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BEAUTIFUL WORLD
PRIMERO DE ENERO
(Octavio Paz)
Las
puertas del año se abren,
como
las del lenguaje,
hacia
lo desconocido.
Anoche
me dijiste:
mañana
habrá
que trazar unos signos,
dibujar
un paisaje, tejer una trama
sobre
la doble página
del
papel y del día.
mañana
habrá que inventar,
de
nuevo,
la
realidad de este mundo.
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1 – REFLEXIONES
EDUARDO
GALEANO
(Montevideo-Uruguay)
PRIMERAS
LETRAS
De los topos, aprendimos a hacer túneles.
De los castores, aprendimos a hacer diques.
De los pájaros, aprendimos a hacer casas.
De las arañas, aprendimos a tejer.
Del tronco que rodaba cuesta abajo, aprendimos la rueda.
Del tronco que flotaba a la deriva, aprendimos la nave.
Del viento, aprendimos la vela.
¿Quién nos habrá enseñado las malas mañas? ¿De quién
aprendimos a atormentar al prójimo y a humillar al mundo?
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2 – CUENTO
ALFREDO
DI BERNARDO
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
ELLAS
Ahí están ellas, otra vez, bordando la
madrugada con su taconeo insomne. Ahí están, con su desnudez incompleta
-siempre incompleta- cumpliendo su rito exhibicionista, su lento desfile
sensual, ofreciéndose a cualquiera que las quiera tomar. Ofreciéndose a mí, por
ejemplo, que no puedo dejar de mirarlas con un recelo envenenado de lujuria.
Me chistan, me llaman, prometen fiestas que sé
imposibles porque mienten -siempre mienten- pero me acerco igual; nunca he
podido controlar esta atracción viciosa que ejercen sobre mí.
Me deslizo entonces hacia el vértigo artificial que
ellas me proponen y juego de nuevo a que les creo. Las palpo con mi urgencia de
animal solitario, les prodigo mi furia torpe, mis gestos ampulosos de monarca
en el destierro, y ellas actúan como si en verdad lo hiciera bien. Fingen
sumisión, simulan descaradamente que son mías esta noche.
Pero mienten -siempre mienten-. Concluyo mi trajín,
me levanto y, apenas les doy la espalda, escucho otra vez sus risitas burlonas.
Me doy vuelta; no puedo dejar de mirarlas con un
recelo envenenado de fracaso.
Allí siguen ellas, las palabras, bordando la madrugada
con su taconeo insomne.
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3 – POESÍA
ANAMARÍA MAYOL
(San Martín de
los Andes-Neuquén-Argentina)
CUERPO TOMADO
Soy mi propio rehén /el
pausado veneno del verdugo/ el pacto con
la muerte Olga Orozco
Soy
mi propio rehén
testigo
de lo atroz
protagonista
de esta obra mía
Soy
cada palabra que no he escrito
cada
poema plasmado en los insomnios
cada
silencio precipitado hacia el mar
La
fuga permanente desde mi misma
Soy
mi propio rehén
poblada
de desiertos sed y sal
de
fachinal grisáceo
de
caldenes
y aromos floreciendo
en
el patio de la infancia
Soy
ese punto ciego en el espacio
que
te detiene un segundo
despojo
escombro
del olvido
que
rescata pasiones
en
el fuego
arrebata
a la lluvia su murmullo
conozco
la
prisión de lo inasible
mi
sombra a veces
transmuta golondrina
la
obstinada presencia
del amor en los ojos
el
roce inconfundible
de una mano en el alma
Me
he desterrado a veces
en la tristeza
otras
he
caminado hacia mi propio abismo
he
muerto en soledad con otras solas
he
surcado sus cárceles
sin testigos ni juicios
sorteado emboscadas
que me tendió la muerte
Soy
mi propio rehén
llevo
este cuerpo tomado por la luna
lleno
de noche y sombras
me
reconozco en otras
como un espejo
como
si yo no fuese
más que el pretexto
Soy
mi propio rehén en la memoria
CANCION DE AMOR
Sé que estuviste antes
cuando
era una mujer con otros nombres
los mismos ojos otros
dolores
y
antes
supiste de mi amor
de
la noche perpetua en la piel
después de amarnos
de
mi pasión por el silencio
que desborda las sombras
de
ese ancestral instinto de sobrevivencia
que desafía
la muerte
ese
universo doliendo entre los huesos
humanidad
anclada entre mis puertos
y esa sangre brotando
sobre la desnudez de la palabra
Sé que estuviste antes
antes que me nombraran Ana
y saliera a recorrer el viento
reinventar el espacio
pronunciarme libre
y antes
aprendí este oficio de amarte cada día
con la misma esperanza respirando en mis poros
la misma descarada
desnudez
el mismo impulso marcándome el camino
Sé
que estuviste antes
tal vez con otros
nombres
los mismos ojos otros dolores
y
antes
te
busqué en la niebla
en
la raíz semilla fruto
en
el aire el agua el
fuego
y
me buscaste en el viento
sin saberlo
en
las guaridas del silencio
en
las mujeres con aroma a lluvia
y
aprendimos del beso que subyuga
del
abrazo que atraviesa la esencia
de
los cuerpos
se
aloja en el alma
Sé
que estuviste antes
desde
el principio de la materia y la sombra
antes
debíamos hallarnos
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4 – ENSAYO
DANIEL
FREIDEMBERG
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
EL
DESCUBRIMIENTO DE ESPAÑA
Nunca
se dejó de leer a Tuñón, aunque no era fácil conseguir sus libros, pero ahora
parece haber un redescubrimiento de esa poesía vitalista, emotiva y maravillada
ante el mundo. Sea causa o consecuencia, o las dos cosas, la publicación de la
Poesía reunida que para Seix Barral compilaron Adolfo González y Eduardo
Alvarez Tuñón, su hijo y su sobrino nieto, coincide con el interés que el autor
de El violín del diablo está despertando en una nueva generación de lectores
mientras otros, más veteranos, comienzan a tenerlo en cuenta. Se le estaría
dando a Raúl González Tuñón otro lugar en la literatura argentina. Estarían
cayéndose muchas de las reservas que pesaban sobre el poeta y sus textos, a
diferencia, por ejemplo, de lo que ocurrió con compañeros suyos de la
vanguardia martinfierrista, como Borges y Girondo.
Los
tiempos cambian, y, con los tiempos, los modos de leer. Algunas cosas deben
haber ocurrido en este país para que ni un replanteo radical de la lengua
poética como el de Girondo ni una densidad reflexiva como la de Borges sean ya
condiciones prioritarias o excluyentes de valor poético, y se haya vuelto
posible entonces atender a eso que Tuñón ofrece. Y, entre todo eso, algo que le
hizo difícil superar el confinamiento en una franja del público lector: la
izquierda o, más exactamente, quienes van a la poesía menos por interés en la
poesía que para confirmar una identidad política. Que en una editorial como
Beatriz Viterbo hayan aparecido los escritos de RGT sobre la Guerra Civil
Española es notable. Si hasta hace no mucho sonaba casi inverosímil un Tuñón en
el catálogo de este sello, más raro aún resultaba que el elegido para
reeditarse fuera precisamente el Tuñón de estos libros, ciento por ciento
políticos.
Un
gesto de politización, entonces, hasta en la ilustración de tapa: una miliciana
o campesina con el puño en alto. Detrás, un prólogo de Julia Miranda y tres
libros: uno de poemas, La muerte en Madrid, uno de crónicas, Las puertas del
fuego, y uno de discursos y artículos, 8 documentos de hoy, de los cuales sólo
había sido reeditado hasta ahora La muerte en Madrid (dos veces, una de ellas
acompañando una edición dominical de Página/12, en 1996). Publicados originalmente
en 1939, 1938 y 1936, que se los haya agrupado en un orden inverso al de su
aparición es un acierto, porque 8 documentos..., mucho más atado a
circunstancias puntuales, termina funcionando como apéndice y complemento del
bloque bastante homogéneo y muy consistente que conforman los poemas y las
crónicas. Escritos en Buenos Aires cuando recién comenzaba la Guerra Civil,
estos urgentes llamados a que los escritores se alinearan contra el fascismo,
incluyendo polémicas y denuncias, son lo que promete el título: documentos, y
como tales dan cuenta de las tensiones políticas que atravesaban el campo
literario argentino a mediados de los años ‘30, bastante sorprendentes si uno
se fija en cómo quedan ubicados nombres como los de Marechal, Victoria Ocampo,
Fernández Moreno o Mallea en la pugna entre los aliados de “el progreso” y los
de “la reacción”.
Lo
que ante todo queda documentado, sin embargo, es cómo Tuñón entiende su
condición de militante de la cultura en el ‘36, dos años después de afiliarse
al Partido Comunista, y cuáles motivos lo llevaron en 1937 a España y a poner
al servicio del bando republicano su oficio de poeta. Ahí, en la escritura de
poemas y crónicas, tan distinta del discurso directo, afirmativo y plano de los
documentos, se advierte hasta qué punto la poesía le impone a Tuñón su propia
fuerza, y corresponde agradecer a Beatriz Viterbo una edición que permite
acceder al fin a poemas y prosas cuya calidad poética no está lejos de la del
Tuñón de La calle del agujero en la media, Todos bailan o El rumbo de las islas
perdidas, y, de paso, confirmar hasta qué punto se puede, haciendo poesía
militante, hacer gran poesía. “Poesía militante” es la fórmula que mejor viene
al caso, y no la más imprecisa “poesía política” (“toda poesía es política”, se
dice), porque la cuestión está justamente en la función militante que Tuñón, al
igual que Miguel Hernández y Pablo Neruda, entre otros contemporáneos y amigos
suyos, quisieron, en cierto momento, darle a su producción.
Ya
en La calle del agujero..., en 1930, despuntaba el deseo de “hacer una
revolución con mis manos amigas del cristal, de la luz, de la caricia”, y el
gesto fraternal hacia los pobres, los marginales y los trabajadores ya estaba
en el Tuñón de los años ‘20, pero otra cosa es lo que anuncia el prólogo a La
rosa blindada (1936), “me parece que ahora hay que hacer una poesía
revolucionaria”, lo que implica “vincular mi sensibilidad y mi conocimiento de
la técnica del oficio a los hechos sociales que sacuden el mundo”.
Centrado
en la insurrección de los mineros asturianos, que el autor conoció en 1935,
poco antes del inicio de la guerra, La rosa blindada abrió un rumbo en la
poesía de lengua castellana: ya no se trata de dar lugar en la poesía a la
inquietud política o la preocupación social, sino de componer poemas que sirvan
como instrumentos de lucha. A algo había que renunciar para eso, se supone. Lo
que en la poesía hay de complejidad, de ambigüedad, de inasible, de irresuelto,
cede ante la necesidad de exaltar, condenar, promover o exhortar, y en la obra
de Tuñón hay textos, como los de “Todos los hombres del mundo son hermanos”
(1954), que lo confirman.
Parece
confirmarlo también el primer poema de La muerte..., “Madrid”. Pero “Madrid
(2)”, inmediatamente después, abre un irresuelto juego de contradicciones entre
lo que nace y lo que muere, entre la pérdida y la voluntad de seguir adelante,
que va a prolongarse en casi todo ese libro y Las puertas del fuego. El
tuñonesco gusto por la imagen vívida y excitante hace su entrada luego en “El
toro de Madrid”, con un trabajo rítmico y semántico que vuelve todo
sorprendente, un poco desquiciado y con fuerza propia, hasta llegar a “El
primer hombre muerto”, seguramente uno de los mayores poemas de Tuñón: crudo,
implacable, un registro estupefacto y lúcido de la destrucción que volverá en
la serie de “Los obuses” y con diferentes intensidades o coexistiendo con otros
elementos, en la mayor parte de los dos libros.
Las
enumeraciones arbitrarias, lo fantástico, el latido espeso y discordante de la
concreta vida terrestre, la reflexión existencial y hasta el humor encuentran
espacio en la escritura militante, si no en todos los casos sí en la mayoría,
junto con esa curiosa y detallista mirada de flâneur que el genéticamente
baudelaireano Tuñón extiende, ya no sobre las calles porteñas o parisienses,
sino sobre la guerra. Más que por afirmaciones de fe, la España republicana
queda realzada a través de gestos mínimos y de la terca persistencia de lo
humano. Pero además la guerra se vuelve una experiencia iniciática y lleva a
repensar la vida, a una suerte de aceptación de lo diverso y contradictorio de
la realidad. Una sabiduría de estar en el mundo que sólo parece templarse en
las peores condiciones.
Fuente: Página 12
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5 – CUENTO
EMILCE
STRUCCHI
(Ciudad
Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
RAYO
DE SOMBRA
El
maldito despertador rugió en mi cabeza y el sueño, no satisfecho
suficientemente, me hizo vacilar antes de levantarme. Tendría que empezar a
rebajar con hielo y agua ese anís libanés puro y cristalino de alta gradación,
como me habían sugerido mis amigos armenios. Mi cráneo estaba a punto de
partirse. Me lavé la cara con abundante agua fría. Tomé una extensa ducha.
Había comenzado el ritual acostumbrado. De los dos pantalones que tenía elegí
el azul. Tuve menos trabajo para decidir qué camisa ponerme, pues sólo una
estaba limpia, aunque un poco arrugada.
“Voy a cambiar de lavadero. Estos tipos me devuelven la ropa como un estropajo. Si tuviera plata mandaría todo a... la tintorería. Estar solo vaya y pase, con el tiempo me acostumbré. Pero además sin guita, esto es demasiado. Siempre mal vestido, siempre dando lástima”, pensé.
Una mañana como todas. Después del baño seguiría el desayuno, el viaje, la oficina, el regreso. Previsible y aburrido. Mientras hacía las tostadas y preparaba el primero de los cientos de cafés cotidianos, consideré las ventajas de ganar una buena suma de dinero en los juegos de azar. Nadie podía culparme por falta de esfuerzo y perseverancia. Una buena parte de mi magro sueldo (una parte cada vez mayor), la destinaba a los más diversos recursos: una vez por semana apostaba a los burros siempre equivocados que me cantaba Mencho. Todos los días compraba un billete de lotería, y además ensayaba múltiples combinaciones de números para acertar con los pozos millonarios que prometían las ofertas de mi vecino y amigo Esteban, el agenciero. Donde había desafíos grupales, dados, timba, ahí estaba yo. Firme. Constante.
“Es cierto que algunos juegos son muy arriesgados. Y si no ganás, tenés que redoblar la apuesta. Me viene pasando hace tiempo. Hace demasiado tiempo. Sin ir más lejos, ayer me endeudé hasta las bolas. Hice una prueba: jugué a la cabeza, a los diez y a los veinte premios, a los dos y a los tres primeros números, con redoblona. Cero ganancia. La columna roja sigue creciendo. Esto es agotador. Me estoy quedando en la ruina. Es que tengo mala suerte. Me baten cualquier cosa. Es preciso buscar otro informante, con el Mencho no va más. Quiero cambiar. Necesito cambiar. Pero no puedo. No es que no quiera, realmente no puedo. Un estilo de vida diferente requiere dinero. De otra manera es imposible. No me engaño. Pero... ¿qué haría yo con mucha plata? Supongamos que gano un pozo de seis millones. No sabría en qué invertirlos. Algunas cosas sé. Haría un viaje alrededor del mundo. También recorrería mi país, que no lo conozco. En vez de pagar este alquiler de porquería - debo como tres meses - tendría mi casa (lo primero es el techo, como decía el viejo). Y seguiría laburando, seguro. Al regresar del viaje pondría un negocio de algo, tal vez un restorán atendido por su dueño. ¡Cómo me cambiaría la existencia! Se me hace tarde. Mejor dejo de soñar estas boludeces. No quiero perder el tren, el anhelado y bien amado tren”, reflexionaba en medio de la angustia y la desesperación.
Una jornada como todas. Volver a entrar al descascarado departamento que no era mío. Regresar reventado de hacer de mandadero a los treinta y cinco años. Ni ganas de comer tenía. Sonó el timbre. Era Esteban.
- ¿Qué hacés Juancito?
- Acá estoy, con la mishiadura de siempre. Si querés cobrar mis deudas de juego, vení el año próximo. O sea, el próximo milenio. No tengo un mango.
- A pesar de tu mala onda, igual te voy a dar la noticia. Preparate, Juan. Ganaste los tres palitos. Estamos salvados.
Ha comenzado un nuevo día. La borrachera de anoche ha sido la peor en mucho tiempo. ¿Cómo cambió todo así, tan rápido? No entiendo nada. A la oficina no pienso ir. Ni loco. Que se joda el dueño. No laburo más. Que busque a otro. Yo me mando solito ahora. Hoy mismo ni bien haga los trámites y me paguen, voy a señar ese caserón en Martínez que tengo visto hace meses. Es tan caro que no lo compra nadie. Señores, yo lo compro. Mañana dedicaré el día completo a la ropa. Voy a llenar la nueva casa con trajes, camisas, zapatos y corbatas para el resto de mi vida. Nunca más la ropa al lavadero. Pasado mañana me compraré ese auto carísimo que siempre quise tener para romper la noche. Basta de soledad. Eso sí, la verdad es que me sacaron bastante plata. Entre el Estado, mi amigo el agenciero y las deudas con mis prestamistas, no quedó tanto. La suma restante la voy a invertir.
Por suerte la fortuna está de mi lado ahora. Lucho, el nuevo informante del bar, me batió la justa. Es una fija que no puede fallar: “Rayo de Sombra”.
“Voy a cambiar de lavadero. Estos tipos me devuelven la ropa como un estropajo. Si tuviera plata mandaría todo a... la tintorería. Estar solo vaya y pase, con el tiempo me acostumbré. Pero además sin guita, esto es demasiado. Siempre mal vestido, siempre dando lástima”, pensé.
Una mañana como todas. Después del baño seguiría el desayuno, el viaje, la oficina, el regreso. Previsible y aburrido. Mientras hacía las tostadas y preparaba el primero de los cientos de cafés cotidianos, consideré las ventajas de ganar una buena suma de dinero en los juegos de azar. Nadie podía culparme por falta de esfuerzo y perseverancia. Una buena parte de mi magro sueldo (una parte cada vez mayor), la destinaba a los más diversos recursos: una vez por semana apostaba a los burros siempre equivocados que me cantaba Mencho. Todos los días compraba un billete de lotería, y además ensayaba múltiples combinaciones de números para acertar con los pozos millonarios que prometían las ofertas de mi vecino y amigo Esteban, el agenciero. Donde había desafíos grupales, dados, timba, ahí estaba yo. Firme. Constante.
“Es cierto que algunos juegos son muy arriesgados. Y si no ganás, tenés que redoblar la apuesta. Me viene pasando hace tiempo. Hace demasiado tiempo. Sin ir más lejos, ayer me endeudé hasta las bolas. Hice una prueba: jugué a la cabeza, a los diez y a los veinte premios, a los dos y a los tres primeros números, con redoblona. Cero ganancia. La columna roja sigue creciendo. Esto es agotador. Me estoy quedando en la ruina. Es que tengo mala suerte. Me baten cualquier cosa. Es preciso buscar otro informante, con el Mencho no va más. Quiero cambiar. Necesito cambiar. Pero no puedo. No es que no quiera, realmente no puedo. Un estilo de vida diferente requiere dinero. De otra manera es imposible. No me engaño. Pero... ¿qué haría yo con mucha plata? Supongamos que gano un pozo de seis millones. No sabría en qué invertirlos. Algunas cosas sé. Haría un viaje alrededor del mundo. También recorrería mi país, que no lo conozco. En vez de pagar este alquiler de porquería - debo como tres meses - tendría mi casa (lo primero es el techo, como decía el viejo). Y seguiría laburando, seguro. Al regresar del viaje pondría un negocio de algo, tal vez un restorán atendido por su dueño. ¡Cómo me cambiaría la existencia! Se me hace tarde. Mejor dejo de soñar estas boludeces. No quiero perder el tren, el anhelado y bien amado tren”, reflexionaba en medio de la angustia y la desesperación.
Una jornada como todas. Volver a entrar al descascarado departamento que no era mío. Regresar reventado de hacer de mandadero a los treinta y cinco años. Ni ganas de comer tenía. Sonó el timbre. Era Esteban.
- ¿Qué hacés Juancito?
- Acá estoy, con la mishiadura de siempre. Si querés cobrar mis deudas de juego, vení el año próximo. O sea, el próximo milenio. No tengo un mango.
- A pesar de tu mala onda, igual te voy a dar la noticia. Preparate, Juan. Ganaste los tres palitos. Estamos salvados.
Ha comenzado un nuevo día. La borrachera de anoche ha sido la peor en mucho tiempo. ¿Cómo cambió todo así, tan rápido? No entiendo nada. A la oficina no pienso ir. Ni loco. Que se joda el dueño. No laburo más. Que busque a otro. Yo me mando solito ahora. Hoy mismo ni bien haga los trámites y me paguen, voy a señar ese caserón en Martínez que tengo visto hace meses. Es tan caro que no lo compra nadie. Señores, yo lo compro. Mañana dedicaré el día completo a la ropa. Voy a llenar la nueva casa con trajes, camisas, zapatos y corbatas para el resto de mi vida. Nunca más la ropa al lavadero. Pasado mañana me compraré ese auto carísimo que siempre quise tener para romper la noche. Basta de soledad. Eso sí, la verdad es que me sacaron bastante plata. Entre el Estado, mi amigo el agenciero y las deudas con mis prestamistas, no quedó tanto. La suma restante la voy a invertir.
Por suerte la fortuna está de mi lado ahora. Lucho, el nuevo informante del bar, me batió la justa. Es una fija que no puede fallar: “Rayo de Sombra”.
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6 – POESÍA
PEDRO
ARTURO ESTRADA
(Girardota-Antioquía-Colombia)
INFORME
No
pueden cantar, no entienden
la
música, no leen. Pero se ríen con sorna
de
nuestros cantos, de la música, de nuestros libros.
Nos
traen la guerra, clausuran la fiesta,
cierran
todas las ventanas.
Por
la calle zapatean con fuerza mientras amenazan
con
la sombra de sus armas
el
brillo mismo del sol en las paredes.
Barbotan
sus enormes insultos, sus órdenes,
enseñando
los puños.
Toman
lo que quieren de nuestras mesas y abrazan
cuando
les viene en ganas a nuestras mujeres.
Saben
a qué hora soñamos
para
controlar posibles fugas al paraíso.
Han
echado abajo los templos, los jardines, el silencio.
Están
por todos lados.
Pero
alguien a punta de palabras
sigue
horadando
en
lo oscuro.
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7 – ENSAYO
MIGUEL ÁNGEL GAVILÁN
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)
MERCÉ RODOREDA
La mujer se conduce, entre hambres, por una
callejuela que la guerra dejó sin guirnaldas ni mazapanes. Camina ciega,
creyendo en el hombre que le ha tocado en suerte, ese que la abriga sin
pedírselo, mientras le habla de sus pájaros.
Siente alivio ante la muerte de las palomas que
Quimet, su esposo, alimentaba con ansias de mensajes, antes de los bombardeos.
Entre revuelos de plumas blancas, grises, negras, también se agitan los hijos y
el recuerdo de la plaza.
Nunca una escritora capturó la desolada entrega de
una mujer al claroscuro de la violencia doméstica; ni pintó tan al viento, la
renuncia, abierta en herida, del miedo cotidiano.
De “La plaza del diamante” conservo, imborrable, la
imagen de Colometa buscando lejía en el mercado para matar a sus hijos porque
no puede alimentarlos. Y luego la descripción diáfana y terrible de la sangre
en las venas azules de los caídos. Pasajes de intensa poesía suavizan el drama
de la humanidad reducida a barro, a promesa, a soledad, que dejó la Guerra
Civil española.
Y tampoco olvido las voces femeninas que arman este
y otros relatos de Mercé Rododera. Mujeres caídas en el desencuentro, que
orillan la resignación como vagabundas, no entendiendo del todo la realidad que
las conmueve. Y se interpelan sin sentido: ¿cómo lo que ayer fue promesa hoy es
marido muerto, niños que gritan de hambre, caravanas de mendigos en la puerta
de la iglesia? ¿Cuándo la vida dejó de estar del lado de los vivos?
Mercé Rodoreda hizo respetar su lengua, el catalán,
lo mismo que a una fe. Capturó el pensamiento magro, estéril de aquellos que
ven derrumbarse su mundo con esperanzas malheridas, recordando el diamante de
una plaza, las calles de la camelia, o el milagro de tener otra vez el reflejo
de una familia en un espejo roto.
Luchó para la República; las flores fueron un
símbolo dentro de su obra: lo pleno que se marchita, el fin en el comienzo.
Amó la
libertad, pero sin caer en sus cegueras.
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8 – CUENTO
GONZALO SALESKY
(Córdoba-Argentina)
CINCO GUERREROS
Llegaremos a Brasilia en dos horas. Nos aprestamos para la gran batalla.
Hace décadas que la opresión viene forjando nuestro deseo de luchar y de
ser
libres.
Ajusto mi cinturón y me preparo para el lanzamiento. Mis cuatro
compañeros de cápsula están listos. Alfa 9810 tiene los ojos cerrados, quizá
por los nervios, quizá por la emoción. Es su primer vuelo fuera del continente.
El resto de nosotros tiene algo de experiencia, pero no más valentía.
Mi nombre es Beta 4791. Nací el día doce del primer mes de 2083 en la
base europea Esperança, cerca del país que antes llamaban España. No tuve la
suerte de conocer a mis padres. Tal vez ellos también estén viajando en alguna
de las miles de naves que nuestro Líder ha enviado hacia el Imperio.
Allí, no nos esperan. No conocen nuestras nuevas armas. Ni siquiera
saben de nosotros, encerrados en sus enormes burbujas, distraídos por sus
pantallas, alienados por sus medios de comunicación… no imaginan que vamos a
invadirlos.
*
En mi infancia escuché una hermosa leyenda. Relataba la cruzada de
grandes hombres, que liberaron Eurasia de un oscuro tirano.
La comparto para animar a mis compañeros. Delta 0462 me asegura que la
historia es cierta y que ocurrió hace unos doscientos años. ¡Doscientos
años!
¿Será así? Ojalá recuerden esta gesta durante tanto tiempo.
Por ahora, no sé nada de Gama ni de Omega. Ni sus números de serie, ni
su edad... Pero en sus rostros veo el mismo maltrato que hemos sufrido
como
pueblo.
Pese a todo, pudimos adaptarnos. Siempre lo hicimos. Estamos decididos a
ser libres. Acabo de cumplir dieciocho años y nunca pude decir lo que
sentía. Me
acostumbré a hablar en voz baja, a no mirar a los ojos, a callar, a no
pensar
distinto.
Con Alfa fuimos compañeros de escuela-cárcel. Doce años completos
levantándonos de noche, picando roca, limpiando el excremento de
nuestros
dictadores de América del Sur. Setecientos metros bajo la superficie,
casi sin luz ni agua, con poco aire…
La esclavitud ha moldeado y templado nuestro espíritu. Así, aprendimos a
compartirlo todo. No lo que sobraba, lo que faltaba y apenas alcanzaba.
Día tras día, creció en nosotros el sueño de libertad.
*
Pasan los minutos y siento que mi traje me ajusta bastante. Acostumbrado
a la escasez, llevo pocas provisiones. Sólo guardo dentro de mi ropa una
fotomóvil de mi futura esposa, que una y otra vez me saluda y alienta. Eso me
hace más fuerte y me asegura que esta guerra… esta guerra valdrá la pena.
Seguimos volando, cada vez más rápido, en una de las naves que la
Resistencia ha lanzado rumbo a la capital del Imperio Suramericano.
Aquí, como en las otras, hay cinco guerreros dispuestos a todo, uno de cada
raza europea.
Kilómetros y kilómetros de orgullo y valor me rodean.
En este momento, en mi pantalla-facial aparece la imagen de nuestro
Líder,
que nos repite, con voz serena pero firme:
VAMOS POR TODO. QUEREMOS SER LIBRES...
VAMOS POR TODO. QUEREMOS SER LIBRES...
VAMOS POR TODO. QUEREMOS SER LIBRES...
Con la tranquilidad del que es capaz de dar la vida por lo que ama, me
recuesto sobre la ventana que muestra las estrellas y trato de descansar
un poco.
*
Sólo faltan cuarenta segundos para llegar. Me siento feliz. Veo a través
de
mi casco que la batalla final ha comenzado. Y estoy seguro… la victoria
será
nuestra.
¡Viva la Gran Eurasia! ¡Viva!
Cinco
guerreros - Finalista del II Premio de Relato “Taller de Escritores”
(Barcelona, España)
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9 – POESÍA
LUCIAH
LOPEZ
(Curitiba,Sul-Paraná-Brasil)
FRACTAIS
Há tanto de mim querendo sair!!
Ganhar os mares e as marés
Há tanto de mim querendo sair!!
Ganhar os mares e as marés
e navegar com as
estrelas marinhas
pelas profundezas da minha alma.
(Não sei qual a cor da minha alma)
Olho para trás para os meus passos
pelas profundezas da minha alma.
(Não sei qual a cor da minha alma)
Olho para trás para os meus passos
impressos na argila
das calçadas
e vejo cascas e borboletas mortas.
E as histórias que eu conto vão ficando presas
nos rabiscos que faço tentando resumir a minha vida
e tudo que eu mais quero nesse momento
e vejo cascas e borboletas mortas.
E as histórias que eu conto vão ficando presas
nos rabiscos que faço tentando resumir a minha vida
e tudo que eu mais quero nesse momento
é sentir o sal
queimando a minha boca
até eu não conseguir mais dizer o seu nome
até eu não conseguir mais dizer o seu nome
e afastar de mim
a intenção de querer
amar um amor
que não me é
permitido.
FRACTALES
¡Hay
tanto de mí queriendo salir!
Alcanzar
los mares y las mareas.
Navegar
con las estrellas marinas
por
las profundidades del alma.
(No
sé cuál es su color)
Mirar
hacia atrás hacia mis pies
impresos
en la arcilla de las aceras
y
descubrir conchillas y mariposas muertas.
Las
historias que cuento se convierten en presas
de
garabatos que hago intentando resumir mi vida
y
todo lo que anhelo en este momento
es
sentir la sal quemándome la boca
hasta
que ya no pueda pronunciar tu nombre
y
alejarlo de mí
por
la intención
de
querer un amor
que
me ha sido prohibido
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10 – ENSAYO
FELIPE
PIGNA
(Mercedes-Buenos
Aires-Argentina)
LA GUERRA DEL PARAGUAY
La del Paraguay, llamada por Alberdi de la “Triple Infamia”, fue la primera guerra del Estado nacional unificado tras la derrota del interior en Pavón y en ella se estrenó el ejército que había hecho sus primeras armas apuntado contra los propios argentinos que habían osado oponerse al modelo centralista del puerto de Buenos Aires. Las campañas represivas d
e
los coroneles de Mitre contra los montoneros del Chacho Peñaloza y Felipe
Varela asolaron los llanos riojanos y catamarqueños, arrasando poblaciones
enteras que intentaban una última defensa de sus artesanías y su forma de
ganarse la vida ante la invasión de los productos importados.
La historia autodenominada “seria” nos enseñó que el Paraguay era la tierra del atraso gobernada por una monstruosa dinastía de dictadores. Para esa versión de los hechos, lo mejor que le podía pasar al Paraguay era la cruzada civilizadora de sus vecinos que le llevarían las ventajas del mundo moderno.
Uno de los “civilizadores”, el Brasil, era el último imperio esclavista de América, gobernado por una dinastía coronada. En él, la mayoría de la población no gozaba de los más elementales derechos humanos. En el Paraguay no había un solo esclavo, en Brasil había dos millones.
El otro civilizador, la Argentina, estaba gobernado por un poder impuesto por el puerto al resto del país mediante la violencia. Nadie votaba libremente en la Argentina de los años sesenta del siglo XIX. La mayoría de la población no accedía a la educación elemental y estaba muy por debajo de los niveles básicos de subsistencia.
El Paraguay, constituía entonces un modesto intento por conformar un capitalismo de Estado. Comparado con los de sus poderosos vecinos, los logros del Paraguay eran notables.
Hasta 1865 el gobierno paraguayo, bajo Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano López, construyó astilleros, fábricas metalúrgicas, ferrocarriles y líneas telegráficas. El Paraguay era la única nación de América Latina que no tenía deuda externa.
No es cierto que los paraguayos eligieran vivir aislados. Sus proyectos de infraestructura se concretaron gracias a la importación de maquinaria y técnicos ingleses que hasta 1865 cubrían el 75% de las importaciones paraguayas. La diferencia estaba en la decisión del gobierno de utilizar la técnica importada para intentar un desarrollo nacional.
En Ibicuy se construyó una de las primeras acerías y fundiciones de América Latina bajo la dirección del ingeniero inglés John William Whitehead. Se tendieron líneas telegráficas entre Asunción y Paso de la Patria, dirigidas por el ingeniero alemán Roberto von Fisher Trevenfeldt, y se construyó el ferrocarril que unía la capital con Trinidad.
Desde la época de Gaspar Rodríguez de Francia, el Paraguay no se cansaba de pedirles a los “liberales” de Buenos Aires “la libertad del Río de la Plata, el Paraná, el Uruguay y el Paraguay como vías internacionales” sin obtener ningún resultado.
Un año antes de comenzar la guerra, el propio presidente Mitre reconocía los logros del Paraguay y elogiaba a su colega Francisco Solano López, comparándolo con el rey Leopoldo I de Bélgica: “V.E. se halla bajo muchos aspectos en condiciones más favorables que las nuestras. A la cabeza de un pueblo tranquilo y laborioso que se va engrandeciendo por la paz y llamando en este sentido la atención del mundo; con medios poderosos de gobierno que saca de esa misma situación pacífica, respetado y estimado por todos los vecinos que cultivan con él relaciones proficuas de comercio; su política está trazada de antemano y su tarea es tal vez más fácil que la nuestra en estas regiones tempestuosas, pues como lo ha dicho muy bien un periódico inglés de esta ciudad, V.E. es el Leopoldo de estas regiones, cuyos vapores suben y bajan los ríos interiores enarbolando la bandera pacífica del comercio.”
Al Paraguay lo fueron encerrando y así se fue consolidando un modelo proteccionista y donde el Estado tomó un rol protagónico. Así se fue creando un modelo de propiedad muy particular basado en las “Estancias de la Patria”, de propiedad estatal, que explotaban monopólicamente los rubros más rentables de la exportación: la yerba y el tabaco. El modelo brasileño era muy diferente, casi antagónico, como señalaba Alberdi: “En vez de consagrar una parte al cultivo de cereales y animales para la subsistencia de la población, lo destinan todo a la producción de azúcar, de tabaco, de café, que los enriquece a ellos a expensas del pueblo trabajador, que muere de hambre.
Nadie quería ir a pelear contra el Paraguay. Para los hombres del interior estaba claro que se trataba de una guerra fratricida. Ante la oposición generalizada, el gobierno de Mitre decidió lanzar una violenta represión y obligar a los díscolos a incorporarse al ejército como sea. León Pomer publica en su libro sobre la guerra un recibo extendido por un herrero catamarqueño cuyo texto es el que sigue: “Recibí del gobierno de la provincia de Catamarca, la suma de 40 pesos bolivianos por la construcción de 200 grillos para los voluntarios [sic] catamarqueños que marchan a la guerra contra el Paraguay”.
Así marchaban los soldados argentinos al frente, esposados, encadenados, absolutamente contra su voluntad.
Mitre había hecho un pronóstico demasiado optimista sobre la guerra: “En 24 horas en los cuarteles, en 15 días en campaña, en 3 meses en la Asunción”. Lo cierto es que la guerra duró casi cinco años, le costó al país más de 500 millones de pesos y 50.000 muertos. Benefició a comerciantes y ganaderos porteños y entrerrianos cercanos al poder, que hicieron grandes negocios abasteciendo a los ejércitos aliados. El jefe de las tropas brasileñas decía: “Nuestros aliados no quieren acabar la guerra, porque con ella están lucrado y empobreciendo al Brasil. Desde que Mitre llegó ha procurado por todos los medios posibles demorar la marcha de las operaciones.”
Al pueblo paraguayo le fue quedando claro que su supervivencia dependía del resultado de la guerra, que se prolongará hasta marzo de 1870 por su heroica resistencia. Francisco Solano López con lo que quedaba de su ejército, su inseparable compañera, Elisa Lynch, la “princesa de la selva”, sus cuatro hijos y sus últimos seguidores que se negaban a entregarse, llegó a Cerro Corá el 14 de febrero de 1870.
Su ejército estaba compuesto mayoritariamente por niños y mujeres, y tenía el jefe de estado mayor más joven de la historia, su hijo Panchito, de sólo 14 años.
Las campanas de las iglesias se habían transformado en cañones que, a falta de balas, disparaban piedras, huesos y arena. Al mediodía del 1º de marzo, las tropas brasileñas llegaron al lugar. La lucha era demasiado desigual y la batalla duró poco.
López, al frente de lo que quedaba de su heroico pueblo, fue herido de un lanzazo. Le ordenó a Panchito proteger a su madre y sus hermanos. Varios soldados se abalanzaron sobre el hombre más buscado por la Triple Alianza. Nadie quería perderse las 100.000 libras que los “civilizadores” ofrecían por la cabeza del mariscal.
El presidente paraguayo se defendió como un tigre acorralado y mató a varios de sus atacantes. El general Cámara, a cargo del pelotón atacante, lo intimó a que se rindiera y le garantizó su vida. Pero a López ya no le importaba sino su dignidad, siguió peleando, bañado en sangre, hasta que Cámara ordenó “maten a ese hombre”. Un certero disparo le atravesó el corazón.
Los soldados atacaron los carruajes que trataban de huir. Panchito montó guardia frente al que ocupaban sus hermanos y su madre, Madame Lynch. Los brasileños le preguntaron si allí estaban la “querida” de López y sus bastardos. Panchito defendió el honor nacional y familiar y fue fusilado en el acto.
A Elisa Lynch le tocó dar la última batalla de esta guerra miserable y despareja. Con toda su enorme dignidad, descendió de su carro, cargó el cadáver de su hijo y buscó el de su marido. Cavó con sus manos una fosa y enterró los dos cuerpos y parte de su vida.
El Paraguay había quedado destrozado, diezmada su población, que pasó de unos 500.000 habitantes a 116.351, de los cuales sólo el 10% eran hombres en edad de trabajar y el resto, viejos, mujeres y niños. Su territorio fue arrasado.
Alberdi hacía su propio balance de la guerra: “la destrucción de los telégrafos, de los vapores, de los ferrocarriles, del gobierno que dotó a Paraguay de esas cosas, de su población de más de un millón de habitantes, los mismos de que ha sido despoblado, libertándolo de López, que no le dejó deuda, para dejarlo en feudo o hipoteca del Brasil y del Stock Exchange, sus acreedores actuales por más millones de pesos fuertes que los que vale todo el Paraguay.”
Un documento reservado dirigido por el marqués de Caxías al emperador del Brasil: nos informa que “El general Mitre está resignado de lleno y sin reserva a mis órdenes; él hace cuanto yo le indico, como ha estado muy de acuerdo conmigo, en todo aun en cuanto a que los cadáveres coléricos, se arrojen a las aguas del Paraná, ya de la escuadra como de Itapirú para llevar el contagio a las poblaciones ribereñas, principalmente a las de Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe que le son opuestas […]. El general Mitre está también convencido que deben exterminarse los restos de las fuerzas argentinas que aún le quedan, pues de ellas no divisa sino peligros para su persona.”
Al terminar la guerra, en un rapto de sinceridad, Mitre declaró: “Hijo de un pueblo que todo lo debe al comercio, y que funda en él la prosperidad del presente, es natural que mis simpatías le pertenezcan y que mi razón esté a su servicio. En la guerra del Paraguay ha triunfado no sólo la República Argentina sino también los grandes principios del libre cambio. Cuando nuestros guerreros vuelvan de su campaña, podrá el comercio ver inscripto en sus banderas victoriosas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio han proclamado.”
La historia autodenominada “seria” nos enseñó que el Paraguay era la tierra del atraso gobernada por una monstruosa dinastía de dictadores. Para esa versión de los hechos, lo mejor que le podía pasar al Paraguay era la cruzada civilizadora de sus vecinos que le llevarían las ventajas del mundo moderno.
Uno de los “civilizadores”, el Brasil, era el último imperio esclavista de América, gobernado por una dinastía coronada. En él, la mayoría de la población no gozaba de los más elementales derechos humanos. En el Paraguay no había un solo esclavo, en Brasil había dos millones.
El otro civilizador, la Argentina, estaba gobernado por un poder impuesto por el puerto al resto del país mediante la violencia. Nadie votaba libremente en la Argentina de los años sesenta del siglo XIX. La mayoría de la población no accedía a la educación elemental y estaba muy por debajo de los niveles básicos de subsistencia.
El Paraguay, constituía entonces un modesto intento por conformar un capitalismo de Estado. Comparado con los de sus poderosos vecinos, los logros del Paraguay eran notables.
Hasta 1865 el gobierno paraguayo, bajo Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano López, construyó astilleros, fábricas metalúrgicas, ferrocarriles y líneas telegráficas. El Paraguay era la única nación de América Latina que no tenía deuda externa.
No es cierto que los paraguayos eligieran vivir aislados. Sus proyectos de infraestructura se concretaron gracias a la importación de maquinaria y técnicos ingleses que hasta 1865 cubrían el 75% de las importaciones paraguayas. La diferencia estaba en la decisión del gobierno de utilizar la técnica importada para intentar un desarrollo nacional.
En Ibicuy se construyó una de las primeras acerías y fundiciones de América Latina bajo la dirección del ingeniero inglés John William Whitehead. Se tendieron líneas telegráficas entre Asunción y Paso de la Patria, dirigidas por el ingeniero alemán Roberto von Fisher Trevenfeldt, y se construyó el ferrocarril que unía la capital con Trinidad.
Desde la época de Gaspar Rodríguez de Francia, el Paraguay no se cansaba de pedirles a los “liberales” de Buenos Aires “la libertad del Río de la Plata, el Paraná, el Uruguay y el Paraguay como vías internacionales” sin obtener ningún resultado.
Un año antes de comenzar la guerra, el propio presidente Mitre reconocía los logros del Paraguay y elogiaba a su colega Francisco Solano López, comparándolo con el rey Leopoldo I de Bélgica: “V.E. se halla bajo muchos aspectos en condiciones más favorables que las nuestras. A la cabeza de un pueblo tranquilo y laborioso que se va engrandeciendo por la paz y llamando en este sentido la atención del mundo; con medios poderosos de gobierno que saca de esa misma situación pacífica, respetado y estimado por todos los vecinos que cultivan con él relaciones proficuas de comercio; su política está trazada de antemano y su tarea es tal vez más fácil que la nuestra en estas regiones tempestuosas, pues como lo ha dicho muy bien un periódico inglés de esta ciudad, V.E. es el Leopoldo de estas regiones, cuyos vapores suben y bajan los ríos interiores enarbolando la bandera pacífica del comercio.”
Al Paraguay lo fueron encerrando y así se fue consolidando un modelo proteccionista y donde el Estado tomó un rol protagónico. Así se fue creando un modelo de propiedad muy particular basado en las “Estancias de la Patria”, de propiedad estatal, que explotaban monopólicamente los rubros más rentables de la exportación: la yerba y el tabaco. El modelo brasileño era muy diferente, casi antagónico, como señalaba Alberdi: “En vez de consagrar una parte al cultivo de cereales y animales para la subsistencia de la población, lo destinan todo a la producción de azúcar, de tabaco, de café, que los enriquece a ellos a expensas del pueblo trabajador, que muere de hambre.
Nadie quería ir a pelear contra el Paraguay. Para los hombres del interior estaba claro que se trataba de una guerra fratricida. Ante la oposición generalizada, el gobierno de Mitre decidió lanzar una violenta represión y obligar a los díscolos a incorporarse al ejército como sea. León Pomer publica en su libro sobre la guerra un recibo extendido por un herrero catamarqueño cuyo texto es el que sigue: “Recibí del gobierno de la provincia de Catamarca, la suma de 40 pesos bolivianos por la construcción de 200 grillos para los voluntarios [sic] catamarqueños que marchan a la guerra contra el Paraguay”.
Así marchaban los soldados argentinos al frente, esposados, encadenados, absolutamente contra su voluntad.
Mitre había hecho un pronóstico demasiado optimista sobre la guerra: “En 24 horas en los cuarteles, en 15 días en campaña, en 3 meses en la Asunción”. Lo cierto es que la guerra duró casi cinco años, le costó al país más de 500 millones de pesos y 50.000 muertos. Benefició a comerciantes y ganaderos porteños y entrerrianos cercanos al poder, que hicieron grandes negocios abasteciendo a los ejércitos aliados. El jefe de las tropas brasileñas decía: “Nuestros aliados no quieren acabar la guerra, porque con ella están lucrado y empobreciendo al Brasil. Desde que Mitre llegó ha procurado por todos los medios posibles demorar la marcha de las operaciones.”
Al pueblo paraguayo le fue quedando claro que su supervivencia dependía del resultado de la guerra, que se prolongará hasta marzo de 1870 por su heroica resistencia. Francisco Solano López con lo que quedaba de su ejército, su inseparable compañera, Elisa Lynch, la “princesa de la selva”, sus cuatro hijos y sus últimos seguidores que se negaban a entregarse, llegó a Cerro Corá el 14 de febrero de 1870.
Su ejército estaba compuesto mayoritariamente por niños y mujeres, y tenía el jefe de estado mayor más joven de la historia, su hijo Panchito, de sólo 14 años.
Las campanas de las iglesias se habían transformado en cañones que, a falta de balas, disparaban piedras, huesos y arena. Al mediodía del 1º de marzo, las tropas brasileñas llegaron al lugar. La lucha era demasiado desigual y la batalla duró poco.
López, al frente de lo que quedaba de su heroico pueblo, fue herido de un lanzazo. Le ordenó a Panchito proteger a su madre y sus hermanos. Varios soldados se abalanzaron sobre el hombre más buscado por la Triple Alianza. Nadie quería perderse las 100.000 libras que los “civilizadores” ofrecían por la cabeza del mariscal.
El presidente paraguayo se defendió como un tigre acorralado y mató a varios de sus atacantes. El general Cámara, a cargo del pelotón atacante, lo intimó a que se rindiera y le garantizó su vida. Pero a López ya no le importaba sino su dignidad, siguió peleando, bañado en sangre, hasta que Cámara ordenó “maten a ese hombre”. Un certero disparo le atravesó el corazón.
Los soldados atacaron los carruajes que trataban de huir. Panchito montó guardia frente al que ocupaban sus hermanos y su madre, Madame Lynch. Los brasileños le preguntaron si allí estaban la “querida” de López y sus bastardos. Panchito defendió el honor nacional y familiar y fue fusilado en el acto.
A Elisa Lynch le tocó dar la última batalla de esta guerra miserable y despareja. Con toda su enorme dignidad, descendió de su carro, cargó el cadáver de su hijo y buscó el de su marido. Cavó con sus manos una fosa y enterró los dos cuerpos y parte de su vida.
El Paraguay había quedado destrozado, diezmada su población, que pasó de unos 500.000 habitantes a 116.351, de los cuales sólo el 10% eran hombres en edad de trabajar y el resto, viejos, mujeres y niños. Su territorio fue arrasado.
Alberdi hacía su propio balance de la guerra: “la destrucción de los telégrafos, de los vapores, de los ferrocarriles, del gobierno que dotó a Paraguay de esas cosas, de su población de más de un millón de habitantes, los mismos de que ha sido despoblado, libertándolo de López, que no le dejó deuda, para dejarlo en feudo o hipoteca del Brasil y del Stock Exchange, sus acreedores actuales por más millones de pesos fuertes que los que vale todo el Paraguay.”
Un documento reservado dirigido por el marqués de Caxías al emperador del Brasil: nos informa que “El general Mitre está resignado de lleno y sin reserva a mis órdenes; él hace cuanto yo le indico, como ha estado muy de acuerdo conmigo, en todo aun en cuanto a que los cadáveres coléricos, se arrojen a las aguas del Paraná, ya de la escuadra como de Itapirú para llevar el contagio a las poblaciones ribereñas, principalmente a las de Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe que le son opuestas […]. El general Mitre está también convencido que deben exterminarse los restos de las fuerzas argentinas que aún le quedan, pues de ellas no divisa sino peligros para su persona.”
Al terminar la guerra, en un rapto de sinceridad, Mitre declaró: “Hijo de un pueblo que todo lo debe al comercio, y que funda en él la prosperidad del presente, es natural que mis simpatías le pertenezcan y que mi razón esté a su servicio. En la guerra del Paraguay ha triunfado no sólo la República Argentina sino también los grandes principios del libre cambio. Cuando nuestros guerreros vuelvan de su campaña, podrá el comercio ver inscripto en sus banderas victoriosas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio han proclamado.”
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11 – CUENTO
ALEJANDRO CARRIQUE
(Olivos-Buenos
Aires-Argentina)
CERCA DE MIS PARES
Caen títeres del cielo y se clavan como semillas de prepo en los jardines del barrio. Desbordan los tanques de agua. Estallan todos los faroles de las calles y forman nubes violetas, suaves y perfectas. Salen ovnis diminutos de los hormigueros más grandes ubicados en el amazonas.
Un ruido superior a la vida se apodera de nuestra conciencia para que seamos felices realmente, o más felices que las cicatrices muertas.
Germinan palabras en mis sesos y me crecen antenas. Ufff… haaafff…, ya me siento más tranquilo y relajado, estoy cada vez más cerca de mi real antepasado.
NO ESTÁ EDITADO
Un libro, se sabe, nunca está terminado hasta que no está editado. Hace años que llegué al final de una novela, y todavía le estoy terminando su peinado, esculpiendo sus uñas. Le saco barritos y le inhibo granos. También borro algunas arrugas, sólo las que restan en la historia y están sólo para no hacer nada. Mañana lustraré sus zapatos y le daré un poco de cuerda. También limpiaré sus zapatillas superpuestas y lubricaré sus notas musicales más graves. Le daré más oxígeno a sus pulmones, y mantendré sólo el humo necesario para que haya poesía. Le agregaré ojales y botones a su traje. Pestañas como arañas en sus ojos y los más bellos balcones a su alcance. Yo me siento en uno de ellos y toco sus ojos; estoy enamorado de lo que no he terminado, porque todavía no está editado.
PROHIBIDO EN EL ESPACIO
Hormonas, sensibilidades y secuelas, destruyen la verdad una vez encontrada.
Hoy el dolor se multiplica en los pliegues del Universo; pero sigo erguido con el horizonte esperándome, sin embargo un par de lágrimas punzantes siguen corriendo por mis mejillas, ida y vuelta en mi memoria llena de recuerdos.
El inconsciente colectivo también quería desunirnos, la magia y las brujas con sus dientes de veneno. Y la vida, la existencia que no soporta a un amor verdadero. ¿Quién de todos ustedes morirá con el real amor al lado? ¿Quién de todos ustedes, será feliz realmente? La vida giratoria transforma lo bueno en decepción en dos segundos del Diablo. La sensibilidad gobierna las mentes y el mal hace lo que quiere, siempre sale ganando, siempre sale victorioso rompiéndolo todo. El mal es una bomba que ha matado lo que yo amaba, pero sigo erguido muy cerca del horizonte, sin embargo un par de lágrimas cargadas de recuerdos circunvalan mi cerebro y en mi memoria con una gran sonrisa te recuerdo.
Los caminos del encuentro no se encuentran nunca, y cuando se encuentran, mágicamente los desencuentran. La vida será morir con un individuo al lado. El amor verdadero, parece ser, no está permitido en el espacio.
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12 – POESÍA
NICULINA
OPREA
(Negoiesti-Craiova-Rumania)
REFLEJOS DE AGUA
Reflejos de agua te han captado
dentro de la cual la memoria
derramó sus recuerdos
Esos tiempos
- Yo estoy hablando en los últimos años -
esta deslizando, se fijan la verdad sobre su cuello.
Mi temor da lugar al frío.
Las paredes de la sala se aprietan
En
torno a la rosa japonesa
que desafía las leyes
y sin embargo
que desafía las leyes
y sin embargo
florece
No sé
qué lado oscuro te encuentras.
Impotente, me inclino
los bordes de lo desconocido.
Las caras de los objetos
están comenzando a interceptar
nuevas dimensiones:
Caigo en fragmentos
desde las disonancias perdidas de ruiseñores.
"El miedo es una mentira" – tú estabas diciendo.
Trato de entrar a la piel de esta memoria,
aunque el latido del corazón
No sé
qué lado oscuro te encuentras.
Impotente, me inclino
los bordes de lo desconocido.
Las caras de los objetos
están comenzando a interceptar
nuevas dimensiones:
Caigo en fragmentos
desde las disonancias perdidas de ruiseñores.
"El miedo es una mentira" – tú estabas diciendo.
Trato de entrar a la piel de esta memoria,
aunque el latido del corazón
esté forzando la arteria carótida.
DESPUÉS DE TANTAS CAÍDAS
Muy pronto la sombra
Muy pronto la sombra
no podrá acompañar el cuerpo.
Deben residir en la sangre.
Compartirán el espacio con la muerte
sobre la que acabo de pensar que había muerto.
A veces a través de mi cuerpo sigue funcionando
sin romper mi corazón.
Después miró a la cara,
sigue siendo una emoción como entonces
cuando se cuentan los círculos
en el fondo de la fuente.
Pronto voy a estar sin sombra.
El brillo se convertirá en polvo
sobre el que
nadie podrá recordar nunca más.
Translation in spanish_ Susana Roberts
Deben residir en la sangre.
Compartirán el espacio con la muerte
sobre la que acabo de pensar que había muerto.
A veces a través de mi cuerpo sigue funcionando
sin romper mi corazón.
Después miró a la cara,
sigue siendo una emoción como entonces
cuando se cuentan los círculos
en el fondo de la fuente.
Pronto voy a estar sin sombra.
El brillo se convertirá en polvo
sobre el que
nadie podrá recordar nunca más.
Translation in spanish_ Susana Roberts
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13 – ENSAYO
SUSANA
GRIMBERG
(San
Juan-Argentina)
CUANDO LOS
HIJOS SE VAN.
Llegando a fin de año, nos sentimos impregnados por el clima de las fiestas,
esencialmente la de Año Nuevo que marca el final de un año para dar lugar al
comienzo de otro.
Hablamos de fin de año y de la palabra fin podemos desprender varias
cuestiones: el fin como momento de concluir una etapa para empezar otra, y fin
como objetivo.
El fin o final es un momento de
concluir cuya importancia radica en que puede dar lugar a lo nuevo, lo
distinto, lo singular. Quiero decir que se trata de un tiempo en el que se
concluye una etapa, pero que no sólo no se cierra sino que puede ser una etapa
que abra a otros fines, otras metas. Esto también está en la palabra fin cuyos sinónimos son también
meta, objetivo, propuesta.
Se preguntarán qué tiene que ver esto con los hijos: si crecer es
independizarse, la meta es que los hijos, cada hijo y cada hija, puedan dejar
la casa de los padres para armar la propia vida en otro lugar, creado por y
para ellos mismos. Para que puedan hacerlo, los mismos padres deben haber
alentado el deseo de partir.
En el caso de los que vivíamos en alguna provincia, donde no había Universidad,
no cabía ninguna duda de que íbamos a tener que dejar la casa de los padres
para armar nuestra vida en otro lugar donde poder cursar los estudios
universitarios. Ese hecho, alentaba tanto a los hijos como a los padres: los
hijos debían partir.
Podríamos afirmar que es la ley de la vida: los hijos se independizan y dejan
el hogar familiar.
Para los padres, que el hijo haya podido tomar la decisión de partir, debería
ser lo “esperado”. Sin embargo, para los que dedicaron todas las energías al
cuidado de los mismos, alejándose de intereses más propios como la realización
personal en otro ámbito, son los que más tienden a padecer el síndrome del nido
vacío y a esa cuestión voy a referirme en esta nota.
EL NIDO VACÍO
Elegí este título que tomé de la película argentina, dirigida por Daniel
Burman, porque trata, no sin humor, la problemática de un matrimonio, a mi
parecer un tanto desencontrado, cuando sus hijos deciden irse de casa. El vacío
que se produce cuando los hijos crecen y se alejan del hogar, revela las
grietas existentes en el matrimonio.
El sentimiento de malestar, soledad, tristeza y vacío consecuentes, nace en
algunos padres cuando uno o más hijos se van de casa, ya sea para ir a estudiar
a la universidad o para emanciparse. En general, suele afectar, principalmente,
a la madre, pero muchas veces el padre, también padece este síndrome.
Se trata de padres muy dependientes de los hijos, tanto que, cuando los mismos
deciden independizarse, no saben qué hacer y no ocultan el sufrimiento que les
causa la partida del hijo. Las que más sufren son las madres, fundamentalmente
las que no trabajan fuera de casa. Quiero decir que, aunque trabajen en la
casa, al no ser un trabajo rentado, no lo consideran un trabajo de verdad. Por
ejemplo: cuando se le pregunta a una madre si trabaja, seguramente va a
responder que no, porque no cobra ningún salario. Y va a decir que no, aunque
trabaje día y noche, sin límite de tiempo.
Cabe destacar que no se trata, literalmente, de un nido vacío, porque cada uno
tiene actividades para hacer independientemente de si es lo que quiere hacer en
su vida o no, sino que se trata de la sensación de vacío en la pareja. Aparecen
los silencios y lo no dicho a tiempo. La pareja debe reorganizarse y alcanzar
una nueva estabilidad a partir del cambio.
Cuando la partida de los hijos es vivida por los padres como un acto de
abandono o de falta de reconocimiento, no reconocen que si los hijos pueden
separarse de los padres en pos de un futuro mejor, es por lo que ellos mismos
supieron transmitirles. Al no reconocerlo, estos padres, empiezan a padecer
trastornos del sueño, como insomnio o frecuentes sobresaltos nocturnos además
de desarrollar síntomas asociados a la depresión, como la fatiga o la falta de
concentración a lo que se agregan fuertes dolores de estómago, mala digestión
o, hasta lumbalgias.
La pena de la
separación
En mi libro de poesías:
“Sinfonía Mayor”, al referirme al nacimiento de Caín, escribí: “Es otro, / lo sabe. / Se irá, / lo
sabe. / No hay dolor. / Hay pena. / Una tristeza que alegremente duele. / Duele
la pena de la separación.”
Sigmund Freud nos enseña que la actitud de padres tiernos hacia sus hijos, hay
que considerarla “como renacimiento y reproducción del narcisismo propio,
abandonado mucho tiempo atrás”. Es por eso que los padres atribuyen al niño
toda clase de perfecciones y encubren y olvidan todos sus defectos, además de
necesitar que el niño tenga mejor suerte que sus padres. “Enfermedad, muerte,
restricción de la voluntad propia, no han de tener vigencia para el niño, las
leyes de la naturaleza y de la sociedad han de cesar ante él, y realmente debe
ser de nuevo el centro y el núcleo de la creación. His Majesty the Baby, como
una vez nos creímos”.
Pero todo lo que acabo de transcribir, se refiere tan sólo a los primeros años
de vida. Puede vivenciarse hasta la adolescencia pero nunca más allá. Por algo,
el pensamiento judío considera que la niña es una mujer a partir de los doce
años, cuando se celebra el Bat Mitzva, mientras que el hijo varón es un adulto
a partir de los trece años, momento en que realiza el Bar Mitzva.
Hay una conmoción fuerte cuando nacen los hijos y otra cuando ellos parten. Sin
embargo, el hijo no es propiedad de los padres. Ellos lo aman, lo cuidan, lo
acompañan en el crecimiento, lo educan y le dan las herramientas para que pueda
separarse y acceder a un futuro mejor.
Cuando el hijo decide dejar la casa de los padres, es fundamental que los
padres puedan alentarlo, ayudarlo y acompañarlo en este propósito, lo que
implica que aceptan la nueva situación.
Quiero recordarles que Los Diez Mandamientos se instauran a partir de un “No”
(no matarás, no robarás), necesario para que la vida sea posible. Sólo hay dos
mandamientos afirmativos: honrarás el sábado y honrarás a tus padres.
El primero instaura un día de descanso, paso esencial en la historia de la
humanidad, instante de pausa, diferencia introducida en el tiempo por obra de
la palabra.
El segundo da cuenta de la deuda simbólica que contrae un hijo por existir y no
es sin el precepto "Elegirás la vida".
Y, para elegir la vida, es necesario partir de la casa de los padres. Partir
para poder incluso volver, siendo otro, con una vida propia.
“No
encontré el mundo desierto cuando vine a él: mis padres plantaron para mí antes
de que yo naciera. Yo plantaré para los que vengan detrás de mí”. Talmud.
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14 – CUENTO
JORGE
M. TAVERNA IRIGOYEN
(Santa
Fe-Argentina)
EPIFANÍAS
Jesús
vuelve a nacer en los pesebres del nuevo siglo. Pero los Reyes Magos han
quedado rezagados en Oriente, comprando brillos para el asombro de todos los
niños del mundo.
Antonio
pregunta por qué no llegan. Marina se angustia. El arcángel que está sobre el
pesebre cierra los ojos y pone un índice sobre los labios. (El Niño no llora,
porque es de mazapán).
Dicen
que sólo los pesebres de Belén no necesitan luz: están iluminados por la
estrella que guía a los pastores. El viaja para comprobar si lo que escucha es
verdad, pero en Tierra Santa han cerrado los templos por la vecina guerra y en
el cielo sólo ilumina el fulgor de la pólvora disparada…
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15 – POESÍA
SALVADOR
PLIEGO
(México
DF-México)
CREPITACIONES
DE LA POESÍA
VIII
ALAS
DE LOS VERSOS
Subo
sin límites, sin alas,
donde
los bordes se doblegan,
donde
las cimas empequeñecen
sus
picos y vertientes,
más
allá de la altura imprevisible
o
los linderos que fabrican
con
sus cercas las rutas ascendentes
hacia
la absoluta libertad del tiempo,
hacia
la sola salvedad de saberse uno mismo.
¡Oh
cálamos del verso columpiándose
en
las constelaciones multitudinarias,
o
en los arcos puros de los navegantes seres
que
el espacio desprendiera de sus inmortales soles!
¡Oh
letras de los astros que destellan
para
ofrendar la luz al vuelo
y
a la semilla regalarle el éxtasis
de
ver el fruto columpiándose en sus ramas!
Sigmas
de las columnas
que
con sus grafos heredaron
la
sideral memoria
para
perdurar entre mayúsculas
en
los ancestrales alfabetos:
voy
hacia las gredas
donde
el viaje llama al aroma
o
al aserrín desde su propia cueva,
donde
el Coatzacoalcos florece
sus
extensos brazos
para
regalar piedras de quetzales y tapires.
Sobre
el corazón que vuela
(ancha
letra desprendida),
mi
cabellera se hace lacia de veredas y andadores,
y
se posa en las candelas de las coplas y sentinas.
Bordes
de la mira
apuntalando
al todo y a los claros,
como
si el amarillo fuera su corazón
y
su seducción volcánica,
o
la misma oscuridad de la tierra
en
la palpitación de sus veneros;
como
si sus manos, colgadas de los cipreses y abismos
o
de los pétalos nacidos de la divinidad
de
los colores en sus marmóreos capullos agostados,
crecieran
desde lo más hondo de la vida.
Díganme:
¿qué pájaro fui?,
¿qué
parte del arbusto y de la greda?,
¿qué
mímica de los sonidos?
¿qué
número entre las sumas
que
contaron la fragancia y la pureza?
¿qué
hombre entre los hombres
y
qué individuo fui entre ustedes?
No
soy yo el poeta de las aves,
ni
de los arrullos,
ni
de las partículas de luna alumbrada,
ni
de la flor que al pétalo le hablara
cuando
en la superficie de los sueños ya volaba,
o
navegaba en tantos mares,
o
sobre la magnitud de piedras colosales.
Pero
vengo a hacerme parte,
apuntando
y anotando,
escribiendo
los preclaros
en
un telar de cien palabras,
de
mil noches con su espuma abrazada,
de
mil calandrias palpitadas,
de
mil niños balbuceando.
Déjenme
mostrarles:
éste
es el corazón,
y
voy sintiendo… y va volando...
hacia
el mar, ¡lo sé!...
hacia
la costa descubierta,
hacia
la vida… escalando,
hacia
la hechura de lo humano.
Voy
a escribir el acero y el cobre ardiente
a
que temple la herida de mi mano,
a
apuntalar mi aorta con la viga
de
un socavón que vio su joya
brotando
de aquel barro,
de
un ónix nuevo que, aún negro,
escúchole
palpitando.
Éste
es el corazón…
Hacia
el mar, ¡lo sé!...
como
un poeta de agua y sal,
como
un bergantín que azul se va,
como
una aurora que en la cresta sale a pescar,
como
un jazmín de anzuelo para versar.
¡Hacia
el mar… hacia el mar!
¡Éste
es el corazón!…
¡Lo
sé!
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16 – COMENTARIOS DE LIBROS
JUAN OCTAVIO PRENZ
(Mar del Plata-Buenos Aires-Argentina)
Libro: SON DOS LOS QUE DANZAN
Autor: JOSE MARIA PALLAORO
BÚSQUEDA Y DESCUBRIMIENTO
Hay cosas, fenómenos, etc., que nunca llegarán a la palabra, ya
porque jamás tendrán un nombre, ya porque pertenecen a esa zona de la realidad
que el hombre nunca llegará a percibir. Wittgenstein, tal vez el filósofo del
lenguaje más apasionante del siglo XX, sostiene que todo aquello que llega a la
palabra tiene que ser dicho claramente. Es la primera impresión que me asalta
al encontrarme con Son dos los que danzan. En Pallaoro la palabra cumple honestamente con esa primera misión
que es la de designar, a partir de lo cual son posibles todas las variantes connotativas y
sin la cual existe siempre el peligro del abismo o del caos. En el supermercado
lingüístico en que se ha convertido nuestro mundo, el cuidado por la palabra de
que hace gala Pallaoro no es habitual. Llaneza, que huye de la banalidad,
palabra que es roca o miel, cuando el objeto a expresar así lo requiere, que
hiere o enternece, su poesía quiere apuntar al blanco con la precisión de la
flecha. No es gratuita esta figura; los textos de Pallaoro sacan al lector de
su modorra, lo obligan a reflexionar, a plantearse su condición humana, sin
que, por ello, lo desvíen de ese requisito elemental de la poesía en cuanto
arte: el deleite estético.
En el segundo de los ciclos de este poemario, “La claridad”, el autor
nos desnuda su poética. No resisto a traer a colación aquí a Vasko Popa, para
mí el más grande poeta europeo de los últimos cincuenta años entre cuantos he
leído. Popa no ha concedido jamás una entrevista en toda su vida porque todo
cuanto quería decir lo había dicho en sus textos y confesaba que la mejor
poesía le parecía aquella a la cual no se le podía agregar ningún comentario. Me
sucede un poco con los poemas de este segundo ciclo. ¿Qué agregar,
por ejemplo, a “El poder de una palabra/no radica en la voluntad de
poder//decir aquello/que los demás/quieren
escuchar//El poder de la palabra//es un certero golpe/en la cabeza
del silencio//Y de esa cabeza/–estallada en/ el aire–se arma el mundo//a imagen
y semejanza?”. Nada, pues, de concesiones al lector o a la facilidad de ese
discurso poético que tiende a la comodidad o pereza
mental del destinatario; no, pues a la complicidad complaciente con
lo ya sabido, sino al desafío que implica poner en tela de juicio nuestra
visión del hombre y del mundo. O, ¿de qué modo glosar esta ubicación
8 / los que danzan Son dos / 9
del hombre y del poeta en la realidad que aparece en versos como “Ser
uno/entre tanto otros //Pensar/nuestra pequeñez/como lo más importante/que nos
pudo haber pasado” o “Palabras /que no invadan/ al otro//Tan solo palabras/para
mirarse/ en el otro”, o estos delicados versos que nos trae reminiscencias de
Vicente Huidobro: “Escribo/ sobre el charco/azul//palabras//que se hacen
nube//y lluvia”. O qué más decir de esta verdadera profesión de fe en la
poesía, que Pallaoro considera su refugio en el mundo: “Convertiré mis manos/en
hojas de fuego//para que vuelen//incendiaré la noche/con palabras”.
Quiero detenerme en una circunstancia que me parece emblemática. Como
es fácil comprobar hay una palabra que constituye una verdadera inflación en el
campo de la poesía, una especie de comodín, a menudo para delinear fronteras o
para simplificar algún problema de naturaleza poética. Esta palabra es sueño. Si mi pesquisa ha sido exacta,
Pallaoro utiliza esta palabra solo en tres ocasiones, pero en una de ellas de
un modo determinante. “Para qué dormir/ si en sueños//el cielo es el cielo/la tierra
es la tierra//y nosotros/dos pájaros/que se cruzan/y no se reconocen”. Si, por
un lado, parece proponernos la vigilia, por otro nos muestra una adhesión a la
realidad cotidiana que convierte en sospechosa cualquier tentativa de evasión.
Esto me permite sospechar que, para Pallaoro, la felicidad tiene otros caminos,
ajenos a la fuga de la
realidad y que arraigan en la confianza hacia el ser humano y en la
posibilidad de construir un mundo mejor, a partir de nuestra experiencia
cotidiana. A favor de esta adhesión a la realidad, habla
también su ciclo “Nada fuera de lugar”, donde el dolor, la ausencia,
la muerte, el destino, encuentran su digna y considerada expresión.
El titulo de este último ciclo, aparte de constituir una definición
de su modo de hacer poesía, me permite entrar en otra consideración. Ya en los
años treinta (no ayer) se había acuñado el término posmodernismo y con él se
preanunciaba la caducidad del endiosamiento del arte, la desmitificación de los
héroes, el regreso a una realidad concreta, con el hombre libre, cotidiano,
como gran protagonista y, en el campo artístico la sospecha acerca de los
principios que animaban a las vanguardias. Como lo sabe el lector,
el posmodernismo dista mucho de tener una definición homogénea e uniforme, de tal
manera que, aplicado a un autor, solo podemos hablar de la presencia en su obra
de algunos elementos definitorios. En el caso de Pallaoro, creo que estos
elementos abundan.
Diría, por último, que su poesía es también búsqueda y
descubrimiento, enajenable experiencia humana, como se desprende
de su poema “Colores”, donde podemos ver alguna reminiscencia de
Gelman: “No entiende de colores/confunde el encarnado con la lealtad/lo
racional con la esperanza/y la pureza con la obscenidad//No entiende de colores/por
eso pinta”. Ningún paisaje es tal, antes de que la poesía nos lo haya
descubierto. Es una idea de Cesare Pavese.
Tal vez esto último sea el mejor corolario de cuánto hemos querido
decir aquí.
Buenos Aires-Mar del Plata, febrero de
2012.
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17 – CUENTO
IRMA VEROLÍN
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
UNA MUJER EN EL CEMENTERIO
La harina del tiempo es muy intangible. Es amasada en
el aire, en el mismo aire que se respira, el aire que se hace viento y se
impone a la voluntad de los planetas. Ella lo sospechaba la tarde en que fue al
cementerio a revolver recuerdos siempre confusos. Ella contaba sus recuerdos
como figuritas y nadie la contradecía en la soledad blanda de su departamento o
en el largo camino al cementerio en aquel colectivo rechinante. Una tarde miró
la tumba vecina en la que otra mujer musitaba palabras inaudibles. La cabeza
gacha, un poco inclinada sobre sus rodillas. Ella vio a la mujer y contempló la
tumba casi igual a la suya, pulcra, cuidada. Se vio a sí misma en la mujer como
en un espejo inmenso donde la tierra era
apenas un planeta diminuto. A partir de aquella tarde empezó a amasar nuevos
recuerdos que partían de ese presente transformado en reciente pasado: la
tarde, el cementerio, las dos tumbas.
Qué extraña es esta vida, se dijo, el tiempo se mezcla con lo que no
debiera. Es como el aire. Y respiró profundo, profundo. El tiempo dio un revés
dentro de ella misma y se plegó mil veces y
después reanudó su marcha.
DETRÁS DEL VIDRIO
Recordó las mantillas de tul que usaba cuando era
chica para ir a la iglesia, las bombachas de organdí que le regalaron en sus
quince años cuando todo era promesa, aquel mantel de batista que tanto le
gustaba a su madre y las cortinas con grandes perforaciones. Todo era
transparente ahora que podía ver del otro lado del vidrio esmerilado a su
marido haciendo arcadas y ruidos que presagiaban un final. Preguntó: ¿Estás
bien, querido? Y del otro lado la voz de un hombre le hizo sentir que el mundo
se recomponía, un mundo lleno de agujeros en el que ni siquiera los maridos
tenían nombre.
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18 – POESÍA
DIANA POBLET
(CABA-Buenos Aires-Argentina)
LO IMPOSIBLE
El incendio se instaló en mi pecho
lo temido
llegó hoy con brazos trémulos
la última pulseada se queda aquí
circunscrita a esta aldea
a nuestro defendido espacio del no pasarán
lloro por las manos
algunos quedarán sin regreso
ardiendo entre antropoides
sumarán ausencias sin reemplazo
luciérnagas descuartizadas
eructan los volcanes
se atomizaron los maleficios
lo sospechas
lo sabemos
transporto certeza de haber perdido por knock-out
mi batalla final
la decisiva
la que se cabalga con traje mallado
la que pudo mudarte
y cambiar mundos.
Llevo sangre en los ojos
y me lloran las manos.
EL SITIO DE LAS COSAS
Un cajón para las cartas otro para herramientas
otro para hilos otro para chocolates
qué orden estático preserva lo insignificante
cuando creo haber olvidado adónde te guardé
en cuál porta traje enfundé mis dolores
en cuál envase plástico coloqué lo aprendido.
Recorro armarios con el alma en vilo
no existen certezas sobre tu ubicación geográfica
no sé si encontrarte en mi sur o en mi norte
sólo tengo un incendio de bosques
en el centro noreste del pecho.
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19 – ENSAYO
LIC.
WASHINGTON DANIEL GOROSITO PÉREZ
(Montevideo-Uruguay)
EL
FÉNIX DE AMÉRICA DONÓ SU TESORO A LOS POBRES
El
hallazgo del testamento del sacerdote José de Lombeyda Ward a inicios del 2011 en el Archivo General de
la Nación mexicana, fechado el 15 de junio de 1695 en el cual se establece que
Sor Juana Inés de la Cruz, dona su biblioteca para ser vendida con el objetivo
de obtener recursos para ayudar a los más necesitados es un documento
fundamental para entender la vida de la monja jerónima.
Un
experto en la temática como lo es el Maestro en Letras Alfonso Soriano Valles,
considera que este hallazgo no es menor, ya que hasta hace unos años la
creencia era que la poetisa había sido obligada por al jerarquía católica a
deshacerse de su bien más preciado, su
tesoro: su biblioteca.
Recordemos
que la biblioteca de la también llamada “Décima Musa” ubicada en su celda de
claustro llegó a superar los 4000 volúmenes y fue considerada la más grande del
Virreinato de la Nueva España y de América Latina en su época.
Para
Soriano Valles el documento confirma tanto la religiosidad de Sor Juana Inés de
la Cruz, como su luminosa actividad intelectual.
Pero
¿por qué el padre José de Lombeyda Ward fue elegido como agente para la venta
de sus libros? Se sabe que el sacerdote fue un amigo que acompañó a Sor Juana a
lo largo de buena parte de su vida.
Lombeyda
por ejemplo, cuando las Jerónimas la aceptaron como hermana profesa, fue uno de
los otorgantes de la toma de hábito y bendición el día 8 de febrero de 1668 y
un año después testificó en su testamento.
Este
documento confirma lo que dos personalidades habían adelantado en sus obras
sobre Sor Juana, Diego Calleja, un jesuita que fue el escritor de su primera
biografía y el obispo Juan Ignacio de Castorena, quien es considerado el primer
periodista de México.
Ambos
intelectuales certifican que los donó para “enajenarse evangélicamente de sí
misma” y “dar de limosna hasta su entendimiento en la venta de sus libros, su
precio puso en el erario de los pobres, las benditas manos de su prelado, el
esclarecido doctor don Franciscote Aguiar y Seijas, dignísimo arzobispo de
México”, según testimonio del primero.
Según
Valles, el padre Lombeyda entregaba el dinero proveniente de la venta al
entonces arzobispo Aguiar y Seijas, para que éste hiciera las obras de caridad
correspondientes. Pero Lombeyda murió en 1695, por lo que dispuso en su
testamento que el arzobispo se quedara con lo que restaba.
En
el verano de 1691 llovió incesantemente en el valle de México y Puebla; como
consecuencia se perdieron las cosechas y la capital virreinal se inundó. La
situación de emergencia se produjo al año siguiente, sin que el gobierno
lograse mejorarla.
La
problemática desembocó en una revuelta popular que estalló el domingo 8 de
junio de 1692 la más grave que sufrió la ciudad de México durante todo el
virreinato. La escasez duró hasta 1693 y afectó a todas las clases sociales sin
excepción, aunque fue muy grande la mortandad entre los indígenas.
De
ahí que Sor Juana o el “Fénix de América”como se le bautizara posteriormente
debido a la importancia de su obra decidiera vender su biblioteca (“quita
pesares”, como la llamaba), donar su tesoro para ayudar a los habitantes de más
bajos recursos de la ciudad de México.
La
separación de Juana y sus libros sin lugar a dudas debe haber sido la más difícil
de su vida aunque seguramente fue superada por el don de gentes y amor al
prójimo de la escritora.
A
principios de 1695 una epidemia entró en San Jerónimo, y Sor Juana cuidando a
sus hermanas, cayó enferma, enfermedad que la llevará a la muerte el 17 de
abril de ese año, día que como dice el padre Calleja fue para ella “el
principio de la eternidad”.
Al
morir Sor Juana tenía 46 años. En el libro de profesiones del convento había
escrito meses antes: Aquí arriba se ha de anotar el día de mi muerte, mes año,
suplico, por amor de Dios y de su Purísima Madre, a mis amadas hermanas las
religiosas que son y en lo adelante fuesen, me encomienden a Dios, que he sido
y soy la peor que ha habido. A todas pido perdón por amor de Dios y de su
Madre:
Yo,
la peor del mundo:
Juana
Inés de la Cruz
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20 – CUENTO
NORTON
CONTRERAS ROBLEDO
(Malmö- Skåne -Suecia)
EL DÍA MENOS PENSADO
Desde sus primeros días
de vida y hasta el último de ellos, José Miguel, recordaría el ruido de la
lluvia al caer sobre los tejados y sobre los grandes ventanales de la casa. Era
un ruido constante y armónico que solo pudo identificar muchos años después
cuando a sus oídos llegaron los acordes de un concierto de Antonio
Vivaldi. El ruido de la lluvia y el olor que esta impregnaba a la tierra, lo
acompañarían durante toda su vida como si estuviera pegado a su piel. Era un
aroma a hierba menta, cedrón, albahaca, y esencias de flores que entraban por
todos los rincones de la casa invadiendo la cocina, el comedor, la sala de
visitas y que continuaba por los corredores hasta llegar al dormitorio de José
Miguel. Se detenía a los pies de su cama y ante su asombro se sentía y veía
levantado en el aire y mecido suavemente con arrullos de madre. Con sus ojos
casi cerrados por el sueño sentía cuando de nuevo era depositado en la cama. Él
no entendía lo que pasaba y cada vez que esto sucedía se preguntaba que podía
ser. En busca de respuesta decidió contárselo a su padre, Juan José
Sanfuentes. Pero este por esos días estaba poseído por la idea de encontrar el
oro que según la leyenda había enterrado los indígenas a la llegada de los
españoles. Y más que nada ocupado de reclutar militantes para la célula del
partido que él y sus hermanos José Del Carmen, Nataniel Artemio, Y Don Pablo
Rojo habían constituido en el pueblo de canela. Es por eso que cuando el niño
terminó su relato, su padre le respondió sin prestarle atención y sin mirarlo a
los ojos - seguros que todo eso lo has
soñado, todo eso deben ser sueños tuyos--. José Miguel sabía que todo eso
era real y que la respuesta la encontraría el día menos pensado. Muchos
años después, en los sótanos de la prisión de la dictadura militar, amarrado y
maniatado y a punto de dar el último suspiro, escuchó el ruido de la lluvia
caer sobre los tejados y el patio de la cárcel. Le pareció que toda su piel se
puso en alertad y en actitud de entrega. Entonces todos sus sentidos sintieron
el olor a tierra madre, a sus narices llegó el aroma de las hierbas y la
esencia de las flores que llenaban todos los espacios. Sintió que las amarras
se desataban y caían al piso. Se sintió levantado por los aires. Vio a sus
carceleros con los ojos desorbitados por el miedo y el asombro, los vio
persignarse al mismo tiempo que exclamaban, ¡Ave
María Purísima! Fue lo último que
percibió porque el olor y las esencias eran tan fuerte que sintió que sus ojos
se cerraban y todo a su alrededor desaparecía. Cuando volvió en si estaba en el Jardín de una casa inmensa y vio
en un mástil. La bandera de un país que había visto en un libro de geografía en
sus años de estudiante. Fue entonces que tuvo la respuesta que su padre no le
pudo dar y que el mismo había buscado durante todos esos años. Quedó asombrado
de su asombro cuando tuvo la revelación de que todo lo que le había acontecido en
su niñez y hacía unos minutos, no podía ser nada más que obra del espíritu
santo.
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21 – POESÍA
TRUDY POCOVÍ
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)
Almirante
de barcaza
Adelantado
de río
No
tiene nave tu infancia
Tiene
frío.
PAISAJE
DE CANOAS Y AGUA
Amo
este paisaje
de
agua y de canoas,
amo
este infinito
de
redes y aparejos,
el
cielo fundido en la laguna,
el
sol desdibujando la orilla
y
el hechizo guaraní
en
los camalotes descendido.
Sí,
amo este paisaje
aún
en la crecida,
en
el hambre, en los vagones,
en
la muerte lenta de la limosna
-préstamos
de vida-
porque
siempre hay una esperanza
en
la bajada.
Única
posesión de los sin-tierra,
única
riqueza de los sin-nada
este
paisaje de canoas y agua.
SIN
MIRAR
Carne Hambre
Huesos
Tus
ojos
en el cuenco
de
mis manos.
Carne Barro
Sueño
Y
esa desnudez de penitente
que
me ciega la disculpa
ésa
que te debo
-o me debo-
por
no haberte visto antes
(antes
de esta inercia que me retiene
el alma)
por
no volverte a ver.
Carne Manos
Manos
Muchas
manos
que agitan
su
vacío en los bolsillos
y
en el pórtico
desoxidan
el
olvido de un pecado
o te dan
sin
mirar una moneda.
Yo igual.
Jamás
sabré
dónde
escondés los miedos.
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22 – ENSAYO
SILVIA
DELGADO FUENTES
(Sopelana-Euskal
Herria)
LOS
LOBOTOMIZADOS DE LA LETRA, EL CANTE Y EL ARTE
He necesitado un tiempo para reponerme, un tiempo, en el que he tratado de comprender por qué la gente suscribe el manifiesto exigiendo democracia a Cuba.
Es como si estuvieran tuertos o parcialmente ciegos o sencillamente ciegos y no vieran cosas que a la vista de todos están.
Esta gente que mueve el culo y la pluma para pedir libertad en países soberanos, no dicen nada sobre lo que ocurre en esta casa que algunos llaman España.
No saben de la tortura. No saben de los partidos políticos ilegalizados, no saben de los presos políticos que están en las cárceles, no saben de los medios de comunicación cerrados, de la violencia, no saben y si lo saben callan.
Enfermos de vanidad mueven la cola
Hacen propaganda grosera, masturban el sistema.
Se convierten en inquisidores, en vigilantes de su democracia tan vacía de justicia y como hace quinientos años, sueñan con llegar a América y reconquistarla con su verdad a medias.
Son la sociedad de los imbéciles, de los útiles, de los que se lanzan al linchamiento y ponen su jabón para limpiar la sangre.
En su falso escenario representan la opereta, el desatino, sirven de coartada y sonríen con la mano sobre la ceja. Huelen a podrido, a rancio, a oportunismo. Viven en un país de espejismos.
Son los lobotomizados de la letra, el cante y el arte.
¡Y a mí me dan tanta vergüenza¡
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23 – CUENTO
EDUARDO
R. AYLLÓN
(Madrid-
España)
GERMÁN
Varios cabos, recogidos en forma de
bobina sobre la cubierta principal de popa, servían de asiento al pequeño grupo
de engrasadores y marineros que todas las mañanas, a las ocho y media, interrumpían su trabajo
para desayunar. Amarrado, con una mar en bonanza, el barco permanecía casi tan
estable como la tierra.
La tripulación del Mina Senta, un carguero de
ciento diez metros de eslora dedicado al transporte de cabotaje, esperaba
pacientemente el final de la huelga de los estibadores que debían vaciar sus
bodegas.
Acabado el descanso, volvieron todos a las faenas habituales que se llevan a cabo en puerto,
por regla general, bastante diferentes de las que se realizan durante el tiempo
de navegación. Salvo algunas excepciones, no era necesario trabajar por la
noche ni hacer turnos, toda la tripulación comenzaba a la misma hora por la
mañana temprano y a las seis de la tarde acababan la jornada. El contramaestre
había decidió dedicar el día a tareas de pintura en la proa y hacia allí se
dirigió con sus tres marineros. Por su lado, el caldereta quiso aprovechar para
limpiar de grasa y hollín los mamparos interiores de la sala de máquinas, desde
la sentina hasta la punta más alta de la chimenea. Los tres engrasadores
comenzaron por el nivel más bajo, limpiando con trapos, estropajos y escobones
hasta donde alcanzaban con los brazos; una vez terminados los dos primeros
pisos instalaron andamios improvisados con viejos tablones apoyados en algún
saliente. A partir de este segundo nivel no había plataforma, las paredes
ascendían en vertical alcanzando la altura de tres o cuatro pisos, hasta llegar
al nivel de la boca de la chimenea. Según subían, las paredes iban
estrechándose y disminuía la luz. Manuel tuvo que abrir, desde el exterior, las
dos lumbreras metálicas situadas en la parte más alta de la sala de máquinas para
iluminarla un poco más; mover esas grandes planchas no suponía mucho esfuerzo
para personas fornidas, habituadas al trabajo duro, pero para un joven
estudiante como él, acostumbrado a levantar sólo el peso de su bolígrafo, esta
simple acción se convertía en algo casi heroico.
Durante el verano era habitual ver a estudiantes
de la marina mercante trabajando en los barcos; suponía una buena oportunidad
para ganar dinero y afrontar el siguiente curso con el bolsillo lleno. De esta
forma podían también conocer en la práctica su futuro trabajo, si bien, una vez
acabados los estudios, formarían parte del grupo de oficiales, pasando a ser
responsables de aquellos con los que ahora trabajaban. Germán, compañero de
Manuel, estudiaba la especialidad de puente y por tanto, le pusieron a las
órdenes del contramaestre. Ambos eran buenos camaradas. Hay circunstancias en
la vida que propician la amistad y el acercamiento entre los seres humanos,
como este primer alejamiento del hogar familiar para sumergirse en un ambiente
ajeno y totalmente nuevo, rodeado de personas desconocidas, conviviendo día
tras día, a todas horas, en un espacio reducido.
Después de diez días parados en el puerto llegó
la esperada noticia de que los estibadores habían terminado la huelga. En unas horas
descargaron las bodegas y a las ocho de la tarde se iniciaron las maniobras
para hacerse a la mar. Los marineros se afanaban por la cubierta retirando
escalas y cabos. En la sala de máquinas el primer oficial junto con el segundo,
el caldereta y el engrasador, arrancaron los motores y permanecieron atentos a las indicaciones que llegaban desde
el puente, acompañados de un ruido ensordecedor. El caldereta dio a Manuel la
instrucción de ir inmediatamente a abrir la tapa de la chimenea. Para Manuel
esta era otra de las maniobras heroicas; había que salir al exterior, subirse a
la parte más alta del buque, hasta una plataforma de unos cuatro metros
cuadrados, y allí levantar la tapa, una pesada pieza redonda de metal. Después
de un gran esfuerzo consiguió hacerla girar sobre sus goznes y darle la vuelta.
Rumbo oeste, hacia el cabo San Vicente, haciendo
antes escala en Huelva para cargar mercancía. De nuevo la rutina de la
navegación, los turnos de guardia, dormir de día, trabajar de noche y después a
la inversa.
Manuel y Germán, ilusionados aún por su primera
experiencia marinera, observaban con cierta incomprensión la imagen de hastío y
tristeza que se dejaba ver en la tripulación experimentada. Les gustaba hablar
de lo que habían estado haciendo durante las guardias, comentar cualquier
detalle, por nimio que fuera; todo les parecía interesante y novedoso.
Especulaban sobre sus futuros viajes, una vez terminados los estudios y los diferentes continentes y países que iban
a conocer. En el futuro no se dedicarían, como en esta ocasión, sólo a recorrer la costa, su meta era darle
varias vueltas al mundo, llegando hasta el último rincón.
Al ir a dormir, el imponente ruido de los
motores de la sala de máquinas llegaba a los camarotes transformado en un suave ronroneo; unido al sonido de la mar
componía una música que acompañaba el sueño, como una
nana, mientras el cabeceo y balanceo del buque mecían la cama en un
permanente vaivén desacompasado. Desde
la portilla del camarote, situado a la
altura de la litera alta, Manuel observaba las ondulaciones del agua y la costa
lejana. De noche el ojo de buey parecía la entrada angosta de una cueva negra e
infinita
Al
mediodía llegaron a Huelva. El práctico subió a bordo y comenzó a dar
instrucciones mientras el remolcador llevaba el buque a puerto. Una vez
llegaron a su lugar en el muelle
empezaron las maniobras de atraque. El contramaestre indicó a los marineros que
se situaran a proa y a popa para iniciar las maniobras de amarre de costado;
salvo Germán, todos conocían bien su oficio. Desde tierra dos operarios
anudaron a los bolardos los cabos que les lanzaron desde el barco; los
marineros comenzaron a girar los cabrestantes mientras las amarras, al
enrollarse, iban acercando el buque hacia el muelle. Las estachas tiraban con
fuerza de la embarcación, aguantando el enorme peso de sus miles de toneladas.
Una de ellas no soportó la tensión y se rompió, barriendo la cubierta como un
látigo descontrolado. Germán, haciendo que hacía, sin saber muy bien como ser útil,
la encontró en su camino. Como una guadaña en un movimiento certero de
siega, pasó por su cintura. Cayó al
suelo. Todos acudieron en su auxilio, pero fue inútil. Su joven cuerpo, partido
en dos, yacía muerto sobre cubierta.
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24 – POESÍA
GRACIELA WENCELBLAT
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Argentina)
ELLAS
Ellas
llenan de voces la noche
perturban
con caricias
sus
manos ataviadas de perlas
se
reconocen y se abrazan
desdoblan
sus bocas
para
enloquecer los instantes.
Llevan
flores blancas en el pelo
bellísimas
anudan en sus cinturas
ecos
de ámbar y aguamarinas.
¿Cómo
no darles nombres
guardarlas
en las brisas del verano
en
los ocres del otoño?
Que
el invierno no las hiera
que
vuelvan siempre
a
mostrar sus rostros con
paisajes
que insistan en no ser
condenadas.
Que
las dejen volar.
I
Si
una invasión de nubes
esconde al sol para siempre
habremos de buscar caramelos
para endulzar.
acostumbrarnos a otra vida.
Tal vez reciclaremos despojos
interrogantes nuevos con cielo turbio.
Y los detalles serán pasos
contraseñas de recuerdos y complicidades.
Los espejos nos mostrarán distintos
sé que me asombraré de mi cara.
No sé si de alegría o tristeza
mientras ebrios seguirán
pasando los días.
esconde al sol para siempre
habremos de buscar caramelos
para endulzar.
acostumbrarnos a otra vida.
Tal vez reciclaremos despojos
interrogantes nuevos con cielo turbio.
Y los detalles serán pasos
contraseñas de recuerdos y complicidades.
Los espejos nos mostrarán distintos
sé que me asombraré de mi cara.
No sé si de alegría o tristeza
mientras ebrios seguirán
pasando los días.
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25 – ENSAYO
JULIO
CORTAZAR
(Argentino-1914/1984)
ETIQUETA
Y PRELACIONES
Siempre
me ha parecido que el rasgo distintivo de nuestra familia es el recato.
Llevamos el pudor a extremos increíbles, tanto en nuestra manera de vestirnos y
de comer como en la forma de expresarnos y de subir a los tranvías. Los
sobrenombres, por ejemplo, que se adjudican tan desaprensivamente en el barrio
de Pacífico, son para nosotros motivo de cuidado, de reflexión y
hasta de inquietud. Nos parece que no se puede atribuir un apodo cualquiera a alguien que deberá absorberlo y sufrirlo como un atributo durante toda su vida. Las señoras de la calle Humboldt llaman Toto, Coco o Cacho a sus hijos, y Negra o Beba a las chicas, pero en nuestra familia ese tipo corriente de sobrenombre no existe, y mucho menos otros rebuscados y espamentosos como Chirola, Cachuzo o Matagatos, que abundan por el lado de Paraguay y Godoy Cruz. Como ejemplo del cuidado que tenemos en estas cosas bastará citar el caso de mi tía segunda. Visiblemente dotada de un trasero de imponentes dimensiones, jamás nos hubiéramos permitido ceder a la fácil tentación de los sobrenombres habituales; así, en vez de darle el apodo brutal de Anfora Etrusca, estuvimos de acuerdo en el más decente y familiar de la Culona. Siempre procedemos con el
mismo tacto, aunque nos ocurre tener que luchar con los vecinos y amigos que insisten en los motes tradicionales. A mi primo segundo el menor, marcadamente cabezón, le rehusamos siempre el sobrenombre de Atlas que le habían puesto en la parrilla de la esquina, y preferimos el infinitamente más delicado de Cucuzza. Y así siempre. Quisiera aclarar que estas cosas no las
hacemos por diferenciarnos del resto del barrio. Tan sólo desearíamos modificar, gradualmente y sin vejar los sentimientos de nadie, las rutinas y las tradiciones. No nos gusta la vulgaridad en ninguna de sus formas, y basta que alguno de nosotros oiga en la cantina frases como «Fue un partido de trámite violento», o: «Los remates de Faggiolli se caracterizaron por un notable
trabajo de infiltración preliminar del eje medio», para que inmediatamente dejemos constancia de las formas más castizas y aconsejables en la emergencia, es decir: «Hubo una de patadas que te la debo», o: «Primero los arrollamos y después fue la goleada». La gente nos mira con sorpresa, pero nunca falta alguno que recoja la lección escondida en estas frases delicadas.
hasta de inquietud. Nos parece que no se puede atribuir un apodo cualquiera a alguien que deberá absorberlo y sufrirlo como un atributo durante toda su vida. Las señoras de la calle Humboldt llaman Toto, Coco o Cacho a sus hijos, y Negra o Beba a las chicas, pero en nuestra familia ese tipo corriente de sobrenombre no existe, y mucho menos otros rebuscados y espamentosos como Chirola, Cachuzo o Matagatos, que abundan por el lado de Paraguay y Godoy Cruz. Como ejemplo del cuidado que tenemos en estas cosas bastará citar el caso de mi tía segunda. Visiblemente dotada de un trasero de imponentes dimensiones, jamás nos hubiéramos permitido ceder a la fácil tentación de los sobrenombres habituales; así, en vez de darle el apodo brutal de Anfora Etrusca, estuvimos de acuerdo en el más decente y familiar de la Culona. Siempre procedemos con el
mismo tacto, aunque nos ocurre tener que luchar con los vecinos y amigos que insisten en los motes tradicionales. A mi primo segundo el menor, marcadamente cabezón, le rehusamos siempre el sobrenombre de Atlas que le habían puesto en la parrilla de la esquina, y preferimos el infinitamente más delicado de Cucuzza. Y así siempre. Quisiera aclarar que estas cosas no las
hacemos por diferenciarnos del resto del barrio. Tan sólo desearíamos modificar, gradualmente y sin vejar los sentimientos de nadie, las rutinas y las tradiciones. No nos gusta la vulgaridad en ninguna de sus formas, y basta que alguno de nosotros oiga en la cantina frases como «Fue un partido de trámite violento», o: «Los remates de Faggiolli se caracterizaron por un notable
trabajo de infiltración preliminar del eje medio», para que inmediatamente dejemos constancia de las formas más castizas y aconsejables en la emergencia, es decir: «Hubo una de patadas que te la debo», o: «Primero los arrollamos y después fue la goleada». La gente nos mira con sorpresa, pero nunca falta alguno que recoja la lección escondida en estas frases delicadas.
Mi
tío el mayor, que lee a los escritores argentinos, dice que con muchos de ellos
se podría hacer algo parecido, pero nunca nos ha explicado en detalle. Una
lástima.
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26 – CUENTO
RENÉ
RODRÍGUEZ SORIANO
(Constanza-República
Dominicana)
SUCEDE
CADA AÑO
No
se puede torcer el horizonte a pulso. Una paloma sola no pinta nada aunque el
plumaje de sus alas intente lavarse en la cromática del arco iris. El mar
siempre es el mar…
…cumplimos una jornada
que empezó antes que nosotros | y que no concluirá con nosotros. Jacques
Viaux
A
mis 20 años, me propuse un día llevar un diario. Cada noche anotaba todo lo que
me ocurría durante el día. Eran los años de la universidad, nos creíamos con el
derecho de deshojar margaritas en el Capitolio. John Lennon plantaba minas en
los polos de la esfera, y en Vietnam las azucenas supuraban sorbitos de NAPALM.
Más que en la multiplicación de los panes y los peces, nos aferrábamos a la
linterna de unos ojos claros para cortar en dos las noches más oscuras. Algo
así como la estampita milagrosa que se guarda como recuerdo de la primera
comunión, o la contraseña del concierto al que, finalmente, asistimos para
encontrarnos con alguien y no prestar atención ni a quien canta ni a lo qué
canta…
No
se puede torcer el horizonte a pulso. Una paloma sola no pinta nada aunque el
plumaje de sus alas intente lavarse en la cromática del arco iris. El mar
siempre es el mar, y uno viene y va de un punto a otro, con la incertidumbre de
lo que dijo el Gabo que dijo su abuelo: “del otro lado no hay orilla”. El
pasto, en cambio, nace y crece con el objetivo manifiesto de crear
contradicciones entre el cartel y quienes lo desobedecen. Al final, siempre lo
pisan; si no se lo engulle o lo empuerca el ganado que, en manadas, va sin
rumbo fijo.
Desde
el principio de los tiempos, los seres y las cosas tienen su dignidad. Bombas y
sandías, aunque se suicidan con idéntica resolución y brillo, tienen distintos
pareceres. Un pétalo seco en la página 15 dice más que mil palabras. Los
delfines son libres. Las piscinas son para lucir flores en el bañador, no para
soltar delfines. Los estacionamientos, en cambio, sólo sirven para organizar
los carros uno al lado del otro. Y las tortugas sólo pueden disfrutar su
libertad en el lago o en la inmensidad del mar lleno de olas y de peces. Soy un
lector de delfines que van de un seno a otro, de un ojo a otro ojo, consciente
de que muy pocos cruzan más allá de la segunda quincena de enero con la agenda
organizada día por día.
Sucede
cada año, nos volvemos gelatina, nos deshacemos en promesas y dejamos que el
tiempo se nos venga encima en esta fecha. Eso sí, antes de que el gallo cante,
siquiera la primera vez; antes de que se apague el postrer vaho de los fuegos
de artificio, ya andaremos ajustando nuestras caras de circunstancias para, sin
mucho apuro, desmontar el arbolito, doblar y desdoblar bolsas y lazos, cajas y
empaques y, sobre todo, estar a tiempo para desbarrancarnos de nuevo por las
pendientes resbalosas del olvido.
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27 – POESÍA
CLAUDIO PORTIGLIA
(Junín-Buenos
Aires-Argentina)
HISTORIA
MENOR CON ACEITUNAS NEGRAS
Yo salgo por Urquiza hacia el oeste / o bajo hacia el sur por Avellaneda / -tampoco son tantos los destinos previsibles- / pero hace unos días que el café me resulta indiferente / que los libros que llevo son apenas estructuras vacías / que los diarios se repiten en sus arduas parrafadas indescifrables / y que las compras en el supermercado de a la vuelta se redujeron a mínima demanda /
con decirte que ni siquiera las aceitunas negras / que traen para mi gula los gallegos que habitan tu manzana / motivan mi apetito /
y no es que el paisaje cambiara demasiado / más allá de las cortinas bajas o del sol gomoso / tampoco cambió demasiado la situación habitual / porque a decir verdad era poco lo que nos veíamos /
el problema pasa / se me ocurre / por esta subjetividad de la esperanza /
yo llego palpitante como siempre a la proximidad de las esquinas / batiendo el corazón en vigilia su oquedad monocorde / porque en ese temblor inexplicable que se adueña del cuerpo / crece inconsciente la expectativa de girar y de toparme con vos /
pero no /
me abismo cuando caigo en la cuenta de que esa posibilidad ya no existe / que la escena se mudó de sala / que son otros los actores que te rodean y que es otra la compañía / que no hay nada que abrigue la esperanza de un retorno a beneficio / y que la gira se prevé muy larga / que el teatro se vendió para otros fines / y que mis tiempos se vuelven cada vez más blandos y más cortos /
y es entonces que me digo para qué las aceitunas / para qué los libros o el café o el diario / si la única razón que me movía hacia la trivialidad del consumo / era la íntima y gozosa sospecha de encontrarte / y de darnos ese abrazo ligero / como si alguien nos mirara a escondidas desde un palco en penumbras / como si los dos pensáramos que el otro era el que estaba en falta
Yo salgo por Urquiza hacia el oeste / o bajo hacia el sur por Avellaneda / -tampoco son tantos los destinos previsibles- / pero hace unos días que el café me resulta indiferente / que los libros que llevo son apenas estructuras vacías / que los diarios se repiten en sus arduas parrafadas indescifrables / y que las compras en el supermercado de a la vuelta se redujeron a mínima demanda /
con decirte que ni siquiera las aceitunas negras / que traen para mi gula los gallegos que habitan tu manzana / motivan mi apetito /
y no es que el paisaje cambiara demasiado / más allá de las cortinas bajas o del sol gomoso / tampoco cambió demasiado la situación habitual / porque a decir verdad era poco lo que nos veíamos /
el problema pasa / se me ocurre / por esta subjetividad de la esperanza /
yo llego palpitante como siempre a la proximidad de las esquinas / batiendo el corazón en vigilia su oquedad monocorde / porque en ese temblor inexplicable que se adueña del cuerpo / crece inconsciente la expectativa de girar y de toparme con vos /
pero no /
me abismo cuando caigo en la cuenta de que esa posibilidad ya no existe / que la escena se mudó de sala / que son otros los actores que te rodean y que es otra la compañía / que no hay nada que abrigue la esperanza de un retorno a beneficio / y que la gira se prevé muy larga / que el teatro se vendió para otros fines / y que mis tiempos se vuelven cada vez más blandos y más cortos /
y es entonces que me digo para qué las aceitunas / para qué los libros o el café o el diario / si la única razón que me movía hacia la trivialidad del consumo / era la íntima y gozosa sospecha de encontrarte / y de darnos ese abrazo ligero / como si alguien nos mirara a escondidas desde un palco en penumbras / como si los dos pensáramos que el otro era el que estaba en falta
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28 – ENSAYO
MANUEL
GARCÍA VIÑÓ
(Sevilla-España)
Y
TAMBIÉN EL PREMIO NADAL
Y también dos huevos
duros
Chico Marx
Chico Marx
El
Premio Nadal de Novela, como siempre el Planeta, ambas editoriales pertenecen
al mismo grupo, ha vuelto a beneficiar, casualmente, a una colaboradora del
matutino global de referencia. ¿Qué se puede decir ya? El enjuague está siempre
presente en este tipo de chanchullos que, sin embargo, siguen siendo tratados
como sucesos culturales por los medios de comunicación de España, único país
que los tiene y los sostiene.
Se preguntaba Wilhem Reich: ¿acaso somos nosotros, los científicos, los poetas, los artistas, los filósofos –digo yo: los outsiders-- los normales, y es el resto de la especie humana el que se ha apartado de la normalidad? A estas alturas, ya, quienes diferenciamos la cultura de esas formas zafias de obtener publicidad gratuita, con la complicidad de políticos, periodistas y pseudoescritores, tenemos derecho a preguntarnos si constituimos, en este país de broma y monarquía, el último reducto de la honradez intelectual, de la decencia tout court, del rigor crítico, mientras los críticos que prostituyen su labor, la ponen al servicio del neoliberalismo editorial y la convierten en desorientadora, en mercadotecnia al servicio del comercio y la industria cultural, han escapado de las normas éticas y morales que deben regir todas las acciones de los humanos, pero muy especialmente las que afectan a las creaciones del espíritu, como las del arte plástico, la creación científica, la especulación filosófica y la literatura.
Aquí va un relación de críticos que habrían podido poner orden en el mercadillo de Monipodio, antes de que alcanzase las dimensiones de basura y delirio que ha alcanzado, y ni lo han intentado.
José Carlos Mainer, José Mª Pozuelo Yvancos, Ricardo Gullón, Fernando Rodríguez Lafuente, Manuel Rodríguez Rivero, Blanca Berasátegui, Ricardo Senabre, Santos Sanz Villanueva, Darío Villanueva, Ernesto Ayala Dip, Javier Goñi, Rosa Mora, Luis Alberto de Cuenca, Gregorio Salvador, Víctor García de la Concha, María Luisa Blanco y unos cuantos más de no sabemos por qué “reconocida autoridad”.
La obligación, moral y profesional, de estas/tos señoras y señores, no es escurrir el bulto, quitarse de encima el compromiso y dejar que haga la crítica un becario, que naturalmente tratará bien el emplasto, pues no se la va a jugar a las primeras de cambio. Y así continua el culebrón. Su obligación moral y profesional, iba a decir, es hacer ver que el esperpento de turno es tan espantoso como todos los que ganan una de estas rifas amañadas. Y, más aún, desprestigiar este sistema de premios literarios a la española, sistema que no funciona en ningún otro lugar del mundo –un fabricante de libros, mediante el concurso de un jurado comprado, premia un libro que él mismo va a publicar-- y que hace que en otros países se rían de nosotros y nos tachen de beodos, como diría Hamlet.
¿Hasta dónde se proponen llegar los mercaderes y sus cómplices? Contemplar recientemente los titulares de los periódicos anunciando el Premio Nadal a Clara Sánchez producía vómitos. Aparte de que ese tipo de premios en que un editor sin escrúpulos premia –y propagandea gratuitamente- un libro que él mismo va a publicar, cosa que la prensa y la crítica literaria considera un acontecimiento cultural, no existe en ninguna parte de la Europa culta. España, que siempre ha sido un país de catetos, lo es ahora también de horteras, nuevos ricos y corruptos, lo que la constituye, como decía Valle Inclán, en una deformación grotesca de la cultura europea.
Pero ¿es que están ciegos? ¿Es que son tontos? ¿Tan entregados, tan vendidos están a los factores del neoliberalismo en la cultura? ¿No sienten vergüenza? ¿Ni vergüenza siquiera? ¿Tanto les puede el olor del dinero y los agasajos? ¡Lo tienen que saber! ¡Es imposible ignorarlo! El caso de un editor poniéndose de acuerdo con un escritor para que le fabrique una novela “ad hoc”, con los miembros de un jurado de marionetas para que la distinga como la mejor entre los varios cientos que han enviado unos ingenuos de provincias y ultramar, y unos periodistas y unos críticos que la alaben.
Es una falacia, un conjunto de falacias encadenadas, un timo, una prostitución de la cultura, algo para desmayarse de asco y desear haber nacido en las antípodas.
Entre los dos últimos Planetas y este Nadal se tiene la impresión de que ya ha rebosado la sentina… Y el Ministerio de Cultura ¿qué? Y la Academia ¿qué? Y la literatura ¿dónde?
Se preguntaba Wilhem Reich: ¿acaso somos nosotros, los científicos, los poetas, los artistas, los filósofos –digo yo: los outsiders-- los normales, y es el resto de la especie humana el que se ha apartado de la normalidad? A estas alturas, ya, quienes diferenciamos la cultura de esas formas zafias de obtener publicidad gratuita, con la complicidad de políticos, periodistas y pseudoescritores, tenemos derecho a preguntarnos si constituimos, en este país de broma y monarquía, el último reducto de la honradez intelectual, de la decencia tout court, del rigor crítico, mientras los críticos que prostituyen su labor, la ponen al servicio del neoliberalismo editorial y la convierten en desorientadora, en mercadotecnia al servicio del comercio y la industria cultural, han escapado de las normas éticas y morales que deben regir todas las acciones de los humanos, pero muy especialmente las que afectan a las creaciones del espíritu, como las del arte plástico, la creación científica, la especulación filosófica y la literatura.
Aquí va un relación de críticos que habrían podido poner orden en el mercadillo de Monipodio, antes de que alcanzase las dimensiones de basura y delirio que ha alcanzado, y ni lo han intentado.
José Carlos Mainer, José Mª Pozuelo Yvancos, Ricardo Gullón, Fernando Rodríguez Lafuente, Manuel Rodríguez Rivero, Blanca Berasátegui, Ricardo Senabre, Santos Sanz Villanueva, Darío Villanueva, Ernesto Ayala Dip, Javier Goñi, Rosa Mora, Luis Alberto de Cuenca, Gregorio Salvador, Víctor García de la Concha, María Luisa Blanco y unos cuantos más de no sabemos por qué “reconocida autoridad”.
La obligación, moral y profesional, de estas/tos señoras y señores, no es escurrir el bulto, quitarse de encima el compromiso y dejar que haga la crítica un becario, que naturalmente tratará bien el emplasto, pues no se la va a jugar a las primeras de cambio. Y así continua el culebrón. Su obligación moral y profesional, iba a decir, es hacer ver que el esperpento de turno es tan espantoso como todos los que ganan una de estas rifas amañadas. Y, más aún, desprestigiar este sistema de premios literarios a la española, sistema que no funciona en ningún otro lugar del mundo –un fabricante de libros, mediante el concurso de un jurado comprado, premia un libro que él mismo va a publicar-- y que hace que en otros países se rían de nosotros y nos tachen de beodos, como diría Hamlet.
¿Hasta dónde se proponen llegar los mercaderes y sus cómplices? Contemplar recientemente los titulares de los periódicos anunciando el Premio Nadal a Clara Sánchez producía vómitos. Aparte de que ese tipo de premios en que un editor sin escrúpulos premia –y propagandea gratuitamente- un libro que él mismo va a publicar, cosa que la prensa y la crítica literaria considera un acontecimiento cultural, no existe en ninguna parte de la Europa culta. España, que siempre ha sido un país de catetos, lo es ahora también de horteras, nuevos ricos y corruptos, lo que la constituye, como decía Valle Inclán, en una deformación grotesca de la cultura europea.
Pero ¿es que están ciegos? ¿Es que son tontos? ¿Tan entregados, tan vendidos están a los factores del neoliberalismo en la cultura? ¿No sienten vergüenza? ¿Ni vergüenza siquiera? ¿Tanto les puede el olor del dinero y los agasajos? ¡Lo tienen que saber! ¡Es imposible ignorarlo! El caso de un editor poniéndose de acuerdo con un escritor para que le fabrique una novela “ad hoc”, con los miembros de un jurado de marionetas para que la distinga como la mejor entre los varios cientos que han enviado unos ingenuos de provincias y ultramar, y unos periodistas y unos críticos que la alaben.
Es una falacia, un conjunto de falacias encadenadas, un timo, una prostitución de la cultura, algo para desmayarse de asco y desear haber nacido en las antípodas.
Entre los dos últimos Planetas y este Nadal se tiene la impresión de que ya ha rebosado la sentina… Y el Ministerio de Cultura ¿qué? Y la Academia ¿qué? Y la literatura ¿dónde?
Fuente: La fiera
literaria
CONTRATAPA:
NOTAS DE PARÍS
IRMA BIGNON
(Santa Fe-Argentina)
WEEK – END EN PROVENZA
Al sudeste
de Francia, entre mar y montaña, se encuentra una tierra de luz, cuya historia
y tradición han anclado en la cultura universal, haciendo de ella una de las
regiones más bellas del país. Las hermosas villas, los campos azules de lavanda, los numerosos
sitios de notable gusto, las recorridas por demás pintorescas, las aldeas
colgadas de la montaña, todo se une para apreciar la calidad del lugar.
Esta
región está dividida en departamentos: Vaucluse, Bocas del Ródano, Var, Alpes
de Alta Provenza, Alpes Marítimos. Cada uno guarda su propio pintoresquismo, su
arte, su historia.
VAUCLUSE.
Célebre por el festival que tiene lugar todos los años en la ciudad de Avignon,
tierra de cultura y patrimonio, elegida por los Papas, es un lugar de
tradición. La Reserva Natural Geológica
del Parque Regional ha sido clasificada como reserva biosfera por la
UNESCO. Pequeñas aldeas de carácter
insólito como Grambois, sobre una
colina encerrada en los límites de antiguas murallas, y Monieux con sus casas medievales colgadas en pendiente abrupta,
dominada por una torre del siglo XII. Los vinos que provienen de los viñedos de
Luberon están catalogados como los
mejores de la región provenzal.
En las BOCAS
del RODANO, con sus ciudades antiguas de Arte e Historia como Marsella, la más
vieja de Francia, los puertos de corta dimensión Estaque y Cassis, han
inspirado a los más grandes pintores: VanGogh, Cézanne, Dufy, Seyssaud,
Chabaud, Braque, Derain. La Ciotat y
el mar están íntimamente ligados desde la antigüedad; su magnífica bahía, sus
acantilados – los más altos de Europa (394m.) -, su playa de arena, todo se une
para ofrecer un espectáculo admirable. En 1895, los hermanos Lumière realizaron
las primeras tomas cinematográficas: la llegada de un tren a vapor a la
Estación de trenes de La Ciotat… El
más viejo cine del mundo sigue existiendo: es El Eden, teatro de La Ciotat donde tuvo lugar la primera
proyección pública cuando los espectadores enloquecieron ante las imágenes
llenas de humo de un tren abalanzándose hacia ellos … Martigues es la “Venecia Provenzal”. Los canales dividen la ciudad
en tres barrios. Las fachadas coloreadas de las casas de los pescadores en sus
aguas.
VAR. Entre
mar y montañas, al borde de las gargantas vertiginosas – que son únicas en
Europa - del río Verdon, toda la zona
protege las aldeas colgadas. Los Templarios dejaron sus huellas, la Edad Media
también, en medio de una naturaleza deslumbrante. Bargème es una ciudad de corta dimensión siglo XII, situada en la
cima de una colina rocosa, dominada por su castillo feudal que conserva
numerosos vestigios del pasado: murallas, torres, puertas fortificadas,
estrechas callejuelas. Seillans,
sitio medieval instalado en un predio magnífico. Asombra por su laberinto de
estrechas calles adoquinadas, pórticos de madera artesonada y muy antiguas
fuentes de agua. Las casas escalonadas de color ocre y rojizo se mezclan
armoniosamente. El ilustre pintor y escultor surrealista Max Ernst habitó allí los 10 últimos años de su vida.
Tourtour situada a 630m de altitud ofrece un panorama magnífico. Cada rincón
del pueblo lleva el sello de lo auténtico. Notablemente conservado, se ven
antiguas fachadas, ruinas de un viejo castillo, fuentes y balcones muy
floridos.
ALPES ALTA
PROVENZA. Contado por Jean Giono, este departamento es uno de los más grandes
de Francia con sus dos parques naturales, el Verdon y el Mercantur. Es también
uno de los menos poblados, pero posee testimonios culturales desde la
prehistoria. Manosque, ciudad natal
del escritor. En sus libros, describe la frescura del paisaje que se extiende a orillas del río Curance, los
pastores los pastores que regresan de la montaña, siempre en un tono lírico
celebrando la naturaleza y la vida agreste. Lurs:
sobre un promontorio rocoso rodeado de olivares, desde su mirador el
espectáculo no puede ser más extraordinario. Además de las ruinas del
castillo, aún se conservan numerosos
vestigios religiosos, como el paseo de los obispos bordeado de 15 oratorios que
terminan en la capilla Nuestra Señora de la Vida.
ALPES
MARITIMOS. Célebre por sus festivales, su clima, sus palacios, sus ciudades
como Niza, Cannes o Menton – clasificadas “ciudades de arte e historia” – la
Riviera francesa propone el descubrimiento de sus riquezas escondidas. Coaraze de carácter medieval, la llaman la “villa del sol”. Encaramada a 640 m de altitud, tiene una
vista sorprendente del valle y los montes que la rodean. Su iglesia siglo XIV,
sus viejas calles, sus pasajes abovedados y los diferentes relojes de sol que
adornan el palacio del Ayuntamiento, constituyen uno de los lugares más bellos
de la región. El Museo Figas está consagrado a la obra del pintor fantástico,
futurista Marcel Pierre Jean Figasso – llamado Figas – nacido en Niza en 1935.
El Museo está edificado por el propio artista según sus planos. También en los
Alpes Marítimos, en pleno corazón del Parque Nacional de Mercantour, en el
Valle de las Maravillas, se encuentra el conjunto europeo más grande de
grabados rupestres, declarado monumento histórico: más de 40.000 grabados en la
piedra de las cavernas (1800
a 1500
a.J.C.).
Pequeñas
ciudades colgadas, amuralladas, iglesias románicas y palacios góticos, todo se
mezcla entre tupidos bosques. Reino de pájaros, de toros y caballos salvajes,
de acantilados descendiendo hasta el fondo del mar. Rutas serpenteantes que
atraviesan viñedos, campos de lavanda y olivares escalando la montaña. Villas
construidas por la historia, minúsculos puertos y bahías que relatan la gran
odisea de la civilización mediterránea. La pintura y la literatura están
también profundamente ligadas a la región, lugar de predilección de grandes
maestros pintores como Van Gogh, Cézanne, y escritores como Giono, Pagnol, cuyas
obras están presentes en todas partes.
Todos los
textos, fotografías o ilustraciones que integran el presente número son
Copyright de sus respectivos propietarios, como así también, responsabilidad de
los mismos las opiniones contenidas en los artículos firmados. Gaceta Literaria
solamente procede a reproducirlos atento a su gestión como agente cultural
interesado en valorar, difundir y promover las creaciones artísticas de sus
contemporáneos.