Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com
GACETA LITERARIA Nº 45 – Septiembre de 2010 – Año IV – Nº 9



Imágenes: Homenaje a la obra de la pintora Tamara de Lempicka (Varsovia-1898/Cuernavaca-1980)
Música: Seleccionar al pie de la revista

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

ARTE POÉTICA

Por Isidoro Blastein (Concordia, Argentina, 1933-Buenos Aires, 2004)

El poeta llega tarde a todas partes. Sin embargo, hay una hora extraña en que el poeta llega antes que nadie. Es una hora peligrosa de la tarde. Peligrosa y amenazante. El color de esa hora es el color de los domingos a la tarde, precisamente a las seis de la tarde. Yo creo que a esa hora la humanidad agacha la cabeza. Entonces uno siente que el miedo se le va acercando, lo va cercando, de a poco, en círculos cada vez más chicos, más unánimes. Entonces surge el poeta, viene a la memoria. Todo lo que todos los poetas han ido escribiendo desde el centro del dolor, des- de el delicado equilibrio de la locura. Todo va a estar ahí cuando el sol ya no está, cuando hay un solo ojo que nos mira y pasa la sombra del bisonte rápidamente a nuestro lado por la pared rota de una gruta oscura. Entonces todo ser humano desde el necio al soberbio va a recordar al suicida que escribió y vendrá la muerte y tendrá tus ojos; al fusilado que dijo no le tapen la cara con pañuelos / para que se acostumbre a la muerte que lleva; y al negado que una vez dijo con el número dos nace la pena. Para eso sirve un poeta.



PÁGINA 2 – CUENTO

EXTRAÑO SUEÑO

Por Celso Agretti (Avellaneda-Santa Fe-Argentina)

En la primera etapa de nuestros tiempos en el banco; me refiero a quienes ingresamos en el primer grupo de origen, tuvimos entonces un verdadero bautismo de fuego.- Las tareas nos superaban, las jornadas se tornaban complicadas y apenas podíamos desenvolvernos, y era mucho decir, más bien apenas nos defendíamos, y eso a los ponchazos.-
Más adelante se fue incorporando personal, y estacionando las exigencias de nuestras tareas, mermando el vertiginoso crecimiento.- Esto era lógico.- Al principio tuvimos un cúmulo de vinculaciones y aperturas de todo tipo de cuentas y operaciones, y pasado cierto tiempo eso se fue aquietando, mientras al mismo tiempo, mejorábamos en nuestra capacitación y en nuestra estructura.-
Digamos que le fuimos tomando la mano.-
Los días pasaron a ser cada vez más normales, y hasta teníamos algunos casi aliviados, especialmente ciertos días del mes, o de la semana.-
Aunque siempre continuaron habiendo cada tanto, por H o por B, días picos, de mayor afluencia donde se nos venía encima una avalancha de operaciones.- Por ejemplo, los días lunes ya lo asumíamos, así como los días sándwiches, entre feriados; pero peor era tras un feriado como el día “del bancario”, el seis de noviembre, por lo general hábil para todas las actividades tanto civiles como oficiales, pero feriado bancario en todo el país.-
Encima nuestro primer festejo nos cayó en lunes.-
Todo el comercio, industria y servicios y demás sectores económicos trabajaban como día normal, y nosotros de camping festejando con asado y vino, conmemorando por primera vez lo que desde allí sería “nuestro día”.-
Pero al día siguiente teníamos doble o triple trabajo.- Días verdaderamente complicados, especialmente en la caja.-
Yo todavía estaba sólo en toda el área, salvo la ayuda después del cierre que podía darme el gerente.-
Una de estas jornadas, terminamos bastante tarde de armar el efectivo y cotejar con las cifras contables.- La caja acusaba una diferencia espantosa, pero aún había que revisar las sumas.-
Nos fuimos a almorzar, bien tarde, y a descansar un momento; volviendo enseguida a continuar con el cierre y determinar mejor las partidas.- La diferencia se fue estableciendo en un faltante tan grande, que no podía ser ningún error de pago ni de recepción, debía ser otra cosa.- Quizás inversiones de números.- Analizamos todos los movimientos, y nada, la diferencia persistía.-
A la larga tuvimos que convencernos, estaría faltando dinero.- Una cifra disparatada, algo imposible, pero no obstante, todo indicaba que había un tremendo faltante.-
No teníamos más donde buscar.-
Se acabó el día.- Ya tarde de noche me fui a casa, destruido.- Abrumado y desorientado.- No sabía en qué iba a terminar.- ¿Qué más podía hacer? ¿Qué estaría pasando? Ni se me pasaba por la mente que podría haber cometido un descuido tan grande.- Sin embargo, esa noche, mientras manejaba las cincuenta cuadras hasta mi casa, sentía en mis venas un torrente de adrenalina y por momentos escalofríos de terror, y trataba de convencerme de no dejarme llevar por el pánico, y que todo se iba a resolver…
¿Pero cómo? ¿Cuándo?, mañana temprano empezaríamos una nueva jornada y ya tendríamos que ocuparnos de esa, cada momento se me iría consolidando la diferencia, y cada vez se me haría más difícil encontrarla…-
Al llegar a casa, con todo ese peso a cuestas, pensé en cenar algo, tratar de relajarme, descansar, y en última instancia, me llegué a imponer resignadamente: ¡Qué sea lo que Dios quiera!
Había llegado de visita una prima muy querida que no veíamos desde hacía mucho, y me pidió un favor, al que yo no podía negarme: Qué la llevara para saludar a otros primos al campo a unos cuarenta kilómetros.- No pude decir que no.- Fuimos todos, también mi esposa y mis dos pequeños, el más chico en brazos.- Caminos de tierra y bastante polvareda.- Una cubierta del auto se rompió cuando volvíamos, sin consecuencias, la reemplacé, y llegamos bien, sin otros contratiempos.- Pero se hizo muy tarde, estaba muerto de cansancio.- Había tenido un día muy largo y tenso, no conseguía zafar de mi mar de fondo; mi drama seguía acechándome y ni siquiera pude charlarlo con mi mujer para tener al menos el alivio de compartirlo, como siempre que uno busca ese apoyo en la compañía de quienes más nos quieren.-
Así con esa tensión fui a dormir.- Dormí como un tronco, pero un tronco en un río turbulento, tuve pesadillas afiebradas, alocadas, soñé disparates; pero uno de esos disparates me hizo dar un salto…- Serían las cinco o cinco y media de la mañana, ¿Qué disparate había soñado el último minuto que me hizo saltar en la cama?...
Soñé que había encontrado el dinero…
Fue una verdadera pesadilla.- Soñaba con un viejo almacenero de cabello y bigotes blancos, parecido a Einstein, que había vivido cerca de casa cuando éramos muy niños, entonces solía jugar conmigo y yo sentía como que me quería y me protegía.- Hacía más de dos décadas que había muerto.- Pero yo soñé con que él me mostraba dónde estaba el dinero que faltaba…
En el sueño yo era un niño pequeño, como entonces, y estaba con él; me tenía tomado de la mano y trataba de convencerme que lo siguiera, que no tuviera miedo.- Debíamos pasar sobre unas tablas que tapaban un pozo que estaba bajo una galería de una casona de antaño.- Yo no me animaba.- Entonces pasó primero él y desde allí me tendió las manos para que pudiera pasar sin temores.- Pasé, y allí había una habitación semi oscura donde se veía la caja número dos del banco, la que yo tenía a mi derecha durante mis jornadas de trabajo, pero nunca la habilitábamos.- Me aproximé, la abrí y allí, había billetes y fajos de todos los valores, casi lleno el cajón y las gavetas…
Desapareció el anciano, y yo me desperté, ¡y se me hizo una luz en las tinieblas!
De algún modo que yo no podía entender, ¿Podría estar allí el dinero que me faltaba?
Enseguida lo iba a saber.- ¡Desde ese momento me aferré desesperadamente a esa ilusión! Faltaba una hora o más para ir al banco, pero no me podía aguantar.- Hacía frío pero yo estaba transpirando.- El gerente solía ir temprano, así que sin esperar más me fui volando…
Entré como una tromba…, no me fui a ver a la caja, no, lo fui a buscar a él, y excitadísimo le trataba de explicar, pidiéndole alborotadamente que viniera a ver conmigo lo que yo esperaba encontrar, lo que tan patente había visto en sueños.- Me miraba asombrado sin entender, y yo cada vez más seguro que allí estaba nuestro tremendo faltante.- Además yo no me permitía siquiera tener dudas, me aferré a que aquello era posible, ya quizás como nuestra última alternativa...-
Abrimos la caja. Y tal cual lo había soñado, apilados del mismo modo, de costado como los había visto, allí estaban fajos completos y a medio hacer, por docenas, y saldos de billetes sueltos; en idéntico volumen, que en cuanto contamos era exactamente la cantidad justa y total de lo que nos estaba faltando…
¿Qué había pasado?
¿Cómo no sabía yo que todo eso estaba en esa caja?
Lo que pasó es que el gerente vino a ayudarme, en un día en que había mucho dinero para contar, armar fajos, y recontar; así que ayudándome trabajaba sobre la mesada de la caja número dos, la de al lado, a mi derecha.- Yo casi no lo veía porque teníamos una divisoria entre ambas cajas, además yo estaba concentrado en lo mío estableciendo arqueos y el resto del dinero.-
Nunca guardaba dentro de los cajones y gavetas; porque me los iba pasando a medida que los acondicionaba, pero esa tarde en un momento tuvo que retirarse para volver después, casi enseguida, y entretanto sí los puso, aunque transitoriamente.- Cuando volvió se había olvidado y siguió con otra partida nueva de lo que yo tenía.- Para nada se acordó después, de lo que había apartado; hasta que ahora abierto el cajón, cayó en la cuenta de lo que había hecho.-
De una cosa estoy seguro, yo ni inconscientemente pude saber que todo eso había pasado, ni que el dinero podía haber estado allí.-
¿No será que tuve realmente un protector?
Pero nunca pude superar el convencimiento, de qué sin poderlo explicar, tuve alguna ayuda desconocida.-
Sea lo que sea, me sigue asombrando.-



PÁGINA 3 – NUESTRA POESÍA

Gregorio Echeverría (Rosario-Santa Fe-Argentina

ARBOLADURA DEL OTOÑO

Este casco de cedro casi centenario crujiendo al mínimo
relente / las esforzadas curvas de sus cuadernas y los palos
volando más por el empuje de los sueños que por las propias
fuerzas / la preñez de sus paños virados a un ocre amarillento
las retorcidas cuerdas casi deshilachadas de ceñir y aflojar
un velamen exhausto / esta pobre osamenta de cáñamo y madera
cincelada en esperanzas y sudores / esto que de algún modo soy
el agua que me sostiene o el viento que me empuja / la herrumbre
que me corroe y los insectos que me comen / la galleta y el charque
que apenas me apetecen / unas gaviotas y el albatros que persiguen
mi sombra cada ocaso más ligera / el timón que cede menos
a la demanda de unos carpos agarrotados que a la angustia del verso
inacabado / el terror de los anocheceres y los puertos / el esquivo
horizonte burlando mi ansiedad con su circunferencia impávida
cada nube insinuando sus tentaciones y unos perfiles idos / un gemir
de ectoplasmas reclamando su tira de pellejo del ecuador del pecho
todo lo que me deben y les debo lo juego en una carta / voy mi resto
a una mirada que descubra en un pezón y un beso mi último poema. ◊
El Talar, 25 de diciembre 2006
Miseria blues / Premio Municipal “Felipe Aldana” / Rosario 2007


INTRIGA DE AMADOR

Alguien pregunta con acento de extramuros acerca del destino
del mundo y digo he aquí una pregunta pues el extranjero
no agrega precisiones a la cuestión y sonríe complacido
a un escruchante que lo acecha y al interés de alguna puta
que olfatea la ocasión de unos dólares extra y una comilona
de lujo / aunque el sujeto desalienta al manolarga mostrando
sus bolsillos vacíos y a la dama le pellizca el trasero murmurando
sorry darling / exponiendo a sus ojos azorados el parche de HIV
cosido a su bragueta y ella declara que no es por su dinero
es que su desamparo le recuerda su primero y gran amor —el único—
además no tiene (él) aspecto de turista sino más bien de náufrago
el viajero sonríe casi —nobleza obliga— presto a reconocer
su condición de polizón a bordo de una nave perdida entre unas islas
Amador alucina que ese rostro vejado por la desolación y las tormentas
le recuerda unas facciones acuciantes que cada noche a la hora
de afeitarse / lo interrogan con un rictus de burla acerca de su destino
y el del mundo / tras el azogue turbio del espejo. ◊
El Talar / noviembre de 2005
XXIII Premio Internacional “Ciudad de Zaragoza” 2006


MORIR EN BABYLONIA

El tiempo fluye / digo el tiempo fluye / me pienso mirándome
repetir como un mantra —hacia adentro— el tiempo fluye
ah tonto las fábulas ingenuas y el viejo Kronos y el reloj
de arena / lo que llaman recuerdos / eso que hace mi yo fluye
las noches que transcurrieron en las playas nubladas de Korinthos
unos pasos que nunca me alcanzaron / los aplausos y aquel escote
acalorado de Blackfriars / algún vaso de vino blanco azucarado
la mirada intensa de un ciego que se parecía tanto a Borges
los filosde una espada frente a la esfinge en el desierto o el batir
de los remos bajando hacia las Cuatro Bocas / fluyen sombras
esquivas que alguna vez me amaron y el perfil de casi todos
los regentes y los torquemadas / Alexandre se muere / queremos
ver a nuestro rey y desfilan irremediables huérfanos todos
mis soldados junto a mi lecho / apenas un minuto y en silencio
nunca llegué a reunirme con maese Shakespeare (varios siglos
y algunas diferencias sociales seguramente lo impidieron)
sin embargo me pareció su sombra circunspecta recortada hacia
el borde del oasis / visiones engañosas sin duda viejo Heráclito… ◊
El Talar / noviembre de 2000
Asunción en el Huerto / XIX Premio Internacional Tiflos / Madrid 2006


UN ALTO EN EL CAMINO HACIA SANTIAGO

¡Oh / hijo de Bharata! / has de saber que la oscuridad /
nacida de la ignorancia /
causa el engaño de todas las entidades vivientes.
Los resultados de esa oscuridad son la locura y el sueño.
Bhagavad-Gita 14.8


Hambre soy / una garganta seca y hambre soy / desembarco
en Tu noche con mis alforjas magras y mi cayado y el humo
de mis perros / poco para ofrecerte en canje hermano / acaso
este cansancio y dos o tres poemas por algo de pan y queso…
sobre el pie del penúltimo verso la jarra de vino de la piedad
(ora pro nobis) o del escándalo / el peso de esta vara de casuarina
asfixia mis crepúsculos y desalienta el ronroneo de las clepsidras
todo vidrio es en su final visión arena / toda ampolla es cada noche
inventario de pies sobre un camino / aunque camino pies ampolla
alforja y báculo resuciten en la humedad de un claustro
donde se acoquina mi vergüenza entre la reflexión azul
de los vitrales y me sonríe sin enigmas y sin esperanzas ya
la dentadura de mi rosa náutica (mi llanto se azoga en los cristales)
hambre soy / escasa piel sobreviviente y este cuero lumbar
transpirado —cuero sobado a golpes de puño y lágrimas
menos ácidas que las de aquella despedida impar— ya aunadamente
vidrio azogue y las exactas lágrimas repiquetean un compás
de tijeras obscenas erizadas de dientes y metáforas / pájaros
de la noche ¿por qué Donoso si apenas quedan vínculos? la urdimbre
(la telaraña) de un parentesco —otra costumbre— destellos
de remordimiento / ¿quod vobis videtur? / frente a la conspiración
de un pulso tesonero y una respiración que —exangües— no claudican
una garganta seca soy / no reconozco estas veredas que refractan
mis huellas ni el estertor cenizo de estos pájaros / durmiendo
pude haber apretado sus plumas yugulares / tal vez sonámbulo apuñalé
la piel de mis clepsidras / yago inerme con mis poemas y mis miedos
ante una Aduana cuyo funcionario / sin mayor interés y sin apuro
recoge mis confidencias con letra caligráfica y una barba cansada.
Tal vez ya. ◊
San Isidro, mayo de 1989
XXI Premio Nacional “Atilio Giraudo” 2007 / Arrecifes, Argentina.


Jorge Alberdi (Rosario-Santa Fe-Argentina)

SOMBRAS CHINAS

Quisiera ser
luz elemental / que palpita
para amar las figuras que crea
o múltiplo del segundo
en que una cosa no es la otra
antes de que
finalmente
la mirada
la mate en la forma arbitraria
del código.

SOLO DE SOMBRAS

Todavía
el sueño lácteo
no retuerce la vigilia.

Abrir los ojos
los míos, los tuyos
en la madrugada
y volver a desmembrarnos
sin preguntar.
Un diálogo
solo de sombras, jugos y gemidos.

INSTANTE

En el ahogado despliegue del día
cuando ya los muertos han muerto
en la volatilidad de un sueño
donde por un inconmensurable lapso
describieron el agónico placer de ser y no,
miro a la distancia
tratando de que la vista sea otra en su amplitud,
o el giro de la brisa
me vuelva hacia atrás
me transforme
me dé las alas que la noche colgó
y me levante por sobre el cansancio
de años y estupidez.
En ese instante que no es la pérdida
pero la vida pasa en un segundo
y se va por la alcantarilla
con sordo ruido
los soles ciegan
la calle ensordece
la ciudad abisma.
Cuando la nada es el horizonte
de esa mirada casi desesperada
vuelvo la cabeza
y me encamino hacia otro lado.

LA CONFUSIÓN ES CLARÍSIMA

La miseria alegra la contemplación
El escudo agrieta el ser
La devolución afirma el alma
Las bestias sugieren un paraíso
El espanto arma envoltorios de regalo
La ciudad es de piedra
La claridad del día enaltece las estrellas
El camino sinuoso empieza en la mujer
Los desperdicios de la euforia corrompen el músculo
El espacio es deshabitado por el tiempo
La incertidumbre fija el precio más alto
Los esfuerzos se licuan en una presencia
La mirada no puede faltar
El rebote del odio salpica las ventanas
En el techo no hay nada
Y tal vez todos hayamos sido músicos
Las cosas tienen saco
La red es imprecisa como la vida
No hay mascotas de dioses
No hay tronos que ensangrentar
Los labios se editan
Y todo sigue con mínimas diferencias.

EL GESTO

Con estas manos
que horadaron tu vestido
y trazaron un estuario
en tu piel.
Con los dedos que supieron
escribir pero también humedecer
los labios para que el aire caliente y estremecido
alimentara una nube ínfima
y la piel se esparciera
sobre el ansia
o el sabor de la menta
de la mañana
de la noche
de las sobras
que dejabas
como un rastro precario
mientras
de a poco
me despedazabas
y el alma de los trenes
ascendía en humo
al cielo de los esfuerzos.
Con el estupor
cuando
te diste vuelta
y estas manos
en vano
el gesto de mariposa
muerta en el charco
dibujaron
aquel verano demasiado caluroso.

ESTA RUTINA

No tengo más
que una boca que rememora
que se ahoga en la baba del recuerdo
que boquea lasa en la nada
porque otra boca se ha llevado
esta saliva
esta sal que da vueltas
y espumea en el vacío.

No tengo más
que la ansiedad
que agrieta las puertas
demuele los ascensores
quiebra el olvido

No tengo más
que el acento sobre la á
y apenas
una entrepierna herida
de soledad
de zeppeliniana soledad
maldita
como la cocina de la locura
como un blues perdido
en el desierto de la esquina
untado de orines y escupitajos
de almendras que nadie
recolectará

No tengo más
que la rutina de sentirte
perdida eternamente en la piel
lo que no es poco.

DESTINO DE AMOR

Mi destino es volverme hacia el espejo
buscar no mi reflejo
sino el hueco
de tu cuerpo en la cama revuelta
la ropa en el piso
la puerta de calle entreabierta
papeles que se mueven apenas
cenizas
fragmentos de la simulación

Mi destino es volverme hacia el espejo
único lugar donde el deseo
al menos tiene el lugar de la ausencia.

APARICIONES

“La niebla venía a buscarnos,
aunque estaba desde siempre”
Rogelio Ramos Signes


Estábamos sentados a la mesa de aquel bar
doblados en miradas y guiños de atardecer
y desde el fondo del espejo
un omitido apareció.
En la memoria, un segundo
bastó para que el rumbo de las ausencias
divagara.
Nos preguntamos por la punta del iceberg
nos preguntamos por nuestra sólida presencia
hasta que la pregunta nos desvaneció.
Somos espectros, ilusiones
que tienen conciencia de sí, engañosa.
Necesitamos que alguien no esté, para ser.
Es terrible, pero quizá
aquellas sombras, siluetas, nombres que insisten
en ser lo que no son
pertenezcan a una vida más real
en otro lugar, otro espacio
gente, al fin, que relata historias de muerte
historias de haber sido, sobre padres madres o amantes
que gritan nombres contra las paredes
y que cada tanto
invaden este mundo inconsistente
como un efecto de realidad.
La tiza con la que escribo mi nombre
la traza de la desintegración que me hermana
que nos vuelve relato
cristal oscuro de ideas como armas
tiembla en cada evocación
y mientras un niño se esfuma
nos sentimos horriblemente vivos.
Hojas secas que se queman
para que el humo justifique alguna realidad aparente.
Este dolor que no tiene el consuelo de la certeza
retorna como una elipse que niega la continuidad.
Quizá de tantos ausentes
seamos nosotros fantasmas
como esa niebla que viene a buscarnos
aunque siempre haya estado aquí
en la mesa
donde la ventana de un diario
habla de aquellos de los que no sabemos
pero quisiéramos tenerlos
sentados junto a nosotros
jugando con las migas
sobre el mantel.

La tarde cae, definitivamente.
(setiembre 2009, a propósito de tantos López)



PÁGINA 4 – ENSAYO

NOMBRES Y VIAJES

Por Jorge Isaías (Los Quirquinchos-Santa Fe-Argentina)

Hay anécdotas, situaciones, palabras que expresan un momento y por alguna razón uno las recuerda siempre. Hay amaneceres y crepúsculos, hay noche con grillos chilladores y con sapos que persiguen escarabajos aburridos a la luz mortecina y esquinera. Débil lamparita que daba lástima en la noche cerrada de los pueblos solitarios de entonces.
Y hay nombres. Nombres que tal vez hoy no digan nada a nadie o a pocos o lo que es más importante sólo a mí. Si yo digo por ejemplo Flaivani, Contreras, Castillo, Torres, Vera, Montesi, Montaldo, Peñaloza, Cella (a quien llamaban "Los Chelitas"), Giglio, Galo, Ibarra, Correa, Spína, Balquinta, Mansilla, Zinni, Fusco, Nocino, Di Benedetto, y tantos otros que fueron devorados por la boca sin fondo del olvido, y, que me empecino en tirar de sus hilachas para traer al presente escurridizo tanta vida humilde pero no exenta de su importancia que puede ser vista en un momento antes de que el óxido arreciara sobre ella.
Sin embargo hay un largo camino polvoriento que se pierde entre kilómetros de sembrados a cada costado los alambrados que sostienen las lechuzas curiosas.
Ese camino lo transitamos con mi padre, ambos en el sulky de mi abuela, atado a él ese matungo que se llamaba "Picaso". Nunca supe que fue de él, en qué campos blanquearon sus últimos huesos, en qué frigorífico terminó esa carne cansada, hecha a los más duros trajines del trabajo rural. Hasta que devino en caballo manso y sólo apto para el sulky, una jardinera, o, eventualmente un charret si mi familia hubiese sido empecinada al extremo de gastar esos lujosos carruajes, hechos a otros gustos y sobre todo ingresos monetarios de los que nosotros, obviamente, estábamos exentos. Aunque pensándolo bien, mi familia arrendataria, semianalfabeta casi toda, muy poco podría aspirar, salvo a esa dignidad austera que venía del trabajo y que era a la postre, todo su capital.
Con esto quiero decir que un sulky, una jardinera o un pequeño carro era señal suficiente para que nos sintiéramos realmente importantes.
A nosotros, ni para eso nos daba el cuero. Pero mi viejo no se preocupaba porque siempre había alguien cercano que tenía un vehículo a tracción a sangre como llamaba el periodismo de entonces.
Cuando mi abuela y mis tíos se mudaron a Rosario, en el barrio había quien suministraba un carro con su correspondiente caballo lento, inmune al látigo en su cuero curtido. El Pelado Míguez y don Manolo Gómez, por ejemplo. Mi padre le pedía a uno u otro, y en esa solidaridad de vecinos nunca se negaban.
Entonces mi padre me subía y me sentaba en esa tabla dura que fungía de asiento y luego de treparse él pisando un estribo de hierro me ordenaba tomarme con una mano de una baranda del carro y emprendíamos el camino hacia el campo.
¡Qué hermoso se veía todo desde allí arriba!
La perspectiva cambiaba radicalmente para mis pocos años. Primero las propias calles ya solitarias ya abigarradas de vehículos según la hora. Como las casas y los árboles y la propia gente iban pasando con lentitud al costado de mis ojos que no se apartaban un ápice del lomo del caballo, que visto desde esa altura, perecía más pequeño.
Esto, hasta que alcanzábamos la últimas calles del pueblo, entrábamos en esas estribaciones donde el pueblo se diluía en campo a través de sus primeras quintas de sus terrenos amplios y a veces sin tejido y sin alambrar.
¿Por qué realizaba mi padre estos muy esporádicos paseos y por qué me llevaba a mí -tan chico ? Es un verdadero misterio.
Fue su manera un poco primitiva de hacer relaciones públicas, siendo tan intolerante como era.
Elegía muy bien a esos chacareros buenazos a quienes les concedía esa prenda de amistad como era molestarse en pedir un vehículo prestado e iniciar esas excursiones. Era la poca gente con la que se sentía bien. Los D`Allosta, los Cicarelli y sobre todo los Clérici, en cuyas pequeñas chacras había trabajado desde muy joven.
Aprovechaba estas visitas, de mates, cuando no de asados, y solicitar permiso para tirar en esos campos unos "tiros a las perdices". Eufemismo que usaba para pedir lugar para cazar. Luego también mataba liebres o patos, si la ocasión daba y todo terminaba en la olla grande donde mi madre podía hacer maravillas con esa carne que nos dejaba su olor a salvaje fácilmente.
A veces volvíamos de esos paseos con algunas bolsas de blancos y fragantes marlos que irían a engrosar la pequeña troja que mi padre año a año construía de cañas en el gallinero.
Otras veces era invitado a "cuncuñar" maíz. Una palabra cuyo origen no pude averiguar y que me preocupa bastante. Remitía al acto de recoger maíz en los rastrojos donde ya había sido levantada la cosecha. Yo lo entiendo en el sentido de "repasar" el rastrojo para recoger las pocas espigas olvidadas en las plantas, que en general respondía a los terrenos bajos, donde la planta se caía y podía pasar desapercibida al "juntador".
De todos modos la "cuncuñada" podía reportar alguna bolsa chica que iba a engrosar la pequeña troja donde se guardaba para darle de comer a las gallinas. En un cajón de manzanas se atravesaba una planchuela de hierro y se raspaba la espiga contra ella sentándose "el desgranador" con una silla o banquito donde el cajón de marras se pudiera meter entre las piernas.
Al atardecer volvíamos felices; aunque mi padre siempre silencioso. Y al entrar por la última calle del pueblo, luego de atravesar el paso a nivel alto veíamos aquella casa donde vivía esa mujer hermosa: ¿Y usted Elba Miglio adonde se fue con su cabello que era una llamarada ardiendo en la soberana abulia del pueblo?



PÁGINA 5 – CUENTO

HISTORIA CALLEJERA

Por Elsa Hufschmid (Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

La funcionaria bajó del auto, se acercó a la mujer que, acostada sobre el césped, dormía profundamente.
El sol daba de lleno en su cabeza, desgreñada y sucia. Un brazo doblado hacía de almohada.
Tardó unos segundos en abrir los ojos, y mirar sorprendida la muy bien vestida y sonriente señora que le tapaba, con su esbelto cuerpo, el calorcito del sol.
Se sentó y apoyando su espalda en el árbol vecino, esperó.
-Buenas tardes señora, soy funcionaria de la Municipalidad. Vengo a ofrecerle un lugar más cómodo para vivir.
Aparte que no puede ocupar un lugar publico como vivienda, su salud se resiente con éstos fríos, la lluvia y la falta de techo. Por favor, acompáñeme y deje que el chofer le ayude a llevar sus cosas a la camioneta.
-Vea doña, yo no tengo frío, "la" agua no me lastima y los árboles me dan techo. Los pájaros de la plaza me acompañan a comer. Los perros vagos duermen a mi alrededor, calentando mis pies y los ruidos de la gente, los chicos, los autos y los colectivos, entretienen mi cabeza. No quiero irme, éste es mi lugar. Me gusta.
Con la mejor sonrisa que pudo fabricar la señora intentó iniciar otra forma de convencer, pero el gesto serio e imperativo la paró.
-No se moleste doña, de aquí no me saca, Yo elegí éste lugar para esperar a mi hijo, ese que se fue en el tren ¿vio?. Aquí te espero le dije, y así va a ser nomás.-
Se volvió a acostar tapando su cara con un diario, dando por terminada la conversación.
La funcionaria miró con desaliento a su chofer y se encamino hacia la camioneta
Esto debía resolverse a otro nivel. La golpeó la suciedad, la miseria, el desamparo. Pero más le dolió su impotencia ante el patético razonamiento de la mujer. Una vez más la realidad escabrosa destrozaba sus buenas intenciones.



PÁGINA 6 – NUESTRA POESÍA

Miriam Seia (Gálvez-Santa Fe-Argentina)

ECUACIÓN

Los campos desaparecen bajo el peso
del agua, por momentos ondula
la lluvia. Parece una danza
pero en su furia, clama.
Se derrumba sobre el pueblo
desde el cielo un parto
con un aullido intenso.
Cielo roto. Enteramente derramado ,
que no trae alegrías sino miedos,
mundo de bárbaros instintos desatados
donde deformes criaturas acuosas
pudren nuestros sueños, y no lloran.

Abruma el peso del agua.

Si memoro lluvias de la infancia
descubro que todavía tengo
la sensación de estar a su merced
con un abejar en el cuerpo.

Lluvia.
Viento.
Tiempo.
Miedos.
Ecuación que no resuelvo.

INTERVENIR EN EL OCASO

A veces pensaba que aquella tristeza
muda que mostraban las paredes de
la ciudad herida, era semejante al
verdadero rostro de su alma.

Es que ese frío era más
que un invierno rezagado;
era una cláusula del ánimo.
Un velo de nubes oscuras se extendía
como púrpura derramada, destilaba espinas
de luz del color de las granadas
Intervenir en los cobres
del ocaso, con el bastón
del viento.
Los árboles, desalentados, dejaron caer
sus hojas mostrando una calvicie irregular.

Mudar de esencia; ser fuego.

Y los soles, incrédulos, fueron juntando
soledades para deshelar.


Guillermo Ibañez (Rosario-Santa Fe-Argentina)

ESTADÍA

I

Escurrirse del sopor
de la oscuridad.

Clavar los dedos
en piedras de hastío.

Caminar hacia el delirio.

Los rostros demudados.

Consagrar el miedo,
al confín
de las transparencias.


II

Ahondar en boteales
libres imaginarios.

Porque apaciguan con furia
entre aristas de tedio
imponiendo evasiones.

El silencio exacto.
La estación perenne.

Transponer escalones
de memorias y estigmas.

III

Pregonar deseos
entre las esferas vítreas
sin encontrar
motivos audibles.

Llegada al lugar
de la opresión.

Edad sin escrúpulos
que escapa por siglos.

Con solos espacios
y viejos misterios.

La vivencia ausente.

Gastar la luz
en vorágines y sueños.


IV

Heredar la noche y la tierra
el mito silente
en la arena estéril
del joven desierto
suspendido del alambre rojo
que deslumbra el iris,
delante de la sombra que anticipa futuros
sueños de lémures ateridos
la gran confusión
la boca sedienta marchita
la invención de un tiempo
en la llanura del cielo
último estado en la demencia.
Lugar

Las puertas de los armarios están clausuradas
por las propias y las otras puertas.

Los buscadores de paz lo rompen todo.

Las puertas se escapan por las escaleras
de los buscadores de paz.

Los frascos lenitivos alcanzan a salir
llegando a las jeringas o las bocas.

Un vaso de agua o una aguja.

De pronto un golpe.

Una voz insuficientemente blanca.

Porque las guardianas del zoológico
pisan, enlutadas de blanco, sin ruido.
Los gritos, son volúmenes permitidos.

CONSTRUCCIÓN

La luz de la lámpara es de vidrio y gomalaca.
La mesa se asemeja a la fuente cercana de una montaña.

Un fumador de angustias que perdió su vida en un lápiz
mira la realidad hecha precisamente con lápices papel y
carne.

Los papeles sufren el aglomeramiento de los diccionarios
apilados.

Los lápices son caballos imposibles de domar.

En cambio la carne sigue siendo carne,
acomodándose al lugar que le corresponde,
en la mesa donde el fumador de angustias

come una montaña de su misma carne
y bebe por los ojos
un vaso de luz en cada sorbo enrojecido.

CAÍDA

Huir del pequeño diente hundido
en el atardecer de tu frente.

Virginal como una paloma negra,
como el pan o una retardada mental.

Hincado.

El ojo inyectado sale de su órbita y empieza
a caer, pasa por tu frente ahora oblicua,
resbala por tu nariz.

Las ilusiones son condenatorias
y los jueces sexuales imparciales.

Los hechos son ilusorios y los jueces eunucos.

Tus ojos miran el cielo hambrientos.

Tus ojos cielos, tienen apuro en deshacerse
del cuerpo del ojo.

Mi ojo penetrado. Mi boca empalagada
con los dulces de tu pelo.

Tu pelo colmando mi apetito
registrado en la guía turística de tus montañas,
tus lagos y tus cavernas.

Los dientes mastican visiones, todas mis miradas.

ATEMPORAL INTERVENCIÓN

lava lava lava lava
incierto si se trata de una mujer con ropas enjabonadas
o si del hombre espera que derrama su sexo sobre el tiempo

sólo se sabe lava
sobre las sábanas que lava la mujer del jabón
o impregnada en las sábanas del hombre
que espera sin ya más búsquedas inútiles
sobre el infierno de las noches solitarias
su lava y la esa mujer con jabones
y despues de excitarse
quién
la mujer que lejos lava la lava del hombre que la espera
o la lava del hombre tirada sobre desesperaciones
de no tener a la mujer que lava?

luego la mujer se siente tan molesta
que debe abortar también la espera del hombre
que sobre el pensamiento inyectó su lava
sin conciencia ni premeditación del dolor

aunque al fin los dos piensen que el médico
tuvo sus razones para impedir un hijo de jabón
producto de lava desconocida y psicofísica absurda
en una noche oscurecida hasta la imaginación.



PÁGINA 7 – ENSAYO

LILITH, VISIÓN DE SU PROTESTA EN NORMA SEGADESMANIAS

Por Carlos López Dzur (Orange County-California-United States)

Fragmento de su libro: Sociología política y cultural de la Diáspora

Con la perspectiva del «acaecer apropiador» («Ereignis») con que Heidegger descubre la «vocación de poeta» de Johan Christian Friedrich Hölderlin, sabedora de su tarea investigadora ante la expectación de la Abierta Comarca, «desde donde viene-a-la-presencia» lo Divino, también al igual que Hölderlin, una poeta de la grandeza y recursos de Norma Segades Manias expresa su nostalgia por la «falta de nombres sagrados».

El poeta de Lauffen, de quien se dijo «crecido en brazos de los dioses»[Javier Galarza, lo. cit.], el buscador de «lealtad de la vieja alianza, alianza sin sellos ni promesas, / de vivir solamente por la libre verdad», al que Heidegger respetara admitiendo que sí, «los poetas son ánforas sagradas / donde se guarda el vino de la vida, / el espíritu de los héroes»,me recuerda en su búsqueda a Norma Segades. En la búsqueda de la Noche Sagrada, o el espacio de lo Divino, rumbo a las tierras del espíritu, como peregrina libre, ella va.

En el poema Lilith (que pertenece a la primera sección de «Nombres en los enigmas», recontinúa la tarea de identificar con los nombres adecuados las figuras marginales y heroicas que, hoy por hoy, han sido subvertidas y agredidas con la desfiguración y la profanación. En su plenitud En nombre de sus nombres [Editorial Alebrijes: en Internet] es un trabajo maravilloso de Segades para cumplir esa tarea que Hölderlin dijera que quedó pendiente, o trunca: dar nombres o designaciones verdaderas a lo Sagrado.

Norma Segades, poeta de Santa Fe (Argentina), con más de 15 libros escritos, con el que aquí me concierne, nos lleva al Acaecer apropiador de la memoria, lo que equivale a ponerse al tanto de los nombres sagrados que aún faltan y las vivencias que a ellos les corresponde. En este punto del Ereignis que hemos venido discutiendo hay mucha luz, comarca abierta, para rehistoriar la esencia de lo femenino, en lo divino de su Acontecer, en su proceso sacro, que no es mera conceptualización por mecanismos institucionalizadores de control y poder.

Me detendré en los textos: Lilith y Eva. Ambos explican la tragedia que se vive hoy y marca, históricamente, la destrucción del matriarcado espiritual por las fuerzas del menosprecio institucionalizado a la esencia / espiritualidad / femenina. La calidad poética de cada uno de los poemas, la totalidad del libro de Segades, a mi juicio, es la historia sagrada de la feminidad y documento contemporáneo de expresión de la Hembra Transgresora, en lo que este término mienta de reinvindicación.

Comencemos por el primer texto «Lilith» que cito completo.
Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, varón y mujer los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo Dios: Sean fecundos y multiplíquense y llenen la tierra y sométanla; manden en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra: Génesis 1:27-28

En la tarde proscrita,/la penumbra de mi encolerizada cabellera/—como magma o demencia o llamarada—/eriza rebeliones primitivas en el profundo abismo de mis ojos./En la tarde proscrita,/mi locura,/enfrentando excluyentes reglamentos que me niegan posturas, actitudes,/en mitad de batallas a destajo bajo los laberintos del insomnio./En la tarde proscrita,/mientras rugen los tigres sus hambrunas de arterias/y ocultan las gacelas sus cuellos palpitantes/y un vendaval de esporas se proyecta en descargas de amores migratorios/porque la vida trepa en el silencio como un enredadera clandestina/que avanza entre los muros de la gracia/sin que nada se oponga/o la detenga/o avasalle su pulso borrascoso;/expongo ante la voz que no me nombra/este ímpetu de sangre avasallada por lunas desprolijas y cauces sin cordaje,/esta furia de afrentas arbitrarias renunciando al alivio del sollozo; /notifico a la voz de las ausencias/que no acepto/ni admito/ni consiento que el hombre que me dio por compañero,/ajeno a la exigencia de mis muslos,/violente complacencias y cerrojos;/porque yo soy Lilith,/hembra salvaje abdicando a calladas mansedumbres,/ a esta ultrajante furia de mordazas que corroe el idioma primigenio/amasado en los úteros del lodo;/yo no seré la esclava que obedece el mítico capricho del aliento,/no viviré cautiva del ultraje/aunque deba expatriarme en las orillas donde naufragan voces y demonios./[Norma Segades Manias: Libro completo: «En Nombre de sus nombres»]

Lilith («la Nocturna», según la etimología hebrea de su nombre, «Lil», préstamo de la literatura mesopotámica) es presentada, significativamente «en la tarde, la penumbra» por Norma Segades.

Desde la tradición talmúdica, ella es descrita como bella y ardiente y, considerada su «opulenta figura y espectacular cabellera ondulada», la hablante de Segades la toma en primera persona y se apodera de su voz para que haya una cercanía a su Acaecer apropiador. Entonces, Lilith se presenta orgullosa de poseer una«encolerizada cabellera», de ser «hembra salvaje» y querer ser amada, como «exigencia de mis muslos» por un compañero.

Algunos autores creen que la alusión a la encolerizada cabellera mienta «un animal de pelo muy abundante perteneciente a una antigua especie no precisada, ya extinta y probablemente desconocida en la actualidad». [Paloma de Miguel: Lilith, la sombra de Eva]. No quita el hecho que el cabello, como accesorio natural de los humanos, tiene importancia simbólica como un medio de expresión personal y social.

En tiempos prerrománicos en el Norte de Europa, cuando el varón llevaba el pelo largo, esto representaba su fuerza; en la expresión de su fertilidad. La misma idea sobre la longitud del cabello aparece en la Biblia. La fuerza varonil y los poderes sobrehumanos que caracterizaban a Sansón, líder de los israelitas y «escogido por Dios» tenía un sentido y el secreto (su larga melena, nunca cortada) sólo Dalila lo conocía. La traición de Dalila permite que, finalmente, que Sansón sea capturado por sus enemigos. Los griegos del periodo clásico, a 500 años antes de Cristo, aportan al simbolismo del cabello rizado la expresión de actitud. «Los rizos eran la metáfora de la turbulencia, el cambio, la libertad y el disfrute de la vida». El cabello puede verse como un signo de liberación, o «forma diferente de objeción», como en la época contracultural del '60 y 70.

En el sentido negativo, la palabra «rizar» (de la raíz antigua griego,«oulos») «está relacionada con la intriga» y, como en el alemán,'locken', en el «rizar» se implica tentar a alguien. Esta simbología entorno a la longitud y ondulancia del pelo, intuída por los griegos, es lo que explicará la transformación de la Medusa en Gorgona. «Su característica más bella, los rizos, los convirtió en serpientes». [«El cabello y la historia»: Pantogar, 2008]

En el folclor popular, Lilith es la Luna Oscura, representada como una mujer seductora, desnuda, con pelo rojo rizado que se extiende como un manto a su alrededor «y que tiene por costumbre sentarse sobre la concavidad de la media luna», visible al tercer día de la luna nueva. Segades aprovecha este código en su poema cuando dice que su sangre está avasallada por lunas (hecho que puede mentar los ciclos de menstruación).

En la autopresentación introspectiva de Lilith, la condición de su cabello alude a la sicología de su actitud y de su mirada examinadora. Su pelo se eriza en señalamiento a la vigencia de las primeras «rebeliones primitivas». La hablante se pregunta, con respecto a su conducta, si se trata de locura, «demencia o llamarada». Llamarada implicaría rebelión, en cuanto a un momento externo de intensidad de la luz. O el fuego interior que la calienta, o encorajina. Y la luz es un momento cognitivo, neuronal, de comprensión. ¿Hacia qué se dirije esta sensación de calentura («magma» mental) y erizamiento que da señal en el pelo, que inclusive le provoca insomnio? Segades Manias aprovecha etopeyas sensoriales para acreditar al personaje como ente pensante, sensitivo y carnal.

La definición de su problema es clara: Lilith se enfrenta con«excluyentes reglamentos que me niegan posturas, actitudes». Se siente ultrajada y censurada, cohabita entre una «ultrajante furia de mordazas». Rescatada de su memoria arcaica, dándole voz con su hablante, la poeta santafesina no describe a la Mujer que prostituye, sino una que se queja de lo que se viene haciendo con ella y que la ofende.

«En la tarde proscrita» de esta penumbra, se establece «un momento previo al actual orden social patricéntrico que ha prefijado determinadas pautas de relación entre hombres y mujeres» (Paloma de Miguel, loc. cit.). En el texto de Segades, Lilith llamará a este proceso «furia de afrentas arbitrarias», a las que ella no buscará el«alivio del sollozo».

Si partimos de la idea de que Lilith es la alegoría de cierto conflicto colectivo, o que ella es símbolo del matriarcado derrotado (un signo histórico vinculado al ocaso de las Diosas Madres), se entiende su sentimiento impetuoso ante la: «sangre avasallada por lunas / desprolijas y cauces sin cordaje». Así como la «misoginia íntima»precede a todos los tipos de feminicidios (el sexual serial, el sexual sistémico, el feminicidio en masa y el infanticidio femenino), la alusión a la sangre avasallada es una metáfora poderosa que habla de agresión y desatención. Lilith se ha quejado aquí de algo más agresor que los reglamentos. «Cauce sin cordaje» es alusión a una sociedad que se ha descontrolado. «La vida trepa en el silencio como un enredadera clandestina que avanza entre los muros de la gracia / sin que nada se oponga».

El silencio es una actitud cómplice, pasiva, que no defiende la Gracia, o la deja indefensa, y Lilith dice que tal actitud debe inspirar clandestinaje. La vida no puede quedar frenada y burlada.

En la frase poética, la vida es impulso activo, pulso borrascoso. La vida «trepa» como una enredadera sobre muros. La vida es serpentina, se enrosca y se impulsa y se reimpulsa, a pesar de todo. No se trata de que la esencia humana sea la violencia, aunque tenga«pulsos borrascosos». Es, más bien, un equilibrio vital que demora, esto es, aún no logrado y que tiene que prevalecer en la Altura de la Gracia. En su texto, Segades refiere ese nivel como Gracia y no la equipara al silencio, o una bondad absoluta. La Gracia es reciprocidad y equilibrio, en atención a las necesidades. Como la vida en gracia no es silencio, Lilith abdica las «calladas mansedumbres».Sabe que la pasividad (o ley del menor esfuerzo) es el preámbulo de las proscripciones. Y, si bien, la criatura humana puede ser cómplice hasta de lo que no quiere, al serlo deja de evolucionar hacia el nivel más alto.

En esta proclama contra la esclavitud y declaración de independencia sexual y espiritual que emite Lilith, está implícita una definición de transgresión. No se transgrede contra lo bueno por capricho. No hay una ética del mal, o contra la bondad, como se pretende con su ligera mención en el Libro de Isaías o en la literatura talmúdica, en la que«una criatura espontánea y libre, de fascinante belleza... posteriormente se convirtió en un ente maléfico, en un ser de la oscuridad» o «madre de gigantes y monstruos» (Paloma de Miguel, loc. cit.) Como transgresora, Lilith desacata, desobedece, se encorajina ante lo inadmisible.

«Yo no seré la esclava que obedece el mítico capricho del aliento, / no viviré cautiva del ultraje aunque deba expatriarme en las orillas donde naufragan voces y demonios» [Norma Segades Manias: Libro completo: «En Nombre de sus nombres»].

Paloma de Miguel apunta: «En el contexto judaico se la tiene por un ser nefasto y un ente maligno en general; de ahí su asociación con lo diabólico y su vinculación con la tentación y la transgresión»; «Lilith ha abierto las puertas de lo prohibido. Lilith ha roto con lo estipulado por el Creador para la raza humana. Ha quebrantado lo establecido, se ha querellado contra el orden natural de las cosas, ha abandonado el lugar propio de la Humanidad» y «por ello se ha colocado fuera del mundo de los hombres y se ha convertido a sí misma en apátrida, en exilada, en extraña» (loc. cit).

Cuanto se desprende del mito, desde el punto de vista antropológico, es una visión de la transgresión que revela que no hay un a priori del pecado, sino un innato guerrero (rey / reina de abajo) que, en la criatura humana, lucha contra la demora de su libertad y disfrute en la Gracia. Esta es la primera mujer que se opone a los síntomas de violencia y brutalidad no dichas que permean las relaciones de género. Lilith es esa voz e idiosincracia de persona:

«... notifico a la voz de las ausencias/que no acepto/ni admito/ni consiento que el hombre que me dio por compañero,/ajeno a la exigencia de mis muslos,/violente complacencias y cerrojos;/porque yo soy Lilith,/hembra salvaje abdicando a calladas mansedumbres,/a esta ultrajante furia de mordazas que corroe el idioma primigenio
amasado en los úteros del lodo...»[Norma Segades Manias: Libro completo: «En Nombre de sus nombres»].

Desde este «idioma primigenio» desde el que nos habla la «Lilith» de Norma Segades, que es el lenguaje simbólico, «verdadero lenguaje de la Humanidad, característico del mundo interior humano», [Paloma de Miguel: Lilith, la sombra de Eva] también puede diferenciarla de «Eva», la segunda esposa de Adán y, así de los hombres. A nivel sicológico, Lilith es la energía de la inteligencia / o la líbido / que opera sobre los impulsos inconscientes, activándolos.

La interpretación kabalística ilumina este rol de la iconografía en torno a Lilith cuando se interesa en «bello animal, ambiguo ser a medio camino entre el humano y la bestia». Verla marcharse del Paraíso, la Morada Abierta de lo ontológico, e internarse en los «abismos más profundos», en el ocultamiento, en lo latente que pese a tal sigue vigente, «en el profundo abismo de mis ojos», puede significar un viaje al Subconsciente Colectivo, a Lo Profundo, a la zona esencial de lo Sagrado.

Me impresiona en ambos poemas de Segades, «Lilith» y «Eva», que su exploración de estos personajes sean «miradas» desde «el profundo abismo de mis ojos», expuestas «ante la voz que no me nombra», pero«en nombre de sus nombres». Con esta cautela aproximativa, Segades deja una puerta abierta a la posibilidad de que la verdad antropológica de las primeras Madres (Lilith / y la segunda Eva) algún día sean explicadas como criaturas en tránsito evolutivo, entre lo humano y la bestia; pero, también la puerta ha quedado abierta para que se entienda el aspecto sicológico colectivo: la represión, lo oculto en el interior de la psiquis colectiva como parte de su tránsito posthistórico como Mujer / Madre mitocóndrica original.

El mito ya establece unas condiciones sociales, políticas y espirituales, si bien aún vagas y poco determinadas, se relacionan al colapso del matriarcado. En el poema de Segades, Lilith no es ni fascinante demonio hembra ni generadora de seres aberrantes. No es un ser maldito. La poeta se limita a definirla como ser transgresor, capaz de ver la malignidad y peligros de su entorno. Dispuesta a asumir, sin sollozos ni complicidad, el aprendizaje que la compete.

Lilith es enigmática porque desafía lo incierto y las condiciones presentes de su temor y, diría que es ella como un animalito en alarma, desafiado, provocado y, por sentirse ofendida, es que se desata su agresividad defensa.

Sin embargo, siquiera a nivel de mitos o protomitos, si la consideramos hembra, hay testimonios del daño que cometido por ella la hace digna de reprobación. La literatura, o leyendas en torno a su peligrosidad, es sólo la maledicencia que, al mismo tiempo, se mezclaría con su ejemplaridad y adoración. El fenómeno histórico posterior que se transluce, si vamos a su más lejana fuente, no talmúdica, del mito es que moraba entre las ramas de un árbol que la mismísima Inanna plantó en un jardín sagrado de la ciudad de Uruk. ¿Y tiene sentido peyorativo que ha hembra tenga morada un árbol? ¿Es sólo por esto que ha de llamársela «hembra salvaje» como si tratara de la progenie del simio?

Mitos posteriores hablarán sobre Lilith asociándola a las «criaturas indomables, inocentes, ardientes y salvajes, que fascinan y enloquecen a los campesinos enamorándolos sin remisión» (Paloma de Miguel, loc. cit). De las sociedades remotas, esto no debe sorprender siendo que la gratificación sexual es instinto básico del que el varón, desde los siglos remotos, ha sacado ventajas. En adición, el sexo con bestias, en tiempos pasados, fue común. Hembras «inocentes, ardientes y selváticas», asociadas al prototipo de Lilith, son las candidatas ideales, si es que se presupone que Lilith representara la hembra más feraz y lúbrica, la que será posteriormente difama como tipo y figura de adulterios, brujerías, infanticidios, culto a ídolos sacrílegos y otras aberraciones. De hecho, Paloma Miguel que el catálogo de las acusaciones misóginas que se creara en torno a Lilith incluye a la cruel reina Lamia, transformada en fiera que devoró luego a sus hijos), a «ninfas de los campos de tersos cuerpos etéreos, relucientes de sol», a Nereidas que «simbolizan la belleza femenina idealizada», pero también la vanidad y la inconstancia (David Fontana, op. cit.). En el Zohar, Lilith es «Hayo Bischat: la Mala Bestia», de quienes descienden nuestros actuales monos. La demonología medieval le asigna el papel de «uno de los siete demonios tradicionales», con «faz humana», busto desnudo y su cuerpo, con larga cola de serpiente. En fin, «ente maligno semianimal o medio humano», al que habría que privar, en el plano físico de las «delicias de la fecundidad». [Paloma de Miguel: «Lilith, la sombra de Eva»].

Mas concluyamos este apartado séptimo, con una simple idea, Lilith representa la activación del carácter conscientivo de lo Femenino, no sólo en cuanto a belleza erótica y fuerza fecundativa. Ella habla de cierto aprendizaje en torno a la transgresión. Un aprendizaje que implica al sufrimiento, o dispuesto para educarse reactivamente ante el temor, de modo que sea posible ascender y acceder a su verdad interior. Toda la negatividad asociada a Lilith (o esas interpretaciones que la pintan «muy enigmática y bastante siniestra, fatídica y perversa, indómita e impetuosa, celosa de su independencia, rotundamente atrayente, de ardientes deseos y de contundente seguridad en sí misma»), lejos de serle acusadora, con razonable causa, son el testimonio de sus virtudes vitales y lo que ella asume en su tarea, tras abandonar el Paraíso.

Bibiografía
[Norma Segades Manias: Libro completo: «En Nombre de sus nombres»] PDF.
[Paloma de Miguel: «Lilith, la sombra de Eva»]
[Artículo sin autor / «El cabello y la historia»: Pantogar, 2008]



PÁGINA 8 – CUENTO

REMOTOS Y FASCINANTES FRAGMENTOS DE LA MEMORIA

Por Ángel Balzarino (Rafaela-Santa Fe-Argentina)

Ahora despertaba un sentimiento de ternura o de infinita piedad cuando deambulaba por el pueblo a pasos nerviosos o, deteniéndose de pronto, efectuaba raras contorsiones con los brazos y el cuerpo mientras recitaba un poema o hacía la representación de una escena teatral. Nosotros, los que la conocíamos desde la niñez y habíamos compartido juegos, estudios y los sueños que pretendíamos concretar cuando fuéramos grandes, la observábamos impotentes, lastimados por su figura escuálida y cubierta con ropas deshilachadas y bastante sucias, con el deseo de reflejar algún signo de protesta o indignación al no poder hacer nada para librarla del ya imbatible desvarío.
No. Nadie hubiera imaginado algo así. Sobre todo porque desde muy chica parecía tener marcado un destino luminoso y de notable relevancia, cuando empezó a demostrar una especial cualidad para recitar un poema o interpretar diversos personajes en las obras representadas en la escuela para el 25 de Mayo, 9 de Julio y las fiestas al final de los cursos de cada año. Poco a poco resultó infaltable en la realización de cualquier acto. El ardor y seriedad con que desempeñaba el rol asignado llegó a definir su vocación. Aunque destinataria de los elogios y las felicitaciones, sin duda era su madre quien más disfrutaba de esa situación. La perspectiva de que llegara a convertirse en una gran actriz la colmaba de orgullo y justificaba la desmesurada cantidad de libros que compraba en la única librería del pueblo con el propósito de inculcarle el gusto por la lectura y el conocimiento por las disciplinas artísticas.
Las incontables actuaciones en la escuela y después en el salón del Club Social con el grupo de teatro independiente que había formado, nos hicieron creer que se marcharía a la capital o a una ciudad importante donde iba a tener mayores posibilidades. Pero todo se derrumbó. Abruptamente.
Fue después de la muerte de la madre. Si bien de pronto, al perder el pilar que siempre le había brindado apoyo y orientación, se encontró desvalida y sin saber qué hacer, la presencia del padre comenzó a tener inusitada vigencia. Entonces nos percatamos del desdén y aun el desprecio que le merecía lo que ella realizaba, no sólo porque jamás había presenciado alguno de sus trabajos sino por el tono despectivo con que solía responder a cualquier comentario sobre ella. Ya está demasiado grande para esas pavadas. Es hora de que haga algo provechoso. El camino que con tanta obsesión la madre quiso trazarle quedó bruscamente trunco y ella ya no tuvo el valor ni la determinación para romper las ligaduras, alejarse de la sombra nefasta del padre, intentar suerte en otro lugar, luchar abiertamente para poder cumplir su auténtica vocación. Nuestras ansias de ver su nombre en grandes titulares y su figura embelleciendo las revistas y alguna película quedaron definitivamente perdidas el día en que empezó a trabajar en la tienda del padre.
Como si fuera una propiedad de todos los habitantes, tal vez por el afecto y la admiración provocados por tantos momentos de emoción y alegría que nos había regalado, no pudimos aceptar verla allí, detrás del mostrador y trajinando con telas y clientes, bajo la dura y vigilante mirada del padre. Al principio tratamos de sacarla de esa rutina exasperante, le pedimos que regresara al grupo de teatro independiente, prometimos ayudarla para realizar sus aspiraciones. En vano. Adusta, con un creciente desapego por cuanto ocurría a su alrededor, rechazaba con secos monosílabos cualquier ofrecimiento. Cada vez más nos asaltó la idea de considerarla una prisionera. Aislada. Indefensa. Y así, con la impotencia de no poder modificar algo que ella ya parecía aceptar como una fatalidad, nos convertimos en testigos de su paulatino desmejoramiento.
A través de rumores y comentarios pudimos develar el modo como se desarrollaba su vida: el clima hostil que imperaba en la casa; las repetidas discusiones con el padre entre llantos y gritos furibundos; el rostro resplandeciente de él cada vez que se entregaba a la tarea de quemar una pila de libros en el fondo del patio; la marcha sigilosa de ella por la noche hasta la librería donde, por algunas horas, la dueña le permitía saciar la urgente necesidad de leer. Pero los signos de desequilibrio empezaron a notarse a través de la conversación con los clientes, ya que en vez de referirse a la operación comercial, prefería decir algunos versos del Canto General o parte del monólogo de Hamlet.
Al morir el padre, ya parecía una anciana con sus cuarenta y tres años. La piel extremadamente pálida, con una delgadez que insinuaba la forma de los huesos, la mirada perdida en algún punto indefinido. Sin noción de la realidad, regresó al tiempo en que daba cauce a su incipiente vocación, cuando se mostraba plena de vitalidad. Después de permanecer tantos años enclaustrada en la casa, empezamos a verla cruzar otra vez las calles. Presurosa. Observando todo con ansiedad y aun deslumbramiento, como si tratara de adaptarse a un sitio totalmente nuevo que descubría poco a poco. Hasta que, deteniéndose en cualquier esquina, revivía a través de gestos y palabras alguna de aquellas interpretaciones realizadas en la infancia.
Y para eso comenzamos a esperarla. Ávidos por recuperar una época que tanto nos había regocijado. El poema La bailarina de los pies desnudos. La escena en que Yerma mata a su marido. Los primeros versos de Hojas de hierba. Nos bastaba pedir y ella, luego de unos segundos en que trataba de encontrar en algún punto recóndito de su mente la respuesta adecuada, nos complacía. Generosa. Entusiasta. Entonces nuestros aplausos y gritos exultantes resultaban no sólo una muestra de agradecimiento sino más bien el modo de premiarla, de atenuar el sentido de la frustración que la había marcado con un estigma indeleble y reconocer las cualidades descubiertas años atrás. Nuestro propósito quedaba colmado cuando dejaba aflorar una sonrisa. Dulce. Gratificante. Que parecía otorgarle un fugaz momento de lucidez, orgullosa y feliz por la retribución que recibía, disfrutando el privilegio de representar el papel de la actriz que siempre quiso ser.



PÁGINA 9 – POESÍA ARGENTINA

Daniel Adrián Madeiro (CABA-Buenos Aires-Argentina)

¡AY, ESE MAR!

En esos profundos parajes aparecen las oscuras sirenas nocturnas...
Van señalando el camino de las últimas literas, las más seguras,
a todos los marineros
que han descendido de los tifones.
En mares profundos – Harry Martinson

¡Ay, ese mar!
Cómo arrastran las olas
tanta arena indefensa,
tanto insignificante
retazo de la fortaleza.

¡Ay, ese mar!
La marea está siempre
ansiosa por las vidas,
anhelando la sal
de los que lloran.

¡Ay, ese mar!
Bestia insaciable,
sombra voraz
que todo lo quiere,
que todo lo engulle,
hasta al mismísimo
Harry Martinson.

I

Que alguien haga algo,
la nave se está quemando.

Es poco el aire limpio,
se acaban los recursos,
la peste avanza,
la naturaleza se descontrola,
los ánimos se subvierten.

El odio tomó el timón
y el sentido común
ya no es regla frecuente;
los que rezan lo hacen sin fe,
los que sólo creían en sí mismos
se están desplomando.

Que alguien haga algo,
la nave se está quemando.

Los que dirigen miran sus bolsillos,
los dirigidos se pervierten,
los niños no ven futuro,
los adultos no construyen mañana.

Es un incendio enorme,
es una destrucción voraz,
es un flagelo nacido de la ignorancia.

Que alguien haga algo,
que tú hagas algo,
que yo haga algo,
que todos hagamos algo,
la nave se está quemando.


Miguel de la Cruz (Anguil-La Pampa-Argentina)

Poemas del libro "El sendero sin bordes" de Miguel de la Cruz y El taller blanco
Heterónimos con seudónimos


RESPETAR EL ORIGINAL

A esta altura es la canilla
que gotea en la noche
la pérdida que es urgente cerrar.

Murió el maestro de artes y oficios
pero su voz resuena
con el eco de las gotas
en la cabeza de su discípulo.

Si no va pronto a cerrar esa canilla
tendrá que oírlo toda la noche.

Su lección principal
-la clave del maestro-
le estuvo dedicada
al repaso de las cosas
una vez que se usan
y hay que guardarlas en su lugar.
Guardarlas, no esconderlas.
Cuando te hagan falta,
tenerlas ahí, frontales, directas, indivisas,
no forzarlas al hábito de la rigidez
que esclerosa el flujo de aprender y enseñar
cómo un oficio puede derivar en un arte.

Simplemente el orden de las cosas
era para el maestro un detalle
que debía perseverar en su fuente;
porque aunque les corresponda
una ubicación menor
entre los estudios de armonía,
las cosas por sí solas
guardan un proceder en común
con el origen abismal
de la sustancia informe.
Todos los destinos vienen del mismo polvo
y todo al mismo polvo está destinado.

Su lección monótona y sencilla
como el grillo de Nalé Roxlo
volverá a oírse una y otra vez, al menos
si el discípulo no hace algo
por ahorrar una pérdida inútil
¡el agua de tomar
al resumidero de las cloacas!

No, si no hacés algo, y pronto,
voy a tener que ponerme pesado
recordándote que
no te acostumbres a dejar tiradas
las herramientas en cualquier parte.
Por algo cada una tiene su silueta
pintada en el tablero.
Sólo cuando algo se pierde
un espectro ocupa su razón de ser
y lo que te falta, lo que ahora te sobra,
está describiendo el vacío de la pérdida
con la forma que supieron darle
los más preclaros artesanos
los antiguos maestros.

El discípulo sabe que una digresión
de su maestro no implicaba
la demora de un acto
sino el impulso de hacer
transparente la voluntad.

Así que
¡manos a la obra,
a moverse!

Se levanta de la cama y
en menos de lo que dura
el ajuste a la derecha
de una rosca izquierda,
ya está de vuelta acostado.

Le cuesta creer que la canilla
esté cerrada
y él en silencio.

El maestro ha retornado a su abismo.
Tulio Sandoval, apunte s-12

EL SENDERO SIN BORDES

Para entrar al sendero sin bordes no hace falta que tenga en regla mis papeles
Tengo que perderme en campo raso
donde el desierto supo ser una frontera
Perderme para desconocerme ¿no es la evasión perfecta? El sendero sin bordes
gira alrededor de quienes lo caminan
no sigue una recta dirección
¿Quiénes seguirían por él
una recta conducta?
¡Bah! algunos nombres propios me hacen bostezar
tan leves en la inmensidad donde suenan
a nombres de huracanes
a promesas de grandiosidades para siempre incumplidas
Y todos los ecos se alejan de sus causas ruidosas
y pierden chismosidad en el rumor
¿No es la evasión perfecta
que tome al sur por norte
y al extravío por un lugar
que me faltaba conocer?
Menos avanzo y mi visión mejora:
el olvido vuelve vago al recuerdo
pero no lo borra
el recuerdo más o menos se deja olvidar
Estoy desbordado de nubes montañosas
que cambian todo el tiempo de parecer
deformándose en mudas explosiones
por alguna teoría indefinida
Tanto se ha extendido el presente
que se adelantó al porvenir
A las dos o tres cuadras seguras
que he dejado atrás
por suerte no hay regreso
La discusión en casa de una suegra
se sobrevuela entreabriendo los ojos
Veo larvas de chispas en el aire
mínimos esquemas de relámpagos
No hay púas que atravesar
Aquí no se exterminan a los evadidos de un imperio
No es un campo que se vacía de la noche a la mañana
repitiendo una orden de fuego contra el límite de los cuerpos
La intemperie no puede dividirse
en una parte que me corresponda
y en otra parte que me excluya
¿Mi parte despierta es menos imprecisa
que mi parte dormida?
No sudes cuerpo
por el placer que un día
se duela con el rencor de lo viejo Alma no enloquezcas por confundirte con una cabeza que te niega El sendero sin bordes
no lleva a una cita envenenada por una delación
Ningún desvío hacia un desarmadero
donde transan metales de máquinas robadas
por cascajos que arrancan con ruidos explosivos
¡probando! ¡probando!
con la cantinela de una radio
en una transmisión de cazadores
Quienes andan el sendero sin bordes
de chicos se perdieron en una cacería de grandes
y al fin se orientaron por el silbido de las balas
y cumplieron la mayoría de edad
Si el verdor avanza o retrocede
es porque estoy viendo pastar un caballo
Así dirige la mirada el sendero sin bordes
Lo lejano se pone a girar con lo cercano
como ver lo cercano y lo lejano
desde un ómnibus
cuando dobla una curva
y la ruta se suspende en un claro de inmensidad
"Hay que despegar de este km 0
Algún pasajero sintoniza el mensaje
y quisiera que el viaje siga por ahí
Vio más de la cuenta
Un espía no puede revelar su secreto
Tiene que moverse por claves
Está perdido
Ha entrado en el sendero sin bordes”
Miguel de la Cruz

CON ESPLENDOR

empieza a llover sobre la playa de piedra
Con igual esplendor, las piedras
Las piedras se dan en colores
engañosos bajo el agua
Y lo mismo el vapor
del agua fría sobre piedras calientes:
se empaña
la costa de enfrente
que bordea el río
con esplendor

Rayos desherrajan ecos de largos disparos
y enfilan por el lomo de la barranca
con un fuerte esplendor

Dos nenas se bañan en el río
¡cómo si el agua no pudiera conducir hasta ellas
la descarga de un rayo
y ahogar el aire que respiran!
Nadan como si nada
Con el mismo esplendor se bañarán mañana
Con igual esplendor la barranca se enciende
en “sí”

Un hombre rojo imita de ellas
el esplendor sigue bañándose

Mucho hacía que no bajaba de la isla
donde vive de noche
apartando sombras con un farol
Gritos y ojos concéntricos
ocupan menos territorio en la isla
que en su terror

La tormenta se va alejando con esplendor
Con igual esplendor sigue la correntada del río
un celaje esmeralda que se disipa hacia el mar

¡Ya basta de esplendor!

Las dos conquistaron un compinche
Y el hombre rojo se ha entregado
a una clara revelación:
Hay que medirse con fuerzas desconocidas
para entenderse con el riesgo de la felicidad

Las dos le están pidiendo
que suba con ellas a la barranca
“Dale -le dicen- queremos ver en dónde
cayeron los rayos antes de que las piedras
se enfríen”

Y el hombre rojo se enciende en “sí”
sacado de aquí y de allá
de este lado y del otro lado de la isla
o de la hora incompleta en que nació
y del día incompleto en que morirá

Hombre rojo subiendo a una nave de piedra
sobrevuela un mar que desemboca en un río
Hombre rojo tomando por asalto un volcán enterrado
alucina una isla donde vivir no sea rodearse
de temblor

Así lo acechan y no retrocede
Es el guía de las dos que lo siguen
primero en subir
último en bajar
el gran caballero
el hermano mayor

¡por fin al encuentro
de las quemaduras que los rayos dejan
al borde de un abismo!

¡por fin una descendencia
que lo sigue, gritos y ojos concéntricos que lo animan
a seguir subiendo!
Leandro Vaz



PÁGINA 10 – ENSAYO

ESTATUTO DEL HOMBRE, LA MUJER Y EL NIÑO DEL MUNDO RENACIENTE

Por Aldo Novelli (Neuquén-Neuquén-Argentina)

Artículo 1.

El hombre y la mujer justos, serán libres por siempre y para siempre, en esta tierra o en cualquier otra, en este tiempo y en todos los que le sucederán.

Artículo 2.

El hombre y la mujer malvados, estarán presos de su maldad, por todo el tiempo que le dure el mal, y su alma será aislada del mundo, permitiéndosele tan solo dialogar, en absoluta soledad con el infinito, hasta su renacimiento o su muerte.

Artículo 3.

El hombre y la mujer justos que cometan un error, se entregarán en cuerpo y alma, a reparar el daño realizado, hasta que los hombres y mujeres de la comunidad lo liberen de su culpa.

Parágrafo Único.

La solidaridad será el bien supremo.

Artículo 4.

A ningún hombre y mujer sobre la tierra, sin excepción, le faltará el pan y el vino en la mesa, el pez en el agua, el pájaro en el aire y el infinito en el alma.

Artículo 5.

Todo hombre y mujer tiene el don de amar y el que no lo ejerza, o lo dilapide, será castigado con el desierto en su alma y la soledad en su cuerpo.

Artículo 6.

Se decreta eternamente, la desaparición de amos y esclavos, poderosos y débiles, ricos y pobres, vencedores y vencidos.

Parágrafo Único.

La lluvia empapará y sanará a todos por igual, sin distinción de raza, credo o ideología.

Artículo 7.

Los disminuidos y los locos serán ungidos reyes y tratados como tales.

Artículo 8.

Los patrones tendrán los derechos y obligaciones de los obreros y viceversa.

Artículo 9.

Los gobernantes, serán promovidos y removidos por los hombres y mujeres, cada 7 días, 7 horas o 7 minutos, según sea la dedicación y honorabilidad de sus acciones.

Artículo 10.

Se decreta con carácter permanente, la desaparición de toda moneda o valor de cambio como forma de pago o retribución.

Parágrafo Único.

Se instaura ad-infinitum, el trueque de dar y recibir, para todas las transacciones a realizar.

Artículo 11.

No habrá hombres ni mujeres, cosas o entidades, consagradas por otro hombre, mujer o institución alguna.

Artículo 12.

Cada hombre y cada mujer serán los artesanos de su propio ser.

Parágrafo Único.

Solo serán sagrados: la tierra, el aire, el agua y el fuego.

Artículo 13.

Los filósofos y pensadores repartirán su saber, todos los días, al nacer el sol.

Artículo 14.

Todo hombre y mujer tiene derecho a poetizar, cantar, y danzar durante todo el día, todos los días del año.

Artículo 15.

Los artistas serán los reyes de la emoción y los súbditos de la belleza.

Artículo 16.

Los poetas serán los dueños y obreros de la palabra.

Parágrafo Final.

Todo lo expuesto en este estatuto, quedará escrito en la tierra, voceado en el aire, pintado en el agua, y grabado con fuego en el alma de cada hombre y mujer, todos los días, por los siglos de los siglos. Amen.



PÁGINA 11 – CUENTO

LAVIROTTE AL AZAR

Por Teresa Iturriaga Osa (Isla de Gran Canaria-España)

I…

Es el misterio de Tiau... la supresión de las manchas, la entrada en el Valle misterioso cuya entrada se desconoce; esto da el verdor al corazón del difunto, prolonga su marcha, le hace avanzar y le hace forzar la entrada del Valle para penetrar en él con el dios... Los dioses se le acercarán y le tocarán, pues será como uno de ellos.
Libro de los Muertos, cap. CXLVIII, 5


De regreso a la historia bajé precipitadamente las escaleras del Odéon enredada en el laberinto. En uno de los giros de caracol, levanté la vista hacia el techo del antiguo Teatro de la Emperatriz y observé la fabulosa pirámide egipcia. El punto de fuerza desde dónde se organizaba el ritmo del universo me absorbió, los electrones ondulantes salieron de mi cuerpo y ascendí a otro nivel; y, en ese mismo momento, al cambiar de escalón, me topé con él, con Jules-Aimé Lavirotte.

Sucedió el año pasado. ¿Sería él? Hacía mucho tiempo que no nos veíamos y no esperaba encontrar tantos cambios en su rostro, en sus formas... pero los hubo. También en el traje. Esta vez era sintético, azul metálico. Siglo XXI puro y duro. Él, por su parte, al mirarme -estoy casi segura- desde sus cuatro puntos cardinales, no me reconoció. Probablemente, mi apariencia era distinta… Con un traje de chaqueta color gris perla y mi corte de pelo a lo garçon, yo pasaba desapercibida de la mirada profana, mi nuevo estilo encajaba muy bien con los “progres” de la sociedad parisina. ¿Quién podría atribuirme rasgos de condesa hoy por hoy en el gran Teatro de Europa? Me dirigí hacia él, estaba apoyado en la barandilla con su gesto inconfundible, como esperando a alguien… Iba a presentarme, a decirle quién era, revelarle mi verdadera identidad y mi misión en esta época, pero justo llegó el momento del descanso y la multitud salió desenfrenada antes de que yo pudiera pronunciar una sola palabra. Entonces, lo perdí y un silencio gélido me recorrió el espíritu, cansado de vagar un siglo entero buscando sus huellas de acacia. Claro que podría ser el verdadero, el portador de la vida flamígera que conocí en sus ojos, pero algo no encajaba en mi rompecabezas (nada como estar casada, te salen todas las novias, me advirtió la vidente argentina). Seguí avanzando entre la jauría que se agolpaba en el bar con una sed de zahorí loca en busca de un vaso de agua, y, entonces, una actriz que corría hacia su camerino me gritó que no, que cuidado con las imitaciones, que llevaban dos semanas buscando al actor principal y que no me fiara de los clones que allí había. Ya. Comprendí que todos querían confundirme. Mascota o lírico reclamo, eso daba igual. Y como yo aún creía en las palabras de apariencia lunar, decidí entregarle una carta al portero del teatro, quizá él descubriera algo de su paradero. Lavirotte… al azar.

Soy Mme Montessuy. Si alguien pregunta por mí, désela, por favor. Mi número de móvil está dentro del sobre, en la tarjeta.

Jules no llamó, quizá no era consciente de su verdadero nombre, pero yo tenía que encontrarle como fuera. Incluso pensé en atraerle hacia mí con la voz de la salamandra dorada del Pont Alexandre III -la Clé d'or est l'application quotidienne dans la flamme du cœur-, sin embargo, no lo hice. Había que respetar las coordenadas de lo inverosímil, permitir que se dieran las circunstancias, el sentido y la altura del tiempo, un viento favorable. Entretanto, nadie sabe cómo llovió sobre mi corazón. Por el Sena pasaron las barcas de Isis y los meses en vano, mientras yo seguía tocando de puerta en puerta, por bellas casas y palacios, para encontrar su huella curva, la horma de mi zapato… La carta era el filtro, el zapatito de cristal hecho a medida para mi Valle del Nilo:

Desde el hielo infinito, beso el fuego más intenso, me quemo, amor. El mundo despertará cuando deje de mirar por el oscuro de esa calavera que le engaña. Tú me enseñaste cuál es el horizonte. Dame la mano, siente el calor de la sangre. Tejidos, huesos, vísceras, de eso se compone el milagro, me dijiste. Aún tiemblo. Yo no sé a qué estás esperando… Yo no sé cuánto tiempo más te estaré esperando… Yo no sé si resistiré quererte tanto. Ven a buscarme al Odéon.

Y.



PÁGINA 12 – POESÍA ARGENTINA

Julio Miguel Panchuk (Posadas-Misiones-Argentina)

NO SE PUEDE.

Contra lo que no se puede,
aunque se intente todo
es ir contra la sonrisa de una mujer
enamorada; contra el esfuerzo grato
del trabajador que modifica la realidad,
contra la Fe pese a cualquier teoría
en contrario.
Contra el Amor no se puede,
porque el mundo se mueve con y por
el Amor.
Todavía los sicarios de la alegría
no han podido destrozar la fe del adolescente
ni tampoco se ha podido contra las pesadillas,
contra el desordenado ímpetu de las libertades
ejercidas por quienes hemos salido de las cavernas
ya hace mucho tiempo.
No se podrá contra el ruido, porque finalmente este
será música.
No se puede callar la bondad de este día,
o hay algo mejor que este día?

SINCRONICIDAD.

El acompasado gesto
del guerrero,
que quita las flechas
del carcaj.
Mientras la mirada
huidiza, se acurruca
impiadosa, unida
a la mente quieta.
De todo ello saldrá,
una rara mezcla de
muerte y de justicia,
una flecha como una melodía
no se escribe
se escucha.

COSAS QUE NO PUEDO.

No puedo establecer límites.
No es mi pretensión, nunca lo fue,
establecer límites.

En mi hora fui y aparté
de mi camino tantas cosas,
incluso oraciones.

No se cuándo ni dónde,
comencé a amar. Pero
no me detuve.

No puedo hacer ciertas cosas
para ellas estoy inválido.
Para el dolor, la mentira, para dejar de verte.

Por más que me calle
y camine solo, por más
que ande por ahí con una cuestión pendiente.

Con una carta entre las manos,
yo, te prometo, querida.
Yo te prometo.

Que como cuando comencé a amar
no me detuve. No me detendré,
en lo absoluto, cuando recorra todo,
tu cuerpo.

Hay ciertas cosas,
que no puedo
hacer…para otras soy un artesano

REENCUENTRO

Tendría que fijarme,
recordarlo. Recordarte. Hace ya
un tiempo que nos arrolló
el tiempo.
Que se colgó el fantasma de la alegría
en nuestro vagón de tercera clase
sin rumbo ni destino, detenido
entre las miasmas de la memoria.
Si persistes puede ser.
Me haces ahora acordar a ese
famoso “tango del viudo” de Neruda.
Me confundes. Hice tanto el esfuerzo,
y por fin había concretado el primer paso
para salirme de todo lo que se relacionara
contigo.
Y ahora te tengo frente a mí.
Distinta, estás distinta…
Ya no tienes ese collar de perlas
como sonrisa espontánea,
Tu voz, no ha cambiado, menos tu manera
de caminar.
Ha pasado tanto tiempo, no estamos diferentes,
pero estamos distintos.
Ven, tomaremos un café, y
nos despediremos en silencio, como dos
salidos de un confesionario con esa rara
mezcla de estupidez y de liberación
por aquello que no hemos hecho.

FE

Hoy necesito alguien,
que salga a tomar vino conmigo.
Necesito que estemos juntos,
unidos no revueltos.
Que la noche oscura como está
a punto de rocío, nos deje establecer
coordenadas con lo inexorable,
nos haga protegernos, de a poco,
cuando nuestros abrigos no nos
abriguen más. Y tengamos que
recurrir al calor de nuestros cuerpos.
Y contarte mis sueños, y escuchar los tuyos,
y luego hacerte el amor,
vencer la entropía, juntos,
despertarnos a la mañana,
y mirarnos a los ojos,
para ver, si seguimos o no
estableciendo señales eternizadas
en un beso; quiero verte a la mañana
despierta, sin maquillaje.
De ningún tipo. Solo cerrar mis ojos,
reconocer tu voz, tus manos, acariciándome.
despedirnos, como adolescentes, ansiosos
por encontrarnos nuevamente.
Hoy necesito a alguien.
Será posible encontrarte con este frío y
con tanta negra noche?
Será posible que abandones tu cama,
tu programa en el televisor…?
Soy de esos creyentes empedernidos,
todo dice que no, pero tengo tanta fe…
en que hoy contrario a lo que dice el bardo
“la moneda no caiga del lado de la soledad”.-

YO NO OPERO EN LAS SOMBRAS.

Yo no opero en las sombras
no doy a cada uno lo suyo,
doy, a cada uno lo mío.
No robo del vino de mi amigo,
comparto con él hasta el bostezo.
Firmo cartas de amor
que luego abandono en los cajones
de lo inmenso.
Como inmenso es el sentir de ese amor
caprichoso.

Creo que si alguna vez fui otro,
no habré sido más que un hombre
que daba de beber a peregrinos.
No un príncipe, ni poeta, ni burgués gentilhombre.
Sino aquel, que simplemente,
daba de beber a peregrinos.
Creo que mientras tanto, esperaba,
soñaba con rever algunas leyes
del universo.
Tales como eliminar la discordia,
y tratar con más ternura
las cosas inmutables,
las piedras que no hablan.
Pero son mudos testigos.

Yo, no soy amigo de lo ajeno,
no busco más que otro
ni extraño más que otro
el necesario pan sobre la mesa.
Necesariamente pido lluvia,
de vez en cuando,
y por ahí, estío.

Para que nadie ande calzado
yo ando descalzo.
Y si alguno pasa, lo miro
nomás…, lo miro.
No entro en casas ajenas,
y respeto sumamente,
cuando alguien piensa
descabelladamente.

Yo no opero en las sombras,
tampoco me da miedo.
Si he de tropezar,
lo haré a la luz del día.
No querré quedarme
cuando parta.

Mientras tanto, mi contento
es dar consuelo a los que pasan.
Es dar de mí todo lo bueno,
porque nunca di a cada uno lo suyo,
siempre di a cada uno lo mío.


Rubén Amaya
(San Miguel de Tucumán-Tucumán-Argentina)

EL AMOR AL FIN Y AL CABO

Vengo a convocar tus nombres,
paloma de espinas y de espuma,
fertilidad de tiempo,
mujer de árbol,
de lanzas dientes trueno.
Magnitud de lo infinito.
El amor al fin y al cabo.

Al despertar, desnuda sin excusas,
en la espesura del olvido y la pobreza,
un asombro de conciencias
subió como un aullido
por las ramas de tus venas.
Se hizo sudor
en la ingeniería de tus manos,
en tu corazón multiplicado
como un sistema planetario
Tu rumorosa transparencia,
me acechaba a la altura de la única,
enardecida soledad
que nos husmea las raíces

Entonces, sin nombrarlo,
porque no hubo palabras en tu boca de viento,
me contaste del tiempo de niños apagados,
de la lluvia nupcial en la tierra tucumana,
un azotado mar de esperma azucarada

Yo te escuché desde el trayecto
de olvidarme del olvido de dios.
Y me fundé al fundarte,
me bauticé en tu nombre,
abandoné mi sombra
al ponerla en tus pasos.
Heredé tu aroma de zafras
y vino compañero,
y fui un recién nacido en el primer enigma

Por eso vengo ahora,
siempre vengo a renacer tus nombres.
A rechazar mis muertes.
A reclamar la fuerza
de tus frágiles párpados,
la eternidad de tu vientre,
el dolor y la ternura de nombrarte,
por todos y cualquiera de tus nombres.
De todos modos el amor.
El amor al fin y al cabo

EL INUNDADO

¿Cómo se llama esta región?
¿Será quizás la puerta de servicio
del mundo occidental?
Me pregunto,
porque no encuentro mapa
de esta desolación.
Recuerdo que aquí reinaba el río
con su séquito de pájaros profetas.
Tenía sus barones y señores feudales,
el tala servicial, el elegante pino,
soberbios y arrogantes lapachos.
Tenía también su principado,
feroz y aleve el puna, musicales corzuelas,
el soñoliento yacaré enfangado y flemático.
Circulaba también su truhanería,
el tatú burgomaestre, el ñandú, el carpincho,
huraño dignatario, el carayá,
oficiante en aullidos,
y por abajo, oscuramente áulica,
la yarará silente.
¿Y el hombre? Un habitante más,
un modesto vecino, a veces peligroso,
a veces solidario, protector, compañero.
Todo esto son recuerdos.
Ya no los encuentro,
sólo diviso el río,
el río sin orillas y la selva en harapos.
¿Será quizás Viet nam y su arroz bombardeado?
¿La dulce Nicaragua, flagelada a metralla?
¿La atormentada pupila de Hiroshima
o el desvelado azul de Nagasaky?
No…. Los anales del hombre
no registran combates
de hierro y volcán desatado.
No hubo nada.
Sólo olvido, desprecio.
La síntesis exacta
cómo concibe el yanqui
a su patio trasero.
Esto es La Argentina, callado litoral,
maternidad del verde,
proletaria región de yerba mate,
cotidiana ternura de algodón.
Esto es La argentina lejos de Buenos Aires.
Lejos de los ministros y de las embajadas.
Esto es La Argentina debajo de las aguas.
Cuando no queden recuerdos
de dioses ni de imperios,
cuando el sonoro aliento
de pupilas despiertas,
disuelvan impacientes, los estériles huesos
de mercaderes y guerreros,
cuando las largas y cristalinas lluvias,
laven la piel de América,
nuestro pobre hombre,
el inundado,
andará de sol en sol de cuna en cuna,
bebiéndose el amor
en pleno otoño.
Total, libre ya de asesinos,
la primavera va a alimentarse sola.

MI BARRIO

Dos pobrezas al sur era mi barrio.
Pegadito al olvido lejos del pavimento.
Tuvo inmigrantes, cabecitas bodegones,
Club social y domingos en familia

Lejos del hollín en las mejillas,
caminaba la vida que no nos sucedía.
Y en el viejo potrero perdimos la inocencia,
en un absurdo penal que nos cobró la infancia.

Hubo un palomar de amigos, que empujados
por un raro sabor a tierra extraña,
repartimos adioses como viejas banderas.

Por eso esta ausencia que viene de lejos,
esta urgencia en volver a la ternura.
Porque este atardecer es de mi barrio,
de aquellos que no están y van conmigo.

Los llevo en el bolsillo, en cada paso,
los encuentros, gorriones desvelados.
Recuerdos que me abrigan
hasta el último otoño del camino



PÁGINA 13 – ENSAYO

BIBLIODIVERSIDAD, ¿QUÉ ES ESO?

Por Amparo Osorio (Bogotá-Colombia)

La Bibliodiversidad es la ampliación del espectro cultural aplicado al mundo del libro; como eco de la biodiversidad, se refiere al coexistir de la diferencia de las producciones editoriales que se ofrecen a los lectores.
Aunque los grandes grupos editoriales contribuyen debido a su producción masiva de libros a una cierta oferta editorial, la Bibliodiversidad está íntimamente ligada a la producción de los editores independientes.
La libertad de expresión de estos últimos los convierte en los garantes de la pluralidad y de la difusión de las ideas.
El libro debería ser un bien público, los editores independientes invitamos a las comunidades a convertirse en los actores y defensores de esta diversidad cultural. En la actualidad, la Bibliodiversidad corre peligro por la sobreproducción y la concentración financiera del mundo editorial, que favorece la dominación de unos pocos grandes grupos editoriales y la búsqueda de rentabilidades elevadas.
Los editores independientes padecen intensamente los efectos de la globalización económica y la estandarización de los contenidos. La lógica puramente financiera empuja el mundo editorial hacia una mercantilización incompatible con la creación y la difusión de bienes culturales.
Se puede atribuir la invención del término «Bibliodiversidad» a editores chilenos, cuando se creó el colectivo «Editores Independientes de Chile» a finales de los años noventa. La Alianza de los Editores Independientes ha contribuido considerablemente a la difusión y promoción de ese término en varias lenguas.

El Día B
El “Día Internacional de la Bibliodiversidad”, al que en adelante nos referiremos como El Día B se celebrará en distintos países el 21 de septiembre de cada año, a partir de 2010.
Hemos elegido este día por motivos simbólicos: es el día de la primavera en el Hemisferio Sur, estación que evoca épocas templadas, variedad, contraste de colores, vigor, florecimiento, reverdecimiento, transición, amor, perfume, el anuncio de lo nuevo.
Si bien se trata de un Día universal, se privilegia la posición del Sur, ya que una de las preocupaciones de la Bibliodiversidad es enfrentar el sentido actual de la circulación del libro y las ideas, de Norte a Sur, e impulsar otros recorridos de manera transversal, para así llamar la atención sobre la circulación de los libros como objetos, como portadores de ideas, como bienes culturales y no como productos unificados que empobrecen los vastos horizontes de la cultura.



PÁGINA 14 – CUENTO

CIRUJANO DE GUARDIA

Por Antonio Cruz (Santiago del Estero-Argentina)

Aturdido, se sienta en la cama. Toma conciencia de donde se encuentra; refriega sus ojos mientras mueve la cabeza. La puerta suena con urgencia. Se da cuenta de lo que ocurre y se calza los mocasines rápidamente.
Camina en dirección al baño. Mientras avanza termina de vestirse. Hunde la cabeza en el agua fría; sus ideas comienzan a ocupar el lugar correcto en su cerebro. Se echa encima el guardapolvo y sale al pasillo.
Avanza velozmente hacia la sala de Emergencias Médicas. Saluda a media voz a la enfermera, que intenta explicarle algo; antes de que la mujer abra la boca, él cruza la puerta. Cuando llega, se topa con una de las médicas de guardia y dos enfermeros que luchan contra un río de sangre que brota del tórax del paciente. Un ambiente de irrealidad domina la escena.
- ¿Qué tenemos? - Pregunta con voz firme.
- Un herido de arma blanca - contesta la doctora. Luego continúa con voz monocorde como si estuviera recitando una lección - Paciente de 22 años, sexo masculino, herido en una reyerta. Entró hace aproximadamente diez minutos. Por las características de la hemorragia sospecho que ha interesado pulmón izquierdo. Se le realizó una placa; parece que tiene una colección de sangre en el tórax.
Le extiende la radiografía que el mira a contraluz.
- Un hemotórax - piensa para sí - Seguro que habrá que intervenir rápido.
La Doctora sigue recitando. "Está intubado, ya le hemos pasado 500 de sangre y le estamos dando expansores plasmáticos..." Pero él ya no la escucha. Acaba de tomar una decisión.
Se dirige sin dudar al teléfono. Una voz femenina le contesta desde el otro lado de la línea.
- ¡Quirófano Central!
Ordena con voz segura y se dirige nuevamente al consultorio.
- ¡Doctora!... En diez minutos estará todo listo. Ya llamaron al anestesista; disponga lo necesario para que el enfermo llegue en las mejores condiciones a la cirugía.
Recorre el largo pasillo de paredes azulejadas de blanco con paso elástico, pero a medida que se acerca a la esquina que dobla en dirección a las salas de operaciones su marcha se hace vacilante. Él sabe por qué... Ese hombre... Siempre aparece cuando las cirugías son complicadas. Su presencia es una muerte en el quirófano. El primer encuentro fue una pesadilla. Le contó a alguno de sus amigos, pero todos, sin excepción, se rieron de él. Es el único que ve esa presencia. De nada le sirvió la asistencia psicológica. Estuvo a punto de dejar la medicina. A su pesar De cualquier forma, el desagradable sujeto es una constante en su vida... Su sonrisa irónica y maligna, condena a muerte al paciente. Durante un tiempo se negó a operar cada vez que lo encontraba, pero los pacientes morían igual porque se tardaba en intervenirlos. Desde entonces resolvió no hablar más del tema con nadie. Afortunadamente no siempre aparece.
Cuando llega a la esquina y está a punto de lanzar un suspiro de alivio, aparece el maldito. Lo mira fijo pero esta vez él sostiene la mirada... El tipo sonríe... Una vez más el cirujano ha perdido la batalla. Bamboleante, se desliza en esa realidad repugnante. Cuando llega a la puerta del quirófano, una mujer de mediana edad y rostro agradable se acerca a él y lo abraza convulsa.
-¡Doctor! ¡Por favor! ¡Me dijeron que usted va a operar a mi hijo! ¡Por Dios! ¡Sálvelo! ¡Es lo único que tengo!
Entra al quirófano aún más confundido y preocupado. ¿Cómo se enteró la mujer de que él era el cirujano? ¿Cómo llegó tan rápido desde la guardia? "¡Pobrecita!" Piensa para sí. Ese hijo de puta no le va a ganar esta vez. Esa mujer desesperada no merece que él se deje vencer. Siente la mirada en su nuca, pero no se da vuelta "¡Esta vez no!" Se dice. "¡Esta vez no!"
Se saca la bata con gesto cansado pero satisfecho de sí mismo. ¡Está tan contento! Los signos vitales del paciente, le dicen que ha triunfado. Fuma un cigarrillo. Se duerme sentado en una silla. El ruido de una caja de instrumental lo despierta. Una enfermera le sonríe: -¿Dormí mucho rato? Ella le dice que alrededor de una hora. Se levanta; camina por el pasillo clareado por la luz de la mañana. Encuentra a su paciente respirando de manera rítmica. El pulso es bueno. Con extrañeza nota que está solo. Seguramente la madre se fue a dormir un poco más aliviada.
El muchacho abre los ojos y quiere hablar pero no puede. Dibuja con los labios la palabra gracias. Se acerca al joven y le susurra: “El que tiene que agradecer soy yo; todo salió bien gracias a tu mamá”. Este cierra los ojos y sonríe.
Camina satisfecho rumbo al dormitorio de los médicos de guardia. Se dirige al baño. En el momento en que se lava las manos se observa al espejo. El cristal le devuelve una imagen oculta por el vaho. Ahí está de nuevo el tipo. Mientras el espejo se desempaña, comienza a descubrir su propio rostro... Se hace la luz en su cerebro... ¡Al fin a descubierto a su enemigo! ¡Era él mismo!... Su miedo, sus contradicciones. Lanza un grito de júbilo con la certeza de que nunca más volverá a pasar por lo mismo.
A unos cuantos metros, el muchacho herido, se pregunta qué habrá querido decirle el médico con la frase "Todo salió bien gracias a tu mamá". Seguramente no sabe que su madre ha muerto hace cinco años.



PÁGINA 15 – POESÍA ARGENTINA

Alejandra Benenati (CABA-Buenos Aires/Argentina)

RANURA

Mañana
de presagio
El viento
es negro
Arrumbado
asoma
El disparador
en este
día nublado
empuja.

MÁSCARA

Malgasta
el asombro
el compromiso

Desgarra
el encono
el sosiego

Enardecida
fustiga
la ilusión del vínculo.

AÑORANZA

Asomada al recuerdo
emerge
tu
figura soberbia
autoritaria
desprotegida
En aridez
sembraste
diminutas semillas
La muñeca impávida
detecta
cómo llega la muerte
Despido
en cuanto salpica
un hálito de destellos.

CAUTIVO

Se sacude inquieto
aletea
Aun agobiado
se rebela
Mientras lo acordonan
en el intento de
aplastarlo
chilla
hiende
rasguña
Dispuesto
a salir (se)
además gime.

CUÑA

La matanza
coagula
El quejido
secciona

El soporte aflige
escarba
amputa

Inocula
-estéril
roto
perplejo-

autonomía.

DESCARTABLE

Arrastra
marginado
el cuerpo
La búsqueda
devuelve
miseria
El viento
entumece
¿Prosigue?
desnudo
Las ruedas pesan
e insiste
El hambre
traspasa su sombra
Sueña
con una frazada.

FICCIÓN

Una lágrima suspendida
en el vértice
hasta que rueda
y cae sobre el papel
Esa mirada
en los ojos apagados
exhibe ausencias
Palabras desdibujadas
circulan
La poeta calla:
y la fantasía
Las estrofas se opacan
Fisurada la magia
ya no quedan espejos
Vacía
espera la muerte.


Carlos Barbarito
(Pergamino-Buenos Aires-Argentina)

1

Acaso ya no importe si verdadero
o falso. Acaso dé igual
la hierba o su sombra,
el vientre o la torpe figura
que intenta representarlo.
Acaso ya no quede nada,
ni el borde, ni la herrumbre.
El lento animal no bebe del agua
del charco, el amor no se ensucia
con el puro hollín, la pared
no se agrieta tratando de extender
la casa hasta donde se pasea,
ingrávida, la belleza.
Acaso ya no importe si honrado o vil,
si vertical o desplomado,
si deseo o cuchillo o relámpago.
Por el viento, insepulta, todavía,
la palabra, golpeando
contra negra, alta desdicha.

2

Vivo, muerto,
a través de la tierra hueca,
hacia luz fría, amor cercado.
El deseo sin pellejo,
puesto cabeza abajo.
Hablo, la lengua que uso
no tiene centro, es todo borde,
espera, perro sediento, la lluvia,
a veces ladra,
a veces hace silencio.
Todo vacila, pierde firmeza,
se desgasta al más leve roce.
¿Si niego lo que bebo,
ganaré vida con ello?
¿Si la empujo, desnuda,
contra otros cuerpos desnudos,
y a todos abrazo, y penetro,
se encenderá un fuego
entre piedra y piedra?

3

(A Aldo Tavella)

Vida, copia de copia:
humo, bruma, adentro,
materia que duerme o agoniza.
En el humo: novela: sombra de uro.
En la bruma, envuelta en red,
un deseo, pez hembra
con ojos hinchados y ciegos.
Hubo cuerpo, carne,
recinto de único amor o malaria;
hay ironía, deseo en péndulo,
belleza inclinada, caída
sobre su propio y obsesivo repique,
luz que alumbra con oscuro un dibujo,
provisorio, asimétrico.

4

Pende sobre un suelo seco.
Agotados ya el aire altísimo,
la promesa de ventura,
la luz del sol en el agua trémula,
la hora del blando pie entre raíces,
oscila, abajo la tierra
sin anhelo ni nutriente.
En su cabeza, ahora,
se juntan, en una sola masa de indiferencia,
olas de pasado y de presente,
y lo que debía ser súbito, urgido, deseoso
se resigna y abstiene de todo movimiento.

5

2 de abril, mediodía.

Polvo sobre polvo en un Libro que vacila.
Queda el hueco y al fondo, ¿todavía?,
árboles cabeza abajo, aves cabeza abajo,
lluvias raras sobre naciones olvidadas,
una esfera rotando sobre su propia ebriedad,
su propia locura.
¿Y si voláramos, si duráramos siglos,
si encontráramos bajo la arena la palabra,
si diéramos con la fórmula, la llave?
¿Y si más allá, donde se concentran,
en un gran centro, todos los puntos de fuga,
nos penetráramos de lado a lado
sin sentir el más mínimo sufrimiento?



PÁGINA 16 – ENSAYO

“Es infinita esta riqueza abandonada”

LAS 200 OMISIONES DE LA ANTOLOGÍA “200 AÑOS DE POESÍA ARGENTINA”

Por Eduardo Dalter (CABA-Buenos Aires-Argentina)

Por cierto, las antologías poéticas del país dejaron de ser motivo de interés en los circuitos literarios y culturales por razones más que obvias. Una serie de objetos voladores no identificados, para ser ilustrativos, arreció estos años sin piedad sobre la credibilidad y el sentido. Y entre esos objetos hubo ejemplos, valga la redundancia, de verdad antológicos: una muestra de poesía argentina de finales de siglo, editada en la ciudad en 1995, y presentada con discursos y platillos, que incluyó a 23 autores nacionales, 21 de ellos de Buenos Aires. Y otra, para decir sólo de dos ejemplos, más cercana, también preparada en la ciudad, y editada en Santiago de Chile, que terminó siendo más conocida, y comentada, por los piedrazos y palos chilenos que recibió.

Pero por estos días el interés parece haber regresado, por un nuevo ejemplo, sobre el tema antología (que es todo un tema). Más bien se fue gestando una corriente de monólogos, por decirlo de alguna forma, donde intervienen, observo, tanto escritores como docentes, y que se incluye ya en algunas “cartas de lectores”. La aparición de la antología “200 años de poesía argentina”, en el año del bicentenario, tiene ese mérito. Un tomo editado por la editorial Alfaguara, de un millar de páginas, que se presenta como un verdadero documento histórico (que incluye la letra del Himno Nacional), y que fue precedido de una avanzada publicitaria y de un abanico de auspicios varios, comprendió a unos y a otros, y no podía ser para menos.

Porque la falta de interés en la edición de libros de poesía por la industria editorial; la apatía o el descuido, para lo mismo, por las instituciones oficiales, ya nacionales o provinciales; la carencia de obras ensayísticas que aborden la cosa poética nacional y la poesía en su historicidad, ya como letra y voz de nuestros creadores; y, en definitiva, la necesidad cultural de un compendio del horizonte de voces, también para su incidencia en el quehacer docente, creaban un deseo, una expectativa, en torno de esta muestra que se anunciaba bajo el nombre ostentoso de “200 años de poesía argentina”.

Pero será el propio Licenciado Monteleone, firmante de la antología citada y crítico del matutino La Nación, quien en los comienzos mismos del prólogo nos va a advertir, contraviniendo en rigor al propio título, y abriendo el paraguas, para que no queden dudas, lo que sigue acerca de la obra: “Tal vez no sea un conjunto más o menos razonado o azaroso de inclusiones, sino un sistema de ausencias, porque la acosa el fantasma de la totalidad. No sólo porque hay poetas que no están, que deberían haberse incluido y que, aun por motivos extraliterarios, cuya peripecia es irrelevante, no figuran en esta selección”.

Entonces uno no puede sino preguntarse ante tan voluminoso y pesado tomo, ¿en qué quedamos? ¿”200 años de poesía argentina”?, ¿o el acoso del fantasma de la totalidad?; ¿”200 años de poesía argentina”?, ¿o los poetas no incluidos por motivos extraliterarios? Y ¿cuáles son esos motivos? Porque aquí quedaron desdeñadas, o en olvido, las producciones poéticas de provincias enteras, en no pocos casos en las voces de poetas referenciales, o de verdaderos hitos (¿acaso Carlos Alberto Álvarez, Bernardo Canal Feijóo y Roberto Themis Speroni no lo son?, ¿y Felipe Aldana?, ¿y la santiagueña María Adela Agudo?), que desvanecen o tiran por tierra el publicitado sentido documental de la obra. Ciertamente, hay toda una provincia copiosa de omisiones, de identidades y obras soslayadas –recordamos a propósito algunos poemas de Felipe Rojas, de Lucía Carmona, entre otros–, que dan a esos aires latido y carnadura. Porque podrá afirmarse que están presentes tales voces y tales otras, amadas siempre y leídas (bueno sería que tampoco lo estuvieran), pero faltan esas geografías, esos poetas, de los que por ejemplo habla esa docente en las “cartas de lectores” del diario El Día, de La Plata, con tanta razón y elocuencia.

No están excluidos dos, tres o diez poetas, cuyas ausencias podrían tratarse de un juicio o de un olvido del antólogo; aquí queda en entredicho el título mismo de la obra, ya que los 200 años de la poesía argentina fueron y siguen siendo otra cosa, con una diversidad honda y una vitalidad que el Licenciado Monteleone, parece, no ha comprendido, y una apertura y una promesa que los tornan ejemplares. Caben numerosas preguntas, entre tantas sorpresas que tejen las ausencias, en un tema inclusive que a nivel ensayístico, a nivel de la fecundidad e incidencia de la propia historia en sus dos siglos, esta obra no alcanza siquiera a rozar con sus escasas y ligeras veinticuatro páginas de prólogo.

Las ausencias son más que significativas, y van, por acercar sólo algunos ejemplos, desde Álvaro Yunque a Julio Huasi, o desde Armando Tejada Gómez a Alberto Vanasco, nombres a los que se suman el cordobés Osvaldo Guevara, autor de ese legendario canto al sapo, que es probable que el Licenciado Monteleone aún no haya leído, y el platense Horacio Preler, con sus estremecedores poemas de Oscura memoria (1992). Pero lo que también sorprende, y deja pensando, en estos ríos de exclusiones, es que esas aguas también atañen a numerosas voces de referencia actual en sus provincias, que han contribuido con sus obras, escritas en el lapso de estas tres décadas, para la extensión de un mapa lo suficientemente cierto e identificable. La lista es importante; pero baste citar a cuatro muy apreciados poetas: Jorge Isaías (Los Quirquinchos, 1946), autor de una singular Crónica gringa, con numerosas ediciones; César Cantoni (La Plata, 1951); Alejandro Schmidt (Villa María, 1955) y Roberto Malatesta (Santa Fe, 1961), creador del recordado poemario Por encima de los techos (2003), entre otras obras. Y además de ello los duros poemas de Soldados, de Gustavo Caso Rosendi (Esquel, 1962), vivenciados en el campo de batalla, en Malvinas.

Pero avanzando y volviendo sobre esas mil páginas son más y más los pozos de olvido, los huecos, de modo increíble, desde el entrañable Marasso (de “Dichoso aquel que vive en mansión heredada…”) hasta el inspirado Romilio Ribero, creador de un Libro de bodas… (1963), que aún canta y maravilla. Y más, mucho más, porque los viejos maestros modernistas tampoco la sacaron barata: desde Leopoldo Díaz al polémico Manuel Ugarte; como si una podadora automática hubiera pasado zumbando con todo su filo. De modo parecido se obró, entendemos, en relación a la poesía de Buenos Aires de estos años, con intensos poemas de referencia, en su mayoría ignorados o desechados.

Preguntamos: ¿estaba el Licenciado Monteleone, aun con el aporte de su ayudante Saavedra, en condiciones intelectuales para intentar abordar una obra de tal magnitud? ¿O se trató, en verdad, que la editorial Alfaguara entrevió un mercado propicio con la poesía, a propósito del bicentenario, y tuvo en cercanía o a mano al Licenciado Monteleone para redondear un libro, aunque fuera sin mucha investigación, que llegara a las librerías alrededor de mediados de año? Porque, además de cualquier presunción o crítica, fue el propio Licenciado que en reportaje escrito declaró que le llevó un año, un solo año, terminar un libro que trata de una historia de dos siglos. Todo un verdadero record Guinness, para figurar en los anuarios, pero no en las páginas que entiendan del territorio vasto y profundo de la Poesía Argentina, que sigue siendo posible.

Por momentos siento que ésta es una antología, básicamente, para circular y afirmarse en los cenáculos de los selectos grupos del denominado “canon porteño”, y para su difusión y confirmación más allá de sus fronteras, y decididamente para la facturación y caja de la empresa editorial. A propósito, una vez me tocó escuchar en una reunión informal de poetas, en cercanía del Centro Cultural Rivadavia, de Rosario, unas palabras que a nadie sorprendieron, y que decían, si recuerdo bien: “En Buenos Aires cualquiera hace una antología de poesía argentina, que después aparece comentada en los diarios…” Otras veces, en otros encuentros, me tocó escuchar cosas por el estilo, que ahora no puedo sino recordar.

Hay un mapa concreto y amplio de la poesía argentina –y no una pirámide, como afirma extrañamente el Licenciado firmante–, en nombres y en títulos, que en esta obra aparece lastimado, entre nieblas y agujeros negros; en mucho, también, por los numerosos poemas referenciales, inclusive de los poetas seleccionados, en que esta antología no reparó. “Esto sucede –escuché exponer a una profesora de letras– por la falta de un equipo de investigación, con tiempo y espacio, y porque todo recayó en una sola persona y en una empresa editorial comercial, aun tratándose de un segmento sensible de la producción cultural del país.”
Copio a continuación algunas palabras de otra docente, en este caso del diario El Día, también críticas a partir de la no inclusión de Roberto Themis Speroni y de otros poetas platenses, que firma Laura Santoro y que asevera, entre otras cosas: “Hay omisiones que son inexplicables en la antología de Monteleone (...). Habrá que explicar a los alumnos de las muchas escuelas y universidades argentinas”. Para concluir: “es imperdonable para la memoria de la literatura argentina”. Y a tal punto, creo, que el Licenciado Monteleone les debe una disculpa a los poetas del país, inclusive, y mucho más, a los seleccionados, por haberlos enrumbado en una aventura precaria y sin destino. Y a la editorial Alfaguara, que entrevió en la poesía la posibilidad de una concreción rápida y jugosa, no creo que le quede más que reparar lo hecho, y, mientras, reintegrar a los lectores los importes embolsados.

Una antología, siento, muy propia de este tiempo que corre, y muy representativa de él, con toda su arrogancia, sin dudas, su olvido, su desdén y sus vacíos.



PÁGINA 17 – COMENTARIOS DE LIBROS

A VER QUÉ NOS DICE ESTE “RIPIO” de Rolando Revagliatti (CABA-Buenos Aires-Argentina)

Por Rubén Vedovaldi (Capitán Bermúdez-Santa Fe-Argentina)

El ripio era el gran cuco tan temido de los poetas que extremaron el arte de oír su propia versificación y depurar y escandir y hacer fluir esa asida y procesada interiormente e inasible y clara y oscura materia. Rolando eleva el cuco a título de su libro, exorcista ya fogueado en este difícil oficio.

El estribillo –para la literatura- inserto en cada estrofa del poema homónimo, abre cada enunciado a la diversidad de interpretaciones o lecturas. No es la literatura una fábrica ya terminada, un juego ya reglamentado hasta su último detalle, sino materia sobre la que, como para la ars poética, el autor vuelve y revuelve y sigue recreando y redefiniendo. Es un hecho y más un haciendo, como el lector es un haciendo, deshaciendo y rehaciendo, a golpes de ironía. Más vale el animal anfibio, investido de cordura que esconde la locura y de locura que esconde la cordura, que el animal monofásico, el que es nada más que cuerdo o nada más que loco. Para la literatura vale cortar por lo enfermo y, bien redondeando, más vale no valer que valer, que del valer bien se ocupa ya la economía, la ética, la guerra.

Bien que escribo, define el hablante, desde un frente, fuente de guiños, pie de guerra. El autor es la continuidad y nos lo dice, no sensitivo como se decían Amado Nervo o Rubén Darío, sino conturbado / a primer amago de roce de la a(pab)ullante / gozadora –el entreparéntesis es de este lector en esta lectura-, el autor escribe para lograr socializar la varita mágica del hada que –indica- lo coge. No es el omnipotente que toma la pluma como un monarca su cetro, es alguien que como los lectores, vate y se debate en decididamente indecisa materia. Vean cómo hago ripio, declara, vean / cómo me equivoco / propago erratas y –a mis años- chochez. El escritor no viene solo pero se las trae. Arriesga quemarse en un juego asociativo y pone en riesgo al lector apuntándolo con un arma de juego. Impecable logro de juego con el estrato fónico o aliteración en careo, caca y cacareo.

A propósito de ese jugar, le he dado en clínica mi obra a una considerable poeta y en su juicio terrible me espeta: “No juegues más con las palabras, ya jugaste, con la poesía no se puede jugar”. Y aún contra su juicio veo que sí se juega, que sí Rolando puede y por qué habría entonces uno, como autor, de-privarse de leer y / o escribir y jugar. Sigo sintiendo que el jugar es un procedimiento válido, bien que no sé si para la literatura o para mí.

“Con el jardinero”: El empleador puede aceptar la renuncia formal del jardinero, pero no podrá evitar la maldición de aquel lugar común donde los recuerdos siguen aflorando.

“La página en blanco” continúa la serie de la literatura, el aula, la cuestión del que escribe como asomándose a ver su mejor máscara o su mejor vestuario y ve nada y se siente nada o más desnudo que desnudo: blanco. Y esperar la superación, la supuración, hacer poesía o literatura o arte desde la supuración y ese juego entre liquidarla y hacerse líquido o liquidarse.

“Sólo & solo”, con ese primer verso que es todo un epigrama epitafio, pero que no es todo y donde se logra dar una vuelta de tuerca y después otra y otra más.

“LO DEJO Y SE QUEDA”: Kafkiano cuando sabemos que adentro está el fantasma que nos busca.

“A Fernando Savater”: Provecho el que saca de esas variantes del montar animales donde vamos graduando del más usual, caballo, al mágico y totalmente inusual unicornio.

“Un extenso poema...”: Ocurrente esa asociación entre el asalto del extenso poema al hombre autor y el lograr reducirlo. En eso se ve que está entrenado Rolando, ya que no peca de verborragia sino que condensa, reduce su materia.

Y también muy verdad eso de que los versos expulsados de muchos poemas, como agua desviada, terminarán volcándose en la concepción del próximo, a la manera también de los restos diurnos de vivencias y deseos que van a los sueños.


BAILAR CON LA MÁS FEA - Jorge Carrigan (La Habana-Cuba)

Por Jimmy Valdez (Ridgewood-NewYork-USA)

De acuerdo a mis amigos más íntimos y apreciados, esos con los que tengo la complicidad del vivir y el cuidarnos del punto ciego en los ámbitos creativos de la literatura y lo personal de nuestras manías, hay que estar agradecidos con la sinceridad de un rechazo ante cualquier petición o encargo que no esté a la altura de todo emplazamiento para con un texto a presentarse ante la opinión de todos los lectores y sus expectativas, o sea, que cuando se nos invita al padrinazgo de un texto recién salido del horno, hemos de sincerarnos con el encargo asumiendo una postura constructiva sin caer en la necedad de los engaños y la esperanza grandilocuente de quien pare un universo en la palabra.

Yo que soy un ágrafo morfológico, que me valgo de las asociaciones y de toda cosa implícita en los vaivenes de esa maldita regla que es la sintaxis; aprendiz intuitivo y hasta mona de traquear en el arte que es proponer lecturas o disuadir de hacerlas, asumo a rajatablas escribir o no, presentar o no, una obra o encargo que no produzca el placer de alimentarme con las cosas que hacen del oficio lo que es: una muchacha de largas piernas con la que se coquetea en un bar.

Hace ya más de dos meses que se me pidió Bailar con la más fea una novela escrita por quien acomete el hilar de la memoria en su dobleces más íntimas, la del buen ventrílocuo que hace de las pesadillas su último estiramiento, mover los pies mientras se abraza a un vacío que es toda una isla, la que aún espera en la promesa que son todos los amores.

Para Bailar con la más fea hay que moverse con el miedo, interceptar el fracaso, fruncir el ceño, leernos el juego entretejido del amor mientras nos volvemos viejos en el olvido. Jorge Carrigan, autor y hermano cubano a quien conocí en una feria de libros ha sacado sus mejores galas para dibujar los estados del sitio, la negación, el sustrato de un mundo arrastrado a menos, casi punzante, una hendija en los mismos costados de la quimera revolucionaria, sus vicios más cálidos.

Con esta novela, Jorge Carrigan siembra un piano en el mensaje, recurre al malabarismo de las inquietudes y nos despacha con la obsesión de habernos perdido algo que bien sabemos ha estado ahí, en su reclamo de culpas.

Para Bailar con la más fea hay que tomarnos los interminables apuros de todas las posibilidades, pues nunca se sabe si en algún caso de ésos habremos derramado alguna semilla, y en la madrugada aquella de la zozobra alguien esté llegando a tocarnos la puerta con la tal noticia de conocernos.

Esta novela llega para leerse con una voz interior muy suspicaz, voz que obviamente juega a engatusarlo todo, se hace teatro mientras se tienta el inmediato riesgo de una puerta en el viejo edifico que es la vida.



PÁGINA 18 – CUENTO

DE TAL PALO

Por Moravia Ochoa López (Panamá-Panamá)

Déjalo en paz, le dijo esa mañana, recién abiertos los ojos, al verla allí, toda despeinada, el cuerpo encogido, mirando el camino que llevaba a la casa. Los codos sobre el soporte de la ventana, aún en camisón de saraza, mírate esas ojeras, se te adivina que no dormiste nada, muchacha, estas desvelada, ¿cierto? Como si lo viera, y ¿ahora qué harás?, será como siempre, las disputas, los gritos de Miguel, tu lloriqueo, las ofensas interminables entre ustedes, este padecimiento no hay quien lo aguante, ya estoy por irme pero me da miedo lo que pueda pasar,
Déjalo en paz, mujer, si llega no reclames, no chilles, no rezongues, no digas nada, mira que si alza las manos y te toca vuelves a desmayarte como aquel día, válgame Dios, si te pega, si te da un mal golpe ¿qué vamos a hacer? Un mal momento siempre hay que evitarlo, a mí gracias a Dios nadie me alzó la mano jamás. Madre de mis amores, no sé lo que habría pasado si eso sucede, tú sabías que la vida con él sería así, yo soy su madre y te lo advertí, hijo de gato… no es que yo hablara mal del hijo de mis entrañas pero sé que tú no habrías entendido su forma de ser y de querer, siempre fue como su padre, bien lo sé, pero yo a su padre lo acepté como era, no intenté cambiarlo, y él pasaba mujeres a mi lado por así decirlo y yo me hacía la inocente, y guardaba silencio y seguía en el hogar como si nada, haciendo los oficios, hasta que él se cansaba y de pronto una noche cualquiera me volvía a mirar y yo sin decir nada lo aceptaba, y entendía que era su forma de pedir perdón esa suavidad con que rozaba mi cara y sus manos acariciando este cuerpo por encima de la sábana hasta que ocurría todo lo demás. Así eran las lunas de miel con él, miles, y él sabía que yo estaba por encima de la Teresa, de la Fidelina, de Celsa, de la Juana María , por ese detalle que él tanto apreciaba, mi silencio, mi discreto reproche. Yo a él nada le reclamaba, y él me hacía sentir su reina, yo tenía mi forma de ser una especial mujer. Era distinta. Yo lo hice a mi modo y él me hizo al modo de él. Respiraba su aire, yo nada reclamaba. Ese es el secreto: saber ser mujer. No era sumisa, no, pero era la esposa, amiga, amante, la madre de sus hijos. Aguantadora, eso era. Adriana, por favor ¿quiere callarse? Dijo la muchacha sin voltearse, todavía de espaldas. La suegra, mientras tanto, arreglaba la cama, doblaba sábanas y hasta había prendido el reverbero para el café de las mañanas. Buscaba una toalla. En silencio, entró al baño. Un par de lágrimas cayó detrás de los espejuelos, no te lo he dicho, muchacha, te conté acaso que él me daba salivazos, golpeaba las paredes con su cabeza, amenazaba con cortarme el rostro, cosas que una no cuenta, rompía libros, rosarios, vasos, puertas, Rosaura, y una noche tiró la vajilla al suelo y los vidrios saltaron por las paredes y así la vida, en silenciosa guerra pasaba. He mentido mucho para que esa humillación no caiga sobre los hijos, pero así era él, y así pasará contigo porque de todos los muchachos, éste es el que más se le parece, ay Rosaura, y nada puedo decir de esas viejas historias del padre. No todas. A ti menos que a nadie porque abandonarías al hijo o quizás no, quizás serías como yo. Adriana desnudó su cuerpo viejo y abrió la llave del agua. La nuera seguía en el marco de la ventana, en la espera tonta, loca, inútil, peligrosa. Era un baño pequeño. Vio que el espejo arriba del inodoro estaba empañado. Atrás quedaron los días y los años en que soñara tener una hermosa casa, un baño lindo como los que veía en las revistas. El agua seguía cayendo sobre el cansado cuerpo, sobre el cabello largo, gris. Y entonces escuchó la discusión afuera, en la sala, voces que iban subiendo, palabras que iban surgiendo sin sentido, y sintió miedo, se apresuró a salir, Dios mío, líbrame de los violentos, que la paz sea en esta casa, cubre con tu manto sagrado a estos tus hijos.
Descalza aún se vio a sí misma salir del baño y pudo oír la mano ruda golpeando una, dos, tres veces sobre la frágil piel de la joven mujer. Rosaura ¿era Rosaura?, tirada sobre el piso, tenía una mancha rosácea en uno de los pómulos, la nariz sangraba, el hombre no se detuvo y estirando una de las piernas la golpeó en las caderas una y otra vez. Estaba ebrio el hombre. La madre dijo ¿quieres café?, por decir, tratando de parar la ordalía, así que me ocultabas todo esto, Rosaura, ¿era Rosaura o soy yo? Cuánto se me parece, pensó. No se atrevió a acercarse. Rosaura o la que fuera, en silencio lloraba. Por sus rodillas un hilo rojo, sangre, corría desorbitado. Se estremeció.
Ves lo que hiciste, dijo otra mujer que llegó justo a tiempo para verlo todo, mientras el hombre, su hijo, cogía camino hacia la calle. Vamos al médico, hija, musitó la mujer pero ya ambas sabían que no había nada que hacer, que la espera de nueve meses no se daría, que el hijo de Rosaura, ¿era Rosaura? no nacería. Perdóname, murmuró la recién llegada, de mil modos te lo advertía, mientras iba limpiando con una toalla la sangre que salía por la nariz de Rosaura, o Rosa, Raquel, Rafaela. En realidad, encogida, Rosaura o la que fuera, su vivo retrato, se quejaba de dolores más grandes, el vientre y las caderas dolían como si se hubieran roto, y de allí, lo sintió, salió el bultito que había aprendido a querer en esos pocos meses. Adriana volvió en sí, detuvo la memoria de esos años, y espantada gritó ¡Rosaura!, Rosaura, no te dejes, y entendió que los pensamientos habían volado al pasado en vértigo espantoso. Fue entonces cuando la mujer joven dejó el marco de la ventana y asustada corrió hacia esa voz que con desesperación la había llamado dos veces. ¿Qué pasa, Adriana? Miró a la suegra, justo cuando ésta se levantaba del miedo, cuando volvía del pasado al que había ido sin querer. No pasa nada, susurró, y si algo pasó, hace ya tanto tiempo. Promete que lo dejarás, mira que la violencia se aprende pero también se hereda. No tientes al destino, promete que lo dejarás.



PÁGINA 19 – POESÍA AMERICANA

Alberto Federico Córdoba Basualto (Nueva York-Estados Unidos)

SIN TRAMPAS

Tu mujer,
casi mía,
deberías saberlo, aunque claro
estas del otro lado de esa puerta
y eso te transforma.

Pero debes saber, mujer
que de este lado solo estamos
los que decimos basta de utopías malogradas,
basta de sueños mutilados,
los que creemos que vivir es siempre
no dudar, sino arriesgar,
donde la ofensa ni siquiera es una ráfaga
y el amor se construye a borbotones.

Aquí,
donde quemamos los odios y los miedos,
donde los solitarios no estamos desolados
y el azul en el cielo es desmedido.

Aquí,
donde sin dolor ni desesperaciones
esperamos que llegue el amor
y nos arrebate esa euforia.
Anímate, abre esa puerta,
pero sin trampas, mujer,
Sin trampas...

SIMPLES PRETENSIONES

Hoy me he levantado
creo que mas loco y menos cuerdo.
Me dio vueltas
un poema en mi cabeza
y lo deje ahí, en el borde de la tinta
y la impunidad de mi conciencia.
He despertado,
con un deseo de intentarlo todo,
de rendir mis cuentas y mis culpas,
queriendo ver la esperanza
como un resabio de memoria y lucidez,
limpiando el aire que amenaza
con la frase inútil y la verdad sospechada.
De saber,
si la historia en algún sentido,
es una estafa al mundo,
si la razón esta a la altura de los sueños ,
si la dignidad es
el verdadero oficio de los que sobreviven,
si la fe, por una causa natural,
debería regresar a su único y verdadero lugar.
Imaginando gestos que
el falso eufemismo heroico no malogre,
comprendiendo que las cosas,
las pequeñas cosas, no mueren por si solas,
que por alguna razón las mutilamos.
Desechando la escalera
de la que otros se valen,
donde disponen si subes o bajas
para valorarte o juzgarte.
Es decir, he despertado creo,
menos humano y mas ser,
pretendiendo disfrutar del dolor de estar vivo,
de escuchar los compases
de la humana melodía en mis oídos,
y a que el mundo,
a bocanadas o a manotazos, simplemente mejore.

REFLEJOS

Aquí estoy,
abandonado a tu imagen,
semejanza transparente de los anos.
Miro y sonrío,
pero este soy yo,
como lo fui ayer, como lo soy hoy.
Aquí estoy, cara a cara,
donde no hay un instante,
ni una luna de tregua.
Te traigo mis credenciales,
mis cicatrices como palabras en la piel.
Que más puedes pedir.
Yo se que nada evita la muerte,
pero aunque envejezca,
mi alma siente.
Además renunciar a luchar
,en este caso ni siquiera es una virtud,
seria una cobardía.
eso lo tienes bien claro impostor.
Por eso estoy frente a ti,
día a noche, noche a día,
camaleónica imagen de la decadencia.
Donde el tiempo evanesce,
invisible como un reloj sin manos.
Dignidad y belleza
son solo una casualidad
y la vida,
un calendario abstracto grabado en la piel.

Brenda Gallegos (Sensuntepeque-Cabañas-El Salvador)

HASTÍO COLOQUIAL

Abro este tumultuoso libro
simultáneamente acontece
tranquila música
la sangre me hierve

Y vuelvo a escuchar
rumores malditos
atizando corrupción
manipulando padrones
de la próxima elección

Y arriba en discurso pleno
los buitres de los mass-media
conmueven a la gente
con historias de esas…
unas amarillistas y otras color arena

Y las víboras paseándose
con taconear enfermo
de entrevistas nocturnas y de muchos arreglos
sigo esperando el último intento
para agitar esta tierra

creyendo ser amazonas
en esta podrida esfera
sonrisas a medias
un lo siento servil
y queriendo esquivar mucha, pero mucha… ¡mierda!

PRIMERA OPCIÓN

Te espero desde hace 7 leguas
y añoro lo triste de tu mirada
concibo múltiples imágenes
haciéndole el amor a la nada

Escucho de tu voz: “Tocarme”
del deseo encadenante con brisa hacia el sol
por cada respiro sintonizado
siento tu lengua ensordecerme

Alborotando las ansias por un supuesto
enredarme en tu pecho
alisarte tu cabello alborotado
refugiarme en tus recuerdos

Con toda esta creación fantástica
ignoro el alrededor hostil
mas tu imagen sigue pura
y sin quitarte o añadirte ...prefiero morir ¡¡¡

¿DUDANDO?

Y me parece que fue ayer
tal instante, tal sentir
consumiéndome el deseo
al verte, quisiera liberarme

Encadenarme y sentirme derecha
de no sostener pláticas inciertas
pero al verte quisiera entrar en tu mente

Cegar la luz de tu tormento
disfrutar de raíz y ni siquiera mirar atrás
al observarte me expiran más los poros
y arrullo intensamente el niño que llevo dentro

Cuando te veo los olivos florecen l
la cicuta me sabe a miel
y se esfuma todo el instante rebelde

La crudeza sexual viola mí espíritu
y el deseo pervertido nos separa un milímetro
y no puedo impedir
que las hormonas trabajen

Y después del encuentro
como despavorida
a encender la candela al santo
sabrá Dios sí serán demonios

Del deseo, de lo prohibido,
de la justificación, del pretexto,
de la gloria, del infierno
de la atadura, de la liberación
del querer y no poder hacerlo

ALQUILO MI CUERPO

Señor, señor, me vendes emoción
antes que todo descarte el machismo
evada la lujuria
desvístame de la sumisión

Joven, joven, te vendo mis años mozos
a cambio de un poquito de emoción
sentirme elogiada un poquito
cada segundo y con tentación

Señor, señor, joven, joven
estoy barata, en oferta y promoción
no lo hago por sexo, mucho menos por compasión
sólo deseo sentirme mujer el día de hoy.

APUÑADOS

Apuñados como escasos frijoles
sintiéndonos los olores
juntándonos desconocidos
sintiéndonos los alientos

Esto es a diario
cada mañana, tarde y noche
prestándonos al juego cotidiano
nadie protesta, sólo la necesidad

¡Vaya niño, mercado vas!
colaboremos señores, es de cuatro
Vaya, vaya, vale dos pesos
¡Cuidado! ahí viene la broa

Y seguimos...apuñados
más bien hacinados
en la carcoma de cada día
en el hambre palpitantes del mediodía.



PÁGINA 20 – ENSAYO

ARLT OPINA SOBRE BORGES (Segunda parte)

Por Fernando Sorrentino (CABA-Buenos Aires-Argentina)

No sabemos si Arlt llegó a leer la Historia universal de la infamia y El jardín de senderos que se bifurcan. Sin embargo, puesto que buena parte de aquélla fue previamente publicada en el diario Crítica (donde también trabajó Arlt), es razonable inferir que éste haya leído esos relatos.
De ser así, ignoramos también qué opinión le merecieron a Arlt los trabajos de Borges. No obstante, me atrevo a suponer que los rechazaría o los despreciaría, en cierto modo por "incomprensibles" para su concepto de lo que debía ser la literatura. Ahora bien, esto no habla ni en contra ni en favor de Arlt: la complejísima trama de las aceptaciones y los rechazos recíprocos y potenciadamente entrelazados de obras y de autores desborda de afinidades insospechadas y de aborrecimientos inimaginables.
Sí, en cambio, la lectura de todas las obras de Arlt nos indica, con total claridad, que la influencia ejercida por Borges sobre aquél es absolutamente nula.
Pues bien, cuando dicho artículo se encontraba en prensa, conocí, gracias a la revista La Maga1 (18 de septiembre de 1996), un trabajo que disipa bastante aquellas dudas.
Se trata de un reportaje a Roberto Arlt, copioso de opiniones, en general desdeñosas, sobre muchos escritores argentinos. Los pasajes en que Arlt se refiere a Borges son cinco:
1. Podríamos entonces dividir a los escritores argentinos en tres categorías: españolizantes, afrancesados y rusófilos. Entre los primeros encontramos a Banchs, Capdevila, Bernárdez, Borges; [_].
2. ¿Escritores que tienen más fama de lo que merecen? [_]. Pues Larreta; Ortiz Echagüe, que no es escritor ni nada; Cancela, que se ha hecho el tren con el suplemento literario de La Nación; Borges, que no tiene obra todavía.2
3. Los libros más interesantes de este grupo [Florida] son Cuentos para una inglesa desesperada, Tierra amanecida, La musa de la mala pata y Miseria de quinta edición. De Bernárdez podría citar algunos poemas y de Borges unos ensayos.
4. Entendería como escritores desorientados a aquellos que tienen una herramienta para trabajar, pero a quienes les falta material sobre el que desarrollar sus habilidades. Éstos son Bernárdez, Borges, Mariani, Córdova Iturburu, Raúl González Tuñón, Pondal Ríos.
5. Borges ha perdido tanto el tino que ahora está escribiendo un sainete. ¡Imagínense de [sic] cómo saldrá eso!
En resumen, según Arlt, en 1929 Borges era españolizante, desatinado, sainetero, desorientado, sin obra, autor de unos ensayos e injustamente famoso.
No obstante, seguimos —al menos por ahora— sin saber si, entre 1930 y 1942, Arlt modificó la pobre opinión que Borges3 le merecía.

Notas:
La revista lo reprodujo tomándolo del libro Arlt y la crítica (1926-1990), de Omar Borré; éste, a su vez, lo había hallado en la revista La Literatura Argentina, agosto de 1929.
Sabemos que, al 31 de diciembre de 1929, Borges tenía publicados seis libros: Fervor de Buenos Aires(1923), Inquisiciones (1925), Luna de enfrente (1925), El tamaño de mi esperanza (1926), El idioma de los argentinos (1928), Cuaderno San Martín (1929).
En otro número (junio de 1929) de la revista La Literatura Argentina se le pregunta a Borges: "¿A quién lee de los nuevos?". La respuesta es: "Y, de los muchachos leo a los poetas Nicolás Olivari, Carlos Mastronardi, Francisco Luis Bernárdez, Norah Lange y Leopoldo Marechal. Y de prosa es notable Roberto Arlt. También Eduardo Mallea. No leo otros".
Publicado en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid



PÁGINA 21 – CUENTO

UNA MUCHACHA LLAMADA JOSEFINA

Por Rene Rodríguez Soriano (Constanza/República Dominicana)

Una muchacha alta, delgada, con los ojos negros y las piernas más rotundas que Marlene Dietrich en sus mejores tiempos. Sonríe para espantar a los ángeles que a menudo le alborotan su cabellera cuidadosamente descuidada. A veces, habla de cine. Otras, de bisutería fina. A todos conquista.
Los niños la persiguen por los parques y todos quieren compartir con ella sus meriendas. Juega con ellos distraída. Les forma ditirambos en sus libretas y se aleja tan tranquila que casi nadie advierte su partida.
Sin embargo, los hombres sucumben sin reparos ante su aroma salvaje. Es una cervatilla. Acostumbra llevar un librito de versos en su bolso (¡no le crean!). Nunca los lee, conoce todos los versos, todos. Aun los nunca escritos por poeta alguno.¿Y las demás mujeres?
Nadie osa envidiarla. Invadir su territorio, ni pensarlo. Es lo innombrable. Todos quieren tocarla pero se esfuma, al menor movimiento o asomo se escabulle, mansa como arroyuelo que se filtra por sus ojos –negros, creo que dije- que articulan una luz imperceptible para incautos y donjuanes de baja estofa. Toca piano y violín. No canta, es bailarina y sólo pueden percibirse sus pasos en El Lago de los Cisnes o en El Cascanueces.
Esta mañana, muy temprano, penetró en mi oficina y descompuso todo el orden del día. Se llevó mis bolígrafos, borradores, un cartabón y todo el papel cuadriculado (dijo mi secretaria, que también dos carboncillos, un pliego de papel Fabriano, un set de pasteles y cuatro colores de la acuarela de Goico). Andamos todos desarticulados, embriagados con el aroma salvaje que dejó perdido en los rincones. Desparramó tinta invisible en unos documentos confidenciales que Armanda guardaba en sus archivos. Es increíble, le arrancó la fecha de hoy a mi calendario.
Acabo de saber también que ayer pasó por la televisión y la dejó en blanco y negro. Se llevó todos los demás colores. La radio suena opaca. ¿No será que se ha quedado con los agudos y el brillo? Sospecho que no podré escuchar ahora los falsetes y toda la coloratura de Gayle Moran, Anita Baker, Flora Purim ni las canciones viejas de Estela Raval. Pena me dan los simples, los que se conforman con las voces apagadas, con la música sin timbre, ellos no lo podrán notar. Nunca extrañan nada, no están acostumbrados, son conformistas.
Como conformistas son los que no han visto nunca una huella de su delicado pie al borde de una gota de agua o no han percibido su aliento en el latido de un niño que vuela una chichigua a la orilla de una tarde de marzo. Incautos, no la conocen. Poco les importa.
Todas las mujeres quisieran ser ella. Esa muchacha alta, delgada, con los ojos negros y las piernas más rotundas que las de la Dietrich en sus mejores tiempos, conspira. Conspira contra la seguridad de todos los estados emocionales. La quisieran todos: los periodistas, los banqueros, los cazatalentos, los pintores, los sacerdotes, los directores de orquestas, los teatristas, los astrólogos y hasta los saltimbanquis de las ferias, los gobiernos o los circos. Ilusos, todos. La perseguirían, formarían legiones tras sus pasos.
Hasta los economistas, los consultores y consejeros de Estados abandonarían su chata y monda realidad para buscarla. Formularían tesis y proclamas para ganarla, para anexionarla a sus grises y esquemáticas nóminas de centricidades y manías. Imposible, no les está dada tal suspicacia. Lo sé. Ayer, incluso, dos despistados detectives capturaron a un funcionario al borde de la cordura, que juraba habérsela arrebatado a un niño que la guardaba en su botellita de burbujas. Lo acosaron a preguntas. Lo llevaron al Congreso y, lelos, lo escuchaban cuando la describía y la desdibujaba con su paleta de colores. Qué risa daba, verlos allí tan enjutos y embebidos, mirando transmutarse (enano y funcionario) en sapo cantarín, subirse en el estribo y escapar raudo y tierno sobre el unicornio de la nada.
Hace exactamente cuarenta días y cuarenta noches que ya nadie duerme ni trabaja. Sólo se habla de ella, se la busca. Esa muchacha alta (¡la de las piernas de Marlene!), ha trastocado todo: el clima, la Vía Láctea, el tiempo y el espacio, las oficinas y las fábricas, las calles y los parques, las artes y las ciencias. Hay quienes intentan arrancarle el alma, la vida. Otros sólo quieren apropiársela para sí, esconderla para mercadear parte por parte cada átomo de su cuerpo, su perfume, su andar.
Yo también la busco. Empeño mis fuerzas, mi pluma fuente, mis discos en pasta, mis libros, mis tres chichiguas, mis mejores amigos, mi almohada de plumas, mi encendedor de nácar, mis calcetines claros, mis papeles de bachillerato, mi álgebra de Baldor, mis tortuguitas centenarias y mis zapatos de tenis. Todo lo cedo, lo doy a cambio de una información sobre su paradero. Hace un rato volvió por mi oficina y me dejó un recado que nadie supo transmitirme.
Si acaso usted la ve, avíseme enseguida. Sólo sé que se llama Josefina. (La radio y otros boleros, 1996)



PÁGINA 22 – POESÍA AMERICANA

Gloria Dávila Espinoza (Huánuco-Perú)

I

mujer frontera insurrecta de Saba
ya casi no me acostumbro a
tu parada de tren en mariposas
a tu estación de torpedos
estigmas de milagros
amuletos de fósiles
diluvios en hierros
soledad en viejos desiertos
travesía de buitres en acecho
bálsamo de calvarios
voy en silencios debajo de tules y cerbatanas habitadas
como cuando la noche te llama
para pintar tu blanca cabellera en una sombra
que arranca los cielos por doquier
redimiendo el oficio de liturgias
en lenguas de exultación.

II

no quiero llorar a cántaros
y entre el fuego eterno
me consumo para ser la Khalo
revolviéndome en el blanco espiral
hasta el hartazgo en pinceles de Rivera
en donde es posible soñar a complicidades de vértebras
y restando pienso arribar a tus manos-firmamento
e ir a la caza de anhelos pérfidos a cubrirme de tu negro coral
en tanto escalinatas y trenes vayan en marcha enredada
para ser lianas y no dudo que sea
la primera vez que duerma a campo abierto
ni tampoco la última estación de agoreros espacios
cubriendo mi única máscara pintada de sirenas.

III

quiero cantar a mares para ser
tu Penélope en telares y arcos de saetas
o quizá tu Juana de Arco y nacer en Domrémy,
pero me sintetizo entre la gota fría de tus fuegos
regresando todavía más
a mostrar mi rostro fiero
para que el camino no trace mis nostalgias
de saberme sombría y ser a tus antojos
de miradas tu desértico arenal
en la que en tus labios
apenas sea el leve ronquido de sus cuerdas
gritando al torniquete de mis células
mientras una nube turbia
se pinta de amapolas consumadas
frente a tu asombro que no tiene fin.

IV

no quiero ser mujer color brisa en Calcuta y
entonando galopes ir convertida a zumbido de moscas
abejas y enjambres
en donde sufre tu María Magdalena
que no es roca ni aire
apenas una gacela huyendo
de su caos y acaso no de su alma polvorienta
para no ser un accidente más en medio de purpúreos días de gólgotas.

V

roja mujer de esperanzas intentado ser tu Cleopatra
curvando el mundo en cuclillas
preñada de raíces en bardos
para ser otoños y hojas caídas
de leyes extrañas a tus oídos
lunas vibrando en un escondite
de mudos estallidos de alquimias
quiero ser.

VI

ejercito hoy ser las raíces de tu árbol en escamas
tu explosión de miradas
en pugna por ser:
mujer árbol
mujer río
mujer sol
mujer manos
para tus pocos cartuchos blancos que erigen hoy paz consumada
que en retornos de casas
luceros y caminos
de ausentes diálogos sumada
para ser agua que no reste la vida a cuenta gotas.

VII

mujer hormiga
mujer pájaro
mujer catarata y fuego
mujer ceniza y tiempo
mujer útero de estrellas
mujer bandera y patria
mujer frontera sin hito
mujer flagelada por el hambre
mujer antorcha de caminos
mujer maíz y sed
mujer en procura de la inmaterial fábula
de postulados parmenídeos
camino en tus sandalias que nunca se gastan
para ser tu rapsodia y antologías de
escalinata a parodias
volviendo a tu estoicismo retorno
en esta fragua del logos universal.

VIII

quiero ser Elena, mujer de rojos espejos riendo a carcajadas
pero me diluyo en mieles lechosas de hielos pétreos
y es posible que los pasos de un caballo de madera se sumen a rieles de un tren
huyendo del mundanal pintado de ébanos
respirando abandonos y batallas
navegando en sospechas de ser musa traicionera y
porque hoy por enésima vez la Eva del paraíso ha vestido mi rostro
voy a escarbar tus rastros por eso ven y
visita tu fuente para dejarme convertida
en reflejos y escamas de peces, pelambres, pezuñas y cascos
aquellas que irán al acecho de tristes trashumantes
vestidos de cuervos sin piel.

IX

Quiero ser tu Catalina,
mujer-hamaca de pieles y arco iris
abanico de torrentes escarnios
para que juegues con tus dados perdidos
y resumes diciendo
ésta es tuya y la otra también
y tus dinastías hayan perdido su color
y mis blancas pieles se tiñan de batallas
en manos de alfareros
por marcar los pasos del mundo
sin medir el termómetro de tus
fanegas y arrobas de suspiros
debajo de una puerta cerrada
para ser catequizada estratosfera
porque tú eres mi cáliz, mi fe
y mi cruz
te persigo en el olvido del tiempo inmutable.

Ana María Valdeavellano Pinot (Guatemala/Guatemala)

Porque las horas pueden ser soles o sombras,
HOY, es poesía

Ayer,
cuando el mar se agitó
envidioso de tu mirada,
te reafirmé ola,
impetuoso horizonte
que refrescas mi playa
con tu pleamar de hipocampos,
tritones y sirenas.

Quédate,
deja sales y espuma
en mi arena,
marea irrepetible de oro y acua,
sorbiendo soles
y meciendo lunas.

Pleamar.

Encontrarte letra,
descubrirte espejo
descubrirte
YO
Encontrarme

“Es estar en casa”.

INVENTARIO

1 frondoso y despeinado pino
que sonríe a través de la ventana.

2 unicornios
augurio de venturoso amor.

1 morado
que hace guiños desde velas y cuadros.

1 seno voluptuoso
que seduce a la pared.

4 pantuflas
hacia el mismo horizonte.

1 gemido
1 lágrima
unísono

….y….

Una bata para dos….

POR FIN….. HOY.

Abrir los ojos
frente a tu mirada verdeazul
y tu cuerpo mágico
y tu espalda sin espalda
“Es estar en casa”.

LA PLUMA DE ZEUS

Los domingos por la mañana,
me coquetea la pluma
con una sonrisa cómplice,
desde la mesa de noche…

Espera Pluma,
deja
que mis labios
saboreen las palabras,
aquí,
en su espalda de durazno tierno.

Quiero evocar…mito y momento:
Mi lengua de Zeus antiguo
con cuerpo y acecho de águila,
desciende
tras
su
Ganimedes
que en lucha, pasión y delirio
envuelto en sirénicos cantos,
gozoso
escancia ambrosía.

Espera…
aédica pluma…
paciente,
al espacio sin tiempo
de arcano y olimpo…..

21 sin tiempo.

Las preguntas acerca de una certeza,
no son vanidad; son recreación
de la certeza.

¿Y me preguntas por qué?
¿Por qué hoy, es poesía?
Porque…
Por tanto mirarlos
se te metieron en el alma
los celajes del atardecer,
en los poros
las luces del plenilunio.
las estrellas
en la sonrisa,
los arroyos en la mirada
y
las auroras
en el ser.

“No podemos bañarnos dos veces en el mismo río”
Heráclito de Efeso,
¿Y los errores…?

BIOGRAFÍA

Hace ya muchos años,
me quemé las manos
y
pasé mucho tiempo
con las manos vendadas
sin tocar el agua.

Hace aun pocos años,
me volví a quemar la vida,
y
la volví a apagar
con agua sucia.

Hoy,
mis manos están sanas
y limpias,
para seguirte tocando,
Agua Limpia.

Mientras te esperaba.

El claroscuro
es únicamente
uno de tantos matices de la vida.

A contraluz,
de cara al sol,
tu luz se funde con los celajes
en una sonrisa al día que nace.

Escucho las olas.

Te veo
y pienso…
A tu lado
EL MAR
no tiene sal.

El tiempo
es un embudo perverso,
pero HOY…..

ANTIGUA

Agua,
polvo
Y
piedra
de tiempo sin olvido.

Espadas cabalgantes,
ladrido de lebreles,
garra
y
colmillo
de león
de oro y sangre,

Cien cúpulas gimientes
con sísmicos lamentos….
Lágrimas de un volcán
Y un palacio negro.

Florece el ixquisúchil
de cruces y campanas,
alfombras penitentes,
incienso, paleatinas
y
ciriales.
…..en punto,
a media noche,
Lloronas y Tatuanas,
Cadejos y nahuales
desfilan por su magia,
que un río pensativo
refresca en la memoria.

Al fondo…..
una niña
de cielo en la mirada,
esparce
su nostalgia.

PUEBLOS

El esplendor
ARQUEOLÓGIGO
es el destino
de un pueblo,
por la ira de sus dioses
condenados
al tártaro del olvido.

Otros,
quisieran ocultar su dignidad
de callejera:
Cuerpos y lágrimas por una moneda.

El mío,
IGNORA.

La muerte y el adiós
son un beso con los ojos abiertos,
que nos da la vida.

La distancia no se define en espacio,
ni la marca tu ausencia .
La define la ausencia de mí en mí
cuando estoy contigo.


EPIDRAMAS

El dolor
es un vaso de vida que
se derrama.

Los dolores grandes no se lloran,
basta
con perder la vista en el horizonte
para ver nadar el alma
en un agujero negro.

Dolor, doliente, dolido, duelo:
palabras para definir
el crecimiento rápido y efectivo.

El dolor
es la lágrima que se le escapa al alma
frente a lo inevitable.
Las hojas
son las lenguas de los árboles;
la lengua,
las papilas de la vida.

El dolor
es sólo un instante sin sonrisa,
porque el amor
es fuerte,
el recuerdo,
imborrable
y
la presencia
de los que aún están con nosotros,,
una invitación
al
GOZO.



PÁGINA 23 – ENSAYO

LA MUERTE SEGÚN FOGWILL

Por Vera Fogwill (CABA-Buenos Aires-Argentina)

Cuando casi adolescente empecé a escribir, casualmente Fogwill se quitó el Rodolfo Enrique y el Quique y pasó a ser, no sé cómo, sólo Fogwill para todos, incluso para mí. Una manera egocéntrica de saber que todo le pertenecía a él. Incluso los Fogwilles de Devon en su sangre y toda raza o estirpe menor que le sucediera. A mí me queda pensar si podré seguir siendo Fogwill, más allá del absurdo título de condesa que heredé. Si debo firmar simplemente así, como hubiese querido él, o debo cambiarme el nombre definitivamente por el seudónimo literario con el que desde hace años escribo.
Ser la hija de Fogwill es como el poema que escribí el otro día sobre Borges que titulé “Las pobres hijas de Borges”, en alusión a lo que no tuvo y a lo que, si hubiera tenido –una hija que escriba–, le habríamos dicho todos: “Pobre hija de...”. Es intentar ser actor siendo hijo de Vittorio Gassman, intentar hacer cine siendo hijo de Ozu, intentar ser meditativo siendo el hijo de Osho, intentar ser persona siendo el hijo de un animal.
“Escribo para no ser escrito”, se limitaba a decir siempre él. ¿Y ahora qué carajo hago, papá? ¿Escribo para que no seas escrito o dejo de escribir? Me quedo impregnada de las palabras que me envió Teresa Lamborghini, otra pobre hija de, al día siguiente del funeral de mi padre, que fue casualmente pocos meses después que el de su padre y en el mismo lugar. “Fui a saludarte, Vera... a verme supongo... Tensiones que ni llorar podés... Entre los hermanos, las actuales, las ex que llegado el momento no quieren perder actualidad, las que iban a ser o creyeron ser o quisieran ser y al revés... Que si se lo crema al muerto, que si se lo entierra, que si se lo atendió debidamente, que... Esto es sólo el comienzo, te dije con un abrazo fuerte con el que de paso me abracé, cosa que no había tenido tiempo de hacer desde noviembre, cuando yo estaba ahí adonde ahora estás. Sigue que empiezan a reescribir, adelante nuestro, ahí, ‘cosas’ que uno sabe que ni remotamente fueron como se las está relatando... Y ahora tantos escribirán.”
Sólo puedo escribir estas líneas a pedido de mi íntimo y querido amigo Martín Pérez, y lo hago en breves minutos, en medio de la noche, casi sin detenerme a pensar. Cuando salí del quirófano, en mi parto, antes de que me den a mi hijo, pese a tener prohibido aparecer, él ya había logrado inmiscuirse e invadido mi habitación del sanatorio a media noche. Ya había llamado a todo el mundo para contarles y me esperaba allí, creo que fumando. Yo quería asesinarlo, pero tanto amor me lo impidió. No puedo dejar de oír sus comentarios a su nieto cuando volvían de la plaza: “Ni una mina, una pálida, todas viejas chotas de veinte con culos gordos, ¿no, Aki? ¿No hay otra plaza por acá?”.Mi padre para mí, como padre, fue un gran escritor. No se lo podía molestar, no se le podía quitar minutos a su silencio ni a su pensamiento. Su mejor novela es su vida, una vida más impactante que cualquier escrito que hayan podido encontrar o leer de él y/o sobre él. La mejor literatura la hizo en las noches arrullándome para dormir, jamás –mientras me tocaba estar con él– me dormí sin un cuento de mi padre, jamás. Hasta de grande era capaz de meterse en mi cama a contarme un cuento, pese a que yo, dormida, me sobresaltaba y le decía: “¡Papá, ya estoy grande para cuentos!”, “¿Papá, estás drogado?”, “¡Papá, soy tu hija!, ¡Papá!”.
Debo confesar que no creo en la muerte, en la única muerte que creo es en la mía. Ahí dejarán de existir todos, los que están y los que no están, porque viven en mí. De beba me llevaba en moto, y caminaba poniéndome adentro de una bolsa de mercado. Mi cabecita salía por esa hamaca ya desorbitada. Mi padre durante mi infancia no me llevó a Disney, a pesar de tener colecciones de autos antiguos, excéntricos y barcos y mucha plata, o guitas, como decía o dice él. Me llevaba a la pensión donde vivía su amigo Leonardo Favio y me hacía practicar y tocar frente a ellos en la guitarra milongas y gavotas. En sus años brasileños me llevaba de visita a lo de su amigo Caetano Veloso y lo observaba componer tristes canciones. En sus años de barco me hacía vivir solos en alta mar. Una vez mi abuela me llevó a verlo a Londres, donde estaba viviendo. Yo no entendía por qué no llevábamos equipaje, ni tomábamos aviones. Londres era finalmente la cárcel. Allí lo visitaba. Y él no tenía problema en presentarme a un asesino que había matado a su mujer por rompe-pelotas. Y me explicaba que por fin allí escribía en paz, sin chicos hinchando las bolas, tráiganme puchos.
Mi padre era de esos que te enseñan y te obligan a dar el asiento a los mayores, pero se queda cómodamente sentado mientras lo hacés vos. Pero también era de los que llegaban cargados de chocolates para entregar al colegio en plena época de Malvinas. Creo que fue esa sola vez a mi colegio, porque nunca lo vi en los actos. Tenía once años y mi mayor preocupación era pensar cómo podía pagar todas las deudas, éramos nuevamente muy pobres. Un abogado me explicó que las deudas no se heredaban, pero se equivocó. Se hereda otra cosa: la herencia es la vivencia. Llego a lo de mi viejo, está cagado a palos, viene un cana a llevarse la tele, la puerta abierta siempre, me mira y se la lleva igual. Fogwill parecía un monstruo, estaba desfigurado, pero estaba bien, no había pasado nada, nena. Me levantaba en la mañana y mi padre siempre me dejaba una nota al pie de mi diario íntimo. Lo había estado chusmeando a fondo. Analizaba mis textos sobre pijamas parties como textos de Proust. Me explicaba por qué estaba bien o mal escrito. Yo sólo tenía escrito “me gustan Los Parchís”, o “mi amiga Viole es lo más”. Sin embargo, él precisaba saberlo todo. Todo lo que yo hacía era genial, siempre fue un fan mío, por no decir suyo.
No me enseñó a manejar. Las minas no pueden manejar, por eso le robó el Citroën a mi vieja. Cuando no puedo dormir, nada mejor que escuchar el tipeo de una máquina de escribir IBM. Traía a genios como Laiseca para que compartamos el mate, prefería llevarme a geriátricos a ver tíos abuelos moribundos, prefería llevarme a velorios a ver amigos ya muertos, prefería llevarme al bar La Paz a escuchar sobre los que se habían ido hasta la hora que llegaba la revista Billiken, que siempre me compraba antes de irme a dormir a la madrugada.
Finalmente, luego de haberme explicado toda su vida qué era la muerte, la muerte de las creencias de cualquiera que sea que uno tenga, de cualquier sueño que uno quiera, de cualquier cosa que uno vea, me la mostró. Cuando una semana antes me dieron sus cosas en el hospital, elegí un libro de los que tenía con él. Era una novela de Elvio Gandolfo: Cuando Lidia vivía, se quería morir. La abrí al azar y decía algo así como “el padre se despide de la hija muerta”. La cerré aterrada. Mi papá me estaba avisando que él no se moría ahora, que me moría yo. Luego de tener una semana para digerir esto y más, pude estar ahí toda esa última noche y darle la mano y ver cómo era todo eso de lo que de alguna manera me había estado hablando toda su vida. La muerte de a poco de cada parte de su cuerpo, el fallo de un órgano, la defunción de un miembro inferior, superior, la presión que se va, el latido que se apaga, así como en una cátedra de vida. Sin dolor. Ver eso, vivir eso, me posiciona en otra parte. Nacer es bello, morir lo es también. Sobre todo cuando la persona que muere lo sabía y, más que eso, lo decidía. Sobre todo cuando esa persona vivió y muy pocos lo hacen; vivir es ser, y él fue quien quiso. No todos lo logramos, no todos podemos traspasar la barrera moral y reírnos. Ahora es sólo parte de mí y no Partes del todo, como titulaba él uno de sus tantos libros. Ahora si me remito a su “Sentimiento de sí”, aquel poema magnífico que me dedicó sólo a mí: “Padres: metros maestros de palabras, restos de lo legado y lo perdido, poderes, patrias, potestades, nada...” Y en el que me puso a mano en la primera hoja: “Gracias por tu silencio”. Aquel silencio que prometí tener y que cumplí.
No puedo dejar de pensar en que se fue literariamente haciendo referencia a Piglia, con su respiración artificial. Era muy chica, se publica Help a él y le había puesto Vera a un personaje y Vera era una puta... Y esa puta soy yo, la diferencia es que en ese entonces ni siquiera sabía lo que era coger. Poco entendía de la referencia sonora a “El Aleph”, y el juego con el nombre de Beatriz Viterbo para Vera Ortiz Bety. Yo cursaba tercer grado y le pregunté, llorando: “¿Por qué le pusiste Vera a una puta que te cogés y te mea? ¡Por favor, no se lo regales a mi maestra, papi!”. En ese entonces no había Veras, así que esa Vera para la nena que era entonces sólo podía ser yo. El sólo me contestó otra cosa: “Vera es la verdad, estar cerca de ella, en la orilla. Eugenia, tu segundo nombre, es el origen de la génesis del gen, del genio”, que me dio origen, y estaba hablando de él, claro. Y agregó: “Fog-will es y será siempre estar entre la niebla, tinieblas, o mejor aún: el deseo de ellas”. Pero se parece más sonoramente al fuck.
Cuando falleció, que es sólo ya un decir, o una obra más suya, subí a mi auto estacionado en la puerta del hospital. Estaba con el amor de mi vida, a quien mi padre adoraba y en la radio empezaba a sonar “No me importa morir”, ¿de quién?, de El Otro Yo. Con Suomi nos miramos. Mi papá me trabó la puerta. El no lo vio, yo sí. Es que soy yo!, yo!, yo!, como dice aún su contestador. Yo.



PÁGINA 24 – CUENTO

PRIMER VUELO

Por Esmir Garcés (Algeciras-Huila-Colombia)

En la página en blanco, el cuervo tiene su propio mundo y no depende de la mano del poeta. Una estela de palabras hace temblar el aire. Nada detiene su mirada, el vacío tiene su propio vértigo. La gramática va trazando su vuelo. El tiempo es un árbol de sonidos y de palabras en el corazón del ave.
Con el pájaro llega el día, noticia de bosques cercanos y de una posible lluvia. Trae en sus entrañas el rocío de su canto y el vuelo fugaz de una estrella.
Cuervo dijo: “Vuela”, y abrí los brazos, y el viento movió mis alas. Cuervo dijo: “Grazna”, y mi boca expidió un horrible sonido. Cuervo dijo: “Ilumina los ojos”, y mis pupilas se volvieron ruedas de fuego. Cuervo dijo: “Ama”, y aprendí a despedirme de la muerte.
Para hacer volar a un cuervo, primero pienso en el aire. Un pequeño punto en el horizonte como un grano de trigo. Un punto es la nada, esa misma fuerza que hace abrir la almendra en la tierra. Y luego, doy paso a la imagen y nace de la cáscara el pájaro. Aletea como señal de vida, escapa de la misma palabra y su cuerpo flota entre el mar invisible. Nada sorprende al ave: grazna porque sabe que en las páginas siguientes habitan otras aves.
Todas las noches dibujo una jaula distinta, línea tras línea, barrote tras barrote. Este ejercicio lo sé de memoria, lo aprendí en la infancia con mis abuelos y lo perfeccioné en la escuela. Lo puedo repetir cuantas veces quiera. Me es fácil: poseo la destreza de encerrar los espacios, de asignarles sus colores y sus ambientes. Me ha parecido difícil que los cuervos vuelen dentro de ella.
El cuervo agita sus alas para advertirnos que el mundo comienza en el aire.



PÁGINA 25 – POESÍA AMERICANA

Alfredo Vanín Romero (Timbiquí-Cauca-Colombia)

REPOSO DE LA AMANTE

Duerme a mi lado
con el pubis todavía húmedo
desnuda en esta casa sin puertas.
Los meteoros han seguido su curso
el mar es rojo
herido
por hechicerías.
Inundó mis ciudades
olvidó sus dioses
y nunca doblegó su boca.
Duerme a mi lado
como si descendiera
por última vez al paraíso.

DESEOS

Antiguas puertas del milenio, acaso adivinadas
cuando el viaje merecía el descanso entre las fauces del manantial de espinas,
bruscamente perversos,
cuando un vago cosquilleo delataba el deseo
y nos expulsaba hacia los reinos veleidosos donde en verdad
se dilataba el pulso y atardecía entre cavernas
en una inmensa dicha de marionetas y zafiros.
Tus elásticas piernas rodaban de través en las piedras
o sobre el humo de los dinosaurios, largos minutos
de girar en vano
sin hablar, sin angustiarnos por el niño rojo
que de pronto abriría tu garganta o acaso escondería tus pezones
ahora aferrados a mis dientes vencidos.
¿Acaso el planeta no escondía sus miedos calcinados, acaso
no palpitaba lentamente la colina y se moría en sus espasmos?
Fue un desquite entre olas que tenían de común el vaivén de los cuerpos
las guerreras manos enlazadas contra un árbol de acero y el grito
que finalmente supo a estropicio de navegaciones
como un velado cataclismo.
Y es todo lo que sé, lo que voy olvidando
en los cielos cerrados como los ojos de la diosa impúdica
que nos hacía guiños desde lejos
y reencarnaba en ti con su poder de mensajera.

PREGONES

El juego embelesado en sordina
no desmiente su última marea
sin predicar en el desierto ni en el reniego del marino que nace
con los ojos dolidos de resistir las fieras ánimas.
Allí, rey de barajas, te precedió andreas celarius
en las afueras del bandoneón donde solías maltratar al destino con
tantos sueños y despojos
en esa madrugada cambiante
enmohecidos por la lluvia del bar
cercados por los ángeles
en fuego de cerveza y ostras muertas
cuando sopla el halcón y las barcazas
recién purgadas de los astilleros
roen la destrucción del pez doliente
que ríe en paralelo
un poco al sur y goza en sus temblores
ayunado por hombres de barba oscura y remojada.
(Giran monedas falsas
tenues veleros de otras épocas
que encallarán también entre las dársenas).
Pero ya que el fantasma nos persigue
no se podrá ahuyentar tanta ceniza
al ritmo de las aguas vaciantes
consumidas en nombre de pío leyva.

BARCOS

Arruinan la noche con sus sirenas enfermizas
quizá sufren de amnesia o niegan sus orígenes
desde algún astillero predado por las furias
convencidos de la bondad de los fantasmas
tiernos en su mejor medida.
Sus viejos tripulantes salieron de sus vientres con paso de fumadores de ceniza
y ahora yacen mudos en los acantilados donde las ballenas suelen morir
con el peso de sus barbas desalentadas por el trepidar de los remeros
esos barcos sin muelles ni siquiera un fondeadero de cadáveres
sólo los alumbran ojos adolescentes
o víboras de mar que nunca dejan de trazar un sesgo
como el relámpago que en los camino oscuros
desmiente tu pasado.


Aleqs Garrigóz (Puerto Vallarta-México)

LA ENAMORADA

Apaga las velas del encuentro,
desmaquíllate, arroja las flores en el inodoro
porque no vendrá aquello,
lo último por lo que valía vivir…

¿Qué haces, grande tonta,
desgarrando el encaje que te adorna
como un regalo dispuesta a entregarte al él?
¿Qué haces cortando tu cabello como una loca
en señal de ridícula rebeldía?

Escuchas el paso de sus pasos alejarse
y aún te mueve y te estalla el último beso
robado con un falso juramento de amor.
Crees oír esos pasos en la escalera
y ver una silueta que se pierde entre las sombras.
¡La silueta de lo que no es!

Derrúmbate sobre la alfombra,
desgarra tus vestidos, rompe algunos trastos,
corta tu cabello como una loca,
pero no rasgues mas tu cara
para que no vuelvan a decir por las esquinas
que aquella enamorada que grita en la noche
eres tú.

EL AUSENTE

Hoy pensarás en él.
Abrirás tus ojos a la fuga de las lágrimas,
abrazarás su recuerdo entre dos noches,
y entonarás una melodía para distraer tu desvelo.
Pensarás: "regresará".

Él es el ausente.
El que se afana en merodeos circulares,
en movimientos repetitivos sin mérito.
El que no puede morir porque espera.

No puede su uña cavar el concreto
ni su puño iracundo doblar el acero.

Y cuando cae la noche,
el pánico se le viene encima como una mortaja.
¡Ay la ansiedad de aire puro, de espacios sin murallas;
la soledad de la fría litera de metal
encubada entre humedades y grietas!

A veces su pensamiento flota en la sombra,
sin poder ir adelante, hacía el porvenir,
atorado entre las redes inconsistentes
que la locura va tejiendo alrededor de su cabeza.

Mañana no pensarás en él.
Regarás las macetas, podarás el césped, harás llamadas.
Pero tu corazón como una mente que escucha a otra
sentirá su pulso fulgiendo en las tinieblas
y pensarás acaso sin saberlo:
"Está vivo"

EL AMIGO IDO

Hay una banca vacía, una silla que nadie puede ocupar.
Hay también, un frío sudor que escurre en nuestra frente
cuando alguno menciona tu nombre,
el persistente nombre de tu niñez
tempranamente arrebatada.
Hay un amigo ausente en la fiesta
y cuando alguien pregunte -¿Dónde está el?
todos dirán: -Se ha ido a un lugar mejor,
lejos de los relojes de arena y los espejos de soledad;
los espejos y los relojes que nos hieren tanto.
Todavía evocamos tus dientes quebrándose en una carcajada,
la explosión de tu alegría en la serenata,
el susurro de tu vaho adormecido en nuestros hombros,
el peso de tu incertidumbre en nuestras horas.
Mirabas el azul profundo del techo de una carretera
seguro contando estrellas, ignorando
el destino que Dios había puesto en tu camino.
Un vuelco, un golpe en la cabeza, y ya estabas moribundo.
Tan fácil fue, como lo es para una estrella fugaz caer.
Tus última palabra: tú inolvidable estela: “ayúdame por favor”
Hay un muchacho ausente en el círculo de juegos,
una fotografía que no podemos mirar.

EL REZAGADO

Cuando en la fiesta, en la vida,
la gente se abraza una a la otra,
se mira a los ojos complaciente,
se trueca ademanes, en fin,
se corresponde con naturalidad
con esa energía estelar casi imperceptible
que conduce a todos y en la que pocas veces reparamos,

siempre hay alguien nervioso en una silla
observando esa medusa de movimientos
en la que todo se enreda;
alguien que no entiende,
que actúa en la soledad de su habitación
frente al espejo, preguntándose si es normal,
exclamando "¿Lo hice bien?";

alguien que se retrae, que no aprendió a la par.

Alguien que escribe.



PÁGINA 26 – ENSAYO

HERRAMIENTA

Por Gabriel Impaglione (Lanusei-Sardegna-Italia)

“si mi poesía no ayuda a cambiar la sociedad
no sirve para nada”.
Santoro
El poeta... el poeta... ¿qué poeta?
¿El poeta ideal? ¿El ideal poeta?
¿Qué poetas? ¿de qué poesía?


Comprometido con... una mujer/un hombre; unas cuotas; un secreto; un ojo por ojo; una causa libertaria; una iniciativa cultural; la mentira; la verdad; la hipocresía; el susurro doliente; la cuenta corriente; su ombligo; el espejo del baño; los salones elegantes; la marcha para decir No; el socialismo; la independencia verdadera; el bicentenario; las placas de bronce; los medalleros; La voz; la palabra; la justicia; la razón; la verdad; el futuro; los derechos humanos; el levante fácil ( Dolina dixit); la búsqueda de respuesta; la belleza; el arte; la llave de la felicidad; la armonía; los trabajadores; las patronales; el político; la política; el gato; el amor; sus conflictos; la fama; los vinos; las migajas del banquete; el cura; la palmada en el hombro; la metáfora; la acción cultural; la inacción cultural; el coro; los buenos vientos; un lugar en el palco; la vocación de hacerlo todo de nuevo; la historia; qué historia?

El poeta... el poeta... ¿qué poeta?
¿El que me imagino, el que quiero ser, el que soy, el que fui, el que será?

Lugar común: “el poeta es un ser comprometido con la belleza”
Otro: “El poeta es un ser comprometido con la palabra”
otro: “el poeta es un ser comprometido con su pueblo”
una más: “El poeta es un ser comprometido con su tiempo”

(...)

¿Un zapatero es un ser comprometido? ¿En todo caso, con qué? Con sus zapatos, con los zapatos de los suyos, con los zapatos de los demás, con el partido, con las manos partidas, con los otros zapateros.
Y si sólo es un compromiso con su oficio, pues: zapatero a sus zapatos.
Y aquí termino.
O comienzo.

Poetas comprometidos:
Poetas no comprometidos:
(arme su lista personal).

Sé de poetas comprometidos, por ejemplo, con su imagen de poetas; con su voz sonándole melodiosa, afectada, llena de ecos del olimpo, en los oídos.
Poetas de verdadero compromiso con lo social. Hoy aquí, mañana allá, a tiznar salas y audiencias con voz grave, llena de altos matices que piden “una placa de bronce allí donde he leído”.

Sé de poetas de té que leen versos de masa fina, que ovacionan a sus pares (el clan elegante que siempre está donde están) golpeteando alegremente sus deditos entre sí mientras tuercen el cuello a un lado y al otro para declamar con autoridad severa “ay que lindo”. Así de comprometidos con la cultura y el arte del buen decir.

Sé de poetas de museo, rigurosos archivistas de lo que ha sucedido en las páginas del Billiken. No se ausentan jamás de un acto patrio. Allí declaman loas en carros triunfales, elixires místicos que embriagan de emoción. Así de comprometidos con el verdadero ser nacional.

Sé de poetas no comprometidos con nada. Pero, en serio, con nada de nada. Ellos están por allí, siempre en otro lugar, en otra parte, escriben, escriben, y nada más. No vaya a invitarlos a una reunión, menos a trabajar por algo que merece la pena, no tendrá respuesta. Escriben y nada más. Y aunque escriban de algún hecho social, digo, de algo que sucede, o no, incluso de la chica que no fue a la cita y esa luna feroz caída en el arroyo, ellos nunca estarán con nada ni con nadie. Son los no comprometidos. Nada los compromete. Persiguen la pureza, lo etéreo, lo trascendental... sin comprometerse, claro.

Sé de poetas que se comprometen entre ellos, pactan en un termo y allí se quedan a leerse y a comentarse, a mirarse las caras y discutirse, pero no mucho. A estimularse, palmearse, invitarse vinos y cafés, hasta que semejante unidad hace la maravilla de elevar bajo esa atmósfera de gesta, en medio de donde no había nada, una cima de luz desde la que después miran el mundo. Esos son los poetas comprometidos con su círculo íntimo de tan notables poetas comprometidos con su círculo íntimo.

Sé de poetas que se han comprometido con el anonimato y ni siquiera se dicen poetas. Y andan por allí, de hora en hora por la vida. Uno los descubre cuando se mueren, o en vida, de casualidad, por alguna infidencia.

Sé de poetas de horas extras, transpirada camiseta, pulmón y pulmón, comprometidos con el trabajo de poeta. O sea, no galas de embajada, digo: poetas comprometidos con el oficio de poeta.
Se la pasan de agua en agua, de verde a verde, de vuelo en vuelo, amando a pierna suelta en tanto la metáfora a veces es meteorito, saludo desde la otra vereda de improviso a veces, una palabra en los bolsillos.

Sé de poetas tan altos que uno debe subirse a una silla para hablarles, mostrarle una página, preguntarles qué cosa es la poesía. Esos son los poetas comprometidos con las alturas de la poesía.

Sé de poetas tan bajitos que a menudo para dirigirles la palabra primero se debe cavar un pozo en tierra. Esos son los poetas comprometidos con las bajezas.

Sé de poetas piedra en mano, comprometidos primero con la humanidad que no dice pero que hace, después con la poesía, aunque... ¿quién podría delimitar una de otra? Digo, la poesía y la acción.
Son poetas de poner el pecho y la poesía. Poetas comprometidos con poesía en pecho.

Sé de poetas alucinógenos. Pero tan crípticos que a veces no se entienden, por eso llaman a su poesía: poesía experimentaldevanguardia, poesía postsurrealísticamentefuturística.
A veces se quejan del bajo nivel de educación de los demás. Pero son comprometidos con su poesía, saben que alguna vez todos los otros llegaran a entenderlos.

Sé de poetas dedicados afanosamente al arte del soneto, la rima exacta, la métrica casi dictatorial. Se mueven en esos laberintos rigurosos con pie firme, casi bota militar, duros y erguidos, solemnes, sabedores de semejante desafío. Son los poetas comprometidos con el conservadurismo de la poesía.

Sé de poetas que siempre están. Pero siempre están. En todas siempre allí. “Esos son los imprescindibles” (B.Brecht)

Sé de poetas que se comprometen con la resistencia encarnizada contra la picadora de carne que representa toda sociedad. Ellos están allí, poesía en ristre, resistiendo. Diciéndole No a la violencia que les llueve. Que nos llueve. ¿Una poesía del disconformismo? ¿Una poesía hacia la transformación social?
¿Una poesía que ataca o se defiende?
De una u otra manera son poetas comprometidos con la defensa contra la sociedad.

Sé de poetas comprometidos con el poder de la memoria. No dejan de hablar. Hablan, hablan todo el tiempo, y entre una palabra y otra disparan una cita, esa frase célebre, el típico “como dijo...” que deslumbra y calla. Son los poetas comprometidos con la demostración permanente de su sabiduría.

Sé de poetas que han escrito alguna poesía para aparecer en una antología y con esa trayectoria están en todas partes, van a los actos, a las cafés literarios, a las presentaciones de libros, a las marchas y contramarchas de los escritores, mandan cartas al correo de lectores de la sección cultura de algún diario. Y siempre se lamentan de lo mal que van las cosas, de que así no se puede, que hacia dónde va la poesía con tanto diletante encaramado. Son los poetas comprometidos con la figuración a ultranza gracias a la poesía.

Sé de poetas que viven engarzados en los avances de la tecnología, el marketing, las ofertas y las demandas. Escriben poesía en los teléfonos celulares, ese neorepentismo en código. Después publican libros y salen a hablarle a los diarios de qué cosa es la nueva poesía de vanguardia.
Son los poetas comprometidos con lo que ellos llaman la modernidad de la poesía.

Sé de poetas que se la pasan trinando por la falta de apoyos de las gestiones de gobierno a la cultura y especialmente a la poesía. Luego el destino los mete a presión en algún sillón público, y allí automáticamente se olvidan de la cultura y especialmente de la poesía.

Sé de poetas que buscan desesperadamente hablar con otros poetas de las cosas de la vida, del día y sus misterios y los ciclos aún negados de los brotes que vendrán. Aborrecen pulseadas culturosas, sesudas charlas de análisis literario. Ellos son los poetas comprometidos con la esencia de la poesía

Sé de poetas que escriben cientocuarenta y tres poesías al día y llevan la cuenta del total, actualizado. Cientoveinte mil, trescientas cuarenta y nueva poesías, hasta ayer... más las cientocuarenta y tres de hoy, hacen un total de...
Han autoeditado doscientos noventa y seis libros de poesía con un total de treinta y siete mil doscientas páginas.
Son los poetas comprometidos con la cifra (que le da volumen a tamaña importancia poética) de la poesía.

Sé de poetas que consiguen un crédito para editar ese libro en el que trabajaron todo este tiempo. Y después lo regalan. Y transpiran la camiseta para pagar el crédito. Y ya están escribiendo, no paran, y esperan terminar las cuotas, terminar el nuevo libro, para sacar otro crédito, y vuelta a empezar. Son los poetas comprometidos con el sacrificio de la poesía.

Sé de poetas que se la pasan difundiendo a todos los poetas. Arman revistas, espacios, volantes, mariposas, folletos, talleres, lecturas. Y cuando alguien – cada muerte de obispo- les pide una poesía para publicar hasta se emocionan.
Son los poetas comprometidos con las fraternidades de la poesía.

Sé de poetas cuyo universo poético es tan pero tan ancho que sólo caben ellos.

Sé de poetas que envían a diario sus poesías a diarios y revistas, en la certeza que alguna entrará a edición. Son los poetas comprometidos con la venta compulsiva de su poesía.

Sé de poetas tan grandes que se acercan como chicos a la poesía.

Sé de poetas que piden disculpas por pedir permiso para enviar un día de estos “algo breve para su consideración”. Y después termina el cuento que se reciben tremendas obras.
Son los poetas comprometidos con la humildad de la poesía.

Sé de poetas que andan por el mundo como una escuela abierta, como una guitarra llena de voces, como un pan de mano en mano. Esa es la grandeza de la poesía.

Santoro fue un poeta comprometido con una poesía que ayude a cambiar la sociedad, por ejemplo.
Si alguien me preguntara cuál es mi compromiso con la poesía, en lo personal, diría que me inclino por el compromiso de Santoro.
Gaceta Virtual agradece a los poetas Piero de Vicari y Ronald Bonilla por favorecer la difusión.



PÁGINA 27 – CUENTO

EL ESPEJO QUE HUYE

Por Giovanni Papini (Florencia-Italia)

Una imposible mañana de invierno, en una estación muy conocida, un hombre que no conozco -de sobretodo, con dos violetas en el ojal- quería demostrarme que los hombres son felices, que la vida es grande, que el mundo es hermoso. Yo lo escuchaba con interés, sacudiendo a cada momento la ceniza de mi cigarrillo que el viento consumía sin que nunca lo llevara a la boca. Lo escuchaba sonriendo y el hombre que no conozco se acaloraba cada vez más y del humour pasaba al sentimiento, al entusiasmo y al delirio. La fuga de sus palabras rápidas, fluyentes, firmes, como si hubieran sido fundidas en ese instante, acuñadas de nuevo en algún sitio hacía poco tiempo, me llenaba de una ebriedad muy similar a la que provoca la champaña. Algo picante y saltarín, un deseo de abrazar y de llorar, de danzar, de reír de improviso...
En cierto momento su voz me dijo:
-Medite, señor, medite en la grandeza del progreso que se desarrolla bajo nuestros ojos; en el progreso que lleva a los hombres desde el pasado hasta el futuro, desde lo que ya no es más hasta lo que todavía no es, de lo que se recuerda a lo que se espera. Los salvajes no prevén el futuro, no piensan en el porvenir; no prevén ni proveen. Pero nosotros, hombres civilizados, hombres nuevos, vivimos para el futuro y a merced del futuro. Nuestra vida entera se tiende hacia lo que debe venir, está construida en previsión de lo que ocurrirá. Nuestros hombres consagran el presente al mañana (siempre, porque todo presente pasa al mañana que pasará), respetuosa y valerosamente.
“Este enorme progreso del espíritu profético es lo que hace desvanecer los peligros, lo que pone en nuestras manos las fuerzas, lo que hace descubrir nuevas posibilidades, lo que nos vuelve dueños de la tierra, del mar y del cielo y de una cosa que vale más que todo eso, oh señor: ¡de nosotros mismos!”
Pero en ese momento un tren expreso llegó a la estación. Su estruendo solemne en el cruce de las vías, su breve silbato, decidido, irritado, interrumpieron el discurso del Hombre que no conozco. Cuando el tren se calmó y no se oyeron más que sordos bufidos de la locomotora y los viajeros escaparon, el Hombre quiso todavía continuar pero yo me anticipé:
-Señor Hombre -le dije-, este tren que acaba de llegar, ¿no le ha sugerido nada que se relacione con nuestra circunstancia? ¿No ha entendido su respuesta? ¿Quiere que se la repita yo, humilde traductor, ya que puedo traducir el idioma de los trenes y de muchas otras cosas? Hasta hace pocos minutos este tren corría a una velocidad media de ochenta kilómetros por hora, pequeño mundo apiñado e iluminado a través del campo solitario y neblinoso. Y he aquí que de pronto se detiene y los habitantes de esta pequeña ciudad en fuga han desaparecido y el maquinista se seca la frente con aire poco satisfecho. Las ruedas se han detenido perezosamente sobre los rieles y los vagones vacíos y oscuros añoran las charlas de los pasajeros y las valijas multicolores. Así termina una fuga cuando se viaja sobre rieles. Pero dejemos el tren y volvamos a los hombres. En este momento se me ocurre algo absurdo y se lo digo a usted, señor Hombre, y lo digo porque no hay aquí multitudes que puedan escucharme. Si estuvieran aquí todos los que yo deseo, les diría:
“Imaginen, humanos, una cosa imposible, absurda, loca, increíble y espantosa. Imaginen que todo el mundo se detuviese de improviso, en un instante dado, y que todas las cosas permanecieran en el sitio en que estaban y que todos los hombres se volvieran inmóviles, como estatuas, en la actitud en que estaban en ese instante, en la acción que se hallaban ejecutando... Si esto ocurriera y si a pesar de todo ello continuara todavía funcionando en los hombres el pensamiento, y pudieran recordar y juzgar lo que hicieron y lo que estaban haciendo, y pudieran examinar todo lo que realizaron desde su nacimiento y meditar en lo que deseaban realizar antes de morir, ¡imagínense cuánta desesperación ardería bajo el trágico silencio de ese mundo detenido de improviso!
“No sé si tendrán el valor de escuchar lo horrible que sería. Esfuércense por unos instantes en ver a todos estos hombres inmovilizados mientras se hallaban dedicados a su tarea, anhelantes detrás de sus sueños, instigados por sus sucias pasiones, rudamente empujados por sus deseos. Véanlos esparcidos por el mundo, como suspendidos por una catástrofe que los trasmutara en fantoches pensantes, en estatuas desesperadas. Véanlos en las más repugnantes posiciones y en las más ridículas, en las más cansadoras y en las más estúpidas. He aquí al hombre sorprendido en medio de un pesado sueño con la boca semiabierta como un cadáver borracho; al hombre en el acto amoroso, extendido como una bestia jadeante sobre la mujer de párpados cerrados; al hombre que robaba en las tinieblas con falsa mirada y la lámpara que nunca más se apagará; al juez vestido de negro que dispensa el infierno y la sangre desde su alto sitial; al miserable que se arrastra por el fango de la ciudad buscando un hueso y una moneda; a la mujer que sonríe lascivamente con su rostro empolvado, en postura insinuante; al mercader de manos huesudas que gesticula para lograr diez centavos más; al campesino afanado con la aguijada en la mano tendida hacia los inmóviles bueyes; al elegante orador detenido en medio de una sonrisa y de un cumplido; al soldado que se hallaba con la bayoneta calada ante una puerta cerrada, y al homicida que preparaba sus venenos en una buhardilla, y al obrero soñoliento curvado sobre las enormes máquinas grasientas, inmóviles y siniestras, y al científico que no puede separar el ojo cansado del microscopio donde han interrumpido su danza los monstruos invisibles... “Imaginen ahora, si sus ánimos resisten, pensamientos de todos estos hombres condenados en un mismo instante ante la conciencia de su muerte. ¿Creen ustedes que habrá un solo hombre -uno solo, ¿entienden?-, uno solo que esté contento y satisfecho de ese momento en que el destino lo ha vuelto inmóvil? ¿Creen que para uno solo de estos hombres sería ése el momento de Fausto, el momento hermoso que querríamos detener, fijar y conservar para la eternidad? ¡Ustedes no creen realmente esto, no pueden creerlo!
“El señor Hombre -usted, aquí presente, delante de mí- ha dicho una gran y tremenda verdad. Los hombres piensan en el futuro, viven para el futuro, consagran perpetuamente sus días actuales a los mañanas venideros. Todo hombre no vive más que para aquello que prevé, aguarda y espera. Toda su vida está hecha de manera que cada instante tiene valor para él solamente en cuanto él sabe que ese instante prepara un instante sucesivo, cada hora una hora que vendrá, cada día un día que seguirá. Toda su vida está hecha de sueños, de ideales, de proyectos, de expectativas; todo su presente está hecho de pensamientos en torno a su futuro. Todo lo que es, lo que está presente, nos parece oscuro, mezquino, insuficiente, inferior, y nosotros nos consolamos solamente pensando que todo este presente no es sino un prólogo, un largo y aburrido prólogo, a la hermosa novela del porvenir. Todos los hombres, lo sepan o no, viven gracias a esta fe. Si de pronto se les dijese que dentro de una hora todos morirán, todo lo que hacen y lo que hicieron no tendría para ellos ningún placer ni sabor ni valor algunos. Sin el espejo del futuro la realidad actual parecería torpe, sucia, insignificante. Sin el mañana que permite esperar los desquites, las victorias, las ascensiones, las promociones y los aumentos, las conquistas y los olvidos, los hombres no consentirían más en seguir viviendo. Sin el lejano perfume del mañana no querrían comer el negro pan del hoy.
“Piensen, pues, en estos hombres detenidos de pronto, que no pueden actuar más pero que todavía piensan. Imaginen a estos hombres prisioneros de un eterno hoy, sin la liberación de la conciencia. ¿Qué pensarán estos hombres? ¡Qué dolor atroz debe roer sus vísceras y amputar sus nervios! Inmóviles en sus posiciones vergonzosas y delictivas, tristes e idiotas, sin posibilidades de esperanza, sin luz de sueños, sin dulzura de proyectos, con las alas tronchadas, las piernas atadas, las manos encadenadas, como una enorme multitud de prisioneros al estilo de Miguel Ángel, reducidos a las ataduras de sus vidas mezquinas, melancólicas, repugnantes; ataduras de esa vida que soportaban solamente con la esperanza y la expectativa de vidas más bellas y más grandes: ellos, esos condenados a la perpetua inacción, reconocerán con infinita rabia la absurda estupidez de su vida anterior. Pensarán que todo el presente era sacrificado por ellos en pos de un futuro, que a su vez se volvería presente y sería sacrificado a su vez por otro futuro y así hasta el último presente, hasta la muerte. Todo el valor del hoy estaba en el mañana y el mañana valía solamente por otro mañana y así llegaba el último hoy, el hoy definitivo, y así la vida entera había transcurrido para preparar de día en día, de hora en hora, de momento en momento lo que no llega nunca. Y ellos descubrirán esta tremenda cosa: que el futuro no existe como futuro, que el futuro no es más que una creación y una parte del presente, y que soportar la vida inquieta, la vida triste, la vida doliente por este futuro que de día en día huye y se aleja es la más dolorosa necedad de esta estúpida vida.
“Humanos, nosotros perdemos la vida por la muerte; consumimos lo real por lo imaginario, valoramos los días sólo porque nos conducen a días que no tendrán otro valor que el de traernos otros días idénticos a ellos... ¡Humanos: toda la vida es un fraude atroz que ustedes mismos traman para el daño propio, y solamente los demonios pueden reír fríamente de la carrera de ustedes hacia el espejo que huye!”
Un nuevo expreso, pitando y tronando, entró en la estación, y una vez más los viajeros huyeron y el maquinista se enjugó la frente con aire poco satisfecho. El Hombre que no conozco estaba siempre ante mí -de sobretodo, con dos violetas en el ojal-, aunque lo hubiese olvidado del todo.
-He aquí -le dije- mis ideas sobre el progreso, sobre el porvenir y sobre la vida. Ciertamente, usted no está de acuerdo conmigo pero yo estoy de acuerdo con alguien; por ejemplo, con la niebla que a menudo intenta cubrir el mundo y esconder el hombre al hombre, la miseria al desprecio, la fealdad a la melancolía. Y yo amo muchísimo, señor Hombre, los trenes que se detienen tras las inútiles fugas y la niebla que vela lo que no se puede destruir.
El hombre que no conozco se había vuelto nervioso y todo su entusiasmo había desaparecido como un hilo de humo. En vez de responder, se quitó del ojal una de sus violetas y me la ofreció. Yo la tomé con una inclinación, la acerqué a la nariz y su leve perfume me gustó.



PÁGINA 28 – POESÍA ALLENDE EL MAR

Francisco Muñoz Soler (Málaga-Málaga-España)

CÓMO ES POSIBLE QUE UNA FLOR

Cómo es posible que una flor
erguida sobre su perfumada belleza
ansíe que sus pétalos se entristezcan
para consolar un absurdo dolor.
Cuáles son las palabras que expresan
este inexplicable homicidio repugnante,
qué fronteras deja sin violar esta situación horrible,
doblegada y reducida al frío de una cifra.
La razón no me llega con vida
no está muerta ni viva, permanece sin sentido
esperando que dejen de maltratar mis sesos
que agredidos por una opresión incesable sangran.
¿Qué valor tiene la vida?
viviendo en esta degradación permanente,
anegado de este asco repelente:
dejad que el hombre viva, ¡Dejad!

TE INTERNASTE POR UN CAMINO DE ZARZAS

Te internaste por un camino de zarzas y espinos
sin saber que su maquiavélico sentido
te destrozaría cruelmente al transitarlo,
crepúsculo de una feliz infancia.
Cual poema abandonado y despojado
en una calle desierta adornada
por una violenta ventolera
que la mece aturdido sin dirección.
Tu delicada piel de espuma
blanca y suave se derritió
bajo un sol de resquemor
bordado en odio y avaricia.

ME SIENTO ANCLADO EN EL PASADO

Me siento anclado en el pasado
noto mis ilusiones añejas
y son la luz de mis dichas
que se desvanecen sin remedio.
No quiero aislarme del mundo
mortificarme en mis dudas
ser engullido en las cenagosas
lindes de mis negros pensamientos.
(Quiero vivir). Ser querido
rodearme de armoniosa amistad
sentirme dichoso de amar.
¡Descubrir que no es solo un sueño!
Realizarme como ser humano
sin lucros ni hipocresías
es cuanto pretendo en esta vida.
¡Qué satisfacción sentirme vivo!

TODO PASA COMO UN SOL ENTRE TINIEBLAS

Todo pasa como un sol entre tinieblas
lleno de residuos de amor y deseo,
de insatisfechos deseos, hijos lúdicos
de nuestra fe y nuestra zozobra.
Todo pasa tan próximo y tan lejano,
infrenable, sólo quedan algunos enervantes
instantes que sacudieron nuestro semblante
sensaciones de vida que llenan nuestros recuerdos.
Lo perverso de nuestra existencia
es la contradicción que prima a la vez
las fuentes de nuestro placer
y nuestras dolorosas angustias.
Porque lo hermoso de la vida
es que cada instante es irrepetible
cada acción es un paso hacia la muerte
un sorbo de placer sin retorno y desdicha.

DEJARSE CAER ABRUMADO POR CATARATAS

Dejarse caer abrumado por cataratas
de contratiempos, no es justicia
para quien ha sembrado su camino
con gotas de esfuerzos e ilusiones,
aguantar firme el temporal
para recoger los frutos cuando el sol aparezca
debe ser la recompensa de quien soporte a la intemperie
los malos vientos, mimando la simiente de su ilusión.

EN ESTA NOCHE DE PRIMAVERA

En esta noche de primavera
en la que debería soñar con tus encantos
he caído en un fuego de desvelos
porque soñar no puedo
con verte crecer mientras me apago.
Si hay algo en esta vida que deseo
es que algún día podamos
compartir un dialogo de emociones
que mitigue este momento imposible,
este ascua que se ha introducido en mis poros
y que repiquetea alzando fuego de desvelos
sobre mi vida y mi alma.
Ranko Damjanovic (Belgrado-Serbia)

DECADENCIA
Propadanje

No son palabras lo que en la boca me intriga.
Con el silencio me defiendo
de los recuerdos que parten,
en el subconsciente
conquisto los espacios de una luz enrarecida
que se dispersa en el polvo.

En el bolsillo de atrás la burla
parece una quijada que tragara las nubes
de un tabaco
y destella la aurora entre el agua y la duda
una tímida luz.

Siento llegar próximo a la meta
arrastrando torpes los pies.

Las palabras hacen guiños en la boca
y susurra el viento con su lengua seca.

Con dedos de raponero y bajo un cielo de cristal
el abismo se abre y extiende la palma de la mano,
hacia el silencio pongo los ojos y de para atrás
caigo a través del cielo.

EL SILENCIO
Cutanje

¿Cómo transcurre la noche de los mudos?
En la cabeza no tiene fin
un verso cojitranco.

Raponean el tiempo.
Abierta una pesadilla
bella como el diablo
la acallarás con éxito
invisible finalmente por completo.

LA BURLA
Smejanje

Irritado con el silencio he seguido
tus pasos.

El dominio de mi silencio se enfrenta
en la noche,
es el momento que dedico a pensar,
al escuchar la música
me robo otro pedazo de la noche.

Juegan en el piso las sombras.
En el espejo
la expresión del rostro encuentra
otra vez la vida, por la sonrisa
me reconocerás entonces.

EN CASA
Kucanje

Allí
donde los ríos se evitan
donde alto aúlla el viento,
donde las alas del fuego hacen
en la brasa su nido
y mientras no se levante la tierra,

allí
plantaré un ladrillo
y luego dejaré que crezca.

LA LUZ
Svetlost

Se adormecen mis manos
para que las cortinas protejan
la luz.
Se doblega el día bajo un cielo salvaje,
ríe mi boca, trago las palabras,
abro los ojos,
desnudos están mis huesos,
el reloj de la pared me observa
desde su caja de madera,

En silencio te espero para romperte
la espalda,
hipocondríaco cortejo a la muerte.

El infierno hace nido en los ojos turbios,
una luz alada vela sobre mi.

Entre los dedos desmenuzo la tierra,
el sol con reprocha me mira.

Le arrojo un pedazo de carne
y muerdo el polvo.


A LA MUERTE DE UN DIABLO
Na smrth jednog Djavola

Allá
al final de la calle
un diablo alegre mueve la cola
como una fiera conocida.
Detrás de los altos edificios
descubro su forma
Sordo se deja ver el día.

Me cubre el velo de la noche
y nuevamente callo.
La intranquilidad se dispersa.
Alerto los oídos.
El sonido torpe de un tren me interrumpe,
lo arrojó entre la música,
anoto las palabras, construyo

mientras no lo confirmen las balas’’
digo en un susurro al borde del dolor.
La cruz me conduce hacia algo más cercano.
Me libero del diablo.
Traducción de Paul Disnard del idioma serbio al español.



PÁGINA 29 – ENSAYO

UN EXISTENCIALISTA IRRECONCILIABLE

Por Willian Geovany Rodríguez Gutiérrez (Cundinamarca-Colombia)

Un hombre no es otra cosa que lo que hace de sí mismo.
Jean Paul Sartre


En vista de que son muchos los ejes de interpretación en los que nos podríamos detener a analizar en la obra literaria “Seis hombres una mujer” del escritor Jorge Eliécer Pardo, nosotros hemos considerado oportuno centrarnos sólo en los diferentes procesos psicológicos de la condición humana que afrontó Jerónimo Santos -personaje principal de la obra en mención-, ya que en últimas es lo que determina su personalidad.
Éste personaje en la narrativa colombiana es sin duda uno de los más conflictivos en el plano psicológico, así como lo han sido en la narrativa universal, los hermanos Karamazov, personajes que estructura en su narrativa Fiódor Mijáilovich Dostoievski e Iván Illich, personaje principal que da vida a uno de los libros de León Tolstoi.
En vista de lo anterior, Jerónimo Santos es el clásico personaje de la novela moderna que siempre fracasa, debido que no logra ser lo que quiso ser, hecho que está emparentado con lo que propone el escritor de todos los tiempo, William Shakespeare.
En ese sentido Jerónimo Santos termina sintiendo de forma extrema su fracaso, por eso afronta varios conflictos tanto de orden psicológico como axiológicos; a su vez se debate en muchas ocasiones entre lo que es y no es, entre la libertad y el libertinaje, entre la dicha y la desdicha, entre el amor y el desamor, entre la felicidad e infelicidad, porque quiere encontrar en las contradicciones de la vida humana la revelación de su propio yo, así como el verdadero sentido de su existencia.
Cabe destacar que él es un revolucionario, militante con una fuerte ideología política, un hombre ilustrado, una persona que se cree de mayor ímpetu que cualquier otra, caracterización que se corresponde con lo que plantea Jorge Restrepo en su libro La generación Rota porque “es en los sesenta y setenta, y particularmente para Suramérica, donde se conjugaron los anhelos de libertad colectivos –empotrados en el marxismo y el socialismo- y los individuales, que involucraban la búsqueda de estados que fueran más allá de la razón y la sobriedad”.
Además él también es el símbolo de una “generación desencantada”, aunque también es conocida como la “generación rota”, término que dio vida al libro de la autoría de Jorge Restrepo. Envista de eso, su vida terminará marcada por algunos de los vicios de la modernidad y de la cultura burguesa.
Al respecto, podemos preguntarnos cuáles son éstos y desde luego encontraremos que los que él acepta como estilo de vida hacen alusión al individualismo, el egoísmo, el interés por el dinero, la prepotencia, la ambición, la bohemia, el despotismo, el placer por el placer, el engaño, la desdicha, la soledad, la pérdida, el duelo y el anhelo de ser un hombre con mayor poder dentro de la sociedad.
Además es un sujeto que vive en la claustromanía, lo que indica que siente cierto placer por el encierro. Ese lugar evidentemente va a ser su habitación o como el solía conocerle como su refugio o en el mejor de los casos su biblioteca. En ese mismo lugar será donde afronta consigo mismo sus derrotas y triunfos.
Allí se confronta su alma, se debate entre la soledad, llora en silencio, asume su propio descenso, lamenta sus fracasos, reniega de sus derrotas, y se arroja a vivir en unas crisis existenciales con las cuales reflexiona –llega a pensar que sin ellas todo sigue igual y puestas sobre el vacío- hasta bordear en lo metafísico lo desconocido tanto así que se olvida de sí mismo para poder encarnar el demonio de la desolación.
Por eso nada de lo que él hace lo satisface como antes, debido a que “ya no encuentra en las fórmulas diferenciales y la concreción de los resultados el sentido que llenaba su vida” (Pág. 16). Por esa razón, la juventud empieza a escapársele por las yemas de los dedos sin que pueda evitarlo. (Pág. 17)
En esos declives emocionales por los que atraviesa el personaje, va a ser inevitable que él termine viviendo en ciertas alucinaciones, de ahí que “piensa que sus amigos de infancia lo acompañan por tal razón se desdobla para hablar con ellos en el pasado con sentimiento de niño. En sus regresiones busca a su vecina, y la detalla bella y ausente como en aquellos días, busca a su padre, hallándolo recostado en su cama amplia, entre pensativo y taciturno, indaga por sí mismo en toda la casa, encontrándose frente al espejo grande tamaño, de tamaño humano, elucubrando su futuro de hombre mayor” (Pág. 18)
Ante esto, trata de escapar de su realidad y termina bebiendo, y como si no le bastara, encuentra en la escritura una forma de dar cuenta de su propia problemática de la que se atreven sus amigos a cuestionarle cuando, estando todos reunidos en una taberna, le dicen: “que bastante tuvieron con el existencialismo de Borges para que ahora hable de esas estupideces, que hay que escribir, sobre la problemática del hombre contemporáneo, sobre las contradicciones del capitalismo y sobre el obrero explotado”.
Otro de los momentos más difíciles que tendrá que afrontar Jerónimo tiene que ver con el casamiento suyo y Leonor Valenzuela ya que él lo hace por conveniencia, sólo para cumplir la voluntad de su madre. Por eso “se casa sin darse cuenta soñando con una ilusión desfallecida en los libros que le huyen como testigos silenciosos de sus fracasos íntimos” (Pág. 22)
Jerónimo, con este nuevo compromiso que adquiere, se encuentra lejos de sí, sumido en la tristeza de no poder recobrar lo que dejó en el pasado, porque atrás quedaron sus conversaciones con Hegel, Sartre, Marx y Lenin, sus dotes de revolucionario, su voz de protesta en las manifestaciones, la barba que lo acompañó en sus días de universidad y el amor de su vida, todo porque se ha convertido en un ingeniero y en un burgués.
De acuerdo con lo anterior, el investigador Jorge Ladino Bayona manifiesta en su reseña crítica literaria sobre la obra abordada que a Jerónimo “es el trabajo y el éxito social lo que lo alejan de las personas y mundos alternos que el arte había labrado en su juventud”.
Este último aspecto es ratificado por el profesor Leonardo Monroy Zuluaga cuando afirma en su reseña crítica escrita sobre el libro tratado que “Jerónimo Santos es un burócrata que ha llegado a su posición sacrificando su identidad”.
Al respecto el investigador Jorge Ladino Gaitán Bayona asegura que el deterioro y el hastío de este hombre culto se presentan porque sacrifica el arte y el amor por las promesas del dinero y el poder.
En las palabras del profesor Leonardo, Jerónimo sigue determinado por dos tiempos –el pasado revolucionario y el presente burócrata- son el espejo de sus dos relaciones y de igual número de existencias diferentes, porque hay un Jerónimo irreverente con ínfulas de intelectual, casi feliz, que no soporta al otro, al Jerónimo esposo de una hija de familia adinerada.
Ahora que él ha madurado con los años, el personaje en las palabras del narrador “desempeña un cargo de importancia, posee lo deseado por hombre cualquiera de la clase amistades, bien relacionado y consentido por la casta política tradicional”.
Esta apariencia que crea se subvierte porque en el fondo extraña lo que ha sido, razón por la cual busca cada vez que puede, visualizarse en el espejo para así rescatarse en su pasado “porque él piensa que el pasado está latiendo como un perro rabioso, que nos hace obrar y pensar en cada mordisco, en cada aullido lleno de espanto, ese miserable pasado que para unos siempre fue mejor” (Pág. 43)
El mundo caótico en el que se desenvuelve, lo atormenta a tal punto que quiere huir de él, porque la monotonía no le ofrece mayores retos de los que debe cumplir en su trabajo, ya que no tiene la posibilidad de experimentar nuevas sensaciones que lo lleven a lograr vivir otras experiencias.
Por tal razón, “todas las imágenes del presente son dolorosas porque muestran la chatura del mundo, la ordinariez y simpleza de los horarios de oficina, de los documentos por organizar, la rapiña del hombre moderno”. (Monroy, 02). En vista de esto el personaje vive diciéndose a toda hora que las cosas tienen su verdadero sentido cuando nos asaltan la felicidad.
Por lo anterior es que “se reprocha en la penumbra de su biblioteca” (Pág. 24) y “llora entonces el abandono de todos y de todo, ocultándose del mundo”, razón por la cual considero que él era un desprotegido en el mundo, un ser desvalido, una esencia perdida en el vacío, un muerto vivo que con nada se desencantaba y alguien a quien la muerte siempre lo atormentaba.
Además a éste personaje lo persigue el miedo a envejecer pronto, porque cuando ésta entrando a un Mercedez Benz que la familia de la novia dispuso para la boda “siente que otra vez la juventud se le escapa por la yema de los dedos y que los sueños le huyen por los oídos como una forma del recuerdo donde un libro y una mujer: Ruth Mazabel le dicen adiós” (Pág. 26)
Éstas no van a hacer sus únicas vicisitudes con el mundo, porque también existen otras que originan en el personaje más conflictos psicológicos. Como ejemplo tenemos “ahora posee un ropero inmóvil y oscuro donde guarda el peso de sus trajes, su cuerpo repetido en cada uno; cuando se enfrenta a él experimenta una sensación absurda: lo cuelgan del cuello y lo encierran a la voluntad de sus angustias” (Pág. 26)
Éste personaje, cada vez que se enfrenta así mismo tiene que correr con el peligro de que sus propios mundos oscuros lo devoren. Por eso en ocasiones el temor no lo deja actuar como le pasó con el hombre de la sombra, ya que una vez que lo ve su pecho se llena de temor y la angustia que se apodera de él no hace posible destruir sus demonios porque el hombre de la sombra seguirá allí vigilándolo.
En conclusión Jerónimo Santos resulta ser todo lo que enfrentó, un hombre que estuvo dado al naufragio emocional, porque su inestabilidad con su existencia lo llevó a declinar en muchas de sus revelaciones, hecho que no permitió que él pudiera descubrirse a sí mismo.



PÁGINA 30 – CUENTO

FUIMOS

Por Elizabeth Quezada (Santiago-República Dominicana)

Fuimos una soga laxa, -guerra anunciada que mata civiles-, paralelos irreconciliables del cansancio. Trama de un guión marital. Hoguera al patíbulo de papeles legales. De amantes viejos a enemigos nuevos con alzheimer. Nos hicimos esquizofrénicos a destajo. Actores de primera línea interpretando la unión perfecta mientras fuimos crónica en remate de cubiertos y cucharas…

Fuimos lo tenso que se parte en mil resortes…Teorías de la nada en una cama sin rastros que se estrellan en la cara del: –unidos hasta que la muerte los separe-
Fuimos amantes locos cegados de amores y ansias nuevas, suspendidos en charcos de nieve…
mojados en lluvias de mayo pisando la luna en orgasmos.

Fuimos felices cuando reímos a amígdalas batientes… cuando mis locuras eran graciosas
y tus silencios no me importaban. Fuimos llenos de deseo incrustado en la piel, imán para un roce, un beso, una batalla campal en cualquier parte. Fuimos silencios de alcoba, fuego en la mirada, fuimos espalda con espalda. Fuimos después del calor, frío…luego tibio y la casa se vistió de lana para siempre.

Fuimos extraños, semejantes, amantes apasionados, esposos aburridos, luego extraños apestosos, disímiles… hoy somos nada.



PÁGINA 31 – POESÍA ALLENDE EL MAR

Marta Zabaleta (Londres-Inglaterra)

INTERMINABLE (*)

A una corresponsal de guerra: K.A.

En aquel lugar sombrío
adonde duermes
me descuelgo en la noche
para esperar el día:
crezco, me revuelvo, desespero.

Cada veta de sangre
da su batalla perdida.

La memoria galopante
prosigue su pena inolvidable.
Y a porfía
atrapo una calandria
de otra playa en la mía.

* Del poemario inédito ’Mujeres de mis otros mundos’.

VELA SIN NOCHE

La vida
dialoga consigo misma
oscuras metáforas
de sol y luna.

La planta
crece sin frutos,
madruga
el alba.

Mi ser se mece,
transpira la inquietud
mi espalda.

Treinta y siete niños
mueren dormidos
y no hay culpables.

EL COLOR DEL TIEMPO

A mis hijos Tomas Alejo y Yanina Andrea Hinrichsen

Audacia suave la del árbol sin hojas
que da sombra a los pájaros de otrora

a los pasos
los cuerpos

el suspenso
de ese cálido
olor de otros tiempos.

JUGUEMOS A JUGAR QUE SOMOS MADRES *

Dedicado a Muriel Dockendorff, desaparecida en Chile en 1974

Nací hembra. Hija única. Como víbora que se atraganta con su cola
me convirtieron en mujer.
Melpómene, dijo mi padre,
la diosa de todas las tragedias, “como mi madre”.

‘Eres una mujer hermosa’.
Lo siento, Capitán - nos hemos conocido
un poco tarde. Erguido, bigotudo, pintoso como mi padre.
Soy la Libertad, os lo repito, una bandera, soy senos. Marsellesa.

Y soy quimera, un hecho y mil palabras. Aturdida, histérica, un ser cambiante.
Hundidos ya los dientes a patadas, soplando al viento los quijares
y bebida la sangre coagulada, rodeada de fieras amaestradas
con su orina, su semen, su ignorancia, sus cigarros.. .

La vagina que muerdes, macho que penetras
como un buitre, cabalgas como a tu madre y violas
como a tu hermana, asesinas sin recordar que sos
parte del pueblo, gendarme, camarada.

Un número y violada: duerme, no llores, no te mates, mira volar las golondrinas
rojo y blanco, y en el campo, recuerda, serás el humor reverberante,
en el lecho colina sin bastiones. Tu juventud nos daba la esperanza.
No la llores, madre. Ella es estrella.

Muriel: en el despeñadero mapuche pusiste tu fusil en alto,
llamarada, alumna, hija, tía, hermana, amiga, novia, esposa, compañera
amenazada entregada golpeada sucumbida, calumniada
Muriel acribillada.

Regaron los servicios con tu sangre, te entramparon, desnudaron, enlazaron,
penetraron, cinco, diez, quince, veinte, cien veces muerta, asesinos
todos hombres, todos blancos, vomitabas
y aun profanada, no delatabas, no llorabas, nada nos cambiaba.

Gritaba el golpeador, el gran dios de los genuinos zánganos,
de los colegas sin sustancia, de los desarropados con miedo,
el dueño feroz de esa luz incesante con que trataron
de desnudarte el alma.

No nos fusiles, no nos golpees, ya basta, mataste tu inocencia,
alguien escupirá tu boca cuando mueras; a ella el amante le abraza,
los padres te suplican, vos centinela tiemblas, él cuenta:
otra vez hasta diez,

y entonces , ella vuela: será nuestra paloma rojinegra, vestida de mil soles.
No la embarace, no la roce, no la hiera, mejor mátela, Coronel, y la embaraza,
la roza, la hiere, es una niña, gime, sangra, se abomina,
y la hiena la mata...

Subiremos otra vez las escaleras adonde el sol calienta,
adonde la primavera va desnuda, porque
crecen las sierras y los volcanes rugen, hablaremos de los partos,
juntaremos manos, para jugar que todas somos Madres.

Nadie nace mujer. Solo luchando
puede alguien morir, tal vez, como persona.


Alexis Díaz Pimienta (Almería-España)

CUARTO DE MALA MÚSICA

Este cuarto está lleno de ruidos
indeseables y perfectos.
Todo el silencio en sus paredes,
toda la indiferencia.
Está lleno de pasos y silbidos,
de pedazos de aire que desplaza un adiós,
sacudidas de un polvo al que ya pertenezco.
Más allá de su espacio está su música,
gris y mojada como pan de nadie.
Medusa acústica,
sus voces trepan las paredes,
se cuelgan de las lámparas,
me acorralan, me invaden:
goznes, mamparas, grifos,
escalones, muebles, piedras,
raíces del cuarto mandándome callar,
engordando de mí,
volviéndome otra voz de su memoria.
Lo siento girar, lo oigo sangrar a gritos.
La madera enfermiza suelta todo su odio,
fotos anónimas, telarañas crujientes,
largo escándalo más allá de sí misma.
Cómo escapar a esta música atroz,
este cáñamo apretando mis palabras,
a quién rogar un toque de nudillos,
un módico saludo.
Por sus hendijas no entra luz, sino tiempo,
no entra aire, sino gorjeos cíclicos,
imitaciones de las voces del cuarto.
Y caen sobre mi cáscara,
sobre mis vidrios interiores,
contra mi voz residual, única y débil.
Sálvense ustedes, no crucen el umbral.
Hay todo un laberinto y más allá mi voz
y más allá la puerta, siempre la puerta
con forma de palabra feliz,
de gesto amable.
Aquí duermen los ruidos
de todos los tiempos:
yelmos y palomas, escafandras y lotos,
cemíes y poetas.
Sálvense del Rumor Universal.
Las paredes son todo el silencio,
la maldición perfecta, conjuro irreversible.
Sálvense ustedes y déjenme así,
momia envuelta en sonidos,
celador de un relicario acústico.
Somos el cuarto y Yo.
Nos amamos incestuosamente.
Nos odiamos incestuosamente.
Somos el cuarto y yo. Los únicos.

SAXO

Un saxo es un instrumento demasiado triste
para que bailen los gorriones
sobre el tendido eléctrico.
(No importa que haya pájaros muertos
al pie de los violines.)
Un saxo es para las hojas otoñales,
para los divorcios, para las cartas que no llegan.
Si ven llover, saquen el saxo donde todos lo oigan.
Si hay luto en la ciudad, adórenlo.
Y a nadie se le ocurra tocar el saxo un jueves.
Y nadie ensaye cerca de los jardines.
Acostumbrémonos al gris y al viento en la ventana
al silencio muriendo en espiral.
Un saxo llena el pecho de murciélagos
y nos deja así, con el pecho invadido
con la mujer de siempre doliendo en las paredes.
El saxo no, por favor, Charlie Parker,
¿no ves que cae ceniza?
¿no sientes como cantan las ojeras?
El saxo no, por favor, Charlie Parker,
o lloraremos juntos la próxima llovizna.

ÁNGULO CERO

Las esquinas siempre fueron lugares difíciles,
podios hacia la nada, vértices.
El más conocedor de las esquinas
alguna vez equivocó las flechas
y dobló hacia sí mismo.
Una esquina terrible y una esquina feliz
sólo se diferencian en los ojos
del hombre que la cruza
o en las manos de quien regresa del utópico
otro lado de la esquina.

Los peatones reflexionan en la esquina
sobre la eternidad del próximo paso.
Los cojos se detienen, los ciegos se detienen,
los ancianos miden el día
por las esquinas que descuentan,
las novias no aceptan que las citen
si no es en cierta esquina
(un mismo novio en cada esquina
de la ciudad es otro.)
Los perros orinan mejor en las esquinas.
Los gorriones, con migajas y esquinas son felices.
Los suicidas nacen en las esquinas.
Los divorciados lloran.
Los locos sueltan la risa como un conejo mágico.

El mundo es sólo eso: una esquina redonda.
Y el universo un dédalo de esquinas mal trazadas
con transeúntes extraviados e inermes.

Todo tiene su esquina engañosa:
los edificios, los árboles, las hembras,
las canciones de amor, las corbatas de uso,
la misa, el eco, el pan intacto:
todo tiene su esquina para caerse boca arriba.

Y hubo épocas de esquinas incendiarias,
esquinas de rituales, de suplicios, de adulterios.
Y hubo héroes de esquina, santos de esquina,
ídolos y líderes con una esquina al hombro.

Y, finalmente, todos somos
una esquina de tiempo:
un infinito cruce de fechas alternas

DESCUBRIMIENTO DEL OTOÑO

El camino hacia Órgiva puede palidecer de pronto,

enternecerse en las hojas del almendro,
y uno quedarse desposeído de voluntad,
sentado junto a una muchacha que regula
los colores de la tarde,
y que se presta al juego del descubrimiento.

Sobre los ojos caen, como débiles voces,
las hojas de los árboles.
El aire silba y trae fotos, postales,
escenas de filmes que uno ha visto mil veces;
el aire silba y trae pedazos de asombro,
antiguas resonancias de pupilas también indefensas.

Yo no he visto el otoño sino ahora.
En mi país los árboles no envejecen de pronto,
no cae el amarillo como de un cuadro
de Van Gogh agujereado.
Ella sigue al volante, el pelo alegre,
acostumbrada a esta nueva dimensión de todo.
Los grises, los violetas,
los rojos atenuados de nostalgia, le pertenecen.

En mi país los almendros no hablan así de octubre,
las muchachas no conducen dentro una postal
o en un set de Igmar Bergman.
Camino a Órgiva desinformo a mi hijo
sobre la geografía y sus libros de texto.
Camino a Órgiva se descosen mis viejas enguatadas,
mis chiringas del trópico.
Camino a Órgiva tomo la mano de esta mujer,
cierro la ventanilla, me enamoro.

TODO

Si un hombre a los cincuenta años
se enamora de una adolescente,
su pasión confirma la teoría de Einstein,
la filosofía de Kant, la angustia de Shopenhauer,
el teatro de Shakespeare, los zapatos de Chaplin
y la inocuidad de las puestas de sol.

Si una muchacha en plena adolescencia
se enamora de un hombre de cincuenta años,
su pasión confirma la teoría de Einstein,
la filosofía de Kant, la angustia de Shopenhauer,
el teatro de Shakespeare, los zapatos de Chaplin
y la inocuidad de los amaneceres.

Si se besan y caminan del brazo por la Habana,
ya lo habían advertido Einstein, Kant,
Shopenhauer, Shakespeare, Chaplin;
si se desnudan en un cuarto de hotel y son felices,
tenían razón los que han llorado en los crepúsculos.

Si, en fin, se aman, todas las otras parejas existentes
(matrimonios legales y metálicos,
amantes hotélomanos,
novios castos o impúdicos, simples enamorados,
pretendientes de todos los tiempos y lugares)
han sido y son simple coincidencia,
literalmente, simple coincidencia.



PÁGINA 32 – ENSAYO

EL HOMBRE DEL TIEMPO DETENIDO

Por Wilfredo Carrizales (Pekín-China)

El hombre parecía provenir de días, de tiempos antiguos o de un tiempo fijado que no esperaría. (¿Acaso trabajaría a tiempo?). Disfrutaría de los manjares de las cuatro estaciones y algún día dejaría pasar la ocasión y experimentaría, con estado de ánimo cambiante, la tristeza plana y larga.
A menudo merodearía entre las lluvias y calcularía las diferencias horarias entre todos los sitios que habría habitado. En la hora correspondiente a su nacimiento sentiría que habría ocurrido un gran cambio. En ese momento nubes de un amarillo más que insólito se alternarían frente a su mirada. Vería su reloj de pulsera con aprensión y decidiría matar al tiempo, pero la caída imprevista de la tarde lo detendría con una fuerza insensata. El hombre se preguntaría: ¿cuánto tiempo habría necesitado para escribir un artículo que recogiera esa enseñanza?
El hombre giraría los ojos y pensaría: aún no ha llegado el momento. ¿El momento de qué? La situación se tornaría difícil y un desconocido enemigo respiraría muy cerca. Percibiría el tiempo desde su ángulo. La coyuntura siempre, constantemente, se le presentaría sin estar preparado, sin tener en cuenta sus propios intereses personales. La adversidad nunca lo habría enfermado, mas el comienzo impropio de la temporada de los trajes en boga lo turbaría hasta calarle los nervios y la armazón enhiesta de la carne.
El hombre no quiere comprender su época ni le interesa ningún comentario sobre la situación actual. Su prestigio y su talento han sido ignorados por las circunstancias de los periodos disciplinados por los escándalos. A duras penas transita su entorno estático. Su fecha tope no está marcada en almanaque alguno. El envejecimiento no es efectivo dentro del plazo que se propuso. Él se sabe un ser inadecuado para las condiciones que el destino le ha impuesto.
Ahora el hombre se propone instalar un nuevo horario que le permita colocar los puntos exactos sobre todos los tiempos. Con un cronómetro a sus pies —especie de azimut— trazará las líneas que lo convertirán en un personaje impracticable y cumplirá con la promesa que se hizo ya lustros atrás: se apropiará de todas las experiencias y las utilizará como contraseñas para identificar a los coleccionistas de sombras y tornillos e, inclusive, a los devoradores de claveles chinos bajo los cielos sacudidos por vectores de vientos y sinapismos.
El hombre hace un postrero esfuerzo y logra el endurecimiento acelerado de su memoria. En su lugar olvidado lo divisan ojos temerarios y de cuando en cuando un rumor como de fuelles rebota en las cavidades de su costillar sin tiempo.
Fuente: Letralia, tierra de letras.

CONTRATAPA: NOTAS DE PARÍS

LA OCURRENCIA DE GUSTAVE EIFFEL

Por Irma Bignon (Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

Nace en Dijon el 15 de diciembre de 1832. Brillante estudiante de ingeniería y química, termina sus estudios en la escuela Central de Arte y Manufactura en 1855. Trabaja brevemente en su profesión. Su encuentro con un contratista especializado en construcciones de acero cambiará el curso de su vida.
Se convierte entonces en especialista en estructuras metálicas. En 1882, construye el viaducto de Garabit de 564m. de longitud que permite, a la línea ferroviaria Béziers-Clermont-Ferrand, atravesar el río Truyère de 125m. de profundidad. El puente soporta en la parte central un arco metálico de 165m. de luz.
Eiffel es el hombre de las cifras enormes. Realiza otros viaductos, uno en Burdeos, otro en la ciudad de Porto en Portugal, sobre el río Duero. Además, la estación de Pest en Hungría; la cúpula del Observatorio de Niza, y la exitosa estructura metálica interna de la Estatua de la Libertad de Nueva York.
Al final del siglo XIX, en medio del torbellino optimista de la Belle Époque, Paris acoge diversas exposiciones universales. Para la ocasión, se construyen monumentos. Algunos se destruyen, otros quedan.
En 1883, el gobierno francés decide celebrar el centenario de la Revolución Francesa organizando para el año 1889 una Exposición Mundial en Paris.
La idea de elevar una torre gigantesca de 300m. de altura preocupa al ingeniero Gustave Eiffel. Su proyecto debía ser el eje o la clave fundamental de la Exposición.
Para los cimientos, utiliza la técnica del aire comprimido y hace reposar cada uno de los cuatro montantes de la torre sobre un zócalo cementado de 26 m2 de superficie y de 9 a 14m. de profundidad.
Y la torre comenzó a elevarse en el cielo de Paris.
Para que la obra llegara a su fin se necesitaron 5000 hojas de diseño, 40 dibujantes, 30 calculadores y 15 000 piezas metálicas.
Desde 1887 a 1889, trecientos montadores acrobáticos ajustaron los dos millones y medio de remaches.
El 31 de marzo de 1889, Gustave Eiffel inauguró su torre, subió uno por uno todos sus escalones y en lo alto izó la bandera. En su entusiasmo exclamó: “Francia será la única nación cuya bandera tendrá un asta de 300 metros”.
El 14 de abril de 1900, el presidente de Francia Émile Loubet llegó con toda su comitiva para inaugurar la Exposición Universal, mientras los cañones atronaban y las banderas flameaban al viento. La exposición cubría una extensión de 112 hectáreas, desde el Sena y los Campos Elíseos hasta Passy (distrito 16), y desde los Inválidos hasta el Campo de Marzo.
La torre jamás pasa inadvertida. Suscitó en su momento el entusiasmo más vertiginoso y las injurias más bajas. “¡ Qué maravilla!” – exclamaban los modernos – “la torre es el símbolo de una nueva era, el reino de la ciencia y la técnica”. “¡Qué escándalo!” – replicaban los puristas –“¿Cómo se puede tener la imaginación de construir una torre de hierro, ese material tan vulgar?”
Ante las críticas, ella permanece incólume. Desafía el rayo, se curva 12cm. ante un huracán y no se quiebra. Vuelto el sol, se agranda 15cm.
Por su atrevimiento, su gran audacia, ella termina por tener un éxito colosal.
A principios del siglo XX, los grandes pintores la toman como modelo; los escritores, los poetas se inspiran en ella.

La Torre es el vigía de Paris. Cuando fue construida era con sus 300m. el edificio más alto del mundo. Las instalaciones de la cabina de televisión han elevado su altura a 320,75m. Su estructura es un ágil armazón de 15.000 piezas metálicas soldadas entre sí. Su peso es de 7.000 toneladas. Consta de tres plataformas. En las dos primeras funcionan un restaurante y un salón de té y la tercera es un importante laboratorio de meteorología y navegación aérea. Cuatro pilares de base soportan todo el armazón: en uno hay un ascensor eléctrico, en los otros dos, ascensores hidráulicos y en el cuarto hay una escalera con 1650 escalones.
Por su colosal antena, la Torre realiza en 1916, las primeras comunicaciones transoceánicas por telegrafía sin hilo. La radio difusión francesa se crea en 1918. En 1975, la televisión instala allí su antena. Desde 1975, un punto fijo rojo reemplaza el faro giratorio anterior.
Estando en las plataformas, los días de perfecta visibilidad, se puede gozar de un paisaje único. La vista alcanza a divisar hasta 70 kilómetros.
La sorprendente soltura y la elegancia que se desprende de ella expresan perfectamente el genio de su autor.
Al final de su excepcional carrera, nuestro ingeniero aún tiene tiempo para colaborar con el progreso de la aviación dejando establecido, en Auteil, el primer laboratorio de aerodinámica.
Durante la Primera Guerra Mundial, la Torre Eiffel fue considerada, por el ejército francés, de interés estratégico para la defensa nacional. Esto permite a Gustave Eiffel seguir disfrutando de su ocurrencia hasta su muerte, ocurrida el 27 de diciembre de 1923.


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