Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com
GACETA LITERARIA Nº 55– Junio de 2011– Año V – Nº6


Imágenes: Mariano Arteaga (Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

DEFENSA DE LA PALABRA

Por Eduardo Galeano (Montevideo-Uruguay)

En estas tierras de jóvenes, jóvenes que se multiplican sin cesar y que no encuentran empleo, el tic-tac de la bomba de tiempo obliga a los que mandan a dormir con un solo ojo. Los múltiples métodos de alienación cultural, máquinas de dopar y de castrar, cobran una importancia cada vez mayor. Las fórmulas de esterilización de las conciencias se ensayan con más éxito que los planes de control de la natalidad.
La mejor manera de colonizar una conciencia consiste en suprimirla. En este sentido también opera, deliberadamente o no, la importación de una falsa contracultura que encuentra eco creciente en las nuevas generaciones de algunos países latinoamericanos. Los países que no abren a los muchachos opciones de participación política - por la petrificación de sus estructuras o por sus asfixiantes mecanismos de represión - ofrecen los terrenos mejor abonados para la proliferación de una presunta "cultura de protesta", venida de afuera, subproducto de la sociedad del ocio y el despilfarro, que se proyecta hacia todas las clases sociales a partir del anti-convencionalismo postizo de las clases parasitarias.
Los hábitos y símbolos de la revuelta juvenil de los años sesenta en Estados Unidos y en Europa, nacidos de una reacción contra la uniformidad del consumo, son ahora objeto de producción en serie. La ropa con diseños psicodélicos se vende al grito de "¡Libérate!"; la música, los posters, los peinados y los vestidos que reproducen los modelos estéticos de la alucinación por las drogas, son volcados en escala industrial sobre el Tercer Mundo. Junto con los símbolos, coloridos y simpáticos, se ofrece pasajes al limbo a los jóvenes que quieren huir del infierno. Se invita a las nuevas generaciones a abandonar la historia, que duele, para viajar al Nirvana. Al incorporarse a esta "cultura de la droga", ciertos sectores juveniles latinoamericanos realizan la ilusión de reproducir el modo de vida de sus equivalentes metropolitanos.
Originada en el inconformismo de grupos marginales de la sociedad industrial alienada, esta falsa contra-cultura nada tiene que ver con nuestras necesidades reales de identidad y destino: brinda aventuras para paralíticos; genera resignación, egoísmo, incomunicación; deja intacta la realidad pero cambia su imagen; promete amor sin dolor y paz sin guerra. Además, al convertir a las sensaciones en artículos de consumo, encaja perfectamente con la "ideología de supermercado" que difunden los medios masivos de comunicación. Si el fetichismo de los autos y las heladeras no resulta suficiente para apagar la angustia y calmar la ansiedad, es posible comprar paz, intensidad y alegría en el supermercado clandestino.


PÁGINA 2 – CUENTO

MISERICORDIA

Por Carmen Amaralis Vega (Mayagüez-Puerto Rico)

Sacó sus manos frágiles entre las rajas que nos separaban. Me miró con una mirada débil y profundamente oscura. Coloqué los dulces en la cavidad que sus manos juntas formaron para recibir el regalo que le llevaba.

Tuve tiempo para mirar dentro de la reja. Sobre una mesita tenía en perfecto orden muchos libros. Allí tenía todo el tiempo del mundo para leer.
Sentada en el piso de la celda volvió a sacar aquellas manos de niña aún, delgadas y blancas, nácar de caracol tierno.

Bastó mirarla un segundo para sufrir un desdoble; me vi apuñalada, estrangulada, agonizante entre sus brazos. La sangre corría por mi cuello, mis piernas. Diez, veinte puñaladas, y ella enloquecida, con el diablo en la mirada endurecida, terminando su encomienda, asesinarme, asesinar a su madre.
Así la encontró la policía, sentada sobre el charco de sangre al lado de la que le diera la vida. Nadie aún puede explicarse las razones que tuvo. No se arrepiente, no llora, no habla. Así, en total mutismo escuchó la sentencia: cadena perpetua.
Algunas de sus compañeras de colegio han insinuado una iniciación, un sacrificio humano, cumplir con la encomienda, entregar su prueba de afiliación con el diablo. Se habló de reuniones clandestinas, de iluminados por Satanás.

Llevo días pensando en ella, aún veo la sangre correr por mi pecho, aún guardo la imagen de sus pequeñas manos blancas y frágiles,
extendidas para tocarme. La guardia de custodia me asegura que cada noche la oye hablar con el diablo. Que aparece dándole una cuchilla con la que se corta heridas en los hombros y se succiona su propia sangre.
La tienen en una celda aislada, sumariada de cualquier contacto humano. Es necesario evitar que vuelva a asesinar a otra compañera de celda.

Y ahora estoy aquí, con un penetrante olor a sangre en mi habitación. Sus manos reclamando consuelo me persiguen por todos lados. Llevo el recuerdo de la celda pegado a la conciencia y las nauseas me paralizan.
El espíritu de una madre me suplica misericordia.


PÁGINA 3 – NUESTRA POESÍA

Miguel Ángel Gavilán (Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

CONSUMADO ES

y los sacerdotes del Sanedrín
oyeron las palabras con temor.
Y el templo se rajó
a partir
de la inmensidad de la amargura,
junto a las columnas
que se alzaron
para los que no eran dioses
ni becerros
ni corderos;
para las combas
del dolor marchito
y del nuevo dolor
amarrado con los vientos,
con la sed más ardiente
de las llamas.

Un rumor de cobre y de cenizas,
un sabor de rasgadas vestiduras
acechó con el cetro de los otros,
mientras
el puro calvario concebido
abarcó, en un instante,
la desidia
y los designios;
encerró, con furia y con ternura,
los blasones olvidados
y el martirio
dulcísimo del tiempo.

Fue la marca perenne entre los muros.
La voz
centelleante en las cornisas,
latente en los capiteles
y en las grietas,
en los cantos distintos
y en los goznes
abiertos, por fin,
como fue dicho.

Porque todo esto
fue dicho antes del hombre.
Antes que se cerraran
las manos en los clavos
y la gloria fuera una.
Antes que la luz
consumara las heridas
y apedrearan a la Verónica.
Antes que el sudario
se haga carne
y la carne, empecinada,
ascienda limpia.

Todo fue dicho y todo completado.
Todo lo que oyeron cuando oyeron.
Cuando Caifás no fue Caifás
y los judíos
juraron por la tierra,
por en río,
por al piedra caída.
Cuando supieron
que el perdón era bastante;
que un sólo abismo
respondía
a la sentencia del profeta;
que los siglos, ausentes de memoria,
eran sólo un resplandor
y unos maderos.

Y el Sanedrín hizo un silencio.
Un silencio con temor
de mantos rotos.-

Por más que busco,
la razón que vive en mí
me niega tu recuerdo.

Así de simple,
así
tan mío
como el intento.
de los viejos alientos

Tengo viejo ya el aliento de no buscarte.
De no arar con tu nombre
las noches frente al otoño,
que suele avejentar lo escrito en la madera.

Y no veo tu cuerpo casi en la luz.
No lo veo así de sólo,
así de azul y simple,
mientras me delata el impulso.
Mientras tengo enjauladas
las palomas de las manos.
(El tacto
es una despedida
cuando se prolongan los recuerdos)

Tengo, sin tenerlos,
tus dientes en mi lengua,
tu lengua en mi silencio
armando el dialecto
del jadeo y de las lágrimas.

Y la noche con su otoño
me devuelve las hojas de los árboles.
Me devuelve la inmortalidad de pájaro
en tus ojos,
el andar marfilíneo
de las uñas que recorren
los desfiladeros de la altura.

Tengo viejo ya el aliento.
Tengo el deseo destronado,
abriendo las ventanas al iodo,
y los paredones del pecho
a puro latido, no más.

Porque somos dos viajeros en el sitio de las balsas.
En el lugar donde plañen trasnochados retoños
y mujeres de negro.
Somos la mitad de la orilla,
la más oscura porción del desaliento,
el mástil roto, el hombre de mar
que no tiene muelle
ni descanso.

Hoy
tengo vencida la boca de no buscarte,
queriendo sin querer,
mientras dura el otoño.

REBELION

Creo que habrá una rebelión de árboles algún día.
Habrá inmensas nubes verdes
custodiando los pies descalzos,
los abrigos,
los minutos indelebles del invierno.

Creo, y no es mentira,
que algunos pocos conocerán la salida de las selvas,
porque conocerán de huidas.

Habrá que hacer un ritual de sol para inaugurar lo nuevo.
Para llegar a tener, otra vez,
la tibieza de la savia entre los dedos,
la joven decrepitud de las cortezas
inundándonos las sienes.

DIALOGO CON EL LAMA

Entonces le dije al Lama:
"Dime de la mutación
y del grano de pimienta.
De las largas plegarias
que congelan la luz
en lo alto"

Transitamos centurias
por desiertos parecidos a ojos.
Así,
pasamos el tiempo de las tempestades,
de las arenas embravecidas,
de los labios verdes
que conocen la palabra exacta
para sosegar el fuego.

Y él me dijo:
"Ten presente
que no basta con los rumbos impuestos,
con las huellas que ya estaban,
con el sol en las planicies.
Ten presente
que la sombra del caballo
no puede ocultar el cielo,
ni la espina del aloe
es tan grave como su amargura.

Sabe bien
que el aire despierta los inviernos,
por pequeño que sea,
y que el mar,
por más que sea mar,
también es agua".

Después
cerró su mirada
para no ser visto.
Y me dejó sólo
cuando desaparecieron
todos los caminos.
A veces,
suelo volver a preguntarme
si no fuimos ese instante
en que tuve su respuesta.
Ese,
donde la mutación y el grano de pimienta
trazaron el rumbo de mi ignorancia
y de su voz.

También,
suelo, a veces, preguntarme
si el Lama no armó una plegaria
tras su silencio.


PÁGINA 4 – ENSAYO

EL UNIVERSO EN EL ARTE DE LA PALABRA

Por Willian Geovany Rodríguez Gutiérrez
Licenciado en Lengua Castellana Universidad del Tolima

La Biblioteca es para Borges un universo donde concurren las diferentes prolongaciones de la existencia a través de catálogos, en el que además se ha reproducido una y otra vez su vida como aquel libro que tanto ha buscado con esmero, y que aún sigue estando mucho más distante de su trasegar por la vida, tal vez en busca de su anhelado propósito es como ha visto pasar sus años sin ni siquiera alcanzar a tocar una hoja de ese libro, pero por lo menos ha viajado en su juventud; ha peregrinado en busca de ese libro, acaso del catálogo de catálogos como se señala en el cuento la Biblioteca de Babel.

Pese a que su búsqueda en muchos años no ha sido del todo fructífera por lo menos ha encontrado refugio en la sucesión de otras lecturas halladas en la Biblioteca, con las cuales ha intentado responderse de una forma racional los interrogantes universales y desde luego ha querido explicarse el por qué de las cosas que acontecen en nuestro mundo y que a veces nos parecen tan complejas y cuando lo logramos es que llegamos a tener un campo perceptivo mucho más amplio y control sobre ese universo.

Sin embargo, poco o nada somos en ese universo porque su amplitud es la suma de muchas variaciones que se combinan y se renuevan de manera infinita desde los veintitantos símbolos ortográficos -de ahí que se considere que la Biblioteca es total- lo cual hace que recurramos al ejercicio metafísico para ahondar en su estructura, aquella misma que guarda de una forma muy cuidadosa el conocimiento sobre la humanidad, pero que no nos da a conocer el destino de los hombres sobre la faz de la tierra.

Por el contrario, esta si se encarga de mostrarnos la condición humana en todas sus diversas facetas existencialistas aunque, de manera cíclica e ilimitada porque el juego que establece Borges es un juego de nunca acabar y siempre perdurar, en donde todos encuentran un lugar para implantar su pensamiento, así para unos la verdad está contenida desde el siguiente axioma: “la Biblioteca existe ab eterno”, lo que quiere decir que la verdad nunca perderá vigencia porque se ha de mantener al lado de la eternidad futura del mundo, lo que indica además que desde este axioma el margen de duda no existe.

Otros formularon la teoría general de la biblioteca con la que lograron solucionar satisfactoriamente el problema sobre la naturaleza informe y caótica de casi todos los libros, es decir que con ello pretenden establecer un orden secuencial, con el fin de agilizar la búsqueda que se requiera en un momento dado, porque en otros tiempos “su padre vio en un circuito quince noventa y cuatro, cómo aparecían perversamente repetidas las letras MCV desde el primer renglón hasta el último”.

Lo anterior fue posible gracias a que algún bibliotecario se le ocurrió detenerse a observar los libros donde encontró muchas similitudes, lo que lo llevó a establecer que éstos constan de elementos iguales: el espacio, el punto, la coma, las veintidós letras del alfabeto. Además alegó un hecho que todos los viajeros han confirmado: No hay, en la vasta Biblioteca dos libros idénticos.

Otro de los libros más consultados navegaba por un laberinto de letras, que para unos bibliotecarios es muestra de rechazo, lo que los lleva a equiparar el sentido de los libros con el sentido de los sueños, porque consideran que no son contundentes apelar a las prácticas de las ciencias ocultas entre ellas la quiromancia para intentar resolver ciertas inquietudes desde el velo de lo místico.

Pese a que son múltiples las posibilidades que se tienen para encontrar la luz del conocimiento no se puede de ninguna manera subestimar la trascendencia que pueden tener algunos textos donde se haya sumergida la verdad que para unos puede ser aceptada y para otros no, porque sus prejuicios no los deja acercarse a ellos. Aún así las diferentes lecturas sobre los textos se reproducen de tal manera a partir del siguiente fragmento del cuento:

“Toda la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basílides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de su muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos de Tácito”.

Como vemos son muchos los libros que tienen temáticas diferentes y que son abordadas de acuerdo con nuestros gustos e intereses que aunque proporcionan un saber no nos brindan una felicidad completa, cosa que si pasó en otros tiempos cuando se proclamó que “la biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto”, aunque como los tiempos han cambiado pero aún así, los hombres de la ilustración siguen encontrando un profundo amor por el conocimiento.

Lo cierto es que con ello se corre el riesgo de que encuentren en los libros lo que no quieren que les diga ocasionando por ende el suicidio como el de otros tiempos, que no resistían el cuestionamiento al que los llevaba la lectura, por eso terminaban estrangulándose –como se indica en el cuento- en las escaleras divinas no sin antes de arrojar los libros engañosos al fondo de los túneles –así terminaron perdiéndose muchísimos libros- y otros enloquecían, porque lo que les decía los libros era más fuerte, de ahí que no los resistían.

Lo anterior llevó a que algunos de los buscadores se dejaran llevar por una desaforada esperanza de encontrar esos libros preciosos, que parecían inaccesibles, pero que al no encontrarlos se apoderaba de ellos una depresión excesiva, que los llevó incluso a eliminar las obras inútiles y a maldecir desde el fondo del alma el valor de la Biblioteca y ante ello, toda reducción de origen humano resultaba finitesimal. Unos más reacios se mostraron en contradicción con los que llegaron a considerar que cada ejemplar es único e irremplazable.

Como producto de su fanatismo la Biblioteca fue tomada por ellos de manera simbólica, porque para ellos no habían libros más importantes como los de formato menor, por eso pretendían a toda costa conquistar los libros del hexágono carmesí desconociendo así la trascendencia de otros textos naturales, omnipotentes, ilustrados y mágicos, ello ocasionó la revalorización del universo, por lo tanto el para qué habían nacido no tenía para ellos ninguna importancia.

Finalmente, aunque algunos tengan una visión errónea de lo que es la Biblioteca y otros reafirmen su importancia en los siglos venideros -en la que siempre estará iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta- será siempre ese gran universo donde se han de encontrar las bases para poder transformarlo y así renovar el orden existente y las estructuras que las componen para que así de una vez por todas no tenga cabida el caos en este mundo, porque es indispensable hallarnos dentro de ese cosmos que nos redime.


PÁGINA 5 – CUENTO

COMO AL PASAR Buenos Aires mía y querida

Por Sonia Figueras (CABA-Buenos Aires-Argentina)

Camino haciendo tiempo por la avenida San Juan. Vengo desde la otra avenida, Jujuy, en tanto, susurro... “hace veinte años que digo hace veinte años que tengo veinte años...”, “te doy una canción con mis dos manos” y esquivo baldosas flojas…¿“dónde estará mi arrabal?, veredas que yo pisé”…(el Nano, Silvio, Cátulo, todos juntos), para encontrarme con mi hija ¡en un “shopping”! ¡Justo con lo que me gustan! y leo sólo “sale”, “gelatería”, “closed”.
¿Qué pasa con mi Buenos Aires? Parece mentira, tanto odiar los shopping y estoy frente a la empleada que me dice qué voy a llevar. Dudo. Sola, sin ganas, me decido por lo más simple, en tanto, un carboncito bien negro me mira desde abajo y me pide una moneda. Le doy un peso.
- ¿Qué me alcanza?, me pregunta suavecito. Es cierto. ¡Es tan poco para comprar! Tomo cuenta de su hambre, su deseo. Trato de no hundirme en sus ojos, me da vergüenza.
- ¿Querés una cajita feliz? No preciso bien pero creo ver destellos en sus impenetrables ojazos, porque son ojazos. La pido y elige el chiche con timidez acompañada de sorpresa. No creo ser el único ejemplar humano que le da una moneda a un chico de la calle.
Cuando lo acompaño a la mesa le llevo la bandeja. Veo en ese fulgor oscuro, los mil ojazos de nuestros niños, los niños de nuestro país, todos igualitos a los de él. Ésos, los salidos de un Shurjin. Voy a otra mesa, así tiene libertad. Grave error. Olvido que a los chicos de la calle los echan. Mas lo hago. Estoy aquí, a pasos de él, con sus pelitos cortos rasgados a cuchillo, las mejillas paspadas, arreboladas. Trato que no descubra mi mirada. No quiero inquietarlo… Ya se me va yendo la cobardía. No la angustia. Ésta no se me irá nunca. Siempre encuentro un carboncito que me la provoca y se une a otras que ya tengo impresas en mis ojos… Se va.
Pájaros me revolotean, gorriones o golondrinas. Quedo como en babia. No sé si me alcanzará el dinero para volver a casa si no viene mi hija...ya me arreglaré...
Una joven mujer con una beba, también con chispas por ojos, me indica un montoncito de carne detrás del cesto de residuos. Me dice - ahí está, la que le
compró la cajita feliz, está muy contenta.
Descubro la cabecita cortada a cuchillo. Trato de disimular mi sorpresa, ¡no era un varoncito!
- ¿Cómo se llama? contesta: Georgina.
- ¡Qué lindo cabello negro! alcanzo a decir, ¡es hermosa! ¿Y la beba? (la que lleva en brazos).
- Wendy…Wendy. Wendy es un rollo negro, negro con ascuas por faroles. Georgina….Wendy… de latino, nada. ¡Son tan hermosas, tan inocentes! ¡Tengo tantas ganas de darles un beso en esas mejillas coloreadas!
Pregunto a una empleada por el baño y la mamá de los carboncitos, atenta, me indica el lugar y entramos juntas, las dos al mismo tiempo nos cedemos la primacía por pasar.
Sentada nuevamente a la mesita del Mac Donalds me dispongo a escribir y aparece él, grande, canoso, medio encorvado, medias bordó, zapatos marrones lustrosos, muy prolijo el hombre. Se acomoda enfrente y me susurra desde otra mesa que son muchas horas que lleva desocupado y no lo tiene por costumbre. Y así, sin más - mañana voy al doctor.
- ¿No se siente bien? Con las manos hace más o menos y se enfrasca en la revista del shopping con lentitud parsimoniosa como si fuera El Quijote.
Gacha la cabeza, triste la mirada ¿Cuál será su historia? ¿Será un viejo bailarín o tendrá un quiosco de diarios? Por ahí me pierdo en vericuetos interminables.
¿No llega nunca mi hija? Presiento que este día no va a terminar así.

Exactamente, no erro. Acaba distinto a lo imaginado.
Mi lector del Quijote, Florencia y yo, liquidamos la noche comiendo un sándwich en el shopping, un vaso de “ Coca Cola”, un helado en “Saverio”, al ladito nomás, tarareando “Malena”, mi tango preferido
Y bue… así es mi ciudad, mi Buenos Aires querida.
Será por eso que la quiero tanto.


PÁGINA 6 – NUESTRA POESÍA

Norma Segades-Manias (Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

MURO DE LOS LAMENTOS.

Sordo a todo dolor,
sordo al sordo gemir de los lamentos,
un Sueño amordazado por jirones de olvidos
se debate entre densas soledades que lo apartan del mundo,
de su seca intemperie, su orfandad despiadada, sus culpas y sus miedos.
Un Sueño que ha extraviado las voces del idioma que nombraba la arcilla
cuando el hombre tensaba las pálidas matrices del crepúsculo
y él le impuso los labios por legarle la fuerza de su aliento,
alza su indiferencia acantilada,
decapita alfabetos.

Y junto al muro antiguo,
junto a las ruinas del destruido templo
donde el Sueño holló un día el tiempo de la Alianza
y el Arca custodió cada promesa con furia de relámpagos
y anduvieron prodigios pariendo los asombros en los ojos del pueblo;
quebrándose las uñas entre grietas y filos, los dedos se deslizan,
reptan como culebras rasgándose las pieles de la angustia
ante el eco amarillo del más hondo silencio
y las frentes golpean la vergüenza desnuda
de un amargo destierro.

Pero nadie responde
las súplicas-plegarias-juramentos
ofrendadas al muro que congrega las lenguas,
este portal de códigos absurdos donde el habla solloza
desde las cicatrices donde huyó la argamasa en la grupa del viento.
Pero nadie responde los rituales devotos mendigando un indulto,
pero sólo la lluvia ha deslizado su mirada aguda
entre los laberintos de prolijos secretos
y el Sueño se ha exiliado en la distancia
donde mueren los sueños.

CORONA DE SILENCIO.

Desde la soledad de la soberbia
urden sus biografías de dudoso linaje,
ciñen lauros de pálidas hojuelas sobre la testa insigne,
pronuncian gravemente las palabras precisas que seducen al alma
desde pulcros mensajes.
Son los pobres poetas,
los que andan por la vida ordenando discursos que sustenten su angustia,
ocultando los rostros detrás de sus zurcidos antifaces,
disimulando envidias con un rictus de abrigo
o gesto de concordia celebrante.

Se han perdido en profundos laberintos
donde la noche exhibe sus lunas en menguante.
Han extraviado la hebra milagrosa que trenzó la ternura
para salvaguardarlos de músculos hostiles, de cuernos aguzados,
de desveladas fauces.
Olvidaron las sendas,
la estricta coordenada que señaló sus pasos sobre la piel del tiempo,
antes que su memoria desgarrara los tonos y las claves,
antes que le impidieran a los hombres traspasar sus fronteras
con el dolor desnudo del ultraje.

Y cuando al fin ofician la poesía,
cuando ofrecen sus vísceras sobre el ara arrogante
y la voz se derrama lentamente por las venas del cuarzo,
un silencio compacto se extiende como velo de sombras taciturnas,
de noche impenetrable.
Un silencio sin nombre:
de esfera fratricida, de cápsula impotente, de niebla acantilada,
sisea en los rincones su liturgia de oscuro nigromante
mientras sólo el silencio responde a los silencios
y todo es un silencio a contrasangre.

LA FE CRUCIFICADA
(por los feminicidios en Ciudad Juárez)

La piedra quiebra huesos en mitad de la noche,
los coágulos preludian ceremonias de angustia a la deriva
y a pesar del espanto, a pesar del asombro, a pesar del sollozo
alguien vive a destajo
una muerte de urgencias amarillas.
El estertor final de otra promesa
ulcera el horizonte
mientras andan los lobos entreabriendo sus fauces de bestia primitiva
y la crueldad golpea con su rabo de sórdida demencia
y el encono cercena racimos de fatigas.

Porque nadie está a salvo de la injuria quemante,
porque ya nadie atiende los llamados de sangre desprolija,
porque el mundo se oculta detrás de las almenas que alzó su indiferencia
y la niebla amordaza
el convulso dolor de las pupilas.
Porque nadie está exenta de esta culpa
de ser hembra indefensa
en estas latitudes donde las alimañas procrean pesadillas,
donde turbas de ultraje vagan por los perfiles del insomnio,
husmean, en el lodo, las huellas de sus víctimas.

Pero aunque el miedo calle los nombres del verdugo,
aunque el himen deshecho por la furia nutra a un pueblo de hormigas,
aunque estalle la afrenta enarbolando estupros como estricta tortura
y el sadismo se empeñe
en profanar vergüenzas clandestinas,
crecen cruces de ausencias escarpadas,
altas cruces salvajes,
secas cruces naciendo junto al río que encubre la impune alevosía,
duras cruces rebeldes sobre cuerpos sin rostro ni sudarios,
negras cruces desnudas reclamando justicia.

EN MEDIO DE LA NADA.
(a Deolinda Correa)

En las ubres marchitas por los soles persistía tu fuerza
mientras golpeaba el aire los pómulos del día con ardor de fogatas
y un empuje bravío
preservaba nutrientes de calostro
para amparar el llanto parido por tu entraña.
En medio de un desierto donde todo era olvido,
en medio de una ausencia calcinante,
en medio de la nada,
tu amor desfalleciente se entregó a aquel silencio de agobios amarillos,
abdicó a la intemperie donde la sed instaura su emboscada.

Todo el miedo del mundo arracimándose en tus pupilas ciegas,
todo el dolor del mundo agrietando a mansalva la piel de tu garganta,
toda la desmemoria
alucinando un tiempo de delirios
bajo tu frente herida por luces sin amarras.
Y se durmió tu nombre sobre arenas desnudas,
se durmieron las lunas del desvelo,
se durmieron las nanas,
pero el hambre obstinada le reclamó a tus pechos sus raciones de vida
y mamó de la muerte su rebelde esperanza.

¿Cuál habrá sido el alma del conjuro, la clave del milagro,
el talismán preciso que impidió a los espectros exterminar tu savia
cuando era tan sencillo
desertar para siempre de los sueños
sin elevar siquiera un diezmo de plegaria?
¿Cuál habrá sido el pacto que suscribió tu sangre
para que la orfandad sobreviviera
aferrada a tus lágrimas,
asida a los perfiles de un despojo abatido a espaldas del sollozo,
a tus senos exhaustos de insepulta nodriza solitaria?

CON LAS ALAS QUEBRADAS.
(a la paloma de la paz)

Le han roto la esperanza con esquirlas de oprobio, con guijarros de afrenta,
con puños de deshonra,
con filos de inocencias profanadas
ofreciendo muñones, desnudas orfandades,
la arquitectura azul de sus asombros al dios de las derrotas.
Le han prostituido el alma bajo todos los cielos de la tierra,
mutilado la infancia con todas las violencias,
amortajado en todos los idiomas,
agostado la entraña
con secos vendavales de un hambre combatiente galopando en la sombra.

Ha observado a la muerte establecer sepulcros con su aliento marchito,
atestiguado ampollas,
denunciado centurias de esqueletos
vendimiando racimos de estertores salvajes,
presenciado aluviones de injusticia aniquilando dogmas.
Soportó los hedores que eliminan los cuerpos torturados,
azuzados los miedos a pulso de picana,
reclamándole un nombre a la memoria,
exigiendo un semblante
que le impida al verdugo interrogar las llagas con voces perentorias.

Tiene un ala caída sobre el mundo que duele como duelen los mundos
cuando estalla la cólera.
Ha extraviado los días del olivo,
antiguos calendarios de una alianza propicia,
el tiempo de las lluvias inclementes y la misericordia.
Sitiada en malecones, humillada en los foros de la astucia,
sofocada en las sucias arterias del subsuelo,
violentada en oscuras ceremonias,
salpicada de sangre,
ya no se atreve al vuelo donde la luz enciende su perfil de paloma.


PÁGINA 7 – ENSAYO

UN NUEVO PARADIGMA DIGITAL: la ciber-ontología

Por Carlos Fajardo Fajardo (Santiago de Cali-Colombia)
En el corazón de esta videocultura
siempre hay una pantalla, pero no hay forzosamente una mirada.
Jean Baudrillard


Estamos ante una nueva gramática que reelabora otra racionalización y sensibilidad artística; una gramática digital que cambia lentamente el paradigma sobre lo real, "desaparece" lo real físico poniendo en su lugar lo real virtual, conllevando a la sistemática desacralización de la realidad concreta como única fuente de conocimiento. Cambio de gnoseología. Hacia la simulación total, donde la realidad virtual hace creíble su espacio, su movimiento y su tiempo.
Inundados de prótesis tecnológicas, queremos adaptar el mundo a nuestro tamaño y ponerlo a nuestro alcance, violar las leyes del espacio y del tiempo, la tridimensionalidad que nos limita y habita. Igual a un laboratorio metafísico (Piscitelli,1995,107), este paradigma digital deconstruye la realidad del ser y el estar: a través de él soy y estoy donde deseo estar, soy lo múltiple: múltiples identidades cuantas veces quiera ser, generando así una lógica del simulacro, una ciber-identidad, una ciber-ontología. Por lo pronto, la simulación es la escenografía de una ilusión, incluso de una suposición de orden y de poder cuyo slogan sería "tomad vuestros deseos por la realidad" (Baudrillard, 1993,51).Como prolongación metafísica del deseo se pretende con ella producir y controlar la realidad física, realizar hiperrealismos los más parecidos a lo que está allí viviendo cotidianamente.
Expuestos a esta nueva ontología de ordenadores y de las llamadas " tecnologías de la disolución", nuestra percepción del mundo se ha ido transformando lentamente: entramos a una crisis del realismo tradicional, a la pérdida del referente real, pues ya no se tiene, sobre todo en las producciones artísticas, una visión del objeto ( lo visual-objetual), sino del simulacro (lo visual-virtual).
¿Serán estos los precios que debemos pagar los habitantes de finales del siglo XX y los del próximo? ¿Hacer desaparecer tanta historia cotidiana detrás de una pantalla?
Puesto que en la ciber-identidad las transacciones no se dan entre personas, sino entre simulacros, entonces "los objetos reales se desmaterializan convertidos en flujos de pixeles en pantallas de computadoras"(Piscitelli,109). No sabremos ya qué es estar ni dónde es aquí. Así, no habrá interdependencia humana directa, y la soledad, la angustia de incomunicación con los demás serán causadas por las realidades virtuales.
Dentro de estas dimensiones ciberespaciales, podemos estar disolviendo los conceptos modernos de pertenencia y participación. Pertenencia a un sitio, a una ciudad, a una nación, vinculándonos a las redes virtuales mundiales que contribuyen a crear un simulacro geopolítico, una cibergeopolítica donde las fronteras se borran. El espacio electrónico se constituye también en un espacio virtual político, en un buen conductor de las normas, signos y sentidos que nos lanza la cibercultura. Los sujetos activos desaparecen imponiéndose en su lugar una objetividad simulada, masiva, devoradora de mensajes globales. No hay autonomía moderna en su naturaleza de masa, ni razón crítica autoconsciente, autogestionable.
De este modo, sin resistencia crítica, la masa digital pasa a ser sólo público, no comprometido ni política ni históricamente de un modo consciente. Al espectador y programador ciberespacial, tal como ente masivo y masificado, se le ha despolitizado y situado en una situación transpolítica y, más aún, translingüística. Pasa -tal es la hipótesis de Baudrillard- de la resistencia al hiperconformismo. Espectacularidad, fascinación, éxtasis, manipulación son las órdenes que cumple a cabalidad. De la aventura moderna del siglo XX, la cual impuso una razón crítica que ayudó a la exploración, la experimentación y a la utopía de un arte lleno de sentido, parece que entráramos a la época del relax, dejando a un lado el estadio analítico moderno y penetrando a la fase sintética postmoderna, condición de pérdida en el laberinto epocal.


PÁGINA 8 – CUENTO

EL INFIERNO SE VISTE DE SELVA

Por Gildardo Isidro Gutiérrez Isaza (Medellín–Antioquia-Colombia)

Estaba feliz, no cabía en la ropa de la alegría y la emoción. Pensé: "por la inclinación de mi pie izquierdo a la derecha no me van a aceptar". Cuando nos hicieron desnudar sude, temblé, pero trate al máximo de controlar mis nervios; en mi mente estaba el deseo de ser aceptado, de poder ingresar a las filas del Ejército. Mire a mis compañeros, eunos permanecían impávidos, otros algo nerviosos y yo muerto de susto porque sabía que me podían negar el ingreso. El médico, un hombre delgado, más bien escuálido, con ojos vidriosos se fue acercando lentamente, hacía gestos, señas y la auxiliar tomaba nota, cuando llego mi turno, me reviso de pies a cabeza, observo con cuidado mi estructura muscular, mis gruesos y potentes brazos, mi pecho amplio, mi espalda y mis fortalecidos músculos de los pies. Era por constitución un hombre alto, macizo, de complexión atlética. Después de hacer algunos gestos y arrugar la frente, se le acerco a la joven enfermera que lo seguía y le dijo algo al oído, no sé si en relación a mi constitución o al defecto de mi pie izquierdo, lo cierto del caso fue que me aprobaron e ingrese con alborozo al Ejército.
Mi hermano era soldado profesional. Yo lo admiraba y miraba con estupor y con "envidia" las fotos donde aparecía con un contingente de soldados portando sus poderosos y hermosos fusiles AK-47. Una de sus mejores fotos con la cara pintada, su boina de medio lado, su traje de camuflado y donde lucia un hermoso fusil la tenía colgada encima de mi cama, era mi "ángel de la guarda". En mi nochero conservaba cantidad de fotos de él en el monte, de sus diferentes estadías en los batallones y cuarteles donde había prestado servicio y un álbum muy bien organizado de su larga carrera militar. Llegue feliz a casa y le conté a mi madre lo que había pasado, ella se sintió algo triste, pues mi padre había servido en Corea y allí había muerto, nunca se pudo recuperar el cuerpo de este y en cambio el gobierno le había entregado una placa conmemorativa donde rezaba: "Por los servicios prestados, al héroe de la patria muerto en combate en Corea....". Mi madre se la pasaba despierta rezando porque a mi hermano Gustavo no le pasara nada, ya que pasaban meses enteros sin tener noticias de él. Le angustiaba la idea de mi ingreso al ejército y soñaba que aquel problema en el pie fuera un obstáculo, pero ese día, cuando le di la noticia, su semblante cambio, se puso lívida, se santiguo y sin decir una sola palabra se metió a la cocina. La escuche sollozar y sentí mucha pena y dolor por ella, pero en el fondo estaba feliz. Los días pasaron volando, aunque con una ansiedad que no me dejaba dormir. El lunes a las ocho de la mañana me hice presente en el Batallón. No me quise despedir de mi madre, porque ella se acostumbraba a levantar a las cinco de la madrugada y ese día no lo hizo, por lo cual, para no perturbarla más, salí sin hacer decir nada. Después de los controles de rigor, de la formación, del entrenamiento que duro dos meses, nos embarcamos en un majestuoso avión Hércules de la Fuerza Aérea Colombiana. Todos estábamos felices, pero con los nervios de punta, nos habían dicho que íbamos a reforzar un contingente de hombres que buscaban al "Mono Jojoy", que estuviéramos preparados porque los combates eran violentos y había muchas bajas en ambos bandos. Nos enteramos que los combates se habían prolongado por más de ocho días. Yo había hecho amistad con un joven de escasos diez y ocho años, que vivía en el mismo barrio. Estaba sudando y me mordía la uña del dedo pulgar con ansiedad, por lo que le hable y le dije que se "relajara, que íbamos a estar en la retaguardia detrás de otros hombres más experimentados, de hombres que conocían el terreno, de hombres con una gran trayectoria y probados en el combate". Mis palabras al parecer hicieron efecto y él se calmó y me regalo una gran sonrisa. Dialogamos de cosas sin sentido con el ánimo de espantar los nervios. Cuando nos dieron la orden de alistarnos, me miro y vi en sus ojos el miedo, la muerte. Aquella mirada me dio escalofrió y un sudor frío recorrió mi espalda y sentí que la piel se me erizaba. Cuando me tocó el turno de saltar mi corazón se aceleró y toda la adrenalina fluyo, fue un momento sin precedentes, inexplicable. Allí abajo se libraban cruentos combates, por primera vez iba a entrar en combate, así que me lance al vacío. El aire frío, el vértigo, la velocidad y aquella estepa verde que se abría a mis pies como una sábana verde, hicieron que mi respiración se agitara, después de unos minutos hale la cuerda, el paracaídas se abrió. Cuando toque tierra escuche las explosiones, sentí el rigor de la guerra. Los hombres que combatían corrían de un lado para otro. Busque refugio para poder parapetarme y en mi carrera me topé con el cuerpo sin vida de un soldado profesional. Tenía un tiro en el pecho y otro en el abdomen, estaba destrozado y yacía mirando el cielo como anhelando alcanzar las estrellas. Aquella escena me dio escalofrió. Yo era el puntero, el hombre encargado de ir delante de mi pelotón. Cuando todos se reagruparon recibimos la orden de atacar con todo e ir de frente. Las bajas eran muchos. Empecé a disparar como un loco al frente. La verdad por mi inexperiencia en el combate directo no sabía de dónde nos disparaban, aunque el fuego provenía de toda la selva, de todas las direcciones. Los gritos, las explosiones de los morteros, el olor a pólvora, los fogonazos que salían de entre los árboles, los tiros de fusil que cruzaban silbando, los heridos, los muertos, los árboles destrozados, los aviones que cruzaban el espacio, los helicópteros artillados UH-60 y UH-1H que descargaban todo su arsenal contra los hombres de las FARC, hicieron que quienes soñábamos a la "guerra" despertáramos del sueño y nos encontráramos con el más horrible infierno. La selva ardía en llamas, en fuego, en explosiones y en gritos que provenían de todos lados. El infierno se vestía de muerte, de sangre, de dolor, de tragedia, de miradas de terror. Un grito me saco de mis cavilaciones cuando un sargento con la cara pintada y con unas ramas en su cuerpo se arrastró hasta mí y me dijo: "Cabrón de mierda nos vas a dejar matar, para que te mandaron aquí, dispara, dispara". Aquellas palabras rompieron el trance en que me encontraba y arremetí sin compasión contra los guerrilleros que seguían amparados en la selva. Nos empezamos a internar en el monte, en aquella espesa selva que no permitía ver la luz del sol. Por un instante me sentí solo, cuando mire atrás me encontré con la mirada ausente y llena de terror de mi amigo que me seguía como un autómata. Una explosión que movió el piso me hizo tirar al suelo. Estaba asustado, sin darme cuenta me había orinado en los pantalones, al igual que mi amigo. Aquella explosión había sacudido el piso como si se tratara de un terremoto. Un viento caliente inundo todo alrededor. Cuando abrí los ojos vi a mi amigo completamente destrozado. No pude contenerme y llore de miedo, de pavor. Mi reacción fue levantarme y disparar sin compasión. Corrí hacia delante, hacia donde se encontraban los guerrilleros de las FARC. Si en ese instante alguien me llamo o me grito no lo escuche. Me encontré con tres guerrilleros que estaban camuflados y les descargue varios rafagázos. Seguí disparando y di de baja a varios hombres que corrían en medio de la selva, hasta cuando percibí que los gritos se escuchaban muy lejos, al igual que las explosiones; solo en ese instante reaccione y me di cuenta del error que había cometido, decidí entonces volver, camine despacio apuntando siempre adelante. Observe algunos hombres y pensé que se trataba de mis compañeros, cuando uno de ellos me vio grito: "Chulo" y me disparo, por instinto reaccione y descargue otra ráfaga que le dio de lleno a dos de ellos en el pecho. Corrí desesperado y en ese instante sentí que volaba por el aire. Una nueva explosión sacudió la selva. Cuando desperté estaba atado y me custodiaban varios guerrilleros. En ese momento engrosé la larga lista de los secuestrados de las FARC. Un escalofrió recorrió todo mi ser. Cuantas veces había visto escenas en televisión de aquellos hombres que enjaulados como perros vivían en medio de la selva sin esperanzas de volver a ver a sus familias y a merced de lo que el Estado Central decidiera que hacer con ellos. Mi mente se paralizo al igual que mi cuerpo. Mis sueños se habían truncado en el primer día de combate. Recordé a mi amigo y a los tantos que habíamos arribado a aquellos parajes y que ya estaban muertos; conociendo la suerte de los secuestrados desee estar muerto


PÁGINA 9 – POESÍA ARGENTINA

Aldo Novelli (Neuquén-Neuquén-Argentina)

ANTES DEL FINAL

Estoy solo.

Quiero escribir todas las páginas del mundo
leer la cifra secreta oculta en el agua primordial
cantar el canto nuevo de la nueva humanidad/
cantar sin tiempo un canto de lluvia y empaparme la cara
y la sangre de agua fresca/ del agua clara que baja de la cima.

Y me pregunto: ¿por eso estoy aquí?
en medio del desierto rodeado de gente que no conozco.
¿Conozco esta gente? ¿me rodea y me habla a mí? ¿a quiénes hablan?.

Quiero decir estos poemas con la voz de un pájaro y el zarpazo de un tigre.
¿Qué son estos poemas? ¿qué es eso que llaman poesía?
Clasificar el mundo y sus objetos y ponerle número a cada cosa es la religión de los tiempos.
Una legión de fanáticos caminan detrás de los objetos.

El arte es el opio de los pueblos dicen los nuevos pastores
¿existe el arte? ¿el pueblo?
¿dónde están los pastores de este inmenso rebaño de ovejas?.

¿Por qué estoy aquí? ¿porqué aquí y no allá?
allá donde el sol broncea el cuerpo de felinas mujeres
o más allá/ donde el hombre inventa distintas muertes cada día/ todos los días.

Estoy solo/
busco amor. Quiero ser el amado.
¿Me alcanzará?
¿Me alcanza esta soledad para escribir el poema total?/
ese aleph/ ese inalcanzable.
¿O el amor y el deseo de una dulce obrera del mercado es el fin de todas mis utopías?
naranjas papas y manzanas en sus manos sucias y sus jugos en mi cuerpo
y sus ojos admirando mi palabra/ mis sombras/ mis castillos de humo.

¿Para qué nacer amar desamar y morir?. ¿para qué Dios de los vencidos?
dime Dios ¿para qué?

Quiero ser el amado/ el bienamado/ el más amado.
¿Y el paraíso terrenal/ la revolución/ la súper hembra/ el gran polvo?
y buscarte en lo alto/ más alto que los fatuos cielos

¿dónde estás padre?.

¿Y los hombres/ la libertad/ los ideales supremos/ la loca utopía...?.
¿Qué hago acá en este punto infinitesimal del cosmos
intentando trascender con palabras demasiado gastadas?

¿Y los hijos? ¿y esta sangre que me sucede como revolución ansiada?

Hombre que inventa religiones/ mecanismos/ discursos/ fantasmagorías
¿porqué y para qué el poema? ¿dónde la poesía?
¿ese arco tensado entre dos estrellas ilusorias?
¿dónde la flecha que atraviesa esta eternidad de instantes?

la poesía: esa oscuridad/ luz/ pensamiento/ genio encerrado en una botella/ todo y nada.

¿Detendrá mi palabra algún día la bala del suicida o el asesino?
¿es necesario el poema/ el poeta/ el inventado/ para detener esa bala?
¿justificará ese instante el poema? ¿la miseria del mundo/ el hambre/ la muerte sin sentido?.

Estoy solo/ sin padres/ sin hijos/ sin amada en medio de la noche cósmica.

Estoy temblando.
Voy a morir.

¡Pero antes voy a salvarme!

¡Antes escribiré el poema que frenará la bala
de la infinita tristeza del hombre!
del libro: “Estúpidos mirones de televisión”


PÁGINA 10 – ENSAYO

EL RITMO

Por Octavio Paz (México 1914-1998)

Primera parte

Las palabras se conducen como seres caprichosos y autónomos. Siempre dicen "esto y lo otro" y, al mismo tiempo, "aquello y lo de más allá". El pensamiento no se resigna; forzado a usarlas, una y otra vez pretende reducirlas a sus propias leyes; y una y otra vez el lenguaje se rebela y rompe los diques de la sintaxis y del diccionario. Léxicos y gramáticas son obras condenadas a no terminarse nunca. El idioma está siempre en movimiento, aunque el hombre, por ocupar el centro del remolino, pocas veces se da cuenta de este incesante cambiar. De ahí que, como si fuera algo estático, la gramática afirme que la lengua es un conjunto de voces y que éstas constituyen la unidad más simple, la célula lingüística. En realidad, el vocablo nunca se da aislado; nadie habla en palabras sueltas. El idioma es una totalidad indivisible; no lo forman la suma de sus voces, del mismo modo que la sociedad no es el conjunto de los individuos que la componen. Una palabra aislada es incapaz de constituir una unidad significativa. La palabra suelta no es, propiamente, lenguaje; tampoco lo es una sucesión de vocablos dispuestos al azar. Para que el lenguaje se produzca es menester que los signos y lo sonidos se asocien de tal manera que impliquen y transmitan un sentido. La pluralidad potencial de significados de la palabra suelta se transforma en la frase en una cierta y única, aunque no siempre rigurosa y unívoca, dirección. Así, no es la voz, sino la frase u oración, la que constituye la unidad más simple del habla. La frase es una totalidad autosuficiente; todo el lenguaje, como un microcosmo, vive en ella. A semejanza del átomo, es un organismo sólo separable por la violencia. Y en efecto, sólo por la violencia del análisis gramatical la frase se descompone en palabras. El lenguaje es un universo de unidades significativas, es decir, de frases.
Basta observar cómo escriben los que no han pasado por los aros del análisis gramatical para comprobar la verdad de estas afirmaciones. Los niños son incapaces de aislar las palabras. El aprendizaje de la gramática se inicia enseñando a dividir las frases en palabras y éstas en sílabas y letras. Pero los niños no tienen conciencia de las palabras; la tienen, y muy viva, de las frases: piensan, hablan y escriben en bloques significativos y les cuesta trabajo comprender que una frase está hecha de palabras. Todos aquellos que apenas si saben escribir muestran la misma tendencia. Cuando escriben, separan o juntan al azar los vocablos: no saben a ciencia cierta dónde acaban y empiezan. Al hablar, por el contrario, los analfabetos hacen las pausas precisamente donde hay que hacerlas: piensan en frases. Asimismo, apenas nos olvidamos o exaltamos y dejamos de ser dueños de nosotros, el lenguaje natural recobra sus derechos y dos palabras o más se juntan en el papel, ya no conforme a las reglas de la gramática sino obedeciendo al dictado del pensamiento. Cada vez que nos distraemos, reaparece el lenguaje en su estado natural, anterior a la gramática. Podría argüirse que hay palabras aisladas que forman por sí mismas unidades significativas. En ciertos idiomas primitivos la unidad parece ser la palabra; los pronombres demostrativos de algunas de estas lenguas no se reducen a señalar a éste o aquél, sino a "esto que está de pie", "aquel que está tan cerca que podría tocársele", "aquélla ausente", "éste visible", etc. Pero cada una de estas palabras es una frase. Así, ni en los idiomas más simples la palabra aislada es lenguaje. Esos pronombres son palabras frases.
El poema posee el mismo carácter complejo e indivisible del lenguaje y de su célula: la frase. Todo poema es una totalidad cerrada sobre sí misma: es una frase o un conjunto de frases que forman un todo. Como en el resto de los hombres, el poeta no se expresa en vocablos sueltos, sino en unidades compactas e inseparables. La célula del poema, su núcleo más simple, es la frase poética. Pero, a diferencia de lo que ocurre con la prosa, la unidad de la frase, lo que la constituye como tal y hace lenguaje, no es el sentido o dirección significativa, sino el ritmo. Esta desconcertante propiedad de la frase poética será estudiada más adelante; antes es indispensable describir de qué manera la frase prosaica —el habla común— se transforma en frase poética.
Nadie puede substraerse a la creencia en el poder mágico de las palabras. Ni siquiera aquellos que de desconfían de ellas. La reserva ante el lenguaje es una actitud intelectual. Sólo en ciertos momentos medimos y pesamos las palabras; pasado ese instante, les devolvemos su crédito. La confianza ante el lenguaje es la actitud espontánea y original del hombre; las cosas son su nombre. La fe en el poder de las palabras es una reminiscencia de nuestras creencias más antiguas: la naturaleza está animada; cada objeto posee una vida propia; las palabras, que son los dobles mundo objetivo, también están animadas. El lenguaje, como el universo, es un mundo de llamadas y respuestas; flujo y reflujo, unión y separación, inspiración y espiración. Unas palabras se atraen, otras se repelen y todas se corresponden. El habla es un conjunto de seres vivos, movidos por ritmos semejantes a los que rigen a los astros y las plantas.
Todo aquel que haya practicado la escritura automática —hasta donde es posible esta tentativa— conoce las extrañas y deslumbrantes asociaciones del lenguaje dejado a su propia espontaneidad. Evocación y convocación. Les mots font l’amour, dice André Breton. Y un espíritu tan lúcido como Alfonso Reyes advierte al poeta demasiado seguro de su dominio del idioma: "Un día las palabras se coaligarán contra ti, se te sublevarán a un tiempo...". Pero no es necesario acudir a estos testimonios literarios. El sueño, el delirio, la hipnosis y otros estados de relajación de la conciencia favorecen el manar de las frases. La corriente parece no tener fin: una frase nos lleva a la otra. Arrastrados por el río de las imágenes, rozamos las orillas del puro existir y adivinamos un estado de unidad, de final reunión con nuestro ser y con el ser del mundo. Incapaz de oponer diques a la marea, la conciencia vacila. Y de pronto todo desemboca en una imagen final. Un mundo nos cierra el paso: volvemos al silencio.
Los estados contrarios —extrema tensión de la conciencia, sentimiento agudo del lenguaje, diálogos en que las inteligencias chocan y brillan, galerías transparentes que la introspección multiplica hasta el infinito— también son favorables a la repentina aparición de frases caídas del cielo. Nadie las ha llamado; son como la recompensa de la vigilia. Tras el forcejeo de la razón que se abre paso, pisamos una zona armónica. Todo se vuelve fácil, todo es respuesta tácita, alusión esperada. Sentimos que las ideas riman. Entrevemos que pensamientos y frases son también ritmos, llamadas, ecos. Pensar es dar la nota justa, vibrar apenas nos toca la onda luminosa. La cólera, el entusiasmo, la indignación, todo lo que nos pone fuera de nosotros posee la misma virtud liberadora. Brotan frases inesperadas y dueñas de un poder eléctrico: "lo fulminó con la mirada", "echó rayos y centellas por la boca"... El elemento fuego preside todas esas expresiones. Los juramentos y malas palabras estallan como soles atroces. Hay maldiciones y blasfemias que hacen temblar el orden cósmico. Después, el hombre se admira y arrepiente de lo que dijo. En realidad no fue él, sino "otro", quien profirió esas frases: estaba "fuera de sí". Los diálogos amorosos muestran el mismo carácter. Los amantes "se quitan las palabras de la boca". Todo coincide: pausas y exclamaciones, risas y silencios. El diálogo es más que un acuerdo: es un acorde. Y los enamorados mismos se sienten como dos rimas felices, pronunciadas por una boca invisible.
El lenguaje es el hombre, pero es algo más. Tal podría ser el punto de partida de una inquisición sobre estas turbadoras propiedades de las palabras. Pero el poeta no se pregunta cómo está hecho el lenguaje y si ese dinamismo es suyo o sólo es reflejo. Con el pragmatismo inocente de todos los creadores, verifica un hecho y lo utiliza: las palabras llegan y se juntan sin que nadie las llame; y estas reuniones y separaciones no son hijas del puro azar: un orden rige las afinidades y las repulsiones. En el fondo de todo fenómeno verbal hay un ritmo. Las palabras se juntan y separan atendiendo a ciertos principios rítmicos. Si el lenguaje es un continuo vaivén de frases y asociaciones verbales regido por un ritmo secreto, la reproducción de ese ritmo nos dará poder sobre las palabras. El dinamismo del lenguaje lleva al poeta a crear su universo verbal utilizando las mismas fuerzas de atracción y repulsión. El poeta crea por analogía. Su modelo es el ritmo que mueve a todo el idioma. El ritmo es un imán. Al reproducirlo —por medio de metros, rimas, aliteraciones, paronomasias y otros procedimientos— convoca las palabras. A la esterilidad sucede un estado de abundancia verbal; abiertas las esclusas interiores, las frases brotan como chorros o surtidores. Lo difícil, dice Gabriela Mistral, no es encontrar rimas sino evitar su abundancia. La creación poética consiste, en buena parte, en esta voluntaria utilización del ritmo como agente de seducción.
La operación poética no es diversa del conjuro, el hechizo y otros procedimientos de la magia. Y la actitud del poeta es muy semejante a la del mago. Los dos utilizan el principio de analogía; los dos proceden con fines utilitarios e inmediatos: no se preguntan qué es el idioma o la naturaleza, sino que se sirven de ellos para sus propios fines. No es difícil añadir otra nota: magos y poetas, a diferencia de filósofos, técnicos y sabios, extraen sus poderes de sí mismos. Para obrar no les basta poseer una suma de conocimientos, como ocurre con un físico o con un chofer. Toda operación mágica requiere de una fuerza interior, lograda a través de un penoso esfuerzo de purificación. Las fuentes del poder mágico son dobles: las fórmulas y demás métodos de encantamiento, y la fuerza psíquica del encantador, su afinación espiritual que le permite acordar su ritmo con el del cosmos. Lo mismo ocurre con el poeta.


PÁGINA 11 – CUENTO

LA UTILIDAD DE LOS LIBROS

Por Gaspar Jover Polo (Alicante-España)

Salgo de casa y, en cualquier situación y bajo cualquier circunstancia, me llevo un libro bajo el brazo. No es que me sea completamente imprescindible, sino que lo llevo como un complemento que me puede resultar útil para el caso de que me surja la necesidad de entretenimiento. Me siento, lo abro, hojeo hacia delante o hacia atrás, lo leo con determinación. Nunca llevo varios libros a la vez porque eso sería una inexplicable pedantería: uno solamente me basta para marcar las distancias si es necesario, o también, según el caso, para trabar contacto con mis semejantes. Un libro ayuda por sí solo a sobrellevar los inevitables contratiempos que pueden escalonar la jornada. E incluso, en las circunstancias más encantadoras, en los instantes en que las ganas de vivir fluyen sin motivo y cuando no me siento tentado a leer de ninguna manera, ni siquiera a pasar hojas, el libro siempre me acompaña y me sirve de algún otro modo. El campo parece estéril, la ciudad se marchita por debajo de su uniforme característico. Está oscuro el bosque y clara la noche. Todo parece sin remedio como desvaído o todo está construido o en proceso de construcción. Pero siempre habrá una luz, un foco, un haz de claridad que dé sobre la portada y sobre las grandes letras mayúsculas que destacan en la cubierta. Algunos momentos son tristes bajo cualquier punto de vista y es justo en ese momento cuando me acuerdo de que lo llevo y lo abro. Yo paseo con él, me ocupo de él, me pesa en una mano, en la otra. Y siempre tengo la posibilidad de abrirlo, me encuentre dentro o fuera de casa, en un aparte o a la vista de todo el mundo. No siento una diferencia tajante entre dentro y fuera, entre el interior o el gran aire, como suelen llamar los franceses a los espacios abiertos. Otros llevan bastón, otros usan gafas de leer que le cuelgan del cuello y que se quitan y se ponen en un gesto característico. Yo voy a cualquier parte con mi libro blanco, generalmente blanco y de tapas duras, un libro grueso o, por lo menos, de mediano tamaño, para que no se me acabe de pronto y me deje sin alternativa.

Y no es sólo para la ociosidad que me resulta imprescindible, es sobre todo para los momentos de mayor agitación intelectual. No se trata de llenar el tiempo para matarlo, sino de llenarlo con pleno reconocimiento y con todas sus consecuencias. Y, de esta manera, es obvio que mi seña de identidad más característica se manifiesta muy regular y precavida. Se trata sobre todo de llenar los huecos, la falta de ideas de los tiempos muertos que se alargan interminables. La lectura vence a la indecisión y se convierte en asidero cuando se extiende la falta de iniciativas y en los momentos en que te apoyas en algo ajeno como, por ejemplo, un libro. Otros llevan sus gafas para leer, su perro fiel o un bastón diferente para cada estación del año. No es exactamente un amuleto porque puedo llevarlo o dejarlo en casa. Tampoco me sigue a todas partes como un perro.

Un comentario por parte del paisano que me sale al paso, un breve comentario sobre este objeto de uso, un ”¡vaya librote!”, o un “¿de dónde vienes? ¿de la biblioteca?”, me suele bastar para iniciar las conversaciones. Que, luego, pueden resultar también fluidas y amigables cuando nos olvidamos del libro y nos ponemos a hablar de otras cosas. Todas las cosas suceden de una manera natural si yo lo sostengo y todo puede seguir más allá sin saltos bruscos. Es cierto que algunos otros elementos animan el discurrir del día. Están los sonidos del campo que permanecen al acecho a lo largo del camino; también luce el sol con alguna insistencia o, en los ribazos, se alzan las hierbas y las matas de forma tan espaciada que no amenazan con interrumpir el paso. O puede ser que algún rincón brille con especial colorido y que se impongan entonces las sensaciones más superficiales. Cuando el tiempo es invernal, yo también voy al campo casi todas las tardes; me entretengo y más que eso durante el itinerario; me cruzo con ella y la encuentro muy dulce y muy elocuente en su comentario sobre el libro que ese día me acompaña. Tiene la mirada altiva, el labio superior, ligeramente adelantado; no me gustan las mujeres en las que sobresale el labio inferior y la barbilla. Está empezando a divagar sobre todo tipo de asuntos, a hablar de todo un poco para que la conversación se mantenga viva, pero yo no me duermo en los pormenores y le hago la pregunta fundamental: si el libro le ha gustado o no; hasta que ella me responde que sí, que le gusta, después de algunos rodeos, porque es una gran lectora y muestra además espíritu crítico.

Todo lo cual me lleva a concluir que, sin un libro, sin este libro en concreto, yo no hubiera disfrutado con tanta intensidad del paseo. Puede que la hubiera encontrado igualmente, pero es probable que ella no se hubiera fijado en mí. Con mucha probabilidad, no se le hubiera ocurrido un comentario oportuno y mi presencia le hubiera pasado completamente desapercibida.


PÁGINA 12 – POESÍA ARGENTINA

María Belén Vecchi (Olavarría-Buenos Aires-Argentina)

POEMA

“El sombrero de mi madre cubre el mundo”.
"Fotos", de Rodolfo Walsh.


EL MIEDO EN LA CAMA.

Cómo decirte
que el amor es grande,
que el miedo es grande
y la cama chica,
y mi voz no alcanza
para soñar fuerte
con tormentas, con colores.

Blanco y negro, el mundo,
el miedo y el amor, el mundo
fuerte como los sueños,
como las tormentas de colores...

LAS MANOS DE LA MUERTE

La muerte es
una oreja gigante,
un colador de huesos
girando,
girando
como un cartílago
encendido,
como las manos
de un árbol...

LAS MANOS DE DIOS

Todo barco es atemporal.

Cuando un dios se enferma
le crecen monstruos en las manos
y patea tormentas
hacia los mares analfabetos.

Ningún barco piensa...

EPIFANÍA

El único país que conozco
es éste que no puedo nombrar,
mi país tiene
espanto y amor,
muerte y jardines,
sacrificios y mar.

Cuando dios se materialice
podré nombrar lo que no conozco, podré
morir de amor en un jardín, podré
hacer sacrificios en el mar.

El mar es vida es muerte.

OLVIDO

Andaba deambulando
la curvatura del plano nocturno
cuando, cuando no,
me fascinó ese enigmático
y cosmi- cómico rostro
de los astros.

LUZ... divisé,
nieblasión,
sendeviaje,
hagodedo,

(el viento es una mascota de Dios).

Enrollo las aguas,
me pluralizo,
me despersonalizo,
me hacendedo
y los cangrejos me cenan,
me encienden las clavículas
mientras susurro
en lenguaje magnolia:
"murió una almendra technicolor..."

Olvido algo:
la libélula enrededada
en mis cabellos...
¿es proyección diurna insolación?

Mañana,
mañana,
mañana muero para recordar
si la he soñado o
si me sueña despiertalada la madrugada.


PÁGINA 13 – ENSAYO

LO PEOR ES EL VÉRTIGO. ..

Por Ernesto Sábato (Provincia de Buenos Aires-1911/2011)

En el vértigo no se dan frutos ni se florece. Lo propio del vértigo es el miedo, el hombre adquiere un comportamiento de autómata, ya no es responsable, ya no es libre, ni reconoce a los demás.
Se me encoge el alma al ver a la humanidad en este vertiginoso tren en que nos desplazamos, ignorantes atemorizados sin conocer la bandera de esta lucha, sin haberla elegido.
El clima de Buenos Aires ha cambiado. En las calles, hombres y mujeres apresurados avanzan sin mirarse pendientes de cumplir con horarios que hacen peligrar su humanidad. Ya sin lugar para aquellas charlas de café que fueron un rasgo distintivo de esta ciudad, cuando la ferocidad y la violencia no la habían convertido en una megalópolis enloquecida. Cuando todavía las madres podían llevar a sus hijos a las plazas, o visitar a sus mayores. ¿Se puede florecer a esta velocidad? Una de las metas de esta carrera parece ser la productividad, pero ¿acaso son estos productos verdaderos frutos?
El hombre no se puede mantener humano a esta velocidad, si vive como autómata será aniquilado. La serenidad, una cierta lentitud, es tan inseparable de la vida del hombre como el suceder de las estaciones lo es de las plantas, o del nacimiento de los niños.
Estamos en camino pero no caminando, estamos encima de un vehículo sobre el que nos movemos sin parar, como una gran planchada, o como esas ciudades satélites que dicen que habrá. Ya nada anda a paso de hombre, ¿acaso quién de nosotros camina lentamente? Pero el vértigo no está sólo afuera, lo hemos asimilado a la mente que no para de emitir imágenes, como si ella también hiciese "zapping"; y, quizás, la aceleración haya llegado al corazón que ya late en clave de urgencia para que todo pase rápido y no permanezca. ste común destino es la gran oportunidad, pero ¿quién se atreve a saltar afuera? Tampoco sabemos ya rezar porque hemos perdido el silencio y también el grito.
En el vértigo todo es temible y desaparece el diálogo entre las personas. Lo que nos decimos son más cifras que palabras, contiene más información que novedad. La pérdida del dialogo ahoga el compromiso que nace entre las personas y que puede hacer del propio miedo un dinamismo que lo venza y les otorgue una mayor libertad. Pero el grave problema es que en esta civilización enferma no sólo hay explotación y miseria, sino que hay una correlativa miseria espiritual. La gran mayoría no quiere la libertad, la teme. El miedo es un síntoma de nuestro tiempo. Al extremo que, si rascamos un poco la superficie, podremos comprobar el pánico que subyace en la gente que vive tras la exigencia del trabajo en las grandes ciudades. Es tal la exigencia que se vive automáticamente, sin que un sí o un no haya precedido a los actos.
La mayoría de la humanidad es empleada de un poder abstracto. Hay empleados que ganan más y otros que ganan menos. Pero ¿quién es el hombre libre que toma las decisiones? Ésta es una pregunta radical que todos hemos de hacernos hasta escuchar, en el alma, la responsabilidad a la que somos llamados.
Creo que hay que resistir: éste ha sido mi lema. Pero hoy, cuántas veces me he preguntado cómo encarnar esta palabra. Antes, cuando la vida era menos dura, yo hubiera entendido por resistir un acto heroico, como negarse a seguir embarcado en ese tren que nos impulsa a la locura y al infortunio. ¿Se le puede pedir a la gente del vértigo que se rebele? ¿Puede pedirse a los hombres y a las mujeres de mi país que se nieguen a pertenecer a este capitalismo salvaje si ellos mantienen a sus hijos, a sus padres? Si ellos cargan con esa responsabilidad, ¿Cómo habrían de abandonar esa vida?
La situación ha cambiado tanto que debemos revalorar, detenidamente qué entendemos por resistir. No puedo darles una respuesta. Si la tuviera saldría como el Ejército de Salvación, o esos creyentes delirantes -quizás los únicos que verdaderamente creen en el testimonio- a proclamarlo en las esquinas, con la urgencia que nos separan de la catástrofe. Pero no, intuyo que es algo menos formidable, más pequeño, como la fe en un milagro lo que quiero transmitirles en esta carta. Algo que corresponde a la noche en que vivimos, apenas una vela, algo con qué esperar.
Las dificultades de la vida moderna, el desempleo y la superpoblación han llevado al hombre a una dramática preocupación por lo económico. Así como en la guerra la vida se debate entre ser soldado o estar herido en algún hospital, en nuestros países, para infinidad de personas, la vida está limitada a ser trabajador de horario completo o quedar excluido. es grande la orfandad que cunde en las ciudades; la gran soledad de la persona original es una de las tragedias del vértigo y de la eficiencia.
La primera tragedia que debe ser urgentemente reparada es la desvalorización de sí mismo que siente el hombre, y que conforma el paso previo al sometimiento y a la masificación. Hoy el hombre no se siente un pecador, se cree un engranaje, lo que es trágicamente peor. Y esta profanación puede ser únicamente sanada con la mirada que cada uno dirige a los demás, no para evaluar los méritos de su realización personal ni analizar cualquiera de sus actos. Es un abrazo el que nos puede dar el gozo de pertenecer a una obra grande que a todos nos incluya.
Si a pesar del miedo que nos paraliza volviéramos a tener fe en el hombre, tengo la convicción de que podríamos a vencer el miedo que nos paraliza como a cobardes. Yo he pasado riesgos de muerte durante años. ¿Sin miedo?. No, he tenido miedo hasta la temeridad pero no he podido retroceder. Si no hubiese sido por mis compañeros, por la pobre gente con la que ya me había comprometido, seguramente hubiera abandonado. Uno no se atreve cuando está solo y aislado, pero sí puede hacerlo sí se ha hundido tanto en la realidad de los otros que no puede volverse atrás. Cuando trabajé en la CONADEP, de noche soñaba aterrado que aquellas torturas, frente a las cuales yo hubiera preferido la muerte, eran sufridas por las personas que yo más quería. Impávido en el sueño, luego me despertaba angustiado y sin saber cómo seguir, pero horas después no podía negarme a escuchar a quienes pedían que yo los recibiera. No podía, era inadmisible que hubiese dicho que no a esos padres cuyos hijos, en verdad, habían sido masacrados.
Quiero decirles que no lo podía hacer porque ya estaba adentro, involucrado. Así es, uno se anima a llegar al dolor del otro, y la vida se convierte en un absoluto. Las más de las veces los hombres no nos acercamos, siquiera al umbral de lo que está pasando en el mundo, de lo que nos está pasando a todos, y entonces perdemos la oportunidad de habernos jugado, de llegar a morir en paz, domesticados en la obediencia a una sociedad que no respeta la dignidad del hombre. Muchos afirmarán que lo mejor es no involucrarse, porque los ideales finalmente son envilecidos como esos amores platónicos que parecen ensuciarse con la encarnación. Probablemente algo de eso sea cierto, pero las heridas de los hombres nos reclaman.
Pero esto exige creación, novedad respecto de lo que estamos viviendo y la creación sólo surge en la libertad y está estrechamente ligada al sentido de la responsabilidad, es el poder que vence al miedo. El hombre de la posmodernidad está encadenado a las comodidades que le procura la técnica, y con frecuencia no se atreve a hundirse en experiencias hondas como el amor o la solidaridad. Pero el ser humano, paradójicamente sólo se salvará si pone su vida en riesgo por el otro hombre, por su prójimo, o su vecino, o por los chicos abandonados en el frío de las calles, sin el cuidado que esos años requieren, que viven en esa intemperie que arrastrarán como una herida abierta por el resto de sus días. Son doscientos cincuenta millones de niños los que están tirados por las calles del mundo.
Estos chicos nos pertenecen como hijos y han de ser el primer motivo de nuestras luchas, la más genuina de nuestras vocaciones.
 De nuestro compromiso ante la orfandad puede surgir otra manera de vivir, donde el replegarse sobre sí mismo sea escándalo, donde el hombre pueda descubrir y crear una existencia diferente. La historia es el más grande conjunto de aberraciones, guerras, persecuciones, torturas e injusticias, pero, a la vez, o por eso mismo, millones de hombres y mujeres se sacrifican para cuidar a los más desventurados. Ellos encarnan la resistencia.
Se trata ahora de saber, como dijo Camus, si su sacrificio es estéril o fecundo, y éste es un interrogante que debe plantearse en cada corazón, con la gravedad de los momentos decisivos. En esta decisión reconoceremos el lugar donde cada uno de nosotros es llamado a oponer resistencia; se crearán entonces espacios de libertad que pueden abrir horizontes hasta el momento inesperados.
Es un puente el que habremos de atravesar, un pasaje. No podemos quedar fijados en el pasado ni tampoco deleitarnos en la mirada del abismo. En este camino sin salida que enfrentamos hoy, la recreación del hombre y su mundo se nos aparece no como una elección entre otras sino como un gesto tan impostergable como el nacimiento de la criatura cuando es llegada su hora.
Los hombres encuentran en las mismas crisis la fuerza para su superación. Así lo han mostrado tantos hombres y mujeres que, con el único recurso de la tenacidad y el valor, lucharon y vencieron a las sangrientas tiranías de nuestro continente. El ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer. En esta tarea lo primordial es negarse a asfixiar cuanto de vida podamos alumbrar. Defender, como lo han hecho heroicamente los pueblos ocupados, la tradición que nos dice cuánto de sagrado tiene el hombre. No permitir que se nos desperdicie la gracia de los pequeños momentos de libertad que podemos gozar: una mesa compartida con gente que queremos, unas criaturas a las que demos amparo, una caminata entre los árboles, la gratitud de un abrazo. Un acto de arrojo como saltar de una casa en llamas. Éstos no son hechos racionales, pero no es importante que lo sean, nos salvaremos por los efectos.
El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria.


PÁGINA 14 – CUENTO

ACCIDENTE ETICO VASCULAR

Por Fernando Omar Vecchiarelli (Argentina)

Ahora pienso que todo lo que escribo no interpreta fielmente mis ganas de escribir, extraño las veces que podía ajar, cortar o simplemente abollar un papel y con dudosa puntería arrojar al cubo de alambre ese documento intrascendente e inútil a la literatura universal, extraño ese sentirme agobiado por la falta de ideas siempre catalogadas por mí como geniales. Hay días en que mandaría todo a la mismísima mierda y publicaría mis dos novelas para fracasar de una buena vez y dedicarme a otra cosa, son esos los días en que volvería a intentar ser feliz haciendo algo estúpidamente absurdo, como coleccionar alcornoques de bebidas baratas y clasificarlas por momentos de dicha etílica con amigos o simplemente caminar por barrios elegantes de gente hueca y burguesa que se inventan amigos virtuales para no involucrarse demasiado en las historias que siempre les serán ajenas.

Nadie puede sentirse pleno en estos días donde todo es frágil y etéreo, donde todo es rápidamente descartable. Hoy es uno de esos días en que el sol no logra interpretar la necesidad de calor y vida, es un día propicio para morir de soledad de ideas.

Pero siempre está en algún rincón de la casa un motivo de escritura y eso me enloquece tanto que es imposible descansar, se que pronto voy a ser un objeto más, un recuerdo más, una foto a la que le encenderán un candil a la que le pedirán ayuda ante lo imposible. Es ese el destino de la gente con un pasado sin sentido.

Si alguien me trae una propuesta, no puedo evitar el escribirla y eso es todo un problema que siempre me ocasiona una alteración en el espíritu y una consecuencia inmediata en el físico, un pequeño paso hacia la muerte, como si cada historia se robara para sí una neurona. A mejor historia más y mejores neuronas se van con ella…

Así fue que el inspector Isaías Ward de la policía de Nueva York encontró el cadáver de Williams Morris, escritor de canciones publicitarias, muerto en la sala frente a su ordenador encendido, con este texto escrito en Word iluminando su cabeza tendida sobre el teclado.

El forense dictaminó muerte por banalidad, agravado por toma de conciencia repentina.


PÁGINA 15 – POESÍA ARGENTINA

Rogelio Ramos Signes (Tucumán-Argentina)

CUALQUIER OTOÑO

Hoy hace cien años
aunque no sé a qué hora
nació mi padre,
mi padre que ya no está,
que partió con cierto apuro
hace casi dos décadas.
Vino mi padre en un vientre malagueño
que llegaba en un barco
para derramarse aquí.
Vino en un vientre
a la tierra del vino,
a mezclarse con él
antes de cualquier proceso.
Estoy hablando de uvas
de las uvas que amaba mi padre,
que era hombre que amaba
los frutos de la tierra,
en San Juan
donde la tierra es mezquina,
a fuerza de piedra y piedra
y esa arena tan gris.
Me cuesta imaginar
este país hace cien años,
el puerto de Buenos Aires
vuelto hormiguero
por inmigrantes pobrísimos
que cuidaban sus nadas
en valijas de cartón y de flejes,
sus atados de ropa, de tela cualquiera
convertida en seda
sólo por el uso.
Me cuesta imaginar el presente
de ese ayer de expectativas
en un país que nada iba a regalarles
para que dejaran de ser esclavos
y se convirtieran en esclavos
de sí mismos, todo el tiempo.
¿Quién era el presidente ese año
en que nació mi padre?
¿Quién quería derrocar a ese presidente?
Debe estar en la prensa
si es historia de traiciones.
¿Cómo fue el trayecto
de Buenos Aires a San Juan por tierra
luego de tanto mar?
Nadie puede responder a esta pregunta.
Los archivos hablan de otras cuestiones.
Las estadísticas registran el paso
de apellidos gloriosos,
no la sombra de gente
con futuro de labranza.
Hoy hace cien años que nació mi padre.
No sé a qué hora.
Seguramente las calles
estarían cubiertas de hojas,
y esas hojas serían amarillas
como en cualquier otoño.
Sólo sé que fue en Albardón,
ligeramente al norte de la ciudad de San Juan,
entre Villicum y Pie de Palo.
¿Cómo sonaban en los oídos de esos inmigrantes
nombres tan extraños?
La pregunta se responde sólo con supuestos.
Cerca de las aguas termales de La Laja.
Cerca del mármol travertino
que hoy se encuentra en cualquier punto del país
nació mi padre,
un españolito que vino al mundo
hace cien años, a la luz de estas provincias,
y al que, a pesar de no creer en Dios,
Dios lo guarde.


PÁGINA 16 – ENSAYO

GARABATOS SOBRE EDUCACIÓN

Por Carlos Luis Ibáñez Torres (Pamplona-Santander-Colombia)

La nuestra, y la anterior, son generaciones en las que con verdadero convencimiento se escuchaba decir: “Cada hijo viene con el pan debajo del brazo”. Y dicho y hecho, los matrimonios traían al mundo, por lo menos en Colombia, un promedio de ocho hijos, de forma tal que los santorales, en ocasiones, eran insuficientes para abastecer tanto pedido, entonces, no faltaba el padre innovador que acudía a los nombres ingleses, franceses o italianos; científicos, escritores, artistas, jerarcas eclesiásticos, santos y santas milagrosos o reyes y reinas, tenían en nuestras familias criollas sus tocayos y tocayas

Era frecuente encontrar a Carmen Antonio a Jesús María a José Dolores a Petra y Ana Joaquina, a los y las Presentaciones, Franciscas y Franciscos, Antonios y Antonias, mezclados con los modernos de la época, variantes para entonces, como los Edwards, los Jones, los Darwin, los Peter, los Roosevelt, y en fin, Marceles, Louis, Byron, Franklins, que en ocasiones se combinaban con Jesús, María y José, anteponiendo el de, Byron de Jesús, Roosevelt del Carmen, y en casos de osadía poética Zoila Rosa, lo cual se convertía en un verdadero un reto para el desarrollo de la personalidad, pues no es fácil llamarse Carmen, cuando se tiene un metro con ochenta centímetros de alto, por casi lo mismo de ancho y se porta bajo la nariz aguileña santandereana un mostacho de considerable frondosidad, como alero de unos gruesos labios, por donde salen cada día, por lo menos unos treinta “no me jodas”, con unos veinte “que es la joda”, “que vaina tan arrecha”, o “cállese la geta”, “no sea tan pingo” “mucho zurrón,” y no puede ser fácil cuando Pedro María, es dueño de la “pesa” y se gana la vida boleando cuchillo desde la madrugada hasta el atardecer, porque es fácil saber a Pedro, enlazando, matando y pesando un animalito de quinientos kilos, pero, ¿quién imagina que ese mismo coloso, es también María?. Mucho menos fácil cuando la mujer de sus sueños se llama María francisca a quien Usted acaba de conocer y a la que le dice con voz débil y tímida mirada: _Mucho gusto, soy Francisco María, pero me dicen pacho, de hecho, ya tienen mucho en común, pero difícil es saber que un día, esas Marías, tendrán una familia en que padre y madre sean tocayas.

Los abuelos y los padres de entonces, poco sabían de los mega moles, de las súper tiendas, porque sus Hipermercados eran las hermosas, abundantes, mágicas plazas de mercado en dónde la feria de sabores, la exposición de colores y la fiesta del trueque, unidas a la alegría de la abundancia y al hechizo de la palabra, entre el humo de los sahumerios, hacían que se mercara entre saludos y esperanzas, entre sueños y compadrazgos, dentro de la generosa sonrisa de la marchanta que pesaba con el corazón, y con simpatía porque allí no se hablaba de un kilo de …o una librita de tal, no señor, allí era todo por @, por Gruesas, por cajas, por quintales, por mayor como los hijos, y el máximo común denominador de las mesas familiares era el plato de sancocho, el genial arroz de maíz, las nutritivas frijoladas, los nacos abundantes, ebrios de queso de hoja, los sorbetes, las carnecitas oreadas, el mute y las hayacas cocinadas en fogones de tres piedras, en los solares, o en nuestras cocinas que eran casi como una casa dentro de la casa, donde el café colado, lejos del rigor electrónico de las coffee express, era bebida de Dioses.
Las casas, con sus solares son ya un lejano recuerdo del viejo país en que crecimos indiferentes, tristemente indiferentes, a la invasión que la arquitectura hizo en nuestras ciudades so pretexto de la modernidad, que buena es en muchos aspectos, pero que se llevó en sus planos y planes una importantísima identidad, que fue vivir en las casonas en que al
desayuno, al almuerzo y a la comida, trece o catorce Miembros de una sola familia comandados por papá y mamá, compartieron más allá del pan, ese calor de hogar, esa unión familiar, esa carta de valores que hizo de nuestras familias verdaderos núcleos en los que la sociedad se fortificó, en que la inmensidad de la casa unía, en el juego, en la oralidad, en el atravesar el pasillo y a “correr se dijo” cuando se apagaba el único bombillo y en la oscuridad recordábamos el cuento del descabezado, a entrar con máximo sigilo porque las diez de la noche era una hora prohibida para llegar a casa; adiós a las habitaciones donde dormían los hermanos de mayor a menor, adiós a las casitas de sueños donde nuestras hermanas jugaban a ser la mamá de sus hermanitos. Los espacios de las casas eran inmensos, verdaderas extensiones que acercaban, entre más grande la casa, mayor la necesidad de agruparse, todas tenían un cuarto misterioso, su propio espanto, su altar, y ese inolvidable sitio del pesebre y del súper árbol de navidad, pero sobre todo la unidad familiar, respeto en la mañana, cariño al medio día, comprensión en la noche y ese amor transmitido desde los nonitos, los padres, los tíos, los primos, y ese sentir la autoridad sin traumas, ese recibir la corrección en ocasiones fuerte y hasta exagerada en lo físico, pero llena de esa sabiduría de educar para la vida, de heredar la rectitud, de practicar la responsabilidad, de crecer humanamente y de dar el valor a ser más que a tener, superando ampliamente el reto de llamarse con un nombre mixto, que al final terminó volviéndose parte de nuestra identidad y de nuestra cultura, con derrota total del posible trauma, y llenos mejor, del orgullo de ser como somos.

Es entonces inexplicable que ahora, en apartamentos de setenta o máximo cien metros, la distancia entre hermanos, entre padres e hijos, entre parejas, sea tan notoria, tan marcada, es complicado saber que en tan poco espacio se haya perdido tantos valores humanos, tantos valores de vida, esos que se encontraban por docenas en las grandes casas, en las familias numerosas, allí nada se perdía y todos los días se traía un triunfo, una cosecha, un deber cumplido, que se compartía como logro colectivo. El tiempo pasó y cada día hay menos Cármenes Antonios, Pedros Marías, Pachos y Pachas, menos marchantas y muchos mega moles, es como si al marcharse del mundo, se hubiesen llevado consigo esa manera de ser y de vivir, pareciera que en las demoliciones de esas casas de esos solares, se hubiese también arrasado con ese espíritu familiar y aunque es evidente que la población es por lo menos cinco veces mayor, es también cierto que las familias actuales, son de cinco, las numerosas, incluidos papá y mamá, y dolorosamente los asilos y los hogares geriátricos crecen y abundan porque el espacio para el abuelo Pacho no fue diseñado por la arquitectura moderna, el altar de la nonita Antonia no está incluido en el set decorativo actual y, mi cuarto es mío, y mi computador, y mi I pod, y mi perro, y mi música, y mi vida, lo único colectivo es el lomo roto de los padres que deben pagar a costa de lo que sea esas propiedades privadas de los hijos.

Duele saberlo, pincha el alma sentir que esta es nuestra realidad, que los tiempos cambiaron y trajeron asuntos excelentes, tecnología increíble, de ficción si se quiere, impresionante, que nos movemos en un mundo maravilloso y fantástico, que la medicina, la economía, las comunicaciones, los autos, y toda suerte de máquinas y objetos son eficientes y eficaces al máximo, pero queda por preguntar ¿Será que nuestra identidad en valores quedó sepultada bajo los escombros de esas casas de ayer? ¿Será que el valor del ser se cambió por el vacuo sentido de tener? ¿Sería capaz un recién nacido de enfrentar el reto de Llamarse Carmen Antonio, Luis María, Francisco de Jesús, sin que el desarrollo de su libre personalidad se vea afectado hasta el trauma?

Cada hijo de hoy viene con el portátil debajo del brazo, totalmente perdida la memoria ancestral, dotado de un lenguaje informático que dista total de lo romántico, sin cordón
umbilical con los abuelos, invadidos por la tristeza que genera la individualidad, llenos eso sí, de una asombrosa inteligencia cibernética que los aísla completamente de esas cosas manuales y sencillas que asombraron a nuestras dos generaciones anteriores y a nosotros mismos por primorosas y sutiles, como el vuelo de una mariposa azul en el pentagrama musical, o el vuelo de luz de una libélula después de la lluvia, o el sonido universal de una rémington, o la voz de Manzanero bajo la lluvia, o una luna despedazada por un vuelo de gaviotas al atardecer o ese fogón de carbón y de leña en que corrían inquietos duendecillos que estallaban como flores en el aire.

Los hijos de hoy tienen derecho a renacer en valores, a llamarse como corresponda a la época, a ser usuarios de las maravillas del mundo, no sólo de las tecnológicas sino de las manuales, primorosas y sutiles y, nosotros, los “viejos”, la obligación de enseñárselas, de recuperar para ellos la memoria ancestral, y tenemos la urgencia de arrancarlos de esa soledad de los cuartos donde se consumen horas y días enteros frente a los juegos virtuales, al chat, al facebook al tuiter y no sé qué más endriagos del mundo de la informática actual.

Creo profundamente en el progreso, siempre que éste vaya de la mano con el ser humano como centro de desarrollo, y, creo en las familias unidas y en los jóvenes actuales, y en aquellos que aún quedan como producto de las ya mencionadas generaciones, y sobre todo y profundamente, creo en un país que vuelva a ser como el de nuestros ancestros, con sus valores, con sus sanas costumbres, para que frutecidas a granel, en los pequeños sitios donde coinciden diariamente estos modernos habitantes del siglo XXI, resurjan la convivencia, el amor, la identidad, sin menoscabo del crecimiento humano y de los valores, disfrutando de la máxima tecnología, pero sobre todo, siendo personas excelentes en lo humano mucho más en el ser que en el estar. Creo en ello poderosamente, como en la poesía, y, en el poeta que escribió en su huerto de Castilla: “Dejadme la Esperanza”


PÁGINA 17 – COMENTARIOS DE LIBROS

LAS RUINAS DE UNA EDIFICACIÓN

Armando Alanís, Los delicados escombros,
Fondo editorial Tierra Adentro 185,
Monterrey Nuevo León, 2005

La voz del todavía joven poeta originario de Monterrey, Armando Alanís, se alza entre una poética que nadie podrá derrumbar pese a su “delicadeza” y se edifica entre la fuerza de un inédito paradigma verbal, sujeto a explorar con desfachatez diversas zonas temáticas abordadas con ironía: Los pájaros no usan reloj. / Son las tres de la mañana y ellos muy quitados / de la pena, cantan”, así como en una aparente cotidianeidad ligada a nuestras tradiciones más próximas: “Dicen que el que canta, sus penas espanta”, así lo comprobamos al leer Los delicados escombros, De acuerdo con Alanís este poemario ya cuenta con su segunda reimpresión. Con obstinación este libro reclamaba mi lectura, pues le insistí frenéticamente a su dueño que lo depositara en mis torpes manos hasta que él no tuvo más remedio y sucumbió a mis ruegos. En Los delicados escombros se activa un diálogo rabioso que en ocasiones subraya lo absurdo de nuestros comportamientos viscerales; en otras, el poeta es víctima de su propio escarnio.
En las páginas de Los delicados escombros se desata un vendaval recio, en numerosas ocasiones, tierno, una templanza que atrapa y penetra nuestra garganta con prodigiosa savia artística y vivencial para que cada lector vea lo que queda de su mundo en ruinas. No sé si vaya a leer otro poemario de Alanís, seguramente así será, pero me basta con Los delicados escombros para quedar abatido por la seducción y el alma del yo lírico, que a veces también se resquebraja: “Ayer fue el día más largo del año / me sentí indefenso…/ vuelo de noche, porque la luz del sol derrite mis alas” y seguramente esa fragilidad lo reduce a polvo, a sombra, a nada. Otras veces las metáforas: “La sonrisa de una palabra taladrada es una cáscara”; los encabalgamientos abruptos: “Aquí yacen los restos / de un hombre sin cabeza, que usaba sombrero de copa”; así como la irreverencia contundente de los títulos que conforman este poemario, por ejemplo: “Cuando Dios rebuzna”; sin olvidar las imágenes que evocan nuestra modernidad más grosera: “Todos fuimos talla 29/ … bienvenidos a Mac Donalds/ puedo tomar su orden”; todos absolutamente todos estos factores penetran en nuestra piel como un serrucho juguetón, sarcástico y a menudo cruel, que aunque lo sentimos necesario terminará por matarnos.
Los delicados escombros desembocan notablemente en la metáfora trazada con pulso alto a lo Nicanor Parra, tanto o igual, para después evocar lo mejor de un César Vallejo lírico. También nos permite penetrar en aquella Residencia en la Tierra de un Neruda esencial, así como discernir en lo más iconoclasta de Ernesto Cardenal y no porque sea una copia exacta de los poetas evocados, sino porque Armando Alanís nos hereda una visión inédita que aunque sarcástica permite vislumbrar al ser humano entrañable, edificándose y derrumbándose constantemente, como alguna vez lo hicieran nuestros mayores.
Buscamos edificar nuestro futuro más sólido en un libro y en Los delicados escombros sólo encontramos nuestras miserias más humanas. En cada página de este poemario descubrimos un espejo, cincel en permanente configuración, un espejo Páramo que se derrumba y deja en Comala o en Monterrey, una geografía repleta de muertos; Los delicados escombros dejan esa descendencia en nuestro cuerpo y en nuestra lectura de forma inmediata pero con una estruendosa carcajada que a cada paso habrá de derrumbarnos hasta convertirnos en polvo.


PÁGINA 18 – CUENTO

EL LADO OSCURO DEL CORAZÓN

Por Oliverio Girondo (Buenos Aires,1891/1967)

No sé, me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! - y en esto soy irreductible no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretenden seducirme!
Esta fue - y no otra - la razón de que me enamorase tan locamente, de María Luisa. ¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con que impaciencia yo esperaba que volviese, volando de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. "¡María Luisa! ¡María Luisa!... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Que delicia la de tener una mujer tan ligera... aunque nos haga ver, de vez en cuando las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer a una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en conseguirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar.


PÁGINA 19 – POESÍA AMERICANA

José Manuel Luque Taco (Lima-Perú)

SILENCIO

No escribo con el corazón porque tú lo tienes
porque mi voz lo echaste a los vientos
porque mi canto ahora es el de las aves
mis manos ya no tienen vida en tu piel
no veo si tú me miras
sólo la noche me acompaña con su desquicio
el tiempo se enamora de mis miedos
y huyo
huyo por donde el silencio se escapa
por donde mis pies me guían
y contemplo lo que otros no han querido ver
y me río de esta locura
de esta ciudad que se duerme
lentamente
dejando su aliento para el amanecer

DETALLES

No voy hablar de tu hermosura
porque muchos seguramente te han dicho que eres bella
ni escribirte un poema
porque de seguro debes de tener cientos de poemas de posibles enamorados
archivados en tu estante
no he pensado en cantarte porque mi voz es horrorosa
ni a describir tus manos pequeñitas y suaves
ni decir que tus pies son menudos y sensuales
o pensar en tu cintura de guitarra
y tus caderas con piel de durazno
no voy hablar de tu boca con sabor a manzana
ni de tus ojos color a mar
ni de esos cabellos revoloteando con el viento
ni de tus sueños que aún duermes con peluches
no voy a decir nada
sólo tocaré tu puerta con esta flor de primavera…

A MENUDO

Quiero desnudarte a besos
saber si tus hierbas son de otoño o primavera
saber si tus tactos ansían el placer
quiero masticar tus verbos
y respirar
los días tranquilos dedicártelos alguna vez
quiero tomarte por la cintura
y navegar hacia tus colinas de marfil
ver tus pasos acaramelados
tu sombra amiga de mi piel
quiero
quiero hoy retener el tiempo
y jugar
saber algo más de ti y tú de mí
saber que esta cama es real
y la vida que nos falta aún por vivir
quiero desnudarte a besos ya lo ves
y con estas manos escribir
un nuevo amor que cantar.

LLEVATE ALGO MÁS DE MÍ

Llegó la hora, muchacha, de hacer tus maletas,
de abrir la puerta y darme la espalda, aún así
miraré el contorneo de tus caderas que aún enciende
en mí las llamas.
Llévate esa fotografía donde estábamos bajo la sombra de aquel árbol,
llévate también mis versos, mi aliento y algunas lágrimas
y mis malos ratos.
Llévate mi risa, mi bufanda y mis toscas manos,
llévate ese libro viejo que se titula:
reglas para dos enamorados.
Llévate mis pasos vagos y mis aullidos de lobo desgarrado,
llévate esa maceta vieja donde sólo habían insectos
y bichos raros.
Llévate todo si es posible hasta este pequeño cuarto,
llévate mi hígado y también este beso desahuciado.
Pero, antes de dar el primer paso, saca de esa horrenda maleta...
mi hermoso corazón que no es tu regalo.

LIBERTAD

Extiendo los brazos al cielo y sonrío porque la vida es ésta
arranco hierba fresca con mis dientes y bebo del río más cercano
a veces parezco un animal tan bello en el horizonte
y otras veces tan sólo un hombre con todo sus manifiestos
camino sin cesar entre fábricas y cloacas
escribo algunos versos en las paredes de los baños
protesto entre dientes contra el abuso y el caos
y amo la primavera las mujeres y el mes de diciembre
odio algunos periódicos que venden sus mentiras
odio la televisión y sus imágenes baratas
no soy de derecha o de izquierda pero mi corazón es único
tengo temores y sueños y una pequeña casa
de vez en cuando fumo bebo y amo alguna muchacha
y respiro de este aire aunque contaminen mis pulmones
amo mi ciudad con todo sus defectos
y esta voz jubilosa que grita más allá del cielo.

DE SUEÑOS Y LOCURAS

Ahora que la noche cubre con su manto tu sueño
siento sólo los pasos sonámbulos de tu angustia estallar en pedazos
siento que el viento desgarra tus labios y tu garganta
siento frío en mi piel de cientos de años y te ríes
te ríes sin estupor y transitas por mis venas
jalas de mi bilis de mi rabia y de mi locura
y siento que te amo como el aire a mis pulmones
despierta de ese sueño estúpido de dioses
estoy enfermo oliendo a ti mientras todos temen a su locura
mientras tratan de buscar la palabra perfecta
que encaje en los pechos de los amantes
mientras el miedo invade letal yo me río y me embriago
y siento que no pertenezco a este mundo esquivo
y siento que tu voz agoniza y muere en mi boca
y siento que estas palabras no encajan en tus sueños
y siento que un amor muere mientras construyo una torre de locura en tu cabeza
mientras recorto este mes de angustia
mientras vocifero desde este lado de mi guarida
mientras siembro algo que se llama amor y se marchita.


PÁGINA 20 – ENSAYO

EL SENTIDO DEL HUMOR PARA UN ESCRITOR INGLÉS.

Carmen Rosa Barrere (Posadas-Misiones-Argentina)

En el año 1874 nacía en Inglaterra un varón que arribaba al mundo con lo que sería una mente excepcional. Aquél infante se llamaba Gilbert Keith Chesterton y ya maduro se dedicó a estudiar historia, además de escribir novelas y ensayos. Oculta pero perceptible, asoma desde su prosa una fina, sutil ironía que deja a pocos títeres con cabeza. De modo tal que sus palabras están vigentes y colocan en rojo las figuras de personas que conocemos y la de otros más lejanos pero poderosos que tienen oportunidad de ser exhibidos en los medios y poseen la virtud de enfadarnos, colándose dentro de nuestros hogares mediante la pantalla de televisión.

Desde su libro Ortodoxia y en el capítulo llamado Poetas y Locos, transcribo:
“El orgullo es el lastre de solemnidad que tira hacia abajo, haciéndonos instalar en una especie de seriedad egoísta, cuando lo que debiéramos hacer es levantarnos en un regocijado descuido del propio yo. Se dice que un hombre se hunde en la melancolía o se abre hacia el firmamento azul. La seriedad NO es la virtud. Decir que es un vicio sería una herejía, pero una herejía inteligente. Tomarse muy seriamente a si mismo no es más que abandonarse a una pendiente natural. Es más fácil escribir un buen artículo de fondo para el Times que una buena sátira para el Punch. Porque la solemnidad fluye naturalmente de los hombres mientras que la risa es un salto. Es tan fácil ser pesado como difícil ser ligero. Satán cayó por la fuerza de gravedad.”

Para un joven profesor inseguro, un padre inexperto, un actor con pánico, una empleada estatal condenada a la jubilación mínima, o un profeta político que se desgañita prometiendo lo que en su fondo sabe que la oferta morirá cajoneada, es mucho más simple permanecer serio hasta la solemnidad en lugar de soltar una sonrisa que franquearía una puerta dando acceso a la pregunta inoportuna o al gesto contenedor.

La conocida publicación llamada Readers Digest ha divulgado dentro de sus orientadoras páginas y a través de años la receta sencilla pero con poderes llamativamente ciertos afirmando que la risa apoya todo tipo de recuperaciones físicas. Si a esto le agregamos que para reír movilizamos 17 músculos de la cara y el ceño fruncido y la dureza de la mirada nos cuestan la movilización de 47 músculos…Desde todo punto de vista y sin dudarlo, es más barato y sano reír que moverse por este mundo con la cara agria por las dudas. Y si necesitan recordar algo más sobre esto, piensen en la nariz roja de Patch Adams y el efecto que él conseguía con sus pacientes enfermos.

Para enfrentar una hoja en blanco con el ego lejos, es básico haber ensayado con anterioridad delante de un espejo cómo lucimos cuando fruncimos el ceño y nos cerramos como ostras miedosas hacia adentro y cuando “damos el salto” de Chesterton abriéndonos a la belleza del universo y sus mágicos fractales. Entonces podremos arremeter sobre el blanco de la hoja que espera, y disfrutar de la gracia de reírnos de nosotros mismos. Y quien les dice: tal vez nos acepten en el Punch, si todavía existe.


PÁGINA 21 – CUENTO

LA ÚLTIMA FRONTERA

Por Vicente Antonio Vásquez Bonilla (Guatemala-Guatemala)

La ambulancia ha recorrido los escasos metros que separan al Instituto de Cancerología del Hospital Roosevelt de Guatemala. Ha detenido su silente marcha frente a la entrada de emergencia. Dos enfermeros se apresuran a entrar la rodante camilla, recorriendo los limpios corredores, rumbo a la sala de operaciones.
—Mi último viaje —piensa con tristeza y resignación, Roberto Casasola, catedrático de la Universidad de San Carlos, bioquímico brillante y de gran porvenir; pero…

—Mi último viaje, el fin de mis trabajos, de mis ilusiones, de mis sueños y lo que es peor, de mi vida. Cuando estaba a punto de dar un gran paso de alcance mundial, en mutación genética vegetal, un gran paso en la lucha contra el hambre y la desnutrición. Si tan solo hubiera tenido tiempo de examinar mi estomago cuando empezaron los débiles dolores; pero no les di importancia, como todo ser humano, tuve conciencia de «mi inmortalidad», pensé que las enfermedades, los accidentes nunca me tocarían… Y hoy, aquí estoy, desahuciado, con pocos días o quizá minutos de vida, sufriendo las terribles mordidas del maligno cáncer. Adiós Gloria, mi adorada esposa; adiós Roberto, adiós Zoila, hijos de mi corazón, adiós para siempre.
Por un momento dejó su mente en blanco, como tratando de ausentarse de la cruel realidad, pero una chispa cruzó por su imaginación, haciéndole germinar una débil esperanza. Esa mañana, hacía apenas unas dos horas, el Dr. Robles, su médico y amigo le había dicho:
—Roberto, amigo. Hay una posibilidad para ti, una en un millón. Si la aceptas y da resultado, tienes que estar preparado para «todo»; si falla sólo habremos acortado tus sufrimientos, es una intervención experimental, tu familia está de acuerdo, como último recurso para «hacerte vivir». No te doy detalles de la operación, pues es tan remoto su éxito que realmente no vale la pena. Así que tú tienes la palabra.
—Más remota me parece la muerte y sin embargo ya tira de la sábana de mi cama. En mi ramo también hay experimentos en los que hay que correr riegos, y nunca vacilé en ellos si la humanidad es la beneficiada. Así que manos a la obra.
—Bien Roberto, este es el momento, las condiciones necesarias son propicias. Así que adelante y que Dios diga.
Ya se encuentran en la mesa de operaciones. Alguien le ha rasurado la cabeza, cosa inexplicable para él, pues el tumor está en la parte media de su anatomía. —¿Es que se han vuelto locos estos «practicantes»?— Sus pensamientos son cortados por la anestesia que no se hace esperar, sumiéndolo en la inconsciencia, en la nada, para él ha dejado de existir el mundo.
Han transcurrido diez días, diez largos días de espera, de incertidumbre para familiares, amigos y galenos. El paciente ha superado varias crisis y hoy por primera vez, da muestras de empezar a salir de su largo sueño; hay expectación entre el grupo de médicos reunidos en la sala, van a ser testigos del milagro de la ciencia, la última frontera ha sido cruzada. Pero desconocen los resultados finales, sólo con el despertar del «humano conejillo de indias» sabrán de gloria o fracaso.

Abriendo los ojos Roberto Casasola ve al grupo reunido, todos médicos, algunos conocidos; pero todos lo ven con marcado interés. Él también ve con fijeza a todos y a todo, le parece imposible contarse en el mundo de los vivos. Instintivamente se lleva las manos al estómago y sorprendido no encuentra vendas o muestra alguna de haber sido operado, recuerda su rasurada cabeza y con presteza se lleva las manos a ella, descubriéndola vendada y sintiendo un leve dolor al tocarla.
—¿Cómo te encuentras? —le pregunta el Dr. Robles.
—Creo que bien. ¿Pero qué es lo que ha pasado? ¡Explícame! ¿Por qué tengo vendada la cabeza y no se me ha operado?
—Calma Roberto, calma, vamos por partes. Primero respóndeme a unas preguntas, que te parecerán quizá infantiles, pero respóndemelas.
—Bueno, lo que tu digas.
—¿Cuál es tu nombre?
—Roberto Casasola. Tú lo sabes.
—Lo sé, pero limítate sólo a contestar. ¿Cuánto es dos más dos?
—Cuatro.
—¿Cómo se llaman tu esposa e hijos?
—Gloria, Roberto y Zoila.
—¿Dónde trabajas?
—En la Universidad de San Carlos y en el INCAP.
—Muy bien Roberto.
—Ahora contesta tú a mis preguntas. ¿Por qué? ¿Qué razón hay para que me preguntes lo que ambos sabemos muy bien?
—Yo lo sé muy bien como tu dices, pero tenía duda que tu lo supieras, o por lo menos lo recordaras con la claridad debida y te voy a explicar la razón, pues creo que estás en uso de tus facultades mentales; estás en capacidad de comprender la magnitud, el éxito de nuestra intervención quirúrgica, prepárate para la sorpresa mayor de tu vida.
—Abrevia. Deja el teatro para después y explícame, soy todo oídos.
—Notarás el interés de los colegas aquí reunidos y que todo lo que hablamos se está registrando. Ese interés que es mundial, se debe a que por primera vez en la historia médica, se ha hecho un trasplante de cerebro. Trasplantamos tu cerebro a un cuerpo sano, después de vencer mil obstáculos científicos y naturales, que por el momento no te explicaré. Así que tú eres y no eres Roberto Casasola.
Reinó el silencio por largos minutos, Roberto no alcanzaba a comprender el significado exacto de las palabras de su amigo, pensó que se estaba burlando de él, que todo era un sueño y mil cosas más; pero aceptar algo tan absurdo.
—¡No! No puedo aceptar lo que dices, si realmente soy otro o mejor dicho tengo otro cuerpo trae un espejo y que termine la farsa.
El Dr. Robles le acercó un espejo que tenía preparado para el efecto, advirtiéndole:
—Sé valiente para enfrentar la realidad, pues no te hemos mentido.
Con temblorosas manos Roberto tomó el espejo que se le ofreció, empezando a creer en las palabras de su amigo. —¿Es que acaso la humanidad había encontrado la manera de prolongar la vida de sus hombres de peso?— Quería conocer la verdad, pero tenía miedo. —¿Qué aspecto tendría? ¿A quién perteneció aquel cuerpo, qué nombre portó hasta aquel día y que habría hecho? ¿Quiénes serían sus familiares? ¿Será que el cuerpo humano se ha convertido en un cascarón que puede ser habitado por cualquiera? ¿Acaso él podría ir al cementerio citadino y visitar su propia tumba, o mejor dicho la de su cuerpo?

Acercó el espejo, por una fracción de segundo contempló su nuevo rostro y apartó bruscamente el espejo. Vaciló, pero recobrando el valor y un poco de eso que llaman curiosidad, enfrentó al mágico cristal y por largo rato con viva emoción, contempló, estudió sus facciones, tratando de aceptar lo increíble.
Complacidos ante las primeras reacciones del paciente, fueron abandonando la sala, siquiatras, neurólogos y cirujanos, las pruebas, los exámenes y los estudios del caso vendrían después; también la familia tenía derecho a «conocerlo» y esperaban afuera.
El Dr. Robles con gran tacto, indicó que esposa e hijos entraran por separado; ya se encontraban aleccionados para actuar y estaban al tanto de todo, aún antes del trasplante, ya habían visto fotos de la nueva faz del jefe de la familia, era el cuerpo de alguien (cuyo nombre desconocían) que había «muerto» de un tumor cerebral y que había donado su cuerpo para lo que fuere necesario.
Gloria entró en la sala donde se encontraba «Roberto», vaciló por un instante, pero valientemente se arrojó a los brazos de su adorado esposo, venciendo la molesta sensación de que abrazaba y besaba a un desconocido.
Roberto aceptó las muestras de cariño con gratitud, comprendía los momentos que su amada Gloria vivía en esos primeros instantes, al estarlo abrazando a él, en aquel cuerpo extraño.
La separó lentamente y le dijo:
—Gloria, querida. Mírame bien, dime si ves en mí al esposo que un día juró amarte siempre o a un extraño al cual nada te ata. Piensa si al estar conmigo no sentirás el remordimiento de estarme engañando; piensa que si tenemos más hijos, serán o no legítimos hermanos de los que ya tenemos, de esos que llamé hijos de mi corazón y que hoy ni el corazón que me mantiene vivo me pertenece; piensa…
No lo dejó continuar, con lágrimas y besos lo hizo enmudecer, haciéndole recordar todos los momentos gratos de su vida conyugal y aún antes, cuando de novios entretejían dorados sueños. Luego entonces era él, no había duda y eso bastaba.

—Me enamoré de ti, de tu alma, de tu modo de ser y aunque te cambiaran varias veces la estructura física, te seguiría queriendo. Pueden cambiarte el cuerpo, la envoltura; pero no tu ser, tu esencia y eso es lo que vale en ti, lo que yo amo y lo que tú debes ver siempre. Tu labor en el laboratorio seguirá para bien de la humanidad. Eres tú, mi Roberto.
Se abrió la puerta y dos chiquillos ansiosos entraron, y tras breves segundos de aceptación, abrazaron y besaron a ese extraño, que albergaba a su querido padre; a ese hombre maravilloso que tantas veces los llevó al parque La Aurora y que con sus cuentos y cariño, los hacía tan felices.
Roberto lloró. Lloró con lágrimas ajenas, pero no importaba, estaba feliz, sentía la vida, sabía que era él, que tenía una familia que lo aceptaba y un camino por delante.


PÁGINA 22 – POESÍA AMERICANA

Alberto Federico Córdoba Basualdo (Argentina/USA)

ESPACIO

Déjenme ser el loco,
déjenme aquí,
en la estrechez de mi soledad,
en el espacio de mi memoria,
donde indefectiblemente
resbala cada paso de tristeza,
y que el viento hojee mi frente
y fragüe las ausencias.
Déjenme edificar,
con los restos de mi propio cielo
y las arenas de mi desierto,
con mi nostalgia siempre fiel,
sin la ira,
que consume el alma.
Déjenme ,
con los pocos que no traicionamos,
con los que estamos,
siempre del mismo lado.
Sin perder la pasión,
sin la envidia,
con la que algunos
disfrazan la piedad,
sin los viciosos de cierta falsa lucidez.
Déjenme ser el loco,
que cree que a cierta edad,
hay mucho por morir,
pero mucho y poco por vivir,
también
indefectiblemente.
Déjenme aquí,
aunque no hayan tenido ni tiempo,
ni ganas,
de un abrazo feroz y mutuo.
Aquí,
en mi inexpugnable barricada.
Con mi único
e invaluable argumento,
de poder mirar a los ojos.
Con calma
y sin claudicaciones.

PUNTOS CARDINALES

Si tú supieras
lo que es danzar de madrugada,
sin la baranda cómplice
del equilibrio.
O si al menos intentaras
madrugarte junto conmigo,
tras la sombra,
que nos propone el olvido,
otra seria la historia,
Tu soledad, al menos,
miraría de reojo
y habría algún pretexto,
para algún abrazo prófugo y furtivo.
Si tu supieras
lo que es beber del racimo de la nada,
sin las nubes silenciosas
de algún motivo.
Tal vez podrías, al menos suponer,
que en el dibujo imaginario
de nuestro mapa,
hay solo cuatro posibilidades
y una verdad,
por donde la desoledad
te podría madrugar.
En el norte de tus ojos,
en el sur de nuestros sueños,
en el este que proponen nuestros brazos,
en un oeste de cuatro manos
o en el centro exacto de la vida.


PÁGINA 23 – ENSAYO

BERTHA NÚÑEZ DE SANDOVAL: La candidez costumbrista.

Ricardo Musse Carrasco (Sullana-Piura/Perú)

Bertha Núñez de Sandoval se sitúa en el punto medio entre la paternidad costumbrista de Lola Cruz de Acha y las regionalistas enunciaciones de Carmen Arrese Pacherres. Enmarcado su oficio dentro del proceso evolutivo de la poesía sullanera, representa esa voz femenina que, como una verbal bisagra, conexiona a dichas poetas. Por ende, considerar su obra es –desde esa perspectiva- insoslayable. Además, la modestia formal de sus enunciaciones transcribe –de modo fidedigno- el decir de una determinada ciudadanía discursiva.
Su espíritu verbaliza el purificador encantamiento que le inspira esta pródiga naturaleza; con bucólicos vocablos que fertilizan su organismo poético: Valles, prados, jardines, árbol, copa, ramas, ramajes, savia, hojas, pétalos, raíces, fruto, yerba, semillas, frutales, follajes, cocotero, ficus, tamarindo, geranios, amapolas, algarrobas, limones, mangos, motas de algodón, rosas, espigas, granos, verdor, floridos, florece, floreciendo, sembrando, fértil, fecundo, fructífero, entre otros:

“Amor:
ternura íntima,
árbol hermoso
a cuyas ramas me extendí
floreciendo
rosas rojas encendiendo
los caminos del ensueño”.

Sus versos, la mayoría de ellos, fecundados están de una verbal axiología; defensora ésta de una ecuménica hermandad donde la única epifanía sea el enaltecimiento de la equitativa justicia que propicie una pacífica esperanza ante este funesto presente de rencores, injusticias, elegías y desengaños; que nos siguen todavía llagando este insoportable tedio existencial.

Bertha Núñez de Sandoval es una irrevocable sullanista: En sus versos las referencias al otrora río Chira, Narihualá y a la cultura Tallán son extremadamente recurrentes; como homenaje humilde a la tierra que la alumbró, con premonitoria gratitud, el año1 936:

“Oh mi tierra Sullana
amorosa y fecunda
se ha prendido a tu talle
la canción de mi valle
saturada de esencia
del rumor de mi río”.

“Traigo la alforja
de mi pueblo,
poblada de sueños
y poemas
que se incendian
en la tarde,
donde dejan sus huellas
los Tallanes”.

“Ponte tu traje Tallán, Madre
que hoy vamos a incendiar
el Valle de bravura.
Al duro trajinar de nuestras ansias
haremos florecer “nuevas espigas”
para multiplicar el pan en
nuestras mesas”.

De los mejores poemas es el que transcribimos acto seguido, donde una reflexión metapoética se fructifica:

“Desde el fondo de la tarde te rescato, poema,
llevas tristes los ojos y el pecho hecho silencio…
¿Cómo no reconocerte en esta vera?
si aún llevas las huellas de mis versos…
¿Cómo no reconocerte en este valle?
si aún llevas el verdor de la esperanza.
Tú eras entonces un manojo alegre de
rosas, geranios, amapolas, versos…

Cuando vino la lluvia tormentosa.
Cuando la calle tornóse solitaria.
Te contagiaste de nostalgia…
Te contagiaste de silencio…

Poema oriundo de mi tierra,
mañana que surja la alegría,
te embarcaré en su nave
para que vayas suspirando de alegría
para que colmes mi Valle.
¡Todo un trinar de poesía!”.

En suma, Bertha Núñez de Sandoval pertenece a esa reducida pléyade de poetas mujeres: Lola Cruz de Acha, María Eugenia Burneo, Carmen Arrese Pacherres y Elena Herrera Nisshioka; que le dan existencia discursiva a las inquietudes y desventuras del alma femenina sullanera.


PÁGINA 24 – CUENTO

PERORATA DE UN DIABLO RIJOSO

Wilfredo Carrizales (Peking-China)
Fuente Letralia

Realmente me muestro como lo que soy: un diablo rijoso, propenso a inquietarme en presencia de las hembras, lujurioso y harto sensual. Defensor de la sicalipsis: nada más y nada menos que su apologista. Sexualmente ambicioso...
Sin misterio me abro y sonrío y hago notar que las huellas de mis patas son una obra de arte digna de colgar de la pared del dormitorio de cualquier muchacha voluptuosa, quien tenderá a llevarse la mano a la entrepierna e invocarme repetidas veces entre estremecedores espasmos.
He pasado a tantas posteridades a través de la fotografía, el grabado y el dibujo que ya soy un ser poco común y me he doctorado en fornicios a domicilio y mi vía nada escabrosa es inexcusable del uso apropiado que le doy. Suelo escribir diatribas en los muros de los conventos contra las propietarias de aquellas carnes encerradas que se pierden, mustias, por falta de debidas y cotidianas caricias, arrumacos, besos y penetraciones.
Los gobiernos y las jerarquías eclesiásticas han dictado sentencias y prohibiciones contra mí, pero a tales boberías me las estrujo en los cojones y las convierto en mi lenitivo para calmar la irritación que me producen semejantes actos de bobalicones. ¡Ah, en las casas de lenocinio me desquito a placer y bailo y canto como un condenado fiel al Averno!
Distribuyo mis discursos, que contienen lo que más me produce aversión, entre las colegialas. Lo más intolerable para mí son esas féminas viudas o divorciadas que acumulan años y permiten que la estupidez se apodere de sus turgencias y de sus oquedades. Yo me les aparezco en sueños y las induzco a que asuman el decoro de volver a sentir que sus pieles reviven al impulso de mis muslos peludos.
Voy por las calles del mundo agregando felicidad y gratificaciones. Sin rubor alguno afirmo que soy un excelente ejemplo de la lascivia como rutilación individual. Avanzo destruyendo las falsas moralidades, los insípidos escarceos amorosos y sirvo con ganas a damiselas, quinceañeras y señoritas que desfallecen de ardentías.
Me comunico y demando: la lujuria, a mi paso; la obscenidad, a mi costado; la disipación —¡ah, la disipación!—, dentro y fuera de mi cuerpo; la impudicia, esculpida en mis cascos de macho cabrío... Sin olvidar, por supuesto, a la desvergüenza y a la indecencia dominada por la contumacia.
Reclamo una redefinición de lo que ha sido considerado provocativo a lo largo del tiempo. Desembalo mi primer basamento: este colgajo impúdico tras el cual las hembras colocan sus miradas, sus anhelos, sus más recónditos deseos. ¡Que jamás sea un despilfarro de potencia y elegancia! Emérito órgano que instituye la música de las alcobas.
Desde mi exaltada posición civilizo el comercio sexual, la cópula que suelta las amarras. Soy comparable al día de la exaltación cuando se quemó el sexto mandamiento que torna en inane la condición humana y niega el goce de la pulpa que palpita de erotismo y seducción.
¿Quién fue el indiferente, el indiciado? No yo, rotundamente. Mi gusto y mi atracción por las vulvas grandes y suculentas lo impedirían. Hubo una disputa entre algunos teólogos en torno a mi identidad. Que si yo era el íncubo citado por las escrituras o el demonio picaresco que hacía de las suyas en los combates amorosos más variopintos. ¡Cómo incordiaron esos eunucos, esos castrados y envidiosos gamberros, libertinos de sotanas manchadas de semen y mierda! Amasé las más sólidas evidencias de mi naturaleza y se las restregué en los hocicos, en las jetas babosas y maldicientes.
Pocas hembras se me han salvado del acoso o del empuje de mi encanto. He conocido a las amantes que debutaron conmigo en las amplias vías y que sin injuriarme gozamos juntos y después de todo me regalaron sus ropas íntimas para que adornara a cabalidad mi aposento que no tengo, porque a menudo se les olvidaba que yo soy aire pirógeno, pero libérrimo a fin de cuentas y no me desvivo por moradas fijas, pero sí por coños pasajeros.
A veces reviso ciertas cuestiones que me excitan en demasía:
¿podré convivir con mis propias mujeres en una isla donde abunden los manjares y los vinos e ignotos afrodisiacos?;
¿podré llegar al colmo de la copulación simultánea con todas ellas y no preñarlas?;
¿podré descifrar algún día el misterio que se oculta en sus culos?;
¿podré establecer una colonia de hembras de todos los países y hacerlas sentir que la verdadera riqueza está en sus cuerpos, en el placer embriagador y absoluto de los sentidos?
¡Ah, cuántas cosas diferentes se me ocurren cada día y que se me alojaron en la mente desde los antiguos tiempos!
Acaso yo sea un artista del erotismo que produce sus mejores obras con el carajo adecuado y la llama creativa que gravita dentro de mis cojones. (Así se lo hice saber en su oportunidad a Pablo Picasso y miren cómo le fue). Me siento a contemplar mis huevos en el lado bajo donde se recalienta el sol y recorro en un segundo diez mil millas y mi cabeza comienza a girar como un taladro en el interior de una gruta carnal y húmeda. Mas, ¿qué edad tengo yo precisamente? Tal vez haya nacido el año 6803 antes de la mal llamada era cristiana, de madrugada, mientras los gallos cantaban y se afilaban las espuelas para los combates venideros.
¿Cómo llegué a ser un artista de lo sicalíptico, de la pornografía? Las circunstancias son cosa de escasa importancia. Lo verdaderamente relevante son los resultados, el ejercicio de la sensualidad hasta rebasar cualquier borde de interdicción.
A las mujeres les puntualizo lo que quiero de ellas en los días sucesivos. Les recomiendo que se abandonen a la crisis de la sensualidad, que se transformen en un animal que chasquea los dedos con frenesí y que sean mis coordinadoras en la danza de los pubis. Por supuesto que la palabra prostitución estará exiliada de nuestro vocabulario.

Me acusan mis enemigos de ser un tradicionalista. ¡Ja! ¡Tradicionalista yo! Mi estilo clásico de seducción no tiene parangón. Él me provee del valor omnipotente de las centurias. Me parezco a los grandes engendradores de hembras salaces como Rubens, Klimt, Matisse, Schiele y el inefable Grosz... Lo que les puedo confesar a mis detractores es que disfruto a plenitud del onanismo practicado en plazas y centros comerciales.
Espero a las muchachas en las esquinas como quien aguarda el término del semestre y combino con ellas diferentes clases de discursos y obviamente hago resaltar a mi carajo cual si se tratase de un juguete para sus curiosas diversiones. Las estudiantes lo empolvan hasta hacerlo un monigote de palmaria blancura, semejante a su candidez que busca resolverse por la vía del medio o sea la raja que pide a gritos un cuchillo de lava que rasgue o una uña que sepa rasguear las cuerdas del monte de Venus.
Últimamente he estado dando paseos dentro del salón de clases de unas internas, a la hora precisa que dedican a sus oraciones y les he levantado las faldas y les he frotado mi vergajo entre las nalgas hasta hacerlas ver el paraíso verdadero, no esa fantasía monjil y pacata que les enseñan las novicias. Todas las internas han hecho de memoria mi retrato de cuerpo entero, destacando con precisión mi hisopo que las hizo hipar.
Me río con estruendo cuando fornico con putas gordas y ellas no temen a mis carcajadas. Incluso llegan a llamarme “Jefe de cabeza oval”, lo cual me alboroza una barbaridad y me induce a eyacular larga y prolongadamente. ¡Y es que esos encuentros son una fiesta de derroches, de imaginación fantasiosa y de un eximio deleite!
Hace una semana me topé con una viñeta que me dejó perplejo y estuve sin habla y sin movimiento por algunos minutos. La tal viñeta representaba a un hombre desnudo que poseía un falo tres veces más grande que su muslo y que avanzaba de lo más feliz mientras cuatro mujeres cargaban sobre sus hombros el descomunal aparato. Admito que me ganó un sentimiento de genuina envidia y quise saber la causa de aquella desproporción colgante. Empero no hubo manera de averiguarlo y opté entonces por simular que no había visto ningún prodigio de las características mencionadas.
Las mañanas me reservan con frecuencia gratas sorpresas. Como yo suelo dormir escasas dos horas —principalmente para encontrarme con mis antepasados y consejeros— muy temprano ya estoy recorriendo las arterias viales en busca de aventuras amorosas. Me topo con jóvenes esbeltas que sin embargo tienen las piernas como pajaritos y las nalgas respingadas a la espera de una táctica caricia. Al no más verme se me acercan y principian a hablarme de los huevos de las aves y de las semillas de girasol que suelen masticar mientras pasean. De soslayo las observo y descubro que sus ojos van colgados de mi glande en alarde de acrobacia y equilibrismo. Sin temor a equivocarme, les pregunto: ¿lo hacemos a tres manos? Y en el primer jardín que conseguimos nos metemos y ponemos en funcionamiento a la máquina de producir jadeos, corrientazos y vaivenes. Al rato sobreviene el rocío y los arbustos quedan bañados de una viscosidad alba y nutricia. En silencio nos despedimos y dejamos el próximo encuentro en manos de los hacedores de almanaques para ferias.
Prolifera en mí el buen humor y una plétora de exultante flema. Me siento satisfecho de haber podido contar entre mis discípulos y seguidores a auténticos seres que siguieron el camino que les sugerí a cada uno. Recuerdo con fruición y empatía a Henry Miller y a Anaïs Nin, al Marqués de Sade y a Giacomo Casanova, a Pietro Aretino y Guillaume Apollinaire, a Colette y Georges Bataille... Todos ellos súcubos e íncubos de pura cepa: mi orgullo y mi regodeo porque ayudé a crearlos y a que volaran en pos del universo de la liberación.


PÁGINA 25 – POESÍA AMERICANA

Elkin Rojas Montoya (Caracolí-Antioquía-Colombia)

TÁLAMO DEL IMPERATIVO FINAL
“En el crepúsculo de la memoria volveremos
a reunirnos, volveremos a hablar juntos, y …
si nuestras manos vuelven a encontrarse en
otro sueño, construiremos otra torre en el cielo.”
-Khalil Gibrán


I

Viaje al vientre inmemorial de donde fuimos expandidos
desde el útero en galáctica placenta
entre oleadas cálidas y coloridas profusiones
de formas múltiples de ser conscientes
que pueblan la atmósfera del planeta que nos sustenta
mientras llega la hora suprema del alumbramiento final.

Viaje al feérico albor de florescencia primordial
de donde manan sincronías
intercambiando soleados espacios sembrados de distensión,
inmersos en concertados puntos de vista, pintas y matices.

Viaje a las profundidades oceánicas del ser,
atravesando el humus, el limen, el himen,
la enrojecida flora fecunda de esencia inagotable,
Fuente primordial, Madre primigenia.

II

Desnuda, en celo, nos acoge en el tálamo sagrado de su regazo,
colmado el pecho de regocijados vuelos en dimensiones siderales
donde la loba de las constelaciones al fin se lame las heridas
soberana en los confines luminosos de la vía láctea
preñada de efervescentes combustiones nebulosas.

III

Asediados de crepitantes trastornos diurnos y nocturnos
dimos al traste con el trasgo violento que describe la historia
saturada con la gloria marchita de mezquinos heroísmos
mientras los despojos mortales de los mártires
quedan anónimos a merced de hienas y aves de rapiña;
nos dimos al disfrute armonioso en espacios naturales
de multitudes vivientes cargadas de significados
sin querellas ni atropellos contra la dignidad del planeta
que sacia sin distinción con sus ubres
toda tendencia generacional de las especies
que proliferan y fructifican
la mar profunda y extensa del espacio y del tiempo,
de años luz imponderables, edades y civilizaciones
sobreponiéndose en las órbitas confines
de mundos palpables, latentes, colaterales…

IV

La piedra de cálido esplendor
yace a flor de pieles, tallos y destellos de alas,
eras y alacenas colmadas de vinícolas efluvios,
de panes y de mieles apacibles sin miedo y sin estrés,
donde uno solo en sí mismo, uno arriba y uno abajo,
pone a todo empeño, con valor, superando los males a lo bien,
sin el instinto sanguinario de los chacales corroyendo entre las venas.

V

Viaje al principio final, superando normas y prescindiendo reglamentos,
desplegando con libertad la voluntad de ser sin cargos de mala conciencia.
La memoria inmemorial desde la A hasta la Z llena
de quilates y facetas de la piedra filosofal
forjándose en la razón de ser sin deprimidas acometidas de no ser:
Cumpliendo con el deber porque es el deber ser
y no porque se lo imponen a uno .

VI

No andemos dando devaneos contra las paredes de nuestro firmamento.
Volvámonos a dar un remanso en las praderas de los campos liberados,
sin cercas, ni partidos amurallados,
ni pendones contrincantes de conciencia,
sin barricadas inundadas de berrinches y berridos sin visión.

Al amparo pausado del aliento en plena hora,
en el lecho mullido del silencio,
acudamos a una cita íntima con la vida,
a prueba de rachas y pandémicos derroches,
a prueba de nosotros mismos, abiertos al sentido natural,
tan extenso y profundo como el azul etéreo en que se funde el universo,
tachonado de umbrelas nebulosas de los más remotos principios
e inalcanzables confines.


PÁGINA 26 – ENSAYO

ALFONSINA STORNI GANA EN FAMA

Delfina Acosta (Asunción-Paraguay)

La escritora Alfonsina Storni, de quien se sabe (más que nada) que un día decidió quitarse la vida en el mar, publicó su primer poemario La inquietud del rosal, en 1916. Desde esa fecha pasaron ya noventa años. El librito, que apareció llevando consigo todo el fuego y además el desasosiego de una mujer -básicamente-, literaria (y entonces debe ya comprenderse que se habla de una persona de sentimientos inestables), no tenía, por cierto, mayor relevancia. La misma autora lo admite, y no admite (posteriormente) la inclusión de La inquietud del rosal en su antología poética. Alfonsina lo perdona diciendo que escribió el poemario para no morirse. ¿De pena? ¿De frustración? ¿De soledad?

Pero la poetisa persevera. Y así van saliendo a la luz varios poemarios más, que la convierten en una respetada mujer de letras. Ella habría de ser después, cuando la celebridad la alcance, junto con la uruguaya Juana de Ibarbourou y la gran escritora chilena Gabriela Mistral, la figura del Parnaso.
Nació en Sala Capriasca, de la Suiza italiana, el 29 de mayo de 1892. O sea que, como Josefina Plá, nacida en España, pero considerada paraguaya por su larga y valiosa producción literaria en nuestro país, Alfonsina Storni fue, es y será siempre, argentina.
Tuvo una infancia marcada por las penurias económicas. Su padre, neurasténico, era alcohólico y llevaba una existencia bastante errática. Para poder salir de la pobreza, a los veinte años y próxima a ser madre, llega a Buenos Aires, donde nace su hijo Alejandro, el 21 de abril de 1912. ¿Qué le depara la gran ciudad? Pues el deambular, lo imprevisible, el rebusque. Va de aquí para allá en busca de un empleo. Cierto acomodo económico llega su vida cuando cubre el raro cargo de "corresponsal psicológica" de la casa Freixas Hnos. Pero lo suyo es escribir, desde luego. Antes que nada escribir.

El Mar

En 1917 recibe el nombramiento de maestra directora del Internado de Marcos Paz. Por ese tiempo ya se codea con algunas figuras relevantes del mundo de la literatura de Buenos Aires. Se le adjudica un romance con Horacio Quiroga, el conocido autor del libro Cuentos de la Selva. Y también se sospecha de una relación sentimental con el escritor argentino (profundo y anárquico, ciertamente) Leopoldo Lugones. Los poemas de Alfonsina Storni no son muy mentales, que digamos. No llevan, para ser más precisos, esa luz de genialidad que alumbra casi toda la obra poética de la gran Gabriela Mistral.

Pero todos llevan un fuego, una marcada acentuación amorosa, un decir amoroso vuelto revelación y canto al hombre. Por otra parte, el mar y la muerte son los temas reiterados, reincidentes, casi obsesivos de la poetisa.
El dulce daño e Irremediablemente son otros poemarios de la autora. El primero de ellos aparece en 1918. Irremediablemente sale a la luz en 1919. El dulce daño es una obra exitosa. ¿Existirán en alguna librería algunos ejemplares del libro? Alfonsina Storni es la poetisa que escribe al hombre. Al varón. Rindiendo culto al amor, aunque el amor sea una causa, un motivo de desazón y de amargura, sus poemas descubren las caídas y resurrecciones del enamoramiento.

Integrando siempre numerosos círculos literarios de Buenos Aires, en una época en que las mujeres que escribían versos eran pocas, y carentes de dones y formación literaria, ella deja testimonio de una auténtica sensibilidad.

Languidez aparece en 1920. Pone fin a la línea poética de la autora, que se encuadra, según los críticos, dentro del posmodernismo. Es que la influencia de Rubén Darío llegó a tantos poetas. Languidez merece el Premio Municipal.

Es amplia la publicación de Alfonsina Storni, quien también escribe obras para teatro, pero sin éxito. Se le conoce alguna ilusión por ser actriz. Pero lo suyo es la poesía. Siempre la poesía. Ese entusiasmo por la poesía jamás se ahoga, a nivel editorial, pues sus libros alcanzan un importante número. Y la fama le sonríe buenamente.

En 1934 da a conocer Mundo de siete pozos. Poemas vanguardistas. Crece el sentimiento taciturno de ella y su registro poético adquiere día a día mayor calidad

Grupo Anaconda

No puede vivir, desde luego, de la venta de los poemarios. Trabaja, para ganarse el pan, en una escuelita para niños con debilidad mental, en condición de celadora. También da clases de declamación, y hace colaboraciones para varias revistas de la época. Por esa época, existía un grupo de artistas e intelectuales al que ella se adhiere. Me refiero a los integrantes del Grupo Anaconda. Entre esos artistas están Horacio Quiroga y Estrella Gutiérrez.

Ella no tuvo la mente torturada de la escritora inglesa Virginia Woolf, quien vivía con el permanente temor de volverse loca, y un día llena sus bolsillos de piedras, y se deja llevar por la corriente del río Ouse. Pero sí tuvo varios desniveles emocionales que le producían crisis severas. Además, el sentimiento de angustia, solía agobiarla a menudo. Se le diagnostica cáncer de pecho en 1935. Triste, pues se siente sola y desvalida ante la enfermedad, su mundo se sacude aún más al enterarse del suicidio de Horacio Quiroga en 1937. Pero todavía escribe; todavía.

Lacerada por el dolor del mal, decide enviar desde una pensión de Mar del Plata su famoso soneto "Voy a dormir", unos días antes de internarse en el mar. Hasta ahora la fama honra su memoria. Alfonsina Storni es casi un mito.

Voy a dormir

Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas: bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido....

Alfonsina Storni


PÁGINA 27 – CUENTOS BREVES

Por Carlos Meneses (Lima-Perú)

FLORES PARA ERNESTINA

Nunca se supo si fue venganza o Ernestina tomó esa decisión. Se le oía decir con frecuencia que buscaba una vida mejor que la de los seres humanos. Su alimentación era frugal: desayunaba margaritas; almorzaba magnolias o azucenas y hacía una cena mínima con una rosa o un clavel. No se debe omitir que estaba comprobado que amaba los jardines y que las flores la consideraban una gran amiga. Cuando se esfumó, porque no se puede dar otro calificativo a su súbita desaparición, hubo variedad de opiniones. El tiempo marchitó recuerdos y voces. Algunos de los muchos que acostumbraban pasear por los jardines dijeron haber escuchado alguna vez una voz muy fresca parecida a la Ernestina. Añadieron que era como un sonido musical que brotara de alguna flor.

QUIÉN SERA

Abre la puerta, apaga las luces, desnúdate pronto, entra en la cama, reviste la noche de gran esperanza, espera en silencio. No tendrá rostro en ningún momento, podrá ser suma de bellos deseos o equivalente a gran decepción.. Si esperas sonrisas podrás tener llantos. Si temes sollozos quién sabe será lo contrario, tu ideal aguardado. Por el camino cómplice de la negra noche se irá alejando, oirás sus pasos de puro silencio . Si vuelve ¡albricias!. Si no seguir esperando. De ninguna manera enciendas las luces ni mucho menos le cierres la puerta.

EL CISNE DE RUBEN

¿Dónde estará el hermoso cisne? El de turbador blancor que inventó Rubén. Dentro de él escondió, travieso el poeta, un color diferente, una forma distinta. La belleza sin par, la palabra especial.

FUSIL EN MANO

Le hacen una foto, aparece en todas las camisetas del mundo. Le dan un fusil, lo sujetará eternamente. Quieren borrarlo del mapa, le disparan sin cesar. Su foto sigue recorriendo el mundo. Su fusil imponiendo respeto para la humanidad. La sílaba Ché la pronuncian en todas las lenguas del Universo.

MISERIA TOTAL

Tenía 20 años y estaba en un ataúd. La velaban el padre, la madre, los hermanos y un amigo. Sabían que había que enterrarla, pero también que no existían posibilidades económicas para afrontar ese gasto. Imposible pensar en carroza, en flores. Al amanecer el padre, con media botella de ron en las entrañas, salió en busca de un amigo camionero.

MUY A DESTIEMPO

Quiso coger el fusil y no fue posible. Buscó una granada y su mano no la pudo contener. Cogió la empuñadura de la espada y fue incapaz de blandirla en el aire. Inútil para el campo de batalla. Lloró sobre sus ochenta años.

REFUGIADO

Estuve refugiado en un viejo día de 1939. Contemplaba las flores que mi madre cuidaba con tanto esmero. Leía los mejores títulos de su enorme biblioteca. Descansaba oyendo deliciosa música. Los días resbalaban como la lluvia cuando se escurre por los aleros de las casas. No se oían gritos, ni órdenes. No se veían gestos hoscos ni miradas agrias. Nada quebraba la serenidad del refugio maravilloso. 0bligatoriamente tuve que alejarme. Tiempo después quise volver, fue imposible encontrar el camino. Nunca supe cómo pude haber llegado a ese Paraíso.

PERDURABLE

Nació. Vivió. No murió.

BAR CON MUJER

Una mujer joven y hermosa entra en el bar. El la descubre inicialmente titubeante y está dispuesto a hacerle una seña para que se siente en su mesa. Un instante después la mujer avanza muy segura. Su mirada es despótica. Llega hasta donde él que la aguarda con una sonrisa. Ella pronuncia un nombre y le pregunta si es él. En cuanto el hombre asiente la muchacha en un movimiento relampagueante saca una pistola del bolso y le dispara dos tiros.

EL LECTOR CIEGO

A Alicia Jurado

Hubo un señor que quedo ciego después de leer un millón de libros. Se apagaron sus ojos, se iluminó su cerebro. Creció su palabra como hermoso árbol Le decían todos simplemente Borges.

PURO AMOR

Convertía el verso en amor, el vino en amor, amor para los que lo querían y para los que lo odiaban. Amor desde el Perú, desde Francia, desde España. César Vallejo, nació para amar.

CASA OQUENDO

A la Familia Oquendo

Tres terremotos, una casa. Diez mil alegrías, veinte mil lágrimas, una casa. Un millón de bondades, ninguna maldad, una casa. Ochenta años, ladrillo sobre ladrillo desafiando al tiempo, casa Oquendo.

FUTBOLISTA

Marcaba goles de furibundas patadas, de taquito, de cabeza, hacía rugir al público. Le pagaban mil monedas, el gastaba mil cien. Cuando llegó a campeón le pagaron dos mil monedas, gastó dos mil quinientas. Ya no marcaba goles, lo abuchearon. Dejó el fútbol, vagaba, vivía en la calle. Una noche alguien lo vio caminar casi desnudo en pleno invierno, detuvo el auto, lo llamó por su nombre: ¡Anselmo Erazo!, no contestó. Bajó del auto, se quitó el abrigo, se lo puso sobre los hombros. El siguió andando sin rumbo. Sin sentir el abrigo ni imaginar que sus futuros colegas pudieran ser millonarios.


PÁGINA 28 – POESÍA ALLENDE EL MAR

María Ángeles Fernández Jordán (Madrid-España)

REVIVIR ESPERANZA

La esperanza estaba equivocada.
No quiso atender ruegos,
y encendida,
como la luz del fuego,
casi hastiada,
se consumió en la noche.
La esperanza murió,
ni los reproches,
acudieron a pie para plañirla.
Allí estaba marchita, con su herida,
nadie supo por qué camino fue
de consumo abatida.
Nadie posó su roce
en la límpida lápida de brisa,
nadie escribió su nombre
ni le ofreció un sermón por la desdicha.
Sin que nadie llamara
a alguna puerta altiva,
sin que nadie apresara
ni una palabra esquiva,
y sin saberlo,
aparecieron carros
por un camino alado y sin sosiego,
con mendigos, gitanos,
inmigrantes, parados, jornaleros,
desahuciados sin techo,
y apenas sin cimientos:
estaban condenados a galeras,
en los tiempos presentes de esta era.
Nunca cruzaron mares,
pero si las ciudades,
embargados sus lechos,
cadenas en sus pechos,
disueltas por sus firmes voluntades.
Sin que nadie llamara
a alguna puerta altiva,
sin que nadie apresara
ni una palabra esquiva,
y sin saberlo,
han encendido el fuego que ya fuera,
y revivido aún más relampaguea,
a la intemperie siempre donde el miedo
prende la lumbre, para espantar las fieras.


PÁGINA 29 – ENSAYO

PASEN Y VEAN

Por Carlos Penelas (CABA-Buenos Aires-Argentina)

El ejercicio de la evocación va dando siempre un orden aleatorio y deja claras marcas. Son postas que arman nuestras vidas, que construyen el sustrato para la reflexión, una forma de divagar y buscar cierta identidad. Y las digresiones previsibles, sospecho, constituyen una errancia atractiva.
En diversas publicaciones de especialistas se señala que el juego del go se inventó en China (para algunos en la India) hace cuatro mil años, antes que la escritura. El ajedrez es mucho más cercano – o menos remoto – pues se originó en el valle del Indo a mediados del siglo VI de nuestra era. El dominó es uno de los primeros juegos de fichas, pertenece a los chinos y es de 1120. El billar, tan porteño, es de origen francés, procede de billiard (antes bilhard, antes billart) que deriva de bille, que en galo quiere decir bola. Pero como en todo hay una teoría hay quienes sostienen que viene del inglés ball-yard (ball: pelota, yard: patio, jardín, yarda). Se practicaba sobre tierra con diversas bolas y un bastón curvo. De todas maneras la primera mesa de billar la mandó construir el monarca francés Luis XI (1423-1483).
Cuando era niño escuchaba pronunciar a mi padre, siempre con fino sentido del humor, palabras poco usuales: pelafustán, podenco, petimetre, golfo, incivil, platicar, cabriola, aposento, consunción, desavenencia, enfado, solícito, indubitable…
Mi padre había trabajado en el campo desde los seis años y fue autodidacta. Alguien con las ideas confusas, irritable, irracional, demente, era para él un maniático. Y sí, entre los grandes hallazgos de los griegos la Manía, es la palabra que indica el delirio, la locura. Sócrates dice que la Manía procede de los dioses; el control de uno mismo, es humano. En fin, un delirio es siempre tratado por otro delirio, diría mi tío Pedro. Y bueno resulta que ahora dos jóvenes con sólida base académica y lingüística, uno argentino de veintiún años y otro inglés de dieciséis, proponen un idioma universal a partir de los códigos del fútbol. Nace el socceranto vocablo que surge del vocablo anglosajón soccer (fútbol) y de esperanto, idioma inventado en el siglo XIX por el médico polaco, con pensamiento libertario, Ludwing Zamenhof. El pobre pensaba en una lengua universal. Estos muchachos tienen palabras como maradona, harrypotter, entre otras. Varias editoriales están interesadas en la difusión. Lo que dije, lo del tío Pedro.
En su última obra publicada Harold Bloom nos advierte que “Shakespeare, Bach, Miguel Ángel siguen siendo suficientes para una elite, no para pueblos enteros”. Anhela encontrar “una trascendencia laica en el arte”, aunque no ignora el corto alcance social que ofrece su opción. Y escribe algo que seguramente será tema a discutir entre muchos. Refiriéndose a la teología cristiana, este eminente crítico literario afirma que “en toda la historia no se conoce ningún judío que pueda considerarse más fiel a la Alianza de Dios con los hebreos”. La Biblia, para el ensayista, no es un libro sagrado sino un clásico entre los clásicos de la literatura.
Las visiones de Bruegel sobre las guerras de Flandes o los grabados de Goya sobre los desastres de las guerras napoleónicas como la de los expresionistas alemanes sobre las dos contiendas mundiales del siglo XX (recordamos el insoslayable alegato del Guernica) son pruebas más que suficientes para comprender cómo, de qué manera lo social penetra en el mundo del artista, a tal punto que la violencia lo agravia y lo agobia. De ahí su testimonio, su mirada ante la tragedia, su atmósfera narrativa urgida por el dolor, la irracionalidad, el desencanto.
Harold Pinter , premio Nobel de Literatura 2005, acaba de publicar un libro de poemas. El dramaturgo publicó Guerra, una breve colección de poemas contra la invasión a Irak. No habla de una tragedia vivida en carne propia, en los campos de batalla. Pregunta. “¿Dónde está el cuerpo muerto?/ ¿Quién halló el cuerpo muerto?/ ¿El cuerpo muerto estaba muerto cuando fue hallado?/ ¿Cómo se halló el cuerpo muerto?” El horror no es el mismo que describieron los poetas de otras guerras. Aquí nos señala la muerte banalizada, la muerte virtual, los confusos documentos virtuales que nos llegan. Una guerra que genera sarcasmo e insensibilidad. Sin cadáveres en zanjas, sin lodo, sin las imágenes fotográficas de Robert Capa. Lo inmoral de las visiones a través de la transmisión satelital, lo caricaturesco de los discursos, está en las palabras sencillas pero feroces de Pinter: “…las bombas estallan / las piernas estallan / las cabezas estallan. / Un hombre se inclina ante otro hombre y le chupa la lujuria”.


PÁGINA 30 – CUENTO

HISTORIAS DE ANIMALES MUERTOS

Por Irma Verolín (CABA-Buenos Aires-Argentina)

Según se cuenta en la familia todo comenzó, allá en el campo, cuando mandaron a mi bisabuela a matar una gallina. Ella tenía apenas ocho años, le pusieron un cuchillo en la mano y le señalaron el corral. Mi bisabuela no necesitó muchas explicaciones para darse cuenta de qué tenía que hacer. Lo había visto infinidad de veces: Una mano toma firmemente por el cogote a la gallina mientras la otra emplea con agilidad el cuchillo, que para algo Dios nos ha puesto dos brazos y dos manos al echarnos al mundo. Aunque el cuchillo tenía una hoja en extremo filosa, la mano de mi bisabuela no era aún lo bastante robusta para realizar semejante tarea. De todos modos le mostraron el camino y allí fue ella despacio, un paso lento después de otro, acompañada por su cuchillo y por el miedo. El miedo creció tanto en su interior que el camino hacia el corral se le hizo interminable. No recuerdo si aquel día logró matar a la gallina. No sé si me lo contaron. Lo que sí sé es que la vida de mi bisabuela fue algo parecido a una interminable caminata hacia un corral donde la esperaba una gallina. Mi bisabuela, igual que yo ahora, no soportaba ver animales muertos y menos que menos la cabeza expuesta sobre la mesada de mármol blanco con la sangre chorreando, porque no se trata simplemente de animales muertos, se trata de animales que fueron asesinados. Y están allí para que los comamos. Cuando la gente come no piensa de qué manera llegó a su plato lo que meterá en su boca. Mi bisabuela sí lo pensaba; y yo también.
Después del episodio del corral, a lo largo del tiempo aparecieron, por supuesto, pescados a los que mi bisabuela tuvo que quitarle las espinas, pollos descuartizados, conejos con su suave pelaje para desollar, tajadas de muslo, el reino animal en pleno asesinado y recostado a la vez sobre la blancura del mármol antiguo de su cocina. Lo cierto es que a mi bisabuela se le estrujaba el estómago en cada comida. Por un lado se encontraba la hilera de las bocas abiertas de sus hijos esperando el alimento, por el otro, el recuerdo de la interminable caminata hacia el corral donde la gallina también temblaba de miedo al escuchar sus pasos. Mi bisabuela nunca pudo sobreponerse al espectáculo antinatural de una cabeza desprendida de su cuerpo. Lo lamentable es que era ella misma la que ejecutaba la acción, ya sea de un pollo, de un conejo o de lo que fuera, justamente ella que creía que la sangre de los seres vivos no estaba hecha para escaparse desde adentro del cuerpo sino para mantener el calor de la vida sin ser derramada. De cualquier forma hizo de tripas corazón y ahí la vieron dale que dale realizando su trabajo de alimentar a la prole. Cuentan que las cosas andaban lo que se dice bien hasta que aquella tarde la llevaron a un campo vecino a pasar el día. Allí fue donde ella vio las tres cabezas de carnero con los ojos abiertos. Súbitamente mi bisabuela se preguntó dónde estaban los cuerpos y algo le traspasó los huesos y un vértigo le bajó desde la nuca hasta que, de buenas a primeras, se desmayó. Como los demás conocían su desagrado ante los animales muertos, nadie pensó que el desmayo fuese otra que un soponcio, un golpe de disgusto que empezó por el alma y le llegó hasta el cuerpo. Pero no, aunque mi bisabuela era una mujer ya entrada en años para aquel entonces, pronto se supo que estaba otra vez embarazada. Así es que a la fila de sillas alrededor de la mesa para comer, habría que agregarle otra. Iba a nacer mi abuela. Y mi abuela nació exactamente ocho meses después que aquella tarde en la que su madre tuvo el espectáculo de las tres cabezas de carnero frente a sus ojos. Lo que vino a continuación desde el nacimiento de mi abuela hasta mí fue como el resonar de aquellos pasos de una nena de ocho años obligada a matar una gallina. Bien sabemos que la vida de cada uno de nosotros avanza hacia alguna parte, la de las mujeres de mi familia ha ido en una sola dirección: hacia ese sitio del que intentamos rehuir. Las tres cabezas de carnero degollado se multiplicaron hasta el infinito en la imaginación de mi bisabuela como si en el mundo no hubiera otra cosa más que cuchillos y cuerpos desprendidos de sus cabezas. Así la imaginación, de mi bisabuela de tan florida y poderosa, creció a través de los calendarios y las festividades y traspasó el milenio. Ya no está su persona entre nosotros, pero en mí persiste lo que en su momento no pudo expresarse con palabras. Es una memoria deshilvanada de aquel cuerpo grueso que mi bisabuela abandonó en mil novecientos sesenta y siete. Yo entonces tenía catorce años y ella, ochenta. Esa memoria ha sobrevolada las casas que habitamos las mujeres, es una memoria lejana que roza los pequeños pies que caminan hacia un corral donde la hoja plateada de un cuchillo brilla con un esplendor que hace temblar al mundo.


PÁGINA 31 – POESÍA ALLENDE EL MAR

Avgvstinvs Eliyahu (Spalato-Zagreb-Croacia)

KRALJICA JABUKA (Reina Manzana)

Recorro los caminos de la más absoluta nada
para corroborar cómo los sabes llenar de todo.

Me indigno ante las horas muertas que no te tienen,
que, sin ti, malditas sean ellas por verme existir.

Sé que todos los hombres han de amarte,
pero mía es la paradoja que me quieras.

Tu beso jamás podrá ser aquel cualquiera,
que yo me arriesgaría por el que nada esperas.

¿Cuántas vidas entregaría por el instante
de sentirme realmente vivo en tu medida?

Mi abrazo no es nunca el que ya diera,
si te refugia enamorado hasta la primavera...

Pues cuando florezcas harás rodillas de mí cuando
clave mis manos en las espinas que no me hieran.

CANTO NERUDIANO

Quiero volver a saborear cada palabra
para desembarcar en los senos de la poesía
y así olvidarme de los llantos funebreros
que me impiden navegar las barcas mías.

Me disfrazaré de piedra cuando sea oportuno
pero sabré acariciarte como lo sabe la seda,
cuando la naturaleza arregle el tiempo y yo vuelva
a sentirme el alma animalada en nuestro asunto.

Denme todas las montañas
que yo les traeré un ramo de estrellas;
quieran que viva como anhelo
y les dejaré mis palabras para cuando quieran.


PÁGINA 32 – ENSAYO

¿QUÉ ES ESO DE QUE LA POESÍA ES LA INTEMPERIE?

La relación entre la poesía y la política–afortunadamente para la poesía– es siempre conflictiva. En lo que la humanidad lleva de historia, la política tuvo y tiene que ver con el poder, que se gesta por abajo y se desvirtúa en ese aire enrarecido de las altas esferas. Es preferible, entonces, la política de la poesía, que es esencialmente libre, desconcertante, asombrosa, libertaria

Por Alberto Szpunberg*
(Fuente La Tecl@ Eñe)

1.
Al parecer, a falta de mejores temas, la interminable discusión sobre "poesía política", "poesía social", "poesía poética", "compromiso" y yerbas por el estilo es como la maldición de Tutankamón: se reitera cada dos por tres, especialmente en la izquierda. A mí me tienen francamente aburrido. Muchos sabemos, por propia experiencia, que, como dice mi hermano César Stroscio, a renglón seguido del "compromiso", viene el "matrimonio", lo que resulta carcelario y peligroso... Al fin y al cabo, seamos sinceros: lo que decide es el amor... ¿Qué si no? "Aun a riesgo de parecer ridículo –dijo quien todos sabemos–, un revolucionario se mueve llevado por grandes sentimientos de amor"... Y la poesía, que siento subversiva por naturaleza, también... Poco más conmovedor que el testimonio de Ciro Bustos en su libro "El Che quiere verte": durante una marcha nocturna en Ñancahuazu, el Che va mascullando un poema de León Felipe: "La poesía está a la sombra"... Pero la izquierda no termina de zafar del bendito "compromiso"... En Constantinopla, al menos, se hablaba del sexo de los ángeles, lo que podía, con mucha imaginación, revestir cierto erotismo; en cambio, a orillas del Río de la Plata, hablar del "compromiso" y el "no compromiso" es como querer distinguir entre la humedad y el agua o, peor aún, entre la humedad y el vino. Los poetas tenemos que aprender de la fauna microbiana, que observa a los señores investigadores desde el otro extremo del microscopio: esos dioses de bata blanca que nos observan tan adustos tienen miedo... Émulos de Platón, se aferran a los sillones de algún Comité Central y terminan por excluir a los poetas de su República. Yo, como insiste Cristina en sus discursos, estoy por la inclusión... Inclusión es pan, techo, trabajo, salud... y poemas. Los poetas, sobre todo los de izquierda y, muy especialmente, diría, los que (sobre)vivimos las luchas de los años 60-70, tenemos que bajar del podio olímpico y reconocernos como simples humanos que, por ser poetas, se asombran ante la infinitud del mundo o, mejor dicho, ante la infinidad de mundos que pueblan este y todos los mundos. Somos apenas partículas –para más inri, fugaces– de un universo inconmensurable. Percibir eso decide la grandeza poética, siempre pequeña ante los poemas que, propios o ajenos, sobrevendrán en cualquier momento, como el Mesías de los cabalistas: todo segundo puede ser el fin de los tiempos. Los tiempos venideros no existen, excepto cuando se vuelven presente. Acaso ahora, en este mismo instante en que escribo tantas insensateces. Si no es así, la Feria de Frankfurt o el monopólico Magneto o el cruzado Vargas Llosa nos devorarán... "Y lo peor de todo, sin necesidad"...

2.
Hablar de poéticas, de generaciones, de escuelas, como suele hacerse a la hora de las clasificaciones, es cosa de críticos, y yo no lo soy, excepto en el cuestionamiento de las mil y una variantes del poder, que es donde se pudre todo. En lo que a mí respecta, me basta con reconocerme en la belleza de un poema, mío o ajeno. Las "poéticas", que suelen ser muletillas muy pretenciosas, pasan; sólo permanece la poesía, el poema, a veces sólo un verso que ilumina... Y eso es maravilloso... Por otra parte, no creo en las vidas "dedicadas" a la poesía o a la militancia o a la apicultura o a la filatelia o al sacerdocio o a lo que sea... Es una tontería. Yo nunca "dediqué" mi vida a nadie ni a nada, ni pienso hacerlo. Tampoco a la poesía o a la militancia o a lo que sea. Ni siquiera en el otro mundo. Si el corazón aún hace tilín, la vida es un milagro; nunca una ofrenda. No soy un militante poeta, sino un poeta militante y, en medio de las contingencias que me tocaron–no casualmente antes se hablaba de "coyuntura" y ahora, de "escenario"–, viví y sigo viviendo lo que me parece mejor, más justo y más hermoso. Y no conozco otra forma de vivir. Los aprietes que padecí y aún padezco –el trabajo asalariado, las exigencias del patrón de turno, la represión feroz, las infames dictaduras, los 30.000 compañeros asesinados, el exilio, los ninguneos, la estupidez de las camarillas, el bronce de los camaradas...– me unen a otros que padecieron y padecen los mismos aprietes y, como un sofocón, alimentan mi deseo profundo de un mundo más justo, más igualitario, libre, asambleario y, en ese vendaval de sueños, germinan la poesía, los compañeros, las historias de amor, los mates mañaneros, la lucha...

3.
La relación entre la poesía y la política–afortunadamente para la poesía– es siempre conflictiva. En lo que la humanidad lleva de historia, la política tiene que ver con el poder: se gesta por abajo y se pudre por arriba. Arriba, en ese aire enrarecido de las altas esferas –que no son las constelaciones que la fantasía dibuja noche a noche en el cielo–, la poesía empalidece, se marchita. Y tanto es así que, a veces, más de un poeta optó por suicidarse. Si me apuran, ya no apuesto por el poder, ni el poder obrero, ni el poder de la línea correcta ni el poder de las condiciones objetivas ni de la contradicción principal ni del Comité Central ni de los comandantes ni de los padres de los pueblos ni de los poetas comprometidos... De últimas (y de primeras), prefiero la política de la poesía, que es esencialmente libre, desconcertante, asombrosa, libertaria. Creo en eso que decía Roque Dalton: "Hay poetas que llegan a la revolución por la poesía y otros que llegan a la poesía por la revolución"... "Los primeros –decía Roque–, suelen ser buenos poetas y buenos militantes; los segundos, malos militantes y peores poetas". Y eso, humildemente, lo sé porque lo viví: no es como quieren hacernos creer. No necesariamente la política es patrimonio de los políticos, esos señores ceremoniosos que, tanto de derecha como de izquierda, suelen ser razonables, omnipotentes, narcisistas, mandamases, verticalistas, hasta que mueren (y matan) por sobredosis teórica...

4.
Eso del "poeta redentor" es una herencia deformada del romanticismo: el poeta como "juez no reconocido", del que hablaba Shelley. Pero Shelley era un gran poeta y su "Defensa de la poesía" es, ante todo, un gran texto poético. Hay electricistas, albañiles, plomeros, metalúrgicos, médicos, son todos oficios que, en principio, no obligan a ser más que buenos electricistas, albañiles, plomeros, metalúrgicos, médicos, cada cual en lo suyo. Un plomero no es un revolucionario por ser plomero... ¿Por qué extraña vanidad el Poeta, por ser Poeta –así, con mayúsculas– debe ser redentor de causas sublimes, proferir santas invocaciones que, por lo general, tienen más que ver con el Ego que con el resto de los mortales? En mi caso, trabajé de un montón de cosas para sobrevivir lo más dignamente posible y con el objetivo claro de llegar a fin de mes... Hasta sin saber nada de carpintería, hice muñequitos de madera para vender en la calle... Y no fui más o menos revolucionario en esos momentos que en otros, ni mejor o peor poeta en esos momentos que en otros, y acá estoy –como decía Luchi, "acá me tenés, país"...– con el mismo y claro objetivo de, en lo posible, llegar a fin de mes...

5.
Urondo, Miguel Ángel Bustos y Roberto Santoro fueron grandes poetas porque fueron grandes poetas y no por haber sido asesinados. Fueron asesinados por ser militantes revolucionarios, luchadores populares... Como lo fueron 30.000 compañeros más. Alejandra Pizarnik fue una gran poeta y "poco y nada" tuvo que ver directamente con las luchas de su época, pero qué hermosos sus poemas ¿no?... Qué dimensión enriquecedora da ver la época, "nuestra época", desde sus poemas... Ese tiempo en que grandes movilizaciones de vastos sectores sociales estimularon la participación en la contienda de grandes poetas, narradores, artistas, periodistas... Pero ojo: fue así y no al revés... Y no es casual que el grueso de la represión la padeció la clase obrera... Porque son siempre los pueblos los que hacen la historia y no los "grandes héroes" que animan la historia de los libros de Historia. La verdadera historia es la vida cotidiana, está en el trabajo, en la falta de trabajo, en el golpe de suerte de algún flechazo, en la magia de los compañeros que piensan en voz alta... cómo fue que pasó lo que pasó... cómo es que pasa lo que pasa... y la historia continúa, la menuda y única historia... siempre anónima, a ras de la calle, donde, entre electricistas, albañiles, plomeros, metalúrgicos y médicos, hay uno que de pronto oye voces, escribe un verso y, con suerte, ocurre algo raro llamado poema...

6.
Por otra parte, basta de cuentos: tampoco la poesía es propiedad de los poetas, por suerte... No es "propiedad" de nadie... No es "propiedad"... Es un bien, un bien público, si se quiere, y también intimísimo... Como la calle, como la plaza, como el abrazo... En estos días de esperanza para la Argentina y el continente, la poesía se pasea por la ciudad... La vi este 24 de marzo, con la alegría y la pujanza de un piberío maravilloso... Entre ellos hay estudiantes, piqueteros, barrenderos, empleados, laburantes, murgueros, desocupados, y también poetas... Y yo soy uno más entre ellos y de ellos siempre aprendo... En sus cánticos y consignas titila la poesía anónima, hecha entre todos los de abajo... Y entre los de abajo, los compañeros, ah, sí, los compañeros... esos que cuando pasan junto a un banco miran de reojo, es inevitable, y ya sabemos las maldades que piensan... ¿Quién de ellos no tiene memoria del reparto de los panes y los peces? Fue un milagro tan real y verdadero que aún palpita en el corazón de los pobres... Y ahí está el verdadero desafío de la izquierda: todos los proyectos que parió la Comuna de París han fracasado... Así como suena: han fracasado... Negarlo es de necios... Por eso, no recitemos más las viejas recetas, y nunca mejor dicho: no recitemos más, seamos poetas, no recitemos... Como Isaías: "Vengo a crear un nuevo cielo, una nueva tierra...". Sin iglesias, sin púlpitos, sin vanguardismo: ya es hora de una nueva creación... Y si mi griego no me falla, poesía es eso: creación.

7.
Es increíble, pero todavía se habla de los "géneros literarios"... Creo, en definitiva, que los "géneros literarios", como todos los "géneros", incluso los sexuales, responden a un afán clasificatorio que la vida se encarga de desmentir... Y, para ser sincero, los poemas se escriben solos, no responden a ninguna estrategia, a ninguna poética, a ninguna estructura... El poeta sólo da unos toquecitos –"toquecillos", decían en mi exilio– al poema, cambia unas comas, invierte una sintaxis, juega como un niño con algunas palabras, como para sentirse parte de la inmensidad que acontece, y es muy feliz o muy desdichado o ambas cosas a la vez por tener esa suerte de ser lo que en ese momento es... Como juega el niño que juega... El niño no juega; es ese juego... De lo contrario, no se entiende que yo me enamore de la pulpera de Santa Lucía cada vez que la escucho y que ese amor sea siempre único e irrepetible... o que me sienta en no sé qué honduras cada vez que Bach arranca con el primer acorde de la suite nº 5 para violoncelo solo... o cuando releo "Silencio en Liguria", de Ungaretti, y vuelvo a descubrir que "el verdadero amor es la encendida calma"... Y siempre es la primera vez...

8.
Es curioso: en ciertos cenáculos se sigue hablando de una "poesía de los sesenta", en oposición a una de los noventa, otra del tercer milenio, etc... Esta manía clasificatoria es corporativismo en el peor sentido... Es cierto, hay corporaciones: estatales, camioneros, gráficos, campesinos, gastronómicos, poetas sociales, sonetistas, elegíacos... Pero la CGT es central de los trabajadores... Antes que el oficio, está la condición de trabajador... ¿Podríamos pensarnos los poetas como trabajadores de la poesía?... ¿O no se hace la poesía con todo el cuerpo? ¿O nadie hizo horas extra desvelado por un poema? ¿Acaso ningún poeta pasó un fin de semana aquejado por una imagen insalubre? Eso de hablar de "una poesía de los sesenta" o "de los noventa" o "del tercer milenio" tiene su gracia: es parte de la historia de la literatura y, por lo general, tiene que ver más con la historia –y con qué historias– antes que con la literatura y mucho menos con la poesía. Pero, básicamente, sobre todo en el Mundillo de la Poesía, esos temas son un entretenimiento propio de las tertulias... Pero yo me aburro mucho y no comulgo con todo eso... Por lo general, en esos cenáculos se deciden grandes destinos, se organizan lobbys, se planifican carreras fulgurantes, festivales internacionales, ferias de Frankfurt, migajas de acerba "macritud"... Finalmente, los cenáculos terminan golpeando las puertas de las editoriales –como antes los políticos golpeaban las puertas de los cuarteles– y, si tienen bien aprendida la contraseña, pasan y se acomodan. Qué triste destino para un poeta ser golpista ¿no?

9.
Alguien, con pleno derecho, pregunta: ¿para qué sirve un poeta? Y ésta es mi respuesta: un poeta no sirve para nada, porque, en principio, un poeta no sirve... Exactamente: no sirve... No nos olvidemos jamás: un poeta nunca sirve...

10.
Y ahora, poetas, sobre la base del derecho a la vida, la libertad, la paz, el pan, el techo, la salud, la educación, el ocio... el derecho del ser humano a ser humano... o sea, "combatiendo al capital"... sin reverencias, sin servidumbres, sin escenarios... ahora, ya mismo, poetas, en asamblea permanente, cada uno con los demás y consigo mismo... ¡a discutirlo todo! Un decir, por ejemplo... Un suponer: "La poesía no vive a la intemperie; es la intemperie..."

CONTRATAPA: NOTAS DE PARÍS

DEL MITO A LA FANTASMAGORÍA
Esos constructores que hacen Paris

Por Irma Bignon (Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

Paris “ciudad colosal y absorbente”, escriben los hermanos Goncourt. Por otro lado Patrice Higonnet, profesor de Historia en la Universidad de Harvard, consagra a “la capital del mundo” – la expresión es de Napoleon – un libro donde abundan informaciones curiosas y desconocidas del plano edilicio de la ciudad.
Según la historia, de 1740 a 1880, el período es más bien melancólico; reposa en los mitos, en los fundadores cosmogónicos, en los relatores que aseguran la permanencia del pasado en el presente, y en la fantasmagoría que no es más que el mito degradado, la ilusión fácil, la transfiguración facticia del presente.
Paris, capital del siglo de las luces, capital de la revolución, de las letras, de las ciencias, del progreso industrial, del urbanismo moderno del eficaz Haussmann. Capital de la “alienación”, expresión de Baudelaire, como adicción del gran callejero, del gran caminante, del poeta, del intelectual. Y capital también de la nostalgia reaccionaria, felizmente vetusta, que Léon Daudet invoca con mucho talento en su libro “Paris vivido”.
A partir de 1890, el Paris mítico de la modernidad, que parece concentrarse únicamente en la Torre Eiffel (1889), se deleita en dar nacimiento al sortilegio del lujo del confort de la elegancia: es la ciudad luz la que desparrama la ilusión de “la Belle Époque”.
Cuando llega el surrealismo, éste tiende a destruir los grandes mitos burgueses, prefiriendo los viejos pasajes y las calles tortuosas a los grandes bulevares del proyectista Eugène Haussmann, en el parecer del gran poeta Louis Aragon.
¿Quiénes son esos constructores que en el siglo XX transforman Paris lanzándose en lo que se han dado en llamar “los grandes proyectos”? ¿Son estrellas mundiales de la arquitectura? ¿Novatos que gracias a estas obras han adquirido una notoriedad franqueando las fronteras?
Trataremos de describir algunos de los edificios de esos creadores al servicio del perfil urbanístico del Paris de hoy.
Para comenzar diremos que el 11 de diciembre de 1969, el presidente de Francia Georges Pompidou, lanza un concurso internacional de arquitectura, el más espectacular en su género. La participación marca un record: se presentan 681 equipos de arquitectos.
El traslado del mercado de abasto fuera del centro de la ciudad, deja un enorme vacío en pleno corazón de Paris. Se espera la construcción de un gran edificio dedicado al arte. Los arquitectos Renzo Piano (italiano, nacido en Génova) y Richard Rogers (inglés, pero nacido en Florencia) son lo creadores del Centro Cultural Georges Pompidou que queda inaugurado en 1977. Calificado de “refinería” y hasta de “usina de gaz”, desde la creación de la Torre Eiffel ningún monumento parisino había sido tan tremendamente insultado.
En La Vilette, bordeada por los canales St-Denis y d´Ourcq, se extiende el parque más grande del Paris de extramuros. Allí se encuentra la Ciudad de las Ciencias e Industrias. El público puede ser espectador y al mismo tiempo actor de la gran aventura tecnológica contemporánea actuando, descubriendo y aprendiendo. El francés Adrien Fainsilber es el creador que gana el concurso organizado en 1980.
En el mismo lugar se encuentra la Ciudad de la Música creada en 1995. ¿Quién puede ser este arquitecto que ama y conoce tanto la música? Pues es Christian Portzamparc (francés, nacido en Casablanca), otra de las estrellas de la arquitectura francesa de ese momento. Se necesitaron diez años para realizar este conjunto arquitectónico compuesto por el conservatorio nacional superior de la música y la sala de conciertos con capacidad para 1200 personas. Esta sala modulable (según la cantidad de público) fue adoptada inmediatamente por los melómanos. Por cierto es una obra de arte dentro del conjunto de los edificios blancos de formas audaces. El arquitecto hace que las paredes inviten a alzar la vista. Los 1500 profesores del conservatorio y sus alumnos pueden practicar el arte de la música con toda libertad en las salas de clases perfectamente insonorizadas. Al mismo tiempo, se pueden oir los ruidos de la vida cotidiana en el momento en que todos salen de clase y pasan por los corredores debidamente sonorizados.
El Instituto del Mundo Arabe es un edificio en vidrio y aluminio concebido por el arquitecto Jean Nouvel (francés, nacido en Sarlat). Es biblioteca, museo, y al mismo tiempo centro de documentación. La fachada sur está formada por 240 paneles geométricos que se abren o se cierran según la luminosidad.
El Museo de Orsay o como transformar un hall de estación de trenes en galería de arte. Ante el proyecto de Victor Laloux, el grupo de arquitectos ACT formado por Jean-Paul Philippon, Renaud Bardon y Pierre Colboc, dejan inaugurado el museo en 1986. La decoración del interior queda en manos de la especialista italiana Gae Aulenti. El museo recibe las pinturas del siglo XIX. El techo de vidrio permite iluminar y dar vida a las telas de los impresionistas.
La nueva ópera llamada Opera Bastille está situada en la Plaza de la Bastilla. El hacedor es el arquitecto canadiense Carlos Ott. La sala se inaugura el 13 de julio de 1989. Es un enorme edificio de forma casi esférica que de noche refleja todo su brillo plateado en las aguas del Sena. La sala tiene lugar para 2700 espectadores. Ofrece condiciones excepcionales en visibilidad y calidad acústica. Una serie de tablados del tamaño de los telones se desplaza sobre rieles y elevadores, permitiendo de esta manera la elaboración de decorados diferentes. En la gran escalinata y en el anfiteatro se pueden apreciar los materiales empleados en su edificación: la piedra proveniente del departamento de Yonne y mármoles de clases diversas.
La Gran Arca de La Défense o el amor al vacío queda inaugurada en 1989. El uso del vidrio y el metal, la transparencia, sentir el vacío, son todos signos distintivos del poético estilo “flou” (vago, borroso) del momento. La ascensión al Arca en sus ascensores al aire libre es una de las experiencias más excitantes que se viven en Paris. Los ascensores de vidrio deslizándose a lo largo de una jaula a cielo abierto figuran dentro del éxito del edificio. Los salones de la Arca se abren para actos culturales de todo tipo. Además es lugar de cita de los integrantes de congresos, lo mismo que de los grandes oradores del mundo. El arquitecto danés Otto Von Spreckelsen no alcanza a ver su obra terminada. Muere en 1987, dos años antes.
Siguiendo la pista de los faraones, el Gran Louvre nos sorprende con la magia de Ioh Ming Pei ( de origen chino, nacido en Cantón, Estados Unidos) y su pirámide de vidrio, la espectacular entrada al museo. Esta entrada permite el acceso directo a las salas a partir del centro del patio Napoleon.
Atenta a los insolucionables problemas de espacio de la muy venerable Biblioteca de la rue Richelieu, la ciudad de Paris se ve en la obligación de crear un nuevo edificio,
moderno, cómodo, espacioso: una gran Biblioteca mediática, síntesis y movimiento de este nuevo siglo. De esta manera surge el monumental coloso destinado a albergar once millones de libros y a recibir en sus salas a seis mil lectores. Se alza junto al Sena, en Tolbiac, en la Rive Gauche, sobre un terreno de siete hectáreas. Para la ejecución de la obra, un concurso internacional selecciona a un joven arquitecto francés, Dominique Perrault. Su proyecto es de una extraordinaria simplicidad: en cada extremo de una inmensa explanada rectangular de 200 x 400m se alzan cuatro torres de 80m de altura, de vidrio semitransparente en forma de L , simulando cuatro libros abiertos. En el centro de la explanada y en ligero desnivel hasta llegar al gran subsuelo, se encuentran las numerosas salas de lectura y los diferentes departamentos equipados con las últimas tecnologías: manuscritos, libros raros, catálogos de internet. Actualmente la biblioteca atesora de10 a 12 millones de volúmenes, 350 000 títulos de periódicos y 1 millón de documentos sonoros. En el gran subsuelo, las salas de lectura se proyectan hacia un jardín interior inaccesible, que hace las veces de pulmón. Es un bosque virtual, de ecología aplicada; un trozo de naturaleza silvestre formado por pinos, robles y abedules, arrancados de raíz y trasplantados según técnicas modernas.
Gracias a los proyectistas y arquitectos de renombre y a la enorme cantidad de obreros anónimos, Paris es como los hermanos Goncourt predijeron: la ciudad colosal …

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