Imágenes:
ISMAIL SHAMMOUT (Palestina, 1930 /Alemania, 2006)
PÁGINA 1 – REFLEXIONES
EDUARDO GALEANO
(Montevideo-Uruguay)
LAS GUERRAS DE LA GUERRA
1.
Uno
se asoma a las estadísticas internacionales y se pregunta: Pero ¿en qué mundo
vivimos? ¿Un manicomio gigante? ¿Un matadero? ¿Quién ha escrito esta obra que
estamos obligados a representar? ¿Qué loco o eufórico verdugo? ¿Mentía la
historia cuando prometía paz y progreso?Diez mil personas mueren de hambre cada
día, pero cada día gasta el mundo más de mil millones de dólares en ejércitos y
armamentos. El cotejo de las cifras militares con los datos de analfabetismo,
enfermedad y atraso produce estremecimientos de espanto si se piensa que con el
coste de un tanque se podrían equipar quinientas aulas escolares; que un caza a
reacción equivale a 40.000 farmacias, y que con lo que cuesta un destructor se
podría proporcionar electricidad a nueve millones de personas. Aunque las armas
durmieran y no fueran disparadas jamás, de todos modos estarían devorando los
recursos de la economía mundial. Y por cierto que sí se disparan. No contra el
hambre: contra los hambrientos.
PÁGINA 2 – NUESTRA
POESÍA
GRACIELA MITRE
(Rosario-Santa Fe-Argentina)
CONSIGNAS
Mamá trenzaba su pelo el día en que yo nací.
De esa manera me recibió.
Con los años trenzaría el mío también.
Encadenaba ramales castaños formando una trenza
gruesa y prometedora.
Le gustaba que cayera hacia uno de mis hombros.
La abuela en cambio repartía mi pelo hasta lograr
dos trencitas atadas con una cinta arriba de la cabeza, las que yo desarmaba
después
“Si querés tenerlo largo debemos atarlo”, decían.
El pelo largo se parecía a una boca pintada de rojo
o a los zapatos tacos aguja.
A una falda ajustada tal vez o al escote exuberante
de la tía que era italiana.
Se crece y hay que cortar.
A mi me lo cortaron también.
Me quedó la nuca vacía, los hombros desprotegidos,
la espalda muerta de frío.
La trenza fue mutilada.
Envuelta en un papel blanco y liviano.
Quedó guardada en un cajón del ropero.
La olía para no olvidar el aroma de mi pelo de niña.
La pasaba por mi cara, la apretaba.
En alguna ocasión la até a mi melena corta y jugué.
Quizás estaba asustada y quería volver.
Por largo tiempo la trenza estuvo allí.
Una mañana la mujer de tez morena tocó la puerta de
casa y con un tono de voz poco frecuente preguntó si teníamos pelo natural para vender.
Y mi madre le dijo que sí.
Tomó mi pelo de la infancia, el pelo del corte, el
que uno tiene cuando se acuesta y sueña y lo dio.
Mi trenza fue a parar a un bolso negro de plástico a
cambio de unas monedas.
Todo objeto parecía ser canjeable.
Se lo podía vender, regalar, tirar o bien quemarlo
por si traía mala suerte.
Y uno se quedaba callado, con la añoranza adentro,
dejando ir, porque las cosas se hacían de esa manera. Anticipados para no
sufrir después, cuando tomáramos conciencia.
STELLA MARIS TABORO
(San
Jorge-Santa Fe-Argentina)
LOS
POBRES
Los
pobres miran la nada
porque
el todo no les pertenece,
andan
por la vida sin que se los vea.
El
mundo no reluce con los pobres
hay
que esconderlos muy bien,
no
les corresponden los derechos
que
para todos se han redactado.
Miran
como la ausencia
y
no se lamentan de su suerte .
Son
los pobres, son los más,
porque
abundan como números.
Los
pobres son pradera
que
nadie quiere valorar,
pueden
hacer sombras
con
su inteligencia
a
los ricos que los tapan.
Los
pobres caminan desahuciados
como
minúscula partícula
sin
saber a dónde van.
Si
miran el cielo, no entienden
de
las aves la libertad,
si
miran el suelo, no saben
que
otros son sus dueños,
propietarios,
tan mortales como ellos.
Son
los pobres, tambores sin sonido,
quena
sin viento, callando su ser.
HÉCTOR BERENGUER
(Rosario-Santa
Fe-Argentina)
IN
THE ROAD
No
te mueras hijo mio
la calle está muy fría.
Acá nunca seremos nada para nadie.
Este mundo es una casa llena de fantasmas
y ni dios se conoce a sí mismo.
la calle está muy fría.
Acá nunca seremos nada para nadie.
Este mundo es una casa llena de fantasmas
y ni dios se conoce a sí mismo.
Llamo
del lado del dolor
y responde una voz metálica de oriente
o la trompeta del último juicio:
"presione dos en caso de urgencia,
tres, cinco o muera,sin ser atendido"
Y esa música de Scott Joplin destrozando mi cabeza
y pulse nuevamente tres
para confirmar su identidad.
Todo esto en esta calle infinita, Vía Dolorosa de los desesperados
igual a otras infinitas calles de este mundo,
con gente acechando para ver el color de la sangre
que es igual a la de todos.
y responde una voz metálica de oriente
o la trompeta del último juicio:
"presione dos en caso de urgencia,
tres, cinco o muera,sin ser atendido"
Y esa música de Scott Joplin destrozando mi cabeza
y pulse nuevamente tres
para confirmar su identidad.
Todo esto en esta calle infinita, Vía Dolorosa de los desesperados
igual a otras infinitas calles de este mundo,
con gente acechando para ver el color de la sangre
que es igual a la de todos.
Así
se ve volar la vida en "American Beauty"
así nos cruzamos por miles cada día,
así es la hora de las anónimas matanzas.
Grito como loco: ¡ No te mueras hijo !
que ya pasó la mitad del bombardeo
y vendrán las sirenas de nácar con barbas
de algodón, de reyes magos.
No quieras morir en esta calle
cierta e inapelable.
Te llamo hijo o camarada
el nombre secreto conque llamaba Whitman a un soldado moribundo.
Como si este lugar de nadie fuera una página perdida de "Drum Taps"
Sin ningún heroísmo.
así nos cruzamos por miles cada día,
así es la hora de las anónimas matanzas.
Grito como loco: ¡ No te mueras hijo !
que ya pasó la mitad del bombardeo
y vendrán las sirenas de nácar con barbas
de algodón, de reyes magos.
No quieras morir en esta calle
cierta e inapelable.
Te llamo hijo o camarada
el nombre secreto conque llamaba Whitman a un soldado moribundo.
Como si este lugar de nadie fuera una página perdida de "Drum Taps"
Sin ningún heroísmo.
La
humanidad siempre ha sido lucha eterna
te tumban,te cuentas hasta diez y nadie te levanta.
Estás muriendo a la vista de todos
ya no hay droga que te salve.
Cuando pasen las horas del derrumbe
y las horas siempre pasan y queda el hueco del derrumbe.
Pueden ser mil años o unos minutos,
yo te amé tanto camarada,
amé tu martirio.
Soy tu testigo ante la vida,
ante la muerte.
te tumban,te cuentas hasta diez y nadie te levanta.
Estás muriendo a la vista de todos
ya no hay droga que te salve.
Cuando pasen las horas del derrumbe
y las horas siempre pasan y queda el hueco del derrumbe.
Pueden ser mil años o unos minutos,
yo te amé tanto camarada,
amé tu martirio.
Soy tu testigo ante la vida,
ante la muerte.
PÁGINA 3 – CUENTO
SERGIO FABIAN SALINAS
SIXTOS
(México
DF-México)
EL
HAIKU
Una
tarde, nos reunimos Ulises Luna, Pepe Daconte y yo en el Café Ik de la calle
Independencia. El aroma a café tostado y el chocar de tazas de las mesas
vecinas, incitaron a Daconte a contar una de sus historias de detectives —tenía
dos años retirado y aún no lo abandonaba la nostalgia—, sin dejar de garabatear
en su libreta caricaturas de las personas que ocupaban las mesas vecinas dijo:
—Voy a contarles algo que sucedió hace años, llega la idea, ya que no puedo
quitar la vista de la portada del libro que lee la joven a la que estoy
retratando. Miré el dibujo, no era malo, pero a veces Daconte exageraba con sus
pretensiones artísticas. El libro de la joven era una antología de haikus
clásicos japoneses: Issa, Buson, Shiki y otros. —En 26 de septiembre de hace
cuatro años —comenzó Daconte—, recibí una llamada urgente de mi jefe, habían
asesinado en su departamento a la prestigiosa poetisa Xóchitl Guadarrama, tal
vez recuerden el caso, la prensa amarillista hizo un escándalo del homicidio.
—Lo recuerdo, se descubrió que fue un crimen pasional más no tenía idea de que
estuviste involucrado en el caso —dijo Ulises Luna. —Las consecuencias del
crimen me tienen sin cuidado —dijo Daconte haciendo una mueca de desdén—, lo
interesante, es que se cumple aquel viejo refrán: "genio y figura hasta la
sepultura". Aquella mujer: escribió libros de poemas, acaparó premios
literarios y vivió la poesía hasta el final de su vida. No soy una autoridad en
el tema ni mucho menos, pero sé distinguir entre el trabajo de un aficionado y
un profesional en casi todos los campos útiles para mi profesión. —Daconte
haciendo gala de su terrible modestia, hizo una pausa teatral mientras cerraba
su libreta de apuntes y apuraba su café con leche, pidió uno más a la camarera
y prosiguió: —Me dirigí al conjunto urbano Nonoalco Tlatelolco, al departamento
576 del edificio Cuauhtémoc. Los policías de a pie con los que me encontré
estaban desconcertados por la evidencia encontrada o mejor dicho por la falta
de evidencia; la poetisa había sido apuñalada y no había rastro de lucha en el
departamento, ni arma homicida. La única pista palpable era un pequeño poema
escrito, con la propia sangre de la víctima, a un lado del cadáver. Todo hacía
suponer que la poetisa había escrito esos versos, quizá como testamento
literario. Algunos de mis compañeros lo pensaron así. Soy escéptico en todos
los campos por naturaleza y rechacé la idea desde un principio, aunque la letra
era errática y temblorosa había algo que no cuadraba. En la biblioteca de la
poetisa, como es de suponer, estaban sus obras completas; revisé cada uno de
los libros y leí los poemas; eran cantos al amor, la esperanza y a la vida. No
estaba presente la métrica que desde pequeño me enseñaron en la escuela, todo
el trabajo de la poetisa era prosa poética. —¿Había una diferencia con lo
escrito en el piso? —pregunté tratando de recordar alguno de los poemas que
sabía de memoria. —Sí, era un haiku, ya saben: pequeños poemas compuestos de
tres versos que describen la naturaleza —contestó Daconte señalando el libro de
la joven. —Es extraño que una poetisa que escribió prosa poética toda su vida
decidiera escribir un haiku en sus últimas horas —dijo Ulises Luna mirando el
libro de la joven. —Lo mismo pensé, leí con atención el haiku y dirigí a los
policías de a pie a detener al asesino —dijo Daconte con satisfacción. —Espera,
espera. ¿Quieres decir que estaba escrito en el haiku la identidad del asesino?
—pregunté incrédulo. —Claro que no, la vida no es tan simple amigo mío; quiero
decir que el asesino quería que lo descubriera y dejó todo a mi disposición
—contestó Daconte con una sonrisa burlona. Miré ofendido a Daconte, mientras
éste ordenaba su tercer café con leche. Daconte prosiguió sin darse por
aludido: —El haiku era de lo más vulgar y decía: Observa el cuerpo fue próxima
la muerte sigue los versos. —No entiendo —tuve que admitir. —Está claro —apuntó
Daconte sonriendo. —Tampoco entiendo —secundó Ulises Luna frunciendo el ceño.
—El haiku amigos, es un poema breve, una reflexión poética de la naturaleza o
la vida cotidiana y sólo lo estructuran tres versos; para llamarse haiku, se
necesita que el primer verso sea de cinco sílabas, el segundo de siete y el
tercero verso de cinco sílabas. 575; el número del departamento del homicida,
era el vecino, el amante despechado. Encontramos el arma homicida y al
sospechoso que aún no se deshacía de la evidencia. —Daconte terminó su tercer
café con leche y ordenó la cuenta.
PÁGINA 4 – NUESTRA
POESÍA
PATRICIA SEVERÍN
(Reconquista-Santa
Fe-Argentina)
ROCK
Charly
se arrojó desde lo alto a la piscina
y
esta bruma no disipa
quizá
algo de locura venga bien
algo
no
esta barbarie
que
serpentea por el piso
reguero
de pólvora
se
incrusta en las paredes
dejando
boquetes más grandes que una colt
(Nadie
se da cuenta
cómo
tiemblo
sordomuda
encerrada en el altillo
el
cuerpo no responde
traqueteo
/ carromato
que
devora hasta la lengua)
¿Vamos
a cruzar el charco en barquito de papel?
Siempre
nos pasa lo mismo
No
veo el cielo en llamaradas
sólo
ceniza que se arrastra
babosa
rociada con sal
Hay
un éxodo dispuesto a dispararse
dame
un rock
un
rock cargado
Charly
para no escuchar
ROSINA LOZECO
(Santa
Fe-Argentina)
ALTOTRIP.
Las noches se pusieron
finitas
como la luna en cuarto creciente,
terminan rápido / o las hacemos terminar
antes de lo que los amigos pretenden,
el amor también late ahí,
en la fisura, en la panza llena
en el plan de ochenta años.
Más allá de eso,
los problemas se siguen gestando
a la hora en la que todos
duermen / o hacen que duermen / mientras esperan
con el cuchillo atrás de la puerta,
hasta que la madrugada se arma,
el despertador suena
como cuando voy al trabajo,
pero diferente, porque no voy al trabajo,
contra mi voluntad encaro el viaje
que me deja en una cama
que me pertenece pero que no abriga
como esa en la que dormí hasta recién
entonces me abrazo sola / para consolarme
y una vez más escucharme decir:
todo lo que somos / es consecuencia de lo que hacemos,
en algún momento anduve / meando afuera del tarro,
ahora no,
ahora que encontré lo que buscaba,
todo va a estar bien.
como la luna en cuarto creciente,
terminan rápido / o las hacemos terminar
antes de lo que los amigos pretenden,
el amor también late ahí,
en la fisura, en la panza llena
en el plan de ochenta años.
Más allá de eso,
los problemas se siguen gestando
a la hora en la que todos
duermen / o hacen que duermen / mientras esperan
con el cuchillo atrás de la puerta,
hasta que la madrugada se arma,
el despertador suena
como cuando voy al trabajo,
pero diferente, porque no voy al trabajo,
contra mi voluntad encaro el viaje
que me deja en una cama
que me pertenece pero que no abriga
como esa en la que dormí hasta recién
entonces me abrazo sola / para consolarme
y una vez más escucharme decir:
todo lo que somos / es consecuencia de lo que hacemos,
en algún momento anduve / meando afuera del tarro,
ahora no,
ahora que encontré lo que buscaba,
todo va a estar bien.
GREGORIO ECHEVERRÍA
(Santa
Fe-Argentina)
EXTINCIÓN DE LOS CÍCLOPES
Pienso
/ si bajo su único ojo mis azules
lo
hubieran mirado / una hoja vuelta sobre la vida
para
recuperar el nacimiento. Y entender.
Silvia
Braun / El destiempo
Un ojo / ojo impar en medio de la frente / verde
o zarco
(según Homero rubí subido como la huella de una
espada)
aunque el color —vaya con las limitaciones de un
espectro
menudo ceñido al arcoiris— nos suba al otro
cielo
donde campean a despecho / a porfía del croma
los antes
y los nuncas / entonces ese ojo es el ojo
terrible del Budha
pupila de un pantokrator irascible dominando el
proscenio
sin megafón y sin consolas mezcladoras ni música
ni efectos especiales / ese ojo solo despoblado
en mitad
del rostro turbulento / unas barbas hirsutas
enredadas
al torso contenedor de la clepsidra y las
cóncavas
aurículas subordinadas a ese párpado / titilando
al compás
la membrana nictálope y el iris centelleante /
relámpagos
descerrajando en cuartas ascendentes las oleadas
del deseo
sin control el voltaje de las ingles / un punto
antes
nada más un punto antes del semen y el rugido
luego la sangre y al fin un laberinto ríspido en
epitafios
y yámbicos de alabanza / ah victoria de las
ranas más acá
de la virtud de los ovillos / más allá de los
decretos lacanianos
a salvo al cabo de las demandas uterales y el
código
materno
/ libres ya del index y de sus runas incestuosas.
PÁGINA 5 – CUENTO
EDUARDO MAGOO
(Lomas de Zamora-Buenos Aires-Argentina)
CASA
I
Un
primer intento ciego se deshizo. Fue lánguido aquel beso de bruma alicaído.
Habíamos tirado esa pared y descubrimos del otro lado una hermosa ventana en
arco de bordes celestes. Sabíamos que estaba allí, pero hasta ese día, no se
nos ocurrió haberla visto. Un gesto triste. Nulo. Ahora el lugar vacío era más
grande. Y yo y vos en casa, y todo el tiempo por delante (tal vez otras casas y
otros cielos enmarcados, bonitos o terribles).
En
esta casa vaciada por dentro, yo te construyo un cuerpo enfrente, el mío. Así
empieza la felicidad, un camino de caracol celeste y blanco con la casa a
cuestas, con estufas cuando llueve, con pisos de ladrillos desparejos y muros
enormes, que la cresta enhiesta de una palmera corona. No somos arquitectos
árabes, lo sé, y no haremos palacios voluptuosos de nuestra felicidad pequeña.
Somos apenas caracoles y chorreamos sin poder impedirlo, esa baba pegajosa por
donde nos arrastramos. Esa vida que vamos perdiendo. Entre ventana y ventana,
en los cuadrados gastados del patio, en los canteros sin flores y el enorme
corredor que no me canso de barrer, está nuestra locura.
Te
confieso desalmado, que no sé vivir, que todo se divide bajo mis pies, que
engaño, me engaño, veo doble y sólo la escritura me devuelve una cierta
integridad. Yo creo que aún se puede vaciar más esta casa, cercarla de manera
que nadie espíe lo que sucede dentro. Prohibirla, tabicarla, abrirla más al
cielo. Podríamos incluso sacarla al campo, inundarla en parte. Es tan agua esta
felicidad que quiero hacer con vos, que no quiero más mojarme solo, sin
manguera, sin bebés flotando, sin patos, sin casa.
II
Siempre
jugamos. Estoy jugando. Siempre jugamos y vos siempre ganabas. Si yo vencí
finalmente, fue porque vos me dejaste. Ahí es tu locura rubia y limpia como
cuando yo te soñaba... Te encontré en ese cuarto que vos quisiste hacer en el
lindero del fondo, donde la tierra tiembla con cada tren que pasa. Altar
pagano, cocina de fragancias, enumeración. Ese lugar desbordado de pecados, un
confesionario. Fue milagro que lograras mi respeto por tu antro apenas estuvo
hecho. Ante esa magia me inclino en el inicio de esta felicidad llena de miedo,
vaciada como un molde en nuestros cuerpos.
III
Desde
nuestro cuarto, bajo la gran palmera, se ve la Casa. Yo te festejo casa,
antigua casa, muros blancos, ventanas arqueadas, aire andaluz, vidrios celestes
y rosados, libros y perros. Te festejo por tu arrullo que anuncia un ronroneo
de mujer ávida y sincera, que vino a habitar esta colección de fantasías (que
se me despegan), y que yo llamo: nuestra casa.
PÁGINA 6 – POESÍA
ARGENTINA
ZULMA LILIANA SOSA
(Formosa-Formosa-Argentina)
LA MUERTE Y
LA ESCRIBIDORA
I
no poder mollar / no ser
cuerpo / pulpa / carne.
costra negra lo
aventurado en la lámpara.
Qué tremendo percance el
del párpado /
No morir de viejos / no en
la cama /
Morir en esa levedad /¿ por
qué el momento
olfatea cuando el hocico
del instante no espera?
No aguardó las bocas
humeantes /
La matadura que entiende la
vida de retiro /
Esa clausura tan atractiva
del fuego por la llama /
( ese fuego )
humeante de clausura / de
ayuno /
Claro está / la penitencia
con ojos y pelos de
convento.
¿ entendiste / lobita
lo que arde ahora en el
corral?
Ese cansancio del viento
/desfoga sus días de niño /
¿ con qué mano / con qué
mano solita / ella /
apunta /aprieta /atraviesa
lo que irriga ese árbol /
ese / que fuera rupestre /
del lago / los insectos /
ese árbol quemado /
sangrando / desparramado.
No es la hora de lamer /
Señora / la bella declinación
cuando el jinete descansa /
el orín sin vejiga / herrumbra /
su nudo argumental
deserta / lo
mortífero viene de
afuera
débilmente en otro
sitio / algo cautiva un
ángel.
¿Un ángel consigo ? ¿un
ángel con una bala en el ala?
VERÓNICA ARDANAZ
(Salta-Salta-Argentina)
viajo
buscando el árbol que soy
sabiduría
verde
telar
sin bordes
juegos
de abundancia donde una piedrita es mundo
terroncito
de tierra, la casa
madreperla
mariposa, inabarcable
certeza
en los huesos
insolente
fe:
el
tiempo no es una moneda
ni
un hueco cerrado
insensible
al olor de la lluvia
RAÚL ORLANDO ARTOLA
(Viedma-Río
Negro-Argentina)
LA
HABANA, 1958
Chucho Valdés le afinaba
el
piano a mi abuela
cuando
vivíamos en el malecón
y
ella regenteaba un burdel.
Mi
abuela le decía
negro
buaié
y
lo esperaba días y días
prendiéndole
velas
al
Santo de los Negros Afinadores.
Lo
atendía con café y canela
mientras
Chucho le afinaba
el
instrumento.
Así
aprendió a tocar
el
piano.
Mi
abuela creyó que era
un
desperdicio
que
negro tan lindo y hábil
sólo
usara el clavijero
como
parte de su trabajo
y
no por puro placer.
Entonces
le permitió
que
deslizara sus dedos
por
todo el encordado.
Era
una maravilla
cómo
sonaban las cuerdas
del
piano de mi abuela
en
las manos
de
Chucho Valdés
practicando.
PÁGINA 7 – RESEÑA
PEDRO LUIS IBÁÑEZ
LÉRIDA
(Sevilla-España)
CUANDO
LA LITERATURA ES PÁBILO Y PRENDE EN LA REALIDAD
Libro:
EL HOMBRE DESCONOCIDO
Autor:
STIG DAGERMAN
Con
los veinticinco relatos que componen esta
obra, la dimensión del escritor sueco se arroga la legitimidad póstuma
de ser un auténtico acontecimiento literario, a lo que siempre rehusó.
Stig
Dagerman en el año 1945, cuando el horror y la destrucción campaban en Europa,
apenas finalizada la Segunda Guerra Mundial, publicó un artículo bajo el título
El escritor y la conciencia, en el que translucía su compromiso inalienable con
la literatura. Desde una perspectiva combativa que alentaba su profundo ideario
libertario, pero no por ello desentendido de un quehacer imbricado a la
naturaleza intacta de aquélla. Es decir, el verdadero yo del autor queda
relegado a una simple herramienta de la que hace uso, exclusivamente, la
competencia literaria, nada más. “El escritor debe partir siempre de la base de
que su situación no es segura, de que la supervivencia de la literatura se
halla amenazada. Es por esto que debe permanecer siempre en guardia sobre los
flacos de sus defensas, perseguir sin pausa a los miembros de la quinta columna
que se encuentran en su interior, aniquilarlos sin descanso aunque crea que
sería más fácil vivir sin ellos. Esta actitud exige valentía y como mínimo una
absoluta falta de cobardía. Insatisfecho con todo lo anterior, el poeta debe
esforzarse en que, aunque tenga aspecto de verdugo, es el único de los
vivientes que puede tener escrúpulos de conciencia”. Un año más tarde, con
apenas 23 años, viaja a Alemania como corresponsal del periódico Expressen. La
descomposición del país germano no sólo apreciable en las ruinas del tétrico y
desolador paisaje urbano que contempló en Berlín, Munich, Hamburgo y Stturgart,
comporta en la retina del jovencísimo
escritor una visión de reportaje, ya que ahonda en otros aspectos que naufragan
en la concepción de un mundo cuyas consecuencias estamos sufriendo desde
entonces. Escruta en los rostros humanos que sobreviven a la estela calamitosa
del nazismo y que sólo aspiran tras la contienda bélica a proveerse de
alimento, mientras malviven en condiciones indignantes y el floreciente mercado
negro campa a sus anchas. Como así describiera en 1949, la magistral película
El tercer hombre. Con guión de Graham Greene y la participación de Orson
Welles, Joseph Cotten y Alida Valli, en los papeles principales. En el caso del
autor sueco la compilación de sus indagaciones, que cumplió a golpe de
calcetín, fue la obra Otoño alemán, publicada en 1947. Este hecho da la
magnitud precisa del empaque de un escritor que abunda con decisión en los
entresijos del panorama político internacional, y que no duda en asestar sus
críticas desde Churchill a Stalin, pasando por el Papa. Apreciable en lucidos
artículos en los que a la perspicacia analítica adiciona una elevada calidad
expresiva e inteligente capacidad de argumentación. En la recientísima
abdicación del rey Juan Carlos I y la inmediata polvareda republicana en
España, bien pudiera tenerse en consideración y servir como ejemplo de la
finura estilística que profesaba, este sucinto fragmento del artículo La
dictadura de la aflicción, publicado como editorial en el periódico
anarcosindicalista sueco Arbetaren en 1950, con motivo del fallecimiento del
rey Gustav V, “Los republicanos del pasado podrán decir que no existe ninguna
contradicción entre la democracia de “la casa del pueblo” y la monarquía del
“castillo del pueblo”. Esto quizás sería cierto si por democracia se entendiera
solamente una técnica del ejercicio del poder o una máquina gubernamental. Pero
antes, la democracia significaba algo más. Poseía una dimensión espiritual.
Designaba un sentimiento y una manera de vivir, un estilo y una dignidad. Era
la expresión del carácter sagrado del individuo”.
Juan
Capel y Marina Torres son los traductores de esta deslumbrante obra. El primero
es, además, autor del interesantísimo prólogo en el que la ponderada medida e
introspectiva reflexión, motiva e invita a los lectores a recorrer las
historias que nos proponen, desde una visión antológica personal, pero
decididamente atinada, a la que incorporan no sólo la secuencia biográfica,
también póstuma. Conoceremos la especial
mirada a España en atención a las vicisitudes vitales de su primera esposa y
otras consideraciones biográficas y existenciales que nos facilitaran el
acercamiento al autor.
El
hombre desconocido –Nórdica Libros, Colección Letras Nórdicas- concita la
sobriedad como estilo y, sin embargo, la persuasiva acentuación del imaginario
en el que afloran las narraciones para adentrarse en la estancia última,
extrema e insospechada donde la resiliencia es sobresaliente habitante. La
elegancia de los relatos compendia ese estado inmarcesible, en el que fondo y
forma son un todo para acoger al inframundo social y espiritual por el que
deambulan los personajes, y que Stig Dagerman confronta con la descarnada
realidad que adolece de piedad. Existencia “Segura y estable –añadió-, porque
se erige sobre la certeza de la impiedad de ustedes y del mundo, sobre la
certeza de que a uno no le condenan a morir o a vivir en virtud de sus actos,
sino por la percepción que otros tienen de esos mismos actos” . Aunque sólo es
el reflejo de unas aguas más profundas, procelosas y abisales en las que se
sumerge hasta tocar fondo y palpar el estado emocional y psicológico que
describe, con tal grado de afinidad que la empatía se adueña del lector.
Impregnado de su hálito, cada relato alienta de principio a fin otro estado del
ser. En el que inevitablemente se descompone el espectro de las presencias y
ausencias, desde la ansiada ternura al amargo dolor, pasando por la opresiva
indiferencia.
Los
relatos respiran por sí solos. Poseen una entidad de tal locuacidad
interpretativa que irremisiblemente nos conducen en su lectura a ese estado en
el que, como expósitos, nos sentimos abandonados, excluidos, arrojados a la
intemperie, “(...) y si no quiero perder todo de una vez, no debo perder este
breve tiempo de soledad (...) Tengo que ser un solitario, la ilusión en la
soledad debe ser obligada a elegirme”. Los 25 relatos que integran esta obra
son dardos que penetran en la conciencia. Son fulminantes a la hora de afinar
en la línea expositiva de la infelicidad y el escepticismo. El cerco al que se
encuentra sometido el ser humano, le condiciona de tal manera que el lento y
progresivo conformismo al que se ve abocado, se revela como la mayor expresión
de encadenamiento. La libertad no se ejerce, se añora. De ahí que los sucesos
que se narran hablen de la agonía que acompaña a la biografía más íntima de
cada uno y de la terrible sensación de fragilidad; el desencanto que procura el
descreimiento como síntoma de relatividad; el rechazo de lo imprevisto,
novedoso y sanador que desalienta el desenlace; el destino malogrado por la
falta de estima; la ternura como deseo y gesto propicio de aliviar la angustia
que saja la garganta; la comprensión desprendida de sucedáneos, a modo de
cortesía o mera norma cívica; la pérdida, cuyo golpe mudo se asemeja al tañido
de una campana sin badajo. Un compendio de equilibrios que transitan entre la salvación
y el precipicio. Y lo explicita con la contundencia de quien su única
aspiración es contender con la literatura para resucitar la propia vida: el
halo de quienes fueron, en la sensación trágica que nos envuelve de
contradictoria vitalidad, “Tenía que ser escritor y sabía lo que debía
escribir: el libro de mis muertos”. Tal vez en una primera intención, desde las
mismas entrañas, emergente como un geiser, acosado por la desesperación de
elevar su flujo, descargar su interior y caer sin remisión, “Pero de la
vergüenza, de la impotencia, y del dolor nació algo que fue, creo, la pasión
por ser escritor, es decir, de contar como se sufre el dolor, ser querido y
quedarse solo”. La fabulación salta sin rubor entre relatos realistas y otros
que se aproximan a la orilla de la ficción, incluso parapsicológicos, pero
siempre con un asiento rotundo en la mitificación del ser humano desarraigado
que no encuentra espacio ni acomodo existencial. Y en el que no hay lugar para
la búsqueda de la verdadera identidad, “No era sentimentalismo o arrogancia.
Era orgullo de un trabajo bien hecho”. Incluso el distanciamiento forzoso del
campo en pos de la ciudad, lo significa de forma tajante, “La ciudad no le
causó ninguna impresión. Había mucha gente, muy poca seriedad y demasiado
ruido”.
Nórdica
Libros acierta de pleno con la edición de esta obra intemporal El paso del
tiempo la ha hecho madurar como el buen vino para ser degustado por los
lectores en lengua española. No ha perdido ni un átomo de la solidísima materia
literaria que elaboró su malogrado autor. Una edición cuidada que se reconoce,
como el resto de títulos de esta editorial, por su atractiva sencillez y
matizada maquetación que favorece el acercamiento y el trato afable con la
lectura. La personalidad de esta edición se condensa en el bello poema que es
antesala de la obra y que, como principio humano nos orienta en el sentir que
podremos encontrar en las páginas posteriores, “Mejor es aprender / a perdonar
a tiempo / a los otros primero / a uno mismo después. / Mejor es aprender / a
juzgar tarde / pero si / pero cuándo / a los otros después / a uno mismo
primero.” Testimonio de humanismo en primera persona y del pábilo literario que
inflama y que prende en la realidad con la desazón más ardiente y luminosa.
PÁGINA 8 – POESÍA
ARGENTINA
RUBÉN EDUARDO GÓMEZ
(Comodoro
Rivadavia-Chubut-Argentina)
(casa)
lo que no se contó
es que ella cerró la puerta antes / para no verlo partir / para no desarmarse
si apenas / lo que no se contó es que el viejo vio cómo la casa empezó a crecer
y crecer / que se hizo más grande que la cuadra / que la manzana / que la isla
toda / que el viejo quiso salir y corrió por la casa / pero la casa era más
grande y más grande que la desolación / más grande y más grande la angustia y
la desesperación / lo que no se contó es que la casa se le vino encima / que
los clavos fueron a herir la piel del viejo / su carne / que los ladrillos lo
golpearon / que el techo lo aplastó / que cuando pudo pararse / el viejo era
escombros diseminados por toda la grande y más grande casa // sin tiempo para
levantarlos / el viejo tomó su bolso y caminó / kilómetros y kilómetros caminó
/ una barcaza lo cruzó y más kilómetros caminó / hasta quedar fuera de la casa
// lo que no se cuenta es que el viejo / cuando levanta la vista / puede ver la
casa de la puerta cerrada //
ROGELIO RAMOS SIGNES
(San
Juan-Argentina)
EL
TREN SE DETIENE EN UNA ESTACIÓN VACÍA Y
“No
te duermas” me digo
pero igual me duermo.
“Como
ya te has dormido -me digo-
no sueñes”.
Entonces
sueño.
Es
un sueño con palabras
que no se dicen.
Es
una canción para ver
con cielos
de mermelada
y taxis
de papel de diario.
Es
una música de siempre.
Es
un texto prohibido
por militares analfabetos.
Tengo
la cabeza en las nubes
pero las
nubes son de diamante
y me encandilo.
Un
mozo de plastilina
con
corbata de espejitos
me
propone un canje.
“Es
un canje muy conveniente
-me dice-.
Es
todo a cambio de nada.”
Tarde
descubro que es todo para él
y
nada para mí. Entonces lloro.
“No
te despiertes”
me dice el carcelero,
pero
ya estoy despierto.
MIGUEL ÁNGEL FEDERIK
(Entre
Ríos-Argentina)
VELANDO
UN PIE
A las madres del
desierto de Calama
El
cordón esta intacto.
Del
borde de la media sobresale algo de carne corrupta,
el
velamen de un hueso a la soledad acostumbrado.
Una
ligera línea en el zapato
recuerda
el jardín de aquella tarde,
la
alambrada, el cuerpo que volaba,
un
grito, el penúltimo zarpazo.
El
cuero ha cerrado sus ojales
y
en la tersura áspera de la capellada
la
vela es una lenta mariposa inacabable.
Las
madres saben que ese pie es de un hijo,
y
oran y recuerdan escarpines y todos los zapatos.
Afuera
se oye un murmullo de motores,
la
vida civil, la llegada del otoño en plena calle.
Sobre
la mesa, la sombra del pie se estira
y
se encoge ante la luz del mar que entreabre la ventana.
El
pie occipital, el zapato del desierto,
sabe
que el cordón esta intacto.
El
ritual es exiguo: el jadeo de la vela,
la
mirada de las madres arrugada sobre las faldas.
Todo
esta en orden: la vida civil, el horario de los trenes,
las
palomas que sobrevuelan las estatuas.
Afuera
se oye un murmullo de motores,
el
redoble de un zapato que nos mira,
el
eco andante de una generación deshabitada.
PÁGINA 9 – CUENTO
JORGE ISAÍAS
(Los
Quirquinchos-Santa Fe-Argentina)
EL
SILENCIO DE MI MADRE*
a mi hermano
Mi
madre era de natural, callada. “Propensa al llanto y muy hermosa”, como
escribió José Pedroni. También era muy silenciosa, vigilante de los suyos y muy
trabajadora.
Por
lo tanto, para mí era un enigma el por qué de las ironías de mi padre sobre su
condición que portaba el ser justamente lo contrario.
Y
las dos cosas eran verdad, o podían ser al menos consideradas. Porque ella al
reunirse con sus amigas, o mis tías, o mis propias abuelas, se transformaba.
Era realmente otra mujer.
Como
por arte de magia convertía esa pequeña salita de estar en una cómoda
estancia donde circulaban los cruces, los susurros y las exclamaciones de toda
una información privativa de mujeres. Quiero suponer que en ese mundo
íntimo y casi secreto se canjeaban todo tipo de discurso, lo que
obviamente se les escapaba a los varones. Bordados, costuras, recetas de cocina,
casamientos, noviazgos, celebraciones y en ese run-run del chisme que debe ser
secreto. Tampoco faltaban los obituarios, o las recomendaciones sobre
jardinería, la quinta y la eficacia de las gallinas ponedoras.
En
algún momento del año, probablemente para el invierno, cuando algunas gallinas
jóvenes comenzaban con una fiebre a quedarse en unas casitas de ladrillos que
mi padre había construido para las ponedoras, y luego de todo un día donde no
bajaban ni a comer, venía con la noticia:
-
La bataraza está clueca.
Y
no era raro que la siguieran otras.
Entonces
mi madre les colocaba debajo un poco más de una docena de huevos, en lo posible
esos inmensos huevos de gallina de campo que le traían. No sin antes marcar con
un lápiz rojo o azul, de trozo muy grueso y que ella usaba para marcar el corte
de género para sus costuras. Era una precaución porque cuando la clueca bajaba
a comer, no era raro que alguna subiera a su nido y pusiera un huevo, Era una
manera de poder distinguirlo. Con el mismo lápiz marcaba en el almanaque: 21
días.
Cuando
se acercaba la fecha, se ponía más atenta con sus cluecas que bajaban una sola
vez al día, para comer y volvía a empollar sus huevos.
Y
un día venía con la noticia: Ya están “picando” nos decía. Quería decir que el
pollito con su piquito comenzaba a romper al huevo desde adentro. Salvo que
hubiera alguno prematuro, en tres días nacían. Ella los ayudaba a romper el
cascarón. Los dos o tres primeros eran envueltos en una media vieja, de lana y
puestos en una canastita al lado de la cocina económica donde debían
recuperarse, porque dejados con la madre constituía un peligro, ya que podía
pisar y matarlos mientras cuidaba su nidada.
Al
irme a la cama no era raro que oyera ese piar entre azorado y gozoso de esos
pequeños pichones que se daban calor entre sí, ayudados por la lana en la
que estaban envueltos. La cocina de hierro aún mantendría por un rato largo ese
calor que paulatinamente se iría adelgazando con ese sueño feliz que me
arroparía más allá de las frazadas con que mi madre me había tapado con
naturalidad y cariño.
No
era improbable que en el cuidado de todos los animalitos domésticos yo le
ayudara, ya que estos, eran por su realidad comestible, parte importante
de la pequeña economía familiar.
También
recuerdo de ese tiempo su aplicación por la limpieza y en especial el lavado de
la ropa. Ella insistía que el agua salada de la bomba le “cortaba el jabón”,
sin entender yo para nada que significaba esa expresión. Por ello, para la ropa
blanca juntaba agua de lluvia, que desaguaba desde los techos de chapas hasta
un tanque de 500 litros y que ella sabiamente administraba, sobre todo para las
sábanas. Y me parece estar viendo cuando ella las tendía sobre la verde
gramilla que dejaba crecer para este fin en un costado de la quinta que siempre
olía a pimientos. Y era un bello espectáculo como si varias cigüeñas inmensas
estuvieran aposentadas bajo ese sol brillante, como dormidas bajo un sueño de
fuego. Si hasta a mí me asombraba verlas tan quietas como esperando que en cualquier
momento levantaran vuelo y se perfilaran cruzando el cielo de un raro
celeste como tal vez deberían tener todos los sueños.
Muchas
veces he pensado qué distintos hubiera sido su vida si en lugar de soportar el
sometimiento al marido, muy común en ese tiempo ella hubiera podido expresarse
con toda libertad y no vivir con ese estigma de mujer.
Seguramente
hubiera sido muy frecuente su sonrisa de harina como cuando se reunía con otras
mujeres, libre, y lejos de la presión y el prejuicio.
PÁGINA 10 – POESÍA
ARGENTINA
MARÍA TERESA ANDRUETTO
(Córdoba-Argentina)
HOSTERÍA
EN LAS SIERRAS/ Otoño de 2007
Mi música es para esta
gente
Ludwig van Beethoven
Tras
la ventana del hotel caen las hojas amarillas,
flotan
semimuertas sobre el agua de la piscina,
como
en un cuento de Cheever. En la memoria
alguien
arrastra una silla hacia el agua sucia,
sin
embargo es de oro esta luz y ella sabe que puede
no
verla más. Cuando era chica quería ser pianista.
Iba
con otra de la mano, iba con El clave bien temperado
bajo
el brazo, hacia una casa de la calle Francia.
Saludaba
camino del conservatorio a los vecinos,
pensando
que su música era para esa gente.
Alguna
vez tocaré preludios en un teatro, se decía,
y
aplaudirán los vecinos, la buena gente
del
pueblo.
Historia de vida
suya, pero remota.
Más
tarde quiso ser como la puta de Fassbinder,
ésa
que hacía feliz a todo el mundo. No la maldita,
no
la estrella incandescente, no la artista consumida,
sino
la monja de clausura, la que alivia al peregrino,
la
que no le quita a nadie nada. No hay distancia
entre
lo íntimo y lo público, las calamidades
históricas
convergen con las privadas. La buena
gente
asesina a los débiles y mantener abierta
la
herida es la única esperanza.
Historia de vida
remota, pero suya.
Cuando
escribe en la noche, crece el murmullo
de
tantos y tantos que vienen llegando, un torrente
que
avanza y se dilata, que grita Go Home,
Go
Home, necesito un lugar en el mundo. ¡Y ella
que
no quería quitarle a nadie nada!
MARTHA OLIVERI
(CABA-Argentina)
PLEGARIA PARA MI NOMBRE
Sentir la carga de los años sobre mí.
El cuervo invisible ronda
el espacio de un verso
picoteando las palabras
esas chispas del inicio
que integraron el alba
que amaneció a la niña.
Debo herirme de muerte
Hasta la azul nervadura
donde calla el infierno.
Oh, límpida anestesia
sepárame del mundo
libérame de la asfixia
ah, cumbre de la angustia.
A ti elevo esta plegaria
dulce dios en minúsculas
por el hermano trunco
o el ángel poseído
o el que perdió sus huellas
en la fosa común
de las mutilaciones.
Que en este olvido fatuo
ha nacido otro Judas.
Pero a mí no me ha vendido
un discípulo amante
ni en las peregrinaciones
de mis últimos versos.
No hubo signos
que pudieran ser mis cómplices.
Me ha entregado el silencio:
La omisión absoluta
de los hijos oscuros en mi canal de Luz
El gen arrebatado a la metáfora:
Esa mitología
Inapelable y hueca
donde no hay lugar para el rebelde
y la pauta es el suicidio de lo libre.
En la orgía del vicio de la virtud terrena
Se invocan ceremonias
de nobles tradiciones
Nunca hubo tal destierro
Nunca tal despojo entre los mártires
Tanta muerte libre pregonado sus éticas
Casual es que no muera,
porque he muerto tantas veces
Y me han asesinado
con mansedumbre y mérito
Como sólo asesinan los burgueses
Y los cuervos.
Como sólo asesinan
los detractores del sueño.
Como sólo asesinan
los que jamás murieron
Y en la historia permanecen
con diferente rostro
Dios minúsculo de la compasión
que yo he inventado
salva a la inocencia
de sus garras de hielo.
Líbrame de mi misma.
Pon límite a mi infierno.
Déjame mecerme una vez más
en el vuelo.
Y cántame por último tu réquiem de tibieza
suspendido mi cuerpo ya de gasa y vapores.
Y en la ultima noche dame el azul oído
que morir en la música es ver el paraíso.
Déjame ser la luz
El rayo que en las tardes del crepúsculo
dé calor al que sufre
Igual que yo he sufrido
Y alegra aquel que vaga en su angustia de nieve
Relatándole el verbo de un cálido regreso
Plegaria por los sueños
que no habré de tener
por los sueños sin nombre
aislados del soñante,
por las rejas del alma,
donde claman las fábulas
de los desesperados.
Y alguna vez si puedes
si un niño te esculpe con palabras de inicio
inaugural... lejano
y logres ser tú parte
de los seres que sufren...
Recuerda el viejo sueño
que aún corre en los ríos
de estas tierras heridas
de ignorados gigantes
de filosos molinos,
de vejados quijotes.
Apiádate pequeño
de la pequeña vida
de la pequeña muerte
Y no desoigas ya
ni el más mínimo llanto.
Cada lágrima es tuya
de ellas nacerás
Molécula a molécula
para negar tu muerte
que selló un falso Pedro
en mayúsculos ritos.
Dios de mí
plegaria de las palabras
iniciales e íntimas como sueño
en su cópula
como el abrazo íntimo
que nos damos al limite
de todo el abandono.
Concédeme la paz
en los últimos días...
y has crecer el jardín
que he marchitado
si es que es verdad lo dicho y...
“En el fondo de todo hay un jardín”
Sentir la carga de los años sobre mí.
El cuervo invisible ronda
el espacio de un verso
picoteando las palabras
esas chispas del inicio
que integraron el alba
que amaneció a la niña.
Debo herirme de muerte
Hasta la azul nervadura
donde calla el infierno.
Oh, límpida anestesia
sepárame del mundo
libérame de la asfixia
ah, cumbre de la angustia.
A ti elevo esta plegaria
dulce dios en minúsculas
por el hermano trunco
o el ángel poseído
o el que perdió sus huellas
en la fosa común
de las mutilaciones.
Que en este olvido fatuo
ha nacido otro Judas.
Pero a mí no me ha vendido
un discípulo amante
ni en las peregrinaciones
de mis últimos versos.
No hubo signos
que pudieran ser mis cómplices.
Me ha entregado el silencio:
La omisión absoluta
de los hijos oscuros en mi canal de Luz
El gen arrebatado a la metáfora:
Esa mitología
Inapelable y hueca
donde no hay lugar para el rebelde
y la pauta es el suicidio de lo libre.
En la orgía del vicio de la virtud terrena
Se invocan ceremonias
de nobles tradiciones
Nunca hubo tal destierro
Nunca tal despojo entre los mártires
Tanta muerte libre pregonado sus éticas
Casual es que no muera,
porque he muerto tantas veces
Y me han asesinado
con mansedumbre y mérito
Como sólo asesinan los burgueses
Y los cuervos.
Como sólo asesinan
los detractores del sueño.
Como sólo asesinan
los que jamás murieron
Y en la historia permanecen
con diferente rostro
Dios minúsculo de la compasión
que yo he inventado
salva a la inocencia
de sus garras de hielo.
Líbrame de mi misma.
Pon límite a mi infierno.
Déjame mecerme una vez más
en el vuelo.
Y cántame por último tu réquiem de tibieza
suspendido mi cuerpo ya de gasa y vapores.
Y en la ultima noche dame el azul oído
que morir en la música es ver el paraíso.
Déjame ser la luz
El rayo que en las tardes del crepúsculo
dé calor al que sufre
Igual que yo he sufrido
Y alegra aquel que vaga en su angustia de nieve
Relatándole el verbo de un cálido regreso
Plegaria por los sueños
que no habré de tener
por los sueños sin nombre
aislados del soñante,
por las rejas del alma,
donde claman las fábulas
de los desesperados.
Y alguna vez si puedes
si un niño te esculpe con palabras de inicio
inaugural... lejano
y logres ser tú parte
de los seres que sufren...
Recuerda el viejo sueño
que aún corre en los ríos
de estas tierras heridas
de ignorados gigantes
de filosos molinos,
de vejados quijotes.
Apiádate pequeño
de la pequeña vida
de la pequeña muerte
Y no desoigas ya
ni el más mínimo llanto.
Cada lágrima es tuya
de ellas nacerás
Molécula a molécula
para negar tu muerte
que selló un falso Pedro
en mayúsculos ritos.
Dios de mí
plegaria de las palabras
iniciales e íntimas como sueño
en su cópula
como el abrazo íntimo
que nos damos al limite
de todo el abandono.
Concédeme la paz
en los últimos días...
y has crecer el jardín
que he marchitado
si es que es verdad lo dicho y...
“En el fondo de todo hay un jardín”
MÁXIMO SIMPSON
(CABA-Argentina)
GIORDANO
BRUNO EN LA HOGUERA
Campo
di Fiori, Roma, 17 de febrero de 1600)
Y Dios impuso al hombre
este mandamiento: “De cualquier árbol del
jardín puedes comer, mas
del árbol de la ciencia del bien y del mal no come-
rás, porque el día que
comieres de él morirás sin remedio.
Génesis, 2. 19
Me doy cuenta muy bien
de que caeré
muerto; pero ¿cuál vida
puede igualar
a esta muerte mía?
Giordano Bruno, evocando
unos versos del poeta Tarsillo.
Miro
pasar el tren y huelo el mar,
mientras
crecen las llamas
donde
Giordano Bruno piensa el mundo,
y lejos está el cielo.
Miro
el aire, la luz que me sustenta,
mientras
Giordano muerde
la
incendiaria manzana del Edén,
y
pule sus cristales,
y
mira hacia lo alto,
y
dice sí,
hay
infinitos mundos,
hay
mundos infinitos,
todo
es uno.
Miro
el cándido fuego,
ciega
bestia neutral, desenlazada,
miro
el pasado eterno, el instante fugaz,
el
sonámbulo sol del pensamiento,
mientras
Giordano arde con los ojos desnudos,
con
el alma sedienta,
y
los jueces le brindan
la
pócima irascible de su amor,
el
zumo del versículo raído,
el
áspero jarabe de la salvación,
y
lejos está el cielo.
En el Campo de Flores,
un
diecisiete de febrero
eterno
y uno,
aún Giordano canta
la
canción del Saber,
se
asoma entre cenizas.
Cantando, desmedido,
Giordano
Bruno acrece su densidad terrestre,
su
pequeñez inmensa entre los astros fríos.
Y
lejos está el cielo,
muy
lejos el Edén,
y
qué cerca las llamas
donde Bruno reverencia al Creador,
lo
funda con su aliento.
Giordano
arde aún bajo las lluvias,
bajo
todos los soles que son uno,
y
su alabanza a Dios de doble filo
corroe
los altares,
y
así ofrenda verdades malheridas,
su
luz desesperada,
el
ancho mar de sus deslumbramientos,
a
la mota de polvo que anda y piensa.
Entre
corderos que trascienden
y
la suave inmanencia de las brumas
está
siempre la hoguera,
y
en ella habla la voz,
la
voz humana
que
es la parte y el todo,
el
sí y el no,
el
inmenso exabrupto del hereje.
(Y
el hereje predica
lo
que han visto sus ojos,
lo
que aún ve su cabeza
gozosa
entre las llamas).
PÁGINA 11 – CUENTO
MARCELO COLUSSI
(Guatemala-Guatemala)
LO
SABÍA…
Martin
lo sabía. Desde el primer momento, siempre lo supo: ¡eso era imposible, un
sueño afiebrado, una locura!
Lo
sabía, y así lo decidió. O, al menos, eso creía. Su sensación era que él tomaba
la última palabra, que esa era una decisión suya. Eso lo hacía sentir poderoso.
Más
de alguna vez le habían dicho que había nacido para fracasar. Efectivamente, su
vida era una larga suma de desaciertos, de fiascos. No era judío, ni tampoco
comunista, ni homosexual, ni gitano…, pero había pasado dos largos años en el
campo de concentración de Buchenwald. Nunca le pidieron perdón explícitamente.
Ni él mismo podía explicarse por qué estuvo ahí… ¡Pero estuvo! Y no del lado de
los alemanes, por supuesto, pese a ser todo un ario puro, rubio de ojos azules
y más de un metro ochenta de altura con una piel tan blanca que llamaba la
atención.
Terminado
ese infierno, terminada la guerra, vinieron nuevos infiernos. Curiosamente
Martin siempre sonreía con un aire bonachón. Jamás se lo veía triste. Pero
nadie sabía tampoco qué sentía hondamente. Era muy reservado para sus cosas
personales. Bien observada, su sonrisa, más que bonachona tenía algo de
sarcástica. ¿De satánica quizá?
Con
su esposa mantenía una relación muy superficial. Luego de engendrados los
hijos, sus vidas sexuales eran muy pobres. Ninguno de los dos tenía relaciones
por fuera del matrimonio, y en la pareja solamente se limitaban a cumplir con
los ritos sociales mínimos que las circunstancias obligaban. De cierta forma,
estaban separados sin estarlo. Ya había perdido la cuenta desde cuándo dormían
dándose la espalda. Sus tres hijos, como no podía ser de otro modo por ser un
producto suyo, también hacían parte de esta cadena de fracasos. O, al menos,
así lo sentía Martin. La mayor, Ingeborg, era lesbiana –por supuesto, mantenido
en el más riguroso secreto–; Klaus era alcohólico, y Berta quería meterse a
monja. Él era católico, de lo que se sentía orgulloso. Pero tener una hija
religiosa no era lo que más le satisfacía precisamente. En cierta forma lo
sentía también como una derrota.
Klaus,
con 23 años cuando sucedió la historia que estamos relatando, era ya desde su
adolescencia un bebedor compulsivo. Su novia, Pauline –personaje central en lo
que vendrá– lo había abandonado por eso. El muchacho había probado con varios
trabajos, pero en ninguno duraba mucho. Pauline, jovencita adorable y que se
había metido muy hondamente en el corazón de la familia, le dio innumerables
ultimatos para que cambiara su conducta alcohólica, pero Klaus nunca lo hizo.
Por el contrario, cada vez más se sumergía en el consumo.
La
cercanía de Pauline con su suegro, Martin, había dado como resultado una gran
confianza entre ambos. Se tuteaban con la más absoluta naturalidad, cosa
llamativa para la época. Pauline llegó a contarle intimidades que ni siquiera a
sus padres o hermanas confiaba. Del mismo modo, Martin se abrió completamente
con la joven. También le compartía secretos, fantasías bien guardadas. Le
hablaba de la frialdad de su matrimonio, de su eterna sensación de fracaso, de
su falta de ánimo para la vida más allá de la bien estudiada sonrisa con que
siempre aparecía.
Esa
confianza fue dando lugar a sentimientos más potentes, menos “familiares” y más
volcánicos. Para Pauline era la sensación de tener un padre-amigo con quien podía
contar. Pero sin saberlo –¿o lo sabría?– fue abriendo la puerta para algo más.
Pequeños detalles, inadvertidos quizá para quien viera la relación desde fuera,
fueron construyendo un ámbito que desbordaba por mucho la simple familiaridad
de un varón de más de cincuenta años con una jovencita veinteañera. Miradas
cómplices, pequeños detalles como compartir los mismos cubiertos en la mesa,
tirarse una bolita de nieve a la cara en gesto simpático, lágrimas que brotaban
a veces cuando se sinceraban en la soledad de la salita del fondo de la casa,
fueron dando lugar a un sentimiento que los comenzó a alterar.
Para
Pauline, en verdad, nunca pasó de un extraño juego que, efectivamente, la
alegraba, quizá la erotizaba en cierta forma –aunque ella prefiriese no
enterarse–, pero del que nunca esperó más. Para Martin, sin dudas con una
pesada historia de derrotas a sus espaldas, la presencia de esa joven era una
fuente de vitalidad. Una vez le confesó, bañándose en lágrimas, que su vida se
dividía en antes y después de conocerla. Ella tomó la confesión con cierta
frialdad. Pero Martin comenzó a soñar.
“Soñar
nos mantiene despiertos” leyó en algún libro de filosofía romántica, esos que
el nazismo de años atrás había levantado como la gran creación intelectual
aria. La frase pasó a ser la insignia de su vida: si la vida le resultaba tan
trabajosa, tan pesada, mantener vivo un sueño le insuflaba energía. Una energía
que le procuraba la más profunda de las satisfacciones.
Aunque
ella no se dio por enterada, Pauline se transformó en lo más importante para
Martin.
Si
bien había roto con su hijo Klaus, quien seguía sumergiéndose día a día en el
alcohol, la muchacha continuaba viéndose a diario con Martin. Ambos trabajaban
en el mismo taller de orfebrería. Él era un avezado maestro en el asunto; ella
una destacada aprendiz. Esa relación laboral los hacía verse cotidianamente.
Pero hablaban muy poco en el trabajo, nunca más allá de lo estrictamente
técnico, y sólo cuando era necesario; a veces pasaba toda una semana donde casi
no se dirigían la palabra. Martin comenzó a escribirle cartas de amor.
Pauline
las recibía con una actitud confusa: no las rechazaba abiertamente, pero
tampoco las contestaba. Aunque, a veces, venían esas respuestas
desconcertantes: un pequeño presente dejado para Martin en su mesa de trabajo
–un chocolate, un caramelo–, o una sonrisa nada inocente, quizá un suspiro en
su cercanía. Martin soñaba. “La vida fluye y nos da sorpresas”, afirmaba
Pauline a veces. Para su amante secreto eso constituía ya una jurada
declaración de amor. Aunque quizá fantaseaba muchísimo más de lo que la
realidad le autorizaba. Pero esos sueños, tal como la frase del autor leído se
lo recordaba a diario, lo mantenían despierto, vivo. Su vida había vuelto a
tener sentido.
Como
artesano joyero no era malo. Podría haberse independizado en algún momento y
haber abierto su propio negocio, tal como su esposa se lo proponía. Su
pusilanimidad, la sensación que fracasaría en el intento –como le sucedía con
todo– se lo había impedido. Refunfuñando por lo bajo, había seguido siendo
siempre un dependiente, con un salario que, si bien le permitía vivir, nunca lo
había sacado de la relativa precariedad. Al aparecer Pauline hasta había soñado
separarse de su mujer, proponerle matrimonio a la joven y abrir su propio
taller. De todos modos, no pasó del sueño.
Klaus
ya ni siquiera mencionaba a la que fuera su novia. El alcohol lo tenía
atrapado. Eso era un puñal atravesado en el pecho para Martin, pero al mismo
tiempo le dejaba la oportunidad de soñar con la que podría haber sido su nuera.
Aunque al mismo tiempo, eso lo llenaba de culpa y vergüenza. Más de alguna vez
había pensado cómo encarar a su esposa para decirle que estaba profundamente
enamorado de esa muchacha. Sin embargo, ¿para qué decirlo, si la joven no lo
tomaba como objeto amoroso?
El
sueño no pasaba de quimera irrealizable. Él lo sabía. Desde el día en que
descubrió que estaba enamorado de ella supo que eso no tenía futuro, que no
podía ser, que era una locura. Pero… soñar lo mantenía despierto.
Era
la década del 70, y ya para ese entonces se comenzaban a popularizar las
escuelas de paracaidismo. Constituían aún un esnobismo, muy caro por cierto. De
todos modos Martin tomó la decisión. Por supuesto lo hizo a escondidas de
todos, también de Pauline. Simplemente le hizo saber que “algo grande estaba
por venir”. La joven no entendió exactamente a qué se refería, pero pensó
–¿esperó?– que Martin se decidiría a hacerle una propuesta amorosa. El
desenlace que tuvo la historia no se lo imaginaba.
Martin
lo sabía, lo supo siempre desde el primer momento. Simplemente estaba esperando
la ocasión oportuna. ¡Y la ocasión había llegado!
Con
unos ahorros secretos que tenía, disimulando muy bien toda la operación,
comenzó a tomar sus cursos de paracaidismo. Asistía los sábados por la tarde, y
armó todo de tal manera que no levantó ninguna sospecha en su familia. Tampoco
a Pauline le comentó palabra del asunto.
Luego
de un par de meses de entrenamientos, llegó el momento del primer salto.
Llevaba los dos equipos, el principal y el de emergencia. Su instructor era
sumamente puntilloso con cada detalle, y si algo no hubiera funcionado, sin
dudas no le hubiera permitido abordar el avión. Por tanto, fue más que obvio
que la decisión fue de Martin. No fue un error.
Con
el ritmo cardíaco acelerado, sudando frío, saltó en tercer lugar, luego de dos
jovencitos muy intrépidos. Él era apodado “el abuelo” en el grupo de los
jóvenes paracaidistas. Eso no le preocupaba; por el contrario, le llenaba de
orgullo. Ya en el avión, mientras llegaban a la altura propicia para el salto,
se atrevió a comunicarlo a sus acompañantes: saltaba como parte de una promesa
que se había hecho con su, por ahora, amante secreta, una jovencita de 22 años
con quien, luego de esta primera experiencia en el paracaídas, se iría a vivir.
La noticia dejó sorprendidos a todos. Recibió varias felicitaciones. “¡Viejo
astuto!”, “¡Te envidiamos, viejo zorro!”, “¡Eres de los nuestros!”, fueron
algunas de las palabras –ferozmente machistas– que recibió como aliento, como
premio, como gesto de admiración.
Martin
lo sabía, lo sabía desde el momento en que decidió tomar el curso, desde la
primera clase. No se le olvidaba un solo detalle de las explicaciones,
minucioso como era para todo. Si ninguno de los dos paracaídas se abrió, sin
dudas no fue por accidente. Él lo sabía y lo tenía fatalmente calculado. Dijo
luego el instructor que le comenzó acompañando en la caída, que tenía una cara
de satisfacción cuando iba por el aire que le asustó: “no era una cara de
humano. Parecía un ángel de esos que se ven en las iglesias, gozoso, pleno”,
comentó aún impresionado por lo acontecido.
Nunca
pudo demostrarse que fuera suicidio. No dejó carta alguna ni indicio que así lo
permitiera pensar. Pero hubo un dato muy significativo: no fue Berta, su hija,
la que finalmente se convirtió en religiosa. Fue Pauline.
En
el diario personal que se pudo rescatar luego del incendio que consumió el
convento, y del que Pauline –bautizada Sor Rita para su vida religiosa– pudo
escapar milagrosamente, años después tuve la ocasión de leer que ella, aun
siendo una laica, había escrito antes del fatídico salto: “quizá ya llegó el
momento y se me declare. Si no, lo haré yo”.
PÁGINA 12 – POESÍA
ARGENTINA
MIGUEL ANGEL MORELLI
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
2
(llueve sobre el mundo)
hoy
no es como otras lluvias
hoy
llueve por vez primera
sobre
el mármol de su tumba
hugo
mujica
llueve
sobre el mundo | sobre todas las cosas del mundo
y
mientras miro cómo las gotas se balancean en el techo
tiemblan | y
finalmente
acaban
hundidas contra las baldosas del patio
me
pregunto
cómo
hay que hacer para sobrevivir a la tormenta |
de
qué manera escapar de la tristeza
de
estas ganas enormes de correr hacia abajo
para
ser agua en el agua | lluvia en la lluvia
REYNA DOMINGUEZ
(San
Juan-Argentina)
ADÓNDE
(A las Madres de
Plaza de Mayo)
Entras
a la casa
sales
de la casa
el aire
no sabe nada
Adónde
la sal
y el agua de tus ojos
fueron
a parar
polvo
son
polvo
serán
Adónde
la sal
y el agua de tus ojos
fueron
a parar...
Miro
miro el
aire vacío
Y allí
están
los
luminosos ojos
de los
que ya no están.
MARCELO LEITES
(Entre
Ríos-Argentina)
HONGOS
II
Espero
que vengas luminosa
mientras la semana se te pega la cuerpo
y el vapor de la ducha inaugura otra
perspectiva.
Entonces pienso si los niños
tienen cabida en este mundo
o si sólo son el persistente espejismo
de la continuidad.
Escucho el ruido de agua que cae
sobre tu pelo
y sé que tuviste acceso
al único instante de placer
de la jornada.
mientras la semana se te pega la cuerpo
y el vapor de la ducha inaugura otra
perspectiva.
Entonces pienso si los niños
tienen cabida en este mundo
o si sólo son el persistente espejismo
de la continuidad.
Escucho el ruido de agua que cae
sobre tu pelo
y sé que tuviste acceso
al único instante de placer
de la jornada.
PÁGINA 13 – RESEÑA
ANÍBAL FERNANDO BONILLA
F.
(Otavalo-Ecuador)
Autor:
HUGO FRANCISCO RIVELLA
Libro:
ESPINAS EN LOS OJOS & SIETE POEMAS DE BARRO
Editor:
EL ANGEL EDITOR (QUITO-ECUADOR)
ESPINAS
Y CICATRICES DE BARRO
La
poesía contiene elementos insondables en el tránsito por la vida. De hecho,
nuestra existencia está compuesta de una amalgama poética, que, a ratos, ni
siquiera sospechamos. Es el efecto de la desnudez de los actos y de la tormenta
que arrecia en la noche. Es el cúmulo del flagelo. Es el advenimiento del rocío
que nos devuelve a la infancia. Es el silbido del pájaro en la frescura del
día. Es la huella que conduce a la orilla incierta. Es la tesitura de una voz
que se expande con angustia y se deleita en las fauces de lo venidero.
Con
la propiedad que emana de un poeta que trasciende lo efímero, Hugo Francisco
Rivella (Argentina, 1948) nos comparte su reciente trabajo: Espinas en los ojos
& siete poemas de barro (El Ángel Editor, Quito, enero de 2014).
Es,
ciertamente un cántico de esperanza que se abriga en la holgura mística. Tiene
transparencia verbal y reminiscencia divina. Se sumerge en la buena palabra que
emana de los pasajes y personajes bíblicos. Ahí está Dios siendo interrogado,
de cuerpo entero, ante los cuestionamientos que provocan quebrantos y superan
el tiempo. Como dice Antonio Preciado Bedoya: “Desde la boca de Cristo, Rivella
pone el gran ojo fijo de Dios ante los del hombre, que respetuosamente le
sostiene la mirada, sin negaciones estridentes, pero, a la vez, sin arrastrarse
de hinojos o llegar a las mortificaciones del cilicio”.
Rivella
poetiza el trigo, el pan, los peces de colores, el relámpago, la espada
maltratando a los huesos, el río “abriéndose como tus manos”, el horror del
mundo tras la muerte del hijo de Dios. Es una bocanada de misterio tras la
crucifixión: “El alarido al cielo en carne viva y la luz que se derrama
lentamente”.
La
herida que provoca la desdicha en pos de la redención humana se contagia de
altas temperaturas en la tormenta, se humedece de sangre. Es la caída de la
tarde, el grito desconsolado de una madre afligida, el contubernio de almas
perdidas. Es la oración que se desprende en la derrota: “el Padrenuestro que
salvaba mi alma del naufragio”.
Hugo
Francisco aletea mares insondables, se baña en las aguas venturosas de la
historia de los pueblos afligidos, delinea el conjuro de la muerte desde el
barro y las espinas. Advierte las consecuencias del símbolo cristiano y de la
llaga sin cicatrizar. Enuncia la ausencia del ser ante la tumba descubierta y
el alarido que resucita otros enigmas: “Yo sé que voy a ti,/ Padre./ Muero por
ser un hombre con las huellas de Dios en la mirada,/ su eterna soledad./
Alguien lava mi cuerpo que no pesa./ Agua de mí en la noche que sube por la
cruz y en la quietud del polvo de/ mis huesos vuelve a ser lo que fui,/ esta
palabra,/ el fuego,/ el regreso,/ la hondura de saber que soy tu Hijo”.
PÁGINA 14 – POESÍA
ARGENTINA
MARTHA CWIELONG
(CABA-Argentina)
una
noche de invierno
tuve
miedo
frío
desamparo
todavía
la recuerdo
-------------------------
cada
ausencia feroz
me
tiene en pie
me
alimenta
me
humilla
----------------------
MARIANO SHIFMAN
(CABA-Argentina)
LA
CONVERSIÓN
¿Hasta
cuándo seré el triste Gregorio,
sufriente
en Lídice y sufriente en Praga?
Viajante
oscuro, haga lo que haga,
nunca
escapo de un bajo territorio.
Rutina,
humillación, el purgatorio
¿de
alguna culpa oculta? Pobre paga
estos
florines por mi vida aciaga,
pena
de cumplimiento obligatorio…
Tal
vez soñando logre aquel efecto
que
niegan las vigilias: el trabajo
de
ser humano cansa, cansa, cansa…
Hermana,
madre, padre: ¡soy insecto!
Un
horrendo, un bendito escarabajo;
he
dejado de ser Gregorio Samsa.
LUCRECIA COSCIO
(Salta-Salta-Argentina)
SUBSISTEMA ESCOLAR
Cualquier cabello
que intente crecer
sobre los ojos
detrás de la oreja
que desborde los límites
y se atreva a descender por el cuello
hacia la espalda o el ombligo
puede llegar al pubis
por lo tanto:
Será cortado.
PÁGINA 15 – CUENTO
EDUARDO PÉRSICO.
(Lanús-Buenos
Aires-Argentina)
IZQUIERDA
ABAJO.
Cualquiera que atajara la pelota que le
sacudieron aquel sábado al flaquito Gerardo no hablaría de otra cosa, pero en
el vestuario el loco que estudiaba sociología solo acarició sus guantes color
rosa y no habló ni media palabra del asunto.
El partido por el norte y contra esos de
dientes apretados con su gente mirando el juego en cuatro escalones a un
costado, a los de Escalada no les agradó pese al sol de octubre y las vistosas
minas de alrededor. Fue por los años ’78 o ’79, y ellos como siempre salieron a
jugar prolijo sin revolear la pelota pero de entrada chocaron con unos atletas
con camisetas de rugby y pierna fuerte
que protestaban todo. Así que lo mejor entonces resultaría no discutir y
esperar bien protegidos atrás que ya el Nene y Cacho, los dos de punta,
tendrían su contragolpe. Pero igual durante el juego el ambiente se iría calentando
y jugadores, socios más familiares lejanos del local le indicarían al referí y
los jueces de línea aplicar un reglamento propio. Y el clásico ‘¿qué cobrás
hijo de puta?’ haría que los tres personajes sin demostrarlo se sentirían bien
temerosos, mientras los de Escalada serían nombrados al menos ‘negro de mierda’
con agregados. Menos el tan veloz narigón Aguilera, que por izquierda ganaba
siempre y lograra que una señora muy bien embutida en un conjunto deportivo
blanco le aconsejara, ‘zurdito, vos seguí corriendo así que vas a desaparecer’.
En ese clima de cordialidad deportiva y
los dos equipos con muy poco juego se irían al descanso empatados en cero,
aunque por los treinta del segundo tiempo el Nene embocó un derechazo de veinte
metros que levantó el aburrido nivel, y aunque al golazo los de Escalada apenas
lo festejaran lo mismo les cambiaría el juego. Y de ahí retrasaran algo a los
cuatro medios amontonando gente y consiguiendo así que la bola anduviera
desprolija pero siempre lejos del arco de Gerardito. Un recurso algo aburrido
de ir pasando el tiempo toqueteando en el medio campo todo lo posible; algo
bien ejercitado por los cuatro o cinco habilidosos de Escalada a quienes sin
pegarle con descaro, era muy difícil quitársela con limpieza. Así que sin
ninguna exhibición canchera porque la hinchada local los entró a putear hasta
la tercera generación, sobre el final y ganando los visitantes uno a cero el
referí agregó cuatro minutos de descuento. Un tiempo adicional que luego de
transcurrir de sobra y aunque el juez prosiguiera con el alargue sin mirar su
reloj, unos tipos de pelo corto entraron al campo y chau con la elegancia
deportiva en el varonil juego del balompié. Porque uno de prolijo bigote le
recordó a toda la concurrencia cierto
novedoso reglamento: ‘este partido sigue hasta el final y punto’. Original
decisión que no evitaría que se redoblaran los centros al área de los de Escalada con despejes a
cualquier parte, y tras un centro inocente
que se iba afuera ‘penal a favor del local cometido por el hombre
invisible’. Y sin discusión en mitad del griterío local en segunda escena, el
flaquito Gerardo se ajustó los guantes rosas mientras sus compañeros de
Escalada se miraban en silencio, si al fin un empate en ese ambiente no les
parecía tan mal…
Entonces y sin demora el número seis
contrario acomodó la pelota exigiendo que no se adelante el arquero y el
obediente referí le gritó a Gerardito ‘usted no se mueva de la línea’;
agregando algo más, inentendible. Y cuando el zurdo contrario sacudió un
cañonazo seco abajo, inatajable, raramente la bola resonó ‘chaf’ en los guantes
rosas del arquero y sobre el rebote sin perder un segundo en aquel silencio
desplomado, un defensor la revoleó rápido para el Nene que allá adelante andaba en soledad y tenía todo sencillo para
definir. ‘Serio detalle técnico’ que por salvarse de un quilombo más grande el
corajudo referí ahí mismo pitó el final y rajó a juntarse con los jueces de
línea. Pero vaya uno a saber, quizá por demostrar un cierto estilo de gente
educada el público local les seguiría puteando a los tres las abuelas, madres y
familiares más queridos hasta que entraran
al vestuario. Y al final los heroicos jueces del juego sobrevivieron.
El penal que atajó el flaquito Gerardo
hubiera merecido algún comentario bajo las duchas, - de mojarse rápido y rajar- cuando el
arquero apenas flamearía triunfal sus
‘guantes mágicos color rosa’ y nada más. Aunque luego y ni bien subidos al tren de regreso vía
Retiro, Gerardito contó el asunto en pocas palabras.
Al referí le habían puteado toda la
descendencia tanto como a nosotros, pero
como él sabía adónde pateaba el seis, me gritó ‘no se mueva de la línea’; y
entre dientes me sopló ‘izquierda
abajo’. Toda una revancha de Poder propia de un tipo naturalmente turro. ¿No
les parece?
PÁGINA 16 – POESÍA ARGENTINA
MARIA SILVIA PASCHETA
(San
Antonio Oeste-Río Negro-Argentina)
CAMINO
esta
que soy
esta
orfandad de hueco
este
sabor a sal y destemplanza
este
saber que nunca más tu abrazo
este
encontrarte
mamá
sólo
en mi adentro
LILIANA ANCALAO
(Comodoro
Rivadavia-Chubut-Argentina)
ESPERANDO
A INAKAYAL
Volvió Inakayal. Los huesos del lonko habían permanecido desvelados demasiado tiempo en la vitrina de un museo.Volvió para descansar en la tierra.
Mis paisanos lo esperaban en Tecka. Puntuales estaban allí: Fabiana y Silvia.
las imagino celestes
el frío en las polleras
el corazón desandando la impaciencia
las veo celestes
de espaldas a la luna
atentas a los signos de la tierra
sagradas y en silencio
por no perderse ni un latido
del tiempo aquel que regresó ese día
a tocarles las manos y los ojos
y las halló tempranas
sin esquivarle la mirada al viento
merecedoras del rumor en chezungun
... inakayal... lonko...piwke...
en remolinos
hasta aquietar la espera
del fondo azul
recorto sus figuras y las traigo
desde antes y hasta el horizonte
antiñir
cayupán
anay hermanas
LEANDRO MANUEL CALLE
(Córdoba-Córdoba-Argentina)
Germán
es
pintor.
Me
dijo que
nunca
se aburrió
que
siempre pinta
que
le gusta viajar
que
se hace diálisis
3
veces por semana
Me
regaló un cuadro
que
colgué directamente
de
mi lengua
para
no quejarme más.
PÁGINA 17 – CUENTO
MÓNICA RUSSOMANNO
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
GUARDANDO
EL JARDÍN DE LAS HESPÉRIDES*
Mis
cabellos matan el sol. Son negros mis cabellos; negros como la boca del
traidor, como la nariz de un perro en el bosque, negros son como el centro de
tus ojos.
Mis
cabellos son negros.
Diría
que ensortijados, diría que espléndidos en su derrame móvil sobre mi espalda y
mis hombros desnudos. La belleza lisa y bruñida de cada cinta de resumida
oscuridad es un fustazo de dicha nunca apropiada, nunca gozada por mortal.
Ah
mis cabellos. Ondulo mi cintura blanca, tiendo acuáticos brazos fantasmagóricos.
Observo con fascinación mi sombra arbórea y móvil. Y aguardo.
Junto
a mis hermanas aguardo, y guardo la puerta del jardín donde los hombres no
tienen cobijo.
Yo
guardo y aguardo y espero.
Te
espero.
Con
los ojos del corazón te veo, y no con los del peligro. Detrás de los párpados,
detrás de los velos te añora mi frágil corazón de hembra sola.
Te
llama mi anhelo. Transparentes vahos de deseo te atraen hasta la puerta que no
debes cruzar, que no debo permitir que cruces.
Sé
que vendrás.
Sé
que por tierra y agua marchas hacia mi destino. Y que más pronto que tarde tu
sombra dibujará tu belleza sobre mi tierra yerma. Aquí estarás para cumplir la
promesa de la muerte y las espadas. No ruego otra baraja ni otros dados.
Sé
que vendrás. Me basta.
Sé
que puedo recorrer tu cuerpo duro con mis manos, que puedo atrapar el hombre
con mi boca anhelante. Pero sé asimismo que la dicha está contaminada de
brevedad, que la fugacidad de la carne tibia se transformará en piedra contra
mis senos ansiosos. Te matará mi amor, amor. Mi fatal mirada.
Mi
amor te transformará en estatua de piedra. Sólo la dicha de contenerme en tus
ojos es mi anhelo, y tal dicha, lo sabemos, sería tu sentencia. Mis cabellos de
serpiente se retuercen y anudan en deseo e ira.
Mi
amado, debieses comprender que Medusa te ama aunque mi amor confluya con la
muerte. No será para nosotros la ternura. Morir o destruir al objeto de mi
amor, tal es la torpe suerte que me ha tocado.
Perseo,
dejaré que me decapites y te ufanes de tu hazaña.
PÁGINA 18 – POESÍA
AMERICANA
CARLOS LUIS IBÁÑEZ TORRES
(Pamplona-Colombia)
ALBUM DE FAMILIA
Para Juliana.
Como el árbol milenario cobijándonos
con el frondoso ramaje de su mirada
está el abuelo
plantado por la magia del fotógrafo
El abuelo
es el centro de todo este mundo
detenido en un ancho instante
Sus brazos son arado
sus manos trigo
su rostro libro ya leído
transido
cerrándose para volver
pues la tierra lo reclama
Y la abuela
expectante
taciturna
nos mira compasiva
sabe que como el abuelo
un día el arado será ceniza
Y el trigo pan duro de comer
CARMEN HERNÁNDEZ PEÑA
(Ciego
de Ávila-Cuba)
DIÁSPORA
Las
muchachas de ayer son dos abismos
donde
se pierde la memoria.
«No olvidaremos a los muertos:
sus
rostros insaciables»
pero
los muertos fueron olvidados.
«Dime
cuando te enamores
si
hablas con Lennon en un callejón
de
Londres o Bagdad.
Dime
cómo es la nieve
sus
cristales antiguos».
Las
muchachas de ayer
nadaron
en la angustia
del
desencuentro
con
que los sueños brillan en lo oscuro.
«Envíame
las piedras
su
fuerza
sus
prodigios.
Un
tiempo fuimos piedras
y
en piedra volveremos».
«Dime
cómo es la nieve
sus
cristales antiguos».
«Dime
cómo arde el sol
sobre
mi pueblo».
No
me canso de andar
me
desvanezco nos desvanecemos
entre
la niebla pálida
que
corre en los dos mundos.
«Lennon
murió de un disparo en la noche
y
yo rasgué mi blusa
como
rasgan sus blusas los gitanos».
Mi
vocación de alondra se convierte en sospecha.
«Dime
cuán desolada es su blancura.
No
quiero morir una vez más
sin
ver la nieve».
Las
muchachas de ayer son dos alondras
enfermaron de altura en pleno vuelo.
Son
dos puñados de sal.
Dos
lobos muertos.
CARLOS FAJARDO FAJARDO
(Santiago
de Cali-Colombia)
BAJO
OTROS SOLES
Sé
infiel a tu ciudad. No te quedes esperándola. Es probable que ya haya llegado
convertida en quimera y tu cuerpo ande perdido en otras calles, buscándola en
el olvido. No importa en todo caso.
Sé
infiel a tu ciudad, pues a ella le es inútil, indiferente, que habites sus
rincones y trates de esculpirla con palabras.
Bajo
sus lluvias olvida el primer y último amor que en ella hayas poseído. En sus
calles, casa por casa, en todas las esquinas, no esperes sus eternas y falsas
promesas. Las ciudades se desgastan igual a los ojos que miramos fijos durante
años.
Marcha.
Aférrate a tus sogas. Viaja bajo otros soles siendo infiel incluso a tu muerte.
PÁGINA 19 – ENSAYO
FRANCISCO MORALES LOMAS
(Campillo de Arenas-Jaén-España)
EL
HUMANISMO SOLIDARIO Y EL SENTIMIENTO
EN ANTONIO MACHADO
EN ANTONIO MACHADO
La
poesía de Machado es un canto al sentimiento (“al poeta le basta con sentir
honda y fuertemente y con expresar claramente su sentimiento”1) en una línea
que procede directamente de la poesía arábigo-andaluza (de las jarchas
fundamentalmente) y prosigue en el romancero y más tarde se aviva con Marique y
Garcilaso. Mairena defiende el sentimiento aplicado a la lírica y Machado, ya
desde una fecha tan temprana como 1917, lo define en un doble sentido: no como
una elaboración propia del sujeto individual, de ese yo en contacto con el
mundo externo, sino que existe siempre en él una elaboración del TÚ, es decir,
de otros sujetos.
La fórmula que postula Machado es mucho más compleja que lo que habitualmente supone el común de los mortales. No existe esa simplificación de considerar el sentimiento como mi corazón frente al paisaje y el uso del lenguaje para comunicar a mi prójimo esa sensación sino que hay mucho más, nada más y nada menos que los otros, esos que no habían contado ab initio en su elaboración:
La fórmula que postula Machado es mucho más compleja que lo que habitualmente supone el común de los mortales. No existe esa simplificación de considerar el sentimiento como mi corazón frente al paisaje y el uso del lenguaje para comunicar a mi prójimo esa sensación sino que hay mucho más, nada más y nada menos que los otros, esos que no habían contado ab initio en su elaboración:
Mi
corazón, enfrente, del paisaje, apenas sería capaz de sentir el terror cósmico,
porque aun este sentimiento elemental -necesita, para producirse, la congoja de
otros corazones enteleridos en medio de la naturaleza no comprendida. Mi
sentimiento ante el mundo 'exterior, -que aquí llamo paisaje, no surge sin una
atmósfera cordial. Mi sentimiento no es, en suma, exclusivamente mío, sino más
bien NUESTRO.
Es
una visión del sentimiento de raíz cívica, fraternal y empática que nos permite
hablar ya en Machado de un profundo humanismo solidario en su lírica, por
cuanto el objeto sentimiento que habitualmente el poeta lo entiende como algo
personal e intransferible en la lírica de Machado adquiere un valor colegiado,
ecuménico, se amplifica y pierde su dimensión individual. El sentimiento del
poeta no es un estado de ánimo personal sino colectivo. El placer o el dolor
que posee ante su visión del mundo y la realidad que hay en su entorno el poeta
lo posee tanto en cuanto forma parte de una comunidad, de una sociedad, de una humanidad:
es un sentimiento NUESTRO.
Por tanto, su raíz tiene una construcción ética relevante en tanto deja de ser un “yo-único” para englobarse en un “yo-nosotros”. Ese yo-único está presente siempre, evidentemente, pero no es un “yo” ajeno al “otro” sino que se identifica con este y lo asume como propio. En ese esencialidad existe mucho de relación con el concepto de sentimiento expresado en su momento por Hume que lo asociaba a una concepción moral. En Machado se produciría un “emotivismo ético”, de raíz profundamente moral y proyectiva que amplifica una poesía para los otros desde los otros.
El sentimiento ante el mundo sería solipsistamente narcisista si solo aspirara a expresarse a sí mismo sin tener en cuenta esa felicidad o ese terror del colectivo ante las oscuridades del ser. De ahí que esa sensación la exprese aludiendo a la “congoja de otros corazones enteleridos en medio de una naturaleza no comprendida”. Las sensaciones propias importan, cómo no, no se está con ello anulando el ser en sí, pero su valor (y, por tanto, ese reconocimiento ético) nacen de la colectividad. Las sensaciones que poseemos no son únicas sino que forman parte de un fondo común, de una comunidad con la que se identifica el poeta:
Por tanto, su raíz tiene una construcción ética relevante en tanto deja de ser un “yo-único” para englobarse en un “yo-nosotros”. Ese yo-único está presente siempre, evidentemente, pero no es un “yo” ajeno al “otro” sino que se identifica con este y lo asume como propio. En ese esencialidad existe mucho de relación con el concepto de sentimiento expresado en su momento por Hume que lo asociaba a una concepción moral. En Machado se produciría un “emotivismo ético”, de raíz profundamente moral y proyectiva que amplifica una poesía para los otros desde los otros.
El sentimiento ante el mundo sería solipsistamente narcisista si solo aspirara a expresarse a sí mismo sin tener en cuenta esa felicidad o ese terror del colectivo ante las oscuridades del ser. De ahí que esa sensación la exprese aludiendo a la “congoja de otros corazones enteleridos en medio de una naturaleza no comprendida”. Las sensaciones propias importan, cómo no, no se está con ello anulando el ser en sí, pero su valor (y, por tanto, ese reconocimiento ético) nacen de la colectividad. Las sensaciones que poseemos no son únicas sino que forman parte de un fondo común, de una comunidad con la que se identifica el poeta:
Sin
salir de mí mismo, noto que en mi sentir vibran otros sentires y que mi corazón
canta siempre en coro, aunque su voz sea para mí la voz mejor timbrada. Que lo
sea también para los demás, éste es el problema de la expresión lírica2.
Sin
embargo, no queda ahí ese recurso al nosotros. La sustancia del significante,
lo que me permite a mí como poeta expresar esos sentimientos también forman
parte de la colectividad, por cuanto es esta diacrónicamente quien la ha ido
gestando. Está claro que nos estamos refiriendo al lenguaje. Por eso dirá
Machado: “El lenguaje es mucho menos mío que mi sentimiento”. El lenguaje no es
mío, lo he tenido que aprender de otros. Es una construcción histórica. El
sentimiento lo es también, una construcción histórica, y como construcción
histórica la semántica del sentimiento también tiene ese raíz diacrónica:
Antes
de ser NUESTRO -porque mío exclusivamente no lo será nunca- era de ellos, de
ese mundo que no es ni objetivo ni subjetivo, de ese tercer mundo en que
todavía no ha reparado suficientemente la psicología, del mundo DE LOS OTROS
YOS3.
Y
es consciente de que el sentimiento “mío-nuestro” no es eterno y cambia
históricamente (sobre toda esta versión del sentimiento García Montero
construyó en los 80 la nueva sentimentalidad, como en su momento afirmó) e
incluso durante la misma vida del individuo. Se pregunta Mairena qué es esto de
“una nueva sensibilidad” (difícil de entender en un tiempo zoológico) o,
todavía mejor, una “nueva sentimentalidad”. Lejos de definirla, lo que postula
es cómo van transmutándose y cambiando a lo largo de la vida, su variabilidad
en su valoración, su desdoro e incluso su muerte para ser sustituida por otra
nueva y así sin solución de continuidad. Y, aunque es consciente de que algunos
sentimientos pueden perdurar “mas no por eso han de ser eternos”. Y afirma
contundente Mairena: “Nada tan voluble como el sentimiento. Esto deberían
aprender los poetas que piensan que les basta sentir para ser eternos”4. Al
respecto dirá Gonzalo Sobejano5:
Lo
que persigue es la aparición de la verdad, la revelación de los «universales
del sentimiento», de «lo esencial castellano» y de «lo eterno humano», de «las
directas intuiciones del ser que deviene» (...)las palabras verdaderas debían
llegarle como una «humilde ola» que nada distrae, interrumpe ni detiene. Proceso
de decantación, no por paciencia y habilidad de artesano, sino por paulatino
empleo de la experiencia al servicio de la comunicación. Necesidad de los
mismos objetos cantados, que por eso no son múltiples, sino escasos y siempre
los mismos.
PÁGINA 20 – POESÍA
AMERICANA
CARLOS LÓPEZ DZUR
(Orange
County-California-USA)
ABRAN Y MIDAN LO QUE SERA EL RECINTO
Midan lo que será el recinto de sus nupciasa
y el que sepa que cave y ponga ladrillos de honra
y ejercite agrimensura y mampostería
antes de la apertura y se acontezca
lo que al Ser le pasa
como Ereignis.
Sea para la Hestia / la comunidad
que solamente se afirma / y sea
para el destino que es el Seyn /
el Ser / de la Vesta, luz de luna
que se inmola.
Sea edificado ese Altar
no como dato y novedad de vulgar sociología
sino compromiso de Destino que el pueblo
protege como lo anhelado,
verdad misma / unificada / de su Ser
Venga el pueblo atestiguador,
aquellos anhelantes, protectores
y empáticos que celosamente guardarán
el pensamiento, el poema, la acción
y exigencia del fuego en sagrado refugio.
ELVIRA ALEJANDRA
QUINTEROS
(Cali-Colombia)
Cita
– I
He
llegado a un pueblo de calles polvorientas donde mi amor me ha puesto una cita.
Mis compañeros del grupo de teatro no comprenden pero aceptan el juego como si fuesen mis hermanos menores.
Sin embargo cuando me hablan lo hacen como si fuesen mis hermanos mayores y no olvidan señalar hacia arriba con el dedo índice.
Las gentes visten de amarillo claro, de rojo, de azul desteñido
Y todo
Su piel, sus ojos fríos, los cabellos largos de sus mujeres
Están llenos del polvo que levantan al pasar los buses relucientes.
La plaza se llena primero con los niños y las ancianas
Y después el resto
Los novios
Las muchachas de cabellos trenzados
Los señores serios, sabios, adustos.
Pero no veo a mi amor y vuelvo a buscarlo entre las palmas de las manos que se agitan afanosas, cansadas de esperar la hora del milagro.
Mis compañeros del grupo de teatro no comprenden pero aceptan el juego como si fuesen mis hermanos menores.
Sin embargo cuando me hablan lo hacen como si fuesen mis hermanos mayores y no olvidan señalar hacia arriba con el dedo índice.
Las gentes visten de amarillo claro, de rojo, de azul desteñido
Y todo
Su piel, sus ojos fríos, los cabellos largos de sus mujeres
Están llenos del polvo que levantan al pasar los buses relucientes.
La plaza se llena primero con los niños y las ancianas
Y después el resto
Los novios
Las muchachas de cabellos trenzados
Los señores serios, sabios, adustos.
Pero no veo a mi amor y vuelvo a buscarlo entre las palmas de las manos que se agitan afanosas, cansadas de esperar la hora del milagro.
JAVIER FLORES LETELIER
(Santiago
de Chile-Chile)
I
Escuchamos
venir al océano mercante
pero nunca sabremos
quién será el último comprador,
aquel que escupirá
la carne del corazón animal.
pero nunca sabremos
quién será el último comprador,
aquel que escupirá
la carne del corazón animal.
Piensa,
medita a la Bestia
el peso en los túneles
del hogar que construiste,
la ficción de los suelos rasos
donde la trascendencia
es humillada hasta el éxtasis.
el peso en los túneles
del hogar que construiste,
la ficción de los suelos rasos
donde la trascendencia
es humillada hasta el éxtasis.
Vuelve
al pueblo
con las manchas imperdonables
de quien tomó la decisión
que lo separa del amor
para observar su milenaria consunción,
impregnado de aquella humedad
que invoca a las personas a reunirse
en sus pequeños círculos dorados:
con las manchas imperdonables
de quien tomó la decisión
que lo separa del amor
para observar su milenaria consunción,
impregnado de aquella humedad
que invoca a las personas a reunirse
en sus pequeños círculos dorados:
Por
qué no debo matar,
vengarlos con el golpe de la naturaleza
¿es el temor al total silencio
en la traición del origen?
La justicia humana, la justicia divina
pertenecen al mismo reino
de colmillos ardientes:
en mis sueños salvajes con la libertad
somos un solo monstruo
cuyos signos encandilan a los recién nacidos.
La raza perfecta
ávida de la raza perfecta.
vengarlos con el golpe de la naturaleza
¿es el temor al total silencio
en la traición del origen?
La justicia humana, la justicia divina
pertenecen al mismo reino
de colmillos ardientes:
en mis sueños salvajes con la libertad
somos un solo monstruo
cuyos signos encandilan a los recién nacidos.
La raza perfecta
ávida de la raza perfecta.
Tiempo
y aliento,
comprende
la distancia entre las ruinas
y resuelve a la Bestia.
comprende
la distancia entre las ruinas
y resuelve a la Bestia.
FRANK PEREIRA HENNESSEY
(Colombia)
MANUEL MARULANDA VELEZ
a, tirofijo.
Guerrero inasible
in albis
del vientre de un sueño,
de las entrañas del viento,
de la piel de la tierra.
Tus pléyades
orbitan
en los andes
con sus raíces de amianto.
Eres
de la estirpe de Tupac
de raigambre de sol
enmarcado
en la cresta de un futuro.
PÁGINA 21
– CUENTO
NECHI DORADO
(CABA-Argentina)
LA OBEDIENCIA DE LA ALMEJA
Llegaron los turistas, arribaron ansiosos de mar, de sol,
descanso, alejándose de la selva de cemento donde alternan sus días entre
consumo, polución y nervios que parecen mechas de dinamita que se encienden
hasta por usuales “buenos días”, casi siempre deseados de la boca para afuera.
Se los ve tendidos como iguanas sobre la arena recalentada
y cuando el sol afloja la tensión de sus rayos, muchos comienzan la tarea
irresponsablemente pasatista que los arrastra hacia la caza compulsiva de
almejas, acción devastadora para la especie que lo único que hace es
vivir encerrada en su propia valva.
(Casi orgullosamente encerrada, como tantos humanos)
-Triste la vida de la almeja, pienso. Condenada ad eternum
(o hasta que el hombre disponga lo contrario) a alternar sus días entre las
aguas saladas y las arenas, ordenada, obediente, sumisa, aún ante el riesgo de
convertirse en un recuerdo pretérito.
Tanto habrán insistido en la idea de que su vida debe
esquematizarse bajo la consigna “del mar a la arena, de la arena al mar” que
omitieron el principio ineludible de la organización, el reclamo, la lucha por
la propia supervivencia.
El hombre, hecho a imagen y semejanza de algún dios,
aunque según dicen, no supo interpretar la última parte de la obra y la adaptó
a su manera, está depredando a esos moluscos bivalvos que cumplen a rajatablas
el mandato.
(¿Se entenderá algún día que la endeblez de los débiles es
el motor fundamental, posibilitador del crecimiento de los fuertes?)
Y así transcurren las almejas sus últimos momentos
ignorando la inminencia de su propio extermino.
-Triste el destino de la almeja, sigo
pensando. Rutinario su corto camino estéril que no la
conducirá a ningún puerto seguro, apenas a su propio agujero arenoso.
Continuará el viaje atemporal del molusco rumbo al pozo
oscuro hasta que la irresponsabilidad –propia y ajena- decida lo contrario.
PÁGINA 22 – POESÍA
AMERICANA
LUCÍA ESTRADA
(Medellín-Colombia)
LA NOCHE EN EL ESPEJO
El
aire se abrió lentamente con el sonido
de las campanas, y en los cuartos,
cada cosa ocupó su lugar y su nombre,
revelando de las palabras
su extraño alfabeto.
Entonces todo era posible
bajo esa luz de invierno que dibujó tu rostro.
¿Quién habita en esta tierra
precedida por el ángel?
¿Quién dispuso los vasos
en los que beberíamos el fervor de una pregunta?
Señalaste tras la ventana un jardín cerrado,
y en él un estanque vacío esperando por mis ojos.
Era preciso mirarlo con atención
antes que se diluyera en la penumbra.
Estábamos inmersos en el paisaje,
y las voces del jardín venían desde adentro,
y las formas encontraban entre sí su correspondencia.
Algo dijiste del vacío, y a lo lejos,
la fuente brilló en su propia oscuridad.
Esto es lo que soñamos. Hundirnos en la transparencia
y en el movimiento de la luz. Ella recorre
paciente lo que para nosotros
había perdido su misterio. Aquí están
todas las cosas recién descubiertas,
y el mundo, cada vez más liviano,
cada vez más pleno de sí mismo,
cada vez más verdadero.
Puedo escuchar el rumor de las puertas que se abren
para conducirnos a otro silencio,
y cómo cavamos en él
aunque las cuerdas de la voz
se hayan debilitado.
El estanque se cubrirá de agua.
Puedo presentirla.
Es oscura y asciende hasta tus ojos
llenándote de extrañeza.
Pero delante de ti,
nada perderá su claridad.
Deja que tu corazón entable cercanía con la muerte,
que allí también encontrarás
presencias luminosas.
Será entonces como si nunca
te hubieras apartado del camino:
“El resistir lo es todo”.
de las campanas, y en los cuartos,
cada cosa ocupó su lugar y su nombre,
revelando de las palabras
su extraño alfabeto.
Entonces todo era posible
bajo esa luz de invierno que dibujó tu rostro.
¿Quién habita en esta tierra
precedida por el ángel?
¿Quién dispuso los vasos
en los que beberíamos el fervor de una pregunta?
Señalaste tras la ventana un jardín cerrado,
y en él un estanque vacío esperando por mis ojos.
Era preciso mirarlo con atención
antes que se diluyera en la penumbra.
Estábamos inmersos en el paisaje,
y las voces del jardín venían desde adentro,
y las formas encontraban entre sí su correspondencia.
Algo dijiste del vacío, y a lo lejos,
la fuente brilló en su propia oscuridad.
Esto es lo que soñamos. Hundirnos en la transparencia
y en el movimiento de la luz. Ella recorre
paciente lo que para nosotros
había perdido su misterio. Aquí están
todas las cosas recién descubiertas,
y el mundo, cada vez más liviano,
cada vez más pleno de sí mismo,
cada vez más verdadero.
Puedo escuchar el rumor de las puertas que se abren
para conducirnos a otro silencio,
y cómo cavamos en él
aunque las cuerdas de la voz
se hayan debilitado.
El estanque se cubrirá de agua.
Puedo presentirla.
Es oscura y asciende hasta tus ojos
llenándote de extrañeza.
Pero delante de ti,
nada perderá su claridad.
Deja que tu corazón entable cercanía con la muerte,
que allí también encontrarás
presencias luminosas.
Será entonces como si nunca
te hubieras apartado del camino:
“El resistir lo es todo”.
ANDRÉ CRUCHAGA
(Chalatenango-El
Salvador)
TRANSPARENCIA
Mirar
la gota en el ojo que la ansía. La gota solamente en lo profundo.
—Pero,
no mires la claridad, en la claridad misma, sino en la salida
de
los rostros y los nombres;
todo
tiene su ritmo, el fuego y la muerte, el tiempo que nos alcanza
y
nos deja, el grano de mostaza en la estatura, la roca fiel al río
en
su propio espejismo.
No
mires los colores volcados en el arcoíris, sino en la rama disuelta
del
designio, que la palabra compartida es silencio.
No
camines si al caminar, acaba el bullido de la sangre, allá en la sombra,
la
piedra de los sueños, quizás la claridad que a veces nos avergüenza.
No
busques compañía, en la compañía del tallo, hazlo en las semillas,
y
hasta en los pergaminos del viento.
(El poema siempre vacía
a manotazo limpio el pálpito del firmamento.)
Líquido
el poema, se siente la retribución en las manos: el sollozo
no
necesita de pañuelos, sino de un cuerpo que lo contenga,
en
el tibio cuaderno de la luz.
No
mires la intensidad con tus ojos, mírala desde el espejo del otro;
entonces
podrás saber de qué están hechos, fuego y tormenta…
RUTH ANA LOPEZ CALDERON
(Sucre-Bolivia)
DESPIERTA
El frío
golpea la copa de los árboles,
la
ciudad amanece sumida en múltiples congojas,
deshecha
en laberintos grises
voces
de motores viejos y torpes
comienzan
a poblar el silencio,
y las
luces opacas alumbran
a pocos
deambulantes,
ensimismados,
encadenados
a sus voces,
paseando,
negados a ver
más
allá de las narices
los
minutos lentan
presurosos,
impunes
al dolor o al miedo,
a la
soberbia,
ó a la
deshonra,
cuerpos
vestidos de cachemir y calzados
cuerpos
semidesnudos,
cercenados
por el gélido
aliento
de noches desamparos
y almas
bailan en su propio espejo
fétidas
y almas
bailan llanto,
los
extremos, los opuestos necesarios,
y los
medios cabizbajos, atrapan
en
sádico mutismo,
y nos
jactamos, y nos jactamos,
de ser
lo que no somos.
PÁGINA 23 – CUENTO
LILIANA SAVOIA
(Rosario-Santa
Fe-Argentina)
DIÁLOGOS
EN SI BEMOL
Me acerqué a ellos con cierto recelo, sus volúmenes me inhibían, debo admitirlo. Aún así como un autómata continué la marcha hacia ellos. Se mantenían en silencio aunque se miraban a los ojos.
Sus cuerpos corpulentos daban la impresión de estar demorados en una eternidad sostenida, en un continúo presente.
Primero me acerqué a ella, que me superaba ampliamente en peso, de eso estoy seguro, y sin proponérmelo me hallé preguntándole su nombre. El mutismo del principio me sobrecogió pero no me di por vencido y sí seguí intentándolo.
Después de un tiempo que no puedo definir en horas ni minutos, ni segundos, me contestó. Su voz sonaba aguda, casi impropia de una garganta que lleva a cuestas ese enorme lastre. El volumen de la frecuencia de sus vocablos era apenas audible, como un dejo de silbido ininteligible que yo, obstinado, me empeñaba en decodificar.
Agudicé mis oídos y pude percibir un pedido que me llenó de angustia.
Miré hacia ambos lados, también lo hice hacia atrás. Estaba solo, era imposible que se dirigiera a alguien que no fuese yo. La miré con una mirada larga y sostenida. Sus labios no se movían, o por lo menos yo no lo distinguía. Pero el sonido musicalmente penetrante era cada vez más claro. “Agua, por favor, agua”.
Me dirigí hacia una fuente que se hallaba en el centro del parque y haciendo un cuenco con mis manos recogí un poco de agua fresca. Apresuré mis pasos tratando de conservar el líquido de entre mis palmas y llegué al sitio donde se encontraban ellos.
Me resultó engorroso acceder a la boca de la mujer, aún así perseveré en el intento hasta que lo logré. Volqué la escueta cantidad de gotas sobre sus labios. Las moléculas desaparecieron dejando en su lugar una bruma humeante. Me miró agradecida para luego dirigirse a él, ya con una voz más clara, quizás por saciar la sed en sus entrañas.
Traté de escuchar el diálogo que sonaba a melodía y por los conocimientos que poseo de música, debo decir, que un si bemol se percibía de fondo, como si una orquesta de violines acompañara la conversación.
Agudicé más mis sentidos y logré apreciar que ella le decía: “pedile, no seas orgulloso, seguro que él nos ayudará”. Supuse que se trataría de ir en busca de más agua, pero lo que oí me dejó atónito. Ahora era él el que hablaba dirigiéndose a mí. Su voz era grave, de tenor. Lo escuché claro y firme: “Deseo estar más cerca de ella, pronunció”.
El pedido me resultaba desconcertante y casi imposible de cumplir. Cómo haría yo tal cosa. Primero, no me atrevía a tocarla, estaba desnuda. Dos pechos pequeños lucían altivos en su rollizo torso. En ese momento me percaté de lo pequeñas que eran sus cabezas. Las partes no parecían pertenecer a esos cuerpos orondos que se alzaban como moles en el sendero este del parque. Bajé la vista hacia sus pies, me sobresaltó los diminutos que eran.
Volví a mirarla a ella, me pregunté de nuevo si podría cumplir con lo solicitado por su descomunal compañero.
Sin que mediara la prudencia me esforcé en hacerlo, arremangué mi camisa y me dispuse a maniobrarla a ella. Decir que pesaba sobremanera es nada. Empujé y empujé desde el costado derecho de su cuerpo con todas mis fuerzas sin lograr moverlo ni unos míseros centímetros. Ella tampoco ayudaba, a pesar que yo le imploraba que lo hiciera. Él, parecía estar diciéndole ahora algo, pero sumido en la faena de movilizarlos, no entendí qué le señalaba.
Giré por atrás de la figura femenina y me empeñé con más fuerzas a movilizarlo a él. Imposible, la corpulencia grotesca y enorme no cedía al intento.
Creí que mis fuerzas me abandonaban pero no quería desistir a mi propósito de acercarlos, quizás deseaban besarse, acariciarse o simplemente erguirse más unidos, más juntos.
A lo lejos veo unas siluetas que corren hacia mí. Estoy empapado y cansado por el esfuerzo, si embargo continúo. Las figuras se acercan. Uno de ellos trata de convencerme que ceda en mi empeño. Al negarme otro saca de un oscuro maletín algo que en la confusión de los movimientos no alcanzo a percibir. Siento como un líquido ardiente penetra el músculo de mi antebrazo mientras las voces que creo son de los hombres que me rodean hablan de llevarme a un lugar seguro, donde no pueda hacerme daño. Miro a las enormes figuras que me devuelven una triste mirada. Ambos repiten al unísono: “lo siento”.
Ahora brazos desconocidos me alejan de la pareja, murmuran que deben separarme de las ciclópeas moles de bronce, entretanto escucho melodías en si bemol.
Me acerqué a ellos con cierto recelo, sus volúmenes me inhibían, debo admitirlo. Aún así como un autómata continué la marcha hacia ellos. Se mantenían en silencio aunque se miraban a los ojos.
Sus cuerpos corpulentos daban la impresión de estar demorados en una eternidad sostenida, en un continúo presente.
Primero me acerqué a ella, que me superaba ampliamente en peso, de eso estoy seguro, y sin proponérmelo me hallé preguntándole su nombre. El mutismo del principio me sobrecogió pero no me di por vencido y sí seguí intentándolo.
Después de un tiempo que no puedo definir en horas ni minutos, ni segundos, me contestó. Su voz sonaba aguda, casi impropia de una garganta que lleva a cuestas ese enorme lastre. El volumen de la frecuencia de sus vocablos era apenas audible, como un dejo de silbido ininteligible que yo, obstinado, me empeñaba en decodificar.
Agudicé mis oídos y pude percibir un pedido que me llenó de angustia.
Miré hacia ambos lados, también lo hice hacia atrás. Estaba solo, era imposible que se dirigiera a alguien que no fuese yo. La miré con una mirada larga y sostenida. Sus labios no se movían, o por lo menos yo no lo distinguía. Pero el sonido musicalmente penetrante era cada vez más claro. “Agua, por favor, agua”.
Me dirigí hacia una fuente que se hallaba en el centro del parque y haciendo un cuenco con mis manos recogí un poco de agua fresca. Apresuré mis pasos tratando de conservar el líquido de entre mis palmas y llegué al sitio donde se encontraban ellos.
Me resultó engorroso acceder a la boca de la mujer, aún así perseveré en el intento hasta que lo logré. Volqué la escueta cantidad de gotas sobre sus labios. Las moléculas desaparecieron dejando en su lugar una bruma humeante. Me miró agradecida para luego dirigirse a él, ya con una voz más clara, quizás por saciar la sed en sus entrañas.
Traté de escuchar el diálogo que sonaba a melodía y por los conocimientos que poseo de música, debo decir, que un si bemol se percibía de fondo, como si una orquesta de violines acompañara la conversación.
Agudicé más mis sentidos y logré apreciar que ella le decía: “pedile, no seas orgulloso, seguro que él nos ayudará”. Supuse que se trataría de ir en busca de más agua, pero lo que oí me dejó atónito. Ahora era él el que hablaba dirigiéndose a mí. Su voz era grave, de tenor. Lo escuché claro y firme: “Deseo estar más cerca de ella, pronunció”.
El pedido me resultaba desconcertante y casi imposible de cumplir. Cómo haría yo tal cosa. Primero, no me atrevía a tocarla, estaba desnuda. Dos pechos pequeños lucían altivos en su rollizo torso. En ese momento me percaté de lo pequeñas que eran sus cabezas. Las partes no parecían pertenecer a esos cuerpos orondos que se alzaban como moles en el sendero este del parque. Bajé la vista hacia sus pies, me sobresaltó los diminutos que eran.
Volví a mirarla a ella, me pregunté de nuevo si podría cumplir con lo solicitado por su descomunal compañero.
Sin que mediara la prudencia me esforcé en hacerlo, arremangué mi camisa y me dispuse a maniobrarla a ella. Decir que pesaba sobremanera es nada. Empujé y empujé desde el costado derecho de su cuerpo con todas mis fuerzas sin lograr moverlo ni unos míseros centímetros. Ella tampoco ayudaba, a pesar que yo le imploraba que lo hiciera. Él, parecía estar diciéndole ahora algo, pero sumido en la faena de movilizarlos, no entendí qué le señalaba.
Giré por atrás de la figura femenina y me empeñé con más fuerzas a movilizarlo a él. Imposible, la corpulencia grotesca y enorme no cedía al intento.
Creí que mis fuerzas me abandonaban pero no quería desistir a mi propósito de acercarlos, quizás deseaban besarse, acariciarse o simplemente erguirse más unidos, más juntos.
A lo lejos veo unas siluetas que corren hacia mí. Estoy empapado y cansado por el esfuerzo, si embargo continúo. Las figuras se acercan. Uno de ellos trata de convencerme que ceda en mi empeño. Al negarme otro saca de un oscuro maletín algo que en la confusión de los movimientos no alcanzo a percibir. Siento como un líquido ardiente penetra el músculo de mi antebrazo mientras las voces que creo son de los hombres que me rodean hablan de llevarme a un lugar seguro, donde no pueda hacerme daño. Miro a las enormes figuras que me devuelven una triste mirada. Ambos repiten al unísono: “lo siento”.
Ahora brazos desconocidos me alejan de la pareja, murmuran que deben separarme de las ciclópeas moles de bronce, entretanto escucho melodías en si bemol.
PÁGINA 24 – POESÍA
AMERICANA
YOLANDA DUQUE VIDAL
(Montreal-Canadá))
NOCHE
DE PLENILUNIO
Lóbrega
mudez rodea la calle
Afuera,
la tormenta ha cesado
Adentro,
recién comienza
Horas
enrojecidas de vigilia
riegan
de lluvia la antesala
de
un íntimo misticismo
Algo
ocultan las sombras
esta
noche, mientras arriba
los
astros palpitan como nunca
La
cortina de nublos desaparece
dejando
ver la luna enrojecida,
como
si tuviera vergüenza
Se
filtra uno de sus ojos
No
deja que el pájaro del sueño
penetre
de una vez en su jaula
Hay
tantos que no saben
lo
que ocurre esta noche
más
arriba de sus cabezas
ARABELLA SALAVERRY
(San
José-Costa Rica)
CANCIÓN
DE NIÑA AFRICANA
(Después
de leer una noticia sobre la ablación)
Yo
tuve una corola
tuve
una flor espléndida
yo
tuve una anémona
que
también fue fruta de la pasión
Tuve
una flor de suculentos pétalos
yo
tuve una sencilla mariposa
durmiendo
entre los muslos
Tuve
una golondrina
Yo
tuve un grillo cantando
un
abejorro
tuve
una tórtola
soñando
entre los muslos
Pero
un día
Me
latió un pájaro
de desconsolado vuelo
La
tradición fue navaja
de
un turbulento trazo
enmudeció
mi grillo
la
mariposa abortó su vuelo
desapareció
la fruta
la
corola se anegó en mi sangre
Ahora
tengo un poco de nada
muriendo
entre mis muslos
PASTOR AGUIAR
(Colón-Matanzas-Cuba)
MUJER ÁRBOL
A
Jeniffer
Tú sabes de maderas, la boca te
florece
y enraízas volando corazón hacia
adentro
como una flecha viva que embaraza a
las Almas,
que anuncia primaveras y recita
las tablas de La Ley.
Todo huele distinto cuando al fin te
pronuncias
desnuda en la arboleda que se
deshace en frutos
desde tus ojos altos, desde tu mano
leve,
porque el día es posible si
alimentas
la luz con tu universo.
Cuál árbol te dejó la palabra
semilla,
la sombra cabellera trenzando
tomeguines,
la tendencia a ser mártir hasta
cuando te asomas
como un susto en el verde, y roja
pulpa:
mujer fructificada.
No tienes que decirlo, lo grita tu
presencia,
la edad de tus anillos tatuados en
el tiempo,
tu hembritud que delira la
abundancia de un parto
donde los niños duren y la muerte
signifique otra vida.
PÁGINA 25 – ENSAYO
ANNA BANASIAK
(Zgierz-Polonia)
REFLEJO SCHULZIANO EN EL ESPEJO DE ROBERTO BOLAÑO
La obra de Roberto Bolaño se
concentra en la creación de las protagonistas llenas de las contradicciones,
secretos y los reflejos parecidos a sus multiplicados personajes. Sus
protagonistas caminan con los remisiones acompañados a las diferentes obras
literarias. Esta situación ocurre también en su novela Estrella distante.
Entre las decenas de las criptocitas y los apellidos evocados directamente de
los autores como: Octavio Paz, Gabriel García Máquez o Gabriela Mistral, se
encuentra el escritor polaco, Bruno Schulz.
La prosa del escritor chileno ha
sido el tema del análisis de los numerosos conocedores de las letras. El
significado del fragmento referido a Schulz, hace caso Zofia Grzesiak. Según la
investigadora: "el lector debe suponer que Bruno
Schulz, en su rol de visitante de la novela de Bolaño, funciona como los personajes analizados por
Brian McHale en Postmodernist fiction, es decir, 'como sinécoloque de su lugar de origen, e
introduce su realidad dentro del mundo ficticio' " (Grzesiak
2012: 109)
El mágico
de Drohobycz parece pasear por las calles creados por Bolaño preparando las
huellas, los reflejos nuevos de Estrella distante. Una de las rutas se compromete con la creación, una capacidad
representada por Wieder y Jakub. Al oponerse a la Biblia, el personaje schulziano
sueña con crear el hombre a la semejanza del maniquí. Jugando al Dios, parece
crear una reprodución, quizás la pacotilla. Al mismo tiempo, "Wieder proclama
la creación de un mundo nuevo y la discusión clara entre la luz y las tinieblas”
(Grzesiak 2012 : 112). Se puede suponer que Jakub y Wieder tienen muchos
similitudes.
Mientras tanto, el protagonista de
Bolaño es la contradicción de Jakub. Si para el segundo el maniquí es el modelo
de la creación, Wieder trata de actuar al revés. Esta relación parece ocurrir
entre un objeto y su reflejo en el espejo. Según C. Manzoni (2002) la creación
de Wieder incluye un código misterioso, introduciendo el elemento del miedo a
la vida cotidiana. Considerando las categorias de lo malo y lo bueno, se puede
citar la opinión de F. Rodríguez (2010: 212), según la cuál Roberto Bolaño
quiere tapar mencionadas categorias usando la duplicación de los motivos y
personajes. La multiplicación del mundo es uno de las disposiciones que sirven
para la creación del desenfoque y el debilitamiento de la visión coherente del
mundo. En esta manera la visión del mundo es cuestionada. Como en la realidad
postmoderna, nada puede ser considerado como seguro, fijo e indiscutible. Bolaño, al romper las reglas de la lógica, a Schulz
invitándole a su mundo. Al mismo
tiempo, el escritor chileno subraya la falta del razón y consecuencia.
Tal como
el movimiento definido como realismo mágico,
los elementos de la vida cotidiana se mezclan con las sombras de las fantasmas
y los seres del otro mundo. La imaginación del escritor remite a la obra del escritor polaco, en cuanto a la cultura
origen muy lejano. En esta manera causa una perplejidad, una sorpresa que
parece imposible a lograr en la literatura y cultura contemporánea. Bolaño logra a este efecto con haber invitado Schulz a su peregrinaje.
Bibliografia:
1. Grzesiak, Zofia (2012). Los maniquíes de
Bruno Schulz y Roberto Bolaño: sobre la red intertextual en Estrella
distante. En: Itinerarios. Vol.16, pp. 107-118.
2. Manzoni, Celina (2002). Narrar lo inefable.
El juego del doble y los desplazamientos en Estrella distante. En:
Manzoni, C. (coord.). Roberto Bolaño: la escritura como tauromaquía. Buenos
Aires, pp. 17- 32.
3. Rodríguez, Franklin (2010). Unsettleness
and doublings in Roberto Bolaño`s Estrella distante. Revista
Hispánica Moderna. University of Pennsylvania Press. 63: 203-218.
PÁGINA 26 – POESÍA
AMERICANA
JORGE VINITZKY
(Montevideo-Uruguay)
VUELVES
Domo
de líquido cristal.
Tu suerte…
crecer invertido.
Bruñido espejo.
Diamante fundido
que pende del bronce
que lo retiene.
Lo alimenta.
El planeta entero
lo llama.
Con fuerte mano
imperiosa, extendida,
clama
por su vuelta
a la matriz mineral.
La curiosa gota
cede y cae.
Mañana brotará,
salobre,
de tus ojos negros.
Húmedos cielos
Azabaches.
Apurada por tu alma
volverá a su cuna.
Tras acariciar tu piel
será lágrima.
Pequeña ofrenda
pasional
al mar eterno
que la espera.
ISABELLA DE JESÚS
(Guadalajara-México)
ESENCIA
A veces considero que
los poemas no aroman
pero fraguan suspiros
los poemas no cantan
pero tejen mareas
los poemas no cortan
y sin embargo hienden
hacen sangrías insomnian
ranuran a amanezcas
ponen alto en el alma
uno piensa a menudo que
los poemas no obedecen a un bando
pero arremeten en oleadas
desaparecen los silencios y
tormentean la guerra
donde el menesteroso de la vida
gracias a sus disparos se agiganta
puede que
los poemas no naden
se ahoguen de a ratitos
con la sal del que escribe
cuando su mar se cae
los poemas que atrapo
me desnudan con faros
y no aroman no cantan
van sin filo maduro sin pancartas
rara vez son guerreros
no saben de braceo
nacivuelan extraños desde una vieja
región de tierra adentro
donde los ríos humectan
y las anclas son alas.
MARGARITA MUÑOZ
(Chihuahua-México)
RESPLANDOR
EN LA TARDE
Siento
que me incendio
Resplandor
tu cuerpo llega
La
ciudad ingrávida
Pende de un sol casi blanco
Ondean
en las ventanas
Las cortinas azules
Respondiendo
al vaivén de mis caderas
Fiebre
renovada cada tarde
Cierra
la puerta amor
No sea que se escape la lujuria
PÁGINA 27 – CUENTO
MARÍA BENICIA COSTA
PAZ
(Cipolletti-Río
Negro-Argentina)
LA
RIQUEZA DE LOS POBRES
Conocí
a Estefanía en Corrientes. Era una mujer de garra y baja como buena taragüí.
Muy trabajadora y a pesar de todas las amarguras y tragedias vividas era alegre
y cariñosa. Junto al “Viejo” tuvieron una durísima vida como cosecheros de
algodón, en tierras de Napenay, donde
¡pucha! si se ganaba plata. El Viejo era piel y huesos; sus músculos fibrosos
quedaban al descubierto, como torrentes de anhelos insatisfechos y la piel la tenía calcinada por los
agobiantes soles chaqueños. El “Viejo” hachero con anterioridad, fue quedando
ciego. Estefanía podría haberlo abandonado, pero aguantadora como era, trabajó
siempre por dos y lo acarreó hasta su muerte. Su tenacidad me impactaba, y por
otro lado, cuando se le metía una idea en la cabeza era una mula, no se movía
un milímetro de sus palabras o intenciones.
El
“Viejo” era mayor que ella. Lo de ellos comenzó con un encuentro fulminante
donde las palabras no fueron necesarias.
Al cabo de estrelladas noches llegó el fruto, que a su debido tiempo se anunció niña, Ramona.
Ganar mucho era sólo una ilusión: la comida,
valía fortunas y ni hablar de los vicios, el tabaco y el alcohol, todo
provisto por el patrón.
Al decaer las fuerzas, se fueron para la
capital de Corrientes, enclavándose en los confines. Un terreno con casa de
chapa, con trapos como puerta, cercada con palos y algún alambre evanescente.
Era mucho contar con un lugar “propio”.
Estefanía trabajó de empleada en casas de la ciudad. Un día, Ramonita enfermó. “Para las altas fiebres, un
te de yuyos. Para el dolor de cabeza, rodajas de papa en las sienes”: el médico
era un personaje inexistente. La pequeña
nunca se curó del todo: quedó con ataques que la dejaban tiesa por algún
tiempo, vaya a saber que extraño espíritu la había habitado.
Un 16 de julio, Estefanía consiguió un lugar, a través de
unos allegados, en una carreta con
bueyes. Los 60
kilómetros entre Corrientes capital e Itatí les llevaba
un par de días. Algunos iban a caballo y la mayoría a pie por lo que se iba
despacio. Por las noches sobraban los asados y el trago, que impaciente, no se
hacía esperar. Pasaban cosas; en realidad lo de siempre: vino, miradas, y ahí
nomás a los hechos. Se rezaba de tanto en tanto una rezagada letanía; eso
sí, se conversaba mucho. Lo que más
atraía era los cuentos de aparecidos. La imaginación, como tenue red se expandía durante la noche,
cebada con añejos e innombrables miedos. Y nuevamente el chamamé, y los
sapukays, tan de hombres, tan sonoros. Las pícaras miradas otra vez en
entrecruces. Y cuando no, una pelea a cuchillo, como para galantearle a la
muerte.
¡Estefanía había codiciado tanto este
encuentro con la Virgen! Pensaba y
repensaba cómo iba a hacer para que la escuchara. ¡Era tan milagrosa!, si, que cure a Ramonita.
La llegada a la Basílica era siempre una
fiesta. Cantidades de carretones de todos los puntos de la provincia se
ubicaban formando ondas con las pálidas luces de sus faroles. Los últimos vahos
de alcohol todavía se tumbaban en los fogones, mezclados con olor a bosta, a
pura suciedad.
Esa
mañana en las escalinatas del templo había tanta gente que era imposible avanzar.
Para colmo las autoridades pujaban por salir para hacer su propia procesión
alrededor del pueblo. La gente cantaba monótonamente. Por los altavoces se
anunciaba la salida del Obispo y del Gobernador. Estefanía que iba a
contramano, estaba por desfallecer. Alguien le tocó el brazo, “Espere, Doña, a
que salgan todos. Después será más fácil”. Se quedó allí, bajo el árbol, con la
mano de Ramonita apretada, enlazando coraje para presentarse al ruedo.
Cuando finalmente entró a la Basílica se puso
de rodillas persignándose varias veces. La emoción le cerraba la garganta pero
rezaba con desesperación, en silencio. Ramona la miraba expectante, sin
entender. De golpe la emoción le causó una mala jugada a Estefanía, quien cayó para adelante casi desvanecida. Varias manos
la quisieron sentar pero ella, firme y dura como garrote, se hincó. Esta gente
no entiende, pensó. Me van a “cortar” la promesa. Sacando fuerzas de vaya a
saber donde, siguió deslizándose sobre las rodillas, camino al altar. Llegó radiante aunque exhausta. Ahora la Virgencita haría lo suyo,
pensó. Ella, pobre alma, había cumplido.
El
viaje de vuelta fue casi igual. La fe infantil y primitiva de Estefanía
era fuerte como la sangre. Ahora todo
sería mejor. La miraba a Ramonita, esperanzada. Y de hecho, al cabo de un
tiempo, la niña se fue tranquilizando. Ya no tuvo más esos ataques en que
quedaba dura. Comenzó a hablar más y a usar
palabras nuevas. Para Estefanía el milagro se había concretado. Es que la
Virgencita de Itatí no falla, y menos en su día.
Al
final de la jornada, el Obispo en el
páramo de una fe pequeña se preguntaba de dónde sacan los fieles ese fervor a
prueba de las peores calamidades; indudablemente Dios los sostenía; y volvía a
justificar, una vez más, esta peregrinación tan cuestionada.
Yo,
testigo taciturno de milagros repetidos, no logro comprender del todo;
indudablemente la gente cree en ellos, vive con ellos para no morir del todo.
Los que sufren llevan a flor de piel la
hondura de estas vivencias.
PÁGINA 28 – POESÍA
AMERICANA
PEDRO ARTURO
ESTRADA
(Colombia/Nueva York)
ANTIORACIÓN
Que la vida me agarre confesado
libre de temor y ebrio de soles
boca arriba del miedo
aleteando en el azul
Una sola canción
una palabra sola
—dioses desconocidos
cantaré para vosotros
No pido ningún cielo
No ignoro vuestro infierno
Solo este instante es mío
No lo carguéis de eternidad
Dejadme ir cuando quiera
No me atéis
No pidáis mi fidelidad
Mi fe última
Esa apenas me alcanza
para el día.
Que la vida me agarre confesado
libre de temor y ebrio de soles
boca arriba del miedo
aleteando en el azul
Una sola canción
una palabra sola
—dioses desconocidos
cantaré para vosotros
No pido ningún cielo
No ignoro vuestro infierno
Solo este instante es mío
No lo carguéis de eternidad
Dejadme ir cuando quiera
No me atéis
No pidáis mi fidelidad
Mi fe última
Esa apenas me alcanza
para el día.
—todo el amor.
FRANK PADRÓN
(Pinar
del Río-Cuba)
SE
BUSCA
No
por gusto el viejo Dante
nos concibió eternamente
caminando
esa especie especial que somos
no se detiene
¿qué buscamos?:
el otro
que nos habita y sin embargo
se esconde en algún sitio
unos lo encuentran
otros pasan la vida entera en esa búsqueda
y los hay que hasta mueren
sin hallarle
por eso tanto error
tanta gente que no es y lo aparenta
falsas mitades que se acomodan y después
se deshacen
dejándote sin más
ese hueco más hondo
además de sangrante
Yo lo voy encontrar
voy a ir imitando al salmista
hasta el océano
a la montaña donde también
Mahoma aguarda
a las esquinas que aún me faltan
al valle, sin lágrimas
(porque imagino que ya las derramé todas)
a la izquierda y la diestra del padre
al planeta prohibido
pero iré caminando
como quien no busca
disfrutando la estela que deje cada paso
la historia que vaya rescribiendo
el resplandor que destilen los días
y hasta las piedras que me ponga
el camino
yo voy
sin esperar hallazgos
y al final
me toparé con Dante
en medio del camino de la vida
concibiendo de nuevo
La Comedia.
nos concibió eternamente
caminando
esa especie especial que somos
no se detiene
¿qué buscamos?:
el otro
que nos habita y sin embargo
se esconde en algún sitio
unos lo encuentran
otros pasan la vida entera en esa búsqueda
y los hay que hasta mueren
sin hallarle
por eso tanto error
tanta gente que no es y lo aparenta
falsas mitades que se acomodan y después
se deshacen
dejándote sin más
ese hueco más hondo
además de sangrante
Yo lo voy encontrar
voy a ir imitando al salmista
hasta el océano
a la montaña donde también
Mahoma aguarda
a las esquinas que aún me faltan
al valle, sin lágrimas
(porque imagino que ya las derramé todas)
a la izquierda y la diestra del padre
al planeta prohibido
pero iré caminando
como quien no busca
disfrutando la estela que deje cada paso
la historia que vaya rescribiendo
el resplandor que destilen los días
y hasta las piedras que me ponga
el camino
yo voy
sin esperar hallazgos
y al final
me toparé con Dante
en medio del camino de la vida
concibiendo de nuevo
La Comedia.
PAURA RODRÍGUEZ LEYTÓN.
(Santa Cruz de la Sierra-Bolivia)
LAS
RUINAS DE QUE RECORRÍAMOS
Ahora,
Las
Ruinas de Que recorríamos
hijo
Leves Fantasmas amorosos.
(Fragancia
de Other DIAS).
Sal
Hay,
mucha
sal.
Te
Queda el extraño sabor,
tro
Camina La Locura Bajo los pasteles,
Como
gusano incesante te cosquillea el reloj simétrico.
Transitaste
disperso,
de
como hoja al viento te pintaste de blanco,
Papel,
ARRUGADO
Papel Que huelo disimulo pecado
Recordar
párr las Fórmulas de nadar y Rezar.
Hay
Un FRAGMENTO de Realidad
Aguardando
en El último peldaño,
Haciendo
Señas Con Los Ojos,
Saboreando
el hielo,
agonizar
pecado
ni
recalar en la arena de Este sueño confuso.
PÁGINA 29 – CUENTO
TOMÁS JUÁREZ BELTRÁN.
(Córdoba-Argentina)
LA MEDALLITA
La Jacinta es buena
muchacha. Su único pecado fue dar a luz un hijo, sin marido, en un pueblo como
Villa Adelina.
La conocí cuando era
adolescente. En ese entonces ella no se fijaba en mí, yo no era nadie, ni la
merecía. Hoy las cosas cambiaron: soy el intendente.
Su familia era de Buenos
Aires, tenían una estancia grande y mucho dinero. Hija única de madre bohemia y
padre “mal entretenido”, viajaban por el mundo sin reparar en gastos. Cuando
entró al secundario sus padres optaron por dejarla pupila en el colegio de
monjas y mi tía Porota ofició de tutora a cambio de ocupar el viejo inmueble
que tenían frente a la plaza.
Era muy bonita. Se
distinguía por su forma de caminar, por su donaire. Los hombres se alborotaban
cuando, con su andar ondulante, cruzaba la plaza. Se sabía linda y pretendida
pero ninguno obtenía sus favores. No era una mujer cualquiera...
Regresó al pueblo hace unos
meses. Ni sus padres ni los campos existen. No tiene nada ni a nadie, sólo un
hijo y recuerdos borrosos. Actualmente ocupa un cuarto en la pensión de mi tía
Porota y gracias a ella consiguió trabajo en la panadería de los Roldán.
A mi tía le tiene
confianza, le cuenta cosas: el otro día le dijo que para ella había sido muy
duro aceptar ese hijo, pero que en realidad siempre le habían gustado los
niños; recordó que casi la habían echado del convento cuando se resistió a
entregarlo en adopción.
Según ella, hombre,
verdaderamente hombre, tuvo sólo uno: Juan Soler.
Soler trabajaba como peón en el aserradero de las monjas, lugar donde la habían enviado para ocultar su embarazo. Con él escapó a Buenos Aires llena de ilusiones y proyectos que no pudo cumplir.
Soler trabajaba como peón en el aserradero de las monjas, lugar donde la habían enviado para ocultar su embarazo. Con él escapó a Buenos Aires llena de ilusiones y proyectos que no pudo cumplir.
La tía Porota quiere que me
case con ella, cree que tengo posibilidades. Me cuenta que todas las noches la
Jacinta reza frente a la imagen de la Virgen del Valle, apretando entre sus
manos una medallita de bronce.
Hace unos días la vi
nuevamente. La panadería de los Roldán queda cerca de la intendencia y desde el
auto pude observarla: todavía es hermosa...
Aún recuerdo ese día de
primavera cuando junto a otras compañeras del colegio se bañaba en el río y
entró al monte para cambiarse. Ella no pudo vernos. Veníamos con el finado
Tucho del cumpleaños del Bocha, envalentonados con tanta sangría y ginebra.
Allí nos hicimos hombres, allí perdí mi medallita. Por suerte su hijo no se
parece a ninguno de los dos.
PÁGINA 30 – POESÍA
EUROPEA
DOLORS
ALBEROLA
(Valencia-España)
INFANCIA
Llena
de barcas ibas
y
de arena desnuda entre tus pechos,
ante
tu voz los saltos,
las
alegres mañanas de andar por escondites,
la
luz de las pavesas, al tomar en tus manos las incógnitas,
la
sensación abierta de las sílabas,
el
no tener más fin que renacer,
para
gritar de pronto.
La
conciencia, como un papel en blanco,
un
palimpsesto en el que nada escrito podía deshacerse.
Y
llena de violetas y en tus palmas
las
olas remozando la mar a cada instante.
El
pelo desconchado en los abriles,
llena
de sed la boca y en el vientre la rosa todavía.
Colma
de risa entonces,
cuajada
de gorriones, te veía venir,
te
veo ahora, te reconozco, palpo
la
verdad infinita de unos cuántos días
que
ya el tiempo ha vestido de gris en las miradas.
EVA VILLALVILLA. -©Copyright
(Granada-España)
MIS PIES Y MANOS LLAGADAS
Hoy,
hoy aquí
con los pies en el acantilado
alzo mi vista al cielo
y mis plegarías al viento,
más mi voz se la llevarán los alisios
para que vuele y se revele
por todos sitios
hasta cruzar el firmamento.
Ruego y pido a los dioses;
que no jueguen más con los desfavorecidos,
que no sean motivo de guerras absurdas,
que fundan con un rayo a aquellos,
que su nombre usan
para entablar cualquier disputa
separando cuerpo y cerebro.
Ruego y pido a la Madre Tierra;
que nos perdone por nuestra gran afrenta,
que nos proteja de nuestra propia ignorancia,
que nos meza en sus aguas y nos acurruque
en su alma eterna.
Ruego y pido a mis semejantes;
que dejemos de ser mezquinos
que nos ayudemos unos a otros
en este maldito destino;
que tendamos una mano al que ande caído
pues no hay diferencias cuando uno
no quiere imponerlas,
pues no hay más riqueza
que la que nuestro corazón albergue
y nuestras manos limpias sostengan;
que no hay más poder del que ya poseemos
pues con amor por bandera
siempre se llegará primero y entero
y altiva la cabeza.
Y ahora,
ahora aquí
levanto las manos y suelto mi pelo
pues mis lágrimas se las dejé a los vientos
y mi grito, ya me dejó sin aliento.
Pero no importa, no
si un poco toqué el alma a los muertos,
no por yacer bajo tierra
si no por los que deambulan por ella
con los ojos cerrados
y el corazón de piedra
cargados de sufrimiento.
Hoy,
hoy aquí
con los pies en el acantilado
alzo mi vista al cielo
y mis plegarías al viento,
más mi voz se la llevarán los alisios
para que vuele y se revele
por todos sitios
hasta cruzar el firmamento.
Ruego y pido a los dioses;
que no jueguen más con los desfavorecidos,
que no sean motivo de guerras absurdas,
que fundan con un rayo a aquellos,
que su nombre usan
para entablar cualquier disputa
separando cuerpo y cerebro.
Ruego y pido a la Madre Tierra;
que nos perdone por nuestra gran afrenta,
que nos proteja de nuestra propia ignorancia,
que nos meza en sus aguas y nos acurruque
en su alma eterna.
Ruego y pido a mis semejantes;
que dejemos de ser mezquinos
que nos ayudemos unos a otros
en este maldito destino;
que tendamos una mano al que ande caído
pues no hay diferencias cuando uno
no quiere imponerlas,
pues no hay más riqueza
que la que nuestro corazón albergue
y nuestras manos limpias sostengan;
que no hay más poder del que ya poseemos
pues con amor por bandera
siempre se llegará primero y entero
y altiva la cabeza.
Y ahora,
ahora aquí
levanto las manos y suelto mi pelo
pues mis lágrimas se las dejé a los vientos
y mi grito, ya me dejó sin aliento.
Pero no importa, no
si un poco toqué el alma a los muertos,
no por yacer bajo tierra
si no por los que deambulan por ella
con los ojos cerrados
y el corazón de piedra
cargados de sufrimiento.
TANIA ALEGRÍA
(Lisboa-Portugal)
RITOS
PANTEÍSTAS
Piénsame
anclada en niebla.
Llevo
oculto un collar de noches blancas
bajo
la burka de un misterio nuevo.
No
es de verdad que te inventé adrede
por
escribir de mí para conmigo
cartas
que nadie nunca me responde.
Pongo
la mesa del café cada mañana
para
veintidós ninfas,
abro
la jaula donde guardo sátiros
y
adorno con guirnaldas los dinteles
por
leer tus mensajes
mientras
celebro ritos panteístas.
Cada
día descifro los vestigios
del
fardo de rutinas, las batallas,
los
rastros de los sueños en la hierba
si
hace niebla o sol sobre el perchero
donde
sueles colgar tu piel de tigre
después
de destrozar las tempestades,
y
atisbo, desde lejos –si es el caso–,
los
bordes de la herida.
Y
si a veces te escribo como si no existieras
es
que me dueles tanto
–daños
colaterales del afecto–
que
de doler me vuelvo endecasílaba.
GABRIEL IMPAGLIONE
(Sardegna,
Italia)
ME
SALGO DE ESTE VIERNES
Lenta
narración del viernes en su fuga,
desatino
del viento --tañe nubes
y
hace llover tristes campanas--
desconcierto
bajo los paraguas palabras
que
se despalabran
ecos
mudos de una razón que no se encuentra.
Chalecos
salvavidas para surcar la tarde
grita
el vendedor en una esquina.
Ya
casi no queda crepúsculo a salvo.
Fue
la desbandada de las flores, torrencial porqué
sin
respuesta.
La
humanidad es un niño abandonado en el umbral.
Hay
quienes velan páginas vacías
en
la ilusión que una vocal rompa el silencio.
Quienes
juntan en la calle
vencidas
murmuraciones, colillas de pretextos,
rotas
vasijas de consonantes húmedas.
Pretenden
con usadas mercaderías renombrar la hora,
darle
identidad a lo que aún no se sabe.
Y
el viernes es lento como un tren dormido y oscuro
macizo inútil incierto.
Entro
en tu hondura
me
salgo de este viernes te
celebro.
SILVIA FAVARETTO
(Venecia-Italia)
300
VERSOS
Versos
resbaladizos
a lo largo de la espalda,
a lo largo de la espalda,
versos
tímidos
en los pliegues de tu carne,
en los pliegues de tu carne,
versos
transparente
de lágrimas y lluvia,
de lágrimas y lluvia,
versos
de frío vidrio
y de ceniza negra,
y de ceniza negra,
versos
de cuentos de hadas
en la respiración de un niño,
en la respiración de un niño,
versos
escondidos,
colgados de un momento;
colgados de un momento;
pero
el lapicero es una varita mágica
que transforma el recuerdo en poesía.
que transforma el recuerdo en poesía.
PAGINA 31 – ENSAYO
MAHMUD DARWISH
(1941-2008)
¿POR QUÉ
ESCRIBES MAHMUD DARWISH?
¿Por qué cantas? Esta es la brutal
pregunta que el inquisidor dirige al cantor en uno de mis poemas. La respuesta
es también brutal: porque canto.
Evidentemente, la pregunta que se me hace no tiene nada en común con la que el inquisidor dirige al prisionero cantor. No puedo, pues, responder de la misma manera: porque escribo. Creo que nuestro objetivo es procurar un diálogo para suprimir en parte el velo de ambigüedad que envuelve a la escritura.
No sé por qué escribo. Tal vez porque estoy implicado en un proceso desde hace bastante, a un ritmo que no me ha dejado tiempo para interrogarme sobre la utilidad de un hobby que se ha convertido en profesión, ni sobre la posibilidad de sustituirlo por otra actividad.
La escritura supone el tormento de la creación para el escritor y el placer para el lector. Pero no hay que engañarse al respecto. Pues el escritor, por medio de un proceso extremadamente complejo y profundamente intimista, se vuelve a apropiar de ese placer. Es ese placer el que le hace tomar conciencia de su utilidad, es decir, de su existencia, le proporciona la fuerza para afrontar ese largo y laborioso diálogo con la hoja en blanco, y atenúa la impresión de librar un combate absurdo contra un espacio en blanco de donde saldrán los puentes que le unirán a los otros.
Escribo poesía y escribo prosa, y mis motivaciones, ciertamente, no son las mismas. Cuando escribo prosa, soy consciente de que dirijo un mensaje al lector con el fin de provocar su reacción o de suscitar en él determinados sentimientos.
Cuando escribo mis poemas no siento la misma necesidad, pues establezco un diálogo conmigo mismo. De hecho, escribo para mí mismo, para comprenderme mejor o incluso para liberarme de un peso que me agobia. Mi poesía es una queja que no se dirige a nadie. Más aún: excluyo conscientemente al lector del espacio secreto entre ese yo y ese yo mismo en el transcurso del proceso poético. Para mí, la poesía puede ser también una actividad lúdica, escribo a veces como si fuera un juego, sí, como si fuera verdaderamente un juego. Pero me he preguntado a menudo: ¿podría proseguir esta queja y este juego si no hubiese un lector? Evidentemente, no.
Cuando miro hacia atrás esa poesía que ha dejado de ser un secreto personal, pero que se ha convertido -si me atrevo a decirlo- en un producto estético que se extiende hacia el dominio de lo público, constato que mi verdadera motivación no era otra que el deseo del poeta hacia su Andalucía... si no, ¿cómo explicar la melancolía de la poesía, su brote en dos direcciones antinómicas: el pasado y el futuro? La poesía no es otra cosa que la búsqueda de una Andalucía posible, una Andalucía que renace en el espíritu y en el corazón. De ahí emerge esa alegría secreta del poeta, alegría que no proviene de lo real sino de la creación, alegría de ver que las palabras captan lo imposible.
Pero la pregunta persiste: ¿por qué escribo? Quizá no tengo ya otra identidad, otro amor, otra libertad, otra patria, u otra razón, para aceptar el proyecto de vida que heredé sin haber sido consultado. No puedo asentir ciegamente ante este destino. Quiero dar forma a mi destino, determinar su sentido, y es la escritura, la que en su fondo y en su forma, alimenta esta voluntad. ¿Puede tener un escritor el coraje, después de un largo camino, tras la experiencia del fracaso, de plantearse la elección siguiente: la escritura o el suicidio? Se trataba con toda probabilidad de compensar una pérdida a través de la poesía. Cuando el amor, la patria, el tiempo o la belleza se me escapan, es a través de la escritura como los reencuentro... como restablezco la unión con las paredes del mundo que se derrumban en mi interior. ¿Seré el poeta de los derrumbamientos, que pasa su vida reconstruyendo lo que se derrumba dentro de sí mismo y a su alrededor por medio de la escritura? Probablemente. Yo no lo he querido, pero soy el producto de mi historia y de mi pasado personal. Jamás quise, ni pretendí, edificar en la poesía, o construir en la lengua, una patria para los palestinos. Pero ¿consciente o inconscientemente, no es lo que hago?
Evidentemente, la pregunta que se me hace no tiene nada en común con la que el inquisidor dirige al prisionero cantor. No puedo, pues, responder de la misma manera: porque escribo. Creo que nuestro objetivo es procurar un diálogo para suprimir en parte el velo de ambigüedad que envuelve a la escritura.
No sé por qué escribo. Tal vez porque estoy implicado en un proceso desde hace bastante, a un ritmo que no me ha dejado tiempo para interrogarme sobre la utilidad de un hobby que se ha convertido en profesión, ni sobre la posibilidad de sustituirlo por otra actividad.
La escritura supone el tormento de la creación para el escritor y el placer para el lector. Pero no hay que engañarse al respecto. Pues el escritor, por medio de un proceso extremadamente complejo y profundamente intimista, se vuelve a apropiar de ese placer. Es ese placer el que le hace tomar conciencia de su utilidad, es decir, de su existencia, le proporciona la fuerza para afrontar ese largo y laborioso diálogo con la hoja en blanco, y atenúa la impresión de librar un combate absurdo contra un espacio en blanco de donde saldrán los puentes que le unirán a los otros.
Escribo poesía y escribo prosa, y mis motivaciones, ciertamente, no son las mismas. Cuando escribo prosa, soy consciente de que dirijo un mensaje al lector con el fin de provocar su reacción o de suscitar en él determinados sentimientos.
Cuando escribo mis poemas no siento la misma necesidad, pues establezco un diálogo conmigo mismo. De hecho, escribo para mí mismo, para comprenderme mejor o incluso para liberarme de un peso que me agobia. Mi poesía es una queja que no se dirige a nadie. Más aún: excluyo conscientemente al lector del espacio secreto entre ese yo y ese yo mismo en el transcurso del proceso poético. Para mí, la poesía puede ser también una actividad lúdica, escribo a veces como si fuera un juego, sí, como si fuera verdaderamente un juego. Pero me he preguntado a menudo: ¿podría proseguir esta queja y este juego si no hubiese un lector? Evidentemente, no.
Cuando miro hacia atrás esa poesía que ha dejado de ser un secreto personal, pero que se ha convertido -si me atrevo a decirlo- en un producto estético que se extiende hacia el dominio de lo público, constato que mi verdadera motivación no era otra que el deseo del poeta hacia su Andalucía... si no, ¿cómo explicar la melancolía de la poesía, su brote en dos direcciones antinómicas: el pasado y el futuro? La poesía no es otra cosa que la búsqueda de una Andalucía posible, una Andalucía que renace en el espíritu y en el corazón. De ahí emerge esa alegría secreta del poeta, alegría que no proviene de lo real sino de la creación, alegría de ver que las palabras captan lo imposible.
Pero la pregunta persiste: ¿por qué escribo? Quizá no tengo ya otra identidad, otro amor, otra libertad, otra patria, u otra razón, para aceptar el proyecto de vida que heredé sin haber sido consultado. No puedo asentir ciegamente ante este destino. Quiero dar forma a mi destino, determinar su sentido, y es la escritura, la que en su fondo y en su forma, alimenta esta voluntad. ¿Puede tener un escritor el coraje, después de un largo camino, tras la experiencia del fracaso, de plantearse la elección siguiente: la escritura o el suicidio? Se trataba con toda probabilidad de compensar una pérdida a través de la poesía. Cuando el amor, la patria, el tiempo o la belleza se me escapan, es a través de la escritura como los reencuentro... como restablezco la unión con las paredes del mundo que se derrumban en mi interior. ¿Seré el poeta de los derrumbamientos, que pasa su vida reconstruyendo lo que se derrumba dentro de sí mismo y a su alrededor por medio de la escritura? Probablemente. Yo no lo he querido, pero soy el producto de mi historia y de mi pasado personal. Jamás quise, ni pretendí, edificar en la poesía, o construir en la lengua, una patria para los palestinos. Pero ¿consciente o inconscientemente, no es lo que hago?
SUPLEMENTO INFANTIL Y JUVENIL
Ilustraciones: SARAH KAY
PÁGINA 32 -COMENTARIOS DE LIBROS
FABIANA MARGOLIS
(CABA-Argentina)
PASEN
Y VEAN. CANCIONES DEL CIRCO
Autor:
Silvia Schujer (texto) y Roberto Cubillas (Ilustraciones)
Editorial Atlántida-Buenos Aires, 2005.
Editorial Atlántida-Buenos Aires, 2005.
Adentrarse
en este libro supone una maravillosa experiencia: a la vez que leemos las
poesías que lo integran y nos deleitamos con las hermosas ilustraciones,
podemos también animarnos a cantar y bailar, ya que el libro viene acompañado
por un CD que musicaliza todas las letras.
Una
orquesta atípica que interpreta los acordes de una siesta y termina quedándose
dormida en medio de la función; divertidos payasos con mameluco y bonete; un
gato que hace equilibrio sobre la cuerda floja; el mago Josefino Lafinur que se
hace aparecer en medio del escenario, son algunos de los personajes que habitan
este circo. Especialmente divertida resulta la caracterización de Adalberto
Algarabía, el inventor de la alegría: “Empieza por las caras enojadas /
pegoteándoles sonrisas encantadas. / Después les da un país lleno de amigos / a
los tontos que pelean sin motivos.”
La
voz de Julieta Szewach nos sumerge en una atmósfera de magia y encanto, como si
en verdad estuviéramos presenciando la función.
Seguramente,
al llegar al final del espectáculo nos den ganas de volver a entrar: entonces
podemos abrir nuevamente el libro y sentarnos a disfrutar, una vez más, de sus
poesías y canciones.
CD
Canciones del Circo: Letras: Silvia Schujer. Música: Julieta Szewach. Arreglos
y dirección: Mariano Fernández. Voz y piano: Julieta Szewach. Músicos: Pedro
Furió, Matías Furió, Javier Acevedo, Matías Vardé. Locución: Aldo Boetto.
LOS
DEVORADORES
Autora:
Ana María Shua (textos) Ilustraciones de Lucas Nine.
Editorial : Alfaguara Infantil Serie Azul, Buenos Aires, 2005.
Editorial : Alfaguara Infantil Serie Azul, Buenos Aires, 2005.
Ocho
cuentos de terror, provenientes de distintas culturas, componen este libro. Ana
María Shua realiza un minucioso trabajo de investigación e incluye, al terminar
cada uno de los relatos, una breve explicación acerca del origen de cada
historia.
Chirunir,
el Hombre-Perro; el horrible gul, un vampiro de las aguas; la Nsoé, una
mujer caníbal; la temible Yamamba, con su hambre eterna; Cabeza Cortada, un ser
sin cuerpo: estos son algunos de los personajes que pueblan las escalofriantes
historias, plagadas de sangrientas descripciones, donde el canibalismo —que se
impone desde la elección misma del título— oficia como hilo conductor.
Es
interesante observar, como bien lo indica la autora, cómo muchas historias se
repiten con variantes en distintos pueblos del mundo y cómo la inteligencia del
hombre es lo que le permite vencer finalmente a otros seres vivientes que,
aunque poderosos, suelen ser, casi siempre, bastante tontos.
El
clima de suspenso y el ritmo ágil de los cuentos sin duda atraparán al lector
hasta el final.
PÁGINA 33 –
CUENTO
MARCELO BIRMAJER
(CABA-Argentina)
EL
LIBRO VERDE
El
día en que cumplí diez años, mi padre me regaló una escalera. Era un regalo tan
extraño, que me sorprendí antes de poder enojarme. Yo quería un juguete. Era una
escalera para alcanzar los estantes más altos de la enorme biblioteca de madera
que se alzaba en el living de mi casa. Yo no había leído ninguno de aquellos
libros. Ni siquiera los de los estantes que estaban a mi altura. Pero como no
quería despreciar el regalo, fingí interés y subí por la escalera. Había
algunos libros para niños: cuentos de palacios, de barcos, de magos. Ninguno me
interesaba. La mayoría de los libros eran para adultos, y me interesaban mucho
menos. El estante más alto de todos, al que yo no llegaba ni siquiera con la
escalera regalada, estaba ocupado, casi en su totalidad, por biografías de
hombres célebres: Newton, Einstein, Napoleón, Julio César. Pero justo en el
medio, se destacaba un libro verde. El único que no tenía el título en el lomo.
¿Y este libro?–le pregunté a mi padre.
Mi padre sólo carraspeó.
Sin bajar de la escalera, volví a preguntarle con un gesto.
–La escalera te permite llegar hasta los libros que te convienen –respondió por fin mi padre.
–No lo voy a leer –acepté–. Sólo quiero saber de qué trata.
Mi padre me indicó, con una seña de la mano, que bajara de la escalera. Obedecí.
–Ese libro –dijo mi padre– no es para vos.
–Pero de qué trata… –insistí.
–Ni siquiera te puedo decir el tema. Sólo indicarte que no es para vos. Lamento que lo hayas visto.
Luego mi madre nos llamó para almorzar. Cuando regresé al living, el libro ya no estaba. Ni siquiera quedaba un espacio vacío: las biografías ocupaban todo el estante. Como si entre el almuerzo y la digestión, un nuevo hombre célebre hubiera nacido y ya tuviera su biografía escrita.
Desde aquella tarde, cada vez que mis padres se ausentaban de casa, yo buscaba el libro prohibido. Tardé tres meses en encontrarlo. El suelo de mi cuarto era de parquet; debajo de mi cama, había un rectángulo que sobresalía apenas por entre los demás. Nunca lo había notado hasta entonces. Lo descubrí sólo porque, al pasar la mano, me clavé una astilla. Balanceé un poco aquel pedazo de parquet, y noté algo raro. Con mucha dificultad logré despegarlo: allí estaba el libro prohibido, con su inconfundible lomo verde, oculto en esa caja fuerte subterránea. Lo retiré conteniendo la respiración. Dudé en abrirlo. Sentía que estaba a punto de cometer un pecado que acabaría con mi tranquilidad y la de mi familia. Pero no me podía resistir. Abrí la tapa como quien se lanza desde un acantilado a un mar furioso sin saber si hay rocas, y leí… “Fábulas”. Primero me decepcioné, pero luego imaginé que se trataba de un título falso, para ocultar el verdadero tema del libro. Avancé. Leí la primera fábula: La cigarra y la hormiga. Me interesó mucho, pero no entendía qué tenía eso de prohibido. Luego, la del ratón y el león. Seguí leyendo en la búsqueda del motivo por el cual aquel libro había sido escondido con tanta severidad. Pero llegué al final, más de veinte fábulas, sin comprender el motivo de la prohibición. El único modo de averiguarlo era preguntarle a mi padre, pero entonces le habría tenido que confesar que, desde que me había prohibido el libro, yo lo había buscado. Lo había leído. Preferí no decir nada.
Al día siguiente se me ocurrió que tal vez mi padre, habiendo descubierto que yo buscaba el libro prohibido en su ausencia, me había tendido una trampa poniendo aquel libro de fábulas encuadernado en verde bajo mi cama, y que el verdadero libro prohibido estaba escondido entre los de palacios, barcos o magos. Pero me leí todos los de palacios, barcos y magos sin encontrar ni una palabra que me hiciera pensar que no eran para mí, o que pudieran ser prohibidos por tal o cual motivo.
La verdad es que nunca supe por qué mi padre me prohibió aquel libro verde; pero desde entonces, no he parado de leer libros.
¿Y este libro?–le pregunté a mi padre.
Mi padre sólo carraspeó.
Sin bajar de la escalera, volví a preguntarle con un gesto.
–La escalera te permite llegar hasta los libros que te convienen –respondió por fin mi padre.
–No lo voy a leer –acepté–. Sólo quiero saber de qué trata.
Mi padre me indicó, con una seña de la mano, que bajara de la escalera. Obedecí.
–Ese libro –dijo mi padre– no es para vos.
–Pero de qué trata… –insistí.
–Ni siquiera te puedo decir el tema. Sólo indicarte que no es para vos. Lamento que lo hayas visto.
Luego mi madre nos llamó para almorzar. Cuando regresé al living, el libro ya no estaba. Ni siquiera quedaba un espacio vacío: las biografías ocupaban todo el estante. Como si entre el almuerzo y la digestión, un nuevo hombre célebre hubiera nacido y ya tuviera su biografía escrita.
Desde aquella tarde, cada vez que mis padres se ausentaban de casa, yo buscaba el libro prohibido. Tardé tres meses en encontrarlo. El suelo de mi cuarto era de parquet; debajo de mi cama, había un rectángulo que sobresalía apenas por entre los demás. Nunca lo había notado hasta entonces. Lo descubrí sólo porque, al pasar la mano, me clavé una astilla. Balanceé un poco aquel pedazo de parquet, y noté algo raro. Con mucha dificultad logré despegarlo: allí estaba el libro prohibido, con su inconfundible lomo verde, oculto en esa caja fuerte subterránea. Lo retiré conteniendo la respiración. Dudé en abrirlo. Sentía que estaba a punto de cometer un pecado que acabaría con mi tranquilidad y la de mi familia. Pero no me podía resistir. Abrí la tapa como quien se lanza desde un acantilado a un mar furioso sin saber si hay rocas, y leí… “Fábulas”. Primero me decepcioné, pero luego imaginé que se trataba de un título falso, para ocultar el verdadero tema del libro. Avancé. Leí la primera fábula: La cigarra y la hormiga. Me interesó mucho, pero no entendía qué tenía eso de prohibido. Luego, la del ratón y el león. Seguí leyendo en la búsqueda del motivo por el cual aquel libro había sido escondido con tanta severidad. Pero llegué al final, más de veinte fábulas, sin comprender el motivo de la prohibición. El único modo de averiguarlo era preguntarle a mi padre, pero entonces le habría tenido que confesar que, desde que me había prohibido el libro, yo lo había buscado. Lo había leído. Preferí no decir nada.
Al día siguiente se me ocurrió que tal vez mi padre, habiendo descubierto que yo buscaba el libro prohibido en su ausencia, me había tendido una trampa poniendo aquel libro de fábulas encuadernado en verde bajo mi cama, y que el verdadero libro prohibido estaba escondido entre los de palacios, barcos o magos. Pero me leí todos los de palacios, barcos y magos sin encontrar ni una palabra que me hiciera pensar que no eran para mí, o que pudieran ser prohibidos por tal o cual motivo.
La verdad es que nunca supe por qué mi padre me prohibió aquel libro verde; pero desde entonces, no he parado de leer libros.
Gaceta Virtual agradece el aporte de Beatriz Chiabrera de Marchisone
PÁGINA 34 – POESÍAS
NELVY BUSTAMANTE
(Marcos
Juárez-Córdoba-Argentina)
PESCADORES
El
barco que se acerca
agita una luna verde.
Navegan mis ojos
por la proa que crece.
Tres hombres de viento
sobre el agua tiemblan.
¿Serán felices los pescadores?
Pensar que yo no sabré nunca
qué se siente cuando el mar
cubre de sueños las redes...
El barco que se aleja
agita una luna verde.
Navegan mis ojos
por la noche que crece.
Tres hombres de agua
sobre el viento tiemblan.
agita una luna verde.
Navegan mis ojos
por la proa que crece.
Tres hombres de viento
sobre el agua tiemblan.
¿Serán felices los pescadores?
Pensar que yo no sabré nunca
qué se siente cuando el mar
cubre de sueños las redes...
El barco que se aleja
agita una luna verde.
Navegan mis ojos
por la noche que crece.
Tres hombres de agua
sobre el viento tiemblan.
CARLOS MARIANIDIS
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
CANCIÓN
DE LA HORMIGA
Con
lo frágil que soy,
tierna y pequeña,
de a poco llevaré
toda esta leña.
tierna y pequeña,
de a poco llevaré
toda esta leña.
El
invierno será
ventoso y frío;
por eso vengo y voy
por piedra y río.
ventoso y frío;
por eso vengo y voy
por piedra y río.
Cuando
empiece a llover
tendré todo hecho
y cantaré feliz
bajo el helecho
tendré todo hecho
y cantaré feliz
bajo el helecho
GERMAN BERDIALES (1896-1975)
(Buenos
Aires-Argentina)
LA
TIJERA DE MAMÁ
Cuando
me recorta el pelo
la
tijera de mamá,
va
diciendo en su revuelo:
chiqui-chiqui-chiqui-cha...
Aletea,
viene y va
y
a mi oído cuchichea:
chiqui-chiqui-chiqui-cha...
Cuando
el pelo me recorta
la
tijera de mamá,
charla
más de lo que corta:
chiqui-chiqui-chiqui-cha...
MARTA GIMÉNEZ PASTOR (1923-2002)
(General
Pico-La Pampa-Argentina)
OTOÑO
Por
un camino largo
color
Habano
juntando
margaritas
se
va el verano,
y
se quedan los duendes,
abril
y mayo,
haciendo
los deberes
sobre
un zapallo.
PÁGINA 35 – ENSAYO
JOSTEIN GAARDER
(Oslo-Noruega)
¿LIBROS
PARA UN MUNDO SIN LECTORES?
Primera
Entrega
"¿Libros
para un mundo sin lectores?" ¿O libros para un mundo sin niños lectores, o
sin niños a quienes leérselos? Por fortuna, esta paradójica hipótesis se
encuentra encerrada entre signos de interrogación, y se me ocurre que el título
de esta conferencia fue elaborado por un adulto preocupado y que los signos de
interrogación los agregó un niño disconforme, a quien una estricta censura
paterna sólo le permite añadir o suprimir un par de signos de puntuación en el
manuscrito de mamá o papá. Porque resulta claro que los niños en etapa de
crecimiento seguirán deseando tener libros y sintiendo necesidad de ellos.
Incluso es posible predecir que en los tiempos venideros
la necesidad del niño por los libros será mayor que nunca.
No
todas las culturas necesitan libros en la misma medida. De hecho, muchas
culturas se las han arreglado muy bien sin ellos, principalmente debido a la
existencia de una abundante tradición narrativa oral. Sin embargo, en el mundo
moderno y postmoderno la tradición oral se desmorona, y en algunas sociedades
este fenómeno sucede con tanta rapidez que una tradición oral que se desvanece
no es reemplazada a tiempo por libros, por relatos escritos; como resultado,
muchos niños quedan expuestos a crecer sin el cuento. Y, esencialmente,
aquello de lo cual no podemos prescindir es el cuento, sin importar si se
encuentra escrito o se transmite oralmente.
Todavía
existen culturas en mayor o menor medida ágrafas donde, desde tiempos
inmemoriales, los adultos y los niños han tenido acceso a un caudal de cuentos
de hadas, mitos y leyendas de transmisión oral, debido a que sus hogares quedan
sumidos en la más completa oscuridad a partir de las seis o siete de la tarde.
Y aunque, de la noche a la mañana, aparezcan la electricidad y las antenas
parabólicas, transcurrirá bastante tiempo antes de que las historias impresas
logren desplazar a una tradición oral moribunda. La producción de libros
implica un elemento económico. No así la tradición oral. La tradición oral es
gratuita.
En
mi país, igual que en el resto de Europa, el desarrollo ha seguido un camino
algo diferente. En Noruega, los cuentos impresos ya gozaban de reconocimiento
en la época en que seguíamos viviendo en una cultura campesina y mucho antes de
la llegada de la televisión e Internet, incluso antes de que hicieran su
aparición la electricidad y el teléfono. Los cuentos populares de transmisión
oral comenzaron a escribirse hacia mediados del siglo XIX mientras la narración
popular seguía teniendo amplia vigencia entre los habitantes de zonas rurales.
Al mismo tiempo, la novela y el cuento literario comenzaron a compensar la
pérdida gradual de la tradición oral. Alrededor de 1900 surgieron los primeros
ejemplos de libros "para niños". (En tal sentido, debo aclarar que
las leyendas, los mitos y los cuentos populares de transmisión oral no solían
dividirse en cuentos "para niños" y cuentos "para adultos".
El cuento tenía a todos los miembros de la familia por oyentes, si bien había
excepciones. Los cuentos folklóricos eróticos también estaban en circulación y,
quizás, se los reservaba para el momento en que los niños ya se habían ido a
dormir).
Me
atrevería a afirmar que el libro no es necesario en todas las sociedades, pero
el cuento sí, especialmente en una sociedad moderna o postmoderna, que en mayor
o menor medida suele carecer de tradición oral e incluso de las largas
conversaciones familiares que conforman la identidad y con frecuencia abundan
en cuentos y elementos épicos. No sólo la tradición oral sufre un proceso de
desintegración en una sociedad postmoderna, también gran parte de sus cimientos
se ven erosionados: me refiero a la vida familiar tradicional.
El
texto escrito no posee valor intrínseco en sí mismo, se publican muchos libros
triviales, incluso demasiados. Lo que necesitamos son buenos cuentos que nos
nutran y nos ayuden a crecer. Decimos que un cuento nos "afecta".
Interpreta nuestra propia existencia bajo una nueva luz y tiene el poder de dar
a nuestras vidas una dirección enteramente nueva.
Traducción de Laura Canteros
Todos los textos,
fotografías o ilustraciones que integran el presente número son Copyright de
sus respectivos propietarios, como así también, responsabilidad de los mismos
las opiniones contenidas en los artículos firmados. Gaceta Literaria solamente
procede a reproducirlos atento a su gestión como agente cultural interesado en
valorar, difundir y promover las creaciones artísticas de sus contemporáneos.