Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com
GACETA LITERARIA Nº 48 – Diciembre de 2010 – Año IV – Nº 12


Imágenes:Caspar David Friedrich (05/09/1774 en Greifswald - 07/05/1840 en Dresde)
Música: Seleccionar al pie de la revista

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

Ulises Varsovia (Valparaíso, Chile, 1949)

PARTO

Ahora un último esfuerzo, creador,
un último impulso de tu numen,
a que aparezcan los sonidos
sobre la vacía partitura.
Lejos sumido en ti mismo estás,
en el despeñadero de tu psiquis:
nada más que vacío a tu alrededor,
nada más que el ser en su desnudez,
despojado de todo lo terrestre.
Ahora el brío de tus cuerdas tensas,
ahora el denuedo de tus habitantes,
ahora la ruptura de tu ser total.
A que aparezcan desde el exilio,
desde el turbio reino de tu otredad,
los rasgos puros de un ser inédito,
tu hijo legítimo, tu creación.





PÁGINA 2 – CUENTO

SER Y PARECER

Por Daniel Adrián Madeiro (CABA-Buenos Aires-Argentina)

Mientras saboreaba un Jack Daniels en las rocas, advirtió que su Rolex marcaba las 10.
Displicente, despidió a su acompañante.
Era hora de prepararse.
Enfundado en su bata de seda, apagó el DVD y por el inalámbrico avisó al chofer que tuviera listo el Mercedes Benz negro.
Sus mucamos prepararon el baño de hidromasajes perfumado en sales.
Abandonó su habano y se sumergió.
Media hora más tarde, en el vestidor, se puso su habitual traje verde.
El hombre, aunque ya viejo, lucía entero.
Apenas asomó su figura al pórtico, su chofer paso a recogerlo.
Pocos minutos después estaba frente a un auditorio al cual durante dos horas le recordó la decadencia de occidente y del capitalismo.




PÁGINA 3 – NUESTRA POESÍA

Elsa Hufschmid (Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

BAHÍA BOMBIHNAS

Como hilachas de blancas manos
sobre un inmenso teclado,
las olas avanzan sobre la arena.
Un mudo allegro vivace de Schubert
se diluye lentamente en la orilla.

Pero ya vuelven.
sigue el concierto
y seguirá por siglos.

Algunas veces las manos hilachas
golpearan con bríos el teclado
otras en suaves y somnolientas
notas, se dejaran mecer entre caracolas

En esta pequeña bahía, el mar,
invade los sentidos,
su continuo murmullo musical
aquieta la sangre, serena el corazón,
y la respiración marca el compás

ESA PALABRA

Dame esa palabra hermano
esa, la que penetre,
la que indague,
la que hurgue en las entrañas.

Esa palabra creada para llorar,
calentar la sangre
enervar los sentidos.
Esa que usó Witman,
Benedetti, Rubén Vela.

Y no la busques demasiado.
Está allí, al alcance de tus ojos.
Es la que gastan los poetas
La que molesta a los tiranos.

Murmura esa palabra hermano
o la cantas, o la gritas
hasta quedar sin voz.
Y la escribes en las paredes
en las plazas y veredas.

Paz
Paz

Paz

VUELO SECRETO

Caminaré despacio.
Leves serán mis pisadas.
Sorprenderé tu hombro con mi mano
y tus ojos se hundirán en los míos

Desaparecerá el mundo,
nos elevaremos mecidos por vientos azules
que irán cambiando de fuerza y color
hasta llegar a ser huracán rojo y violento.

Suave, volverá a ser brisa,
abandonara nuestros cuerpos,
desmayados, rendidos.

Me esfumaré
y nuestro vuelo
será un secreto.


Jorgelina Paladini (Rosario-Santa Fe-Argentina)

UN POCO DE MAGIA

Y por qué sigo esperando
ese momento mágico
en el que todo se conjuga…
Tu voz
el verso
tu mano
mi piel
la sombra de tu pelo
sobre mi frente…

EN PLENO VUELO

En la sombra
de un cielo anochecido
se debate
el plumaje de un pájaro
moribundo.

Elige morir así
en pleno vuelo.

ELEGÍA

A mi madre

No levantan vuelo las alas de tus ojos
ni se pierde en el aire
el tañido de campanas de tu voz.
No esconde el viento
el dulzor naranja de tu aliento
ni huye
con la última lluvia
el húmedo salitre de tu lágrima
tampoco se desvanece tu piel
en el remedo del abrazo.
Estás más acá del abrigo de la tierra
envolviendo tu recuerdo mi figura
con el halo sutil de tu presencia.
Estás aquí,
en el costado de mi pecho
en la palma de mi mano
en el hueco de mis brazos
en la saliva de mi boca que te nombra
y te nombra…
y te nombra…

DESAFÍO

Se agita la memoria
buscando en el espacio
la voz y la caricia.
Mientras
desafía el recuerdo
el olor de tu cuerpo
marchitado de olvido.

APRENDIZAJE

Aprender a reír
puede paliar el tedio.
Sólo basta ejercitar
la máscara
en la mueca triunfal
de una sonrisa,
perfeccionar el rictus
y lanzar
la carcajada grotesca
en el momento final.

LUCES Y SOMBRAS

Mariposas invisibles acarician
los párpados desprevenidos.
Filtros de luz
que tiñen de colores
el espacio de los sueños.

ARDE
el tronco aún vivo
del quebracho
en las inmediaciones
del dolor.
Lentamente
se apaga
erizado de lumbre
que anticipa
su rebeldía.
No se resigna a sofocar
la luz
que quiebra el espanto
de la sombra.

I

Encerrado entre recuerdos
está tu rostro inmóvil
pálido
ajeno.
Lo guarda con celo
la madera
de mágicos aromas.
Y no escapa del claustro
más que un hálito tibio
que deambula
por los rincones de mi casa
- de tu casa –
envolviendo la soledad
de algún atardecer
con el perfume fugaz
de tu presencia.

III

Estás allí,
en el corazón de la casa
en el centro mismo
de la vida
donde hablamos
nos miramos
compartimos cada día
intentamos vivir.
Y es tu presencia inmaterial
la que vibra
en cada espacio
transgrede
la intimidad de los cuartos
y permanece a mi lado
en la mesa familiar,
junto allí,
en el lugar que nunca
dejó de ser tuyo.




PÁGINA 4 – ENSAYO

DOS ALMAS PICTÓRICAS ASAETEADAS POR LA MISMA SENSIBILIDAD.

Por Ricardo Musse Carrasco (Sullana-Perú)

En los universos pictóricos se sedimentan los atavismos más oscuros de la humanidad. El artista plástico reconociéndose, ya sea como veraz portavoz o como compulsivo fingidor de lo que plasma; diseminando plurales cromáticas y trazos que, a medida que se delinean, se van distorsionando a fin de trasuntar nuestras envilecidas esencias, desengañándonos, de modo contundente, enfrentándonos, sin ningún tipo de absurdas misericordias, con las latentes malevolencias que nos cobijan; asume, con polémico compromiso, su insobornable rol de desmitificador y crítico.
Los cuadros abstractos de Olivera Cannalire (Serbia-polifacética artista), transgreden, imbuyéndonos de secular perplejidad, esto es, nos ahondan, con un sutil extrañamiento, hacia el vórtice de sus penumbrosas cromáticas; nos abruman, sobresaltando lo que suponíamos ya ortodoxamente instaurado en nuestro horizonte cognoscitivo, nos advierten que los discursos axiológicos se han desbarrancado para siempre; que el ser humano concreto, insertado dentro de perentorias circunstancias, se desdice, se traiciona, se refocila de la afrentada projimidad doliente; minimalistas lienzos que nos enrostran que el fratricidio es lo que, de modo fidedigno, nos define como irredimible especie ontológica. Y, en consecuencia, esas certezas cromáticamente configuradas, con sus difusas semióticas, nos insuflan la sapiencial corazonada de los agonizantes latidos.
Desde un punto de vista formal, las realizaciones pictóricas de Russbelt Guerra (Piura-humanizado artista) ostentan una estructurada rigurosidad: Sus elementos se articulan desde la perspectiva del ensimismamiento y la hermética extrañeza compositiva.
Como los surrealistas, los cuadros de Russbelt Guerra se enceguecen por los enajenantes deseos. En ellos se configura un erotismo torvo, cuyas musas vendadas con fardos deshilachados, progresivamente se van despellejando, horadándose, despojándose de sensualidad, -en suma- deshumanizándose.
Uno de los rasgos atrayentes de este atónito universo, es la pulida configuración del dibujo: En un exquisito delineamiento figurativo marcado y preciso, que aspira a recortar y dar forma a los fantasmas del subconsciente.
Además, Russbelt Guerra traduce pictóricamente la deliberada deshumanización que actualmente conspira contra la esencia del hombre, manipulándolo y degradándolo; donde un perverso reino, agazapado en las sombras, delinea sus enajenadas cogniciones.
En suma, Russbelt Guerra y Olivera Cannalire, son dos almas asaeteadas por las mismas resonancias vitales; desde esta ermita escritural los congratulo por la exposición pictórica bipersonal, denominada la vía sublime, que se llevará a cabo próximamente en la culta ciudad de Trujillo.




PÁGINA 5 – CUENTO

CIERTO AIRE VENGATIVO

Por Ángel Balzarino (Rafaela-Santa Fe-Argentina)

Después de poner en marcha el motor, permaneció con las manos sobre el volante, la mirada fija en ella, apostada junto a la puerta de la casa. Sólo una semana. No creo que demore más en regresar. Pretendió desalojar las sombras de duda con la seguridad de que, en tan breve lapso, nada malo habría de ocurrirle. Por fin, a impulso de cumplir la promesa de iniciar los trabajos en la propiedad de Hipólito Zárate, apretó el acelerador. Libre. Libre. El grito fue creciendo en el pecho a medida que abría las puertas y cruzaba las habitaciones y escudriñaba cada rincón en una tentativa por cerciorarse de estar sola, sin ninguna hostigante custodia. Ahora sí. Ahora. Desplomándose al fin en un sillón, no tanto por el cansancio de la carrera por la casa desierta, sino más bien para relajarse, descargar la acumulada tensión, dar cauce a la carcajada que surgió estruendosa. Poco a poco se dejó invadir por el anticipado placer que iba a producirle esa noche el encuentro con él. Diferente de otras veces. Más vital, apasionado. Juntos, sin temor ni inquietud. Solos. Mientras la camioneta avanzaba por el camino polvoriento y el sonido de la carga de maderas y herramientas resultaba casi adormecedor, no podía dejar de pensar en ella. Ya no debería preocuparme. Lo hice durante demasiado tiempo. Había sido el desvelo casi permanente desde la muerte de Celina, cuando contaba apenas once años. Se propuso cuidarla, sin interferencia de parientes ni amigos. Exigente, procurando moldear la educación, los gustos, la conducta de Alejandra de acuerdo con su voluntad. Siempre quise darle lo mejor. Que no le faltara nada. Advirtiendo tardíamente, con algo de culpa, que pese a formar en el curso de los años un mundo íntimo, nunca prevaleció entre ellos una corriente de afecto ni hubo manifestaciones de euforia o feliz camaradería. Separados por una barrera, sumidos en fría coraza de silencio. Tal vez no la comprendí. No llegué a saber realmente lo que deseaba. Al fin, fatigado de representar el papel de guía o atento vigilante, comenzó a llevarla a los bailes del Club Independiente o cualquier fiesta importante realizada en el pueblo. Aguardó que se enamorara. El casamiento. La mejor salida. Entonces podré quedarme tranquilo. Cerrar para siempre una etapa. Infructuosa la espera. Y cada vez más se le impuso la idea de los dos abroquelados en la casa, ella sobrellevando una soltería irremediable y él vencido por el peso de la vejez. El surgir impetuoso de varios perros lo obligó a disminuir la marcha. Despejado de improviso por los fuertes ladridos, comprendió que había llegado a la quinta de su amigo Zárate. Nunca aguardó tan impaciente la visita de él. El encuentro ya no iba a ser subrepticio, con el acecho de ojos implacables, como todos los que habían tenido después de conocerse en la fiesta organizada por el Club Independiente para celebrar los cincuenta años de su fundación. Una de las raras ocasiones en que ella y su padre salieron de la casa. Hacía algunos meses que la llevaba a diversos sitios, por una cena o un baile, sin comprender claramente el motivo. Tal vez para atenuar el confinamiento al que la sometió siempre o por el halago de exhibirla como joya deslumbrante, de exclusiva propiedad. Semejante comprobación la sacudió sobre todo aquella noche en el Club, a medida que la presentaba, jactancioso, expresando casi con la sonrisa mírenla bien, es mi hija, mi mejor obra, y tímidamente debía estrechar la mano de los hombres y ofrecer la mejilla al beso fugaz de las mujeres. Más que un medio liberador, hallarse allí tuvo el carácter de una penuria, presionada por la vigilancia de su padre, acorralada por las indiscretas preguntas de las mujeres y la mirada entre admirativa y codiciosa de los hombres. Luego de oír sin interés la charla desordenada durante toda la comida y cuando iban a comenzar los discursos y la entrega de medallas y diplomas, alguien la empujó bruscamente, vamos, ya es hora de divertimos un poco. Sin protestar siguió a la joven hasta el otro salón, más amplio, donde tres muchachos producían un sonido atronador desde el escenario. Aturdida, pero desligada de cualquier atadura, sólo quiso participar en el baile del grupo bullicioso. Quizá hacía rato que él la estaba observando cuando ella lo descubrió. Cerca del escenario, fumando en rígida postura, con el único objetivo o función de mirarla. No tuvo tiempo de superar el azoramiento; él la tomó de una mano y, conduciéndola hacia el centro del salón, casi la obligó a plegarse al ritmo de la música, sonriente, con la seguridad de quien sabe conquistar lo que se propone. Nunca me sentí mejor. Por primera vez conocía un abrazo cálido, fuerte, protector. Sin indagar demasiado por qué la había elegido ese desconocido -admiración, deseo-, dispuesta únicamente a gozar el placer súbito, absorbente, de permanecer así, acurrucada, sintiendo la voz cuyo tono no era autoritario como el de su padre sino suave, arrullador. Una puerta abierta. Salvadora. La oportunidad para acabar con el aislamiento, para compensar tanto tiempo de rabia y privaciones. Por eso se apresuró en aceptar un nuevo encuentro, lejos de testigos, íntimo. Y lo concretaron dos noches más tarde, en su cuarto. Furtivamente, temerosos de ser descubiertos por su padre. Después ocurrieron otros, fugaces, con la intranquilidad conferida por el acecho de un latente peligro. Hoy será diferente. Esta noche no tendremos sobresaltos. Y alborozada supo el fin de la espera cuando los golpes familiares le revelaron la llegada de él. Luego del baño que logró desalojar la fatiga y el polvo acumulado durante el viaje, compartieron la sabrosa comida que la vieja Esmeralda les servía con diligencia. Mientras evocaban recuerdos, hablaban de algunos hechos sucedidos en el curso de los meses que habían estado sin verse, se reían por diversas bromas, Zárate le explicó el trabajo que deseaba encomendarle: refaccionar las paredes y techos, pintar las habitaciones, embaldosar la amplia galería que circundaba la quinta. Por el inusitado ardor creyó adivinar otro propósito que el mero intento de otorgar mayor comodidad y belleza al lugar. ¿Cuál es la razón? ¿Acaso estás esperando alguna visita importante? Apenas una leve, enigmática sonrisa como respuesta. Sólo después del postre y mientras saboreaban un vino seco bien helado, pareció dispuesto a la confidencia. Habló, lenta, generosamente. La manera de expulsar todo aquello que le desgarraba el pecho: el agobio de sobrellevar siete años de austera viudez; la indiferencia de los hijos al visitarlo de tanto en tanto, sobre todo para pedirle dinero; la búsqueda de aturdimiento en el trabajo agotador; y especialmente las noches sin alivio ni subterfugio para eludir la premiosa soledad. Necesito una mujer. El corolario casi natural. Me interesa una. Desde hace bastante. Tu hija Alejandra. Abrió la puerta y, aferrándolo de un brazo, lo empujó hacia adentro. Impetuosa, desbordante de entusiasmo. Esperá, no hagas tanto ruido, puede oírnos, de pronto divertida por la susurrante voz plena de temor y el desconcierto dibujado en el rostro a medida que encendía las luces y lo llevaba en alocado paseo por la casa. No, por favor, sin atender las protestas ni preocuparse por el ruido de las sillas y mesas al chocar los cuerpos abrazados, arrebatada por el poder de sentirse dueña absoluta de todo. Se ha marchado, una semana, repitiendo casi obsesiva cuando al fin llegaron al dormitorio, mientras se apresuraba por desabrocharle la camisa y los labios rozaban la piel no sólo con la avidez del deseo sino también para quitarle cualquier huella de duda y escrúpulo, para incentivar una reacción apasionada. Nadie nos interrumpirá, ninguna odiosa mirada, cada vez más fuerte, victoriosa la voz. Solos. Siete días. Absolutamente solos. Apenas pudo dormir esa noche, acosado por la inesperada revelación de su amigo: el sentimiento de admiración y amor provocado por Alejandra y la firme intención de casarse con ella. Sí. El mejor candidato. Abrigando la esperanza de concluir por fin el rol de eficiente guardián, seguro de que nada habría de faltarle junto a ese hombre recto, de holgada situación económica, con quien los juegos y el afecto lo habían unido desde la niñez. Al día siguiente, mientras realizaba los primeros trabajos en la casa, se acentuó una perturbación: qué actitud adoptaría ella. Adivinó un estado similar en Zárate cuando Esmeralda le dijo que había salido muy temprano a recorrer el campo y controlar los animales, sin duda como un modo de ocupar el tiempo o aplacar el desasosiego. Tuvo la evidencia a la noche, al reunirse en el amplio comedor, los dos abstraídos, casi sin mirarse, aplastados por una dificultad que al parecer no sabían salvar o simplemente enfrentar. Hay una sola persona que debe resolver esto: ella. Quebrado el silencio por el estallido de las palabras, mientras apartaba el plato y clavaba los ojos en él, interrogante. Se limitó a mover la cabeza de manera afirmativa. Quisiera hablar con ella. Necesito saber su opinión. ¿Cuándo? Consideró superflua la pregunta al verlo levantarse y marchar presuroso hacia la puerta. Ahora. Vamos. Le pareció como probar una fruta distinta, más deliciosa que todas las conocidas, sacarse cada prenda con lenta delectación, sin el apuro ni el cuidado de tantas veces, orgullosa al descubrir a la tenue luz rosada el cuerpo esplendente y túrgido. Apurate. Ajena al perentorio reclamo, ocupada en realizar la operación que a cada momento tornaba más excitante la espera. Ya. Aquí estoy. Se deslizó por fin junto a él, comprendiendo que la tensión se había convertido en un globo a punto de estallar. Dejó que la rodearan los brazos ávidos. El cálido refugio que no quería perder nunca. Y fue abandonándose, con inédita serenidad, sin el menor resguardo del ruido y la luz y cualquier horadante mirada, felizmente vencida por el peso del cuerpo que la hundía en un remolino de placer cada vez más fulgurante. No. No. Quedó casi petrificado junto a la puerta abierta con violencia. No atinó a un gesto o palabra. Sin comprender claramente si era por el grito de Zárate y la furiosa premura en salir de la casa. O por la apabullante visión de los cuerpos sobre la cama. O más bien por la risa de ella. Provocativa. Con un aire de implacable venganza. Triunfal.




PÁGINA 6 – NUESTRA POESÍA

Paula Aramburu (Rosario-Santa Fe-Argentina)

me aferré a su
cintura
como quien intenta sobrevivir
a un naufragio
la lluvia
la ausencia del canto de los pájaros
y de mi padre
eran el fondo del paisaje

arrastré los nudillos
contra paredes y
lápidas

sólo conseguí
manchar los bolsillos de mi tapado
de terciopelo azul
y la mirada de mi madre que me decía:
hay manchas que no salen
con nada

EN LA RUTA

un auto
la ruta
y la fuerza
del viento
estrellando
mariposas amarillas
contra el espejo

* * *

todo pasa
el tiempo
los años
la lluvia
los autos
la ruta
el dolor
la vida
también
vos

* * *

cajas, cartones
latas vacías
vidrios, jeringas
bolsas de poxi
papeles, pañales
restos de comida

al costado de la ruta
un cartel:
prohibido arrojar basura


Miguel Ángel Gavilán (Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

VII

Te armo.
Te convierto en brazos,
en piernas,
te doy unos cabellos que flotan en el aire,
te doy la sed y los apuros.

Te regalo las facciones más amadas por mí;
te doy un cuerpo directamente
hecho para mis abrazos.

Para mis uñas te doy la piel.
Te desangro encima una sangre
que palpite dentro de tus sienes.

En fin,
te hago con partes de mis partes
para después cerrar los ojos
y dejarte ir al finalizar la tarea.

VIII

Escucho.

Claridad derramada.
Casta multitud de presencias
en el territorio de tu grito.

Escucho.
Sangre galopada a la intemperie,
hasta el ámbito no encendido
de luz.
Sangre a la que respondo.

Escucho.

IX

No esperes la noche.
Háblame así, en el fin de tu día.

Con ese labio suelto, a voluntad,
en la boca.
A voluntad en la palma de la lengua,
hasta el último brillo del aire.

Así.
Háblame.

X

Aire de sol.
Simbrea el polvo en el angosto margen
de tu sombra.

Perfuma el instante tu cadencia.

Aire de sol.

XI

Descubro tu forma en el desierto
de mi almohada.

Le doy vida secretamente
con el pulso de mis dedos.

Le doy forma a tu forma
en mi noche constante.

XII

La memoria tiene páginas no leídas.
Tiene guardadas
las anécdotas que nos unen,
algunos juegos, el río una noche,
todo metido en un recodo
de ese manuscrito.

Hay
una ceremonia personal,
invulnerable.
Hay una memoria propia
Negando la lectura de esas páginas
que la memoria hostiga.




PÁGINA 7 – ENSAYO

ELEMENTOS DE LA CULTURA POPULAR EN NARRADORAS ARGENTINAS

Por Irma Verolín (CABA-Buenos Aires-Argentina)

Los personajes de Hebe Uhart se mueven generalmente en un mundo suburbano con características semiarcaicas, que se encuentra en el borde de las grandes ciudades y que, como tal, resulta subsidiario económica y culturalmente de ellas. Sus personajes hacen tortas que fabrican con esfuerzo y que salen horriblemente mal, o que son devoradas por un gato o se equivocan en su trabajo con frecuencia. Es un mundo donde las personas son vulnerables e imperfectas y con escasos recursos, pero esa escasez nunca es pobreza total sino limitación. Los personajes se debaten entre la perplejidad y la pena, la inocencia y el anhelo de supervivencia. Como saben siempre poco, aunque algo finalmente saben,, memorizan y recitan refranes que les otorguen alguna certeza y el refranero popular se instaura como el único acceso a una verdad que circula libremente con palabras enunciadas en una calle de tierra de un barrio suburbano. La manera en que los personajes se apropian de los refranes oscila entre la desesperación y la torpeza; la vida se presenta tan frágil desde lo material que las certezas del saber que otorgan los refranes, se transforman en el único elemento que los sostiene en medio de una realidad tambaleante. El saber es siempre un saber transmitido oralmente como esos refranes o los dichos repetidos por una abuela que pasaron de generación en generación. Ese cúmulo de experiencia parece tener más valor que las palabras escritas. Los personajes dan la impresión de haberse instalado en un mundo preescriturario, porque igual que “en las culturas orales, la ley misma está encerrada en refranes y proverbios...” [3] y manifiestan un deslumbramiento infantil hacia lo nuevo. Y es este el ingrediente más destacado del campo popular que aflora en la narrativa de esta autora: el perfil de los personajes. En la novela “Mudanzas”, Hebe Uhart culmina el desenlace de los hechos con una situación cargada de sugerencias, contenida e intensa a la vez, que se resume en lo siguiente: Una mujer va a su antigua casa y pretende echar a los inquilinos. Se indigna, ni siquiera considera que pueda existir un contrato de alquiler, sencillamente se deja llevar por su experiencia y su memoria, las que le indican que esa es su casa. La escritura (en este caso la de un contrato de alquiler) tiene un valor institucional que no integra el mundo de los personajes, quienes a pesar de formar parte de un sistema social, tienen cierto carácter de marginalidad, de separación cultural, de inocencia intrínseca que los aparta del cinismo clásico de los habitantes de las grandes ciudades. Estos personajes suelen adherirse de un modo fijo a lo conocido y ese saber se anquilosa y no se adapta a las situaciones nuevas, esto expresa la falta de movilidad en la que se encuentran las personas que viven en sitios apartados. Los elementos de la cultura popular aparecen en las situaciones mismas que constituyen el núcleo de los relatos. Su condición social es la que determina el conflicto, porque este suele estar dado por esa falta de comprensión sobre el mundo. No son pobres ni ricos, están en el límite y cada detalle de sus vidas se los recuerda. La movilidad social es tan difícil que hasta mudarse de casa constituye una pequeña epopeya, los avances en el confort de la vida cotidiana son presentados siempre por la narradora desde la mirada de los personajes que nunca terminan de asimilar esos cambios. Por un lado en cada acción de los personajes puede deslindarse un detalle sutil de una pauta cultural, esa suma de pequeñas acciones componen un fresco cuyo perfil chejoviano conmueve, delinea todo un cuadro costumbrista, tales como tomar mate en la vereda con una sillita de paja y con un pijama comprado en liquidación, pero que luce pretencioso para que los vecinos se impresionen. Y por otro lado, considerando la forma en que Uhart integra todo un marco antropológico en sus relatos tan abarcadoramente y tan desde tan adentro, deslindar los procedimientos resulta imposible. El narrador de sus relatos está muy cerca de la percepción del mundo que tienen los personajes. En el concepto sobre las cosas, en la escala de valores, en los registros del habla, en los pequeños detalles y especialmente en el clima forjado en el grado de ingenuidad o la sagacidad con que enfrentan los sucesos cotidianos, en el enfoque, en el ángulo de visión y en la actitud que los personajes tienen hacia el mundo es donde está la marca de lo popular. Lo más interesante es que en Hebe Uhart no hay “ingredientes populares” sino una articulación de la mirada situada en el punto exacto que capta todas las vibraciones para lograr una de las obras más originales de la narrativa argentina actual.




PÁGINA 8 – CUENTO

LIDERAZGO

Por Adrián Escudero (Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

Con particular afecto y admiración, al escritor africano, Mohamed Ahmed Bennis (ILA-MAGAZIN – Marruecos), con el secreto e inconfesable deseo de que este relato pueda algún día agregarse al libro “Las Mil y Una Noches”…
Santa Fe (Argentina). Setiembre 2010.-

En especial, para la amiga del alma y hermana en la Fe y Humanidad, Poeta. Norma Segades Manias, mientras caminamos, frágiles pero atentos, el camino de la vida, en busca de la Vida y la Verdad; junto al Maná de la Palabra en la GacetaVirtual


“Y dijo: haré que la soberbia y la avaricia sea la locura de los cuerdos…”.

Mientras el cuerpo se hallaba despezado en la vereda, y el flujo de autos seguía su marcha rutinaria por la gran avenida que bordeaba al edificio, aquel hombre enjuto y de negro traje, como un guardaespaldas del Vaticano pero de rostro aguileño y ojos achinados, se dedicaba con destreza y rapidez a tomar la mayor cantidad de sangre que manaba como un torrente entre los órganos desquiciados y alguna de sus partes diseminadas sobre la ancha acera, con peatones que sólo de reojo osaban mirar aquel acto repugnante pero sin atinar a nada; hasta que, alguien, quizá conmovido por la horripilante escena, tomó su celular y a los diez segundos el sonido de una ambulancia o de un comando policial se hizo escuchar a lo lejos dirigiéndose al lugar. Fueron los instantes suficientes para que el hombre de negro concluyera su tarea, escribiera un número de tres cifras con dicha sangre sobre el tapiz pérsico legítimo en que, se suponía, había sobrevolado el muerto en su caída, y desapareciera de la vista sin dejar rastros…

Ahora bien: ¿cuándo se dio cuenta el jeque árabe Abu abd-Allah Muhammed el-Gahshigar que, verdadera e incomparablemente era… un líder poderoso, una joya preciosa del management planetario, en estos difíciles tiempos de prepotencia, autocracia y competitividad? ¿Donde el fin justificaba a ultranza los medios, y los lobos se disfrazaban más que nunca de corderos? ¿Y los corderos no aprendían nunca a disfrazarse de lobos o de leones, haciendo de la astucia la mejor arma de su prudencia?
En realidad, era una sensación que venía poseyendo desde la cuna de una familia feudal. Pero esta vez, estaba exultante. Hubiera sido capaz, con ese tapiz que sostenía entre sus manos oscuras y adquirido para vestir la prepotencia de aquel limbo, de abrir una ventana y echarse a volar sobre ella como alguno de los protagonistas del antiguo libro persa de los Mil Mitos…

De hecho, la alfombra que tenía entre sus manos no era una cualquiera: heredera de la magia de los primeros fabricantes afincados en Kermán de manos del gran macedonio, Alejandro Magno (330 a.C.), y comprada en el reciente mes de abril -como récord mundial- en la casa de subastas Christie’s de Londres –y en la friolera de 9,4 millones de dólares-, estaba seguro de que el encanto, sutileza y equilibrio que trasuntaba traducía sólo una cosa: ¡volaría! ¡Podría volar! ¡Y… volaría! ¡Volaría! ¡Volar…!
De todos modos, si alguien hubiera podido aproximarse hasta él, habría podido apreciar que, su atesorado perfume francés, olía a azufre por aquellas alturas; y, su delgada figura –engalanada con un mantón de seda púrpura-, puesta en el extremo máximo de la punta vidriada y mirador de aquella torre de épicas proporciones, parecía –reflejada al sol amanecido en su revestimiento de aluminio- un Ángel Rojo de imperecedero contorno, difuminado entre las primeras estelas de nubes que vagaban por el cielo oriental e interactuando con cautela en las mentes de los principales inversores de las grandes Bolsas de Valores del Asia …

¿Y cuándo se dio cuenta? ¿Cuándo se dio cuenta de que era, al fin, verdadera e incomparablemente poderoso?
Fue el silencio de Alá quien le dio, en lo más alto, la temeraria respuesta.
Miró a su alrededor y, obviamente, no vio a nadie cerca suyo. Ni arriba, ni al lado, ni adentro, ni afuera… Ni siquiera a sus guardaespaldas había dejado subir con él. Su torre medía 800 metros y alardeaba 160 pisos: el Burg Dubai, con núcleo y plantas de hormigón, cuya estructura se convertía en acero a partir de los 500 metros, acababa de ostentar la cúspide más imponente y elevada de la tierra. Y él era su dueño. Y había dibujado (¡por fin!) en el cielo la efigie de su Poder.
Todos estaban (a) bajo y (de) bajo de él. Y él, en su omnipotencia, no podía verlos. Su cuello había quedado tieso de tanto imaginar horizontes y olvidar entornos. Primero se había dado el lujo de comprar la mayoría accionaria de las Torres Gemelas de Kuala Lumpur, para convertirlas en sede de su (“estatal”) compañía de petróleo “Petronás”, símbolo orgulloso de Malasia. De hecho, sino en belleza, el Burg Dubai las casi duplicaba en altura y esbeltez; así como sacaba amplias ventajas al Rascacielos 101 de Taipei (Taiwan) (a quien había desechado en sus compras, ni bien tomara contacto del inminente proyecto arquitectónico de Dubai).

Sin embargo, las Torres Gemelas de Kuala Lumpur habían capturado su obsesivo interés por las Torres de Babel del Mundo, tras la alcurnia de su imponencia bifronte, con forma de minarete de mezquita –comunicada ambas por una pasarela aérea de 58 metros de longitud-, puesto que había sido construida bajo el sello de los cinco pilares geométricos del Islam, con reminiscencias de pagodas y templos hinduistas –aunque, íntimamente, sólo para feliz regodeo de su verdadero hacedor: César Pelli, un laureado argentino nacionalizado en el Imperio de Occidente, con medalla de oro del The American Institute of Architects, y, en su país de origen (2006), con el Premio a la Vida y Obra (galardón otorgado por el Premio Obras Camex)-.
Pero a él poco importaba quien los hubiera diseñado y construido. Su pragmatismo era el propio de los Tigres Asiáticos: no importaba si el gato era blanco o negro; lo importante era que cazase ratones. Y todos esos complejos le dejaban fortuna hasta para donar al paraíso de Alá… Así, desde la Aguja de Burg, en Dubai, Tokio, Seúl, Shangai, Yakarta, Bangkok, Singapur y hasta la mismísima Kuala Lumpur, le guiñaban un ojo cómplice. Desde allí, el mundo estaba controlado. ¡Volaría!
Entonces fue cuando advirtió también, aunque tardíamente, que la soberbia y la avaricia era la locura de los cuerdos…Y un tenebroso escozor le reveló –mientras creía volar- que, en el Olimpo, Alguien había perdido la paciencia y contagiado su furia a Otros, quienes no dudaron en decretar su madura e insana demencia irrevocable…

Por su parte, y, al mismo tiempo, desde los estudios SOM de Chicago, A. Smith, principal arquitecto de rascacielos del mundo, celebraba junto al experto de Cristeie’s, William Robinson, el triunfo de la ingeniería, la arquitectura y el arte infernales, y contaban con su Amo los petrodólares que sólo el estúpido orgullo humano sería capaz de producir por los siglos de los siglos, amén y amén, amén. Tanto Smith como Robinson sabían quién que era el verdadero e incomparablemente poderoso en este mundo. Y habían aprendido que, con Él, era mejor ser cola de león que cabeza de ratón. El Amo no admitía competidores. Pero disfrutaba de las alianzas. Sí, en política y negocios no había amigos ni entenados; sólo buenos o malos aliados. Así que dieron un mordisco al fruto del Árbol de la Vida, y brindaron con sangre fresca traída desde Dubait por un efímero pero próspero estilo de vida… Aunque la carcajada del Amo resultara su mejor premio.-




PÁGINA 9 – POESÍA ARGENTINA

Graciela Wencelblat (CABA-Buenos Aires-Argentina)

I

Quien sepa oír
sabrá
que un pájaro vivía en mí
una flor
instantes de amor.

Hoy sólo guardo un secreto
( tengo alas)

A veces encuentro nido.

II

Volveré con el diario bajo el brazo
y no leeré nada
porque la congoja no debe salir.

Lo compré para tirarlo
harta de noticias de terror
y de mentiras
Estoy en los bordes de días
y noches que asustan
inquietan a la humanidad.

Transcurro con el otoño
trato de instalar sonrisas
que no llegan.

Pero no desaparecen las palabras
ni el deseo de encontrar la que no
la búsqueda sigue sin comprender
sigue la poesía empujando
entre risas y llanto que se forme
el poema.

III

Y si digo tu nombre que la sangre lo sigue cantando?
Si pongo mis labios en el lugar de la agonía
un poema en el silencio de las cartas que
nunca te mandé.

¿Volverás a saciar la sed
que acumula tu ausencia?

Otra vez ví los huesos de la gardenia
el tatuaje que descubrimos esa tarde.

Esta vez la gardenia estalló sobre mi bata de seda
que tanto acariciabas buscando mi piel.

IV

Yo no escribo dibujo palabras,
no pienso imagino.
Quisiera decir: no camino, vuelo.

Entonces estaría escribiendo un poema.

V

Allí lejos
donde los alpes
depuran
y la amplitud
anuncia miradas
las sombras
se visten de colores
sus quejas dulces
humedecen los ojos.
La memoria es un árbol
de entrecruzadas ramas
donde cuelgo agonías
antes que la noche
encierre.

VI

Cuando se traga la mirada
se cierran de golpe todas las
ventanas
sucede no ver nada
pero lo que buscaba
no sentir
insiste y sigue pensando
y doliendo
no sabe como
no quiere resignarse
y las palabras el cansancio
entre el ojo y la noche
ceguera sequedad
y puro abismo.


Romina Cinquemani (CABA-Buenos Aires-Argentina)

ENSOÑACIÓN

Cuando las hadas huyen del hedor mortecino
que emana el alma muerta del hombre común
se defiende rabiosa la sed del cosmos,
cicatriza la herida bañada en miel impúdica.
Cuando la llave reza el perfil de nuestros cuerpos
y mora invisible en el espacio que nos une,
se ignoran los males del otro universo
pues la piel es sabia y destierra todo lo que no goza.
Cuando falla la inspiración enmascarada
levanto con la lengua las piedras que la ocultan.
Cuando vibra este titánico cúmulo de huesos
se tapiza con espasmos cada músculo amatorio.
Mi cáscara instintiva de bestia sagrada se posa
en el paño de los sitios que te envuelven.
Unirse en el ansia que despierta la sangre.
Cantar de rodillas cuando el aliento no alcanza.
El alma en salto vital espera.

JAIKÚ

Alas de fuego
presagian el ocaso
del dios menguante.

Como esta nieve
me haré manantial azul
en el estío.

La abeja amante
con el canto de la miel
nutre su vuelo.

El roble anuda
en su piel, sol añejo
y siestas en flor.

Águila rapaz
apresa en picada
las plumas vivas.

LIENZO

En blandos derroteros de arcoiris
oros y negros se posan hambrientos
Labios voraces, ánforas, salinas.
Garras nacidas de peces socavan
sinuosa la figura del deseo.
Los mares desgranan su canto rojo.
Dedos que esperan, Penélopes inquietos,
doble el viaje afilado de los besos.




PÁGINA 10 – ENSAYO

UNA NARRATIVA ERÓTICA

Por Willian Geovany Rodríguez Gutiérrez (Ibagué – Colombia)

Si bien es cierto que uno de los lugares comunes que más atención ha merecido en la literatura ha sido sin duda el amor, tema central que incluso ha ocupado un espacio importante en cierta corriente estética y literaria, la cual ha perdurado a través de la historia para hacer imborrable el más puro de los sentimientos. Alguna de las obras literarias que se enmarcan en este mismo lugar común es sin duda: La María, La Celestina, Romeo y Julieta, y por supuesto El amor en los tiempos del Cólera.

Esta última novela es la que nos proponemos abordar a través de un estudio que implica el análisis literario del componente erótico en las relaciones afectivas de parejas que asumen los personajes más sobresalientes en dicha novela.
Uno de ellos es Florentino Ariza, personaje que sólo vive y respira por Fermina Daza, aquella misma que desde el primer día en que él la vio quedó perdidamente enamorado; para él no existe otra mujer en el mundo que le haga sentir tanto amor, siempre que la ve su alma se desvive por ella; así su amor se mantendrá vivo durante toda la vida, con el más puro aprecio que se haya podido conocer en la literatura.

Florentino se contenta con tan solo una mirada, y eso le basta para recrear su amor por ella, pero eso le traerá algunos problemas en la Agencia Postal ya que como mantenía pensando en ella, olvidaba colocar de forma correcta las banderas que pertenecían a otros países, una vez que llegaba un barco representante de alguno de ellos.

Como vemos en Florentino se despierta un profundo amor que lo lleva a hacer cosas impensables, lo que demuestra que su amor, ese sentimiento más noble ha llegado ahora a ser un amor romántico (nace en la expectativa de que un ser humano cercano colme a uno de satisfacción y felicidad existencial.
Este sentimiento idealiza en cierto grado a la persona objeto de dicha expectativa), con el que él lo idealizaba, de esta manera no solo contemplará el amor erótico que siente por su amada Fermina sino además el amor sexual que experimentará con varias mujeres, y si eso se dio fue gracias a una mujer que se llamaba Rosalba que se atravesó en el camino para “violarlo”.

Bajo este hecho, Florentino va a terminar entendiendo que se puede ser feliz mientras se tenga sexo, así no se obtenga el verdadero amor de quien tanto se ha deseado con pasión desenfrenada.

Otro de los momentos más placenteros se va a dar entre Florentino y la viuda de Nazaret, ya que en su duelo se va a liberar de la esclavitud moral sólo para ser feliz pues aunque tenía un matrimonio estable, no estaba del todo satisfecha con la vida que llevaba al lado de su marido, por eso una vez que se presenta el deceso de su esposo aprovecha la ocasión para entregársele a Florentino y para ello comienza siendo sugestiva.

En ese sentido la viuda de Nazareth más allá de personificar una mujer desvalida, proclive al desmayo –que vivió inicialmente con su esposo- se muestra más desde un exceso emocional que suscita el acto sexual con Florentino, lo cual va a crear dependencia sexual porque se van a seguir repitiendo esos encuentros.
En vista de lo anterior, se puede considerar que en éstos dos personajes están reflejadas algunas de las construcciones culturales que se identifican desde una definición habitual: por un lado la del varón como ser agresivo, emprendedor, independiente, duro... y la de la mujer como persona temerosa, pasiva, dependiente y suave.

De otro lado, Florentino sigue llevando en sus espaldas la cruz de un amor que no ha podido ser correspondido, pero ha sabido enmascarar sus sufrimientos por no ser amado, acudiendo a sus destrezas, aquellas mismas que adquirió luego de lograr algunas experiencias sexuales y no hay que olvidar que fueron muchas las enseñanzas que le dio su tío Lotario Thugut en sus noches de juerga.

Por eso se puede considerar que en cuestiones del amor Florentino se había vuelto un diestro, por que se valía de sus artimañas o como le llama el mismo escritor colombiano Gabriel García Márquez de sus armas. Una de sus armas comprendía en hacer uso de su poder de convencimiento para hacer que las mujeres en cuestiones del amor hicieran lo que él les pedía.

Florentino para entonces ya se había convertido en uno de los hedonistas más reconocidos -por aquellas mujeres con las que había estado-, hacía y deshacía con las mujeres, tratando de llevar el placer a los extremos, tanto así que algunas mujeres como por ejemplo la misma viuda de Nazaret, ya gozaba a plenitud el hecho de tener sexo, pero esta misma viuda deseosa de seguir teniendo muchos más encuentros íntimos va a terminar prostituyéndose y ella va asegurarle a su nuevo amado, que si ella se volvió puta en la vida fue por él, y por esa razón lo adoraba.

Por su parte Fermina no se queda atrás porque aunque representa el modelo hogareño de la mujer burguesa a diferencia de la viuda de Nazaret, ella acude a una práctica de masturbación consigo misma para sentir excitación sexual.

De otro lado, después de casada, Fermina será una mujer libre sexualmente, ya que ha conseguido eludir por fin la esclavitud moral a la que la ha sometido su familia, -pero terminará haciendo finalmente lo que su padre siempre quiso que pasara, que su hija conservara su linaje que entre otras cosas era una completa farsa y su status en su generación para seguirlo reproduciendo- por tal razón termina casándose con el Médico Juvenal Urbino sin que ella esté convencida del amor que siente por él. A pesar de ello, Fermina se despoja de su virginidad y termina enamorándose de él, como fruto del primer encuentro íntimo que es tuvo rodeado de seducción y erotismo.
De este modo, Fermina termina adaptándose a los menesteres del amor, aunque no podemos negar que le fue difícil de momento acostumbrarse, ya que carecía de una experiencia sexual consolidada como consecuencia de su represión emocional a la que fue sometida, propia de una educación conservadora, la cual fue impartida por sus padres en su hogar.

De otro lado el amor se va haciendo más fuerte a tal punto que no va a seguir sintiendo pena de sí misma, porque aprenderá incluso a reconocerse en su cuerpo desnudo y a corresponderle a las demostraciones de amor de Urbino que por cierto eran fingidas, porque él pretendía aparte de inventar un buen amor con ella, mantener su prestigio por medio del porte (altivez, seriedad, fuerza y vanidad) y la clase ( Familia de buenos modales, prestante y reconocida) que decía tener Fermina, por eso la quería para esposa como un adorno social, aún cuando no la amaba.
Sin embargo a estas alturas ella, ya no necesitaba de revelarse ante su familia para hacer lo que quisiese hacer como en muchas ocasiones que le tocó obedecer pero cuando su padre se enteró de que existía alguien más que el doctor Juvenal Urbino de la Calle-, recordó como su padre no quería que Florentino estuviera con su hija, él decidió por esa razón marchar a otro lugar donde se encontraba su prima Hildebranda. Allí Fermina ahora si va a tomar partido de su sexualidad para ejercerla libremente.
De este modo, sus experiencias sexuales se van acrecentando poco a poco, porque cada vez más se van repitiendo los encuentros íntimos entre Fermina y Juvenal Urbino, donde ya nadie quiere perder partido en el desarrollo de los mismos, aunque cada cual quiere ejercer su propio poder sobre el otro, pues en el caso de Urbino tenía muy buenos ímpetus y estaba muy bien entrenado y en el caso de Fermina ella no estaba hecha para dejarse tomar ventaja de nadie, pues su carácter y personalidad se lo impedía, debido a esto es que aquellos dos amantes van a terminar conformándose con el poder compartido en la cama, por ende aprenderán a conocerse y a entenderse como dos amantes antiguos fruto de esa fidelidad.

En cambio Florentino aunque le juró fidelidad a su amada Fermina, nunca cumplió debido a que estuvo con más de 600 mujeres con las que se refugió para aminorar el dolor de no poder tener a Fermina, por esa razón siguió siendo aquel cazador furtivo que siempre estaba dispuesto a hacer de las suyas.

Una de las mujeres con la que estuvo Florentino fue para él la gloria y el infierno, pues aunque él quiso marcar su territorio con ella haciéndole una inscripción en la vulva o vagina que decía “esta cuca es mía” terminará ocasionándole la muerte.

Por su parte Juvenal Urbino tampoco se escapará de vivir la infidelidad con Bárbara Lynch, porque no la veía como un paciente si no como alguien con la que se podía tener una fantasía. Asediado por sus instintos se deja llevar para hacerle una explicación casi que minuciosa a su aparato reproductor, como aquella misma que le hizo su esposa Fermina en la intimidad.

Años más tarde Florentino Ariza habría de convertirse en el hombre más feliz porque por fin alcanzó en 51 años 9 meses y cuatro días conseguir el amor de su amada y por su puesto sus valores absolutos que le había sido privado de poder alcanzar, sin embargo en esa edad senil lo único que le esperaba era el momento apasionante de los dos enamorados, es decir asumir relaciones sexuales.

Y lo van a conseguir aunque los primeros días en el barco van a estar impregnados de algunas situaciones difíciles, pues Fermina aún no estaba convencida de lo que sentía por Florentino y a Florentino lo va a embargar la impotencia de no poder tener una erección, cabe destacar que a esa edad les costó trabajo reconocerse. Aún así nada de eso fue impedimento para estar los dos porque al final lo lograron, debido como lo dice el mismo autor “el amor se hace más grande y noble en la calamidad”.
Finalmente es propicio decir que el amor y el erotismo en la obra literaria de Gabriel García Márquez, consigue desdibujar en estos personajes lo que representa el amor y el erotismo para ciertas edades y el grado con que se vive.




PÁGINA 11 – CUENTO

EL IMPERDONABLE DOCTOR TALCAHUANO.

Por Eduardo Pérsico (Lanús-Buenos Aires-Argentina)

Acaso por vivir su niñez entre tías de llevarlo a misa los domingos y otras desechadas costumbres, aunque fuera un especialista en asuntos de familia al doctor Talcahuano las mujeres le alteraban el ánimo. Exitoso profesional que al ir engrosando sus ingresos como abogado y ya casado con Silvia, contrató de secretaria a Lorena, divorciada de treinta y cuatro que de tan segura y eficiente, no admitió encamarse con él en la hora del almuerzo. ‘¿Pero cómo? Esa habitualidad es de rigor entre nosotros’ le anunciaría un colega, pero también por cosas habituales su esposa y Lorena, su empleada, cada tarde más charlarían por teléfono y según los códigos mujeriles fueron ganando espacio, sin aviso las dos decidieron juntarse a tomar un té. Ya en el primer encuentro que repetirían cada tanto, hablaron de amoríos, desencantos, arrimes en lugares imprevistos y al pasar, Lorena deslizó su amistad con otra adolescente cuando viviera pupila en el Sagrado Corazón. Un renglón que sin esperarlo entusiasmó a Silvia, 'contame más, eso debe ser apasionante', siguieron confesiones que cambiarían la inicial formalidad y al despedirse admitieron, entretenidas en mirarse, compartir el anuncio de un secreto. 'Somos tan pacatas que vivimos ocultando', se animaría Silvia; Lorena la miró humedeciendo los labios 'depende de la otra persona' y se despidieron postergando palabras. Unos días más tarde en el mismo bar, se distrajeron en rozarse las manos al juntarse. Silvia pidió un whisky y Lorena una copa de vino blanco; la charla andaría nuevos carriles y el mozo por un rato ausentaría su mirada. Acaso cuando alguna de las dos repitiera 'me gusta estar con vos' convinieron reunirse más tranquilas y secreto decretado. .

En el pequeño departamento de Lorena anduvieron al desgaire y luego de preparar café, se acercaron a ver decaer la tarde, sin hablarse. Los pocillos en la mesita baja se irían enfriando, el venidero paso no era fácil y al arrimarse Lorena se recogió el pelo con las dos manos. 'Estoy algo nerviosa' alcanzó a pronunciar Silvia y un beso temeroso las conmocionó; ya el temblor de las anunciaciones se adueñaría en tanto afuera ya el atardecer era un fulgor opaco. Las manos se animarían a recónditos sitios, y al destrabar breteles y desechar encajes llegaron enlazadas al insondable milagro de algarabía, se dijeron más tarde.

¿Qué pasiones postergadas las enamoraron para que ‘estas dos locas se fueran a vivir juntas’?, - se preguntaría el abogado Talcahuano uno meses más tarde cuando su esposa Silvia le dijera ‘lo nuestro se acabó, Facu. Aquí termina’. Aunque acaso para él la desdicha mayor que su derrota catedrática, - no hallar jurisprudencia adecuada, como abandono preterintencional o tesis parecida- fue la bestial vindicta varonil de sus colegas. 'Pero doctor, ¿cómo dejó que las dos minas lo cornearan en un solo acto y al mismo tiempo? Eso no es profesional y nos hace quedar muy mal a todos'. Pero claro, al doctor Talcahuano las mujeres solían alterarle el ánimo…




PÁGINA 12 – POESÍA ARGENTINA

Esteban González (Puerto Tirol-Chaco-Argentina)

I

Ya no escribiré más sobre el amor
harto de rimas sin rimas
y versos libres sin libertad
me pide que lo viva.
Que sienta el vuelo de una mano recorriendo
mi pesada humanidad,
que naufrague en los perfumes extraños
del cuerpo abatido
y sienta la sal de una gota de sudor
que rueda sobre una almohada.
Para poder volver a escribir
deberé reconocer una boca entre mil bocas,
impacientarme con las ausencias,
reconocerme animal en acecho,
fiel en sueños y despierto.
Con la tentación rondando mi cama.
Hambriento, sediento, más animal aún.
Para volver a escribir sobre el amor
Debo amar sin lápiz y papel
...debo sentirlo, encontrarlo, seducirlo
dejarme seducir como alguna vez...

II

Hace tanto tiempo que busco
reconciliarme conmigo, contigo,
y no me encuentro.
Estoy lleno de zonas oscuras
por donde no puedes transitar
y el recuerdo es una deuda pendiente.
Hace tiempo que busco
reconciliarme conmigo, contigo.
Perdonarme. Disculparme.
Saldar las cuentas que me debo,
las que te debo,
olvidar las que me debes.
Para recoincidirme contigo,
hace tiempo que me busco
con tantas ganas y miedos por igual.
Con tantas incertidumbre.
...y no me encuentro...
Hace años que publico un edicto
citando a beneficiarios y deudores
de mis tiempos mezquinos.
Y no apareces:
En tantos años
puedo conmoverte otra vez.

III

En este ir y venir
despojado de palabras
intento retomar los ritos cotidianos
del calor del café,
el resto de una mirada,
el aroma de hierbas robadas.
Intento sorprenderte cada instante
sin el pánico de tus causas perdidas,
para que no me sorprenda con el pánico
de mis causas perdidas.
Tan iguales y tan distintos.
Jugando a las escondidas
en un juego ocasional y peligroso.
Hay que huir del mal amor.
Si nos sorprende
tejerá una gran soledad de dos,
nos unirá por nuestras causas perdidas
y nos separará en cada victoria.

IV

Ahora que siento otros ojos que rozan mi hombro
sobre tu hombro
dudo de tu fidelidad.
Dudo de tus palabras.
De tu amor.
Del calor de tu cama.
De tus llamadas.
De tus correos.
Esa mirada que reconoce tu piel
que también reconoce la mía, delata.
Pero tú no tiemblas. Amas. Deseas.
Por separado, con puntos y apartes.
Yo tiemblo porque ahora como nunca,
amo y deseo al mismo tiempo
sin puntos, comas, puntos suspensivos
ni signos de preguntas.
...y tengo miedo, me siento un intruso,
y conjeturo el final una de estas noches.

V

Y llegas como nunca llegué
porque tengo el vuelo corto
como las aves que no migran.
Dejo pasar las estaciones,
me abrigo escondiendo soles,
imaginando los frutos del verano,
protegiéndome de las tormentas
que despeinan y asustan a los genios,
escapando de los ojos
que me persiguen en la oscuridad.
Llegas como nunca sabré llegar,
con brisas de caricias y perfumes de mirtos.
Y te vas,
yo te sigo con el pensamiento.
Anido a dos siglos y tres mares de distancia.

VI

Octubre se impacientaba en primaveras.
La noche era un invierno perezoso
que jugaba con hojas amarillas
y buscaba los bolsillos.
Me sorprendió la mañana
en un lugar conocido
que desconozco.
Quiero quedarme porque tengo frío.
Debo marcharme porque siento frío.
Tengo sueño,
es una excusa para quedarme.
No tengo sueño,
es una excusa para marcharme.
Sin sueño y con frío.
Octubre se impacientaba en primaveras.
La primavera
era una mañana amenazante.

VII

Que te puedo contar
A estas horas de la mañana.
mi corazón trota sin prisa
Y reclama la limosna tibia de una caricia.
Unos ojos me vigilan como alguna vez
y agradezco el refugio de tu puerta.
He dormido en paz
en tu campo de batalla,
o en la paz de tu campo de batalla
he dormido.
No soñé nada.
Quizás porque los sueños
estaban allí.


Paulina Vinderman (CABA-Buenos Aires-Argentina)

"Poi piovve dentro a l'alta fantasia"
"Llovió después en la alta fantasía"
Dante Alighieri

ESTA NOCHE HA VUELTO EL INVIERNO

Esta noche ha vuelto el invierno contra
las ventanas.
Gime suavemente
como un perro después de la pelea.

Ha vuelto como un viejo amante
para espiar un rictus, la persistencia de un
agua en la sonrisa.
Un viejo amante al que se deja fuera.
Todo está lejos:
los trenes, las ortigas, los faros,
las leñeras, un ómnibus repleto de chicos
con gorritos de lana
y el polvo de ciudad
con destellos de aerosol a las diez de la
mañana.

Todo demasiado lejos
de esa región en que el cansancio
canta como un viento seco entre los
eucaliptus
y se puede soñar con canastos trenzados
por indios tan mudos como estos papeles
—pero llenos de historia a medias,
rebosantes de invierno hasta sus lunas nuevas—

Esta noche ha vuelto el invierno y con él
el ruido ajustado, amortiguado
de los camiones al amanecer:
el sonido de la vida.
Un aletear de gallinas. El crujido de la
manzana sobre las hojas.

TRANSPARENCIAS

Escríbanme. Resuelvo en medio de la crisis
volverme carta:
papeles que atraviesen los océanos
como frágiles balsas
(para dar importancia a las tormentas)
Anoche llovió. Los senderos se embarraron,
atrapé una luciérnaga equivocada
— y esquiva—
y después leí poemas isabelinos hasta que amaneció
(Un cierto orden es el que sostiene la soledad
y los abrazos)
Hoy tomé cerveza con un hombre cansado
— de ojos endiabladamente hermosos—
y enmudecimos frente a un pueblo fantasmagórico
levantado sobre nosotros como una
pintura surreal.

Todos los días voy hasta el río
después del café. Todos los días desisto
de mirarme en el agua barrosa.
En realidad, ya ninguna trasparencia es posible,
como si la vida se ocultara a sí misma
en el penacho de los cocoteros.
Como si la vida fuera todo y nada, orgullosa
de sus fosforecencias
hasta en las palabras, que finalmente nada dicen,
nada reclaman
sino el mínimo lugar en un universo
de ruido de sartenes
amores suntuosos
olas que arrasan las orillas
y códigos infinitos para desenterrar tesoros
(casi siempre con palas prestadas
y al amanecer.)

III

Supongamos que muero
a mitad de la noche.
Supongamos que ya no haya
estrellas para contar.
Que la música no desvele mi oído
sino que yo me instale en su territorio
y me demuela.
Supongamos que se trate
de otra ventana
y no de esta mueca boquiabierta de hollín
a los vecinos sin cara.

Si sólo se pudiera dormir
para ser otro al despertar.
Conquistadores fenicios
de puertos de colores.
La doncella de Cleopatra
y el luto de la serpiente por el porvenir.
Si pudiera hacerse algo más
que esperar
sentada a horcajadas de la vida
bebiendo té en vasos de prestado.

Adolezco
y mis entrañas se estiran.
Mi antiguo amor florecerá después.
Cuánto hace que estoy viva
y recuerdo.
Supongamos que muero antes de despertar.
Duele demasiado ya lo que poseo.
Duele infinitamente más
lo que espero poseer.

EL POEMA QUE NO ESCRIBIÓ

Se sentó a escribir en su mesa
de noche, pero sin tilos perfumados.
Pensó en el mar
pero era sólo una lámina
con las puntas dobladas.
La infancia se había convertido
en una cajita de música
con la cuerda gastada,
y el sonido irrescatable del mar
había quedado adentro.
No veía la luna pero la sentía brillar
y no era necesario expresar aquello
que brillaba desde sí mismo.
Algo ladró en su conciencia.
Nada era necesario expresar
excepto con alguna mancha oscura
o una línea curvada.
Mientras los postigos de su mente
se iban cerrando como corolas insulsas
alcanzó a pensar en un desván.
No escribió el poema esa vez.
Hacía demasiado frío.
Su necesidad era demasiado grande.

BAJO UNA SOLA LÁMPARA

Casi todas las noches
reconstruyo una ciudad
desde ruinas de mentiras.
En silencio, bajo una sola lámpara,
invento calles desnudas
por las que el viento arremolina
las sonrisas cansadas
y las pega en las paredes
como antiguas estampas.
Pausadamente,
les quito los sonidos.
Queda, tal vez, la campana de una iglesia
y una canción de niños leve y cruel,
interrumpiendo el sueño helado
de los parques.
Hasta que salga el sol
y cambie mis cristales.
Hasta que amanezca el desdén
en los ojos de los otros
y arrincone mi poema, aterido y solo,
en un desván de espera hacia la noche.
Pausadamente, bajo una sola lámpara.
Hambrienta de absoluto.

XXII

La robaron el sueño, amor, se lo robaron.
La muñequita tonta, vestida de alfileres
que siempre muere acunando un sueño púrpura
entre brazos que no le pertenecen.
De noche fue, cuando siempre se mueren realidades.
Y se quedó mirando la luz del farol
en el aljibe-memoria.
Se habrá quedado allí, en el agua, dolor,
buscando las vertientes.
El sueño boquiabierto de estrellas
como el sapo del cuento.
La muñequita ojos cerrados de luna
volverá a su país sin duda
cuando acabe el número de sueños permitidos.
Habrá estatuas de cal y viejos terciopelos.
A su pequeño sol, al fin, lo habrán anochecido.




PÁGINA 13 – ENSAYO

LA IMPERIAL ESCRITURA RUSA:
TOLSTOI, DOSTOIEVSKI Y CHÉJOV

Por Delfina Acosta (Asunción del Paraguay-Paraguay)

Cuando uno echa una mirada a la literatura rusa, lo primero que aparece en la escena es la gran, la enorme, figura de León Tolstoi (1828- 1909). Quien haya leído su obra La guerra y la paz (1863 -1869), no solamente ha mostrado tener una buena disciplina de lectura, sino una vocación de gran lector. Cierto es que el libro tiene páginas y páginas que parecieran no agotarse nunca y que los personajes son muchos, quizás demasiados, pero la obra posee una revelación literaria de mucho nivel.
Concebir un libro de tal naturaleza significa, sin lugar a dudas, la gloria para cualquier escritor. Para el infatigable novelista ruso, siempre sacudido en su conciencia por la contradicción, fue un paso definitivo a la fama y a la consagración.
Aquella gran Rusia zarista, representada en las escenas literarias donde conviven los distintos personajes de un pueblo azotado por la guerra, encontró en La guerra y la paz, la obra que la historia le reclamaba. El libro de León Tolstoi es un enorme palacio en permanente edificación.

No menos importante fue su novela Ana Karenina (1873-1877), que se mete en las costumbres, en el modo de vida de la sociedad rusa y que revela un elevado valor literario.

“LOS MEJORES DEL MUNDO”, DIJO GABRIELA

Leyendo Confieso que he vivido, del autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada, me he enterado de que la poetisa chilena Gabriela Mistral le había comentado a Pablo Neruda que los escritores rusos eran –definitivamente– los mejores del mundo. A mí, particularmente, me suenan a verdad las palabras de Gabriela Mistral. Mi razonamiento sobre el tema es simple; por cierto: hago comparaciones de la novelística rusa con la novelística de otros países y tomo partido por los rusos, tan hábiles en la descripción de ambientes y de situaciones, y tan creativos, tan artísticos (y esto es lo fundamental) a la hora de echar a amar, de hacer felices o infelices a los personajes de sus novelas.
Pero esta apreciación mía quiere tener simple carácter de opinión. En cuanto a Fedor Dostoievski (1821-1881), aquel hombre que escribía siempre al filo de la inspiración y de las necesidades económicas, ¿qué puede decirse sino que dio un gran paso hacia lo infinito al plantear la idea del hombre dotado del poder y de la libertad para tomar decisiones entre la vida y la muerte? En su novela Crimen y castigo, Dostoievski refleja el drama de una conciencia, la de Raskolnikov, que debe lidiar con su pobreza, para después tomar una resolución extrema. Matar a una avara anciana usurera para sacarle su dinero, no le parece una idea espantosa a Raskolnikov, si con ello ha de salvarse de la miseria y ayudar a su familia que se ahoga en la pobreza.
Como muchos escritores rusos, Fedor Dostoievski conoció el agobio de las deudas financieras. Debía escribir y escribir para ganarse el pan diario.

SALVADO DEL FUSILAMIENTO

El siguiente tramo de su existencia es muy conocido, ciertamente: Unido a intelectuales que abrían debates sobre la literatura socialista, entonces prohibidos por la Rusia zarista, fue delatado y llevado posteriormente a prisión. Se salva del fusilamiento, en el último momento, pero va a parar con sus huesos en Siberia donde es condenado a hacer trabajos forzados durante cuatro años.

CORRÍA EL AÑO 1849.

Esos duros tiempos de hambre y de esclavitud hacen mella en su cuerpo y el novelista enferma de epilepsia, un mal que lo acompañaría durante toda su existencia. ¡Qué desgraciada suerte la suya! Observador hasta la médula, entró en el mundo de lo inconsciente cuando escribió la obra Los hermanos Karamazov. Aquellos pensamientos cambiantes, rápidos, difusos, que le sobrevienen a la gente en situaciones extremas o de perturbación psicológica, hicieron no solamente apasionante la historia de Alexei, Mitia, Aliocha..., sino que han servido a los investigadores, a los estudiosos de la conducta de los enfermos mentales, como vía para acercarse más a los fenómenos de perturbación, de crisis nerviosas, y de enajenación. Por otra parte, son tan visuales sus novelas.
Uno puede observar nítidamente las escenas: ya las conversaciones, ya los gestos, las provocaciones, los encuentros, las despedidas. Constituye todo un símbolo literario el esfuerzo de sus personajes por deshacerse de la cadena de enfermedad y de pobreza que no terminan por desesperar o arrancar –sin embargo– sus afanes, pues un indomable espíritu de supervivencia los levanta, una y otra vez, cuando caen. Dostoievski escribió, entre sus muchas obras, El jugador. Sepa el lector que en ese libro está recreada la adicción de Fedor por los juegos de azar, a los que echaba mano para intentar librarse de la pobreza.
Generalmente, se hacen comparaciones entre los escritores León Tolstoi y Fedor Dostievski. “¿Cuál te parece mejor?”, le pregunta alguien, cualquiera, a otra persona. Algunos lectores toman partido por el primero, argumentando sus razones, y otros opinan que Dostoievski es el mejor, diciendo lo que creen razonable.
No hay nada más apasionante que escuchar a dos personas de buena formación literaria entrar en una educada discusión sobre las obras de estos dos maestros de la literatura rusa.

LOS PENSAMIENTOS

Chéjov (1860- 1904) es un novelista preferido por muchos lectores (y también escritores, por supuesto). Extraordinariamente voluntarioso, tuvo que trabajar, estudiar y escribir para ayudar económicamente a su familia. Había dicho en una oportunidad: “Durante mi infancia, no tuve infancia”. Su capacidad de captación del razonamiento de la gente lo lleva a escribir obras en las que los individuos comunes, simples, son retratados con un agudo poder de observación. El lector puede apreciar clara, nítidamente, una mente, una conducta determinada, cuando hojea las obras de Chéjov.
En su obra La estepa van desfilando, marchando, pasando, deteniendo el paso, corriendo, los pensamientos. No se quedan quietos. No deben hacerlo, después de todo, pues si se detuvieran, no habría libro. ¿Cómo es posible escribir de esa manera?, se preguntará quien lee estas líneas.
Pues siendo Antón Pavlovich Chéjov, no puede ser de otro modo y menos en estos tiempos en que los novelistas han dejado de crear y recrear estereotipos y tipos.
La época de los grandes novelistas rusos ya pasó. Pero leerlos, releerlos es encontrar estilos literarios de dimensiones magistrales. En breve aparecerá una novela, cualquiera, de algún escritor de cualquier parte del mundo (no sé quién), y será lanzada al mercado con gran pompa por parte de la editorial que sea. No la leeré. Genios eran los de antes.




PÁGINA 14 – CUENTO

UNA CONFESIÓN AUTORIZADA

Por Miguel de la Cruz (Santa Rosa-La Pampa)

-Primero el sustento de estos personajes -dijo Tulio Sandoval, secándose las manos en un delantal de cocina. Puso a calentar leche y colocó una barrita de chocolate por cada jarro de vidrio.
Al rato cada uno resoplaba sobre el submarino recién servido. El vapor modulaba el aire con la fragancia de la vainilla, y el chocolate propiamente se condensaba en la exclusividad del sabor.
Los cuatro sentados a la mesa de una cocina azulejada hasta el techo, chorreada de óxido, iniciábamos un rito que acortaría el invierno: entre mayo y agosto del ‘84 se dio este encuentro. Tuvo su intensidad, tal vez porque se dio de repente y pasó sin que nos diéramos cuenta.
Nos juntábamos los sábados a la madrugada, cuando Tulio cerraba "La cerca del muro", un boliche que atendía de lunes a viernes, con una clientela bastante fija, parejas clandestinas que iban a bailar, matrimonios que salían del cine y entraban a tomarse un trago fuerte.
Cerraba hasta el lunes.
Los fines de semana, Tulio se iba a un monte que había heredado de su familia materna, incluida la explotación de la madera, negocio que había continuado trabajándolo al tanto por ciento con una cuadrilla de hacheros. Vendía leña metreada, postes y varillas de alambrado.
Lo conocí en un puesto de venta que tenía montado junto a un camino vecinal. Un domingo a la tarde. Pasábamos en la Fargo de un tío, y paramos a comprarle un poste para renovar un esquinero. Cuando Tulio se levantó a recibirnos, dejó un libro encima de una reposera. Era la novela de Demetrio Merejkovski sobre la vida de Leonardo Da Vinci. Por la pregunta que me hizo, debió notar enseguida que mi atención se había reducido al tamaño del libro. Me extrañó que en vez de preguntarme si lo había leído, me preguntara si escribía. Intento, le dije. ¿Y usted? Tomo apuntes, me contestó. No hablamos mucho más, porque a mi tío le agarró el apuro por seguir viaje como hacía siempre que no manejaba un tema de conversación. Pero alcanzó a contarme que tenía un boliche y a decirme que fuera a verlo cuando yo quisiera.
Al otro día ya había honrado su invitación.
Me veo apoyado en la barra, inclinándome sobre el lado de Tulio que me habla por lo bajo, de libros, de frases inolvidables, como separando lo me está diciendo de la medialuz que ilumina la pista donde se baila una melodía tintineante de cajita musical, arrastrando los pies. Me señala una pareja que está sentada al fondo de un pasillo, no más luminoso que la pista; y pareciera que a partir de ese momento aumentara el número de implicados en nuestra conversación. La mujer escucha al hombre que tiene una cámara de fotos colgada del cuello; y yo empiezo a entender, por el tono cómplice con que Tulio se refiere a ellos, de qué le estará hablando: de libros, de frases inolvidables.
Ahí permanecieron, sin faltar una noche de esa primer semana: ella marcando un compás de espera, balanceaba una pierna cruzada debajo de la pollera larga con botas; y él con su cámara, acechándonos por los claros de la semipenumbra, daba la impresión de que iba a fotografiarnos. Esperarían que Tulio diera el visto bueno a unos escritos míos que tenía en su poder desde el lunes, para que yo formara parte de ellos y fuera el cuarto miembro que cerrara su círculo. Verían cómo se afirmaba en cada frase, gesticulando con los brazos en forma de parábola por encima de su cabeza, para luego bajarlos y trazar una horizontal que el filo de su mano iba mensurando en cortes certeros a lo largo del mostrador. Me verían a mí, siguiéndolo de cerca por los puntos suspensivos de mi atención, a punto de interrumpirlo -estoy seguro-, saltones los ojos, entreabierta la boca, el pecho desafiante. Supondrían que hablábamos de la afinidad que tienen las palabras con las sensaciones del cuerpo cuando al combinarlas alcanzan el tono justo de una musculatura bien entrenada, ni muy laxas ni muy tensas. Y estarían en lo cierto; habrían encontrado las palabras justas para traducir la idea que se habían hecho de nuestra conversación. ¡No, qué idea!; lo conocían bien a Tulio, sabían hasta dónde quería llegar conmigo y qué piso debía pagar yo por sentarme a su mesa. Recién el viernes me los presentó y a la madrugada desgusté un submarino como nunca antes ni después probaría.
Fuimos conociéndonos por lo que escribíamos, inseparable de los escritores que leíamos en voz alta y que a mí me deslumbraron todos juntos, no como ellos que venían asimilándolos de a uno por vez, con algún tiempo de respiro entre los inéditos mecanografiados de Bustriazo Ortiz y los de Juanjo Sena que acompañaban sus cartas a Tulio; más los manuscritos de Armando Díaz, preso en la Colonia Penal, que nos llegaban por un abogado de su confianza; y lo poco que se conseguía de Michaux, de Trakl... Cuando nos cansábamos de leer, hojeábamos unas láminas de colección de Franz Marc que yo había conseguido en una casa martillera, e iban saltando a la vista caballos rojos y azules; un torito replegado bajo una tormenta de nieve; zorros y ciervos acuñados en los vértices de un bosque; un par de vacas amarillas.
Luego se comentaba lo que se había leído. No me acuerdo que alguna vez se citara una revista literaria. Se iba al grano, sembrando al voleo lo que se cosechaba a granel.
Alguien tenía que ordenarles lo que ellos consideraban una pasión secreta, no un oficio ni una profesión. Me tocó a mí darlos a conocer. Hice con sus escritos lo que hice con los míos: corregirlos, seleccionarlos, pasarlos en limpio y publicarlos bajo esa frase de rigor con que los poetas pretendemos exorcizar el fracaso: "Mientras haya uno que nos lea, el esfuerzo está justificado". Así armé este libro. Ninguno de los tres participaron en la decisión; pero antes de que nos separáramos me autorizaron -si se daba la oportunidad- a editarlos, con una condición: firmar sus textos con seudónimos que yo les inventara, el único en conservar su nombre propio. Me encomendaron esa misión porque me sabían reacio a sacrificar mi rótulo identificatorio por otro nombre que no fuera el que se exige en un concurso literario a fin de salvaguardar la ecuanimidad del jurado.
Cumplí en llamarlos por seudónimos que se me impusieron a fuerza de repetírmelos, desde el momento en que la mujer me sonó a Mara Robledo, ¡una talla en madera noble!; y el fotógrafo, a un nombre enroscado como Leandro, disparándose por un apellido en fuga como Vaz.
Al anfitrión del grupo lo asocié con un nombre de industrial italiano que templa su apellido en quilates de platería criolla. Tulio Sandoval se me ocurrió llamarte, al otro día que te fuiste a vivir a Madrid con tu hija Azucena. Casada con un militar español, Azucena quería que su esposo luciera la presencia de un suegro y que sus hijos se durmieran con los cuentos del abuelo materno. Hacía un tiempo que sus cartas amenazaban con llevarte junto a ella. Vos te dejaste ir por curiosidad, sabiendo que jugar un nuevo papel en la herencia familiar suele dejar su marca en el estilo literario, a no ser que chochees y te vuelvas blandengue y desabrido. Pero no te imagino exaltando a tus nietos con poemas alusivos que leen el futuro de la gente admirable que ellos serán y la proeza de inventos y comodidades que les espera. Sin duda, gozarás de buena salud.
Te llamé Mara Robledo, a vos, sí, animadora de pausas que alentaban el suspenso cuando tres tipos discutíamos interrogándonos; manteniéndote muy por detrás de tu mirada, al final resumías en una frase lo poco o mucho que habías oído y aun lo esclarecías; no ibas a permitir que una pregunta se dispersara en una interpretación al infinito. Coincidió que nos dejamos de ver en agosto, cuando cerró la librería donde trabajabas y te fuiste al sur, a rodar unos cortos publicitarios con una agencia que luego te contrató como guionista. Todo se dio al mismo tiempo, en la coincidencia de que ustedes se iban y yo me quedaba, encarnando la versión masculina de la primera persona que centraste como un nudo en la hilación de tu poética, alguien que envuelve su intemperie con la estela de la ausencia después que los viajeros se han ido, como si nunca acabaran de pasar.
Leandro Vaz le llamé al "fotógrafo de sociales", como te gustaba presentarte. ¿Qué pasó con vos? ¿Por qué me lo pregunto? No sé; antes de que salieras para Quito me anticipaste por teléfono que si no volvía a recibir noticias tuyas, no me preocupara y menos me ofendiera; simplemente te habías entregado al fluir de la fatalidad. Y usaste una comparación que ya entonces diluyó en mí cualquier esperanza de que encontraras en Quito un destino de regreso: "como llenar una bañera con agua a la temperatura del cuerpo y desangrarse hasta dormirse", dijiste.
Yo no superé mi condición de autor; me tomé en serio esa tertulia trasnochada que en tren de broma llegó a llamarse "El taller blanco" y que empezó con un pin-pong de disparates, aludiendo a la mítica hoja en blanco que el escritor debe afrontar antes de soltarse a escribir. Se disparaban figuras en las que combinábamos sexo con trascendentalismo, como decir que la hoja en blanco era "vacío semental"; "el éxtasis antes de la oración"; "la esterilidad del impotente"; "regresión al primer día de clase". Para no ser menos, se me ocurre una máxima de lo más grandilocuente que fue recibida con todo tipo de sarcasmos. Dije que la hoja en blanco era el taller de la nada. No paraban de reirse. Terminaron apodándome "el trabajador de la blancura". Tulio me preguntaba cuando me veía llegar: "¿Y? ¿Qué tal la jorrr-nada, Miguelitus? ¿Entintaste mucho el overol?". Yo era muy joven y les devolvía una sonrisa de compromiso, dolido de que no citaran mi frase como la definición más acertada. Como sea, les inspiré el nombre del grupo y hoy siento que llamarlo "El taller blanco" fue un guiño de afecto y comprensión dirigido hacia mí. Estoy seguro que también aprobarían el título del libro, ya que "El sendero sin bordes" sería para ellos uno de mis poemas que mejor sintonizaba en ritmo y composición con las charlas inestables que nos mantenían despiertos.
Los papeles se me mezclaron en una valija de cartón (y en el tiempo), y me ha costado distinguir cuáles pertenecen a uno y otro (así me justifico cuando pienso que algunos de estos textos los publiqué con mi nombre en ediciones subterráneas del Interior).
Me posesioné de escritos ajenos corrigiéndolos de acuerdo a mi criterio estilístico. Y no he vuelto atrás. He sostenido hasta ahora mi delito en un afán perfeccionista. Quizá todos los delitos se obstinen en el mismo vicio de perfeccionar el ocultamiento y apoderarse de la trampa que toda ley encubre.
El libro me hizo su rey, y yo lo goberné en la creencia de que lo había escrito solo. El abuso exige arrogancia. Me arrogué, fuera de la vaga autorización que me confirieron, el derecho de publicarlos a mi antojo -diría antológicamente-, sin aclarar siquiera en qué época fueron escritos (los de ellos y los que escribí después de que ellos se fueran) y por qué los elegí entre los demás papeles que seguirán inéditos, vaya saber por cuánto tiempo más, ocupando mi valija de cartón.




PÁGINA 15 – POESÍA ARGENTINA

Manuel Lozano (San Francisco-Córdoba-Argentina)

DESCENDIMIENTO A LAS NAVAJAS DE LA LLUVIA

...y que el mismo haya sido atraído
por la gula de los cuerpos muertos.
Giordano Bruno

Los cardos del desierto secan en la voz
el residuo de una estrella.
El deshollinador lamenta haber sido,
alguna vez en el mundo, un cuerpo amado.
Toda la noche se petrifica bajo mis pies.

No toco esa raíz,
no quiero que arrojes fuego en mis arterias,
que siembres herida cuando calla la luz.
Un reino de lenguaje suelta las crines
y es un puñal el relincho bajo la lluvia que empieza.

Poseso,
subes al sigilo.
Poseso,
¿dónde, todavía recubierto por las escamas
lamidas por tu idioma del origen?
Poseso,
el inconsolable da vueltas en su memoria.

Poseso,
¿gritaste con el grito suficiente
del panal en la noche del enigma?
Poseso,
viene la lluvia con la multiplicación de los panes,
divinizada,
fértil.

Ha de llegar.
Por mucho tiempo apartado, festejará mi casa.
¿Ahora vuelve relámpago, orquídea, eclipse?
De la tierra de Nínive resucito.

TODO ANIMAL NOCTURNO

Y dijo al varón vestido de lino, que
estaba sobre las aguas del río: ¿Cuándo
será el fin de estas maravillas?
DANIEL, 12:6
in memoriam Walter G. Weyland

Han excavado de repente en el dolor y no es posible,
la semilla ha crecido hasta la tarde
de cuanto era en el mundo.
¿Con qué fulgurante esplendor fue abierta la entrada
al templo cuyo pórtico entreviste?
Ángel con espada de azucenas,
álzate del vértigo y ayuda al que tiembla con su voz en esta puerta.
No llores sobre esta red inconclusa, sustentada en humo
por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo.
¿A qué cauce de cenizas arrojarás la herida de este hombre?
¿Qué cortejo increíble ocultará la pérdida?
Se sustituyen las máscaras de piedra, de desechar y de oro,
de cansada carne escuchando el llamado.
En la memoria del día duelen tanto los viajes al prodigio.
Ya no arrastres tu piel en la lenta fiesta del espejo.
El vallado se deshace y evidencias la desbordada, brillante
fortaleza de tu revelación.
La Rueda huye hacia otro llanto.
Una fotografía es un vidrio gastado como un muelle.
Debajo del sol (de un sol de escalofrío)
nos comen las langostas, trabajan sanguinarias
el despavorido corazón de los vivientes.
¿Cómo reconocerme en el antes si mañana despierto?
Ya no más.
Que no se les conceda vida a esas escorias.
¿Y quién terminará con su mal sobre esta superficie?
Oye las palabras del que queda.
Aunque el desierto se callara con gotas de sangre,
él cantaría.

LA DANZA

Paréceme una cueva donde guardar los hilos
que estallarían el aceite y la saliva
extendidos como sudarios por el júbilo negro.
Me río en la albura de esta profanación:
¿Son manicomios los que ríen
por mi perdida sangre, por tu perdida
/osamenta,
por el tejido de llagas?
Entre ellos va cayendo una mansión.
El germen vela a la hija más fría
de Xangó con su perro entre los pastizales.
¿Ante qué liquen era el milagro
de tu muerte hundida por un tigre que vuela?
La sed pregunta por la herida,
discurre en percepciones de rocas
de un planeta exhalado para el amor,
para otros altares.
No hay víctimas sin red,
ni lajas sepulcrales sin declives.
El soplo desnudo es un caballo.
Paréceme trepar como gramilla lejana,
tal vez humo.

AQUEL ROBERT BROWNING SALIENDO DE LA HIERBA

Viento que has gastado el sol con tu secreta lámpara, apenas
el asco por el mundo
y ni siquiera el albor como un insuperable ramo de prodigios
que desde la pesadilla no llega.
Vengo a ti cuando soy nadie.
¿Cómo estará tu canción resplandeciente entre carbones fríos?
No se destruiría el espanto con esta posesión.
El viviente reclama agua arrastrándose en un cuarto de hotel
lleno de libros y de sombra caníbal, mis testigos.
Es insostenible tu amor reclinado para siempre entre los muertos,
el curvado rostro derritiéndose en su hoguera,
agravado quizás en la pasión sin sosiego de los días.
Has vuelto a arrojar sombra donde hubo tinieblas,
a quemarme el corazón con esta sangre.
¿Qué carne, vieja criada de las telarañas, riendo a solas?
No hay terrazas para ver la tempestad.
No hay pleamares, furiosas danzas de escarnio.
No hay impaciencia de fruto en este infierno.
So is the murder managed, sin conceived
to the full: and why not crowned with triumph too?
Why must the sin, conceived thus, bring forth death?
Vengo a ti cuando soy nadie.
Señor inacabado en el hambre, acógeme.

ADVOCACIÓN SOBRE LA FIGURA DE JANO

¿Qué ficción espúrea llega a esta casa?
Enciende lo inconcluso.
Es la voz de un crimen que se pasea
entre los aserraderos verdugos de mi profanación.
Bajaré al subsuelo.
Huesos atrapados donde no estuve,
cautelosa gangrena de los mártires,
levemente cubrirían un mantel de cenizas.
Pero las cáscaras de la memoria iluminan el jardín.
Semejan una morada que no corrigen mis pasos
expuestos a la depredación de la dicha,
cueva laberinto entre la muerte y su sentencia.
Hablé contra la acacia de las apariciones.
Manchas de aceite trae mi atavío.
¿Qué retorno ha de ser un inicio?
¿Dónde la teurgia del fuego?
¿Cuántas piedras tapian desde siglos tu salida,
Orestes o Lázaro, Medea o Apolonio a sobresaltos
cumpliendo el luto ardiente del destino,
espiando por las rendijas cada cuerpo
en el fondo del plato?
Contigo las palabras se bautizan con humo.
Son dos puertas y un cetro los guardianes,
pero no debes entrar.
Ha llegado el solsticio.
Principia la fiesta.
Que el herrero sea envuelto en relámpagos.

COMIENZO DE LA LLUVIA EN HARLEM

But I have that within me that shall tire
Torture and Time, and breathe when I expire.
Lady Byron
Para Cecill Villar

¿Y dónde se escondía el lóbrego sol de las derrotas?
La fábula urde en los muros la plegaria,
reconoce al visitante deformado en atavíos de sangre
y con monedas de bronce siempre indemnes por la ausencia.
El maderamen está listo.
No insistas con el decorado de los frágiles.
Parezco caer junto a estos muelles
donde yacen las lágrimas de Adán y su heredero.
Me congelas en el cuerpo de prometida arcilla.
Las caravanas llegan al festín.
Borradores del relámpago, siervos de una antigua potestad,
sellarán con luto la habitada mordedura de tu especie negra.
Nadie puede abrir -ni siquiera rasgar- la feroz tapicería
de mi duelo milenario con el agua.
En esta playa se desnudan los lobos.
La cicatriz amargará hasta la náusea lila
los colmillos de su máscara de iniciación.
Ya era tarde cuando me amamantaron.
¡Piedad!
¿Alcanzas la húmeda carne de tus hijos
como filo imborrable de navajas?
¡Despréndeme, atestíguame por la transubstanciación
de aquel reino sepultado!
¿No era atroz el amor en esas caras que ya han visto
el infierno desde el fósil de mi soledad?
En la humareda fui el primer huésped.
Ensimismado o errátil, se quiebra el sudario debajo de mi efigie.
Llueven sudarios en esta rajadura donde tiemblas huida,
donde guardan los restos de otro viaje encantado.
¿Qué nocturna Medea en esta anunciación de peligrosa alabanza?
¿Quién sobrevive a su paso por los tibios jardines?
Canta el niño ciego su dolor de pronunciarse
allí donde los ríos y el mar recogen vidrios de mi historia.
Inevitable este renunciamiento consagrado a un golpe de tinieblas.
Debajo de la piel, los huesos cantan.
Los huesos me ven.
¿Y hay catecismos de pavor que detengan a los desolladores?
La tribu arrastra los tentáculos del brujo.
Lloré hasta la lejanía del miserable en el umbral de una iglesia;
lloré hasta vaciarme los ojos en las islas del hambre y de la peste.
¡Bienvenidas memorias de tu transparencia en Orión!
Les di de beber el deseo y también la impostura
del disfraz más hermoso de este mundo.
Cada huella es un tajo de abismo, les repites.
Alrededor del camino sólo encuentras ataúdes
cubiertos por guijarros.
El emigrante perderá los vestigios de su recién nacida.
La anamorfosis del retrato inundará la hierba.
Yo he buscado la entrada, cumbre de los sortilegios.
He comprendido.
¿Por qué no cesa este llanto contagioso en las ventanas?
La letanía multiplicará mi silencio.
¿Y por qué no sube hasta aquí donde me nazco esfinge?
Mirada de trasluz. Hoy es la noche.


Santiago Bao (Villa Gesell-Buenos Aires/Argentina)
(Premio de Poesía Fondo Editorial Rionegrino)

EL DESVÁN DEL ORNITORRINCO

Resabios del esplendor
de la tierra
de unicornios, dragones
y sirenas,
en su desván el ornitorrinco
con retazos diversos
entrama su compostura
y se burla de la evolución.
Se mueve feliz
y desde su ventana exigua
contempla el mundo,
pero, como en la industria
humana añora algo:
volar, poca cosa,
modestia de ornitorrinco
considerando nuestro anhelo
de eternidad
que las raciones del tiempo
disipan.

LA COMPLACENCIA DEL CAÍ

Muy pocos aún
deambulan con organilleros
eligiendo en un azar
aparente los doblados
papelitos coloreados
de los destinos ilusorios.
No dudan, ágiles
en las orillas suburbanas.
Los que permanecen
en las horas del bosque,
vagan alegres
comiendo frutos y caracoles.
Como buenos sabios
aman los ríos
y en sus orillas
se complacen en descifrar
los diminutos guijarros
del destino.

ANIMALES DEL JARDÍN

De poseer
un jardín privado,
albergue del ocio
y las memorias vulnerables,
lo habitaría con el bandicut,
el escuerquers, el nombats,
el tenrec que bosteza
inagotablemente
y el pequeño noolbenger
que se alimenta sólo
de polen, néctar
e insectos diminutos.
Huéspedes dilectos
para la intimidad
del murmullo de la hojarasca.

HOMO

Mamífero que prefiere los trópicos
donde se encuentra con agrado.
Si de conductas se trata
no es muy distinto a los primates,
se halla a gusto con la poligamia
y la naturaleza para complacerlo
hace que las hembras sean más numerosas,
las crías nacen inmaduras y dependen
mucho tiempo de sus padres,
tendencia que se incrementó
con los siglos y la tecnología.
Son más cooperadores afuera
que dentro de su propia casa.
En general de naturaleza agresiva
se disipan en ambiciones y quimeras.
Construyen traiciones, olvidos,
castillos en el aire
y regresos imposibles.
Esencialmente son terrestres.

PAN DE COLIBRÍ

Mi alimento singular
ha sido el pan
del néctar de tus sueños
en las tardes complacientes
de tus labios de fábulas
y breves abismos.
En las despedidas abiertas
he libado en el suspenso
de un tiempo diminuto
la dulzura susurrante
de un abanico de guirnaldas.
Pan de colibrí
que brota de la garganta
de la primavera
y en un aleteo inverosímil
se esparce
y me mantiene suspendido
como una canción inolvidable.




PÁGINA 16 – ENSAYO

NOS LO SABEMOS TODO

Por Mónica Russomanno (Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

Una ya sabe cómo son las cosas. A esta altura tenemos bien claro
cómo y para qué lado gira la tierra, no necesitamos ver los carteles para cruzar las calles, y si sopla el viento sur sacamos los abrigos de los roperos. Ya estamos grandecitos, y no nos sorprende el truco de la galera y la paloma.
Buscamos el fondo falso en las cajas, leemos las fechas de
vencimiento en los envases. No aplaudimos al director de la orquesta cuando entra, sino hasta que demuestra que vale la pena y lo merece.
Nosotros, a estas horas de la tarde, ya no somos unos niños.
Me contó mi amigo que andaba saliendo con una muchacha. Muy joven, muy linda, muy casada. Así son los hombres. Una carne joven para usar antes de sentir que el último tren salió hace rato de la estación, una historia para presumir frente a los amigos, un triunfo inesperado.
La gente es así. Los hombres hacen una sonrisa basta y ordinaria,
las mujeres se ríen incómodas. Un guiño de ojos termina de manchar con grasa el papel y le pone un moño nauseabundo al desperdicio.
Mi amigo me contó hace un tiempo que andaba saliendo con la
muchacha.
Me cuenta, ahora, del color cambiante de sus ojos; de cómo lucen
ellos cuando está triste; me cuenta que se abrazan y no hay forma de
soltarse, me dice que se siente hombre a su lado porque la protege y se siente niño, él, con su físico ominoso, porque ella, pequeña y menuda, lo protege a él.
Me cuenta este amigo, este querido amigo me cuenta que caminan del brazo y son felices de estar uno junto al otro. Que se van conociendo y les gusta lo que descubren, que se narran sus vidas. Y así, sin pudor, a viva emoción me dice que están enamorados.
Y está grandecito para andar diciendo esas cosas, pero sin embargo se nota la sonrisa en las palabras, y una alegría diáfana se expande desde y alrededor de su carta.
Me dice que está vivo y es feliz, que la vida es corta, que quieren
vivirla respirando el mismo aire. Que se mudan juntos.
Y así son las cosas. A estas horas de la tarde también se ilumina
el cielo para algunos afortunados. Y nos sacamos el traje del cinismo, entonces. Y deseamos lo mejor desde los deseos más profundos, desde lo inviolado, desde esos adentros que no han sido marchitos por tanta sapiencia y tanta decepción.
Con la completa inocencia de quien acompaña el sueño de una flor dormida, renacemos a la esperanza y les deseamos buenos vientos y ventura. Y les damos las gracias.




PÁGINA 17 – COMENTARIOS DE LIBROS

UNAS PALABRAS SOBRE ESTA “SINFONÍA”

El Consejo Nacional de Educación Superior –CONESUP-, ha querido rendir un homenaje artístico a Cuenca, publicando en muy correcta y atractiva edición, este poema del laureado poeta y escritor Jorge Dávila Vázquez, “Sinfonía de la ciudad amada” , ilustrado con bellas fotografías del Grupo Fotográfico FELUDI y de Juan Carlos Dávila Moreno. Cuenca, la ciudad de los cuatro ríos, la cuna de ilustres escritores y artistas; la villa incluida por la UNESCO en el inventario del Patrimonio Cultural de la Humanidad, es también un lugar mágico, vital, lleno de impresionantes panoramas y gloriosos edificios, así como de discretos rincones, que guardan, de consuno, parte de la existencia secreta de sus gentes, su historia, sus creencias y costumbres.
El escritor cuencano Jorge Dávila Vázquez, con una larga trayectoria, de más de treinta años en las letras del país, evoca muchos de estos aspectos de la Cuenca inmortal en su composición poética, así como también la pasión de la luz por su sitio natal, y lo transforma todo en melodía. El lector percibe ese enamoramiento de la naturaleza por la urbe, y, al mismo tiempo, el intenso amor del poeta y narrador por los distintos aspectos de ese lugar de privilegio, rodeado de montañas, inmerso en la tradición, proyectado hacia el futuro y lleno de bellas construcciones, que expresan tanto el espíritu religioso, cuanto la proverbial inclinación por lo estético de las gentes de esta parte de la patria.
En tiempos de crisis y griteríos, es bueno encontrar un texto atractivo y lleno de evocaciones de la belleza de una ciudad, que parece un oasis en medio del tumulto.
Allí están pintadas, con un lenguaje simple y terso, pero lleno del cuidado que pone el autor en la palabra lírica, las viejas edificaciones; los monumentos o los retazos del pasado, que han escapado al arrollador e incontenible paso del progreso; las calles, las piedras, los templos, las fuentes, los tejados, y las texturas de los materiales humildes o soberbios, con los que se ha levantado el patrimonio arquitectónico de un armonioso paraje que, como decía el padre Juan de Velasco, bien pudo haber albergado el paraíso terrenal.
Y allí están también las gentes, las de antaño y las de hoy, desde los poetas románticos y fantasmales y los pobladores de los viejos sitios artesanales, hasta los fieles que concurren con su plegaría a grandes templos dueños de torres y de cúpulas; allí el recogimiento de la oración, el esplendor del agua o del maíz; la vida vigorosa, dinámica de los habitantes más jóvenes; los detalles de la escondida belleza; allí, en suma, la ciudad-mujer, que espera como novia o como madre la llegada de su amado o de su hijo, para acunarlo en su seno y entregarle su amor apasionado.
Cada página de este libro contiene unas palabras buenas y bellas para Cuenca o una imagen inolvidable de alguno de sus multifacéticos aspectos; creo que al hojearlo, el lector sentirá la inmutable energía telúrica y existencial de una ciudad, construida por fuertes manos indias y mestizas, para ayer, para hoy, para la eternidad.
Gustavo Vega
PRESIDENTE DEL CONESUP
Quito, julio de 2010


Ardua- Rolando Revagliatti (CABA-Buenos Aires-Argentina)

“No hay nada más secreto que una existencia femenina”
M. Yourcenar

Si después de Freud (“Tótem y Tabú”), donde éste plantea la prohibición del incesto y une el deseo a la ley, Lacan resume en “el Nombre del Padre” esa ley que permite al individuo acceder a lo simbólico, al lenguaje, y lo lleva a satisfacer su carencia: “La ley y el deseo son una misma cosa”, “El deseo es la metonimia de la ley”.
Recordamos que esta problemática se presenta unida a la posmodernidad y a la ruptura de los formalismos. La posmodernidad estética rehabilitó lo inconsciente y lo corporal y la posmodernidad teórica estableció “acabar con la primacía del discurso, del texto, de la palabra, del significante: la muerte de la hegemonía de lo escrito”. En definitiva, y para no alejarme de este poemario que dispone de una impecable retórica, con palabras de Lacan: “Yo soy lo que no soy”.
En Ardua encontramos un yo lírico femenino al servicio de un autor masculino, no hay conflicto. Cada poesía carga con la escenografía propuesta por Rolando Revagliatti, quien atesora unas imágenes que rozan el umbral de la simbología apenas, sutilmente. Insinuada por la cadencia audaz del silencio, inesperado actor en algunos versos. Ni la rima ni la medida son condiciones indispensables para mantener el ritmo de un poema, sin embargo, es el ritmo quien mantiene el lazo con el lector. Aparece una galería de mujeres donde se destacan sugerentes detalles, aproximándose a una caracterología. La esencia del género se manifiesta con autenticidad, es creíble.
El personaje es un producto lingüístico, por lo tanto, no existe más allá de las palabras, pero representa a personas según las modalidades de la ficción y así Revagliatti hace hablar y callar a estas criaturas de papel. Porque aunque es en el erotismo, en el sexo, en la elección donde se juega el espacio poético, no es excluyente. El género es atravesado, penetrado por la palabra pero no en este conjunto de poemas, ya que en Ardua intuyo que el autor, luego de una mentada decisión, logra fluir con absoluta espontaneidad. Por lo tanto, puede presentar a estas mujeres desde el hedonismo, el hastío, el juego especular, la infidelidad, la infelicidad…
Si la definición de “arduo” es “escarpado, difícil” y el poeta ha elegido justamente un adjetivo ambiguo para el título de su libro, como todo adjetivo cumple su sino de referirse al sustantivo para determinarlo (¿la mujer, las mujeres?). El poeta describe momentos íntimos y también externos propios de la condición femenina. En estos textos encontramos una privilegiada y mesurada (o no) exposición de adjetivos y así “ardua” será: atrapada-enamorada-dichosa-amenazadora-reconocida-resignada-contemplada-acompañada-pragmática-facilitadora y continúa…
Digo, lector, que esta página puede ser un azoramiento de mujer.
Por Susana Rozas (Rosario-Santa Fe-Argentina)




PÁGINA 18 – CUENTO

ALTURAS DEL GOLÁN

Por René Rodríguez Soriano (Constanza/República Dominicana)

Sólo quieres comer maíz, maíz, maíz, y no te apetece nada de tomar, nada de tomar. Miro que me miras, y no me ves. La nube gris ronda agorera sobre nuestras horas. Anoche hubo más explosiones por el Oeste. Hace mucho calor. Te niegas a tomar agua. Me miras, sólo me miras, y sé que a través de mí te enfrentas a lo que desconozco. Sólo quieres comer maíz, maíz, maíz; y yo, desde aquí, miro por entre los despojos de tanquetas quemadas por los morterazos, allá abajo, la cintita delgada que casi estática se mueve, y provoca tanto pesar y desgarraduras por estos lados del mundo. Está casi seco el bíblico Jordán.
El mundo sigue dando vueltas y sólo quieres comer maíz, maíz, maíz. Me sorprende que ahora te apetezca algún refresco. Lanzo una cuerda al río, y siento que se engancha algo. Suelto un poco, un poco más y otro poco. Ya no quieres comer maíz. Halas conmigo la soga larguísima y pesada. Sabemos que algo trae.
Ayer en las calles de Jerusalén hubo un nuevo atentado, dice uno de los soldados que nos custodia, que murieron tres mujeres y dos niños recién nacidos cuando salían de un templo. Ya queda poca soga, y sigues halando. Estás ausente y yo tampoco estoy aquí. No somos ni tú ni yo. La cuerda sube y sube, y mientras más halamos, más soga queda.
Del otro lado de La Franja de Gaza se alcanzan a ver otros soldados con otros pensamientos, con otra tecnología y otros miedos y otras ganas de matar y de morir. La soga sube y, de pronto, nos vemos tú y yo, de frente, frente a frente, en una fotografía tamaño 5 x 10, la que nos tomamos al despedirnos en el aeropuerto de Heathrow. Vemos la foto. Intento tomarla, intentas tomarla en el instante preciso en que comienza a arder tocada por la misma ráfaga que acaba de alcanzarnos, y comenzamos a caer. © rrs




PÁGINA 19 – POESÍA AMERICANA

Enrique Díaz (Sunrise-Florida-USA)

IMPOSIBLES...POSIBLES.

Dime si es posible empezar de cero,
bañarme en la luz de tus miradas
aceptando que el amor es,
un corazón que crece en desafíos.

Dime si es creíble
pintar de imborrables colores estas ansias;
mirar a lo alto para hallar aquel lucero que una vez
fue la lumbre anterior que hoy, es el olvido.

Dime si aún no es un espejismo
sentir la fuerza de tu albura,
donde la llama de mi pasión
en tus brazos se anida.

DESTINO PRESENTIDO.

Siempre terminan en el olvido los poetas,
mueren también en jaulas sin barrotes
o en los labios que sentencias sus poemas.
Expiran otras veces en las glorias ocultas
y desaparecen antes del final,
de aquéllos que apuñalan
sus quimeras sublimes.

Parten al más allá por muertes naturales
o en dulces suicidios, sin saber
el color de las zozobras y las nostalgias.

Siempre fallecen en el abandono los poetas
junto a sus versos que le dieron, la vida.

HABANA.

Nunca te dije, adiós,
tú, mi preferida entre todas.
Cómo yo renunciar a tus nobles embrujos,
a tu esplendor de Giraldilla no gastado por los siglos,
a tus seducciones flotando entre tantos recuerdos...

La vida, mi vida
me gustaba pasearla en tus amaneceres sin pausas,
en la placidez de tus noche,
dulce embriaguez que en mi alma ardía.
Eras tú, tan próxima. Y cómo te amaba.
Ciudad poética, eterna y definitiva.

Cómo no sentir tu ausencia
el no estar yo contigo, en tus voces
de cuando te dije, adiós,
y hoy te recuerdo, y escribo.

POETA INFINITO.

Siempre añoré conocerte,
poeta infinito de los laberintos y los espejos,
maestro que naciste ya sabiendo
escribir con los ojos vedados,
a los destellos de las luces y sus símbolos.

Tanto invoqué entre mis manos tus dones
tu fulgor a Buenos Aires, y leer
en los manuscritos de tus memorias,
tus versos de perfecta simetría
creyendo como usted, que el Paraíso,
residía en una biblioteca llena de historia.

Dóndes estás, Borges; en cuál ayer
que parece no te has ido,
y te siento tan cercano en el Hoy, el Aún y Todavía.

LA VERDAD DESHABITADA.

Qué es la verdad- preguntó Pilato.
Juan 18:38

En cuál camino del universo,
en cuál límite de la galaxia
en dónde el planeta y su cumbre,
estará,
allí virgen, deshabitada, reluciente,
la verdad guarecida en sí misma
tan de de cierta, que alumbra al infinito.

Dónde hallar eso que es verdadero
y aún siéndolo, parece mentira.

O será, cual extraña flor,
certeza que perfuma
un solo día.

ELECCIÓN.

Serás lo que desees ser
aunque no te lo permitan.

Edenes buscas en tus caminos.
Oasis de amores en los desiertos.
Felicidad en medio de las iras.

Serás el agua o el acero.
El náufrago o el sobreviviente.
El gladiador o la cruz.

Será la meta de ti mismo
aunque en la elección,
se te vaya la vida.


Alejandro Delgado (Morelia-Michoacán-México)

SUEÑOS QUE SE HACEN SUEÑOS

camino por la calle frenética de inclemencias
mis pasos oscurecen lo que florece en el viento
camino sobre las aguas y el desierto marino
visto mi piel de humo
camino con pies desnudos de fuego
y mis sombras andan descalzas
en tanto mi silueta de ecos
se hunde en una pesadilla de piedra

sueño que mi vida
es la enredadera trepando la piel del silencio
el deseo fragmentando los espejos del instante eterno
el sueño que martilla maderas de sangre
la piedra del río multiplicando estrellas
y despierto al sueño del despertar
soñando despierto el sueño de soñar
como aquel soldado que cava una trinchera en el mar
o esa nave que ancló por siempre en la profunda tormenta

TIEMPO QUE PERDER

el tiempo pasa como la saliva del ansia
se arremolina en la esquina del instante
tiempo que siembra y cosecha tiempo
cuando el todo se hunde en la nada

DE LA MISMA FORMA

ella bosteza el peso del tedio
sonríe el sabor amargo de su mirada
que es el conjuro de la apatía
una eterna excusa para el principio
el cuento de nunca acabar
cuando la mediocridad
se le vuelve fiesta

EL ANDAR DE LOS SERES

los pasos escuchan el eco de las banquetas
miradas perdidas en la pantorrilla de la prisa
fardos en soledad circulando la esencia de la espera
repetición que atestigua el juicio de la noche

los pasos de los seres anudan el retorcer de la memoria
encuentran en las huellas la sepultura del nacer
son los ecos que caminan persiguiendo sus sombras
que reptan los hilos de la mañana
tejido que muerde el clamor de los gestos
en el sentido iracundo del rizoma del tiempo
que bifurca en humo la carcajada de la esperanza

CRONOLOGÍA

el tiempo cobra el rostro de la gente
la gente se escurre entre las alcantarillas del deseo
del deseo se pueden decir todas las cosas repetidamente
repetidamente camino solo por las avenidas del deseo en turbio desacuerdo
desacuerdo es la mejor palabra para designar mis máscaras

mis máscaras tienen el mismo gesto
el mismo gesto del tiempo
dentro de mí hay un silencio perplejo que brilla oscuro
oscuro es el canto de las cenizas y de los creyentes
los creyentes asomaron sus estúpidos pasos por mi puerta

mi puerta que se abre silenciosa clama su propia paz
paz es lo que lubrica mi deseo y el aullido de mi sombra
mi sombra es un espejo que juega a morirse sola
sola siempre va la sirena que me acompaña
me acompaña la rabia del espacio contra el tiempo

el tiempo es el mejor amigo de mi sombra
mi sombra es el canto del silencio
el hombre es la promesa oculta de la luna
la luna que se oculta dentro de sus cráteres
cráteres que son las mudas criaturas del insomnio
del insomnio que escribe sus códices en el agua oscura

oscura la fruta del huerto donde los muertos crecen sus raíces
raíces son los ríos del mar y los caminos que se hunden
se hunden en mí ser todas las piedras y las espinas de las flores
las flores de los lirios suicidas en el manantial de los sueños
los sueños son mi mejor y mi peor apuesta contra el tiempo

el tiempo es la dialéctica de la muerte

UN DÍA DE FEBRERO

la niña traía la música por dentro
la mujer teje el color del eco
el mundo se enreda en su cabello suelto
frenético río después de la trenza
arquitectura texturosa después de la piedra
y en mi mano se aprieta
la rabia multicolor del desencanto




PÁGINA 20 – ENSAYO

CURRICULUM VITAE

Por Estanislao Giménez Corte (Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

I

Yo he visto al genio. Lo he visto ayer mismo, en una habitación contigua, en soledad, aquí, en el palacio. Escribía, el genio. Pequeño, casi insignificante, pasó en la tarde largos minutos inmóvil, con la vista sobre el papel, las paredes, la ventana, sucesivamente. A raptos de rabia o de excitación respondía resoplando, quejándose, moviéndose, acomodándose las vestimentas. Yo, expectante, desde unos tres o cuatro metros, detrás de la puerta entrecerrada, veía y escuchaba la pluma y la tinta casi cortar el grueso papel: notábase un trazo firme, inequívoco, que atosigaba el pentagrama. Luego me enteré de que no corrige. Tiene la obra completa en la cabeza, me dijeron los de la cocina. Pletórico, lleno de energía, escribía el genio. Lo he visto. Cada dos minutos, cada tres, tomaba aire, caminaba en círculos, se frotaba la cara. Acariciaba el clavel, el piano, el violín, apenas para confirmar el dictado de su mente, sospecho. Y se reía, el genio. Se reía mientras mojaba la pluma y dejaba destellos geniales en esas páginas. Destellos que yo nunca voy a poder escuchar en un concierto.

II

Yo he visto al genio. Tiene ahora catorce años. Toca en las cortes desde los seis. Antes de los diez compuso su primera sinfonía, me dijeron los de limpieza. Conoce Londres, París, Bruselas, Roma. Su fama es moneda corriente entre reyes, príncipes, arzobispos. A nosotros, los sirvientes, no nos dejan asistir a sus presentaciones, por supuesto. Ha venido al palacio a recibir el título de maestro de conciertos, distinción casi inconcebible para alguien de su edad. Aquí, en Salzburgo, su ciudad, su renombre es impresionante. En las esquinas se rumorea que su padre, Leopold, ha dicho que su hijo es un milagro de la naturaleza. En su mirada, que apenas pude divisar por la puerta entreabierta, hay una suerte de oscuridad o severidad que no se corresponde con su porte, aniñado aún. Acaso la férrea educación de su padre, que es además su maestro, lo ha atormentado. Pero yo qué sé.

III

Yo he escuchado al genio. No sé nada de música. No he tenido educación. Conozco al pequeño gigante por las desmesuras de la chusma y las exageraciones de los adláteres. Ignoro las corrientes musicales, los lugares de los vientos, la intromisión de las cuerdas; no sé lo que es un allegro ni un andante, pero ¿cómo decirlo?, después de escribir largo rato, se sentó al piano. Yo debía volver a mis tareas rápidamente; no pude. Allí quedé. Sentí entonces una suerte de placidez que no conocía y una leve excitación que corría en venas y arterias y cierta aceleración en la respiración y luego el silencio y la calma. Después devino algo así como un estallido, un estallido de notas, supongo, de hermosas notas. Yo vi tocar al genio: el clave, el violín; no leía. Sabe, de memoria, obras enteras. Puede plasmarlas en papel con escucharlas una sola vez, me dijeron los guardias. Mi ignorancia me permite apreciar, con suerte, menos que un ápice de su arte. Para mí basta. Yo, un bruto, he llorado escuchando al genio. Su padre lo llama Wolfgang; su hermana, Amadeus.




PÁGINA 21 – CUENTO

GABRIELA

Por Carlos Pensa (Avellaneda-Buenos Aires-Argentina)

Intensamente revivo aquella tarde en que llegó con su madre, casi distraída, jugando con un reloj japonés. Debí erguirme y respirar profundamente para ocultar la conmoción que corrió por mi cuerpo turbado por la figura de Gabriela. Después pensaría con irritación y autocritica sobre mi actitud prudente (¿o fue cobardía?) ya que para no demostrar cuánto me atrajo la miré poco y disimulé quedándome sin detalles para gozarla con la memoria.
En la soledad del escritorio me esfuerzo para recuperar su imagen, recomponerla y suponer que la veo otra vez: cabellos marrón rojizos y seguramente suaves, de brillo cambiante a coro con sus movimientos. Dos ojos luminosos le adornaban su rostro angelical y sonriente de dibujo perfecto. El cuerpo de Gabriela lo hubiera querido rodeado con mi abrazo apasionado; temblaba ante su camisa tostada resaltando las turgencias del pecho y cuando espié su escote soñé más de lo que pude ver. Mientras Gabriela permaneció en el negocio sus movimientos dejaron ver el animal ardiente que se revolvía dentro de esas ropas juveniles: su sonrisa me provocaba o así lo creí, volando con mi deseo hacia espacios donde la madre no aparecía y Gabriela me pertenecía.
Ese atardecer sin clientes, la merienda fue mi única compañía ya que mi desgano resistía alimentos: todo entusiasmo se fue con ella.
- ¿No me oíste llegar?- preguntó burlón Sergio sacándome de mi viaje. No le contesté pues me faltaron palabras y con la cabeza, sonriéndole, asentí: era hora de cerrar la lencería e irnos a cenar. Mi esposo tenía razón.




PÁGINA 22 – POESÍA AMERICANA

Joaquín Martínez Torres (Ensenada-Baja California-México)

CONCESIÓN DIVINA*
(Historia de Feliza, mi gata)

Todo lo que se mueve y tiene vida os será para alimento: todo os lo doy como os di la hierba verde.
Génesis 9:3

seres vivos
hartazgo de miserias en la Tierra
efecto de atavismos

ignoto padre
complaciente madre aguardó
el venturoso arribo de sus crías

al tiempo separándose fueron
instinto añejo de libertad urgidos
uno a la puesta del sol
otra al abrigo nocturno

de la hermosa camada
quedaron dos
intento vano fue
retenerlas conmigo

sería proeza conseguir armonía natural
entre especies distintas
can de tiempo morador
y felinos en el mismo lugar

razonable sino cruel fue la elección
cuatro luceros verde azul
de confiado mirar
como inocente
en ellos no aprecié temor alguno
ni rasgo de reproche o de ojeriza

mas pude percibir
destellos de asombro tal vez duda
por si acaso explicarles yo pudiera
conducentes motivos
a mantenerlas
en metálica jaula recluidas

ahí estarán las dos
a la espera de mano bondadosa

que les ofrecerá en otro para ellas
confiable hogar

el vientre de Feliza de nuevo está vacío

la hábil mano del hombre
marcó el final de futura preñez
al operarla

todo ha concluido no volverá a parir
su vida ahora será
vagar en busca de sustento
sabrá dónde encontrarlo

hurgará en la basura

ingerirá alimañas
avecillas o pequeños roedores

influí como nadie en su futuro
empero
habitará conmigo hasta el fin de sus días

será mi obligación proporcionarle
alimento y cuidados
desde el momento aquel
cuando por hambre vino
y una miga de pan le fue ofrecida

a mi entender alentó desde entonces
gatuno y genuino deseo
ser mía para siempre
*Al ser humano rey de la creación habilitado para realizar cuanto juzgue conveniente

QUÉ HA PASADO CONTIGO

”Hoy me encuentro acostado junto a él,
le hago compañía como siempre lo hice.
Lo veo fijamente, espero se levante, mas ya no
será posible. Ansioso aguardo para jugar una
vez más, yo, tu perro viejo…”
Rodolfo Cota Martínez, 2-II-08

el silencio retorna a los ayeres
y deja en su camino
momentos del todo placenteros
a refugiarse en lo incierto
de un mañana

sin privilegio a discernir
tuve una infancia
ajena a los prejuicios de un humano
ni asomo de increpación alguna
o de pecado
ni yerro en mi concepción

dónde estás dónde te has ido
dónde la mano y la palabra dulce
necesarias
para animar mi vida día con día

en cada amanecer
no está presente
el aroma de tu cuerpo
aun bajo la ropa
ahí en la cama
salvo el vacío de una ausencia

cómo extraño
la caricia habitual en mi cabeza
al despertarte

el fino roce de tu barba en mi cara
y el golpe de saludo
de tu frente sobre la mía

dónde estás dónde estarás
adónde has ido
dónde te encontraré para jugar

adondequiera estés te encontraré

una soleada tarde vinieron por ti
no eran militares ni gendarmes
eran tus amigos y con ellos te fuiste

desde entonces indago en el jardín y en cualquier sitio

cuán grande es el afán de dar contigo
nadie en casa me dice dónde estás

deseo encontrarte y volver a jugar
a las escondidillas

confío en tu regreso
sin relevancia dar
al tiempo transcurrido

aun cuando mis ojos
tan sólo aprecien sombras
discerniré la tuya

me alertará de tu presencia
el sonido del paso al caminar

como en las gélidas mañanas
esperaré bajo la mesa de trabajo
donde y cuando escribías
sobre ella / para volver a sentir de tu mano calor y mimos

luego echada en mi tapete retomaré el sueño interrumpido

PRESUNCIÓN OBJETIVA

han pasado los años
recuerdo como ayer
la hermosa tarde
cuando Joaquín me recibió en su casa

antes de abrir la añosa puerta
percibí en su madera
huellas de arañazos

exigencia a su amo
para dejarle entrar

por qué
no has reparado la puerta
y dejarla como nueva
me atreví a preguntar

con ésta es imposible
y acarició el pelo hirsuto
en el lomo
de su fiel compañera

así estará mientras yo viva
o ella se adelante

hoy
luego de un tiempo
fui a visitarle

reparé
en la impecable puerta

luego de tocar
alguien abrió
no vi a él
ni a ella

AFINIDADES
( a lo Benedetti )

cuando fuimos niños
nos llevaron nuestros padres a visitar
un pariente lejano muy enfermo
para conocerlo por primera
y acaso última vez

cuando jóvenes
visitamos a nuestros parientes lejanos
tan jóvenes y saludables como nosotros
para conocernos y celebrar a lo grande
el feliz encuentro

cuando ya maduros
rebosantes de salud
visitamos a un pariente lejano muy enfermo
por si acaso
no volviéramos a verlo

ahora ya viejos
visitamos a un pariente lejano
tan enfermo o más como nosotros
tal vez por si ésta fuera
la última oportunidad de vernos


Washington Daniel Gorosito Pérez (Uruguay/México)

TANGO LLORÓN

Las voces siguen llegando,
el viento
trae esa oleada de vida
desde la urbe del insomnio.

Las abultadas torres cual oscuros profetas
perdidos
en códigos de sombra
como el llanto y la risa
que brotan gemelos.

Alrededor
no hay más que angustias,
el vacío cubre todo.

Mientras,
escondido y agazapado
entre los intersticios
de la realidad,
llora un tango.

EL POZO

A Juan Carlos Onetti.

La tardecita, ahorca los colores,
hierve el día tras el horizonte
y
se cierran los puntos cardinales.

Me asomo por la ventana del tiempo,
entretejiendo letras,
sin orden lógico de sucesión.

Se forman palabras
que equivocaron lugar y fecha.

La palabra,
hecha roca y viento.
solidez
y
agilidad simultánea.

La palabra,
rodeada por un ejército de calamidades
enmarcadas en un desierto
de alegrías sonámbulas
cinceladas en sueños
que iluminan el pozo.

Desde allí,
los monstruos de la noche
miran el cielo estéril
sin estrellas,
que almacena la memoria
de las tormentas
hechas palabras.

BATALLAS INTERNAS

Si el destino me trae otra batalla,
yo sabré merecerla.
Jorge Luis Borges

El río interior se estremece
un espantoso grito cubre la ciudad,
rompe el silencioso secreto
de la naturaleza humana.

En la soledad de la vida,
dilatada de miedos,
carente de luces,
con voces sin sonidos,
de suspiros agrietados,
de afonías conscientes
de interiores
de desencuentro.




PÁGINA 23 – ENSAYO

LA MADRE Y EL LIMBO

Por Carlos Penelas (CABA-Buenos Aires-Argentina)

Suelo releer ciertas obras. Día a día comprendo más a mis maestros, a mis mayores. Veo marcas en mis libros, apuntes, pequeños papeles que indican una cita, una página, una referencia. Días pasados una señal me llevó a otra y ésta (el azar, el destino, vaya uno a saber) a una frase de Borges: “El periodismo está destinado a desaparecer. Todos los días no se producen hechos sensacionales. En la época grecolatina se leían libros y no se perdía el tiempo en tonterías”.
Hay algo de verdad, qué duda cabe. Muchas veces les hablo a mis alumnos de Máximo Gorki, de su vida, de su trágica y esforzada vida. Y de sus cuentos, pero sobre todo de su obra inmortal: La madre. Inspirada en los sucesos que se produjeron en la fábrica de Sornovo durante la revolución de 1905, recién pudo ser publicada oficialmente en Rusia en 1917, aunque ya circulaba en versiones clandestinas, por millares, en toda Europa. La popularidad de Gorki era similar a la Chéjov o a la de Tolstói. De su novela se hicieron varias versiones cinematográficas. Me sigo quedando con la de Vsevolod Pudovkin, 1926. El lector recordará que éste junto a Eisenstein, bajo la influencia del maestro David W. Griffith, señalan que el montaje es la expresión máxima del lenguaje del cine.
La madre es un prodigio de precisión narrativa y descripción psicológica conseguida a través del montaje. Es increíble el modo en que se muestran los elementos justos para entender la historia y las motivaciones psicológicas de los personajes. Ningún detalle resulta superfluo.
Consigue momentos de gran lirismo intercalando imágenes de la naturaleza, que crean metáforas sencillas pero muy eficaces. El viento que agita los árboles presagia la inminente revolución; la llegada de la primavera y el deshielo anuncian una nueva era. Se intercalan imágenes de torrentes con imágenes del gentío que se va formando para la manifestación.
La película está concebida en forma de sinfonía. Así se pueden diferenciar los distintos movimientos: allegro (las escenas en el bar, en la fábrica, la huelga, la persecución), adagio (el funeral del padre), allegro (las escenas de la policía en la casa, el arresto y el juicio) y el final en un crescendo molto agitato (el deshielo, la manifestación, la fuga).
Suelo recomendar la lectura de la novela y la de la película. Al menos no me recuerda el catecismo del papa Pío X, redactado en 1904, que dice que el limbo existe “para aquellos niños que no merecen el paraíso, pero tampoco el infierno o el purgatorio”. El actual catecismo de la Iglesia Católica, publicado en 1992 durante el pontificado de Juan Pablo II dice que “la gran misericordia de Dios nos permite esperar que haya salvación para los niños muertos sin bautismo.” Si bien el limbo siempre fue una hipótesis teológica (al menos es lo que se afirma en estos tiempos) la discusión tocará también a Platón, Aristófanes y una lista de personajes que vivieron y murieron cuatro siglos antes al Concilio de Cartago. Hace unos días, el sacerdote Paul McPartlan, uno de los treinta teólogos que aconseja al Pontífice señaló entre otras cosas: “No podemos decir que sabemos con certeza qué les pasa (a los niños no bautizados), pero tenemos sustanciales motivos para esperar que Dios, en su amor y misericordia, cuida de estos niños y los lleva a la salvación.”
Aquí, en esta tierra, todo es corrupción. Barras bravas entrando en un hospital, golpeando con impunidad y con la complicidad de la policía y del interventor a periodistas y empleados. Patotas fotografiadas en libertad. Patotas en las canchas de fútbol, en las universidades, en los sindicatos, en las manifestaciones. Barras bravas ovacionando a intendentes, presidentes, jugadores de fútbol. Patotas en sindicatos, en colegios, en juzgados. Y armas, fotografías, publicidad Es a partir de estos cruces, de estas coordenadas que advertimos ilusiones, falsificaciones cotidianas, una dimensión refractaria del tiempo. La separación es difícil de aceptar o de creer. La trama descubre los indicios, una cultura, una sociedad movida por la codicia. El último rito de la ceremonia de entierro de los egipcios era la apertura de la boca. Lo visible es en nuestros días una ilusión.




PÁGINA 24 – CUENTO

LAS PUERTAS DEL PARAÍSO

Por Marcelo Daniel Fernández (Corrientes-Corrientes-Argentina)
Cuento extraido del libro homónimo, Moglia Ediciones, Corrientes, 2010.

En los ojos de Francisco quedó cristalizado el resplandor dorado de las “Puertas del Paraíso”, aquellas que algunos siglos antes despertaran el asombro y admiración de Miguel Ángel. Sólo que a diferencia de éste, no tuvo oportunidad para comentarlo.

I

Todavía estaba jadeante. Como si toda la ansiedad acumulada durante gran parte de su vida le estallara de golpe. Al fin había llegado al espacio que tanto tiempo cautivó su imaginación, al que prácticamente conocía de memoria por haberlo leído, estudiado y observado obsesivamente a través de innumerables láminas. Le pareció increíble estar en ese momento frente a sus amadas puertas del Baptisterio de Florencia, con el Domo de Brunelleschi y el Campanile del Giotto a sus espaldas.

Pero a Francisco le faltaba, no obstante, el sosiego necesario para gozar absolutamente de aquel momento de su existencia para el cual se había preparado con tanta esperanza como incertidumbre. Es que desde que descendiera del tren hasta el sitio en que se encontraba había recorrido ese trayecto conocido de memoria – sin haberlo pisado antes – con tanta afiebrada rapidez que ahora experimentaba una sensación opresiva de cansancio.

Retrocedió Francisco unos pasos para abarcar una perspectiva más amplia del conjunto de esos relieves bruñidos de las puertas inmortales. Tropezó con los escalones del atrio de Santa María de la Flor, que se elevaba a sus espaldas. Tuvo que apoyarse en los mármoles que anticiparon el Renacimiento para apaciguar el desasosiego que repentinamente lo estaba invadiendo, una suerte de anonadamiento – pensó – seguramente atribuible a las emociones contrapuestas que se fueron amontonando durante años. Se dio cuenta que la presión dolorosa que le estaba comprimiendo el pecho aumentaba y ya casi le impedía respirar.

Aquel resplandor del sol del mediodía concentrado en los cuadros maravillosamente burilados por Ghiberti fue lo último que impresionó sus retinas antes de ingresar, lentamente, en una indefinida zona de tinieblas. Cayó doblado, con una braza que le traspasaba el pecho, como un ovillo inerte a la sombra del campanario.

II

Francisco despertó en un recinto blanco, vestido de blanco, cubierto por sábanas blancas. Si no hubiera sido por ese cuadrado en la pared que mostraba aquel reconocido paisaje que enmarcaba a La Gioconda, habría pensado que estaba flotando en un espacio celestial, a la espera del veredicto final. Las pausadas gotas que se introducían en su arteria y el enjambre de cables que lo envolvían lo ubicaron en la realidad. Agradeció a su Dios personal, al que con singular misticismo le atribuía la inalcanzable y suprema belleza, estar con vida todavía y haber cumplido, aunque sea por un instante, con el objetivo que lo trajo a Florencia. Todavía su difuminada visión estaba estrellada del dorado de aquellas puertas imborrables.

A poco comprendió su dramática circunstancia. Del otro lado del océano, a una distancia inmensa de su madre anciana, de su abnegada novia madura, de su río, de su calle y del patio poblado de jazmines y azaleas. No le quedó otra alternativa que compadecerse de la paradójica situación que estaba protagonizando. ¡Ocurrírsele a su corazón explotar justamente a los pocos minutos de alcanzar la meta con la que se afanó los últimos años de su vida! Había esperado ansiosamente jubilarse como rutinario profesor de Historia del Arte para concretar el viaje que lo ubicara frente a las “Puertas del Paraíso”, de las que habló tanto a generaciones de alumnos durante treinta años, para terminar reducido al estado en que se encontraba. Consideró un verdadero escarnio del destino, difícil de aceptarlo. ¿Era posible que se sometiera mansamente a la posibilidad de retornar derrotado para conformarse con la misma existencia de antes? ¿Acaso podría soportar la conmiseración de sus seres queridos, de sus discípulos y vecinos – todos aquellos que en ese momento estarían comentando la proeza de ese hijo dilecto del pueblo de haber llegado al lejano viejo mundo – hacia el profesor frustrado que tanto se ufanó de su proyecto? ¿No tendría más remedio que enclaustrarse en su patio perfumado, el mismo que protegió sus sueños durante años, para lamentarse y amargarle la vida a sus seres queridos?

De pronto Francisco se sintió calmado, sin dolores, con el techo como único y despoblado destino de su mirada. Contrariamente a lo previsible, el diagnóstico que le dieron no lo sorprendió en absoluto. A pesar de estar desamparado totalmente – su bolso, con sus documentos, había desaparecido cuando lo encontraron inconsciente y él se negó a develar su identidad y procedencia, para no alarmar a nadie – y de no contar con las caricias de las dos mujeres de su vida, había empezado a experimentar una contradictoria sensación de libertad respecto de ellas, de valerse por su exclusiva cuenta y riesgo, lo que nunca antes había saboreado. De no haber sido por el infarto quizá habría recorrido Florencia con muchos cargos de conciencia, con dolorosas nostalgias. Todo lo cual empezó a inducir a Francisco la posibilidad de tentar, perdido por perdido, una actitud heroica y redentora de su mediocre existencia. Valía la pena el riesgo : todo el Renacimiento dormitaba a esa hora a su alrededor.

III

En la soledad de la madrugada repercutieron los pasos inseguros de Francisco entre aquellos edificios que se le aparecían espectrales ante sus ojos todavía contaminados del blanco hospitalario, en claroscuros sorprendentes (¿producto de la aparición paulatina de la claridad solar sobre las grisáceas piedras o del sobrecogimiento interior ante la tragedia que estaba protagonizando?). Imaginó la sombra de Savonarola persiguiendo su angustiosa marcha.

La fuerza de su determinación salvadora le había impedido percatarse de la helada invernal que cubría la noche toscana. Al poco andar – luego de haber dejado el hospital a hurtadillas con lo poco que encontró a su paso para cubrirse – se dio cuenta que el frío ya lo estaba traspasando. Alcanzó, no obstante, la orilla plateada del Arno y, apoyándose en una columna de la recova, quedó embelesado con la imagen del puente viejo despertando entre la bruma. No pudo Francisco sustraerse del recuerdo del inmenso río que lo vio crecer, del otro lado del mundo. Las siete puntas incrustadas en la corriente mansa. La pesca taciturna en el amanecer rosado, los chivatos clavando sus reflejos granates en los remolinos. Lagrimeó al evocar la figura madrugadora de su madre camino del mercado.

Con dificultad empezó a recorrer la ciudad mientras el sol despuntaba, iluminando las cimas de los campanarios, torres y tejados. Llegó justo a tiempo para presenciar el momento supremo en que los rayos se posesionaban, cuadro por cuadro, de las escenas bíblicas de las “Puertas del Paraíso” hasta el resplandecimiento total. La emoción que experimentaba acrecentaba la opresión de su pecho casi descubierto. A tientas ingresó a la catedral para recogerse en su penumbra, rodeado de todas aquellas obras de arte por las cuales se había hecho adicto a las iglesias. Pensó Francisco que Dios le estaba extendiendo un manto de protección estética. Evocó, por contraposición, a su buena y prosaica compañera ofreciendo, como se lo había prometido, comunión diaria para que su viaje sea exitoso y regrese junto a ella renovado, más alegre y comunicativo. Un esfuerzo más y llegaría hasta la tumba de Miguel Angel, donde seguramente caería de rodillas.

Pero no pudo. Ni bien traspuso la salida de la catedral necesitó apoyarse en uno de sus pilares exteriores, resbalándose lentamente hasta los escalones. La pesadez que experimentaba se hacía insoportable, hasta el punto de no advertir que se encontraba nuevamente frente a las “Puertas del Paraíso”, como tampoco que estaba bañado por su brillo intenso. Francisco clamó entonces desesperadamente por la presencia de su madre y de su compañera. Con desesperación deseó regresar al hospital, trasponer el océano e ingresar, humildemente, a su patio perfumado.

IV

Todos creyeron que se había quedado dormido, como tantos. Cuando, muy tarde, se percataron de su absoluta inmovilidad, convinieron en que había intentado incorporarse. Porque allí estaba Francisco, aferrado a la pilastra, en un esfuerzo detenido para siempre, con sus pupilas de oro iluminando la noche florentina.




PÁGINA 25 – POESÍA AMERICANA

Horacio Benavides (Bogotá-Colombia)

UNA HOJA CRUZA LA VENTAN A

Abre las ventanas
y airea nuestra casa
la hermana desconocida
Bella muchacha
de la que sólo oímos
sus pasos
Canta en otra parte
en tanto riega
el jardín de piedras
Pasa rozándonos
su frescura de agua
su íntima ausencia

DÉDALO DE HOJAS

Se levanta
con los ojos cerrados
y desciende
por la escalera de piedra
Cada objeto
guarda su distancia
en el mapa de su corazón
¿Es el viento del bosque
el que avanza hacia ella
o la espuma tibia del mar?
No la llames por su nombre
No viertas sombra sobre el hilo
de migas de pan

SU LÁMPARA RUMORA EN OTRO RÍO

El gato
abre su paraguas
y desciende
por el agujero
de la noche
Rociado aún de estrellas
cierra la ventana
y enciende su lámpara Su luz rumora
en otro río
El pez
que ondula en sus ojos
lo arriba al desierto
donde Venus aduna
gato y serpiente
Quieto en la arena
nos lanza su pregunta
Nos salva
el remo silencioso
de su lengua
en el astro de leche

LECHO SECO

Las piedras no olvidan
Rumora el río
tatuado en sus cinturas
El pardo y rojo otoño
el hondo bosque
donde el pez
frisa de amapola
su penumbra
La frescura de un cielo
que no acaba de pasar
Podríamos inclinarnos
y saciar nuestra sed
o sentarnos en la orilla
y soltar cuerda a nuestra alma
Mas alejémonos
el relámpago anuncia
el tropel de la crecida


Gildardo Gutiérrez Isaza (Medellín-Colombia)

AMÉRICA

Me invade el miedo,
una avalancha de luciérnagas,
una cruzada de lamentos,
mi figura distante y alargada,
crucifijo de mis manos,
espada de mis sueños.

Quiero ser río,
pero la sangre brota de la tierra,
escucho el sonido lúgubre de los muertos,
veo sus ojos abiertos,
la bayoneta en el pecho.

Quiero ser arado,
pero la tierra me salpica,
socavada, violada,
sucumbida, asesinada.
Oro que no es oro en tu piel América.

Quiero ser Continente,
atravesar tus mares, surcar tus ríos,
pero a la rivera voy y encuentro la hoja desteñida,
la historia de mis pueblos que me hablan
que me gritan: ¡Tragedia, tragedia!

Escucho el canto de la noche.
misteriosa, arrinconada, devastada por el fuego de los morteros.
Los rostros de los niños, su inocencia perturbada,
el miedo en sus ojos y me veo allí
distante, solitario, recostado contra el fango.

Soy la sombra de la historia,
la macabra sombra de nuestra América.
Soy la antorcha de tu voz,
el océano de tus manos.
Escribo mientras mis manos se deslizan
por tu piel América

AUGURIO

Despertando de aquel letargo insondable,
de aquel trágico augurio de muerte
dejo que las alas de sus manos volaran,
un sí, un no, un quejido emergente,
rugido de muerte.

Se levanto y miro por la ventana de sus ojos azules,
por el espejo de la mañana,
contemplo la lejanía,
bebió el rumor lejano de las chicharras
y se embriago de poesía.

Un sí, un silencio eterno
revivió sus más oscuros sueños.
Queriendo no despertar volvió a su lecho
encrucijada de pesadillas y tormentos.

Cuando la muerte ronda,
se espantan los recuerdos,
emerge altiva la sombra de la tarde
y de cruces se viste el cielo.

Hilo de luz tendido,

desdibujado en el alero del arado.
Firmamento ajeno donde no caben los sueños.
Mas cerca de la crisálida de su corazón
estaba la hoguera,
filamentos de una guerra que todo lo abarca
y todo lo destruye.

MUJER

De entre los crepúsculos te has levantado,
Emergido como un volcán.
Rasgando la estepa de la noche,
Desatando las cadenas de la tradición,
Has avanzado, paso a paso.

En tu mirada el terror de la muerte ha desaparecido,
Una nueva luz brilla.
En tus labios el poema libertario,
La palabra nueva, la palabra viva,
El linaje de la tierra que ruge.

Has marcado la senda del olvido con tus lágrimas,
Has derribado las fronteras del oscurantismo con tus ideas.
Enfrentado el miedo de los siglos,
La barbarie, el desprecio, te has erigido;
Eres tú la nueva sangre.

Tu nombre: MUJER
Sol del Oriente, cúspide de Occidente,
Mar en furia del Norte, Ríos del Sur…
Mujer claman tus hijos, tus semillas se extienden,
Brotan los luceros de la noche en tu vientre
Y tu voz es conciencia del hombre,
¡La nueva historia!

En honor a todas mujeres del mundo
Que se han atrevido a pensar y
En especial a:
Julia del Prado, Liliana Varela,
Norma Segades y a mis hijas

VIAJERO DE ALAS ROTAS

Mi badana acaricia el viento de la tarde,
se enreda en la alborada de tu pelo.
Viajero de alas rotas, de quimeras peregrinas.
Mi piel es un barco de papel
que naufraga en la tuya.

Mis manos arrecifes cristalinos,
las tuyas alondras de fuego.
Las mías se cruzan con las tuyas
en el pináculo del silencio,
en la bóveda de los cielos
donde la noche brama
y anhelantes nos cubrimos de besos.

Viajero de alas rotas,
que busca la pampa solitaria,
el horizonte eterno.
Si me vieses partir herido
no detengas mi marcha,
deja que mis huellas busquen su destino.

Alza el vuelo, marca de hito en hito
un pauta sobre tu sueño,
calcina con tus palabras la furia,
ahoga los mares del quebranto...
deja que tus huellas busquen su sendero.

OCEANO PERPETUO

Nocturno amaraje de la noche,
puñal secreto del océano.
A la deriva de tus olas quiero arrastrarme,
herido de trementina levantar el vuelo.

Nocturno amaraje
océano perpetuo.
Embriagador gigante de la noche.
Cadena de misterios que rugen en el abismo
oscuro y silencioso de los muertos.

De sangre y verde,
de estival y de verano.
Tus playas anegadas de mis dedos,
de las huellas de tus senos.
Coral negro.

Mis alas están rotas de tanto naufragio.
En los arrecifes de la noche he encallado
y del oleaje devastador sucumbido;
mas mi ser se agigante al verte amigo mío
Furioso gigante de los tiempos.

Batallas de cielo y fuego,
de gritos y silencio.
Se impone la mordaza y levantas tus manos
herido en tus entrañas gimes y llega la hecatombe
Sucumbe el hombre y tú lo arrasas todo.
Devastación y soledad.
Nocturno gigante átame a tus redes

NADA MÁS

Solo tu silueta, la fragancia exquisita de tu sombra,
nada más, eso me hace feliz.
Verte en las hojas blancas de mis sueños.
amarte en silencio...
Con eso me bastaría.

Dejar que mis labios rasguen el amaraje de los tuyos,
que se encrespen en la ola herida de tu corpiño.
Nada más, dejar que mis ojos naveguen en el aposento de tu piel.
Nada más, laberinto de misterios que invaden mi alma

Nada más, en el desierto de tus ojos serenos
escribir un poema, dejar una huella,
efímera o quizás eterna.
Con lentejuelas de nácar,
tejer una diadema en la rivera de tu cabello.
Eso y nada mas...

Amarte, dejando que las palabras sobren,
que se ahoguen en tus besos.
Que nos invada la tarde,
nada más.
Dejar que llegue la noche
abismal, serena...sobre el vértice de tu senos
para partir como estrella fugaz al eterno cofre de tus recuerdos.




PÁGINA 26 – ENSAYO

SOBRE LA HERMANDAD, LA MUERTE, LA POESÍA

Por Oscar Portela (Corrientes-Corrientes-Argentina)

¿De la última década de mi vida, que puedo yo decir que no sea, milagrosamente estoy vivo? Tomo éste titulo de aquel poema con el cual francisco Madariaga prologó mis “Nuevos Asilos”. Para él la poesía era un puente de oro tendido sobre el abismo para dejar entrar en nosotros aquella infinitud del Otro, de lo Otro, de la Otredad. Su poesía era un duelo. Pero toda lucha contra por y en el lenguaje constituye un duelo: el sabía mucho de esto y también sabía que mi destino poético era saberlo todo o casi todo. Y me animaba a arrastrar el rostro por los arenales al borden del crimen de mi mismo. Pocos me conocieron como él – el hermano mayor y el menor que el no tuvo- así nos consagramos o así nos consagró el destino.
Fue pasando el tiempo- que no la amistad – y múltiples rostros familiares se diluyeron en pálidos fotogramas: yo mismo me convertí en un temprano sobreviviente de la memoria de los Otros. ¡Cuántos Dios Mío! Y que sería de uno, de cada uno de nosotros, pienso, si en los precisos momentos en los que necesitábamos de ellos no hubieran estado – visibles o invisibles- junto a nosotros.
Las épocas doradas se fueron – las alegrías, fantasías, deseos, se hicieron delgadas siluetas que huían en el crepúsculo. Y la poesía no constituye un refugio. Es más bien aprehender a vivir a la intemperie sin fin. Como lo señala Oscar Del Barco en su señera obra sobre Juan L. Ortiz.
Cuando ya un ciclo de mi vida – no de mi obra – porque así lo determinaban las picadas en el bosque que yo había señalado – sin atreverme a mirar el pasado, pero si hurgando en las cenizas que los nombres portaban como parte de ellas. La carne pasa, el nombre queda: siempre somos el nombre de un muerto: antes y después.
Y fue entonces – en medio de una pequeña jaula cerrada al mundo en la que envié un “chasqui”, una carta, un poema quizá primero a Ketty Lis y luego inmediatamente a José Dasilva Navía.
En un mundo que funciona en red- nada sabía, poco sé y lo necesario acerca del universal-singular y contingente Jol. ¿Para qué?
Una vez más lo angélico se loaba de mí. Encontré en el no al lejano Director de un Portal Venezolano de la Red que obstinadamente se negaba a hablar de su bondad, de su gentileza, de su alma "machadianamente" buena: se negaba a conceder que no solo se trataba de si sino de mi obra: más era fundamental su actitud ante ella.
En esto sabemos – existen competencias, celos torpes, rivalidades pueriles y aquellos que convierten el arte en harina para colorearse el rostro con ella. Los monederos falsos inundan hoy los templos de la gramática. Buhoneros de los cadáveres del arte.
Y de su pasado. Y fue el primero que arrojó al arco el balón como ahora se dice. José Dasilva y no otro. El más fiel amigo, el luchador innato que todos necesitamos ayer y hoy en la Red.
Y nuevamente se instaló en mí la necesidad de continuar contándome a mi mismo mi historia que es la de los otros, la de mi tiempo. Y todo iba a parar al campus de Poesite.
Después vivieron esos grandes y extraños amigos como Pepinike Alborés, como Pedrito Martínez, como Patrick Cyntas, como la Diosa de la Red Estela Guedes, Agostina Akemi y muchos más que hoy no citaré porque estas líneas solo son un pequeño homenaje a mi entrañable amigo José y no una guía telefónica.
Y a partir de él y sus hechicerías pude seguir teniendo motivos para volcar en la esterilidad de la gramática la sustancia de los sueños de la que estamos hechos como afirma Píndaro.
Son pocos, muy pocos los José Dasilva de la Red. Más allá de diferencias ideológicas u estéticas –muy por encima de ellas – el puente de oro de la poesía: la Confraternidad en el amor a la belleza que guía los pasos del hombre sobre la tierra y desafía al horror, a la desmemoria, a la intemperie sin fin, a la muerte como negación de la vida y hace de esta su plena afirmación.
Cuando mi libro "Claroscuro" estaba aún si nombre – era lo sin nombre- el comenzó a dar a luz sus excrecencias y cuando le pregunté acerca del orden en que debían ir los poemas me contestó: “el orden en el cual me los enviste”.
Así lo hice. Y no me arrepiento. El y su Mari Carmen están siempre conmigo y siempre lo estarán. Porque la poesía es solo eso que Francisco Madariaga me mandaba a decir con aquel titulo: “la muerte la hermandad la poesía”.
Y sobre todota generosidad. De todas virtudes es esta la virtud que da y de todo lo que se escribió sobre mí o sobre mi obra hasta el momento me quedo con una frase de mi querido Ernesto Sábato con el cual pasara gratos momentos de mi vida:
“Querido Oscar… siempre recordado por su generosidad”. ¿No es la poesía la virtud que da, la que todo bendice? Y ese es el espíritu que anima, que sopla y arrastra el alma de José Luis Dasilva Navía. Hasta pronto querido amigo.
De Oscar Portela a mi amigo Francisco. T. Gonzáles Cabañas
y al equipo de La Lupe.




PÁGINA 27 – CUENTO

TRASCENDENCIA O LISA FORMA

Por Juan Manuel Pérez Álvarez (Ourense-España)

Una columna vertical se eleva del espejo del mundo. Con el talle idóneo de una bailarina vaporosa camina sobre las aguas llanas de la inteligencia y corona de ardiente y espontánea luz de la pista del aire. Es la emoción, cuya danza se separa por el puente de una breve raíz de pensamiento de la dormida procesión de la tierra. Los pueblos contemplaron la llama acariciando los tejados ruinosos del dolor que desgasta los signos de las piedras, los pueblos de atávicas sensaciones que habitan los continentes de cada sentido. Desde el temblor de la tumba, sus manos reverdecieron en el milagro de las hojas. Los higos de la dulzura penden del hilo delicado de sus pasos. Cuando era un niño y vivía en las entrañas de la madre noche vi pasar la columna del fuego que sostiene con su música la expresión serena del firmamento. Crecí y durante toda mi vida no vi otra cosa que el espacio de su huella. Ya Alhambra, el pueblo de la blancura natal, se refugiaba como una perla profunda en las intimidades de la copa del corazón. Ya en sus atolones de coral sencillo bogaban en escuadras los peces de la memoria. Entonces presencié de nuevo la cabeza amanecida de la columna en la quietud de una alborada secreta. La tortuga de la paciencia caminaba hacia ti, a merced de las saetas y de las balas mortales de la intemperie. Te vi de nuevo y ya no eras el espectro de una errante columna, sino un árbol de victoria plantado en mi propia sangre.




PÁGINA 28 – POESÍA ALLENDE EL MAR

Aur.R.C. (Madrid-España)

EL SIROCO Y LA PASIÓN

Muchos califican sentimientos
poniéndolos nombres, apellidos
Y en el colmo de la osadía a personas,
usando principios morales o sociales
cuando cada uno somos lo que somos,
algo mítico, único y diferente siempre,
siendo uno u otro según quién te mire

El siroco de la incomprensión avanza,
el del desierto antes de salir el sol
hace que el cielo sea una pasta marrón,
en los sentimientos, en cambio, es negro
Allá en el Sahara sopla desde las nubes,
por las brechas polvorientas y sin forma,
agolpadas como estratos de ceniza,
fantasmales y desdibujadas, temblando

La ternura es como el pañuelo
que cae graciosamente de la mano
de una dama de las de antaño,
de esas que pintaba Monet

El siroco me curvaba hasta la cintura
la incomprensión me dobla el alma
Hoy se habla de amor , de amor de salón
Como los toreros de cartel, luego hay que torear

Hablemos de lo que se siente y no como se llama
Una mujer, estoy bien, me acuerdo de ella,
puede ser mi madre, mi amiga, mi hermana,
y si la deseo entonces hablamos de amor.
¿Condición sine qua non?
Si me quiero abrazar, cobijar, o proteger,
ya no es amor pasional, ¿siempre deseamos?

Es como el siroco que llena de tierra todo,
así es la pasión, lo llena todo, lo distorsiona,
no siempre, pero si muchas veces
Después del siroco aparece el azul, la paz
Pasión por todas y amemos a una
Esto es difícil de entender, pero...
con la mano en el corazón ¿no nos pasa?
En nuestra mente queridos y queridas,
¿cuántas veces deseamos a quién no es amor?
No, claro, no digo al principio del enamoramiento,
hablo de después, cuando la piel de nuestra pareja
ya forma parte de nosotros, es nuestra piel.

Quizás los celos no son por el sexo,
quizás son por no perder la felicidad,
el azul, la comprensión, la afinidad, la compañía,
pero sabemos que la alborada del sexo
puede hacer que nuestro compañero
o compañera pierda la cabeza
Poquita cabeza debe tener para abandonar,
para dejar afinidad y comprensión por un cuerpo

Pero eso pensamos, por eso tememos la infidelidad,
la infidelidad sexual, por esa vorágine de locura
En cambio la infidelidad epistolar o de palabra,
esa no nos preocupa y ahí es donde nace el fuego,
el verdadero siroco, donde la arena sin darnos cuenta,
la arena del otro, sus palabras, sus letras, su alma,
y sobre todo el pensamiento renuente sobre él o ella,
va metiéndose en cada rinconcito del alma,
al igual que la arena en todos los escondrijos

El siroco amaina, la pasión también,
cada cual elucubrará si le gusta la tormenta
o el cielo azul después del azote de la tempestad,
a mí me gustan las dos, la pasión y el compartir
Una gaviota ya puede volar y pescar
el mar se va despojando de la arena
una nube marrón todavía se ve,
pero se deshace, el azul es más fuerte,
una pasión también se debilita, siempre,
pero la afinidad, el cariño y el compartir, no

FLORES EN UN JARRÓN DEL ALMA

Las flores y el agua, la muerte
Flores en un jarrón del alma
rosas en una acera del poder
una madre sangra amapolas

Hay veces que las letras divagan
dan vueltas alrededor de la idea
antes las sujetaba con la rabia
ahora las dejo libres, sin olvidar

No olvido los muertos, nuestros
El que dejó la belleza con una bala
la que perdió la vida como esclava
los que nos hicieron más libres

Los colores de la muerte , falsos
Allí asoman los hacedores, de negro,
ocultando con abrazos, a sus sicarios
El poder tiene lacayos con altavoz

La calle está llena de manchas llorosas
vamos a despedir un trazo de libertad
Ellos impunes sólo entierran ideas,
las manchas se diluyen, rotas de dolor

Mi corazón es un puño de rabia,
un corcel que arrambla con el mar,
el océano proceloso del temor
Un barco asoma entre los azules

Un escorzo dibujo en mi mente,
siento ese dolor conmovedor,
levanto esa costra del miedo
y escalo las cimas de la dignidad

La lucha entre la sombra y la luz
cuantos pintores desesperados
La pugna entre el yo y los demás
cuantos hombres encarcelados

Las flores y el agua, nenúfares
Quiero hacer vida en los vivos
impregnar de agua los desiertos
y beber a raudales la justicia

Desde el agua se ve la orilla,
un sitio para descansar, por fin,
desde la orilla los reflejos del mar,
bello, pero gente dentro que se ahoga

Hay veces que veo a los cubistas,
no pintando, viviendo vidas paralelas
Su vida, sólo su vida, autistas

Hay una existencia triste para muchos
Un madre llora, no hay comida
Solo hay una vida par ella, sobrevivir

Es muy difícil plasmar el dolor
Hay tanto, tan ignorado, tan apartado
Un paleta de colores es insuficiente
Unas letras divagan buscando luz

Un puño golpea a mi duende.
Grita, grita le digo, en cuatro líneas

Un rostro amigo, níveo, manos cruzadas
Dos orificios en el pecho, del poder
Su sangre golpea en la mía, sin vida
Siento miedo de lo que siento


Juan Manuel Pérez Álvarez (Ourense-España)

XX

Tengo una sola espada que es mi voz
afilada y dulce como la luz que ilumina tu conocimiento,
es un arma para ti, es el arma más peligrosa y necesaria.
Puedes tocarla, observar su brillo,
pero jamás acaricies el filo que divide el bien del mal,
porque te cortarías si pretendieras dominarlo.
En la rotación del pensamiento,
en su traslación en torno al amor,
es mi vida la materia del Poema
que tu boca podrá siempre pronunciar.
Es un arma indestructible la alegría
que ara en versos la tierra del recuerdo,
y no podrás nunca vencerla, pero te hará vencedor,
cuando desprecies al miedo herido por ella,
tu único enemigo de mil formas,
tantas como variedades de tu sentido
o como curvas de tu móvil camino.
Es forjada de metal de voluntad
y afilada en la ausencia que te empuja cual favorable viento.
Aquí dejo mi espada para ti.

XXI

Si todas las metáforas vinieran a verme
como figuras de un teatro de visiones
me dirían al oído: "Somos tu sangre
en el circuito de la vida".
Si todas las metáforas vinieran a verme
me dirían siempre lo mismo:
"Descúbrete en el otro".
Da igual que sea jardín, continente, selva, río,
o un vecino casi invisible a tu puerta.
Si todas las metáforas vinieran a verme,
me dirían que mi alma es su canción.

XXIII

Soy un átomo
una carabela ínfima en el mar,
que en su búsqueda absorbe el paisaje
y se llena despacio de cada cosa.
No me quedo en el puerto
escondido entre fardos que flotan sin destino,
y me esfuerzo en descubrir otro continente,
me esfuerzo en descubrir al Otro.
Sé que este pequeño buque
será mañana, o pasado mañana, la Tierra,
se transformará en piedra su camino
y formará parte de la verdad en la que se asienta el Hombre.
No naufragará la Búsqueda,
porque resucita su deseo en cada estación del viaje
y no ha de haber frontera para el mensaje de su voz.




PÁGINA 29 – ENSAYO

DOCUMENTAL CENSURADO SOBRE QUESADA (JAÉN-ESPAÑA)

Por Ramón Fernández Palmeral (Orihuela-Alicante-España)

Visualizado el documental hoy recuperado de Antonio Mercero, sobre Quesada de 1968, censurado y no emitido por su tono reivindicativo, veo que es todo una joya, un bien cultural, un memoria socio-política, nuestra memoria perdida en imágenes: «Quesada: el museo, el folklore, los hijos, la romería», está rodado en blanco y negro como las grandes películas de gángster o como fotografías antiguas. Dirección y guión de Antonio Mercero para la serie: Fiesta, 1968. Producción: TVE. Director de la serie Pío Cano. Sonido: José Luis Peña. Temas musicales: “las tres morillas de Jaén”, interpretado por Ismael. Duración 25 minutos. Es como dice la carátula, un testimonio de una gran calidad cinematográfica, arriesgado y comprometido para el tiempo en que se rodó, al reflejar la vida en un pueblo- cualquiera de los pueblos de la España profunda… La integridad humana de Mercero y sus convicciones, se reflejan en cada fotograma, en cada escena, en cada plano, es como un escenario del tiempo pasado, de una pesadilla española, pero toda una realidad cruel a ver a los hombres desdentados y desnutridos, a los penitentes caminando de rodillas hasta el Santuario, en una fe que hoy en día nos parece equívoca, una romería en la que aducen las autoridades escoltadas por la Guardia Civil de bigotes, trinchas tricornios y gafas de sol.
Las causas de la censura se debieron, posiblemente, a las imágenes de una España mísera y pobre de los años 60, de posguerra, y además que aparezcan tres poemas del incómodo poeta Miguel Hernández a la vez que se muestran imágenes del pintor quesedeño Rafael Zabaleta. Y ya para cerrar la terna, Mercero introdujo unas estrofas de Antonio Machado sobre la Virgen de la Sierra de Quesada, la Virgen de Tiscar, a la vez que vemos a gentes tullidas y caminando de rodillas, en una cuestionada fe.
Son dignos de mencionarse los recortes de prensa jienense cuando fue recuperado esta joya de documental gracias a las gestiones del Ayuntamiento de Quesada en el 2005:
a) El primer documento es un artículo de María José Bayona «Rescatan la cinta de Mercero sobre Quesada», publicado en el Diario de Jaén, de 10-02-05. Donde nos informa «la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Quesada logra recuperar un documental que el conocido cineasta Antonio Marcero realizó en 1968 sobre la localidad». No hace María José un breve currículum de Mercero. También nos dice “El resultado del documental no fue bien recibido por los responsables políticos del área de Turismo de la época que lo vetaron y no llegó a ver la luz”. Según Juan Antonio López, Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Quesada “porque reflejaba una realidad demasiado cruda como para ser admitida […] reflejaba a gente muy mayor y delgada o lisiados que iban andando hacia el santuario de la Virgen lo que debió conducir a censurar esta imagen nada agradable”.
Y es que el documental de Mercero plantea dudas sobre la verdadera fe cristiana a la vista de las crudas penitencias de cojos o tullidos, de mujeres arrodilladas o arrastrándose. Pero que era la realidad de la época. Una fe ciega en la religión como único camino de salvación, sin raciocinio, y una iglesia que permitía estos vanos sacrificios, casi medievales, como aquellas largas horas de flagelaciones o mortificaciones de los carmelitas descalzos que vivieron por tierras del Segura, caso de San Juan de la Cruz que murió en Úbeda.
Como bien escribe María José, en el documental se vincula el nombre del pintor quesadeño Rafael Zabaleta con un poeta “non grato” como era el oriolano Miguel Hernández en los años de la dictadura, además de unos versos de Antonio Machado. El edil dijo que “hemos iniciado las conversaciones con Mercero para que sea él quien lo presente en Quesada”.
Por lo que podemos leer, en la carta que envió Mercero al Sr. Manuel Vallejo Laso, Alcalde de Quesada, en fecha 27 de mayo de 2005, Mercero se disculpó con que tenía mucho trabajo: “Me gustaría acudir a Quesada para dar a conocer mi documental, pero por ahora me es imposible, dado que tengo una agenda muy ajustada de trabajo, ya que dentro de unos días empiezo a rodar un documental sobre caseríos vascos en Lasarte, mi pueblo, y eso me llevará algún tiempo”.
Mercero no es muy dado a acudir a actos públicos, no se prodiga en la feria de las vanidades, además este documental era su bestia negra, pero estoy seguro que si le hubiera llamado Steven Spielberg a Hollywood, lo deja todo, toma el primer avión y sale echando leches.
b) El periódico “Sierra de Cazorla Información”, de marzo del 2005, autoría de la Redacción de Quesada, se hace eco de la noticia del Diario de Jaén, repite lo ya comentado en el apartado a), y, aporta además algunas acertada críticas tales como:
“Según el concejal delegado de Cultura de Quesada. Juan Antonio López Vílchez, el documental es una auténtica joya, desde el punto de vista cultural, sociológico, histórico y político, ya que es el fiel reflejo de los pueblos de la España de la posguerra. Si bien desde el Gobierno de aquella época se estaba intentando dar la imagen de una España moderna y en pleno desarrollo (período del desarrollo industrial del norte), la realidad era bien distinta y así se recogió en el polémico documento. Un reflejo de otra España más profunda, que no interesaba difundir”.
c) El diario Ideal de Jaén, de fecha 14-03-95, también se hace eco de la noticia con el titular “Quesada y Antonio Mercero se reencuentran después de 37 años de censura y silencio”, firmado por José A. García Márquez. No dice que es uno de los documentales más controvertidos de la última década de la dictadura. Recuperado de la Filmoteca nacional. En su época:
«La censura eliminó cualquier vía de proyección y enclaustró la cinta para que nadie pudiera verla. Ni siquiera el hecho de que dos años después, en 1970, Mercero dirigiera la seria nada dudosa “Crónicas de un pueblo” o el prestigioso mediometraje “La Cabina”, con el que consiguió primeros premios nacionales e internacionales, permitieron desbloquear la película sobre Quesada. Finalmente, con la llega de la Democracia, el cortometraje se estrenó en TVE, en 1983, aprovechando el tirón de “Verano Azul”».
Nos apunta J. A. García Márquez que la canción que suena de fondo al principio y al final de la cinta es el tema “Tres morillas de Jaén”, interpretada por Ismael.
Aunque no se comenta en este artículo, seguramente por al brevedad del espacio asignado, me permito analizar que esta canción popular es del siglo XV, parece ser que lo recuperó Federico Garcia Lorca. Las tres morillas son Axa, Fátima y Marién, que en realidad eran cristianas moras en Jaén que cuando fueron a coger olivas y manzanas ya estaban cogidas, aquí la canción:
Tres moricas me enamoran / en Jaén: / Axa y Fátima y Marién. / Tres moricas tan garridas / iban a coger olivas, / y hallábanlas cogidas / en Jaén: / Axa y Fátima y Marién. / Y hallábanlas cogidas / y tornaban desmaídas / y las colores perdidas / en Jaén: / Axa y Fátima y Marién. / Tres moricas tan lozanas / iban a coger manzanas / y hallábanlas tomadas / en Jaén: / Axa y Fátima y Marién. / Díjeles: ¿Quién sois, señoras, / de mi vida robadoras? / Cristianas que éramos moras / en Jaén: / Axa y Fátima y Marién.
d).- El Suplemento del Diario de Jaén, del miércoles 22 de junio de 2005, en una detallada crónica con texto de María Aldea e ilustrada con fotografías del Archivo del Ayuntamiento de Quesada. Este trabajo tiene la particularidad de que se nos describe el documental por el orden de los capítulos del documental, algunas estrofas de los poemas de Miguel y «Las tres morillas de Jaén». Añada María Aldea que “Todo parece inocente, hoy a nuestros ojos hasta quizás nos parezca excesivo que fuese vetado y censurado”. Indudablemente que son imágenes inocentes, víctimas nada más de una posguerra y de un campo duro, por eso el régimen franquista quería controlar los No-Do, las películas, la prensa y todos los medios, para evitar enseñar sus vergüenzas y sus errores de gestión.
e) En la sección “Vivir-Cultura” del Ideal, miércoles 22 de junio, se homenajea a Rafael Zabaleta en el aniversario de su muerte. Rafael nació hace ahora cien años en Quesada el 6 de noviembre de 1907, estudió en la Escuela de Bellas Artes de Madrid y falleció el 24 de junio de 1960. Donó 112 óleos, 11 acuarelas, y casi 500 dibujos, para el Museo que lleva su nombre, creado en 1963. El proyecto del nuevo museo lo ha realizado el arquitecto quesadeño José Gabriel Padilla Sánchez junto a los hermanos José Luis y Jesús Martín Clabo en 1992.
El hecho de que en este documental se vinculara la obra zabaletiana al poeta Miguel Hernández con sus poemas rurales, fue todo un acierto por parte de Mercero. Si contemplamos detenidamente la obra de este quesadeño universal podemos observar que su pintura, evolucionó hacia un poscubismo, influenciado por Picasso, unido a una figuración geométrica expresionista y colorista. Escenas bucólicas como "Campesina amamantado a su bebé" son de una armonía y calidad insuperable. Sin duda Rafael apostó por el estilo personal, lo cual le lleva al punto que todo artista debe buscar: el Parnaso de su arte. La pintura zabaletiana es también un icono y una anticipación a las nuevas búsquedas, y a la vez, es precursor de lo que yo llamo “Intelectualismo”.
¿Acaso la censura, los secuestros de incómodos diarios o revistas, o cadenas de televisión se pueden ocultar a los ojos de la Historia?




PÁGINA 30 – CUENTO

LA SEÑORA TERESA

Por Andrés Aldao (Maalot-Tarshija-Israel)

...porque entonces yo aún no sabía que
a pesar de crecer y por mucho que uno mire
hacia el futuro, uno siempre crece hacia el pasado,
en busca tal vez del primer deslumbramiento.
Juan Marsé – El embrujo de Shanghai

Figueroa al 1200 era la réplica de otras calles de la Buenos Aires de los años treinta y cuarenta. Las anécdotas y las emociones, la vida a cámara lenta; inquietudes calcadas del protocolo de la ciudad, la vida diaria con cadencia de la música de la urbe que él iría asumiendo con fascinación y curiosidad.

A la escuela Iba de tarde. Y durante las mañanas recorría las calles del barrio de Caballito, exploraba el espíritu del nuevo vecindario y se extasiaba contemplando a los quinieleros, los cafiolos, los esgunfiados y los atorrantes que le escapaban al trabajo. O a los viejitos jubilados sentados en las puertas de sus casas fumando en soledad cigarrillos Tecla, Barrilete, o los abusivos toscanitos Avanti. Lo asombraban las mujeres que iban al mercadito, a la feria y a comprar todos los días las flautas crocantes, los pebetes y los bizcochitos de grasa en la panadería Del Carmen, en Gaona y Paisandú. En esas rondas iba conociendo a las nuevas vecinas, a las hermanas y las madres de los amigos.
El aprendizaje. La mirada diferente compartida entre las pibas de su edad y las mujeres maduras que estimulaban sus fantasías, el tenue despertar de instintos y sensaciones que ignoraba hacia adónde lo llevarían.
Se empapaba de vida cotidiana. Tenía la sensación de haber entrado en un mundo oculto. Y para ciertas cosas, con un prematuro discernimiento que se abría paso dentro de su turbada conciencia de hijo de inmigrantes. Era como haber cruzado un límite, o haber entrado en un espacio virgen para su reciente ayer.

En una de las casitas de la cuadra a veces se asomaba, en el balcón que daba a la vereda, una mujer solitaria. No sabía precisar si era bonita, palabra que no era parte del vocabulario de la calle. Pero lo atraía. Rubia, de ojos claros, ojeras marcadas debajo de los ojos, figura esbelta, mirada algo sobradora e incitante (provocativa, diría después), contemplaba al pibe con fijeza, envolviéndolo con sutileza y garbo. Y él, turbado, bajaba la vista. Sólo sabía que la llamaban “la señora Teresa”.
El detalle de la ojeras era para los pibes que tenían calle un signo definitorio: se trataba de una “puta”, término que les sabía a mácula, signo de que sus salidas por las tardecitas eran para “hacer la vida”, algo criticado por las viejas. “Putas, rameras”, pontificaban los mayores sobre esas minas arregladas, pintaditas, de zapatos de taco alto y polleras ceñidas y cortonas. Él intuía que se trataba de algo que tenía que ver con esas sensaciones agradables provocadas cuando se meneaba el pito y alcanzaba un estado de gozo incontrolable.
Sin saber qué implicaba esa mirada, el pibe pasaba por la vereda de la casa intimidado por esos ojos que lo observaban con simpatía. No podía imaginar en aquella mañana de barrio
− recordaría años después − que ese rostro de mujer despertaría en su candor un secreto estremecimiento, la atracción por una mujer adulta. Que nada tenía que ver con los juegos y las experiencias infantiles, nada que ver con los recuerdos de la edad feliz, de las evocaciones conscientes, de los primeros compinches, la escuela y sus pequeños traumas.
El recuerdo regresaría bastante después, claro, como una sensación de ternura frustrada, algo de piedad y mucho de objeto inalcanzable. Como si los deseos de acercársele, rozar las ojeras − que eran como una lacra infame, decían −, fuesen espejismos, fantasías, el desgarro ante la certeza pueril de lo quimérico y pecaminoso, la orfandad acompañándole como un profuso apretón de espinas.
Pasaban los días y durante las andanzas solitarias por el barrio, cuando los ojos de la “señora Teresa” lo agobiaban, bajaba la vista escurriéndose, deplorando no convertirse en El Hombre Invisible, o en La Sombra. De todos modos, la imagen de Teresa le servía de estímulo, ensoñación obscena para las masturbaciones que celebraba algunas mañanas en su honor.
Esta historia de pibe seducido por la mina madura, tan distinta a las mujeres gordas que vivían en la barriada, no alteraron demasiado la rutina de su niñez, hasta el día aquél en que la señora Teresa, contemplándolo con su mirada insistente, le hizo una seña con el índice. Confundido, con un julepe atroz a lo desconocido, vaciló: disparar o hacer la comedia del chicato que no ve. Parada sobre el escalón de mármol de la casita con puerta de chapa, seguía haciéndole señas mientras bajaba del peldaño a la vereda y, espléndida, contoneándose, se le acercó.
−¿Qué quiere, señora? −murmuró apocado.
− A ver, ¿cómo te llamás vos? −dijo con suave sarcasmo.
−Para qué me pregunta −musitó.
−Hablá más fuerte, che rusito, que no se te escucha. A ver, dale, decime...
Le dijo el nombre. “Qué nombre más raro, che”, y comenzó a sonreírse. Él se sonrojó.
−Quiero pedirte un favor... Necesito que me hagás un mandado, te voy a dar una propina. ¿Sí? Por favor...
Se lo pidió con dulzura, y él, atemorizado, le dijo «Bueno, señora». Ella lo miró con cara agradecida, y agregó:
−Vos vivís enfrente, ¿no pibe? Y llamame Teresa, ¿de acuerdo?
Le pidió que le compre un churrasco de cuadril, una lechuga, un tomate y verdurita. “Y decile al carnicero que es para Teresita” −agregó−, y que lo anote.”.

Cuando volvió con el mandado golpeó con el llamador mientras miraba para todos lados. «Si me llega a ver la vieja, uy, que despelote...». Estaba asustado.
−¿Ya estás acá? Qué rápido, che. A ver, muy bien... bueno, tomá, estos diez centavos son para vos. Decime, ¿cuándo te necesite me vas a hacer la gauchada?
−Sí, señora.
−Llamame Teresa. A mí no me gusta que me llamen así ¿sabés? parece el nombre de una virgen −Y se echó a reír.
−Sí... −la cara se le puso bermellón cuando farfulló el nombre: señora Teresa.
−Sin señora, nene, bueno, andá, y gracias. Chau.
Cuando volvió del cole miró hacia la casa de Teresa. La ventana que daba a la calle estaba cerrada, no se veían luces. Se sintió abatido. Fue la primera vez que la buscaba. Como si la experiencia de la mañana lo hubiese acercado a la vida de la mujer, bajo la impresión de su voz y la cara, no habituales en el barrio. Su cabello era rubio claro, “como el de las muñecas de las jugueterías”, se le ocurrió. Y recordó el perfume que desprendía su cuerpo. No quería ir a jugar con la barra, estaba retraído, sentía algo raro. Se fue a la casa.

Teresa anegaba sus días con cálidas imágenes... Fantaseaba escenas en las que ella le confesaba su cariño, tomaba sus manos o le acariciaba las mejillas. Y, aunque en la escuela estaba prendado de una pibita del grado (ni bola que le daba), la figura de Teresa le invadió el tinglado. La vieja le interrumpió los sueños: “¡vení a comer!”. Fue a sentarse a la mesa. Comía embutido en el silencio. Hubiera querido preguntarle al viejo cosas de las “curves” (el sinónimo de puta en ruso), pero el padre leía el diario. Con la curiosidad insatisfecha se fue a dormir. A la mañana siguiente se masturbó imaginando a Teresa desnuda, con las ojeras de puta bajo sus ojos profundos... Empezó a intuir la relación. Era un secreto que debía guardar, no mentárselo a nadie. Ni a los amigos...
Continuó haciéndole mandados y siempre le daba la moneda. Una mañana, Teresa le pidió que fuese a comprarle un par de medias a la mercería de Gaona. Se ruborizó y ella se rió a carcajadas. Le pasó un papel en el que había anotado los detalles. Avergonzado, se encaminó hacia Gaona y cumplió el encargo. Ella le dio los diez centavos y un suave pellizco en la mejilla. Se sonrojó por segunda vez. Imaginó que pasaba los dedos por su mejilla y luego los besaba con pasión... No lo hizo.
Una tarde la vio doblar por la esquina de Paisandú hacia Gaona. Un irrefrenable impulso lo llevó a seguir sus pasos, descubrir, quizás, el secreto de sus caminatas por las tardes, develar las incógnitas de esas salidas vespertinas, pintada, elegante, las ojeras acentuadas, su contoneo sugerente. Garuaba; la llovizna, como un nimbo gris, resaltaba la efigie de Teresa que caminaba sin apurar el paso. La lánguida figura de la mujer se iba diluyendo en las sombras del atardecer. La vio cruzar Gaona, subir al tranvía 99 y esfumarse. “Hacia la perdición”, pensó con pena repitiendo frases de los “mayores”, sin saber muy bien de qué se trataba. Una angustia imprecisa, preguntas que no sabía responder. Las mejillas se le fueron cubriendo de lágrimas y regresó a la calle protectora...

Hacía varias mañanas que no veía a Teresa. A veces ocurría. Aunque todos los jueves lo aguardaba tras la puerta, en una especie de rito secreto. Cuando lo advertía le hacía señas y le encargaba las compras. Pero ese jueves no estaba. Sintió una extraña inquietud. Los pibes de la barra habían comenzado ha observarlo, cosa que despertaba su ira. Y temor. Pensó que habían descubierto sus mandados, O mucho peor, sus secretas ensoñaciones con Teresa. La sospecha le agobió. Algunas de las viejas podría ir con el chisme a la casa, o las amigas de la hermana referirle lo de los mandados. No entendía qué tenía de malo, aunque sabía −puro pálpito− que debía hacerlos con discreción, como un furtivo acto conspirativo.
Ese viernes salió de la casa y, mientras recorría el pasillo, sintió una vez más la angustia imprecisa. Llegó a la calle: allí estaban las matronas parloteando como arpías excitadas. Se fue acercando y escuchó que la vieja de Adel les decía a las otras: «Se la llevaron antiayer, sí... Vino el autito de la 13ª. Esa atorranta... yo les dije que ésa no es trigo limpio, es una ramera», musitó bajando la voz al ver al pibe. Y vos andáte de acá, Rusito, que nadie te llamó».
Volvió a la casa. Se sentía como el protagonista de una tragedia. Recluido en el baño se masturbó, desesperado y afligido. Después secó sus lágrimas.

Luego de un tiempo la “señora Teresa” regresó. Estaba más pálida y las ojeras parecían delineadas con espejuelos negros. Un mediodía, yendo hacia el colegio, la vio. Tenía la cara seria y se adivinaba triste. Ella lo miró a los ojos, con ternura, necesitada de un gesto amistoso, y él, turbado, dio vuelta la cara... Ya no volvería a pedirle mandados.
Esa tarde se hizo la rabona; se sintió desdichado e infeliz, con una vaga e incomprensible sensación de culpa.
A los pocos días un camión de mudanzas se llevó a Teresa, a sus muebles, las plantas y unas canastas de mimbre. Las brujas de la cuadra contemplaban la escena con sus ojos de arpías.
Durante un tiempo siguió vislumbrando la puerta de chapa y el escalón de mármol desde donde Teresa lo convocaba los días jueves. Sin saberlo, fue su primer desgarro amoroso. Nunca volvió a verla. Jamás la olvidó ●




PÁGINA 31 – POESÍA ALLENDE EL MAR

Florentino Gutiérrez Gabela (León-León-España)

VIDA QUE A MI VIENES

Vida que a mi vienes
como demonio o naufragio,
ábreme la puerta de los días difíciles
y la nieve ajusticiada

asómate al corazón silvestre de mi cuerpo,
llaga este puñado de bocas
que todo lo manchan

derrámate por estas plantas de criatura terrestre
sé mi torbellino de infiernos
hazme ingrávido útero de tus partos de hembra
anuda a mi cuello tu piedra de castigo

llévame a la hondura
donde ruede la eternidad esculpida de la nada

fecunda los cachorros solitarios de mi cautiverio,
y arranca,
arranca con el embate de fiera
este vientre profanado, el cordero aturdido
que en mi yace
y dame cacería.

ODA PÓSTUMA AL TIEMPO

Has ido hostigando látigos
por los días de la infancia,
apresado ceremonias de desastres
por las estepas de la aurora,
has ido cercenando los mandamientos
con orquídeas desmemoriadas.

Fuiste por una anatomía
como oropéndola que quema los ojos y la voz.

Aquí está por fin el reino de sombras
que orna la desmesura de lo vivido

burdeles
refugios indulgentes del arroyo
abrevaderos indignos como penitencia
la fragilidad litúrgica del desprecio
hostiles laberintos
hábitos indecorosos
episodios de infortunios
y otros actos reconstruidos
con el deterioro de una híbrida memoria.

COMPLICIDADES

Las vidas expiran como cirios ahumando mariposas.

Se me han ido los minutos
en la lenta cuchillada
de un huésped que no perdona.

Después de tanta soledad.

Antes el aire me latía en las coronas de nieve
que mis párpados trenzaban.

Ahora solo lejanía.
Lejos la lluvia, el sembrado, el corazón, todo.
Y un quedarse solo
sin atreverse casi a mirar palomas.

Me han herido con el cansancio
y ahora esperan los despojos de esta sumisión.

Debe de ser esto la vida:
un sutil oficio de complicidades.

LAS HORAS

Las horas no son minuteros de nácar
ni mariposas esmaltadas
que se clavan a una esfera
y solo marcan los latidos de los días.

En días como hoy
dejan caer esa lanza de hastío en un rincón
donde todas las horas caen
conjurando los viejos humores
o buscando la complicidad de la piel o de los años.

Y un día con nosotros
se alejan por la espesura de los sentidos
dejando una estela de misterio
y hermosura

una música estelar
de lo que una vez fueron y fuimos.

CUANDO LA VIDA TOCA FONDO

Sobrecoge la apesadumbrada costumbre
en este alfiletero de ciudad
con sus veranos baldíos
y la yugular colgando como un kimono
de una cornisa de la luna

las tardes eclosionan entre golondrinas apáticas
precipitadas de algún atardecer
cuando la vida toca fondo entre veniales melancolías

se encogen los sueños en una almohadilla floreada
donde desvarían duendes abúlicos
y lobos menguantes buscan analgésicos
para su aullido parturiente

ladran los perros a una luz ojerosa
en las noches infectadas de burdel
con sus páramos de perdedores
entre la neblina acuchillada por la tristeza.

PARÍS

En Paris
los corazones húmedos y los recuerdos
encuentran el goce en los frágiles atardeceres.

-Avec mes souvenirs, j`ai allumé le feu-
Piaf, desconsolada, se apoya en las farolas del boulevard:
non, rien de rien
non, je ne regrette rien.

Rimbaud abre las alas pecadoras al caer la noche
y deja caer el látigo
sobre la jauría centinela de sus demonios.

En Monmartre,
Toulouse-Lautrec pinta la desnudez de la bohemia
en los prostíbulos embriagados de penumbra.

En el callejón sonaba Brel
con una voz suplicante y un -ne me quitte pas-
que aún hoy me tienta volver y arrojarme al Sena
con todos los suicidas.


Ian Welden (Copenhague-Dinamarca)

SELMA

Se ríen de ti
de tu tez de sombra
de tus cabellos de noche
de tu aldea tragada para siempre
entre escombros y niños muertos.
Llegas al paraíso caucásico
envuelta en mantas de la cruz roja
solitaria como una estrella fugaz
frágil como una cucharita de cristal
triste y asustada como una lágrima.
Y se burlan de ti
de tus ojos de carbón
de tu verbo extranjero
Selma de las montañas heridas
a dónde te irás ahora?

SOLEDADES

Hay soledades infames
que arañan el poderoso corazón
del leñador en el bosque
a su triste hora de dormir.

Soledades malvadas
que graznan y aletean felices
cuando el noble peregrino del alba
encuentra a su ídolo colgando muerto
con los pies de barro.

Y soledades crueles
como la de mi alma extraviada
vagando por el inconmensurable universo
en busca de mi amor.

EVA EN EL EXILIO

Dicen que despertó de una costilla
en un jardín llamado Edén
y que corrió cual niñita feliz
a saciarse con el delicioso fruto de la vida
Nadie quiere explicar ahora
porqué fue enviada
al eterno destierro de la soledad.
Porqué su magnífica juventud
fue encarcelada con un candado de hierro.
Porqué fue estigmatizada de bruja
quemada en hogueras eufóricas
y violada en tanta guerra inútil.
Ni porqué se la ve tan sola y llorando
por los oscuros recovecos de las ciudades
llamando a su otrora fiel compañero de juegos
Adán.

EL CARNÍVORO

¿Qué hay en esa mueca oscura?
Usted oculta un pecado imperdonable
desmantela mundos
para satisfacer su necesidad de someter
de usurpar.
Germen de los ocasos
eminencia de carnicerías
que a paso largo y prepotente
va devorando almas y corazones.
Cómo se siente en sus noches en vela
cuando los fantasmas aúllan en la ventana
y los continentes crujen de rabia
por Usted?
Quién lo irá a enterrar me pregunto.
Quién prestará las manos
para lavar su patético cadáver
infectado por tanta pesadilla
sonrisas quebradas y sueños violados?

URGENTE

La despiadada garra de la indigencia
con sus hambres y sedes y pestes a cuesta
irrumpió anoche metralleta en mano
en las chozas de viento y barro del planeta
matando mutilando y violando a millones
y condenando a miles de sobrevivientes
a un exilio ad infinitum.
estos refugiados han sido encarcelados
en poderosas jaulas de aluminio reluciente
por políticos de países groseramente opulentos
y los astutos productores de jaulas del mundo
se están haciendo aún más ricos.

LA BÚSQUEDA

Te he buscado
alas
fuga
gritos en la noche
y no estás donde corresponde.

Se acerca el final de mi camino
se abren las rejas de mis heridas
dolor
miedo
escombros
y aún no estás donde corresponde.

PROPOSICIÓN

Cuando tu hermosa alma
agache la cabeza
conjugando el verbo rendición
no te olvides de mi.

Yo también me entrego a veces
a las jaurías de la desolación
y entierro mi voluntad herida
en la nieve.

Resucitemos juntos
es mi más tranquila proposición de amor
para tu silencio tan doloroso
y mi eterna ausencia de ti.




PÁGINA 32 – ENSAYO

LA TECNOCULTURA: NUEVAS SENSIBILIDADES ARTISTICAS

En el corazón de esta videocultura
siempre hay una pantalla, pero no hay forzosamente una mirada.
Jean Baudrillard

Por Carlos Fajardo Fajardo (Santiago de Cali-Colombia)

La revolución micro-electrónica se ha globalizado tanto que está generando en los distintos ámbitos, sobre todo en las producciones estéticas, una CIBERCULTURA. Viajeros y paseantes por ella, los hombres finiseculares la vemos cada día crecer y generarse en nuestras ciudades. Nos dirigimos hacia una sociedad construida, controlada por la mediatización: una Telépolis trasnacional. Así, el Internet y las grandes superautopistas de la información, la multimedia, están cambiando nuestras percepciones espacio-temporales, la sensibilidad y la visión que hasta ahora teníamos de la ciudad, transformando nuestra noción de relación personal, lanzándonos a una imagen de interlocutores virtuales, simulados. Cibernautas, internautas, los artistas trabajan hoy con procesamientos diferentes a los de hace veinte años. La era post-industrial afecta y afectará cada vez más aquella noción de trabajo estético que todavía en la industralización existía.
¿Cuáles deben ser, entonces, las propuestas para encontrar, en medio de esta masiva afluencia de modernización tecno-científica, la gratificante presencia de ilusión, ensoñación, de magia, maravilla en los imaginarios simbólicos de la obra artística?
Se impone de manera total una propuesta de efecto resemantizador de los universos estéticos. Recontextualizar, redefinir, reutilizar y deconstruir sus estructuras es el reto a que nos enfrentamos. Bricollage e hibridación semántica deben operar para comprender en medio de estas presencias supremas, la constitución de las nuevas sensibilidades artísticas.
Ya en distintos campos del arte (las artes plásticas y el teatro y el cine, por ejemplo) desde hace algunos años se han llevado a cabo estas operaciones. Grupos de artistas tratan de reutilizar fragmentos culturales y las microexpresiones que ha dejado ese desboronamiento de los macrorelatos de la modernidad (la idea de racionalidad teleológica, las ideas de progreso, futuro, desarrollo, la idea de emancipación, de vanguardia, las ideas de pertenencia y participación, de Estado Nacional, la ideas de democracia liberal, etc.) y han propuesto una redefinición crítica para romper con el logocentrismo Occidental estético. El gran auge de los fragmentos micros está produciendo la ruptura con la legitimación autoritaria de los géneros. Se impone ahora la multiplicidad de collages estéticos. En las artes plásticas se observan performances, instalaciones que combinan, sin ningún trauma moral, sin "delito", materiales tradicionales, incluso orgánicos, con aquellos provenientes de la telemática y la cibercultura; se desea de esta manera un arte de multimedia, que conserve lo que la tardo modernidad produce junto a los remanentes de la cultura no moderna.
Las hiperrealidades de las redes y sus hiperespacios están generando una nueva sensibilidad apenas vislumbrada por nosotros, y no sabemos aún cuáles serán sus dimensiones. Se hará necesario construir nuevas brújulas y nuevas cartografías para caminar por los espacios globales que nos esperan. Tendremos que estar preparados para asumir de forma más vital y profunda las nuevas categorías que el arte está presentando y presentará en las próximas décadas. Las nociones de heterogeneidad, discontinuidad, de fragmentación, simultaneidad, diferenciación, simulación, de pastiche, bricollage y de lo aleatorio, se irán acentuando cada día más entre las producciones estéticas, ante lo cual debemos poseer una actitud despierta para observar tanto sus debilidades como sus grandezas.
Arte de la tercera etapa del capitalismo o de la Era transnacional, con sus máquinas electrónicas, elaboradas para la representación y reproducción de imágenes más que para su producción (etapa que pasa del motor a propulsión al motor cinemático); máquinas simuladoras de poder global a través de la virtualidad, con nuevas formas de aprehender el contexto social desde una perspectiva video-cultural.
Estamos ante un cambio tecno-cultural que modifica " las nociones de ‘arte’, de ‘ciencia’, de ‘técnica’, de ‘hombre’, de ‘espacio’, de ‘tiempo’, de ‘materia’, de ‘cuerpo’, de ‘realidad’, etc... abriéndolas a significaciones profundamente renovadas". ( A. Renauld,1996,17). Nuevas imágenes-pixel; nuevos imaginarios pantallizados que generan una visualidad cultural distinta a la tradicional y que modifican lo axiológico, lo epistemológico y lo estético." No hay duda de que las nuevas imágenes expresan al mismo tiempo estas dos dimensiones de existencia: tecnificación, industralización de lo imaginario por una parte pero también, al mismo tiempo, imaginario tecno-cultural activo, creativo, capaz de hablar culturalmente ( y no sólo manipular técnicamente) las técnicas y los procedimientos del momento, de abrir nuevos espacios/tiempos para una nueva era de lo sensible..." (25).
Viajeros por redes y audiovisuales, cambiamos el vehículo tradicional del siglo XX (el automóvil) por el vehículo ciber audiovisual, donde, según Paul Virilio " todo llega sin que sea necesario partir. A la llegada limitada de vehículos dinámicos, móviles, después automóviles, sucede bruscamente la llegada generalizada de las imágenes y de los sonidos en los vehículos estáticos del audiovisual" (1996,41). Así, este "vehículo estático", el audiovisual, es un "sustituto de nuestros desplazamientos físicos y prolongación de la inercia domiciliaria que verá, al final, el tiempo del sedentarismo, esta vez de un sedentarismo definitivo"(39). Y es a partir de él que poseemos una tele-globalidad donde la visión se amplía a costa de reducir nuestro movimiento físico, llevándonos a una inercia domiciliaria, logrando eso sí tener la sensación de vivir en todas partes y en ninguna, con una panorámica virtual a través del escaparate electrónico que nos asegura un simulacro de viajeros internacionales por museos, paisajes, arquitecturas de países que visitamos como ciber-turistas, ciber-viajeros. El tiempo extensivo de nuestros abuelos se ha ido transformando en un tiempo intensivo instantáneo gracias al nuevo vehículo ciber audiovisual. Triunfo de la velocidad sobre el tiempo. Se impone, de esta manera, la distancia-velocidad sobre la tradicional distancia-tiempo (41) captada en el escaparate catódico, motor cinemático, desde una silla, una cama o un sofá donde somos soñados sin soñar y circulamos sin circular.(cf. Virilio,45).

CONTRATAPA: NOTAS DE PARÍS
ESCRITORES FRANCESES DE HOY

Por Irma Bignon (Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

El mes de enero es en Francia un mes importante para todos los profesionales de la edición: centenares de libros flamantes invaden los anaqueles. De Douarnenez a Menton, de Strasbourg a Biarritz, cada librero presenta las novedades. ¿Cuáles serán las obras que emergerán de esa marejada en enero de 2011?
Tres escritores: Sylvie Aymard, Jérôme Garcin y Lionel Duroy forman un terceto que probablemente presentará nuevas obras en esta próxima temporada.
Cada uno de ellos ha conocido el éxito. Los tres parecen formar parte de un mundo diferente, de un mundo hecho de resistencia a esta época de comienzo de nuevo siglo. Y los tres, cada uno con sus propias palabras y sus actos pertenecen al paisaje contemporáneo, a la par que se mantienen a distancia de él.

La incomunicación de los seres

Nacida en Paris en 1954, Sylvie Aymard reside allí durante 20 años.Luego de sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas consagra su vida a la pintura y a la escritura. Apasionada, simple y profunda escribe desde sus 15 años. Vive en el Clunisoy en medio de un bosque. Su primera novela “Courir dans les bois sans désemparer” (Correr en los bosques sin parar) recibe el premio literario Centre Leclerc 2007. Con un estilo atrayente y fórmulas ruidosas, relata el encuentro entre un pasado y un presente para hacer un futuro. En febrero 2008 publica “Du silence sur les mains” (Silencio sobre las manos). Es la historia de una familia de mujeres con la ausencia absoluta de hombres. Ante un cuadro peligrosamente simple, propicio a los excesos, Aymard describe con pudor la frágil textura de los seres. “La vie lente des hommes” (La vida lenta de los hombres) que acaba de aparecer en 2010, es la movilización general. Pie de guerra. Caos. Acontecimientos sin control. Relato donde la poesía y la hechicería, caminan juntas, lo que ha hecho el éxito de sus novelas precedentes. En todos los casos su editor es el mítico Maurice Nadeau, amante de los libros, y gran descubridor de talentos.

Cabalgar no es una actividad física, es un pensamiento puro, un acto de fe

Jérôme Garcin nace en Paris el 4 de octubre de 1956. Alumno del liceo Henri IV, sigue cursos de periodismo y finaliza en la Sorbonne donde realiza una maestría de filosofía. Sus grandes pasiones son: el mundo de los libros, las artes y los caballos – igual que su padre que esta última pasión le costó la vida -.
Es Consejero Literario de las Ediciones Grasset. Autor de novelas, y de ensayos del universo ecuestre, citamos particularmente sus obras premiadas: “Pour Jean Prévost” (Para Jean Prévost) premio Médicis 1994; “La chute de cheval” (La caída de caballo) premio Roger-Nimier 1998; “Perspectives chevaleresques” (Perspectivas caballerescas) premio Federación Francesa de Equitación 2003; “Son excellence, Monsieur mon ami” (Su excelencia, el Señor mi amigo) premio Duménil 2008. Su último libro “L´Écuyer mirobolant” (El Jinete magnífico) Ed. Gallimard 2010, es un homenaje al capitán francés Étienne Beudant (1863-1949), personaje fascinante, que llevó la equitación a su más alto grado de perfección, logrando la agilidad y velocidad del animal sin peso ni apoyo alguno, tan sólo con el roce de la bota y la caricia de la leve montura. Más allá de la fogosa e impecable escritura, el autor nos ofrece una lección de vida, una moral en el comportamiento que nos alcanza hasta a nosotros los caminantes. Es gracias a la equitación que yo escribo – dice -. El caballo me ha permitido escribir. Creo que he encontrado la forma exacta de las palabras gracias a él.

Tratar de soportar lo insoportable

En medio de un hogar convulsionado, con un padre estafador, una madre neurasténica y nueve hermanos, Lionel Duroy – Duroy de Suduirant su verdadero nombre – nace el 1ro de octubre de 1949 en Bizerte (Túnez) en un viaje que sus padres hacen a Nor-Africa. El pequeño Lionel descubre su sentimiento muy temprano, los que no lo abandonarán jamás: la vergüenza, la humillación, la pena. De cadete de almacén pasa a ser obrero y por último periodista. En 1990 publica su primer libro “Priez pour nous” (Rogad por nosotros) donde hace una descripción de la gesta familiar. El libro es un éxito, pero también es un drama. Por haber relatado la historia de su familia, recibe el desprecio de sus hermanos. Pero él no renuncia. En las diez novelas que escribe a contiuación, el tema es siempre el mismo. Está atado al pasado. No puede desprenderse de él. “Un jour je te tuerai” (Un día te mataré) aparece en 1999, “Méfiez vous des écrivains” (Desconfiad de los escritores) en 2002, “Trois couples en quête d´orage” (Tres parejas en pos de tormenta), por citar algunos de sus títulos. Hoy, su vida transcurre placenteramente. Con su esposa y sus hijos forma una familia recompuesta. ¿Qué queda de mi niñez? – se pregunta. Al fin puede responder sin cólera, sin rencor, sin espíritu de venganza. En 2010, Ediciones Gallimard publica “Le Chagrin” (La Pena). Es siempre su pasado que él retoma. Cuanto más desea terminar con él, más se ata a él. Ese vaivén, movimiento constante y conmovedor, revela un inflexible y obstinado destino: el de ser escritor.

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