Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com

GACETA LITERARIA Nº 109– ENERO de 2016– Año X – Nº 1


Imágenes:
Homenaje a la obra de MICHAEL PARKES (Missouri-EEUU)

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

EDUARDO GALEANO
(Uruguay/1940-2015)

DEFENSA DE LA PALABRA

8.
Por otra parte, ¿puede realizarse cabalmente una cultura nacional en países donde las bases materiales del poder no son nacionales, o dependen de centros extranjeros? Si esto no es posible, ¿qué sentido tiene escribir? No hay un "grado cero" de la cultura, así como no existe un "grado cero" de la historia. Si reconocemos una inevitable continuidad entre la etapa del dominio y la etapa de la liberación en cualquier proceso de desarrollo social, ¿por qué negar la importancia de la literatura y su posible función revolucionaria en la exploración, revelación y difusión de nuestra verdadera identidad o de su proyecto? El opresor quiere que el espejo no devuelva al oprimido más que una mancha de azogue. ¿Qué proceso de cambio puede impulsar un pueblo que no sabe quién es, ni de dónde viene? Si no sabe quién es, ¿cómo puede saber lo que merece ser? ¿No puede la literatura ayudar, directa o indirectamente, a esa revelación? En gran medida, pienso, la posibilidad del aporte depende del grado de intensidad de la comunidad del escritor con las raíces, los andares y el destino de su pueblo. También de su sensibilidad para percibir el latido, el sonido y el ritmo de la auténtica contra-cultura en ascenso. Muchas veces lo que se considera "incultura" contiene semillas o frutos de "otra" cultura, que enfrenta a la cultura dominante y no tiene sus valores ni su retórica. Se la suele menospreciar, por error, como a una mera repetición degradada de los productos "cultos" de la élite o de los modelos culturales que el sistema fabrica en serie, pero a menudo es más reveladora y valiosa una crónica popular que una novela "profesional", y el pulso de la vida real se siente con más fuerza en ciertas coplas anónimas del cancionero nacional que en muchos libros de poesía escritos en el código de los iniciados; los testimonios de la gente que de mil modos expresa sus lastimaduras y sus esperanzas frecuentemente resultan más elocuentes y bellos que las obras escritas "en nombre del pueblo". Nuestra auténtica identidad colectiva nace del pasado y se nutre de él - huellas sobre las que caminan nuestros pies, pasos que presienten nuestros andares de ahora - pero no se cristaliza en la nostalgia. No vamos a encontrar, por cierto, nuestro escondido rostro en la perpetuación artificial de trajes, costumbres y objetos típicos que los turistas exigen a los pueblos vencidos. Somos lo que hacemos, y sobre todo lo que hacemos para cambiar lo que somos: nuestra identidad reside en la acción y en la lucha. Por eso la revelación de lo que somos implica la denuncia de lo que nos impide ser lo que podemos ser. Nos definimos a partir del desafío y por oposición al obstáculo. Una literatura nacida del proceso de crisis y de cambio y metida a fondo en el riesgo y la aventura de su tiempo, bien puede ayudar a crear los símbolos de la realidad nueva y quizás alumbre, si el talento no falta y el coraje tampoco, las señales del camino. No es inútil cantar al dolor y la hermosura de haber nacido en América.


PÁGINA 2 – NUESTRA POESÍA

MARIANA VACS
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

Repetir
inmenso
mi nombre
en el vacío.

Repetir
el nombre
del nombre
hasta que desaparezca.

Repetir la palabra
que me nombra
hasta el vértice del silencio,
hasta donde no me pertenezca,
hasta la muerte del nombre.

NEGRO CABRAL
(Santa Fe-Argentina)

Siento el vértigo en la sangre
el círculo concéntrico
el pez volador
la lluvia de granizo
la desesperación
de los pies agrietados
llorando en lágrimas negras.
Soy un pedazo de destino escrito
dibujado en el marasmo de la vida
revuelto retorcido sobre mí mismo,
eso soy.
Pero soy muchos yo
y no soy definitivo
me rio
me sonrió
me miro en el espejo
brumoso
de los días
en la duda
recreando
mis viejos fantasmas
de la muerte.

SERGIO BARTÉS
(Santa Fe-Argentina)

EVOLUCIONES

Alacranes
caminando en la luna
la luna
rodando en el cielo
al cielo
se le caen estrellas
las estrellas
son gotas azules.
Los alacranes
no se caen
se multiplican
se vuelven
hombres.

RICARDO ANGEL MINETTI
(Sarmiento-Santa Fe-Argentina)

GARZAS

De regreso a mi casa
he mirado mi sombra
sobre veredas húmedas y solas.
Había un viento fuerte en las calles del pueblo,
el que trae la lluvia.
Una bandada de garzas
pasó muy alto
y se perdió en la noche
con sus graznidos roncos.
Y mi sombra se perdió súbitamente
en matas florecidas de jazmín paraguayo.

* * *
La noche del eclipse
las garzas blanquecinas
desplegaron sus alas:
desde los altos pinos
volaron hacia el campo
que esperaba la lluvia,
y sobre los naranjos
a punto de echar flores.
Ah… partir junto con ellas,
Ah… el salto-vértigo
que daría las alas.

ELSA HUFSCHMID
(Santa Fe-Argentina)

Duele
y estoy aquí, desnuda.
Los ojos ya sin asombros.
Con mis llagas al sol.
Y esta tristeza ganando lugar.
Deseando y necesitando un abrazo,
un fuerte abrazo,
que haga crujir mis huesos,
estos gastados huesos ya sin savia.

TONA TALETI
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

EN EL TERRAPLÉN

Su sangre transparente mecen amapolas
Juan Ramón Jiménez

Entre bolsos de raído nailon
se instala un diálogo fugaz
y llegan historias de várices
desalojo, desempleo.
Algún amor furtivo escandaloso
colorea el relato
y una insólita mata de amapolas
con su sangre transparente
como diría él
cierra la escena.



PÁGINA 3 – CUENTO

JORGE ISAÍAS

(Los Quirquinchos-Santa Fe-Argentina)


TERNURAS LEJANAS


Fue en el atardecer en que admiramos más allá del crepúsculo loas últimas estribaciones donde reinaban los árboles.
Era cuando el mundo admitía su derrota no de golpe, sino de un modo paulatino y sagaz, casi como si no quisiera darse cuenta.
Aquellos árboles, preguntaste, qué son.
Eran especies ajenas a mi conocimiento de entonces, y callé.
Volviste a hacer la pregunta de un modo un poco imperativo, sonriendo y con una casi vehemencia que nunca había sido tu estilo.
Sonreí cohibido, y volviste a esa serena sonrisa con la cual volvías todo a su exacto lugar. Y me dijiste que repitiera esos nombres: tilos, casuarinas, magnolias y palo borracho, de flores blanquísimas que en mi memoria flotan como copos de algodón o de azúcar en esos capullos de azúcar que comprábamos los domingos en la cancha de fútbol donde merodeábamos curiosos antes de interesarnos por el juego que más temprano que pronto iría a ser nuestra pasión excluyente y el motivo de un reto paterno, por el temor que el hijo perdiera interés en los estudios y pretendiera abandonar la escuela, como ya habían hecho algunos chicos del pueblo.
Entonces hubo órdenes rígidas, como toda regla del padre: "En esta casa sólo está permitido hacer comentarios de fútbol los sábados y domingos". Inútil protestar porque el castigo podría ser mayor. Pero uno se desquitaba con los amigos en la escuela o en el campito de gramilla mezquina que soportaba nuestras zapatillas rotas o nuestros pies descalzos, si era verano.
Pero vos, que todo mirabas con esos ojos oscuros, que todo comprendías, ahogabas una lágrima en tu delantal que olía a cebolla, y amasabas esos buñuelos repletos de azúcar impalpable para el mimo que mi padre no percibía, en esa distracción y en su empecinado autoritarismo. Y ese gesto que ofrecía siempre la arista más dura, obcecada e intolerante. Y pobre si alguien osaba contradecirlo en su orden que reportaba con su andar mudo y taciturno, cómo saberlo si era real o un papel que debía cumplir como hombre que no llora nunca.
No sé si es cierto papá que nunca lloraste.
Y sin embargo ella que era tan propensa al llanto llevaba en su tímida risa todo el amor que cobija mi pena infinita en estos tiempos hostiles como antes en la indefensión de los años.


PÁGINA 4 – ENSAYO

MÓNICA RUSSOMANNO
(Santa Fe-Argentina)

PÁJAROS Y MEMORIA

Laurie Anderson escribió en su espectáculo "Homeland" una historia con la que comienza el show. En ella los pájaros, que existían antes de que el mundo exista, vuelan sin tener más que aire y ningún lugar donde posarse. El problema surge cuando el padre de una de las aves muere, y no saben qué hacer con el cadáver ya que es una nueva cuestión, algo que los sorprende por ser la primera vez que algo así les ocurre. Finalmente, un pájaro decide sepultarlo en la parte trasera de su propia cabeza, y ello marca el inicio de la memoria.
Magnífica poeta, maravillosa creadora Laurie, que nos muestra los cadáveres de nuestros padres en las nucas abultadas.
Historias, olores, sabores de antes, pasado y putrefacción, dichas que ya fueron y dolores que retornan. Las voces que no murieron, los asombros, las caricias de manos que no conocimos. Todo detrás de la cabeza, todo allí apretadamente emplumado, tibio y gélido, maravilloso y atroz.
El cadáver del padre. El cuerpo muerto de las generaciones. Los días que gastaron otros, los que pasamos sin advertirlos, las tramas sobre lo minucioso cotidiano, los hilos que conectan continentes, las palabras de las que desconocemos el significado y sin embargo siguen allí, en la nuca, peso y alivio.
Tan cerca que lo sentimos detrás de las orejas, tan lejos como esa propia nuestra espalda que no podemos ver. La memoria.
Cuántas veces habrá deseado el pájaro arrancarse el cadáver de su padre.
Tantas como las que le llevó comprender que ya no hay retorno cuando el hombre comienza a conocer cuando reconoce.
Y llevamos, es cierto, más cadáveres de los que sabemos detrás de los ojos. Alegrémonos si nos ayudan a mirar.


PÁGINA 5 – NUESTRA POESÍA

JORGE LACUADRA
(Santa Fe-Argentina)

OCTUBRE DEL ’57, OCTUBRE DEL ‘78*

Contaba la gastada voz de mi padre,
que en los inicios de octubre del ‘57
hubo un primer ojo en el vasto cielo,
un fulgor cazando gatos en la noche.

Yo sabía que el ingenio era soviético
y para mi tenía la magia de lo lejano:
como la bella palabra “cosmonauta”
o la extrañeza del vocablo Baikonur.

Yo memorice ese nombre, Sputnik,
y ya colmaban las estrellas de metal
el cielo sobre nuestra fresca terraza
y en los cálculos torpes de mi padre.

Empezábamos a incendiar los cielos,
a llenarlos de tuercas y ojos de buey
con la excusa soez de la Paz Mundial
que originó la Guerra de las Galaxias.

Yo me quedo con nuestra inocencia
de los ejercicios de oscurecimiento
en ese otro distante octubre del ‘78
cuando acosábamos otros Sputniks.

En la Cruz del Sur otros ojos miraban
hacia el cielo buscando esos aviones,
era otra guerra que alejaba las almas
y eran las noches del niño del futuro.

Contaba la gastada voz de mi padre,
que en los inicios de octubre del ‘57
hubo un primer ojo en el vasto cielo,
un fulgor cazando gatos en la noche.

FERNANDO BELOTTINI 
(San Jorge-Santa Fe-Argentina)

LAS CUATRO CASAS

Las cuatro casas
donde transcurre lo mismo
donde esto, lo mismo, sucede
cuatro casas donde hombres como yo
empiezan a escribir sobre lo mismo
los sucesos simultáneos del acontecer de un instante
como si el instante resumiera
una ignota actividad para las fábricas
pero cuatro hombres bastan
para decir lo que el instante encierra
cuatro hombres podrían
en el momento en que escriben
decir por ejemplo
en este instante ocurrió algo que no conozco
mi verdad está en la búsqueda posible de lo que no conozco
Los cuatro diciendo
no hay manera de saberlo sin aproximarse
los cuatro aproximándose
buscando aquello que no conocen
estirando las manos
ignorantes de la bondad del producto
ignorantes del arribo
Hasta que uno de ellos se conteta
y con letra puntillosa
escribe algo sobre cuatro casas
y más tarde el otro
y el otro
y el otro
Los cuatro en secuencia infinitesimal
han encontrado el principio de la búsqueda
y ahora quieren, afanosamente,
arribar a la búsqueda
es una lucha tenaz, y demedida
porque los espacios se acortan
y la duda del arribo y la partida persiste
inmóviles tratan
de recuperar para sí
esa posibilidad del instante
y meten las manos entre objetos calientes
insisten en saber qué han hecho
insisten en saber qué han perdido
(si una ignorancia o un momento)
y meten otra vez las manos con empeño
parece que a veces se acercaran y no es cierto
parece que arribaran y no es cierto
piensan en revólveres
y no es cierto
piensan en las fábricas
en otras casas
y tampoco
Los cuatro aproximándose más, buscando y entregándose
Como si todo juego inocente y con revancha
No fuera de temer.

LIANA FRIEDRICH
(Rafaela-Santa Fe)

CONDENA

En una pupila gris
caben todas las lanzas;
la sentencia,
en un dedo índice.
Ocultos albañales
confinan abyectos
hedores N.N.       
Festival de la muerte:
en el anfiteatro del terror
una última risa
disuelve su impudicia.

ALEJANDRA MENDEZ BUJONOK 
(San Cristóbal-Santa Fe-Argentina)

TODA LUZ, TODO FONDO

Toda luz, todo fondo
me lleva en sabanas
de piel algarrobo
a la ribera.

Silencio que se hace carne
en línea inrecta
hasta la quilla de las aves.

Al Colastiné bebemos por paisaje
los poetas de viento húmedo.

La pampa gringa de los inundados,
que saben que el sauce llora
como lloran las viejas olvidadas,
como llora el río y la dejeza.

Que entroncadera zurrumba
peregrina cruje la madera.
Que como dice Fournier:
es un “inútil afán de huesos”.

MIRYAM COLOMBOTTO DE SEIA
(Gálvez-Santa Fe-Argentina)

DESENCUENTROS

Esa que vuela, nada y anida en mi caudal
busca su doble, la que tiene manos y pies.
Quiere comer con su sabor los frutos que ella elija.
Palpar los plumajes / la corteza / la fría piedra...
Saber el aroma de la tierra cuando la lluvia comienza.
Quedarse con su lágrima indecisa.
Ser líquida y correr por sus arterias.
Tal vez se equivocaron en su especie
y pueda darse un día ese encuentro
de quien ha soñado ser de agua,
con este otro ser
que no sabe por qué
ni para qué, le regalaron una nostalgia
que no ha sido elegida
y no encuentra su lugar.

ROSA LÍA CUELLO
(Cañada de Gómez-Santa Fe-Argentina)

DESCALZA DE TRISTEZAS

Descalza de tristezas
abdico primaveras que naufragan
en el esqueleto de tus huellas.
Recorro laberintos
que se amalgaman en la infinitud
de la mirada que gime soledades.
El destino espanta equinoccios
en la rueca ancestral de los sueños
que se revelan inconscientes
de los lirios clavados en mi carne.
Me ahueco en silencio
sabedora de todas las ausencias
que tu partida implica
y regreso al borde de las mutaciones
en el intento de entenderte.

CARINA SEDEVICH
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

3

Es la hora en que es preciso escribir.
Hay que salvar el dia
de hundirse. Hoy
vale por tantas tardes que vi pasar
callando. Hoy
no es mas triste que otras veces
esta hora.
No es mayor la soledad
sino mas vieja
como si nadie nunca hubiera estado.
El hueso del silencio
conocido y raspado por mis manos.
El hueso de ser una
sola, durante todo el trecho.
El hueso de haber sabido siempre.
Sin embargo tuve la duda del amor…
Se me ofrecio en alguna de sus formas
y vi salir el sol por el oeste
y palpitar la tierra
y edulcorarse el mar.
Halle que el frío no cortaba
que ciertas flores supuraban
me senté bajo un sauce para oírlo
y me aburri.
Me decía siempre que de mi
huían las felicidades.
Me llamaba siempre inmerecida.
Entonces tuve la deuda del amor.
Y no hay camellos que alcancen para eso
ni arena caminada
ni las piernas, ni las vulvas entregadas.
Nada de eso
paga la estafa del amor.
No hay agua sobre la cual escribir
tantas partidas.
Me quitaron lo que nunca tuve
y siempre supe que no había tenido.
Me dieron y me rapiñaron

el hueso de mi soledad.



PÁGINA 6 – CUENTO

SERGIO BORAO LLOP
(Zaragoza-España)

DE PASO

Lo pensó así en el momento exacto en que se apeaba del tren: "nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto". Intuía o recordaba que era el título de una canción, una película, un libro... Algo que le venía de remotas regiones de su mente, palabras difuminadas por la resaca del tiempo que ahora, sin motivo aparente, habían salido a la superficie para volver a sumergirse en el olvido minutos u horas más tarde. El hombre ya no era joven. Tenía esa edad indefinida de quienes han vivido en muchos sitios o -pensémoslo despacio- en ninguno. Por eso una frase aparecida de repente en su cabeza podría venir de cualquier parte: La edad mezcla palabras y recuerdos, invenciones y vivencias. Todo es una misma argamasa que se amontona, informe, en los anaqueles de la memoria.

Pero ¿a qué venía esa frase justamente ahora? El traje raído, las arrugas delatoras, el exiguo maletín ¿pueden ser, acaso, la respuesta? El hombre miró al frente. Un cartelito despintado anunciaba el nombre de la estación: "Ingeniero de Madrid". Le resultó chocante, porque él había nacido allí, muy cerca de Madrid; en España, esa España ahora tan lejana como las brumas de un entresueño, que se van desvaneciendo poco a poco cuando despertamos y de las que, al final, apenas queda un vago rescoldo, una cicatriz inexistente.

Tal vez fue ese detalle -pero esto lo pensó ahora, mientras contemplaba el letrero-, el nombre de la estación, lo que le trajo a la mente la frase lapidaria. Porque ¿algún ser vivo recordaba todavía quién fue exactamente ese ingeniero? Cierto que en algún libro, en alguna enciclopedia cubierta de polvo, quizá se reflejase no sólo el nombre, sino incluso también el hecho por el cual este lugar que ahora pisaba había adoptado ese nombre, que -a pesar de todo- no dejó de resultarle sumamente curioso. Pero ¿puede una enciclopedia, por exacta y completa que sea, imitar o suplantar eso que llamamos recuerdo? ¿Son esos artículos, esas anotaciones, una forma de seguir existiendo en la memoria de las gentes futuras? Tal vez, pero, en cualquier caso, una forma distorsionada, infinitesimal. Las biografías las escribe gente viva sobre gente muerta (o gente muerta sobre gente muerta, que viene a ser lo mismo) y quienes las escriben no saben nada, absolutamente nada. A lo sumo, una mínima colección de hechos aparentemente importantes, pero que en realidad son irrelevantes o anodinos, puesto que no arrojan ninguna luz sobre la persona biografiada... La única biografía posible la va escribiendo uno mismo, con sus propios actos, y no queda registro en parte alguna...

Vio las vías perdiéndose en el horizonte. Las vías del tren sugieren la infinitud y el desencuentro (Acaso también la infinitud del desencuentro) pero en este caso concreto, además, ese desencuentro resultaba aún más dramático porque dos pares de vías se cruzaban en este punto para ir alejándose después hacia sus respectivos destinos, líneas infinitas que jamás volverían a encontrarse. Y este punto, el único lugar en que esas líneas se encuentran, es una estación erigida en medio de la nada, un punto perdido entre otros puntos igualmente perdidos o inimaginables.

Así sucede -pensó- tantas veces. Tal vez sólo exista un punto, un único punto en todo el inimaginable cosmos, donde sea posible el encuentro. ¡Qué dicha, el encuentro! Y qué tristeza ver alejarse de nuevo los trenes del destino, intuyendo.

Desencuentros... Si lo pensaba con frialdad y atención, fueron precisamente ellos quienes le habían traído hasta este lugar, quienes habían de llevarle adónde iba. Pero ¿dónde iba exactamente? No podía recordar el nombre (si es que tal cosa puede tener importancia en realidad), y no tenía el menor deseo de sacar del bolsillo el papel donde figuraba. Ya habría tiempo para eso cuando el nuevo tren se pusiera en marcha hacia el siguiente destino. La vida es una sucesión de trenes que, en apariencia, nos llevan de un lugar a otro. Sabía que una vez allí tenía que hablar con un tal Pereira o Pereyra, un portugués o brasileño que también -por circunstancias desconocidas y que, en el fondo, no importaban- había venido a dar con sus huesos en ese lugar alejado del mundo y de la historia. (Pero -atinó a pensar más o menos confusamente- ¿hay algún lugar que no esté alejado del mundo y de la historia? De ser así, el tiempo, juez definitivo, ya vendrá a corregir esa desigualdad momentánea, ese error inocuo). Tampoco recordaba, hecho anecdótico si lo miramos bien, cómo se llamaba el lugar del cual venía. De ese triángulo escaleno, sólo el curioso nombre de esta estación solitaria había echado raíces en su memoria. En la estación no había nadie más. De nuevo, estaba solo.

Los desencuentros, sí... Llegan a ser tantos que es imposible recordarlos todos. Y ¿para qué habríamos de recordarlos si sólo pueden producir dolor, desolación? Amigos que se fueron diluyendo en un pasado cada vez más difuso, amantes cuyos rostros apenas son una neblina inconsistente, familiares a quienes no había visto en dos décadas... Y le vino de nuevo esa frase:

"Hablar de nosotros después de muertos- musitó con una sonrisa amarga-. Si al menos alguien lo hiciese cuando aún estamos vivos, si es que en verdad lo estamos". Si alguien. Porque: ¿Quién le brindó una mano cuando su mundo se desmoronaba? ¿Quién le habló cuando precisaba una palabra? ¿Quién estuvo ahí en esas horas de amarga e interminable soledad, o en esas otras de inasumible derrota? ¿Quién, finalmente, vino a despedirle a la estación -esa otra, ahora disuelta entre las telarañas de un olvido consciente- veinte años atrás, cuando tuvo que partir para no regresar? Para no regresar.

¿Amistad? Palabra casi siempre exagerada para definir relaciones superficiales entre seres humanos. ¿Amor? Ya lo dijo Bécquer: es un rayo de luna. ¿Fidelidad? Palabra horrible y abstracta. Encierra una falacia.

Un día, no muy lejano, de esta estación sólo quedarán ruinas, algunas fotos viejas, tal vez uno que otro recuerdo impreciso como la sombra tenue de un sueño abandonado en las hondonadas del tiempo. De quienes en ella esperaron alguna vez, de quienes tomaron un tren o se apearon de otro, de quienes en ese mismo andén conversaron durante unos minutos, desconocidos atrapados durante un instante en un lugar que ninguno de ellos eligió, ¿Qué será exactamente lo que quede?

Un vacío tan grande como el que ahora veían sus ojos, allí en esa estación inconcebible, era la única respuesta a todas esas preguntas. El hombre suspiró, miró hacia el cielo gris. El cansancio ya conocido vino a posarse sobre sus hombros. Tuvo que sentarse. Tal vez se adormeció. Por eso, no podría decir si vio, o sólo los soñó, a los jinetes que venían cabalgando desde el Sur, lentos, callados, cabizbajos.

De los dos jinetes, el más joven se quedó un buen rato mirando al hombre que dormitaba, sentado en el destartalado banco de madera de la vieja estación.

Hizo un gesto vago de saludo, sin obtener respuesta. Luego miró a su acompañante y preguntó:

- ¿Qué estará haciendo ahí?

Después de un rato, el otro jinete, un viejo de pelo blanco y rostro endurecido por lluvias y sequías y noches durmiendo al raso, contestó sin apartar sus ojos del camino:

- Está esperando.

El joven le mira, incrédulo.

- ¿El tren? Pero entonces tal vez deberíamos decirle...

- Probablemente él sabe.

- Pero si supiera, entonces...

El viejo calla. Deja que la verdad se vaya abriendo paso en la mente del otro. Sólo cuando ya casi le han perdido de vista, cuando el hombre desconocido y la estación abandonada apenas son un recuerdo que se va desdibujando, vuelve a oírse su voz grave, sentenciosa.

- Hay gente que va en busca de su destino; y hay gente que espera. Y también hay gente que hace las dos cosas. Dónde, cuándo, por qué... sólo son detalles circunstanciales, insignificantes. Y ni siquiera podemos hablar de elección. Caminas durante años y un día, sin que se sepa el motivo, los pies se niegan y ya no hay alternativa. Ese hombre -su rostro lo gritaba- se cansó de caminar. Y ahora espera. Nada más.

Y sin mirar atrás, los dos jinetes siguen cabalgando, sin apuro, como si en realidad no fuesen a ningún lugar, como si la única realidad posible fuese el camino que se extiende bajo los cascos de sus caballos. El silencio se ha instaurado de nuevo entre ellos, y sobre la escena, ahora, apenas se oye el rumor de la brisa que recorre, casi con timidez, el inabarcable páramo, rozando al pasar, de forma leve, todo aquello que aun tiene consistencia y que algún día, pronto, sólo será una sombra, un apunte inconcreto en los ajados libros de los hombres.


PÁGINA 7 – RESEÑA

INMACULADA JIMÉNEZ GAMERO
(Córdoba-España)

ACERCA DE IMERALDA DESPUÉS
(Novela de Mónica Ivulich)

Si las experiencias generacionales se transmitiesen a través del ADN estaríamos próximos a entender que la memoria de nuestros antepasados sobrevive con nosotros. También nos aproximaríamos a comprender que el ser humano almacena las vivencias y hereda información que le viene dada y, que dicha información influye marcadamente en generaciones siguientes.
Podríamos decir que no somos del todo dueños de nuestro destino y que cuando nacemos ya existe una gramática en nuestros genes que el ser humano ha venido acumulando. Por lo tanto con esa información podríamos construir caminos para preservar la humanidad.
La autora utiliza sus propias ventanas para asomarse a través del personaje, aplica su propia experiencia vital y la entremezcla con claves de ciencia ficción y de esoterismo, pero también se sustenta en experimentos científicos sobre cambios moleculares. El latido de Imeralda es salvar la tierra, se rige por un instinto, por un impulso inconsciente que le dicta su propia naturaleza. Es un alma premiada por una virtud que eligió una vida alejada de la suya propia. 
Como sostenía Platón en “La República”: existe un sistema de recompensa o castigo en función de la virtud demostrada en vida. Las almas viajan y son conscientes de un cosmos, de un “todo” superior colectivo, por lo que gozan del virtuosismo de las ideas.
Imeralda posee una memoria celular grabada en su personalidad que ignora; su alma es más grande que ella misma y le trae información remota, encuentra señales que la guían, reconoce amistades, sentimientos de otras vidas que la proveen de imágenes de su pasado y revelaciones olvidadas, y encuentra sabios que la dirigirán hacía su propio destino alumbrada por una luz que la ilumina.
¿Y si la constante controversia sobre reencarnación fuese sustentada por la explicación de la información del genoma humano? 
¿Y si ésta es la explicación que se le puede dar a la reencarnación física?
Nuestra mente es ilimitada, pocos pueden responder a preguntas de este tipo y como dice Mónica Ivulich, en “Imeralda Después”: muchos son los que oyen pero pocos los que escuchan.
 
Los pensamientos son semillas que viajan con el viento, la frecuencia armónica late con la madre tierra, aunque pocos perciben estas realidades. Todo está conectado de un modo akásico desde el inicio de los tiempos, el conocimiento del universo lo llevamos inmerso en nuestras células, nuestras vivencias están en la memoria genética desde el inicio de la creación, pero nos dirigen ataduras de posesiones y búsquedas materialistas que nos alejan de la posibilidad de percibirlo.
El ser humano ansió poseer y destruir, por lo tanto solo a través de numerosas reencarnaciones podrá evolucionar, por eso ha de cambiar su piel como la serpiente, para que ese proceso le pueda conducir a estamentos superiores. Todos somos Dioses y humanos, en esa dualidad se sustenta la búsqueda de la inmortalidad, en morir y renacer.
Cruzar fronteras, organizar tribus y poblados, comprender otras civilizaciones para llegar a Naciones Unidas, todo vale cuando la premisa es salvar al ser humano, conseguir que el mundo provoque una ola capaz de salvar el planeta, dar el lugar igualitario que la mujer tuvo en otros tiempos existentes, y que hombres y mujeres se fusionen en una sola verdad sin patrones.
Existe una inteligencia emocional que provee de la habilidad para regular un sexto sentido que controla la razón y la evolución del cerebro humano. La simbología o ideario de un idioma de armonía y paz que todos podamos entender y que siga los dictados de una Gran Sabiduría Divina para conseguir la renovación y purificación de las personas como seres terrenales, donde comprender sea tan fácil como respirar.
Porque el cerebro emocional es anterior al racional y esa es la relación entre sentimiento y pensamiento, como diría Daniel Goleman en su libro “Inteligencia emocional”. Imeralda viaja a través del silencio y se adapta como un ser recién nacido a culturas y étnicas diversas (su destino es su voluntad), frase de la autora que me parece reveladora de ese impulso primigenio que nos conduce. 
Quizás la muerte no exista como tal, quizás nunca nacimos, quizás solo exista eternidad, y desde esa eternidad Imeralda viaja para sentarse en un café de Oxford con una de sus múltiples madres.
Ella es la misma niña que hizo dibujos en las piedras de la Isla de Padua en una época luminosa, entre el año 1100 y el 1400 después de Cristo. Los nativos vivieron en paz, las estructuras sociales eran jerárquicamente organizadas y lograron una excepcional arquitectura e ingeniería superior, teniendo en cuenta la inteligencia que el ser humano tuvo en aquella época. Hasta que la isla fue desforestada y la fragmentación social separó a las tribus que se refugiaron en cavernas. 
Como decía, esa niña es la misma reputada profesora antropóloga que viaja al desierto de Marruecos para realizar excavaciones importantes y reunirse con profesionales de diferentes puntos del mundo para investigar sobre la historia de la humanidad.
¿Y si los pilares de la inmortalidad se sustentan en universos múltiples? 
¿Y si la meta es volver a ser luz y esa luz se encuentra en nuestras células como parte de nuestra naturaleza?
Imeralda, que no duda de su intuición siempre seguirá buscando un después.


PÁGINA 8 – POESÍA ARGENTINA

HUGO FRANCISCO RIVELLA
(Rosario de la frontera-Salta-Argentina)

MENSAJE URGENTE A LA MUJER QUE AMO

No puedo esperar otro minuto, ni un segundo, no más, nada,
la espera es una quietud que no le sirve ni siquiera a un muerto.
Te necesito, ya, 
en este instante, 
mi corazón de tierra se reseca, 
mis manos de ilusión desaparecen, 
el poema amenaza fragmentarse. 
Te necesito ahora entre mis cosas, en la sina sina florecida, 
en la cama inexacta de la aurora, en la pereza del domingo, 
en los ríos sin ausencias de la noche.
Te necesito ya, en este instante,
no vaya a ser que a dios le de por reinventar el mundo sin ti.

DARÍO VILLALBA
(Salta-Argentina)

EL EQUILIBRISTA

Camina colgado
de mis ojos
salpicado de tenso silencio
con la muerte a la altura de los pies
mordiéndole los talones
como una dura sombra

No hay que confundirlo
con un ser superior
Él
____como todos
se gana la vida
ganándole a la muerte

No hay red

De todos los espectadores
solo yo sé el secreto:
nunca se muere
Si cae
para salvarlo
es la vida misma
quien le tira
un mar
o una mujer

FERNANDA AGÜERO
 (Salta-Argentina)

POEMA 1

No sabes ya
de qué color son mis pechos
que se transparentan
en mi cuerpo.
No sabes que no hay centauros
trepando por mis muslos,
arándome bajo un sol
inextinguible,
no sabes  porque murmuran
los fantasmas en mis oídos,
ni sabes que las telarañas
se tejen en mi cuello
desmadejándome.
Todos los olvidos me arropan
en la noche, en esta hora
en que la paciencia
tiene dientes de hiena.

PAULA BONAVITA
(Humahuaca-Jujuy)

Volaré hacia el infinito
llevando en mis alas
tu deseo sin límites.

como mariposa transformada
dejaré que llegue hasta tu sol
el canto sereno de mi luna.

y en cada copla
escribiré al amor
su verbo simple
de transcurrir sin dudas.


ILDIKO NASSR
(Río Blanco-Jujuy)

lo que duele es esta
desnudez
puesta a la intemperie

este grito sin voz

hoy me duele
yala
hasta en los pies


PÁGINA 9 – CUENTO

MIGUEL ANGEL GAVILÁN
(Santa Fe-Argentina)

SOLOS

Sale de la casa y se encuentra sola. Con su vestido de flores apretadas y su bolso gris. Pero sola. Se ve buscando a un hombre en mitad de su vida. Muy pintada, los cabellos ya entrecanos camuflados bajo el color rojo chillón de la tintura y las uñas mordidas en el fragor de la ansiedad. En la puerta, el barrio es el de siempre: una larga calle arbolada y los chalecitos con maceteros y malvones que vuelven cálida la soledad de las tardes. Cierra el portillo y corre el pasador, después baja el escalón de granito y mira la vereda que el sol dejó hace rato de sonrosar. Acostó a su madre, las mesas de noche cargadas con frascos de remedios y perfumes, como un ídolo obeso, de oro y pedrería en el centro de la cama. Habitualmente, antes de salir, la maquillaba y le anudaba un pañuelo de encajes en la cabeza. Le ponía sus collares y sus anillos grandes, de fantasía, que en la mano regordeta parecían luces de navidad. Procuraba disimularle las ojeras negras con esmero, sabiendo imposible acallar esas manchas profundas y viejas con cremas y polvos. La vejez estaba ahí, había hecho nido y ya no se movería de esos párpados. Por más que frotara, sin consuelo, la vejez también estaba en ella, en su rostro de cuarentona fea y solterona lo mismo que un gusano que taladraba la piel hasta la llaga.
Camina haciendo sonar los tacos en las baldosas. Los autos doblan y algunos conductores la miran de reojo. Las flores de su vestido brillando ante el fogonazo de las luces. Quiere mostrarse decidida aunque la forma de aferrar la cartera delate su debilidad. Toda la noche en los hombros, piensa. Siempre le había fascinado la noche, esa espesura de silencio en el borde del aire, ese miedo que le daban las estrellas como ojos o como perforaciones sucias de blanco. En la esquina había una parada de taxis. Ahí esperaría al gordo de los miércoles, ese que conoció bailando tangos en un boliche del bajo, que le mentía deseo en la pieza de un hotel haciéndola sentir cobarde.
Aquel hombre siente la soledad como nunca. Como una goma que se le pega en el cuerpo hasta sofocarlo. Siente que se le acumula en la carne formando un callo entre los pliegues, donde se juntan los gestos, los guiños, las miradas. Lo envuelve, lo acosa, lo mantiene lejos de la cordura. No le permite reponerse del desorden del miedo. Está atrapado. Se siente idiota al reconocerse indudablemente solo en medio de todos los que dicen quererlo. Toma pastillas, bebe. Se consuela viendo viejas películas, se habla de lo canalla que fue cuando tuvo la posibilidad de ser querido y se hizo a un lado, sin empaque, entregado en el desangre. Lee periódicos, manda mails, se deja caer en la web, hundiéndose en el estallido del chat donde otros hombres buscan señales que se parezcan al cariño, hiriéndose para sentirse vivos, regodeándose en la masacre de los nombres para hacer del nick elegido una salida terca de la monotonía. Su soledad es un bloque de cemento que se le clava en los costados, que tiene puntas y lo invita a caer. Pero se levanta. Quiere morir, pero algo lo aleja de esa idea. Un impulso, un improperio, una rebeldía única, nunca sentida, colándosele dentro de las costillas como un viento envenenado pero salvador. Las escenas de la película pasan ligeras, perversas. Isabel Sarli de guardapolvo blanco, la luz salvaje, la actuación impúdicamente mala, la mujer bella pero grotesca al fingir una calentura fatal. "Que pretende usted de mí" borrando todo argumento. Sin entusiasmo, el hombre bosteza. Es lo único que le pueden provocar esas contorsiones, esas lumbalgias de senos puestos de pie ante la cámara. Al terminar de ver, recorre con los ojos la breve habitación, encoge los hombros como si sintiera frío, aunque el calor es insoportable. Afuera la gente también finge ser feliz. Inventa razones para la dicha, planea encuentros, se ama, se busca, resbala en esa inercia de la amistad que va quedando como una costumbre similar al afecto. La gente tiene más armas que él para creerse feliz. Porque con la soledad se pierden las dimensiones de la dicha ajena, es necesario convertirse en espectador de ella, ver mejillas iluminadas de alegría, risas, el otro con el otro, para poder decir: "Eso es lo que no tengo", eso es lo que otros tienen y yo lo dejé escapar, una simpleza, manos que se juntan, calor en las bocas, la alegría, nada más, un bar, una conversación, vestirse para otro, para que otro distinto complete el cuadro que queda trunco si nadie mira, si nadie dice, estás hermosa o hermoso, sos mi amor, sos mi vida, sos, simplemente. Se pone la camisa y sale. No sabe que se encontrará con esa mujer, en el banco de cemento. Tan lastimosamente él en otro sexo.
Se convence de que el gordo de los miércoles no vendrá recién cuando ve al hombre acercarse, pálido, como si el tiempo le hubiera lavado la sangre dejándolo así, muerto y apagado en esa prontitud de sueño. Tiene los ojos chicos de espiar la vida desde un lugar cerrado. Ella sabe de esas cosas. El gordo es casado, mentiroso y da lástima arriesgarse a tenerle cariño. Ella pensaba todo en función de su madre, hasta se sorprendió una noche midiendo si su amante entraría en la cama de la vieja una vez que esta muriera. Se ríe de verse tan pobre intentando atrapar las migajas que alimentan el resentimiento. Quiere que ese hombre la vea, aunque sea ese, para no volver tan sin levante, tan despiadadamente no elegida otra vez. Por eso cruza las piernas con lastimada premura.
Sin expresión, el hombre se sienta al lado. Y se le presenta una casa gris, él llegando de la oficina, la habitación a oscuras, una mujer en bata, un hombre desnudo, un asombro, o dos, una pregunta que no se contesta, que no es necesario responder, el adiós. Piensa ¿cómo matar lo que nunca tuvo vida?, ¿cómo hacerse cargo de un sueño, cuando todos se han terminado? Y piensa también en el reposo de la mujer del banco, esa entrega, los ojos esquivos, la duda y un tajo de labios rojos a modo de sonrisa que quiere ser agradable.
El hombre huele a alcohol, a ropa transpirada y vuelta a transpirar. Recuerda a la madre que le echaba los candidatos y ella que la dejaba hacer por comodidad, por culpa. Y ahora ese, que no era lo que ella buscaba pero que está ahí, que debía verla como una puta para facilitarle las cosas, para que el amor no naciera, como no nació aquel único hijo que le hicieron y que tuvo que abortar porque los hombres las quieren vírgenes, los hombres no las quieren rotas, la madre llorando las faltas de una hija díscola, perdida.
- ¿Vamos a algún lado? - propone.
Cuando se reclina en el banco, sabe que esa mujer no le va a servir. Porque nadie entiende que para odiar, para el rencor se necesita un asco, como comer bichos, algo más deshonroso que encontrar a la propia esposa en brazos de otro o pensar que aún alguien podía amar al burócrata disfrazado de marido que traía flores a la casa y hablaba de las vacaciones. Es necesario sentir que la carne se desgarra en cólera, no soñada sino viva, un asco destructivo, como estrellar un puño contra la cara de alguien alguna vez deseado. Esa mujer es honesta. Tiene una pena sentida y cierta, por más que proclame ser una cualquiera, por más que vaya casa por casa diciendo su deseo, pidiendo mitigar sus calores de loca, la inocencia se le desborda tras cada caricia. No le servirá, no. Ni esa noche ni ninguna. Ni en el recuerdo, ni en la anemia de esas horas pasadas frente a la computadora buscando otras hembras odiables y felices, otras putas a las que dejar sin amor. Defraudado prepara la respuesta.
- Vivo cerca. Vamos a mi casa.



PÁGINA 10 – POESÍA ARGENTINA 


ERNESTINA ELORRIAGA
(Córdoba-Argentina)

TIKEN Y YO

Tiken canta en mis oídos /
me habla de la libertad y sus deseos
y yo me dejo crecer estas alas que
tienen música de infierno,
de huesos quemados
de fosa clandestina y vuelo alto muy alto
Tiken grita en mis oídos
me conmina a la libertad
y yo me dejo crecer entre las manos
un afilado puñal que tiene música
de tus huesos amor
de tus huesos amor .
Canta amor canta
que tu voz se embeba en la tierra
Africa es esa mujer que tu amas
a la que te entregas
y en el frenesí de la luz de tu canto rastafari
entierras la historia
la perra historia , la ramera historia que inventaron algunos
y alumbras la historia
ella se ofrece como los tigres salvajes
a ser alumbrada
luz luz dame luz en la mañana
que ha puesto sus manos en mi cuello
África África ámame como yo te amo
no me abandones
de mi pelvis brotan hembras alucinadas
cabalgando tus animales desheredados del mundo
occidente hiede
África
África occidente hiede
hiede por sus purulenta luces
por su normatizado universo
dame luz aquí en París para que mi voz se clave
en sus ojos y la deje ciega
Francia que me desprecias y me usas
ay amor
ay amor Africa mia
que no daría por acunarte en mis brazos
para que te duermas acurrucadita
que mi corazón te abrace y
en ese abrazo renazcas negra negra
la pantera partera inaugurando un mundo
donde entremos todos
Tiken ay ay ay
me haces crecer alas
mientras la mañana se alarga en grises infinitos
y de tu mirada nacen lluvias que nunca
han de alcanzar para lavar
tanto pecado
Tiken ay ay ay
canta.

SONIA RABINOVICH
(Córdoba-Argentina)

XIV
 
Se abrieron las ventanas.
El viento armó las cortinas como velas.
Ël estiró su cuerpo.
Ella quedó fetal sobre las sábanas.
 
La pequeña muerte, dijo
o no lo dijo.
Los signos le pesaban sobre la mente en blanco.
Los cuerpos fueron cuerpos
y el vacío ocupó lugar
en la garganta.

CARLOS GARRO AGUILAR
(El Fortín-Córdoba-Argentina)

LEJOS, MUY LEJOS
        
A espaldas de las horas del mundo,
en otro tiempo -desnuda,
cantas.

Sexo mojado, pestañas entreabiertas, el goce
desliza sus últimos palpos
sobre ti.

Hueles a tomillo, a cannabis, a almizcle,
a secreción.

Temor y sombras han partido.
Y ahora flotas –delicia ciega,
saciedad colmada-
en el agua suntuosa de la fascinación.

Lejos, muy lejos.
Bajo los mismos párpados de la eternidad.

SUSANA CABUCHI
(Jesús María-Córdoba-Argentina)

CITA

I

Has regresado
a las veredas del carnaval,
como antes, cuando
éramos alegres.
Recuerdas, confusamente,
a Prèvert:
A mi casa que no es mi casa
vendrás. Pienso en otra cosa
pero no pienso sino en eso y
cuando hayas entrado te quedarás
inmóvil frente a los rojos pimientos
colgados del muro blanco.
Justifico,
la vida es breve.
Advierto,
ha sido
demasiada la ausencia.
¿Pero qué hice sino esperarte?

II

Pensábamos que era tarde.
Que los fuertes resplandores del deseo
habían sucedido en las calles del río,
entre la hierba,
o frente a los trenes
que pasaban, ajenos,
o en las eternas noches
dedicadas a medir
la respiración
y la duración de los besos.
Nada hemos perdido.
Para este encuentro
sumamos
países y tristezas,
los rostros de los que hemos amado,
los libros que leímos,
la belleza del mundo.
Serenos como antiguos amantes,
sorprendidos como Eva o Adán,
afirmados en el temblor
y en el instinto,
entregados
a una victoria más:
la gravitación del fuego,
la claridad de su mandato.

MANUEL LOZANO GOMBAULT
(San Francisco-Córdoba-Argentina)

EL ARCO IRIS LUNAR

Con un trineo lila entro en la fiesta,
en la aberrante jungla de los otros.
Mañana será tarde:
No habrá piadosos amuletos transformados,
ni estambres de la sumisión,
ni el paso astuto de alacrán entre columnas rotas.
¿Qué madrigal de las tumbas muy lejos de las vidrieras
donde espías al niño velador de tu fósil?
Fósil debajo de las lluvias enceguecidas, fósil
despavoriéndome en rosario de coronas casi invisibles.
¡Allí llegaste con tu rueca enjambre, vieja de la escarcha!
Hube perdido el conocimiento de ese mundo falaz.
Tajeé y tajeé y tajeé todas las puertas
mientras subía en el naufragio de mi raza
aferrando contra esta piel las hilachas de un perfume,
el desvelante corazón de un relicario abierto.
Herido de mandrágora tu pacto.
Miro de nacer por la escondida noche
la perfectísima llaga vagando en los jardines.
Estas genealogías donan el imaginado ácido del dios
y encienden lámparas de carnaval.
¡Bienvenida la disfrazada de espectro,
carcomida de encantos ridículos tu sombra!
El colibrí traga arena tibia (traída de los sueños)
para borrar de estas manos los estigmas tan crueles.
¿Por qué he de volar así?
¿A qué este suavísimo celeste en las tinieblas?
Queda cerca tu adiós.
Ya dejas los cristales rotos, los desprecias
como desprecias la traición del amor antes del alba.
Sólo el adiós se recupera de este lado.
¿No escupo el fuego de mi sola agonía hasta el desdoblamiento
de Adán en lepra, de barro en liquen?
¿Es que no asciendo al tiempo de las hijastras caídas?
No encuentro diluvio hacia arriba
más que el sello de mi profanación.
La luz es impostora.
El traje es impostor.
Quema el silbido de esta boca en los hierros. 


 PÁGINA 11 – CUENTO

NECHI DORADO
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

EL VESTIDO MADE IN BANGLADESH

El vestido estaba ahí, todavía no lo habían vendido;  flameaba suavemente al compás del aliento fresco de la brisa que parecía convertirlo en bandera de la mano de obra barata.
 Ingrid lo miraba como hacía todos los domingos  cuando salía de la monotonía de su casa  tratando de empaparse de rayos de sol y cielo abierto. El primer o último día de la semana, según la fuente que se consulte, lo vivía distinto entre tantos iguales.
El paseo que realizaba con su amiga comenzaba por la feria artesanal, allí caminaban sorteando puestitos ubicados en hileras desparejas, serpenteantes, donde la policromía de los toldos resaltaba por entre las hamacas, toboganes y calesitas de hierro, también multicolores.
Feria que de tal solo guardaba un recuerdo agonizante; hace rato que esos espacios dejaron de ser exposiciones de artesanía para convertirse en pequeños negocios pintorescos en los que se ofrecen artículos importados. El arte y los artesanos quedaron sepultados entre las raíces de los árboles añosos cuyas copas trataban, infructuosamente, de agitar la memoria de un ayer que tal vez no fuera mejor, pero seguramente, fue mucho menos comercial.
Transitaban entre aroma a sahumerios, globos de aluminio, adornos de vidrio, instrumentos musicales de madera y mucha ropa entrada al país en inmensos buques, que arañando olas encrespadas tras larguísimas travesías, al tocar puerto habrían de triturar migas de pan en las mesas de los trabajadores obligados a colgar sus mamelucos antes de tiempo.
La influencia “made in” logró troncharle los talones al futuro cuando descerebrados del mundo contemporáneo decidieron que era más redituable importar que producir. De allí que el mundo fuera lanzado por un precipicio hasta quedar inmerso en una brutal crisis económica y ejércitos de desocupados impulsados barranca abajo comenzaron  a pulular por las grandes orbes, ataviados con frágiles armaduras de miseria.
A ella le encantaban los amontonamientos de tonos estridentes chocándose entre sí sobre las telas: amarillo, violeta, naranja, verde brillante, turquesa,  rojo fuego, negro.
Como el vestido de colores “made in Bangladesh” que resaltaba entre los otros, atrayendo su mirada.
-Me pregunto por qué no te lo comprás, comentó Haydee. Siempre te gustó esa ropa y sobre todo ese escándalo explosivo de pigmentos alocados. Convengamos que no sería la primera vez que te apartás de la discreción, agregó, y siguió diciendo:
-Además reconozcamos que es tu estilo histórico. Te recuerdo jovencita, descalza, con el pelo lacio, llovido, cayendo sobre tu espalda cubierta por telas coloridas como ésa. Hablabas de la guerra de Vietnam queriendo ir hacia allá para cuidar a los niños huérfanos; recordaba la mujer como tratando de empujar la decisión de su amiga de tantos años que ese domingo se reprimía frente al puesto mirando pensativa el bailoteo de la prenda.
-Gringos hijos de puta, decías con un odio que parecía nacer en tu estómago. ¿Te acordás? Preguntó Haydee sonriendo al evocar ese pasado inolvidable del que ambas fueron parte.
-Si, me acuerdo y lo seguimos diciendo, ¡gringos hijos de tres mil putas! no te despegues de la consigna que también fue y es tuya, enfatizó Ingrid  sonriendo y antes de explicar el motivo de su inminente negativa.
-No, no lo compro. Hay algo que siento como escondido en esos pliegues. Intuyo que cada puntada atraviesa el llanto de niños sin madre. Como todo lo que se ofrece hoy está empapado de ninguneo a la vida,  trasciende el límite del  espanto en medio de esta guerra actual, sin balas a veces, pero guerra al fin.
- Mirá ese rojo, parecen brasas encendidas sobre el ocre oscuro de aquellos cuerpos doblados sobre las máquinas de coser. Siento escalofríos, quisiera meterme en la trama de ese tejido, entrar por cada agujerito, acabar con aquella vergüenza. Aparecer lejos de aquí, trasladarme hacia donde los ayes son ignorados y se convierten en agujas punzantes.
-Vos sabés de qué te estoy hablando, lo comentamos cuando sucedió, recordó y sin esperar respuesta siguió diciendo:
- Miralo bien, decime si las manchas no parecen las siluetas de  esas mujeres. El verde se ve como un charco de lágrimas y el amarillo es como que explotara. ¡El vestido estoy segura que salió de aquella maquila, Haydee! ¡De ese  lugar donde las grietas de las paredes se invisibilizaron escondiendo la tragedia tan anunciada como evitable!
-¡Ay no! No, Ingrid! definitivamente hoy estás muy angustiada, vamos hacia otros puestitos, olvidate de ese vestido, casi ordenó Haydee contagiada por la congoja de su amiga. Ambas mantenían los mismos conceptos desde siempre.
A metros de la percha donde seguía danzando su ritmo de aire y matices el vestido “made in Bangladesh”, un grupo de jóvenes seguidores de algún gurú al que una pseudo sacralización premiara con fortuna impresionante, movía sus pies al compás de un ritmo pegadizo. Ataviados con túnicas livianas, casi transparentes, en las que predominaba el color naranja, hacían sonar sus mridangas y kártalos mientras repetían su mantra krisnaísta con la mirada como ausente, perdida en su propia incógnita.
Metida vaya a saberse en qué extraño laberinto inexpugnable, en tanto agitaban sus cabezas rapadas. Mutiladas por dentro, desnudas por fuera, sobrevivientes de un permanente funeral de neuronas al que fueron introducidos y del que no podrán salir con facilidad.
A pocos metros de ahí, casi chocándose como los colores del vestido, un grupo de personas escuchaba atentamente a un señor que disparaba culpas sobre los oyentes, a la vez que  aseguraba que de algún cielo rencoroso, impúdico, de celeste más claro que el estampado en la tela del vestido, llegaría la salvación eterna. Siempre y cuando se cumplieran órdenes y no se cuestionara nada. Siempre y cuando se mirara hacia las propias tripas. Falsos profetas del apocalipsis con ínfulas de “elegidos”.
Sectas aquí, sectas más allá y esa contaminación purulenta que se extiende y actúa como telaraña donde quedará atrapada la voluntad y la autonomía de las víctimas.
Ingrid apuró el paso hacia la salida del predio, una oleada de indignación se sumó a la angustia formando ese cóctel explosivo que suele arruinar jornadas, aunque el sol acaricie tibiamente y la tarde se acurruque en el tapiz matizado de verdes, donde los niños revuelcan su infancia y los adultos ven correr los días iguales, casi pegajosos.
-Vamos Haydee, es demasiado por hoy. Este hermoso domingo de otoño se juntaron muchas víctimas en este espacio.  ¡Y ya estoy harta de víctimas y harta de estupidez!
El vestido siguió danzando su ritmo mientras los colores parecían ir empalideciendo la tarde que agonizaba. Como la de Bangladesh.



 PÁGINA 12 – ENSAYO

JORGE FALCONE
(La Plata-Buenos Aires-Argentina)

ENAMORARSE

“Lo importante del amor
es que sea infinito mientras dura”.
Eduardo Galeano,escritor uruguayo.

Mi matriz familiar me legó la noción de que para cada humano existe un alma gemela, y que el mayor desafío de la felicidad consiste en encontrarla. La sociedad de mi tiempo me instruyó en el mito de la "media naranja", consistente en que alguna vez ese alguien al que estamos destinados habrá de completarnos.

Demoler ambos presupuestos reporta un dolor profundo. Al fin y al cabo no abunda quien se haga al camino dudando de sus mayores.

Dicen los que saben que a menudo buscamos en el/la compañer@ de vida un algo de nuestros padres. En todo caso, atributos no enteramente ajenos.

Aunque en un marco signado por la austeridad que imponían mis ideas, di el primer SI frente al altar. Firmé ignorando que con tinta limón el compromiso de que fuera "hasta que la muerte nos separe". Occidente se cuida de instruirnos en la dialéctica, pero fue Heráclito antes que Marx quien sostuvo que "nunca nos besa los pies el mismo río".

Aquella primitiva noción de incompletud me tuvo vagando, ante el primer e impensado desencuentro, como un alma en pena que ya nunca volvería a encarnarse. Vinieron luego espejismos, en la adolescencia del amor, que a menudo lo confundieron con la pasión. Pero parece que el primer sentimiento trama un tapiz que abriga, y el segundo arrebata dejando sólo cenizas.

Duro fue transitar el Sahara del afecto siendo en la reunión social el incómodo invitado impar. No es la nuestra una sociedad muy respetuosa de una escogida soledad.

Cuando cicatrizó mi cuero de la más profunda herida, saltimbanqui me volví de cama en cama... aunque no tardó aquella práctica en revelarse como aliada de un YO indispuesto a escucharse. Primate aún de las emociones, busqué en la epidermis de mi prójima la garantía de una relación gratificante, mas ese nuevo intento jamás condujo hacia la estabilidad: ¡Una década alterné con el mismo arquetipo de mujer encarnado por distintas intérpretes!

Quien descree de si mismo se aferra a sus propios verdugos.

Pero al cabo de un año sabático de féminas, y como acostumbra a decirse, comprobé que a menudo se encuentra cerca lo que se busca lejos: Una compañera de trabajo devino compañera de vida.

Estoy seguro que la percepción del amor tiene edades. Pero también intensidades. Sin minimizar vínculos previos, un hermoso pasaje de la novela “El nombre de la rosa” de Umberto Eco, alguna vez iluminó mi entendimiento de lo que actualmente siento.

Transcurre durante la velada posterior a la experiencia sexual primeriza del entenado Adso de Melk, cuando desvelado interroga a su mentor William de Baskerville - monje franciscano como él - acerca del nuevo sentimiento que experimenta:

_ Señor - comienza el joven aprendiz -, hay algo que debo contaros.
_ Ya lo sé; responde el maestro.
_ ¿Me oiréis pues en confesión?
_ Bueno… preferiría que antes me lo explicaras como amigo.
_ Maestro… ¿habéis estado alguna vez enamorado?
_ ¿Enamorado…? ¡Muchas veces!
_ ¿De veras?
_ Naturalmente: De Aristóteles, Ovidio, Virgilio, Tomás de Aquino…
_ No, no, no… Quiero decir de una…
_ Oh… ¿no estarás confundiendo amor con lujuria?
_ Tal vez. No lo sé. Sólo deseo su propio bien. Deseo que ella sea feliz…
_ Oh, cielos…
_ ¿Porqué “oh, cielos”?
_ Estás enamorado.

El diálogo continúa, abordando los inconvenientes que tal circunstancia reporta a un fraile, lo cual carece de relevancia al efecto del parangón que deseo establecer, ya que también daría lo que no tengo porque a ella jamás la rozara el ala del dolor, y porque su vida fuera una completa fiesta, puesto que entiendo que amar a quien lo merece y ser correspondido constituye uno de los pocos tesoros que proporciona la existencia.

Al cabo de casi una década, y aunque suene algo sensiblero, debo confesar que hoy brego por cada instante de vigilia que pueda prorrogar con ella, y la extraño hasta mientras duerme. Quizá porque las respuestas que buscaba descansan al otro lado de mi almohada. He aprendido a disfrutar hasta las privaciones que comparto con ella.

Supongo que la madurez trae consigo capacidad de transacción y sutileza para el mutuo cuidado. Quizá otro tanto aporta seguir demoliendo mandatos y equiparar los roles, legitimar fantasías individuales para ejercer el Kamasutra en casa, huyendo de aquel prejuicio atroz que consagra ternura para la esposa y pasión para “la otra”.



 PÁGINA 13 – POESÍA ARGENTINA

ROGELIO RAMOS SIGNES
(San Juan-Argentina)

MANIFIESTO ACERCA DEL OFICIO
(o Cómo hacerme de enemigos
antes de que den las 12)

Saco el corazón de un poema cursi
y lo coloco en otra parte.
Ya ha dejado de ser lo que era
para ser lo que es: un músculo hueco,
una bomba que aspira y que expulsa
sangre en cautiverio.
Saco el ángel de un poema cursi
y lo pongo a secar en el tendedero.
Ahí está. Es ese híbrido de persona
y de pájaro indeciso que chorrea en la soga.
Saco las alas de mariposa de un poema cursi
y las pongo en una vitrina del Instituto Lillo.
Allí son lo que son, telitas de cebolla
en pequeña imitación de un arco iris.
Trato de sacar el alma de un poema cursi
pero no puedo. No sé qué es el alma
ni dónde se encuentra. Por eso es que dudo.
—Es un ángel (me dicen)
—¿Otro ángel? (me digo)
Es un gitano de grandes bigotes
que roba niños por la noche.
—Es un ángel con forma de mariposa
(me dicen)
—¿Otro ángel? me digo / ¿Otras alas?
Es un molino de viento
que delira con quitarle la Dulcinea
al cerebro de don Quijote.
—El alma es el corazón humano
de un angelito etéreo (me dicen)
—¿Otro ángel? me digo ¿Otras alas?
¡El mundo es una pajarera!
Saco la palabra poema de un poema cursi
y doña Petrona viene como un relámpago
secándose las manos con un repasador.
—Dígale al caballero
que sin puema no hay puema, Juanita.
Y Juanita me lo dice.
¡Ahí tenés!
Y apago el televisor durante décadas,
pero la tecnología
trae las nuevas redes sociales
con infinitas tandas de poemas cursis
llenos de corazones, de ángeles y de almas.
Entonces pongo una herrería
y le doy con el martillo al hierro candente
y escucho a jornada completa
rugidos de heavy metal
(ese es mi castigo),
mientras saltan las chispan
y los ángeles no se arriman
por miedo a que se les quemen las alitas.
¡Lepidópteros!
¡Pirofóbicos!
¡Cobardes!

HERNÁN SCHILLAGI
(General San Martín-Mendoza-Argentina)

todo este texto
una historia sin contar
un enrevesado final que se pierde
algo por juzgar por sufrir en los labios
una sed o realidad
concreta en los sueños
una ficción que sangra
y late con gestos rotos
este texto
todo pedazos todo desnudo
oculto en la luz se descubre materia informe
alumbra un pasado futuro
y es cruz de palabras huérfanas
en los espacios blancos del amor
con las líneas de su piel sin borrar
honrará el engaño de una escritura
y buscará entre la noche letra por letra
el peligroso amparo de mis ojos

ya ves que ha llegado la hora de partir
el momento en que tus manos me sueltan
todo un invierno encima
partimos para dar con el viento
que aleja los recuerdos
y nos convierte en un hermanado nadie
partimos para que cada uno cante cuente
la retaceada historia de los días
la no escrita leyenda de los pasos
los mensajes que van en la sangre de los ríos
es el azar que cumple con su destino
no has crecido ya ves yo tampoco
y no hay víctimas ni espera ni esperanza
para Antonio Di Benedetto

saliste de mí me encontraste
la noche es una pregunta a medias
un beso desnudo a la tierra la sombra
de un fuego fatuo que te reclama
con una débil voz a contraluz
me encontraste saliste
afuera no soy el mismo soy
la rota columna que olvidaste
las ruinas de unos brazos en cruz
los muros vencidos de la esperanza
y te rodeo apunto a tu garganta
te clavo el temblor de mis dedos
busco en tu conciencia mi pasado
quién de nosotros sujeta el puñal
quién suplica ahora por los dos
quién es el silencio y quién la palabra.

AMELIA ARELLANO
(San Luis-Argentina)

DUNAS

Estás parado en un universo hecho de piedra y dunas.
Nadie ha de salvarte.
Ni la agonía del polen, ni el parto de la rosa.
Ni las huellas  en las ardientes colinas.
 Ni la saciedad, ni el hambre.
Ni las ramas que brotan de tus ojos.
Ni los anillos de lluvia.
Ni lo negado, ni lo dado.
Ni la pupila cerrada del Bautista.
Ni la espada, suspendida,  de Damocles.
Ni el oro de Siddartha ,ni la plata de la traición abrazo.
Ni Lancelot, ni Gilgamesh. ni el caballo de Troya.
Nada habrá de salvarte.
Acaso los salmos de la historia
Que no has de conocer, hoy. Tal vez, nunca.

FERNANDO G. TOLEDO
(General San Martín-Mendoza-Argentina)

EL ENEMIGO NUEVO

Cuando demos la espalda por primera
vez, cuando cada paso esté previsto
excepto en ese punto en el que el suelo
ya no es lo que antes era, cuando el ojo
empiece a acostumbrarse a lo más negro,
cuando haya que volver a una rutina
que no ha dejado huellas ni señales,
cuando empiece a sobrar cada minuto
y haya menos futuro que pasado,
cuando se difuminen los contornos
y hasta los nombres propios se parezcan,
cuando seamos víctimas del tedio,
de la amnesia, del pulso y de la espera:
¿Qué clase de enemigo ya seremos?

RICARDO LUIS TROMBINO
(San Juan-Argentina)

CANTO RODADO

Es cuestión de las acequias, en tiempo ayer las palomas,
el sueño en la montaña nueva y los pies cansados
 
de empujar arriba el peso de una aventura a lo alto.
Me dijeron una vez vale la pena, sí,
 
la mecida tonada de un recuerdo
cuando la torcaza sobrevuela nombres quietos de la siesta.
Empujé travesías a desgano de piedras
con un fulgor zonda calcinando entusiasmos.
Busqué en sombra de algarrobo la respuesta del desierto,
agua como vena por debajo de la tierra.
Tiré piedras en el río del verano,
 
espejé en su caudal mi poesía;
me llevó rodando a los sueños de la nieve,
me trajo cordillera en cristalinas gotas
y descubrí en su arena mi destino.
Hoy, poeta deletreando los cerros,
acunando en el valle comisura de olvidos,
 
abrazo una guitarra de árbol recuerdo
y canto un poema, me reúno con los álamos,
me refresco la historia en las acequias;
viene en remolino el ayer, días infancia de los pájaros
que enjauló el pavimento de otra costumbre,
una traición por la espalda del sueño.... Y este grito hecho verso rasgando vientos de la tarde,
palabra que me salva para crear de nuevo
el horizonte postergado.
 
Y me invento otra calle para despertarme,
saludo a los pájaros en la incertidumbre del lucero
para que me nombren los días futuros
 
y se meza entre los álamos mi renovado canto,
poema despojado, desnudo,
la voz creadora de mis ojos en la urdimbre del río distante,
en la cumbre del agua gestando racimos.
Ando entonces, desde entonces,
 
como canto rodado,
pariéndome otra vida
mientras ruedo por el tiempo de los sueños
en despojo y apropiación del mundo,
hilo de sol en mis aristas,
dorada huella en la veta de las búsquedas.
Tengo el nombre de la sed bautizándome los años
y el lagar de estos poemas para beberme otra vida.
Bienvenida la disfrazada de espectro,
carcomida de encantos ridículos tu sombra!
El colibrí traga arena tibia (traída de los sueños)
para borrar de estas manos los estigmas tan crueles.
¿Por qué he de volar así?
¿A qué este suavísimo celeste en las tinieblas?
Queda cerca tu adiós.
Ya dejas los cristales rotos, los desprecias
como desprecias la traición del amor antes del alba.
Sólo el adiós se recupera de este lado.
¿No escupo el fuego de mi sola agonía hasta el desdoblamiento
de Adán en lepra, de barro en liquen?
¿Es que no asciendo al tiempo de las hijastras caídas?
No encuentro diluvio hacia arriba
más que el sello de mi profanación.
La luz es impostora.
El traje es impostor.
Quema el silbido de esta boca en los hierros. 



PÁGINA 14 – CUENTO

LUCIANO LAMBERTI
(San Francisco-Córdoba-Argentina)

UNA VISITA AL SEÑOR

Mi abuela enfermó de los huesos y fuimos a ver a un sanador. Le decían el Nene, nunca supe porqué, y vivía en San Juan, en medio de un valle rodeado de montañas y a cincuenta kilómetros de cualquier asentamiento civilizado. En esa época no era conocido, o lo era a un nivel subterráneo (no había salido en el diario ni en la televisión) pero la gente iba a verlo desde diversos puntos del país, porque su fama pasaba de boca en boca. Le llevaban flores y velas y aunque el Nene siempre lo rechazó, rezaban por él, a través suyo. Pedían su intercesión. Yo oí hablar de él y creí, aunque nunca creo. Oí que había resucitado al perro de un vecino, que había curado enfermedades, que había materializado de [[la nada]] un puñado de arena a una mujer de Buenos Aires (la mujer todavía conservaba la arena en un frasco). Supongo que creer era inevitable. Al oír hablar del Nene se abría una puerta, una diminuta y oxidada puerta, e ingresaba la luz. No soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme.
La empresa se llamaba Los Crespines. Organizaban excursiones educativas, familiares y para la tercera edad. Los viajes especiales para ver al Nene salían cada dos meses. No eran baratos, pero tampoco representaban un gasto desmesurado, y el Nene no cobraba a sus fieles más que un alimento no perecedero, una bolsa de arroz, de fideos, de polenta, una lata de arvejas, que luego eran donados a los pobres. Salimos a las diez de la noche. Hacía mucho frío y el colectivo estaba estacionado frente a la terminal. No en la terminal, sino al frente. Habríamos sido unas treinta o treinta y cinco personas. Algunos se habían llevado un banquito de lona y se habían sentado para esperar el colectivo. Otros tomaban mate o café en la tapa de un termo. Mamá me dio muchísimas recomendaciones antes de que subamos al colectivo, y las olvidé a todas excepto a una muy extraña: No dejes que tu abuela se baje antes de llegar. ¿Qué quería decir con eso? Todavía no lo sé. Después el chofer subió a la cabina y abrió la puerta neumática del colectivo. Ayudé a mi abuela a subir la escalera y ella gimió audiblemente mientras yo la sostenía del brazo, pero cuando nos ubicamos en nuestros asientos sonreía con calma y aprovechó la oportunidad para volver a contarme por qué le dolían los huesos. Sus teorías. Cuando era joven, doce o trece años, mi abuela se despertaba a las cuatro de la mañana para ordeñar. Ordeñaba sentada en un banquito de madera, bajo un techo de chapa sin paredes. Hacía mucho frío, las manos se le congelaban y tenía que meterlas en la leche tibia hasta las muñecas para recuperar el movimiento. Al primer rayo de sol caía el rocío. Podía vérselo brillar en el pasto. Sobre ella y sus hermanos, sobre las vacas, sobre los teros y las vizcachas y los gauchos, caía el rocío. El rocío entra en los huesos, por más que uno se abrigue o tome precauciones, atraviesa el abrigo, capa tras capa, y luego la piel y los músculos y enfría el líquido que hay en el interior de los huesos. Como una inyección helada. Un frío imposible de sacar que fue royéndola todos estos años. Mientras lo recordaba, mi abuela se estremeció. El rocío le había desgastado las articulaciones, las rodillas se le hinchaban y le dolían y la habían tenido que operar varias veces en el Hospital San Justo. La operó el doctor Aguirre. Muy buen doctor. Le habían abierto las rodillas y le habían puesto prótesis metálicas en las rótulas. Había estado un par meses con las piernas levantadas, sujetas a poleas y en las semanas posteriores tuvo que aprender a caminar de nuevo como un chico. Todo por el rocío.

Habíamos pasado el primer peaje y ya había cabezas alrededor de nuestro asiento interesadas en oír y opinar y también contar sus relatos de redención. Un hombre pelado con camisa a cuadros dijo que iba porque a su hija, que dormía unos asientos más atrás, le habían diagnosticado leucemia. Una mujer que comía compulsivamente caramelos mentolados nos contó que se estaba quedando ciega. Otro, que el negocio (una ferretería) andaba mal y estaba a punto de quebrar. Incluso cuando el chofer apagó las luces, y el colectivo se hundió en la oscuridad, la oscuridad pura sin estrellas del exterior, las voces continuaron y continuaron, lejanas y veloces como las voces de un sueño o las conversaciones que se oyen en el teléfono cuando las líneas están ligadas. Cerré los ojos y me dormí.

Desperté a la madrugada. Amanecía. Oí el ruido del mate y olí el café barroso del colectivo. Algunos conversaban en voz baja. Alguien dijo que habíamos atravesado hacía un par de horas la capital de San Juan, y al mirar por la ventanilla casi doy un salto. La ruta se internaba en el desierto más puro que vi en mi vida. No había nada, pero nada de nada. Campos sin alambrar. Ni una vaca, ni un árbol. Ni siquiera postes de luz. La tierra seca cubierta de piedras redondas. Al fondo del colectivo, un bebé empezó a llorar. Mi abuela dormía con la boca abierta.
Me levanté a buscar un café y cuando volví se había despertado y había sacado de no sé donde una de esas revistas gratuitas de los Testigos de Jehová. Una "!Despertad!". A veces las leía. Le di mi café y fui a buscarme otro. En el camino me crucé con el pelado de camisa a cuadros, que se había sentado en el apoyabrazos del asiento y charlaba con los que tenía al lado. Me guiñó el ojo.
Me senté, me puse el walkman y oí un par de temas de "Canción animal", de Soda Stereo, que había salido un par de meses antes. Mi abuela me habló y me saqué los auriculares. Me dijo que no faltaba mucho para llegar. El colectivo se internó en un camino de tierra que bordeaba las montañas y al rato el chofer anunció que se veía el techo de la casa. Nos asomamos a la parte derecha del colectivo. Abajo, en medio del valle solitario había una casita diminuta. Al costado de la casa había cinco o seis colectivos estacionados uno al lado del otro. Ya era de día.
Las montañas, quizás por el mineral del que estaban constituidas, eran rojas como las montañas de Marte que uno ve en las fotos de las sondas espaciales. El colectivo fue subiendo en espiral y después de una curva bajó abruptamente hacia el valle. Cuando estábamos llegando, algunos impacientes se pusieron de pie y se amontonaron en el pasillo. La puerta se abrió con una exhalación. Ayudé a bajar a mi abuela. Había otros grupos de personas esperando, veinte o treinta por cada ómnibus. Mi abuela empezó a hablar con dos mujeres de su edad, que habían llevado reposeras. Poco después la vi sentada en una de las reposeras, tomando mates.
Afuera había viento y de inmediato se me taparon los oídos, supongo que por la altura. Oía como a través de una lámina.
La gente decía: si uno no cree, el Nene no puede hacer nada. Si uno no cree, no funciona, así de simple. El Nene usa la energía, la fe de cada uno. El chofer de nuestro colectivo, un hombre que parecía carecer por completo de cuello, pasó entre nosotros diciendo que una chica iba a recoger los alimentos y que quizás el Nene se dirigiría a la multitud antes de empezar a atender. A veces salía y hablaba en voz alta, daba un mensaje que todos más o menos podían considerar como suyo, o rezaba junto a las viejas una novena del rosario. Lo había hecho un par de veces. Esta vez no lo hizo.

La chica que pasó a recoger los alimentos estaba vestida como una Testigo de Jehová. Pollera larga, camisa con hombreras. Decían que era la novia, la hija o la sobrina del Nene. Recolectaba los paquetes en una bolsa de consorcio. Cuando pasó al lado nuestro, mi abuela le mostró los spaguetis antes de dejarlos caer en la bolsa y le preguntó algo, no escuché qué. La chica no respondió.
A las nueve, formamos una fila que entraba por una puerta a la casa del Nene y salía por otra. Pensé que había una cierta organización, por el bien de los que iban a verlo. Empezaron a pasar. Los que esperábamos de un lado tratábamos de ver si en los otros, en los que ya habían salido, podía registrarse algún cambio visible. Mi abuela, que tenía que formar la cola de pie, empezó a quejarse del dolor en las rodillas. Alguien le ofreció un banco de lona y ella se sentó. Había gente en silla de ruedas, gente con el ojo tapado por una gasa, gente con muletas, niños con labio leporino o con un barbijo que les cubría la mitad de la cara. Cuando llegó nuestro turno, me temblaban las piernas, un poco por el cansancio y un poco porque estaba excitado, ansioso. La puerta de la casa estaba abierta y había una esterilla de cuentas colgando del marco. Desde el interior llegaba una luz tenue y olor a incienso y a sahumerios. La chica que había recogido el alimento hacía pasar a las personas de a una, incluso si habían venido a acompañar o ayudar a alguien. En eso el Nene era inflexible. También los choferes tenían que pasar. Dejé a mi abuela primero y me quedé a un metro de la esterilla, mirando alternativamente la luz que venía del interior y a la chica con expresión impasible de empleado público. Oí la voz del Nene hablando con mi abuela. No entendía las palabras pero me asombraba la fuerza y la rispidez de esa voz, como la de un hombre de campo retando a un perro. Después un grupo de personas se puso a cantar y dejé de oírla. No sé si estaban esperando para ver al Nene o si ya lo habían visto. Cantaban:

"Señor, me has mirado a los ojos,
sonriendo, has dicho mi nombre,
en la arena he dejado mi barca,
junto a ti, buscaré otro mar".

Corrí la cortina y entré. Las paredes estaban cubiertas de estampas de la virgen y rosarios de distintos colores. Uno de los rosarios parecía hecho de flores, pequeñas rosas blancas. Había velas encendidas y derretidas en el piso y los muebles. Había olor a rosas, no a incienso ni a sahumerios. Pero no había rosas. El aire me oprimía la cabeza.
El Nene estaba de espaldas, haciendo algo con las manos, y tardó unos segundos en darse vuelta. Era morrudo y alto, muy alto, casi dos metros. Tenía el pelo largo y una barba rojiza, profusa, que le llegaba hasta el pecho. Estaba vestido con botas, camisa y bombacha de gaucho. Se acercó y me miró a los ojos. Se me destaparon los oídos. Me puso una mano en la cabeza y me largué a llorar. No quería hacerlo pero tampoco podía evitarlo. Me dijo: Todo lo que pasa es inevitable. Lo que pasó, no puede volver a pasar, no puede ser arreglado de ninguna forma. Luego me dijo algo que no puedo decirle a nadie.
Le dije que sí, que entendía. Cuando le iba a hacer una pregunta, me empujó con una fuerza un poco excesiva hacia la salida. Antes de salir, por otra cortina idéntica a la de la entrada, vi, en medio de una silla cubierta de velas, la foto de alguien que corría de espaldas a la cámara.

Mi abuela tomaba mate con otras viejas. Me sequé los ojos, me acerqué y me quedé al lado suyo. No pude hablar, por un largo rato. Cuando recuperé la voz le pregunté qué le había pasado. Yo tenía once años y en el lugar donde el Nene me había apoyado la mano tendría una cicatriz para toda la vida.
No sé muy bien, dijo mi abuela.
¿Pero te sigue doliendo?, pregunté.
Sí, claro, dijo ella. 


PÁGINA 15 – POESÍA ARGENTINA

ANTONIO JESÚS CRUZ
(Santiago del Estero-Argentina)

TORMENTA NOCTURNA

Brama perturbador el trueno
y un destello certero
ilumina la borrasca.
.
Espejo negro,
el agua que corre por las calles,
refleja resplandores
de una tormenta
que alimenta quimeras.

Concierto extraño
de fuegos y tambores;
pretexto
para la punzante soledad
hecha poema.

ALEJANDRA DÍAZ
(Tucumán-Argentina)

BORRADOR

el lápiz toca el suelo descalzo inventa un trazo / otro otro
el horizonte la perspectiva/ ausente hoy
la mano se lamenta /tacha borra carraspea invierte el papel
y falta el trazo...
cómo atrapar por un instante y devolverlo luego
la respiración del mundo que no duerme

la noche de san juan pisando brazas
parques...calesitas...sortija de la vida /papelito
de la suerte que nos entrega con su pico
un lorito verde al que le cambiaron libertad por sueño ajeno

no es preciso dibujar ni parecido el transcurrir la luna faro lejano
en muelle donde encallan los barcos de los sueños
que han muerto antes de haber nacido muertos
sin olvidar el trazo de la gotera molesta en la canilla

fichas de dominó cayendo no alineadas

y lágrimas de alicia y las del cocodrilo
la risa de los niños que deviene en llanto
antes de ver el dia
sin haber dicho dónde quedaron escondidos

el lápiz sigue el trazo ahora intenta un totoral
un viento de cenizas sobrevolando el Ganges
el tiempo en el que
llega a la otra orilla el naufrago
que intenta...salir de la crisálida mientras
una mujer sumergiéndose se transforma e manzana
ingenua abraza al hombre

siguiendo el baile del amor carnavales ebrios
sobre el cerro de los siete colores

el lápiz descalzo se detiene cansado
borrador de la vida

que nace y renace
del intento / borrador de la vida
que ensaya nanas de cuna vieja
dormidas en el patio de abuelos que no están
y que nunca se han ido

sigue el lápiz descalzo el paso / la memoria
que mira para adentro

insomnes habitantes
que están siempre despiertos...

MARIA PIA DANIELSEN
(Santiago del Estero-Argentina)

NO TE MUERAS EN MI

Si la aurora reinó majestuosa
en el rito ancestral del descubrimiento,
si la incredulidad
enmudeció la razón
porque el espíritu
resultó caleidoscopio,
si el brillo cegó tus ojos,
si aun los tajos profundos
lastiman impidiendo el gozo,
no me acompañes.

Añoro lluvia intensa
que despierte
o lava ardiente
que avasalle.

Las manos tibias
resbalan,
evocan nostalgia
y saben a poco.

No te quedes.
No te mueras en mí.
No voy a yacer a tu lado.

MONICA CAZON
(Tucumán-Argentina)

CAMBIO DE DOMICILIO

Iré a otra tierra mejor que ésta,
habrá alguna
otro lugar que no llore el azúcar
por las tardes
o ruede los limones.
Mire adonde mire la ciudad me sigue
y juro que no le prometí amor eterno
pero es la memoria de estas horas
y el placer de esos amores rutinarios
la andadura que puedo ofrecerle.
El andén por donde se marcha nuestra historia
o se rinde ante el anochecer.
No nos engañemos
la ciudad continúa allí, esplendente
y nadie se vuelve vegetariano
por comer bifes pintados de verde
o exiliado
por marcharse a otros planetas.

ISABEL SALVATIERRA
(Santiago del Estero-Argentina)

NEA

Sé que entenderás el camino justo en el instante perfecto
Yoque fui un referente en la obra de tu cuerpo
Comprendo tu expresionismo, tu elaborada escena
La intensidad de tu fuente
ese magnetismo que eleva
La plenitud acoge mis ojos
Pueden sentir lo que piensas
Transformé tu elemento
Conla alquimia de mi ciencia
De transmutarlo todo a su instancia primigenia
Iniciándolo en el precipicio de tu liberada creencia
No puedo evitar el esfuerzo de esta fuerza intensa
Tanto tiempo se adhirió a mi pensamiento
La sombra de la apariencia
He renunciado al mandamiento
Y las palabras me completan
Varias direcciones se encuentran en lo mismo
Se repulsan y se entregan
En un juego continuado se alejan pero se acercan
Yo que alguna vez fui tu sufrimiento
Bendigo esa lograda condición
Porque era necesario ese momento
Para saber lo que creemos hoy
Porque a veces no ponemos el orden
El orden nos ajusta a los dos
Por ellas puedo tocar tu llama
Agradeciendo la ocasión
Atraerla para darle forma a mi expresión




PÁGINA 15 – POESÍA ARGENTINA

ANTONIO JESÚS CRUZ
(Santiago del Estero-Argentina)

TORMENTA NOCTURNA

Brama perturbador el trueno
y un destello certero
ilumina la borrasca.
.
Espejo negro,
el agua que corre por las calles,
refleja resplandores
de una tormenta
que alimenta quimeras.

Concierto extraño
de fuegos y tambores;
pretexto
para la punzante soledad
hecha poema.

ALEJANDRA DÍAZ
(Tucumán-Argentina)

BORRADOR

el lápiz toca el suelo descalzo inventa un trazo / otro otro
el horizonte la perspectiva/ ausente hoy
la mano se lamenta /tacha borra carraspea invierte el papel
y falta el trazo...
cómo atrapar por un instante y devolverlo luego
la respiración del mundo que no duerme

la noche de san juan pisando brazas
parques...calesitas...sortija de la vida /papelito
de la suerte que nos entrega con su pico
un lorito verde al que le cambiaron libertad por sueño ajeno

no es preciso dibujar ni parecido el transcurrir la luna faro lejano
en muelle donde encallan los barcos de los sueños
que han muerto antes de haber nacido muertos
sin olvidar el trazo de la gotera molesta en la canilla

fichas de dominó cayendo no alineadas

y lágrimas de alicia y las del cocodrilo
la risa de los niños que deviene en llanto
antes de ver el dia
sin haber dicho dónde quedaron escondidos

el lápiz sigue el trazo ahora intenta un totoral
un viento de cenizas sobrevolando el Ganges
el tiempo en el que
llega a la otra orilla el naufrago
que intenta...salir de la crisálida mientras
una mujer sumergiéndose se transforma e manzana
ingenua abraza al hombre

siguiendo el baile del amor carnavales ebrios
sobre el cerro de los siete colores

el lápiz descalzo se detiene cansado
borrador de la vida

que nace y renace
del intento / borrador de la vida
que ensaya nanas de cuna vieja
dormidas en el patio de abuelos que no están
y que nunca se han ido

sigue el lápiz descalzo el paso / la memoria
que mira para adentro

insomnes habitantes
que están siempre despiertos...

MARIA PIA DANIELSEN
(Santiago del Estero-Argentina)

NO TE MUERAS EN MI

Si la aurora reinó majestuosa
en el rito ancestral del descubrimiento,
si la incredulidad
enmudeció la razón
porque el espíritu
resultó caleidoscopio,
si el brillo cegó tus ojos,
si aun los tajos profundos
lastiman impidiendo el gozo,
no me acompañes.

Añoro lluvia intensa
que despierte
o lava ardiente
que avasalle.

Las manos tibias
resbalan,
evocan nostalgia
y saben a poco.

No te quedes.
No te mueras en mí.
No voy a yacer a tu lado.

MONICA CAZON
(Tucumán-Argentina)

CAMBIO DE DOMICILIO

Iré a otra tierra mejor que ésta,
habrá alguna
otro lugar que no llore el azúcar
por las tardes
o ruede los limones.
Mire adonde mire la ciudad me sigue
y juro que no le prometí amor eterno
pero es la memoria de estas horas
y el placer de esos amores rutinarios
la andadura que puedo ofrecerle.
El andén por donde se marcha nuestra historia
o se rinde ante el anochecer.
No nos engañemos
la ciudad continúa allí, esplendente
y nadie se vuelve vegetariano
por comer bifes pintados de verde
o exiliado
por marcharse a otros planetas.

ISABEL SALVATIERRA
(Santiago del Estero-Argentina)

NEA

Sé que entenderás el camino justo en el instante perfecto
Yoque fui un referente en la obra de tu cuerpo
Comprendo tu expresionismo, tu elaborada escena
La intensidad de tu fuente
ese magnetismo que eleva
La plenitud acoge mis ojos
Pueden sentir lo que piensas
Transformé tu elemento
Conla alquimia de mi ciencia
De transmutarlo todo a su instancia primigenia
Iniciándolo en el precipicio de tu liberada creencia
No puedo evitar el esfuerzo de esta fuerza intensa
Tanto tiempo se adhirió a mi pensamiento
La sombra de la apariencia
He renunciado al mandamiento
Y las palabras me completan
Varias direcciones se encuentran en lo mismo
Se repulsan y se entregan
En un juego continuado se alejan pero se acercan
Yo que alguna vez fui tu sufrimiento
Bendigo esa lograda condición
Porque era necesario ese momento
Para saber lo que creemos hoy
Porque a veces no ponemos el orden
El orden nos ajusta a los dos
Por ellas puedo tocar tu llama
Agradeciendo la ocasión
Atraerla para darle forma a mi expresión.



PÁGINA 16 –  ENSAYO

JULIO CORTAZAR
(1914/1984)

Querido amigo,estimado, o el nombre a secas


Usted se reirá, pero es uno de los problemas argentinos más difíciles de resolver. Dado nuestro carácter (problema central que dejamos por esta vez a los sociólogos) el encabezamiento de las cartas plantea dificultades hasta ahora insuperables. Concretamente, cuando un escritor tiene que escribirle a un colega de quien no es amigo personal, y ha de combinar la cortesía con la verdad, ahí empieza el crujir de plumas. Usted es novelista y tiene que escribirle a otro novelista; usted es poeta, e ídem; usted es cuentista. Toma una hermosa hoja de papel, y pone: "Señor Oscar Frumento, Garabato 1787, Buenos Aires." Deja un buen espacio (las cartas ventiladas son las más elegantes) y se dispone a empezar. No tiene ninguna confianza con Frumento; no es amigo de Frumento; él es novelista y usted también; en realidad usted es mejor novelista que él, pero no cabe duda de que él piensa lo contrario. A un señor que es un colega pero no un amigo no se le puede decir: "Querido Frumento." No se le puede decir por la sencilla razón de que usted no lo quiere a Frumento. Ponerle querido es casi lascivo, en todo caso una mentira que Frumento recibirá con una sonrisa tetánica. La gran solución argentina parece ser, en esos casos, escribir: "Estimado Frumento." Es más distante, más objetivo, prueba un sentimiento cordial y un reconocimiento de valores. Pero si usted le escribe a Frumento para anunciarle que por paquete postal le envía su último libro, y en el libro ha puesto una dedicatoria en la que se habla de admiración (es de lo que más se habla en las dedicatorias), ¿cómo lo va a tratar de estimado en la carta? Estimado es un término que rezuma indiferencia, oficina, balance anual, desalojo, ruptura de relaciones, cuenta del gas, cuota del sastre. Usted piensa desesperadamente en una alternativa y no la encuentra; en la Argentina somos queridos o estimados y sanseacabó. Hubo una época (yo era joven y usaba rancho de paja) en que muchas cartas empezaban directamente después del lugar y la fecha; el otro día encontré una, muy amarillita la pobre, y me pareció un monstruo, una abominación. ¿Cómo le vamos a escribir a Frumento sin identificarlo (Frumento) y luego calificarlo (querido/estimado)? Se comprende que el sistema de mensaje directo haya caído en desuso o quede reservado únicamente para esas cartas que empiezan: "Un canalla como usted, etc.", o "Le day 3 días para abonar el alquiler", cosas así. Más se piensa, menos se ve la posibilidad de una tercera posición entre querido y estimado; de algo hay que tratarlo a Frumento, y lo primero es mucho y lo segundo frigidaire. Variantes como "apreciado" y "distinguido" quedan descartadas por tilingas y cursis. Si uno lo llama "maestro" a Frumento, es capaz de creer que le está tomando el pelo. Por más vueltas que le demos, se vuelve a caer en querido o estimado. Che, ¿no se podría inventar otra cosa? Los argentinos necesitamos que nos desalmidonen un poco, que nos enseñen a escribir con naturalidad: "Pibe Frumento, gracias por tu último libro", o con afecto: "Ñato, qué novela te mandaste", o con distancia pero sinceramente: "Hermano, con las oportunidades que había en la fruticultura", entradas en materia que concilien la veracidad con la llaneza. Pero será difícil, porque todos nosotros somos o estimados o queridos, y así nos va.


PÁGINA 17 – POESÍA ARGENTINA

LAURA YASÁN
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

NOTICIAS DE MI VIDA

si alguien pregunta estoy en la frontera
pruebo los documentos de un cadáver
que amontona ladrillos en el patio de atrás
sus medallitas clavadas a la lengua
horas memorizando las fallas del terreno
un idioma en desuso y ahora es miedo
la manera más pura de medir

si alguien pregunta necesito analgésicos
algo para aguantar el clima extremo

sigo tratando de escapar
cavando un túnel con una cucharita
demorada en la red de un policial
donde cae la noche y los forenses mienten

MARTHA OLIVERI
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

LUCIDEZ QUE DUELE

Qué doble noche se ha puesto a dar espejos
sendero bifurcado de futuras estrellas
he mirado a lo alto, de allí vengo
de pájaro golpeado contra el pecho 
a un manso mirar entre edificios 
el cielo acorralado e infinito.
Feliz quién no quisiera....
dormir en la paz de una canción de cuna
una noche de víspera
imaginando el día
como un hermoso ramo de presente.
¿Acaso es padecer un adorno de amantes
y un collar atroz y bello de la melancolía?
No hay cerrojo más duro
la lucidez nos arde en la boca del pecho,
No hay cerrojo mayor
que saberse intimado por la ausencia
a reclusión perpetua:
Caín que muerde la hiel de lo terreno
Narciso, condenado en los espejos
Lilith, encadenada a sus hijos perdidos 
a un corazón sin nido doliendo entre las manos
Feliz quién lo pudiera
¿Acaso el que da el salto
no percibe en su gesto
un destello ancestral
de vuelo indómito?
Arde el pecho: la lucidez que duele
la que "ama la otra orilla"
se ha sentado "en el umbral de su mirada"
el girasol se contorsiona presintiendo
cuervo y sangre en el oleo y el trigo
una mujer de otoño se acurruca en la sombra.
Y amanece la noche cuna infalible
madre silenciosa que escucha tu elegía
pródiga meretriz del que esconde su rostro
sueño de eternidad para el poeta
último recodo de la caja de Pandora
donde invisible asoma la esperanza

LAURA CHIESA
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

DESPEDIDA

El carro, persuadiendo hasta las huellas
fabricaba terrones en el barro.
Los cascos salpicaban pesadumbres
del caballo vencido por los años.

El mando del patrón le daba fuerzas,
pero sus patas lentas se oponían.
El hambre y la sed no permitían
que la osamenta débil, respondiera.

Trotó hasta pasar por la tranquera
y allí, como si hubiese dicho basta,
relinchó levantando la cabeza
y se hundió de rodillas, sin venganza.

Sus ojos remontaron las pupilas
hasta un cielo sin luz que lo miraba.
Sacudiendo las crines despedía
al mundo de trabajo que dejaba.

Hubo llantos y abrazos cual mortaja.
También la confusión por lo perdido.
El zaino que partió dejó sus fuerzas,
 atadas a las riendas de un amigo.

MIRIAM CAIRO
(San Nicolás-Buenos Aires-Argentina)

TRES POEMAS

I.         

Este poema se escribe con la secreta lentitud de las anguilas.
Con la claridad escurridiza de los peces.
Oscila entre la inmovilidad y el vértigo.
Este poema se impone como última sombra
y penetra la ranura del silencio.
Son hondos sus pasos.
Este poema da vuelta el cuerpo herido de una mujer,
le dobla las piernas,
acaricia lilas
y como un dios pone los labios en el hueco de la ausencia.
Este poema no distingue la luna entre las piedras.
Apaga todas las lámparas.
Teje a ciegas los hilos de una trama imprevista.
Su sombra se acuesta a los pies de un faro.
Este poema es hijo de una esperanza obligada a morir.
No se impone como un vencedor.
No tantea las paredes donde ya no hay salida
ni resiste el sortilegio de las victorias.
Vientos inauditos impulsan sus vuelos.
Sus manos anchas dejan caer secretos.
Como un marino en la punta de un mástil
avista nuevos territorios.
Sus ojos permanecen límpidos
ante la turbidez de la tristeza.
Este poema se halla al otro lado del umbral.
Su oscuridad nada tiene que ver con la noche.
Su valor no viene de la ira.
Propone un descenso en espiral.
Se desgrana en voz baja.
Se inclina ante el mundo.
Carga sobre sus hombros el sin destino.
Baja corriendo las escaleras.
Salta precipicios.
Abre los brazos al peligro.
Este poema derramado
no distingue el corazón de un hombre
de su propio corazón.

HUGO TOSCADARAY
(San Antonio de Areco-Buenos Aires-Argentina)

BIOGRAFÍA

Cuando ella lo dejó, primero las lágrimas le arrebataron el horizonte.
Y así nació la ceguera del corazón. 

Más tarde, inconsolable, se mordió las manos hasta sangrarse.
Y así nació el hambre de las noches. 

Luego, escribió frases ilegibles en el barro, que después borró la lluvia.
Y así nació la sed de la memoria.

Más tarde aún, el búfalo de la vigilia le derribó el sueño, repetidamente.
Y así nació la sordera del insomnio.

Al fin, pudo ver en el espejo que un solo día le había costado cien años. 

Así nació la pena.



PÁGINA 18 – ENSAYO

PEDRO LUIS IBÁÑEZ LÉRIDA
(Sevilla-España)

EL JOVIAL SÍSIFO

Irrumpe con distinción y estilo la fortaleza literaria de Juan Goytisolo en la ceremonia de entrega del Premio Cervantes. Frente a la extendida y pujante mediocridad, la serena y sólida excelencia.
       
Lo finito precede. La consecuencia precisa de nuestros actos redunda inexcusablemente en ello. Abundar en otro sino menosprecia la naturaleza de nuestro ser. En el pormenor hallamos la dimensión equitativa del acontecer vital. Es ahí, en ese modo donde se manifiesta el pronunciamiento diferenciador sí despojado de vestiduras, arrobamientos y alabanzas, prevalece la autenticidad del acto. Independientemente que chirríe ante el utilitarismo imperante o la gloria sublimada por la decadencia institucional.
Juan Goytisolo no pronuncia la literatura en vano. Ni tan siquiera se recrea en ella. Sencillamente escribe. La escritura –su escritura-  sostiene la enseña que procura la humildad en su oficio, desde el alumbramiento de un pensamiento que se resiste a obviar la realidad con la que pugna. “Llevo en mí la conciencia de la derrota como un pendón de victoria”. La evocación a Fernando Pessoa desmitifica la conciencia distante y distinta del escritor y la hace abrumadoramente humana. Sin embargo ello no destituye el afán premeditado y oportuno de su disertación en la ceremonia de entrega del Premio Cervantes de forjar, a la llana y sin rodeos, el corazón de las palabras hasta moldear la síntesis depurada y la emoción contenida. Justo equilibrio para vencer la indiferencia y asestar el último golpe, no por vano menos preciado, “Desde la altura de la edad, siento la aceptación del reconocimiento como un golpe de espada en el agua, como una inútil celebración”.
Duerme el centinela de la fama como un lirón. Aquélla es como un carro de nieve. Se deshace lentamente, humedeciendo a su paso el efímero rastro, hasta que se evapora. La obstinación en la notoriedad hace estragos. Sólo la literatura –qué  discreta y que recompensa más conmovedora si la soledad y la sencillez nos aligera de lo innecesario para abordarla- emerge a la superficie como la madera en el naufragio. Frágil asidero con el que enfrentar el temible oleaje de la gloria mediática. Entonces el ánima machadina prende –“ya conocéis mi torpe aliño indumentario”- y se advierte en el que portan sus ochenta y cuatro años para no desmerecerse a sí mismo y explicitar la estética de lo cotidiano con su renuncia a la excepcionalidad a la que rehúye.
No divaga. Apunta certero. Como don Quijote en su irrefrenable cabalgadura hasta confrontar con los molinos de viento. “Las razones para indignarse son múltiples y el escritor no puede ignorarlas sin traicionarse a sí mismo. No se trata de poner la pluma al servicio de una causa, por justa que sea, sino de introducir el fermento contestatario de esta en el ámbito de la escritura”. Este inabarcable territorio se reduce paradójicamente a un destino, el mismo que tomara Alonso Quijano: ser ciudadano y caballero. Es decir la ensoñación del ideal y la realidad de la insumisión para no desfallecer y aliviar las heridas. La escritura: “lanza en astillero” y “adarga antigua”, símbolos para contender con la descarnada realidad y protegerse de su infinito dolor.

El autor de Señas de identidad no renuncia al inevitable principio y fin al que se consagra: empujar la piedra hasta la cima de la montaña y, tras un trabajo ímprobo, contemplar su descenso para, sin desfallecer, retornar al trabajo ingrato de reiterar el esfuerzo aparentemente estéril. El jovial Sísifo asume la perseverante tarea de empezar de nuevo. Al fin y al cabo el castigo divino al que se enfrenta, es un desafío ante el que no se arredra y con el que vive como razón de ser: el fracaso que lo acompaña sin compasión. Si no fuera así no existirían los “incurables aprendices de escribidor” y esa permanente sensación salobre de sed de escritura que nunca satisfacen. Otros son considerados escritores en la poderosa y altiva ola que sucumbirá plácidamente en cualquier playa desierta.


PÁGINA 19 – POESÍA ARGENTINA

HUMBERTO HAUFF
(El Colorado-Formosa-Argentina)

 6

Nada parece mejor
que una idea encontrada en un amento
una mañana de otoño en rocío.
Una sensación refrescante,
un alivio extenso como el que produce
una hoja de caá-heé en la boca.
La idea de estar a salvo
del próspero escozor de los barrios,
de la grasa incitante de las bestias.
La seguridad novedosa
de estar en el nirvana de la albahaca
o en la sombra de un ñandubay.
Nada es más lindo
que encontrar un pichón de calandria
poniendo a prueba las pautas del vuelo.
Nada como ver la avispa
que sella la boca del avispero y zumba;
nada como oler la lujuria de la lima.
La maceración de la voz
dentro de la boca de mi hembra en celo,
el obstinado cangrejo del amor mordaz.

SUSANA SZWARC
(Quitilipi-Chaco)

¿HACIA DÓNDE?

Ningún nanómetro alcanzaría para cifrar la distracción.
Árboles. La caída de otro nido sobre la vereda. El fragmento
del nido sobre una rama. La hija que fotografía el nido.
Un cuadro: eso habrá de hacer, enmarcarse, enmarcarlo.
La madre atrasa las escaleras. Se ha trepado y salta
hasta aquí: canta.
Canta una melodía a su antojo. Me sigue me sigue,
la melodía está en mis pies.
(Huyamos: distraídas completamente saldremos
de ese trazo).

Que venga el tasador, que tase la distracción.
Sin herramientas (dirá )y el cielo es celeste.
El cielo es el techo, reclamo mi parte,
la parte que tiraste, distraída no encuentro ni una sobra,
distraída me alejo y me acerco. Es en la hamaca donde
se destina el recorrido. No se agota, no se agota ni más
ni menos que vos en tu anemia, en tu ayuno. 

ZULMA LILIANA SOSA
(Formosa-Argentina)

OPERACIONES DEL ALMA

simbolizar / más que describir / el poder del amo en su antiguo trono / ah /
y las viejas fanfarrias / borrosamente a sus espaldas / con el aprendizaje autorizado /
a ese infierno va solita con su alma / la escribidora / y la imagen modela / carga /
el terror de la materialidad abandonada /  ¿ qué venganza libera a su lengua dura /
qué higiene transforma y  todavía retiene / novedosamente bárbara / la mística del
trangresor? / aún está la silla donde permanece sentada / esperando... 

TONY ZALAZAR
(Resistencia-Chaco)

II

A veces la muerte parece lógica / y se presenta en huesitos de tus abuelos.

En las noches de cielo limpio
peinaba mi madre en sus regazos mi infancia
y marcando desde el patio una estrella
aquel es tu abuelo me decía
cuando mueras irás al cielo
y tu alma será una estrella.

Gracias al rito de su amor
la muerte fue sólo una luz
que inerte y distante iluminaba mis noches.

Y en la muerte de un ser querido / nacen ojos como estrellas para el cielo.

BLANCA SALCEDO
(Formosa-Argentina)

CADA MAÑANA

Cada mañana
le pongo un sombrero a mi espanto
y salgo a caminar bajo el sol
me seco los ojos de salitre
sudo en la piel los dolores de la noche
enjuago en cobre el alma ensangrentada.
Cada mañana
me llego hasta el río agazapado
lavo en el agua mis manos solas
me lleno la boca de esperanza fresca
cepillo mi piel con flor de camalote

y, entonces, renuevo las palabras.



PÁGINA  20 – CUENTO

 ABEL ESPIL
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

FRANCESCA

 Varios pueblos fueron abatidos por las aberrantes guerras. Los hechos no quedan en pobres palabras. Las casas se destruyen, las familias se dispersan, el horror va adelante de los hombres en pos de destruir todo aquello que manifieste vida. Los que no lo vivimos creemos que a la realidad la tenemos clara y los que sí lo han padecido- como Francesca- esbozan una suave sonrisa de lástima hacia nosotros.
Ella era una mujer madura que no pudo conocer lo que era ser niña. Desconocía el juego con muñecas, desconocía lo que es recibir a los Tres Reyes Magos, desconocía la llegada de Papa Nóel, desconocía todo aquello que pertenece a la vida de un niño.
Francesca recuerda lo que era correr a los refugios cuando sonaban las sirenas. Francesca conoce cuando un timbre suena en una casa y es para llevarse a su hermano mayor o al padre. Francesca conoce la entrada de militares a su hogar y oír los gritos de la madre pidiendo que no ,que no , que no. Francesca sabe lo que es despertarse transpirada y sudando, recordando la retirada de los militares y correr a la habitación de su madre y verla manchada en sangre y sin lágrimas  después de tanto dolor.
No importa como la conocí a Francesca. Es un hecho que la vida te regala, para que  sepamos lo privilegiados que somos y no nos lamentemos por pavadas o insultar por estupideces o llorar frente a lo que crees que es un fracaso, cuando quizás todo es un aprender a vivir. Somos personas pobres y vivimos como pobres.No conocemos las lágrimas de las ausencias sin adioses y más aún nos creemos "los elegidos" porque entramos a una Iglesia o acaso leemos cuatro veces por semana la biblia ,acompañada al final por una oración.
Varias tardes al mes , la visitaba en su reducida casa en el Barrio Agronomía.
Vivía sola. Tendría alrededor de 68 años. Era una mujer esbelta, con una larga trenza rubia y dos enormes ojos celestes. No tuvo hijos. No se casó nunca.Tuvo infinidad de trabajos, en el que más años estuvo, era cuando tomaba las fotos de casi todas las pequeñas o medianas guerras que se originan en el mundo en el período de 1939 a 1957. Adquirió en el Congo una enfermedad que le obligó a dejar su trabajo y eligió sin saber porqué la Argentina, viviendo aquí hasta el día en que falleció, que fue un 9 de Noviembre de 1989.
Nadie me avisó. El día jueves 10 de Noviembre de 1989 , toqué el timbre de su casa. Ella casi siempre, solía abrirme al sonar el segundo.Toque diez veces, al no responder, golpeé fuerte en la puerta y un señor maduro, vecino de Francesca, me comento lo ocurrido. Al llegar, luego de hacer las pocas compras que realizaba todos los días, al intentar poner la llave en la puerta, cayó al suelo con la llave en la mano derecha. Esa llave la tenía otra vecina que era la Profesora de Piano  llamada Cecilia.  La misma me las entregó, comunicándome que la señora estaba en una morgue judicial. Me presenté y al informar mi relación con Francesca, me indicaron las acciones que debía realizar. Los trámites fueron engorrosos y complicados. Entré a la casa acompañado por una fiscal y una escribana y mientras yo esperaba en el sillón donde siempre me sentaba, ellas revisaron toda la propiedad. No esperé mucho y al intentar retirarnos la escribana encuentra una nota escrita por Francesca, en la cual manifiesta que todas sus cosas, en el caso de sucederle el hecho de morir, quedarían a mi nombre.  .Nos retiramos. Ellas me informaron que llevaban esa nota al juzgado y que en el caso de ser así, iba a ser comunicado por nota. Dos años después encuentro  una nota en el piso debajo de la puerta, en la que me notifican que tengo que presentarme al juzgado. Me manifiestan que luego de varias pericias realizadas, el único heredero soy yo.
Me he preguntado ¿ porqué a mí?, pero aún no tengo respuesta.
Fui al año y medio de enterame de esta noticia, a la casa de Francesca. Al abrir la puerta, volví a sentir el mismo aroma que todas las veces. Recorrí muy despacio la muy pequeña vivienda y encontré un libro abierto un poco más de la mitad, apoyado en su mesa de luz. Lo tome'e y descubrí que era el  último de mis libros llamado : Una vida llamada Francesca. 

Creo, o estoy casi seguro, que esa fue la última vez que lloré.


PÁGINA 21 – POESÍA AMERICANA

JOTAMARIO ARBELÁEZ
(Cali-Colombia)

POMPAS FÚNEBRES

Enterró a su abuela como pudo, con amor, con modestia, con pobres recursos.
En ese tiempo ganaba poco dinero; no había querido terminar sus estudios.
Enterró a su padre con toda la pompa, estrenando vestido, con misa cantada.
Lo habían ascendido en su empleo; le hicieron un préstamo.
Enterró a su madre con un funeral tan solemne
que el cortejo colmó varias cuadras
y las flores no cupieron en el cementerio.
Los tiempos habían cambiado; ahora manejaba el negocio.
Enterró a su amigo del alma en su suelo nativo; fletó dos aviones
que llevaron  al sitio cadáver y deudos.
Se había vuelto persona importante: tenía crédito en todos los bancos.
Enterró a la mujer de su vida en un gran mausoleo
custodiada a los cuatro horizontes por un mármol de arcángeles.
La Fortuna le había sonreído; marchaban las cosas.
Murió pobre, de golpe. Liquidada la empresa lo habían despedido.
Los ahorros de toda su vida había dilapidado en entierros.
Hoy reposa en la tumba contigua
a la tumba que ocupa su abuela.

WINSTON MORALES CHAVARRO
(Neiva-Huila-Colombia)

A EVA EN EL DESTIERRO

Qué hermosa es Eva
Qué hermosa la serpiente que le rodea
El árbol que crece en su talle
El fruto carnoso que despliegan sus labios
Al posar sobre la ocarina
Su música en las orillas del bosque.
Qué hermoso su cabello
-Grajillas oscuras que caen sobre sus hombros perfumados-
su nariz que respira otros mundos
y crea para tantos laberintos
el azahar y las guirnaldas que los sustituya.
Qué hermosa es Eva
Qué hermosos sus tobillos
Las huellas que dibuja sobre la arena
Para marcar el camino hacia la luz y hacia las sombras.
Qué hermosos los hijos que le ha arrojado al mundo
El río que desciende por las colinas de su vientre
El volcán de sus ojos de fuego.
Qué hermosa esta costilla pensante
Este polvo sagrado
Esta caña aromática
Que guarda en sus pechos fragantes
Otra manzana para las épocas de lluvia.

RAÚL HENAO
(Cali-Colombia)

EL APAGON

Los rojos San juaquines florecían
A mi paso

Arriba la nubes, blancas
Paredes
De mil pies de altura
Por las que me veía volar tosiendo
Como un aeroplano

En cambio, parecía que la gente a mi lado
Pataleaba sobre la cabeza de un calvo

Ponían mi emisora favorita

Y me encontré silbando las letras
De una canción.
Al oído de la encopetada dama
Que tomaba el té en mi compañía.

Fue entonces cuando corrió el rumor
De los apagones

Desde el salón miraba la negrura
De la calle cubierta de gigantescas
Hojas de periódico.

Alguien trepaba sobre mis espaldas
Y sobre las espaldas
Del que se trepaba a mis espaldas

El último en subir prendió una cerilla

...Usted, usted se fumó el sol
Me gritó desde las alturas.

Para Carlos Bedoya.

PEDRO ARTURO ESTRADA
(Girardota-Colombia)

6

Alguien más en las ciudades que conociste
repetirá tus pasos, mirará de nuevo por encima de los árboles
confiado el amanecer

y sin saberlo exultará en su sangre
lo que tú no entendiste para seguir y resistir

Pero has dicho ya todo
cuanto no era necesario

Fue de lo que se te quedó incrustado
entre pecho y espalda

de lo que debiste haber escrito
de lo que debiste haber hablado

No pudiste

No supiste
No alcanzaste a comprender a tiempo

Y ahora que lo intentas
se deshacen en moho las palabras
agarradas al aire

Cayendo contigo, con todo,
hojas del otoño
sobre la calle.

LUCÍA ESTRADA
(Medellín-Colombia)

ABRO LA NOCHE para recibirte. En cada palabra
mis manos inician un largo recorrido hacia la sombra,
hacia lo que no es posible abarcar. Y sin embargo,
helo ahí como si quisiera traernos un pedazo de nosotros mismos,
un fragmento de luz, una sílaba cerrada en su misterio.

Nombrarte es el comienzo del exilio. Y permanecer en ti
una constante despedida. Ofrezco mis ojos a lo que se diluye bajo tu lámpara.
A la eternidad que se desteje minuto a minuto para que yo pueda entrar en ella.
Sin cortejos. Sin una guía para mis pasos.

Escribo en el polvo este no saber hacia dónde,
a qué distancia se oculta la rosa.
Nuestro diálogo es el inicio del viaje, su silencio el camino de retorno.


Es necesario permanecer a la intemperie.



PÁGINA 22 – CUENTOS BREVES

J.M.TAVERNA IRIGOYEN
(Santa Fe-Argentina)


DE LLAVES Y CERROJOS

El ojo de la cerradura es mi cómplice. Allí pondré la llave del mundo y, cuando me lleven, la haré girar.


Ningún oficio más hermético que el de cerrajero. Él lo ejerce con tanta discreción, que hasta silencia las consultas de los amigos de lo ajeno.


Al perder las llaves perdió su origen. no la casa de los padres. No la genealogía y sus ramas. Tampoco el sentido de pertenencia. Con las llaves perdidas se disolvieron los recuerdos, quedó su memoria y, lo que es peor, fugaron todas las ilusiones.


Bajo siete vueltas de llave encerró aquella traición sufrida. Ello no fue óbice para que, traspuesta la puerta de las delaciones, todos le enrostraran haberla silenciado sin dar lugar al castigo.


Lo último que se pierde son las llaves de la casa. Lo comprobó Eleuterio, a quien se le fue la mujer en viaje sin retorno, olvidó a los hijos y se le cayó la memoria.



Es una llave de oro puro. No sabe a dónde conduce ni que puerta abre. Finalmente, en el primer estanque de aguas turbias la desliza de su mano. (El rey Midas no lo perdona)


PÁGINA 23 – POESÍA AMERICANA


FRANCISCO AZUELA
(León-Guanajuato-México)

AZTECAL VIII

En este poema de muertos
se te murió tu padre,
se murieron tu abuelo y tu siembra
y se acabó la tarde en una mirada.

En este poema de muertos
se murió el amor de tus antiguos,
se murieron tus pájaros
y se calló la estrella de tu frente
como un puñado de rosas enfermas.

En este poema de muertos
se te murió la vida,
y por segunda vez se te murió la patria
cuando tú te quedaste mirando
como un arco iris sin color.

En este poema de muertos
se te partió la sangre en dos ríos azules,
y un esqueleto de sombras
en tus ojos de nieve
busca a pesar de todo, la libertad de tu pueblo.

ELSA CROSS
(México DF-México)

Lamida por un filo
                             en tus ojos no turbados,
la luz se escalda
sobre la piedra húmeda.

En sus mínimas cavernas
se detiene
               entre musgos e insectos
tu pupila solar.

Rupturas en la piedra,
grietas,
algo que mira
                          desde el fondo.

Tu mirada refracta
                         el deslave abisal,
y eras de pensamiento se derrumban.

MARIA RIVERA
(México DF-México)

Allá vienen
los descabezados,
los mancos,
los descuartizados,
a las que les partieron el coxis,
a los que les aplastaron la cabeza,
los pequeñitos llorando
entre paredes oscuras
de minerales y arena.
Allá vienen
los que duermen en edificios
de tumbas clandestinas:
vienen con los ojos vendados,
atadas las manos,
baleados entre las sienes.
Allí vienen los que se perdieron por Tamaulipas,
cuñados, yernos, vecinos,
la mujer que violaron entre todos antes de matarla,
el hombre que intentó evitarlo y recibió un balazo,
la que también violaron, escapó y lo contó viene
caminando por Broadway,
se consuela con el llanto de las ambulancias,
las puertas de los hospitales,
la luz brillando en el agua del Hudson.
Allá vienen
los muertos que salieron de Usulután,
de La Paz,
de La Unión,
de La libertad,
de Sonsonate,
de San Salvador,
de San Juan Mixtepec,
de Cuscatlán,
de El Progreso,
de El Guante,
llorando,
a los que despidieron en una fiesta con karaoke,
y los encontraron baleados en Tecate.
Allí viene al que obligaron a cavar la fosa para su hermano,
al que asesinaron luego de cobrar cuatro mil dólares,
los que estuvieron secuestrados
con una mujer que violaron frente a su hijo de ocho años
tres veces.
¿De dónde vienen,
de qué gangrena,
oh linfa,
los sanguinarios,
los desalmados,
los carniceros
asesinos?
Allá vienen
los muertos tan solitos, tan mudos, tan nuestros,
engarzados bajo el cielo enorme del Anáhuac,
caminan,
se arrastran,
con su cuenco de horror entre las manos,
su espeluznante ternura.
Se llaman
los muertos que encontraron en una fosa en Taxco,
los muertos que encontraron en parajes alejados de Chihuahua,
los muertos que encontraron esparcidos en parcelas de cultivo,
los muertos que encontraron tirados en la Marquesa,
los muertos que encontraron colgando de los puentes,
los muertos que encontraron sin cabeza en terrenos ejidales,
los muertos que encontraron a la orilla de la carretera,
los muertos que encontraron en coches abandonados,
los muertos que encontraron en San Fernando,
los sin número que destazaron y aún no encuentran,
las piernas, los brazos, las cabezas, los fémures de muertos
disueltos en tambos.
Se llaman
restos, cadáveres, occisos,
se llaman
los muertos a los que madres no se cansan de esperar
los muertos a los que hijos no se cansan de esperar,
los muertos a los que esposas no se cansan de esperar,
imaginan entre subways y gringos.
Se llaman
chambrita tejida en el cajón del alma,
camisetita de tres meses,
la foto de la sonrisa chimuela,
se llaman mamita,
papito,
se llaman
pataditas
en el  vientre
y el primer llanto,
se llaman cuatro hijos,
Petronia (2), Zacarías (3), Sabas (5), Glenda (6)
y una viuda (muchacha) que se enamoró cuando estudiaba la primaria,
se llaman ganas de bailar en las fiestas,
se llaman rubor de mejillas encendidas y manos sudorosas,
se llaman muchachos,
se llaman ganas
de construir una casa,
echar tabique,
darle de comer a mis hijos,
se llaman dos dólares por limpiar frijoles,
casas, haciendas, oficinas,
se llaman
llantos de niños en pisos de tierra,
la luz volando sobre los pájaros,
el vuelo de las palomas en la iglesia,
se llaman
besos a la orilla del río,
se llaman
Gelder (17)
Daniel (22)
Filmar (24)
Ismael (15)
Agustín (20)
José (16)
Jacinta (21)
Inés (28)
Francisco (53)
entre matorrales,
amordazados,
en jardines de ranchos
maniatados,
en jardines de casas de seguridad
desvanecidos,
en parajes olvidados,
desintegrándose muda,
calladamente,
se llaman
secretos de sicarios,
secretos de matanzas,
secretos de policías,
se llaman llanto,
se llaman neblina,
se llaman cuerpo,
se llaman piel,
se llaman tibieza,
se llaman beso,
se llaman abrazo,
se llaman risa,
se llaman personas,
se llaman súplicas,
se llamaban yo,
se llamaban tú,
se llamaban nosotros,
se llaman vergüenza,
se llaman llanto.
Allá van
María,
Juana,
Petra,
Carolina,
13,
18,
25,
16,
los pechos mordidos,
las manos atadas,
calcinados sus cuerpos,
sus huesos pulidos por la arena del desierto.
Se llaman
las muertas que nadie sabe nadie vio que mataran,
se llaman
las mujeres que salen de noche solas a los bares,
se llaman
mujeres que trabajan salen de sus casas en la madrugada,
se llaman
hermanas,
hijas,
madres,
tías,
desaparecidas,
violadas,
calcinadas,
aventadas,
se llaman carne,
se llaman carne.
Allá
sin flores,
sin losas,
sin edad,
sin nombre,
sin llanto,
duermen en su cementerio:
se llama Temixco,
se llama Santa Ana,
se llama Mazatepec,
se llama Juárez,
se llama Puente de Ixtla,
se llama San Fernando,
se llama Tlaltizapán,
se llama Samalayuca,
se llama el Capulín,
se llama Reynosa,
se llama Nuevo Laredo,
se llama Guadalupe,
se llama Lomas de Poleo,

FRANCISCO SEGOVIA
(México DF-México)

VEN

Toca la consistencia de la tierra en este sitio
tan lejos de las vegas y la sombra. ¿La sientes?
No tocas una duna que dispersa el viento :
tocas tierra firme : el lomo de una loma.
¿Sientes cómo desde dentro
una humedad la agruma y vuelve firme?
¿Cómo desde dentro un esqueleto
le da asidero a su carne y la mantiene junta?
Debajo de la piel hay piedras
y adobe y un altar íntimo y doméstico.

Deja en paz esas cosas niña.
No descuajes sus peñas
no quebrantes sus huesos
no interrumpas el lento trance
de la tierra por la tierra.

Cuando eches raíz aquí
no edifiques tu casa
con las ruinas de otra casa. 

MINERVA VILLARREAL
(Nuevo León-México)

PIEDRA

En esta piedra yo te espero
en el estómago en el regazo de esta piedra
junto al río cuyas aguas dejaron cicatriz
Como jauría con hambre
como perro
te espero
sobre la piedra que contempla
las grandes aguas que no volvieron más
la vista fija de las vacas que la tarde apacienta
estrellas caídas las botellas que alguna vez
guardaron la pureza
Excepto tú todo pasa
y todos pasan por aquí
Excepto tú
por esta piedra
pasan
y en mi mente
quedan 
como regalos

de tu ausencia   



PÁGINA 24 – RESEÑA


 BEATRIZ RESTREPO RESTREPO
(Bogotá-Colombia)

 CELEBRACIÓN DEL INSTANTE

Breves días. Antología
Gustavo Adolfo Garcés
Trilce Editores, Bogotá, 2010, 114 págs.

No es de extrañar que el título de esta Antología haya sido retomado del segundo libro del poeta antioqueño Gustavo Adolfo Garcés (1957), el cual fue ganador del Concurso de Literatura de Colcultura en 1992. Porque a pesar de los dieciocho años que separan la edición de la Antología y el libro ganador del concurso, la obra poética de Garcés sigue siendo breve, al igual que los días ­–diremos instantes­– de los que da cuenta. Antes del concurso había publicado Libro de poemas , 1987. Después del concurso, ha dado a conocer su obra en tres libros más: Pequeño reino, 1998; Espacios en blanco, 2000; y Libreta de apuntes, 2006. La Antología recoge de todas estas publicaciones, y de un libro tan inédito como infinito Hasta el fin de los números, setenta y tres poemas, que francamente podrían ser muchos más, para dar lugar a una Antología más generosa,  para deleite y comodidad de quienes leemos los versos de Garcés a cualquier hora y en cualquier página.
Se podría creer que los versos de Garcés hacen parte de la corriente de la poesía breve, y esencial, que tiene sus arraigos en la tradición milenaria  del haiku, que se dio inicialmente en  las culturas japonesa y china.  Se podría pensar de esta manera, si desde el título que reitera la palabra breve, tanto en el libro ganador del concurso como en la Antología, pasamos al poema “Naranjo”, del Libro de poemas, que no fue incluido en la Antología: Mis haikús/son globosos/ y dulces. Porque al aludir a esta forma de hacer poesía, explícitamente, y apropiarse del haiku en un sentido tan amplio como el plural, parecería estarse inscribiendo en dicha tradición. Se podría pensar de esta manera si nos detenemos en dos de los poemas publicados en la Antología que presentamos – “Li Po” (p. 19) y “Basho y el eco del mundo” (p. 38), porque esos dos nombres propios nos remiten a dos poetas, -respectivamente de la China y del Japón- más relevantes de dicha tradición. Incluso podríamos confirmarlo, al leer este último poema que invoca a Basho:
De la noche
sólo escucho
la sílaba de la rana
Porque si contamos sus sílabas encontraremos que se mueve en “El estrecho marco de diecisiete sílabas…”, como  efectivamente se define la extensión del haiku. Sin embargo,  hay un verbo principal, con una flexión personal que nos remite a la primera persona del singular. Cuando en la poesía del haiku se apunta, preferiblemente a la poesía constituida de frases nominales: de solo nombres, de solo sustantivos.
Pero no, en los versos de Garcés no estamos frente a esa tradición en el sentido estricto, sino en muy pocos poemas. Por ejemplo en “El poder”: /Qué lograrás/ con ascender/ hasta ese cielo/ que sangra/ (p. 20) Se trata de una haiku, porque estamos estrictamente frente a diecisiete sílabas, porque el verbo principal en infinitivo no está cumpliendo la función verbal. Porque estamos por fuera de la anécdota. Porque no hay “…sentido sentencioso…”, ni “…circunstancias históricas concretas…”, ni se hace presente“…la personalidad del poeta…”, -características todas ellas del haiku.
¿Por qué entonces para presentar la Antología poética que nos ocupa empezamos por esta tradición, y ya llevamos más de una línea haciendo deslindes y distinciones? Responder este cuestionamiento será centrarnos en la poesía de Garcés, en los paralelos con esa tradición milenaria pero, sobre todo, en los paralelos de la poesía de Garcés con ella misma, en aquello que la hace tan particular dentro del panorama de la poesía colombiana: la obra poética que presenta en esta Antología se mueve entre esos breves poemas, de dos y tres versos, y otros poemas más extensos, de cuarenta como el  poema “El Obispo”, o por diecinueve, como “El premio”.
Pese a esta diversidad en el número de versos, encontramos en la poesía de Garcés imágenes “…hondamente sentidas en un momento de iluminación.” Efectivamente  nos encontramos frente a imágenes; casi podríamos decir que una por poema.  Y en ello radica su hermandad con la tradición de la poesía milenaria del Japón y de China, que luego cruzó fronteras de todo tipo, espaciales y temporales y dio lugar a una presencia que se puede rastrear a lo largo de los siglos en diferentes culturas. El poema “Li Po”, es un ejemplo de una imagen, por poema:
Ebrio
caminé por el bosque
hasta llegar al riachuelo
llené el cuenco de agua
se salieron todas las estrellas
El poema contiene finalmente una “…unidad de experiencia…”, una imagen, contenida, depurada, de una gran fuerza expresiva que se produce no sólo con la tinta negra que delimita cada una de las letras de cada una de las palabras, sino con esa generosidad con la que hace uso del espacio en blanco donde las coloca, con todo el cuidado. Espacio que debe ser respetado en la medida de lo posible, en cada reproducción que se haga de estos poemas. (En este caso por ejemplo quedaron faltando seis centímetros de espacio libre hacia abajo.) “Como en la pintura a la aguada japonesa o “sumie”, tan importante son aquí las pinceladas trazadas en negro como los lugares respetados en blanco. Tanto sentido estético hay en lo expresado como en lo silenciado”. El autor alude, obviamente al haiku. Es cierto que en este poema hay más de diecisiete sílabas. Pero también es cierto que la metáfora de la aguada japonesa es pertinente para la poesía de Gustavo Adolfo Garcés: lo silenciado ocupa más lugar que lo dicho.
La antena que trae
las noticias de la guerra
está llena de pájaros
Trece palabras. Eso es todo, para toda la extensión de la página: no seremos nosotros quienes colmemos de palabrería ese silencio, interpretando el poema, parafraseándolo, haciendo vanas e inútiles suposiciones. Allí está, y colocaremos otro a su lado, para dejarlo igualmente, allí:
El corazón del pájaro
tiene más prisa
que su vuelo
En los poemas más extensos que encontramos en esta Antología se hacen igualmente presentes aquellas características que hermanan la poesía de Garcés con la tradición del poema breve: porque la imagen reveladora, revelada, está al final, introducida por un recuento extenso de aquellas circunstancias no que se quieren contar como tales, sino de aquellas circunstancias que, como el espacio en blanco, propician el instante breve. Como ejemplo de ello nos detendremos en el poema “El premio”:
Tal vez algún día
a un grupo de poetas
jurado de algún concurso
le gusten mis poemas
y me den un premio
lo celebraré
con mi esposa y mi hija
y me emborracharé 
con los amigos
los compañeros de oficina
se enterarán 
de que escribo poesía
mi padre pensará
que es toda una efemérides
y se tomará unos aguardientes
especialmente sabrosos
Díos mío
no permitas que mi madre
ya se haya ido ese día
En efecto, la imagen que hace presente está contenida en ese último verso: ¿acaso pueden irse las madres antes del reconocimiento que se busca de una u otra manera para ellas? Es posible. Pero nadie como Garcés para expresarlo.
En la reseña del libro Pequeño reino, que encontramos al final de la Antología que nos ocupa, el investigador señala el método que deduce utiliza Garcés para llegar al poema: “…restricciones, cortes, eliminación simple”. Pero más que ello, que supone un proceso calculado, dice “Cada poema de Garcés se reduce a un simple acto de magia que se repite ante nuestros ojos por primera vez”. Pero no calificaremos dicho acto como “simple”, sino que lo ubicaremos en una actitud de observación del poeta, de estar alerta, al acecho, de una unidad de experiencia. Por ejemplo en el “Poema de amor” (p. 40):
Llegué muy puntual
al parquecito de nuestra cita
y encontré a  una señora
desgranando mazorcas
que enseguida devoraron las gallinas
algunos parroquianos
lanzaron fuegos artificiales
dando inicio a una fiesta programada 
por la junta de acción comunal
hubiera querido que el maíz
 y el regocijo público
mitigaran un poco mi impaciencia
pero empecé a sentir 
una llamarada en el estómago
y una tensión excesiva
en los músculos de la espalda
todavía me duele tu desamor
Como otro ejemplo de construcción de la imagen a partir de las palabras citaremos el poema “553” (p.89)
A la provincia más lejana
se fue mi amigo muerto
ya no tiene rostro
pero conserva la alegría
la canción del coro dice
que lo esperan una mesa limpia
y un sitio claro
sin asperezas
tendré que aprender que su silencio 
es la última farsa
un juego de engaño y de apariencia
y que su cautiva condición
es un buen vino
Los breves instantes que construye Garcés tienen todos los matices: del humor, frente al reconocimiento de la casa desvalijada por los ladrones; del dolor, por la pérdida de un amigo; del  desamor, por solo citar unos cuantos. Pero una vez que logra materializarlos en pocas o copiosas palabras, se transforman en una celebración.



PÁGINA 25 – POESÍA AMERICANA


GARY DAHER CANEDO (Bolivia)

ÉSTE ES MI RÍO

Éste es mi río
mi Mamoré de larga cola
de garza al vuelo
de tarde teñida y roja.
Éste que
besado por las enmarañadas orillas
con sus árboles de bosque
con sus maderas de enamorado verde
se tuerce de placeres llevando una sola y líquida vena
que recupera de la playa dulce
la pascana del sueño
y de los pequeños desfiladeros
la arisca torrente de su alma de agua.
Éste es mi río
de corriente de chocolate en pena
mi río de canoa vadeada
y peces de escama cerril y salto de fugaz clavada.
Éste.
Y por nadar
encariñado con el vigoroso crecer vegetal
su piel está pintada de ramas y hojas tiernas
Pintura que lleva de vez en vez un sordo latido de lágrima
que lo exalta y encabrita azotando sus riberas
devorando animal y cabañas
con su hosco bramido de anaconda en inundada.
Éste es mi río
de sol contra el oeste
gigante y exaltado en fulgor naranja
mi río de tarde tarde
que canta arias de sirena india
hechizando
fresco y grande
al coro misterioso y eterno del rumor de la espesura.

EDUARDO MITRE
(Oruro-Bolivia)

AL PIE DE LA LETRA

a Guillermo Sucre

La mujer que de pronto
aparece en la esquina
como la pasante de Baudelaire.
Sus ojos de noche del Líbano,
brillosos como la piel
de los dátiles,
enigmáticos como las líneas
que traza el destino
en las hojas de coca.
Su cuerpo esbelto,
                                       su talle fino,
su andar de palmera con brisa,
su cabellera que al aire
latiga y aroma,
sus largas piernas
presentidas bajo la falda roja,
sus senos como dos olas
rompientes
a punto de perderse en el mar.

Y el mantel que prolonga a la nieve
sobre la mesa del bar
bajo la mirada que lee
lo que al azar la realidad inventa.

Y el poema que dice
al pie de la letra.

JAIME NISTTAUZ
(La Paz-Bolivia)

MARGINALIA

He pasado como un hombre sin rostro
junto a incipientes mercaderes
afanosos de pensamientos y sonrisas calculados
con la mayor exactitud
y
gota
a
gota
el asco
se-me-fundía-en-las-vísceras
mientras mis ojos preguntaban
entre semblantes vacíos y luces desenfrenadas
por otros ojos
para repetirme un poco
y encenderme
desde
el
fondo
como ayer.

NORAH ZAPATA PRILL
(Cochabamba-Bolivia)

LOS OLVIDADOS

Ríen, hablan
conocen los inviernos aún mejor que la nieve

Duermen en sus pesadillas enjaulados
Despiertan y se burlan de sus sueños
Todos los días mastican su memoria y beben la aventura
Contemplan el horizonte como piedras lanzadas al vacío

En vano tiñen las huellas de sus pasos
Son como el viento, sin camino
En sus manos las grietas son dobles
Como son dobles las lágrimas que surcan nómadas

Piensan en el mar, en los puertos donde gaviotas
y pañuelos acogen cansancios y viajeros

¿Qué antiguos pájaros anidan en sus ojos?

Arañados, derraman vino en sus heridas

¿Qué estrellas mueren en sus noches?

Dios los espía. ¿En qué templo el sosiego
sus flores blancas, en qué vergel
en qué planeta el amor de los hombres?

Errantes persiguen la sed y el hambre a tropezones
Se agrupan
Se reparten la lluvia cuando llueve
Se reparten la luna cuando hay luna

A fuerza de mirar el cielo les ha nacido un vuelo
Ya no tienen brazos sino alas
para partir con sus fantasmas.

RUTH ANA LOPEZ CALDERÓN
(Sucre-Bolivia)


En el cuarto del hospital -medito- miro el techo
blanco, poblado por un mísero foco, de luz amarillenta, pienso,

decepcionada, matando el tiempo
y en la cama de blancas sábanas
dibujo pensamientos
que viajan a otros tiempos

de carne débil y enfermiza, ni la sombra del pasado
la que siento
doliente hasta los huesos,
la piel como pergamino viejo
y el dolor que nubla la conciencia,
estrangula la esperanza; desintegra,
y mi alma se quiebra en mudo grito:

las penas rebosantes en los recuerdos
el arrepentimiento que ronda y se mezcla, abandonada,
y la vida y el amor y el pasado
ya parecen un cuento
digno de ser contado a los ingenuos
mezcla irónica,
emborracha al espíritu
a la hora de rendir cuentas
y de extraños sortilegios te pasa
y la vida como la mona
y el doctor apurado, escurridizo,
y el sentirme bien por ningún lado

debes hacer el tratamiento dijo persuasivo
antes de desaparecer
dejando el halo de su sonrisa dibujada
y su guardapolvo blanco
inmaculado
y los dolores no aflojan
y el corazón: ya no más
desgarrado
y los pasos de las enfermeras
rasgan la alfombra
y las pastillas de tantos colores
aturden mis ojos asustados
y el dolor que sigue a mi lado
¡como amante del brazo
caminando rumbo a su cuarto
de ida y vuelta, cientos de veces!

nadie recuerda
la mujer de pasado gris
que fui yo
que yo fui
pienso en el exilio
de los últimos años
y qué mala suerte:
soledad
tristeza,
de la vida
nada,
ni amor
ni sexo
ni vino
ni el humo del cigarrillo,
para nublar
el llanto

¡mi vida en el claustro!

como comprando el boleto
para entrar al cielo
o al infierno
y nadie sabe
por qué,
esta espera en la cama
del obituario de mañana
y esta cabeza despoblada
de cabellos que jueguen con el viento

sigo recostada y pienso.


PÁGINA 26 – CUENTO


MIRTA GAZIANO
(Santa Fe-Argentina)

MIGUEL  ANGEL

Sentía mis pies livianos sobre las largas alfombras que cubrían casi en su totalidad el largo de los pasillos, mi andar era imperceptible para los que por allí merodeaban esa soleada mañana de abril.
Pasillos, en los que había jugado tantas veces, corriendo sobre un palo de escoba a modo de caballito de carreras, y ahora casi desiertos o bien con presencia de algunos que solo pasaban para ingresar a otra habitaciones aledañas, los ventanales que daban a los jardines de la casa, inmensos, rectangulares, libres desde temprano en que Anita había abierto los vidrios hacia afuera y los vuales recibían el impulso de la brisa ligera que los movía como una danza árabe o como nubes pasajeras, dibujando figuras cambiantes, con ondulantes zigzagueos, levitando, creando ensueños y fantasías de velas de barcos en los mares.
Las cortinas que fueron tantas veces lugar de escondite tras una travesura.

Esa mañana andaba así, libre por la casa, indiscreto y curioso, ambulando entre muebles y cobertores, veía a todos allí presente, en los salones de té las damas con sus bellos vestidos y suntuosas joyas en anillos, pulseras, adornos de collares centralizados en los prominentes escotes, parloteaban y murmuraban algo entre sollozos y vocecitas disonantes, en la sala de fumar, los hombres con copas de coñac en sus manos y algunos con cigarros y pipas dejando una estela de humo y aroma a tabaco, aroma que me persigue desde muy pequeño porque mi abuelo jamás abandonaba su pipa, una de las tantas que tiene como trofeo sobre el descanso de la chimenea central de la sala principal de la casa, allí donde penden tantos retratos de tíos y tíos abuelos de todos los de la familia, puedo contarles la historia de todos ellos y de cómo vivieron y murieron ya que me la contaron tantas veces cuando nos reuníamos después de la cena en esa sala familiar sentados en círculo cercanos al fuero de la chimenea, donde la abuela bordaba  y mi hermana cambiaba y descambiaba sus  muñecas, mi papá leía el periódico y Anita nos traía el café y algún turrón de chocolate.

La sala, ahora vacía y esta mañana solo se recorta la figura esbelta de mi abuelo, su espalda un poco curvada pero con señorial presencia, lo veo mirando hacia el parque, precisamente hacia la fuente, veo también que sus anteojos se humedecen y lleva su mano derecha al rostro para sofocar un sollozo, le paso mi mano por la espalda y no llego mas alto pero apoyo mi cara sobre sus piernas y le doy mi amor entero, ¡mi adorado abuelo!.
Ambula mi tristeza por la casa, ahora llego a ver a  mi madre y corro a abrazarla me sumerjo en las telas de su vestido hasta encontrarme con su cuerpo en donde tantas veces he mamado la vida y allí me quedo, ella aprieta un pañuelo entre los dedos y seca una a una sus lágrimas y habla con mi padre, no comprendo lo que dicen hablan de mi, eso si lo se , hablan de  mi y mi padre acodado en el marco de la puerta con su traje de salir, muy elegante dice frases que a mi madre le suenan alentadoras, ellos allí en un cuadro de amor y respeto, ellos allí y yo siguiendo mi camino por la casa, en mi habitación están mis juguetes, no me dan ganas de jugar, estoy interesado por la presencia de tanta gente en casa, por la presencia de primos, tíos y otros que no recuerdo conocer.

Anita anuncia la llegada del párroco, todos se ponen  de pie y veo que van hacia la capilla.
No quiero ir allí, me aburro en las misas y salgo corriendo al patio, la naturaleza en pleno me reconoce porque mis corridas y cabriolas eran la admiración de los chicos y recibía el halago de los mayores y advertencias a las que no hice caso porque la libertad que me daba el cuerpo eran respondidas de inmediato por mi inconsciencia y mi descreimiento del peligro.

Caminé y al llegar a un alto del camino entre las rosas me llama la atención un montículo de tierra con césped, miro mejor y bajo la cruz de madera caoba una planicie de cemento con dos angelitos rococó blandiendo sus brazos hacia el cielo y sus alitas a ambos lados  se encuentras al costado de mi foto, veo unas letras y creo que dicen mi nombre y unos números que indican una fecha.      



PÁGINA 27 – POESÍA AMERICANA

ALFREDO FRESSIA
(Montevideo-Uruguay)

POETA EN EL EDÉN

No, Señor,
nunca huiré del Paraíso, tengo en mí
la leche eterna de los padres y los hijos,
y escribo poemas para la nostalgia.
No, Señor,
nunca seguiré el rumbo imprudente
de los cuatro ríos, el que impele a los nautas
hacia el mar de monstruosas criaturas.
Habían podado las ramas de oro
que brillaban en el árbol de la vida.
Y ahora me llaman como almas.
No, Señor,
nunca comeré del árbol prohibido.
Apreté tantas veces en mi mano
las frutas suculentas. Aspiro
los perfumes seductores,
—Et d´autres, corrompus, riches et triomphants—
Nada sabes de mis íntimos
paraísos artificiales, y te ofrezco las costillas
húmedas y turgentes
para que sigas modelando al mundo
mientras duermo.
Soy un niño inmenso
escribiendo dócilmente en el barro del Edén.
Tengo un muñeco de porcelana blanca.
Balbucea.

SILVIA GUERRA
(Maldonado-Uruguay)

CLOTO

Afuera, en el cóncavo espejo que es Ahora
un fino entretejido se suspende: alguien
habla de dos, otros de cifras que son inmensas cantidades.
La ascendencia se pierde en estratos
que no tienen demasiada importancia.
Se nombran los caminos los pazos los pequeños jilgueros.
Se camina sonriendo por la empinada cuesta
con las botas sucias del barro del camino.
Se llenan los carrillos los rojos los sonrientes
de un aire
que ahí arriba se dice que es purísimo.
Y se habla de la guerra. Del color de la guerra.
Y aparecen los muertos, en fila, con el plato vacío
me preguntan algo que no entiendo, no entiendo que me dicen
no entiendo que hago ahí, por qué me siguen.
Y yo no sé que hacer, y ellos tampoco.

CRISTINA PERI ROSSI
(Montevideo-Uruguay)

R.I.P.

Ese amor murió
sucumbió
está muerto
aniquilado      fenecido
finiquitado
occiso               perecido
obliterado
muerto
sepultado
entonces,
                        ¿porqué late todavía?

SYLVIA RIESTRA
(Montevideo-Uruguay)

REVERSO

Abandonar esta versión mía
llevada a rastras
como a una bolsa de cachorros muertos
hacerla carne de buitres
para siempre
esa improcedencia de deshilarse
desollarse en tinta
padecer incontenible ese azogue
casi localizable como un cuerpo que estalla
y se transforma en agujero negro
central gravitante
-emboscada de estrellas .

TERESA SHAW
(Montevideo-Uruguay)

INTEMPERIE

Un cielo limpio.
Los niños descansan.
No hay camino.
No hay caminos.
Con un puñado de hierba
arrancada al sueño,
todavía tenemos que morir.
Ahora, echados sobre unas mantas,
amamos la tierra,
corremos la misma suerte.
Y en el abandono,
esta proximidad apacible,
como si nunca hubiéramos partido.



PÁGINA 28 – CUENTOS 

CLARICE LISPECTOR
(Brasil: 1920/1977)

MEJOR QUE ARDER

Era alta, fuerte, con mucho cabello. La madre Clara tenía bozo oscuro y ojos profundos, negros.
Había entrado en el convento por imposición de la familia: querían verla amparada en el seno de Dios. Obedeció.
Cumplía sus obligaciones sin reclamar. Las obligaciones eran muchas. Y estaban los rezos. Rezaba con fervor.
Y se confesaba todos los días. Todos los días recibía la hostia blanca que se deshacía en la boca.
Pero empezó a cansarse de vivir sólo entre mujeres. Mujeres, mujeres, mujeres. Escogió a una amiga como confidente. Le dijo que no aguantaba más. La amiga le aconsejó:
-Mortifica el cuerpo.
Comenzó a dormir en la losa fría. Y se fustigaba con el cilicio. De nada servía. Le daban fuertes gripas, quedaba toda arañada.
Se confesó con el padre. Él le mandó que siguiera mortificándose. Ella continuó.
Pero a la hora en que el padre le tocaba la boca para darle la hostia se tenía que controlar para no morder la mano del padre. Éste percibía, pero nada decía. Había entre ambos un pacto mudo. Ambos se mortificaban.
No podía ver más el cuerpo casi desnudo de Cristo.
La madre Clara era hija de portugueses y, secretamente, se rasuraba las piernas velludas. Si supieran, ay de ella. Le contó al padre. Se quedó pálido. Imaginó que sus piernas debían ser fuertes, bien torneadas.
Un día, a la hora de almuerzo, empezó a llorar. No le explicó la razón a nadie. Ni ella sabía por qué lloraba.
Y de ahí en adelante vivía llorando. A pesar de comer poco, engordaba. Y tenía ojeras moradas. Su voz, cuando cantaba en la iglesia, era de contralto.
Hasta que le dijo al padre en el confesionario:
-¡No aguanto más, juro que ya no aguanto más!
Él le dijo meditativo:
-Es mejor no casarse. Pero es mejor casarse que arder.
Pidió una audiencia con la superiora. La superiora la reprendió ferozmente. Pero la madre Clara se mantuvo firme: quería salirse del convento, quería encontrar a un hombre, quería casarse. La superiora le pidió que esperara un año más. Respondió que no podía, que tenía que ser ya.
Arregló su pequeño equipaje y salió. Se fue a vivir a un internado para señoritas.
Sus cabellos negros crecían en abundancia. Y parecía etérea, soñadora. Pagaba la pensión con el dinero que su familia le mandaba. La familia no se hacía el ánimo. Pero no podían dejarla morir de hambre.
Ella misma se hacía sus vestiditos de tela barata, en una máquina de coser que una joven del internado le prestaba. Los vestidos los usaba de manga larga, sin escote, debajo de la rodilla.
Y nada sucedía. Rezaba mucho para que algo bueno le sucediera. En forma de hombre.
Y sucedió realmente.
Fue a un bar a comprar una botella de agua. El dueño era un guapo portugués a quien le encantaron los modales discretos de Clara. No quiso que ella pagara el agua. Ella se sonrojó.
Pero volvió al día siguiente para comprar cocada. Tampoco pagó. El portugués, cuyo nombre era Antonio, se armó de valor y la invitó a ir al cine con él. Ella se rehusó.
Al día siguiente volvió para tomar un cafecito. Antonio le prometió que no la tocaría si iban al cine juntos. Aceptó.
Fueron a ver una película y no pusieron la más mínima atención. Durante la película estaban tomados de la mano.
Empezaron a encontrarse para dar largos paseos. Ella con sus cabellos negros. Él, de traje y corbata.
Entonces una noche él le dijo:
-Soy rico, el bar deja bastante dinero para podernos casar ¿Quieres?
-Sí -le respondió grave.
Se casaron por la iglesia y por lo civil. En la iglesia el que los casó fue el padre, quien le había dicho que era mejor casarse que arder. Pasaron la luna de miel en Lisboa. Antonio dejó el bar en manos del hermano.
Ella regresó embarazada, satisfecha y alegre.
Tuvieron cuatro hijos, todos hombres, todos con mucho cabello.


OBSTINACIÓN

Cuando alguien a quien quería me apartó de su amor, me recomendaron inventariar los recuerdos desagradables, realizar enconadas listas de defectos, construir un odio como escalón previo al olvido...no lo hice, no lo hago, no lo haré. Me quedé con el recuerdo de las escasas o abundantes felicidades compartidas; con un sonido, una imagen o un olor que en medio de la vereda me devuelven una sonrisa. Elijo salvar el amor aunque más no sea en la memoria. Me niego al odio.
Cuando la realidad se espesa alrededor del corazón, cuando se hace una carga insoportable la injusticia, cuando las tragedias superan el patetismo y obstruyen la respiración; entonces recomiendan cuidar el propio jardín, apartar saludablemente la mirada de lo atroz, del espanto. Dicen que es de todo punto necesario cerrar la ventana y poner música fuerte para no escuchar los ruidos de la calle...desisto de la huida, me quedo en medio de la lluvia. Me niego a escaparme.
Aunque duela.
Cuando me enamoro desmonto las persianas, abro los armarios, me ofrezco vulnerablemente en piel desnuda. Me aconsejan la prudencia, hacer cálculos, esperar reciprocidades, evaluar metas y derroteros...no hago caso. Me regalo cada vez con la misma ingenuidad, y prefiero no aprender a ser avara.
Obstinadamente presto mis ojos a las lágrimas, mi corazón al dolor.
Y no me gusta sufrir, no creo que sufrir sea imprescindible para alcanzar ningún cielo, no creo que agrade a los dioses ni que ennoblezca ni que sea deseable.
No me niego al dolor porque quiero ser feliz, deseo estar alegre, pero cuando se cierran las puertas de los sentimientos no entra más ninguno, ni bueno ni malo. El que ríe de veras llora de veras, se prodiga con generosidad.
Con obstinación me saco el chaleco antibalas y dejo que la vida me agite como el viento a los árboles.
Y lloro, pero también sonrío.

POZOS CAVADOS EN EL AIRE

El hombre o la mujer se separa, se divorcia, se encuentra de pronto que está solo. Puede que al principio sea la alegría de volver a verse a sí mismo, de levantarse a las cuatro de la mañana a escuchar música y seguir durmiendo, de comprarse o hacer lo que se le da la gana para comer.
La cita con la soledad verdadera está pendiente. Esta finalmente llega.
Algunos se acostumbran y quedan de vuelta, se resignan a no ser más hombre o mujer sino un cierto ser vagamente sexuado, cosa que se nota en si usan pollera o no, por ejemplo. Y riegan las plantitas, y quizás acaricien un perro o un gato para sentir algo tibio bajo las palmas. Por la noche abrazan la almohada, ciertamente.
Ocurre, a veces, que se convencen de estar bien y de ser felices. Otras no, otras veces se dan cuenta, y evitan esos parques y esas paradas de colectivo donde duele el apretarse ansioso de los cuerpos de los adolescentes. Miran para otro lado, se acarician el brazo izquierdo con la mano derecha sin reparar en ello, como si fuese sólo una costumbre; me pica un granito, me quemé por el sol; y la mano propia que no alcanza a ser contacto genuino pero que atempera el desaliento.
Y afuera no hay nada. No hay nada de nadie.
Viven en pozos aéreos, rodeados de tierra invisible, enterrados enterrados y caminan sin ataúd.
Y ya no se animan. Tienen miedo.
Una sola mano que atraviese el océano etéreo basta para desaparecer el hechizo. Un roce de veras, una caricia que haga abrir los ojos al Lázaro deambulante.

Los pozos cavados en el aire existen. La infinita soledad que se derrumba de una vez y sin estrépito, que limpia la atmósfera, que demuestra que siempre es nunca demasiado tarde para extender el brazo, para abrirse al porvenir, para vivir de la ilusión. Eso también existe.


PÁGINA 29– POESÍA EUROPEA


NGUYEN KHOA DIEM
(Phong Dien - Thua Thien Hue-Vietnam)

CANCIÓN DE CUNA PARA LOS NIÑOS DE LAS MINORÍAS QUE CRECEN SOBRE LAS ESPALDAS DE SUS MADRES

Bebé Cu Tai, dormido sobre la espalda de tu madre,
Duerme bien, por favor, no abandones su espalda,
Porque con cada paso, tu madre muele arroz para nuestros soldados.
Tu sueño se inclina al ritmo del mortero.
El sudor de tu madre cae sobre tu barbilla, ardiendo,
Sus hombros delgados son tus almohadas.
Su espalda es una hamaca;
Su corazón canta con estas palabras:
“Mi A Kay, duerme bien A Kay,
Te amo y amo a los soldados.
Sueña por favor con arroz blanco para mí,
Sueña por favor con arroz blanco para mí,
Y mañana, cuando seas grande,
Tu mortero molerá una tierra nueva”.
Bebé Cu Tai, dormido sobre la espalda de tu madre,
Duerme bien, por favor, no abandones su espalda;
Tu madre está sembrando maíz en la montaña Ka Lui.
La espalda de la montaña es tan grande
Y la espalda de tu madre tan pequeña.
Sueña bien bebé, no hagas cansar a tu madre.
En la montaña, el sol golpea al maíz;
Sobre su pequeña espalda, el hijo de la madre duerme.
“Mi A Kay, duerme bien, por favor, duerme bien.
Te amo y amo a nuestra hambrienta aldea.
Sueña por favor con brotes de maíz para mí,
Sueña por favor con brotes de maíz para mí,
Y mañana, cuando seas grande,
Saltarás diez montañas Ka Lui”.
Bebé Cu Tai, dormido sobre la espalda de tu madre,
Duerme bien, por favor no abandones su espalda.
Tu madre está moviendo su choza, abriendo camino a través de la selva.
Soldados estadounidenses nos obligaron a alejarnos del arroyo.
Entonces los jóvenes tienen armas de fuego y las jóvenes varitas de pungi.
Tu madre te lleva hacia la batalla final.
Desde la espalda de tu madre vas hacia el frente.
Desde tu hambre irás a las montañas Truong Son.
“Por favor, mi A Kay, duerme bien por favor, duerme bien.
Te amo y amo a mi país.
Y sueña por favor con tu madre viendo a Bac Ho,
Y mañana, cuando seas grande,
Vivirás como un hombre en libertad”.

LÍA HADZOPOULOU KARAVÍA
(Atenas-Grecia)

ESTRANGULADOR DE PÁJAROS

Sus dedos largos
propios para trabajar el esmalte y el marfil
para sacar palomas del fondo de los sombreros
para copiar papiros en monasterios
para agitar la batuta
enfrente de una orquesta
o simplemente para tocar tiernamente.
Pero él
quería ser
estrangulador de pájaros.

ISABEL REZMO
(Úbeda-Jaén-España)

NEBULOSA

Iniciando la noche,
Suben los bellos corceles,
Ataviados de cítaras,
Bordeando la sal
Emergen como luciérnagas,
Lucen como sirenas.

Amanece como los suspiros.
Nítido tiempo en el descaro,
Aplaudiendo entre las mieles,
Bebiendo el néctar de las flores,
Elevan sus voces al tiempo,
Libres en la ternura.

Mar adentro en tus abrazos,
Amor entre mariposas
Ríos en ardiente calma,
Isla eterna donde
Amarte es mi paciencia.

(A mis hijas)

TANYA TYNJÄLÄ
(Helsinki-Finlandia)

TRIPTICO DE LA PASIÓN

I
Cuando los párpados
se niegan a apagarse,
bailan las manos
sobre las olas y
en las montañas y
entre la selva
y no busco
 lo que encuentro
y pierdes poco a poco
lo que nadie te dio.
Qué oscura
es la luz
de tu sonrisa.

 II

Qué hay en tu mirada
de camino ausente,
qué hay que duele tanto,
y quiere ser
como las flores
y penetrar con su perfume
sin pedir permiso
y acariciar las horas
cuando el silencio habla

III

Así,
como la espuma
en la tarde
se esconde
bajo las rocas,
sé que odiarás
la sal de mis cabellos,
sé que tiemblas
en la noche
recordando el color
del viento.
Así,
como la espuma
en la tarde
me escondo
bajo las rocas.

SERGIO BORAO LLOP
(Mallén-Zaragoza-España)

ATARDECER DE OTOÑO EN LAS VENTANAS

Atardecer de otoño en las ventanas.
Desconsoladas ráfagas de viento
como caricias somnolientas de la tarde.
Siempre en este minuto me hiere tu memoria
como ávida cuchilla de negro terciopelo.
Una música triste llena el ámbito
pero, ¿qué música no es monotonía
cuando añoro tus manos, tan lejanas ahora?
Atardecer de otoño en los cristales
y en el alma la flor de una nostalgia
desbocándose hacia todos los rincones.
Un trueno, unas gotas de agua,
luego la calma de la lluvia que no cae.
Sólo el otoño atardeciendo en los cristales,
coloreando en gris el horizonte

y grabando en mi pecho las huellas de tu ausencia.


PAGINA 30 – ENSAYO


MARCELO COLUSSI
(Guatemala-Guatemala)

LA LECTURA: ¿UNA PRÁCTICA EN EXTINCIÓN?
“Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de… perdidos /desconectados”Einstein
Reivindicar la lectura y abrir una crítica contra las tecnologías audiovisuales, abrumadoramente dominantes hoy día y no propiciadoras de la lectura precisamente, podría parecer retrógrado. Sin dudas, hacer una crítica contra cualquier tecnología que nace, corre ese riesgo. Pero en este caso, aun sabiendo que podemos ser tildados de “vejestorio anti-modernización”, preferimos la posibilidad de la denigrante etiqueta. Lo que se quiere hacer notar es un peligro en ciernes que, hoy por hoy con esta ideología de la fascinación por la novedad (impuesta por un capitalismo vorazmente consumista), pareciera que se va dejando de lado con demasiada liviandad.

“Es lindo estar frente a tu pantalla. Te resuelve la vida. Uno ya no estudia, no tiene que pensar. La tecnología te lo hace todo. Aunque uno quede embobado frente a lo que ve, aunque nos demos cuenta de eso, que nos volvemos cada vez más haraganes, no deja de ser cómodo”, se expresaba con la honestidad del ingenuo un joven a quien entrevistaba vez pasada con motivo de una investigación sobre estos temas. La lectura, lenta pero irremediablemente, pareciera ir cediendo lugar ante las nuevas tecnologías audiovisuales. El “¡No lea (¿no piense?, ¿no se haga preguntas?) y limítese a mirar la pantalla!” pareciera ser el dictado que se nos impuso.

“La televisión sin dudas es muy instructiva, porque cada vez que la prenden me voy al cuarto contiguo a leer un libro”, dijo alguna vez, sarcástico, Groucho Marx. Cada vez más se constata que la lectura está en retirada y los medios audiovisuales van ocupando su lugar.

Sin caer en visiones apocalípticas ni en moralinas de “viejo regañón”, es un hecho que las nuevas tecnologías digitales centradas en lo audiovisual tienen un peso fenomenal. ¿Pueden competir un profesor con su clase magistral, o un libro, contra el atractivo de una imagen colorida y en movimiento aunada a un mensaje sonoro? El resultado está a la vista: la imagen va reemplazando a la lectura. Si bien cada año se publican cantidades industriales de libros, téngase en cuenta que lo que más se vende son, nada más y nada menos, que libros de autoayuda (con letras enormes y poco texto en cada página). Es decir: asistimos a un negocio fabuloso en el ámbito editorial, pero eso no significa que la lectura avance; al menos, la lectura crítica (¿qué podríamos decir de esta moda de la “autoayuda”?). Por el contrario, en vez de preferir la lectura analítica, la tecnología audiovisual, tal como lo decía nuestro joven entrevistado, “es linda”, “emboba” (fascina, hipnotiza) porque, además de hiper penetrante, es muy cómoda: “Te resuelve la vida”. ¿Te la resuelve?

La Organización de Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura -UNESCO- afirmó que en pocas generaciones más el maestro de carne y hueso irá pasando a ser pieza de museo, porque la mayor parte de la educación formal se hará a través de medios audiovisuales. Seguramente, para allí vamos. Pareciera que los nativos digitales, que cada vez se amplían más y más, ya vienen con el teléfono inteligente o la tablet incorporados. El futuro que se visualiza ahora tiene ribetes que, además de abrir esperanzas, pueden aterrorizar.

“La lectura cansa. Se prefiere el significado resumido y fulminante de la imagen sintética. Esta fascina y seduce. Se renuncia así al vínculo lógico, a la secuencia razonada, a la reflexión que necesariamente implica el regreso a sí mismo”, se quejaba amargamente Giovanni Sartori. ¿Triunfó entonces la imagen sobre el discurso crítico, sobre la lectura? Parece que sí. La lectura serena y reflexiva no desapareció, pero está seriamente enferma. ¿Quién lee hoy una novela de 500 páginas? Son (somos) especie en extinción.

La especie humana es inteligente y realiza cosas maravillosas, sin dudas. Haber inventado estos ingenios tecnológicos que recrean virtualmente la realidad o permiten conectarnos con cualquier parte del planeta en tiempo real, es fabuloso. Pero eso no quita que en muchos aspectos, como especie biológica, permanezca muy cerca de sus antepasados. Al igual que sus parientes no tan lejanos, los insectos voladores, la fascinación por la imagen deslumbrante es evidente. Las “luces de colores” atrapan, al igual que el bombillo eléctrico lo hace con un insecto volador. Lo prueba nuestra actual civilización basada en la imagen: televisión, videojuegos, cine, internet, pantallas de celulares, tablets. ¿Qué tiene esta tecnología de lo iconográfico que cautiva tanto?

La imagen tiene un poderoso atractivo fascinante en todo el reino animal; la psicología de la percepción e investigaciones en etología lo confirman: así como los insectos caen en la luz que los subyuga, también nosotros, los humanos, sucumbimos a los destellos luminosos. Pero valga puntualizar que el ser humano es la única especie animal que tiene dificultad para diferenciar una imagen real de una virtual (de ahí que podemos emocionarnos, llorar o erotizarnos con una imagen electrónicamente creada). Ningún animal se “emboba” tanto.

¿Y la lectura crítica entonces? ¿Habrá que aceptar resignadamente que, de verdad, está en proceso de extinción?

Cómo será el ser humano del mañana, no lo sabemos. De lo que no caben dudas es que se está construyendo un nuevo sujeto que -pareciera- puede echar por la borda una actitud crítica y pensante producto de años (siglos, ¿milenios?) de maduración. Las tecnologías sirven cuando son instrumentos que facilitan la vida. Si empezamos a vivir para alimentarlas, si pasa a ser más importante la herramienta que el ser humano que la usa… ¡se hace imprescindible retomar muy en serio lo dicho por Groucho Marx! ¿Cuál es el mejor remedio contra la “embobante” televisión: un hacha…, o un libro?

Por supuesto que siempre deben ser bienvenidas las tecnologías, las que, en definitiva, sirven para mejorar la calidad de vida. Pero hay que cuidarse cuando las mismas terminan sirviendo sólo al interés de quien las produce y las vende. Ahí, más que mejorar la calidad de vida del colectivo, nos encontramos con prácticas cuestionables, horribles ejercicios de poder, imposiciones. Hoy, las tecnologías audiovisuales que van invadiendo todos los espacios, se presentan como la gran panacea universal. Y en verdad, si bien abren posibilidades extraordinarias, también crean una cultura que puede ser cuestionada: ¿debe preferirse la inmediatez algo irreflexiva de la imagen a la lectura crítica? ¿Ese es el modelo de progreso que ambicionamos?

La superficialidad no es ajena a la cultura que va de la mano de estas nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Pero hay que apurarse a aclarar que “superficialidad” puede haber en todo, también en la lectura de un libro o en una discusión filosófica. No son estos nuevos instrumentos los que la crean. En todo caso, lo cual puede abrir una discusión, la modalidad de estas nuevas tecnologías digitales, su rapidez a veces vertiginosa, la entronización de lo multimedial con acento en la imagen por sobre la lectura reflexiva, podría dejar abierto un interrogante; por tanto debe verse muy en detalle cómo estas tecnologías comportan, al mismo tiempo que grandes posibilidades, también riesgos que no pueden menospreciarse. La cultura de la ligereza, de lo superficial y falta de profundidad crítica puede venir de la mano de esta nueva cultura digital, siendo los jóvenes -sus principales usuarios- quienes repitan esas pautas. Piénsese, por ejemplo, en la práctica hoy tan a la moda del selfie. ¿Qué significa como modelo cultural eso? ¿No debe abrirse una reflexión al respecto? Creer, porque las campañas publicitarias así lo imponen, que el último grito de la moda es siempre “lo mejor”, no deja de ser cuestionable. “Lo que hace grande a este país [Estados Unidos] es la creación de necesidades y deseos, la creación de la insatisfacción por lo viejo y fuera de moda”, manifestó el gerente de la agencia publicitaria BBDO, una de las más grandes del mundo. ¿Lo aceptamos pasivamente? ¿Es cierto que “progresamos” porque compramos el último modelo de teléfono celular, con toda la nueva parafernalia técnica que se renueva a velocidad creciente?

Sin caer en preocupaciones extremistas, no hay que dejar de tener en vista que esa entronización de la imagen y la inmediatez, en muchos casos compartida con la multifunción simultánea, puede dar como resultado productos a revisar con aire crítico: “en términos mayoritarios [los jóvenes usuarios de las tecnologías audiovisuales] adquieren información mecánicamente, desconectada de la realidad diaria, tienden a dedicar el mínimo esfuerzo al estudio, necesario para la promoción, adoptan una actitud pasiva frente al conocimiento, tienen dificultades para manejar conceptos abstractos, no pueden establecer relaciones que articulen teoría y práctica”.


Sin el más mínimo ánimo de negar la potencialidad que contienen las tecnologías mediáticas y digitales -de hecho, el presente texto circula justamente en internet haciendo uso de esos recursos, con varios hipervínculos incluidos, y abierto a ser replicado cuantas veces se desee en la red de redes- nos parece necesario seguir pensando en ese extraordinario invento que es la lectura. Porque, como dijo Don Quijote de la Mancha: “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”.


SUPLEMENTO INFANTIL Y JUVENIL


PÁGINA 31 -CUENTO

NORMA SEGADES-MANIAS
(Santa Fe-Argentina)


LOS CORCELES DEL VIENTO

El padre de los dioses fue su padre.
Blancos como la nieve, tienen la alzada de los potros árabes, su fuerza, su nobleza y unas enormes alas emplumadas que sostienen sus vuelos.
Los dueños de tu sangre podían observar, en la alta noche, su sitio en las estrellas. La gran caballeriza donde duermen su destino de siglos. El establo galáctico a cuyos pies transcurren Casiopea y Andrómeda.
Son los hijos dilectos de la luz.
Desde tiempos remotos encienden el levante, conduciendo el carruaje de la vida. A su paso se extinguen las tinieblas y sobreviene el renacer del mundo. Custodian los fulgores del relámpago y el retumbar del trueno que amedrenta a la raza de los hombres porque son los emblemas del castigo.
Nadie puede montar su aristocracia.
Recibieron su nombre cuando el primero de su especie golpeó la complexión de los peñascos con cascos impacientes y así parió el origen la textura del agua.
Cabalgan por el cielo con tanta dignidad como elegancia. Por encima de nubes y montañas, leyendas de olivares y lenguajes antiguos, se adivina el susurro de sus belfos bufando lo impetuoso de su sangre, sus crines embriagadas de vientos y distancias.

Aunque los expatriados de la magia confundan sus figuras con las nubes que pasan.


PÁGINA 32– POESÍA


MARIA ELENA WALSH
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)
(1930-2011)

EL REINO DEL REVÉS

Me dijeron que en el Reino del Revés
nada el pájaro y vuela el pez,
que los gatos no hacen miau y dicen yes
porque estudian mucho inglés.

Me dijeron que en el Reino del Revés
nadie baila con los pies,
que un ladrón es vigilante y otro es juez
y que dos y dos son tres.

Me dijeron que en el Reino del Revés
cabe un oso en una nuez,
que usan barbas y bigotes los bebés
y que un año dura un mes.

Me dijeron que en el Reino del Revés
hay un perro pekinés
que se cae para arriba y una vez
no pudo bajar después.

Me dijeron que en el Reino del Revés
un señor llamado Andrés
tiene 1.530 chimpancés
que si miras no los ves.

Me dijeron que en el Reino del Revés
una araña y un ciempiés
van montados al palacio del marqués
en caballos de ajedrez.

Vamos a ver cómo es

el Reino del Revés.


PÁGINA 33 – CUENTO


ELSA HUFSCHMID    
(Santa Fe-Argentina)

 LA  VIDA SECRETA DE LA BRUJA TRACA

Aquí se van a enterar de cómo era la vida de la bruja Traca, y no lo comenten, no sean chismosos.
        Traca era una bruja muy ñiquiñaque que vivía en un bosquecito de algarrobo. El gran jefe Mandamás le había asignado cuidar que los hombres no talaran los enormes árboles. Este bosque era uno de los últimos que sobrevivían a las hachas y estaba en las afueras de Sumampa.
                Traca debería ser muy dulce porque todos los días desayunaba chupando   las azucaradas vainas del algarrobo. Pero no. Era una bruja amarga, siempre con chinche que descargaba en su gato Michón,que, con sus bigotes erizados escapaba a esconderse dentro del horno de barro. La bruja no podía correrlo porque estaba revieja, con reuma y achacosa.
                Como era tan fea, los bichos de bosque ni se la arrimaban. Cuando iba a lavarse la cara a la laguna, las mojarritas corrían asustadas, pero como en el agua no tenía poder se volvía sin poder castigarlas. Refunfuñando se metía entre las espinosas ramas de los algarrobos y allí ensayaba sus maleficios.
                En una olla negrísima, donde hervía el rocío de la noche, echaba las pestañas de una rana verde, las patas de un escarabajo negro, una oreja de tatú y el penacho de una chuña.
                Cuando llegaban los hacheros, dejaba caer unas gotas del mejunje y el acero del hacha se transformaba en manteca y no podían matar los árboles.
                Hacía varios meses que reclamaba la jubilación, pero Mandamás no encontraba bruja joven para reemplazarla. Soñaba dejar Sumampa e irse de vacaciones al mar. Por supuesto unos días, nada más. Volvería al bosque pero a descansar. Podría pasear por las nochecitas por los claros mirando como aparecían las estrellas. Quizás hasta mejorara su mal genio y se le acercara alguna lechuza que podría acompañar sus últimos años. Estos eran sus sueños.
                Pero ahora debía comportarse como una real bruja: cabellos enmarañados, nariz ganchuda, solo tres dientes. En fin, fea, feísima. ¡Ah!   Y en especial mala, remala.
                Pero ustedes no le crean. Era pura espuma.

                Y no se lo cuenten a nadie, es un secreto entre nosotros.


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