraigo, el poeta se mostró crítico con aquellos escritores de
su generación (´50) quienes abandonaban las tradiciones, buscando en Europa
vivencias nuevas, como si en su propia cotidianeidad no se hallase la voz poética.
Teillier
se trazó una misión, desde sus primeros manifiestos, relativos a que “no importa ser buen o mal poeta, escribir
buenos o malos versos, sino transformarse en poeta, superar la avería de lo
cotidiano, luchar contra el universo que se deshace, no aceptar los valores que
no sean poéticos” (Tellier, “Sobre el mundo”).
En
su obra se siente el perfume del sur
chileno, de su Lautaro natal, en la provincia de Temuco, donde los mapuches
dejan su impronta, incluso me pregunto si el ánima de Lautaro, el líder militar
mapuche no sostuvo, acaso, la mano a nuestro poeta.
Ese
sur chileno donde:
En el pueblo/donde
algunos me conocen/como el poeta cuyo nombre suele aparecer en los diarios,
/paseo por la Calle Comercio/que ahora se llama Avenida Bernardo O’Higgins
(Como en Santiago). /He comulgado con la tierra.
Voy a la Sidrería…y me
saludan mis viejos compañeros de curso/que sueñan con ser alcaldes o regidores
o comprarse/ una citroneta. (Notas sobre el último viaje del autor a su pueblo natal).
Lugar de barro y polvo
era la aldea/ por donde trascurrían las estaciones de mortecinos pasos/ EL sol
se desmoronaba como una torre de oro/ y la soledad buscaba su imagen de lluvia. (Memorias de la aldea)
Una
estética concentrada en versos directos, es la poesía de la aldea, de sitios
donde la vida transcurre lenta, el ámbito rural donde se esconden los Lares de
Ovidio.
La
lucidez soñadora del presente que se escurre del pasado, un pasado como un dios
propio, esa es la poemática de Teillier; quien ha sido comparado con D.
Thomas y con Vicente Huidobro.
En los vagones de
primera y segunda, incluso de tercera clase/ se habían colado varios viajantes
de grandes firmas comerciales… Me bajé y emprendí solo el camino de los Sueños Polares (Aviso a los Turistas)
¿Huidobro
o Teillier? Ese poema corto es de Huidobro, mas tiene sabor a Teillier.
En
la antigüedad, la poesía tuvo un carácter ritual y comunitario, además de la
religión, fueron surgiendo otras temáticas, como el tiempo, las labores
cotidianas y los juegos. Teillier, que se nombra: borracho melancólico /guitarrista, lunático, poeta/ ha detenido el tiempo. Pertenece a todas las edades.
Él,
como lo decía Huidobro, tiene
derecho a ver la flor que cuida: La
Poesía.
El cielo habla en un
lenguaje gris /y callan la grave voz del vino, /la leve voz del té/ los espejos se fatigan / de
repetir el nombre de las cosas. (El lenguaje del cielo)
Para mí
la poesía es la lucha contra nuestro enemigo el tiempo y en un intento de integrase a la muerte, de la
cual tuve conciencia desde muy niño, a cuyo reino pertenezco., declaraba el
poeta, una visión existencialista de la vida, pero contrapone que está teñida de tristeza, y no
de desesperación; si es muy potente el
sentido de la fugacidad, de irse yendo con cada segundo que marca el reloj.
Esta noche duermo bajo
un viejo techo, /los ratones corren sobre él, como hace mucho tiempo, /pero sé
que no hay mañanas y no hay cantos de gallos, /abro los ojos, para no ver
reseco el árbol de mis sueños, /y bajo él, la muerte que me tiende la mano.
(Bajo
un viejo techo).
Poesía contemplativa. M. Heidegger opina que la
contemplación acontece en diferentes grados del saber, alcanzando una claridad
cada vez diferente, agregaría que la contemplación se alcanza en estados
especiales del artista, como un no estar
en sí mismo, la contemplación mística que lleva a la obra.
Es
así que lo cotidiano, como escuchar a los ratones, ver el cielo nacido tras la
lluvia, la bodega triguera, brotan de la
contemplación, la contemplación del entorno en Lautaro y que Teillier lo
convierte transforma, alquimista,
en poesía.
va mi padre en su Dodge
30/por los caminos ripiados de la Frontera/hacia aldeas que parecen guijarros o
perdices echadas/O llega a través de barriales/a las reducciones de sus amigos
mapuches /cuyas tierras se achican día a día,/para hablarles del tiempo en que
la tierra/se multiplicará como los panes y los peces/y será de verdad para
todos.( Retrato
de mi padre….)
Teillier
nos invita a compartir el pan más simple- cocido en horno de barro- más
sabroso, y tomamos esa hogaza
intangible, sentados, para siempre con él, allá en el límite del mundo, y
compartimos el pan de la palabra. Para siempre.
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5 – CUENTO
GUSTAVO DUFAU
(Barcelona-España)
ENCONTRADO EN UN BAUL DEL SUBCONCIENTE.
Simone de Beauvoir, su
sonrisa , verdades como hojas de plata que hieren el viento, podría amarla,
podría ser Jean Paul y su cara de sapo, podría esperar el fin de todos sus
amantes, podría ser esclavo de sus lecturas en un infinito sueño cibernético
... podría decirles a los niños que no que no abandonen su reino de soles
diminutos, que no que no es su tiempo que no que hay mucho luto todavía que no
que Herodes sonríe detrás de la pólvora, detrás de cada metralla empuñada por
unas manos pequeñas, que no que no que no. ..Sin embargo...cuántos sin embargo!
....Sangró el sol aquella tarde, cayeron los pájaros desgarrando el telón del
teatro de los sueños supe por única vez que era el fin de las hadas, el
suicidio de los colibríes, manos de ángel difuminando huellas de gnomo sobre la
arena, que de aquí en más todas las tormentas llorarían en silencio, que era el
fin de los puentes amarillos de las escaleras azules, de los balcones y los
patios, de los tejados multicolores, que un universo de cloacas, que el reino
de las ratas, que una lluvia de úteros como meteoritos, que por fin el mar
negro como el bostezo final de los dioses...Por una vez, por esta única vez
supe que ser hombre duele más que un verso acribillado, que la memoria del
horror, que la voz lejana de la muerte..Una imagen de Hollywood decadente, como
si fueras Sharon Stone, como si yo fuera Richard Gere, como si David Lynch
pusiera el sonido en nuestras bocas, como si nos observara a través de un
cristal diluido en el tiempo pude ver como estallaba mi pequeño poema huérfano
de niños y soles...
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6 – NUESTRA POESÍA
ELDA SOTTI
(Barrancas-Santa Fe-Argentina)
ENAJENACIÓN
En la travesía
las manos afiebradas del hombre
se elevan
para alcanzar las cúpulas dormidas
que su mente alienada intuye.
En el musgo de la noche
el alcohol lame llagas
y enmudece perturbado
el deseo.
Masculla monstruosas palabras
cuando las primeras burbujas de luz
desvanecen espectros
y en la genuflexión
el hombre se aferra al sueño.
Trapos y cartones
para enfrentar
la intemperancia del vendaval.
ORIGEN
Se abren las entrañas de las sombras.
El camino
extiende hebras infinitas
lúcidas
en
su imperioso afán de entrega.
Las voces
se derraman en los muros
ruedan por anónimos laberintos
y los pasos inauguran la sed
cuando la transparencia
se adueña de las cosas.
Y la sangre
yergue sus relámpagos
y cada pupila busca respuestas
Las voces
se derraman en los muros
ruedan por anónimos laberintos
y los pasos inauguran la sed
cuando la transparencia
se adueña de las cosas.
Y la sangre
yergue sus relámpagos
y cada pupila busca respuestas
en el acontecer
un
acontecer excitado
por el hálito de la luz
maná que multiplica
la obsesiva búsqueda.
LLOVIZNA
Sencillez de cenizas
la aldea.
En el regazo de la umbría
la furia
guardó sus látigos.
Y la tristeza
allí
en el indescifrable silencio
por el hálito de la luz
maná que multiplica
la obsesiva búsqueda.
LLOVIZNA
Sencillez de cenizas
la aldea.
En el regazo de la umbría
la furia
guardó sus látigos.
Y la tristeza
allí
en el indescifrable silencio
de los pájaros
en la ausencia de la llama
en la fatiga de la tierra
en la simpleza del agua
incesante
taciturna.
El agradecimiento de
Gaceta Virtual a Patricia Severín (Santa Fe)
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8 – CUENTO
ALEJANDRO
BOVINO MACIEL
(Corrientes-Argentina)
LA CITÁ DOLENTE DE CORRIENTES
1.
Ya
lo sé, Darwi. Sé que estamos atrapados entre las calles enmarañadas de la citá
dolente de Corrientes, sé que se nos complica la travesía por las fuerzas
contrarias que sirgan desde el pasado de Asunción del Paraguay y el futuro que
conmina desde Buenos Aires-la-Reina-del-Plata; aquí, en medio, está
Corrientes pero nosotros no, vos seguís perdido en ese tiempo de dolor que es
Corrientes allá en los ‘60, yo paseo por las calles de Almagro, en Buenos
Aires, por la vieja avenida Rivadavia, camino por las veredas de la calle
Bulnes, doblando en Díaz Vélez donde los inmensos plátanos enfilados desprenden
finísimas hebras doradas que flotan como los sueños, voy hacia Medrano pisoteando
la hojarasca amarilla que mayo deja caer indolentemente. Deshechos. Caídas de
las criaturas que se disuelven en la nada de donde nunca debimos haber salido,
Darwi. Siempre andaré perdido porque avanzo en mí mismo, en los andurriales de
la memoria guiada por el deseo, Darwi. Pero allá arriba está el deber como una
espada filosa que se mueve como un péndulo, amenazando rebanar la altivez de
las criaturas que se insolentan contra las normas del Señor.
Mal
guía para entrar en el pasado, Darwi, porque esos perros hambrientos del deseo
solamente huelen la carroña, les gusta revolcarse en la mugre, son indiferentes
a las humillaciones y yo busco las pistas de los daños que sufrí cuando era
inocente, allá en el paraíso perdido del pasado.
Deberíamos
buscar a los dos ciegos, pero no sé si valdrá la pena, Ale, aunque rehusemos su
compañía siempre estarán con nosotros, delante de nosotros, detrás de nosotros,
arriba, abajo, al costado, en nosotros, con un mecanismo automático que en
algún momento los mezcla y viene el estallido final,che. Los dos ciegos
seguirán en pie pero nosotros seremos aniquilados en ese instante.
¿Tiene
sentido buscar a quienes nos buscan?
Caminemos
y olvidemos.
¿Olvidemos?
¿Me estás diciendo que ya no te duele el pasado, Darwi, que ya no arde el
recuerdo de 1963? No te creo, eso muerde en la memoria, Vamos, amigo, evocá de
nuevo el seminario y las galerías que compartías leyendo el salterio en Goya,
hacé memoria, en vez de caminar por la calle San Juan de la citá dolente,
volvé los pasos hacia atrás, hasta las ligas agrarias que encarnaban la
teología de la liberación aquí en la tierra llena de prisioneros como los
cavernarios de don Platón, ¿te acordás?, ustedes querían limar las cadenas de
los tabacaleros pero monseñor Vicentín no era amigo de reformas agrarias, que
lo digan el cura Marturet y los demás excomulgados, el egregio obispo monseñor
Vicentín quería mantener los pilares de la sociedad cada cual en su sitio
aunque el edificio se derrumbara, “la Iglesia tiene dos mil años”, les repetía
en cada homilía pero ustedes, novicios contumaces, seguían predicando la
doctrina de un Cristo que venía a liberar cuerpo y alma. ¿Te acordás, querido
Darwi?
Monseñor
Vicentín, cartesiano recalcitrante, les decía que se ocuparan de las almas, que
de los cuerpos se ocupa el gobierno civil, “dad al César lo que es del César”.
Pero ustedes arremetían, que no, que si Cristo resucitó también en cuerpo es
porque el cuerpo le importa a Dios, que si hizo meter a Santo Tomás el dedo en
la llaga fue para demostrarnos a todos que la carne subiría consigo al cielo.
No sólo de almas vive el hombre.
Ni
cuerpos ni almas.
Por
eso mismo, Berti, yo perseguía los cuerpos, algo me decía en el fondo que
Monseñor se engañaba y nos mentía, todo Corrientes era una gran mentira allá
por los ’70, y siguió siendo mentiras en los ’90 paredón y después…
(Fragmento
de la novela "La siesta correntina", en prensa)
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9 – POESÍA ARGENTINA
AMELIA
ARELLANO
(San
Luis-Argentina)
VIVIR
LA PAZ
“La paz no es
solamente la ausencia de la guerra; mientras haya pobreza, racismo,
discriminación y exclusión difícilmente podremos alcanzar un mundo de paz”
Rigoberta Menchú
Que
es la Paz amor, preguntas.
Preguntas
y miras tus doloridas manos.
Intentaremos
ver que hay atrás de los cerrojos.
La
salud, amor, no es ausencia de dolencia.
La
oscuridad no es ausencia de sol.
El
pan no es ausencia de hambre.
La
muerte no es ausencia de vida
Y
la paz, amor, que será la paz?
Puede
ser un niño. Un ave. Un pez.
Un
ataúd, una lágrima, una flor.
Puede
ser la bendita locura del amor.
Un
vaso de agua, y la sed.
La
orfandad y la leche de mis pechos.
Puede
ser el universo y el fuego.
No,
no habrá paz, mi amor:
Mientras
haya tiranos. Mercaderes del odio.
Dictadores,
opresores, amos de la Pacha.
Mientras
la flor y la justicia y la libertad.
Sean,
apenas, una subsistencia.
No
basta subsistir, amor. Hay que vivir.
Hay
que vivir.
LOS
SILENCIOS DEL PECADO
“...Dudo que alguien
pueda leer o escuchar tu historia sin que las lagrimas afloren a sus ojos. Ella
ha renovado mis dolores, y la exactitud de cada uno de los detalles que aportas
les devuelve toda la violencia pasada...”
Carta de Eloísa a
Abelardo
Amo
el “Jardín de las delicias”
El
resultado del cruce de dos rectas.
Imprevisibles
e inesperados triángulos.
La
fuente de la juventud y el huevo.
Oscuridad
y sigilo fecundados. Silencio.
El
silencio del inmortal deseo.
La
sombra quieta de mi padre.
Las
abejas inquietas en el pelo de mi madre.
Amo
al silencio. Los ecos del silencio.
De
las voces calladas. Antiguas profecías.
De
la metamorfosis de una boca.
Del
cazador. Cabalgando. Huyendo siempre.
De
la manos .Números cardinales. A veces círculos.
De
los pies que se van cuando amanece.
El
búho y el martín pescador.
Amo
los hombres-pez.
Las
mujeres desnudas .La tentación.
Los
sabores frutales, tan hondos, tan profundos.
Las
uvas. El cielo y el infierno.
La
bola de cristal craquelada. La inconstancia.
Los
álamos. Los jinetes. Los espinos
Los adioses de corcel, patria en el vientre.
Amo
la lechuza y la flecha.
Los
silencios golpeando mis umbrales.
El
abrazo intacto, embriagado, tendido.
Tu
fatiga descansada en mi cansado pecho.
El
miedo de la lluvia sobre tu piel de jade.
El
temor y el milagro y lo dulce y lo amargo.
Las
mariposas y los mejillones.
Amo
la serpiente, el verde y el azul profundo.
Los
campos rojos y los blancos lirios
Y
los ojos, ah, amo los ojos.
Y
los muertos que veo en los ojos de los gatos.
Los
ojos que han mordido mi nombre.
Los
ojos que ven alambiques y matraces.
Los
ojos que mueren sin mis ojos.
Los
ojos que aman los estanques turbios.
Y
los ojos de Delfina e Hipólita.
Buscándose,
huyendo en su hondo penar.
Y
los ojos de Abelardo y Eloísa.
El
ojo azorado del infierno de Rimbaud y Verlaine.
De
Baudelaire y Louchette.
De
Zorba y Bubulina.
De
Medea y el hombre con un pié calzado.
Atados
a una lira y una cítara.
Los
ojos del vacío que apuestan a la vida.
Los
ojos de la trasgresión y el pecado.
Amo,
los silencios del pecado, entonces.
MI
CORAZÓN HA HABLADO
“El corazón nos corre a
veces por todo el cuerpo, como si fuera un perro perseguido”.
Federico García Lorca
Mi
corazón ha dicho que soy noche y mujer
en un caballo alado.
Que
mis pechos se prodigan en magnolias blancas.
Que
desenredo de tus cabellos los piojos y las liendres del miedo.
Que
quiebro en tu cristal el grito moribundo del cuervo.
Mi
corazón ha hablado y quizá me ha engañado.
Pero,
he sentido en el pecho la resurrección de la paloma.
He
conjugado en sangre el temblor de tu cuerpo.
La
mujer que habla por mi estómago está hecha de sudor y grito.
Y
besa con las piernas y duerme con la boca.
Entreabre
la brecha por donde escapa la turbación y la cordura.
Te
ha hecho un lugar en su manto de ausencia.
Y
has dormido con ella, aun en lechos vacíos.
Mi
corazón me ha dicho, que en el espejo de tu copa, la has visto
Que
tus ojos no caben en la inmensidad de su fiebre
Que
en un vino empecinado, la desnudas... y bebes.
Que
la consumes en resacas y la ejecutas en
el mar infinito, de tu cuerpo.
Que
la has liberado pero vuelve en constelación boreal.
Mi
corazón me ha dicho que la mujer ha elegido ser jinete de la noche.
Y
se acopla a ti en un caballo rojo. En vid. En llamarada
Tu
corazón es una garganta de perros degollada.
Me
ha dicho que sigue en ti, esa certeza tuya, tan desmesurada.
Que
solo cabe en ti, tu insoportable amor aullido, a solas.
Mi
corazón me ha dicho que la mujer huye,
de la noche.
Inadvertidamente.
Tan despacio, como una gota de agua en el desierto.
Dejándote
la duda y la ilusión, tristísima
ilusión.
Un
sueño, un ladrido. Noches de fiebre, un
delirio, un deseo.
Un
deseo.
PÁGINA
10 – ENSAYO
MARÍA
TERESA REARTE
(Santa Fe – Santa Fe – Argentina)
SOLEDADES
El tema del hombre permite diferentes
lecturas. La que aquí propongo es la lectura de su soledad. La literatura
psicológica tanto como la reflexión en general, refieren que el devenir humano
muestra una primera experiencia de separación y soledad, la del nacer.
Conscientes de ese desgarramiento, las madres anhelan restablecer pronto el
contacto con el hijo, luego del nacimiento.
Incluso la Biblia deja ver, en los
orígenes, que el hombre fue expulsado del paraíso. Irremisiblemente. Y los
evangelio relatan que Jesús murió gritando su soledad al Padre; pero también su
amor y su confianza. Por su parte, la literatura ha expresado la angustia de la
soledad, desde diferentes perspectivas. Octavio Paz, por ejemplo, en “El
laberinto de la soledad”, alude a la “nostalgia y búsqueda de comunión.”
A la vez, sabemos con certeza que la vida
acabará con otra separación: la muerte. Todo lo cual pone de manifiesto que la
experiencia de la soledad es constitutiva de la condición humana. Se podrá
decir que no todo en la vida es soledad. Es verdad, porque la experiencia
también nos remite a momentos y estados de plenitud, en los que con júbilo
experimentamos la comunión. Lo podemos apreciar en el vínculo de la madre con
el hijo. En el enamoramiento, sobre el cual Francisco Luis Bernárdez escribía
en un bello poema: “Estar enamorado es sospechar que, para siempre, la soledad
de nuestra sombra está vencida.”
La poesía ha tenido en la Biblia la
posibilidad de manifestar la integración factual de Dios y el hombre. Y mostrar
cómo este último, puede –por su capacidad de amar- alcanzar momentos de lúcida
comunión. Es lo que se puede encontrar en Unamuno, cuando en su poema
“Hermosura” exclama: “¡Hermosura! ¡Hermosura! Descanso de las almas doloridas,/
enfermas de querer sin esperanza./ Santa Hermosura,/ solución del Enigma./ Tú
matarás la esfinge,/ Tú reposas en ti sin más cimiento./ Gloria de Dios te
bastas.”
Cualquiera haya sido, o sea, nuestra
vocación en la vida, llevamos sobre nosotros mismos el peso de una primordial
soledad. La de un espacio recóndito e íntimo, reservado sólo para Dios. Ser
conscientes de esto es tarea ardua, en medio de multitudes y estridencias
diversas. Sin embargo, en ese abismo de nuestro ser profundo, desnudo, experimentamos
también las defecciones de lo humano. Cuando aún amando y recibiendo amor,
comprendemos que esa humana compañía también tiene sus límites. Que los hijos
en algún momento se van, como parte de su propia realización personal. Que aún
aquellas personas que admiramos tienen carencias y defectos. Y que la misma
condición humana –progresivamente- puede tornarse limitante, como lo fue para
el escritor Jorge Luis Borges la ceguera, pesada herencia de varias
generaciones de Borges.
El cual, en sus cavilaciones parece
empeñado en poetizar con lo que le falta al hombre, más que acerca de lo que ya
posee. En su poema “Cristo en la Cruz”, Borges decía: “Nos ha dejado
espléndidas metáforas/ y una doctrina del perdón que puede/ anular el pasado.”
Pero concluye: “¿De qué puede servirme que aquel hombre/ haya sufrido, si yo
sufro ahora?” No obstante lo expuesto, su poesía resulta finamente conmovedora
al mostrarnos este ir y venir del poeta, con relación a Dios.
La existencia humana tiene el carácter de
lo transitorio. En la vida terrenal no hay unión ni figura alguna definitiva.
Ni entre los seres humanos, ni entre el hombre y Dios. Los encuentros
interpersonales son, con todo su valor, sólo una fase preliminar para el último
y definitivo encuentro con Dios. Pero el último recorrido del camino hacia Dios
está marcado por la soledad.
Por cierto que no hay que confundir la
soledad con el aislamiento. No es a esa forma de soledad a la que en última
instancia me refiero, sino al vacío interior. Al espacio despojado de
distracciones, que no es fácil lograr, porque estamos expuestos a cualquier
forma de huida. Incluso porque el silencio y la soledad no concuerdan con las
tendencias culturales de nuestro tiempo.
No obstante, del núcleo de la persona
emerge la conciencia de Dios, que busca el abismo de nuestra soledad. Entonces
el alma sabe de la paz y el gozo del encuentro con Dios, que es Amor.
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11 – CUENTO
JULIO RUDMAN
(Godoy
Cruz-Mendoza-Argentina)
HABÍA
UNA VEZ UN PUEBLO.
Había
una vez un pueblo. Quiero decir, un territorio con una plaza, un edificio
municipal, un templo religioso, una escuela primaria y un colegio secundario,
una farmacia, un salón de usos múltiples (a cargo del Maese Guillermo Plus
Essen), un club social, una canchita de tierra, un cafetín, una comisaría y su
comisario, un almacén de ramos generales, una veterinaria y sus animales, un
psiquiatra y sus pacientes, un médico y su consultorio, un contador y un
cuentista, un poeta y varios verseros. O sea, ese pueblo tenía un pueblo.
Quiero decir, mujeres y hombres, niños y ancianas, abuelas y nietos,
trabajadores y parásitos, pájaros y pajarones, vacas, toros, caballos y
terneros con su dueño agrícolo y ganadero, ternuras y durezas, gatos y gatas,
perros y libélulas.
Pero
lo que caracterizaba a ese pueblo es que tenía dos fuentes. La Fuente Nueva y
la Fuente Vieja. Oficialmente el pueblo se llamaba Villa Las Luces y había sido
imaginado, quiero decir fundado, por el sargento Emilio González Mediasuela, un
desertor del ejército del general Tulio Pétreo, allá por los años 50 del siglo
fenecido. Emilio hacía ostentación de ser el último eslabón de una familia de
zapateros remendones. Era tal la importancia que ambas fuentes tenían en la
vida cotidiana de la zona que todo el mundo lo conocía como Dos Fuentes, pese
al reclamo inclaudicable de su creador y el beneplácito de los contertulios del
bar que amaban la penumbra y abominaban de los excesos lumínicos. Incluidos los
semánticos.
Los
habitantes compartían casi todo. Menos las fuentes. En la Fuente Nueva se
reunían los escolares, enarbolando sus primaveras, aún en invierno. Las chicas
con sus bellezas al viento y sus cuerpos dispuestos. Los chicos, como es
natural, aprendían de ellas a transitar los caminos del placer. Sí, el orgásmico
también. Se metían en las aguas frescas para saciar la sed y mojar sus calores
juveniles con la inocencia de los zorzales nuevos, la convicción de los pájaros
carpinteros y la estética de los colibríes. Como en todo pueblo que se
precie estaban los impacientes. Siempre querían mucho más, por eso no
llegaban a tiempo a ninguna fiesta ni ayudaban a preservar las mejoras del
lugar.
La Fuente
Vieja recibía personajes raros. O no, según se mire. Todos los mediodías decían
presente la Rubia Blonda, mística apocalíptica y adivina frustrada; Rosa
Lepetit, mujer con la insólita costumbre de almorzar en público; Federico
Robledo, que hablaba sólo con el lado derecho de la boca; Luis Newtown, mozo
extranjero que tenía la manía de robar las propinas de sus colegas cada dos
años, exactamente el mismo día, 28 de diciembre; Hugo Track, dueño de la
empresa de camiones y coleccionista de camperas de cuero; el showman George
Badmilk, un mediocre imitador del periodista norteamericano Michael Moore; el
Colorado, sobrino colombiano del empresario F. Drina; señoras benéficas con
fotos de gente pobre; el comisario Leopoldo Pí y Cana y sus esposas; la Pato
Toro Rico, ejemplar femenino de alcurnia deteriorada; José Hostia, el
nonagenario sacerdote, conocido como el Padre, Papá, Tío y Abuelo, según el
grado de cercanía de quien lo mentaba. Las fiestas organizadas en días de
guardar guardaban las formas exteriores, pero tenían, invariablemente, un final
orgiástico. Entre ellos se reconocen como gente, socios, parientes o clientes.
Del
cuidado de la Fuente Nueva se ocupaba la maestra, los trabajadores y los gatos
noctámbulos. Entre ellos se reconocen como hermanos, camaradas, amigos,
compañeros.
En
la Vieja monta guardia un tipo que padece enanismo ético, una enfermedad propia
de estas comarcas. Parapetado detrás de anteojos culo de botella, recibe
instrucciones permanentes de su jefe, el capomafia del lugar, conocido como
Héctor Imán Tado, aunque se supone que su verdadero nombre se perdió en una
encrucijada de los tiempos. El guardián de la fuente decrépita está tan
consustanciado con su función que ha adoptado para sí el nombre de ella, pero
en italiano como un homenaje eterno a Don Corloene, pariente lejano. O próximo,
según se mire.
Como
corresponde, se lo odia profundamente, pero nadie intenta hacerle daño porque
dicen que se irá descascarando al ritmo natural de todo organismo putrefacto.
Igual que la Fuente que le mandan cuidar.
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12 – POESÍA ARGENTINA
NECHI DORADO
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
SENTENCIAS
“Multiplicaré en gran manera tus dolores y
parirás con dolor”.
Y con dolor los parió, nomás.
Y se hicieron hombres y mujeres en medio
del dolor.
Y hasta los vio morir
cuando la guerra fratricida
reventó los espejos de sus almas.
Y vio a un hermano asesinando al otro,
inducido.
Y vio a un padre llorando sobre el
despojo
humeante,
de lo que fuera su simiente
florecida,
disecada,
arrancada antes de tiempo
de la vida.
Y cuando alguien dijo, habrá un mañana,
ella volvió a temblar.
Y descansó su rostro entre las manos
callosas,
recordando la sentencia:
“Multiplicaré en gran manera tus
dolores…”
II
“Ganarás el pan con el sudor de tu
frente”
Y no ganó ningún pan,
apenas las migajas que caían
del plato del gamonal.
Y recordó nuevamente
la sentencia…
III
"Mi carne es verdadera
comida, y mi sangre es verdadera bebida".
Y fue caníbal el hombre y la mujer,
cuando transubstanciaron el pan
diciendo que era el cuerpo del Padre.
Y fue vampiro cuando se bebió la sangre
Transubstanciada también.
Y siguió multiplicándose el dolor
por esta tierra.
Y ella volvió a recordar
tantas sentencias
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13 – ENSAYO
MIGUEL
ANGEL GAVILAN
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
OLGA
OROZCO
Escribe
grafemas de ceniza, empuñando la piedra que guía los presagios. Y con cada
letra, la oscuridad semeja otra luz, el sol converge en piscis y el corazón es
un talismán invulnerable.
Desde
lejos se precisa que la maga está en el territorio de la palabra, deshilvanando
al sujeto más endeble: aquél que carece de nombre. Allá, resabia pócimas
robadas a la dicha y vaticina, sin que la realidad detenga sus mutaciones, que
en la arena de los silencios, entre selvas y ladridos, habita la que siempre
supo lo que ahora sabía.
Envuelta
en fogatas, en paisajes de alucinación salvaje, Orozco organiza, con cada
poema, una visión de lo imposible. Y retrata el anhelo de saber,
materializándolo en su indagación más pura: la magia.
Recomponiendo
la idea de que el poeta es un chamán, es el que tiene sobre sí la voz de decir
las voces, Orozco impone su poesía como rito iniciático, remontándola desde el
despertar mismo de la muerte.
Nacida
en Toay, zona que la poeta definió como el lugar de los médanos andariegos y
las mendigas con abalorios, sus ojos claros fueron los de la videncia. La pausa
imponente de su voz albergaba uno de los tantos nombre que tenía lo Eterno.
Fue
madre literaria de Alejandra Pizarnik y las dos transitaron París buscando en
las rutas de Cluny, las tentaciones impresas en la Dama del Unicornio. No
siempre fue social y no siempre la quisieron. Le temía a la muerte y exhortó el
nombre de su madre para no dejar de estar sola.
Su
poesía, por instantes compleja y cerrada como un mal sueño, oscila entre la
oración y la blasfemia; nos arriesga por un túnel sahumado de azufre y azúcar,
para liberarnos por fin, saciados y conversos.
Pero
en un punto, como se llega al placer, sus textos se vuelven claros mediodías;
las cartas de la adivinación, reconfortan y esa inquietud perpetua de no
conocer el costado del olvido, se transforma en un valle calmo y solitario.
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14 – CUENTO
GRACIELA
MITRE
(Rosario-Santa
Fe-Argentina)
DE
REGRESO
Llegamos
a la tardecita. Se abrió la puerta y apareció una mujer alta y delgada, con el
pelo recogido en la nuca, a lo Eva. La casa era grande, señorial, como la
mayoría de las mansiones de Oroño, tenebrosa, demasiado cerrada y húmeda para
mí que estaba acostumbrada a casas
pequeñas de techos bajos y soleadas.
La
patrona no me gustó de entrada, se lo dije a la tía. La tía era brava al igual
que todas sus hermanas. Le temía a mis tías, las hermanas de mi madre. Siempre
tan sargentas y gritonas que me hacían temblar. Pero la tía insistió y me
empujaba despacio hacia adentro por miedo a que escapara y la hiciera quedar
mal. Nunca quería quedar mal, ni con sus amigos y mucho menos con la gente
rica, se mostraba melosa, exageradamente amable, se rompía toda mientras que
con nosotros, los sobrinos pobres del campo, era tan agria como implacable.
La
tía al ver mi gesto se acercó aun más y con una voz de paciencia inventada
repetía; “quedate, quedate, vas a estar
bien”. Finalmente convencida o harta de escucharla, le dije que me iba a
quedar. Una mucama recomendada para una familia recomendada.
Las
muchachas de campo, regordetas, de mirada baja y cachetes rojos, eran muy
buscadas por las señoras ricas; podían hacer a su antojo.
Pero
a mí nunca me importó nada, si la señora no me gustaba me iba y listo y la tía
lo sabía. No necesitaba de mucho para darme cuenta, con la mirada era
suficiente y los ojos de esta mujer no tenían lo que yo quería, en nada se
parecían a los de la señora Elena, llegué a su casa, me miró, la miré y nos
gustamos, rubia y suave con una sonrisa brillante capaz de producir alegría en
el primer saludo, esta mujer en cambio tenía ojos amargos y labios apretados de
pollo.
Pero
esta vez me quedé “pruebo y veo que hago”, pensé. Enseguida me presentaron al
señor, un gordo petiso y pelado con cara de bulldog como la de tía. Tenían una
cocinera quién antes de irse me acompañó hasta mi cuarto. Un altillo aislado y
mugroso, con un roperito poco generoso. Ni bien bajé la señora que cocinaba ya
no estaba. Me puse un delantal que estaba apoyado sobre la mesada, lavé los
platos, repasé el piso de la cocina y subí a mi habitación.
Las
sábanas olían mal, no tenían olor a sol como las de mi casa “pobres pero
limpios” repetía mi madre hasta el cansancio, y era verdad, pobres, limpios y
con orgullo, nada de ropa extraña, usábamos lo nuestro, lo que se cosía en
casa, nunca deshechos ajenos.
Apenas
descansé esa noche. Tapé las sábanas con una toalla limpia que había traído de
casa y como pude me dormí.
Todo
transcurría en silencio. El matrimonio desayunaba cada uno sentado en la punta
de la mesa sin cruzar algún comentario. Él con el diario en la mano y ella
compenetrada en el vacío de su pensamiento. Apenas un frío saludo y cada uno
partía hacia su lugar de trabajo “aquí voy a poder trabajar tranquila”,
pensé.
La
señora estaba ausente casi todo el día. Daba clases de historia y geografía en
el Normal y luego se iba a la casa de los padres hasta la noche. El señor era
abogado y cuando no estaba en los
Tribunales se la pasaba encerrado en la oficina de la casa. Apenas si me
dirigía la palabra, salvo cuando quería algún café.
Según
la cocinera, el matrimonio no andaba nada bien. Se decía por allí que la señora
tenía un amante o algo así, que en realidad después del colegio no se iba a la
casa de los padres, que dormían en el mismo dormitorio y no en la misma cama,
etc. Yo no sé si era así, mientras a mí no me molestaran todo estaba bien. Si
no hubiese sido por el comentario del verdulero que me dijo “piba cuidate” podría haber seguido
relajada como al principio, pero esas dos palabras me habían empezado a
intranquilizar, por algo lo había dicho, algo sabía que yo desconocía ¿pero
qué?
Era
sábado y llovía. La cocinera no volvía hasta el lunes y la señora había viajado
con sus padres el fin de semana entero. Cruzamos alguna que otra palabra con el
señor en todo el día y ni bien oscureció me encerré en mi habitación.
La
lluvia es distinta en la ciudad, como más bulliciosa, coquetea con la gente,
pega en el pavimento, la muerden los autos, estalla. En el campo en cambio se
silencia, ya sea sobre el pasto o absorbida por la tierra. Me acurruqué en la
cama, había refrescado y la colcha resultaba insuficiente.
Recordé
a mi familia, hacía tiempo que no veía a mi madre ni a mis hermanos. ¿Seguirá
emborrachándose el viejo, rompiendo los pocos muebles que tiene la casa? ¡Qué
infierno Dios mío!, pero se trataba de mi casa, de mis afectos, ni siquiera la
tía había dado señales de vida, me dejó acá y no volvió más.
El
viento agitaba la celosía de la ventana, los faroles del boulevard se habían
apagado. Mi pieza y yo, el altillo sobre una terraza desolada ajeno a la casa,
parecíamos pequeños objetos aislados del
mundo.
El
movimiento incesante de la persiana de la puerta me hizo levantar una vez más.
Entre ella y yo se encontraba una mano, ancha, blanca, furiosa, intentando
entrar en mi habitación. Empujábamos, mis manos desde adentro y la otra desde
afuera. La voz del señor gritaba “dejame
entrar” “dejame entrar gorda de mierda”. No sé de dónde ni cómo, pero pude
apretar más y más hasta casi estrangularle la mano. Los dedos se le estaban
poniendo morados, le dolía, gritaba y me puteaba a más no poder. “Si no sacás
la mano te la parto, viejo de mierda”, le dije y la sacó.
No
pude seguir durmiendo, solo temblar y pensar cómo haría para irme de allí
cuando amaneciera si la señora ni la cocinera estaban.
Me
preparé la ropa, ordené la cama y me quedé allí detrás de la persiana de la
puerta esperando. El silencio en esos momentos era miedo y audacia a la vez
pero me animé a salir, espié, bajé con cuidado las escaleras, en puntas de pie,
no había nadie a la vista. Por suerte me habían dejado una llave y la tenía
conmigo y me fui.
Seguía
lloviendo y la lluvia dolía. Caminé por el boulevard tratando de recordar el
camino que habíamos hecho con la tía el día que me llevó a esa casa. Me paré en
una esquina, pensé, estaba perturbada pero podía pensar, ubicarme.
Era
domingo y pasaba un colectivo de vez en cuando. Esperé, muerta de frío y
cansancio. Un patrullero se detuvo y me preguntó si me pasaba algo, les dije
que no, que solamente necesitaba saber si por allí pasaba el colectivo que iba
hacia las cuatro plazas. Cuando supe que estaba en el lugar correcto me
tranquilicé. Sabía cuantas esquinas tenía que atravesar el micro, las había
contado en el viaje de ida y así llegué.
Bajé,
las plazas estaban en su lugar, atestadas de agua y la casa de la tía se
encontraba hacia la izquierda, por la calle lindera a la capilla. Caminé hacía
allí, eran apenas tres cuadras en las que la cabeza me trabajaba a mil,
pensando en lo que me diría la tía cuando me viera llegar. Seguramente se iba a
enojar y no ahorraría palabras de mal gusto y como si todo fuera poco, le
avisaría a mi madre y le contaría la historia a su gusto.
Toqué
timbre, la cara me llovía de tanta agua y miedo. Insistí una y otra vez; si la
tía estaba ausente, estaba muerta, no tenía donde ir. Finalmente abrió, tenía
los ojos más crispados que nunca. Sonreí como pude y sin darme tiempo a nada
preguntó qué hacía allí, porqué no estaba trabajando en lo de la señora
Asunción. Le pedí entrar, que me alcanzara una toalla y si no era mucho pedir,
una taza de café caliente.
Estaba
también mi otra tía, la del campo, una vieja alta y mandona de la zona de Roldán. Ambas se sentaron a escucharme. Conté
con lujo de detalles lo que había pasado. La reacción de ambas no se hizo
esperar.
Pero
esta vez no me gritaron, no me dijeron que era una cagona, a pesar de mis
catorce años recién cumplidos, ni una vaga, ni nada de esas cosas que piensan
de mí, se miraron y sonriendo comentaron; “tenés
agallas nena y eso está muy bien”.
La
tía me prestó un camisón suyo, largo de franela estampado de cuellito redondo
ribeteado en broderí y preparó, exclusivamente para mí, una cama con aroma igual a las de mi casa.
Una vez más, el lema familiar me protegía: pobres pero limpios. Y me dormí.
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15 – POESÍA ARGENTINA
JORGE FALCONE
(La Plata-Buenos Aires-Argentina)
NO VINE AL MUNDO A DAÑAR A NADIE
No vine al mundo a dañar a nadie,
testigo son
la araña, la oruga y
la hormiga de mi parque.
Y claro que no olvido
que ante el Imperio fui espartaquista,
dulcinita contra el feudo,
apátrida y subversivo en tiempos
de la reacción genocida…
Sin abjurar de la acción directa,
vuelvo a optar por el consenso:
Matar es el último recurso
y siempre lo inauguran ellos.-
ELEGÍA A MARGARITA ALBERTELLA
Porqué evoco a la directora
de mi jardín de infantes,
si nunca me retó?
(y por qué ese espacio así se llama?:
es acaso el correlato primordial
del Parque de la Ancianidad?)
Si su prédica no excedía
un mundo de engrudo y plastilina,
de papel creppe
y de tiza,
porqué se empeña en volver
su tan ajada sonrisa?
Vislumbro ya la vejez y
aquella dama igual me visita.
¡Almidón de mi memoria,
que guarda las cosas lindas!
BUSTERQUITO
Mi vieja te llamaba así:
Busterquito.
Otros,
El Cómico de la Cara de Piedra.
Nunca entendí porqué el humor
escogió un rostro ganado por la pena.
Mi memoria te descubre en Candilejas,
viejo y a la sombra
del payaso Calvero.
Amante del engaño perceptual,
no te rebajaste al
sopapo ni la torta de crema,
ni hiciste demagogia
vestido de linyera.-
A Rolando Revagliatti
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16 – ENSAYO
FANNY TRAINER
(Rosario-Santa Fe-Argentina)
POSTMODERNAS CREENCIAS
¿Qué
será lo que creen aquellos que golpe tras golpe, incesante golpe –reclamos
insensatos- golpean el fondo al revés de las ollas? Les vendría muy bien –eso
creo- intentar construir, formar rondas uno al lado del otro, para danzar
moviendo cabezas con pies –pies sin cabezas- para ver si se les puede, entre
tanta danza, entre tanto ritmo monocorde y agudo, entre tanto ruido metálico y
chillante, entre tanto acero y litio, a lo mejor, digo…, se les puede cumplir
un sueño; ¿cuál sueño? El que se les construya con magia un drone para volar y
pedir ayuda a los buenos Reyes Magos, los dueños del planeta. Un drone…, claro…, los soñadores también son buenos, son
lindos, son limpios, ¿casi se parecen a los dueños del planeta? A lo mejor son
sus descendientes…, pienso.
Eso
creo que creen entre golpe y golpeteo, entre gritos furiosos y mirada saltona,
entre tanta y tanta bota de cuero. Eso creo que creen.
-¿Qué
cosa creen?
-Que
son los descendientes de los Reyes.
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17 – COMENTARIOS DE LIBROS
J.M.TAVERNA IRIGOYEN
(Santa Fe-Santa
Fe-Argentina)
CARLOS ROBERTO MORÁN: un
armador de
vidas
Cierro el libro de Carlos Morán. Han dejado de hablarme
sus personajes creíbles, habitados de silencios, protagonistas a veces de
escenarios inverosímiles. Han dejado de impresionar mis sentidos con
sus vidas simples y a la vez complicadas. Cada uno en su temperatura. Pero
todos, sí, todos con un aura en común: criaturas inocentes. Porque eso es lo
que emerge de los sucederes de cada uno, de la historia que cumplen en informar
al lector. Historias que van de una realidad dura, intransigente, a una suerte
de fantasía a descifrar. Cosa extraña: ninguno de ellos se queja por lo que le
pasa; ninguno clama por un destino diferente; todos -de una manera o de
otra- aceptan el papel que les ha sido dado. Catorce historias -me
resisto a llamarlos cuentos- que no entrelazan situaciones porque no hay por
qué que así suceda, pero en cambio desgranan con parejas cualidades
psicológicas la voluntad de seguir viviendo.
La enigmática Morena que rescata la memoria para
que no la reencuentren los sentidos. El hombre que acepta con resignación su
nuevo rostro de pez. La importancia que puede generar en la autoestima de un
ser pequeño la vestidura de una prenda importante. La visita de Dios como un
premio a la apuntada inocencia. El té de las cinco embozando la tragedia de un
derrumbe. La magia del circo transformándolo todo en su circularidad de
asociaciones. La perturbadora genética, ocultando y desocultando sin
piedad. El drama y la comedia del carnicero encerrado en su roja cólera de
carne. Un Hopperr redivivo en la escena. Raúl y esa secuencia de hotelería barata
que preanuncia que algo grave va a pronunciarse en la noche. Ese último
habitante que se queda solo porque el mundo es demasiado grande. Y La
historia del mago y la mujer desesperada -aquí sí, una nouvelle-
donde cada actor desarrolla su parte con veteranía y el clima,
entre obsesivo y frágil, se torna una secuencia
de desencuentros dramáticos.
Criaturas inocentes todas. Que les toca esa
nombrada voluntad de seguir viviendo, como si todo debiera
indefectiblemente arribar a un final, por más doloroso que éste sea. Debo
admitir que Morán los acompaña bien. Sabe lo que hace para que cada uno
interprete su parte con convicción y, a la vez, con ese dejarse estar de
las emociones que ya no pesan demasiado...Extraño clima de aceptación y de
rechazo. De tristeza compartida. De una cierta nostalgia que no tiene ni
principio ni fin.
Debo reconocer que esos personajes -bien
burilados y definidos en sus actitudes y en sus desencuentros- son criaturas de
todos los días.A pesar que por ahí entren en ciertas brumosas irrealidades, son
personajes tocables. Por eso, quizá por eso, las historias de este autor
cobran otra vida. Secuencias de un barrio que no tiene nombre. Espectáculo en
un circo de función única. Representación de la misma historia vivida
ayer...Este Morán articula todo con serena voluntad, sin rupturas perceptibles.
De ahí que su literatura (me cuesta poner aquí esa palabra) resulte creíble, no
obstante los sesgos de oníricos enlaces, de espejos deformantes, de
alucinaciones traspuestas con habilidad. Un mundo dentro de otro. Que está
dentro de otro. Sí: como cajas chinas. Y de la última saldrá no la resolución
del enigma, sino la consecución de la forma-vida. Esa que late.
Pienso en lo incierto que es encerrar en un
mismo cuerpo tantos personajes, con vidas tan cruzadas. (No sé si la palabra
incierto está bien usada). Pero a Morán le ha resultado la aventura. El no es
un cuentista, aclárese. Es un armador de vidas, que después las
convierte en historias. Proceso sutil, intenso, nada fácil sin duda. Pero, en
su caso, no traiciona a ninguna de esas vidas. Y eso es lo importante.
Le escribiré a Carlos Morán, entonces, para
agradecerle la lectura de este libro.
Historia del mago y la mujer desesperada, por
Carlos Roberto Morán. Ediciones Palabrava/El Litoral. Santa Fe, 2012.
NORAH LORENZO
(Haedo-Buenos Aires-Argentina)
TÍTULO: Los hijos del general
GÉNERO: Novela
AUTOR: EDGARDO DEVITA
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires)
Años después de la muerte del padre,
sus hijos se entran que el ex militar no solo había participado de la
represión, cosa que hasta entonces no se sabía, sino que además la empresa que
hoy ellos manejan fue usurpada en 1977. Este hecho conmociona y divide a los
hermanos, mientras que el mayor descree de todo y culpa al
"periodismo marxista" por haberse hecho eco de esta
información, el menor en cambio insatisfecho con las explicaciones que le da su
madre y su tío decide no solo alejarse del negocio familiar sino también
tratar de conocer la verdad.
Para ello se acerca a una
organización de Derechos Humanos donde sabe milita el hijo del antiguo
propietario de la empresa.
En su segunda novela (la primera IMBERBES, esos estúpidos que gritan 2005) el autor a partir de un hecho verídico plantea un problema de conciencia: que hacer ante una realidad sorpresiva y desagradable, desestimarla o averiguar la
verdad.
Los hijos del General
aborda la relación entre hijos y padres vinculados con la época de la
dictadura. Una denuncia, un padre fallecido, el ocultamiento del resto de la
familia y el quiebre entre los hermanos.
Tiene una narrativa
lograda, una trama atrapante, que se deja leer, y aborda con
profundidad humana uno de los tantos temas que a la historia todavía le
cuesta analizar
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18 – CUENTO
TANIA ALEGRIA
(Lisboa-Portugal)
ALGÚN
DÍA
Y
no te callas, Oscar, y no te callas. Algún día dejaré de escucharte, no sé
cómo, no sé cuándo, pero algún día no te escucharé más. Si no fuese
a causa de la lavadora sería por cualquiera otro motivo, dices que
estropeo todo lo que toco pero a ti no te interesa saber que la lavadora lleva
años funcionando todos los días, no vas a perder la oportunidad de decirme
torpe e imbécil. No te callas, Oscar, y yo estoy muy cansada después de todo el
día trabajando, los niños tan revoltosos, tú con toda esa rabia, y aún
me toca hacer la cena. Y tú insistes en que no soportas mi dejadez.
Conozco tan bien tus furias, Oscar. Es siempre lo mismo. Ya lo veía venir. Me
acusas de que no conseguiste el ascenso por mi culpa, de que si tuvieras
una casa presentable y una mujer capaz podrías invitar al jefe a venir a casa,
y ofrecerle una cena, pero no, con una mujer como yo, ¿cómo podrías hacerlo? Lo
peor es que te enfureces cada vez más a medida que gritas conmigo. Si
al menos me dejaras sola en la cocina, fritando las malditas patatas, si al
menos aquí yo pudiese tener un poco de paz o silencio. Pero no, Oscar, tienes
que cumplir el rito completo, del insulto al puñetazo. No sé cómo ni cuándo
dejaré de escucharte, Oscar, pero sé que algún día pasará. Ya imaginé tantos
modos de cómo acabar con esto, de cómo acabar con todo, pero después
pienso en los niños, cuando no me tengas a mí para insultar y abofetear te
volverás en contra ellos, descargarás en ellos tus frustraciones, tus iras, tu
violencia descontrolada. No puedo más Oscar, no podré aguantar mucho más tiempo
esta puñetera vida. Algún día esto tiene que acabar. Ahora me atormentas a
causa del coche que no puedes comprar, de lo que sería tu vida si no te
hubieras casado conmigo. Me callo, Oscar, porque es peor cuando te
respondo. Sólo deseas que te conteste para pegarme. Algún día dejarás de
hacerlo, Oscar, no sé cómo, no sé cuándo, pero algún día será. Me da
vergüenza cuando salgo al pasaje y las vecinas me miran, todas las noches
escuchan como me gritas, como me insultas, y saben que me pegas. Y los niños
tienen miedo, tapan sus cabecitas con la ropa de cama cuando en la noche
están acostados y te oyen gritar. Y ahora qué, Oscar, también soy culpable de
que la casa necesita pintura, de que tus pantalones están mal planchados, y
ahora qué, Oscar, ¿cuándo vas a callarte? ¿Cuándo tendré fuerzas para acabar
con esto, para dejar de escucharte para siempre? Algún día no estaré aquí,
Oscar, ya no debería estar. Hay tantas maneras de huir, el gas, el veneno, los
raíles del tren. Algún día, Oscar. Si no fuera por los niños… Ya te
acercas y gritas cada vez más fuerte. No descansas hasta que no me das una
bofetada. Ahora me dices ramera y ya no me callo: ¡ramera es tu madre! Grito
para apurar el puñetazo que siempre llegará, más tarde o más temprano, aprendí
que mejor si más temprano. Era lo que querías. Vienes hacía mí con aquella
mirada que conozco tan bien, el aliento de animal, la fuerza
concentrándose en el brazo con que habrás de golpearme. ¡Ramera es tu
madre! Vuelvo a gritarte. Y te acercas más. Mejor así, después de pegarme te
irás al cafetín emborracharte y lastimarte de la puta vida, y yo terminaré de
freír las patatas y daré la comida a los niños y me echaré en la cama para
llorar con la boca enterrada en la almohada porque no me escuchen. ¿Hasta
cuándo, Oscar? Te miro con rabia de ti y con pena de mí, los brazos caídos, la
garganta seca. Ahora me dices puta. ¡Puta es tu madre! Consigo gritar y giro la
cara para esquivar el golpe, cierro los ojos y empiezo a levantar la mano
para proteger el rostro, pero el golpe tarda, el golpe no viene, abro los ojos
y de repente veo. Veo y comprendo. En una fracción de segundo tu mirada aterrada
baja de mi cara a mi brazo, de mi brazo a mi mano, de mi mano al mango de la
sartén, del mango del sartén al aceite hirviendo. No lo había pensado, Oscar,
pero ahora lo veo en tus ojos: hoy es el día.
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19 – POESÍA AMERICANA
ALFREDO VILLANUEVA COLLADO
(Santurce-Puerto Rico)
-PROYECTO NEOLIBERAL EN PUERTO POBRE-
Para todos los que luchan contra el
Imperio
Territorio más desdichado del planeta.
No existen camellos que aplasten
pirámides,
o pasen por el ojo de ninguna aguja.
Sólo existen cuerpos aporreados
por el sistema único, que domina
las cuatro aristas de los espacios.
Todos, vasallos. Todos, esclavos.
Y rebelarse asusta a cualquiera.
La masacre total, definitiva,
guillotinas
en cada esquina. La segunda
enmienda
del psicópata imperio, sumergido
en la orgía de su propia sangre.
Y qué se puede hacer con quien desea
renegar. Quien ha aprendido:
cuando se destruye se rehace.
La noche mete miedo. Es necesario
aceptarla. El laberinto abre
sus fauces. No se puede
al fin y al cabo profanar la
fatal
biología, ni la mala suerte
de haberse coagulado en el útero
de un espectro de isla. Se
entrega,
feto banal, fútil sacrificio.
Confronta los esbirros. Los caballos.
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20 – ENSAYO
SILVIA
DELGADO FUENTES
(Sopelana-Euskal-Herria)
POESÍA
Y DESÓRDEN
Ocurrió
siempre, en todos los reinados hubo artistas complacientes.
Arte masturbatorio que produce un placer inmediato, que no cuestiona, que no altera el orden.
Hoy también sucede, existen muchos poetas- mercaderes que escriben al dictado y silencian el horror de nuestro tiempo, quizá porque no quieren verlo, quizá porque no quieren asumir el riesgo, quizá porque su corazón anda a trompadas y necesita, para caminar correctamente, halagos y prebendas.
Esos poetas que llenan sus versos de moralejas, de jabón que limpia toda esta sangre, los que se empeñan en enterrar las utopías, la esperanza, los que ignoran esta barbarie cotidiana de las cárceles, de la inmigración, del desempleo, de la violencia en todas sus formas, los que hacen oídos sordos a la censura, a la represión, a la persecución de las ideas, los que callan una y otra vez, cobardes o acomodados, los que cierran los ojos para contar silabas y no ven que cada dìa sentimos más asfixia por el recorte de nuestras libertades, los que no gritan y continúan con el empeño de ordenar sus versos para leerlos bien peinados mientras los patíbulos crecen y crecen los verdugos, los que se muerden la lengua antes de afirmar que la super- explotación del ser humano es demasiado evidente, los convierte inevitablemente en cómplices, en dóciles perros con amo.
Yo propongo otra cosa a los poetas, una poesía de la ética.
Una poesía necesaria, que desafíe, que rete al poder, que no se acobarde.
Una poesía critica, hipercrítica, que esté dispuesta a perder para ganar en decencia.
Propongo que los poetas señalemos incansablemente los crímenes perfectos de nuestro tiempo, propongo que nuestra poesía sea pan y sea queja, sea subversiva, que desordene, que salga a la calle para recoger la amargura de vivir en esta sociedad donde solo vale lo que es rentable.
Debemos limpiar a la poesía de mentiras y dejar que hable en esta tierra zurcida con dolor.
Para que el futuro no diga que todos los poetas fuimos tibios, que babeamos y movimos la cola suplicando el hueso de nuestros amos.
Arte masturbatorio que produce un placer inmediato, que no cuestiona, que no altera el orden.
Hoy también sucede, existen muchos poetas- mercaderes que escriben al dictado y silencian el horror de nuestro tiempo, quizá porque no quieren verlo, quizá porque no quieren asumir el riesgo, quizá porque su corazón anda a trompadas y necesita, para caminar correctamente, halagos y prebendas.
Esos poetas que llenan sus versos de moralejas, de jabón que limpia toda esta sangre, los que se empeñan en enterrar las utopías, la esperanza, los que ignoran esta barbarie cotidiana de las cárceles, de la inmigración, del desempleo, de la violencia en todas sus formas, los que hacen oídos sordos a la censura, a la represión, a la persecución de las ideas, los que callan una y otra vez, cobardes o acomodados, los que cierran los ojos para contar silabas y no ven que cada dìa sentimos más asfixia por el recorte de nuestras libertades, los que no gritan y continúan con el empeño de ordenar sus versos para leerlos bien peinados mientras los patíbulos crecen y crecen los verdugos, los que se muerden la lengua antes de afirmar que la super- explotación del ser humano es demasiado evidente, los convierte inevitablemente en cómplices, en dóciles perros con amo.
Yo propongo otra cosa a los poetas, una poesía de la ética.
Una poesía necesaria, que desafíe, que rete al poder, que no se acobarde.
Una poesía critica, hipercrítica, que esté dispuesta a perder para ganar en decencia.
Propongo que los poetas señalemos incansablemente los crímenes perfectos de nuestro tiempo, propongo que nuestra poesía sea pan y sea queja, sea subversiva, que desordene, que salga a la calle para recoger la amargura de vivir en esta sociedad donde solo vale lo que es rentable.
Debemos limpiar a la poesía de mentiras y dejar que hable en esta tierra zurcida con dolor.
Para que el futuro no diga que todos los poetas fuimos tibios, que babeamos y movimos la cola suplicando el hueso de nuestros amos.
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21 – CUENTO
LUCRECIA INGIGNOLLI
(Córdoba-Argentina)
SAQUEN LOS
BÁRTULOS
La tarde se había puesto negra, del
color de la tierra, cuando Zulema abrazó al chico y lo cobijó contra sus
piernas, ahogándolo al agacharse, con sus grandes tetas que luchaban por salir
del escote estirado de la remera fucsia. Detrás del suyo, llegaron
corriendo todos los críos, algunos lloraban, otros reían desvergonzados.
Ella sabía que un día
de estos nos van a joder y echar como a perros, pero qué vamos a hacer, no
tenemos adónde ir y los políticos vinieron a hacer promesas que la tierra nos
la iban a dar pero ahora. También ella se puso a gritar. Los tipos hacían señas
y la mandaban a la mierda, que ya va a ver cuando llegue la policía, estamos
trabajando y los pibes nos sacan las cosas y ahora se robaron todo el
instrumental del ingeniero.
Zulema le secó los
mocos al más chico. Tenía todos los hijos de las vecinas detrás suyo que empezaron
a tirar cascotes y piedras a cuatro manos. Quién se robó lo que dicen que
robaron, digan o los entrego a los locos estos que porque tienen un poco de
trabajo se creen que son Maradona.
Los chicos vieron
llegar el patrullero y arreciaron contra el vehículo. Comenzaron a aparecer
otras madres que puteaban sin saber qué pasaba, que dónde está la justicia, de
acá no nos vamos, no me van a tocar las criaturas, que no tienen para comer y
encima nos quieren cercar y dejarnos en bolas, sin la canchita para, sin
la placita que queremos hacer, que nadie pone un mango y la guita se la gastan
en los cantris, a ellos sí que les dan agua y transporte, pero a nosotros nos
prometen y cuando levantamos cuatro paredes vienen a querer voltear todo para
hacer otro barrio para los que tienen plata.
Zulema sentó otro
chico sobre sus tetas enormes y en la corrida perdió una ojota con dibujitos de
Betty Boop. Decime desgraciado dónde pusieron las cosas del ingeniero ese que
no deja de chillar, dice que le rompieron y llevaron un teodolito o algo así,
te voy a moler a palos cuando no vea nadie, venir a levantar la perdiz justo
cuando estamos por techar, a vos te parece, pendejo de mierda, ya les dije que
no fueran a molestar que estos tipos tienen guita y la cana los protege. Ahora
cuando venga tu padre le va a dar el ataque, dios mío, hasta cuándo podremos
aguantar en estas condiciones, corré a llamar al padre Manuel, a
ver si él nos puede ayudar, se nos van a meter en las casas y van a destrozar
todo.
Llegó el ingeniero con
el policía, sin sangre en la cara, se estaba descomponiendo, sólo pensaba en el
equipo valuado en dólares que había conservado de su padre y era casi único en
el país. País, país de mierda que alimenta de nuestros bolsillos a estos
desarrapados y vivos que no quieren trabajar. Me voy a descomponer, sargento,
por favor corra a la loca esa que nos está insultando hace media hora. Encima
protege a los choritos que manda a trabajar a la calle, son una mierda esta
gente, no se educan, ni siquiera se ganan lo que comen, todo se lo pagamos
nosotros con impuestos y laburo y encima nos roban en nuestras narices. Me di
vuelta dos minutos para buscar un poco de agua y cuando volví me habían
desvalijado el equipo, rompieron el teodolito y me dejaron tres piezas sueltas
que me las voy a tener que perder.
Cuando la batahola
empezó, Zulema corrió a buscar al marido.
En la obra le dijeron que
había subido al cuarto andamio esta mañana, tenga cuidado señora que viene
viento y las maderas se bambolean. No se vaya a caer, pero qué le pasa, espere
un rato, él va a bajar para comer. La semana pasada se desmoronó aquella pared
y se tragó a dos pibes, ni treinta años tenían.
Zulema empezó a llorar
porque su marido no la oía, se había desatado una tormenta de tierra que no
veía dónde ponía los pies, colgada de una escalera que se movía, gritó y gritó,
vení Jorge que la cana nos está invadiendo, se quieren llevar los chicos, no,
no hicieron nada los pobres, sólo estaban jugando cerca de la medición que
hacen los de la empresa esa que va a vender lotes. Vení por favor que nos van a
sacar de allí aprovechando la denuncia del ingeniero, el tipo se ha vuelto loco
dice que los chicos le robaron el teodolito, yo ni sé qué carajo es eso pero
dicen que vale una fortuna. Bueno, en una de esas hablo con los chicos, me lo
dan y lo podemos vender. Algo tenemos que hacer, no te parece.
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22 – POESÍA AMERICANA
MIGUEL
CRISPÍN SOTOMAYOR
(La
Habana-Cuba)
ROCINANTE GALOPA SIN JINETE
Cuando
campana y campanero se disputan
la
asistencia de más o menos feligreses.
Cuando
las ratas corren al maullido del gato.
Cuando
la calma contiene indiferencia
y
se traga la palabra rebeldía.
Cuando
el amigo se transforma en moneda.
Cuando
amantes aman,
según
la plata que promete el bolsillo.
Cuando
simulo alegría, mientras rabio
con
más rabia la impotencia.
Cuando
todo está bien y mucho anda mal
y
viro la cara para no ver.
Cuando
me importa un bledo
comer
y otros no coman,
vestir
y otros desnudos,
techarme
y otros a pleno sol, lluvia
y
sereno:
es
que el Quijote ha muerto.
Rocinante
galopa sin jinete.
EUTANASIA
Si alguna vez olvido
que las balas batistianas cruzaron a
Armando
en el Puente de Boniato,
que Trillo es un monumental bloque de
cemento
junto al mar de Santa Cruz,
que Casimiro fue cazado
en una traicionera calle de Managua
y Walsh, en una de Buenos Aires;
o que Roque Dalton fue asesinado dos veces
o que a Víctor Jara le quebraron la voz y
las manos
o que el Ché se ocultó
para reaparecer montado en Rocinante
y no acumulo valor,
el suficiente,
hazme un favor: mátame.
AÑORANZA
Hubo tantas flores en aquella primavera
que ni un pájaro hizo por volar.
Hoy, se levantan las piedras en los caminos
para maltratar los pies al erguido caminante,
que a pesar del tango que le advierte:
“en la vida se cuidan los zapatos andando de rodillas”,
sigue erguido.
Y algunos se van para ser recuerdo
o arriero al que un mulo espantado
le llevó la carga,
un canto vendido a precio mayor,
y los versos se esconden en una quebrada,
en imagen más triste que la de un bosque ardiente,
a pesar, de que la luz
es aún primaveral
y todavía este árbol, con ramas quebradas,
extiende su sombra en la pradera.
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23 – ENSAYO
JORGE ARIEL MADRAZO
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
LEER ESTÁ ANTES QUE ESCRIBIR.
Podríamos decir que vivir está antes que leer. Pero no
podés vivir todas las experiencias, agotar el vaso de la vida y después leer.
Hay que hacer las dos cosas al mismo tiempo.
A veces se rinde culto al exabrupto, pero si el
exabrupto no está montado sobre la forma adecuada, no sirve de nada.
La forma es el fondo. Son inevitablemente lo mismo. Si uno pretende escribir un poema revolucionario, y lo escribe en una forma conservadora pierde todo efecto revolucionario.
Y conservadora no en el sentido de que no deba acatar reglas.
El asunto es que use las reglas de la estructura y el ritmo y la música interna de un poema para que mantenga la eficacia.
Forma conservadora es cuando es una forma escolar que no aprovecha todo lo que aportaron las vanguardias y los grandes creadores.
La forma es el fondo. Son inevitablemente lo mismo. Si uno pretende escribir un poema revolucionario, y lo escribe en una forma conservadora pierde todo efecto revolucionario.
Y conservadora no en el sentido de que no deba acatar reglas.
El asunto es que use las reglas de la estructura y el ritmo y la música interna de un poema para que mantenga la eficacia.
Forma conservadora es cuando es una forma escolar que no aprovecha todo lo que aportaron las vanguardias y los grandes creadores.
La carta abierta de Rodolfo Walsh, si no fuera un gran
escritor, no hubiera tenido el efecto que tuvo. Es una pieza magistral.
Tiene un efecto tan brutal, que es como el discurso de Octavio en el Julio César de Shakespeare. Es un crescendo frente al que no se puede ser indiferente. Hay que utilizar los recursos y los riesgos.
Tiene un efecto tan brutal, que es como el discurso de Octavio en el Julio César de Shakespeare. Es un crescendo frente al que no se puede ser indiferente. Hay que utilizar los recursos y los riesgos.
Hay que buscar un motivo concreto, y ese motivo debe
ser interno. Encontrar la voz que uno necesita para decir eso, que tiene que
tener toda la carga de lo que uno mamó de todos los grandes creadores que han
cambiado la poesía: Rimbaud, Mallarmé, Apollinaire, Vallejo.
Estoy evitando decir que uno tiene que buscar
fórmulas.
Yo creo que la poesía debe llegar al sentimiento. Hay
un prejuicio, creo, respecto del sentimiento. Se confunde sentimiento con
sentimentalismo.
Yo creo el poema debe implicar una comunión afectiva, además de una sugerencia tanto de ideas como de intuiciones, de iluminaciones.
Yo creo el poema debe implicar una comunión afectiva, además de una sugerencia tanto de ideas como de intuiciones, de iluminaciones.
Las variaciones Goldberg de Bach a mí me transportan. Ahora,
no quiere decir que sea una música especialmente empática.
Pero hay un juego dialéctico entre los sonidos. Yo creo que la poesía es un juego dialéctico, de fuerzas en tensión que se tienen que oponer, para que salga una tercera cosa que es lo que sugiere el poema. Por eso creo en el contrapunto,
por eso me gusta el jazz.
Pero hay un juego dialéctico entre los sonidos. Yo creo que la poesía es un juego dialéctico, de fuerzas en tensión que se tienen que oponer, para que salga una tercera cosa que es lo que sugiere el poema. Por eso creo en el contrapunto,
por eso me gusta el jazz.
El poema que me gusta es el poema que hace un diálogo
con sí mismo, que va desarrollando un diálogo como con otro, y avanza en
espiral.
En un diálogo con algo a develar, con una pregunta, con un otro que no está explícito.
En un diálogo con algo a develar, con una pregunta, con un otro que no está explícito.
Se modificó tanto el sentido de la poesía. Yo creo que
ha habido cambios entre las generaciones. Una cosa fueron las vanguardias
-la del 22 acá, el surrealismo- que creaban lenguajes incomprensibles, pero que
respondían a un espíritu de época.
Yo creo que ahora, en las últimas décadas, los poetas, los jóvenes, fueron más bien discutiendo entre ellos, discutiendo entre nosotros.
No porque se escriba necesariamente más difícil. Se ha caído en una discusión muy entre poetas. Antes el poeta, aunque se engañara, quería llegar. Ahora, como no nos engañamos mucho en llegar, se ha convertido un poco en una discusión de cenáculo, la discusión entre los poetas.
Yo creo que ahora, en las últimas décadas, los poetas, los jóvenes, fueron más bien discutiendo entre ellos, discutiendo entre nosotros.
No porque se escriba necesariamente más difícil. Se ha caído en una discusión muy entre poetas. Antes el poeta, aunque se engañara, quería llegar. Ahora, como no nos engañamos mucho en llegar, se ha convertido un poco en una discusión de cenáculo, la discusión entre los poetas.
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24 – CUENTOS BREVES
JORGE
M. TAVERNA IRIGOYEN
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
SECRETOS
CRUZADOS
¿Es
intangible el escalofrío de Napoleón en Waterloo? ¿Es invisible el pánico de Robespierre ante
el zumbido de la guillotina? El todo lo
percibe y que nadie se lo niegue. Ve lo que no tiene luz, lo que no posee
espacio; toca lo que carece de materia; ausculta la energía de lo inerte. María
Luisa ríe escéptica. Por toda respuesta, él le abre el corazón de una puñalada
certera, sólo para probarle que conoce lo que guarda..
No
te conoces y yo me desconozco. Pero no te preocupes: es cuestión de tiempo para
que descifremos nuestros yo y hallemos su preciso nombre científico antes que
diagnostique el loco de guardapolvo blanco.
Tiene
alma de sátiro. Pero refrena su virilidad exacerbada. Ella, virginal como una
azucena, suele soñar que es la musa de grandes bacanales.
Estamos
a yardas de la frontera. Tú no quieres llegar. Yo tampoco. Nada decimos y sin
embargo la frontera se va desplazando según nos acercamos y hoy ya es
inalcanzable.
Es
un fantasma sin castillo. Es el fantasma del Adelantado Jacinto Ruiz de la
Poblada, que enamoró a la infanta Lucía Francisca, de la casa de Alba, cuando
sólo tenía once años. Ella recibió su amor desconcertada, y tan desconcertada
estaba, que se quiso casar. Al Adelantado lo mandaron a tierras de indios, pero
antes hubo un juramento: se encontrarían después de la vida. Ocurre que ella se
tiró a las aguas del Tirreno y a él lo llevó una flecha envenenada. El sigue
esperando, pero ella no logra salir de las aguas.
Borges
nunca se enteró de ello, porque el libro no llegó a sus manos, sino a las de
otro Borges de otro barrio porteño. Pero ella se sintió desairada en sus
expectativas. No era su primer libro de poesía. Era el segundo. Y ahí estaba
todo su estro: ¿cómo no haberle respondido? Desde entonces engendró el odio. Y
contrató hechizos y maleficios de toda clase. En el que más insistió, fue que
el escritor recuperara la vista para horrizarse ante un mundo enfermo…
Cuando
el barco se hundió, a horas de partir del puerto, la atracción ya se había insinuado. El sintió que ese marinero lo llevaría lejos. Y
no se equivocó: ambos llegaron al fondo
del amor cuando, no consiguiendo bote alguno, se tomaron de las manos y sin
chalecos se arrojaron a la profundidad
de la noche.
El
mayordomo principal del Palacio Real se hace el harakiri en la recámara del
emperador. La más flagrante de las irreverencias. En horas oscuras, sacan su
cuerpo, cambian la alfombra y el silencio de todos resuena en los oídos del
emperador. El exige que le traigan a palacio la alfombra. Y a puertas cerradas
lava las manchas.
Estamos
solos. Debo confesarte que, en ti, he matado la inocencia. Ella lo mira, se le
humedecen un poco los ojos y responde ¿acaso te conozco, muerte de los
sentidos?
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25 – POESÍA AMERICANA
GILDARDO ISIDRO GUTIÉRREZ ISAZA
(Antioquía-Colombia)
HOJAS
SECAS
De cielos prohibidos me he vestido hoy,
bendigo el amor que me entregas,
la gratitud de tus besos.
Me duermo en la tarde de tus senos
aunque la muerte me acecha.
Eres la sonrisa perpetua,
la luz del amante,
De cielos prohibidos me he vestido hoy,
bendigo el amor que me entregas,
la gratitud de tus besos.
Me duermo en la tarde de tus senos
aunque la muerte me acecha.
Eres la sonrisa perpetua,
la luz del amante,
un adiós sin palabras, sin rencores.
La transparencia nos enseña a vivir con todo
a morir sin nada...
De cielos prohibidos y de hojas secas.
¡Nada!
Las horas se conjugan con la noche,
tu piel es una esfera de tiempo,
todas las sombras,
la luna que se quiebra.
Oculto en tus labios la noche
que acaba de nacer.
Un aliento de luz sobre un sol callado.
Me trasporto a un mundo olvidado
cuando extiendes tus brazos,
cuando tu sombra consume la mía
y de cielos prohibidos me visto
Las horas se conjugan con la noche,
tu piel es una esfera de tiempo,
todas las sombras,
la luna que se quiebra.
Oculto en tus labios la noche
que acaba de nacer.
Un aliento de luz sobre un sol callado.
Me trasporto a un mundo olvidado
cuando extiendes tus brazos,
cuando tu sombra consume la mía
y de cielos prohibidos me visto
SOLO PIEDRA
La muerte es solo piedra de
olvido,
eternidad sin nombre.
La muerte es la esfinge de la noche
que nos desvela con su lámpara de fuego.
La muerte es la espina que se clava,
que ahonda el sufrimiento del que queda,
la agonía de un beso...
la triste despedida.
Soledad, silencio...
eternidad sin nombre.
La muerte es la esfinge de la noche
que nos desvela con su lámpara de fuego.
La muerte es la espina que se clava,
que ahonda el sufrimiento del que queda,
la agonía de un beso...
la triste despedida.
Soledad, silencio...
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26 – ENSAYO
ALFREDO DI BERNARDO
(Santa Fe-Santa
Fe-Argentina)
BENDITO DISENSO, MALDITO
DISENSO
El disenso se halla latente en toda interacción
humana. No existe un sólo tema en el que todas las personas estemos
completamente de acuerdo, ni existen tampoco dos personas que estén de acuerdo
absolutamente en todos los temas. La inevitable multiplicidad de miradas sobre
el mundo fulmina desde el vamos toda pretensión de uniformidad
Maravilloso acto de libertad cuando somos nosotros
quienes lo ejercemos, el disenso se vuelve irritante cuando son los demás
quienes lo ejercen frente a nosotros. El disenso es invariablemente incómodo,
no nos deja hacer lo que queremos y encima osa poner en tela de juicio lo que
pensamos y sentimos. El disenso es una piedra en el zapato de nuestras
convicciones, un obstáculo que limita y evita la concreción indiscriminada de
nuestras aspiraciones personales o sectoriales, sean éstas un rosario de
mezquindades o un inventario de solidarias utopías. El disenso es la
manifestación rotunda de la existencia de un Otro que no piensa como yo, y por
más amplios y tolerantes que seamos, a nadie le divierte que lo contradigan.
Bendito disenso, maldito disenso. ¿Qué hacer
frente a la imposible unanimidad? En ámbitos verticalistas, o bien el disenso
no se exterioriza (no es que no lo haya), o bien se lo resuelve en base al
principio de autoridad y se hace lo que ordena el que manda, aunque los
subalternos estén en completo desacuerdo. En ámbitos democráticos, en cambio,
el disenso se resuelve apelando a una simple operación aritmética: se hace lo
que decide la mayoría. La indudable e irremplazable justicia de este método,
sin embargo, no elimina las asperezas de la confrontación. Se trate de las
elecciones que definen el destino político de una nación o del debate en una
reunión de consorcio sobre la necesidad de pintar el edificio, el hecho de
resolver en forma práctica el disenso mediante la decisión de la mayoría no
significa superarlo, pues -salvo en muy infrecuentes ocasiones- ningún
resultado adverso le quitará a los derrotados la íntima certeza (o al menos, la
íntima sensación) de que quienes se han equivocado son los otros. Lo cual es
perfectamente posible, ya que una mayoría nunca garantiza por sí sola una
decisión acertada, una solución conveniente, un hábito sano, una conducta
constructiva (cosa que deberíamos recordar cuando integramos alguna mayoría, no
sólo cuando sangramos por la herida de la derrota numérica). Una mayoría no
necesariamente es infalible. ¿Por qué habría de serlo, si está formada por
individuos, y los individuos somos esencialmente falibles? Además, y pese a que
nos resulta más cómodo imaginar lo contrario, las mayorías y las minorías no
son bloques homogéneos, conformados por la presencia o ausencia de lucidez y
valores, sino que constituyen una compleja trama en la que convergen los más
diversos factores, algunos de ellos, incluso, insalvablemente contradictorios.
Al fin y al cabo, a la hora del conteo final –tanto en comicios gubernamentales
como en reuniones de consorcio- el voto largamente razonado vale igual
que el emitido de manera irresponsable, el voto por principios vale igual que
el voto interesado y el voto del malandra vale igual que el del honesto. Nada,
entonces, salvo el prejuicio, autoriza a suponer que la virtud y el vicio se
han alineado en forma automática detrás de la postura mayoritaria o de la
otra.
Bendito disenso, maldito disenso. ¿Qué hacer
frente a la imposible unanimidad? La respuesta políticamente correcta nos
conduce hacia los territorios del respeto y la tolerancia, a escapar de la
tentación de cancelar el disenso cancelando al disidente (o ninguneándolo, que
es una forma simbólica de cancelarlo). Nuestra respuesta fáctica, en cambio,
está atravesada por una alarmante ambivalencia. No medimos las cosas con la
misma vara, vemos siempre la paja en el ojo ajeno, le asignamos a los hechos
diferentes significados según simpaticemos o no con sus protagonistas. Una
movilización callejera, por ejemplo, puede parecernos una conmovedora muestra
de compromiso cívico o un rejunte de imbéciles, según estemos o no de acuerdo
con las banderas que en ella se enarbolen. El golpe que un legislador le
propina a otro en el fragor de una sesión del Congreso configura una inaceptable
muestra de autoritarismo o un redentor acto de justicia según quién sea el
golpeador y quién el golpeado. Festejamos o censuramos discursos de idéntico
tono agresivo según compartamos o no los criterios del orador. Nos amparamos en
la libertad de expresión para decir lo que pensamos, sin que nos aflija la
posibilidad de herir susceptibilidades, pero si alguien, amparado en esa misma
libertad, ejerce su derecho a réplica (y sobre todo si al hacerlo hiere nuestra
susceptibilidad) sentimos que no nos dejan decir lo que pensamos. En todos los
casos, el fundamento de nuestra conducta dual es el mismo: yo tengo derecho a
decir o a hacer algo porque tengo razón; vos no tenés derecho a decir o a hacer
lo mismo porque el que tiene razón soy yo. Así de arbitraria es la cosa. Está
mal, claro que está mal, pero es así como
funcionamos.
No todos somos energúmenos, es cierto. La
existencia de voces discordantes con la nuestra no es algo imposible de
sobrellevar. Lo que sucede es que todos, sin excepción, tenemos una “lista
negra” de actitudes éticas y posturas ideológicas que no sólo despiertan
nuestros reparos, sino que nos resultan directamente indigeribles. Y hay pocas
experiencias tan exasperantes como tener que soportar la encendida defensa de
esos pareceres en nuestras narices, o su jubilosa celebración. Habrá quienes
dejen fuera de su zona de tolerancia a los simpatizantes de tal o cual partido;
habrá en cambio quien –generoso para la estrechez- vuelque sus anatemas sobre
cuanto grupo político, étnico, cultural, religioso o sexual sea diferente de
aquellos a los cuales pertenece. A las fronteras de lo reprobable, claro, las
traza cada uno. Pero como el disenso es bilateral, suele pasar que aquellos que
integran nuestra “lista negra” nos ponen a su vez a nosotros en las suyas. Se
entabla así una proscripción mutua, un juego de espejos donde sólo habrá
espacio para vehementes monólogos cruzados pero nunca para un diálogo que
ninguno de los contendientes, en su intransigencia, desea tener. Lo paradójico
de todo esto es que la sensación que genera la irrupción de las voces
indeseadas es idéntica a uno y a otro lado del espejo: el mismo escozor, la
misma incomodidad, el mismo remolino de indignación en el pecho, el mismo
empecinamiento en no querer escuchar ninguna razón que provenga de “esos”
individuos. Aquellas personas cuyas ideas nos provocan un rechazo visceral
sienten el mismo rechazo hacia las ideas opuestas que nosotros defendemos.
Podríamos pasarnos meses sumidos en una feroz batalla argumentativa; ni ellos
ni nosotros cambiaremos de opinión.
Bendito disenso, maldito disenso. ¿Qué hacer
frente a la imposible unanimidad? “No estoy de acuerdo con lo que piensas, pero
daría mi vida por defender tu derecho a decirlo“, escribió Voltaire hace dos
siglos y medio. Claro, Voltaire no tenía Facebook. Si hubiese leído la catarata
de barbaridades que circula por las redes sociales disfrazada de moral
bienpensante, no habría dicho lo que dijo. O se hubiese vuelto ermitaño para no
hacerse mala sangre.
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27 – CUENTO
SERGIO
ADOLFO SOSA
(Salvador de
Bahía-Brasil)
LA CIMA
La mañana de
aquel día, amaneció con un clima agradable, ideal para iniciar cualquier
actividad al aire libre…Tenía todo listo desde hacia varios días, todo estaba
calculado con obsesiva precisión. El entrenamiento de esos largos cinco meses
había llegado a su fin.
Apenas abrió
los ojos, sintió una sublime emoción, que lo subyugó en mente, cuerpo y
espíritu. Tomó un baño, se afeitó, y tan rápido como pudo se vistió… En el
estacionamiento de su lujosa residencia, sus empleados y ayudantes ya lo
estaban esperando. Ellos ya le habían preparado todo el equipo necesario para
que emprendiera lo que con tanto ahínco estaba a punto de comenzar... Escalar
esa montaña,…que durante tantos años venía observando detenidamente, mientras
su existencia transcurría en la más opaca rutina, típica de los grandes
empresarios…
Su mente
sólo tenía una frase, la cual, lo condujo hasta la posición encumbrada que
gallardamente ostentaba: “-subir…, trepar…, ascender,.. crecer,… sin
detenerse”-
Y fue así,
que en la más completa soledad comenzó la aventura del ascenso… La tarea que lo
aguardaba sería por demás complicada y muy ardua.
La montaña
estaba allí, con su callado silencio,… y esperaba por él,…con sus casi 3.300 metros de
bosque, barro, roca y nieve… Serían 96 horas de trepada, toda su entereza
física y espiritual estarían a prueba. Sus pertrechos y equipamiento eran
modernos, quizás los más sofisticados en existencia, pero aun así sería
difícil, muy difícil y arriesgado… Él lo sabía,…y era justamente esa
contingencia lo que había ido a buscar…
Hacía ya
muchos años, que su vida era extremadamente rutinaria y monótona. Sus dos
hijos, casados, vivían lejos,… y nunca había querido aceptar la responsabilidad
de esa lejanía.
Pero “ella”,
su montaña, estaba allí,…ansiando su llegada, esperando por él, quieta, solemne
y extrañamente soberbia…
Pensaba en
todo esto mientras comenzaba el ascenso por el sendero del bosque, donde el
suelo era firme y el paisaje muy bello. Le tomó 5 horas atravesar esa primera
ladera cubierta de pinos, eucaliptos y cipreses.
Luego de ese
lapso hizo su primer descanso, comiendo y bebiendo frugalmente, y una hora
después siguió su ascenso hasta la zona del río, donde el terreno empezó a
hacerse mas resbaladizo y barroso.
Cuando la
fatiga surgió imprevistamente, miró su reloj,…eran las 6 de la tarde y al
observar su sofisticado altímetro, se puso muy feliz, ya que la marca estaba en
los 1.050 metros… ¡Había subido casi la tercera parte!...
Satisfecho
plenamente con el desempeño logrado, decidió hacer campamento en las orillas de
aquel río. Miró al horizonte, luego hacia atrás, y también a los costados…sus
puntos de referencia eran precisos… Frente a él y en
un ángulo de
40º, veía con gran nitidez la cumbre de la montaña. Sus picos nevados, y su
majestuoso silencio, eran como un poderoso imán que lo atraían en una rara
mezcla de seducción y temor… Precisamente esa dualidad lo hacía sentirse
“vivo”…
Cuando su
impecable “Rolex” de oro, anunciaba las 06.00 a.m., él ya estaba enfundado en
su flamante traje de montañista y comenzaba a subir por las márgenes
resbaladizas del río. La subida se tornó muy complicada, había mucho barro en
los costados del torrente, pero si el trayecto lo hubiera realizado más alejado
del lecho, las filosas piedras, harían más peligrosa la caminata. Así que muy
lentamente hundía una y otra vez sus botas en el arcilloso suelo…
En más de
una ocasión sus piernas quedaban casi un metro sumergidas en la mezcla de limo
y arcilla… Continuó así durante más de tres horas…Siempre ascendiendo,…
subiendo…Hacía caso omiso a los dolores en la cintura , que ya empezaban a
manifestarse…Por fin, cuando el anochecer hizo sentir su fría presencia,… el
río ya era un recuerdo y había dejado su lugar a un arroyuelo de aguas
transparentes y cantarinas.
Pero en
realidad esa agotadora jornada, no había sido muy “productiva” en relación al
“ascenso”… Al mirar su altímetro, comprobó con asombro que sólo había trepado
hasta los 1130 metros…Eso lo puso furioso,…irascible,…y cometió su primer
error. Decidió no armar su tienda, no cambiarse de ropas y continuar la subida
apenas vislumbrase un poco de luz del amanecer… Creyó equivocadamente que “no
debía perder tiempo”, en tonteras de “confortabilidad”…Sus pensamientos
estaban centrados solamente en acelerar el proceso del ascenso… No midió las
consecuencias, ni el riesgo que implicaba el hecho de no cambiar sus ropas
mojadas. Ni tampoco acudió a su termómetro para observar que la temperatura ya
había descendido a una marca cercana a los 2ºC…
Sólo atinó a
cubrirse con una manta, se apoyó en unas rocas,… y dormitó, hasta que unos
tímidos rayos de sol le avisaron que debía ponerse en marcha. Tenía el cuerpo
dolorido, debido al gran esfuerzo del día previo, y su casi inexistente
descanso posterior.
Emprendió la
subida por la ladera rocosa y al mismo tiempo, cada 50 metros, marcaba las
piedras con pintura roja fosforescente,… ya que era ésta la única forma de
garantizar su regreso…Llevaba consigo, además, banderillas del mismo color para
usarlas en caso de agotarse los aerosoles de pintura. Cerca de las 11 de la
mañana, la fatiga le impedía avanzar y sus músculos le exigían un descanso… Vio
nuevamente su altímetro,…aún no llegaba a los 1.600 metros…Volvió a ponerse
nervioso, casi fuera de control…Y entre dientes, masculló: -“¡A este ritmo
tardaré 5 o 6 días en llegar!”-…Entonces incurrió en su segundo error: dejó
en el camino gran parte de su equipo, sobre todo lo más pesado… Quería sentirse
liviano y ágil… En el apuro dejó las banderillas que en realidad no pensaba
usar, ya que la provisión de pintura era más que suficiente… Siguió subiendo,…y
cerca de las tres de la tarde, los calambres en las piernas le jugaron una mala
pasada y tuvo que detenerse…El frío era intenso, y el sol estaba cubierto por
una espesa y amenazadora capa de nubes que anunciaban una tormenta inminente.
Miró a los costados y descubrió a unos cien metros una saliente entre las
rocas, ideal para guarecerse. En verdad le costo muchísimo llegar hasta ese refugio
natural, ya que el viento se hacía cada vez mas intenso… Sacó del bolsillo su
flamante “Dupont”, e intentó en vano hacer fuego con algunas ramas secas…Al no
conseguirlo, se cubrió con la manta, y esperó que las condiciones climáticas
fuesen más favorables.
Tenía
calambres en ambas piernas, y también sus manos comenzaban a endurecerse debido
al frío atroz que estaban soportando. Se quedó en ese lugar alrededor de 7
horas…Cuando el viento se transformó en una suave y gélida brisa, se levantó y
salió del refugio para observar el panorama que ofrecía la noche en la montaña.
Miró hacia el cielo y su intuición le dijo que en cualquier momento comenzaría
a nevar… Tendría que salir rápidamente de esa zona antes de la nevada, ya que
podría quedar sepultado si no lo hiciera…
Yendo contra
toda lógica, y con sus pensamientos confusos, recomenzó a subir
nuevamente…Había avanzado poco menos de 200 metros, cuando la
temida nevada se hizo presente en forma copiosa…Miró su reloj,… ¡eran las tres
de la mañana!... Tuvo una breve actitud de reflexión y decidió descansar y
esperar el amanecer… Cubierto por la frazada, se quedó dormido…y al despertar
vio como el paisaje había cambiado ostensiblemente… Ya no veía rocas, ni
grietas,…todo se había transformado en un gran infierno blanco… Casi
desfalleciente, decidió hacer lo único que no debía,…continuar subiendo…La
irresponsable necesidad de ascender, eclipsaba totalmente el resto de sus
vivencias… Al arribar a una de las pocas zonas no cubiertas enteramente por la
nieve, se detuvo por un instante, y un pensamiento lo paralizó: “-no estoy
marcando el camino con el aerosol,…hace más de dos horas que no lo
hago”-… Al mirar hacia atrás se tranquilizó, viendo como sus huellas
estaban bien marcadas en la nieve… Sonrió y siguió su obcecado ascenso con
fuerzas renovadas…
Al llegar la
noche decidió recostarse, comer los últimos chocolates y descansar…Buscó un
lugar,…y encontró una grieta entre dos aberturas de la roca… Allí permaneció
quieto y muy fatigado… Ya no podía sentir sus manos, debido no sólo al frío
sino a la mala circulación…Cuando abrió los ojos, era de día,… no tenía idea de
la hora,…ya que su hermoso Rolex se había dañado…En ese momento ironizó: “¡-hasta
el tiempo se detuvo”!- … Quiso incorporarse y cayó de bruces, sus
miembros no le respondieron,…ya no lo sostenían… Haciendo un esfuerzo
sobrehumano, logró pararse y decidió por fin poner punto final a su aventura…
Se friccionó
ambas piernas, se serenó un poco y calculó mentalmente la hora. Si como el
suponía eran las 12 del mediodía, descansaría un poco más y emprendería el
retorno siguiendo sus propias huellas…Ese pensamiento lo tranquilizó y estuvo
cerca de 2 horas recuperando fuerzas.
Por fin
resolvió salir de aquella especie de protección natural para emprender el
descenso…Cuando salió y miró a su alrededor, quedó pasmado y paralizado, la
adrenalina invadió su cuerpo y esa parálisis se transformó en estupor y luego
en pánico… Estaba parado en medio de la nada más absoluta, sus huellas habían
desaparecido por completo…No sabía por dónde emprender el descenso… Miró al
cielo,…suplicando,…pidiendo ayuda a “ALGUIEN” en el que nunca había creído…
Su mente,
empezó a asumir aquella inmensa soledad y su gran pequeñez…
Cayó de
rodillas sobre la nieve,…y tapándose la cara con ambas manos,…lloró,… por fin
pudo llorar…
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28 – POESÍA ALLENDE EL MAR
IVAN RAFAEL
(Madrid-España)
LA TEORÍA DEL CAOS
no es una broma
un anciano se ha volado
la tapa de los sesos
en la plaza del sintagma
y no será el último
(Antonio Díez)
Efecto mariposa:
Aletea
una estilográfica por un despacho de Washington DC
y en la plaza Sintagma de Atenas
un anciano
se vuela
la tapa de los sesos.
PROBLEMA PER CÁPITA
Si en 1991
el Producto Interior Bruto
fue de 11.400 euros
per cápita
y en 2011
el PIB se puso en el doble
con 23.300 euros
per cápita
en relación a los recortes en los servicios públicos
señale el origen del problema:
a) Los euros
b) Las cabezas
Calcule
y razone su respuesta.
NO ME GUSTAN LOS DÍAS COMO HOY
A 5 de junio de 2012, día mundial del medio ambiente.
No me gustan los días como hoy
de nubes de dióxido de carbono,
de lluvia, de lluvia ácida,
de cielos de azufre y de nitrógeno.
Días de mar revuelto
entre plásticos y petróleo.
No me gustan los días como hoy.
Ni los homenajes póstumos.
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29 – ENSAYO
ÓSCAR
WONG
(Tonalá-Chiapas-México)
DE
TARDE EN TARDE EL ARCO IRIS
En
lenguaje cotidiano, llamamos realidad a todo aquello que captamos en forma
inmediata, a través de los sentidos y de la conciencia, ya nos refiramos a la
naturaleza y a la sociedad, o al conjunto de procesos anímicos y emocionales
que acompañan nuestro diario vivir. Hoy sabemos perfectamente que también
pertenece a la realidad esa otra parte del mundo imposible de captar
directamente, la cual aparece en forma de “imaginación” y “fantasía”. En todos
los casos, el problema es el mismo: la relación entre razón y percepción es
válida en nuestro tiempo, puesto que el arte proviene, refleja, y tiene su origen
en la realidad, en la medida en que ésta penetra en las diversas formas
artísticas de acuerdo con los materiales con que se trabaja: colores, planos,
volumen, sonidos y palabras. Todos estos materiales, al ser estructurados
estéticamente configuran las formas de la relación arte-realidad (Cf. Jaime
Valdivieso, “Realidad y ficción en Latinoamérica”, 1975: 15-16).
En
la expresión poética la existencia prevalece –luminosa, renovada– en el espacio
de la voz. Tal vez por ello los versos de Silvia Prat buscan la transparencia
significativa a través del asombro que emerge en cada línea escrita. En el
poemario que me ocupa, denominado “De tarde en tarde el arco” (UAEM, Toluca,
Edoméx., 2008, 168 pp.), el sentir, a través del decir, crepita en llamaradas
lánguidas. La autora conoce a plenitud la naturaleza de las cosas; por eso las
palpa, las sopesa, las trastoca. Y el silencio vibra en la misma cadencia, en
la misma frecuencia. El silencio, ciertamente, expresa más que la misma
palabra: constituye un valor fónico y determina el horizonte semántico. El
silencio como ámbito oracular, con una expresión de sentido, de capacidad
primordial, provoca una imagen sonora y, por lo mismo, de vectorial
significado.
Cuatro
poemarios determinan el orden de esta obra. Cuatro libros, cuatro tiempos,
cuatro instancias: “Encendido espacio” (2000), “Crujir de la hojarasca” (2001),
“Espiral irrepetible” (2003) y “Caldero ciego” (2000). Cielo, tierra, agua y
fuego conciliándose en este nuevo enclave, en este quinto elemento, si seguimos
el pensamiento de Cornelio Agrippa dentro del ámbito poético: la presencia del
arco iris, del espacio lírico concebido como el corazón, el espíritu del mundo,
la quintaesencia que une y armoniza (Cf. “Filosofía oculta”, 2005: 28).
Es
válido resaltar el vínculo importante que persiste entre “Encendido espacio” y
“Caldero ciego”, has y envés del volumen que analizamos: Origen y conjunción.
Génesis, germen y acumulada desventura. Todo ello manifestado en tonos ocres,
sepias y expresiones lánguidas, taciturnas. Por su misma naturaleza, el título
se vuelve simbólico, esperanzador, y restaura su acepción mítica: puente
flotante, celeste; eslabón entre el cielo y la tierra, que se erige como
presagio de acontecimientos felices o como la vieja promesa bíblica, como el
pacto divino que aplaca la ira de Yahveh y conforma la Nueva Alianza. “De tarde
en tarde el arco iris” presagia futuros fulgores, dimensiones menos pesarosas.
La autora certifica la intensidad de aquellos momentos donde el contacto con el
entorno despierta el asombro, y da fe de ello, pero con la conciencia plena de
que tales emociones no se transmiten a través del lenguaje, sino a pesar de él.
Esto, obviamente, alude a la relación entre sonido y palabra; la cualidad de la
resonancia y la pertenencia de éstos a los elementos objetivos o formal de la
palabra.
Desde
luego que a lo largo de las instancias, se trasmina la percepción del origen
compartido; el mundo constituye ese juego voraz que nombra un destino, que
postula satisfacciones, soslayando los procesos sociales. El sujeto lírico, el
Yo poético se revela como el centro del mundo. Así, la temática de Silvia Pratt
–la memoria que se erige como alba viva; la infancia, la orfandad, lo terrible
de la existencia, la muerte, Dios, et al– se reencuentra en el colorido del
título que se perpetúa, pese a todo, como un presagio, como un porvenir que se
vislumbra. Es curioso advertir cómo las imágenes revelan la emoción del
instante; la función emotiva con una existencia propia y alcanza categorías
nominales y verbales. De ahí viene su fortaleza, su vigor, su locución lírica,
que repercute en este poemario antológico denominado “De tarde en tarde el arco
iris”. En estas páginas se registra la transitoria voracidad del mundo y de la
existencia. Testamento, testimonios: ventanas desarticuladas integran este
universo de sonoridades. El ritmo, la intención, el verso ajustado, determinan
una función ritualista. Un ceremonial lúdico de palabras que recobran su
vitalidad, su uso primigenio. Así, la realidad se devela con un valor sonoro,
significativo. La palabra –como sugiere Tinianov– no es más que un receptáculo
cuyo contenido varía de acuerdo con la estructura en la que se ubica y con las
funciones de cada uno de los elementos del discurso. La poesía, aunque se apoya
en el lenguaje, en la palabra, se revela en la voz. En este orden de ideas la
palabra misma no tiene un significado preciso, puesto que se agrega la
percepción emocional
De
manera que en el primer libro, “Encendido espacio” (2000), el paso del silencio
se vuelve contundente, significativo, con su carga reveladora que sostiene y da
cuerpo al rotundo peso de la imagen. Persiste, en consecuencia, un acento
compasivo, un anhelo por trascender emotivamente hablando y ocultarse de la
mirada de la muerte. La trágica carga de la desaparición física hiere a la
autora; sin embargo, la luz representa un salmo que consagra a la plenitud de
la realidad. En 34 poemas Silvia Pratt esboza su memoria sensible donde la
revelación va arraigando en la memoria auditiva, psicológica, de la experiencia
profunda, única por lo mismo. En cierto sentido, el mundo es un territorio
sombrío, hostil. Un único canto, “En el risco del espejo” (p. 29), ejemplifica
lo anterior, pues advierte sobre la tragedia de vivir, el aciago destino del
dolor perentorio. La raigambre telúrica de la infancia, la madre presidiendo el
mundo, apuntando al futuro en rápidos lienzos blanquecinos, y la vida
respondiendo con raudos y ríspidos trazos negros. La muerte –como ignominiosa
presencia– trastoca y derrumba el ritual claroscuro de la existencia. El único
pecado de mi madre/ fue morir sin avisarnos, precisa la autora (p. 36)
La
tragedia de vivir conforma el destino luminosamente aciago del trepidante
desconsuelo. Independientemente de la hostilidad sombría de la naturaleza, la
Poesía instaura esa magnitud donde la vida se revoca. Voces nostálgicas, la
terrenalidad imperativa ante el deseo de Silvia Pratt de hurgar en otras
dimensiones más plenas, más profundas, más vitales. El tiempo se desborda,
modificando a los objetos, a los seres, aunque el presente es un simple paso
hacia la otredad. De manera que la evocación emotiva de la mirada se
metamorfosea en memoria humedecida, para integrar un recorrido por los
territorios del amor y de la ternura, aunque en la pupila se refleje el tatuaje
inefable de la extinción.
Las
instancias intermedias, “Crujir de la hojarasca” (2001) y “Espiral irrepetible”
(2003), concilian lo cotidiano de la reminiscencia. Tonos sosegados, versos
descriptivos. Aromas y sabores, la melancolía concebida en tanto “neblina en la
memoria” trascienden en líneas precisas, vigorosas, casi como sentencias,
mientras que “Caldero ciego” (2000) se erige como la metáfora del desamparo, la
respuesta que un espíritu sensible tiene ante la adversidad, ante las
injusticias del mundo, ante lo terriblemente limitado de la existencia. Y el
saldo no puede ser otro: el infortunio, la orfandad, la desdicha nos rodea,
siempre. Silvia Pratt va hilvanando su encuentro-desencuentro con la Divinidad.
En
este recorrido, cegada por la luz, busca a tientas, como una núbil hechicera
inexperta, frente a un Dios que se yergue en todo su poderío. La existencia,
ciertamente, es como un caldero, donde se cuecen los yerbajos de la sabiduría,
de la cordura, de la inspiración. Pero, ¡cuidado!, la vieja Cerridwen acecha en
cada leño encendido, en cada pócima que hierve. Un caldero que de cuando en
cuando arroja sus gotas trágicas para que los hombres prueben de este brebaje,
dulce como la miel, pero cuando llega al estómago es amargo como la hiel. Y la
enseñanza es terrible: los hombres vienen al mundo totalmente indefensos.
Desamparados, huérfanos de Dios. Y algunos se someten a este designio con
mansedumbre. Otros, como León Felipe, buscan un buen tabique para arrojárselo a
la frente. Aunque ese Ser Devastador permanece inmutable.
Para
muchos Dios es una referencia. A veces adquiere formas reflexivas. Y el
Misterio se yergue en toda su majestuosidad. Silvia Pratt pretende disputar con
Él, desoyendo los consejos de Job quien nos recuerda: no es de sabios contender
con Dios. Pero la autora ofrece su propia respuesta. Con precisión y oficio
deambula entre la rebeldía y la reverencia, entre la ingenuidad y la ternura,
entre la expresión de una creyente y el casi menosprecio de todo gnóstico. Pero
a veces la emoción es contenida, como si la autora buscara no el enfrentamiento
directo, sino pretendiera disculparse ante esta insurrección manifestada.
“Caldero ciego” es un cántico emocionado, intencionado. Y ofrece múltiples
lecturas. Búsqueda metonímica, la profundidad de su significado inquieta,
aquieta. Por algo los israelitas han temido a esta Presencia Majestuosa. Y el
Nombre aún nos aterra. Resignación y mansedumbre. O rebeldía e imprecación.
Cualquiera que sea nuestra respuesta ante esta figura inconmensurable, ante
esta presencia perturbadora, será válida puesto que la tolerancia es, ahora, el
signo de los tiempos.
Como
corolario, preciso que “De tarde en tarde el arco iris” registra la generosa
hostilidad del mundo y de la existencia, aunque la memoria, que se erige en la
madre de la Musa arquetípica, sirve como un foco orientador y como un desafío.
Ella –lo sabemos– provee felicidad, suceso, en un ceremonial sacro que recobra
su vitalidad, su uso primigenio. Lo oscuro y lo luminoso son registros de una
misma presencia; la alegría y el dolor alternan siempre. Y Silvia Pratt se
entrega a la vida, a la supervivencia y recobra para sus lectores la imagen
sensitiva del ser humano ante la fatalidad. Y enhebra su respuesta –en palabras
que ahora hago mías– con meditada sumisión, con premeditada sabiduría: Y estoy
aquí/ aunque me hunda en un amargo abismo...(p. 167)
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30 – CUENTO
RICHARD
BACH
(Oak
Park-Illinois-USA)
NINGÚN
LUGAR ESTÁ LEJOS
¡Rae!:
¡Gracias
por invitarme a tu fiesta de cumpleaños! Tu casa está a miles de kilómetros de
la mía, y viajo sólo si tengo una buena razón... Una fiesta para Rae es la
mejor razón y ansío estar contigo.
Inicié
mi viaje en el corazón del colibrí al que tú y yo conocimos tiempo atrás. Fue
tan cordial como siempre, pero cuando le dije que la pequeña Rae estaba
creciendo y que yo iba a su fiesta de cumpleaños con un regalo, quedó perplejo.
Volamos largo rato en silencio; por fin él dijo:
"Entiendo
muy poco de lo que dices, pero lo que menos entiendo es que vayas a la
fiesta".
"Por
supuesto que voy a la fiesta", respondí. "¿Acaso es tan difícil de
entender?"
Calló
y cuando llegamos al hogar del búho, dijo:
"¿Es
que los kilómetros pueden separarnos verdaderamente de los amigos? Si quieres
estar con Rae, ¿no estás ya allí?"
"La
pequeña Rae está creciendo y voy a su fiesta de cumpleaños con un regalo",
dije al búho.
Tuve
una extraña sensación al decir voy de esa manera, después de hablar con el
colibrí, pero lo dije así para que el búho comprendiese. También él voló en
silencio largo rato. Fue un silencio amistoso, pero cuando me depositaba a
salvo en el hogar del águila, dijo:
"Entiendo
muy poco de lo que dices, pero lo que menos entiendo es que llames pequeña a tu
amiga".
"Por
supuesto que es pequeña", respondí, "porque no ha crecido. ¿Acaso es
tan difícil de entender?"
El
búho me miró con sus profundos ojos ambarinos, sonrió y dijo:
"Piénsalo".
"La
pequeña Rae está creciendo y voy a su fiesta de cumpleaños con un regalo",
dije al águila.
Tuve
una extraña sensación al decir voy y pequeña después de hablar con el colibrí y
el búho, pero lo dije así para que el águila comprendiese. Juntos volamos sobre
las colinas y remontamos los vientos montañeses. Por fin dijo:
"Entiendo
muy poco lo que dices, pero lo que menos entiendo es la palabra
cumpleaños"
"Por
supuesto, cumpleaños", respondí. "Vamos a celebrar la hora en que
empezó Rae, y antes de la cual ella no era. ¿Acaso eso es tan difícil de
entender?"
El
águila curvó sus alas diestramente y aterrizó con soltura, posándose en la
arena del desierto.
"¿Un
tiempo antes de que empezara la vida de Rae? ¿No te parece más bien que es la
vida de Rae la que empezó antes de que existiera el tiempo?"
"La
pequeña Rae está creciendo y voy a su fiesta de cumpleaños con un regalo",
dije al halcón.
Tuve
una extraña sensación al decir voy y pequeña y cumpleaños después de hablar con
el colibrí y el búho y el águila, pero lo dije así para que el halcón
comprendiese. Debajo de nosotros, a lo lejos, se derramaba el desierto, y al
fin dijo:
"Mira,
entiendo muy poco de lo que dices, pero lo que menos entiendo es crecer".
"Por
supuesto, crecer", respondí. "Rae está más cerca de ser adulta, un
año más lejos de ser una niña. ¿Acaso eso es tan difícil de entender?"
El
halcón aterrizó por fin en una playa desolada.
"¿Un
año más lejos de ser una niña? ¿Eso no suena como crecer?"
Y
elevándose en el aire, partió.
Yo
sabía que la gaviota era muy sabia. Mientras volaba con ella pensé con sumo
cuidado y elegí las palabras de modo que, cuando hablara, ella supiese que yo
estaba aprendiendo.
"Gaviota",
dije por fin, "¿por qué vuelas conmigo a ver a Rae, cuando en verdad sabes
que ya estoy con ella?"
La
gaviota descendió sobre el mar, sobre las colinas, sobre las calles y
suavemente aterrizó en tu azotea.
"Porque
lo importante", dijo, "es que tú sepas esa verdad. Hasta que la
sepas, hasta que verdaderamente la comprendas puedes mostrarla sólo de maneras
más pequeñas, y con ayuda externa de máquinas y personas y aves. Pero
recuerda", agregó, "que el ser desconocida no impide que la verdad
sea verdadera". Y partió.
Ahora
es tiempo de abrir tu regalo. Los obsequios de latón y de vidrio se gastan en
un día y desaparecen.
Pero
yo tengo un regalo mejor para ti. Es un anillo para que lo uses. Centellea con
una luz especial y nadie puede quitártelo; no se lo puede destruir. Eres la
única en el mundo entero que puede ver el anillo que hoy te entrego, tal como
yo fui el único que pude verlo cuando era mío.
Tu
anillo te otorga un nuevo poder. Usándolo puedes elevarte en las alas de todas
las aves que vuelan... Puedes ver a través de sus dorados ojos, puedes tocar el
viento que sopla por entre sus aterciopeladas alas, puedes conocer el júbilo de
llegar muy alto sobre el mundo y todas sus preocupaciones. Puedes permanecer
cuanto quieras en el cielo, después de la noche, durante la salida del sol, y
cuando tengas ganas de bajar, otra vez tus preguntas tendrán respuestas y tus
angustias habrán desaparecido.
Como
cualquier cosa que no se puede tocar con las manos ni ver con los ojos, tu
regalo se torna más poderoso a medida que lo usas. Al principio podrás usarlo
solamente cuando estés en el aire libre, observando al pájaro con el que
vuelas. Pero más tarde, si lo usas bien, funcionará con aves a las que no puedes
ver, y al final comprobarás que no necesitas anillo ni pájaro para volar sola
sobre el silencio de las nubes.
Y
cuando ese día te llegue, debes dar tu regalo a alguien que sepas que lo usará
bien, y que pueda aprender que las únicas cosas que importan están hechas de
verdad y alegría y no de latón y vidrio.
Rae:
esta es la última fiesta que celebraré contigo, después de haber aprendido lo
que me enseñaron nuestros amigos, los pájaros.
No
puedo ir a estar contigo porque ya estoy allí.
No
eres pequeña porque ya has crecido, jugando entre los momentos de tu vida como
lo hacemos todos, por la diversión de vivir.
No
tienes cumpleaños porque siempre has vivido; jamás naciste y nunca morirás. No
eres hija de las personas a quienes llamas madre y padre, sino su compañera de
aventuras en una luminosa jornada para comprender las cosas que existen.
Cada
regalo de un amigo es un deseo de felicidad, como este anillo lo es para ti.
Vuela
libre y dichosa más allá de los cumpleaños y a través de la eternidad, y nos
encontraremos alguna que otra vez cuando lo deseemos, en medio de la única
celebración que jamás puede terminar.
entonces cuando lo superemos habremos perdido nuestra hermandad...
Pero supera el espacio y nos quedará un "Aquí", supera el tiempo y
nos quedará un "Ahora", y entre el "Aquí y el Ahora" ¿No podremos vernos un par de veces?...
No te dejes abatir por las despedidas, son indispensables como preparación para el reencuentro, y es seguro que los verdaderos amigos se reencontrarán, después de un tiempo o de todo un ciclo vital....
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31 – POESÍA ALLENDE EL MAR
MAGDA
ISANOS
(Rumania:1916 – 1944)
INTERIOR
Mis
días han pasado en esta casa
ociosos
como las almohadas del canapé,
quietos
como las niñas de los tiempos pasados.
Candil
debajo del icono, tú ¿porque tiemblas?
¡No sé a quién
se parece la Madre de Dios!
Mamá,
a veces, ella se parece a ti.
Las
dos habéis tejido y lavado la ropa blanca,
y
al anochecer os habéis acostado más tarde que todos…
Quiero
los retratos y los rincones
en
donde las silencios se esconden para ronronear
como
gatos solitarios.
La
casa se llena de vuelos y de cortinas sonámbulas…
Quisiera
ir a buscar en la cómoda de madera
(donde
la luz cae como un impulso)
naranjas
y manzanas y encontrar en la ropa
los
manos de una niña... matas delicadas …
HIJO MÍO, NO ME BUSQUES…
Hijo
mío, no me busques. Todas las cosas
te
van a hablar de mí con razón.
Cuando
yo no sea más,
no
digas: “ Ya es tarde para mi madre.”
Sabes,
yo voy a reír en las flores
y
voy a cercar muchas veces
con
las nubes y la lluvia los corrales
allí,
donde una vez, pasé mis mediodías.
Si
sufres, llámame por la noche,
y
yo vendré al lado de tu corazón
aunque
debería traspasar el horizonte
y
también al mar con mis alas.
No
tengas miedo de mi rostro cambiado.
No digas: “¡Mi
mamá nunca fue asi!”
Tú
vas a reconocer mi voz de cuento
en
los árboles delante de las ventanas.
Vas
a comprender que soy yo por tantas señas,
cuando
llegue hasta el lado de tu cama
y
haré que el aire sea fresco,
bajando
junto a ti todas las estrellas.
Tu
vas a saber que mamá está cerca
también
en la manera que tienen de callar todas las cosas –
en
el dolor y la inquietud del mañana –
y
en el olor del membrilla y del pan.
Vas
a reconocerme y a sonreírme en tu sueño.
Y
en cuanto a mí, cuando vea que el sol se levanta,
voy
a llevar mis ángeles y a volar
por
si acaso me asalta el temor de no devenir rocío y morir…
Selección de Rodica
Grigore (Sibiu-Rumania)
PÁGINA
32 – ENSAYO
JULIO CORTAZAR
(Argentino-1914/1984)
HAY QUE SER REALMENTE IDIOTA PARA
Hace años que me doy cuenta y no me importa, pero nunca se me ocurrió escribirlo porque la idiotez me parece un tema muy desagradable, especialmente si es el idiota quien lo expone. Puede que la palabra idiota sea demasiado rotunda, pero prefiero ponerla de entrada y calentita sobre el plato aunque los amigos la crean exagerada, en vez de emplear cualquier otra como tonto, lelo o retardado y que después los mismos amigos opinen que uno se ha quedado corto. En realidad no pasa nada grave pero ser idiota lo pone a uno completamente aparte, y aunque tiene sus cosas buenas es evidente que de a ratos hay como una nostalgia, un deseo de cruzar a la vereda de enfrente donde amigos y parientes están reunidos en una misma inteligencia y comprensión, y frotarse un poco contra ellos para sentir que no hay diferencia apreciable y que todo va benissimo. Lo triste es que todo va malissimo cuando uno es idiota, por ejemplo en el teatro, yo voy al teatro con mi mujer y algún amigo, hay un espectáculo de mimos checos o de bailarines tailandeses y es seguro que apenas empiece la función voy a encontrar que todo es una maravilla. Me divierto o me conmuevo enormemente, los diálogos o los gestos o las danzas me llegan como visiones sobrenaturales, aplaudo hasta romperme las manos y a veces me lloran los ojos o me río hasta el borde del pis, y en todo caso me alegro de vivir y de haber tenido la suerte de ir esa noche al teatro o al cine o a una exposición de cuadros, a cualquier sitio donde gentes extraordinarias están haciendo o mostrando cosas que jamás se habían imaginado antes, inventando un lugar de revelación y de encuentro, algo que lava de los momentos en que no ocurre nada más que lo que ocurre todo el tiempo.
Y así estoy deslumbrado y tan contento que cuando llega el intervalo me levanto entusiasmado y sigo aplaudiendo a los actores, y le digo a mi mujer que los mimos checos son una maravilla y que la escena en que el pescador echa el anzuelo y se ve avanzar un pez fosforescente a media altura es absolutamente inaudita. Mi mujer también se ha divertido y ha aplaudido, pero de pronto me doy cuenta (ese instante tiene algo de herida, de agujero ronco y húmedo) que su diversión y sus aplausos no han sido como los míos, y además casi siempre hay con nosotros algún amigo que también se ha divertido y ha aplaudido pero nunca como yo, y también me doy cuenta de que está diciendo con suma sensatez e inteligencia que el espectáculo es bonito y que los actores no son malos, pero que desde luego no hay gran originalidad en las ideas, sin contar que los colores de los trajes son mediocres y la puesta en escena bastante adocenada y cosas y cosas. Cuando mi mujer o mi amigo dicen eso --lo dicen amablemente, sin ninguna agresividad-- yo comprendo que soy idiota, pero lo malo es que uno se ha olvidado cada vez que lo maravilla algo que pasa, de modo que la caída repentina en la idiotez le llega como al corcho que se ha pasado años en el sótano acompañando al vino de la botella y de golpe plop y un tirón y no es mas que corcho. Me gustaría defender a los mimos checos o a los bailarines tailandeses, porque me han parecido admirables y he sido tan feliz con ellos que las palabras inteligentes y sensatas de mis amigos o de mi mujer me duelen como por debajo de las uñas, y eso que comprendo perfectamente cuánta razón tienen y cómo el espectáculo no ha de ser tan bueno como a mí me parecía (pero en realidad a mí no me parecía que fuese bueno ni malo ni nada, sencillamente estaba transportado por lo que ocurría como idiota que soy, y me bastaba para salirme y andar por ahí donde me gusta andar cada vez que puedo, y puedo tan poco). Y jamás se me ocurriría discutir con mi mujer o con mis amigos porque sé que tienen razón y que en realidad han hecho muy bien en no dejarse ganar por el entusiasmo, puesto que los placeres de la inteligencia y la sensibilidad deben nacer de un juicio ponderado y sobre todo de una actitud comparativa, basarse como dijo Epicteto en lo que ya se conoce para juzgar lo que se acaba de conocer, pues eso y no otra cosa es la cultura y la sofrosine. De ninguna manera pretendo discutir con ellos y a lo sumo me limito a alejarme unos metros para no escuchar el resto de las comparaciones y los juicios, mientras trato de retener todavía las últimas imágenes del pez fosforescente que flotaba en mitad del escenario, aunque ahora mi recuerdo se ve inevitablemente modificado por las críticas inteligentísimas que acabo de escuchar y no me queda más remedio que admitir la mediocridad de lo que he visto y que sólo me ha entusiasmado porque acepto cualquier cosa que tenga colores y formas un poco diferentes. Recaigo en la conciencia de que soy idiota, de que cualquier cosa basta para alegrarme de la cuadriculada vida, y entonces el recuerdo de lo que he amado y gozado esa noche se enturbia y se vuelve cómplice, la obra de otros idiotas que han estado pescando o bailando mal, con trajes y coreografías mediocres, y casi es un consuelo pero un consuelo siniestro el que seamos tantos los idiotas que esa noche se han dado cita en esa sala para bailar y pescar y aplaudir. Lo peor es que a los dos días abro el diario y leo la crítica del espectáculo, y la crítica coincide casi siempre y hasta con las mismas palabras con lo que tan sensata e inteligentemente han visto y dicho mi mujer o mis amigos. Ahora estoy seguro de que no ser idiota es una de las cosas más importantes para la vida de un hombre, hasta que poco a poco me vaya olvidando, porque lo peor es que al final me olvido, por ejemplo acabo de ver un pato que nadaba en uno de los lagos del Bois de Boulogne, y era de una hermosura tan maravillosa que no pude menos que ponerme en cuclillas junto al lago y quedarme no sé cuánto tiempo mirando su hermosura, la alegría petulante de sus ojos, esa doble línea delicada que corta su pecho en el agua del lago y que se va abriendo hasta perderse en la distancia. Mi entusiasmo no nace solamente del pato, es algo que el pato cuaja de golpe, porque a veces puede ser una hoja seca que se balancea en el borde de un banco, o una grúa anaranjada, enormísima y delicada contra el cielo azul de la tarde, o el olor de un vagón de tren cuando uno entra y se tiene un billete para un viaje de tantas horas y todo va a ir sucediendo prodigiosamente, el sándwich de jamón, los botones para encender o apagar la luz (una blanca y otra violeta), la ventilación regulable, todo eso me parece tan hermoso y casi tan imposible que tenerlo ahí a mi alcance me llena de una especie de sauce interior, de una verde lluvia de delicia que no debería terminar más. Pero muchos me han dicho que mi entusiasmo es una prueba de inmadurez (quieren decir que soy idiota, pero eligen las palabras) y que no es posible entusiasmarse así por una tela de araña que brilla al sol, puesto que si uno incurre en semejantes excesos por una tela de araña llena de rocío, ¿qué va a dejar para la noche en que den King Lear? A mí eso me sorprende un poco, porque en realidad el entusiasmo no es una cosa que se gaste cuando uno es realmente idiota, se gasta cuando uno es inteligente y tiene sentido de los valores y de la historicidad de las cosas, y por eso aunque yo corra de un lado a otro del Bois de Boulogne para ver mejor el pato, eso no me impedirá esa misma noche dar enormes saltos de entusiasmo si me gusta como canta Fischer Dieskau. Ahora que lo pienso la idiotez debe ser eso: poder entusiasmarse todo el tiempo por cualquier cosa que a uno le guste, sin que un dibujito en una pared tenga que verse menoscabado por el recuerdo de los frescos de Giotto en Padua. La idiotez debe ser una especie de presencia y recomienzo constante: ahora me gusta esta piedrita amarilla, ahora me gusta "L'année dernière à Marienbad", ahora me gustas tú, ratita, ahora me gusta esa increíble locomotora bufando en la Gare de Lyon, ahora me gusta ese cartel arrancado y sucio. Ahora me gusta, me gusta tanto, ahora soy yo, reincidentemente yo, el idiota perfecto en su idiotez que no sabe que es idiota y goza perdido en su goce, hasta que la primera frase inteligente lo devuelva a la conciencia de su idiotez y lo haga buscar presuroso un cigarrillo con manos torpes, mirando al suelo, comprendiendo y a veces aceptando porque también un idiota tiene que vivir, claro que hasta otro pato u otro cartel, y así siempre.
CONTRATAPA:
NOTAS DE PARÍS
IRMA BIGNON
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)
¡AL FIN, LAS PALABRAS ENTRARON EN LA PLÉIADE!
La Pléiade (Pléyade) en Francia se inicia
en el siglo XVI, cuando alrededor de Pierre de Ronsard se agrupan los poetas
Joachim du Bellay, Pontus de Tyard y Jean Antoine de Baïf.
La Biblioteca de la Pléiade es hoy una
de las colecciones mayores de la edición francesa, publicada por Gallimard.
Constituye una referencia en materia de
prestigio, calidad redaccional, y reconocimiento literario de los autores.
Publicar en la Pléiade representa una
suerte de intemporalidad para el autor. Solamente un número reducido de
escritores lo logra. Se incluyen no sólo las obras mayores de la literatura
francesa, sino también las de la literatura mundial.
Desde la publicación en el año 1938 de su
primer libro “La Náusea”, pasando por
sus novelas, sus obras de teatro y sus ensayos filosóficos donde desarrolla su
doctrina del existencialismo (la existencia precede la escencia) cuya fuente
podemos encontrar en los filósofos alemanes Heidegger y Jaspers, Jean-Paul
Sartre posee el don de la ubicuidad. De entrada nos muestra la gran maestría que tiene para dominar los géneros más variados.
La gran fuerza y la astucia de Sartre
residen en su velocidad. Sus obras son un engranaje de energía girando a toda
marcha ante el mundo. Se manifiesta siempre. Muchas veces acusa. Podemos estar
en desacuerdo con él. No tiene importancia. Escribe directo y preciso. Piensa
contra él mismo. Se metrallea de todos lados. Se para y se da cuerda como un
viejo reloj. Su extrema libertad para escribir con todos los sentidos
despiertos, hace que a veces éstos sean contradictorios. No a todo lector le gusta
leer a Sartre. Prefiere espíritus más poéticos o no tan rápidos.
“Las palabras”, Les mots en su lengua original, es una obra autobiográfica que
publica en 1964, obra que él llama antes que literaria, su “impostura infantil”.
Es una reconstrucción rápida, permanente.
La tinta no tiene tiempo de secar. Los capítulos corren uno tras otro. ¿Por qué
la importancia de este libro? Porque nuestro escritor cuenta su infancia, y
explica de qué manera, a través de las palabras, descubre la existencia.
Leer-escribir. Ya, por entonces, su delirio estaba manifiestamente trabajado.
Sin embargo, recién en el año 2010, ¡al
fin Les mots entran en la Pléiade!
“He comenzado mi vida como sin duda la
terminaré: en medio de libros – escribe.
En el escritorio de mi abuelo los había por todos lados. Yo no sabía
leer aún, pero al ver esas piedras paradas, apretadas en forma de ladrillos
sobre los estantes de la biblioteca, sentía que la prosperidad de mi familia
dependía de ellas”.
Niño tranquilo y obediente. Encuentra su
rol tan favorecedor que no se aleja de él. Ignora la violencia y el odio. No
llora nunca. No hace ruido. Casi no ríe. Desde muy pequeño se deja llevar por
una pasión poco común en la infancia: la escritura. Pero él no elige su
vocación; otros se la imponen. Más tarde dirá como Chateaubriand: “Yo sé muy
bien que no soy más que una máquina de escribir”.
“A los cuatro años me adoran. Luego soy
adorable” – escribe. Como un niño común, es el centro de la comedia familiar.
Su hogar es un paraíso. Admira la fortuna de haber nacido en una familia unida,
en el país más bello del mundo.
“Yo hacía creer que leía - escribe -.
Seguía con los ojos las líneas negras sin saltar ni una y me contaba una
historia en voz alta, teniendo cuidado de pronunciar todas las sílabas. Me
sorprendieron o me dejé sorprender. Conversaron y decidieron que ya era tiempo
de aprender el alfabeto”.
Para justificar su existencia, es más
sincero cuando sueña con las hazañas caballerescas que aparecen en los libros
de literatura infantil. Poco a poco, la inconsistencia de esas hazañas
imaginarias le disgusta. Confía entonces “esos poderes sagrados que tienen los
héroes” al escritor que él bien sabe que será. Imagina que su vocación
literaria se encuentra a la espera de una humanidad que él, en su momento,
deberá defender. Tiene entonces 7-8 años.
Empezaron a dejarlo vagabundear por la
biblioteca y él asaltaba la sabiduría humana.
Nunca escarbó la tierra ni se subió a un
árbol. Nunca buscó un nido ni arrojó piedras a los pájaros. Los libros fueron
sus pájaros y sus nidos, sus animales domésticos, su establo y su granja. En la
biblioteca emprendía increíbles aventuras. Abría un libro y se encontraba con
garabatos negros que hormigueaban bajo su vista. Acostado boca abajo sobre la
alfombra, hacía grandes viajes a través de Fontenelle, Aristophane, Rabelais.
No creía mucho en esa escritura
automática. Pero el juego le gustaba por el juego mismo. Hijo único, él podía
jugar solo. Por momentos, con mirada alucinada y frente preocupada, imaginaba ser un verdadero escritor.
Conoció el sentido de esas palabras duras
y negras recién diez o quince años más tarde. Y hasta mucho tiempo después
siguieron guardando su opacidad. Ellas fueron el humus de su memoria.
Mientras le hacía un dictado, su abuelo
alsaciano Karl Schweitzer se dio cuenta que la ortografía de su nieto era muy
deficiente. Sartre escribe: “Yo no había entendido en qué consistía mi falta.
No me afectaba en absoluto. Yo era un niño prodigio que no sabía ortografía.
Eso era todo. Buscaba mi soledad y amaba mi mal”…
Su abuelo también le enseñaba que no era únicamente importante tener dos ojos. Había que aprender a ver. Y
le contaba lo que hacía Flaubert cuando Maupassant era niño. Lo instalaba
delante de un árbol y le daba dos horas para que pensara y lo describiera.
Si cualquier autor inspirado logra entrar en lo más
profundo de él mismo, Sartre conoció la inspiración entre los 7 y 8 años. A los
9 ésta permanecía al lado suyo. Más tarde irá más allá de él. No elige su
vocación; otros se la imponen. Pero creemos que él la había sentido desde el
comienzo.
Es en los libros donde Sartre encuentra
el Universo y confunde el orden de los acontecimientos. “De esas confusiones –
escribe – me costaron treinta años deshacerme.
Saboreaba la ambigua voluptuosidad de comprender sin comprender”…
Con el correr de los años, nuestro
escritor se convierte en un verdadero paladín de la escritura.
Les
mots, “las palabras”, es la descripción bosquejada de los caminos
escabrosos de un escritor. Al leer el libro, nos sorprende la experiencia
brillante del autor, recibiendo un verdadero baño de cultura y talento.
Todos los
textos, fotografías o ilustraciones que integran el presente número son
Copyright de sus respectivos propietarios, como así también, responsabilidad de
los mismos las opiniones contenidas en los artículos firmados. Gaceta Literaria
solamente procede a reproducirlos atento a su gestión como agente cultural
interesado en valorar, difundir y promover las creaciones artísticas de sus
contemporáneos
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