Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com
GACETA LITERARIA Nº 36 – Diciembre de 2009 – Año III – Nº 12

NÚMERO ANIVERSARIO


Imágenes: Pinturas de Remedios Varo (Anglés-Gerona-1908/Ciudad de México-México-1963)

PÁGINA EDITORIAL


ARTISTAS EN ÉPOCA DE CRISIS

Por Josep Esteve Rico Sogorb (Elche-Alicante/España)

Ya estoy aqui de nuevo. Confieso que esto de la crisis o recesión con tocaduras de fondo o salidas de pozo y túnel me ha dejado anímica y mentalmente tocado, tanto, que incluso la 'musa' de la inspiración periodístico-literaria se alejó de mi causándome 'sequia' creativa. Hay autores que cuando las cosas les van mal -sobre todo económicamente- pierden el interés de escribir y publicar. Muchos de estos personajes de las Letras caen en la apatía, en la abulia y en la tristeza; se hunden en el desánimo y en el pesimismo. Y creo, por desgracia, que soy uno de ellos, que pertenezco a esta clase de creadores a los que la crisis ha golpeado duramente haciendo mella en las necesidades más vitales, llámese comer, ahorrar, pagar impuestos o abonar las temidas sufridas hipotecas.
Retornar a la escritura y a la publicación en estos tiempos requiere un sumo esfuerzo titánico y sacar energías de flaqueza, máxime cuando se cierran tantas puertas o incluso más de las que en épocas de bonanza económico-laboral-financiera se cerraban cuando alguien buscaba ayuda -mecenas, subvenciones, donaciones o créditos- para publicar su obra. Cuando casi como Van Gogh o los bohemios poetas malditos y rebeldes se roza la miseria viviendo entre carencias vitales y apreturas o escasez, es muy dificil crear, especialmente para principiantes noveles, amateurs y aquellos que no somos autores 'best sellers' famosos aunque tengamos una vasta y variada obra publicada.
Ante los retortijones de tripas por hambre contenida en la carestía y frente a los embargos de bienes o a la angustia de no poder pagar deudas y recibos o facturas de servicios vitales como la luz o el agua; resulta muy dificil que la inspiración brote espontánea y con belleza. Por ejemplo, La Historia de la Literatura y el Arte Universales se halla plagada de casos de cruda pobreza de autores -novelistas, poetas sobre todo, periodistas-que vivieron en épocas de graves crisis económicas y sufrieron hambre, frío, necesidad, incomprensión, rechazo y desvaloración sociales, etcétera. Lo lamentable es que tales autores, que además de vivir y morir pobres fueron incluso proscritos, prohibidos y perseguidos; ahora son moneda de cambio de intereses creados haciendo millonarios unas veces a sus descendientes por mor de los derechos de autor heredados y otras ocasiones a marchantes, tratantes, agentes intermediarios como coleccionistas, editoriales, casas de subastas y hasta mismísimos gobiernos. Todos ellos, aprovechándose y sacando tajada. Y el verdadero personaje importante, el creador o artista, ninguneado y manipulado o utilizado sin su consentimiento.
Lo ideal sería que ningún creador pasara necesidades acuciantes, independientemente del alcance de su obra o de la magnitud de su proyección o fama social, categorías aparte. Si universalizando o globalizando, ningún terrestre debe pasar hambre y los poderes públicos han de garantizar la supervivencia cubriendo las mínimas necesidades vitales, tratándose de artistas creadores con mayor motivo. El arte es la más sublime de las manifestaciones del género humano y como tal ha de ser especialmente bientratada y considerada por quienes gobiernan el planeta. Evidentemente no me refiero a esos artistas -cantantes y actores, principalmente- archimillonarios con fortunas 'galácticas' y cachés colosales, esos que evaden impuestos en paraisos fiscales y viven endiosados malgastando y derrochando. No, a esos no me refiero. Hablo, por ejemplo, del simple y sencillo vecino del quinto que además de trabajar en una fábrica o en un comercio, escribe poemas y publica libros con su esfuerzo creativo y económico sin ayuda, endeudándose con préstamos bancarios para pagar la edición de su obra y que solo logra -a veces, no llega y pierde dinero- recuperar lo invertido.
A esos, los hijos del agobio y del dolor. A los parias de la tierra, a los desdichados hijos del infortunio y de la mala suerte. A los descamisados empobrecidos embargados por la opulenta y devorada banca. A ellos, esos son los míos. Y entre ellos, se hallan verdaderos artistas creadores en potencia, auténticos genios y fenómenos de las artes a los que las oportunidades les resultan esquivas sin tener la suerte de otros que logran el éxito al participar en programas mediáticos de cadenas televisivas de dificil y restringido o minoritario selectivo acceso. Esos son los míos y por ellos rompo una lanza a su favor. Artistas, creadores y creativos; arruinados o 'currantes' en precariedad que no comemos de ésto, -y hemos de trabajar en otras profesiones incluso más duras y malpagadas para subsistir- pero que aportamos nuestro granito de arena, nuestra 'estrofa' a la Cultura, a la Sociedad. Porque los hay como yo, pobres y necesitados, sin suerte, pero con un alma creativa tan enorme capaz de superar la más cruenta de las crisis.
Va por vosotros... y por mi también. Suerte y ánimo. No nos dejemos caer en el desánimo, sigamos luchando y cada día aportemos una estrofa. Como Walt Whitman.

PÁGINA 2 – NUESTRA POESÍA

Rosa Lía Cuello (Cañada de Gómez.Santa Fe/Argentina)


DÉJAME AMARTE

Déjame amarte solo por esta noche
y en el relieve de tu sombra
aunque mañana nos persiga el silencio
con un desborde de alas
que se despliega por dentro.

Déjame amarte en el destiempo
en la acritud de las miradas
en la soledad del estío
en el horizonte de mis lunas
en el perfil de los crepúsculos
con mi alma repleta de nostalgia.
Que mi amor no sea pasajero
de algún barco que navega las distancias.

Déjame amarte desnuda de ayeres
en la eternidad de tu risa
en los contornos de tu ser
mientras mi boca
degusta tu piel de fruta madura
con tus penumbras con mis exilios
anochecida de estrellas
en la ruta de los momentos que partieron
astillada de cruces ajenas
con los brazos abiertos
y solo por esta noche.

BREVIARIO DE TRISTEZA

Cuando el otoño amarillea soledades
y el amor se recuesta en la locura
asoma su sangre la tristeza
no comprende que los fonemas no alcanzan
si te encuentro agazapado
en la dureza de tus ojos
y destierras la memoria y los sueños
que son lo único que conservarás mañana
cuando traspongas los límites del sentimiento.
El mundo gira irresponsable
decantando su existencia
y un ruego añoso se filtra en la tinta
silenciosa del paisaje.
Entonces comprendo que allí
donde renace la fábula del ángel
que extermina los ocasos
proliferan madrigueras de cansancio
mientras escuchas cuentos
de palomas crucificadas
para que el fragmento de un signo
funde la dialéctica del cambio
y ya no deglutamos el fruto del árbol
que despierta la ignorancia.

BÚSQUEDA

Me detiene / me aprisiona / me exige/
me llama / como paloma sedienta./

Se desplaza /se extiende / se bifurca/
se espeja/ en antiguos silencios/

Me hace libre / plena / impetuosa/
me convoca/ a través de los rituales/

Se esconde /en la sombra de la tristeza/
sugiere/ que la busque y que la encuentre./

Entonces me pregunto / me acoso/ me distraigo/
me sumerjo/ me habito / y me descubro.

Y es allí /cuando encuentro la palabra/
y es allí /cuando nace el poema/
envuelto/ en la mirada de alguna alondra anochecida/
que busca la plenitud /de los otoños que le dan forma.

FRACCIONES

Hay partes de mí que se fraccionan
mi boca lleva las palabras
mi cuerpo adquiere otro lenguaje.

¿Hacia que vidriera
se fugan mis pedazos?

Hay partes de mí que se fraccionan.

¿Cual de ellas soportará la angustia?

NAUFRAGIO DE PIELES

Fuimos un naufragio de pieles contenidas
dibujando arabescos con las sombras
en este armazón que nos contiene.
No preservé mi cuerpo de la agonía
por que la memoria es de sal,
las cenizas del olvido
y las partidas son senderos de piedra
que tu mismo fabricaste al alejarte
llevándote mi nombre atado
al desmedido amor que proclamabas.
Ya no habrá más signos
en el principio de la sangre,
no más vuelos de pájaros de ensueño
sobre la otra orilla de los tiempos.
Mis ojos hoy te borran del espejo de mi cuerpo.
En tu país de olvido está amaneciendo,
en el mío recién comienza a anochecer.

César Actis Bru (Santa Fe-Santa Fe/Argentina)

SEÑORA NUESTRA

Los pájaros ensayan
movimientos de plumas
donde caben los vuelos
de todos los vuelos de los astros.
Brotan ellos
la música más bella,
y
tocado de flores
soy Juan Diego
en la fragante, sonora,
no esperada
mañana en Tepeyac.

ESTOY AQUÍ

Amos de la verdad
y aduaneros de Dios
no me han visto llegar.
Hoy,
como ayer, me deslizo
entre rituales, códices,
gestos solemnes,
y el humo tusígeno
de incienso.
Hoy,
como ayer, doblados están
descifrando la letra
y el sentido
para que Dios, el Señor se haga papel.
Cuando me miran
no me ven
porque traigo
los rostros de los hombres.
Hoy,
como ayer, me atrapan y golpean
y encima de maderas
me azotan y me acuestan,
me clavan y me cuelgan.
Hoy,
como ayer, me doblan y me guardan,
me esconden en la piedra
sellando las entradas.
Cuando me miran no me ven,
pero estoy siempre aquí.
Traigo en mi rostro de Dios
todos los rostros dolientes de los hombres.

CEMENTERIO EN YACANTO (2)

I
El aire, el agua,
los fuegos y la tierra
oyen su nombre ahora
Soy el primero.
Desligado del barro
morosamente me alzo y me despierto.
La luz me hace perplejo.
Tengo los siete puntos del espacio.
Inicio mis huellas al pasado.
Tiemblo.

II
Esta tarde es tan bella,
tan diáfana y distinta.
Me llama el mundo recién inaugurado
y apenas lo vislumbro:
tus paredes prolijas
y muretes pintados por manos comunales
en cálido hematite;
tus calles con el ripio
de ciudad donde duermen los cansados
del mundo;
la tumba abierta;
la menta y el poleo;
el canto de los pájaros
y la loma serena desde donde avizoras
la vida y el futuro.
Soy el primero y soy también el último.
(2) A la comuna de Yacanto de Calamuchita, Córdoba.
Obviamente quien habla es “El Resucitado”.

SOY UN PÁJARO OSCURO

Soy un pájaro oscuro
navegando huracanes
y tormentas de agujas.
Mañana moriremos.
Pero debo luchar
con alas desplegadas
y los ojos abiertos
arrastrando el ocaso
donde sueños baldíos
son los hombres.
Y el lavado se anuncia
con el agua ritual
y el viento enardecido
para hacer-nos de nuevo:
ése,
que dejamos de ser
y el que debimos haber sido.
Soy un pájaro oscuro.
Desde el horrible vendaval
que me sacude veo
el Ave transparente
que cursa la Luz inconmovible
a la que yo
no llego.

ADAM (3) EL DESTERRADO

Si me preguntas: “¿dónde estás?”
diré: “tus pasos oí por el jardín,
tuve miedo y me escondí, porque estaba desnudo”
y la pregunta tuya avanzará mañana
-mañana que es tan irrevocable como el día de ayer
en tu designio- escrita en los libros sagrados
que beberán los hombres que escriben la Instrucción.
Vuelves a preguntarme: “¿dónde estás?”;
te respondo contrito -no sé si arrepentido con
más dolor por mi propio dolor
que por el árbol transgredido,
que estoy aquí, temblante y vulnerado
lloroso y desvalido,
pues no quise el destino
ni la amable ternura reservados.
Sólo yo (miserable)
Sólo yo sé
la angustia que he tocado
por querer alcanzarte con mis fuerzas
sin Tí, sin tu Cariño,
con mi mano febril y tecnológica,
lábil y torpe,
jurídica y soberbia.
Y te he perdido.
Quise existir -siendo la imagen sin
el Espejo y sin el Espejado.
¡Y me preguntas “¿dónde estás?” !
¡En ningún lado! (respondo)
Tampoco dentro mío.
Sólo me encuentro en tu pregunta
que perfila tu Voz, tu Aliento, tu Palabra.
Y en la tinta y el papel que la conservan
puedo mirarme
-nostálgico y excluido como
una triste mancha del espejo.
(3) Del hebreo “adamah”, tierra roja.

HA TESHUVÁ - EL RETORNO (4)

En este mundo
aislado
con dolores y límites precisos
despierto cada día
y estoy triste.
Como el viejo Brandán de las Irlandas
he salido en mis barcas
atónito y perplejo
a descubrir
los terrores del viaje,
los espejismos, las burdas ilusiones
y el esplendor de algunas Islas Ignoradas.
Tengo nostalgias
de mi tierra,
de aquella que dejé
donde escuchaba
“tu caminar sereno
en la renuente frescura de la tarde”,
cuando
-al igual que un vecino platicabas
conmigo
las venturas del día.
Y añoro tu presencia.
Pero Tú no te has ido.
He sido yo,
cansado de tu Verbo,
que -insensato- partí hacia los vacíos.
Y hoy
que escucho tu Voz en todo Tiempo
no descubro el camino de regreso.
(4) La Conversión.



PÁGINA 3 – CUENTO


A LA EULALIA LE FALTABAN 5 PAL PESO

Por Amelia Arellano (San Luis/Argentina)

Ha empezado a nevar y es primavera. Los copos se disuelven en la fonda oscura de la Eulalia. Claro, siempre se dijo a la Eulalia le faltaban 5 pal peso.
Nació silvestre, como las verbenas, pero el hombre y sus circunstancias decidieron por ella.
Cuando quedó guacha, se la llevó el patrón, y como el trabajo en la Estancia era mucho, decidió que no fuera a la escuela.
Creció como los yuyos, a merced del tiempo.
Cuando el frío le llovía en los ojos se tapaba, toda, toda, con la cobija de lana de su abuela, única herencia de su pasado.
Cuando las ubres, comenzaron a hincharse, la cabrillona fue cabra.
Como caen los chañares maduros, fue pariendo hijos.
Hijos de la sed. Del viento. Del hastío.

Su ley fue contraria a la de las bestias.
“Que nazcan hembras así aumenta la majada.”
Esta era la ley del hombre:
“Que nazcan machos para que haya más fuerza de trabajo.
Cuando la única niña se anunció, el parto vino complicado; decidieron sacrificar la niña por la hembra reproductora.
Al poco tiempo el vientre fue creciendo como la luna llena.
-“Que se va en sangre”-
-“Que el aborto es pecado”-

Ahora las 40 primaveras yacen en una caja de madera.
Los copos se disuelven en la fronda ingrávida de la Eulalia.
Las cotorras rezan y murmuran.
No hay lágrimas, ni congojas, ni un te extraño.
Claro, a la Eulalia le faltaban 5 pal peso.

PÁGINA 4 – ENSAYO


EL SURREALISMO EN LA ARGENTINA

Por Silvia Loustau (Mar del Plata-Buenos Aires/Argentina)

diez hojas de cuchillo se niegan
a dar su merecido
y por un momento
a escribir siquiera cualquier parte de lo que se
ha dado por vivido.
Carlos La Torre _ Biografía Limitada

El movimiento surrealista fue fundado en Francia en la década del 20. Es difícil separar la palabra surrealismo de poetas franceses como Eluard, Breton, Prevert, aquellos quienes más trascendieron. Sin embargo el surrealismo se extendió por el mundo y en la Argentina florece con vigor en la literatura nacional recién a comienzas de la década del 50.
Resultado de las diversas asimilaciones de los planteos de Breton y sus seguidores, fue la creación de obras fundamentales en todos los campos del arte.La preeminencia poética de los fundadores europeos movilizó también a los poetas argentinos.
He optado por poetas decididamente emparentados desde la década del 50, y que dejaron constancia de su vinculación, tanto a través de sus poéticas particulares como en publicaciones y documentos.
El Primer Manifiesto Surrealista es de 1924 y desde entonces hasta mediados de los 50 en Francia se implanta una de las corrientes más vigorosas del siglo en cuanto acción y pensamiento poético. La poesía surrealista ofrece una mirada nueva; una ruptura con el lenguaje que tiene el propósito de hacer de él un ser vivo y brillante. Se vale, primordialmente, de los poderes desbordantes del inconsciente del amor, el erotismo, el humor y el sueño, demanda libertad procurando la innervación de la palabra. La escritura automática, la ambigüedad sintáctica y semántica son algunos de los recursos utilizados por este movimiento. El deseo era: no dejar de sorprender.
El surrealismo, tal como yo lo entiendo, declara nuestro inconformismo absoluto con la claridad suficiente para que no se le pueda atribuir, en el proceso del mundo real, el papel de testigo de descargo. Afirma Bretón en El secreto del arte mágico del surrealismo.
Los cauces de este fenómeno se extendieron a lo largo de los años con un grado de diversidad tan sorprendente como generoso.
Un grupo de poetas argentinos asumió el desafió surrealista. Algunos lo hicieron con adhesión estricta, a pesar de los cambios sociales y políticos que acompañaron el derrotero surrealista en su evolución. Otros se acercaron a esta corriente sólo para tomar de ella aquello que les fuera útil a sus poéticas personales.
Una de las primeras adhesiones que se registro en América del Sur fue a través de la revista Qué lanzada por Aldo Pellegrini, Mario Casano , David Sussman y otros. Editaron dos números en 1928 y en 1930, y lo podemos considerar el antecedente más lejano que vincula a poetas argentinos con el movimiento de vanguardia europeo. Todos formábamos una especie de fraternidad surrealista... contaría años más tarde el propio Pellegrini. La revista tenía un fuerte tono critico hacia las tendencias literarias de la época y alzaban una bandera rebelde y contestaría.
En 1948 aparece la revista Ciclo, también bajo la conducción de Pellegrini y Elias Piterbarg, a quienes se agregó Pichón Riviere.En ella hubo algunos cambios, aunque mantiene sus lazos con el surrealismo propone puntos de vista ligados otras vertientes estéticas, pero reafirman un espíritu ético ante el arte y la expresión.
Unos años más tarde, dirigida por Enrique Molina, aparece la revista A partir de cero, en ella se retoman las primeras experiencias de los vanguardistas argentinos. Junto al autor de Las cosas y el delirio se agruparon Aldo Pellegrini, (quien siendo médico había hecho de la escritura y el surrealismo su militancia), Julio Llinás, Carlos Latorre, Juan A. Vasco y Francisco Madariaga. Publicaron dos números, en 1952 y 1953. En 1956 editan su última entrega con textos de los autores citados a quienes se suma Olga Orozco.
En octubre de 1953 aparece la revista Letra y línea, dirigida por Aldo Pellegrini. esta publicación abordaba todas las ramas del arte, haciendo hincapié en la poesía. Continúan con su estilo polémico y combativo e incorporan gran cantidad de poetas argentinos, no siempre adheridos a la corriente surrealista. Pellegrini declararía: De los nuevos nombres que figuran en la nomina inicial de Letra y línea, solo tres se declaran surrealistas: L atorre, Molina y yo….pero la revista admite toda clase de colaboraciones dentro de un criterio de amplia modernidad. Fueron editados cuatro números. En el último, julio de 1954, ofrecen un homenaje a Dadá.
El circulo de poetas que se acercan a Pellegrini se amplia, entre ellos podemos nombrar a Alberto Vanasco, Edgard Bayley, Oliverio Girondo, Juan Antonio Vasco y otros.
En 1958 la revista Boa, dirigida por Julio Llinas, del grupo de Pellegrini, se vincula con el grupo neo-surrealista francés Phases, retomara aspectos de la corriente impulsada por Pellegrini, sumando a la publicación las artes plásticas, que desde un principio habían acompañado al movimiento surrealista europeo.
Esta ha sido una visión casi a vuelo de pájaro acerca del surrealismo en nuestro país, un deseo de demoler el mito que el surrealismo se dio en Francia y mostrar, como ya lo hemos ido haciendo en sucesivas entregas que se extendió por el mundo y que en nuestra tierra tuvimos un grupo de poetas que adhirieron a él. Desde mi punto de vista el surrealismo no ha muerto, siempre se abreva en sus aguas, en la de poetas que opinan que la poesía es una forma de conocimiento, pero a condición de ser la más desesperada tentativa de salvación de una conducta existencial.Es un estado de incandescencia del espíritu, un relámpago de la intuición que a través de la imagen descubre la contextura y las relaciones secretas de las cosas y el hombre.

Bibliografía

Molina , Enrique, Páginas seleccionadas por el autor, Celtia, Buenos aires, 1983
Marcel Raymond, De Baudelaire al Surrealismo, Fondo de Cultura Economico, 1970

Dos poemas de poetas surrealistas argentinos
La certidumbre de existir (Aldo Pellegrini)
Si / lo he visto todo / todo lo que no existe destruir lo que existe /la espera arrasa la tierra como un nuevo diluvio / el día sangra / unos ojos azules recogen el viento para mirar / y olas enloquecidas llegan hasta la orilla del país silencioso / donde los hombres sin memoria / se afanan por perderlo todo
En una calle de apretado silencio transcurre el asombro / todo retrocede hasta un limite inalcanzable para el deseo / pero tú y yo existimos / tu cuerpo y el mío se adelantan y aproximan / y aunque nunca se toquen aunque un inmenso vacío los / separe / tú y yo existimos


Donde yo estoy (Julio Llinás)
Los ojos blancos, / la piel paralizante: / me buscaréis en vano / entre mis bestias. / Mi roja música / ha triunfado. / (Ah la frenética infancia / junto al médano / y la esmeralda polar, / surcando nuestra casa). / Me encontraréis / en lo más hondo del bosque, / temblando al grito de la lava, / sirviendo a un mágico idiota.


PÁGINA 5 – NUESTRA POESÍA


Said Ena (Elortondo-Santa Fe/Argentina)

SI YO CALLO

Si yo callo, tú no hables,
callo solamente para escucharte mejor,
para entender, desde mi silencio,
los sonidos de tu corazón
y el perfume de tu alma.

Si yo callo, sólo mírame,
podrás entender desde tu mutismo,
la profundidad de mi amor
y la ternura de mis manos
cuando recorren tu cuerpo.

Si yo callo, sólo ámame,
préstame tu hombro, regálame tus brazos,
entrégame tu boca, sométeme a tus ansias,
¡proyéctame en tu sombra!

¡Porque si yo callo, mi cuerpo entero
gritará tu nombre, acariciará tus formas,
beberá en tus ojos, y estallará ambicioso
en esta necesidad imperiosa de tenerte!

¿TE ESPERO?

Esta necesidad de vos
no tiene límites,
escapa a las fronteras
de la nada
recorre con su magia
mis instintos
y me vuelve feroz…
o inmaculada.

Me llena de blasfemias
y plegarias
de rezos entre lágrimas
y gritos,
de insultos, ¡que ni sé
por qué los digo!,
de ternuras, ¡que no sé
dónde se escapan!

Tu amor está tatuado
entre mis manos,
imposible es pensar
que no está vivo,
pues se mueve al danzar
entre mis dedos
cual preludio de música
sagrada.

¿Y tu amor dónde está?
¿En qué camino
se quedó observando
el panorama?
olvidando a esta ilusa
desmedida
¡que aún espera que regreses
un mañana!

YA NO IMPORTA

Inclúyeme en tu lista de conquistas
y ufánate ante el mundo que te he amado,
dile a todos que no sufres por mis cuitas
ni te importa que mi amor se haya alejado.

Grita alto que fui ingrata con tu vida,
que te herí, que te mentí, que me he burlado
que el camino recorrido fue sólo el de ida,
y que nunca valoré que me has amado.

Dilo fuerte, que todos compadezcan
a ese pobre mortal que fue burlado,
y así nadie te descubre ni te marca
¡de que fuiste sólo vos quien me ha dejado!

Patricia Severín (Reconquista-Santa Fe/Argentina)

NIDO

Puedo oler la brisa de tu boca/ Estamos naciendo/ El lecho es de agua y es de espliego/ Estamos naciendo y somos uno/
Te miro/Adormilada digo que la vida es esto/ La verdadera vida/
Vos y yo naciendo una y otra vez en el espacio del nido/

ANDAMIO

En el origen el sol fue la mirada/ Dibujó un globo de sangre sobre la frente/
La sangre fue la herida y la marca/ El inhóspito cielo y la fragancia del fuego/
Así te quiero/ Como un andamio que sostiene el mundo a través del tiempo/

UNIVERSO

Crecimos hasta encontrarnos/ Me hablabas/ ¿De qué me hablabas?/
El abrazo era el único reino/ El murallón de luz donde afirmábamos que nada más existía/ Nada más que la felicidad de amarse/ Como fue en el origen/ Como será en el final/
¿Dónde quedaron las palabras? /Vos y yo encaramados éramos todas las palabras/
Todo el infinito universo del abrazo/

HUECO

Hay un hueco/ Y otro/ Cálida abertura/
Humedad/ Estallido/ Gira/Envuelve/ Destella/Puja
Es el momento/
Ahora/

SUSURRO

Cuando la ciudad calla me refugio en el íntimo calendario del susurro/
El pabilo de aceite titila en el sándalo/ Y el puente levadizo baja sus cadenas/ Surcan las tinieblas el borde del corazón/
Llegarás/
La brisa despejará la morada en donde se acurruca el signo de tu nombre/

HUMO

Vuela tu pelo/ Huelo el humo/ La sombra de la sombra/
El recuerdo/ La grieta que se hunde en el plumón/El plumón que mutila el viento/Despeinarte/En mis dedos hundo la seda que te ronda/

ABROJO

Caen las plumas que me ofreció tu amor/Caen sobre mi catarata de espacio/Era nuestra joya/ ¿Lo sabías?/
Abrojo que une la gracia de tu cuello/La pincelada de sangre que inscribo sobre tu frente

LENGUA

La sombra abate al pájaro/La sombra nombra tu nombre devorado por la sangre/ Hay una grieta por donde la asfixia pasa/
Éramos así tan bellos y tan jóvenes/ Maltratados por el hambre de amarnos/
El pájaro se instaló entre nosotros/ Picoteó con la turquesa de su rajadura el desamparo/
¿Escuchás? /¿Podes aún escuchar?/
El bramido es tiza negra desparramada sobre la lengua/
La lengua que me diste/
La lengua que corté con furia para hacerla carne de mi carne/

PÁGINA 6 – CUENTO


ALGÚN DÍA

Por Tania Alegría (Lisboa/Portugal)

Y no te callas, Oscar, y no te callas. Algún día dejaré de escucharte, no sé cómo, no sé cuándo, pero algún día no te escucharé más. Si no fuese a causa de la lavadora sería por cualquiera otro motivo, dices que estropeo todo lo que toco pero a ti no te interesa saber que la lavadora lleva años funcionando todos los días, no vas a perder la oportunidad de decirme torpe e imbécil.
No te callas, Oscar, y yo estoy muy cansada después de todo el día trabajando, los niños tan revoltosos, tú con toda esa rabia, y aún me toca hacer la cena. Y tú insistes en que no soportas mi dejadez. Conozco tan bien tus furias, Oscar. Es siempre lo mismo. Ya lo veía venir. Me acusas de que no conseguiste el ascenso por mi culpa, de que si tuvieras una casa presentable y una mujer capaz podrías invitar al jefe a venir a casa, y ofrecerle una cena, pero no, con una mujer como yo, ¿cómo podrías hacerlo? Lo peor es que te enfureces cada vez más a medida que gritas conmigo. Si al menos me dejaras sola en la cocina, fritando las malditas patatas, si al menos aquí yo pudiese tener un poco de paz o silencio. Pero no, Oscar, tienes que cumplir el rito completo, del insulto al puñetazo.
No sé cómo ni cuándo dejaré de escucharte, Oscar, pero sé que algún día pasará. Ya imaginé tantos modos de cómo acabar con esto, de cómo acabar con todo, pero después pienso en los niños, cuando no me tengas a mí para insultar y abofetear te volverás en contra ellos, descargarás en ellos tus frustraciones, tus iras, tu violencia descontrolada. No puedo más Oscar, no podré aguantar mucho más tiempo esta puñetera vida. Algún día esto tiene que acabar.
Ahora me atormentas a causa del coche que no puedes comprar, de lo que sería tu vida si no te hubieras casado conmigo. Me callo, Oscar, porque es peor cuando te respondo. Sólo deseas que te conteste para pegarme. Algún día dejarás de hacerlo, Oscar, no sé cómo, no sé cuándo, pero algún día será.
Me da vergüenza cuando salgo al pasaje y las vecinas me miran, todas las noches escuchan como me gritas, como me insultas, y saben que me pegas. Y los niños tienen miedo, tapan sus cabecitas con la ropa de cama cuando en la noche están acostados y te oyen gritar.
Y ahora qué, Oscar, también soy culpable de que la casa necesita pintura, de que tus pantalones están mal planchados, y ahora qué, Oscar, ¿cuándo vas a callarte? ¿Cuándo tendré fuerzas para acabar con esto, para dejar de escucharte para siempre? Algún día no estaré aquí, Oscar, ya no debería estar. Hay tantas maneras de huir, el gas, el veneno, los raíles del tren. Algún día, Oscar. Si no fuera por los niños…
Ya te acercas y gritas cada vez más fuerte. No descansas hasta que no me das una bofetada. Ahora me dices ramera y ya no me callo: ¡ramera es tu madre! Grito para apurar el puñetazo que siempre llegará, más tarde o más temprano, aprendí que mejor si más temprano. Era lo que querías. Vienes hacía mí con aquella mirada que conozco tan bien, el aliento de animal, la fuerza concentrándose en el brazo con que habrás de golpearme. ¡Ramera es tu madre! Vuelvo a gritarte. Y te acercas más. Mejor así, después de pegarme te irás al cafetín a emborracharte y lastimarte de la puta vida, y yo terminaré de freír las patatas y daré la comida a los niños y me echaré en la cama para llorar con la boca enterrada en la almohada porque no me escuchen.
¿Hasta cuándo, Oscar? Te miro con rabia de ti y con pena de mí, los brazos caídos, la garganta seca. Ahora me dices puta. ¡Puta es tu madre! Consigo gritar y giro la cara para esquivar el golpe, cierro los ojos y empiezo a levantar la mano para proteger el rostro, pero el golpe tarda, el golpe no viene, abro los ojos y de repente veo. Veo y comprendo. En una fracción de segundo tu mirada aterrada baja de mi cara a mi brazo, de mi brazo a mi mano, de mi mano al mango de la sartén, del mango del sartén al aceite hirviendo. No lo había pensado, Oscar, pero ahora lo veo en tus ojos: hoy es el día.


PÁGINA 7 – ENSAYO


ACTUALIDAD DE LA DEMONOLOGÍA

Por Jorge M. Taverna Irigoyen (Santa Fe-Santa Fe/Argentina)

Cuando Giovanni Papini escribió su obra “El Diablo”, no imaginó ni remotamente que provocaría la reacción que hubo. El personaje en cuestión, evidentemente, tenía más rostros de los supuestos y la interpretación de los mismos coincidía – por otra parte – con más de un enfoque y más de una especulación reflexiva. Los años han pasado, desde entonces, y el libro – al que pocos recuerdan, por desgracia – ha sido “desbordado” por una bibliografía que bucea en el tema de otra forma; tal vez, dentro de una intrincada búsqueda de esoterismos y de sensaciones que transporten hacia lo diabólico, que penetren en el poder del mal, que descubran a los ojos y a la imaginación las temperaturas del infierno. Así, hoy los anaqueles de las librerías adocenan obras cuyos títulos van desde “Historia del satanismo” hasta un “Diccionario de demonología”. Las ofertas son variadísimas y todas están dentro de una similar tónica terrible y atrayente a la vez…
Es verdad que vivimos en un mundo endemoniado, pero no deja de extrañar el hecho que, en tiempos en que la Iglesia ha dejado de hablar del diablo y del infierno, los hombres busquen en los textos y otras escrituras teológicas o profanas, referencias a su genio y a su poder. Desde la Grecia antigua se habló de ese espíritu vivificador de todo lo animado, y ya las doctrinas neoplatónicas y estoicas llamaban demonios a seres intermedios entre dioses y hombres, dividiéndolos según jerarquías. Eran los que atendían a las preces y sacrificios de los hombres, y profetizaban a través de los oráculos. Los poetas, más simbólicamente, llamaban así al mundo de las sombras y a las almas de los muertos… El mazdeísmo: la existencia del mal, se ha intentado explicar reiteradamente a través de los demonios. Claro está que, por entonces, también se entendía que todo mortal llevaba dentro de sí un demonio protector, un daimon, circunstancia que atemperaba las cosas.
El cristianismo admitió la presencia de los demonios, ubicándolos como ángeles rebeldes movidos, según algunos teólogos, por el pecado de la envidia, y según otros, por el de la soberbia. Expulsados de la presencia de Dios por toda la eternidad y privados de la gracia e inteligencia que como ángeles poseían, se perdieron en el tiempo. No así sus poderes y fuerzas naturales, aunque siempre encadenados al mal y privados del don de la profecía y del de hacer milagros. Dentro de la interpretación del Apocalipsis, puede aventurarse que los ángeles rebeldes se organizaron en forma de reino bajo el mando de Satán o Beelzebuh. Y cuando en el Nuevo Testamento se afirma la llegada del reino de Dios, se significa el fin de Satán, también llamado “príncipe de este mundo”.
Entre los Padres de la Iglesia que más profundamente han escrito sobre el demonio, están Tertuliano y Orígenes. Son, seguramente, los que, en su tiempo, más hicieron por conocer las causas de ciertos poderes maléficos. Hoy, la teoría del conocimiento se ha extendido a otras fuentes, a otros teorizadores, a otros investigadores, a otros taumaturgos, a otros impostores. El diablo es un personaje de rara actualidad, que merece ser estudiado a fondo. El diablo está más presente que nunca en nuestra vida ciudadana, en nuestras apetencias eternamente insatisfechas, en nuestros fraudes, en nuestras imposturas, en nuestros crímenes. Más que nunca, el diablo es la personificación de una creciente lujuria, de un desborde sexológico que va increíblemente más allá de las raíces naturales. ¿Y no son demonios los que agitan sus estandartes de codicia, sus ropas de vanidad, sus máscaras de envidia y de impudicia? ¿No son demonios los que concertan cultos paganos en torno de espíritus débiles, desconcertados? ¿No son demonios los que lucran en el dolor del hermano, los que comercian con la guerra, los que abren ventanas de fortuna con la muerte?
Sí: el diablo es un personaje de rara actualidad. Porque hay más demonios sueltos que en la mismísima Edad Media, cuando la caza de brujas constituía un imperativo de conciencia y del instinto de conservación. Una duda cabe, sin embargo: ¿poseeremos todavía, como otrora, cada uno de nosotros un daimon: un demonio protector que nos libre de tanta iniquidad?

PÁGINA 8 – CUENTO


ASÍ ESTÁ EL PULSO

Por Jimmy Valdéz (Ridgewood-NewYork/USA)

Así está el pulso: sorpresa de despojos y socavón. Amarre de viejas redondeces como los nudos de un puño encallado en la garganta. El mundo avista las amarillas flemas del equipaje, tendidas como sabanas en la ladera de un cerro del que se vigila la cáscara de ser hombre y se impone la tiránica voluntad del miedo. -Si bien respondo al borracho gusano que se columpia en el aliento de mis fracasos, también es cierto que lo cascado no ha podido amordazar esa parte de mar con que me visto.
Aquí, en lo suspendido de la cresta espolonada, propicio es el pesar voluntario del que arrastrando cruces encuentra el ayuno. Deseo noticia incondicional, libre de vándalos, como si fuese la ventana cuyo cristal recién se ha pulido y por el cual se trastoca la calle. Yo sé que vengo amortajando la propia espera y que me sublevo en ansias de vocación suicida, pero me encuentro en la encrucijada de lo casero y al no tener promesas de mejores días me juego el ahogo en el recinto. ¿Dónde es que inicia lo preludio, lo muco en su avatar, si mi padre no tiene albergue? Detrás de cada astilla, en la cuenca de un filón, o la piel oscura en nudos del primer almendro, que se hiciera casa o establo guardando los susurros en el cuadrado llovizno del despeño...
Seguramente ha estado aquí, atemorizado de tan viejo, de tan frágil, silvestre como un pájaro enfermo, pendiente de que eso suceda. Cómo atravesar esa parte donde se sufre la congoja?.. Erase mi padre un junco, una mueca, el prójimo cuaja bosques, de rostro agrio, y se moría.
Quiero que sepas amor de esta soledad, lo cuán cobarde que se me desploma el pulso, y el tan difícil recorrer de los naranjos al volver la vista y enterarnos por enésima vez de la cintura del mundo sepultada en este ombligo de lo errante. Tú, que como mejor espiga eres capaz de avistar el ancho de la llanura, ríes con pena lo demasiado de mi abstracción en lo relámpago de la breña. ¡Ay, como deseo caducar en el cantón del alabastro y tocar el fuete de lo cierto! Pero soy guijarro en la cuneta, delicado de corazón, y sin promesas de tiempos mejores para tristeza de tus lágrimas, de tus ojos, de lo entonces.

Y es que me haces falta, que me retuerzo de tanto apetecerte, pero el ahogo, acurrucado como un ayuno milenario en lo sordo de tus labios viene hollando nuestra alcoba y ya no puedo… Y es que quizás la vida tenga tres muertos enterrados, y en la habitación contigua un perro peludo retoce con las sábanas, y te este babeando las pantuflas o muy de mono mordiendo quién sabe qué cosas, no dejes tirado por ahí, en algún recodo desolado, la medida entera de tu pulso.
A veces los cadáveres del tiempo imploran quietas cicatrices, y del linaje del perro, apasionado para el momento con una de tus medias, solo se acuerde la asfixia. Déjame heredarte de asomo, a manos llenas, quizás de envidia, que me empecino en desnudar ese gesto de mortaja columpiándose en tu rostro.
Raíces velo desde la madrugada y nada crece como lo espigado en las caldas bajo estas horas de membrana perfección ociosa, donde lo poema reside en el musgo y de ninguna manera trasciende la cartelera. La sola reja de los retornos deshace los impulsos ceremoniales con los que intento, de varios zapatazos, linchar las horas. Veamos que nos trae el amotinamiento, la nicotina, si nunca es tarde, según lo creo; y lo otro, las cosas, gárgolas del lloro, del semen, de la cáscara del cráneo en lo antiguo acido, en lo que es muro, ruido censurado y fisura, en última instancia tú, errante mariposa y collage en el pecho de los trenes neoyorkinos, si apenas antaño he tratado un contrabando de revoluciones, una lluvia, lo latitud de esta generación sorpresa, inminente y vencida que me obliga al lecho, a las entrañas al féretro de lodo en lo silencio.
Hazme ese favor, deshiela la bomba y pon de ella en la calle lo merecido, que el paisaje sigue estando sumiso, y nos arrastramos por igual impávidos, dormidos, en los lugares que son como los cuervos que ya perdieron los ojos en el juego de los dados, no habiendo milagro que aterre al que busca revancha en los pozos del miedo, y ya cabalgo la cruz de lo merecido arrastrando conmigo las latas del despojo.
Dejadme solo a partir de ahora que en las mazmorras temblorosas de lo oscuro florece lo más gris de lo bello.


PÁGINA 9 – ENSAYO


BORGES Y JUDAS

Por Tomás Eloy Martínez (Buenos Aires/Argentina) © LA NACION.

Hace dos mil años, y aun algunos siglos después, la religión era una pasión absorbente y avasalladora. Estaba en juego algo mucho más trascendental que la supremacía de los apóstoles depositarios de la doctrina, que habían escuchado las enseñanzas del Maestro después de la Resurrección, cuando Jesús ya se había desprendido de su cuerpo mortal y su alma estaba en relación directa con Dios.
Para las primeras pequeñas comunidades cristianas eran intolerables las desviaciones heréticas que se expandían entonces velozmente en el territorio de Palestina y las tierras adyacentes. Simonianos, ebionitas y nazarenos no tardaron en ser aplastados. El fuego de la piedad era aplacado por rencillas incesantes. Aunque la memoria de la pasión y muerte de Cristo era el lazo que unía a todos los fieles, había pasado menos de un siglo desde la crucifixión y las disputas no tenían fin.
Se discutía sobre el perdón de los pecados, sobre la virginidad de María, sobre la salvación o la perdición del alma inmortal y sobre el significado oculto de las palabras de Jesús, que, en definitiva, eran revelaciones de Dios. La autoridad de las profecías de la Biblia hebrea disiparon muchas de las dudas. Miles de cristianos iban a la guerra y sucumbían para imponer la idea de que Jesús era una encarnación humana de Dios y para negar o afirmar que Dios era uno y trino. En cada soldado había un teólogo. Cada capitán defendía un dogma que se declaraba el único verdadero y consideraba que las otras creencias eran blasfemias o herejías que debían ser castigadas con la muerte.
En el siglo II, la cristiandad distaba de ser unánime. Se dividía en facciones enemigas, cada una de las cuales apoyaba sus creencias en cinco o más evangelios. Todos ellos se presentaban como los únicos intérpretes fieles de las enseñanzas de Jesús. Las luchas implacables se prolongaron durante siglos. A fines de la cuarta centuria, un grupo al que se conoció después como los protoortodoxos impuso una voz única. Si bien se aceptó que sólo cuatro evangelios formarían el cuerpo central de la doctrina, durante muchos años más esos textos fueron sometidos a supresiones y correcciones para eliminar anacronismos y contradicciones.
Los evangelios canónicos fueron escritos entre 65 y cien años después de la crucifixión. Se supone que el primero fue el de Marcos, y que Mateo y Lucas completaron los suyos hacia esa época. Los cuatro cuentan, con pocas variantes, las mismas historias sobre la vida, las enseñanzas y la pasión de Jesús. En los cuatro, la figura de Judas, el apóstol traidor, es estigmatizada cada vez con más énfasis. Juan, el último de los cuatro, no puede ocultar la cólera que le produce el delator. Lo describe aferrado a la bolsa del dinero, marchándose furtivamente de la Cena hacia su castigo infernal.
Fuera del canon quedaron los relatos de evangelistas como Santiago, Bartolomé, Felipe, Tomás y Pedro. Se los consideraba apócrifos, palabra que en los primeros tiempos de la Iglesia significaba secretos u ocultos. Todos coincidían en señalar que, sin la traición de Judas Iscariote, sin los latigazos, sin la corona de espinas y la muerte en la cruz, la Redención no habría sido posible. Con esos actos se cumplían las Escrituras, en las que también se anticipa que el traidor va a recibir treinta monedas de plata.
La sombra satánica de Judas se arraigó a tal punto en la imaginación de la cristiandad que la iconografía medieval y la renacentista lo representan con la mirada huidiza, apartándose de la mesa de la Ultima Cena, separado de los otros apóstoles y aferrando la bolsa con el pago ignominioso por su crimen. En el último canto de la Commedia , Dante lo describe desgarrado por los dientes de Satanás en el círculo más hondo del infierno y, para artistas como Caravaggio y Leonardo, la fealdad de su cara y la hipocresía de su expresión fueron un reflejo de las tinieblas de su alma.
Como todos los educados en la cultura de la Iglesia de Roma, recuerdo haber leído con incrédulo asombro las Tres versiones de Judas, que Borges publicó en 1944. Es uno de los cuentos de su libro Ficciones . Allí Borges atribuye al teólogo escandinavo Nils Runeberg el descubrimiento de un Judas distinto del de los cuatro evangelios. Runeberg observa que el beso de Judas para marcar a su Maestro es un acto superfluo, por no decir inútil. No había por qué identificar a un Rabbi que predicaba con frecuencia en la sinagoga y obraba milagros ante millares de hombres. Pero, como bien señala Borges, "suponer un error en las Escrituras es intolerable". La traición de Judas, por lo tanto, dista de ser casual, y debe leerse como uno de los actos más misteriosos en la economía de la Redención.
Judas es el único de los apóstoles que intuye la divinidad de Jesús. Se rebajó a cometer la peor de las infamias sólo para que el Verbo se hiciera carne en la cruz y salvara a la humanidad. Para un joven de veinte años, los que yo tenía entonces, era una audacia, casi un escándalo, leer que el Supremo Mal se transformaba, por un malabarismo de la inteligencia, en un camino necesario para el Supremo Bien. Comenté ese estupor con algunos predicadores de mi provincia. Todos ellos coincidieron en que la tesis de Borges, creada con las armas de la razón, debía mantenerse en extremo secreto. Si por azar salía a la luz, era preciso refutarla de inmediato con las armas de la fe.
En 1978, un grupo de campesinos que buscaba tesoros enterrados en las cuevas del Egipto Medio descubrió algo mucho más valioso que el oro. Eran los libros del que más tarde sería conocido como Códice Tchacos, compuestos por un grupo de cristianos gnósticos que valoraban el conocimiento como camino esencial para llegar a Dios. Restaurar esos textos, poner un orden mínimo en el complejo rompecabezas, exigió una década de paciencia. Los papiros, resecos por la falta de cuidado, eran una parva de fragmentos minúsculos, ennegrecidos, casi ilegibles. Entre esos desechos estaba el Evangelio de Judas. Después de que National Geographic lanzó una primera edición en inglés, fue traducido a todas las lenguas occidentales.
Que el Evangelio de Judas haya sobrevivido a tantas negligencias y saqueos de los mercaderes es un prodigio. Más asombroso aún es que coincida casi letra por letra con las especulaciones de Borges.
¿Cómo pudo el autor de Ficciones adelantarse cuatro décadas a las revelaciones de un relato que, en 1944, no sólo era desconocido, sino que a la vez no estaba en la imaginación de nadie? ¿Cómo, además, fue capaz de hilar tan fino en la vislumbre de un problema teológico extremadamente complejo? Una respuesta posible es que Borges, lector atento como ninguno, pudo haber conocido, en la edición de Cambridge, los volúmenes de Adversus haereses , una minuciosa refutación de todas las herejías escrita por el obispo Ireneo de Lyon, quien, por supuesto, menciona el texto de Judas.
Según los gnósticos, que recibían su inspiración del apóstol infiel, el problema fundamental de la vida humana no es el pecado, sino la ignorancia. El único camino válido para llegar a Dios es el del conocimiento, no el de la fe, que es propia de los hombres simples y primitivos.
En el Evangelio de Judas, el apóstol se acerca a Jesús, quien lo instruye en el Gran Secreto. El Maestro no es un simple mortal. Procede de un mundo superior, situado más allá de toda comprensión. El cuerpo de Jesús no tiene una apariencia única, sino que adopta distintas formas, a voluntad. Para regresar al mundo perfecto del Espíritu, Jesús debe morir. Judas hará lo necesario para ayudar a Jesús en su tránsito a la eternidad. Al conocer el Secreto, Judas es el único discípulo que sabe. Está unido al Maestro no por las simplicidades de la fe sino por la firmeza del conocimiento. Dios es un infinito tan sublime que ninguna palabra puede describirlo. Hasta la palabra Dios es insuficiente e inadecuada para designar la Deidad.
Desde el siglo IV, el nombre de Judas quedó ligado a "judío" y "judaísmo". Se lo presentaba como el judío malvado que, con su beso traidor, había desatado los tormentos del Gólgota. Su paso fugaz por el Nuevo Testamento enciende las llamas de un antisemitismo que se prolongará por más de mil novecientos años. Susan Gubar, profesora de la Universidad de Indiana y autora de una excelente biografía de Judas, cree que la imagen del apóstol traidor y codicioso, repetida incansablemente durante centurias, fue el antecedente que permitió a los nazis justificar el exterminio de los judíos, a tal punto que, según Gubar, Judas fue para ellos "la musa del Holocausto".
Borges no aprueba ni justifica las herejías, aunque su relato, al enumerar las blasfemias, las reproduce sin censuras. Con clarividencia, advierte que sobre Judas convergen antiguas maldiciones divinas y se lamenta porque esas maldiciones, que deberían haber servido para glorificar la Redención, oscurecieron la santidad de su sentido.

PÁGINA 10 – POESÍA ARGENTINA


Hilda Angélica García (Catamarca/Argentina)

EL MANTEL

Tendía su blancura al mediodía
abierto a los aromas de la mesa,
y sus voces de pan eran promesa
de un tiempo venturoso de alegría.

Bordado de jazmines, parecía
proyectar en el aire su belleza.
Y el agua reflejaba la pureza
que en un vaso clarísimo vertía.

Oropel del amor, almidonado;
espacio del laurel y la vajilla,
llevaba como un río a sus orillas

el caudal de la sopa derramado.
Ventanal a un paisaje iluminado
de ternura, de humor, de maravilla.
De “Memoria de la Luz”

LA ABUELA

Estaba quieta como un claro día
entregándose al sol.
Callada estaba,
empapada de voces que partían hacia una calle triste.
Las palabras
volaban
y subían como pájaros lentos.
Sus ojos regresaban al mar por las cornisas
de un sueño interminable. Parecía
rezar, desovillando
un laberinto manso entre sus dedos enredados al llanto.
Sus párpados se abrían a un cielo sosegado.
En otro puerto, lejos, cantaban los molinos
su escándalo de pan; la hogaza tibia
crujía en su dorada vestidura
desplegando su aroma en la cocina,
envolviendo las horas de la infancia,
recogiendo los días.
Sostenida en su luz,
en su destino de aguja y de dedal,
estaba quieta,
hilvanada a su sombra.
En el umbral su huella dibujada en cenizas
se ocultaba en las hojas.
De “Memoria de la Luz”

MADRESELVAS

Padre- trenes, andenes de distancias,
geranios, “madreselvas en flor
que trepándose van” al humo de su voz
derramándose en aire, en cielo,
en la llovizna. En penumbras
mi padre se ha dormido. La radio
a transistores se escucha en la cocina.
De “Además, el viento”

EL AGUA QUE NO BEBO

“El vuelo excede el ala.
Sin humildad, saber que esto que resta
fue ganado a la sombra por obra del silencio.”
Julio Cortázar

Vuela la luz sobre las ramas.
Sola
veo pasar la tarde entre las hojas.
Vuelvo a mirar tu rostro en el crepúsculo
perdido de mi sangre.
Se asoma por mi piel
brotada de desvelos,
como un carruaje lento, impenitente,
rosas ardidas de un sol interminable.
Canela es el olor de tu recuerdo,
aguaviva las hebras de tu llanto
volcado sobre un nido de aleteos
menudos y dispersos en la alcoba del mar.
El viento se distrae
apurando las olas a la arena,
confundiendo la lágrima y el canto
de la vida que roza los altares
del cuerpo y de las almas.
Los reinos del amor ya son canceles
de cobre y de cristal,
océanos de adiós donde se pierden
los retazos de olvidos desgajados.

Siempre tendrás el agua que no bebo,
su claridad de lágrima en otoño,
sus gotas apartadas por la brisa,
su potestad de cielo,
la blancura
del día que amanece sobre un árbol
agitándose al soplo de tu voz.
Agua que pasa tu corazón es río,
un camino de cintas volanderas
besando los colores invisibles
del rayo que se esconde en la tormenta.
Cascabel en la lluvia son tus pasos
cada vez más lejanos.
Visiones
son tus manos de clausura,
horizonte sin fin
en las entrañas mojadas de pavores.
Sueños de sed
me entrego al aguacero
en un patio de pérgolas azules,
premonición de vísperas,
frescuras
de un alba interminable, que no cesa.
De “Agua de sed”

MORADORES DEL SUEÑO

“¿Qué eres tú? ¿Qué soy yo
Sino un cuerpo prestado
Que hace sombra?
Gonzalo Rojas

Llueve
Y los muertos caminan la memoria.
El agua se desliza por el tiempo.
La infancia es un pájaro mojado
Que arrebuja sus alas,
El plumaje desierto
Y cae sobre los brazos del olvido.
La abuela entreteje la distancia
Despierta en el jardín,
Los geranios regados por la lluvia.
En la hondura del sueño
Mi hermano ha develado
Gota
A
Gota
La brújula del día.
Mi padre se ha dormido
A la orilla del alba.
En las paredes
Un retrato conversa con las sombras.
Llueve.
La humedad solloza entre las piedras.
De “Agua de sed”

FANTASMAS

Fantasmas de mi nombre
habitando el silencio.
Distancia devolviendo los ardores en humo.
En la hoguera del tiempo se consumen los sueños,
pompas de aire, extravío en las huellas del viento.
Voy regando mis voces en jardines ocultos,
extraños paraísos de dioses que desandan
estaciones aladas de espumas y tristezas.
Y se va de puntillas mi corazón en celo
pisando los despojos del amor, los contornos
unidos a las llamas de un cuerpo que se esfuma
amasando el cansancio en lentas arboledas.
Y miro los retratos que me miran absortos
entreabriendo cortinas al desamor. Me asomo
a la ceniza de un fuego que era ofrenda
de la piel, del salitre del llanto
aguando las pupilas despiertas en las sombras.
Un atisbo del alba desenreda la noche:
me amarán como al aire infinitas auroras.
De “Aire de invocaciones” Inédito

Laura Yasán (Buenos Aires/Argentina)

ESCRITO BAJO EL AGUA

desciendo de un secreto
trazado bajo el agua por la quilla de un barco
un siglo de silencios me niega cada vez
me devuelve a una isla en donde soy la única habitante
privada del reflejo
caigo a una cifra indivisible
cadena trunca
¿qué cantaban los hombres en rumania?
¿de qué reían descalzos en la nieve?
¿tejían las mujeres su destierro?
¿ ladronas eran?
¿prostitutas?
¿piezas de cambio en el mercado negro?
busco en otra mirada el mapa de la sangre
en el dibujo de mis venas
falso sudario
es tan lejos de casa el beso que encendió mi corazón

GATO EN LA OSCURIDAD

cada noche se acaba con los mismos oficios del día
le quedaron los platos sin lavar
la decena de veces que él la tocó
porque si
como se toca un gato
piensa
si tuviera testículos diría frases ocurrentes
gestos tremendos a la altura del pubis
le pesan
algo le pesa
no hay en la casa otro lugar
donde apoyar la carga
en el living la hija mira novelas mexicanas
llora y resuelve largas ecuaciones
en el cuarto la esperan
testículos reales y el insomnio
cada noche
se congela los pies camino al baño
tanteando oscuridad traga pastillas
piensa
tengo que conseguir otra receta
piensa
que menstruar cuatro días es un asco
que adentro de lo que se elige siempre viene un paquete que no se elige
piensa
las hormonas son ásperas como la soga del ahorcado
piensa

HACEME PRENSA

sacame en las noticias
inventame
cargá un prontuario salvaje y terminal
un acto delictivo
que me busque la mafia
hombres tatuados que recorran
su larga cicatriz con el pulgar
revuelvan mis cajones
desgarren mi remera de dormir
dame otra vida mañana en las noticias
dame relieve
clase
quiero ser la heroína en los desaguaderos de la noche
el humo que corroe las piernas congeladas de las putas
evidencia y testigo presencial
sacá
sacame en patrullero
subime a una mujer hecha de cables
abrile un titular ponele alias
frotala hasta que hable
no la mates
que aprenda a confesar en donde oculta
la llave de mi tedio

LA OTRA MITAD

de esta edad no se vuelve
ya no somos artistas promisorias
no es hora de ofrecer
si el botín es fracaso
de esta edad no se vuelve
no hay paga por promesas
algunas
rellenan su matriz para salvarse
criando larvas
se eximen de pensar
con cada menstruación perdemos un bebé
me dijo gaby
yo miré a nuestros hijos morir en el bidet
y acogí los recursos de la histeria
de esta edad no se vuelve
algunas
cavan penosamente en esa tierra
y no alcanza ser fértil todavía
y no alcanza ser joven
no es entregarse al hábito del tiempo
hay que poner un pie del otro lado

PERDIDA

busco a la otra
solía aniquilarla un fuego helado
en los días lluviosos
escribía esos versos cargados de crueldad
giraba en esa fiebre hasta vaciarse
postergada o ajena
destilaba un color elemental
maldita
a esa la busco
dormir sobre su ausencia
es vivir en el centro de una página en blanco
soy la extranjera
que le cedí mi cuerpo para esconder sus bestias
del sol que las mataba
que soñó pesadillas en mi estómago
que desgarró mi sexo
para nacer los niños que después se comía
muda heredera
soy ahora la cáscara que muerde su silencio
esclava sin tirano
vagando en un castillo perdido en un país
que sólo existe cuando ella lo nombra

TODAS TENEMOS PANCITA CERCA DE LOS CUARENTA

desafiamos al tiempo montadas en el arco del triunfo
saldado el viejo error
lo demás es peaje
- la ley de gravedad que hace lo suyo
un temblor de violencia al despertar –
no habrá estatuas de sal en esta fiesta
la cuenta regresiva le oprime el corazón a la piedad
nada de palabritas
a muerte las dueñas del anzuelo
bailamos
que el sudor dé cuenta de nosotras
somos lo que tenemos en la mesa de luz
y no soltamos esa red
si algo se quiebra
podríamos nadar en una gota de malicia
hundirnos en el fondo
hasta resplandecer


PÁGINA 11 – CUENTO


EL NIÑO DEL PÁJARO DORADO

Por Stella Maris Taboro (San Jorge-Santa Fe/Argentina)

Parecía un sueño que el pequeño Iván encontrara aquel extraño pájaro dorado. Lo traía desde el bosque cercano,aquel que al recorrerlo adhería a los pies los ruidos de las hojas.
Debió abandonar el bosque antes que llegue la noche, porque entonces hasta el pueblo, llegaban ruidos de carruajes que escapaban, pero durante el día sólo la música de cien violines se prendían en las ramas .
En las manos pequeñas del niño , el pájaro creyó estar en un nido.
Le preocupó, como esconderlo cuando llegase a su casa . Quería que formara parte de su secreto. No quería compartir con nadie, a ese su pájaro dorado.
Lo escondió cerca de su almohada, pero vio que su color cambiaba y el dorado desaparecía.
Su brillo intenso y majestuoso se apagaba. El niño estalló en llanto y tantas lágrimas derramó que formó un río.
El pájaro ya no estaba pero una de sus plumas se había quedado adherida al abrigo de Iván y con ella formó una canoa.
Decidido , sobre su canoa de pluma deslizada en el manso río ,salió a buscar al pájaro dorado.
! Recorrió tantas costas ! A veces descendía de su frágil canoa y se internaba en los bosquecillos ribereños donde vivían tantos pájaros, pero no aquella ave doraba.
El río , era un vena que se abría en paisajes diferentes. Iván conoció además costas rocosas muy altas mientras él estaba andando, en un precipicio peligroso visto desde arriba.
La ágil canoa era un breve cinta que la corriente llevaba y pudo sin problemas salvar pequeños diques de piedras. Entre la islas, la casi imperceptible nao se vestía de ceibales. La sombra de los mimbres hacían rayas jugando con la luz . Y seguía, Iván , seguía siempre hacia el este entre meamdros y entre deltas . Entre laureles y sauces su esperanza subía empinada y sin miedos. Y más crecía entre colinas y valles hondos, mejor es decir , que más pasaba el tiempo más se ensanchaba la fe de Iván. No era una esperanza loca , ni el pesimismo se enarbolaba. Continuaba hacia el oriente, sabía que volvería a ver su pájaro dorado . Dialogaba con él y aunque no lo veía , jugaba con su imaginación hasta verlo en sus manos.
Tanto creció su deseo que pudo ver que desde la línea del horizonte crecía un enorme nido redondo, fulgurante y que de él salían cientos de pájaros dorados y volaban hacia el espacio.

PÁGINA 12 – ENSAYO


LITERATURA: ¿CONFRONTACIÓN O SOSIEGO?

Por Edgar Borges (Caracas/Venezuela)

El gusto es libre. Y relativo. Hay muchas literaturas. Y es sano que así sea. Sin embargo, quizá hoy, como nunca antes, una niebla global cubre buena parte de la obra literaria (que descubrirán los exploradores de un tiempo futuro).
La literatura enfrenta al lector a su imaginación. El sólo hecho de pensar es un ejercicio que invita a replantear cualquier realidad, por muy absoluta que ésta se pretenda. Despertar la inventiva del lector ha sido trabajo importante para los escritores de cualquier época y género. Charles Dickens, por ejemplo, en su momento fue considerado un autor de éxito. Incluso, era poseedor de una habilidad que le permitía vender muy bien su obra y su imagen pública. Pero, en paralelo a este valor (que hoy, quizá sería considerado "comercial"), ¿quién podría negar el poder fabulador de Dickens que (como telaraña) le posibilitaba al lector el conocimiento de nuevas realidades? Para hacer creíble una aventura, es necesario (de parte del autor) ubicar, en su justo equilibrio, documentación y palabra.
Hay otros escritores, un tanto más osados, que de manera planificada asumen el objetivo de incomodar al lector. Unos logran esto con el contenido y otros con el discurso; también hay quienes se valen de ambas estrategias para inquietarnos la existencia. Ejemplos hay muchos, desde el absurdo que, como telaraña, Franz Kafka arrojaba sobre historias cotidianas, hasta el juego laberíntico que proponía Julio Cortázar. En cada asesinato que cometía un personaje de Edgar
Allan Poe había una apuesta por la indagación de la conciencia. Lo bestia y lo sublime, como en la vida, habita en los personajes de la literatura de confrontación interior.
No obstante, el siglo XXI nos ha caído encima con la saturación de una literatura de consuelo. Se trata de una avalancha de libros cuyo objetivo, más que enfrentar, pareciera ser estupidizar. ¿Quién dijo que La metamorfosis de Kafka o El extranjero de Camus no entretienen? Sí, entretienen a la estupidez mientras ponen a trabajar a la inteligencia. La literatura de consuelo asalta cualquier tema y lo banaliza, lo desdibuja, como si su función fuese darle a la palabra un uso adormecedor.
En la otra acera, la de la madre calle, está la ficción que derrumba y construye realidades. Ya lo sabemos, la ficción es una mentira (otra realidad) bien contada. Pero, para lograr levantar historias confiables, hace falta, más que un tema, la convivencia entre documentación, verosimilitud y verbo. Lo que se le cuestiona a Dan Brown, por ejemplo, no es que pretenda (y lo pretende) contar
historias de catedrales, sino el bajo nivel investigativo y verbal que dispone para alcanzar su meta (el otro día soñé que Dan Brown se había encontrado con Arthur Rimbaud en pleno desierto. El primero reaccionó como si se tratara de una pesadilla; mientras, el segundo, a larga distancia supo que todo era un espejismo).
Lo peor de estos espejismos es que a partir de que algo semejante se convierte en una realidad impuesta (por el mercado), aumentan los asaltos a toda clase de temas. Recuerdo el Fantomas que Julio Cortázar puso a luchar contra un exterminador de escritores. Se me ocurre que hoy necesitamos un superhéroe (quizá el mismo lector) que batalle contra los asaltantes de literatura.
A propósito de la publicación de Caín, la nueva novela de José Saramago, Pilar del Río, periodista y esposa del escritor, asegura que "estamos ante un libro que no nos dejará indiferentes, que provocará en los lectores desconcierto y quizá alguna angustia". Y, por si surgiera temor en algún posible lector, Pilar aclara que "la gran literatura está para clavarse en nosotros, lectores, como un puñal en la barriga, no para adormecernos como si estuviéramos en un fumadero
de opio y el mundo fuera pura fantasía". Sobre el tema, el propio Saramago sostiene que escribe para "desasosegar profundamente" al lector.
Pero no nos alarmemos; la gran literatura goza de muy buena salud.
Sólo ocurre que, en tiempos de niebla, anda transitando los subterráneos del mundo.


PÁGINA 13 – CUENTO


LA HABITACIÓN Nº 13

Por Enrique Arias Vega (Bilbao/España)

Nunca hice caso a los buenos amigos que me habían prevenido:
—Ese capricho tuyo de mantener a Toby y Boby un día de éstos te traerá un disgusto.
No me preocupé de tales vaticinios. A lo mejor, porque soy un poco irresponsable. Seguramente, porque sólo soy un tipo ingenuo.
El lío que acaba de crear ese par ha sido de órdago. Aunque propiamente no puede decirse que haya sido un problema; al menos, no lo ha sido para mí.
Ustedes ya deben conocer el hecho porque los periódicos han dado profusa cuenta de él. Lo que no saben es que la cosa comenzó de la manera más tonta. La empezó mi madre, sin querer:
—Tienes que ir a saludar a tus tíos, que acaban de llegar de Argentina y llevarlos a cenar a un buen sitio —me dijo.
—¿Qué tíos? —pregunté, con mi despiste habitual.
—Los que viven en Tucumán. Llegan hoy a Madrid y tu padre y yo no estamos en condiciones de recibirles. Les hemos dicho que pasarás a recogerles al hotel y que iréis a cenar. Mañana ya vendrán a casa.
Desde que vivimos en Boadilla del Monte, mis padres han encontrado en la lejanía de la capital la disculpa perfecta para seleccionar y, en consecuencia, para reducir al mínimo sus relaciones sociales. Luego está el argumento de la edad. Y los achaques.
Así que a mí me toca hacerles el trabajo sucio, digámoslo de esa manera. Soy el perfecto hijo único, solterón, para más señas, que no suele tener coartada alguna para poder incumplir los deseos de sus vetustos padres. En compensación, en el chalet a media hora larga de Madrid tengo sitio de sobra para Toby y Boby y para que nadie se queje en demasía de ellos.
O sea, que fui a buscar a mis tíos a su hotel.
En realidad, no era un hotel. Se trataba del hostal Buenos Aires, en la Gran Vía madrileña, a medio camino de la Plaza de España y la del Callao. Llegué tarde, como siempre. Pero, ¿qué puede importarles media hora más o menos a una gente que acaba de cruzar el charco y que debe estar aún en las brumas del jet lag?
Llegué, digo, a las diez y media y me encontré con un recepcionista desbordado por los acontecimientos: mientras atendía agitado a alguien al otro lado del teléfono, una gorda inmensa en bata le explicaba no sé qué en inglés. En éstas, llegué yo preguntándole por mis tíos:
—¿Los señores Carasa?
El hombre me miró implorando una pizca de compasión mientras me respondía:
—Habitación 12; no, no, 13 —al tiempo que sonaba una nueva llamada en la centralita instalada en el minúsculo mostrador.
¡Vaya!, me dije, cuando ya estaba golpeando con los nudillos la puerta número 13, ¡si hasta tienen varias líneas telefónicas!
—Adelante —oí una recia voz varonil.
En la modesta pero pulcra habitación había dos hombres que, en cuanto me vieron, se levantaron de sus camas respectivas y salieron del cuarto conmigo.
—¿Adónde vamos? —me preguntó el mayor de los dos.
Había estado a punto de darles un par de besos a cada uno. Al fin y al cabo es lo que se espera hacer con unos parientes cercanos. El hecho de ser todos varones me inhibió, así que sólo les tendí la mano.
—¿Y la tía? —pregunté.
—Esta vez no hay tía —se río a carcajadas el hombre mayor—. Sólo estamos el pibe y yo.
Miré a mi hasta entonces desconocido primo y después a su padre. Tenían un vago aire familiar, claro, pero no lo suficiente para adivinar el parentesco sólo por su parecido físico.
Cenaron como heliogábalos. ¡Qué bestias! Ya había oído hablar yo de la crisis argentina, pero nunca creí que la cosa llegase a tanto.
—¿Tenés alguna foto de los viejos? —me preguntó mi tío.
—Sí, casualmente llevo una encima.
No era bastante reciente, pero sí resultaba muy clara. Estábamos los tres: mis padres, sentados, y yo, de pie, detrás de ellos. Era una foto de estudio, por supuesto, hecha por un profesional de la calle Goya.
—Está muy bien, francamente bien —dijo admirativamente mi tío y le pasó la foto a su hijo quien, tras mirarla detenidamente, se la devolvió.
—¿Y la dirección? —preguntó el padre— Mejor me la escribís en la parte posterior de la foto.
Lo hice.
—Más tarde pasaremos a verlos —me comentó el señor Carasa, con una melancólica sonrisa, mientras se guardaba la foto—. Vos no tenés que preocuparos de nada más.
Así, abruptamente, se acabó la velada. No habíamos tenido oportunidad de hablar de la familia. Ni siquiera de la actualidad argentina, con lo que nos gusta ese tema a los españoles. Apenas unos lugares comunes sobre lo cambiada que está Madrid, lo caras que se han puesto las cosas en España y que donde esté una mujer española que se quiten todas las demás. Se lo comenté más tarde a mis padres:
—Un rollo. Y mi primo ni abrió la boca en toda la noche.
—¿Qué primo?
—Pues... el primo. Vino en lugar de la tía.
—Pero, ¿cómo?, ¿que no ha venido Angelines? —se incomodó mi madre.
—Allí había solamente dos hombres —me justifiqué—, el mayor, que supongo sería mi tío, y el otro, su hijo, el pibe, o sea, mi primo.
Mis padres se miraron asombrados:
—No sabía que existiese un pibe, como dices —se encaró conmigo mi madre—, porque Alberto y Angelines han tenido siempre dos hijas muy guapas, que yo sepa.
Las dos de la madrugada no es hora demasiado propicia para evitar el desconcierto, sobre todo si uno ha comido y bebido de más. Así que decidimos dejar la solución del enigma para el día siguiente.
No tuvimos tanto tiempo porque los acontecimientos se precipitaron, como ya conocen ustedes por los periódicos. Pero la versión de la prensa ha sido parcial, con desconocimiento de algunos hechos fundamentales que sólo los sabemos de primera mano sus protagonistas. Lo mejor, para no liarnos, será seguir un estricto orden cronológico de lo sucedido.
Tras habernos acostado, el siguiente hecho concreto ocurrió hacia las tres y media de la madrugada. Aunque mis padres y yo estábamos dormidos como ceporros, Toby y Boby armaron tanto escándalo que no sólo nos despertaron, sino que seguramente hicieron lo propio con los vecinos de varios municipios colindantes.
Espabilado por el estrépito, di las luces del jardín y me puse a correr gritando:
—¡Toby! ¡Boby! ¿Qué pasa? ¡Venid aquí! ¡Dejad de ladrar de una vez!
Mis dos preciosos pit bull no me hicieron ni caso mientras se ensañaban inmisericordemente con sus presas, dos hombres maltrechos y cubiertos de sangre.
—¡Dios mío! —exclamé, estupefacto, al descubrir que los intrusos a los que habían atacado despiadadamente los perros eran nuestros parientes argentinos.
—¡Tío! ¡Primo! —les llamé, desconsoladamente.
—Pero, ¿qué dices? —me interrumpió mi padre, que venía jadeando tras de mí— ¿Quiénes son estos asaltantes?
—¡Nuestros parientes! —contesté, asombrado, al ver la cara de estupefacción e incredulidad de mi padre.
—¡Qué parientes ni qué leches! ¡Yo no he visto a estos delincuentes en mi vida!
Entre las luces, el ruido y el acompañamiento cada vez más próximo de las sirenas policiales, los vecinos se fueron animando y se atrevieron a acercarse al jardín. Pronto aquello semejó una verbena. Una ambulancia apareció para llevarse los heridos. Antes, unos fotógrafos —¿de la policía?—hicieron fotos de los delincuentes, de los perros, a los que yo ya había atado con correas, y hasta de los curiosos. Otros tipos tomaban huellas y hacían moldes y, por último, llegó otro hombre al que los demás trataban con mucho respeto y que me enteré que era el juez.
Antes de poder evitarlo, alguien me obligó a entregarle los perros, lo que no resultó tarea fácil. Para congraciarse conmigo, el hombre me hizo una confesión:
—Ya sabemos quiénes son esos tipos. ¡Para que luego digan que la policía española no se entera de nada!
—¿Quiénes son? —preguntó mi madre, que apoyada en mi padre no había abierto la boca hasta entonces.
—Pues Lagardere y El Pibe, dos sicarios argentinos encargados de ajustes de cuentas.
—¡Dos asesinos profesionales! —dije yo, acertando por primera vez en toda esta historia.
Mis padres tienen gran entereza. No en vano empezaron sus negocios con una modesta pescadería en Vallecas. Opinan, con razón, que yo les he salido blando y aturullado, al no haber tenido que enfrentarme a la vida con la rudeza de ellos:
—¡Ya nos explicarás qué hacían aquí esos dos tipos! —me increpó mi madre.
—¡Y ya se lo dirás también mañana a la policía, que ésa es otra! —apostilló mi padre.
—Creía que eran nuestros parientes —farfullé—, con los que he cenado tras recogerlos del hotel.
—¿Y qué hacían aquí? —insistió mi madre.
—No sé. Yo les di nuestra foto y la dirección.
Clareaba ya el día y nosotros estábamos cada vez más confusos.
—Mañana hablaremos —sentenció mi padre, cabreado por llevar tantas horas sin dormir.
Antes de que pudiésemos hablar al día siguiente —el mismo día, horas después, para ser más exactos—, sonó insistentemente el timbre de casa, para malhumorar todavía más a mi padre, vuelto a despertar por el nuevo e inoportuno visitante.
No era un visitante, sino dos: los tíos Alberto y Angelines.
Venían excitados, queriéndose quitar uno a otro la palabra de la boca.
—¡No sabés lo que nos ha pasado!
—¡Un loco, un auténtico orate!
—¡Dejáme a mí que lo explique!
—¡No, que yo lo haré mejor!
Al final pudimos saber toda la historia. Mis tíos, en la habitación número 12 del Hostal Buenos Aires, recibieron una visita nada más dejar yo el hotel con mis falsos parientes. Era un chico de mi edad, con mirada febril y pelo ensortijado. Sin haberles saludado siquiera, les entregó una foto.
—Estos dos son.
Mis tíos, ajenos a las costumbres españolas no sabían si el intruso pertenecía a alguna secta redentorista y los de la foto eran dos santones de su liturgia.
—Lo siento, pero no nos interesa —había dicho educadamente mi tío Alberto.
El otro se puso furiosísimo, tanto que los argentinos llegaron a temer por su vida.
—¡Así que ahora no les interesa! ¡Después de haber cruzado el Atlántico y de haberse embolsado 150.000 euros!
Mis tíos creyeron que estaba auténticamente loco. El visitante agarró por la pechera al pobre tío Alberto y lo arrojó sobre la cama. Los gritos de tía Angelines, más penetrantes que una sirena de bomberos, atrajeron a los otros huéspedes y al botarate del recepcionista. En medio del guirigay, el loco se calmó de repente y salió corriendo.
—Lo peor no es eso —comentó Angelines—. Lo peor es que al irse juró que se la pagaríamos y me ha parecido que nos ha seguido hoy hasta aquí.
Miré hacia la puerta y efectivamente vi semioculto a un joven como el que acababan de describir mis tíos. ¡Y yo sin mis perros! Pero justamente, en aquel momento, apareció por detrás de él uno de los policías de la víspera. La vida, está visto, es un cúmulo de casualidades.

PÁGINA 14 – POESÍA ARGENTINA


Telma Vaernet (Resistencia-Chaco/Argentina)

COMPAÑÍA

Mientras pueda escribir no estaré sola:
un cosmos de palabras en revuelo
va poblando mi vida
de poemas y cuentos
Caminando palabras, en la tarde,
voy aprehendiendo un verso
y lo repito, y cambio, y lo disfrazo,
procuro retenerlo.
miro el sol que relumbra entre las hojas
quiero encontrar la voz para encenderlo.
No puedo comprender por qué esta lucha
con imagen, vocablos, arabescos;
esta búsqueda extraña, amalgamada
de realidad y sueño.
Solo sé que en la tarde, distraída,
caminando palabras, venzo al tiempo.

APRENDIZAJE

Duele, a veces...

reconstruirse en uno, de a retazos,
cercenar despedidas,
ese paso inicial con que nos vamos,
no volver la cabeza,
inaugurar ausencias sin un llanto

A veces, son tan dulces...

los ensayos primeros con que amamos,
el inédito idioma de palabras
en un propio lenguaje incorporado,
la cabeza apoyada sobre un hombro,
y el sueño que trasciende su letargo

Otras, es desgarrante...

perder esas presencias que adentramos,
soltarse el detonante de la angustia,
acallar algún grito demorado,
la impotencia fatal ante la muerte,
el porqué de la vida hecha pedazos.

Pero al fin sobrevive...

la brújula hacia el norte, como un faro,
señalando destinos que no fueron,
naciendo, renaciendo, hasta estrenando
facetas de la vida inexploradas:
otra vez, otra vez, gozo y espanto.

Vivir es aprender, aprender siempre
con un único plan: improvisarlo

ENCUENTRO

Me detuve de pronto,
y el tiempo fue una nube enrarecida
cayendo sobre mí. Si hasta tus ojos,
aquella fuerza inaugural de esquirlas
hincándome la piel, eran apenas
una opaca mirada a la deriva.
Solamente tu voz, tan solo eso
navegaba un resquicio de mi vida
sin arribar a un puerto,
ni vislumbrar orillas
Un saludo formal quebró la tarde
en un presente roto de cenizas,
El pasado nos vio riéndonos juntos,
como un tierno ademán de despedida.

Lilí Muñoz (Neuquén-Neuquén/Argentina)

LA PALABRA NO ALCANZA

sin embargo no alcanza
la memoria no alcanza
te extraño
y en rocío se extrañan las palabras

aquí
nunca tenerte
es un montón de frío.

EL CARDO AZUL

Cerril de mismidad
pedregal y desierto
fuiste no
en la fragancia sin fin de tus palabras
certeridad del caos
en tules de ilusiones.

De la colina hurtaste
el cardo que aun me mira
y me hiciste una niña
por retretas y siestas.

¿Cómo construir murallas que rechacen olvidos?
¿Con retazos de sangre, alma y tripas afuera?

mi lluvia
a la intemperie
quiso amasar la tierra

de pie crucé la puerta
de blanco
consunciones
de blanco
entre hogueras
de blanco

fiel
tu fuga
fiel
amortajó en acequias
el cardo fulgurante.

ROCÍO ENTRE COLINAS

A Victoria o La Matanza, según quien cuente la historia.

Llega la primavera al sur.
El año dio la vuelta.
A las tres de la tarde el sol agostará la tierra.
Los vientos
por nuestro sur al sur
en el país azul
hablarán de tu cuerpo.

En noviembre
¿recuerdas?
dormía apenas un aire atardecido
y entre los riachos
el rocío chaná
arracimaba las primeras estrellas.

Bordeé duros terrones
y traté de encontrarte
había grietas
en la patria de esperas
la de oblicuos olvidos
la de siempre partidas.

¿Otra patria en mi patria
desde tantos afueras?

Amanecen los nombres
tu nombre entre colinas.

ESCENA DE CONCIERTO


“… haces de mi memoria una viajera fascinada, un fuego incesante…”
Alejandra Pizarnik, Los trabajos y las noches, 1965

Rodrigo y su cuarteta galopan por los saxos
y vos, mi fantasía,
te hacés cuerpo y aliento
golpetean corazones a la reina
fue alguna noche
en la cazuela
de aquel teatro
reviven matinés de los domingos
Von Suppé ensambla en cambalaches
y de pie rugen aplausos
inconclusos.
Morgan y Flash Gordon ¿remember?
deshilachan
blanco y negro
a la salida
vienen conmigo ya en carrera
tengo trece años
y un vestido de poplín en verde
vos estarás de pie
hay mucha gente aquí
con tantas escaleras
sonrisa y piel oliva
entre silencios
erguido en tu largura
columpiarás con fuerza
los abrazos.
Arriesgo la distancia
saltamonteando mármoles
descuelgo azahar y olvido
y en perfumes de alfalfa
me arropo por tu cuerpo.

Para otros
los sudores a destiempo.

Aún no rielaban muecas
ni sequías gritaban cavidades
tampoco
habían desbarrancado los espermas
a contraluz del rito
ni siquiera crujía tan seguido
el quiebre del aullido
todavía.

MESETA SIN MAREA

El avión en sube y baja
cabriolea
un ángel (¿Gabriel, Uriel, Miguel?)
se pone colorado
en entrevero puro amor
con nubecita
las alas en hilachas
apenas cubren huellas
de uno que otro saurio
salamandra final
entre milenios.

Tras el vidrio
tu sonrisa
se calla otra vez
-no sé hasta cuándo-
y se come montones de palabras.

Desierto, sombra y sol
abajo
tan abajo mimetizan como vos el deseo.
No hay alquimia ni mar ni los biblos del mundo que puedan contenerlo:
lo llevo entre los ojos y la piel y los huesos es brasa con sabor rosa-nube tu jadeo.
La meseta se desviste bajo un iris de arcángeles.


PÁGINA 15 – CUENTO


DESPERTAR

Por Alejo Urdaneta (Caracas/Venezuela)

Ha estado en coma por varios días. La trajeron a este lugar aséptico del Hospital Universitario, porque aquí cuenta con la atención médica apropiada, sin riesgos. Una complicación pulmonar que le impide respirar, y por eso la conectaron al tubo respirador. Ella no se opuso y, por el contrario, dio a los médicos esta solución que hemos consultado.
Nadie dice una palabra de la enfermedad de Cora ni de la sanación pedida a santos y doctores. Hay que esperar, es la única frase que se escucha en la puerta de la gran sala blanca. Y es tan joven para cargar con esto. Todos aguardan el momento de su despertar, sorprendida en la ruptura del sueño, y mientras tanto salen a ver las noticias de la televisión con la violencia cada vez más creciente: Cora en la Universidad en una toma del camarógrafo, delante de un grupo de sus compañeros de la facultad de Medicina, a los que arenga con decisión y claridad, en defensa de la autonomía universitaria y la libertad del pensamiento que el gobierno pretende cercenar. Allá detrás del parapeto improvisado para Cora se ve el humo de los gases y puede percibirse el miedo. Fue allí la caída de Cora a causa de un golpe de perdigón en el pecho. La protesta es justificada, dicen los parientes y amigos de Cora que pueden verla con autorización del responsable de la sala. Cora en la cama clínica, llena de tubos y pausas en la respiración, todo equilibrado para que el corazón funcione bien.
El sueño es controlado con sedantes, pero aun así hay momentos en los que Cora parece despertar, se mueve inquieta y ha abierto los ojos. Buen síntoma de mejoría, dice la madre a su lado en este momento de visitas, y aprovecha este despertar para hablarle a Cora al oído, quedamente, y le dice que la ama y que Dios la sacará de este dolor que es el dolor de todos, dalo por seguro hija mía. Y el tiempo pasa y Cora flaca y pálida, inconsciente y con un tubo en la boca y la respiración en ritmo calmado, repetido sin saltos. La respuesta de los médicos es siempre la misma: “todo sigue estable”.
Afuera continúa el ruido de los disparos, lo ven en las noticias de la sala de visitantes, separados de Cora por una puerta que impide el paso a quienes no sean médicos o auxiliares. Gente corriendo por las avenidas sombreadas de árboles de la universidad. Pueden verse los murales de Vasarely en la plaza central, y un mural de Léger en la limpia construcción de la Biblioteca. Las cámaras de cine van presurosas detrás de las imágenes del polvo y la violencia, hasta el colorido fresco de Alejandro Otero en las paredes del patio cubierto, antesala del Aula Magna. El documento fílmico muestra a la Universidad – Alma Mater – en su serena luz de conocimiento y humanismo, y denuncia también la violencia que nace del odio y del dominio del poder por encima del cosmos: orden y armonía del espíritu.
Nadie sabe si esa bruma que aprecian en el movimiento es la nube tardía del verano seco, o es la explosión de las armas sobre estudiantes y todo aquel que pase cerca. Los policías están armados de odio cuando apuntan al joven que se oculta detrás de un árbol, y gritan y maldicen y avanzan sin pausa hacia un lugar cualquiera. No tienen plan de ataque, sólo la orden de atacar.
La hora de visitas ha terminado y la madre cuenta que ha visto reaccionar a Cora de su inmovilidad e inconsciencia. Sube el tono de la voz porque los disparos de la televisión llegan a la puerta de la sala, o así lo percibe ella.
Se pondrá bien.
También algunos médicos confirman que Cora parece haber tenido un despertar de la consciencia, ya en varias ocasiones. Pero no dura mucho y vuelve al sueño y a la respiración pautada y sin alteraciones. Entre ellos tratan del estado de salud de la paciente y se dicen que son reacciones físicas involuntarias y que en ningún momento ha recuperado la consciencia. Lo dicen a los parientes cercanos de Cora, no a la madre.
Habían disminuido los ataques policiales a la hora del mediodía. Los cuerpos caídos aumentaban la tragedia y continuaba la arremetida a pedradas de los estudiantes y muchas personas que acudían en su apoyo. Todo parecía apaciguarse salvo la angustia de Cora moviendo el brazo, abriendo los ojos como queriendo decir algo.
En el atardecer de ese día de convulsión y dolor, está la joven estudiante en la sala de cuidados intensivos, despegada del caos en la ciudad universitaria. Se ha movido y sus ojos han buscado la luz de la lámpara como única orientación. No escucha las noticias que transmiten los medios audiovisuales, y no sabe qué le ocurrió ni lo que sucede en la universidad, cerca de ella, de su Hospital Universitario donde ha aprendido mucho del ser humano.
Y es ya noche cuando Cora se sienta en el borde la cama y se quita las sábanas. Hace el intento de levantarse pero está débil y no sabe cuál es el lugar de su blanca prisión, durante días en los que no tuvo conocimiento de nada ni a nadie reconocía. Los enfermeros guardianes la ven con sorpresa y alarma y siguen sus movimientos: el rostro ha tomado color, los ojos ahora pueden ver y miran hacia el techo iluminado, como bajo el efecto de una alucinación, ya limpios del velo que los cubrió por tanto tiempo. Se acercan más los enfermeros, atentos a la joven mujer que no debe hacer ningún esfuerzo; pero ella se quita bruscamente el aparato que la auxilia para respirar, y en su boca de juvenil belleza aparece una sonrisa de triunfo y alegría. Casi no puede hablar, ella lo sabe ahora, pero se escucha su voz grave y profunda, como una oración pronunciada con recogimiento en el templo, y dice que la violencia cesó y que el rector de la universidad ha declarado la terminación del conflicto. Esas pocas palabras, pausadas y claras. Los enfermeros callan pero no comprenden.
El orden se ha impuesto y todos regresan y abandonan el campo de batalla, donde algunos han muerto y quedan otros heridos, todo regado de pólvora y balas y piedras y ruina; de sangre y de llanto.
Cora está sola.
Una sensación de sosiego llega a Cora en su espíritu confuso. La invade una exigua y serena paz que no le basta, y por eso la seguirá conquistando cuando salga del Hospital Universitario.

PÁGINA 16 – COMENTARIO DE LIBROS


BOCADOS PRETENCIOSOS, DE XAVIER DE TUSALLE Y CHUS CUESTA

Por Celia Estévez Lozano (Madrid/España)
LápizCero

Bocados pretenciosos forma parte de una de esas raras ocasiones en las que dos artistas coinciden en el ámbito evolutivo de una obra conjunta y su expresión estética sin abandonar sus individualidades. Xavier de Tusalle y Chus Cuesta conforman un tándem expresivo, podríamos decir, que se manifiesta a través de símbolos complejos, ecuaciones lúdicas y permutaciones estilísticas de gran profundidad estética.
¿Cómo comenzó todo? Te preguntarás. Sin querer airear secretos que no me está permitido revelar te diré que existe un lugar casi mágico —mágico en el sentido de punto caliente, donde parece que la inspiración se manifiesta con mayor facilidad— del que se habla en el libro abundantemente: La Taberna de Tulús. ¿A qué hace referencia esta taberna? ¿Es realmente lo que parece ser? ¿Un simbolismo? ¿Un estado mental de especial receptividad?
No puedo dar respuesta cabal a esto, sin embargo, parece claro que no se refiere, desde luego, a la ciudad francesa de Tolouse ni a una taberna ordinaria cualquiera. Dejémoslo pues como una clave heurística más de las tantas que se dan en estos bocados y que el lector vea en ello lo que sea capaz de ver. Olvido y Efebel son también dos palabras que se mencionan a menudo, pero me temo que, de nuevo, no vamos a poder avanzar demasiado.
Es la única lectura fractal que he tenido ocasión de disfrutar en mi vida...Un libro exquisito escrito por un tándem de autores muy singular..
Hacen referencia al espacio y el tiempo: espacios y tiempos donde la existencia tiene un orden mecánico e insatisfactorio, por un lado; y espacios y tiempos donde la existencia trasciende el estado de sopor y rutina habituales y se convierte en algo luminoso y vibrante, donde la creatividad se expresa por sí misma, sin esfuerzo, como un puro juego lleno de alegría, a veces de controversia, y deleite.
El primer estado es denominado Olvido, y el segundo, Efebel. Se nombran como lugares, estados o tiempos que pueden ser realmente visitados y extraer alguna experiencia de ellos de vuelta a la normalidad existencial. Y hay muchos más. La rosa azul, el silbido del viento, la nomenclatura del tres, el loto y el nenúfar, Plenitud... Mejor dejarlo aquí y confiar en que el lector sepa extraer todo el jugo de esta propuesta literaria. Por último, me gustaría hacer una mención al lenguaje propiamente dicho. Los autores se muestran como alquimistas de la palabra desgranando conceptos amorosos, poéticos, filosóficos y metafísicos esperando la total connivencia del lector. Este aspecto es el que más destaca en esta exquisita obra a medio camino entre la prosa, la poesía, el ensayo conceptual o el prontuario entre místico y estético, tan difícil de interpretar.
Querido lector, para sacarle todo el jugo a este libro lo más recomendable es invitarte a que te sumerjas en él y navegues recorriendo el orden natural de los capítulos; o a tu aire, libremente, surcando las páginas hacia la profundidad, la costa o los arrecifes de coral de sus pretenciosos significados. Por eso no hay un índice. Los Bocados pretenciosos deben degustarse como un aperitivo inesperado, un llamativo locuaz, un bouquet fractal, jugoso y nutritivo, refrescante y exquisito.
Buen provecho.

PALABRA ESENCIAL EN EL TIEMPO: El tiempo entre los labios, de Víctor Jiménez
Renacimiento.Sevilla, 2009
Por Francisco Basallote Muñoz (Vejer de la Frontera-Cádiz/España)

En El tiempo entre los labios, nos ofrece Víctor Jiménez (Sevilla, 1957) una Antología de su obra publicada entre 1984 y 2008, que es además un verdadero manifiesto de su poética en la que son esenciales, como dice en el prologo su editor Fernando Guzmán: “La búsqueda de la intimidad y la revalorización de la memoria”.Y es que la presencia en El tiempo entre los labios del yo íntimo y su fijación asintótica en unos parámetros de memoria no hace sino dar al sentimiento el lugar casi físico de su existencia simbólica, de instrumento de recuperación que vuelve a palpitar en la forma que Borges dijo : “ Todo poema con el tiempo es una elegía”.
La importancia de la memoria para el escritor y ese renacer de los primeros símbolos emocionales es vital en la poesía en el sentido que dice Antonio Colinas: “toda la literatura es literatura de la memoria.”.Por eso el tiempo, ese gran espectador, que diría el ya citado Borges se convierte en nuestra propia materia y ese tiempo incesante es fuente de experiencias que permanecen para elaborar sobre los cimientos de los recuerdos, convertidos en símbolos autobiográficos, fijados en el poema en una íntima arquitectura de elegías.
Hay una intención clara en El tiempo entre los labios de construir o mejor dicho reconstruir el tiempo en fractales de experiencias en los que la homología en la vivencia o en la temática permita un ritmo en la emoción paralelo al desarrollo de su poesía, al margen de las usuales técnicas de ordenación antológica en las que es normal la ordenación cronológica de los libros. Así el libro está dividido en siete partes que logran en su fragmentación edificar una línea poética tan bien definida: Tiempo de volver, El tiempo y la palabra, Tiempo de sombras, Flor de un día, Tiempo desapacible, El tiempo entre los labios y Del tiempo y la distancia.
Tiempo de volver es el retorno al tiempo primero, convirtiendo la elegía en cántico de de ternura: “De aquellos días tibios, serenos de la infancia,/ como vagos esbozos sobre lienzo de niebla/ apenas han quedado, suaves, en mi memoria/ algunas pinceladas …”, o de nostalgia ante la imposibilidad de retornar al gozo de aquella casa primera en la que : “ Y está mi infancia dentro./ Y he perdido la llave./ Y no hay ninguna puerta.” Memoria otras veces tan presente como en el “Puente aquel de San Bernardo,/todavía pasa el tren/ de mi infancia por debajo.”o en aquel índice del paso del tiempo que es el viejo reloj de la estación cuyas agujas “se clavan en la una, se te clavan…”
El tiempo y la palabra es una reflexión sobre el acto poético, en el que aparece el poema como salvación y como talismán contra el tiempo, en una especie de confrontación de lo virtual y la realidad, “…y llamar a las cosas/ por su sombra o su lumbre.”, dirá expresando claramente esta dualidad que perdura en el poema, “Sombra de lo vivido/ y lo soñado…” o “Acabo de verterlo en un poema/ que al delirio del fuego arrojo ahora.”. Queda en la niebla la respuesta: “¿Se canta lo que se pierde?/…/ Se pierde lo que se canta”, aunque parezca certeza.
En Tiempo de sombras el poeta se encierra en el paisaje de su intimidad y en los aspectos más sombríos de una sentimentalidad herida: “Hace tanto que anida/ la noche entre tus sienes…”, que recurre a la memoria como salvación: “En un pozo has caído/ y el agua del olvido/ te llega a la garganta.”, para llegar a la conclusión de que “ Hoy, a ya no sé bien cuántos naufragios/ de sus ojos, al cabo he comprendido/ que el cielo es sólo mi melancolía…”
Flor de un día es asimismo una faceta de ese cristal en el que el autor refleja sus emociones en una atmósfera sentimental en la que la memoria es trasunto de fugacidades. “Del recuerdo volvía malherido/ y en silencio…”, “Por no decirte amor,/ dolor, ¿te digo olvido?...” y que a pesar de esa instantaneidad cuaja momentos en los que el sentimiento refluye hacia laberintos de conformidad: “ Ahora que me estaba acostumbrando/ a ese sabor sombrío de la ausencia…”, aunque no sirva para evitar que como Ícaro, el sol, es decir la realidad “ …acabe derritiendo nuestras alas/ y nos precipitemos/ sin más paracaídas que el olvido,/ inevitablemente/ en el despeñadero sin luz de la tristeza”
Tiempo desapacible es un aspecto de la intimidad en la que el poeta se vuelca sobre su propia imagen en un juego desigual de espejos en el que “Al fin y al cabo el sueño/ no es más que el anticipo/ de sombra” mientras que afuera “Sigue lloviendo como entonces. Llueve/ y, de tanto llover, la oscura nieve/ del olvido penosamente empieza…” para concluir: “Y es que nunca sabrás, muchacha, adónde/ puede llegar, en una lenta tarde/ desolada y lluviosamente triste,/ el aliento olvidado de un latido.”
Es El tiempo entre los labios la parte en la que la intensidad de las emociones cuaja en una luz distinta, que se abre premonitoriamente con el poema Abril, “Como la brisa apareció en la tarde/ de aquella tibia calle con naranjos…” y se desarrolla en versos tranquilos, amables, “ Tal vez la dicha sea, entre otras cosas/ cotidiana y hermosamente simples/ venir, como esta tarde, a recogerte,…/ , “ …/Como el rumor del agua entre las piedras./…”, llegando a decir el poeta : “ No es que yo viva para la memoria,/ pero el agua de ayer me sabe a gloria…”
Del tiempo y la distancia es la última parte en la que de alguna forma el poeta asimila espacio y tiempo, ajeno a cualquier pose euclidiana, llegando a decir que “Hay a quienes separa la distancia/ y a quienes siempre los separa el tiempo.” y que termina con la soleá: “Nos va separando el tiempo./ Tú siempre los mismos años/ y yo los que voy cumpliendo.”
Pese a la fragmentación formal, El tiempo entre los labios es una Antología perfectamente unitaria, en la que bajo el hilo conductor de lo elegíaco se manifiesta una poética coherente y sólida, una visión peculiar del mundo bajo el prisma de la personalidad literaria manifiestamente definida de Víctor Jiménez.


PÁGINA 17 – CUENTO


EL CIRCO DE LAS SOMBRAS

Por Rosy Palau (Culiacán-Sinaloa/México)

Pasaron de dos en dos. La entrada era angosta. Caminaron sobre el aserrín mojado, agarrados de un tubo que hacía la vez de pasamanos. Los murmullos y las risas, ventilaron la atmósfera caliente. Una hora después, adormecidos en las sillas de palo, los despertaron las cornetas.
Con el sol brillando en la punta de los tabachines, los habían visto venir. El carromato se abrió paso entre bolas de rama seca y ventarrones de polvo. Muñecos de trapo, bules, cazuelas, mecates enroscados, alborotaron el silencio al paso de las ruedas sobre los hoyos del camino. Ya en la entrada del pueblo, aminoraron la marcha y encendieron las bocinas. Un sonido de mil radios descompuestos sofocó la voz del anunciante, provocando que los que no estaban ahí, salieran de sus casas como si escaparan del fin del mundo. Luego se aclararon las palabras y todos pudieron enterarse. A las 5 del otro día, venido directamente de la China y aclamado por todas las naciones, el circo de las sombras daría su función.
Entre la desconfianza y la alegría no faltó la vergüenza ajena. Dos era el número de artistas de raída indumentaria. Un chino de cuya chaqueta escapaban rayos de diamantina, abrió la puerta y se colgó de los estribos arrojando por el aire papelitos de colores. Al volante, tras un San Martín en bulto y un tablero de peluche, saludaba el payaso del que no faltó quien dijera que en lugar de traer pintada la sonrisa, traía dibujado un frijol.
Ni jaulas de animales, ni trapecistas con trajes de bailarín, dijo un niño entre la multitud, a lo que otro respondió con ironía que en el ruido venían escondidos el león y el elefante. Lo cierto fue que pasaron lentos como pasan los sueños y después se detuvieron al otro extremo de la calle bajo las ramas del Huanacaxtle. Nadie supo cómo, pero apenas amanecía, apareció levantada sobre gruesos horquetones la carpa con adornos de banderitas.
Se apagaron los focos. Tras el ajuar del payaso que entró de prisa al escenario y se paró sobre una luz azul, todos adivinaron al hombre que les había cobrado los boletos. Hizo al público la reverencia, tomó de sus bolsillos las naranjas y al ritmo de una música de banda, las fue lanzando una por una hacia el cielo raso. El primer asombro fue el notar que se quedaron flotando por encima de su cabeza, luego con un chiflido las hizo caer y las devolvió de nuevo al abismo de su pantalón aguado. Aunque hubo aplausos entre éste y otros actos, en todas las caras brillaba el enigma. ¿Y las sombras?
Ese día todo el pueblo cerró a las 4. “El diván azul” no abrió sus puertas y las mesas de dominó por primera vez en muchos años, quedaron desiertas bajo los tejabanes. Desde muy temprano en medio de los quehaceres y las pláticas, unos a otros se preguntaron la hora. Los niños, amenazados con no ir hicieron los mandados y jugaron como cubiertos con un velo de quietud. De reojo volteaban por el rumbo de la carpa sin descubrir por ningún lado el movimiento. El Manolo, con su cuchara de albañil, como llevado por una extraña emoción que coronó con el arranque de hablarle de matrimonio a la Majei, enjarró toda una barda y hasta le sobró tiempo para sentarse a mirar las vacas.
Claves, palitos y cascabeles, inundaron con tonadas orientales el espacio. Al rechinar de una manivela bajó el telón de gasa y todos los ojos se recargaron en el paisaje. Tenues luces acompañaron la voz del narrador que se desenredó en el aire lleno de palomillas. Tras la cortinas fueron apareciendo las sombras. Robustas y bien formadas, esbeltas y delicadas. La luna roja, metida en una cama de nubes esponjosas, alumbró los floridos jardines, las lujosas habitaciones, los ríos, las montañas que hablan, alumbró la ciudad de oro y los portales donde una noche cuajada de estrellas, dos guerreros, montados sombras en las sombras de los caballos, se lanzaron a la muerte, encendidos por la pasión de su princesa.
Las manos del chino se movían tras el telón con la agilidad de un mago. En la historia no se escatimaron las espadas, los faroles y los besos; el dragón que escupiendo fuego, desarmó a los más osados de sus valores. Todo y más fue lo que hizo que en silencio empezaran a competir las inclinaciones. Unos a favor de un guerrero, otros a favor del otro, pero en lo que todos estuvieron de acuerdo era en el fin del emperador, que para contento general, cayó al piso, bañado en sangre. El ambiente era espeso. En la oscuridad se comenzaron a revolver las pasiones.
La Majei, no se inmutó cuando el Manolo le habló de casamiento. Después de tantos años de conocerlo, sus palabras ya le pasaban por encimita. Sin mirarlo a los ojos, entretenida con la distancia y mordisqueando unas hebras de su pelo negro, dejó salir un ¡hummm! que se le desmoronó en los labios. Pero en la invitación al circo vislumbró la oportunidad de presumir y se le aparecieron en el pensamiento los vestidos que tenía colgados en el ropero. Más tarde lo esperó en la puerta, imperturbable, como acorralada por su propio perfume.
En la penumbra a la Majei se le rodó una lágrima que corrió a quitarse antes de que se encendieran los focos. Al salir, se tropezó con la mirada del payaso y colgada del brazo del Manolo, la noche le pareció muy ancha y el pueblo tan chiquito que le cupo de un golpe en los ojos. Los brillos de las hojas fueron los primeros en avisarle que había llovido y caminó despacio, extrañada por el placer que le daba pisar en los charcos las caras de las gentes.
A gotas de agua sonaban las patas de los grillos, dando saltos y cayéndole en la cama, a leña ardiendo olía el aire que entraba por su ventana, un aire lleno de monte, con ruidos de cosas que se acercaban para entrar en un sueño que no la dejaba dormir. Imaginó el palacio, la luz de los faroles iluminándole la esperanza de poder huir en un hermoso caballo, dándose de besos bajo la luna colorada. De pronto, una fuerza la agarró del alma y la invitó a salir. No se acordó del miedo cuando le ladraron los perros y los dejó desgañitándose en la calle, tumbando las basuras.
Aunque el Manolo jura que la dejó en su casa, dicen que la noche estaba buena para el desvelo, que la vieron hablando con un hombre y que a los dos se les salió una risa que más tardó en sonar que en apagarse. Todavía humeaba la leña cuando la fueron a buscar. Entre una cazuela abollada y pedazos de mecate, encontraron una muñeca de trapo picoteada por un enjambre de pajaritos. En su cara, creyeron descubrir a la Majei. Entonces, uno dijo: A ésta siempre la corretearon las ganas. Todos miraron a la distancia y dejaron escapar un suspiro.

PÁGINA 18 – POESÍA AMERICANA


Domingo Alfonso (Jovellanos-Matanzas/Cuba)

EL LARGO VIAJE
Nuevamente a Fernández Retamar

Este es el momento de emprender el largo viaje.
Vienen a decirme que me apresure
para el viaje que debo comenzar esta noche.
Así que me pongo los pantalones de nailon,
la camisa con dibujos azules y morados
que me regaló mi esposa el día de mi cumpleaños,
y saltando de la terraza al jardín
sin ponerme los zapatos, sin ponerme el reloj,
inicio el viaje que me fue ordenado;
el automóvil pintado de verde y amarillo me espera.
El chofer empuña el volante y escucho el ruido del motor:
ahora empezamos la marcha sin mirar atrás.
Dejamos estaciones de gasolina, rastros, campiñas verde y
rojo escarlata;
vamos siempre sin mirar atrás;
yo miro la gorra del chofer, su rostro como la ceniza;
él observa mi camisa, mi pantalón, mi pie descalzo;
acelera el automóvil y continúa la marcha.
Atrás va quedando la autopista; pero una nueva autopista
aparece;
atrás quedan las lámparas de mercurio; pero otras lámparas
aparecen;
atrás queda el horizonte; pero surge un nuevo horizonte;
más horizonte, más autopista, más lámparas de mercurio,
más pueblos, más campiñas verde y rojo escarlata.
El chofer mira mi camisa, mi pantalón, mi pie descalzo.
Yo miro su gorra, su rostro como la ceniza.

CON UN PAR DE ZAPATOS NUEVOS
ENTRE LAS MANOS

Ayer, cuando recibí este par de zapatos
semejantes a una pareja de rosas,
pensé que todo me sería posible.
Vi cosas en las cuales nunca hubiera pensado:
flores oscuras cubriendo las calles llenas de polvo;
incendios y muertes sucediéndose en este mismo lugar,
desde el inicio de los tiempos,
diligencias desvanecidas por el fuego y el humo,
pesadillas y lamentaciones
llegaban hasta mí
entre el sonido de golpes de campana,
delirios, visiones que me llenaban de pavor,
los crímenes y el terror de las épocas pasadas
estaban delante de mis ojos;
escenas semiocultas por montones de nubes de ceniza
(ningún otro color estaba presente:
ni el rojo ni el verde ni el magenta
y mucho menos el amarillo),
sólo el matiz de la ceniza
lo presidía todo de manera mecánica.
No pude ver el futuro
a pesar de que me empinaba tratando de conocer más;
pero todo fue en vano.

De esta manera
me senté en una silla, al borde del camino,
con mi par de zapatos, como dos rosas, entre las manos:
no comprendía nada, estaba sentado allí,
no sería testigo de ninguna revelación,
había visto todo el horror y las tragedias
ocurridas en esta esquina del universo
a lo largo de tantos siglos
y me encontraba allí, en mi silla, tembloroso,
lleno de sudores y de mucho miedo,
cerca de la orilla del camino:
con mi par de zapatos nuevos entre las manos.

CANCIÓN DE AMOR

Una mujer, un vestido rojo,
han entrado con un hacha en mi casa y mi oficina,
talando los viejos hábitos, aquellos amores
sembrando a toda prisa sus árboles,
porque mi propio corazón es una pradera
llena de girasoles
que repiten las líneas de su rostro.

Ella ameniza mis mañanas y mis noches.
Sin ella
¿cómo pude vivir durante treinta y nueve años?
Fui marino sin brújula,
pues ella y solamente ella,
su saya roja, su pulóver azul,
las medias que le esconden la piel,
están grabados delante de mis ojos,
me ocultan las letras del periódico,
las hojas de los árboles,
y las paredes nuevas que pintan los obreros.

Tomar contigo una cerveza,
vivir bajo tu mismo techo mientras cocinas la sopa,
tomar un ómnibus a tu lado,
me compensan las molestias de la vida:
el dentista, el miedo a la muerte,
la piedra dentro del zapato, una canción sin amor.

La vida a tu lado
son muchas manzanas, un carrusel,
ángeles tocando el piano,
niñas con pelotas y flores,
ancianos en un jardín escuchando a Vivaldi.

VISITA AL HOSPITAL

Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana,
Rubén Darío

Ahí está nuestro hombre, aquel que ayer no más decía
- Estás un poco confundido (perdido políticamente)
Ahí está, barbudo, recién operado
(Su esposa lo acompaña en silencio, para ahuyentar la soledad)
¿Y aquel anciano de ochenta y tres años que me cuenta
como su padre salvó del hambre a la mujer abandonada
con cinco niños que alimentar?
Una de aquéllos fue La China
que lo cuidó en el Hospital de Pinar del Río
cuatro semanas antes de que el cáncer diera fin a su vida.

La sala del hospital, llena de penumbras;
afuera la tarde, viuda sin sol
y yo mismo, agujereado por los años
bajo como un pan mohoso las escaleras
¿Acaso no seré mañana, huésped de las mismas salas?
Con mi piyama de rayas azules,
hurgando por la ventana en el aire de la tarde;
queriendo huir de la cuadrada habitación
llena de orines, de sangre; donde la muerte puede pasar
en busca de un alma llena de miedo y tristeza

EL ROSTRO DE MARLON BRANDO

El rostro de Marlon Brando
surge en la noche del cinematógrafo
con un tamaño de casi dos metros de alto
por uno y medio de ancho aproximadamente:
tiene dos cejas, debajo de las cejas un par de ojos,
entre los ojos, un poco más arriba
de la pareja de labios, una nariz;
bordeada por el pelo,
encima de las cejas, está la frente,
algo detrás de la frente,
construidas expresamente para sostén de los espejuelos,
se encuentran las orejas.

Este es el rostro de Marlon Brando;
tomo debida cuenta de su topografía;
para ver este rostro pagué un peso con cincuenta centavos,
hice una cola de una hora nueve minutos,
de pie, bajo la lluvia
y ahora descubro en medio de este cine,
tocando el muslo de la mujer que me acompaña
que el rostro de Marlon Brando es sólo el rostro de una
persona.

DESPUÉS DEL AMOR

Esta mujer y yo terminamos.
Ahora, dejando el desorden de las sábanas,
hemos mirado por la ventana hacia la calle

Un poco a la derecha
unos obreros componen una enorme valla
que dice: Todos con boinas rojas a la Plaza de la Revolución.

Ella se vuelve al interior del cuarto de hotel.
Yo miro sus nalgas color de tinta de imprenta.
Siento lo que los hombres normales ante tal espectáculo.
Doy gracias a quien corresponda por encontrarme vivo.

Mariana Bernárdez (México DF/México)

SIMETRÍA DEL SILENCIO

La antigua Sibila respondía silenciosamente, recostando hojas en el ala del viento. En el silencio, lo sagrado, lo misterioso, lo que está más allá del mundo.
Michele F. Sciacca, El silencio y la palabra (Cómo se vence en Waterloo)

I

Toma la moneda fulgurante
que rodó por las calles de Troya
hasta los pies de Helena
antes de la mordedura fatal
No te dejes engañar pues su ilusión
no exonera lo irreparable
Sólo hay un silencio verdadero
y es el que se des/oculta en la simetría
cuando el alma renuncia a ser un paria.

II

Durante la oración de la mañana el oráculo se cumple

Toda súplica acude en ayuda de lo por nacer

nada me es dado revelar sobre la visitación cimbreante
ni de la alianza revoloteando en rumor de gaviotas

Oración por los muertos
para la suerte y la buena estrella

en el margen difuso y contemplado
de las piedras y el mar

nada habrá de limpiar la sangre inmolada
ni se erigirá montículo alguno de guijarros
para aventurar la hora del delirio

Pese en su inanidad la gravidez de la luz.

III

Silencio meciéndose en el irrumpir del sol. La quietud se atempera. La silueta de los volcanes en ausente cordillera corona una ciudad destronada. He aquí la inmundicia que se arrodilla en mueca contorsionando sus caderas, el ritual de la fealdad que cautiva al incauto, anverso de una gloria prodigada en una llanura de nubes:
Antes del antes, cuando el caer de la piedra repudia el instante de contención, y la desesperación de Orfeo no ha franqueado la ribera del Ameles en busca del alma de su alma.
El amor doblega, pienso, ¿o es un gravitar alrededor de un eje recóndito que asombra en su evanescencia? Dogma de la sensación: sed de sal que disipa su aridez en la piel. Misterio del fuego:
Silencio cuya pesantez imanta el desasosiego de pájaros, ¿seremos el mismo pulso?, ¿o abatidos rehusaremos la justeza de lo ausente?, ¿dónde el centro sin la periferia?
Espejismo que en el confín de su extensión desprecia nuestra simpleza, ¿habremos de ser nosotros quienes fraguados a su semejanza atisbemos en un soplo el entresijo de su desabrigo? El amor, pienso, no necesariamente es una trampa mortal.

IV

Días con tu nombre golpeando mi memoria
ahí donde el destino se impone
cuando caminas por mi cuerpo
sorteando el tajo del azar
y la noche cruza su abandono.

V

que alguna vez fuimos armada invencible
es una certeza que he dejado de eludir
como cierto también es que me arrojé al viento
por desdeñar las saetas que acortaban
el espacio entre el dédalo y el espejo

que recorrimos las senderos que unían las montañas
y bebimos el agua de nuestra boca inasible
es una evidencia que no se diluye en la pira de un zarzal
círculo concéntrico de la bien/aventuranza

que dilapidamos la pericia
donde la orilla quema su sombra
es limbo que habrá de desquiciar la juntura
de todo argumento
y que aún hechos humo no desconoceremos
que ni por el trozar ni por el ensueño
el aljibe de nuestro beso será la sirga
por la que tus labios volverán a los míos
Más allá de la sangre
o del grano suelto…

VI

Si pudiera explicar el revuelo cuando te presiento
o si lo supieras
con qué despliegue de huida te sorprendería
porque in/callada es la vocación que profeso de cobarde
cuando el desvarío es atalaya hacia lo indefinido
¿habrán de serme tus palabras entrañables
o río que en su fluir se torne ramaje?
Y llamas para decirme
que donde te encuentras
la luz de tan clara ha perdido su peso
Y miro hacia afuera y te doy el parte
“cielo encapotado
nubes en borrasca”
Pienso
la luz del parque ha ido en pos de ti.

VII

Una piedra para el silencio
fuga imprevista del viento
en signo de lo que se enduele
Un relumbre en la mirada
delata el gemir de lo ido
y la pregunta martillea la cordura
¿dónde lo verdadero
cuando toda traza
es un requiebre desvalido
del pensamiento?

VIII

Me dices tantas cosas
y el mundo en desbandada
centellea en velo
que deshila su limpidez

Anuncio del rayo en látigo
de quien desea no estar
apresando el sosiego
y termina por fracturar su pulso

Escucho entonces
en el breve equilibrio del vértigo
el roce de tus manos sobre mi cuello
y sé que habrás de apaciguar los demonios
que embisten mis noches
y atravesarás su ulular
hasta derrotarme en ti.


PÁGINA 19 – CUENTO


LA CORRECCIÓN DE LOS CORDEROS

Por Fernando Sorrentino (Buenos Aires/Argentina)

Según noticias de fuentes muy dispares —y siempre fidedignas—, la Corrección de los Corderos suele últimamente aparecer, cada vez con mayor frecuencia, en distintos puntos de Buenos Aires y de las localidades vecinas.
Todas las informaciones coinciden en describir la manera en que se produce el advenimiento de la Corrección: de pronto aparecen, como surgidos de la nada, cincuenta corderos blancos; en seguida acometen contra una víctima —evidentemente prefijada— y en contados segundos la devoran y carcomen hasta dejarla en sólo su esqueleto; así, tan súbitos como llegaron, en un instante se dispersan y huyen en todas direcciones. Guay de quien ose estorbarles la fuga: al principio se registraron muchos casos fatales; después, los potenciales imprudentes escarmentaron en cabeza ajena, y ya nadie se opuso a la Corrección.
En fin, no tiene sentido extenderme en estos pormenores; todo el mundo está suficientemente informado por medio del periodismo oral y escrito, y el material fotográfico y fílmico es abundante.
La mayor parte de la gente se halla profundamente preocupada por la Corrección, por sus estragos imprevisibles, por su secuela de muerte y de miedo. Pero la mayor parte de la gente es simple, de escasas luces y carente de poder de reflexión, y su inquietud se limita, meramente, a desear que la Corrección no exista. Desde luego, este deseo no anula la Corrección y, mucho menos, logra averiguar sus causas y su sentido.
El error básico reside en que, absortos por la Corrección, se han olvidado de las víctimas. Durante —digamos— las primeras cien ejecuciones, lo que a mí me quitaba el sueño era la inconcebible existencia de corderos que fueran no sólo carnívoros sino, por añadidura, predadores, y de carne humana. Después advertí que, por perderme en esos detalles, descuidaba lo esencial: la personalidad de las víctimas.
Me di, pues, a hacer averiguaciones sobre la vida de los occisos. Como si fuera un sociólogo, empecé por lo más burdo: por los datos económico-culturales. La estadística resultó inservible: en todos los estratos había víctimas.
Entonces cambié de sistema. Busqué conversación con parientes y allegados, y les tiré un poco de la lengua. Los testimonios fueron variados y, a veces, hasta contradictorios. Pero, ya con harta frecuencia, comencé a oír cierto tipo de frase: «Que en paz descanse el pobre, pero la verdad es que...»
Una intuición casi inequívoca me iluminó. Y, en seguida, me sentí casi por completo seguro de mi embrionaria hipótesis el día en que la Corrección descarnó a mi próspero vecino, el doctor P.R.V., el mismo en cuyo bufete...
El caso de P.R.V. me condujo, de manera absolutamente natural, a la comprensión definitiva del enigma.
Bien. Yo odiaba minuciosamente a Nefario. Pero no querría que este odio contaminara de baja pasión la fría objetividad que deseo para este informe. No obstante, me veo obligado, en aras de la intelección del fenómeno, a permitirme una digresión de carácter personal. Aunque quizás a nadie interese, tal excurso es imprescindible —siempre que se me crea— para admitir o rechazar mi hipótesis sobre las causas y los fines que mueven a la Corrección de los Corderos.
La digresión es ésta. Lo cierto es que el apogeo de la Corrección coincidió con una lúgubre comarca de mi vida. Hostigado por la pobreza, por la desorientación, por la pena, me sentía en lo profundo de un pozo oscuro cuya salida ni siquiera lograba imaginar. Así estaba yo.
A Nefario, en cambio, la vida —como suele decirse— le sonreía. Claro: el único objetivo de su proterva existencia era el dinero. Sólo le importaba eso: ganar dinero, por el dinero mismo, y en ese fin sagrado concentraba todas sus despiadadas energías, sin reparar en medios ni escrúpulos. Innecesario es decir que obtuvo éxito rotundo: Nefario era lo que se llama un triunfador.
Yo —ya lo dije— estaba muy necesitado. Y qué fácil resulta abusar de quien padece. Nefario —ese buitre codicioso que jamás había leído un libro— era editor. Yo, a falta de otra cosa, realizaba para él traducciones o correcciones: Nefario no sólo me pagaba sumas irrisorias, sino que, además, se solazaba en humillarme con ruegos y demoras.
(La vejación y el fracaso ya eran parte de mi persona, y yo me había resignado a ellos.)
Cuando le entregué mi último trabajo —esa maldita y engorrosa traducción—, Nefario, como tantas otras veces, me dijo:
—Por desgracia, hoy no puedo pagarle. No tengo un centavo.
Esto me lo decía en su lujoso despacho, bien vestido, perfumado, sonriente. Y, desde luego, triunfador. Yo consideré mis zapatos agrietados, mi ropa vieja, las urgencias de mi familia, mi agobio de tristezas. Haciendo un esfuerzo, dije:
—¿Y para cuándo cree que...?
—Vamos a hacer una cosa —su aire era optimista y protector, como si tratara de ayudarme—. Este sábado no, porque me voy a hacer una escapadita a las playas de Río de Janeiro. Pero el otro, a eso de las once de la mañana, véngase a mi domicilio particular, que arreglamos la cuentita.
Me estrechó cordialmente la mano y me dio una palmada de aliento y amistad en la espalda.
Quince días pasaron. Junto con el sábado anhelado, llegué yo a la hermosa casa de la calle Once de Septiembre. El verde de los árboles, la fragancia vegetal, el esplendor del cielo y la belleza de ese barrio me hacían sentir más desolado aún.
A las once y cinco oprimí el timbre.
—El señor está descansando —me informó una mucama de guardapolvo azul con lunares blancos.
Vacilé un instante, dije:
—¿Y la señora?
—¿Quién es, Rosa? —se oyó.
—Yo, señora —levanté la voz, aferrándome a aquella posibilidad—. ¿Está el señor Nefario?
Rosa se retiró y fue reemplazada por el rostro, cubierto de cosméticos, de la señora de Nefario. Con grueso tono tabacal, me increpó:
—¿No le han dicho que el señor está descansando?
—Sí, señora, pero como me citó para hoy a las once...
—Bueno, pero está descansando —replicó, de modo inapelable.
—¿No le habrá dejado algo para mí? —pregunté estúpidamente: ¡como si no lo conociera a Nefario!
—No.
—Pero resulta que él me había citado para...
—Le estoy diciendo que no me dejó nada, señor. Haga el favor de no molestar, señor.
Entonces oí una algarabía de balidos y vi que llegaba la Corrección de los Corderos. Me hice a un lado y, para mayor seguridad, me trepé a la verja, si bien mi conciencia me decía que la Corrección no venía en mi busca. Los corderos, como una tromba, irrumpieron en el jardín y, antes de que los últimos entraran en él, ya estaban los primeros en el interior de la casa. En pocos segundos, a la manera de un sumidero, la puerta de Nefario absorbió todos los animales: el jardín quedó hollado; las plantas, destruidas.
Por una ventanita primorosa se asomó la señora Nefario:
—¡Venga, señor, venga! —gimió, con el rostro congestionado y lloroso—. ¡Ayúdenos, señor, por favor!
Movido de alguna curiosidad, entré en la casa. Vi muebles volcados, vi espejos rotos. No vi los corderos.
—¡Están arriba! —me informó la señora Nefario, procurando arrastrarme de un brazo en dirección al peligro—. ¡En nuestro dormitorio! ¡Haga algo, no sea cobarde, pórtese como un hombre!
Supe resistirme con firmeza. Nada más lejos de mis principios y convicciones que pretender oponerme a la Corrección de los Corderos. De lo alto venía un confuso rumor de pezuñas. Las redondas grupas lanudas se agitaban alegremente, acompañando quién sabe qué movimiento de presión contra qué cosa. En una visión fugaz, distinguí a Nefario; fue un segundo: desgreñado y horrorizado, gritó algo e intentó con una silla atacar a los corderos. Pero en seguida se hundió entre las blancas y rizosas lanas, como quien es violentamente succionado por arenas movedizas. Hubo aún un breve tumulto concéntrico y el ruido creciente de mandíbulas que desgarraban y trituraban y, de vez en cuando, el pequeño estrépito de un hueso quebrado. Las primeras maniobras de dispersión me indicaron que los corderos habían concluido su tarea, y un instante después los animalitos iniciaron el raudo descenso por la escalera. Alcancé a ver algunas manchas de sangre en la impoluta albura de sus lanas.
Curiosamente, esa sangre —para mí, un símbolo de afirmación ética— terminó de hacerle perder la cabeza a la señora Nefario. Sin dejar de dirigirme llorosos insultos y de decirme cobarde, se lanzó al living con una gran cuchilla en la mano. Como yo bien sabía qué les ocurre a quienes pretenden entorpecer la Corrección de los Corderos, permanecí en un respetuoso segundo plano, observando el rápido y notable espectáculo de la descarnación e ingestión de la señora Nefario. Después, los cincuenta corderos ganaron la calle Once de Septiembre y, como tantas veces, huyeron hacia todos los rumbos.
Rosa, no sé por qué, parecía un poco impresionada. Le dije unas palabras reconfortantes y, libre ya de odio, me despedí de la muchacha con una sonrisa.
Es verdad: no había logrado, ni lograría, que Nefario me pagara aquella engorrosa y maldita traducción. Sin embargo, el verde de los árboles, la fragancia vegetal, el esplendor del cielo y la belleza de ese barrio me hacían repicar de júbilo el corazón. Cantaba.
Sabía que el oscuro pozo en que me hallaba sumido empezaba a iluminarse con la primera luz de esperanza.

PÁGINA 20 – ENSAYO


GABRIELA MISTRAL Y LAS ESTRELLAS DE SU VALLE DE ELQUI

Jaime Quezada (Los Ángeles-VIII Región/Chile)

¡Oh, Dios!, yo soy dueña de este resplandor
G. M.

La imagen de una nebulosa descubierta en enero de 1995 por astrónomos del observatorio Cerro Tololo, en la IV Región, reveló una curiosa e identificadora similitud con el rostro de Gabriela Mistral. Y vino a testimoniar, además, los muchos fenómenos y maravillamientos del cielo, con sus soles, lunas y estrellas que serán siempre temas y motivaciones en la vida y obra de nuestro primer Premio Nobel de Literatura.
La nebulosa Ngc 3324, en la constelación de Carina, cercana a la Cruz del Sur, tiene, desde aquel enero del 95 (como para ir cerrando esplendorosamente el siglo veinte), un nombre extragaláctico de universalidad poética: Gabriela Mistral. El asunto podría tener connotaciones meramente de un sueño grande, lírico y anecdótico (“los astros son rondas de niños'', decía la autora), o de un entretenido pasatiempo de ciencia ficción. La cósmica y celeste noticia vino, sin embargo, de los mismísimos astrónomos del observatorio Cerro Tololo, ahí cercano al mismísimo también valle del Elqui, donde los cielos tienen todo el maravillamiento del esplendor y la limpidez.
Fue Michael Joner, un astrónomo norteamericano, quien captó, a través de un poderoso telescopio, la nueva nebulosa. Signada como Ngc 3324, la nube de gas compuesta principalmente de hidrógeno se encuentra a 9 mil años luz de la Tierra. La fotografía electrónica de dicha nebulosa reveló, según los científicos, una curiosa similitud con el rostro de Gabriela Mistral. Esa imagen ya clásica o de perfecto perfil de cordillera de nuestra poetisa, con su rostro estatuario en su adultez plena. En uno de sus poemas de Ternura, Gabriela Mistral había escrito: “Soñarás, hijo, que tu madre/ tiene facciones abrasadas,/ que es la noche canasto negro/ y que es frutal la Vía Láctea''.
La premonitoria estrofa tiene ahora toda su vigencia, toda vez que la astronómica noticia ha trascendido los cables de la prensa para registrarse en los rigurosos repertorios de los gabinetes científicos del mundo. Así, a la gran nebulosa de Andrómeda M31, a la nebulosa en espiral M57 (en la constelación de los Perros de Caza), a la nebulosa llamada Norteamérica, viene a agregarse, en este u otro hemisferio, la Ngc 3324, con su inmensa masa de estrellas: “¡Oh, Dios!, yo soy dueña/ de este resplandor''. (Gabriela Mistral y su poema El corro luminoso).
Los pacientes y acuciosos astrónomos de El Tololo, después de todo, han venido a otorgar reconocimiento científico a una Gabriela Mistral que siempre, y desde muy joven, anduvo contando y alabando el maravillamiento de sus cielos coquimbanos y, en especial de su valle de Elqui, y escribiendo mucha notable poesía y prosa acerca de estas atrayentes materias estelares. No hay obra poemática en sus desolaciones y lagares, en sus talas y ternuras que escape de la página-telescopio de nuestra autora. Testimonio siempre de un mirar y remirar el cielo con la plenitud y desvelo de sus sentidos. Ese cielo elquino del día, lleno de su sol, y de la noche que hierve de astros: “Tanto fervor tiene el cielo,/ tanto ama, tanto regala,/ que a veces yo quiero más/ la noche que las mañanas'' (Noche andina en Poema de Chile).
En esas noches de su valle elquino amado, con su dormir y su soñar, y a la edad de nueve años, Gabriela Mistral andaba deslumbrándose por los misterios del espacio. Qué ojo bebedor de luces y de formas sacó de aquellas aldeas: “Yo no puedo llevar otros ojos que los que me rasgó la luz del valle del Elqui''. En un parque, medio botánico y zoológico, del hacendado y naturalista elquino Adolfo Iribarren, en Montegrande, aprende el nombre de las plantas y las flores, se instruye en la historia de los animales y adquiere elementales conocimientos de astronomía: ``Echa atrás la cara, hijo/ y recibe las estrellas./ A la primera mirada,/ todas te punzan y hielan,/ y después el cielo mece/ como cuna que balancean,/ y tú te das perdidamente/ como cosa que llevan y llevan'' (poema Carro del cielo).
Gabriela Mistral, que siempre se lamentó de los cielos brumosos o borroneados en otras latitudes y espacios del mundo, encontró su patria real en los cielos netos de su valle, “que tuve en mis niñeces y que no quiero olvidar''. Nunca olvidará, tampoco, la fiesta de lectura que encontraría, años después, en la biblioteca del periodista serenense don Bernardo Ossandón. No pasaba todavía quince años, y ya era maestra enseñando en una escuelita de Compañía Baja a muchachones analfabetos que le sobrepasaban en edad. En sus tardes libres se iba a la grande y óptima biblioteca del viejo periodista.
El bondadoso Ossandón le presta libros a manos llenas. Lee con admiración los ensayos filosóficos de Montaigne o las obras educacionales del colombiano Vargas Vila. Pero, por sobre todo, las teorías astronómicas de Camilo Flammarión (1842-1929). Las obras del célebre astrónomo francés, uno de los divulgadores científicos más populares de su tiempo (había estudiado las estrellas dobles, la constitución física de Marte, la Luna y las manchas solares), fueron para la joven Gabriela Mistral una apasionada y deslumbradora lectura, aunque por entonces entendería a tercias o a cuartas.
De las amplias páginas astronómicas de los atlas de Flammarión, a las otras infinitas del cielo: “Así sería, mi amor,/ cuando no éramos nacidos/ y llameaba nuestra noche/ de Casiopea y Sirio./ Cae en pavesas la memoria:/ y comienza un futuro divino'' (poema Noche de San Juan). De las lecturas fermentales de aquellos años le vendrá, sin duda, la astral materia para su mucha poesía de estrellas y cielos: desde las Canciones del Zodíaco (de su libro Ternura, 1924), tan de pulsaciones ardientes, a los signos e identidades de las Constelaciones en su geográfico Poema de Chile, 1967.
Y no sólo en su perdurable poesía. También en su reveladora prosa, Gabriela Mistral deja en evidencia sus permanentes afanes por los fenómenos celestes: estrellas, cometas, aerolitos. A pesar de su debilitada vista (hasta el brillo de la tinta en la página manuscrita le irritaba los ojos), siempre se dio maña para mirar atentamente hacia el cielo nocturno, buscando a ojo desnudo las Tres Marías o la Cruz del Sur (en cuya cercanía su imagen está titilando ahora).
Tampoco el telescopio le fue ajeno. En su Recado sobre las Estrellas escribe: ``Nos parecen muchas las estrellas que vemos y no son tantas, porque no pasan de dos mil. Allegarse al telescopio y este número pequeño se vuelve cosa de cien millones y entonces sí el cielo hierve de mundos y del resplandor de esos mundos con el que no puede la pobre vista y tampoco la imaginación, que parece poder todo''.
Admiró con devoción a los pueblos antiguos, aztecas y quechuas. Antes de que vinieran ayudas de telescopios los antiguos supieron mucho de las estrellas, de las pléyades y otras constelaciones.
La misma Gabriela Mistral gustaba seguir el derrotero de los cometas (desde los huertos y patios de la Araucanía, en Traiguén, vio la visita del cometa Halley, en 1910), las salidas y puestas del Sol, los veloces relámpagos de los aerolitos en sus mudanzas por el cielo nocturno coquimbano. Y en las frías noches australes de su Punta Arenas observaría, desde el patio de su liceo, la gran Nube de Magallanes. En los Motivos de San Francisco, esos admirables temas prosísticos sobre la vida del santo de Asís, escribe, por ejemplo, a la luna nueva. Con contempladora y religiosa mirada dice: “Está sobre el cielo, mirándome la luna nueva, tan leve como un aliento. En la esplendidez del crepúsculo la lunita nueva es una gota de dulzura y yo pongo mis ojos en ella y le sonrío. Mas mis ojos se han posado y se quieren quedar en ti, lunita nueva, tan delgada como un cabello de oro extraviado entre los arreboles''.
La atenta tarea de los astrónomos tiene, a su vez, en Gabriela Mistral un admirativo reconocimiento y homenaje. En su ya citado Recado sobre las Estrellas dice: “Aunque el cielo nos parezca igual desde todo tiempo, astrónomos viven para mirarlo, sus noches y también sus días saben de las estrellas que aparecen de pronto, venidas no sabe de dónde, que van aumentando su luz a medida que se acercan, la disminuyen luego, alejándose de nosotros, y no aparecen más''. También decía: “A los jóvenes yo les mostraría el cielo del astrónomo antes que el del teólogo”.
Lo que sí gratamente se sabe es que la nebulosa Ngc 3324, descubierta por los astrónomos de El Tololo, lleva su Mistral nombre. “`Búscame por el cielo y me verás pasear'', escribió ella en unos versos por 1945, el año de su Premio Nobel de Literatura. También en su Balada de la Estrella remata con esta estrofa: ``Soy yo la que encanto,/ soy yo la que tengo/ mi luz hecha llanto''.
Puede decirse, entonces, que nuestra Gabriela Mistral ha trascendido las eternidades y los espacios para hacerse rostro e imagen de materia cósmica, celeste y luminosa, tan cercana a su piedra sepulcral de Montegrande, en la galaxia Tierra, y tan lejana en los años luz o parsecs de su medida astronómica estelar. Su Promesa a las estrellas es su poema y su voto que se cumple plenamente: “Ojitos de las estrellas/ fijo en una y otra os juro/ que me habéis de mirar siempre''.

PÁGINA 21 – CUENTO


LAS ÁNIMAS

Por Vicente Antonio Vásquez Bonilla (Antigua/Guatemala)

Las Ánimas es un pueblo enclavado en el altiplano chapín. Es un lugar perdido, que no aparece en los mapas. Un lugar del cual muchas personas han oído hablar, pero que muy pocas conocen. Diríase que es un pueblo virtual, que existe sólo en la imaginación, pero no. Yo estuve allí.
¿Que cómo llegué? No es que no lo quiera decir y tal vez no me lo van a creer, pero lo ignoro. Lo cierto es que un día en que el desinterés y la abulia me ganaban, salí de mi pueblo en busca del camino que conduce hacia la gran ciudad, me perdí y vagué sin rumbo por algún tiempo. Luego de recorrer varios senderos de terracería, de improviso, me encontré ingresando por la callejuela de una población desconocida, que en poco tiempo me llevó frente a un edificio de piedra de dos niveles y con un portal frontal formado por arcadas. Tuve la impresión de que se trataba del palacio municipal del lugar. Enfrente de él, un pequeño parque y luego la tradicional iglesia, al igual que en casi todos nuestros pueblos.
Al principio me pareció estar en un lugar conocido, en un sitio que alguna vez hubiera visitado en mi juventud. Luego, me di cuenta de que era diferente a cualquier localidad vista por mis ojos con anterioridad. Se trataba de un pueblo de apariencia colonial, pero apretado, como si sus constructores le hubieran tenido temor a los espacios vacíos, les faltaran sitios para edificar o quisieran aprovechar el terreno al máximo, digo, por lo estrecho de sus calles. También se me ocurrió, con una sonrisa, que quizás sus habitantes originales padecían de frío o miedo y sentían la necesidad de estar muy próximos unos con otros y que por esa razón las construcciones daban la sensación de apuñuscarse, aunque diseñadas con buen gusto.
Sea cual fuere la razón, me llenó de curiosidad la manera de convivir de los habitantes de esa pintoresca ciudad. A decir verdad, parecía despoblada, dada su quietud y silencio. Por ningún lado se veían vehículos automotores, dando la apariencia de ser un pueblo del pasado.
De repente, como si alguien hubiera dicho: Luces, cámara, acción, el ambiente se comenzó a llenar de vida. Del edificio de fuertes y robustos arcos, brotaba el eco de voces y de pasos que luego se perdían en la penumbra del atardecer, y algunas sombras, como apariciones en fuga, cruzaban por sus corredores internos. Algunos hombres y mujeres, pero en escaso número, cruzaban las calles, se dirigían a la iglesia o transitaban por el portal del edificio, algunos, en compañía de niños de apariencia etérea. Las mujeres lucían las cada día más raras mengalas, y los hombres calzaban los conocidos trajes de manta blanca y sombreros de petate. Típicos habitantes de pueblo que conservan sus discretas vestimentas; ellos, con monótona uniformidad y ellas con coloridos atavíos de día de plaza. Caminaban ajenos a mi presencia, hablando entre sí con voces que parecía que se llevaba el viento o tal vez eran sonidos que venían del pasado, que llegaban a mí y luego se alejaban para perderse en la nada. Una sensación rara recorría mi cuerpo.
Por alguna razón, intuí que se trataba de almas que, después de recorrer los vericuetos de la existencia, se aprestaban a abandonar la vida, pero que antes de partir, venían a recorrer los lugares de su infancia o de sus sueños, cuando la existencia llegaba ante ellas con dulces promesas, engañadoras sonrisas y con la apariencia de ser eterna.
La presencia fugaz de los peregrinos, venía a ser como un premio de consolación, que les permitía recrear sus primeras esperanzas e ilusiones y verlas en perspectiva con la vida que les tocó vivir. No eran almas malas, no. Para las perversas, con seguridad que su destino sería otro, tal vez, en otro pueblo virtual de paso, en donde el lloro y el dolor por sus acciones pasadas las hacían gemir, ante el inminente final de su azaroso y malévolo periplo, y el temido destino que las aguardaba. Aquí, se trataba de la presencia de espíritus sencillos, que supieron sortear en vida las vicisitudes del existir, con paciencia, bondad y hasta con resignación. Venían en paz consigo mismos a decir el último adiós y a partir con una nueva ilusión que, tal vez, veían más prometedora que la que se les presentó en la primera oportunidad.
Abandoné el poblado con respeto, en silencio, casi de puntillas para no romper el hechizo que lo envolvía y me alejé. De vez en cuando volvía a ver y el pueblo se desvanecía en el horizonte como un espejismo que se desdibuja para perderse en la nada.
Por razones que de momento ignoro y que están fuera de mi comprensión, me tocó presenciar, tangencialmente, este plano de la existencia, aun antes de estar listo para iniciar el viaje que trasciende este mundo, el que Leibniz, en el pasado, tal vez, con optimismo y ceguera, llamó “el mejor de los mundos posibles” o quizás lo fue, antes de degenerar en nuestro convulso presente.
Cuando llegue el crucial momento, cuando mi partida sea inminente, es posible que de nuevo me presente por estos lares y el escenario será para mi un sitio conocido, alejado de todo temor y una puerta que promete abrirse hacia un lugar desconocido, pero mejor.
Mención de Honor en el XVIII Concurso de poesía y narración 2009 del Instituto de Cultura Peruana de Miami,
en homenaje al poeta Federico Barreto. (Tacna, Perú 1868–1929 Francia).


PÁGINA 22 – POESÍA AMERICANA


Raquel Jodorowsky (Lima/Perú)

TINTA DE PACTO

Hoy he nacido cubierta de flores.
Yo llamo hermano al brazo
que levantó pirámides, talló muros de barro
llenándolos de aves y de peces vivos
Yo llamo padre al campesino
que partió la dura tierra, hizo brotar el agua
y levantó la verdura a la boca del hombre
Cualquier lugar hermoso del planeta es mi país
Cualquier color de piel tiene mi piel
Entre árboles que pasan la noche hablando
camino y encuentro lo maravilloso
Esto que parece una piedra
fue una gota de lluvia milenaria
Sobre todas las arenas del mundo
trazo el diseño de mis sueños
Y con mi cuerpo de muchas almas
hago un trato con la vida
para que me permita ser poeta
hasta el final...

LA CONQUISTA DEL SILENCIO

Téngase en cuenta aquí
el sonido de la América Primera
La música que estableció la manera sagrada de vivir
La que tocó el pie de los danzantes
La boca del Profeta, la oreja de la tierra
el corazón de los pueblos vestidos como frutos.
Los hacedores del son que grabaron la voz del universo
en el tambor golpeado a dedo libre
Y con arpas de pluma de ángel invocaron
a los guerreros muertos que volvían
en forma de mariposas a la tierra.
Agitaron mates de semillas
como se ríen los hijos
¿Quien dio a los hombres toda la música que de pie
echó a andar cordilleras hacia arriba?
Aquí se detuvo el destino.
Y esta Cultura-Madre se tapó
con la mudez de siglos del planeta.
Guantes de terciopelo arrastraron los días naturales
a la hoguera y al martirio.
Echaron candado a los caciques hijos de músicos
llenaron su labio de basura. Lo apagaron
Lo cambiaron por un piano con cola, un violín con peluca
le regalaron la guitarra rascada con las uñas del águila
Les metieron en salones y en espejos, con sus Profetas
acróbatas de espanto, niños voladores
Se acomodaron unos encima de los otros
formaron coros, entonaron villancicos, contradanzas
Y en esta edad de América, aquí se queda escrito
sus hombres aprendieron a callar...

CEREMONIAS

Hay trozos de metal que sobreviven
al misterio humano.
Como esos anillos que guardo
de los amigos muertos.
Yo los llevo al aire vivo
los baño en el mar
hundo los dedos en la arena
y los pulo.
Siento que mis amigos respiran
que devuelvo un poco de luz
a sus miradas sin ruido.
Así les restituyo una parte del espíritu
cuando sumerjo mis manos
con estos trozos de sombras duras
en los elementos de la vida.

Y en estos pequeños cultos
bajo el día santo
Yo saco mis amigos a jugar
como si ellos estuviesen
viviendo
en un tiempo expandido
hacia el sueño
y no la muerte...

AMA, AMOR

Ama, amor
mientras yo estoy lejos.
Dentro de mí sostengo tu rostro inigualable
y le doy la eternidad.
Creces en mí. No cambias.
Sólo el amor da el rostro de lo eterno.
Besa otras bocas
tan bellas como la mía
mientras estoy lejos.
No dejes que el tiempo
torne de agua tu mirada de animal
y seque tu belleza y ponga puntos blancos
en tu crin dorada y vuelva de paja
tus cabellos como los locos.
Ámame, amor
en otras
mientras estoy lejos.
No sea que se te olvide
el ejercicio de dar…

HIMNO DEL MUNDO

Estrellas de mar
cargadas con el fuego
del agua primordial
con su piel llena de cráteres
y púas de rojo amanecer
con lunares de sol negro
que palpitan.

Carne de estrella viva
trozo de Era Fósil y esqueleto violeta
cinco brazos terminados en pies
que flotan
como pétalos libres.

Pongo dos estrellas
dos fragmentos de océanos rotos
sobre mis ojos
traspaso su misterio húmedo
flor de luz y dureza marina
Así me encontrarán, varada
cubierta de estrellas de mar
cual diosa nómade del cosmos
que en el límite del mundo
se ha tendido a soñar.....

SOLO DE LAÚD

Aburrida de hablar siempre de Yo
quiero ahora hablar un poco de UD.
UD.
que debería colgar su tristeza en el ropero
y entender que la poesía no se hace en el escritorio
UD.
que necesita reparar su cerebro apolillado
por donde se cuela el mar y sale
a UD. le digo
con su cuerpo no superado de coleóptero en otoño
a UD. señor
que no lo soporta su familia
y sin embargo es un rey en los burdeles
UD. y yo señora
mezcladas en este ruido del siglo veinte
que bosteza con el vientre repleto
despertando de su ebriedad de dos guerras
UD. que no se sacia todavía
que no sabe ni llover dentro de la lluvia
amárrese por favor mis poemas inútiles al cuello

y húndase conmigo
en el sueño que tenga más a mano
trágueme a mí que moriré cantando
este viejo mundo
que pasará de moda...

Víctor Manuel Ramos (Tegucigalpa/Honduras)

VOY HACIA TU CUERPO

Voy hacia tu cuerpo
para beber los pájaros de tus ríos
para invadirte con todos los sentidos:
con la mirada que me permite ver
los enjambres de enfurecidas abejas enredadas
en las aguas de tu cabello;
con el oído que me trae el rumor de la palabra placer
que te recorre desde tu cuello hasta los pies,
pasando por tus volcánicos senos con sus pezones como cráteres activos,
por las sabanas con hálitos de hierbas afrodisíacas de tu vientre,
y por la gran luna de tu sexo
reflejada en la quietud de las aguas arriba que surgen en tus muslos;
con mis manos que no solo son el tacto
sino la medida de tu cuerpo y todos sus rumbos;
con el olfato de las aromas de rosa que te bañan por dentro y por fuera.
Voy hacia tu cuerpo
con el enceguecido deseo de recorrerte con mis dedos,
sin premuras, para descubrir la venturosa delicadeza de tus muslos,
las gentiles líneas de tu cadera
y la húmeda hondonada de tu sexo donde hay agua para beber.
Espérame
ahí donde el sueño se transmutará en la realidad.
desnuda para saborear la dulzura de tus formas,
para trabajar la fertilidad de tus sementeras
y sembrar en tus profundidades,
con tu complicidad, porque te amo,
la vida que está en mí,
que se fundirá con la tuya
para abrir la ventana
a una nueva primavera.

PLEGARIA

Señor, gracias
por haberme permitido
la felicidad completa.
Gracias por su boca atada por las redes
que aprisionan mariscos lujuriosos;
por sus senos, ahí se bebe el agua que nutre el deseo,
por su vientre, pradera africana,
-corren antílopes desbocados por sus sendas,
con su trepidar inauguran el incendio.
Gracias por sus pies resueltos en diez arroyos
de lava enardecida,
por sus pies desde donde ascienden
columnas de luz y bravas olas
hasta el despunte de la aurora de espumas,
que funden en un solo horizonte el mar y el cielo.
Gracias por las levaduras de su humedad,
por el estremecimiento de sus venas,
por sus manos, resumideros de tactos y torrentes,
por su cintura que se ajusta a mis brazos.
Gracias por el amanecer que se desnuda en su cadera
por su piel, una sábana de caracolas desesperadas.
también gracias por sus besos de astro ardiente,
por su tacto que recrea geografías,
por su voz cuando me dice te quiero
por su desnudez que es el resplandor de todos los elementos.
Y por el abismal torrente
que se despeña profundamente
con remolinos de ardientes fuegos fatuos,
que me queman y me conducen hasta sus fondos.
Gracias por permitirnos remontarnos a las estrellas
con el secreto embriagante que inauguraron adán y eva.
Gracias porque sin tu perfección infinita
no sería posible tanta maravilla.
Gracias por permitirnos el amor con todos sus éxtasis
y por perdonarnos, si todo esto fuera -que absurdo- un pecado.

SONATA DE AUSENCIA

Niña mía,
pequeña como una paloma torcaz en mi pecho,
hoy he percibido tu mensaje
a través del centelleo de los astros de una constelación remota.
Niña lejana, amor mío,
agrandada mujer:
los kilómetros que nos separan
no impiden que estés a mi lado.
Si extiendes la mano
lograrás tocarme
y puedo hacer llegar mi voz hasta tus oídos
y besar toda la alegría de tu cuerpo.
Niña mía, pequeña amada,
quiero recorrerte, volar hacia ti,
diluirte en mí, volver a tus brazos.
¡Nunca debí alejarme de ti,
mi pequeña flor de besos ardorosos!
Pero cada vez me acerco más a tus ocultos torrentes,
tras recorrer la meseta llena de pintorescos pueblos en feria,
bordear cráteres volcánicos y lagos milenarios,
mirar las artesanías
y cruzar fronteras.
Cada minuto está más pronto el reencuentro
y ardo en deseos porque me entregues la furia contenida de tus formas,
tu torso desnudo para rodearlo con mis brazos de aves rumorosas,
tu tibio pecho que enciende despiertas espumas,
y el suave musgo de libérrimos peces entre tus blancos muslos de donde nacen
aguas transparentes, pájaros cristalinos, futuras constelaciones, la música del deseo.
Pienso en ti, mi pequeña,
y estoy pleno de emoción
porque tus pasos,
los pasos de tus pies alados, sutiles como espuma de mar,
porque tus besos, tus manos, tú –plena y total-
marchan también, al unísono, al encuentro y pronto,
amada mía, podrás, nuevamente, acunarte en mi enamorado pecho.

LO QUE QUIERO DECIRTE

Lo que quiero decirte,
para que tú lo comprendas definitivamente,
es que te amo y que después de esto
está dicho todo
y que no serán precisas más palabras
porque en silencio
podemos intentar un diálogo interminable
de eternidades.
Es decir,
me puedes hablar con tus senos de amor,
con tus brazos de amor,
con tus miradas de amor,
con todo lo que tú seas de amor.
es la única forma de eludir la muerte
y vivir la eternidad para siempre.

HOY HAS PARTIDO

Hoy has partido
a recibir el abrasante sol del sur
para ofrecer tu mano solidaria
a niños pobres y familias humildes.
Desde aquí te imagino ataviada de médico
recorriendo con tus pies queridos
las calles polvorientas
y escucho los nudillos de tus manos
tocar las puertas de la pobreza
y tu voz amasada con caridades.
Así entras en el corazón de las gentes
que te devuelven con su sonrisa
la más sincera y humana gracia.
Yo, desde lejos,
con apetencia por tu compañía,
agradezco tus gestos invencibles que calman penas
y repito que te amo, también,
luna victoriosa en tu corazón,
Por el amor y la vida que repartes.

HORA DE DORMIR

Hora de dormir.
¿Qué estará haciendo mi amada?
¿Rondará en su mente, como el vuelo de una abeja,
mi recuerdo?
¿Estaré yo en la orilla de su sueño esperando
que la duerma la fatiga
para que me sueñe en sus sueños?
Ah, sabes, yo podré dormir,
porque justo ahora he leído
que tienes nostalgia por mí
y que me quieres mucho.
Y porque al dormirme
estarás nuevamente
presidiendo los sueños
que te sueño
con besos, abrazos y todo el fuego
que el amor pueda encender.


PÁGINA 23 – CUENTO


MARTINA

Por Sonia Figueras (Buenos Aires/Argentina)

A Martina, trenzas largas negras ojos verdes, la noche no le gustaba. Noche traidora, solapada serpiente venenosa, enroscado cascabel circundando su cuerpo todo. Venía con su negrura obscena a obsesionarla aunque se quedara acurrucada con los ojos abiertos, obstinadamente abiertos, hasta que el último vestigio de luz se desvaneciera. La oscuridad, enemiga constante, en qué se diferenciaba con el día. ¿La noche era día? ¿O el día era noche? Ruidos fuertes, insoportables, pasos tremendos, pasos pesados. Murmullos, voces sordas, roncas o fuertes, truenos en desatada tormenta, absurdos, de no oír, hermanados en esperado silencio. Todo imposible de ignorar. Menos el dolor con que recorrían todo su cuerpo.
Martina soñadora de su eterno Juan Salvador Gaviota, en todas las que parecían noches, pobrecita gaviota, recordaba,” las gaviotas no vuelan en la oscuridad”… Martina en esa oquedad no podía volar. Las alas quebradas de su gaviota perdida la amarraban al muro. En los ínfimos soplos de ilusoria liberación, recordaba la infancia velada en tiempo incontado, la felicidad que viviera en el barrio suburbano, los cipreses, el gorjeo interminable de los pajaritos en el tiempo que sólo importaba si las otras nenas jugarían con ella en el recreo disputándose el tejo o una tiza de determinado color. O en el secundario con gran esfuerzo salvar Química, esa condenada materia y no llevarla a diciembre o marzo cada año.
Luego apareció La Facultad…La Facultad, estallido detonante.
Cuando sus deseos se hicieron imperiosos, cuando contó las horas hasta el ingreso, ése, el día esperado en que creyó jugarse la vida. ¡qué sabía ella de la vida!. Lo hizo. Ingresó.
Con esfuerzos gigantes, ansias locas, consiguió ingresar. ¡Soñaba tanto con subir las escaleras de La Facultad con un libro, un apunte bajo el brazo!
Ya alumna, bebió las clases. En sus manos la birome y en su cabeza la razón competían en carrera de irreflexión disparatada. Enfervorizada a medida que se adentraba en el ambiente universitario aún conservaba la timidez muy propia de ella. Estaba en todos lados hasta la tarde en que conoció a Cecilia, siempre en el intento de impregnarse en el medio. Conocer a Cecilia, que ella la aceptara, fue consagrarse en el círculo de “La Sabiduría”. Vergonzosa, fantaseaba con la amistad platónica aunada con Freud, Lacan, Jung. Muchas veces le escuchaba frases que creía conocer y luego se daba cuenta que eran sus ansias de entenderlas. Cecilia, segura, en la que se adivinaba su convicción en cualquier terreno que pisara, llena de ideales, concretaba el modelo que Martina necesitaba. Tenía toda la capacidad y las ganas del mundo para introducirse entre la gente, en el estudio de las masas, las luchas y campañas estudiantiles en pro de los estudiantes, a favor de los obreros, cada vez más cerca de la defensa de la justicia y la verdad a ultranza.
En la pelea por estos ideales, cerca de Cecilia accedió a todo lo que quería y se había metido en su cuerpo y sus principios. Y en su devenida personalidad. En las reuniones a las que fue, donde se mateaba y alguna que otra galletita circulaba, escuchaba atentamente. Oía las palabras de cada uno de los que hablaban como si en ello le fuera la vida.
De una reunión salió con el firme propósito de no abandonar jamás la facultad y el grupo hasta no terminar su carrera. Y no abandonó.
Del primer encuentro, al que Cecilia la invitó, se sentó medio escondida detrás de todos. En el transcurso nombraban continuamente a un tal Negro. El Negro parecía ser importante porque cuando lo citaban ya que no estaba presente, daban a sensación de referirse al Jefe.
En la segunda, en casa de un tal Nicolás, lo conoció. Conocerlo y enamorarse total y repentinamente fue a partir de un cruce de miradas. Una contienda, una partida veloz de ping pong sin pestañeos, un choque eléctrico. No cambiaron palabras. El Negro no la registró en el transcurso del encuentro. Ausente, se dijo, ¡ausente en este agujero en que me he sumergido!.
Aquel día Martina volvió a su casa con el fulgor de los ojos negros del Negro en sus ojos azules. Esa noche se durmió con el tinte negro de los ojos del Negro oscureciéndola como presagio fatal. Su incipiente juventud no estaba para fatalidades y soñó, soñó. Imposible que no sucediera. El impacto de esos ojos, su figura delgada, no se apartaron de sí, hasta que cerró sus párpados y comenzó lo que concluyó siendo su sueño cotidiano con “El Negro”.
En “Psicología “se sabía la nueva “y como de costumbre le costaba acercarse a los otros, pero pegada a Cecilia logró retornar a otra reunión. Él estaba. El solo mirarlo, ver la soltura con que se movía, el aleteo de sus manos morenas, palomas delgadas moviéndose al compás de cada palabra, remarcando cada acento, la mirada clavada en cada uno de los que preguntaban y la hipnosis que producía en el auditorio, hizo que lo devorara con admiración y se re enamorara a cada instante.
Salió de la agrupación en un vuelo de gaviotas. Su gaviota buscaba pausar su mente que inquiría veloz la llegada al mar apacible. Y por cemento como cielo, se sentó en un escalón de la puerta de Independencia.
La realidad reapareció en el preciso momento en que se ataba los cordones de las zapatillas con la cabeza gacha y un ¿vos sos nueva? ¿cómo te llamás? la paralizó. Era Él que se dirigía a ella. Ensordeció, enmudeció. Los sentidos huyeron de su cuerpo que ya no era su cuerpo. No pudo más que erguirse un poco y mirarlo. El jefe reconviniendo a la gaviota de su bandada extraviada, imaginó en un letargo que parecieron horas. Chocaron los ojos. Otra vez la onda eléctrica la atravesó. De su boca, de esos labios sellados por un susto rayano en lo ridículo apenas salió...Martina. Y él continuó desplazándose por la calle, explicando, gesticulando, contando las novedades que traía y ella a su lado hipnotizada y los demás se despedían y ellos quedaron solos, únicos, en completa unicidad, hasta que alboreó el día.
De esa reunión salieron juntos y desde esa noche, quedaron juntos. Y siguieron juntos de por vida. Tal si el mundo entero se complotara para ello… el mundo entero. Estaba realizando su sueño juvenil. No era un simple ser humano al que se le tenían reservadas miserias y desgracias. ¡Era la princesa de un maravilloso cuento de hadas!
Entonces se miraba en el espejo, escudriñaba subrepticiamente para ver cómo le sentaba la sonrisa en su cara de niña. Abría sus manos y pretendía retener figuradas aguas aunque se escurrieran también imaginativamente. O extendía los brazos para procurar que el viento mesara sus cabellos a pesar de que no podía retenerlo.
Es ahí que abría bien sus ojos, gozaba de la luz del sol que se adueñaba de la estancia toda y comprobaba que había nacido para gozar de ese albor.
Martina ansiaba tener, poseer, retener los dones con los que había nacido y le bullía la vida entre flores abiertas al cielo en el encuentro con este ser surgido del Edén del que gozaba de su presencia y que no era simplemente estructura, sino la individualidad misma. No era una imagen. No. Era presencia real. El Negro era real.
La muchacha, con su escasa experiencia, con el recuerdo de algún noviecito de su paso por el colegio secundario, pasó a ser la pareja del Negro y luego la mujer del Negro.
Él era todo lo que había soñado.
El que tenía los ojos más negros y más lindos del mundo.
El que ella amaba con locura.
El que le hizo conocer el primer beso de amor.
El que la guió en la carrera y en todos los conceptos de la vida.
El que trató que soportara la orfandad.
El que todo sabía.
El que resolvía las situaciones o entredichos en el grupo.
El que se hacía cargo de lo más difícil y lo irresoluto.
El que le relataba con detalles a cada instante el amor que le inspiraba.
El que no dejaba de decirle constantemente “mi bella”, “mi princesa.”, “mi muñeca”.
El que todavía sigue aún buscando en sus momentos de ensueño y letargo.
El que imagina aparezca refulgente, deslumbrándola como el día aquel de la reunión del grupo.
El que no la ha dejado dormir ni un segundo con el brillo de sus ojos negros.
El que cree avizorar en la oscuridad de ese antro en donde está sin saber en dónde está, ese lugar de los ruidos, los pasos y los gritos.
El que desapareció un 30 de diciembre de 1976.
Ahora sólo espera el final y no sabe cuál será.
Porque algunos no vuelven a la celda.

PÁGINA 24 – ENSAYO


A LA VOZ DE UN POETA…

Por Héctor Cediel (Bogotá/Colombia)

Los poetas, somos un mundo psiquiátrico por descifrar. Vivimos con pasión el hoy y el ahora para escribir, lo que los hombres honrados, honestos y castos, sueñan. Nuestro espíritu oscila, como cuando nuestros cuerpos refluyen, entre los infiernos y los paraísos; nuestros pensamientos medusianos, hacen indescifrables a estas relaciones, cual crucigramas de última generación o como las ecuaciones quánticas, que rigen a las leyes del amor.
Me encanta cabalgar pegasos multicolores, como el sabor mutante de los besos, cuando se ajustan al absurdo de las circunstancias, o a la temperatura de las estaciones. Me encantaría contactar a una cibernauta, que navegue como las esporas a la deriva; rescatarla del desasosiego de la red, permitiéndole chatear a sus fantasías y desaparecer cuando lo desee, como esas mariposas que nos arrebata el viento, de las manos de nuestras miradas; porque el azar, también es despiadado con las ilusiones. Los amores virtuales, son casi siempre absurdos; nacen del rescatar hacia la realidad, a un fantasma, a una timidez que evita enfrentar o rebuscar oportunidades, en su realidad inmediata; es como rescatar un sueño, en un mar de aguas oscuras, gélidas y turbulentas; siempre será como apuntar vendados hacia un blanco móvil; o como acertar en una lotería con 12 dígitos; sin embargo, los márgenes de error en la carrera espacial son tan mínimos, que cada día es más fácil encontrar una aguja en un pajar o hacer pasar a un camello, por el hueco de una aguja.
Me encantan las mujeres que aún conservan, la magia del aromático pachulí sobre sus pieles; las que nos seducen con su olor a Chanel o con el escalofrío ansioso, de sus feromonas. Escribo para una cofradía de románticos en extinción; para esas parejas que parecen haber sido talladas, el uno por el otro; que encajan en todo, como fichas de rompecabezas, sin importar que sean de 1000 piezas; estos “amores puzzles”, muchas veces sobreviven, con fichas prestadas de otros juegos; o simplemente basta que falte una ficha, para que se vea siempre imperfecto. El amor: Siempre nos exigirá una entrega del 100%, para una relación perfecta. La vida siempre nos ofrecerá, un abanico de horizontes, con el despertar de cada aurora; pero las leyes de las probabilidades, se tienen que ajustar a la voluntad y actitudes, de nuestros corazones. Existen tantos submundos, como universos en las personas, que hasta yo mismo me desconozco y me avergüenzo, cuando me irrito. La demencia no es más, que una alternativa para ajustarnos a la vida. No sé cual liberación es menos traumática: La muerte natural o el suicidio. El amor siempre será el ancla más segura, para aferrarnos a la vida; así sea, una vidorria murte para muchos. Las tentaciones siempre intentarán arrastrarnos, hacia el fango; como la belleza que engalana y encandila, a algunas pérfidas felonas o infieles por necedad. Eres de esas enamoradas insensibles, de corazón congelado, que observan con apatía, al holocausto de sus amantes. La vida solo te sonreirá, hasta el día cuando comience a enajenarse tu belleza; porque el tiempo es inmisericordioso, con la soberbia, con las petulantes que vivieron convencidas, que antes o después de ellas, no existía nadie…que veían a las personas, como un tapete rojo para sus pasos…
La vida siempre será un rosario de absurdos, en un mar de opciones. No todo son aciertos, porque no todo, es válido en ella. Es imposible ignorar en nuestro canto, al rigor de las adversidades; de esas experiencias dolorosas o la demencial violencia que nos acecha, como la sombra de una fiera cazadora. La palabra, más que pisar los callos de la corrupción, debe desinfectar con una esponjilla acerada, las llagas ulceradas de esas pústulas, que carcomen la moral y lo sano que aún sobrevive; solo así, se les puede estropear el festín, a los murtes depredadores.
Mi vida ha sido un mar de absurdos, de gritos y besos. Le escribo al amor, a esa amante invisible, que redime mis esperanzas y me lanza siempre, un salvavidas oportunamente, para que no vuelva a caer en el absurdo precipicio, de la soberbia oscuridad; esa altivez insolente que nos hace arrogantes y petulantes, como esos maricones que ríen o hablan duro en los salones, exposiciones o en cualquier lugar publico, para atraer las miradas hacia ellos y sentirse menos insignificantes, entre la penumbra y la lobreguez, de esas reuniones circenses.
Estoy cansado de sobrevivir con quimeras. Solo la vanidad se disfraza de carnaval, para intentar fugarse de la muerte o evadir el asedio de la realidad, que intenta confrontarla, frente a los paradigmáticos arquetipos. Solo los versos pudieron impedir, que la parca me sedujera y ese amor sin fronteras de mis hijos, que sentí aferrado a mis piernas. Hay días en los que pienso, que los ciegos ven más claro y perciben mejor a la vida, que nosotros los videntes…simplemente porque aprecian y desarrollan más, sus otros sentidos…como envidio la memoria, de mi amigo Samuel Serrano, cuando nos recitaba estrofas memorizadas, de casi 500 poemas…jamás tendré como agradecerle, estas palabras: “Cediel, usted no sabe leer…usted no ha leído…”. Desde ese día, orientó mis lecturas y autores…me enseñó a leer con el alma…a degustar la exquisitez de las metáforas de los buenos autores…luego Mafla…Quessep…Roca…Orozco…mi inolvidable Maria Mechitas…la biblioteca y la fonoteca de la Casa de Poesía Silva… ¡Tantas voces!...¡Cuantas horas he disfrutado, descubriendo y escuchando, los cantos de los grandes maestros…de enamorados de la palabra…la música de la poesía, en idiomas que desconozco…
Me siento cansado de recibir hachazos o que poden mis ideas, como árboles viejos; no quiero que el fuego sea mi destino, ni que mi carne se transforme en papel higiénico…Quiero morir con honor, como las ceibas centenarias. No quiero evaporarme, como los recuerdos de mi padre…ni de esa humana y luchadora social, como fue mi madre…no voy a medirle con resignación, los pasos al tiempo. Quiero morir como un reloj, estrenando pila. No quiero arrastrar con dolor, el peso de mi cuerpo, ni los de mis recuerdos.
Mi vida, ha sido desgarradoramente conmovedora y cómica; me he divertido y he sufrido, lo in imaginado. Me he odiado y hasta le tomé aversión, a todo mi mundo; también, he aprendido a amarme.
Quiero que se fascinen y se conmuevan, cuando les comparta con pasión mi vivencidiario; el llanto y las pisadas de mis silencios y de esos miedos, que nos hunden como anclas, en los laberintos neptunianos, de las incertidumbres. He gozado de las llamas y de pieles ruinosas, de hembras y de mujeres de museo, que bien podrían generar escalofrío; mi corazón cuando siente hambre, simplemente rebusca en su agenda, que es como una alacena de viandas. Sé que se espían, con cierta morbosidad mis textos…sin considerar, que solo he escrito para divertirlos y gozarme las palabras; nada me importa, si intentan arrancarles la piel o tapiarlas, por considerarlas como los escombros, de un alma crujiente y vagabunda. Ya no me interesa gritar victorias, ni dinamitar al sosiego de los apáticos; ni incendiar el cielo o bajarle la temperatura al infierno. Quiero dejar una luz encendida, con algunos pedazos de mi corazón o un buen libro, para que sea como un faro y evitar, que encallen otros, contra las fauces o los colmillos de los corales. Creo en la iluminación de la yerba y de la buena bohemia; creo en la sabiduría de la mierda, que hablan los filósofos de la vida…


PÁGINA 25 – CUENTO


UN EMOTIVO ENCUENTRO*

Por Eduardo Pérsico. (Lanús-Buenos Aires/Argentina)

Si Atlanta jugaba con Rácing no sería bueno atropellarse con la multitud y habían decidido juntarse en el bar cercano a la cancha. El Ruso llegó un poco atrasado, entretenido por un amigo que le regalara una entrada, dijo, y los tres salieron caminando por Dorrego.
-Hoy ganamos, Ruso - dijo el Bebe palmeándole el hombro.
-Dios te oiga, pero Racing viene primero – agregó Alberto cuando del subterráneo de Corrientes surgió un malón flameando una bandera.
- ¿Así que vos ya tenés la entrada, Ruso?
- Sí.
En la puerta del edificio donde vivía el Bebe un remolino de gente los separó y al cruzar la vía, Alberto preguntó.
- Che Bebe, ¿y el Ruso?
- No sé, andará por ahí adelante.
Siguieron por Humboldt, retrocedieron a la barrera del ferrocarril y al no verlo el Bebe suspendió la búsqueda.
- Vamos, ya empieza y este Ruso boludo ya vendrá.
- ¿Dónde se habrá metido? – se dijo Alberto y entraron.

En los primeros minutos no sucedió nada interesante, salvo un derechazo del nueve de Atlanta por encima del travesaño y el Ruso metiendo con delicadeza la mano bajo la blusa de Nora. Ninguno de los equipos se preocupaba por atacar, en cambio Nora estiró una mano y dejó el dormitorio a media luz. El inicio prometía: el diez de Racing se apresuró en un contragolpe y el Ruso se quitó despacio la camisa mientras Nora cumplía el rito de acariciarle el pecho. En Atlanta, el medio campo era luchado, pero al abandonar el Ruso sus mocasines, Nora, descalza, se subió sobre sus pies y trastabilló en la alfombra riendo como una chiquilina. El encuentro siguió sin variantes hasta la media hora, cuando Alberto reclamó un foul en el área de Racing y el Bebe lo secundó puteando al referí que pitaba siempre en contra de Atlanta. Sin reclamar ningún penal Nora y el Ruso se devoraban y la mujer levantó las piernas al infinito en un gemido cuando el Ruso se venía se venía y en la misma jugada ella cruzaba la línea del gol del alma y de todos los sentidos...
En tanto Racing hacía valer su mejor condición física, luego de la primera emoción de la tarde Nora pegadita al Ruso le murmuraba en el oído, ya que los del departamento contiguo no eran sordos ni ciegos como ese referí hijo de puta que durante el primer tiempo cero a cero pitó siempre en contra de Atlanta y ni cobró un penal evidente al revolcarse los dos sobre la alfombra del área chica.

En el entretiempo Alberto y el Bebe estiraron la cabeza pero no vieron al Ruso que se perdía el partido por tener sus ojos entornados y echando humo al cielorraso, el tarado. Con el clima algo fresco los jugadores tomaron agua natural, Alberto y el Bebe manotearon dos vasitos de Pichi Cola y Nora, contrariando el reglamento de su casa, sirvió dos traguitos de whisky sin hielo.

Al principio del segundo tiempo no hubo nada interesante, salvo dos cruces hacia la izquierda del ocho de Atlanta y las manos del Ruso recorriendo minucioso el cuerpo de Nora, recostados en la cama al cambiar de arco. Pero cuando Racing abrió el marcador tras un tiro libre que desvió un defensor, hubo un griterío y ahí Nora y el Ruso se preguntaron la hora aunque el juego seguía emocionante como en la primera etapa. Faltando cinco minutos para terminar Alberto y el Beto no hallaban consuelo si no empataban, el Ruso y Nora se besaron en una arremetida final antes de abrir sigilosos la puerta del departamento por donde se filtró un delantero de Atlanta para anotar el justiciero uno a uno...
El Ruso se apuró en llegar, averiguar cómo fueron los goles y todavía ver el final cansino bajo un sol en retirada. Todo dicho, y al reencontrarse en la vereda con sus amigos Alberto le preguntó.
-¿Qué te pareció, Ruso?
-Que el referí nos robó el partido -soltó la remanida frase que el Bebe no le creyó.
-Callate traidor; te fuiste a la tribuna visitante. Con hinchas como vos nos vamos al descenso – se despidió riendo el Bebe ya entrando al edificio donde su esposa estaría mirando televisión.


PÁGINA 26 - POESÍA ALLENDE EL MAR


Francisco Jesús Muñoz Soler (Málaga/España)

LA LENTA HUIDA DE LAS HORAS

“Huye sin percibirse, lento el día,
y la hora secreta y recatada
con silencio se acerca…
Francisco de Quevedo

1-

En entrañable escenario de urbano desierto
retirado en la paz que de su claridad mana
a través de sus profundas y alargadas ventanas
mi música callada y mis argumentos,

intento llenar de dicha mi ánima, fortalecerla
con baños de contemplación y ricos recuerdos
aderezados con bellos y canoros ritmos
intenso soñar de vibrantes y espumosas olas

“que mejora la lenta huida de las horas.”

2-

Alimento engañado para orugas en silencio
germino en fugaces días, aunque no me lo creo
a pesar que saludo a la parca en confianza

nos conocimos en puntuales y amargos eventos
pero ha ido aminorando su distancia
conforme le crece su capa de mortaja

“que barnizará con el sedimento de mi limo.”

3-

Vencer ese temor de miserias y espantos
ese espacio tenebroso de desconocidas ascuas infinitas
que nutrimos al dictado que todo lo iguala

cuándo me enfrente le diré, serás mi consuelo
llévame a tu mar de continuas pérdidas
allí encontraré sustento, la gracia

“que elevará mi ánima con pies de barro.”
ANCHO, PROFUNDO, DENSO, CORPÓREO

Ancho, profundo, denso, corpóreo,
unidad en sí mismo, forjador de territorio,
amazónico cobijo y transportador pródigo
del material del que se construyen los sueños.

Escenario de ensoñaciones de sofistas y aguirres,
de curso lento, abrupto, demoledor, sereno
proveedor y fagocitador de imperios,
de enigmáticos dorados terrenales y eternos.

Unos transitan por ambiciosas arterias
impulsoras de deforestación y miserias
emporio del hoy de unos pocos
ciénaga pútrida de un mañana de todos

otros encuentran la llave del punto G de los diafragmas
espacio donde se cultivan etéreos placeres
esos que para gozarlos es necesario creer que existen,
sueños de bogadores de espacios con sentido y calmos.

Hallar el limo forjador de la abertura del punto enigmático
donde la cuajadura del alma transciende cercana
y sentirse humano genera el sentido mágico
de lo fugaz y lo eterno a la vez.

¿NO SÉ SI ME LLEVARÁ A LA ROCA?

“De nuevo Amor, bajo sus párpados oscuros
fijando en mí las tiernas miradas de sus ojos.”
Íbico

¿No sé si me llevará a la roca?
para en mi ignominioso desespero
precipitarme en las gélidas engullidoras

voraces acólitas de Afrodita encantadora
nutricio magma de vencidos por hechizos
que diestros se creían de engaños,

deseo no divisar jamás Leucadia
que ya tuve ración de brebaje
por Cipris extendido en mis entrañas

con temerosa prudencio cedo a las miradas
que fulgen con haces de ternura inextricable
en el íntimo recinto de mi alma,

no sé si me llevará a la escapada
la hermosa luz que bulle bajo los oscuros
pero no quiero perecer en la hondonada

que fija la monótona cerviz de la indiferencia
no seguiré sentado cual Penélope sin Ulises
y la gran fealdad espante las miradas.

LLEGAR A ESE PUNTO DIFUSO DONDE PODER

“Los dioses saben lo venidero, los hombres lo acontecido,
y los sabios lo que se cierne.
Filóstrato

Llegar a ese punto difuso donde poder
tomar distancia sobre uno mismo
observando al sustentador incardinado
transitando encrucijadas de meandros…
Ser receptor de las vibraciones de lo que se cierne.

Recibir el misterioso zumbido y trasladarlo
al depositario de mi inherente legado
para que cuide mis emociones y pasos
eligiendo el curso adecuado
para el devenir de mis futuros años.

Que al dejar mi incorpóreo estado
ya surcando el longevo camino deseado
la despensa de mi galera se colme
de los más nutritivos conocimientos
afluentes de gozo y tersura para mi espíritu.

En esos parajes de acontecimientos
hallar lo hermoso, lo noble, lo magnífico
saborearlo sin premura, tomándome mi tiempo,
y al llegar a puerto se elevasen las riquezas
que mi alma ansía sobre los silos de Ítaca.

LA AURORA

“La aurora llega y la noche la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.”
Federico García Lorca

I- AURORA EN LA BAHÍA HUDSON


Hay auroras que surgen en las noches más hondas
exhaladas por el detenido tiempo de las ondas
dónde el alba descansa en el vientre de las nieves

configuran formas y danzas de hálitos de vida,
de espectrales espíritus que retozan en los páramos
como chiquillos cárdenos atravesando chamanes,

acrisola la nebulosa de la vastedad de la intemperie
guiando con su cotidiana experiencia los silencios
de la oscura claridad del paraíso del crepúsculo.

II- AURORA EN LA DESEMBOCADURA DEL RÍO HUDSON

Hay auroras que surgen en la claridad más terrible
en alba engañada por artificiales luces
enjambres de cemento de teñidos cielos,

reino de leyes, prisas y cotidianos llantos de angustias
donde los números caminan en silencio
devorando familias en fríos cuencos de cieno.

Hudson que desembocas sin esperanza posible
para los veintiséis mil niños que mueren cada día
acoge la verdadera luz de la espiga.


Ian Welden (Valby-Copenhague/Dinamarca)

JUGANDO A LAS ESCONDIDAS

Con el pretexto de jugar a las escondidas
nos podemos tocar, impunes.
Trece años de de edad
no es lo peor que tenemos.
Te descubro oculta entre los pinos
te atrapo
te siento temblar contra mi pecho
cual coqueta gazelita en celo.

¿Tan jóvenes fuimos?
te pregunto pensativo
mientras tejes y yo reviso el álbum.

Sonríes cautelosa
vieja gacela astuta.
¿Vamos a la cama? Es tarde
mañana vienen los niños.

Me duele la cabeza te respondo.

LA CARTA

Podemos escuchar desde aquí
el crujir de tus mandíbulas
en la silenciosa noche solitaria
de un desierto perdido
por ahí en el universo.

Queremos que sepas
que mientras cocinamos nuestras lentejas
con perejil y ajo y cilantro
y hacemos cigarritos
de nuestras bolsas tabaqueras
a veces nos acordamos de ti
cantando cual paloma mensajera
por las tristes calles de Santiago.

No es que nos olvidemos, entiendes,
pero es que las cosas por aquí pues
y los codazos descarados...
En fin...

LA SENTENCIA

¿Cadena perpetua a noche y niebla!
Y remató la frase con su martillo elocuente
para escarmiento de la población.
Y toda esta brutal fanfarria jurídica
por un crimen jamás cometido.

Vendada, amordazada y esposada
fue conducida en la alborada silenciosa
a la cámara de la lluvia y la niebla
a servir la injusta condena.

Pero astuta e ingeniosa
acostumbrada a hacer cazuelas
de piedras y arena
tejió los elementos en un hermoso collar
de lluvianiebla
se lo colgó al cuello
y salió caminando de su encierro
con la frente muy en alto
entre las nubes.

PROPIEDADES

Todo esto que ves
hijo mío
será tuyo
un día.

Y desde la cima de la colina
extiende una mano sobre el valle
cual César omnipotente
pasando revista a sus propiedades.

Ahí va María. Ella te complacerá en todo
¿entiendes?
Y su hija, la Isabelita, también será tuya.

Sara es mía.
Se ha puesto vieja
pero tiene los senos aún duros
y las caderas anchas como una yegua.

Ahora, Juan es joven pero fiel
como un perrito
y fiero como un puma
sabe leer y escribir
él será tu mandamás
los otros le temen.
Úsalo.

El viejo Pedro morirá pronto
y sus numerosos hijos y nietos
se rebelarán contra tí.
Castígalos con fuego y sangre
enséñales quién es quién
y te adorarán y servirán como a mi.

Cada vez que se les ocurra
construir un escuelita
destrúyela.

Acuérdate siempre
el sargento
es compadre mío.

Haz como te digo, hijo
y tendrás una vida placentera
y poderosa como la mía.

El hijo también estudió el valle
con su mano abierta
cual pequeño César incipiente y dijo
solemnemente
"Creo que estás loco
viejo de mierda".

VIEJA CARTA EXTRAVIADA POR AHI
Para Iván

...y como te habrás enterado por los diarios
la situación por acá es intolerable mi amor.
No vayas a regresar todavía
andan como locos
es una cacería sin piedad
fantasmas blancos manchados de sangre
flotan en el río cual banderas solitarias
y en los desiertos una multitud de almas frágiles
deambulan desconcertadas tratando de abrazarse
y sombras incógnitas se cuelgan de las alas de los aviones
o se encaraman en los techos de la cordillera
el presidente vulnerable como un cisne no renunció.
No vuelvas aún amor.
Esto jamás debe ser olvidado creo yo.

RONDA
Para Helene y Sidsel

Hijas mías
el sol aparece
y ustedes bailan
la vida es larga
loca y placentera.

Hijas bellas
el amor es bueno
y falto de lógica
la risa es vuestra
las lágrimas no.

Hijas dulces
el temor es ilusión
la noche una manta
la luna una almohada
la lluvia una canción.

PÁGINA 27 – ENSAYO


JORGE ETCHEVERRY: LA POESÍA DE LA ESCUELA DE SANTIAGO

Por Julio Piñones Lizama (Antofagasta/Chile)

En el espacio reducido de esta ocasión, se intentará presentar una aproximación parcial a la teoría y escritura poéticas de este autor. Digamos para comenzar que el año de nacimiento de JE, coincide con el término de la 2ª Guerra Mundial (1945) y el casi inmediato inicio de la 3ª Guerra Mundial No Tan Fría; lo que pareciera anunciar la siguiente conflictividad de los años que vivirá, junto con sus coetáneos y compatriotas. Son años que desatarán ciclos agitados en todo el mundo y, en especial, en una sísmica isla llamada Chile, ubicada muy distante de los centros de poder del mundo y que se afirma como cayéndose al océano Pacífico. Los tiempos que vivirá en esta isla son, sin embargo, de fuerte resonancia política y cultural en el contexto de esta 3ª Guerra Mundial.
Mucho se podría decir sobre el personaje y el marco de esta referencialidad, sin embargo, preferimos atenernos a esta acotación semiótica de nuestro discurso: “Desde el punto de vista del estudio de la cultura, sólo existen los mensajes que son textos” (Lotman, La semiosfera II 167). Por ello, nos remitimos a las expresiones teóricas fundacionales de JE, según las expresa en la primera publicación importante que hará como integrante de la Escuela de Santiago. Dice allí el poeta en su Manifiesto: “No es una época para detenerse en muchas determinaciones en torno a los objetos cuando cambian su figura incluso en las proximidades de la velocidad de la luz” (JE, 33 nombres claves de la actual poesía chilena, 228-229).
Por esta mutabilidad mundial de los aconteceres, en una proporción incongruente con la pequeñez del país, centenares de miles de vidas chilenas se verían afectadas por los impulsos reformistas y revolucionarios de un sector de la sociedad; y por la respuesta armada impulsada por un sector reaccionario de ésta. Como resultado de estos procesos, en el contexto de la sexta y séptima década en Chile, JE debe exiliarse en Canadá, donde ha tenido una importante labor de creación y de difusión internacional de la literatura latinoamericana, marcada por un nítido signo de resistencia política y cultural al sistema neo-capitalista. (V. “La cita trunca”, en www.etcheverry.info, www.literaturachilena en Internet, y otras fuentes).
Considerando el fenómeno productivo que emerge de la lectura de JE, pueden desplegarse la visión actual sobre lo que fue su discurso de los 68 y la interpretación de sus textos contemporáneos. En aquellos años de los próximos 70, escribía:
“ — habla por ti, pero lo mismo por tu tribu — habla el bardo, relata, cuenta el pasado — prepara los corazones a la explosión que perfila un futuro para nosotros — describe emocionado ese mismo futuro.” (33 nombres… 229).
La conexión de estos enunciados con el siguiente texto que se considerará no es el único sentido que se desprende de esta confrontación, puesto que las descodificaciones que ofrecen estas formas son muy polisémicas; pero es constructivo exponer parte del cambio epocal acontecido en un discurso epistolar, cuando, en el primero de los poemas que citaremos de una selección del libro Vitral con pájaros, de 2002, un emisor pregunta a un destinatario amical por aquel mundo que omite el concepto de un habla poética integrada a la recepción comunitaria y que excluye la idea de un futuro:
Dónde están los otros / los compañeros de la vanguardia / los que se atrevieron a medias en el 68 / pero que no se atreven más / Acaso hay que disculparles las señoras / las pegas, los cabros chicos […] Pero dime, reptil o sapo / ¿Y eso era todo? […] ¿No estábamos destruyendo el lenguaje y el mundo / Mientras los cabros en Francia se tomaban Nanterre / y Turcios Lima asaltaba el tren en Guatemala?
(JE, “Conversación con Martínez” 39-40)
Se evoca la pregunta del tópico clásico latino de las ausencias (¿Ubi sunt?), pero más que el desconsuelo de la evocación tradicional, lo que tenemos en este texto ha tendido a la denuncia desprovista de todo dramatismo y grandiosidad: Se ha empleado un lenguaje que asume, hasta en los más corrientes detalles textuales, los signos propios de las comunicaciones específicas de que se trate, tal como los datos de la dirección postal del amigo apostrofado en la carta. Desde este coloquialismo, se habla con soltura del abandono de las causas revolucionarias (políticas y estéticas) que han hecho muchos pares con el fin de acomodos variados, sin que haya una condena enfática e imprecatoria en contra de tales; solo un reproche pálido en un tono menor que hasta parece hasta comprender estas debilidades:
Y qué pasó con la otra vanguardia /la poética / que andaba leyendo a Rimbaud / y a Maiakovsky / y al Nelligan… / Porque te digo / los otros están ocupados en otras cosas: / de sus libros de ensayos / de sus cátedras / del hueco que se pueden hacer / aquí o en Chile / Y cuando el cuerpo se pone viejo / al menos hay que mantener un status (40-41)
El discurso explicita la conclusión descarnada que se extrae de estos enunciados:
—No somos más los pájaros salvajes del 68 / que nos agarrábamos con el mundo (41)
Es interesante observar que si bien hasta ahora han aparecido en el poema grandes referencias históricas, literarias, universitarias y planetarias, no ha habido magnificencia estética, ni semántica. En su instancia final, se gira, aún más, hacia un coloquialismo más extremo que rompe con cualquier énfasis solemnizador o patético, como también con toda exaltación del ego emisor, revelándose aquí una característica constante de la poesía de JE: su alejamiento de los tonos líricos mayores, de la grandilocuencia, del sentimentalismo y del auto-elogio poético:
(A lo mejor sí / a ratos / Por eso no nos va muy bien / que digamos) (41)
El discurso se cierra como otra voz que busca retratar NO lo épico de la lucha contra el sistema; SINO los costos personales que implica tratar de mantener esta lucha, aunque sea esporádicamente. La tendencia a este subdiscurso ha ocupado la forma entre paréntesis para situarse intercalada en momentos que la altura referencial pudiera estar escapándose al control metódico del hablante. A la pretendida naturalización del autor francés en Chile, le sigue el uso popular chileno del lenguaje (“el… tal”):
¿No íbamos a ser los Rimbaud chilenos? / (Como decía el Jonás) (39)
Así las significaciones del poema manifiestan esta especie de verdad semifinal con toda la espontaneidad del uso dialectal del español en Chile, imborrable en la memoria del poeta exiliado. La desprovisión de retórica del lenguaje favorece la simple y franca enunciación de los hechos; la comprobación de una renuncia a lo superior con cierta pena entrevista, pero sin gloria, sin épica de los acontecimientos, sin historia con mayúscula; sino, en cambio, solo el despojo de lo imaginado, la claudicación y el acomodo a las nuevas condiciones; la desaparición de lo complejo; lo ilusorio de aquellas proposiciones que coinciden con otro engaño de la realidad: la juventud en la cual se formulan. En fin, lo engañoso de aquel magma temporal (“Trotzki poetiza la Revolución de Octubre. La produce (JE, 33 nombres… 229), o tal vez, hoy como ayer, JE escribiría una de las anticipaciones expresadas por él en el 68, sin pretender explicar nada en detalle: “Quedaron lejos las causas — se trata de girar en torno a los efectos, no a las causas” (1968: 229).
La decepción transmitida en este texto, sin embargo, no se da en un grado absoluto, la polisemia riquísima de esta producción no lo permitiría: se trata de la persistencia de una ambigüedad que niega paso a lo monotemático. Las comunicaciones de JE que proceden desde Canadá hacen posible recrear las implicancias de su escritura teórica, la cual, significativamente, cierra esta publicación de 1968, con una presencia de la Escuela de Santiago válida como expresión de una historicidad poética diferente: la que se destaca allí como disidencia del discurso oficial de la poesía convencional vigente en aquellas décadas de los sesenta y los setenta. Parte de esa diferenciación, se traduce en estas tesis de los manifiestos de la Escuela de Santiago y de JE, en particular, quien alza las mayúsculas en esta enunciación:
“AQUÍ NO EXISTE POESÍA NI PROSA: AQUÍ SOLO EXISTE LA PALABRA —potente, indiferenciada — mentando al mundo en su conjunto —o tratando de hacerlo como en los primeros tiempos” (1968: 229).
Esta voluntad lingüístico-creativa es la que sobrevive en Vitral con pájaros, poemas que incorporan una clase de cultura, que es la del exilio latinoamericano en el ámbito anglo-canadiense, discurso escrito en español/chileno y publicado en ediciones bilingües por un latinoamericano, con más dificultades para editar allí, incluso, que en el 4º mundo, como se evidencia en el poema “Contrato editorial” (53).
Escritura esencial, nunca adjetiva, sino substantiva, se trata aquí de una poesía que parte construyéndose desde una génesis interna que se instala desde un estado mental determinado que intenta “interpretar” (JE: 13) las proyecciones de su “sí mismo” sobre la exterioridad de su entorno (V. Lotman 140 y ss.); la enunciación de ámbitos y elementos del espacio urbano, por ejemplo:
Nace la profusión de esquinas y estatuas / de plazas públicas / de construcciones subterráneas / bajo las estaciones del Metro (JE, “En el bus” 13)
Se trata de sitios existentes en una cierta neutralidad que deviene en una transformación de este mundo, bajo la futura amenaza bélica, consustancial al orden capitalista:
Alguna vez servirán de admirables / refugios antiaéreos (13)
Si bien hay uniformidad semiótica en los desplazamientos civiles y laborales:
Desde allí y por allí, en esos nódulos / confluyen las gentes a horas precisas del día / entre ocho y nueve / doce y una, y a las cinco (13)
Por medio de una construcción paralelística se destaca la diversidad lingüística:
en la enrevesada lengua de los francófonos / en la lengua directa de los anglófonos (13)
Hay un contraste expresivo entre “enrevesada” y “directa”, según la fuente originaria de los hablantes, lo que plantea otra escisión de la realidad referida. Similar oposición semiótica se genera de
Se vive en los buses / de la Comisión de Transporte Público (14)
con relación a
la suspensión de la vida privada / y cualquier otra visible (14)
Donde se opone el semantismo contradictorio entre lo “público” y “lo privado”. De este modo, lo macro-existente y los actantes que viajan en este vehículo pasan a constituir un micro universo, donde se internaliza y se hace lenguaje todo lo que se observa. La percepción poética se hace cargo, también, de lo minúsculo:
Pero nos fijamos en cada detalle / en cada circunstancia (14)
Aunque esta remitencia no apunta a esclarecer la visión de estos seres, ni a exponer transparencia comunicativa alguna, puesto que las funciones sociales, los roles laborales y las actitudes de ocasión, generan una convivencia dentro de un espacio de alienación
Y en eso somos todos los hombres y mujeres / sentados en el bus / que se conscientemente anulan / debajo de sus trajes y gafas / los empleados, los intelectuales de barba / las mujeres funcionarias de rasgos angulosos / y ojos pálidos /que aprietan las piernas / y ponen la frente lisa del día de negocios (14)
Estos fenómenos son similares a los que acontecen en “Habitar en el barrio” (JE, Vitral 32). Aquí la percepción del existir en-y-desde una extranjeridad, también se presenta por medio de la oposición de espacios:
¿No decías que tu aldea era chica?
Ya aparece la escisión dual de la voz del enunciador y de la recepción de aquel otro que fue —el interpelado del enunciado— al formularse la pregunta por parte de quien se mira desde un presente en tierra extraña, global, mayúscula y se contrasta con ese otro emisor que, de algún modo, lamentaba la pequeñez de aquel espacio anterior en el cual habitó. El espacio deseado parece encontrarse no en esa inmediatez natal, sino que en lo lejano, en lo imaginado como amplitud, grandeza de mundo, lugar resplandeciente de belleza femenina (32).
En el plano onírico, la trasgresión de los límites solía ser posible, con la oposición noche/liberación; día/reducción, más un aspecto incorporado a la visión dual que se contempla: el de lo panorámico:
… picachos nevados… / Ahora mirados desde arriba (32)
La retrospección indaga por el modo cómo se vivió una juventud que aparece relativizada, probablemente, por la respuesta de la intelectualización, la cual ingresa en el poema por medio de una voz extraña o de un desdoblamiento de sí:
-Leías mucho- (32)
El giro irónico de la experiencia presente, expone la destrucción de las expectativas de esa juventud disconforme con las limitaciones del lugar natal. Los desplazamientos del personaje extranjerizado se circunscriben metonímicamente a intereses muy focalizados (“ir al correo”), con escasa comunicación con otros (“No contestas las llamadas…”), sin mayores sueños como los de antaño (“Por las noches volabas / cruzabas los picachos nevados del día” vs. “… duermes poco”). Lo real ya no es percibido por el ser directamente, sino que el conocimiento del clima se obtiene mediatizado por la artificial “televisión”. Lo helado del invierno se transmite por la necesidad de abrigarse extremamente antes de alguna salida, motivada por otros intereses muy restringidos:
a una aventura de cuatro esquinas / o un café y un periódico / lo más cerca posible. (32)
Así se conectan paradójicamente dos espacios que en la ilusión evocada deberían haber aparecido como opuestos, sin embargo, el personaje se reencuentra con la reducción existencial en ambos casos, tan constreñido esta vez por una salida “lo más cerca posible”, tanto como el enunciado juvenil de la pequeñez aldeana de su patria. De modo que no hay aquí un reconocimiento del espacio reducido como ámbito inicial de la limitación, puesto que ésta no se acaba al haber accedido a ese espacio exterior planetario, lo que no se explicita, sino que se descubre por la enunciación objetivizada de las acciones del personaje en la segunda estrofa del poema. El ser vuelve a instalarse en la decepción, pues conocidas las “vastas ciudades” no logra concretar lo que su impulsividad erótica le hacía imaginar: el que estuvieran “llenas de mujeres hermosas”; por lo cual no hay lamento alguno. Los enunciados del texto sólo comprueban realidades que han acontecido, incluso, el poema puede parecerles a sus lectores como la exposición de un tránsito dicotómico doloroso; pero más parece ser una enunciación donde se mientan hechos, desprovistos de afecto o, más bien, incorporados a la legalidad de una condena existencial ante la cual no procede y es inútil intentar cualquier clase de rebelión.
“Astronauta”, el poema que cierra el libro Vitral con pájaros, intensifica esta expresión de extranjería. Esta vez, el desplazamiento hacia lo lejano y ajeno se proyecta más allá de lo planetario, por cierto, sin viso de huidobreanismo. No es un Altazor y las significaciones que le pertenecen, quien enuncia esta voluntad de ascenso, formalmente triplicada:
Subiría de la atmósfera hacia arriba / hacia arriba, hacia arriba (84)
Lo remoto y desolador es la orientación que se le da a este ánimo de partida:
la estratosfera y el frío / como flecha hacia el espacio (84)
Simplemente, se reconoce la amplitud de la visión a la que se accedería desde esas alturas, sin que se manifieste gozo, ni haya gran exposición temática. Se reitera, en cambio, el dato textual de la frialdad:
muy abajo el oliváceo de las costas / y opalino el casco helado de los polos (84)
Tras lo incierto y lo que no puede someterse a medición, subyace la inconfesada búsqueda de liberación por la angustia existente (contenida y no dicha):
a lo negro, inmensurable (84)
La proyección del discurso orienta el significante del discurso hacia lo frío y aislado, con doble adjetivación que reitera lo desprovisto de luz, lo desconocido, lo que se oculta a la vista humana:
más allá de la Luna y su mitad oscura / sola (84)
La figura central del poema, la del astronauta que le da título al texto, adquiere una fuerza expresiva muy poderosa cuando el deseo de alejamiento se cita junto a la situación de quien parece ser viviente, condenado a su ostracismo cósmico, lo que se funde con la figura del hablante, como un perpetuo exiliado:
y del hombre que quedó girando eternamente / abandonado (84)
Se propone una ruptura de fronteras en este viaje liberador:
y los cascos de naves impulsoras / o satélites vacíos / que recorren su infinita trayectoria / con su resignación / metálica / con su resignación / rápida y dorada / más allá / hacia arriba, hacia arriba (84-85)
La voluntad de ascenso decrece con el número de dos reiteraciones de este ánimo, habiendo aparecido con más fuerza en la triple reiteración del comienzo del poema; lo que estaría mostrando el inicio del abatimiento de esa aspiración. Los objetos voladores que se cita, están dotados de la cualidad de la resignación, la misma que el hablante desearía para sí. Las adjetivaciones que se asocian a esta cualidad están significando lo fuerte, lo que resiste; lo que es veloz y ligero; lo que es valioso y áureo; tal vez, las probabilidades de acceso a la libertad final con la que se permite soñar el personaje central de este poemario.
En suma, la producción receptiva de parte de la teoría y de la poesía de JE consiste en lo que sigue: un fuerte desarrollo de sus tesis enunciadas en 1968, manifestadas en sus publicaciones del exilio en Canadá; a lo cual se agrega, entre otros caracteres, un manejo irónico de distintos planos referenciales: el de las macro-enunciaciones y sus combinaciones con las cotidianidades (“Darwinismo” III, II: 52-56, “Reflexiones del Marqués de Sade” 49; “El trono de San Pedro” 28). Se suma a esta riqueza expresiva, el recorrido narrativo por instancias de valor histórico sometidas a una lupa observativa ceñida al más desnudo reconocimiento de verificación actualizado:
No empezar a referirse a esto / sino desde la cotidianidad más absoluta” […] analizados los monumentos / por enjambres de turistas (“Teotihuacán” 43)
El ámbito anglo-canadiense ingresa al ser del personaje exiliado que padece la impersonalidad y frialdad de trato de sus anfitriones ocasionales (“En el consultorio” 31). Desde otra formulación análoga a este tema, la dicotomía de los ámbitos de lo natal – lo extranjero, el alejamiento inicialmente pensado como breve temporalidad y retorno, contrapuesto a la resignación posterior de engendrar hijos extranjeros a los cuales mantenerles viva la memoria cultural de un país invisible que no conocen; se formaliza en el texto “Exiliados” (20-21).
En otros casos, interesante y novedosa aventura lingüística se emprende entrelazando formas idiomáticas habituales que traducen la interioridad desgastada del sujeto y formas que incorporar usos secularmente distantes de la evolución del español, dándole un grado de presencia al humor (“Fablas… fermosa fembra… Non vide otra cosa que gentes y edificios”, en “Épica cotidiana” 16).
Hasta aquí una poesía que se desconoce en Chile, que merece la realización de mayores estudios sobre sus vastas dimensiones y que ha evidenciado algunos contornos interesantes de esta obra poética escrita por un chileno que, como muchos otros, asumió
el exilio como una condena permanente.


PÁGINA 28 – POESÍA ALLENDE EL MAR


Sendoo Hadaa (Ulán Bator/Mongolia)

EL VIENTO

El viento llega desnudo
y desnudo se aleja.
Cuando nacimos
sólo existía el viento,
cuando morimos
sólo viento habrá.

En mi sueño
con suavidad acariciaste mi cabello seco
fuiste avanzando a través de la desesperada marca
de la piedra del límite nacional.

Pasas ausente sobre la tierra
besando el sereno cielo
rugiendo a la viva miseria.

A donde irá la fragancia del viento
de donde la recompensa del viento vendrá.
Ignoramos todo acerca
del compasivo viento
del viento que llora
del viento que vaga
del canto del viento.

ESTEPA DE LA NOCHE

La luna
en el cubo de leche
con la bendición de la madre
cae dulcemente dormida.
Plena la refleja la estepa
en la chispeante leche
tal como mis nostálgicos sueños.

RAÍZ

Estoy vivo
y puedo ver la raíz de los ríos,
la raíz de la hierba,
La raíz del cielo,
la raíz de rocas
la raíz de la poesía.

Cuando desaparezca,
soñaré la poesía de la raíz,
las rocas de la raíz
el cielo de la raíz,
la hierba de la raíz
los ríos de la raíz.
Trad. Lina Zerón (México)


Sergio Borao Llop (Zaragoza/España)

SI TENGO QUE OLVIDAR

Si tengo que olvidar, cerrad mis ojos
y apagad los susurros de la aurora
antes del despertar de las palabras.

Si tengo que olvidar, que sea otoño,
que las hojas caídas me acompañen
y un tañido lejano interminable
me adormezca despacio, mansamente.

-Ni una sola gaviota planeará en mis playas.
Verán, viejos, mis ojos, un cerrarse de nubes
y un solemne aguacero, un crepitar de gárgolas,
una mudez de cerros.-

Si tengo que olvidar, dejadme solo
en la mazmorra de las decepciones;
borrad todos los nombres, quemad todas las fotos,
arrasad las ciudades que me vieron
y las ciudades que soñé habitables,
sacrificad los versos que compuse
y las canciones que me emocionaron.

Si tengo que olvidar, que sea octubre
que me esconda la lluvia y me seduzca
el rumor de la noche, que no cese
el ladrido del viento, que suceda
una conversación intrascendente,
que la bruma descienda sin apremio
como el fulgor de una sonrisa cómplice.

Si tengo que olvidar, cerrad mis ojos
y dejad que amanezca sin mi canto.

AÑORO

Añoro caminar por otras calles
indagar otros rostros, dispersarme;
abrazar otros cuerpos, adaptarme
al ritmo de otras muchedumbres.

No sé si es escapar o renacerse
pero en mis manos hay palomas
que no son de esta plaza.

MATRIOSKA*

Alma
cautiva en un cuerpo
anclado en una celda
la más oscura celda de una prisión infinita
arraigada en el corazón de una ciudad sin nombre
la más anónima de todas las ciudades
de aquel mundo perdido entre millones
de planetas
estrellas
nebulosas
en constante movimiento.

Y sin embargo, todo
parece suspendido en el instante.


PÁGINA 29 – CUENTO


UN CAMINO SIN RETORNO

Por Analía Pascaner (Catamarca/Argentina)

El deslucido abrigo de cuero pesaba holgado sobre sus hombros. La cabeza inclinada sobre el pecho, el cuello levantado de la campera, las manos dentro de los bolsillos, todo era inútil para protegerse del viento helado. Oscar Rosales caminaba lentamente por las calles desoladas. La llegada repentina del frío había atemorizado a los vecinos.
Pensaba en Matilde y en los amargos calentitos y espumosos, en la sonrisa luminosa y en el calorcito de la estufa a querosén; pensaba en la mirada amable y en el amparo de las paredes cálidas, en las palabras comprensivas y en su propio desaliento.
Oscar pensaba…
Los cincuenta y dos años se apretaban en su cuerpo, la humedad se concentraba en sus huesos, la angustia se traslucía en su rostro. Desanimado, sus pasos conduciéndolo a ningún lugar, Oscar pensaba: ¡Qué boludo! ¿Cómo pude aceptar la jubilación a los cincuenta? Y no hallaba respuesta a esa pregunta que día a día lo atormentaba más y más.
Bastante tiempo atrás se había agotado el dinero del cheque de la indemnización. Ya no hacía changas en el taller de Edmundo porque el chico de la vuelta, ése que abandonó el colegio, “es más joven y más fuerte, ¿me entiende?”. El dueño del estacionamiento en el cual trabajó unos meses le explicó que “el hijo de Moreno tomará su puesto para pagarse los estudios, buen pibe ¿vio?”. Ya no se reunía con los amigos a tomar unos vinos en el bar, ¿cómo los pagaría?, no le agradaba aceptar limosnas. Lo borraron del club por falta de pago, ahora ni siquiera podía entrar a la cancha para distraerse, por unos pocos pesos, viendo los partidos de su equipo de la categoría “C”.
Se sentía solo. Estaba solo. La muchachada lo fue dejando solo o tal vez él se fue apartando del camino de aquellos obreros de la fábrica que dio de comer a tantas familias durante tantos años.
Y Oscar pensaba… Al flaco Iriarte y al gordo Enrique también los tentaron, los hicieron caer como a él. Iriarte juntó su vida en cuatro bultos y se fue a su pueblo natal, allí lo esperaba su madre; y el flaco se fue porque sabía que en casa de la vieja no le faltaría el puchero. Y el gordo Enrique, buen tipo, se murió “de depresión” comentaban algunos: dejó de comer, perdió la afiliación al club, no aparecía por el bar, no recibía a los pocos amigos que visitaban su casa. Y se murió el gordo, se murió de tristeza y soledad.
Oscar salía a caminar todos los días, empapado por la lluvia o tiritando por el frío, azotado por el viento o agobiado por los cuarenta y tantos grados. Él debía encontrar una salida. Deambulaba todos los días por el barrio, algunas veces lo acompañaba unos metros el chico diferente, ése… el de la sonrisa despreocupada. Esquivaba la cuadra del bar y la manzana del club; evitaba mirar a aquellas personas con quienes se cruzaba en el camino. Descansaba sentado en un banco de la plaza, esa plaza donde nació la idea, esa plaza donde veía a los pibes jugar con la pelota raída, esa plaza donde los jubilados jugaban a las bochas. Los jubilados de antes, los de setenta y tantos años, los jubilados de verdad. Oscar se sentía joven, sin embargo no todos opinaban lo mismo: para ningún trabajo era joven.
Ese día se movía pesadamente, como si sus pies se resistieran a consentirlo en la misión desesperada que tramaba. Su mano acarició el frío del metal que llevaba desde esa mañana en el bolsillo.
Faltaban pocos metros para llegar. Levantó la mirada y observó la bandera gastada sobre la puerta de entrada, un jirón descolorido zamarreado por el viento feroz, y un impulso renovado aceleró sus pasos. Sus pensamientos lo atormentaban y su respiración le quemaba, un nudo comprimiendo su garganta y una piedra hundiendo su estómago. Esa idea lo martirizaba: debía concretarla hoy, le resultaban insoportables las peripecias con que se burlaba desde su mente. Y Oscar pensaba: Matilde… ¿qué diría ella?, y luego se animaba: ¡Qué carajo! por Matilde lo hago, ella se merece algo mejor.
Faltaban pocos minutos para las veinte horas. Sólo se encontrarían Joaquín y la empleada nueva, ambos terminando una jornada de trabajo para luego regresar a sus hogares, disfrutar junto a sus familias, entregarse al sueño tranquilo; ambos sabían que al día siguiente un trabajo los esperaba. Repasó el plan una y otra vez. No había posibilidad de error, la policía jamás andaba por esa zona, a esa hora se internaba en la villa haciendo redadas. Nada podía salir mal. Envalentonado por la angustia traspasó el umbral y allí permaneció inmóvil, la calidez del ambiente lo intimidó.
-¡Qué sorpresa, Oscar! Llegó justo, ya casi cerramos -expresó Joaquín observándolo a través de los lentes-. ¿En qué le puedo ser útil?
Como única respuesta, esbozó una débil sonrisa y se acercó al mostrador susurrando: Pobre Joaquín, cada día más sordo y más miope. La empleada llenaba unas planillas y el encargado regresó a sus papeles. Oscar sacó el revólver del bolsillo y murmuró algo así como “esto es un asalto”. Entonces Joaquín le preguntó:
-¿Cómo dice, Oscar?
Algo más seguro, insistió:
-Don Joaquín, deme la recaudación del día y no les pasará nada a usted ni a la chica.
El encargado, atónito, observó el arma reluciente sostenida por una mano temblorosa, se acomodó los lentes y, con torpeza, abrió un cajón debajo del mostrador. Comenzó a sacar los billetes, los cuales Oscar tomaba y hundía de manera desordenada en sus bolsillos.
-Lo van a agarrar, Oscar, y usted es un buen hombre, usted no es de ésos.
-No soy nadie, don Joaquín, no tengo nada, me dieron la jubilación y me arrancaron la dignidad. Deme la plata y me voy de aquí, sé que usted no contará nada, tampoco la chica.
Terminó de guardar los billetes mientras repetía, como intentando convencerse a sí mismo:
-Lo siento, don Joaquín, no es nada contra usted. Ya me voy y todos olvidaremos este incidente.
Oscar notó la expresión de Joaquín: detrás de los vidrios gruesos sus ojos se mostraron sorprendidos y sus labios se torcieron en una mueca grotesca. Oscar no advirtió que la empleada clavó su mirada en la puerta de calle. De pronto escuchó una frase común, una frase que se le ocurrió irreal, y el silencio se rompió con palabras ásperas, lejanas, contundentes:
-¡Alto! ¡Policía! ¡Suelte el arma! Ponga sus manos detrás de la cabeza y gire lentamente.
Y Oscar pensó… Pensó en Matilde (¡cómo la iba a extrañar!), en sus amigos, en los pibes jugando el picadito en la plaza, en la sonrisa babeada del chico especial, en los años entregados a la fábrica, en el trabajo que esperaba y jamás llegó, en la plata del cheque que voló, en los hijos que no tuvo, en su juventud perdida por las obligaciones, en sus sueños olvidados, en sus ilusiones de tener algo mejor, de ser alguien mejor, de vivir un poco mejor.
Entonces Oscar decidió.
Giró sobre sus talones pausadamente mientras ponía el arma en su sien derecha.
El sonido retumbó en la sala casi vacía del correo.
Y Oscar ya no pensó más.


PÁGINA 30 - ENSAYO


LA LITERATURA EN TIEMPOS DE AMOR Y DE GUERRA

Por Norton Contreras Robledo (Gotemburgo/Suecia)

Quisiera ser alquimista, unir las letras milenarias, organizar, construir cimientos de futuro en espacios vacíos, en laberintos sin sentido y valores de hojarascas. Al principio todo era sombra, oscuridad. El verbo trajo la luz . Las palabras mueven la vida, son las ruedas de la historia. Siempre que mires con una doble mirada .Toda la historia del hombre podría reducirse a la relaciones entre las palabras y el pensamiento ; leyendas, cuentos, tabúes y mitos. En este ensayo me propongo abordar algunos aspecto de la literatura. Aquellos que quizás son los menos concientes. Porque a veces frecuentamos la realidad sin dejarnos sorprender o interpelar por ella. Quiero desenterrar las palabras sepultadas bajos los restos de las estrellas muertas.* (1)

LA MAGIA DE LA LITERATURA

En cada obra literaria se vislumbra la posibilidad crear o reinventar el mundo circundante. Es ahí donde esta la esencia de la literatura , su magia .
En una obra literaria a veces encontramos expresado lo real y mágico, porque en la vida cotidiana de las gentes y de los pueblos lo mágico con lo cotidiano se mezclan. Suceden hechos en los que la frontera que separa lo real de lo fantástico es sutil y difusa. Tan desdibujada que nos hace pensar que la barrera entre estas realidades no existe; que lo real es tan extraordinario y fantástico que puede dar la sensación de irrealidad.
La magia de la literatura radica en que nos acompaña desde nuestros primeros años de vida y hasta el ultimo de ellos. Y a través de sus géneros vemos la realidad que nos rodea, o nos transporta a tierras desconocidas, a países remotos, a planetas y sistema solares. Nos lleva a través del tiempo y el espacio a conocer personas del pasado o de del futuro que se vislumbran detrás de las sutiles cortinas de la narración.
Experiencias y sensibilidades
Que bonita y maravilloso fue en mi infancia, en el pueblo de Canela, cuando vivía en el monte y aprendí a leer. La literatura tuvo la magia de abrir las puertas que me permitieron llegar a sitios. Viajar a lugares remotos que jamás hubiera podido imaginar. Recuerdo como si fuera hoy que sentado bajo las sombras de un árbol, mientras las ovejas y las cabras pacían, yo con un libro en las manos me transportaba a lugares lejanos. La naturaleza, sus colores, olores, sabores, las gentes. Sus vidas, sus trabajos, aparecieron ante mí con un nuevo significado. Mis ojos lo veían de forma diferente, las sentía de otra manera. Ahí radica la magia de la literatura de hacer ver y sentir la vida, las gentes y la naturaleza con una doble mirada.*(2)

EL CONCEPTO DE IDEOLOGÍA EN LA LITERATURA

Cuando leemos una obra literaria existe la tendencia en pensar que dicha obra esta por sobre cualquier concepto ideológico. Sin considerar en las múltiples definiciones que las ciencias sociales da a la ideología; falsa conciencia, visión interesada, parte integrante de la conciencia social en conexión con diferentes intereses de clases sociales, intereses económicos y políticos. El concepto de ideología en una obra literaria se manifiesta como la concepción de la realidad desde una perspectiva particular. La función ideológica en una obra literaria se manifiesta en el afán que tiene el escritor de dar la visión, es decir la manera que el tiene de ver e interpretar el mundo circundante. En este contexto podríamos decir que en una obra literaria no consiste en las ideas especificas sino en los procedimientos mediante los cuales se analizan los hechos, la vida y el desarrollo social.
La función ideológica es una condición presente en todas las formas literarias: libro de poemas : España en el corazón, de Pablo Neruda, himno a la glorias del pueblo en la guerra, que exponía los horrores de la Guerra Civil Española, y su postura de republicano, es un poemario hermoso . En este libro muestra su rostro de poeta combatiente e idealista. La primera edición, corresponde a Ediciones Ercilla Santiago de Chile, 1937. Fue reimpreso por primera vez en España por el Comisariado del Ejército del Este, ediciones literarias. Canto General de Pablo Neruda Paradigma de una profunda identidad entre lo estético y lo social, nutrido por el fervor revolucionario latinoamericano, Canto general, escrito entre 1938 y 1949 y publicado de manera privada en 1950, es una de las expresiones más altas en la vasta obra de Pablo Neruda (Chile, 1904-1973). En la poesía de Walt Whitman, Hojas de Hierbas, Aparecida en 1855, Unánimemente considerado el poeta máximo de Norteamérica, Walt Whitman (1819-1892) es el supremo cantor del Yo y de la naturaleza, del cuerpo y del alma, de la igualdad del hombre y la mujer, de la fraternidad y la democracia. En novelas; Las uvas de la ira de John Steinbeck , el tema representado en esta novela es actual en lo concerniente a inmigración y su explotación laboral. John Steinbeck, el autor, vivió durante dos años una vida de privaciones semejantes a las que describe en la obra, siendo un humilde campesino. Con esta experiencia y con una sincera conciencia social, el escritor reproduce este testimonio en medio de los peores tiempos de EE.UU. en toda su historia, la Gran Depresión. El Sr. Joad y su familia se ven obligados a abandonar lo único que poseen, su miserable y polvorienta granja en la árida zona de Dust Bowl, Oklahoma. Esperanzados en poder encontrar trabajo, ponen rumbo hacia la tierra prometida, California, donde se rumorea que existe una gran necesidad de jornaleros. A medida que se aproximan van descubriendo la dura realidad: agotadoras jornadas, rechazo social, condiciones infrahumanas y míseros salarios. Joad (hijo), consciente de ésta realidad, empieza su lucha por reivindicar los derechos de los trabajadores.
Memoria de la casa de los muertos de F. M. Dostoievski, En 1849 es detenido y condenado a trabajos forzados en Siberia debido a que frecuentaba círculos cercanos al anarco socialismo. De esta experiencia en la cárcel surgió Memoria de la casa de los muertos (1862) obra fundamental tanto en su trayectoria literaria como vital.

LA LITERATURA Y EL MUNDO CIRCUNDANTE

Decía al comienzo que en cada obra literaria se vislumbra la posibilidad de crear o reinventar el mundo circundante. Es ahí donde esta la esencia de la literatura , su magia. La literatura es portadora de recreación identificada con la esencia de cada ser, portadora de emociones, sensaciones. En la palabra esta la magia de ser ente de comunicación entre los hijos de la torre de Babel. Diseminados en diferentes realidades geográficas, sociales , económicas y políticas en diferentes lenguas . La esencia de la literatura es su enorme poder evocador y creativo. Su capacidad no sólo de permanecer, sino de "ser", de construir mundos posibles. Y de dar testimonio de un mundo en el que millones de hombres, mujeres y niños de los países del denominado tercer mundo; personas que no tienen acceso a la educación, a la cultura, a la salud y al bienestar; ven en fotos, películas o por televisión, el consumismo y la abundancia de los países desarrollados, observan, sienten o adivinan el desperdicio de recursos naturales como la luz, el agua y los alimentos. A esos millones de seres humanos les resulta increíble lo que ven sus ojos. Ellos no tienen agua para beber y millones de ellos mueren de hambre. El consumismo, tan real y cotidiano para las personas de los países desarrollados, aparece como algo divino, irreal y mágico ante los ojos de niños, mujeres y hombres, condenados por los países ricos. Los mismos países que han perdido la capacidad de asombro y de indignación ante las terribles desigualdades. Las palabras que llevan en si las ideas de que un mundo mejor es posible pueden convertirse en actos,a los ojos y oídos de millones de seres que aún luchan con esa convicción, con esa ilusión.
La literatura trae los sentimientos que mueven al mundo, palabras de amor y pasión, las palabras de la ira y la ternura. Trae los tiempos de amor y de guerras. Es la memoria de los tiempos idos. Y nos recuerda que el tiempo presente es el capítulo inacabado del pasado y el preludio impreciso del futuro. Y que las palabras que aún no se han dicho, serán las que se dirán un día.
Cuando las palabras son censuradas, quedan clandestinas en cualquier lugar,
en cualquier espacio. esperando, aguardando, activando, organizando, desper-
tando conciencias para un nuevo día. La literatura va reconstruyendo los momentos, gestos, actos. Mientras haya vida, estará las literatura en las palabras escritas . La literatura es la semilla en la arena, montañas, océanos, campos y ciudades. Nace cada día, cada mañana. va hacia la vida, hacia las gentes.Como la luz al día, como el espacio al tiempo. *(3)
Notas* (1, 2, 3) Fragmentos del poemario Cantos en tiempos de amor y de guerra.


PÁGINA 31 – CUENTO


LIVIA

Por Sonia Catela (Ceres-Santa Fe/Argentina)

Pedro, Marga y Chavo le dijeron que primero abriera los postigos, pero no totalmente sino apenas entornándolos -de afuera no debían advertir la maniobra-; que esquivara los dos percheros y no se entretuviera probándose tules de novia o medias de bailarinas de can-can, que buscara directamente a la izquierda, dijeron que debajo de la valija repleta de papeles y cartas iba a encontrar el revólver y la máquina de sacar fotos, es decir, los instrumentos de la operación, Pedro, Marga y Chavo afirmaron que la pistola de caza y la máquina serían los instrumentos que ella debía usar para el procedimiento, que no tuviera miedo, dispararía contra esa mujer, la condenada, pero probablemente no levantaría olas, nadie habría de hacer aspavientos, por algo la tenían encerrada desde hacía dos años en el cuarto vecino, contra su voluntad. Que no perdiera tiempo palpando ninguna de las cochambres guardadas en baúles, cajones, estantes, en búsqueda de poemas, como solía hacer en cuanto lugar podía; debía caminar entre las tentaciones -antifaces de carnaval, una mandolina, la colección de mariposas de Oriente- tomar la pistola, retirar las balas de la cajita de cartón "Rex", y de inmediato, sin distraerse con el revoloteo de los pájaros de madera, abrir la máquina de fotos, meter el rollo, -se pone invertido y es incómodo pero es así, un diseño dificultoso-, escuchar atentamente con la cara bien levantada las andanzas de la sirvienta de la casa y la enfermera merodeando por el pasillo que da al dormitorio donde encierran a la condenada, que ella se disimule detrás del biombo de China si a alguna de las otras dos se le ocurría a entrar pero la estadística indicaba que hasta las 20 no traspondrían la puerta por más que la enferma encerrada gritara y gritara, que dejara de lado todo examen de las flores secas y no se pusiera a adivinar los colores originarios o la raza de cada pétalo, porque solamente disponía de diez minutos para cargar el arma, colocar el rollo, buscar a la mujer, sacarle la foto a la mujer, martillar el arma y disparar. A ella, le aseguraron Pedro, Marga y Chavo, no la iban a agarrar de ningún modo, quizá hasta pensaran en una recompensa por librarlos de alguien molesto, la enferma a la que tenían encerrada contra su voluntad desde hacía dos años y sin miras de solución. Lo verdaderamente importante era respetar paso a paso el plan sin distraerse en la pila de diarios que conservaba las palabras cruzadas que el Viejo rellenó hasta la gris jornada de su muerte, hasta media hora antes de que expirara, ya cinco años, poner las balas pero con cuidado porque se caen hacia atrás, aunque con sólo una alcanzaría: la mujer, la víctima, Livia, apenas se mueve; algunos atardeceres se arrastra al altillo pegado al dormitorio adonde revuelve el pasado, tres cápsulas serían más que suficientes pero Pedro, Marga y Chavo le recomendaron que colocara las seis, por si fallaba, por si su pulso no obedecía a su intención o por ¿para qué tomarle una fotografía postrera? porque a la mujer, Livia, seguramente le gustaría que su última imagen quedara allí, junto a los trastos que alguien examinará una y otra vez, una suerte de gracia final que se le concede a la condenada, ella no debe tentarse y fisgonear, debe cuidarse de su curiosidad innata que tan bien le conocen Pedro, Marga y Chavo, cargar el arma, cargar la máquina, sacar la foto y disparar contra la sien de la mujer enferma que apenas se mueve, sólo grita, sola, a la que únicamente le permiten viajes al pasado, al ático, nadie se dará por enterado del disparo -salvo por el alivio- puesto que a la mujer la mantienen encerrada sin dejarla salir hace ya un par de años, y la mujer, Livia, posee algo valioso, que Pedro Marga y Chavo codician, la expresión de la muerte, quizá por eso le pidan la fotografía, porque la mujer verá simultáneamente la máquina y el arma y su expresión será la que Chavo, Pedro y Marga anhelan, ella no debe distraerse, ella cierra la cámara del revólver, coloca el rollo y corre la traba de la puertecita de la máquina fotográfica y ahora viene lo peor, darse vuelta, desandar con toda la fuerza de la voluntad los pocos pasos hasta donde tienen encerrada a la condenada sin que a ella la atrapen los albumes de bodas y cumpleaños de quince y hasta de funerales que toda la familia ha ido depositando ahí, que no se detenga en la pila de postales con esas antiguas mujeres regordetas vestidas de marineros, que ni se le ocurra ponerse a oír discos de pasta en el gramófono, que salga derechita, rapidito y haga lo acordado, primero cerciorándose de que ninguna de las intrusas -la enfermera, la mucama- haya entrado en el cuarto del encierro, si lo han hecho por algo excepcional que disimule que nadie le preguntará mayormente, que luego de comprobar que la enferma (ella) se encuentra sola, se acomode los espesos cabellos frente al espejo de la cómoda, saque la última fotografía a la mujer del espejo (ella), tome el arma, apunte a la sien de la mujer del espejo y dispare como ella Pedro, ella Marga y ella Chavo le han dicho que haga, para ponerle fin, podrían decir, al sufrimiento.


PÁGINA 32 – ENSAYO


EL GUSTO BURGUÉS POR LO INTERESANTE Y PINTORESCO

Por Carlos Fajardo Fajardo (Santiago de Cali/Colombia)

La facultad de juzgar lo bello que produce placer, fue elevada a estatuto teórico por la filosofía ilustrada. La sensibilidad de la burguesía en auge, degustó no sólo la imagen de lo sublime -repulsión y superación-, sino la gracia de lo interesante como aquello que es agradable. Lo interesante, en el siglo XVIII, construye una puesta en escena de la facultad del buen gusto unido al arte de lo pintoresco como nueva forma de experimentar y disfrutar la naturaleza. Lo fino del gusto burgués, que está unido al concepto de paisaje, tanto artístico como natural, posibilita una emoción estética ligada al goce de la contemplación que disfruta la pulsión aurática del objeto. Habitar en la inmanencia del objeto; vivenciarlo, asimilarlo y asumirlo es una condición del fino y alto gusto del burgués que impone lo interesante como uno de sus paradigmas estéticos. De allí que el Fläneur sea el arquetipo de este gusto de elite: pasear, contemplar, mirar con libertad, habitar no como turista sino como casero, las fisiologías urbanas, curiosear con un asombro siempre permanente; internarse en los misterios de las cosas con libertad suprema para percibir los estados mistéricos de lo cotidiano. Al asumir el gusto estético como un viaje, el contemplador se extasía en la imaginación de lo sensacional/sensorial, cuya sorpresa es trasmitida en la emocionante aventura de las cartas de amor, la sensualidad de los perfumes, la erotización de los recintos, la fascinante atracción por los placeres gastronómicos, los salones elegantes, la bohemia con sus buenos tragos y finos cigarros. Fläneur de la vida y de las exquisiteces del gusto. Así, la burguesía del siglo XVIII y XIX formalizó un gusto del entretenimiento que no sólo quería disfrutar de la naturaleza, sino plasmar su trascendencia de clase como fuerza activa y constructora de la historia. Lo interesante, unido a lo sublime, fueron las conquistas del sujeto liberal activo moderno. Esta sensibilidad burguesa dieciochesca y decimonónica por lo fascinante, lo sorpresivo, que ponía a la naturaleza y a la cotidianidad al alcance para gozarlas, construyó un gusto de clase sólo disfrutado por ciertas individualidades y condiciones de elite. Lo pintoresco burgués se propuso excluir de su fino y exquisito gusto la masificación de las sensibilidades. Pero algo prosperará para que se de un cambio; algo contribuirá a la des-elitización de los gustos ilustrados y esto fue el surgimiento de las industrias culturales masivas.

EL GUSTO POSINDUSTRIAL POR LO IMPACTANTE Y ESPECTACULAR

De lo interesante del burgués moderno a lo impactante del capitalista posmoderno. Con las industrias culturales, desde finales del siglo XIX, el arte entra a otra esfera, cambiando la sensibilidad y captación del mismo. La diferencia entre arte alto o de elite con el de masas, mostró su más fuerte contradicción cuando la industria se unió al arte y éste al mercado. Esta triada (arte, industria, mercado) trajo como consecuencia en el siglo XX una serie de protestas por parte de los intelectuales que veían en ello un oscuro futuro para el arte. Al notar que su antigua esfera de “hombres diferentes” se les desvanecía y eran arrastrados por la cultura de masas, dirigieron sus reflexiones combatiendo la cultura del mercado, al “mal gusto”, al kitsch que se imponía sobre la cultura erudita, del “buen gusto” y del arte altamente elaborado. Desde esta mirada del intelectual moderno, el arte pierde su autonomía crítica y creadora ganada en la Ilustración, pues queda encadenado a las leyes del mercado cuyas industrias culturales lo masifican, arrebatándole su aura original, la encantadora presencia de lo interesante, la sorpresa, lo sublime. Este cambio de naturaleza artística ha llevado a repensar los conceptos de juicio de gusto, de sensibilidad y emoción estética a través de nuevas categorías más acordes con la situación del arte actual.
El gusto estético se ha mutado. La globalización del mercado impacta sobre sus viejas características. El buen gusto, entendido desde la Ilustración como una sensibilidad que integraba al ciudadano a la sociedad burguesa, era un proceso de adaptación y de control desde lo establecido, un acto civilizatorio. Al entrar en confrontación con el gusto masivo, éste último des-realiza una concepción de mundo y, más aún, se opone a la noción de ciudadano culto con mayoría de edad y autoconsciente. Tal oposición se ha ido manifestando desde las vanguardias con sus proclamas por una nueva representación y figuración de la realidad, con sus rebeldías contra el gusto burgués de confort.
Desde principios del XX, unido a las industrias culturales, el “mal gusto”, se entroniza y se va convirtiendo en un “buen gusto” para una gran masa alfabetizada a través de los medios de comunicación y del mercado. El kitsch , Duchamp, Warhol, el Pop Art, el cine de Almodóvar, el Pastiche, el cine extremo posmoderno, el snuff cinema, los happenings , el Fluxus, el Body Art , son algunos ejemplos de cómo los artistas encuentran en el “mal gusto” sus fundamentos estéticos para construir edificios artísticos. Dialogando con la publicidad, el diseño industrial y las composiciones de lo ornamental, el gusto ha encontrado otra forma de manifestarse en la sensibilidad mediática, global y mundializada. Esto lleva a pensar que no es viable una cómoda desligitimación del arte de masas y de su sensibilidad, desacreditándolo desde un dualismo excluyente que califica al gusto bueno y al gusto malo, paralelo a un moralismo ortodoxo acrítico y conservador. Desde estos códigos binarios no podríamos nunca entender los procesos de transformación de las sensibilidades estéticas y de las nuevas categorías que en su interior están funcionando.
De lo interesante estético burgués se ha pasado a lo impactante y espectacularizado posindustrial. Entonces, lo light, la alta costura, el turismo, el “mundo del arte”, la word music, la publicidad, los diseños del hogar, la farándula, los artistas jet, la literatura de autoayuda y de intimidades de famosos, son las nuevas esferas de un gusto que ha puesto contra la pared todas las antiguas competencias de críticos de arte moderno y del público lector ilustrado en general.
Sin embargo, en ésta multiplicidad y diversidad de sensibilidades, el simulacro de la democratización de los gustos es grande. No podemos ignorar que aún existen vastas distancias entre el buen gusto burgués de elite y el gusto de masas; entre el gusto del intelectual y artista del salón tradicional y académico con el del artista e intelectual farandularizado por los medios de comunicación. Son aún posibles estos abismos en la globalización que unifica y dispersa a la vez y los acrecienta a través de los productos del mercado con la posibilidad o no de consumirlos. Pero es en el gusto masivo donde se han operado las mayores mutaciones. Si el gusto ilustrado nos situaba ante lo pintoresco y lo interesante, ofreciéndonos la naturaleza al alcance para disfrutarla con hedonismo estético, en la posindustrialización lo pintoresco es el disfrute de lo entretenido, lo inmediato, lo fugaz, lo espectacular. Del Fläneur al turista; de los géneros epistolares con sus cartas de amor y su libro de viajes, a los seriados y Reality Show . Las nociones de paisaje, de lo agradable, lo interesante o nuevo, la sorpresa, lo contemplativo desinteresado han cambiado en la era global donde, aparentemente, todos tienen acceso a los bienes de consumo.
Este proceso del gusto, que integra los deseos por el mercado, lleva a un hedonismo estético de lo temporal. Sensibilidades de lo inmediato. Consumo, uso y desecho. El placer no posee aquí una petición de permanencia ni de trascendencia como lo deseaba el gusto ilustrado. El placer aquí es aceleración, flujo, velocidad, dinamismo efímero como en las redes telemáticas. Al producir cantidad y variedad de productos seductores estetizados, la sociedad posindustrial promueve el desecho como actividad formativa de ciudadanos positivos y enérgicos. De esta manera, se ha formado un gusto por lo desechable, el cual nos vuelve visitantes turísticos. Un gusto zapping que hace gala de su inmediatez pasajera. El mercado, al lanzar más bienes de consumo de los necesarios para sobrevivir, retroalimenta aquella sensación del “aquí se puede escoger libremente”. Ahora soy dueño de mi libertad para consumir el mundo mediático: puedo cambiar de canal, escuchar el C.D., apagar o encender la T.V., ser turista virtual. Sin embargo, sólo se está des-realizando la cotidianidad e impulsando un anhelo que al sublimarse se frustra, pues no rompe con la barrera puesta entre la realidad y su deseo. He aquí los nuevos Tántalos posindustriales. El gusto actual se debate entre la idealización que propone el cambio de canal y la transformación de la realidad concreta del iconoadicto.
El gusto del espectador turista, el gusto zapping, es la consecuencia de dar gran variedad de lo mismo. Velocidad-consumo, donde existe un cambio de emoción estética y de la inagotabilidad e infinitud de la obra de arte como de su contemplación activa y crítica. La cultura del mercado ha construido un gusto ágil que di-vaga, como sonámbulo, por el arte y no lo habita como casero, ni como voyerista en la fascinación de la obra. Gustos volátiles como lo instantáneo digital en red. Arte para consumir no para contemplar. La mirada desinteresada estética que exigía Kant, pierde aquí su magnitud: el ojo receptor posindustrial va dirigido a un artefacto artístico que se entroniza por su efecto publicitario. El interés está puesto en el consumo que de éste se realiza. No hay pues contemplación sino espectacularización; no hay miradas sino pantallas.
Las obras de arte actuales se han vuelto objetos-desechos, adornos, ornamentos. La posindustrialización las ha convertido en estéticas del show y del shock, del efecto y del acontecimiento publicitario, más que del afecto contemplativo. Al arte de lo ágil, lo frágil y fácil se le concede un tiempo de saltos hipertextuales cuyo resultado es un gusto hipermedial, bricolage y ecléctico. Esto es algo positivo en tanto que fragmenta al discurso duro sobre el gusto, y da ciertas pluralidades y divergencias en la percepción de la obra de arte. Sin embargo, no es por la heterogeneidad y liberalidad de gustos por la que disparamos nuestra alarma; es por la ingravidez y falta de mirada activa y deseante que la proliferación de imágenes ha impulsado; es decir, por la pérdida del sentimiento de habitar, dialogar, vivenciar con ese universo diverso e infinito del arte. Se cuestiona desde la eticidad estética, y no desde el moralismo nostálgico intelectual, al turista artístico, al zapping estético promovido como el deber ser del hombre actualizado.


CONTRATAPA


LA DANZA EN EL RENACIMIENTO:
I - HA NACIDO UNA NUEVA EXPRESIÓN DEL ARTE

Por María Dolores Velasco (Madrid/España)

Paseando por una de esas calles medievales que tanto proliferan en España, llegué a una placita recoleta, solitaria pero no triste, cargada de acontecimientos vividos, con su fuente en medio como es tradicional. Me atrajo enormemente y ahí me quedé en contemplación un buen rato. Observé su empedrado, sus casas centenarias, donde sus fachadas delatan toda la historia que han presenciado del mismo modo que en los rostros de los ancianos se pueden adivinar los avatares de su vida.
Con los ojos del alma vi a las mujeres acarrear agua de la fuente para el consumo de su familia mientras sus niños correteaban alegremente, poniendo en peligro la integridad de los cántaros de barro que sus madres llevaban cuidadosamente a su hogar. O también me imaginaba escenas de diversión, bailando, cantando u oyendo a los juglares relatar los sucesos acaecidos referentes a toda clase de noticias: las últimas victorias de la reconquista, los casorios de los nobles y de la realeza, casi siempre por motivos de intereses, bien políticos o económicos.
Una fuente es algo muy especial. La fuente es símbolo de vida; el agua fluye, las mozas conversan, ríen, lloran, se cuentan entre ellas los chismes del barrio mientras lavan sus ropas frotando enérgicamente sobre sus tablas de madera ondulada. Protestan a sus mozos porque no las ayudan a transportar sus pesados barreños llenos de ropa mojada, recién lavada, oliendo a limpio, que tanto esfuerzo les ha costado hacerlas relucir…Un mundo vivo, real, sin afeites…ese es el pueblo.
Sus danzas son divertidas; el pueblo siempre es el que tiene esa frescura de lo natural, de lo auténtico y de esa forma bailan imitando lo conocido, lo cotidiano como pueden ser los movimientos que hacen en sus quehaceres domésticos o el movimiento de los animales que conviven con ellos, los nobles y gente “estirada” que tanto les hacen sonreír, o esos ciudadanos adinerados con sus trajes de ricos tejidos y sus tocados extravagantes.
Estas gentes van creando un estilo sin pensarlo siquiera, pero lo cierto es que estas maneras de bailar trascienden mucho más de lo que ellos mismos pudieran pensar.
En los palacios se baila también pero es otra cosa muy diferente, más que danzas son movimientos sobrios, de carácter procesional, muy propio para ceremonias reales llenas de protocolos. Las cortes de Europa son muy diversas; mientras en España, ya después del reinado de los Reyes Católicos, la corte se hace mucho más austera, cosa natural ya que el nieto y heredero, el rey Carlos I de España y V como emperador de Alemania, se ha criado en esta última corte con fama de austeridad, y no digamos ya con el reinado de Felipe II, su hijo y heredero, que la sobriedad es su principal característica, tanto en las costumbres como en la manera de vestir.
Italia y posteriormente Francia son otra cosa; lujos, brillantez, diversión…sus principales características, y es aquí donde los nobles y los miembros de la realeza empiezan a observar todo eso que hacen sus campesinos, sus gentes del pueblo, como se divierten y lo divertido que es y, posiblemente y a modo de broma, ellos remedan sus movimientos, sus costumbres y sus diversiones… No olvidan sus danzas formales de la corte, pero hay que divertirse y para ello que mejor que imitar a la gente que se divierte: está naciendo un nuevo concepto de danza que ya no la parará nadie. El Renacimiento ha llegado a esta forma de expresión y la ha trasformado en su concepto básico. Ya no es algo protocolario, también sirve para divertirse.
Mi mente se va hacia estos dos países Italia y Francia. Hago un recorrido por esa Italia del Renacimiento donde la corte es una explosión de lujo y brillantez, y cómo con el matrimonio de Catalina de Medici con el rey francés Enrique II (reinado 1547-1559), da ocasión para que ella y su corte italiana sean el vehiculo que transporte a la corte francesa ese lujo y esplendor que acostumbraba a tener en Italia. Tenemos, pues, ya en Francia la semilla de todo el boato y resplandor que en años venideros tendrá su culminación con la esplendorosa corte del famoso rey de Francia Luis XIV, llamado el Rey Sol.
Me doy un paseo por ese Paris del pueblo, de la gente común y veo sus quehaceres, sus diversiones, sus penas y sus alegrías. En las orillas del Sena “les lavandières”, las famosas lavanderas limpian sus ropas en el río, frotándolas con sus puños enrojecidos, golpeándolas con sus palas de madera para sacar la suciedad de esas ropas llenas del sudor y el polvo acumulados por el duro trabajo de sus esposos. Ellos se hacen los remolones para no transportar sus pesados barreños llenos de ropa mojada, los regaños, las discusiones, el cotilleo entre ellas…son las mismas escenas que mi imaginación tuvo también en España. Todos los lugares se parecen, la gente común hace las mismas cosas en las mismas situaciones porque el ser humano no sabe de idiomas ni de paises, su comportamiento es el mismo en las mismas situaciones.
La gente baila y expresa sus sentimientos y se ríen y divierten escenificando en ellas todos sus quehaceres. Así nacen los bailes folklóricos, los bailes del sentimiento popular, naturalmente todo esto sin clasificar, ni de ninguna manera fijar, son expresiones espontáneas.
Digamos que la primera clasificación de estos bailes son: la “basse-dance” (baja danza) que son las que los pies no se levantan totalmente del suelo, siempre hay un pié posado en él, y la haute-dance” (alta danza) donde los dos pies saltan y brincan abandonando en algunos momentos el suelo.
Una de la primeras clasificaciones de la danza es “la branle”, muy diversa en sus formas y que ahora vemos algunos aspectos de ella.
La palabra francesa “branle” significa “oscilación” , acabo de mirarlo en el diccionario francés porque aunque os parezca extraño nunca se me había ocurrido saber que significa , y me doy cuenta que en realidad “branle” es un nombre genérico ya que solo designa la forma de bailarlo, de ahí su diversidad de formas.
La branle, es pues en principio, una manera de danzar más que una danza propiamente dicha.
Analicemos un poco esta forma de danza:
Se baila en corro y por parejas: en un momento dado las parejas danzan solas y en otros formando corro.
Parte A en corro: agarrados de la mano, pasos laterales a la derecha y pasos laterales a la izquierda.
Parte B en parejas: en esta parte los danzantes expresan la temática que la danza pida: imitar al caballo, a las lavanderas…etc.
Al pie os dejo un pequeño video (*) “la branle des lavandières” , la branle de las lavanderas, donde se puede observar como los danzantes hacen unos gestos muy gráficos de lo que quieren expresar.
Parte A: oscilación con pasos laterales derecha-izquierda.
Parte B: de frente, el esposo recrimina a su mujer indicando con el dedo y ella le responde del mismo modo, hacen palmas que es la representación de las palas de madera golpeando la ropa.
En esta versión los dos hacen el mismo gesto, pero en otras versiones que yo he tenido la oportunidad de aprender y danzar en diversos cursos de danzas del Renacimiento impartidos por la profesora Verena Machat del Instituto Orff de Salzburgo (Austria), y ateniéndose a la coreografía que fijó posteriormente Toinot Arbeaux, en esta parte B el hombre hace palmas para expresar el sonido de las palas que utilizaban las lavanderas para golpear la ropa y la mujer, mientras, hace el gesto de lavar restregando la ropa contra la tablas onduladas que se usaban antiguamente. Esta versión, creo, es más gráfica y a mi, personalmente, me gusta más.
Otros branles famosos son: “Branle des chevaux”, “Branle des pois” Branle de la Bourgogne” , etc.
Bien, amigos, pues estas dancitas se van introduciendo en los mejores lugares de la sociedad del Paris del siglo XVI y pronto veremos a las gentes principales y hasta en los palacios reales bailar y divertirse como se divierte la gente común: La modernidad ha comenzado, ya nadie parará esta otra forma de vivir.
(*) Este video es propiedad de la Biblioteca del Congreso de los EEUU.


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