Imágenes:
Homenaje a la obra de OMAR ORTIZ
(México)
PÁGINA 1 – REFLEXIONES
EDUARDO
GALEANO
(Uruguay/1940-2015)
LOS SUEÑOS
OLVIDADOS
Helena soñó que se dejaba los sueños olvidados
en una isla.
Claribel Alegría
recogía los sueños, los ataba con una cinta y los guardaba bien guardados. Pero
los niños de la casa descubrían el escondite y querían ponerse los sueños de
Helena, y Claribel, enojada, les decía:
_Eso no se toca.
Entonces Claribel
llamaba a Helena por teléfono y le preguntaba:
_¿Qué hago con tus
sueños?
PÁGINA 2 – NARRATIVA
MÓNICA RUSSOMANNO
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)
ALREDEDOR DE NABAM
Yo soy yo, la que escribo y no la que escribió.
Algunas veces, cuando releo la novela de ella tiendo a confundir las
identidades y creo ser la otra, la que se obsesionó con ese personaje extraño y
maravilloso que fue apareciendo apunte por apunte, en esas noches de insomnio
en las cuales la historia le fue aconteciendo como dictada, como si ese ser
imposible se escribiese y describiese a sí mismo, apareciendo pleno y corpóreo,
ajeno a su imaginación.
La cosa comenzó a partir de un artículo del
"Diccionario infernal" de Collin de Plancy, libro que pacientemente
la esperaba en un anaquel de la biblioteca familiar desde antes de que naciera.
Siempre había estado allí, lo descubrió en la infancia leyéndolo a escondidas
de sus padres, y desde entonces esporádicamente releía algunos artículos, con
la curiosidad incrédula que conviene a nuestros tiempos y la satisfacción por
el estilo y el lenguaje antiguos. También allí, desde siempre, la aguardaba
quizás Nabam para manifestarse.
En la página dedicada a los conjuros se recetan
las palabras, signos y condiciones para invocar a los demonios, y tan bien
organizadas se encuentran las huestes infernales, con sus capitanes, sus
legiones y sus cadenas de mando, que a cada día de la semana corresponde un
demonio, un horario para efectuar la ceremonia, una ofrenda que debe ser
preparada con celo para entregar al compareciente.
La escritora no otorgaba fe a la brujería, pero
le pareció que el tema era adecuado para crear una novela, y la primera noche
hizo una descripción de Nabam, el demonio de los martes.
"Lo miro parado y es más bajo de lo que
parece estando sentado. Esa falsa impresión la causa una cierta desproporción
entre el cuerpo y los brazos, que resultan demasiado largos. Me desagrada.
Tiene un exterior brutal desmentido por una delicadeza extrema en los dedos y
la forma en que manipula los objetos. Desearía que fuese simplemente bestial
sin esa cualidad falsa de cuidadosa cortesía. Cuando habla, agacha la cabeza,
lo que hace que aparezca una línea blanca debajo de su iris. Ojos celestes, o
grises, o verdes.
Difícil definición. El inicio de cada frase le
provoca una sacudida y un adelantar el torso hacia mí, que en cada uno de sus
avances retrocedo. Me llega su aliento a cigarrillo y alcohol, y algún aroma
más como a perfume y transpiración. (Y flores marchitas). Me mira con una
intensidad que me pone nerviosa. Respondo apurada, equivoco las palabras y mis
expresiones me resultan estúpidas en el mismo momento de decirlas. Siempre
igual. Serpiente encantadora de pajarillos. Pero yo no soy un pequeño pajarito;
sin embargo frente a él soy un ser informe. Me desprecio. Cada vez que estoy
contenida en su mirada, con su cuerpo atento y ominoso, me siento en la zona de
trampa. Digámoslo de una vez, el hombre me resulta intolerablemente atractivo
porque me repugna."
Este primer retrato se le dio como una revelación,
como si hubiese visto realmente a Nabam, y al otro día la imagen del demonio se
le presentaba constantemente, reclamando su atención aun mientras ejecutaba sus
tareas cotidianas.
Tenía, entonces, al personaje. Cómo sería el
desarrollo de la novela no era tan claro, excepto que le resultaba evidente que
se enamoraría de él con secreto horror. En síntesis, una mujer invoca al
demonio en una ceremonia hecha por broma, el demonio se presenta, se declara
suyo, esta mujer debe convivir con él y se consignan las visicitudes y los
diálogos que se dan entre ellos.
En algunos borradores utilizó un narrador
omnisciente, en otros la tercera persona, pero los desechó y finalmente escogió
el relato en primera persona, siendo la narradora una mujer que era ella misma,
disfrazada apenas por detalles dispares o concesiones tenues a un intento de
ocultamiento. Se puede notar sin ninguna dificultad al leer el libro cómo esos
pueriles disfraces se diluyen a medida que la relación avanza, y finalmente
aparece la escritora claramente retratada a través de sus palabras. Así, Nabam
iba tomando forma y peso, y ella se despojaba de imposturas para reconocerse
como protagonista del drama.
"No soy más que una mujer. Una patética
mujer. No puedo escribir sobre sentimientos porque caería en la deplorable zona
de la novela rosa, no no no no no no.
¿Qué se puede decir que no haya sido dicho
admirablemente por otros?."
Este párrafo se encuentra en su diario, y por la
fecha corresponde a las primeras etapas de escritura. No deseaba escribir una
historia de amor, y era eso sin embargo el fondo de la trama, la secreta
seducción del demonio. Sin embargo, un segundo leimotiv ejercía un contrapunto
constante, y era la relación del demonio con Dios, la imposibilidad de probar
la existencia de Dios aún ante la presencia del demonio, igual de ignorante que
las demás creaturas de los secretos designios del creador.
Así, este personaje en principio fantástico e
increíble se va mostrando como ser arrojado al mundo, dotado de escasos poderes
y aún más escasos conocimientos del más allá, siendo que al entrar en este
territorio, al franquear la puerta de nuestra existencia pierde la memoria
sobre las maravillas o espantos del otro lado.
Todo esto lo escribía ella sin consultarse a sí
misma, con rapidez, finalizando capítulo tras capítulo casi sin efectuar
correcciones posteriores.
"No me extrañaría para nada comenzar a
escribir en lenguas. Jamás había sentido igual urgencia por otro relato, ni
tanta seguridad al poner las palabras, que se siguen unas a otras como dotadas
de una necesaria ordenación. Recuerdo un documental sobre el autismo, en el que
un niño dibujaba un gallo copiando la imagen fielmente de su memoria, trazando
líneas aparentemente azarosas, caóticas, hasta que como por milagro se completó
la figura. Se explicaba que las líneas no tenían sentido para él, y que
aleatoriamente podía realizar un trazo del ala, luego una pata, luego una pluma
de la cola y el pico, pero que el gallo surgiría completo y perfecto al final,
siempre igual al primer modelo, sin importar el orden o aparente desorden de la
operación. Me pregunto si no estaré dibujando algo que tiene una existencia
propia, me pregunto qué rostro aparecerá cuando coloque el punto que cierre el
último capítulo, y si podré mirar ese rostro que me estará devolviendo la
mirada".
Esa sensación de ser mera transcriptora, acaso
de estar realizando un acto más de medium que de creadora la acompañó todos los
meses en los cuales los capítulos se sucedían velozmente unos a otros, en los
cuales el demonio narraba historias, reflexionaba sobre la humanidad desde su
condición de creatura ajena, se instalaba con su rostro y su cuerpo detalle por
detalle en las palabras y en esa realidad paralela que tomaba una consistencia
de cosa cierta.
Y Nabam, claro, era hermoso y terrible,
orgulloso, soberbio y completo en sí mismo, una enorme fuerza agazapada y acaso
mentida en su presencia confortable. La violencia probable, la posibilidad de
una súbita detonación hacía que el horror por su condición demoníaca permaneciera
como bajo continuo por detrás de la melodía tranquilizadora de los diálogos
calmos y la convivencia cotidiana.
El demonio se presentaba con una corporeidad en
el relato que al principio le hizo dejar las luces encendidas por las noches y
se resolvió luego en una especie de espera insensata.
"Me he descubierto en la calle mirando
insistentemente los portales y las veredas, buscando la imagen familiar de mi
demonio recostado contra el umbral de una casa o fumando silenciosamente desde
la silla de un bar, libro en mano, sentado con esa actitud de dejarse estar,
con ese reposo de animal cazador que reconocería de inmediato. Me ha parecido
verlo, y no me he asombrado. Sería natural y fácil caminar hacia él y
saludarlo, aceptando su comparescencia como algo necesario.
Cuando escribo lo siento a mi lado, puedo
percibir ese olor que le es característico, y no tengo miedo sino expectación.
Frente al teclado de mi computadora, mientras describo cómo me seduce
lentamente, soy seducida, ¿me seduzco?. Y cómo lo extraño cuando lo busco en
las habitaciones silenciosas y descubro que él no está aquí, que no puedo
rodear su cuerpo ominoso con mis brazos.
Ayer, cuando llegaba a casa, la imagen de Nabam
aguardándome, espalda en la pared, cigarrillo humeante en la mano de estatua,
esa imagen era tan nítida y precisa que la decepción de no encontrarlo me sumió
en una depresión que hube de conjurar continuando con la novela, donde vive
respira actúa habla, me habla."
Reconociendo el grado de obsesión que su
personaje le provocaba, la escritora no se alarmó por ella sino se limitó a
disfrutarla, pues no creía en realidad en la existencia de los cielos o
infiernos del catecismo. Pensaba, como lo consignó en otros apuntes, que esta
momentánea suspensión de la incredulidad era el
resultado de haber encontrado un carácter y una
historia interesantes, cosas que favorecerían la obra, que prometía ser buena o
en el peor de los casos menos mala que sus anteriores producciones, las que
reconocía resignadamente como mediocres y carecientes de ese impacto que obliga
al lector a mantener la atención en las páginas, y distrae del artificio del
estilo y los mecanismos del relato.
"No te asustes, que cuando te dije que lo
busco y me parece escuchar sus pasos demorados por las habitaciones, sé perfectamente
que no va a ocurrir. Sólo es un sentimiento de posibilidad de la maravilla pero
como juego. Dejame ser feliz con su compañía imaginaria mientras dure. No te
preocupes, que no me estoy volviendo loca. Lo que pasa es que es tan
hermoso."
Este fragmento de un mail a una amiga da cuenta
de la alarma de ésta por esa inmersión en la irrealidad, y del intento de la
escritora por tranquilizarla y quizás tranquilizarse a sí misma. Luego del
frenesí de escritura de los primeros tiempos, hubo una súbita detención en
correcciones mínimas y agregado o sustitución de palabras o frases que no
alteraban la obra sustancialmente, sino que demoraban el desenlace.
"No he continuado con la novela. No puedo
decir mi novela porque es suya, es la zona donde él camina y respira y me
acaricia distraídamente. Me he percatado de que esta suspensión no se debe a
falta de inspiración. Demasiado sé que ya el último capítulo está completo
línea por línea, y es el miedo a la finalización, a escribir las palabras lo
que me amedrenta. Sé que puesto el punto final, esto acaba, Nabam se transforma
en un personaje con presentación, nudo, desenlace, y que narrar el desenlace
equivale a darle fin a él junto con la novela. Está vivo mientras escribo, lo
relegaré al pasado cuando concluya su historia. Me demoro en separarme de su
presencia cotidiana, no me resigno a aceptar que sus últimas palabras sean
consignadas y se resuelva finalmente en una foto más del álbum, que desaparezca
como esos amigos que se van y se diluyen en la memoria."
Pero, resignadamente, luego de corregir una y
otra vez pasajes ya revisados, en un solo día completó lo que restaba y colocó
el temido punto último que equivalía al punto de muerte para la relación íntima
con su personaje.
"Ya está, la cosa está hecha. Nabam está
terminado, qué feo me suena. Ahora, a intentar vivir sin mi demonio. Pero qué
dramática, yo que deploro las tragedias y esa penosa magnificación de las
cosas, me entrego a la lástima por mí misma y por nada. Pero me engaño. Es el
pudor, siempre ese pudor por los sentimientos lo que me obliga a intentar
mentirme a mí misma. Los sentimientos me avergüenzan como la exhibición de las
tragedias o la demostración de que al fin y al cabo yo tomo, también,
seriamente mis sufrimientos, aunque éstos sean bastante lastimosos y dignos más
de una sonrisa que de una lágrima. No es que no haya ocurrido nada, lo que me
sucedió no sucedió en el terreno de lo diurno, de lo tangible, pero esta
desazón, este pesar no son ficticios. Es un abandono, una carencia, y duele, me
duele.
A veces siento el impulso de retomar Nabam, de
agregar otro capítulo, de fingir que puedo tocarlo cuando íntimamente sé que
está completo y no puedo manipularlo sin perjudicar esa cosa de bruñido ya
realizado."
Quizás resulte innecesario referir que ella
estaba enamorada de Nabam. Se había enamorado de ese angel caído hermoso y
taciturno que página a página iba definiéndose como un ser negado al amor. Era
la seducción del amado inaccesible, acaso la más perversa porque al no ser
factible su satisfacción la transforma en una obsesión imposible de conjurar.
Ella sólo podía depositar su amor en ese demonio, y el demonio sólo podía amar
a Dios, que lo había expulsado de su amor.
Situación refleja, simétrica, insensata porque
el demonio a fin de cuentas no existía.
"Te extraño mi Nabam, cómo te extraño. Y no
es casual que extraño sea lo ajeno, lo diferente, lo alejado de uno y de sus
costumbres, y utilicemos el verbo extrañar para expresar el intolerable vacío,
la urgencia, el desesperado hueco que alguien deja en nosotros al marcharse.
Cuando uno extraña, es porque el extrañado se ha convertido en ajeno, alejado,
diferente, en un extraño."
Pasado un tiempo, dijo a sus amigos en tono de
broma que poco a poco había remitido la enfermedad, y que ya no buscaba a su
personaje por las calles ni esperaba hallarlo sentado en la silla de hierro de
la cocina. Contó que había comenzado a escribir algunos cuentos, y que tenía la
idea de una nueva novela.
Hay apuntes de esa novela, que recomenzó varias
veces, sin hallar el tono justo ni la forma de narrar la historia. Los
borradores revelan una escritura desganada, carente de inspiración, más de
trabajo de redacción impuesto que de novelista.
"No hallo placer en la escritura, no puedo
dejar el estilo de Nabam, su castellano antiguo, su fría observación a través
de frases corteses. No puedo creer en estos nuevos personajes intrascendentes,
meros personajes y no otra cosa, marionetas con los hilos al descubierto. Cómo
habría sonreído Nabam, siempre tan pronto a burlarse de mí, si hubiese leído la
frase 'marionetas con los hilos al descubierto'. Sin su mirada no puedo
soslayar estas frases estúpidas y gastadas. Para qué engañarme, no puedo
escribir este libro sin sombra, esta historia anecdótica e insustancial que
tanto esfuerzo me demanda y que tan poco vale."
No destruyó los borradores, pero los guardó
definitivamente y no volvió a escribir.
Sus conocidos dicen que ya no hablaba de Nabam,
y que continuó su vida sin demostrar la íntima sensación de vacío de la que
habla en su diario. Era quizás tan penosa para ella que no quería compartirla,
y más aun cuanto que pensaba que no había verdaderos motivos, ya que se repetía
que el demonio había sido un personaje en una trama y no había razones reales
para sentirse abandonada. Cabría preguntarse qué es la realidad, qué significa
esa palabra aplicada a los sentimientos.
"Trato de salir, de ver amigas, de volver a
la realidad. Me persigue un vacío helado, una soledad que me atemoriza, la
vergüenza de admitir ante mí misma que me enamoré de un ser inexistente y al
que yo misma di forma sólo con palabras. Cómo decir esto, como admitir esto si
no puedo confesármelo sin saber que es absurdo. Sin embargo, no es menos
doloroso por ser absurdo. No, no duele menos."
Fue entonces que tomó la resolución de
invocarlo. Tal vez lo meditó durante semanas, tal vez fue un impulso repentino.
Como sea, ningún rastro escrito queda de ello, y cada uno puede formarse su
propia opinión al respecto.
Repitiendo al personaje, repitiéndose a sí misma
si convenimos finalmente en que ella era el personaje de la novela, con una
tiza dibujó el círculo mágico y el pantaclo en el suelo, y pronunció su pedido
de comparescencia a la noche del martes, al aire inmóvil de la habitación, a
los improbables habitantes de esas oscuras regiones invisibles en las cuales no
creía.
Sabemos que su pedido fue satisfecho, y también
sabemos que no fue su demonio familiar, su doméstico acompañante quien apareció
atraído formado o conjurado por la letanía. Qué terrible espanto se alzó frente
a ella Dios nos guarde de saberlo. No fue posible reconocerla, pues su cadáver
estaba desperdigado en jirones de carne y cabello y vísceras ensangrentadas. De
nada había servido la pueril barrera de la línea de tiza, y la protección que
asegura el conjuro es seguramente un engaño más de los demonios, que se
complacen en juegos de esa naturaleza.
Ahora, en mis manos se encuentra la novela, y me
hallo con súbito horror buscando la figura de Nabam recostado en algún muro,
fumando en la silla de algún bar, respirando quedamente mientras hojea un
libro. Línea por línea conozco su rostro y su cuerpo, y es tan hermoso. Es tan
hermoso.
PÁGINA
3 – POESÍA ARGENTINA: SANTA FE
BELKYS
SORBELLINI
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
ELLA SONREÍA.
Ella sonreía, y esa sola expresión me colmaba de
felicidad.
ella levantaba sus manos y jugaba con las aves,
o tal vez, las aves acariciaban sus manos.
ella levantaba sus manos y jugaba con las aves,
o tal vez, las aves acariciaban sus manos.
Ella sonreía, y sus mejillas eran dos
melocotones de paz
y su cuerpo una metáfora.
y su cuerpo una metáfora.
Visualicé su mentón y quedé anclado en su ombligo
apoyé en su hombro mis pensamientos.
Me subyugó su frescura.
apoyé en su hombro mis pensamientos.
Me subyugó su frescura.
Ella sonreía y el mundo entero dejaba de ser una
contienda
ella sonreía y las aves en sinfonía magistral danzaban en vuelo.
ella sonreía y las aves en sinfonía magistral danzaban en vuelo.
Anidé en su figura, en su sonrisa, en su belleza
el fondo estelar de la noche pintaba un cuadro de sensaciones
porque ella sonreía y sus manos diseñaban en el espacio como aves.
el fondo estelar de la noche pintaba un cuadro de sensaciones
porque ella sonreía y sus manos diseñaban en el espacio como aves.
La noche dejaba de ser sólo la noche
el aire era un beso de terciopelo azul, soñado.
el aire era un beso de terciopelo azul, soñado.
Me embriagué de belleza, de amor, de noche y
estrellas
Sólo porque ella sonreía.
Sólo porque ella sonreía.
CARINA
SEDEVICH
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
14
Suena una alarma.
El calor, la ausencia, una rama de sauce:
¿qué hace que la alarma suene?
El perro del vecino llora.
Es la mañana de una nochebuena.
Un día giratorio,
más que otros.
Cegador como una vuelta al mundo.
Si fueras a perdonarme
escribiría una carta, hijo
de despedida.
Te diría que no encuentro la belleza
más.
Que me sequé.
Quisiera
rodearte de piel embarazada
para siempre.
Que te quedes así, en la tibieza.
Que tu vuelo
sea el vuelo del que nunca va a perder.
Hijo, si pudiera,
te dejaría el álbum grande de la vida
completo, con todas las figuritas,
sobre todo las difíciles.
Hijo, si pudiera,
repartiría mi cuerpo por tajadas
lo dejaría guardado en la heladera.
Hijo, si pudiera,
dejaría la palabra exacta
blanda y blanca como un cirio
cada noche en tu mesita.
Suena una alarma.
Pero no pasa nada.
Porque estas cosas no se anuncian.
CELIA
FONTÁN
(Rosario-Santa
Fe-Argentina)
LA FRONTERA
Como un sueño
recordado al ras del
alba,
donde hemos estado
viendo el mar:
un remoto paisaje
de acantilados,
el agua de las
rompientes
cayendo sobre los
automóviles,
en una ruta de paso de
frontera
así,
de ese modo,
hasta ella llegaban
las palabras perdidas
de una conversación
lejana
y ahora irrepetible.
En esa textura del
oleaje,
como si fueran 10
mismo el sueño, el mar,
una vieja conversación
sobre amoríos
devastados por la
inutilidad y el tiempo,
con un fondo de ruidos
de mar
de carreteras.
En esa levedad,
entre los materiales
apenas legibles de los
sueños
alguien cruza de nuevo
la frontera
vuelve a oír el agua
en las rompientes.
JORGELINA
PALADINI
(Rosario-Santa
Fe-Argentina)
ELEGÍA
A mi madre
No levantan vuelo las
alas de tus ojos
ni se pierde en el
aire
el tañido de campanas
de tu voz.
No esconde el viento
el dulzor naranja de
tu aliento
ni huye
con la última lluvia
el húmedo salitre de
tu lágrima
tampoco se desvanece
tu piel
en el remedo del
abrazo.
Estás más acá del
abrigo de la tierra
envolviendo tu
recuerdo mi figura
con el halo sutil de
tu presencia.
Estás aquí,
en el costado de mi
pecho
en la palma de mi mano
en el hueco de mis
brazos
en la saliva de mi
boca que te nombra
y te nombra…
y te nombra…
MARÍA
DEL ROSARIO ALARCÓN
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
AMANTE
GRAMATICAL
Tengo ganas
de amarte hoy, sin comas
olerte hoy,
sin puntos suspensivos
escucharte hoy,
mas allá de mi teclado,
llegarte hoy,
sorpresiva sin palabras.
de amarte hoy, sin comas
olerte hoy,
sin puntos suspensivos
escucharte hoy,
mas allá de mi teclado,
llegarte hoy,
sorpresiva sin palabras.
Tengo ganas
de buscarte hoy,
y escribir en gestos la poesía,
acunarte hoy,
en los valles de mis pliegues,
leerte hoy,
las historias que escriben
nuestras pieles.
de buscarte hoy,
y escribir en gestos la poesía,
acunarte hoy,
en los valles de mis pliegues,
leerte hoy,
las historias que escriben
nuestras pieles.
Tengo ganas
de tenerte hoy,
mucho en pocos besos
invadirte hoy,
en tu mundo en marejada
encontrarte hoy,
esa estrella guardó
los nombres que gritamos.
de tenerte hoy,
mucho en pocos besos
invadirte hoy,
en tu mundo en marejada
encontrarte hoy,
esa estrella guardó
los nombres que gritamos.
Tengo ganas amarte sin palabras
De abrazarte sin un punto y aparte
De besarte sin dos puntos seguidos
De saberte sin escondites de verbos
De entregarme hasta el final del cuento.
De abrazarte sin un punto y aparte
De besarte sin dos puntos seguidos
De saberte sin escondites de verbos
De entregarme hasta el final del cuento.
SANDRA
GUDIÑO
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
MUJER-POESÍA
Entra corriendo
tropieza con mi noche
de sueño ligero
planta una banderita
de libre en mis pestañas,
me espera cruzada de brazos
al borde del consuelo.
Entra corriendo
se abre paso
entre las sombras
de mis muertos,
recoge las huellas
del vacío entre distancias,
ensaya su primer vuelo.
Entra corriendo
tropelía en telaraña
de desgarros lentos,
embestida en hilachas viejas
colgadas de algún verbo.
Punto atrás para la sonrisa
de ojos negros.
Entra corriendo
arremete a horcajadas
de la primera lágrima,
amordaza el último olvido,
se exilia en mí,
íntima.
Espera.
Se arrodilla,
en franca reverencia,
besa mi mano derecha
y se marcha en silencio.
A veces vuelve.
SONIA CATELA
(Rosario-Santa Fe-Argentina)
LA CRÍA DEL CUERVO
Mi enemigo, el doctor Bursa -un juez que
actualmente persigue con saña cualquier delito menor que se comete en su
jurisdicción- y yo, de profesión enfermera, nos cruzamos en el tribunal
mientras subía atestiguar en su contra. Al enfrentarnos, escrutamos el espejo
del vínculo indescifrable que nos unió, y que no acaba de romperse. En cuanto a
los motivos por los cuales nació nuestra enemistad, debo adelantar que no se
originaron directamente en los hechos de la causa por la que se lo enjuicia,
partícipe de tortura. Apenas recuerdo el rostro de Bursa en aquellas sesiones
sobre cuyos detalles seré económica para no agobiar con el horror excesivo que
provocan camillas, espasmos de electricidad, almohadas sobre el rostro,
ausencias. Pero el juez estuvo en esa pieza de pisos de ladrillos, y tosía como
yo por el frío de aquel invierno, aunque él actuara totalmente vestido y a mí
me correspondiera un desempeño expuesto, sin prendas. Sé de su presencia como
sé que había paredes: por su voz. Su bigote era oscuro veinte años atrás, y yo
ignoraba que se trataba de un juez. Me enteré hace una semana, al tropezarme
con su imagen en una entrevista publicada por el periódico local.
Cuando me tenía que desvestir, antes de que me
acostaran, el juez Bursa aguardaba, a mis espaldas, con un grabador o un
cuaderno. Se quedaba todo el tiempo de la sesión; también lo sé porque en
tanto, me interrogaba. Recuerdo que me preguntaba qué libros leía. Yo pensaba
los títulos que le confiaría y mi cuerpo se encargaba de los espasmos de su
desintegración. Durante los preparativos de una de esas sesiones, mientras el
oficial a cargo preparaba o renovaba sus elementos, el juez comenzó a contarle
a su compañero un sueño que había tenido. Debía atravesar una especie de lago,
llevando un ave muerta, un pollo, destinado no sabía a qué. Se introdujo en el
agua y nadó mirando hacia abajo, hacia el espeso líquido profundo, oscuro.
Cuando ya divisaba la orilla, el envoltorio se le cayó y con repugnancia él
debió sumergirse en la tenebrosidad a buscar el animal. El corazón se me paró
en un hilo: yo acababa de soñar idéntica historia o situación, la noche
anterior. También había experimentado angustia. Enseguida, el oficial se acercó
y me vendó la cara y el juez tomó el lápiz y me preguntó qué me parecía Gramsci
y si conocía personalmente el cuartel de Santucho. Pero no pude abandonar las
disquisiciones sobre la abominable coincidencia de nuestros sueños: todo lo
demás -hasta el dolor-, pasó a un segundo plano, al menos durante un instante.
Cuando al día siguiente me acostaron de nuevo en la camilla, en tanto me
maniataban, deseé que el juez no hablara, que no dijera que había soñado con
una valija que al abrirse, contenía una laguna con muñones de árboles y el agua
se desbordaba e inundaba todo mientras yo -es decir, él- forcejaba sin poder
volver a cerrar la tapa para contener el torrente; lo oí relatar exactamente el
mismo escenario. El sueño se refractaba en nuestros inconscientes.
A la tercera sesión, recostada y con ojos
vendados, me le adelanté: "-Levanto la cabeza, y en el cielo un ómnibus
deteriorado y un auto vuelan; le pregunto al alguien, a mi lado si vemos lo
mismo. 'No es la primera ocasión', me responde el hombre". El juez se
desborda: -Mierda-, exclama, -yo contesté eso -. Pero el oficial se inclina
sobre mí, ajusta mis muñecas con las correas y Bursa se recompone y me
interroga acerca de presuntas vinculaciones con Agustín Tosco. El problema es
ese "yo". En el encuentro posterior, vuelvo a anticiparme y relato lo
que soñé. El juez se descontrola y se abalanza como para abofetearme. Pero
congela su palma contra mi mejilla, vacila y se retira. En cambio el oficial no
detiene su trabajo. A veces se queja del frío excesivo, y también, del exceso
de trabajo.
En lo sucesivo, se renueva el tormento de
verificar la aberrante exactitud onírica que reproducimos. El juez comienza a
tratar con prepotencia al oficial. Ha entablado conmigo una suerte de alianza
provisoria, hasta que decida su opinión. Yo, directamente, no sé qué rumbo
tomar con mis conjeturas. La sexta jornada comienza con su narración de las
aventuras del sueño. En su transcurso se ha producido nuestro primer encuentro,
un encuentro breve, en medio de la multitud de una calle santafesina. Bursa
camina delante, de espaldas; de repente gira la cabeza y me dice con claridad:
"el río". ¿Qué es esto? Del relato de la sucesiva sesión me ocupo yo,
mientras yazgo en la camilla: nos hallamos nuevamente juntos, en la ribera. Nos
asomamos a la baranda, mientras el torbellino marrón se agolpa y corre. Es
curioso. Lo único que hacemos es observar el agua, pero esperamos que pase un
cadáver, digo. Eso aguardamos en la costanera, inclinados hacia el cauce, sin
hablarnos. Un cadáver. Pero el juez interrumpe mi relato e inquiere: cuando en
el precedente episodio él mencionó "el río" ¿se trataba de una cita?
Lo ignoro.
La noche próxima, el cadáver esperado emerge de
las aguas.
Pertenece a una adolescente desnuda.
-No siga-, se encrespa Bursa. Afirma que deformo
los hechos. Le señalo que no se trata de sucesos, sino de una creación de
nuestras mentes. Continúo: El cadáver desnudo presenta golpes y un par de
heridas alrededor de los pezones; de ellas mana sangre. A la chica le han
amputado las manos. El juez niega. Me ratifico, segura de lo que vi. Bursa
resiste: "es una trampa", se exaspera.
No. Es apenas un sueño. Aunque quizá sea
también, un secreto. -Esto debe acabarse sin demoras, dictamina él. Repite que
se trata de una celada. Lo arrastra al oficial de la camilla y le murmura algo
en el oído. Se escucha el rechazo del militar: "no me dé órdenes".
Bursa pretende zamarrearlo pero como el otro lo empuja, me mira por última vez,
con rabia, y se retira. No reaparece. Ya no sé si coincide conmigo, por las
noches. ¿Seguiré sus itinerarios secretos? ¿Le transmitiré los míos? Por una
decisión política ajena a ambos, me transfieren a un centro de detención en Buenos
Aires de donde, afortunadamente, resulto liberada. Diez años después reconozco
a este hombre en el periódico y me presento espontáneamente a declarar como
testigo. Ahora, me miro con el Juez Bursa, en el Tribunal. Cuando paso a su
lado, para subir al estrado, musita: -Me alegro de que viva. -No puedo decir lo
mismo de usted- replico. Nos observamos con exasperación, fragmentos de un
espejo roto pero común. -Me alegra de que siga viva- repite él, lento, y ese
"me alegro" es advertencia y serán quizá, represalias, aviso de algo
que él conoce y yo no. Dejo de reflejarme en él. Retomo impulso y me encamino a
acusarlo.
PÁGINA 5 – POESÍA
ARGENTINA: SANTA CRUZ
JORGE
CURINAO
(Río
Gallegos-Santa Cruz-Argentina)
COMEDOR
ESCOLAR
Mujeres
sin tiempo ni lugar.
Oración confusa de mis hijos.
Tan lejos de los reyes magos
y los cumpleaños felices
de las canciones de cuna
y los besos al dormir.
El mismo dolor nos acaricia
Mujeres
sin tiempo ni lugar.
Oración confusa de mis hijos.
Tan lejos de los reyes magos
y los cumpleaños felices
de las canciones de cuna
y los besos al dormir.
El mismo dolor nos acaricia
NOHRA LEONOR FUEYO
(Puerto
San Julián-Santa Cruz-Argentina)
EL
ALMA
I
Esperó la hora de los pájaros y levantó vuelo
no sabía que las costumbres eran otras…
El viento le frenó las alas al doblar la esquina
y quedó suspendida en el aire como una partícula
de ingenuo polvo, liviano y pardo.
Los pájaros giraron brevemente y burlaron el soplo,
el alma renunció a la libertad… y en breve caída
se introdujo en el aburrido y metódico cuerpo.
Tendría que aguardar el momento final…
II
Aquel otoño llegó con cierto desgano
… a regañadientes…
El alma esperó la hora de los pájaros
en que el cielo enrojecía azorado de alas.
El cuerpo dibujó una puerta muda y gris
…a regañadientes…
I
Esperó la hora de los pájaros y levantó vuelo
no sabía que las costumbres eran otras…
El viento le frenó las alas al doblar la esquina
y quedó suspendida en el aire como una partícula
de ingenuo polvo, liviano y pardo.
Los pájaros giraron brevemente y burlaron el soplo,
el alma renunció a la libertad… y en breve caída
se introdujo en el aburrido y metódico cuerpo.
Tendría que aguardar el momento final…
II
Aquel otoño llegó con cierto desgano
… a regañadientes…
El alma esperó la hora de los pájaros
en que el cielo enrojecía azorado de alas.
El cuerpo dibujó una puerta muda y gris
…a regañadientes…
Con
dedos de niebla ella corrió el cerrojo
y se soltó con posesiva y torpe lentitud
…a regañadientes…
y se soltó con posesiva y torpe lentitud
…a regañadientes…
¿A
dónde ir ahora…?
PEDRO CARRIZO
(Río Turbio-Santa Cruz-Argentina)
AVENIDA
ROCA
Y el silencio es una mancha de sangre incorregible
Y el silencio es una mancha de sangre incorregible
Hay cadáveres que son tan divertidos!
que golpean con sus huesos de sapos
golpean en sienes los asfaltos,
que dibujan tactos en la noche
y galopan invisibles en misterios.
Ellos tan divertidos
tan cómicos
que tienen la inquietud de un niño
traspasando las paredes,
se escapan trémulos de sus epitafios
claros, vencidos, anónimos.
Buscando en el aroma de la sangre
de petrificada insignia invertebrada
el acero de la carne hacedora.
Son cadáveres tan divertidos y llenos de vida
que aún buscan modernos de plumas
con la pausa del grito
a las raíces venerantes de la roca.
Son tan divertidos como insatisfechos
Oh!! Indio poeta
sobre sepulcros vendados
donde revienta la sangre invisible
que nos mancha.
PATRICIA
SAMPAOLI
(Caleta
Olivia-Santa Cruz-Argentina)
RES
IPSA LOQUITUR (el asunto es bastante obvio)
Frente al espejo
me lleno los ojos de mí misma
y me doy cuenta:
no se pueden resistir
las máculas del tiempo
que escurren claroscuros en la piel
Frente al espejo
me lleno los ojos de mí misma
para reconocerme desde adentro
y decirme que soy yo con otra máscara
Una máscara mustia
Y el espejo
manosea
magulla
azota
mi reflejo
Pero el espejo miente
yo soy la misma
Sólo le parece
al que mira
que me estoy yendo
Todo va por afuera
Mocedad perdida
maridaje marchito de perfil y frescura
Le hago un guiño al espejo
Entre los dos
embaucamos al que observa
porque yo soy la misma
la que mira
la que piensa
la que siente
La que no se refleja
por adentro
la que sigue igual
Hasta que la efigie
que esconde el tiempo
repentinamente
se haga cierta en lo interno
y yo luzca igual frente al espejo
por afuera y por dentro
Entonces sin ornatos
como cuando nací
y no traía otra ropa
que una piel remojada
partiré hacia el pasado
con la huella de fotos
pero sin el vislumbre del espejo
Frente al espejo
me lleno los ojos de mí misma
y me doy cuenta:
no se pueden resistir
las máculas del tiempo
que escurren claroscuros en la piel
Frente al espejo
me lleno los ojos de mí misma
para reconocerme desde adentro
y decirme que soy yo con otra máscara
Una máscara mustia
Y el espejo
manosea
magulla
azota
mi reflejo
Pero el espejo miente
yo soy la misma
Sólo le parece
al que mira
que me estoy yendo
Todo va por afuera
Mocedad perdida
maridaje marchito de perfil y frescura
Le hago un guiño al espejo
Entre los dos
embaucamos al que observa
porque yo soy la misma
la que mira
la que piensa
la que siente
La que no se refleja
por adentro
la que sigue igual
Hasta que la efigie
que esconde el tiempo
repentinamente
se haga cierta en lo interno
y yo luzca igual frente al espejo
por afuera y por dentro
Entonces sin ornatos
como cuando nací
y no traía otra ropa
que una piel remojada
partiré hacia el pasado
con la huella de fotos
pero sin el vislumbre del espejo
SACAMATA CARLOS
(El
Calafate-Santa Cruz-Argentina)
DE
CUERPO Y ALMA
(mitología tehuelche)
Elal
nació
cerca
del río
Senguerr
como hijo
del horror
y tentativo
nieto
del incesto.
Creador
del país
Aónikenk,De Sésom,
"La vieja
del cielo"
la que mira
el tatuaje
en la muñeca,
jueza implacable
de los muertos.
De Karut
un paisano
poderoso
dueño
del trueno,
el rayo,
la lluvia
y la tormenta
¡guay!
de la gente
que él no quiera.
De Keénguenkon
dueña
del avestruz
y del guanaco
macho
que riñen
a muerte
con los hombres,
Mujer-Luna
Culto
de la buena
lluvia,
salud
del toldo
a contracara
del espanto.
Del
Nefasto Máip
que gira
de Este a Oeste,
que grita
que silva
como indio
que está penando retumban
las boleadoras
contra el piso
es tiempo
de volver
a tus cuevas
renegridas de males.
De Ajchum
espíritu
de la fuente
sulfurosa,
temor
de niños
y mujeres,
dueña
del calafate,
señora
de los grandes
lagos,
potencia
demencial,
a veces
los duendes
del idioma
la pintan
de rojo.
De Kéronkeuken
Espíritu –guía-
del siniestro
brujo,
negro pájaro
gigante
que dando vueltas
al rancho
extrae
la vida
del hombre,
burlesco
bebedor
de lágrimas
maternales.
De Uámenk
buscador
del alma –sombra
del enfermo,
su don
multicolor
frasea
el redondo
poder
lítico
dentro
de la sonaja
de cuero,
sobreviviente
de tres días
solitarios
entre
el puma,
el cóndor
y los espíritus
malignos...
Así diciendo,
cuando todo
era
"Agua Linda"
y Elal
construía
su toldo
con estrellas
azules...
(mitología tehuelche)
Elal
nació
cerca
del río
Senguerr
como hijo
del horror
y tentativo
nieto
del incesto.
Creador
del país
Aónikenk,De Sésom,
"La vieja
del cielo"
la que mira
el tatuaje
en la muñeca,
jueza implacable
de los muertos.
De Karut
un paisano
poderoso
dueño
del trueno,
el rayo,
la lluvia
y la tormenta
¡guay!
de la gente
que él no quiera.
De Keénguenkon
dueña
del avestruz
y del guanaco
macho
que riñen
a muerte
con los hombres,
Mujer-Luna
Culto
de la buena
lluvia,
salud
del toldo
a contracara
del espanto.
Del
Nefasto Máip
que gira
de Este a Oeste,
que grita
que silva
como indio
que está penando retumban
las boleadoras
contra el piso
es tiempo
de volver
a tus cuevas
renegridas de males.
De Ajchum
espíritu
de la fuente
sulfurosa,
temor
de niños
y mujeres,
dueña
del calafate,
señora
de los grandes
lagos,
potencia
demencial,
a veces
los duendes
del idioma
la pintan
de rojo.
De Kéronkeuken
Espíritu –guía-
del siniestro
brujo,
negro pájaro
gigante
que dando vueltas
al rancho
extrae
la vida
del hombre,
burlesco
bebedor
de lágrimas
maternales.
De Uámenk
buscador
del alma –sombra
del enfermo,
su don
multicolor
frasea
el redondo
poder
lítico
dentro
de la sonaja
de cuero,
sobreviviente
de tres días
solitarios
entre
el puma,
el cóndor
y los espíritus
malignos...
Así diciendo,
cuando todo
era
"Agua Linda"
y Elal
construía
su toldo
con estrellas
azules...
SHEILA LINCHESKI
(Caleta Olivia-Santa Cruz-Argentina)
MI FLOR MARCHITA (sueño
de almas)
El
lento caminar entre las estrellas deslumbraba su bello rostro con la luz de la
luna. Su tez, resaltaba solemne, apartada de tanta oscuridad. Sus ojos,
brillantes entre albas y marrones, se extinguían y hasta desaparecían dejando
apenas un pertinaz humo grisáceo, al son de lejanos casqueos de ramas ya
consumidas.
Terminó atravesándome con su mirada, y fue cuando mis defensas no resistieron tanta dulzura, tras lo cual desplegué un suspiro… casi al mismo tiempo que él dejó caer su cabeza sobre mi hombro mostrando un hermoso cabello negro.
Quiso decir unas palabras, pero un incesante zumbido lo detuvo. Eran las nueve; hora de despertarse y dejar de soñarlo.
Sin embargo, él logra que me pierda en todo tipo de sueños; que sea inevitable recordarlo.
Es una belleza inquietante, pura y digna de aquellas personas que descolocan el aura de sólo pensarlas.
A eso le llamo amor. Él es sinónimo de amor, sin más que decir.
¿Pero saben lo mejor?
Su mirada es el zoológico que hace revivir mi estómago.
Sus labios son los que me hacen descender a la locura, o hasta las nubes de un nuevo paraíso desconocido; aquellos que a veces se vuelven realidad.
La belleza es un complemento que implica tantas variedades… pero él, una vez más, es quien las unifica a todas.
¿Es amor lo que siento?
¡Pero sí! ¡En realidad, el amor no es siquiera similar a lo que yo siento por él!
Las situaciones se vuelven raudas una vez más, pero me quedo en mi lugar esperando tu dulce llegada.
Entre suspiros y silencios, quiero que me leas.
¡Léeme a mí! ¡Léeme la mirada, lee lo que siento!
Mira como muerdo las estrellas cada vez que miro el cielo y bailo con la Luna mientras te pienso.
Mira cómo se funde el hielo al chocar con esos labios de la desidia que me pierden en frugales sueños inquietantes.
Mira cómo tu alma me penetra en el acné y convierte al tiempo en un flagrante fugitivo.
Pero es que yo no sé nada de por acá. Necesito a mi guía de siempre.
Necesito un despertar; un renacer lento.
Necesito del aire; necesito de mi musa para revivir y fusionar un par de almas en un frenesí lejano, pero existente entre dos almas que perduran para siempre.
Mientras tus gemidos conforman las notas que mis besos no pudieron interpretar cuando hacíamos el intento de una lujuriosa sinfonía juntos, tendrás que saber algo:
yo seré la dueña de la tinta y el papel, pero la poesía siempre serás vos.
Terminó atravesándome con su mirada, y fue cuando mis defensas no resistieron tanta dulzura, tras lo cual desplegué un suspiro… casi al mismo tiempo que él dejó caer su cabeza sobre mi hombro mostrando un hermoso cabello negro.
Quiso decir unas palabras, pero un incesante zumbido lo detuvo. Eran las nueve; hora de despertarse y dejar de soñarlo.
Sin embargo, él logra que me pierda en todo tipo de sueños; que sea inevitable recordarlo.
Es una belleza inquietante, pura y digna de aquellas personas que descolocan el aura de sólo pensarlas.
A eso le llamo amor. Él es sinónimo de amor, sin más que decir.
¿Pero saben lo mejor?
Su mirada es el zoológico que hace revivir mi estómago.
Sus labios son los que me hacen descender a la locura, o hasta las nubes de un nuevo paraíso desconocido; aquellos que a veces se vuelven realidad.
La belleza es un complemento que implica tantas variedades… pero él, una vez más, es quien las unifica a todas.
¿Es amor lo que siento?
¡Pero sí! ¡En realidad, el amor no es siquiera similar a lo que yo siento por él!
Las situaciones se vuelven raudas una vez más, pero me quedo en mi lugar esperando tu dulce llegada.
Entre suspiros y silencios, quiero que me leas.
¡Léeme a mí! ¡Léeme la mirada, lee lo que siento!
Mira como muerdo las estrellas cada vez que miro el cielo y bailo con la Luna mientras te pienso.
Mira cómo se funde el hielo al chocar con esos labios de la desidia que me pierden en frugales sueños inquietantes.
Mira cómo tu alma me penetra en el acné y convierte al tiempo en un flagrante fugitivo.
Pero es que yo no sé nada de por acá. Necesito a mi guía de siempre.
Necesito un despertar; un renacer lento.
Necesito del aire; necesito de mi musa para revivir y fusionar un par de almas en un frenesí lejano, pero existente entre dos almas que perduran para siempre.
Mientras tus gemidos conforman las notas que mis besos no pudieron interpretar cuando hacíamos el intento de una lujuriosa sinfonía juntos, tendrás que saber algo:
yo seré la dueña de la tinta y el papel, pero la poesía siempre serás vos.
PÁGINA 6 – NARRATIVA
BREVE
JORGE
M.TAVERNA IRIGOYEN
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
PASIONES
Tácita
López es apasionada de los horóscopos. Y si bien no se crucifica por las
predicciones, con un lápiz rojo subraya lo que le parece más posible para ella.
Lee que la semana se le presentará favorable. Sale a la calle y un auto la pasa
por encima. Sobre la mesa, la revista abierta anuncia que un golpe le traerá
sorpresa.
Descubrió
lo que es la pasión cuando le regalaron un libro de Gustavo Adolfo Bécquer. Se
duerme con él entre las manos. Va a pasear mientras recorre sus páginas. En la
bolsa del supermercado lo incluye siempre. Pero hoy sucedió algo extraño. Le
dieron el primer beso y sintió que le faltaba fuego. Que eso no era amor.
El
odio le ha dado tal fuerza que está siguiendo un curso de antropofagia por
correo.
Le
apasiona el agua. En el agua revive, sueña, se transporta. Y en su piel han
comenzado a salir escamas. Cuando el dermatólogo diagnostica ictiosis, el
hechizo se rompe.
Cristian
I, rey de Suecia, lo fue también de Noruega y Dinamarca. Dicen que le apasionaba
la música y que cierto dá, laúd en mano, salió a recorrer sus posesiones y cayó
en una trampa para lobos. Sólo el laúd lo salvó de ser devorado: cuando lo
hallaron, estaba en un círculo de bestias extasiadas. Dicen también que un lobo
fue a vivir a palacio y es quien le cuida el instrumento.
El horizonte que no
llega ha cumplido su ciclo. Dio oportunidades a unos y a otros, pero por lo
mismo que su sino está trazado, poco se han realizado sus aspiraciones. Los
desahuciados quedaron esperando. Los amantes del absurdo se contrariaron un
tanto por la escacez de oportunidades. Las criaturas transparentes –que las
hay- no fueron vistas prácticamente por nadie. Y los evadidos de la realidad,
los que sueñan con la ficción, cumplieron sus sueños tan sólo a medias.
Quedaron seres sin destino, que pocos consideran. Y hubo por ahí intentos de
amores trasnochados, que quién sabe en qué paisajes quedaron.
El horizonte que no
llega fue, en tal sentido, perfecto a los errores. Y las dilaciones que no se
concretan, por la misma razón que están desarticuladas del tiempo, hicieron lo
propio para que el horizonte no llegara.
Queda la ilusión,
siempre, que algún lector iluminado logre revertir parte de estos destiempos y
reubique escenarios. Ahí, recién ahí puede que algún protagonista recalifique
su rol. Y ya sin ataduras, alcance el valor de personaje de determinada acción,
que no supo concretar, paternalmente, su autor.
PÁGINA 7 – POESÍA
ARGENTINA: ENTRE RÍOS
JUAN
MENEGUÍN
(Concordia-Entre
Ríos-Argentina)
BAHÍA GANSO VERDE
Así
descubrirás ahora
—es probable— todos estos cielos
esa materia donde golpearan,
como sobre una diferente trama tantas pulsaciones
—latido y corazón de la vieja tierra—
diluidas, siempre diluidas hacia otra sustancia,
aquello en que desde extraño futuro
habría de ser el recuerdo de tus pasos en las arenas,
la textura de renacido mar negándote las huellas
y un viento de yodo sobrevolando poblaciones litorales...
—es probable— todos estos cielos
esa materia donde golpearan,
como sobre una diferente trama tantas pulsaciones
—latido y corazón de la vieja tierra—
diluidas, siempre diluidas hacia otra sustancia,
aquello en que desde extraño futuro
habría de ser el recuerdo de tus pasos en las arenas,
la textura de renacido mar negándote las huellas
y un viento de yodo sobrevolando poblaciones litorales...
Y
sin embargo, nadie
—lo sabrás mil años más tarde—
dará testimonio de esta costa,
de ese pueblo de pescadores entre la bruma lejos
donde la fritura de pescado exige una sed de cerveza,
en esos bares donde nadie dará testimonio sin embargo
cuando tus pasos sorprendan risas de amantes entre las dunas,
el tridente de rocas que se interna en la noche marítima,
el airecito como irresponsable
que oculta revela oculta las estrellas del Atlántico,
y aquellos viejos bares de madera despintados
que están como llamándote,
como llamándote aquellas mujeres frívolas y elegantes
que regresan a sus whiskys de atardeceres lentos,
al lino blanquísimo, la finura del gesto,
y aquella conversación sólo murmurada y cómplice...
como llamándote esas marinas
cuando los pescadores de sarda habrían de volver
desde la línea de las ochenta brazas...
—lo sabrás mil años más tarde—
dará testimonio de esta costa,
de ese pueblo de pescadores entre la bruma lejos
donde la fritura de pescado exige una sed de cerveza,
en esos bares donde nadie dará testimonio sin embargo
cuando tus pasos sorprendan risas de amantes entre las dunas,
el tridente de rocas que se interna en la noche marítima,
el airecito como irresponsable
que oculta revela oculta las estrellas del Atlántico,
y aquellos viejos bares de madera despintados
que están como llamándote,
como llamándote aquellas mujeres frívolas y elegantes
que regresan a sus whiskys de atardeceres lentos,
al lino blanquísimo, la finura del gesto,
y aquella conversación sólo murmurada y cómplice...
como llamándote esas marinas
cuando los pescadores de sarda habrían de volver
desde la línea de las ochenta brazas...
pero
salvo esas metalurgias
retorcidas y devoradas por el salitre,
—pesqueros encallados donde aún persista el viento
jirones hilachas de óxido robados lentamente—
salvo aquellos pájaros tardíos en el crepúsculo
nada podrías alterar, aunque rompieras la mirada,
esos relojes curvados de la relatividad
que dejaran escapar un tiempo de muy lejanas aguas,
poco podrás salvar de tanto naufragio,
apenas un camino entre colinas en la niebla
y toda esa niebla como distancia inasible a cualquier fortuna
seguir y seguir, pese a todo, resignado en invocar el milagro,
la llegada de alguien
olores familiares que regresen desde olvidadas lloviznas,
esa calandria que vuelve a cruzar hacia los árboles de más allá
y el mismo viento-mundo que en la noche de Punta del Diablo
nos habría de traer todas las estrellas del Sur
y el mundo como recién nacido,
cuando las huellas de tus pasos en las arenas
y el mar como negándote las huellas,
salvo todo eso, nada habría de alterarse
aunque rompieras la mirada
y tus pasos regresen a la calle de los bares
cuando un relámpago helado viene hacia el lado izquierdo de la visión
y es bruma de camarones acribillada por sola ráfaga de Mirages,
plateadas líneas de flotación perforadas sobre el frío
y entre el frío pobres pastizales resistiendo
sin embargo al viento que jamás descansaría los ojos de quien llegara
para descubrir tanta soledad en aquellas colinas,
en aquella bahía Goose Green,
donde habría de andar como un resplandor de aluminio
buscando una cabecera de playa
con infantes muertos en el oleaje,
y en la bruma enrojecida un silbido de rockets
regresa como un reloj discontinuo en una mente enferma,
como el surco quebrado en medio de la fanfarria,
como una lección tonta repetida de memoria,
regresa como una generación intolerable de fractales,
como el engranaje donde falla un diente,
como buscando desde un chip averiado
un pueblo de pescadores y el Atlántico bajo la noche
y una playa donde siempre estarás volviendo
a las huellas de tus pasos en las arenas
y al mar que seguirá como negándote las huellas.
retorcidas y devoradas por el salitre,
—pesqueros encallados donde aún persista el viento
jirones hilachas de óxido robados lentamente—
salvo aquellos pájaros tardíos en el crepúsculo
nada podrías alterar, aunque rompieras la mirada,
esos relojes curvados de la relatividad
que dejaran escapar un tiempo de muy lejanas aguas,
poco podrás salvar de tanto naufragio,
apenas un camino entre colinas en la niebla
y toda esa niebla como distancia inasible a cualquier fortuna
seguir y seguir, pese a todo, resignado en invocar el milagro,
la llegada de alguien
olores familiares que regresen desde olvidadas lloviznas,
esa calandria que vuelve a cruzar hacia los árboles de más allá
y el mismo viento-mundo que en la noche de Punta del Diablo
nos habría de traer todas las estrellas del Sur
y el mundo como recién nacido,
cuando las huellas de tus pasos en las arenas
y el mar como negándote las huellas,
salvo todo eso, nada habría de alterarse
aunque rompieras la mirada
y tus pasos regresen a la calle de los bares
cuando un relámpago helado viene hacia el lado izquierdo de la visión
y es bruma de camarones acribillada por sola ráfaga de Mirages,
plateadas líneas de flotación perforadas sobre el frío
y entre el frío pobres pastizales resistiendo
sin embargo al viento que jamás descansaría los ojos de quien llegara
para descubrir tanta soledad en aquellas colinas,
en aquella bahía Goose Green,
donde habría de andar como un resplandor de aluminio
buscando una cabecera de playa
con infantes muertos en el oleaje,
y en la bruma enrojecida un silbido de rockets
regresa como un reloj discontinuo en una mente enferma,
como el surco quebrado en medio de la fanfarria,
como una lección tonta repetida de memoria,
regresa como una generación intolerable de fractales,
como el engranaje donde falla un diente,
como buscando desde un chip averiado
un pueblo de pescadores y el Atlántico bajo la noche
y una playa donde siempre estarás volviendo
a las huellas de tus pasos en las arenas
y al mar que seguirá como negándote las huellas.
LILÍ
MUÑOZ
(Victoria-Entre
Ríos-Argentina)
HOMBRE DE SOL Y LLUVIA
Hombre de sol y lluvia,
de sonrisa de pan
entre tibios mezcales;
de maíz y de niebla,
de roca tutelar
y de niñas con hambre
ya desnudas.
de sonrisa de pan
entre tibios mezcales;
de maíz y de niebla,
de roca tutelar
y de niñas con hambre
ya desnudas.
Mi sed deambuló por las entrañas
de la casa grande.
Reconocí árboles azules,
rotundas orquídeas,
buganvillas de seda
que enamoran apenas aquel muro
y maquillan soleadas
las absurdas pobrezas.
de la casa grande.
Reconocí árboles azules,
rotundas orquídeas,
buganvillas de seda
que enamoran apenas aquel muro
y maquillan soleadas
las absurdas pobrezas.
Hombre de sol y sombra,
la estrella de la tarde
riela surcos de estela
entre los surcos.
Por el país de nubes
retumban sin pudor
voces silentes
(los otros, los que llegaron,
vuelven,
cadenciosos y hediondos).
la estrella de la tarde
riela surcos de estela
entre los surcos.
Por el país de nubes
retumban sin pudor
voces silentes
(los otros, los que llegaron,
vuelven,
cadenciosos y hediondos).
Al alba
—siempre habrá un alba, Federico—,
el rocío, mi rocío
hizo extraño el olvido.
Merodeé sin descanso recovecos y tripas
hurgué candores
el sendero fue escándalo
y el regreso un error.
—siempre habrá un alba, Federico—,
el rocío, mi rocío
hizo extraño el olvido.
Merodeé sin descanso recovecos y tripas
hurgué candores
el sendero fue escándalo
y el regreso un error.
Pura cresta de sal
temor deseante.
Cada quién, cada uno
tendió su espera sin mantel
y arrimó —como pudo—
un tanto de maíz
algo de carne y
vino
no,
no faltó.
temor deseante.
Cada quién, cada uno
tendió su espera sin mantel
y arrimó —como pudo—
un tanto de maíz
algo de carne y
vino
no,
no faltó.
Fue creciendo la arcilla.
MIGUEL
CARLOS GONZÁLEZ
(Federal-Entre
Ríos-Argentina)
SIESTA SIN ÁNGEL
Al calor de la siesta nos juntamos
silbándonos de lejos.
Nada nos inquietaba
porque uno se acordó que la monjita
durante el catecismo
había dicho que Dios estaba lejos
“allá en los cielos”.
Y si Dios ni nos mira- dijo el Vago-
ya nos podemos ir hasta el arroyo
sin que nadie nos rete.
Como Adanes tostados
saltábamos al agua (chapoteo, risas, gritos)
En nuestro imaginario
éramos tararira, yacaré, palometa…
Y todo era jolgorio, hasta que Támaro
resbaló en una rama humedecida
y cayó, desarmado, desde el árbol.
Primero lo aplaudimos. Al ver que no salía
varios nos zambullimos a buscarlo
y cuando lo sacamos entre cuatro
ya estaba casi azul, pero pudimos
hacerlo respirar. Quedó muy quieto.
Un pesado silencio nos nubló la alegría.
Nos volvimos callados.
En el camino el Gringo preguntó
¿y en dónde mierda estaba el ángel de la guarda?
Le respondió Mosquito: tal vez nos ayudó
de abajo ‘el agua…por eso no lo vimos…
Los demás no quisimos discutir su confianza
y ya no hablamos más.
MIRTA
GAZIANO
(Diamante-Entre
Ríos-Argentina)
ALLÍ ESTARÉ
Camino, si
quizás no lleve tu ritmo
ni tu misma dirección, pero camino,
y mi andar en nada se parece
solo crece con la necesidad natural de darlo todo.
quizás no lleve tu ritmo
ni tu misma dirección, pero camino,
y mi andar en nada se parece
solo crece con la necesidad natural de darlo todo.
Para seguirme
busca mi estrella
ella podrá guiarte
o las huellas que seguramente voy dejando.
busca mi estrella
ella podrá guiarte
o las huellas que seguramente voy dejando.
Para seguirme
procura escuchar al ruiseñor que me acompaña
ve los cúmulos de nubes que me envuelven
déjate acariciar el rostro por la brisa.
procura escuchar al ruiseñor que me acompaña
ve los cúmulos de nubes que me envuelven
déjate acariciar el rostro por la brisa.
Fíjate en la luna
estriada de la lluvia
que felizmente me secunda
ve los montículos de arena blanca
donde quedan las huellas de mis pies descalzos.
que felizmente me secunda
ve los montículos de arena blanca
donde quedan las huellas de mis pies descalzos.
Verás rastros de
líquenes en frondosos bosques
y un abra,
¡ah!, un abra formidable
apertura desde lo alto
cumbre estelar tocar el cielo con las manos.
y un abra,
¡ah!, un abra formidable
apertura desde lo alto
cumbre estelar tocar el cielo con las manos.
Ventana abierta sin
marcos ni persianas
espacio abierto
estremecedor estrépito de vida
allí festejaremos el encuentro
¡allí estaré!
espacio abierto
estremecedor estrépito de vida
allí festejaremos el encuentro
¡allí estaré!
MIGUEL
ANGEL FEDERIK
(Villaguay-Entre
Ríos)
CUANDO BAJE EL GUALEGUAY
Cuando
baje el Gualeguay,
cuando deje de cortejar nidales ateridos
y regrese entre balsas de hojitas a su caja de greda;
cuando baje el Gualeguay,
cuando vuelva del aguaribay y las lagunas,
la boca llena de pimientas y de oros del celaje;
cuando vuelva el azul al ojo de las vacas
y el moscardón verifique con el sonar de sus bajos
el sepia lento de sus barrancas curvas,
cuando baje el Gualeguay;
cuando recobren su sintaxis las urdimbres del sauce
las palabras serán piedritas de colores en la orilla.
Cuando música y eco de palas de remos
de canoas invisibles reverberen entre vapores y colinas,
cuando baje el Gualeguay.
Cuando baje el Gualeguay
y las garzas impriman en arcilla morada
las notas de la canción que termina
donde comienza el vuelo; cuando el sarandí abanique las faldas de las hadas fluviales
y ensayen sus letanías la madre biguá,
la madre crespín, la madre iguana
y todas las madrecitas de la ribera aparecida,
cuando baje el Gualeguay;
cuando la capibara sacuda el barro de sus tetas
y el río huela a pisingallos y azufre
con la orquesta en su punto, con el agua en su flecha;
cuando baje el Gualeguay
y yeguas de cobre bañadas en rocío
retocen entre perros de luz y palmares de hondura;
cuando baje el Gualeguay,
cuando olvide de su condición de hijo único
y por leguas de niebla levite
ante el piadoso bisbiseo de los desamparos;
cuando todo huela a leche de tases,
a piel de guazuncho, a lana mojada, a boga con luna,
a jabones del aire, a leña verde de trapos colgados…
Cuando baje el Gualeguay,
veré el volcán con palitos de la hormiga,
las ruinas del mandala de las arañas del monte,
el ay de las criaturas ahogadas en la luz y en el aire.
Cuando baje el Gualeguay,
iré a leer los ideogramas de las garzas, la canción que termina donde comienza el vuelo
y las garzas son garzas para siempre;
cuando baje.
cuando deje de cortejar nidales ateridos
y regrese entre balsas de hojitas a su caja de greda;
cuando baje el Gualeguay,
cuando vuelva del aguaribay y las lagunas,
la boca llena de pimientas y de oros del celaje;
cuando vuelva el azul al ojo de las vacas
y el moscardón verifique con el sonar de sus bajos
el sepia lento de sus barrancas curvas,
cuando baje el Gualeguay;
cuando recobren su sintaxis las urdimbres del sauce
las palabras serán piedritas de colores en la orilla.
Cuando música y eco de palas de remos
de canoas invisibles reverberen entre vapores y colinas,
cuando baje el Gualeguay.
Cuando baje el Gualeguay
y las garzas impriman en arcilla morada
las notas de la canción que termina
donde comienza el vuelo; cuando el sarandí abanique las faldas de las hadas fluviales
y ensayen sus letanías la madre biguá,
la madre crespín, la madre iguana
y todas las madrecitas de la ribera aparecida,
cuando baje el Gualeguay;
cuando la capibara sacuda el barro de sus tetas
y el río huela a pisingallos y azufre
con la orquesta en su punto, con el agua en su flecha;
cuando baje el Gualeguay
y yeguas de cobre bañadas en rocío
retocen entre perros de luz y palmares de hondura;
cuando baje el Gualeguay,
cuando olvide de su condición de hijo único
y por leguas de niebla levite
ante el piadoso bisbiseo de los desamparos;
cuando todo huela a leche de tases,
a piel de guazuncho, a lana mojada, a boga con luna,
a jabones del aire, a leña verde de trapos colgados…
Cuando baje el Gualeguay,
veré el volcán con palitos de la hormiga,
las ruinas del mandala de las arañas del monte,
el ay de las criaturas ahogadas en la luz y en el aire.
Cuando baje el Gualeguay,
iré a leer los ideogramas de las garzas, la canción que termina donde comienza el vuelo
y las garzas son garzas para siempre;
cuando baje.
SUSANA
LIZZI
(Gualeguaychú-Entre
Ríos-Argentina)
tuve que andar
con la simiente oculta hora tras hora
conseguir que la esencia
olvidara el hachazo que arrimaban los hombres
espantar la atalaya de las indiscreciones
apacentar las furias de las acobardadas
avivar los rescoldos de pasiones marchitas
prender fuego la astilla de recuerdos mediocres
arder entre los libros, letra a letra (a los golpes
me entraba la palabra);
tuve que atemperarme
amansarme
dejarme a la intemperie, helada y sola y nueva
arrojarme a las agua de la inquina y del hambre
desandar tardecitas y apretar la mañana.
Más temprano o más tarde me atacó la impaciencia
al ver que la hojarasca del otoño marcó punto final,
necesité salvar los más fecundos sueños para entrar en el mundo
donde entran los iguales.
Apelé las sentencias de las lenguas feroces
ignoré o fingí hacerlo ciertas acusaciones.
Arremetí de veras contra las alimañas que buscan la carroña
espanté sus pichones
pisé todas las huellas que ostentan mis zapatos
amé a malos y a buenos,
pateé sin miramientos los ojos insensibles
y entre el rico y el pobre elegí siempre al pobre.
Tengo las manos llenas de la sal y el almíbar
que dejan los amores,
tengo la cara partida de vivencias
los labios cubiertos de mentiras
y llagada mi boca con verdades,
soy de cal y de arena
de pólvora y de pétalos
soy de madera y piedra
de témpera y de acero.
Llegué hasta aquí,
lo juro:
me costó demasiado
Ya estoy aquí
así nomás
no voy a irme.
PÁGINA 8 – RESEÑA
JORGE ISAÍAS
(Los
Quirquinchos-Santa Fe-Argentina)
LA GARRA Y EL PÁJARO
Son dos los que danzan-José María Pallaoro-Libros
de la talita dorada
Tiene razón mi amigo el poeta salteño Santiago Sylvester: "No hace falta un Platón que nos eche de la República, nos hemos ido solos”.
Cuando uno ve la cantidad de basura que se hace pasar por poesía hoy –y lo logra muchas veces– piensa que César Vallejo se murió de hambre y tristeza, uno tiende a pensar lo que sabe desde siempre: no existe el menor vestigio de justicia en este mundo, ni humana ni divina.
Ivonne Bordelois en un imperdible libro que se llama: “El país que nos habla” hace la puesta al día de todo los peligros que acechan no ya a nuestro idioma sino a la mera palabra humana, cito: “No es ya la norma hispánica obsoleta la que nos desfigura, sino la apetencia de parecer globales y actualizados y hablar de sales en vez de saldos o bien adoptar una chabacanería ilimitada que acaba por convertir un depósito de basura verbal en programas de televisión más exitosa, las letras de canciones más repetidas o las páginas más socorridas de las revistas amarillas de todo tipo. Y aquí otra vez Borges y su maravilloso estilo de enunciar el proyecto y la esperanza: Sabemos que el lenguaje es como la luna y tiene su hemisferio de sombras. Demasiado bien sabemos, pero no quisiéramos volverlo tan límpido como ese porvenir que es la mejor pasión de la tierra”.
Por suerte el libro que hoy me ocupa está a salvo de estas prevenciones que consigné –no sin furia– más arriba. A José María Pallaoro (La Plata, 1959) le cabe la contundente exigencia de la gran Idea Villariño: “Un poema es un franco hecho sonoro –sonidos, timbres, estructura, ritmos–. O no es.”
El libro consta de cuatro partes: 1. Interior con pájaros. / 2. La claridad / 3. Aguas de nuestra sed / 4. Nada fuera de lugar.
Además estas cuatro partes están precedidas por citas, y no artilladas de cualquier manera. La primera fuera de las partes, es decir a manera de pórtico, es el fragmento de un poema de Ana Ajmátova, la poeta “acmeista” rusa silenciada por el estalinismo durante sesenta años que aunaba la torpe burocracia y aún la persecución y la muerte (el marido de Ajmátova fue fusilado por el gobierno, acusado de opositor a este régimen que los eufemismos de la Guerra Fría nombraban para definirlo como las “democracias populares”.
Los primeros dos versos dicen, según la traducción al español: “Tal vez es mucho todavía / lo que quiere ser cantado por mí”, y no es casual que abra un libro de las características de Son dos los que danzan, porque todo el resto sigue esa propuesta y ese deseo.
Las cuatro secciones antes enunciadas abren con citas de Horacio Núñez West, Roland Barthes, Mary Shelley y Jorge Drexler.
Todas y cada una de ellas cumplen aquel diálogo intertextual en los poemas que le siguen, pero la primera llámame la atención, copio: “En el jardín, pájaros inocentes / picotean el césped encendido”. Y por si fuera poco esa primera sección se llama justamente “Interior con pájaros”, porque el nombre de esta avecilla funciona como un símbolo resignificado al que se le atribuye y funciona como operador textual de todo el libro, la libertad (lo obvio) pero también como imagen del amor hasta el juego pendular inscripto en el poema “Saberes” y que es axial para la comprensión de lo que podríamos llamar –perdóneseme por la palabra antigua– el meollo del mensaje:
“sé
que soy
la garra en la puerta
de la jaula
la garra en la puerta
de la jaula
y
soy el pájaro
que se queda
en un rincón
que se queda
en un rincón
sin
querer salir”
Por
lo pronto es dos cosas: garra (es decir, amenaza, agresividad) y pájaro
(libertad, cielo abierto, “espacio rodador”, diría Miguel Hernández).
Las preguntas caen de por sí: ¿Por qué el poema habla al mismo tiempo, sin decidirse, entre quedar entrar y no querer salir? ¿Temor a la “garra” o al espacio? ¿A quién le hablan –si es que deciden hablarnos– esos versos que son como la jaula cerrada? Un lugar que antes de ser abierto no quiere decir abrirse.
El pájaro-símbolo atraviesa fuertemente todo el libro, o casi. También lo es para nombrar a la dicha de la amada “que no lo ve”.
Irina Bogdaschevski certeramente consigna sobre la sensibilidad excesiva con respecto a la vida, al amor, a la muerte. Condición ineludible para no ser un mero escribidor de versos, de los que hoy abundan. Condición de poeta, que Pallaoro cumple con creces como ya lo había demostrado en su libro anterior “Pájaros cubiertos de ceniza”, precursor como vemos del símbolo que hoy nos ocupa.
El autor puede ser asimilado a aquella afirmación de Maiacovsky: “Un poeta es cualquier hombre pero cualquier hombre no es un poeta”. Frase que Raúl González Tuñon gustaba repetir.
Las preguntas caen de por sí: ¿Por qué el poema habla al mismo tiempo, sin decidirse, entre quedar entrar y no querer salir? ¿Temor a la “garra” o al espacio? ¿A quién le hablan –si es que deciden hablarnos– esos versos que son como la jaula cerrada? Un lugar que antes de ser abierto no quiere decir abrirse.
El pájaro-símbolo atraviesa fuertemente todo el libro, o casi. También lo es para nombrar a la dicha de la amada “que no lo ve”.
Irina Bogdaschevski certeramente consigna sobre la sensibilidad excesiva con respecto a la vida, al amor, a la muerte. Condición ineludible para no ser un mero escribidor de versos, de los que hoy abundan. Condición de poeta, que Pallaoro cumple con creces como ya lo había demostrado en su libro anterior “Pájaros cubiertos de ceniza”, precursor como vemos del símbolo que hoy nos ocupa.
El autor puede ser asimilado a aquella afirmación de Maiacovsky: “Un poeta es cualquier hombre pero cualquier hombre no es un poeta”. Frase que Raúl González Tuñon gustaba repetir.
PÁGINA 9 – POESÍA ARGENTINA:
SAN LUIS
DARÍO
OLIVA
(Villa
Mercedes-San Luis-Argentina)
AL
SR. TIRANO
Insensato,
tu
látigo no vencerá mi canto.
Por
más sombras del cerrojo
mis
ojos verán la luz del día
aunque
te rías y voltees
de
tu lado la moneda,
volverá
a ti la pena como una paloma
a
joderte el sueño y a cagar en tu cama,
volverán
a ti el sudor y la sangre derramada,
tirano
sin bandera, ni patio ni parcela.
Insensato
fascista,
conocedor
de idiomas de botella
donde
rumian rinocerontes y bueyes
su
borrachera,
mírate,
desvergonzado
impresentable
señor de los genuflexos,
en
el espejo de tu propia envidia;
adelgaza
las palabras,
júntalas,
desparrámalas
si
es que hilvanas el hilo de Ariadna de mi poesía,
muérdete
en la lengua
si
un neologismo ripia tu garganta
ahogada
en vino, vino amargo
de
soledad sin despedidas.
El
mundo material te agrada,
pequeño,
falso Midas,
energúmeno
del cálculo y la cifra,
licenciado
de botellas
y
circunloquios de miopía
con
voz de cloaca y pupilas incendiadas
de
insomne hipocresía...
No,
no callarás mi canto,
fascista
insensato,
energúmeno,
rey
de los idiotas;
mi
canto te atravesará como una espada
y
veremos quién es más
cuando
rompas tu alcancía
y
te mees en las medias
rey
de copas,
pobre
marioneta en alpargatas,
sarmientino
monigote en propaganda.
Veremos
quién es menos
cuando
el reloj curve tu espalda
y
caigas en el fango del reino que has creado,
del
que has nacido,
insigne
pusilánime sin dios y sin escuela,
tirano
sin bandera, ni patio ni parcela.
MÓNICA
ALGARBE
(San
Luis-San Luis-Argentina)
HIJO DE LA CALLE
Manos sucias,
olvidadas de otras pieles,
que no conocen de lápices,
ni de libros,
ni de ingenuidad
o amparo.
Dedos de niño,
que rasgan bolsillos,
carteras,
almas,
para hallar
un poco de pan,
unas monedas,
quizás una caricia
o algo de respeto;
escarban y rebuscan
la grieta mínima,
un agujero en la ciudad pudorosa,
el lugar del aire limpio
que los libere del pegamento,
de la huída mortal.
Ojos pícaros,
demasiado viejos para su altura,
que develan sin tapujos
la sociedad cruel,
deliberadamente cruel,
ensañada con su infancia
y con miedo a su mirada.
Cuerpo desguarnecido,
brazos sin abrazo,
oprimido vientre,
cama de diarios,
despreciado, recio, desafiante
hijo de la calle.
Manos sucias,
olvidadas de otras pieles,
que no conocen de lápices,
ni de libros,
ni de ingenuidad
o amparo.
Dedos de niño,
que rasgan bolsillos,
carteras,
almas,
para hallar
un poco de pan,
unas monedas,
quizás una caricia
o algo de respeto;
escarban y rebuscan
la grieta mínima,
un agujero en la ciudad pudorosa,
el lugar del aire limpio
que los libere del pegamento,
de la huída mortal.
Ojos pícaros,
demasiado viejos para su altura,
que develan sin tapujos
la sociedad cruel,
deliberadamente cruel,
ensañada con su infancia
y con miedo a su mirada.
Cuerpo desguarnecido,
brazos sin abrazo,
oprimido vientre,
cama de diarios,
despreciado, recio, desafiante
hijo de la calle.
LUIS
REYNALDO VILCHEZ
(San
Luis-San Luis-Argentina)
GOZADOR
No,
las
mañanas no son para cualquiera...
el
goce
el
fresco aroma matinal
el
sol que nace y muere
la
mirada de Beatriz que me provoca
el
mate
el
buen café
la
despedida
la
sombra del pasado
despertándonos
inquieta
una
hoja con rimel y con miel
un
buenos días con un lecho tibio
no
son para cualquiera...
el
manantial de agua de la ducha tibia
los
pájaros cantándole al silencio
ser
un perseguidor del colectivo que se escapa
para
no llegar tarde a la rutina diaria
a
la presciencia como un arte de magia
atreverse
a despertar
junto
a la muerte
abrir
la puerta
sanar
lo cotidiano
planificar
las horas
que
se mueren
besar
la sombra
el
mismo aliento en el cepillo
desenchufar
la mufa de la radio
quemar
las hojas del diario oficialista
planificar
la marcha
la
protesta diaria
consciente
que
aunque ya no estés
siempre
estarán
tus
alas
tus
abrazos
acariciándome
en los sueños
que
te escribo
pero
no
las
mañanas no son para cualquiera...
SILVANA
MERLO
(Villa
Mercedes-San Luis)
LA JUGUETERÍA
Yo soy una muñeca
exhibida con labial oscuro y maquillaje blanco
un vaivén de caja musical evocando notas disonantes
por un costado espío al conde transilvano
enamorado de mis cortesanas medias blancas
posesiva mirada en los hilos de mi espalda
y esperamos de pie
el desenlace inimaginable
más allá del sol que jamás ilumina.
exhibida con labial oscuro y maquillaje blanco
un vaivén de caja musical evocando notas disonantes
por un costado espío al conde transilvano
enamorado de mis cortesanas medias blancas
posesiva mirada en los hilos de mi espalda
y esperamos de pie
el desenlace inimaginable
más allá del sol que jamás ilumina.
GUSTAVO
ROMERO BORRI
(San
Luis-San Luis-Argentina)
PEDIDO
Te pido valentías que no tengo:
lo que no soy
te pido.
Te pido la pureza de tus lágrimas
para limpiar mis ojos.
Te pido las palabras necesarias,
las únicas capaces
de ser más que el silencio
donde se hunde
mi intimidad desierta.
Te pido los recuerdos que olvidé,
para que sean nuestros.
Tu libertad -te pido-
a cambio de la mía.
Te pido el ave que escapó de mis ojos
hasta volverse noche
y estrella
y lejanía.
Te pido el cumplimietno de mínimos juramentos
que dan sentido al día que vendrá.
Te pido los momentos que perdí,
las hermosas mañanas
nubladas por tu ausencia.
Te pido que me alumbres
orillas imprecisas
donde quiere apoyarse
este puente que soy.
Te pido tu mirada
para agrandar el punto
desde donde se acercan
las cosas alejadas.
Lo que no soy
te pido
y te pido
lo que doy.
Te pido que seamos
y te pido
que me
ayudes
a ser.
Te pido valentías que no tengo:
lo que no soy
te pido.
Te pido la pureza de tus lágrimas
para limpiar mis ojos.
Te pido las palabras necesarias,
las únicas capaces
de ser más que el silencio
donde se hunde
mi intimidad desierta.
Te pido los recuerdos que olvidé,
para que sean nuestros.
Tu libertad -te pido-
a cambio de la mía.
Te pido el ave que escapó de mis ojos
hasta volverse noche
y estrella
y lejanía.
Te pido el cumplimietno de mínimos juramentos
que dan sentido al día que vendrá.
Te pido los momentos que perdí,
las hermosas mañanas
nubladas por tu ausencia.
Te pido que me alumbres
orillas imprecisas
donde quiere apoyarse
este puente que soy.
Te pido tu mirada
para agrandar el punto
desde donde se acercan
las cosas alejadas.
Lo que no soy
te pido
y te pido
lo que doy.
Te pido que seamos
y te pido
que me
ayudes
a ser.
AMELIA
ARELLANO
(San
Luis-San Luis-Argentina)
Recién nacida. Vieja rugosa y desdentada.
¿De que múltiples rumores de espejos me arrancaron?
Yo jugaba entre lápidas. Árboles tristísimos y trigales venerables.
Y robaba flores a los muertos. Nardos y flores de papel morado.
Bravura de polleras cortas. Trenzas y largas falsedades.
Huía y huía y Dios me perseguía. No me alcanzaba
No lo consigue, aún. No lo consigue.
Fugitiva yegua con crines coloradas.
-¿Tampoco viene este domingo, madre?-
Ella alisaba los pliegues de la almohada.
Una desnudez de hierro la arropaba.
Un vaso de agua y cuatro hembras yertas.
Y el reloj se detuvo.Y la noche.
Quise beber, tirada es sus faldas de albahaca.
Sus manos de Magdalena, cruzadas sobre el pecho.
Leve brisa elevando un cansancio de años.
¿Están todos? No. No están.
¿Por qué esa soledad? ¿Quien te obligó a orinar de pie?
¿Escuchas madre? Es la eterna nebulosa.
Es otra vez el mar… y un puñado de sal en mis desiertos.
PÁGINA 10 – NARRATIVA
AMANDA
PEDROZO
(Asunción-Paraguay)
ÁNGELA PURA
A sus quince años tenía una sabiduría que se podía oler a la legua. Era imposible aguantar esos ojos de niña vieja que desmentían de golpe la carita de inocencia y su cuerpo hinchado de sevo'i (Guaraní: Lombrices). Abuela Esperanza no la podía ver: el diablo andaba por la casa cuando esa chiquilina movía su carne marrón bajo la resolana, decía.
Ángela Pura era guardada por las tías. Día y noche ellas la seguían con la vista, estuviera prendida a los platos sucios o chupando embelesada una naranja tras otra. La controlaban porque en la familia era la última mujercita que quedaba sin conocer hombre. La controlaban porque esa chica tenía algo que hacía desvariar y de eso cualquiera se daba cuenta. Hasta el abuelo Catá la seguía con la respiración caliente, no importaba que estuviera delante abuela Esperanza que predecía alargando las palabras como en un rezo o plagueo sin utilidad.
-El diablo anda cerca.
-Ave María Purísima.
Día y noche las tías se quebrantaban, alargaban sus narices y procuraban recordar por dónde comenzaba la historia de la madre que parió tal hija. Querían culparla de la absurda telaraña que había ido envolviendo la vida de Ángela Pura hasta hacerla el bocado más apetecible para parientes y extraños, y también el más imposible.
La tal madre se había muerto mirando a la tal hija.
-Que en gloria esté.
-Que Cristo Nuestro Señor se apiade de ella que era tan porfiada.
-Además de eso que ya sabemos.
-Que ya no importa, Dios nos guarde, no hay que decir.
-Después de todo, pobrecita, no tuvo buen ejemplo.
-Pero que no hable
mal la gente de nosotras, siempre hicimos las cosas según Dios manda y con
arreglo a la Constitución Nacional.
-Y encima no somos sus parientes de sangre.
-Si no por culpa del primo Rosendo.
-El que sufría de hemorroides y de maldad sin asidero.
Ángela Pura había mirado tanto a su madre, o esta a ella, que enseguida todos supieron cuál iba a morirse sin falta. Cuando la cara de la madre quedó al fin definitivamente pálida, resultó que el cadáver ya no dio trabajo: todo estaba listo, y hasta se había llorado con anticipación. Para la hora del velorio, sólo quedaron la diversión subterránea de los barruntos familiares y el largo relatorio (Paraguayismo: Relato, historia) de los escándalos amorosos de las parientas menos allegadas.
Para cuando la niña se decidió a crecer, sus ojos hacía rato le habían robado toda la cara, se habían comido las paredes y los gusanos, se habían apoderado de la casa y de los hombres, del sudor de los perros callejeros y también de todo lo que habían visto quienes la miraban. Por eso, y porque nadie en la casa había olvidado cómo se murió su madre de tanto mirarla, nadie l la miraba de frente en lo posible. En lo no posible, rezaban un Padrenuestro de protección al Arcángel Gabriel por si acaso. Lo demás era seguirla y cuidarla, nadie sabía para qué.
La noche del día de los Santos Difuntos resultó con luna colorada. Eso llenó enseguida de premonición a la abuela Esperanza. Apenas comieron todos de la olla de hierro, se fueron a juntar sus miedos en una pieza desde donde no tenían que soportar los ojos de Ángela Pura y no corrían así peligro de olvidarse de repente de todo lo que habían aprendido con esfuerzo y dedicación.
Los ojos predestinados llegaron tranquilos al bananal. Allí Ángela Pura tumbó su cuerpito cuidado por las tías bajo la luna colorada para que el destino llegara de una vez por todas. Ni se movió cuando supo, con esa sabiduría absurda que le había venido creciendo desde chica para desesperación de ella misma, que allí estaba el esperado, el impensable, enteramente olor a caballo y a mierda de gallina, enteramente imposible, puro sufrimiento ancestral, puro tierra, con su maldición que era la única que podía conjurar aquella otra.
Un aullido que nadie supo de quién provenía marcó el segundo en que el interminable pene del Kurupi (Guaraní: en la mitolagía paraguaya, ser caracterizado por su virilidad) (yo decía que esa niña era cosa del diablo) la rompió en dos para siempre. Desde ese momento, sólo la abuela Esperanza siguió recordando cómo había muerto esa niña, de tanto mirar al diablo en el bananal.
PÁGINA 11 - POESÍA
ARGENTINA: SAN JUAN
ALFIA
ARREDONDO
(San
Juan-San Juan-Argentina)
He
profanado este templo
demasiadas
veces,
dejé
entrar a extraños
y
olvidé nombres divinos,
se
apagaron las velas,
las
risas fueron oscuras
formas
del desamor.
Fui
Agamenón
con
su ira y su sordera,
fui
Casandra
con
su candidez y sus visiones.
Mi
templo quedó en ruinas,
después
fue
difícil volver a creer
que
las velas podían encenderse.
Las
ruinas quedan para recordarnos,
el
amanecer se repite
para
acabar con la noche.
ROGELIO
RAMOS SIGNES
(San
Juan-San Juan-Argentina)
DIARIO DE RUTA
No
es niebla. Es humo lo que acontece en el paisaje.
Pasto
seco que difunde su noticia con el viento,
concordia
fugaz de antiguos adversarios.
Ella
frena el motor de sus pensamientos
centímetros
antes del precipicio.
Es
mujer en desapego a los milagros
que
ingresa y se retira de los espejismos
como
quien bebe de una fuente sin dar las gracias.
Ella
es un mantel de hilo que se agita sin premura,
promesa
de desayunos bajo un árbol
en
la vera cruz de dos caminos con historia.
El
mundo la protege aunque ambos lo nieguen.
Profecías
como caligramas. Gatos como perros.
Arsenal
de palabras en desuso, por ahora,
que
se resolverán en frases de caprichoso sentido.
Como
un director de orquesta con su batuta
ella
espanta las moscas con una rama de sauce.
Pronto
llegará la lluvia a decretar finales.
Mientras
tanto es humo lo que ocurre,
mensajes
indios de dolor irreparable
volviéndose
hilachas al paso de los camiones.
ESTHER
PAGANO
(Calingasta-San
Juan-Argentina)
OCHO CUARENTA
Ellas
tropezaron...
desembarcaron
infancia
en
la capital dilatada;
tanto
frío pagado
con
monedas de agua
dejaron
el cauce
abierto
a la rapiña.
A
la textura de los años
arbolados
se
le acopian tachos
llenos
de pueblo,
vacíos
de pescado;
ya
no pueden volver
no
hay barco
ni
piernas
además
el
río es una vieja fábula
GUSTAVO
SÁNCHEZ
(San
Juan-San Juan-Argentina)
MI HERMANO ES UN POETA
Es tarde y hace frío en el taller.
Solo mi hermano y yo.
Mientras el forja cosas brillantes, filosas,
incisivas,
cebo mates que tomo solo: una voz ajena
al ronroneo de la maquinaria pesada
puede ser la muerte.
Mi hermano trabaja a salvo
del doble silencio del obrero:
cuando deja de retumbar el martillo sobre el yunque,
deja de retumbar el martillo sobre el yunque.
Logra, y por eso guardo la entrada a este espectáculo,
lo que el resto solo podemos intentar
hacer en el silencio:
domesticar a golpes,
materia al rojo vivo.
SUSANA
GRIMBERG
(San
Juan-San Juan-Argentina)
SI
LOS TIEMPOS
Amábamos
las hojas que el rocío
besaba
en las mañanas.
Amabamos
sin saber siquiera
que
todo era tan efímero
tan
sin cielos por delante.
Eran
tiempos
en
donde un vendaval de hojas secas
caía
a cegar alcantarillas
a
quebrarse bajo el paso
solitario
de
un viejecito comido por la noche.
Los
juguetes eran de verdad escasa
o
inexistente.
Amábamos
la muchacha rubia
con
su trenza flotándole en la espalda,
la
pienso como era: esquiva, clara, desgarbada
y
con sus manos inquietas de jazmines y de rosas.
Luego
vinieron dudas
resquemores
odios
sospechas
y
un porvenir plagado de agujeros
y
botellas rotas.
BRUNO
DI BELLA
(San
Juan-San Juan-Argentina)
PROXIMIDAD DEL SILENCIO
cuando
nada quede
detrás
de este abandono
indeciso
de restos
ni
labios
que
articulen sombras
tras
la sombra de estériles escombros
ni
viento animando lo posible:
vértices
baldíos
el
insomnio
vendrá
músico
engendrándose
a sí mismo
a
vertebrar el vacío
en
todas partes
cuando
los ojos abiertos sean
sangre
espesa cerrando futuro
sangre
negra: el color de la noche
sangre
espesa en clepsidras sin pulso
vendrá
dios
dado
a luz
desde
su abismo
a
reiniciar el juego
PÁGINA 12 – RESEÑA
ANA
RUSSO
(Rosario-Santa
Fe-Argentina)
Mónica Angelino :
“Estigmas Desechos”, Editorial Artesanal Kereme, General
Rodríguez, Buenos Aires.
La autora de este libro valioso en
primera instancia por el esfuerzo de “lo artesanal”, que como tributo a la
poesía se labra lejos de los mercados habituales, se pare con la humildad con
que también debiera parirse el poema, en todos los casos e ineludiblemente.
Ella en su prólogo nos habla de su acercamiento, en calidad de alumna, al
taller de poesía de Rolando Revagliatti: “Me
encontré con un hombre de a ratos desopilante, histriónico (…) A poco de andar
fui descubriendo a la persona detrás del personaje. Al Rolando que ve la vida
de una manera desesperanzada (…) Revagliatti no tiene otra ambición como
coordinador que no sea provocar la palabra hasta que la palabra estalle con la
voz propia y visceral de cada quien: única”. Realmente Angelino da una
exacta visión de lo que los verdaderos talleres de poesía, “tan
denostados”, deben proponerse como actitud y objetivo fundamental, esa
detonación que tiene que ver con romper lugares comunes, modos
reiterativos, miradas habituales; un verdadero taller da la libertad interior
como para que la palabra golpee con voz nueva e identidad sobre el cuerpo y
sobre el papel. Revagliatti lo ha conseguido, dado que Angelino presenta
en este libro una suerte de correlato, cada página incluye un trabajo del
poeta, y a su lado una, podríamos decir, síntesis de ese poema, y digo síntesis
como podría decir rastro, traza, señal, borra, sustancia elemental; saca el
hollejo, deja la semilla y la pulpa. Angelino trabaja sobre los poemarios
de Revagliatti titulados: “De mi mayor
estigma (si mal no me equivoco):” -ya comentado en “Poesía de Rosario”- y “Desecho e izquierdo”.
No es fácil ni ligero hacer este
trabajo interpretativo, re-creativo, yendo al meollo de la cuestión que
suscitaría cada poema de Revagliatti. Angelino sabe desbrozar lo
contingente y va a lo seguro, a la médula o al resumen de todo un trayecto que
garantiza, si no un decurso explicativo, sí una sensación que no importaría de
dónde proviene sino como se llegó a ese extremo. Leo en los poemas
sintéticos de Angelino, un profundo conocimiento de la obra de su maestro y
también leo una intención de dejar plasmado un remate inesperado, un abrupto
final que en algunos casos hace paralelas ambas emociones más allá de
las palabras. Creo en las simbiosis, en las transferencias, en los
símiles, aunque debo destacar con
voces absolutamente diferentes, a
pesar del maridaje intencional que se propone esta muestra, asegurando
que los disparadores que otros poetas nos acercan ponen en funcionamiento esa
maquinaria bella y aleatoria que es la creación.
PÁGINA 13 – POESÍA
ARGENTINA: FORMOSA
FERNANDO
ACOSTA
(Formosa-Formosa-Argentina)
POEMA PARA UNA GROUPIE
ella tiene la capacidad de hacerme envejecer
arrancando las páginas del calendario
me trenza el pelo y deja
mi guitarra enchufada para que la casa se llene
con gritos finos de fantasmas
luego me olvida en la cama
como a un libro manoseado
todos los días existe
la posibilidad que no regrese
por eso tapié las puertas
sellé las ventanas
y llené nuestro pequeño cuarto
con humo de cigarros
ahora estoy mirando por la ventana
el fino cabello de la lluvia
me dio un beso en la mejilla y salió
sin invitarme, sin decir chau, adiós, hasta nunca
la vieja de enfrente olvidó su silla de ruedas en el patio
y es todo un haiku ver como se moja
alguien dibujó garabatos obscenos en mi poster
de greenpeace
el interior de mi heladera
es un viaje directo a la prehistoria
a veces escucho el desliz del portón sobre charcos
pero las puertas abiertas hace tiempo
me suenan a falsa alarma
y ella diría:
ves muñeco, ésto si que es vida
se reiría con su boquita pequeña y burlona
y saldría de nuevo a la calle
para que la quiera aun más
o para que ya no me preocupe por nada
o simplemente
y en el más seguro de los casos
para cagarse de risa
ella tiene la capacidad de hacerme envejecer
arrancando las páginas del calendario
me trenza el pelo y deja
mi guitarra enchufada para que la casa se llene
con gritos finos de fantasmas
luego me olvida en la cama
como a un libro manoseado
todos los días existe
la posibilidad que no regrese
por eso tapié las puertas
sellé las ventanas
y llené nuestro pequeño cuarto
con humo de cigarros
ahora estoy mirando por la ventana
el fino cabello de la lluvia
me dio un beso en la mejilla y salió
sin invitarme, sin decir chau, adiós, hasta nunca
la vieja de enfrente olvidó su silla de ruedas en el patio
y es todo un haiku ver como se moja
alguien dibujó garabatos obscenos en mi poster
de greenpeace
el interior de mi heladera
es un viaje directo a la prehistoria
a veces escucho el desliz del portón sobre charcos
pero las puertas abiertas hace tiempo
me suenan a falsa alarma
y ella diría:
ves muñeco, ésto si que es vida
se reiría con su boquita pequeña y burlona
y saldría de nuevo a la calle
para que la quiera aun más
o para que ya no me preocupe por nada
o simplemente
y en el más seguro de los casos
para cagarse de risa
HUMBERTO
HAUFF
(El
Colorado-Formosa-Argentina)
POEMA 4
Llueve.
Nos olvidamos de cobijar las alegrías
y ahora la humedad las enmohece
y andan por los cuartos tiritando
Las veredas son ahora ríos
y al amanecer debemos buscarlo
desmalezando la bruma a machetazo limpio.
Llueve.
Llueve.
Nos olvidamos de cobijar las alegrías
y ahora la humedad las enmohece
y andan por los cuartos tiritando
Las veredas son ahora ríos
y al amanecer debemos buscarlo
desmalezando la bruma a machetazo limpio.
Llueve.
En las escuelas expuestas bulle el clima
y retozan niños y esperan hombres
a quienes les sale del pecho brotes
para bendición del cántaro.
Con los pies en el agua somos cebollines
verdes de coraje duro, y en las almas irritadas
el salvaje aliento de junio
reniega incesante.
NATALIA ESTHER CUEVAS
(Formosa-Formosa-Argentina)
DEL EXPRESAR
Si
como una respuesta santa a mí vinieran
en tiempo y forma y con fuego esas palabras,
para decir como se debe aquello que no digo,
liberarme de la imprecisión y de sus lanzas.
Si como una respuesta santa a mí viniera
el definir perfecto de lo que es
dormirse sin plegarias.
Acunar como un demente tanto no olvido,
saberse frente al otro sin las máscaras,
amar y desamar pero no como en los libros,
decir adiós a los temores
pero a la vez cuidar frenético la espalda,
embarcarse en la búsqueda de un todo
para después anclar entre migajas.
Si como una respuesta santa a mí vinieran
con sencillez y con altura esas palabras
prometería olvidar tu belleza
cerrándole mis patios y mis salas,
prometería ver como ellos ven,
llevando a una gran cruz
o a una hoguera tantas ideas vanas.
en tiempo y forma y con fuego esas palabras,
para decir como se debe aquello que no digo,
liberarme de la imprecisión y de sus lanzas.
Si como una respuesta santa a mí viniera
el definir perfecto de lo que es
dormirse sin plegarias.
Acunar como un demente tanto no olvido,
saberse frente al otro sin las máscaras,
amar y desamar pero no como en los libros,
decir adiós a los temores
pero a la vez cuidar frenético la espalda,
embarcarse en la búsqueda de un todo
para después anclar entre migajas.
Si como una respuesta santa a mí vinieran
con sencillez y con altura esas palabras
prometería olvidar tu belleza
cerrándole mis patios y mis salas,
prometería ver como ellos ven,
llevando a una gran cruz
o a una hoguera tantas ideas vanas.
ORLANDO VAN BREDAM
(El
Colorado-Formosa-Argentina)
ESCRITO EN EL AGUA
Todos los poemas se escriben en el agua.
A todos los poemas se los lleva el agua,
los disuelve el agua.
A todos los poemas se los lleva el agua,
los disuelve el agua.
El poeta lo sabe y sabe que es inútil
atrapar con palabras este sol tan índigo,
la tarde en tres pájaros,
seis caparazones de cigarras muertas
y la esqueletura gris y taciturna
de un digno lapacho.
atrapar con palabras este sol tan índigo,
la tarde en tres pájaros,
seis caparazones de cigarras muertas
y la esqueletura gris y taciturna
de un digno lapacho.
Sin embargo insiste. Insiste. Insiste.
En esa insistencia transcurre el poema
y dice lo que calla, calla lo que siente,
siente lo que dice
y se lo lleva el agua.
En esa insistencia transcurre el poema
y dice lo que calla, calla lo que siente,
siente lo que dice
y se lo lleva el agua.
NICOLÁS
GÓMEZ
(Formosa-Formosa-Argentina)
ADAMANTINO
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?
“Ajedrez” J. L. Borges
Detrás de Dios no existe dios alterno,
sólo el vacío del tiempo y la distancia,
y un elemento atado a la sustancia
memorizando un cronos de lo eterno.
Detrás de Dios el torso es algo interno
sin ajedrez ni espaldas de ignorancia,
sólo tres frentes de ésa transustancia
sin “un rigor adamantino” externo.
Detrás de Dios no existe lo que cansa,
tampoco un dios midiendo su reverso,
ni en la mejor imagen de esperanza:
no cabe Dios en lo fugaz de un verso;
lo que la mente a comprender no alcanza:
detrás de Dios… no hay dios… ni el universo.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?
“Ajedrez” J. L. Borges
Detrás de Dios no existe dios alterno,
sólo el vacío del tiempo y la distancia,
y un elemento atado a la sustancia
memorizando un cronos de lo eterno.
Detrás de Dios el torso es algo interno
sin ajedrez ni espaldas de ignorancia,
sólo tres frentes de ésa transustancia
sin “un rigor adamantino” externo.
Detrás de Dios no existe lo que cansa,
tampoco un dios midiendo su reverso,
ni en la mejor imagen de esperanza:
no cabe Dios en lo fugaz de un verso;
lo que la mente a comprender no alcanza:
detrás de Dios… no hay dios… ni el universo.
ZULMA
LILIANA SOSA
(Formosa-Formosa-Argentina)
ZONA DE LLAMAS
“ la espera debe convertirse en algo
más sólido ”
Paulina Vinderman
la espera en la ceniza / desataba / contienda en el
temblor
de la fisura / resistencia /
compulsivamente la niña lloraba / y el llanto
encendía otro /
otro / se agazapaba con desgarbada nitidez
berrear por la casa / insignias tozudas como bestias
/ tonos
dejados a elección del que lastima.../
en el aislamiento del dolor / está la mirada /
ojos ojitos que
el hombre ve / ve desde la solemnidad con que
maltrata la
espera
“ ya va a ver / ese envoltorio de mujer que no llega
/ lo que
el tabaco de este hombre de provincia / hace ”
en el desaire de la suavecita carne / está la
matadura / disfruta
el enojoso y quema
se huele / la unión sexual del cigarrillo y la carne
/ lo que la
ceniza de ese llanto / y la niña / lo que la zona /
dice / de las llamas
PÁGINA 14 – NARRATIVA
MABEL PEDROZO
(Asunción-Paraguay)
LA PUERTA PAR
El
doctor Edmundo Molina se presentó con nombre y apellido desde la puerta
entreabierta de la subcomandancia, pero tuvo que agregar que era el médico a
quien quisieron asesinar hacía unas horas en el Hotel Anteus para que el
comisario levante la vista y se le quede viendo con ese aire de todopoderosidad
que adopta la gente uniformada.
Le preguntó si venía por su declaración.
«No», le dijo, lo que quería era hablar con el hombre a quien arrestaron frente a su puerta -habitación 36, segundo piso- empuñando un cuchillo de carnicero.
-Para qué lo quiere ver -interrogó el comisario, esta vez con voz de que no preguntaba siguiendo el procedimiento sino porque en serio sentía curiosidad.
-Es la primera vez que me quieren matar -hizo notar el médico, y hubiese querido que el comisario fuese su amigo para que esa frase baste, pero no lo era-. Quiero saber por qué.
El comisario no tenía instrucciones respecto a una situación como aquella, excepto que no debía demostrar que no la tenía, de manera que levantó el tubo de color verde mate del teléfono y pidió que alguien venga.
-Oficial, informe sobre el arrestado por intento de homicidio.
-En celda de reclusión, mi señor comisario.
Hubo un pequeño relatorio de antecedentes después de que se trajo el parte policial y que el comisario decidió que podía compartirlo con la víctima, acodado a estas alturas sobre su escritorio y con una taza de café humeante que se llevaba a la boca porque quedaba mal que no lo hiciese.
El hombre se llamaba Andrés Cardozo, 39 años, soltero, no se le conocía familia y podría ser el «homicida de los números pares» como le llamaron en los periódicos cuando comenzaron los asesinatos en los hoteles y en los barrios residenciales.
Siempre gente que se hospedaba en pisos y habitaciones pares, y en hotel de numeración par, como el Anteus, ubicado al 2004 de la avenida Potosí. Las residencias seguían el mismo patrón, pero nunca una huella, un testigo, nada, hasta esa llamada a las ocho y treinta y cinco de la noche de la recepción del hotel que pedía una patrullera porque había un hombre parado frente a una de sus habitaciones, con un cuchillo en la mano.
Cuando la policía llegó el sospechoso no se resistió, pero tampoco colaboró con una declaración. Cuando le dijeron que su silencio empeoraba las cosas, sólo respondió que no le importaba.
-Si es posible, si a usted no le compromete, quiero hablar con él -insistió el médico.
Caminaron por corredores que se cruzaban con otros iguales y que, según el comisario, tenían el propósito de prolongar la agonía del detenido ya que no hay peor cosa que la incertidumbre del tránsito.
Por decir algo el doctor contó que formaba parte de la comitiva de médicos que participaban del congreso de proctología organizado por la universidad nacional, pero el comisario ya lo sabía y su silencio indicaba que no estaba interesado en conocer detalles.
Llegaron frente a una puerta parecida a todas las que le antecedían, pero esta fue desllaveada por el oficial. El olor a óxido de las celdas y la mirada de gente igual a todo el mundo del hombre que levantó la vista desde el fondo de la estancia recibieron a los recién llegados.
El médico preguntó si podía quedarse a solas con el detenido, y el comisario, que no quería perderse el encuentro, tuvo que irse pero dejó al oficial parado en la puerta, lo que significaba que de todas maneras se enteraría de lo que fuese a ocurrir.
-Buenas noches --el doctor Edmundo sintió que cualquier cosa que dijese en ese momento no sería la indicada, así que no se esforzó-, Supongo que podemos tratarnos como conocidos.
El hombre de la celda lo miró con curiosidad.
-Soy el doctor Edmundo, el de la habitación del Anteus. A usted lo apresaron frente a mi puerta.
El detenido parpadeó.
-Disculpe que lo moleste en esta situación tan difícil por la que está pasando, pero es que no entiendo por qué me quiso matar. Llegué hace tres días a esta ciudad, no salí del hotel ya que allí es el congreso y pedí comida en la habitación porque me aburre la compañía de los colegas. ¿Me quería matar a mí, específicamente, o le daba igual que sea cualquiera que esté en esa habitación?
El detenido tosió.
Acostumbrado a hacerse una idea de la gente con sólo verla, al doctor le pareció que estaba frente a un hombre instruido, no un asesino atávico de los que se habla en los libros de medicina legal. Un fumador, además, ya que la tos era inconfundible.
-¿Usted qué cree? -le preguntó el detenido.
Su voz sonó cálida, como el tufo de una habitación que se mantenía cerrada pero donde se adivinaba un pote de talco abierto, o un agua de anís filtrando sus esencias dulzonas por las grietas de un corcho de botella.
-Le daba igual, verdad, que sea otro o que sea yo. Pero por qué no entró, por qué se quedó en la puerta, por qué no terminó lo que fue a hacer -se sorprendió de lo que decía, ya que sonaba como si lamentase que las cosas no hubiesen llegado a más-: Perdón, es sólo que no tiene sentido para mí.
-¿Y usted por qué no abrió? -preguntó el hombre detrás de los barrotes.
Era lo peor. Que él también pregunte. Pero era cierto lo que decía. El doctor Edmundo no abrió cuando escuchó el timbre de la puerta. Dos, tres veces, largas pausas y otra vez el silbido metálico, como quien está decidido a no irse hasta que lo atiendan.
Cuando cerró la llave de la ducha, tomó la toalla que colgaba del rodillo pero no se secó, sino que bajó la tapa del water y la cubrió con ella. Entonces se sentó encima, desnudo, el agua tibia corriéndole por la cara, y con la tijera de cortar cutícula escarbó la uña del pie derecho que lo torturó desde la mañana.
No abrió porque tenía atrapada la punta de la uña y dejar que se le meta de nuevo en la carne hubiese sido no sólo doloroso, sino también arriesgado, porque quién le decía que tendría otra oportunidad de separarla de la piel enrojecida.
-Me estuve bañando -resumió,
-No entré porque usted no abrió -le respondió el detenido.
El médico admitió cuando se le preguntó, que lo que le afectó de aquel encuentro fue la franca indiferencia con la que lo miró el hombre que pudo ser su asesino.
Detrás de los barrotes el sospechoso escuchó cuando la puerta se cerró y se sintió aliviado de que el silencio recupere a su alrededor su dimensión totalizadora.
En parte, él también mintió.
Esa noche llegó al hotel sin llamar la atención, subió al segundo piso y cuando se detuvo frente a la habitación 36, imaginó lo del baño ya que en los hoteles todos se bañan a las ocho y media de la noche. Llevaba un destornillador en el bolsillo, y si no forzó la cerradura fue únicamente porque un aroma a champú de vainilla lo detuvo.
Venía de la habitación. Se escurría por la línea encajonada de la puerta, por el cerrojo plateado, por la mirilla, un vapor que antes que por su nariz fue capturado por su piel, por sus ojos, por algo dentro suyo que le detuvo la respiración. Su mamá olía a vainilla. Y ese olor era igual a ella.
Yo conocí las versiones de ambos, del médico y del detenido, en mi calidad de abogado de gente que no quiere uno, o que no se lo puede pagar.
Me dieron el caso del hombre detenido en el hotel. «Usted está fuera en dos días», le prometí, y así fue, ya que pararse frente a la puerta 36 no lo convertía en «el asesino de los números pares», y tener un cuchillo en la mano no significaba que quisiese degollar a alguien, aunque la verdad es que mi olfato me confirmó ambas cosas antes de que el señor Cardozo lo haga. Era el asesino, y sí quiso matar al médico.
El doctor se mostró convencido de que su destino lo puso frente a la uña encarnada con el único propósito de alejarlo de la puerta, y el ex detenido -que debe estar camino a mi oficina en este momento- no quiso contarle lo del champú de vainilla. «Es algo personal», me explicó, y lo dejó pensando lo que quisiese.
Lo que yo afirmo finalmente, y antes de ir a atender la puerta donde alguien que ya debe ser mi cliente está tocando, es que hasta la casualidad tiene que ver más con el asesino que con la víctima.
Punto final.
Lo veo desde acá, desde el pasillo, la luz amarilla del farol mecida por el viento de junio que hamaca su sombra de sobretodo y manos enguantadas encima del cerco de ligustrinas recién podadas de la entrada.
-Buenas noches, pase por favor.
No me responde, pero sé que entrará conmigo y que quizás le invite un café y hasta tengamos una conversación. Pero ahora, parado en el corredor bajo el farol que en su balanceo revuelve su sombra con la mía tiene los ojos fijos en los números que identifican mi residencia: el 612 de la avenida 18 de Octubre.
Le preguntó si venía por su declaración.
«No», le dijo, lo que quería era hablar con el hombre a quien arrestaron frente a su puerta -habitación 36, segundo piso- empuñando un cuchillo de carnicero.
-Para qué lo quiere ver -interrogó el comisario, esta vez con voz de que no preguntaba siguiendo el procedimiento sino porque en serio sentía curiosidad.
-Es la primera vez que me quieren matar -hizo notar el médico, y hubiese querido que el comisario fuese su amigo para que esa frase baste, pero no lo era-. Quiero saber por qué.
El comisario no tenía instrucciones respecto a una situación como aquella, excepto que no debía demostrar que no la tenía, de manera que levantó el tubo de color verde mate del teléfono y pidió que alguien venga.
-Oficial, informe sobre el arrestado por intento de homicidio.
-En celda de reclusión, mi señor comisario.
Hubo un pequeño relatorio de antecedentes después de que se trajo el parte policial y que el comisario decidió que podía compartirlo con la víctima, acodado a estas alturas sobre su escritorio y con una taza de café humeante que se llevaba a la boca porque quedaba mal que no lo hiciese.
El hombre se llamaba Andrés Cardozo, 39 años, soltero, no se le conocía familia y podría ser el «homicida de los números pares» como le llamaron en los periódicos cuando comenzaron los asesinatos en los hoteles y en los barrios residenciales.
Siempre gente que se hospedaba en pisos y habitaciones pares, y en hotel de numeración par, como el Anteus, ubicado al 2004 de la avenida Potosí. Las residencias seguían el mismo patrón, pero nunca una huella, un testigo, nada, hasta esa llamada a las ocho y treinta y cinco de la noche de la recepción del hotel que pedía una patrullera porque había un hombre parado frente a una de sus habitaciones, con un cuchillo en la mano.
Cuando la policía llegó el sospechoso no se resistió, pero tampoco colaboró con una declaración. Cuando le dijeron que su silencio empeoraba las cosas, sólo respondió que no le importaba.
-Si es posible, si a usted no le compromete, quiero hablar con él -insistió el médico.
Caminaron por corredores que se cruzaban con otros iguales y que, según el comisario, tenían el propósito de prolongar la agonía del detenido ya que no hay peor cosa que la incertidumbre del tránsito.
Por decir algo el doctor contó que formaba parte de la comitiva de médicos que participaban del congreso de proctología organizado por la universidad nacional, pero el comisario ya lo sabía y su silencio indicaba que no estaba interesado en conocer detalles.
Llegaron frente a una puerta parecida a todas las que le antecedían, pero esta fue desllaveada por el oficial. El olor a óxido de las celdas y la mirada de gente igual a todo el mundo del hombre que levantó la vista desde el fondo de la estancia recibieron a los recién llegados.
El médico preguntó si podía quedarse a solas con el detenido, y el comisario, que no quería perderse el encuentro, tuvo que irse pero dejó al oficial parado en la puerta, lo que significaba que de todas maneras se enteraría de lo que fuese a ocurrir.
-Buenas noches --el doctor Edmundo sintió que cualquier cosa que dijese en ese momento no sería la indicada, así que no se esforzó-, Supongo que podemos tratarnos como conocidos.
El hombre de la celda lo miró con curiosidad.
-Soy el doctor Edmundo, el de la habitación del Anteus. A usted lo apresaron frente a mi puerta.
El detenido parpadeó.
-Disculpe que lo moleste en esta situación tan difícil por la que está pasando, pero es que no entiendo por qué me quiso matar. Llegué hace tres días a esta ciudad, no salí del hotel ya que allí es el congreso y pedí comida en la habitación porque me aburre la compañía de los colegas. ¿Me quería matar a mí, específicamente, o le daba igual que sea cualquiera que esté en esa habitación?
El detenido tosió.
Acostumbrado a hacerse una idea de la gente con sólo verla, al doctor le pareció que estaba frente a un hombre instruido, no un asesino atávico de los que se habla en los libros de medicina legal. Un fumador, además, ya que la tos era inconfundible.
-¿Usted qué cree? -le preguntó el detenido.
Su voz sonó cálida, como el tufo de una habitación que se mantenía cerrada pero donde se adivinaba un pote de talco abierto, o un agua de anís filtrando sus esencias dulzonas por las grietas de un corcho de botella.
-Le daba igual, verdad, que sea otro o que sea yo. Pero por qué no entró, por qué se quedó en la puerta, por qué no terminó lo que fue a hacer -se sorprendió de lo que decía, ya que sonaba como si lamentase que las cosas no hubiesen llegado a más-: Perdón, es sólo que no tiene sentido para mí.
-¿Y usted por qué no abrió? -preguntó el hombre detrás de los barrotes.
Era lo peor. Que él también pregunte. Pero era cierto lo que decía. El doctor Edmundo no abrió cuando escuchó el timbre de la puerta. Dos, tres veces, largas pausas y otra vez el silbido metálico, como quien está decidido a no irse hasta que lo atiendan.
Cuando cerró la llave de la ducha, tomó la toalla que colgaba del rodillo pero no se secó, sino que bajó la tapa del water y la cubrió con ella. Entonces se sentó encima, desnudo, el agua tibia corriéndole por la cara, y con la tijera de cortar cutícula escarbó la uña del pie derecho que lo torturó desde la mañana.
No abrió porque tenía atrapada la punta de la uña y dejar que se le meta de nuevo en la carne hubiese sido no sólo doloroso, sino también arriesgado, porque quién le decía que tendría otra oportunidad de separarla de la piel enrojecida.
-Me estuve bañando -resumió,
-No entré porque usted no abrió -le respondió el detenido.
El médico admitió cuando se le preguntó, que lo que le afectó de aquel encuentro fue la franca indiferencia con la que lo miró el hombre que pudo ser su asesino.
Detrás de los barrotes el sospechoso escuchó cuando la puerta se cerró y se sintió aliviado de que el silencio recupere a su alrededor su dimensión totalizadora.
En parte, él también mintió.
Esa noche llegó al hotel sin llamar la atención, subió al segundo piso y cuando se detuvo frente a la habitación 36, imaginó lo del baño ya que en los hoteles todos se bañan a las ocho y media de la noche. Llevaba un destornillador en el bolsillo, y si no forzó la cerradura fue únicamente porque un aroma a champú de vainilla lo detuvo.
Venía de la habitación. Se escurría por la línea encajonada de la puerta, por el cerrojo plateado, por la mirilla, un vapor que antes que por su nariz fue capturado por su piel, por sus ojos, por algo dentro suyo que le detuvo la respiración. Su mamá olía a vainilla. Y ese olor era igual a ella.
Yo conocí las versiones de ambos, del médico y del detenido, en mi calidad de abogado de gente que no quiere uno, o que no se lo puede pagar.
Me dieron el caso del hombre detenido en el hotel. «Usted está fuera en dos días», le prometí, y así fue, ya que pararse frente a la puerta 36 no lo convertía en «el asesino de los números pares», y tener un cuchillo en la mano no significaba que quisiese degollar a alguien, aunque la verdad es que mi olfato me confirmó ambas cosas antes de que el señor Cardozo lo haga. Era el asesino, y sí quiso matar al médico.
El doctor se mostró convencido de que su destino lo puso frente a la uña encarnada con el único propósito de alejarlo de la puerta, y el ex detenido -que debe estar camino a mi oficina en este momento- no quiso contarle lo del champú de vainilla. «Es algo personal», me explicó, y lo dejó pensando lo que quisiese.
Lo que yo afirmo finalmente, y antes de ir a atender la puerta donde alguien que ya debe ser mi cliente está tocando, es que hasta la casualidad tiene que ver más con el asesino que con la víctima.
Punto final.
Lo veo desde acá, desde el pasillo, la luz amarilla del farol mecida por el viento de junio que hamaca su sombra de sobretodo y manos enguantadas encima del cerco de ligustrinas recién podadas de la entrada.
-Buenas noches, pase por favor.
No me responde, pero sé que entrará conmigo y que quizás le invite un café y hasta tengamos una conversación. Pero ahora, parado en el corredor bajo el farol que en su balanceo revuelve su sombra con la mía tiene los ojos fijos en los números que identifican mi residencia: el 612 de la avenida 18 de Octubre.
PÁGINA 15 – POESÍA
ARGENTINA: CHACO
ESTEBAN
GONZÁLEZ
(Puerto
Tirol-Chaco-Argentina)
5
Las casas que enmudecieron
algún día rendirán cuentas de sus noches de horror.
Entonces las lágrimas se oxidarán.
Sellarán candados y cerraduras.
No serán jamás casas tomadas.
Serán un alerta
para los verdugos anónimos.
Las casas que enmudecieron
algún día rendirán cuentas de sus noches de horror.
Entonces las lágrimas se oxidarán.
Sellarán candados y cerraduras.
No serán jamás casas tomadas.
Serán un alerta
para los verdugos anónimos.
MARINA CORONEL
(Resistencia-Chaco-Argentina)
ESE HOMBRE
el hombre
amansado en la tarde
o en la noche
de su dolor
se desencadena de su boca
la voz se le estira hasta la palabra
y es lo mudo lo que le cuesta
acostumbrarse a paladear cenizas
a rumiar ortigas bajo la lengua
tal vez se obligue a matar la sorpresa
con un tiro de gracia en la nuca
o entre los ojos
que es lo mismo
cansado de vomitar ayeres
meterá el dedo en el grito
y rascará con automatismo de loco
las urgencias
abrirá la garganta por completo
para tragarse la muerte
de memoria
el hombre
amansado en la tarde
o en la noche
de su dolor
se desencadena de su boca
la voz se le estira hasta la palabra
y es lo mudo lo que le cuesta
acostumbrarse a paladear cenizas
a rumiar ortigas bajo la lengua
tal vez se obligue a matar la sorpresa
con un tiro de gracia en la nuca
o entre los ojos
que es lo mismo
cansado de vomitar ayeres
meterá el dedo en el grito
y rascará con automatismo de loco
las urgencias
abrirá la garganta por completo
para tragarse la muerte
de memoria
MARTÍN
DOMINGUEZ
(Resistencia-Chaco-Argentina)
RASTROS DE ASTROS
Conseguí levantarme antes de las dos de la tarde
el aroma dulce de tu perfume impregnaba el lugar.
La noche había dejado sus rastros, y entre ellos
me deslicé hacia el baño.
Fue una buena meada.
¿Salimos?
Mmm no, ¿Para qué?
O sí, dale.
Perdamos algunas neuronas, ¿total?
Seamos funcionales.
Pastemos en la barra.
Disfrutemos de esta libertad de plastilina
-- Holaaaa, todo bieeennn?
-- No, la verdad que no
pero en realidad no te interesa
Me gustaría poder contestar así alguna vez
Me gustaría bastarme a mi mismo.
Me gustaría ir a una fiesta
Adentro mío.
Dicen que a veces
se pone bueno ese lugar
Conseguí levantarme antes de las dos de la tarde
el aroma dulce de tu perfume impregnaba el lugar.
La noche había dejado sus rastros, y entre ellos
me deslicé hacia el baño.
Fue una buena meada.
¿Salimos?
Mmm no, ¿Para qué?
O sí, dale.
Perdamos algunas neuronas, ¿total?
Seamos funcionales.
Pastemos en la barra.
Disfrutemos de esta libertad de plastilina
-- Holaaaa, todo bieeennn?
-- No, la verdad que no
pero en realidad no te interesa
Me gustaría poder contestar así alguna vez
Me gustaría bastarme a mi mismo.
Me gustaría ir a una fiesta
Adentro mío.
Dicen que a veces
se pone bueno ese lugar
CLAUDIA
MASIN
(Resistencia-Chaco-Argentina)
EL TALISMÁN
Los
ojos de los que estamos continuamente al borde de la caída
o
del tropiezo, no saben despegarse de la tierra. De qué sirve
una
belleza material que no pueda tomarse entre las manos
como
una piedra y ser llevada siempre encima del cuerpo
igual
que esos objetos insignificantes
que
un niño acarrea consigo donde vaya, y que lo hunden
en
el terror o el desconcierto si se pierden.
No
hay belleza para mí en las cosas
que
no pueden volverse talismán contra las fuerzas
del
desamparo o de la pena, y ninguna palabra podría hacer eso,
sólo
la presencia física de lo que fue elegido por un amor oscuro,
cuyas
leyes desconocemos, para preservar nuestra vida intacta
entre
todos los peligros y accidentes que la acechan, a pesar
de
que es ella, esa presencia amada, el peligro mayor,
porque
no puede protegernos de su pérdida.
FRANCO
BOCZKOWSKI
(Presidencia
Roque Sáenz Peña-Chaco-Argentina)
RESULTADOS ELECTORALES
Los diarios publican hoy en tapa
los resultados electorales, y ofrecen
pasar en paz el resto de la jornada.
Podríamos aceptar la oferta, si es que aún nos
toleramos.
Lo haríamos, ¿no es cierto? Afrontaríamos
con gusto ese resto de día que nos dejan.
En paz, en guerra, según sea el humor
que nos domine, o el que demande la ocasión.
Lo que vale para nosotros podrá no valer para el
resto.
Algo se perdió en el camino para llegar hasta aquí.
Pudimos
haber prescindido de fines inútiles, o habernos
dignado
inclinarnos para recogerlo del suelo si nos hacía
falta.
Era necesario comprobar que el tiempo
pasaba para nosotros también, y no solamente
para cada uno. Un poema de mañana
no puede evitar los titulares, ni prescindir de las
páginas
que comprueban, con crueldad, que el tiempo es algo
colectivo,
y para nada indiferente. Un porcentaje así
no augura la paz sin el conflicto.
Lo que vale para el resto valdrá también para
nosotros. Si asesinan
por negocio, por delirio, o por violencia
de género o de cualquiera; si amenazan con default o
recesión
en países lejanos que no pensamos visitar
revolucionan nuestro tiempo y es cada vez menos
el que disfrutamos en paz entre los dos
los fines de semana o los feriados, las horas vacías
que ya dejamos de ocupar y que nos ocupan
los dueños de la única materia con que contamos
para hacer, con pedazos de estación, nuestra vida en
común.
SUSANA
SZWARC
(Quitilipi-Chaco-Argentina)
QUISIERA ENTERARME
Quisiera enterarme de que nada
tiene forma, decías. Y acepté,
hasta el fondo de la copa del árbol,
de la copa del río.
tiene forma, decías. Y acepté,
hasta el fondo de la copa del árbol,
de la copa del río.
Ninguna de las otras (creía)
se ahogaba como yo. (Me hundí.)
se ahogaba como yo. (Me hundí.)
No hay placer, dijiste
mientras vaciabas al padre
en la botella y mi cuerpo te servía.
mientras vaciabas al padre
en la botella y mi cuerpo te servía.
¿Te habías ido? ¿Y las otras?
Tuve vértigos
como si alguno más
se cayera del mundo.
Tuve vértigos
como si alguno más
se cayera del mundo.
Dormida, en la noche de fiesta,
alcancé a oír: ¿qué hay después?
alcancé a oír: ¿qué hay después?
Al despertar
había panes
en mi cama.
había panes
en mi cama.
PÁGINA 16 – ENSAYO
MIRIAM
CAIRO
(San
Nicolás de los Arroyos-Buenos Aires-Argentina)
NO NOS DICEN, NO NOS VEMOS
MIS LIBROS
Mis
libros (que no saben que yo existo) / son tan parte de mí como este rostro /de
sienes grises y de grises ojos / que vanamente busco en los cristales /yque recorro
con la mano cóncava / no sin alguna lógica amargura / pienso que las palabras
esenciales / que me expresan están en esas hojas /que no saben quién soy, no en
las que he escrito. /Mejor así. Las voces de los muertos / me dirán para
siempre.
Jorge Luis Borges
El
día 16 del mes de agosto de 2010, recibí por correo electrónico un artículo de
Eduardo Dalter, enviado por el querido poeta Rubén Vedovaldi. El asunto del
mismo era "¿200 años de poesía argentina?". El interrogante venía a
cuestionar la antología editada por Alfaguara que pretende homenajear a la
poesía argentina en el bicentenario de la Revolución de Mayo. Me permito
transcribir sólo un tramo de la nota de Dalter para ponernos en cuestión:
"El propio Licenciado Monteleone, firmante de la antología citada (200
años de poesía argentina) y crítico del matutino La Nación, en los comienzos
mismos del prólogo nos va a advertir, contraviniendo en rigor al propio título,
y abriendo el paraguas, para que no queden dudas, lo que sigue acerca de la
obra: “Tal vez no sea un conjunto más o menos razonado o azaroso de
inclusiones, sino un sistema de ausencias, porque la acosa el fantasma de la
totalidad. No sólo porque hay poetas que no están, que deberían haberse
incluido y que, aun por motivos extraliterarios, cuya peripecia es irrelevante,
no figuran en esta selección. " La mayoría de las perversas omisiones
corresponde a poetas del interior del país. Pero la peripecia irrelevante de
los motivos extraliterarios, al parecer, son motivo suficiente para justificar
el olvido.Todo lector es dicho por los autores que lee. (Como lectora, me
permito repetir al maestro, quien siempre ha puesto por sobre su condición de
escritor su cualidad de lector). Pero el lector en la actualidad de nuestro
país tiene la identidad mutilada por el mercado editorial. El lector es dicho a
medias por los autores que el mercado elige que digan. Y está claro que el
mercado editorial da la voz condicionado por el debe y el haber no por
convicciones estético culturales. Sin dudas, la principal actividad del mercado
editorial es el silencio. O el barullo. Cada uno podrá colocar en una u otra
categoría lo que lee o lo que no puede leer.
No
parece muy razonable que los escritores que se han dado a conocer al público
masivo en los últimos años hayan salido de premios de emporios comerciales. ¿A
ningún ministro de cultura se le ha dado por sospechar algún atisbo de pobreza
en el hecho, por ejemplo, de que estos premios sean otorgados a uno solo de los
géneros literarios que existen? ¿El estado no tiene por función proteger a los
sectores más vulnerables? ¿La cultura de una nación ûno de una metrópoli no
merece cuidado y promoción de todos sus referentes culturales? ¿Un país que
tiene el privilegio de contar con un poeta merecedor del Premio Cervantes (no
del premio Clarín), no debería ocuparse, preocuparse porque la poesía conquiste
un lugar más preciado? El mismo Gelman, cuando recibió el premio en el año
2007, nos dio un mensaje que por lo visto, como nación no hemos podido
comprender: "la poesía es la Cenicienta de las artes". Perdón,
maestro. Esta princesa, oculta entre las labores más veladas y complejas del
hombre, sigue siendo destinada a tareas de servidumbre: en los colegios es
utilizada para cantar odas acomodaticias en fechas patrias, y en el parlamento,
para dar unas pinceladas de maquillaje a la conciencia cultural de los
funcionarios.Porque el estrago no sólo se dio por la indolencia con que se
pensó, se prologó y se vendió la antología, sino que además, este tajazo a la
memoria nacional fue declarado de interés para la H. Cámara de Diputados, y
quien firma el trámite parlamentario Nº 77 del 16 de junio de 2010 es la
diputada Castaldo Norah Susana, de Tucumán. Entre los fundamentos para tal
declaración se cita a los propios editores quienes procuran "entre todas
las facetas de nuestro patrimonio común, reconocernos en la palabra poética,
entendida como la quinta esencia de la creación de sentido, de belleza y de
verdad. Ese es el espejo continua diciendo la nota de presentación de los editores
donde en esta fecha elegimos mirarnos: el de la reunión de las obras de cientos
de poetas argentinos, de diferentes épocas, estéticas y cosmovisiones, que esta
antología pone otra vez al alcance de todos, a modo de celebración". En el
espejo roto de la poesía nacional, como lectora, elijo no mirarme.Entiéndase
que mi postura no va en contra de los poetas seleccionados sino de la
amputación, de la indolencia, de la mezquindad. Recuerdo que en el III Congreso
de la Lengua, el poeta Ernesto Cardenal (cuyo discurso no gozó de las luces de
neón) dijo que "Cada vez que un pueblo deja de hablar una lengua se
empobrece toda la humanidad." Y yo me permito diversificar este enunciado:
cada vez que un pueblo deja de leer los distintos lenguajes de sus poetas se restringe
su cosmovisión, se limita su condición lectora, se cercena su percepción
estética, se disgrega su tejido social, se le roban sus tesoros, se empobrece
su humanidad. En 1987, Octavio Paz decía: "En las democracias liberales de
Occidente la libertad de creación se enfrenta a peligros más insidiosos pero no
menos bárbaros que la censura política e ideológica de los Estados
intolerantes: el mercado y la publicidad. Someter a la poesía, por naturaleza
solitaria y que nada siempre contra la corriente, a las leyes de circulación de
las mercancías, es mutilarla en su esencia. La poesía moderna, lo dijo Blake,
es la aliada del demonio: es el ángel que dice No." Este ángel del No
sigue vivo en los bares y resiste en publicaciones privadas. Es cierto que es fuerte,
que es invencible, pero no la forcemos más a sobrevivir a la sombra del poder
editorial porque seríamos cómplices de un crimen donde nosotros seremos
nuestros propios cadáveres.
PÁGINA 17 – POESÍA
AMERICANA: COLOMBIA
AMPARO OSORIO
(Bogotá-Colombia)
DERRUMBE
Se acumulan los días, los años
la erosión de la vida
nos echa encima su balandra y vamos
hacia el despeñadero.
Pasa la sombra... pasa y mira
y vuelve a acomodarse.
Una luz de farol bordea la penumbra.
Es la ciudad: me digo.
La sombra se adelanta
no quiere compartir mis pensamientos
pero lee la esquina, los escombros
los pasos solitarios y el eco de esos pasos
mucho antes que sorprendan a mi cuerpo.
El funerario pájaro del tiempo
aletea en el aire.
Las ruinas del amor se precipitan.
Quiero cerrar los ojos.
Quiero
que sólo el viento pase
y nos lea el poema de la errancia,
que nos diga al oído
sobre la honda pena que hoy irrumpe
en el alma del saxo.
que el viento,
sólo el viento...
la erosión de la vida
nos echa encima su balandra y vamos
hacia el despeñadero.
Pasa la sombra... pasa y mira
y vuelve a acomodarse.
Una luz de farol bordea la penumbra.
Es la ciudad: me digo.
La sombra se adelanta
no quiere compartir mis pensamientos
pero lee la esquina, los escombros
los pasos solitarios y el eco de esos pasos
mucho antes que sorprendan a mi cuerpo.
El funerario pájaro del tiempo
aletea en el aire.
Las ruinas del amor se precipitan.
Quiero cerrar los ojos.
Quiero
que sólo el viento pase
y nos lea el poema de la errancia,
que nos diga al oído
sobre la honda pena que hoy irrumpe
en el alma del saxo.
que el viento,
sólo el viento...
FRANK
PEREIRA HENNESSEY
(Barranquilla-Colombia)
EL
VALLE DE LAS 14 LUNAS
Te encontré
en el sur de un misterio,
en un valle sediento,
en un enjambre de lluvias,
agotando
la desnudez de una fuga
con sus escarchas boreales,
en ese valle
de las 14 lunas,
en el furor de una magnolia.
Te encontré
en el sur de un misterio,
en un valle sediento,
en un enjambre de lluvias,
agotando
la desnudez de una fuga
con sus escarchas boreales,
en ese valle
de las 14 lunas,
en el furor de una magnolia.
GLORIA
CEPEDA VARGAS
(Santiago
de Cali-Colombia)
FRIDA
Te echaste al pico toda la raza pintante…
Diego Rivera
Una vara de mimbre/ se
aleja patinando en dos naranjas/ ¿Dónde vas/ Frida Kahlo/ con tus hambres/ tu
sed de pergamino/ los cactos de Sonora en las muñecas/ como aros de la suerte?/
Frida de Coyoacán/ descobijada flor/ siempre pariendo/ ¿Con qué sustancia
vegetal y oscura/ te tatuaste las cejas?/ Pasan los años como dromedarios/ y
tú/ plantada ahí/ cada día más lejos del olvido/ Nadan/ tus tumultuosos hijos/
en todas tus orgías/ atadas al ombligo de la tierra/ en tus dientes que
abrieron/ forámenes de mundo/ en tus vísceras rotas/ y zurcidas a medias/ en tu
desbordamiento/ que da miedo/ Tú/ con tu altiva falda/ levantada/ como una
carpa bajo las estrellas/ guerrera de pinceles/ duros como tornillos/ de
pinturas espesas/ como aceites natales/ Sé que vas al encuentro/ del escorpión/
que ruge en tu cintura/ ¿Cómo hablaré de tu dolor con canas?/ ¿Cómo arrullar tu
niño sin orejas?/ ¿Cómo trazar el ángulo/ donde se despereza/ tu pubis amarillo?/
Macho y hembra/ de espaldas/ y de frente/ amor y tregua siempre/ ¡Jaque mate!/
Un viento de colores/ te mece/ como a un niño/ que no quiere dormir.
Cojita pendenciera/
dedos ahusados/ polvo de canela/ En las panaderías/ donde orbes y muñecas/ se abastecen/
bailas con tu pareja/ El sol y tu sonrisa/ el sol y tus dos manos/ para que el
ciego tiente/ Frida de cinco letras/ de cuatro ojos al viento/ de cuatro
piernas/ que se contradicen/ como los asesinos en flagrancia/ ¿Qué sentirán los
hombres/ las mujeres/ los niños mejicanos/ cuando tu nombre estalla/ como un
caldero hirviente?/ ¿Qué será de su arena/ mezclada con la tuya/ al borde del
camino/ como flor de barranco?/ Leño descoyuntado/ entre las aspas rojas del verano/ ¿Aún buscas
bajo el cielo/ primero de la tierra/ la pieza que te falta?
Te echaste al pico toda
la raza pintante/ dijo Diego Rivera/ el sapo donairoso/ te los echaste al pico/
y luego te alejaste/ saltando de la luna/ al girasol/ Día y noche creando de la
nada/ sangre y orina antiguas/ desnudándote/ abriéndote/ ubicando uno a uno/
tus huesos insepultos/ ¡Llévalos a beber que se te mueren/ de sed/ como
camellos extraviados!/ ¡Permíteles que quemen su corola/ en esta ceremonia
deleitosa!/ Raza pintante/ dijo tu maestro/ tu hombre niño/ redondo como el
mundo/ mientras Méjico araba las conciencias/ izaba las polleras/ ondeaba en
los sarapes/ apuraba las copas/ Ése fue tu rugiente anfiteatro/ ésa tu
carnadura rezumante/ Para llamarte amiga o compañera/ me falta amanecer.
PEDRO
ARTURO ESTRADA
(Girardota-Antioquía-Colombia)
26
Bienvenida, perfecta irrealidad,
dilución de la certeza en humos angélicos, espejismo,
claridad mutante hacia la tiniebla absoluta.
Bienvenida inconsistencia del tacto, visión dudosa
que nos salvas del dogma,
de creer que creemos.
Bienvenida, refracción íntima de la luz
en el núcleo seroso del cáncer que aniquila
la fe, el confiado vigor del músculo
y el impulso sensual.
Bienvenida, fatiga sabia
que creces y te adensas
tranquila en las arterias.
Amiga que das tiempo
después de todo al tiempo.
Bienvenida, perfecta irrealidad,
dilución de la certeza en humos angélicos, espejismo,
claridad mutante hacia la tiniebla absoluta.
Bienvenida inconsistencia del tacto, visión dudosa
que nos salvas del dogma,
de creer que creemos.
Bienvenida, refracción íntima de la luz
en el núcleo seroso del cáncer que aniquila
la fe, el confiado vigor del músculo
y el impulso sensual.
Bienvenida, fatiga sabia
que creces y te adensas
tranquila en las arterias.
Amiga que das tiempo
después de todo al tiempo.
PIEDAD BONNETT
(Amalfi-Colombia)
LLAMADO
Variaciones en torno a un poema de Dylan
Thomas
Al escuchar tu voz nocturna, padre,
—tu voz de amante navegando en sus mares de
zozobra—
yo descendí del más hondo silencio
y me hice llanto.
Una llama violeta le dio vida a mi médula,
y mi nada de viento se posó como un pájaro
en las pupilas rubias de mi madre.
A tu llamado
(que era roto tremor, ciego buceo,
roja batalla enfebrecida)
yo descendí vertiginoso y lúgubre
como un hombre con sed que bebe un agua amarga.
Traje del frío sideral
la luz fosforescente que hace brillar mis
huesos.
Y del oscuro magma brotó una flor quemante:
mi corazón, donde ya había miedo.
Quise ser sordo
seguir siendo gota
del furioso torrente donde no habita el tiempo.
Pero tu voz subía,
como una lluvia inversa tu voz subía a buscarme
hasta mi oscuro centro aún sin nombre,
hasta el umbral de sombra donde era luz mi
madre.
WINSTON
MORALES CHAVARRO
(Neiva-Huila-Colombia)
CANCIÓN DE EVA A ADÁN
(Para mitigar el viaje)
(Para mitigar el viaje)
Cuán hermoso es el barro que se levantó de otras orillas
Y se formó como un pájaro en el bosque
Hasta cantar la diadema de los ríos.
Cuán bello su orgullo de hoja seca
Que se doblega como un faro
Al contacto inmisericorde de la espada.
Cuán bello es el hombre que bautizó a los animales de la selva,
Puso nombre a los ríos de la muerte
Y le canta al Chatak de los lejanos pinos
Para que descienda el agua de la acequia
Sobre las viñas y los olivares de las sombras.
Cuán hermoso es Adán
Innumerables son los hijos que le ha arrojado al mundo,
Innumerables las manzanas que lleva bajo el brazo,
Innumerables los ríos que ha sobre-nadado
E innumerables las colinas y las arenas recorridas
En su último destierro.
Cuán hermoso es el pájaro del Génesis:
Su boca tiene la medida exacta de los frutos del Apocalipsis
Y sus ojos las visiones premonitorias
De todos los calvarios:
Las hojas afiladas y serradas
De sus próximos destierros.
Cuán hermoso es Adán
Cuán magna su sabiduría de la muerte
Su tortuoso caminar por los recovecos de esta Terra.
Cuán hermoso el paradigma del sepulcro,
Sus costillas, sus cabellos, sus ojos, sus pestañas,
Sus manos de extranjero
En los confines de otro continente.
Cuán hermoso es Adán
Esta noche me entregaré de nuevo a sus mieses, a sus frutas,
A su siega.
Como quien va de los precipicios de las sombras
Al vórtice inigualable de otro paraíso,
Me entregaré de nuevo a él
Como la última manzana,
Como la última mujer que puebla sobre el mundo.
Y se formó como un pájaro en el bosque
Hasta cantar la diadema de los ríos.
Cuán bello su orgullo de hoja seca
Que se doblega como un faro
Al contacto inmisericorde de la espada.
Cuán bello es el hombre que bautizó a los animales de la selva,
Puso nombre a los ríos de la muerte
Y le canta al Chatak de los lejanos pinos
Para que descienda el agua de la acequia
Sobre las viñas y los olivares de las sombras.
Cuán hermoso es Adán
Innumerables son los hijos que le ha arrojado al mundo,
Innumerables las manzanas que lleva bajo el brazo,
Innumerables los ríos que ha sobre-nadado
E innumerables las colinas y las arenas recorridas
En su último destierro.
Cuán hermoso es el pájaro del Génesis:
Su boca tiene la medida exacta de los frutos del Apocalipsis
Y sus ojos las visiones premonitorias
De todos los calvarios:
Las hojas afiladas y serradas
De sus próximos destierros.
Cuán hermoso es Adán
Cuán magna su sabiduría de la muerte
Su tortuoso caminar por los recovecos de esta Terra.
Cuán hermoso el paradigma del sepulcro,
Sus costillas, sus cabellos, sus ojos, sus pestañas,
Sus manos de extranjero
En los confines de otro continente.
Cuán hermoso es Adán
Esta noche me entregaré de nuevo a sus mieses, a sus frutas,
A su siega.
Como quien va de los precipicios de las sombras
Al vórtice inigualable de otro paraíso,
Me entregaré de nuevo a él
Como la última manzana,
Como la última mujer que puebla sobre el mundo.
PÁGINA 18 – NARRATIVA
MEMPO
GIARDINELLI
(Resistencia-Chaco-Argentina)
KILÓMETRO 11
Para Miguel Angel Molfino
—Para mí que es Segovia —dice Aquiles,
pestañeando, nervioso, mientras codea al Negro López—. El de anteojos oscuros,
por mi madre que es el cabo Segovia.
El Negro observa rigurosamente al tipo que toca
el bandoneón, frunciendo el ceño, y es como si en sus ojos se proyectara un
montón de películas viejas, imposibles de olvidar.
La escena, durante un baile en una casa de
Barrio España. Un grupo de amigos se ha reunido a festejar el cumpleaños de
Aquiles. Son todos ex presos que estuvieron en la U-7 durante la dictadura. Han
pasado ya algunos años, y tienen la costumbre de reunirse con sus familias para
festejar todos los cumpleaños. Esta vez decidieron hacerlo en grande, con asado
al asador, un lechón de entrada y todo el vino y la cerveza disponibles en el
barrio. El Moncho echó buena la semana pasada en el Bingo y entonces el festejo
es con orquesta.
Bajo el emparrado, un cuarteto desgrana chamamés
y polkas, tangos y pasodobles. En el momento en que Aquiles se fija en el
bandoneonista de anteojos negros, están tocando “Kilómetro 11”.
—Sí, es —dice el Negro López, y le hace una seña
a Jacinto.
Jacinto asiente como diciendo yo también lo
reconocí.
Sin hablarse, a puras miradas, uno a uno van
reconociendo al cabo Segovia.
Morocho y labiudo, de ojitos sapipí, siempre
tocaba “Kilómetro 11” mientras a ellos los torturaban. Los milicos lo hacían
tocar y cantar para que no se oyeran los gritos de los prisioneros.
Algunos comentan el descubrimiento con sus
compañeras, y todos van rodeando al bandoneonista. Cuando termina la canción,
ya nadie baila. Y antes de que el cuarteto arranque con otro tema, Luis le
pide, al de anteojos oscuros, que toque otra vez “Kilómetro 11”.
La fiesta se ha acabado y la tarde tambalea,
como si el crepúsculo se hiciera más lento o no se decidiera a ser noche. Hay
en el aire una densidad rítmica, como si los corazones de todos los presentes
marcharan al unísono y sólo se pudiera escuchar un único y enorme corazón.
Cuando termina la repetición del chamamé, nadie
aplaude. Todos los asistentes a la fiesta, algunos vaso en mano, otros con las
manos en los bolsillos, o abrazados con sus damas, rodean al cuarteto y el
emparrado semeja una especie de circo romano en el que se hubieran invertido
los roles de fiera y víctimas.
Con el último acorde, El Moncho dice:
—De nuevo —y no se dirige a los cuatro músicos,
sino al bandoneonista—. Tocálo de nuevo.
—Pero si ya lo tocamos dos veces —responde éste
con una sonrisa falsa, repentinamente nerviosa, como de quien acaba de darse
cuenta de que se metió en el lugar equivocado.
—Sí, pero lo vas a tocar de nuevo.
Y parece que el tipo va a decir algo, pero es
evidente que el tono firme y conminatorio del Moncho lo ha hecho caer en la
cuenta de quiénes son los que lo rodean.
—Una vez por cada uno de nosotros, Segovia
—tercia El Flaco Martínez.
El bandoneón, después de una respiración
entrecortada y afónica que parece metáfora de la de su ejecutante, empieza
tímidamente con el mismo chamamé. A los pocos compases lo acompaña la guitarra,
y enseguida se agregan el contrabajo y la verdulera.
Pero Aquiles alza una mano y les ordena
silenciarse.
—Que toque él solo —dice.
Y después de un silencio que parece largo como
una pena amorosa, el bandoneón hace un da cappo y las notas empiezan a parir un
“Kilómetro 11” agudo y chillón, pero legítimo.
Todos miran al tipo, incluso sus compañeros
músicos. Y el tipo transpira: le caen de las sienes dos gotones que flirtean
por los pómulos como lentos y minúsculos ríos en busca de un cauce. Los dedos
teclean, mecánicos, sin entusiasmo, se diría que sin saber lo que tocan. Y el
bandoneón se abre y se cierra sobre la rodilla derecha del tipo, boqueando como
si el fueye fuera un pulmón averiado del que cuelga una cintita argentina.
Cuando termina, el hombre separa las manos de
los teclados. Flexiona los dedos amasando el aire, y no se decide a hacer algo.
No sabe qué hacer. Ni qué decir.
—Sacáte los anteojos —le ordena Miguel—.
Sacátelos y seguí tocando.
El tipo, lentamente, con la derecha, se quita
los anteojos negros y los tira al suelo, al costado de su silla. Tiene los ojos
clavados en la parte superior del fueye. No mira a la concurrencia, no puede
mirarlos. Mira para abajo o eludiendo focos, como cuando hay mucho sol.
—“Kilómetro 11”, de nuevo —ordena la mujer del
Cholo.
El tipo sigue mirando para abajo.
—Dale, tocá. Tocá, hijo de puta —dicen Luis, y
Miguel, y algunas mujeres.
Aquiles hace una seña como diciendo no, insultos
no, no hacen falta.
Y el tipo toca: “Kilómetro 11”.
Un minuto después, cuando suenan los arpegios
del estribillo, se oye el llanto de la mujer de Tito, que está abrazada a Tito,
y los dos al chico que tuvieron cuando él estaba adentro. Los tres, lloran.
Tito moquea. Aquiles va y lo abraza.
Luego es el turno del Moncho.
A cada uno, “Kilómetro 11” le convoca recuerdos
diferentes. Porque las emociones siempre estallan a destiempo.
Y cuando el tipo va por el octavo o noveno
“Kilómetro 11”, es Miguel el que llora. Y el Colorado Aguirre le explica a su
mujer, en voz baja, que fue Miguel el que inventó aquello de ir a comprarle un
caramelo todos los días a Leiva Longhi. Cada uno iba y le compraba un caramelo
mirándolo a los ojos. Y eso era todo. Y le pagaban, claro. El tipo no quería
cobrarles. Decía: no, lleve nomás, pero ellos le pagaban el caramelo. Siempre
un único caramelo. Ninguna otra cosa, ni puchos. Un caramelo. De cualquier
gusto, pero uno solo y mirándolo a los ojos a Leiva Longhi. Fue un desfile de
ex presos que todas las tardes se paró frente al kiosco, durante tres años y
pico, del 83 al 87, sin faltar ni un solo día, ninguno de ellos, y sólo para
decir: “Un caramelo, déme un caramelo”, Y así todas las tardes hasta que Leiva
Longhi murió, de cáncer.
De pronto, el tipo parece que empieza a
acalambrarse. En esas últimas versiones pifió varias notas. Está tocando con
los ojos cerrados, pero se equivoca por el cansancio.
Nadie se ha movido de su lado. El círculo que lo
rodea es casi perfecto, de una equidistancia tácitamente bien ponderada. De
allí no podría escapar. Y sus compañeros están petrificados. Cada uno se ha
quedado rígido, como los chicos cuando juegan a la tatuíta. El aire cargado de
rencor que impera en la tarde los ha esculpido en granito.
—Nosotros no nos vengamos —dice el Sordo Pérez,
mientras Segovia va por el décimo “Kilómetro 11”. Y empieza a contar en voz
alta, sobreimpresa a la música, del día en que fue al consultorio de Camilo
Evans, el urólogo, tres meses después que salió de la cárcel, en el verano del
84. Camilo era uno de los médicos de la cárcel durante el Proceso. Y una vez
que de tanto que lo torturaron el Sordo empezó a mear sangre, Camilo le dijo,
riéndose, que no era nada, y le dijo “eso te pasa por hacerte tanto la paja”.
Por eso cuando salió en libertad, el Sordo lo primero que hizo fue ir a verlo,
al consultorio, pero con otro nombre. Camilo, al principio, no lo reconoció. Y
cuando el Sordo le dijo quién era se puso pálido y se echó atrás en la silla y
empezó a decirle que él sólo había cumplido órdenes, que lo perdonase y no le
hiciera nada. El Sordo le dijo no, si yo no vengo a hacerte nada, no tengas
miedo; sólo quiero que me mires a los ojos mientras te digo que sos una mierda
y un cobarde.
—Lo mismo con este hijo de puta que no nos mira
—dice Aquiles—. ¿Cuántos van?
—Con éste son catorce —responde el Negro—. ¿No?
—Sí, los tengo contados —dice Pitín—. Y somos
catorce.
—Entonces cortála, Segovia —dice Aquiles.
Y el bandoneón enmudece. En el aire queda
flotando, por unos segundos, la respiración agónica del fueye.
El tipo deja caer las manos al costado de su
cuerpo. Parecen más largas; llegan casi hasta el suelo.
—Ahora alzá la vista, mirános y andáte —le
ordena Miguel.
Pero el tipo no levanta la cabeza. Suspira
profundo, casi jadeante, asmático como el bandoneón.
Se produce un silencio largo, pesadísimo,
apenitas quebrado por el quejido del bebé de los Margoza, que parece que perdió
el chupete pero se lo reponen enseguida.
El tipo cierra el instrumento y aprieta los
botones que fijan el acordeón. Después lo agarra con las dos manos, como si
fuera una ofrenda, y lentamente se pone de pie. En ningún momento deja de
mirarse la punta de los zapatos. Pero una vez que está parado todos ven que
además de transpirar, lagrimea. Hace un puchero, igual que un chico, y es como
si de repente la verticalidad le cambiara la dirección de las aguas: porque
primero solloza, y después llora, pero mudo.
Y en eso Aquiles, codeando de nuevo al Negro
López, dice:
—Parece mentira pero es humano, nomás, este hijo
de puta. Mírenlo cómo llora.
—Que se vaya —dice una de las chicas.
Y el tipo, el Cabo Segovia, se va.
PÁGINA 19 – POESÍA AMERICANA: MEXICO
LETY RICÁRDEZ
(Oaxaca-México)
OFRENDA
Gozosa
llego a ti. Soy tuya.
Mi nombre es sacrificio,
Fui, soy, seguiré siendo
antes y después de ti,
el agua y la sed misma,
calma y turbulencia.
El cauce
seguirá fluyendo
ingobernable.
El venero es tuyo
No te saciarás,
de esta voz
que se estrena.
Su himen aguarda.
LINA ZERÓN
(México DF-México)
MORADAS MARIPOSAS
Fui semilla de sol plantada en la tierra
parida por un tornado de agua
entre polvo estelar y alarido de colores.
Yo quería nacer mariposa,
águila
y que me crecieran doradas plumas,
pero nací higuera de enormes raíces
y me salieron ramas
y de las ramas hojas
y me nacieron ojos en la corteza.
De las hojas brotaron palomas
y acunaron suspiros mis rojos dedos,
y mis manos abanicaron tinieblas
y probé la manzana del Edén.
Supe del sabor de la sangre
y me punzaron los huesos
y aprendí a llorar con mi sombra
y a cargar la cruz del fruto de María,
pero también probé la miel sagrada de la rosa
y la carne del cordero
y tuve sangre virgen en las venas
y entre mis piernas el jugo de Adán corrió.
Mi vientre parió moradas mariposas
que alimenté con savia pura de abeja
y me convertí en olmo
para defender los frutos
y ni sequías
ni tempestades
arrancaron mi tronco de la tierra.
Cantaron muchas primaveras con sus inviernos,
maduraron los higos y a la vida cayeron
y se olvidaron de este árbol
y desnudas quedaron mis ramas.
Dejé de ser higuera y olmo,
me crecieron alas
y en las plumas colores
y en los colores agua
y me convertí en pez-golondrina.
Mis lágrimas humedecen las escamas
y los suspiros hacen volar mis alas
cuando veo las semillas que mis frutos dieron.
Soy feliz de haber nacido higuera,
volverme olmo
y ahora ser pez-golondrina
sin nido fijo y sin cadenas.
FRANCISCO SEGOVIA
(México DF-México)
VEN.
Toca la consistencia de la tierra en este sitio
tan lejos de las vegas y la sombra. ¿La sientes?
No tocas una duna que dispersa el viento :
tocas tierra firme : el lomo de una loma.
¿Sientes cómo desde dentro
una humedad la agruma y vuelve firme?
¿Cómo desde dentro un esqueleto
le da asidero a su carne y la mantiene junta?
Debajo de la piel hay piedras
y adobe y un altar íntimo y doméstico.
Deja en paz esas cosas niña.
No descuajes sus peñas
no quebrantes sus huesos
no interrumpas el lento trance
de la tierra por la tierra.
Cuando eches raíz aquí
no edifiques tu casa
con las ruinas de otra casa.
MINERVA VILLARREAL
(Nuevo León-México)
La
casa que construiste fue arrasada
Vi cómo sucedió
cómo se desprendían paredes y ladrillos
El techo voló
sobre los huesos
y el paisaje entre la hierba abrió
echó raíces bajo las plantas de mis pies
Estoy anclada
y esta casa mojada por la lluvia
esta casa azotada por el viento
hecha polvo
y materia que crece
Esta casa soy yo
ELSA CROSS
(México DF-México)
VI
Gravitación
hacia la arena donde habitas
al borde de mis sueños más antiguos,
tras edades que acumularon sus arcillas,
marfiles,
soldaduras de bronce-
todo el desecho de esos pueblos que acampaban
no lejos de las playas.
hacia la arena donde habitas
al borde de mis sueños más antiguos,
tras edades que acumularon sus arcillas,
marfiles,
soldaduras de bronce-
todo el desecho de esos pueblos que acampaban
no lejos de las playas.
Los murmullos del mar entre los médanos,
el cielo incandescente con sus cobaltos crudos.
Arenas,
hierbas sin oficio en los declives.
Estrella abierta a la ventura franca de los mares.
Lunas serpentinas en el agua.
el cielo incandescente con sus cobaltos crudos.
Arenas,
hierbas sin oficio en los declives.
Estrella abierta a la ventura franca de los mares.
Lunas serpentinas en el agua.
Y al cabo de las horas
todo el frescor del mar con sus sales decantadas.
todo el frescor del mar con sus sales decantadas.
Una ciudad sepultada en la arena,
perdida
bajo la ola inmensa y negra,
como lengua de dragón.
perdida
bajo la ola inmensa y negra,
como lengua de dragón.
Si allí la noche nos fuera a devorar,
qué tumbo incierto,
qué túmulo de tanto sentimiento,
qué tumbo incierto,
qué túmulo de tanto sentimiento,
tanto amor sepultado.
Tanto amor.
Y preguntamos si en vano abrió sus alas,
si en vano quiso hallar en un estanque
su reflejo-
Tanto amor.
Y preguntamos si en vano abrió sus alas,
si en vano quiso hallar en un estanque
su reflejo-
Alzó tras de las nubes un vuelo enloquecido,
rompiendo todo lazo,
desprendiéndose ya de toda tierra
para arder en el aire.
rompiendo todo lazo,
desprendiéndose ya de toda tierra
para arder en el aire.
SALVADOR PLIEGO
(México DF-México)
VESTÍAMOS
DE BLANCO
Les
voy a platicar lo que encontramos:
ésta
era una patria vestida de blanco,
los
árboles, los niños, los corazones
con
sus franelas blancas,
los
sentimientos
eran
hogazas llenas de blancura,
la
ternura era un caminar níveo sobre las plazas.
Pero
aquellos tenían odio y coraje,
y
tenían tirria sobre el blanco,
y
querían muerte sobre el blanco.
Salieron
entonces con sus polvos mortecinos
a
repartirlos,
a
justificar la muerte en todas las provincias,
a
decir que ellos eran la justicia
portando
sus metrallas y desmembrando la honradez,
la
probidad requerida en cada día.
Se
confundió el gobernante con el paria,
y
el sicario se burlaba desde el atrio
donde
la regencia estatuía.
Y
mi patria ya no era blanca,
la
hicieron negra,
la
transformaron en
una
encarnada herida,
en
un bermellón quejido;
decretaron
la muerte como una jornada obligatoria
y
nos entregaron el temor como bandera,
como
estandarte que se izara.
Pero
aun llorando por las manos,
aun
contando a los caídos,
aun
viendo sus bufonadas risas,
les
dijimos a los niños:
corran,
vístanse de blanco, jueguen...
mientras
nosotros nos limpiábamos el rostro
y
el negro se escurría hasta el piso.
PÁGINA 20 – NARRATIVA
LEO
CASTILLO
(Costa
Caribe-Colombia)
II
Borges
está sentado ante mí, en una mecedora de madera pintada de verde. No advierto
la posición de sus manos. Mira casi directamente a mis ojos. Quizá haya alguien
más en la escena -un espacio amplio, acaso sin piso, ¿un patio?-, pero la
"presencia" de esta tercera persona es apenas tácita, nunca visible.
No se mece, Borges, y yo no sé en qué clase de mueble me encuentro
sentado, pero nuestras cabezas están al mismo nivel; acaso estoy en cuclillas
simplemente, dado que es indudable que me mira como tengo dicho, sin tener que
levantar la cabeza, ni siquiera dirigir hacia arriba su mirada azul.
Intento, procurando no perder un solo detalle de su persona ni de sus palabras,
sentarme en una mecedora, a su diestra. Hay una cortina y quizá alguna prenda
puesta de cualquier modo, en desorden, un bulto, en mi mecedera. Levanto como
un rollo esto y advierto que el otro extremo de la cortina está atascado entre
las traviesas de la mecedora de Borges. Asumo que la cortina lo incomodará o,
en todo caso, pudiera distraer un instante la charla, que no se ha interrumpido
en ningún momento, más de ella sólo recuerdo que Borges, sabiéndome colombiano,
cosa que no dije, menciona el nombre de Andrés Caicedo. Encuentro
insignificante esta referencia, sin embargo empiezo a pensar en un autor
francés judío que sé que Borges admira -lo sé en la vigilia, no en el sueño. En
el sueño sólo deseo asociarlo al autor colombiano en razón más bien de su breve
vida y, mejor, de su precocidad, empero más bien tratando de exaltar mediante
la comparación, por complacer a Borges, al colombiano. Mientras pienso en este
nombre, Borges sigue hablándome, y ya no parece haber tiempo o ser oportuno, o
mejor, se ha impuesto un nuevo apunte al parecer de mayor entidad en mi mente.
Los ojos de Borges son hermosos, y lo miro a él muy de cerca. Es más joven que
en mis otros sueños. Tengo la sensación de que me está mirando -siempre
estimé que su ceguera no fue jamás perfecta, que él mismo la exageraba,
asimilándose a Milton, a Homero, con ello. Lo que digo a Borges -y siento una
bella vibración emotiva entre ambos, que la veo en su mirada
cerúlea-, viene a ser:
──Uno de los más bellos títulos
de la literatura en lengua castellana es Luna de enfrente.
En diciéndolo siento, primero, que debí decir no "uno de los más
bellos", sino "el más bello" de la lengua castellana; luego
siento que debí haber ido más allá: uno de los más bellos de la literatura
universal.
En estas vuelvo a pensar en el nombre del escritor francés de origen
judío, y lo recuerdo de inmediato: Marcel Schwob, pero ya no lo digo a Borges y
me despierto en mi cuarto del barrio Boston, en Barranquilla, Colombia, con el
nombre de Schwob en mi mente, musitándolo apenas mis labios. Son las dos en
punto de la tarde.
PÁGINA 21 – POESÍA
AMERICANA: BOLIVIA
NORAH ZAPATA PRILL
(Cochabamba-Bolivia)
REENCUENTRO
Aquí están, aún de pie
arrimados los unos a los otros
los viejos libros de mis primeras letras
arrimados los unos a los otros
los viejos libros de mis primeras letras
Sus historias aún se ríen de la ignorancia
con la que me iniciaba en el misterio
con la que me iniciaba en el misterio
El aroma ha cambiado
Ya no es el de las lluvias sobre grietas vírgenes
sino el de árboles que han resistido al invierno de muchas estaciones
Ya no es el de las lluvias sobre grietas vírgenes
sino el de árboles que han resistido al invierno de muchas estaciones
Este, tiene la página veinte marcada con el
verde trébol
Y aquél, la frase subrayada
la que desmenuza el pan por conocer la razón del hambre
Y aquél, la frase subrayada
la que desmenuza el pan por conocer la razón del hambre
Ese, una página rota como si hubiese aquel día
podido más la espina que la rosa
podido más la espina que la rosa
¿Y esta historia en la que actuó el cosmos
su pasión transitoria?
¿Y aquel manual erótico que vistió de papel
el ansia y el poema
y llenó mi cuerpo de viñedo y tierra?
su pasión transitoria?
¿Y aquel manual erótico que vistió de papel
el ansia y el poema
y llenó mi cuerpo de viñedo y tierra?
¿Y este otro
quizás el más querido por estar ya tan viejo
el predestinado, que tiene luces propias
en medio de sus sombras
quizás el más querido por estar ya tan viejo
el predestinado, que tiene luces propias
en medio de sus sombras
e higuera en cuya savia es fiebre el rezo
y en cuya alma un dios se crucifica cada día?
y en cuya alma un dios se crucifica cada día?
Que la esencia venga con la noche
puesto que hoy es de noche
Que las palabras en torno a la fogata se incineren
puesto que hoy es de noche
Que las palabras en torno a la fogata se incineren
Así como los árboles, sin piedad por si mismos
voy a dejar a la hojarasca mis manos
mis hojeadores dedos, mis esposas
mis pies y la hierba y el camino
voy a dejar a la hojarasca mis manos
mis hojeadores dedos, mis esposas
mis pies y la hierba y el camino
Que todo sea por un grano
Un nuevo brote
Un nuevo libro.
Un nuevo brote
Un nuevo libro.
EDUARDO
MITRE
(Oruro-Bolivia)
CUERPOS
Hay un cuerpo que nos despierta
al milagro del cuerpo.
Hay un cuerpo que nos despierta
a la soledad del deseo.
Hay un cuerpo que nos despierta
al paraíso del cuerpo.
Hay un cuerpo que nos despierta
al infierno del cuerpo.
Hay un cuerpo que nos despierta
a los poderes del tiempo (en mi padre
lo siento. Fraternalmente lo siento.)
Hay un cuerpo que nos despierta
a la impotencia del grito
porque el grito ya no lo despierta
(Carlos Mitre, hace ya noches,
fue para mí ese cuerpo.)
Hay un cuerpo que nos despierta
a la increíble ausencia.
Hay un cuerpo que nos despierta
al exangüe recuerdo.
Hay un cuerpo que nos despierta
al incesante olvido.
Hay un cuerpo que ya no nos despierta.
RUTH ANA LOPEZ CALDERÓN
(Sucre-Bolivia)
TODOS
LOS GRITOS DEL MUNDO
Es parte de algo mayor
La ensortijada red de cuencos vacíos
Desbordan enloquecidas mentes.
¿Y quién entiende?
El hombre ya no puede creer.
Los límites se han cruzado muchas veces
Entre la oscuridad y la luz
Entre los mares y desiertos.
Son todos los gritos del mundo esos ecos
Vibran y retumban ahí, bajo el agua de las
tormentas.
¡Quien pudiera rescatar la ilusión
Ahogada entre los cipreses!
¡Quién pudiera retomar la senda de los laureles!
¡Ah, fe de erratas!
GARY
DAHER CANEDO
(Beni-Bolivia)
ÉSTE ES MI RÍO
Éste es mi río
mi Mamoré de larga cola
de garza al vuelo
de tarde teñida y roja.
mi Mamoré de larga cola
de garza al vuelo
de tarde teñida y roja.
Éste que
besado por las enmarañadas orillas
con sus árboles de bosque
con sus maderas de enamorado verde
se tuerce de placeres llevando una sola y líquida vena
que recupera de la playa dulce
la pascana del sueño
y de los pequeños desfiladeros
la arisca torrente de su alma de agua.
besado por las enmarañadas orillas
con sus árboles de bosque
con sus maderas de enamorado verde
se tuerce de placeres llevando una sola y líquida vena
que recupera de la playa dulce
la pascana del sueño
y de los pequeños desfiladeros
la arisca torrente de su alma de agua.
Éste es mi río
de corriente de chocolate en pena
mi río de canoa vadeada
y peces de escama cerril y salto de fugaz clavada.
de corriente de chocolate en pena
mi río de canoa vadeada
y peces de escama cerril y salto de fugaz clavada.
Éste.
Y por nadar
encariñado con el vigoroso crecer vegetal
su piel está pintada de ramas y hojas tiernas
encariñado con el vigoroso crecer vegetal
su piel está pintada de ramas y hojas tiernas
Pintura que lleva de vez
en vez un sordo latido de lágrima
que lo exalta y encabrita azotando sus riberas
devorando animal y cabañas
con su hosco bramido de anaconda en inundada.
que lo exalta y encabrita azotando sus riberas
devorando animal y cabañas
con su hosco bramido de anaconda en inundada.
Éste es mi río
de sol contra el oeste
gigante y exaltado en fulgor naranja
mi río de tarde tarde
que canta arias de sirena india
hechizando
fresco y grande
al coro misterioso y eterno del rumor de la espesura.
de sol contra el oeste
gigante y exaltado en fulgor naranja
mi río de tarde tarde
que canta arias de sirena india
hechizando
fresco y grande
al coro misterioso y eterno del rumor de la espesura.
PAURA
NATALIA RODRIGUEZ LEYTON
(La
Paz-Bolivia)
DISTANCIA
Conversarías tal vez
con el humo confundido entre la niebla
después de ser fuego
Tal vez
con otro poema
con otra palabra
No sé
por qué presiento que tú eres distancia
y siendo distancia
eres camino
en ese tren eres el único vagón que viaja sin
rumbo
vagón
yo te vi pisando las gotas de otoño
bajo la desnudez de sus brazos
yo sentí junto al verso el verdor de sus
palabras
pero tú sigues caminando con tu piel harapos
dejando traspasar tu rostro con ese polvo
que se dice tiempo.
GABRIEL
CHAVEZ CASAZOLA
(Sucre-Bolivia)
VUELO
NOCTURNO / ARTE POÉTICA
El
eje del mundo se ha movido hoy diez centímetros
a
la izquierda o a la derecha quién lo sabe
pero
los poetas esta noche andan revueltos
y
se descalzan
y
entran al río
y
se ponen
a
atrapar
el
resplandor
de
las estrellas
a
atraparlas
con
las manos
en
el agua.
PÁGINA 22 – NARRATIVA
JORGE GÓMEZ JIMÉNEZ
(Caracas-Venezuela)
LOS ESCRIBAS
La
sabiduría no considera nunca los medios de hacer al hombre dichoso.
Aristóteles.
Aristóteles.
A
mediados de 1981, el semanario Rostros publicó en su segmento cultural
una historia de Jonás Alino, un joven escritor hasta entonces desconocido que
pasaba las tardes de domingo leyendo la prensa capitalina en busca de anuncios
de concursos literarios. El cuento llegó a la redacción de Rostros debido
a la imprudencia de un amigo de Alino empeñado en que éste debía hacer conocer
su producción en la prensa antes de probar suerte en los concursos; justamente
ese cuento había sido enviado antes por Alino, sin conocimiento del amigo
entusiasta, a la Bienal Regional auspiciada por la Dirección de Cultura del
estado. La publicación del cuento en el semanario —la primera de una cadena de
circunstancias que habrían de conectar a Alino con los escribas— podría
significar su descalificación automática.
Por
esta razón, Alino fue el principal sorprendido cuando, en septiembre de ese
año, fue informado telefónicamente de que se había hecho acreedor del primer
premio. El semanario Rostros tenía un área de circulación bastante
limitada —dos o tres pueblos bucólicos a los que la prensa nacional llegaba de
manera irregular—, pero era muy reconocido en el ambiente por sus páginas
culturales, y resultaba bastante improbable que los organizadores y los
miembros del jurado hubieran pasado por alto tal detalle. Impulsado por su
vanidad, presionado por sus parientes y allegados y confiado de su suerte,
Alino decidió ignorar el hecho hasta llegar a la fecha de entrega, o al menos
hasta que alguien le denunciara y se resolviera otorgar la distinción a otro
escritor.
Nada
desagradable ocurrió. El sábado 26 de octubre de 1981, la crema y nata cultural
del estado se dio cita en la Casa de Gobierno para rendir su complacido tributo
al joven valor de las letras que enaltecía el gentilicio de su pueblo con una
exquisita narración de marcado estilo y refinado lenguaje. Alino, obligado
dentro de un traje de alquiler, se dejaba llevar entre los grupos de personas
que deseaban conocer al escritor victorioso, armado con un vaso de escocés que
no le daban tiempo de paladear.
Una
de las atracciones de la noche era la presencia de Tomás Frejas, escritor del
patio que empezaba a construir una trayectoria de importancia en la capital.
Alino era consecuente seguidor de su obra, y cuando le divisó entre la multitud
empezó a caminar tímidamente hacia él para estrechar su mano. Alino había
conocido a Frejas varios años antes en una tasca, pero estaba convencido de la
absoluta imposibilidad de que éste recordara el fugaz encuentro. Aun cuando la
celebridad le saludó afablemente y aseguró recordarle, Alino ya conocía el rito
de ocultar los olvidos y aceptó los elogios del otro como una cortesía.
Esa
noche le entrevistó un periodista de la capital. Altivo, capaz dentro de su
pose, Alino afirmó que su mayor pasión era la literatura y, su única
perspectiva, escribir toda la vida.
La
suerte de Alino mejoró notablemente a raíz de su triunfo en la bienal. Diarios
regionales publicaban sus trabajos y en un par de años se convirtió en una
referencia cultural del estado. En marzo de 1984, Alino decidió que ya había
conquistado el pequeño entorno estatal y se fue a vivir a la capital. Su
precipitación le reservaba seguramente el fracaso, pero el azar le deparó un
nuevo encuentro con Frejas cuando ya la apretada economía y el desdeñoso ambiente
intelectual capitalino empezaban a hacerle flaquear.
Frejas
salía de una asamblea en la Sociedad de Escritores cuando divisó a Alino
tomándose un café, a unos pasos de él. Lo saludó como si fueran viejos amigos
—lo que Alino íntimamente agradeció— y le invitó a tomarse algo más fuerte en
un restaurante cercano. Frejas deseaba estar al tanto de la actividad de Alino
y se mostró muy complacido de saber que éste continuaba escribiendo pese a las
altas y bajas en que se había visto involucrado. Finalmente, Frejas hizo una
oferta formal: si el material escrito por Alino en los últimos tiempos tenía la
calidad que él esperaba, le serviría de mentor en la capital. Acordaron una
cita para algunos días más tarde.
La
relación con Frejas fue sumamente productiva para Alino, y no exclusivamente en
el aspecto económico. Frejas era un gran escritor, sus amigos eran los miembros
de la farándula literaria de la nación y Alino pudo establecer contacto con
decenas de personas que criticaron su obra y dieron pulimento a su estilo con
dedicación. Impulsados por Frejas, los cuentos de Jonás Alino empezaron a
pasearse con cierta frecuencia por las páginas culturales de los principales
diarios de la capital; ocasionalmente le invitaban a participar en discusiones
sobre el futuro de nuestra literatura, y su ponencia acerca del estímulo a la
lectura en la educación primaria obtuvo interesantes elogios durante el XIV
Congreso de Escritores. En noviembre de 1985 sostuvo entre sus manos su primer
libro impreso, que recibió favorables comentarios de la crítica y una razonable
aceptación del público. Casi se asustó la primera vez que un escritor más joven
que él le pidió consejos literarios. Ya no era más un cazarrecompensas ni
buscaba anuncios de concursos en los periódicos del domingo; ahora recibía
dinero por sus colaboraciones en las revistas del medio y los aplausos a su
obra se extendían a paso firme por toda la nación. La dedicatoria del cuento
con el que Alino ganó el Premio Alfareros en junio de 1986 lo decía todo: a
Tomás Frejas.
Alino
revisaba los originales de su primera novela la tarde de 1989 en que se enteró
del asunto de los escribas. Frejas le telefoneó para avisarle de una inesperada
asamblea de la Sociedad de Escritores. La extemporaneidad del compromiso —la
sociedad solía reunirse los jueves, no los martes— no debería haber extrañado a
Alino, pero quizás la interrupción del trabajo le incomodó un poco. De
cualquier manera, uno de sus acuerdos con Frejas era dejarse conducir, por lo
que accedió a lo que consideraba casi una obligación.
Desde
el principio los asistentes a la reunión se mostraron inusualmente cautos y
serios. Aunque por lo general la sociedad tendía a convertir sus asambleas en
encuentros sociales para intercambiar contactos y organizar conferencias, esta
en particular tenía todo el carácter de un cónclave con jerarquías bien
definidas. Después de conversar vagamente sobre algunos puntos sin mayor
trascendencia, el presidente hizo una seña a Frejas que Alino detectó en el
acto, menos por su perspicacia que por la deliberada intención del presidente
de que así ocurriera. Frejas se acercó a Alino y le dijo al oído que le
acompañara a la oficina contigua.
Era
la oficina del secretario. Un cuarto espacioso y frío, cuyas paredes ostentaban
los retratos de las glorias literarias nacionales de todas las épocas. Alino
entró detrás de Frejas, quien le pidió que cerrara la puerta y le invitó a
sentarse en uno de los sillones para visitantes. Bajando la voz con prudencia,
Alino preguntó a Frejas qué ocurría, pero éste parecía dar vueltas en su cabeza
a una idea sin hallar la manera de explicarse. De pronto, estalló.
El
verbo de Frejas se hizo rápido y preciso como el de un locutor de radio.
Haciéndole varias cortas preguntas de obvia respuesta, comparó hábilmente las
sucesivas etapas de su carrera con las que Alino estaba viviendo: la tímida
ambición de los inicios, la aparición de uno o más mentores que ayudan al
escritor a abrirse paso en medio de la indiferencia, la definitiva catapulta
hacia el éxito que se traduce en constantes apariciones en los medios
editoriales. Con la minuciosa pericia de un profesor de anatomía, Frejas
demostró paso por paso cómo, con ligeras variaciones del esquema esencial,
todos los escritores que estaban en la sala contigua, todos los escritores
reconocidos en el país habían transitado los mismos estadios hasta ubicarse en
la cresta de la ola para no bajar de allí nunca más, salvo las excepciones de
rigor.
Para
mantener ese estatus, afirmaba Frejas, era insuficiente comportarse como el
escritor ideal, el hombre de letras cuya única perspectiva es escribir toda la
vida; debía hacerse de la literatura un oficio menor supeditado al
imprescindible oficio social, participar en conferencias y foros, dictar
talleres, sentar precedente emitiendo insospechadas opiniones en la prensa,
recibir doctorados honoris causa con poemas en lugar de discursos,
establecer los parámetros de la literatura contemporánea, gestionar acuerdos de
paz entre gobiernos que nunca los respetarán, lanzarse para la Presidencia de
la República; cualquiera de esas cosas que el común suele llamar el dejarse
ver. Por supuesto, para honrar todas estas responsabilidades debía restarse un
tiempo vital a la creación literaria inmaculada, y era en ese punto donde
cobraba importancia el comité de escribas.
La
sola mención del comité de escribas bastó para turbar a Alino, para quien todo
lo anterior resultaba un compendio de situaciones conocidas y, en cierta forma,
la promesa de un futuro que aguardaba impaciente. Esa tarde, los escritores Jonás
Alino y Tomás Frejas hicieron sus mejores esfuerzos por parecer naturales a sí
mismos. Esperando, tras cada palabra, la reacción de Alino, Frejas le explicó
que, en un momento específico, los escritores adquieren una dimensión especial
en la que reciben ciertas nuevas obligaciones —las ya descritas— y son
relevados de una en particular: escribir. A partir de entonces, la producción
de quien recibe el ascenso es ejecutada por los miembros del comité de
escribas, quienes a su vez son escritores menores que, con el debido
adiestramiento, bifurcan su creación en dos vertientes: la suya propia y la del
escritor a quien sirven de suplentes. Los escribas son sustentados con
porcentajes de los beneficios económicos que sus propias obras generan en
nombre del otro; se ocupan de preparar los frecuentes discursos, las palabras
para los funerales, los artículos periodísticos y hasta los poemarios y novelas
del escritor a quien sirven. Después de ser ascendido, un escritor puede
disfrutar de la colaboración de muchos escribas a lo largo del resto de su
vida; escritor y escribas se comprometen secretamente a silenciar su sistema en
aras del recíproco bienestar. Cierto día, la Sociedad de Escritores considera
que la producción de un escriba es lo suficientemente sólida como para
participar él mismo del juego. Entonces un compañero ocupa su lugar, él deja el
comité y se prepara para su propio ascenso, que le es concedido si presenta al
menos un candidato lo suficientemente valioso como para pertenecer al comité.
Una vez que el nuevo aspirante es admitido, el otrora escriba es finalmente
ascendido y se repite todo el proceso.
Obviamente,
Alino no creyó nada de lo que Frejas le dijo. Éste pretendió presentarle, a
manera de prueba fehaciente de la existencia del comité, los recibos que
certificaban su propia actividad de escriba de cierto connotado escritor. Había
dejado de ser escriba tres años antes, cuando su propia creación fue
debidamente valorada por sus superiores y se le dio un lapso prudencial para
hallar un prospecto de valía que pudiera integrarse al comité.
Ese
prospecto era, ni más ni menos, Jonás Alino. Frejas le había estado preparando
durante años, inclusive desde antes de ser ascendido, pues percibía en él la
madera de un escriba en toda la regla. Con el auxilio de la Sociedad de
Escritores, Frejas había detallado de manera meticulosa la trayectoria de
Alino, abriéndole a escondidas las puertas de los talleres de imprenta. Si
Alino había ganado la Bienal Regional de 1981, se debía a que la Sociedad de
Escritores había dado la orden a los miembros del jurado —tres escribas de
entonces— de que pasaran por alto el hecho evidentísimo de que su cuento, por
accidente, ya no era inédito. Sin saberlo, Alino había sido en 1981 un bebé de
probeta, de varios a quienes, a lo largo de los años y en todo el país, la
Sociedad de Escritores ha estado proporcionando el impulso inicial de un premio
o una edición. Frejas representó entonces las últimas líneas de su papel
poniéndose de pie, abriendo la puerta de la oficina y dejando pasar a cuatro
escritores, todos conocidos por Alino, quienes le aseguraron formar parte del
comité de escribas y atestiguaron los grandes beneficios profesionales y
socioeconómicos de su membresía.
Una
vez que los escribas fueron invitados a volver a la sala —lo que hicieron no
sin antes estrechar la mano del que ya consideraban un compañero—, Frejas
preguntó a Alino sobre su decisión. Éste se levantó del sillón, dijo algunas
frases inconexas en las que repitió muchas veces las palabras locura e imposible,
y desalojó la oficina. Ya en la sala, lanzó una mirada de desprecio a los demás
escritores y se perdió en lo profundo de las escaleras que dirigían a la
salida.
Durante
algún tiempo, la prensa capitalina ofreció falsas versiones sobre la
desaparición de Alino: un cronista afirmaba haberle visto en un congreso de
narradores en el exterior, luciendo su recién acabada novela; otro decía que un
tío del escritor había fallecido y, con él, toda su inspiración; el más
arriesgado le inventó una muerte oscura en algún arrabal de la ciudad. En 1995
se supo que había obtenido el primer lugar en un premio internacional con una
novela titulada Los escribas, pero no hizo acto de presencia para
recibirlo.
PÁGINA 23 – POESÍA
AMERICANA: URUGUAY
IDA VITALE
(Montevideo-Uruguay)
EXILIOS
...tras tanto acá y allá yendo y viniendo.
Francisco de Aldana
Están aquí y allá: de paso,
en ningún lado.
Cada horizonte: donde un ascua atrae.
Podrían ir hacia cualquier fisura.
No hay brújula ni voces.
Cruzan desiertos que el bravo sol
o que la helada queman
y campos infinitos sin el límite
que los vuelve reales,
que los haría de solidez y pasto.
La mirada se acuesta como un perro,
sin siquiera el recurso de mover una cola.
La mirada se acuesta o retrocede,
se pulveriza por el aire
si nadie la devuelve.
No regresa a la sangre ni alcanza
a quien debiera.
Se disuelve, tan solo.
...tras tanto acá y allá yendo y viniendo.
Francisco de Aldana
Están aquí y allá: de paso,
en ningún lado.
Cada horizonte: donde un ascua atrae.
Podrían ir hacia cualquier fisura.
No hay brújula ni voces.
Cruzan desiertos que el bravo sol
o que la helada queman
y campos infinitos sin el límite
que los vuelve reales,
que los haría de solidez y pasto.
La mirada se acuesta como un perro,
sin siquiera el recurso de mover una cola.
La mirada se acuesta o retrocede,
se pulveriza por el aire
si nadie la devuelve.
No regresa a la sangre ni alcanza
a quien debiera.
Se disuelve, tan solo.
ANDRÉS
ECHEVARRÍA
(Melo-Cerro
Largo-Uruguay)
ANATOMÍA DEL VUELO BLANCO DE UNA BAILARINA
un movimiento en la curvatura femenina
del arco de su cuerpo puso la sombra a un lado
y la atención es toda para ella / el trazado
impulso con la música de agua que la anima
del arco de su cuerpo puso la sombra a un lado
y la atención es toda para ella / el trazado
impulso con la música de agua que la anima
cada nota clara de su espalda la domina
se asoma adelante donde Tchaikovski ha centrado
el lugar para su historia de un instante alado
y es la hilada coreografía de su rutina
se asoma adelante donde Tchaikovski ha centrado
el lugar para su historia de un instante alado
y es la hilada coreografía de su rutina
el
moño de su pelo la estación de sus senos
apenas insinuados bajo el blanco vestido
la pierna que eleva la punta del pie sin suelo
apenas insinuados bajo el blanco vestido
la pierna que eleva la punta del pie sin suelo
mariposa de luz que se adueña del sentido
del silencio del auditorio de los serenos
ojos de Herodes encandilados por su vuelo
del silencio del auditorio de los serenos
ojos de Herodes encandilados por su vuelo
SELVA
CASAL
(Montevideo-Uruguay)
AÚLLAN
Como
quien prepara un complot
Se
prepara el silencio
Los
enemigos lloran
Ya
les hemos entregado la vida
Pero
lloran
Aúllan
su extraño sueño
Mis
vísceras sueñan tu mismo sueño
Viven
un destiempo
Un
río
Todo
se oscurece.
JORGE
ARBELECHE
(Montevideo-Uruguay)
CERVICALES
Diagnóstico primario: cervicales.
Contractura severa de las vértebras
debida al desgaste del disco, la humedad,
las horas viejas. Síntomas:
el giro delirante de la cabeza en espiral
hacia el lado de atrás
el del revés el ciego el lado
desplomado del arrabal del sueño
manoteo de ahogado en pozo seco
donde todo parece morirse de silencio.
Diagnóstico final: la sumatoria
de achaques temblequeo mirada quieta
del ojo de la niebla,
la cañada que silbando iba al monte
por las siestas de enero
cuando los horas jóvenes
el flameante penacho de ese cardenal
aquella ceniza ese rescoldo este brasero
y el pendular murmullo del rocío
sobre la hierba
nueva.
Contractura severa de las vértebras
debida al desgaste del disco, la humedad,
las horas viejas. Síntomas:
el giro delirante de la cabeza en espiral
hacia el lado de atrás
el del revés el ciego el lado
desplomado del arrabal del sueño
manoteo de ahogado en pozo seco
donde todo parece morirse de silencio.
Diagnóstico final: la sumatoria
de achaques temblequeo mirada quieta
del ojo de la niebla,
la cañada que silbando iba al monte
por las siestas de enero
cuando los horas jóvenes
el flameante penacho de ese cardenal
aquella ceniza ese rescoldo este brasero
y el pendular murmullo del rocío
sobre la hierba
nueva.
Pronóstico probable: proceso degradado de
lumbares.
En tanto, enciende el aire
el cardenal de pie sobre su
canto.
En tanto, enciende el aire
el cardenal de pie sobre su
canto.
TATIANA
OROÑO
(San
José-Uruguay)
EL DESEO
Todo tuvo la forma
que no tuvo. Pero tiene
que no tuvo. Pero tiene
el deseo
persistencia una forma
fluida un amarre
de aguas. Más
fluida un amarre
de aguas. Más
del 50% de los cuerpos
es agua
es agua
tornasol del abrazo
molecular de hache
en torno a O.
molecular de hache
en torno a O.
En la suerte corrida en lo vivido
en su fe de bitácora
cuenta
en su fe de bitácora
cuenta
ese suelo lacustre esa morada móvil esa frontera
líquida
su espermático
don
de dividirse
don
de dividirse
en flujos en
regatos en subsuelos
barrosos. Mi mano palma y dorso
también es agua orilla
burilada por el deseo
que siempre borra el trazo.
barrosos. Mi mano palma y dorso
también es agua orilla
burilada por el deseo
que siempre borra el trazo.
Tanta agua humedece la historia.
Hace duda su suerte. Húmeda.
Hace duda su suerte. Húmeda.
RAFAEL
COURTOISIE
(Montevideo-Uruguay)
LAS NARANJAS
Putas redondas, pelotas
llenas de hambre sexual, de una luz sometida
sin tiempo, de una vida agridulce
de la pasión idiota
de unos pocos momentos, del amor de un minuto
de la sombra, del sexo de los gajos
de la cáscara.
No se parecen al sol, no son como la luna
se parecen al atardecer, se parecen al viento
cuando sopla sobre las rocas, cuando habla el silencio.
Tienen una virtud: son locas.
La frescura y el dolor se parecen.
Las naranjas dementes no tienen pelo, no tienen voz
no tienen sentimientos.
Las naranjas son frescas, locas y frescas
como el jugo del pensamiento.
llenas de hambre sexual, de una luz sometida
sin tiempo, de una vida agridulce
de la pasión idiota
de unos pocos momentos, del amor de un minuto
de la sombra, del sexo de los gajos
de la cáscara.
No se parecen al sol, no son como la luna
se parecen al atardecer, se parecen al viento
cuando sopla sobre las rocas, cuando habla el silencio.
Tienen una virtud: son locas.
La frescura y el dolor se parecen.
Las naranjas dementes no tienen pelo, no tienen voz
no tienen sentimientos.
Las naranjas son frescas, locas y frescas
como el jugo del pensamiento.
PÁGINA 24 – ENSAYO
MANU DE ORDOÑANA
(Donostia-San Sebastián-España)
(Donostia-San Sebastián-España)
ESTILO RICO, ESTILO
POBRE
Este
es el título de un libro que ha sido todo un hallazgo. Nos ha abierto los ojos
y nos ha hecho estar alerta ante lo que leemos y escuchamos. Cada vez que nos
ponemos a redactar un artículo, ¡miedo nos da! escribir cualquier frase. Ojalá
todas nuestras palabras sean las adecuadas para hacer un pequeño resumen de lo
que contiene. Está dirigido a esas personas que realmente se preocupan por la
forma de expresión, por escribir sin muletillas, con las palabras exactas y
necesarias.
El
español no es la lengua materna de Luis Magrinyá (Palma de Mallorca, 1960) y
esa distancia que mantiene de observador y aprendiz le ha valido para darse
cuenta de todos los errores que se cometen. Filólogo, traductor, trabajó en la
RAE y es escritor de varios libros de cuentos y de una novela.
El
contenido de este libro rompe varios estigmas: por un lado, desconfiar, en la
justa medida, de los diccionarios, ya que no siempre dan fe de las condiciones
de vida de las palabras, de su construcción, de sus relaciones…, ya que no
siempre son del todo iluminadores y tampoco recogen todas las variantes de la lengua
que, como todo ser vivo, cambia constantemente. Y por el otro, ratificar que la
lengua es el instrumento de la literatura, lo que a veces no es tan obvio. En
todas las artes y oficios se exigen conocimiento y dominio del medio con que se
trabaja, de ahí que pensar la lengua es la primera condición del escritor.
En
el estilo rico, la riqueza, la variedad, la belleza, la funcionalidad, la
intensidad… serán los nobles objetivos a alcanzar, pero no siempre se acierta
con ellos. En el estilo pobre, el tema principal es la falta de atención, de
reflexión. La polisemia, las palabras comodín… habrá que evitarlas. Todo esto
se da por el desconocimiento de las posibilidades de la lengua.
El
trabajo de documentación realizado por el autor es inmenso, amplio y muy
diverso, aparecen múltiples ejemplos extraídos de novelistas, políticos,
periodistas, incluso de la telebasura. Resultan inesperados los ejemplos de
muchas plumas autóctonas y de muchos laureados literatos.
Cuando
indica la mala utilización de un verbo o de una expresión, alude a su
procedencia. Y cuando ésta es el inglés reafirma su gran influencia y lo
perjudicial que ha sido, aunque no se le puede culpar de todo. Si para decir
que uno es “honesto” en vez de “honrado” o “sincero” no hace falta saber inglés
(honest), para sufrir un “trauma” no hace falta tampoco tener ni la más
remota idea de quién era Freud.
Vamos
a ver varios aspectos que se comentan en el libro y que a nuestro juicio
ilustran muy bien el trabajo del autor:
En
ocasiones para evitar la repetición se utilizan palabras nada acertadas
para lo que se quiere decir y, otras veces, las palabras repetidas no tienen el
mismo significado. A los que aspiran a tener un “buen estilo” les han inculcado
que la repetición deriva en una prosa pobre y cansina. Pero no todos los
sinónimos valen como sustitutos; aunque tengan el mismo significado, no siempre
se corresponden en el plano material de las palabras. Por ejemplo, tener
miedo, no es intercambiable por poseer miedo. Aquí vemos claramente
que hay ciertas expresiones fijas que no se pueden alterar, pero que por no
repetir se alteran y el resultado resulta ambiguo y poco adecuado. No olvidemos
que uno de los requisitos de un buen estilo es el uso de combinaciones
estereotipadas.
Todos
los sinónimos no siempre son equivalentes, su significado varía en función del
contexto. Además, es conveniente ser selectivos, moderados y precisos, para no
caer en desaciertos como: Haz que le siga uno de tus hombres de confianza,
aseveró contundente; Bastante tiempo ha vivido usted gratis, rebuznó el
administrador. Se tiende a confundir la disponibilidad con la sinonimia.
Se ha sustituido el verbo decir creyendo que el estilo será más “rico” y
“expresivo”; en cambio, el resultado es que se antepone la profusión a la
exactitud.
Algunos
verbos se convierten en comodínes porque se ponen de moda, usurpan el
lugar a los otros y se termina por abusar de ellos. El uso repetido de verbos
como “provocar” y “usar” revela una actitud muy desagradecida ante las
posibilidades de la lengua, que se ven así tan pobremente aplanadas como
desperdiciadas.
En
cuanto al léxico penal, se tiende a vincular las metáforas a los delitos
y casi nadie se da cuenta de ello. Así, por ejemplo, cuando no aparece
“cometer” suplantado vulgarmente por el omnipresente “realizar”, nos sentimos
autorizados a reclamar su presencia: …incluida la capacidad para realizar
asesinatos. Asimismo, para el DRAE, “perpetrar” sigue siendo solo “cometer,
consumar un delito o culpa grave”, pero para muchos escritores se perpetran
obras artísticas: Sin embargo, ¿qué necesidad tenía de perpetrar una
novela?, El destino (…) no me dejó en paz hasta que perpetré un cuento póstumo.
Hay
cierta teoría que define el lenguaje literario como el que más se aparta de la
norma y relaciona el estilo con presencia y sonoridad. Mucha
gente aplicada en “escribir bien” se lo ha creído: si algo suena raro,
complicado, si no es lo que uno diría todos los días entonces es que tiene que
ser “literario”. Que una palabra sea de uso frecuente no significa que sea un
coloquialismo ni una vulgaridad. Parece que se rigen por esta máxima: para qué
va uno a tener estilo si no se va a notar.
Fijémonos
en que a veces, “todo” sobra y alguna vez falta. Todo lo que sabía era que
quería matar a alguien, ¿y si se omite la palabra “todo”? El hombre
explota al hombre y eso es todo. También podríamos omitir esta muletilla
porque no aporta nada al sentido de la frase.
Las
preposiciones
son elementos de unión a tener en cuenta en el estilo. No siempre se utilizan
de forma adecuada conforme a su significado. Podrá presentar cierto
interés hacia las artes en general, lo normal es que “interés” se asocie,
en este caso, con “por”.
Los
fenómenos de sintaxis léxica, es decir, la relación que establecen unas
palabras concretas al combinarse o no con otras, son algo enrevesados. A veces,
sí que se puede elegir entre dos o tres preposiciones, actitud con, ante o
frente a, pero otras veces esas combinaciones no son las propias: su
lealtad era para con su familia, no hacia Sadam. En este ejemplo vemos lo
que no hay que hacer, pues la palabra “lealtad” está asociada únicamente a la
preposición “a”. El periodista recogió los documentos (…) y fue a meterlos
bajo el sofá. ¿Seguro que no los meterá “debajo del sofá”? Rochelle
estaba ante el ordenador. No, realmente estaría “delante del ordenador”.
Los
hiperónimos (palabras de significado muy amplio, genéricos) no se pueden
usar en todos los contextos. Cuando es necesario concretar, hagámoslo;
normalmente se lee en la biblioteca, no leemos en el lugar.
“Lugar”, “mueble”… serían hiperónimos. El camino del estilista está plagado de
obstáculos. Las escenas de las novelas suelen ocurrir en alguna parte y esa
parte hay que nombrarla. Evitemos: Llevaba una ropa con un escote
pronunciado. Una descripción detallada no puede contener un genérico.
A
la hora de traducir, se hace muy visible la diferencia fundamental que
existe entre lo que es propio de una lengua y de sus mecanismos convencionales
y lo que es propio de un tipo de estilo literario o de un autor en concreto.
Cuando, en español, decimos de alguien que tiene el pelo «color caoba» no
hacemos más que repetir, a pesar de la exquisitez cromática de tal combinación,
un uso lingüístico; si dijéramos, en cambio, qué sé yo, que el pelo es de
«color marta cibelina», se trataría de una aportación estilística personal.
Este ejemplo es evidente y, al mismo tiempo, didáctico. Los apuros empiezan
cuando los límites no están tan claros, o cuando creemos que podemos hacer usos
estilísticos de meros usos lingüísticos.
En
definitiva, este libro alude al gusto por la escritura. Merece la pena acudir a
él, recapacitar antes de escribir, dedicar tiempo a pensar la lengua. Es
importante saber elegir y atreverse a romper con lo esperable. Una máxima a
tener en cuenta es que el estilo consiste precisamente en la identificación de
lo prescindible.
Hay
que tener presente que la lengua ofrece un repertorio estupendo de
posibilidades y el estilo posiblemente consiste en conocerlas, distinguir las
reales de las imaginadas o supuestas y hacer, después, una elección. No
hablamos de que haya que hacer filigranas, sino, simplemente, de explorar la
variedad sin perder la naturalidad.
PÁGINA 25 – POESÍA
AMERICANA: VENEZUELA
ADALBER
SALAS
(Caracas-Venezuela)
II
Por haber sucumbido
a la oscura tentación
de nacer,
por haber comido de este
pan árido,
encenizado,
por haber asentido
y entregado la frente
para recibir la saliva lustral
del tiempo,
por todo ello
estás aquí,
pisando esta tierra que siempre
te será infiel,
habitando su noche
sin párpados,
con tu desnudez balbuciente,
la misma desnudez
que sostiene el día
cuando se entrega
sin más
descubriendo el miedo ágrafo
de tener un rostro.
LAURA
CRACCO
(Barquisimeto-Venezuela)
ALMA SIN CUERPO, VISIÓN SIN OJOS…
Alma sin cuerpo, visión sin ojos,
Como un dios ciego conservo la forma
Pero ni una sola rosa.
Alma sin aposento, qué música puedo oír,
Qué melodía uniendo esferas sin sonido.
¿Puede existir el tigre, arquitectura perfecta,
fuera del movimiento que la prueba?
Patas forjadas en el correr,
Colmillos a imagen y semejanza de la presa.
Cómo saber del hombre y no saber de muerte,
cómo saber del mar en esta otra orilla.
En vano recorro el desierto
Fuera del río que devuelve al recuerdo,
Fuera del desierto que nos borra,
Alma sin cuerpo pero con vendas
Ni inmovilidad ni errancia,
perturbación, borrosa frontera.
Como un dios ciego conservo la forma
Pero ni una sola rosa.
Alma sin aposento, qué música puedo oír,
Qué melodía uniendo esferas sin sonido.
¿Puede existir el tigre, arquitectura perfecta,
fuera del movimiento que la prueba?
Patas forjadas en el correr,
Colmillos a imagen y semejanza de la presa.
Cómo saber del hombre y no saber de muerte,
cómo saber del mar en esta otra orilla.
En vano recorro el desierto
Fuera del río que devuelve al recuerdo,
Fuera del desierto que nos borra,
Alma sin cuerpo pero con vendas
Ni inmovilidad ni errancia,
perturbación, borrosa frontera.
DANIEL
PRADILLA RIVERO
(Caracas-Venezuela)
SOBRE LA MALINTERPRETACIÓN DE LA PALABRA
DICCIONARIO
Diccionarios nada
es posible que las palabras sobren
hay que actuar, actuar a viva voz
con irresponsabilidad semántica.
Diccionarios nada
es posible que las palabras sobren
hay que actuar, actuar a viva voz
con irresponsabilidad semántica.
Sobre la mesa de
negociación
ella puso su promesa de amor eterno
calle y unos reales.
Yo puse un libro de poemas
y como no tenía más nada
me la llevé secuestrada
a punta de bolígrafo .
ella puso su promesa de amor eterno
calle y unos reales.
Yo puse un libro de poemas
y como no tenía más nada
me la llevé secuestrada
a punta de bolígrafo .
EMILIA
MARCANO QUIJADA
(Ojeda-Zulia-Venezuela)
LO PRIMERO Y LO ÚLTIMO
El que se arrebata sabe
que el hambre no importa,
que el hambre no importa,
el sueño no llega,
el miedo nos retuerce las vísceras,
nos voltea los ojos
y nos hace vomitar.
El humo es desayuno,
almuerzo y comida,
pupilas dilatadas,
miedo constante, sudor,
sarna,
piojos y liendras.
Lo primero que desaparece
son las uñas, los nombres,
el hogar,
el blanco de los ojos,
las suelas de los zapatos,
la ropa limpia,
la solidaridad de la gente.
Lo último que se va, es la tristeza.
Lo último que se va, es la tristeza.
ENIO
ESCAURIZA
(La
Guaira-Venezuela)
SOLÓLOGO
Esta mirada llámese perdida
esta cabeza suplicio
ya ni ando, ni estoy
espuma del alkaseltzer, ahógame.
esta cabeza suplicio
ya ni ando, ni estoy
espuma del alkaseltzer, ahógame.
Hoy es un buen día de playa
pero todas están prohibidas
nadie puede ir solo al mar
la arena exige compañía.
pero todas están prohibidas
nadie puede ir solo al mar
la arena exige compañía.
Este domingo llámese sopa
este ratón tristeza
ella me escribió anoche
pero salí con errores ortográficos.
este ratón tristeza
ella me escribió anoche
pero salí con errores ortográficos.
Hoy el sol está derritiendo misses
rompiendo modorras
despertando todo
solo, como siempre el sol.
rompiendo modorras
despertando todo
solo, como siempre el sol.
Este domingo llámese deshabitado.
Cualquier palabra con ese:
Cómo me hacen daño y me duelen
podría destruirme que vuelvas.
Cualquier palabra con ese:
Cómo me hacen daño y me duelen
podría destruirme que vuelvas.
ANGELA
MOLINA
(Caracas-Venezuela)
LAS HEMBRAS
Las hembras paren a sus hijos y entierran a sus
maridos.
Después se mueren sin lamentarse,
con una comprensión que lo abarca todo.
No se rompen, se secan las lágrimas que saltan y siguen adelante.
Después se mueren sin lamentarse,
con una comprensión que lo abarca todo.
No se rompen, se secan las lágrimas que saltan y siguen adelante.
Las impulsa la vida, no saben hacer más.
Las hembras desean, devoran, protegen,
lamen las heridas de los otros, nunca lamen las propias.
Las hembras desean, devoran, protegen,
lamen las heridas de los otros, nunca lamen las propias.
Desgarran la carne con las uñas, gritan con
gemidos que atraviesan paredes,
atrapan con brazos y piernas, aspiran los aromas hasta el último aliento.
No abandonan: se desinteresan, genuinamente.
Quieren comerse el mundo en cada hombre,
echan un hombre al mundo en cada parto.
atrapan con brazos y piernas, aspiran los aromas hasta el último aliento.
No abandonan: se desinteresan, genuinamente.
Quieren comerse el mundo en cada hombre,
echan un hombre al mundo en cada parto.
Viven, intensamente, y no esperan.
Escuchan las largas sinrazones de los que lo esperan todo.
Sonríen, a veces, con indulgencia.
Se exasperan, únicamente por sus hijos,
piensan que todavía hay algo por hacer, algo que pueden salvar.
No se creen fuertes (lo son, sin saberlo).
Lo esencial las diluye y las seduce.
Escuchan las largas sinrazones de los que lo esperan todo.
Sonríen, a veces, con indulgencia.
Se exasperan, únicamente por sus hijos,
piensan que todavía hay algo por hacer, algo que pueden salvar.
No se creen fuertes (lo son, sin saberlo).
Lo esencial las diluye y las seduce.
Hacia allá se dirigen.
PÁGINA 26 – NARRATIVA
RAFAEL
R.VALCÁRCEL
(Arequipa-Perú)
LAS
GOTAS SALADAS
La
biblioteca del Vaticano atesora sorprendentes sucesos históricos vinculados a
trastornos médicos que hoy, en su mayoría, la ciencia ha llegado a conocer y
comprender, desmitificando así su interpretación sobrenatural. Ese era, por
ejemplo, el caso de la epilepsia, atribuida hasta hace no mucho a una posesión
diabólica. Sin embargo, hay otros fenómenos que no se han vuelto a presentar,
convirtiéndose en una incógnita para unos y conservando su misterio religioso
para otros. De los que he podido documentarme, gracias a mi amistad con un
entrañable jesuita, el hecho que más me ha cautivado es el de una mujer cuyo
aroma natural hacía llorar a la gente a su alrededor.
El
día del parto, la matrona pellizcó a la criatura para que llorase y lo
consiguió, por lo menos en cuanto al sonido, porque lágrimas no derramó ni una.
En cambio, quienes presenciaron su nacimiento no dejaron de echarlas. Al
desconocer el motivo real, atribuyeron su estado a una profunda emoción por la
nueva vida, así que dieron rienda suelta a todos los gestos y gemidos que
suelen acompañar a esas gotas saladas.
Los
visitantes y la matrona pudieron recuperase al poco rato de abandonar la
cabaña, pero la madre y el padre estuvieron a punto de fallecer esa misma noche
por deshidratación. A la mañana siguiente, hicieron pruebas saliendo y entrando
de la casa, repetidas veces, descubriendo que su hija era la causante de su
incomprensible lagrimeo. Si alguien del pueblo se enteraba de aquello, la
acusarían de endemoniada y la condenarían a muerte. También ellos correrían la
misma suerte por haberla engendrado. Decidieron ocultarla del mundo hasta saber
qué hacer. Pero tenían la obligación de bautizarla para no despertar sospechas
y, de paso, ver si con eso se aliviaba. El sacramento tuvo lugar en su casa y
sólo acudió el cura. Habían dicho a los vecinos y amigos que la niña padecía
fiebres extrañas y posiblemente contagiosas. Como era de esperar, el sacerdote
Darius lloró. Lo imprevisto fue que se lo tomase tan bien. Puesto que en ningún
instante sintió tristeza, pensó que la ceremonia estaba siendo bendecida con un
halo de alegría espiritual. Lamentablemente para él, debía atender otros
compromisos y tuvo que retirase de inmediato, sin darle tiempo a sospechar. A
raíz de lo ocurrido, la criatura adquirió el nombre de Beatrice, que significa
‘quien da felicidad’.
Los
padres hicieron de todo para remediar la situación. La bañaron con cuantas
flores conocían, rezaron hasta la última oración que habían aprendido, se
inventaron más, compraron amuletos, le dieron medicinas, recurrieron a pócimas
e incluso, yendo contra sí mismos, intentaron provocarle el llanto como la
última esperanza de que con ello se resolvería el problema. Beatrice no
soltó ni una lágrima, únicamente quedó afónica. Los padres, destrozados por el
remordimiento y la impotencia, optaron por confiar en el sacerdote. Al menos él
no era un bruto ignorante.
Efectivamente,
Darius era listo. Para empezar, propuso una solución temporal para cuando
necesitasen sacar a la pequeña de casa. Aconsejó envolverla completamente,
dejando sólo un diminuto orificio a la altura de la nariz que le permitiese
respirar. Bastaría con decir que le había caído agua hirviendo encima y que no
querían que nadie viese su deformidad. Darius les prometió encontrar un remedio
definitivo. Mientras tanto, les pidió un favor en beneficio de los pobres del
pueblo de Argesca. En las celebraciones de la misa, tenían que colocarse en el
centro de la nave y, al iniciar el sermón, debían descubrir sigilosamente a la
pequeña. Así se hizo. La fe del pueblo se elevó y con ella las limosnas. No
obstante, Darius no comió ni más ni mejor. Él era uno de esos curas que creían
en la bondad de la iglesia. Por consiguiente, redistribuyó los ingresos.
También es cierto que era consciente de su pecado.
En
medio de uno de los sermones, un feligrés se percató de lo que hacía la madre
y, al ver el rostro de Beatrice, gritó ¡milagro, milagro, la niña ha sanado!, y
todos lloraron mucho más de lo habitual. A partir de ahí, la pequeña caminó
descubierta y fue sólo cuestión de tiempo que la gente notase que ella era la
causante de sus lágrimas. Sin embargo, no pensaron que fuese un acto del mal,
sino de Dios, porque en lugar de dolerles, les hacía más sensibles, más buenos.
Y Darius volvió a sacarle el lado positivo a la situación. Se confesó ante
todas las personas del pueblo y, seguidamente, las convenció para que fueran
sus cómplices.
En
pocos días, esparcieron por los pueblos aledaños el falso rumor de que en
Argesca habían encontrado los restos de un hombre santo y que durante las misas
su presencia era tal, que todo el que asistía lloraba de alegría. Cada semana,
el número de peregrinos crecía notablemente, dejando generosas ofrendas.
Durante las ceremonias, la gente del pueblo se colocaba alrededor de la niña,
para que la madre nunca fuese vista al destaparla y al cubrirla nuevamente. Con
los años, la propia Beatrice se encargó del ritual. Una vez lejos de las
inmediaciones de la iglesia y de los extranjeros, aligeraba sus vestimentas y
paseaba como cualquiera de sus amigas. Los arguescianos se acostumbraron a
vivir entre lágrimas en medio de risas, de discusiones, de pedidas de mano, de
negociaciones, de juegos, de brindis, de la vida cotidiana.
El
sacerdote Darius fue ascendido a obispo por las ingentes cantidades que
conseguía recolectar. Lo único que pidió fue no ser destituido de la parroquia
de Argesca. Por azares del destino, sobrevivió a la muerte de la señora
Beatrice. Ya cansado, sin nada que perder por la edad y su débil salud, se
atrevió a documentar la vida de su benefactora, confesando el gran engaño que
había encabezado. Por supuesto, el documento no salió a la luz.
Curiosamente
—podría considerarse más bien un detalle lógico, aunque no por eso menos
llamativo— en el funeral de Beatrice, ninguno de los presentes lloró. La
querían, sí, pero contuvieron sus lágrimas en señal de duelo.
PÁGINA 27 – POESÍA
AMERICANA: REPÚBLICA DOMINICANA
KARINA
RIEKE
(Santo
Domingo-República Dominicana)
EPITAFIO
A LA LOCURA
Estoy aquí sin rostro
En la esquina donde
Se disipan mis angustias
Con ese grito esforzado
Angustioso
En contra y
De frente a los demás
Estoy aquí sin tiempo
Arañando el significado de esta voz
Sola con la fachada de un poema
Que se asedia a sí mismo cuando
Intento aproximarme a su imagen
Estoy aquí desgastada
Ante la frialdad de una mirada
Consumiéndome las inexpresables ganas
Que se pierden ante la angustia
Implícita en el verbo
Estoy y desaparezco
Hacia los limites que se
Rigen oscuramente
Con una precisión casi feroz
Ante la idea del fracaso
Pasivo e inerte
Como la voz teñida que
Interrumpe la marcha del tiempo y de
Todas mis muertes
Habito en el aquí apropiándome
Del pasado y futuro con un
Entusiasmo delirante
A fin de reconciliarme con el
Carácter prohibido del espacio
Sigo aquí alojada con la
Indispensable cortesía de una señal
Que se rescata simultáneamente con mis cosas
Para probarse siempre inalcanzable
Para aglomerar todas mis soledades
Estoy aquí sin rostro
En la esquina donde
Se disipan mis angustias
Con ese grito esforzado
Angustioso
En contra y
De frente a los demás
Estoy aquí sin tiempo
Arañando el significado de esta voz
Sola con la fachada de un poema
Que se asedia a sí mismo cuando
Intento aproximarme a su imagen
Estoy aquí desgastada
Ante la frialdad de una mirada
Consumiéndome las inexpresables ganas
Que se pierden ante la angustia
Implícita en el verbo
Estoy y desaparezco
Hacia los limites que se
Rigen oscuramente
Con una precisión casi feroz
Ante la idea del fracaso
Pasivo e inerte
Como la voz teñida que
Interrumpe la marcha del tiempo y de
Todas mis muertes
Habito en el aquí apropiándome
Del pasado y futuro con un
Entusiasmo delirante
A fin de reconciliarme con el
Carácter prohibido del espacio
Sigo aquí alojada con la
Indispensable cortesía de una señal
Que se rescata simultáneamente con mis cosas
Para probarse siempre inalcanzable
Para aglomerar todas mis soledades
OSCAR
PEÑA
(Las
Matas de Farfán-República Dominicana)
DOS GATOS FORNICAN EN MI TECHO
Esta noche dos gatos fornican en mi techo
rasgando la oscuridad del barrio.
No duermo y en el diario leo:
“Ochenta desaparecen en el mar buscando un
sueño”.
La gata…el gato…el techo...
La mar está picada.
Un caserón ronca sordo contra el viento.
Antes era una destilería
con gerentes de levitas, conserjes y obreros;
ahora un refugio de borrachos, chulos y
prostitutas.
Ven que mi cabaña con la luna pintaré,
dice el montunero
y la cintura de la negra se cimbrea.
El humo, las aspas, el viento ronronean…
La noche está rota de tristeza.
La gata…el gato…el techo...
La negra, el polvo, el chulo, el son montuno,
La mar está picada.
En la desolación de la oscuridad del barrio
máscaras de sueños flagelan las miradas,
más dos puntos sigilosos se observan
como argollas de fuego que vigilan la noche.
KATHERINE
CASTRO
(Santo
Domingo-República Dominicana)
LOS REYES MAGOS ESTÁN
MUERTOS
Eso de perder la
cabeza nunca estuvo en mis planes.
Pero uno crece.
Olvida lo que una vez
supo y crece,
manda al diablo las
sábanas y los sueños
para entregarse a un
mundo construido en miedos
que se multiplican con
cada amanecer.
Uno olvida que un día
no tan lejano pisó la gloria
y sintió la calma del
Mar Caribe habitando sus pies,
otorgándoles el
derecho de entregarse a amar un rato,
sin dar espacio a las
dudas.
Entonces uno llora.
Uno duda, olvida y
llora
como un desquiciado
que perdió el rumbo
en una cama que ya no
recuerda.
Como el que no sabe
qué pierde
pero sabe que al
final, no importa lo que pase, siempre pierde.
Y se pregunta si vale
la pena
ser tan incapaz de
entender
tan dispuesto a
mandarse uno mismo a la mierda
por unos ojos que
nunca podrán ver lo que pasa.
Y estamos todos
muertos
tan solos
dedicados a dejar que
la vida siga doliendo como si existiera
RAMON
SABA
(Tenares-República
Dominicana)
FRENTE
A FRENTE A MI DESTINO
Aquí estoy, frente a frente a mi destino,
muy cercano al olor de su presencia,
degustando el sabor de mi existencia…
negociando el final de mi camino.
Y se torna mordaz y hasta mezquino
a medida que avanza su insistencia,
carcomiendo sutil la resistencia
que le planta mi haber de peregrino.
Y descubro también la fortaleza
compañera de todos mis sentidos.
Ya no importa si acaba mi gran suerte,
sólo importan los gestos de tristeza
que me ocultan mis seres más queridos
al arribo silente de mi muerte.
Aquí estoy, frente a frente a mi destino,
muy cercano al olor de su presencia,
degustando el sabor de mi existencia…
negociando el final de mi camino.
Y se torna mordaz y hasta mezquino
a medida que avanza su insistencia,
carcomiendo sutil la resistencia
que le planta mi haber de peregrino.
Y descubro también la fortaleza
compañera de todos mis sentidos.
Ya no importa si acaba mi gran suerte,
sólo importan los gestos de tristeza
que me ocultan mis seres más queridos
al arribo silente de mi muerte.
JAEL
URIBE
(Santo
Domingo-República Dominicana)
HEROÍNA COTIDIANA
Vengo de la sangre
y de la tierra.
De barro la esencia intrínseca
de mis curvas concéntricas,
de manos laboriosas y llagas marchitas
con difuminadas huellas.
Perdida en los olvidos del valor,
pariendo del alma
a la humanidad ingenua.
Ornada de roles.
Dignificada por los éxitos
de un día cualquiera.
Mis batallas de segundos
son menester en mi agenda.
soy heroína cotidiana
sin lauros,
ni corona.
Mi trono altivo se yergue
en la pureza de mi estela.
RENÉ
RODRÍGUEZ SORIANO
(Constanza-República
Dominicana)
TÍO JENGO
Si miro hacia el profundo y amplio verde
me pierdo en la mañana mansa y húmeda;
no hago otra cosa que mirarme en su sonrisa sosegada
ventana de la estancia:
franca, alta, encorvada y solidaria.
Si vuelvo tras el niño de mis pasos,
de vuelta hacia la escuela,
cruzando las rigolas de la tarde, sé
que habré de encontrarlo
y volverá a mirarme, rascándose el bolsillo.
Tal vez no vuelva nunca más la misma agua,
la que lavó mis huellas de esos días;
tal vez no vuelva nunca a ver,
perdido entre los maizales
o las enredaderas de las auyamas, su paso incierto y
largo.
Del tamaño del puente, grandazas
e ilustradas, continuarán sus manos
desgranando la tierra, surco a surco.
PÁGINA 28 – NARRATIVA
CARLOS MARTÍN BRICEÑO
(Mérida-México)
INSOMNIOS
Para Rosa Beltrán
Otra vez, otra vez ese llanto en la madrugada;
debería voltear, abrazarla, acercarme, cumplir el rito del marido amoroso,
hacerle creer que comparto su pena, que me duele también el estado de su
madre; sin ningún pudor el llanto sube de tono, no va a parar hasta que me
levante y la abrace en la oscuridad; y ahí están, además, esos ladridos del
doberman del vecino; ya lo habría envenenado si no fuera porque Malena
prefiere evitar líos. Ahora se levanta y va al baño; la escucho revolver las gavetas; sé lo que busca, toma
lo mismo desde hace meses; no lo acepta, pero lo necesita; y cada vez en dosis
mayores; en el reloj de pared, las agujas fosforescentes señalan las tres cuarenta y cinco: mañana seré un autómata en la oficina; ayer estuve a punto de
estrellarme al ir al trabajo; cuando abrí los ojos estaba casi encima del
coche de adelante; el frenazo debió quedar marcado en el pavimento; siquiera
reaccioné a tiempo. Debo dormir, ¡necesito dormir!, pero, ¿cómo con Malena
vagando a oscuras por la casa?, de nada serviría ponerse tapones en los
oídos, seguiría escuchando ese ladrar de la chingada; y como si no fuera
suficiente, el rumrum de la máquina de oxígeno que ayuda a respirar a mi
suegra desde que se puso peor, acompañándolos; ella agoniza
en mi antiguo estudio, ahora sección de hospital con enfermera e instrumental
incluidos; hay que ver lo que cuestan; nada más la enfermera se lleva mes a
mes la cuarta parte de mi sueldo; ¿y si pierdo mi trabajo?, a ver quién carga
con la vieja; ayer firmé por otro invento costosísimo: un nebulizador
ultrasónico; mi mujer me habló desesperada a la oficina, ni siquiera escuchó
cuando le dije “estoy con un cliente cerrando un contrato”; su madre estaba
teniendo otro más de esos ataques respiratorios que, tarde o temprano, la
llevarán a la tumba. “Con un nebulizador ultrasónico dijo el médico que la
salvamos”, trató de convencerme. “¿No te das cuenta —por qué no le dije–– que
todo esto es inútil?”; mis tarjetas están al tope, sigo atorado con el
segundo préstamo y, tras dos años seguidos, vuelvo a
cobrar mis vacaciones en lugar de disfrutarlas, ¿cuándo va a terminar?; mi cuñado fue más inteli- gente, desde un principio se zafó; lo
criticaron un rato pero se libró de todo este circo. Malena sigue en el baño; de seguro hojea esas revistas que trae cuando viene del
súper; que la desestresan, pretexta, que la ayudan a resistir, a olvidar los
meses que su madre lleva luchando contra el cáncer cerebral, me dice, cuando
le insisto en que comprarlas es tirar los billetes por el inodoro; y ahora este
perro se pone a aullar; carajo; pensar que estuvimos a punto de cambiarnos de
casa; hasta inicié los trámites del crédito en el banco; había una en las
afueras de la ciudad, con un gran terreno y árboles frutales, como para
construir en el fondo una parrilla y una piscina para los niños; qué bueno que no le entré al compromiso. El inodoro
descarga, oigo los pasos de mi mujer, se acerca, escucho su respirar pausado;
la percibo dirigirse al otro cuarto; coño; como si no bastara
con la friega del día, insiste en pasar noches enteras allá; llevamos
semanas, meses, sin coger, sin dormir como se debe; ayer en la madrugada tuve
que ir a traerla, estaba en el suelo sobre un cobertor extendido, a los pies de
su madre; el tufo a orines y medicamentos me espantó el sueño. “Vamos”, la tomé de un brazo con firmeza. “Para eso
está aquí la enfermera”, aunque la empleada roncaba a gusto en mi reposet.
Tosen. ¿La vieja? ¿Los niños? También ellos lo
están resintiendo; hace mucho que no salimos; se la pasan frente a la
televisión o metidos en los videojuegos; el grande está cada vez peor,
irritable, molesto por todo este desmadre; y encima debo atenderlos al volver
del trabajo; desde que mi suegra está aquí, Malena no tiene cabeza; los niños me esperan para que les prepare de cenar; luego debo ver
que terminen sus tareas, se vayan a la cama; los quiero pero no estoy dispuesto
a jugar por más tiempo a la mamá; al menor le ha dado por levantarse a
medianoche; varias veces lo he encontrado en la cocina; tengo hambre, papá, se
justifica al verme; tal vez piensa que lo voy a regañar, y sólo quiero dormir, dormir para estar bien por la mañana, dormir para tener la mente despejada y seguir tan
campante por la vida como mis subordinados; sirvo un vaso de leche con
chocolate; el chorro rompe el silencio, su aroma dulzón se esparce en la
cocina; escucho el líquido que recorre la garganta de Mauricio; lo abrazo y lo
llevo de vuelta a su cama. ¡El doberman de nuevo! ¿Por qué no se calla ese
animal? ¿Qué chingados tengo que aguantarle sus ladridos? Mañana mismo lo enveneno; si lo otro fuera así de fácil… “¿Y
qué podemos hacer?”, me echó en cara la otra noche Malena cuando dije que era
hora de tomar medidas, que de lo contrario íbamos a irnos todos antes que su
madre. “¿Qué quieres? ¿Quitarle el oxígeno o ponerle una almohada en la cara
para acabarla? ¡Escoge!” Se descompuso: la voz quebrada, el rostro desencajado,
tensos los músculos del cuello; no le respondí, sólo iba a desatar otra más
de esas discusiones interminables; mi único deseo era dormir. Más ladridos:
agudos, alterados, insistentes; es como si el perro estuviera dentro de la casa;
hay voces en el otro cuarto; me incorporo y alcanzo a oír a mi mujer
discutiendo con la enfermera: le reclama que no esté al pendiente de la vieja;
por un momento trato de entender; no ha de ser fácil obligarse a permanecer
despierto cuidando el oxígeno que aspira alguien prácticamente muerto; Malena
regresa después al dormitorio; la espero en la penumbra, apoyado contra la
cabecera de la cama.
—¿Qué te pasa? ¿Ya viste la hora que es?
¿Quieres que ésta también se largue? ¿No te acuerdas cuánto trabajo costó
conseguirla?
—¡No aguanto, te juro que ya no aguanto! —se
sienta a mi lado, indefensa.
—¿Puedes calmarte? ¡Intento dormir!
Levanta la cara; el resplandor de la luz de la
calle deja ver que llora; no me atrevo a consolarla, tengo una junta importante
mañana y necesito llegar con la mente clara; si la
abrazo no va a parar allí, habrá que escucharla largo rato; imposible volver
a conciliar el sueño; en la ventana, la
luna desborda una sucia luminosidad.
—Ya, tranquilízate. Ven a la cama, también
debes descansar.
Ella sigue sentada, sollozante; me reclino en la
almohada; cierro los ojos y trato de poner mi mente en blanco; necesito dormir;
en un rato comenzará a clarear y habrá que ir a la oficina; para entonces,
las píldoras que ha tomado empezarán a hacerle efecto; ahora se inclina hacia
mí, me estrecha y vuelve a llorar; no tengo otra opción que abrazarla; su
cuerpo se amolda al mío; si espera palabras de aliento, sólo obtiene un
tranquilízate repetitivo que me hace sentir ridículo; después de unos
minutos cesa, se aparta y se recuesta sobre su costado, dándome la espalda;
pronto el sueño la arrebata, como si
todo lo anterior lo hubiera hecho nada más por joder; su ronquido rasposo me
exaspera; con cuidado me pongo de pie: no tiene caso hacer el tonto tratando de
dormirse esta madrugada; el cielo se torna grisáceo en la ventana; ya casi
amanece; me llega el sonido del tráfico que se desliza, próximo, sobre el
asfalto; una luz se enciende en la cocina de la casa de enfrente, las hojas del
ficus del jardín delantero brillan con el rocío; nadie en la calle; por fin
el doberman se ha callado; silencio en la casa; ni siquiera el rumor de la
máquina de oxígeno, ni siquiera.
PÁGINA 29– POESÍA
EUROPEA
SILVIA DELGADO FUENTES
(Sopelana-Bilbao-Euskal Herria)
CUANDO MUERE UN POETA
Cuando muere un poeta no pasa nada, apenas ni nos
damos cuenta,
ni la lluvia queda quieta,
ni las estrellas se descuelgan,
ni los niños dejan de jugar a la rayuela.
Nada. No pasa nada.
Todos los días nos morimos.
Limosneros de pan y de ternura,
dejamos la vida como si tal cosa.
Como dejamos los poemas sobre mesas,
o en paredes o en plazas donde se amontonan
las huellas de los besos y de las quejas.
No pasa nada cuando nos morimos,
porque somos muchos muriéndonos clandestinos,
en lugares sombríos de humanidad,
porque somos tantos,
tantos los poetas que vamos muriéndonos
huérfanos, errantes, solitarios.
Amados desde distancias remotas,
odiados por tener voz y estrofas,
aislados en un mundo hostil que
nos lleva de cabeza.
Nada pasa, nada.
O sí pasa.
Ocurre que si muere un poeta
cerca del fuego y de las lágrimas,
cerca de la sequía y de las guerras,
cerca de la memoria y de las picanas,
la muerte secuestra una garganta insomne.
Cundo muere un poeta y muere gritando a la barbarie
calla la voz vigilante de quien quiso vivir
en pie,
en paz,
eternamente.
ni la lluvia queda quieta,
ni las estrellas se descuelgan,
ni los niños dejan de jugar a la rayuela.
Nada. No pasa nada.
Todos los días nos morimos.
Limosneros de pan y de ternura,
dejamos la vida como si tal cosa.
Como dejamos los poemas sobre mesas,
o en paredes o en plazas donde se amontonan
las huellas de los besos y de las quejas.
No pasa nada cuando nos morimos,
porque somos muchos muriéndonos clandestinos,
en lugares sombríos de humanidad,
porque somos tantos,
tantos los poetas que vamos muriéndonos
huérfanos, errantes, solitarios.
Amados desde distancias remotas,
odiados por tener voz y estrofas,
aislados en un mundo hostil que
nos lleva de cabeza.
Nada pasa, nada.
O sí pasa.
Ocurre que si muere un poeta
cerca del fuego y de las lágrimas,
cerca de la sequía y de las guerras,
cerca de la memoria y de las picanas,
la muerte secuestra una garganta insomne.
Cundo muere un poeta y muere gritando a la barbarie
calla la voz vigilante de quien quiso vivir
en pie,
en paz,
eternamente.
VLADIMIR MARKU
(Durrés-Albania)
VELANDO
Navegamos sedientos, pintando nuevas rutas
Como si nunca hubiéramos navegado
En busca de tierra para descansar y dormir
Así, como si el amor nunca hubiera dormido.
El tiempo es salado.
Los pescados de arrepiento son también salados
La atracción de la Tierra se nota en el aire
Nos somos solo mamíferos
Mamíferos mercenarios, marinos
Velando, no sé por dónde
En la mesa de los sueños
Relevamos el mapa de la noche
Bebemos, nos emborrachamos y hacemos muchas promesas
Cuando se pierde la dirección
El compás tiene la culpa
Después nos despertamos, con nuestros cuerpos heridos
por el sol inocente.
Olvidamos en un instante todo lo dicho.
También perdemos el mapa de la noche
Sinceramente sin cesar
Pedimos perdón por nuestros pecados
Ordeñando nuestro derecho a la mentira
Hasta el cubo de la conciencia comienza a fluir
Entonces, entendemos, la felicidad está demasiado lejos
¿Dónde están las luces
del lugar al que caminamos?
Con sabor salado de conciencia
y un cubo agujereado
en nuestro labios
Navegamos, ¿hacia dónde?
Como si nunca hubiéramos navegado
En busca de tierra para descansar y dormir
Así, como si el amor nunca hubiera dormido.
El tiempo es salado.
Los pescados de arrepiento son también salados
La atracción de la Tierra se nota en el aire
Nos somos solo mamíferos
Mamíferos mercenarios, marinos
Velando, no sé por dónde
En la mesa de los sueños
Relevamos el mapa de la noche
Bebemos, nos emborrachamos y hacemos muchas promesas
Cuando se pierde la dirección
El compás tiene la culpa
Después nos despertamos, con nuestros cuerpos heridos
por el sol inocente.
Olvidamos en un instante todo lo dicho.
También perdemos el mapa de la noche
Sinceramente sin cesar
Pedimos perdón por nuestros pecados
Ordeñando nuestro derecho a la mentira
Hasta el cubo de la conciencia comienza a fluir
Entonces, entendemos, la felicidad está demasiado lejos
¿Dónde están las luces
del lugar al que caminamos?
Con sabor salado de conciencia
y un cubo agujereado
en nuestro labios
Navegamos, ¿hacia dónde?
MARINA
AOÍZ MONREAL
(Tafalla-Navarra-España)
HILO TENUE
/ ¿por eso escribo versos? / ¿para volver
al vientre donde toda palabra va a nacer? / ¿por
hilo tenue? / la poesía ¿es simulacro de vos? / ¿tus
penas y tus goces? / ¿te destruís conmigo como
palabra en la palabra? / ¿por eso escribo versos? /
Juan Gelman
/ ¿por eso escribo versos? / ¿para volver
al vientre donde toda palabra va a nacer? / ¿por
hilo tenue? / la poesía ¿es simulacro de vos? / ¿tus
penas y tus goces? / ¿te destruís conmigo como
palabra en la palabra? / ¿por eso escribo versos? /
Juan Gelman
Por hilo tenue trabajo de funámbula
en este circo del carajo. Ni yo creo
en el personaje, ni el hilo aguanta mi peso.
Pero sigo representando este simulacro
mientras me amaso cada día con centeno
de oscuros recuerdos. Por eso escribo versos.
Muertas
Rompe como una hucha su pasado
y dentro sólo había oscuridad.
En los huesos del tiempo no hay ternura.
Los lugares no existen.
Las chicas ya son viejas o están muertas.
Joan Margarit
Joan Margarit, sé que no me mientes.
Todas estamos muertas y en los huesos del tiempo
la ternura es sólo harina. Pero aquí,
entre los otros huesos,
el viento entona nanas, un Magníficat, una salve.
Cuando éramos viejas, Joan Margarit,
y entre los muros blancos,
la parra virgen jugaba con las sombras,
la canción de las golondrinas acompañaba
nuestros pasos diminutos al ritmo de la lluvia.
Criaturas infames y voraces acechaban
desde las tripas de las televisiones. Nosotras
nos hacíamos las suecas: quien no se enredaba
en labores interminables con hilos delicados
para distraer los peligros,
ensartaba barrocas perlas o cocinaba habas tiernas.
Escapábamos algunas noches de las fotografías
en blanco y negro, hacia los paisajes irreales
de amarillentas enciclopedias, para vivir la aventura.
Suecas o noruegas, de pronto, convertidas en espeleólogas
penetrábamos en las entrañas de una tierra imposible.
O nos tornábamos pequeñas concubinas
de un emperador oriental
que acariciaba láminas de jade sobre nuestros pezones.
Antes de morir fuimos rompiendo espejos.
Abrimos semillas musicales
a los niños y las niñas azules, desbrozamos caminos.
Estamos muertas, Joan Margarit. Más que muertas.
Fuimos jóvenes espléndidas
y después viejas de dedos retorcidos y lágrimas fáciles.
Y después, viejas y enfermas, amasamos con ternura
la harina de los huesos. Cocimos en el horno blanco
el pan de nuestros muertos. El pan de cada día.
RACHID BOUDJEDRA
(Ain-Belda-Oum El Bouaghi-Argelia)
LOS CUERVOS
En las calles de Argel
Los cuervos tienen pinta de paracaidistas
Mis ametralladoras pegajosas
Vomitan sobre las paredes blancas
De la Qasba
Sangre amarilla
En los jardines de mi barrio
Los almendros acarrean el odio
El cielo está lleno de bruma sórdida
Y tiene cara de verdugo
En los callejones de Constantine
Las mujeres caminan rápido
Y llevan en las orejas
Electrodos grises.
Los cuervos tienen pinta de paracaidistas
Mis ametralladoras pegajosas
Vomitan sobre las paredes blancas
De la Qasba
Sangre amarilla
En los jardines de mi barrio
Los almendros acarrean el odio
El cielo está lleno de bruma sórdida
Y tiene cara de verdugo
En los callejones de Constantine
Las mujeres caminan rápido
Y llevan en las orejas
Electrodos grises.
EVA
BOURKE
(Galway-Irlanda)
LA POETA A LOS 90 ESCRIBE UNA CARTA
Mis amigos, aquí en esta mesa
con papel y lápiz
quiero contarles lo que perdí
que era todo
y lo que ha vuelto a mí
que también era todo.
quiero contarles lo que perdí
que era todo
y lo que ha vuelto a mí
que también era todo.
De niña aprendí en los días de verano
que el sol habla una
lengua incansable
que el pasto quiere vestirlo
todo bajo el cielo
con estrofas verdes
miel para envolver al mundo entero
con su dulce retórica
y su clara marca de agua para escribir sobre las cosas
que el pasto quiere vestirlo
todo bajo el cielo
con estrofas verdes
miel para envolver al mundo entero
con su dulce retórica
y su clara marca de agua para escribir sobre las cosas
Pero más tarde a mi lengua le arrojaron piedras
para alimentarse y tierra
muerta
en el exilio habló de jarra cuenco pan
nada más quedó en mi mesa.
en el exilio habló de jarra cuenco pan
nada más quedó en mi mesa.
A su tiempo se curó e hizo amistad con los árboles
a veces fue hasta los
confines de la tierra
el viento le mostró el camino.
En la oscuridad y la pena
se puso el vestido de muchachita-
el viento le mostró el camino.
En la oscuridad y la pena
se puso el vestido de muchachita-
abrió una puerta llamada flor
una puerta llamada estrella
una puerta llamada marea,
las atravesé todas con mi corazón palpitante y vi
a mi madre en un balcón de luz de verano.
una puerta llamada marea,
las atravesé todas con mi corazón palpitante y vi
a mi madre en un balcón de luz de verano.
Deben creerme
lo único que siempre
quise fue pan y rosas
que la sangre de la flor estuviera quieta
para encontrar una palabra clara como un espejo
para enseñarme a mí misma y a ustedes
a tener cuidado con la desesperación.
que la sangre de la flor estuviera quieta
para encontrar una palabra clara como un espejo
para enseñarme a mí misma y a ustedes
a tener cuidado con la desesperación.
SERGIO
BORAO LLOP
(Mallén-Zaragoza-España)
MAS NO ME ENCONTRARÉIS EN LAS BATALLAS.
No estaré agazapado en una barricada
ni lamiendo la sangre del cuchillo victorioso.
No empuñaré las armas homicidas
ni la palabra ambigua
ni el rencor permanente del alma embrutecida.
No serán mías las fauces carniceras
ni el estandarte gris del bombardeo.
No seré el cazador
ni ese francotirador de la azotea
que va tachando vidas en la pared funesta
de la ciudad sitiada.
No estaré con aquellos que filtraron
gota a gota la sangre de los pobres
para hacer de cada vena un instrumento
de riqueza enterrada en sus bolsillos.
Tal vez podáis hallarme donde lloran los tigres.
Acaso en la morada del hambriento,
en los ojos del niño moribundo,
en la sangre del ave asesinada.
PÁGINA
30 – ENSAYO
SANDRA
SARTOR
Facultad
de Filosofía y Letras
Universidad
Ca Foscari
(Venecia-Italia)
LA
NUEVA LITERATURA LATINOAMERICANA
A
partir de 1960 ocurre en las letras hispánicas un fenómeno inusitado: la
aparición de un grupo numeroso de escritores jóvenes, narradores y novelistas.
Algunos de ellos fueron críticos literarios y escritores, los cuales hacían las
esplicaciones, valorizaciones y críticas de las obras de sus compañeros. Otro
dato que anotar fue la gran cantidad de lectores que surgió en esa época,
quienes leían con avidez las novelas de éstos escritores.
Este
"boom" es conocido como la Nueva Literatura Latinoamericana. A partir
de este lapso la "nueva novela" toma un papel importante tanto para
América como para Europa.
Esta literatura presenta algunas
características:
· la desintegración de las
formas tradicionales de la novela, debido a que con esta nueva novela se tratan
nuevas técnicas y el lector se convierte en un "lector cómplice" y
dejará de ser aquel lector pasivo de antes
· La simultaneidad del lenguaje, aquí el autor
utilizará un lenguaje variado de podría hacer denotar las distintas clases
sociales, diversidad de lugares y regiones que a la vez que son diferentes su
lenguaje también, ya no se utilizará en exceso aquel lenguaje directo,
literario. El argumento de la novela es borrado por el lenguaje de personajes y
narradores, que serán ahora "hablantes" simultáneos.
· La novela como ficción total; en esta parte
ocurre una ruptura con la realidad circunstancial, los nuevos escritores
emprenden la ruta hacia la imaginación creadora y el realismo mágico con la
invención de lugares, nombres y personajes. Un gran ejemplo sería "Cien
Años de Soledad", sin embargo a partir de Mario Vargas LLosa, Gabriel
García Márquez entre otros la novela se convierte en un territorio imaginativo
que totaliza la realidad en todos los planos.
BOOM
LATINOAMERICANO
Se
conoce como Boom latinoamericano o como promoción del Realismo mágico a una
serie de escritores de la segunda mitad del siglo XX habitualmente
promocionados desde Barcelona por la editorial Seix-Barral y que actualmente
constituyen lo más valioso de la literatura escrita en castellano.
El
boom latinoamericano se desarrolló y desarrolla en diferentes fases. Entre los
más destacados autores de la primera figuran los argentinos Jorge Luis Borges,
Julio Cortázar, Ernesto Sábato y Adolfo Bioy Casares; los colombianos Gabriel
García Márquez y Álvaro Mutis, los mexicanos Octavio Paz, Juan Rulfo y Carlos
Fuentes; los cubanos Alejo Carpentier, José Lezama Lima y Guillermo Cabrera
Infante; los peruanos Mario Vargas Llosa y Alfredo Bryce Echenique; los
uruguayos Juan Carlos Onetti y Mario Benedetti; los chilenos José Donoso y
Jorge Edwards; el paraguayo Augusto Roa Bastos y el venezolano Arturo Úslar
Pietri
Alejo Carpentier (Cuba, 1904-1980)
Novelista,
ensayista y musicólogo cubano, que influyó notablemente en el desarrollo de la
literatura latinoamericana, en particular a través de su estilo de escritura,
que incorpora todas las dimensiones de la imaginación -sueños, mitos, magia y
religión- en su idea de la realidad. Nació en La Habana el 26 de diciembre de 1904,
hijo de un arquitecto francés y de una cubana de refinada educación. Estudió
los primeros años en La Habana y a la edad de doce años, como la familia se
trasladó a París durante unos años, asistió al liceo de Jeanson de Sailly, y se
inició en los estudios musicales con su madre, desarrollando una intensa
vocación musical. Ya de regreso a Cuba comenzó a estudiar arquitectura, pero no
acabó la carrera. Empezó a trabajar como periodista y a participar en
movimientos políticos izquierdistas. Fue encarcelado y a su salida se exilió en
Francia. Volvió a Cuba donde trabajó en la radio y llevó a cabo importantes
investigaciones sobre la música popular cubana. Viajó por México y Haití donde
se interesó por las revueltas de los esclavos del siglo XVIII. Marchó a vivir a
Caracas en 1945 y no volvió a Cuba hasta 1959, año en el que se produjo el
triunfo de la Revolución castrista. Desempeñó diversos cargos diplomáticos para
el gobierno revolucionario, murió en 1980 en París, donde era embajador de
Cuba.
Carpentier
recibió la influencia directa del surrealismo, y escribió para la revista
Révolution surréaliste, por encargo expreso del poeta y crítico literario
francés André Breton. Sin embargo, mantuvo una posición crítica respecto a la
poco reflexiva aplicación de las teorías del surrealismo e intentó incorporar a
toda su obra la 'maravilla', una forma de ver la realidad que, mantenía, era
propia y exclusiva de América. Entre sus novelas cabe citar El reino de este mundo (1949), escrita
tras un viaje a Haití, centrada en la revolución haitiana y el tirano del siglo
XIX Henri Christophe, y Los pasos
perdidos (1953), el diario ficticio de un músico cubano en el Amazonas, que
trata de definir la relación real entre España y América siguiendo la conquista
española. Se considera que es su obra maestra, un intento de llevar a cabo su
idea de construir una novela que llegue más allá de la narración, que no sólo
exprese su época sino que la interprete. Guerra
del tiempo (1958) se centra en la violencia y en la naturaleza represiva
del gobierno cubano durante la década de 1950. En 1962 publicó El siglo de las luces, en la que narra
la vida de tres personajes arrastrados por el vendaval de la Revolución
Francesa. Más que una novela histórica, o una novela de ideas es, en la interpretación
de algunos críticos, una cabal novela filosófica. Concierto Barroco (1974) es una novela en la que expone sus
visiones acerca de la mezcla de culturas en Hispanoamérica. Finalmente El recurso del método (1974) y La consagración de la primavera (1978),
obras complementarias y difíciles; la primera ha solido -considerarse como la
historia de la destrucción de un mundo-, la caída del mito del hombre de orden,
mientras que la segunda representa la larga crónica del triunfo en Cuba de un
nuevo mito, que Carpentier trata de explicar desde su imposible papel de
espectador: el autor trata de explicar el inconciliable desajuste entre el
tiempo del hombre y el tiempo de la historia.
A
pesar de su corta producción narrativa, Carpentier está considerado como uno de
los grandes escritores del siglo XX. Fue el primer escritor latinoamericano que
afirmó que Hispanoamérica era el barroco americano abriendo una vía literaria
imaginativa y fantástica pero basado en la realidad americana, su historia y
mitos. Su lenguaje rico, colorista y majestuoso está influido por los
escritores españoles del siglo de Oro y crea unos ambientes universales donde
no le interesan los personajes concretos, ni profundizar en la psicología
individual de sus personajes, sino que crea arquetipos -el villano, la víctima,
el liberador- de una época.
Lydia Cabrera ( 1900 - 1991 )
Es
la persona que mejor ha descrito las creencias y prácticas de las religiones
africanas traídas a Cuba por los negros esclavos. En la isla la religión más
aceptada por la sociedad siempre ha sido el catolicismo pero son las religiones
africanas las dueñas de la devoción. Debido a su falta de aceptación y
considerarse creencias inapropiadas, por mucho tiempo se clasificaron de
ocultismo y por tanto tabú. Lydia Cabrera las trajo a la luz, las presentó como
son, terminando con la incredulidad.
Entre
sus libros encontramos algunos de cuentos. Leyendas
de la sociedad negra en Cuba pasadas de
padrinos a ahijados de gran valor cultural y religioso. Uno de sus libros El Monte es considerado La Biblia por
muchos creyentes.
Nacida
en Nueva York, sus padres regresaron a Cuba cuando aun era pequeña. Desde los
catorce años ya se publicaba en los periódicos de La Habana bajo el seudónimo
de Nena. Durante su juventud vivió un tiempo en París. Colaboró en muchas
publicaciones cubanas y francesas. De los escritores contemporáneos cubanos,
posiblemente Lydia Cabrera sea la más aclamada y reconocida por el público. Con
respecto a estudios en la cultura Afrocubana, Lydia Cabrera, es la última
palabra.
Mario Vargas Llosa (Perú, 1936)
Escritor
peruano, considerado uno de los más grandes novelistas hispanoamericanos de la
segunda mitad del siglo XX, al lado de Julio Cortázar, Carlos Fuentes y Gabriel
García Márquez. Es básicamente un realista, y a veces un regionalista, cuyas
obras reflejan la convulsa realidad social peruana (y en algún caso,
latinoamericana), sacudida por conflictos de tipo racial, sexual, moral y
político. Su representación artística de esa problemática no es, sin embargo,
mimética o naturalista, sino que incorpora las técnicas narrativas más
innovadoras de la novela contemporánea (multiplicidad de focos narrativos,
montaje de planos espacio-temporales, efectos expresionistas, monólogo
interior). Es, por la fecundidad, riqueza y hondura de su obra creadora y por
su continua presencia en el debate sobre asuntos relativos a libertad,
violencia, censura y justicia, una de las personalidades intelectuales más
activas e influyentes de la actualidad. Ha sido traducido a numerosísimas
lenguas y ha ganado los mayores premios literarios internacionales, entre ellos
el Premio Cervantes. En 1995, fue elegido académico de número de la Real
Academia Española. Nació en Arequipa y estudió en ese lugar, Bolivia, Piura y
Lima. En 1959 viajó a París y luego a Madrid, donde estudió y publicó su primer
libro, Los jefes, una colección de
cuentos. Pasó un largo tiempo en exilio voluntario, primero en París, después
en Barcelona y finalmente en Londres, donde reside actualmente; entre 1974 y
1990 vivió en su país. Recientemente, adoptó la ciudadanía española. Alcanzó la
fama por primera vez al ganar el importante Premio Biblioteca Breve, de
Barcelona, con su novela La ciudad y los
perros (1963), que es una de las expresiones más características de ese
momento de renovación en la novelística hispanoamericana que se conoce como
"el boom", del cual era el representante más joven. La novela
reelabora sus experiencias en el colegio militar Leoncio Prado, con imágenes de
gran violencia, tensión dramática y cuestionamiento moral sobre autenticidad,
responsabilidad y heroísmo. La destreza técnica y el virtuosismo de su lenguaje
narrativo son todavía mayores en las dos siguientes novelas: La casa verde (1966), que aprovecha
memorias de sus años en Piura para componer un gran mural de acción y
degradación sexual; y Conversación en la
Catedral (1969), que transcurre durante los oscuros años de la dictadura de
Manuel A. Odría (1948-1956) intentando un vasto análisis de los círculos del
poder, el mundillo del periodismo amarillo y los cabarés de mala muerte. En
1967 publicó su notable relato Los
cachorros. La rigurosa objetividad y la indeclinable tensión con las que
plantea sus conflictos, cede un poco en la segunda etapa de su producción
novelística, que se distingue por toques de humor grotesco, como en Pantaleón y las visitadoras (1973), o
por retratarse a sí mismo en su relato, como en La tía Julia y el escribidor (1977), en la que narra episodios de
su primer matrimonio y sus comienzos literarios. La guerra del fin del mundo (1981) es una vuelta al estilo de
composición épica de su primera etapa y una rara incursión en el mundo
sociopolítico del Brasil de fines del siglo XIX, siguiendo el modelo de gran
reportaje establecido por Euclides da Cunha. En la última porción de su obra
narrativa, se entremezclan las novelas cuyo tema es esencialmente político Historia de Mayta (1984), Lituma en los Andes (1993), ¿Quién
mató a Palomino Molero? (1986) o erótico
Elogio de la madrastra (1988). El
hablador (1987) señala un retorno al mundo de la selva, uno de sus
ambientes favoritos, para contar una historia sobre identidades culturales y
diferencias antropológicas. Una importante porción de su obra ensayística puede
leerse en Contra viento y marea
(1983-1990). Sus memorias tituladas El
pez en el agua (1993) ofrecen un apasionante y minucioso recuento de su
experiencia como frustrado candidato presidencial en las elecciones peruanas de
1990. Ha
escrito además libros de crítica literaria, obras teatrales e incontables páginas
periodísticas en diversos lugares del mundo.
Miguel Ángel Asturias (Guatemala,
1899-1974)
Autor,
diplomático y premio Nobel guatemalteco, nacido en Ciudad de Guatemala. Estudió
Derecho en universidades de su país y Antropología en la Sorbona de París,
ciudad en la que recibió la influencia del poeta surrealista francés André
Breton. En 1942 fue elegido diputado en su país y, a partir de 1946, fue
embajador en México, Argentina y El Salvador, hasta que, en 1954, se exilió de
Guatemala. Posteriormente, fue embajador en Francia, entre 1966 y 1970. Sus
poemas y novelas, de contenido fuertemente antiimperialista, le valieron el
Premio Lenin de la Paz en 1966 y el Premio
Nobel de Literatura en 1967. La muerte le sobrevino, tras una penosa
enfermedad, en 1974, cuando se encontraba en Madrid (España).
En
su obra, al igual que en la del escritor cubano Alejo Carpentier, el mito se
hace presente, pero a diferencia del cubano, organiza sus novelas en torno a
los mitos precolombinos. Su primera obra Leyendas
de Guatemala (1930) es una colección de cuentos y leyendas mayas. La novela
que le ha dado fama internacional es El
señor Presidente (1946) en la que traza el retrato de un dictador de una
manera caricaturesca y esperpéntica pero siguiendo una estructura regida por la
lucha entre las fuerzas de la luz (el Bien, el pueblo) y las fuerzas de las
tinieblas (el Mal, el dictador) según los mitos latinoamericanos. Es también un
libro de protesta militante: la descripción de un régimen dictatorial en
términos de terror, maldad y muerte. En las cuatro cadenas de episodios que
integran la trama predominan el miedo y la crueldad. Este tema mítico vuelve a
aparecer en Hombres de maíz (1949)
aunque ahora la luz está representada por los indígenas y las tinieblas por los
hombres de maíz, los colonizadores que llegan a explotar las tierras de los
campesinos en beneficio propio. En esta obra, Asturias logra hermanar
armoniosamente lo mítico-maravilloso con la dura realidad de la vida indígena.
Después escribió novelas y relatos entre las que destaca la trilogía formada
por Viento fuerte (1950), El Papa verde (1954) y Los ojos de los enterrados (1960).
Otras novelas son Mulata de tal
(1963), Malandrón (1969) y Viernes de Dolores (1972). Su
producción teatral es poco conocida y trata más o menos los mismos temas, como
Chantaje o Dique seco ambas de 1964. Su novela Viento fuerte fue citada en el
discurso de entrega del Premio Nobel, que le fue concedido por sus coloridos
escritos profundamente arraigados en la individualidad nacional y en las
tradiciones indígenas de América.
Isabel Allende (Chile, 1942)
Novelista
y periodista chilena nacida en Lima, Perú, donde su padre se encontraba
destinado como diplomático. Asistió a diversos colegios privados y viajó por
varios países antes de regresar a Santiago de Chile para concluir sus estudios
y trabajar en la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO),
organismo de las Naciones Unidas. Posteriormente trabajó como periodista,
escribió artículos sobre temas sumamente polémicos y también hizo cine y
televisión. Allende se exilió en 1973 y buscó refugio en Caracas, Venezuela,
cuando su tío Salvador Allende, presidente de Chile, murió durante el golpe
militar encabezado por el General Augusto Pinochet Ugarte. En el exilio escribió
su primera novela La casa de los
espíritus (1982), una crónica familiar ambientada en el torbellino de
cambios políticos y económicos acontecidos en Latinoamérica. La novela fue bien
acogida por la crítica, que vio en ella ciertos elementos propios del realismo
mágico. Esta novela fue llevada al cine por el director danés Bille August.
Allende continuó su exploración sobre cuestiones personales y políticas en sus
dos siguientes novelas De amor y de
sombra (1984) y Eva Luna (1987),
y en la colección Cuentos de Eva Luna
(1992). Ha sido una de las primeras novelistas latinoamericanas que ha
alcanzado fama y reconocimiento a escala mundial. Su exilio concluyó en 1988
cuando los chilenos derrotaron en las urnas al dictador Pinochet y eligieron un
presidente democrático. En 1995 publicó Paula,
un libro de recuerdos dedicado a su hija.
Gabriel García Márquez (Colombia, 1928)
Escritor,
periodista y premio Nobel colombiano. Nació en Aracataca y se formó
inicialmente en el terreno del periodismo. Fue redactor de El Universal, un
periódico de Cartagena de Indias durante 1946, de El Heraldo en Barranquilla
entre 1948 y 1952, y de El Espectador en Bogotá a partir de 1952. Entre 1959 y
1961, trabajó para la agencia cubana de noticias, La Prensa, en su país, en la
Habana y en Nueva York. Debido a sus ideas políticas izquierdistas, se enfrentó
con el dictador Laureano Gómez y con su sucesor, el general Gustavo Rojas
Pinilla, y hubo de pasar las décadas de 1960 y 1970 en un exilio voluntario en
México y España.
Sus
novelas más conocidas son Cien años de
soledad (1967), que narra en tono épico la historia de una familia
colombiana, y en la cual se pueden rastrear las influencias estilísticas del
novelista estadounidense William Faulkner, y El otoño del patriarca (1975), en torno al poder y la corrupción
políticos. Crónica de una muerte
anunciada (1981) es la historia de un asesinato en una pequeña ciudad
latinoamericana, mientras que El amor en
los tiempos del cólera (1985) es una historia de amor que se desarrolla
también en Latinoamérica. El general en
su laberinto (1989), por otro lado, es una narración ficticia de los
últimos días del revolucionario y hombre de estado Simón Bolívar. También es
autor de varios libros de cuentos como La
increíble y triste historia de Eréndira y de su abuela la desalmada (1972)
o Doce cuentos peregrinos (1992).
García Márquez ha despertado admiración en numerosos países occidentales por la
personalísima mezcla de realidad y fantasía que lleva a cabo en sus obras
narrativas, situadas siempre en Macondo, una imaginaria ciudad de su país. Su
última obra publicada, Noticia de un
secuestro (1996), es un reportaje novelado sobre el narcoterrorismo
colombiano. Recibió el Premio Nobel de
Literatura en 1982 y fue formalmente invitado por el gobierno colombiano a
regresar a su país, donde ejerció de intermediario entre el gobierno y la
guerrilla a comienzos de la década de los ochenta.
Pablo Neruda (Chile, 1904-1973)
Poeta
chileno, considerado uno de los más importantes del siglo XX. Hijo de un ferroviario,
y huérfano de madre cuando solo había vivido un mes, escribía poesía desde muy
joven (el seudónimo comenzó a usarlo cuando apenas tenía dieciséis años).
Gabriela Mistral lo inició en el conocimiento de los novelistas rusos, que el
poeta admiró toda su vida. Estudió para convertirse en profesor de francés, sin
llegar a lograrlo. Su primer libro, cuyos gastos de publicación sufragó él
mismo con la colaboración de amigos, fue Crepusculario
(1923). Al año siguiente, su Veinte
poemas de amor y una canción desesperada se convirtió en un éxito de ventas
(ha superado el millón de ejemplares), y lo situó como uno de los poetas más
destacados de Latinoamérica. Entre las numerosas obras que le siguieron
destacan Residencia en la tierra
(1933), que contiene poemas impregnados de trágica desesperación ante la visión
de la existencia del hombre en un mundo que se destruye, y Canto general (1950), un poema épico-social en el que retrata a
Latinoamérica desde sus orígenes precolombinos. La obra fue ilustrada por los
famosos pintores mexicanos Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Como obra
póstuma se publicaron, en el mismo año de su fallecimiento, sus memorias, con
el nombre de Confieso que he vivido.
Poeta enormemente imaginativo, Neruda fue simbolista en sus comienzos, para
unirse posteriormente al surrealismo y derivar, finalmente, hacia el realismo,
sustituyendo la estructura tradicional de la poesía por unas formas expresivas
más asequibles. Su influencia sobre los poetas de habla hispana ha sido
incalculable y su reputación internacional supera los límites de la lengua. En
reconocimiento a su valor literario, Neruda fue incorporado al cuerpo consular
chileno y, entre 1927 y 1944, representó a su país en ciudades de Asia,
Latinoamérica y España. De ideas políticas izquierdistas, fue miembro del
Partido Comunista chileno y senador entre 1945 y 1948. En el año 1970 fue
designado candidato a la presidencia de Chile por su partido y, entre 1970 y
1972, fue embajador en Francia. En 1971 recibió el Premio Nobel de Literatura y el Premio Lenin de la Paz. Antes había
obtenido el Premio Nacional de Literatura (1945).
SUPLEMENTO
INFANTIL Y JUVENIL
PÁGINA
31 -CUENTO
NORMA
SEGADES-MANIAS
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
DUEÑAS
DE LOS SECRETOS
Antiguamente
las llamaban brujas.
Habitan
en casonas misteriosas donde reinan murciélagos y olvidos.
Los
árboles perecen en los alrededores de sus feudos. Y elevan a los cielos el
ramaje desnudo. Y ruegan por la suerte de sus almas.
Las
sombras desdibujan los bordes de techumbres afiladas y una bruma sin forma se
filtra en los rincones como la esencia misma del misterio.
Justo
a la medianoche ellas comienzan el ritual del canto. Deliran con la furia de
los fuegos. Revuelven los calderos nauseabundos donde cuecen secretos, fundan
agüeyamientos, maleficios, venenos.
Conocen
el valor de las palabras y perciben las huellas del futuro en cada ebullición,
en cada hervor del unto.
Siempre
danzan desnudas a la luz de la luna. Establecen ungüentos y brebajes. Tratan
con el demonio. Y conciben garduñas. Y conciben arpías. Y conciben chacales.
En
tiempos de conjuros y de hogueras; de sayos amarillos y expiaciones; de
suplicios, condenas y cadalsos; de desconfianzas y desasosiego, la historia
cuenta que robaban niños para sus aquelarres, en la última noche de todos los
abriles.
Pero
jamás a aquellos que usan salvoconductos para cruzar el sueño.
Es
un escapulario. Un saco diminuto conservando la esencia de un gramo de romero,
tomillo, perejil y hierba buena. Pero su magia es sólida. Es eterna.
PÁGINA 32– POESÍAS
MARÍA
ELENA WALSH
(Ramos
Mejía-Buenos Aires-Argentina)
EL
REINO DEL REVÉS.
Me dijeron que en el Reino del Revés
nada el pájaro y vuela el pez,
que los gatos no hacen miau y dicen “yes”,
porque estudian mucho inglés.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
Me dijeron que en el Reino del Revés
nadie baila con los pies,
que un ladrón es vigilante y otro es juez,
y que dos y dos son tres.
Me dijeron que en el Reino del Revés
cabe un oso en una nuez,
que usan barbas y bigotes los bebés,
y que un año dura un mes.
Me dijeron que en el Reino del Revés
hay un perro pequinés
que se cae para arriba y una vez
no pudo bajar después.
Me dijeron que en el Reino del Revés
un señor llamado Andrés
tiene 1.530 chimpancés
que si miras no los ves.
Me dijeron que en el Reino del Revés
una araña y un ciempiés
van montados al palacio del Marqués
en caballos de ajedrez.
PÁGINA
33 – CUENTO
GRACIELA
MONTES
(Buenos
Aires-Argentina)
UN GATO COMO CUALQUIERA
Había una vez un gato
de ojos verdes, pelo gris y cola larga. De modo que era un gato parecido a
muchos otros gatos. Pero, eso sí, era un gato de bolsillo. Del bolsillo de
Aníbal Gobi, guarda de tren del ferrocarril Mitre.
Mientras Aníbal Gobi
picaba los boletos con su máquina picadora el gato apenas espiaba desde el
borde del bolsillo de su chaqueta marrón.
El Gato de Bolsillo no
se acordaba de nada que no fuese el bolsillo de Aníbal Gobi. Tal vez había
nacido en el Galpón de la Esquina, o en la Casa de al Lado, o en el Jardín de
Atrás. Pero lo cierto es que hacía mucho, muchísimo tiempo que vivía en el
bolsillo.
Al Gato de Bolsillo el
bolsillo le parecía mucho más lindo que el resto de los lugares del Mundo
Grande. El bolsillo era tibio, blando, suave, oscuro, tenía pelusas que hacían
cosquillas y era muy fácil acurrucarse en el fondo. El Mundo Grande, en cambio,
era frío y caliente, duro y líquido, áspero y liso, negro y brillante; tenía
zapatos, ramas, relojes, caras, ruedas y Gatos Peligrosos. Era muy difícil
acurrucarse en el Mundo Grande.
Eso, al menos, era lo
que pensaba el Gato de Bolsillo hasta las cuatro y cinco de la tarde del
segundo jueves del mes de octubre, porque a las cuatro y diez de la tarde del
segundo jueves del mes de octubre, mientras estaba asomado al borde del
bolsillo, observando tranquilamente cómo Aníbal Gobi le picaba el boleto a una
señora colorada, el gato vio algo nuevo, algo nunca visto en el Mundo Grande:
un ratón de cola de piolín y ojos brillantes, un Ratón Cualquiera, que miraba
pasar el, tren desde atrás de un poste de la estación Belgrano.
El Gato de Bolsillo
vio al Ratón Cualquiera y enseguida notó que ya era hora de salir del bolsillo
de Aníbal Gobi. En el bolsillo de Aníbal Gobi jamás había habido ratones de
ojos brillantes y cola de piolín.
El Gato de Bolsillo
saltó y apoyó sus patas acolchadas en el piso del tren. Volvió a saltar y cayó
en el piso de la estación. El Ratón Cualquiera lo vio, dio media vuelta y
empezó a correr por la calle Zapiola, con el Gato de Bolsillo atrás, corriendo
y corriendo, corriendo como no había corrido nunca.
Como el Ratón Cualquiera
estaba mucho más acostumbrado al Mundo Grande que el Gato de Bolsillo, ganó la
carrera y encontró un agujerito donde meterse antes de que el Gato de Bolsillo
pudiese sujetarle la cola con la pata.
Entonces el Gato de
Bolsillo supo que estaba solo en el Mundo Grande, sin pelusas y lleno de Gatos
Peligrosos.
El Gato de Bolsillo
les tenía muchísimo miedo a los Gatos Peligrosos. Aníbal Gobi siempre le
hablaba de ellos mientras le rascaba las orejas; le había contado que tenían
garras afiladas, maullidos malévolos y el cuerpo lleno de horribles cicatrices.
El Gato de Bolsillo, en cambio, tenía las uñas cortas porque Aníbal Gobi se las
cortaba puntualmente todos los lunes a la noche; maullaba bajito y sólo cuando
tenía hambre, y tenía un pelaje liso, entero y sin marcas.
Pensando en los Gatos
Peligrosos el Gato de Bolsillo se acurrucó detrás de una bolsa de basura.
Mientras oía el ruido de los autos y seguía con los ojos los zapatos que iban y
venían por la calle, gemía en voz baja: extrañaba muchísimo al bolsillo.
Los zapatos se fueron
yendo poco a poco y, poco a poco también, se vino la Verdadera Noche. Y fue
entonces que aparecieron uno a uno, uno tras otro, los Gatos Peligrosos.
Los Gatos Peligrosos
eran silenciosos como todos los gatos. A veces eran rapidísimos y otras veces
muy lentos, como todos los gatos. Y, como todos los gatos, tenían bigotes
largos, ojos verdes y amarillos y cola larga.
Pero eran peligrosos.
El Gato de Bolsillo enseguida notó que eran peligrosos.
Porque arqueaban el
lomo.
Porque maullaban hacia
el cielo mostrando las gargantas.
Porque abrían la pata
y mostraban las uñas, larguísimas y afiladas.
Cinco Gatos Peligrosos
se acercaron al Gato de Bolsillo y los cinco arquearon el lomo, maullaron hacia
el cielo y mostraron las uñas. El Gato de Bolsillo los miró con sus ojos verdes
y vio que también ellos tenían verdes los ojos.
Entonces pasaron cosas
importantes: el Gato de Bolsillo arqueó el lomo; después maulló hacia el cielo
y los Gatos Peligrosos le vieron la garganta; después abrió la pata y mostró
las uñas, que no eran tan largas ni tan afiladas, pero que ya le estaban
creciendo.
Entonces pasó otra
cosa importante: un Ratón Cualquiera. Y los seis gatos – un Gato de Bolsillo y
cinco Gatos Peligrosos – echaron a correr. Todos persiguieron, todos saltaron
tapias, todos esquivaron árboles y se escabulleron debajo de los autos
estacionados.
Y pasaron más cosas
esa noche. El Gato de Bolsillo se peleó con un Gato Peligroso, pegó un salto
muy alto, corrió una carrera, escarbó la tierra, encontró un poco de leche en
el fondo de una bolsa de basura y se afiló las uñas en una pared de piedra.
Y cuando ya empezaba a
clarear los seis gatos – un Gato de Bolsillo y cinco Gatos Peligrosos – se
fueron al Baldío de Enfrente y encontraron un rincón oscuro, tibio y suave
arriba de un montón de trapos viejos. Y se enroscaron a dormir todos juntos.
Entonces el Gato de
Bolsillo supo que en el Mundo Grande no sólo había ratones de ojos brillantes y
cola de piolín; también había bolsillos llenos de pelusa.
SEPARADOR
Todos los textos,
fotografías o ilustraciones que integran el presente número son Copyright de
sus respectivos propietarios, obrando la
presentación como declaración jurada de su autoría y responsabilizándose
por las opiniones contenidas en los artículos firmados. Gaceta Literaria
solamente procede a reproducirlos atento a su gestión como agente cultural
interesado en valorar, difundir y promover las creaciones artísticas de sus
contemporáneos.