Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com
GACETA LITERARIA Nº 63– Febrero de 2012– Año VI – Nº 2


Imágenes: BEAUTIFUL WORLD

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

EDUARDO GALEANO
(Montevideo-Uruguay)

DEFENSA DE LA PALABRA

Pero no es solamente un problema de lenguaje. También de medios. La cultura de la resistencia emplea todos los medios a su alcance y no se concede el lujo de desperdiciar ningún vehículo ni oportunidad de expresión. El tiempo es breve, ardiente el desafío, enorme la tarea: para un escritor latinoamericano enrolado en la causa del cambio social, la producción de libros forma parte de un frente de trabajo múltiple. No compartimos la sacralización de la literatura como institución congelada de la cultura burguesa. La crónica y el reportaje de tirajes masivos, los guiones para radio, cine y televisión y la canción popular no siempre son géneros "menores", de categoría subalterna, como creen algunos marqueses del discurso literario especializado que los miran por encima del hombro. Las fisuras abiertas por el periodismo rebelde latinoamericano en el engranaje alienante de los medios masivos de comunicación, han sido a menudo el resultado de trabajos sacrificados y creadores que nada tienen que envidiar, por su nivel estético y su eficacia, a las buenas novelas y cuentos de ficción.


PÁGINA 2 – CUENTO

MIRTA GAZIANO
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

IDEAL

Descalzarse, desatar uno a uno los moños de cada zapatilla.
Desnudarse los pies, meterlos en la cama y estirarse.
De ese modo comienza nuevamente el copioso caudal de imágenes que preceden al sueño, preámbulo que hace posible los ideales, concreción de ilusiones, pasadizos mágicos que regalan en ficción cada uno de los capítulos esperanzados ya fijados y en lo posible ir agregando color y forma, ensoñaciones hasta quedarse dormida y al despertar apretar más aún los ojos con ganas de proseguir el hilo conductor dejado horas antes por el paréntesis de la noche y del sueño.
Soñar, soñar despierta y dormida, concertar citas con las ilusiones, amigarse con las esperanzas, abonar las utopías.


PÁGINA 3 – NUESTRA POESÍA

FANNY TRAINER
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

AMOROTIEMPO

Quiero quedarme desnuda
con los trigos y con el sol.
En el medio, tus ojos claros,
tus venas y yo.
Es posible el mediodía
con tus brazos en mi espalda.
También, quizás...,
de nuevo
la tierra brame
frente al beso
de labios anchos, muy anchos,
y dientes prendidos
entre tanto y tanto.

Amor:
no había motivo entonces
para ocultar los cuerpos
envueltos en luz y luna
(hoy perdura el barro
que cubre todo
“lo que vendría”).

Quiero quedarme desnuda
en el trigal a la tarde
envuelta en tierra y cielo,
emergiendo luego esbelta
de tu espuma y de tu grito
con mis brazos rectos
extendidos hacia arriba.

Todo es tangible cada día
cuando el sol y el trigo se unen;
escucho tu deseo
y presiento el mío.
Posadas, 2004


LOS BARES DE ROSARIO

en domingos de mañana
esperan la soledad
compartida de dos
entre La Capital
y el café en jarra
entre el sol y las persianas
entre el truco
y el guiño plegado
de papeles
de noticias
empastados
empantanados.


I

El niño que vende
figuritas y no rosas
que mira tras del vidrio
que se va que no vuelve
que no besa que no toca
que fue sueño soñado
de repente
y se rompe
y se queda
parado en sus pestañas
que camina junto al perro
de tres patas
desde siempre.


II

Cuando hablamos de género
pensamos en el vestido de novia
y en el andar sin zapatitos rotos:
cuando hablamos de poder
visualizamos a los hombres
sus marchas con botas
con bolas, con bombas.


PÁGINA 4 – ENSAYO

CARMEN ROSA BARRERE.
(Posadas-Misiones-Argentina)

LAS CHICAS DEL ADIÓS.

El culto a la belleza y los cuidados del cuerpo vienen de lejos y han sido compartidos por ambos sexos. Las mujeres de Egipto aparecen en los frisos que las representan con miembros alargados, rostros afilados y manos de largos dedos y uñas pulidas pintadas de color. Masculinos con perfil de águila y sus damas, usaban tintes oscuros para remarcar el delineado de las cejas, que otorgaba a los ojos un rasgado misterioso, atractivo y tremendamente sensual. Mika Waltari nos contacta con la presencia de una beldad llamada Nefertiti. Mujer codiciosa que utilizaba a la belleza como anzuelo para convencer a un médico real que recibiría sus favores previa entrega de la tierra donde él debía enterrar a sus padres. Gravísimo ataque a la moral de un hombre de ese tiempo, cuando el culto a los muertos era sagrado…y la tentación una orden del día. Al parecer, el mayor atractivo de la mujer que enloqueció a Sinhué, fue el misterio. Una distancia física utilizada con afinada perfección por la trastornadora de hombres.

Revisando pinacotecas afamadas, se advierte que la piel y el hueso pasan de moda. Las damas de Goya exponen sin miedo sus rollitos; los hombros que se descubren tientan con su redondez madura, propiciando el roce o el mordisco y los senos se descubren. Un caballero ligeramente cínico me dijo una vez: los metros de tela para vestir mujeres son siempre los mismos. O se pone a la vista lo de arriba, o se acortan las faldas. En ese pasado, damas y damiselas que podían ser reinas o cortesanas, usaban la esquelita y la hondura del escote para intercambiar citas escandalosas dentro de sábanas ajenas. Un músico contratado, o un bardo, alzaban la voz para entonar melodías dulzonas o leer sin prisa poemas escabrosos que avivaban el jueguito sexual de la pareja sin escrúpulos pero con ganas. Socializando, usaban abanicos para resguardar la risa y las vestiduras pesadas y las pelucas les prestaban aires de damas austeras, distantes y misteriosas.

En nuestro tiempo — y acá me modernizo del todo — las muchachas no solamente se entrenan en el comer poquito y vomitar como rutina y sin asco, sino que a eso le suman toda clase de gimnasias agotadoras, pesas y aparatos que estiran, ablandan o muchas veces endurecen a los castigados músculos. Ninguna está informada que no todo aparato o rutina le conviene a su esqueleto. Está de moda, lo usa una fulana que es un hembra súper increíble, exhibida en la tele, por la que se pelean con palabras soeces dos pseudo masculinos tatuados y cincelados a nuevo porque tienen un dinero llovido del cielo que les permite tales cambios y por los que ellas suspiran. Ésa es vida. Hacia ahí dirigen sus esfuerzos. A eso se reducen sus grandes metas existenciales. Y allá van.
Salir de noche un viernes es la justa. Pegar con la pelota en el arco. Los viernes los lugares de onda están repletos. De parejas y de singles tentadores. El sábado es maso y el domingo un verdadero quemo.
Las jovencitas vienen con una amiga o dos. Todas delgaditas y lindas, aparecen en la media luz tapadas con pedacitos de tela, breteles resbaladizos y pechitos que buscan con urgencia un par de manos hábiles acostumbradas a manejar billetitos verdes. Se acomodan en la barra. Sonríen al barman, así el trago pedido llega bien cargado. Con la boca, beben. Los ojos se pierden donde acaba la vereda y los solos estacionan los automóviles. Si el vehículo es de marca y nuevecito deja de importar si el que desciende es bajito o alto, pelado o lleno de rulos, con cara de yo no fui o de truhán. La noche se escabulle, hay que pescar a alguien divertido, movedizo y sin anillo, mejor. El anzuelo está echado. Transformadas en sirenas de leyenda, no atraen al candidato con cantos. El conjuro aparece con la risa, el largo estupendo de las piernas y la redondez de un traserito logrado mediante el látigo del entrenador. Que no es látigo, pero el tipo las destruye mirándolas con lástima cuando dicen estar cansadas y pretenden huir de la fatigosa rutina.

Beben juntos varias copas riendo como chicos. Bailan apretaditos durante toda la noche. A él le gusta la piel de la jovencita. La desfachatez con la que habla. La entrega con vestido, zapatos de tacón y melena despeinada donde nada se oculta. La ligereza del parloteo comienza a aburrirlo. La estrecha con renovado entusiasmo, silabea una propuesta y se marchan hacia el departamentito de un ambiente que él tiene alquilado con un par de amigos de la facu. Llevan un siniestro almanaque, donde se establecen con rigor los días de ocupación correspondientes a cada uno. Él no sabe su nombre. Ella no conoce lo que él estudia y da por sentado que se enterará mañana. No existen mañanas, ni trajes de novia, ni velos nupciales para estas chicas del adiós. Son hojas al viento desprendidas de hogares disociados y padres corriendo a mil para veranear ese año en un lugar más o menos decente. Nadie las mira a los ojos cuando son depositadas en sus puertas. Nadie las abraza o las olfatea para percibir qué estuvieron fumando.

Mañana a la tarde la madre asiste a su reunión con gente interesada en formar a adolescentes; hablan de valores, de colegios donde se aprenden los recaudos del sexo como madres modernas y se anotan para visitar barriadas donde las mujeres están desinformadas. Los refranes alcanzan la fama por algo: “La paja en el ojo ajeno y el leño en el propio”, es el corolario acertado para este minúsculo mensajito de lo que veo con tristeza si detengo mi atención en la calidad del lente que usa parte de esta sociedad globalizada.


PÁGINA 5 – CUENTO

ANGEL BALZARINO
(Rafaela-Santa Fe-Argentina)

BENJAMÍN

Al fin lo vio: sentado entre los arbustos, dejando caer en acompasados golpes la piedra que tenía en una mano sobre otra aferrada por las piernas, la mirada clavada en algún punto lejano, al parecer absorto o sin interés por cuanto pasaba a su alrededor. Oculta detrás de un árbol, se dedicó a vigilarlo, más que asombrada, con una especie de feliz descubrimiento. Es difícil creer que pueda cometer un daño. No. Rechazando disgustada los comentarios maledicientes que desde hacía algunos meses trataban de inculcarle la culpa de hechos reprochables ocurridos en el pueblo. El sobrino de doña Eulogia Burgos o más bien el idiota de Benjamín, como lo llamaban todos, se había ido convirtiendo poco a poco en la cabeza visible por los vidrios rotos de alguna ventana, la encarnizada paliza a perros y gatos o, peor aún, el asalto y sometimiento a varias muchachas. Ella no pudo admitirlo. Se sublevó contra el creciente estado de resquemor, de instintivo ánimo vengativo que manifestaban todos. Tal vez se trataba de compasión, de solidaridad por ese muchacho que se hallaba solo, desprotegido ante el acoso de los otros, o un atisbo de nostalgia al evocar el tiempo pasado en la escuela donde él era desplazado de los juegos o se transformaba en el centro de las pullas injuriosas o simplemente permanecía en un rincón. Temblando de miedo. Agobiado. No creo que haya cambiado tanto. Una fiera, como dicen. Nunca fue capaz de rechazar un ataque o evitar las burlas.
Con lentitud abandonó él precario escondite. Cierto temor pareció agudizarse a cada paso. Por el encuentro. Difícil. Impredecible. No llegó a imaginar una palabra o gesto. Al pisar una rama seca él dio vuelta la cabeza. De un salto se levantó, hostil. Quedó paralizada cuando lo vio avanzar amenazadoramente hacia ella.

-¿Hace mucho que se fue?
-Casi dos horas.
-¿No dijo qué pensaba hacer?
-No. Siempre sale al atardecer. Le gusta caminar. Pero nunca demoró tanto en regresar.
-Sí -una mueca de fastidio contrajo el rostro de Jorge-. Sin duda debe haberle pasado algo.
-No quiero pensar que ese idiota la haya... -la mujer se calló de pronto, sin atreverse a completar la torturante idea que la obligaba a recorrer desorientada el cuarto-. Estoy cansada de repetirle que se cuide. Ya muchas chicas fueron...
-Calmate, mamá.
-Nada ganará con preocuparse, señora -Eduardo procuró brindar una solución-. Lo mejor será buscarla.
-Sí. Háganlo, por favor.
-Vamos.
Jorge se apresuró por concluir la espera. Harto ya de presentar una máscara serena, de disimular el desasosiego. Tal vez mamá tenga razón. Ahora puede estar en manos de ese degenerado. Con el remordimiento de no haber puesto suficiente esmero en el cuidado, la vigilancia de Miriam, como se había hecho la firme promesa cuando los ataques a varias chicas fueron creando un clima de incertidumbre y pánico en el pueblo.

Salieron. Al llegar a la verja del jardín, Jorge se detuvo. Abstraído un momento; luego marchó con rapidez hasta el cuarto ubicado en el fondo del patio, donde se acumulaban herramientas y muebles viejos y múltiples objetos que habían dejado de utilizarse.
-¿Será necesario llevarla?
-Tal vez sí -extrajo del armario la escopeta que usaba cuando salía de caza con los amigos; después de cargarla, procuró ocultarla debajo del saco-. Esto también puede ser una cacería. Y quiero estar preparado.

-¡Esperá, Benjamín! ¡Esperá!
El grito y las manos levantadas pretendieron una defensa, aplacar la embestida del cuerpo súbitamente enardecido. Retrocedió, tropezando contra algunas piedras y ramas desperdigadas, hasta sentir en la espalda la rugosidad de un tronco.
-¡Por favor, Benjamín! ¡Escuchame!
Se detuvo a un metro. Tembloroso, extraviados los ojos, la boca entreabierta tratando de aliviar la respiración ronca, casi estentórea. Sí. Parece fácil provocar su violencia, las ganas de agredir. Bloqueada, sin alternativa para eludir el zarpazo del cuerpo gigantesco. No ocurrió. Tal vez por brusco arrepentimiento, por desvanecerse el estallido de cólera, o más bien debido al paquete de caramelos que con urgente dificultad logró extraer de un bolsillo y enarbolar como puente comunicador o estandarte para establecer una tregua.
-Para vos. Un regalo. Tomá.
El tardío entendimiento. La torpeza denotándose en la cara inexpresiva, en los gestos lentos y sin control. No. Jamás esperó algo así. Está acostumbrado a otra cosa. Rechazo, compasión, indiferencia. Y no supo cuánto tiempo pasó, rígida, con el ruego de obtener una feliz respuesta a su arriesgada decisión, antes de comprobar cómo el cuerpo de él se aflojaba por efecto de un golpe o una extrema fatiga y por fin tendía la mano, ya sin aire hostil, hacia el paquete brillantemente tentador.

-¿Por dónde comenzamos?
-Por el pueblo. Daremos una vuelta. A lo mejor alguien la vio.
Los presagios parecieron tornarse más sombríos durante la búsqueda incierta. Debí cuidarla mejor. Nunca lograré perdonarme si sufre algún daño. Y el sentimiento de culpa, corrosivo, fue creciendo no sólo a medida que recorrían las calles y entraban en los negocios y visitaban varias amigas de Mirian, con frustrante resultado, sino también por el interrogatorio, las dudas de Eduardo.
-¿Será realmente Benjamín el culpable de lo que pasa?
-Es el más sospechoso.
-Las chicas atacadas no están seguras. Todo ocurre muy rápido.
-En el pueblo nos conocemos todos. Desde chico, él se comporta de manera rara y agresiva. Debería estar internado en un asilo.
-La tía nunca quiso separarse de él.
-Cuando mate a alguien todos sabrán lo peligroso que es.
Puede ser ella ahora. Golpeada. Tal vez ultrajada. Trató de relegar semejante conjetura, cerrados los puños, sin ánimo para hablar, abrumado por el peregrinaje que sólo lograba acentuar la inquietud y desorientación. Hasta que, al cruzarse con el Beto Lamberti, ocupado en repartir mercaderías en su triciclo, surgió una tímida esperanza.
-Sí. La vi hace un rato. Iba hacia el arroyo.

Después de ayudarle a romper el papel y desenvolver cada caramelo, pues la impaciencia o el deslumbramiento agravaba la natural rudeza de las manos, quedó observando la cara donde resaltaba la luz alborozada de los ojos y la boca cubierta de saliva por el goloso paladeo. Como si nunca hubiera probado nada mejor. Unos simples caramelos que tal vez nadie se preocupó en darle. Y la sonrisa le produjo un íntimo regocijo, la grata recompensa por saldar la deuda que durante años había creído tener con él, cuando iban juntos a la escuela y en los recreos lo descubría aislado, tratando de rehuir las bromas y ataques despectivos. Nunca se atrevió a cruzar el patio inmenso y llegar hasta él, hablarle, invitarlo a participar en los juegos. Quebrar la rutina establecida hubiera sido cometer un acto insólito, provocar la abierta reprobación de todos. Al dejar la escuela, no pudo desarraigar un estigma de pesar y remordimiento. Sin oportunidad de verlo a diario, siguió pendiente de él, tanto por cualquier referencia de la gente como por el vivaz y afectuoso recuerdo. No. No pueden continuar acusándolo de todo. Es injusto. Perverso. Y se propuso reparar en parte la falta repetida tantas veces en la infancia. Ahora. Solidaria. Sin temor.
-El último. Despacito. Tiene que durarte mucho.
Se lo arrebató de la mano. Tal vez sin oírla. Impaciente, absorbido por el único, desbordante placer otorgado por las golosinas. No creo que haya tocado a esas chicas. No. Nunca sería capaz de atacar sin motivo o por gusto. Y la decepción que ensombreció su rostro al notar el paquete vacío la hizo sentir de pronto con las manos atadas, molesta por no tener nada más para ofrecerle. Lamentó acabar así. Separarse. Dejarlo solo.
-Te juego quién la tira más lejos.
Recogió una piedra y con violencia la arrojó hacía el arroyo. Él la imitó en seguida. Y durante un rato se dedicaron a buscar entre los arbustos cascotes y piedritas que, transformados en raudos proyectiles, fueron dibujando círculos en el agua azulada, con la explosiva celebración de gritos y risas.
-Está bien. Me ganaste. Sos el mejor.
Se acostaron contra un tronco, jadeantes, embargados por la euforia del juego compartido. Pero no tardó en ser desplazada por un agobiador silencio. Quiere seguir jugando. Está esperando que le brinde otra cosa. Taladrada por los ojos desolados, sin poder soportar el rostro apesadumbrado, en muda súplica. Descubrir algo para no defraudarlo. Urgente. Que revitalizara la festividad del encuentro. Por fin, decidida, se levantó.
-Una carrera. Tres vueltas alrededor del arroyo. Vamos.

-Mirá.
Desvió la cabeza hacia el punto que indicaba la mano tendida. Casi sin sorpresa, abrumado por la indignación. No me equivoqué. Es él. Y lo tranquilizó palpar el arma.
-Dale. Hay que apurarse.
Continuaron la marcha por el escarpado sendero que apenas se insinuaba en el bosquecito, agazapados, tratando de evitar cualquier ruido. Sí. La distancia es buena. No podré fallar. Cerró fuertemente las manos en la escopeta.
-Ahora.
-Apuntá bien.
-Sí. Nunca llegará a tocarla.
Apoyó el arma sobre unas ramas. Apretando los dientes, clavó la mirada en las figuras que corrían junto al arroyo: Miriam, con evidentes signos de fatiga; Benjamín, anhelante, en febril persecución. Nunca. Nunca.

Se detuvo abruptamente. No supo si por el grito o el disparo estremecedor. Aturdida, sin comprender qué pasaba.
-¡Benjamín!
Se movilizó de golpe, por obra del dolor, la furia, el desconcierto. Mientras se arrojaba sobre el cuerpo caído, percibió las voces desaforadas. Después vio las siluetas, el arma transformada en emblema fulgurante.
-¡Asesinos! -gritó, abrazando el cuerpo de él, protectora, casi maternal-. ¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué...?


PÁGINA 6 – NUESTRA POESÍA

RUBÉN VEDOVALDI
(Capitán Bermúdez-Santa Fe-Argentina)

PODEMOS ELEGIR

si hubiéramos vivido
si hubiéramos sabido
si supieras supieran

la vida entera fueron
contados pocos años
los años fueron días
los días fueron horas nada más

los rostros se escurrieron
el nacer un instante
el morir un instante

si hubiéramos querido
si cada uno quisiera

destruir o crear a cada instante
dar o quitar
convivir o matar

en cada gesto
podemos elegir
ser horizonte abierto
o pozo ciego.


ENTRE VACÍO Y PLENO

pacientes impacientes
maduran los ovarios del signo

nueva perla
en la arena de los días
y sus trabajos

el huevo semantema se con-vierte
en larva de poema


NO HACEMOS EL AMOR

Ni con todos los polvos
ni con todos los sexos que tuvimos
y nos tuvieron
hacemos el amor

ni con todos los besos y abrazos
ni con todos los cuerpos deseados
y alcanzados

ni con todos los deseos realizados
ni con toda la carne en la otra carne
la dulce furia o fuego o jugo que haremos
y nos harán

ni con todos los cuerpos
ni con toda el alma
ni con todas las almas
hacemos el amor

porque la vida nos deshace
porque la muerte que llevamos nos trabaja
porque el miedo se espeja y multiplica
más allá de los sueños mejores

ni con dios por testigo
ni con todos los ángeles que flechan
ni con todos los papeles de la ley

ni acumulando el fuego
de todos los orgasmos
hacemos
el amor que deshace la muerte.


ALTO, ¿QUIÉN GANA?

cuando la fuerza bruta de un hombre
logra violar sexualmente a una niña
mujer o niño
no gana el amor ni gana el placer
gana el odio que engendra el miedo
gana el miedo que engendra el odio

donde un hombre aplasta con una piedra
a otro hombre
no gana el hombre
gana el peso de muerte
la dureza pétrea del fratricidio

cuando entre gritos de madre e hijo
un hombre destroza a garrotazos
a otro
no gana el hombre

donde un hombre parte a otros con hacha
no abre camino

cuando un hombre quema vivo a otro en la hoguera
no alumbra a nadie

cuando acribilla
cuando hace estallar con granadas lo que vivía

cuando un hombre mata a hierro a otro
cuando parte a otro con espada
retrocede la historia

cuando la horca mata a un hombre
no gana la justicia

cuando la silla eléctrica
la inyección letal

cuando un hombre calcina a miles con bomba atómica
no gana nadie

cuando un hombre envenena el aire o el agua
cuando mata a miles con armas químicas
o bacteriológicas

cuando un hombre masacra a miles con su ciencia
con su tecnología
¿quién gana?

cuando hay que matar a alguien
no gana nadie

donde no hay que amar
amar, ama, amar toda la vida
todas las vidas,
gana la muerte.


PÁGINA 7 – ENSAYO

CARLOS FUENTES
Fuente Diario Reforma. México DF. 9 Ene. 12

GABO: MEMORIAS DE LA MEMORIA (1)

Género. La memoria es el género que se atreve a decir su propio nombre. La biografía nos dice: "Eres lo que fuiste". La novela nos dice: "Eres lo que imaginas". La confesión nos dice: "Eres lo que hiciste". Pero biografía, confesión o novela requieren memoria, pues la memoria, dice Shakespeare, es el guardián de la mente. Un guardián, diría yo, que se radica en el presente para mirar con una cara al pasado y la otra al porvenir. La búsqueda del tiempo perdido también es, fatalmente, la búsqueda del tiempo deseado. Hoy, en el presente de este año duodécimo del segundo milenio después de Jesús, Gabriel García Márquez rememora. A los que un día le dirán: "Esto fuiste", "Esto hiciste" o "Esto imaginaste", Gabo se les adelanta y dice simplemente: Soy, seré, imaginé. Esto recuerdo.

Mi primer García Márquez. A mediados de los años cincuenta, dirigía junto con Emmanuel Carballo una Revista Mexicana de Literatura, adversa al chovinismo estrecho de nuestra antañona vida cultural. Una de las maneras de romper "la cortina de nopal" (Cuevas dixit) consistió en asociarnos con revistas latinoamericanas de espíritu similar. Eran dos Orígenes, dirigida en La Habana por Cintio Vitier, que me permitió iniciar una paradisíaca correspondencia con el gran José Lezama Lima. Y Mito, publicada en Bogotá por Jorge Gaitán Durán, y que me puso en contacto con dos jóvenes y ya grandes escritores colombianos, Alvaro Mutis y Gabriel García Márquez. Digo que conocí a Gabo antes de conocerlo, publicando en México "Los funerales de la Mamá Grande" y "Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo". ¿Quién era, cómo era este escritor transparente y luminoso que de un golpe sacaba al trópico del tópico (La Vorágine, Canaima) y le daba esa tristeza levistrausiana que Claudio Magris ha descrito como un rasgo de la literatura latinoamericana? Contra la tentación de la lectura exótica, García Márquez nos pedía "hacer la tarea escolar de re-leer una prosa melancólica, difícil, dura". El premio a su propia exigencia creativa, a contra-corriente de la facilidad del momento, premió a García Márquez con una popularidad sólo comparable, en la lengua castellana, a otra novela diáfana porque es "melancólica, difícil, dura", el Quijote. No nombro, por pudor, a los grandes escritores extranjeros que no han podido con la dificultad de ese libro, el Quijote, que a nosotros nos parece transparente. Sólo cito al best-seller norteamericano del momento, Jonathan Franzen, que reconoce su imposibilidad de leer a Cervantes. Y secretamente, hay españoles e hispanoamericanos que se cierran ante García Márquez. Yo los celebro porque significa que hay en Gabo una zona "melancólica, difícil y dura" que ya era evidente en aquellos cuentos que publiqué en la Revista Mexicana de Literatura.

El primer encuentro. Fue en las oficinas de ese Médicis yucateco exuberante, generoso, caprichoso y loco que fue Manuel Barbachano Ponce. Una mansión decrépita en la Calle de Córdoba -La Mansión de Drácula, dijo Gabo- donde Alvaro Mutis me presentó a García Márquez y nació la amistad a primera vista. Creo que desde ese momento fuimos amigos para siempre al grado de que yo puedo marcar las etapas de mi vida a partir de los treinta y dos años mediante los hitos de la amistad con Gabo y él mismo ha dicho que "si alguna vez escribiéramos nuestras memorias respectivas, los lectores se van a encontrar con páginas intercambiables".

Páginas intercambiables. En el México de los sesentas, la vida literaria giraba entre dos cafés de la Zona Rosa, el Kineret y el Tirol. Gabo y yo decidimos institucionalizar los encuentros todos los domingos de las seis de la tarde en adelante en mi desvencijado caserón en San Angel Inn. Por allí pasó la humanidad entera, todos éramos jóvenes, todos éramos promesas, todos fumábamos, todos bebíamos, unos se quedaron en promesas, otros se propusieron ganar la módica medida del genio con la desmesura del trabajo. Todos bailábamos al ritmo de los recién descubiertos Beatles y Rolling Stones. Prueba: Una extraordinaria foto de Gabo bailando el watusi con Elena Garro. Todas las muchachas eran bellas. ¿Quién más que la trágica, frágil orquídea de un invernadero ístmico, Arabella Arbenz? Arabella, hija del derrocado (por la CIA) presidente de Guatemala Jacobo Arbenz, vino a México a hacer cine y Gabo y yo éramos pareja de guionistas tan frágiles en nuestro métier como Arabella en su vida. Escribimos juntos el libreto de El gallo de oro, cuento de Juan Rulfo que dirigiría Roberto Gavaldón, realizador tan en demanda que durante el día escribía un guión para Libertad Lamarque y de noche, con nosotros, El gallo de oro, de suerte que, confundidos, a veces poníamos al Gallo a cantar tangos y a doña Liber a cacarear. Pasábamos horas Gabo y yo discutiendo sobre el adjetivo correcto para describir la puerta de entrada a la hacienda de don Esculapio Virgen (excéntrico ranchero de nuestra invención) o el lugar preciso para una coma extraviada. Un buen día, García Márquez me dijo: -¿Qué vamos a hacer? ¿Salvar al cine mexicano o escribir nuestras novelas? La suerte estaba echada.

Cien años de felicidad. Yo me fui a vivir una larga temporada a París y Gabo se encerró a escribir Cien años de soledad. Mercedes cerró las puertas de la casa, cortó las líneas de teléfono y abasteció el refrigerador. Un año más tarde, me llegaron las primeras cincuenta páginas de Cien años de soledad. Las leí con emoción, asombro y sobre todo gratitud por tener un amigo de tan inmenso talento y de tan inmensa generosidad. Porque esta era una novela generosa. En muchos sentidos. No sólo daba y se daba. No sólo poseía ese don de reconocimiento -la anagnórisis que da título a un hermoso libro de Tomás Segovia, gran poeta de nuestra generación-. No sólo reunía en un haz las grandes tradiciones de la literatura hispanoamericana -mito de fundación, épica de destrucción, historia de recreación- sino que, magistral, generosamente, demostraba la compatibilidad de los géneros en una época de sequía literaria determinada por la dictadura del nouveau roman francés, empeñado en convertir la literatura en desierto.

Frondoso por generoso, García Márquez nos volvía a ubicar a todos en el Territorio de la Mancha, la gran provincia trasatlántica de Cervantes, donde se dan cita la épica de caballería, la picaresca, la novela bucólica, la trama bizantina, la novela dentro de la novela, la cárcel de amor, la generosidad literaria que García Márquez recupera para la América Latina a partir de una tradición compartida y de una ubicación geográfica amorosa. El Caribe, la corriente de reconocimientos literarios que fluye del Mississippi de William Faulkner por las "islas de la corriente" de Ernest Hemingway, con escala en castellano en la Cuba de Alejo Carpentier y su concepto de lo real maravilloso, verdadero origen del realismo mágico, pero que se extiende a la lengua francesa de Jacques Roumain y los Thoby-Marcellin en Haití y Aimée Césaire y Edouard Glissant en el Caribe francófono y Jean Rhys la desolada niña del Mar de los Sargazos vestida toda de blanco en el Caribe angloparlante y como un faro del castellano, resistiendo todos los embates del imperio, Luis Rafael Sánchez en la roca madre de Puerto Rico. Y atrás, más atrás, los cronistas de Indias, los navegantes, los bestiarios, la imaginación casada con la memoria. De todo esto desciende, todo esto ha hecho visible y presente, Gabriel García Márquez el memorioso de hoy y de siempre.


PÁGINA 8 – CUENTO

BERNARDO SCHIFRIN
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

PAN DE DIOS Y LAS CERÁMICAS DE TALAVERA
Un respiro entre plagas de saltimbanquis.

Durante una de las gobernaciones del patilludo asfaltaron el camino que unía la antigua cabecera del departamento con la nueva, y olvidaron, o se deglutieron, los últimos siete kilómetros, por lo que había que desviarse por un camino de la época de la Colonia para concluir el trayecto.
En el triángulo de tierra delimitado por el desvío, vivía Pan de Dios, fabricaba los mejores ladrillos y especialmente ladrillones de la zona, grandes como adobes, adaptados a la tradición del lugar, con los que se construye más fácilmente, se usan menos cal y cemento y colocados como cordón a lo ancho resultan muy aislantes, aún sin revoque exterior.
El ladrillero había cavado grandes represas que le servían como reservorio de agua para sus animales, a la vez de proporcionarle gran cantidad de tierra gredosa, evitando usar el manto superficial de materia orgánica que sustenta la fertilidad. En el pisadero varias yeguas se encargaban de mezclarla con paja y guano de los animales. Para cortar los ladrillos requería la ayuda de algunos vecinos que se acercaban por el buen trato y la paga segura
Luego de armado el horno con los mismos ladrillos, llegaba la hora de quemarlos, usaba leña de poda, tanto suya como comprada, procurando no desvestir el monte. Los quemaba muy lentamente para preservar su calidad, aunque eso les demandara andar varios días desvelados durante la cocción, a él y a su hijo.
Vuelta a vuelta en mis viajes al banco, o a las reparticiones públicas, me detenía a echar una parrafadas con el ladrillero, pues simpatizaba con su seriedad, cuando vendía ladrillos de primera, eran primera, los de segunda no pretendía cobrarlos por buenos.
Casualmente se acercaban las fiestas patronales del viejo pueblo y el ladrillero estaba preocupado porque su hijo había prometido recorrer los 17 kilómetros en parte a pié y en parte de rodillas.
Aunque él no era religioso practicante ni acostumbraba asistir a los festejos de los santos, lo iba a acompañar para alentarlo en el recorrido. Pero el hijo tenía veintitantos años y él se acercaba a los sesenta.
En otra oportunidad, con la confianza que nos iban dando nuestras conversaciones, me confió que guardaba valiosas piezas de cerámicas de Talavera, lo había traído de España en el siglo XIX alguno de sus antepasados españoles, mixturados luego con hijos del país, hasta derivar a sus manos criollas. Como prueba de confianza me invitó para verlo a la humilde casa, donde vivían en varias habitaciones de ladrillos con cielorraso de cañas.
No quise desilusionarlo, para él todo lo que se hacía con tierra era noble, y la cerámica de Talavera excelsa. Constituían el resto de un auténtico juego decorado, varias piezas sueltas, algo desportillada la tetera, un par de tazas y platitos. Reconocí la autenticidad, y le aconsejé que lo conservara en la familia como símbolo de su historia.
Al par de años falleció mi amigo, al hijo le ofrecieron empleo de peón en la municipalidad, de esos en los que se trabaja liviano algún día por semana. Abandonó el horno de ladrillos, se mudó al pueblo con la madre. Los ladrillos comenzaron a traerlos de otros lados en grandes camiones, o fueron reemplazados por bloques de cemento, que aíslan menos pero una vez revocados ¿quién lo advierte?
No sé donde habrá ido a parar la cerámica de Talavera.


PÁGINA 9 – POESÍA ARGENTINA

JORGE CASTAÑEDA
(Valcheta-Rio Negro-Argentina)

MI ESPERANZA BARCO SUR

Barco herido piedra soy
escorial prisma de luz
un color una sustancia
por mis venas sangre azul.

Caballero solo nácar
corazón a contraluz
y una lluvia monocorde
de tristezas en azul.

Soy estrella de los cielos
me lastima la inquietud
pedregal picada abierta
y esta pobre latitud.

Viento torpe catedral
la meseta una virtud
caracolas y gaviotas
mi perdida juventud.

Sílice soy basalto
fogón de lumbre a la luz
distancias faldeos del monte
sordos galopes en cruz.

Araucaria en la espesura
sol amargo y lasitud
riscal perdido vertiente
busco mi escala de luz.

Amigo soy del viento
peregrino y al trasluz
bitácora navegante
mi esperanza barco sur.


PATAGONIA

Reino de plantas enanas
y de piedras tutelares
tiempo perdido en el tiempo
sus últimos avatares.

Misterios en la espesura
donde alocan los imanes
el paso de las centurias
sus edades primordiales.

Fundación en los ancestros
sus luces crepusculares
rosa vana de los vientos
luna por los escoriales.

Imperio de las tacuaras
oblicuas y desiguales
el toquí ceremonial
y de piedra los corrales.

Estepa en el horizonte
sus dioses arteriales
panteón viejo Olimpo caído
su estatura de gigantes.

Recuerdos de la memoria
sus llamadas ancestrales
tiempo que llama de lejos
para descifrar sus claves.

Me voy. El Sur es mi Norte
sus estrellas son mi sangre.
La Patagonia es un sueño
aguardando entre celajes.


EGLOGA AL PIMPOLLO

Que nadie ose tronchar tu donosura
pimpollo que mañana serás rosa.
Pero recuerda que eres poca cosa
para presumir de tanta hermosura:
mañana el jardín será espesura
y breña sin verdor. ¡Flor vanidosa!
Pasará en carrusel la juventud
y habrá espinas, fatiga y senectud.


SONETO SIN MÁS AL CHANCHO FERRERO

Entre el hiato y la forma agricultor de amargos
fundó con sus porfías las tiendas del aduar.
Puso a un lado los bagres y en el otro los sargos
y bebió en el ritón la angustia de esperar.

Escarbando lechugas desechó los embargos
que ni sus congéneres pudieron derribar.
Supo que muchos ojos vigilan en los argos
y que al ser acosados debemos acosar.

Su trajín manifiesto masticó los asuntos
y un rictus de amargura se apagó con el día.
Si quiso conjugar un mundo de presuntos

Nadie en verdad lo sabe. Solo su jerarquía
quedará entre los setos a fuerza de trasuntos.
Lo adivino casi cerval lejos de su Bahía.


PÁGINA 10 – ENSAYO

LIVIA DÍAZ
(Poza Rica-Veracruz-México)

MUJERES DE PALABRA

El 2011 fue un año de intenso trabajo para muchas mujeres, las que escribimos poesía, especialmente, desarrollando un ala, no se sabe si por necesidad emocional o intelectual, pero queda claro que por la económica.
Hace días le pregunté a la poetiza uruguaya Grace Leguizamón si acaso era una casualidad, el que haya emprendido una pequeña empresa de fabricación de muñecas, porque yo lo hice y Lis Durán también, y sé de al menos otras tres, que sin proponérselo, hicieron sus propias empresas de manualidades, así que a mi pregunta, la creadora de Encuentro de ratones, respondió que no.
Así que no es casual que del verso con ratones (mouse de la PC), pasáramos a otra cosa.
Pero hay más. Las que tenemos talleres de fomento a la lectura; las que hicieron grupos de iniciación artística para niños y niñas de la calle, como Lis Durán y Vanda Lúcia Da Costa Salles; las que abrieron grupos en las Favelas, las que promueven la paz y a prevención del SIDA como Silvia Aída Catalán; las que promueven la poesía de sus compañeros como Norma Segades; las que promueven el trabajos de escritores migrantes como Rosario Orozco, Zorica Zentic, Edith Goel y Edith Checa; las que editan, publican y promueven la cultura como Lina Zerón y Enzia Verduchi; las que hacen festivales y los patrocinan como Tatyh Hernández; las que además se van de voluntarias a una zona de riesgos, como Silvia Delgado. Entre otras miles. Ni hablar de los cientos de miles que son maestras y que como María Enriqueta, están haciendo crecer flores en Jardines de la Infancia, con las letras, como María Pugliese y Waldina Mejía. En el entorno de estas poetizas, crece, se desarrolla y se riega, la mente de algunas de las inteligencias del siglo 21.
Recientemente conocí el trabajo que realizan las poetizas dominicanas en Nueva York; Jorge Piña, esposo de Karina Rieke, ha escrito sobre esto y no por apoyar a la mujer –que vale hacerlo- sino por la perplejidad que le causó el empuje de las hembras ante la actividad cultural, a lo que emprendieron al ser convocadas, los logros que han tenido, la fuerza y el crecimiento numérico y el personal; mientras los varones, la verdad, por años, no lograron ponerse de acuerdo.
La sacudida que a los movimientos culturales le están dando las mujeres, por tanto, va más allá de lo que se ve a simple vista.
Al ver la superficie, es un montón de autoras haciendo su trabajo, de la calidad y del éxito ya hablará la historia. Pero en lo profundo, ellas, han abogado por la humanidad sumergiéndose en las necesidades intelectuales y espirituales de cada uno. Así tenemos a Hope en la Patagonia Argentina; que pasó del lienzo al movimiento creativo, en el que se involucró toda la comunidad; el puente que tendió Edith Checa con la promoción y la difusión de la poesía entre interesados, que se volvió de promoción del trabajo y el trabajo algo auténtico y cotidiano para las dueñas de los ratones.
Hay miles de nombres más que se pueden añadir a este escrito, y de sus aventuras, andanzas y encuentros, hablan ellas mismas en cientos de miles de blogs, web y los impresos. Además de la posibilidad del encuentro virtual, por la red de internet y el de los encuentros que hacen posible los promotores y promotoras de cultura, a los países no parece interesarles demasiado nada de esto; en todas las áreas, para la realización de encuentros, para poder en una misma sala a conversar a 20 o más de estas poetizas a la vez, y a leer y a compartir experiencias y unos minutos de su vida, existen el del País de las Nubes, entre otros, que se patrocinan con los apoyos de mucha gente, pero que no son promovidos desde el interior de un ejercicio nacional por atender la voz, imparable, de las mujeres poetas.
La labor que se está realizando en todos los confines de la tierra, involucra muchas actividades en torno a ellas, pero principalmente la promoción de la lectura, la escritura creativa y la educación en general.
Las artes, ganan cada día que alguna da a conocer lo que en la soledad realiza. Porque la poesía es un arte personal y no se puede hacer en bola. Además de que en sus diferentes empleos, añaden con su visión y su perspectiva, mucho de lo que tienen y lo dan a la gente de este planeta.
Para la comprensión, ahí tenemos a Yolanda Duque en Canadá, transformando su encuentro entre mundos, en libros; a Zorica Zentic y su montón de amigos que traducen la poesía a docenas de idiomas para hacerla llegar a todos los países en donde es posible editar las palabras, aún sin ser grandes editores ni tener grandes capitales; el trabajo que hacen mujeres como la rusa Helena Ramos en Nicaragua; Rosina Conde en la música, actuación y promoción de la lectura; Pina en Guaymas, Nina Salguero en Tuxpan; Silvia Ponce en el sureste, que sólo con su empuje logró poner la casa de Cultura en ciudad del Carmen y que a pesar de llevarlo todo en contra, a veces, dan el ejemplo a seguir.
Seguramente este escrito es apenas el prefacio de un registro sobre la abundancia en la bondad de las mujeres poetas; y que sus actividades son tantas que faltan muchas planas para escribir, pero no plumas, ojalá que comiencen a dar testimonio de sus propias andanzas, lo que las enriquezca y que el pueblo sepa, que debajo de la falda hay un fondo, que hace hablar al silencio.
En el futuro ya no se va a hablar de los poemas, sino de las poetas también, como promotoras del cambio global, ante un mundo en el que no se dan por vencidas.


PÁGINA 11 – CUENTO

PILAR ROMANO
(Corrientes-Corrientes-Argentina)

EL OTRO REGRESO

Es la hora de los pájaros en busca de refugio, de los colores yéndose despacio, tal vez a descansar con el sol. Debí buscar otro horario para regresar, no éste en el que todo parece irse. Y yo vuelvo, ni siquiera sé bien porqué vuelvo, pero quiero llegar. Y llegar prolija, íntegra, aunque sea para ver la vejez de los míos - o de los que alguna vez fueron los míos- para conocer a los hijos de mis hermanas, que seguramente son ahora el motivo de vivir para mi madre y mi abuela.
Voy acercándome después de más de diez años y me alcanza el olor de la vieja casa, que se mete en el hueco que se me ha formado en el estómago. Y tengo la impresión de que me muevo en reversa. El hombre que pasea por la vereda quizá me vio alguna vez, pero no me reconoce y yo tampoco lo recuerdo. No tengo una hoja de papel con cosas escritas por mamá para comprar en el almacén de Don Tito, ¿para qué entrar? el lugar, siempre la misma esquina, tan sólo me sirve para que recuerde que estoy próxima a llegar. Quizá aquí no hayan pasado tantos años como los que yo viví; pero a ningún calendario se le da por dormir.
-¡Ay, muerte, ya es hora de que me lleves! solía decir la abuela; a Dios, un dios que quizá sólo ella conocía, le hablaba bajito, pero a la muerte le alzaba la voz. Sin embargo, sigue aún viva, de seguro con las rodillas callosas de tanto hincarse a rezar. Poco a poco van saliendo de la desmemoria su figura encogida y las palabras que parecían brotarle de cualquier parte. ¿Por qué reza tanto, abuela? le preguntaba a veces. –Porque los rezos son como alimento para mí, contestaba. Tal vez sea esa dieta de invocaciones y plegarias lo que la sustenta por tanto tiempo, me digo.
Pero no es a ella a quien veo primero al llegar a la casa. Veo a mamá, sentada en un sillón hamaca, en la galería que bordea el frente. Llama a los otros; de los que nombra, tan sólo sé quiénes son Ofelia y Ana María, así se llaman mis hermanas ¿y Marta? pero no tengo idea de los dueños de los otros nombres que incluye el llamado. La abrazo, le beso la cabeza y las mejillas y noto que huele distinto, como si ya no oliera a mamá.
Me llega también el zumbar de los mosquitos.
Entro. Está la mesa tendida para la cena y reconozco las flores bordadas en el mantel. Han sacado el mantel de las flores bordadas. Tengo la sensación de que toda la casa cruje como pan tostado. Doy un beso breve al retrato de papá que sigue en la cómoda, tal vez más descolorido, mirando hacia la cocina; aún en la fotografía persiste su ansiedad por la hora de comer. Llegan mis dos hermanas, secándose las manos con el delantal. Nos abrazamos, qué suerte que volviste, qué bien están ustedes dos, estarás muy cansada, no tanto, dame la valija, quiero conocer a mis sobrinos -¿porqué no pregunto por Marta?- la abuela está bien, en el patio de atrás.
Me parece una nube vaporosa el pelo blanco que enmarca su cara huesuda; tiene el libro de rezos entre las manos, gastado, flecudo; mido la inutilidad de los anteojos pegados con cinta adhesiva que están en su regazo, no creo que pueda ya leer. Me mira sonríe, mostrando sin coquetería su boca desdentada, siempre entre el silencio y la palabra. Es la que ha estado esperándome con más ansiedad, la que vive mi regreso con más alegría, pienso. Y esto me hace sentir bien, porque su sabiduría siempre me provocó admiración, porque creo que es, en la casa, la que tiene la verdad ajada entre las manos. Con el abrazo que nos damos siento que he sido al fin aceptada en esa atmósfera cuyo dominio había perdido. La abuela sabe lo que significa mi regreso, estoy segura. Habrá rogado para que ocurra y empezará ahora a rezar dando gracias porque estoy otra vez aquí. No sé porqué la miro y me parece que el sillón y la abuela se desdibujan, como si retrocedieran.
-No hables de Marta delante de mamá o la abuela, me dice Ana María en voz muy baja.
Y en la cena me cuentan chismes que no me importan y les cuento verdades y mentiras de mi vida en la ciudad. Pero ahora estás aquí con tu familia, sin la familia pocas cosas importan, ojalá te quedes un buen tiempo, estás un poco más gordita y te queda bien, ¿querés otra porción? Pero casi no escucho; trato de oír –o de no oír- lo que dice la mirada de mamá. Su dolor, su desolación, sus reproches fueron siempre mudos. Tengo la sensación de que ha estado sufriendo desde su nacimiento, pero sus dolores son como el horizonte, que uno sabe que está, pero que solamente en días muy claros deja adivinar alguna forma remota. En este instante sé, sin embargo, que nos habla a la Marta ausente y a mí. ¡Cuánta ingratitud! creo que dice, ¡cuánta ingratitud! Y me pregunto si quienes no saben decir su dolor en voz alta saben perdonar.
Para alejarme de los ojos de mamá me concentro en mis recién estrenados sobrinos, tres varoncitos y dos nenas. Es el momento de las presentaciones, Kevin se llama el menor, hijo de Ofelia. “Kevin Toledo”…me suena casi dramático pero efectivo, ya que me resbalan los nombres de los otros.
Ana María y Ofelia están cada vez más parecidas a mamá, pienso. Y evito mirar mi imagen en el espejo del aparador porque temo tener que incluirme en la comparación. Pero no es la apariencia física la que motiva mi reflexión, es su manera de enfrentar la vida. Sé que tienen cientos de reclamos que jamás dirán, sé que nunca tuvieron otros novios que no fueran sus maridos, que han dejado tan atrás su soltería que ahora creen que nunca existió, las veo como a seres siempre grises que se fueron aplastando contra el piso por la fuerza de la palabra que más sonaba en la casa: “no”.
Marta fue totalmente distinta y yo estuve siempre en el medio. Por eso soy la favorita de la abuela, sé que lo soy y esta sensación de preferencia me fortalece especialmente en este momento de mi regreso. Del otro lado están el callado reproche de mamá y la mentira del modo en que les importo a mis hermanas.
Marta, en cambio, maldecía la vida cuando le negaba algo, reía a carcajadas cuando estaba alegre, iba a los bailes sin pedir permiso y si tenía ganas bailaba sola en la galería, a la vista de los vecinos. Chico Novarro era su favorito. Y hasta aprendió a nadar con una malla de dos piezas. Sé que todo esto perturbaba a la abuela, estaba fuera de lo que ella hubiera hecho en su tiempo. Era desaprobación y no ternura lo que le provocaba Marta. Yo sí admiraba a mi hermana díscola y hasta pretendí ser audaz como ella.
Todavía nos parecía escuchar el sonido de los terrones sobre el ataúd de papá cuando descubrimos que Marta planeaba dejar la casa. No lo negó. Se despidió con un breve abrazo de cada una de nosotras y se fue, sin comunicar su destino. Creo que mamá se sintió castigada por dentro por un latigazo más fuerte que su voluntad de aceptación. Cada una de nosotras imaginó una razón distinta para el abandono de Marta y no podemos saber si alguna acertó. Pero la vida siempre insiste y el naranjo del patio de atrás volvió a florecer.
Me parece que este momento se transforma en una sucesión de escenas que pasan sin sonido ni color y la imagen del retrato de papá se vuelve diminuta.
El toque de realidad viene de la puerta de calle que se abre; me suena casi escandalosa. Es el marido de una de mis hermanas, presumo; sin razón aparente se me ocurre que es el de Ana María. Y es el marido de Ana María, empleado de la oficina de correos, empeñado en hacer horas extras, me dicen, para intentar llegar con algunos pesos a fin de mes. Mi señora -¿mi señora?- me habla siempre de usted, imagino que bien, a veces bien a veces más o menos, sus razones tendrá, me alegra que mi hermana tenga un marido trabajador, paso al baño y enseguida vengo a la mesa…
En este punto me alegra el haberme ido -¿por qué tanta ingratitud? vuelvo a leer en los ojos de mamá- si bien mi intención no había sido dejar la casa y a sus cuatro mujeres, sino encontrarme en el pueblo vecino con el cantante que contrataron los Ojeda para animar la fiesta de sus bodas de plata, aunque yo tuve la sensación de que había venido a cantar para que me enamorara de él. Me voy con la hija de los Ojeda a la casa de una prima en La Cañada y vuelvo el lunes… El suegro del cantor también fue a La Cañada, no sé desde donde, y yo no volví a mi pueblo aquel lunes porque tenía que olvidar el desorientado charco dibujado por la sangre que brotó del cuerpo tendido junto a la cama. Nunca supe si el cantor murió, pero huí. La distancia es un aliado del olvido, pensé entonces. Nunca supe si las cuatro mujeres y el resto del pueblo supieron exactamente lo que ocurrió; en La Cañada no me conocían y la hija de los Ojeda no estuvo allí. Hubo cartas, parecía que aceptaban mis excusas y jamás preguntaron nada.
Sí, en este momento y por primera vez me alegra el haberme ido porque no me imagino viviendo días peligrosamente marchitos junto a una especie de maniquí que pega sellos de correo y me llama falsamente “mi señora”.
No tengo necesidad de adivinar, el que llega ahora es el marido de Ofelia, más bien obeso y tosco; tiene una verdulería a pocas cuadras de la casa, dijeron; me estrecha la mano, la estábamos esperando, había sido joven usted y más linda que sus hermanas, gracias, ¿no se enojan ustedes dos? siempre la nombran por aquí, espero se quede unos cuantos días… casi no lo escucho porque me he quedado mirando las uñas con los bordes verdinegros y una semilla de zapallo atascada en el chaleco de lana. Otra vez, menos mal que me fui.
Necesito mirar a la abuela, la veo con esa palidez casi luminosa que les llega a algunos ancianos. Parece concentrada en sus voces interiores, mientras sus manos temblorosas y nervudas tratan de cortar un trozo de carne. Ella también me mira y creo que sus pupilas opacas me dicen que ahora está tranquila.
Por la ventana vemos que comienzan a caer algunas gotas. Es lluvia de bendición, dice una de mis hermanas, pero debemos irnos antes de que se venga un aguacero fuerte. Hay un alboroto de sillas, platos, empujones de los chicos. Apaguen el aparato de la música, mañana nos vemos mamá, chau abuela, pónganse los abrigos, chau tía, chau Kevin.
Quedo sola frente a la sentencia de los ojos de mamá y mientras la ayudo a ordenar algunas cosas tengo deseos de contarle porqué no volví aquel lunes. Pero es de noche y llueve, todo parecerá más tremendo e incomprensible.
…tu habitación está lista, es la de siempre, después de la pieza de la abuela, estarás cansada, mejor vamos a dormir. Y no hablemos de Marta, me parece que dice su silencio.
El cuarto de mamá es el primero del pasillo; sigo sola y para que el hueco en mi estómago se llene de paz, me detengo junto a la puerta entreabierta a escuchar los rezos de la abuela. Pero enseguida decido seguir hacia la habitación en la que dormiré, sería una irrespetuosa invasión a la intimidad de la abuela, me miento. Porque no soportaré comprobar que ella reza, seguramente, por otro regreso.


PÁGINA 12 – POESÍA ARGENTINA

® CHAVI MARTÍNEZ
(Guaminí-Buenos Aires-Argentina)

TU ENTRADA DE FARDO SE BUSCA

Estarse en tu entrada riada de invierno
con un sol que enternece las encías.
Sobrarse en tu adicional: un cultivo holgado y franco
que tiene la boca grande y vacía.
Y te quedas sobre un lado de la corredera
cual un tenue semillero que intimida para el abandono.
Mirarse la calle por donde pasan los perros,
como otros saben mirar el mar,
y conocer qué olores dejan tumbarse.
Y es que otros,
se levantan a erguir el cuerpo a razón de pasar
las frentes sobre los paredones,
aún pareciendo tener un orgasmo.
Vos,
que tenés miedo,
sabés lo virtual de extender el tino de un vuelo,
de la lluvia, como una faena que semeja
a una casa asustada,
y aún de tal modo tenés un día térreo
que no hace distinción ni disgrega
con tu entrada de fardo que busca
y no te queda más que las altas horas
engomadas al mediodía austro,
al costero litoral de tu carnada
beige y canto rodado.


UN PEQUEÑO PÁJARO POMELO ALATIRPO DE FRENTE

En el henil de tu teísmo quiero cuencos y taburetes,
también regiones superiores que son variopintas
como los ojos de la luz a través de las nubes.
Mientras se evita los mentís de la experiencia,
el sur es rojo porque la región del estío y del fuego
es roja.
Un pequeño pájaro pomelo alatirpo frecuenta
cerca del lloro inmediato del difunto.
Y el deseo pletórico de vida, deiforme,
pone al horror variado con la locura.
Es el caso que acaezca en las escarchas
que maduran las simientes y pronuncian el oriente.
Un pequeño pájaro pomelo alatirpo que apresta
un enorme avío duradero y previene,
como un neófilo que hiende una larga serie de ceremonias
pudiendo extenderse durante varios años.
En un estado de evidente sobreexcitación,
en una escena de frenesí verdaderamente salvaje,
yo no concebí el mundo pájaro a mi imagen más
de lo que me concebí a mí misma a imagen del mundo.


MENTOR DESPUÉS DE LA DESPEDIDA DE DÍNAMO

De baqueteo en baqueteo: un mentor,
una gran frente enfrentada a un gran y nuevo sol.
Expuesto a la clemencia pretende tanta victoria a modo de
surtidas deidades que andan por ahí buscando cielos
y hacen mudanzas sin enternecerse.
Lo más prudente que admite, en mantener la osadía,
sale en lo posible, lo más erguido
con la perspicacia del primer bípedo que uno se imagina.
En repugnante tortura, él prefirió siempre
la mantención erecta como la de un buen árbol,
pero en vez, juntó frutos caídos en la vereda
que en lo prematuro, risueño y lastimero
mostró dueña y cultivada acequia
de zafra con sumos, sin barcos
ni cascotes finales.


ESTANCIA CONTINENTAL DE UN ENNEGRECIDO SILENCIO

Por dónde reverencias cuando te estancias en la solícita
implenitud de los acres,
cómo aspiras a la renuncia de lo textil e incesto.
Tú, pregón de religión, persecuta, paranoico,
te pregunto porque tengo el hábito de la perorata,
porque es menester inclinar mi agudeza con protuberancia.

Parece que se vienen acabando los comienzos
y solo por quebrantamiento, por amor,
cruzas patios y patios saltando paredones
sin conocer a nadie que quiebre ese continente de concreto.
Los presidiarios somos nosotros que descomprimimos a lo torpe y a lo necio
la tetera ocupación de una misma alegría.
Ahora casi patológicamente determinas con obicidad que
debemos averiguarnos e improvisar qué tan progenitores podemos ser.
Entonces delinquir ha sido apenas una pequeña excusa,
matar ha sido en vano, pero ha sido roble para un roble
que con un melindre dulce y marfil ostenta bravucadas.
Vista desnuda de los hambrinos tamariscos nocturnos
que aroman el lugar donde yo me alío.
Creo que por tu lado la noche sabe atropellar y permitir
que te estalles sin preguntar nada y sin que ya nadie responda.
Hace falta que conduzcan una máquina para que el asfalto te tape ennegrecido,
hace falta que se adhiera la pena de los perros, de los niños y de los ángeles
a los pies para que sepas que en fin no ha de ser pesado,
que te deja enclenque, te extorsiona, te coagula
disipado y herido, te embriona, te solidifica y te rompe.
Pero existe tal certeza.

Ahora que bates tu carnal poderío comienzas a avergonzarte
de la culpa por cuánto has de sobrevivirte.
Concupiscente, lascivo y continental ya no reniegas de tu lote,
atolondrado en elongación familiar, prevés que falta algo,
y es mi mueca obstinada que se mueve por lugares aún no ventajosos,
que se mueve para tu impermeable consumo,
para un prototipo suspendido,
oblongo tú e igual corazón sin árbol.


SI ES POSIBLE EXPIACIÓN DE QUIEN NI SIQUIERA

Y a la hora del cortejo, entonces, desde hace mucho tiempo,
se vuelve a lo que gustaba de los avolcanamientos,
De momento, le atribuyo al pedestre amateur de seudónimo tunante:
los amantes de los cumpleaños,
los extranjeros del goce,
el quieto trabajo del que ama.
Y en la instancia apolítica, marginal y siniestra tal vez
le doy el triunfo, aunque ya repetidamente, desde siempre
le tomo en cada pregunta que comienza: “si es posible”
y pienso sin cansarme en la más insondable de sus tribulaciones.
Apopulo y cayo aún porque tiene un libro
que es un roce notorio y se contiene,
porque ofrece la comprensión del vacilante en entrega.
Y rubrico que soy capaz de desandarme
sacudiéndole en su expiación,
tan difícil de empeñar.


UN MAR DE VIDRIO QUE SE QUEJA

Desaprendido de sí mismo,
solo está rumiando un angelito, se lo está comiendo.
Quiere su cuerpo reposado
presenciar un mar de vidrio que se queja en cada bote,
en cada pez
y el sol es blanco, tierno y no tiembla.
Quiere y ve a una niña que saltica rubia,
destapada.
Él ha pregonado cariño acostumbrado al amor
y dentro de la apilada humanidad
cual frágil disposición lleva a la arritmia
en un cántico de los estabilizados,
ya no quiere ser así.
Él que se había subido a árboles tan altos,
abre la mano y suelta el hilo de un barrilete.


PÁGINA 13 – ENSAYO

SAID JEDIDI
(Tetuán-Marruecos)

CULTURA ISLÁMICA

Desde medios de comunicación y en voz de algunos líderes del planeta, se presenta a la relación entre el Islam y Occidente como un enfrentamiento. En su colección “Cultura Islámica”, el Centro Islámico de la República de Argentina” lo explica en estos términos: “Los argumentos que se exhiben se relacionan con el hecho de que poseer culturas, religiones y valores diferentes a los que profesamos día a día implica un conflicto”.
Así la tesis del “choque de civilizaciones”, presenta un mundo dividido en regiones culturales, donde esta identidad está dada por diversas formas, étnicas, históricas, religiosas, etc.
Permítanme invitarles a escuchar y sobre todo a juzgar el sentido profundo y la lógica perversa de la siguiente información:
Un perro atacó a una niña americana de corta edad en pleno centro de Nueva York.
Exponiendo su propia vida a un peligro de muerte un señor que pasaba por allí acudió a salvar a la pequeña. Y… la salvó a expensas de su propia vida.
Un agente de policía que presenciaba la escena se acercó entonces al hombre y le felicitó por su valentía y su heroísmo.
-Lo contaré a la prensa y mañana toda la prensa de Estados Unidos hablará de Usted como un héroe neoyorkino que se sacrifica para salvar a una pequeña.
-Pero… señor, yo no soy de Nueva York
-No importa. La prensa hablará de un héroe americano que se sacrifica salvando a una pequeña.
-Lo siento señor pero tampoco soy americano.
-¿Y de donde es Usted?
-Yo… yo… yo…. Ya lo sabe Usted nadie es perfecto: yo soy árabe.
Al día siguiente toda la prensa americana hablaba del suceso en estos términos: “EXTREMISTA MUSULMAN ASESINA A SANGRIA FRIA A UN INDEFENSO PERRO CALLEJERO”.
Doble moral… triple evaluación confesional y una conciencia monolítica con un solo sentido sin posibilidad de ningún pluralismo
Desde entonces los constantes esfuerzos de unos de mantener a otros en un estado vegetativo nos inducen a dudar legítimamente de que todo lo que nos proponen al respecto es un debate después de la emoción, un gusto a la utopía y una percepción aproximativa que en vez de impulsar a los responsables políticos, a representantes religiosos, a los intelectuales y a todos los hombres realmente amantes de la paz y de la justicia, lejos de depresiones ideológicas y de estrategias polvorientas, a una sana reflexión y a una adhesión a valorizar lo que podría ser el inestimable enriquecimiento personal o colectivo que puede traducir el dialogo entre todos, sin idealismos conquistados, y un sincero intercambio inter-civilizacional, exacerba los pluralismos y las diferencias sociales, culturales y religiosas.
El papa tenía razón porque lo que no se conoce o no se quiere admitir es que lo que nos une es infinitamente más de lo que nos separa aunque algunos lo tergiversan sutil y nefastamente.
Es verdad: la civilización occidental es básicamente greco-romana, pero esto es una verdad a medias porque es también arabo-islámica. La incidencia de la cultura islámica durante la edad media fue tan profunda que quedó incorporada a la cultura universal desde varios aspectos: los musulmanes como vehículos de la ciencia.
El persa musulmán sufí Hallay (3) dijo: “He reflexionado sobre las distintas confesiones, haciendo un esfuerzo por comprenderlas a todas y las considero como un Principio Único con numerosas ramificaciones”.
“ Bebe de la sabiduría, decía el profeta Mohamed, sin importar el recipiente que contenga ». Decía también que “los beneficios de la ciencia (o la sabiduría) son superiores a los beneficios de la devoción”.
Una explícita invitación a una reflexión entre todos los credos y un llamamiento cabal y elocuente a dialogar y a conocerse mutuamente.
No obstante, esto era hace 1432 años. Es decir: hace 14 siglos y 32 años.
David Rothops, experto en la Fundación Carnegie tiene razón: “Cuando la guerra fría había terminado pensábamos que íbamos a asistir a un choque de civilizaciones. En realidad, asistimos a un choque de generaciones”.
De generaciones es pero también y sobre todo de civilizaciones, gracias a los medios de comunicación todos voces de sus amos y de sus intereses, geopolíticos, estratégicos o económicos cuando no y es lo más grave y lo más lamentable, civilizacionales.
Para percatarse de la caótica dimensión y la trágica envergadura del drama, citemos a Mohamed Chakor, una auténtica autoridad en materia de dialogo de civilizaciones y uno de los incansables francotiradores de la imperiosa necesidad de una nueva estrategia de comunicación, capaz de contribuir a la edificación de puentes y de poner en pie nuevos conceptos de fraternidad, convivencia y coexistencia pacífica entre todas las religiones existentes. Confesional:
“ En nuestro mundo injusto, violento y caótico ¿ La paz es una utopía? Hemos sufrido cerca de quince mil guerras que arrojaron el escalofriante balance de 3 640 millones de muertos. El siglo XX ha sido el más mortífero, debido a las atrocidades cometidas por los integrismos laicos: fascismo, nazismo, estalinismo, nacionalismos excluyentes etc.”.
¡Alucínate! Aunque no condenadamente decepcionante porque en ausencia de una verdadera voluntad política para cambiar este vergonzoso curso de los acontecimientos, existe la determinación de tomar conciencia de que “este mundo es de nosotros y no de quien reza de manera diferente” y que “entre el hecho y el dicho no debe haber mucho… Estrecho… de Gibraltar”.
La doble moral de algunos Estados, como diría el propio profesor Chakor, que se jactan de defender los derechos humanos, tiene mucho en común con las mafiocracias. Las superpotencias y su geometría variable, están por encima de la ley internacional.
En efecto, el progreso material contrasta con nuestro retraso moral. Precisamos de una educación que no solo susceptible de proporcionarnos conocimiento, sino también cualidades éticas y una cultura de tolerancia y de distensión.
Era y no fue asi, una misión para los medios de comunicación.
Dicho esto se debe precisar que algunos medios de comunicación tanto occidentales (Fox, CNN, ABC, p BBC entre otros) como en algunos países musulmanes como la cadena qatarí Al Jazeera o la saudí Al Arabia constituyen las más mortíferas de las armas de destrucción masiva.
Pero hay otras armas, no menos destructivas que son la complacencia cuando no los humillantes, injustificados y gratuitos servilismo y servidumbre de la mayoría de los mandatarios árabes a los que, pese a los incontables beneficios, no sienten por ellos más que desprecio y repugnancia a pesar de su servicial apoyo contra, incluso el Islam.
No obstante, esta “realidad” no es fruto de la emergencia de ninguna conducta ni de la eclosión de una nueva meta-frasis o metáfora del vocabulario del orden de la bondad o malicia. Se trata de una responsabilidad compartida. También contribuye la ignorancia o la miopía de una autosugestión que a base de petrodólares se ha dejado convencer de que todo está en venta hasta las…conciencias.
Un mundo musulmán que no comunica o mal
El Profeta Mohamed decía: “Los dos bienes más deseables son la ciencia y la caridad y las dos más detestables son la ignorancia y el egoísmo”.
En su introducción a “Islam, Oriente y Occidente” el CIRA lo explica de manera más explícita con sorbos de emoción: “Desde la caída del muro de Berlín, muchas políticas se han articulado para presentar al islam como un posible enemigo de la civilización occidental. A tal fin se han comenzado a utilizar términos que por su repetición constante e indiscriminada desde medios masivos, son ligados rápidamente a Islam, como terrorismo islámico, fundamentalismo islámico, células dormidas, integrismo islámico, guerra preventiva, eje del mal, nueva cruzada, oriente versus occidente, violencia islámica, terror de origen islámico, asesinatos selectivos etc.”.
Como si no bastara a algunos de entre nosotros lo que nos ha costado, cuesta y de seguir asi esta nefasta tendencia, costará este odio reciproco, esta intolerancia mutua y este rencor intercambiado y explotado diabólicamente por muchos:
No es ningún mito.Ninguna reminiscencia. Es la cruda realidad que juntos podemos y debemos cambiar: “Hemos sufrido cerca de 15000 guerras con 3640 millones de muertos”.
¿Quién es la víctima y quién el victimario?
A excepción de algunos islamólogos occidentales discapacitados o en ciernes, La gente…mucha gente, unos más que otros, está tomando conciencia de que « la supervivencia del mundo en sí depende del diálogo entre todos los credos».
« Di a los judíos y a los cristianos: terminemos nuestras diferencias. Sólo adoramos a un Dios. No le demos comparaciones. Somos musulmanes». Era hace 14 siglos. Es la azora III, aleya 64 del Corán.

CULTURA DE TOLERANCIA

Cultura de tolerancia. Un ejemplo de coexistencia y cohabitación pacíficas.
Por ello para muchos musulmanes, a pesar de que curiosamente, incrustado en su imprudencia y mal gusto moral, Occidente, insensible e indiferente cuando se trata de profanar al islam y su Profeta, sólo ve en los sucesivos discursos papales que preconizan una imperiosa necesidad a una cultura de tolerancia entre los todos los credos (“como su discurso en Sídney, Australia, cuando dijo “La iglesia busca con avidez oportunidades para escuchar la experiencia espiritual de otras religiones”) llamamientos a un mayor respeto de ecologías, excusas a las víctimas de pedofilia por parte de curas australianos y otra estúpida etcétera, valoramos los propósitos de Su Santidad como ideas audaces, entre muchas otras cosas, porque nadie y de ninguna forma puede, a pesar de los diarios y lamentables reflejos pavlovianos contra el islam, negar la irreversibilidad del tiempo y del…destino.
A raíz de lo cual, reconociéndole más de un mérito moral, en el mundo musulmán, no pocos con una curiosidad sociológica han saludado este sano llamamiento a la razón del Sumo Pontífice que anunciaba, no sólo una nueva era de distensión entre el “ El Foro católico Musulmán”, creado entre el Vaticano y algunos líderes musulmanes en tanto que estrategia de diálogo para mejorar sus relaciones, sino una nueva toma de conciencia que anula, abroga y quizás incluso remplaza la dialéctica de confrontación y de rencor recíproco.
Desfalleciente memoria la de los que no hacen esta lectura de este “estado de necesidad”.
Sin embargo, no pocos musulmanes decidieron pasar la esponja y dar tiempo al tiempo y riendas sueltas a su esperanza mártir.
Conscientes de la complejidad de la coyuntura, nadie se hacía ilusiones de una solución milagro de la crisis medioriental ni de actitudes más justas o más nobles respecto a los iraquíes y los afganos ni una devaluación del, cuando menos, irrespeto y profanación del credo musulmán a través del mundo.
Demasiada injusticia contra un mundo musulmán que ni es responsable de holocausto alguno ni con suficiente poder y capacidad de imponer la expoliación y la impostura en alguna parte del mundo.
El diálogo de civilizaciones es un acto noble… una enorme responsabilidad, casi una odisea, siempre y cuando se reúnan los ingredientes previos que pudieran garantizar, primero su concretización y luego su desarrollo en medio de condiciones humanas.
Sin embargo…
Basándose en los preceptos de su religión, la inmensa mayoría de los Mil quinientos millones de musulmanes entiende que nadie tiene derecho a irrespetar su credo pero que, incluso en este caso, no sería legítimo ni moral desear que los que no les respetan sintiesen temor o angustia. El Corán dice:
“Que veneren al Dios de esta casa (la Kaaba) que les dio el sustento y... LES INMUNIZÓ CONTRA EL MIEDO”
Sustento y… inmunidad contra el miedo. Lo que debe incitar a preguntar: ¿Y este terrorismo islamista que tanto enarbola el occidente?
Para la religión musulmana cuyos preceptos inculcan una cultura infinitamente más tolerante y más pacífica la deontología se inspira de las palabras divinas:
“¡Hombres! Os hemos creado de un alma única, varón y hembra y hemos hecho de vosotros pueblos y tribus, para que os conozcáis unos a otros. Para Dios, el más honorable de entre vosotros es el más piadoso. Dios es Omnisciente, todo lo sabe” (49:13).
En el mundo musulmán confundir los hombres y las ideas es-fue siempre, peor que un crimen… un error.
“No cabe coacción en la religión” (Corán).
La libertad de conciencia está establecida por este mismo Corán. Por ello, tanta cultura de intolerancia y de rencor ha dejado de surtir el efecto deseado por los que apuntan hacia los más de 1500 millones de musulmanes ( hoy, porque mañana serán muchos más) de un amplio abanico de razas, nacionalidades y culturas en, literalmente todo el mundo, sin excepción ( Revelaciones de fuentes de la Santa Sede que fueron inmediata y rigurosamente sepultadas afirmaban hace poco que los hay hasta en el Vaticano que son cripto-musulmanes) desde Filipinas hasta Nigeria, sin necesidad de clérigos y con una relación directísima entre el Creador y el creado, están unidas en su común fe islámica.
A juzgar por la actitud de “muchos” hay indudablemente planes, estrategias y hay presupuestos. En una palabra: hay voluntad político-religiosa.
Para el creyente musulmán no es lícito oprimir, pero tampoco lo es dejarse oprimir. El Profeta Mohamed dijo: “Ayuda a tu hermano sea opresor u oprimido”. Le preguntaron: “¿Opresor? Dijo: “Si es oprimido a liberarse de la opresión y si es opresor a dejar definitivamente esta actitud”.
“Desde hace 14 siglos – precisa el escritor hispano-marroquí Mohamed Chakor- el Corán (azora III, aleya 64) nos exhorta a la convivencia pacífica: “Di a los judíos y a los cristianos: terminemos nuestras diferencias. Sólo adoramos a un Dios. No le demos comparaciones. Somos musulmanes”.
Ninguna religión está exenta de crímenes y genocidios cometidos en el nombre de Dios…
En uno de sus encendidos aunque muy esclarecidos discursos, el ex presidente de Malí, el cristiano Thomas Sankara dijo: “A comienzos del siglo XX cuando llegaron los primeros europeos a África, nosotros, los africanos teníamos las tierras y ellos la biblia. Un siglo después, ellos tienen las tierras y nosotros la biblia”.
Terminaré parafraseando al Profeta Muhammad:
“El Día Juicio Final – dijo- será pesada la tinta de los sabios y la sangre de los mártires, no habrá ninguna diferencia entre ambas”.


PÁGINA 14 – CUENTO

ALEJANDRO ORELLANA
(Guaymallén-Mendoza-Argentina)

MADRES DEL DOLOR

Sebastián, el pibe que a veces piensa y en otras ocasiones no se acuerda, siente que es y se persigue con dejar de ser. La lluvia cae mojando la ventana de su dormitorio, la normalidad pinta una bella escena pero la depresión le hace ver gotas de sangre que lo alteran, refugiado en sabanas blancas se apasiona con la presencia del alba, encargado de ahuyentar a las voces que ordenan.
Llega el sol amistoso y lo invita a eliminar su enajenada conciencia, sale a las calles a colectivizar sus miedos, aparecen las miradas, comienza a correr tras sentirlas intimidatorias y eso provoca aún más a los ojos de fuego, que lo queman hasta dejarlo apático. Sentado con rodillas temblorosas que cubren su rostro busca espantar sus demonios, pero sólo consigue la atención de transeúntes incapaces de renunciar a sus tiempos, un policía lo invita al encierro, no percibe la angustia tras confundir enfermedad con delincuencia. El uniformado hostiga para limpiar la indecencia de estar perdido en el mundo de las ideas y lo hace con la bravura que no abunda en su conciencia. Sebastián corre para no ser alcanzado por el bastón que repiqueteo en su cabeza, al escapar sin destino se ubica en una geografía extraña, con montañas que hacen de pared otorgándole poca chance de no ser atrapado.
La caza comienza, la presa se encierra y la trampa se abre para no ser descubierta, el espíritu de cuerpo es el emblema y la sociedad viste de cordero al lobo que dice que los resguarda.
Muchos buscan al joven mientras la muerte le tiende sus brazos, Sebastián colgado de sus manos le otorga a la vida su último suspiro, el cuerpo aparece lejos de su lecho de muerte y las falacias ensucian el claro asesinato de un pibe.
La madre de Sebastián se sumerge en el peor acto de un ser que engendra y tocando el rostro de su siguiente pronuncia palabras que lo resucitan, una de estas fue justicia.


PÁGINA 15 – POESÍA ARGENTINA

ANÍBAL AGUIRRE
(Salta-Salta-Argentina)

LXXI

También a ustedes los devorará
la
nada.

Los caballos que ayer pasaron ya no
lo
harán.

Ni sonidos, ni campanas, ni carros
ni
nada.

Ni luz, ni cantos, ni sombras,
esto es, la
nada.


LXXXIII

Canto para que el silencio no se
apodere del
hombre.

Comparto con ustedes
la
vivencia.

Esta voz nace del alcohol que se
ha mezclado con mi
sangre.

Lo que pasa y lo que pasó con mi
vida ya lo
saben.


LXXV

No sé que les atrae de lo
que
cuento.

He visto a la muerte perder
sus
cartílagos.

A los afectos hundirse en
una
ciénaga

a los campanarios diluirse en
la
arena.


PÁGINA 16 – ENSAYO

JUAN CARLOS VECCHI
(Olavarría-Buenos Aires-Argentina)

CÓMO CREAR UN CUENTO

"Es fácil escribir. Ponés el papel en la máquina y sangrás.".
Red Smith

INTRODUCCIÓN:

[…]
EL CUENTO tiene dos características esenciales: UNILINEALIDAD es decir, una espina dorsal única e indivisible y tiene, también, UNIDAD DE ASUNTO.
Estas dos primeras leyes estructurales lo aparatan o alejan de la novela.
LA NOVELA admite cualquier tipo de estructura, cualquier objetivo que se le ocurra al novelista.
El cuento, por su pequeño espacio temporal, exige precisión, armonía, exactitud. Lo principal es el suceso y adonde nos conduce. Suceso único y hermético. Junto con las dos características principales mencionadas anteriormente, hay que señalar una más: SU UNIDAD FUNCIONAL. Hay muchas novelas a las que se les puede desgajar fragmentos, diálogos, capítulos y hasta personajes y no pierden nada con ello. Esto es irrealizable en un cuento auténtico. El cuento auténtico es concluido simultáneamente por el lector y el autor. Requiere preparar el final previamente para que termine, a ser posible, con el lector revelándolo como si lo hubiera escrito él mismo. En resumen, si tenéis una historia que contar y un mundo que reflejar en un corto espacio, esta es vuestra ventaja y desventaja. El hecho de escribir pocas páginas obliga a seleccionar lo que se escribe, narrando sólo lo indispensable para el cuento.
Es como un iceberg, del cual solo se ve una mínima parte, pero esconde mucho más que queda invisible.
En palabras de Edgar A. Poe: El cuento se caracteriza por la unidad de impresión que produce en el lector; puede ser leído de una sola sentada; cada palabra contribuye al efecto que el escritor previamente se ha propuesto. Este efecto debe ya prepararse desde la primera frase y graduarse hasta el final. Cuando llega a su punto culminante, el cuento debe terminar […].

CÓMO CREAR UN CUENTO

Destacamos los pasos más importantes al escribir un cuento:
SELECCIÓN: Entre todos los datos que tenemos en la mente es necesario que hagamos una selección. "La regla de oro del arte literario es OMITIR" (Stevenson).

ÚNICA HISTORIA: El cuento implica unidad, intensidad y originalidad. Un único tema concentrado, tenemos poco espacio y cada palabra debe darnos un dato.

TENSIÓN INTERNA: De los acontecimientos. Tenemos que conseguir que el lector se pregunte qué sucederá a continuación, dosificando la información. Los hechos fortuitos si no estuvieran atados a los acontecimientos del cuento, sobran.

VISIÓN DE CONJUNTO: Una visión de conjunto nos ayudará a seleccionar los acontecimientos que van a conducirnos al desenlace final. Debemos disponerlos en el sentido que más convenga a la trama.
- ¿Qué punto de vista conviene al desarrollo? ¿Debe ser el narrador protagonista y hablar en primera persona, o testigo y narrarlo en tercera? ¿Es omnisciente o es un narrador observador?
- ¿Qué tiempo necesita la trama? ¿El presente en que la historia está sucediendo mientras se narra, o que el narrador lo cuente desde el pasado, conozca la historia y haya sido testigo de los acontecimientos?
- ¿Desde dónde se debe comenzar el relato? ¿Desde el principio de la historia, in media res, o que camine una parte en presente y otra en pasado?

PREFIGURACIÓN: Nos prepara sin saberlo para el final. Nos insinúa lo que va a suceder pero escatimando el desenlace. Son pequeños hilos que el escritor tira por delante. […]

VEROSIMILITUD: es necesario detallar con precisión cada escena, para crear en el cuento un marco espacio-temporal reconocible. Debemos convencer que la trama es verosímil.
Debemos emplear los sustantivos más precisos, y el adjetivo que verdaderamente califique, que nos dé una idea concreta y original. Cuando los sustantivos y adjetivos no nos sirven para definir con exactitud, existe la metáfora, y las comparaciones. (Escribimos muchas veces "flor" en lugar de hortensia o crisantemo).

MOSTRAR EN VEZ DE DECIR. "Los buenos escritores pueden decir casi todo lo que tiene lugar en la ficción que escriben, salvo los sentimientos de los personajes" (Gardner). Los sentimientos no hay que escribirlos, sino que deben ser mostrados mediante acciones. El sentimiento debe despertarse, no definirlo.


PÁGINA 17 – COMENTARIOS DE LIBROS

CARLOS LÓPEZ DZUR
(Orange County-California-USA)

Gaceta Virtual: Antología Anual SIN FRONTERAS
Selección: Norma Segades-Manias

Sin fronteras muy bien puede que perfile una recopilación, excelente y cualitativa, de poemas de autores que escriben en español, independientemente de si residen en los EE.UU. o Europa; el recaudo poético se fortalece con ilustraciones, pinturas al óleo, acuarelas, fotografías, y/o medios gráficos, en los que destacan los artistas Vito Campanella (Monópoli-Bari-Italia), Ana Isabel André (Alentejo-Odemira-Portugal), la italiana Rita Panfili, el brasileño Sebastiao Salgado (Aimorés-Minas Gerais-Brasil), la acuarelista Edith Lomovaski (Telaviv-Israel), Berenice Barreto Fernández (Crato Ceará-Brasil) y el artista Luis Roberto Makianich (Huntington Beach, CA.)

Rita Velosa (Sao Paulo, Brasil) aporta poemas en portugués y otra paulista, Marta Rodríguez, poesía y prosa en portugués. En traducciones al español por François Szabó, la rumana Ioana Trica (Grindu-Ialomita-Rumania) nos brinda textos poéticos y, en español, un fragmento de la novela “Historias de Falacia” lo envía Gustavo Consuegra Solórzano (Helsinki-Finlandia), mientras Ian Welden se despacha con textos desde Copenhague-Dinamarca, y Olivier Herrera Marín envía sus poemas desde París. Muy agradable fue hallar un envío de Norton Contreras Robledo, desde Malmö- Skåne, Suecia, acerca del esencial tema “Sobre el oficio de escribir”.

Una antología, con el lema «Sin Fronteras», por lo mismo que no excluyó a españoles de distintas regiones peninsulares, ni a suramericanos, centroamericanos o caribeños, tuvo una representación en los Estados Unidos con los poetas Yosie Crespo (Miami), Luis Ambroggio (Washington-DC), Miriam Brandan y Carlos López Dzur (California). ¿Qué implica? Que las convocatorias virtuales pueden ser exitosas. La internet está poniendo en contacto a poetas de una calidad importante en lengua española y desde cualquiera sea el lugar del mundo.

Un emprendimiento editorial y virtual de esta calidad no sorprende, considerando el esfuerzo, disciplina editorial, experiencia y criterios selectivos que distinguen a la directora Norma Segades (también directora de la Editorial Alebrijes) y tampoco que tenga una representación tan diversa. De hecho, el número de poetas argentinos es preponderante. Tienen una intensa vida virtual en favor de las artes, sólidas comunidades de artistas, con madurez y riqueza estética, y esta presencia poética sólo se explica por amor a la lectura y a su formación humanística y literaria.

Entre las inquietudes que me despierta este homenaje antológico, fundamentalmente al idioma español, aunque haya textos en portugués incluídos, una es el sentido de solidaridad, el vínculo poético con el idioma, no importa el lugar del mundo en que se esté. La antología sirve para recordar cuán migratorios somos los poetas y los artistas todos y cuan hermosamente se cualifica el deseo de comunicar y pensar, entre otros temas, los siguientes, que son los que abundan en esta muestra:

(1) Cada vez que leo una antología me gusta ver la salud o estámina social de los grupos o poetas de los diversos países que se representan. ¿Quiénes articulan una voz política, o utilizan el poder persuasivo / sugerente / de la palabra; para iluminar disyuntivas? Porque todo puede ser, ante la sensibilidad, una 'causa' que requiera de apoyo: la ecología, el desamparo infantil, el hambre o la opresión.... Creo que todos los poetas andan en una búsqueda subjetiva, en adición a lo social, mas: ¿cuán urgente es la primera a fin de no darse una evasión?, siendo que como dice la bonaerense Amalia Mercedes Abaria vivimos / miramos / como desde «frágiles plataformas», sedientos de horizontes y con deseos de «lanzar (el) corazón hacia la luz»

Entre poetas abiertamente sociales, en esta muestra, están los argentinos Bernardo Schifrin (la compasión y defensa del campesino); la chilena Alicia Fontecilla (quien, entre sus textos, protesta la crueldad de la dictadura de Augusto Pinochet, «el día en que los militares le dieron vuelta la casa a culatazos»), la residente de Honduras, Diana E. Vallejo, en su “Fuga Política”, avisa sobre la cantidad de «buitres (que) rodean el Congreso», la naturaleza de «sus voces huecas e impopulares», como «trampas mediáticas», cuya misión está ya vigente: asechan a los hijos no natos, /vuelan cerca /se quieren comer sus voluntades…

A este poema de grito y desesperación, la propuesta es aprender de (hacernos) «la voz cantante / Lo sabio de un pueblo humillado». Si bien sentimos una hablante poética que «Busca la raíz / su origen», ir fondo de su angustia («la hierática angustia / la calma que estrangula») para poder superarla y, de veras, llegar «hasta nosotros / De nuevo»). El libro inédito “Los abandonos”, del que ella ha colaborado sus textos, muestra una profunda, enérgica poeta de estámina existencial.

Rossana Arellano, chilena, prefiere cantar a la «Patria no dormida», a la que puede ser «espiga de paz, madre infinita». Canta a la libertad y a lo que, a su juicio, la represente: «guerrillera a la sombra de la ira». Poesía compadecida ante lo que origina el «estandarte de miseria, / madrugada de hambre, dentelladas al alma», como en la metáfora del ladronzuelo.

Basta por ahora estos nombres. Claro, que son muchos más; sólo marcamos el tema e indicamos que verse entre ese listado de participantes es ya de por sí honra. No hay temas en que no se haya poetizado con la necesaria dignidad del oficio.

(2) El tipo de textos cotidianos requiere de observaciones precisas, lenguaje concreto, y eso lo vemos en Raúl Alberto Abeillé y otros observadores como Oscar A. Agú, buen descriptor de los detalles femeninos, especialmente la mujer oprimida, explotada, la prostituida; su ver es como el oír a quien grita desde el desparpajo de los cuerpos porque explora temas de la cotidianidad sicológica con observaciones precisas de comportamiento, planteando el problema de las alienaciones.

La inhabilidad poética de entrar a la especificidad, al fondo de la verdad, se relaciona a la existencia desprovista de sentido. Este velamiento en la habitualidad quita gozo de vida y produce hastío. El poeta sabe, en su pensar originario y puro, que no se puede vivir de gratuidades, o sin fundamentación. El oficio esencial del poeta es transparentar, en beneficio propio y ajeno, lo que queda por perder o temer. Entonces, la voz del poeta es la más apasionada, la más conmovida y la grita a riesgo de una totalidad agobiante, presente, contra el ente-ser.

Claudia Villafañe Correa tiene una fluida, estructuralmente económica manera de capturar las descripciones de relaciones amorosas y hacer «retratos domésticos» con su artesanía de lenguaje amatorio. Esta poeta de Salta, Argentina, nos prueba que siempre se puede decir algo nuevo, emotivo y refrescante, con las menciones de «besos prohibidos» y detalles de lo cotidiano. En su poesía hay constante conjuración contra la privación sensorial, inhibición interna o toda limitación externa. Es mediante esa expresividad que se rescata lo que la poesía propone como su esencia originaria y su verdad.

Entre las formas simpáticas de captar lo cotidiano, pasarlo como si fueran fotografías «Instantáneas» a cuajarse en los versos, me encuentro al santafesino Oriel Visintini, creando sus inolvidables retratos de El Nene, Lucy, Inés, el Repartidor. En su aproximación, retrata de paso y llora «mi norte solitario / Norte y Sur opuestos por el vértice» Y en las escenas de sus textos, hay sentido de festejo para desafiar lo aburrido y monótono. Todas las acciones impulsivas o excesivas sin sentido, necesitan del proceso replanteador del poeta que saca polvo a lo cotidiano.

En la prosa, aunque la racionalidad y el pensar poético operen del mismo modo, Sergio Fombona ventila su escepticismo filosófico en su ensayito “Donde termina la risa”. Parecería que Fombona estuviese examinando el cansancio o fastidio que origina el guardar, arrinconar y olvidar el sentido de la vida, mismo que no requiere tantas presunciones o inventivas. La obsesión por el tener, al fin de cuentas, cesa, así, la risa, y es cuando percibimos la miseria del hastío, o cuando ya, cautivos destructivamente, pensamos que nada hay que divierta y distraiga auténticamente.

La especulación filosófica que descansa sobre un reconocimiento existencial y místico destaca con el santafesino Víctor Hugo Arévalo Jordán, para quien «el Hombre vive el mundo» que se guía por; «los designios secretos / de las leyes del espíritu», o una «naturaleza septenaria del ser» que responde a su vez a «Leyes del Cosmos». Mas, como planteamos en los inicios del temario, hay poetas que son oídos y observadores sociales en torno a si se utilizan bien los recursos dados y los dones, y Arévalo sobre el trabajo con la Palabra dice desde su convicción neognóstica: ... la palabra, tan sólo la palabra,/de la sabiduría de nuestros padres, /los Antiguos sabios... […]será capaz de abrir el silencio («el silencio del hombre»)/ y cuando hable el Silencio, será tiempo/de sonrisa del Hombre, será luz, /será alegría.

El poema no pone culpa ni levanta otra denuncia que la victimización humana por este silencio que convierte la vida en invierno, metáfora que utiliza para la Maya / Ilusión de realidades fenoménicas. Si bien busca ecuanimidad en «el tránsito sereno de mi camino», observa: he visto al que gobierna por tres poderes, /la política, súplica de moscas en la telaraña, /el materialismo, lógica y razón confusa, /la traición, arma desleal de la serpiente...

El encendido de la Palabra y el desafío al «silencio incoherente», como tema que fluye recurrente y épicamente por la antología, lo descubrimos en los textos de Ana Lucía Montoya Rendón, (Valle del Cauca, Colombia). La poesía de Montoya es advocativa, dialogante, con ánimo reflexivo. «Y es la luz que enciende la letra. / La que ilumina al poeta. / La que receta profetas. / Y enseña la letra a los niños». Esta luz es la palabra, como material primario del poema y se reviste en esta muestra con sentido correctivo y consolador.

Estos reconocimientos a la Palabra («sutil caricia» de letras) que, en la antología se dan como hallazgos comunes, o el tema que hila tanta diversidad de sentidores y pensadores, para convertirlo en el tesoro escondido (de diamantes) que menciona Alicia Fontecilla, en su poema «La Palabra», cuando dice: «este tesoro / este diamante, este pequeño dios / este huracán de fuego». Y cuando se carece de la palabra, como se describe en “Poemas más que breves” de Gabriela Bruch (argentina), la sensación es desoladora.
IV /no /tengo nada que decir, no tengo nada que escribir /se fueron las /palabras /ahora son niños perdidos /pero sin ninguna isla a dónde /llegar

V /palabras como niños que se ausentan /colores que pugnan por estremecer(me) /una flor solitaria en la arena/ y el viento del sur /que jamás conocerá / las buenas costumbres /bendito sea

(3) Es interesante la meditación del bonaerense Luciano Doti sobre el proceso de creación. Utilizando metáforas cosmológicas en su ensayo, dice: «La noche es el territorio de la libertad, una dimensión donde reina el libre albedrío. El silencio, un agujero negro en la oscuridad». ¿En que otros autores vemos la intención de aproximarse descriptivamente al proceso estético?

Pienso en las metáforas e interrogantes de Belkis Arredondo Olivo (Venezuela) en torno a la suerte final de los poemas a los que compara con aves cautivas. Unos pajarillos (que son los) «pequeños aletean perseguidos / por lo que vivieron una vez / he pensado en soltarlos / me detiene que en la urbe / en libre albedrío mueran». Ante un esperado «día de fiesta», de estar juntos en «reencuentro» y ver al que vendrá, el trabajo de Belkis Arredondo con la pluma, las aves, el colibrí y la muerte, es fascinante.

(4) En muchos de los poetas que explorar su ser / su amimalidad y su misterio / desde capas profundas, no sociales, las imágenes de los Arquetipos le brindan el asidero. La chilena Alejandra Zahri enfrenta sus demonios en “Aullido de Loba en Celo”, “Brujo de pasiones” y en otros «Dioses del Olimpo», perfiles arquetípicos de «el demonio en el infierno» y «los ángeles, observando», el proceso intrapsíquico y sensual humano. Desde esta perspectiva también escribe Osvaldo Lázaro, argentino; pero, éste buscando ser consciente de sus métodos

Algunos de estos autores, más entre quienes cultivan la prosa (microrrelatos, cuentos y ensayos) lo mismo que la poesía, participan de la creación, en cuanto hay un examen y alerta socio-político que le mueve a dar de tal aspectualidad libremente; la aproximación a una cotidianidad que frustra representa otro asomo, así como los motivos de sicología de arquetipos. Los tres aspectos también podrían coincidirse como estímulos en ellos. Este es, por seguro, el caso de Norma Segades, la mexicana Lina Zerón y otras extraordinarias poetas convocadas a la Antología Anual «Sin Fronteras».

Para cada autor, este libro colectivo se vale como una colección parcial de algún aspecto, no como expresión holística ni panorámica de su obra. Concluir acerca de cuáles son las preferencias temáticas, estilística y autorales, de cada poeta o narrador incluido es difícil por el número limitado de textos. Siempre la muestra resulta pequeña y, como en el caso de Carlos M. Valenzuela Quintanar no es posible asignar a este autor una preferencia por el hedonismo amatorio, el culto a la belleza de las hembras (como es lo presentado en esta antología), cuando hemos visto por textos suyos muy definidas preocupaciones sociales y su particular compromiso con las causas campesinas de su México natal.

(5) Aunque creo que las imágenes, la plástica de color y forma, tiene su propio lenguaje, al que le pueden nacer palabras, aquí sólo podremos estremecernos ante la fuerza y expresividad de la muestra. Uno de los cuadros que más me gustaron lo contribuye la argentina Griselda García Cuerva; impresiona la oferta visual del peruano Oswaldo Mejía, desnudos de maniquí, que parecen desechados; un dibujo irreverente e impactante, acullá, de la zaragozana Pilar Bamba, cuadros de otro español, de Navarra, Elías Garralda Alzugaray, el arte de Roy Evans Miranda, chileno, Ricardo Calanchini (argentino, santafesino) entre otros. Finalmente, destacaría que hay una muy diversa muestra de arte y fotografía artística digital, destacando a Marta Zárate de Righi, de Argentina, y Xolot Polo (México DF-México)


PÁGINA 18 – CUENTO

RAÚL ASTORGA
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

EL CALLEJÓN DE LAS NO VERDADES

El tipo había decidido apartarse del mundo con sus libros y sus discos en un bolso. Caminó hasta la zona oeste de la ciudad donde le habían dicho, en una madrugada de borrachera en el café Cortázar, que si lo hacía de noche podría encontrarse con el callejón de las no verdades que sólo tenía una cuadra de extensión, una ancha calle de césped con árboles en sus veredas y una soledad que le permitiría encontrarse a sí mismo. El tipo intuía que ella no lo perdonaría, porque justo en el momento en que todo estaba bien, él, vaya a saber por qué causa, si es que existía alguna causa, había arrojado todo por la borda. Había decidido dejar su trabajo, para dedicarse a la música y a la literatura, pero no para grabar un c.d. y escribir un libro, sino para escuchar los c.ds. que se había comprado durante años y para leer los libros que había conseguido en otra tanta cantidad de años. Por eso le interesó lo del callejón de las no verdades, porque creyó que era el lugar indicado para concentrarse, para disfrutar de esos momentos, con la espalda en el césped y la mirada en las estrellas. Y así, pensó, volver cambiado, con nuevas perspectivas, para convencer a ella de que todo eso era lo mejor para los dos. Aquella vez, llegó y se instaló en el lugar. Notó que no había enchufes para su reproductor de c.ds. y notó que la luz no era suficiente para leer libro alguno. Se recostó en medio de la calle, silenciosa, acogedoramente extraña y allí se quedó repasando frases de novelas que lo habían hecho feliz y susurrando canciones que había escuchado hasta el cansancio durante toda su vida. Pensó en ella, en cómo la encontraría al volver a verla.
El tipo no se dio cuenta de que habían pasado meses y que siempre era de noche en el callejón de las no verdades. Creyó que habían pasado algunas horas y decidió ir a verla. Ella lo recibió con calidez y le preguntó cómo le había ido con el libro que iba a escribir y con el c.d. conceptual que iba a grabar, ambas cosas en la película que ella se había hecho de la situación. Cuando el tipo le comentó su experiencia y que la había extrañado por algunas horas, ella fue levantando la voz y, en un crescendo gradual, le reprochó el tiempo que estuvo lejos, los meses sin un contacto, ni un sms, ni un “me gusta” en el face, ni un e-mail con un pequeño “te quiero”, nada, nada. El tipo le confió su arrepentimiento por haberse ido en busca de algo que podría haber encontrado de otra manera. Pero todo fue inútil, ella se marchó de su casa y el tipo se instaló allí ante la vista atónita de los padres de ella. Buscó un enchufe y puso un c.d. de Coldplay e invitó a bailar el lento a la madre de ella, y ahí nomás, el padre de ella, que leía el Página /12 revolcado en el sofá, se levantó, desenchufó el reproductor, tiró al piso los c.ds. y dijo: hasta acá llegamos. Y agregó: vaya ya mismo detrás de ella y exprésele su arrepentimiento antes de que sea totalmente tarde, imbécil.
El tipo no objetó nada, sólo se limitó a recoger los materiales esparcidos en el living de la casa de ella y con su bolsito a cuestas salió a deambular por la ciudad. La encontró cerca del callejón de las no verdades. Estaba sentada en la mesa de una heladería, saboreando uno de tramontana y chocolate nevado. El tipo caminó a espaldas de ella, se fue acercando, mientras pensaba cómo dejar de oscurecer la situación, mientras buscaba palabras que escribieran cosas nuevas y borraran esas cosas viejas que se supo conseguir.


PÁGINA 19 – POESÍA AMERICANA

MARÍA ELENA SOLÓRZANO
(Delicias-Chihuahua-México)

LOS ANUNCIADORES DEL FUEGO
Para las víctimas del Holocausto.

I

El carbón dibuja los gestos,
merodea la noche entre los brazos.
Resquebrajados labios
donde brota el beso pervertido.

Del silencio -entraña desgajada-,
lumbre que dejan los pasos y las botas,
caos amontonando trazos y palabras.

Entre las piernas escurren las entrañas,
a cada instante junto mis pedazos,
a cada instante miro un cielo roto.

Bandadas de frustradas risas,
los cuerpos descansan en alas de ceniza.
La mirada del sol se escabulle
entre la densidad del humo.

II

Salgo del gheto a una miseria de estertores.
Qué no me toquen los indómitos segundos.
Qué no me mire el cardumen de cadáveres.
No, no cuenten una a una mis costillas.
No, no palpen mi sexo habitante del alumbre.
Mi “yo” se diluye en la sangre de mi hermano.

III

Vienen los anunciadores del fuego,
nos forman con las simetrías de las hojas.

En su delirio invocan al progreso.
Taladra el cerebro su diabólico discurso.

Ósculos desenfrenados, carne viva.

Carcomido demonio
¿A quién entregarás mi alma
y de mi cuerpo la ceniza?

¿Qué mancha indeleble en mi vestido?
¿Qué pecado insólito endosan a mi raza?

IV

Vientos de catástrofe,
El gas se instala en el cerebro
y todo se paraliza
en el páramo helado del martirio

V

El recuerdo extraerá
el último jugo de los muertos.
Las víctimas de este holocausto
las tengo tatuadas en la frente,
no las ha borrado el espasmo del tiempo
ni la distancia deslíe sus contornos.

¿Por qué no acaban de morirse?
¿Por qué están presentes
todavía en mi memoria?

VI

Niña de azafrán y siempreviva,
resplandeciente espora de tan negra.

Toma este jabón y perfuma tu sexo,
canta con las otras (cuencas vacías de esperanza).

Ofrece tu pubis, qué todos lo miren
con enfermo deseo.

Aquí no tienes nombre,
eres un número sin fecha,
un marinero sin registro,
un hilo de la herida.
eres la marca de tu sombra.

Enervados, violentos,
la desvirgan a las doce de la noche.
Siembran su semilla
en el vientre inmaduro de la niña.
Todos cabalgan sobre sus caderas,
el fuego revive una y otra vez
entre las piernas de los hombres.

Ella es el racimo de uvas
para degustar esa madrugada.

VII

Gritos con sordina
en la techumbre del viento,
entre los anhelos pervertidos de los arios.

Viejas mujeres entran a la cámara,
hay un cielo con las fauces abiertas,
las manos arañan las paredes.

Hilanderas del futuro
¿qué conjuros pronunciar
para salvar a vida de los nietos?

VIII

Retumban los cánticos,
inflaman el tránsito a la muerte.

Con la mansedumbre reflejada
en las pupilas de limpia hierbabuena..

Entran y cantan,
son una sola voz,
espiral de luz
que aniquila lobregueces.

Mancilladas violetas,
escurre hidromiel de sus fosas nasales.
Aparece un horizonte de grafito.
Con mustios badajos las campanas.

Los cuerpos
se retuercen,
se calcinan,
bailan en ascuas convertidos.
Desgarradores gritos ocultan los parlantes.

Tempestad de fuego,
se desatan los ruidos,
un galope en el pecho.
Se abre el camino de los escorpiones.
La noche enhebra dagas.
Los demonios engarzan alacranes
y el agua se pudre con la sangre.

Crepita la carne
se calcina la esperanza
Infierno tatuado en la piel del moribundo.

Se retuercen, se retuercen,
la linfa no amortigua los ardores,
el horror resucita en cada ojo.
Se retuercen, se levantan
con el dolor en cada uno de sus poros,
con astillas en cada una de sus uñas.
Se retuercen, se levantan.

IX

Los muertos vivirán
mientras los recordemos
con su talega de recuerdos oxidados.

La memoria rompe el hilo del tiempo.
El pasado regresa hasta el presente
como la ola a la playa solitaria.

Pero es imposible recordar todo el infinito.
Es necesario mutilar las horas, los minutos.

La ausencia nos carcome las neuronas.
Nuestra realidad claudica ante los otros
que nos muestran sus rostros descarnados.

El salitre todo lo desmorona.
Soy estatua de sal.

X

Siento un hueco inmenso en medio de la cara.
El silencio pesa como si todo el mar llegara de repente,
como si todo el cielo cayera en mis espaldas.

XI

La memoria trae a nuestros muertos
al plano del presente,
los dibuja con tiza de neblina,
flotan y ríen sobre los dorados trigos
o entre el hormigón de las ciudades.

Sólo el ángel lo ve todo:
cadáveres, los puentes rotos,
los escombros del pasado
y el brillo lacerante del futuro.


PÁGINA 20 – ENSAYO

CRISTIAN VITALE
(La Plata-Buenos Aires-Argentina)

LA LLUVIA CONVOCADA

La poesía es el arte de esperar; podría decirse. Pero esta ecuación, que en principio seduce, cae rápidamente desmentida por esta otra certeza: la mera espera es siempre infecunda o infeliz. Y entonces... El concepto de espera es válido pero hay que precisarlo. En el otro extremo de las disposiciones estéticas se halla el verbo forjar, que supone trabajo a destajo, fuerza férrea frente a la resistencia, hierro en la voluntad, materiales rebeldes, sudor, chispas y olor a galpón. Esta ética de la creación no parece ser madre de gran poesía. Ni forjar ni esperar. Y entonces... Que la poesía sea hija de la Inspiración supone una idea de Trascendencia. Salvo que pongamos los nombres en minúscula, de modo que algo simplemente externo al poeta ilumine el acto creador. Esa idea es tan cierta como banal. Que algo que no es exactamente mi voluntad colabore en el acto creador es, hoy, tan ampliamente aceptado como descarnado y vacuo. También acá hacen falta algunas vueltas. Ni esperar ni forjar ni inspirarse. Y entonces...
Voy a ayudarme con una imagen. Me gusta pensar la maquinaria poética como una mano que sin cesar tira piedras, cuya caída nunca se produce o al menos no es objeto de espera. Es una imagen ciertamente fantástica puesto que rompe las reglas de lo real. Pero insisto con la escena. La creación poética también desdice las lógicas más cotidianas. Una mano, entonces, que lanza piedras que no caen. Y la poesía dónde está. En otro lado, sin duda. Pero no ajena a esta rutina. Porque las piedras que no caen, no son piedras que se pierden. Y hay algo de mentira en decir que no son objetos de espera. El poeta simplemente espera la desfiguración de la piedra, su trasformación, su reencarnación en los casos más extremos. Por otro lado, nunca sabe de dónde vendrán ni cuándo ni cómo las piedras que no sin fingida indiferencia ha lanzado. Y entonces...
La poesía es el arte de arrojar piedras como al descuido y esperar sin ansia pero con deseo que al fin nos llueva. Cuál es el contenido de la lluvia será en parte culpa de la piedra arrojada, será en parte culpa del tiempo de la espera, será la manera de arrojar, será la mano, será la intensidad, los modos, serán incluso los caprichos de la lluvia.
Nunca se empieza un poema. Es que siempre ya se ha empezado. La datación es la de la escritura, no la de la concepción. La creación poética es un estado, no un fenómeno. El poetizar es una manera de estar en el mundo, una posición del cuerpo ante la experiencia, ante la existencia incluso. La forjación es previa y posterior a la revelación. La poesía ya está. El sudor es tan necesario como secundario. La voluntad y la pericia se someten a la lluvia que ya pasó. Después de la lluvia el tiempo es menos ansioso y más la patria de los relojes. El artesano trabaja la descendencia remota de las piedras que él mismo, cuando fue poeta, arrojó durante siglos. Antes y después la poesía es un arte de taller, de panadería, de galpón. Y otra cosa. Casi siempre la lluvia sabe dónde caer. Podrá de golpe llover a cántaros o venir en gotas. Lo que importa es la constancia, la insistencia, la falta de resignación de la mano. La fortuita o atinada puntería. Y la fe ciega de que algún día nos lloverá.


PÁGINA 21 – CUENTO

CAROLINA SANTA MARÍA
(Olavarría-Buenos Aires-Argentina)

TROPICO DE CAPRICORNIO

Nuevamente la sala de dancing, el ritmo del dinero, el amor que llega a través de la radio, el toque impersonal de la multitud que se arrastra. Una desesperación que baja hasta la suela misma de los zapatos, una angustia, un furor. En el centro de la más alta perfección mecánica, bailar sin alegría, estar desesperadamente solo, ser casi inhumano a fuerza de ser humano. ¿Si hubiera vida en la Luna, qué mejor imagen podría haber de ella que ésta casi perfecta ausencia de alegría? (…) Esta es la danza de la vida helada en el hueco de un átomo, y cuanto más danzamos tanto más se enfría.
De manera que bailamos a un gélido ritmo frenético, con ondas cortas y ondas largas, una danza en el interior de la copa de la nada, cada centímetro de lujuria corriendo en dólares y céntimos. (…) Esta es la helada albura virginal de la lógica del amor, la trama de la marea descendente, la franja de absoluta vacuidad. Y sobre esta franja de lógica virginal de perfección, estoy bailando la danza del alma del pálido furor del último hombre blanco apretando el gatillo sobre la última emoción, el gorila de la desesperación golpeándose el pecho con sus manos inmaculadamente enguantados. Soy el gorila que siente crecer sus alas, un aturdido gorila en el centro de una vacío de seda; la noche también crece como una planta eléctrica, lanzando capullos blancos, ardiendo en el negro espacio de terciopelo. Soy el negro espacio de la noche en donde los capullos estallan con angustia, una estrella marina nadando en el helado rocío de la luna. Soy el germen de una nueva demencia, una extravagancia vestida con un lenguaje inteligible, un sollozo que está enterrado como una astilla en lo más profundo del alma. Estoy danzando la danza razonable y hermosa del gorila angélico.
Estos son mis hermanos y hermanas, que están locos y no son ángeles. Estamos danzando en el interior de la copa de la nada. Somos de una misma carne, pero estamos separados como estrellas.
Es este momento todo es claro para mí, es claro que en esta lógica no hay redención, siendo la ciudad misma la más alta locura y todas y cada una de las partes, orgánica o inorgánica, una expresión de esa misma locura. Me siento absurda y humildemente grande, no como un megalómano, sino como una espora humana, como la esponja muerta de la vida, hinchada hasta la saturación. Ya no miro a los ojos de la mujer que tengo entre los brazos, sino que me dejo llevar a través de su cabeza y brazos y piernas, y veo que detrás de las órbitas de los ojos hay una región inexplorada, el mundo de las cosas futuras, y en ese mundo no hay la menor lógica, sólo la tranquila germinación de los sucesos que no se interrumpen ni de día ni de noche, por el ayer ni el mañana. El ojo acostumbrado a concentrarse sobre los puntos del espacio se concentra ahora en los puntos del tiempo; el ojo ve a voluntad para adelante o para atrás. El ojo que era el yo de sí mismo; ya no existe; ese ojo liberado de sí mismo ni revela ni ilumina. Corre a lo largo de la línea del horizonte, viajero eterno y ciego.
Tratando de retener el cuerpo perdido, crecí en lógica como en ciudad, un punto dígito en la anatomía de la perfección. Crecí hasta sobrepasar mi propia muerte, espiritualmente brillante y duro. Fui dividido en interminables ayeres, e interminables mañanas, reposando solamente en la cúspide del acontecimiento, una pared con muchas ventanas, pero la casa desaparecida. Debo destruir las paredes y ventanas, último refugio del cuerpo perdido, si he de reunirme con el presente. Por eso es que ya no miro dentro de los ojos ni a través de los ojos, sino que, por el artilugio de la voluntad, me deslizo entre los ojos, la cabeza, brazos y piernas, para explorar la curva de la fantasía. Veo a mi alrededor como la madre que me llevó en su seno vio del otro lado del tiempo. He quebrado el muro que creó el nacimiento y la línea del viaje es circular y continua, como el ombligo. Ninguna forma, ninguna imagen, ninguna arquitectura, sólo escalera concéntricas de locura pura. Soy la flecha de la substancialidad del sueño. Lo demuestro emprendiendo el vuelo, lo anulo dejándome caer en la tierra.
Así pasan momentos, verdaderos momentos de tiempo sin espacio, en que sé todo, y sabiéndolo todo me derrumbo debajo de la cúpula del sueño impersonal.
Entre uno y otro de estos momentos, en los intersticios del sueño, la vida trata vanamente de construir, pero los andamios de la lógica de la ciudad no ofrecen apoyo alguno. Como individuo, como carne y sangre cada día que pasa me rebajo más para hacer la ciudad descarnada y sin sangre cuya perfección es la suma de toda lógica y la muerte para los sueños. Estoy luchando contra una muerte oceánica en la cual mi propia muerte no es más que una gota de agua que se evapora. Para elevar mi vida individual en una fracción de pulgada sobre este océano de muerte me hace falta una fe mayor que Cristo, una sabiduría más profunda que la del más grande visionario. Debo tener la habilidad y la paciencia para formular lo que no está contenido en el lenguaje de nuestro tiempo, porque lo que ahora es inteligible carece de sentido. Mis ojos no tienen objeto, porque no me devuelven más que la imagen de lo sabido. Todo mi cuerpo debe convertirse en un constante rayo de luz, moviéndose con una rapidez cada vez mayor, sin detenerse, sin volverse, son consumirse. La ciudad crece como un cáncer; yo debo crecer como un sol. La ciudad devora y devora profundamente hasta llegar a la carne viva; es un insaciable y pálido piojo condenado a morir eventualmente de inanición. Y yo voy a hacer que ese pálido piojo que me está comiendo se muera de hambre. Voy a morir como ciudad, para poder convertirme nuevamente en un hombre. En consecuencia, cierro mis oídos, mis ojos, mi boca.
Antes de convertirme nuevamente en un hombre cabal, es probable que exista como parque, una especie de parque natural en donde la gente viene a descansar, a dejar pasar el tiempo. Lo que digan o hagan no tendrá mayor importancia, desde que sólo traerán su fatiga, su aburrimiento, su falta de esperanza. Yo seré el amortiguador de choques entre el pálido piojo y el corpúsculo rojo. Seré el ventilador que suprime los venenos acumulados por el esfuerzo de perfeccionar lo imperfectible. Seré la ley y el orden como existen en la naturaleza, como están proyectados en el sueño. Seré el parque selvático en medio de la pesadilla de la perfección, el sueño tranquilo, inconmovible, en medio de la actividad frenética, el golpe de azar, el blanco billar de la lógica. Ya no sabré como llorar ni protestar, pero estaré allí siempre en absoluto silencio para recibir y restaurar. No diré nada hasta que llegue el tiempo de ser nuevamente hombre. No haré ningún esfuerzo para preservar, ni para destruir, no emitiré ni juicios ni críticas. Aquellos que ya están cansados vendrán a mí en busca de reflexión y meditación. Aquellos que no estén cansados morirán como han vivido, en desorden, desesperación, en ignorancia de la verdad de la redención. Si alguien me dice, debes ser religioso, no le responderé. Aun cuando haya una revolución en marcha no responderé. Porque siempre habrá una revolución y el sexo de una mujer a la vuelta de la esquina, pero la madre que me tuvo en su seno dio vuelta a muchas esquinas y no respondió, y finalmente se dio vuelta de adentro para afuera… y yo soy la respuesta.
Naturalmente, de aquella extraña manía de perfección, nadie hubiera podido esperar una evolución a un parque selvático, ni aún yo mismo. Pero es infinitamente mejor, en tanto se espera la muerte, vivir en estado de gracia y de aturdimiento natural. Es infinitamente mejor, mientras la vida marcha hacia una mortal perfección, ser solamente un poco de espacio respirable, un pedazo de verde, un poco de aire fresco, un charco de agua. Es mejor también recibir a los hombres en silencio y abrazarlos porque no hay respuestas que darles mientras estén todavía precipitándose locamente para saber qué hay a la vuelta de la esquina.


PÁGINA 22 – POESÍA AMERICANA

ERNEST PÉPIN
(Lamentín-Guadalupe-Haití)*

AHITI

1

En Puerto Príncipe los poetas son legión
Tienen los ojos reventados de los videntes
Las manos atravesadas por palabras
Y la cara tatuada por las zarpas de la noche
Escucho el testamento de sus sueños
Cuando sus labios quemados
Ya no tienen sombra para curar la miseria

2

En Puerto Príncipe
Los poetas son legión
Inventan gritos de funámbulos
Al hilo de las palabras
No son arañas
Aunque cosen los días clandestinos
No son perros errantes
Aunque el amor ladre por no llorar
Tienen la piel pelada de la montaña
Y la risa amplia de Artibonito
Cada segundo inventan una estrella
Porque la ciudad podría morir ciega
Cada segundo depositan en los cruces
Un poema
Porque las palabras podrían morir de hambre

3

En Puerto Príncipe los poetas son legión
Nos invitan al cabaret de los sueños
Al país que aquí está
En Ombarigore
Para beber las palabras de las locuras dulces
Las palabras de las ciudades donde las palabras se suicidan
En los cuarteles
Y las pesadillas
Las palabras mezcladas con el polvo
Con el exilio
Con el olor de los olores muertos
No son basureros
Aunque tengan un cielo que limpiar
Quieren que se les escuche
Y que recemos con ellos
Y que pintemos con ellos una ciudad de pintores

4

En Puerto Príncipe los poetas son legión
Andan entre amor y cólera
Denunciar las lluvias asesinas
Y los soles en uniforme de vampiro
Cada vez que vaya a Puerto Príncipe
Escuche a los trovadores
Mire la sangre de los pintores
Compre el corazón de los mercaderes
Entre en el baile de los transeúntes
Encontrará siempre un poeta
Sin pasaporte
Cuyas palabras viajan
De los mercados a las músicas
De las músicas a las capitales
De las capitales a las ciudadelas
Para el pueblo de los pueblos

5

En Puerto Príncipe los poetas son legión
Lanzan en la ciudad
Alas de mariposa
Aviones de papel
Cartas de amor
Colibríes azules
Gritos de profetas
Y la ciudad se echa a volar en una risa de poeta
Y la ciudad sangra
Y la ciudad toma la droga del sol
Y la ciudad gira en redondo
Como un perro que se muerde la lengua
Y la ciudad goza como una flor salvaje

6

En Puerto Príncipe los poetas son legión
No tienen caballete
A veces tienen libros abiertos
En el mismo cielo
En las mismas bibliotecas de las aceras
En las mismas venas abiertas de las mañanas
En la misma noche sonora de las mujeres
Generalmente visten el silencio
Y pulen las lágrimas de las divinidades
Dan la voz
Son la voz del pueblo de los pueblos
*Nuestro especial agradecimiento a Luis Aguilera (Chile)


PÁGINA 23 – ENSAYO

ALEJANDRO SCHMIDT
(Villa María-Córdoba-Argentina)

AGRAVIAN LA POESÍA ARGENTINA

Los libreros que, carecen ya de la coartada de algún gusto, algún saber más allá de las notas compradas (alquiladas o prestadas) en los medios, los precios del papel y la mafia de las distribuidoras, basta con acudir a alguna cadena de librerías para hallar los burros adelante y atrás del mostrador, espejos de sombras, kiosqueros que aducen: no hay lugar en las vidrieras, los estantes, el cerebro, el alma; agravian la poesía argentina.
Los poetas de las tres o cuatro ciudades del país con agendas encadenadas al dispensador de becas (el funcionario, del funcionario, del funcionario del presupuesto enteco ad hoc) espacios, cargos, turismo (encuentros,conferencias,congresos,festivales,charlas,boludeces...),los poetas hacedores -cómplices, victimarios-de las instituciones culturales o de dentistas suponen que, el sello de goma, el membrete o logo, les brindará el lugar ése adonde no los llevó el talento, y son barridos con las migas del neocapitalismo para la devoración del perrito, pasatiempo del ogro filantrópico son; agravian la poesía argentina.
Los docentes -en ese arco mal tensado que va desde el kinder hasta los postgrados-con su canon de best-sellers para algunos, sus críticos e historiadores (oficinista de las letras, peldaños vocales, ratitas, empachos...) gente que, como no pudo aprender se dedicó a enseñar, lo cual me parece muy bien para las ingenierías pero no, para el movimiento del alma en el corazón del mundo. Sujetos que, al carecer de la dignidad del cartonero, hacen papers, libritos abstrusos, donde el conocimiento cumple sus bodas con la oscuridad, notas al pie de la confusión, citas (cintas) del tráfico de influencias... basta verles el estreñimiento, la crispación, el modelo de gafas; agravian la poesía argentina.
Los periodistas así llamados culturales, especialistas en novedades, mulas del compromiso librero, editor, autor... tinterillos, cagatintas, pedantes, olvidos... hacen espejo con los docentes y se consuelan en la diversidad de su poderes, unos tienen rehenes, los otros , ilusos del saber; agravian la poesía argentina.
Los gobiernos; los bibliotecarios; los lumpenes que suponen-con más estupidez que inocencia-que la poesía es una de las consecuencias de la cerveza o la falopa mal rebajada y no la raíz, el raro abismo; los intelectualoides que leen rápido y mal aquello que se escribe despacio como la eternidad; los pitopáusicos y menopáusicas que, luego de haber fracasado en casi todo (menos en la salud del narcisismo y la consecuente desdicha) mutan en lectores de playa, escritores para la familia, presentadores de libros, conductores de f.m, servidores de premios y sobre todo carne de talleres o tertulias literarias donde los convencen -por una módica suma, o no, depende del renombre del estafador-acerca de las virtudes, las potencias, los estilos de estos administrativos, profesionales o peluqueras jubiladas y entonces, a través de lecturas recetadas, suplementos culturales y manuales de ejercicios se convencen -ya perdieron la guita, el tiempo sumado a todo lo que perdieron en las cajas neuronales del sentido común- ¡¡¡hay un camino!!! Hay un camino y es la persistencia, la nota en el pasquín y el aplauso de Andrea... etcéteras de nieve sucia son; agravian la poesía argentina.
Los poetas que, en sus precarias bibliotecas, acumulan-es un decir- títulos de poetas que no pertenecen a la lengua y mucho menos al país y menos aún a los contemporáneos, para no hablar de los vecinos de la ciudad o la región, no los leen, ni difunden, ni comentan y se hunden en el patetismo de las malas traducciones (el sentido, la música, el ritmo, la circunstancia para siempre ajenos) repiten la política del puerto de Buenos Aires, la tilinguería, el colonialismo, mugre de máscaras, pececitos de colores; agravian la poesía argentina.
Las antologías de Buenos Aires que, fatalmente titulan Antología de Poesía Argentina para la confusión y consternación de propios y extraños, con la esperanza de saquear -una vez más - el legado espiritual del país; agravian la poesía argentina.


PÁGINA 24 – CUENTO

LA PELUQUERÍA EN EL PATIO

Por Irma Verolín (CABA-Buenos Aires-Argentina)

Un acompasar de manos que rozaban nucas, amables deslizamientos del peina por las cabelleras limpias, húmedas, adelgazadas, y la luz rojizo amarillenta entrando por las rendijas del toldo semicorrido. Eso era la peluquería. Y también alguna voz que daba a entender un conocimiento precario: de la pieza de chapas de la Tere entran y salen hombres. Entran nerviosos y salen tranquilos. En otras ocasiones se trataba de movimientos: una cabeza gira, los ojos observan el ruedo chingue de la falda de quien acaba de levantarse y, desdeñosos, siguen con afectada distinción el despliegue de su propia falda, planchada e impecable. Pero la peluquería era, además, un ruido, imprevisto, leve, de algo que cae, un objeto, incluso la luz, o varias voces; en fin, de cualquier cosa que me rescatara de la modorra y me recordase que yo estaba, entre todas las mujeres, para mirarlas, para escucharlas, para que, por lo menos pasara el tiempo.
A la peluquería la había instalado mi abuela en el patio de nuestra casa, debajo del toldo metálico, no bien se fue papá y ella tuvo que parar la olla con lo que fuera. Aunque el baño estaba al final de un extendido pasillo y n o había más que un solo secador, era casi una peluquería como las del centro. Tenía su espejo panorámico, sus fotos en la pared y sus revistas. Tenía focos de luces potentes y frascos que echaban muchas clases de olores. Y por todo el patio las mujeres iban y venían. Se iban y regresaban. Se dejaban envolver los pelos alrededor de aquellos cilindros huecos y transparentes, que les daban a sus cabezas aires cibernéticos, para que más tarde, como un golpe de gracia, las coronara el secador. Y debajo de él se quedaban y se adormecían y se dejaban estar hasta que los pómulos ruborizados les iluminaban los ojos.
Únicamente los ñoquis de los domingos lograban que la peluquería desapareciera un poco. Sólo un poco, porque el olor a tinturas, aguas oxigenadas y líquidos de permanente se mezclaban con la acidez de la salsa roja. Fue un domingo cuando la abuela carcajeó después de que yo le preguntara si la Tere tenía novio.
-¡Qué va a tener! ¡Qué va a tener!- repetía la abuela.
Sus ganas de reír le habían hecho despegar de vez en cuando los pies del mosaico, sobre el que todavía quedaban desparramadas las hebras desiguales de un corte a la navaja.
-A cenar. A cenar.- me llamaba la abuela.
Por lo tanto ya eran las diez de la noche y las várices abultadas en las piernas de mi abuela parecían lombrices que se querían escapar. Y, porque eran las diez de la noche, enseguida apoyábamos las chucherías en el piso; las tijeras, las pinzas y los peinas formaba una hilera cercana al zócalo. La gorra de plástico, agujereada para hacer los claritos, quedaba pendiendo del cuerno rojo del gomero. Luego separábamos la mesa libro del espejo, la abríamos y, aspirando ese vaho a perfume persistente, entre restos de melenas generalmente teñidas de rubio ceniciento, empezábamos a comer. Después la abuela contaba el dinero a un costado de un amontonamiento de platos, vasos, cubiertos engrasados. Y nada más, porque yo me caía de sueño. El sueño me ganaba y, de pronto, otra vez la mañana siguiente: el patio transformado en peluquería. De modo que retornaba esa especie de ruido de escombros: mujeres hablando como hablaban entonces las mujeres, robándose unas a otras las palabras.
-Dios sabrá lo que hace.
-Que Dios me perdone.
-¡Ay! Piruchita, yo sería muy feliz si tuviera hijos tan sanos y juiciosos como los suyos. Dios los guarde.
Como a Dios se lo nombraba a cada rato llegué a creer que se lo estaban anunciando, que muy pronto formaría parte de la clientela permanente. En cuanto a Pirucha, estaba allí, visible, concreta, en su lugar. Que o sepa nadie había establecido un lugar para cada clienta, pero al parecer impulsadas por una memoria prodigiosa, las asentaderas buscaban siempre el mismo sitio. En el rincón desde el que podían espiarse todos los vericuetos del patio, en la silla acolchada se sentaba Pirucha. Si ella no venía, nadie ocupaba esa silla. Contra la pared opuesta solía apoyarse, tiesa, almidonada de arriba abajo, la Tere. Sólo se aflojaba una vez metida bajo el secador. Y ya su lengua y lo demás recuperaban las ondulaciones. A la Tere le sobraban carnes, en cambio Pirucha, como quien dice, era un palo vestido. Comúnmente la una a la otra se miraban como si quisieran mantener estirada en el aire una vara quebradiza. Cuando el sitio donde la Tere acostumbraba apoyar su espalda estaba vacío, Pirucha no perdía oportunidad para aconsejarle a la abuela:
-Usted debería seleccionar la clientela, doña. No es cuestión de que le entre cualquier chirusita y le desprestigie el negocio.
Pero si estaba el cuero tenso de la Tere, que parecía dispuesto a crisparse a la más leve alusión, la dueña de la silla acolchada mantenía su clásico gesto inanimado, gesto que podía interpretarse como un más allá, luego de haber traspasado la barrera de dignidad ofendida. Y si, pongamos por caso, las manos de las dos mujeres se rozaban sin querer al ir a buscar una revista, sonidos vibrantes atravesaban el patio. Sonidos o voces. Voces que vaían dentro del círculo vicioso de las repeticiones.
-Hijos como los tuyos, Piruchita, no hay tantos por ahí.
La Tere no. Ella no tenía hijos. Madre sí, madre tenía; y hermano. La madre era renga y el hermano borracho. Un arsenal de virtudes sin desmerecer a los presentes. Y de las virtudes de la Tere ni qué hablar: ella no usaba polleras plisadas sin un vestido que le oprimía la cintura para que sus bondadosas caderas se combaran como hojas de repollo. Daba la impresión de que lo habían cosido aprovechando telas sobrantes. Y era, a lo mejor, por aquel vestido que la imagen de la Tere me llegaba con la presunción de una estatua. O, tal vez, por el celeste intenso que ella repartí sobre sus párpados hasta el arco de las cejas. Así, entre el negro del rimel y la pasta espesa, mi mirada, al querer encontrar la suya, tenía la sensación de deslizarse por el océano. Las pocas veces que la Tere hablaba, movía las manos con tanto revoleo que una no sabía si trataba de deslumbrarnos con sus uñas color sangre y sus anillos de metales inciertos o si quería desviar nuestra atención de esos zapatos que usaba. Eran altísimos, tenían una rebanada en la unta que le desnudaba el dedo gordo y parte del de al lado, y taconeaban de lo lindo. Lo que era una suerte, así yo me enteraba cuando la Tere entraba en la peluquería. Sobresalía la melena rizada, endurecida por el batido y el falso lunar cercano a la boca. El resto era un vaivén.
A la Tere siempre se la nombraba entre dientes y enseguida, muy rápido, venía un silencio tirante, molesto y lleno de acechanzas. Entonces alguna voz de repente decía:
-Dios sabrá lo que hace.
¿Saber? Saber era cuestión de tiempo. “El tiempo mientras se va yendo va sembrando las entendederas”, decía mi abuela. Ante frases como aquella las clientas alzaban sus ojos de huevo duro y, haciendo u revoltijo con sus voces, formaba el coro griego del asentimiento:
-Claro que sí. Pues claro. Quién lo duda. Siempre ha sido de esa manera, doña.
Hasta que, de buenas a primeras, el nombre de la Tere aparecía. Y así otra vez y otra y otra sin entrar en variantes. Una siesta, después de la frase de la abuela, seguida por el coro griego del asentimiento y continuado por el nombre de la Tere, la vecina nueva exclamó:
-¡Es de no creer!
Mientras la vecina decía “eer” entró la Tere con unos guantes blancos, llenos de perlas, largos hasta los codos. Y todas la clientas se rieron. Tanto se rieron que ella terminó sacándoselos, de mal modo, como con desprecio. Los dejó olvidados por allí y, antes de irse, tardó bastante en encontrar uno solo bajo la silla acolchada, agrisado y con marcas de suela de zapato. El otro no apareció más; la Tere, como de costumbre, volvió a la semana siguiente.
Pero, supongo, que aquella mañana debió ser anterior a muchas otras. Comienza el otoño. En la esquina de Lamarca y el Pasaje de la Puñalada, veo los contornos curvados de la Tere. Camina haciendo girar sus caderas con mucha exageración. En cada brazo lleva colgando un bolso con frutas y verduras. Muy cerca de mí, Pirucha le dice a su hermana:
-Se la ve cada día más blanca, ¿viste?
El cuchicheo alterado por codazos ha enfatizado cada una de las palabras.
-Tiene el cuerpo lechoso de tanto bañarse. Cuando hace un trabajo sucio la gente debe bañarse más de la cuenta.- le comenta la hermana.
Veo la figura de la Tere perdiéndose en el corralón. Parece un balancín. Los canelones de las chapas se vuelven plateados porque el sol les da de lleno. Veo el sol y la cortinita con flores. Son unas pretenciosas margaritas blancas de centro rojo. Veo los yuyos altos. ¿Los veo? Sí, veo. Y desde un rincón del patio, otro día, quizá anterior a este, puedo ver las manos de la abuela haciendo piruetas sobre los dedos de las clientas que brillan con sus cutículas fregadas. Y veo también que la pollera ceñida de la Tere se acomoda con lentitud sobre el escalón de Pórtland y la cabeza rizada se esconde entre los hombres, porque una voz ha dicho:
-¡Pirucha es una mujer bien casada!
No sé si lo que dijo la voz era verdad o no. Lo cierto es que pocos días después, Pirucha llegó al patio con una foto. Las mujeres se arremolinaron alrededor de ella y la foto. Había ojos guiñados y sonrisas oblicuas. Y pude ver la mano que sostenía aquella foto y, dentro del recuadro, en blanco y negro, vi a un mujer que tenía los pechos sueltos. Habráse visto, venirse con semejante foto. Entonces la Tere apareció en la puerta de entrada. Ancha y ceñida. Apretada y libre. Apareció y con una actitud desafiante, como de sargento recién ascendido, se lanzó sobre Pirucha y le quitó la foto. Aunque me mandaron arriba, alcancé a escuchar una discusión. Por la noche, largo y tendido mi abuela miró el borde de la manga de su pulóver y le quitó con furia y le fue sacando con furia las pelotitas de lana. Aquel era su modo de pensar o arrepentirse.
Y un buen día, después de tiempos que se amontonaron después de montones de tiempos, cuando a mí ya me habían empezado a crecer los senos, la Tere vuelve a la peluquería. La abuela la ataja. En plena puerta, custodiada por el inesperado silencio hecho por el coro griego de las clientas, la abuela le pide que se vaya. Que se vaya porque es mejor para todas. Es que hay que ponerse en su lugar, en el lugar de ella que, al final, más que abuela es una madre para mí, que por desgracia escucho y miro todo lo que pasa. Y si –sigue diciendo mi abuela- comete injusticias con ella, la Tere, Dios sabrá perdonarla. Que por favor se vaya, que al menos lo haga por mí que, en resumidas cuentas, soy una nena. Y, para terminar, hay que aclarar que ella no es una peluquera de tres por cinco, sino una peinadora. Que se vaya, por Dios, le pide de nuevo. Y la Tere se va. Se va con sus piernas rechonchas, su torso indomable, se va ceñida por el vestido que parece hecho con retazos de tela. Sin saludar se va, mientras la envuelve esa luz amarillenta o roja. En fin, se va envuelta por una luz ambigua que el toldo ha dejado entrar.
No mucho tiempo desuñes llega a la peluquería la noticia de la muerte de la Tere en confuso episodio. No se supo bien si murió en un accidente, en una comisaría o si fue por lo que podría denominarse un altercado laboral. Entonces se escucha una voz. Es la voz de Pirucha, vaporosa y repleta de imperceptibles agujeros, una voz de tul que dice:
-Se lo tiene bien merecido. Así va a escarmentar de una buena vez.
Aquella voz y las otras, las del coro griego, todas, siguen flotando donde todavía entran las luces rojas o amarillas del sol, donde caen y permanecen los soles y las voces: un patio.


PÁGINA 25 – POESÍA AMERICANA

JAEL URIBE
(Santo Domingo-República Dominicana)

SI VAMOS A MORIR…

Iremos a morir bajo los párpados cerrados
de la ausencia,
en el angosto color atrincherado entre los ojos
y en los harapos tendidos de la nada siniestra.
Con la frente extendida al sol
como una afrenta,
la boca generosa escurrida de palabras
ante los cuervos ávidos de fiesta.

Seremos semilla germinante
y abono de tierra muerta
presente imperfecto de un futuro
incierto que se acerca.

Si nos vamos a morir
que sea después,
cuando la daga victoriosa parta
y llevemos la cabeza inclinada
hacia la sombra sonriente,
y sobre el pecho las heridas
de una guerra sin mañanas
hilada entre los sueños y la ciencia.


CREPÚSCULO

Esparcida entre los restos de un olvido
suspendida tras los átomos
de un universo radical.
La mujer se muere

Fulminada como sal
en su boca de luna distendida
que amenaza
y contrapesa libertad.

Salta del negro al gris
sin mutar existencia
unificando las partículas
de su masa fantasmal.
Es o no es
la preñez de un recuerdo absurdo.
Tiempo y espacio
en la invalidez de un momento más.

La mujer se muere
tras la ordinaria espera,
en el bólido de viento
que proclama bondad.
Se pierde en la insignificancia
de la estrella que se fuga
para luego detonar,
y sus restos son rocío de fuego
dilatados en la faz.
La mujer se muere la involución,
en el masculino de una mueca banal.
Con la risa enarbolada en su palabra
y en su rostro,
un llanto acre
que ondea sigiloso en los
cordeles de la faz.

Aún así su pellejo parturiente
resiste otro Big Bang,
aunque la fosa clame a gritos el verbo
de su nombre sin parar:

-¡Mujer que emanas angustia!
He aquí el descanso final...-

Y la mujer,
a las puertas del sueño eterno,
se niega a despertar.


HEROÍNA COTIDIANA

Vengo de la sangre
y de la tierra.
De barro la esencia intrínseca
de mis curvas concéntricas,
de manos laboriosas y llagas marchitas
con difuminadas huellas.
Perdida en los olvidos del valor,
pariendo del alma
a la humanidad ingenua.

Ornada de roles.
Dignificada por los éxitos
de un día cualquiera.

Mis batallas de segundos
son menester en mi agenda.
soy heroína cotidiana
sin lauros,
ni corona.
Mi trono altivo se yergue
en la pureza de mi estela.

Bendecida o maldita
por el roce leve de la burda conciencia
dependiendo de si la daga se levanta
desgarrando mi carne
o se posa en mis caminos
liberando maleza.


PÁGINA 26 – ENSAYO

JOSÉ LUIS DÍAZ-GRANADOS
(Santa Marta-Colombia)

CERVANTES VS. LOPE DE VEGA

Muchas veces nos hemos preguntado por qué un escritor tan prodigioso como Fray Félix Lope de Vega Carpio, reconocido desde temprana edad como "el
monstruo de la naturaleza", pero que además era agraciado, exitoso con las
damas, famoso y adinerado, perdía su tiempo desacreditando a un hombre como Miguel de Cervantes, viejo, manco, con fama
de poeta mediocre, desafortunado en amores, y para colmos, tartamudo, desdentado y paupérrimo?

Porque en verdad, Lope enquistó su enemistad con el autor de La Galatea desde muy joven, cuando aún éste no había conquistado la celebridad que le deparó la publicación de la primera parte del Quijote. Cuando esto último ocurrió, el llamado "Fénix de los Ingenios", arreció con tal obsesión su animadversión que no son pocos los que aseguran que bajo el seudónimo de "Alonso Fernández de Avellaneda" se lanzó a escribir una segunda parte apócrifa, con el fin de dejar por el suelo el nombre, al fin reconocido, de su gratuito rival.

Cervantes había nacido en Alcalá de Henares en 1547. A los 22 años abandonó España, acusado de haber herido a un tal Antonio de Sigura. En 1570 participó en la Batalla de Lepanto, donde recibió dos arcabuzazos, uno en el pecho y otro en la mano izquierda, de donde le vino el sobrenombre de "El Manco de Lepanto". Estuvo preso cinco años en Argel bajo el dominio turco; fue esclavo, fugitivo, preso reincidente y finalmente liberado por sus protectores cristianos.

Ya cercano a los 40 años comenzó a escribir comedias (Los tratos de Argel y La Numancia, son las más conocidas), pero sus presentaciones se vieron siempre eclipsadas por los ruidosos triunfos del teatro de Lope de Vega.

A finales del siglo XVI, Cervantes solicitó un puesto en las dependencias coloniales del Nuevo Mundo, concretamente en Cartagena de Indias, lo cual le fue negado. Se afirma que el antiguo guerrero se sentía atraído por la figura legendaria de don Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de Santa Fe de Bogotá, uno de los pocos conquistadores que ostentaban título de jurista y que además era letrado, latinista y poeta. Entre sus libros sobresale El Antijovio, obra controversial en la que el granadino atacaba las opiniones del obispo de Nochera, Paulo Jovio, enemigo declarado de la conquista española. Se dice que Jiménez de Quesada (o Quijada) fue quien inspiró el personaje inmortal de Don Quijote.

A la negativa de ir a las Indias Occidentales se juntó un cúmulo de desarreglos emocionales debido a infidelidades de su esposa, Catalina de Salazar, lo mismo que por pequeños escándalos familiares protagonizados por sus hermanas.

Tanto fracaso y tantas negativas llevaron a Cervantes al mundo del teatro. En 1592 firmó un contrato con don Rodrigo de Osorio, en el cual se comprometía a escribir media docena de comedias por 300 ducados, cosa que nunca se cumplió, pero sí alcanzó a ganar por la misma época el primer premio en las Justas Poéticas de Zaragoza.

Habiendo publicado en 1605 la primera parte de Don Quijote de la Mancha se trasladó a vivir a Madrid a la Calle de la Magdalena, esquina a la de Francos, donde tendría como vecinos a don Luis de Góngora, entonces de 45 años, a don Francisco de Quevedo, quien contaba con sólo 25 años y a don Lope de Vega, de 40. A pesar del éxito obtenido por su libro y de la agradable vida de que disfrutaba en esos años, Cervantes, ya sexagenario, no pudo evitar el desprecio, la envidia y el antagonismo demostrado por el autor de Fuenteovejuna, por causas que aún se desconocen, pues hasta comienzos del siglo los dos ingenios eran, por lo menos, amigos de trato afectuoso: Lope había incluído a Cervantes entre los poetas esculpidos en el Palacio de la Poesía "La Arcadia" y éste había elogiado a aquel en su primera novela, La Galatea, en 1585.

Sin por qué y sin de dónde, en 1605, Lope escribió a un amigo: "No conozco ningún poeta tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a Don Quijote", a lo que don Miguel replicó ironizando sobre cómo Lope se había valido de poemas laudatorios de príncipes, damas y obispos para iniciar sus libros y que hacía gala de una erudición que no tenía. O simplemente afirmaba que era un pedante y un simulador de cultura.

El Quijote apócrifo, publicado en 1614, fue escrito bajo seudónimo por Lope o por algún amigo suyo. (Menéndez y Pelayo lo atribuye a un tal Alfonso Lamberto, aunque no falta el malqueriente de Cervantes que afirma que lo escribió el propio don Miguel). Allí éste es insultado y se le tilda de "viejo, manco, amargado y envidioso". Además, y esto es lo más reprobable, se burlan de la pobreza y de la mala suerte que siempre acompañaron al Manco de Lepanto.

En el prólogo de la segunda parte de Don Quijote, publicado en 1615, Cervantes se saca el clavo contra Lope: “No tengo yo de perseguir a ningún sacerdote y más si tiene por añadidura ser familiar del Santo Oficio, y si él lo dijo por quien parece que lo dijo, engañóse de todo en todo; que de tal adoro el ingenio, admiro las obras y la ocupación continua y virtuosa”.

Allí Cervantes aludía a la ordenación sacerdotal de Lope el año anterior, aunque su “ocupación” no fue ni sería jamás virtuosa. Cervantes murió al año siguiente y Lope lo sobrevivió 19 años. Con los siglos creció la gloria literaria de ambos, pero la de Cervantes fue tan grande que llegó a eclipsar la de su adversario.

Una vez más queda demostrado que la envidia es uno de los pecados literarios más inútiles y estériles.


PÁGINA 27 – CUENTO

NECHI DORADO ©
(Lanús-Buenos Aires-Argentina)

LOS SÍMBOLOS DE TOÑO

El pueblo era tranquilo hasta la noche en que la fatalidad comenzara a descargar su furia sobre el caserío pobre. Esa mayoría siempre silenciada, naturalizada, que se convierte en la imagen de lo sucio, despreciable, vergonzante para el ideario colectivo en cualquier sociedad pseudo civilizada.
Cuando estalló la absurda Guerra Civil, la abuela Digna, tuvo la posibilidad de salir del país buscando un horizonte inexistente. Partía rumbo al lugar donde los sueños prometían hacerse realidad y la mentira tenía instalada su corte palaciega.
Expulsados de su tierra, salieron con ella en una barcaza herrumbrada su hija Bernarda y dos nietos, Toñito y José, ambos hijos de su otra hija asesinada cuando el odio se compara a clavos enmohecidos en la columna vertebral del olvido, perforando desde el corazón hasta los talones. Salieron como crudos sobrevivientes del espanto huyendo hacia lo que sería la nada.
En la crianza de los niños, Bernarda, hacía mucho tiempo que cumplía dos roles, madre-abuela, tumba humana del dolor entremezclado con mil por qué sin respuesta. Esa tarea cayó sobre su humanidad el día que violaron, para seguidamente asesinar a su hija, María de la Cruz, abriéndole el vientre para arrojar a los perros esa figura amorfa que latía en su seno casi adolescente, cuando un escuadrón de la muerte dispuesto a implantar el orden a punta de bayoneta entró al pueblo desatando la masacre. Orden que ordenaba ser ordenados, ordenándose ordenadamente y asumiendo como algo natural el despojo, el asalto contra la dignidad y la justicia que se dibuja asequible para todos.
La diáspora se produjo una noche, luego que tres de los hijos de Digna rumbearan al monte, desordenando el dogma establecido, mientras otros dos ordenadamente se enrolaran en las filas militares. Ninguno pensó que les tocaría matarse entre ellos, el hambre tiene la facultad de enredar las raíces de la razón enterrándolas bajo la misma tierra que los viera nacer, ignorando el mandato de las venas que comparten sangre.
La desmembrada familia, cargó sólo con los recuerdos. Lejos de la patria, Digna, continuó con la crianza de los niños en condiciones de extrema pobreza, con la muerte pisándoles los talones pero de otra manera, sin bayonetas, sin gritos amedrentadores. El sicario, allí, era el abandono más cruel que justificaba su accionar dando lugar al pensamiento indicativo que el asesino era el pasado y sus secuelas.
Toñito creció lleno de resentimientos. Él fue quien vio cuando asesinaron a su madre y vio ese pedacito de carne volando hasta caer en las fauces de la manada. Y vio a María de la Cruz, madre, tendida en el polvo de la calle, con sus ojos de noche con forma de almendra mirando hacia la nada. Y vio a su abuela pegadita a ellos y vio el rostro del odio y vio a los monstruos riendo, disputándose el trofeo yaciente en el piso, boca arriba. Vio el adiós para siempre, no deseado.
No escuchó más a su madre recitando a Roque Dalton “siempre vieron al pueblo/ crispado en el cuarto de tortura/ colgado/ apaleado/ fracturado/ tumefacto/ asfixiado/ violado…” Nunca olvidó esa estampa del horror, así como tampoco el paso de los años borrara de su recuerdo los rostros de esas bestias. Toñito se convirtió en un muchacho difícil. Las noticias que recibían desde la patria numeraban nuevos muertos, causando el dolor de los otros asilados por las mismas circunstancias.
Así crecieron esos niños entre lágrimas, odio, dolor. Confundidos al punto de no saber cuál era la alquimia de los sentimientos que pujaban desgarrando el seno de las familias expulsadas.
Una noche, un auto policial se detuvo frente a la puerta de la humilde casa de la familia desmembrada. Digna daba vueltas en su cama, algo la inquietaba sin saber a qué se debía su sobresalto
Cuando sintió los golpes sobre la puerta, se abalanzó hacia allí. Una voz inquirió – ¿Buscamos a los padres de Toño Funes.
-Fueron asesinados, señor, soy su abuela ¿ocurrió algo con él?, respondió la mujer en medio de un temblor helado por la premonición que susurraba que algo feo había sucedido nuevamente.
-Debe acompañarnos, ordenó el ordenado.
Al llegar al sitio donde estaba detenido Toño, el muchacho miró a su abuela antes de dirigir su mirada hacia el piso sucio del calabozo, tragándose una lágrima. Resaltaban en su piel morena los tatuajes que cubrían casi todo su cuerpo, cono si cifraran una historia. Uno de ellos estaba compuesto por cinco letras que resumían todo el dolor del muchacho: Madre.
Compartían espacio en ese cuerpo esmirriado, números, símbolos, figuras contradictorias donde coincidía un ángel con las alas rotas y un demonio sonriendo dejando al descubierto sus colmillos. Debajo del primero se leía “hermano”.
Digna intuía que algo estaba diciendo sin voz, su muchachito adorado, rebelde como fuera su padre, con los ojos aindiados de su madre. Verlo la retrotraía a la visión de su hija partida en dos en el mismo pueblo que la viera nacer.
-Mire señora, su nieto pertenece a una pandilla donde son todos escoria, basura, faltó que alguien pusiera orden en su vida, gritaba un oficial mientras miraba con asco la negritud de esa abuela con raíces indígenas y el dolor instalado en sus ojos tristes de tanto llorar ausencias definitivas.
-Supiera usted, señor, el dolor que carga mi muchacho y sin dudas todos ellos a los que llama escorias. Supiera que ser indígena no es humillante, es la brasa que ilumina a nuestra historia pisoteada.
-¡Estos indios no se domestican más! Que se pudran acá, lo hubiera cuidado antes, gritó con ira el supuesto ordenador de vidas, asalariado de la fuerza con armas en la cintura.
-No pude hacer alguien de su gusto, exclamó Digna, tampoco ustedes nos ayudaron. Desde que pisó esta tierra sólo sintió la vergüenza por su raza en este mundo donde el bien se pinta con colores claros. Nosotros no elegimos estar acá, fuimos expulsados por la incomprensión que toma forma de guerra que los pueblos no deseamos. Mi niño es el resultado de la tragedia humana que muy pocos quieren asumir.
-Ustedes tenían, entre otros, el poder para insertarlo, pero prefirieron cerrarles las puertas de la escuela tanto a Toñito como a sus amigos. ¿Será que buscaron sostenerse unos a otros en este mundo hostil? Siguió respondiendo Digna.
La abuela salió del lugar, el muchacho, “escoria pandillera” quedó detenido, el odio ganó su enésima batalla. A la mañana siguiente, volvieron a golpear la puerta de la humilde vivienda.
-¿La familia Funes? Somos del Hospital del estado, venimos a avisarle que Toño murió. Esos jóvenes siempre terminan matándose entre ellos, señora. Lo sentimos mucho. Buenos días, dijo un hombre antes de retirarse del lugar.
Digna se desparramó sobre lo que alguna vez encontrara en la calle y se dijera sillón. Algo iba dibujando una telaraña en su cabeza y nuevas arrugas en su rostro arrugado. Volvía la imagen de su hija, el pequeño pedacito de carne en las fauces de los mastines y Toño, su Toñito, con esos tatuajes hasta en la cara como tapando su agonía infinita.
Sintió la voz de María de la Cruz recitando desde muy lejos, en el tiempo, a Dalton: “siempre vieron al pueblo/ crispado en el cuarto de tortura/ colgado/ apaleado/ fracturado/ tumefacto/ asfixiado/ violado.
-Ya deben estar juntos los tres, murmuró Digna, mientras las lágrimas corrían como granos de sal sobre las heridas del alma. Bernarda abrazó a José mientras el llanto iba golpeando las puertas de las casas vecinas.


PÁGINA 28 – POESÍA ALLENDE EL MAR

SILVIA DELGADO
(Sopelana-Viscaya-Euskal Herria)

MILAGROS GARCIA

Milagros García lloró por todos los muertos.

Bandadas de cuervos revolotean sobre los tejados
cuando la plañidera camina con pasos largos.
Su llanto es taimado, persuasivo, diferente.
Su llanto es claro, real, exacto.
Su llanto es el llanto de un hijo, de una madre, de una amante.
Su llanto equivale a un puñado de monedas,
a un salario de lamento.
Su llanto es el llanto de los que no quieren,
de los que todo lo solucionan con dinero.

Milagros García no siente nada por los difuntos,
apenas sabe sus nombres,
por eso, mientras otras rezan,
ella relata virtudes que se inventa.
Milagros García, pobre mujer de lágrimas huecas,
se golpea el pecho sólo si la paga es buena,
se ha acostumbrado tanto a mercadear con la tristeza
que no siente el error de su farsa..
Milagros García exhibe dolor a tiempo completo,
los sollozos, exagerados,
le impiden rezar el rosario,
al fin y al cabo, Milagros,
no cree en los santos.

Sólo cree en el infierno.

Milagros García, plañidera de oficio,
llorona con contrato,
cruza los dedos
y lleva sal en los zapatos.

Es alérgico al mar el diablo.

Milagros García se burla de profetas y Mesías
y sólo implora a dios cuando no hay cadáveres sobre la mesa,
cuando no apalabra lástimas,
cuando no acuerda su presencia.
Milagros García pasea impenitencia
olfateando por las esquinas muertes ajenas,
la necesita para mantenerse viva,
sabe que tarde o temprano acude a su llamado.

y sabe también Milagros que sobre su tumba
nadie derramará una sola lágrima.

Pero ya estará muerta.

EMILIO RAMOS

Emilio Ramos, herrero sin remedio,
feo entre los feos,
ilustre cojo de ambos lados
en su ardiente reino
canta el yunque y el martillo
baladas de prisionero.

Emilio Ramos fragua llaves o cadenas
y no escucha
y jamás se mira en el espejo.
Emilio Ramos fue una vez niño
y lo golpearon.
Recibió maltrato en todos sus costados.
Emilio ramos no olvida que su padre fue su látigo
que su padre le partió las piernas
que su padre lo condenó a las tinieblas.

Emilio Ramos nunca deja apagar el fuego,
le da miedo el frío,
por eso tiene este oficio,
porque fue una tarde de invierno
cuando dejó de correr como corren los niños.

Fue una tarde más de alcohol, de llantos,
de rencor, de gritos.
Emilio ramos
herrero o alquimista
tullido dios de andar por casa
renquea el castigo de su desobediencia.
Le quema el dolor de caminar con daño
le quema el horror de haber sido hijo de sangre violenta
le quema saber que así no le querrá nadie.

A Emilio Ramos,
después de tantos años
aún le asusta el recuerdo
de los golpes dados sobre los huesos,
como si fueran de hierro,
como si fueran sus piernas de hierro,
como si fueran de hierro los golpes,
como si fueran de hierro los sentimientos
como si fuera de hierro su padre,
como si fuera de hierro dios,
ese dios que nunca le hizo caso.

SONIA TRUJILLO

Sonia Trujillo organillera de oficio,
a golpes de torpeza consigue unas monedas
con las que beberse el dolor de haber nacido.
Sonia Trujillo lleva la cara marcada por el sacrificio,
mientras su artilugio canta insensible
y los niños la observan
ella tiene la mirada de vidrio
y el corazón ahogándose en vino.

Sonia Trujillo a veces despierta de su letargo
para mostrar una sonrisa forzada.
Entonces se sacude el vestido
y gira el manubrio
a ritmo frenético
hasta llenar el plato
hasta ganar suficiente dinero
con el que cambiar tristezas por cualquier líquido.

Sonia Trujillo no tiene a nadie que la espere con un beso
al anochecer yace, borracha, en su casa solitaria
y muchos visitan su entrepierna sin aviso
mientras, ella, escucha los jadeos
como llegados desde lejos.

A Sonia Trujillo le robaron el instrumento,
cuando despertó, había desaparecido,
cuando despertó, Sonia, sólo encontró el platillo,
cuando despertó, no sabía qué había ocurrido.
Le temblaban los dedos,
trató de recordar qué había hecho
pero la memoria le traicionaba desde hacía tiempo...

Entonces se vio en un espejo,
tan sola,
tan triste,
tan desfigurada..
que caminó,
sobria como nunca,
y se arrojó al río.


PÁGINA 29 – ENSAYO

ALEJANDRO CÓRDOVA GUTIÉRREZ
(México)

VACAS SAGRADAS

Como se sabe Carlos Fuentes Macías es uno de los escritores más conocidos de finales del siglo XX, autor de novelas y ensayos, entre los que destacan Aura, La muerte de Artemio Cruz, La región más transparente y Terra Nostra. Ha recibido, entre otros, el Premio Rómulo Gallegos en 1977, el Cervantes en 1987 y el premio Príncipe de Asturias en 1994.
Carlos Fuentes nació en Panamá, el 11 de noviembre de 1928. Su padre era diplomático, y Carlos pasó su infancia en diversas capitales de América: Montevideo, Río de Janeiro, Washington D.C, Santiago de Chile, Quito y Buenos Aires. Así Fuentes llegó a México a los 16 años y entró en la preparatoria en el Centro Universitario México. Se inició como periodista colaborador de la revista Hoy y obtuvo el primer lugar del concurso literario del Colegio Francés Morelos.
En 1975 Carlos Fuentes aceptó el nombramiento de embajador de México en Francia como homenaje a la memoria de su padre. En 1977 renunció a su puesto de embajador en protesta contra el nombramiento del ex presidente Díaz Ordaz como primer embajador de México en España después de la muerte de Franco. Se dice que Fuentes alaba la figura de Fidel Castro y que es amigo personal de hombres poderosos de la política mundial.
Fuentes visita México un par de veces al año, principalmente en el verano, estancias que ahora le permiten emitir juicios sesgados, o equivocados en el mejor de los casos, sobre la política mexicana y sus políticos: en Colombia recién concedió una entrevista al diario El Tiempo, de Bogotá, en la que afirmó categórico que la situación política de México va a complicarse, porque los problemas son muy grandes y los candidatos a la presidencia muy pequeños.
Hágame el favor; solo le faltó a Carlos Fuentes decir que el sí sabe cómo hacer las cosas (así lo piensa en el fondo de su corazón, seguramente).
Tal parece que la inobjetable grandeza de Fuentes en su campo, que es la literatura, lo hace perder el piso y lo ciega al meterse en política, tal y como le ocurrió al célebre Mario Vargas Llosa(*), quién, al igual que otros autores latinoamericanos (haciendo caso omiso del viejo refrán: zapatero, a tus zapatos) fallidamente participó en política como candidato a la presidencia del Perú en 1990, por la coalición política de centroderecha Frente Democrático (Fredemo), perdiendo penosamente la elección.
Hacen bien los aspirantes presidenciables en no prestarse al perverso juego de Carlos Fuentes; ignorarlo es la mejor respuesta a sus apetencias personales (ha de pretender un puesto en el próximo gobierno, ya sea para él o para alguno de sus múltiples personeros).
Frecuentemente eso nos pasa a los mexicanos, desde la conquista, por ser hospitalarios con eruditos que nos deslumbran, ya sea con la pluma o con el lenguaje, y que pretenden enseñarnos a caminar.
Gracias Don Carlos por sus palabras. México lo espera con los brazos abiertos y, en su próxima visita no deje de traer espejitos.
cordovagutierrezalejandro@gmail.com

(*)Mario Vargas Llosa, es un escritor en lengua española, uno de los más importantes novelistas y ensayistas contemporáneos. Peruano de nacimiento, cuenta también con la nacionalidad española, que obtuvo en 1993. 3 Su obra ha cosechado numerosos premios, entre los que destacan el Nobel de Literatura en 2010, «por su cartografía de las estructuras del poder y sus imágenes mordaces de la resistencia del individuo, su rebelión y su derrota»; 4 5 6 el Premio Cervantes (1994) y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1986), entre otros. Desde 2010 recibe el título protocolar de Ilustrísimo Señor por ser marqués.
Vargas Llosa alcanzó la fama en la década de 1960 con novelas, tales como La ciudad y los perros (1962), La casa verde (1965) y Conversación en La Catedral (1969). Continúa escribiendo prolíficamente en una serie de géneros literarios, incluyendo la crítica literaria y el periodismo. Entre sus novelas se cuentan comedias, novelas policiacas, novelas históricas y políticas. Varias de ellas, como Pantaleón y las visitadoras (1973) y La Fiesta del Chivo (2000), han sido adaptadas y llevadas al cine. Muchas de las obras de Vargas Llosa están influidas por la percepción del escritor sobre la sociedad peruana y por sus propias experiencias como peruano; sin embargo, de forma creciente ha tratado temas de otras partes del mundo. Ha residido en Europa (entre España, Gran Bretaña, Suiza y Francia) la mayor parte del tiempo desde 1958, cuando inició su carrera literaria, de modo que en su obra se percibe también una cierta influencia europea.


PÁGINA 30 – CUENTO

NORTON CONTRERAS ROBLEDO
(Malmö- Skåne -Suecia)


UNA HISTORIA DE AMOR

La conoció un día Sábado, cuando la primavera se asomaba con la timidez de los primeros días. Desde la distancia llegó a su mundo de copitos de nieve, de soledades y silencios perpetuados, de cárcel de cristal, juntando los recortes de las revistas de corazón,
leyendo los titulares de los diarios, mirando noticias o películas en la televisión, todo en un intento de que el tiempo pasara desapercibido y no tener que mirarlo a los ojos
enfrentarse a él porque presentía que ese día sería como mirarse desde afuera hacia adentro
y encontrarse con la inevitable certeza del cambio en su entorno superficial y mortal,
y con la permanencia inmutable de su alma.
En su soledad jugaba con la vida un juego de cartas prolongado en su afán de ganarle la mano al destino, en días que parecían siglos y en noches infinitas, en blanco y negro, o en colores según los matices de los sueños.
Cuando la vio supo que había ganado la partida. Fue un reencuentro con los pasos perdidos
en caminos de hastíos, en carreteras de cemento duro y silencioso. En ella reconoció la presencia y el aliento percibido en cárceles, en las que el miedo era las gotas de agua cayendo por todos los laberintos del universo y la oscuridad el infinito colgando en el espacio vendado de sus ojos.
Cuando la conoció y la tuvo a su vera, sintió que se reencontraba con los años, quizás siglos, milenios que habían caído una y otra vez de las hojas del calendario, en los tiempos en que él la iba buscando mas allá de los momentos perpetuados en los murales de los verbos, más allá de las palabras que por ser tantas veces escritas o dichas, se repetían a sí mismas.
Eran los tiempos en que para encontrarla asumió todos los elementos en sí mismo; Fue agua, aire, tierra y fuego, sus huellas quedaron dibujadas; en las aguas de los mares, en las profundidades de los volcanes, en las alturas de mundo estelares. En ese intento se demostró a sí mismo que la materia tiene el divino embrujo de la transformación permanente y eterna,
y que las almas van en vuelos astrales a través del tiempo y del espacio.
Soñaba por si aparecía en unos de sus sueños, y la encontró en la vida cotidiana. Desde ese día ella fue estrellitas y soles en el universo de su alma, de su interior llovían versos que ella le inspiraba. El tiempo, con su manto de aromas y colores, seguía su camino por la vida.


PÁGINA 31 – POESÍA ALLENDE EL MAR

FLAVIA COSMA
(Oradea-Rumania)

SUEÑO AZUL

Llevo en mis brazos estirados
el horizonte, la ausencia;
un rostro querido ocultado entre escarchas.

Mis rodillas se pliegan
debajo de miles de kilogramos efímeros.
la irrealidad, la ilusión cruel,
penas y más penas me oprimen.

Me sumerjo en la arena y en las piedras;
formas ovales dejan sus huellas
a lo largo de mi cuerpo;
la fatiga del día desaparece en polvos de nubes,
mientras me arrojo a un mar de orillas espumosas,
y las olas traviesas tratan de atraerme en alta mar,
prometiéndome su sueño profundo,
tierno y extremadamente azul.


LA MANO DE HIERRO DEL HOMBRE

Los cerros se doblan bajo la mano
de hierro del hombre;
sus verdes espinazos gimen bajo las cargas,
su pelo rizado y áspero se llena de pájaros,
que vuelan a escondidas
por la sombra perfumada de las acacias.

Señas diáfanas y libélulas muertas
flotan sobre las aguas tardías,
un murmullo triste me recuerda
la primera y última vez que
estremecido me abrazaste.

El miedo saltaba de tus rodillas directo a mi corazón,
y yo me quedé muda con el veneno azul sobre mis labios,
mientras nuestros caminos
correteaban en direcciones contrarias.

Abajo, el calor ahogaba,
era diciembre, allá en el sur.

EL VENENO DE LA DESCONFIANZA

Humildes nieves envuelven devotas
las montañas yermas y valientes,
rosas trepadoras se estiran en vallados vecinos,
los pájaros pequeños huelen en la humedad de la cima,
las fragancias del verano que pasa;
blandos tentáculos llegan ondeándose hasta nosotros
salpicados hasta los codos
en las mismas preguntas sangrientas.

Las flores blancas sorben en un solo respiro
el veneno piadoso de la duda,
la misma duda que nos ronda sin cesar
hace poco más de un año.


EL UMBRAL DEL CREPÚSCULO

Un ramo de rosas rosáceo-púrpura
crece marchitándose lentamente en el floral.

Mirando pienso
que estas rosas han sido cortadas anoche en el jardín
por un hombre que caminaba cuidadoso
por el umbral del crepúsculo,
y han sido regaladas después con gran temblor,
a unos ojos hermanados también
por el anochecer.

Las rosas se asombran en su agonía,
al ver cómo pueden dos personas en los umbrales
de la vida regalarse flores,
¿Qué significado tiene para ellos,
estas efímeras emanaciones
de dulzura encogida?


MI ÁRBOL, MI HOMBRE…

Ten mi mano
mi árbol, mi hombre,
como a un niño perdido
guárdame.

Dame de pronto a beber
desde tus palmas pintadas
de verde y rojo
y primavera.
Déjame beber de tu vino, de tu ajenjo,
tu lágrima alegre,
tu lágrima amarga.

Mi árbol, mi hombre,
abrázame fuertemente
con los hilos mágicos de tus raíces.
Entierra mis palabras y mis miedos
en tus silencios enteros.

Que la canción del sueño,
que la canción suave,
dulcemente llegue
a mi corazón, a mi alas.

EL BRONCE DE LAS ESTATUAS

Besado en la boca, el bronce de las estatuas
se transforma en oro;
la materia inerte abre los ojos de par en par
el alma respira ruidosamente
trampa de humo, dulce brisa
el aire nos toma, sensual.

Acariciado en los senos, el bronce de las estatuas
se transforma en agua verde, bendita agua
que envuelve las manos de alabastro del amado
inundando su enorme corazón, que late y late
trastornando océanos
corriendo por las nubes
acercándose.


PÁGINA 32 – ENSAYO

CARLOS FAJARDO FAJARDO
(Santiago de Cali-Colombia)

LOS BABY TEACHERS

Hijos del neoliberalismo –en realidad neoconservadores- han sido educados para obedecer, aceptar y aplicar las ordenanzas de un capitalismo mordaz. Alabar y no rechazar son sus slogans. Con tales actitudes aspiran a fortalecer los regímenes antes que a mostrar sus debilidades. Son los nuevos técnicos del pensamiento. Alfabetizados en las tecnologías, han hecho de éstas un tótem supremo desde las cuales creen conocer en profundidad el mundo, la realidad del mismo. Despolitizados, des-socializados, individualistas y tecnócratas, se estremecen ante la palabra confrontación. Seguidores del pensamiento utensiliar, son monaguillos que vuelven culto los reglamentos autoritarios de la educación. Son los baby teacher de las universidades: eficaces, eficientes, autómatas bilingües, “todo terreno”, choferes de las tecnologías. Gestionan sin queja la dictadura normativa de las llamadas investigaciones universitarias. Hijos del neoliberalismo, baby teacher de las instituciones.
En Colombia, existen grandes laboratorios que los producen en serie y se reproducen exponencialmente. Todos han egresado de universidades que les tocó sufrir el azote de la Ley 30, la cual no sólo impulsó una agresiva privatización, sino que las ahogó en su misma sustancia al obligarlas a llevar un plan acelerado de acreditación acorde a las exigencias del mercado global. Como consecuencia, se desmontaron currículos, se ajustaron los planes de estudio a nefastos objetivos y se desterró todo proyecto de una pedagogía crítica y renovadora.
En varios aspectos, los discursos doctrinales, religiosos, moralistas y políticos de esta primera década del siglo XXI, se asemejan a los de la llamada Regeneración de la República Conservadora impuesta en el país desde 1880 hasta 1930: servidumbre hacendaria y partidista, maniqueísmos religiosos y morales, conservadurismo, ideología imperial y papal, controles a la educación, censura camuflada, obstáculos a la modernidad crítico-creativa, centralismo intelectual, rechazo a la autonomía del intelectual disidente.
Todas las pocas conquistas de autonomía universitaria, docente, estudiantil, e intelectual lograda en los años sesenta hasta mediados de los ochenta, fueron diluyéndose y cambiándose por una adaptación servicial e integrada al “nuevo orden global”. La consolidación de la economía de mercado, del poder de los medios masivos de comunicación, de las tecnologías digitales, la urbanización e inmigración masiva, la privatización en serie y en serio, la banalización de la cultura, son algunos contextos sobre los cuales se desarrolló y se llevó a cabo el pensamiento neo-conservador de última hora. Como consecuencias observamos el paso de los intelectuales críticos a los baby teacher “todo terreno”, adaptados al son que les toquen.
Desde aproximadamente 1990 un cambio radical ha impactado en las estructuras universitarias. Todos sus estamentos han sido lentamente transformados. El neoliberalismo atrapó las libertades colectivas e individuales que todavía eran posibles en las instituciones tanto públicas como privadas. Así, los profesores, estudiantes e intelectuales entraron a un espacio de mayor control. Se impuso un lenguaje administrativo y ecónomo. Con ello se pasó de una activa reflexión a la sumisión de la gestión. Entonces, conceptos tales como, eficiencia, eficacia, competitividad, flexibilización, administración e insumos, entraron a formar parte del lenguaje en los ámbitos educativos. Como resultado tenemos un nuevo tipo de intelectual: el docente eficiente con lenguaje ecónomo. El denominado “relevo generacional”, es decir, jóvenes profesores que reemplazan a los viejos intelectuales de vanguardia crítica, y el nombramiento de economistas y de administradores en los mandos medios de dirección académica, garantizan las reformas curriculares acorde con las demandas neoliberales. Golpe bajo al trabajo crítico y humanista; ganancia para el trabajo administrativo. Burócratas contra intelectuales.
De manera que la Universidad se adapta a las exigencias del mercado edificando el llamado por algunos teóricos “capitalismo académico”: una “Universidad emprendedora”, lo que quiere decir subordinada a la mercantilización de sus componentes. El “capitalismo académico”, el cual ha sido impuesto como política central por los países de élite, asume la educación como industria, fábrica, como businnes university. La Universidad queda reducida a un bazar de servicios educativos y de bienes simbólicos y culturales, con clientes y accionistas (los estudiantes), con obreros y asalariados (los profesores), con productos (los resultados de las investigaciones, los saberes y conocimientos) y gerentes ecónomos, administradores (directivas). En este bazar universitario a los logros académicos de los profesores se les evalúa o controla de forma cuantitativa, es decir, por la cantidad de productos de investigación, de publicaciones, de cátedras, de participación en eventos. Al profesorado se le trata como a un insumo, un objeto consumible y consumidor. Las lógicas de la comercialización de la eficacia y de las competencias de rentabilidad dominan el territorio.
¿Dónde la autonomía crítica del docente intelectual? Los baby teacher dan la respuesta: son cosas del pasado dicen; peticiones de una historia muerta, enterrada. En su lenguaje dan un no a la memoria y un sí al “ahorismo” consumible, adaptado. La instrucción y formación de docentes que hacen de la tecnocracia algo plenipotenciario, o bien que asumen la modernización tecnológica, impuesta desde arriba, con preocupante ingenuidad, es una de las más grandes heridas en el corazón de la academia. Ante la reflexión se propone la gestión; frente al debate político y cultural se irrumpe con una relajación pragmática; contra una actitud de confrontación y diferencia, se establece una postura de adaptación, aceptación y confort académico. Es la “mercadización” de lo social, de lo educativo, donde triunfan las dinámicas de lo administrativo, del “gerencialismo”. De esta forma, la paranoia, la autocensura y el conformismo se reivindican en estos escenarios empresariales de hipervigilancia y control competitivo.
El ascenso del pensamiento neoconservador y de la globalización económica neoliberal ha contribuido a crear este tipo de docente universitario adaptado y adaptable. De modo que al joven docente le han otorgado un papel de legitimador político, cultural y moral de los regímenes hegemónicos. Atrás quedaron los tiempos del intelectual disidente, las posiciones libertarias. ¡Oh baby teacher, bienvenidos al futuro!


CONTRATAPA: NOTAS DE PARIS


IRMA BIGNON
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

REUNION DE FILOSOFOS EN SAINT- ÉMILION

IN VINO VERITAS
La verdad en el vino

A 45 km. de Burdeos, 27 ha. de color verde con una forestación de más de mil árboles entre frutales y especies autóctonas; con rosales distribuidos en cada hilera de las vides – que no se encuentran allí para encantar las miradas de los visitantes sino para advertir a los viticultores alguna eventual enfermedad de la vid - se disfruta de un panorama especial, que pone de acuerdo experiencias únicas en torno al campo francés y sus viñedos. El paisaje aporta ideas, sensaciones, imágenes, poesía.
Ya en el siglo II, los romanos habían elegido estas tierras plantando las vides que con el tiempo se convertirían en los viñedos Saint-Émilion.
En el siglo IV, el poeta latino Ausone (Ausonio) nacido en Burdeos (310-395), preceptor del emperador Graciano, abandonaba sus funciones políticas para retirarse a su Aquitania natal, consagrarse a la poesía y convertirse en un viñador. Cultivaba su viña y comercializaba sus vinos en el puerto de Condat (cerca de Limoges). Después de su muerte, su viñedo fue destruido por las invasiones bárbaras. Fue reconstruido más tarde, y hoy el château-ausone es el primero entre los vinos finos clase A. de las bodegas Saint-Émilion.
En medio de los viñedos, se esconde la pequeña ciudad Saint-Émilion, reconocida por la Unesco como patrimonio mundial con el título de Paisaje Cultural. Debe su nombre al monje fundador que en el siglo VIII se retiró a vivir en una ermita situada donde hoy reposa la pequeña ciudad. Hasta el siglo XI, Saint-Émilion fue exclusivamente una ciudad religiosa. Es gracias a sus viñedos, resultado de una tierra y un clima propicios y a su existencia que se remonta a la época galo-romana, que ella conserva todos los atractivos posibles: una tradición de excelencia y una ciudad medieval intacta. Por todos lados, la armonía de las viejas piedras despierta el sentimiento de la belleza.
Remontarse en el tiempo es aspirar una buena bocanada de aire y limitarse a soñar, dando rienda suelta a los cinco sentidos. Cercadas por una muralla del siglo XIII de granito proveniente de Cornouailles, aparecen las casas de techo de tejas, las angostas y tortuosas calles sostenidas por escalerillas de hierro, el antiguo Clôitre des Cordeliers (claustro de los cordelistas, orden religiosa de San Francisco de Asís que usa atado en la cintura un cordel de tres nudos), una espléndida y frágil iglesia monolita del siglo XI cavada en la roca, la Capilla de la Trinidad y la Iglesia Colegiata siglo XII.
Este encantador pueblo medieval situado en el corazón del viñedo bordelés es único en su género, debido a la preponderancia de sus propiedades vitícolas, a la calidad de sus vinos y a la majestuosidad de su arquitectura. Ciudad cargada de historia, encaramada sobre un promontorio rocoso, Saint-Émilion y su viñedo obtienen su originalidad a causa de su piedra calcárea. Sus primitivos pobladores han sabido trabajar la roca y edificar el conjunto arquitectural de la ciudad mientras alternaban con el trabajo de la tierra. Lo testimonian los 200 km. de galerías subterráneas que conservan un museo de primitivas bodegas y todo tipo de útiles antiguos que se utilizaban para la elaboración del vino.
En esta región, la cal es un elemento omnipresente que ofrece un suelo de excepción a las viñas de Saint-Émilion. Sus habitantes están acostumbrados a admirar ese magnífico paisaje ondulado. Nunca han tratado de transformarlo. De esta manera ofrecen una homogénea armonía en la arquitectura y en los colores: una luz ocre inunda las piedras y éstas sumergen al visitante en el pasado.
Invitados a celebrar los placeres que brindan los cinco sentidos en ocasión de la primera edición francesa del Festival Europeo de Filosofía, una veintena de pensadores – como François Jullien y Jean-Didier Vincent – se reunieron en las viñas, copa en mano, compartiendo sus luces con un público motivado y activo.
Ante semejante espectáculo, se sentía el placer de la percepción y de la inteligencia, alianza ésta que ya es una tradición milenaria en ese lugar espiritual y espirituoso. Esta ciudad es en efecto el marco ideal para convocar un happening filosófico, tratando de reunir el cuerpo y el espíritu en una misma alquimia jubilosa.
Se trató de un festival y no de un simple coloquio. Saint-Émilion tiene todas las condiciones y todos los privilegios para mantener una plática filosófica importante.
Los filósofos estaban en su elemento, expresando sus ideas dedicados, al mismo tiempo, al refinamiento y a la catadura de los buenos vinos
Surgió entonces el tema del deseo de romper las barreras que impiden vivir realmente la vida. Sería éste un logro fecundo pero forzosamente poco razonable, ya que la filosofía no es una medicina, es más bien un vértigo gozoso y trágico. Raphaël Enthoven decía que no era la filosofía la que daba razones de vivir, era la vida la que daba razones de pensar.
Desde ese momento, las reflexiones comenzaron a hacerse oír. El filósofo Heinz Wisman se refería al sentido de la escucha que para él ocupaba el sitio de honor. Agregaba que siempre se había interrogado sobre el futuro de la lengua materna en un tiempo moderno, donde la comunicación empobrecía el lenguaje pretendiendo monopolizarlo.
François Jullien en sus elogios al agua y uniéndose a los maestros chinos decía que eran raros aquéllos que habían sabido encontrar lo saborable en la poesía más simple, y más raro aún aquéllos que habían sabido saborear la frescura del agua.
Jean-Didier Vincent alababa la olfacción que permitía sentir y resentir, dando como ejemplo al recién nacido que reconocía el olor de su madre.
El académico Jean-Luc Marion, profesor de metafísica, se mostraba sorprendido ante el silencio molesto de la filosofía con respecto al amor, atreviéndose a defender el fenómeno erótico del tacto donde la reciprocidad era inmediata e insustituible, testimoniando el hecho de la imposibilidad de hacerse cosquillas uno mismo.
Guillaume Le Blanc exponía sobre las relaciones entre alianzas poéticas como el pensamiento y el tacto, el ritmo y el sentido, ver y entender. Joël Dupas, filósofo y viticultor trataba su tema preferido: vino, terruño y filosofía.
Hervé Parpaillon proponía la experiencia perceptiva de la sinestesia (asociación espontánea entre sensaciones de naturaleza distinta pero que parecen determinarse por ellas mismas) afirmando que los sentidos interconectados daban acceso a otra aprehensión de lo real, e invitaba a repensar el privilegio de la vista.
Hubo también conversaciones muy baudelareanas sobre ciertos temas como el tacto del pensamiento, el ritmo y el sentido, ver y entender. El tenor francés Robert Expert proponía la degustación de la voz y el matrimonio de los sentidos, evocando a Rimbaud y Beethoven.
Fabien Brugère consideraba que lo único que había que conocer eran los cinco sentidos. Agregaba que todas las informaciones y las sensaciones que se reciben transitan por canales imperfectos, generadores de ilusiones y de errores, pero irremplazables. El logro era poder comprenderlos, poder administrarlos, poder gozarlos.
Eric Le Collen escenógrafo y director de escena, infatigable iniciador de estas jornadas, relataba una experiencia anterior que había tenido en la ciudad de Módena. Se refería a las plazas y a los salones desbordantes de un público numeroso y cautivado escuchando al grupo de filósofos. Continuaba relatando que en esos lugares de vida y a la sombra de arquitecturas antiguas, la atención era total. Nunca había imaginado que se pudiera crear, hasta ese punto, el silencio en el corazón de toda una ciudad.
Crear silencio es también permitir que una palabra justa se haga oir, que un diálogo serio pueda tener lugar. Esperemos que el cielo de 2012 vuelva a encontrar su sonrisa, y que permita callejear, vagar, matar el tiempo por las calles de Saint-Émilion hablando de Montaigne, Bachelard o Spinoza, copa en mano de un grand cru vino fino clase A.

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