GACETA
LITERARIA Nº 66– Mayo de 2012– Año VI – Nº 5
Imágenes:
BEAUTIFUL WORLD
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1 – REFLEXIONES
EDUARDO GALEANO
(Montevideo-Uruguay)
LOS MAPAS DEL ALMA NO TIENEN FRONTERAS
Permítanme agradecer esta ofrenda que
estoy recibiendo, que para mí es un símbolo de la tercera orilla del río. En
esa tercera orilla, nacida del encuentro de las otras dos, florecen y se
multiplican, juntas, nuestras mejores energías, que nos salvan del rencor, la
mezquindad, la envidia y otros venenos que abundan en el mercado.
Aquí
estamos, pues, en la tercera orilla del río, argentinos y uruguayos, uruguayos
y argentinos, rindiendo homenaje a nuestra vida compartida, y por lo tanto
estamos celebrando el sentido comunitario de la vida, que es la expresión más
entrañable del sentido común.
Al
fin y al cabo, y perdón por irme tan lejos, cuando la historia todavía no se
llamaba así, allá en el remoto tiempo de las cavernas, ¿cómo se las arreglaron
para sobrevivir aquellos indefensos, inútiles, desamparados abuelos de la
humanidad? Quizá sobrevivieron, contra toda evidencia, porque fueron capaces de
compartir la comida y supieron defenderse juntos. Y pasaron los años, miles y
miles de años, y a la vista está que el mundo raras veces recuerda esa lección
de sentido común, la más elemental de todas y la que más falta nos hace.
Yo
tuve la suerte de vivir en Buenos Aires, en los años ’70. Llegué corrido por la
dictadura militar uruguaya, y me fui corrido por la dictadura militar
argentina.
No
me fui: me fueron. Pero en esos años comprobé, una vez más, que aquella
prehistórica lección de sentido común no había sido olvidada del todo. La
energía solidaria crecía y crece al vaivén de las olas que nos llevan y nos
traen, argentinos que vienen y van, uruguayos que vamos y venimos. Y en el
tiempo de las dictaduras, supimos compartir la comida y supimos defendernos
juntos, y nadie se sentía héroe ni mártir por dar abrigo a los perseguidos que
cruzaban el río, yendo para allá o desde allá viniendo. La solidaridad era, y
sigue siendo, un asunto de sentido común y por lo tanto era, y sigue siendo, la
cosa más natural del mundo. Quizá por eso su energía, la siempre viva, fue más
viva que nunca en los años del terror, alimentada por las prohibiciones que
querían matarla. Como el buen toro de lidia, la solidaridad crece en el
castigo.
Y
quiero dar un testimonio personal de mi exilio en la Argentina.
Quiero
rendir homenaje a una aventura llamada Crisis, una revista cultural que algunos
escritores y artistas fundamos con el generoso apoyo de Federico Vogelius,
donde yo pude aportar algo de lo mucho que me había enseñado Carlos Quijano en
mis tiempos del semanario Marcha.
La
revista Crisis tenía un nombre más bien deprimente, pero era una jubilosa
celebración de la cultura vivida como comunión colectiva, una fiesta del
vínculo humano encarnado en la palabra compartida. Queríamos compartir la
palabra, como si fuera pan.
Los
sobrevivientes de aquella experiencia creadora, que murió ahogada por la
dictadura militar, seguimos creyendo lo que entonces creíamos. Creíamos,
creemos, que para no ser mudo hay que empezar por no ser sordo, y que el punto
de partida de una cultura solidaria está en las bocas de quienes hacen cultura
sin saber que la hacen, anónimos conquistadores de los soles que las noches esconden,
y ellos, y ellas, son también quienes hacen historia sin saber que la hacen.
Porque la cultura, cuando es verdadera, crece desde el pie, como alguna vez
cantó Alfredo Zitarrosa, y desde el pie crece la historia. Lo único que se hace
desde arriba son los pozos.
La
dictadura militar acabó con la revista y exterminó muchas otras expresiones de
fecundidad social. Los fabricantes de pozos castigaron el imperdonable pecado
del vínculo, la solidaridad cometida en sus múltiples formas posibles, y la
máquina del desvínculo continuó trabajando al servicio de una tradición
colonial, impuesta por los imperios que nos han dividido para reinar y que nos
obligan a aceptar la soledad como destino.
A
primera vista, el mundo parece una multitud de soledades amuchadas, todos
contra todos, sálvese quien pueda; pero el sentido común, el sentido
comunitario, es un bichito duro de matar. La esperanza todavía tiene quien la
espera, alentada por las voces que resuenan desde nuestro origen común y
nuestros asombrosos espacios de encuentro.
Yo
no conozco dicha más alta que la alegría de reconocerme en los demás. Quizás
ésa es, para mí, la única inmortalidad digna de fe. Reconocerme en los demás,
reconocerme en mi patria y en mi tiempo, y también reconocerme en mujeres y
hombres que son compatriotas míos, nacidos en otras tierras, y reconocerme en
mujeres y hombres que son contemporáneos míos, vividos en otros tiempos.
Los
mapas del alma no tienen fronteras.
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2 – CUENTO
ADRIAN
ESCUDERO
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
CIELOS
ROJOS, CIELOS AZULES… (O Parábola de la Redención)
Con devoción, a la
Infinita Misericordia de Dios, y a los que asumen al dolor, como medida del
Amor.
En especial, a Quién al
séptimo día –cosmogónico- descansó, porque
al tercer día- real y cosmológico-
resucitó.
Particularmente, a todos
los Amigos de Iberoamérica en la Palabra y hermanos en Humanidad…
Ahora,
el anciano Ilusionista, alisó con suavidad su barba eterna, y, tomando posesión
del ambón que se alzaba a la derecha del estrado del Último Teatro de la
Ciudad, hizo un ademán elegante para que la música de los coros -¿celestiales?-
envolviera de luz y cálidos sonidos al gigantesco polo escenográfico; y luego,
con experimentada destreza, destrabó su lengua de siglos, milenios y eones, y leyó
como un susurro, el Introito a la Obra que, en este preciso instante, acababa
de dar comienzo pero aún sin actores en escena. Susurró…
Ya Madre con Juan. Ahora Nazareno con niña.
Está colgado. Y duele mucho.
Una gota de agua abre su costado, y cae
sobre la piedra maciza del monte. A sus pies, de entre las rocas, nace una
niña. Golpea sobre su frente pequeña, inmaculada, el último espesor de sangre
brotado de la herida abierta. Y llora. La niña llora ferozmente, y lo mira. El
pecho abierto duele mucho.
La niña llora aún más fuertemente. No sabe
que si baja a socorrerla, morirá. Que si baja del madero, todo Pecado, la
matará. Deja que llore. El pecho herido, duele mucho. La cabeza horadada, duele
mucho. Y los brazos y las piernas y el cuerpo todo, duelen mucho.
No puede bajarse de la cruz. Por su bien,
no puede hacerlo ahora. Cuando crezca,
fuerte y bella, anchos sus pulmones, comprenderá en Espíritu a su Padre, y a su
Hijo, un Nazareno con niña…
Después el emérito Demiurgo agregó, con
una sentencia por muchos de los espectadores conocida: “El que pueda entender que entienda”. Y se esfumó en una cortina de
humo como de incienso, que difuminó su augusta figura y la trasfiguró en una de
las tantas volutas con que la niebla del Primer Viernes envolvió al Mundo de lo
Creado…
Ahora,
los actores en escena. Ahora,
finalmente, el ocaso mesiánico tan temido como esperado había llegado… (Y un clamor, como de un millón de voces de
ángeles ahogados, partió de las Gradas y Plateas de la sala demiúrgica. Rugió y
estalló, aquel Viernes, como los relámpagos y truenos que provocan una tormenta
otoñal, florecidos en la corona de nubes oscuras que envolvía el patíbulo, como
a las tres de la tarde…).
“Se está muriendo”, dijeron ellos.
“Me estoy muriendo”, dijo él. Y, después
de un suspiro prolongado, alguien o algo lo despeñó al fondo de un pozo negro y
vítreo, que sólo tuvo fin en los incandescentes campos encarnados de un cielo
rojo y febril. Una profunda marea de sangre y luto se mezclaban en los ocultos
alaridos de aquellas manos que intentaron, de pronto, salvajemente, asirse de
las suyas cuando todavía no habían tocado la superficie de aquel océano de
sangre. Un súbito pavor le devoró las entrañas, pero pasó rápido. Y supo lo que
debía hacer, y cómo hacerlo. Pendido como un títere hacia los sin limites
subterráneos de aquel pozo negro, hizo crecer en ramas y ramitas y sarmientos a
cada una de las espinas que formaban la corona sujeta a su cabeza hasta los
huesos del cráneo atribulado. Creció así de esa corona de espinas un inmenso
árbol, donde, una por una, aquellas manos se clavaron, espina con espina,
suplicando ser asidas para escapar, de ese modo, con él, hacia lo alto…
Y así fue. Un racimo de manos y de almas
en llanto pero gozosas, fue elevada con esfuerzo sobrenatural hacia lo alto, y
el que había sido arrebatado hasta sus profundidades, emergió nuevamente hacia
las luces del amanecer del tercer día, en las serenas aguas de un cielo, ahora,
azul celeste… El remanso de aquel cielo
limpió y sanó las heridas de aquellas manos, de aquellas almas, dando
cumplimiento a la profecía: “… descendió
a los infiernos y, al tercer día, resucitó de entre los muertos”.
Nada de eso vieron las mujeres aquellas
cuando, frente a su esbelta figura resucitada, buscaron entre los muertos al
que estaba vivo…
Entonces, el inmenso Coliseo estalló en
aplausos. El Gran Ilusionista, de pie en el centro del escenario mayor, reclinó
levemente su torso, y luego, con ademán educado, condujo esos aplausos hacia la
magra figura del Cristo que había encarnado tan durísima experiencia.-
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3 – NUESTRA POESÍA
BELKYS
SORBELLINI
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
LIBERTAD
1983
Recónditos estímulos de vida emergen,
subrogando principios, reglas, escrúpulos.
Presiento que hacen el amor sin miedos,
sin urgencias.
Presiento que por un instante, son.
Que liberan íntimos deseos,
que se nutren de una vieja amiga.
Presiento que nuevos aires se respiran,
presiento que emerges,
vieja amiga.
SOS UN GENIO NENA.
Sos un genio nena, me dijiste.
Me gusta hablar con vos,
perderme entre las palabras de Aristóteles,
la Metafísica de Kant, la Economía de Marx.
Sos un genio nena, me dijiste…
me gusta hacerte el amor,
perderme en los suspiros de tu boca,
cabalgar con tu montura,
respirando más fuerte en la locura.
Sos un Genio nena, me dijiste.
Sos un genio nena,
y te fuiste…
NADA.
Nada es perdurable, nada es eterno.
Lo infinito no existe.
¿Y el tiempo?
¿Quién dice que también es mensurable?
¿Y los ciclos?
¿Realmente se suceden?
Las apreciaciones nunca son tan objetivas.
Lo cierto y la verdad ¿de qué?
La vida, el tránsito, el camino.
¿Hacia dónde?
¿Por qué pisamos este suelo?
¿En qué partícula de cosmos estamos?
¿Y quienes dicen
que aún estamos vivos?
Y ME ACUÑO LA VIDA
Amanece y me acuño la vida.
Enciendo la mecha, desayuno.
Abro el mundo en un puñado de noticias
y para tu sorpresa, me asombro.
Corro, no camino y llego.
No trato de llegar primero.
¿Para qué?
Si da lo mismo.
Aquí, los burócratas deciden
si te dan el premio.
1983
Recónditos estímulos de vida emergen,
subrogando principios, reglas, escrúpulos.
Presiento que hacen el amor sin miedos,
sin urgencias.
Presiento que por un instante, son.
Que liberan íntimos deseos,
que se nutren de una vieja amiga.
Presiento que nuevos aires se respiran,
presiento que emerges,
vieja amiga.
SOS UN GENIO NENA.
Sos un genio nena, me dijiste.
Me gusta hablar con vos,
perderme entre las palabras de Aristóteles,
la Metafísica de Kant, la Economía de Marx.
Sos un genio nena, me dijiste…
me gusta hacerte el amor,
perderme en los suspiros de tu boca,
cabalgar con tu montura,
respirando más fuerte en la locura.
Sos un Genio nena, me dijiste.
Sos un genio nena,
y te fuiste…
NADA.
Nada es perdurable, nada es eterno.
Lo infinito no existe.
¿Y el tiempo?
¿Quién dice que también es mensurable?
¿Y los ciclos?
¿Realmente se suceden?
Las apreciaciones nunca son tan objetivas.
Lo cierto y la verdad ¿de qué?
La vida, el tránsito, el camino.
¿Hacia dónde?
¿Por qué pisamos este suelo?
¿En qué partícula de cosmos estamos?
¿Y quienes dicen
que aún estamos vivos?
Y ME ACUÑO LA VIDA
Amanece y me acuño la vida.
Enciendo la mecha, desayuno.
Abro el mundo en un puñado de noticias
y para tu sorpresa, me asombro.
Corro, no camino y llego.
No trato de llegar primero.
¿Para qué?
Si da lo mismo.
Aquí, los burócratas deciden
si te dan el premio.
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4 – ENSAYO
RODOLFO
ALONSO
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
¿PARA
QUÉ SIRVE HOY LA POESÍA?
Si
la poesía tiene todavía algún sentido, en estos tiempos de miseria, es cuando
continúa encarnando, a pesar de todo, aquello a lo que Wallace Stevens aludió
tan cabalmente en sus Adagia: “la dicha del lenguaje”. La sociedad de
consumo, la sociedad del espectáculo, nos han embebido en su atmósfera
estridente y demagógicamente chata, falsa en el doble sentido de imitadora y
deshonesta, que se ha convertido en el aire que respiramos, en una seudocultura
populista y no popular producida seductoramente por los grandes medios masivos
de incomunicación. Con sus efectos deletéreos sobre la espontaneidad creadora
de la gente, inclusive del lenguaje, especialmente del lenguaje.
La
cuestión es que si decae el lenguaje humano, decae la condición humana. Porque
no usamos el lenguaje, insisto, somos lenguaje. Y cuanto menos lenguaje
somos, somos menos humanos, menos hombre. Hemos vivido acaso sin percibirlo una
mutación, y ahora estamos inmersos no sólo en una civilización cuyo centro ya
no es el lenguaje sino que incluso ataca las fuentes del lenguaje. La crisis
actual de la poesía no es entonces quizá tan sólo la de un mero género literario
sino que, algo muchísimo peor, es la manifestación máxima de una carencia muy
profunda en cuanto a la espontánea capacidad creadora de lenguaje por parte de
los hombres.
Cada
vez que hubo una gran poesía, por alquitarada y elitista que pareciera, siempre
estuvo secretamente ligada, aunque fuera por oscuros meandros, con una lengua
viva realmente hablada por un pueblo, por una comunidad. Ante la amenazante
posibilidad de extinción de la gran literatura, ¿cada uno de nosotros debería,
como ya lo anticipó Ray Bradbury en su Fahrenheit 451, esconderse para
preservar vivo, aprendido de memoria, el texto de un bello libro? ¿O será
suficiente seguir intentando el poema?
Porque “la palabra no sería deliciosa si
no significase una calidad”, ¿no es cierto, Gabriel Miró? Y el hombre que labra
amorosamente el lenguaje que es a la vez suyo y general, íntimamente propio y
al mismo tiempo de la especie, el solitario que cumple después de todo la más
significativa y necesaria función social, pudo ser nítidamente percibido por
Michel Butor, ya a comienzos de la década de los sesenta: “El poeta es aquel
que tiene conciencia de que la lengua, y con ella todas las cosas humanas, está
en peligro.”
Me
parece sin duda evidente que la comprensible y valerosa reacción mundial de los
ecologistas (a la cual hemos visto sumarse en su momento a tantos partidarios
de la paz) ha logrado, hoy, llamar la atención sobre las consecuencias
deletéreas que la adicción suicida por el poder global y la riqueza obscena ha
tenido sobre la calidad de la vida humana y de la vida sin más en nuestro
planeta, poniendo el acento sobre los daños geográficos, ambientales, concretos
y visibles. Pero me temo que todavía no se ha percibido la enormidad del daño
psíquico, cultural, estético y esencialmente humano que hemos sufrido para
adaptarnos a esta maquinaria que ha enloquecido, cuyo único y delirante
objetivo es hacer más dinero del dinero, hasta el infinito. Y que, en
consecuencia, sería necesaria también una lucha ecológica a favor de la condición
humana, de la calidad humana de la vida humana. Sin abandonar en absoluto lo
otro, por supuesto. Hay un agujero de ozono pero también un abismo (si es que
no un cáncer) en el espíritu.
Como
casi todas las cosas del planeta, la poesía ha sido hoy completamente
desacralizada. Y si tal pudo ser acaso el objetivo de las vanguardias de
comienzos del siglo XX, seguramente no lo fue en el sentido actual. No creo por
ejemplo que la fuente-mingitorio de Duchamp tenga la misma longitud de onda y
la misma orientación de sentido que tantas “instalaciones” en frío y tanto
supuesto “arte conceptual” hoy extrañamente asumido como neo-academicismo, casi
siempre de carácter oficial y con patrocinadores multinacionales que nada
tienen que ver, ciertamente, por ejemplo con gente como Lorenzo de Medicis.
Después de todo, ya en el siglo XVI, Francis Bacon podía decir que “La verdad
surge más fácilmente del error que de la confusión”. Y sobre todo del error que
es errar, errante. En lo profundo, en lo visceral, cuando nos quedamos a solas
y se acallan los ruidos y se apagan las luminarias, Rimbaud sigue en cuestión,
y cuestionándonos.
Y
para concluir, al menos por ahora, enfrentemos nuevamente aquella misma
consabida pregunta, de una inocencia demoledora, que alguna vez me planteó en
público un colega venezolano: “En la época que vivimos, ¿qué misión le asigna
usted al poeta?”. ¿Cómo evitarse decir que quisiéramos que el poeta fuera capaz
con su trabajo a la vez de realizarse como persona y de ayudar a todos sus
hermanos, de enunciar la palabra necesaria, imprescindible y única, la palabra
a la vez tan íntima y secreta, húmeda todavía del silencio de los orígenes,
emergiendo en una orilla virgen del universo, y a la vez general, compartida,
fraterna, solidaria, no tan sólo ofrecida sino también aceptada por los otros,
que entonces la harían suya y le darían destino, aunque ese destino fuera el no
poco glorioso de volverse saludablemente anónima, ya sin autor ni tiempo,
encarnada en el fluir mismo de la vida y de lo humano? Ni traicionarse, pues,
ni traicionar a los otros; y además, no traicionar la propia lengua, el propio
idioma, el sonido que uno ha venido a traer al mundo. Y siendo uno ser la
especie, tan bellamente bárbara e intuitiva como trágicamente condicionada por
las culturas que se ha hecho o le han impuesto. Y ser la esperanza de un mañana
mejor, la luz de la utopía sin la cual no merece la pena vivir. Y ser también,
al mismo tiempo, la conciencia de nuestra irrisoria pero desmedida condición.
Lo que somos, lo que podríamos ser, quizá lo que seremos. Pero bien sabemos
que, por ahora, la única gloria honestamente deseable ya no es siquiera ni la
de vivir en el corazón de los otros, de algún otro, sino más humilde y
sabiamente el honor y el placer, la angustia y la ansiedad de haber escrito,
de haber sido capaz del poema, que por nosotros circuló y ahora está
vivo, fragante y tibio, latente carne de lenguaje, recién amanecido,
temblorosamente inclinado, tendido, hacia los otros, hipócritas o no,
semejantes, hermanos
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5 – CUENTO
RAÚL ASTORGA
(Rosario-Santa
Fe-Argentina)
TIEMPO PARA CAMINAR
Desde que era chico, muy chico, desde que nos contaban aquellas historias nuestros mayores, tuve la idea de encontrar un lugar desde el cual, caminara hacia donde caminara, pudiera ir hacia el sur. Al fin lo logré, por circunstancias obligadas, pero me encuentro andando sin parar y contemplando cómo está el mundo. Sé que ella me espera en el sur, como hemos convenido. Pero ambos sabemos que cuando llegue, ya no seré el mismo. Es el riesgo. Seguir estos caminos me ha hecho pensar que no importa el tiempo. Ayer anduve entre edificios de cristal de cuarzo, merodeando el afán de los más perturbadores arquitectos que intentan propagar su fama. Quién puede asociar ese paisaje con un tipo que sólo ingresa en un comedor a comer, por necesidad; no para cargarse las pilas como hace la mayor parte de estos seres disgregados. La gran guerra nos dejó esta ocasión de cruzarnos casi sin vernos. Sin embargo, hay esperanzas en este chofer que me lleva en su vehículo hacia las afueras de la ciudad. Me dice que caminar por aquí es peligroso y que las patrullas no defienden a quienes se empeñan en ir hacia el sur. Esta mañana, crucé velozmente los campos abrumados por la eterna sequía. Las pantallas de los medios de información afirman que jamás volverá a crecer una planta. Sin embargo, al mediodía pude ver el sol que se muestra firme, eterno y dispuesto a esperar el tiempo necesario que permita volver a creer en la humanidad. Me senté junto al río, vacío, rasgado, azul de la nada que dejó ese maldito azufre que esparcieron alguna vez. Miré alrededor, sin hallar siquiera un perdido compañero a caballo. Claro, si ya no existen esos animales, aunque me empeñe en creer en ellos. La esperanza de cruzarme con un perro que me siga, tampoco.
Desde que era chico, muy chico, desde que nos contaban aquellas historias nuestros mayores, tuve la idea de encontrar un lugar desde el cual, caminara hacia donde caminara, pudiera ir hacia el sur. Al fin lo logré, por circunstancias obligadas, pero me encuentro andando sin parar y contemplando cómo está el mundo. Sé que ella me espera en el sur, como hemos convenido. Pero ambos sabemos que cuando llegue, ya no seré el mismo. Es el riesgo. Seguir estos caminos me ha hecho pensar que no importa el tiempo. Ayer anduve entre edificios de cristal de cuarzo, merodeando el afán de los más perturbadores arquitectos que intentan propagar su fama. Quién puede asociar ese paisaje con un tipo que sólo ingresa en un comedor a comer, por necesidad; no para cargarse las pilas como hace la mayor parte de estos seres disgregados. La gran guerra nos dejó esta ocasión de cruzarnos casi sin vernos. Sin embargo, hay esperanzas en este chofer que me lleva en su vehículo hacia las afueras de la ciudad. Me dice que caminar por aquí es peligroso y que las patrullas no defienden a quienes se empeñan en ir hacia el sur. Esta mañana, crucé velozmente los campos abrumados por la eterna sequía. Las pantallas de los medios de información afirman que jamás volverá a crecer una planta. Sin embargo, al mediodía pude ver el sol que se muestra firme, eterno y dispuesto a esperar el tiempo necesario que permita volver a creer en la humanidad. Me senté junto al río, vacío, rasgado, azul de la nada que dejó ese maldito azufre que esparcieron alguna vez. Miré alrededor, sin hallar siquiera un perdido compañero a caballo. Claro, si ya no existen esos animales, aunque me empeñe en creer en ellos. La esperanza de cruzarme con un perro que me siga, tampoco.
Sin embargo, hay algo en el paisaje que lo
hace poseedor de una belleza macabra. Por la tarde sigo hacia el sur, cruzando
canales, monumentos en ruinas erigidos en otra época por los ausentes, y selvas
amazónicas resecas y altivas por su gris apagado. Ya, a esta altura, no hay ellos;
sólo nosotros como vine sospechando desde tiempo atrás. Y sigo escandalosamente
hacia el sur, bordeando el Paraná que perdió todo menos su nombre. Perdió su
sabor, su color marrón, sus pueblos a ambos márgenes. Mientras el sol cae, o
caigo yo, según se mire, llego a destino. Aparecen las primeras estrellas, y la
veo. Está sentada de espaldas a las cuatro torres que marcan nuestros puntos
cardinales, sobre un montículo, contemplando con sus ojos de mirar al infinito
el río que ya no existe. Me espera, porque sonríe cuando me ve. Su rostro se
apaga, pero permanece la silueta de su cara, de perfil, a contraluz de la
incipiente luna. Le digo que es verdad: estamos solos. El primer mundo es de
los androides, y todos los calendarios que pude ver marcan el 2999. Me rasco el
antebrazo ante la primera picadura de mosquito que sufro desde que salimos a la
superficie. De pronto, se oye un sonido que habíamos olvidado. A metros de
allí, un destello violáceo nos guía hacia la infatigable alarma. Nos acercamos
para ver. Es lo que nuestros mayores llamaban teléfono celular, solo en la
inmensidad cósmica del universo. Nos miramos apenas. Ella lo levanta y me
pregunta: quién podrá ser a esta hora, y desde dónde.
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6 – NUESTRA POESÍA
MÓNICA
LAURENCENA BERRAZ
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
VENTANA
DEL AMANECER
Un aleteo, trinos, vuelos…
El
alba…en la persiana se atisba…
Amanece,
ya casi…
Ellos
son mi sueño inacabado.
El
ejemplo exacto que la vida fluye…
La
brisa mañanera, alguien pasa,
cantan tan cerca en el alfeizar…
saludan las gentes al pasar…
una moto pasa rauda,
la vida recomienza…
la
voz de la vecina tan temprano,
ella
barre (todas las mañanas de la misma forma)
y
yo amanecida.
En
el leve vuelo de la poesía sosteniéndome
aún
viva junto a mi ventana …
Amo
a estos pájaros de mi calle.
inciertos
aleteos que ahogan el misterio
de
mi partida…
OFICIO
DE ESCRIBA
Oficio
de miradora, el mío,
que
vislumbra las luces
en
el haz infinito de todas las auroras…
trepa
por los bordes…
incauta, todavía inocente
persiguiendo no sé qué
buscando
la verdad en el trazo del pincel…
O
en aquella imagen del rostro.
Oficio
de escriba que relata
desmenuza
increpa acusa
la
infinitud del paisaje…
Atravesando
las latitudes
que
ellos me permiten…
Trepando
las cabezas
Perfilando
sus costados ojos manos…
Cuerpos
cuellos rostros de afilados cuencos…
De
los artistas voy recorriendo la inmensidad del espacio…
La
existencia en todos los mundos:
Fotos de contraluz,
esculturas de metales,
Espacios con extrañas y
míticas cerámicas…
Algunos me aquietan con su música…
Cual
pájaros de libertades multiplicadas…
El
canto vivo de la voz y la guitarra…
Me
dan alas para seguir respirando el día que sigue
Al
día que después vendrá...
Oficio
de testigo enlazada con los versos
La
mañana del día que acuna
Toda
la terrible soledad de los hombres…
SERIE DE MIRADAS HISTÓRICAS
1974
Yo
sólo veía banderas rojas
las Facultades
tomadas, volantes,
muñecos
quemados en la calles ,pancartas
debates
de sociedades libres ,más justas…
El
Che siempre presente y ya Salvador ausente…
Sólo
veía líneas de fuegos…
1976
La
oscuridad cayó sobre mi Patria…
Esa
noche mi madre, abrió su puerta
(generoso corazón).
En mi humilde casa
durmieron
días y días compañeros ,
luego partieron, hoy andan caminan tienen
hijos.
Una noche de miedo e incertidumbres…
Ella
cocinó, abrió un vino tinto. Y matizó con una buena charla
de
autores : Sartre, Proust, y Simone de Beavuoir…
infaltable
el mayo francés
Conocía, sabía
del dolor y la represión…
BREVE
REVELACIÓN
No
puedo revelar
el
misterio …
la
canción que salta en el vacío,
la
longitud del verso.
Mi
larga y carnal inocencia
frente
a la blanca incauta hoja
que
se dilapida en cenizas de tiempo ido.
No
se me revela el por qué…
Esta
cruel desesperación que corre
con lápiz en mano
a volcar poesía y más poesía…
Encantamiento
de magia singular
en
la creación de lo universal…
Liquido
mis raíces como vuelo sobre los árboles
y
la cintura del día
se
hace amanecer en los cantos…
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7 – ENSAYO
MIGUEL ANGEL GAVILÁN
(Santa Fe-Santa
Fe-Argentina)
CHARLES DICKENS
Nació entre los desperdicios de las fábricas, amigado con el olor de la lana empiojada y las ratas de ojos rojos. Su madre, que aún no era pobre, lo parió en una casa que le cediera una parienta generosa pero seca, enemiga de aceptar gratitudes. Aunque solía tenerlo prolijo en mitad de toda esa mugre, le decían “el sucio” porque andaba frotándose las manos en los pantalones como si las llevara manchadas de tierra.
Cuando su padre, un oscuro oficinista del puerto, terminó preso por deber cada botón de sus chaquetas nuevas, cada plato de su cena y cada flor que le regalaba a su mujer, la familia completa fue a la cárcel.
-No deben separarse nunca. Es la ley más benigna.-dijo el Juez que quiso ayudarlos.
Para entretenerse, mientras duró el encierro, el chico contaba los barrotes de la celda y soñaba con el aire verde que llegaba del campo.
Más tarde lo entregaron a un orfanato donde aprendió rápido a ser egoísta para comer y a golpear más fuerte para ganar la batalla de la inocencia.
A los doce años comenzó a hacer trabajos de adulto. Fue en una fábrica de betún, poniéndole etiquetas a las latas. Lo rodeaban el calor y los obreros que tosían negruras. El betún le había cambiado la frescura de las manos hasta que éstas fueron una mancha grasosa en la rapidez de la pegatina.
Poco después llegó la mañana en que le tocó hacer repartos. Entre entrega y entrega se distrajo con el vuelo de unas palomas, o con el perfume que despedía el sobrero de una mujer, o esquivando las anécdotas de los borrachos que se amargaban en los bares del puerto. Hizo bien porque se adentró en una calle donde se empolvaban negocios iguales. En el escaparate de una tienda vio un libro ilustrado sobre un atril de madera. La escena mostraba a un niño que hablaba con el dedo levantado a unos sacerdotes.
El dueño de la librería lo hizo pasar. Le entregó otro libro y lo dejó ensimismarse con las historias narradas en imágenes. Él, que nunca había visto castillos y fantasmas, hogueras donde ardían espadas mágicas y princesas que dormitaban en divanes dorados, de pronto contó a montones las monedas que se perdían en suelos de papel, comió delicias de azúcar y recorrió desiertos donde las mujeres hablaban con los ojos y los hombres aspiraban delirios en narguiles de asta. Cuando las maravillas lo agotaban no dudaba en pedirle ayuda al librero. “¿Qué es eso?”, “un dragón devorando un barco”. “¿Y eso?”, “una escalera en el cielo”. “¿Y eso?”, “un fauno enamorado de una doncella”.
El niño volvía a la casa lleno de luces nuevas. Y el mal olor de engranajes y aceites se le olvidaba ni bien el recuerdo de sus historias en colores le arrimaba el sueño más tibio.
Fue el librero (quizás un imprudente o un sabio) el que le enseñó a combinar letras para hacer palabras. Le aconsejó que cuidara su postura al escribir; que aunque ese mundo era atroz, hablando de él a los que no lo conocían, sin duda, podría mejorarlo; que la única manera de que la basura se desbordara en trigales era convirtiéndola en frases y en niños, tan sucios como él pero también, tan limpios. Algo parecido a pintar una flor en un muro de piedra.
Y un día, con el trazo experto del hombre que conoce el secreto de los hombres, Charles Dickens puso la primera palabra en una hoja en blanco.
Sin proponérselo, nos había salvado.
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8 – CUENTO
SANTIAGO BAO
(Villa
Gesell-Buenos Aires-Argentina)
AVATARES
(El pozo)
Ya no recuerdo cuánto tiempo hace
que estoy aquí, ni en qué circunstancias llegué. El decirlo con esta sencillez
me ha llevado mucho tiempo; tal vez, demasiado. Ahora sé que no lo sé.
Federico Silenzi. Ese
soy yo. Y esta evidencia llegó a mi mente como una revelación después de muchos
meses. Aunque los relámpagos de las sombras de la duda, a veces, se renuevan
insidiosamente.
Hay unas imágenes
imprecisas donde recuerdo algo, transcurriendo agitado, buscando en habitaciones ruinosas, en armarios
desvencijados, en cajones que se atascaban, tratando de encontrar algunos rastros
que me restituyeran el orden perdido.
Hay rastros en mi
memoria de transitar en algún momento, por pasajes laboriosos que finalizaban
en sitios con luces que lo encandilaban. Una evidencia: en esta casa estoy
solo. Afuera hay otras casas polvorientas. Es un pueblo pequeño. Caminar unos
trescientos metros para todos los puntos cardinales, significa llegar al
desierto, las casas desaparecen en un paisaje ominoso.
Hasta ahora pude
alimentarme - lo hago frugalmente -, apoderándome de los pobres elementos que
me brindan cuatro discretas despensas deshabitadas.
Vivo en una gran
cocina-depósito-dormitorio. Hay algunos libros viejos.
No dispongo de ningún
medio de transporte, aparte de una carretilla y algunas bicicletas
irrecuperables.
Sin embargo, encontré
hace mucho, un gramófono a cuerda con su caja de púas y una breve pila de
viejos discos de pasta.
Nueve discos que
escucho en las más variadas secuencias, para vanamente intentar neutralizar el
efecto de la repetición, motivo por el cual, pasan largos períodos en que no
los reproduzco.
Hace algunas noches
escuché algunos ruidos en las otras habitaciones.
A la mañana las recorro
con minuciosidad y compruebo que se trata de sucesivos derrumbes, de pequeños
deterioros comprensibles dada la antigüedad de estas construcciones, los
revoques flojos, las maderas que se van pudriendo, la neutralidad del viento.
Pero eran ruidos que
antes no percibía con tanta nitidez.
En esos momentos
aprovecho para reproducir en la victrola algunos discos, como “Vivere” cantado
por Carlo Butti o “Boum” por Charles Trenet. Otro hecho extraño de los últimos
días, cuando duermo me parece que me sumerjo en un pozo profundo y oscuro, nada
más, ni vestigios de sueños como antes. ¿Y cuánto es antes?
Ayer, al atardecer
escuché unos murmullos, voces lejanas, fragmentos de conversaciones de las que
nada pude descifrar. Miré por la ventana en ruinas, pero no observé a nadie.
Hoy los murmullos se
intensificaron. Salí varias veces, pero en el suelo polvoriento no se registra
ninguna huella.
Sí, había momentos en
que como ráfagas, desfilaban rostros que alguna vez habían sido parte de mi
vida, significaban algo que no lograba desentrañar; escuchaba sonidos lejanos
que nombraban palabras que se deshacían al instante, y aunque breves y
mezquinos, su permanencia despertaba en
algunos pliegues muy íntimos de mi memoria fracasada, una profunda nostalgia,
un dolor infinito, que me inclinaba hacia un comienzo de lágrimas lentas, para
luego convertirse en sollozos convulsivos.
Lloraba hasta que la furia, como un trompo que de pronto pierde su equilibrio y tropieza
contra el piso polvoriento dispersa su ira fugaz.
Entonces pateaba la
escasez del recinto y arrojando golpes a la nada, me doblaba vencido por una
fatiga inmemorial sobre la mesa desgastada, como el último recurso que me
revelaba con una lúcida convicción, el conocimiento de mi verdadero destino.
Más cuerda al
gramófono. Billie Holiday en dos placas, qué curioso, grabaciones del 36, sobre
todo “Pennies from heaven”y “These foolish things”.
La noche se expande en
las paredes al conjuro de las sombras, que la lámpara a querosén no alcanza a
disipar.
Salí del pozo del sueño
de pronto; la soledad, el imperio del silencio ha aguzado mi oído. Ahora se
escuchan unos cuchicheos, misteriosos susurros cercanos. Me levanto. La noche
está algo iluminada por la luna y avanza con rapidez. ¿Y si finalmente decido
irme, salir del caserío? ¿Pero hacia dónde caminar? Los intentos que hice
varias veces fueron cada vez más breves. El desaliento de la nada deshilvanaba con
facilidad la trama de mi rebelión y regresaba.
No de frente,
lateralmente, percibo unas sombras fugaces, siluetas difusas que se desplazan
con rapidez. Después se repite un silencio doloroso. Luego, nuevamente, todo
tipo de sonidos inquietantes. Algo acecha en la oscuridad. Lo puedo sentir en
la piel, en la nuca, algo perverso, que trata de poseerme.
La mañana retorna gris.
Realizo una recorrida por los alrededores. Me parece que uno de los pocos
árboles raquíticos, que se encuentra enfrente, tiene una rama quebrada. Antes
estaba íntegra y anoche estaba sereno.
Mientras regreso a la
casa, otra vez percibo lateralmente una sombra que se desliza como al ras del
piso y desaparece en una esquina.
¿Habrá alguien cerca?
¿O mis sentidos han resuelto engañarme unilateralmente? ¿Y esos murmullos
susurrantes? ¿Y esas risitas apenas contenidas detrás de las ventanas
descascaradas? ¿Habrán venido a buscarme a quién sabe qué retornos? ¿Y si es
así, por qué no se manifiestan abiertamente?
Me invade una
excitación desconocida. Presiento que esta noche se producirá una revelación.
La oscuridad se aplasta
contra la casa como un disparo mortal.
Dejo la lámpara
encendida y después de un tiempo desconocido trato de escribir los
acontecimientos que van desde las tinieblas a lo que ahora aguardo. Me invade
un temor helado que comienza a circular por todo el cuerpo y el interior del
cuarto. Truena.
La
costumbre de dormir se disipa con los murmullos de imposibles conversaciones.
¿Y las sombras en las paredes y en las ventanas? ¿Son por causa de la lámpara
amarillenta? ¿O no?
Ahora el silencio es
inmenso. No me muevo. Trato de no dormirme.
La puerta de entrada se
abre y oigo otra vez esas risas contenidas. Se acercan. Trato de huir, pero
siento una debilidad que sólo me permite ver como se abre el pozo profundo y
tenebroso, allí en el piso cercano a la cama, debe ser en el que me sumerjo
todas las noches al dormir y de donde regreso con la ominosa certeza de haber
caído en él hasta el fondo. Este lugar ¿será el otro lado del pozo? ¿Habrá aún
otro más?
Y esa fuerza que se
acerca con las sombras y trata de empujarme al borde del negro hoyo y al que
con una lucidez limpia como una llama, sé que caeré, inexorablemente.
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9 – POESÍA ARGENTINA
ALDO
NOVELLI
(Neuquén-Neuquén-Argentina)
hablar del río
(Limay, reflejo de agua clara) el río siempre me habló. |
de chico
lata oxidada de duraznos
larga tanza y plomada
me regalaba viscosos pescados/
truchas de ojos fijos y aletas azules.
me contaba historias de hombres viejos
en precarios botes de madera
que por las noches buscan
en esos reflejos de luna
peces ilusorios como las estrellas.
cuando adolescente
le relataba mis penas de amor
y él me ofrendaba bellas sirenas
de rostro oscuro y ojos rasgados.
ahora/ un adulto sin cielo
que aún persigue la utopía
de una tierra de hombres libres/
en este tiempo donde el mundo
se ha vuelto veloz y furioso/
ciertas noches de creciente
camino hasta el río
a contarle el dolor por mis hijos/
y él me calma
narrándome una líquida fábula
del pez luminoso del devenir.
cuando ya sea viejo
iré lentamente hasta su ribera
le haré la última pregunta al río
y me hundiré en sus aguas
a nadar junto a los peces
con mis ojos fijos y los labios azules.-
¿QUIÉN DICE?
¿Quién
dice que el infinito es impensable?
salgo
apurado a pagar los impuestos
tengo
poco tiempo
debo
volver urgente a mi monitor perverso,
y
repentinamente pasan un par de piernas que…
entonces
me detengo y me quedo mirando el infinito
simple
y llanamente el infinito.
Un
viejo asqueroso pasa a mi lado y escupe
en
el borde del vacío
a
centímetros de mi zapato derecho.
Viejo
de mierda, no le voy a perdonar
que
ande enroñando mis dulces abismos.
UN HOMBRE HA MUERTO
Un hombre ha muerto. Una mujer llora.
Mucha gente también llora.
Gente de barrio, de villas, gente del pueblo.
Gente sin nombres conocidos.
Llora María, Roberto y Florencia.
Otros no dicen nada y miran con asombro.
Unos pocos se alegran y festejan
con bocinazos y champán la muerte de ese hombre.
¿Cómo se llaman las personas que festejan la muerte de un hombre?
Mucha gente también llora.
Gente de barrio, de villas, gente del pueblo.
Gente sin nombres conocidos.
Llora María, Roberto y Florencia.
Otros no dicen nada y miran con asombro.
Unos pocos se alegran y festejan
con bocinazos y champán la muerte de ese hombre.
¿Cómo se llaman las personas que festejan la muerte de un hombre?
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10 – ENSAYO
GABRIEL ARTURO CASTRO
(Bogotá-Colombia)
CENIZA INCONCLUSA
Hubiera
bastado un nombre luminoso para prolongar y levantar indefinidamente nuestros
dedos sobre la extensión y sobre las cosas.
René Char
Según
las exigencias de su inefable sensibilidad interior, Char inaugura un diálogo,
una aventura espiritual donde la acción y la reflexión están estrechamente
unidas. “Tiende a depositar su experiencia bajo la forma más densa y más
explosiva”. Char define a la poesía como “una mezcla de vida, aproximación de
la pena, elección exhortada y beso en el momento mismo”. Puede más la intuición
que el discurso, el alcanzar una realidad más profunda, la íntima y elemental
disposición de las cosas. El espíritu siente por la imaginación y conoce
únicamente por la esencia de las verdades primeras, el origen que viene a ser
lo oscuro, el silencio, el principio, el manojo del preambular sol.
La
palabra comienzo para Char es el misterio que se exalta a una alta dignidad:
En
el poema, cada palabra casi debe ser empleada en su sentido original. Algunas
palabras, separándose, se hacen plurivalentes. Las hay amnésicas.
La
palabra predestinada al poema que funda una realidad, autónoma y diferente,
entraña de una oscuridad de la obra que se instituye como confección del
espíritu, punto de partida, interioridad empeñada en el mundo, génesis que
indaga sobre el ser, su amanecer y presencia, su fatiga, sus esfuerzos para
sobrevivir, su situación indómita y libre, pero igual su extravío, su exilio y
migración, "las palabras que surgen de esa silueta terrestre de ángel
rojo son palabras esenciales, palabras que traen inmediatamente auxilio".
Char
se coloca adentro del pensamiento viviente, en el ser, afirma sin excluir y
asume los opuestos, el choque, el conflicto. Hace una síntesis primitiva donde
el ser no pierde su unidad interior, lugar de encuentro del relámpago y la
rosa, de las cosas fugaces, que escapan o huyen, pero que pese a su condición
efímera se unen para nuestro cumplimiento. “Para René Char, el arte está hecho
de opresión, de tragedia, cribados discontinuamente por la irrupción de la
dicha que inunda su sitio y luego parte”.
Es
una poesía profética que pugna por hacer un proyecto de mundo, de un hombre que
vuelve hacia sí mismo mediante la voluntad y la tensión. No sólo ve, sino
siente que ve, verificando el hecho de ver, porque más allá de la sensación, de
la emoción, está el ejercicio, el ánimo de la reflexión de un ser en el abismo,
pero que al tiempo intenta habitar ese mundo mediante la eterna búsqueda del
enigma, del poder revelador de la palabra: "Las ruedas - esos escombros - de nuestro molino
petrificado se animan, rastrillando aguas bajas y difíciles".
Sumérgete
en el enigma que cava, dice Char, devuélvete
al interior del espejo, al duro enigma que se encuentra en el centro de la voz
humanística del poeta, de su hermetismo, claro - oscuro y denso acto de
retornar a la pregunta, al ojo exculpado, al escombro, a lo petrificado, al
azar, a la cosecha y al fuego, "al fuego no visto,
indescomponible", a la noche desgarrada con relámpagos, a la bordeante
ingratitud:
Diré
las Madonas sagaces. No las confundamos con las codornices, bestias de la
desolación. ¿Cuándo aprenderemos a vivir conversando contigo, rojo sol
demasiado filial, en esta hora tan baja cuando gimes sin expresar nada ante el
sol ciego? Aquí algunas gotas de sangre sobre la flor del agua gris que supone
al borde de su mañana y la nuestra.
Entonces
el poeta será ladrón y dador de fuego, quizás su descubridor, pero que no lo
retendrá, como Prometeo dispuesto al peligro, al riesgo perpetuo de la
iluminación o al castigo de la cadena y el hambre del águila.
La
eternidad viene a ser el relámpago, el faro arisco del cedro, la alondra, llama
sedentaria, hoguera desvelada del cielo:
"El hombre tiene dentro de sí a la tormenta".
Y
el poeta está en el centro de esa tormenta, palabra, hielo y sangre, cuerpo
nutrido por el rayo, pero listo a desecarlo, a tramar selvas y jardines antes
que la felicidad sea destruida, igual que el pájaro, el aliento, la mariposa,
la ortiga, la caléndula, la nuez, el girasol, el almendro, el olivo, la
alfalfa, la rueda y el ciprés.
Porque
la poesía es la "única subida de los hombres, que el sol de los muertos
no puede ensombrecer en el infinito perfecto y burlesco". La poesía
será para Char, durante su ascenso prometeico, el río donde culmina el
relámpago e inicia la casa, el sueño sobre la llaga, un contrasepulcro, el amor
realizado del deseo, el espejo de todos los ojos, el espíritu de la vehemente
ave, la rebeldía del hombre inmolado que se ramifica, el fruto maduro del árbol
que se toma con entusiasmo a pesar de su úlcera, la poesía, el ámbito difícil,
la tierra arable y pródiga hasta la sangre, la poesía, "siempre entre
nuestro corazón trizado y la cascada aparecida".
Con
el poema, flecha de sol, cardo descubierto, “elección exhortada”,
combate entre el vacío y la comunión, fuego nuevo, llama que aventaja su
suerte, se atraviesa toda composición desértica, la noche vieja, su llaga de
pirata, la noche de las palabras y un "corazón soberano dispersado en
conquistas pronto reducidas a cenizas".
La
tormenta es la cercana obra de la poesía.
René Char
En las
alturas
Espera aún a que yo venga
A romper el frío que nos retiene.
A romper el frío que nos retiene.
Nube, en tu vida tan amenazada como la
mía.
(Había un precipicio en nuestra casa.
Por eso hemos partido y nos hemos establecido aquí).
Por eso hemos partido y nos hemos establecido aquí).
Basta de cavar
Basta de cavar, basta de minar la parte
próxima. Lo peor está en cada uno, como cazador, en su flanco. Tú que no eres
aquí más que una pala que el tiempo levanta, vuélvete sobre lo que yo amo, que
solloza a mi costado, y rómpenos, te lo suplico, para que yo muera de una buena
vez.
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11 – CUENTO
CARLOS LUIS IBÁÑEZ TORRES
(Pamplona-Colombia)
EL
ESCRITOR
El hombre, de escasos cincuenta años, taciturno
y entrado en los albores de la obesidad, soportaba paciente el duro gris de
invierno, refugiado en el modesto cuarto que fungía de biblioteca, donde imaginaba que cada libro era su autor o
autora en persona, y allí reunía a los
más importantes poetas, novelistas, cuenteros, periodistas, músicos, pintores,
de ambos géneros para sentir que desde los estantes de madera donde reposaban,
lo miraban soñar y disfrutar al intentar escribir poemas, narraciones o
experiencias pedagógicas de su ya larga carrera, como asunto que él consideraba era su único
atributo.
Como si fuera una vieja máquina, el invierno se
había quedado varado frente a la ciudad con su atuendo de grises. Sus añejos
aromas líquidos impregnándolo todo y su ejército de grillos y rumores, acometía
sobre los viejos árboles, sobre los cansados techos de teja y los recientes
edificios con su algarabía, tarde tras tarde, noches enteras, mientras la
ciudad parecía hundirse con sus gentes, lentamente apuntillada por los
interminables aguaceros.
El sol se había marchado hacia meses, y los
niños, refugiados en sus casas, velaban tristemente los campos donde habían
sido felices cuando en tardes de balompié
conocieron la gloria de anotar un espectacular golazo de tiro libre, o
se habían hecho inmortales en la memoria
del paisaje al atrapar un balón imposible que llevaba el sello de gol, del
zurdo Villamizar, que le pegaba a la pelota con semejante potencia que lo
apodaban El Bomba.
Entre su colección de libros, se destacaba,
además, una enorme cantidad de diarios
nacionales y locales que conservaba muy bien con noticias trascendentales de la
política, el deporte, la cultura, la economía, y hasta la farándula nacional,
porque pensaba, que serían al final de sus días, la conciencia de su época y el
testimonio de su generación como precaución a una demencia senil o a esa
terrible pérdida de la memoria que ataca a los hombres en el ocaso de su
existencia. Tardes enteras se refugiaba en su mundo de noticias añejas, de
fotografías intemporales ya, efecto causado por la transformación de las
ciudades y el cambio generacional, el progreso y el desarrollo del país y del
mundo.
A su memoria de “adulto contemporáneo,” llegaban
como aves migratorias, los recuerdos de la infancia empapados también por los
inviernos andinos forjadores de esa nostalgia milenaria acampada en su piel.
Recordaba las avecillas de barro rojo que fabricaba en las tardes mientras el
tiempo transcurría sin prisa en la huerta de la inmensa casa paterna donde
escuchaba pasar el viento planetario, con sus extrañas voces míticas cargado de
historias, que se fueron metiendo en su cabeza a través de la espesa niebla.
Las mañanas eran literalmente rápidas y se iban
en un veloz instante que únicamente le permitía ejercer su profesión de
maestro, oficio que amaba porque en éste había encontrado el secreto de la
felicidad que encierra dar sin recibir, pero aunque amaba su profesión tenía
sueños cercanos a la labor de escribir,
de poner a las palabras un aroma de vida, de vivencia real, de nostalgia o de
alegría, porque ellas eran las únicas que estaban allí, cuando él las invocaba,
porque a pesar de esquivas como lo son, le eran fieles cuando las hallaba precisas en la dimensión de sus ideas..
Una noche de su infancia
soñó con la ciudad empapada girando en remolino bajo la lluvia y precipitándose
hacia el fondo del valle, cuando despertó, todos en la casa estaban aterrorizados
porque un fuerte temblor había sacudido la zona dejando muchos dignificados, y
nunca olvidó la cara de pavor de su abuela, que repetía incansable y firme una
oración mientras pedía calma.
Los sueños eran parte de sus noches y no era
extraño que se repitieran en la realidad, en uno de ellos caminaba bajo la tarde invadida de neblina,
solitario entre sauces y vacas tristes que lo miraban pasar adivinando que su
rumbo no era otro que el de todo solitario perdido en los laberintos
insondables de los pensamientos, mientras consumía una buena porción de
recuerdos y saboreaba con ellos los últimos aromas frescos de su infancia.
La lluvia arreció, la neblina huyó disuelta en
trazos amorfos y el hombre, en sus sueños, caminó tan rápido que quedó frente a
frente con la tarde abierta como una inmensa garganta que lo llamaba a gritos,
entonces hundió su mano hasta el fondo del bolsillo de su viejo gabán y allí
estaba, como un animal enjaulado, un
Smith & Wesson, tan viejo como sus pesadillas, pero que aún así,
retumbó en la tarde mientras el único
proyectil que quedaba en su tambor, atravesaba su sienes y lo hacía rodar por
el interminable precipicio del silencio.
Despertó sobresaltado y corrió instintivamente
hasta la biblioteca, tomó uno de sus
viejos diarios fechado 55 años atrás, en donde se leía en titular destacado: “Muere trágicamente, por suicidio confirmado, un escritor que caminaba bajo los
sauces, y, la mirada triste de unas vacas”.
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13 – ENSAYO
ANTONIO GARCÍA VARGAS
(Almería-España)
21 DE MARZO, DÍA MUNDIAL DE LA
POESÍA
Ha pasado el Día Mundial de la Poesía —21 de marzo— y cabe hacer mil reflexiones sobre este desolador panorama internacional donde se premia la materia pasajera y lo estéril en detrimento de la esencia y el conocimiento; la sopa de sobre con estrellitas por encima del caduco estofado.
Ha pasado el Día Mundial de la Poesía —21 de marzo— y cabe hacer mil reflexiones sobre este desolador panorama internacional donde se premia la materia pasajera y lo estéril en detrimento de la esencia y el conocimiento; la sopa de sobre con estrellitas por encima del caduco estofado.
La moda desde hace unos años es escribir contraliteratura sin hacer aprendido lo básico de la literatura. La mierda seca pinchada en un palo ondea en las salas de arte como signo identitario del genio de turno. Todo aquello que vaya en contra de la recontra de la contrarecontra es original y por tanto hipervalorado por las distintas Instancias del Saber. No importa si trata de un chupete con pinchos, de un orinal con patas o un poema con fideos.
Ocurre sobre todo con la poesía; el sapiente está contra la métrica sin saber de qué va la cosa y, ya puestos, contra el ritmo cadencial de la palabra y otros supuestos artificios y corsés del año de la castaña heredados de los carcas. Dicen que la métrica poética resta libertad de expresión, espontaneidad y no sé cuántas cosas más.
¿Qué libertad es esa que se pronuncia sin
conocer más que una alternativa?
Para obrar en libertad hay que conocer un
abanico de opciones; solo así se puede elegir, no desde el desconocimiento.
¡Conoce y decide! Elegir solo la única opción que se conoce no es un acto de
libertad sino lo contrario. Libertad sería optar por usar o no usar algo
conociéndolo.
En este estado de cosas, la capacidad creativa y el uso de un lenguaje singular por parte del poeta no solo están en desbandada sino que son atacados sin consideración alguna por medios interesados en el mantenimiento de una artificiosidad que les enriquece el bolsillo personal al tiempo que empobrece el alma en general. ¡Qué somos sin el lenguaje de la poesía sino naturaleza muerta!
Supongo que ocurre igual en todos los frentes y el jaimito de turno hace su agosto con la aquiescencia de su enfervorizado público. La estulticia del que no quiere hincar los codos y aprender cualquier materia está a la orden del día, comenzando por el endiosado pelanas y terminando por el mecenas de lo inocuo.
Así nos va. Causa profundo desasosiego la terrible loza que legaremos —queriendo o sin querer; por acción u omisión, tanto monta— a las próximas generaciones.
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14 – CUENTO
FABRICIO ESTRADA
(Sabanagrande-Francisco Morazán-Honduras)
ENIGMA
No seré yo quien se justifique ante Anubis sacando amuletos comprados al por mayor en el mercado de Tebas, ni seré yo quien descoyunte los huesos de mi cuerpo para insinuar cierta cercanía con Osiris.
Me vendarán, sí, dejarán la ventana abierta para que mi Ba vuele hacia los sicomoros, pero... no seré yo quien espere que las claves repetidas abran las 12 puertas del Duat. Seré más bien algo del viento que sobrevive en el Ro-Setau y que los sacerdotes ocultan en mi sombra, como carta de viento, como piedra de viento, como pequeña rama.
Tuvieron que pasar muchos siglos para que mi Ba se convirtiera en el psicopompo que los griegos miraban llegar a la ventana de la agonía; muchísimos siglos para que el psicopompo aligerara su cuerpo y se transmutara al vuelo de las falenas... sin embargo, no seré yo quien salmodie en la oscuridad suplicando un segundo de carne y hueso, un atisbo a los campos espléndidos, un sorbo de la cerveza dulce que se liba en la eternidad... Más bien, seré el devorador, el atento, el inconmovible dios que abre la boca cuando saltan los corazones despreciados.
No seré yo quien se justifique ante Anubis sacando amuletos comprados al por mayor en el mercado de Tebas, ni seré yo quien descoyunte los huesos de mi cuerpo para insinuar cierta cercanía con Osiris.
Me vendarán, sí, dejarán la ventana abierta para que mi Ba vuele hacia los sicomoros, pero... no seré yo quien espere que las claves repetidas abran las 12 puertas del Duat. Seré más bien algo del viento que sobrevive en el Ro-Setau y que los sacerdotes ocultan en mi sombra, como carta de viento, como piedra de viento, como pequeña rama.
Tuvieron que pasar muchos siglos para que mi Ba se convirtiera en el psicopompo que los griegos miraban llegar a la ventana de la agonía; muchísimos siglos para que el psicopompo aligerara su cuerpo y se transmutara al vuelo de las falenas... sin embargo, no seré yo quien salmodie en la oscuridad suplicando un segundo de carne y hueso, un atisbo a los campos espléndidos, un sorbo de la cerveza dulce que se liba en la eternidad... Más bien, seré el devorador, el atento, el inconmovible dios que abre la boca cuando saltan los corazones despreciados.
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15 – POESÍA ARGENTINA
JORGE FALCONE
(La Plata-Buenos Aires-Argentina)
HARÉ PUNTERÍA CON LAS ESTRELLAS
Adónde conduciría sus pasos Doña Berta Braverman
volviendo de los mandados?
A qué tarea se abocaría no bien cerrada
la puerta cancel?
Una vez que su figura doliente se diluyera
detrás del vidrio esmerilado, acaso
freiría un par de berenjenas rebozadas?
Almorzaría con Rosita Martínez,
esa señora tan próxima y sin embargo distante
acostumbrada a agasajar
por TV a frívolos comensales
que jamás le malograron
en tiempos de rigor
una sola digestión?
Haría la siesta así,
tan plena de remordimientos,
tan asediada por chirriar de goznes,
tan sin hijo fruto
de único alumbramiento?
Pensaría en cada retorno del mismo,
flamígero jopo de La Plata al viento,
al cabo de preparar Matemática
con la infalible Elisa Pagani?
Entonaría canciones de cuna en iddish
plegando ropa adolescente
ordenada con naftalina en una valija
de cartón-piedra presta a donación?
Y así le paga el presente que no ve,
cadena perpetua apenas,
y además domiciliaria?
Nunca milicia formada
en el revisionismo y la antigua
idea de Nación en Armas?
Pleno de un odio que construye,
este goy
la extraña;
y – como Villa Manuelita – no se conforma
con criminales de chas – chas y a la cama.
Aún huelga una sociedad
con necesidades básicas saldadas,
y de eso este sistema
ya no puede ofrecer nada.
Haré puntería con las estrellas,
para salvar a David de su pancarta.-
SI SE MUERE MI CACTO MICKEY
Si se muere mi cacto Mickey
cuántas cosas dirá con eso.
Que he bregado por la vida en
todas sus formas y no obstante
me rebelo incapaz de preservarla?
Que se me secó un pinito esperando
algo de humedad nutricia y un perro
que nunca di por mío
- aunque sin embargo
siempre me acompañó al trabajo -
murió royendo ladrillos de mi patio?
Guárdenme un lote en el cielo
si estoy a tiempo:
Comunidad organizada
de hombre y de insectos,
de árboles frutales y aves diversas
es todo cuanto tengo!
A María Luz López Alcalá
HOY TE VI EN LA MIRA A VOS
Hoy te vi en la mira a vos,
changuito marrón,
pantalón hip-hop y gorra de reggaetón.
Un tachero avezado
- cuándo no -
en políticas de seguridad urgentes
me explicó,
cordoneando a la vera de tu caravana
ociosa con vagos de la barra,
de los peligros que encerraba
la proliferación de morochos al pedo,
tan carne de paco como vos.
Habló de mano dura,
de la imprescindible 22,
de abrir fuego ante la duda y
sin conocerte me contó
de los desmanes que tramabas
boludeando al ritmo del i pod
y repitiendo como un mantra
el mandado que la vieja te encargó.-
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16 – ENSAYO
WILLIAN
GEOVANY RODRÍGUEZ GUTIÉRREZ
(Purificación-Tolima-Colombia)
LA
NOVELA DE LA VIOLENCIA
La valoración estética e ideológica de las obras
literarias propias de la narrativa de la violencia debe ser estudiada
críticamente desde la historia de la obra literaria “Sin tierra para morir” para poder ampliar nuestra visión acerca de
lo que representó la violencia bipartidista en la sociedad colombiana.
Por esta razón, considero que es elemental
reflexionar no sólo sobre la importancia de este tipo de literatura en la
formación de la novela como carácter histórico, sino además, porque permite que
se delimite una literatura de la violencia a partir de ciertos referentes
teóricos, que bien pueden ser el inicio de posteriores trabajos de
investigación.
Por lo tanto, se considera relevante para
nuestra formación literaria e investigativa, ya que permite que se comprendan
otras posibilidades de análisis y se creen otros horizontes de expectativas
como consecuencia de una renovación de posturas narrativas que dan paso a un
contenido menos descriptivo y más relevante.
En ese sentido, la violencia en Colombia ha
suscitado algunas confrontaciones por la disputa por el poder y por la ambición
de poseer, es por ello que es necesario detenernos en los períodos comprendidos
entre 1947 a 1968, ya que es cuando nace una lucha política, respaldada por el
entonces Presidente de la República Laureano Gómez, lucha que llevará a que
tanto el partido conservador como el partido liberal se enfrenten entre si con
el fin de detentar el poder
Como consecuencia de esta disputa, se propaga
una violencia terrible que ocasiona la pérdida de más de 300 mil muertos
provenientes de diferentes poblaciones entre las que se verá afectado el
campo.
Por lo tanto todas estas confrontaciones
terribles darán pie a que algunos escritores nacionales y locales se interesen
de inmediato por abordar en sus propuestas literarias el fenómeno de la
violencia de una manera crítica que se soporta en una escritura de denuncia y
bajo unas formas originales, que permiten recrear las trágicas situaciones
vividas en el pasado.
Así pues, las obras que nacen no son
inventadas ni mucho menos pretenden
encubrir la realidad, sino por el contrario emergen de una forma atractiva
donde se explicitan hechos y acontecimientos que brotan de la sangre que vieron
derramar algunas personas cercanas a ellos. Por lo tanto, los escritores
colombianos han asumido esta temática, unos como testimonios sesgados, otros
como propuestas verdaderamente estéticas.
En ese sentido, Augusto Escobar afirma: “Por
primera vez en Colombia, la literatura se integra a la realidad y toma
conciencia de lo que implica la función literaria y la necesidad de profundizar
en el ambiente histórico en que se vive”. (…) debido a que como es un tema que
despierta fácilmente el interés de cualquier escritor se pueden no solo develar
ciertas facetas de la condición humana sino también ciertos hechos históricos
que pretendieron silenciar.
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17 – COMENTARIOS DE LIBROS
LUIS BENÍTEZ
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
EL BARRIO
LATINO
Flavia Cosma
(Oradea-Rumania)
ENTRE EL LIBRO
Y EL LECTOR
Esta nueva entrega de la poeta rumana
-residente en Canadá- Flavia
Cosma, enriquece destacadamente su ya extensa obra anterior,
que abarca casi una veintena de volúmenes de poesía, más novela, diario de
viaje y libros para niños.
Al comenzar nuestra lectura observamos
una positiva decantación de tópicas y referencias ya evidentes en sus textos
anteriores, y que en “El
Barrio Latino” alcanzan la plenitud expresiva.
En efecto: la poeta en esta obra nos muestra la madurez completa de su capacidad de referir, aludir, sugerir y hasta eludir la mención directa, para acrecentar aun más la potencia de su lenguaje poético.
El manejo de los variados recursos que
pone en funcionamiento en “El
Barrio Latino” está signado preferentemente por la mesura y la
falta de desborde, incluso cuando transita por la emotividad más potente. Es
que Flavia Cosma
conoce acabadamente qué sutilezas hay que emplear para que el resultado,
visible a los ojos del lector, esté signado por la fuerza expresiva pero no se
transforme en una efusión sin rumbo, sino, por lo contrario, se adentre en la
sensibilidad de quien está leyendo como una corriente marina, que transporta
pero no atropella, que rapta pero lo hace gentilmente.
Esta capacidad de “raptar” al lector para
sumergirlo en el universo creado por la autora, es por demás encomiable. Está
muy bien programada: contempla la posibilidad de que el lector incorpore sus
propios elementos a lo expresado por la autora, recree al leer, construya a su
vez una versión propia del poema. La diversidad de versiones que podemos
establecer respecto de un texto-madre es una característica particular de la
mejor poesía, que renuncia a lo unívoco, al texto mandante, en pro de una
polisemia enriquecedora.
LAS TEMÁTICAS
Aunque abarca una nutrida serie de temas, la tópica principal de “El Barrio Latino” es la interacción entre la sensibilidad y la emotividad del sujeto escribiente y Lo Otro, la relación amorosa que establece la autora no sólo con lo otro humano, sino también con objetos, palabras y animales. El universo de Flavia Cosma es un universo traspasado por lo amoroso, que establece nexos comunicantes entre la interioridad de la autora y los elementos correspondientes a lo exterior objetivo. Si bien desde la dedicatoria misma queda representado el otro humano como objeto de amor principal, y resulta predominante la dirección hacia éste del discurso poético, también se hace evidente esta interacción amorosa con otros elementos de lo real, mediado por referencias que establecen que esos nexos a los que aludimos se emparentan con lo metafísico, con un “estar en el mundo” signado por lo amoroso como conexión general y también como reconocimiento de que el yo de la autora es una parte más de ese cosmos ordenado y conectado por lo amoroso.
Así, dice Cosma en su poema “Palabras sin cuerpo”:
A través de las paredes, bajan de vez en cuando/palabras sin cuerpo, enflaquecidas,/
palabras-fantasmas, vaciadas de
miga,/errando
espacios, llegan y dividen/los
hambrientos sueños de la noche.
Aquí las palabras son contempladas y
reconocidas como integrantes de este universo amoroso al que nos referimos,
poseen sustancia en sí, aunque también son mensajeras de la distancia y la
separación, como señala la autora en el mismo texto aludido:
Hay que decirte adiós ahora, mi ángel,/el tiempo de las salidas nos ha alcanzado/y ya nos supera./Estará presente en nuestras
próximas citas,/en
nuestras manos enlazadas,/en
los confusos intercambios de miradas.
Y finaliza el poema diciendo:
En frases ásperas, dubitativas y nerviosas,/colocamos el fin delante del principio,/mientras que el amor, presagiando su
destino,/se
atormenta, forcejeando raudamente.
Esta función ordenadora de las palabras,
“colocamos el fin antes del principio”, da cuenta de los sucesos operados entre
el dentro y el exterior (un exterior ocupado predominantemente por el objeto
amoroso principal) pero mediatizados por las palabras mismas. ¿Qué mejor
descripción de las funciones del discurso amoroso, que ésta brindada por Cosma?
Así, por si nos quedan dudas al respecto, nos dice la autora en su poema “El papel”:
Tu nombre aparece bailando entre las palabras /como un bello dios de alabastro.
En la tradición emanada del romanticismo,
donde lo objetivo sirve como expresión de la sensibilidad autoral, nos dice
Cosma en su poema “Al cabo
del día”:
En la dulce luz al cabo del día, /los abedules se quedan desnudos, sin
hojas, /sus blancos
troncos brillan en la claridad,/los
abetos/protegen los
crudos nidales, sus
ramas verdes y perfumadas/están
siempre listas para acudir en socorro,/el aire se huele con la fragancia/de la resina.
El recurso es tradicional, pero recordando
que parte de la tarea poética es devolverle a las palabras su potencia inicial,
Cosma
retoma el recurso aludido con una eficacia particular; efectivamente, logra
pintar tanto el paisaje exterior como el interior y propio en nueve cortos
versos, que a su vez sirven de introducción al agón principal de que da cuenta
el poema:
El
cielo y las montañas, -siluetas a lo lejos-,
poseedores del más profundo silencio,
aguardan por encima de los dolores del corazón,
mientras tu pensamiento, bálsamo perfumado,
llama nuevamente a mi ventana, como antes,
como pidiendo perdón.
poseedores del más profundo silencio,
aguardan por encima de los dolores del corazón,
mientras tu pensamiento, bálsamo perfumado,
llama nuevamente a mi ventana, como antes,
como pidiendo perdón.
Nuevamente lo objetivo retratado en la
doble tarea de mostrar lo externo y lo interno, capturado por Flavia Cosma en
una instantánea fotográfica, que parece ser una constante de su poesía. La
autora sabe hallar y plasmar con sus palabras esos momentos definitorios, donde
ambos mundos, el real objetivo y el interior sensible, se comunican y resaltan
mutuamente, siempre unidos por el nexo amoroso que subrayamos antes.
Veamos ahora el objeto principal de los versos contenidos en “El Barrio Latino”, como aparece (éste es sólo un ejemplo) en el poema “Arenas Movedizas”:
Volvemos a encontrarnos, mi amor,/al borde del abismo, debajo del/deslumbrante rayo,/en el mismo lugar donde hace tiempo/reíamos y arrojábamos/los dulces momentos/por el gran remolino.
En el caso que nos ocupa –el de referencia
directa al objeto amoroso- si bien las cosas y el tiempo evocado cumplen con la
misma función de reflejar los estados anímicos de su interioridad, desde el
comienzo mismo del texto poético quienes ocupan el primer plano son el sujeto
amante y el objeto amoroso, el procedimiento es inverso respecto del ejemplo
anterior, donde las cosas, el paisaje, etc., son presentadas primero para que,
a través de ellas, surja el agón principal, lo relacionado con el objeto
amoroso humano. En este primer plano del conflicto amoroso entre sujeto y
objeto principal, los otros elementos son subalternos en grado mayor, signados
por una función complementaria: reforzar con su presencia y el tratamiento que
la autora le da a esta presencia, el conflicto entre sujeto y objeto principal.
En este tipo de poemas –que abundan entre los 67 que componen el corpus de “El Barrio Latino”- la emotividad está menos mediatizada por la presencia de los elementos objetivos y habla más directamente al lector:
Pobre amor, siempre a contratiempo,/máscara no correspondida, llevada con
orgullo,/gestos
inútiles, palabras desgarradas,/párpados
marchitos, cayendo con ruido/por
encima de la última palabra:/la
mía,/la tuya,/¿o quién sabe?
(de “Amor a Contratiempo”)
Tú, tan desconocido para mí,/como las gotas de lluvia cayendo/sobre las flores azules,/tú,/tan necesario para mí,/como el aire puro, filtrado en mis
pulmones,/ tú,/tan preciado para mí,/como la luz dorada resbalando por los
vitrales/ iluminando
las manos unidas,/en
son de oraciones,
(de “Volver a encontrarte”)
El objeto amoroso humano posee dos formas
de presencia en las expresiones poéticas de Flavia Cosma, señaladamente en el
volumen que nos ocupa: una es la presencial directa y otra la indirecta: por
ausencia. En la presencial directa, la autora le habla frente a frente:
Me atreveré a conocerte/así como eres,/para que me conozcas tal como soy.
(de “Tu sombra”)
Esta larga esperanza…/tus labios murmurando/un sí o un no,/esta fiebre llena de misterios,/robada de los divinos cajones,/y sobre todo,/este imposible y tierno milagro,/que nos sumerge, estremecidos,/por la estrechez del mundo.
(de “Esta larga esperanza…”)
En la faceta presencial indirecta, el objeto
amoroso humano adquiere -si se quiere- todavía una potencia mayor:
Sabrás que vino el otoño, mi amor/los signos están pesados, nada parece tan
bello/ni lágrima,
ni flor/ni la foto
en la pared.
(de “El césped enfermo”)
Qué sería si al hablarte tú me escucharas,/te hablaría sobre el silencio opaco/que me rodea nuevamente;/sobre el cansancio de mi desmañado cuerpo/soñando en tus manos,[…]/Mi memoria me acerca a ti.
(de “Qué sería si yo te hablara”)
Desde luego, estas referencias generales
no alcanzan siquiera a medir muy groseramente todo lo que le espera al lector
más allá de ellas, una vez que se adentre en la vasta cosmogonía que nos ofrece
Flavia Cosma en este nuevo título de su reconocida poesía. El propósito era
alentar a comprender algunas líneas de su poética, que quien lee descubrirá
acompañadas de otras. Basta decir que este poemario –con toda posibilidad, ya
que la poesía es el género de relectura por antonomasia- seguramente lo
acompañará siempre que desee encontrarse con una genuina representación del
género y que cada vez que lo lea y relea, nuevas realidades se abrirán para él,
por obra y gracia de nuestra autora: ella sabe pulsar las cuerdas de la
sensibilidad del lector y compartir, generosamente, sus bien elaboradas
partituras.
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18 – CUENTO
RICARDO
IRIBARREN
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
PORTEÑITA
PARTISANA.
Llueve sobre avenida de Mayo al modo gris
de Buenos Aires, sobre la plaza y el río marrón nacen ríos de las claraboyas se
ha quedado la ciudad sin palomas y los jacarandás están deshojados y dicen
todos que no,,, Que no volverás, porteñita, los domingos a Plaza Dorrego, a
vender tu risa postiza al por menor, ni tomarás
café conmigo en La Giralda, o en La Paz. No volveremos a remontar la luna y en
una mesa del tortoni te espero, envuelto en humo y por eso no me ves… Sin
embargo yo, me confundo y me parece verte pasar, en cada morocha cruzando la
ciudad. Serán las ventanas empañadas, los ojos enrojecidos…
¿Volverás
cuando vuelvan las palomas? ¿Pintarás el gris de la ciudad con tus trenzas
coloridas? Cae con pereza de garúa lluvia del color de los gorriones, se
parecen a tus lágrimas de entonces, cuando eras partisana de toda rebelión y
soñabas parir hijos para la revolución…
Era
1973 y volvía del exilio el general, la tropa nos corría en los campos del
Jagüel, esa mañana no morí, pero volví a nacer después morí millones de veces,
en cada insomnio, cuando las caras y las voces aparecen escuadrones de
fantasmas irredentos, y hoy, que llueve, sé que moriré para después no volver a
nacer, no es temporada de milagros, por eso no pido la excepción, sólo me quedo
mirando los grises zeppelines dejando caer su tristeza sobre la ciudad,
entonces me levanto y pago las cuentas, chambergo y perramus, y debajo de todo
un viejo corazón harto de latir en vano, me dejo envolver por la última
intemperie, y engañar por las callejas y cortadas sabiendo que será la última
vez…
No
quiero morirme en mi cama, a solas y a secas torturantes, lo haré en una calle
cualquiera de Buenos Aires, con lluvia, esas calles que andábamos los dos.
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19 – POESÍA AMERICANA
GABRIEL
XIRGU I JAVALOYES
(Gitanos
del Tercer Milenio-Colombia)
EL
GITANO
Su sonrisa vive en el fuego
del pebetero de mercurio
en la celebración perpetua
Es jueves de alquimia
con su fiesta de Corpus y del Hierro
El humo enterrado en la grama
y el aroma de lámparas de cobre
Melquiades me acompaña
por la geografía incierta de Macondo
En sus palabras encuentro el futuro
suspendido en el movimiento del reloj
por la lluvia perpetua y el hielo
en la ruina multicolor de la carpa
levantada sobre el cristal roto de la charca
donde se derrumban los edificios
con las luces de esta noche sin cielo
El gitano ríe con su maquinaria dental
hasta desarticular mitos y temores
Ante la indiferencia de los espíritus
rompe metáforas congeladas
para fundar de nuevo el mundo
desde el cuerpo de los sustantivos
Sin perderle la eternidad al instante
Melquiades me acompaña
por la cuerda y los caminos que conducen
al corazón de fuego de la enamorada.
Su sonrisa vive en el fuego
del pebetero de mercurio
en la celebración perpetua
Es jueves de alquimia
con su fiesta de Corpus y del Hierro
El humo enterrado en la grama
y el aroma de lámparas de cobre
Melquiades me acompaña
por la geografía incierta de Macondo
En sus palabras encuentro el futuro
suspendido en el movimiento del reloj
por la lluvia perpetua y el hielo
en la ruina multicolor de la carpa
levantada sobre el cristal roto de la charca
donde se derrumban los edificios
con las luces de esta noche sin cielo
El gitano ríe con su maquinaria dental
hasta desarticular mitos y temores
Ante la indiferencia de los espíritus
rompe metáforas congeladas
para fundar de nuevo el mundo
desde el cuerpo de los sustantivos
Sin perderle la eternidad al instante
Melquiades me acompaña
por la cuerda y los caminos que conducen
al corazón de fuego de la enamorada.
LA MUERTE ANDA EN ESCUADRONES
Podrían dejar correr la cuenta de las horas
oyendo al tiempo sucio gotear sin termino
por las inclinadas alcantarillas
siguiendo sus vidas como fantasmas
ser aún entre la dulce pesadilla
entre espejos y espejismos.
Podrían dejar su huella invisible en la tierra
la sonrisa, el sudor, la mañana triste
la mañana envejecida
la mañana perpetuada y rota por la sonata de los gallos
por sus heridas, sus arrugas, sus salivas, sus sopores.
Podrían arrancar sus garras dactilares
no arañar, no sentir
perderse en el hambre o escapar por el costado del miedo
entre los recipientes desfondados de la vaciedad.
Podrían dejar de simular sus luchas
postergar todo para otro tiempo
tirarse al hueco de cabeza como el avestruz violeta
por este mundo disparejo, por este mundo roto
donde hay otros como ellos arañando
donde hay otros zarpeando la esperanza.
Podrían seguir hasta la ceniza
pero la muerte asalta en escuadrones
para cumplir la cita puntual
por los vivos que hacen la muerte de otros
y los muertos desde antes de la muerte.
CADÁVER
QUINCE
Ojos desmesurados. Este hombre mira al sol.
Caído con arma. Muerto perfecto.
Niño menoscabado. Adulto demente.
Nunca soñó estar así. Vestido de guerra.
Jugo a ser almirante. Mar del estanque.
Escuadras enfiladas. Barquillos de papel.
Avanzan. Fantasmas al desagüe.
Ida y vuelta. Libertad descuadernada.
Inocente saludo. Sonrisa enajenada.
Ojos abriendo paisajes. Cabriola fantástica.
Sin alcanzar ningún tiempo. Amado por todos.
Un paseo. Una vuelta. Recorrido eterno.
Está sólo. Caído ángel.
Niño Nicólas. Cédula de ciudadano.
Hombre de treinta años. Muerto en armas.
Mojado comandante. Marino de agua dulce.
Hermano pequeño. Nuestro Hermano.
Tus mejillas afeitadas. Lengua enredada-.
Voz de medias palabras. Letanías.
Pecho mojado de saliva. Zapatos de charol.
Ambición de dulces. Anzuelo y carnada.
Confiar en todos. Bárbaros. Muerte disparada.
Botado en la intemperie del barranco.
Un cadáver del más acá. Del más allá.
Ojos desmesurados. Este hombre mira al sol.
Caído con arma. Muerto perfecto.
Niño menoscabado. Adulto demente.
Nunca soñó estar así. Vestido de guerra.
Jugo a ser almirante. Mar del estanque.
Escuadras enfiladas. Barquillos de papel.
Avanzan. Fantasmas al desagüe.
Ida y vuelta. Libertad descuadernada.
Inocente saludo. Sonrisa enajenada.
Ojos abriendo paisajes. Cabriola fantástica.
Sin alcanzar ningún tiempo. Amado por todos.
Un paseo. Una vuelta. Recorrido eterno.
Está sólo. Caído ángel.
Niño Nicólas. Cédula de ciudadano.
Hombre de treinta años. Muerto en armas.
Mojado comandante. Marino de agua dulce.
Hermano pequeño. Nuestro Hermano.
Tus mejillas afeitadas. Lengua enredada-.
Voz de medias palabras. Letanías.
Pecho mojado de saliva. Zapatos de charol.
Ambición de dulces. Anzuelo y carnada.
Confiar en todos. Bárbaros. Muerte disparada.
Botado en la intemperie del barranco.
Un cadáver del más acá. Del más allá.
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20 – ENSAYO
CARMEN ROSA BARRERE.
(Posadas-Misiones-Argentina)
LAS CHICAS DEL ADIÓS.
El
culto a la belleza y los cuidados del cuerpo vienen de lejos y han sido
compartidos por ambos sexos. Las mujeres de Egipto aparecen en los frisos que
las representan con miembros alargados, rostros afilados y manos de largos
dedos y uñas pulidas pintadas de color. Masculinos con perfil de águila y sus
damas, usaban tintes oscuros para remarcar el delineado de las cejas, que
otorgaba a los ojos un rasgado misterioso, atractivo y tremendamente sensual. Mika Waltari nos
contacta con la presencia de una beldad
llamada Nefertiti.
Mujer
codiciosa que utilizaba a la belleza como anzuelo para convencer a un médico
real que recibiría sus favores previa entrega de la tierra donde él debía
enterrar a sus padres. Gravísimo ataque a la moral de un hombre de ese tiempo,
cuando el culto a los muertos era sagrado…y la tentación un desorden moral. Al
parecer, el mayor atractivo de la mujer que enloqueció a Sinhué, fue el
misterio.
Una
distancia física utilizada con afinada perfección por la trastornadora de
hombres.
Revisando
pinacotecas afamadas, se advierte que la piel y el hueso pasan de moda. Las
damas de Goya exponen sin miedo sus rollitos; los hombros que se descubren
tientan con su redondez madura, propiciando el roce o el mordisco y los senos
se descubren. Un caballero ligeramente cínico me dijo una vez: los metros de
tela para vestir mujeres son siempre los mismos. O se pone a la vista lo de
arriba, o se acortan las faldas. En ese pasado, damas y damiselas que podían
ser reinas o cortesanas, usaban la esquelita y la hondura del escote para
intercambiar citas escandalosas dentro de sábanas ajenas. Un músico contratado,
o un bardo, alzaban la voz para entonar melodías dulzonas o leer sin prisa poemas escabrosos que avivaban el
jueguito sexual de la pareja sin escrúpulos pero con ganas. Socializando, es
decir, actuando, usaban abanicos para resguardar la malicia de la risa y las
vestiduras pesadas y las pelucas les prestaban aires de damas austeras,
distantes y misteriosas, cuando en realidad el sexo y lo conseguido a su través
eran su objetivo.
En nuestro
tiempo — y acá me modernizo del todo — las
muchachas no solamente se entrenan en el comer poquito y vomitar como
rutina y sin asco, sino que a eso le suman toda clase de gimnasias agotadoras,
pesas y aparatos que estiran, ablandan o muchas veces endurecen a los
castigados músculos.
Ninguna
está informada que no todo aparato o rutina le conviene a su esqueleto. Está de
moda, lo usa una fulana que es un hembra súper increíble, exhibida en la tele,
por la que se pelean con palabras soeces dos pseudo masculinos tatuados y
cincelados a nuevo porque tienen un dinero llovido del cielo que les permite
tales cambios y por los que ellas suspiran. Ésa es vida.
Hacia ahí dirigen
sus esfuerzos. A eso se reducen sus grandes metas existenciales. La gran
mayoría no ha terminado el secundario, aliándose a uno u otro de los padres
separados, a los que utilizan como aliados cuando les conviene. Y allá van.
Salir de
noche un viernes es la justa. Pegar con la pelota en el arco. Los viernes los
lugares de onda están repletos. De parejas y de singles tentadores. El sábado
es maso y el domingo un verdadero quemo.
Las
jovencitas vienen con una amiga o dos. Todas delgaditas y lindas, aparecen en
la media luz tapadas con pedacitos de tela, breteles resbaladizos y pechitos que buscan con
urgencia un par de manos hábiles acostumbradas a manejar billetitos verdes. Se acomodan en la barra.
Sonríen al barman, así el trago pedido llega bien cargado. Con la boca, beben.
Los ojos se pierden donde acaba la vereda y los solos estacionan los
automóviles. Si el vehículo es de marca y nuevecito deja de importar si el que
desciende es bajito o alto, pelado o lleno de rulos, con cara de yo no fui o de
truhán. La noche se escabulle, hay que pescar a alguien divertido, movedizo y
sin anillo, mejor. El anzuelo está echado.
Transformadas en sirenas de leyenda, no atraen
al candidato con cantos. El conjuro aparece con la risa, el largo estupendo de
las piernas y la redondez de un traserito logrado mediante el látigo del
entrenador. Que no es látigo, pero el tipo las destruye mirándolas con lástima
cuando dicen estar cansadas y pretenden
huir de la fatigosa rutina.
Beben
juntos varias copas riendo como chicos. Bailan apretaditos durante toda la
noche. A él le gusta la piel de la jovencita. La desfachatez con la que habla.
La entrega con vestido, zapatos de tacón y melena despeinada donde nada se
oculta. La ligereza del parloteo comienza a aburrirlo. La estrecha con renovado
entusiasmo, silabea una propuesta y se marchan hacia el departamentito de un
ambiente que él tiene alquilado con un par de amigos de la facu. Llevan un
siniestro almanaque, donde se establecen con rigor los días de ocupación
correspondientes a cada uno. Él no sabe su nombre. Ella no conoce lo que él
estudia y da por sentado que se enterará mañana. No existen mañanas, ni trajes
de novia, ni velos nupciales para estas chicas del adiós. Son hojas al viento
desprendidas de hogares disociados y padres corriendo a mil para veranear ese
año con sus nuevas parejas en un lugar más o menos decente. Como padres,
carecieron de capacidad para establecer límites y ensalzar la magnitud de
constituir una familia de verdad. Cuando el volátil donjuán las deposita en su
puerta, no existe un adulto que las abrace, las mire a los ojos, o las olfatee
para percibir qué estuvieron fumando. Y lo que más duele: esta es una realidad
que se agiganta, con padres que miran sin ningún disimulo para otro lado.
Bastante lío tienen con su propia vida.
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21 – CUENTO
OLGA
LILIANA REINOSO
(General
Pico-La Pampa-Argentina)
REGALO
DE PASCUA
Estaban por sonar las diez campanadas en el reloj de la catedral. El centro de la ciudad de Córdoba, con sus luces macilentas, parecía un hervidero. Gente por todas partes, bajo un cielo poblado por nubes de frío, pululaba en calles y veredas.
Estaban por sonar las diez campanadas en el reloj de la catedral. El centro de la ciudad de Córdoba, con sus luces macilentas, parecía un hervidero. Gente por todas partes, bajo un cielo poblado por nubes de frío, pululaba en calles y veredas.
Mi hija y yo caminábamos por la 27 de abril apurando el paso por temor a llegar tarde y porque la temperatura había descendido estrepitosamente sin reparar en nuestros magros abrigos.
Al llegar, las escalinatas de la iglesia mayor y toda la explanada de enfrente estaban colmadas. La multitud seguía, con mayor o menor unción, la misa celebrada por el obispo, a través de unas pantallas gigantes.
Para formar un cerco y delimitar la zona, varios autos importados y camionetas 4 x 4 levantaban un muro en el borde de la vereda.
Unos minutos antes, un chico de 11 ó 12 años me había interceptado para pedirme una moneda. Y yo, por prejuicio, por egoísmo o comodidad, había negado con la cabeza.
En ese momento, el obispo otorgaba el perdón de los pecados a dos nuevas cristianas que se contorsionaban al contacto con los dedos fríos y experimentados del jerarca.
Me sentí molesta.
Había ido a misa porque tenía necesidad de agradecer las pequeñas cosas de todos los días. Pero una vez en el lugar, empecé a sentirme lejana y ajena. Esos rituales circenses me rebelan, me parecen vacíos. El tiempo se detuvo entre las fastuosas paredes mientras la vida, harapienta y descalza, deambulaba a la intemperie en busca de amparo.
Otra vez apareció entre el aglutinamiento el chiquito que pedía monedas. Y yo, como emulando a Pedro, negué por segunda vez.
Pero el malestar crecía más y más. Me puse a hurgar en mi cartera y él se detuvo a observarme. No encontraba ni una mísera moneda. Entonces mi hija recordó que me había dado su monedero. Se lo alcancé y ella le brindó lo que buscaba.
Miré alrededor, todos estaban concentrados en las imágenes que la cámara ofrecía y cantaban cánticos de amor a Dios. Nadie vio al niño de las monedas.
Rezamos el padrenuestro fraternalmente tomados de la mano y apenas terminó nos separamos sin mirarnos, pero al cabo de unos minutos, nos besamos y abrazamos, otra vez fraternalmente, dándonos la paz.
Yo seguía disgustada. Ni la perspectiva de escuchar la Misa Criolla bajo la luz de una luna tan docta y con tonada, me cambiaba el humor.
La ceremonia terminó y entonces apareció en escena la agrupación Cantarte.
Arremetió con un Te quiero de Mario Benedetti
que empezó a entibiarme el alma. En medio de una ovación se oyó el charango
mayor de Jaime Torres.
Entre esa multitud alborozada divisé la figura del niño que pedía. Al pasar frente a mí su cara se embelleció con una sonrisa luminosa.
- Mamá, te sonrió –exclamó mi hija entre sorprendida y emocionada.
Mis ojos se humedecieron, mi corazón se llenó de júbilo y comprendí la señal.
Era la hora exacta. Cristo había
resucitado.
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22 – POESÍA AMERICANA
JORGE DAVILA VAZQUEZ
(Cuenca-Ecuador)
EL VIENTO Y LA CENIZA
1
Tanto amor
tantas palabras…
Sopla un viento
de adiós y nada queda.
2
En el desierto
se alza la rosa del sueño.
Luego ya solo es
un breve montículo dorado.
3
A veces, pasa un ángel
y roza la ceniza con sus alas.
Queda como una leve huella
de algo que fuera el vuelo.
4
Cenizas y palabras,
viento y olvido,
Nada más somos,
por eso palpitamos.
5
Y ese pequeño hueso?
No, esa no es parte
de la ceniza suya:
Solo vigila el fuego.
6
El viento brama
en las más altas torres
Ay, bestia de los fuegos.
Ay, toro de ceniza.
7
Toda la flor
que te ofreció mi mano
es apenas recuerdo,
fantasma de cenizas.
8
A veces como que
te iluminas, resplandeces,
luego todo es vacío,
consumido, te apagas.
9
Miras el retrato:
el dulce rostro,
la sonrisa amada.
Devastador el viento, nada deja.
10
Sopla una suave brisa,
desordena el cabello.
El viento del ocaso
sus cenizas dispersa.
1
Tanto amor
tantas palabras…
Sopla un viento
de adiós y nada queda.
2
En el desierto
se alza la rosa del sueño.
Luego ya solo es
un breve montículo dorado.
3
A veces, pasa un ángel
y roza la ceniza con sus alas.
Queda como una leve huella
de algo que fuera el vuelo.
4
Cenizas y palabras,
viento y olvido,
Nada más somos,
por eso palpitamos.
5
Y ese pequeño hueso?
No, esa no es parte
de la ceniza suya:
Solo vigila el fuego.
6
El viento brama
en las más altas torres
Ay, bestia de los fuegos.
Ay, toro de ceniza.
7
Toda la flor
que te ofreció mi mano
es apenas recuerdo,
fantasma de cenizas.
8
A veces como que
te iluminas, resplandeces,
luego todo es vacío,
consumido, te apagas.
9
Miras el retrato:
el dulce rostro,
la sonrisa amada.
Devastador el viento, nada deja.
10
Sopla una suave brisa,
desordena el cabello.
El viento del ocaso
sus cenizas dispersa.
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23 – ENSAYO
EDUARDO GONZÁLEZ VIAÑA
(Chepén-La Libertad-Perú)
QUEMEMOS LOS LIBROS DE
VALLEJO
La semana pasada mientras -con decenas de académicos del mundo-
celebraba en Londres los 120 años del nacimiento de César Vallejo, me encontré
con un artículo aparecido en la prensa peruana destinado a demoler por fin a
nuestro gran poeta.
Un señor- de nombre, Diego La Torre- condenaba a Vallejo por haber
escrito una, según él , « letanía derrotista que tanto daño le hizo al país. »
Para el escribiente de « Correo », Vallejo « influyó de manera
negativa en el subconsciente de los peruanos. » Sería necesario acallarlo, y
decirles a nuestros hijos que « han nacido un día en que Dios estaba contento y
que el Perú es un país maravilloso. »
La Torre no es el primero. Hace un lustro, en « El Comercio » , un tal
Fernando Berkemeyer culpó al poeta y a su relato « Paco Yunque » de haber
incitado la rebelión campesina de Combayo contra los detentadores de Yanacocha,
la primera mina de oro de América, la segunda del mundo.
Según el sesudo articulista, influidos por ese texto provocador, los
comuneros que defendían su medio ambiente, su dignidad y su vida, en realidad
se alzaron « para atropellar los derechos de los grandes. »
« Los débiles de ayer tienen hoy poder »- se lamentaba Berkemeyer.
Para él, ese conflicto no se debía al envenenamiento de los cultivos y del
ganado, ni al asesinato de un comunero a manos de los gorilas de la seguridad
de Yanacocha sino a la idea del socialismo y a la presencia en los púlpitos de
sacerdotes aue recuerdan la pobreza de Cristo y su mensaje de justicia social.
Flotaba en el escrito el mensaje de prohibir la lectura de Paco Yunque y de
toda la perniciosa obra vallejiana.
La Torre y Berkemeyer solo han leído « Paco Yunque » porque es breve y
porque se lo exigieron en el colegio. De lo contrario, la novela « El tungsteno
» habría pasado bajo sus pestañas. En ella, Vallejo retrata una mina hasta hoy
existente, Quiruvilca, donde fue testigo presencial de cómo salían ciegos,
tuberculosos o mutilados los trabajadores y de cómo la tierra se convertía en
un negro hoyo del infierno.
De haber sido mejores lectores, La Torre y Berkemeyer habrían exigido
que se quemen esos textos o que se declare terroristas, antiperuanos y enemigos
de la inversión extranjera a los maestros que dan clases con Vallejo o a los
curas que lo mencionan en sus sermones como se hizo antaño. y como se pretende
que se haga ahora.
En diversas publicaciones y blogs se ha dicho que La Torre y
Berkemeyer son idiotas. No lo creo así.
Ambos son la expresión inocente, casi naif, de algo que está presente
en casi todos los grandes medios de expresión del Perú. Los antiguos enemigos
de la candidatura del actual presidente suponen que él es ahora uno de los
suyos, y tratan de persuadirlo todos los días para que emprenda acciones
antidemocráticas, pero según ellos necesarias para mantener un orden injusto y
fatal o un anacronismo perverso.
El masacrador de Accomarca declaró hace muchos años ante una comisión
del Congreso que personalmente había matado niños en esa aldea, pero que lo
había hecho con buena intención, para evitar que de adultos se convirtieran en
comunistas.
De la misma forma, los antes nombrados « columnistas » y los
periódicos que profesan un integrismo de derecha azuzan a las autoridades para
que se revisen los textos escolares y para que de allí se eliminen lecturas
como las que mencionamos o lo han hecho ellos : Montaigne, Voltaire, Marx, la
teoría de la evolución de Darwin, los cuentos de Ribeyro, los poemas de
Alejandro Romualdo y para que borren de la historia los retratos de Túpac Amaru
o del general Velasco Alvarado.
Para el integrismo derechista, los peruanos del futuro, en vez de ser
hombres completos deberán ser sujetos del mercado, esto es seres previsibles,
robotizados, incapaces de soñar utopías y felices, tan felices como La Torre y
Berkemeyer.
De nuestras escuelas y universidades, según ellos, debe salir el nuevo
hombre hábil solamente para aceptar todo lo se le diga, pero incapaz de
escribir un poema como Vallejo o Eguren, o de soñar con la salvación como Túpac
Amaru.
En resumen, quememos los libros de César Vallejo. En su lugar,
tendremos niños del futuro acaso muy parecidos a La Torre y Berkemeyer. Tendremos
maravillosos chimpancés que manejan celulares.
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24 – CUENTOS BREVES
JORGE
M. TAVERNA IRIGOYEN
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
ESCENAS
DE TEATRO
En el Luxor cambian de obra semana de por
medio. Si bien el apuntador es hábil, hay que aprender los textos lo más
precisos posibles y tratar de no errar pie. No errar pie con las entradas y
salidas y, sobre todo, saber a qué interlocutor dirige uno la parte, para que
no se disloque la escena. Eleonora confunde a menudo los roles (no los propios,
claro) y más de una vez se ha entregado al amor del propio padre. Hoy le
propusieron cubrir sólo
papeles
cómicos. Lloró hasta el alba: ella se dedicó al teatro por llamarse como la Duse.
Hoy bajó Pirandello y la semana próxima
hacemos Moliére. Farsas aceptadas por el público que tenemos. Si bien de
formación dramática poco, tan mal no actuamos. Yo le digo al director que debe
hacernos respetar, sobre todo cuando en un momento de ayes nos silban o
pedorrean y el teatro se convierte en un valetodo. Anoche, sin ir más lejos,
subieron al tablado dos campesinos rudos, y en el momento más doloroso
comenzaron a hacerle cosquillas a la primera actriz, que debía llorar
otras lágrimas.
El director cayó al suelo después del
último aplauso. Algunos dicen que murió de emoción. Otros, simplemente de
sorpresa. Lo cierto es que, al bajar el telón, el cuerpo quedó afuera, a la
vista de todos en el escenario sin luces. Fue como un testimonio último de su
impavidez: primera oportunidad que dirigía una obra. De aficionados de la
tercera edad.
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25 – POESÍA AMERICANA
GLADIS
COLLADO MEDINA
(Arequipa-Perú)
LA SEGUNDA ESTANCIA
Eterno frío
en la casa de muñecas que nos pertenece
donde
se esconden también nuestros demonios
aquellos que con su mirada
se tragan los cuentos de todos
los
tiempos
allí el plano existencial se oculta
en el frío
de
fibras de mujer
fibras intestinas
desgarradas
en letras perdidas
cubiertas de polvo.
Allí se arropa nuestro sexo
por generaciones congelado
impostura vengativa que hoy descansa
en el espectro de la nada
" O mucro Domini!
Utquequo non quiesces ?
ingredere in vaginan tuam"
Eterno frío
de sentencias auscultadas en vendajes
de criatura y criador
"
in limo terra
del Adan y la Eva
crudele spectaculum"
Eterno frío en la casa de muñecas
que heredamos del pasado
con los cuentos
por los cuentos
cuántos
cuentos.
LUEGO DE 500 AÑOS y ALGO MÁS
LA HISTORIA ES LA MISMA
Te he soñado patria
bajo la sensualidad de hembra
y en el azul de tu cielo
te he visto desnuda
Tras quinientos años y algo más
tu gestación
tu adolescencia
es albúmina perdida
en tu piel filigranada
Han quemado mis manos
tus máscaras
tus doblones coloniales…
Y febriles concepciones
recorren tu memoria
en el tintinear usurero
de oro y plata
de Incas devastados
He soñado tus caminos
bajo los briosos herrajes
que desprendían armaduras
mientras los cóndores
bajaban los prados
allí en los andes
He visto tus aires
en nubes juguetonas
y en colores de arco iris
mientras piedras silenciosas
escribían en riachuelos
aquellos gritos clausurados
los gallinazos blancos
devoraban tus despojos
la sangre corría los dinteles
en plazas y torreones
Así he soñado tus calles inquisidoras
las viejas rendijas
donde el agua herrumbrada
descubrió sus celosías
aullaban los vientos
descoyuntando los perfiles
desmembrando una a una
tus moléculas candorosas
He escuchado
la pólvora
¡!¡! crujiendo estrepitosa
tras los brazos mutilados
engarrotados
levantados en el aire
pidiendo LIBERTAD
Luego
he despertado
entre aquellos gallinazos
que tiznaron su color
que atisban bajo las piedras
Y
he descubierto tus llagas
donde aves rapaces devoraron tus carnes
corriendo las mañanas
y lamiendo tus tardes
He descubierto
que en playas tornasoladas
descansas Patria
desnuda
ultrajada
condenada
olvidada
y llena de basura
¿ Cómo cubrirte ?
si
mis harapos no me alcanzan
si mis pobres letras
empobrecen
y descarnadas aristas
contemplan mi agonía
Te he soñado PATRIA
entre
aquellas sabandijas
entre las que hoy
se
quitan tus despojos
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26 – ENSAYO
WASHINGTON
DANIEL GOROSITO PÉREZ
(Montevideo-Uruguay)
FERNÁN
SILVA VALDÉS, POETA DE DOS ORILLAS
El escritor uruguayo Fernán Silva Valdés
(Montevideo 1887- 1975) fue el padre de la corriente literaria denominada
nativista. Aunque es necesario reconocer que su primer libro de versos que
llevó como título Ánfora de barro y que viera la luz en 1913, está inmerso
dentro de la corriente modernista; un poemario posterior denominado Agua del
Tiempo (1921) será un emblema de dicha corriente en la poesía uruguaya.
Sus siguientes poemarios, Poemas nativos (1925),
Intemperie (1930), Romances chúcaros (1933) y Romancero del Sur estarán
inmersos dentro de la corriente nativista. Su vinculación con los géneros
populares fue casi simultánea con el hallazgo del nativismo. Por su incursión
en diversos géneros, ha sido considerado
uno de los escritores más creativos de las letras Latinoamericanas.
Escribió prosa y teatro, entre sus obras
destacan “Santos Vega”, “Por la gracia de Dios” y “Barrio Palermo”. En uno de
sus múltiples viajes a Buenos Aires conoció al célebre músico Juan de Dios
Filiberto con quien elaborará el tango “Clavel del aire” que interpretará un
uruguayo universal, me refiero a Carlos Gardel.
Siguiendo con su prolífica autoría tanguera, con
Matos Rodríguez compondrá “Adíos Argentina”, que cantará Libertad Lamarque en
la película del mismo nombre, como una
premonición para la espectacular actriz y cantante que terminará sus días en
México en el año 2000 luego de un largo autoexilio.
Pero sin lugar a dudas la gran aportación de
Fernán Silva Valdés es darle jerarquía artística al espíritu criollista
haciendo resaltar en parte de su obra los motivos camperos y del hombre
uruguayo. Escribió hasta los últimos días de su vida, que se apagó el 9 de
enero de 1975. Años antes en 1972 fue galardonado con el Premio Nacional de
Literatura de la República Oriental del Uruguay e integró la Academia Nacional
de Letras de su país.
Su obra trascendió las fronteras del Río de la
Plata. Poco después de su fallecimiento, su hijo el arquitecto Fernando Silva
Valdés a través del diario montevideano El País dio a conocer parte de la
correspondencia del escritor con distintas personalidades. He seleccionado
algunos trozos de la misma; en un escrito fechado el 16 de enero, de un año
olvidado (no lo menciona), Pablo Neruda, Premio Nobel de Literatura en 1971
escribe:
“¿Le escribo? ¿No le escribo?”
Y
al fin como ve, le escribo. ¿Para qué? No sé. Tal vez para decirle que “Agua
del Tiempo” me gusta, me gusta. Mucho. Tal vez para que llegue una carta desde
lejos, de un hombre que usted no conoce y que se sabe bueno. Y que es triste y
que sufre. Y que estaba ayer a la ventana, sin pensamiento, inmóvil, cuando
llegó su libro, en viaje desde hace mucho tiempo. Así es que Ud, Ud, que está
lejos, estuvo ayer, llegó ayer, y descendió a mi casa en medio de este pueblo
feo, que se llama Temuco”.
“Quiero leer más cosas suyas, y me hablará de su
vida. Yo quería decirle mucho más. Se me ha olvidado ya todo. Y si me escribe,
no me conteste, escríbame”.“Saludo grande de Pablo Neruda”.
El famoso actor y locutor uruguayo, Santiago Gómez
Cou, desde Barcelona, en 1937 le da a conocer que está realizando la difusión
de su obra literaria y le sorprende que “muchos lo creen argentino”.
Mientras que la poetisa chilena Gabriela
Mistral, primer persona ganadora de un Premio Nobel para Latinoamérica, en su
caso de literatura en 1945, lo trata en sus cartas de “Querido amigo” y parece
que por ese entonces estaba ocupándose
de la edición de sus obras en Perú.
También la poetisa argentina y exponente de la
corriente modernista, Alfonsina Storni, le hacía saber en enero de 1922 que
según ella, “los suyos son viriles, nobles, originales poemas. Muy bella su
alma, muy bello su libro, muy madura su juventud”.
Por otra parte el recientemente fallecido
escritor argentino Ernesto Sábato quien fuera Premio Cervantes de Literatura;
en 1953 refiriéndose a una de sus obras cumbres lo felicita por la puesta en
escena de la misma y comenta: “Estoy seguro que ha de haber sido muy
emocionante ver la figura de Santos Vega en esta nueva salida de la ficción”.
Fernán Silva Valdés, fue un poeta de dos
orillas, su profusa obra fue generada en ambas márgenes del Río de la Plata y
contribuyó a unir más a los pueblos hermanos de Argentina y Uruguay (les llama
“pagos gemelos”). Una muestra de ello la
encontramos en “Mujer Rioplatense”.
Mujer
Rioplatense
Mujer
de estos pagos, marinera de playas dulces,
pescadora
de novios en la red de las pestañas.
Mujer
esbelta y curva
como
la línea de los tangos,
y
que lleva en las caderas
la
pinta de un mundo cercano.
Mujer
de sangre cruzada
venida
de todas las rutas del mundo.
Cocktail
de colores
que
la vida moderna sacude
y
da blanco y celeste.
Mujer
enfocada al futuro,
cariátide
viva para una
arquitectura
racial;
mujer
de los pagos gemelos
que
blanquean en ambas orillas del mar;
el
color de las olas se ha metido en tus ojos,
el
color de tu carne
es
hijo de la arena y el sol;
el
parpadeo de tus pestañas
tiene
a un lucero por entrenador.
Mujer
que ríes y cantas y lloras y sueñas
en
las tierras que moja el gran río pariente del mar;
mujer
despedida al futuro
y
a gran velocidad,
eres
la cariátide viva
para
una arquitectura racial.
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27 – CUENTO
NECHI DORADO
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
¡TENGO
UNA BRONCA!
Nosotros vivíamos en el Chaco, todos éramos
felices ahí. No había que tener cuidado para cruzar la calle, la mamá no te
decía nunca no hables con desconocidos. Tampoco tenías que pagarle al tipo que
viene todos los meses a cobrar porque te prestó un lugar para vivir que encima,
se llueve todo.
Allá estábamos en el rancho que había sido del
abuelo, del abuelo, del abuelo, esos que ni conocí pero que nos dejaron vivir
en ese lugar que levantaron con la ayuda de la abuela, de la abuela, de la
abuela.
Jugábamos entre los árboles, hacíamos unas
escondidas donde nadie podía descubrirnos, mis hermanos y hermanas eran más
hermanos y hermanas. Ahora las chicas andan con amigas suyas jugando con
muñecos de trapo que parece que te miran pero que si les hacés ¡¡¡buuuuhhhh!!!
Ni reaccionan.
En cambio en el Chaco jugábamos a correr a los
pollos, ni bien salían del huevo los hijitos, dormíamos abrazaditos con ellos,
hasta una vez, sin querer, ahogué uno que se puso debajo de mí y apareció al
otro día tan quietito como los muñecos que hoy usan las chicas.
Mi madre ¡cuánto lloré ese día! yo quería
cuidarlo al pollo, no se cómo se le ocurrió meterse ahí y ni fuerza que hizo el
tarado para salir. La cuestión es que yo sigo llorando cada vez que me acuerdo,
como ahora.
El cielo allá era más brillante, las estrellas
parecía que estaban ahí nomás, nos subíamos a las ramas más altas de los
quebrachos y yatay, estirando los brazos para atraparlas. Claro, igual no
podíamos llegar porque éramos muy bajitos.
¡El barro! que bueno que estaba revolcarse y
después escondernos hasta que se secara porque si nos veía la mami Dios mío la
que se armaba. Ella nos llamaba y nosotros hacíamos shhh, que no nos vea y nos
tirábamos cuerpo a tierra muertos de risa. Hasta mis hermanas se divertían
embarradas, ahora andan todas perfumaditas, que asco.
Además estaba lleno de sapos y ranas, charcos y
lagunitas donde íbamos a sacar anguilas con el dedo gordo de la mano.
¡Cómo se movían! Te chupaban el dedo y no las
podías desprender, después íbamos a tirárselas a las chicas que corrían muertas
de risa y cuando se quejaban con la mami ella nos decía “vengan p’adentro,
manía de molestar a las hermanas”.
Las bobas desde que estamos acá, se asustan
hasta de las hormigas, se hacen las finas, son todas “ayyyy mamiiiiiii”.
Un día, cuando llegaron esos tipos blancos como
cuero e’chancho nos dijeron que habían comprado los terrenos y teníamos que
irnos. ¡¿Qué compraron queeeee?! ¡¿A quién le compraron algo?! Si ya no está el
abuelo, mentiroso, además no trajeron ninguna plata ni mi papá quería vender
nada.
Mi viejo se resistió enojado pero a la final
como los tipos venían armados, le dijo a mamá que nos trajera para Buenos
Aires, que nos llamaría de nuevo cuando se aclararan las cosas.
Pero nunca aclararon nada, dicen que hasta
tiraron abajo miles de árboles, no hay más sapos, se murieron un montón de
bichos de carne que eran los amigos nuestros. Y a papá lo echaron nomás.
A la mami la vemos llorando vuelta a vuelta, p’a
mi que lo extraña mucho, entonces para que pare la abrazamos y le juntamos
florcitas que no son tan lindas como las que crecían por allá, libres, bajo los
árboles, no estaban detrás de rejas y nadie te sacaba a los gritos cuando las
íbamos a buscar como hacen acá. Pero a mami igual le gustan las que les regalamos
cuando la vemos tan triste, nos mira y sonríe y es tan linda cuando nos abraza
y se seca los ojos.
Yo sigo con bronca, no me gusta este lugar donde
te miran de reojo y muchas madres les dicen a los hijos cuando nos ven “alejate
de ese indio de mierda”. ¡Qué se creerán esas desteñidas! Lo peor es que mis
hermanas se quieren parecer a ellas, se ponen bichitos de trapo en la punta de
las trenzas. Pavotas.
Que se dejen de joder, que me van a comparar
esto con el Chaco; yo me volvería ahora mismo.
Pero es que ni tren que me lleve hay ahora…
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28 – POESÍA ALLENDE EL MAR
INMA
DIEZ
(Amurrio-Álava-España)
PASAN LOS DÍAS
Pasan
los días heridos;
sin ti, sin mí,
sin huellas de nosotros.
Ha nacido el invierno
y estas cuatro paredes,
no guarecen del frío.
Se ha adentrado la noche
que extiende sus raíces,
apagando los sueños.
Y crecen las distancias
de bordes afilados,
cortando los deseos.
Se nos muere el amor
que deja en nuestros brazos
los restos del silencio.
Solo quedan las sombras
escrutando el suspiro
que se pierde en el viento.
Pasan los días heridos;
sin ti, sin mí,
sin huellas de nosotros.
sin ti, sin mí,
sin huellas de nosotros.
Ha nacido el invierno
y estas cuatro paredes,
no guarecen del frío.
Se ha adentrado la noche
que extiende sus raíces,
apagando los sueños.
Y crecen las distancias
de bordes afilados,
cortando los deseos.
Se nos muere el amor
que deja en nuestros brazos
los restos del silencio.
Solo quedan las sombras
escrutando el suspiro
que se pierde en el viento.
Pasan los días heridos;
sin ti, sin mí,
sin huellas de nosotros.
DOS
LEÑOS ENCENDIDOS
Aún
llevas en los ojos dos leños encendidos,
y desandas caminos para tocar mis manos,
hace ya algún invierno sembraste primaveras,
encendiendo la noche, que prendió en nuestros brazos.
Has vuelto de la nada, caminando entre olvidos
provocando un incendio tu mirada de fuego,
has besado mis labios en esta hora nocturna,
que aguardaban sedientos, en medio del silencio.
Traes esta soledad soñando con la mía
que es buena compañía cuando llegan ciclones,
y el manto transparente de tus calladas lágrimas,
envolverá los miedos y las desilusiones.
Has llegado escapando de tus propios temores
y te vas como el viento lanzando algún suspiro,
rechazas el destino que te sale al encuentro,
y aún llevas en los ojos, dos leños encendidos.
y desandas caminos para tocar mis manos,
hace ya algún invierno sembraste primaveras,
encendiendo la noche, que prendió en nuestros brazos.
Has vuelto de la nada, caminando entre olvidos
provocando un incendio tu mirada de fuego,
has besado mis labios en esta hora nocturna,
que aguardaban sedientos, en medio del silencio.
Traes esta soledad soñando con la mía
que es buena compañía cuando llegan ciclones,
y el manto transparente de tus calladas lágrimas,
envolverá los miedos y las desilusiones.
Has llegado escapando de tus propios temores
y te vas como el viento lanzando algún suspiro,
rechazas el destino que te sale al encuentro,
y aún llevas en los ojos, dos leños encendidos.
HE GASTADO MIL NOCHES
He gastado mil noches
quemándome los ojos,
cegándome el reflejo
que me arrastró al vacío.
Ya no palpita el aire
ni tirita el instante,
cuando el sordo oleaje,
con su fuerza me llama.
No quiero que me encuentre
rendida y aplastada,
sumisa y entregada,
a ésta desolación.
He gastado mil noches
quemándome los ojos,
lamiendo los escombros,
que asolaron mi vida.
Algún lucero tiembla
delimitando el cielo,
avanzo lentamente
y vuelvo a renacer.
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29 – ENSAYO
MÓNICA RUSSOMANNO
(Santa Fe-Santa
Fe-Argentina)
LAS DUEÑAS
Arantza no pasea por el
monte, lo adecenta. Rodeada de hijas, nietos, amigas de más allá del océano,
centrada en el monolítico poder de las Madres, desde las altas cumbres de una
vida de siete décadas criando, dando de comer, otorgando vida y haciéndose
pasado referente, presente y futuro en esas vidas entregadas y
acompañadas. Arantza con su bastón corta las zarzas que invaden el camino de su
monte, de su país, de su universo. Nada indiferente al vasto mundo, desde su
porción de eternidad pone coto al caos y se involucra. Todo le pertenece, el
paisaje que la contiene y la familia que la circunda. Es la pagana divinidad
anterior a los ritos y a los oscuros arcanos. Aquí y ahora, con la
maquilla-cetro, con ese bastón que sirve para caminar, para ordenar y para
amenazar al bullicio de la joven jauría bullanguera, mujer de tono agudo y risa
que no es risa sino risas con toda la cara.
En otro continente y desde
otros cielos, Gabriela dice sin ceremonias “yo no abandono a nadie”. Así con la
grandeza de una estatura escasa y fuerzas relativas. Con la prepotencia de una
entrega excesiva para los débiles, inconcebible para los tibios a quienes dice
la Biblia que vomitará Dios de su boca. Tocada por la tragedia de una tía
anciana, enferma y pobre, Gabriela se pone las botas y camina; a remar aunque
el bote se llene de agua. “Yo no abandono a nadie”, y lo fácil que sería mirar
para otro lado y dejar que los muertos entierren a los muertos, que las cosas
sigan su curso, que algún otro reciba la pelota que cayó en la zanja.
Mientras tanto Edurne ha
dado de mamar a propios y ajenos, y los niños hacen fila para compartir con
ella su momento dichoso, y el marido que recibe su ternura, y las hermanas
tocadas por la calidez de los ojos verdes con las arrugas más hermosas del
mucho sonreír. Edurne mujer maravilla que trabaja y pinta con esos colores tan
de Edurne, que anda en bicicleta y corre y lee y además arrulla y acaricia y
pasa con su piragua debajo de sus puentes de su ciudad, en su río que desemboca
en la mar que rodea y colorea al mundo.
Dichosas mujeres, estupendas
mujeres de caldero y fuegos, de nacimientos y acompañamientos. Extraños
pararrayos para las feroces inclemencias. Débiles cuerpos para fuertes
voluntades. Ellas son las propietarias de la realidad, y allí están junto a lo
verde y también para recoger las hojas que marchitan los otoños.
Qué sería de la humanidad
sin estos tutores, ramitas enhiestas que enderezan árboles frondosos. Dichosas
portadoras de la luz, sacerdotisas del hogar que calienta la casa, las que
atienden a los niños y ponen en su lugar los trastos. No todas las mujeres
tienen esa fe en la potencia imparable del pequeño amor que se acrecienta y
abarca el mundo.
Arantza y Gabriela, Edurne
y tantas otras. La soberbia de hacer y de intentar lo imposible, de ponerse
enormes piedras sobre hombros endebles y sin embargo más poderosos que las
muertes inevitables. Las redimirá para siempre el ser poseedoras del
presente efímero. Pasarán, como todo lo que está dentro del tiempo, pero
habrán puesto una flor roja en un florero azul, habrán dado con las manos una
palabra, habrán colocado un eslabón en la cadena de lo mágico.
Habrán poseído por un momento el universo.
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30 – CUENTO
ALEJANDRO
BOVINO MACIEL
(Corrientes-Corrientes-Argentina)
EL
VIEJO SEÑOR SARMIENTO
I
Yo estaba en el puerto, habrá sido por abril,
hace cinco años, por 1887, estaba pagando unas deudas que tenía con el herrero,
y vi que un barco llegaba. Siempre me gustó ver el desembarco de pasajeros,
llegan en el vientre de esas naves enormes y salen bajando un puente, con sus
ropas de todos los colores, los señores con sombreros negros y las damas con
adornos brillantes y modales finos, algunas con parasoles de una tela
tornasolada tan delgada como las alas de las moscas y los zapatos con tacos
finísimos, y los mitá montón que andan de aquí para allá; aunque haga un calor
de mil infiernos, nunca me pierdo ese espectáculo de la llegada de los barcos
en el puerto.
Era mayo, comadre Etelvina, me acuerdo bien
porque se estaba haciendo la novena de la Cruz y pasó doña Leonora y me dice
“Vamos un poco hasta la capilla, que yo le debo una promesa a la Cruz” Y
mientras yo pagaba esa deuda con el herrero doña Leonora, que ya está medio
achacosa y le duele el tobillo o la rodilla, no sé bien, porque como siempre se
está quejando de algo ya no me acuerdo qué le dolía ese día, pero recuerdo que
me dijo “andá nomás a ver tu barco, yo me voy a quedar en la iglesia a rezar” y
salí porque el puerto me cinchaba, quería ver el barco que llegaba, que se
llamaba “San Martín”, grande decía el cartel con el nombre en la parte de
adelante, y me asustó un poco cuando se acercó y antes de bajar la escalera,
sonaron unos cañonazos, yo me decía “guerra no puede ser porque esta gente está
toda tranquila esperando que bajen los pasajeros y por lo que me contaron, en
la guerra las personas corren como enloquecidas de un lado para otro buscando
salvarse de las balas que caen de todos los sitios”, eso al menos me contó la
finada mi abuela, pero ahí todos estaban contentos, algunos saludaban con
pañuelos; igual sonaban los cañonazos pero según parece era como un saludo
militar porque el que llegaba según decían que fue gobernador o presidente o
intendente o algo así de la Argentina, un Karaí Guazú, comadre. Y habrá sido
nomás, porque esas señoras de Cárdenas que nunca se bajan del cabriolé porque
parece que tienen miedo del polvo, estaban duras y firmes paradas al lado de
los caballos, la primera vez en mi vida que les veo los pies, siempre están
sentadas y firmes como si les hubiesen almidonado los cuellos, doña Leonora que
aunque renguea sigue de aquí para allá me dijo una vez “no han de tener pies”
cuando las vimos pasar a las tres una mañana en el coche, con ese mulato zafado
que maneja las riendas del cabriolé y al cruzarnos se ríe el descarado sin
sacar los ojos de nuestras nalgas, doña Leonora me dijo una vez que le cuente a
las señoritas Cárdenas lo que hace el criado sinvergüenza pero como nunca se
bajan del coche no tuve oportunidad y esa tarde tampoco pude arrimarme porque
las tres señoritas estaban paradas pero lejos y había mucha gente, un
hervidero, parece que a todo Asunción se le dio por mirar la llegada de los
barcos justo ese día.
“Mis
destinos están cumplidos, y aunque haya caído y levantado muchas veces con la
bandera de la educación común, esta manifestación recibida en el Paraguay,
después de otras recientes en Valparaíso, Santiago, Andes, Mendoza, San Juan,
me harían desear que las banderas de la Argentina, de Chile, Uruguay y Paraguay
me sirviesen de mortaja para atestiguar que merecí bien de sus habitantes”.
“En
mis sueños aparece el fuego en un campo raso, unas llamaradas voraces, que
echan humo y suben crepitando, no hay otro sonido, solamente el crujido de ese
fuego que avanza y un pequeño gemido que va creciendo, creciendo, son varios,
son miles de gente gimiendo como si fuese el valle de lágrimas y me despierto
con sudor en la frente”.
Empezaron a bajar los pasajeros, viera los
colores de esas muselinas que vestían las niñas, pero yo le hablo de verdaderas
niñas, con la piel de color clarito y suave y no como las tres Cárdenas que de
niñas solamente tienen lo solteras, porque lo que es en edad, ya deberían ser
abuelas. ¡Esas ropas!, comadre, ajustadas acá en el talle pero sueltas abajo en
los faldones que ondulaban al viento como si estuviesen volando palomas, era
una hermosura, y los señores vestidos como se visten acá cuando se entierra un
finado: traje negro, sombreros oscuros y pañuelo blanco en el cuello. Una
preciosura. Yo no me cansaba de mirar ese desfile, y de repente todos parece
que atajaron la respiración, allá arriba apareció un señor imponente agarrado
del brazo de una mujer mucho más joven, sería la hija, y la gente empezó a
aplaudir y se acercó una comitiva de aquí, que estaba esperando en el edificio
de administración del puerto, todos señores muy bien vestidos y militares con
uniformes que brillaban. Se acercaron a recibir al visitante que ya le dije que
era uno que había sido gobernador o presidente o alcalde algo así de la
Argentina, muy mayor y parecía enfermo porque la mujer que lo acompañaba lo
sostenía un poco hasta que vino uno de la comitiva y le ayudó pero el Karaí no
quiso subir a un carruaje del gobierno que esperaba ahí, con seis caballos
negros que daban miedo, yo me decía ¿será para un viaje al infierno mbaé? Todo
ese carromato negro con adornos del color del oro, lustrado, y los caballos de
luto también, daba un poco de miedo y la verdad que yo entiendo que ese señor
tan importante no haya aceptado subir en ese funeral, más sabiendo que estaba
enfermo, tosía a cada rato y parecía cansarse al caminar, todos le seguimos
como si fuese la procesión de San Blas que se hace todos los años para febrero.
Íbamos despacio porque el señor caminaba un trecho y se detenía a descansar,
después seguíamos, hablaba con la voz firme como si fuese un militar y escuché
que dos señores que venían detrás de mí decían “¿Quién iba a pensar que
Sarmiento vendría a vivir al Paraguay? Yo me di vuelta y les miré todo mal,
¿quién les enseñó a recibir así a las visitas? No dije nada pero les mal miré.
Ni caso me hicieron, siguieron conversando lo más tranquilos, dijeron que este
señor que venía de visita tenía mucho remordimiento, que le había hecho mucho
mal al Paraguay y venía arrepentido a entregar su alma. Yo me decía: pero,
¿será posible que este viejito encorvado nos haya hecho tanto daño?
“Encuentro
aquí, una ciudad colonial, tal como debió ser Buenos Aires o Montevideo hace
unos años, con peculiaridades indescriptibles. Una ciudad fundada en la
pendiente de una colina de arena, de manera que no se usa caminar, por
impedirlo los altos y bajos. Hay dos tílburis y un coche por todo vehículo.
Afortunadamente se inventó el tranway y se recorren diariamente dos líneas
paralelas a lo largo de la ciudad, que van a los lindos alrededores.
Hay
una clase vestida con elegancia y gentuza que viste como las sanjuaninas
orilleras, con camisón y rebozo”.
“¿Qué
hay antes de la fogata? Un campo con pastos verdes parecido a una pradera de
esas que custodian los caminos de la Provence francesa. Un campo así, pacífico,
bajo el sol del verano. Nada más que eso, con esa tranquilidad hasta que
aparece el fuego. No sé si es el terror a la destrucción del fuego, el miedo a
esa quemazón, el crepitar que crece o esos gemidos, pero invariablemente me
despierto de la pesadilla con un sudor espeso que me cubre el pecho y la cara,
que la siento tan caliente como si terminase de salir de ese incendio feroz. Y
no es más que un sueño”
PÁGINA
31 – POESÍA ALLENDE EL MAR
MARIO
MELÉNDEZ
(Monte
porzio-Pesaro-Urbino-Italia)
ARTE
POÉTICA
Una vaca pasta en nuestra memoria
la sangre escapa de las ubres
el paisaje es muerto de un disparo
La vaca insiste con su rutina
su cola espanta el aburrimiento
el paisaje resucita en cámara lenta
La vaca abandona el paisaje
continuamos escuchando los mugidos
nuestra memoria pasta ahora
en esa inmensa soledad
El paisaje deja nuestra memoria
las palabras cambian de nombre
nos quedamos llorando
sobre la página en blanco
La vaca pasta ahora en el vacío
las palabras están montadas sobre ella
el lenguaje se burla de nosotros
LA
PORTADORA
Ella sacó a pasear las palabras
y las palabras mordieron a los niños
y los niños le contaron a sus padres
y los padres cargaron sus pistolas
y abrieron fuego sobre las palabras
y las palabras gimieron, aullaron
lamieron lentamente sus ciegas heridas
hasta que al fin cayeron de bruces
sobre la tierra desangrada
Y vino la muerte entonces
vestida con su mejor atuendo
y detúvose en la casa del poeta
para llamarlo con gritos desesperados
y abrió la puerta el poeta
sin sospechar de qué se trataba
y vio a la muerte colgada de su sombra
y sollozando
"Acompáñame", le dijo aquélla
"porque hoy estamos de duelo"
"Y quién ha muerto", preguntó el poeta
"Pues tú", respondió la muerte
y le extendió los brazos
para darle el pésame
Ella sacó a pasear las palabras
y las palabras mordieron a los niños
y los niños le contaron a sus padres
y los padres cargaron sus pistolas
y abrieron fuego sobre las palabras
y las palabras gimieron, aullaron
lamieron lentamente sus ciegas heridas
hasta que al fin cayeron de bruces
sobre la tierra desangrada
Y vino la muerte entonces
vestida con su mejor atuendo
y detúvose en la casa del poeta
para llamarlo con gritos desesperados
y abrió la puerta el poeta
sin sospechar de qué se trataba
y vio a la muerte colgada de su sombra
y sollozando
"Acompáñame", le dijo aquélla
"porque hoy estamos de duelo"
"Y quién ha muerto", preguntó el poeta
"Pues tú", respondió la muerte
y le extendió los brazos
para darle el pésame
RECUERDOS
DEL FUTURO
Mi hermana me despertó muy temprano
esa mañana y me dijo
"Levántate, tienes que venir a ver esto
el mar se ha llenado de estrellas"
Maravillado por aquella revelación
me vestí apresuradamente y pensé
"Si el mar se ha llenado de estrellas
yo debo tomar el primer avión
y recoger todos los peces del cielo"
Mi hermana me despertó muy temprano
esa mañana y me dijo
"Levántate, tienes que venir a ver esto
el mar se ha llenado de estrellas"
Maravillado por aquella revelación
me vestí apresuradamente y pensé
"Si el mar se ha llenado de estrellas
yo debo tomar el primer avión
y recoger todos los peces del cielo"
PRECAUCIONES
DE ÚLTIMA HORA
Debo cuidarme de los gusanos
cuando me entierren
lo más seguro
es que hablen mal de mí
que escupan sobre mis poemas
y orinen las flores frescas
que adornarán mi tumba
llegado sea el caso
que hasta devoren mis huesos
me arranquen los intestinos
o en el colmo de la injusticia
se roben mi diente de oro
y todo esto porque en vida
jamás escribí sobre ellos
Debo cuidarme de los gusanos
cuando me entierren
lo más seguro
es que hablen mal de mí
que escupan sobre mis poemas
y orinen las flores frescas
que adornarán mi tumba
llegado sea el caso
que hasta devoren mis huesos
me arranquen los intestinos
o en el colmo de la injusticia
se roben mi diente de oro
y todo esto porque en vida
jamás escribí sobre ellos
SINFONÍA
NEGRA
Eva colgaba sus muertos de la ventana
para que el aire lamiera los rostros
preñados de cicatrices
Ella miraba esos rostros y sonreía
mientras el viento empujaba sus senos
hacia la noche agusanada
Una orgía de aromas sacudía el silencio
donde ella se deseaba a sí misma
y entre suspiros y adioses
un grillo ciego desmalezaba
sus antiguos violines
Nadie se acercaba a Eva
cuando daba de mamar a sus muertos
la cólera y el frío
se disputaban su adolescencia
el orgasmo daba paso al horror
el deseo a la sangre
y pequeñas criaturas violentas
despegaban de su vientre
poblando los amaneceres
de luto y de pesadillas
Luego
cuando todo quedaba en calma
y las sombras por fin
regresaban a su origen
Eva guardaba sus muertos
besándolos en la boca
y dormía desnuda sobre ellos
hasta la próxima luna llena
Eva colgaba sus muertos de la ventana
para que el aire lamiera los rostros
preñados de cicatrices
Ella miraba esos rostros y sonreía
mientras el viento empujaba sus senos
hacia la noche agusanada
Una orgía de aromas sacudía el silencio
donde ella se deseaba a sí misma
y entre suspiros y adioses
un grillo ciego desmalezaba
sus antiguos violines
Nadie se acercaba a Eva
cuando daba de mamar a sus muertos
la cólera y el frío
se disputaban su adolescencia
el orgasmo daba paso al horror
el deseo a la sangre
y pequeñas criaturas violentas
despegaban de su vientre
poblando los amaneceres
de luto y de pesadillas
Luego
cuando todo quedaba en calma
y las sombras por fin
regresaban a su origen
Eva guardaba sus muertos
besándolos en la boca
y dormía desnuda sobre ellos
hasta la próxima luna llena
LA
ÚLTIMA CENA
Y el gusano mordió mi cuerpo
y dando gracias
lo repartió entre los suyos diciendo
"Hermanos
éste es el cuerpo de un poeta
tomad y comed todos de él
pero hacedlo con respeto
cuidad de no dañar sus cabellos
o sus ojos o sus labios
los guardaremos como reliquia
y cobraremos entrada por verlos"
Mientras esto ocurría
algunos arreglaban las flores
otros medían la hondura de la fosa
y los más osados insultaban a los deudos
o simplemente dormían a la sombra de un espino
Pero una vez acabado el banquete
el mismo gusano tomó mi sangre
y dando gracias también
la repartió entre los suyos diciendo
"Hermanos
ésta es la sangre de un poeta
sangre que será entregada a vosotros
para el regocijo de vuestras almas
bebamos todos hasta caer borrachos
y recuerden
el último en quedar de pie
reunirá los restos del difunto"
Y el último en quedar de pie
no solamente reunió los restos del difunto
los ojos, los labios, los cabellos
y una parte apreciable del estómago
y los muslos que no fueron devorados
junto con las ropas
y uno que otro objeto de valor
sino que además escribió con sangre
con la misma sangre derramada
escribió sobre la lápida
"Aquí yace Mario Meléndez
un poeta
las palabras no vinieron a despedirlo
desde ahora los gusanos hablaremos por él
Y el gusano mordió mi cuerpo
y dando gracias
lo repartió entre los suyos diciendo
"Hermanos
éste es el cuerpo de un poeta
tomad y comed todos de él
pero hacedlo con respeto
cuidad de no dañar sus cabellos
o sus ojos o sus labios
los guardaremos como reliquia
y cobraremos entrada por verlos"
Mientras esto ocurría
algunos arreglaban las flores
otros medían la hondura de la fosa
y los más osados insultaban a los deudos
o simplemente dormían a la sombra de un espino
Pero una vez acabado el banquete
el mismo gusano tomó mi sangre
y dando gracias también
la repartió entre los suyos diciendo
"Hermanos
ésta es la sangre de un poeta
sangre que será entregada a vosotros
para el regocijo de vuestras almas
bebamos todos hasta caer borrachos
y recuerden
el último en quedar de pie
reunirá los restos del difunto"
Y el último en quedar de pie
no solamente reunió los restos del difunto
los ojos, los labios, los cabellos
y una parte apreciable del estómago
y los muslos que no fueron devorados
junto con las ropas
y uno que otro objeto de valor
sino que además escribió con sangre
con la misma sangre derramada
escribió sobre la lápida
"Aquí yace Mario Meléndez
un poeta
las palabras no vinieron a despedirlo
desde ahora los gusanos hablaremos por él
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32 – ENSAYO
ANTONIO ACEVEDO LINARES
(Bucaramanga-Colombia)
EL PLACER DE LEER
El placer de leer es una aventura
maravillosa por la imaginación del lenguaje y es el mejor ejercicio del ocio
creativo. Harold Bloon
en su libro Cómo leer y
por qué (Norma, 2000) dice que leer bien es uno de los mayores
placeres que pueda proporcionar la soledad porque en su experiencia ha
encontrado que es el placer más curativo, leer lo devuelve a uno a la otredad
en tanto que la lectura imaginativa es el encuentro con el otro y por eso
alivia la soledad, y solo la lectura constante y profunda aumenta y afianza por
completo la personalidad, y que para leer sentimientos humanos hay que ser
capaz de leer humanamente.
En efecto, la práctica solitaria de la
lectura es una experiencia maravillosa como el amor. El placer del texto es tan
maravilloso como el placer del cuerpo, leer es como hacer un largo viaje por el
mundo sin necesidad de comprar tiquetes aéreos y llegar a hoteles. Un hombre
que no lee es un hombre inocente, perdido, inerme y en ese estado de
indefensión puede ser objeto de cualquier paso en falso en la vida.
En el mercado del comercio quieren
vendernos la idea equivoca de métodos de “lectura
rápida,” pero la lectura debe ser todo lo contrario, como la
comida, una experiencia que se viva despacio y se disfrute como el placer del
cuerpo. Nietzsche
recomendaba para una lectura auténtica una “actitud de rumiante, ojos de pulidor de vidrio y tacto de
ciego, leer despacio, con profundidad y dedos delicados, rigurosidad, sigilo;
silencioso y pausado”. La lectura debe ser una experiencia
estética motivada por el placer del texto y no una experiencia académica
motivada por la lectura obligatoria. La letra con sangre no entra, ese antiguo
paradigma educativo no formó lectores imaginativos sino resentidos y
burócratas.
En su ya célebres conferencias en la universidad de Belgrado
en 1978, en la que diserta sobre el libro, la inmortalidad, Emanuel Swedenborg, el
cuento policial y el tiempo y, que formaría más tarde el libro Borges oral (Emece
Editores, 1979) Borges
señala como el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación, aunque
paradójicamente dice que cuando leemos algo con dificultad, el autor ha
fracasado y por eso considera que un escritor como Joyce ha fracasado
esencialmente, porque su obra requiere un esfuerzo, y añade que un libro no
debe requerir un esfuerzo, porque como la felicidad, no debe requerir un
esfuerzo; pero resulta que un lectura seria y verdadera es un esfuerzo por
interpretar al autor y su imaginería; la lectura fácil es la que se hace en los
aviones mientras se viaja y esa lectura no produce felicidad sino relajación.
La lectura no es una relajación ni se debe leer para “matar el tiempo,” es
esfuerzo porque requiere concentración y disciplina para ser un lector imaginativo.
El éxito de los juegos de videos entre
los jóvenes tiene la particularidad de tener muchas imágenes y en eso le ganan
terreno a los libros donde el intelecto tiene que hacer un esfuerzo por
capturar las imágenes que crean las palabras y parece que nadie quiere
esforzarse leyendo porque las imágenes del video pueden contar más fácilmente
una historia sin hacer demasiados esfuerzos; de allí el bajo índice de lectura
entre los jóvenes. La lectura tiene poderes alucinantes, como en Don Quijote que bajo su
influjo delira un mundo perdido que quiere hacer realidad y también puede ser
peligrosa, como dice Borges citando a san Anselmo; poner un libro en manos de
un ignorante es tan peligroso como poner una espada en las manos de un niño,
aunque deplora que se pensara así de los libros. Hay otro principio que ha
circulado en los medios y es aquel que dice que un hombre que empuña un
instrumento musical, difícilmente puede llegar a empuñar un arma, pero también
un hombre que lea, difícilmente es un hombre que pueda llegar a matar.
El ejercicio de leer es un ejercicio
intelectual como el ejercicio de escribir, es un goce del espíritu y del
intelecto que requiere una rica imaginación como la imaginación del autor que
se lee, tal vez se requiera una mayor imaginación para leer que para
escribir, aunque para escribir se sabe que se requiere algo más que
imaginación. Una forma de la felicidad como consideraba Borges a la lectura y
otra menor, la creación poética. La experiencia de leer es como la experiencia
de vivir en tanto hay que ser selectivos a la hora de leer como de vivir. En la
literatura existe la poética idea de que uno no elige lo que escribe, sino que
lo que uno escribe lo elige a uno, pero en la lectura uno puede elegir lo que
desea leer como en el amor se elige a quien se desea amar, es un juego de la
seducción el placer de leer, porque los mejores libros son los que lo seducen a
uno y se debe leer por placer sin imponerse la lectura como una orden y se debe
dejar de leer si el libro no lo seduce a uno. Hay libros que no se dejan leer
después de la quinta página y hay los que merecen ser leídos letra por letra
hasta el final; cada quien lee los libros, como ha tenido los amores que se
merece, y hay libros que uno debería leer antes de morir, son los imprescindibles,
como decía Brecht de los hombres, porque en ellos está contenido lo más lúcido
y hermoso del corazón humano.
El poder del conocimiento que origina la
lectura nos salva de la genuflexión y el servilismo, dignifica la condición
humana y nos hace apropiarnos de nosotros mismos. El hombre no ilustrado vive
por fuera de sí mismo y por eso es fácil presa de los fanatismos y de la
alineación social que lo masifica. En Una
historia de la lectura (Norma, 1999) Alberto Manguel narra
como la lectura en público en la Francia
del siglo XVIII cumplía una función social, como se aprecia en las
pinturas de Marillier,
y aparte de la quema histórica de libros en Berlín en mayo de 1933 por el
régimen nazi, narra cómo en 1981 la junta militar presidida por el general
Pinochet prohibía el Quijote de Cervantes por considerarla una obra que
contenía (con razón) una defensa de la libertad y una crítica contra la
autoridad. El poder y las dictaduras históricamente han sospechado de la
lectura de los libros porque liberan el espíritu y fortalecen el intelecto.
Kafka decía que uno lee para hacer preguntas
pero la lectura como actividad lúdica también tiene el propósito de darnos
respuestas sobre la interrogación del mundo y las cosas. La lectura es
interpretación, imaginación y creación. El texto puede crearse también a partir
de la lectura del lector imaginativo, esto es, el texto no es solo la voz del
autor sino también puede enriquecerse con la del lector. El lector cómplice es
la aspiración más secreta del escritor, aquel que enriquece el texto a través
de una lectura imaginativa. Cabe recordar como Cortázar requería para la lectura en Rayuela de un
lector-macho y un lector-hembra, esto es, una nueva actitud imaginativa frente
al hecho literario, un “lector
inquieto, activo, participante en la extracción de los significantes y la
reconstrucción del sentido.” El filósofo Ralph Waldo Emerson decía
que hay que ser inventor para leer como es debido.
La lectura es una deconstrucción del
texto, para decirlo con una categoría propia de Derrida y como placer un oficio intelectual
como el oficio de escribir que se parecen en su aventura y revelación. Hay
quienes se complacen con los libros que han escrito pero también debemos
hacerlo con los que hemos leído, porque leer es un diálogo con el autor en
donde ya no somos los mismos; nadie lee dos veces igual, parafraseando a Heráclito, en el mismo
libro, porque cada vez somos distintos si la lectura ha sido fértil en
nosotros, esto es, ha sembrado en terreno fértil que ha dado buenos frutos. Hay
libros que son mucho más visionarios que su autor porque en la lectura de una
obra se descubren otras dimensiones que el autor no deslumbró, ese es el lector
imaginativo, el que descubre los alcances visionarios de una obra, el que lee más
allá de las líneas impresas, el que lee entre los intersticios. Un lector
apasionado que descubre el mundo en los libros y lo reinventa con su lectura.
Leer nos redime y nos salva de la inocencia, esa culpa que inventaron las
religiones con el temor de Dios. Abrir un libro de par en par como una ventana
o como unos muslos abiertos es ir al encuentro de un mundo maravilloso, una
relación erótica cuando se acarician y se siente el olor de la tinta fresca en
sus páginas. Ahora ya sabes, “desocupado
o hipócrita lector”, hay que leer para vivir, como decía Flaubert.
*Del libro La pasión de escribir, de próxima publicación ,
2012.
CONTRATAPA:
NOTAS DE PARÍS
IRMA BIGNON
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)
JEAN FROISSART
El primer periodista francés
De esta
lengua francesa tan rica y en plena Edad Media, debía surgir el primer
periodista. Su nombre: Jean Froissart. Nace en el año 1337 en la ciudad
deValenciennes, situada a orillas del río Escaut, al N.E. de Francia.
Desde su
infancia recibe la educación que daban
los clérigos en ese tiempo, cuando primaba la naturaleza y la
ingenuidad. Todo en él ya anunciaba un carácter dócil, sensible, espiritual.
Comienza a escribir desde muy joven. Sus poemas, sus relatos, sus aventuras,
sus amores, obedecen a la expresión cándida de las antiguas costumbres, mucho
antes del renacimiento de las letras y de la influencia de los estudios
clásicos. Su pasión por aprender, por escribir; su entusiasmo por los placeres
simples, por el encanto del amor, la magia del teatro de las comedias; siempre
poseído por esa pasión de ver y aprender, ilustrarse y avanzar.
En su
poema extractado, ya se advierte la pureza simple que desplegará en toda su
obra.
…Lejos
están las voces que se escuchan,
Cuando llegará el tiempo para mí,
Que de amor pudiera yo amar…
En
1328, son dos los países que cuentan como fuerzas políticas en el Occidente
Cristiano: Francia e Inglaterra. Curiosamente todo comienza con la guerra de
Cien Años que ya se venía preparando silenciosamente desde hacía tiempo, y que
al final se declara.
Jean
Froissart es el principal cronista del comienzo de esta guerra. Recorre toda
Francia, acercándose a los príncipes; mezclándose familiarmente entre la tropa
de la caballería; escuchando sus conversaciones; interrogando y escribiendo
cuidadosamente, todo lo que escuchaba, en un carnet de notas.
En un
momento, deja sus investigaciones en Francia para recorrer Inglaterra, Escocia
y llega hasta Italia. De esta manera las “Crónicas” de Froissart constituyen un
relato cronológico de los acontecimientos ocurridos desde 1328 hasta el final
del siglo.
La obra
está dividida en cuatro folios. El tercer libro es sin duda el más importante.
Relata los acontecimientos que conducen a la paz momentánea de Tournai en
Bélgica hasta la llegada a Paris de Isabel de Baviera en 1389. Hija del duque
de Baviera, Isabel se casa con Carlos VI y se convierte en la reina de Francia.
Es verdad
que aún más que el Renacimiento, es el Siglo de las Luces el que contribuye a
debilitar el prestigio del pensamiento medieval. Froissart, al mismo tiempo que
periodista e historiador es sociólogo. Gran admirador de la caballería feudal,
relata sus costumbres y hábitos, placeres y proezas. Sus “Crónicas” abundan en
detalles y además, hace observaciones y comentarios de los personajes de la
época y de hechos ocurridos en diferentes momentos y fechas.
No se limita únicamente a relatar los hechos.
Tiene la originalidad de amenizar el relato con cuestionamientos inteligentes,
como por ejemplo el resultado de la batalla de Crécy, donde en una lucha
desigual, los ingleses terminan siendo los vencedores, cuando normalmente debía
haber sido una derrota para ellos. Efectivamente, la Historia ha reprochado a
los caballeros franceses el haber acudido en tropel y a la buena de Dios, a
refugiarse al lado de Felipe VI de Valois, mientras Eduardo III de Inglaterra se
manejaba con improvisadas astucias de las que ni él mismo quizá se sentía
seguro, pero que revelaron su eficacia en su momento: los setos disimulando la
miserable infantería, mientras los arqueros galeses sacaban de sus monturas a
la fuerza a los caballeros franceses…
Jean
Froissart muere en Chimay, Bélgica, en el año 1400.
“Crónicas”
es un testimonio vigente del tiempo que vivió su autor. Se nota el candor de
sus sentimientos, la ingenuidad de sus expresiones similares al sabor de las novelas
de caballería; la admiración por la valentía, la lealtad, por el amor a las
damas. Sus escritos son siempre rápidos, seguros, carentes de frases
fuertes.
En la Edad
Media, los ilustres iluminadores de estampas abundan, dando colores suaves y
velados a las letras y a las figuras.
El
cardenal Georges d´Amboise, arzobispo de Rouen, gran conocedor de los mejores
iluminadores de estampas de ese fin de siglo XV, encarga una versión iluminada
de las “Crónicas” de Froissart para la biblioteca de su nuevo castillo de
Gaillon, construido de 1497 a
1510, ubicado en el cantón del río Eure, en el Valle del Sena. El pórtico de
ese castillo se encuentra hoy emplazado
en la Escuela de Bellas Artes de Paris.
Pues bien.
El castillo se convierte entonces en un verdadero laboratorio donde cuarenta
artistas, llegados de toda Europa se instalan y trabajan sin interrupción.
Se conocen
varias ediciones de las “Crónicas”. Pero las del cardenal d´Amboise superan a
todas por la calidad, la riqueza y la cantidad de ilustraciones iluminadas (más
de 200). Esta obra se conserva hoy en la Biblioteca Nacional de Francia de
Paris.
Las
“Crónicas”, además de su contenido histórico, son un ejemplo de la iluminación
en arte. Sus estampas tienen un lugar aparte en la evolución de la pintura
europea, a media distancia entre la pintura monumental italiana del
Trecento de las cuales se han nutrido, y
del naturalismo flamenco que ellas preparan. Asombran los realces en oro y sus
doscientas iluminaciones sobre vitela, pergamino que sirve para pintar y
escribir.
El
manuscrito de Jean Froissart es hoy considerado un ejemplo histórico de una
frescura y una importancia inaudita, que ha movilizado el mundo del arte.
Todos los
textos, fotografías o ilustraciones que integran el presente número son
Copyright de sus respectivos propietarios, como así también, responsabilidad de
los mismos las opiniones contenidas en los artículos firmados. Gaceta Literaria
solamente procede a reproducirlos atento a su gestión como agente cultural
interesado en valorar, difundir y promover las creaciones artísticas de sus
contemporáneos.
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