Imágenes:
FRANCES EMILY NESBIT (Wolverhampton
-Inglaterra)
PÁGINA 1 –
REFLEXIONES
EDUARDO
GALEANO
(Montevideo-Uruguay)
LAS
GUERRAS DE LA GUERRA
4. En
este marco ha estallado la crisis en América Central. En este cuadro general de
cosas ocurren el bombardeo de amenazas contra Nicaragua, las denuncias contra
Cuba -demonio rojo, de cuernos y largo rabo, que, como Dios, está en todas
partes- y recrudece la intervención imperialista en El Salvador y Guatemala.
Respuesta
al hambre
La
efervescencia revolucionaria de América, central da respuesta, en lo más hondo,
a la guerra secreta que mata niños de hambre y a la violencia invisible que
encarcela pueblos y países. Son guerras contra la guerra, podríamos decir, las
que están sacudiendo aquella atormentada región: guerras de liberación que
atacan las causas de la guerra, guerras contra la guerra cotidiana que desangra
a la clase trabajadora, guerras contra la falsa paz de las cárceles y los
cementerios, guerras del pueblo por la única paz que merece llamarse paz, que
es la paz con dignidad. El desafío popular hacia cambios profundos choca con el
sistema y lo desenmascara: la potencia imperial, amenazada en sus dominios, da
orden de exterminio y el terrorismo de Estado muestra todos sus dientes. Los
dueños del terror, los terroristas de uniforme, llaman terroristas a sus
víctimas. Un solo dato ilustrativo, tomado del último informe del grupo sobre
desaparecidos de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas: en El
Salvador, 87 niños menores de catorce años han sido capturados por las fuerzas
armadas. Esos niños estaban acusados de terrorismo. Esos niños han
desaparecido.
PÁGINA 2 –
NUESTRA POESÍA
MÓNICA
RUSSOMANNO
(Santa
Fe-Argentina)
Y
SIN EMBARGO…
Campanillas
violeta,
ínfimos
adornos,
enredaderas
de ferrocarril.
Sobre
las pilas de escombros,
entre
las vías abandonadas,
tapando
techos agujereados,
entre
los hinchados cadáveres
de
perros envenenados.
En
la miseria última y final.
Sobre
chapas, hierros y
pobreza
desvencijada,
debajo
de carrocerías deshechas,
se
abre la flor inesperada,
maravillosa,
de
la alegría.
MIRTA
GAZIANO
(Santa
Fe-Argentina)
MI
NOMBRE
Amarrando
de algún modo los recuerdos
escribo
mi nombre en un cuaderno.
Es
la forma quizás de recordarme
que
el día aún me pertenece
que
los frutos de la vida continúan
las
jornadas transcurren sin fronteras
y
acontecen los hechos sin descanso.
Retahíla
de voces infantiles
cánticos
de monjes en clausura
tañidos
de campanas a los vientos
concierto
de insectos en las noches.
El
trabajo, la búsqueda y consenso
las
citas
las
misas
los
reclamos
los
niños y jóvenes en clases
las
madres que esperan a sus hijos
ancianos
y palomas en las plazas.
Son
las notas que anuncio en mi cuaderno
para
dejar en claro algunas cosas
y
amalgamar las causas consecuencias
del
diario acontecer del universo.
MARÍA ISABEL BUGNON
(San Javier-Santa Fe-Argentina)
MI CORAZÓN
Sobre pétalos
De rosa blanca
Yacía mi corazón
Enormes gotas de rocío
Le hacían compañía
El sol se escondía
Tras las grises nubes.
Se balanceaban en el río
De los sueños las flores muertas.
La siringa con ocho cristales melodiosos
Acompaño a mi corazón en su largo viaje..
Sobre pétalos
De rosa blanca
Yacía mi corazón
Enormes gotas de rocío
Le hacían compañía
El sol se escondía
Tras las grises nubes.
Se balanceaban en el río
De los sueños las flores muertas.
La siringa con ocho cristales melodiosos
Acompaño a mi corazón en su largo viaje..
HÉCTOR BERENGUER
(Rosario-Santa
Fe-Argentina)
El cuerpo me mira
y se lleva un cuerpo que no es.
Se lleva mi ausencia
como si fuera su alma.
Lo que queda también
es parte de lo que se va.
Nada mira quien todo lo ve,
lo que no ve su frente
lo ve su espalda.
La poesía conoce sus lágrimas
pero no las seca.
Lo queda nos deja
es lo que vamos muriendo en otros.
La ausencia nunca se lleva nada de importancia..
y se lleva un cuerpo que no es.
Se lleva mi ausencia
como si fuera su alma.
Lo que queda también
es parte de lo que se va.
Nada mira quien todo lo ve,
lo que no ve su frente
lo ve su espalda.
La poesía conoce sus lágrimas
pero no las seca.
Lo queda nos deja
es lo que vamos muriendo en otros.
La ausencia nunca se lleva nada de importancia..
FERNANDO
BELOTTINI
(El Trébol-Santa Fe-Argentina)
SABER
HACER
“...es el espacio vacío lo
que permite
que la casa pueda ser habitada."
Lao Tsé
frente
a la construcción soy invisible
un
manto de prejuicios me tapa
tiré
unas líneas, juegan ahora
creen
ser algo, erigirse, tomar forma
insinúan
un fondo, una altura
la
construcción es imposible
se
deshace de nada
se
tapa con las sábanas de los fantasmas
pero
igual quiere ser
yo
le dibujé una cúpula, unas columnas
y
atraje un abejorro
que
depositó sus huevos encima
¿pensó
que era una flor? ¿un destino?
o
pensó que así estaba terminada
muta
la esencia del vegetal
ahora
es cárcel de esas líneas
pujan
los colores, la tinta
se
quiebran las puntas de las rotrings
hay
que hacer todo de nuevo
el
abejorro me quedó mirando
pedazo
de infeliz, le dije
me
manchaste la camisa
y
yo no te preñé, ni la obra, claro
la
obra es estéril
los
albañiles van de blanco
el
pozo de agua está seco
la
cal es negra
el
cemento nos suaviza el cutis
¿este
es el plan? ¿el proyecto? ¿el presupuesto?
¿todo
en cero?
un
ladrillo me llegó de mozambique
y
unas columnas de atenas
los
objetos se manifiestan
el
andamio, la cuchara
la
plomada, el hormigón
esperan
que dé un paso adelante
que
recite de memoria el código civil
qué
terreno escabroso don ambrosio
si
para construir hay que sacar las flores
lo
haremos, don ambrosio
daremos
vuelta la tierra
para
saber qué hay del otro lado
haremos
un socavón, una galería, un talud, un mural
después,
quedarán hiladas de apariencias
cientos
de puntos en fuga
imprecisiones
de las formas de mirar
u
orificios que dejó la argamasa
porque
será un gran paredón don ambrosio
un
gran paredón
ningún
delicnuente podrá saltarlo
sea
común o especial
el
baldío tiene cuatro por ocho
el
plano dice dos por cuatro
y
talaremos el ombú, es solo un vegetal
¿o
quiere que lo podemos?
¿o
puede que lo queramos?
todo
coincide
hasta
la más silenciosa interrupción
y
nos llueven piedras y mentiras
pero
sin mentiras, no hay mezcla
ni
punto de partida, parece
¿qué
es sino un proyecto?
¿qué
son las ilusiones al fin?
vea
esa topadora que nos llegó esta mañana
viene
a demoler
y
lleva una oruga para afirmarse
(las
orugas tienen personalidad)
sé
que no se llevará bien con el abejorro
sé
que ahora vendrá una lucha de especies
la
oruga querrá comerse el ombú
y
el abejorro querrá impedirlo
y
nosotros nos quedaremos mirando el espectáculo
con
los baldes en la mano
esperando
que nos paguen el jornal
mientras
el contador tarda meses en llegar
pico
y pala don ambrosio
pico
y pala para seguir
haremos
un surco allá lejos
que
pegará la vuelta
todos
alguna vez pegamos la vuelta
yo,
por ejemplo, regreso
hago
equilibrio en las cornisas
y
tomo sol desnudo
mi
corazón, entonces, permanece tapiado de ladrillos
y
busca en la hoja de ruta la nervadura de la hierba
la
oruga quiere comerme la hoja, ya sé
y
el abejorro, después de todo, es su aliado
con
don ambrosio conspiran
para
que entremos por la ventana
para
que demolamos lo demolido
para
que hagamos polvo del polvo
y
las vecinas vengan a quejarse
ya
deben haber visto el caracol que desenterramos
que
seguro lo convertirán en escalera
yo
les diría: no se esfuercen tanto en cambiar una cosa por otra
todas
las cosas son lo mismo
ya
lo dicen los arquitectos
están
hechas de una misma (única) sustancia innombrable
la
palabra
porque
usted habrá visto las descripciones
el
lugar donde quieren poner la lámpara,
los
cables, las llaves de luz, el interruptor principal
coincido
con los inversores
y
las quejas de los gastos de energía
es
que andar con el farol encendido a pleno sol
es
demasiado
pero
qué haremos sin agua
¿existe
una mezcla sin agua?
días
y noches cavamos y cavamos
casi
llegamos al otro lado del planeta
y
no cayó una sola gota
(no
era que el planeta...)
solo
logramos intoxicarnos de mandatos
y
perdimos algunos operarios
que
vieron la ocasión para marcharse
nuestra
construcción, ahora,
es
subterránea, indefinible, laberíntica
con
galerías que empiezan acá
y
terminan en cualquier parte
¿será
que no fuimos hacia abajo, hacia la napa
y
nos extraviamos en tuberías innumerables?
nuestro
único consuelo
aquí
y ahora
es
el acero dulce
que
comeremos con pan fresco y manteca
sírvanle
café a la oruga por favor
sin
que se entere el abejorro
o
esa oruga nos pisará a todos
(es
que por donde pasa la oruga
ni
el pasto crece)
entreténgala
háganle
esculturas de colada continua
o
muñequitos de corcho
o
caleidoscopios con vitrales
o
déjenla que elija los mosaicos
muéstrenle
los que están de moda
hay
un rosa pálido
y
un verde manzana
y
otro con piedritas multicolores
tenga
en cuenta don ambrosio
que
debemos saber dónde pisamos
nada
hay más trascendente que el suelo
y,
sobre él, una casa
si
llegamos a dar el final de obra
(algo
improbable en estos días)
baldearán
los mosaicos con agua bendita
por
ahora solo tenemos vino, salud
y
un viento norte que envuelve las hojas en el frente
donde
haremos los jardines
unas
mariposas quieren copar la parada
no
serán bien recibidas
el
abejorro y los demás
ya
tienen cantos rodados en las manos
y
una impiedad de escombros
es
decir, son bastante mal llevados
no
se puede construir sin demoler, don ambro
ni
recibir mariposas con alegría
hay
que estudiarlas, o traer un perro que las corra
todo
progreso es lento así, y perfectible
¿que
está torcido?
es
otra ilusión
es
el revoque
¿nadie
se da cuenta?
las
paredes no se hacen con martillos
ni
con retazos de escritorios
aunque
tampoco sabemos bien cómo se hacen
pero
intentemos
qué
nos cuesta conseguir una cuchara
y
olvidarnos del premoldeado
y
del durlock®
qué
pasará cuando queramos clavar un clavo
y
se nos venga el cuadro encima
es
imposible clavar con una brocha
o
pintar con mierda
no
dura
usemos
las espigas negras para el encofrado de adobe
fijemos
las vigas con latas de atún y botellas de pevecé
más
difícil es la intemperie
la
desolación del desolado
las
cenizas de los huesos
los
atardeceres con hambre
nosotros
al menos tenemos una misión
fíjese
el abejorro
puso
unos huevos y ya se olvidó
ni
los empolla siquiera
así
le van a crecer guachos esos chicos
con
problemas psicológicos
abejorritos
problema
ya
él es un poquito complicado
si
hasta rompió el piquete que hicimos el otro día
cuando
pedíamos un poco de aire fresco
apenas
una diferencia entre el ser y el estar
y
después de tanto pedir
¿sabe
qué nos dieron?
poliuretano
expandido
para
aislarnos
no
podré dibujar esas líneas que tenía pensadas
ni
las caídas de los techos
ni
claraboyas
ni
glicinas en las pérgolas
y
lo peor es que nadie pero nadie podrá verlas
porque
para qué sirven las casas
si
no es para mostrarlas
qué
es una casa después de todo
¿mi
casa soy yo? ¿yo soy una casa? ¿una casa es un yo?
¿el
yo es la casa de un moribundo que boquea?
así
no vamos a ningún lado
que
traigan el aparejo
subiremos
los tirantes, las alfarjías
haremos
un techo mejor que el cielo
y
muchas bromas
tomaremos
de punto a la oruga
que
ya durmió bastante siesta
no
le perdonaremos su falta de tacto
porque
perdonar es como picar las paredes
que
supimos construir
síganle
echando tierra a la oruga
sigan
difamándola
después
no se quejen de las manchas de humedad
ni
del cimiento flojo
ya
le dije que mida
y
usted, sí, usted
me
miró con bronca
qué
métrica, me dijo
a
poncho y espada
con
un poco de ritmo no más
traigan
a los músicos
que
enseguida terminamos
y
verá qué lindo le quedará el patio
con
esas magnolias
ese
césped brasilero
y
esta tierra negra
¡ah!
don ambrosio
si
fuera tan fácil
ya
hubiéramos terminado.
PÁGINA 3 –
CUENTO
JORGE ISAÍAS
(Los Quirquinchos-Santa
Fe-Argentina)
LA PERLA DE LOS SUEÑOS
En aquellos tiempos el
pueblo no sólo estaba dividido por las vías del tren, sino por los altos
hinojales que crecían en ese perímetro que abarcaba casi todo el centro del
pueblo y que era llamado (y lo era): terreno del Ferrocarril. Motivo por el
cual crecían los hinojos hasta cubrir la estatura de un ser humano, por más
alto que fuera.
El cruce "al otro
lado" como se llamaba al de las vías era cubierto por tres pasos a nivel.
Pero la gente armaba por otros lugares sinuosos senderitos para no caminar
tanto.
Había, sí, al centro un
camino abierto que iba desde la Estación del Ferrocarril hasta la cerealera de
la familia Sáenz de Arregui y la farmacia del Negro Peñaloza.
No se podían cortar esos
yuyos, la Comuna no tenía ingerencia y menos la Provincia.
Eran terrenos fiscales,
como se les llamaba. Luego cuando la Nación se desentendió por una decisión
política de todos ellos se armó un hermoso parque que aprovechan sobre todo los
muy jóvenes y los jóvenes. Pero el precio fue altísimo: desde 1975 dejó de
pasar el tren de pasajeros que hacía el trayecto RosarioRío Cuarto y viceversa.
Ahora, alguna formación de
carga cruza el pueblo y con su pitar agónico en la alta noche nos llena a los
más grandes de una nostalgia acumulada como una pátina oscura de pintura
superpuesta en una superficie de madera muerta.
Esta somera y melancólica
descripción surge de una charla con mi amigo Pepe Donati, quien vivía "del
otro lado" y me dice que se cruzaba los domingos hasta nuestro Club que
tenía un cine en la esquina, llamado La Perla, fundado por don José Sorribas,
natural de Beravebú. Era para las gloriosas matinés donde el muchachito salvaba
a la chica de las garras del malvado antes del the end consabido. Yo también
era habitué a esas funciones de cine, a esas películas de las cuatro de la
tarde.
Ese cine fue
posteriormente comprado por el Club Huracán, pero el edificio --"pintado
de color cremita" precisa mi amigo Pepe--, fue demolido en la década del
sesenta para levantar una sala de teatro más monumental y ostentosa. Tanto que
cierta vez fue visita en una gira nada menos que don Atahualpa Yupanqui. Era el
año 1965. Yo ya vivía en Rosario pero de casualidad estaba de visita en mi casa
paterna, y obviamente fui al espectáculo. En el intervalo fue al bar a tomarse
un vasito de vino. Aprovechando que estaba solo, con mi amigo Tago Sánchez nos
arrimamos para pedirle que nos firmara una foto que allí mismo habíamos
comprado y que era la de don Ata en un cartón ordinario.
Ante nuestra sorpresa, nos
dijo muy amablemente
--Después muchachos,
después. Pero ese "después" no vino nunca.
Tago tenía 17 años y yo 19.
Cuando apuró el último
traguito que le quedaba del vaso, y antes de volverse para seguir el
espectáculo, nos dijo.
--Qué
lindo teatro ¡Deberían cerrar todos los de los pueblos vecinos y deberían usar
sólo este. Creo que lo dijo con sinceridad y no para quedar bien con nosotros.
Imposible saber o asegurar
cuántos grandes artistas lo visitaron por aquellos años y en toda la historia
del Teatro. Son datos que a mí se me escapan, porque yo ya no estaba el pueblo.
Hoy resulta casi un
escándalo comentar el movimiento que tenían aquellos clubes populares de los
pueblos, los jóvenes que nos escuchan no sé si llegan a dimensionarlo, siquiera
a creer en nuestras palabras que repiten sólo la mera y exclusiva verdad.
La realidad es que el
mundo era infinitamente más inocente que ahora, esa inocencia que se perdió
para siempre, aquel mundo de pasiones módicas y de sueños que se podían cumplir
porque no tenían demasiadas aspiraciones, y tal vez cabían en una sola noche
donde uno, adolescente, soñaba con una artista lejana, tan lejana, tan
inalcanzable que uno se podía permitir enamorarse hasta el delirio y que ese
nombre no le sería suspirado ni siquiera a la almohada. Mucho menos comentar
entre los amigos que se podían burlar de aquello que para uno guardaba como un
secreto de estado.
Y seguramente todo ese
sueño salía de esa pequeña pantalla en blanco y negro que regalaba ilusiones apenas
el operador apagaba las luces y ese rectángulo luminoso se llenara con los ojos
inmensos de la actriz de turno, que a partir de esos momentos y hasta que la
cambiáramos por otra, nos iba a quitar todos los suspiros. Es más, iba a
transformarnos de tal modo que uno podría hasta tratar de sobresalir en la
escuela, cosa que casi siempre nos tenía sin cuidado.
Claro que no éramos
conscientes que el verdadero dolor nos esperaba, no muy lejos tal vez de allí,
cuando el objeto de nuestro deseo fuera real, de carne y hueso, pero mientras
ignoráramos el dolor que nos esperaba, bien podíamos soñar con esa bella
actriz, que era la más bella del mundo y que nos sonreía desde esa pequeña
pantalla del cine La Perla.
PÁGINA 4 – POESÍA
ARGENTINA
CARLOS J. ALDAZÁBAL
(Salta-Argentina)
TIGRE
Felino sí.
Probablemente puma o
simple gato:
la madera tallada no
transmite verdades
y a un tigre de madera no
se le ven dibujos.
Faltaría un pintor,
alguien que con minucia
le decore el hocico, las
patas, los costados,
para que la madera forme
al tigre,
espejismo de rayas, pura
voluntad de artesanía.
Luego sí, vendrá algún
domador hecho de plomo:
acercará la silla, y al
oído del tigre
escupirá verdades hasta
formar la jaula.
Con un poco de alambre
cubierto de algodones
construirá un gran aro
para que el tigre salte
y el fuego lo consuma,
como consume el fuego la madera.
¿Y si el tigre le ruge? ¿y
si el tigre no salta?
¿si la silla se rompe y el
domador tropieza?
¿y si el fuego perdona los
colores del tigre
y se encarga del plomo y
lo convierte en río,
y el tigre va y se baña,
como hacen los tigres
que no son de madera, y se
queda sin jaula?
¿Entonces se sabrán los
dibujos del tigre?
¿O será por el agua, su
devenir, sus ríos,
que Heráclito hablará de
las certezas?
CLAUDIA
AINCHIL
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
LA FLECHA
En
ocasiones una película sopapa avanza
escena de murmullo en el cuerpo
glup de sapos rugosos
algunos prendiéndose son camaleones
cierta clandestinidad
boca del estomago como un banquete irregular
se exprime por la ranura consciente
o inconsciente?
Campeones ruidosos duermen
dentro de su propio carnaval
un limón agrio destiñe
ciertas gotas internas
siento cuadriculas fermentando
prisiones del otro deseando encarcelar
relámpagos.
A veces entre burbujas que succionan
pierdo toda brújula
sacudo barrotes
aquí el celuloide continua
son gradas anti mecánicas manchadas
hasta que se acomoda la mirada
la flecha en su lugar.
escena de murmullo en el cuerpo
glup de sapos rugosos
algunos prendiéndose son camaleones
cierta clandestinidad
boca del estomago como un banquete irregular
se exprime por la ranura consciente
o inconsciente?
Campeones ruidosos duermen
dentro de su propio carnaval
un limón agrio destiñe
ciertas gotas internas
siento cuadriculas fermentando
prisiones del otro deseando encarcelar
relámpagos.
A veces entre burbujas que succionan
pierdo toda brújula
sacudo barrotes
aquí el celuloide continua
son gradas anti mecánicas manchadas
hasta que se acomoda la mirada
la flecha en su lugar.
ROLANDO REVAGLIATTI
(Ciudad Autónoma de Buenos
Aires-Argentina)
SENOS DE TAHITIANAS
Se diría que los recuerdo
y que hasta estuve allí
Me exhibía entonces al
natural
con ellos todo es más
simple
Al ciudadano le di
el olivo que es el olvido
Mis construcciones
insistían
en situarme al fresco
Descalzo, mis valores de
siempre
tendían a disiparse
Al náufrago le cabía
pintar y amar
SUSANA LAGE
(San Juan-Argentina)
POR NACER EN EL DESIERTO
Tengo sol en invierno
y de mi cama
se ven perfectamente las estrellas.
Tengo dos gatos tibios
y algún olvido,
el cuerpo ocioso y el escudo atento
que a veces los errores no dan tiempo.
Y tengo los recuerdos tan disciplinados
y la risa tan fácil
que soy tan feliz
como se debe.
Y a veces
(si estoy muy descuidada)
la soledad se me cuela en los papeles
y me escribe un poema por las noches.
Y a veces
(si no estoy muy apurada)
lloro muy bajito en los rincones
por no hacer ostentación,
que hay mucha envidia.
Y tengo sed congénita de viento
y un miedo colectivo.
Y sólo puedo amar sin que se note,
como el tiempo de siesta,
de puntillas,
como una piedra inmóvil del camino.
Para calmar el dolor
(que a veces duele)
oyendo historias y cebando chismes
he aprendido a creer lo que no veo,
que los que hemos nacido en el desierto
conocemos a Dios sólo de oídas.
TERESA LEONARDI HERRÁN
(Salta-Argentina)
REGRESO DE ORFEO
Crecía en el aire el agua de una campana
al principio imperiosa luego suplicante
volcando su claridad merovingia en los
oídos
(salvo en los de la vieja cuidadora de
gansos
mujer de la edad de piedra con su rito
de honrar a los dioses pastoreando
animales)
confundiendo a los gallos heraldos
que anunciaban el huevo de una mentida
lluvia.
Tú venías es esa agua convocadora de otros
tiempos
nombrándome como entonces (cuando
habitantes
de un idéntico sueño)
“aquí yace Teresa esa es la tierra que hoy
araron sus ojos
hoy ocupada por su cuerpo”
antes ay mucho antes de que emprendieras
el viaje a los
infiernos
Para buscar a eurídice
y ahora regresabas diciéndome
que la habías perdido para siempre.
Poco a poco tu rostro como un humo
fue cuando el felino memoria como una hijo
pródigo
volvió después de amargo viaje a la
guarida del olvido
y solo retuve parte de su plateada cola
una mecha de su pelaje azul
batíscafo con el que desciendo a un
abolida tiempo
donde tu claro corazón aún vive
edificando el vuelo de los pájaros.
PÁGINA 5 –
CUENTO
HERNÁN CASCIARI
(Mercedes-Buenos
Aires-Argentina)
ANTES LOS AUTOS ERAN GENTE
Salgo muy poco, pero
cuando no queda más remedio me pone muy triste ver los autos en la calle,
estacionados. No puedo reconocer a ninguno, no sé de qué marca son, ni de qué
país. Antes los autos eran todos distintos, como los humanos. Cuando yo era
chico los autos tenían personalidad. Había autos fornidos, prepotentes; los
había tímidos y perezosos. Ahora son todos igualitos: redondeados arriba, medio
aerodinámicos, y de colores tristes. Antes no.
Yo sabía diferenciar un
Peugeot de un Dodge, un Fiat de un Renault. Hasta que apareció el Ford Sierra y
todos los autos empezaron a ser el mismo. Ahí, en ese punto de los ochenta, se
pudrió todo, ahí fue que empezaron a perder la personalidad.
Y no solamente me pasa a
mí esa tristeza, también noté que le pasa a los perros. Antes los perros le
ladraban con más odio a los Citroën que al resto de los autos, podían reconocer
un 2CV a kilómetros, y empezaban a ladrar. Era un odio ancestral. Ahora los
perros miran a todos los autos igual, les ladran por compromiso, sin ganas; los
perros andan tristes, ya no corren atrás de las ruedas de ningún auto.
Yo también ando triste
por la calle, por eso no me gusta salir. Cuando era chico salía a la vereda con
más ganas, porque cuando pasaba un auto yo lo podía reconocer. Por mil
detalles: por el ruido del motor, por los alerones, por la forma de las
llantas, por el baúl (que a veces estaba adelante y a veces atrás), por el
ruido de la bocina.
El Torino era un playboy
de la Capital, un gigoló que siempre estaba de paso por el pueblo, (no vivía en
Mercedes). Venía a visitar a su amante, que era una Citroneta beige que estaba
muy bien de tracción.
El auto más careta del
pueblo era el Dodge familiar. Por la avenida se hacía el serio, pero en calle
de tierra fumaba porro y buscaba travestis.
El Valiant 3 y el
Fairlane eran dos médicos, muy conocidos, que se pelearon para siempre por una
Rural bordó, retapizada en cuero.
El Citroen 2CV amarillo
era el loco del pueblo, pero el blanco no, el Citroen blanco era una especie de
mendigo con olor a hinojo.
Hasta mis 10 años mi
papá tuvo un AutoUnión rojo, un Fiat 1500 verdecito, un Dodge amarillo, y un
Taunus azul. Mi hija, que también tiene diez años, solamente tuvo variaciones
de autos negros o grises, todos parecidos, todos aburridos.
Yo podía subirme a un
auto con los ojos vendados y reconocer cuál era por el olor de la cuerina, por
la forma del volante, por la disposición de la palanca de cambio, por el pituto
de la ventanilla.
Los Peugeot tenían olor
a mandarinas y los Falcon a desgracia. Los escarabajos Volkswagen eran chicas a
las que les empezaban a gustar las fiestas nocturnas, y las camionetas F100
eran lesbianas de pelo corto. El Fiat 128 era un inspector de la DGI con bigote
anchoa y el Opel blanco un cura que manoseaba a los fititos, que eran
monaguillos domingueros.
Antes los autos eran
gente, eran razas puras: había chinos, rusos, italianos, franceses, nacionales,
indocumentados. Ahora salgo a la calle y todos los autos son un alemán que no hace
gestos. Que te lleva rápido de un lugar a otro.
Antes los autos paseaban
con nosotros, ahora nos llevan.
Nos llevan de un lugar
hermoso al que nunca vamos a volver, hasta otro lugar, horrible, donde se acaba
el camino.
pura física y
química
escribimos
para llenar los huecos
de la memoria reptil
que culebrea en nuestro ser
desde hace 500 millones de años.
para atrapar la luz
que viene desde el primigenio tiempo
del big bang estelar
mientras viajamos en el caparazón de una tortuga
a 300.000 kilómetros por segundo.
de la memoria reptil
que culebrea en nuestro ser
desde hace 500 millones de años.
para atrapar la luz
que viene desde el primigenio tiempo
del big bang estelar
mientras viajamos en el caparazón de una tortuga
a 300.000 kilómetros por segundo.
escribimos para
descubrir al hombre invisible
que camina desde el nacimiento
a nuestro lado
y al desconocido que vive
en la sangre que nos fluye por las venas.
para hacer un viejo amor imposible
plenamente posible.
para cantar la canción del infinito
en un bar de malamuerte
de los bordes de la ciudad.
que camina desde el nacimiento
a nuestro lado
y al desconocido que vive
en la sangre que nos fluye por las venas.
para hacer un viejo amor imposible
plenamente posible.
para cantar la canción del infinito
en un bar de malamuerte
de los bordes de la ciudad.
escribimos
para reírnos del mundo
y llorar con nuestros muertos.
y llorar con nuestros muertos.
ALEJANDRA DÍAZ.
(Tucumán-Argentina)
levedad / un rayo de luz
atraviesa la mirada / detiene
la respiración
abraza
palabras sueltas salpicando la voz
como decir bollito de papel
arrojado al agua
graznidos secos - alaridos de Antígona
el hermano-réquiem )
palabras sueltas en hilera sobrevienen
del tiempo de los libros
callan ya / se duermen
con ese canto del pétalo que cae en la
tierra
o la hoja que convierte en
un mandala
su caída en el agua casi
tiesa
-qué lejos queda la avenida
por la que se cruzó anchamente sin mirar
sin pies ni manos / sin identidad -
soledad del existir / sonidos del silencio
la boca que roza otra boca
calla la palabra
volviéndose beso
cuerpo / identidad
-un tuquito
bicho-luz se queja despacio
cierra la palma de su mano
un demiurgo / desaparece
todo
todo.
AMELIA
ARELLANO
(San
Luis-Argentina)
TRES
ESTACIONES Y UNA MENOS
Es
de noche y hace frío.
El
hombre mastica escarcha.
En
sus manos tiembla el viento sur.
Es
interminable el camino de la soledad.
Es
de día y el calor es bochornoso.
La
boca de la mujer es un desierto salino.
El
viento zonda se enrosca en sus pies.
El
camino de la soledad termina en el horizonte.
El
hombre entibia su boca en colinas pródigas.
Su
cabeza descansa en valles fértiles.
La
mujer refresca su boca en el pico de un pájaro.
Sus
cabellos mojados se adhieren a su rostro.
El
hombre y la mujer exploran.
Una
geografía de carbón y obsidiana, los alberga.
El
camino de la soledad es una anaconda quieta.
ANIBAL
DE GRECIA
(Oberá-Misiones-Argentina)
DE
VEZ EN CUANDO
me
permito el descuido de no pensarte
tengo
astillas de blues clavadas bajo las uñas
están
ahí
como
esas noches que no vivimos
Un
pedacito de vos se exilió al silencio
el
otro
soy yo
escuchando
a Jeff Beck en un casete
regalo
de mi primer miedo.
HUGO
FRANCISCO RIVELLA
(Salta-Córdoba/Argentina)
PALOMITAS
Palomitas
de harina
hacía
mi madre y las horneaba en el horno de barro con el fuego del viento de
quebracho.
Palomitas
de papel
que
arrojaba hacia el instante aquél de un cielo niño.
Palomitas
de alambre y argamasa,
el
artesano,
para
soplar el alma al calendario que se llevaba el sueño hacia el olvido,
aunque
nunca dijera que los días tardarían en llegar toda la vida.
Palomitas
dibujadas en el cuaderno de tareas de la niña ojos de cometa.
Palomitas,
en
Salta,
Argentina,
fue
la noche con garras consumiendo los pies de los asesinados
y Cristo ardiendo en sus espinas
PÁGINA 7 – RESEÑA
ANA
MARINA SUÁREZ GIANELLO
(Santa
Fe-Argentina)
LA
ORILLA ABANDONADA
“En la costa, los pescadores extienden sus
redes/
y nosotros, nuestros corazones sobre el mundo”
(Fragmento de
“Tierra Entera”).
Leoncio
Gianello (h), o “Copete”, como lo llamábamos familiares y amigos, hubiera
cumplido en este 2014, 80 años. Siempre en el recuerdo, rezamos por él y por el
encuentro, releemos sus poesías maravillosas y lo extrañamos.
Muy
joven sintió el llamado a un destino de papel y en compañía de Jorge Taverna,
le leyó a su padre sus primeros poemas. Un poco más tarde, los dos amigos y un
grupo de jóvenes escritores crearían “Generación”, sobre el que escribe Sara
Zapata Valeije: “Los que estuvimos unidos a él en el grupo literario
‘Generación’ conocimos la madurez y ecuanimidad de su juicio, la generosidad y
nobleza de sus actitudes y, sobre todo, la virtud de su exquisita amistad.
(...) Creo que [su] madurez precoz tenía estrecha relación con la sabiduría de
su padre poeta, con las conversaciones íntimas sobre el quehacer lírico, que
afianzaban en el hijo la perspectiva decantada de la generación precedente”.
“Mendigo
en la mansión” está dedicado a su padre: “De ahí que con este poema participado
con la sangre y con Dios, escrito con el alma a cuestas, tu hermano menor, tu
hijo devotísimo, penetra desnudo a la luz y la tiniebla, mendigo en la mansión
de la palabra”. En la poesía entraba, con la ingenuidad de los poetas
naturales, sin adjetivos desmesurados, sin metáforas complejas. Refiriéndose a
su trabajo, comentaba en una carta a Julio C. Pedrazzoli que el poeta coloca
las cosas que lo rodean en un plano más luminoso para “tratar de llevarlas en
función de belleza al resto del mundo. En consecuencia por esa función de
‘nombrador’ de las cosas, no es posible el empleo de un lenguaje oscuro y
alambicado (...). Y el lenguaje claro y sencillo no se logra con tanta
facilidad como podría parecer, sino por el contrario trabajando sobre lo hecho,
quitando accidentes y ramajes, mutilando el mismo fruto para tratar de
recogerlo en esencias que, en definitiva, son lo perdurable”.
Su
poesía empieza y termina en él, que se descubre poeta: “Madre: (...) Hay un
hombre cara al viento que dice: ‘Conozco tu lengua’. Oigo su voz que me habla y
va abriendo las puertas. Una paloma me nace. Una paloma me vuela” (1) pero
también se extiende para cantar al hombre de su tiempo en poesías de crítica
como “Carta a Pablo Neruda” o para celebrar la vida, que late mansa y buena
para nosotros: “Domingo por la tarde. Horizonte hecho con papel de cometa.
Tarde cansada. De tan cansada, quieta. Silencio. Murieron las sonrisas
nuestras. Estás hecha de miel y azucena sobre una tarde de color violeta” (2).
Trabajaba
como periodista en distintos medios y al mismo tiempo seguía su camino de
versos. A los libros inéditos como Azúcar quemada, Los poemas del claro día y
Mitad del Camino, se sumarían Tierra Entera, editado por Castellví en 1958;
Amoroso Alimento, publicado por la Dirección General de Cultura en 1960 y La
Remota Brasa, Premio José Pedroni del año 1973, publicado por sus amigos y
familiares, en su memoria, en 1993. Siempre ha sido recordado con cariño
entrañable, como en el poema “Plegaria” de su hermana Susana, o en los
artículos escritos por los que no dejaron que su voz se apagara. En el prólogo
a La Remota Brasa, escribe Taverna Irigoyen: “Y él fue un predestinado para el
canto, para ese poema diario, compañero, que llamó ‘amoroso alimento’. (...) En
este libro, Gianello asume en totalidad su oficio de revelador, de medium
agudísimo de nuestras realidades y nuestros estados más profundos. Es también,
sin saberlo, premonitoriamente, un adiós definitivo”.
“El
Viaje” fue escrito en memoria de Victorino De Carolis, quien como Ulises el
navegante ya ha partido. El mar es nuestro río y todo es sombra y “silencio en
la barranca, torre del lino, catedral del río, raíces despeinadas. Ni demonio
ni delirio convocan al canto sucesivo que lamenta la orilla abandonada”. Sí,
queda la orilla abandonada sin la presencia del poeta. Leoncio Gianello (hijo)
hubiera cumplido 80 años el 2 de noviembre; vayan estas líneas como homenaje al
querido “Copete”, vivo en su poesía y en nuestro corazón.
(1)
Fragmento de “Tierra Entera”.
(2)
“Domingo a Juan Ramón Jiménez”.
PÁGINA 8 –
POESÍA ARGENTINA
HERMANO
Hoy te vi con la misma frescura,
en ese espacio de terreno
inmensamente verde,
en donde sopesábamos nuestros sacrificios.
Tenías el pelo azabache,
brillante hasta sin gomina,
caminabas presto,
yo llevaba dos trenzas
que me tiraban las mejillas.
Te gustaba Sinatra, te admiraba
porque cantabas en lengua desconocida,
también porque llevabas el estigma
del hermano mayor.
Así de simple, así de bueno,
caminábamos lentito por adolescencias ocres
de tanto sufrirlas.
No recuerdo cuando nos paramos en seco,
puede haber sido en aquella despedida
en el aeropuerto
con tanta guerra y tanto desaliento
tampoco me explico como los años
se nos fueron metiendo dentro.
Te examiné un día a través de mis intentos
de existencia exiliaria .
transformándote de golpe, la rabia desatada
te convertí en estatua perfumada de copihues,
te levanté en vilo y te sentí hasta las entrañas.
Tú eras el que cortó la leña
del bosque de eucaliptos,
que fabricó puentes para pasar
sobre el canal podrido,
el que cavó surcos y más surcos
en la tierra fértil y agrietada
con los terremotos del siglo.
Eras y no fuiste, hermano sudamericano.
Extraños en la noche,
inmensa noche en la que estoy perdida,
definitivamente lejos,
sin trinos de aves nuestras.
Nuestros trinos.
Hoy te vi… en la parcela. . .
ELLA ES DONANTE Y RESGUARDO
«Un tiempo que es lugar de acontecer original venidero del Dasein»:
Martin Heidegger
... desde el pasado, Ella es quien mira
a puercos renunciantes de lo fiable,
el proyecto,
a lombriceros de olvido,
delimitadores, baratos
con quehacer oscilante,
los ve, la.rechazaron
y por Ella, su tiempo original
y dijeron que ha muerto
y no volverá, que no hay Mujer Donante
ovuladora ni réplica de Helios,
ni cemí de sol futuro,
que no es digna de sentarse en su dujo
ni dictar que exista rango elevado
por herencia o por mérito.
La olvidarán en favor
de otro economía y relación
de tribus / a ella que desde el pasado
ha donado para que tengan hembras,
placeres, consoladoras,
un mínimo de civilización
con hamacas al viento,
metates, yuca y el fuego comunal
en los bateyes y ella ella
todavía en dujo.
Cuando iba a terminar el año viejo regresé a Mitú para recoger todo lo
que allí tenía porque quería que apenas comenzara el año nuevo los poetas me
enseñaran más palabras para poder estar segura de mí misma pero nadie quiso
creerme que volvería al día siguiente a la ciudad donde había descubierto la
poesía tú no te puedes ir me dijo Eloy agarrándome duro la mano por la muñeca y
preguntándome qué me había pasado si yo sabía bien que mi mundo era la selva y
que en la ciudad me perdería como sucede con los patiblancos que se van del
nido tan pequeños y después no saben cómo volver y si acaso lo logran algún día
sus padres ya están muertos de tristeza yo le dije que no que en la ciudad
había descubierto la poesía y que un poeta me había dicho que mientras la poesía
estuviera conmigo nadie podría hacerme daño y Eloy entonces mirándome a los
ojos sin quitarme los suyos ni sus lágrimas me dijo qué es la poesía y yo le
dije suéltame y te digo y él me soltó y le dije por ejemplo la poesía es una
paloma blanca y él me llevó al palomar y dijo toma tenla para que no te vayas
pero no me entendía que la poesía no era una paloma blanca de verdad sino de
eso que se siente cuando uno dice o escribe paloma blanca y traté de explicarle
y él me dijo estás loca y así no puedes irte y yo le dije no yo no estoy loca
la poesía puede ser también algo sin nombre y él se quitó el sombrero y se secó
las lágrimas y dijo que lo que hubiera que hacer para conseguirme poesía él lo
haría porque él me quería y no quería que me fuera y yo le dije mira eso por
ejemplo puede ser poesía quererme pero dejarme ir que puedes seguir queriéndome
aunque yo me vaya y nunca vuelva y él se quedó en silencio y yo el silencio lo
sentí poesía y entonces fui yo quien le cogió la mano pero suave y se la
acaricié y puse mis ojos bien firmes en sus ojos y le dije me voy de nuevo a la
ciudad y si un día tú descubres lo que es la poesía allá te espero pero eso sí
te advierto que casi todos los poetas de la ciudad me aman y que yo amo a todos
y sólo vine para despedirme yo no creo que vuelva y si tú vas te quedas pero
tienes que decirme ahora mismo si estás interesado en la poesía o si sólo me
quieres a mí para vivir conmigo y tener hijos y eso yo no lo quiero lo que
quiero es aprender muchas palabras que aquí nunca se dicen y que si se saben
mezclar son poesía y él me dijo que cuáles por ejemplo y yo empecé a decirle
como si fuera una cascada de palabras necoclí salsipuedes dónde pajarito
ulalume presagio ventolera feijoa pasamanos ayúdame armadillo gaviota
dulceabrigo y yo notaba que a medida que iba diciéndole las palabras que a mí
me parecían poesía él iba quedando hipnotizado y me quería más y yo decía por
ejemplo risa y a él le brotaban carcajadas del sombrero y si yo pronunciaba la
palabra tranvía él sacaba la lengua y se ponía la mano en la cintura y si
nombraba paranoia él se lleva la mano al corazón y así estuvimos yo diciéndole
palabras locas y él haciendo mil cosas que parecían palabras con las manos y
los ojos y el cuerpo y el sombrero y el pelo que florecía lleno de patiblancos
perdidos en el vuelo hacia nunca y fue cuando me dijo quiero irme contigo
porque ya entiendo y siento qué es la poesía y yo le dije a ver dime palabras
que sean poesía y él me dijo no yo no puedo hacer poesía con palabras porque yo
aún no conozco la ciudad yo siento mi poesía en el aire de las manos y en cómo
me da el sol sobre la cara o me resbala el agua por el pensamiento y yo quedé
petrificada porque yo no sabía que de esa clase también podía ser la poesía y
le acepté que se fuera conmigo a la ciudad y así nos fuimos los dos al día
siguiente en un avión sin decirle nada a nadie porque sabíamos que si
contagiábamos a todos con la poesía todos querrían irse con nosotros y el
pueblo entonces qué para qué decir pueblo si es caserío más bien aldea pequeña
casa de toda la familia y cuando ya estuvimos en el pueblo grande los poetas
salieron a recibirnos pero cuando me vieron llegar con Eloy se disgustaron y
dijeron que yo no podía traer pareja porque todos me amaban y que Eloy se tenía
que devolver y Eloy les dijo no señores yo sé lo que es la poesía y ya tengo
derecho de estar aquí con ella y les dijo la poesía no son sólo palabras y les
dio explicaciones y demostraciones con sus manos y con sus miradas y con la
manera de andar por entre el gentío y todos se quedaron asombrados y acordaron
que lo dejaban siempre y cuando con su manera de poetizar no enloqueciera a
nadie y ni siquiera se habían dado cuenta que yo ya estaba loca por Eloy y que
era mejor la poesía del silencio que la de las palabras y en silencio nos cogió
el año viejo cruzando al año nuevo y en silencio nos fuimos nunca supimos para
donde.
RICARDO GUZMÁN
Jujuy-Argentina)
POEMA XXXVIII
Había un corazón desmemoriado
resbaladizo,
desalentado de ajenidad.
De tanto en tanto
en virtud
de ladrillos hambrientos
transparentaba
acuerdos previos.
Sabía
que era arriesgado
desnudar esculturas.
A veces
de tarde en tarde
como un sapo,
como un incendio,
se dispara de verdad
frente a mediodías de piedra.
El
no es otro.
Es,
el sol
que en Jujuy
baja en otoño.
NORA NANI
(Córdoba-Argentina)
HOGUERA
Como si una hoguera
viniera a destruirlo todo,
así,
con la limpia certeza del fuego,
voy huyendo de mis manos aterradas,
me dispongo a cubrir horas extras con los sueños,
le explico al gendarme que mi paso es efímero,
que me esperan otros calendarios y otras gentes
más allá de bullicio cotidiano,
le sugiero que mi prisa
es la calma del que olvida su último tren
y sin embargo
duerme en andenes corrompidos por la ausencia…
viniera a destruirlo todo,
así,
con la limpia certeza del fuego,
voy huyendo de mis manos aterradas,
me dispongo a cubrir horas extras con los sueños,
le explico al gendarme que mi paso es efímero,
que me esperan otros calendarios y otras gentes
más allá de bullicio cotidiano,
le sugiero que mi prisa
es la calma del que olvida su último tren
y sin embargo
duerme en andenes corrompidos por la ausencia…
Sé que nada me espera
pero corro a su encuentro…
Me evado del incendio pero crezco en insensateces
hasta ser yo misma
la hoguera que me anuncia el futuro
la cita con el desconcierto
del que arde sin saber qué llama le corresponde.
pero corro a su encuentro…
Me evado del incendio pero crezco en insensateces
hasta ser yo misma
la hoguera que me anuncia el futuro
la cita con el desconcierto
del que arde sin saber qué llama le corresponde.
MONICA VOLPINI
(General Pico-La Pampa-Argentina)
SER MUJER
Ser mujer es aprender a ser feliz
gozando desde las lágrimas que
envejecen nuestro cuerpo.
Ser mujer es estar siempre preparada
para contrarrestar el azote
interminable de los vientos.
Ser mujer es estar lista ante el
abrazo de mil hijos
a pesar de nuestro amor .. hasta
el desprecio de esos hombres que nos aman desde su fatal infierno.
Ser mujer es decidir un día ser amada
hasta el hartazgo…
Olvidándonos de odiar al que se aparta…
Ser mujer es de repente transformarnos
en la amante más ardiente de la tierra..
junto a ese hombre que algún día
olvidaremos para siempre..
Ser mujer es aceptar esa injusticia de
los vivos que nos consideran para la sociedad muertas.
Ser mujer es vivir un día eterno..
Es olvidarnos de las noches, de los
sueños..
Es tener manos para acariciar y
alimentar al hijo…al padre…a todo el universo entero..
Es imaginarse sonriendo en medio de
las guerras..
Ser mujer es lograr ser a la vez hija,
hermana, amiga,
padre, madre ,abuela y por
momentos…perra!
" Ser mujer es lo más noble
que jamás será premiado en esta tierra.
Es aquel mágico sentimiento que
solamente nosotras..
alguna vez sentimos…acariciándonos
el vientre..al dar gracias.
Por eso..
ser mujer… es acarrear la misión más
perfecta de los tiempos.
Gritarle las gracias a ese Dios que a
veces no oye,
dárselas a la madre y a ese niño
que mujeres nos hicieron,
hincando nuestras rodillas agotadas
por la búsqueda
sobre ese lugar en el que algún día….
-adorando a nuestos hijos-..moriremos.
MARTHA OLIVER
(Ciudad Autónoma de Buenos
Aires-Argentina)
REVERSO
Sigilosamente como el mar vence la roca
su original belleza de memorias y espinas,
de corales y pliegues que hablan del origen.
la parsimonia sádica del siglo da un rito de rompiente
su venenosa espuma
y allí donde amanece se inaugura un eclipse.
Quién es el asesino, el verdadero
Y quién el loco o el suicida
Quién es el poeta condenado por la palabra excesiva
Y el sueño inadmisible.
No hay más que una verdad
y es la metáfora:
Lo demás sólo un rito de infamia acorralada
un cielo insoportable para los ojos miopes
de un telescopio que no ha alcanzado a Dios.
No digas más...
Silencio...
Acaba de morir un niño
de este lado del mundo.
Una mujer clava un puñal
sobre el pecho partido
una herida más antigua que su edad.
Quién impulsa esa mano:
la tristeza innombrable.
la muerte aunque su muerte
nunca será la suya.
Silencio... hay muchas voces
de este lado del mundo.
No puedo oír el suave
crepitar del ángel.
Sigilosamente como el mar vence la roca
su original belleza de memorias y espinas,
de corales y pliegues que hablan del origen.
la parsimonia sádica del siglo da un rito de rompiente
su venenosa espuma
y allí donde amanece se inaugura un eclipse.
Quién es el asesino, el verdadero
Y quién el loco o el suicida
Quién es el poeta condenado por la palabra excesiva
Y el sueño inadmisible.
No hay más que una verdad
y es la metáfora:
Lo demás sólo un rito de infamia acorralada
un cielo insoportable para los ojos miopes
de un telescopio que no ha alcanzado a Dios.
No digas más...
Silencio...
Acaba de morir un niño
de este lado del mundo.
Una mujer clava un puñal
sobre el pecho partido
una herida más antigua que su edad.
Quién impulsa esa mano:
la tristeza innombrable.
la muerte aunque su muerte
nunca será la suya.
Silencio... hay muchas voces
de este lado del mundo.
No puedo oír el suave
crepitar del ángel.
MÁXIMO SIMPSON
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
TO BE OR NOT TO BE
Yo quise ser un rojo violín
desorbitado,
un ex abrupto eterno,
un jardín de magnolias o una tromba,
y sólo soy ahora profesor de
nostalgias,
edecán del otoño pesaroso.
Yo quise ser el mar,
o tal vez quise ser lo que no quise,
un triángulo isósceles o un trueno,
o una momia egipcia
con su paz infinita, imperturbable.
Eso quise tal vez en mi constancia,
en mi apuro, en mi afán, en mi zozobra,
quise ser el revés, la mano izquierda,
el costado de mí, mi renegado,
y sólo soy mi tú, mi pobre mí,
un pronombre ya exhausto,
un posesivo huérfano, un despojado mi.
Eso quise tal vez,
y sólo soy ahora mi vecino,
apenas mi perfil, mi suroeste,
mi terco lateral:
estoy en la adyacencia limítrofe de mí,
y
siento desazón, me extraño mucho.
PÁGINA 9 –
CUENTO
CHARLES
WARNKE
(Nueva
York-Estados Unidos)
SAL
CON UNA CHICA QUE NO LEE
Sal
con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar
del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las
luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela
sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su
interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco
sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros.
Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la
velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue
luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las
películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene.
Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela.
Deja
que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se
convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y
gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro
impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y
regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan
demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que
pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y
déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita
cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito
moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.
Concluye
que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho
tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu
presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga
una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la
copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle
matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer
acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte
el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay
aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan
feliz, y si no lo hace, igual sonríe.
Deja
que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de
conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de
criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una
tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta.
Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho
pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la
sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo.
Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado
cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión
que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que
ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de
amar.
Haz
todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee.
Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el
infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de
describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza
la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez
de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un
vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de
quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la
ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un
truco barato.
Hazlo
porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que
los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que
la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida
venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas
de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración–
que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de
rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo
continuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus
maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más
que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque
la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien
vivida.
Sal
con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la
trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax;
los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios,
e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el
inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha
despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.
No
salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú
con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en
la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o
mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan
difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha
llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es
magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y
el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no
soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con
alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este
escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida
que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el
siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio,
de verdad te odio.
PÁGINA 10 –
POESÍA ARGENTINA
HERNÁN SCHILLAGI
(Mendoza-Argentina)
ESTADO DEL TIEMPO
tranquilo que un viaje
es solamente
una manera distinta de
ver pasar las formas
hay un cuerpo sí una
máquina hecha de velocidad
y el tiempo como un
árbol que se trepa en otoño
para llegar hasta la
cima y contar las horas amarillas
que cayeron quebradas en
el camino
tranquilo me susurrabas y
mis oídos
eran esa antena
solitaria que recibía
cada palabra como un
golpe eléctrico
como el choque de dos
bocas en la oscuridad
como ese mensaje que
atraviesa letra a letra una borrasca
y cuando llega a destino
es otro diferente
porque toda comunicación
debería ser un engaño
como lo ves estoy
tranquilo aquí
he tomado la decisión de
perderte y seguirte
en todos los pasos que
dibujan un mapa
seguirte en cada desvío
de la memoria
que se rompe como un
vidrio opaco
que la distancia cambia
de color
y al girar los pedazos
trazan una rosa simétrica
una estrella de cinco
puntas contra el sol
un sendero empedrado sin
salida
para que el
caleidoscopio dé la última vuelta
y enfrente sus tres
espejos contra el vacío
tranquilo me pedías
mientras de tu boca salía
la sombra de una
historia donde hace mucho
un dios castigaba a los
hombres quitándoles la posibilidad
de viajar en el tiempo
con sus artefactos de metal y de fuego
pero hubo una revolución
sin fronteras
entonces ese derrotado
dios concedió entre dientes
que los viajes no
tendrían regreso
tranquilo me dijiste que
todo viaje es una excusa
para cambiar de tiempo y
no de espacio
JEREMÍAS VERGARA
(San Martín de los Andes-Neuquén-Argentina)
EL REY AZULADO CIRUELO
La primavera llegó,
las pequeñas rojas
azuladas hojas,
descansan por encima de ti
llena de vida.
Siempre estás mirando más
allá
de las aún frías colinas,
bajo la protección de
aquel parado a tu espalda.
Aquí las tierras son
silenciosas,
pero tu arpa en la mañana,
acaricia las almas
vivientes,
todos escuchan de ti.
Tus castaños y oscuros
cabellos,
danzan con el viento ,
lo seducen enamorándolo,
con tu bella melodía,
aquella que él llevará,
por siempre donde quiera
que vaya.
Tu canción vuela,
por las nevadas montañas,
por el azul y profundo
charco de peces
aquel que esta a tu lado,
bajo la loma del rey
azulado.
Aquel rey que con sus
hojas caducas,
te da la sombra ,
amor de un árbol a tu lado.
Pero intranquila estas en
espera
del desprecio que siente
tu corazón por el hombre
qué esperas que no regrese,
sólo pides que la guerra
se lo haya llevado,
pero esperando estas que
la muerte pise tu lecho,
tu hogar, aquellas
praderas de los juegos de tus niños.
Horroriza tu rostro la idea
de algo que tal vez nunca
pase
pero no puedes escapar de
tal.
Opción no tienes, pedir su
poder mágico
marchar al reino entre los
señores arbolados
pedir su suerte y
protección
que jamás regrese de su
profesión.
Pero ellos no pueden
aceptar,
aceptar tu petición
el destino lo ha querido
así.
En una oscura frustración,
te ahogas en el miedo,
la rabia consume tu
espíritu bello mujer,
los árboles piden que te
marches.
Tu odio marchita a
quien tienes a tu lado
que siente temor de ti
temor por ti ,
al ver que tu cabellos
oscuros,
se tiñen de grises
ancianos,
tu bella piel se arruga en
jóvenes peldaños de la vida,
como la corteza de quien
sostuvo tu espalda en días
del ayer.
Eres la mujer que tus
retoños no anhelan,
tus niños ya no juegan
alrededor,
tu ya no tocas el
encordado para mi
el arpa ya no suena,
las laderas extrañan de ti
blancas de luto,
el viento, ya no ha vuelto
a rondar estos lugares.
Te veo partir, y te vas y
me dejas,
el miedo fue, quien
devoró tus años en tristeza,
él nunca volvió, sin
embargo siempre le esperaste
una mala jugada de la vida
y el pensamiento.
Sólo ahora descansas bajo
mis pequeñas y azules hojas
bajo aquella fúnebre
tierra, entre mis raíces,
bajo aquel manto rosado de
mis hojas,
bajo tu ciruelo.
LAURA YASAN
(Ciudad Autónoma de Buenos
Aires-Argentina)
hoy función hoy
como todos los días despierto sobre un riel
confundida en el rumbo de los trenes que parten
la fe con su martillo
pongo el cuerpo en la calle y espero de la suerte algún favor
otra vez cacería
el pecho una recámara de aire comprimido
besos de corto alcance
palabras que no llegan a matar
vuelvo a cargar y sale circo
monos amaestrados
pañuelos infinitos de la boca
me toca equilibrista sobre cable de fuego
campo minado rock ferretería
nunca me sale cisne ni princesa
LILIANA ANCALAO
(Comodoro
Rivadavia-Chubut-Argentina)
AL MATE
de consuelo a punto
calabaza
mi rincón centrado en tu fogón amigo
otra vez conmigo
y vos... conmigo.
armazón apurado a la mañana
sorbo sorbo
despierto contra el frío
centinela desvelado entre los libros
rito de la yerba agua espuma
en el redondo hueco de las manos
voy siempre con vos
pequeño hermano
LUIS BENÍTEZ
calabaza
mi rincón centrado en tu fogón amigo
otra vez conmigo
y vos... conmigo.
armazón apurado a la mañana
sorbo sorbo
despierto contra el frío
centinela desvelado entre los libros
rito de la yerba agua espuma
en el redondo hueco de las manos
voy siempre con vos
pequeño hermano
LUIS BENÍTEZ
(Ciudad Autónoma de Buenos
Aires-Argentina)
SU PEQUEÑO TIEMPO DETENIDO
el automóvil que lo mató
se alejó seguro de sí mismo
y ahora duerme su sueño de
motor
en un desaliñado garaje
del suburbio
mañana le limpiarán la
sangre
antes de ir a trabajar
el criminal no duerme sin
embargo:
discute con su esposa el
tema de la renta
se ha olvidado por
completo del gato
que hasta que llegó la
tarde estaba hecho
de músculos y encanto
de sanguinaria agilidad y
de silencio
ahora en la lejana calle
sólo está hecho de tiempo
detenido
y lo buscan las hormigas
que caminan siempre
por un desierto infinito
donde el agua escasea
pero abunda la comida
ese país escondido donde
ponemos los pies
la calle sigue como
siempre calle
como estuvo ayer como
estaba
en la tarde de la muerte
como seguirá durante todos
los indefinidos mañanas
el cielo apenas más oscuro
apenas alguien solo
que cruza por la esquina
y de tanto en tanto otro
automóvil
que busca algún ser vivo
sólo el gato cambió
o su mitad que es todo
lo que quedó en la acera
hoy que la muerte
ha capturado otro ratón
PÁGINA 11 –
CUENTO
EDUARDO
FRANCISCO COIRO
(Lomas
de Zamora-Buenos Aires-Argentina)
LO
IRREVERSIBLE
(De la
estación Henderson)
Aparece
una vez más la imagen de la placita frente a la estación Henderson. Él, un niño
aprendiendo a andar en bicicleta y Reynaldo su hermano mayor corriendo a la par
de su bicicleta para prevenir que no perdiera el equilibrio.
Cada
tanto veían llegar al tren.
Fue
en 1977 el último tren. En septiembre porque fue días antes de su cumpleaños.
Se ve corriendo al costado del último tren que se va a Buenos Aires.
La
gente que agita las manos por la ventanilla, sopla besos.
Se
cerraba el tren. Se llevaron hasta los rieles. Había sido testigo en una tarde
a la salida de la escuela del paso de esa máquina levanta vías que a su paso
solo dejaba marcas de ausencia en el terraplén.
Tarde
o temprano hay mucho pasado en la vida de cualquier persona.
De
la universidad le quedo grabada aquella enseñanza que decía "la vida de
las personas transcurre entre lo imprevisible y lo irreversible".
Y
la ciudad de Henderson que se llama así en honor a Frank Henderson, el
ciudadano inglés que desde su cargo en el Ferrocarril Sud completo las obras
para que el Midland llegara a Carhué.
Frank
Henderson que además jugaba al golf, al ajedrez y hasta tuvo tiempo en la vida
para la fundación del club de golf en Mar Del Plata -El que pudieron conocer en
aquellas vacaciones de familia en el 79-.
Después
ocurrió lo irreversible, aunque aun hoy le cueste aceptarlo. Reynaldo fue
sorteado para hacer el servicio militar en la Armada. Reynaldo destinado arriba
del Phoenix CL 46.
El
hombre se niega por un momento a llamarlo por su último nombre a ese barco de
guerra. ¿Porque no lo hundieron los japoneses en Pearl Harbor?
Todo
hubiera sido distinto, se ilusiona en vano, jamás hubiera llegado a ser el
Crucero General Belgrano.
En
algún limbo Frank Henderson golpea su palo de golf una y otra vez. Las pelotas
se pierden al infinito cielo. Como en el azar, son un misil buscando el blanco.
Reynaldo
sigue allí. En el barco, presintiendo o no lo que vendrá y sin poder cambiar el
curso de las cosas.
El
hombre preferiría que nada de eso hubiera ocurrido. Que la estación siga siendo
estación de trenes. Que su padre no hubiera muerto de tristeza hace años.
Que
a nadie se le hubiera ocurrido poner en la estación -ya sin vías- una terminal
de ómnibus, y que a esa terminal la bautizaran con el nombre de su hermano, un
héroe del pueblo hundido en el Crucero General Belgrano.
PÁGINA 12 – POESÍA ARGENTINA
ABEL ESPIL
(CABA-Argentina)
CERO MÁS CEROS
Dedicado a Ema Arean
El devenir del tiempo,
acorrala el espiral
de mis sentidos.
Me escapó por claraboyas
ajenas,
huyendo del crepúsculo
final.
¿Soy cero más ceros ?
Me voy abroquelando entre
piedras,
horadando el hueco final.
No tendré, ni seré,
la luz del infinito .
Me llevará el viento
tramontana...
JORGE VINITZKY
(CABA-Argentina)
LA VACA
A la sombra de un cartel
que no lee.
Rumiando la hierba
de un campo
que no conoce.
La vieja vaca vive su día.
Sin prisa.
Que fue vendida para faena,
que mañana será la muerte…
Son realidades que ignora,
en la inmediatez
de su universo nítido.
El tiempo de terneros,
de ordeñes, y cuidados,
se ha evaporado
en una niebla sin memoria.
En el paisaje resalta
el surrealista ajedrez
de su cuero…
Tal vez la alfombra
junto a un hogar,
para largas noches
de invierno.
LILI MUÑOZ OBEID
(Neuquén-Argentina)
Y LA VERTIENTE FLUYE
no busco la
vertiente
surge sola
fluye
difuma la pantalla
despedidas destierran otro
día
otro más
entre el norte y el
sur
un presente galopa
un lugar en la tierra
alguno
uno cualquiera
destella el horizonte
y es la matria furtiva
la que calla la aurora.
ADRIANA AGRELO
(Avellaneda-Buenos
Aires-Argentina)
DE VIAJES Y PARTIDAS
Una luna que está menguando
se cuelga de mi ventana
el viento aúlla una
monótona canción
estoy de paso canta
siempre en fuga
mis raíces se amotinan
quiero partir
danzar
aullar
antes que el otoño
me deshoje
que el viento arremoline
los restos
que el invierno
me detenga
ANAMARIA MAYOL
(San Martín de los
Andes-Neuquén-Argentina)
ESTALLIDO
Diré árbol
aparecerá un bosque
que será sombra magia
silencio
estallido
pero si digo lluvia
otoño
también diré mayo
diré un número
que será hoja seca
muerte -renacimiento
final de un estallido que
recomienza
y entonces diré mi nombre
siete veces mi nombre
caducifolio
me llamaré a la vida
y pariré otro rostro
detrás
del viento
PÁGINA 13 –
RESEÑA
ÚNA FINGAL
(Barcelona-España)
Libro: RELOJES MUERTOS
Autora: EVA MARIA MEDINA
Tras leer la novela de Eva María Medina una
duradera e inquietante sensación permanece en el interior, la de haber sido
espectador de personajes existiendo en la no vida. Como así sucede con el
protagonista, cuyo tiempo transcurre muerto.
La novela se desarrolla ante nuestros ojos a una velocidad fílmica, alcanzando cada uno de sus párrafos hondos pliegues del alma como la impresión recibida ante una buena película. Sirviéndose de una narrativa brillante y perspicaz, nos introduce en el culto al delirio. Porque el protagonista, desde su personal voz, nos habla de su propia incomprensión y caos existencial.
En esta historia abundan personajes atormentados con vidas desistidas y son ellos quienes acompañan ese tiempo muerto donde se suspenden sus existencias. Existencias de unos y otros mecidas por el vaivén de la temible esquizofrenia, mundo donde toda realidad coexiste absorbida por un vórtice coherente en su atroz vorágine, e incoherente para quienes observan en la comodidad del insolidario silencio al otro lado del espejo.
El delirio visto desde dentro, comprendido por nosotros los lectores, incomprendido por el narrador, nos ofrece un tratamiento del tema original y un exquisito ejercicio narrativo, de gran precisión, y de perfecto control sobre el relato.
El texto es una composición de poderosas imágenes al servicio de la metáfora, como en el caso del mimo en el Retiro, contemplado en secreto. Ellas nos hablan de prisiones y encarcelamientos emocionales además de suponer momentos de inflexión para el personaje. Porque es entonces cuando emerge ese Madrid distorsionado para él, hermoso para nosotros, concluyendo en un fascinante resultado de emociones contrapuestas.
Además, poderosas descripciones de entornos y personas refuerzan ideas y aconteceres de esta novela dotándola de una calidad literaria indiscutible. La autora sumerge a sus lectores en el complejo universo de una mente obsesiva, y confundida que se golpea a sí misma con cada suceso como el tictac de un reloj fanático, consiguiendo con ello, una tremenda sensación al pasar cada página, ¿pues qué esperanza tiene un reloj descontrolado? No demasiada.
De igual modo sucede con el protagonista, ¿qué vida tiene? Ninguna, pues es imposible vivir así. Sin embargo su corazón continúa latiendo como una máquina con el alma desencajada. Debe seguir avanzando pues, el alma confundida en los delirios de la mente y el cuerpo sin estímulos, incapaz de sentir. Por eso su tiempo transcurre muerto, como el de los relojes golpeados, cuyas manecillas a lo mejor siguen avanzando en torpes intentos desacompasados, porque en realidad sus mecanismos ya hace tiempo que están muertos.
La novela se desarrolla ante nuestros ojos a una velocidad fílmica, alcanzando cada uno de sus párrafos hondos pliegues del alma como la impresión recibida ante una buena película. Sirviéndose de una narrativa brillante y perspicaz, nos introduce en el culto al delirio. Porque el protagonista, desde su personal voz, nos habla de su propia incomprensión y caos existencial.
En esta historia abundan personajes atormentados con vidas desistidas y son ellos quienes acompañan ese tiempo muerto donde se suspenden sus existencias. Existencias de unos y otros mecidas por el vaivén de la temible esquizofrenia, mundo donde toda realidad coexiste absorbida por un vórtice coherente en su atroz vorágine, e incoherente para quienes observan en la comodidad del insolidario silencio al otro lado del espejo.
El delirio visto desde dentro, comprendido por nosotros los lectores, incomprendido por el narrador, nos ofrece un tratamiento del tema original y un exquisito ejercicio narrativo, de gran precisión, y de perfecto control sobre el relato.
El texto es una composición de poderosas imágenes al servicio de la metáfora, como en el caso del mimo en el Retiro, contemplado en secreto. Ellas nos hablan de prisiones y encarcelamientos emocionales además de suponer momentos de inflexión para el personaje. Porque es entonces cuando emerge ese Madrid distorsionado para él, hermoso para nosotros, concluyendo en un fascinante resultado de emociones contrapuestas.
Además, poderosas descripciones de entornos y personas refuerzan ideas y aconteceres de esta novela dotándola de una calidad literaria indiscutible. La autora sumerge a sus lectores en el complejo universo de una mente obsesiva, y confundida que se golpea a sí misma con cada suceso como el tictac de un reloj fanático, consiguiendo con ello, una tremenda sensación al pasar cada página, ¿pues qué esperanza tiene un reloj descontrolado? No demasiada.
De igual modo sucede con el protagonista, ¿qué vida tiene? Ninguna, pues es imposible vivir así. Sin embargo su corazón continúa latiendo como una máquina con el alma desencajada. Debe seguir avanzando pues, el alma confundida en los delirios de la mente y el cuerpo sin estímulos, incapaz de sentir. Por eso su tiempo transcurre muerto, como el de los relojes golpeados, cuyas manecillas a lo mejor siguen avanzando en torpes intentos desacompasados, porque en realidad sus mecanismos ya hace tiempo que están muertos.
PÁGINA 14 –
POESÍA AMERICANA
ALEJANDRO DELGADO
(Morelia-Michoacán-México)
PECADO ORIGINAL
se necesita
ser
criatura de
la oscuridad
para crear
la luz del primer día
el séptimo
día
Dios fue el
doceavo jugador
y el lunes
caudillo sindical
Dios creó
la semana inglesa
para
sabotear el ciclo de los mayas
y
embriagarse a pierna suelta
los días de
período menstrual
y nunca
supo que los hombres
lo
adorarían
como el más
abstracto de los conceptos
ni que el
tiempo es su trampa para la redención
Dios no ha
aprendido
a reconocer
que el demonio
es su
eterna contradicción
ASPASIA
WORLITZKY
(Lval-Quebec-Canadá)
HERMANO
Hoy te vi con la misma frescura,
en ese espacio de terreno
inmensamente verde,
en donde sopesábamos nuestros sacrificios.
Tenías el pelo azabache,
brillante hasta sin gomina,
caminabas presto,
yo llevaba dos trenzas
que me tiraban las mejillas.
Te gustaba Sinatra, te admiraba
porque cantabas en lengua desconocida,
también porque llevabas el estigma
del hermano mayor.
Así de simple, así de bueno,
caminábamos lentito por adolescencias ocres
de tanto sufrirlas.
No recuerdo cuando nos paramos en seco,
puede haber sido en aquella despedida
en el aeropuerto
con tanta guerra y tanto desaliento
tampoco me explico como los años
se nos fueron metiendo dentro.
Te examiné un día a través de mis intentos
de existencia exiliaria .
transformándote de golpe, la rabia desatada
te convertí en estatua perfumada de copihues,
te levanté en vilo y te sentí hasta las entrañas.
Tú eras el que cortó la leña
del bosque de eucaliptos,
que fabricó puentes para pasar
sobre el canal podrido,
el que cavó surcos y más surcos
en la tierra fértil y agrietada
con los terremotos del siglo.
Eras y no fuiste, hermano sudamericano.
Extraños en la noche,
inmensa noche en la que estoy perdida,
definitivamente lejos,
sin trinos de aves nuestras.
Nuestros trinos.
Hoy te vi… en la parcela. . .
ASTRID
SOFÍA PEDRAZA DE LA HOZ
(Puerto
Colombia-Colombia)
QUIEN
LOS UNIRÀ?
Dios
palpita en la fauna humana.
Yacen
impregnadas en las cuerdas
Del
arpa eoliana.
En
sus notas, cuatro razas:
Rot,
Aruc, alasuv, lìbio.
Dos
ríos filosóficos,
Desviaron
sus rutas.
El
Arcángel justiciero,
Armado
de la espada y
Del
rayo.
Prometeo,
con fuego robado
Del
cielo.
Micro…
Macro,
Afuera,
Dentro.
Habitan dos magos,
Dos
ríos, dos genios.
Se
contradicen,
Combaten
íntimos sentimientos.
Instituciones,
bajo su influjo gobiernan.
Actúan
por turnos,
Bajo
el imperio de uno o del otro.
Siguen
entretejidos como
Telar
de arañas,
No
fundidos como el beso.
Irreconciliables,
Invencibles.
¿Quién
los unirá?
El
amor…el amor
Expresó
Jehová.
CARLOS LUIS
IBÁÑEZ TORRES
(Pamplona-Colombia)
I
Parpadeos que rompen
la piel de la noche.
II
Náufragos milenarios en el mar del silencio.
III
Espejos de sueños del amanecer.
IV
Ventanas para que escape la noche.
V
Mapas de sueños para un corazón aeronauta.
CARLOS LOPEZ DZUR
(Orange County-California-Estados
Unidos)
«Un tiempo que es lugar de acontecer original venidero del Dasein»:
Martin Heidegger
... desde el pasado, Ella es quien mira
a puercos renunciantes de lo fiable,
el proyecto,
a lombriceros de olvido,
delimitadores, baratos
con quehacer oscilante,
los ve, la.rechazaron
y por Ella, su tiempo original
y dijeron que ha muerto
y no volverá, que no hay Mujer Donante
ovuladora ni réplica de Helios,
ni cemí de sol futuro,
que no es digna de sentarse en su dujo
ni dictar que exista rango elevado
por herencia o por mérito.
La olvidarán en favor
de otro economía y relación
de tribus / a ella que desde el pasado
ha donado para que tengan hembras,
placeres, consoladoras,
un mínimo de civilización
con hamacas al viento,
metates, yuca y el fuego comunal
en los bateyes y ella ella
todavía en dujo.
PÁGINA 15-
CUENTO
ALEA SANAPÍ
(Putumayo-Colombia)
Y EN SILENCIO NOS FUIMOS
(Putumayo-Colombia)
Y EN SILENCIO NOS FUIMOS
PÁGINA 16
– CUENTO
(Distrito
Federal-México
PARA
UNA TEORÍA DEL VACÍO
Me
observa con ojos donde la fiebre, la locura y el sueño convergen. Está tirado
en la vereda; lleva un traje antiguo, como robado de una fiesta de pueblo de
hace décadas. Hay viejas lluvias en ese traje.
–Señor
–me dice–, entrégueme por favor esta carta.
Sus
palabras son lentas. No alcanzo a distinguir si es un pedido, un ruego o (¿por
qué no?) una orden. Me alcanza un sobre amarillento. Lo coloco en mi portafolios,
entre los cientos de papeles que llevamos los profesores. Para tranquilizarlo
le digo que sí, que está bien, que apenas salga del trabajo llevaré su
carta.
No
me dice a quién. Tampoco se lo pregunto.
Pasan
los días. Una tarde, mientras me dispongo a corregir unos exámenes, reencuentro
el sobre. Sonrío. Lo dejo a un costado. Una hora más tarde, después de enmendar
el enésimo ejercicio de Lógica, empiezo a pensar en él.
Salgo
a la calle, pero sé que ya no voy a encontrar al mendigo.
Vuelvo.
No me animo a abrirlo. Sé que allí hay un papel que debe de tener una confesión
que me excede. Sé que esas palabras guardan las claves de una vida.
Para
tranquilizarme, coloco el sobre en un libro. Es una medida absurda. Pasan los
días y sueño con cartas infinitas, con hojas fantasmales que cruzan los
distintos pueblos del país y nunca llegan a tiempo. Comprendo que todos los
libros de mi biblioteca giran en derredor de ese tomito que contiene la carta.
Giran como estrellas en derredor de un vacío que, sin prisa ni pausa, los
devora.
Comienzo
a escribir esta carta para que alguien la entregue a un destinatario que no
conozco.
PÁGINA 17 –
CUENTO
MIRIAM
CAIRO
(San
Nicolás-Buenos Aires-Argentina)
¿SE
MUERE DE ESO?
En
esta rodaja de longitud del planeta el disco se ha acabado. El baile terminó.
¿Se muere de eso?
Las
nubes femeninas tienen hijos tormentosos. Es un momento difícil, como para
salir huyendo.
Tu
mano escribe, en sueños, palabras que nadie dice. Ensaya un proceso de
fragmentación geométrica, una escritura que se zurce a sí misma y se contempla.
Sólo se necesita tu corazón para entenderlo.
No
escuchás otra cosa. Cuando parece que oyeras algo, no escuchás nada. Ni las
risas, ni los motores de los autos, ni las hojas que caen del árbol, ni el traqueteo
de los tacones en la vereda, ni el golpeteo de la lengua en el placer. No estás
acostado, no lográs hacerlo. Una cama no es siempre una cama. Se puede morir de
eso.
Los
edificios ya no tienen forma de edificios. Sobre ellos hay una nube negra y no
se parecen a nada conocido. Los edificios dejan en sombras todo lo de abajo. Es
posible que recuerdes tu miedo. Como te acordás de la piel y de la suavidad
dorada que todavía no has tocado. Es extraño el recuerdo.
Cada
día te sorprende más esa capacidad de recordar todo lo que sucederá en el
futuro. Se puede vivir por eso.
Dejás
que las palabras lleguen por iniciativa propia. El sexo como una daga que busca
muerte y no encuentra. La daga lustrosa no se atreve a matar.
Tiembla
oscura y sola. Te quedás bocarriba en la cama y soñás fracciones de segundos
cortados hasta el infinito por el puñal infinito.
Aunque
parece que oyeras no escuchás que alguien recita versos de Machado.
Versos
que ya han sido repetidos y no volverán a aparecer por propio impulso. No
escuchás pero sabés que hay tantos versos como personas existen.
Versos
pequeños como un dolor en el corazón. Versos que han transmutado la realidad.
Desde
donde estás, la única banda sonora es la del silencio. La calle tiene
comportamientos nocturnos. Con cualquier pretexto dejás entrar en tu recuerdo
el fuerte aroma de la noche recalentada por la luna. Los que habitan en esa
calle, en esa casa, en ese recuerdo, tienen algo difícil de evitar.
Estiradas
sombras contra un furor posible. No se puede hacer nada sino dejar que el
cuchillo se hunda cada vez más en su recuerdo. No es tu culpa que desees la
muerte y la vida al mismo tiempo, en la misma franja horaria, en esa rodaja del
planeta. El amor podría comenzar allí: en estiradas sombras contra un furor
posible.
Cerrás
los ojos como un ciego. Estás solo en tu imagen. Con tus manos de escribir
palabras que ya nadie escribe sostenés el músculo que tiembla.
Alrededor
del hueso ese sueño que se llama nosotros tiembla. Habrías podido no nombrar el
mundo, ni soñar el sueño, ni extender los brazos bajo una media luna. Incluso
habrías podido no dar pasos en una pista de baile pero la música del recuerdo
es continua, de único flujo, es la inmensidad. Y el corazón está tan abierto
que se escucha el roce continuo de la ciudad contra la ventana, justo ahora que
estás tendido en la cama bocarriba.
En
este preciso instante, sobre esa faz de la tierra decidís no eternizarte solo
en este planeta que gira solo. Te ponés de pie como un árbol y caminás por toda
la habitación dando un paso hacia la luz y otro hacia la sombra, con el puñal
desnudo deseoso de matar y morir.
No
existe ninguna razón para excluirte de muchas cosas inciertas que están por
venir.
Luego,
de repente, vuelven los ruidos de la calle a mezclarse con esa música americana
y con la suavidad y con la desesperación de la felicidad de la carne que sueña.
Poco a poco se convierte en algo como una sinfonía, y a la vez en un canto
personal, hecho a la viva imagen de una intemperie.
Tal
como siguen las cosas, todas las películas que has visto no te sirven de nada.
Todos los libros que leíste no te sirven de nada. Todas las canciones que
escuchaste no te sirven de nada. Ese adjetivo donde crecía hierba no sirve de
nada. El puñal desea matar y morir con los ojos abiertos. Se puede morir de
eso. Morir hasta la delgadez atómica y juntar el polvo de los huesos, lejos de
la ciudad siempre invisible, siempre exterior. Sólo se necesita tu corazón para
entenderlo.
PÁGINA 18 –
POESÍA AMERICANA
ELVIRA
ALEJANDRA QUINTEROS
(Cali-Colombia)
13.
La
edad
La
edad.
Toda ella el dibujo del labrador. El doblez de la roca. La tentación de ignorarla.
Podría valerme de la escena frente al espejo pero entonces quedaría por fuera el resto de la casa, esa condición de desorden que se levanta persistente contra el anhelo de perfección, el triunfo del sol sobre los rincones más escabrosos.
La edad. La insoportable incongruencia entre lo que fue y lo que queríamos que fuera.
La repentina esperanza de empezar de nuevo y con otro nombre a discurrir en otro universo.
Tapar. Eso no fue.
En cambio lo que ocurrió sigue intentando elevarse sobre su condición de fracaso, haciendo gestos casi imperceptibles debajo de la voz, de la mirada, debajo, debajo.
Fascinada por el deseo de belleza y completez la casa se levanta adornada, amada
Dispuesta a ser recorrida por alguien que no ha visto la angustia que acomodó las piedras y las protegió definitivamente de la mirada del mundo. Debajo, debajo. Para que la casa fuera acogedora y alegre, confortable.
Allí la edad. El nombre mismo.
Toda ella el dibujo del labrador. El doblez de la roca. La tentación de ignorarla.
Podría valerme de la escena frente al espejo pero entonces quedaría por fuera el resto de la casa, esa condición de desorden que se levanta persistente contra el anhelo de perfección, el triunfo del sol sobre los rincones más escabrosos.
La edad. La insoportable incongruencia entre lo que fue y lo que queríamos que fuera.
La repentina esperanza de empezar de nuevo y con otro nombre a discurrir en otro universo.
Tapar. Eso no fue.
En cambio lo que ocurrió sigue intentando elevarse sobre su condición de fracaso, haciendo gestos casi imperceptibles debajo de la voz, de la mirada, debajo, debajo.
Fascinada por el deseo de belleza y completez la casa se levanta adornada, amada
Dispuesta a ser recorrida por alguien que no ha visto la angustia que acomodó las piedras y las protegió definitivamente de la mirada del mundo. Debajo, debajo. Para que la casa fuera acogedora y alegre, confortable.
Allí la edad. El nombre mismo.
FRANK PADRÓN
(Pinar del Río-Cuba)
BUSCAVIDA
No te confíes
agradece si acaso
este inusual momento débil
para escapar de mí.
Ya lo sabes:
me gano el pan
vendiendo el sexo
Me da igual cualquier cosa
No sé si luces bien o mal pues yo no miro eso
Mujer, hombre, travesti
Pasivo o no
Viejo, gordo o delgado
(siempre, claro, que pagues)
eso, claro, resérvatelo:
ante los colegas soy siempre el gallo padre
tampoco reveles honorarios
contigo voy a ser considerado
porque me caes bien y ando sin un centavo
mas para todos soy de tarifas altas
(competidores, clientes potenciales)
ahora, eso sí
voy a llevarte al cielo.
Soy traicionero y sucio
ladrón ocasional (si no hay segundas partes)
te olvido desde el mismo momento en que me acuesto
no creo en los amigos
y tan sólo me excita el azul (mejor verde) esplendor
del dinero
pero vas a pensar
en esa hora
que soy el amante más fiel y cariñoso
te voy a hacer feliz desplegando mi(s)l encantos
si es necesario, incluso, te digo que te amo
y después, en la calle, cuando te vuelva a ver
difícilmente me acuerde
de tu nombre.
agradece si acaso
este inusual momento débil
para escapar de mí.
Ya lo sabes:
me gano el pan
vendiendo el sexo
Me da igual cualquier cosa
No sé si luces bien o mal pues yo no miro eso
Mujer, hombre, travesti
Pasivo o no
Viejo, gordo o delgado
(siempre, claro, que pagues)
eso, claro, resérvatelo:
ante los colegas soy siempre el gallo padre
tampoco reveles honorarios
contigo voy a ser considerado
porque me caes bien y ando sin un centavo
mas para todos soy de tarifas altas
(competidores, clientes potenciales)
ahora, eso sí
voy a llevarte al cielo.
Soy traicionero y sucio
ladrón ocasional (si no hay segundas partes)
te olvido desde el mismo momento en que me acuesto
no creo en los amigos
y tan sólo me excita el azul (mejor verde) esplendor
del dinero
pero vas a pensar
en esa hora
que soy el amante más fiel y cariñoso
te voy a hacer feliz desplegando mi(s)l encantos
si es necesario, incluso, te digo que te amo
y después, en la calle, cuando te vuelva a ver
difícilmente me acuerde
de tu nombre.
ANTONIO
PRECIADO BEDOYA
(Esmeraldas-Ecuador)
NACHA
Tenía
la voz delgada
de
planchar esa misma canción
todas
las tardes.
Cuando
se le quemó,
y
con canción y todo la enterraron,
la
tierra estuvo triste
y
se pasó la noche
en
el fondo de un charco
croando
con las ranas.
RUI
CAVERTA
(México
DF-México)
AUTOBÚS
Subió
una anciana
y
reniega.
Le
grita al chofer,
a
los pasajeros.
Me
emociono,
al
borde de las lágrimas.
Esta
mujercita tan horrible,
con
sus manos temblorosas,
su
piel manchada
y
su boca con la que reniega
a
un mundo demasiado chico
para
sus dolores,
se
parece tanto a mi abuela
fallecida
hace poco.
Tan
mismo su carácter.
CARMEN HERNANDEZ PEÑA
(Ciego de Ávila-Cuba)
LENGUAJE DE ADULTOS
Me gustan las películas de asesinos en serie que matan con taladro y
hachuelas. En el fondo siempre hay el crimen y el castigo y hasta una pobre
Lizaveta Ivanova que ni la come ni la bebe, pero termina al fin con el cráneo
partido, en un delicioso mar de sangre. También las de paranormal activities en las que no sabes quiénes son los vivos y
los muertos. Y las de tsunamis, terremotos y aviones incendiados, que me suben
la adrenalina y disparan todos los sistemas de señales grabados en mi genoma.
Cuando terminan sin el decimonónico The
End —casi fuera de uso—, le hago un guiño a la pantalla y tuerzo el labio a
medias como Lauren Bacall porque en ninguna su horror alcanza al mío.
PÁGINA 19 –
ENSAYO
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
BORGES SE COPIA
Primero me pareció de no creer, casi
imposible sólo atreverme a imaginarlo, y cerré y guardé el libro de inmediato,
avergonzado de mí mismo. Pero fui y busqué el otro. Lo abrí. Era evidente. No
podía creerlo.
Después, tan intrigado como para volver
a cerciorarme, los fui a buscar de nuevo, juntos. Los hojeé. Y allí estaba,
imposible negarlo. La frase, las palabras y los signos exactos que componían
esa frase están allí, prácticamente idénticos. En ambos libros.
Me quedé confundido. En semejante autor
eso no podía ser un ardid ni una minucia, ni mucho menos un simplísimo error.
Eso a cualquiera iba a pasarle, pero no a El.
Presa de cierto pánico, me arrojé
desconfiado pero ansioso a las aguas insondables de la memoria digital, para
indagar en esos archivos confusos e infinitos alguna prueba, algún testimonio,
algún otro. Algún otro que también se hubiera dado cuenta. Pero no, no había
nada. Y tuve que aceptar lo ya evidente: una y otra frase son exactamente
iguales.
Se me ocurrió buscar en la primera
edición de sus obras completas, que conservo con su firma insegura, de ciego.
Si había sido un desliz, allí podría haberlo subsanado. No fue así. Todo seguía
igual. Y el hecho resultaba, pues, flagrante. Tan flagrante como impenetrable,
en su enceguecedora nitidez.
Porque se trataba de Borges, ese
escritor que ejerce el adjetivo como el torero su estocada final. Un escritor
en cuya entera obra casi no se repite una palabra. Una obra que congenia
exquisita modestia con la exigencia más altiva.
Pero aquí están las pruebas. Y tenía
que ser en el justamente memorable cuento “El Sur”, que cierra a toda orquesta
ese libro, Ficciones, donde empezó a consolidar su nombre. En la segunda parte
que subtituló (precisamente) “Artificios” y fechó en 1944, puede leerse lo
siguiente: “Los muchos años lo habían reducido y pulido como las aguas a una
piedra o las generaciones de los hombres a una sentencia”.
Es bello, es preciso, es justo, es
tocante. Pero veamos.
No mucho tiempo después –nada menos que
en El aleph, libro que como es sabido apareció originalmente en 1949, pero en
uno de los cuatro cuentos que le agregó según su Posdata de 1952–, puede leerse
en el relato “El hombre en el umbral”, esta otra frase que su personaje Pierre
Ménard (¡quien crea el Quijote como por primera vez!) bien pudiera haber
reclamado como suya, pero que mi flaca memoria insiste en reiterar del todo
semejante a la primera: “Los muchos años lo habían reducido y pulido como las
aguas a una piedra o las generaciones de los hombres a una sentencia”.
¿Qué hacer frente a eso, frente a una
cosa así? ¿Yo, descubrirlo en eso, a El? Y peor aún: ¿quién iba a creer que
Borges se había copiado literalmente a sí mismo, que había repetido en dos
cuentos de temas y asuntos diferentes, casi letra por letra, signo por signo,
la misma frase similar? ¿Quién podía imaginar que El, nada menos que Borges, no
había hecho de esa repetición una trampa para incautos sino que, directamente,
o se le había escapado o tanto le gustó que fue a sabiendas?
Por si fuera poco, además de ese
autocitarse, ¡repetirse!, en ambos cuentos también son similares, aunque no ya
tan idénticas, las frases precedentes. Donde se cambia de situación y de
contexto, pero el protagonista sigue siendo básicamente el mismo. Y hasta con
idéntica, o casi idéntica función.
Dice en “El Sur”: “En el suelo, apoyado
en el mostrador, se acurrucaba inmóvil como una cosa, un hombre muy viejo”. Y
dice en “El hombre en el umbral”: “A mis pies, inmóvil como una cosa, se
acurrucaba en el umbral un hombre muy viejo”. Sólo que aquí intercala, antes de
la frase que vimos reiterada en ambos casos, esto acaso imprescindible: “Diré
cómo era, porque es parte esencial de la historia”. Lo cual agrava el hecho. O
insisto, me parece, puede ser: también lo embebe de ironía.
Nunca sabremos con exactitud, del todo,
a ciencia cierta, qué lo movió a El a esa jugada. Nunca sabremos si no se dio
cuenta (cosa impensable, aterradora) o, como todo pareciera indicar, lo hizo
adrede, a propósito. ¿Y entonces, Borges, estoy diciendo Borges, no tuvo otro
remedio que recurrir a la reiteración porque sintió que era el momento justo
para hacerlo, que precisamente esas palabras debían estar de nuevo allí?
¿O acaso fue el justo momento el que le
demandó, a El, que era eso lo que debía insertarse en ese punto? ¿Lo que
correspondía, ahí? ¿Se le puede haber escapado, a El, algo como eso? ¿Lo hizo
ex profeso? ¿Quiso demostrarnos que lo de Pierre Ménard seguía siendo, como
siempre lo fue, nunca una burla ni una zancadilla sino una demostración, una
evidencia?
¡Maten a Borges!, dicen que les gritó
Gombrowicz a sus escasos seguidores locales, cuando logró escapar, después de
décadas, de su empantanamiento en Buenos Aires, proa a la Europa que iba
también a consagrarlo.
¿Maten a Borges? Probablemente una
metáfora, una alusión, un símbolo. De cualquier modo, estoy seguro, ni soy yo
ni esta leve digresión quien va a lograrlo.
Pero se lee en “El Sur”: “En el suelo,
apoyado en el mostrador, se acurrucaba inmóvil como una cosa, un hombre muy
viejo. Los muchos años lo habían reducido y pulido como las aguas a una piedra
o las generaciones de los hombres a una sentencia”.
Y al leer “El hombre en el umbral”
ineludiblemente El también dice: “A mis pies, inmóvil como una cosa, se
acurrucaba en el umbral un hombre muy viejo. Diré cómo era, porque es parte
esencial de la historia. Los muchos años lo habían reducido y pulido como las
aguas a una piedra o las generaciones de los hombres a una sentencia”.
El mismo caso de que ambos libros sean
de escritura consecutiva en pocos años, de 1944 a 1952, primero uno, después el
otro, no resuelve el asunto. Es más, lo agrava. Si la reiteración se hizo a
propósito, el mismo hecho de ubicarla en su obra inmediata ostenta la
honestidad de ofrecernos una pista, demostraría la inocencia con que lo hizo.
Pero también nos deja, al hacerlo, lo
nunca imaginado: que El no llegó a darse cuenta. Que no lo percibió, cosa
inaudita. ¿Y no se dio cuenta, si así fue, a lo largo de toda su vida? ¿Y en
cada reedición de dichos libros? ¿Y en sus obras completas? ¿Reeditadas una y
otra vez? No, si lo hizo, lo hizo a sabiendas. Y si no se dio cuenta, peor aún.
¿Matar a Borges? Díganle a Pierre
Ménard.
PÁGINA 20 – CUENTO
PATRICIA FIGURA
(Santa Fe-Argentina)
CAMBIO DE PLANES
Idas, vueltas, idas, vueltas…..pensar en círculos, vivir en círculos,
soñar en círculos, llorar en círculos…. Con la incapacidad visceral de fijar
una meta y lograrla yendo en línea recta hasta el final.
Y eran tantos los que de manera directa o indirecta esperaban una
decisión, un rumbo, un “por fin sabemos hacia donde apuntamos”
Nadie debería “colgar” su vida de las determinaciones ajenas, sin
embargo es una disección casi imposible en algunos aspectos.
Un grupo de amigos.
Cada uno con sus encrucijadas.
Cada uno involucrando tangencialmente a otros destinos, otras personas
otros derechos a la paz…. A la certidumbre.
Una enfermedad repentina, cruel, agotante….para el que la padece tanto
como para los que rodean a la victima.
Encrucijada con decisiones rayando en lo cruel, persona mayor, sin
familia propia, poco querible, pero ser humano al fin, familiar, no se podía
abandonar, tampoco sostener financieramente, ellos mismos siendo
adultos con hijos a cargo no podían hacer frente a las demandas de tiempo y dinero
que exigía el prolongado tratamiento.
¿geriátrico pagado con la magra jubilación?, ¿interminables horas de
trámites para conseguir los medicamentos que solo demorarían el triste final?
¿Qué se encarguen otros? ¿Quiénes?.
Angustia laboral, malas finanzas, mala suerte, malas personas
aprovechando un hecho desgraciado del destino.
Urgiendo un cambio inevitable, soltar el trabajo que se hizo
sangre en las venas durante casi treinta años, cuando se esta cansado, no se ve
claro, el árbol inmediato tapa todo un bosque…y en medio de las decisiones el
sufrimiento familiar ante la inseguridad, ante el no saber cómo hacer frente
cuando el torrente de gastos propios de vivir siguen su curso aumentando
invariablemente su caudal.
El amor y la tentación tironeando de ambos brazos de una sola persona.
La tentación que se volvió amor?
O es la imposibilidad de compartir al antojo de ambos todo el tiempo
disponible lo que hace tan fuerte el vínculo?
Un tira y afloja que deteriora, agota, cansa….los enoja tanto entre
ellos como con sus familias respectivas.
Esporádicos momentos robados a la vida estructurada de cada uno, a la
lealtad de quien confía, a la credulidad que supieron ganarse de quienes están
a su lado, hacen que el calvario se sostenga día a día.
La piel que aprendió lo que era arder….no se conforma con menos.
Al menos no mientras exista quien provoque tal sensación.
¿Cómo se termina con el dolor de sostener lo insostenible? ¿Después
de la tormenta siempre vuelve la calma? ¿Se puede retomar la vida que se tenía
antes de conocer un mundo de sensaciones distintas? ¿Se pueden acallar las
voces sibilantes que endilgan cobardía a quien solo evita lastimar más de lo
que cree estar haciéndolo?
Una carrera universitaria eternamente inconclusa.
Excusas permanentes para la falta de voluntad frente a los libros.
El estigma grabado a fuego de que el “no se puede no existe”.
La negación de entender que por más que una profesión te guste y
mucho, no sos capaz de atravesar el camino para lograrlo.
Culpa. Por el tiempo perdido, sin reconocer que nunca lo es.
Por lo invertido económicamente.
El famoso “si llegué hasta acá”.
Y la infelicidad atemperada por horas de terapia, placebos, discursos
de seres queridos que intentan ayudar.
Diferentes dilemas, todos importantes para el que los lleva como
pesada mochila al hombro.
Somatizaciones.
Preguntas y repreguntas.
Charlas entre amigos para apalear el nudo en el pecho, la
imposibilidad de suspirar fuerte para expulsar la angustia que genera la
incertidumbre.
El que espera desespera…. Es cierto. Cansa. Enferma.
Porque una vez que la decisión está tomada…. el miembro queda
amputado, la gangrena se detiene, se aprende a vivir con la determinación que
se tomó sabiendo que el abanico es imposible de mantener abierto para siempre.
O vamos hacia la derecha.
O a la izquierda.
O al frente.
Asumiendo que en cada una de las decisiones perdemos las otras.
Sino, hay que resignarse a vivir en un círculo que no tiene fin.
Ni paz
No hay dolor que no se encapsule
Y a veces…. Si uno está muy convencido de que lo que decidió fue con
la mejor intención posible, pensándolo, y eligiendo desde el corazón, la
tranquilidad y la felicidad llegan….y también si se mantiene fiel a lo que
dicta el alma ese ser que estaba dolido, aprende a disfrutarlas sin culpas ni
facturas pendientes
PÁGINA 21 –
CUENTOS BREVES
JORGE
M.TAVERNA IRIGOYEN
(Santa
Fe Capital-Argentina)
ENTRE
DUDAS Y CERTEZAS.
No
hay diagnóstico para ninguna de las dos hermanas. Están graves y hasta los
mismos médicos se preguntan quién morirá primero. Todos los estudios son
negativos. Pero ellas se están muriendo. Y finalmente mueren juntas –el mismo
día y a la misma hora- como buenas gemelas.
Está
seguro: este año se graduará de médico, rendirá la última materia y le
entregará el diploma. No importa qué haga con él su abuelo. Y si lo abraza o
no. Él, simplemente, tirará todos los libros y se irá para siempre. Tiene la
certeza de que en Somalía necesitan enfermeros.
Soy
Juan Sin Tierra, hijo de Enrique II y Leonor de Aquitania, hermano de Ricardo
Corazón de León. Desde niño, escribo, y así como para mi hermano la espada es
su gloria, yo me refugio en la pluma. Entre guerras y Cruzadas él es elegido
rey de Inglaterra. Y cuando el trono me llega, pienso en lo que el pueblo
espera de mí. Escribo entonces la Carta Magna para los nobles y –sin una gota
de sangre derramada- confío en que la historia me dé un hábeas corpus de
perdón.
Los
dos dudan en responder. ¿Acaso está escrito que deban hacerlo? No han firmado
nada. Sin embargo, hoy los vienen a buscar los gendarmes: están acusados de
haber liberado la malicia en el barrio, la concupiscencia, la desconfianza.
Ambos se miran sin entender nada. No obstante, les muestran unos papeles en
blanco y les ponen esposas.
Le
han traído de las Indias dos pares de primorosas medias tejidas con hilos de
telas de araña. Son tan suaves como la piel de un niño. Las mira, las toca y
finalmente, por las dudas que estén contaminadas por los bárbaros de esas
tierras, Carlos III las tira al fuego.
Hoy
abriré el álbum familiar y veré si es cierto. No creo que las fotos digan más
que las palabras que alguna vez oí detrás de una puerta. ¿Cómo develar el
misterio de las genealogías? Mi abuela dice que su padre era hijo natural del
mulato Bernardino Rivadavia, en cuyo caso, yo sería chozno de él. ¿Por eso
tengo los labios guesos y el pelo ensortijado? Por un lado me hincho de
orgullo: desciendo de un presidente. Por el otro, me inquietan los orígenes. Y
el pelo ensortijado.
PÁGINA 22 –
POESÍA AMERICANA
MONICA
IVULICH.
(Nueva
York-Estados Unidos)
POR QUE ESCRIBO
Escribo porque los dedos me llevan a ello
Surge una idea, como zumbido de mosquito
y solo se aplaca entre las letras multiformes
Escribo porque las palabras son déspotas
quieren salir de mi mano y lo hacen como sea,
porque son terminaciones de mis neuronas
producto de millones de sinapsis ininterrumpidas
tiranas y plebeyas al mismo tiempo, las letras.
Además, me hacen revivir momentos, paisajes
evocar personas, inventar personajes, historias…
tocarte el corazón, provocarte una sonrisa…
Tan lindas las letras que me deleito con ellas,
creando palabras, o sueltas, abalorios tornasoles
en frases y poesías forman collares de armonía.
Con ellas, atravieso las galaxias de tus pupilas…
Con esos signos prodigiosos atenúo mis sentidos,
encumbro mis aptitudes y bendigo tu ternura.
Hermosos son los caracteres para crear mi destino
coincidir con tu destino y viajar al tiempo futuro.
Por todo esto y por razones interminables: escribo…
Sobre todo porque es mi forma de ser y de llegar
de llegar a mi libertad, a mi amor propio y al tuyo,
alcanzar verdades y delirios, concretar las musas,
de dar rienda suelta a mis pensamientos y quimeras.
Esos fonemas siempre me llegan como flores etéreas
haciendo de mi vida un admirable paraíso ilustrado
y, en ese vergel, me permiten ser un pequeño dios
creando todo el Universo que me rodea y te rodea
creando una historia propia que te incluye y nos une.
¿Cómo no amar la literatura? ¿cómo dejar de escribir?
Las letras son alas de mis emociones y fantasías
que, vistiéndose de poesía, me permiten volar.
Escribo porque los dedos me llevan a ello
Surge una idea, como zumbido de mosquito
y solo se aplaca entre las letras multiformes
Escribo porque las palabras son déspotas
quieren salir de mi mano y lo hacen como sea,
porque son terminaciones de mis neuronas
producto de millones de sinapsis ininterrumpidas
tiranas y plebeyas al mismo tiempo, las letras.
Además, me hacen revivir momentos, paisajes
evocar personas, inventar personajes, historias…
tocarte el corazón, provocarte una sonrisa…
Tan lindas las letras que me deleito con ellas,
creando palabras, o sueltas, abalorios tornasoles
en frases y poesías forman collares de armonía.
Con ellas, atravieso las galaxias de tus pupilas…
Con esos signos prodigiosos atenúo mis sentidos,
encumbro mis aptitudes y bendigo tu ternura.
Hermosos son los caracteres para crear mi destino
coincidir con tu destino y viajar al tiempo futuro.
Por todo esto y por razones interminables: escribo…
Sobre todo porque es mi forma de ser y de llegar
de llegar a mi libertad, a mi amor propio y al tuyo,
alcanzar verdades y delirios, concretar las musas,
de dar rienda suelta a mis pensamientos y quimeras.
Esos fonemas siempre me llegan como flores etéreas
haciendo de mi vida un admirable paraíso ilustrado
y, en ese vergel, me permiten ser un pequeño dios
creando todo el Universo que me rodea y te rodea
creando una historia propia que te incluye y nos une.
¿Cómo no amar la literatura? ¿cómo dejar de escribir?
Las letras son alas de mis emociones y fantasías
que, vistiéndose de poesía, me permiten volar.
JENNY
LONDOÑO.
(Quito-Ecuador)
CAMINO
SIN FIN
Este
camino que no termina nunca
ni
lleva a punto alguno soñado o conocido
cubierto
de letreros, de señales y símbolos
me
regresa incesante al punto originario
Un
ave sobrevuela mi espacio y me confunde
¿Es
un sueño inconcluso que persigue mis horas?
¿Quién
marca mi destino? ¿Quién retiene mis pasos?
¿Soy
yo la que decide mi viaje o soy un títere?
¿Hacia
dónde camina la multitud insomne?
¿Quién
elabora códigos de la vida y la muerte?
¿Qué
mano me maneja con hilos indelebles?
¿Qué
se esconde detrás del ruido intermitente?
Mi
mundo es inclemente, es camisa de fuerza
me
arrastro como todos, para salir del cieno
me
lavo, me acicalo, parece que estoy viva,
pero
siento que muero y me hundo en el caos.
Me
marcho, me diluyo involuntariamente,
estiro
las cadenas tratando de romperlas,
no
soporto las garras de los dueños del mundo
de
los tan exitosos jerarcas de lo humano.
Enfrento
a los mesías que viven de la renta
de
sus palabras pérfidas, que pretenden llevarnos
con
un cabestro al cuello y, un bozal que silencia,
a
postrarnos en tierra para adorar estatuas.
Rechazo
a los que llevan un letrero de odio
anunciando
la muerte, los castigos eternos,
y
a los que minimizan el poder de la mente
y
nos lanzan recetas y consejos que hieren.
El
mundo es inclemente, no nos da ni un respiro
mi
certeza es que muero cada instante del día,
y
sueño con ser diosa de un mundo primitivo,
donde
otro dios no pueda borrarnos la memoria.
ALEJANDRA ZARHI GARCÍA
(Santiago-Chile)
CORAZÓN
ATORMENTADO
Mientras
tú duermes.
yo
lloro, sufro.
Solo
finges quererme
es
costumbre de tenerme.
No
concibo tanta frialdad
de
parte de tu corazón.
No
puedo creer, que prefieras
estar
con otra, a estar a mi lado.
¿Hasta
cuando mataras
este
amor que te he profesado?
¿Cuál es la causa, de humillarme
y
prefieres estar mal acompañado?
Voy
a cerrar la compuerta
de
este corazón pintado de tormentos.
No
tienes piedad, y solo sabes
reírte
de todo lo que te dado.
No
merezco tus burlas,
no
te sigas riendo,
pues
solo recibirás, el peor
de
los castigos que nunca te han dado.
Si
me amaras de verdad,
vendrías
a mi lado.
MARIANELA
PUEBLA
(Valparaíso-Chile)
LA
IMPACIENCIA
La
impaciencia corre desenfrenada calle abajo,
no
puede detenerse, se ha quedado sin mando.
Le
falta el aire. Está sofocada,
no
escucha, su prisa la lleva a una calle fatal,
a
las mismas puertas del abismo.
Es
sólo un atado de espigas en la boca del viento
que
la empuja sin darle tregua.
Pero
la impaciencia no puede detenerse,
tomar
aire y pensar,
dar
un tiempo a la reflexión
que
es una buena consejera.
Por
eso, comete tantos errores,
pierde
amigos y momentos inolvidables.
Juzga
sin titubear,
toma
decisiones en instantes acalorados,
pierde
hasta la cabeza y vive en un constante
movimiento
de ebullición que la lleva
por caminos nebulosos,
espejismos
traicioneros,
brazos
que la encadenan.
La
impaciencia por alocada
está
en medio de conflictos,
y
cuando se detenga,
si
es qué algún día puede tranquilizarse,
sabrá
por fin, que es la causa de todo su mal,
que
la empuja la mayoría de las veces
en
decisiones desbocadas
hasta
el borde del indeseable precipicio.
GRACIELA
GUERRERO GARAY
(Las
Tunas-Cuba)
BURBUJAS
ROJAS
¿Será
cierto que el amor se muere,
allá
donde el tiempo se lo traga?
¿Puede
ser que el silencio que lo hiere,
ignore
todo y lo deshaga?
Tal
vez una gaviota enamorada
tenga
la piel picada con burbujas.
Grito
salvaje que sale de la nada,
puñales
secos, malditos por las brujas.
Extraño
el maremoto de pasión,
tejiendo
rojos agujeros sin pecado.
Aquel
beso, primero al corazón,
que
me hizo mujer de lado a lado.
¿Dónde
está el sol que calentaba,
las
voraces horas de locura?
Un
reloj agoniza en la aldaba,
cruel
espasmo sin voces que murmura.
Maldición
de los modos y traiciones.
Juego
impuro de cuerpos atraídos,
con
burbujas rojas, camaleones
por
la envidia del sexo poseídos.
Silencio
absurdo, inerte del olvido.
Metástasis
de óxidos calientes,
satánico
pudor enardecido
con
viejas escupidas entre dientes.
PÁGINA 23 –
CUENTO
FERNANDO
SORRENTINO
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
LA
LECCIÓN
Después
de terminar mis estudios secundarios, conseguí empleo como oficinista en una
compañía de seguros de Buenos Aires. Era un trabajo en extremo desagradable y
se desarrollaba en un ambiente de personas atroces, pero, como yo tenía apenas
dieciocho años, no me importaba demasiado.
El
edificio constaba de diez pisos, que eran recorridos por cuatro ascensores.
Tres de ellos estaban destinados al uso general del personal, de las jerarquías
que fueren. Pero el cuarto ascensor, alfombrado en rojo, con tres espejos y
decorado especialmente, era para empleo exclusivo del presidente de la
compañía, de los miembros del directorio y del gerente general. Esto
significaba que sólo ellos podían viajar en el ascensor rojo, pero no les
vedaba utilizar los otros tres.
Yo
nunca había visto al presidente de la compañía ni a los miembros del
directorio. Pero, cada tanto, veía —siempre desde lejos— al gerente general,
con quien, sin embargo, jamás había cambiado una palabra. Era un hombre de unos
cincuenta años, de aspecto «noble» y «señorial»; yo lo consideraba como una
mezcla de antiguo caballero argentino y de honestísimo juez de algún tribunal
supremo. El pelo entrecano, el bigote recto, la sobriedad de sus trajes y lo
afable de sus maneras habían hecho que yo —que, en realidad, aborrecía a todos
mis jefes inmediatos— sintiera, en cambio, cierto grado de simpatía hacia don
Fernando. Así lo llamaban: don más el nombre de pila y sin mencionar
el apellido, a medio camino entre la aparente familiaridad y la veneración
debida a un señor feudal.
Las
oficinas de don Fernando y de su séquito ocupaban todo el quinto piso del
edificio. Nuestra sección se hallaba en el tercero, pero a mí, como el empleado
de menor importancia, solían mandarme de un piso a otro con recados. En el
décimo piso sólo había empleados viejos y de mal humor, y mujeres feas y
enfurruñadas; allí funcionaba una especie de archivo donde, cinco minutos antes
de retirarme de la empresa, yo debía entregar indefectiblemente unos legajos
con los resúmenes de todas las tareas realizadas en el día.
Cierto
atardecer, y habiendo ya entregado esos papeles, yo esperaba el ascensor en el
décimo piso para retirarme. Por eso, ya no estaba en mangas de camisa: vestía
el traje completo, me había peinado, ajustado la corbata y mirado en el espejo;
tenía en la mano mi maletín de cuero.
De
pronto, apareció a mi lado el mismísimo don Fernando, también él en actitud de
esperar el ascensor.
Lo
saludé con sumo respeto:
—Buenas
tardes, don Fernando.
Don
Fernando fue más allá; me estrechó la mano y me dijo:
—Mucho
gusto en conocerlo, joven. Veo que ha terminado una fructífera jornada de labor
y ahora se retira, en busca del merecido descanso.
Aquella
actitud y estas frases —donde me pareció percibir cierto matiz irónico— me
pusieron nervioso. Sentí que me ruborizaba.
En
ese momento se detuvo uno de los ascensores «populares» y la puerta se abrió
automáticamente, mostrando su interior desierto. Yo, para impedir que la puerta
se cerrase, mantuve oprimido el botón, mientras le decía a don Fernando:
—Adelante,
señor. Después de usted.
—De
ninguna manera, joven —repuso don Fernando, con una sonrisa—. Entre usted
primero.
—No,
señor, por favor. No podría hacerlo: después de usted, por favor.
—Suba,
joven —había alguna impaciencia en su voz—. Por favor.
Este
«por favor» fue pronunciado con tal perentoriedad que debí tomarlo como una
orden. Ejecuté una pequeña reverencia y, en efecto, entré en el ascensor;
detrás de mí entró don Fernando.
Las
puertas se cerraron.
—¿Va
al quinto piso, don Fernando?
—A
la planta baja. Voy a retirarme de la empresa, igual que usted. Creo que
también yo tengo derecho al descanso, ¿no es cierto?
No
supe qué responder. La presencia, tan cercana, de aquel magnate me incomodaba
en extremo. Me dispuse a soportar con estoicismo el silencio que seguiría por
nueve pisos hasta la planta baja. No me atrevía a mirar a don Fernando, de
manera que clavé los ojos en mis zapatos.
—¿Usted
en qué sección trabaja, joven?
—En
Dirección de Producción, señor —ahora acababa de descubrir que don Fernando era
bastante más bajo que yo.
—Ajá
—pasó índice y pulgar por el mentón—, su gerente es el señor Biotti, si no me
equivoco.
—Sí,
señor. Es el señor Biotti
Yo
detestaba al señor Biotti, que me parecía una especie de imbécil presuntuoso,
pero no di esta información a don Fernando.
—Y,
a usted, el señor Biotti ¿nunca le dijo que debe respetar las jerarquías
internas de la empresa?
—¿Có-cómo,
señor?
—¿Cuál
es su nombre?
—Roberto
Kriskovich.
—Ah,
un apellido polaco.
—Polaco,
no, señor: es un apellido croata.
Ya
habíamos llegado a la planta baja. Don Fernando —que estaba junto a la puerta—
se hizo a un lado para dejarme bajar primero:
—Por
favor —ordenó.
—No,
señor, por favor —repuse, nerviosísimo—, después de usted.
Don
Fernando me clavó una mirada severa:
—Joven,
por favor, le ruego que baje.
Amedrentado,
obedecí.
—Nunca
es tarde para aprender, joven —dijo, saliendo el primero a la calle—. Voy a
invitarlo a tomar un café.
Y,
en efecto, entramos —don Fernando primero, yo después— en la cafetería de la
esquina y yo me encontré, mesa por medio, frente al gerente general.
—¿Cuánto
hace que usted trabaja en la empresa?
—Empecé
en diciembre del año pasado, señor.
—O
sea que ni siquiera hace un año que trabaja aquí.
—La
semana que viene se van a cumplir nueve meses, don Fernando.
—Pues
bien: yo hace veintisiete años que pertenezco a la empresa —y me clavó otra
mirada severa.
Como
supuse que esperaba algo de mí, meneé la cabeza tratando de mostrar cierta
admiración contenida.
Extrajo
de un bolsillo una pequeña calculadora:
—Veintisiete
años, multiplicados por doce meses, hacen un total de trescientos veinticuatro
meses. Trescientos veinticuatro meses divididos por nueve meses da treinta y
seis. Quiere decir que yo soy treinta y seis veces más antiguo que usted en la
empresa. Además, usted es un empleado raso y yo soy el gerente general. Por
último, usted tiene diecinueve o veinte años años, y yo tengo cincuenta y dos.
¿No es así?
—Sí,
sí, por supuesto.
—Además,
¿usted está siguiendo alguna carrera universitaria?
—Sí,
don Fernando: estoy estudiando Letras, con orientación en griego y latín.
Esbozó
un gesto como de sentirse agraviado por estas palabras. Dijo:
—De
todos modos, hay que ver si llega a terminar la carrera. En cambio, yo soy
doctor en Ciencias Económicas, graduado con notas altísimas.
Incliné
la cabeza y separé un poco las manos.
—Y,
siendo esto así, ¿no le parece que merezco una consideración especial?
—Sí,
señor, sin duda.
—Entonces,
¿cómo se atrevió a entrar en el ascensor antes que yo…? Y, no conforme con
semejante osadía, en la planta baja salió antes que yo.
—Bueno,
señor, no quise ser impertinente ni pecar de tozudo. Como usted insistió tanto…
—Que
yo insista o no insista es asunto mío. Pero usted debió darse cuenta de que
bajo ninguna circunstancia usted podía entrar en el ascensor antes que yo. Ni
tampoco salir antes que yo. Y, mucho menos, contradecirme: ¿por qué me dijo que
su apellido es croata si yo le dije que era polaco?
—Es
que es un apellido croata: mis padres nacieron en Split, Yugoslavia.
—No
me interesa dónde nacieron ni dónde dejaron de nacer sus padres. Si yo digo que
su apellido es polaco, usted no puede ni debe contradecirme.
—Disculpe,
señor. No lo haré nunca más.
—Muy
bien. ¿De modo que sus dos padres nacieron en Split, Yugoslavia?
—No,
señor, no nacieron allí.
—¿Y
dónde nacieron?
—En
Cracovia, Polonia.
—¡Pero
qué raro! —don Fernando abrió los brazos, en gesto de asombro—. ¿Cómo, siendo
polacos sus padres, usted tiene apellido croata?
—Es
que, debido a un conflicto familiar y judicial, mis cuatro abuelos emigraron de
Yugoslavia a Polonia; y en Polonia nacieron mis padres.
Una
enorme tristeza ensombreció el rostro de don Fernando:
—Yo
soy un hombre mayor, y creo que no merezco ser tomado en solfa. Dígame, joven,
¿cómo se le ocurre fraguar tan descarado embuste? ¿Cómo se le ocurre que yo
podría creer en esa fábula tan descabellada? ¿No me dijo antes que sus padres
habían nacido en Split?
—Sí,
señor, pero como usted me dijo que yo no debía contradecirlo, admití que mis
padres habían nacido en Cracovia.
—Entonces,
sea como fuere, usted me ha mentido.
—Sí,
señor, así es: le he mentido.
—Mentir
a un superior constituye una enorme falta de respeto y, además, como todo dato
falso, atenta contra la buena marcha de la compañía.
—Así
es, señor. Estoy de acuerdo con todo lo que usted dice.
—Me
parece muy bien, y hasta estoy por valorarlo un poco, al verlo tan dócil y
razonable. Pero quiero someterlo a una última prueba. Hemos tomado dos cafés:
¿quién pagará la cuenta?
—Para
mí será un placer hacerlo.
—Ha
vuelto a mentir. A usted, que tiene un sueldo muy bajo, no puede causarle
ningún placer pagarle el café al gerente general, que, en un mes, gana más que
usted en dos años. Entonces, le ruego que no me mienta y que me diga la verdad:
¿es cierto que le gusta pagarme el café?
—No,
don Fernando, la verdad es que no me gusta.
—Pero,
pese a que no le gusta, ¿está dispuesto a hacerlo?
—Sí,
don Fernando, estoy dispuesto a hacerlo.
—Entonces
¡pague de una vez y no me haga perder más tiempo, caramba!
Llamé
al mozo y pagué los dos cafés. Salimos —don Fernando primero, yo después— a la
calle. Nos hallábamos frente a la verja del subte.
—Muy
bien, joven. Debo dejarlo. Sinceramente, espero que haya interpretado la
lección y que ésta le sea muy útil para el futuro.
Me
estrechó la mano y descendió por la escalera de la estación Florida.
Ya
dije que ese empleo no me gustaba. Antes de que terminase el año, conseguí un
trabajo menos desagradable en otra empresa. En esos últimos dos meses en que me
desempeñé en la compañía de seguros, vi alguna vez a don Fernando, pero siempre
desde lejos, de manera que nunca volvió a impartirme otra lección.
PÁGINA 24 –
POESIA AMERICANA
yanarys VALDIVIA MELO
(Ciego de Ávila-Cuba)
Identidad
Soy hija de
Kali, hermana de Changó.
Nací
pulsando instrumentos de cuerdas,
sonidos
agudos que mi oído no alcanza a percibir,
pero el
ritmo está en mi sangre.
No soy hija
de Yemayá, hermana de Agni.
No nací
escuchando tambores,
toda la
percusión que se me ocurra.
No nací
aquí,
aunque el
ritmo esté en mi sangre.
ARABELLA
SALAVERRY
(San
José-Costa Rica)
NO
ME CONTENGO
No
me contengo
vivo
entre rasgaduras
lanzas
y corona de espinas
irredenta
violenta piel violento silencio
No
me contengo
pájaro
sin alas emplumado lagarto
herido
animal oquedad inconclusa
desecho
de desastre
violenta
piel
Así
me vivo
muriendo
desde la vida
cotidianas
muertes
y
en ajena presencia de la mía
MARGARITA
MUÑOZ
(Chihuahua-México)
MI
TERRITORIO
Ven
aquí
te necesito
En
esta tierra
tu
cuerpo es lo único habitable
Déjame
estar
bajo
tu sonrisa
enredada
en tu cintura
riendo
y sudando
Sin
hablar de amor…
GUSTAVO
PEÑALOSA CASTRO
(México D.F.-México)
(México D.F.-México)
2
que jamás el
destino, comprendiéndome mal,
me otorgue la
mitad de lo que anhelo
y me niegue el
regreso
Robert Frost
Un
par de ojos (familiares),
como
manos de cristal reflejan
involuntariamente
el
tacto sutil de las imágenes.
Germinan
hojas en el tronco hueco de otro tiempo
–Escuchamos
el diminuto retumbo de su fuga
(el
potrillo y ese aire que peina su carrera)
Nos
quedamos quietos por el recuerdo:
"fuera
de la verdad, todo parece frágil"
y
apuramos el último sorbo
de
la tarde con su olor a dísel.
Alguien
quiso brindar por los ausentes
los
que estuvieron ahí, sentados, tantas veces
antes
que nosotros fuera nuestra voz
en
la deshabitada intimidad de la última palabra.
MARILIA PIMENTA GONÇALVES
(Petrópolis-Brasil)
(Petrópolis-Brasil)
Há flores de lótus
nos longínquos olhos
profundos lagos
abertos para a luz
onde a vida reflecte
por instantes
pensar que nos traduz.
nos longínquos olhos
profundos lagos
abertos para a luz
onde a vida reflecte
por instantes
pensar que nos traduz.
Irmãos além da seiva
alem do sémen
mais longe que a distancia
é a fusão
da memória dos dias da infância
meu irmão.
alem do sémen
mais longe que a distancia
é a fusão
da memória dos dias da infância
meu irmão.
Dias passados escrevem-nos a história
que há-de contar-nos para além do fim
imagens que pertencem à memória
não só de ti nem de mim!
que há-de contar-nos para além do fim
imagens que pertencem à memória
não só de ti nem de mim!
Mas a todos aqueles que moldaram
uma estrela polar na nossa mão
em nossos peitos pra sempre
semearam
continuação!...
uma estrela polar na nossa mão
em nossos peitos pra sempre
semearam
continuação!...
Aqueles que partindo, em nós ficaram
meu irmão.
meu irmão.
Hay
flores de loto
en
los ojos distantes
profundos
lagos
abiertos
a la luz
donde
la vida nos refleja
por
instantes
piensa
que nos traduce..
Hermanos
más allá de la savia
más
allá del semen
más
allá de la distancia
donde
se han fusionado
los
días de la memoria de la infancia
mi
hermano.
Días
pasados escribimos la historia
que
han de contarnos más allá del final
imágenes
que pertenecen a la memoria
no
solamente tuya o mía!
Pero
a todos aquellos que moldearon
una
estrella polar en nuestras manos
en
nuestros pechos para siempre
generarán
continuidades.
Aquellos
que partiendo, estaban en nosotros,
mi
hermano.
PÁGINA 25 –
CUENTO
LILIANA COLANZI
(Cornell-Estados
Unidos)
ALFREDITO
Una vez, cuando era niña, vi matar a un chancho. Era verano. Las
moscas se lanzaban contra los cristales. Me gustaba masticar hielo, y en las
tardes subía al balcón con un vaso rasante de cubitos a observar al vecino, don
Casiano, serruchar muebles viejos en su patio. Pero no ese día. Apenas me apoyé
en la baranda un chillido me golpeó de frente. Don Casiano machacaba al bicho a
martillazos. El chancho aullaba –¿o gruñía? ¿o bramaba?– y corría por su vida,
la mitad de la cara destrozada, pero estaba atado por el cuello al carambolo y
la soga solo le permitía dar vueltas frenéticas y cada vez más cortas alrededor
del árbol. Don Casiano se paraba de vez en cuando para limpiarse el sudor con
la manga de la camisa y darle una nueva calada al pucho que le asomaba entre
los labios. Solo tenía que esperar a que el chancho pasara corriendo a su lado
para rematarlo con otro martillazo en el lomo o la cabeza, y entonces el
chancho tropezaba y caía sobre sus patas y volvía a levantarse gimiendo y
arañando el suelo. Según mi nana Elsa, que sabía de estas cosas, debió haber
sido en ese momento cuando se me metió el susto, la ñaña, la cosa mala, porque
desde entonces me convertí en una criatura nerviosa, llorona, impresionable.
Dicen que con el susto a veces también viene un don: la clarividencia, por
ejemplo, el ver sin haber visto. Pero todo eso estaba ahí desde antes. Lo que
es, vuelve, solía decir mi nana. Yo creo más bien que todo comenzó con la
muerte de Alfredito.
Mi nana Elsa era la nieta de una india ayorea. Mi abuela se
había encargado de sacar a Elsa del monte cuando era jovencita, pero años de
vida en la ciudad no habían podido sacar al monte de adentro de mi nana. Una de
las costumbres que había heredado de sus antepasados nómadas era el gusto por
masticar los piojos que extraía de mi cabeza cada vez que yo era víctima de una
nueva epidemia en el colegio. ¡Qué torazo!, gritaba muerta de delicia cada vez
que encontraba un macho alfa en mis cabellos, y sus dedos ágiles y fuertes apresaban
al intruso para colocarlo entre sus dientes, donde lo reventaba de un golpe de
mandíbula. Mi madre aborrecía estas prácticas.
Precisamente el día en que me enteré de la muerte de Alfredito,
mi nana Elsa me estaba limpiando la cabeza de piojos y yo me quejaba a los
gritos. Mamá apareció en la puerta de la cocina, precedida por el clic clac de
sus tacos.
¡Elsa me está lastimando!, chillé, deseando que mamá la retara,
pero ella no me hizo caso. Tenía la vista clavada en el piso, como si se
avergonzara de algo.
Alfredito se murió, dijo mamá, y solo entonces las manos gruesas
de Elsa aflojaron los mechones de mi cabello. Me reí, mareada, porque era la
primera vez que alguien me traía noticias de un muerto, y porque el nombre no
admitía equívocos.
¿Alfredito Parada Chávez?, pregunté, como si hubiera otro.
Alfredito era el más chiquito de la clase. El profesor de música
lo adoraba porque tocaba el piano de maravillas; en todas las otras materias
estaba a punto de aplazarse. La semana anterior, cuando la Vaca, la profesora
de lenguaje, pasó lista de asistencia con su voz rasposa (“Parada Chávez,
Alfredo”), Alfredito había contestado “Presente y parada, profesora”. Yo no
entendí el chiste, pero a Alfredito lo mandaron –¡una vez más!– a la Dirección
a hablar con el hermano Vicente. Alfredito debía conocer de memoria esa
oficina.
Le dio un ataque de asma anoche, dijo mamá. Dicen que estuvo
jugando hasta tarde en el patio, con semejante aguacero, y se fue a dormir
mojado. Nadie se dio cuenta en su casa. Tita lo encontró en la madrugada,
boqueando. Morado. Cuando lo llevaron a la clínica ya no respiraba. Se murió
esta mañana.
Me largué a llorar. Elsa me abrazó.
El velorio es a las siete, dijo mamá. Y dirigiéndose a Elsa: Que
se bañe y se cambie, yo voy a pasar a recogerla a las siete menos cuarto. Si
llama Cuculis, decile que me fui donde Michiko.
Cuculis era mi tía; Michiko, la peluquera japonesa. Elsa subió
conmigo al cuarto.
Ay, Señor, qué maldad tan grande la tuya, suspiró. Apenas un
niñito.
Yo ya me había olvidado de que estaba llorando, y mi imaginación
se esforzaba por capturar la enormidad de lo sucedido. ¿Dónde podría estar
Alfredito? ¿En el cielo o en el infierno, o acaso su espíritu vagaba por el
mundo? ¿Lo sabría ya el hermano Vicente? ¿Y la Vaca? Elsa encendió la ducha:
ráfagas de vapor huyeron flotando por encima de la cortina. Me quité la ropa y
la arrojé al piso. Apenas me encontré desnuda, un miedo repentino hizo que
corriera a cubrirme con la toalla. Ahora que había muerto, ¿era posible que
Alfredito pudiera escurrirse hasta mi cuarto y observarme? No hay secretos para
los fantasmas y no quería que Alfredito –que tenía la costumbre de espiar a las
chicas de intermedio en los vestidores del colegio– me viera chuta, por más que
fuera un fantasma bueno.
¿Qué juéee…?, dijo Elsa.
Nada, respondí, porque todo era de pronto muy difícil de
explicar, y tirando la toalla salté bajo el agua que caía.
En algún lugar, en ese mismo momento, el cuerpo de Alfredito
–demasiado pequeño incluso para sus diez años: un cadáver de alasitas–
comenzaba a descomponerse, a agusanarse. Hacía apenas un mes, durante la
excursión que hicimos los de quinto a Samaipata, Alfredito sacó de la mochila
una botella de licor de frutilla que había robado en el pueblo. La bebimos a
escondidas mientras el viento aullaba en los cerros. Cubierto con un
pasamontañas, el guardia de las ruinas nos mostró el lugar donde los incas
hacían sacrificios humanos. Las almas de las víctimas todavía sobrevolaban las
piedras. Algunas noches bajan hasta acá naves espaciales, dijo el guardia,
señalando el cielo azul metálico. La Vaca opinó que solo la gente ignorante y
vulgar creía en esas cosas. El licor nos había dejado a los chicos las bocas
manchadas de rojo, pero no sentíamos nada de lo prometido. Den vueltas, ordenó
Alfredito cuando bajamos hasta la planicie donde estaba el esqueleto de la
avioneta abandonada, y nos pusimos a girar en medio de los remolinos de viento.
Entonces el licor de frutilla disparó algo en mi cerebro, me hinchó el pecho y
la garganta, y el cielo se abrió de repente en una espiral gigante. Reía. Todos
reíamos. ¿Ven, cojudos?, decía Alfredito corriendo a lo loco en dirección
contraria al viento con los brazos abiertos. Claro que veíamos. Esa noche,
espoleada por el licor, Yeni trepó hasta mi cama y, aprovechando que la Vaca
roncaba con la boca abierta unos metros más allá, me dio un beso torpe y húmedo
en los labios, mi primer beso. Después explotamos en risas…
Y ahora tenía que acostumbrarme a la idea monstruosa del cadáver
de Alfredito listo para ocupar su lugar en el cementerio, donde comenzaría su
lento viaje hacia la podredumbre. Alfredito, me daba cuenta, había dejado de
ser el niño corriendo en el campo con los brazos abiertos; ya era otra cosa.
Sus padres, ¿tendrían miedo del cadáver de Alfredito? ¿Serían capaces de
tocarlo, de besarlo?
Elsa abrió la cortina un par de veces para asegurarse de que me
lavara bien la cabeza; en casa habían descubierto mi aversión hacia el champú y
decían que esa era una de las razones por las que la epidemia de piojos no se
me curaba nunca. Elsa lo había probado todo, desde peinarme con un peine de
hueso de dientes apretados hasta bañarme la cabeza con vinagre. Era igual: cada
día encontraba en mis cabellos nuevos huevitos translúcidos que reventaba entre
sus dientes.
Elsa, le pregunté mientras me trenzaba el pelo, ¿adónde se van
los muertos?
Los muertos nunca se van, me contestó con la boca llena de
grampos.
Iba a hacer más preguntas pero justo nos interrumpió mamá, que
llegaba olorosa a peluquería. Camino al velorio, mamá me advirtió que había
faltado a su cena de señoras por mi culpa. Pero esto es importante, dijo. Luego
me contó que Alfredito había nacido con un defecto en el corazón y que era un
milagro que hubiera llegado a los diez años. Sus padres sabían que podían
perderlo en cualquier momento y por eso lo habían consentido tanto.
¿Y Alfredito sabía que se iba a morir?, pregunté, desconfiada,
porque Alfredito era el bromista de la clase, el que nos había puesto los
apodos por los que ahora nos conocían, y de ninguna manera podía entender que
alguien fuera riendo hacia su propia muerte.
Él era un niño, dijo mamá, como si esa fuera una respuesta.
Llegamos al velorio. Costaba creer que el cadáver de Alfredito
fuera capaz de convocar a tanta gente. En el salón vi al hermano Vicente
rascándose la narizanga, irreconocible con la barba recién afeitada y sin los
tirantes que le sujetaban la panza, y a las madres de casi todos los de quinto.
En el centro de la sala, bajo un crucifijo que derramaba su luz de neón hacia
nosotros, estaba el ataúd de Alfredito disimulado entre los ramos de flores.
Era un cajón blanco y pequeño, hecho a su medida, casi un barquito. El
olor maduro de las flores lo anegaba todo y daba un poco de asco.
Mamá buscó las sillas del fondo del salón. Escuché a alguien
contar en susurros que la madre de Alfredito estaba todavía en el hospital,
recuperándose de la impresión. Unas filas más adelante vi a Yeni, sentada junto
a su madre, la costurera coja a la que le decíamos la Tullida. Yeni llevaba
cintas violetas en el cabello húmedo y un vestido de pechera cuadrada que
seguramente le había hecho la Tullida. Cuando me vio me hizo señas para que nos
encontráramos en la calle. Afuera descubrimos a Pupa y Felipe sentados en los
escalones de una fotocopiadora. La muerte de Alfredito nos daba un aire de
suspenso y algo parecido al entusiasmo, como si esperáramos la sorpresa en una
fiesta de cumpleaños. Había algo chocante y raro en estar reunidos un día de
semana a esa hora, vestidos como para una fiesta, rodeados de adultos y
crucifijos, y por causa de Alfredito.
Hace poco llegó la Vaca, dijo Felipe. Estaba con su marido.
¿La Vaca tiene marido?, gritamos nosotras al unísono.
Tiene, dijo Felipe. Es un petiso que no le llega ni a los
hombros.
Y en vez de decirle Magda le debe decir Muuuuugda, dijo Yeni, y
todos nos reímos.
Ese era un chiste de Alfredito. Nos gustaban los chistes.
¿Qué le dice un jaguar a otro jaguar cuando se encuentran en la
selva?, siguió Yeni. Jaguar you.
Felipe y yo nos reímos, pero Pupa parecía ausente. A Pupa la
habían encontrado encaramada en el confesionario con Alfredito, besándose. Los
habían suspendido por una semana, y a Pupa el incidente le había dejado una
fama que la hacía repulsiva y misteriosa por partes iguales. Tenía la voz ronca
y unos ojos castaños maravillosos. Sus padres se habían divorciado en una época
en la que nadie se divorciaba, y la gente decía que a la madre de Pupa le
gustaba la pichicata. A mí nadie me quería explicar lo que era la pichicata,
así que llegué por cuenta propia a la conclusión de que se trataba de un juego
de mesa, como la loba o el cacho, de esos que hacían que las mujeres regresaran
a la casa trasnochadas y con el aliento a whisky.
¿Lo entendiste?, le pregunté a Pupa.
¿Qué…?
El chiste, sonsa, reprochó Felipe.
Anoche se me apareció Alfredito, dijo Pupa de repente.
Qué hablás…, dijo Felipe.
Es verdad, insistió Pupa. Vino en sueños. Yo no sabía que se
había muerto. Tenía los ojos rojos y la cara hinchada. Daba miedo.
No se juega con esas cosas, Pupi, dijo Yeni, de pronto muy
seria.
Pero no es juego. Yo lo vi. Quería decirme algo. Estaba
sufriendo. “¿Qué tenés?”, le pregunté. “No me gusta acá, no se puede respirar”,
me dijo, y se agarró la garganta. “Decile a los otros que me esperen”.
Mentirosa, dijo Yeni, enojándose.
Estaba por añadir algo cuando vimos frenar en seco un Fiat negro
a la puerta de la funeraria. De su interior bajó una mujer alta, imponente,
arrasadora. La madre de Alfredito. Tenía la cara de alguien que se ha detenido
a contemplar por mucho tiempo una visión destructora, y en su dolor había algo
salvaje y vivo. Una señora gorda emergió de la otra puerta del auto e intentó
arrullarla, pero la madre de Alfredito la apartó de un empujón y corrió hacia
el interior de la funeraria. Escuchamos su grito desde la calle: de sus
pulmones salió el chillido de un halcón.
Entonces corrimos hacia el interior de la sala como persiguiendo
una tormenta. La madre de Alfredito había caído de rodillas frente al ataúd, en
medio de las flores nauseabundas. Un hombre calvo y triste que debía ser el
padre de Alfredito se inclinó sobre ella y, sujetándola por la espalda, la
obligó a levantarse y se la llevó casi a rastras.
Vamos a ver a Alfredito, me susurró Felipe, señalando la pequeña
procesión de gente que se había detenido a contemplar la escena y que ahora
esperaba su turno para desfilar frente al ataúd. Eran casi todos vejestorios
que se persignaban cuando les tocaba el turno de orarle al difuntito. Me puse
en la cola detrás de Pupa. Su cabello olía a champú BubbleGummers. ¿Podríamos
ver el cuerpo de Alfredito? Me acordé de la historia que mi nana Elsa me había
contado una vez, sobre un tío al que se lo llevó el diablo en cuerpo y alma. El
tío de Elsa había vendido su alma al diablo a cambio de una casa para su madre,
que era anciana. El diablo le dio poderes. El tío de mi nana podía despertar en
otras partes del mundo con solo desearlo. También sabía hacer trucos. ¿Querés
comer?, le decía a mi nana, y metía una piedra en una bolsa vacía de yute.
Cuando Elsa abría la bolsa, la encontraba rebosante de papas o camotes. ¿Querés
ver una víbora?, le decía, y arrojaba el cinturón al suelo, y apenas tocar la
superficie se convertía en una culebra que huía ondulando de la habitación. Un
día se murió de una enfermedad fulminante. Cuando los parientes alzaron el
ataúd para llevárselo, se dieron cuenta de que estaba liviano como una cáscara.
Entonces lo abrieron y se encontraron con que en el interior solo había unas
cuantas piedritas negras. A mí la historia me había causado pesadillas y
mamá había amenazado a Elsa con botarla de la casa si seguía inventando
disparates.
Ahora, en el velorio de Alfredito, haciendo fila para verlo, me
pregunté si su ataúd estaría vacío o si encontraríamos ahí al cadáver. Si yo me
muriera, pensé, no me gustaría nada que vinieran a espiarme. Presentí que a
Alfredito tampoco le gustaría lo que estábamos haciendo, pero también supe que
él entendería. Necesitábamos verlo. Cuando llegó nuestro turno, nos persignamos
frente al ataúd y fingimos rezar un padrenuestro. Pero lo que en realidad
queríamos era acercarnos lo más posible al cajón para comprobar si Alfredito
estaba muerto de verdad. La llama de un cirio temblequeaba en el piso de
cerámica. Los ramos de flores estiraban hacia nosotros sus brazos vegetales. El
ataúd tenía una ventanita en la parte superior, como si el muerto precisara
echarle un último vistazo al mundo que se le clausuraba, y esa ventanita estaba
abierta para que la gente pudiera asomarse a la cara del difunto. La luz de neón
del crucifijo refractaba sobre el cristal, pero entre los reflejos distinguí la
fina nariz de Alfredito. Sus fosas nasales estaban taponadas por dos gruesas
bolas de algodón. Me pareció ver que las aletas de su nariz se inflaban y
desinflaban, como si se esforzara por respirar a pesar de las dos gruesas bolas
de algodón que taponaban sus fosas nasales. Pupa me pegó un codazo y me miró
con esos enormes ojos suyos, desmesurados. Yeni y Felipe observaban el vidrio
con la boca abierta. El ataúd vibraba y se estremecía con la respiración
rítmica y profunda de Alfredito.
Alfredito, ¿dormís?, dijo Pupa.
En ese momento la cruz de neón centelleó sobre nosotros con la
intensidad de un diamante. El salón, la gente, el ataúd, las flores, nuestros
propios cuerpos asombrados: todo levitó en un solo haz de luz iridiscente. Era
como si la vida nos abandonara para luego relumbrar en una visión que nos dejó
rebosantes, inundados.
Un momento más tarde un par de ancianas impacientes, vestidas
con el hábito violeta del Señor de los Milagros, nos hacía a un lado llorando
sobre sus rosarios. Nos miramos unos a otros con la bruma de lo que habíamos
visto estallando en los ojos, y entonces supimos que Alfredito iba a volver.
PÁGINA 26 – ENSAYO
CLOTILDE
GIANELLO
(Santa
Fe-Argentina)
SAN
JUAN DE LA CRUZ
14 de diciembre
«Figura señera de la Orden
carmelita. Gran asceta, místico y poeta, insigne doctor de la Iglesia. Admirado
por creyentes y no creyentes. Juan Pablo II lo eligió para realizar su tesis
doctoral y lo declaró patrono de los poetas»
La
admirable existencia de Juan de Yepes, este excepcional carmelita, aclamado en
el mundo entero, considerado con toda propiedad «el más grande de los poetas de lengua castellana», es una heroica gesta de amor a
Dios desde el principio hasta el fin de la misma. La ascética tiene en él a uno
de los preclaros ejemplos de lo que significa la entrega genuina; es una de las
figuras más representativas de la mística que han pasado por esta sección de
ZENIT. Creyó a pies juntillas que todo aquel que ofrece su vida por Cristo la
salva, y no se arredró haciendo de su acontecer un admirable compendio de
renuncias y sacrificios amén de sufrir el desdén de algunos de los suyos. Dios
le alumbró siempre, y en particular, en el momento más álgido de su oscuridad.
Sus
padres, Gonzalo de Yepes y Catalina Álvarez, tejedores de profesión y
residentes en Fontiveros, Ávila, España, recibieron con gozo a este segundo de
los tres hijos que conformarían la familia, cuando nació en 1542. Su padre y su
hermano sucumbieron a causa del hambre. Una gran y trágica escuela para el
santo. Al enviudar Catalina, quedaron en una situación económica de gran
precariedad, y para tratar de contrarrestarla, primeramente se estableció con
sus hijos en Arévalo, Ávila, y después en Medina del Campo, Valladolid. Gracias
a la caridad ajena, Juan pudo formarse en el colegio de los Niños de la
Doctrina, a cambio de prestar su ayuda en la misa, entierros, oficios, y pedir
limosna. En 1551 la generosidad de otras caritativas personas le permitió
continuar estudios en el colegio de los jesuitas. Tenía que hacer un hueco para
trabajar en el hospital de las Bubas, donde se atendían a los afectados por
enfermedades venéreas, hasta que decidió convertirse en carmelita. De haber
continuado con los jesuitas posiblemente hubiera tenido otras opciones más
ventajosas para él y para su familia, pero tomó otra vía, la que estaba
destinada para él.
A
sus 21 años había sido un alumno ejemplar y tenía la base idónea para ingresar
en la universidad salmantina. Era profeso cuando comenzó sus estudios en ella
en 1564. Allí contó con excepcionales profesores de la talla de Francisco de
Vitoria, fray Luís de León y Melchor Cano, entre otros, y tres años más tarde
se convirtió en un consumado bachiller en Artes. El año 1564 fue significativo
en su vida. Aparte de haber sido prefecto de estudiantes, fue ordenado
sacerdote y conoció a santa Teresa de Jesús. Hacía años que practicaba severas
mortificaciones corporales iniciadas siendo alumno de los jesuitas, y al
ingresar en la Orden carmelita pidió permiso para continuar realizándolas.
Hombre de intensa oración, amaba tanto la soledad que, en un momento dado, no
descartó ser cartujo. Ya llevaba grabado en su espíritu la preciada convicción
que nos ha legado: «A la tarde te
examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu
condición».
La
santa de Ávila, que había oído hablar de su virtud, lo reclamó para que le
ayudase en la reforma carmelitana que pensaba llevar a cabo. Él, que había tomado
el nombre de Juan de Matías, lo reemplazó entonces por Juan de la Cruz. Muy
impresionada al conocerlo, Teresa no tuvo duda de que estaba ante un santo. Él
la acompañó y fueron parejos en la heroica entrega y ardor apostólico. Juan
dejó el reguero de su amor a Dios en Castilla y Andalucía, así como un futuro
espléndido en Salamanca, que hubiera acogido con gusto su sabiduría. Fundó en
Valladolid, Duruelo, Mancera y Pastrana, ostentando oficios de subprior y
maestro de novicios. Fue rector en Alcalá de Henares, vicario y confesor de las
carmelitas del monasterio abulense de la Encarnación, a petición de santa
Teresa, entre otras misiones relevantes.
Sus
propios hermanos se levantaron contra el celo apostólico del santo,
resistiéndose a una reforma que solo pretendía conquistar una mayor fidelidad
al carisma. En un entramado de secretas ambiciones y resentimientos, fue
apresado y recluido en un minúsculo e inhóspito lugar durante nueve meses,
manteniéndole en inenarrables y pésimas condiciones. Sufrió de forma indecible
física y espiritualmente. La soledad y la oscuridad en su espíritu, combatida
con férrea confianza en la divina Providencia, fueron el germen del
incomparable Cántico Espiritual.
Ebrio de amor divino trataba de condensar en su prodigioso verbo la pasión que
le consumía: «¿Adónde te
escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, habiéndome
herido; salí tras ti clamando, y eras ido»… Previendo una muerte inminente,
recibió el consuelo del cielo y, con él, la libertad, que obtuvo evadiéndose de
noche, a escondidas, de sus guardianes: sus hermanos.
Reforzado
en su experiencia mística y determinación a dar a conocer al único Dios Amor,
se trasladó a Beas de Segura, Jaén, donde siguió ayudando a las carmelitas.
Allí entabló fraterna amistad con la religiosa Ana de Jesús. Luego fundó un
colegio en Baeza, y prosiguió su incansable recorrido por Granada y Córdoba,
donde estableció otro convento en 1586. Todo se le quedaba corto para
entregárselo a Cristo. La sed de sufrimiento para asemejarse a Él ardía dentro
de sí: «Padecer, Señor, y ser
menospreciado por Vos». Vio realizado este anhelo.
Tras
nuevo convulso capítulo en su Orden, mientras se hallaba destinado en Segovia
lo despojaron de sus misiones y lo exiliaron a México. No llegó a marcharse.
Viajó a La Peñuela camino de Andalucía. Enfermó y lo trasladaron a Úbeda, donde
fue tratado con impávida frialdad por su prior, siendo mal atendido desde el
punto de vista médico. De modo que este gran místico, poeta genial de Dios,
murió a los 49 años la madrugada del 14 de diciembre de 1591. Clemente X lo
beatificó el 25 de enero de 1675. Benedicto XIII lo canonizó el 27 de diciembre
de 1726. Pío XI lo declaró doctor de la Iglesia en 1926, y Juan Pablo II
patrono de los poetas en 1993. Sigue retumbando el eco de su amor, junto al Cántico, en el resto de sus obras:
la Noche oscura, Llama de amor
viva y Subida del Monte
Carmelo,entre otras.
PÁGINA 27 –
CUENTO
SERGIO
BORAO LLOP
(Zaragoza-España)
UNA
CONVERSACIÓN
Kafka
pareció sorprenderse un poco al verme.
—Creí
que seguías vivo —dijo sin preámbulos. El tuteo le salió natural, como si ya
nos conociéramos de antes, como si, en cualquier otro lugar o tiempo, tal vez
posibles pero inequívocamente teñidos por un aura de irrealidad, hubiésemos
sido amigos.
—Anoche,
al acostarme, lo estaba —respondí sin mucha convicción—. Así lo creo, al menos.
Como sabes, no es tan fácil fijar con precisión los límites entre un estado y
otro.
Se
quedó pensativo unos instantes. Luego sonrió levemente antes de volver a
hablar:
—Probablemente
estás durmiendo y esto no es más que un sueño.
—Esa
me parece la explicación más lógica —concedí. Él sabía o sospechaba que no era
eso: sólo trataba de ser amable, permitiéndome a la vez tener algo más de
tiempo para adaptarme a mi nueva circunstancia. Pensé que ese gesto exigía de
mí una respuesta un poco más extensa—. Sin embargo, tampoco me atrevería a
asegurar que sea yo el que sueña. Como ambos sabemos, en este mundo gelatinoso
el cálculo de probabilidades no existe y nada es más cierto que su opuesto.
Acaso en realidad (si es que hay realidad) se trate de tu sueño y no del mío.
—Podría
ser... Aunque no recuerdo muy bien dónde leí, o escuché, que los muertos no
soñamos, luego si es sueño ha de ser por fuerza tuyo, salvo que haya un tercero
en todo esto y ambos no seamos más que meras formas que su delirio ha creado
por motivos que jamás nos serán revelados. Imágenes, sonidos, sombras que
danzan en la imaginación de un desconocido, sin esencia propia. Simples figurantes
en un teatro que nos es ajeno.
—Esa
descripción se asemeja bastante a lo que llamamos vida.
—Cierto.
Y no obstante...
Ambos
callamos durante unos segundos. Me miró sin sonreír, esperando mis palabras.
Como si todo estuviese ya escrito desde mucho tiempo antes. Dije:
—De
cualquier modo, sea sueño o no lo sea, y en el primer caso, sea uno u otro el
soñador, hay dos cosas que siempre quise decirte y éste me parece el mejor
momento para hacerlo. No sé si habrá otro. Quizá, después de todo, el que está
soñando sea un dios sin suerte, un dios anónimo que ve llegar su hora postrera
y que, como un último acto generoso, a modo de despedida, ha querido concederme
este instante y estas palabras.
—Habla
pues. Te escucho.
—Lo
primero que he de decir es que yo, que te he leído, sé cuál fue realmente el
motivo por el que ordenaste quemar tus textos. Mucho se ha escrito sobre ello,
pero creo que nadie hasta ahora ha mencionado lo esencial. Puesto que ambos
sabemos de qué estoy hablando y no hay aquí nadie más a quien pudiera interesar
éste, nuestro pequeño secreto, me parece innecesario dedicarle una palabra más
—hice una breve pausa, quizá algo teatral, para observar la reacción de mi
interlocutor. Kafka enrojeció levemente. Después se encogió de hombros y,
adoptando una pose un tanto patriarcal, dijo:
—No
hay escritor que no crea saberlo. Incluso la mayoría de los lectores
silenciosos. Cada uno tiene su opinión, todas igualmente respetables. Alguna de
ellas, sin duda, se acercará más o menos a la verdad, lo cual tampoco importa;
si lo miramos bien, verdad y mentira pueden ser sinónimas, sólo la perspectiva
del que contempla o escucha o lee cambia. Pero siento curiosidad: ¿Qué es lo
otro que deseas decirme?
—Lo
segundo es que, gracias a tus obras no quemadas, pude finalmente hacer caso al
impulso que desde niño me había estado empujando a escribir. No es probable que
alguna vez sepamos si esto fue algo positivo para mí o, por el contrario, una
más de las causas de mi desgracia, pero en uno u otro caso, así sucedió, y por ello,
ahora que tengo la oportunidad de hacerlo, te doy las gracias.
—Agradécele
a Max. Como ya sabes, yo había condenado a la hoguera hasta la última línea.
Pero no comprendo del todo bien el motivo de tu agradecimiento. Por un lado, me
parece que escribir no es algo que te haga demasiado feliz; por otro, tú mismo
acabas de decir que acaso el hecho de haberte decidido a emprender ese camino
pueda estar ligado a tu propia desdicha.
—Tienes
razón. Escribir no es algo que me cause una especial satisfacción. Si bien
tampoco puede decirse que me resulte detestable, en ocasiones llega a
molestarme un poco tener que hacerlo. Tú sabes a qué me refiero. Me alegra
poder hablar de todo esto contigo, porque a casi todo el mundo le resulta
extraña, incluso incoherente, la idea de que un escritor pueda no disfrutar con
lo que hace. Para la mayoría, esto debería ser una especie de juego o
distracción.
—Es
comprensible. Sin duda, ellos no han padecido las pesadillas, la obsesión por
transformar lo indefinible en términos concretos, el irrefrenable impulso de
completar aquello que, aunque no lo sepamos, es, en esencia, incompleto…
Durante
un larguísimo instante escuché. Ni el más leve sonido perturbaba nuestra
charla. Luego respondí:
—Y
sin embargo, aunque intuyamos que hay vacíos que no se pueden llenar, no queda
otra opción que seguir en el empeño.
—El
camino en sí será suficiente... Creo que tú mismo dijiste eso o algo parecido
alguna vez, en un poema.
—Es
posible. Ya no me acuerdo —hice un gesto vago con la mano abierta—. Palabras
escritas, reflejo de palabras leídas u oídas, reflejo al cabo. No tiene
importancia... Pero me alegra que lo hayas leído.
—En
realidad ya no recuerdo si lo leí yo mismo o alguien me habló de él. Como
puedes imaginar, aquí todo resulta un poco confuso. En especial, los nombres.
De hecho, no conozco el tuyo —hizo un leve gesto de impaciencia—. Pero no hace
falta que te molestes en pronunciarlo; lo olvidaría en pocos segundos. Importan
las obras, los nombres son tan sólo una más de las muchas máscaras que solemos
usar en nuestro deambular por el mundo. Aquí carecen de importancia.
—El
tuyo, no obstante, ha perdurado. Incluso ha dado para acuñar un término,
kafkiano, que mucha gente utiliza sin el menor reparo, y en muchos casos de
forma arbitraria, aun desconociendo por completo tu obra.
—Mero
accidente. Reflejo de la superficialidad que gobierna las cosas del mundo de
los vivos. Más acentuada en tu época que en la mía, según he podido escuchar
por ahí.
—Creo
que así es. El culto a la apariencia nos ha llevado a valorar la forma y
olvidarnos casi por completo de lo importante. Somos, en esencia, lo que
aparentamos ser. Lo demás es abstracción, algo que no goza de la simpatía
general.
Después
de un corto silencio, Kafka preguntó:
—¿Cuál
sería entonces la razón que te impulsa a escribir contra viento y arena, según
tu propio testimonio?
Uno
nunca está preparado para una pregunta como ésta, pero por alguna razón, no me
incomodó. La respuesta surgió de forma natural, sin siquiera pensar lo que
estaba diciendo.
—No
es fácil saberlo con certeza. Yo mismo me lo he preguntado muchas veces y no me
atrevo a afirmar que conozca la respuesta. Podría inventar algunas
explicaciones más o menos verosímiles, pero ninguna de ellas sería del todo
cierta; como mucho servirían, quizá, para mitigar la incomodidad de algunos
lectores y disimular vagamente la impenetrable verdad. Sólo puedo decir que,
mientras escribo, hay momentos en que estoy fuera del tiempo. Mientras eso
dura, presiento que soy inmortal, invulnerable. Aunque entonces se viniese todo
abajo, el verso que acabo de terminar es único y es mío, y yo suyo. Sólo por un
instante, algo trasciende, va más allá del mero devenir inconsistente de esta
parodia que habito o que me habita; por un instante, o una mera fracción del
mismo, hay un resplandor. El mundo, durante esa millonésima de segundo, parece
tener un sentido. Ahora mismo...
—¿Ahora?
¿Estás, pues, escribiendo en este momento?
—En
este sueño, si sueño es, escribo que tiene lugar esta conversación. Tal vez en
otro seas tú quien dialoga con el fantasma de un oscuro autor no nacido. Si hay
alguien más, tal vez sea ese alguien quien finalmente cuente que tú y yo, en un
tiempo inconcebible, brindamos en algún lóbrego bar de una ciudad que ninguno
de los dos conoció en vida.
—Sea
como dices, pero ahora ¡despierta!
Está amaneciendo.
PÁGINA 28 –
CUENTO
CLARICE
LISPECTOR
(Chechelnik-Ucrania)
PENSAMIENTO
“Ya escondí un amor por miedo de perderlo. Ya
perdí un amor por esconderlo. Ya me aseguré en las manos de alguien por miedo.
Ya he sentido tanto miedo, hasta el punto de no sentir mis manos. Ya expulsé a
personas que amaba de mi vida, ya me arrepentí por eso. Ya pasé noches llorando
hasta quedarme dormida. Ya me fui a dormir tan feliz, hasta el punto de no
poder cerrar los ojos. Ya creí en amores perfectos, ya descubrí que ellos no
existen. Ya amé a personas que me decepcionaron, ya decepcioné a personas que
me amaron.
Ya
pasé horas frente al espejo tratando de descubrir quién soy. Ya tuve tanta
certeza de mí, hasta el punto de querer desaparecer. Ya mentí y me arrepentí
después. Ya dije la verdad y también me arrepentí. Ya fingí no dar importancia
a las personas que amaba, para más tarde llorar en silencio en un rincón. Ya
sonreí llorando lágrimas de tristeza, ya lloré de tanto reír. Ya creí en
personas que no valían la pena, ya dejé de creer en las que realmente valían.
Ya tuve ataques de risa cuando no debía. Ya rompí platos, vasos y jarrones, de
rabia. Ya extrañé mucho a alguien, pero nunca se lo dije.
Ya
grité cuando debía callar, ya callé cuando debía gritar. Muchas veces dejé de
decir lo que pienso para agradar a unos, otras veces hablé lo que no pensaba
para molestar a otros. Ya fingí ser lo que no soy para agradar a unos, ya fingí
ser lo que no soy para desagradar a otros. Ya conté chistes y más chistes sin
gracia, sólo para ver a un amigo feliz. Ya inventé historias con finales
felices para dar esperanza a quien la necesitaba. Ya soñé de más, hasta el
punto de confundir la realidad. Ya tuve miedo de lo oscuro, hoy en lo oscuro me
encuentro, me agacho, me quedo ahí.
Ya
me caí muchas veces pensando que no me levantaría, ya me levanté muchas veces
pensando que no me caería más. Ya llamé a quien no quería sólo para no llamar a
quien realmente quería. Ya corrí detrás de un carro, por llevarse lejos a quien
amaba. Ya he llamado a mi madre en el medio de la noche, huyendo de una
pesadilla. Pero ella no apareció y fue una pesadilla peor todavía. Ya llamé a
personas cercanas de “amigos” y descubrí que no lo eran… a algunas personas
nunca necesité llamarlas de ninguna manera y siempre fueron y serán especiales
para mí…
No
me den fórmulas ciertas, porque no espero acertar siempre. No me muestren lo
que esperan de mí porque voy a seguir mi corazón! No me hagan ser lo que no
soy, no me inviten a ser igual, porque sinceramente soy diferente! No sé amar
por la mitad, no sé vivir de mentira, no sé volar con los pies en la tierra.
Soy siempre yo misma, pero con seguridad no seré la misma para siempre!
Me
gustan los venenos más lentos, las bebidas más amargas, las drogas más
potentes, las ideas más insanas, los pensamientos más complejos, los
sentimientos más fuertes. Tengo un apetito voraz y los delirios más locos.
Pueden hasta empujarme de un risco y yo voy a decir: “Qué más da? Me encanta
volar!”
PÁGINA 29 –
ENSAYO
CARLOS FAJARDO FAJARDO
(Santiago
de Cali-Colombia)
POESÍA
Y UNIVERSIDAD
¿Es
posible unir institución académica con libertad creadora? ¿Existe poesía en los
claustros universitarios? Vieja y difícil polémica. Sin embargo, bajo las
actuales condiciones de la universidad mercantil neoliberal, dicha polémica se
agudiza más, debido a que día a día es mayor la distancia entre los poetas y
artistas y los tecnócratas instrumentales universitarios, pues, si el mismo
ambiente de debate académico reflexivo y crítico se ha esfumado de las esferas
universitarias, ¿qué se dirá de las sensibilidades libertarias creativas de los
artistas, que nadan en contravía a las estructuras jerárquicas del statu quo?
“La
cultura libre nace al margen de la universidad, y hasta en contra” nos
dice el poeta Gabriel Zaid, y continúa: “Erasmo, Descartes y Spinoza
rechazaron dar cátedra universitaria. No querían ser profesores, sino
contertulios y autores. Frente al saber jerárquico, autorizado y certificado
que se imparte en las universidades, prefirieron la conversación y la
lectura”. Como se sabe las estructuras que construyen las actuales
universidades para el mercado han desterrado de las aulas, ahora sí casi de forma
definitiva, el pensamiento nómada, creador y libertario, imponiendo un esquema
positivista funcional y administrativo, con métodos cuantitativos que liquidan
los pocos espacios de pensamiento crítico y a todo andamiaje teórico-analítico
y creador. Gestión empresarial versus pulsión creativa.
Educar
para las destrezas, habilidades y competencias del mercado en la era de las
privatizaciones, tal es la consigna que se establece en la actual universidad
tecnócrata-gerencial, despojada de sensibilidad ética y estética y, peor aún,
de ideas.
Reducida
a ser una eficiente empresa, con estudiantes como clientes, con profesores como
insumos, y administrativos como autómatas burócratas, la universidad actual,
prestadora de servicios, se vuelve déspota contra las actividades
poético-creativas, ya que éstas no se proyectan como una inversión rentable.
Entonces, a los poetas y artistas se les margina, se le excluye e invisibiliza
a través del silencio y el ninguneo. Por su condición libertaria, la
poesía, peligro de peligros para las instituciones, nada a contra corriente de
las cajas registradoras de los mercaderes de la educación; fomenta la tertulia,
el amor al ágora, el diálogo, la crítica y el análisis, la lectura
creadora. Algo de ello, gracias a unos cuantos espíritus, todavía perdura como
especie exótica y en vía de extinción en los pasillos y cafeterías de nuestros
“campus universitarios”. He aquí entonces que la poiesis se comienza
a asumir como un acto contracultural para los empresarios y financistas de una
educación con nomenclatura ecónoma y de servicios.
“Algo
tienen las burocracias, nos vuelve a decir el poeta Zaid, que desanima la
creatividad. Las estructuras jerárquicas se llevan mal con la libertad
creadora. Tienden al centralismo y a la hegemonía”. De resultas tenemos que la
gran poesía y el gran arte muy raras veces han brotado del seno de las
universidades; más bien, han entrado posteriormente a ellas, formando parte,
como temática, de su plan de estudios.
De
manera que la universidad neoliberal no es un campo para el crecimiento
sensible de la creatividad poética y existencial. La proliferación de ambientes
instrumentales, de cuadrologías cuantitativas en todos los procesos
académicos-culturales; la gestación sin mayores resultados intelectuales de una
“investigacioncitis” seudocientífica y compulsiva, propuesta por
Colciencias y masificada debido a una paranoia en red de la llamada
Acreditación Institucional de Alta Calidad; el síndrome de lo administrativo en
contra de lo reflexivo, conducen al aplastamiento sistemático de todo
pensamiento inconforme y de controversia política y poética. Adaptación
deliciosa versus lucidez creativa.
Por
lo regular, algunos creadores y poetas, que están bajo las redes
institucionales de una universidad estéril, neoesclavizante y acrítica, asumen
a ésta como un espacio negativo donde la muerte del espíritu y del pensamiento
se hace evidente. Es tal vez, en su trabajo poético personal, o con sus
amigos cómplices, donde estos creadores se sienten en verdad
vivos. “Las influencias dominantes del siglo XX (Marx, Freud, Einstein,
Picasso, Stravinski, Chaplin, Le Corbusier) nacieron de la libertad creadora de
personas que trabajaban en su casa, en su consultorio, en su estudio, en su
taller. Influyeron por la importancia de su obra, no por el peso institucional
de su investidura. Tenían algo importante qué decir y lo dijeron por su cuenta,
firmando como personas, no como profesores, investigadores, clérigos o
funcionarios” (Gabriel Zaid).
Hoy
por hoy, bajo las condiciones de una universidad tercerizada y con una
educación constituida en factor de servicios, esclava de la empresa privada y
del sector financiero ¿será posible ver germinar, florecer, madurar la semilla
de la creación poética?
Sabemos
que algunos estudiantes y profesores, incluso algunos decanos, luchan con
tenacidad para que la poesía se geste y se conserve en las universidades. Su
voluntad feroz y su amor por el saber creativo demanda esfuerzos gigantescos y
actividades poéticas tales como recitales, talleres, conversatorios y
publicaciones. Ellos merecen nuestra más alta admiración. Son el desvío de la
norma, la posibilidad del sueño entre las ruinas que deja una constante
barbarie.
No
obstante, muchos docentes y estudiantes siguen seducidos por una pedagogía
instrumental, estandarizada, impuesta para enseñar no el “saber por el saber” y
el amor a la libertad creadora, sino el “saber hacer” pragmático, habilidoso,
competitivo y esquemático. En ciertos discursos pedagógicos,
legitimadores de este vacío académico, se escucha más bien un no a las
propuestas poéticas y un sí a los activos cambiarios de las
rentabilidades.
Destinado
al cuarto del olvido o al botadero como algo desechable, el pensamiento poético
se sostiene en la diferencia y en la resistencia, intentando re-existir como
utopía y posibilidad humanizadora que invita a descubrir lo cubierto,
vislumbrar lo invisible, expresar lo inexpresable; es decir, a traspasar el
espejo cual Alicia, hasta encontrarnos con la grata presencia de un milagro,
enriqueciendo nuestra mirada gracias a una pedagogía del asombro y de lo
imaginario que cuestiona a los nuevos dioses de los mercados y del consumo.
Ante
las situaciones que imponen las lógicas de una Universidad que se edifica a
través del llamado por algunos teóricos “capitalismo académico”, y frente
a una “Universidad emprendedora”, que concibe la educación como industria,
fábrica o businnes university, la poesía promueve la reflexión y el
disenso; tiene la facultad de establecernos en “otras lógicas” no tradicionales
ni legitimadoras. Es una invitación a la fractura y a la separación, al
distanciamiento y a la escisión. De allí su intenso diálogo con lo marginal, lo
rechazado y el peligro. De esta manera, se convierte en antípoda de los
conceptos de poder, burocracia, fama, éxito y lucro. Con intensidad y actitud
libertaria vive en los márgenes desde y contra el lenguaje, desde y contra la
realidad y la historia, desde y contra la cultura, desde y contra su
silencio. “La poesía, escribe el poeta Roberto Juarroz, no es
otra clase de luz eléctrica, ni receta para las farmacias y los hospitales de
la lógica, ni cuento entretenido para la tertulia del café social. Como
lenguaje último y revelador del hombre para el hombre, la poesía es oscuridad,
fragmento, abismal reflexión sobre su propia naturaleza (…) No es materia
enseñable, ni cultura al uso o de la moda, ni actividad de funcionarios o
comisarios”.
He
allí su destino demoledor e inventor de otras realidades. Poesía como
descubrimiento de lo que se abandona o se hospeda. Ante el ruido mediático de
los cínicos mercaderes, la verdadera poesía tiene grabada en su interior los
nombres de libertad y autenticidad. La poesía renueva, reactualiza el lenguaje
y a la idea de vida a través de la subversión de las costumbres y de los estatismos
convencionales; es en últimas, una sensibilidad a contracorriente que, en
palabras de Jean Paul Sartre, expande el campo de lo posible.
PÁGINA 30 –
POESÍA EUROPEA
RON
RIDDELL
(Wellington-Nueva
Zelanda)
EL SILENCIO
Para
los estudiantes normalistas de Ayotzinapa
El
silencio tiene una voz
tiene
un respiro
tiene
esperanza
el
silencio tiene suplicas
respuestas
y lágrimas secas
de
almas vacías
el
silencio tiene calles
llenas
de gente que va hombro a hombro
en
el espíritu invencible
el
silencio tiene las voces de la tierra
de
vivos y muertos
tiene
los frutos de la tierra
y
los cantos de la luna
tiene
la fuerza y energía
de
los ángeles respirando
de
seres bebiendo sangre:
el
agua en su silencio -
lagunas
de las lágrimas blancas
y
familias desgarradas -
el
silencio en la lluvia
del
sol en su tristeza
de
sus estrellas fugaces
en
las alturas desvistiendo la oscuridad
el
silencio en su hermandad
maestros,
campesinos y obreros
el
silencio tiene las manos blancas de los muertos
de
los desaparecidos que brillan en la oscuridad
la
oscuridad de las palabras
de
príncipes de plata
los
generales detrás de las cortinas de humo
el
silencio es el espejo de los rostros de la calle
y
de los rostros detrás de los rostros
los
fantasmas que danzan todavía
en
los fuegos de la noche
en
las fiestas de los muertos
el
silencio respeta los muertos que duermen
en
dignidad y libertad
los
que pudieron liberar sus cadenas
del
ruido de la locura:
tiene
la poesía de la inocencia y la juventud
tiene
las voces que vuelven a recordarnos
que
nada es imposible
ninguna
lucha es insoportable
en
los vínculos entre los vivos y los muertos
las
manos que pueden alejar y juntar
las
manos de los desaparecidos
los
desaparecidos de la luz y de la oscuridad.
El
silencio puede ver, escuchar y entregarnos la voz de lo humano
de
nuevo
de nuevo
otra
luz
otra esperanza.
Traducción de Saray Torres
SILVIA
FAVARETTO
(Venecia-Italia)
NOCTURNO
5
Rayas
de seda violeta.
Con olor a sándalo,
goteando como miel
cae la noche que danza
sobre los techos de las ciudades.
Con olor a sándalo,
goteando como miel
cae la noche que danza
sobre los techos de las ciudades.
La
inmortalidad
te ha tocado
con el verso, con la oscuridad,
con la ola;
pero la eternidad te queda grande.
te ha tocado
con el verso, con la oscuridad,
con la ola;
pero la eternidad te queda grande.
Los
ríos de palabras inútiles
que nos hemos dicho,
alcanzarán el mar del lamento
cuando nuestros barcos sin vela
varados queden contra los escollos
del pasado.
que nos hemos dicho,
alcanzarán el mar del lamento
cuando nuestros barcos sin vela
varados queden contra los escollos
del pasado.
Rayas
de seda violeta
con olor a sándalo
goteando como miel
cae la noche que danza
sobre tu cuerpo tendido, y cansado.
con olor a sándalo
goteando como miel
cae la noche que danza
sobre tu cuerpo tendido, y cansado.
PAUL DISNARD
(Belgrado-Serbia)
UN POEMA A
DOLORES SALEM, PALESTINA
“El tiempo habrá llegado
cuando en la
esfera de tu reloj
caiga el
último grano de arena”
Gorjan
Falkony.
Abandonaron
las cigüeñas Sarajevo. No encontraron refugio en Palestina.
¡Oh,
Capitán!, mi Capitán!
En
Vietnam eran plato exquisito para los perros de la Casa Blanca.
Aderezo
hermoso en el festín de los mercenarios de la primavera cuando en Libia
devoraron a Gadafi. Aplausos en Washington y Bruselas. En Berlín
recuerdan
la muerte de Hitler y la bandera de la Unión Soviética flameando en los
edificios más altos de la metrópoli del crimen
Comiendo
palomitas de maíz
para
los mariscales de campo
fue
un brillante espectáculo el sacrificio de Osama Bin Laden, el osado cazador de
hienas
¡Alah
es grande y misericordioso!
Plumas
ensangrentadas de halcones en los aires caen como hojas abatidas por el otoño a
tierra.
La
tristeza y la desolación se hacen cargo de los niños que se ocultan bajos los
escombros.
Donde
antes gritaban y cantaban de alegría tomados de la mano
dejan
ahora los zamuros en los atrios de los templos huellas infames de palomas
y mujeres salvajemente asesinadas.
En
Sarajevo empezó la sórdida contienda entre Abraham y Muhamed, pero los soldados
del alba estrella en la frente de sus cascos y carros de combate no apostaron
por ninguno,
otro
dios los guía y los protege.
Olvidaron
que en Granada, en Sefarda, el Edén era compartido con los sabios poetas
árabes, un hermoso poema se recitaba desde lo alto de los minaretes, los
campesinos, sin gorros ni sombreros, de rodillas bendecían a
Dios.
En
los jardines de rosas blancas y radiantes jazmines de sol y luna,
en
la fuente de los leones cubiertas por inmensos parasoles de colores,
bellas
princesas moras enseñaban a los caballeros de los dorados castillos de Aragón y
de Navarra melodías y rimas de canciones de amor que ellas componían entre
danzas y risas al son de sus laudes y guitarras.
Pero
el odio ha alimentado siempre a los monjes expulsados de Sodoma, van ocultos
con mercenarios y soldados a reclamar la presa para los buitres de las altas
estrellas blancas y banderas empapadas en sangre y pólvora.
Hay
un Profeta que llora en la cima de la montaña y un hombre santo lleno de
purulencias que se lamenta en los caminos. No mató David a Goliat, su avatar:
sombra y piedra de su honda, porque en verdad os digo ¡Quien a hierro hiere, a
hierro muere!
FLAVIA COSMA
(Rumania-Canadá)
traduccion de Luis Raúl Calvo
EL MAR TRASTORNADO
El mar, con sus anchas faldas
se ha extendido de arriba a abajo
en el perturbado cielo.
Su constante movimiento, le permite
a los últimos y tímidos rayos del sol
pasar por encima de sus pies.
El centro de la tierra se ha removido entre sus muslos,
un pulso desordenado late fuertemente en el vacío,
huérfano del corazón que lo levantó.
Las amplias puertas han quedado atrás
mudas, cerradas con llave.
¿Hasta dónde vamos a arrastrar detrás nuestro
esta dulce carga?
El único ser capaz de volver
a darle el equilibrio, yace sin vigor.
Una sombra de arcilla enferma y rota,
olvidada por el mundo.
|
(Jaen-Andalucía-España)
CUANDO
LA ARRUGA SEQUE MI VOZ
Cuando
la arruga seque mi voz,
seré un ramo de flores dormidas.
El espejo de los años en las riberas.
El dominio de la razón sobre el disco duro formateado
de la ausencia que provoca el desasosiego o el crisol de la conciencia.
Cuando seque la vida la comisura del labio,
caerá como las treguas de los ancianos,
los años pasarán factura de compra y venta,
y la muerte será la dama que puje en la subasta
al mejor deudor de la carrocería.
Cuando se seque mi voz,
violarán los caminos
las huellas de los carromatos,
los tractores quedarán
en los moteles.
Y en la nostalgia de los años venideros,
mi contorno resucitará entre los girasoles.
seré un ramo de flores dormidas.
El espejo de los años en las riberas.
El dominio de la razón sobre el disco duro formateado
de la ausencia que provoca el desasosiego o el crisol de la conciencia.
Cuando seque la vida la comisura del labio,
caerá como las treguas de los ancianos,
los años pasarán factura de compra y venta,
y la muerte será la dama que puje en la subasta
al mejor deudor de la carrocería.
Cuando se seque mi voz,
violarán los caminos
las huellas de los carromatos,
los tractores quedarán
en los moteles.
Y en la nostalgia de los años venideros,
mi contorno resucitará entre los girasoles.
PAGINA 31 –
ENSAYO
ANDRÉ MAUROIS
(Elbeuf-Francia)
EL ARTE DE ESCRIBIR.
¿Queréis aprender a
escribir bien? Tenéis mucha razón. No sirve de nada tener ideas justas si no se
sabe expresarlas. La palabra, ni incluso la elocuencia, son suficientes porque
las palabras vuelan. Un escrito queda. Los que lo reciben pueden releerlo,
meditarlo. Es para ellos como una imagen del autor. Un informe bien compuesto y
bien escrito es el origen además de una gran carrera.
Para escribir bien es
necesario tener una cultura. No es necesario estar al corriente de la
literatura más moderna. El conocimiento de los grandes clásicos vale más.
Suministra ejemplos, citas. Nos introduce en una asociación secreta y poderosa,
en esa masonería misteriosa de los hombres cultos, en la que se encuentra frecuentemente
tantos médicos e ingenieros como escritores. La cultura da sobre todo un
vocabulario.
No se escribe con
sentimientos; se escribe con palabras. Hay que conocer muchas y haber penetrado
en su sentido exacto. Si se emplean a diestro y siniestro el lector no las
comprenderá. La Academia Francesa pasa toda una sesión en definir tres o cuatro
palabras. Esto no es tiempo perdido. A falta de un lenguaje preciso, todo un
pueblo puede lanzarse en busca de objetivos vagos, que no valen la pena de ser
buscados.
Hay que consultar los
diccionarios y sobre todo el Littre, que da tan excelentes ejemplos. Cada vez
que se ignore el sentido de una palabra, hay que buscarlo. Hay que leer a los
grandes autores. Demuestran que con las palabras de todo el mundo saben construir
un estilo. ¿Qué autores? Moliere, el Cardenal Retz, Saint-Simón, Voltaire,
Diderot, Chateubriand, Hugo. Hay que encontrar el secreto de cada uno de ellos
y los recursos de su maestría.
No tratéis de tener
personalmente un estilo. Llegará solo si llegáis a formar a la vez un
vocabulario rico y grandes pensamientos. “Lo que se concibe bien se expresa
bien”. Hay que evitar las rebuscas pomposas o pedantes. Nada estropea más un
estilo que la vanidad. Hay que decir de una manera muy sencilla lo que se desea
decir. Valéry daba este ejemplo:
“De dos palabras es
necesario elegir la menor”. La menor, quiere decir, la menos ambiciosa, la
menos ruidosa, la más modesta.
Hay que preferir siempre
la palabra concreta, que designa objetos o seres, a la palabra abstracta. “Los
hombres” valen más que “la humanidad”. Un hombre vale más que los hombres. Las
palabras abstractas son útiles, pero es preciso llevar al lector rápidamente a
lo concreto. A falta de lo cual su pensamiento vuela por regiones nebulosas
donde todo parece verdad. Con palabras abstractas puede probarse todo, pero
nada puede realizarse. Hay que preferir también el sustantivo y el verbo al
adjetivo. Más tarde aprenderéis a manejar el adjetivo como lo hicieron
Chateaubriand y Proust, pero es difícil.
El filósofo Alain, que
fue un gran profesor, daba este consejo: “Reducir la puesta en marcha a lo
mínimo”. Esto quería decir: “No hay que preguntarse durante varios días: ¿voy a
comenzar, cómo debo comenzar? No. Hay que comenzar. Después de la primera frase
llegará la siguiente. Los pensamientos se desarrollarán. Si se espera a que se
anuden, no se avanzará nunca. Si se aguarda la inspiración se esperará en vano.
La inspiración nace del trabajo.
Stendhal decía que es
necesario escribir todas las mañanas, “genio o no genio”, y uno de la
antigüedad; “Nulla dies sine línea”. Ni un día sin una línea. Si no se impone
uno la obligación todos los días de sentarse ante la mesa, no para soñar sino
para trabajar; si se dedica uno a pensar: “Esta mañana haré los trabajos difíciles”,
entonces está uno perdido. Al día siguiente se encontrará una nueva excusa y la
vida pasará, en la pereza y el fracaso.
“Y sin embargo, -podéis
alegar- es necesario reflexionar antes de escribir”. Indudablemente. Es
necesario preguntarme muy simplemente: “¿De qué se trata?“, y formular para sí
mismo el problema de la manera más clara. Hay que tener en cuenta también que
la mayor parte de vuestros lectores no saben nada de la cuestión y que hay que
darles en algunas frases, los elementos esenciales. Es un plan cómodo, en casi
todos los casos, el decirse: “He aquí lo que voy a tratar de demostrar; he aquí
mi demostración; he aquí lo que yo he demostrado”.
¿Es necesario atreverse
a audacias de lenguaje y estilo? ¿Se puede de vez en cuando despertar la frase
con una palabra familiar? Sí, cuando se haya adquirido a la vez el gusto y la
autoridad necesarios: Los grandes escritores tienen sus ocurrencias y
vulgaridades deliberadas; los grandes embajadores escriben informes
humorísticos y brutalmente concretos. Hay que esperar, antes de imitarles,
tener su experiencia y su talento. Hasta entonces no hay que ser aburrido, sino
sencillo. No hay que llamar la atención más que por la precisión de las
fórmulas, por el ajuste perfecto de las frases y de las ideas, por la brevedad
compacta y plena.
Finalmente, hay que
evitar, hasta que se llegue a ser un maestro, las frases largas. Bossuet las
empleaba mucho, pero era Bossuet. En la época en que Caillauz era presidente
del Consejo, le dijo al jefe de su Secretaría, cuyo estilo le parecía ampuloso:
“Escúcheme. Una frase francesa se compone del sujeto, del verbo y del
complemento directo. Es todo. Y cuando usted tenga necesidad de un complemento
indirecto, haga el favor de consultarme”. Empleaba así una exageración expresa
y divertida. Pero en el fondo era justa.
PÁGINA 32 -COMENTARIO DE LIBRO
MARCELA CARRANZA
(Córdoba-Argentina)
Libro: SERES
MITOLÓGICOS ARGENTINOS
Autor: ADOLFO
COLOMBRES
Jasch'aklich
Ser mitológico nivaklé o chulupí. Es el Arco Iris. Fue originado por Vo't'itaj, la Tortuga, para que detuviera una larga lluvia que castigaba la tierra. Cuando ésta se fue secando pudo nacer Päsej, el primer hombre. Jasch'aklich viéndolo solo y desorientado, vagando por el monte en busca de alimento, hizo pie en un punto y se estiró por el cielo, como señalándole un camino. Päsej lo siguió y fue a dar así con Ta'ä.ö, la primera mujer, que acababa de alzarse del suelo.
Ser mitológico nivaklé o chulupí. Es el Arco Iris. Fue originado por Vo't'itaj, la Tortuga, para que detuviera una larga lluvia que castigaba la tierra. Cuando ésta se fue secando pudo nacer Päsej, el primer hombre. Jasch'aklich viéndolo solo y desorientado, vagando por el monte en busca de alimento, hizo pie en un punto y se estiró por el cielo, como señalándole un camino. Päsej lo siguió y fue a dar así con Ta'ä.ö, la primera mujer, que acababa de alzarse del suelo.
Seres mitológicos argentinos es la suma,
organizada a la manera de un diccionario, de casi quinientos seres de la
mitología de nuestro país. Cada ser es caracterizado en su aspecto y su
función, ubicándolo en su ámbito de pertenencia: la región geográfica, la
cultura aborigen o criollo-mestiza a la que pertenece.
Si bien los seres mitológicos de origen mestizo o criollo no son pocos,
el mayor número de seres proviene de las cosmovisiones aborígenes.
Dioses principales que dieron origen al mundo y a los astros, como
Ñanderuvusú, "el que vino
solo y se dejó ver en el corazón de las tinieblas", de la mitología
mbyá-guaraní. Los héroes civilizadores, que explican el origen de técnicas,
saberes y costumbres de la cultura, y aquellos que como El Coquena entre los
diaguitas-calchaquíes protege a los animales castigando al hombre que se excede
en su trato con la naturaleza. Personajes mágicos que provocan o curan
enfermedades, que pueden hacer el mal y el bien indistintamente.
Son 45 los mitos recogidos en este libro que pertenecen a una cultura y
un pueblo ya desaparecidos, los selk'nam de Tierra del Fuego. Otros persisten
sólo en la memoria de algún anciano. Si bien hallamos seres sobrenaturales
originarios de occidente (el Familiar, el Lobizón, el Basilisco, las Brujas),
éstos no tienen en nuestro país las mismas características que en sus culturas
originarias.
El mito, nos expresa el prólogo del libro de Colombres, es una forma de
conocimiento. El hombre, más que un animal racional, es un animal simbólico; "ciertos hechos son sustraídos
de la banalidad, convertidos en imágenes y fijados en el espacio de la
intensidad y la luz; (...) se podría decir que el mito, más que un fruto del
deseo y los sueños, es hijo del horror al vacío y al sentimiento de
intrascendencia y fugacidad que rodea todo lo humano."
Como el arte, el relato mítico apela a la máscara y la polisemia para
mostrar "flancos ocultos
de las cosas, que es donde suelen residir las claves de la realidad."
Relegados por el pensamiento racionalista al ámbito de la superstición
en un hacer de dominación de occidente sobre otras culturas, los mitos han
perdido desde este punto de vista su fuerza y su sentido. Podemos decir que en
la descripción que Colombres realiza de cada uno de estos seres, y en las
ilustraciones de Luis Scafati, que acompañan a algunos de ellos, el sentido del
mito se recupera en su valor cognoscitivo y artístico. Resulta curioso que
muchos de estos personajes, según se indica en el prólogo, nunca antes habían
sido dibujados, por lo que el ilustrador debió crear para ellos una imagen
visual a partir de su caracterización en la palabra (1). Los seres "creados" por Scafati surgen
de la mancha y el trazo en tinta negra, estremeciéndonos de terror y poesía.
El mito nos conmueve, nos conmueve su imagen, las palabras que lo
definen, y nos adentra en otros modos de asombrarnos frente a la realidad. A
través del mito podemos sentir e imaginar las formas mediante las cuales otros
hombres se propusieron hablar del mundo y de sí mismos.
PÁGINA
33 – CUENTO
LAURA
DEVETACH
(Reconquista-Santa
Fe-Argentina)
MONIGOTE
EN LA ARENA
La arena
estaba tibia y jugaba a cambiar de colores cuando la soplaba el viento. Laurita
apoyó la cara sobre un montoncito y le dijo:
—Por ser
tan linda y amarilla te voy a dejar un regalo —y con la punta del dedo dibujó
un monigote de seda y se fue.
Monigote
quedó solo, muy sorprendido. Oyó como cantaban el agua y el viento. Vio las
nubes acomodándose una al lado de la otra para formar cuadros pintados. Vio las
mariposas azules que cerraban las alas y se ponían a dormir sobre los caracoles.
—Hola
—dijo monigote, y su voz sonó como una castañuela de arena.
El agua lo
oyó y se puso a mirarlo encantada.
—Glubi
glubi, monigote en la arena es cosa que dura poco —dijo preocupada y dio dos
pasos hacia atrás para no mojarlo—. ¡Qué monigote más lindo, tenemos que
cuidarte!
—¿Qué? ¿Es
que puede pasarme algo malo? —preguntó Monigote tirándose de los botones como hacía
cuando se ponía nervioso.
—Glubi
glubi, monigote en la arena es cosa que dura poco —repitió el agua, y se fue a
a avisar a las nubes que había un nuevo amigo pero que se podía borrar.
—Flu flu
—cantaron las nubes—, monigote en la arena es cosa que dura poco. Vamos a
preguntar a las hojas voladoras cómo podemos cuidarlo.
Monigote
seguía tirándose los botones y estaba tan preocupado que ni siquiera probó los
caramelitos de flor de durazno que le ofrecieron las hormigas.
—Crucri
crucri —cantaron las hojas voladoras—. Monigote en la arena es cosa que dura
poco. ¿Qué podemos hacer para que no se borre?
El agua
tendió lejos su cama de burbujas para no mojarlo. Las nubes se fueron hasta la
esquina para no rozarlo. Las hojas no hicieron ronda. La lluvia no llovió. Las
hormigas hicieron otros caminos.
Monigote
se sintió solo solo solo.
—No puede
ser —decía con su vocecita de castañuela de arena—, todos me quieren pero
porque me quieren se van. Así no me gusta.
Hizo
"cla cla cla" para llamar a las hojas voladoras.
—No quiero
estar solo —les dijo—, no puedo vivir lejos de los demás, con tanto miedo. Soy
un monigote de arena. Juguemos, y si me borro, por lo menos me borraré jugando.
—Crucri
crucri —dijeron las hojas voladoras sin saber qué hacer.
Pero en
eso llegó el viento y armó un remolino.
—¿Un
monigote de arena? —silbó con alegría—. Monigote en la arena es cosa que dura
poco. Tenemos que hacerlo jugar.
"Cla
cla cla", hizo monigote porque el remolino era como una calesita.
Las hojas
voladoras se colgaron del viento para dar vueltas.
El agua se
acercó tocando su piano de burbujas.
Las nubes
bajaron un poquito, enhebradas en rayos de sol.
Monigote
jugó y jugó en medio de la ronda dorada, y rió hasta el cielo con su voz de
castañuela.
Y mientras
se borraba siguió riendo, hasta que toda la arena fue una risa que juega a
cambiar de colores cuando la sopla el viento.
BEATRIZ FERRO
(CABA-Argentina)
PÍMPATE
Un día Miguel tuvo que hacer algo muy importante. El dueño de la papelería le pidió, nada más ni nada menos, que llevara un rollo de papel a la casa de su cliente el dibujante.
–Mucha atención, a no estropearlo, tené cuidado –réquete recomendó el señor papelero.
Miguel contestó sisisisí y se fue con el rollo.
El día era tan lindo que las calles del barrio parecían caminitos de plaza.
Miguel caminó al compás de pim pam, pim pam, dando suaves golpecitos con el rollo en el suelo. Hasta que, pímpate, el rollo se convirtió en un bastón bailarín.
Pímpate pam, pímpate pam, Miguel y su bastón llegaron a la esquina.
En la avenida había un lío de coches que protestaban con bocinas de trueno y clarinete. Entonces pímpate, el bastón se transformó en una batuta de director de orquesta y Miguel dirigió el gran concierto de bocinazos.
Un día Miguel tuvo que hacer algo muy importante. El dueño de la papelería le pidió, nada más ni nada menos, que llevara un rollo de papel a la casa de su cliente el dibujante.
–Mucha atención, a no estropearlo, tené cuidado –réquete recomendó el señor papelero.
Miguel contestó sisisisí y se fue con el rollo.
El día era tan lindo que las calles del barrio parecían caminitos de plaza.
Miguel caminó al compás de pim pam, pim pam, dando suaves golpecitos con el rollo en el suelo. Hasta que, pímpate, el rollo se convirtió en un bastón bailarín.
Pímpate pam, pímpate pam, Miguel y su bastón llegaron a la esquina.
En la avenida había un lío de coches que protestaban con bocinas de trueno y clarinete. Entonces pímpate, el bastón se transformó en una batuta de director de orquesta y Miguel dirigió el gran concierto de bocinazos.
Cuando por fin cruzó la avenida, pímpate, la batuta se volvió remo.
Entonces el asfalto se volvió río y Miguel lo cruzó remando en canoa.
Desembarcó en la vereda de enfrente y caminó por el cordón pasito a paso con mu-chí-si-mo-cui-da-do, como un equilibrista que avanza por la cuerda floja. Y pímpate, el remo se convirtió en la varilla del equilibrista más grande del mundo.
En eso pasó un colectivo y pímpate, la varilla se transformó en un fusil y el colectivo en una antigua diligencia. Miguel le apuntó con cara de Miguelete, el terrible bandido del Oeste.
En la cuadra siguiente la vereda se llenó de chicos que salían de la escuela. Pímpate, el fusil se volvió bastón de pastor y todos los chicos fueron corderitos blancos. Entonces Miguelito el bueno los arreó por el campo.
Cuando llegó a la casa del dibujante, el rollo ya no era nuevo y blanco sino medio cachi-cachivache.
–¿Qué es esto? –rugió el dibujante–.
¿Este es un rollo de papel hermoso y limpio? ¡Habrás venido jugando!
Miguel quiso explicarle que es muy difícil caminar con un rollo que a cada rato, pímpate pámpate, te da tantas ganas de jugar.
Pero el dibujante no le dio tiempo porque lo agarró de un brazo, tomó el rollo de papel y fue derechito a la papelería, a quejarse, a protestar.
Con el rollo al hombro, caminó al compás de “¡Qué barbaridad! ¡Qué barbaridad!”. Entonces pímpate, el rollo volvió a convertirse en un fusil y el dibujante fue un soldado que marchaba un dos un dos.
El árbol de la vereda lo invitó a que le diera unos golpecitos en el tronco. Y claro, pímpate, el fusil se transformó en un hacha y el dibujante en el leñador más forzudo de todo el Canadá.
Más adelante saltaron un charquito. Pímpate. El hacha se volvió garrocha y el señor fue un campeón de salto muy aplaudido.
Faltaba poco para llegar a la papelería y Miguel caminaba al compás de “me van a retar, me van a retar, me van a retar”.
Cuando iban a cruzar la avenida, otra vez pómpate, el asfalto se convirtió en ancho mar, la garrocha en un catalejo y el dibujante en pirata Barbarroja.
–¡Atención mis hombres! –gritó mirando por el catalejo y señalando un camión– ¡Se acerca un ballenero a babor!
Entonces de repente se miraron con Miguel y tuvieron un ataque de risa.
Los dos pensaban lo mismo: “¿Viste qué difícil es caminar con un rollo de papel que, pímpate pámpete, te da tantas ganas de jugar?”.
Y llegaron a la papelería. Pero el dibujante, en vez de protestar, se compró otro papel.
El rollo se lo regaló a Miguel. ¿Para qué?
–Ya sé, esta noche se me vuelve telescopio y espío las lechuzas de la Luna.
Pímpate.
PÁGINA 34 – POESÍAS
JOSÉ MARTÍ
(Cuba)
Si ves un monte de espumas,
es mi verso lo que ves:
mi verso es un monte, y es
un abanico de plumas.
Mi verso es como un puñal
que por el puño echa flor:
mi verso es un surtidor
que da un agua de coral.
Mi verso es de un verde claro
y de un carmín encendido:
mi verso es un ciervo herido
que busca en el monte amparo.
Mi verso al valiente agrada:
mi verso, breve y sincero,
es del vigor del acero
con que se funde la espada.
es mi verso lo que ves:
mi verso es un monte, y es
un abanico de plumas.
Mi verso es como un puñal
que por el puño echa flor:
mi verso es un surtidor
que da un agua de coral.
Mi verso es de un verde claro
y de un carmín encendido:
mi verso es un ciervo herido
que busca en el monte amparo.
Mi verso al valiente agrada:
mi verso, breve y sincero,
es del vigor del acero
con que se funde la espada.
GABRIELA
MISTRAL
(Vicuña-Chile)
MURO,
Muro fácil y extraordinario,
muro sin peso y sin color:
un poco de aire en el aire.
Pasan los pájaros de un sesgo,
pasa el columpio de la luz,
pasa el filo de los inviernos
como el resuello del verano;
pasan las hojas en las ráfagas
y las sombras incorporadas.
Pero no pasan los alientos,
pero el brazo no va a los brazos
y el pecho al pecho nunca alcanza!
Muro fácil y extraordinario,
muro sin peso y sin color:
un poco de aire en el aire.
Pasan los pájaros de un sesgo,
pasa el columpio de la luz,
pasa el filo de los inviernos
como el resuello del verano;
pasan las hojas en las ráfagas
y las sombras incorporadas.
Pero no pasan los alientos,
pero el brazo no va a los brazos
y el pecho al pecho nunca alcanza!
ELICURA
CHIHUAILAF N.
(Kechurewe-Chile)
(Kechurewe-Chile)
EN
ESTE SUELO HABITAN LAS ESTRELLAS
En este suelo habitan las estrellas
En este cielo canta el agua
de la imaginación
Más allá de las nubes que surgen
de estas aguas y estos suelos
nos sueñan los antepasados
Su espíritu -dicen- es la luna llena
El silencio su corazón que late.
En este suelo habitan las estrellas
En este cielo canta el agua
de la imaginación
Más allá de las nubes que surgen
de estas aguas y estos suelos
nos sueñan los antepasados
Su espíritu -dicen- es la luna llena
El silencio su corazón que late.
RICARDO E. POSE
(Buenos Aires-Argentina)
CANCIÓN DEL NIÑO MARINERO
Cuando sea
marinero,
madre, por el mundo iré,
con mi blusa marinera
y mi barco de papel.
madre, por el mundo iré,
con mi blusa marinera
y mi barco de papel.
Pequeñas
velas de seda,
pequeñas velas pondré
sobre el casco tan pequeño
de mi barco de papel.
pequeñas velas pondré
sobre el casco tan pequeño
de mi barco de papel.
¡Sobre las
aguas del mar
cuánto que navegaré!
a la tierra donde nacen
las estrellas llegaré.
cuánto que navegaré!
a la tierra donde nacen
las estrellas llegaré.
Cien
estrellas y un lucero
en mi barco cargaré
¡Cien estrellas y un lucero
en mi barco de papel!
en mi barco cargaré
¡Cien estrellas y un lucero
en mi barco de papel!
Sobre las
aguas del mar
al puerto regresaré
¿Qué barco tendrá la carga
de mi barco de papel?
al puerto regresaré
¿Qué barco tendrá la carga
de mi barco de papel?
Me
gritarán: -¡Marinero!
¡Fuerte marinero! ¡Eh!
¿De donde traes esa carga
en tu barco de papel?
¡Fuerte marinero! ¡Eh!
¿De donde traes esa carga
en tu barco de papel?
-De la
tierra donde nacen
las estrellas. Allí fue.
¡Pero tiene que ir un niño
en un barco de papel!
las estrellas. Allí fue.
¡Pero tiene que ir un niño
en un barco de papel!
GLORIA
FUERTES
(España)
CÓMO
SE DIBUJA A UN NIÑO
Para
dibujar un niño hay que hacerlo con cariño.
Pintarle
mucho flequillo,
que
esté comiendo un barquillo;
muchas
pecas en la cara que se note que es un pillo;
Continuemos
el dibujo: redonda cara de queso.
Como
es un niño de moda, bebe jarabe con soda.
Lleva
pantalón vaquero con un hermoso agujero;
camiseta
americana y una gorrita de pana.
Las
botas de futbolista, porque chutando es artista.
Se
ríe continuamente, porque es muy inteligente.
Debajo
del brazo un cuento por eso está tan contento.
Para
dibujar un niño hay que hacerlo con cariño.
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