Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com
GACETA LITERARIA Nº 41 – Mayo de 2010 – Año IV – Nº 5
Imágenes: Gustav Klimt (Viena, 1862 - Viena, 1918)
Música: Seleccionar al pie de la revista

PÁGINA 1-REFLEXIONES

UN POETA DEL SIGLO VEINTIUNO

Por Hadaa Sendoo (Ulán Bator/Mongolia)

Un poeta del siglo veintiuno no debe ser como un ruiseñor que canta dulces canciones, y no debe buscar alimento solo para sí mismo sino compartir el que dispensa con la poesía y en esto es diferente de la poesía del último siglo, aunque él o ella deben continuar siguiendo las huellas de los grandes exploradores del pasado.
Tal vez al avanzar la poesía en el futuro se sienta solitaria, pero será una poesía mucho más rica en el espíritu del humanismo. Superará el tiempo y el espacio, la cultura y las regiones, y la distancia entre las naciones y las razas, para dialogar con toda la humanidad sobre más y más amplios temas.
La poesía siempre abrigará nuestras almas heridas y levantará las olas del pensamiento en nuestra mente. La humanidad siempre será para ella sus propios hermanos y hermanas. Con su poder creador, los poetas siempre estarán del lado de la humanidad en su poesía. Inmersas sus reflexiones en el mundo y la armonía del universo, los poetas siempre escriben sobre su propio destino y el destino común de la humanidad.
La auténtica poesía moderna no debe alzar una muralla entre ella y el lector, sino que debe buscar la igualdad y un puente en las relaciones entre el individuo y el grupo. Los poetas deberían tener siempre ante sí todo el mundo y apoyar la lucha contra la guerra y por la paz en el mundo. Encontramos la explicación de esto en estas palabras de Seamus Heaney: “Lo que hace ahora la poesía y lo que hará en el futuro siempre le añadirá brillo a la poesía misma”.
PÁGINA 2 – LOS NOVELES

Marcela Mata Domínguez (Dijon/Francia)

POEMAS DEL LIBRO INÉDITO LA CIUDAD

VISTA

La primera vez el cielo nos cayó encima
no hubo brújula que seguir, ni rutina,
diseccionamos calles y edificios
seguimos árboles, luciérnagas
y caminos de maple.
La humedad del parque, sofocante
válvula de alivio para no verte
y descalzar los pies del cemento.
Contamos flores y piedras
atravesamos puentes, calles
y semáforos.
Perdimos el rastro
y devoramos estatuas de cal
con monedas.

FLOTANTE

Hoy no hay sol…
ni luna…
hoy miro lo más arriba que puedo
y nada ciega mis ojos.
Cuando el sol no quema y las nubes bajan
se cierran los patios detrás de ti,
a pesar del olor de los manzanos que no se percibe,
columnas vivientes
ocultando un oasis dentro de ti.
Aquí ya no se distingue el ruido de tus entrañas
o la melodía de los cláxones entre tus arterias,
el viento ulula…
ulula entre las ventanas y las bicicletas.

PORQUE AÚN ES EXTRAÑO VERTE LEJOS

Sí, porque todavía te extraño...
Porque en las tardes húmedas estoy contigo
porque encerrada entre cuatro paredes recuerdo tu aliento
porque me faltó tiempo para conocerte
porque lo que descubrí de ti, nadie me lo quita
porque cuando apareces en la t.v. o en fotografías
seguimos juntos.
Porque hay luciérnagas en ti y en mí
para vernos en la noche y reconocernos sin sonido alguno.
Porque las esquinas hacen más estrechos nuestros besos
y las diagonales abrazan susurros.

DESÉRTICA

La tierra se funde en el trópico,
los lagos se desaguan anidando
espinas de cactus y huevos de canarios
escondidos entre matorrales.
Comer o morir
ser comido o cazar.
Las sábanas de polen desgastadas
sobre cortinas de pasto,
impiden la vista sigilosa de un zorro
acechando a su presa al otro lado de la carretera.
El zorro no lo siente,
ha dejado un espejo escarlata
sobre el cordón de asfalto.

CORPÓREA

Dejé hace meses descalzar mi agonía
debajo de los puentes, entre las veredas
de riachuelos que aún fluyen
(venas que encharcaron moretones en las siluetas).
Ahí, donde también olvidé
aquellos susurros y gritos
naciendo de lo más profundo de mi garganta,
esos alaridos que pronunciaron tu nombre
y no hubo respuesta.
Mis piernas son edificios desnudos,
(aorta: avenida de arena)
desmoronándose en terrones,
rasgadas por el agua salada de cañerías.
Mi cuerpo está calzado en ti,
debajo de tu piel de cemento.

DEAMBULADA

La rutina termina
cuando piso las hojas de los árboles
y creo mis propios senderos de cobre,
pequeños tronidos al avanzar,
confundirme del lugar que piso,
almohada y suspiro, olvido
de taxis y bocinas.
Quiero ver bicicletas,
caminos de tierra que no hay,
niños paseando a sus perros,
parejas escondidas en los techos
para besarse y asomarse a que no los vemos;
encontrar lugares secretos,
pequeñas escondites para respirar
y olvidarme de la neblina gris,
olvidar toser y sentir que me falta el aire
dar un paso fuera, otro…
y esfumar esta idea
para ver el cansancio de los zapatos,
dormitar en el metro.
PÁGINA 3 – ENSAYO

INGENIERÍA Y POESÌA, DOS PARALELAS QUE SE UNEN

Por Fransiles Gallardo Plasencia (Lima/Perú)

Los patrones estructurales que rigen a la ingeniería en su conjunto son sensiblemente los mismos que sustentan también, a la literatura en su conjunto.
A golpe de vista pareciera que los números y las letras son irreconciliables; que la matemática y la literatura son agua y aceite; que lo científico está en divorcio constante y absoluto con lo artístico y lo estructural es negado a la belleza. Que lo cerebral es incompatible con lo sentimental. Que razón y belleza no pueden caminar juntos tomados de la mano.
Tengo la ligera sospecha que estas aseveraciones no son totalmente ciertas.
Recordemos que el universo está poblado de números y letras y se expresa a través ecuaciones y fórmulas, las que se escriben y se resuelven mediante letras y números.
El lenguaje de la ingeniería son los números, pero su expresión son las letras.
El lenguaje de la literatura son las letras, pero su basamento son los números.
Es decir, una obra de ingeniería es bella y la belleza de una obra literaria tiene su columna vertebral en la ingeniería.
Solo un reciente ejemplo para validar nuestras afirmaciones:
El Gas de Camisea.
En las profundidades geológicas del suelo peruano estuvo oculto este elemento, emitiendo señales constantes y permanentes de su existencia.
Los elementos literarios permanecen también ocultos en las profundidades de las células cerebrales, emitiendo señales constantes y permanentes de su existencia.
A partir de estas señales los ingenieros peruanos exploraron la zona de influencia y luego de verificar su capacidad, calidad y cantidad se viabilizaron sus posibilidades de explotación.
Con el arte, la literatura y la poesía sucede exactamente lo mismo. El portador de este virus, a partir de estas señales internas, explora sus potencialidades artísticas y sus vetas, sus posibilidades y también sus limitaciones.
Con toda la información acumulada, los ingenieros realizaron el Estudio de Factibilidad. Es decir, se diseñó en gabinete y en las computadoras el proyecto y los planos respectivos que justificaran su ejecución.
El portador humano valorando sus posibilidades artísticas se decide por la literatura y por uno o varios de sus espacios; ya sea poesía, narrativa, ensayo o cualquier otro tipo de expresión.
Luego de la factibilidad, viene para los ingenieros, artistas y escritores el proceso más duro, fuerte y extenuante: El de hacer realidad lo proyectado. Es decir, los sueños e ilusiones al campo de los hechos. O en criollo la verdad de las verdades.
La ejecución del proyecto del Gas de Camisea para convertirse en obra requirió como diría Alva Edison, de un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de trabajo. Exactamente lo mismo que sucede con la elaboración de una pieza artística, de un libro o de una obra en general.
Un sin número de trabajadores, maquinarias inmensas y equipos de última generación colocaron metro a metro las tuberías; abriendo trochas en la indómita selva, atravesando las tres cadenas montañosas de la cordillera de los Andes, reptaron por el inclemente desierto, marcando su huella sobre el arenal.
Una inmensa cicatriz de dos mil quinientos kilómetros en el medio y el costado del Perú.
Crear una obra de arte o escribir el soñado libro requiere de este esfuerzo, de un trabajo diario y silencioso, de enfrentarse cotidiano a las frustraciones, las dudas, cambios y recambios y de un entorno casi siempre, muy incierto.
La obra del Gas de Camisea es una bella expresión de ciencia e ingeniería y también, una bella expresión de arte y poesía.
Embelezarse ante el reptar sinuoso, ascendente y descendente de las inmensas tuberías herméticamente selladas, es impresionante y de una belleza majestuosa.
Embelezarse con el reptar sinuoso de unos versos intensos y de métrica precisa es impresionante y también, de una belleza majestuosa.
La poesía es por cierto, una bella expresión de ingeniería. La ingeniería es una estructura hecha poesía.
Las letras en poesía se expresan en métrica y ritmo, traducidas en tiempos y espacios que se simbolizan en números y estructuras y estos obviamente, son elementos de la ingeniería.
La poesía es forma y belleza integrada por detalles y precisiones, que no son sino, características de la ingeniería.
La poesía se expresa en letras y la ingeniería en números. Ambos son símbolos que se reemplazan y/o se complementan.
Hay poesías hechas en base a números, hay estructuras hechas en base a letras.
La poesía a pesar de sus formas y detalles es siempre una hermosa obra de ingeniería. La ingeniería a pesar de la tosquedad de de sus estructuras es una hermosa poesía.
Un poeta es un artesano de la palabra, un constructor de versos: casi siempre un frustrado ingeniero.
Un ingeniero es un artesano de los elementos, un constructor de edificaciones: casi siempre un frustrado poeta.
En el fondo de un poeta vive un ingeniero. En el fondo de un ingeniero vive un poeta.
Sucede que pocos se atreven a cruzar el puente que une a la ingeniería con la poesía, en especial los ingenieros.
PÁGINA 4 – CUENTO

CREEN QUE NO ESTOY CUERDO

Por Isaac Vainstub (Karmiel/Israel)

Fue una noche de mucho calor, por esa circunstancia deje la ventana abierta, como tenia mucho sueño me quede dormido profundamente, ni siquiera advertí que se había levantado un fuerte viento, motivo por el cual mi cama salio volando, cuando lo note ya estaba más alto que el edificio, ya no me quedaba otra opción que tratar de no caerme, así seguí un largo rato aferrado al colchón, pensaba adonde iría a parar también como volver.
La cama seguía sin parar como si fuera un pájaro, solamente le faltaban las alas y el pico, seguíamos surcando el cielo a una velocidad inusitada, yo temblaba como una hoja al viento, continuaban pasando las horas sin aminorar la velocidad, en un momento dado cambio de dirección, en lugar de seguir su itinerario asía las alturas se dirigió al este, parecía que se iba a estrellar con el sol, pero no fue así aunque falto muy poco, se sentía mucho calor.
Pensé si necesitara ir al baño como tendría que hacer, me encontraba en una situación difícil, intente calmarme pero no pude la realidad me superaba, tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano y me tranquilice, debía esperar los acontecimientos. Recién ahí pude reponerme del susto, sentía la sensación de estar soñando no podía ser realidad, muchos sucesos seguidos para tomar una resolución coherente, no cabía otra alternativa por el momento más que dar tiempo al tiempo.
Cuando fue calmando el viento empezó el descenso, ahora se me presentaba otro problema adonde iba a parar, no sabia en que lugar seria, podía ser en un lugar peligroso como en medio de una batalla, tenia la esperanza que no tendría ningún problema, pero por desgracia no fue de esta manera, fui a parar en medio de un conflicto, se escuchaba el ruido de la metralla, ir a parar en un lugar como este seria terrible, al final tuve suerte fui a parar cerca de una ambulancia, como estaba en pijama me tomaron por un herido y me llevaron a un hospital cercano.
Como no entendía el idioma creyeron que no podía hablar, pero como pronuncie español entendieron que no entendía como hablaban, buscaron una persona que me entendiera el cual me pregunto que me dolía, le dije que no estaba enfermo y le conté lo que me había pasado, no me comento nada en el primer momento, se fue presuroso a informar a sus superiores lo que me pasaba, según después me explico recibí un garrotazo en la cabeza.
Supliqué que no sentí ningún golpe que estaba seguro de lo que decía, me instaron que no siguiera insistiendo que lo real ya lo sabían, que me quedara tranquilo que ya estaban al corriente de mi situación, me internaron en un manicomio donde todavía permanezco, hice todo lo posible para avisar a mis familiares pero no tuve suerte, espero que alguien que este leyendo esto me pueda ayudar, porque no me gustaría pasar toda mi vida encerrado en este lugar, puedo asegurar que no estoy loco, lo único que hice mal es dejar la ventana abierta, no puedo creer que esto sea una razón suficiente para tener que sufrir un final así.
PÁGINA 5 – NUESTRA POESÍA

Stella Maris Taboro (Santa Fe/Argentina)

¿ADÓNDE?

¿A dónde quedaron los sueños del soñador?
del que creyó con sus sueños, el mundo cambiar,
de aquel que dibujó palomas
escribiendo el nombre de la paz,
del pequeño que dibujaba inocencias
en sus ocurrencias.
¿A dónde se fugaron los sueños del soñador?
Del poeta que selló amores en sus versos
de la mujer pariendo vida con esperanzas,
del labrador oyendo a su tierra,
del obrero con sus manos
torturadas de dolor,
del joven enredado
en rumbos inciertos
¡A dónde , a qué lugar?
¿A dónde van los sueños,
cuando no se hacen realidad?

AQUELLOS

Los que caminan con sus ideas intactas,
que no se doblan ni quiebran,
los que actúan con humildad inquebrantable,
aquellos que desgajan sacrificios sin temores,
los que entregan su esencia sin esperar,
los que luchan con el arma de la verdad,
aquellos que no desfallecen frente a la adversidad
los que sienten más oxígeno
con la felicidad de otros.
Ellos que dejan huellas de ejemplos
ellos, ellos son dignos de imitar.

A LA PACHAMAMA DE CANCIÓN

Ella era pachamama
de canto y dulzura,
era Mercedes
con todas sus mieles.
Ella llevaba calandrias
en su garganta
las regalaba como bendición .
Ella era de la América herida
y la sanaba con su canción.
Ella seguirá viviendo
eterna en este suelo
con su cofre de zambas
chacareras, vidalas y
todos los ritmos que
guardamos en nuestro corazón …

ROMANCE AL CAMINO POR DONDE ANDARÉ

Camino el camino
que empecé al nacer,
y hago nuevos caminos
cada amanecer,
mas el camino incierto
por donde andaré,
me estará esperando
para poder ser,
porque el camino
que no camino,
camino dejará de ser.

CANCIÓN DE LAS HUMILDES COSAS

Canción a las manos de mi madre,
al pequeño jugando en el barro,
al hornero elevando su nido.
Canción al humilde jornalero
a todo lo ignorado,
al canto de los grillos
rompiendo el silencio de la noche,
a la cigarra golpeando
con su chirrido.
Canción de las humildes cosas,
al tejido de la abuela,
al aleteo borrando sus alas
el picaflor,
al fulgor breve de una flor.


César Actis Brú (Santa Fe/Argentina)

B´MIDVAR 5 - EN EL DESIERTO

¡Cómo te extraño!
Tu Voz resuena
en cada espacio mío.
Siento tus dedos
modelando la arcilla
de la cual estoy hecho.
Me inquieto y me des-vivo.
No atino
salir del yermo
laberinto en que me muevo.
El aire tuyo
que entró por mis narices
a Tí quiere volver
¡Oh Bien Amado!
y no encuentra el regreso
teniendo tu Camino.
Yo sé
-y así lo creo que
en la Cruz de tu Hijo
está resuelta
la senda circular de los estoicos
tejida “en el desierto” y laberinto.
5 Es el nombre con el cual se designa en hebreo el libro de los “Números”

SHEKINAH 6 - LA HABITACIÓN

Te enamoraste de nosotros,
de nuestra pobre,
doliente humanidad
y has venido a morar
en este pueblo
que,
lagos de amargura,
la querella y el hambre,
la idolatría y la esperanza,
ronda.
Te enamoraste de nosotros
gemebundos y opresos
por dolores de esclavos
provenientes de tierras de Gosén
y mostraste tu Fuerza
del lado del más débil.
Y sólo pediste
que te amáramos,
¡Divino Ser vulnerado de Amor y por Amor!
para así
levantar tu “vivienda entre nosotros”.
¿Qué insondable misterio
es aquél
que te mueve en Tí mismo
a someterte de Amor
a lo que hiciste?
Divino Ser Enamorado
¡Dame tu corazón
para volverte
tanto amor!
Tu Amada nos recuerda
tu dulce “habitación”
entre nosotros.
6 Con esa expresión se designa en la Torah la “presencia de Dios en medio de su pueblo” en elArca de la Alianza.

BETH EL 7 - ES LA “CASA DE DIOS”

Y me mostraban altos muros
con sagradas ausencias,
espacios
y silencios ofrecidos
al único Señor
“Que fue y el que será”.
Mucho tiempo después
supe que he visto
solamente la cáscara.
La “Casa” verdadera
la encontré en las miradas
de los niños descalzos,
en las viudas
reclamando su pan escamoteado,
en jornaleros
exprimidos como las uvas en lagares,
en los enfermos,
en los solos,
en los presos,
en las sonrisas de las frescas muchachas,
en todos aquellos
que se estaban afuera,
como ese Galileo
que han colgado de la cruz
en el Calvario.
7 En hebreo literalmente Beth (o Bait) significa “casa” y El , la “deidad”.

HA TIKVÁ 8 - LA ESPERANZA

Mi corazón
avanza en el desierto.
Atrás quedaron
los esteros de Mara
y de las Cañas,
la reunión en Horeb
y la irritante fundición
del oro en el becerro.
Añora las raciones
de carne con cebollas
cuando es escasa
la esperanza.
Pero sigue adelante
en alcance brumoso
de la tierra esperada.
Y mientras tanto
enseña rudimentos
sobre Dios y los Hombres,
lo adormecen los viajes
en hoscos colectivos,
escribe versos
y pisa la hojarasca
de los fresnos de Mayo.
8 Literalmente en hebreo significa “la espera”, la “espera expectante”.
PÁGINA 6 – CUENTO

LA DAMA DE BLANCO DE USHUAIA

Por Lilí Muñoz (Neuquén/Argentina)

Transcurre la primera mitad del siglo XX. En los confines de la tierra, en la insular Ushuaia, una jovencita enamorada, hija de pioneros del pueblo, busca una vez más el encuentro furtivo con su amado, uno de los presos de la Cárcel del Fin del Mundo. El bosque con su frondosidad facilita el amor.
Cansados de prohibiciones y escondidas, los amantes decidieron el casamiento. Sería en la iglesia del bosque, la misma que habían construido los presidiarios. La jovencita, vestida de blanco como novia que era, llegó a la cita y allí esperó. Su hombre no apareció. Esa noche, una intensa tormenta de nieve se había desatado. La novia ignoró el temporal y salió a buscarlo. Nadie los volvió a ver.
En las noches de luna, dicen, la imagen de una joven vestida de blanco corre como luciérnaga entre árboles y tundra.


LILITH

Estaban hechos con amor y arcilla. Para morar el paraíso. Hermosa, vital, sutil, inquisitiva… Mana como fuente la risa de Lilith. Adán se equivoca. La mirada de ella era su desconcierto. ¿Cómo podía reír? A imagen y semejanza de Dios … Esa mujer resultaba un desafío, pero lo fatigaba reflexionar con ella, argumentar y llegar a acuerdos. Él era el amo. Además, Lilith no siempre aceptaba el lugar de abajo… Ella sabía qué quería y lo pedía. Adán hizo suyas las palabras de Dios, "dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los seres vivientes que se mueven en la tierra". No encontró eco. Lilith fue llamada a audiencia. El creador apeló a la cordura. La mujer argumentó. Eran iguales. Vieron la luz el mismo día y de la misma manera. Tenían los mismos derechos. Dijo, y zambulló en la cascada. Un sabor a hierbas y musgo se esparció en el lugar.
Los lamentos de Adán continuaban. Las presiones de dios también. Lilith decidió dejar el paraíso. Sin remordimientos. Despojada. Su desnudez era su fuerza. Partió hacia el desierto. Dios respiró. Adán no. Nadie lo aplaudía, ni le daba las gracias, ni… Olvidó sus discursos sobre ser libre, sobre no necesitarla. Reclamó al creador.
"No conviene que el hombre esté solo. Voy a darle una ayuda adecuada". Y Dios formó una nueva mujer. Más dócil. Entonces el hombre exclamó: “¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! ¡Fue sacada de mí!”.
El eco llegada hasta el bermellón del Paraíso. Las carcajadas recorrían las dunas, abrasaban mundos en los brazos del aire.
PÁGINA 7 – ENSAYO

VALLEJO Y EL VANGUARDISMO

Por Julio Carmona (Lima/Perú)

A Cesar Vallejo no debe llamársele “poeta de la vanguardia” sino poeta de la revolución. Incluso si nos remitimos a su propia convicción respecto de las escuelas de vanguardia, a las que consideraba meras fábricas de “poemas sobre medida”. Veamos cómo lo dice:
La inteligencia capitalista ofrece, entre otros síntomas de su agonía, el vicio del cenáculo. Es curioso observar cómo las crisis más agudas y recientes del imperialismo económico -la guerra, la racionalización industrial, la miseria de las masas, los cracs financieros y bursátiles, el desarrollo de la revolución obrera, las insurrecciones coloniales, etc.- corresponden sincrónicamente a una furiosa multiplicación de escuelas literarias, tan improvisadas como efímeras. Hacia 1914, nacía el expresionismo (Dvorak, Fretzer). Hacia 1915, nacía el cubismo (Apollinaire, Reverdy). En 1917, nacía el dadaísmo (Tzara, Picabia). En 1924, el superrealismo (Breton, Ribemont-Dessaignes). Sin contra las escuelas ya existentes: simbolismo, futurismo, neosimbolismo, unanimismo, etc. Por último, a partir de la pronunciación superrealista, irrumpe casi mensualmente una nueva escuela literaria. Nunca el pensamiento social se fraccionó en tantas y tan fugaces fórmulas. Nunca experimentó un gusto tan frenético y una tal necesidad por estereotiparse en recetas y clichés, como si tuviesen miedo de su libertad o como si no pudiese producirse en su unidad orgánica. Anarquía y desagregación semejantes no se vio sino entre los filósofos y poetas de la decadencia, en el ocaso de la civilización greco-latina. Las de hoy, a su turno, anuncian una nueva decadencia del espíritu: el ocaso de la civilización capitalista.7
Un sentido lógico, elemental, obliga a respetar ese punto de vista del poeta y evitar incluirlo en un ámbito con el que sólo tiene la afinidad de la experimentación formal, que es común a todos los grandes poetas de todos los tiempos y que, en este caso, no es el decisivo para definir esa grandeza. Vamos a transcribir aquí un poema de él que corrobora nuestra apreciación de llamarlo poeta de la revolución:

MASA


Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: “No mueras, te amo tanto!”
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
“No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!”
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: “tanto amor y no poder nada contra la muerte!”
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: “¡Quédate, hermano!”
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...

Por eso advertimos que el término ‘vanguardismo’ debe usarse “con pinzas”, e insistimos también en señalar que quienes lo usan lo hacen sólo para relevar el aporte de experimentación formal que los poetas así calificados realizan. Tal sería el caso, en el Perú de los primeros años del siglo XX, como ya hemos dicho, de Alberto Hidalgo, quien además de ese aporte formal –muy significativo en su poética– también –como Vallejo– participó en la creencia de la liberación del hombre. En ese sentido, incluimos aquí el siguiente poema:

¿Quién fue el que impidió el libre acceso a la cañigua
al indio que era propietario de ella
quién abusó de cercos
su fundo que era como mano abierta
quién colocó a su paso tantas vallas
para que no siguiese pastoreando sus mieses
para que no pudiera seguir produciendo sus matitas de quinua
por entre esteros y quebradas
quién lo obligó a pedir un pasaporte
para entrar en su campo
para caber bajo su techo
para vivir a su mujer?
Él quería muy poco
ni siquiera quería libertad
(es ésta una palabra convencional moderna
aunque menciona una pasión asidua)
no reclamaba libertad
y lo forzaron a tenerla
pero qué libertad
la libertad de acumular pobreza
la libertad de enriquecer a otros
libertad de sufrir y tener hambre
libertad de ser mudo
libertad de ser sordo
libertad de ser ciego
libertad de dolor y de lloro y de luto
libertad
libertad
qué libertad.

Ese también es el caso del –sí– más grande vanguardista peruano Carlos Oquendo de Amat (Puno, 1905; Navacerrada, 1936), quien publicó sólo un libro de poesías: 5 metros de poemas (1929), y estuvo en España cuando allí se desarrollaba una cruenta guerra civil (1936-1939), adhiriendo a favor de la causa de la República (como lo hizo la parte sana de la intelectualidad mundial). Leamos el siguiente poema:

poema del manicomio


Tuve miedo
y me regresé de la locura
Tuve miedo de ser
una rueda
un color
un paso
PORQUE MIS OJOS ERAN NIÑOS
Y mi corazón
un botón
más
de
mi camisa de fuerza
Pero hoy que mis ojos visten pantalones largos
veo a la calle que está mendiga de pasos.

Pero también en esta época de vanguardismo y de revolución hay que mencionar a José Carlos Mariátegui, el más preclaro conductor de la revolución en el Perú, quien desarrolló una intensa actividad literaria en su juventud (su, por él mismo llamada, “edad de piedra”): poemas y cuentos, reunidos póstumamente bajo el título de Escritos juveniles8, así lo confirman, y no obstante, no deja testimonio de una poesía militante. De Mariátegui transcribimos aquí su hermoso poema en prosa:

LA VIDA QUE ME DISTE


Renací en tu carne cuatrocentista como la de la Primavera de Botticelli. Te elegí entre todas porque te sentí la más diversa y la más distante. Estabas en mi destino. Eras el designio de Dios. Como un bajel corsario, sin saberlo, buscaba para anclar la rada más serena. Yo era el principio de muerte; tú eras el principio de vida. Tuve el presentimiento de ti en la pintura ingenua del cuatrocientos. Empecé a amarte, antes de conocerte, en un cuadro primitivo. Tu salud y tu gracia antiguas esperaban mi tristeza de suramericano pálido y cenceño. Tus rurales colores de doncella de Siena fueron mi primera fiesta. Y tu posesión tónica, bajo el cielo latino, enredó en mi alma una serpentina de alegría. Por ti mi ensangrentado camino tiene tres auroras. Y ahora que estás un poco marchita, un poco pálida, sin tus antiguos colores de madona toscana, siento que la vida que te falta es la vida que me diste.

Y es así, entonces, que las opciones estéticas (o poestéticas) pueden intercambiar tácticas, pero no pueden confundirse en sus estrategias, en sus principios, sin riesgo de anonadamiento. El formalista Alberto Hidalgo y el mismo Carlos Oquendo, sin abdicar de sus experimentalismos poéticos, pudieron escribir poemas realistas de hondo sentido humano; del mismo modo, los realistas José Carlos Mariátegui y César Vallejo pudieron experimentar con técnicas formalistas sin depreciar su estética de “decir muchísimo”. Cuánta diferencia entre ese característico “quiero decir muchísimo y me atollo” vallejiano, y aquel otro precepto (también justo definidor) de la poética de Martín Adán: “Poesía no dice nada/ poesía se está callada”.
La definición de la época –en el caso de Vallejo– obligaba a deslindar entre “vanguardismo y revolución”, y obviamente la segunda es la definición que más calzaba con él. Hoy por hoy, en que la revolución ha dado un paso atrás (para el salto que implique dos adelante), en el ámbito literario se debe optar ya no entre “vanguardismo y revolución”, sino entre formalismo y realismo. Y en este último Vallejo encuentra su mejor ubicación. En la década de los noventa del siglo pasado (no tenemos por qué dudarlo) Vallejo hubiera estado en las mazmorras del fujimorismo. Pero hoy –sin perder su espíritu revolucionario– reclamaría del hacer poético un decidido realismo.
La tendencia realista todavía es, y Vallejo sigue siendo realista; el movimiento vanguardista ya fue, y a él no perteneció Vallejo; por lo tanto, es erróneo que ahora se pretenda encasillarlo en él.
PÁGINA 8 – CUENTO

EL GATO

Por René Aguilera Fierro (Tarija/Bolivia)

Era una familia muy feliz, don Manuel trabajaba en una fábrica cercana a su casa; hombre bueno, asequible a todo, apegado a la familia, esposa e hija, en sus ratos libres, se dedicaba a los quehaceres de la casa, del jardín, diligente y cariñoso con su única hija; aunque a veces se tornaba temperamental a raíz de imprevistos. Mientras que la esposa, una mujer totalmente dedicada a su hogar y a su hija. No descuidaba detalle a fin de mantener su hogar en orden. Por su parte, Mirtha, la pequeña niña hija, había adoptado el hábito del estudio, hacia sus tareas, leía, estudiaba, dibujaba y, sin que se lo pidieran, ayudaba a su madre en algunos quehaceres de la casa. Su propio dormitorio, era impecable en orden y limpieza. La felicidad reinaba en el hogar.
En cierta ocasión, la señora Consuelo, mientras preparaba el almuerzo, repentinamente escuchó un maullido, primero se sobresaltó por la sorpresa, luego giró la cabeza para un lado y para otro a fin descubrir de donde provenía el maullido del gato; caminó unos pasos hacia la sala y, para tranquilidad suya, se encontró con un pequeño gatito que se revolcaba en el sofá, pensó para sus adentros que en algún descuido, el felino se filtró en la sala, hasta llegó a pensar que pudo haber sido traído por su hija o, en todo caso, por su esposo. Se acercó al animal, lo tomó entre sus manos, el minino dócilmente se dejó acariciar; cerrando los ojos, con mimos le devolvía las atenciones. Era un gato gris oscuro, manchas blancas en las patas y cabeza, sus grandes ojos disimulaban con el ensueño de las caricias, tenía abundante pelaje, su larga cola le daba mayor tamaño al recogerse sobre el animal.
Doña Consuelo, encantada con el gato lo llevó hasta la cocina, vertió leche sobre un pocillo y se lo ofreció con bondadosas palabras, como si el animal pudiera entenderlas. El gato no probó la leche, la señora pensó que estaría recién comido o que su timidez le impedía comer. Llegado el medio día, la primera en llegar fue Mirtha, el horario de la escuela le permitía ser puntual en el almuerzo. Al encontrarse con el gato, se sorprendió y preguntó sobre el origen de su presencia en la casa, entonces la madre supo que no fue traído por ella; razón por la que se explayó contando los detalles de su encuentro con el minino. Al poco rato, llegó su esposo Manuel, quien también se sorprendió con la presencia del gato. Doña Consuelo, atenta como era, volvió a relatar su encuentro con el pequeño felino.
Durante todo el almuerzo, lo mimaron, unos y otros deseaban contribuir en su alimentación, incluso le pusieron nombre, la idea final fue de Mirtha, concluyendo en llamarle Gato Panza, en alusión a la mancha blanca que llevaba en el estomago.
Esa tarde, Mirtha mientras jugaba con el mimoso gatito Panza, hizo sus tareas escolares. Ya en la noche, se durmió con el gato apegado a su pecho, fue necesario despojarla del animal mientras dormía. Luego fue acomodado en un cajón, acondicionado con ropas que hacían a manera de colchón.
Cierto día, el esposo llegó de su trabajo, cansado, luego de saludar en voz alta a su esposa, ingresó al baño a lavarse las manos, mientras tanto llegaba también Mirtha de la escuela, ambos se sentaron a la mesa. En ese momento, ingresó al comedor la señora Consuelo, alterada, casi no podía hablar de nervios, comentó que la comida había desaparecido; era inaudito, el esposo primero lo tomó como una broma, la niña solo atinaba a observar, luego don Manuel reaccionó indicando que esas cosas no se evaporan así por así, la desaparición no ocurre en la realidad; más bien –decía- que no haya comida era producto de la irresponsabilidad y flojera. Con la culpa encima, doña Consuelo tuvo que improvisar otra comida.
Al día siguiente, casi había olvidado el incidente, preparó el almuerzo que más gustaba a su esposo, le dedicó un tiempo especial al arreglo de la mesa, el comedor estaba impecable, incluso, se dio un instante para arreglarse así misma a fin de presentarse bonita ante su esposo e hija. La rutina se cumplió, estaban sentados en la mesa, de pronto se repitió la misma escena, la comida había desaparecido. Padre e hija quedaron estupefactos, mudos, pasado el impacto, el esposo le recriminó de mil maneras, furioso abandonó la casa junto a su hija. Doña Consuelo, triste no llegaba a comprender que estaba sucediendo, mientras el gato le lamía una de sus manos. En la noche, la discusión continuó, la señora insistía en la desaparición, el esposo manifestaba que se trataba de un burdo cuento para estúpidos; la niña fantaseaba y no tomaba partido por ninguno de los dos pero se abrazaba a la madre. Lo peor de todo, el esposo comenzó a encontrar desordenes en la sala, en los dormitorios, en el jardín, suciedad por uno y otro lado y; para colmo, la escena del almuerzo se repitió un par de veces más. Cansada de pasar por mentirosa y holgazán, decidió medir su tiempo, agudizar sus sentidos, sus pasos y controlar con la vista sus alrededores en todo momento. Preparó como de costumbre el almuerzo, disimulando normalidad en sus actos, anticipadamente, preparó la mesa y los detalles, cuando la comida estuvo a punto, se dirigió al comedor, pero sorpresivamente volvió sobre sus pasos, la sorpresa que se llevó fue mayúscula; el gato, abriendo la boca en forma desmesurada engullía el contenido de una de las ollas, descubierto, con gesto diabólico se le acercó amenazante, a fin de protegerse, tomó una escoba, momento en que ingresaba su esposo, la encontró batiendo la escoba en actitud de defensa, en vano trató de contarle lo que estaba sucediendo, puesto que el gato, mansamente se revolcaba a los pies del incrédulo marido, actitud que lo encolerizó aún más, estaba a punto de golpearla cuando ingresó la pequeña Mirtha. La niña tomó entre sus manos al gato y se dirigió a la cocina, evidentemente, había la segunda olla intacta. Con la discusión, gritos y llantos de doña Consuelo, lloriqueos de Mirtha y los reproches de don Manuel, la situación se tornaba insostenible, hasta que finalmente los ánimos se calmaron, el plato que se sirvió en la mesa no fue probado por nadie.
El temor de doña Consuelo no tenia límites, por ello, al salir de casa el esposo, se refugió al lado de su hija, no se movía de su lado ni la dejaba sola un instante, de refilo, observaba al gato que la amenazaba con sus enormes dientes, mientras era acariciado por su hija.
Esa noche, se fue a dormir con Mirtha, religiosa como era, colocó en su cuello y en el de su hija una medalla con la imagen de Virgen María. Dormitaba, cuando observó que el gato no estaba en su lugar, silenciosamente se dirigió al aposento de su marido, instante en que el gato inhalaba el aliento de su esposo, su ira pudo más que el miedo, se abalanzó sobre el animal, el gato furioso saltó a un lado de la cama, de allí, mostrando sus enormes colmillos, caminó amenazante hacia ella, instante en que la niña le arrojó una muñeca. Descubierto definitivamente, el gato se escurrió hacia la sala. Preocupadas por el estado de su esposo, le rodearon dándole aire, mientras don Manuel profería palabras incoherentes e inteligibles, sus gestos estaban perdidos y, con los ojos desorbitados, miraba desorientado a su alrededor, de mil maneras buscaron reanimar a don Manuel, luego de varios intentos, logró recuperarse y volver a la realidad. Entre los tres buscaron inútilmente al gato.
Los días que siguieron fueron de total normalidad. Un domingo, los tres salían de paseo al parque central, don Manuel se apostaba a cerrar la puerta de la casa, en ese momento se les acercó una niña acompañada de su madre, la pequeña portaba entre sus brazos un gatito, gris con manchas blancas en las patas y la cabeza, gentilmente les ofreció obsequiárselos.
La familia solo atinó a mirarse aterrada.
PÁGINA 9 – RESEÑA

Reseña del homenaje dedicado a Jacinto López Gorgé. Madrid, 23 de Marzo de 2010.

Por Fernando de Agreda Burillo (Madrid/España)
Dirección de Relaciones Culturales y Científicas
Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID)
Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación

El pasado día 23 de marzo se ha celebrado en el Ateneo de Madrid la presentación de la Obra poética de Jacinto López Gorgé (Alicante, 1925-Madrid, 2008).
El acto había sido organizado por Alejandro Sanz que dirige actualmente la Sección de Literatura del citado Ateneo madrileño. Intervinieron en el mismo el propio Alejandro Sanz junto al arabista Fernando de Ágreda, funcionario de la Dirección de Relaciones Culturales y Científicas de la AECID, y Emilio Miró, catedrático de Literatura de la Universidad Complutense de Madrid.
Tras la presentación de Alejandro Sanz, que recordó la labor de Jacinto en el mismo Ateneo, donde se encargó de dirigir en tiempos el Aula de Literatura, entre sus múltiples actividades literarias y periodísticas en la Estafeta Literaria, la “República de las Letras”, en la revista Blanco y Negro, el diario “Melilla hoy”, etc., además de conferenciante en múltiples estrados y congresos en España y Marruecos.
A continuación intervino Fernando de Ágreda que se refirió a su amistad con López Gorgé y a la etapa marroquí que fue decisiva en su biografía: allí trabajó como maestro en la zona rifeña, y, después en la capital del antiguo Protectorado: Tetuán, donde compartiría afanes poéticos con Trina Mercader y sus proyectos editoriales: las revistas bilingües Al-Motamid. Verso y Prosa, y luego Ketama, suplemento de otra importante revista Tamuda, que él mismo dirigió con la ayuda imprescindible de Mohammed Sabbag, como traductor de los grandes poetas españoles, dado que era buen conocedor de ambas lenguas y él también poeta en su lengua árabe y en español.
El conferenciante rememoró asimismo la visita de Vicente Aleixandre a Tánger y Tetuán en el mes de abril de 1953 y finalizó con la lectura de varios poemas incluidos en la antología de la Obra Poética de Jacinto que ha sido editada por Antonio Abad, conocido escritor y poeta, que reside en Málaga en la actualidad. Ha sido publicada por la Consejería de Cultura del Ayuntamiento de Melilla en marzo de 2009.
El profesor Emilio Miró, por su parte, hizo un detallado análisis de la temática poética que desarrolló López Gorgé a lo largo de su obra, durante varios años y en diferentes ediciones: La soledad y el recuerdo (1951, Signo de amor (1954), Nuevos poemas de amor (1972), Dios entre la niebla (1973), Antología Poética (1947-1979), (1981), Mi corazón, mi casa y mi memoria (1995) y Sonetos de media vida (2001)… Puso de relieve, por otra parte, la relación tan afectiva que unía a Jacinto con la ciudad de Melilla, que él mismo consideraba como su propia ciudad de adopción, y con el grupo de los poetas melillenses: Miguel Fernández, Pío Gómez Nisa, Encarna León, Juan Guerrero Zamora, además de Francisco Salgueiro, Eladio Sos, Luis Jiménez Martos, Leopoldo de Luis, Ángel García López, Joaquín Benito de Lucas, etc.
Para finalizar el acto, al que asistieron numerosos amigos y poetas, como Joaquín Benito de Lucas, Angelina Gatell, Mahmud Sobh, Ángel García López, Antonio Porpeta y Luz María Jiménez Faro, además de Iris Hoffman Vannus, Francisco Trujillo, director de “La Medina”, etc., junto Pepita Gómez Sempere, mujer de Jacinto y sus familiares, Alejandro Sanz leyó un mensaje de la escritora Encarna León, desde Melilla donde vive en la actualidad, (que ha agrupado además el homenaje, de escritores españoles y marroquíes publicado en el diario “Melilla hoy”, el 8 de marzo de 2009) en el que se sumaba a este acto con mucho cariño, sintiendo no poder participar y reunirse con tantos amigos aquella tarde.
PÁGINA 10 – POESÍA ARGENTINA

Luis Benítez (Buenos Aires/Argentina)

LA TÓMBOLA DE LOS MUNDOS

Un golpe de dados
No abolirá el azar.
Stéphane Mallarmé

Vivimos inmersos en el milagro.
San Pablo

Y la semilla cayó del balcón superior al mío
Y dio meses después
Estas ramas, hojas, flores rústicas que contemplo:
Ella fue la afortunada
Con la vida esquiva que se apartó de sus hermanas,
Proyectos de raíces,
Verdes estructuras que no fueron ni serán jamás
Ya nunca algo vivo
En la ciudad insomne, desatenta a los milagros del azar
Como lo estamos todos.
Así, en mayores escalas que no conocen medida ni relato,
Estallan universos
Y sobreviven otros que contienen éste, donde veo florecer
Una hierba-plaga
Como si ella y yo nada tuviésemos que ver con la metáfora.
Yo que no fui asesinado,
Que no me ahogué de niño ni de adulto, que no ingerí pesticidas,
Que no me suicidé del todo en 1975.
Ahora llega la noche nuevamente y la luna sale otra vez,
Por muchas y específicas razones,
Tan justificada como en la serie televisiva de Carl Sagan.

CUANDO NO SE ESPERA

Cuando no se espera el horizonte asoma
Finalmente;
Algo se vislumbra, lejos: suyo es entero el color
Y suyo el único volumen,
Y las cosas revelan la giba evidente de su espalda oculta.
Un mundo trasformado
y sin embargo entonces muestra que siempre
Estuvo allí a la mano, cerca;
Que estaba tan presente, dice, como la casa de enfrente.
La ardua pregunta surge:
¿Era precisa tanta incertidumbre ardiente,
Tanta búsqueda
Por corredores sinuosos, tanto trámite
De boca en boca,
De año en año, la lenta escalera de caracol
Recorrida a zancadas,
la premura insípida, el pataleo entre los dientes
airados del día al llegar arriba,
a la torre del instante presente, ahora, el único?
Cuando no se espera
Surge de los labios sola y sin ayuda esa antigua melodía,
La cancioncilla que quizá
cantaba alguien distraído, paseando por la calle del hospital
donde tu tiempo comenzó,
hace algún tiempo, entre las sábanas manchadas de sangre
y la rutina médica. Luego
tu primer alarido cubrió esa canción que vuelve
cuando no se espera.

DEL AMOR POR LOS BARBAROS

Lo opuesto busca su opuesto
Y en lo blanco la gota que hay de negro
Crece
Hasta hacer lo blanco negro
Y así en lo contrario hace la gota blanca

Todos deseamos lo opuesto
Que encarna frente a ti
De tanto en tanto
Y trae su exótica religión su idea del asunto
Sus distracciones sus aparentes crueldades
El poco cuidado con que trata los más preciados dones
Las ofrendas y regalos que destinábamos
Antes
A nuestro propio fetiche
Tal nuestra donación

Los bárbaros poseen la ingenuidad de lo que fuimos
Aquello que en ellos no ha crecido nunca
O bien nunca lo ha hecho en esta dirección

Son lo que fue posible que fuéramos hoy y no prosperó
Por eso la ternura el celo el interés que sentimos
Por su aparente torpeza
Su falta constante de consideración

Nuestro consuelo cuando nos matan sus actos
es mirarlos benignamente
Y acariciar o al menos intentar hacerlo
La brutalidad que destroza y que
Cuando se les reprocha
Sinceramente no comprenden
Como no comprenderían si llorásemos delante de ellos
El porqué de todas esas lágrimas se sienten inocentes
Lo son nuestra es la tragedia de entenderlo
Y de entender que nada podemos hacer
Ni por amor ni por odio para redimir a la criatura
De su condición de bárbara

Este de todos los dones es quizás el más extraño
Que nos dieron nuestros dioses
Nuestros dioses que no existen

También están esos bárbaros que se nos parecen
Pero no son nosotros cuídate sobre todo de ellos
Son los más peligrosos son los que realmente
Llegan a tu corazón
Con sus similitudes
Sus engaños de los que son desde luego
Totalmente inocentes

Pero nadie cambia a los bárbaros

Y cuando aparece su barbarie expresa su “bajeza”
Su “violencia” su “impiedad” su fastidiosa negligencia extrema
Ya están dentro de nosotros y es tarde
Muy tarde para todo
Y no se van jamás de aquello
Que conquistó su impericia su malicia inconsciente
Y también su destreza
Largamente adquirida
En combate contra otros bárbaros

Seremos su triunfo la gota de alegría infantil
Que dura un día
La jactancia a solas que pronto se disipa
Nuestras serán las ruinas las veneradas estatuas
Rotas que vendimos por ellos a precio de mercado
Nada o casi nada vale algo nuestro entre los bárbaros
Y nuestra será la noche donde algo se incendiará
Eternamente para siempre en llamas
Por amor a los bárbaros

VEO A UNA MUJER MAQUILLARSE

Veo a una mujer maquillarse cualquier mujer y cambia
primero está pensando en otra cosa (porque cuando una mujer
comienza a maquillarse aún no ha separado este acto del resto del día)

Pero luego disponiendo los objetos varios que la ceremonia
determina preciosamente en su exacto lugar en torno de sus manos
la mujer sabe que algo ha ingresado de nuevo a este mundo
Se abstiene sin embargo de nombrar eso que viene
Polvos cremas pinturas para la delicada construcción
lápices que escribirán otras palabras que estas
palabras que intentarán decir a la que esconde
La otra como ella se ve debe ser dibujada por esta la que se asoma
al espejo para verla
Ella está como tímida ante su hermana mayor que insiste insiste
“sácame de la nada invócame haz que nuevamente sea
entre los seres las horas y las cosas
haz que sea nuevamente entre los hombres
sí sobre todo haz que nuevamente sea entre los hombres”
Y la pequeña se somete al llamado de la grande
y la saca y la dibuja en el espejo
Del otro lado se queda ella colocada en el dibujo
Polvos cremas pinturas lápices el instrumental es el mismo
de todas las ceremonias semejantes
quien fabrica estas cosas sí que sabe lo que hace
Veo a una mujer maquillarse y me fascina
Por su parte y como siempre la mujer sólo está fascinada por sí misma
Nada ni nadie existe ni cuando se acerca al espejo
ni cuando está ante el espejo ni cuando se quita de él
Extraña especie tan cantada y sorda
Navega por la vida atada a su poder y lo puesto en sus oídos
lo colocado ante sus ojos lo concentrado en su boca la salva de caer
Será por eso que ante una estamos siempre solos
Enigmas de lo que no puede caer
Ahora traza una línea ha dudado no por no saber sino porque
conociendo el significado de la ceremonia goza de lo preliminar
ahora traza una línea y divide el día en dos
Ya fue hecho lo demás es desarrollo
una línea azul oscura apenas un trazo
sobre el ojo izquierdo que ha sido completamente transformado
Ya no es un ojo humano no es el ojo que vino con ella del vientre que sabía
que paría a una mujer sino un ojo de ella
definitivamente suyo
El ojo mira al resto en el espejo y está satisfecho
parpadea para alentar a la mujer
La otra la mira desde ese ojo donde ya se asoma y vigilante
la obliga a lo demás
Sin embargo la mujer hace una pausa a medias maquillada bebe
una taza de té hay un placer en eso de andar
a medias maquillada por el mundo
Paralelamente es como demostrarle todavía
a la otra un diminuto poder
una ligera potencia que alcanza a diferirla
pero que no podrá evitarla
Cosa que ambas saben y agradecen
Pero finalmente también el ojo derecho cambia y la otra ya ve
perfectamente en el espejo ahora es ella la que ve
y la primera mujer se va yendo lentamente trazo a trazo
Hay unas cremas castañas untuosas
con las que las mujeres cambian de piel
no oscurecen la suya sino que sacan
la otra piel de las mejillas la dejan asomar
Ignoro por completo el nombre de ese ungüento
Como ignoro los nombres
de los otros elementos de la ceremonia porque ellos y sus nombres
pertenecen por completo al otro mundo
El que convive con el del hombre en esta tierra y en la historia
Nombres cosas términos precisos que no podemos comprender
que vienen de otra lengua que son dichos en otra lengua
mucho más sugestiva que la nuestra
una lengua que está hecha para usarla en voz baja casi susurrándola
Porque no pertenece al universo de las grandes expansiones sino
al de la reserva al de lo íntimo lo cerrado
En esa lengua hablan entre sí las mujeres
y hablan ante el espejo con la otra
Donde un gesto quiere decir otra cosa donde ninguna palabra
se corresponde con las nuestras allí en esa lengua una mujer se maquilla
y nosotros creemos que se adorna
Ante el espejo todo ha sido consumado y la otra ya está en este mundo
la mujer anterior se ha ido y esta es la que se mira entera
Mueve alternativamente un músculo sonríe
levanta o inclina la cabeza
como un actor que calcula sus fuerzas y ensaya previamente movimientos
Esta mujer otra mide ante el espejo sinuosidades gestos pausas
A solas previas únicas estas gesticulaciones son como los arquetipos
que viven perfectos en el mundo de las ideas
pero luego se plasman en número
Repeticiones de cada uno de estos movimientos serán lanzadas
con alevosa precisión sobre el mundo de las cosas
Se incorporarán a él sin perder su condición de extrañas
La mujer no es sólo ella sino también sus gestos además del cuerpo
ocupa el alrededor del cuerpo la habitación el lugar
entero donde se encuentre
Como esta mujer la otra que todavía se mira un poco más en el espejo
máscara de la máscara ficción se cree que completa

LOS OJOS DE RIMBAUD

Azules, de bárbaro. Hoy cantan para ti
los suaves trinos y en el taller literario
adelgaza la voz el papagayo: conmovida
endulza las Grandes Miradas su lección de confitero.
De este lado rezamos por ti hincados ante un lobo:
que la bella ciencia es una habitación que da a lo oscuro
y el hombre, ese acertado inconstante,
es apenas unos pocos pasos que por ella van y vienen.
Hoy que las profesoras de letras olvidaron todo
lo que saben de ti los presidiarios
y el vago que, a riesgo de ser aplastado por los automóviles,
detiene la metáfora de su paso por recoger el milagro
de una hoja, sin alcanzar a explicárselo;
hoy que apenas los ascensoristas
se levantan de entre los demás,
hoy que esta loca materia aparece ahogada y vencida,
como lo estuvo siempre, como va a estarlo siempre,
flotando sobre las aguas de los números;
hoy que en tusa selvas vírgenes arraigaron los casinos
y suena música disco en todas las Africas tonantes,
hoy que en la calle 88 y Broadway una horrible fulana te pasea
impreso en su remera, sonriente con toda la Gloria Americana,
hoy que encuadernado en cuero y con letras doradas
te exhiben los dentistas en sus huecas bibliotecas
y te honran a su modo, repartiendo venenos por las calles
del mundo los ágiles traficantes,
hoy que caen los muros y todas las posteridades se desploman,
hoy que la Historia, esa vieja enemiga,
se ríe de nosotros diciendo que no existe,
como en tu tiempo repetía el Diablo;
hoy que los blandos músculos de los diputados
pueden arrojar al mar, si quieren, a miles de forzudos extranjeros,
hoy que la tímida democracia probó ser más efectiva que los reyes,
hoy que todos por fin somos buenos
y alza su copa radiante el rosado, negro, amarillo y cobrizo
banquete de la vida, más allá
de los caritativos grupos que intentan el soneto,
a través de las bibliotecas barridas por el polvo y las secretarias,
sin dactilografía ni voz ni esperanza ni objeto,
cruzan las geografías dos luces gruesas y potentes
anillando la Tierra. No por el símbolo sino por la mirada
eres como el dios de plástico que cuelga de su pared el asustado,
para que esos Ojos le sigan por la casa. Para nosotros
los mínimos, para nosotros los pocos, para nosotros los débiles,
que sólo queremos estar ociosos, tus párpados están
siempre abiertos, hermano desdeñoso,
Jesucristo el Terrible,
hoy que es una vergüenza tener hambre
siguen mirando lo mismo tus fanales salvajes.


Mario Alberto Manuel Vázquez (Salta/Argentina)

ooOoo

Hay una forma en que el silencio mira
de frente a la palabra
a sus ojos de tinta y de saliva
a su hambre
(eterno)
de cosa desterrada.

Hay una forma en que el silencio acecha
la falta de palabras
esa mistificación
esa falsía
y las caza
las sitia
las desgarra.

Hay una forma en que el silencio hace
el amor a la palabra
la roza
la penetra
la desboca
la insemina
la nace
la desgrana.

Hay una forma en que el poeta mira
escruta la palabra
la besa
la acaricia
la enamora

y elige
solamente
la preñada.

ooOoo

Desde antes de mi nombre
busco

Con la luna apagada entre las manos
extendidos
los ojos insomnes de la piel.

Extraño territorio inacabado.

Allí he visto milagros cotidianos:
la sonrisa
unas torpes manos sabias
que a veces me recuerdan
los gritos caracoleantes de la noche.

He olvidado también
la habitación de algunos sueños
las cuentas de la muerte
las culpas de la vida
las ideas que alquilaron mis palabras.

El territorio exige perfiles de cuchillo
y cabalgando mi gastado nombre
busco.

(La búsqueda es un silencio redondo)

MALVINAS

Gira
la memoria
como un antiguo mundo
que persigue su órbita
espasmódica
como una mano errada
contando los grados equivocados
de la noche.

Viene de lejos
la memoria
de arenas que se escurren en la historia
de retratos de arena
de historias como columnas
que soportan el silencio
la angustia
de las islas lejanas
allá donde las piedras dejaron de brillar
allá donde los dedos eran gatillos fríos
las muertes se contaban para atrás
el cielo era un estallido
de pájaros inmóviles
la arena era de agua
en el pozo de zorro
la patria se jugaba a los dados
en la mesa de los generales
el futuro era como una esfera
metálica
sin salida
a los diez
y
ocho
años.

Y ahora
la memoria
ese antiguo mundo espasmódico
gira en su órbita como una cabeza mutilada
con la inutilidad
de un libro condenado a no leerse:

la arena
el agua
las islas en el frío
los pactos de silencio involuntario
como trincheras
extendidas
frente al ataque del dolor.

Y otra vez
la memoria
con el silencio de los cañonazos
con su mano de arena mutilada
deslizándose en su órbita
de cabeza metálica
de miembros arrancados
de parálisis
de miedo
congelada en el retrato con historia
la foto en el estante
la medalla
con el paso solemne de la angustia
de una vida que nos costó
la muerte.

ooOoo

La memoria se enreda en tus cabellos
con vocación de hiedra
convoca
los ritos de la noche
las manos contenidas en la mesa
la palabra hilandera tejiendo disimulos
con su trama de aromas
anticipos
coartadas.

(Te espero atravesado por aéreas rutinas
de arribos y partidas
euforias
despedidas).

Vuelve a mí
como el humo fragante de los sacrificios
la dosis necesaria
la que nos aplicamos
la que nos reclamaba
de tus ojos de césped
de tu piel silenciosa
de infancia compartida

para vencer la muerte.

0oOoo

A ROBERTO JUARROZ

El poema reclama
el saber más profundo
el saber anterior a la palabra
al silencio
a lo anterior.

Esa intuición más alta
la que toma al dolor
y lo domeña
la que funda el dolor
y lo hace humano.
PÁGINA 11 – CUENTO

APARICIÓN DE LA OTRA.

Por Eduardo Pérsico (Buenos Aires/Argentina)

Aquel viernes la mujer cerró su estudio contable y viajaría a la costa sin manejar su auto. Ya saliendo de Buenos Aires en el último asiento de un ómnibus, a media tarde presintió el fin del verano. Ella andaba cerca de cumplir cincuenta años, temible divisoria entre mujeres, y aquello también rondaría la inevitable discusión que tendría con su marido en la casa de veraneo. Algo nada agradable.
Unos futbolistas en los asientos cercanos quizá le aturdirían el viaje pero el hombre a su lado, sobre el pasillo, le sonrió que los muchachos viajaban cerca y le ofreció acomodarle el bolso en el portaequipaje. ‘Sí, gracias’ dijo y no sospechó nada en la tibia demora sobre su mano. Por una hora larga fueron cambiando frases de ocasión: ella habló de su hija de veinte años y no mencionó estar casada con un político ‘siempre en campaña’, y el hombre, algo menor, reconoció ser un perpetuo viajante ‘por ahora en seguros’ y divorciado hacía mucho tiempo. El ómnibus iba a buen ritmo hacia cuando el día cae plomizo sobre el campo, y al descender el grupo futbolero y acallado el murmullo, los dos quedaron en el último asiento lejos y apartados del resto.
Al rato y tal vez no de improviso, el hombre le tomó una mano con decisión y le habló sonriendo ‘al fin solos’. Acaso ella fingió distraerse pero más bien nadie vería cuando él musitó ‘permiso’ al quitarle los anteojos. Ni apenas atinó al usual ‘¿qué hace?’ sin convicción al ablandar los labios al imprudente beso y como si obrara por reflejo, aflojó una mano hacia el pecho del hombre debajo la camisa. Se apartaron a mirarse en los ojos y ya retomaron el juego que les conmovería más allá de la boca, creciente impulso tras ocultos fervores que refrena la especie. ‘Nuestra pasión también somos nosotros’, le recordó esa otra mujer que contuviera ella.
- Carlos- pronunció él al separarse y rozar suave sus ojos con dos dedos.
- Daniela- pronunció por primera vez en tanto él ambulaba su mano infructuosa en destrabarle un cierre. Y de haber sabido eso, la otra, Daniela, hubiera vestido una falda liviana en lugar de ese incómodo pantalón vaquero, sonrió…
Bajaron en el primer pueblo y entraron a una hostería donde él solía dormir. Sin demasiado preámbulo, en la habitación Carlos se adelantó a moderar el agua para bañarse juntos y al quitarse íntegramente la ropa, ella se alegró que ‘la otra’ le dispusiera esa libertad. Y juntos derivaron a linderos con incitaciones que en sus sueños ella anhelaría traspasar. Sin apremios cada uno ahondaría la intimidad sin límite o precepto, hasta culminar en el primer temblor tan ajeno a misa y confesiones, y gloria de compartir aquel desborde entre desconocidos.
Desde empezar el viaje hubo horas en un tiempo sin medida relojera, y no por ser llamada diferente se sintió feliz. Ella o aquella imaginaria recién aparecida, amada con la intensidad que prometen los sueños, se convirtió en hembra plena con más gemidos que palabras en aquel regodeo de explorar socavones de su cuerpo. Y quizá tan sólo descubrieras eso, le diría Daniela…
Al anochecer pidieron algo de comer, coincidieron en dos copas ‘del mejor vino blanco frío’ y charlando con alguna ternura al paso, se durmieron. Tal vez abrazados por un rato. A la mañana el hombre prometió ver a un cliente y volver pronto, la besó al salir y le puso en la mano sus datos y teléfonos ‘por cualquier cosa’. Ella dobló la tarjeta sin leerla y al verlo irse la dejó por ahí. Después recompuso su maquillaje, acomodó sin apuro el bolso de mano y dejó la habitación.
- ¿A qué hora hay micro a Buenos Aires? –preguntó.
- En veinte minutos – le dijeron. Así que tuvo tiempo para un jugo de fruta y subir al ómnibus que llegó puntual.
PÁGINA 12 – ENSAYO

LA LEONA DE INVIERNO HA PARTIDO, LUEGO DE CUMPLIR, 99 AÑOS.

Por Luis E. Aguilera (La Serena/Chile)

Santiago, domingo 23 agosto 2009.- La Sociedad de Escritores de Chile (SECH), comunica a la comunidad literaria y a la opinión pública que a las 20:00 horas de ayer sábado, dado su frágil estado de salud, debido a un cáncer generalizado, ha fallecido, a los 99 años de edad, la destacada escritora nacional, Matilde Ladrón de Guevara .
Sus restos aún se encuentran en la morgue del Hospital Militar, donde estuvo interna debido a una fractura de cadera que sufrió y donde se le constató un cáncer generalizado. A las 11:00 de la mañana del lunes, será trasladada a la sede de la Sociedad de Escritores de Chile (Almirante Simpson 7), donde permanecerá hasta las 17:00 horas, instancia en que se le brindará un último homenaje y se invita a todos quienes deseen despedirla, con sus poemas y testimonios. A continuación, el cortejo partirá rumbo al Cinerario de El Parque del Recuerdo.
En el año 2006, la SECH y en Centro de Estudios Lina Vera Lamperein, le rinde un sentido homenaje en reconocimiento a su trayectoria; una fiesta dedicada para ella, donde se la pudo ver radiante en compañía de un público caracterizado por el cruce de mundos que ella representaba, en los ámbitos de la literatura, el periodismo, la política, gremial y social.
Matilde, nació en Santiago de Chile, el 18 de agosto de 1910. Contrae matrimonio en 1932 con Marcial Arredondo Lillo, con quien tuvo dos hijos; Sybila y Marcial, a quienes la SECH desea expresar su cercanía y un fraternal sentimiento de pesar por su partida.
Además, de ser una prolífica escritora, la Leona de Invierno, como acertadamente tituló a sus memorias, fue también una gran mujer, de valentía y fortaleza admirable. Con su novela Madre soltera (1966), aborda la maternidad fuera del matrimonio, un tema tabú para la época. Fue, también, opositora a la Dictadura Militar, publicando, incluso el libro Y Va a Caer, en el año 1985. Dedicó sus últimos años a luchar por la liberación de su hija Sybilla, viuda del escritor peruano José María Arguedas, condenada a quince años de presidio durante el gobierno de Fujimori; lo que se consigue en el año 2002, luego de tocar muchas puertas en Chile y el exterior.
Fue cercana a Pablo Neruda, que le prologó uno de sus poemarios, y a Salvador Allende, y conoció personalmente a Fidel Castro y al Che Guevara..
Fue una escritora de reconocida trayectoria, destacando como novelista, ensayista, cuentista y poetisa. La Crónica y el Testimonio fueron también actividad importante de su pluma. Estudió Sociología y Filosofía en La Sorbonne en París (Francia). Comenzó a publicar en el año 1947 y sus obras han sido prologadas por figuras de renombre internacional como Gregorio Marañón y Pablo Neruda.
Entre su amplia producción literaria, destacamos: Amarras de Luz, Poesía, 1947; Pórtico de Iberia, Poesía, 1959; Mi Patria fue su Música, Novela, 1953; Gabriela Mistral, Rebelde Magnífica, Ensayo, 1957; Celda 13 (Junto a Juan Sánchez Guerrero), Novela, 1960; Desnuda, Poesía, 1960; Adiós al Cañaveral, Crónica, 1962; Madre Soltera, Novela, 1966; Muchachos de Siempre, Novela, 1970; Ché, Poemas, 1970; Los Moai Están de Pie, Novela, 1971; Testamento, Poesía, 1973; La Ciénaga, Novela, 1975; La Ultima Esclava, Cuento, 1979; Te Amo Rapa Nui y Diez Cuentos, Cuento, 1981; Destierro, Diario, 1983; Y Va a Caer, Testimonio, 1985; Sybila en Canto Grande, Testimonio, 1988; Antología Poética Desnuda, Poesía, 1989; Pacto Sublime (Junto a Gabriel Egaña), Diario, 1992; Por Ella, Sybila Viuda de José María Arguedas, Testimonio, 1995; Cubanía y Ché, Poesía, 1998; Leona de Invierno (Desmemorias), Memorias, 1998; Antología Poética (In) Completa de Matilde Ladrón de Guevara, Poesía, 2005.
Fue Corresponsal de la Revista Ecran, colaboradora de la Revista Zig-Zag, de los diarios La Tercera de la Hora, El Mecurio , de La Nación de Buenos Aires (Argentina) y La Marcha de Montevideo (Uruguay).
Realizó innumerables viajes alrededor del mundo, viviendo en las grandes urbes, experiencia que volcó en sus obras que, a la vez de entretener, muestran la amplia cultura alcanzada por la autora.
Obtuvo numerosos premios y distinciones, entre los cuales destacan: “Juegos Florales Gabriela Mistral” Ilustre Municipalidad de Santiago, por su libro de poemas “Desnuda”; “Luis Tello”, con su novela “Madre Soltera” y “Muchachos de Siempre”; el de la I. Municipalidad de Santiago por su conjunto de cuentos “La Última Esclava”; El Premio Nicomedes Guzmán, con los “Moais están de Pie”. También se le otorgaron amplios reconocimientos, en Chile y en el extranjero, en especial por diversas instituciones del ámbito literario. Nominada varias veces al Premio Nacional de Literatura, sin obtenerlo, sin embargo recibió el reconocimiento y admiración de sus colegas.. Recientemente le llega la carta que le comunica que la Sociedad de Escritores Latinoamericanos y Europeos, SELAE de Italia, le otorga el “Premio a la Trayectoria 2009”, noticia que le provocó una gran felicidad (xt).
A continuación recordamos un fragmento de su poema Hojas Muertas:

“Eran mis melodías cautelosas.
Era mi verbo un vano sentimiento
Era mi corazón un pulso lento,
Entre las hojas muertas silenciosas”
PÁGINA 13 – CUENTO

CUENTOS BREVES.

Por Olga Zamboni (Misiones/Argentina)

ARCO IRIS
“Cada cual tiene sus colores preferidos. Yo me he quedado con el verde”.
“Tal vez por las selvas o las esmeraldas o las jugosas hojas que crecen al borde de mi puerta. O el cedro siempre verde que iluminaba la esquina donde doblaba el camino de mi infancia. Vaya una a saber. Cada cosa tiene su color: el amor, el odio, la pena, la melancolía. Y con esa policromía desintegrada nos vestimos. Así matizamos (¿es que se puede matizar?) el blanco y negro de lo cotidiano. El blanco, “la nada con posibilidades” todas las que le fueron negadas al negro”.

Todo esto pensará ella un día pasado el tiempo. Por ahora, tiene seis años y, sentada sobre el pasto húmedo que linda con el viejo portón azul de madera, mira con ilusión curiosa el arco iris, lo descompone en notas musicales de color y tiene la esperanza de llegar un día al lugar de su origen, a una de las bases de donde brota ese precioso fenómeno de sol y de lluvia. Hay que hacer un pozo en las raíces mismas del arco –se dice- y extraer el tesoro de los siete colores. Ese secreto al oído inventado por un cuento de hadas: todos los colores del cielo para mí. Y piensa, inocente:
-Cuando yo sea grande...

CONFIDENCIAS
Por qué será que nuestras penas y malhumores, cuando los compartimos con un amigo o una amiga, se atenúan a veces hasta casi desaparecer.
Vean lo que les pasó a estas dos, una de las cuales soy yo...
Estábamos en mi casa. Noche de confidencias. Afuera, lluvia y frío.
Adentro, dos copas de coñac junto al fuego.
Mecha y yo charlábamos. Pero quien más hablaba era yo.
Le contaba mis penas de amor, o mejor: de desamores y fracasos. Últimamente mis cosas del corazón no habían andado bien y el compartirlo con mi amiga era el desahogo de tantas pálidas.
Ella me escuchaba, paciente y solidaria. De pronto noté que sus ojos estaban llenos de lágrimas.
- Mecha, le dije, perdón, disculpame, con mis historias te puse triste, te estoy haciendo llorar, eso no es justo.
- No te preocupes, me contestó ella con un sollozo, no es lo que pensás, sino que yo aprovecho la ocasión y lloro por mis cosas...

CAÍDA
Cuando ella volvió en sí no vio nada más que oscuridad. En esa posición horizontal apenas podía girar la cabeza. Algo impidió el movimiento de sus manos, algo duro a su alrededor. Oía sí, voces, aunque lejanas, casi inaudibles. De pronto, un movimiento, la sensación de que era transportada en un vaivén que se hizo cada vez más uniforme hasta que finalmente sintió que caía. Pura sensación, claro, porque de ninguna manera podía ser un hoyo ni la tierra que comenzó a cubrirla.

LEJANA
Alina juntó a sus Reyes y se fue con ellos a Budapest.
En un puente sobre el Danubio se reconoció en la anciana mendiga.
Lejana, tuvo frío.
Y justo allí la encontró Cortázar, en un cuento.
PÁGINA 14 – POESÍA ARGENTINA

Marcelo Leites (Entre Ríos/Argentina)

VI

A Osvaldo Budón

Adherencia pronunciada al objeto.
Una gota.
Una sola gota cae sobre el tejado
oxidado y permeable.
Cae una gota
sobre la hierba sedienta,
baja por el tallo del tulipán
a la tierra.
Esa gota fue primero un sonido
insistente pero casi invisible
y cuando empezó a llover
un elemento indivisible
de la música.

X

Quietud aún inquieta.

Quietud de las cosas.
Inquieto el ojo traduce
un estado de reposo,
un estado de total simplicidad
(que cuesta simplemente todo).
El tanque australiano es argentino,
el tanque no es de guerra
sino de agua.

El ojo percibe más que la mente.

Antes, en el principio estaba
el tanque con su agua pródiga,
pero nadie lo veía.
Ver significa detenerse,
olvidarse de vivir,
y quedarse ahí, dentro del tanque
para siempre.

ÁRBOLES

Planté tres árboles en el frente
y la casa siempre tiene sombra.
Adentro se respira el aire puro
que entra en rodajas verdes.
Todavía no vi el aura de Juan,
aunque a veces el sauce
se inclina más de lo habitual.

MINIATURAS

Los objetos se entregan
al claroscuro
que los elige.

Persigo
la secreta complejidad
de lo simple.

Las estaciones se suceden
los hombres quedan pelados
el aguaribay está verde
todo el año.

El benteveo canta
todas las mañanas
sobre el poste de luz.
Me trae buena suerte.

Al amanecer
el olor del pan horneado
invade el aire
con la misma fuerza
de un regreso al hogar.

Las hormigas caminan
por el cielo raso.
Dentro de poco
ocuparán toda la casa.

Hay que limpiar
el campamento
sacar toda la maleza
y sólo acoplamos
con los que sean
de nuestra misma
naturaleza.

¿Antes las cosas
eran mejores
o uno está envejeciendo?

Se escucha el sonido
de los rieles del tren.
Señal de mal tiempo.

Camalotes entrerrianos.
Islas flotantes
donde la vida queda.

No parpadear:
una figura alada flota
sobre el río.

Croar de las ranas.
Salta una chispa.
Basho medita.


Miguel Ángel Pérez (Salta/Argentina)

CARTAS A LA CASA

I
No he olvidado nada,
desde el rincón aquel de penitencia
hasta esta misma tarde.

Con la maleta a cuestas,
cargada de mi vida,
abro la puerta y salgo.

No he olvidado nada.

II
En la casa, mis padres,
plantaron un ciruelo para el hijo.

En él, de nuevo,
las cuatro manos viejas
se arrodillaron para erguir la silueta
de un hombre que se fue por la tierra.

Por esta primavera
debe haber florecido.

Tanta ausencia, madre,
en ese huerto, padre..!!
Tanto partir para saberme solo,
para morderme hombre.

III
Felíz navidad, hermanita.
Tal vez si llego ahora-estoy tan lejos-
haremos un pesebre,
jugaremos con luces de bengala
y esa noche,
con la madre y su sombra,
con el padre y su sombra,
diremos cosas de la buena nueva
que ellos creerán, tal vez si llego ahora,
porque son viejos ya y estoy tan lejos.

IV
Madre, te he mentido de nuevo
cuando dije que todo marcha bien;
que ganaba buen sueldo
y que aquí, lejos,
me amaban mucho y estaba muy alegre.

Es mejor que lo sepas,
yo te he mentido, madre.

Cuando regrese verás
cómo se enturbian los ojos de los niños,
verás cómo la alfombra de tu limpia ternura
se ensucia con mis pasos.

Cuando regrese
olerás mi tabaco,
verás el traje viejo
remedando esta forma tan dejada por Dios,
tan ausente de todo.

V
Con el canto-la herencia
que en mí clavaste al exprimir tu aliento-
afirmo tu existencia.
lo que en ti coma el viento
paternidad será en el firmamento.

Miguel Pérez-mecánico-
padre mío.
siento aún tu brazo
contra el hierro rojo
prolongándose en el martillo
más allá del eco, más allá de las virutas de fuego,
Golpeando por mi pan,
por las enaguas de tu mujer-mi madre-
por tu torpe guitarra y por los tangos
con que tapabas la brusca realidad del cortafierros.

Ahora por la casa
deshabita recuerdos de aceite tu camisa,
tienes un galponcito donde ocultas tu fama
y tienes muchos muertos que sostienen
la tierra donde pisas.

Miguel Pérez-mecánico-,
qué solo te has quedado,
por tu viejo martillo,
por el hermano fuerte que también se te ha muerto,
por tu hembra silenciosa,
por el hijo, viajero, inventor de palabras,
por tu cruz, padre mío, qué sólo te has quedado.
PÁGINA 15 – CUENTO

DE PERROS Y DE VINO

Por Alicia Duo (Mendoza/Argentina)

Mi padre, en la finca, siempre tuvo perros. O bien los compraba, o bien levantaba en el camino los perros perdidos de los vecinos. A veces traía alguno que, evidentemente, no era de nuestra zona. Presumíamos que lo habían tirado desde algún automóvil para desembarazarse del animal. Le curábamos las heridas, le dábamos comida y enseguida tenía nombre.
De todos los perros que vivieron en la finca el que más me gustó fue un ovejero alemán. Era de color negro y marrón claro. Se llamaba Baco. Mi padre le puso ese nombre porque tenía toda una filosofía sobre las paradojas. Creía que la vida era un enorme contrasentido y que Baco formaba parte de esas incongruencias por razones de gusto. Lo que sucedía, según decía mi padre, era que todos los perros se comían la uva y que destrozaban, con los mordiscos, los racimos calientes que estaban en la parte más baja de la viña. Baco, en cambio, despreciaba la uva. Ponía un poco el hocico cerca de los granos, movía la cola, miraba para un lado y para otro y después se tiraba en cualquier parte a tomar sol.
-Los perros se comen la uva. Pero este es una excepción. Por eso es un dios: Baco. Mirá vos. La abstinencia del vino -había dicho mi padre al elegirle el apodo. Se reía si daba explicaciones sobre el nombre, porque encontraba en las preferencias del perro una verdadera sinrazón.
Para la misma época en que Baco se crió entre nosotros, trabajó en la finca un hombre joven: Dino Marcuzzi. Tenía veintiséis años y bastante experiencia sobre la vid. Como demostró ser perseverante en las tareas y muy trabajador, mi padre lo nombró capataz. El muchacho solía acercarse hasta la casa para pasar las novedades. Mi padre lo escuchaba, le daba indicaciones y él se volvía a marchar.
Un día papá lo invitó a almorzar y avisó a mi madre que compartiría la mesa con nosotros. El capataz nos impresionó bien. Tenía buenos modales. A mí me agradaba cómo manejaba el cuchillo y el tenedor, cómo decía Gracias, señora, Hilda. Está bien. Es suficiente. Qué exquisito. No se moleste. Cuando decía Qué exquisito me miraba a mí.
Mientras almorzábamos, sentí que las botas embarradas de Dino tocaban mis pies descalzos por debajo de la mesa. No los retiré. Deseé que a mamá no se le ocurriera mirar en esa dirección. Si mamá miraba iban a ocurrir dos cosas: yo tendría que retirar mis pies del lugar donde los había ubicado, cosa que no quería, y me iban a retar por sentarme a almorzar sin calzado. Tampoco deseaba que me llamaran la atención delante de Dino. El capataz me había gustado desde la primera vez que lo vi. Cuando entró en el comedor me acordé de lo que me había enseñado Charito, nuestra cocinera, cuando me contaba las historias sobre sus novios:mijita, cuando usted vea una masita que le guste más, tómela primero, antes que otros se la coman.
Después de los postres, Dino se quedó otro rato charlando con papá. Al retirarse saludó a todos. A mí me dio la mano y yo le sonreí sin moverme, porque le seguía ocultando los pies a mi madre. Mientras se dirigía a la salida, Dino dijo que se iba a quedar trabajando hasta muy tarde en el primer galpón, donde se ponían en orden los tachos de la cosecha y se dejaban al resguardo dos camiones. Con la barbilla marcaba la dirección de los galpones y me buscaba los ojos, pero yo tenía la vista puesta en el aire. Además, sabía muy bien dónde quedaban los galpones.
A la noche, yo todavía seguía descalza. Pensaba en las botas de Dino y después le acariciaba el lomo a Baco. Esperé que en casa terminaran de cenar.
-Este perro está gordo porque no camina -dije-. Hay que sacarlo a pasear. Que se agite un poco, así se le va la grasa.
-Yo no lo veo tan gordo -dijo mamá.
-Sí, está gordo -insistí, tocándole la panza a Baco-. Parece un chancho. Come demasiadas costillas y sobras de asados. Me lo llevo ahora mismo para que trote.
-¿Adónde? -quiso saber mi madre.
-Por aquí nomás, por la viña, si total no come uva.
-Mejor -dijo papá.
Me fui por el camino que enfrentaba la finca a la casa. Llevaba a Baco con una cadena. Di un rodeo y después me aparecí por los galpones.
-Viniste -dijo Dino.
Asentí con la cabeza. Me tomó de la cintura y me besó. Yo lo besé. Dino dijo que nos podíamos sentar en el interior de uno de los camiones.
-¿Qué hago con Baco? - pregunté, porque no quería atarlo.
Él buscó un balde y adentro del recipiente vació una botella de vino. De un armario sacó un paquete de azúcar, echó como un cuarto kilo en el mismo balde y después revolvió con la mano.
- A los perros les gustan las cosas dulces –explicó-, y puso el balde cerca de Baco, para que oliera.
El perro olfateó. Después lengüeteó la bebida hasta el final. Cuando terminó el vino, se echó al costado de las ruedas de uno de los vehículos. Puso el hocico entre las patas y cerró los ojos para dormir.
Estuve con Dino en ese mismo camión bajo el cual dormía Baco. El automotor tenía radio y escuchamos música de una FM. Nos habíamos sentado muy juntos. Él me había pasado el brazo sobre los hombros y yo tenía la cara apoyada sobre su camisa. Sentía el perfume de la tela, que era perfume a trabajo, a hojas verdes cortadas y a racimo reventón.

Cuando volví a casa, Baco llevaba el hocico para abajo y respiraba fatigado.
-Lo cansaste -dijo mi padre.
-No tanto -dije yo, mientras le sacaba la cadena y lo dejaba ir- Tiene que acostumbrarse a caminar.
Mi madre me miró las piernas embarradas. Me preguntó qué había estado haciendo con el perro. No le contesté.
-Andá lavate -dijo-. Parece que te hubieras revolcado en el barro ¡Qué mugre, y para colmo sin zapatos!
Me fui al baño. El agua estaba buena, bajaba con presión y con una temperatura agradable. Mientras me enjabonaba tarareé fuerte póngale por las hileras. Sentí que Baco ladraba más lejos, con su ladrido tranquilizador de perro guardián. Canté con voz más alta. Baco no comía uvas pero el vino le caía muy bien. Decidí que, de ese dato, mi padre nunca se iba a enterar.
PÁGINA 16 – COMENTARIO DE LIBROS

La voz poética de Silvia Loustau en su último libro; De Mar y Madres-Silvia Loustau–Editorial Ricardo Martin-bilingüe castellano –francés- Traducido por Pedro Vianna( París)

Por Licenciado Osvaldo Picardo (Buenos Aires/Argentina)

en un cesto guardó la locura
Así dice el primer verso del primer poema, y así comienza a construir un clima lírico fragmentario y entrecortado tanto como respirado, a veces jadeante, en la brevedad y distribución del verso.
Así un sujeto en tercera persona nos dice que el olvido no es sino un jardín abandonado, mientras que la mesa es una mesa que vuelve a servir para convocar y evocar a otros que no están, pájaros que / desovan/ puñalitos de plata. La voz de los textos se encubre con la distancia de un relato implícito y elidido que en algunas ocasiones se muestra, se hace epifanía y reflejo de brillos.
¿Qué es lo que evoca en esa sobremesa de la memoria? Por un lado, a nosotros mismos que dejamos poco a poco de ser quienes éramos, aquellos que, entre juegos, frente al espejo, un día, descubrímos el irreparable flujo de la existencia. Por otro lado, esa memoria trae a los que han sido desaparecidos y esa memoria usa las artes de hechicería de la palabra que evocan a la mejor Amelia Biagioni.
Esta poesía de Loustau intenta un difícil equilibrio entre el testimonio histórico reciente y la subjetividad lírica de una de las mejores tradiciones femeninas de la poesía argentina donde se aúnan las maestrías de Biagioni, Pizarnik, Orozco, y sus reelaboraciones cercanas como la de Elizbeth Azcona Cranwell, Ana Emilia Lahitte...
Escuchamos también, una voz que se diferencia de otras voces femeninas, demasiado comunes en nuestra época, que han callado o hablado del mar, de su coincidencia retórica y desentendida que trenza imágenes desde el tardío modernismo de Alfonsina Storni y se limita a repetir y multiplicar lugares comunes del romanticismo argentino de los años 40. La ruptura con esas otras voces se asienta en el reclamo y a la vez, afirmación del yo que irrumpe cuando dice: vivo aquí. La otra voz, la que enunciaba en tercera persona, más que ceder su lugar es desplazada por este yo que emerge de la escena marina. Es un yo múltiple, un proteo cambiante que viene del reino de Poseidón, a luchar por su lugar entre los vivos. Es un yo que como el de Biagioni, es un lugar de paso, transitorio y hasta innominado que asume en cada caso, la manifestación de lo real con sus significaciones móviles: niñez, voz, mar, río, ciudad, espejo...
Bien podemos decir, además, que éste es un mar sin el prestigio literario del encubrimiento, es un mar roto por la tragedia de la historia y por la enunciación de otra tradición lírica.
Estamos ahora ante la presencia de otra voz, otra distinta a la que enuncia en tercera o primera persona. Es la voz como tema del poema. El mar se rompe en su orilla, es un mar roto que se carga de significación en la voz de la profundidad. Lo profundo y lo superficial no implican sino dos aspectos de una misma imagen marina; el proceso de diferenciación es utilizado para que uno y otro aspecto puedan descubrirse en la unidad del recuerdo, lo que suscita la profundidad del mar en las orillas de un oído atento.
Flota en esa profundidad, paradójicamente, la levedad de la poesía, como una incisión filosa que va abriendo sin notarlo la triste herida de los desaparecidos y sus madres.
Mar del Plata, ciudad innominada en este libro, sobrevuela en las imágenes marinas y urbanas de otras ciudades, pero al igual que el yo múltiple, es una ciudad de significados móviles, es esa otra ciudad a las orillas de un mar roto: ciudad/ de niebla/ de lápidas. Los muelles, las mujeres grávidas, la espera de los regresos, las niñas que tejen coronas, la lorqueana “luna ensangrentada”, etc. son reflejos de una conciencia que historiza no sólo una biografía, sino a una ciudad en tránsito desde los conquistadores hasta los desaparecidos.
No por nada Alejandra Pizarnik da lugar al épigrafe del poema XIII. El libro ya ha tomado forma de itinerario y nos adentramos en los territorios del amor en la forma de un romance antiguo que Thanatos silba encantado por el momento. El cuerpo y el brillo de lo encendido se muestran como la soledad compartida en una marcha: en el fuego del silencio/ íban /hacia la promesa.
No puedo dejar de acordarme de aquel verso e imagen de Virgilio: “Ibant oscuri sola sub nocte per umbra” (“bajo la sola noche iban oscuros”). Virgilio retrataba a Eneas y a la Sibila en ese momento de iniciación y develamiento que es el cruce del reino de los vivos y de los muertos. Dejemos de lado la magnífica y famosa hipálage virgiliana y pensemos en ese momento que es un momento de la poesía universal. Es un camino de iniciación del que no se vuelve igual. Se adentran en la selva oscura del infierno que Dante también visita, y pisan el umbral de las puertas del Orco, ahí donde están los espíritus personificados de los males que arruinan la existencia del hombre: el Dolor, las vengadoras Preocupaciones, las pálidas Enfermedades, la triste Vejez, el Miedo, el Hambre, la Muerte y la Fatiga, el Sueño soporífero, hermano de la muerte... la Guerra y la Discordia.
Loustau también ha bajado a esas profundidades con esos versos. No es necesario que la fuente y su reproducción fueran del todo conscientes. La palabra y el lenguaje hablan de aquel momento en cada acto de escritura.
El que habla (hablan) en el poema, por eso mismo, quiebra el alba/ grita su parábola/vestida de azaleas. Y comienza a relatar desde el legendario érase una vez la historia de un dios ciego por los campos del abandono... ¿cómo contar de cartas y adioses/ dentro de gotas de ausencia?
La palabra es plegaria, ruego e invocación que necesita de una Madre que escuche: Madre amada/ mujer de cicatrices y solsticios/ amiga de los pordioseros/ eterna compañera de los torturados/ ven, ayúdame en la amanecida.
Fácil es el descenso a las profundidades pero difícil salir. Sin embargo, esta poesía remonta el vuelo al descubrir que la muerte dura poco/ tan poco/ como sus sueños incendiados. Otra vez la imagen del fuego y su luminosidad que se verifican en la playa y el sol, Santa Teresita y el recuerdo de uno de los casos de desaparecidos: Floreal Avellaneda, el Negrito. Tenía tan sólo 15 años cuando fue secuestrado de su casa junto a su madre. Su cadáver fue hallado el 14 de mayo de 1976 en aguas del Río de la Plata. Era mayo del ’76 y la aparición de cuerpos en el río todavía era una novedad.
Muchas veces, como ahora, la desaparición transforma el espacio y el tiempo en un estar en todo momento y en todo lugar, es la ubicuidad y omnipresencia del martirio; cobra, entonces, su dimensión catártica: sino está en el río/ estará en el mar./sino está en el mar/ seguro/ estará/ en el cielo de la tierra húmeda oscura..
Este libro de Silvia Loustau entreabre el testimonio a la plegaria, su virtualidad reside en ser poesía de preguntas sin respuestas, continuidad de la larga oración del hombre en la tierra:
a quién llamar/ a quién llamar desde el camino/ preguntó.// silencio .
PÁGINA 17 – CUENTO

EL POEMA DE MIGUEL

Por Rolando Revagliatti (Buenos Aires/Argentina)

El dieciocho de agosto de mil novecientos ochenta y dos, la enfermera que acompaña a Miguel en el vehículo que efectúa su traslado desde el Instituto Ricardo Gutiérrez, nos proporciona los primeros datos: Miguel nació en Tucumán el ocho de diciembre de mil novecientos sesenta y seis. Sus arranques agresivos eran cada vez más azarosamente neutralizados por el personal del Instituto. El médico de guardia anota en la historia clínica al internarlo: “Hijo de madre soltera. Al año y medio enfermó de meningitis y fue abandonado. Permaneció en un hospital de Tucumán durante tres años, hasta que la madre es obligada a retirarlo. A los cinco años todavía no hablaba ni caminaba. La madre se casa y lleva a Miguel con ella y el marido. A los trece años, Miguel comienza a fugarse de su casa y a alcoholizarse. El padrastro bebía en exceso en forma habitual. Miguel es internado en el Tobar García, intoxicado. Luego queda a cargo de Minoridad en el Gutiérrez. Reitera fugas. Cíclicamente colérico, profiere amenazas. Y el siguiente episodio: persigue a otro internado con un cuchillo y pega a una celadora. En el Instituto habría concluido tercer grado. Se niega a ingerir otra cosa que no sea pasto y hojas de plantas. El paciente refiere ataques de temblor y mareos. Pulcro, con rigidez de movimientos. Hipoproséxico. Parcialmente orientado auto y alopsíquicamente. No presenta alteraciones perceptivas en el momento del examen. Curso de pensamiento retardado, con interceptaciones. Contenido, por lapsos, incoherente. Hipomnésico. Hipotímico, aunque con alguna labilidad. Se asusta al pasar a su sector. Llora y anuncia que cree que va a pegar a alguien. Hipobúlico. Juicio insuficiente. Diagnóstico presuntivo: debilidad mental; epilepsia”. Y añade: “A las ocho horas: Tegretol y Halopidol (...); a las catorce: idem; a las veinte: Halopidol y Nozinam (...)”
A los tres días padece una crisis de tipo epiléptico generalizada motriz. Se modifica la medicación.
A la semana, por la madre nos enteramos de que las convulsiones empezaron a los siete años y que fueron evaluadas “gran mal”. De que Miguel tiene cuatro medio hermanas, todas hijas de ella y su marido. Rectifica información: escolaridad de Miguel: primer grado. Siempre se mostró, asegura, “violento conmigo y con las nenas”. Finge ser mudo, en ocasiones, desde hace un par de años. Tenía un amigo que, en efecto, era sordomudo. La madre desconoce de qué juzgado depende su hijo.
Al iniciarse una sesión de musicoterapia, compañeros de habitación denuncian que Miguel al despertarse por las mañanas, se golpea la cabeza contra la pared. A él le satisface que se descubran esos hechos. Amaga con reproducirlos. Cuando otros integrantes del grupo ejecutan instrumentos percusivos, formula manifestaciones infantiliformes, algunas de tenor hipocondríaco. Evidencia sentido musical, soplando entre sus manos juntas y ahuecadas, semejando el sonido de la quena al obtener un ritmo folklórico del altiplano.
Al mes, los del plantel profesional coincidimos: pertinaz implementación seductora es la que Miguel actúa con nosotros.
El electroencefalograma de Miguel determina: “Marcadamente lento y desorganizado, con aparición de brotes de ondas. Inexistencia de paroxismos comiciales francos, tanto en el registro espontáneo como durante las activaciones. Puede corresponder a sufrimiento cortical inter o post crítico”.
El diagnóstico a partir de la audiometría tonal y vocal indica: “Anacusia de oído izquierdo. Hipoacusia perceptiva de tonos altos en oído derecho”.
Su psicoterapeuta individual transcribe en la historia clínica locuciones de su primer año y medio en nuestra institución: “Miguel es malo, no hay que quererlo”; “Miguel es malo porque a las madres hay que quererlas siempre”; “Miguel es malo para que no lo quieran”.
Lleva a cabo en el parque tareas muy simples por las que se le remunera. Compra atados de cigarrillos en el kiosco de la clínica y revende los cigarrillos por unidades. El no fuma todavía; esto ocurrirá más tarde, cuando, además, cese de afeitar su rala pilosidad.
Previo a cada reunión, en etapas sociables, al impartirse la orden de preparar la Sala de Comunidad, es el primero en movilizarse. Serio y enérgico manipula sillas de metal y de madera. Las revolea no sin destreza, como desentendiéndose de la integridad física de las personas próximas. Invariablemente sentado cerca de la puerta, la abre o la cierra cuando algún terapeuta entra o sale del ámbito. Y con renovados vigor y pericia colabora después en el desarmado del círculo de asientos. En esas asambleas, en los períodos más paranoides, prefiere apartarse, de pie y fuera de la ronda conformada por pacientes y profesionales. Redacta impresiones o solicitudes en hojas de libreta que impone como obsequio a mucamas y celadores. Cada tanto le entrega notas a la coordinadora de la asamblea comunitaria, para que ella lea en voz alta sus quejas: hurto del candado de su armario, o de la llave del candado u otra pertenencia, etc. La coordinadora sólo accede a que sea él quien lea su propio escrito. Y entonces Miguel lo hace con una voz distorsionada.
Sus berrinches promueven ásperas discusiones. En cambio, en sus rachas cariñosas se adhiere con torpe frenesí a cualquiera de nosotros, ríe y bromea procurando establecer incondicional alianza. Nos impacta su aire triunfante cuando se oye llamar tío, el tío, o cuando aporrea una lata, pueril bombo legüero, dando vueltas por la canchita de fútbol. Hay que estar atentos, porque por ahí se introduce en el office de enfermería, y arrebata su medicación del pequeño plato en el que consta su apellido, y la traga. Imperturbable, pero con el debido permiso, calienta agua en el calentador eléctrico. Sale y vuelve a entrar al office, vigilante, experto, con el mate en la mano. Y con su equipo a cuestas se instala en el portón que comunica el sector de adolescentes con el de adultos.
También en psicoterapia ha revelado: “Mis hijos son los animalitos. Mi mamá los mandó matar. Tenía dos perritas negras. Sueño con las perritas”; “Ahora crezco, los paso a todos”; “Me gustaría salir fotografiado en una revista con mi mamá y mis hermanas”; “Ahora están juntos viviendo, pero separados: así quería yo”; “Con los anteojos de mi padre veo bien”; “¿Qué será que me pasa que extraño a mamá?”; “Tengo miedo porque estoy solitario. Las madres sueltan a los chicos, se quedan solos y tienen miedo como yo”; “¿Si a los chicos les da un ataque, las madres se asustan y vienen?”; “Me iba cayendo como si estuviera en una rueda, se puso todo oscuro y me tiraron agua: me mejoré”; “Estoy solitario, me gusta estar así. Por eso le pego a los chicos”; “Si habla de la madre, Miguel se pone mal”; “Si Miguel es momia, está mejor. Si Miguel se mueve, es malo: muerde”.
Preguntó a la terapista ocupacional al recibir de regalo un barco de cartulina de una paciente: “¿Por qué quieren a Miguel?”
Algunas conductas bizarras han ido cediendo: tal la de masticar caramelos sin sacarle la envoltura. Quienes lo tratamos no avizoramos confiables perspectivas de estabilidad: hay nula continencia familiar y daño irreversible.
Me entregó a mí esta vez un manuscrito, en letra de imprenta y plagado de errores ortográficos. Corregidos los errores y dispuesto el texto como verso libre, les doy a conocer este reclamo:
“Estoy queriendo que me lleven
de la clínica a un colegio,
para que esté más mejor,
esté bien en el colegio.
En la clínica me da lástima,
no quiero estar en la clínica,
quiero estar en el colegio
porque en la clínica me dan lágrimas,
porque no quiero estar en la clínica,
quiero estar en el colegio para que no llore,
esté bien en el colegio,
y en la clínica lloro.
Me quiero ir de la clínica,
si no me llevan a un colegio
voy a estar mal en la clínica,
todos los días voy a llorar.
Si me llevan al colegio voy a estar contento
y no voy a llorar en el colegio”.
PÁGINA 18 – POESÍA AMERICANA

Omar Alberto Santos Balán (Campeche/México)

XIV

Esa mujer que ardía
entre interrogaciones,
que me llenó de laberintos y círculos,
de aves luminosas por tanta compasión.
La que arrodilló al animal de las aflicciones y se abandonó
a las excepciones de la carne como samaritana
obscena, inconquistable.
La que albergó entre sus muslos
el encanto de las cortesanas,
y empañó el espejo de los rebeldes
con la humedad de las estaciones,
con la franqueza de su desnudez.

Aquella niña del temporal que asomaba
en la ventana espiando a los corderos,
se ocultaba entre el poema,
y luego dócil, obscena, cedía a la lumbre
del idioma y el deseo.

Aquella muchacha conoció la ruta
más suave de mi piel.
Pero la he visto volverse agua turbia,
joya de insomnes tirada en el charco.
Esa mujer se va por las amargas paralelas del tren,
se va hacia donde razón y vida sepultan sus relojes,
y yo quiero decirle que afuera hay un mal sueño,
que hay un perro aniquilado, que llueve, que no salga
porque he de terminar el poemario
y ya no encenderé más veladoras por el ser.

XV

Rodeado por el orín de los escorpiones,
por los libros de tu nacimiento.
Rodeado por las calaveras
de tu historia,
por ese inabatible animal de las oquedades.
Ovillado frente al verbo
y las apariciones,
acumulado entre el mes de la ceniza
y el señor de las tempestades.

Y acaso llueve, Belisa, qué locura
qué ganas del reposo,
llueve y no es la noche que despierta
a todas sus alimañas,
y no es el rayo, ni el agua
que escribe este recuerdo,
ni eres la siempre nombrada,
la que prepara las navajas y me enseña
el vómito de los magos
y me reduce a estos hábitos de la demencia.
No eres hoy quien acude a mis manos
y sacude con paciencia las almohadas,
y le pone dedicatorias a los viejos cuadros.
Acaso eres una dolorosa bitácora
escrita por el polvo, por los aullidos.
Acaso eres la innombrable cicatriz del cuervo,
este ático donde se para frente a mi
la silueta de la renunciación.

XVI (4:50)

Belisa, vaso en la penumbra,
palabra de encierro, trofeo de los nómadas,
demasiada fractura, Belisa, tu mandato
es demasiada soledad para el bufón.
Está lloviendo sobre las cuevas del reino,
mojándose todas las hojas, todos los libros
que arrojó Dios.
Todas las aguas del siglo, los temporales
todos han conjurado, han reclamado
en esta madrugada larga, imposible, anónima.

¿Quién tropieza en los callejones de la memoria?
Belisa, adorable prohibición, diosa de los ahogados
¿Sobre qué manos reposan los ruegos,
las siluetas?
Jueves ya no es un día soleado en la casa.
La humedad nos reclama, nos quiebra los arcos,
y en las cruces del alba tu nombre es un pergamino
devorado por las ratas,
una medalla de la niñez
que llegará al foso.

Afuera el aguacero arrastra los libros imposibles
que se detienen hasta tu sombra; no alcanzan las palabras para tanta
ruptura, para tanto sueño.
Afuera como un adolescente, está Dios sollozando
como un interminable torrente de agua.

XVII (5:16)

Muchacha de los escapularios,
dueña de la cicatriz,
latigazo para los sentimentales,
dueña del ahogo.
Quisiera estar desnudo, imborrable,
fugaz como la flecha de los magos.
Quisiera callar, mentir,
darle mis manos al dueño de los cuervos.

Si un día no fuéramos tan extraños,
tan habituados al pájaro del extravío,
si un día no le diéramos importancia al cansancio
de la estatua,
no engañáramos a las criaturas que profieren
sobre el muro.

Mujer insomne, qué pozo para los inconsolables,
amante dolosa, qué patria para los enfermos.
He fingido mi voz, golpeado al engendro de la mentira
para que abras el sótano.
Tú has derrumbado el altar.
Tienes la distancia y los clavos que todos temen.
He amarrado todas las naves,
he tirado el polvo de los hipocampos,
el último trébol en la tormenta.
Tú has herido la costilla del ángel.
He borrado todo cántico sobre los rocas.
Tú eres fuga, oleaje que se disuelve también.

XVIII (5:44)

Yo era. Sabía del ritual,
sabía del escapulario del ángel.
Era en los prodigios de la sangre.
En mi alcoba la vida era
un testigo de las estaciones,
una muchacha caliente y leal.

Yo le apagué sus fogatas a la Bestia,
encerré a las palomas del oráculo,
un número de victorias eran mis caminos,
una oración y una vestidura ante
los escorpiones.
Llevaba más que hoguera y orgullo ante
el espectro. Llevaba
el fragor, el vocablo de la fiesta,
la nostalgia del “Cantar de los Cantares”.
Llevaba. Algo llevaba.

La vida no era nunca como dice el mago,
ni como debe ser la casa de los verdugos.
El ser eran los días en la confusión
de la Tribu. El mazo de un Dios
pavoroso, alucinante.
Porque la dicha no es el caballito
de mar atravesado por una aguja.
Es acaso la mirada obligada hacia los sótanos.
Una bitácora inacabada por los oscuros.
Un gato apaleado por los fantasmas.

XIX (5:55)

Ahora que no tenemos con quien
compartir esta soguilla de antiguos
hipocampos.
Ahora que ya nadie nos espera
en el camino empedrado,
y no sucede el ruido de los tambores
en la bahìa,
y la soledad escoge a sus esclavos.
Viendo que la quietud,
que la carne se rinde ante las cosas desaparecidas,
viendo las habitaciones,
el techo de las ratas,
la biblioteca de nuestros encuentros.
No duele haber querido, saber que vamos
de hoguera en hoguera. No nos libera la muerte.
Nuestro barro no se termina en la primera caricia.
Màs que el polvo en la frente, más que el tiempo
en las ciénagas, me duelen tus caderas y tu entraña
más suave y proverbial, redentora y mía que la carne
del fruto de la muerte. Más que esta llovizna
sobre la costilla de Dios. Más que esta sangre mía
en el ático de las contradicciones,
Me hiere tu confesión sobre las paredes,
tu ceguera, tu última palabra.

XX (6:16)

Habrá que mentir sobre la ausencia,
escarbar en los padecimientos
que nos dio como fruto la maga,
sobre esa congregación de niños mutilados
que se sacuden en mi alma.
Habrá que cerrar el ático,
todos los cofres,
a pesar de los corredores de la vida,
agazaparse frente a los ahogados
corceles de la memoria.
Esta es la quebrada diadema de la muerte,
sustantivo en la niebla,
oscura dolencia del arcángel.
Esta es la humedad que habla del final.
Yo no sé. Todo el jueves es una voz
que se llena de sombras.
Yo ignoro el arco de bronce en las ciénagas.
Quizá el poema viene de nuestras fracturas,
quizá no te recuerde tan limpia,
sin la ofensa. Belisa, lo escuchas, en lo hondo
amargamente solloza, arrodillado, el terrible engendro
de la sangre. Belisa, ya no tengo torre en esta leyenda.
Pero estamos solos, hay bastante penumbra, enfermedad.
Habrá que mentir sobre los nombres que nos separan,
mentir sobre la caída,
callar en esta milenaria vocación de muertos.


Mariblanca Quiñones (Florida/USA)

CON EL VESTIDO VIEJO

Tengo en las manos,
la fuerza gris de mi viajero tiempo:
de reducirle tallas al atuendo
y acomodar colores a mi rostro,
romper papeles con desdichadas notas,
zurcirle grietas al vestido viejo
que se quedó esperando el acontecimiento...
Tengo las manos: torpes, simuladas,
imitando la curva de tus hombros,
necias, calculadoras,
imaginando formas de tu cuerpo.
mis dedos, racimo de raíces que quisieron
prender sobre tu pecho:
riñen, discutiéndole al sitio,
cuál llegará primero.
Uñas rotas:
tras el intento de destruir el lápiz
que no dibuja el verso,
-el que hubiera inventado
si llegaras-.

VIDAS OLVIDADAS

Anclada en este cuerpo
que no sé si es legal o prohibido.
Cuando dudo cómo llegué a él:
si pasó un tiempo
después del olvidado ciclo,
o reencarné de pronto,
tras el único llanto esperado
de una madre;
o ante, cuando apenas
un fecundado óvulo
se propuso ser alguien,
si fracturé mis reposados huesos
para salir del nicho,
o un vibrar de alas
me trasladó a la carne;
las horas que tuve que esperar
y a cuántas almas les tocó primero,
o si robé derechos asegurando vida...
-Saberlo está vedado-
¿Por qué el misterio?
¿Por qué ignorar las culpas
que provoca el castigo?
¿cuál paso errado desandamos,
si debemos crecer en cada historia?...
Esta, que hoy se agota:
salta de karma en karma.
Muchas veces manché el bisturí
y el cocinado susto se convirtió en rutina.
Éxitos, también tuve
ninguno disfrutado,
-un deslave de celos me destruyó la euforia-...
Simulando el control de sueños olvidados,
acumulo optimismo
para mi nuevo ser...

MI CASA

Aquella casa, con tantas despedidas,
se le olvidó el saludo a los que llegan.
Sus paredes se fueron agrietando
en un premeditado y evidente suicidio...
Todo el que la habitó la abandonaba,
Yo no sé si las casas tienen alma
pero si alguna tuvo, esa era la mía,
tenía sonidos diferentes,
de llantos y reproches,
hasta la lluvia en su caer era distinta.
Toda hendija fue ruta
para ilustrar el mapa de su melancolía.
Cada cerrar de puertas y ventanas
emitía un lamento dañando los oídos.
Acunó las primeras palabras infantiles,
alimentaba un eco musical en las tertulias,
fue tambor y guitarra,
le parió una orquídea a la pared
que logró florecer año, tras año.
fue cofre de canciones y de la poesía.
sus rincones, anudaban la prisa de andantes y fugitivos versos.
cuando fue urgente, fabricó entre su techo y suelo,
la prudencia.
Los ruidos, los insectos, la doctrina soez, la felonía,
rebotaron ante el gesto vital de su rutina.
Mi casa:
no tenía fastuosas terrazas con balcones colgantes,
ni sótanos oscuros y pasillos anexos,
tampoco tuvo rejas, capilla y jardines al fondo,
ni sendero de pinos señalando al portón.
Tampoco había fuente de cristal,
ni odaliscas de mármol.
Mi casa era sencilla
-con su descolorida y comunal fachada-
pero fue mi palacio, mi pequeño palacio
de confidencias tontas y confidencias graves,
donde las decisiones, nunca la tuvieron presente,
ignorada por todos a pesar de su grito,
a pesar de su voz beligerante,
sus regaños, de los sabios mensajes...
Marchita, cansada, mi casa, aún espera.

CUANDO LAS HOJAS CAEN

Mi ciudad, alimentaba el ritmo de las olas con su brisa marina.
Allí, cambió mi paso de niña inteligente por el de tímida muchacha
que nunca supo llevar la falda corta ni el pronunciado escote....
Después, aprendí, que las ciudades tienen anhelos y nostalgias.
La mía, anhelaba tener un aeropuerto,
donde llegaran niños con acentos distintos y juegos diferentes.
Soñaba, una, alta, de pico blanco,
con la que los poetas enlazaran palabras.
Por ella supe, que la ciudad que ama y es amada,
tienen amigos y enemigos...
Recta, ancha, la calle desde la loma al puerto,
era fácil pretexto de jóvenes y adultos para lucir las galas
que dio fama al lugar.
Era mi confidente, sabía mis secretos como yo los de ella.
Nos gustaba la lluvia y los atardeceres,
me brindó su paisaje, yo le brindé mis pies,
se confundía el sonido de nuestras carcajadas,
cuando corría el agua por las alcantarillas,
siempre se le quedaba la llave entre las nubes para cerrar el cielo,
a mí, se me perdían los zapatos en el parque.
-Después, sonreía orgullosa de su puesta de sol-...
Mi ciudad, mi maestra, nunca te equivocaste...
-Tantas costuras viejas, están debilitando sus arrugados trajes-.
Algún ladrón de sueños siente envidia y su rabia destruye la ciudad.
No perdona el desprecio de imberbes marineros
que despliegan sus velas detrás de otro horizonte.
Le duele el arcoiris que rueda sus colores
buscando detener la lluvia en otras tierras...
Y mi ciudad se agrieta, se le hunden los techos,
los peces se suicidan prohibidos al hombre.
Las aceras protestan -cuando las hojas caen-
y los árboles sufren,
si en un tiempo se amaron, ¿quién dividió el amor ?,
la madre es madre siempre,
el hermano es hermano,
el amigo es amigo.
¿Qué palabra pudo ser más que eso?...
Entre tierra y arena mi ciudad convulsiona,
raída, abandonada, necesita le inventen otras lunas
para alumbrar sus calles.
-Hace tanto es oscura-.
Le duele el silencio absurdo, los rincones de su vientre,
-hedor de tabaco y ron-.
La Parroquia, solitaria, apuntala sus paredes,
ya las campanas no tañen,
ni los feligreses pueden desembarazar el grito...
La geografía se rompe, se inclinan los monumentos
y las que fueron muchachas, hoy llevan trajes de ancianas...
...Sí, continúan las hojas con su caer de rutina,
mientras las aceras ruedan, lado a lado, enmudecidas.
PÁGINA 19 – CUENTO

INTERIOR DE LOS PÁJAROS

Por José Gabriel Ceballos (Corrientes/Argentina)

A Mempo Giardinelli

Decía que pronto el cabello de la esposa del General empezaría a crecer. Que, desde entonces, los peinadores oficiales tendrían que rehacer el peinado de la gloriosa momia, y siempre, puesto que la cabellera ya jamás se moriría. Que después emanarían perfumes de la difunta, una fragancia diferente cada año, primero rosas, después azahares, después claveles. Y que por fin -pasado un tiempo- alguien descubriría lágrimas en aquel rostro virginal, y que media nación rezaría de rodillas por quien aun en la eternidad lloraba por los descamisados, y que el llanto botaría hasta que el mismísimo Papa aceptase la existencia de un milagro. Eso decía Muller.
—Yo la hice del todo inmortal —afirmaba, pensativo, y chupaba su pipa.
Había vivido una vida cualquiera en Buenavista. Se lo conocía como el Gringo de los Pájaros y como el Rengo de los Pájaros. Pagaba un centavo por un cachilito con la cabeza incólume; tres por un carancho, una yurumbí o un cardena1. La garza mirasol valía para él hasta cinco centavos, según el plumaje. Y cinco, seguro, un buen ñacurutú. Por un juan grande llegaba a desembolsar quince centavos, tanto como por un colibrí, pues sólo compraba colibríes intactos, claro. No embalsamaba ningún animal que no fuese un ave. Entre sus logros famosos estaban un picaflor que libaba un jazmín de tela y alambre, que unas damas principales habían regalado al Gobernador en una visita de éste al pueblo, un carpintero que picoteaba un leño barnizado, propiedad del mercero Nassim, quien solía exhibirlo en su negocio, y un casal de loros en plena cópula que Muller mostraba sólo por muy insistentes pedidos. Soñaba con embalsamar ese pájaro mágico que los indios guaraníes llaman “cuarapotiyú”, por el cual se manifestaba dispuesto a dar aun su antigua motocicleta. Lo había encargado a unos cazadores del Iberá, sitio donde el misterioso animal de plumas doradas tendría el nido, pero nunca recibió nada que se semejase a su sueño. Lo demás era el austero pasar que le permitían una jubilación por invalidez, obtenida del ferrocarril, y la venta de los estáticos pájaros a unos comerciantes porteños, que venían dos o tres veces por año: el ajedrez en el Bar Central, alguna visita al prostíbulo, la pesca, cuidar su huerta. Vivía en una achacosa casita suburbana, sin otra compañía que los plúmeos cadáveres. Cuando ayudó a momificar a la esposa del General sumaba unos sesenta almanaques.
¿Cómo narrar lo que fue el duelo por la esposa del General en Buenavista? No basta con decir que las mejores lloronas trabajaron como para secarse el alma, durante una semana con sus noches, contratadas por el Intendente Municipal. No basta con decir que las lamentaciones (por momentos mezcladas con las más tristísimas campanadas, que el cura en persona ponía en e1 cielo) subían desde la plaza, las oficinas públicas, la iglesia, los zaguanes, desde cada lugar donde ardiesen velas ante el retrato de la muerta, como si llorase Buenavista misma, sus muros, sus árboles, sus arenales. Las misas, las procesiones. El luto cerrado en la gente. Los gestos. Nada basta para reflejar el pesar alojado en aquellos corazones ni bien cundió la noticia. Y no se piense en cuanto sucedió entonces en el resto de la patria. Las penas, se sabe, se ahondan en la mucha soledad. Por eso, la otra noticia, la que se refería a Muller, superada la incredulidad del principio, cayó como un consuelo. Las radioemisoras lo confirmaron en seguida entre sinfonías fúnebres: el taxidermista designado por el General para volver incorruptible a la difunta había elegido, como único ayudante para tan magna tarea, a su colega del pueblo correntino de Buenavista. Y no había transcurrido un día completo desde los primeros rumores cuando apareció un gigantesco helicóptero negro y reluciente, sembrando el espanto en gallineros y perradas. La máquina se posó en el baldío de los circos. Descendieron dos militares y un rechoncho hombrecito de traje y gafas oscuras, y preguntaron por la municipalidad. Hora y media después, partían con el Gringo de los Pájaros, un gringo Muller nunca tan rojizo, que apretaba un viejo maletín contra sus costillas y sudaba como un reo bajo la horca. Los despidió un emocionado gentío. La tristeza ya se había volado del pueblo.
Aquel viaje y sus consecuencias convirtieron al rengo en un orgullo de los buenavistenses. El periódico local le dedicaba páginas enteras y lo llamaba “nuestro eximio científico”. El Concejo Deliberante lo declaró ciudadano ilustre. La Biblioteca Popular adquirió su nombre, en letras de bronce. Y también el campeonato de fútbol, y el nuevo dispensario. Muller parecía apreciar estos index.htmlnajes. Concurría a los actos respectivos con traje y zapatos flamantes y con su rubicunda robustez impregnada de lavanda. Escuchaba los discursos, recibía las medallas, con una sonrisa de placer.
Su fama corrió por el mundo. Viajaba cada vez con mayor frecuencia; sus ausencias se prolongaban cada vez más. Se iba en el tren sin otro equipaje que su gastado maletín. Traía fotografías de sus obras que enseñaba con aquella misma sonrisa feliz. Un boxeador negro con los puños amenazantes. O una bailarina sostenida en la punta de un pie. O un anciano orador en muda arenga con los brazos en alto. Nadie dudaba de la importancia de aquellas personas.
—Era un famoso político yanqui —decía el gringo, por ejemplo, y le sacaba humo a su pipa.
Decía:
—Este poeta búlgaro me costó buen trabajo. Cuando llegué ya estaba hediondo.
—Fulano, el millonario griego.
—Mengano, el gran pintor modernista.
Las fotografías se estropeaban por el manoseo. La gente podía pasarse horas analizando la perfección de aquellas momias remotas, opinando, comparando. Pero el taxidermista no olvidaba a la esposa de1 General. “Ya verán cuando ella empiece a llorar”, repetía. “Yo, yo la hice inmortal”. Y se quedaba ensimismado, con la mirada brillante.
—Primero, le va a empezar a crecer el cabello. Después va a oler como todas las flores. Después va a llorar —repetía.
Por las evidencias, ya no le interesaban los pájaros.
El gringo Muller hubiese llegado a tener una calle con su nombre. Quién sabe cuál error, cuál substancia mal empleada se lo impidió. O quizá la explicación esté en estas pocas palabras: “tanto joder con la muerte”, que alguien dejó flotando cuando el helicóptero negro se llevó al taxidermista por quinta vez, y ya sin ninguna cortesía, porque nuevamente le habían salido plumas multicolores en todo el cuerpo a la esposa del General.
PÁGINA 20 – ENSAYO

IANA SANDIANA

Por Neftalí Sandoval-Vekarich (Belgrado/Serbia)

Arrastrando kilómetros de historia y acumulando en su trayecto cuanto árbol caído, cuanto artefacto perdido y quizá cadáveres de ahogados en su turbulencia en épocas de violentas lluvias o en la pasividad de sus aguas durante los días tórridos y de estío, el Potamus finalmente se entrega a los brazos del Ponto, mucho más allá del temor a las abejas (1) que ponían una incierta frontera a los cronistas griegos no aventurados a traspasar los limites habitados por los tracios. Allí en Tracia terminaba su geografía, lo que podía venir después era aplicado arbitrariamente a los barbados gigantes de apariencia divina tergiversando en bárbaros el epíteto dado por los latinos a tan soberbios y enigmáticos seres constructores de barcos y palacios de dimensiones colosales, orgullosos y resueltos defensores de sus maravillosas hembras convertidas en diosas, tan fielmente retratadas por Praxisteles y sus discípulos enamorados de todo cuanto venia del recinto de los pelasgos en las cuencas del Bajo Danubio. No en vano Aquiles, el hijo de Pelas, cumplió con el voto de sus árbitros de Leuce, la sagrada isla de los hiperbóreos que refugió finalmente en su seno al héroe perdido en la batalla y que muchos después distinguieron con el nombre de Aquilea.
No muy distante del ojo avizor, a numerosas yardas de las tres bocas del delta, los ocasionales navegantes que se aproximaban al Ponto buscando su conexión con el trafico del Bajo Ister, quedaban deslumbrados por el alucinante resplandor que procedía de la Isla convertida en recinto memorial de Aquiles, el príncipe pelasgo abatido en querellas de mujer voluptuosa tan codiciada por su hermosura como los supuestos tesoros de los reyes de Frigia en Troya que los falaces y cínicos mercenarios griegos aspiraban arrebatar como botín de guerra, a espaldas y a traición de sus aliados.
Eran los mármoles de la construcción, los altos muros de piedra caliza del gran templo de Bello, el dios solar que allí residía, era ese su hábitat y cuyo poder se extendía por los dominios del Ponto como protector y benefactor de cuantos llegaban a los predios de Leuce. Mármoles tan brillantes que su resplandor hería los ojos, su intensa luz blanca era un punto de referencia y de orientación en las vastas aguas del Mar Negro cuya parte nororiental fue bautizada con el nombre de Mare Album por estar en las demarcaciones de Leuce, la isla de Letona, la diosa madre.
Nadie quería darle asilo por temor a las furias de Juno, la preferida de Jov-Pater, el Patriarca, hasta que llegó no muy lejos del viento Boreal a los predios del promontorio albino que pudo entrever en su fuga desde Delos. Ocultose Letona tras la imagen de Lykaina, la loba blanca, entre los ramajes y arbustos que arrastraban las aguas hasta las bocas del delta. Allí nació el predestinado a guiar los destinos de un pueblo que con él se gestaba y que en tres masivas oleadas casi sucesivas había salido en épocas pretéritas de las montañas de Altai, en Asia Central, dejando parte de su progenie en las Costas del mar Caspio, en los bajos Urales y en el camino hacia climas más benignos de exuberante vegetación y tierra pródiga, atravesando el Mar Negro en busca de los valles del Ister. (2) Esa descendencia de pastores y labriegos, diseminada en la trashumancia, de alguna manera guardó sus pasos y las primitivas reliquias de Gaea, la Magna Dea, sin perder los nexos con los gigantes que llevarían tatuada en la frente el ojo del universo encerrado en un triángulo, distintivo que se daba a los escogidos por sus logrados conocimientos en la minería, en la fundición de los metales y en la construcción de santuarios, miradores y observatorios del cosmos, más tarde hábiles constructores de naves y puentes flotantes que dominarían las aguas del Okeanos Potomus y los llevarían a participar en obras colosales que les merecieron el titulo de Cíclopes a causa del tatuaje en la frente y su descomunal fuerza física. Fue Lete, por entonces, la Sublime Señora de la Luz, una de las ocho divinidades veneradas por los egipcios provenientes de las tribus pelasgas asentadas en las márgenes del Nilo, en los primeros tiempos de la historia de Egipto.
Bello como el sol fue el hijo de Letona, deslumbrante cabellera dorada y estructura física tan a la par con los cíclopes que, a solicitud de su progenitora la diosa madre, la divina Lykaina, participaron en la construcción de lo que seria más que un palacio de mármoles y piedra caliza de dimensiones colosales la mansión de los dioses, entregada a los hijos y descendientes de Boreas, el legendario rey de los pelasgos. Hasta más allá de la lejana Frigia llegaron las noticias de los festivales nocturnos de primavera en Leice para festejar al Señor de los Hiperbóreos, Apolo, en la Isla Sagrada, la isla blanca de Lete, la madre del Kyllaios elegido en esa larga peregrinación que habría de culminar proclamándosele dios tutelar de los pelasgos, los gigantes de largas melenas, de cuidadas barbas rubias casi albinas, herederos de milenarios conocimientos que les proporcionaban autoridad y fuerza a los raciocinios de sus más eméritos sabios, bardos y juglares, a tal extremo que la realidad de su existencia lentamente se diluía en leyendas, en cánticos, en coros sagrados y convirtieron sus reyes y reinas en seres mitológicos. Siglos más tarde los romanos educados en las escuelas y academias de los etruscos, otra entidad pelasga de alta ilustración y cultura, gente de experimentados navegantes, señores absolutos del mar tirreno, tomaron la costumbre de dar el titulo honorífico de dios a los césares de turno, como tributo de vasallaje y paliativo a la molicie, a los vicios que acabarían minando la estructura de su imperio.
Pero Bel Lykeios, como terminaron llamándolo los pueblos y tribus que le veneran como un dios solar, no alcanzó la felicidad buscada de encontrar una consorte en su vasto dominio de mujeres admirables, hechas como los hombres más para competir en la administración del estado que para el lecho solaz de los enamorados, eso si, de deslumbrante y enternecedora belleza, cuerpos armoniosos y ágiles modelados en la frecuente contienda con la naturaleza y el cultivo del espíritu y la mente, la cuidadosa y sana selección de los frutos privilegiados provenientes de la tierra y la hidromiel, el manjar proveído por sus más cercanos parientes los apicultores tracios. Allí, en la Metope del Templo de Athenas, quedó el testimonio del dios en su carro arrastrado por los cuatro corceles solares, emergiendo de las puertas del día hacia la búsqueda por todos los costados del universo de una ilusoria consorte, pero la Diosa ya estaba esperándole en Leice, la Isla de la Luz, la Isla Blanca.
Entonces todo el ajuar que Letona guardaba para la elegida fue a parar a la que ya desde siempre, desde el principio de las cosas, estaba predispuesta a causa de su inigualable hermosura, de su portentoso poder sobre la naturaleza y fuerza divina capaz de compartir con el Likeio la inmensa potestad de los constructores del mundo. Siendo aún pequeña los maestros elegidos le otorgaron el don de la comunicación con los animales del bosque y con todos los seres de la floresta, por eso muchos la recuerdan como la Gran Señora de las Flores, la Magna Dea, cuya figura aparece desde épocas inmemoriales, exaltada a tal extremo de exageración su encanto sexual y sus virtudes físicas de hembra, burdamente moldeadas en terracotas y tallas en maderas o huesos de animales, la veneraban asimismo los pueblos de las más lejanas latitudes. Pacha Mama la llamaron los quechuas. No podía ser de otra manera porque era la dueña de la procreación y de la fertilidad de la tierra, la triple deidad benefactora y protectora de sus gentes: la hermana o esposa ejemplar y laboriosa, la madre incomparable e indulgente y la abuela pletórica de sabiduría y experiencia, en ella estaba asimismo sintetizado el poder misterioso que ejercía la luna en los ciclos de renovación y purificación de la naturaleza, era ella entonces la Sagrada Iana Sandiana, no Diana la ínclita cazadora del venablo dispensador de la muerte, todo lo contrario, Proserpina, la Gran Madre de la Tierra, la diosa de las diosas cuyo carro que recorre el universo lo arrastran dos leones, la Cibeles que tuvo en Frigia el más atrayente de los templos donde las sacerdotisas de Silena, en las esplendorosas noches de luna llena, se ofrecían al viajero como una ofrenda a Iliana, la diosa de nácar, para recordarles que ellas también como la tierra dan los frutos de las semillas que reciben.
(1) Para los cartógrafos y cronistas de la Antigua Grecia, su mundo terminaba en la última frontera de Tracia, más allá estaban las abejas silvestres que defendían sus predios y no daban paso franco al intruso.
(2) Nikolae Densusianu: Prehistoria Dacia pág. 25 (Traducción del inglés)
Aquí, en el Bajo Danubio, especialmente en las tierras de Dacia –este hecho es evidente- se formó y ligó el centro más grande y poderoso de la población neolítica en Europa; el centro de una nueva raza de pueblos, de alta y vigorosa estatura, con una antigua organización patriarcal, con severas y apasionadas ideas religiosas, traídas probablemente de Asia, esculpieron en la roca viva enormes estatuas de sus divinidades. Estos milenarios conquistadores del mundo antiguo trajeron consigo a Europa nuevos elementos civilizadores, fundaron aquí los primeros estados organizados y dieron una nueva orientación al destino de la humanidad. En el curso de algunos centenares de años, esta raza activa y laboriosa dotada de un milagroso poder de crecimiento y expansión, continuó emigrando desde el Bajo Danubio hacia las regiones del sur. Desde las cimas, valles y llanuras de los Cárpatos, las innumerables y nuevas tribus de pastores no cesaron en su trayectoria de atravesar el gran río de la antigua Europa con sus rebaños en compactos y organizados grupos hasta cubrir toda la península Balcánica. Esta es la gran corriente meridional o Cárpato-Mycenica que proveniente de Asia y a través de los Cárpatos formaron la primera entidad territorial de Europa, colocaron las primeras bases morales de la nueva civilización, desarrolladas fuertemente más tarde en Grecia y en las costas del Asia Menor. En otras palabras, estos son los antiguos Pelasgos o la corriente de Palaeochton o los antiguos habitantes de la tierra o los pueblos nacidos directamente del seno de la tierra, los gegeneis como se han llamado a sí mismos.
PÁGINA 21 – CUENTO

LA APUESTA FINAL

Por Marcela Greco (Río Negro/Argentina)

Julio Manrique era, lo que se dice, un hombre ejemplar. A sus 53 recién cumplidos, era Gerente- desde hacía una década- de la casa matriz del banco adonde había ingresado 35 años atrás como cadete y recorrido todo el escalafón. Para sus compañeros y todos cuantos lo habían tratado, era no sólo un buen jefe sino una excelente persona, con un legajo que a lo largo de su carrera y las diferentes responsabilidades que le habían tocado asumir, se mantenía impecable. Estaba casado con Elena desde hacía 25 años y ambos tenían una hija adolescente de 14, Rocío, que había llegado finalmente, después de muchas frustraciones y un par de tratamientos de fertilidad exitosos.
Su existencia era todo lo predecible que una vida económicamente satisfecha, aburguesada, suele ser y llena de las rutinas propias de la gente de su posición.
Pero había en ella, como en todas, zonas oscuras. Julio tenía un secreto: una doble vida que nadie hubiera podido siquiera imaginar. Dos veces al mes, con la excusa de ser comisionado al interior por el Banco para inspeccionar y asesorar a otras sucursales, Manrique viajaba al Uruguay para despuntar el vicio que lo consumía desde hacía más de dos décadas: apostar en el Casino. Cada viernes de mitad de mes y el último, Manrique cumplía un ritual digno de un actor. Se ponía barba y bigote postizos, lentes que cambiaban el color de sus ojos, mudaba el habitual traje por ropa casual pero de buen corte y se embarcaba como “Jorge Frías” rumbo a Montevideo o Colonia. En la terminal portuaria ya lo conocían y rara vez le pedían la documentación falsa que había debido procurarse. Se cuidaba, además, de no dejar pista alguna que pudiese desbaratar la mentira. Pagaba siempre en efectivo, jamás dejaba datos sobre su lugar de hospedaje, llamaba sólo desde su móvil o un teléfono público y se aseguraba de que los obsequios que llevaba a su mujer y a su hija no revelasen el sitio donde fueran comprados.
Muchas veces se había propuesto dejarlo, pero la adicción al juego era más fuerte y para colmo, su sólida situación financiera le había permitido sostenerla sin sobresaltos. Al menos hasta ahora, porque hacía ya varios meses que sentía el peso de los gastos del country, los aumentos de la cuota del colegio privado de Rocío y la prepaga, la tarjeta dorada de su mujer y las cuotas del vehículo último modelo, las vacaciones en el exterior del pasado verano, al punto de haberse visto obligado a echar mano de algunos ahorros hasta el momento intangibles y de defraudar a la institución a la que había consagrado su vida y su honor. Llevaba varias semanas cometiendo pequeños desfalcos, desviando mínimas pero diarias sumas de dinero a cuentas de ahorro ficticias, a las que podía ingresar electrónicamente. Nadie había descubierto la maniobra, pero una consulta de su tesorero, que detectaba un desfasaje menor en la contabilidad del día, le habían obligado, para salvar su prestigio y reafirmar la confianza que se había ganado, a pedir a los directivos de la entidad una auditoría externa que se llevaría a cabo en una semana.
Con esa preocupación, el viernes 9 de octubre Julio Manrique se embarcó. Por primera vez en dos décadas, mientras se aproximaba a la costa uruguaya, tuvo miedo. Miedo de perderlo todo: prestigio, respeto, familia, libertad. Se alojó en el hotel de siempre y sin cenar, con un nudo en el estómago, se fue derecho a la sala de juego. Pidió el whisky con mucho hielo acostumbrado (en invierno seco) compró mil pesos en fichas y se confundió con la multitud, el humo y el ruido ensordecedor de las tragamonedas. Y apostó, y perdió; y se recuperó parcialmente y volvió a perder. Rotó entre las mesas, siguió las rachas, repitió las cábalas de rutina, y ya listo para irse con varios miles menos y varios tragos más, el croupié se apiadó de su desgracia y le cantó, justamente, negro el 17.Acertó pleno con los últimos quinientos pesos que le quedaban, compró más fichas y a partir de allí no hubo color, docena, semipleno, mayor o menor que se le resistieran. Ganó y ganó y ganó lo que había perdido en varios años de juerga. Con una lucidez recién nacida, se sintió dueño de sus decisiones; y cuando calculó que había ganado cerca del millón, dejó una generosa propina al croupiè que le cambió la suerte, convirtió sus fichas en dinero y depositó el cheque en la cuenta de su esposa, desde la terminal de autoservicios del casino.
Estaba eufórico. No dejaba de hacer planes. Devolvería el dinero al Banco, restituiría el fondo para la universidad de su hija que se había jugado hacía tiempo, regalaría a su familia unas buenas vacaciones y, sobre todo, cambiaría su vida. Dios o el destino le habían regalado una nueva oportunidad que no estaba dispuesto a desaprovechar. No podía equivocarse más, ya no. Los suyos se merecían un futuro sin sobresaltos. Pero… ¿y si no podía salir del vicio que lo atormentaba? Por un segundo, la duda le nubló la mirada y le estrujó el corazón. ¿Qué pasaría… si volvía a caer?
De pronto lo tuvo todo claro. No, no le pasaría nuevamente. El no arriesgaría a los suyos. Sabía perfectamente lo que tenía que hacer.
Con la tranquilidad de quien sabe está tomando la decisión correcta, sonrió aliviado, tomó del maletín la pistola y se disparó.
PÁGINA 22 – POESÍA AMERICANA

Trino Barrantes (San Ramón/Costa Rica)

AMANTES

El amor
es un abismo
asomándose
a su propio espejo.

Una elegía
de pechos-rosa
que cuaja
el color
de la uva
en tus pezones.

Una sola palabra
puesta de pie
en los infinitos.

Un verso
de asombros
para madurar
la tierra,
sembrar de surcos
las brisas
del deseo.

La palabra amor
en este reino
de cada mañana
se sacrifica
en un nuevo
nombre y un juramento.

El amor
sostenido en tus piernas
dice amante
porque es preciso
intimidar
con él
el sabor
de los metales.

El amor
es la subversión
de las ausencias.
Digo amándote,
y crezco la palabra
Amor en tus manos.

ADIOS I

Cuando me dijiste adiós
mi aliento se quebró
en mil palmas de estero.

El tiempo dejó
de parir auroras
y la herida
rigurosa del silencio
cicatrizó la boca
con el dolor
que tiene la brizna
en invierno.

Dijiste adiós
solo alcancé ver tu mano
en movimiento
haciendo pañuelos
en sus signos precisos.

ADIÓS II

Ausente, herido,
un íntimo silencio
recuesta su garganta
en pleno dolor
de la tarde.

Te alejas,
la ausencia va soñando
en el contrapunto
y el clamor oscuro
del frío
que dejan los adioses.

Una hoja madura su caída
precipita su océano
de sombras.

La soledad nace
sin importarle
la transparencia
de las lágrimas.

ADIÓS III

La locura
que deja el silencio
se hace ácida,
bienaventuradas
de tristezas
las palmas muerden
las palabras.

Con el pañuelo
en movimiento
se nos olvida
el color de la rosa.

En un rincón del día
sostengo el llanto,
solo, deshecho,
en este charco
de recuerdos
aprieto el cielo
para retener
mis últimas lágrimas
mis tristes versos.

Agazapado,
entre la camisa blanca
del destino
saco mi mano en movimiento
y grafito el espacio
con mi adiós añejo
y borracho de sueño,
canto para despertarme
del olvido:
“No te vayas corazón”

TE QUIERO DESNUDA

El silencio desnuda
sus virtudes
su selva de ternura
para que crezca
el musgo de las ganas
en su ramas temporales.

Me das el lugar preciso
al parto disidente
de los cangrejos
que ahogan el hálito de sus conchas
en el filo de las olas.

Te quiero desnuda
cuando el silencio deja abierta
la gruta necesaria
para nacer los celajes,
la humedad bondadosa
de los besos
que dejan el llanto
a plazos.

Me gusta el silencio
e tus labios de tiniebla
en tu oscura piel
de tu estridente palabra.

Un horizonte pardo
flotando en las montañas.
Las nubes tejen sus nidos
y rompiendo la nostalgia
del oleaje
el vuelo de la libertad
escapa de las jaulas.

En el silencio
escuchamos la charla de los peces
en el ritmo ocioso
de las aguas.

Te quiero desnuda,
precisa,
con el sabor salobre
de las playas nicoyanas.

Te quiero así,
con los tatuajes de la tarde
cuajados en tu piel canela
y en tus ojos negros.

Simplemente desnuda
con las horas haciendo
más profunda la palabra.

Voy con el viento
como compañero
al encuentro
que gustas en tu desnudez.

Llevo el mar
en mis manos
para testimoniar la piel
de tus brazos

Para construirnos de mareas
pleamares y regresos,
sin puertos, ni atajos
que limiten la calidez
de nuestros cuerpos.

Te quiero así,
desnuda,
con las caracolas orquestando
el silencio de tus besos.

SE OYE LA LLUVIA

“Qué poca tierra entre tú y yo, muchacha”
Jorge Debravo

Esclarecer la vida como
la última toma del amor,
donde el engendro de las flores
lleva sus clorofilas
al ritmo del polen
en el himeneo necesario
de la estación de la miel.

Piernas, bosques, montañas,
un poco de mar
en el café profundo de tus ojos
ramos de itabos
y los amargos desayunos
de las fiebres,
cuando el sexo dejó
las ganas.

Estamos en enero.
Los meses se cubren
de manteles.
En la mesa asoma el rito
de 600 menstruaciones
sin descanso,
una pestaña en la sopa
y el recurso del grito
nos atraviesa la esperanza.

Te invito Laura,
decidámonos juntos a romper
el silencio,
desde el Valle del General
hasta las planicies de Pital.
Solo te pido que me acompañes
en nuestro grito ancestral
para esclarecer la vida
con los retazos del celaje
de los años que yo llevo encima.
y la fuerza de tus ojos
jóvenes color miel,
donde la tierra
cuajó sus ritos para
enraizarse. Te lo repito:
“!!!Para todo este amor, qué poca tierra¡¡¡”

TIENES FUEGO EN TU MIRADA

A Laura Cristina

Tu piel es como el viento,
un fuego lento.
Has llenado mis ojos
Con el color miel de los tuyos.

Arrastras mi alma
por esos instantes precisos
del paisaje oscuro
al fuego de los párpados.

Mi mano silente
acaricia tu barbilla
en la inescrutable mirada
de tus lindos ojos.

Si el alma tiene un sitio
ese sitio encontró el reposo
en el café profundo
de tus ojos tiernos.

La vida, el mar, la palabra
el día que nos vimos
llevé a tos mis rincones
el asombro de tus ojos.

Qué importan los tatuajes
Que otras miradas tejan
en tu piel, si el racimo
de tus ojos cuajó en mis manos.

Vendrá el aire despoblado
y tendré tan cerca tu rostro
para justificar la precisión
del asombro en mis ojos.


Roberto Álvarez González (Tegucigalpa/Honduras)

CARTA XVI *

Empujado desde la cima de un precipicio
a una vida en el vacío social,
experimento, una tragedia
una profunda inmersión en el caos.

Estoy desconcertado, perplejo, triste,
es una situación ilógica
una muerte en vida,
las ideas giran confusamente en mi cerebro.

Me siento defraudado por la vida.

Estoy en otro mundo
en el mundo equivocado
en el absurdo mundo de las pasiones,
atraído, por la fuerza de la gravedad.
Parece ser un sueño,
absurdo e irracional.
Sin embargo,
estas escenas me son conocidas
son parte de un sueño premonitorio.
Estoy sumergido en un submundo,
un submundo poblado de seres borrosos
atrapados en el tiempo.
Fantasmas que son parte de mi propio ser,
siempre han estado allí
desde antes de mi vida actual.
Son formas corpóreas
que soportan el peso de la oscuridad
que viven apartadas del mundo
caminando como sonámbulos

buscando la salida
a esa terrible realidad
donde la vida los ha metido.
He ingresado a un mundo extraño
sin tiempo,
donde todos los días son iguales,
con personas invisibles
inexistentes para la sociedad,
atrapadas en un espacio físico
donde ronda el miedo
y la esperanza en el día
de ser feliz otra vez,
de cantar alegremente
como un nuevo ser.
Seres convertidos en seres imaginarios
que caminan sin dirección
con expresión taciturna
cargados de confusión
con facies expresivas de hastío
cubiertos por un hálito de tristeza
empujados al vacío
al limbo social
a una vida aislada
como una noche quieta, melancólica
condenados a una vida sin razón social.
Tratando de acostumbrarse a una vida lenta,
donde las estaciones son eternas
donde el tiempo parece haberse detenido.

Rostros con expresión apagada
llenos de seriedad inexpresiva
repitiendo continuamente oraciones
y apretando la cabeza al piso de cemento
como para expresar a Dios,
su inmensa desesperación.

Muchos de ellos
no volverán a deambular por sus casas
se resignaran y se derrumbaran
y morirán de resignación.
Otros, volverán a la vida
después de haber experimentado
esta muerte social momentánea.

Verán la luz al final del túnel.

En esta realidad
abro mi mente
para comprender la lección de esta carta
y se
que todo es parte del juego de Dios
del árbol de Dios.

Que sus caminos, son inexplicables
y, que debo someterme a su voluntad.
En El vivo, me muevo y existo.
La tranquilidad me hace desarrollar resistencia
serenidad
fe en la Justicia Universal.

Comprendo
que el precio de la perfección
es la crucifixión de nuestro Yo
y que
el día y la noche
son iguales.

CARTA XVII *

Después de la tormenta
el sol resplandece
con sus dorados rayos,
la vida se vuelve más brillante
más cálida,
sabes entonces
que ésta
no termina con el dolor,
que vale la pena vivir
porque detrás del odio
está el amor
detrás de la humillación
la exaltación
detrás del engaño
la verdad
y detrás de la tristeza
la alegría.

14 DE SEPTIEMBRE *

Ecos del pasado
Remembranzas del ayer
se agolpan en mi ser
para decir
como aquel hermano poeta cubano
“Hoy se mezclan en mi mente
cual dos tintes en un vaso
crepúsculos del ocaso
y arreboles del oriente.
Hoy un algo mi alma siente
que la entristece y la encanta
que la enerva y que la levanta
y que en ella vibran ahora
Ayas de un pueblo que llora
vivas de un pueblo que canta”
Oh Centro América encantada
cuna de Morazán, Sandino,
Farabundo Martí, Visitación Padilla,
Juan Santamaría, Jacobo Arbenz Guzmán,
Ramón Amaya Amador, Carlos Fonseca Amador,
Justo Rufino Barrios
y tantos otros
que expusieron su vida
y derramaron su sangre
para fertilizar tu tierra.
¿Por qué eres apática
al llamado de la diosa Libertad?
¿Por qué no tomas conciencia
de tu fortaleza en la Unidad ?
¿Por qué no comprendes
que unida serás la realización
de tus mártires hijos?
Y que unida serás la revolucionaria
del mundo?
La madre providencial
que tus hijos añoran
y el mundo contemporáneo clama.
Despierta ya de tu letargo,
los clarines suenan,
apréstate a la batalla,
para mostrar al mundo
tu magnificencia,
y para aportar a la humanidad
tu óbolo fraternal
en la creación de la Patria Universal.
*Un 14 de septiembre de 1842 fue la antesala del asesinato de José Francisco Morazán Quezada, el hombre que encarna el ideal de la Unión Centroamericana.
PÁGINA 23 – CUENTO

POR POCO NO LO ARRASÓ

Por Germán Parmetler (Chaco/Argentina)

I.
Iba manejando distraída. Pensaba en Juan –que Juan finalmente se había separado, y que tenía una hija.
Carmen y él habían sido compañeros en la facultad. Filosofía. Ninguno de los dos se había recibido.
Esa tarde habían discutido en la cama. A Carmen le había molestado discutir ahí, en el hotel, boca arriba, sin mirarse. Aunque después Juan la hubiera acariciado. La entendía, había dicho.
Juan aún esperaba que Carmen hablara con su marido (estaba lo suficientemente enamorado como para no esperar). Sin embargo, esa tarde había dicho que no aguantaba más esos encuentros, y que se sentía un poco usado. A Carmen no le había gustado que Juan dijera “encuentros”, y se lo había reprochado. Nunca creyó, había dicho, que fuera un encuentro el hecho de encontrarse con él. Y si él no confiaba en ella ni en sí mismo, si se sentía tan poca cosa, ella había dicho que, lamentablemente, no podía hacer nada por él. Después había vuelto sobre lo de “construirlo juntos”. Construir qué, había estado a punto de decir Juan. Pero terminó balbuceando algo sobre la confianza, y que no había querido decir lo de “encuentros”. Todo poco claro. Luego se había dado vuelta en la cama.
Después de unos minutos con la vista perdida entre el velador y los azulejos del baño, Carmen le había besado la espalda. Y de vuelta habían comenzado a hacer el amor.
Carmen y Juan charlaban: se contaban sus sueños y sus desilusiones, sus historias familiares, etcétera. Juan tenía buen humor, y hacía reír a Carmen. Carmen aún creía que Juan no era lo que necesitaba. Juan creía que la amaba como no había amado nunca a nadie.
Ella decía que quería “dar un paso”. Él quería que dejara de decirlo y que lo diera. Una vez ella le había dicho que su matrimonio era enfermizo, “pero toda la gente está enferma,” había agregado, como justificándose. Estaban fumando y Carmen había dicho que Luis (su marido) ya no le gustaba, que casi no hablaban. A veces –esto no lo dijo–, cuando Luis preguntaba algo, ella no contestaba. Quería que Luis se enojara. Pero esto a Luis lo tenía sin cuidado. Él nunca levantaba la voz. Sabía que su matrimonio era ridículo y no se molestaba en cambiar nada. Pero Carmen seguía sufriendo. Luis reconocía –frente a su amigo– ser un cínico. Pero no un sádico. Aún prefería no escribir algo al respecto. No tanto por sentirse un escritor fracasado, como por miedo a seguir cayendo en la misma (el eterno retorno a la historia del derrumbe). Pero Carmen quería salir, no entendía qué estaba haciendo.
Su hijo. Se quería convencer de que lo único que la mantenía junto a Luis era su hijo. Porque su hijo adoraba a su papá.
Su hijo estaba ahora en el cumpleaños de una amiga, y Carmen iba a buscarlo. Iba manejando distraída.

II.
Frenó a veinte centímetros del último auto de una fila de cuatro, parados en medio de la calle. La barrera del paso a nivel estaba baja. Carmen no se había dado cuenta. Tampoco había atendido a las campanadas que anunciaban el tren.
Mientras esperaba, miró una mancha de fibra en el asiento del acompañante. Miró su cartera abierta, y, dentro de la cartera, un cepillo de dientes y el atado de cigarrillos. Cerró la cartera. Miró la manivela para bajar y subir el vidrio de la ventanilla. Estaba rota. Miró, a través del vidrio, un afiche de desengrasante a la entrada de un supermercado. Miró la sonrisa de la mujer que sostenía el envase del afiche. Miró la parte de atrás del teléfono público en la vereda del supermercado. Se miró en el espejo retrovisor y torció una sonrisa. Tenía los dientes amarillentos. No estaban como para un afiche de desengrasante.
Atrás se había formado una larga cola esperando que alzaran la barrera. Carmen se dio vuelta y miró los autos uno tras otro. Se fijó en los colores. (No recordó el cuento que una vez le había contado Luis cuando eran novios –el del embotellamiento en la autopista). Tan sólo pensaba en los autos y el color de los autos. Lo cierto por cotidiano.
El tren no sería un carguero, ya casi no pasaban. Sería el interurbano de pasajeros, un tren de dos vagones que parecía de juguete. Había comenzado a andar hacía poco en Lagunas.
Carmen encendió la radio y la apagó. Dijo “la puta madre” entre dientes y pisó el embrague. Se aferró al volante.
Al fondo de la fila, apareció un hombre en moto y se puso a maniobrar. Frenó, torció el volante, se ayudó con una pierna y pasó con la moto entre dos autos. Carmen lo vio cuando pasaba junto al suyo. Se escuchó la bocina del tren. El de la moto llegó a la barrera y Carmen se quedó mirándolo. Por un momento pensó que quería suicidarse. Entonces apareció el tren. El de la moto pasó por el espacio libre en el medio de las barreras, y aceleró sobre las vías. Dos segundos después, pasó el tren. Por poco no lo arrasó.
Carmen suspiró. En otro tiempo, le hubiera contado a su marido lo que acababa de ver –en otro tiempo, su marido escuchaba todo lo que le contaba. El tren siguió por las vías. Subieron las barreras y los autos rodaron nuevamente.
El hombre de la moto, que había cruzado con la barrera antes que el tren, ahora estaba tirado en la calle, inmóvil, de costado. La moto, atrás de él.
El primero de la fila de autos frenó bruscamente, así también los que venían atrás (pero nadie chocó al que tenía delante). El primer auto estacionó. El segundo pasó despacio junto al accidente y siguió. Un viejo ágil salió del primer auto. Algunos conductores pararon y bajaron, otros miraron y siguieron.
Carmen estacionó en una esquina. Bajó del auto y se acercó al accidente. Ya se había juntado gente a mirar.
-Habrá patinado después de pasar- dijo el viejo, y se apartó. Todos miraban al hombre caído. Se le había salido una zapatilla –tenía una media roja y una pierna encima de la otra. Desde donde estaba, Carmen no podía verle la cara, sí el codo raspado y la remera rota. Le brotaba un hilo de sangre detrás de la cabeza. Un tipo flaco se acercó al herido y se agachó. Otro dijo que no lo moviera, que podía estar quebrado o algo.
-No iba a moverle- dijo el flaco
-Voy a llamar una ambulancia- dijo Carmen, y todos la miraron-. Hay un teléfono público allá- señaló el supermercado.
-Ya llamé, querida- dijo el viejo, y volvió entre los que miraban, mostrando un teléfono celular.

III.
La policía llegó antes. El patrullero se atravesó en medio de la calle y las luces azules rondaron entre la gente que miraba. Bajaron dos policías. Uno fue hacia la gente y, sacudiendo los brazos, ordenó: “vayan para atrás, hagan lugar”. El otro hablaba por radio. Del aparato salía un ruido de lluvia. El policía hablaba en clave. Cortó y sacó un cuaderno del patrullero. Luego lo apoyó sobre el capot y tomó notas.
Carmen volvió a su auto. Buscó un cigarrillo en la cartera y fumó sentada, con la puerta abierta. Extrañamente, la invadía cierta calma.
Cuando oyó la sirena y vio la ambulancia al fondo de la calle, se acercó de nuevo al accidente. La ambulancia estacionó. El ruido de la sirena se apagó como ahogándose. Carmen miró las luces rojas y verdes que seguían girando. Los enfermeros bajaron, pidieron espacio y atendieron al herido. Lo pusieron en la camilla y lo subieron a la ambulancia.
-¿Está bien?- preguntó el tipo flaco.
-Sí. Está inconciente, nada más- contestó un enfermero.
-¿Necesita alguna ayuda?
-No, señor, ¿lo conoce?
-No. ¿Va a estar bien?- insistió el flaco.
-Sí. Hay que apurarse; ¿alguien lo conoce?
Todos dijeron no con la cabeza.
El enfermero subió a la parte de atrás de la ambulancia. Cerró la puerta y la ambulancia arrancó. Sonó la sirena. El policía del cuaderno se paró junto a la moto, y dijo a los que quedaban: “El show terminó, circulen, no hay más nada que ver acá”.
La noche cálida ya había oscurecido el cielo. Y Carmen iba manejando otra vez. Su hijo esperaba que pasara a buscarlo por el cumpleaños de la amiga. Quizá a él le contara algo de esto. Seguramente, él le contaría otra cosa, algo del cumpleaños. Carmen pensó que podría hablar con la madre de la amiga de su hijo. Y hasta era posible que volvieran a casa con un pedazo de torta.
Carmen recordó que jamás en su vida la habían enyesado.
PÁGINA 24 – ENSAYO

EN PRIMAVERA

Por Sergio Pravaz (Chubut/Argentina)

Durante la primavera es posible percibir los cambios que se avecinan; es el tiempo donde se potencian de tal manera las cosas, que la cáscara que las recubre termina de crujir hasta dejar afuera absolutamente todo. Durante el invierno se cocinan agazapadas, esperando un mejor momento; giran en el caldero rumiando la esperanza de poder mirar nuevamente por la rotura de esa ventana que es la posibilidad de aparecer nuevamente, de explotar para salir; todo se precipita: la vegetación, los pensamientos, los sentimientos, las cuestiones físicas, las anímicas, los humores, las hormonas, lo positivo, lo negativo, el amor.
Durante una primavera Pablo Neruda dijo basta y se fue a escribir al cielo; también por ese tiempo, quizás el más notable experimento de la política, es decir el arribo del socialismo a Chile a través de las urnas y el voto popular, fue roto en pedazos por la intolerancia que todos conocemos devastando la República de Salvador Allende.
En primavera nació el gran Oscar Wilde, también Truman Capote, Pancho Villa y John Lennon; se murió Edgar Allan Poe y también Fernando Pessoa; y lo murieron sin piedad a Mario Abel Amaya; tuvo su primera edición el Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal, en tanto El Quijote, fue editado gracias al privilegio real que Cervantes consiguió para su publicación una primavera de 1604.
Es la estación donde se celebra el día las bibliotecas populares. Pero también es la época en la que por orden judicial y a instancias de la última dictadura, se quemaron ¡un millón quinientos mil ejemplares! entre libros y revistas del Centro Editor de América Latina, aquella editorial memorable, todo acompañado por el silencio casi unánime del mundo cultural, que hasta hoy no ha sido roto.
La primavera no tiene medias tintas; todo belleza o todo tragedia. La segunda gran huelga del sur, la de los obreros barraqueros y los peones patagónicos que tanta sangre inocente costara, con el derrumbamiento de toda moral, toda racionalidad y del más mínimo principio de ética, aconteció durante la estación donde también se les infla el pechos a los jóvenes en las plazas, donde se besan, se escriben cartas y se miran a los ojos perdiendo la razón.
Fueron 7 los suicidas que le mojaron la oreja a los EEUU, derribándole los símbolos, la vergüenza y también vidas inocentes; dos monstruos pariéndose a la vez, sin dudas.
Así y todo, es justo decir que en el año 1922 hubo una verdadera primavera para las letras del mundo; se editaron “Trilce” de César Vallejo, “Ulises” de James Joyce, “La Tierra Baldía” de TS Elliot, “Veinte poemas para ser leídos en el tranvía” de Oliverio Girondo y se inició el colosal movimiento modernista de las artes en Brasil que promovió una nueva poesía en el gigante de lengua portuguesa. Un año increíble para una literatura increíble.
La cuna del jazz, es decir Nueva Orleans, fue totalmente destruida por el huracán Katrina, bien cerquita de la primavera; otra vez el imperio trastabillando; lástima que siempre paguen los de a pie, ¿no?.
Pero también es bueno dejar claro que en Rawson la primavera es hermosa; aunque no hemos forestado la ciudad como nos merecemos, justamente esa carencia nos hace valorar la aparición del modesto follaje que nos afloja la ansiedad y la locura. Mirar los árboles pelando sus nuevos brotes nos equilibra; además, es la estación donde todo se aliviana, se aligera; un día nos levantamos y asistimos a otro paisaje que cambia, muda de piel y se llena de colores que compiten duramente con la meseta; nuestro humor se modifica, la ropa de las mujeres se torna inevitable a nuestros ojos, los días comienzan lentamente a alargarse lo que nos permite estar más en la calle, tal vez para encontrarnos y recuperar todo aquello que desde el invierno llevamos escondido.
PÁGINA 25 – CUENTO

MICRORRELATOS

Por María Pía Danielsen (Santiago del Estero/Argentina)

JUEVES

Recogió las páginas donde estaban grabadas las estocadas míseras de su ventura. Uno: la traición del hermano. Dos: la infelicidad de ella. Tres: su mediocridad exasperante. Cuatro: el egoísmo encarnado en la soledad. Cinco: la rabia subyacente en el sarcasmo. Seis: la impotencia del que se sabe insuficiente.
Dobló prolijamente cada una de ellas y las escondió en el libro de la negación.
Serenamente, se apropió de las vestiduras de Júpiter. Ese dios justo y sabio que solo tenía una debilidad: se transformaba para realizar sus conquistas amorosas en animales como cisnes, toros o pájaros, pues no podía ser visto en toda su gloria.
Era jueves. Se disfrazó de amigo.

SIMPLICIDAD

El oficial primero Ramírez limpiaba exhaustivamente su arma. Nadie podía decir que descuidaba sus deberes y obligaciones. Lo que pocos sabían es que su cerebro enhebraba razonamientos infinitos mientras su exterior permanecía inalterable.
Gabriela preparaba sus maletas en la habitación. Pétreo su rostro y su decisión: habría un río más ancho que el De La Plata entre los dos. Uniría las piezas de su rompecabezas personal en un sitio donde el espanto no tendría cabida. Mucho menos el sufrimiento.
Rumiaba como letanía inmisericorde “la simplicidad no es tarea simple. La ensuciamos con ruidos, interferencias, presagios, remordimientos. Confusión y parálisis dominan el escenario. Lo superfluo invade como la plaga en el sembradío, agotamos fuerzas en lo colateral, desgranando dolores y desgastando el impulso vital. Permanecer en letargo con la llaga abierta en la garganta, amordazada la alegría, los pies sin danza, vacuidad en la mirada. No demores. Lo obvio se desvanece en esa niebla.
No demores. El tiempo no espera.”
Tampoco Ramírez. Un único disparo alojó la bala entre los ojos de la mujer. Simplemente.

SUBLIMACIÓN

Los pies eran su obsesión. ¿Cuantas personas han advertido su magnífica forma, la perfección del engarce de los dedos al empeine, el maravilloso arco de su planta?
Su función de base, el olvidado apoyo de la estructura corporal, raíz si se quiere, potente adherencia a la superficie, son los conceptos que calaron su raciocinio de tal manera que se le incrustaron cual grieta inamovible.
Lavarlos meticulosamente cada amanecer, con jabón olor a lavanda, pasar el cepillo sobre las recortadas uñas, pulir su superficie para evitar las indeseables durezas y callos. Humectarlos despaciosamente, hasta que la piel se torne elástica y lozana.
Que espléndido rito! Ejercido con fruición y entusiasmo. No añoraba nada más. Su soledad y sus pies únicamente. El resto nada más que agobio, pánico, confusión, hastío y vergüenza.
¿Por que ese amor idólatra? ¿Acaso porque ellos están siempre abajo?

LO INASIBLE EN LA ESPALDA

Suspendido entre las formas desdibujadas por la penumbra, y mucho más liviano porque el instante se detuvo sin que el espacio le brinde abrigo, el hombre acariciaba la espalda de la mujer que yacía acostada a lo largo de su cuerpo. Tal como el vuelo de una golondrina extraviada, sus manos se alojaron en la zona de los omóplatos y sus dedos la recorrieron casi con ansiedad.
-Todavía busco las alas, pronunció cómplice de poetas y juglares, inaugurando el código oculto de aquel puente transparente sin cadenas y sin nombre.
La mujer levantó levemente su cabeza hasta el preciso lugar en que casi sus labios rozaban la mandíbula masculina, apoyó su cabeza sobre una de sus manos, e hilvanó en palabras la única certeza con respecto a los ángeles.
- No las busques allí. No están ahora. Si cierras los ojos y te concentras, percibirás que están en mis manos cuando acaricio tu rostro, en mis dedos cuando aliso el surco de tu entrecejo, en mi mirada cuando se pierde y se reconoce en la tuya, en mi boca cuando juega en tus labios olor a menta. Son inasibles. Jamás van a dejar que las toques. Tampoco se deslizan. Habitan en tu lugar y en nuestro tiempo. No me acompañan al partir. Se pliegan en si mismas y me esperan en el hueco de tu almohada. Sólo de tanto en tanto, se escapan y juegan como niñas traviesas. Son invisibles. Es entonces cuando percibes una esencia intangible que se cuela en tus sentidos. Tan invasiva, embriagadora y potente que se adhiere a tu cuerpo y me evoca a su merced.

SIN VIERNES

Eligieron un día de la semana. Fue el de Venus, diosa de la belleza y el amor. Viernes de almas y cuerpos desnudos. De confidencias largas, musas inquietas y labios fundidos sin tregua. De eternidad revestida de sueño, toalla, peine y cepillo.
Venus fue vertiente, acorde, puente.
Su ausencia mutó a pasión crucificada en el calvario del viernes santo.
La semana, huera de viernes, cubrió de añoranzas la figura de los amantes descarriados.
PÁGINA 26 - POESÍA ALLENDE EL MAR

Marta Zabaleta (Londres/Inglaterra)

INSOMNIO EN EL EXILIO - 2010

LUZ DE PÁJAROS

A mí me da la luz
la luz poniente,
la traicionera luz de un día cualquiera
la luz que ya se acaba
y que va a verte a ti,
del otro lado

Es una sola la luz,
la zalamera
que espero un año entero
para verla partir,
cuando cansada y antes de empezar
la siesta, se adormece
muy temprana entre pájaros.

Luces de amapolas y geranios,
luces de amaneceres largos
de piernas abrazadas
en la playa de Isla Negra,
luces de poemas perdidos
y olvidados fantasmas
luces de amor y de esperanza
luces de rock y twist y de distancia
luces de vez primera que desde Chile
me vio partir
ya sin hijo sin amante sola
guitarra a cuestas.

Luz de recogimiento en primavera
luz que alumbró mi vida trasnochada
luz que hoy agonizas,
luz impura, adormecida pero roja,
luz del primer amor en mis entrañas,
envejecida luz
noche de pájaros.

LENTITUD Y POLVILLO


al Comandante Ramón

Cuerpo de la noche irrepetible
que se transmuta en tejido agujereado
como las horas sin sonrisas,
cuando las fuerzas flaquean
y se hace arsenal la cornisa,
fuego el mastodonte de plata,
animal la estatua de Medusa,
piel la sangre que marchita,
suelta la pierna
que salta de la rama
y chorrea,
estereotipada metáfora de afuera
y baja por la pared que combina
el muro
con el mañana de ahora
en el pasado
y en la gruta aquelarra
con resquemor de sombras.
Toros fornidos buscan en las paredes
trazos de su raza y encuentran manos blancas.
Las manos, en capullos
que se acicalan de espanto
y en el fondo se escucha
regresando su voz
eco de un trino.
¿Soy mercader de perlas
o aurora achaparrada?
En la tundra, soy viento helado,
del salitre la escarcha
y en la chacra,
soy zanja.
Pampa, tiza.
De su cadáver,
quise ser la mirada.

ATARDECER EN LONDRES

Para Ri, en Buenos Aires

¿Y tú, quién eres, que a las tres de la tarde
me dices que abres tu PC,
cuando es aún de mañana
tan sólo para hablarme?
Tú: por qué
me llamas,
cuando yo te repito:
espera. Quiero estar sola.

Pero me grito
que estas allí y quién eres,
para escuchar mi voz que dice
que es cierto que tú existes, que estás, que eres

Oigo mi eco
cayendo en la distancia,
grito mi voz
para escuchar su tiempo.

La primavera sufre
su juventud madura:
esta noche hará frío
pero calor, mañana.

La tierra se contrae
con dolores de parto,
exudando en dolores
de a poco su cansancio.

Así me hallas
amigo de este tiempo,
callada y sola,
gritando a la distancia.

Mi hijo está lejano,
mi hija está callada,
mi futuro finito
habita ya en mis manos.

Soy calandria sin alas
y puerto sin bonanza,
dulzura de la tarde
pero en su paso nazco.

Paseo Buenos Aires
con murmullos de alondra,
celebro al Obelisco
me cubro con la historia.

Me sugieres que vuele
te tomo de la mano
soñando que navego
las aguas del mañana.

Pongamos esa lucha
que nos hiciera hermanos:
juguemos a la risa
mientras la corta tarde acorta.
Essex, 9 de octubre, 2005

INSOMNIO

A mi padre

La noche
vende un tumulto
de fantasmas.

El día
llueve
una legión de sueños.

Tu muerte
no es más
que este silencio.
Exilio, 16 de junio (1984- 2009)

'TEAR AND SHARE' *

En tardes como esta
quisiera tener
aceitunas negras, aceitunas verdes
verdes como el trigo, verdes como el mar
que el vino tuviera
el aroma del tinto corriente
que el abuelo echaba
en su sopa la vez que le vi.

Quisiera más que nada
sentirme una sirena,
saberme ya sin dietas,
caracol con pies.
Y más que un 'tear and share',
quisiera comer
una pizza grande de cebolla y queso,
mientras que en la plaza la gente paseara
su calor humano,
quisiera dormir
bajo grandes árboles,
entre mis dos padres,
verlos sonreír.

Más vale si quisieras
sangre por primera vez menstruada,
ojos en los cuadros, canoas sin remo,
el jeep en el estero, ranchos de a pedazos, trinos,
y arriba
vestida de corona y manto, la santa, muy Virgen,
junto a la bandera tan celeste y blanca,
sin gritos y sin armas, ambas mancilladas.

Quisiera yo ser
fugaz y dormir,
suspirar los besos en el matiné,
vaciar la luz mala,
cruzar el puente ferroviario,
contar las palomas, jugar al tire diez,
reír y llorar, ir a la escuela en tranvía,
dormir y otra vez, soñar.

Todas esas cosas poderlas hacer
mientras los recuerdos vagan,
allá en Argentina los diarios desuellan
la patria encendida
y entonces quisiera poder yo volver :
sin tanto ‘to tear’ y con mucho ‘to share’
poder vivenciarlo, y nunca olvidar.
* nombre de pan italiano ‘Made in England’.

COLLAR DE CIEGA

Campana azul
rumbo sin tiempo
mar pero sin catacumbas.
Poesía de la alta noche:
cierra la puerta.

Detrás de un largo sueño
ronronea el perro, y
como cánceres de acero
caen, multiplicándose,
el viento fresco
y los peniques de la luna

mientras se cubrían de sangre
las fuentes, ya sin agua,
sin pescados los ríos,

pero con muertos,
sin noches de dolce vita,
sin revolución y sólo muerte.

Porque el mendigo nació para morir,
allá en Santiago, Marito
vomita
sin mí
la Alta Poesía.

Por una gota se desliza
la noche hacia el vacío
y me evaporo,
hormiga,
hecha poesía.


Ian Welden (Copenhague/Dinamarca)

DE EXILIOS Y SOLEDADES

EL VIAJE

Expulsado de mi hábitat natural por mala conducta
me colgué del ala de un triste avión nocturno
cuando los ángeles de la guarda estaban distraídos
por la terrible muerte del Presidente de la República.

Sin un centavo en mis bolsillos agujereados por palabras traidoras
atravesé cordilleras ariscas y océanos despóticos
en cuclillas y con las manos en la nuca
hasta llegar desesperanzado a mi destino El Gran Mundo Viejo.

Aquí caminé siglos por calles anónimas y ajenas
sin encontrar un rincón donde descansar mis huesos
revolcándome en alcantarillas infectadas por ilusiones
y desayunando viejos vientos cansados y ecos de conquistadores.

Trepé por el mapamundi cual araña profesional
comenzando cayendo y volviendo a comenzar
lamiendo a hurtadillas a mujeres multicolores
y sudando pesadillas históricas en faenas inútiles.

Y aquí estoy ahora aún caminando
escuchando a veces los suspiros de mi país
a través de colosales hilos de fibras virtuales
sin tener idea de como terminará esta historia.

EL BESO ROBADO

Caminando por una mañana de sol
en un país que hasta entonces no había existido
con mi soledad incrustada en mi mochila
y los hombros encaramados en mis orejas
para fingir agresividad y bravura
me encontré de pronto con un ángel
que me hechizó y robó un beso.

El beso duró hasta la noche
a orillas del Canal de la Muerte
donde el ángel me sonrió dulcemente
me robó mi mochila con todos mi recuerdos
y emprendió vuelo con sus poderosas alas de vampiro.

EL HOMBRE SIN MÁSCARA

Tú sabes a lo que refiero
hastiada de tu jaula milenaria
te escapas una noche de viernes
en busca de Superman.

Y mira que suerte
aquí estoy yo!
Apenas un payaso en el bolsillo
para pagar la cuenta
y una calavera impaciente
sonriéndome desde el fondo de mi botella.

No soy el amante omnipotente
porque un enjambre de realidades odiosas
como la falta de ternura
el desempleo
la impunidad
y las guerras
condicionan la calidad de mis erecciones.
Y siempre me ha resultado más fácil
emocionarme con un arco iris
que las intrépidas hazañas
de Arnold Schwarzenegger.

Pero mi mira qué Superman te has encontrado!
Un hombre capaz de llorar
como tú.

LA NÁUSEA

Mis viejas consignas y creencias
ya olvidadas en alguna maleta
entre los escombros de mi país
vienen a penarme esta noche
entre tantos libros releídos
y vueltos a releer.
Entre tantas esperanzas ya cansadas
agonizando en la mesa y el piso.
Tanto proyecto inconcluso
cuentas por pagar
bosquejos de rostros perdidos
en las servilletas amarillas
e intentos desesperados
por cambiar el mundo.

Las envejecidas fotografías en mis paredes
lloran desconsoladas sus soledades
mientras que todo acude a mi boca
de súbito
y no alcanza a sorprenderme
cuando la nausea se torna violenta
y todo esto queda maravillosamente vomitado.

ÁLBUM ZOOLÓGICO

El gran ave de la jungla
me observa sin saber qué soy.
El gran pájaro imbécil
se como sus parásitos.
Se yergue sobre sus piernas largas y torpes
bamboleándose aquí para allá
sin tener idea de que existe.
Tan sólo mi magnífica Canon
y mi agudo ojo estético
la transforma en un ser majestuoso
volando en cámara lenta
con sus delicadas alas de papel japonés.
Cuando termino de filmar y editar
me siento en el piso de mi estudio
a esperar mi sueldo
rascándome la cabeza
y comiéndome una banana.

ÉXODO

Y se van por los caminos infértiles
las silenciosas almas de los exilios
expulsado de su tierra sagrada
por el omnipotente déspota de turno.

Y caminan en busca de un sueño humilde
techo árbol sombra y agua
un minúsculo trozo del planeta
donde hacer germinar una vez más
las verdes quimeras y el pan de maíz.
PÁGINA 27 – CUENTO

UNA VISITA INESPERADA

Por Lucila Lastero (Salta/Argentina)

La sala de espera del Pabellón 15 del Hospital Sarmiento, un lugar que generalmente bulle de impaciencia, de nervios. Pero esta vez es muy temprano y sólo hay una persona en el lugar. La mujer de mirada rígida parece tranquila. Está sentada y cruza las piernas y los brazos.
El Dr. Firetti sale por fin de otra sala, de la de operaciones, y se dirige a ella.
¿Vos acá? ¿Cómo se te ocurre?
¿Adónde querías que fuera? ¿A tu casa?- contesta la mujer acentuando un tonito burlesco.
Pero... pero... ¡Éste es mi lugar de trabajo! ¿¿¿Te parece bien venir acá??? ¡Y ahora!
Podemos decir ya que “era” tu lugar de trabajo... dentro de poco no va a ser más.
El hombre ahoga un insulto. De repente parece pasar de la alteración a la dulzura.
Pero... ¿no sería conveniente que te fueras ahora...? Por favor... Hablamos después... te lo prometo... Además, está por venir mi familia en cualquier momento... No sería bueno para ellos enterarse de golpe de que... ahora no... Por favor....
La mujer permanece impávida ante el tono suplicante. Es demasiado fría.
Ya dejé pasar lo de aquella vez... ¿no te acordás? Y lo de aquella otra... Ya te perdoné tres veces, no me pidás más.
Va a ser un escándalo... va a ser un escándalo... Mi familia, mi trabajo...
Al trabajo ya no lo vas a necesitar. No tenés que lamentarte por él. Tu familia lo va a tener que entender. – Ahora lo mira fijo, con una mirada escalofriante. Se ha incorporado y muestra de golpe su pronunciada elegancia y los labios rojísimos, brillantes sobre la sombra blanca de la cara. Parece una heroína ancestral o una terrible vengadora. Lo inhibe. - Y no me pidás compasión porque vos no la tuviste nunca conmigo. ¡Demasiado daño me hiciste ya! Me maltrataste, me humillaste... ¿O no sos vos también el que la mitad de su vida me negó? Es más, te la pasaste diciendo que yo era la peor... que era tu enemiga más grande, que hasta hubieras querido liquidarme para no verme nunca más.....? ¡Llegaste a decirlo delante de todos!
¡Basta! ¡Basta ya! Por favor...
¿Creíste que ibas a poder, eh? ¿Que ibas a poder librarte de mí? ¿Que podías contra mí? ¡Cómo se te ocurre! Te equivocaste... ¡Conmigo no...! – Ahora las palabras explotan en su garganta y en el aire- Conmigo no puede ni vos ni nadie, ¿sabés?. ¡Conmigo ningún hombre puede! ¡Ninguno!
La esposa y los dos hijos del Dr. Firetti entran casi corriendo a la sala. El Dr. Firetti punza en ellos una mirada llena de amor y súplica, mientras los ve aun de pie, con las caras extraviadas, impedidos de reaccionar, intercambiando gestos temblorosos y susurros.
La mujer de mirada rígida y de atuendo negro, ignorando a los recién llegados, toma del brazo al doctor, quien sabe ya que resistirse es inútil, y entonces salen los dos juntos del hospital.
Adentro, los otros médicos entienden que todo ha terminado. La operación del Dr. Firetti ha sido un fracaso, y ahora sólo resta darle la fatal noticia a la familia, que espera angustiada en la sala.
PÁGINA 28 – ENSAYO

¿TIENE FUTURO LA POESÍA?

Por José M. Vallejo (Ontario/Canadá)

La colonización española y portuguesa en América impuso los idiomas de uso corriente en nuestros días. El proceso colonizador cercano a cuatrocientos años dejó un amplio escenario de mestizaje lingüístico, étnico y cultural, donde el barroquismo es casi un signo de identidad producto del llamado criollismo. De ahí que los poetas y escritores, sobre todo después de las batallas de emancipación, se hayan visto enmarañados en dos mundos contrastados, el de la tradición continuista e imitadora de la península ibérica e inclusive de Europa y el de la ruptura en la búsqueda de un universo propio, singular y autónomo. La historia literaria contemporánea de fines del siglo XIX y hasta pasada la mitad del siglo XX (1970) trata de afirmar en Iberoamérica una personalidad autónoma, una identidad propia matizada por la inventiva como rasgo dominante. En la novela destacan clásicos del genero como Rómulo Gallegos, Eustaquio Rivera, Mariano Azuela, Ciro Alegría, hasta arribar a la poderosa concepción novelística de Miguel Ángel Asturias (El Señor Presidente, Hombres de Maíz) donde el barroquismo iberoamericano se conjuga con el realismo poderoso de las costumbres, mitos y fantasías. Luego vino el “boom” donde el maestro de maestros Alejo Carpentier (lo real-maravilloso) inicia la gran polémica, no generacional de jóvenes y viejos sino de corrientes, estilos y temática: Ernesto Sábato, Julio Cortazar, Juan Carlos Onetti; y por supuesto, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez mediante la consagración del “mágico realismo.”
Sin embargo, donde mejor se observa la ruptura con los moldes ibéricos y europeos es, sin duda, en la poesía expresada en palabras vivas debido a la estrecha vinculación con las ideas, las reflexiones y el pensamiento. Allí es donde nace la necesidad histórica de la transgresión, el quebrantamiento respecto a cualquier modelo. Además, porque la novelística actual, salvo raras excepciones, constituye un producto del mercado, es la hechura comercial de las grandes casas editoras obedientes a la globalización neoliberal que alcanza también, de forma nociva, a los medios de comunicación. De esta mala suerte destaca en la narrativa la temática frívola, divorciada del ámbito social, presentándose los pasajes históricos no como principales sino como aleatorios. A la poesía de hoy le va peor porque tiende a desaparecer como si fuera un género literario pasado de moda. No obstante, en el pasado el lenguaje poético salvó la distancia y tiene todavía la misión de salvar el cuerpo literario iberoamericano, ahora con un retorno y una nueva ruptura. Después de todo la poesía ha sido siempre la llamada a enriquecer el idioma y como señaló en su oportunidad Carpentier, la lengua de un país determina la cultura y la sociedad: “un idioma es... el medio de expresión que ha sido perfeccionado, matizado durante siglos, por el alma de un pueblo. Traduce su carácter, sus recónditas aspiraciones, su idiosincrasia. Se afianza en la historia, en la literatura, en el patrimonio espiritual de una raza o conglomerado humano”. Y, también, agregaríamos, porque la poesía marca el derrotero del ser humano en el transcurrir de su existencia y de no ser así no estamos hablando de poesía, pues si el arte no responde a los signos vitales de la vida en el planeta, si no es una manifestación del movimiento, un efluvio del pensamiento innovador o un camino que conduzca a la acción, simplemente no es arte.
La poesía iberoamericana comienza a distinguirse de la matriz española-portuguesa a partir de 1880. Hay poetas muy distintos de esa época, aunque el común denominador entre todos ellos se ve signado por la animosidad contra la vida social existente y el aire presumido de ser los primeros en cultivar el lenguaje poético. De este irritado conglomerado de tradicionalistas, humanistas, románticos, realistas, parnasianos, salió Rubén Darío con un movimiento inconfundible, el modernismo; y en la historia literaria aparecen formando parte de este primer grupo “modernista” José Martí, Gutiérrez Najera, Julián del Casal y José A. Silva. Darío es el iniciador de la ruptura, es el poeta líder de la revolución artística en la lengua castellana impuesta en Latinoamérica, es el inspirador del verso libre o versos amétricos provenientes de las tendencias francesas que luego se alentarían con vigor desde 1920. Y si bien el poeta nicaragüense destina el esfuerzo fundamental a romper los cánones del lenguaje poético a través de innovaciones y restauraciones, cambios de acentuación, combinaciones métricas, rimas inesperadas, choques de sonido, esquemas libres, asimetría de estrofas, asonancias, consonancias y disonancias en juego pertinaz, no renuncia por completo al esteticismo (Abrojos, Rimas y Canto Épico, Azul); es con Prosas Profanas y Cantos de Vida y Esperanza (libro fundamental) donde Darío se abre a la poesía de tono reflexivo acercándose a la vida misma y su problemática de opulentos y desposeídos. En esta etapa de final de sus años, de regreso a la preocupación social e histórica, lo siguen Amado Nervo, Leopoldo Lugones, Valle Inclán, Juan Ramón Jiménez. Encuentra así la famosa generación del 98 el campo abonado; el camino a las vanguardias estaba abierto, pues Darío estableció una poesía diferente a la que había encontrado.
En pocos años la irrupción de las vanguardias poéticas iberoamericanas se torna cosmopolita. Fue un fenómeno rápido e impensado. De 1920 en adelante se entremezclaron estilos y tendencias, las innovaciones en el lenguaje poético son propias, características dentro de los marcos referenciales del romanticismo no abandonado del todo, realismo, modernismo, humanismo, indigenismo, simbolismo, surrealismo, ultraísmo, creacionismo. En este torbellino creativo, artístico-literario, surgen poetas de la talla de Gabriela Mistral, César Vallejo, Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Octavio paz, Jorge Luis Borges, Nicolás Guillén, Mario Benedetti, Nicanor Parra. Y debido a este acontecimiento emergente, las vanguardias iberoamericanas constituyen un espacio y más que escuelas o istmos definidos por el estilo son nombres de poetas notables, donde el aspecto fundamental como señalara Huidobro, el único que intentó un programa, es pensar, crear, crear, crear, de ninguna manera copiar o imitar. Implícitas en este enfoque yacían: la crítica social, las raíces indígenas, la problemática producto del sistema de dominación en América Latina y los rastros dejados por el coloniaje.
Después de este período de buena poesía latinoamericana son pocos quienes intentan continuar la brecha abierta. La modernidad mal entendida encuentra en la poesía pura el escape ante el compromiso, el escape ante la problemática social, existencial, democrática, política e histórica; no existen más “Poemas Humanos” ni “Residencia en la Tierra” ni “Canto General.” En esa dirección la poesía no sólo se aleja de lo vanguardista sino se pierde en una especie de neocolonización europeizante, de copia e imitación, a los franceses, anglosajones, italianos y peninsulares. La falta de inventiva es fatal y la comodidad trata de instalarse por encima del caos dominante en la época o fin de la historia según Francis Fukuyama. Despolitización y negación de las ideologías hasta querer convertirlas en innecesarias o desaparecerlas. Terminada la “guerra fría” no hay necesidad de enfrentarse sino de asimilarse a la victoria de Occidente, de Estados Unidos, por ende rendirse frente a la alta tecnología, el mercado y la deshumanización. Los poetas actuales, salvo raras excepciones, aceptan de manera pasiva este resultado, ingresando a la dispersión diletante del lenguaje poético transformado en purista, esteticista y vacuo; por consiguiente elitista, lugar donde el espíritu de vanguardia se ha perdido irremediablemente.
En el mercado globalizado la poesía no tiene posibilidades, no ingresa a ese lugar prominente porque posee la categoría de “artículo en desuso” u “obsoleto” siendo la proliferación de poetas sueltos un mal de nuestro tiempo, muy grave porque ellos se han refugiado en la academia, en las universidades o sobreviven en condiciones precarias en trabajos marginales y burocráticos. A esta situación se suma la ausencia de lectores, la falta de interés por una poesía que no llega a los sectores populares, de allí la nula atención o poca receptividad a la expresión oral de los poetas. No obstante, la poesía tiene un espacio, sigue teniendo la misión legítima del pensamiento en el presente, en la instancia de reivindicar su sitial, pues de ninguna manera puede considerarse liquidado el futuro, ni abandonarse la lucha por el cambio social porque esa renuncia significaría cavar la tumba de la literatura. Así las cosas nos encontramos en el umbral de un factible movimiento de retorno, de una confrontación con el pasado fundador de la autonomía iberoamericana del lenguaje poético iniciada con el modernismo de Rubén Darío. La poesía de cenáculo, de círculo de amigos, de poetas ávidos de escucharse a sí mismos, está condenada a desaparecer y con ella sus cultores encerrados en el cuadrilátero hedonista trazado por ellos mismos. Poetas quienes desean vivir reconocidos al margen de la realidad y eso es imposible.
Desde el punto de vista de la globalización la historia presente significa el desmoronamiento de la ideología, significa la negación del pensamiento; de ahí parte la necesidad de volver a buscar temáticas vinculadas a la realidad, a lo existencial del ser humano. Este movimiento de retorno al lenguaje poético representativo de lo nuestro, lo iberoamericano, no debe tener temor a las vanguardias ni rechazar la proyección hacia el futuro. Sin embargo, no se trata de recuperar un cuerpo insepulto ni de buscar herederos en las vertientes del pasado sino de engendrar una nueva criatura no sólo de estilos, ritmos, contenidos, sino de mensaje; se trata, además, de corregir la afectación a la función del género traída, como intento posmoderno, por la prosa poética o la narrativa poética, quehacer propio de las canciones épicas del lenguaje en detrimento de la tradicional poesía lírica. En conclusión, necesitamos retornar a los poetas pensadores como exigían Vallejo, Neruda, Eluard y Valéry. No apostemos por la extinción de la poesía.
PÁGINA 29 – CUENTO

NUNCA ES POSIBLE REGRESAR A NADA

Por Héctor Tizón (Jujuy/Argentina)

La última de sus visitas había ocurrido quizá cuatro años atrás. Aunque para alguien como él, que había pasado largos años encerrado, el tiempo era distinto -pesado, lento, denso y distinto-, aun así recién ahora -que en verdad lo pensaba- sentía que había transcurrido, desde entonces, mucho más que la mera suma de meses y de años. En aquel momento le había vuelto a decir -lo quiso decir por última vez- que no volviera más; que nada valía la pena, que él ya era otro y que ella también era y sería distinta a medida que el tiempo pasaba.

Estaban esa mañana de un domingo sentados frente a frente, aunque separados por la tela metálica y la discretamente alerta mirada de los guardianes. Las pocas palabras que ambos se dijeron fueron en voz baja, en un tono que pretendía ser objetivo y neutral, pero cohibido por un sentimiento que tal vez simulaba o disfrazaba de indiferencia y quedaba en algo semejante al vacío. En esa última visita había otras gentes, no lejos, en la misma situación, que también hablaban con voz aplacada, aunque de vez en cuando reían. Hacía calor, lo recordaba porque volvía a escuchar el seco, amortiguado, suave golpe de las aspas de los grandes ventiladores que pendían del techo de aquella sala de recibo en el penal. Luego sonó un timbre y él se levantó. "Es el primero", dijo ella. Y él dijo que sí, que era el primero -faltaban dos más-, pero que era mejor así y que era inútil esperar los otros dos. Ya estaba de pie cuando lo dijo. Ahora recordaba la clara mirada de sus ojos, velados por la desdicha.

Ella después escribió tres o cuatro cartas, que le entregaron abiertas, como siempre, y que sin leerlas rompió y echó a la basura.

Después, empleando varios sistemas impuestos por la voluntad y la disciplina, la expulsó de sus recuerdos. Y, cuando al cabo de un largo y esforzado tiempo, cuando ya estaba seguro de no tener nada ni a nadie, tuvo un sueño, y en el sueño la volvió a ver, casi simultáneamente le notificaron que había sido indultado por el gobernador. En el sueño estaba ella como la había conocido, su imagen, la mirada de sus ojos, su indumentaria y su voz que le hablaba sin que sus labios se movieran, como ocurre en los sueños; y ya no pudo apartarla de sí durante los días y las noches, hasta que el pesado portal del cautiverio se abrió y él estuvo luego de todos aquellos años en la calle. Era la víspera de Navidad.

A bordo del ómnibus que lo llevaba al centro de la ciudad, iba redescubriendo el paisaje, que era el de siempre; los edificios, algunos iguales a sí mismos y los automóviles tan distintos, veloces y asombrosamente numerosos en comparación con los que hacía mucho tiempo había dejado de ver. El sol se ponía. Nadie puede atrapar la temblorosa belleza de un atardecer, pensó. Por la radio se escuchaban villancicos una y otra vez.

Era ya de noche cuando cobró el valor necesario y comenzó a caminar hacia la casa, en cuyo frente un arbolito lucía adornos de luces encendidas; aquella misma casa adonde, casi al mismo tiempo llegaba otro, que no era él, y con quien ella, que seguramente ya esperaba en la puerta, estuvo largo momento abrazada, como si extrañamente hubiese presentido alguna sombra ajena.

Después, definitivamente, los arbustos de enfrente lo ocultaron.
PÁGINA 30 – POESÍA ALLENDE EL MAR

Dorin Popa (Botosani/Rumania)

MI VIDA

mi vida es larga hilera de habitaciones
que ya no quieren, de repente, comunicarse
entre sí

mi vida - un reloj
al que dio cuerda alguna vez
una compañera de colegio

mi vida - un tren que se va arrastrando
sin vuelta atrás,
en la misma vía antigua ...

mi vida - un traje de novio,
desgarrado en salas de espera
..................................................
mi vida tentativa sin fin
de recuperar
lo que nunca poseí

mi vida - el sabor este
paralizante
a ceniza

LA POESÍA, EN DICIEMBRE

mucho más agobiante está el mundo en diciembre
el suicidio se pasea por la calle
mucho, mucho más agresivo ...

si logro salir de este invierno también
y de esta enfermedad
y de esta muerte,
el próximo verano bien lo sé
que voy a añorar
el mes de diciembre

UN NUEVO COMIENZO,
QUIZÁ EL PROPIO COMIENZO

en tus ojos, el mundo me parece joven,
enfermo y joven, pronto a morir y joven,
dispuesto, cuando quiera, a abrirse, con el último espasmo
en hermosura

la nevada de anoche
parece un escudo frágil
que cubre la incertidumbre
la impaciencia de ser

MÁS VALE QUE TÚ ESTÉS LEJOS

está bien que tú estés lejos
no te he escrito y no te escribiré
alguna vez

las medicinas que me enviaste
las cambié en el acto por un cigarro

a veces me acuerdo de ti
en las situaciones más raras
a veces, sí, me río solo por la calle
a veces podría incluso tocarte

está bien que estés lejos
está bien que ya no tenga
a quien confesarme
- empezaba, verdad, a irritarme
eso de contártelo todo

de ti a veces pienso
un montón de cosas contrarias
de ti todas las cosas me acuerdan
de ti tengo el recuerdo que quiera
y cada vez más a menudo
me das vergüenza

sí, sí, está bien que me hayas abandonado
en el mismo instante en que nací.

HAY PERSECUCIONES
QUE JAMÁS CESAN

el guante aquel
arrojado hace mucho
todos los días
lo recojo

SIN VUELTA ATRÁS

dulces y holgadas son todas las cosas
mientras no se te hayan tirado
encima,
llena está la ubre mientras
llena la ves
y de plata son los senderos
mientras no hayas dado todavía
el primer paso

dulces y holgadas son todas las cosas
mientras pienses
que aún puedes volver


Norton Contreras Robledo (Malmö/Suecia)

TENTACIÓN EN EL RINCÓN DEL EDÉN

Tentación, deseos,
Deslizándose por llanuras blancas,
valles que van al oasis, al origen,
rincón del Edén,
árbol del manzano,
cuerpo cálido,
la serpiente
ofreciendo
luz, conocimiento,
verbo,
vida,
palabras,
la evidencia de la desnudes, esperando.
Tentación,
deseos,
ritmo,
candencia,
movimiento telúrico,
temblor
epicentros en el medio
de la geografía de tu cuerpo.
Al alba, las primeras luces
te muestran insinuante , tentadora
en la foto suspendida
en los laberintos del muro virtual.
Te hablo y evoco tu nombre,
desde la lejanía
me responde el silencio.
Del proyecto de poemario; Poemas peregrinos

TENTATIVAS

Te miro a través de los ojos del tiempo
suspendido en los momentos de los recuerdos.
El desayuno cotidiano se consume en el café con leche,
en las tostadas con mermeladas
en la conversación ,en las miradas, en la rutina.
Afuera la primavera con sus flores pinta el día
de aromas y colores.
Adentro florecen la nostalgia,
las ilusiones y pensamientos
de lo que pudo haber sido si la mirada hubiese revelado
lo que nunca viste en ella,
si el verbo hubiese germinado los versos
en el tiempo preciso
en el lugar exacto,
pero se quedó esperando, aguardando
un nuevo día, un nuevo amanecer,
algo así como el renacimiento
de los tiempos pretéritos en la conjugación del presente.
En el desayuno cotidiano
aquí en la cocina
se fueron consumiendo
cada ilusión y pensamiento
cada tentativa de renacer
en el pretérito imperfecto del verbo
cada tentativa de ser presente en la pasión y el amor
aquí y ahora…..
y por los siglos
de los siglos
perdurar en el amor.
Del poemario en preparación, Poemas peregrinos

CANELA MI PUEBLO NATAL

A veces sucede que vuelvo la vista a otra época,
en un intento de reencontrarme con los momentos,
el tiempo y las hojas que éste ha ido dejando caer
de los otoños eternizados, perpetuados,
suspendidos en las páginas de los calendarios.
Los pensamientos vuelan a Canela mi pueblo natal,
en la región del Choapa. A esos Lares.
Qué bonita y maravillosa fue en mi infancia,
en el pueblo de Canela, cuando vivía en el monte.
Recuerdo como si fuera hoy que sentado bajo
las sombras de un árbol, mientras las ovejas y las cabras pacían,
yo con un libro en las manos. Juntaba las letras una a una.
Esa era la clave para descifrar los escritos,
poco a poco comencé a juntar letra a letra,
podía formar palabras que decían cosas.
Empezaba a comprender y mientras más aprendía
a leer más iba entendiendo.
Fue como estar bajo las sombras del árbol
en la región más luminosa y transparente del Edén.
Los momentos se eternizaban en el tiempo.
Todo eso fue en una época lejana,
fue cuando el siglo pasado llegó a su edad media.
Sin embargo aún en estos días,
detrás de las sutiles cortinas de la vida,
desde la memoria de los tiempos idos,
vuelvo la vista hacía esos días,
en un intento de reencontrarme con los momentos
vividos en Canela. En sus montes, valles, quebradas,
cuando mis pasos peregrinos, hacían camino
bajo el cielo azul de los veranos
y las lluvias torrenciales de los inviernos.

BALADA PARA UNA POETA

Ahí estás sentada en medio del salón,
El cuerpo inclinado hacia atrás
levemente suspendida del cigarro.
Tus pensamientos vuelan cabizbajos
entre el humo del tabaco.
Te hablo desde la distancia,
mi voz no te alcanza,
la tuya me trae la melodía, el ritmo,
la candencia de tus poemas.
La vanguardia y la postvanguardia,
tu revelación de que no lo son.
Ahora sé que juegas con las palabras,
que dibujas castillos en el aire,
vuelas a los mundos interiores
del universo de tu alma,
eres poseída por todos los elementos,
en todos los lugares, en todos los momentos
en todas las pasiones.
Abrazada a un poema te transportas
a una nueva galaxia,
regresas a la tierra .
a tu vida terrenal y cotidiana.

Desde fuera de los limites
de tus poemas,
lejos de la vÍa de escape. Me dices;
" tengo que dejarte va a llegar mi pareja
y se puede molestar "
Ahí te quedas en medio del salón,
suspendida del cigarro, debatatida,
la cabeza levemente inclinada
hacia abajo,
entre el humo del tabaco y la soledad.
Del proyecto de poemario Poemas Peregrinos.

TIENE FUEGO EN EL CUERPO CUANDO BAILA.

Ella me dijo que cuando baila,
tiene fuego en el cuerpo y en el alma.
Voy buscando los signos , los códigos,
los elementos terrenales,
suspendidos en los laberintos del destino.
Que me lleven a las constelaciones de su alma,
a la geografía de su cuerpo,
a renacer en la pasión
de los volcanes despertándose en ella.
Al deseo, al ritmo y a la candencia
de la pasion infinita.
Ella tiene fuego en el cuerpo cuando baila.

UN SONETO A CELIA HART SANTAMARÍA.

Mi sentir a tu memoria, a tu alma, a tu recuerdo
lo escribo porque en ti pienso, y no puedo evitar
pensar que nunca más tu presencia de ensueño.
el dolor viene a mi ser, no lo puedo remediar.

Aay!! penas, penitas, penas de mi corazón.
Eras una isla de esperanzas, sueños e ilusiones
la brisa fresca de la revolución, una canción, un son
alma libertaria, vuelas por la vida, entre las gentes.

Tu mirada sincera de ojos soñadores, tu palabra precisa
tu sonrisa perfecta, tu voz al viento llevando la esperanza.
Celia eternamente tu aquí y ahora, más allá de los tiempos.

Eres mi primer pensamiento, la primera poesía
de éste poemario, que nace con el dolor de tu partida
nace a tu memoria, va volando hacia tu alma.
Del proyecto de poemario Poemas Peregrinos.
PÁGINA 31 – CUENTO

SIN NOMBRES, SIN ROSTROS NI RASTROS

Por Jorge Eliécer Pardo (Tolima/Colombia)
http://jorgeepardoescritor.blogspot.com/

A las amorosas mujeres colombianas

Como a mis hermanos los han desaparecido, esta noche espero a las orillas del río a que baje un cadáver para hacerlo mi difunto. A todas en el puerto nos han quitado a alguien, nos han desaparecido a alguien, nos han asesinado a alguien, somos huérfanas, viudas. Por eso, a diario esperamos los muertos que vienen en las aguas turbias, entre las empalizadas, para hacerlos nuestros hermanos, padres, esposos o hijos. Cuando bajan sin cabeza también los adoptamos y les damos ojos azules o esmeraldas, cafés o negros, boca grande y cabellos carmelitas. Cuando vienen sin brazos ni piernas, se las damos fuertes y ágiles para que nos ayuden a cultivar y a pescar. Todos tenemos a nuestros nn en el cementerio, les ofrecemos oraciones y flores silvestres para que nos ayuden a seguir vivos porque los uniformados llegan a romper puertas, a llevarse nuestros jóvenes y a arrojarlos despedazados más abajo para que los de los otros puertos los tomen como sus difuntos, en reemplazo de sus familiares. Miles de descuartizados van por el río y los pescadores los arrastran a la playa para recomponerlos. Nunca damos sepultura a una cabeza sola, la remendamos a un tronco solo, con agujas capoteras y cáñamo, con puntadas pequeñas para que no las noten los que quieren volver a matarlos si los encuentran de nuevo. Sabemos que los cuerpos buscan sus trozos y que tarde o temprano, en esta vida o la otra, volverán a juntarse y, cuando estén completos, los asesinos tendrán que responder por la víctima. Si la justicia humana no castiga a los verdugos, la otra sí los pondrá en el banquillo de los que jamás volverán a enfrentarse a los ojos suplicantes de los ultimados.
Esta noche hemos salido a las playas a esperar a que bajen otros. Nos han dicho que son los masacrados hace varias semanas, los que sacaron a la plaza principal y aserraron a la vista de todos. Quiero que venga un hombre trabajador y bueno como los pescadores y agricultores de por allá arriba y que yo pueda hacerle los honores que no le dieron cuando lo fusilaron. Mis hermanas tirarán las atarrayas y los chiles para no dejarlos pasar, uno no sabe si el que le toca es el sacrificado que con su muerte acabará la guerra. Aquí todas creemos que nuestros difuntos prestados son los últimos de la guerra, pero en los rezos nos damos cuenta de que es una ilusión. Cuando traen ojos se los cerramos porque es triste verles esa mirada de terror, como si en sus pupilas vidriosas estuvieran reflejados los asesinos. Nos dan miedo esos hombres armados que quedan en el fondo de los ojos de los muertos, parecen dispuestos a matarnos también. Muchos párpados ya no se dejan cerrar y, dicen en el puerto, que es para que no olvidemos a los sanguinarios. Los enterramos así, con el sello del dolor y la impunidad mirando ahora la oscuridad de las bóvedas.
Algunos están comidos por los peces y los ojos desaparecidos no dan señales del color de sus miradas. A muchos de los que nos regala el río y no tienen cara, nosotras les ponemos las de nuestros familiares desaparecidos o perdidos en los asfaltos de las ciudades. Pegamos las fotografías en los vidrios de los ataúdes para despedirlos con caricias en las mejillas. Fotos de cuando eran niños, con sus caras inocentes. Las novias hacen promesas, las esposas les cuentan sus dolores y necesidades y las madres les prometen reunirse pronto donde seguramente Dios los tiene descansando de tanta sangre. Las solteras les piden que les traigan salud, dinero y amor. Y cuando las palomas anidan en las tumbas es el anuncio de que deben emigrar para otra parte de Colombia o para Venezuela, España o los Estados Unidos.
Los primeros meses poníamos en sus lápidas las tristes letras de nn y debajo un número para que todos supieran que era un muerto con dueño, o mejor un desparecido reencontrado. Cuando nadie viene por ellos y las autoridades también los dejan a la buena de Dios, los dueños de los cadáveres los rebautizan con los nombres de sus muertos queridos. Es como un nacimiento al revés: parido entre el agua del río y lavado después en la arena. Les llevamos flores, les encendemos veladoras y les regalamos rosarios completos y unos cuantos responsos. Todas sabemos que en cada rescatado hay un santo.
Los lunes nos reunimos en un rezo colectivo porque ya todas tenemos muertos y sabemos que están muy solos y que todavía sienten la angustia de haber sido degollados, descuartizados o ejecutados con desmayo en la humillación. El dolor produce una mueca que nos hace respetar más al sacrificado. A los aterrorizados les tenemos más amor y consideración porque uno nunca sabe cómo es ese momento de la tortura lenta y cómo enfrentaron las motosierras, las metralletas, los cilindros bomba.
Cuando oímos los llantos colectivos de las viudas errantes buscando a sus muertos, en peregrinación por las riveras, como nuevos fantasmas detrás de sus maridos, les damos los rasgos corporales y les entregamos los cadáveres recuperados. Lloramos con devoción y esa misma noche se los llevan envueltos en costales de fique, en sábanas viejas, en barbacoas o en los cajones simples que nosotras hemos alistado para los difuntos santificados. Romerías con linternas apuntando el infinito con estrellas como pidiendo orientación al cielo para no perderse en los manglares, tras la huella invisible del río. Lloran como nosotras la rabia de la impotencia. Cuando no encuentran al que buscan nos dejan su foto arrugada porque ya no importa tanto la justicia de los hombres sino la cristiana sepultura de los despojos.
Nos hemos contentado con recibir y adoptar pedazos porque tener uno entero es tan difícil como el regreso de nuestros muchachos reclutados para la muerte. Ellos no volverán, mucho menos las noticias porque la guerra se los come o los ahoga. Cuando no se los traga la manigua, los matan las enfermedades de la montaña o el hambre.
Nos han dicho que no somos los únicos en el puerto, que en Colombia los ríos son las tumbas de los miserables de la guerra. Los viejos nos han dicho que siempre los ríos grandes y pequeños albergan a las víctimas, desde la violencia entre liberales y conservadores de los siglos pasados cuando venían inflados, flotando, con un gallinazo encima.
Al reemplazar el nn en la lápida por el nombre de nuestro esposo o hijo, la energía que viene del cemento es como la que sentimos cuando nos abrazábamos antes de la desaparición. Lo sabemos porque al golpear la pared y empezar las conversaciones secretas, después de las palabras, aquí estamos, no estás solo, nos llega un vientecito tibio como el calor de los cuerpos de nuestros seres inmolados. Los santos asesinados son los mismos en todo el mundo, en todas las guerras y nosotras lo sabemos sin decírnoslo. A algunas de nuestras vecinas les han dicho que se vayan del puerto, que busquen en las ciudades un mejor porvenir para los niños y muchas se han ido sin regreso posible. Entonces regalan o encargan a su muerto, a su Alfredo o Ricardo, a su Alfonso o Benjamín, para que los guíe y cuide en los largos y miedosos tiempos del errabundaje. Así el puerto se ha quedado con muy pocos niños y las adolescentes desaparecen antes de que los padres las saquen de las zonas de candela. Por eso creemos que nuestros muertos, los descendientes sacrificados que nos da el río, reemplazarán a tantas familias que mendigan por Colombia. Mi esposo seguramente ha sido redimido por otra madre desconsolada, más abajo de aquí, porque hemos sabido que lo arrojaron desnudo y dividido, lo acusaban de enlace de los grupos armados. Tendrá otras manos y otra cabeza, pero no dejará de ser el hombre que amaré por siempre, así me lo hayan arrebatado untado con mis lágrimas. Se me ha acabado el agua de mis ojos pero no la rabia. El perdón, el olvido y la reparación, han sido para mí una ofensa. Nadie podrá pagar ni reparar la orfandad en que hemos quedado. Nadie. Ni siquiera el río que nos devuelve las migajas, nos da la comida para vivir y nos entrega los muertos para no perder la esperanza.
Nuestro cementerio no es de desconocidos como pretendieron hacernos creer. Nosotras no pedimos a nuestros muertos números de suerte ni pedazos de tierra para una parcela, pedimos paz para los niños que aún no entran en la guerra a pesar de que a muchos de nuestros sobrinos los han quemado o arrojado al agua. Los niños no llegan a las playas, no son pescados por manos bondadosas. Dicen que a ellos los rescata un ángel cuando los asesinan. El río los purifica.
Después de tantas noches de cielo hechizado, de tanto llanto contenido, mi hija ha quedado viuda. Por eso está conmigo esta noche en la orilla, rezando para que baje un hombre por quien llorar junto a nosotras. Más arriba hay chorros de linternas. Sabemos que cada uno tiene los muertos que el río buenamente le entrega. No importa que seamos un pueblo de mujeres, de fantasmas, o de cadáveres remendados, no importa que no haya futuro. Nos aferramos a la vida que crece en los niños que no han podido salir del puerto. A nuestras criaturas inocentes las hemos dejado dormidas para salir a pescar a los huérfanos de todo. Mañana nos preguntarán cómo nos fue y nosotras les diremos que hay una tumba nueva y un nuevo familiar a quien recordar.
Bajan canoas y lanchas. No sabemos si estamos dentro de un sueño o nosotras flotamos despedazadas en el agua turbia, en espera de unas manos caritativas que nos hagan el bien de la cristiana sepultura.
Primer premio del concurso nacional de cuento, 2008, en Colombia.
PÁGINA 32 – ENSAYO

LAS VANGUARDIAS ESTÉTICAS Y POÉTICAS

Por Carlos Fajardo Fajardo (Santiago de Cali/Colombia)

Las vanguardias estéticas y poéticas que, según Octavio Paz, son hijas de la edad crítica moderna, hunden sus orígenes en el siglo XIX cuando la duda y el desencanto hacia los llamados "Metarrelatos" modernos son puestos en cuestión por el romanticismo contestatario. "La historia de la poesía moderna, escribe Paz, -al menos la mitad de esa historia- es la fascinación que han experimentado los poetas por las construcciones de la razón crítica" (1986: 65). Y aunque nuestro objetivo no es realizar una exploración histórica sobre los movimientos vanguardistas estéticos y sus más altas conquistas -estudio por lo demás ya muchas veces y de manera somera desarrollado- sí trataremos de ubicar algunos de los tópicos más influyentes en el esplendor y experimentación vanguardista del siglo XX. Por lo tanto, en procura de estos horizontes, nuestra preocupación está en preguntarnos qué nos dejó la modernidad vanguardista y cuales son sus repercusiones actuales a escala estética. Dadas estas premisas, proyectamos un entorno de posibles hallazgos, más allá de una genealogía artística y socio-cultural. Aún más, por el gran proceso de su decaimiento, proponemos una revisión general de sus principales tesis en el actual momento de crisis y agotamiento.
Sustentadas en el "Gran relato" moderno de la emancipación y en la idea de libertad, las vanguardias estéticas, tanto europeas como latinoamericanas, entran en el proyecto universalista y unitario de Occidente, tratando de influir y transformar los cánones no sólo artísticos, sino socio-políticos de su época. De estos postulados resulta su entusiasmo y su vigor, la explosión con la cual se manifestaron. Así, la idea de progreso no era extraña a sus compromisos. El convertir a la máquina -para el Futurismo- en "símbolo universal y en un principio espiritual de signo trascendente en la realidad social histórica" (Subirats 1984: 46), proclama ya un estado de optimismo y seguridad hacia una cierta estética cartesiana que impone la máquina como expresión máxima del poder humano sobre la naturaleza y como instrumento emancipador.
Por otra parte, en las vanguardias dadaístas y surrealistas, "el carácter crítico, negativo, combativo e iconoclasta se compagina con su dimensión política, de movimiento volcado hacia el futuro, como afirmación de nuevos valores, como anticipatorio de una realidad por instaurar: de allí también su carácter profético y utópico..." (Xibelle 1995: 110). Programas para construir un futuro donde el arte tome partido en la revolución social y política. La confianza en la victoria final, unida a los conceptos de temporalidad, progreso, futuro, hizo posible que la vanguardia se convirtiera en un proceso heroico desde el cual se proyectaba un trascendentalismo teleológico, dispuesto a superar tradiciones y paradigmas culturales. Con ello nació una forma de estética de lucha y del triunfo revolucionario y rebelde. La vanguardia fue polémica, desde y contra las versiones de la modernidad, con nihilismos y futurismos anclados en demandas de subversión y de cambio. "Surgida del utopismo romántico con sus fervores mesiánicos, la vanguardia sigue su curso de desarrollo esencialmente similar a la más antigua y comprensiva idea de modernidad. Este paralelismo se debe ciertamente al hecho de que ambas descansan originalmente en el mismo concepto de tiempo lineal e irreversible..." (Calinescu 1991: 100).
El tiempo se posesiona en la vanguardia como un orden secuencial que produce rupturas y metamorfosis dirigidas a un Telos superior, destructor y creador de posibilidades. Exploración, aventura, valentía y afirmación en las fragmentaciones, irán construyendo un sentido, muchas veces dogmático y militante, en el desplazamiento hacia nuevas conquistas. Ya Apollinaire, en 1917, pide comprensión para los aventureros que se enrutan al porvenir:
Vosotros cuya boca está hecha a imagen de la de Dios/ boca que es orden mismo/ sed indulgentes cuando nos comparéis/ a aquellos que fueron la perfección del orden/ Nosotros que en todas partes buscamos la aventura/. Hay fuegos nuevos colores nunca vistos/ fantasmas imponderables/ a los cuales es preciso dotar de realidad... (La bella pelirroja). Este poema sintetiza la visión que Calinescu tiene al respecto:
Lo que interesaba hacer a los artistas de la nueva vanguardia era demoler las tradiciones formales del arte y disfrutar de la estimulante libertad de explorar horizontes de creatividad completamente nuevos y prohibidos hasta entonces, ya que creían que revolucionar el arte era igual que revolucionar la vida. (1991: 115)
Destruir es crear. La máxima de Bakunin, impulsa a la mayoría de ideas vanguardistas del siglo XX. No es extraño, entonces, entender las demandas y exigencias de Marinetti y de André Breton sobre la firme posición en el campo de batalla estético y político. Utopía y sueño. Utopía que impulsa un deseo de superación a escala humana, universalizando el deseo de un arte de experimentación, revolucionario o rebelde, monumental y de resistencia crítica. Mínimo de indiferencia y máximo de diferenciación. El producto tuvo logros y grandes conquistas. Octavio Paz, asiduo defensor del macro proyecto vanguardista, insiste en su libro La otra voz, en darle a estos movimientos valor óntico-estético y civilizatorio:
Fue un cambio, asegura Paz, de tal modo profundo que todavía nos afecta y que, sin duda, afectará al arte y a la sensibilidad de nuestros descendientes .Lo decisivo, no fue la sustitución de los cánones tradicionales -incluyendo las variantes y desviaciones románticas, simbolistas e impresionistas- por los de culturas y civilizaciones extrañas, sino la búsqueda de otra belleza (1990: 43, 44).
Aferrados a esta idea de cambio, las vanguardias elevaron sus manifiestos como promesas y desgarramientos críticos ante los altares de la nueva Diosa Racional, instrumental y capitalista. "la modernidad se identificó con el cambio, concibió la crítica como instrumento de cambio e identificó a ambas con el progreso. La tradición moderna es la tradición de la ruptura, una tradición que se niega a sí misma y así se perpetúa" (Paz 1990: 50, 51).
En un poema escrito en 1924, André Breton invitaba salir a los caminos, subvertir el imaginario social del confort. Confrontación y golpe a las más deseadas ideologías burguesas:
Déjenlo todo
Dejen Dada.
Dejen su esposa, dejen su amante.
Dejen sus esperanzas y sus temores.
Abandonen a sus hijos en medio del bosque.
Suelten el pájaro en mano por los cien que están volando.
Dejen si es necesario una vida cómoda, aquello que se les
presenta como una situación con porvenir.
Salgan a los caminos.
(Déjenlo todo. Fragmento tomado de Setton 1990: 10).


CONTRATAPA:

Y DIOS CREÓ AL HOMBRE - III

Por Maria Dolores Velasco Vidal (Madrid/España)

“…Y lo puso en la Tierra y lo dotó de una inteligencia y facultades semejantes a ÉL”, dice más o menos la Biblia.
El hombre, el ser más perfecto de la naturaleza, la “máquina” más perfecta que ni el propio hombre puede superar, ha llegado al mundo. Un mundo increíble está por nacer.
Al igual que los individuos del reino animal -al fin y al cabo el hombre pertenece a ese reino- posee esas facultades de poder emitir sonidos y comunicarse por medio de ellos.
Hace uso de sus facultades sonoras de manera muy semejante a como lo hacen los animales, pero su inteligencia no es la misma y su comunicación obtendrá enseguida mayor perfección. Lo hará porque está dotado de facultades superiores al resto del mundo animal, teniendo en cuenta que no solamente posee la facultad de razonar sino de emociones y sentimientos.
Y esto ya son palabras mayores, porque estas facultades harán que el hombre pueda descubrir, experimentar, desarrollar, valorar y perfeccionar todo lo que lo rodea, así como también sus propias aptitudes.
Impresiona darse cuenta de la aventura tan maravillosa que los seres humanos, han desarrollado a través de los tiempos. Nada más valorarlo produce admiración y orgullo.
En principio, suponemos que los hombres primitivos, usando sonidos semejantes a los animales, estableciendo sonidos para llamarse, para advertir de los peligros, para unir a su prole, a sus familias, a sus tribus… también para cazar, etc., logran entenderse sin problemas. Ya ahí se puede decir que el hombre empieza a desarrollar la musicalidad. La palabra es música, -esto lo veremos detalladamente en otro espacio– es la facultad propia del ser humano; él la manejará, la desarrollará y la perfeccionará día tras día.
En medio de una naturaleza llena de elementos que ve, que utiliza, con los cuales experimenta, ruge como el más fiero de los animales a los que se tiene que enfrentar –para no ser menos y no dejarse intimidar–. Es capaz de imitar el sonido de otros animales al mismo tiempo que se deleita con los fenómenos que la madre naturaleza le regala: el caer de una lluvia mansa, el riachuelo cantarín, las hojas sacudidas por el viento, el propio viento silbando a modo de flauta al pasar por las ranuras o los huecos de los árboles. Bellos sonidos musicales que la naturaleza le brinda y él sabe apreciar.
No resulta difícil imaginarlo extasiándose con el canto de los pájaros, imitándolos… haciendo música… y encontrando en ello el goce de repetirlo y perfeccionarlo. No resulta extraño pensar que el momento del recogimiento nocturno la diversión consistiera en la emulación de sonidos y movimientos de otros seres vivos, dando comienzo a expresiones rudimentarias de música y danza.
Independientemente de los sonidos que emplea para la comunicación con sus semejantes, no debemos olvidar que posee la capacidad para poder hacer uso de otros elementos utilizados en su supervivencia y la habilidad para convertirlos en herramientas útiles
El uso de dichas herramientas le hace descubrir un mundo sonoro desconocido para él: golpes acompasados, roces de piedras, despiece de la caza, etc., en una palabra: ritmos.
Sabe que golpear una cosa con otra y con determinada secuencia resulta divertido. Se da cuenta de que no es lo mismo golpear dos palos que dos piedras, y si, además, atiende a como suenan dichos elementos combinados descubre que es diferente y que las posibilidades sonoras son muchas.
El hombre continúa su quehacer por el mundo, descubriendo cosas nuevas día tras día, hasta perfeccionar los utensilios que precisa para poder vivir. Elabora herramientas más sofisticadas, como es el arco, una de las herramientas más primitivas, y pronto descubrirá que si golpea la parte más flexible del arco, rozándola, emite un sonido y es agradable. Ya tiene en sus manos uno de los primeros instrumentos musicales propiamente dichos. En las pinturas rupestres de algunas cuevas hay representaciones de hombres cazando con arcos en la mano y figuras humanas en actitud de danza.
Hallazgos de instrumentos:
ERA GLACIAL:
En el último periodo de la era glacial provienen las primeras flautas de orificio hendido, de huesos de reno, solo tenían un agujero.
ERA PALEOLITICA:
Los más antiguos son las flautas de falanges, de huesos de pata de reno. De finales de esta era datan flautas de 3 y 5 agujeros (¿pentatónicos?) que son ya instrumentos puramente melódicos y pinturas rupestres en las que aparecen arcos para el lanzamiento de piedras que posiblemente se emplearan como arcos musicales.
ERA NEOLÍTICA:
En el tercer milenio a.C. se encuentran en Europa tambores de mano hechos con arcilla. De la misma época aparecen sonajas del mismo material, con forma de pequeños animales o seres humanos.
EDAD DE BRONCE:
En Europa se encuentran cuernos de animales y también cuernos construidos en metal, que usan como instrumento musical de viento. Otros instrumentos de esta etapa son: trompetas, láminas sonoras, sonajas de latón, sonajas de arcilla…etc.
Desde entonces sigue en su incansable tarea de descubrir, investigar y perfeccionar toda esa belleza natural que se le entrega generosa: el mundo de las sensaciones, el mundo del color, el mundo del sonido… Un mundo donde puede crear y combinar los elementos a su modo y manera, a lo que su creatividad le lleve.
© Maria Dolores Velasco Vidal

Todos los textos, fotografías o ilustraciones que integran el presente número son Copyright de sus respectivos propietarios, como así también, responsabilidad de los mismos las opiniones contenidas en los artículos firmados. Gaceta Literaria solamente procede a reproducirlos atento a su gestión como agente cultural interesado en valorar, difundir y promover las creaciones artísticas de sus contemporáneos.

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