Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com
GACETA LITERARIA Nº 54– Mayo de 2011– Año V – Nº 5


Imágenes: Larissa Morais (Moscú-Rusia)

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

DEFENSA DE LA PALABRA

Por Eduardo Galeano (Montevideo-Uruguay)

Uno escribe para despistar a la muerte y estrangular los fantasmas que por dentro lo acosan; pero lo que uno escribe puede ser históricamente útil sólo cuando de alguna manera coincide con la necesidad colectiva de conquista de la identidad.
Esto, creo, quisiera uno: que al decir: "Así soy" y ofrecerse, el escritor pudiera ayudar a muchos a tomar conciencia de lo que son. Como medio de revelación de la identidad colectiva, el arte debería ser considerado un artículo de primera necesidad y no un lujo. Pero en América Latina el acceso a los productos de arte y cultura está vedado a la inmensa mayoría.
Para los pueblos cuya identidad ha sido rota por las sucesivas culturas de conquista, y cuya explotación despiadada sirve al funcionamiento de la maquinaria del capitalismo mundial, el sistema genera una "cultura de masas". Cultura para masas, debería decirse, definición más adecuada de este arte degradado de circulación masiva que manipula las conciencias, oculta la realidad y aplasta la imaginación creadora. No sirve, por cierto, a la revelación de la identidad, sino que es un medio de borrarla o deformarla, para imponer modos de vida y pautas de consumo que se difunden masivamente a través de los medios de comunicación. Se llama "cultura nacional" a la cultura de la clase dominante, que vive una vida importada y se limita a copiar, con torpeza y mal gusto, a la llamada "cultura universal", o lo que por ella entienden quienes la confunden con la cultura de los países dominantes. En nuestro tiempo, era de los mercados múltiples y las corporaciones multinacionales, se ha internacionalizado la economía y también la cultura, la "cultura de masas", gracias al desarrollo acelerado y la difusión masiva de los medios. Los centros de poder nos exportan máquinas y patentes y también ideología. Si en América Latina está reservado a pocos el goce de los bienes terrenales, es preciso que la mayoría se resigne a consumir fantasías. Se vende ilusiones de riqueza a los pobres y de libertad a los oprimidos, sueños de triunfo para los vencidos y de poder para los débiles. No hace falta saber leer para consumir las apelaciones simbólicas que la televisión, la radio y el cine difunden para justificar la organización desigual del mundo. Para perpetuar el estado de cosas vigente en estas tierras donde cada minuto muere un niño de enfermedad o de hambre, es preciso que nos miremos a nosotros mismos con los ojos de quien nos oprime. Se domestica a la gente para que acepte "este" orden como el orden "natural" y por lo tanto eterno; y se identifica al sistema con la patria, de modo que el enemigo del régimen resulta ser un traidor o un agente foráneo. Se santifica la ley de la selva, que es la ley del sistema, para que los pueblos derrotados acepten su suerte como un destino; falsificando el pasado se escamotean las verdaderas causas del fracaso histórico de América Latina, cuya pobreza ha alimentado siempre la riqueza ajena: en la pantalla chica y en la pantalla grande gana el mejor, y el mejor es el más fuerte. El derroche, el exhibicionismo y la falta de escrúpulos no producen asco, sino admiración; todo puede ser comprado, vendido, alquilado, consumido, sin exceptuar el alma. Se atribuye a un cigarrillo, a un automóvil, a una botella de whisky o a un reloj, propiedades mágicas: otorgan personalidad, hacen triunfar en la vida, dan felicidad o éxito. A la proliferación de héroes y modelos extranjeros, corresponde el fetichismo de las marcas y las modas de los países ricos. Las fotonovelas y los teleteatros locales transcurren en un limbo de cursilería, al margen de los problemas sociales y políticos reales de cada país; y las series importadas venden democracia occidental y cristiana junto con violencia y salsa de tomates.


PÁGINA 2 – CUENTO

MANEJAR EN SOLEDAD

Por Hugo Patuto (Pergamino-Buenos Aires-Argentina)

Quiso volver a la imagen de las copas, de la confidencia sin estribos, de la medianoche clara y distante… Sólo tuvo la certeza del cigarrillo entre los dedos y las palabras que dijo para sí, de cara al espectáculo paciente de las estrellas. El auto había quedado a siete cuadras.
Una luz pareció envolverlo –como si los minutos hubieran arrojado el espectro del amor sobre alguien; sin embargo, era él- y creyó que la ciudad conspiraba.
Aquella mujer de la túnica transparente velaba con ojos desorbitados. Intentó una caricia, que ella rechazó. Había pensado atraerla con firmeza: humo, los pómulos con grietas, la nada… Otra condición vino de la mano de su amiga, campera de cuero y botas, la sonrisa crucificada. Voló al centro de una tarde (julio, agosto?), liviano como el perdón. El ir y venir de locos (semejante a la marcha laboriosa de una ardilla) caracterizó a la señorita de la casa enorme. “Con todas me ha pasado lo mismo”, pensó, “porque el amor apenas coloca en su lugar mis caprichos”.
Condujo fastidiado, entre varios camiones hasta que el desvío puso reparo a su ansia de llegar o, al menos, tener la ruta en el bolsillo.
Ya en medio de la penumbra del dormitorio, hizo lo que pudo para reinventarse… La mujer soñaba con algo que parecía escapar de sus labios; y luego un brazo extendido, que apenas lo rozó.


PÁGINA 3 – NUESTRA POESÍA

Oriel Visintini (Reconquista-Santa Fe-Argentina)

ODA A LAS AGUAS

I.- DESMADRE

Silenciosa como la sabia serpiente de la selva
se desliza impasible en el entorno horizontal.
Sola en su fuerza, mas viene acompañada;
se trae a quien la monte, al que se le encarame.
Nadie advierte en tal serenidad la fuerza que sustenta
cual mercurio universal fuera de escala, ella sabe
qué lugar ocupar y a qué la envían las fuerzas naturales.
Y, aunque no quepa moral posible en su tarea
ella viene a equilibrar los desmanes de habitantes de otro reino.
Sufrirán las consecuencias, pero en el fondo saben
que es su naturaleza; la esencia conductual
que entró en conflicto con raros elementos
que no son el paisaje, sino su aberración.
Pasará lo necesario
y el falso rey usurpador entenderá
que ella, cuando arrasa, sólo se lleva lo extraño allí implantado.
Y cuando todo pase y su feudo natural vuelva a su cauce
solamente quedará todo lo que se tenía que quedar.
Lo que era del paisaje… seguirá siendo paisaje.

2.- AUSENCIAS

¡ Cómo me hiciste llorar por tanta ausencia y tan dolida!
¿Fue tan largo tu viaje? ¿Adónde mismo fuiste?
¿no podías dejar señal alguna para saber cuándo volvías?
Acá, todos llorando y el polvo se embarraba sólo en las lágrimas
que el mismo polvo nos hacía derramar en el trabajo.
Ahh! ¡Qué manera de extrañarte y de sufrir! En cada siesta
ya no estabas arrullando en el zinc junto a mi catre.
¡Y qué cárcel el calor! ¡y luego el frío! Horribles las heladas
sin escarchas que mojen los pastos y espartillos.
Pero Tú eres así…¿de qué me serviría, princesa voluptuosa,
arrancarte promesas de oportuno regreso? Vendrás si se te antoja…
Pero esta vez, óyeme bien, parece tal que se te fue la mano…
No reconoceré ya el lodo ni los verdes nuevos.
Me costará mojarme,
creeré estar llorando al reír por tu regreso
bañado en tus lágrimas, torrente acariciante y sensual
siempre que pueda te esperaré presto y desnudo
y haremos el amor
mi sólido cuerpo y tu líquido fundidos
en largo y privado acto sexual sin precedente.
Te brindaré todos mis orificios, toda mi piel y mis sentidos,
mis siete chakras, mis centros de energía
para que los bautices una vez más, como si aún fuera niño.
Recordarás, lo sé, que espero aquí y ando de ofrecido
por eso te demoras en tu viaje, licenciosa
andarás, bañando otros cuerpos en otros cielos
y llegarás acá cuando te plazca. Al fin y al cabo,
sabes muy bien cuánto me tienes sometido.

3- COPIOSA

No dejes de caer; ya falta poco, y…
el horno de mi pan abrirá pronto su puerta hacia la tarde.
No será igual si falta tu visita, interminable cortina de cristales
que se estrellan en el patio cual lluvia de jazmines,
en una primavera imaginada por los ojos
de quien mira en la ventana tu rumoroso caudal y tu alegría.
No habrá motivo igual.
No habrá ninguna más que tú para inspirarme en el sentido que tendrá este día.
¿Deprime el gris? ¡Qué va!
¡si todo brilla afuera por tu manto apenas un relámpago nos mira!
¡Mira si no! La rama esa del níspero
parece navidad anticipada con tanta guirnalda de plata goteadora
y tanto dorado racimo ornamentoso a su pesar, por la abundancia.
Sólo le faltan candiles en las puntas. Pero aún no es el estío.
La casa huele a lluvia. Y eso bastó para mover mis energías.
Corrí a encender el fuego.
Efervescente, amasé mis levaduras
con los polvos que compensan el fluir de tanto líquido.
Alegría total de tanta rana y caracol que vive en mi jardín.
Alboroto de pájaros y aves del corral, ladra mi perro.
Los carassius de mi acuario hacen su rito, ellos sí saben.
¿Porqué tú no?
Si todos ellos saben festejar conmigo…


PÁGINA 4 – ENSAYO

LAS CULTURAS FRACASADAS
El talento y la estupidez de las sociedades
Fuente: Creación Social

Introducción a "Las culturas fracasadas"
Tras haber dedicado gran parte de su labor intelectual al estudio de la inteligencia humana, José Antonio Marina da un nuevo salto adelante y nos propone un nuevo campo de investigación: la inteligencia social. Este estudio trata de responder a varias preguntas: ¿es posible que individuos inteligentes y libres, orgullosos de su autonomía, puedan convivir armoniosamente? ¿Por qué las sociedades toman decisiones que llevan a su destrucción? ¿Cómo podríamos liberarnos de la estupidez colectiva y llegar a ser sociedades más inteligentes?
Sólo una sociedad que aumente la inteligencia compartida mediante una adecuada pedagogía social, puede satisfacer las cuatro necesidades básicas del individuo: sobrevivir, disfrutar, vincularse socialmente y ampliar las posibilidades de cada uno de nosotros.
Se trata de seguir construyendo el Gran proyecto ético de la humanidad que es, sin duda, la mayor creación de nuestra especie.

EL ORDEN EXTENSO Y LA CULTURA

Inteligencia social es la inteligencia compartida por grupos extensos, y su creación principal es la cultura, que sería equivalente a capital social, es decir comunitario. La cultura es el producto de la interacción de inteligencias individuales, que adquiere una entidad ideal que le permite ser participada por muchas inteligencias individuales. La cultura es el conjunto de soluciones que un grupo social da a los problemas humanos; relacionar las culturas con los problemas permite enlazarlas con una teoría amplia de la inteligencia humana. Acaso no todas las culturas hayan resuelto igual de bien esos problemas, de ahí que nuestra búsqueda haya de ser inductiva, de la anécdota a la categoría. Una crítica de las culturas debe tener una base inductiva. Enfocar las culturas como solución a problemas nos permite comparar la bondad de las soluciones que se han dado a los problemas comunes. Podemos distinguir nueve problemas, cuya resolución es imprescindible para la convivencia: el valor de la vida humana y la regulación del homicidio; los bienes, su producción, posesión y distribución; el ejercicio del poder; la relación del individuo con la comunidad y de la comunidad con el individuo; los métodos para solucionar conflictos dentro y fuera de la tribu; el sexo, la familia y la procreación; el cuidado de los débiles, enfermos y huérfanos; el trato con los extranjeros; la relación con el más allá, los espíritus, los muertos y los dioses.
Estos problemas están motivados por la necesidad de satisfacer los cuatro grandes deseos del ser humano (sobrevivir, disfrutar, vincularse socialmente y ampliar las posibilidades vitales), que impulsan a inventar teorías explicativas, sistemas normativos, formas de convivencia. Se concretan en instituciones, códigos, morales, sistemas jurídicos y educativos, costumbres, creencias sociales, sentimientos culturales, modas. Aquí es donde surge una teoría crítica de la inteligencia social y de sus creaciones culturales. Una cultura es un mundo simbólico que se transmite por educación formal e informal y que se convierte en un sistema de evidencias, que acaban confundiéndose con la realidad. Para muchos autores, hay una imposibilidad de evaluar las culturas, porque cada una de ellas forma un mundo aparte, con sus modelos de interpretación y sus modelos de validación. En los últimos decenios ha aparecido una sacralización de las culturas. Pero es posible hacer una “genealogía de las narraciones culturales”, una ciencia que estudie la génesis de las distintas concepciones del mundo, y una teoría crítica que las evalúe. El primer paso tiene que ser elaborar una historia universal de la cultura, que explique cómo se han resuelto los nueve problemas.

SOCIEDADES INTELIGENTES Y SOCIEDADES FRACASADAS

La inteligencia compartida es un sistema de relaciones entre seres concretos. El capital social debe considerarse un proyecto wiki. Podemos hablar de “responsabilidad nodal”. Un nodo es una persona que recibe información y que también puede verter información en la red. Puede transmitir pasivamente lo que recibe, bloquear la transmisión, cambiarla o emitir una información nueva. La “personalidad nodal” concibe al ser humano como nodo más o menos autónomo dentro de una red más o menos rica. La cultura podría definirse como un conjunto de mensajes cognoscitivos, afectivos, normativos, que transitan por una red social. Para juzgar la valía de una sociedad lo más útil sería medir el capital comunitario. La inteligencia social produce cultura. El núcleo más importante de la cultura es el capital comunitario. Un test de inteligencia de las sociedades debería medir este capital y la forma de invertirlo. “Inteligencia social” es la capacidad que tiene una sociedad para resolver los problemas sociales creando capital social y ampliando las posibilidades vitales de sus ciudadanos. Si una sociedad inteligente sabe resolver los problemas sociales, creando capital comunitario y ampliando las posibilidades de sus miembros (lo que ahora se llama “empowerment”), una sociedad estúpida hará lo contrario. Creará más problemas de los que resuelve, destruye capital comunitario y entontece o encanalla a sus ciudadanos. El caso más claro de sociedades fracasadas lo ofrecen aquellas que desaparecieron por la mala gestión de sus recursos comunes.
Los sistemas políticos fracasados empobrecen la inteligencia de sus miembros, limitan las posibilidades, deprimen sus ocurrencias, y las creaciones colectivas son igualmente miserables. La tolerancia social hacia la corrupción es un claro ejemplo de falta de inteligencia compartida. Otro lo es la existencia de gorrones, ya que la vida social está fundada en la cooperación, lo que requiere que cada individuo se comprometa a limitar sus propios deseos inmediatos en interés de la cohesión del grupo. Además de éste, hemos de tener en cuenta la importancia de la detección del mentiroso, ya que la búsqueda de la verdad, en el terreno social, es ante todo la capacidad de conocer la mente de los demás y en especial de saber reconocer la mentira. La necesidad de medir la inteligencia de una comunidad revela sin embargo un problema, ya que podemos someter un comportamiento a diferentes tests de inteligencia, y el que puede puntuar muy alto según un test, puede suspender rotundamente en el otro.


PÁGINA 5 – CUENTO

SENTENCIA IRREVOCABLE

Por Mónica Russomanno (Santa Fe-Argentina)

Hay, entre los seres del mundo, uno que jamás será mi amigo. Compartiendo quizás más de una convicción, con seguridad coincidiendo en muchos gustos, manifestando similares preferencias, hay alguien, sin embargo, que jamás sonreirá a la apertura de mi sonrisa, y que crispará el rostro si me halla de pronto en una acera.
Será en balde que hayamos crecido en la misma ciudad, que la edad nos hermane en una generación. No servirá de atenuante que algún amigo nos sea común. No seremos, nosotros, amigos. Y he perdido para la eternidad la posible dicha de compartir con este hombre una cena o una charla de las que alimentan la vida. No comentaré sus anécdotas, no veré las fotos de sus hijos, no intenteré consolarlo de alguna desdicha.
Hemos cometido la imprudencia de conocernos en una inflexión en la que nuestros intereses se contraponían. Hemos, por desgracia, desconfiado de la buena fe del otro. Y entonces, irreparablemente, la ofensa se erigió como un muro que se construye veloz y sólido, infranqueable. Nada modificará jamás la inicial frontera.
Si nos hubiésemos conocido en ocasión de dicha, la pequeña historia arrojaría otro resultado cuando los dados tocasen la mesa. Pero hay, entre todos los seres del mundo, alguien más que no será mi amigo aunque los años desgasten las ofensas.
Entonces, no habrá relación de amistad porque un hecho ha objetado su nacimiento. ¿Qué hay de las amistades que han prosperado?
Hay gente que es mi amiga porque, en la suma de los días, nuestros intereses no se han contrapuesto y porque la crispación se ha dado con otros y no conmigo; porque no hemos visto los unos de los otros el momento del traidor, el momento de la bajeza, el momento de la estupidez que ataca a todos en alguno de esos instantes para sonrojarse en el recuerdo.
Alguna instantánea tuya me disuadiría de conocerte, una fotografía hay entre las que me pertenece, que haría que te hubieses apartado en el lejano día del primer encuentro. Unas palabras; aquella desafortunada discusión en la que dijiste lo que ni siquiera es tu creencia, esa desgraciada broma que salió mal y cuando quiere explicarse es tarde, ha provocado sufrimiento. Tantas ocasiones hay para que quien no nos conoce desprecie nuestra compañía antes de entablar conocimiento.
Me disculpan y los disculpo porque ya sabemos más o menos quiénes somos, por afecto, por costumbre, por historia. Pero nada nos protege del juzgamiento de los extraños, un mal paso nos precipita para siempre al fondo del barranco.
Y hay, por desgracia, un ser entre los seres del mundo que jamás, jamás, será mi amigo.


PÁGINA 6 – NUESTRA POESÍA

Mirta Gaziano (Santa Fe-Argentina)

RECOMENZAR

Contagiando las ganas
partiendo en dos cada naranja
llenando de agua los floreros
albergando la risa de tus labios.

Acompasando el paso
mirándonos frente a frente
despejando la hierba de maleza
respetando la vida simplemente
en función de éste amor latente.

No es difícil
intenta de nuevo te lo ruego
procura estar en alza
vente conmigo, que yo ya estoy contigo.

Haremos juntos de éste, un nuevo día
un flamante sosiego de las almas
un comienzo sin lastimaduras
una salva de estrellas fulgurantes
una caricia tenue y suave que nos calme
una sonrisa presta que se pronuncie al instante.
Y avanzaremos otra vez confiados
solo tienes que aceptarme la propuesta.
vente conmigo , yo ya estoy lista pues te amo

NO LO CREAS

No te arrogues la grandeza de creerte
insoslayable.
Ni pretendas demostrar de ésa forma
tus pensares,
tus mezquinos pensamientos fulgurantes
pretendiendo aplazar al contrincante
opacando toda frase, todo aporte .

No te creas que eres nueva en éste estilo
te ganaron por lejos otras mujeres
las encuentro en lugares por doquiera
las conozco, para mi todas son iguales.

Son parejas,
no aprendieron a escuchar
sino a sí mismas,
se sustentan,
vanaglorian sus logros, sus ponencias
sus pequeños triunfos , ojalá si los hubiera
al igual que el pavo , pavonean.

Sin dar crédito a quienes pretenden
de algún modo dar su parte,
superficial manera de mostrarse.

No te creas que eres nueva en este arte,
no lo creas.


PÁGINA 7 – ENSAYO

SEMBLANZA DE UN SURREALISTA

Por Willian Geovany Rodríguez Gutiérrez
Licenciado en Lengua Castellana
Universidad del Tolima

“La poesía es la única prueba concreta
de la existencia del hombre”
Luis Cardoza y Aragón

Luis Cardoza y Aragón fue uno de los grandes escritores, poetas, ensayistas, narradores y críticos de arte que haya visto nacer un 21 de junio de 1904 la antigua Guatemala, país centroamericano, ya que fue considerado como uno de los poetas guatemaltecos más importantes del siglo XX. La actividad artística de éste escritor fue prolífica, debido a que logró desarrollar varias propuestas de orden literario a partir de diversos géneros como son: la poesía, el ensayo y la crónica, las cuales fueron acogidas por reconocidos medios impresos entre los que se pueden mencionar: La Revista Mexicana Nexos, La Revista Contemporáneos, La Revista de Guatemala y el suplemento literario y cultural de El Nacional.

Además éste personaje fue uno de los intelectuales de amplia visión y profunda base filosófica, una de las figuras más destacadas de la literatura centroamericana contemporánea, uno de los críticos de arte más importantes de la cultura mexicana, especialmente sobre el muralismo. También fue diputado, embajador en varios países y revolucionario, lo que demuestra que influenció notablemente la vida cultural y literaria de algunos países, porque estuvo presente en la actividad política, en el movimiento de vanguardia con los escritores y pintores surrealistas franceses, logrando así tener el privilegio de compartir sus trabajos con varias personalidades del arte y la poesía a saber: Pablo Picasso, Federico García Lorca, Cesar Vallejo, Jorge Luis Borges y Pablo Neruda.

Las participaciones de este escritor en la vida cultural y literaria no sólo trascendieron en su país de origen sino que se extendieron a otros que tuvieron a bien en reconocerlo, entre ellos: México, Francia, Italia, Rusia, Marruecos, Noruega, Suecia, Chile, Colombia y Estados Unidos, todos éstos le brindaron la oportunidad de que pudiera estar en sus territorios desde la figura de exiliado y más tarde como diplomático para lograr desarrollarse como persona y en lo profesional.

Es el autor de una vasta obra que está compuesta por: Luna Park; Mäelstrom, Pequeña Sinfonía del Nuevo Mundo, Dibujos de Ciego, Quinta Estación, Cuatro Recuerdos de Infancia, Entonces, Sólo Entonces, Arte Poética, Poesía completas y algunas prosas, Fez, Ciudad Santa de los Árabes, monografía de Carlos Mérida, Torre de Babel, Sinfonía del nuevo mundo, Catálogo de Pinturas, El Sonámbulo, La Nube y el Reloj, Rufino Tamayo, Mexican art today, Apolo y Coactlicue, Retorno al futuro, El pueblo de Guatemala, la United Fruit y la protesta de Washington, Guatemala, las líneas de su mano, La Revolución Guatemalteca, El río; novela de caballerías, Miguel Ángel Asturias casi novela. Murió en la Ciudad de México, en 1992. En el exilio.

Durante su vida no dejó de recibir reconocimientos por su amplio aporte a las letras y a la cultura porque fueron innumerables los países que honraron a este escritor. Algunos de éstos: Guatemala, México, Cubra, Francia España. Todos ellos, le concedieron a Luis Cardoza y Aragón las siguientes distinciones:
* Grado de Emritisimun entregado en 1970 por la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos.
* El galardón Quetzal de Jade conferido en 1978 por la Asociación de Periodistas de Guatemala.
* La Orden de Diego de Porres otorgado en 1978 por el Consejo Nacional para la Protección de Antigua Guatemala.
* Condecoración del Águila Azteca concedida en 1979 por el Gobierno de México.
* Doctor Honoris Causa otorgado en 1992 por la Universidad de San Carlos.
Ahora para terminar deseo que todos ustedes reconozcan en parte cómo es su poesía a partir del poema tres, que hace parte de un texto poético que se titula Tres Poemas.

3.
La muerte se suicida en mí todos los días.
Tú lo sabes, y cuando yo me muera
viviré mi vida,
como un príncipe de hiedra
sobre la torre abolida.

El tercer poema de “Tres Poemas” es una composición poética existencialista y autobiográfica porque revela cómo su condición humana toma forma en otra para albergar a otro ser desde la esencia que muta o se transforma cada día, de ahí que el autor manifieste en el primer verso de ese que “La muerte se suicida en mí todos los días”.
Tal vez, como consecuencia de una escritura que renace en la crisis o después de ésta, o quizás sea porque a medida que se encuentra más en el conocimiento o porque conoce más muere esa apariencia que había logrado construir durante el día para que en el comenzar de uno nuevo se volviese a redescubrir ante él su propia existencia.
Como producto de esto, su propio yo es el principal testigo de lo que él experimenta, por eso éste lo confronta cuando se dice en el poema: “Tú lo sabes, y cuando yo me muera viviré mi vida”, lo que quiere decir que el autor sólo será libre cuando éste muera y no antes porque el que ha de vivir durante su paso por la tierra será aquel que ha de cumplirse así mismo los propósitos que se haya trazado desde su vida y no desde un más allá.
Cuando esto ocurra, el yo que se libera pretenderá como no lo indica el autor en el mismo poema que será “como un príncipe de hiedra sobre la Torre abolida”, en otras palabras será aquel que crecerá en aquella vida que una vez le fue quitada por no tener las repuestas a ciertos interrogantes que parecían ser misteriosos, por eso volverá sobre la Torre abolida para reconstruir sus pasos en los sueños del pasado.


PÁGINA 8 – CUENTO

ARGUCIAS DEL OLVIDO.

Por Eduardo Pérsico (Lanús-Buenos Aires-Argentina)

Creo que debiera pronunciar algunas cosas y al fin, decirlas en voz alta. Tras la ventanilla el sol renacido en primavera formateaba los árboles que tren a tren cambiaban su diseño. Era diario ese viaje cuando murió mi padre por golpear a mi madre, según tanto hiciera antes de separarse, y una tarde volvió para forzarla a compartir la cama. Esas cosas, y como nadie supo que yo retorné a mi casa de improviso, ni se dijo ‘cuestiones de familia’ o frases parecidas.

El tiempo moja su perpetuo pincel y sin aviso repinta con su sal cada memoria. Si nuestra gran verdad son los recuerdos las horas desfiguran hasta el calor materno recibido; la máxima ternura que nos brindara el mundo. Jamás yo pensaría, un veinteañero, cruzarme con mi padre al irse de mi casa ajustando su ropa y detrás, más que verla suponer a mi madre cubriéndose la cara lloriqueando, a medio vestir y un pie descalzo, desmadejada. Y enseguida, - pasaron ya más de treinta años- aquel hombre, mi padre, derrumbado en el piso y mi madre diciendo ‘no le sigas pegando’, es una infiel secuencia congelada.

Sin embargo conmigo persisten desvaídas visiones. Risas de la niñez irrepetibles, cierto beso fugaz y temeroso ya sin rastro en la calle donde fuera, un ‘te quiero’ esfumado de pasión transitoria en un anochecer donde quizá llovía. Y aquel incierto inicio ardientes y desnudos, en un cuarto prestado con alguien que tampoco hoy recuerde mi nombre y no sienta por eso ningún rincón vacío.

El instante cuando mi madre dejó de lloriquear y los dos nos callamos ya sin mirar ese cuerpo allí en el suelo, son raudos fotogramas de ida vuelta y retorno sin fijar una imagen. Conspiración o pacto de silencio da lo mismo que fuera; cualquier palabra sobra si enfrente no hay testigos y al comprenderlo ella prefirió dejarme solo. Lo que hice después en solitario y por enigmas que son de cada uno, trae voces sin retorno y ajenas al asunto.

La desmemoria no es artera ni cruel; afanosa acomoda los ultrajes y apaga los reclamos que acusan la conciencia Es transcurrir de tiempo con su precio de olvido, un imbatible eco de otros opacos ecos y silencio que pronto nos acalla el daño que le hicimos a otro. Ningún torturador recuerda cada noche el aullar de una víctima o el rechazo de una mujer violada; esa crueldad bien pronto la oculta en palabreos, ‘obligación, cumplir con su tarea los altos intereses’ y demás artilugios. No existe un criminal con piel que perciba o la traspase su traición ni su crimen; fortín de negaciones protegiendo su olvido.

También lo imaginario, invención que por siempre concurre a la memoria, atenúa y tranquiliza culpas del asesino. El de uniforme robando niños en la alta noche y la señora que nobleza obliga, pagara ese servicio de apropiarse, al reinventar la historia y borrarle los rastros asesinos ambos se tornaron invisibles. No saben no contestan han dejado de ser; y como una muerte previa los devoró la amnesia.

Así que del instante cuando maté a mi padre espero que me lleguen las palabras y empezar a decirlo.


PÁGINA 9 – POESÍA ARGENTINA

Emilse Zorzut (La Plata-Buenos Aires-Argentina)

DESDE EL HORIZONTE

I

¿De donde
me brota la palabra
que va a colmar
mi vaciedad?
Tal vez hilar
madejas de recuerdos
satisfaga mi ser
de imitar vuelos
libres de espejismos.
No tengo respuestas,
sólo signos
que buscan horizontes
donde nacer de nuevo.

II

El amor con un guiño
me indica que aún está
en los portales.
No murió,
aunque ya agoniza
y me dice un adiós lastimero.
No quiero sentirme vacía,
intento buscar en mi adentro
recuerdos de algunos “te quiero”,
un roce de piel con ternura,
calor de besos furtivos.
Pero sola camino
en el tiempo
donde nadie me ve
ni me espera…

III

El tiempo me susurra
historias repetidas.
Creo que no aprendo,
huellas equivocadas reciben
varias veces mi marca.
Me confunde el otro
con demandas tan necias
y el NO se diluye
entre dudas y culpas.

IV

Poseo cavernas secretas
donde no entra
ni la luz del infierno.
Allí soy verdad, íntegra,
invulnerable,
resistente a todo asedio
y a cualquier halago.
No espero que regreses,
no atravesaste la entrada
ni en la época del paraíso,
ni cuando intentamos tejer
un futuro compartido
proyectado al infinito.

V

Calles abigarradas
que mezclan verde de árbol
con vapor de sal
que gotea humedad.
Palabras que brotan
y caen en cascada
que aceleran significados
para volar
sin ser comprendidas.
En medio estoy
arrasada por un huracán
de palpitaciones humanas
que se chocan,
que nos acompañan
pero nos dejan solos
porque nacen en soledad.
No saben como
retener la compañía…

VI

El árbol llora
sus hojas en otoño
sin saber que volverán
a su sabia lentamente
en primavera.
Lloro mis perdidas
por las noches,
sé que no volverán
a dormir en mi lecho
ni nutrirán el amanecer,
ni se filtrarán en mi sangre
para prolongar la vida.

VII

El viento devuelve mis palabras,
ya nadie recoge su esencia
porque yacen despedazadas
por los umbrales vacíos.
No tiene sentido volver a balbucearlas
porque también serán condenadas
a morir en la intemperie.
Añorarán el hueco de amor
que mi nodriza construía
con sus manos
para acunarlas en el infinito.


Nechi Dorado (Lanús-Buenos Aires-Argentina)

A MI NIÑA PALOMA

Apenas te imagino, niña Paloma.
Niña a la que no pude mecer su cuna,
ni descifrar sus desvelos o besar su frente,
iluminarme con su sonrisa de oro y sus destellos.

¡Niña Paloma!
Quisiera ser el viento a favor que alce tu vuelo,
la nube que te cubra si te asalta el miedo,
la estrella que detenga el filo que te hiera
la palabra concisa, que devele un misterio.

Enroscarme en el aire, si sopla a contramano
queriendo convocarte hacia la oscuridad,
hacia el lamento.
Quisiera ser tu manantial y tu desierto,
la levadura de tu pan, la vianda de tu aliento.

El brillo de tu luna, tu error, tu acierto.

Si un día tuvieras hambre de palabras
quisiera romper la huelga, llenar la ausencia,
tapando cada agujero de tu alma.

Encordelar el potro de todas tus tristezas
para que nada te arrastre, hacia la mansedumbre,
ni al despecho.
Quisiera volverme olivo, senda de caramelo,
almíbar de tu voz, brisa de lluvia
guía de tu paso firme, al rozar tu suelo.

Mi niña Paloma, crece, agita tu vuelo
que mis latidos te siguen hasta en la ausencia.
¡Enciéndanse tus soles, dancen luceros
cuando tus alas vuelen libres, hacia el tiempo!

Tal vez, entonces, ya pueda conocerte…


PÁGINA 10 – ENSAYO

EL HUMOR EN LA ESCRITURA DE NARRADORAS ARGENTINAS CONTEMPORÁNEAS:

ANGÉLICA GORODISCHER.

Por Irma Verolín (CABA-Buenos Aires-Argentina)

Entre las variadas funciones que suele cumplir el humor en los textos de Gorodischer la más relevante tal vez sea la de permitir la incorporación de nuevos espacios narrativos, ya que los relatos tienden a ramificarse mediante opciones, posibilidades, juegos imaginativos, obligando al texto a abrirse hacia los costados. Podría decirse entonces que el humor en muchos casos está al servicio de una manera extensiva de narrar.
Lo más destacado en la obra de Gorodischer es la inclinación a crear mundos diversos, variados, ricos, imaginativos. Los espacios creados oscilan del pasado al futuro. Cambian los escenarios, las modas, los hábitos, las costumbres; son muchos los mundos, pero las leyes profundas son siempre las mismas en todos ellos. Las guerras, las jerarquías de mando prepotentes, el sometimiento de unas personas hacia otras se mantienen a lo largo de los tiempos y en los diferentes mundos. Lo esencial en la humanidad no se modifica. El humor y la ironía expresan lo absurdo de esta situación. En este recorrido intenso por múltiples escenarios, las mezclas de las condiciones entre pasado y presente no hacen más que confirmar que las leyes que gobiernan nuestras mentes y nuestras sociedades se mantienen en un estado de incorregible perdurabilidad.
La visión del mundo subyacente en los textos de Gorodischer podría expresarse con una pregunta: ¿Es lógico que tomemos en serio el enfoque que hasta el momento el mundo ha sostenido? Al parecer, la forma en que los seres humanos nos relacionamos puede calificarse de ridícula, si nos atrevemos a indagar en ella. La ironía trata de desbaratar una concepción del mundo que aún se mantiene vigente. El humor en los textos de Gorodischer apunta a enfatizar un concepto descorazonador del estado de cosas: Aunque pase el tiempo, la especie humana no evoluciona. Si el hoy sigue siendo igual que el ayer y en el aquí cerca y en el allá lejos las condiciones no varían, ¿de qué otra manera más que con humor e ironía es posible expresar semejante incongruencia? Sin embargo y a pesar de todo el texto es el lugar donde relumbra la belleza del mundo, donde en muchas ocasiones se reparan profundos desajustes, porque si por un lado nada cambia, si las injusticias se mantienen a lo largo de los años y las distancias, por el otro, el texto es el sitio donde siempre y a pesar de las repeticiones, lo inesperado, lo sorprendente y lo mágico tienen cabida.


PÁGINA 11 – CUENTO

PAMPA DE LOS GUANACOS.

Por Antonio Lago (Bariloche-Río Negro-Argentina)

Andrés va por el noveno pozo. Tiene que hacer trece. Zapa sin parar. Está metido en eso y no quiere otra cosa, ni comer. Solo hace un alto para unos buches de vino de la damajuana y para ir a mear el fondo. Hace frío.
Tirado sobre un plástico, un perro se está muriendo: los gusanos no lo dejan ni abrir los ojos.
- Siempre contás todo, pero esta vez no decís nada. ¿Se puede saber para qué son esos pozos y por qué tengo que hacer los bolsos?- le pregunta su mujer esa mañana.
- El lunes nos volvemos a Pampa de los Guanacos.- dijo, y sigue cavando.
Tiene la zona del terreno calculada de un lado a otro con pasos largos, medidos los pozos a dos metros de distancia uno del otro. Así fue lo convenido. Uno de los pozos está señalado con un palo. Es para el perro.
Ve un sapo y teme que llueva. Una fila de hormigas va hacia la casilla. Recuerda cuando se vino de Pampa de los Guanacos recién casado. Escupe saliva negra. En siete años hizo cinco hijos. Primero vivió en un conventillo de la Capital y hoy, en esta casilla que debe entregar sí o sí el lunes. Debe seis meses. Hace un año que pucherea. Se arremanga (no había preguntado para qué eran los pozos) Sabe que en este negocio hay un error, pero no entiende cuál. La cosa es que le van a pagar quinientos pesos. Punto.
El perro no va más, ni un estertor. Apenas un aire por la boca, y los gusanos. Antes de asestarle un martillazo en la cabeza, mira uno por uno a los hijos que lo observan de pie contra el vidrio de la ventana (les tiene prohibido salir de la casilla). Y zas, listo. Algo menos para este mundo de mierda, piensa. Lo envuelve en el plástico y lo entierra en el pozo.
Se viene la noche. Tiene las manos hinchadas, apenas puede empuñar la pala. Está mareado. Resbala y casi cae en el pozo. Su mujer y el hijo mayor lo entran a la casilla.
Le ponen en la boca arroz hervido. Lo escupe. Lupe trae un balde con agua caliente y sal gruesa. Le pone las manos dentro.
Los hijos terminan el arroz y se quedan mirando al padre. “Está loco o piensa plantar árboles”. Andrés mira la plomada y el nivel colgados.
- No te olvidés la plomada y el nivel.- le dice a Lupe.
- Comé algo.
Pero Andrés no quiere comer. La hinchazón se reduce y el dolor cede poco a poco. Termina la damajuana y se duerme sentado. Dice cosas que nadie entiende. Lo recuestan sobre una frazada.
Lupe pone un resto de kerosene en el calentador y lo enciende. No puede pensar, porque no sabe.
Amanece. Garúa. Hace frío y el calentador sin fuego. Andrés despierta tosiendo. Todos duermen. Es domingo. Faltan cinco pozos. Debe trabajar duro porque a las tres de la mañana, en punto, vendrán los tipos.
Sale al terreno y extraña los brincos del perro. Mea en el fondo y se venda las manos. De bajo de de unas chapas saca una ginebra. Un trago. Otro. Tiene frío y ya está empapado. Zapea y desde la casilla lo ven con la espalda curvada, hablando solo.
Al mediodía, Lupe le trae un plato de polenta.
-Comé, por favor, Andrés. Pará un poco. Comé. Te vas a agarrar una pulmonía. – le ruega Lupe.
- Mañana la mañana nos vamos, ¿me oís?
- Sí, Andrés. Tengo casi todo listo. ¿Para qué son esos pozos?
Andrés come de pie. La mira, la ve vieja. La odia y la quiere. Tiene ganas de llorar pero no sabe. Le da el plato y la manda a la casilla.
- ¿Para qué son esos pozos?
- Para irnos. Andate adentro.
Las manos de Andrés parecen cuatro. No piensa parar hasta la noche.
Y la noche siempre llega. Termina la ginebra.
Entra a la casilla. El quilombo de los pibes se frena de golpe. Lupe pone tortas fritas sobre una tabla y una fugaza de cebolla. No se hablan. No se miran. Andrés engulle una torta frita y un cacho de fugaza.
-Quiero que todos se vayan a dormir y que no se levanten hasta mañana a la mañana: cuando yo los despierte para irnos.
Sí, papá, dicen. Y se van a dormir.
- Vos también dormite. Andá.
- Decíme para qué son esos pozos, primero.
- Ya te lo dije, para irnos. No se hable más.
Se oyen unos tiros, perros furiosos.
- ¿Sabés a quién estás enterrando en esos pozos?
Andrés dice no, con la cabeza. No la mira.
- A tus hijos.
Y lo deja muriendo solo.
Andrés sale y busca en vano la ginebra. Falta pozo y medio, cree.
El silencio huele peor que el arroyo. Hay una luna chiquitita y la noche parece un pozo. Está medio medio, Andrés. Tendría que haber preguntado para qué son esos pozos. Pero ya es tarde. Se oyen ruidos de motores y quilombo de perros. Menos mal que todos duermen, piensa.
Se detienen cinco autos y una camioneta. Bajan tipos de uniforme y de civil. Cargan fusiles e itakas. Unos se ponen cerca de la puerta y otros, rodean la camioneta. Andrés va derecho a la puerta, no entiende un pito.
- ¿Está todo listo, viejo.- habla el jefe. El que Andrés conoce, porque con él hizo el trato.
-Sí, señor. Trece pozos y uno para mi perro. Se me murió ayer.
-Muy bien - dice el jefe, y gira hacia la camioneta.
Parece un arriero de bestias el jefe. Ordena que bajen las bolsas. Las tiran sobre unos cascotes en la calle Otros las cargan y las entran mientras dos alumbran con linternas. Andrés señala los pozos. Uno de civil putea. Le pregunta a Andrés por la pala. Se la alcanza. El oso más oso de todos da palazos a la bolsa y Andrés cree que de entre los palazos salen estertores. Otro dice que meta esa bolsa en el pozo. Andrés está seguro de que la bolsa se mueve.
-Metela en el pozo, carajo.- le grita otro oso.
Andrés la empuja y cree que está en el infierno.
El jefe le ordena que tape todos los pozos: que en una hora vuelve.
Se suben a los autos y se pierden a gran velocidad.
Andrés entra a la casilla. Todos están acurrucados en el mismo rincón. La madre los abraza. Tiemblan. Andrés los manda a la cama. Nadie se mueve.
Sale y empieza a tapar los pozos. Algunos bultos son más chicos y Andrés cierra los ojos. Parece una máquina. No cree en Dios pero reza.
Llegan tres autos y el jefe entra al terreno y revisa pozo por pozo. Con la cabeza ordena a Andrés que lo siga hasta la puerta.
-¿Seguro que mañana se van y que nunca más por acá, no?- le palpa el hombro.
-Sí, señor. Mañana a la mañana, nos vamos.
-Muy bien. Tomá doscientos pesos.
-Pero habíamos quedado que quinientos- balbucea, Andrés.
-Doscientos y punto. Si algún día te veo, sos hombre muerto, ¿o.k?
-Sí, señor.
Se van.

Al otro día a media mañana están sentados en el tren. Lupe trata de meter un hilo de coser en el ojillo de una aguja. Los pibes ni se miran por temor a romperse. Andrés está perdido por la ventanilla. Suena el pito. No se dirán palabra por mucho tiempo.


PÁGINA 12 – POESÍA ARGENTINA

Manuel Lozano (San Francisco-Córdoba-Argentina)

TIGRA DE SED EN LOS SUBURBIOS DE KFAR KANNA

Y te daré a ti y a tu descendencia después de ti la tierra en que moras,
toda la tierra de Canaán, en heredad perpetua...
Génesis, 17:8

Para eso labraron tus calles, imantados hasta donde el fuego se corrompe,
como plagas en la noche del desprecio.
El agua vuelve a ser vino
pero no hay siquiera un dios en estas posesiones.
¡Viviente Cocteau desesperado
a qué llaga dormida convertirías en oráculo
para decir la guerra y sus alcantarillas!
Resplandece un cráneo lamido por la sangre.
He llorado esta sangre
mirando desde lo alto el reino de este mundo.
¿Y la bujía como cuchillo fidelísimo en las ventanas?
Para siempre hurgo entre cascotes los restos de piedad,
esa esfinge dorada que se apartó de los hombres.
Hoy la luna perfora una ausencia.
Los tentáculos prueban a mansalva
el grito inacabado, la cicatriz, el fruto.
Dinastías de mendigos llegan a las puertas
custodiadas por grifos y por perros.
El vario ritual alza en la noche una constelación
de ciudades para el deslumbramiento.
Nunca hubo pacto aquí.
El agua de esta lepra traspasada de espinas,
¿aullará de amor en medio de la fiesta?
Descendemos a Carpernaúm.
Alevosa farsa el teatro de la razón en luto
sobre el muelle desfondado de los pobres.
¿Roes los escombros, palpas sus vestidos?
¡Arrodíllate al sol sin retorno de esta tierra!
La imaginación es una tigra de sed.


Esteban González (Puerto Tirol-Chaco-Argentina)

I

Salgo a buscarte
por esas calles que no cobijan y seducen.
El aliento inconfundible de la vida esta allí.
Los golpeteos del corazón
marcan el ritmo de la búsqueda
del calor de los abrazos.
Estas allí. En el laberinto
de la ciudad sin nombre
con historias invisibles.
Estoy aquí, en el laberinto
de la ciudad invisible
esperando que lluevan las horas
y detenga mi ansiedad
con la campanada exacta de tu presencia.

II

Junio tiene ese silencio
tan descriptible
que se siente al andar.
A veces pienso que es el otoño-invierno
que nos hace buscar abrazos
y extrañar unos y llorar por otros.
A veces pienso que es
el otoño-invierno
que nos hace esconder los brazos
cerrar los ojos
y conjurar al amor.
A veces pienso
que es el otoño-invierno
que distraídamente
golpea los umbrales del corazón
mientras desviste una primavera más.

III

Ya no serán los días de agosto
ni los fríos tardíos de septiembre
los que me obliguen a buscarte.
Ya no serán las lluvias tempranas de marzo
ni los vientos de junio.
Ya nada será.
Aquí, a la distancia tan lejana y tan cercana
te sorprendo vagando
por las calles ruidosas y coloridas
de esta ciudad oportunista y mal amiga.
Ya nada será como antes porque el corazón
obliga otros rumbos menos sutiles
más agresivos
donde te tome del hombro
y te obligue a seguirme
por los laberintos de mis días
que no son los días que soñamos
que alejaron el buen amor.
de nuestra compañía.
Ya no, sorpréndete porque salgo a buscarte
animal herido, animal al acecho
antes de caer otra vez en otra trampa
del cazador furtivo y ocasional
que me quita de a poco los sueños
y me aleja de los tuyos.

IV

Volver al amor.
Volver caminado esa calle desconocida
bajo esa brisa tan bien conocida.
Volver al amor en respuesta a ese llamado
de plegarias encadenadas
en el filo de las partidas.
Volver, distinto.
Con cansancio de trajines reales y ficticios.
Con más silencios que palabras.
Con menos apuro y más almanaques.
Con la impaciencia y la duda
de quedarme definitivamente
o seguir esa brisa que arrastra mi nave
hacia mares tranquilos
donde el canto de las sirenas no se escucha
y tu canto sea un recuerdo
o una invitación constante.


PÁGINA 13 – ENSAYO

EL HOMBRE

Por Carlos Penelas (Buenos Aires-Argentina)

El hombre sale a caminar. El hombre sabe que lo engañan, que le mienten, que la sociedad en la que vive es mezquina, egoísta, canalla. Para peor está informado, algo estudió, algo leyó. Y no es tonto. Pero el hombre es un soñador y va pensando en una mujer hermosa que conocerá esa noche y le cambiará la vida, que lo llenará de ternura. Compartirá con ella otra forma de ver el mundo, otra manera de tomar el café con leche, de leer el diario, de cenar. El hombre no la conoce pero intuye que sin duda esa noche le ocurrirá algo diferente, algo mágico. Él, que no cree en milagros.
Desde hace tiempo que tiene esa sensación, tal vez desde aquel mediodía que comió con un amigo una cazuela de pulpo en el restaurante del puerto, en la ciudad vieja. Recuerda que habían bebido un poco de más y se pusieron a conversar de las cosas del pasado, de corbatas, de empleos tediosos, de un partido de fútbol en la cancha de Independiente, de Usuriaga. Habían terminado de tomar café y ahora saboreaban una copita de cognac. Tenían una expresión beatífica. Evocaban los juegos de la infancia, los barrios, los cumpleaños de una tía que desde la mañana hasta la noche estaba con el delantal de la cocina y unos ruleros de plástico verde. Vivía en el pasaje La Paz. Escuchaba la radio, puesta sobre el aparador del comedor, a todo volumen. No a Catita ni a Pepe Iglesias, el Zorro. Escuchaba los programas más mediocres, los peores tangos, la audición más chabacana. La queríamos mucho. Un día le dije que fuera al cine a ver Alejandro Nevsky. Pobre tía, fue y se quedó dormida. Después siempre contaba que cada vez que abría los ojos, en la pantalla seguía el ruso con la boca abierta.
Su amigo prendió un cigarrillo y se puso la campera sobre los hombros porque había refrescado un poco. Comenzó un confuso monólogo donde hablaba de revoluciones, de la feria de Tristán Narvaja, de la envidia de un vecino, de la obsesión de la esposa de su primo Cacho, de la necesidad de la meditación trascendental. Fue en esa caminata que le surgió la imagen de la mujer amada. Exactamente en la esquina de México y Bolívar. Y no escuchó más a su amigo. Vino una sensación de felicidad, de libertad, de gozo íntimo. Hasta sintió un leve deseo sexual al albergar en su mente cierto perfume, cierta caricia en la nuca. Disimuladamente se dio vuelta, giró la cabeza como si buscaba una dirección. Se sorprendió al no verla, pero supo que ella lo estaba esperando, que seguramente a esa hora de la madrugada soñaba con él, que pronunciaba su nombre en medio del bosque o cerca del mar. Sí, seguramente ella estaba en una cabaña sobre una playa desierta, en una cabaña que le prestaron sus primos, en Mar del Sur. La idea le produce extraordinario placer. Siente ganas de sentarse a contemplar la fogata, de recuperar las constelaciones sentado a la orilla del mar, escuchando las olas sin verlas, viendo flotar luciérnagas en un universo donde el desaliento o el cansancio no golpean.
-Me quedé sin cigarrillos, dice su amigo. El hombre reconoce, de pronto, la ciudad, la avenida 9 de Julio, el obelisco, la plazoleta con una fuente, los jacarandaes. Se demora en la voz de su amigo. Ahora le cuenta del departamento que acaba de alquilar en Parque Patricios, del sillón que compró en el Ejército de Salvación, de su nueva amiga que siempre llega tarde porque no encuentra las llaves o el celular se quedó sin batería. Y sucede que se pone a soñar otra vez. Se sueña en una habitación de un hotel, sueña que ella sale de baño con una toalla blanca, sonriendo. No le ve la cara, sólo parte del cuerpo. Y hace unos pasos de baile, como si fuera una mujer siria o libanesa, una mujer llena de vida, de serenidad. Y de alegría. El hombre siente que necesita dormir, que desea viajar a Montevideo, a sacar fotos en esas calles íntimas, sostenidas por la voz de Zitarrosa, por campanitas de bronce y puertas antiguas.
El hombre esta viajando en el colectivo. Hace unos veinte minutos que se despidió de su amigo. Su amigo le terminó hablando de La Rioja, de un pueblo pequeño, detenido en el tiempo, dónde nació y aprendió a cantar y tocar la guitarra. El hombre cree recordar una copla mientras las fachadas de su barrio aparecen sin haberlo advertido. Se siente ufano, orgulloso de su pequeño paraíso. Juguetea distraídamente con el llavero y ostenta un mirar sereno. Sabe que ese día, dentro de unas horas, tendrá un trabajo duro. Lo esperan papeles, entrevistas con dos o tres clientes, una discusión con su socio. Necesita vender un poco más para cubrir los gastos, necesita obtener más crédito. Y revisar, antes que nada, el caño de escape de la camioneta. Siente que el destino de ella marcha paralelo al suyo, que van a encontrarse, en unos meses más se van a ver.
El hombre es un soñador y sale a caminar. “Éste es el día”, pronuncia con inocencia mientras se afeita. Finge una anécdota sin importancia. Sabe que esa noche ella también va a su encuentro, que dejó sobre la mesada de la cocina de su departamento una nota a su amiga diciéndole que esa noche conocerá al hombre de su vida. Con seguridad, con gesto lento cierra la puerta de su casa. Juguetea con el llavero y mira las estrellas. El hombre sale a caminar.


PÁGINA 14 – CUENTO

FIDELIA

Por José Luis Pagés (Santa Fe-Argentina)

No quiero que nos vean porque, seguramente, van a pensar que estamos locos. Pero, quiero que nos vean porque si no esto seguirá así indefinidamente.
No es que flotar me moleste. En el aire celeste de la mañana o en el rojo del atardecer, flotar, resulta sumamente grato. Más aún, si como ahora, lo hago sobre el campo o sobre el río; cuando sopla una brisa leve que me lleva y trae desde el monte de aromos hasta la costa, desde la costa al trigal.
No me molesta, no. Pero llevamos varios días en esta aventura y ya estoy cansado. Además la salud de Fidelia ha empezado a preocuparme: a enflaquecido notablemente en las últimas jornadas.
Aquella mañana del ordeñe, cuando nos desprendimos del suelo, no creímos que esto durara tanto. No habíamos leído más que unos pocos versos cuando eso se produjo, Fidelia mugió largamente y yo me aferré a una de sus patas traseras sintiendo que aquello pasaría otra vez. Y sí, como en veces anteriores ella empezó perdiendo peso. Empezó como rascando ya no sé si el pasto o el aire y asintiendo gozosa con torpes movimientos de cabeza. Al cabo de un rato ya superábamos en altura la copa de los naranjos primero, de los eucaliptos después. Ya superábamos también las paletas del molino y ya no quedó más nada por superar. Éramos como dos sombras coloreadas, silenciosas, enigmáticas, a la deriva. Teníamos todo el cielo por andar, de horizonte a horizonte y más también. Entonces yo no sentía miedo alguno, y ella no pensaba en huir. Así las cosas Fidelia era una obra de arte a mis ojos. Tanta belleza, tanta gracia y expresión se confundían en ella. Hoy día está hecha una piltrafa.
Y está claro que yo tengo la culpa. Una vaca no debe entender y mucho menos gustar de la poesía y acá está el resultado. Ya me lo dijo el capataz. No respecto de la vaca sino de mí, pero claro para él es lo mismo.
Pero es que yo adiviné delicados sentimientos en Fidelia. Entrecerraba los ojos cuando olía una flor. ¿Qué más que eso? ¿Más? También la supe inteligente desde el día que la ví. Mugía. ¿Mugir? No, hablaba. Y siente, gusta. Y quien razona, entiende. Y al primer ordeñe le recité el primer poema. Y yo que fui con el libro. Y el capataz que vino con la escopeta.
No quiere el capataz que yo me vuele. Ni pensar que se vuele la vaca. Litros y litros de leche envasada volando sobre la chacra no es algo que le agrade a él ni, mucho menos, al patrón. Ellos dicen que esto lo hacemos de haraganes, que esto es una huelga. A lo de haragán me niego. ¿Huelga?, eso puede ser. Por lo demás esta riqueza natural que tengo aferrada por una pata me pertenece a mí y no al patrón, que es el dueño. Yo la cuido, yo la ordeño y además la educo. Y él, ¿qué hace? ¿Se tomará la leche? Y si no, por qué está tan gordo. Creo tener algún derecho sobre ella. Si queremos volar, volamos. Trabajamos si queremos trabajar.
Fidelia se niega a bajar. Le susurró palabras dulces en el oído pero es peor porque cada vez estamos más lejos de la tierra. Fidelia dice que allá de vuelta nos van a reventar a escopetazos. Yo digo que la realidad es dura y que tendremos que pelear. Ella dice que hacia la India soplan buenos vientos. Yo que hacia la chacra, porque si no nos matan. Es un muy poético conversar con ella, pero de última nunca nos entendemos. Es que tengo mi familia allá abajo. Y mi mujer que es tan realista como el capataz. Y los chicos que cuando tienen hambre lloran abriendo la boca como una O gigante. Y uno les ve las gargantas vibrantes y enrojecidas y se confunde y no sabe qué hacer. Si en el pueblo se enteran estoy perdido, me van a tomar por loco. Me va a hacer a un lado en la rueda del truco. Y en el almacén ni pensar que me van a dar provista. ¿Y otro empleo? , nunca. Pero alguien tiene que ayudarme a bajar a Fidelia. Yo sabía que la poesía elevaba, pero nunca pensé que tanto. Si Dios me ayudara…Si hiciera soplar el viento para abajo y no para los costados…Si Dios viniera y me agarrara la vaca por la otra pata…
No quiero que nos vean porque van a decir que estamos locos, pero yo tengo que bajar a Fidelia


PÁGINA 15 – POESÍA ARGENTINA

Mariano Shifman (Lomas de Zamora-Buenos Aires-Argentina)

PUNTO ROJO

Soy el amo de la torre: ecos y pústulas
del pasado no me alcanzan.
Insensible a palabras y a delirios,
ríos y turbas se pierden entre semejanzas.

¿Qué será de los sabores,
de las porfiadas costumbres,
de la maldad de los niños,
de lo que no es posible decir?

Aquí se está muy bien; inmolo proyectos al atardecer
con la soberbia de un menesteroso, froto mis manos
contra las piedras –mi pacífico alimento-
y me siento a esperar.

BURBUJAS

Son el síntoma de la inminencia,
el agua aligerándose hacia el hervor.
Ha quedado atrás la templanza terrestre:
lo etéreo pugna por surgir.
Si pequeñas, las burbujas se unen
para explotar la nada
en una ardiente extinción conjunta;
las mayores seguirán su trance en breve.
Allí hay furia, vencido anhelo de ser,
ceguera de la materia.
Ahora, resuelvo apagar la hornalla
y en el té se acaba la historia.

BURLESQUE

Desnuda, casi desnuda:
su módico capital es lo velado.
La música se detiene,
se apagan las luces.
¿Cuál es el ojo más sediento,
el desierto que implora su cordial engaño?
Con vislumbre de ave fugaz
ella elige un trago subido
y las rodillas de la oscura presa.
Como una danza que se burla de ambos
gira la rueda de la derrota:
diez minutos de piel pública,
densa colonia, parodias de afecto
y en el epílogo, a plazo vencido
un nuevo vacío
y el estruendo de otra música.

EL JARDÍN DE AL MUTADID

Lo vio el Guadalquivir, hace mil años:
las manos del rey Al Mutadid
plantando claveles en los cráneos adversarios;
los había blancos, los había encarnados
a tono con la pena, ardidos con la hiel.
Al suceder los retoños -refiere la historia-
los deudos recibían sus sentidos pétalos:
la vida, alzándose entre el polvo del desecho.
Sí, mil bosques nos apartan del jardín del amo,
del azar de sus letales laberintos.
Y sin embargo, no hay distancias insalvables:
el leve polen del tiempo nos iguala
disipándonos desde la semilla.
Así pasó Al Mutadid, hoy clavel o cardo
y brote inspirador de estas quince líneas.

SÓLO UN ACCIDENTE

“Una persona fue arrollada. Retraso en el ramal
Retiro Pilar” TV argentina, octubre de 2008.

Morir así, arrojado sin remedio
o distraído por espléndidos muslos:
lo mismo da.
La muerte siempre incomoda.
Hubo alguien que arribó antes
a la estación terminal.
Y no es broma de velatorio,
sino el pulcro relato de los hechos.
La gente se harta de la espera,
es larga la jornada hacia el suburbio
y un error o locura sin nombre
enerva al malparado y al distante.
Lo sabían Jasón y sus griegos:
vivir no es preciso,
circular sí lo es.
Entonces: hágase ya la luz verde.
No paguemos extraños huesos rotos,
no nos sumerjan en otra demora.
Bien ganado está: partamos ahora.


Mercedes Saravia  (Salta-Argentina)


FI LAMENTOS

La diferencia de los sexos no puede ser colmada
por palabras mediadoras.
Jacques-Alain Miller

I

En este comienzo del fin
el aburrimiento

o su otra cara la angustia

¿cómo salir de un desfiladero?

caigo en la planicie interminable
donde sólo se vislumbra el horizonte
siempre más allá

la vida arrojada al desamparo:

si el amor no es una guarida
si el deseo desata tempestades

sólo podrían habitarse las palabras
su deslizarse de una en otra

su instante de sentido
su destino de malentendido


II

algo aparece por un instante
pulverizado entre las palabras

y desaparece

sólo el cuerpo goza de a pedazos

no hay encuentro posible:
cada uno goza como puede

y eso no se llama amor


III
¿quién en mí desea?

soy muchas
y no sé cuál toma la delantera

la triste la seductora
la tonta la procaz
la frívola la soñadora
la tímida la voraz
la audaz la generosa
la inhibida la feliz

la puta
la parlanchina
la silenciosa
conviven
están en mí

en este conventillo que soy

IV

¿quién toma la delantera:

la que mide los riesgos
la que se arroja sin mirar?

las dos quedarán heridas

gozas de quedar en desecho
¿advertirlo es subvertirlo?

escribir es una apuesta
tal vez un modo de diferir el asunto

¿eso es todo lo que puedo?

V

qué secreto encierran estos hilos

que el amor envuelve
y desenvuelve

teje desteje
y los vuelve a tejer

tejedor impenitente
en el telar de mi vida

VI

escribir
como si las letras fueran
tabla en el naufragio

en este comienzo del fin
resbalan de mis dedos

caen
en la hoja virtual

sedientas de ser
lo único

que aún puede realizarse
entre vos y yo


VII

agonizan mis rebaños de palabras

el amor los trae a beber de mi fuente
a comer de mi mano

¿sólo el amor cree en las palabras?


PÁGINA 16 – ENSAYO

GAUCHOS IMPOSTORES O LAS FORMAS DE LA LITERALIZACIÓN

Por Alejandro Bovino Maciel (Corrientes-Argentina)

El arquetipo del gaucho es una impostura. No digo que el gaucho lo sea, digo que su imagen replicada hasta el infinito es un fantasma, un reflejo sin un correlato perfecto en el cielo platónico de la eternidad.
El tipo social del gaucho parece haberse desarrollado a partir de criollos desplazados después de la Revolución de Mayo, desertores de las milicias, nómades de la pampa húmeda, gente iletrada y marginal que convenía a las tareas pecuarias.
Poco sabemos objetivamente del gaucho real, los registros que albergan algunos datos desinteresados lo hacen en forma oblicua y retaceada. La imagen más nítida que nos legó la literatura es visiblemente impostada porque los verdaderos gauchos, alíteros y analfabetos, nada fiable dejaron escrito para la posteridad.
Los narradores y poetas que escribieron sobre el gaucho no eran gauchos sino en su mayoría caballeros de levita, socios del Jockey Club que en sus momentos de ocio (que no eran tan escasos como los míos) fueron configurando el prototipo del gaucho alzado y desertor.
Es sabido que las necesidades del sociólogo y las de la literatura no van por el mismo camino. El escritor necesita del aura romántica para su gaucho alzado y lo ornamental con rasgos que trae de aquí y de allá, de las novelas de caballería, de las ideas estancadas del tradicionalismo o las premisas policromadas del costumbrismo.
Los señoritos estancieros de la comisión directiva del club de fomento forjaron un tipo social postizo con el valor de un cruzado, la nobleza de un apóstol, la irresponsabilidad de un napolitano y el atuendo de un magiar en blanco y negro.
De esa proyección infausta nació el gaucho payador y matrero. Este gaucho armado como una pieza de rompecabezas apareció primero en folletines y revistas antes que una sucesión de escritores lo tomará como personaje central de la épica criolla. Finalmente recaló en manos de José Hernández que le dio la solidez de un Martín Fierro. Desde entonces el gaucho malevo es dueño y señor de la pampa que usufructúan con poco disimulada pasión los sojeros del glisofato, pero eso no importa mucho. Martín Fierro siempre será un paria, en eso radica su patetismo romántico: en ser amo de la llanura pero dueño de nada. No necesita ninguna propiedad privada quien nos invita a dormir por las noches bajo un cielo de estrellas, dueño de la vida, de la justicia y el propio destino.
¿Qué más puede necesitar?


PÁGINA 17 – COMENTARIOS DE LIBROS

PARA UNA SOLAPA DE TIERRA

José Revueltas, Dormir en Tierra,
SEP, Lecturas Mexicanas,
Ciudad de México, 1987.

Por Javier Gaytán Gaytán (México DF-México)

José Revueltas militó desde su juventud en el Partido Comunista Mexicano de donde más tarde sería expulsado por no estar de acuerdo con algunos de sus integrantes. En 1960 la Universidad Veracruzana pública su libro Dormir en Tierra, escrito bajo el tratamiento constante de temas que inciden dentro de una sociedad convulsa, ligada a la perspectiva histórica de la clase desposeída o del lumpen urbano de los 60: perspectiva reflexiva y a todas luces utilitaria que muere consigo misma o queda en inmortal agonía.
Dormir en Tierra recoge ocho relatos que se escriben con imágenes sórdidas y conmovedoras, atmósferas creadas en torno a personajes en su mayoría enfermos o marginales que se debaten entre la muerte en vida o la vida que otorga una muerte liberadora: el dolor y el placer, respectivamente.
Ante la catástrofe existencial, el protagonista de “La frontera increíble” logra ver las mismas cosas que los individuos sanos, pero con mayor hondura: “el enfermo tenía los ojos cerrados, más ahora miraba con los ojos de la muerte y veía lo mismo, pero más profundo”. Gracias al punto de vista desarrollado en primera y en tercera personas, estos protagonistas muestran una identidad y el reino de lo no revelado para todos. Junto con “Los hombres en el pantano” el lector descubrirá que el silencio es espeluznante, deseará ese movimiento peligroso, pero salvador que le recuerde su paso por la Tierra. Sí, junto con ellos, advertirá “…un rumor asombrosamente claro, preciso e increíble… /después/ la muerte”. En este cuento el sonido y el movimiento serán el primer paso para encontrar la libertad, es decir, la expiración.
Muerte para el cuerpo de una niña que aunque se mueve, “…no ha existido nunca” incluso la pequeña es condenada por su maestra y hermanastra, por el solo hecho de que se le desarrollan los senos. Este cuerpo hallará su salvación al experimentar su último respiro, aunque la niña no lo sepa o ni siquiera lo intuya dentro de “La hermana enemiga”. Ni la partida al más allá del poderoso le ayudará al protagonista de “El lenguaje de nadie” a ganarse lo que él desea. Su imaginación le permitirá obtener unas tierras a las cuales debe renunciar para no ser señalado como un criminal. La narración y los diálogos de “El lenguaje de nadie” reivindican notablemente la capacidad connotativa del ser desprotegido. Se alumbra una expresión determinada de la realidad con un movimiento social intenso.
Por cierto, los espacios de estas historias están ubicados en la superficie terrestre, salvo la que le da nombre a la serie de Dormir en Tierra, pues apenas se dibuja en ella la presencia del mar. Este cuento es el que cierra el libro y probablemente es el más conmovedor. Una mujer conocida como la Chunca no desea quedarse con su hijo, pues el pequeño no tiene por qué tener como madre a una puta. Después de discutir con un “hombre peludo” logra embarcarlo rumbo a Veracruz, pero el barco no llega a buen puerto porque se hunde. El único sobreviviente es el niño que le dice a su interlocutor: “No quería que /…/ fuera en el barco”. Ese hombre peludo fue su salvador y “…el mejor hombre que he conocido en tierra”
Estos cuentos se escriben con una estructura aparentemente sencilla, sin complicados cortes o sobresaltos del tiempo, estructura de práctica concepción. Su brillantez está en el sarcasmo, en la ironía o en la anécdota. Notable geografía construida por la pluma e inspiración de José Revueltas, la cual se prolongará dentro de nuestra sepultura o bajo los diversos pasos de aquellos seres marginales-habitantes de nuestra vida social y literaria que vienen a ilustrar nuestra solapa de tierra.


PÁGINA 18 – CUENTO

TODAVÍA: CARTA A MARÍA CRISTINA

Por Víctor Heredia (Buenos Aires-Argentina)

Ah, sí. Ni la memoria ni la foto mienten: los zapatitos y el delantal blanco, tanto como las azaleas del cerco de casa. Y el lazo celeste, que sostiene la trenza y estira tu pelo negro desde la frente. Yo voy de inmaculado blanco también, pero el charol de mis zapatos es negro y recomendado, tres veces, para que no se me ocurra rayarlos durante la fiesta escolar. Todo el verde de esa mañana se abalanza sobre nosotros, que vamos de la mano calle abajo entre la polvareda que levantan los caballos de los repartidores, mientras mamá nos persigue con la mirada. Había luna también, una enorme luna diurna que insistió en quedarse junto a su ardiente compañero —vaya uno a saber la razón que esgrimiría el cosmos—, pero allí estaban ese día de banderines y escarapelas: un rayo de luna entre las hebras de tu trenza y un enorme sol destilando tu sonrisa. La memoria no miente, María Cristina.
Ese día dijiste que ibas a ser maestra, igual que aquella Lilué con alma de madrecita que nos enseñaba la Patria con mayúscula, tan cívica y azul como sus pájaros de tiza. O como el viejo Carlés, que nos alborotaba el pelo y juraba que San Martín se había llevado con él un pedazo de la dignidad argentina a Boulogne Sur Mer, para preservarla de los buitres. Tenías que ser maestra, lo confirmé temprano, con el café con leche de cada humilde mañanita nuestra, cuando te sentabas junto a mí para descifrar mis tablas de parir multiplicandos y me ponías un diez de felicidad si acertaba el acertijo, yo que siempre fui tan etéreo y olvidado de los números. Esa memoria huele a mandarinas, perfuma bajo el ardiente beso del ocaso, aquél rojo furioso que alertaba la tarde y se encaramaba con nosotros a la encina del jardín, abreviatura del cuadrado de la hipotenusa, rectángulo exacto de la infancia. Cómo te amaba. Y como te amo, mi pequeña docente. Te añoro así, tan zapatito blanco, tan trenza y guardapolvo inmaculado, sin ese rojo absurdo con que te mancharon, que no tiene nada que ver con el horizonte donde te imagino saludar cada día agitando banderas. Todavía te espero. Como deben esperar tantos a otros, con cintas azules en el pelo y banderines, piecitos inmaculados camino al cielo de los que jamás se irán de la memoria.
Me pregunto si no hubieras sido maestra en tu voluntariosa adultez, la de la militancia, la de la esperanza y las utopías, ¿qué cosa habrías sido? Y me respondo que de todos los oficios que existen en el mundo ese te iba perfecto. Lo aseguro yo, que fui tu compañero en el despertar de la conciencia. Lo afirmo yo, que tengo marcado un camino merced a las estrellas que fuiste sembrando, gota a gota, con tu sangre luminosa. Te escribo esta carta y es como si me estuviera enviando una postal al alma, porque allí está tu casa desde aquél 22 de Junio de 1976 cuando la dictadura supuso que podría vencerte. Una casa donde día a día me das lecciones sobre cómo sobrevivir a esta intemperie, sobre cómo tratar a la vida con dulzura a pesar del pretendido olvido que muchos quisieron imponer sobre tu generación de soñadores. Hermanita docente, impecable maestra de ese niño que todavía te consulta cuando el mundo desfallece y todo parece venirse abajo junto a los muros de Bagdad, junto a Aladino que ha perdido su lámpara y amontona llanto. En esta casa-alma estás, de guardapolvo blanco, con azul de bandera de escuelita de campo.
Dicen que tengo la culpa del sobreviviente, quizá tengan razón, un poco. Pero también tengo la convicción de que estás viva en cada colegial que florece en los rincones de esta patria nuestra, en cada alfabetizado. Te aseguro que ahora empiezo a ver tu sueño, creo que todos empezamos a verlo, después de tantas carpas blancas y políticos corruptos y abúlicos comienza a levantar vuelo entre nosotros. Yo digo que es tu sueño, prefiero atribuirte, como buen hermano, esa parte de savia que te corresponde cuando percibo ese florecer. ¿Falta mucho? No te quito razón. Falta mucho todavía. Pero mientras no permitamos que tu latido y el de tantos maestros de la vida se apague, tendremos esperanza, guardapolvos blancos, un mar de niños con cintas blancas y azules. Ese mar, esa nostalgia del futuro por la que ustedes se inmolaron, pronto será una sonrisa. Sobrevivimos para eso. No tengo dudas, hermanita.

Tu más enamorado alumno.


PÁGINA 19 – POESÍA AMERICANA

Yandey Marcel Solviyerte (Bello-Antioquia-Colombia)

"Somos ramas y raíz
somos minga de los pueblos".
Yandey

GENTE DE MAIZ

No hemos sido vencedores
pero tampoco vencidos
no hemos sido luz de un día
sino lumbre de los pueblos.
Somos gente que en el canto
de la muerte nos reímos
y en la batalla ancestral
de frente contra el enemigo.
Llegaron de allende el mar
hace ya medio milenio
violaron nuestras mueres
profanaron los recintos
hayaron la madre tierra
de riquezas un sol extinto
y a espadas y bendiciones
maldijeron nuestros ritos.
Somos gente de maiz
del jaguar los herederos
somos sangre de un país
que transita un soto estrecho
somos el reino feliz
del Condor y su amplio vuelo
somos ramas y raiz
somos minga de los pueblos.
No hemos sido aniquilados
pero si los perseguidos
no hemos sido consagrados
nos tildaron de bandidos.
Somos el fruto maduro
del gran árbol Amerindio
somos cuarzo y anaconda
y en la selva antiguos mitos.
Un pueblo que marcha unido
nunca será dominado
mientras más fuentes se junten
el río será más ancho.
Entre más ríos subsistan
más grande es el mar hermano
mientras más gente se junte
más pronto caerá el tirano.


Carolina Escobar Sarti (Guatemala-Guatemala)

LOCOS POR VOCACIÓN

Los poetas
asistimos al momento
de la creación. Seguimos
siendo testigos.

Por decirlo nos llaman locos
por creerlo lo somos.

LLUVIA SOSTENIDA

Que te recuerdo, es un tema del universo,
que te amo, es mío.
Pablo

Me lluevo en tu ausencia.

Soy agua derramada
sobre sed insatisfecha
en la memoria de nuestro cuerpo.
Signo vertical
que luego fue cauce de río
(y nunca será el mismo)
entre nuestros huesos.

Lluvia sostenida soy sin ti.

Extraño que te me llovás
en las entrañas
con sed de cosecha
(y creés que nunca llorás).

Agua soy
que lame el vacío
en su madrugada
lluvia que cae, se repliega
se empoza, inunda,
se evapora
y termina siempre
siendo mar.

CUERPO QUE RECUERDA

Mi cuerpo recuerda
que estuviste allí
para siempre.
De la cabeza a los pies
sobre mí, sobre ti
entre manos memoriosas
dos pieles desnudas
y un ombligo tragando sudor.
Mi cuerpo recuerda
que nunca te has ido
y que el olor de dos
permanece quién sabe dónde
pero nunca se va.
Mi cuerpo recuerda
algo más que sexo
y diría que no hubo culpa
a no ser por una breve lágrima
en mi ojo izquierdo.
Cuatro manos húmedas
y mi cuerpo recuerda
dos bocas hambrientas
y mi cuerpo recuerda
dos biografías prohibidas
y mi cuerpo recuerda
tú en mi cuerpo
y en cualquier otro lugar
soy infiel.

HAMBRE INSATISFECHA

Dios tenía hambre
creó la imagen
de sí mismo.

Hambrear
todas las hambres.
Siempre buscando
con apetito errante
ayunando mundos perdidos
frente a escaparates de
presencias vacías.
Buscando la luz
con ojos de ciego
ir por lo transparente
nacer en lo otro
en busca de instantes vivos.

Hambre insatisfecha
del cuerpo que somos
los cuerpos.

SANGRE QUE CAMINA EL MUNDO

Pero la sangre es roja
dulce
vengativa
caliente
escandalosa
y feroz.
No transparente.


PÁGINA 20 – ENSAYO

EL FIN DEL MATRIMONIO

Por Pablo Fernández Christlieb (México DF-México)

Lo que echa a perder el matrimonio es el amor. Puede que al revés también sea cierto, pero el caso es que ya nadie se casa, y los que se casan no duran. Esto está bien, pero hace sentir mal a los que van cumpliendo treinta y tantos años y ven que se les viene encima la edad de los mayores sin perro que les ladre: su queja es que por qué es tan difícil encontrar el amor verdadero; esto es, alguien que los valore por lo que son, que los comprenda, los cuide, que sea inteligente, divertido, tierno, optimista, trabajador, guapo, etcétera. Quién sabe por qué será tan difícil. El 60% de las bodas que se celebren el sábado que entra ya no verán las Olimpiadas de Londres juntos, así que lo más prudente es no gastar mucho en el regalo. “Boda” significa “voto, compromiso”, pero si la estadística avisa que se va a romper, lo único que cabe esperar es que la fiesta valga la pena. Hoy en día lo que hace falta no es el amor, eso es lo que sobra.
El fin (es decir, la finalidad) del matrimonio es que dos personas vivan juntas el resto de su vida. Se sabe que antes los matrimonios si duraban ese resto: la razón es que no les importaba tanto; o sea, que todos se casaban pero nadie suspiraba por casarse, porque no se les ocurría que allí iban a encontrar la felicidad ni el amor verdadero, y, en rigor, no se casaban por amor sino por otras consideraciones más civilizadas y menos frágiles. Según los documentos de la época, en el siglo XVIII las personas se casaban no para quererse mucho sino para tener la tranquilidad con la cual dedicarse a sus cosas; se casaban para tener una casa. Por eso, como dice la historiadora Arlette Farge, “el vínculo conyugal es también un lugar”, y, ciertamente, su fin es económico, de ôikos, casa, y las cosas que se necesitan para ponerla, y que entre dos alcanzaba decorosamente. Por eso los matrimonios se podían pactar, arreglar, negociar, y hasta los novios podían ni siquiera conocerse de antemano, razón por la cual se dice que el matrimonio se “contrae”, porque llega de afuera como un reuma, con el cual uno aprende igualmente a convivir. Como en todo buen acuerdo, bastaba que se llevaran bien para cumplir con el fin del matrimonio.
El acuerdo era que se tuvieran respeto y se toleraran y confiaran en el otro, como socios del hogar, pero en el acuerdo no estaba que se amaran ni adoraran ni vivieran tórridos romances ni pasiones arrebatadoras puertas adentro, y por lo mismo, en efecto, el anecdotario de canas al aire es en esa época casi normal, pero se hacía con discreción porque no se trataba de presumir ni de importunar a la pareja a quien se le debe una atención elemental y cuidadosa. De hecho, hablarse de “usted” entre ellos era un estilo lleno de tacto, como una distancia solícita. Y así, sobre la marcha y al paso de los años, dos insignes desconocidos que habían vívido bajo el mismo techo terminan por estimarse sinceramente, por sentir afecto y ternura por el otro, sin mayores exigencias. Si se hubiera introducido el elemento del amor, para empezar ni se hubieran casado. Durante todo el siglo XIX todavía puede verse, por ejemplo, a Darwin, Marx o Freud vivir correctamente casados con su Emma, su Jenny y su Martha, logrando la tranquilidad suficiente para dedicarse a fabricar ideas escandalosas.
En el siglo XXI quién sabe qué sea el amor, pero se parece mucho a los derechos del consumidor: algo así como la exigencia de que el otro sea maravilloso y colme las ilusiones y se le escurra la baba por uno, de que uno sea el centro del universo y el universo esté al servicio de uno. Parece anuncio de L´Oreal. El amor es más bien uno de los rasgos del individualismo según el cual cada quien debe perseguir sus caprichos, emociones y demás sensaciones de alto impacto pésele a quien le pese. Y así no hay acuerdo que aguante. Este es el fin (es decir, el final) del matrimonio, porque ya no hay dos que se soporten mutuamente sus veleidades, y si tanto amor era la razón de la boda ni caso tiene desenvolver los regalos: con la fiesta basta. Incluso, se podrían mejor celebrar los divorcios, que duran más.
Lo malo es que por ahí de los treinta y tantos las personas se empiezan a sentir mal por eso, y aunque ya les alcanza para que cada quien tenga a solas su casa aparte, se les ocurre que no estaba tan mal eso del perro que les ladre, y a lo mejor por eso hay tantas mascotas que sacan a pasear, y se empieza a dudar de si ese egoísmo individualista que se llama amor verdadero no es algo que acaba por lastimar.
Como dicen ahorita en España, “ya sólo los gays quieren casarse”. Y tiene toda la razón: son los últimos que conocen el valor de una estabilidad matrimonial, de estar tranquilos bajo el mismo techo.


PÁGINA 21 – CUENTO

EL CRISTO DE RAIZ

Por Marcelo Daniel Fernández (Corrientes-Argentina)

Allí, sobre mi cama, pendiente de la pared, se encuentra el símbolo de muchos de los aspectos más profundos de mi vida, aunque los mismos no constituyan ejemplos de la religiosidad habitual. Como primera y última visión de mis jornadas, por no hablar de las intermedias, la presencia del crucifijo no solamente convoca mis íntimas reflexiones sobre las más variadas, y hasta insólitas, circunstancias que se suceden en mi apresurado cerebro, sino también aquellos acontecimientos relacionados con su existencia en el lugar donde se encuentra, desde hace muchos años. Una cruz y un Cristo de raíz.

La historia comienza cuando vivía en Buenos Aires, a fines de la década de 1950. Historia normal de los estudiantes del interior que se aventuraban en los claustros que sus ciudades no ofrecían: facultad y trabajo. Y aquella célula fundamental que era la pensión, institución imprescindible y receptora de sueños y frustraciones compartidas. Jungla aterrorizante, al principio, como imposible contrapartida de la lejana pasividad provinciana y familiar; luego, con el transcurso del tiempo, cálido reducto en el que la obligada convivencia inspiraba las solidaridades más increíbles.

Vida de estudiante que devenía, en un plano, rudimentariamente, y en otro, casi insensible, forjando experiencias personales que iban marcando el destino de nuestras vidas. En este plano, mientras en el primero se iban difuminando sus primigenios objetivos (con el consabido alerta de la esperanzada familia), la alternativa del noviazgo en serio se planteó forzosamente en una personalidad sensible y solitaria como la mía. Y cuando las ataduras se soltaron del compromiso contraído con una vocación poco convincente, la meta insegura del matrimonio fue adquiriendo características de tabla de salvación moral, de posibilidad redentora de todas, entonces creía, mis aspiraciones emocionales. La relación con ella se consolidó en la mutua soledad y en la esperanza de un porvenir compartido.

Entonces, mi condición de empleado público no albergaba otro destino que el de regodearse con las bondades de un futuro incierto. El cotidiano paseo por el centro de Buenos Aires, el cafecito nuestro de cada día, la ensoñación que nos provocaban las vidrieras de la Avenida Santa Fe…Fue allí, en un pequeño local de una de sus galerías, a pocos pasos de Callao, donde lo vimos por primera vez, en un rincón de su única vidriera.
El Cristo crucificado. Construido sabiamente exclusivamente con raíces, impactando con un expresionismo verdaderamente sobrecogedor, colgado como el homónimo de San Juan de la Cruz de Dalí, en el centro de la peculiar escena. Sólo formas retorcidas promovían, en su extraordinaria elementalidad, ese dolor profundo y desolado al que se puede llegar cuando el sufrimiento es la clave de su creación y también el motivo verdadero de quienes se detienen para admirarlo. Clave del arte, como artesanía intermediaria de una comunicación dolorosa con nuestro Dios personal.

No nos animamos a averiguar su precio, no estábamos en condiciones siquiera de pensarlo. Pero desde ese momento empezó a formar parte de nuestras ilusiones, a punto de constituirse, poco a poco en obsesión. El paseo cotidiano se convirtió en una peregrinación obligada a la galería para cumplir con el rito de la visita de “nuestro Cristo”, al que considerábamos esperándonos detrás de la vidriera.

Hasta que, luego de casi dos meses de persistir en esta peculiar experiencia (a la cual se iba asociando con mayor intensidad la angustia de dejar de verlo algún día), la dueña del local nos invitó amablemente a ingresar en el local.

Nos dijo que para ella constituíamos ya parte de su trabajo diario, que hasta nos esperaba que apareciéramos frente a su local y se sobresaltaba cuando no concurríamos. Sabía – por experiencia comercial – el motivo de nuestra presencia e imaginaba las circunstancias que impedían la concreción de un evidente muy caro anhelo. Nos propuso un trato razonable, expresándose con mucho afecto, hasta diría con cierta emoción.

“Se trata de una obra única de un artesano muy particular que, por razones muy personales, prefiere ocultar su nombre y su domicilio…En realidad, nos reconoció que sólo hizo dos Cristos similares en su vida, uno de los cuales se los regaló a su madre…”. “El precio actual de esta obra es actualmente de….pesos, teniéndose en cuenta, aparte de su calidad artística, la ubicación del negocio donde se lo vende y la ornamentación que lo rodea”. (Absolutamente inaccesible para nosotros) “El precio seguirá subiendo con el tiempo, porque existe bastante demanda aunque es un producto caro de difícil adquisición…No obstante me comprometo ante ustedes, que han demostrado verdadero afecto por esta obra, mantener el precio actual, pero solamente para ustedes, aunque el precio siga elevándose. Los esperaré hasta cuando hayan ahorrado o conseguido el dinero que ahora fijamos…Espero que sea pronto…lamento no poder reservárselos”.

Mientras nos acercábamos a la cifra, con bastante sacrificio, mantuvimos constante nuestras visitas al íntimo y personal santuario. Ahora la angustia fue transformándose en desesperación. Llegábamos apresuradamente al local con palpitaciones crecientes, y ante su querida figura sonreíamos nerviosamente como si necesitáramos tal comprobación para seguir viviendo.

Pasado un tiempo alcanzamos reunir la cantidad estipulada. Pero el día que concurrimos para, por fin, comprarlo a “nuestro Cristo”, se nos detuvo el mundo. No estaba colgado detrás de la vidriera…La compungida vendedora fue concluyente y lo dijo sin mirarnos: “El artista, que era su propietario, lo retiró esta mañana…no quiso entender razones…” Como les dije nadie conoce su paradero. De aquel rincón tan entrañable salimos para sumergirnos en una ciudad absolutamente incomprensible, desposeídos de la clave que hubiera dulcificado nuestras mutuas soledades.

Pasaron casi diez años de aquella dramática experiencia. La revelación se produjo cuando estaba sentado frente a mi máquina de escribir, en la redacción del diario donde trabajaba en mi ciudad natal. Un hombre desgarbado, de rostro amargo, se acercó y me dijo: “Me mandan de la Dirección de Cultura porque mañana se inaugura una exposición de mis obras en el salón de este diario…Me recomendaron a usted para que me hiciera una nota…” Mientras subíamos al salón me comentó “que se trataba de piezas realizadas con raíces de árboles…Me detuve para preguntarle, visiblemente intrigado: “¿ Por casualidad usted expuso hace años en un local de una galería de la Avenida Santa Fe y Callao, en Buenos Aires…?” Antes que me contestara ya obtuve la sorprendente respuesta al trasponer el último escalón antes de ingresar al salón de exposición y divisar, perfectamente iluminado, nuestro Cristo colgado en una de sus paredes.

“Efectivamente, expuse en ese local un tiempo hasta que la única obra que había presentado allí, un Cristo de raíz que me costó mucho trabajo y era único, no pudo venderse y la retiré con verdadero dolor porque estaba necesitado…Un Cristo hechizado…porque tampoco se vendió después…Es el que usted tiene a la vista…”. Ocultando mi emoción, al menos así pensé en ese momento, dije para mis adentros “Espero que ahora no se me escape…que pueda obtener el dinero suficiente para adquirirlo…”. Recordé entonces que las circunstancias de mi existencia habían cambiado con los años y me encontraba absolutamente solo. No obstante lo cual pude reunir el valor para poder adquirir, por fin, el Cristo de raíz, llegado milagrosamente hasta mi propia presencia, a la mañana siguiente temprano ni bien se abrieran las puertas del diario. Era imposible que este Cristo se me volviera a escapar.

Y se escapó por segunda vez, aunque parezca mentira. A la mañana siguiente, cuando todavía nadie se encontraba en el diario, salvo algún ordenanza, subí con cierta desesperación las escaleras que llevaban al salón de exposición, abrí con fuerza sus puertas y ¡Lo encontré totalmente vacío! Ante mi desconcierto, el ordenanza me informó: El artista vino muy temprano, guardó todas sus obras y se las llevó…sin avisar a nadie.

Me encaminé, sin mucha esperanza, a la Dirección de Cultura para solicitarle alguna información a su directora, una querida amiga mía, quien se encontraba muy alterada. El raicista, le acababan de informar, no solamente se había llevado todas las piezas de su producción temprano – dejando sin efecto su acto de inauguración previsto para esa tarde y el consiguiente protocolo oficial – sino dejado una cuenta importante en el hotel donde lo hospedaron, de gastos extras. Nadie pudo dar fe del procedimiento que utilizó para escaparse sin ser visto.

Esa tarde, padeciendo los efectos de una gran tristeza, prácticamente sin intentar siquiera escribir alguna nota que reemplazara el espacio destinado a la exposición del artista misterioso, un ordenanza se acercó a mi mesa de trabajo portando un envoltorio mediano en papel madera. “Lo trajeron para vos hace un rato, para el que escribe sobre arte, no mencionaron tu nombre”.

Al empezar a desgarrar dicho paquete con una inquietud desacostumbrada me percaté inmediatamente de su extraordinario contenido: los desgarrados brazos de mi Cristo asomaban como si quisieran abrazarme para siempre. “En reconocimiento a su paciencia por haberme esperado tantos años” decía la tarjeta que lo acompañaba, sin identificación visible. Hasta hoy preside la pared sobre mi cama.


PÁGINA 22 – POESÍA AMERICANA

Maritza Álvarez Vargas (Villa Alemana-Chile)

CANTO A LA TIERRA

La Tierra amasa sus dispensas
a todos repartirá
no todos recibirán

En el arquetipo del hombre moderno
no caben los detalles de las flores
de tanta vida ofrecida
cien veces cien contamina
y el tiempo no le alcanza
no llega a consumar sus amores

-Y la Tierra amasa su silencio-

Se agrupan los deseos
se amontonan las melodías
su necesidad es evidente
hay calderas de fuego en sus labios

La Tierra es mujer de lucha
guerrera amante que camina
para calmar la prisa del hombre
que nunca la mira

Anillo de casada ya no llevas
por tu esposo fuiste abandonada
como desierto el hogar fue
desde donde un día
toda la historia se escribía

Potente y fuerte dama mía
bajo mis pies desnudos
el temblor de tu miedo
y en la punta de los dedos
toda la espesura de tu sangre
que arde fogosa, femenina

-Y la Tierra sigue generosa
amasando sus días-

Tu humedad uterina intacta
e infecunda permanece
no termina de nutrirse
por los hijos no paridos

Tanto amor contenido...
dónde vaciarás!
Tanta lluvia en tu suelo...
en los campos amantes
la ofreces tibia y sudorosa
Ellos la recibirán!

Cuerpo de mi cuerpo
gran alfarera repentina

-Su amasijo hierve y desea-

Dama en celo, castigada,
para calmar la sed de tu vientre
(musgo, estepa y grana)
te harán el amor los gusanos de seda
y cuando hayas procreado
volarán mariposas por el cielo

Hembra-Tierra
arrebato de pasiones
mujer adulta y bendita
al hombre pediste un momento de sincronía
y a los astros cerraran sus párpados
y entonaran sus melodías
Te bañas en tu rocío
y pones flores en tu pelo
Preparas tu cita
y el momento de intimidad comprometida
Tu vientre redondo es la espera
y germinará en él la vida
sólo cuando el hombre quiera y ceda


Jimmy Valdez (Nueva York-USA)

INSOMNIO

Yo he querido al poema más que a mi propia vida y el balance es algo aterrador: la sonrisa registra los desnudos más fríos de mi cráneo; soy una garganta quebradiza, sin quietud, profundamente asustada.

La ciudad es un vertedero de conciencias, una quema en el ladrido sordo de los mundos, todas las aguas condensadas en un cristal, las que jamás se escurren cuando la mañana va tomando su nido.

Es mi puño la ceremonia del abrazo, el hierro existente de las briznas; cada imagen es solo el cuerpo decapitado de un estómago.

LA MANERA DE OBTENER LA FUERZA Y EL VALOR DEL GUERRERO ENEMIGO

Su lengua es un pez atravesando el cristal adoquinado de una ventana: es un bípedo artefacto de complejas cicatrices, casi una región polar que progresa en la boca húmeda y cálida del velamen. Está llena de aliento, es lengua que olfatea los más raros tesoros, siendo azúcar en su estado ancestral, no obstante se ha acostumbrado al fuego. Su lengua es pegajosa como un vistoso algodón en los tonos sonrosados de una fiesta; a menudo golosa, predominantemente veloz, aunque nade en la impermeable ceguera de un ataúd.

La lengua, la de su boca, es un leopardo marino: come de mi lengua, es un depredador terrible, se alimenta de su especie. Es lengua carnívora en extremo suntuosa.

ASUNTO MATEMÁTICO DEL QUE DESCONOZCO LA RESPUESTA.

Escupe un sobresalto la temeridad del ojo, se horroriza en la enorme catarata de un lingote, sueña la metátesis de un tímido gorrión sublevado: la retina es mineral salino.

¿A qué alturas puede volar un corazón hecho trizas?
SOLO INSTRUMENTAL PARA LA QUEMA DEL POEMA.
Las manos de una mujer, la sombra bailarina de un pedal, el segundero donde han calado los pájaros de la lluvia mientras ardía un papel; un esbozo de cicatriz, la madera en el piso de las jaulas, la somnolienta obertura al instante más nocturno de los deslumbramientos.

Cada balcón, cada charco distorsionando la luna, el cubismo de una grada abandonada en la noche (un mendigo solía dormir allí, abrazado por los equinoccios de un piano)

Cada dedo, cada ecléctica insolencia donde las notas trepan a los jardines colgantes de un Ícaro. Mi ser inmerso en lo recóndito de las cúspides, buscado por un árbol, como si me tocase el rocío, sabe que te piensa, que aún vistes las huellas de este sentimiento, que algo urgente hace de caja de resonancia, que se empina en la tibieza asfixiada de un papel, en lo inolvidable y primitivo de la hoguera.

RAIZ EN LA CAPARAZÓN DE UNA TORTUGA

Me siento a escribir en la astillada conciencia de mis horas de ocio, anclado en la vigilia que es esa certeza de afonías en la garganta: un algo recóndito, recurrente, quizás el palafrén de una ola consentida, se sube al objeto familiar que fue lo abstracto de un cuchillo, como si se tratase del polvo agrio de una sombra.

Mi quijada ha quedado deshecha, la invade un légamo ya existido desde el comienzo mismo de los mares: la nostalgia huele a escarabajos, elige el extraño nombre que es quererte, me clausura.


PÁGINA 23 – ENSAYO

GABRIELA MISTRAL, LA GRANDE
A CINCUENTA AÑOS DE SU PARTIDA

Por Delfina Acosta (Asunción-Paraguay)

Es la poetisa que escribía por la gracia de Dios. Nacida en Chile, Lucila Godoy Alcayaga, ha dado a la humanidad una poesía donde puede notarse que cada verso, cada poesía de su autoría, tiene la altura poética que no deja ver desniveles. Ella era, como la poetisa uruguaya Delmira Agustini, un caso de precocidad.
A los catorce años, Gabriela Mistral empezó a publicar artículos en prosa y en verso que iban apareciendo en los periódicos “El Coquimbo” y “La voz de Elqui”. Se habla de ella como de la maestrita rural de Chile, y en efecto lo fue, porque ejerció la docencia en La compañía, población situada cerca de La serena, pero por cierto tiempo. Luego representaría a su país en diversas partes del mundo como diplomática.
Por una tristeza de amor (su novio, un empleado ferrocarrilero se había quitado la vida), ella habría de escribir aquellos desesperanzados poemas amorosos que le reportaron tanta fama como éxito. Tan genial para la prosa como para el verso, esta artista dejó un estilo originalísimo en sus obras. Puede hablarse de la poesía mistraliana, que es hablar de un arte que superó y sigue superando las fronteras.
Sonetos de la muerte, un poemario suyo, participó en 1914, de los Juegos Florales de la Sociedad de Escritores de Chile y obtuvo la Flor Natural. El Premio Nobel, que le fue otorgado en 1945, le llega a ella cuando ya su nombre y la altura de su obra poética eran ampliamente conocidos.
Supo de la premiación estando sola, en su casa de Petrópolis. La tristeza era el largo camino de su vida. Pienso, particularmente, que ese amor casi juvenil quebrado tan dolorosamente tomó posesión de su ánimo. Hay poesías tristes en la producción de todos los poetas, pero aquella tristeza que era pura llama con que se agrandaba su poesía, la poesía mistraliana, no encuentra semejanza alguna con la obra de nadie. Murió el 2 de enero de 1957. Hace cincuenta años se apagó la voz más elevada de la poesía femenina de todos los tiempos.

EL NIÑO SOLO

Como escuchase un llanto, me paré en el repecho y me acerqué
a la puerta del rancho del camino. Una ternura de ojos dulces me
miró desde el lecho ¡y una ternura inmensa me embriagó como el vino!

La madre se tardó, curvada en el barbecho; el niño, al despertar,
buscó el pezón de rosa y rompió en llanto... Yo lo estreché contra
el pecho, y una canción de cuna me embriagó temblorosa.

Por la ventana abierta la luna nos miraba. El niño ya dormía, y la
canción bañaba, como otro resplandor, mi pecho enriquecido... Y
cuando la mujer, trémula, abrió la puerta, me vería en el rostro
tanta ventura cierta ¡que me dejó el infante en los brazos dormido!


PÁGINA 24 – CUENTO

MENSAJE DE MI FATIGA

Por Héctor Cediel Gusmán (Bogotá-Colombia)

Me escondo en la penumbra, a hablar con mi tristeza. Soy un fatigado enamorado de los versos, con un corazón cincelado por los desencantos amorosos. Ya no borro mis tormentas, contemplando paisajes desde la montaña. Anhelo viajar al mar, por ser fuente de esperanzas e inspiraciones.
Tengo sed de luz, porque la desolación cubierto con sombras a mis alegrías. Intento gritar para que me escuche una esperanza. Mi realidad me maltrata y me atormenta con absurdas inquietudes. Quisiera poder extinguir a la sed de mis penas, hasta que se reduzcan a cenizas las últimas gotas de una botella con licor. Ahora es oscuro el color de mis sueños.
Estoy cansado de sobrevivir en una vida desolada y turbia. Me aburren los ecos del miedo. Caminar sobre espinas y piedras candentes, es todo un calvario. Me siento diezmado por emprender una y otra vez, proyectos fallidos. Mi corazón ha intentado iluminarse, con la ilusión de un idilio virtual. ¿Serás tú, esa alborada de ternura, que apunta como un arrebol de verano? Intentaré no volver a pensar en lo esencial, ni en lo que me pueda ofrecer el amor o la vida.
Sé que es absurdo cerrar los ojos, para que pase en tropel el tiempo. Tampoco puedo ocultarme en el amor, así sea aparentemente la solución ideal, porque el jardín de la vida, se transformaría en un infierno. No quiero que el ocio me torture, hasta que llegue el momento en que sólo anhele la muerte. Estoy cansado de morir a pedazos. Sólo cuando me siento a tu lado, me renacen los deseos por vivir.
No llores por mí, cuando mi sufrimiento llegue a su fin. Los versos se sentirán enaltecidos y brillantes, si el viento los lleva hacia el sol a tomar un poco de luz. Uno no odio a nadie, ni creo que deba pedirle perdón a alguien, simplemente siento que estoy cansado de sobrevivir en la orfandad.
Me cansé de luchar y de jugarle al azar, mi destino. Siempre tuve una visión muy diferente del futuro y mi realidad humanista, jamás fue compatible con el capitalismo salvaje. La vida es absurda y caprichosa. Nadie tiene tiempo para detenerse y escuchar a otro. Desaparecieron los sentimientos nobles, en donde antes se amparaban los corazones solitarios. Ahora sólo se ve a las personas, como cargas absurdas e innecesarias. Pienso que una buena opción de vida, es embarcarse para abandonar a la vida amarga, en altamar.
¿Será que las lágrimas se transforman en estrellas, o en rosas blancas? ¿Qué encanto se puede encontrar en las ilusiones, cuando tarareamos canciones, sin pensar hacia dónde nos lleva el camino? Es una esperanza aberrante, fantasmal como toda hermosa mujer. Apareces y desapareces por encanto, como si las ilusiones dependieran de un acto de magia.
Me siento cansado y me duele ver, hasta a las palabras con ojeras. Ya no me conmueven ni me molesto en maquillar, a las lágrimas de mis angustias. Tampoco quiero que sufras, viendo cómo me muero poco a poco, en vida.
Quiero abandonar el silencio y vivirán como los sentimientos de los colores. Quiero liberarme de todas mis impurezas, como para no considerar nada de la miseria humana, tema de mis pinturas. Quiero que la música de mis versos, seduzca y libere a los títeres de los titiriteros. De su encontrar la felicidad y todo tipo de placeres en el vino y en mujeres con almas locas y con alas. Voy a desnudarme de la angustia y de los espejismos que me engañan. Creo en el esplendor del cuerpo, cuando abandona el lado oscuro del laberinto. Creo que inventando mis propios cantos, vuelvo a hacer brillar a mis sentidos. Creo en los sentimientos que se engendran con pasión. No pretendo convencerte de nada. Simplemente te convido a huir lejos del viejo hombre, de los ruidos mundanales, de los absurdos que nos convencen con oropeles.
Cree en las palabras de mi alma.
Con toda la sinceridad de mi amor,
Tu perro vagabundo.


PÁGINA 25 – POESÍA AMERICANA

Jorge Eliécer Ordóñez Muñoz (Santiago de Cali-Colombia)

SURICATO

Para Pablo Montoya C.

Soy el guardián,
el que se alza sobre sus patas traseras
para advertir el asedio de los predadores.
Cuando el guepardo tensa su cuerda de carrera
con un solo gesto aviso a los míos
sobre su bella pero fatal presencia.
El aire sopla sobre mis flancos,
arroja sus briznas desde la pradera,
como un tambor de pregones
el mínimo instante del salto
alumbra en mi pupila, se convierte en miedo
y trata de paralizar toda mi sangre.
Pero soy el guardián, el rapsoda de la tribu,
así que emito mi sílaba sencilla
y todos los suricatos
con sus colas, como banderas de combate,
se esconden, obedientes, bajo tierra.

RINOCERONTE

Me llaman el fósil cuaternario
tanque de guerra
bestia gris de las praderas
el ciego arrecho que persigue a la hembra
el sordo que no escucha los obuses
y solitario cuida su cuerno
de furtivos cazadores
Si supieran los mitómanos
que apenas soy un ángel acorazado y sediento
recién salido del pantano

OLVIDOS

Olvidé amarrarme los zapatos, madre.
Tú me despedías sin besos, apenas una señal de cruz en el aire,
tan cerca del aljibe; ponías en mi siniestra una granadilla
y en mi maleta escolar un lápiz que olía a maderas ocultas,
aserrín de algún sueño que contaban los hermanos menores
Que te puedes caer, tú me decías.
¿Y cuántas veces me desplomé de bruces, de nalgas,
desamores?
Quise aprender tu lección, casi analfabeta,
pero el olvido fue mi yermo territorio.
Aún recuerdo que pintaste a Moisés separando las aguas
con tus rasgos menudos, casi con vergüenza
porque yo tenía el brazo entablillado, tal como ahora
el corazón, la vida, entablillados,
y mientras dormía en un laberinto de monstruos y temores
tú, bajo el mosquitero, intentabas curarme
con un aceite fétido de tuétano y lombrices.
Ahora, con esta voz que me sale a hurtadillas,
por entre matorrales de cemento y de niebla,
quiero decirte que tus pasos endebles, a causa de la artritis,
suenan con tanta fuerza en mi escalera de madera crujiente,
que ya puedes respirar tranquila: no me he vuelto a caer,
así lo espero. Cuando miro mis zapatos, como focas
invernando en un rincón de la buhardilla
no puedo menos que sonreír despacio y aspirar con ternura
ese aceite lejano de tuétano y lombrices.


Guillermo Tovar Torres (Palmira-Colombia)

PUNTICO DE LUZ

¡Cansémonos de volar, murámonos de vivir!
Alumbremos las llagas que producen la paz de las cadenas,
desandemos las trochas que llevan la vida a los abismos del alma,
tumbemos a filo de conciencia los follajes que ocultan la luz de la alborada,
pongamos un cocuyo entre las manos vacías que levantan banderas de ignorancia,
y abramos una brecha en la vida con la puntica de un sueño.

¡Si logramos escuchar a un hombre caminar
y lo sentimos incrustar su pie sobre la piedra y no sobre los hombres,
si al arañar la tierra no arranca nuestros ojos con sus manos,
y si al impulsar su vuelo no derrumba nuestro vuelo con sus alas,
sabremos que estamos mirando volar a un hombre libre!.

Desde mi encierro proyecto caminar por un puntico de luz.
Mis pasos suenan como cadenas prisioneras en los altares del silencio,
mi voz es apenas un susurro leve que se extingue en la invalidez del sentimiento
y el sentimiento es el peso, por mucho tiempo, de una frágil pluma en el cerebro;
mi decisión es la fuerza para levantarme más allá del vuelo,
no es suficiente el pensamiento para perforar el miedo
y la conciencia oscila entre ser un eslabón que une la intención con el hecho,
o el candado que implacable cierra las argollas de mi esencia.

Secuestro....
cadenas que una experiencia de violación nos imponen sobre la confianza,
gritos y silencios convertidos en obsesión que nos impiden vivir en paz,
deseos reprimidos por muchos instantes de tortura.

Secuestro...
Crear y prolongar una insípida rutina bajo el concepto de hogar,
manchar la esencia en el rostro de los hijos para no aceptar los errores,
estar desnudos bajo la lluvia sin atrevernos a encender la luz del interior,
dejar que la costumbre amordace los amores a las patas de una cama.

Intento saber en dónde estoy....

Afuera, una nueva ignorancia se aprende en los colegios,
las manos y las voces son cardos con espinas lacerando el vuelo,
los semáforos en rojo y el hambre, roban niños desde las cunas
y las miradas hambrientas no encuentran noches para descansar.

Intento saber en dónde estoy....

Puedo sentir cómo la tierra cambia su olor a mineral para saber a sangre,
puedo escuchar el brote del petróleo como gorgoreo de muerte,
huelo el humo que produce la carne de la honestidad quemada por el carbón,
puedo escuchar el interminable silencio ante el permanente grito,
puedo ver como se apagan las luces en medio de las sombras.

Voy a encontrarme conmigo a negociar mi libertad,
será difícil porque me tienen vigilado mis principios,
las reiteradas frases del maestro tienen cuchillos en el tiempo,
uno más uno dos, me está mirando desde su cetro
y tengo cadenas atándome desde la esencia al cuerpo
y desde el cuerpo al pensamiento.

¿Vendré hoy?. ¿Vendré mañana?.
¿A cambio de qué podré volver a caminar sobre mis propios pasos?.
¿A cambio de qué podrá mi luz iluminar mis sombras en los recintos del ocaso?.
¿A cambio de qué cuando la parca llegue podré sentir que se apagó una luz,
y no que se cerró una sombra inventada por el amor, opacada por el silencio?.

Es aquí donde ser es un punto de luz en medio de una gran oscuridad,
donde los altos vuelos agreden a los profundos espacios,
donde el hambre y la ignorancia pueden más que la libertad de los pueblos;
donde se siembran hombres en mazmorras para cosechar dinero
y hasta los lazos del amor se usan para someter la piel de la esperanza.

Es aquí donde la razón se rinde bajo los yugos del poder.

Aquí no se puede definir como un lugar determinado de la tierra,
aquí es el hombre...

ÁRBOL DE PIEL

Subo por mi piel a recoger tus frutos,
aguacate partido,
pedazo de luna florecido,
fresa madura que asciende y me sube,
más allá del tamaño en que han crecido
las bajezas de los hombres;
exprimo en ti limones maduros
muerdo, sin bajar, mangos en tu boca.

Viajo en púbicos ramajes
a parajes donde no podría, sin tu piel;
montado en el follaje;
esas orquídeas azabache, azaleas rubias,
no podría ir tampoco
sin tu boca comiéndose mi nombre
a empinados silencios, a profundos gritos.

Todos los astros giran alrededor de este instante,
subimos juntos al dios de los gemidos,
a chuparnos el sol, a bebernos la luna;
te despido con un beso en la frente y te vas,
a cultivar con tus pasos los surcos de la piel,
a podar los días que se han hecho largos,
a sembrar más semillas de ti
en las hectáreas vírgenes de mi alma,
porque antes y después de la cosecha,
eres tú, eres tú la que florece

SOBERANÍA

Desde que eres silencio sacaron tu nombre de la tierra
ya no eres grano de café tostado en toldas de esperanza
ni tallo de caña gimiendo en los trapiches,
en donde hombres y bueyes,
sudan caricias de azúcar y panela
en el ardiente lecho de la paila .

Ya no eres luna ni soles de maíz
iluminando al universo desde el patio de la chacra.

Desde entonces,
Hay meridianos de piedra que instituyen distancias,
paralelos de cuero que no admiten semejanza,
islas que viajan con su veinte de julio en la nostalgia,
esa es la cuadrícula que diagrama el cuerpo de la patria.

Cruza el meridiano ochenta y dos el mar de lágrimas
que representa la confrontación de los pueblos
las fronteras son manos que unen o cuerpos que separan
según el gobernante que las utilice.

Patria es el sueño que dejas volar entre tus manos,
el camino que transitas y el paso que te recorre,
el universo que cabe completo en tu corazón,
o la minúscula partícula de polvo que eres y en la que puedes ser
en la que tu mata de escoba es tan importante como tu orquídea,
y un lodazal en tu Chocó, tan visible
como un pozo de petróleo en tu Barrancabermeja.

Cada hombre es un pueblo bajo su norte y sobre su sur,
entre el oriente y el occidente de sus sueños,
su himno es el acorde que incita cantar en su alegría
o la queja interpretada bajo el mudo vuelo de sus dolores;
su bandera es del color de su cobija o su cortina,
del mantel que adorna la mesa llena de inconsciencia
o del que cubre la resignación entre las tablas vacías.

¡Que no te extrañe, que no te asombre entonces!

Ver ondeando a plena asta sobre la Casa Blanca de un niño,
sobre el Palacio de Miraflores de un mendigo
o sobre la Casa de Nariño de un indio
los humanizados pliegues de una hoja de periódico.

¡Que no te extrañe, que no te asombre !

Sentir tu patria en los bullangueros acordes del porro,
en el impetuoso ritmo del pasillo,
en la cadencia sutil de la morena cumbia,
en el acompasado viaje del bambuco
o en el agudo son de un espigado silbo.

O al ritmo quizá de corazones cansados
después de que el hambre destrozó la gloria inmarcesible,
y acalló la injusticia el júbilo inmortal,
sentir tu patria aunque sublime, desangrada,
en los pedazos de un himno que recoge la esperanza...
!Cesó la horrible noche, el bien germina ya¡
el bien germina ya.

¡RECOJAN TODO QUE NOS VAMOS...!

El combatiente Pedro Colombia Campos
con un fusil desde un bando
disparaba contra Juvencio Colombia Campos,
quien respondía desde el otro,
en una guerra en la que no era necesario apuntar muy bien
para matar al hermano,
y en el medio, María Campos de Colombia
con sus tres pequeños hijos
se refugiaba asustada bajo el dosel esquivo
y absurdo de la patria.
Levantaba angustiada una trinchera de plegarias
para cubrir a sus niños,
se mordía los labios para inventar
un silencio de siglos,
se tapaba los ojos con una venda de miedo
para crear una larga sombra,
larga y ancha, ancha y alta, alta y eterna.

Al otro día, la señora Campos de Colombia dobló su sábana de frío,
Empacó su río de sangre y despertó a sus hijos:

¡Recojan todo que nos vamos...!

Ellos corrieron a guardar las verdes chirimoyas
que habían derrumbado los disparos,
recogieron las multicolores plumas de las guacamayas heridas,
espantaron por un instante a los insaciables gallinazos,
se llenaron los bolsillos de los ojos y las mochilas del alma
de paisajes adultos y de infantiles recuerdos.

Les quedó pendiente visitar el nido vacío
de las recién nacidas tórtolas,
Ir a la vertiente en el siguiente mes y en el siguiente año,
leer la intención de las moscas en la última carta de las arañas,
derrumbar con un suspiro la transparente gota de sudor en el rocío,
dejarse despertar esa mañana por el trinar de los cucaracheros,
jugar a la guerra con amor, en los cercanos potreros
y escuchar el póstumo canto del leñador vecino.

La señora Campos partió con sus hijos inventando trochas,
esquivando caminos,
Las huellas que dejaron sobre la tierra sus inciertos pasos,
fueron cuatro patas de caballo, tres pares y medio de pies,
y hundidos en la tierra, puntos de muleta profundizados en el suelo.

Al llegar a la ciudad caminaron sobre suelos y corazones pavimentados,
desaprendieron que el agua baja bailando por entre cauces y guaduas
y que para pagarla es suficiente sembrar un árbol y mirar al cielo.
Aprendieron que las calles aran la vida bajo los pies descalzos,
que los relojes suenan a las cinco de la mañana pero no producen huevos,
y que llaman a los obreros, pero no despiertan a los hombres;
que el trabajo es una forma de comer, pero no una manera de vivir,
que los celulares acortan las distancias, pero separan las miradas
que los aleros producen sombra pero no frutos maduros,
que hay sabios, buscando crear robots que decidan libremente
pero evitando que los hombres piensen,
que los bombillos alumbran pero no invitan a mirar al cielo.

Al sentir que la indiferencia es una bomba antipersonal
estallando bajo las muletas,
que la deferencia es un cóndor sin Andes y sin vuelos,
al descubrir que sus pasos dejan huellas de tierra
sobre el agreste cemento,
que las chirimoyas se maduran en el fondo de los morrales,
y que las plumas de las guacamayas quieren retomar el vuelo;
Al sentir que desde el hambre odian la comida que no comen
desde la imposibilidad de pagarse un estudio detestan a los colegios
y que desde el caminar descalzos por las calles
repudian los zapatos ajenos,
la señora Campos de Colombia levanta sus manos
recoge los pedazos de viento que le quedan libres al silencio,
mira de frente a sus hijos y empezando a caminar les dice...

¡Recojan todo, recojan todo que nos vamos...!

RECICLADOR DE VIDA

Vivo de la mirada vieja o dañada que te sobra de los ojos,
y me acaricio con los fuegos heridos que no utilizan tus manos.

Te busco en los costales, en las bolsas verdes y negras
que desecharon tus antojos
y me robo los besos que dejas abandonados
en los manchados vasos del tinto.

Viajo por tu calle con mi carreta llena de cosas vacías
enriquecida con dolores y miserias.

Mi corazón es un vástago montado sobre los costales hinchados
y aromosas rosas recojo de los pétalos ajados que abandonas.

Recojo diamantes de amor entre lamosos vidrios de botella,
pedazos de hierro que se doblan desencantados de su áspera dureza,
cobres que miden al hombre bajo el brillo fugas de su apariencia,
huesos que podrían ser niños completos
y una parte de mi mismo que cambiaría por un beso.

A veces te descubro humana
y lo que me fastidia consumir de ti
lo dejo para el festín de los hambrientos gallinazos,
busco la metáfora que me lleve a pensar que este silencio
es un susurro que me nombra,
y que esta ausencia es presencia de amor escondida entre las sombras,
y encuentro que el poema también está escrito sobre la podredumbre,
y que sólo falta el corazón para que lo descubra entre las cosas rotas.

Antes de continuar el viaje por los basureros del mundo,
quiero dejar junto a tu ciega puerta el herido vuelo de una mariposa,
y que escuches y sientas en su aleteo agonizante y doloroso
el amordazado canto que no pudo pronunciar mi boca
Y entiendas que mientras tu dormías en tu lecho vaporoso,
yo en la calle recogía mi alimento de tus desechos sin destino;
y que con tus manos sin abrazo, con tus ojos sin mirada
y con tus labios sin palabras y sin besos,
yo inventaba la vida.


PÁGINA 26 – ENSAYO

LO PEOR ES EL VÉRTIGO.

Por Ernesto Sábato (Rojas-Buenos Aires-Argentina)

En el vértigo no se dan frutos ni se florece. Lo propio del vértigo es el miedo, el hombre adquiere un comportamiento de autómata, ya no es responsable, ya no es libre, ni reconoce a los demás.
Se me encoge el alma al ver a la humanidad en este vertiginoso tren en que nos desplazamos, ignorantes atemorizados sin conocer la bandera de esta lucha, sin haberla elegido.
El clima de Buenos Aires ha cambiado. En las calles, hombres y mujeres apresurados avanzan sin mirarse pendientes de cumplir con horarios que hacen peligrar su humanidad. Ya sin lugar para aquellas charlas de café que fueron un rasgo distintivo de esta ciudad, cuando la ferocidad y la violencia no la habían convertido en una megalópolis enloquecida. Cuando todavía las madres podían llevar a sus hijos a las plazas, o visitar a sus mayores. ¿Se puede florecer a esta velocidad? Una de las metas de esta carrera parece ser la productividad, pero ¿acaso son estos productos verdaderos frutos?
El hombre no se puede mantener humano a esta velocidad, si vive como autómata será aniquilado. La serenidad, una cierta lentitud, es tan inseparable de la vida del hombre como el suceder de las estaciones lo es de las plantas, o del nacimiento de los niños.
Estamos en camino pero no caminando, estamos encima de un vehículo sobre el que nos movemos sin parar, como una gran planchada, o como esas ciudades satélites que dicen que habrá. Ya nada anda a paso de hombre, ¿acaso quién de nosotros camina lentamente? Pero el vértigo no está sólo afuera, lo hemos asimilado a la mente que no para de emitir imágenes, como si ella también hiciese "zapping"; y, quizás, la aceleración haya llegado al corazón que ya late en clave de urgencia para que todo pase rápido y no permanezca. ste común destino es la gran oportunidad, pero ¿quién se atreve a saltar afuera? Tampoco sabemos ya rezar porque hemos perdido el silencio y también el grito.
En el vértigo todo es temible y desaparece el diálogo entre las personas. Lo que nos decimos son más cifras que palabras, contiene más información que novedad. La pérdida del dialogo ahoga el compromiso que nace entre las personas y que puede hacer del propio miedo un dinamismo que lo venza y les otorgue una mayor libertad. Pero el grave problema es que en esta civilización enferma no sólo hay explotación y miseria, sino que hay una correlativa miseria espiritual. La gran mayoría no quiere la libertad, la teme. El miedo es un síntoma de nuestro tiempo. Al extremo que, si rascamos un poco la superficie, podremos comprobar el pánico que subyace en la gente que vive tras la exigencia del trabajo en las grandes ciudades. Es tal la exigencia que se vive automáticamente, sin que un sí o un no haya precedido a los actos.
La mayoría de la humanidad es empleada de un poder abstracto. Hay empleados que ganan más y otros que ganan menos. Pero ¿quién es el hombre libre que toma las decisiones? Ésta es una pregunta radical que todos hemos de hacernos hasta escuchar, en el alma, la responsabilidad a la que somos llamados.
Creo que hay que resistir: éste ha sido mi lema. Pero hoy, cuántas veces me he preguntado cómo encarnar esta palabra. Antes, cuando la vida era menos dura, yo hubiera entendido por resistir un acto heroico, como negarse a seguir embarcado en ese tren que nos impulsa a la locura y al infortunio. ¿Se le puede pedir a la gente del vértigo que se rebele? ¿Puede pedirse a los hombres y a las mujeres de mi país que se nieguen a pertenecer a este capitalismo salvaje si ellos mantienen a sus hijos, a sus padres? Si ellos cargan con esa responsabilidad, ¿Cómo habrían de abandonar esa vida?
La situación ha cambiado tanto que debemos revalorar, detenidamente qué entendemos por resistir. No puedo darles una respuesta. Si la tuviera saldría como el Ejercito de Salvación, o esos creyentes delirantes -quizás los únicos que verdaderamente creen en el testimonio- a proclamarlo en las esquinas, con la urgencia que nos separan de la catástrofe. Pero no, intuyo que es algo menos formidable, más pequeño, como la fe en un milagro lo que quiero transmitirles en esta carta. Algo que corresponde a la noche en que vivimos, apenas una vela, algo con qué esperar.
Las dificultades de la vida moderna, el desempleo y la superpoblación han llevado al hombre a una dramática preocupación por lo económico. Así como en la guerra la vida se debate entre ser soldado o estar herido en algún hospital, en nuestros países, para infinidad de personas, la vida está limitada a ser trabajador de horario completo o quedar excluido. es grande la orfandad que cunde en las ciudades; la gran soledad de la persona original es una de las tragedias del vértigo y de la eficiencia.
La primera tragedia que debe ser urgentemente reparada es la desvalorización de sí mismo que siente el hombre, y que conforma el paso previo al sometimiento y a la masificación. Hoy el hombre no se siente un pecador, se cree un engranaje, lo que es tragicamnete peor. Y esta profanación puede ser únicamente sanada con la mirada que cada uno dirige a los demás, no para evaluar los méritos de su realización personal ni analizar cualquiera de sus actos. Es un abrazo el que nos puede dar el gozo de pertenecer a una obra grande que a todos nos incluya.
Si a pesar del miedo que nos paraliza volviéramos a tener fe en el hombre, tengo la convicción de que podríamos a vencer el miedo que nos paraliza como a cobardes. Yo he pasado riesgos de muerte durante años. ¿Sin miedo?. No, he tenido miedo hasta la temeridad pero no he podido retroceder. Si no hubiese sido por mis compañeros, por la pobre gente con la que ya me había comprometido, seguramente hubiera abandonado. Uno no se atreve cuando está solo y aislado, pero sí puede hacerlo sí se ha hundido tanto en la realidad de los otros que no puede volverse atrás. Cuando trabajé en la CONADEP, de noche soñaba aterrado que aquellas torturas, frente a las cuales yo hubiera preferido la muerte, eran sufridas por las personas que yo más quería. Impávido en el sueño, luego me despertaba angustiado y sin saber cómo seguir, pero horas después no podía negarme a escuchar a quienes pedían que yo los recibiera. No podía, era inadmisible que hubiese dicho que no a esos padres cuyos hijos, en verdad, habían sido masacrados.
Quiero decirles que no lo podía hacer por que ya estaba adentro, involucrado. Así es, uno se anima a llegar al dolor del otro, y la vida se convierte en un absoluto. Las más de las veces los hombres no nos acercamos, siquiera al umbral de lo que está pasando en el mundo, de lo que nos está pasando a todos, y entonces perdemos la oportunidad de habernos jugado, de llegar a morir en paz, domesticados en la obediencia a una sociedad que no respeta la dignidad del hombre. Muchos afirmarán que lo mejor es no involucrarse, porque los ideales finalmente son envilecidos como esos amores platónicos que parecen ensuciarse con la encarnación. Probablemente algo de eso sea cierto, pero las heridas de los hombres nos reclaman.
Pero esto exige creación, novedad respecto de lo que estamos viviendo y la creación sólo surge en la libertad y está estrechamente ligada al sentido de la responsabilidad, es el poder que vence al miedo. El hombre de la posmodernidad está encadenado a las comodidades que le procura la técnica, y con frecuencia no se atreve a hundirse en experiencias hondas como el amor o la solidaridad. Pero el ser humano, paradójicamente sólo se salvará si pone su vida en riesgo por el otro hombre, por su prójimo, o su vecino, o por los chicos abandonados en el frío de las calles, sin el cuidado que esos años requieren, que viven en esa intemperie que arrastrarán como una herida abierta por el resto de sus días. Son doscientos cincuenta millones de niños los que están tirados por las calles del mundo.
Estos chicos nos pertenecen como hijos y han de ser el primer motivo de nuestras luchas, la más genuina de nuestras vocaciones.
De nuestro compromiso ante la orfandad puede surgir otra manera de vivir, donde el replegarse sobre sí mismo sea escándalo, donde el hombre pueda descubrir y crear una existencia diferente. La historia es el más grande conjunto de aberraciones, guerras, persecuciones, torturas e injusticias, pero, a la vez, o por eso mismo, millones de hombres y mujeres se sacrifican para cuidar a los más desventurados. Ellos encarnan la resistencia.
Se trata ahora de saber, como dijo Camus, si su sacrificio es estéril o fecundo, y éste es un interrogante que debe plantearse en cada corazón, con la gravedad de los momentos decisivos. En esta decisión reconoceremos el lugar donde cada uno de nosotros es llamado a oponer resistencia; se crearán entonces espacios de libertad que puerden abrir horizontes hasta el momento inesperados.
Es un puente el que habremos de atravesar, un pasaje. No podemos quedar fijados en el pasado ni tampoco deleitarnos en la mirada del abismo. En este camino si salida que enfrentamos hoy, la recreación del hombre y su mundo se nos aparece no como una elección entre otras sino como un gesto tan impostergable como el nacimiento de la criatura cuando es llegada su hora.
Los hombres encuentran en las mismas crisis la fuerza para su superación. Así lo han mostrado tantos hombres y mujeres que, con el único recurso de la tenacidad y el valor, lucharon y vencieron a las sangrientas tiranías de nuestro continente. El ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer. En esta tarea lo primordial es negarse a asfixiar cuanto de vida podamos alumbrar. Defender, como lo han hecho heroicamente los pueblos ocupados, la tradición que nos dice cuánto de sagrado tiene el hombre. No permitir que se nos desperdicie la gracia de los pequeños momentos de libertad que podemos gozar: una mesa compartida con gente que queremos, unas criaturas a las que demos amparo, una caminata entre los árboles, la gratitud de un abrazo. Un acto de arrojo como saltar de una casa en llamas. Éstos no son hechos racionales, pero no es importante que lo sean, nos salvaremos por los efectos.
El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria.


PÁGINA 27 – CUENTO

LECHE Y MANÁ

Por Carmen Amaralis Vega Olivencia (Mayagüez-Puerto Rico)

La madre se vistió de crisálida y le dio leche de sus senos. Pintó su cara con ternura de duendes saltarines. Usó el pincel más fino para trazar líneas con vuelos de gaviotas.

Abrió las ventanas de par en par, la luna dorada brilló sobre su cuna. La noche se hizo aliada de sus horas, arrullándola con brisa de palmeras y nanas para que no murieran las hadas de la imaginación. Creció adorando su pecho de bronce y plata, acomodando su cabeza entre los huecos de sus alas. Rellenó de sonrisas sus ojos cuajados de rocío y creció, pulgada a pulgada, sobre un suelo de algodón azucarado, que ahora le sirve para calmar el huracán de sorpresas que le va dando la vida.

La madre se transfiguró y se fue. La niña llora esperando que baje de los cielos el maná dulce de los pechos de su ángel.

Ya no hay sorpresa que no conozca, ni alegría que no intente.


PÁGINA 28 – POESÍA ALLENDE EL MAR

Oscar Malvicio (Azuqueca de Henares-Guadalajara-España)

EL GATO NEGRO

El gato negro de la casa de abajo
no quiere panceta,

media loncha le he echado,

le brilla el pelo
como la luna
reflejada en el río negro de la noche
y se arquea entero hacia arriba,
estirándose a la luz intensa
del medio día.

Luego se tiende de costado
en la mesa verde de plástico deslucido del patio
mientras otros rebuscan en la basura
algo que llevarse a las entrañas
al menos hoy,

debajo de este candente sol de agosto,

en todos los cubetos del mundo.

FIBRA DE VIDRIO

Un infierno de cristales en el aire
Se cuela día tras día por mi nariz.

Hebras de cristal como dagas envenenadas
que se clavan en mis pulmones
cual dardos en corcho.

En el imperio de los necios
se vende mi sangre
en garrafas a 2x1.

El agobio aceitoso del universo
se va acomodando en mí
como lava entre los recodos
de cualquier Pompeya
destruyendo a su paso
lo que queda en mí.

Y todo lo que en mi queda
y lo que queda en mí por fuera
es tiempo sin consumir
en un espacio insuficiente
y fuego sin encender,

el presente es demasiado tarde
y yo ahora soy…
todavía.

Mañana seré yo
otra vez

y nunca seré

lo suficientemente

bastante

a la luz de un nuevo día.

SI, SI, SI… EL AMOR…

El amor puede ser un charco embarrado
colocado adrede
a la vuelta de la esquina,
o no,

o un tajo en la barbilla
o bajo tu axila izquierda.

El amor no es el viento que brama
o caracolea por entre tu bello
levantándolo
y bamboleando tus pupilas delatoras,

ni las rosas tristes de otoño
esperando salvación
o luz sin tijeras,

el amor no es azul ni rojo
ni un pañuelo a la espera,

el amor…
quizás no sea amor.

El amor no es puro, ni frío, ni cálido,
y mucho menos libre.

Amor no eres tú
ni ellos tampoco,
y mucho menos yo.

Cae la nieve de soslayo,

y en el risco,

el águila se coloca de tal forma
que ni un copo roza siquiera
a su polluelo blanco.

Eso,
pensándolo de cierta manera
y sin darle demasiadas vueltas,

quizás sea

amor.

SOLO

No gotean hoy mis palabras
en mi parte de atrás
como yo quisiera.

Un pequeño golpe de efecto a contraluz
sería bienvenido,

Solo quiero algo perfecto
que me desvanezca
entre la vida
y la sombra eterna
para dejar de escuchar
latidos afectados.

Solo quiero ser yo,

oír mis propios latidos,

solo, solo, solo,

y comprender.

Este lugar se estrecha
a cada eclipse de mente,
a cada noche sin gloria,
a cada arruga en la frente.

Observo el polvo que flota
en este cuarto menguante
con solo una ventana
una mesa
una tele
unos cuantos libros
y este ordenador que ni siquiera es mío,

lo observo bien
a través de la luz que atraviesa
las cortinas deshilachadas
mecidas por los hilos de algún aire infecto
que alguien empuja desde afuera
para avivar con mi humilde dolor,

y me pregunto
qué coño me tendrán preparado
los malditos dioses
al otro lado
y a estas alturas.


Rodica Grigore (Sibiu-Rumania)

LA LÍNEA

La línea de mi vida,
entre las tumbas serpenteando,
la hallo e intento comprenderla
abajo – por las flores, en lo alto – por las estrellas.

No en la palma de mi mano
sino en la tuya, Dios,
está escrita la línea de mi vida.
Ella pasa, serpenteando,
por estíos en llama llevando pesados frutos,
por años-domingos, otoños santos.

SALMO

Amando – nos estamos convenciendo que somos. Cuando amamos,
por más que espesa sea la noche,
vivimos en la luz del día,
somos en ti, Elohim.

Debajo de las lunas de oro de la tarde
nos ves caminando por los huertos.
Andamos por la gran semana
pensamiento con pensamiento y mano en mano.

Ay, cómo queremos glorificarte
para el amor que permites, Elohim!
Pero solamente una herida del silencio
es la palabra que pronunciamos.

ESTACIONES

Debajo de los árboles escritos con extrañas hojas,
donde tú y yo habíamos quedado,
vi, en el juego de la primavera
cómo caía la sombra de los senos.

Una ansiedad me invade,
para que veas, en las lunas de la llama,
que frutos calientes y redondos
van a crecer para que se cumpla el sueño y el lugar.

¡UNA VEZ MÁS!

No es bastante para mí. Así que después de todo
diría: ¡una vez más!
Cualquier cosa que me pasa es como si le pasara
a una niña.

Ay, ningún fruto es bastante para mi,
lo quiero también en otras formas.
El río va al mar,
pero se muere en las arenas.

No hay agua para sosegarme lo bastante,
no me basta la vida y tampoco el libro.
Quisiera el amor, desaparecimiento, ascua,
así como voy a sentir un día la muerte.

Ni la luz me basta,
ella también es sólo una leyenda.
Nada es bastante bajo del horizonte,
¡quiero todo una vez más!

LA CANCIÓN DEL FUEGO

En la fábula verde y caliente de la naturaleza,
Amada mía, tú tienes ramas, no brazos,
con ellas tocas los brotes o coges con los vástagos.
¿Vienes acaso de un cuento vegetal, el de la rosa salvaje?
Cuidado que no te enciendas
como ocurre muchas veces con el madero del bosque.
De diferentes modos la llama acoge el paso
de cualquiera criatura de esta tierra,
y la toca su camino y su hora.

Me dices:
“Nada se enciende, y nadie, por un rayo de luna.”
Y floreces en una dulce sonrisa, muy contenta, creyendo
que a todas horas puedes enfrentar aún la suerte,
con una palabra jugosa.
¿Permites una respuesta alzada sobre el tiempo, sobre este lugar?
Muchos hechos, ay, muchos de verdad podría contar,
raros sucesos gastados en las crónicas,
testimonios de leyenda, que demuestran
que son posibles un gran fuego
y también combustiones de este tipo.

Las chispas de todo prenden todo. Una sien enciende
otra, y lo mismo, la piedra a la piedra.
Una estrella invisible se enciende cayendo, por el frío
del cielo. El caballero se quema en su armadura, debajo de su malla,
abrazando una mujer vencida, milagro sin ropa cerca de su hogar.
Las luciérnagas enciendan, ellas mismas, por el amor, su hoguera.
El amor se levanta del suelo y hace un aura para la tierra entera,
para que llegue al cenit y cubra el cielo.

Pero escasas veces el fin no es ceniza.
Sobre toda la extensión y en lo alto,
a veces Dios mismo se quema dulcemente en la matas
sin consumirse. El preserva y acaricia las espinas.
De otra manera nos quemaríamos nosotros, amada. Nuestro ardor es diferente.
Tan extenso como alto es el cielo,
Nosotros nos quemamos, ¡ay! con crueldad en las llamas
Consumiéndonos los unos a los otros.

PREGUNTA Y RESPUESTA

¿Qué es lo que nos mantiene jóvenes para siempre?
Cada día, lleva un sacrificio
a la gran diosa, Viernes, la pagana!
Nutre con fervor, cualquiera que sea,
un sueño que no va a cumplirse!


PÁGINA 29 – ENSAYO

ARTE DIGITAL: EL CIBERARTE

Por Carlos Fajardo Fajardo (Santiago de Cali-Colombia)

En el corazón de esta videocultura
siempre hay una pantalla, pero no hay forzosamente una mirada.
JEAN BAUDRILLARD

Nuevos paradigmas están dando razón a la secularización y a la pérdida del aura en el arte tradicional moderno.Si es cierto que la perspectiva renacentista nos brindó una analítica del espacio; la fotografía decimonónica una familiarización con lo hiperreal, y el cine una analítica del movimiento, lo digital y lo computacional nos brindan una analítica de las relaciones abstractas virtuales.(Piscitelli,127).Esto genera un desafío para emplear nuevas técnicas artísticas. Los ciberartes, por ejemplo, abren nuevas "ventanas utópicas" donde se pueden realizar collages electrónicos que pulverizan de una vez por todas a los géneros artísticos tradicionales. Mezclas de sonidos, textos, imágenes elaborando una cibermirada, visiones digitales. Herramientas tecno-artísticas tales como los lápices gráficos, los scanners, sintetizadores, impresoras laser a color, libros electrónicos con hipertextos, archivos, cursores, programación de menúes, bases de datos, etc., cambian el proceso artístico y de alfabetización. Entramos, de este modo, a la escritura computacional donde la velocidad del programa y de la impresora supera a la pluma y a la máquina de escribir, borra la firma, la subjetividad creadora, se pasa de la palabra escrita con sangre a la letra electrónica. Con una amalgama tan grande de posibilidades, lo computacional va haciendo desaparecer el concepto moderno del Yo Creador individual, transformando también la relación espectador-arte, pues éste puede a la vez crear la obra, programarla, desfigurarla a su antojo. Con ello desaparece la era de la interpretación y se entra a la era de la programación, subordinando el lenguaje al cálculo, a los modelos numéricos proteiformes(80).
Pareciera que los conceptos modernos tales como sublimidad,, angustia, aislamiento, autenticidad, no pertenecieran al arte Ciber y que una superficie de ideas frágiles cobijaran la profundidad de reflexiones generadas por el espíritu crítico. Es como si se entrara a la "muerte del sujeto", a la glorificación sin gloria de un individualismo hueco, banal. Fin del estilo llamado personal, de la "pincelada individual distintiva" (Jameson, 1995, 39). Democratización de un simulacro: todos podemos desde ahora ser creadores.
De allí que, en este final del siglo XX, surja la constante búsqueda del reencauche o la llamada "moda retro" que genera una rapiña sin consideracion de todas las producciones del pasado, convirtiendo al arte sólo en una alacena de recursos muertos, revivido con un singular estilo de collages e hibridaciones permanentes, modificando a la vez las nociones de historia y de memoria. El pasado es sólo un archivo, un armario de antigüedades que sirven sobre todo para crear "pastiches" estéticos, "objetos espectáculos" provocativos, excitantes y simulados.
En la elaboración de estos objetos estéticos frágiles, eclécticos, complacientes, sin proyecto utópico, hechos al azar, y con una crisis total de los conceptos de aventura y de experimentación proclamados por los artistas de la Vanguardia, se encuentra en el fondo una moda de la nostalgia y una pérdida de la subjetividad que impide experimentar la historia como un organismo vivo, activo, transformador. Lo posmoderno-ciber se "inspira" (para utilizar un término moderno romántico) en lo trans-utópico, en una "colección de fragmentos", concibiendo al arte como museo, con un fin conformista y conciliador.
Junto a la apertura del texto electrónico y del simulacro digital, se va perdiendo también la privacidad de la lectura. Se imponen entonces nuevas formas de escritura, de lectura y de sentidos. El archipiélago hipertextual organiza a un lector collage, sin fronteras, cuyas hibridaciones constituyen una amalgama de lecturas por saltos, y no secuenciales -paso a paso- como en la tradición lecto-escritural. Se entra a una sensibilidad de redes en línea (correos eletrónicos, internets). El zapping será el deber ser del lector electrónico. Se abre una gran posibilidad para escoger diversos caminos, rompiendo con la estructura cerrada del libro y " fomentando estilos inéditos de narrar y de referir". (Piscitelli,145).
Arte más que de objetos artísticos de procesos multimediáticos (palabra, sonido, expresión, movimiento, duración) sin un polo legitimador, unitario, de tal forma que nos lleva a la fragmentación de los regímenes estéticos tradicionales tanto clásicos (objetuales) como modernos ( subjetivos) pues, el proceso predomina sobre el objeto y el sujeto, importando no los contenidos estéticos, sino el trabajo desarrollado sobre las imágenes.( cf. Mario Perniola,1996,104). Fragmentaciones que desaparecen de forma casi total las ideas de creador individual, generando la idea de autor colectivo integrado al programador. El artista puede ahora hacer uso de cualquier MEDIO para llevar a cabo su obra. Del oficio autónomo artístico, se pasa al de generador del Zapping. De tal manera que, hoy por hoy, la obra de arte, como bien lo ha escrito Marcelo Walter Bruno, "no puede esperar ser una obra acabada (cerrada) ni mucho menos pulida; ésta es siempre ‘infinita’, un análisis ‘exterminado’ en oposición a un ‘terminado’.(1996,164). No existirá original de la obra, ni copia. Cualquier imagen artística será programada, modificada, obtendrá su valor por el hecho de ser procesada y transformada cuantas veces se desee. Secularización tecnomediática y colectiva donde el aura de lo personal y lo original del arte, en la época de la reproductividad tecnológica, va desapareciendo paulatinamente. Arte global y globalización del arte, peligrosa o milagrosamente masivo, tejido y prisionero en la red de redes y sus sistemas.
Todas estas transformaciones paradigmáticas imponen a los estudiosos realizar una fenomenología de la experiencia electrónica, un estudio de los impactos que nos deja y nos dejará la tecno-estética y su tecno-imaginación. Sin embargo, ante semejante desafío, y ante la ya casi probable y sentida inundación de la cibercultura; frente a tanta basura informal y excremencias que nos lanzan los medios y la red de redes, debemos aguardar, con firmeza crítica, las nuevas sensibilidades manifestadas en una estética neobarroca ciber, donde el gusto literario por lo monstruoso, la fascinación de los laberintos y las entropías, el culto al héroe de la fuerza, la excitación por la alta fidelidad, son los platos a degustar todos los días. Como jockeys informáticos, sus consumidores navegan sobre el ciberespacio con una actitud del rebusque virtual; devoradores de imágenes visuales, mas no mentales; de lo residual, de lo desechable, de la banalización ligth, espectacular, lumínica, de la basuralización de la cultura.
Atravesados por esta racionalidad modernizadora, los latinoamericanos, como "mayoría silenciosa", consumimos las nuevas tecnologías sin propuestas pensantes. Vivimos el drama post-industrial, lo sufrimos. Sonámbulos, entramos digitando como operarios ciegos el nuevo siglo ciber; funcionarios analfabetos que aprendemos rápido sus procedimientos, pero sin haber participado en su elaboración.


PÁGINA 30 – CUENTO

TANGO EN OFF.

Por Norma Segades – Manias (Santa Fe-Argentina)

Antes de retirarse a buscar una bolsa de basura, la voz recomendó que me quedara quieta. Obedezco en silencio. Ya no es momento de alzar la rebeldía.

Con las pupilas fijas en el techo, me niego a percibir los acordes del tango que llega desde el club de la otra cuadra. Fragmentos de la música con que el barrio celebra la mascarada absurda de febrero. Carnaval en las risas y en el aire. Carnaval en la atmósfera pesada y la humedad, la noche, los mosquitos.
Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando…
Sólo llegan a mi alma los ecos apagados de tus pasos huyendo de mi pena. Igual que aquella tarde. Cuando todo el ocaso descendía sobre la orilla opuesta del estanque, testigo obligatorio de mi pena. Esa pena rotunda que oprimía mi corazón, mi entraña… Y yo supe, de pronto, que todo estaba dicho. Que me quedaba sola con mi sola tristeza. Con el peso de culpas y castigos. Tajantes. Desvelados. Contundentes.
Y no tengo el consuelo de poder llorar…
Que me quedaba sola ante la gente, sin reposo ni lágrimas. Procurando el coraje de seguir adelante. De continuar cuidando, sosteniendo, salvaguardando el fruto de mi amor –ahora comprendo- jamás correspondido. Gestado para siempre en esta devoción de mi ternura y tu aluvión de fiebres y mentiras. Hasta que fuera el tiempo de donde no hay retorno. Porque nadie se atreve a interrumpir los sueños cuando la vida transgredió los límites y exige perpetuarse.
Quise abrigarla y más pudo la muerte…
Por eso decidí buscar refugio en casa de Susana. Por eso superpuse corpiños y bombachas. Cubrí falda y remera con el vestido nuevo. Oculté en la cartera todos los documentos necesarios. Y mis ahorros. Y mis ilusiones.
Para vencer un duplo de almanaques, tomar la delantera en los relojes, eclipsar la inclemencia de la palabra aborto.
Así tuviera que irme a otra provincia burlando la confianza de mi madre.
En vano yo alentaba febril una esperanza…
Por eso estoy tan sola. Tan vencida. Por no haber sido leal a mis principios. A la doctrina de la santa iglesia. Al honor, la decencia y el recato. Por haber comprobado en carne propia tantas humillaciones. Tantas puertas cerradas a mi paso. Tanto empleo negado por mantener amarras. Horarios. Gravidez. Hijos a cargo.
Y mientras en las calles en loca algarabía el carnaval del mundo gozaba y se reía…
Por tener la certeza –pobre incauta- de que ya era muy tarde para la interrupción del embarazo.
Y los afectos son imprescindibles.
Sobre todo si el alma anda en penumbras. Sobre todo si extraña los días del encuentro. Sobre todo si abundan las promesas, el perdón, los discursos, los abrazos.
Todo es mentira, mentira es el lamento…
Inmóvil, vulnerable, socavado, apenas recubierto con la sábana blanca, mi cuerpo es una ausencia con las pupilas fijas en el techo.
Por la oquedad sangrante he parido seis lunas amarillas sobre una palangana.
Pero la voz prohibe que mire hacia el cadáver.
Hoy está solo mi corazón…


PÁGINA 31 – POESÍA ALLENDE EL MAR

José Garés Crespo (Valencia-España)

JOCS DE FOLIA PARA VIOLA DA GAMBA.

«Solamente sé que los caminos
de retorno están cerrados».
Celso Emilio Ferreiro

Sin que nadie nos diese una explicación,
observamos que el horizonte ya no huía,
las dádivas de cada día quedaban prisioneras
en el recinto del amor, se dormían,
y entre las manos, como una naranja violeta,
sus muslos nos sorprendieron, deslizándonos,
cogidos del vértigo en ruinas,
del amor a la desesperanza.
Siempre creímos que habíamos ganado
la batalla de qué era la verdad,
pero la hambruna nos dice que perdimos
al decidir quien la administraba.
Fue como cuando, atentos a lo que nos dicen,
olvidamos lo que callan, o las palabras ausentes
que ordenan las instancias del universo y del barrio.
Algunos, los más valientes, conjuraron los poderes
para evitar las prohibiciones
y a despecho de la rabia,
fuimos nómadas en nuestra tierra,
fugitivos de nuestra casa.
Vaciaron el significado y nos dejaron
la rutina de la palabra que nos precede.
Limpiamos con miel y aceite las huellas,
pero quedan las alucinaciones y el llanto,
todo lo que llega desde donde los muertos
guardan la memoria y alimentan el futuro.
Aún así, hemos sobrevivido,
fue suficiente unir la sonrisa y el almendro,
la palma y el alacrán, la luz y la mirada
y tantas cosas que nacen al nombrarlas,
la suave mesura del código babélico,
la nota musical que nos convocó,
el conjuro de las sílabas del desierto,
el eterno abrazo de los vivos y los muertos,
la estación lila donde vive el poema y el recuerdo,
la redención del orden que nace del caos.

HACE TIEMPO QUE TE ESPERABA... –DIJO MARLOWE.

«Levantó los ojos hacia las estrellas y las estrellas
admiradas por tanta belleza perdieron pie
y rodaron por sus mejillas donde con envidia
las he visto oscurecerse».
Ben Al-Labbana

Tan liviana como imprescindible,
ni cerca ni lejos, ni mar ni cielo,
mujer de mil deseos, aún dormida,
contrafuego del sexo blanco,
llegas desde el placer de la palabra,
como la sal mineral sobre el fuego,
huyendo hacia mis brazos,
como el alba en la noche, disuelta y cautiva,
como el beso de la joven madre viuda.
Perdidos los horizontes,
te acomodaste sobre mi tiempo y en mi espacio,
serenaste los espejos, encendiste las vueltas
y al conjuro de tu sonrisa, religiosa y pagana,
abrimos el insomnio de las rosas negras,
me tomaste y quebraste la queja del viento,
huésped del gozo cansado de los sueños.
Un sortilegio del presagio fuiste.
Olvidado de tu piel, aturdidos tus tempranos
quiebros, me desplacé discreto
como la arena disuelta y cautiva,
enamorado del origen de tu vientre,
de tu largo mirar café,
de tus alargados deseos adolescentes.
Y aún reclamo la indulgencia de tus pechos,
tus aturdidos amaneceres,
la blanca constelación huidiza
del perfil de tus ojos fronterizos,
el gozo de tu sometida carne,
hasta tapiar los mares.
Y te espero, desnuda y sin raíces
sobre el lecho del río de la ruina y su parpadeo,
fraguada en los recelos y las distancias,
oliendo a manzana verde.
Y te amo porque miro donde todos miran
y veo lo que nadie ve.

À TOUT JAMAIS, HEBERTO PADILLA.

Todo es prodigio, por añadidura
Jorge Guillén

Ahora que titubear podría considerarse una derrota,
desde la luz de la sombra, me reitero vivo,
mecido por el moreno vaivén de sus pechos,
macerado por las urgencias urdidas en la trinchera.
Digo, pues, que la falsa concordia nacida de la paz
es el eslabón final, que languidece, azul claro,
susurrando espacios donde sumamos verbos,
nidos que se disuelven, enajenadas violetas.
Ay, Heberto, desde la esquina de la historia,
pavonean polvos viejos, plumas y cantos rodados,
conformando el remanso fin de trayecto.
Ni jauría de seducciones, ni gaviotas negras,
solo tardes bordadas, espacios de aurora de lino,
como si descansara el vigía, durmiese el agravio
y la complicidad del salmo, con la carencia,
nos abocase al silencio. Un canal de risas.
Vivir desde la trashumancia. Luz a la Luz,
como si el final estuviera en el principio
y nunca más lo sólido se desvaneciese en el aire.
El deshielo nos dejó desnudos y sin historia,
había que detener el torrente sin maldecir la lluvia,
y entre tanta mugre ordenar el nuevo caos,
la periferia construida del círculo de tiza.
Tal vez no supimos que lo necesario
no era lo conveniente, y tan solo fuimos
héroes inadvertidos, suaves como algas, a veces,
y también inflexibles y duros como el diamante
Demasiadas renuncias para superar la pena, amigo.

THE HOUSE OF THE RISING SUN.

«El llanto de los funerales se mezcla
con el llanto del recién nacido».
Tito Lucrecio Caro

Roto el pacto del Sinaí, perdidas
las noches de Rokha (¿dónde estabas, Neruda?),
cómo encontrar la frontera entre sus muros
y nuestras manos, si Caravaggio miraba
y Pink Floyd dormía el caligrama de los sueños.
Muchos años caminando y, aún hoy,
nos perdemos en su bosque
y nos quedamos absortos en sus ventanas,
nos ciegan sus excesos,
sus miles de espejos sucios
Tan humanos fuimos.
Con sus destellos, cuántos mundos huían
de los que fuimos puertas.
Y ahora, no sabemos qué posada,
qué descanso ofrecían,
en qué estancia pudimos ser huéspedes.
Aún así, después de tantas lunas,
qué extraño, saber de la soledad
que compartimos tantos,
para llegar a la meta sin atender al camino,
tratando de subvertir el presente
y acomodarlo al sendero que nos llevó
de ser héroes a terminar como víctimas.
Hay días que nacemos únicos,
tan solos que nos asustan
los largos descubiertos que adornan
nuestra corta historia y nos aventamos,
solemnes, como la mies en la era,
desenfadados, como un obradoiro desierto,
como la corteza de la miel del clan.
Cuando la luz se apague y la ciudad caiga,
volverán áureas bandas
y los vientos del sur nos llevarán
a los tres caminos con una sola puerta.
Lujuria mágica del otoño que mengua

EL KYRIE DE DYLAN THOMAS.

«lo que no fuera pecado sin el poder,
o el saber, o el querer de su amado.»
Ramón Llull

Iniciaste la travesía sin apenas brea en tu quilla
envuelto en la pirotecnia cordial de la tortura.
Volaste sobre los pechos y a la entrada del reino,
invocando el éxodo, trasladaste los odios
hasta el día que hicimos canto de la entrega.
Todo cambió, pero mantuvimos nuestra hipocresía
más allá de la risa del cono, del reto del acertijo.
Planeamos sobre lo evidente para morir en la inocencia
sin saber qué nos hizo singulares, cómo morir
a caballo de una marea, siempre distinta, siempre igual.
Prohibido el piano, noviembre triste,
el corazón desnudo y la aurora perdida...
dilapidamos el rojo envuelto en penumbra.
Vuelve, vuelve y descansa. Tienes mantel
y cubierto, agua fresca, manta y una guarida.
O lo que es lo mismo, nos cogeremos de la mano,
desafiaremos el pasado y seguiremos viaje
a nosotros cabalgando un caballo loco
que apenas piafa sobre los amores muertos.

ENGAGEZ VOUS, JEUNES CAMARADES.

«Siempre con la esperanza de llegar al mar
sin pan ellos viajaban, sin bastones ni cántaros».
Stèphane Mallarmé
«Quien desea y no actúa engendra la plaga».
William Blake

Vivíamos envueltos por masas grises, uniformes,
indiferentes. Digan lo que digan, las momias de ahora,
nunca fuimos a Woodstoc. La cosecha esperaba
y las nubes, negras y preñadas, emergían del cieno.
Lo cierto es que los vivos estaban bien muertos
y os aseguro que París nunca valió una misa.
Dominique desapareció y nadie nos esperaba,
solo Brel y Ferré señalaron el caos solidario.
Hoy todo es lo mismo, pero nada es igual, tan solo
persiste la confusión de si se hunde aquel mundo
o tal vez es que aprendimos a querernos. Quien sabe...
Ahora tú tienes el mando sin norte y el deseo,
eres tantos como el alcance de tu empeño necesite
y la prospectiva descansa o vive en precario
Tú vives, como puedes, pero vives, my sweet lord.
Ambos sabemos que frente al desacuerdo
recreas un lecho feliz, mullido y sin aristas,
que desborda la última dimensión de la luz.
Reversible, quieres jugar con los cuerpos buscando
cobijo bajo el trabalenguas del silencio y la paz.
Y no despiertas, tan solo porque, ladrón de sueños,
tu muro es de pastel, y tu ángulo vacío y plano
como el deseo frustrante de la no correspondencia.
No, no es cierto que siempre nos quedará Paris
tampoco que no te disgregues, como materia que eres,
atado a la indolencia y al hastío de tu futuro pasado,
a tus rutinas y tus miserias. Obsesiones varadas.
Agüita de limón, amigo, y larga vida para llorar.
¿Qué tal si un día te asustas y cabalgas al monstruo?


Silvia Delgado Fuentes (Bilbao-España)

MARÍA EXPOSITO

María Expósito nunca fue propietaria de cucharas repletas,
fue dueña de todos los horrores con los que la pobreza obsequia,
fue madre pero madre harapienta.

Condenada a vivir sin armisticios
no miró dormir a sus hijos
y se alejó goteando su jornal y su decencia.

Deshilachadas alpargatas arrastran tristezas,
sucio el delantal de impotencia
y el llanto azul de los niños
que la persiguen presagiando soledades y miseria.

María Expósito aprendió a hacer con su dolor remiendos,
aprendió a no dormir por temor a los deseos
aprendió a sollozar en secreto
aprendió que si el amor puede arrancarse de cuajo
también el recuerdo
y experta en ausencias
ofreció sus senos espléndidos
a quien quisiera dar, a cambio de leche,
un jergón, una hogaza de pan seco
y silencio.

María Expósito amamantó a niños risueños.
Quiso quererlos
pero le lastimaba el territorio que pertenecía a otros dueños.
Mientras alimentaba hijos ajenos
ella viajaba lejos,
allá donde otros niños apuestan por su regreso.
Después, con el bebé satisfecho,
guardaba los pechos,
las canciones,
los sueños.

María expósito murió una tarde de invierno.
Murió con los pechos resecos,
con su dolor completo.
Murió sin decir nada,
ni un solo niño rico agradeció el alimento a esta mujer callada,
ni un solo niño rico la reconoció mendigando, anciana.

María expósito murió aquella tarde helada,
vestida sin pulcritud,
con su muerte solitaria.
María expósito, una mujer entre tantas.

FRANCISCO GOMEZ

Francisco Gómez también fue niño,
un alarido dio el portazo que sepultó su infancia.
Mientras los pájaros esputaron su voz de incendio
a él se le quemaron los ojos.

Lo último que vio:
Humo,
ardor,
pánico
..... metralla.

Francisco Gómez
desde entonces,
guardó todas las miradas
y dejándose guiar por el tacto
dibujó el plano exacto de sus pasos.

Francisco Gómez
no quiso, de la vida,
otra cosa que no fuera su oficio;
las campanas le ofrecieron plegarias
y él las aceptó
para que el sosiego no le llevara a la niñez
y le golpeara en los párpados..

Francisco Gómez odiaba el silencio,
por eso, días concretos,
repicaba las campanas
como un loco,
para no decir nada,
para no escuchar de sí mismo
la melodía nítida de su niñez quemada.

Porque esos días concretos
de nieve y de frío,
esos días en los que el viento se ha ido
sin hacer ruido,
a Francisco Gómez
se le abría, sin quererlo,
las puertas de la infancia
y el miedo entraba a dentelladas
para abrasarlo todo
como en una batalla
donde el enemigo no es otro
que un triste y ciego fantasma.

JUAN PEDRO ALVAREZ

Juan Pedro Álvarez fue un joven demasiado serio,
amaba la sencillez de su oficio,
el tacto del fieltro,
los pigmentos,
el trabajo bien hecho.
En su taller pequeño
se sentía vivo
y eso era todo para Juan Pedro.

Nunca ambicionó saber a qué boda o entierro
irían sus sombreros.

Así era este joven demasiado serio,
demasiado melancólico
demasiado atento.
Así era este joven, casi viejo.
Así era hasta que se convirtió en alguien grotesco
y la risa se le soltó a ratos inciertos
y comenzaron a caérsele cuervos muertos
y le gritaban los gatos ciegos
y los peces le silbaban al caminar por senderos resecos
y así, Juan Pedro, se convirtió en el loco del pueblo
y así Juan pedro fue el destinatario de todas las miradas,
de todos los insultos,
de todas las pedradas
y ya nunca más le dejaron en paz.

Ni los niños, ni los perros.

No se habituaron a sus orines,
a sus canturreos,
a sus dientes negros.
Sólo se acostumbraron a tener a alguien
a quien arrancar la dignidad por completo.

Juan pedro Álvarez, el sombrerero,
un domingo cayó al suelo muerto.

Y todo el pueblo guardó silencio...

DOMINGO GONZALEZ

Domingo González
detiene blasfemias y plegarias.
Es el portador de leyendas.
Carga, además una enorme piedra.
Domingo González mientras espera que se cumpla el presagio
saca chispa a los cuchillos
y canta como si fuera el hombre más sólo del mundo,
un hombre sin sombra y sin regazo,
un hombre sin líneas en la mano,
un hombre sin arraigo,
un hombre sonámbulo.

Y entonces,
como en un milagro,
la lluvia cae para acompañarlo en su canto
y entonces,
todo ese amor sin destinatario
se convierte en diluvio.

Domingo González
recuerda los besos, las promesas.
Domingo González
aún recuerda intacto
el sabor de su geografía,
los brazos tiernos,
los pechos,
su sexo sediento.
Domingo González
todos los días recuerda que
mientras él afilaba pobrezas
ella degolló la esperanza,
sin piedad, sin una carta.

Domingo González
recuerda que desde aquella tarde
llueve siempre que canta
pero llueve tristeza ácida,
llueve ruido de metal,
llueven salmos y delirios,
llueve gota a gota
la eterna culpa en su memoria.

FRANCISCA SANTOS

Francisca Santos ejercía su oficio
con el delantal eternamente limpio.
No tuvo maestra,
aprendió de sorpresa,
como si fuera su destino
la siembra de niños
entregados a la pobreza.
Francisca santos recibía maíz a cambio,
escasas cantidades que apenas conseguían
disimular los aullidos del hambre.

Francisca Santos, partera oficial en harapos,
madre de todas las madres,
remendadora de entrañas,
entre sus manos la vida,
resbalaba descalza.

Francisca Santos ignoraba sus huesos triturados
cuando las criaturas emergían entre los muslos manchados.
Ignoraba su vejez a destiempo
cuando limpiaba los cuerpos,
cuando sepultaba placentas,
cuando invocaba a los muertos
cuando rezaba a dioses que alguien inventa.

A Francisca Santos, partera oficial en andrajos
sólo un niño se le cayó de los brazos,
un niño bastardo,
un niño llovido del cielo,
un niño de harina y de limosna,
un niño sin insomnio.

Se le cayó a Francisca Santos,
se le cayó sin hacer ruido,
se le cayó el niño.
El hijo esperado.

Desde entonces, Francisca Santos
reza cuando atiende los partos,
trata de no hacer caso a los presagios,
trata de no recordar el horror de sus brazos huecos,
el horror del niño en el suelo,
el espanto de su único hijo.

Muerto.


PÁGINA 32 – ENSAYO

EL RITMO

Por Octavio Paz (México DF-México)

PRIMERA ENTREGA

Las palabras se conducen como seres caprichosos y autónomos. Siempre dicen "esto y lo otro" y, al mismo tiempo, "aquello y lo de más allá". El pensamiento no se resigna; forzado a usarlas, una y otra vez pretende reducirlas a sus propias leyes; y una y otra vez el lenguaje se rebela y rompe los diques de la sintaxis y del diccionario. Léxicos y gramáticas son obras condenadas a no terminarse nunca. El idioma está siempre en movimiento, aunque el hombre, por ocupar el centro del remolino, pocas veces se da cuenta de este incesante cambiar. De ahí que, como si fuera algo estático, la gramática afirme que la lengua es un conjunto de voces y que éstas constituyen la unidad más simple, la célula lingüística. En realidad, el vocablo nunca se da aislado; nadie habla en palabras sueltas. El idioma es una totalidad indivisible; no lo forman la suma de sus voces, del mismo modo que la sociedad no es el conjunto de los individuos que la componen. Una palabra aislada es incapaz de constituir una unidad significativa. La palabra suelta no es, propiamente, lenguaje; tampoco lo es una sucesión de vocablos dispuestos al azar. Para que el lenguaje se produzca es menester que los signos y lo sonidos se asocien de tal manera que impliquen y transmitan un sentido. La pluralidad potencial de significados de la palabra suelta se transforma en la frase en una cierta y única, aunque no siempre rigurosa y unívoca, dirección. Así, no es la voz, sino la frase u oración, la que constituye la unidad más simple del habla. La frase es una totalidad autosuficiente; todo el lenguaje, como un microcosmo, vive en ella. A semejanza del átomo, es un organismo sólo separable por la violencia. Y en efecto, sólo por la violencia del análisis gramatical la frase se descompone en palabras. El lenguaje es un universo de unidades significativas, es decir, de frases. Basta observar cómo escriben los que no han pasado por los aros del análisis gramatical para comprobar la verdad de estas afirmaciones. Los niños son incapaces de aislar las palabras. El aprendizaje de la gramática se inicia enseñando a dividir las frases en palabras y éstas en sílabas y letras. Pero los niños no tienen conciencia de las palabras; la tienen, y muy viva, de las frases: piensan, hablan y escriben en bloques significativos y les cuesta trabajo comprender que una frase está hecha de palabras. Todos aquellos que apenas si saben escribir muestran la misma tendencia. Cuando escriben, separan o juntan al azar los vocablos: no saben a ciencia cierta dónde acaban y empiezan. Al hablar, por el contrario, los analfabetos hacen las pausas precisamente donde hay que hacerlas: piensan en frases. Asimismo, apenas nos olvidamos o exaltamos y dejamos de ser dueños de nosotros, el lenguaje natural recobra sus derechos y dos palabras o más se juntan en el papel, ya no conforme a las reglas de la gramática sino obedeciendo al dictado del pensamiento. Cada vez que nos distraemos, reaparece el lenguaje en su estado natural, anterior a la gramática. Podría argüirse que hay palabras aisladas que forman por sí mismas unidades significativas. En ciertos idiomas primitivos la unidad parece ser la palabra; los pronombres demostrativos de algunas de estas lenguas no se reducen a señalar a éste o aquél, sino a "esto que está de pie", "aquel que está tan cerca que podría tocársele", "aquélla ausente", "éste visible", etc. Pero cada una de estas palabras es una frase. Así, ni en los idiomas más simples la palabra aislada es lenguaje. Esos pronombres son palabras frases (1). El poema posee el mismo carácter complejo e indivisible del lenguaje y de su célula: la frase. Todo poema es una totalidad cerrada sobre sí misma: es una frase o un conjunto de frases que forman un todo. Como en el resto de los hombres, el poeta no se expresa en vocablos sueltos, sino en unidades compactas e inseparables. La célula del poema, su núcleo más simple, es la frase poética. Pero, a diferencia de lo que ocurre con la prosa, la unidad de la frase, lo que la constituye como tal y hace lenguaje, no es el sentido o dirección significativa, sino el ritmo. Esta desconcertante propiedad de la frase poética será estudiada más adelante; antes es indispensable describir de qué manera la frase prosaica —el habla común— se transforma en frase poética. Nadie puede substraerse a la creencia en el poder mágico de las palabras. Ni siquiera aquellos que de desconfían de ellas. La reserva ante el lenguaje es una actitud intelectual. Sólo en ciertos momentos medimos y pesamos las palabras; pasado ese instante, les devolvemos su crédito. La confianza ante el lenguaje es la actitud espontánea y original del hombre; las cosas son su nombre. La fe en el poder de las palabras es una reminiscencia de nuestras creencias más antiguas: la naturaleza está animada; cada objeto posee una vida propia; las palabras, que son los dobles mundo objetivo, también están animadas. El lenguaje, como el universo, es un mundo de llamadas y respuestas; flujo y reflujo, unión y separación, inspiración y espiración. Unas palabras se atraen, otras se repelen y todas se corresponden. El habla es un conjunto de seres vivos, movidos por ritmos semejantes a los que rigen a los astros y las plantas. Todo aquel que haya practicado la escritura automática —hasta donde es posible esta tentativa— conoce las extrañas y deslumbrantes asociaciones del lenguaje dejado a su propia espontaneidad. Evocación y convocación. Les mots font l’amour, dice André Breton. Y un espíritu tan lúcido como Alfonso Reyes advierte al poeta demasiado seguro de su dominio del idioma: "Un día las palabras se coaligarán contra ti, se te sublevarán a un tiempo...". Pero no es necesario acudir a estos testimonios literarios. El sueño, el delirio, la hipnosis y otros estados de relajación de la conciencia favorecen el manar de las frases. La corriente parece no tener fin: una frase nos lleva a la otra. Arrastrados por el río de las imágenes, rozamos las orillas del puro existir y adivinamos un estado de unidad, de final reunión con nuestro ser y con el ser del mundo. Incapaz de oponer diques a la marea, la conciencia vacila. Y de pronto todo desemboca en una imagen final. Un mundo nos cierra el paso: volvemos al silencio. Los estados contrarios —extrema tensión de la conciencia, sentimiento agudo del lenguaje, diálogos en que las inteligencias chocan y brillan, galerías transparentes que la introspección multiplica hasta el infinito— también son favorables a la repentina aparición de frases caídas del cielo. Nadie las ha llamado; son como la recompensa de la vigilia. Tras el forcejeo de la razón que se abre paso, pisamos una zona armónica. Todo se vuelve fácil, todo es respuesta tácita, alusión esperada. Sentimos que las ideas riman. Entrevemos que pensamientos y frases son también ritmos, llamadas, ecos. Pensar es dar la nota justa, vibrar apenas nos toca la onda luminosa. La cólera, el entusiasmo, la indignación, todo lo que nos pone fuera de nosotros posee la misma virtud liberadora. Brotan frases inesperadas y dueñas de un poder eléctrico: "lo fulminó con la mirada", "echó rayos y centellas por la boca"... El elemento fuego preside todas esas expresiones. Los juramentos y malas palabras estallan como soles atroces. Hay maldiciones y blasfemias que hacen temblar el orden cósmico. Después, el hombre se admira y arrepiente de lo que dijo. En realidad no fue él, sino "otro", quien profirió esas frases: estaba "fuera de sí". Los diálogos amorosos muestran el mismo carácter. Los amantes "se quitan las palabras de la boca". Todo coincide: pausas y exclamaciones, risas y silencios. El diálogo es más que un acuerdo: es un acorde. Y los enamorados mismos se sienten como dos rimas felices, pronunciadas por una boca invisible. El lenguaje es el hombre, pero es algo más. Tal podría ser el punto de partida de una inquisición sobre estas turbadoras propiedades de las palabras. Pero el poeta no se pregunta cómo está hecho el lenguaje y si ese dinamismo es suyo o sólo es reflejo. Con el pragmatismo inocente de todos los creadores, verifica un hecho y lo utiliza: las palabras llegan y se juntan sin que nadie las llame; y estas reuniones y separaciones no son hijas del puro azar: un orden rige las afinidades y las repulsiones. En el fondo de todo fenómeno verbal hay un ritmo. Las palabras se juntan y separan atendiendo a ciertos principios rítmicos. Si el lenguaje es un continuo vaivén de frases y asociaciones verbales regido por un ritmo secreto, la reproducción de ese ritmo nos dará poder sobre las palabras. El dinamismo del lenguaje lleva al poeta a crear su universo verbal utilizando las mismas fuerzas de atracción y repulsión. El poeta crea por analogía. Su modelo es el ritmo que mueve a todo el idioma. El ritmo es un imán. Al reproducirlo —por medio de metros, rimas, aliteraciones, paronomasias y otros procedimientos— convoca las palabras. A la esterilidad sucede un estado de abundancia verbal; abiertas las esclusas interiores, las frases brotan como chorros o surtidores. Lo difícil, dice Gabriela Mistral, no es encontrar rimas sino evitar su abundancia. La creación poética consiste, en buena parte, en esta voluntaria utilización del ritmo como agente de seducción. La operación poética no es diversa del conjuro, el hechizo y otros procedimientos de la magia. Y la actitud del poeta es muy semejante a la del mago. Los dos utilizan el principio de analogía; los dos proceden con fines utilitarios e inmediatos: no se preguntan qué es el idioma o la naturaleza, sino que se sirven de ellos para sus propios fines. No es difícil añadir otra nota: magos y poetas, a diferencia de filósofos, técnicos y sabios, extraen sus poderes de sí mismos. Para obrar no les basta poseer una suma de conocimientos, como ocurre con un físico o con un chofer. Toda operación mágica requiere de una fuerza interior, lograda a través de un penoso esfuerzo de purificación. Las fuentes del poder mágico son dobles: las fórmulas y demás métodos de encantamiento, y la fuerza psíquica del encantador, su afinación espiritual que le permite acordar su ritmo con el del cosmos. Lo mismo ocurre con el poeta. El lenguaje del poema está en él y sólo a él se le revela. La revelación poética implica una búsqueda interior. Búsqueda que no se parece en nada a la introspección o al análisis; más que una búsqueda, actividad psíquica capaz de provocar la pasividad propicia a la aparición de las imágenes. Con frecuencia se compara al mago con el rebelde. La seducción que todavía ejerce sobre nosotros su figura procede de haber sido el primero que dijo No a los dioses y Sí a la voluntad humana.


CONTRATAPA: NOTAS DE PARÍS

ELLOS, LOS HUGO

Por Irma Bignon (Santa Fe-Argentina)

Victor Hugo (1802-1885) ocupa un lugar excepcional en la historia de las letras francesas. Domina ampliamente el siglo XIX por su larga vida, por su carrera, por la fecundidad de su genio y la diversidad de su obra: poesía lírica, satírica, épica; drama en verso y en prosa; teatro.
Eximio estudiante, a los 14 años recibe un premio especial que le otorga la Academia Francesa por su poemario titulado “Quiero ser Chateaubriand o nada”.
Deseando mantener un eco sonoro para su siglo, convierte su inmensa obra en una lógica elocuente capaz de movilizar las almas.
Su facilidad creadora hace que “La leyenda de los siglos” sea una obra cíclica, donde la humanidad aparece sucesivamente en todos sus aspectos: historia, fábula, filosofía, religión, ciencia. Todo se resume en un solo e infinito movimiento hacia la luz. Esos versos se pasan de uno al otro la antorcha de la tradición humana. Y es precisamente esa antorcha la que hace la unidad del libro.
A la muerte prematura de uno de sus hijos, recoge sus dos nietos cuya gracia e inocencia lo colman de alegría. Se consagra a su educación y al finalizar su vida escribe para ellos “El arte de ser abuelo”, poemas de encanto y dulzura.

* * *

En junio de 2007, Ediciones Le Rocher publica “Los Hugo”. Su autor: Pierre Hugo, tataranieto de Victor. Diplomado en el Real Colegio de Arte de Londres, orfebre de oficio, participa regularmente en las exposiciones del mundo.
El genio no es necesariamente hereditario. Sin embargo, su padre François Hugo, atraído por la orfebrería artística, realiza joyas en colaboracíon con Jean Arp, André Derain, Jean Cocteau, Max Ernst, Dorothea Tanning y adquiere un renombre internacional. En el año 1955, su espíritu creativo lo conduce a desarrollar una nueva técnica de repujado en metal noble que deslumbra a Paul Picasso. Desde ese momento, el artesano se convierte en su orfebre exclusivo, reproduciendo en plata fuentes y platos de cerámica. La amistosa colaboración entre Paul y François durará veinte años.
Es verdad que el paso del tiempo hace su efecto en cualquier cosa material u orgánica. Pero lo cierto es que Pierre, nuestro escritor, no pierde su talento de artífice y sigue las huellas de su padre.
Desde los años ´70 dirige los “ateliers Hugo”. En esta forma perpetúa la tradición, y asegura con su talento, la perennidad de los talleres de joyas en el mundo.
No pretende ser un literato. Al mantener su memoria en borrador, trata de poner en orden ese jardín abandonado donde crecen tantas anécdotas agradables y tantos recuerdos inéditos.
Ofrece al lector la vida y la intimidad de su ilustre familia, cuya genealogía siempre fue desconocida. Evoca cinco generaciones en las que abundan escritores, pintores, escritores, artistas de todo tipo.
Le parece indispensable aclararnos brevemente sobre la ascendencia de su familia, aunque sea ésta un poco complicada. Hace tiempo, el apellido Hugo era reconocido como procedente de Holanda. Se desconoce la causa. De hecho, Hugo significa “hombre de los pantanos”, pero de los pantanos de Francia en los Vosgos en la época del ducado de Borgoña. Y como ésta, hace la reseña de otras aclaraciones interesantes sobre la historia de su familia.
Los Hugo han sido siempre muy prolíferos. Su nombre se encuentra representado en una pintura cuyos colores iluminan una planta lograda y abundante. Entre carreras brillantes, relaciones célebres, tragedias y pasiones, forman una familia que no tiene equivalentes.
Con un estilo simple, accesible y certero, Pierre Hugo escribe un talentoso libro, pleno de recuerdos y vivencias. No se jacta de llevar un apellido ilustre. Y si en algún párrafo se refiere a su genial ancestro, no es para alabarlo sino para envidiar su genio y su alegría de vivir.
Desde cinco generaciones, en casa de los Hugo siempre se ha mantenido el gusto del placer, el sentido del protocolo y el recuerdo de las horas felices.
“Los Hugo son generosos, fieles, ingenuos y felices de serlo” – escribe Pierre. Y sobre todo, tienen alma de artistas – agregamos nosotros.


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