Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com
GACETA LITERARIA Nº 49– Enero de 2011 – Año V – Nº 1


Imágenes: István Sándorfi (Budapest-Hungría-1948/París-Francia-2007)
Música: Seleccionar al pie de la revista

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

Ojalá seamos dignos de la desesperada esperanza.
Ojalá podamos tener el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos, porque de nada sirve un diente fuera de la boca, ni un dedo fuera de la mano.
Ojalá podamos ser desobedientes, cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra conciencia o violan nuestro sentido común.
Ojalá podamos merecer que nos llamen locos, como han sido llamadas locas las Madres de Plaza de Mayo, por cometer la locura de negarnos a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.
Ojalá podamos ser tan porfiados para seguir creyendo, contra toda evidencia, que la condición humana vale la pena, porque hemos sido mal hechos, pero no estamos terminados.
Ojalá podamos ser capaces de seguir caminando los caminos del viento, a pesar de las caídas y las traiciones y las derrotas, porque la historia continúa, más allá de nosotros, y cuando ella dice adiós, está diciendo: hasta luego.
Ojalá podamos mantener viva la certeza de que es posible ser compatriota y contemporáneo de todo aquel que viva animado por la voluntad de justicia y la voluntad de belleza, nazca donde nazca y viva cuando viva, porque no tienen fronteras los mapas del alma ni del tiempo.
Eduardo Galeano (Montevideo-Uruguay)


PÁGINA 2 – CUENTO

LAS LAVANDAS
Tercer premio/ Asociación Nosotras/Rosario

Por Susana Ballaris (Gálvez-Santa Fe-Argentina)

El campo lleno de lavanda y el olor a terrones de tierra mezclados con el horizonte rojo y amarillo inunda el porche de la casa revestida en madera. Está en el medio de un desierto con cientos de voces de pájaros. A lo lejos una polvareda envuelve a un jinete y la tierra se enreda en los árboles.
El hombre sentado en la mecedora, tiene los ojos cerrados, aspira y se le mezclan los perfumes a lavanda, a tierra y a campo. Hace un tiempo bastante largo que está allí y de vez en cuando toma su pulso y cuenta los latidos. Es una manía. Es un gesto instintivo. Es como si contara los minutos pasados y los minutos por venir. A su alrededor la vida está en todos los racimos de flores, en todos los racimos de cereal, y de rayos que el sol acuesta durante todo el día hasta que llega la luna. La mujer, con su pelo renegrido largo hasta los hombros, va y viene llenando de agua las macetas y los baldes y los canteros, va y viene haciendo reverdecer los jazmines y las sandías rojas. Su voz dulce, melodiosa, reparte por doquier aquellas raíces de su pueblo italiano. El jinete avanza hasta llegar a los escalones altos y maduros y se deja caer muy cerca del hombre que sigue allí adormecido. Mientras tanto, las pulseras de la mujer revolotean en sus brazos haciendo un hermoso tintineo a copas.
El hombre, el de la mecedora, siente a la mujer, la huele con ese aroma a jazmines recién cortados, la ve aún con los ojos cerrados, ve su pelo renegrido y largo hasta los hombros. Sabe que dentro de unos minutos hará el rito de todos los días en épocas de sol; pondrá sobre la mesa de mimbre una taza humeante de café y en un plato los famosos buñuelos de manzana.
El jinete y el hombre charlan. Es un diálogo franco, amistoso, pero melancólico. El hombre abre lentamente sus ojos y sonríe. El jinete le palmea las rodillas en un gesto de ternura. Y luego de una hora larga, decide partir. Abraza al hombre con fuerza. Levanta su brazo derecho en un gesto de saludo a Catalina, la mujer de pulseras al viento. Otra vez, una niebla de polvo inunda el desierto con su tierra cultivada. Al irse, piensa que cada día que pasa Catalina, está más obesa y más rubia.
El hombre sentado en la mecedora toma su pulso, en forma instintiva. Ya es el mediodía. Mira y mira el campo, sin ver los verdes y los lilas de las lavandas.


PÁGINA 3 – NUESTRA POESÍA

Oriel Visintini (Reconquista-Santa Fe-Argentina)

LA JAULA

Y la abrió.
Era enorme, armada cual galpón
con paredes de tejido hexagonal,
rodeando el mandarino del cobijo
de todos ellos que salieron en tropel.
Mas no se iban. Mi hermano les gritaba
“mirenmé que Dios me castigó, casi un año y no camino.
Ahora sé lo que sintieron,
¡rajen ya y salvensé!”.
La bandada heterogénea no se iba,
sobrevolaban y volvían.
Por varios días un redondel de alas en el cielo.
Todos llorábamos.

INÉS

Hubiera querido comerte a besos
Y no pude porque pudo más el canchero pelotudo.
“Un mino allá, tu mina acá, qué pretendés”
“y…mientras me dé el cuero”, dije sobrador,
cuando sobraba por completo cualquier frase.
Ardíamos por dentro, pero partimos,
vos al sur a tu reunión con guerrilleros,
yo a llorar en mi norte solitario.
Norte y Sur opuestos por el vértice.

LUCY

Estaba sentada como un dibujo de Copi.
“Los pollos no tienen silla” recordé
y me reí, con tanta ternura me reí.
La pequeña almohadilla de arena ostentaba
la figura clarita de alfileres,
como un calidoscopio de cabezas diminutas
y mi cabeza a tres dedos de distancia
para ver crecer la telaraña.
Con los hilos, seda suave
entre sus dedos ásperos y secos,
Lucy Paviot, la gringa desgarbada,
tejía, primoroso, el ñandutý.

REPARTIDOR

Jardinera de caballos con la flauta y el francés,
las galletas para el campo, los biscochos y el Pan Loco,
un invento de otro loco, mi papá.
Loco lindo que cantaba y me entregaba
a mí las riendas, cual si fueran de mi vida;
SSSSSHIITO!...y La Loca se paraba. Se llamaba así la yegua.
“Acá está su primaveera, como esta panaderíía”,
era el anuncio. Y la balanza comenzaba a cotizar:
-Déme flautas, dos galletas, chicharrones, pan de Viena…
¿y esas flores? -¡Yo cultivo! ¿Cuántas quiere?
-Seis gladiolos, margaritas… y tres calas, está bien.
Tengo helechos. Hasta mañana…
¿me lo anota, Don Oriel?

FIN DE AÑO

Como un telón teatral de ochava
se alzaba la persiana del despacho
de la panadería.
Salían gentes sillas mesas risas clericó llanto y pan dulce;
ollas vasos cucharones y hasta un fuerte sapucay:
la acordeona y tío Argentino que se echaba un chamamé.
Barrio Oeste en esa esquina de bailanta;
don Oriel con su pan dulce, y en boyeros, doña Marta ofreciendo clericó.
Año Nuevo cada año, en cada baile, cada abrazo…
Limitadas por cunetas como ríos,
bocacalles arenosas con mil huellas
de zapatos -y otro en patas-, polvareando mi memoria.

ROSA ROJA

“Luxemburgo”, oyó el niño con su orejita izquierda…
pues, la otra, se apoyaba en la pierna del papá.
Reunión de socialistas -maldecidos en la misa del domingo por Lobato-,
“pa ver cómo se hace un cambio, pero sin revolución”.
“No nos gusta la violencia. Y esa Rosa Luxemburgo es un ejemplo.”
Un oído para siempre, un andamio de la vida;
sin más bien y sin más mal que lo evidente.
“no sean sonsos, esos curas mentirosos, nomás sirven pa lucrar”
“Ahí, Lobato, con un plano, vende lotes en el cielo, y la gringada
con tormento por las culpas, pone plata para hacer la Catedral”
Bien y Mal que nos perturban… mucho amor es la receta! reflexionan…
Sí! lo saben en la Iglesia… No lo dicen en la Iglesia.
Socialista de un pueblito ¡qué trabajo!... Mucho amor es la receta.

AY , M´JAIL !...

Caravanas de beduinos, muchos magos, mercaderes
y princesas y sultanes y califas de Bagdad.
Era sirio y ,sin embargo, un beduino entrenando purasangres.
Viudo joven, gran regazo apañando travesuras
de su nieto preferido que escuchaba mil historias.
“No li peguen! Viní jabibi qui ti voy a cuentirear”
Iban ambos, con silleta, a la vereda; sobremesa de la cena.
Y arrancaba Don Miguel. “Una vez, in un poblito dil disierto …”
Y así fueron mil y una tibias noches de una Arabia
que extrañaba. Picardías milenarias, muy graciosas para el niño.
Mucho tiempo y luego vino Passolini desde el cine.
¡“Ay, M´jail! ¡Qué manera de mentirme en tu regazo!
Viejo zorro, reservaste lo mejor.”

POLIZÓN

Dormía custodiado en un asiento largo del comedor.
Menos mal que el marinero era amable en su función.
Abordaron casi en Goya, frente a Puerto Reconquista,
la otra orilla de una misma moneda caudalosa.
Madrugada, mucha niebla, ideal para esconderse
tras el airecito frío, a pesar de ser verano.
Permitida la visita a la hora de comer, sin salir del gran salón.
Amplia celda, y asistida: ¡hasta un radioreceptor!
que destila chamamé tras chamamé.
Y transcurre así el viaje del curioso “ventajero”
en el barco de bandera paraguaya, el “Ciudad de la Asunción”.
Un olvido de los padres: la Libreta de Familia,
convirtió al de cuatro años en un niño polizón.


PÁGINA 4 – ENSAYO

CRÍTICA A UN DISCURSO “NOBELADO”

Por Julio Carmona (Lima-Perú)

Después de que, en el año 2007, publicara mi libro El mentiroso y el escribidor. Teoría y práctica literarias de Mario Vargas Llosa (que se puede leer en la sección “Libros” de la revista digital argentina www.redacionpopular.com), yo tenía pensado no volver a ocuparme de los escritos de Mario Vargas Llosa. En ese libro pongo en evidencia que su aparato teórico se sustenta en burdas mentiras, y que su narrativa está plagada de errores, todo lo cual devalúa su trabajo literario, el mismo que debe inscribirse dentro del naturalismo, por su exacerbada propensión a la truculencia y el melodrama, y no dentro del realismo, tendencia en la que él mismo se empeña en ubicarse, como lo dice en la Introducción a La verdad de las mentiras, cuando se refiere al escritor realista y habla de “aquella secta, escuela o tradición a la que sin duda (¿) pertenezco.” (No, señor, sí hay duda al respecto).
Y esa decisión de mantenerme en silencio la he puesto en práctica durante todo el tiempo transcurrido desde que le concedieron el Premio Nobel. Lo cual no quiere decir que me hubiera mantenido indiferente (la indiferencia suele ser la máscara del conformismo); preferí participar –en ese lapso– enviando a mis contactos de Internet las opiniones de otros autores, cuya ecuanimidad y buen juicio los hacía merecedores de difusión, pues, en términos generales, centraban el asunto desde dos perspectivas: a) en el caso de los peruanos, reivindicando su derecho a ser excluidos de esa especie de fatamorgana (espejismo o ilusión) que hacía participar “a todos los peruanos” de un generalizado regocijo por el referido premio (como si hubiéramos ganado el mundial de fútbol, se atrevió a decir un conocido poeta) y que el mismo Mario Vargas canonizó al decir con hipertrófica metáfora: “Yo soy el Perú”, y b) en el caso de los opinantes de otros países, confrontando los cacareados méritos literarios del escribidor con sus posiciones ciudadanas, que no están divorciados y que son, como el metal y la imagen de la moneda, expresión de un mismo valor o desvalor.
Pero la publicación y difusión laudatoria que de su discurso han hecho los medios oficiales y cuasi oficiales del Perú, me hicieron ver que Mario Vargas no escarmienta, y que sus hagiógrafos padecen una irredimible ceguera. Sé que los actores de esa farsa son inmunes a la crítica; pero sé también que ésta no se practica con el objetivo de hacerlos “entrar en vereda”, sino como intercambio de experiencias lectoras. Y en tanto todo lo expresado es pasible de contradicción (sólo los axiomas matemáticos se ven exonerados de esa confrontación), voy a expresar aquí mi opinión sobre el referido discurso. Y lo inicio con el siguiente encabezamiento en verso:
Si así como miente escribe / y así como escribe miente / lo más seguro es que vive / como una bella durmiente.
Y la alusión al sueño, del verso, enlaza con la famosa imagen del “nubenauta” que Luis Felipe Angell, Sofocleto, popularizó para referirse a Fernando Belaunde Terry, de quien decía daba la impresión de vivir en el país de las maravillas o que veía al país de las pesadillas, alejado, desde una nube. Y el paralelo no es desfasado si, como lo han precisado otros comentaristas, entre Belaunde y Vargas existió no sólo una vinculación ideológica (que materializó en el FREDEMO) sino una complicidad fáctica en el encubrimiento de la masacre a los periodistas en Uchuraccay, que fue atribuida por aquellos a los campesinos de dicha comunidad andina, hallándose los verdaderos culpables en el entorno presidencial.
Y en la medida que los cargos achacables al discurso en cuestión siguen siendo los de la falacia y el error, me remito a las pruebas. Y se ve que el error se puede verificar desde el título: “Elogio de la lectura y la ficción”. Lo más probable es que Mario Vargas –apabullado por esa suerte de obnubilación que padecen los padres para exagerar la belleza de sus hijos– no se percató del error que hay en el título de su novela Elogio de la madrastra, y lo asumió como mérito transferible a su discurso (que debió haber sido una pieza maestra, impecable o incuestionable). Y es un error que fue detectado por el psiquiatra Carlos Alberto Seguín y que lo planteara en un artículo periodístico, en los siguientes términos: “¿No debería haberse dicho ‘Elogio a la madrastra’ en lugar de ‘Elogio de la madrastra’? En el primer caso se usa la preposición a, que indicaría destino: se elogia a alguien; en el segundo caso de parece más bien indicar que el elogio se origina en la madrastra (pues de ‘manifiesta de dónde son, provienen o salen las cosas o las personas’.”

El discurso del Nobel Vargas fue, en realidad, un cuento, y no precisamente el mejor de este escribidor

En el caso del discurso (como una especie de acto fallido) resulta que la lectura y la ficción son las que elogian al nobel discursero, a quien –por ese intríngulis retórico– se puede aplicar el calificativo de “sinuoso”, adjetivo que él usa para referirse al cardenal Richelieu político del siglo diecisiete francés. Sinuosidad aplicable, por ejemplo, a esta expresión del discurso: “En mi juventud, como muchos escritores de mi generación, fui marxista”. “Fui marxista” –dijo– como si el marxismo fuera una etiqueta volátil, propia de la sociedad de consumo, que pudiera usarse al desgaire, usable y desechable de consuno como un cambio de medias o de calzoncillos. Y el pretender que esto es así indica de manera incontestable que se está actuando con sinuosidad, la misma que puede ser también probada con lo que afirma en un artículo periodístico titulado "Torear y otras maldades", cuando dice que ”la fiesta de los toros representa una forma de alimento espiritual y emotivo tan intenso y enriquecedor como un concierto de Beethoven, una comedia de Shakespeare o un poema de Vallejo”, es decir, poner los valores del arte de Beethoven, Shakespeare y Vallejo al mismo nivel de una corrida de toros expresa a las claras como para justificar sus gustos y regustos puede jalar de los cabellos a las ideas más descabelladas.
Por eso no llama la atención que justifique la injusticia del analfabetismo indicando que, pues, mala suerte, la literatura existe a pesar de él. Y, pues, si los privilegiados alfabetos gozan con la literatura, eso ya es indicio de que el hombre avanza. Y no, señores privilegiados, el hombre no ha avanzado por la literatura; lo ha hecho a pesar de la literatura, porque la mayoría de escritores son del tipo vargasllosiano: individualistas, ególatras y desentendidos del cambio social. Leamos cómo dice lo aquí criticado:
“Algunas veces me pregunté si en países como el mío, con escasos lectores y tantos pobres, analfabetos e injusticias, donde la cultura era privilegio de tan pocos, escribir no era un lujo solipsista. Pero estas dudas nunca asfixiaron mi vocación y seguí siempre escribiendo, incluso en aquellos períodos en que los trabajos alimenticios absorbían casi todo mi tiempo. Creo que hice lo justo, pues, si para que la literatura florezca en una sociedad fuera requisito alcanzar primero la alta cultura, la libertad, la prosperidad y la justicia, ella no hubiera existido nunca. Por el contrario, gracias a la literatura, a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que inspiró, al desencanto de lo real con que volvemos del viaje a una bella fantasía, la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas. Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida.”
Pero todo eso, que dice haberse logrado “gracias a la literatura”, ¿cómo se explica “en países como el mío, con escasos lectores y tantos pobres, analfabetos e injusticias, donde la cultura era (¿era?... ¡es!) privilegio de tan pocos”?, resulta, pues, que para Vargas la historia y la existencia del mundo civilizado la hacen los pocos individuos que tienen el privilegio de vivir el mundo de la literatura y se convierten en los “rebeldes ciegos” que saben “protestar contra las insuficiencias de la vida”. Pero los que protestan contra las insuficiencias del neoliberalismo, contra las monstruosidades del capitalismo salvaje que él defiende, son “terroristas suicidas”, es decir, para Mario Vargas estos rebeldes reales –no ilusorios– no son aquellos que ponen en juego su vida, que –como decía don Antonio Machado, recordando los versos de Jorge Manrique– “ponen al tablero su vida por su ley, se juegan esa moneda única –si se pierde, no hay otra– por una causa hondamente sentida”; para Mario Vargas éstos son “terroristas suicidas”, de quienes dice que han existido siempre, “desde la noche de los tiempos –y agrega–, pero, incluso en el Japón, donde morir matando en honor del Emperador fue practicado por muchos japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, se trató por lo común de casos aislados, incapaces de hacer variar por sí mismos el curso de una guerra. El terrorista suicida moderno, tal como lo hemos visto operar en Irak luego de la invasión que derrocó al régimen de Sadam Hussein y lo estamos viendo actuar ahora en Pakistán y Afganistán, es algo sin precedentes: un instrumento central de la estrategia diseñada por Bin Laden y sus aliados. No consiste en infligir una derrota militar al Gran Satán (Estados Unidos) sino en irlo socavando mediante atentados contra víctimas inocentes y locales civiles, que siembran la inseguridad y el pánico, desordenan el funcionamiento de las instituciones y llevan a los gobiernos, desconcertados ante esa guerra solapada, hecha de golpes súbitos a blancos inesperados, a tomar medidas de seguridad que a veces contradicen de manera flagrante los más caros principios democráticos y violan una de las mayores conquistas de la cultura de la libertad como son los derechos humanos. Lo ocurrido en Guantánamo o en la cárcel de Abu Ghraib en Irak con los prisioneros sospechosos de colaborar con el terror son sólo dos ominosos ejemplos, entre muchos otros, de cómo la estrategia de Osama Bin Laden va dando resultados.” (“El terrorista suicida”, artículo periodístico).
O sea que las barbaries del imperialismo son ocasionadas por los “terroristas suicidas”, si éstos no existieran los soldados norteamericanos serían unos seres angelicales, acantonados en sus miríficos cuarteles. Y esta tesis de que los opresores se vuelven sanguinarios para combatir a unos pocos rebeldes la plantea incluso en su última novela El sueño del celta, refiriéndose a un periodista peruano que denunció las injusticias de una empresa inglesa que explotaba el caucho en la selva peruana y que cometía un sinnúmero de atropellos contra los lugareños, dice ahí: “Saldaña Roca (…) era brusco, muy seguro de sí mismo. Con una de esas miradas fijas que tienen los creyentes y los fanáticos y que a mí, la verdad, me ponen siempre muy nervioso. Mi temperamento no va por ahí. No tengo gran admiración por los mártires (…) ni por los héroes. Esas gentes que se inmolan por la verdad o la justicia a menudo hacen más daño del que quieren remediar.” (p. 152). Son expresiones de un personaje, pero que bien pueden ser atribuidas al autor, porque ese, en realidad, es el mensaje de toda su novelística desde la primera, La ciudad y los perros, hasta la última –como vemos– El sueño del celta: toda violencia es mala, venga del pueblo o venga del Estado, siempre acarreará muertes y no solucionará nada. ¡Como si la muerte de quince niños en cada minuto, de hambre o enfermedad curable, en el mundo (cifras oficiales de organismos internacionales) no fuera la violencia del sistema que defiende Mario Vargas, y no fuera centenaria y se debiera seguir soportando pacíficamente, para no ser acusados de “terroristas suicidas”!

Los cargos achacables al discurso en cuestión siguen siendo los de la falacia y el error

Es un sistema que ha creado la violencia delincuencial (¿o es al revés, como piensa Vargas, que la violencia delincuencial ha generado la violencia sistémica?) y que llega a extremos insospechados, como es el caso del capo de las drogas en Brasil, Marcola, que se enfrenta al sistema y le dice: “Ustedes son los que tienen miedo de morir, yo no. Mejor dicho, aquí en la cárcel ustedes no pueden entrar y matarme, pero yo puedo mandar matarlos a ustedes allí afuera. Nosotros somos hombres-bombas. En los barrios de miseria hay cien mil hombres-bombas. Estamos en el centro de lo insoluble mismo. Ustedes en el bien y el mal y, en medio, la frontera de la muerte, la única frontera. Ya somos una nueva "especie", ya somos otros bichos, diferentes a ustedes. La muerte para ustedes es un drama cristiano en una cama, por un ataque al corazón. La muerte para nosotros es la comida diaria, tirados en una fosa común. Ustedes académicos, ¿no hablan de lucha de clases, de ser marginal, de ser héroe? Entonces ¡llegamos nosotros! ¡Ja, ja, ja…! Yo leo mucho; leí 3.000 libros y leo a Dante, pero mis soldados son extrañas anomalías del desarrollo torcido de este país. No más proletarios, o infelices, o explotados. Hay una tercera cosa creciendo allí afuera, cultivada en el barro, educándose en el más absoluto analfabetismo, diplomándose en las cárceles, como un monstruo Alien escondido en los rincones de la ciudad. Ya surgió un nuevo lenguaje. Es eso. Es otra lengua. Está delante de una especie de post miseria. La post miseria genera una nueva cultura asesina, ayudada por la tecnología, satélites, celulares, Internet, armas modernas. Es la mierda con chips, con megabytes.” (www.papelesparalahistoria.blogspot.com).
Con esa concepción sesgada de la historia y de la vida que esgrime Mario Vargas, todas las declaraciones o declamaciones de su discurso que apuntan a relevar el poder de la literatura, suenan vacías, huecas, falsas, cínicas. Decir que Sartre lo inspiró para creer “que las palabras son actos y que una novela, una obra de teatro, un ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar el curso de la historia”, o que creyó, con “Camus y Orwell que una literatura desprovista de moral es inhumana”, o con “Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actualidad tanto como en el tiempo de los argonautas, la Odisea y la Ilíada.” Nada de eso se cumple en su literatura, una literatura que él se empeña en demostrar –en sesudos ensayos– que es una mentira absolutamente individualista y hasta narcisista, lo dice en su libro titulado –precisamente– La verdad de las mentiras:
”… jugar a las mentiras, como juegan el autor de una ficción y su lector, a las mentiras que ellos mismos fabrican bajo el imperio de sus demonios personales, es una manera de afirmar la soberanía individual y de defenderla cuando está amenazada; de preservar un espacio propio de libertad, una ciudadela fuera del control del poder y de las interferencias de los otros, en el interior de la cual somos de veras los soberanos de nuestro destino.”
Vale preguntar: ¿pensaría igual Mario Vargas si, en lugar de ser lo que es, tuviera que vivir con menos de cinco dólares diarios y tener que mandar a sus hijos no a la escuela sino a mendigar o a robar o a trabajar de canillitas, lustrabotas o limpiaparabrisas para poder completar el diario? Y estos analfabetos son la mayoría en nuestro país, y no son ellos los que viven las mentiras de sus novelas, porque ni siquiera son ellos los protagonistas de las mismas, pues no es con ellos con quienes Mario Vargas ha fabulado sus “historias para suplir las deficiencias de la Historia” (Prólogo a La verdad de las mentiras).
El verdadero asunto es que en el sistema neoliberal, ensalzado por Mario Vargas, nadie puede alcanzar el estatus logrado por él, porque –precisamente– son “nadie”, y “de los nadies (como dice Eduardo Galeano), de los hijos de nadie, de los ninguneados que no son, aunque sean”, el neoliberalismo no se ocupa. Son los nadies “Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata. Esos nadies sueñan con salir de la pobreza. Sueñan que algún mágico día llueva de pronto buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen.”
Sí, nosotros sí creemos que la literatura contribuye a crear esa conciencia de libertad y de cambio, pero no en el ámbito restringido de la libertad individual y el cambio oportunista del que escala –si es que puede o quiere– los más altos pináculos del acomodo social y de la fama, sin que le importe el destino de la humanidad. Y, lo que es más aberrante, que se construye una coraza ideológica para salir como “moderno cruzado” a defender ese mundo que le permite alcanzar esos privilegios, a pesar de que sabe que es un mundo decadente, criminal, injusto, mezquino, inmoral, corrupto e insalvable. Sí, la literatura contribuye a crear conciencia contra ese mundo que debe ser destruido para construir otro nuevo, solidario, vital, justo, amplio, ético, sano y perfectible.
Definitivamente, el discurso del Nobel Vargas fue, en realidad, un cuento, y no precisamente el mejor de este escribidor.


PÁGINA 5 – CUENTO

VÍA 17*

Por Silvia Milos

El tren estaba por parar. Ya había tocado la bocina estremecedora anunciando su llegada a la estación de Castelar. Antes del cruce de las vías se detuvo, a la espera de que el otro tren, salido de Moreno, libere el paso. La gente estaba muy apretujada, y el calor del verano hacia de ese vagón un horno. Abriéndose paso, el guarda caminó picando los boletos hasta que llegó a nosotros. Una mujer chilló, porque alguien la había pellizcado, mientras un oportunista arrasó con tres carteras en esos cinco minutos infernales. Todos queríamos que de veras arranque, sí, de una maldita vez y poder bajar para respirar aire puro. En Enero del 1993 la temperatura rondaba los 40ª, pero ahí arriba la superaba. Habría dado cualquier cosa con tal de que refresque, de tener algún escalofrío que me libere. Maldecía y maldecía, mientras cabeceaba cerraba los ojos. Después de diez horas de trabajo, estaba extenuada.

El guarda dio una media vuelta, y con esfuerzo, empujando y pisando a más de uno llegó hasta donde estaba el maquinista. Nadie sabe como, pero el tren avanzó sin la señal debida. Horrorizados vimos pasar la luz roja ante nuestras narices, y el estupor de la gente adentro de sus autos enfrentados hacia la barrera, desconocíamos adonde íbamos, porque nos alejábamos cada vez más de la estación.
De inmediato el sopor reinante se diluyó, y enfrió el ambiente. Un viento helado comenzó a sisear por las chapas del tren, colándose entre las juntas del piso, desafortunadamente abierto bajo mis pies.
Celeste me miró y yo miré hacia afuera, apoyando mis manos contra los vidrios para tratar de darle una explicación, que ni ella me había pedido, ni yo se la podría dar. Estaba demasiado oscuro, y las ventanillas tenían barrotes adosados. Poco se podía distinguir ante la inminente noche. Todos, los 688 pasajeros, habíamos perdido la noción del tiempo.
Solo sé que el paisaje era totalmente ajeno. Un campo inhóspito bajo el cielo gris se multiplicaba como en una diapositiva. Poniendo atención pude distinguir algunos carteles escritos en alemán. Al costado del camino desfilaban horcas dispuestas para los partisanos. Un gitano comentó que estábamos en Abril, de 1943. La punzada en el abdomen me hizo notar que hacía dos días que estábamos viajando, yendo hacia una parte del mundo que el resto del mundo desconocía como propia. Los pasajeros amontonados como ratas en vagones de ganado, la nieve que empezaba a formar copitos sobre el techo, mis ojos rojos ya sin lágrimas. Notamos ruidos sobre nuestras cabezas, eran pisadas sobre el techo, un soldado ucraniano apuntando hacia la nada gatilló agujereando la chapa y mató a una pasajera. Parecía divertirse.
Y el guarda desaparecido con su máquina de picar boletos fue reemplazado por otro con metralleta. No sea que alguno quisiera escapar. Cosa que de hecho sucedió. En la desesperación rompieron el piso a patadas y se tiraron bajo las vías, esos fueron arrollados. Otros perecieron de hambre y de sed, no soportaron los seis días de viaje.

Formaba parte de una pesadilla ajena. Casi sin hablar nos consolamos, dudando hasta el extremo cual sería el fin. Pero la incógnita fue develada, sólo para nosotros, los que permanecimos de pie. Para los que abrir los ojos significaría algo peor, y negar la realidad, podía ser la diferencia: sobrevivir.

De golpe una sacudida. La frenada hizo que tambaleara, y sacara mi cabeza doblada hacia delante. Celeste me apuró para bajar, el tren había llegado a la estación. Seguro estuve dormida, parada, sostenida de la manivela, y ajustada sin espacio por los demás a mi alrededor.

En estos tiempos esas cosas no pasan, no se secuestra a la gente adentro del tren, si está lleno de ausentes estudiantes o trabajadores asalariados. A quién le podría interesar, personas comunes con sueños comunes, gente que vota y que quiere a sus mascotas.
Que toma el desayuno a las apuradas, porque pierde el último tren.

*Nota de la autora: El último tren con destino al campo de concentración en Auschwitz partió desde Berlín llevando 688 pasajeros, entre ellos gitanos, judíos, polacos y checoslovacos que estaban todavía en Alemania. Salió desde la vía 17 de la estación de Grunewald en Abril de 1943.


PÁGINA 6 – NUESTRA POESÍA

Jorgelina Paladini (Rosario-Santa Fe-Argentina)

ELECCIÓN

Si tuviera todas las palabras
para nombrar lo callado
y todas las voces
para gritar los secretos,
esta noche
en que la luna
se adueña del río
elegiría
el silencio.

PURIFICACIÓN

Pero ¿cómo olvidar un mar
Donde dejé mi pensamiento?
E.Cioran

… Y cuando el mar arrastra
los inútiles despojos
del humano
hacia qué tenebroso abismo
los empuja
o en qué desconocida luminosidad
los purifica…

PENETRAR LA TIERRA

Una lluvia de ojos titilantes
cae en la avidez
de la tierra sedienta
alcanza
profundidades secretas
descubre
oscuros laberintos
penetra
hasta iluminar
la memoria de los muertos.

ELLA

¡Tan pronto pasa todo lo que pasa!
¡Muere tan joven ante los dioses
todo lo que muere! ¡Todo es tan poco!
Ricardo Reis

Un cuarto y otro
y otro más
y nada.
Volver los ojos
en la inútil búsqueda
pretendiendo
ignorar la verdad
deseando el milagro
que nunca llega
porque allí,
acechando
agazapada,
siempre ELLA
la imperturbable
y pálida
la inconmovible
y ciega
la que vacía los cuartos.


PÁGINA 7 – ENSAYO

VARGAS LLOSA: LA TUMBA DE LA DIGNIDAD

(La dignidad humillada, la dignidad pisoteada, jamás hubiéramos imaginado tanta vileza).

Por Carlos de Urabá (Colombia)

Conocí al escritor peruano, hoy español, Mario Vargas Llosa en la Semana del Autor, realizada en el Instituto de Cooperación Iberoamericana de Madrid en el mes de mayo de 1984. En ese entonces con toda solemnidad fue presentado por el director del centro Luis Yañez Barnuevo, como uno de los más connotados escritores de la lengua hispana. Vargas Llosa iba vestido de punta en blanco, mancuernas de oro, corbata a la moda y zapatitos de cafiche italiano. El público desde tempranas horas abarrotaba el recinto ansioso por escuchar las palabras de uno de los profetas del boom latinoamericano.

Mario hablaba de manera pausada con ese acento de pituco limeño tan característico, un tonito de formalidad y seriedad que revelaba un carácter a prueba de balas. Con maestría fue diseccionando una a una sus novelas: la Tía Julia y el escribidor, la Casa Verde, los Cachorros, Conversaciones en la Catedral, la Guerra del Fin del Mundo, la Ciudad y los Perros, Pantaleón y las visitadoras, sin duda alguna libros brillantes en los que demuestra sus grandes dotes de narrador. Al acabar las conferencias su fanaticada se le lanzaba encima presa de un ataque de histeria. Las becarias, las primeras ¡Mario, Mario, queremos un hijo tuyo! y él con ínfulas de divo inflaba el pecho cual pavo real firmando autógrafos a diestra y siniestra. Mario el seductor, el donjuán al que las musas jamás abandonan.

El mismo día que se cerraba el ciclo de conferencias aconteció un hecho inaudito. Tras agradecer su presencia y pronunciar unas palabras de despedida el presidente del ICI abrió el turno de preguntas. De repente, como tocado por un rayo, se puso en pie un personaje tosco de pelos enmarañados quien señalándolo con el dedo índice le espetó: «eres un lameculos de los norteamericanos» ¡oh Dios mío qué insolencia! En el salón de actos se hizo un silencio sepulcral. Pero, ¿quién es este energúmeno que osa mancillar la reputación de un escritor tan laureado? A quemarropa el francotirador seguía disparando sus acusaciones, lo llamó, si la memoria no me falla, de «bastardo», «sátrapa» y «fariseo». La audiencia murmuraba indignada, incluso algunos quisieron silenciarlo, pero no hicieron más que enfurecer la fiera. Este tipo no era otro que el polemista y escritor chileno León Canales, quien más tarde se convertiría en uno de mis mejores amigos. Desde luego que hay que tener agallas para plantarle cara a un ser tan arrogante y pretencioso.

Sabotear un acto de tantos quilates no tenía precedentes. A Mario le dio el patatús. Un mequetrefe lo insultaba en público, lo retaba a duelo a él toda una eminencia extratosférica ¡qué humillación! con soberbia y altanería se alisó el pelo e intentó mantener el tipo pero ya no le dio tiempo a reaccionar. Mientras tanto don Luis Yáñez Barnuevo le hacía señas a los bedeles para que cortaran el micrófono. Se armó tal alboroto que tuvo que suspenderse el acto de clausura. Vargas Llosa arropado por su corte de aduladores se retiró por la puerta falsa, al tiempo que León Canales no paraba de fustigarlo escupiendo epítetos de grueso calibre.

Qué gran lección recibí ese día: ¿por qué quedarnos callados cual mansas ovejitas ante el ídolo intocable? Nuestro diosecillo cayó del pedestal y se hizo trizas contra el suelo. En todo caso los revolucionarios tenemos el deber y el derecho de reventar estos actos que no son más que meros escaparates de vanidad y egocentrismo. No hay que dejar títere con cabeza, no podemos tolerar que estos impostores se apoderen del espacio público y monopolicen los foros culturales. Que escarmienten y si quieren organizar sus mascaradas que lo hagan en clubes privados bajo la atenta vigilancia de policías y guardias de seguridad.

Hace unos días León Canales, quien se encuentra retirado en Peguerinos, un pueblecito de la sierra de Ávila, me llamó por teléfono -¿cachai? a ese concha de su madre del Vargas Llosa le han dado el premio Nobel de literatura. ¡Qué repugnante! Habráse visto tal desfachatez premiar a un individuo de tan baja calaña. Desde luego que la academia sueca debe estar infiltrada por miembros de la ultraderecha y la mafia de las editoriales.

Años después y por azares del destino vine a coincidir nuevamente con Vargas Llosa en Puno, a orillas del lago Titicaca. Resulta que el susodicho se encontraba allí de gira política ya que se postulaba a la presidencia de la república por el Fredemo (un partido afin a la ideología de Ronald Reagan y Margareth Tatchert ) Justo ese día se celebraba en Puno la fiesta de la Virgen de la Candelaria y Mario junto a su séquito quisieron aprovechar la ocasión para repartir propaganda electoral ¡El gran cambio! Vargas Llosa presidente 1990-1995. Ellos creían que iban a ser recibidos en olor a multitudes, pero calcularon mal la jugada y el tiro les salió por la culata. Los indígenas y campesinos en el momento en que lo identificaron arrebatados comenzaron a lanzarles toda clase de objetos: piedras, palos, botellas, mazorcas de maíz, hasta el punto que Mario cayó de bruces víctima del despiadado bombardeo. La muchedumbre le gritaban de todo: waqrasapa(cornudo), rosquete, allqo(perro) qanra (sucio) y el célebre escritor no tuvo más remedio que escapar con el rabo entre las piernas escoltado por la policía. Claro, esos bárbaros no comprendieron su noble propósito de trasformar el país en la Suiza suramericana. Mario el Tarzan de la selva que guía a la indiada por el camino de la salvación.

Vargas Llosa para muchos es un referente indiscutible en el mundo de la literatura, algo que no vamos a refutar. Lo que le reprochamos son sus declaraciones oficiales y extraoficiales que dejan mucho que desear. Mario no hace más que caer contradicciones y ambigüedades, pues lo escrito con la mano lo borra con el codo. A priori hay que distinguir entre el autor y su obra, y el autor, en este caso, es un farsante, un soberano hipócrita que sin compasión le clava una puñalada trapera a su pueblo al mejor estilo de Judas o Bruto.

Este individuo perteneciente a la pequeña burguesía peruana, cuya máxima virtud es imitar los patrones importados de Europa o Estados Unidos, bien hubiera podido ser un banquero, un obispo o un eminente doctor, pero por caprichos del destino se inclinó por la vocación literaria. Algo que no contó con el beneplácito de su familia pues una profesión de ese tipo no le garantizaba un futuro acorde a sus expectativas.

Pero, ¿cuál es el secreto del éxito y la singularidad de sus escritos se preguntarán ustedes? Mario construyó el eje de su obra gracias a los filones creativos que se esconden en el Perú profundo. Conjugó la magia indígena, las tradiciones y costumbres mestizas, la viveza criolla y la irreverencia africana para hilvanar la trama de sus novelas. Gracias al hábil uso de técnicas narrativas y su incansable espíritu investigador rompió con los moldes establecidos imprimiéndole un nuevo aire a la literatura contemporánea. Mario realmente es un guaquero que se ha apropiado de un incalculable tesoro: los modismos y la picaresca de la jerga andina, costeña o selvática.

Hasta aquí todo es lícito y correcto porque de alguna u otra manera todos participamos de la herencia de ese patrimonio intangible, un arquetipo colectivo que por añadidura nos pertenece. Lo criticable en Vargas Llosa es que agravie y desprecie de una manera tan mezquina a su pueblo y por otro lado incline paciente la cerviz ante los poderosos.

Si analizamos con atención los protagonistas de sus novelas nos daremos cuenta que la mayoría son cholos, mestizos, sambos, mulatos, indios aguarunas, quechuas, machiguengas, prostitutas, maricones, delincuentes o soldaditos, es decir, los marginados, personajes que tienen algo que contar y que reflejan con todo el realismo la idiosincracia peruana.

Mal que le pese Mario es un mestizo que sufre un tremendo complejo de inferioridad, ese estigma lo martiriza y por eso reniega de tan noble origen. No acepta una parte de su ser, él es un híbrido, un bastardo fruto de la unión de un conquistador español con alguna concubina indígena. En sus genes lleva escrita la sentencia: tiene rasgos andinos que lo delatan ¡qué desgracia! a él le hubiera gustado ser químicamente puro pero la cigüeña se equivocó de cuna. Una verdadera maldición que inútilmente intenta exorcizar.

Para Vargas Llosa la historia de América comienza en 1492. Hágase la luz y la luz fue hecha. Los españoles nos han legado su cultura, su lengua, su religión y aunque hayan cometido algunos desmanes, tenemos que sentirnos orgullosos de tamaña herencia. El imperio inca, en minúscula, se dedicó a sojuzgar pueblos, a esclavizarlos sin piedad. La cultura indígena no dejó más que algunas piedras, ceramios, guacos, momias y telas apolilladas. En la historia del Perú no representa más que período cavernario de nula productividad. Sus avances técnicos son irrelevantes y ni siquiera desarrollaron la escritura o descubrieron la rueda. Esa «utopía arcaica» como bien la definió en uno de sus ensayos, donde impunemente escupió la memoria del amauta José María Arguedas, está condenada al fracaso, es un obstáculo que nos impide integrarnos de pleno derecho en la civilización occidental. Esos salvajes analfabetas todavía no ha superado ese estadio primitivo que lo relega a un papel meramente folklórico o artesanal. Algo completamente incompatible con la idea de modernidad.

Nadie se explica como un autor que ha recorrido el Perú de palmo a palmo, que lo ha novelado de manera ejemplar, sienta ese odio fratricida ¡qué paradoja! En un análisis psicológico diríamos que Mario sufre un síndrome de ambivalencia, o sea, un estado en el que coexisten simultáneamente tendencias y actitudes opuestas, como, por ejemplo, los sentimientos de amor y de odio. En el campo intelectual el individuo enuncia al mismo tiempo una proposición y su contraria. Él sostiene que la escritura y la lectura nacen de un sentimiento de inconformidad, «toda buena literatura es un cuestionamiento radical del mundo en que vivimos» y por otro lado pregona la sumisión y la mansedumbre. «por encima de todo deben primar los valores democráticos reñidos con cualquier amago revolucionario»

La metamorfosis de este «cipayo» es muy curiosa pues en su época estudiantil se declaró abiertamente marxista- leninista, un rebelde comprometido con la causa de los más pobres y oprimidos. -Anticlerical, antimilitarista y antisocial- así lo describieron algunos críticos literarios. Y al final vean ustedes en lo que se trasformó el engendro: un burguesito amante de los lujos y la buena vida. Mario el oligarca, el patrón, el gamonal que se codea de tú a tú con la crema y nata del poder establecido.

Mario sostiene que novelar es una forma de mentir. Mentir, claro, eso es lo que es un mentiroso compulsivo, un hipócrita, o sea, que todo lo que ha escrito es una mentira, que todos los personajes que ha creado son caricaturas grotescas capricho de sus masturbaciones mentales. Como un ventrílocuo que le pone la voz a sus muñecos utilizádolos en una burda comedia. No es más que un estafador cuyas palabras carecen de autenticidad. «quien sabe mentir puede llegar a ser un gran autor» En efecto, él es consciente de este juego maquiavélico de ficciones y espejismos con el que ha triunfado.

Ese Perú mestizo donde se amalgama la cultura popular, el Perú, indígena, criollo, negro, zambo, chino, japonés, gringo, como lo definiera magistralmente el poeta Nicomédes Santacruz: «indio-blanqui-negro/blanqui-negrindios.Y negrindoblancos» un crisol de razas con infinidad de matices, mezclas, músicas, bailes, trajes regionales, platos gastronómicos: el cebiche, la chicha de jora, la chicha morada, el cau cau , la papa a la huancaína, el ají de gallina, el rocoto, la pachamanca y mil y un platillos que nos cansaríamos de enumerar, el Perú dotado de un folklore majestuoso: el huayno, el yaraví, el vals criollo, el landó, el sikuri, la marinera, el Perú de infinita diversidad con sus 43 lenguas y dialectos, un país dotado de una naturaleza prodigiosa, que va desde los desiertos costeros a las cumbres andinas pasando por las selvas tropicales, a ese Perú es al que esta sanguijuela con toda su concha basurea y desprecia.

Nuestro adalid de los derechos humanos, el demócrata consumado no es más que un vil impostor que cambia de máscara según la conveniencia. Su postura no admite medias tintas: aprueba la explotación y el expolio de nuestros países, defiende el neoliberalismo y sus políticas privatizadoras, defiende los intereses de los empresarios y especuladores. Las grandes mayorías deben someterse a las leyes del sistema capitalista, único camino posible para salir de la pobreza y el atraso inmemorial.

Mario estaba predestinado a triunfar y por tal motivo se marchó a París para levantar los cimientos del mito. A Europa se fue a buscar el reconocimiento pues en ese paisito tan guachafo y mediocre se sentía un incomprendido, Ese Peru provinciano no era digno de una inteligencia superior pues un intelectual de su talla merecía tocar el cielo con las manos.

Este caballero de fina estampa que reluce la acera al andar andar, es un racista y xenófobo de primera categoría, este mestizo apitucado ni siquiera se ruboriza al confesar tan sórdidos pensamientos, un Llosa de los Llosas de Arequipa, el gamonal al que le rinden pleitesía sus vasallos. « Porque sólo se puede hablar de sociedades integradas en aquellos países en los que la población nativa es escasa o inexistente, en donde los aborígenes fueron prácticamente exterminados » Aunque parezca mentira son tesis sustentadas por el nuevo premio Nobel de literatura 2010, don Mario Vargas Llosa.

Mario es partidario de la eugenesia, el magistral escritor tan preocupado por los derechos humanos es uno de los más firmes defensores de la limpieza étnica y el apartheid. Algo que no nos sorprende pues ya desde finales del siglo XIX los gobiernos criollos estaban muy preocupados por incentivar la emigración europea y repoblar el país con una nueva raza de pioneros.

La eugenesia es una filosofía que defiende la pureza racial Existe una raza superior, evidentemente blanca, católica y apostólica, a la que Dios otorgó el privilegio de dominar la tierra. La eugenesia pretende mejorar los rasgos hereditarios humanos mediante la exclusión y la progresiva desaparición de las razas inferiores. Porque nuestro rancio abolengo hay que conservarlo intacto y libre de asperezas. En otras palabras, si el Perú quiere salir del atraso atávico no le queda otra alternativa que blanquear la sociedad.

Algunos simpatizantes de dicha filosofía califican al indio como un raza autóctona emparentada con los cuyes y guanacos, el chino una raza importada que en la demografía del país no puede ser más activa y peligrosa, los negros semi-humanoides vagos y perezosos y la raza blanca, más o menos acriollada, no hace valer su superioridad étnica y se ve impotente para vertebrar la nación.

Existen métodos eficaces para exterminar las «razas inferiores» y reemplazarlas por emigrantes europeos, a ser posible arios, sanos, bellos e inteligentes. La eugenesia aconseja la esterilización de las personas defectuosas o especímenes indeseables que representan una o¬nerosa carga social. Sin ninguna consideración se debe aplicar el aborto selectivo pues los altos índices de fertilidad de los nativos son contraproducentes. Lo fundamental es que esta plaga no se reproduzca pues son portadores de taras genéticas como el enanismo, el cretinismo y su coeficiente intelectual es casi nulo. Los indígenas son una raza degenerada por el alcoholismo y la adicción a la coca e incompatibles con la idea de prosperidad y desarrollo. El hombre nuevo debe ceñirse al canon europeo o americano: 1.80 metros de estatura, rubios, de ojos azules y piel blanca más blanca que la leche, ¡carajo! Como comprenderán este es un proceso doloroso pero, que a largo plazo, dará sus frutos.

Históricamente la costa peruana ha tenido un desarrollo superior gracias al protagonismo de la raza criolla, mientras que la sierra poblada por indígenas se ha visto relegada a la miseria absoluta. "Cuando los «cholos» comenzaron a emigrar a la capital no hicieron más que ensuciarla, invadieron los terrenos baldíos levantando sus tugurios de cartón y esterilla donde fundaron sus antros de prostitución y la delincuencia. Los serranos son unos resentidos sociales que necesitan recuperar su estima"

Y en el colmo del cinismo la academia sueca anuncia que le otorga el premio Nobel 2010 a Mario Vargas Llosa por « la cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, la revuelta y la derrota del individuo» ¡A este mercenario o catalogan como un escritor comprometido !

Me imagino a Mario el prestigioso profesor de universidades como Queen Mary College, Kings College of London, Cambridge,Washignton State, University of Columbia, Smitshionan institution, Siracusa, Princenton, Georgetown, Destuche Akademischer, adoctrinando a sus cachorros, dictando cátedra a sus anchas y exponiendo sus geniales teorías . Quién va a dudar de la palabra de un genio renacentista que domina las artes y las ciencias, la historia, la literatura, la poesía, los derechos humanos, la ecología, la filosofía, la política, quién va a dudar de una lumbrera que habla 7 idiomas y que ostenta un deslumbrante curriculum.

En el año 1983 Mario fue designado por el gobierno y el estado mayor del ejército como jefe de la comisión investigadora para esclarecer el crimen de los 8 periodistas en Uchuraccay. (un suceso que conmocionó a la sociedad de la época) Este es otro ejemplo más de su ineptitud pues Mario se limitó a suscribir el informe redactado por las fuerzas armadas que exculpaba a los ronderos o paramilitares, instruidos por ellos mismos, de la masacre. En conclusión los únicos responsables de tan horroroso crimen fueron los miembros de la comunidad quechua parlante -indígenas sanguinarios que dieron rienda suelta a sus más bajos instintos ensañándose con las víctimas – «Todos los peruanos somos culpables de la tragedía pues no supimos civilizarlos» Años después utilizó los archivos del proceso para escribir su novela «Lituma en los Andes», ganadora, por encargo de la mafia editorial, del premio planeta 1993.

Mario goza de un extenso prontuario plagado inmoralidades y plagios, (la fiesta del Chivo, La guerra del fin del Mundo, El paraíso en la otra esquina) evasión de impuestos y lavado de dinero. Perseguido por el gobierno de Fujimori, quien lo acusó de traición a la patria, se autoexilió en España. De inmediato, la monarquía y el gobierno socialista encabezado por Felipe González le otorgaron la nacionalidad española. Por las venas de Mario corre la sangre azul de un viejo hidalgo Pero nuestro viejo hidalgo no hace más que sorprendernos pues está implicado en la trama de corrupción del Partido Popular, mejor conocida como « el caso Gurtel » donde tuvo una estrecha relación con el exalcalde de Boadilla del Monte, el señor Arturo González Panero acusado por el juez Garzón como uno de los cabecillas de la mafia inmobiliaria. (ver foto adjunta)

Vargas Llosa no es cualquier guevón y se ha rodeado amigos, de «patas», de «yuntas» de reconocido prestigio entre los que caben destacar el expresidente del Salvador Francisco Flores, miembro del derechista ARENA, al expresidente checo Václav Havel que entregó su país a las a las multinacionales y está acusado de corrupción, del expresidente español Jose María Aznar, criminal de guerra y fiel de lacayo de George Bush, al derechista Sebastián Piñera, heredero del pinochetismo, de Uribe Vélez, el genocida colombiano, del Rey de España y la reina doña Sofía, a quien las malas lenguas señalan como su amiguito secreto, miembro de la fundación ultraderechista Faes donde desempeña el cargo de consejero, padre putativo de la fundación hispano -cubana, compadre de Carlos Alberto Montaner y Mas Canosa, patrono de honor del partido ultraderechista Unión Progreso y Democracia de Rosa Díez y una extensa lista de personalidades e instituciones. Mario el poeta cortesano, el tinterillo palaciego que les hace las gracias a los banqueros, a los reyes, a los oligarcas.

Por otro lado nuestro paladín se ha convertido en un crítico acérrimo de la revolución cubana, la revolución nicaragüense o cualquier forma de resistencia que amenace el orden establecido. Incansable detractor de los gobiernos izquierdistas latinoamericanos a los que califica de «despóticos y autoritarios» el presidente venezolano Hugo Chávez, es un «abominable dictadorzuelo» Evo Morales, el presidente de Bolivia, « un pobre pastor de llamas», a Correa, del Ecuador, «demagogo populista», a Fidel Castro «el satán caribeño» «Toda esta banda de forajidos hunden a sus pueblos en el fango de la miseria». «La ideología izquierdista es muy perniciosa para la juventud pues siembra en sus corazones al semilla del odio y la violencia. La utopía no existe, la revolución es un mito, y gústeles o no les guste tras la caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría la única potencia hegemónica es los EE.UU. Y Menos mal porque ellos garantizan la paz, la libertad y la pervivencia del sistema democrático» Aunque todo se derrumbe, vive feliz, no luches, el destino ya está escrito; mira la televisión, carga tu teléfono celular y conéctate a internet.

Vargas Llosa nació para ser un triunfador, su fama le precede; dinero, viajes, damas de honor, reconocimiento público, cenas en los mejores restaurantes, mansiones en Londres, Madrid, París, New York, San Juan, Lima y un multimillonario patrimonio que se reparte entre los negocios inmobiliarios y cuentas secretas en paraísos fiscales. ¡A la orden de vuecencia! al peruanito se le ha puesto cara de momio y ya pronuncia correctamente las c y las z. Todo un aristócrata de la Moraleja que le tira las orejas a los inmigrantes: « portaos bien que la madre patria os brinda cobijo ¡hostia! » Con el pasaporte español en la mano, el pasaporte europeo, el pasaporte diplomático que le regaló el rey de España. «la ley de extranjería debería aplicarse con mayor rigor porque España con tantos intrusos corre el riesgo de perder su esencia. Aunque a regañadientes tenemos que aceptarlos pues sino quién limpiará nuestras casas, quién cocinará, quién cortará la yerba del jardín, quien sacará nuestro perros a pasear»

La derecha española lo esgrime como su glorioso timonel, todo un premio Nobel en sus filas ¡qué distinción! un serrano arequipeño o «characato» se ha convertido por arte de magia en el sumo pontífice del nacionalismo español, superado incluso a José Antonio Primo de Rivera. ¡ver para creer! Un converso enfundado en la armadura de Pizarro que con ardor guerrero grita ¡arriba España! «Los nacionalismos han inundado el mundo de sangre. Los separatismos vasco, catalán o gallego son perniciosos e incompartibles con la idea de la España una grande y libre. Nuestra patria está en peligro. Elegid entre el orden o el caos» Este agente a sueldo del imperialismo norteamericano y del sionismo internacional no se muerde la lengua y condena a todo aquel que ame su tierra. El amor por el terruño es un delito, quien hable una lengua distinta y con coraje defienda sus señas de identidad es un terrorista en potencia.

Los sabios doctores reunidos en Estocolmo han elegido a Vargas Llosa como el caudillo de las letras universales, su nombre pasará a la posteridad grabado en letras de oro junto al de Cervantes, Shakespeare o Dante. Mario Vargas Llosa en mayúsculas, ¡loado seas, mi señor! la verdad de las mentiras ha triunfado, el super -ventas, el best- seller con millones de libros publicados y traducidos a más de 50 idiomas, ganador del premio Príncipe de Asturias de las letras 1986, del premio Cervantes 1994, con birretes de doctor honoris causa por ni se sabe cuántas universidades, condecorado con todas las medallas habidas y por haber; el sol del Perú, la cruz de diamantes, el tisón de oro, la legión de honor de Francia, miembro numerario de la Real Academia Española de la Lengua. ¡Qué más quieren panda de envidiosos!

Pero quizás su obra cumbre sea el haber procreado a su hijo Alvarito, el heredero al trono. Alvarito Vargas Llosa el clon perfecto, la ovejita Dolly, un niñito neoliberal y anticomunista como papi, el young global leader y actual presidente del Center o¬n global Prosperity in Washington DC (to bring together the intellectual, moral, and practical analyses necessary to shed ligth o¬n the viability of market) De tal palo tal astilla.

En verdad el escritor chileno León Canales se quedaba corto pues Mario no es tan sólo el lameculos de los norteamericanos sino que se ha especializado en hacer las mejores felaciones.

En su discurso de aceptación del Nobel se vestirá con su disfraz favorito, pondrá cara de mojigato y pronunciará, con el mismo acentico pituco de la conferencia en el ICI hace ventitantos años, un sermón plagado de metáforas poéticas, un canto a la libertad, la justicia, la democracia y todas esas pendejadas. Versos floridos que hieden, tanta verborrea nos produce náuseas. El profeta de la utopía capitalista donará su premio a los niños pobres y desnutridos. Seguro se le caerán las lágrimas cuando en el Konserthuset de Estocolmo, el rey Carlos Gustavo de Suecia ciña sus sienes con la corona de laurel. Entonces, se desatarán los aplausos y las ovaciones por un traidor, por una ruin cucaracha que renegó de su origen y vilmente humilló a su pueblo.


PÁGINA 8 – CUENTO

CANCIÓN DE LA VENDIMIA

Por René Rodríguez Soriano (Constanza-República Dominicana))

Te vendo una esperanza, dicen ellos, y penetran a la fuerza. Casi te atropellan. Sara, acabada de salir de la cama, yendo como loca por la casa, con la más transparente de sus batas —la que te vuelve loco—, hace otro tanto con ellos, que ya andan por los otros aposentos, propalando sus consignas: compre, rente, adquiera, lleve, aproveche usted la oferta, por muy poco usted se amuebla, la casa y el alma entera. Y los miras, y miras a Sara y a Paúl y a Laura. Vuelves a mirar a Sara, la miras bien y, en cierto modo, le pides, le ruegas, le clamas para que sea paciente y no explote como sólo ella sabe hacerlo. Por el precio ni se ocupe, estamos haciendo espacio. Ves a uno de ellos cuando empuja tu viejo sillón y Sara que se le para enfrente y mira a una de ellas cuando puso proa hacia la chifonier de abuelita Luisa, sólo la mira, con eso se lo dice todo, ella lo entiende y se retrae. Entonces piensas, recuerdas, te vuelves un disparate y te recriminas y te maldices y te echas en cara tu falta de carácter. Siempre dejas que los demás te convenzan. No quieres poner a nadie en su puesto. No sabes decir que no, al menos, cuando tienes que decirle y pararle el coche a cualquier aprovechado. Y lo sabes. Dentro de quince o veinte días tendrás que andarte escondiendo, cuando vengan los cobradores y se sienten en la sala y haya que brindarles café y hablar con ellos y oírles y soportarles todo lo que quieran decir, ponerles conversaciones de política, de béisbol, baloncesto, sobre los partidos y la jodienda de la sociedad civil y la participación de los ciudadanos, las elecciones y la ayuda internacional, los curas, el cardenal y los militares, el enriquecimiento ilícito, el cambio mongólico de un funcionario que se maquilla, se pinta las uñas, se arregla con mil afeites y retoques afeminados y cursis. Ahora, tú sin trabajo. Sara cargando con todo... ellos ahí, ahí, porque son tus amigos, del templo, del club, quién sabe de dónde, con su compre, rente, adquiera, lleve, mañana ya será tarde y este estilo habrá pasado. Vuelva otro día, hermano —le dices—. Cójalo sin inicial, la mensualidad no importa. Firme letras, no se apure. Y Paúl, entusiasmado con la proximidad del Playstation, Laura y su Cinemaster 20 pulgadas, la oportunidad soñada… Aquí tiene un kilométrico. Pero ya Sara no aguanta más. Te lo enrostra, te suelta las mil diabluras que le amargan la bilis. El partido, tu partido y tus amigos. Tantos años bregando abajo para subir a tu líder, tantas hambrunas y persecuciones, tanto penar y tantas ausencias por los trabajos, por el partido, por la patria, por la liberación y ahora tú, en plenas crismas, ausente, lejano. El poder y el partido. El partido en el poder y tú sin trabajo, sólo trabajando en el partido. Hablando, pontificando y reunido cada día, todavía. Y ahora esto, ellos, compre, rente, adquiera lleve. Aproveche usted la ganga que, a la larga, a quien no compra, lo compran. © rrs


PÁGINA 9 – POESÍA ARGENTINA

Teresa Leonardi (Salta-Salta-Argentina)

HAS HECHO DE MI MEMORIA UN PANAL CON MIEL

Tantas veces viajé con vos a países que no están en los mapas
solo por traer en los gastados zapatos
el brillo de una mica azul incomparable
Ninguna ciudad atrapó más de un día nuestro vagabundeo
por calles que subían hacia lunas recostadas
en el mediodía de piernas abiertas
Cuando muera de mala muerte como mueren los que sueñan
harán la autopsia de mi alma
donde llevo tatuado tu rostro amor mío
tu rostro de niño idiota resistiendo a los bárbaros.

Sos tantos que nunca bajé dos veces a tu sangre
paisaje abigarrado donde vivo
y me redime de este mar de arenas
Has hecho de mi memoria un panal con miel
para el tiempo cuando mi boca inconsolable
no te encuentre.

DIES IRAE

Había que vigilar las ramas de la higuera
que en silencio bordaban los días de la ira
y a la sombra de la siesta abjurar de su sombra
donde puntual nacía el duende de la muerte

Niña llena de miedos
me habitó un corazón de Scherezade
y el tiempo fue una larga serpiente fascinada:
domestiqué sus furias con mis sueños y abismos
y en las manos oscuras de la higuera
no floreció el apocalipsis

Cuando apagó la vida mi voz de imaginera
volví al patio de lajas de la infancia
Allí estaba la higuera:
con su sombra llenaba un duende su caldero
y ángeles desataban en su copa
las flores del amor crucificado

CANTO AL INMIGRANTE

I

De los tugurios de la Europa pobre,
de las nómades tiendas que viajan por el calvo desierto,
de las llanuras junto al Sinaí,
ríos humanos andando hacia la mar,
su sed de otras riberas encontrando
la temblorosa brújula donde el azar inscribe
dulces comarcas de encendido fuego
o la furiosa salen tempestad.
De los barcos bajaron.
Algunos con petates donde alternaban gastadas herramientas
con las fragantes ropas que olían a sudor, a lechemadre,
a manos de ángel sucio.
Otros, tan desnudos de bienes,
sólo trayendo el oro de sus ganas para arañar la tierra
y preñarla de trigos y caminos
o un acordeón par a trepar al cielo cuando la mufa apriete.

II

De los barcos, saltando al muelle hermosos alquimistas,
hombres, mujeres,
los del sueño incesante de plantarse a vivir, a querer, a morir,
en la corola abierta de un utópico espacio
útero acogedor donde fraguar mañanas
colmena de la miel interminable.
Y ellos que traían sus voces, sus costumbres,
sus mujeres con velos, sus muchachos con boinas,
su abigarrado santoral donde dormían los nombres de los hijos,
su rezo hacia el atardecer mirando hacia la Meca,
el secreto Talmud desgranando designios,
encontraron ciudades donde el aire
lo enjoyaba otra lengua,
campos con cicatrices de recientes arados,
niños absortos en el ritual de la payana.
¡Oh tiempo de mutuas polinizaciones!
Rostros reconociéndose pasajeros de una única nave,
dulzura de rizomas en las noches
creciendo sus anillos nupciales para alumbrar una mestiza carne.

III

"Aquí vinieron italianos, turcos,
árabes, rusos, búlgaros, judíos,
eslovacos, polacos, españoles"
cada uno con su porción de sueños
cada sangre su perla irrepetible.
Cuánta oscura nostalgia les nacería a veces
cuando cae el crepúsculo
Y el batiscafo de la memoria baja
a catacumbas donde la luz pervive.
Pero la lejanía, sólo el relámpago de la lágrima.
¡Libaciones de la flor amarga del exilio
en los alambiques del alma volviéndose dulzura !

IV

Y ellas, las doblemente oscuras, las anónimas,
las que escriben con sus entrañas tanto vivo poema,
fueron la muchedumbre silenciosa
que amasó las harinas y esperanzas:
en las bocas las hostias que alimentan,
en las almas el rojo pan de los mundos posibles.
Canto a su corazón cobijo de la llama
en los glaciares de los años '30,
y a su pañuelo blanco de madre innumerable,
su derramada luz sobre el planeta.

V

¿Y qué de aquellos barcos?
Acaso pecios que el herrumbre piadoso haya guardado.
Su cargamento azul aún en el tiempo
repartiendo sus rostros en todas las esquinas
en un país que andaba desnudo de murallas.
Inmigrante
¡Oh boca amada que al pasar cantaste!
¡Oh corazón en busca de la Ciudad Futura !
venga a nos
tu sístole y tu diástole de pájaro incesante,
su ala en el oficio de volar aunque nieve,
venga a nos tu potlach,
tu odisea sin término,
¡ tu santa terquedad para alcanzar la estrella!

ESCUCHANDO A MILES DAVIS

Escuchando a Miles Davis la memoria diluvia
Furiosamente inundan las aguas del recuerdo
un corazón sin fortificaciones
Para la que habita un aire cargado de melancolía
es asfixia la concentrada luz que ya no vive
Oh bella pez en el estanque seco
tu respiración se clausura cuando la pleamar
entre otros soles trae
una mujer y un hombre bebiéndose las bocas
en el vagón de la última utopía

Miles Davis gaviota negra tu vuelo estalla
el tiempo reversible
Ayer nos quemaremos volviéndonos cenizas
mañana lloré sola mi espalda con joroba
Pero quizás esta música no sea sino un malentendido
Tal vez lo único cierto es mi deseo
de repetir la locura de la monja portuguesa
ahora que diluvian días sin regreso
y su mano lejana llueve catleyas
sobre otro cuerpo incierto y mortal.

CANCIONES PARA JOAQUÍN

A Joaquín Giannuzzi

Vino la abeja con su aguijón de nieve
que en disímiles tiempos ya cose nuestros ojos
hasta que por mí ella regrese
tejo el manto de besos que volverá a abrigarte.

*
El corazón desollado
descendiendo del Árbol
De la rama más alta,
vos jaguar inocente, me decías adiós
con tu pañuelito de fuego.

*
Qué importa si insomne me sorprende el alba
quemándome en el fuego
de tu dulce memoria
si sé que cuando el mundo ya no sea
todavía será mi corazón que te ama.

*
El tajo de sombra
que desanuda nuestros cuerpos
es anillo nupcial que siameses nos vuelve
a la matriz sin tiempo.

*
Alumbra oh noche
alumbra aún mas
que tu carozo oscuro es claridad
junto a mi corazón viudo del sol.

*
Amor gracia primera y última
Por el don de tu cuerpo
hostia del infinito
me he conocido eterna.

*
Ostra vaciada de tu preciosa perla
pecio en camino hacia su desnacer
viajo en tu busca
alvéolo que me fuiste respiración y vuelo
despierto oído que en la noche aún canta
¡Qué cerca ya de vos
muchacho que te escondés en las estrellas!

*
Volvieras
salmón enamorado
remontando los días
a desovar en mí tu luz creciente.
Me abrasara tu llama
te quemara la mía
confiados en que la muerte no tendrá dominio.

FRIDA KAHLO

Multiplica su rostro sobre telas
en oficio ritual contra la muerte
Ama más a los cuerpos que a la belleza
ama más a la revolución que a los cuerpos
desde el amanecer es el sinsonte único
que en Coyoacán el aire endulza
con los corridos y la internacional
y aún cuando en ella arrecia el dios de los dolores
con la gangrena y el corsé de hierro
desencierra a la noche su caracol hermafrodita
el bacante la omnívora

Oh Frida Señora de Todos los Vuelos
préstamos tus alas en este fin de siglo
donde vivir lisiados es la norma
habítenos tu corazón de doble llama
quemándose por la justicia y la belleza.

EN DÍAS NO NACIDOS

A veces pienso cosas que nunca serán
tú a mi lado dormido
apagado el tumulto de los ojos
el inasible corazón bogando en el océano del sueño
todo tu cuerpo dulce y quieto
como si madreperlas de carne lo hubieran consumido
Qué ajena preocupación sería entonces la muerte
Sobre tu pecho calmo sólo soñar la vida yo podría
Y de tu mano abierta para la sociedad de mi mejilla
brotaría la infancia rediviva

Tú a mi lado dormido en días no nacidos
cuando mi sed que busca a dios lo hubiera hallado
en la creciente luna de tu sangre



PÁGINA 10 – ENSAYO

CARTA A JULIA URQUIDI EX DE VARGAS

Gabriela Polit Dueñas (Universidad de Austin-Texas-Estados Unidos)

Querida Julia,
Al enterarme de que su sobrino y ex marido Mario Vargas Llosa recibió el Premio Nobel de literatura, no pude sino acordarme de usted. Disculpe la torpe ocurrencia, pero es que al juzgar por las confesiones en la ficción y en la autobiografía de su sobrino, o mejor dicho, de su ex, ya que el prefijo destaca una relación terminada, usted ocupó un lugar muy importante en la vida literaria de Mario. Por eso pienso que es la persona con quien puedo compartir mis inquietudes.
Julia, mal que le pese, su ex es uno de los mejores narradores latinoamericanos de los últimos tiempos. Para quienes hemos leído su obra con algún orden cronológico, conocemos que su mejor literatura empieza en los ’60 y termina en el ’93. También sabemos las dos que desde que incursionó en la vida política profesional, cuando decidió postularse a la presidencia de su país, su vuelo fue como el de Icaro. Su esposa Patricia se lo advirtió. Pero los hombres, Julia, y usted sabe eso muy bien, tienen una selectiva deficiencia auditiva. El dijo que haría política por una razón moral. Patricia sabiamente tradujo la grandilocuente frase de Mario en términos más simples: “Fue la aventura... de escribir, en la vida real, la gran novela”. No es invento mío, Julia, el mismo Mario lo escribe en la página 46 de su autobiografía.
Como yo, imagino que usted reconoce que en los libros escritos hasta el ’93, su literatura se destaca por mostrar de manera incisiva, con gran prosa e inteligentes tramas, las relaciones de poder entre el oficial del ejército y la prostituta; entre el hombre rico y su amante chofer de origen afro; entre la chola de clase media y el burócrata ambicioso; contando la vida cotidiana de la política. También explora la relación de amor entre un joven promesa y su tía, la de odio entre el hijo y el padre. Estas historias, Julia, son tan universales como profundamente peruanas. A ese Perú clasista, mestizo, racista, machista, quizá nadie lo narró tan bien.
Pero la experiencia política de su ex resultó antiliteraria en un sentido muy borgeano. Borges decía que la realidad imita a la literatura. Pero Mario no tuvo esa suerte. El, que había incursionado con minucia en la mente de personajes tan arraigados en la realidad de su país, no supo hacer suyos los votos de la gente. La literatura le hizo un quite cuando le dio la victoria política a un contrincante que hablaba peruano con acento extranjero y sabía tanto del Perú como su ex de ingeniería. Ese paradójico fracaso político, sin embargo, acercó a nuestro Icaro al Sol y al calor de sus llamas se perdió el mejor fuego de su ficción.

El premio de Vargas, sin esos ideales, no me permite celebrar con euforia a su Escribidor

El pez en el agua parece ser el umbral entre sus grandes obras y las demás. El pez es la historia de su vida pública, la de político fracasado que justifica su pérdida en el relato autobiográfico y la de quien cuenta su genealogía como escritor. Comienza a los 10 años cuando el padre aparece para reclamar el lugar junto a la madre, obligando al pobre Mario a vivir el complejo de Edipo al revés. Quizá por eso es que su ex tiene tanta aversión al psicoanálisis. Ha vivido contra la corriente de una teoría cuyo flujo es uno de los más caudalosos de la cultura moderna. ¿Se deberá a eso su terca manía de narrar el poder?
En El pez Mario nos cuenta que de la mano dura del padre se hizo hombre y, desafiando su mirada homofóbica que veía en la pasión por las letras el indefectible afeminamiento de su hijo, se hizo escritor. Disculpe la intromisión. Pero a pesar de que él se empeña en ver así ese paso enorme que le significó desobedecer al padre y escribir, yo siempre percibí en ese gran paso su mano, Julia. Debe ser porque en este mundo todavía son los hombres los que ponen los pies y las mujeres las manos.
La valentía para confrontar a Ernesto, ese padre abusivo y maltratador, tenía que venir de una prueba contundente de hombría. Y esa prueba fue usted, querida. Sin usted, Mario jamás hubiera sido escritor. En ese universo autoritario y violento del padre, viniendo de ese micromundo tan chauvinista como el colegio militar, no creo que el joven Mario se hubiera atrevido a ningún desafío si no tenía a su lado una hembra que simbólicamente le probara la hombría. Y usted, Julia, además de encantadora e inteligente, le llevaba trece años de experiencia a ese muchacho. ¡Por supuesto que lo llevó de la mano!
Quizás eso también explica esa obsesión con prostíbulos, con la búsqueda de experiencias sexuales que avalen a sus personajes como hombres y los acrediten como agentes de la política, del Estado, de ejército. La frustración con la política quizá se condense mejor en ese amor homosexual de Cayo Bermúdez con su chofer. Sólo desde ese universo homofóbico y machista desde el que narra Mario puede servir la homosexualidad para representar el mundo abyecto de la política. Por supuesto, sé que en términos de su ex la definición sería la contraria: representar la frustración política con el acto abyecto de la homosexualidad. Disculpe, Julia, que lleve las reflexiones del Premio Nobel al campo de la sexualidad y el género. Pero usted más que yo debe reconocer que no es un capricho mío, sino que por el contrario, es su propio sobrino quien se sirvió de las diferencias entre los géneros para narrar magistralmente el poder.

Lo que hace que un premio sea compartido son los ideales

Pocos personajes me hicieron reír tanto como Pantaleón, Mario comprendió que el poder, la autoridad, la sexualidad y el deseo son indispensables para reír. Y no me va a decir, Julia, que la sensualidad de los encuentros de Panta con Olga Arellano tienen algo en común con el erotismo de manual con el que su ex experimenta en Los cuadernos de Don Rigoberto. A eso me refiero cuando le digo que Mario hizo buena literatura hasta el ’93. No quiero repasar los títulos de las obras que ha publicado desde entonces, aunque unas fueron mejor logradas que otras. Quizá la suspicacia para narrar el Santo Domingo de Trujillo resultó persuasiva para muchos, o la vida de Flora Tristán. Pero convengamos que su Niña Mala viajando por el mundo es más una novela de folletín. Lo cierto es, Julia, que son estas novelas y el Mario de los últimos veinte años, lo que me impulsa a escribirle esta carta.
El premio regresa a esta esquina de la lengua después de veinte años. En 1990 lo recibió Octavio Paz, en el ’89 Camilo José Cela, pero a mí el Nobel de Mario me recordó a Gabriel García Márquez. Quizá porque los dos pertenecieron al mismo campo literario que puso a las letras latinoamericanas en un radar de consumo más amplio. Quizá también por la mezquina idea de que finalmente a Mario le llega el momento de revancha. Y aquí va a tener que perdonarme, Julia, por la imprudencia, pero ¡qué diferencia, querida! No hablo de la calidad narrativa, porque para serle honesta, y aunque a los suecos les suene a sacrilegio, los premios no reconocen solamente calidad. Si así fuera, tardaríamos años elaborando reclamos de imperdonables olvidos y extremas generosidades. Así que dejemos eso de la neutralidad de lado.
La diferencia de la que hablo, querida Julia, es la de los tiempos que corren. Cuando le dieron el premio a García Márquez en 1982, todavía teníamos fe. Celebramos la celebración de Macondo porque sentíamos la necesidad de que terminaran los regímenes autoritarios, porque aunque habíamos dejado de creer en Cuba, Nicaragua nos había nacido; porque la violencia que azotó a Macondo venía de verdugos identificables, y porque creíamos que el tiempo de esos verdugos llegaría pronto a su fin. El premio fue una señal de que esa fe tenía sentido. Sí, Julia, sé que usted me dirá que al describir así la celebración del premio confieso ser una hereje en el sagrado territorio literario, y lo admito. Es la malsana tendencia a idealizar el pasado, pero le confieso, Julia, que en esos años hasta creía en la ecuánime objetividad de los jurados y la sabia neutralidad de la Academia.
Ahora son otros tiempos. Ya no tengo la misma fe y, para serle honesta, mi reacción cuando escuché que su ex recibía el premio que él tanto ha codiciado, fue de perplejidad. Me alegré, sí, pero no por las razones que nos dan los periódicos, los críticos literarios, las instituciones, esos discursos del reconocimiento a la lengua castellana; del tributo a la gran narrativa latinoamericana, o específicamente a la peruana. No. Todas esas colectividades a las que se pertenece o no no hacen que se pueda sentir el premio como propio. Lo que hace que un premio sea compartido son los ideales. Por eso es que este Nobel es de Mario Vargas Llosa y de nadie más. Y si hubo alegría en mí, fue por él.
Julia, el mundo ideal de su ex, sobre el que escribe con asiduidad en El País, y para el que reclama la expansión de libres mercados, la privatización de los servicios, criticando las acciones de los estados, es muy distinto al mundo al que yo aspiro. El celebra la expansión económica de Perú sin reconocer los enormes costos sociales, sin mirar los escombros de una memoria resquebrajada ni la herida traumática en la gente por tanta muerte impune que dejó la guerra contra el terrorismo. En ese mundo de Mario, querida Julia, los premios sólo pueden ser individuales. Ese es el motivo que no me permite celebrar con euforia a su Escribidor. Créame que reconozco en usted el tesón, y en Mario el trabajo prolífico y sesudo, digno de muchas distinciones. Pero para que yo pueda celebrar ese premio como he celebrado otros, tendría que sentirlo un poco mío, y no puedo.
Supuse, querida Julia, que a usted, por razones distintas, le pasaba lo mismo y por eso decidí escribirle. Usted, como ex esposa de Mario, yo como su lectora, tenemos en este momento algo en común. Pero ya la he abrumado bastante. Le pido disculpas si en algo la ofendo, o si he sido imprudente. Le he escrito con la vehemencia de quien necesita compartir inquietudes. Si en algún momento decido brindar por Mario y por ese galardón que ha recibido, pensaré en usted, Julia, en esa mano de mujer sabia que lo ayudó a convertirse en el gran escritor que es.
Con profunda admiración, Gabriela Polit Dueñas


PÁGINA 11 – CUENTO

CRUELDADES POSIBLES

Por Cristina Garmend (CABA-Buenos Aires-Argentina)

Y luego dijo:
"Pondremos en un planeta delicado y terrible a una criatura muy especial. Será animal y a la vez no lo será, su cerebro le permitirá crear una cultura material y espiritual. Tendrá una conciencia del bien y del mal en lucha permanente dentro de sí. El cielo y el infierno. Sabrá que está vivo y también que morirá pero nunca cómo, dónde ni cuándo. Nunca por qué, para qué, o para quienes. Quién es, cuál es el sentido, ni a qué proyecto pertenece. Procurará hallar las respuestas y así evolucionará su intelecto. Con la lógica indagará valiéndose de las ciencias y la filosofía. En la religión buscará consuelo, reposo y fe. En las artes expresará su angustia por no poder alcanzar jamás la verdad como ideal, ni en la lógica ni en la fe. Sentirá la tensión entre su base biológica animal y su razón. Luchará incansablemente por armonizarlas sin jamás lograrlo. Deberá optar por cuidar o destruir la Tierra. Su instinto animal se integrará a la naturaleza para preservarla, pero el “otro” en él buscará dominar las fuerzas naturales por la técnica y ponerlas a su servicio, pues debe sobrevivir como especie. Y reproducirse. Lo hará sabiendo que lleva a su descendencia al encierro en los mismos dilemas pero aún así raramente podrá resistirse a hacerlo”.
- ¿Qué es la Tierra, Su Almirtrada?
- Es el nombre del planeta elegido.
- ¿Quién le ha llamado así?
-Nadie lo sabe, ese siempre fue su nombre.
- ¿No ve el proyecto demasiado complejo y si me lo permite, hasta algo perverso?
- No, no lo es, - continuó - mientras liberaba la célula inicial en el agua primigenia. Es lo que han hecho con nosotros también antes hace millones de años. Este es nuestro último intento desesperado para intentar saber algo de nuestros orígenes. Dijo cerrando la escotilla del laboratorio.
- Ahora hay que esperar.
- ¿Cuánto tiempo?
-Unos doce mil millones de años humanos.


PÁGINA 12 – POESÍA ARGENTINA

Lilí Muñoz (Neuquén-Neuquén-Argentina)

HACIA LA CRUZ DEL SUR

Hacia la cruz del sur
“compañero del alma”
a brujularla
hasta encontrar los centros
las otras y los otros

si el sur se ombliga
¿te das cuenta?
al norte ya no hay centro del mundo
cambia el ombligo
todo es según el punto en que sitúas
igual que en el amor y sus lenguajes
si los años arriba
o si abajo
si el pesar de distancias y de ausencias

proa hacia las cuatro estrellas
compañero
hacia los cuatro puntos de la tierra
a remover centralidades en los mundos

con el poema-amor
con la palabra
con rotundez de árbol y de piedra

vientos del sur
no hay otro norte
solo sur
palma en mi palma
vigilia por “el rayo que no cesa”
al este tu mirada
fecunda colibríes en la tierra.

IR

A la isla misteriosa
iré contigo
a una tierra de fantasía
irás conmigo
al país de irás y no volverás
iremos juntos
entonces
el mundo será sur
y este poema.

EXILIOS

Cubanos, uruguayos, argentinos,
colombianos, chilenos,
en México, Noruega, Canadá, España
huyendo
ellas y ellos
se quedaron
debió ser duro
y sus hijos
son ahora otra especie
sus hijos ya no vuelven
entre el ayer y el mañana
están perdidos
y sin embargo
tienen
un legado
América
contra viento y marea
América Latina.

MARIPOSA CON OJOS EN LAS ALAS

Mariposa con ojos en las alas
¿qué hacés en mi patio y en invierno?
¿qué hacés por el sur en nevazones?
¿equivocaste el tiempo?

con el polvo ladrillo de tu sueño
mi infancia era de vuelos
el cuerpo untar
robarte tus alturas

Estás en la partida ¿te das cuenta?
toboganes de sol hacia la siesta
mariposa de ojos
la que escucha las hadas
alar deambulas
raíces en macetas.

Mariposa de agón
en la frialdad de mayo
desapego del sur
tiritas en acoses.

Sin aliento
la magia
carril de tu velamen
tibia agrieta la sombra
hacia la bruma espasma
en mitad del invierno otoñal que ya debita.

QUIEBRES

Velaban brasas
que fueron rupturas
de semánticas mejores
y ahora
tierra sin caricia
ni preñez

Se quiebra el hombre
apenas
tronco de los otros
guturalpunto.com
sin más poema que la fogata
huérfana
y con sólo la canción
de las luciérnagas.


PÁGINA 13 – ENSAYO

LOS DESCENSOS DE LA VIDA Y SUS TRANSFORMACIONES

Por Willian Geovany Rodríguez Gutiérrez (Tolima-Colombia)
Licenciado en Lengua Castellana
Universidad del Tolima

“A un gran corazón,
ninguna ingratitud lo cierra,
ninguna indiferencia lo cansa”
Proverbio ruso

Es innegable que, producto de su transcurrir en la vida, los seres humanos tengan que afrontar situaciones adversas, fracasos, dificultades, necesidades apremiantes, es decir la cara contraria de la moneda, que a veces acompañan a los que no les queda más que apelar a su resiliencia para sobreponerse ante las situaciones difíciles, y así poder recuperar lo que con tanto esfuerzo construyeron durante muchos años.
En nuestro país son muchas las personas que dan cuenta de esa realidad y no olvidan su historia, tal vez porque tienen presente la afirmación que en alguna ocasión lanzó Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana cuando decía: “que el pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla”. Aquellos que lo hacen, es porque los embarga una preocupación, que ponen al descubierto a partir de diversas expresiones para lo cual se valen de muchos medios entre los que se pueden señalar la escritura; con ésta se llega a denunciar de una forma figurada, hechos que han marcado la vida de las personas.
Si hay alguien que logra de manera magistral en su narrativa dar cuenta de la problemática social en la que aún viven la mayoría de los colombianos es sin duda el escritor colombiano David Sánchez Juliao porque pone en evidencia, a través de sus personajes, la marginación de la sociedad, la desunión de los pueblos, la decadencia, el machismo, el racismo, las injusticias socioeconómicas y la falta de educación, hechos que se convierten en un fiel testimonio de su cultura.
No hay que ir muy lejos para conocer de primera mano cómo es que sus personajes –luego de alcanzar un bienestar que durante muchos años buscaron- terminaron abatidos por el fracaso y aferrados a sus tristezas, que ya son más que los logros que pudieron cosechar durante su existencia. Esto es posible de apreciar en el audio libro que se titula Historias Esenciales, el cual fue escrito entre los años de 1975 y 1981 donde aparecen grabados y publicados El Flecha, El Pachanga, Abraham Al Humor, Foforito, Pedrito el soñador y otras creaciones del mismo género que se desarrollan en Montería, Lorica y otras poblaciones del Caribe colombiano.
En este trabajo literario van a tener gran influencia ciertos sucesos trascendentales de la historia colombiana, ya que por aquel entonces muchos de los sueños de ciertos compatriotas se quebrantaron, a raíz de que el Sistema de Unidades de Poder Adquisitivo (UPAC) entra en funcionamiento, lo cual conduce a una inflación desbordada. Posteriormente se agudiza la situación económica hasta desencadenar una crisis recesiva. Más tarde se decreta una emergencia económica constitucional que sumada al recrudecimiento de la violencia deja en malas condiciones la situación de nuestro país.
Después de este panorama sólo nos resta descansar en el fondo de sus personajes –con los que pretendemos establecer sus descensos- porque es allí donde nos podemos identificar y a la vez tratar de comprenderlos.
Uno de los personajes más importantes dentro de la narrativa de David Sánchez Juliao, es José de Jesús Negrete más conocido como el Pachanga, un hombre al que desde muy temprana edad le ha tocado trabajar muy duro para conseguir el sustento de su familia y al que además le ha tocado hacer de todo para mejorar su condición de vida, desde vender mochilas a los marineros americanos hasta manejar un camión. De acuerdo con esto cabe resaltar que en el cuento “El Pachanga” se evidencia dicho aspecto cuando se dice: “...qué no echo cuadro, qué no echo dígamelo y pelao que salí yo de la casa a buscar pa la manyuta ah bien pelao.”
Ante la falta de recursos económicos éste personaje no puede estudiar y antes bien considera que: “el estudio es pa ricos” –cabe señalar que su madre siempre quiso que él estudiara aunque ella no ganaba mucho dinero por ser cocinera de los Lavaye-, por eso José de Jesús Negrete decide afrontar la necesidad con el rebusque del que piensa que es necesario que: “busque tu charco babilla, conejo a tu conejera”.
Con el tiempo este incansable trabajador ha logrado comprarse un camioncito “el camión y yo somos hermanos en la mojocera de este mundo, quiero decir, me explico, en la jodidencia de este mundo”, del que deriva su sustento, y como lo señala él: “lo que me costó mucho timón ajeno que tuve que tirá” y “fue duro el bajotra que hubo que pasa primero”. Éste mismo le ha servido a él para “jarriar gringos” y de paso para aprovechar la bonanza que dejaban los barcos extranjeros que arribaban a Coveñas en busca de petróleo.
Así fue como se fue familiarizando con la cultura norteamericana y desde luego con su idioma, aquel mismo con el que se sentirá orgulloso gracias a que una vez que establece contacto con los gringos logra pulir su inglés.
Producto de su interés por el otro idioma es como cree posible explotar a los gringos –como quien no quiere la cosa- para no dejar de escapar esa oportunidad que la vida le está presentando; esa es la razón por la cual llega a adquirir fuertes sumas de dinero en dólares derivadas de su actividad como proxeneta.
Su actividad consistía en llevar a los gringos y a los daneses una vez que éstos aceptaban la invitación para ir a Coveñas a conocer el cabarecito del “Nalgaegallo” y por supuesto a las prostitutas, en razón a que los gringos tenían dinero para derrochar.

La buena vida lo lleva a disfrutar de ciertos placeres que ésta misma le había negado por su condición económica, así que no estima en ningún minuto en desaprovechar los “careperros” (dólares) que le entrega los gringos para desperdiciarlos jugando poker y en parrandas. De ahí que diga: “venga pa acá mi vieja y a parrandear por cuenta del imperialismo yanqui”.
De esta manera, él no se detiene en pensar por un solo instante en qué pasaría si el petróleo desaparece de Coveñas y en cómo sería su vida una vez éste se acabe, y por el contrario se deja guiar por el disfrute, el derroche excesivo y por su hedonismo, actitudes que finalmente lo hundirán a un estado de postración y de resignación ya que nunca pensó en su futuro y siempre vivía era el momento.
Al acabarse la petrolera de Coveñas donde llegaban barcos de diferentes partes del mundo, el pueblo de San Antero tristemente se hunde en la miseria porque: “se fue el gallo que más cantaba, se fue el dólar, el que manda la parada, el super bacano, el que está bien con todo el mundo, el pinga de oro, el dólar mi hermano”, puesto que la bonanza acabó, entonces a algunos no les quedó más sino abandonar a San Antero para lograr en otro lugar conseguir mejores oportunidades laborales y a otros los espera seguir viviendo sumidos en la necesidad absoluta.
Ante esto, la mayoría de habitantes que se aventuran en seguir viviendo en ese pueblo entre ellos el “Puroaguebollo”, deciden tardíamente contenerse de hacer cualquier tipo de transacciones; por esta razón ellos se abstienen de ocasionar algunos gastos relacionados con lujos suntuarios porque ante la crisis económica solo se puede hacer uso del dinero para productos alimenticios que corresponden a la canasta familiar, los cuales adquieren a mejor precio, es decir más económicos una vez que consiguen trasladarse hasta allá.
Uno de los habitantes que decide irse de allí en busca de mejores oportunidades laborales es “el Pachanga”; por ende se radicar en Lorica un pueblo de la costa que también atraviesa por condiciones similares de las que hasta hace poco vivió en su natal San Antero.
Allí el Pachanga empieza a pasar muchas necesidades a tal punto que culpa a una parte de la sociedad (burguesa) de lo que él está viviendo porque manifiesta que: “creen que aquí uno en la costa puede comer pura mierda, no joda ah no joda, mierda de la legítima, mierda ah, no joda manoejopo, no jodan, ni bailan ni dan barato, ah vienen es a bañarse aja, aja, y ni a pagarle a uno por el uso de la playa, ni un carajo hijuputa, no joda está en guevá, ñerda...”.
Además procede a contarle a cuadro (es un tipo de narrador en segunda persona porque crea el efecto de estar contándose la historia así mismo o a un yo desdoblado), que la situación que está viviendo también es parte de las malas administraciones de los gobiernos, por eso asegura en su crítica férrea: “que todos los gobiernos son la misma vaina, ah, la misma mierda con distinto mojón, mierda y tal, pero ni del positivo ni el forro...”. Más adelante llega a decir que “éste país está que se termina despipo rabia humana...”.
Pese a que vive en una situación difícil, sigue esperando ese cliente que le pagará por la carrerita pero no llega aún, cuando lleva esperando muchas horas, por eso considera que “la situación está dura llave puta, no joda usted aquí me ve parado desde las 7 de la mañana al ladito de la Iglesia con mi llaguita finada y tal pa sacarle cualquier carrera y nada es lo que sale, es nada ni pa coger con tarraya, no joda yo no se pa donde va esto cuadro...”.
El Pachanga se ha resignado a seguir viviendo en Lorica por el sentido de pertenencia que ha despertado el pueblo loriqueño, por esa razón no decide finalmente aventurarse a buscar un mejor futuro en Venezuela, mejores condiciones laborales, y mejores oportunidades de las que han sido privados muchos de sus copartidarios, eso que allí dice estar el “billete fuerte”., todo porque se considera un “aguevollo”, es decir, que es incapaz de dejar lo poco o nada que tiene, porque por más que se lo proponga le es difícil cumplirlo.
En vista de eso, considero que el descenso del Pachanga es rotundo, porque luego de venir de menos a más vuelve a quedar en peores condiciones de aquellas con las que inicialmente empezó, por eso su inconformidad consigo mismo y con la sociedad es bastante grande, porque lo que alcanzó no le bastó para que pasara sus últimos años o por lo menos parte de su vida en mejores condiciones. Debido a esto es que ahora sólo le queda el recuerdo de lo que fueron esos años dorados y aquel sinsabor que dejó la bonanza luego de que malgastara el dinero en cosas que no debió haber hecho.
De otro lado tenemos a los Lavayes –vaqueros monos de la serie-, una familia que a diferencia del Pachanga vivió en la abundancia porque provenían de cunas adineradas, prestantes y pudientes, que seducidos por el poder del dinero querían arremeter con las diferentes clases sociales y explotar a sus habitantes –como pasó con la señora madre del Pachanga- ya que se les consideraba como lo dueños hasta del aire que respiraban.
Además a esta familia no le importó nunca las convenciones sociales incluso las reglas, ya que hacían lo que ellos querían sin importar las consecuencias, como es el caso de la Plaza principal de Santa Cruz de Lorica donde ellos se apoderaron de este bien público para convertirla en corral y así poder guardar sus semovientes. Por consiguiente los habitantes del pueblo les tocaban aceptar los abusos y las arbitrariedades de esta familia.
En el caso de que los habitantes de Lorica no acataran sus órdenes podían correr el riesgo de perder sus vidas, pues el narrador así lo sentencia: “hacen así pun, pun medio mueve el gatillo y van cayendo como quien tumba mangos sabes y las mexicanas, la película, esas si son como la vida hermano”, lo que indica que el miedo que infundían en sus habitantes era avasallador. Todo lo anterior, ocurrió cuando los Lavayes eran los Lavayes porque después de que se puso en boga el petróleo éstos perdieron su poder y por ende su estatus.
Por lo anterior, la vida es vista por el Pachanga así: “como un dominó unos pasan y otros cierran el juego, no joda y con algunos con algunos cabrones de leche sabe que es lo que pasa, que cierran el juego con doble seis, no joda, así es la vida mano como un dominó, la vida es eso hermano como una película de vaqueros con todo lo que tienen las malditas, unos monos boniticos ahí tal los helados del chacho, los que ganan y otros barbones y peluquen y monen son sólo que se mierdan del caballo”.
En síntesis, tanto el Pachanga como Los Lavaye resultan ser esa clase de personas que perdieron la esperanza y la fe, pues no fueron lo suficientemente capaces de vencerse a sí mismos para sobreponerse de las penas y desgracias que los rondó y si eso pasó fue porque les faltó mucha fuerza de voluntad, espiritual y mental para seguir creyendo en sí mismos como para pensar en ganarle la batalla a tanto obstáculo que la vida le presenta a los seres humanos.
Finalmente, después de este panorama sólo nos resta descansar en el fondo de sus personajes con los que se podría pretender establecer sus descensos porque es allí donde nos podemos identificar y a la vez tratar de comprenderlos.


PÁGINA 14 – CUENTO

GUARACHA AL CORAZÓN.

Por Eduardo Pérsico (Lanús-Buenos Aires-Argentina)

Esta noche en el Queens cantará Paquito, Rey de la Salsa, se alegra Juana y contonea ante el espejo sus rotundas tetas tucutum tum tum, y rebusca la ropa de atender en su ‘apartament’ diminuto pero en New York, que no era poco. Y en aquello de aguardar a un cliente; admirador amigo; calza sus medias negras, corpiño de sólo encaje y jubón de satén que permitiera ver y calentante, tacones sin pulsera de quitar fácil y bailar descalza que así es el juego. Y en meneadora soledad de pelearle al duro frío de invierno se alista la Juana a puro tucutum tum tum de cuerpo entero, que tan bien luce.

Buen fin de semana se le ofrece; quizá caiga nieve en la ciudad y ella se apresta en atender al viejo Robert, infaltable si ya anunció caballeroso que vendría y él, espectador dos veces por semana de su guaracha calentona, es de cumplir horario y paga por contemplar a pleno su cuerpo categórico. Eso que se mira y no se toca disfruta el Robert, sólo desnudez cien dólares cada martes y viernes, que por más yanki ingenuo y frío según dicen de los yankis, a él le alegra el alma el tucutum tum tum de la guarachera Juana. Y hombre maduro exhausto de lengua afuera al subir los cuatro pisos, cuelga su chaqueta en el asta de una silla y vuelca sobre la cama desbrozando bragueta en un ejercicio ejercitado. Para fingir mirar el techo, que ya la Juana se pegó el enjuague de axilas propio a mexicana de sudor caliente y principia el ritual de calentura. ‘Y mira chico’ le dice en español y acerca y retira según le enseñara su abuela la putanga.

Juana se contonea a racha en lentitud, entorna los ojos porque su fantasía sirve en la ceremonia, y bien recuerda que anoche tanto la complacieron con las adulaciones en ‘El Patio’, donde de nuevo actuará el Paquito y a ella la endulza esa compatriotidad latina donde saben que ‘la Juana es hembra modelo de la publicidad’, y que su inglés hasta suena neoyorkino. Si para ella veinte es ‘tuani’ y ciudad se dice ‘cery’; aunque no logre su legal documento, a pesar de ser hembra afilada por muchos que cada noche convierten su trago en imperioso semen que le darían a ella, cada minuto más hermosa según los tragos de madrugada. Aunque los tipos sepan que no vale pasarse de manos con la Juana, ni la menor corajeada latina de ninguno…

Y ya vamos mi veterano Robert quietecito a recuperar resuello y fingir mirar el cielorraso que la Juana ya tucutum tum tum bien cerquita y limitado atuendo hace lo suyo. Proscenio de cuatro paredes y dos espejos más esa cama que con Robert nunca usara, meta y dale tucutum tum mimbreando su lenta guaracha con el saliente culo juvenil que contoneado es infalible. Y Juana tan sabedora se apoya de revés en una silla y al elevar de cóncavo despliegue su trasero la va luego de piernas largas a favor de oscuras transparencia. Y vaya de a poco tembleque tucutum tum tum con sus soberbias tetas ‘que la candela le baja de los hombros a esta niña’, se decía su abuela al entrenarla.

Ella, íntegro fetiche exclusivo para el bueno de Robert y venga Juana humedeciendo su boca coloreada por Dios para la eterna tarea de calentar a un macho; eso, que el hacerse mirar es oficio del cielo y mientras sudan obreras malpagadas o sirvientas a miserable precio, lo de Juana es virtud de hembra elegida. Codiciada al demostrar en tumbeos de guaracha tucutum tum tum, que nadie aprende en la primer encamada y cada oficio requiere requiere darle tiempo. ¿Y qué nombre daría Juana a ese hombre que la mira queriendo dormirse y amanecer con ella entre los brazos? Pero a no distraerse en aquello de ir perdiendo su poca ropa en danza lenta, prenda a prenda quitando breteles que la embretan, muévete pez perca percanta desbrozando escamas del misterio que le enciende calenturas a cualquiera con sólo imaginarte, Juana. Así que sigue bailando que en horitas ha de llegar la noche ya la verá el Paquito, Rey de la Salsa, que también prometió documentarla y jamás pudo, se dice al soltar al aire su corpiño y el viejo Robert en la cama de mirada fija y un hilito de baba, en tanto le guarachaba tucutum tum tum recibiendo la visitación de los caprichos compadres. Pero con todo, no es fácil entibiar el Village a puro contoneo.

- Siento frío, Robert. – cortó Juana su danza a pelvis descubierta y al vestirse descubrió una mano crispada del hombre en la camisa. Su guaracha tucutúm tum tum hizo lo suyo pero el buen Robert, inmóvil, era un yanki correcto de no fingir caerse muerto en un cuarto piso sin ascensor. Y cuánta complicación Juana, justo un viernes que podría nevar en New York y por ahí actuaría Paquito, Rey de la Salsa.


PÁGINA 15 – POESÍA ARGENTINA

Susana Mabel Lizzi (Gualeguaychú-Entre Ríos-Argentina)

ALGO PARA CONTAR

I

Sangre de cicatriz amarga
desterrada de sí
por jaurías que acumulan el oro
y el amor por el oro
Argentina
río
por donde se escurren los ruidos selváticos
y la clorofila
agua
por donde los peces escapan a morir de palabra
de pasto seco
esquivo el aire
zozobra
luz olorosa a negro azufre
porque la vida aquí
sufre traición a quemarropa
no está en el orden del día
parece
que no vale la pena.

II

Remando a contraesquirla
los sueños emergen entre ruinas y fantasmas arbolados,
buscan
paz
futuro
se deslizan por el coraje de los biennacidos

III

Los sueños
apelan a la valerosa reconstrucción de la memoria.
Las mujeres avanzamos entre la sequedad de los pantanos y la simiesca sombra del olvido
llenas de claridad
inundadas de ojeras
pintando parques y viejas heredades con flores y poemas.
Nosotras
somos
así
porqué negarlo.

IV

Hay miradas que se saben fronteras
traspasan el horror y pueden defenderse de la muerte
saben a limón
guerra espuma perfumada
ojos
que ven
más allá de las cosas
porque tienen un corazón en la memoria
se alimentan de amor
conocen la libertad de ser frontera.

V

A nosotros nos apuntan con el dedo
con desechos nos apuntan
no necesitan misiles ni bombas nucleares
nos mandan su mierda en barcos europeos
plantan sus fábricas que fagocitan el agua y la madera
envían su droga rompementes
y nos dejan desnudos de vegetación
oliendo azufre
pariendo sangre amarga.
Cavan las entrañas de la tierra con sus máquinas
y se llevan hasta el aire.

Después de todo
solo somos
sudamericanos.


PÁGINA 16 – ENSAYO

LAS RIMAS Y EL PESO DE LAS PALABRAS EN VERSO LIBRE.

Por Marian Raméntol Serratosa (Monistrol de Montserrat- Barcelona-España)

Introducción:

El verso libre es la forma de expresión poética que se caracteriza por su alejamiento intencionado de las pautas de rima y metro que predominaron en la poesía europea hasta finales del siglo XIX, la musicalidad se busca ya no en el rigor de la métrica si no en el ritmo interno del poema y en el propio uso de la palabra. Según el profesor Francisco López Estrada, en su libro Métrica del siglo XX, (Madrid, Gredos, 1969), defiende la razón de ser del verso libre y de su adopción como instrumento de una poesía que, como las demás artes modernas, se esfuerza en la expresión de lo más espontáneo y hondo de la emoción estética, con entera independencia de toda disciplina formal.

A pesar de esa independencia de toda disciplina formal apuntada por López Estrada, mucho se ha hablado de la técnica, de lo que hoy se considera gramática poética oficial y oficiosa en verso libre, hasta el mismísimo Walt Whitman, si levantara la cabeza, quedaría anonadado de la influencia ejercida por sus versículos y de lo mucho que han dado de sí; Gustave Kahn (1859-1936), entre otros, define el verso libre y lo describe, apuntando su “normativa” en la Revista Independiente de 1888 (Revue Indépendante) y en el Prefacio de Palacios Nómades de 1887. Lo que Kahn postula en su poética es abolir la numeración silábica del verso pero conservando un elemento esencial a la poesía que es el ritmo. Para Kahn cuentan no las sílabas sino las medidas rítmicas. En el Prefacio de la reedición de los Primeros Poemas (1897) “expone la concepción nueva del verso y de la estrofa libres, agregados de unidades rítmicas, emparentadas con alteraciones y asonancias, marcadas con un fuerte acento de impulso, expresión de la música interior del poeta”.
Son muchos los que han postulado teorías sobre la gramática poética en verso libre, pero aquellos que hoy la defienden a ultranza, dentro de 50 años, seguro la practicarán de modo distinto, y dentro de cien, tal y como aseveró en su momento Stéphane Mallarmé quien así definió su postura: “asistimos ahora a un espectáculo verdaderamente extraordinario, único, en la historia de la poesía: cada poeta puede esconderse en su retiro para tocar con su propia flauta las tonadillas que le gustan; por primera vez, desde siempre, los poetas no cantan atados al atril. Hasta ahora –estará usted de acuerdo- era preciso el acompañamiento de los grandes órganos de la métrica oficial. ¡Pues bien! Los hemos tocado en demasía, y nos hemos cansado de ellos”, el actual versolibrismo también quedará obsoleto, y la forma en que se aplicará dicha gramática será sin duda alguna diferente, se habrá nutrido de nuevas tendencias, y habrá ampliado su actual normativa.

Por lo tanto, y partiendo de la base de que todo muta, yo bogo por el desarrollo de aquellas técnicas o guías que sirvan a cada cual para encontrar su propia voz y dotarla de equilibrio, puede que dichas teorías no se encuentren en los manuales ni libros de texto, pero son válidas mientras puedan ser adoptadas y aplicadas con éxito.

El peso de las palabras

Según López Estrada, en la unidad del poema en verso libre, la forma particular de cada verso, las diferencias de extensión entre unos y otros, sus giros e inflexiones melódicas, la disposición de los elementos gramaticales, la selección del léxico y hasta la especial representación tipográfica que los versos ofrecen a veces en la página impresa, se suman y coordinan en el complejo acto de reflejar la auténtica intimidad creativa del poeta. En este mismo sentido Mª Isabel López Martínez, en su estudio filológico sobre Valores gráficos del verso libre en el grupo del 27 (II), afirma que la alternancia estructurada de versos largos y más breves provoca un efecto de vaivén, susceptible de ser aplicado al efecto marino, al ritmo del baile, etc. Así pues, el uso y la afinidad de la palabra en relación con el conjunto del poema y con el propio marco en el que se expresa, bien permite afirmar que las palabras tienen peso en su anclaje específico tanto en un verso como en el poema completo.

En poesía, más que en cualquier otra disciplina, la comprensión del “concepto” no es el centro de atención, si no que se basa en la profusión de las figuras del lenguaje y en la modificación del uso denotativo corriente de las palabras, adquiriendo especial relevancia su valor connotativo, por lo tanto no es importante el concepto en sí mismo si no cómo éste se articula. De este modo, una palabra puede adquirir especial relevancia en el verso, o una presencia precisa en el conjunto de un poema y hacerlo caer, elevarse, desplazarse, etc.

El peso de las palabras puede originarse ya sea en su base fónica o en su sentido semántico, y tanto en un caso como en el otro, debemos tener especial cuidado en su uso y en su interrelación con el poema. Así por ejemplo una palabra como “puta” o “mierda”, por decir alguna, pueden tener su peso específico por su significado, y, por ejemplo, “regurgitar” lo tiene por esas fuertes consonantes que se nos quedan enganchadas en la garganta. Tanto en el primer ejemplo como en el segundo, la palabra adquiere cuerpo y peso, es decir, adquiere una presencia tal, que si no están bien compensadas pueden desestabilizar fácilmente la composición global.

El marco estructural de un poema, distribución espacial de las palabras:

En un poema el discurso se encuentra distribuido en unidades aisladas entre sí: los versos. Tal y como desarrolla Coral Bracho Carpizo en su Distribución espacial de las impresiones plásticas en la poesía de Luis G. Urbina, estos versos están separados unos de otros espacialmente por el marco versal, y temporalmente - en general – por pausas.
Como consecuencia de esta distribución en unidades espaciales y temporales se obtiene una organización rítmica. Algunos de los lugares en ese espacio son más privilegiados que otros. Entre aquellos que más destacan estarían, según Coral Bracho, los finales y los principios de verso. Otros dependen de la particular organización del discurso en un cierto poema. Así, las curvas entonacionales, las segmentaciones de los versos y el desarrollo de la argumentación misma pueden marcar distintos lugares destacados en el contexto, y precisamente esos lugares destacados son los que entrarían en relación directa con la exposición de la forma geométrica de los poemas que desarrollo más adelante y su interacción con, en este caso, las rimas, cuya utilización nos ocupa.

La posibilidad de utilizar esos lugares como variables significativas en la organización del discurso poético para ubicar en ellos determinados elementos particulares es, pues, un importante aspecto a tener en cuenta.

El uso de las rimas como agente estabilizador

En la tendencia de buscar el equilibrio, si es eso lo que pretendemos que no siempre tiene porqué ser el caso, si en un verso, utilizamos palabras que pesan mucho, un buen recurso para otorgar esa estabilidad en el poema es introducir las famosas y actualmente mal vistas “rimas”, que suavicen la imagen que estamos creando. Cautela y prudencia con las rimas, es un elemento muy válido pero hay que saber tratarlo. Del mismo modo que una rima suaviza la sonoridad e incluso el contenido de un verso, también actúa en relación con el conjunto, es decir con el poema completo, si abusamos indiscriminadamente de ellas el efecto de equilibrio se pierde y se convierte en un agente “blando” que resta fuerza y agilidad. La rima ejerce de “azucarillo” por lo que su utilización debe ser quirúrgica si no queremos que el poema se nos “añoñe” o baile quedando cojo en alguna de sus partes.

En el marco general del poema, sería una buena medida estudiar dónde colocamos esas rimas, si lo hacemos al inicio del poema, deberemos guardarnos en la manga una estrofa suficientemente “pesante” o “fuerte” para que haga de corazón y podamos mantener el poema en equilibrio. Igual que si de una pintura se tratase, donde el color tiene una disposición concreta en el espacio, deberemos contemplar la ubicación de la palabra y de la rima, en su caso; la distribución espacial de las mismas, tal y como se ha especificado en la sección anterior, es de vital importancia dentro del marco estructural del poema.

Las formas geométricas de los poemas

También es un buen elemento a tener en cuenta, la forma geométrica del poema. Es necesario diferenciar aquí entre las diferentes concepciones de geometría poética, ya que la poesía visual es sin duda la disciplina que más profundamente ha abarcado este campo, desde la Antología griega (compilación hecha, según Victoria Pineda en su ensayo para la Universidad de Extremadura, Figuras y Formas en la poesía Visual, probablemente a principios de la Edad Media). Teócrito de Siracusa y Simias de Rodas son algunos de los nombres más conocidos de la Antología (Zárate, 1976: 31-42; 1984)), pasando por Apollinarire y Mallarmé, y llegando a Brossa entre otros muchos.

Pero a la forma geométrica a la que aquí me refiero, es de otra índole. Así pues hay, por ejemplo, poemas circulares, cuyo inicio y final conllevan el uno al otro, creando por tanto lecturas en círculo, este tipo de estructura es muy efectista, y aquí más que nunca deberemos tener cuidado con los “azucarillos”, ya que el corazón del poema está en su inicio y en su final por lo que deberemos evitar a toda costa recurrir a la rima como agente estabilizador en este nudo, en todo caso, de necesitar utilizarlas deberemos situarlas en este caso en el cuerpo del poema, más o menos hacia la mitad, volvemos aquí a la disposición espacial propia de la pintura.

Otras formas requieren otras disposiciones, por ejemplo los poemas piramidales, en los que las primeras estrofas son más suaves y tímidas y en el desarrollo del conjunto van engrosando el volumen de su peso y respiración hasta recaer con toda su fuerza en el final del poema que le hace de sostén y de base, aquí por ejemplo, de tener que usarlas lo haríamos en los primeros versos.

También existen los poemas verticales, cuya estructura se desarrolla mediante versos cortos que dan la sensación de caída, y los contrapuestos, los poemas horizontales, quienes mediante el uso del versículo acuestan el poema sobre el papel. En todos los casos deberemos tener sumo cuidado en la disposición de las rimas, cuya mala distribución o colocación puede arruinar por completo la fuerza del discurso poético.

El tipo de rima también cuenta.

En la repetición fónica a partir de la última sílaba acentuada, suelen hacerse dos divisiones, la rima consonante (si la repetición es de todos los fonemas a partir de dicho límite, por ejemplo, en "Todo necio / confunde valor y precio", riman en -ecio, porque desde la última vocal acentuada todos los fonemas coinciden), o la rima asonante (si la repetición es sólo de las vocales a partir de dicho límite, como por ejemplo en "Más vale pájaro en mano / que ciento volando"), yo añadiría, las rimas blandas y las demasiado sonoras.

Por ejemplo, un poema repleto de rimas en –“ada”- es sumamente blando, el efecto que obtenemos es como de un caramelo Toffe navegando por la boca, no es que hablemos ya de azucarillo, es que se convierte en una textura excesivamente de mantequilla, por lo que suele ser bastante inoportuno utilizarlas en exceso, sobre todo a final de verso, porque desproveen al poema de toda fuerza. No debemos olvidar que el verso libre nace precisamente de la necesidad de romper con el rigor de la normativa poética preponderante en la poesía europea hasta finales del siglo XIX, por lo que la musicalidad de los versos deberemos buscarla en otros elementos ya indicados a lo largo de esta exposición, la insistencia en las rimas, sobre todo en aquellas excesivamente blandas, obstaculiza pues el objetivo de la composición versolibrista y puede llegar incluso a abortarla.

Así mismo, hay rimas muy sonoras como las –“i-as”- “entes” o “ones”, bien utilizadas pueden servirnos para redondear la textura de un verso, su ritmo interno o la agilidad en su lectura, pero si no vamos con cuidado, la atención se centra en ellas haciendo de embudo y el resto del poema queda disuelto sobre el papel.

El difícil arte de versar en libre, requiere pues, del poeta, una completa atención tanto al marco versal, a la disposición espacial, como a la respiración y la musicalidad basada en la interrelación de la palabra con los versos y con el conjunto. Cualquier elemento introducido ayudará o entorpecerá el discurso poético, que al no estar sujeto a rima o métrica, será, volviendo a citar a López Estrada, la forma particular de cada verso, las diferencias de extensión entre unos y otros, sus giros e inflexiones melódicas, la disposición de los elementos gramaticales, la selección del léxico, la utilización de los espacios en blanco y hasta la especial representación tipográfica que los versos ofrecen a veces en la página impresa, quien se sume y coordine en el complejo acto de reflejar la auténtica intimidad creativa del poeta.


PÁGINA 17 – COMENTARIOS DE LIBROS

CRÓNICAS Y SENTIMIENTOS SOBRE VESTIDA DE AZUL

Autora: Marga Mangione

Por Diego L. García

Vestida de Azul de Marga Mangione es un poemario que nos invita a un hermoso recorrido por las sendas de su vida, en el que no dejaremos de hallar momentos de humanísima sensibilidad. El azul que cubre de mágica libertad ese vuelo anhelado hacia el reencuentro, es también la belleza que sabiamente dibuja el porvenir. Pues en la misma naturaleza, en la voz del zorzal, en la estrella, en el viento, en el agua del río el mundo abre una puerta trascendental que permite alivianar el peso de la ausencia. Y en esa espera, la poesía es el único camino posible para transitar los días.
La preferencia por la métrica regular y la rima es una marca que define el estilo del poemario (si bien también hay algunos poemas en verso libre como “La culpa”, por ejemplo), ofreciendo dentro de esas pautas una gran variedad de formas siempre propicias para transmitir la esencia del poema y su mensaje. El léxico que Marga despliega es otro punto notorio, pues en su exultante amplitud y en su justeza (siempre ubicando certeramente cada palabra), nos brinda un deleite mayor y ya poco frecuente en la poesía actual.
Sobre los temas que Vestida de Azul aborda, cabe destacar “el amor”, que aparece no como un simple juego retórico ya desgastado, sino como un sentir encarnado en palabras que asumen una experiencia sincera y evocativa. Una experiencia que transfiere el dolor, la ansiedad y la melancolía del amor al lector que se acerca a dichas emociones y las hace suyas. Por ejemplo, en poemas como “Más allá de la muerte”, los sentimientos desbordan las estrofas de alejandrinos para enredarse en el alma de quien se sumerge en la sensibilidad de esas palabras.
Por otro lado, la melancolía convive en armonía con una mirada animosa hacia el tiempo presente en muchos poemas. Entre ellos, varios retoman magníficamente el tópico del “carpe diem”, como “Hoy” y “Quisiera”, entre otros. Pensar en el hoy, carpir el día, aprovechar sus instantes y volverlos provechosos para cosechar en un mañana, es una tarea que Marga realiza en la escritura de cada signo.
Tampoco el compromiso social y la defensa del planeta están ausentes; poemas como “Irak” o “Sinopsis”, nos invitan a reflexionar sobre el mundo en que vivimos, dotando a la poesía de una función fundamental y humana.
Otro de los grandes temas desarrollados es el tango. Y si bien el tango es el pasado, se perpetra en un presente donde la nostalgia es una manera más de percibir al tiempo y sus caprichos: los que se han ido, el viejo arrabal, los amores de ayer, todo persiste vívidamente en la inmortalidad de las palabras. Una sección especial “En tiempo de tango” agrupa a estos poemas cargados con el perfume de los malvones del arrabal y el sonido celestial de un bandoneón, con los amores juveniles de una calle que se pierde en un suburbio azul…
Muchos caminos atraviesan el poemario de Marga Mangione: el camino que ha revelado el destino, el camino añejo que ofrece aún nuevos trayectos, el camino hacia el misterio que aguarda, el camino que se llenará de luces. Duendes y poemas llenan las soledades, el blanco de las páginas más duras. También otros grandes poetas, como Almafuerte y Pablo Neruda, ambos con poemas dedicados a sus vidas. Y pensando en este último, rememoro un par de versos que me hacen advertir una síntesis de elementos compartidos. El poema de Neruda (“Poema 15”), plantea esta imagen:
“Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.”

Descubro, admirado, que todos los elementos de estos versos se reflejan y amplifican (de manera absolutamente original) en el poemario de Marga Mangione: El sueño como un arreo de recuerdos, el alma como el plano de lo sentimental, la palabra como las crónicas breves de una vida ofrecida a la escritura, la melancolía como la inevitable estela que el tiempo deja tras su paso voraz. Y la mariposa, que es belleza y fugacidad… como la vida que agradece el vuelo seguro y único de estos valiosos poemas azules.


RAUL HENAO: MINERO DEL ESPIRITU

Autor: Raúl Henao

Por Fernando Palenzuela
Considerado el último poeta surrealista cubano vivo. En el pasado hizo parte de la mítica revista Lunes de Revolución dirigida por Guillermo Cabrera Infante

Raúl Henao, poeta al servicio de la imaginación – ese río de lava que él navega para entrar en la noche de los encantamientos--es uno de los más fieles exponentes del surrealismo en Iberoamérica. En Henao se conjugan de una manera poco frecuente en nuestras letras, el poeta y el ensayista, el investigador penetrante del acontecer poético mundial y el creador incesante que ha escrito libros memorables de poesía, entre los cuales se destaca con un fulgor extraño, Sol negro, donde se fragua a través de las imágenes insólitas una realidad que trasciende la mediocridad cotidiana, una realidad que abre las puertas al deseo, al humor, a las asociaciones irreverentes, a las transformaciones, al amor carnal, sentido como júbilo y fuga.
La poesía de Henao, al igual que sus ensayos, está conformada dentro de un marco de investigaciones profundas y sustanciales de la realidad absoluta. Y esto sucede porque para él la poesía no es impostura, ni constituye un mero oficio literario, ni un tránsito pasajero, sino que es una legítima actividad del espíritu, deviniendo materia propia de su existencia. La actividad creadora de Raúl Henao responde a las más altas urgencias existenciales, a su actitud ante la vida, a su compromiso con la poesía, a su rebeldía ante los poderes.
En esos espejos de fiebre donde refleja su rostro, nuestro poeta se nos presenta como defensor del “amor magnífico sobre la vida sórdida”, el amor, “esperanza de desesperación”, combate, lucha, fuerzas en completa expansión y contracción: locura. Quienes sean capaces de internarse en ese mundo ensoñado, irracionalmente lúcido, ese descenso siniestro en lo extranjero del espíritu, en la parte no revelada de la consciencia y la inconsciencia que sólo se obtiene usando el puente del sueño, podrán llegar hasta el fondo secreto de las connotaciones que irradian de la poesía de Henao, de su lenguaje, siempre abierto a las visitaciones de lo maravilloso.
Paralelamente a su actividad poética, Raúl Henao ha desarrollado por muchos años una intensa labor investigativa, ensayística, plasmada en su libro, La doble estrella: el surrealismo en Iberoamérica, publicado en el 2008 por la editorial Endymion, Medellín, Colombia. Las notas y entrevistas poéticas que aparecieron en aquella fecha sirvieron para que los lectores disfrutáramos de unos textos repletos de observaciones inteligentes, llenos de una lucidez que demostraban el conocimiento absoluto que Henao tiene sobre la materia que trata. Con esta segunda edición, corregida y aumentada, de La doble estrella, publicada por El oso hormiguero editor, igualmente en Medellín, volvemos a internarnos en ese mundo que Henao nos presenta, un mundo habitado por artistas, poetas y escritores que lo han acompañado en la travesía. Poeta siempre, este libro de Raúl Henao es poesía por otros medios.


PÁGINA 18 – CUENTO

EL PROYECTIL SUBJETIVO

Por Miriam Cairo (San Nicolás-Buenos Aires-Argentina)

1
Ese hombre es alto, frío y húmedo como una ciudad de Sudamérica a la que una llegó de la mano de Lasserre que tradujo a Burroughs. Ese hombre exhala un aire que a una se le mete dentro como el frío húmedo de las amapolas. No tiene un atisbo de calor en ninguna parte y, a su lado, una nunca llega a calentarse. Como en ningún otro hombre que una haya conocido, en él se siente el peso muerto de los francotiradores. De toda su persona no se desprende una sola ternura masculina. Ese hombre es algo así como el resultado final de una radiación atómica o de una sociedad cualquiera.

2

De chocolate. Con crema y frutillas. Los invitados mastican con deleite. Revientan trozos rojos en la boca. Una mezcla untuosa de fruta, crema, harina, baba. Y a tragar para empezar otra vez sin perder de vista el suculento manjar que ha de ser comido. Los invitados que mastican frutillas nunca sabrán los versos de aquel poema que te salva del mundo. Ni de aquel poema que te salva de los francotiradores. Ni de aquel poema que te salva de los invitados.

3

La pornógrafa mística construye un misal de movimientos: ora de rodillas, ora de pie, ora boca abajo, ora boca arriba. Aquí y allá se le levantan montoncitos rosados por donde los ángeles pasan sus falanges aladas. De pronto, alguien golpea la puerta. Ella presiente el olor divino de dios que entra con las llaves del reino.

4

En cualquier farmacia se puede comprar xilocaína. En todas las fuentes de la ciudad, salen chorros espléndidos de xilocaína. En los restaurantes, sirven copas heladas de xilocaína. Los esposos y las esposas cada mañana se bañan, por separado, con xilocaína. Los hijos desayunan cereales con xilocaína. Los legisladores despenalizan la xilocaíana. Los reyes magos regalan caramelos de xilocaína. Los médicos, la recetan. Los enfermeros la aplican cada ocho horas. No hay dolor en el mundo.

5

La pornógrafa mística, por su manera de ser, fácilmente destructible y a menudo replegada en sí misma como un caracol, cabe en su propia mano.


PÁGINA 19 – POESÍA AMERICANA

Nora Puccini de Rosado (Bogotá-Colombia)

PADRE NUESTRO

I PARTE

PADRE NUESTRO
QUE ESTAS EN LOS CIELOS

Padre Nuestro
que estás en los cielos
y estás en la tierra
y estás en mi vida,

que hiciste las semillas,
el agua, los ocasos,
la palabra y el sol,

escribe tu bondad
en mis silencios

y siembra cantos
entre los surcos
de mi corazón.

SANTIFICADO SEA TU NOMBRE

¿Qué debo hacer
para santificar
tu nombre?

Si no puedo lograr
ese lenguaje claro
con que te alaba el sol,
ni la sonata múltiple
conque te canta el agua.

Si vivo
la esclavitud absurda
de teclas y pantallas,
de técnicas y códigos,
y no encuentro la ruta
que extraviamos
cuando se fue perdiendo
la gloria de tu nombre
en nuestros labios.

VENGA A NOSOTROS TU REINO

Tu reino es el amor
como una forma
de entender la vida
y escribir la ternura
en los renglones
del cuaderno doliente
de la historia.

Tu reino es esa luz
que aclara los pesares,
es el amanecer
de tus auroras
la morada perfecta
de tu nombre
y el regreso del alma
a tu memoria.

Tu reino es un misterio.
No es un lugar.
Es una sensación.
Es otra dimensión
del universo,
es la canción azul
de las ballenas
y la forma visible
del silencio.

Es el final de todos
los dolores
en otro mundo
inexplicable y cierto
en donde la felicidad
es incorpórea
pero ocupa
el espacio infinito
de un recuerdo.

HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO

Jamás nos quedó clara
toda tu voluntad de paraíso

Tu voluntad
que siempre fue de mar, de luna,
de tierra y de caminos florecidos.

Tu voluntad que dibujaba
el destino del vuelo en el espacio
y la razón de ser de las orquídeas.

Tu voluntad que deseaba
poner en nuestros labios
la palabra de miel para el hermano,
poner en nuestros brazos
el tibio amparo de las soledades.

No sabemos hacer tu voluntad.

No hemos podido imaginar tu cielo
ni comprender que la palabra amor
te la inventaste Tú para querernos.

DANOS HOY
NUESTRO PAN DE CADA DIA

Cuantos ojos
mirando en el vacío
con un interrogante
en las pupilas
por no saber
dónde se encuentra
el pan.

Tantos ojos
de donde ya se ha ido
la esperanza.

Y tantos corazones indolentes
que tienen un desierto
en las entrañas.

Déjanos comprender
que somos responsables
de las lágrimas.

Déjanos aprender
a bendecir, multiplicar y repartir
ese pan que le diste a la tierra
en abundancia.

Y PERDONA NUESTRAS OFENSAS
ASI COMO NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN

¿ Qué hicimos con el mundo
que creaste?
¿Cómo puedo pedir
que nos perdones
tantas vidas truncadas,
tantas historias rotas,
tanto dolor y tanto frío?

¿Cómo puedo pedirte que disculpes
tanto desconocerte y olvidarte
a Ti, el de los ríos y las nubes,
el de las mañanas y los vientos,
el de las uvas y los girasoles,
cómo puedo pedir que nos perdones?

¿Qué hicimos con el mundo
que nos diste?
Si estamos fundiendo los glaciares,
arrasando las selvas,
envenenando el mar,
matando las conciencias.

¿Cómo? Si todavía los querubines
se cubren los ojos con las alas
para no enceguecerse
con las bombas.
Y los lamentos siguen en el aire
aunque pasen los siglos,
porque ha sido tanto
el dolor que hemos causado
que hasta tu mismo Hijo
se vino a compartirlo.

¿Qué pudimos hacer
Señor Amado
para volver un largo
surco oscuro
la senda
que nos diste florecida?

¿ Cuántas eternidades hacen falta
para borrar la culpa
y recobrar la vida?

Y después de mirar
lo que hemos hecho
¿Cómo puedo pensar
que alguien me ofende?

NO NOS DEJES CAER
EN LA TENTACION

Tú, mi Dios,
fuente de aguas vivas
de donde nace
este pequeño río
que soy.

Déjame ser
espejo de los juncos,
no turbio lodo espeso,
nube ligera, lluvia clara,
no cauce sinuoso e impredecible.

Déjame ser agua para la sed,
no pantano
de muerte o de silencio.

Nací de Ti, fuente de vida,
déjame llegar a Ti,
mar que me esperas,
como un claro río,
como un limpio río
de aguas que cantan.

Y LÍBRANOS DE TODO MAL

Para que no haya
sombras en el camino,
ni sed en las conciencias
ni dolor en las manos
ni maleza en la siembra.

Y al pronunciar tu nombre
cada nueva mañana,
tengamos en el día
el alma sin codicia,
la voz agradecida
y el sol en la ventana.

AMEN.


PÁGINA 20 – ENSAYO

GENIO DEL LENGUAJE Y RETARDADO IDEOLOGICO

Por Tomás Borge (Matagalpa-Nicaragua)
Embajador de Nicaragua en el Perú.

La intervención de Mario Vargas Llosa en el acto de entrega del premio Nobel de literatura en Estocolmo fue un espectacular homenaje a la egolatría. Recordó, una y otra vez, episodios de su vida personal, desde que aprendió a leer a los 5 años. Hizo llorar a su familia y a varios de los presentes recurriendo con buena literatura a sus cariños y respectivas reciprocidades.
En el Perú solo ha recibido elogios y en los enternecidos corazones de la derecha mundial, también. Todos los diarios –casi todos son de derecha en el Perú- y de otras latitudes, destacan sus insultos contra los países revolucionarios de América. Con inaudita falta de respeto llama payasos a los gobiernos de Bolivia y Nicaragua y se expresa con desprecio del Ecuador, Venezuela y Cuba.

Su discurso contrasta con otros, pronunciados en ese mismo recinto. El de Gabriel García Márquez, por ejemplo –a quien Mario Vargas odia- quien omitió el recuento de su vida y se refirió a las desdichas de este continente: son más de 120 mil los desaparecidos con motivos de la represión –dijo-, en aquella época de los gobiernos asesinos predominantes en América Latina, - alguno de los cuales sobreviven- a los cuales añora el novelista peruano. Vargas, no ve, no quiere ver, ignora sin escrúpulos, la miseria de millones de seres humanos en el mundo – incluyendo los de su tierra natal- hace caso omiso de la corrupción política en varios países, incluyendo México, los Estados Unidos y otros.
Vargas Llosa es engreído, intolerante, ciego a las torturas de Guantánamo y de los asesinatos de obreros, campesinos y revolucionarios de distintas geografías.

El gobierno de Evo Morales, quien rescató la dignidad de la gran mayoría de su población, es despreciado por el premio nobel, en esencia, porqué lo domina el desdén hacia los indígenas y los pobres. El ciudadano peruano-español solo ve con buenos ojos a los blancos y a los ricos. Tiene pavor y asco por los cholos de su tierra.

El gobierno de Daniel Ortega terminó con el analfabetismo en Nicaragua, con los torturantes apagones que predominaron en gobiernos anteriores. Nicaragua es un país sin presos políticos, sin bombas lacrimógenas, es uno de los países más seguros del mundo, ha mejorado las condiciones de vida de miles de pobres, todo lo cual, por supuesto, incomoda al brillante novelista. Nicaragua es un país sin fines políticos, sin bombas lacrimógenas, es uno de los países más seguros del mundo.
Después de cada intervención este hábil escribiente demuestra ser un genio del lenguaje, un despistado político y un retardado mental ideológico.


PÁGINA 21 – CUENTO

PEQUEÑA HISTORIA

Por Rosina Valcárcel (Lima-Perú)

Los cantos no eran un concierto perdido bajo el arco iris lejano.
La alucinante nave traía fantasmas, locos, guerreros, duendes y tesoros escasos.
Padre ascendía noble, bien peinado y sin corbata luminosa. Un cofre lleno de libros raros y vinos añejos. Un antiguo olor a incienso y náusea nos envolvía a los cuatro niños mudos. Mientras Violeta pálida y hermosa tomaba el cuerpo de una callada diosa egipcia.
Un viaje de largas lluvias azulinas en marcha hacia la ciudad de Cuauhtémoc,
antigua nación azteca. En mi pequeño corazón vibraba la oscuridad de la noche
y el ritmo del lenguaje nutrido con las olas salobres en la ruta al exilio.

Ayer en una maceta vieja enterré aquella ficción, sepia semilla incrustada en mi piel de carnero.
Acaso en mil años germine purpúrea bajo la forma de una flor silvestre.


PÁGINA 22 – POESÍA AMERICANA

Adelfa Martín (México)

ES EL FINAL

Rugen como volcanes encendidos
como mares bravíos que me alcanzan.
Mis pasos no son lejanos, ni cercanos
es el soplo del ave que emigra
a tierras de colores… ignotas

Me dejé llevar por el fervor
por el amor, por la desolación
compré, vendí, jugué, gané, perdí

Me alejo sin dejar huella visible
no quiero que me sigan
di lo dable, quise lo creíble
sufrí lo sufrible. Quiero silencio.

El mundo se acaba, como todo
terminamos siendo nada, polvo
sueños que otros sueñan… utopías
el hilo de plata que nos sostiene
se adelgaza, se dobla, se tensa

Nos vemos sufriendo, tiritando
percibimos la paz que soñamos
cada vez mas cerca, adulándonos
tocándonos… sugiriéndonos

Allí está sonriendo, amable
me inquieta, me tienta
no tengo adonde ir
...es el final


NIÑO DE LOS INFORTUNIOS

Por los caminos del reino
vienen bajando los niños
que abandonaron sus padres
porque se fueron al cielo

Son los hijos de los muertos
que cayeron, con las bombas
que tiraron, los soberbios
con cañoneros lejanos

Esos que se ríen tanto,
cuando salen en video,
contando de sus hazañas…

Un solo tiro bastó
para vaciar sus entrañas

Los niños vienen bajando
vestiditos de pesares
caminando de la mano
llorando ríos y mares

Caminan por la alambrada
que separa los afanes…
Del de allá, están los buenos
del de acá… los animales

Que bien merecen morir
por pretender que son dueños
de una tierra milenaria
que les dejaron sus padres

Niño de los infortunios
que sobreviviste apenas,
que el ejército no vea
que respiras, pues te queman

A ti niño palestino,
a ti niño de otros Lares,
si lloran los inocentes
debemos llorar los grandes

Demos fin al atropello
que se aplaque la codicia,
gritemos a viva voz
¡restauremos la justicia!


PÁGINA 23 – ENSAYO

LOS MUNDOS EN CONTRAPOSICIÓN EN LA OBRA DE ANA M SHUA

Por Irma Verolín (CABA-Buenos Aires-Argentina

Se vuelve imprescindible abordar los textos infantiles y juveniles de Ana María Shua relacionándolos con la totalidad de su obra debido a la coherencia de su universo narrativo.

LA REALIDAD DUAL

En varios de los textos para niños, jóvenes y adultos aparece la escena del dentista: alguien abre la boca para que un médico extirpe un mal. Las partes del cuerpo y sus dolencias son un tema recurrente. Así por un lado, Shua destaca la importancia de la materialidad del cuerpo humano y, por otra, indaga ese espacio misterioso, oscuro, del cual surgen las palabras. De esta forma la autora pone en escena el traspaso de ese límite entre la normalidad y el peligro de perder la tranquilidad de la vida, la cotidianeidad. En ese límite es por donde se desliza la obra de Shua. El cuerpo es expuesto en la frontera entre salud y enfermedad, normalidad y anormalidad, seguridad y riesgo.
La dualidad o continuo juego de oposiciones está visiblemente presente en el comienzo de muchos de sus libros infantiles. Lo familiar, lo absolutamente conocido, el propio rostro reflejado en el espejo es lo que se convierte en “otro” y lo que provoca la reacción máxima de la polaridad: la huida por miedo. El espejo transforma lo conocido en su opuesto, en su adversario. La dualidad se desprende de lo que parecía ser algo entero y no desdoblado. Esta oscilación entre lo familiar y lo extraño es una constante que atraviesa toda su obra.
En “Ani salva a la perra Laika” se encuentran muchas de las características que se observarán en posteriores relatos: la unión del gran mundo o la política con la vida doméstica, la animalidad (como un emblema de ese otro mundo cercano y diferente) y el viaje como salto de nivel más que como un proceso de transformación paulatino. En este relato aparece con fuerza otro de los temas emblemáticos de Shua: la verdad y la mentira, el leit motiv del personaje es “Si no me creen pregúntenle a ...”, lo que nos remite oblicuamente al mundo ficcional. Aquí, como en otros textos aparecen los grandes espacios y el intento del personaje de mezclar el plano de la imaginación y el mundo material. La verdad sólo puede ser pensada frente a la existencia de la mentira. Constantemente se compara la verdad del texto con la de la lógica cotidiana o el sentido común. Toda situación es presentada cotejándola con las leyes de otro universo. De este modo Shua nos está haciendo un guiño que nos obliga a pensar en que existen al menos dos posibilidades, ya que no podemos situarnos con tranquilidad en ningún universo, porque del otro lado, reflejado en un espejo, trasponiendo una puerta, introduciéndonos en la tierra o disparándonos hacia el cielo, está lo opuesto.
En “Ani en la cordillera de los Andes”, igual que en “Ani salva a la perra Laika” con pobreza de medios los personajes de las ingenian para resolver conflictos, lo que nos remite a la condición de subdesarrollo de la Argentina. Verdad y mentira serán dirimidas por la experiencia. El procedimientos consiste en ir sumando pequeños elementos para producir grandes efectos. Mediante el recurso del humor salva las oposiciones en el seno del lenguaje. El empleo del humor está en relación directa con la bipolaridad del universo narrativo.
Entre las bipolaridades cotejada aparece “la del tiempo de antes” y “la del tiempo actual”, es como si Shua nos dijera: “Este mundo existe porque existe otro” y también “y si existe otro ¿no existirán otros más?”
Entre las oposiciones más frecuente puede citarse además la del mundo cotidiano y la del mundo del texto. En los relatos recopilados de tradición oral, leyendas y cuentos populares, hay dos narradoras, la del relato mismo y esa otra voz cercana a la autora, que realizan un contrapunto o hacen espejo, de este modo estamos frente a una narradora desdoblada, convertida en otra.
Algunas oposiciones suelen formarse con las distintas versiones de los hechos o los puntos de vista de los personajes. Puede rastrearse: la dualidad entre lo genuino y lo aparente. O entre la convención literaria y el registro real. Dualidad entre la normalidad y la anormalidad, entre lo vivo y lo muerto, lo humano y lo animal.

EL VIAJE COMO SALTO DE NIVEL

En forma coherente con la lógica del Universo de Shua, el viaje responde a esa estructura en la que los mundos se contraponen, guardan hacia adentro sus leyes y las mantienen. Los viajes que, por lo general, implican una transformación, un cambio de estado, la unión de dos puntos geográficos distantes, el pasaje de un antes a un después, no se realizan aquí durante el desarrollo de un proceso, mediante una transformación paulatina, sino a través de un salto, como si se pasara, por cierto, a otra dimensión. En este caso “La sueñera” se presenta como paradigmática. El salto, más que geográfico, es un cambio de paradigma, lo que cambia son los parámetros de la lógica en la que se mueven los personajes.
En “Mis aventuras en el Polo sur”, el cambio de nivel se realiza cuando el personaje se introduce en la boca de una ballena que funciona como otra dimensión en el relato. En “Mis aventuras en el centro de la tierra”, el personaje se introduce en la tierra, desciende y pasa al otro lado, la China.
En “El caballo de madera” la conexión entre los mundos se realiza a través del vuelo.
“Guanaco blanco en la mitad de Francia “Lo notable es que al pensar en un viaje, Ana María Shua escoge el salto en el aire, un pasaje de un extremo al otro del planeta que se da en un instante el rebaño de vicuñas y guanacos irrumpe en la escena haciéndose presente en un auditorio en un teatro. Además de mezclar las dimensiones de lo real y lo mítico, el relato une dos culturas o dos espacios desnivelados culturalmente.

LOS RELATOS COMO FORMAS PARA DEVELAR UN SABER

En muchos relatos breves Shua parece decirnos: les muestro algo, pero eso es apenas la punta del iceberg, con lo que abre la puerta a futuras indagaciones.
Se detecta un rasgo persistente en la obra de Shua, algo semejante a un trasfondo de pregunta, los personajes están frente a alguna clase de indagación, a veces implícita, se asoman a lo que ocurre para entrever alguna forma de verdad. La existencia de prólogos que desmenuzan un porqué es un soporte más que sostiene este gesto. Se percibe una intención de rastrear el origen, de volver al principio que generó las cosas, remontar el modo en que ha surgido una historia, mostrar el lado oscuro, para que esa voluntad de saber ocupe un lugar dentro de la ficción, para poder reflexionar sobre el oficio de hacer arte, dar cuenta de por qué una historia ha soportado el paso del tiempo o exponer las razones por las que aún tiene vigencia. El mecanismo de pregunta y respuesta es bastante frecuente en los personajes de Shua, ellos quieren indagar, porque siempre hay algo más que conocer y quién sabe en cuál de los mundos se encuentra aquello que dilucidará el enigma.
Este ensayo fue publicado en, compilado en el libro “El río de los sueños” Rhonda Dalh Buchanan OAS Bookstore- Washington DC 2001. pags. 265 –281


PÁGINA 24 – CUENTO

LOS CUATRO ELEMENTOS

Por Verónica Tumini (Tres Arroyos-Buenos Aires-Argentina)

A veces era agua tranquila de lago, a veces mar embravecida; en ocasiones era tenue bruma en el cielo de verano, y en otras glaciar desprendiéndose en pedazos.
Él era fuego, tal vez lava, tal vez una pequeña braza. Pero el brillo de ese fuego la fascinó y aun sabiendo las dificultades, vivió aferrada al sueño de amarlo y él simplemente no quiso aferrarse.
Entonces Ana quiso ser tierra, estar debajo y sostener su fuerza, pero él no la necesitaba.
Intentó ser aire, vivir a su lado y avivar su llama, pero era demasiado intenso, y su compañía no era necesaria.
Quiso ser fuego, para fundirse cuerpo con cuerpo, alma con alma, para ser la misma esencia, para ser parte de su mundo, pero él no la dejo pegarse
Como nada funcionó, Ana volvió a ser agua, fue ser llovizna suave para calmar su fuerza, para evaporarse a sus brazos, para que él siguiera siendo fuego en sus labios, en su piel, en su alma.
Ana era vida y alegría, sueños e ilusiones, era tomar el destino en las manos, y Miguel era resignación, paciencia, era esperar que el destino haga su parte.
Ana se aferró al sueño de amarlo y se evaporó en ese sueño, él… él no quiso aferrarse.


PÁGINA 25 – POESÍA AMERICANA

Harold Alvarado Tenorio (Buga-Valle del Cauca-Colombia)

UN SIGLO

La vida no existe para el condenado.
Esta vez al marcharte te arrancaste de mi.
Has dejado hueco el tazón de mi alma.
Dándome la espalda borraste lo poco
que había en mi escrito la fortuna,
esa otra mentira del destino.
El destino, otra mentira de la suerte.
La suerte, otra mentira de nuestra juventud.
Cien años apenas. Un siglo.

CARPE DIEM

Extensas llanuras
del fulgor de Lorica
donde el mal
rompió cuerpos
negros de piel,
desheredados, en comarcas
de concupiscencia.

Gabarra, Chengue, Salado,
Macayepo, Pichilín o Rochela
alojan los cuerpos
rotos por la codicia.
Descuartizados y desollados vivos.
Sierras, martillo y machetes.

Imposible es amar
cuando la muerte danza
y los blancos cachorros
lucen entre las playas
de Tolú y Coveñas.

Pero nos deseamos.

Como los hermosos
Brahman, Nelore y Guzera,
vivimos un Carpe diem.

BRANDO IM SCHWARZWALD

Ya no hierve la sangre,
sólo el deseo.
Pero al verte
vuelven a mí
aquellos sentimientos
conocidos en la juventud
cuando un tibio ardor
me hacía saber que la vida
era el mismo amor.
Has dado entusiasmo
a mi ajado corazón.
En esta Selva Negra
tú, con tu belleza, tacto,
cariño y juventud
harás que muera en paz
con este mundo, el miserable
que espero no vuelvas nunca a ver.
Tú, bien mereces,
un sublime homenaje:
mis versos,
mi única fortuna.

CAFÉ HAVANA

Taconea la noche
un resplandor de genitales
que celebra
la belleza de un mundo
de sobras y agravios.
Ellos beben.
Ellas también.
En Café Havana
atesoramos horas que no tuvimos
y amores que tampoco llegaron.
Tarde acudimos a un banquete
donde todo,
descartada la vejez,
es mejor que la muerte.

CUANDO ÉRAMOS UNO.

En aquella encrucijada
frente al nuevo camposanto
cuyos enterramientos iluminan ahora
sólo lisonjas y lamentos de plástico
nos besamos, apurados, dos veces,
embozados por el manto
de una noche de lluvia.
Fue a finales del noventa y uno
el año de la constitución.
Dos besos,
recuerdos de un ayer
inalcanzable.
Dos besos, amor,
Dos.
Cuando éramos Uno.

LOMA CASTELLANA

Amarilla y seca
como los desiertos
fue nuestra vida.
Árida será, también,
nuestra muerte.
Ni huesos ni polvo de huesos
quedará de nuestra soberbia,
vuestra vanidad,
nuestro apetito,
vuestra ruindad,
nuestro rencor
vuestra indecente codicia
de ser peor que los otros
es decir, nosotros.

Agradezcamos,
al arte de imaginar
la posible existencia de otros mundos.
Quizás sólo allí
haya color, luz, agua y descanso.

Sólo se muere una vez.
Nosotros,
hemos muerto dos veces.

AQUEL PISO VACÍO

Recordemos tú y yo
aquel piso vacío
que daba a la plaza de toros
a mediados del año
de tus dieciséis
cuando al vernos de nuevo
tras meses de disgusto
tanto nos amamos
que al partir
y recibir la paga
dijiste que te habías
enamorado de mi cuerpo
más que de mi alma o mis palabras

Yo también te amo
y es tu cuerpo
el alma que adoro
y tus ojos
y tu boca
y aquel tu lugar
por donde me fugo
hacia tu vida
que es mi muerte.

Con gusto
moriría por verte
una vez mas
y morir.

ULTIMO TANGO

Fue aquel verano es cierto.
Bien lo has dicho.
En Praga hizo esos días
un sol inagotable,
de Junio, y tú,
con tus 20 cumplidos
mentías por la diestra
y la siniestra
a todo el respetable.

Hubo que verte
con los suéter chillones
y el vaquero rapé
que decías lograste
en una almoneda
de Salamanca
a precio de Zara o de Oro,
hubo que verte,
o cuba o beodo o borracho
noches y semanas
repasando un destino perdido.

No hubo, hoy lo sabemos,
futuro para ti.

Toda belleza acaba y pronto,
dijiste entonces.

Estos días,
en Cartagena de Indias,
vi un despojo que venía
de Eckenforde
y creí eras tú,
tú, aquel mismo
que en un hotelito de la
de la Calle U Obecniho Dvora
todo un estío amó
incluso hasta entretiempo
a quien le había adorado
en plena juventud.

Oh días con sus noches
de la Praga de Dubček
esperando,
con champán en las manos,
un cambio en nuestras vidas.

Todo se esfumó en una noche.
Mientras los tanques rusos ocupaban las calles
nuestro amor se hizo trizas
en un vagón de pompas
camino de Berlin.

Ay Brando, Brando, Brando
chillaba Maria Schneider
al salir de aquel piso,
abandonado y solo de
Ultimo tango a Parigi.


PÁGINA 26 – ENSAYO

MARGARITA GAUTIER

Por Dr. Antonio Dubravcic Luksic (Sucre-Bolivia)
Lic. Carlos Luksic Nava (Estocolmo-Suecia)

Seguramente que muchos estudiantes de medicina han oído de la "facies de Margarita Gautier", típica de la tuberculosis y que no requiere mayor descripción, pero son muy pocos quienes han visto el rostro de esta dama o conocen su historia.
Margarita Gautier, más conocida como "la dama de las camelias" es el personaje principal de la novela del mismo nombre, escrita por Alejandro Dumas hijo, en homenaje al gran amor que le inspiró Marie Duplessis, cuya historia relatamos a continuación.
Alphonsine Plessis nació en Nonant-le-Pin, Orne, el 15 de enero de 1824. Prostituida por su padre desde los 12 años de edad, a los 16 era una de las cortesanas más cotizadas por su gran hermosura, haciéndose llamar Marie Duplessis.

Tras una infancia marcada por la miseria, el hambre y la violencia, a los 15 años llegó fortuitamente a Paris. Tan sólo unos meses más tarde, era ya la mujer más bella y cotizada de toda la ciudad: acababa de nacer Marie Duplessis. Considerada como la reina de las cortesanas, la más hermosa, la mejor vestida, la divina, en definitiva, supo aprovechar su corta vida. Esbelta y pálida, poseía una belleza etérea:"... era grande, bien formada, de pelo negro y rostro rosa y blanco. Tenía la cabeza pequeña, de largos ojos como una japonesa, pero vivos y finos, los labios rojos de cerezas y los más bellos dientes del mundo...”.
Tuvo muchísimos amantes entre la clase adinerada de París. Uno de ellos fue Alejandro Dumas hijo, con quien sostuvo un romance que duró once meses, entre septiembre de 1844 y agosto de 1845 y que terminó por dejar muy endeudado al escritor,quien inmortalizo esa relación en su novela 'La Dame aux Camélias.
El 30 de agosto de 1845, Dumas rompe su relación y le escribe: "No soy lo bastante rico para amarte como quisiera, ni tan pobre como para que me ames como quisieras..." En febrero de 1846 terminó casándose con Edóuard de Perregaux convirtiéndose así en Madame la Comtesse de Perregaux. Su ropa era elegantísima y se rodeaba de flores, pero el aroma de las rosas la mareaba, por lo que usaba camelias, sin olor. Padecía desde entonces “de un mal del pecho”, elípsis para evitar nombrar a la temible tuberculosis que en aquella época era incurable.

Un año más tarde, el 3 de febrero de 1847, moría en terrible agonía, aquejada de tuberculosis, en su piso del número 11 del Boulevard de la Madeleine, Paris. Contaba tan sólo 23 años y unos días. Esta es la historia de una mujer que renació de sus cenizas y de cómo se perdió a sí misma recorriendo la senda que la llevó de la más absoluta pobreza a la cima del Paris galante.

Esta muerte fue el dolor más grande que sintió Dumas. Por este motivo, en 1848 él inmortalizo a su bella dama como “La Dama de las Camelias”, novela donde relata la lucha de Margarita Gautier (Marie Duplessis) por el amor y por ser libre, quien también muere víctima de la tuberculosis.
La “Dama de las Camelias•” es la historia de amor de Margarita Gautier y Armando Duval. No es una historia común, sino una de las más románticas historias jamás escritas. Se trata del amor nacido entre una prostituta y un joven aristocrático que deciden vencer las barreras y luchar por este amor.Ignorando los prejuicios que se forman contra ellos, se retiran de la vida de París y se van al campo a vivir cinco meses de amor perfecto.
Cuando ya tienen su futuro proyectado, los prejuicios dejan de rodearlos e irrumpen en su realidad logrando que Margarita deba tomar una gran decisión y separarse de su amado. En esta novela, además de ver dos personajes muy bien planteados, se muestra todo el entorno del París de la época y todas las opiniones sobre la prostitución y las cortesanas. Esta novela fue convertida cuatro años más tarde en un gran drama teatral, "Camille". La historia también fue inmortalizada por Giuseppe Verdi en su ópera "La Traviata" (donde se cambia el nombre de Margarita Gautier por el de Violeta Valery)
Para quienes tengan la fortuna de pasear por París: si en el cementerio de Montmartre, piden ver la tumba de La Dama de las Camelias, el guardián los conducirá a un pequeño monumento cuadrado que lleva escrito sólo éstas palabras: "Alphonsine Plessis, una corona de camelias blancas artificiales, selladas en el mármol blanco. Esta tumba tiene hoy su leyenda. “El arte es divino, crea o resucita..."


PÁGINA 27 – CUENTO
HACIA LA NOCHE

Por Ángel Balzarino (Rafaela-Santa Fe-Argentina)

Apenas traspuso la puerta de cristal creyó sufrir una especie de agresión por las luces, frías y poderosas, que lo obligaron a parpadear varias veces, por el ruido y el movimiento de los coches que cubrían la calle, por el roce de los cuerpos que, rápidos y profiriendo un cúmulo de palabras inconexas, cruzaron a su lado. Permaneció unos segundos quieto, algo aturdido y desorientado por la brusca evasión del clima -saturado por el confuso olor a remedios y desodorante, las voces apenas susurradas- que imperaba en el enorme edificio donde había estado durante casi dos horas. Tal vez sea lo mejor. Tal vez es lo único que necesito ahora. Comprendiendo que ingresar en una zona grávida de bullicio, casi estruendosa, no iba a desalojar el estado de zozobra, impotencia y, sobre todo, creciente temor, pero al menos le ayudaría a ubicar en un plano secundario, lo más lejano posible, las palabras que ya habían adquirido una vigencia excluyente. Tres, cuatro meses. Sin duda es la ocasión para apurar un buen trago. Esa necesidad lo urgió a movilizarse, casi como única alternativa para eludir las palabras proferidas por el doctor Albrecht en el tono impersonal que sin duda utilizaba siempre para emitir un diagnóstico, por más cruel que fuera, a pasos zigzagueantes entre quienes cruzaban a su lado, buscando de tanto en tanto el apoyo de la pared cuando sentía una ráfaga de mareo o las piernas ya no podían sostenerlo. Le pareció una proeza recorrer las cinco cuadras hasta llegar al pequeño bar que visitaba desde hacía años y que ahora, más que nunca, surgía como un anhelado refugio. Me bastó verlo cruzar el umbral para advertir que algo le pasaba. El hábito me había permitido descubrir su estado de ánimo o lo que pensaba o las cosas que le disgustaban por medio de una simple mirada, el gesto de la mano o el tono de la voz. Porque a lo largo de los años no sólo se había convertido en una visita casi cotidiana, sino también la de mayor relieve -tanto por el hecho de haber ocupado un alto cargo en el gobierno como por preferir mi local para reunirse con sus amigos, en otro tiempo, y ahora para saborear un vaso de whisky, solo y en actitud abstraída-, por lo cual siempre le atribuí un carácter especial y procuraba, como una forma de tácito agradecimiento, atenderlo personalmente. Y sobre todo esta vez en que no reflejó ninguna huella de la apariencia que ostentaba siempre -erguido el pecho, seguro y firme el andar, la mirada abierta y casi desafiante-, sino la imagen de alguien que por el cansancio, la debilidad, quizá el desaliento, ya no tenía ánimo ni ganas para realizar el menor movimiento. Bastante preocupado lo observé mientras recorría, con exasperante lentitud, el trayecto desde la puerta de entrada hasta la mesa que ocupaba siempre. Me dispuse a atenderlo de inmediato. Precisamente cuando, desde un rincón del local, vi levantarse a varios muchachos y en seguida, rotundo, un grito sobrepasó cualquier otro sonido. Allí está. Comprendió que sin duda, tanto él como los cinco amigos que hacía casi dos horas permanecían allí en tediosa espera, se vieron gobernados por el mismo sentimiento al dirigir la mirada hacia el sitio que indicaba la mano de Cristian: el afán, frenético e irrenunciable, de abalanzarse sobre el hombre que acababa de penetrar en el local y descargar -sin ataduras y mediante el medio más directo, potente y destructivo- la carga de rabia, desolación, resentimiento, impotencia, que sobrellevaban desde hacía tanto tiempo. Por mi hermana y por los padres de Cristian y por cada uno de los que él ayudó a desaparecer. Un disparo, repetidas puñaladas, golpes certeros con un hierro. Por unos segundos se dejó subyugar por las diversas alternativas, todas contundentes, que había contemplado al imaginar el momento en que se encontrara por primera vez frente al hombre que, convertido en figura difusa y siempre elusiva, representaba el estigma de una herida cruel e imposible de cicatrizar. Hasta ahora. Cuando por fin estaba allí, tangible, casi como el emblema de una afrenta intolerable, a tres metros. Y no me queda la posibilidad de tocarle un pelo. Sólo putearlo. Se levantó de un salto, con una presión en el pecho que le impedía respirar. Movió una mano en gesto de invitación hacia quienes lo rodeaban. Vamos. Al desplomarse en la silla de madera, incómoda pero sólida, le resultó más que nunca el necesario pilar para sostener el cuerpo sobre sus piernas ya vencidas. Tal vez sea una de las últimas veces que podré llegar hasta aquí. Pero procuró descartar semejante alternativa. Sublevándose contra cualquier síntoma de caída o derrota. Creyó de improviso que la visita a ese lugar ya no obedecería al motivo que durante años fue habitual -compartir gratos instantes con sus amigos, concretar alguna operación comercial, disfrutar de unos tragos-, sino que se iba a transformar desde ahora en una especie de apuesta o desafío, la simple pero fundamental prueba de estar todavía intacto, con capacidad para valerse por sí mismo, dispuesto a echar por tierra el diagnóstico que el acento casi admonitorio del doctor Albrecht parecía otorgarle un carácter inapelable. Tres o cuatro meses. Mucho dependerá de usted. Deberá cambiar hábitos, evitar cualquier exceso. Trató de relajar los músculos y lograr la posición más cómoda en la silla. Al apoyar la espalda en el respaldo levantó la cabeza y entonces vio que Gaona, surgiendo de atrás del mostrador, se disponía a atenderlo. Un hecho ya previsible, casi natural, a través del cual manifestaba tal vez no tanto una cuota de respeto por su rango o el beneplácito por contarlo entre los clientes más fieles, sino un modo, modesto pero sincero, de expresarle su agradecimiento. Sin duda jamás podrá olvidar que por mí sigue vivo y ha salvado este negocio y nadie llegó a tocarle un pelo. Aunque algunas veces consideró algo forzada o excesiva la sonrisa con la que trataba de congraciarse, ahora -al observarla, amplia y generosa, en el rostro redondo- mientras se acercaba hacia él, tuvo el carácter del mejor y tal vez único bálsamo que podía despejarlo, atenuar la sensación de asfixia, otorgarle un cálido amparo y, sobre todo, apartar las acuciantes palabras del doctor Albrecht. Muy pronto supo que se equivocaba. Al estallar el grito, abrupto y con un poder casi destructivo, que pareció perforarle los oídos. Asesino. Asesino. No pude llegar hasta él. La ronda que ellos formaron alrededor de su mesa -los seis muchachos tomados de las manos, girando a saltos, el odio y la rabia y una contenida violencia aflorando en las caras desafiantes-, aunque tenía casi el carácter de un juego de chicos, se convirtió en un muro hostil e infranqueable. Más que sorpresa sentí indignación, furor, una brutal afrenta por la prepotencia con que ellos no sólo iniciaron un sorpresivo ataque sobre él, cercándolo y torturándolo a través de gestos obscenos y el insulto cifrado en un solo grito, sino sobre todo llevaron a cabo una especie de copamiento en mi local, feroces y altaneros, como si fueran los dueños absolutos. Por unos segundos quedé inmóvil. Sin saber cómo acabar con esa situación muchas veces presentida -porque él se exponía abiertamente y muchos, conociendo su actuación durante el tiempo que había tenido un alto cargo directivo en el gobierno, sin duda hubieran disfrutado bastante con darle al menos una buena trompada-, ahora, tal vez por lo intempestiva y por tener un carácter tan violento, me dejaba estupefacto. Al cabo de unos segundos, en respuesta al instinto más que a una idea clara y definida, me abalancé sobre los muchachos mientras profería un grito, rabioso y destemplado, tanto para superar las voces unidas en una histérica protesta como para imponer mi autoridad, para demostrarles que no estaba dispuesto a permitir ningún desorden ni atropello en el local. Fue inútil. Como también el intento, grávido de torpeza debido a la desesperación y un impulso casi demencial, por separar los cuerpos que, firmes como pétreas columnas y aferrados por las manos tendidas, llegaban a formar un sólido cordón. Entonces creí perder las fuerzas, vencido por el desánimo y la impotencia al comprobar que resultaban estériles todos los esfuerzos por aplacar el recio avasallamiento de ellos. Y pensé que mi aspecto -sin reflejar otro signo que el de la derrota, como si no existiera la menor posibilidad de presentar cualquier tipo de lucha- debía ser similar al del capitán, petrificado en la silla, con los brazos apoyados sobre la mesa como si temiera caerse, inmutable la cara, los ojos clavados en algún punto indefinido, en una especie de búsqueda o más bien de silencioso pedido de ayuda, aislado en el cerco formado por la marcha circular, cada vez más frenética, acentuada por el bullicio de las voces desparejas y furibundas. Justo ahora. Precisamente hoy que parece más cansado y viejo que nunca. Por un segundo creí que el súbito asedio de ellos, descarnado y sin compasión, podría agravar de manera irrevocable su estado de malestar y deterioro. Al fin logré quebrar la rigidez y, en un supremo esfuerzo, corrí hasta el teléfono para llamar a la policía. Comprendió que el alivio -del semblante tieso y de las palabras horadantes del doctor Albrecht- presentido al estallar el primer calificativo, tajante y demoledor, al ser rodeado por esos muchachos en horda despiadada, no llegó a concretarse. Cambiar la sentencia de los pocos meses que habré de sobrevivir por los años, ya fijos, que me atan a un pasado inmodificable. No pudo definir cuál alternativa resultaba menos profunda, dolorosa o acuciante. Antes tenía el privilegio de determinar quién iba a morir. Ahora sólo prevalecen la incertidumbre y el horror mientras aguardo el momento que la fatalidad decida asestarme el golpe. De improviso la abusiva presencia de esos jóvenes desconocidos, con las caras enrojecidas y ademanes dictados por el odio y la bronca, transformando en ruin ultraje cada palabra, hizo aflorar un segmento oscuro del pasado que siempre permanecía latente, una espina subterránea pero pertinaz que lo obligó a debatirse entre un sentimiento de orgullo y desazón, de calma y el bochorno de una culpa despiadada. Aunque no quiso o ya no le importó hacer algo para rechazarlo. Tal vez sea inútil o llegue demasiado tarde. Protestar y maldecirme y pretender algún modo de venganza como seguir indagando si por cada uno de los actos que he llevado a cabo merezco un tiro en la cabeza o soy digno de una condecoración. Sin duda todo habría sido diferente si aún conservara no tanto un atisbo de poder -rotundo e envidiable años atrás, ostentado con orgullo y plena satisfacción, cuando tenía el privilegio de mover una mano, pronunciar un nombre o estampar la firma en un documento para disponer sobre la vida de cualquiera o para lograr que se cumpliera el menor deseo o capricho-, sino apenas la energía o el ánimo como para efectuar una airada protesta, enfrentarlos sin claudicaciones y similar violencia, o simplemente pedirles que se fueran y lo dejaran tranquilo. En otro tiempo le hubiera bastado proferir una orden para acabar semejante agresión. Altivo. Inflexible. Hasta ahora. Hasta ese momento en que aplastado en la silla, con la súbita y oprobiosa sensación de estar completamente derrotado, sin la menor posibilidad de eludir no ya el ataque de los muchachos que gritaban y saltaban a su alrededor, sino el mazazo incesante que llevaban implícito las palabras del doctor Abrecht. Tres, cuatro meses. Es inútil. Jamás lograremos obtener el consuelo de ver un gesto de furia o desagrado o siquiera fastidio. No tardó en comprender que la rigidez del hombre -firme en la silla, apoyado los brazos sobre la mesa, tallado en piedra el rostro inescrutable- lograba, además de imponerse como un cruel agravio, reducir a un nivel irrisorio, bastante ridículo y aun sin sentido, todo eso que llevaban a cabo por un afán reivindicatorio, atesorado durante años y años de dolor, resentimiento, impotencia. Debemos parecerles unos chicos revoltosos. Incapaces de provocarle un parpadeo de preocupación o sorpresa. Sin duda hubiera bastado evocar cualquier segmento del accionar de ese hombre -despótico, intolerante- para comprobar que tal actitud resultaba natural, fogueada por la potestad de obrar sobre la vida de los demás con absoluto desprecio, sin ceder al menor atisbo de compasión o remordimiento. Y mi hermana estuvo en sus manos. Con la vana entidad de un nombre indiferente y ajeno entre tantos otros incluidos en alguna lista que debió firmar sin escrúpulo ni duda. Dictaminando una fatal condena. Impasible. El resultado, más pobre e insustancial del imaginado cuando programaron ese modo de ataque con cierta ingenua expectativa de cobrarse viejas deudas, le concedió no sólo cada vez mayor vigencia al desánimo y la frustración sino también, con creciente vigor, le impuso el deseo de sublevarse de otra forma. Más contundente. Un puñetazo que le hiciera caer algunos dientes o le cerrara un ojo para siempre. Hacerle sentir en carne propia una mínima parte del dolor que sobrellevamos nosotros o, al menos, para demostrarle que no puede seguir tratándonos como simples títeres, con la soberbia y el orgullo de poder imponer siempre su voluntad. Las ganas de exteriorizar sobre el hombre impasible el resentimiento, la bronca, los años de espera incierta y desalentadora, a través de algún golpe rotundo y sin piedad, obligado a retener o disimular por la necesidad de respetar las reglas establecidas por el grupo, quedaron relegadas de improviso. Al divisar que un patrullero se detenía frente al local y, de inmediato, un grupo de hombres abrió la puerta de dos batientes en brutal embestida. A pasos firmes, gritando, con las armas desafiantes en el brazos levantados. Por suerte ya están aquí. Bastó pronunciar el nombre del capitán Ismael Aguilera para que se movilizaran en seguida. Resulta destacable el respeto y casi la admiración que sigue provocando, a pesar de que ya no ocupa ningún cargo y lleva una vida tan sencilla como cualquiera de nosotros. Pero continúa vigente todo lo que él y otros militares hicieron para devolver a nuestro país una situación de paz y orden después de sufrir tantos años de violencia y muerte. Muchos se dedicaron a criticar el método utilizado para liberarnos de los guerrilleros. Hasta otorgarles la condición de verdaderos criminales. Como estos muchachos, en el papel de verdugos, decididos a inflingirle un feroz castigo. Precisamente hoy que aparece tan decaído y desmejorado. Sin demostrar el menor interés o siquiera algo de atención por lo que pasa a su alrededor. Al permanecer imperturbable cuando ellos se enfrentaron con los policías y convirtieron el local en un campo de batalla, confirmé mis sombríos presagios. Por suerte la refriega no dura demasiado. Vertiginosa como un huracán. Los agentes, en un accionar firme y resuelto, tanto en las voces que pretendieron imponer autoridad como por el movimiento de los brazos, sosteniendo cortas pero ineludibles cachiporras, con el único propósito de asestar golpes, lograron ejercer un total dominio sobre los muchachos. El ansia por recuperar la tranquilidad me hizo desestimar los cuantiosos gastos generados por la ruptura de los vasos y los vidrios de las ventanas, por la quebradura de las mesas y sillas utilizadas como elementos para defenderse y también para atacar. Aunque por algunos minutos permanecí quieto detrás del mostrador, convertido en simple espectador, no presté tanta atención al desarrollo de la brega -el choque frontal de los cuerpos, los gritos cruzándose entre expresiones de dolor y protestas soeces, el metálico sonido de los golpes, el revuelo del mobiliario- sino que más bien, gobernado por el estupor y el desconcierto, mantuve los ojos clavados en el capitán, quien, por su postura rígida y ausente, llegaba a resultar algo insólito e incomprensible. Cuando la quietud y el silencio retornaron al local, me apresuré por ir hasta él. Pese al deseo de indagar sobre el motivo de su estado, comprendí que no era el momento. Una súbita compasión se confundió con el sentimiento de amistad y afecto que habíamos llegado a compartir a lo largo de muchos años y, asumiendo el papel de dueño del bar, traté de darle el habitual recibimiento con la mejor sonrisa. Buenos noches, capitán. Es un gusto tenerlo otra vez aquí. ¿Qué desea servirse? No supo cuánto demoró en advertir la presencia del hombre, con cierto aire protector a través de la sonrisa cordial y las palabras que tuvieron la virtud de ubicar el lugar donde se encontraba. Evadiéndolo de la conmoción provocada por el griterío furibundo, el estruendo de los golpes, los cuerpos girando en feroz tumulto, y también, como una especie de gracia revitalizadora, logró desplazar a un plano secundario, inofensivo, al doctor Albrecht. Sí. Todavía estoy vivo. Todavía puedo disfrutar el placer de estar un rato aquí. De repente lo asaltó la casi sorpresiva revelación de apreciar cada momento. Intensamente. Sin desvelarse por los errores y culpas del pasado ni inquietarse por los días venideros. Trató de acomodarse en la silla en una posición más cómoda y relajada mientras pretendía devolver la sonrisa. Lo de siempre, Gaona. Un whisky. Doble, por favor.


PÁGINA 28 – POESÍA ALLENDE EL MAR

Jorge Fernández Gonzalo (Vallecas-Madrid-España)

ALONDRA

Pasa una alondra y pienso que he perdido
su vuelo y otras tantas oportuni-
dades en este cielo aún no escrito
donde la luz no deja huella, y miro
cómo se aleja, aún se puede
contemplar cómo unas alas poderosas
baten el aire y siguen un propósito
que desconozco, pero que comprendo.
Sería tarde si no fuera
porque el tiempo se repite cada vez que
alguien puede sentirlo, y yo he mirado
ya tantas veces este cielo
y esta alondra escaparse de mis ojos
nostálgicos, que debo estar feliz
y agradecido por su rumbo hacia la muerte.
(de Una hoja de almendro)

HOJA

Qué trabajoso me resulta ahora
mirar, en esta luz casi de antorcha
si no de vela, hacia el ocaso. Y es
tan rosado su vientre como el tuyo,
tan cálido este cielo
que parece tu cuerpo. Abre los ojos
a esa luz mortecina que aún se aferra
a los balcones, color teja o ladrillo
gastado, y cómo raya
las fachadas y las carreteras,
los portalones y esas hojas últimas
del almendro, y las prende. Con cuidado
nunca de frente a tanta claridad
ofrezcas la mirada. ¿Qué descansa
tras la luz? ¿Sabe el águila
su secreto de aurora? Allá, a lo lejos
el sol es una araña
pisoteada: abrasa
la pupila, y compensa.
calcina los contornos, pero aliña
entre dedos de luz, color y forma
como aceite y vinagre en la ensalada
de la tarde, y ya no importa
que se derrame y que se desperdicie
su tempestad de oro. Hoy es nuestra.
(de Una hoja de almendro)

XXXI

Busco todo aquello por escribir: tu cuerpo, que huele a trigo mojado; el primer mordisco de una manzana; la rama alta de la morera, todo. En la escritura aguarda lo que nunca he perdido, lo que puede decirse aún al cruzar la anatomía de unas letras: tus manos, tu pupila en que se destruyen los alcaravanes, la cintura en su quiebro de gacela. Todo, todo lo que ahora borro, lo que entrego al simulacro, cómplice de unas letras que te niegan, que te están acechando, aproximando a una distancia, que te pronuncian en el endeble hallazgo de la lluvia.
(de El libro blanco)

CABOS ROTOS

Ese momento que se escapa a todos,
ese momento que no será de nadie
y que vibra, está vibrando todavía
en el cordel muy fino de la savia
de estas ortigas,
en la forzosa rienda apresurada
con que la flor se une a la existencia.
Qué delicada su canción, sus hilos,
la telaraña con que apenas mueve
la yerba. Y no podríamos
soportar ese brillo macilento
que nos une y separa de las cosas,
esa hebra por la que daríamos
la vida, si no fuera
por su nudo que es nuestra esperanza,
por el desgarro de la duda,
el cordel del engaño.
Hemos perdido el hilo de las cosas
aunque quede la urdimbre del lenguaje
como consuelo a tantos cabos rotos.
(de Arquitecturas del instante)

LUZ EN ESCORZO

Decir a carne viva
la plenitud de este momento
tapias arriba de la infancia:
mi mano, luz, el aire,
el envés hecho sombra, y te tocara
sol asustado, casi múrice, concha
de cristal, te tocara, mía apenas
esta luz sin resina
mordida, hoy, por ti…
Y mi mirada es enredadera.
No desconfía y sube hasta el tejado
desde la incertidumbre
de los escombros, plena.

Llega el escorzo de mi mano al cielo,
al cielo y más arriba,
tallo de luz, acacia
de ternura y piedad.
Algún rayo se cuela entre los dedos,
en la vidriera de las yemas, y abre
qué puerta frágil del asombro
con llave huérfana hacia la hendedura
de la palabra mía y de tu entrega,
de tu tacto en donde el alba canta
la verdad sin esguince
ni codicia. ¿Podrán salvarme ahora
después de tanto tiempo sin amparo
y sin casa el aroma a cinerarias,
la morera iluminada por abril,
su madera nudosa, la lobelia,
estas manos expectantes de
música, de mis palabras
que interpretasen como orugas por sus hojas
tanta verdad en la alegría dada,
tanto latido hecho ya rutina,
bejuco hacia las cosas,
trepadora hasta el milagro de la luz?
(de Arquitecturas del instante)

LA MAQUINARIA DE LOS PÁJAROS

I

Mi cuerpo atravesado por todas las máquinas,
por las astillas huérfanas de la visión,
por toda esa retórica de pájaros
con los que dar figura a lo imposible.

La luz, en los espinos,
se calcina aún con demasiada
coherencia. Desconfía
de las palabras que penetran el aire
y que palpitan entre ramas
abatidas de almendros,
en las entrañas puras de los gorriones.

Mi cuerpo tiene un hueco de pisadas,
una perforación de crisantemos,
máquinas para dar nombre al alba de unos brazos,
máquinas para mis dedos-brisa,
para la unión de mi mirada-arrecife
o el sutil engranaje de unas bocas.

II

Todo pájaro forma una máquina:
la maquinaria de mi visión que se alía a su vuelo,
que coagula el paso de sus alas
y sesga en cristales diminutos la superficie del aire
como un cristal que no tuviera reflejo alguno,
como un fondo de agua adonde un pájaro fuera una piedra,
una piedra tirada al río,
una rendija que poco a poco desvelara las oquedades
de un cielo de ceniza, la interrupción de nubes metálicas
adonde una luz invisible
da textura a unas manos, acecha el límite, perfora
los cuerpos con un grano de claridad,
da la pureza de lo complejo,
configura una máquina,
el resorte de aves y de nubes,
el cableado de la confusión,
la disfunción de lo asombroso.

Hay demasiadas máquinas, y pájaros.
Ningún pájaro es real, sino el profano vínculo
entre una mirada y un cuerpo que aún no puede
recibir la lápida del nombre, su espesura,
acontecer cuando ya todo lo que une al acontecimiento
es una franja sin espacio, el margen discontinuo
del olvido. ¿Ven las aves
en el cristal que ellos mismos han hollado
en la carpa del cielo
las mismas ficciones que vislumbro,
el mismo desconcierto de luz, la tracería
de nubes deshiladas?
No hay palabras para todos esos artefactos

porque toda palabra revela, solamente,
una interrupción de alondras.

III

Hay demasiadas máquinas, demasiados pájaros,
demasiadas ficciones en este cielo improbable
que nos deja el plácido consuelo
de su mentira hecha ya cuerpo del poema,
escritura que rompe con el fulgor de la caliza,
que da nomenclatura
al tallo irisado de la luz.

No dar palabra a esas máquinas, a la alianza entre los pájaros
y mi mirada al tanto de su vuelo,
sino a ese espacio, ese vacío aún por ser pensado
cuando han pasado todos los vencejos.
Poema ganador del premio de poesía Alba Volante, 2010


PÁGINA 29 – ENSAYO

IDEA VILARIÑO, POETA DE PASIONES DESNUDAS

Por Silvia Loustau (La Plata-Buenos Aires-Argentina)

Idea nació el 18 de agosto de 1920 en Montevideo, Uruguay, creció en un hogar artístico y politizado, Su padre Leandro Vilariño fue un poeta anarquista.
Teniendo sólo diez años Idea comienza a escribir poesía y nunca más abandonará la palabra.
En 1945, publica su primer libro de poemas La Suplicante. Entre 1947 y 1948 se incorporó a la revista Clinamen, en la que participó con sus escritos bajo los seudónimos de Elena Rojas y Ola O. Fabre. Al año siguiente funda junto con Emir Rodríguez Monegal y Manuel Claps la revista Número.

Idea fue la autora del himno de la democratización de Uruguay, Los Orientales, y de un buen número de canciones que hicieron famosas Daniel Viglietti, Los Olimareños o Alfredo Zitarrosa.
Pero si algo marca la vida de la poeta es el amor clandestino- aunque se sabía a voces –con el escritor Juan Carlos Onetti.

Se conservan las cartas que intercambiaron entre 1950 y 1994(año de la muerte de Onetti)….La última me la envío antes de morir- relataría Idea en un reportaje- y tenía la esperanza que alguna vez lleguen a ser un libro….no será posible hasta que o muera la esposa de Onetti- Dolly Mohr- quien insiste que todo lo escrito por Onetti le pertenece…
Fue una relación tormentosa e intensa…. me enamoré de Onetti la misma noche en que lo conocí, lo observe y sentía que estaba seduciéndome a fondo con lo mejor de sí mismo y tanto que yo me quedé convencida de que aquello era la séptima maravilla. En ese momento me enamoré de él.

La tónica en su relación fueron las rupturas, las reconciliaciones, los gritos, reencuentro, pasión
entre tus brazos/entre mis brazos/entre las blandas sábanas/entre la noche/tiernos
Solos/feroces….
Su libro Poemas de Amor está inspirado en su relación con el escritor.

Militante, apoya a la izquierda tupamara y es gran amiga de Raúl Sendic, su ideólogo.

Poesia. Amor, militancia y dicta clases y traduce y vive con intensidad. Y es tan coherente con sus ideales que en 1963 se le otorgó el Premio del Ministerio de Instrucción Pública por la tercera edición ampliada de Poemas de Amor, y en 1966 el Premio Nacional de Literatura. Idea Vilariño rechazó esas dos distinciones, así como la beca Guggenheim en dos ocasiones. Cincuenta escritores firmaron un documento en el que especificaban que si se continuaba escogiendo a los jurados de una manera tan aleatoria y torpe no recogerían más Premios. Los únicos que cumplieron la promesa fueron Idea, que estuvo treinta años sin aceptar distinciones provenientes de Uruguay, y Mario Benedetti, que se hizo más popular por los galardones

Escribo/pienso/leo/traduzco veinte páginas/oigo el informativo/escribo/escribo/leo.
Dónde estás/dónde estás.

Transcurre los días, Idea publica No y Pobre Mundo.Idea es invitada a universidades extranjeras, Idea dice:…los críticos olvidan que un poema es fundamentalmente un hecho sonoro; algo que está hecho de sonidos, de timbres, de estructuras, de ritmos. Es eso o no es absolutamente nada.

Las manos de la noche buscan el aire, el aire/se olvida sobre el mar/el mar cerrado/el mar/solo en la noche, envuelto/en su gran soledad, /el hondo mar agonizando en vano.

2005. La Intendencia de Montevideo la nombra Ciudadana Ilustre y Mario Benedetti y Eduardo Galeano dijeron públicamente: Es la gran poeta que ha dado este país…y su voz seguirá resonando por todos los tiempos, más allá de nosotros.
2009. Con 89 años y un morral de vida esplendente de pasiones Idea parte, ella habrá elegido el camino, así como eligió el de su paso por los días.

Ya no
de Idea Vilariño

Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.

Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volverá a tocarte.
No te veré morir.


PÁGINA 30 – CUENTO

ASCASUBI Y EL CHOPING DE CACUÍ

Por Mempo Giardinelli (Resistencia-Chaco)

La Estación Cacuí es un símbolo de la decadencia del ferrocarril en el Chaco. A unos 10 kilómetros al oeste de Resistencia, apenas pasando Fontana, durante años fue sólo una casa con techo a dos aguas, abandonada u ocupada por familias errantes y demorada en la historia junto a vías que sólo eran testigos del paso de los años y el crecimiento de los yuyos.
Allí, una Navidad –no ésta; digamos cualquier otra– un gringo llegado de Santa Fe se largó con un emprendimiento: compró y refaccionó unos galpones aledaños y limpió malezas, instaló baños, puso vidrieras, pintó todo y lo dejó impecable y empezó a alquilar locales a los lugareños, que se entusiasmaron con la idea de un choping, a quinientos mangos el local.
Dos semanas antes del 24, el gringo hizo tapizar el techo con una sobrecubierta de algodón que debía representar la nieve europea. Sobre las ventanas amontonó gruesos manojos de algodón, con hilachas en caída imitando matutinas nieves congeladas. Y en la puerta lo puso a Ascasubi, un changarín de pésima fortuna al que todos en la zona miran como si no existiese, disfrazado de Papá Noel.
Verdadera misión imposible, porque Ascasubi es flaco como palo de escoba y tiene la gracia de los esqueléticos caballos de piqueteros que cada tanto cruzan la ciudad a paso cansino, como para concentrar el odio de los ricos.
El gringo le prometió quince pesos por día y le entregó el típico traje rojo de Papá Noel. Pero el traje era tan grande que no hubo modo de que Ascasubi lo llenara, ni aun envolviéndose en los cuatro almohadones que el gringo le ordenó sujetar con una piola y a cuya espalda tiene amarrada la faca.
Así Ascasubi sale a escena, se podría decir, pero el problema es que es flaco como tararira de laguna urbana, y aunque ya no tiene ni qué sudar igual se cocina de calor adentro del bombachón y la casaca. Encima se le despega la barba de algodón y cada tanto se marea porque además tiene hambre y sed, apenas si ha comido en todo el día un sánguche de salame que compró en el kiosco de Antenor el Paraguayo, con un vaso de cerveza fría.
Débil y jadeante como todo flaco que tiene que andar de gordo y encima cargando una enorme bolsa de cajas vacías, Ascasubi aguanta cada tarde y cada noche, de 16 a 24, en la puerta del choping. Por momentos siente que no da más, sobre todo cuando algunos chicos le tiran cascotes o frutitas de paraíso escupidas dentro de canutos de mamón. Pero aguanta porque ni se pregunta por qué, especie de granadero en desdicha, de garza magra al borde de la cuneta.
Cada tarde Ascasubi cruza el pueblo con 40 grados a la sombra, desde la tapera que nadie llamaría casa y hasta el choping, respirando entre los dientes que le quedan y los que le faltan. Mientras se ata los almohadones para sumergirse en el disfraz de Papá Noel, escucha los lamentos de los puesteros que se quejan porque no hay ventas, no viene nadie a este lugar de mierda.
Ascasubi termina de calzarse los zapatones pensando que ahora todos están mejor pero no lo reconocen, y eso porque les quedó el resentimiento. No saben lo que es estar en el fondo del pozo, piensa tragándose unos mocos para frenar las súbitas ganas que siente de llorar. El supo trabajar el campo antes de la soja y las máquinas. Y acá lo trajo el tren, cuando había tren. Y si no volvió fue por los gobiernos. Y allá quedó su guaina, llena de panza y de promesas, y carajo, masculla, sólo carajo mientras se manda al garguero el último trago de la cerveza de litro que compró en el kiosco de Antenor el Paraguayo. Se calentó en minutos, la guacha, con este sol. Después se pasa por la boca el antebrazo sudado y enseguida lo emboca en el sacón de gabardina roja que le proveyó el gringo.
–Te lo ponés y te quedás quieto como rulo de estatua –le dijo, riendo de su propio chiste–, no vas a andar haciendo macanas, Ascasubi.
Y no, macanas nunca hizo. Apenas chupar cervezas por las tardes y como para ver si a la noche está lo suficientemente mamado para dormirse donde cuadre. A veces llega a la tapera, donde lo espera el Colita, que es flaco como él y se las arregla removiendo basuras en las veredas del pueblo. Pero las más de las veces no consigue pasar de la plaza, o se duerme en la entrada de la Escuela Martín Buber, ahí cerquita de la Municipalidad.
Y así hasta la mismísima mañana del 24 –otro 24, digamos, no éste– en que por las radios se oyen villancicos y canciones en inglés y en el choping hay apenas más movimiento. Ascasubi piensa que no tiene dónde ir esa noche y siente algo raro en la garganta, como si hubiera tragado sin querer una piedra seca. Y justo recibe un cascotazo lanzado desde las vías, escucha una burla imprecisa y ve unos pendejos que rajan como lagartijas, como si él fuera a hacerles algo. Y qué les va a hacer él.
Aunque esta vez podría cambiar, murmura para sí, sintiendo nítidas la rabia, las ganas que siente de carnearlo al gringo en cuanto aparezca. Esta vez tiene la faca que le robó al Paragua, escondida entre los almohadones.
Piensa en los malos que conoce: el Tito Junco que viola a sus propias hijas y todos lo saben, el Roque Pedreira que dirige la bandita de sus hijos, drogones y rateros todos, motochorros los más grandes en la Zanella del Mauro. Tipos jodidos, de dobles vidas. Pero el infeliz es él, que no tiene laburo desde que salió de Monte Quemado y lleva años mendigando changas como ésta de Papá Noel. Mira sobre el techo la falsa nieve oscurecida por la lluvia de anoche, que pareciera decirle que su vida no sirve ni para ser una vida inútil. Y entonces carraspea y gime sin poder contenerse, justo cuando el gringo llega y le pregunta qué le pasa, por qué está tan pálido. Ascasubi mira al patrón como mira un borracho, pero no está borracho. Apenas una cervecita y los cuarenta grados, porque así anochece. “Si no estás bien, mejor andate”, dice el gringo y le da los quince pesos. Ascasubi lo mira como miraría un ciego. Da un paso y otro y luego regresa, mareado por el sol, el calor y la rabia. “Sacáte esa ropa y andate, dale, volvé el año que viene.”
Ascasubi se quita la ropa, mecánica, despaciosamente. Está tan sudado que no aguanta más, y hasta el cuchillo le parece caliente cuando desanuda la piola y deja caer los almohadones.
El gringo termina de contar la plata y se acomoda la billetera en el bolsillo del culo.
–Andá nomás, Ascasubi, y feliz Navidad –le dice, agachándose para recoger el paco de ropas rojas.
Como en un ramalazo de luz, el sacón de gabardina, pesadísimo y caliente, le parece tan rojo que de pronto él también ve todo rojo, el mundo entero se vuelve rojo, el color del fuego, de la ira, del dolor.
Del otro lado de las vías estallan unos cuetes y empieza la alegría, la fiesta de los otros. Ascasubi mira todo como a través del gringo, como si el tipo fuera de vidrio. Y camina hacia el kiosco del Paragua sin saber todavía si va a devolver la faca. Primero va a comprar un tinto de tetrabrik.


PÁGINA 31 – POESÍA ALLENDE EL MAR

Gabriel Alejo Jacovkis (Valldoreix-Cataluña-España)

CANSADO DE VOLVER

Cansado de volver
me siento en un banco de frontera
a mirar el horizonte dibujado
por las aves que huyen de los débiles confines.

Cansado de volver
espero en la penumbra de una espera
noticias de muertes o alegrías
que llegan pero tarde, mal o nunca.

Cansado de volver
me subo al tiovivo de la vida,
oteo las nubes del recuerdo
y adiós les digo con un dedo.

Cansado de volver
ya no vuelvo más.
Me quedo donde estoy,
con lo que tengo
y lanzo otra vez más
la semilla
en esta arena.

SOLA

Cierra los ojos
y en la sombra de su interior callado
sus pasos caminan la exquisita soledad.
Y vive esa otra vida,
suave,
sin amantes que traicionan,
sin pozos de pasión abrupta
sin rencores añejados en cubas oxidadas,
sin resacas agrias,
sin sed ni sequía.
Habrá en su boca una sonrisa
cuando el café con su perfume oscuro
complete el despertar en la cocina.
Y ella estará sola
leyendo el libro mudo.

SI HE DE ELEGIR

Si he de elegir
elijo el rostro ancestral de la memoria,
la madrugada en el mar,
el balbuceante beso adolescente,
el barrilete que se va a otros cielos.
Elijo la palabra de mi historia,
el gesto del reparto y la justicia,
la voz que reclama hasta el silencio,
el dios ateo,
el canto de una niña.

Para que surja la nostalgia
como la vieja postal olvidada
en el libro que ya no leeremos.

OSCURIDAD

Cuando no haya hasta mañana
ni luego ni después
ni nunca ni más tarde
ni tan siquiera un segundo y voy.
Cuando todo sea ahora,
ya y casi fue,
la muerte y la vida
serán sólo un instante.
No habrá espera ni tardanza
ni pausa ni viaje ni estación.
Y el café ahogará su pena en la cuchara.

LA PARTIDA

La ciudad
abandona al barco con el paso trémulo de los padres heridos.
Aleja a los hombres y los muelles,
congela el llanto,
desvanece edificios testigos de vírgenes amores,
silencia sus calles
hasta que el árbol se confunde con la nube
y todo queda a merced de la memoria.
Entonces se vislumbra
el exilio en nuestras manos,
comienza el recuerdo
y nos volvemos habitantes del destierro.

REALIDAD

Con la crueldad que ostenta
el despertar de los sueños bellos
padre vuelve
a dejar mi vida.
Nunca valió la pena
la quimérica alegría del momento onírico.
Irrumpo a la vigilia
y a la tristeza de abismo
que comparece cada vez que padre muere.


PÁGINA 32 – ENSAYO

PESADILLA DE UNA NOCHE DE OTOÑO
O PARA DOCUMENTAR LA BIOGRAFÍA DE CARLOS MONSIVÁIS

Por René Avilés Fabila (Distrito Federal/México)

Aquel domingo parecía plácido y hasta promisorio, dejaría de lado la lectura de Fernando Vallejo, para concentrar la atención en diarios y revistas y ver qué ocurría en México. No debí hacerlo. Aquello me enloqueció. Abrí las páginas de El Universal y había dos artículos de Carlos Monsiváis y una entrevista en la que pontificaba sobre la poesía urbana de los aborígenes australianos. En Monitor diario aparecían dos discursos suyos y unas declaraciones sobre Elena Poniatowska: su nueva novela (El tren pasa primero que perdió el Premio Colima y a cambio obtuvo el Rómulo Gallegos, y al recibirlo escuchó la voz bien timbrada y viril de Hugo Chávez cantarle "La Adelita") es la mejor de todos los tiempos, decía con claridad extraña en su habitual discurso críptico. En La Jornada había un largo ensayo de Monsiváis sobre la generosidad del tequila reposado, prólogo al libro Yo también bebo, México mío. Este trabajo me llamó especialmente la atención porque el tipo es abstemio. Pero el desconcierto fue en aumento cuando abrí las páginas de Proceso y me topé con varias fotos de Carlos para ilustrar un artículo suyo sobre las cabareteras y prostitutas. Pensé: ¿y qué hace allí si en tales sitios ni siquiera conversa con las pobres mujeres las observa como si fueran copias del personaje de Federico Gamboa, Santa? Bueno, recuperé el optimismo, es probable que investigue algo sobre el mundo marginal. No, era algo de corte folklórico, superficial. La revista y el ensayista usaban el ridículo y cursi término sexoservidoras para referirse a las putas. Algo semejante sucedía en El Financiero: estaban dos artículos suyos, una crónica y declaraciones sesudas y llenas "de ingenio y gracia" respecto a la estupidez de la televisión comercial. En otro, en Milenio, brillaba en primera plana una nota que venía de Miami: Carlos discutía en Sábados gigantes con don Francisco acerca del descubrimiento de América (si fue encuentro, choque o invención) y destruía al pobre de Cristóbal Colón por ser el arranque de la leyenda negra de España, el mayor genocidio de la historia que hasta hoy no ha encontrado más juez Garzón que el muy discutido fray Bartolomé de las Casas. Las fotos mostraban al primero con traje y corbata, algo ajeno a su habitual indumentaria descuidada e informal, desaliñada que suele mostrarle a los mexicanos. Me recordó un viejo filme nacional donde Arturo de Córdoba (eso espero) de día pide limosna y de noche vive como aristócrata. En los demás diarios, sólo estaban fotografías suyas con Paulina Rubio, López Obrador, Jorge Volpi, Elena Poniatowska, Carlos Fuentes, Juan Ramón de la Fuente, Juan Gabriel, Luis Miguel, Sergio Vela, Ronaldo y Gabriel García Márquez, quien acababa de regresar de un bautizo en Toluca. Por cierto, en esa ceremonia religiosa, el cura recibió al bebé con palabras dignas de Marta Sahagún: "Angelito de Dios, ¿sabes en manos de quién has entrado a la sacrosanta iglesia? En las del más grande escritor del mundo, Premio Nóbel, el autor de obras memorables, ¿qué hiciste niño angelical para recibir este premio del Señor?" Gabo para sus amigos y más cercanos seguidores, quien a lo largo de su vida igual se ha retratado con Fidel Castro que con Fidel Velázquez y Fidel Herrera, rezaba, se persignaba con fruición sin preocuparse por el riesgo que significaba soltar al niño que lloraba y sólo quería que lo amamantaran para enseguida dormir lejos de aquel ruido celestial. A su alrededor todos los fieles (invitados o no) aplaudían con discreción (estaban en la casa de Dios) y se aprestaban a retratarse con García Márquez. Supuse que en las abominables secciones de sociales, la celebridad de Portales no aparecería. Me equivoqué: allí estaba Carlos, en unas fotos aparecía develando su propia escultura en Guadalajara, en otras recibía en Santa Fe un sentido homenaje de las damas proletarias de Bosque de las Lomas. ¡Basta!
Prendí el televisor y lo dejé en el canal 22: Carlos Monsiváis hablaba de sus recuerdos universitarios y explicaba las razones por las cuales nunca se tituló a pesar de que su cultura era infinitamente superior a la de sus profesores, luego de pasar por varias carreras en busca del conocimiento absoluto. En verdad eran simpáticas y amenas. Entendí por qué una revista frívola acababa de mencionarlo como uno de los mexicanos más queridos e ingeniosos y no como el arroz de todos los moles que lo mismo habla de los moluscos tuertos del bajío y sus funciones nutricionales que de la fragilidad de los molcajetes de vidrio soplado de Toluca y la posibilidad de las luchas contra el PRI porque le arrebató su juventud al obligar a los centros nocturnos a cerrar a la una de la mañana, todo con sabiduría, profundidad y sentido del humor, que me hizo notar hace muchos años el pintor Mario Orozco Rivera en una reunión política del desaparecido Partido Comunista. Rectifiqué por un instante: ¿y si en realidad no es un entrometido, chismoso y exhibicionista sino un ser ávido de asimilar todo el conocimiento del mundo cuya curiosidad carece de límites? ¿Un hombre del Renacimiento en nuestra época? Deseché esta posibilidad, pues ante todo es un visible descarado vanidoso.
Para mí aquello comenzaba a ser una aberración. Así que cambié de canal y pasé al 11. ¡No! También en esa estación una encantadora periodista le formulaba preguntas al desaliñado Monsi. "Sí, cuando muera, quiero ser incinerado y que mis cenizas sean esparcidas en el California Dancing Club donde tan buenos momentos he pasado". Mi asombro fue mayor: pero si Carlos no baila ni los ojos. Un dolor de cabeza comenzó a darme molestias, mientras las llamadas de admiradores eufóricos comenzaban a llegar a la televisora del Politécnico. Tenía que acabar con aquella presencia. Imposible: en radio, estaba Carlos haciendo bromas sobre el raterazo Vicente Fox; alternaba sus críticas con palabras de elogio a Elena Poniatowska, López Obrador y Marcelo Ebrard, quien, por cierto, acababa de instituir el "Premio Intergaláctico Elena Poniatowska para novela femenina revolucionaria" con un monto de cien mil dólares. Al concluir anticipó la salida de su próximo libro, un seguro best-seller, en el Fondo de Cultura Económica, Cómo tener el don de la ubicuidad en tres lecciones, con prólogo de ¡Elenita! y epílogo de Gabo.
Desesperado, busqué en internet y encontré una lista de Carlos, todos célebres: Fuentes, Slim, Marx, Peralta, Salinas de Gortari… Hice clic en el primero. Fuentes apareció con su distinción acostumbrada, de traje y corbata azul celeste: hablaba del subcomandante Marcos y precisaba: Tiene "la frescura del lenguaje de Carlos Monsiváis y no la pesadez estructural de Marx".
¡Suficiente!, me refugié en un sitio donde era imposible que estuviera: en el deporte. Me equivoqué. En el canal de las estrellas el mismísimo Carlos Monsiváis era entrevistado por Hugo Sánchez sobre las posibilidades de que la selección nacional ganara la copa del mundo a disputar en Brasil. Me pareció, a estas alturas, algo natural; pero qué asombro, en el 4 jugaba América contra Guadalajara. El "clásico" de los mexicanos. Lo inaudito era que el centro delantero del segundo equipo, el número 9, que movía con habilidad el balón, era nada menos ni nada más que Monsi. Envainado en el uniforme tradicional de las chivas rayadas, evidente crítico de Televisa, gambeteaba con inteligencia y fuerza: se quitó a dos medios y luego burló a las defensas para pegarle con violencia: ¡¡¡gol!!! La cámara le hizo un close-up al atlético y estilizado goleador mientras que el locutor, que al menos tenía la voz de Carlos, gritaba ¡gol, gol, gol, una computadora para los niños pobres de la escuela primaria "Carlos Monsiváis" de Portales! Un hermoso momento para el deporte de las patadas, explicaba otra voz en off, para la estética viril del futbol ("el juego del hombre", afirmaba el fallecido Ángel Fernández), la de Elenita, la Poni, como le dicen los que la tratan y admiran o al revés.
Debía estar soñando, aquello era increíble. En vano me puse un cigarrillo encendido en la mano para que el dolor me despertara. Pues nada, sentí el fuego y grité: alucinaba despierto. O quizá grité desconcertado porque la cámara enfocaba al portero del América y éste también era Carlos Monsiváis, en tanto que el jugador número 9 del Guadalajara, de rodillas, se quitaba la casaca y mostraba en su pecho desnudo un letrero que decía: "Princesa Poniatowska, te quiero" pintado con colores verde, blanco y rojo.
En el graderío miles y miles de personas con la cara patética, como de plañidera sin sueldo fijo, de Consuelo Zaizar, la dueña del Fondo de Cultura Económica (y yo que pensé que era una editorial del Estado, hoy más cerrada que en tiempos de Miguel de la Madrid, un ex presidente quien, por cierto, alardeaba su amistad con Monsi), todas vestidas de negro luctuoso, aplaudían imparables y hasta conseguían hacer muecas de felicidad, ya lejana de las penurias de la editorial derechista Jus y amiga cercana de Elba Esther Gordillo, quien todos los días asesina al otrora digno magisterio nacional.
Eso fue la semana pasada, ahora no leo periódicos ni revistas y menos atiendo medios electrónicos, me cuidan dos psiquiatras y sólo duermo un poco con diez ativanes de dos miligramos y siete váliums. En realidad, temo dormir, las pesadillas me muestran al imaginario izquierdista Carlos Monsiváis recibiendo su acostumbrado doctorado honoris causa cada tercer día, alternándolos con Elenita, la que los recibe los días en que su mejor amigo descansa. La Poni, la princesa, una feminista dedicada a elogiar caudillos (Cárdenas, Marcos, López Obrador, Ebrard, Monsiváis, desde luego…, alguien que asimismo ama el poder y el poder le devuelve el amor-pasión a través de todos los reconocimientos que es posible recibir en un sitio que jamás consideró a Elena Garro, una escritora muy superior, a la que Carlos, en el colmo de su sarcasmo para pobres calificó como "la cantante del año" en 1968. Creo que no sería tan complicado hacer un ejercicio de memoria y ver la historia con espíritu crítico: los héroes del 68 terminaron sus días ricos y afamados, los delatados por Elena Garro pasaron por los altos cargos de un Salinas o un Zedillo (Gilberto Guevara Niebla entre ellos, subsecretario de la SEP; nomás me pregunto: dónde están los revolucionarios marxistas: como los maestros de Efraín Huerta, en la cárcel o en el poder, bueno, ya nomás en el poder). Los domingos, según mis horrendos sueños, ambos, en lugar de reposar, recibían premios internacionales. De este modo, a Carlos que en su vida ha escrito un poema, le entregan el Nacional de Poesía o uno de prosa narrativa cuando jamás ha redactado una novela o un cuento o uno de cine (la diosa de ónix dorado) por su espléndido papel de sociedad civil en A pesar del fraude, estoy contigo, Peje admirado de Luis Mandoki. Finalmente tiene la beca a perpetuidad de literatura del Sistema Nacional de Creadores, él que es periodista, sí, agudo, culto, aburrido, ingenioso, críptico, oscuro, demócrata de tiempo completo, pero periodista al fin.

CONTRATAPA: NOTAS DE PARÍS

ENRIQUE IV de FRANCIA
Una vida agitada

Por Irma Bignon (Santa Fe-Santa Fe-Argentina)


Enrique de Navarra nace en Pau (Pirineos Atlánticos) en 1553. Es hijo de Antoine de Bourbon y de Jeanne d´Albert, reina de Navarra. Es educado por su madre en el protestantismo.
Muy pronto llega a ser el jefe del partido calvinista. Se casa con Marguerite de Valois, hermana de Carlos IX.
Al morir Enrique III, tercer hijo de Catalina de Médicis, Enrique de Navarra es el sucesor de la corona, siempre y cuando renuncie al protestantismo. “Paris bien vale una misa” – dice (según los historiadores). Se convierte entonces en el rey de Francia (primer Bourbon) en el año 1589 hasta el año1610.
La vida sentimental del “Vert-Galant” – todo Paris lo llama de esta manera, algo así como “el viejo verde”– es bastante agitada. Anulado su primer matrimonio, tiene favoritas que fueron célebres como Gabrielle d´Estrées, Henriette d´Entragues y Charlotte des Essarts.
Cierto día, Sully su ministro le espeta: “Sir, ¡acabamos de casarlo!”. Ante esta noticia, Enrique necesitará un buen cuarto de hora para recuperarse. Acaba de enterrar a Gabrielle d´Estrées. Se consuela con la bella Henriette d´Entragues. Pero las razones y las finanzas de Estado son más que importantes.
El contrato de matrimonio entre Enrique IV, 47 años y Marie de Médicis, 27 años, se firma el 25 de abril de 1600. Como un verdadero demonio, Sully negocia la dote:
¡600 000 escudos! más los gastos de viaje a cargo del papá de la novia, el gran-duque Francisco 1º de Toscana.
El primer matrimonio anulado, la ceremonia tiene lugar en Florencia el 5 de octubre. Enrique ausente.
Ocupado en guerrear contra el duque de Savoie, el novio no conoce a su prometida, a no ser por una pintura al óleo enviada por los florentinos. Los primeros arrullos epistolares datan del mes de mayo desde Paris, de Lyon, de Chambéry, de Grenoble donde Enrique toma su pluma, y le envía una bandada de cartas muy tranquilas. “¡Si me amais, sereis la mujer más felíz que exista bajo el cielo!” – escribe. “¡Si es decoroso decir estar enamorado de su esposa, os diré que lo estoy extremadamente de vos; pero me gusta más atestiguároslo en un lugar donde no haya testigos, sólo vos y yo!”.
En noviembre de 1600, Marie desembarca en el puerto de Marseille con toda sencillez: 20 galeras, 2000 hombres entre servidumbre, notarios y mariscales de familias nobles. Pero ¿dónde está Enrique? Allí no. En otra parte. Desde Montmélian, desde Chambéry, él la sigue bombardeando con sus ardientes misivas, cuando primeramente aún no conoce su fisonomía y además, entre batalla y batalla, coquetea con la bella Henriette (d´Entragues), de la que está perdidamente enamorado.
El 3 de diciembre, Marie llega a Lyon. Enrique se apresura lentamente. La boda por fin se realiza. Un memoralista resume así el acto: “El apestaba tanto que la reina se sintió mal” …
Sainte-Beuve, el crítico literario escribe: “Las cartas de Enrique IV son generalmente cortas, apresuradas, como las de un jinete que monta su caballo o desciende de él”. Cuando pensamos en los lazos carnales que perduran con Henriette, y las copiosas aventuras del Vert-Galant, esta encantadora correspondencia no tiene ningún valor afectivo. “He recibido con mucha alegría vuestras noticias. Yo no os amo como un esposo debe amar a una esposa, sino como un servidor apasionado a una favorita … No dejaré pasar más tiempo sin escribiros y aseguraros que mi deseo más violento es veros y sentiros al lado mío”… Por fin unas líneas que se aproximan a una carta de amor respetuosa y abnegada.
A pesar de las vicisitudes de la pareja real, tuvieron cuatro hijos de los cuales el llamado Luis será Luis XIII.

Con habilidad, energía y perseverancia, Enrique IV consiguió conquistar su reino, trayendo la paz a Francia y reparando los daños causados por una guerra civil que duró 40 años. Firmó la paz con España y en 1598 promulgó el Edicto de Nantes permitiendo a los protestantes ejercer su culto.
Con gran inteligencia y un espíritu flexible y penetrante, sus resoluciones eran rápidas, de una firmeza inquebrantable. Tenía el concepto de una política francesa fundada en el mantenimiento pacífico entre las diferentes nacionalidades de las autoridades europeas.
Famoso por su valentía, por su talento de hombre de guerra, sabía dar órdenes con la apariencia de un ruego, y siempre agradecía a aquéllos que lo obedecían, conservando la firme voluntad de ser obedecido. Supo imponer autoridad y respeto.

Una mañana, saliendo del Palacio del Louvre para visitar a su ministro Sully que se encontraba enfermo, en la calle Saint´Honoré, haciendo esquina con la calle de la Ferronnerie, su carruaje se encontró con una carreta que lo obligó a detenerse. Un fanático, François Ravillac, se abalanzó sobre el rey y apuñaleó su lado izquierdo. Enrique alcanzó a lanzar un grito débil y expiró. Era la mañana del viernes 14 de mayo de 1610. Tenía 57 años.

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