Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com
GACETA LITERARIA Nº 65– Abril de 2012– Año VI – Nº 4


Imágenes: BEAUTIFUL WORLD

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

EDUARDO GALEANO
(Montevideo-Uruguay)

ACERCA DE MODELOS ECOLÓGICOS.

Los asesinos del planeta derraman de vez en cuando alguna lágrima, para que la platea sepa que también tienen su corazoncito. Pero es puro teatro. Bien saben que los modelos de vida de hoy, que ellos imponen, son modelos de muerte. Me pregunto a qué planeta se mudarán estos elegidos del Señor cuando terminen de exprimir la Tierra hasta la última gota. –


PÁGINA 2 – CUENTO

VICENTE ANTONIO VÁSQUEZ BONILLA
(Ciudad de Guatemala-Guatemala)

LA PROFANACIÓN

Xinabajul de oro
Primer lugar en la rama de cuento, en el certamen:
Juegos Florales Nacionales: “Fiestas Julias” 2004. Huehuetenango. Guatemala.

Arnaldo es un hombre joven de escasos veinticinco años, moreno de complexión media, de mirada taciturna y exigua instrucción. Viste ropa de marca de manera despreocupada gracias a las milagrosas pacas que inundan el país. Aceptó el trabajo que desempeña en la actualidad, obligado por la necesidad, ya que vivía en condiciones infrahumanas en uno de los asentamientos de la lejana capital.

— ¡No quiero estar en este pueblo! —Protesta en lo más intimo de su ser—. ¿Pero qué hago? Aquí me siento aislado, perdido y lo que es peor, lejos de la mujer que amo. Bien dicen que: la necesidad tiene cara de chucho.

Arnaldo procede de la ciudad de Guatemala y en éste remoto lugar del norte de Alta Verapaz, la soledad y la distancia lo mantienen sumergido en la tristeza. No hay facilidades de transporte ni medios viables de comunicación. Y Camila, su novia, quien también se halla ahogada en la pobreza, no tiene teléfono celular y en el asentamiento en donde vive no hay un aparato cercano. La única forma de mantener la relación es por carta y éstas tardan en llegar. Parte de la travesía del correo se realiza en bestia o a pie, una vez por semana y eso es así, cuando todo marcha bien.

La incertidumbre lo está matando. Alguien le dijo: que amor de lejos, es de pendejos y esa frase lapidaria bastó para que se hundiera en lo más profundo de la desesperación. Su temor es que otro hombre se cruce en el camino de Camila y le robe su cariño.

El anciano más sabio de la aldea, quién conocía de sus aflicciones, le había aconsejado que para comunicarse con su amada, aunque fuera en una sola dirección; es decir, sin recibir respuesta, al contrario de lo que sucede con los benditos teléfonos, que saliera de la vivienda a la media noche y en un lugar apartado, viendo hacia la luna, se dirigiera a la dueña de sus pensamientos; utilizando a manera de teléfono uno de sus zapatos. El secreto, le había recalcado, está en hacerlo con fe y que ella, de manera telepática e inconsciente, recibiría sus mensajes, y en consecuencia no lo olvidaría y le sería fiel.

—Yo no creo en lo que me dijo ese viejo —reniega con cólera—, deben ser babosadas, a lo mejor su intención era burlarse de mí. Pero no tengo nada que perder y voy a probar.

Durante varias noches, Arnaldo ha salido al milperío y con pasión le ha enviado mensajes a la causante de sus desvelos.

–Después de todo, si seré baboso, yo aquí escondido entre la milpa, hablando como loco con un zapato hediondo, menos mal que es el mensaje el que le va a llegar y no su olor, de lo contrario estaría perdido —se dice y sonríe con amargura.

La desesperación que permanece en él, de manera obsesiva, lo lleva a comunicarle al anciano:
—Seguí su consejo, Don. Pero creo que no es efectivo y mis temores continúan vivos. Si no tuviera necesidad de la chamba, otra cosa sería. Hace tiempo que hubiera volado al lado de Camila o ya me la hubiera traído como mi conviviente. Pero ella por fuerza quiere matrimonio y con qué la voy a mantener. ¿Con mi mísero sueldo? ¡No!
—Mirá, patojo, de todos es sabido que la fe mueve montañas. Si querés algo más efectivo, hacé lo siguiente: siempre usás el zapato, le enviás tu mensaje a media noche cuando la luna esté llena y utilizando el corazón de un niño...
—¡¿El corazón de un niño?! —le interrumpe, alarmado.
El anciano ve para todos lados y hablándole al oído le da las instrucciones de lo que tendría que hacer.
Arnaldo se queda más triste de lo habitual.
—¿Cómo voy a conseguir el corazón de un niño? ¿Acaso los venden en las farmacias? ¿O para lograrlo tendré que convertirme en asesino?—. Se dice con desesperación.

Cerveceando con Claudio, el enterrador del pueblo, le cuenta sus penas y Claudio le indica:
—Mirá, vos, hoy enterramos a un niño, el hijo de la nía Meches. La tumba aún tiene la tierra floja, vamos, lo desenterramos, le sacamos el corazón y hacés lo que tengás que hacer.
—¿A lo macho? ¿Vos serías capaz de hacerme ese favorazo?
—Claro que sí. Vos naciste parado. Precisamente, hoy es día de luna llena. Eso sí, vos; después de que hagás tu babosada, me tenés que devolver el corazón para que se lo coloquemos de nuevo al niño, así, su alma podrá descansar en paz y no tendrá que salir a buscarlo.
—Te lo prometo, mano. Yo te devuelvo el corazón de inmediato.
Arnaldo y Claudio animados por las cervezas salen rumbo al cementerio, toman las herramientas que habitualmente usa Claudio y con facilidad desentierran al pequeño difunto. Debido a la pobreza de los deudos, el cadáver no fue encajonado, se encuentra envuelto en sábanas pegadas con cinta adhesiva. Arnaldo animado por la fuerza que le da el amor o los celos, abre el pecho del muerto y extrae el corazón. Él esperaba que al abrirle el tórax, brotara tanta sangre que le salpicaría las manos y los alrededores, pero no fue así.

Contento, se aleja de la tumba.
—Hay te apurás, vos —le indica Claudio—. Aquí te espero.
—Vaya —es su única respuesta.
Va en busca de un lugar discreto fuera del alcance de los ojos de su amigo. Ahí cumplirá al pie de la letra las instrucciones que le dio el anciano.
Mientras camina en busca del espacio apropiado, oye algunos ruidos extraños, pero no les presta atención. Se los atribuye al viento.
Estoy haciendo esto —se recrimina—, pero no estoy seguro de su efectividad, es más, lo creo una patraña. Sí, me considero víctima de un engaño. Pero ¿por qué sigo adelante? ¿Qué me impulsa? ¿Será el amor? ¡No lo sé! Pero como bestia, sin razonamiento alguno, aquí voy. Siento como que yo mismo me observara, y veo al ingenuo, abajo y delante de mí, caminando a altas horas de la noche con un corazón en la mano, fruto de la profanación de una tumba y todo por aceptar hasta lo absurdo para conservar el amor de la mujer que amo.
Llega a un lugar que le parece conveniente. Coloca el corazón en uno de los nichos que lo rodean, se quita el zapato y empieza a transmitir el mensaje, que va dirigido al amor de su vida. Su mirada está fija en la luna.

Creo que el secreto —racionaliza—, de enviar el mensaje a través del zapato, está en que la luna que alumbra este cementerio al mismo tiempo lo hace sobre el lugar en donde vive mi amada. Supongo que esta acción es similar a la de un satélite de comunicaciones que recibe el mensaje procedente de un lugar de la Tierra y lo descarga en otro. No encuentro otra explicación.

Terminada la primera parte de la fórmula, se apresta a tomar el músculo cardiaco para cumplir con las instrucciones que le indicó el anciano, y que sin duda lo amarrará con lazos de amor indisoluble al corazón de su amada.
Alarga la mano para tomar la víscera. ¡No está! La busca alrededor del nicho y no la encuentra. Un escalofrío recorre su columna vertebral. ¿Cómo es posible que haya desaparecido? ¿Vendría el difunto por ella?
El tiempo se va y no puede completar el rito.
—Bueno, ya habrá otra oportunidad —se dice a manera de consuelo.
Ahora su pena es no fallarle al amigo, quien espera a que vuelva con el órgano para restituírselo al pequeño difunto.

Para su fortuna, la casa en donde vive está cerca del cementerio. En los pueblos todo queda cerca. Y recuerda que en la vivienda hay menudos de marrano y entre ellos vio un corazón.
—No creo que mi amigo note la diferencia —se dice. Ni que se pusiera a examinarlo, no tiene ningún motivo para hacerlo y menos en la oscuridad.

Más tarde, ya con el corazón de marrano en la diestra, va en busca de su amigo y de la tumba profanada. De nuevo escucha los misteriosos ruidos. Es como si alguien lo siguiera. Cuando él se detiene, el ruido también lo hace. Vuelve a ver y no hay nadie. Camina de nuevo y el ruido lo sigue. Se voltea y a lo lejos distingue una silueta blanca que pasa con rapidez entre dos mausoleos y tiene la sensación que brotó y se desvaneció en la nada.
Los nervios empiezan a traicionarlo. Aprieta el paso. Juraría que la tumba y su amigo están cerca, pero no los distingue. Se le viene a la memoria un cuento de la tradición oral guatemalteca que le narraban cuando era niño y que lo asustaba. Era sobre un muerto al que le quitaron una nalga y en su lugar le colocaron un guacal. Y luego, por las noches, salía a buscarla e iba diciendo por las calles: dame mi nalga y te doy tu guacal.
—¿No será que el niño difunto me está siguiendo en busca de su corazón y yo tratando de engañarlo con otro, y lo que es peor, con uno de animal?—, se pregunta, mientras su temor sigue creciendo.
Camina otro poco y los ruidos lo siguen. Es como que algo reptara detrás de él. Da media vuelta, baja la vista y sonríe. En el zapato que no utilizó a manera de teléfono tiene pegado un pedazo de cinta adhesiva. Cuando camina, lo arrastra y éste ocasiona los ruidos al atravesar la pequeña vegetación que crece entre las tumbas. Retira la cinta y continua la marcha.
A consecuencia del frío del amanecer y como resultado de las cervezas que tomó, siente deseo de orinar. Coloca el corazón de marrano sobre el pequeño nicho que tiene al alcance de la mano y orina con fruición. Termina. Se siente aliviado, pero al moverse pierde el equilibrio y cae dentro de la tumba y sobre el niño fallecido, a quién, sin darse cuenta, había orinado.
—¡Mierda! —Expresa con cólera— Y todo porque el gran cabrón de Claudio no me esperó.
El cadáver está empapado gracias a la hermosa orinada que da la cerveza y él, que cayó encima, se mojó y enlodó por el efecto de su propia micción.
—Ésta es la venganza del difunto. —Se dice con remordimiento y con un temor que crece y amenaza con invadir todo su ser. Distingue de nuevo la silueta blanca que se mueve afuera de la tumba. La valentía que le daba la embriaguez hace tiempo que se ha desvanecido y el temor se transforma en terror, al verse solo, dentro de la tumba profanada, en compañía del difunto y afuera un fantasma. El fantasma de quién sabe qué alma en pena.
—Debo apresurarme —dice, hablando para sí mismo—. Le colocaré el corazón, no creo que se dé cuenta del cambio y lo sepultaré de nuevo. Mañana me va oír el serote de Claudio.
Con dificultad, comienza a salir de la tumba. Allí, a poquitos centímetros está el corazón. Alarga la mano para tomarlo, cuando sorpresivamente el perro blanco del cementerio cruza frente a él y se lo lleva.
Arnaldo sorprendido, da un grito de terror y cae de espaldas dentro de la tumba y sobre el pequeño difunto, para no levantarse jamás.


PÁGINA 3 – NUESTRA POESÍA

MONICA LAURENCENA
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

LA POESÍA

En el lacio néctar de las horas que pasan,
no hay senda más luminosa que la poesía.
La Palabra que seduce mis sentidos
–diosa verbal reencontrada-
Exiliada en el mundo de los ideales recorridos.
Expectante de reingresar a la rítmica locuaz luz…
verso que como manantial
reencuentre su cauce.

Allí…
Tal vez sostenida por la búsqueda del verso
que me interna en la flor del universo
en la vida de las gentes…
en la conversación de los días que fugan
en pos de las verdades milenarias…

Vienes fiebre de noches…
Extirpas mi corazón humedecido
en los abismales recuerdos…

Juramentada de sílabas, la voz…
dotadas de ricas mieses y alambicados modismos…
Antigua lírica de mis antepasados
ellos venidos de Castilla-Logroño-la Vieja

Buscada hallada turbia silenciosa mágica…
Ella-amada secreta- en la fugaz ausencia,
hacia vos marcho ligera sin alas…
Sin perfume de noche estelar
Sin la lluvia de los entristecidos
Sólo casi desnuda de mí
Estoy en vos, con vos
Soy tu cuerpo de primavera que nace.

A tu rudimentaria cueva pronunciada
por el hombre me congrego...
Anuncian las estaciones
que aún vives en mí …
Eres mi compañera lúcida y bella

Mi propia copa ancestral que grita ser
acuñada en moneda de río y luna…
habiendo bebido todos los romances
en la cuna de mi niñez
con las plateadas ilusiones
del invitado al festín y al convite
de su próxima venturosa límpida canción.
Te bebo con fruición,
eres miel de mi sangre
despojada de toda ilusión …
Te bendigo…
La noche universal abriga a los hombres
a los poetas que cantan .
Estiro mis manos y allí estás
rica de plumajes y libertades…

No necesito dios para seguir viva
eres mi eterno rito de iniciación.
Mi cumbre y mi caída.
Mi dolor y mi alegre estancia.
Mi silencio de asombros ante el hombre
que anda posponiendo la planetaria dimensión
de la vida.

Tu letra grabada en el papel vivo
hace mimos y garabatea
con un beso limpio de la mañana,
casi sueño casi alba…
Y allí así sin querer vuelvo al milagro
del corazón
que centellea con la mente …
Y libo agradecida
como el picaflor tu néctar…
tu riqueza de
saudades manjares pétalos intenciones
Y se me hace que nunca podré dejarte, amiga
Y que nunca abandonaré tu casa
…de infinita ternura ancestral…


PÁGINA 4 – ENSAYO

ELI QUEZADA
(Santiago de los Caballeros-República Dominicana)

MUJER-MEDUSA, MUJER DE ESPEJOS...

“Lo único que estropea la felicidad es el miedo” Clarice Lispector. Aguas vivas.

La risa remedio infalible, simbología del placer, de la felicidad, del bienestar y del poder. Estallas de risa cuando te sientes plena, liberada, saciada, y cuando te enfrentas a situaciones de goce, solaz y divertimento. Medusa muere al verse reflejada en el bruñido escudo de Perseo. Y entonces, cesa su risa. Cesa su “supuesta” maldad. Queda petrificada en el otro lado de ese espejo que se transparenta en el escudo. No en vano el libro de Hélène Cixous lo llamó: La risa de Medusa.
El pensamiento de Hélène Cixous está basado en la siguiente proposición: su rechazo elemental de la habitual jerarquización del discurso (filosófico, literario, cultural) en oposiciones binarias, por creerla una práctica reduccionista que somete siempre, de forma violenta uno de los términos de la pareja. Y que es el causante de la marginación que ha sufrido a lo largo de la historia, la mujer. Trabada en un diseño falogocéntrico a lo femenino/pasivo en oposición dialéctica con lo masculino/activo, que la ha convertido en mero objeto, en divinidad mítica, pero expectante y como ella dice en su libro: La risa de la medusa- "ella (la mujer) es cuerpo prisionero de su mirada". Lo que Cixous denomina "la gran impostura masculina" es esta concepción tradicional del deseo masculino vinculada a la apropiación, a la destrucción del otro, de lo otro, de lo no-propio entendido como amenaza, o, en términos psicoanalíticos, como emasculación. Y sí es cierto que el hombre es quien se ha impuesto; también lo es, en menor escala, las interdependencias, los controles y la apropiación también han sido usados, para mal, también por las mujeres. Por eso, me encanta la teoría de Armando Almanzar sobre los neutros, los its...Lo femenino, Lo masculino.

Para Cixous, el ámbito privilegiado que puede salvaguardar este "dejarse surcar por el otro" es la escritura, una escritura nueva, femenina, una escritura futurista. Es un reto que significa que: “la mujer acepta lo del otro". Propone una escritura de las mujeres, pero no de ellas exclusivamente, ya que para Helen Cixous el pensamiento de la feminidad elude cualquier restricción sexual hombre/mujer, para ampliarse en una nueva categoría que recoja, precisamente, este dar cabida a lo Otro, a lo tradicionalmente excluido, marginado.

Al escribir, la mujer se debe apropiar de su cuerpo: un cuerpo conveniente del que se le ha impedido gozar; un cuerpo que es el propio texto, o un texto que se materializa a través del propio cuerpo recobrado. La puesta en crisis del sistema patriarcal que supone la lúcida labor cixousiana invita a inaugurar un nuevo ámbito de reflexión-acción que dé cabida a un pensamiento de "la diferencia" -en términos eminentemente, Derridianos- una de cuyas bases, es laeconomía libidinal femenina, no apropiadora como la masculina, sino "dadora", no excluyente. La mujer tiene la gran capacidad para des-apropiarse sin egoísmos". Por eso trata la bisexualidad femenina concebida como lainscripción del otro en el sí mismo, característica más difícil de hallar en el hombre, y, ese es uno de los problemas… ya que la presión del sistema falocéntrico le exige "aspirar a la gloriosa monosexualidad fálica"- Y es esto último, señoras y señores, a lo que aspira este ser humano-mujer… que suscribe. A la concienciación masculina de la bisexualidad en cada uno de nosotros dos. Yo creo que el tema de Lo femenino…tiene que tratarse en conjunción necesaria y pródiga junto a Lo masculino. Y no es que sólo la mujer debe cambiar su discurso; pero también el hombre debe entender a la nueva mujer, siendo un nuevo hombre. No tratando de volver en círculo a lo mismo sino afrontando los cambios que ambos, tanto el hombre como la mujer deben sufrir. ¡Vamos a dejar que lo irracional prime como categoría abarcadora de los conceptos simbólicos!
Atrapados por la concepción falocéntrica de la sexualidad que defiende Bataille cuando dice: “"Esencialmente, el campo del erotismo es el campo de la violencia, el campo de la violación," dice Bataille en L'erotisme. p. 30 Sin llegar a hacer apostasía, me transporta a un mundo de inquisidores, donde la cama era prohibida y la sexualidad era vetada para la mujer-piadosa… terreno fértil para lamujermala…en el entendido que sólo pueden sentir y dar placer las prostitutas. Las teorías de Bataille coloca a la mujer en una posición pasiva y receptora… y al hombre en una posición activa, violadora…y de poder. Entonces entre un misticismo irreal en contra del goce, del placer del otro-otra; que, de por sí, es imposibilitado por las leyes de la perdurabilidad química-física; diferencias irreconciliables desde las bases teóricas pero no así desde las bases espirituales que no religiosas…se contraponen cadenas aprendidas, traumas y contingencias en el más profundo recinto de la sub-conciencia masculina, y, por tanto, femenina. De modo que siempre tendrá que verse lo femenino en conjunción con lo masculino como lo blanco y lo negro, como el principio y el fin, como la vida y la muerte; de los pares que propone Jacques Lacan. Somos Ying y Yang y claro que somos, tentadoramente, diferentes.

La risa de Medusa, (medusa satanizada por el mito) es la risa de la mujer total, la mujer que reconoce su cuerpo y que puede alcanzar los lugares cimeros de una conjunción, necesariamente—binaria e incluyente para mí, para nada reduccionista con el otro, la otra o por si misma. Y es que, aunque no es tema, creo que un hombre y una mujer; o, para no discriminar preferencias, una pareja, (Hetero, bi, homo-sexual) cuando llegan al verdadero clímax, sienten una unión abstracta significativa que los conecta más allá de lo físico. Que si la pasión es efímera, lo es. Que si el amor-alucinación-pasión es atemporal, puede ser… que si la rutina vence esos estados primarios del enamoramiento o embobamiento... También. Pero quedan las ideas, la ternura, la admiración, la divinización del otro-a. Queda el verdadero amor que define el libro sagrado y más completo.


PÁGINA 5 – CUENTO

NESTOR PANSERI CABELLO
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)

LOS CUERVOS O LA CIÉNAGA

Estaba agotado. Luego de haber recorrido los alrededores, sin encontrar viviendas ni gente, regresó al lugar a sabiendas de que estaba perdido.

Tres horas atrás su sofisticada camioneta lo había decepcionado, la transmisión cuatro por cuatro no funcionó, y parte de la misma había sucumbido en la ciénaga. A esa altura estaba arrepentido de ser tan suficiente.

Con la ira regodeándose en su alma recordó al campesino cuando le dijo, -¿va a ir solo?, mire que es un camino jodido-.
-No se preocupe tengo experiencia- le contestó, insultando a su soberbia y al premonitor lugareño.

Se sentó y secó su transpiración. Una espesa vegetación y cientos de mosquitos lo rodeaban, su mente estresada se agudizó en búsqueda de una solución.

Un ruido casi imperceptible lo hizo mirar hacia arriba. Ahí estaban, observándolo, como espectros alados, negros y lustrosos, una decena de cuervos de tamaño considerable. Una escalofriante inquietud tomó forma en el consciente del hombre.

Quizás, porque percibieron su temor, los pájaros, alterados, comenzaron a graznar.

Poco a poco se fueron acercando, algunos más decididos hicieron punta llegando a sus pies, por reflejo el hombre sacudió sus miembros espantándolos, sabía que en breve atacarían decididos.

Con suma determinación, se levantó veloz y sin darles oportunidad a las aves, se introdujo en la camioneta.

Luego los cuervos se fueron posando en el techo y el capot, entonces el hombre, preso del terror, bloqueó las puertas.

Durante más de una hora los pájaros lo intentaron, pero sus fuertes picos no pudieron contra el acero japonés y los vidrios blindados, luego se marcharon.

Aún tembloroso, observó por el parabrisas y el techo solar. No había graznidos ni siluetas negras ya. Respiró aliviado.

Dio arranque nuevamente. Pensó, iluso, que se podría haber arreglado la transmisión. Entonces, la camioneta pareció moverse y ciertamente lo hizo. Sin embargo, en vez de traccionar hacia atrás, comenzó a deslizarse por peso propio hacia adelante.

Cuando fue consciente de que el vehículo se hundía inexorablemente, intentó bajar, mas, horrorizado, asumió que el sistema eléctrico se había estropeado…

…Al rato los cuervos regresaron, observaron la cola de la camioneta hundida y graznaron su peor frustración, la maldita ciénaga los había birlado…


PÁGINA 6 – NUESTRA POESÍA

© MARTA ORTIZ
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

CAÑA DE BAMBÚ

a la memoria de Mosameet Hena,
ejecutada en Naria, Bangladesh,
el 2/02/2011

Flexible la caña / cimbra la proximidad / de la tormenta
Beatriz Vallejos

El Ganges satelital abre cauces violetas.
Penetra, el delta, una tierra húmeda
de bosques y pantanos:
boca de río sagrado
territorio modelador de la tragedia.

Sigila
-ojo de tigre-
-ojo de ágata-
la sombra azul del tigre real bengalí.

Un solo acto bastará para mochar y tachar
la sombra también azul de Mosameet:
……….---shaluk, loto, nenúfar.

Escena Primera:
El decorado sobre telas negras sugiere un tribunal clandestino: el shalish.
Carátula del conflicto en la mira: “relación ilícita”.
Dictamen: la fetua o fatua

nada fatua, sí asesina.
Enardecido,
letra a letra la transcribe el muftí,
en rústico caftán sumido
sumiso el hombre a la ciega ira patriarcal
ha citado a la inculpada
la solapada
la incestuosa
la manchada incitada a la cita
bocado en bandeja de oro
ambrosía
para todas las bocas de Mahbub, violador.

Pero esa es harina de otro costal
harina protegida,
dogma de fe.

La sentencia pide en cambio cien azotes para Mosameet,
la puta imputada.

Escena Segunda y desenlace:
La acción transcurre en Naria, caserío al sur de Dacca,
capital de Bangladesh.
La coordenada temporal dice febrero, 2011.

Por doquier desparramados hay tallos de bambusa arundinaria
originaria de la India,
caña fuerte con vocación de altura.

Y porque en lo alto enlaza la vara la voz del viento
talla en su hueco y lija y pule oboes y caramillos el luthier.

Pero el lado oscuro del corazón también existe y talla
y en negra dimensión afina su látigo el verdugo
chasquea
el aire antes que la flexible espalda cimbre
como sepulturera cimbra la caña y escarmienta
a la rea Mosameet

devenida surco va naciendo su espalda las ochenta líneas
ochenta semillas plantadas
para un bosquecito de rojas cañas de bambú.

La niña
……….shaluk, loto, nenúfar
también ella vara elástica,
ha resistido el peso de monzones y ciclones

pero no resistirá
este rojo hondo tatuaje:
roturada
crecerá en su espalda el tiempo
proliferadas cañas de larga sombra.

A su resguardo
oirá una tarde el poeta peregrino
el lamento póstumo de la real niña bengalí;
por cada uno de los ochenta versos oídos
él escribirá una flor

ochenta versos
que el viento ha de gemir
en lo alto de las rojas varas de bambú.


PÁGINA 7 – ENSAYO

JOSEP ESTEVE RICO SOGORB
(Elche-Alicante-España)

SCIENTOLOGY, LA BATALLA MÁS LARGA

Tras un largo período de tiempo de absoluto silencio sin publicar ningún libro, el polémico, incisivo y candente escritor, tertuliano televisivo e investigador especialista en sectas Gabriel Carrión, ha roto su mutismo y acaba de editar una nueva obra titulada ‘Scientology, la batalla más larga’ publicada por ediciones WAL (Walking Away Library). Gabriel Carrión cabalga de nuevo por los lares literarios. El ex asistente a variados programas de televisión y experto en esoterismo ha evolucionado notablemente a todos los niveles y de forma íntegra. De ser un extremista azote castigador y bestia negra para todo tipo de sectas, ha pasado a convertirse en la actualidad en un crítico moderado, constructivo. La madurez de la edad y las experiencias vividas en los últimos años le han curtido a la vez que han templado su temperamental carácter y su belicosa pluma.

Polemista anti-todo antaño. Admirado por unos, criticado por otros, temido por algunos, denostado por los poderosos; se enfrentó con brío cual quijote a diversos molinos mediáticos de cuyas batallas sobrevivió no sin algunas cicatrices que hoy en día recuerda incluso gratamente y que ya tiene más que superadas. Parece que atrás han quedado las polémicas televisivas. Estos últimos tres años sabáticos suyos, de mutis literario y de travesía en el desierto, han estado marcados hasta hoy por una confidencial pero intensa actividad investigadora casi detectivesca y secretista. Creó una empresa de comunicación, publicaciones y edición con la que llegó a sacar a la luz libros de otros autores, principalmente novelas. Aunque lo más importante fue para él la investigación realizó sobre el movimiento religioso llamado Iglesia de la Cienciología desde dentro de esta organización, a nivel interno, algo novedoso, difícil de conseguir, insólito e inaudito.

Una investigación que ha culminado con la creación de un libro suyo recientemente editado y que se ha presentado públicamente con éxito en las principales capitales españolas como Madrid, Valencia y Barcelona entre otras; y en el estado de Florida en USA. Gabriel Carrión ya había investigado y escrito sobre la Cienciología años antes aunque desde fuera y combinadamente con otras investigaciones de sectas como los luciferinos, satanistas, illuminati, etcétera. Nadie había escrito ni investigado tan íntima, pormenorizada y detalladamente acerca de la religiosa organización de los Travolta y los Cruise en España y Carrión lo ha logrado. Dificultades para ello las tuvo al inicio de la investigación por parte de algunos de los dirigentes cienciólogos españoles, algo lógico a causa del recelo que despertó quien como él en el pasado se cebó duramente con la organización a la que calificó entonces de 'secta'. Una vez los recelos desaparecieron, Carrión tuvo facilidades para realizar su trabajo. Y hoy, su concienzuda y minuciosa investigación ha dado sus frutos con un inquietante, interesante, atractivo y sugestivo libro que sin duda les recomiendo al margen de las opiniones personales e individuales de cada cual sobre si la Cienciología es o no una secta o acerca de su supuesta peligrosidad o posible carácter benigno o positivista. Es un libro para todos: detractores, partidarios y neutrales o imparciales –curiosos– como yo mismo, que sólo nos mueve el interés y la curiosidad por conocer o saber sobre este sugestivo e interesante tema de evidente actualidad y trascendencia a nivel mundial.

La próxima e inminente presentación del libro será el cercano día 19 de abril en la ciudad de Elche (Alicante, Comunidad Valenciana, España). Población de la que el autor es residente afincado o ciudadano de adopción pues desde adolescente vivió en ella hasta pocos años atrás. En la localidad ilicitana Carrión llegó a tener una librería especializada en temas esotéricos y paranormales y colaboró en los medios de comunicación locales interviniendo en programas de radio y televisión o publicando trabajos escritos de investigación. El acto de presentación de este libro de Carrión sobre la Cienciología tendrá lugar a las ocho y media de la tarde en el salón de actos de la Mutua Ilicitana Maz, en la céntrica Plaza del Congreso Eucarístico, frente a la barroca Basílica de Santa María y entre un vergel oasis de frondosas palmeras. Gabriel Carrión acudirá a esta presentación de su libro acompañado por el presidente de los cienciólogos españoles Iván Arjona; por Isabel Seoane, presidenta de ‘Mujeres por Elche’, entidad local organizadora o convocante, por la editorial Wal y por yo mismo; que con sumo honor y privilegio –todo hay que decirlo– seré el presentador y mantenedor del evento de entrada libre y gratuita para toda clase de público aunque especialmente dirigido a quienes se interesan por temas esotéricos, iniciáticos, gnósticos, etcétera.

‘Scientology, la batalla más larga’ es el resultado de un trabajo de investigación de tres años. Según su autor, es una obra en la que él aclara algunas de las que califica como grandes mentiras vertidas sobre la historia de ‘Scientology’. Asimismo, Durante el acto de presentación del libro, Gabriel Carrión e Iván Arjona clarificarán cuantas cuestiones salgan a la luz tanto sobre la Cienciología como ampliamente en el mundo de las sectas en general. Estamos por tanto ante un evento novedoso, exclusivo y en primicia. Un privilegio para Elche y sus ciudadanos, ya que será la primera vez que se tendrá la oportunidad de presentar en público al presidente nacional de ‘Scientology’, de preguntarle dudas y de que éste se explique informando sobre la Cienciología y abriéndola o acercándola a la sociedad. Hay que destacar que el evento, la naturaleza del mismo y la temática del libro a presentar; encajan a la perfección en la mentalidad, línea o filosofía de trabajo como foro de libre opinión y debate, de la entidad organizadora o convocante; la asociación cultural local ‘Mujeres por Elche’ que preside Isabel Seoane, que viene desarrollando unos interesantísimos ciclos de conferencias-debates-coloquios-charlas a cargo de variados especialistas en temas de rabiosa actualidad y especial trascendencia como intelectuales, filósofos, terapeutas o psicólogos, entre otros.

A Gabriel Carrión cabe reconocerle su osadía o valentía. Sin tapujos ha realizado una declaración pública al respecto de su libro y de la Iglesia de la Cienciología y que ha escrito en redes sociales como facebook. Toda una ‘perla’: <>

Cada cual es libre de pensar lo que quiera.
Secta destructiva o religión constructiva.
Verdad o mentira.



PÁGINA 8 – CUENTO

MARÍA BENICIA COSTA PAZ (Cipolletti-Río Negro-Argentina)

MENTIRA ORIGINAL

La ficción miente y mintiendo expresa una curiosa verdad.
Mario Vargas Llosa

Después de crear su jardín, Dios vio que todo lo creado era bueno.

Luego creó a Adán como ser inacabado para que creciera y se desarrollara. Dios no dijo esas últimas palabras.

Y para que el hombre no estuviera solo le acercó a Eva, un ser sorprendente y enigmático que en seguida lo cautivó alivianando su gélida soledad. El hombre vio que todo a su alrededor era bueno.

Al verlo a Adán, Eva también sintió que todo era bueno, mientras se recostaba sobre un jazmín en flor y se observaba reflejada en las aguas del río, donde la luna hacía pequeñas incursiones en esa diáfana noche.

Dios dijo: “Sólo de este árbol no podrán comer…” Pero había tantos otros...

Adán y Eva dormían uno en brazos del otro; gozando del contacto, de los roces, de la conciencia del otro, celebrando, enamorados, la belleza de las cosas y de ellos mismos. El buen Dios solía besarlos a escondidas, tarareando un “buenas noches”, con su amor cautivante e inmenso.

Un día o tal vez una noche de verano paseando por los prados, los enamorados se encontraron con el árbol prohibido. El hombre ponderó sus frutos, eran más grandes y tenían mejor color que los demás. Adán se decidió. Cauto, le pidió a Eva que arrancara unas manzanas, Eva no quiso. Pero Adán no se dio por vencido, sentía que si era libre, como le había sido dicho, también lo era para comer lo que quisiera. Eva le recordó las palabras de Dios. Pero él, embriagado con su propio discurso, advirtió que para algo Dios le había dado el libre albedrío. “¿Qué podía haber de malo en comer una, _UNA_ manzana? Tampoco había que ser más papista que el Papa!” pensó, adelantándose a los tiempos.

Adán, hombre de pocas palabras, arrancó con decisión DOS manzanas, una para cada uno, las lavó y con gesto entendido sacudió algunas gotitas, que, brillando, cayeron en la piel desnuda de Eva. Ella dudó otra vez, pero al ver a Adán tan exaltado con su audacia, clavó ella también los dientes blancos de luna en ese rojo intenso de la manzana.

Entonces ambos escucharon un estruendo terrible. El cielo se resquebrajó centellando la palabra de Dios, enojada. “¿No les había dicho…?” Rápidamente Adán hizo recaer toda la culpa de su primera desobediencia en la pobre Eva.

Días después, Adán se regodeó con su idea de hacerla culpable y, socarronamente rió a sus anchas al recordar la parte de la serpiente, desopilante invento de su entera autoría.

También pensó con deleite que las próximas generaciones lo evocarían como el primer genio de los relatos ficcionales.


PÁGINA 9 – POESÍA ARGENTINA

SUSANA LIZZI
(Gualeguaychú-Entre Ríos-Argentina)

LOS DADOS DE LA NOCHE

1

No sabe
si es oveja o es lobo
si tiene
garras o suavesura:
es en sí misma penumbrosa.
La eterna sombra de su nombre negado
acontece sobre su opacidad.
Llamarada de silencio le provoca escalofríos.
Allí, en el borde de una habitación insólita
aspira el olor que se desprende de su propio miedo.
Alguien la llama
por su nombre
desde adentro.
Finge no oír otra cosa que el latido exacto de su inconsciencia
porque antes de nacer
ya habían decidido que ella
yacería en ese rincón
bajo el aliento enmarañado de los lobos
lacerada contra el deseo
ajusticiada
o justiciera.
Lobo-Oveja.

¿Qué quedará de su garganta
cuando salga de allí
a tientas entre la sombra impura?
¿Qué encontrará de los otros
ahora
que se ha perdido a sí misma?
No hay dolor entre sus muslos desvelados.
Ya conoce el sabor de la anestesia.
Menos mal.
Algo le aprieta el cuello
ahoga la esperanza,
ella aprende rápido el sabor de la zozobra
por eso
se quita la ropa con premura
apaga la luz
después de ver el color de lo eterno en sus ojos.

2

Al principio
fue una pieza
con su ojo saltado hacia la tarde.
Una caja de cartón
con ella adentro.
Una caja musical
y ella bailando adentro
esa música infernal:
la estrepitosa
disonancia
del azar
latiéndole por dentro
ella bailando
y el azar
estrepitándole el adentro.

3

Paso
taconeo
latido de la calle
pulso
agrio
infértil
negado y conocido
vientre
vaina generosa
casa de los ebrios
de los feos
de los solos
y también
de los ruines.
Su piel se raja de tristeza
se vuelve morada
se lastima
se mancha.
Son cosas del oficio
“Hay que pasarlas”
dice
y retoma
su paso
taconeo
latido de la calle.

4

No la dejen sola
tiene que recoger astillas de esperanza.
Su palabra dormida
no controla la canción que tararea
y se ha convertido en un insulto.
No la abandonen
ha querido absorber su decepción
y consiguió una tarde deprimida
que la enganchó de una cadena que muerde su trayecto
para siempre.
No quiero que la dejen
ahí
como si fuera
una medalla de óxido
una flor mustia y desabrida.
No sería de humanos desterrarla
de su niñez
y arrojarla a los dados de la noche.


PÁGINA 10 – ENSAYO

FREDDY AYALA PLAZARTE
(Latacunga-Ecuador)

PREMONICIÓN A LAS PUERTAS
Selección de la reciente poesía ecuatoriana.
(Fragmento)

Las selecciones promueven y son medios para dar a conocer obra de diversos autores nacionales y proyectarlos hacia fuera de nuestras fronteras. Pero siempre es importante saber lo que sucede en los distintos lugares del país y cómo se va construyendo y dando sentido a otras realidades desde la poesía.

Así, en breves analogías y diferencias presento este libro, Premonición a las puertas Selección de la Reciente poesía ecuatoriana, 17 autores nacidos a partir del año 1979; Oswaldo Calisto Rivera Cachibache (Quito, 1979-2000), Juan Carlos Astudillo (Cuenca, 1979), Luis Alberto Bravo (Milagro, 1979), Johanna López Santos (Quito, 1979), Carlos Luis Ortiz (Alausí, 1979), Rocío Soria (Quito, 1979), Alexis Cuzme (Manta, 1980), María de los Ángeles Martínez (Cuenca, 1980), César Eduardo Galarza (Guayaquil, 1981), Santiago Vizcaíno (Quito, 1982), Fabián Darío Mosquera (Urabá-Colombia, 1983), Dina Bellrham (Milagro, 1984-Guayaquil, 2011), Wladimir Zambrano (Guayaquil,1984), Andrea Samaniego (Quito, 1985), Víctor Vimos (Riobamba, 1985), Yuliana Marcillo (Chone, 1987), Sonia Montenegro (Tulcán, 1988), un grupo de autores que desde cada propuesta dicen y generan significación, es decir cada propuesta dialoga con un patrón simbólico de su propio creador, a la vez, que cada propuesta es un fragmento para ver los grados de ambigüedad de nuestro país (barroco, tropical, andino, latinoamericano); enunciar desde o por fuera de Ecuador es ya una manera de afirmar el origen.

En tales argumentos; podemos dejar una constancia e hilo conductor en la poética de cada autor, en torno a los temas que cada quien maneja, pues la intención no es jerarquizar tendencias o ismos, más aún, compararlos con autores, creo que al hacer este tipo de afirmaciones la poética de un autor contemporáneo pierde vigencia, sino mas bien, nos interesa acercar la subjetividad del lector a la subjetividad del poema y del poeta.

Entonces, tenemos el misticismo en los poemas de Cachibache, al leerlo uno piensa en la antigüedad, mediante el lenguaje entabla un diálogo con un espejo místico, propio de la espiritualidad del ser humano, con paisajes y animales exóticos, jardines, pasajes y personajes religiosos: ¡Ah, monje huyendo entre viragos críos de cafetín!/ alcanzó rasgar de grana sedienta lamentables perfiles en adopción/ velámenes del tatuaje becado/ y fieles articulando la ribera en sudario.

En Juan Carlos Astudillo está latente la ausencia, como espacio trascendental, y el poema es reclamo, es retorno, una búsqueda de sí mismo en lo deshabitado, en sus poemas la memoria se convierte en un letrero para advertir que lo vivido forma parte de una queja: viven las imágenes de mármol entre los sabios verdugos de la agonía,/ sus fauces largas cascadas de ausencia, abismos/ de lluvia enlatada y otros tantos de soledad…

A Luis Alberto Bravo le motiva el por art, la imagen cinematográfica, es decir, su poesía teatraliza la infancia humana –irrepetible –con acciones juveniles que asemejan un filme, donde la moda urbana es un mito que desencanta al individuo contemporáneo, arraigado a un discurso de ironías: Pero hay chicos susurrando/ a las chicas en el oído,/ una canción/ que creían haberla bailado antes. (…) El amor entra en tu corazón/como el humo del vinilo/ en la quema de long-plays.

La poética de Johanna López Santos pone en cuestión al femenino entre un yo “íntimo” y un yo “público” del sujeto, es decir, donde las falsedades cotidianas edifican la vejez en personajes antiguos, pero con el lenguaje deconstruye su feminidad y lo reinvierte en perspectiva angustiosa: En la nostalgia del mes/ vos argumentas;/ de voces pálidas,/ de marcos complejos;/ esta agonía de recuerdos…(…) lo último que deseo es/ mirarme en tus ojos/ para destrozarme de nuevo, nuevamente,/ novatamente….

Carlos Luis Ortiz en su poesía se muestra prosaico, con un manejo de la imagen en símbolo de infancia; es un niño el que escribe, a la vez es un niño y un hombre quien recuerda ejercitando la angustia del tiempo en la repetición, su memoria radica en volver sobre lo vivido con un rasgo metafísico y reflexivo; No me duele el tiempo,/ mi madre vela por mis huesos cuando duermo.(…) Me elevo hacia la tarde/ entro en ella como un hijo desterrado de todos los vientres y de todas las aguas.

Para Rocío Soria el erotismo (advierto que no es el eros seductor) y lo profano son dos virtudes para construir una poética del cuerpo: hiriente, lacerante, autodestructiva, bajo cuatro paredes, son las mujeres; hijas del poema, quienes en el desamor dejan huellas profanas, y ahí el dolor se vuelve humano, cotidiano: Las otras de mí/ deben haberse contenido el peso de las pupilas/ en los pañuelos de sangre (…) Cuerpoamor, cuerponada./ La noche anida muertes subrepticias, /insondables, /pájaros revolotean por las márgenes de los cuerpos (…)

Si pensamos en una ciudad violenta y en ciudades violentas que habitan en cada individuo, entonces, habitamos la poesía de Alexis Cuzme, a la manera de una crónica sangrienta evidencia un malestar individual-colectivo, y sus poemas elaboran una imagen transgresora porque niega las normas del canon social: Escucho Criminal a todo volumen./ La muerte desde dos parlantes/ es más hermosa /que correr la cortina/ y ver a mi vecino/ agujereado en la cabeza.(…) Repugno esta ciudad/ de cuellos rotos,/ gargantas sonrientes/ por tajos demenciales,/ estómagos obesos (…)

La poesía de María de los Ángeles Martínez está sujeta a un conflicto irónico entre el binario; masculino-femenino, es ella (la poesía) la que advierte y reposiciona a la mujer, más aún, hablando en perspectiva contemporánea enuncia con un lenguaje coloquial el permanente quebranto de la convivencia: He visto a mi hombre/ tirado en el baño vomitando/ sus vicios y vacíos/ hasta la madrugada./ A veces le he dejado/ en la fría baldosa. (…) Pero qué importa/ todo el dolor,/ él jamás se acuerda/ al día siguiente/ y yo finjo que tampoco.

Marcar la piel, retornar al ser en dimensión marítima, sustituyendo a un dios mitológico por un semejante suyo, escribir desde la conciencia de lo ausente, elaborar una imagen propia con la palabra donde las paradojas íntimas del hombre están expresadas como un tatuaje, esto parece abrir el espacio simbólico de la poesía de César Eduardo Galarza, ya que cuando recuerda edifica más ausencia: La ciudad que edificaste/ fue cubierta por el mar./ Sus habitantes murieron/ y los dioses templan sus atarrayas/ donde alguna vez escribiste tu nombre.

Santiago Vizcaíno es un poeta que indaga lo insoportable de la condición existencial del ser, desde una óptica desoladora, el empleo de la metáfora le permite condensar un panorama de incertidumbres donde la soledad no actúa como un síntoma, sino que es imagen inquebrantable del sujeto: Olvida que soy yo el habitante que sonríe./ Asimila la virtud del horizonte que se acuesta./ Acompaña esta mañana con los guijarros/ que se descuelgan de la risa (…) Olvida que mañana sabrán que estoy solo,/ que rezaré, bajo la Virgen, y diré:/ «Haz de mí el animal que ríe mientras mira el horizonte».

Desde la imagen del padre, la madre y el hijo, Fabián Darío Mosquera, edifica un mismo cuerpo; onírico, celestial y carnal, en su poética hay resonancias, pulsiones que elaboran recuerdos a partir de la memoria y el deseo, la infancia (el hijo) es un mito pero en la medida que recurre al insomnio: ¿Recuerdas, Hermana Madre?/ ¿Recuerdas el grosero silabario de los días sobre el pastizal ardido como boca de/ viejo? (…) Y en esa luz labradora aceptaré malgastarme como en un sexo como en un dios/ cauterizado por el albedrío/ del relámpago.

En la poesía de Dina Bellrham hay una preocupación psíquica y deseante, una exploración interna por visualizar el lado inconsciente del femenino, símbolos como títeres, muñecas, zapatos, sobre todo, un espejo que refleja un “yo” en su otro, su otra, sus otras, quizá sea la metáfora de dar sentido a la condición humana con el conflicto y la lucha simbólica por ser-en-el-mundo: He vivido masturbándome los dedos/ y lamiendo lluvias taxidérmicas (…) Éste intento de hablar con espejos/ ha sido un digerir sin calorías; / me he perdido con el tiempo, soy de ayer (…)

Si asumimos como un metódico insomnio lo que Wladimir Zambrano con su lenguaje poético realiza, una exploración de imágenes delirantes en torno a la realidad externa y desde las cuales interpela sus mundos internos, entonces sentimos memoria, porque entre el hombre, la ciudad y el océano, se ritualiza un viaje que no está en el sujeto, únicamente en el futuro poema: Y otro barco de la piel gastándose en las formas de mi sueño./ (…) una materia que pesa,/ pero se escapa de mis manos…/una palabra que escribo,/ pero se borra…/ Voy a cortarme la mano derecha,/ enterrarla en el jardín
y esperar a que crezca un hombre.

Para Andrea Samaniego poetizar desde el cuerpo es una forma de encontrar provocación en el otro, pero es un cuerpo que se erotiza como imaginario mas que como un performance hecho, es paradójico definir el carácter genérico en sus personajes porque imitan posturas y acciones esquizoides: Muriel agoniza en tu intento fallido/ Tus ganas ebrias esquivaron/ cuerdas y pastillas. (…) Dice que recordar los ceros es vulgaridad/ ¿Deberá usar el escalpelo? Lo he traído por algo/ ¿Comer sushi en su ombligo?/ Si es un performance.

Victor Vimos ha encaminado su poesía en un contexto mediático y ambiguo como la urbe, ya sea por existir una aleación entre la ciudad moderna y lo queda de la ciudad vieja, donde la soledad es un mito para debatir la complejidad irresoluta del ser humano, porque son voces, insonidos, sombras, los que nos acercan a un origen esencial: acostumbrado a esconder las palabras/ en el silencio de otras voces, en el cuerpo de otras voces,(…) aprendí que el origen de la tristeza está en la raíz del aire,(…) y encuentro al niño que fui, remendando/ las alas de un abrazo.

En Yuliana Marcillo indagamos una manifestación irreverente con el cuerpo femenino, cabe pensar en una imagen “monstruosa”, mientras desoculta lo que calla el otro, busca afirmarse en la negación, y lo evidencia desde perspectivas como la ciudad, la moral, la religión, el sexo, y esto en el espectro dualista eros y tánatos: Ella llora en una esquina porque el amor le vio las güevas/ Usa minifalda y en desuso están sus tetas. (…) Tú le estás dando por la vagina/ y yo me estoy dando por los ojos. / Porque no es cuestión de meter y sacar/ si de todas formas me dejas jodida.

Sonia Montenegro elabora un discurso poético vinculado al nexo umbilical de su construcción femenina, referentes como el génesis bíblico (Eva), mitológico (Venus) y una identidad que averigua por sus mujeres a través de cualidades metafísicas como el alma: Duermo debajo del mar que habita en el útero de/ una flor doy un paso, hacia el pasadizo secreto,/ horario obsceno (…) Ella trata de alcanzar ese polvo dorado/que rueda sobre una estrella sedienta.

Y finalmente quisiera mencionar y dar un agradecimiento especial a quienes desde el inicio confiaron y creyeron en este largo proyecto. Premonición a las puertas es un libro que estuvo en las manos y miradas de varias instituciones y personas, pero solo el tiempo prolongado y la paciencia le dieron un espacio propio de visibilidad.


PÁGINA 11 – CUENTO

NORMA SEGADES-MANIAS
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

ENTRE GALLOS Y MEDIANOCHE.

Una vez tuve el pelo renegrido, imaginé el amor en los crepúsculos con aroma a jazmines y el lilazul suicidio de los jacarandáes. Me sumé a los susurros gemidos junto al lago mientras las manos inexpertas despertaban al viento los sentidos.
¡Mirá que somos tontas las mujeres!
Cuando nació mi hija, los viejos no entendieron la falta de firmeza en la defensa de esas convicciones inculcadas a fuerza de arrebato por la hermana Palmira.
Y el pecado cayó sobre mi espalda con furia inusitada.
Desterrada del nido, vagué entre diferentes intemperies hasta caer en esta profesión de mujer que compra y vende relaciones carnales con los hombres en cualquier callejuela.
Todo sitio fue bueno para hacer la comedia del deseo.
Pensiones de mala muerte, obras en construcción, rincones escondidos, plazas, parques, jardines.
Año tras año comercié mi cuerpo. Coticé cada coito. Puse precio a jadeos, a rasguños, a oscuras parafilias.
Así pude comprar esta casona donde encuentran cobijo las ovejas excluidas de todos los rebaños.
Porque una nunca olvida los dolores pasados y comprende y consuela con risa hospitalaria.
Porque, a pesar de todo, nunca he sido una puta cualquiera.
Mantuve mi trabajo de maestra en una escuela alejada del centro.
El salario fue siempre una limosna, pero era una manera de intentar protegerme y protegerla. Aunque sólo fuera por la jubilación y el amparo en salud.
Llegaba amanecida. Me dormía sentada. Los padres levantaban sus muros de sospechas.
Hasta que pude regentear yo sola mi prostíbulo sin que ningún rufián osara desafiarme.
Todos me respetaban.
Como si presagiaran algún perfil de cruenta madrugada.
Como si presintieran la huella de aquel hombre en mis umbrales.
El que golpeó a mi puerta, perentorio. Exigiendo respuestas. Advirtiendo que no permitiría que su hija se criara en un burdel de mala muerte.
Atronando el vacío con sus voces de apremio.
Reclamando el mañana, el amor verdadero que yo salvaguardaba de todas las miserias. Ofreciendo un futuro de soledad, tristeza y agonía.
Poniéndome en el trance de escoger. Así nomás… Entre gallos y medianoche.
Pero el tiempo transcurre con su cuota de olvidos.
La hija se hace grande, se enamora, se casa, se prodiga en los nietos.
Y una se siente vieja. Profanada. Adiposa. Ya no puede siquiera unir muslo con muslo al sentarse en la silla, detrás de la ventana.
Debajo del flequillo platinado, con ojos enmarcados en colores de sombra observo hacia la calle mientras la boca roja, contraída, sostiene el cigarrillo entre los labios.
Y el vidrio me devuelve una imagen extraña. Una mujer que huele a sus propios pecados.
Con la mirada irónica, vacía.
Con la mirada impávida.
Helada como el cuerpo que arrastró entre las hojas hace casi veinte años, y sepultó en la hondura de la tierra, bajo el roble pequeño, en el fondo del patio.


PÁGINA 12 – POESÍA ARGENTINA

JORGE CARLOS ALEGRET
(Río Grande-Tierra del Fuego-Argentina)

1

Hay amores que son de cortes desmanteladas
donde la forma es fondo que pulsa,
un espasmo de fondo,
con machos y hembras sobrexcitados
de cuerpos en estasis y baldíos,
y variaciones de cráneos y calambres de insomnio
escritos en los baños de las terminales,
y eso
mientras camino por el pueblo con mis sueños
de arenas negras,
a veces forma
a veces fondo.

2

Estás quietita, inhibida de traslados, sólo
efectos musculares
y algunos asesinatos microscópicos
que yo disimulo en mi niño idiota
babeando en la ventana, pringoso
de un tiempo decorado con trencitos ingleses
y padres difuntos que vagan en el pánico
de una kermés salesiana;
quietita, se hunde tu cuerpo
y ya no puedo predicarte, apenas estar alerta
con mis modos de insecto después del apareamiento.

3

La carne que se transcribe
en carbón parisién
en ríos infestados
en agónicas caletas
no es bella ni verdadera,
es perro que muere
es momento de puro adentro
que es sagrado.

4

Tesis
la mujer que borda,
con cabellos
de su amante en coma,
una letra mágica
para que nada perturbe
semejante amor.


PÁGINA 13 – ENSAYO

MIGUEL ÁNGEL GAVILÁN
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

TRUMAN CAPOTE

El joven increpa desde la fotografía de Cartier Bresson, con la traza imprudente del que nació para el escándalo. Está sentado en un banco de hierro; a su espalda tiene unas plantas penumbrosas que dan frescura al rostro trasnochado.

Se crió hipócrita y triste como una navidad sureña. Nacido en Nueva Orleans, le tocaron dos provocaciones ineludibles: la primera, una madre hermosa, avergonzada de la fealdad de su hijo. La segunda, los libros.

Es curioso: la niñez fue una marea de escollos para el chico que admiraba a los hombres desde lejos. Sin embargo, en sus historias más poéticas, esa etapa se vivifica con dulzura de estampa. Cuentan (los que saben que su egoísmo no conoció límites) que en las noches donde se encontraba con el condenado a muerte al que enamoró para escribir su mejor novela, en plan de distracciones le refería las fiestas en Nueva Orleans, las de su infancia, donde las mujeres parecían jacintos y el deseo se dormía entre plañideros mensajes de paz.

Jugará mal las últimas cartas de la mentira. Justamente cuando quiera ser honesto. Los snobs neoyorquinos le darán la espalda ante la imprudente “Plegarias atendidas”, un intento por rascar resabios de verdad para salir del ahogo de su personaje. Porque definitivamente será un excelente actor. Y aunque en “Música para camaleones” afirme que la escritura es un don y un látigo para auto flagelarse, él siempre sabrá huir de Dios, evitándose los golpes.

Dos ojos como dos pozos de furia y una obra que se diluye en evocación de borracheras.

Pero la niñez perdura en sus cuentos como un territorio inconquistable, genuinamente suyo. Recuerdo a Geraldine Page haciendo pasteles de frambuesas, milagreando la miseria como si fuera un regalo divino. La veo sonreír en “Un recuerdo de Navidad”, con la añoranza que confunde desconocidos con familia.

Fantasmas que invaden la vejez, que revelan lo que fuimos, que anuncian nuestra propia mugre (“Miriam” quizás su mejor cuento, es un anhelante relato de la desdicha). Niños que respiran ira mientras besan a sus padres, que traicionan con un sobrio “Adiós mami” desde la ventanilla de un coche, que derrotan el monótono mundo de los adultos, apenas con señalar un juguete o preguntar un nombre.

Como Capote. Previendo venganzas desde la foto.


PÁGINA 14 – CUENTO

CARLOS LUIS IBÁÑEZ TORRES
(Pamplona-Colombia)

CAMINO AL CONVENTO

Cuando apenas asomaba a su adolescencia, su padre, la separó de su casa, y, como si fuera una rosa la desprendió y la llevó a un pueblo que los conquistadores encaramaron sobre los riscos de la cordillera andina en los tiempos de la colonia.

Sin que ella supiera por qué, un día de diciembre, su padre aperó las mulas, y en compañía del capataz y de dos peones, tomó el rumbo hacia el convento donde dejaría para siempre a su hija, que sumisa, salió de la casa donde hacía dieciséis años había venido al mundo, la noche en que su madre muriera, para permitirle a ella vivir.

La ternura, el cariño y el afecto jamás llegaron a formar parte de su vida, no conoció la escuela, ni tuvo amigas, únicamente debió sobrevivir con el escaso y distante sentido maternal de su tía, sometida también por el padre al régimen familiar implantado en la casa, donde aprendió los oficios propios de las mujeres de su época, aprendió también a leer y a escribir porque su tía era maestra en el pueblo, a bordar y a sumar tristezas y a multiplicar soledades.

En sus ojos florecían todas las mañanas, como mariposas diminutas, lágrimas azules que se escapaban de sus largas noches de insomnio y pesadilla, especialmente en el invierno, cuando el furioso río, con el estrepitoso sonar de sus piedras azotadas por la creciente, dibujaba, a través de sus oídos, monstruos de espuma, que rugían muy cerca de su ventana, por donde escapaba su alma frágil buscando en la inmensidad de la casa a su madre, para saltar a sus brazos y enrollarse dentro de su corazón. El río era caudaloso y, debajo de sus aguas crecían seres extraños que le enviaban mensajes de otros mundos, y en sus sueños, los veía llevar a su madre arrastrada por los cabellos hacia un laberinto donde se perdía mientras le suplicaba que la rescatara porque a ella también le hacía falta su compañía.
El día que cumplió sus quince años, el padre le regaló una hermosa foto de su madre, y un hábito de religiosa; y su tía, le cocinó especialmente, y los peones cantaron tonadas negras frente a su ventana, y su madre apareció entre los efluvios de la noche flotando sobre el río, desnuda y sonriente con una corona de laureles que se encendió en mil candilejas que la consumieron poco a poco. Sin ser un día especial, fue diferente; pensó en lo feliz que hubiera sido si su madre estuviera a su lado, y si su padre no le hubiera cobrado con todo el odio del mundo, el precio de la orfandad a que la naturaleza los condenó a ella y a él, la noche que cumplía también quince años de desgracia como ella.
Durante noches y meses buscaba en la memoria una palabra dulce, una caricia paterna, una frase, un gesto de afecto, pero jamás pudo encontrar nada distinto al silencio y al odio callado que su padre le dejaba ver cuando por necesidad debía tropezar con ella en la casa.

El viaje al convento se hizo pesado, el sol de la mañana quemaba su piel indefensa, y el viento golpeaba sin cesar su cara, que muy pocas veces, había estado fuera de la casa. Lentamente, las mulas resignadas, ascendían por la ribera del río alejándose cada vez más del cauce para tomar el seno de la montaña y subir los escarpados montes que conducían al pueblo vecino donde el convento se erigía como un gigante de piedra en la cima del cerro. Marelsa no soportaba el cansancio, y, una mezcla de profundo desamparo, de nostalgia y de rabia la envolvieron, haciéndola explotar en un llanto incontenible que uno de los peones comunicó al padre que encabezaba la caravana, las mulas se detuvieron y se escuchó autoritaria y enérgica la voz que ordenó que siguiera a pié su camino. Los peones la ayudaron a descabalgar, y uno de ellos le dio agua y la alentó indicándole que ya pronto, hacia el medio día, llegarían a su destino.

Una campanada “como una vocecita en el cielo” rodó por los aires y descendió hasta el camino donde los viajeros fatigados y taciturnos tomaron un segundo aire y aceleraron el paso que pronto los llevó al pueblo.

En el convento, una antigua construcción de piedra de tipo español, la abadesa los recibió con una sonrisa apenas cordial, los peones y el capataz descargaron la mula con el equipaje y de inmediato salieron, el padre de Marelsa, habló brevemente con la hermana y luego se acercó a su hija y la besó en la frente, en un instante que se convirtió para los dos en el más largo de sus vidas. Luego, sin prisa, pero firmemente atravesó el corredor de arcos arábigos y desapareció por entre el jardín, dejando a merced de las religiosas a su única rosa, tal vez el único y verdadero tesoro que había tenido en su vida, y al que había renunciado sin un motivo distinto al avatar de la muerte prematura de su compañera.

Pronto los oficios del convento hicieron que la novicia se destacara en los bordados, la cocina y el canto, y las religiosas ancianas y mayores, acudieron a ella para que les cantara, les enseñara el manejo de las agujas, los lienzos y los secretos de la cocina, que llenaban el mundo de la abadía, mientras los días transcurrían en calma.

Lejos de la furia del río, las noches se volvieron apacibles y los sueños traían envueltos entre la fantasía y el silencio visiones extrañas, rostros nunca conocidos de hombres jóvenes con cuerpos de ángeles, que flotaban entre sábanas transparentes y extraños caballos azules que corrían en campos de sauces y margaritas, para llegar hasta el borde de sus sueños. Casi dormida subía a sus lomos y galopaba por la pradera de la noche sin saber de límites, bajo lunas de colores y estrellas diminutas que iluminaban sus cabellos lizos negros y brillantes. Pero siempre, entre sus visiones y delirios, aparecía un joven cabalgando un potro celeste, un joven apuesto, que la observaba desde la ventana de su celda y dejaba suspendida en el aire de la madrugada una fragante rosa que ella guardaba en su memoria entre la realidad y la imaginación.

Una mañana, Sor Marelsa, bajó al oratorio de la capilla del convento y encontró al joven de sus sueños sentado junto a la puerta principal, entonces sintió que su cuerpo salía de control, trató de esquivar su presencia pero sus piernas se paralizaron, su voz no respondió y sus manos trémulas se encontraron de pronto entre las del hombre, que suavemente, preguntó por el estado de alteración que le había producido con su presencia. No hubo respuesta, tampoco más preguntas.

Años más tarde, lejos del convento, Sor Marelsa, bajo el estrepitoso golpear de las aguas del rio en una noche de invierno, daba a luz una niña, mientras ella moría.


PÁGINA 15 – POESÍA ARGENTINA

JORGE FALCONE
(La Plata-Buenos Aires-Argentina)

HARÉ PUNTERÍA CON LAS ESTRELLAS

Adónde conduciría sus pasos Doña Berta Braverman
volviendo de los mandados?
A qué tarea se abocaría no bien cerrada
la puerta cancel?
Una vez que su figura doliente se diluyera
detrás del vidrio esmerilado, acaso
freiría un par de berenjenas rebozadas?
Almorzaría con Rosita Martínez,
esa señora tan próxima y sin embargo distante
acostumbrada a agasajar
por TV a frívolos comensales
que jamás le malograron
en tiempos de rigor
una sola digestión?
Haría la siesta así,
tan plena de remordimientos,
tan asediada por chirriar de goznes,
tan sin hijo fruto
de único alumbramiento?
Pensaría en cada retorno del mismo,
flamígero jopo de La Plata al viento,
al cabo de preparar Matemática
con la infalible Elisa Pagani?
Entonaría canciones de cuna en iddish
plegando ropa adolescente
ordenada con naftalina en una valija
de cartón-piedra presta a donación?
Y así le paga el presente que no ve,
cadena perpetua apenas,
y además domiciliaria?
Nunca milicia formada
en el revisionismo y la antigua
idea de Nación en Armas?
Pleno de un odio que construye,
este goy la extraña;
y – como Villa Manuelita – no se conforma
con criminales de chas – chas y a la cama.
Aún huelga una sociedad
con necesidades básicas saldadas,
y de eso este sistema
ya no puede ofrecer nada.
Haré puntería con las estrellas,
para salvar a David de su pancarta.-

HOY TE VI EN LA MIRA A VOS

Hoy te vi en la mira a vos,
changuito marrón,
pantalón hip-hop y gorra de reggaetón.
Un tachero avesado
- cuándo no -
en políticas de seguridad urgentes
me explicó,
cordoneando a la vera de tu caravana
ociosa con vagos de la barra,
de los peligros que encerraba
la proliferación de morochos al pedo,
tan carne de paco como vos.
Habló de mano dura,
de la imprescindible 22,
de abrir fuego ante la duda y
sin conocerte me contó
de los desmanes que tramabas
boludeando al ritmo del i pod
y repitiendo como un mantra
el mandado que la vieja te encargó.-

ESOS MUNDOS Y EL NUESTRO

“Dicen que habiendo infinitud de mundos
hay un mundo en que Napoleón venció en Waterloo
y un mundo en que ella aceptó mi amor en Granada.
Pero esos mundos y el nuestro no se juntarán jamás”
Ernesto Cardenal

Hay un mundo donde el viejo
sanitarista platense que creyó en Ramón Carrillo
está esperando a mi hermana en
un bar de la Avenida Santa Fe.
Allí María Claudia pasa
rozagante y clandestina y
con una seña discreta indica
al galeno que la siga
hasta una pizzería donde aguardan
suegros, esposo, y nietos
con que el viejo no jugó.
En el mundo que yo digo
aquel antiguo resistente la recibe
en su ciudad natal nuevamente,
le obsequia un autito y se suma
a militar con ella,
que ha colgado en su flamante living
mi foto y la de la vieja.
La muchacha acuerda y litiga
con El Tordo de los Cabezas,
y cuando el hombre da las hurras,
bajo algún liquidámbar de su parque
con gente amiga lo siembra.
Y ya madura organiza
multitudinarias Nochebuenas
encandilando el cielo con fuegos de artificio
y soltando globos con su entrañable
compa de lucha Fabiana Larrea.

CERVEZA, TABACO, Y HADAS

Hacia la tercera década del Siglo XX
el mundo se puso horrible:
Un cadete germano fanático de Nieztche,
al que Bretch bautizara
“el pintor de brocha gorda”
comenzó a hablarle a un pueblo abatido
sobre su destino de raza superior…
Entonces
dos medievalistas de Oxford
resolvieron darse cita
semanalmente en la Universidad de Magdalen
para inventar razas más nobles en torno
a un hogar de leños,
unos cuántos porrones de malta y
un par de buenas pipas.
Así forjaron su amistad el profesor
Clive Staples Lewis,
Padre de Narnia y
su colega Johnathan Ronald Reuel Tolkien,
Señor de la Tierra Media.
Yo atravesé mil veces
las puertas que abrieron.
Porque mi padre me inició temprano en
la fantaciencia victoriana de Herbert
George Wells y más tarde
descubrí por mi cuenta la Biblioteca
de Miskatonik que guarda
ese Necronomicón que Randolph Carter,
según Lovecraft, consultara.
Fugué una y otra vez hacia esas Patrias
alternativas a comprobar
que podían existir circunstancias
peores que las que vio mi adolescencia.
Guerrero fui también
como el estoico Araghorn
y arma al cinto atravesé esos días
ora eludiendo a los orcos en las calles,
ora refugiándome en la penumbra
de algún cine continuado
para vivir extasiado
las maravillas de Ray Harryhausen.
Hoy pienso que aunque el odio amainase
igual precisaría que aquellos
abuelos de mi perenne imaginería
siguieran encontrándose en su sitio
o en el pub The Eagle and the Child
a intercambiar fábulas y mitos
para que nunca los niños del mundo
lo dieran todo por visto.-
A l@s hij@s de mis hij@s


PÁGINA 16 – ENSAYO

ANTONIO ACEVEDO LINARES.
(El Centro-Barrancabermeja-Colombia)

EL PAPEL DEL POETA Y LA POESIA EN LA SOCIEDAD *

El poeta es un trabajador de la cultura, un hombre o una mujer que ha hecho del ejercicio de escribir poesía, su proyecto de vida, su pasión, su vocación, su enamoramiento, su vicio, su estigma o su arma de lucha y de comunicación. La poesía es la continuación de la guerra por otros medios porque la poesía es también un arma por la liberación total del hombre y de los pueblos. El poeta es un ser con sensibilidad social que hace de la poesía su instrumento de convocatoria, de canto y de exaltación de las cosas más puras y bellas del ser humano, comprometido con la palabra y con su visión poética de la vida, porque el poeta vive la vida poéticamente y es un enamorado del lenguaje y sus metáforas.

El poeta no es el loco de la sociedad, ni el bohemio ni el truhan ni el maldito, en esa visión caduca del poeta, sino el trabajador de la cultura, el intelectual que escribe y piensa y vive la poesía y reflexiona sobre la sociedad de su tiempo, aunque locos y suicidas y bohemios haya tenido la poesía. El poeta no es un romántico sino un antiromántico, porque esa visión idílica del poeta no existe en estos tiempos de la modernidad, es un ser desarraigado que muchas veces ha hecho de la marginalidad su ética de vida, porque no es un bufón de la corte, ni un adicto del poder, a lo sumo el único poder que le interesa a los poetas, es el ejercicio del poder de la palabra.

La poesía le nace de las entrañas de su espíritu y de su intelecto o de la tierra o la sociedad en la que vive y sueña, pero el poeta no es un soñador a la manera del que sueña sin los pies en la tierra, el poeta es un soñador a la manera del que sueña imposibles y cree en las utopías. Cuando el ejercicio de escribir o leer poesía sea reconocido y respetado en la sociedad, todos los hombres y mujeres serán poetas, o al menos todos los hombres y mujeres se acercarán a la poesía como a un canto litúrgico en una iglesia. El papel de los poetas y de la poesía en la sociedad es la de sensibilizar y hacer de los seres humanos, seres más humanos y sensibles frente al mundo injusto y cruel que nos ha tocado vivir. Tal vez el poder de la poesía contribuya algún día a ese propósito y la poesía ya no sea expulsada de la República como en la época de Platón, sino que haga parte del ejercicio del poder de sus gobernantes.

En el canto de los poetas se reconoce el espíritu de un pueblo o de una sociedad y aunque nos hemos acostumbrado a ver la poesía solo consignada en los libros, seria divino y maravilloso ver la poesía escrita en los muros de la ciudad, en los árboles, como los enamorados dibujan corazones atravesados por una flecha, en los periódicos, en las vallas publicitarias, en el cielo con o sin estrellas, en las señales de tránsito, en los semáforos, en las ventanas de los edificios, en todo lugar público donde la poesía se haga visible para recordarnos que la poesía y los poetas existen. Una ciudad sin poesía es la anticiudad escribió Rogelio Salmona. El día que el hombre recupere su sensibilidad perdida podrá ver la poesía en las cosas más insólitas o naturales como intenta la poesía hacerlas ver, visibilizarlas.

El poeta es un ser de lavar y planchar y no un arribista del lenguaje o la imagen, aunque muchos se confundan a veces y proyecten esa imagen, los egos individuales a veces distorsionan la obra del poeta y se pierden en la verdadera función social que deben realizar o su propia poesía se vuelve tan oscura o hermética que no los entiende nadie o su lenguaje es tan vacio y sin estética que no cumplen con comunicar el mundo que intentan poetizar o elaboran una manera muy burda de comunicarlo. Al poeta por su obra lo reconoceréis, y lo reconocerá la sociedad, si no la de su tiempo, porque no la ha comprendido o por mezquindad, si la de otros tiempos y sociedad porque como ya es un aforismo, nadie es poeta en su tierra.

El poeta debe intentar escribir poesía, y no hacer política, la política es para los políticos, (aunque a veces se hace necesario que los poetas incursionen en la política para hacer efectiva la gestión y la administración de la cultura y no quede en manos solo de los políticos) como la poesía es para los poetas, (aunque a veces la poesía está en donde menos se imaginan o la escriben las cosas más inverosímiles). Los que desean hacer política con la poesía corren el riesgo de escribir rojos panfletos sin poesía y es mejor que funden un partido y transformen la sociedad con las masas alzados en victoria. Los que desean hacer poesía que hagan de la palabra su arma pero para la reivindicación de la ternura y la belleza estética de las cosas más cotidianas del hombre como el amor o el deseo, la vida, la muerte o el tiempo. La poesía no cambia el mundo pero puede transformar a los hombres como la política puede transformar la sociedad para que cambie el hombre y la poesía sea su alimento como su pan diario sobre la mesa.

El Partido del Diablo, es el partido de los auténticos poetas, según el visionario William Blake, esto es, el partido de aquellos que asumen el ejercicio de la poesía como un acto de provocación e insurrección, de insolencia y desacato al imperio de la tontería humana, presente en todas las épocas y países, escribió el poeta Raúl Henao (El Partido del Diablo, Editorial Lealon, Medellín, 1989) “Porque pertenecer al partido del diablo, dice el poeta, significa para un poeta latinoamericano, en la noche oscura de nuestra cultura, verse confinado al exilio, a la marginalidad, a la locura, al ostracismo, en el propio país. Defender contra viento y marea el resto de libertad personal que le queda, el poco de originalidad y creatividad. Marchar a descubierto en medio del vendaval del oportunismo, arribismo, servilismo que caracteriza a la generalidad de los intelectuales al momento presente”

El poeta no puede dormirse en los laureles, debe amanecer a trabajar la palabra como una herramienta con la que cincela, con el fuego la aleación de la palabra y que como una mariposa revolotea sobre su cabeza atribulada. Los que se duermen en sus laureles no alcanzarán el reino de la poesía en donde vivirán eternamente bajo el cielo que cubre sus palabras, en la tierra donde vivirán en la paz de la poesía que los consagra a la vida eterna como el mensajero de los dioses y de la tribu.

El poeta atesora las palabras más puras para escribir su poesía, porque quiere revelar el mundo y las cosas que pasan inadvertidas a los ojos del común de las gentes, y en la revelación de la belleza de las cosas encontrarse a sí mismo en su propia voz mágica que lo identifica y le hace justificar su existencia. El poeta se hace mediante el lenguaje que lo realiza como artista. Las palabras son su instrumento más sagrado para la creación de su poética que muchas veces las hace transgredir en su sintaxis, metáforas e imágenes para darnos el sentido más exacto y justo de lo que nos quiere revelar. Los más lucidos poetas en la historia de la literatura transgredieron el lenguaje o hicieron poesía con las palabras más simples y cotidianas y sentaron la belleza sobre sus rodillas como dijera Rimbaud.

No se justifica un mundo o una sociedad sin poetas y sin poesía porque la poesía es la revelación de lo que es un hombre o una sociedad, que nos desnuda su corazón de la manera más apasionada, transparente y total. La poesía es una entrega total como debe ser el amor verdadero y por el que a veces le apostamos sin restricciones cuando se ama irreductiblemente y por el que aun cantan y escriben los poetas.


PÁGINA 17 – COMENTARIOS DE LIBROS

BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ
(Pitalito-Huila-Colombia)

EL REGRESO DE CARLOS O. A LA NOVELA
Para Inés de Pardo

CONSIDERACIONES GENERALES

Hasta hace poco se pensaba que incluir en la ficción rasgos personales o familiares era poco menos que vergonzoso, egoísmo extremo o falta de elegancia, aunque lo cierto es que, si lo analizamos con detenimiento, casi toda la literatura parte de un entorno familiar.
O, para decirlo de otra manera, surge del mundo que conoce el escritor, así lo que escriba sea producto solo de su imaginación. ¿Qué conocemos más que la familia? ¿Por qué, entonces, se ha evadido el compromiso de llevarla a la literatura y de ponerla en escena, con todos sus defectos y posibilidades? Claro, me refiero a la propia familia, a esa desnudez que tanto espanta al individuo y a la sociedad, por lo que se es tan proclive a la invención y a la mentira, según Freud, y que los escritores remiten a otras familias, imaginadas o reales, donde están convencidos que confluyen su conflictos y los de la humanidad.
Aquella creencia sobre la familia también era llevada de la mano por la manida discusión sobre la rural y lo urbano, que tantos desafueros y desconocimientos ocasionara en nuestra historia literaria en el siglo pasado, en donde lo rural pasaba a ser lo vergonzoso y la metrópoli la cúspide de la inteligencia y la vanguardia.
Meras especulaciones, por fortuna, en las que, sin embargo, muchos perdieron el rumbo y se negaron a sí mismos desarrollos más auténticos. Tal vez esa vergüenza estuviera asociada a la también socorrida premisa de la búsqueda de universalidad, búsqueda que fuera uno de los conflictos intelectuales más acuciantes que nos endosara el proceso de reconocimiento de nuestra razón de ser y su inclusión en la civilización occidental. Esa misma que nos ha tocado padecer desde los tiempos de don Cristóbal.
De quienes cayeron en la trampa de hacerse universales porque anclaron los escenarios de sus ficciones en el viejo continente, pocos pasaron el examen. Y, quizás por esos mismos complejos, a muchos de nuestros escritores los obligó la sociedad a nombrar sus escenarios con nombres imaginarios, algunos de los cuales pasaron al cenit de la literatura, como Macondo, el más trascendental de todos.
Con el paso del tiempo, la vergüenza de nombrar el solar nativo ha dado paso a una eclosión de lo local, en el entendido que lo universal son los sentimientos y las emociones, no los escenarios donde se sienta o se expresa o se ejerce el imperio de los hombres. Tal vez este regreso a los primordiales entornos sea una respuesta al acoso de la globalización, esa propuesta impersonal y deshumanizante que padecemos, aunque para unos pocos de tan jugosos dividendos.
Entonces la familia vuelve a ocupar el sitio que le corresponde, principio y final de todas las cosas. Al fin de cuentas es en la familia donde nacen y crecen casi todos nuestros fantasmas, donde se le suelta la rienda a los grandes amores y también a los odios profundos, donde se heredan las culpas o los fracasos, los éxitos y las virtudes, las perfecciones y los defectos. Y es indisoluble del territorio de la infancia, el más preciado y saqueado de los tesoros del hombre.
Volviendo al principio, las historias personales y familiares son el eje de la novela de hoy, en el sentido de la totalidad que encarnan: acción, conocimiento, ideología, y de la que no se excluyen los procesos escriturales como lo intertextual y lo híbrido, lo meta-ficcional, la semántica, el desarrollo tecnológico, la lingüística, mucho menos el bagaje intelectual, como punto de vista, que pueda aportar el paradigma que elija el escritor para desarrollar con él sus percepciones del mundo.
Para ejemplo ahí están Libertad, la novela de Jonathan Franzen, tan reconocida en estos momentos por los medios como uno de los íconos de la novela estadounidense de hoy; la novela Purga, de Sofi Oksanen, la finlandesa que ha puesto a su tierra a recorrer los idiomas del mundo; y aquí está Verónica Resucitada, novela con la cual regresa Carlos Orlando Pardo a la ficción de largo aliento, y que empieza desde ahora a reclamar la atención, tan ansiada aunque impredecible, de los lectores.
Por centrarse en la familia estas novelas adquieren el aliento de obras autobiográficas, sin dejar de ser ficcionales, aunque, en un sentido más amplio, las experiencias y conocimientos de los contemporáneos también pueden pasar a ser personales y hasta familiares cuando son captados y asimilados por el escritor. La cultura, entonces, se convierte en familiar al hacerse propia en el entorno vivencial del escritor.
Por lo anterior pienso que Verónica Resucitada se enmarca dentro de este concepto de novela moderna que, partiendo de un hecho tan particular y local como la familia, reafirma y refresca la historia nacional. La hace nueva y la comprende. La reescribe y la testifica. Y cumple con creces el reto de narrar la familia con el valor suficiente para desnudarla pero, al mismo tiempo, con la calidad necesaria para inmortalizarla a través de la literatura.
Ese transcurrir de Verónica, ese insertarse con acierto en la vida común, es un desarrollo que comprende también el desarrollo del país a través de un tiempo relativamente largo, una época, que abarca varias vidas, uno de los tantos requisitos que ha de ostentar un suceso para ser Historia. Pero como no es Historia, ni como definición ni como tratado de sucesos, así se sustente en hechos reales, el uso del lenguaje vendrá a darle la connotación de novela, su carácter literario, y será el diálogo que entable con el lector, entre su realidad y la ficción, el que finalmente permita que la obra haga parte del conocimiento general. Para el lector, lo narrado debe parecer real, es decir histórico, verosímil, única manera de lograr que se sienta identificado con él.

LA NOVELA

Verónica es una mujer que se ha negado a sí misma como familia porque su objetivo de alcanzar su utopía personal le indica que debe abandonar a su esposo y a sus hijas, pero, al mismo tiempo, ella ha sido negada por su familia, porque ya la considera ubicada en ese otro lugar que queda después de la vida.
Mayor negación que la ausencia parece no existir sobre la tierra. Y la novela, para mí, es una gran metáfora sobre la ausencia, más que del dolor o de la enfermedad, más que de la inevitabilidad de la muerte.
El juego comienza cuando Verónica necesita recuperar su tiempo perdido, a sabiendas de la dificultad de lograrlo y, cuando menos lo piensa su familia, se hace visible cuando ya la vida le señala que es improbable que alcance ese objetivo. El símbolo más contundente del lazo espiritual de esa relación es la foto que Arturo, esposo de Verónica, conservó toda la vida bajo el colchón, pero que sólo es descubierta por sus nietos después de su muerte.
Y es una gran metáfora porque en el fondo es el narrador quien desea recuperar la vida de Verónica para escribirla, para narrarla y dominar la catarsis que produce estar entre lo conocido y lo desconocido, entre el rumor y la verdad, entre la ficción y la realidad, entre la invención y los hechos cumplidos, aquellos que, por supuesto, ya no podrán cambiarse, ni siquiera repetirse. También está su deseo de aclarar episodios de otro tiempo para calmar su curiosidad y completar la biografía familiar que, hasta ese momento, ha permanecido inconclusa, a merced de los vaivenes y caprichos del tiempo.
Pues bien, lo cierto es que Verónica resucita, no de la muerte sino de la negación y del olvido, y esa es la anécdota de esta novela que Carlos Orlando Pardo empezó a madurar desde los tiempos de su juventud, capturando detalles, compartiendo anécdotas, sumando recuerdos, conservando frases inconclusas y miradas reveladoras, filtrando datos a la sazón inverosímiles, pero siempre rodeados de la magia de lo fantástico, de lo increíble, de lo trascendental, de lo burlesco y de lo que, para un escritor como él, es algo que no se puede dejar de escribir.
La familia, entonces, se reafirma como la razón y la esencia de la novela. Así que la memoria del narrador es fundamental para que la historia adquiera credibilidad y para que discurra de forma clara y amena ante los ojos del lector, como en efecto ocurre a lo largo de sus páginas. Un narrador así es un testigo fabuloso, ya que, como se ha dicho tantas veces, al fin de cuentas no somos más que lo que recordamos. O, como se dice ligeramente por ahí, lo que no se recuerda ya ha dejado de existir.

UNA GRAN HISTORIA DE AMOR

Verónica resucitada es una totalidad armónica porque el autor no ha dejado fisuras ni en sus personajes, ni en su trama ni en la historia y porque ha sabido completarla con detalles de la época, datos precisos que identifican el momento, cuando no ocupando los olvidos con imágenes y episodios que ha sabido sacar con paciencia del depósito incalculable de su imaginación y su experiencia. Se acerca, entonces, a lo que dijera Fiodor Dostoievski: “la verdad es siempre inverosímil; para darle verosimilitud, hay que mezclarle un poco de mentira”.
Pero la novela es ante todo una gran historia de amor, primero entre Verónica y Arturo, la raíz, el origen de esta saga, cuya ruptura no impide que continúe cada uno por su lado en la búsqueda del reencuentro, que se sustenta en la conservación del recuerdo, en la nostalgia del pasado, en la conformidad con la ausencia, y después deriva hacia sus hijas y sus nietos, que siempre apuntalan su búsqueda vital en el respeto, el afecto y el amor. Es ahí donde se bifurcan las historias, destinos que confluyen después, en la época de las decisiones, los arrepentimientos y el adiós.

EL MUNDO DE LA PISTA DE ASERRÍN

La novela también es un homenaje a las artes escénicas, ya el circo, ya el teatro, ya la literatura que se dialoga, pero siempre el arte concebido para el escenario. Es como si la unidad de la familia la constituyera un cordón invisible centrado en la actuación, primero en la forma como Verónica y Arturo se evaden de sus respectivos hogares con el anhelo del circo, punto de encuentro bajo el cual construyen sus noches de gloria en el trapecio y, después, en la manera como sus descendientes continúan la búsqueda inconsciente del aplauso, ya Sofía e Inés con la música y el canto, como “Las alondras del llano”, ya Sofía con Luís Alberto en el teatro y en la televisión, ya sus nietos ensayando el circo, la comedia y la escritura, como el escenario mayor, y, al final, una biznieta haciendo contorciones para los aplausos, prefigurando una nueva artista en la saga familiar.
Páginas memorables, estas del circo y la vida al interior de la carpa, ese universo que se traslada como el aire, que es ubicuo y siempre está presto a impulsar el mundo mágico de la fantasía. Un valor agregado, diría yo, a las calidades de esta novela donde, si una clave tuviera que buscarse, esa es el trapecio que oscila como un sueño entre la parafernalia del espectáculo, las luces, los gritos de asombro, y los aplausos interminables grabados en el corazón.
Además, a pesar de ser una tragedia acumulada, sobrellevada por distintas ausencias y abandonos, o la narración del desarrollo de una familia acompañada por lo trágico, es, sin embargo, una novela optimista, de victoria frente a la adversidad, con la cual su autor nos entrega la dimensión de sus conceptos sobre la vida a través de unos seres nacidos para el arte, que hicieron lo que querían o lo que tenían qué hacer para copar sus días y noches de creación, a pesar de los obvios despeñaderos de las dudas, las equivocaciones y la culpa o la resurrección anhelada en el perdón.

“Mi vida es ahora la suma de lo que merezco y no puedo dormirme fácilmente. Me despierto con frecuencia como si la paz me fuera esquiva y no pudiera respirar. Ahora la noche es triste y sólo se ilumina cuando florecen los aplausos de otros días donde aparezco alucinada y luminosa, pero pronto surgen las sombras al comprender la verdadera dimensión del instante en que me fui”. (p. 229)

Así son las introspecciones de Verónica en los momentos supremos de la lucidez y del adiós.
Reveladora de la sociedad colombiana del siglo pasado, desde principios de siglo hasta la muerte definitiva de Verónica en la década de los ochenta, tres generaciones, escrita con el lenguaje cálido, preciso de las remembranzas y de la sencillez, lo más difícil de lograr para un escritor, y a través de varios planos narrativos que se entrecruzan, Verónica resucitada sale a la vida pública en procura de los aplausos, tal vez prolongación de aquellos que le valieran volar por los aires en su realidad pretérita, y le merecen ahora el honor de una novela como esta.
Así, Carlos Orlando Pardo resucita a Verónica para que continúe alojada, merecimientos del destino, en el mundo de la pista de aserrín, es decir, en el mundo de la magia y la ficción.


PÁGINA 18 – CUENTO

ALEJO URDANETA
(Caracas-Venezuela)

FOLLAJE INMENSO DE RUMORES

“Mi alma posee ahora más dolores que palabras, y fuera demasiado extenso narrar todos mis temas de quejas con una sola pobre voz agotada”
Shakespeare: La Violación de Lucrecia)

Son iguales todos los parques: frescor y suave brisa, ausencia en la soledad, espejos de agua, algunos rostros inexpresivos, otros animados; clara plenitud del pensamiento en el ocio y la observación. Cuentos e historias de muerte y encantamiento que inventas, tantas historias como visitantes efímeros.

Es grato caminar por los senderos de piedra y arena, rodeados por setos, y sentarse con comodidad en un banco de madera para apreciar el atardecer, con uno de esos libros que narran las peripecias de la existencia. Suspendes a ratos la lectura para escuchar el zumbido distante de la ciudad y distinguir el canto de los pájaros en los árboles, el murmullo del agua que mana de las fuentes. Fértil espacio donde todo es motivo de maravilla: cada nube sobre tanto verdor es una pausa del silencio más puro que detiene un instante el ritmo del viento, roto ahora por el repentino golpe seco que suena como una piedra al chocar con el agua en el pozo; o al igual que ocurre cuando una ardilla cae en el estanque cargado de hojas muertas.

Alguien asoma de una arboleda y sale a toda prisa; pareciera no saber dónde va o quiere ir. Son tantas las gentes que hacen lo mismo: van de un lugar a otro, cada uno con su preocupación o su secreto, en busca de recuerdos, o en huida del peligro. Pasan las parejas cerca del banco de lectura y descanso: conversan de sus caprichos. Un niño llora ante la reprimenda, aquel anciano da de comer a gorriones y palomas. En este follaje de rumores están presentes todos los rostros y gestos humanos: las dudas, los temores, la abnegación; son las mismas expresiones que observas en las figuras del monumento situado dentro de un cercado de alambre: atadas por el cuello en acto de sumisión, las efigies en bronce representan hombres orgullosos que denotan rebeldía y protesta, o miedo. Lees el cartel que identifica la obra:“LOS BURGUESES DE CALAIS” (1889). Escultura en bronce, de Augusto Rodin (Francia), en memoria de los burgueses del pueblo de Calais que cedieron su libertad contra la invasión del rey Eduardo III de Inglaterra. Simbolizan la lucha contra la fuerza”.

Y de pronto aparece la mujer ante ti, surgida de un entresueño vegetal, y te observa todavía sorprendido. Sombría, aérea, con un tenso sosiego en el gesto, algo parece esperar. El vestido que trae está maltratado y con manchas de barro, y sin embargo de su imagen irradia algo distinto; parece un duende del bosque de Puck, por su belleza sencilla y descompuesta, como si hiciera una travesura inocente.

Tratas de entender la súbita presencia y le hablas con el aire prevenido de un tímido encuentro. Al principio no responde y se encierra en el mutismo, luego dice que había llegado antes para pasear sin ningún propósito. Crees entender en el balbucir de sus palabras que tiene un secreto y no puede confesarlo; y la mujer calla con expresión de dolor y miedo cuando pasa el vigilante del parque y saluda con una sonrisa. Las manos le tiemblan ahora, se mueven alteradas, como si quisieran expresar algo que ni ella misma comprende y no puede controlar. Manos que ruegan y manos que lloran con resignación, o renuncian o blasfeman crispadas. No pueden mentir sus manos. Aprieta con ansiedad un bolso de tela, deslucido y basto, lo palpa una y otra vez y el saco se expande y se estrecha, parece hacer las muecas de una máscara de tragedia. El bolso con vida propia la obliga a que lo abra. Finalmente lo hace: descorre el cierre y saca confites y lazos y estuches de pintura y pañuelos rojos como la sangre, blancos como mortajas silenciosas. Te dice que no puedes ni debes decir y te habla sin poder hablarte; pero su voz son estos pañuelos blancos y estos pañuelos rojos de sangre y mortaja. Saca del bolso y echa al suelo con repulsión un abrecartas rojo también, con mango de hueso o de restos de hueso, colorido de sucia herrumbre. Lo dice entonces, en una simple palabra incomprensible y sin respuesta. Ante tu mudez esa palabra crece en todo el bosque, hasta hacerse insoportable. La ves orillada al despeño; basta mostrar el visaje de la angustia para hacerte comprender todo al instante, como si te alumbrara el destello del sol menguante. Lo percibes en sus ojos de asombro y desasosiego que se reflejan en el estanque donde antes había caído la piedra o la ardilla con un seco golpe sobre el agua.

Reverdece aún más la floresta cuando ella debe volver a la explicación confusa para que entiendas que trata de purgar la culpa o dar una justificación. El guardián ha regresado en su paseo y está ahora inquieto y más atento de lo que haces y de los gestos de la mujer que hablan con elocuencia. Puede ser que él también entienda la silenciosa confesión; y lo sabes entonces, lo comprendes con la razón, sin acatarlo, reconoces el golpe en el agua. Poco después, el guarda nota algo que lo mueve a sospecha y se pierde por un rato, para venir luego en compañía de un hombre de uniforme y tocado con una gorra militar. Vienen hacia acá y explican que en el aljibe buscarían y lo hallarían; hablan de una vaga denuncia sin aclarar su procedencia, y dicen que se había oído el golpe como el peso de una piedra al caer en un estanque. Todo lo que quieren explicar carece de claridad y sentido, pero no para ti.

Les dices que has estado con ella todo el tiempo, desde la mañana a primera hora cuando abrió el jardín sus puertas al público, hasta el crepúsculo cercano, no se ha alejado ni un momento de tu compañía. Decirlo con el confuso deseo de ocultar el acto desesperado, convencerlos de que no ha cometido delito. Noble como los duendes de Puck, nunca ha podido hacer daño. Por qué la has protegido con fútiles argumentos: No lo sé; apenas te he visto y no te conozco: amor o compasión pueden ser la misma cosa en un momento; pero piensas en el llamado de auxilio, más fuerte que el graznido negro de los grajos que vuelan a ras de tierra y luego saltan sobre la grama y picotean sin cesar. Observan los hombres el vestido embarrado y examinan el bolso y sacan los pañuelos blancos y rojos de sangre y mortaja. Dicen que allí está la prueba del crimen y presencian el rubor de la mujer cuando extienden una acusación sin fundamento ni probabilidad.

Se propaga la amenaza por el amplio verdinegro de la vegetación, enigmático y silencioso en la pausa final de la luz ante la penumbra. Los escasos paseantes se acercan y comentan en voz baja el suceso: la culpa, el castigo. Pero sabes bien, y lo encubres como tu único secreto, que ella ha expiado el delito sin explicación del que se le acusa; que el crimen ha sido abolido por el dolor, y su miedo por la violencia descargada para limpiar la humillación.

La gente reunida en la escena proyecta su sombra en la vereda; se asemejan a los burgueses de Calais en bronce fundido, resignados ante la fuerza.

Las siluetas delineadas en escorzo se borran lentamente hasta desaparecer con la caída de la tarde.


PÁGINA 19 – POESÍA AMERICANA

GLADIS COLLADO MEDINA
(Arequipa-Perú)

¿¡SEÑORA?!

Hoy
tras haber Caminado
con la huella del aro perdido por el tiempo gastado
me encuentro convertida en señora de vidas fracturadas
de irascibles actitudes

Señora por haber hecho de mi vida una hondonada
y haber procreado para arrastrar tras de mi lánguida humanidad
otras humanidades lánguidas

Señora tras haber vivido tratando ocultar miserias ajenas
masticando frustraciones

Señora por lavar día a día trapos sucios
que luego quedarán como remiendos de olvido mal olvidado

Señora de talantes
de remiendos y trapos sucios que ahogan mi garganta
que grita en silencio la desesperanza prohibida
para personas de mi edad y condición

Señora que ha perdido sus angustias en el tiempo
en la desesperanza
en olvido de olvido
señora señora
mucho más señora que cualquier otra señora
señora plastificada
señora del reflejo en el reflejo …
en ese espejo que chisporrotea y ahoga al cuchillo
que cercena los sueño tras haber soñado
sueños en los que aún los caminos se obscurecen
sueños en el que fracasan los intentos
por seguir a trancazos por la vida
sueños roñosos
reflejos en el espejo empañado receloso de vivir de cara a la luz

Señora plastificada
para dejar de ser la gaviota de alas plegadas
la que vive los mismos instantes de los mismos años ya pasados
demarcando lo marchado

Es que han pasado las estaciones
y aún una taza de café confluye de vez en cuando con las teorías
en la orfandad de mis cuatro puntos cardinales y
en el centro de mi propio centro
donde aún las aguas del mar se desbordan
aún se recrea en mis labios resecos por el aire gélido
de mi tiempo frío

Mientras el infinito a mi alrededor ha dado ya tantas vueltas
en torno a mis sentidos
que se ha quedado pegado al pavimento
ves? es difícil mirar a través de los espejos desgastados
por el tiempo augusto
por el tiempo de céfiros salinos

Sí es difícil tramontar aquellas montañas que
sólo existen en nuestra memoria
y que a lo lejos alcanzan nuestras expectativas más asiduas y
menos importantes
cabe entonces reunir todos los fragmentos de esta existencia
vivida a través de las imágenes
reflejada en los vidrios niquelados
en estos vidrios que se quedan con los brazos enormemente abiertos
como quien acoge toda la grandeza del mundo
que se nos regala a hurtadillas

Es difícil sí persistimos en vivir de manera inusual y diferente
a través de esos mismos espejos en imágenes controvertidas
que confunden y distorsionan las vivencias del hoy y del mañana
como las del ayer que es el de hoy y
con las del mañana que es el de siempre
y como siempre es el tiempo del nunca
aquel tiempo que se nos ha robado
aquel tiempo que nos ha permitido apenas ser
a las señoras aquellas que masticamos las palabras
como alimento inútil para el cuerpo incapaz de asimilar los yerros materiales
a las señoras aquellas que en vano tratamos de compensar
con alternativas en el bisel del reflejo
con las aleluyas
con las pastorales metafísicas
con los aderezos y retahílas
señora entre señoras otras
señora de espacios y de tiempos


PÁGINA 20 – ENSAYO

JULIO CORTAZAR
(Ixelles-Bruselas-Bélgica)

INSTRUCCIONES PARA LLORAR

Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.

Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca.

Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia dentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.


PÁGINA 21 – CUENTO

ANA MARIA MANCEDA
(San Martín de los Andes-Neuquén-Argentina)

LOS JARDINES DEL PINTOR

Parecía que desde la eternidad había estado sentado en ese sillón de inválido, un útero-sillón, del paraíso del vientre maternal a la vejez rígida que sostenía el metal doblado. Sólo sus ojos saltones vagabundean a través del ventanal desde lo alto del castillo, recorriendo los jardines y más allá los bosques.

Ahí estaba ella; su amor, su vida, correteando por el césped, a veces parecía un hada, otras una ninfa, era “La Primavera” de Boticelli acompañada por un cortejo de jóvenes enamorados. La poseían sobre los pastos y sobre los tiernos tréboles de primavera. Él miraba la escena gozando, llegando junto a ella en el momento preciso del paroxismo. Toda la escena era una ofrenda para el señor que estaba pétreo en lo alto del castillo.

Por momentos no sabía si las escenas ya habían ocurrido o si estaban ocurriendo ¡Qué importaba! Lo real eran su amor y sus cuadros, sus cuadros que todo lo penetraban .Sus actitudes soberbias fueron impulsadas por los genios que le dieron el don de inmortalizar la ciencia en los colores. Hasta quiso detener el tiempo, así como así, con sus mágicas pinceladas; Los relojes blandos, entregados a la relatividad del tiempo y el espacio, como su vida, luego Gala en infinitas posturas, de infinitos momentos por él buscados, por él amados. Cada partícula de su piel, cada poema de su tiempo impregnados en su mirada y en su ser.

Nunca pudo detectar la vejez, esa cruel ave que anida al acecho en las cavernas del final. Sus bigotes son las antenas que quisieron contactar el cielo, y él lo había logrado. Con su pincel eternizó a lo que más amaba, y allí estaba, siempre joven. Era el símbolo de su destino de figuras y colores, jamás aceptaría que Gala no existiera, jamás. Aún en ese instante infinito en el cual, sabía, que se estaba muriendo.


PÁGINA 22 – POESÍA AMERICANA

TRINO BARRANTE
(San Ramón-Alajuela-Costa Rica)

MEMORIA DE RAZA

El amatle abrió
sus ritos ancestrales.
La oscurana del cielo
encalló sus velas
en los rayos de la luna
de aquel día tormentoso
Awa caña 12 conejo.

Un ciclo de dioses muertos
Ixqui, Ixchel, Tonantzi, Iriria
en sus tilmas
recogieron el sufrimiento
de sus caciques muertos.

Los atabales llevaron a la fiesta
el dolor de las manos ancianas.

¡¡¡Vendrán del cielo!!!
con sus barbas lenguas
y sus centauros de fuego.

Nos darán su palabra
pero se llevarán la tierra
en sus podridas manos.

NACIMIENTOS

Al principio fue el silencio
no había teoría de sistemas
de coordenadas, ni matemáticas.

Xibalba era todo ceniza
un gran agujero negro
desperdigando enfermedades.

Vino la palabra, porque en el verbo
los dioses se hicieron hombres
y asimismo se crearon.

Después se enfrió la alegría
y surgieron los árboles,
los monos y el cascabel.

A la serpiente se debe
que el mundo tenga la luz
del día y el placer de la noche.

El venado, el conejo fueron después,
Ixqui parió más lunas
que todo el universo junto.

Fue así, después del silencio,
que el mundo pudo tener
un calendario teñido de sangre
en el pecho del quetzal
y de verde intenso en el colibrí.

EVOLUCION

De qué lugar profano
puedo hacer depositaria
a mi sombra.

En el espejo del día
una inversión de plumas
asalta mi memoria negra
legendaria huella cimarronera.

Una desforestada nariz
erosiona sobre mi piel
los perfiles arabescos.

Tengo en mi cuerpo un invernadero
para madurar la luz

de mi propia sangre mestiza.

En el filo de los cangrejos
maduro el barro iconoclasta
de mi raza.
En las escamas de los peces
mi prisa majadera
reconoce una historia lejana
y en los múltiples sabores del trópico
mi ascendencia con sabor a mono
mi recuerda un descenso mágico.

Aquí estoy, indómito en mis ritmos,
desnudo con el sol sembrado
en mi ternura y
lleno de lunas plenas.

Se que vengo de algún lugar
sublime
de selvas escondidas
mares tropicales
y cielo azul lleno
de puntas de jade.

" POP WUJ "

I

Necesito un parto tibio
que desgaje el silencio,
tierra

en mil huipiles de impulsos
hasta la ternura
de las raíces y los colores

La poesía de la tierra
nunca cesa

la poesía de la tierra
nunca muere

Disecar los inviernos
para madurar sus símbolos
solo en verano

La tierra es poesía
y la poesía es vientre
donde se cultiva el amor
de los mamíferos, peces
y alacranes

La poesía de la tierra
es grito protoplasmático
éter
fuego y semen
amor y agua

con su alumbramiento
de lunas
y horóscopos
en todos los rincones
del cosmos...,

II.-

En el canto de la tierra
nada está fijo

todo es un eterno retorno
lo que está arriba
es igual a lo que está abajo

Como poesía, la tierra,
es condensación de ritmos
hilvanación de hoyos negros
con las agujas
del tiempo...

III

La poesía es tierra,
agua,

y el agua es la magia
donde inicia el ciclo
el movimiento

de la cuadratura del círculo
el poema absoluto
con sus cuatro puntos cardinales
y su centro cosmogónico
y una serpiente de luz
recorriendo las piernas

del silencio
ascendente
y eterno...


PÁGINA 23 – ENSAYO

CRISTIAN VITALE
(La Plata-Buenos Aires-Argentina)

MIGAS

"para los pajaritos"

Si hubiese tenido un abuelo panadero le hubiera pedido metáforas para hacer el pan. Le hubiera preguntado si con las migas se hace el pan o sólo los chicos se entretienen. Le hubiese preguntado cuánto de sudor y cuánto de inspiración lleva la buena masa. Hubiese salido de su panadería del brazo haciéndole saber mi vocación de panadero. Le habría mirado las manos grandes. Habría analizado el proceso desde la nada hasta la harina, desde la harina hasta la masa, desde la masa hasta el pan, desde el pan hasta la mesa. Lo hubiese probado cada día y le hubiese dado mi opinión sobre su criatura diaria. Si hubiese tenido un abuelo panadero le hubiera pedido consejos para amasar la materia prima. Le hubiera preguntado por qué había decidido darle de comer al pueblo. Lo habría sacudido fuerte para que me conteste las preguntas. Metáforas, abuelo, metáforas. Le llevaría panes para que me los pruebe. Le hubiera llevado una hoja en blanco para que me escribiera el decálogo del buen panadero. Uno que dijera así.

1) No crea que el pan siempre fue pan
2) No olvide que al principio fue el trigo
3) Y antes barro
4) Una vez panadero, lo mejor es olvidarse cómo es que se hace el pan
5) Y hacerlo
6) Olvídese mientras coma que mis manos también están sucias como las de usted
7) Y coma
8) No se equivoque. Es usted el alimento
9) Hacer el pan es no saber hacer otra cosa
10) Más vale no saber de dónde viene la sal

Y mi abuelo me daría el gusto.
Yo después buscaría una hoja en blanco para tirar las migas.


PÁGINA 24 – CUENTO

GONZALO SALESKY
(Córdoba-Córdoba-Argentina)

ROSAS ROJAS

En la puerta del hospital de urgencias, donde estacionan las ambulancias, había una pelea entre dos hombres. Me llamó la atención porque solamente uno de los dos golpeaba al otro, que no caía al piso a pesar de los tremendos puñetazos que el primero le aplicaba en el rostro.
Habían comenzado dentro de un taxi y bajado de él a los tumbos.
Quien recibía los golpes ni siquiera sacaba las manos de sus bolsillos, como si en ellos estuviera protegiendo algo valioso. No ofrecía ningún tipo de resistencia, sólo buscaba evitar los impactos. Pero no lograba hacerlo del todo, y el que golpeaba de manera feroz –que por su ropa parecía ser el taxista- le asestó varias trompadas más hasta que el agredido, al fin, se decidió a correr.
Me pareció extraño que no hubiera intentado defenderse o al menos, alejarse cuanto antes.
Perdí de vista a los dos hombres y seguí caminando. Entré al hospital por una de las puertas laterales. Venía bastante apurado, como siempre. Iba a visitar a un pariente internado y sólo llevaba un ramo de rosas rojas en mi mano derecha.
Unos segundos después, sentí que me empujaban desde atrás.
Trastabillé y casi caigo al suelo. En una de las galerías, cerca de la terapia intensiva, el mismo hombre que había recibido los golpes me tomó del brazo y con un arma pequeña apuntó a mi pecho. Haciendo ademanes, me obligó a acompañarlo. No dudé un segundo. Estaba muy lastimado y de su ojo izquierdo parecía caer sangre. Su camisa blanca, llena de pequeñas manchas de color oscuro. Y sus dientes...
Corrimos un largo trecho. La gente se horrorizaba al ver su cara destrozada y el revólver que llevaba en su mano derecha. Parecía algo grotesco, un hombre desequilibrado corriendo al lado de otro que seguía sosteniendo, como si fuera un trofeo, un ramo de flores. No entiendo por qué en ese momento no pude soltarlo.
Subimos a un pequeño ascensor. Allí bajó su arma y me miró a los ojos por primera vez. Sacó de su bolsillo una pequeña caja de color blanco, cerrada con cinta adhesiva, y me la entregó sin decir nada. Al detenernos en el segundo piso, volvió a tomarme del brazo y así corrimos hasta el borde de un balcón que se encontraba unos pasos delante de nosotros.
Abajo, la gente había empezado a congregarse. Extrañamente, a pesar de todo, yo me encontraba tranquilo y seguro de que no iba a lastimarme. Algo en su mirada lo decía. Pero aún no llegaba a entender por qué me había dado la caja.
- No la abras todavía. Sólo después que me vaya. No cometas los mismos errores que yo.
Habló como si estuviera leyendo mi mente.
No tuve tiempo de preguntarle nada. Acercó la punta del revólver a su garganta, debajo de la nuez de Adán, y disparó.
Se desplomó sobre mí. Y la sangre... ¡por Dios! Tanta sangre a borbotones sobre mi ropa, mis zapatos y el ramo de flores.
Me lo saqué de encima. Sentía vergüenza de pensar más en el asco que me producía ensuciarme que en la locura y el drama de ese pobre hombre.
En pocos minutos llegó la policía. Tarde, como en las películas. Sólo atiné a quedarme sentado, apoyado contra la pequeña pared que nos rodeaba. Guardé la caja en el bolsillo. Tuve la tentación de dejarla tirada o de esconderla en el pantalón del suicida, pero preferí respetar su último deseo. Cuando todos se fueran, la abriría.
Una vez en mi departamento, cerca de las cinco de la tarde, aún no había podido almorzar. Seguía asqueado por la horrible sensación de la sangre caliente sobre mi cuerpo. Volvía a verla, manando con violencia, mojando mis manos y mis pies.
Me senté en el living. Acababa de llamar la policía para pedir algunos datos y ver si podía aportar algo más. De paso, me avisaron que el psicópata no había muerto todavía. Estaba muy grave, internado en el mismo hospital de esta mañana. Era prácticamente imposible que sanara o despertara, según el comisario a cargo de la investigación.
Sin embargo, algo me impulsó a ir a verlo. Para saber más de él o de su vida. Además, me tentaba la idea de dejar la cajita blanca de bordes plateados entre sus pertenencias.
Pero no iba a poder hacerlo.
Una hora después, estaba en camino del hospital, por segunda vez en pocas horas.
Llegué a la sala de terapia intensiva pero dos oficiales me impidieron el paso. Estaban parados al lado de la puerta, uno de cada lado. Me preguntaron si tenía relación con él, si era familiar o pariente.
No quise decirles mi nombre, sólo contesté que lo había conocido hace poco tiempo. El más joven me dio el pésame por anticipado y me informó que podía quedarme por allí, para esperar el obvio desenlace.
Di media vuelta y busqué la salida. Había sido un día bastante largo.
Apenas subí a un taxi para volver a casa, tomé la caja y me decidí a abrirla. De una vez por todas. Nunca hubiera podido imaginarme lo que contenía.
Tenía que entregársela a alguien. Pero no a cualquiera. Alguien que fuera capaz de llevar a cabo lo que la caja pedía.
Vi por el espejo retrovisor que el taxista había visto lo mismo que yo. Y supe que comenzó a desearla, con todas sus fuerzas.
Estacionó a los pocos metros, cerca del sector de entrada y salida de ambulancias, y giró hacia mí. Me exigió la caja y no quise dársela. Por eso mismo comenzó a golpearme. En el rostro, en los oídos, en el estómago…
Pero no la solté. La guardé en mi bolsillo, a salvo de todo.
Tratando de esquivar sus trompadas, bajé del auto. Sin saber hacia adónde iba, empecé a buscar al próximo destinatario.
Advertí que desde lejos nos estaban mirando. Era un hombre calvo, como yo, que parecía llevar algo pesado en sus manos.
Lo seguí. Enceguecido por el impulso de compartir con alguien especial el contenido de la caja, fui hacia la galería donde se encontraba.
Aún sin saber cómo iba a convencerlo de que acepte.
Se me ocurrió quitarle el arma a un guardia del hospital. Lo hice y corrí con todas mis fuerzas por uno de los pasillos. Mi corazón latía cada vez más rápido. La sangre ensuciaba mi camisa. Tenía el ojo izquierdo semicerrado y mis dientes…
Encontré al calvo y lo tomé del brazo. Con la pistola apunté a su pecho y lo obligué a correr junto a mí, para alejarnos de todo. Nos refugiamos en un ascensor.
Cuando bajamos en el segundo piso, casi sin aliento, le di la caja y le indiqué:
- No la abras todavía. Sólo después que me vaya. No cometas los mismos errores que yo.
No tuvo tiempo de preguntarme nada. Allí mismo, cerca del balcón, acerqué la punta del pequeño revólver a mi garganta y disparé.
Caí sobre él. Y mi sangre... por Dios, tanta sangre a borbotones sobre su ropa, sus zapatos y el ramo de rosas rojas que él seguía sosteniendo entre sus manos, como si fuera un maldito trofeo.


PÁGINA 25 – POESÍA AMERICANA

ARABELLA SALAVERRY
(San José-San José-Costa Rica)

A FLOR DE LÁGRIMA

Amanecida de tantas lunas nuevas
estoy de nuevo aquí
mojada por todo el sol del trópico
empapada de lluvias antiguas
sedienta
ansiosa
impalpable en la muerte
como si estuviese viva
Sembrada de recuerdos
renaciendo al cardo
el ginger florecido
amante, amada
inventada en tenues mapas milenarios
desde siempre aquí
por siempre muerta
dormida
renaciente
esperando saltar al infinito
temblando desde dentro
acongojada
sumisa
siempre a flor de lágrima
en carne viva siempre

AFANES

Tapar con una mano pequeña
el fuego del fondo de la tierra
es una tarea ardua, laboriosa
Esconder la luz de la mañana primera
las nubes
el aire de tormenta
Ignorar
el latido del viento
la luz
el agua, los ciclones
Aplacar
la sed insaciable de distancias
el camino
el olor disperso de la selva
es siempre una tarea laboriosa

REENCUENTRO

Para inventarme
bastó reproducir
una imagen tallada con palabras
Para encontrarme
otra
la misma
eterna
la de antes
fue suficiente mirar
e hilvanar el dibujo
que hacían las palabras
Para escucharme
solo fue necesario
atender los fantasmas
las voces antiguas
que me habitan


PÁGINA 26 – ENSAYO

MONICA RUSSOMANNO
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

BALCÓN AL ABISMO

Las quintas son lugares donde la gente siembra vegetales, donde se cosechan frutas y el quintero recolecta sus repollos o pimientos con sombrero de paja y camisa a cuadros. Eso eran las quintas en mi librito de segundo grado; sin embargo, aquí las quintas son lo que queda de ese pasado campesino. Nombrarlas es decir caminos de arena con enormes eucaliptus, álamos que imitan el sonido del mar con el follaje abundante, perros acostumbrados a aquerenciarse a cualquier vecino con asado en la parrilla, pájaros y chicharras estridentes, casas de campo en cuadrados más o menos espaciosos, alguna lancha bajo un tinglado de chapa, quizás, un montón de piñas para encender los fuegos de la noche, gente haciendo ocio, podando las ramas indisciplinadas, pintando con pincelito de fin de semana los sillones de hierro.
La quinta, falso rancho, falsa vida cercana a lo montaraz, ilusión de naturaleza y lejanía, una vida salvaje encuadrada, regada, podada y con abundante cloro para mantener el agua impoluta. Hasta el río tan cercano, marrón y violento, está enjaezado con embarcaciones prolijas como un inquietante semental cepillado y limpio en la Sociedad Rural.
Es lo que podemos tener de silvestre, es lo que en realidad podemos tolerar a estas alturas de toda una vida de caminar con zapatos y usar acondicionador de cabellos.
Un poco más allá del alambre tejido del perímetro comienza la oscuridad, los abismos de los cielos estrellados, el arrastrarse de alimañas entre pastos sin segadoras ni rastrillo. Un poco más allá del orden se crece un caos de seres innominados, desconocidos, se crece un espacio excesivamente vasto. Es el abismo con su oscura muerte agazapada.
No deseamos tanto al fin y al cabo. Como quien busca la dosis de vértigo en una montaña rusa de feria, nos satisfacemos con la suficiente ilusión de naturaleza propiciada por el césped amable, la rectamente recortada porción de agua en la piscina celeste.
Decimos que amamos la naturaleza mientras nos untamos con protector solar, vacunamos al perro, le sacamos una foto de lejos a la culebrita verde que apareció muerta al lado del limonero. Me encanta la vida de campo, decimos, abriendo la garrafa de gas como quien arriesga una picada en el monte donde no hay señales, como quien se entrega con la canoa a los meandros incognoscibles y complejos, como quien oye el mono aullador y sabe que está solo en la maravilla atroz de la selva que oculta sus cadáveres y sus insectos.
Y para qué más.
Que otros buceen en los abismos. Los tiburones son meras referencias culturales, los leones son metáforas, el tigre nos remite a Borges en su biblioteca de fractales, con lámparas de cristal verde y libros editados en ocho cuartos, tapas de pasta. Pero el olor del tigre, pero el erizarse de chillidos, pero la presencia ominosa.
A otros la cercanía de la verdadera oscuridad. Y sin embargo esos resquicios, esas junturas que no termina de sellar el mundo seguro, sin embargo y así las cosas.


PÁGINA 27 – CUENTO

MIGUEL HERNANDEZ
(Cosquín-Córdoba-Argentina)

OBLIVIÓN EN 2 X 4

Hay días en los que siento que me caigo en un agujero profundo, en una especie de horma como un queso fundido y caliente que después de juntar restos de migas, de sol en la mesa, de llovizna del fin de semana, de alas de moscas y polillas despellejadas por las arañas, se vuelve a juntar y a espesar hasta volcarse caliente en el molde de los días. Esos en los que, obviamente no me siento bien y necesito dejar correr todo de la misma forma en que el agua se escapa por el suelo y me inclino y caigo y me vomito en el fondo de cada uno de esos días hasta que me miro nuevamente.

Todos hemos abandonado algún juego por la mitad, incluso el que más nos comprometía cuando parafraseábamos a Antonio Machado con aquello de “caminante no hay camino”. Y sin embargo los hubo a fuerza de golpe y traqueteo y sangre y espera y lágrimas y jazz por la noche en otro sitio lejano que nos recordaba cuánto amábamos la trompeta desde que éramos pequeños y supimos que el blues posibilitaba la libertad, entonces despreciamos el jazz blanco y pasamos a admirar a los negros. “Vos sos traicionero como todos los blancos” le había dicho ella mientras lo observaba furibunda desnuda de pies a cabeza. Hubo excepciones claro, pero el desprecio por la libertad existió siempre desde que existieron los blancos en desmedro de los negros. Algo así como la noción de gobierno del peronismo y el radicalismo; una secesión eterna del olvido y el perdón, del dolor y el avasallamiento. Y así no se gobierna nada ni a nadie.

Ella recién salía de la ducha y vio cómo con todo desparpajo él le devolvía las llaves de su casa y se retiraba sin decir nada, aceptándolo todo; aún el hecho de tenerla frente suyo así, mojada entera y desnuda. Ni un beso. Ni un signo de arrepentimiento ni remordimientos por cosas dichas o vividas. Luego, claro está, ella se echó a llorar en la puerta del baño y siguió mojándose desde sus ojos, mirando al techo sin entender.

Tal vez lo profético le había sonado a balazo en la frente. Ella le anunció su esencia traicionera, y él sin más, la había cumplido como un designio.

Traición a su voz, a su boca, a todas las horas de piel y sonrisas, a cada mañana desnuda frente al espejo buscando el flanco más sano de permanecer juntos.

Los días pasaban lentos como rebanadas de pan a las puertas del viento sur con su tan temido soplo de invierno y días azules hartos de oxígeno límpido y bandera. Nitrato de soledad, sulfitos de la locura empecinada en una brusca ola de crearse a sí misma entre las vías olvidadas del tren y el plástico de la ciudad cerniéndose como una amenaza blanca y otra vez el recuerdo de la traición. Y claro, si la luna sale por la ventana opuesta a la que siempre salía, algo habrá que cambiar para que la máquina enceguecida de la noche también deba encontrar otro referente, otra postura desde donde enamorarse de su propia voz.

Creo que hemos perdido la memoria Mara, nos hemos transformado en algo así como un eco desaparecido de nuestro propio rastro y sin querer, hemos vuelto a nacer en otro lugar, en otro sitio donde andar la desmemoria sea posible de acuerdo a la incapacidad de cada uno de acordarse. Y sé que en algún punto del cielo estarás dando vueltas y eso duele mucho Mara, quisiera buscarte pero no sé por dónde empezar, porque solo recuerdo tu cara y tu nombre y que algunas noches te encontraba bajo la lluvia caminando por boulevard Oroño bajo el susurro de las palmeras y reíamos juntos y eso nos hacía demasiado bien, tan bien que después comenzamos a amarnos tanto que ni siquiera pudimos amarnos. Tu mano era demasiado cálida, tanto que me enamoré de tu piel desde tus dedos suaves y chiquitos. Yo soñaba con alcanzar Madrid y vos con un principito parecido a tus ojos, tan parecido que hasta una noche mientras descansabas tus piernas sobre mi falda te miré largamente mientras nos besábamos las manos y creí que Saint Exupery te habría conocido antes de mí. Creí que el principito era una mujer, no podía ser de otra forma. Pero vos lo esperabas en cualquier otra esquina y hoy ya no es lo mismo. Tu perfume me mareaba y sentía vértigo y entonces el mozo nos miraba porque desde hacía ya cuatro horas solo habíamos pedido dos cafés y solo eso. Después mucho cigarrillo muchos besos y mucho vos y mucho yo y un buen día mucho nada. Me fui, te fuiste, nos escondimos en la vida detrás de alguna oficina, de un paquete de sahumerios y un afán absurdo por alcanzar las ciruelas más vistosas de este lado de la verdulería porque esas eran las que nunca podíamos comprar y el gordo bochornoso que se masturbaba con mirarte ansiaba que vos fueses su clienta y vos te aprovechabas, pobre infeliz, porque entonces lucias minifalda y medias rayadas hasta arriba que al gordo lo enloquecían y te regalaba la fruta que quisieras, pero vos querías más, siempre más, hasta que un día encontraste un gordo sin verdulería que podía satisfacer tus deseos de ciruelas y corriste hacia ellas anhelando morir y volver a nacer y te llevó, y tuviste otro hijo más allá de Nati, hermosa Nati, para acceder al mundo de los sindicatos después de tanta poesía. Debajo de las alas, cien puñales, mil traiciones, y una sola consigna, la de sobrevolar por no caer, por no arrastrar el alma el peso el cuerpo y desconocer la tierra donde habitábamos por aquellos días soñando siempre soñando hasta dormirnos, hasta caernos, siempre soñar siempre soñando, hasta amarnos desconsoladamente.

A veces callo largamente para no sentir que puedo interrumpir el andar del espacio en mí y en quienes me rodean. Y por cada vez que renuncio a la posibilidad de expandirme, mis ojos sobrevuelan esta costumbre de alcanzar tu mirada. Sin embargo esto que hoy estalla contra las paredes, esta dificultad de unirme por dentro para correr a fundirte y abrazarte, dice que todo cuanto ponga en marcha será insuficiente para recuperar el camino desandado y volver a la “Y” griega en la que nos bifurcamos, al dejavú de tu camino y el mío.

Y quisiera poder decirte que todo aquello sucedido ya no importa, que no me hacen mella ni tus errores ni los míos, pero en verdad es mentira; una mentira absoluta que hasta rechaza mi propio organismo. Vos precisabas un Hades poseedor de un inframundo y yo una Eris que me aniquilara con su discordia. Y llegamos al punto cero, al momento de la incertidumbre que nos puso en movimiento hasta soñarnos en el reencuentro, hasta que nos tuvimos mutuamente a un costado del camino, a solas, a escondidas de todos los demás y de nosotros mismos aunque los dos sabíamos que esto iba a suceder. El despegarnos, el irnos nuevamente y volver a separarnos para recobrar la memoria.

Desconocemos la derrota. Realmente nos parece algo sucio y pleno de culpabilidad. Ejercemos el perfeccionismo exacerbado por las ansias de consumo. De cualquier cosa, de amor, de bienes, de ego, de espacio, protagonismo, herencias, y sin embargo morimos acribillados una y otra vez por el mismo sentido de fracaso que nos sorprende al amanecer. No conocemos las epidemias, y sin embargo nos contagiamos. El éxito nos fracasa. El fracaso nos impulsa; el temor nos vence, la fuerza nos lleva al temor, las divisiones a buscar pareja y la pareja a la duplicación de los conceptos. Y nos equivocamos. Bestialmente confundimos estar acompañados con dejar de estar solos; caminar juntos con vivir adjuntos; convivir con Vivir; comprender con explicar; explicar con excusar; excusar con ocultar; ocultar con deshacer; deshacer con volver a comenzar; recomenzar con hacer lo que nunca hicimos.

Y lo que nunca hicimos fue perder el miedo.

El siguió con su cortejo de palabras a la distancia y se fue deshilando cada día entre memoria y desmemoria. Ella en cambio, renunció a la memoria y se dispuso a tejer una nueva sucesión de traiciones programadas.


PÁGINA 28 – POESÍA ALLENDE EL MAR

FRANCISCO MUÑOZ SOLER
(Málaga-Málaga-España)

RESTAURACIÓN

En la altiplanicie de mis momentos
quiero emular al bíblico Lot
aunque no sea una Gomorra caótica
mis días forzosamente ausentados por el tiempo,
sembrar luz en los huecos de mi breve espacio.
Traspasar sombras abortándolas de mis fondos,
y que decisiones nuevas formen muros
de surcos indelebles de auroras propias
argamasa de derribos, pérdidas y experiencias,
simiente que guíe las luces de mi vida.
Vivir sin eclipses la armonía de mi fragilidad
en la incertidumbre de mis dudas y certezas,
expandirme en un horizonte complejo y abierto
a inevitables vientos de valiosa singladura,
ser, ser ahora doblegando el desaliento.

LLEGAR A ESE PUNTO DIFUSO

Los dioses saben lo venidero, los hombres lo acontecido,
y los sabios lo que se cierne.
FILÓSTRATO
Llegar a ese punto difuso donde poder
tomar distancia sobre uno mismo
observando al sustentador incardinado
transitando encrucijadas de meandros…
Ser receptor de las vibraciones de lo que se cierne.
Recibir el misterioso zumbido y trasladarlo
al depositario de mi inherente legado
para que cuide mis emociones y pasos
eligiendo el curso adecuado
para el devenir de mis futuros años.
Que al dejar mi incorpóreo estado
ya surcando el longevo camino deseado
la despensa de mi galera se colme
de los más nutritivos conocimientos
afluentes de gozo y tersura para mi espíritu.
En esos parajes de acontecimientos
hallar lo hermoso, lo noble, lo magnífico
saborearlo sin premura, tomándome mi tiempo,
y al llegar a puerto se elevasen las riquezas
que mi alma ansía sobre los silos de Ítaca.
A Mariana Bernárdez.

QUÉ MONSTRUOSO ENIGMA SECUESTRA LA TERNURA

Qué monstruoso enigma secuestra la ternura
en hondonadas laberínticas y amargas,
convirtiéndola en alimento para insectos,
ratones, culebras y alimañas.
Qué vientre concibió esa pútrida villanía
transformando las caricias, bellas crisálidas
en hojas secas de pisado follaje,
abono putrefacto de ausencias,
Estéril cuajadura de olvido
que envenena los veneros de los sueños,
fluyente néctar de cicuta de sentidos
agria amnesia de los sentimientos.

EN MIS DÍAS SIN VUELO ATORNILLADOS A LA TIERRA

En mis días sin vuelo atornillados a la tierra
extravío la vista y en ella se me perfila
el contorno de la figura de mi amada ternura,
tangible, cierta, hermosa, corpórea
así se muestra en el amplio mundo de mis retinas,
y en ese espacio límpido sin fronteras,
nos confiamos nuestras secretas ilusiones
acariciándonos las imaginadas curvaturas,
proyectando sueños sobre inabarcables campos
agarrados a la tierra por un ancla ligera,
sin la aridez y la impostura de los días reglados
por la incesante acumulación de pérdidas.


PÁGINA 29 – ENSAYO

CÉSAR SONDEREGUER(*)
(Barcelona-España)

LA EPOPEYA AMERINDIA
Causalidad y Hechos

A través del confuso esplendor,
a través de la noche de piedra,
déjame hundir la mano y deja que en mi palpite
como un ave mil años prisionera,
el viejo corazón del olvidado.
Neruda

De acuerdo con el contexto cultural planetario los pueblos de la América Antigua lograron relevante importancia mítica, socio-económica, plástica y estética. Durante más de tres mil años, desde 1500 años a.C. con la cultura olmeca en Mesoamérica y las primigenias culturas peruanas, hasta las últimas maya, azteca e inca, los desarrollos religiosos, intelectuales, artísticos, matemáticos y técnicos tuvieron coherencia y prosperidad.
Hablar sobre lo que un pueblo pensó y realizó siempre ha sido un tema polémico, y con más razón en Amerindia con tantas culturas y pocos documentos escritos autóctonos. A pesar de ello, sobre la base de las obras consumadas, intento comprender las ideas que fundamentaron los logros de esos pueblos.
En su inicio toda investigación histórica exige colocarse en aquel ámbito, intelectual y sensible, en aquel modo de pensar y sentir. Hacer historia del arte exige contemplar la obra en su medio e interpretarla de acuerdo con su naturaleza y carácter nacidos de esa cultura.
Pensamientos, expresiones y voluntades de ser son las iniciales conclusiones que emanan de la colosal obra amerindia. Una vasta y profunda creatividad se evidencia a poco de introducirnos en aquella otredad. Las múltiples manifestaciones plásticas descubiertas ponen de manifiesto que no se las puede analizar sólo histórica y antropológicamente, desde un ángulo de absoluto cientificismo. Al recorrer esa obra con tales pautas, nos percatamos de su parcialidad al dejar sin consideración lo estético.
Es fácil comprobar que lo exclusivamente histórico no responde a las preguntas sobre lo metafísico que van surgiendo pues gran parte de la obra desenterrada es plástica, artesanal o artística. Una vez ubicada en su cultura y temporalidad, corresponde el análisis formal y estético pues sólo así se logrará la comprensión integral de la expresión de aquel pasado ilustre.
Paulatinamente encontramos con imperecedera presencia, notables valores inmanentes al trabajo intelectual y social de los pueblos amerindios: misticismo y poesía plasmada en una obra compuesta sobre fundamentos cósmicos. Tal obra, tanto de culto como profana, fue plásticamente consumada, siendo el puente comunicante entre el hombre y su cosmos mágicamente interpretado; entre su existencia terrenal míticamente conformada y lo metafísico.
Para ahondar lo histórico y antropológico, donde la realidad amerindia está inmersa, es necesario investigar los pensamientos involucrados como causalidad de las obras. Es la única prueba que nos queda anterior a los mayas, aztecas e incas. Tal labor no puede ser sólo científica ya que ésta investiga sólo lo físico. El análisis debe completarse desde lo filosófico y estético para develar su inmanencia metafísica. El sentido de toda configuración amerindia partía de la Fe en lo que la sociedad entera aceptaba: la obra de culto es su efecto, el misticismo lo poético de su expresión.
El pensamiento mágico. Para los amerindios no fue la vida la que posibilita la muerte, es la muerte la que origina la vida pues ella es fuente de vida. La muerte no fue una desaparición sino un cambio de lugar.
Los mayas iniciaron el fechado histórico no como sucesión sino como el después de un principio mítico y consideraron espacio, tiempo y número como cosmovisión deificada de la naturaleza.
En Amerindia no existió el concepto de ciudad como hoy lo concebimos. Para aquel pensar eran centros espirituales donde se debía reproducir el orden cósmico en sistemas templarios, campos de pelota, plazas hundidas y observatorios astronómicos. Eran sitios sagrados, centros esenciales de la colectividad donde los dioses habitaban junto a los hombres según su Fe. Allí, todo fue simbólico, y fue como se creyó que era.
Los hombres amerindios participaban con la naturaleza y la acompañaban. No pretendían herirla ni cambiarla, sólo estar con ella, integrarla pasiva y armónicamente. Toda labor que realizaban era participativa con el cosmos pues tal realidad era aprehendida afectivamente.
El mito estableció la idea del Poder como intuida conclusión súbita. El mito fue la única respuesta sin pregunta del dinamismo cósmico. El cosmos eran los dioses y viceversa.
La idea de que el sol era potenciado por el jaguar, como causa del Poder que el felino detentaba mágicamente se comprueba, cual paradigma por toda Amerindia, en el relieve olmeca de Chalcatzingo, el Portal de Tiwanaku y la cultura La aguada del Noroeste argentino.
La iconografía sagrada es absoluta y no deja nada para ser completado por el espectador. Muestra una totalidad significante, un todo manifiesto. El diseño plástico es definido, corpóreo, sólido, ya que la presencia de cada uno de los Géneros Plásticos es explícita y sincera. En tal sentido es similar a la obra gótica, la última plástica sagrada de Europa.
Numerosas obras poseen un evidente sentido atemporal, inmersas plenamente en la tradición manifiesta. Su conservadurismo teológico, propio de las imágenes consagradas, fluye desde la tradición de los ancestros míticos.
La trascendencia comenzó con la sinceridad. La trascendencia procede de lo ontológico y reside en la expresión y su inmanencia poética. Lo cósmico fue su fundamento pero la plasmación es lo que consagró la trascendencia.
La capacidad de expresión plástica es un don. Ciertos individuos, vocacionalmente dotados y con ideas mágicas, comenzaron en Amerindia, hace más de cinco mil años, la actividad artesanal y artística. La profundización mística fundamentó la obra de culto y se expandió seleccionando los más dota-dos para su praxis, o sea los artistas: los poetas. No hubo artista sin artesanado, pero no todo artesano, aún siendo mayoría, fue un artista.
Los mitos y teogonías fueron la causalidad de los diseños de las deidades agrarias aplicados en los Géneros Plásticos. Sin agricultura no hubiera habido subsistencia adecuada, ni tampoco dioses de la Lluvia mantenedores, ni dioses hacedores de los hombres, no se hubieran creado diseños necesarios para una obra de culto plástica ideográfica y comunicante. Las configuraciones se realizaron con aquel pensamiento mágico y no de la manera que hoy lo hacemos con el pensar asociativo. La transmutación de la teología en diseños formales lo prueba, sobre todo cuando se observa que algunas culturas, reiteraron rediseños para explicitar aún más la comunicación.
La ética amerindia consistió en respetar los tiempos cósmicos, la Madre Tierra y sus reiterados ritos correspondientes, los dioses y los ámbitos ceremoniales consustanciados con la naturaleza y sus respectivos paisajes sagrados.
Sintetizando lo percibido en Amerindia, coexistieron dos lenguajes simultáneos en la obra plástica: el signal e ideográfico que comunica lo ideológico, presentando lo mítico-religioso, cósmico, cosmogónico y astronómico-matemático, y el estético-plástico que expresa lo místico-poético y muestra diseños en pro de una configuración morfológica armónica en sus proporciones y evidente en su decir. El primero fue configurado con diseños formales de figuraciones o abstracciones simbólicas. El segundo, con la aplicación de dichos diseños en siete Géneros Plásticos: arquitectura, cerámica, dibujo, escultura, pintura, orfebrería y textilería o sea, los soportes de la creación que muestran la manipulación de la materia, develando lo ontológico autoral.
El talento y sentido profundo de la obra visual amerindia consiste en ser en general metonimia cósmica y en la hondura lograda en trasmutar idea en forma. El diseño comunicaba la esencia del dogma, inicial entidad constitutiva de la existencia de aquellos pueblos.
Cosmos-dogma-símbolo, fue una triada configurada del pensar mítico, del hacer volitivo y del estar temporal de las culturas. Fue su estructura ético-estética.
Considerando la historia de tal civilización neolítica, ocurrida en las tradiciones de las culturas entre 1500 a.C. y 1532 d.C., se pueden demostrar los siguientes logros:
Pensamientos creativos pragmáticos.
Domesticación de plantas y animales. Agricultura intensiva. Artefactos utilitarios. Sistemas hidráulicos y agrícolas.
Obra de culto plástica, artesanal y artística.
Urbanismos religioso y civil. Astronomía y matemáticas. Metalurgia, orfebrería y textilería.
Más de ciento cincuenta lenguas habladas.
Cuatro lenguas escritas, calendarios y sistemas contables. Obra escrita cosmovisiva e histórica.
Medicina de herboristería y cirugía.
Expresiones humanistas.
Pensamientos místico-cósmicos metafísicos. Obra plástica chamánica. Obra plástica estatal.
Teología mágica, mítica y animista. Cultos funerarios. Adoración de lo cósmico sidéreo y terrenal e integración con el paisaje. Configuración teológica con poderes deificados. Varias cosmogonías.
Se deduce que la inteligencia y la sabiduría tradicional eran distintas a las de hoy pero, aún con el despotismo de las oligarquías gobernantes, fueron colectivamente superiores.
También es evidente que todo el enorme esfuerzo arqueológico de los últimos doscientos años y sus inteligentes respuestas, no alcanzan para la cognición integral de aquella realidad existencial, física y metafísica; plena de políticas socio-económicas pero también mítico-religiosas; pragmáticas-utilitarias pero también éticas y estéticas. La bibliografía prueba que parte de esos estudios se han realizado, pero igualmente prueba la ausencia de enfoques filosóficos y estéticos y de una hermenéutica analítica.
Mientras no haya investigación interdisciplinaria entre historia y estética, entre antropología y filosofía, la plástica amerindia continuará en un parcial conocimiento, como un colosal enigma físicamente presente pero metafísicamente ausente, carente de la aprehensión totalizadora de aquella otredad espiritual, expresada en la obra legada.
El autor es ex titular de la Cátedra de Diseño y Arte Precolombino, (1990-2002, FADU–UBA). Creador de la asignatura Estética Precolombina, 2004, Universidad Autónoma de Barcelona.


PÁGINA 30 – CUENTO

ALFREDO DI BERNARDO
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)
Selección de Eduardo Coiro.

LA MEMORIA EN LOS DEDOS

"El cuerpo tiene más memoria que el cerebro".
(Philip Roth)

La única decisión que mi abuela paterna tomó respecto del destino final de sus pertenencias fue la de legarme el piano. Un piano vertical alemán sexagenario. El mismo con el que le había dado clases a cientos de niños santafesinos que pasaron por el Conservatorio Di Bernardo en las décadas del '20 y del '30. El mismo en el que mi tía había estudiado metódicamente hasta obtener su título de profesora. El mismo en el que mi papá se las ingeniaba para sacar canciones usando solamente su dedo índice.
Para cuando mi abuela manifestó su voluntad respecto del piano, yo tenía veinte años y hacía rato que había dejado atrás mis precoces logros musicales. Tocaba de oído, con mucho entusiasmo pero escasa técnica. Sin embargo, aún con mis limitaciones a cuestas, a ella le gustaba que yo hiciera sonar el piano cuando iba a visitarla. No sé, supongo que, acostumbrada como estaba a vivir rodeada de música, le habrá parecido un pecado imperdonable que un instrumento permaneciera mudo.
Cuando mi abuela murió, el piano recaló en mi casa, tal cual ella lo había dispuesto. Desde entonces, sentarme a tocar en él se transformó en una costumbre casi cotidiana a la que dedicaba gustoso aunque más no fuera unos minutos. No hablo de estudiar, ni de practicar, ni de esforzarme por progresar. Hablo de tocar; simplemente tocar. Me resultaba casi terapéutico hacerlo. En esos momentos, mi mente lograba desembarazarse de las preocupaciones diarias y de las existenciales. La música interrumpía ese vicio mío de pensar demasiado y me concedía un espacio de paz interior que, fuera de esa circunstancia, se volvía inalcanzable.
Continué con tan saludable hábito por unos años, hasta que mis sucesivas mudanzas me fueron llevando a viviendas cuyas características edilicias tornaban poco recomendable incluir un piano en el mobiliario.
El 1º de enero pasado, después de los brindis de Año Nuevo en casa de mis padres, me dejé llevar por el impulso de levantar la tapa del "Rachals" y garabatear algunos sonidos en su entrañable mixtura de madera y marfil. No estaba tan desafinado como esperaba, pero algunas de sus teclas evidenciaban signos de una considerable disfonía. Me senté en el viejo taburete giratorio y me puse a tocar. Llevaba realmente mucho tiempo sin hacerlo, y cierta enojosa insistencia de mis dedos en desobedecer mis órdenes mentales se encargó de recordármelo con suma franqueza. Seguramente, el continuado de boleros y música de películas antiguas al que recurrí para darle el gusto al auditorio presente se escuchó esta vez un tanto deslucido, pero nadie de entre los oyentes me lo reprochó.
De pronto, en medio del concierto, mientras decidía qué tocar a continuación, mis manos se desentendieron de mi voluntad y se deslizaron por su cuenta hacia el dibujo de una melodía dulzona que al principio no logré identificar con precisión. Tardé varios segundos en reconocerla: era el valsecito que había compuesto para mi abuela y que solía tocar en aquellas visitas que le hacía. Me pareció asombroso, ya que, como mínimo, yo no había siquiera tarareado esa melodía en los últimos diez años. Y sin embargo, ahí andaban mis dedos, jugando caprichosos con aquella sucesión de notas que había permanecido sumergida en mi subconsciente durante tanto tiempo, demostrándome que eran capaces de recordarla sin ayuda.
Fue como abrir la compuerta de un dique. En cuestión de segundos, me vinieron a la cabeza numerosas escenas familiares en las que, invariablemente, el piano ocupaba el centro de la anécdota evocada. Pensé en mi otra abuela, la materna, que también tocaba, y eso me llevó a volcar mi repertorio hacia ciertos tangos y valses con los que ella acostumbraba satisfacer mis requerimientos infantiles: "Adiós muchachos", "Lágrimas y sonrisas", "Santiago del Estero"...
Me puse contento. Acaso antojadizamente, sentí que estaba homenajeando a mis abuelos. Y no quisiera incurrir en sentimentalismos baratos, pero mientras tocaba imaginé que ellos andaban por ahí cerca, escuchando con alegría, aprobando reconfortados que su nieto los recordara de esa forma.
Algo cansado, interrumpí mi recital por unos minutos y pedí que me acercaran algo fresco para reponerme del calor. Mientras bebía, caí en la cuenta de algo en lo que nunca había reparado hasta ese momento, y es que mis dedos guardan una herencia familiar intangible pero invaluable, atesoran una historia poblada por remotos paisajes sonoros de los cuales provengo, y que han contribuido a hacer de mí lo que soy.
Tuve la certeza de que iba a escribir algo al respecto. Vislumbré un pantallazo general de lo que iba a ser el texto, y hasta supe cómo iba a titularlo. Hubiera podido permanecer suspendido en esa fantasía creadora durante un buen rato pero, apenas advertí que -una vez más- estaba pensando demasiado, detuve mi maquinaria mental de inmediato.
Mis abuelos me estaban pidiendo un bis, y no era justo hacerlos esperar. Así que me acomodé de nuevo frente al teclado y me puse a tocar "Gricel".


PÁGINA 31 – POESÍA ALLENDE EL MAR

ANTOLOGÍA DE POESÍA RUMANA
RODICA GRIGORE
(Sibiu-Rumania)

EMIL BOTTA (1912 – 1977)

REMEMBER

Qué lejos estás, mi amada sombría
a través de las paredes del cuarto te veo como a través de un cedazo,
y te oigo llamándome como desde otro planeta
y me escribes poesías en mis mejillas de tiza.

¿Es posible, acaso es posible que no pueda morir,
que oiga tu voz subir la escalera de la noche, descender la del día,
que me levante de la cama como un fantasma, como el marinero en vela,
que te divise en mi sueño desde mil millas?

Sí, es posible, mi querido sombrío,
que me oigas cantando aún siendo muerta
que me veas de veras en el espejo celeste
y que en mi pelo las estrellas se apaguen y se enciendan.

Pero no te enfades si mi beso es frío,
si mi amor te agota como el invierno,
si mi abrazo te hace sufrir para que todo lo recuerdes,
por favor, no te enfades…

MIS LEYENDAS

Yo sólo te hice, Noche,
musa patética, doloroso amor:
y hondo te forjé,
para sosegar mi sed de ser pereciendo.

¡Yo sólo te hice, selva de jade!
Tú, mirlo lírico, mi ídolo,
eres de veras como te soñé,
mi dulce frenesí, arco en el cielo para siempre.

El mar, los mástiles, los cuervos marinos
y las orillas de las lunarias Lusitanas
todo eso son mis leyendas, mi espejismo.

No busques demasiado lejos la razón de las estrellas,
como, por ejemplo, desde el cenit hasta al nadir.
Sería mejor que Betelgeuse te diga, o Altaír
y la virgen luna, ella misma,
que las enciende
magnificas, cada noche,
te diga.


PÁGINA 32 – ENSAYO

WINSTON MORALES CHAVARRO
(Cartagena de Indias-Bolívar-Colombia)

EL OTRO, EL MISMO

Uno de los grandes problemas de la especie humana, decía el filósofo francés Emmanuel Levinas, es la reducción del Otro, al mismo. Es decir, palabras más, palabras menos, la necesidad monstruosa de que el otro, llámese padre, vecino, hermano, esposa o amante sean yo; piensen, actúen, vistan, hablen, jueguen y coman como yo; amen como yo; procreen como yo.

El hormigueo humano, en el transcurso de su historia, ha reducido el otro al mismo. Desde la política, la religión, la escuela (nada más nefasto que la educación), el matrimonio (una invención cultural), suprimimos, negamos, anulamos al otro. Y prueba de ello es la función que ejercemos sobre nuestros descendientes. La madre, con inusitado afán, le dice al hijo: «tienes que comer y ponerte esto; estudiar esto; asumir esta religión; esta lengua; esta o aquella manera de pensar y de expresarte».

Con las religiones sucede lo mismo. Todos andan en busca de salvación, sólo de la suya, haciéndole daño a los otros, negando la naturaleza de sus congéneres. Por eso la Iglesia, llámese católica o protestante (para citar solamente dos), rechaza a todos aquellos que practiquen otros cultos (musulmanes, ascetas, sufíes, místicos, zahoríes, budistas). Ahora imaginemos lo que hacen con prostitutas, homosexuales, delincuentes. Cada iglesia tiene su Dios, para colmo de males el verdadero, o sea que los otros andan por los territorios del “mal”, equivocados, perdidos, sumidos en el atraso.

Existe el profesor que desea y aspira, con todas las fuerzas de su frustración y resentimiento, a que su alumno o discípulo sea su igual, su espejo. Entonces se empecina en que repita su discurso, hable como él, lea sus mismas cosas, objete lo que él objeta. Desde la academia se ejerce otro tipo de poder, quizás el mismo que el citado maestro crítica de las clases hegemónicas. La academia es otro tipo de hegemonía.

En el hormigueo humano el tercero excluido no tiene cabida. El otro debe ser el mismo. Debemos ser esto o aquello, hombre o mujer, de izquierda o de derecha. En este sentido, los de derecha creen que eres de izquierda y los de izquierda de derecha.

Una de las cosas más nefastas en la negación de lo otro, fue lo que los conquistadores españoles hicieron con nuestros aborígenes. Para Cortés y demás colonizadores, el «Otro» indígena era bárbaro, endemoniado, salvaje, por el sólo hecho de no hablar español, no creer en la virgen María, apelar a unos ritos extraños y a un pensamiento seminal que para los españoles resultaba primitivo.

Han pasado más de quinientos años y la historia, por su esencia circular, se repite. Negamos a diario. La esposa quiere que el marido sea su idea de marido, la madre que su hijo sea su idea de hijo, la novia que su novio sea ese que le han construido desde pequeña, acaso su Ken, el muñequito que hacía de novio cuando jugaba con su Barbie.

El profesor sueña con un alumno ideal, los científicos sociales, los mismos que basan su discurso en la especulación, pretenden construir a los jóvenes, crear y construir identidad - tamaña bobería-, desde la intelectualidad, el poder. El poeta cree que el camino correcto es el de la poesía, el comunista que el camino seguro es el suyo, el paramilitar que no hay una cosa más equivocada que el guerrillero.

Deberíamos, para rematar este escrito, aprender a jugar a dios y al diablo. Los dos se reconocen, se necesitan, se complementan; ellos saben que sólo la presencia de lo otro hace que el Yo exista. El Yo no es, si el otro no existe.


CONTRATAPA: NOTAS DE PARÍS

IRMA BIGNON
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

EN OTRA PARTE Y DE OTRO MODO

Ediciones Gallimard acaba de publicar en Paris el ensayo titulado “Ailleurs et Autrement” (En otra parte y de otro modo). Su autora: Annie Le Brun, nacida en Rennes en 1942. Realiza sus estudios en la Universidad de Letras de Paris. Tiene 20 años cuando el movimiento surrealista la atrae. Conoce a André Breton. Lee Nadja y queda impactada. Pero sus fuerzas síquicas siguen permaneciendo libradas al control de la razón.
Escribe su primer ensayo en el año 2000: “Demasiada realidad”. Y luego, dos ensayos más: uno sobre el escritor Alfred Jarry, creador del personaje Ubu que habría de ocupar un lugar importante en la historia de la literatura francesa, y el otro sobre el poeta Raymond Roussel cuya vocación poética hace que escriba sus poemas en alejandrinos. Su referencia a estos dos escritores tiene como único fin poner la distancia que le permite exaltar lo que aún merece ser exaltado.
A pedido del escritor y editor Jacques Pauvert, prologa las obras completas de Sade. Ediciones Gallimard le publica seis ensayos más: “Los castillos de la subversión”, “De repente un bloque de abismo, Sade”, “Sombra para sombra”, “Del perdido”, “No se encadenen a los volcanes”, “Si nada tuviera forma sería eso”.
Su último trabajo “En otra parte y de otro modo” es una larga reflexión sobre aquellos pensadores del siglo XX que no se pudieron destacar en la historia oficial de las ideas por causa de tantas tendencias confundidas, y por una gran falta de capacidad para pensar ante un mundo tan sensible.
Frente a Hegel, Heidegger o Sartre, ella nombra a Charles Fourier, filósofo economista, cuya gran obra sobre la reforma económica, social y humana, publicada en Paris al mismo tiempo que en Besançon, nunca alcanzó el éxito esperado; a François-Paul Alibert nacido en Carcassonne; a Eric Jourdan; a Jean Clair historiador de las artes, académico de la cultura, ex - director del Museo Picasso de Paris, todos ellos escritores cuyos libros fueron publicados pero completamente olvidados.
Recuerda a los hermanos alemanes Schlegel, August crítico literario uno, Friedrich escritor y filólogo el otro, cuyas obras siempre permanecieron ocultas.
Le Brun admira a todos los que se animan a afrontar las tinieblas y mantener a salvo el mito y la poesía – “quienes permiten respirar a los que se ahogan” – como escribía Henri Michaux.
El mundo se inquieta ante la desforestación y el deshielo. Le Brun se inquieta ante la indiferencia de la vida interior. “Lo que no se debe perder es el sentido de la creación”- escribe. Y agrega: “Hay que tratar de desmaterializar al hombre, desplegar las energías en poetizar el cuerpo, romantizar el mundo. Nada de ideas sin cuerpos, nada de cuerpos sin ideas”.
Demuestra su entusiasmo de lectora comprometida, deseando descubrir todo lo que concierne a las artes, los libros, a la cultura en general.
Tantos libros leídos y hasta a veces obras raras. Todo es alimento para el pensamiento, que se mueve en forma perpetua.
En el mundo de hoy donde reina lo que ella misma califica de “racionalidad de la incoherencia”, su escritura es el reflejo de su forma de pensar. Se subleva contra el lenguaje de síntesis, contra la tecnicidad que borra lo que queda de singularidad. Responde a la urgencia de estar en otra parte y de otro modo, porque para ella, la inmensa posibilidad que abre todas las puertas, es comenzar a decir “no”. Pues, si el servilismo es contagioso, la libertad lo es más aún.
En su ensayo, denuncia la desvalorización del acercamiento sensible y su consecuencia; la anestesia del lenguaje, de la memoria y del pensamiento, condición del nuevo servilismo voluntario. Por la falta de imaginación, se aplica demasiada teoría, demasiada realidad.
El conformismo contemporáneo tiene como particularidad desmaterializar al hombre. La realidad aniquila el poder del arte y del pensamiento.
Nuestra escritora nos invita a insistir con la infancia, la imaginación, la poesía, el amor, el deseo y los mitos, que en cierta forma es una manera de vivir: “echar raíces en las profundidades del tiempo” escribe. Es aquí cuando ella une sus ideas con las del sicoanalista Jacques Hassoun.
Le Brun afirma que a pesar de las ausencias que crecen cada vez más, todo permanece posible. El amor que todo lo configura, la libertad contagiosa que se opone a la desfiguración del mundo, todo se termina. Sin embargo, todo comienza a cada instante.
Dedica un capítulo especial a Radovan Ivsic – con quien vivió más de 40 años –poeta franco croata, nacido en Zagreb en 1921, quien atravesó el siglo XX entre la poesía y la dramaturgia y murió en Paris la noche de Navidad de 2009. Cuando lo peor se instala ¿qué queda? El Eclesiastés dice que luego de una sobrecarga de lucidez siempre se origina una sobrecarga de desgracia…
Para Le Brun el ejercicio de la escritura es un placer. Nos hace recordar la avispa huidiza - tan apreciada por Proust - nunca en reposo, siempre tratando de sustentarse de todo y de nada.
A pesar de la diversidad de los temas que aborda, ella logra una conexión perfecta. Se empeña en ser clara diciendo cosas profundas. Su lenguaje es abordable, su estilo es dinámico, atento al goce del lector.
Los buenos libros son raramente releídos. Pero hay algunos que escapan a la regla. Tienen coherencia, forman una especie de vademécum para tiempos de crisis literaria, creando un servicio voluntario.
El mundo duerme pero no sueña. No dormir entonces, sino soñar. Sin duda, he allí el problema. Dormir es reposar. Soñar es evadirse. Hoy, nadie se arriesga a ir un poco más lejos o demasiado lejos.
Fiel a sus amores, a sus amigos, a sus lecturas, al surrealismo que implantó la insurrección en la creación, Annie Le Brun tiene un único objetivo: luchar contra las críticas literarias mundanas que en nada han comprendido a Sade, a Rousseau o a Char, y sobre todo contra aquéllos más temibles aún, los que hacen alarde de haberlos comprendido.
A nosotros nos parece que la lengua ha perdido algo de su auditoría ante una sociedad técnica que se emplea, cada vez más, en ensordecernos y cegarnos. Tratemos entonces de vivir acercándonos al mundo natural, al mundo sensible aunque éste no tenga nada que ver con lo actual.
“La incansable luz de la mediocridad no ha cesado de fascinar – escribe Le Brun - , pero existe una forma de escapar, de combatirla”.
Nosotros nos preguntamos: ¿no será acaso éste el momento de comenzar a observar en otra parte y de otro modo?


Todos los textos, fotografías o ilustraciones que integran el presente número son Copyright de sus respectivos propietarios, como así también, responsabilidad de los mismos las opiniones contenidas en los artículos firmados. Gaceta Literaria solamente procede a reproducirlos atento a su gestión como agente cultural interesado en valorar, difundir y promover las creaciones artísticas de sus contemporáneos.

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