Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com

GACETA LITERARIA Nº 116– AGOSTO de 2016– Año X – Nº 8



Imágenes:
Homenaje a la obra de JUAN CARLOS MANJARREZ
(Guadalajara-México)

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

EDUARDO GALEANO
(Uruguay/1940-2015)

Confidencialmente confieso, y lo confieso con todas las letras, por difícil que me resulte: sí, en verdad, sí: yo no sé manejar automóviles, no tengo computadora , nunca fui al psicoanalista, escribo a mano, no me gusta la tele y jamás he visto las tortugas Ninja.
Y más, todavía: mi cabeza es calva y de izquierda. Vanos han resultado todos mis esfuerzos para que el pelo brote en mi desnudo cráneo y para corregir mi tendencia a pensar zurdamente.
Hasta hace pocos años, en las escuelas ataban la mano izquierda de los niños zurdos , para obligarlos a escribir con la mano derecha; y parece que eso daba buenos resultados.
Para obligar a los adultos a pensar derechamente, las dictaduras militares usan terapias de sangre y fuego, y las democracias usan la televisión.
A Mí me han hecho probar ambas medicinas, y no hubo caso.
Admito que no tengo, por ejemplo, una incapacidad biológica para percibir las virtudes de la libertad del dinero. A fines del año pasado, pongamos por caso, yo estaba con mi mujer en la mitad de un largo viaje, cuando quebró Pan American. Ella y yo quedamos literalmente en el aire y sin avión. Tuvimos que pedir dinero prestado a unos amigos, y entonces yo interpreté el episodio según mi limitada visión de las cosas: creí que la mano invisible del mercado me había robado dos pasajes.
Debo reconocer que me equivoqué. Ya no tengo ninguna esperanza de recuperar ni un centavo; pero ahora me doy cuenta de que Dios me hizo un favor. Astutamente, el Altísimo utilizó ese sutil procedimiento para convencerme de que no se puede andar por el mundo sin tarjeta de crédito.
Yo no tenía. Lo confieso.
Hasta hace poco, mi natural inclinación al Mal me impedía esta felicidad. Yo creía que la tarjeta de crédito era una trampa más de la sociedad de consumo. Creía que los habitantes de las grandes ciudades modernas padecen la esclavitud por deudas, tanto como los indios de Guatemala en las plantaciones de algodón o de café.
Ahora se ha descorrido el velo que cubría mis ojos,y veo: nadie es, si no es digno de crédito. Ahora, ya soy. Debo, luego soy.
Pero la duda, porfiada sombra, vuelve al asalto. A mi cabeza se le da por pensar que mi país también debe, y que cuanto más paga, más debe. Y cuanto más debe, menos lo gobierna el gobierno y más lo gobiernan los acreedores.
Y sin embargo los Estados Unidos, que deben mucho más que toda América Latina junta, no aceptan condiciones, sino que las imponen.

PÁGINA 2 – ENSAYO

ENSAYO POÉTICO

OSCAR ALBERTO MARCHESIN
(Buenos Aires-Argentina)

1

De tanto en tanto cada mil años nace un ángel
Definición de ángel : “espíritu celeste con gracia y simpatía” (?)
Aunque nunca le gusto el celeste ni lo usò...
Puede no ser rubia hay ángeles negros pero no es este el caso...
Norma es de cabello castaño y perfecta en sus facciones
Ya sus sentimientos desde pequeña fueron inducidos...
Ángel traicionado ángel violado sus instintos de satisfacción
Superan los de cualquier mujer y eso es mucho decir
Con su histeria ocurre lo mismo con su maldad...
Su fin : arribar al pedestal de la fama y del dinero
Sin muchos miramientos aunque escudándose algo
En la posibilidad del cine...
Sus dotes de actriz no superan en mucho los de un avestruz salvaje
Suplidos por la perfección de su cuerpo
Independizando de el sus piernas
Que para cualquier poema merecen una estrofa aparte...
Una voz de nena mimosa la mirada que lo dice todo
Y nuevamente fuera de todo contexto su boca...
Si su tendencia hubiera sido la medicina o cualquier otra profesión
Ayudada por el “desincentivo” familiar no la conoceríamos hoy...
La influencia familiar promiscua hasta pornográfica la incentivó
En sus manifestaciones sexuales primitivas elementales inicialmente
Y sièmpre intrínsecas genitales hasta lo mas profundo
Nunca inhibida siempre fingiendo la timidez tan temida...
Como no pensó en nacer no tiene la inminente premisa del miedo a morir
Y muere cada noche que no encuentra su cometido y nace cada día
A medio día en la búsqueda eterna de la noche de la gloria...
Qué hubiera sido de los hombres de la familia... Con la castaña Norma
Si lo que siempre persiguieron en su afán de lujuria desmedida
Fueron cabellos rubios en cuerpos blancos...
En cada uno de los distintos lugares donde ello puede surgir...
Yo marilyn :
Una noche de alcohol como corresponde trajo a mi mente
Mis años de niñez de los cinco a los diez...
Si mis piès hubieran tocado el agua del barro de los barrios latinos
Si entre tules de seda india no me hubieran cobijado
El calor el frío el agua el viento el fuego
Todo el fuego que recuerdo que llevaba adentro...
Y probé el alcohol y la primera violación y fueron tantas
No recuerdo la primera ni quien si mi madre mi padre
Quizás sus amigos hermanos o quienes pasaron en esa noche de reyes
De regalos de besos confundidos
Aùn bien mirada aun castaña por mi cuerpo mis ojos gestos y subjetividad...
No me avergonzaba la señal del camino comenzado sin final anunciado
Si bien augurado obvio evidente salvo milagro impensado
De algún creador benéfico que me vea gustoso
Y con ciertos interèses a escuchar...
Y de tanto no sentir nada y de tanto navegar
Entre tumultuosas tempestades su pensamiento cambiò
...por qué no buscar el dinero fácil en personajes
Con mucho que dar de fácil reputación y menor honor...
Yo marilyn :
Y así fue y así me mataron...



PÁGINA 3 – POESÍA ARGENTINA: SANTA FE

JORGE ISAÍAS
(Los Quirquinchos)

LIMITACIONES

Comprenderán ciertas limitaciones
con que juego,
en última instancia
no soy más que un mediocre
poeta de provincia;
acosado por lentas lecturas
que no he podido digerir muy bien,
ciertos muslos sensuales de muchacha
que me han quitado consecuentemente
el sueño o la vigilia,
algunas que otras frustraciones
que como una culpa arrastro,
vindicaciones que desde hace tiempo espero,
mientras hablo no sin cierto aburrimiento
de mí mismo y mis cositas.

MARTA ORTIZ
(Rosario)

FLORES ÁCIDAS
(Para Anusha*, a su memoria)

Mejor si con paciencia de artesano
–aguja y tinta de tatoo mediante–
esas flores sin pétalos se abrieran en tu piel,
–Anusha–
Mejor si marcado al roce del arte,
el relato nombrara sólo adolescencia:
mariposa / amor / luna / ideograma;
mejor si cubierto de arena cada estambre
si trazos en la memoria del siglo
–de los siglos–
si tallado en la piedra el monolito,
hendido a golpes de gubia
entintado el surco y mil
veces copiado el lema y volanteado
a las muchachas vecinas.
Nunca este serpenteo de flores ácidas
esta culebrilla amorfa,
tu luz acribillada en el oscuro caldo:
manos amadas –y armadas–
gatillaron /chamuscaron
tu frágil envoltura
capa sobre capa
dragados tus ríos
tus colinas
la seda oliva de tu piel
–aniquilada–
la inscripción de la belleza en el estuche .
Ni aguas abiertas
ni cruce impune a la otra orilla.
Sí tu negra caja
de puños y madera lacrada
cerrados / impotentes,
gotea sangre la lengua del poema:
alfabetos / deletreos / delirios
la cartografía de tus nuevas estaciones:
dolor
desamparo
intemperie
muerte

LEONARDO PEZ
(Santa Fe)

PUENTE.

El río desborda las orillas del balneario.
Como un dorado que perdió la manada
freno para otear el panorama: todo el barrio
tomándose el feriado puente en doce cuotas
de calma, porrón, fútbol.
Un perro de la calle
observa la joda desde lejos
Entre sus ojos y los míos se teje el tipo de complicidad
que une verdugo y condenado.

VERÓNICA CAPELLINO
(San Cristóbal)

MEDITATIO

Una está viva porque se perdona
no sabe cómo ni por qué
la vida cada día *
             está viva
por insistencia, por obcecación
porque amanece y aunque duelen
los huesitos rotos
la piel responde al asombro
de este día
como al de ayer  al de mañana
y se abren  corolas
las preguntas.
Una confía
y está bien que confíe
aunque el instinto alerte de seguros
abandonos
de egoísmos en puerta
soledades en vilo.
Una está viva porque es tan intenso
ver vivir a los hijos
y porque se siente necesaria imprescindible
aunque el mundo bien pudiera  andar 
sin esta esperanza a trabajo forzado
 que es una a toda costa y sin desmayo.
Una cree que cada día será bello
aunque a mitad de la mañana
nada pase más que el tiempo
nada suene más que
el teléfono urgente
nadie  llame a la puerta
y la derribe
para entrar a saco en el derroche
de pasión y ternura que es la sangre
de una
tan terca en esto de vivir
y derramarse.

RUBEN VEDOVALDI
(Capitán Bermúdez)

LUGARES DEL DESCONOCIMIENTO

                                 1
A veces presiento
que es demasiado tarde para no sé qué
y hasta que lo averiguo
ya se me hizo también tarde
para muchas otras cosas.

                                  2
¿Y si sueño?
¿Y si durmiendo sueño que no estoy soñando?
¿Y si despierto sueño que no despierto?
¿Y si vivo soñando que no sueño?
¿Y si soñando que muero me muero?
          
                                  3
No somos nada
dicen los muertos
cuando se juntan
a enterrar un vivo.

Y la nada que somos
ambula sonámbula
por la rotonda
de una respuesta sin preguntas.
                                  
                                     4
La muerte
necesita
todo nuestro miedo
para permanecer.

TONA TALETI
(Rosario)

ESTA NOCHE EN BAGDAD

Esta noche en Bagdad aterradas suspendieron
sus mágicos vuelos las alfombras
los amantes olvidaron la cita
los niños que se atrevieron a mirar
comprendieron que esas luces
 que surcaban el cielo
 no eran estrellas fugaces que cumplen deseos
las madres intentaron en vano mantener
 un gesto cotidiano.
Esta noche en Bagdad, Shereezade
interrumpió su relato.
20 de marzo de 2003



PÁGINA 4 – NARRATIVA

SONIA CATELA
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

SERVICIOS PRIVADOS

"No es mío, me lo prestaron". En referencia a Ricki, flamante compañero de morada, no es explicación que se pueda despilfarrar entre oídos maliciosos, así que lo presento como "mi marido", sin agregar el condicional de "transitorio", estado civil inexistente y del que no pienso aumir la invención. Y hay que arrearlo como a un perro, pero sin la cómoda soga. "Ricki, mantenete a dos metros de mi lado, no más allá". Es que mi amiga Marta, anteayer, yéndose un par de meses a Europa, casi con el Tienda León en la puerta, me abrió su corazón: "No se lo puedo dejar a nadie de confianza para que me lo cuide; vos sos la única, no me podés fallar", (Ricki fumaba y asentía, aposentado en el sillón), "es un mujeriego barato e irredimible, pero miedoso sin par; si lo marcás con rigor no se va a atrever a intentar tiros al arco. Tenés carta blanca". ¿Carta blanca? por el gesto, el tono y la mirada, esas palabras me dieron chuchos de miedo, pero antes de que me desdijera de darle alojamiento a su marido en carácter de préstamo ("hacelo trabajar, que te trasplante plantines, te arregle esa heladera desvencijada, pinte el hall, pique el revoque donde está húmedo, en fin, lo que vos quieras", y otra vez el escalofrío en el espinazo), otorgo el "andá tranquila, yo me hago cargo", mientras Ricki asiente haciendo fuerza con su físico de tenista, sigue Marta: "alimentalo tres veces por día, no lo dejes comer más de un chocolate por almuerzo ni que se pase de una botella de Santa Ana, controlale que no se mordisquee las uñas, que se bañe diariamente, y dale diez cigarrillos cada mañana más veinte pesos, ni un centavo extra, aunque te ruegue propinas, chau querida, es bastante dócil y obediente si se le tensan las riendas así que, paredes para afuera, tenémelo a raya; adentro usalo como mejor te parezca". Adentro. Ay. Ricki levantó la ceja y sonrió. Ya en la puerta del taxi Marta me dio un beso y prometió recompensarme con un Kenzo de cien onzas.
"¿Sabés lo que se propone ella?" dice, de piernas estiradas, pantalón blanco, llaves en el dedo giratorio, malicia en la pregunta, Ricki, "¿sabés?". "¿Qué insinuás?", "¿No sospechás nada?" ahora gira su pulsera de oro en malabarismos circenses.
El hombre planea sacarme alguna ventaja. "Date por enterado, Ricki, no me atraés", de frente y aclarando. "Tampoco vos a mí. Ya ves qué rápido nos ponemos de acuerdo", gira, reaparece en short y se agacha y levanta haciendo abdominales en la alfombra del living, cabeza con gotitas de sudor que semejan perlas de una corona.
Lunes, se larga la carrera; llevarlo al trabajo, presentarlo, "mi pareja", sentarlo en uno de los sillones que sustraigo de la sala de espera, ponerle "Jurisprudencia al día" en la mano, vigilar a qué empleada enfoca y adelantar expedientes bajo correntadas de refucilos y rayos de deseo que electrizan la oficina, seguirlos al baño cuando se levantan al unísono él y alguna ella, los coqueteos descarados, el desfile de modas y peinados, "Si no entendés algún término de la revista llamame, Ricki, que te explico" (ésa es Brenda), "la verdad, mi especialidad es la psiquis" devuelve él arrogándose la profesión de Marta, y con solvencia maneja todos los tics de un psicólogo cuando mis secretarias le hacen consultas sobre el significado del sueño tal o cual, hasta que a las cinco de la tarde, agotada, lo arreo y deposito en el departamento, atiendo el llamado cotidiano de Europa, "todo en orden, Marta. Se porta como un angelito. Le hago hacer la cama todas las mañanas, viene conmigo al estudio, lava los platos", y él sentadito allá, esperando que le toque el turno de rendirle cuentas telefónicas a su mujer, hace señas y habla en mímica: "¿sabés lo que ella se propone con todo esto?", perversidad pura, "¿sabés o no?". Cuando despachamos a Marta lo mando a que descongele alguna comida del freezer y ordene la cocina mientras cierro con llave la puerta de calle para que no se escape; noto que cumple con sus obligaciones de mantenimiento hogareño, (pinturería, albañilería, electricidad) pero me tiende trampas; deja la puerta del baño abierta cuando se baña o lo ocupa para menesteres fisiológicos. Filosofa escatologías: "¿no es extraño que nuestras nalgas se superpongan en el mismo inodoro? A veces, salís, y percibo la tibieza de tu piel sobre la tabla". "Entonces, pese a todo, te gusto" lo toreo. "Grrr, ñac. Pero mejor no confundamos, sería incesto" replica, directo a la mandíbula. Cuento dos semanas de abstinencia de Ricki. Demasiado tiempo. ¿No era que...? Y Marta ¿por qué se hace la desentendida? Además ¿qué quiere decir mi marido transitorio sembrando sospechas sobre las intenciones de la viajera? Lo ubico delante de mí. Él me besa (fugaces lamidas) la mano con la que le doy la ración de cigarrillo, la que le entrega los veinte pesos, la que le suministra la botella del Santa Ana. A veces alucino con que emite ladriditos o camina en cuatro patas moviendo el rabo.
Hoy mi amiga no llama. Ayer tampoco. Llegó la hora de averiguar: "Y qué se propone Marta. Te escucho".
"No vuelve, como te dijo, en un par de meses. Se va a quedar un año".
"No entiendo".
"¿Ya espació sus llamadas, verdad? Pronto te llegará un aviso por mail o telegrama, aunque no sé en qué términos. Lamentará el traspié e irá prorrogando su vuelta. Un año. La oí cuando se lo contaba a alguien por el celular".
Se me descalabra la mandíbula. "¿Y para qué me mintió?"
"Quiere desembarazarse de mí. Sin costos. Una donación de propiedad de ella a vos. Gratis".
Ricki se sirve una copa de vino. Inauguro la mía. El marido transitorio despliega las cartas sobre la mesa, a juego abierto: "Marta confiaba en una debilidad tuya, y en mi capacidad de prestación de... servicios privados".
Bramo: "¿Por qué no te planta y listo?".
"Todos escondemos secretitos. Ella los destapó delante de mí, y son muy muy sucios. Marta teme y se protege de algo que yo no haría: delatarla".
Conque ésas. "Abrí otra botella de vino", conmino. "Pero será la segunda", se asombra Ricki. "¿Y?" nos decimos al unísono.
Cuando recibo el condolido mail de aviso de la prórroga de la estadía en Europa, acepto. La desagradecida finge, y de inmediato reanuda sus mentirosas llamadas cotidianas.
Venganza, clamamos. Carta libre a partir de ahora. Para las amigas, todo; para las ex, ni justicia. Establecemos un menú "all inclusive" para Ricki; que disfrute de lo que quiera puertas afuera. Y adentro. Colateralmente queda explícito que se lo devolveré intacto a mi querida Marta en el momento debido.
Pero ¿por qué ese tono de desencanto cada vez más marcado que ostenta la voz de mi amiga cuando a diario le transmito que la fidelidad de su marido es conmovedora y que la extraña tanto que no ve la hora de que vuelva?.



PÁGINA 5 – POESÍA ARGENTINA:  MISIONES

GINA ESCOBAR
(Posadas)

A SUSANA TRIMARCO

Te tatuaron el desamparo
en la piel
mientras corrías por el mundo
(que nunca creímos posible)
calle abajo del horror.

Todos los ojos 
miraron sin ver

el olvido de los siglos
y las manos miserables
¡tantas manos!
Manos sucias
de hombre
desgarrando ternuras
sepultando esperanzas
Manos de la ley injusta

Manos 
que escribieron 
ignominias

Manos que sellaron
respuestas.

Manos tibias a la tuya
saludando tu mujería
desempolvando
historias añejas.

Y las tuyas
sólidas manos
enteras
benditas manos

que multiplicaron panes
de los que no comiste
pero a muchos…
¡tantos!
nos calmó
por un instante 
esta infinita sed
de justicia
¡Este hambre!

ANÍBAL DE GRECIA
(Oberá)

TENGO UNA TEORÍA

Una mujer
que mira con eficacia
profundidad y contundencia
guarda las miradas
de todas las que fue
es todas sus mujeres en el acto.
Todas se adhieren a una, para atravesarte.

La piel de un hombre que bien sabe sangrar,
percibe aún en penumbras a una mujer de mirada aguda.
*
¡Papá! Volví…
pero no soy el mismo
fui un ángel incauto y agudo
ahora un niño herido
un pétalo caído entre el sol y la vereda de una intensa tarde de verano.

JENNY WASIUK
(Campo Grande)

RE-NACIÉNDONOS

Desde que la luz roja
de la sala de espera
anunció tu llegada,
seguimos pariéndonos
todos los días…

A veces pujo con fuerza
dejando ir las expectativas
no cumplidas por tus libres alas;
otras, pujás vos
abriéndote paso entre nuestros miedos
para ir en busca de tus sueños.

Pero al final del día,
cuando cae la nostalgia,
flotamos nuevamente
en el amniótico amor incondicional
que, umbílico,
nunca se cortará!

MIGUEL ÁNGEL FERREIRA
(Posadas)

SILENCIO

Es silencio este presente
De mis sentidos a penas
Atrapo el ruido de la ciudad
Los escaparates de luces brillantes
Las frases de lo cotidiano
El andar mundano
El néctar del misterio
Donde estará, alejado
Estoy del pensamiento en castillos
Con murallas incendiadas
Con ballestas de flechas afiladas
Y el golpe de la maza en la batalla desatada
Del chasquido de besos amamantados
En la pasión de la desnudez amante
En la arrogancia de una mujer lejana
Ni siquiera en el espejo revelante
De mis huesos de linyera arrogante
Silencio de calles alargadas a la tarde
De papeles en blanco desafiantes
No encontré mi espada en la carne
De un poema cierto, silencio
Solo silencio.-

ESTELA SAGREDO
(Oberá)

II

Para que las ramas
lleguen al cielo
las raíces
deben
tocar el infierno.
Si el infierno
es el dolor
madeja
en la cabeza soberbia
de la duda
aposentada, pegajosa
angustia amordazante
que sólo deja salir
un estertor
un cuerpo
que se hace ajeno,
entonces
llegué al infierno.
Que mi gata espere
durmiendo
sobre el libro de Beckett,
particular manera
de descubrir
el cielo.

Tiempo mío.
Puedo elegir
cualquier camino
para volver a casa
a tomar el té.

CARLOS MIGUEL ZARZA MACHUCA
(Oberá)

VICTORIA AUSENTE.

Casi no recuerdo nada de mi primer viaje a Buenos Aires. Todavía era muy niño en abril del setenta y cuatro.
Me quedan de entonces una visita al zoológico, interminables plazas magnificas y un Cabildo recortado y sin paraguas.
Lo que permanece con más luz es el eco de una voz.
La voz alegre de mi prima Victoria, quien nos mostraba la ciudad a mis hermanos y a mí. Apenas retengo su cara, pero su voz todavía tiembla en mi alma.
Su joven voz y su risa.
Casi cuarenta años después, hablo con la madre de Victoria. Es una mujer de ojos turbios, hartos de destilar sal. Ojos aún entorpecidos, confundidos por la última imagen que guardan de Victoria.
Ojos que, en las madrugadas atiborradas de relojes, repiten la visión insomne...
los gritos y el hierro
arrastran a Victoria
hacia una muerte fantasma.
muerte agazapada
en catacumbas de sangre.
Me despido de la madre huérfana y ahora sé que cada vez que escuche el eco de Victoria, pensaré en esta mujer de ojos turbios. Ojos que hoy no saben adónde mirar cuando quieren ser plegaria.
Ojos que imaginan...
un foso sin nombre,
una lápida inconcebible hecha de basura,
una parcela de viento,
una sepultura inabarcable, bajo el mar...



PÁGINA 6 –NARRATIVA

JORGE LACUADRA
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

EL AÑO SIN VERANO (JUNIO DE 1816)

La joven observa con detenimiento el hermoso rostro de su amante, mientras este recorre la orilla del lago soñando con delicadas faunas abisales. Ella tiene una pluma en su mano y algunas hojas de papel inmaculado y sonríe, en sus pupilas se atisba el despertar de un nuevo brillo. A lo lejos una tormenta oscurece los cielos sobre el lago, amenazando entregar la humedad y el frío de una lluvia que ya es cotidiana.
Ella sabe que de sus inquietos sueños está surgiendo, tal vez, un nuevo estilo de escritura. Una mezcla terrible, un reclamo inmediato, para despertar el apetito por las fuertes palabras, para abrir de par en par los párpados de los lectores aún durmientes. Dejar caer un significado distinto al hecho de proponer un desordenamiento de letras para conformar un cuento o una historia.
Deduce que quitarle el poder a un dios o a dioses titánicos y desafiantes, es irritarlos, molestarlos, para satisfacer la sed de la creación. La necesidad imperiosa de construir nuestros propios monstruos, disfrutar de la evolución literaria de nuestros ocultos horrores. Ella sabe que los más terribles monstruos de los cromos y daguerrotipos nacen, y nacerán, en noches de tormenta y lluvias torrenciales. Luego, un poco más tarde los hijos modernos del celuloide, copiarán este método y clímax para delirio y goce de los gritos de una audiencia implacable.
El científico que ella conoce en su tiempo, poseído por el oscurecimiento del entorno y el rechazo de la sociedad que no lo comprende experimenta con energías que doblegan materiales y espíritus, iniciando así un empinado camino que culmina con la utilización de los antiguos fenómenos atmosféricos: rayos, centellas, y de los elementos primordiales, los cuales ponen en funcionamiento la maquinaria infernal de su mal iluminado laboratorio hasta extremos incendiarios y autodestructivos.
Ella ha comprendido que del caos eléctrico surge vida animada, un sueño que conmueve sus jóvenes mentes; el fenómeno del flujo de electrones es una panacea literaria de la época y sumamente digerible para la revolución industrial de las almas aburridas y saturadas de literaturas románticas. Todo el que se precia de ser alguien en esos tiempos, lee enciclopedias y compendios de animales y plantas exóticas, o tratados sobre los fenómenos dieléctricos, el electroimán o el vuelo asistido de artefactos imposibles.
Sabe que la observación de energías desconocidas acaba influyendo y conmoviendo elementos metálicos los que a su vez estremecen la piel humana. Todo esto tiene el más grande atractivo para las mentes de la época y un dejo de sadismo ante la palidez e intolerancia de las religiones de turno y el endeble andamiaje que sostiene su mágica versión de la historia. Todo influye sobre los humores.
Entonces el científico incipiente que habita en el pensamiento de cada individuo, solo necesita recurrir a la experimentación para demostrar sus verdades o progresos. Por cierto y es una media común, que el resultado del nocturno ensayo de creación casi siempre, o siempre, difiera del producto esperado, engendrando el monstruo de turno o la abominación del cual su creador hará repulsa y abandono.
Un doblez similar al destino de los ángeles y su unión bestial con las hijas de los hombres, a cuya prole engendrada, la historia denomino gigantes u horrores. Los dioses, imperturbables, los tuvieron por abominaciones y decretaron su expulsión de los paraísos heredables, relegando su pálida imagen al thriller contemporáneo o al espanto de un film primordial de la época.
Percy continúa observando la escena. Siente que el frío avanza y comienza a caminar hacia la Villa. Detrás de un descascarado bote, Claire y Byron hacen el amor incansablemente. Sobre una roca a corta distancia otro joven lee Cristabel de Coleridge. Caen las sombras de la tarde, y el sol tiñe de sangre y oro esas extrañas siluetas sin verano de 1816.



PÁGINA 7 – POESÍA ARGENTINA: JUJUY

PAULA BONAVITA 
(Humahuaca)

DESPUÉS DE TODO

Después de todo
el tiempo no es
una línea tan delgada
ni una fiesta
con pocos invitados.
Es esta melaza verde
de estos días
ese silencio hueco
y el ritmo casi métrico
de mis palabras
en el cuaderno.

PEDRO SALVADOR ALE
(San Salvador de Jujuy)

DEL PAÍS DONDE LA VÍA LÁCTEA CABE EN UNA BOTELLA  (Fragmento)

I

Hallas la claridad inmortal en el segundo del alba
cuando viajas a traer los días ensartados igual
que los peces en la mano de un adolescente :
sarta de sardinas en una rama verde aún del otoño.

III


El afilador de cuchillos tiene en su mirada

el paisaje de otra historia
su rostro parece una nube de sueño
su piedra milenaria saca chispas que vuelan
al corazón  del vagabundo de los perros
y los pájaros : la piedra rueda sobre un pedal
roto y el afilador muestra las incrustaciones
en sus manos (las cicatrices de siglos de
combate).

IV


El verano usa ganzúas. Abre la voz del río

que se devoró a los jóvenes que ama y contiene
en el fondo verde : ese lecho con mortaja de
arena y sardinas. El puente de un barrio
hacia otro conserva sus pilares  esos troncos
que astilló la creciente con hachazos limpios
en años de tormenta.
Los mendigos al lado del rosal y los sauces
calientan en tarros movil oil su sopa.
El amor es una ganzúa que abre las piernas más
frutales. Espectros de jóvenes en las noches
claras hablan con los pescadores a través de los
rezos que no les llegan : lo dicen en el viento
enlutados con luna, bajo los eucaliptos donde
se besaron y creyeron en el mundo.

VIII


La rueda del afilador tiene el movimiento

de la tierra,por lo tanto surca a la luz
del mediodía el país de los desposeídos
y se pueden mirar los delgados filos
no beben el jugo de la papa o la lechuga
o cualquier fruto pasando por el pan tibio.

XX

El afilador de cuchillos desentierra
con una pala de luna
los huesitos amarillos de los cuentos.

REYNALDO CASTRO
(San Pedro)

COYA ON LINE

mis amigos de españa no lo pueden creer:
vivo en una casa de barro y estoy conectado a internet

hace siglos que mis vecinos de san salvador de jujuy
hacen sus paredes con adobe
(una especie de ladrillo hecho con barro y paja
que cada tanto hay que echarle un poco de agua
para que el barro no se seque)

una vez
me acuerdo
mi hijo se asustó mucho:
el viento entró por la ventana
y las paredes empezaron a quejarse
por la falta de agua
él creía que invisibles chispas salvajes
dominaban la casa

yo ya había visto esa mirada de miedo
era la misma que tenía mi padre
cuando
hace muchos años
me llevó a orinar al baño de la terminal de ómnibus
entonces ocurrió un pequeño temblor
que hizo mover al inodoro
yo estaba preocupado
lo miraba al viejo
y pensaba
“seguro que está enojado por que no emboco la meada”

RICARDO GUILLERMO GUZMÁN
(San Salvador de Jujuy)

LA SILLA SIEMPRE ES VIUDA

a Mabel Kanarens

Cuando Alain Bosquet      
sentenció:
“la silla siempre es viuda”.
Describía un corazón sitiado.
Reverberación de voces subterráneas
luna de hojas negras
que
ante la ausencia de consejeras ardientes
conservaba su acostumbrada urdimbre.
Plegarias de cenizas
indiscretas,
sin rajaduras.
Plenas.
Que en ocasiones
queman piedras fugaces.
Calandrias inhóspitas
habituadas a soportar golpes de amor,
párpados de silencio
y el desvanecimiento de flores comprometidas
con la silenciosa esperanza
de marinar el espanto.
Vicisitudes,
que nos invitaban a prepararnos para desistir del cielo
con la ilusión de germinar rocas enardecidas.
Rememoraba
sombras repelidas por matronas de sueño insolente.
Injertaba cuchillos colmados de relinchos
ante premuras del rocío.

ROMINA CAZÓN
(San Salvador de Jujuy)

X

Heredé  de mi madre el sexo, luz de antaño.  He venido desde ahí  para  acribillar el silencio con mis tres idiomas. Tengo la voz de una perra a punto de parir  y  camino con el paso acelerado  para no olvidar la dirección  de la noche. Desde la cama miro a la eternidad con un ojo amputado.
Heredé de mi madre el pensamiento, trágico en  días de lamentos y  paciente  en horas de niñez. Tengo  siempre la palabra justa cuando amanece. Digo sólo lo que hace falta. Nunca disimulo la alegría porque me hace daño  y tampoco  escondo las lágrimas en mi cartera.
Heredé de mi madre las entrañas,  raíz desnuda  que viene  desde la arena.  Mis brazos y mis dedos contemplan la aureola. Tengo aquí un músculo jugando en mi cintura con una voz que aún no recuerdo.

SUSANA QUIROGA
(San Salvador de Jujuy)

Ahora que estoy sola
en la casa de la espera
llego y me descalzo
camino y me desnudo

solo las paredes
me miran
y los ojos del recuerdo

ellos me conocen
me protegen
y me invitan
a montar claridades
a beber

/sorbo a sorbo/

el vino tinto
de la vida
**

De los altos pinos
se desprenden
olorosas de primavera
piñas de madera

unas veces
para el arte pintor de los niños

otras
para encender el fuego intenso
del amor
**

Las estrellas se acercan
a las sombras del alma

titilan
para que el Ángel
guarde la esperanza

silenciosas
maduran el dolor



PÁGINA 8 – NARRATIVA

JUAN SOLÁ
(Paraná-Entre Ríos-Argentina)

Principio del formulario
Final del formulario
PORQUE SON NEGROS...

Me gusta el subte porque es como el cumpleaños de quince de una prima lejana al que todos se ven obligados a ir aunque nadie tenga ganas. En él converge la mezcla más exótica de seres humanos, una suerte de feria llena de colores y ruido y voces estridentes y alguna que otra imagen triste.
Los pibes se metieron al vagón a los gritos. Eran tres y ninguno tenía más de ocho años. Eran flaquitos y chabacanos, maleducados sin maldad, medio pillos pero compañeros. Uno solo tenía zapatillas, el más chiquito. Y cuando digo chiquito no hablo de la cantidad de años sino de la cantidad de costillas que le conté sobre la piel desnuda. El más chiquito tenía las zapatillas y también tenía las tarjetitas. Las fue repartiendo mientras hablaba a los gritos y el otro le respondía a los gritos y un tercero le gritaba a la gente que les tiraran una moneda, que Dios los bendiga. Una señora se tapó los oídos.
Recién cuando pasaron en retirada escuché hablar al pibe que tenía sentado enfrente. Él también habrá tenido unos ocho años.
—Mamá, ¿por qué gritan los nenes? —preguntó, sin sacarles los ojos de encima.
Eran ojos de asombro. ¡Qué libres eran los nenes que podían jugar en el subte!, habrá pensado.
—Porque son negros —dijo la madre y sentí como si de repente me hubieran apretado el pecho. Pensé que había escuchado mal y presté atención. No sé por qué tuve miedo.
—Porque son negros. Y cuando sean grandes, van a ser ladrones. Vos tenés que tener mucho cuidado con esos chicos, ¿sabés?
La cara del nene cambió como cambia la luz de la tarde cuando es verano y son las ocho menos diez y hay sol y de repente son las ocho y todo se ha puesto oscuro. Sus ojos se apagaron y los ratoncitos de curiosidad que espiaban desde las pupilas se atacaron entre ellos. Sus cejas se torcieron hacia adelante y sus labios se convirtieron en una línea recta y severa. Creo que hasta se le cayó un poco de magia de los bolsillos.
—¿Sabés?
—Sí, mamá.
No entiendo muy bien lo que me ocurrió a mí. Se me aceleró el corazón y mi garganta se puso rígida y quería salir del tren aunque estuviera en movimiento. Quise ser yo el que gritara ahora, pero me pareció más virtuoso el silencio de quien sabe que nunca se humilla a alguien delante de sus hijos.
Tenías la oportunidad de sembrar una semilla de amor y preferiste perpetuar el odio.
Elegiste enseñar a tener miedo. Podría haberte perdonado la falsa misericordia de quien observa y murmura 'pobrecitos' pero masticaste tanta bronca que ya no sabés hacer ni eso. Ay, nene, ojalá alguien te explique que tu vieja ese día estaba enojada y que los pibes de la calle no se juntan para jugar, sino porque tienen miedo. Los pibes de la calle no gritan porque son negros, gritan porque son invisibles.



PÁGINA 9 – POESÍA ARGENTINA: CÓRDOBA

LUIS ALBERTO AMBROGGIO
(Río Tercero)

EL TESTIGO SE DESNUDA
A Nela Río

¿Para qué escribo?
Para crucificarme y resucitar luego como tierra húmeda e inocente.
Para ser el último y el primero.
Para detener de una vez el río en la mano y beber agua.
Para que quienes beban las gotas sepan que hay río.
Porque los colmillos hacen ruido de frío, piedra y furia
Y porque las sombras de mis días y noches pierden todos los jeroglíficos.
Para que me entiendan y no me entiendan los que pasean en las calles
[con sombreros de todo tipo.
Para que quienes entiendan me inventen sin dolores de espalda.
Escribo para sembrar cenizas de colores en la soledad vasta
[y el gran silencio
Y porque sin besar, beso, y sin morir, muero.
Y me escapo con las manos llenas de insomnios indignos
Para transformar las noches en una luz feliz y el día en dos sueños rojos.
Escribo para repetirme hasta el olvido y recordarlo en cada verso
Y porque así el principio y el fin se tornan inagotables.

MANUEL LOZANO
(San Francisco)

ORO RUBÍ

a mi padre, Hipólito Lozano Fabrizzi

Vuelves sin siquiera tantear las hojas muertas.
Otro es tu cuerpo, otra la llama de tus perfecciones
que disolvieron al miedo y sus verdugos.
El salón está abierto
y son miles los huéspedes peregrinando
desde la oscuridad a la clave del rubí nacido
bajo la prodigiosa pluma del águila.
Ya no mendigas del espejo negro.
Tampoco clamas por el agua nupcial de la impostura.
Hierve el magma y nado sobre volcanes.
Ajeno estoy de las tramposas cavidades
de las dos vigilias.
¡Este es el oro de mis padres,
el oro custodiado por la esfinge hermafrodita de Dios!
¡Aquí el palacio donde fue bendecido con creces
mi nacimiento al sol de las certezas!
No dejes de cuidarme, manto de hilo púrpura
usado por Jesús en Betsaida.
Ya soy el tú incrustándose como linterna inextinguible del mundo.
¿No sientes el despertar de los lirios?
Seamos luz por la luz, en la luz, para la luz.
¡El despertar, el otro iris de la cosmogonía!
Destejes el mundo como Keats el arcoiris
para aprender el agua preciosa del amor.
La rueca dorada pasa por mi sangre.
La ternura labra un puente más indestructible
que la roca o el viento.
La palabra dice mi rostro.
Empieza la ceremonia.

SONIA RABINOVICH 
(Córdoba)

XIII

No podría leerlo
pero los otros sentidos se abrían
alertas en la selva
en la que se había convertido el mundo,
olor a selva húmeda,
tacto resbaladizo de orillas inasibles
y un tambor que latía desde lo más tribal de los instintos.

No podría leerlo
pero la piel era la extensión
que tornaba posible la vida.
Comprendió después de los rituales
que sobre su espalda caminaron
infinitos insectos, bestias, tormentas
Comprendió que cada respiración
levantaba la arena jamás pisada
del desierto único.

Allí cada vez
cumplían el rito que los mudaba en símbolos
Eran en el rectángulo de lienzos, por instantes,
dioses, sabios, libres.

SUSANA CABUCHI
(Jesús María)

EL DULCE PAÍS

Entonces, tus ojos eran caramelos de miel
y hablabas
de las bicicletas que regalaba el Niño Dios
a los que no podíamos comprarlas.
El río se callaba para que tú contaras figuritas.
Yo era alegre,
y eran alegres los nísperos del patio.
Y tú eras otro,
no el hombre de hoy
lejano como todos.
Cada domingo era una sorpresa de ciruelas,
de plaza con hamacas.
Tu padre cantaba en el taller
mientras tu madre
lavaba mamelucos de amor y aceite.
El mío no había partido todavía
y llegaba al hogar con dulces y regalos.
Yo oía con asombro tus mentiras
y creía en gigantes voladores
y en ángeles guardianes
que cuidaban tu ropa y mis zapatos.
Por cada diente el ratón nos compraba mandarinas.
La abuela, abría el gran ropero
y sacaba
turrones envueltos en papeles crocantes.
Si vuelves, como entonces,
con sombrero de piel y las manos con barro
verás, que guardo aún
el corazón de las manzanas.

TINA ELORRIAGA
(Córdoba)

CARTA A MI PADRE

Padre esta es una carta de amor
vuela
llegará a tus manos horadando el aire
el aire ese aire que respiras
que se inunda de formas extrañas
una nube dibuja un barco en tu corazón
un niño tiene frío
una madre huérfana corre pidiendo por su hijo
esta carta pesará en ti
las palabras serán piedras pésames
palabras ambidiestras astros palabras cráteres
Padre te quiero
todo se triza se quiebra en marrones grises huracanes
Padre qué es el amor?
en tus manos cabían los sueños en sus cuencas mi cuerpo
ahora lejos en el camino se pega a mis ojos el recuerdo
Padre hoy es invierno la soledad se ha demorado en mis huesos
el frío es una sombra decidida a no marcharse nunca
escalpelo de escarcha dibujando lágrimas en el corazón de los colibríes
el viento azuza pasado presente y en remolino giran las distancias
entonces corro Padre
corro buscando tus ojos empapados de abismos tus ojos niños
corro Padre y te veo en estertores que me arrojan al final de los días
y allá cruzando la helada que cae camino del monte
tus manitos abrazan el hacha
la mañana se empieza
yo era muy niña pero el recuerdo se prendió con garras de mis ojos
no hay viento ni dios que me lo quiten.
De todo lo que tuvimos
qué fue verdaderamente nuestro?
los caballos partieron buscando las líneas que dibujaban las estrellas en el cielo
el trigo que sembrabas en tierra ajena iba en busca de su destino de harina
y yo pregunto ahora Padre mío
qué fue de nuestros árboles?
de los solitarios álamos que elevaban sus ramas y se esfumaban en el cielo?
de los eucaliptus de cintura infinita?
mis bracitos en vano intentaron la aventura de rodearlos
qué fue de la sombra del pino extendida ofreciendo su regazo de frescor que los caballos
agradecían con relinchos fugaces?
qué fue de la lluvia de sol de las acacias?
qué fue? quién los ha honrado en estos años?
Padre quién nos expulsó del paraíso?
Padre digo tu nombre en un rezo
en mi corazón duermen los caballos fantasmas de mi niñez
una lluvia de alabastros demora la eternidad sobre nosotros
y a mí me duele el alma.
Padre subo por la infancia hasta tus manos gruesas como el sauce,
cuando niña me llevaste a conocer el trigo
sus espigas la luz dorada del tiempo tus dedos se alargaban en caricias
prestidigitador del aire y de los fuegos
tu voz sentenciaba
pronto llegaran los días de la siega
Padre nos debemos el sueño de llegar al mar
los crepúsculos se desplomaban a nuestras espaldas
y vos y yo nos espejábamos en las flores del alfalfar
era cuando decías que así casi igual
sobre un cielo mar se suspendían los barcos desbordados de granos
de ese trigo siempre ajeno
la ciudad es despiadada con la melancolía
Padre los caballos llegan
un galope de siglos atraviesa mis huesos
me enseñaste a amarlos a leer en sus ojos
ellos besaban con sus lenguas de felpa tus manos de afrecho
cuando acercabas el morral pleno de estrellas
te oí decir alguna vez ... si pudieran hablar...
Padre la cocina de leña nos arropaba
yo me adormecía en tus brazos
y vos refugiabas en tragos de ginebra tu llanto de silencio
porque ahora que la ciudad me ha mostrado sus fauces entiendo
nunca tuvimos caballos trigo ni horizonte
sin embargo Padre
lo tuvimos todo.
el paraíso fue un pozo de vidrios rotos en el exilio de sus ojos
el tiempo se llevó la tarde los caldenes
los días del entierro del sol en el vientre seco de la Pampa
y hubo un adiós
y hubo una mano sosteniendo como si fuese un caballo muerto
el peso de ese adiós entre sus dedos
desde entonces en la hondura del pozo
entre los vidrios rotos
una niña pregunta.

CARLOS GARRO AGUILAR
(El Fortín)

NOMBRES

Amigos
el agua tiene nombre
tiene nombre la tierra, el aire,
la campana,
tiene nombre la lluvia, la luz,
el torbellino.

La amistad tiene nombres.

Puede llamarse ángel,
abolida distancia,
duro tiempo vencido.
Puede llamarse duende,
guitarra desvelada,
que enciende nostalgiosa
la memoria del vino.
Puede llamarse fuego,
destino compartido,
anillo poderoso que regresa
y se cierra,
aventura de andar por el mismo
camino.

La amistad tiene nombres
diversos, infinitos.

La amistad es un árbol
que asfixia poderoso,
la soledad, el miedo,
el dolor y el exilio.

La amistad es un himno
que crece sin fronteras
mas allá de la muerte, el horror
y el olvido.

La amistad es el triunfo callado
de la gracia
sobre el odio -ese espectro-
terrible del abismo.



PÁGINA 10 – NARRATIVA

AMANDA PEDROZO
(Asunción-Paraguay)


EL APEPÚ


No es que Toma'i fuera mudo ni escaso de entendimiento. Pero andaba por el mundo como pandorga sin liña. Terminaron por dejarlo en el único lugar capaz de calmar su llanto y esos gemidos como de deudo de muerto. Entonces instalaron al niño frente a la mata de apepú, y desde ese momento todos pudieron desentenderse de su presencia sin gran esfuerzo. Tardes hubo en que el mita'i se negaba a entrar a la casa. Lo sabían por el silencioso estironeo que los ponía fuera de sí, lo sabían al ver que el enojo le rompía en dos el moco de la cara.
Poco tiempo pasó para que dejaran de esforzarse por quererlo, lo que hicieron sin sentimiento de culpa porque en eso se apoyaban unos a otros y después de todo el niño parecía no querer a nadie. Su delirio acabó con toda la paciencia que había en la casa de una sola vez. Se cansaron verdaderamente y mediante eso Toma'i pudo tenderse en paz los días enteros junto a la planta, sobando con sus deditos el nacimiento de las raíces, sin que nadie perdiese los estribos por eso. La desidia familiar había llegado hacía rato al colmo, pero él parecía agradecido cada vez que olvidaban meterla a la casa cuando llegaba la noche. La abuela Tomasa era la única que se pasaba los días persiguiendo con los ojos la obsesión de la criatura. La abuela Tomasa vivía llena de humillaciones y miedos. Se sentaba en su corredorcito en una hamaca. Se hurgaba la nariz, armaba su rodete con ayuda de un aropi de oro que cuidaba más que su vida o frotaba por sus piernas ensumidas un pedazo de grasa de gallina que nadie más que ella podía tocar. La abuela Tomasa cayó en desgracia desde cierto rapto de taradez que tuviera como fruto de los cuatro vasitos de licor de huevo que se tomó sin respirar en memoria de tío Ceferino, quien murió pidiendo que le acercaran un traste de mujer para no irse al otro mundo con las ganas. Fue cuando eso que la familia aprovechó para confinarla a una piecita en el fondo del patio, y jamás volvió a tomarla en serio aunque ella no volvió a reírse en toda su vida.
A medida que los otros se las arreglaron para no acordarse más de la molestia, Inocencia Socorrida enloquecía de pavor cada vez que veía a su hijo prendido a la planta de apepú. Le corría por la mente la idea de cortar el árbol pero las cuatro veces su intención chocó con las manitas llenas de tierra de la criatura. Inocencia Socorrida terminó haciendo la señal de la cruz cada vez que veía desde la cocina a Toma'i prendido al árbol de sus pesadillas.
La abuela Tomasa miraba cuanto iba aconteciendo y cada vez el rodete le salía más apretado y tenía que pasarse más veces el pedazo de grasa de gallina por las piernas ensumidas si quería contentarse. El apepú ese año reventó de flores y era tan intenso el olor en esa parte del patio, que únicamente Toma'i era capaz de aguantarlo. Juntaba minuciosamente los pétalos blancos que caían en círculo y reconstruía flores sobre las raíces del árbol. Mientras duró el tiempo de las frutas Toma'i se alimentó exclusivamente de la pulpa y hasta las hojas, lo que alivianó a todos del trabajo de llevarle de vez en cuando algo que comer y tomar. A medida que las manos se le quedaban amarillas y agrias el niño fue centrando su silencio y cuando la abuela notó su desesperación se instaló del todo en la hamaca esperando lo que había de pasar sin falta.
La lluvia del Viernes Santo comenzó con un rayo que echó abajo la planta de apepú, momento exacto en que abuela y nieto llevaron corriendo su ansiedad hasta el árbol arrancado de cuajo. Toma'i empezó a cavar con apuro en medio de un llanto que le corría a chorros por el alma y que sólo la abuela podía ver porque era como si tuviera memoria de esas cosas desde antes, hasta que sus manos amarillas y agrias sacaron del todo la cajita de madera podrida que tenía dentro un poquito de tierra y unos cuantos huesos como de paloma muerta.
La abuela Tomasa se acostó esa noche tranquila por primera vez, después de acunar entre sus brazos a Toma'i para irle contando con esmero aquella vieja historia familiar que terminaba con un angelito enterrado en una cajita de madera, hasta esa lluvia del Viernes Santo que comenzó con un rayo.



PÁGINA 11 - POESÍA ARGENTINA: TUCUMÁN

ALEJANDRA DIAZ
(Bella Vista)

MAYO 6

este hombre dobla una a una a una
en cajones sus soledades
por formas/colores tamaños / aromas/camisas corbatas
se le acumulan en la sangre dias dias dias de rituales
observa el polvillo en un rayo de luz que se cuela por las persianas
todavía soñolientas
ya no huele el tabaco de sus ciigarros salvo
que la noche lo encuentre desprevenido
con un recuerdo de ella debatiéndose entre sus manos
pececito rojo enemistado con el olvido
deja entonces la huerta/el mate amargo y comienza a lamerse las heridas
tropieza con alguna muerte lenta de un beso un gracias
no llegado a tiempo
y entiende que no es bueno andar de buey por esta vida

ella/ ay ella no dice cuándo pero entra
pececito rojo resvalando por su corazón acelerado
...amanece a veces desnuda en su cama al lado de él
con el cabello derramado en sus hombros solitarios
pero se queda con el vuelo de una polilla en una esquina

entonces...
ya no encuentra sitio
para esta soledad tan estampida/tan multicolor incierta
y sin embargo tan viva

que no es fácil hallar cajones donde guardarla... 

ARTURO ALVAREZ SOSA
(San Miguel de Tucumán)

DESPRENDIDO DEL TIEMPO

Siento llorar una mañana,
y vuelo como un pájaro
en la ligera costumbre
del aire que habla su grandeza.
***
Por el luminoso pecho del silencio
viajan los días,
y solamente en sus dichas
vuelvo hacía la luz
la dulce violencia de los ojos.
***
Desprendido del tiempo,
penetrado de fragancias,
derivo en el desarraigo de la noche,
desbordada por ángeles y furias.
***
Ha reventado el alma de la tarde,
y una embriaguez de cielo
eterniza el corazón, la rosa, el viento.

MAISI COLOMBO
(San Miguel de Tucumán)

IV
 
llueve
  sobre la lluvia
llueve
" la tierra regurgita dedos pequeños de agua
          a modo de caricias"
          intentando remontar con esfuerzo enfermizo
 
" en piano desvencijado de larga cola
teclea una música infernal"
que socava silenciosos lechos de lagunas
las herramientas
      componen sus propias partituras
los rabdomantes ociosos
      guardan sus utensilios en lugares seguros
como músicos en vacaciones.

MANUEL SERRANO PÉREZ
(San Miguel de Tucumán)

ADVIERTO SU PRESENCIA CON LOS OJOS CERRADOS

Advierto su presencia con los ojos cerrados
en la piel rugosa,
sujeta entre las piedras y los árboles,
que marcha a la deriva tras los ríos y arroyos
o confunde la noche con un ojo clavado en las lagunas.
Cuando su lengua se atropella en barrancos y abismos
para volver en las palabras,
en el brinco desnudo de los animales.
Si me recubre en los senderos
con su guante y su párpado,
cuando la lluvia inicia sobre el musgo
sus intimidades,
y en mis oídos entrechoca las antiguas monedas.
Al arrojar al cielo criaturas
hasta la hora del crepúsculo.
Cuando martilla con carbón y aceros
en mis dientes
o sorbe el esqueleto desde mis zapatos...
Y cuando me acomete,
se rebela,
y es antorcha...
Si resucita y canta con las furias del sexo
y desafía el reino de labios y de crestas,
cuando se multiplica
en los colores necesarios de la rosa

y brota de tus senos con ternura nutricia.
Al venir de las grietas confusas del instinto,
donde espinas voraces arman trampas ciegas
y tambores que nunca tienen fin...
Y cuando abre sus puertas en las horas curvas,
algodonosas del sueño:
-bordes de nieve,
arcos de luz,
amantes,
espumas y poemas y cigarros,
máquinas congeladas,
largas filas de hombres
que llevan los relojes
de testigos...
También cabe la herrumbre,
los ácidos y el fuego,
cuando conduce de la mano al héroe,
al hambriento,
al herido, hasta la playa,
donde los esparce y reclama para siempre...
Veo, por fin, la tierra y sus secretas confusiones,
y me dispongo a un acto de amor y de locura,
para entrar en su danza,
para tornarme leve entre crujidos,
mirando cara a cara los rincones...

ALEJANDRA BURZAC
(San Miguel de Tucumán)

CIELO PARA DOS

El fresco aire me roza las mejillas.
El cielo está majestuoso,
parece maldición de luminosidad
mezclada con resaltador de cosmos.
El cielo está majestuoso,
mi mano se desliza en mi contorno,
busca la caricia acostumbrada
mis ojos bucean en el infinito
esperan encontrarse en tu mirada.
El cielo está majestuoso.
¿Habrá o no luna llena?
¿de qué vale? no sé nada de lunas
y menos si estoy sola en este patio.
San Miguel de Tucumán, 22 de diciembre de 2001
Nuestra Luna
Ese medallón resplandeciente
contempla mi angustiosa soledad.
¿Estará viéndola mi amado en otra parte?
¿Estará en su pensamiento hallarse sumido
entre mis brazos bajo esta luna majestuosa?
Otras lunas iluminaron nuestras siluetas
mientras nos dejábamos devorar por la pasión,
mientras los instintos jugaban a ser dioses.
Ese medallón resplandeciente
me transporta a tus brazos, a tu lecho anhelado,
me repite tu nombre entre susurros de distancias.
Luna, no me quites la dicha de mirarte,
y contemplar en tí los ojos refractados
de mi amado que me busca
como yo a él entre tu forma
y que me encuentran
como yo a él entre tus rayos
sólo nos une en este instante
tu magnifica figura.

CARLOS DUGUECH 
(Tafí Viejo)

DE LOS "N.N"
Si pregunto los nombres, quiero el nombre,
no el opaco
N.N”, sin vocales.
Quiero aquellos sonidos, madrigales
de la luz y en la luz nombrar al hombre.
Que en la luz se lo llame y no le asombre
si la noche se queda en los umbrales.
Quiero estar con sus voces augurales
y en la voz de la piedra que le nombre.
Y en la escuálida cruz de su derrota
alcanzar el madero y su alta talla
por el vuelo final del ala rota.
Si pregunto los nombres, sean ciertos
en la piedra inicial de la muralla
y en los ojos sin clima de los muertos.



PÁGINA 12 – NARRATIVA

ALEJANDRO BOVINO MACIEL
(Corrientes-Argentina)

   Fragmento de la novela "Culpa de los muertos
sobre la dictadura militar argentina del '76 en la ciudad de Corrientes.
Editado en español: Rubeo Ediciones, Barcelona, 2007 en francés: les faute des morts, ediciones la derniére goutte, estrasburgo, 2013

Mi otra hermana se desquitó: desovaba cada año con la puntualidad de un salmón. Coleccionaba hijos mientras el marido seguía alardeando de ser el dueño de casa arrastrando los ojos como un faro centinela, cuidando que cada cosa estuviera en su sitio, ni un milímetro más ni uno menos. No sé si por casualidad o por las leyes estadísticas, gracias a la salmona
paridora tuve a Camila. Y cada sábado descansaba recostada en mi pecho cansado. Estoy harto de la vida, Agop. Sueño con ellos: Ingrid, Juanca, Loisa, y César. ¿Por qué sigo vivo?,me preguntan. Lo mismo que yo le preguntaba a Lía pero las preguntas sobre la vida y la muerte no son verdaderas ni falsas: son impropias, decía Hume.
¿Hume también?
Una cosa lleva a la otra mi ingenuo ingeniero Agop. Leer a Proudhon, leer a Marx, leer a Hegel, leer a Kant y no se pueden quedar atrás Locke, el obispo Berkeley y Hume por el camino.
Camino a la facultad cada uno leía un filósofo y comparábamos. Apenas nos quedaban grabadas las relaciones del hígado con los órganos del vecindario pero las ideas de estos fulanos entraban como flechas y siempre daban en el blanco.
Estábamos perdidos, tendríamos que haber seguido sociología o algo así, pero la anatomía humana topográfica y funcional ejercía sobre nosotros la dialéctica del amo y del esclavo, como decía Juanca. Yo tenía mi horario para cuidar a Lía y casi siempre alguno de los cuatro me acompañaba en mi turno del velatorio de quince años. Leíamos embriología junto al feto muerto que no se decidía si estaba en el cielo o
la tierra. Era irónico leer cómo se iban formando los tejidos y los órganos en un embrión mientras al lado mi hermana se deshacía con la lentitud de una pluma que cae desde la cima de una montaña. Leyendo el desarrollo del ectodermo Ingrid me dio un beso en la boca una noche. Cuando me disponía a explicarle por qué las glándulas endocrinas no son todas endodérmicas, Juanca me dio otro, también en la boca.
"Queríamos saber si te gustan los hombres o las mujeres", me dijo Loisa después en el pasillo de la cátedra de Histología.
No me gusta nada, creo que soy andrógino, frígido, eunuco o algo así. Un híbrido asexuado y sin alma. ¿Cómo podía seguir creyendo en el espíritu si mi hermana por un puto émbolo o un aneurisma, que da igual, se quedó en "off" para siempre?
¿Adónde se fue el espíritu? ¿Se fue con el coágulo de mierda?
Otra vez haciendo preguntas impropias, perdón querido Hume, aunque su peluca me disguste, sus ideas me interesan.
Nunca estamos demasiado cerca de la verdad, Agop;
nunca estamos demasiado lejos tampoco. Somos lo que hacemos y yo no amo en ningún tiempo verbal; tampoco odio, casi todo me resulta indiferente desde que me enfrenté a la muerte. Quise verla cara a cara pero ella se puso la máscara de la justicia que es fácil de confundir porque nadie conoce de verdad lo que es justo y me engañó esa vez. El error es más nocivo cuanta más dosis de verdad contiene y allí estaban los caballeros del orden queriendo arrancar ideas subversivas de las mentes juveniles. Mal es lo que nos priva de algo pero a mí, privarme me hace bien.
No me gusta nada, Agop, ni siquiera yo. Desde esa noche estoy purgando todas mis faltas, todo lo que dejé de hacer. He pecado por omisión. Estoy asándome en cuatro capillas ardientes. Cinco, con la de Lía que seguía muriendo y no se decidía pero yo ya la consideraba difunta y hasta le llevaba flores los viernes.
Menos mal que cada sábado Camila me devolvía a la vida.
¿Y ella también lo quería así?
Me querría tanto como decir que era su principio, Agop Niemeyer. Ella buscará su propio fin porque el mío ya llegó.
Pero antes de irme para siempre vivo esta agonía de ideas. Y se la dono a quien más quiero en este mundo mudo e inmundo.
Yo voy a desaparecer en cualquier momento, pero de una vez por todas, no como Lía que vivía en el agonidero.



PÁGINA 13 – POESÍA ARGENTINA: NEUQUÉN

ANALÍA LAURA NORAK 
(Picún Leufú)

CAYENDO POR UN TUBO

Llegó en un inmenso auto blanco.
Él era un bello animal azul,
ojos azules, saco y pantalón azules
y sangre azul,
yo no podía caminar
así que me deslicé hacia él
como cuando una cae por un tubo.

Se bajó y me dijo:
- echale 5 pesos de común, piba -
después dijo algo sobre “trabajo de hombres”
y agregó “hasta a despachar nafta se han metido...”,
y al fin se fue el mugriento,
en su destartalado
y miserable cascajo.

RICARDO COSTA
(Neuquén)

VUELO ABIERTO

La mecánica natural del alma
hace que las pequeñas miserias
se conviertan en el riego natural del ojo.
Gota a gota trabaja la tristeza mientras el llanto
activa cada parte, cada minucia ordenada
en la memoria del dolor.
Entonces viene tu abrazo, tu súplica,
y el llanto avanza, transforma tu pérdida
en un sufrimiento líquido.
El ojo se cierra y la gota viene a colgarse de tu nariz.
Cae, y antes de estrellarse, forma en el aire un mundo
ausente de nosotros; un mundo transparente
que alcanza a brillar, a sacudirse como si estuviera vivo,
a reflejar dos rostros sorprendidos que no comprenden
cómo la naturaleza puede perder algo tan bello,
tan perfecto a la hora de reventar y que no los contenga
en cada astilla de agua que vuela cuando se abre.

MARÍA GUILLERMINA WATKINS
(Neuquén)

VEREDA MUSICAL

Las palabras se me escapan
Corren y juegan
Como les enseñé

Ahora caminan delante mío
No me dejan alcanzarlas

Debo gritarles - pienso
Quiero que vuelvan a mí
En forma de gotas
De lluvia transparente
Que me sirvan de ocaso
En la mirada necia
Que suenen y hagan ruido

Que me toquen la puerta
Sean mis alas
Para hundirme en cielos más celestes

Que escriban las paredes
De este gran teatro

Que se mojen, acaben, revienten
Y que hablen por mí.

MARIO ÑANCUPE
(Cutral-Có)

A Cholo el amigo.

LOS CHILENOS

En sus casas de madera,
humeantes , tomando la once ,
observan el verdor de una esperanza
que se hace piedra.
Buscan un sueño incompleto
cruzando las montañas,
la mayoría trae el oficio de José,
otros las manos que sacaran los frutos
de los árboles ajenos.
Poco a poco sus píes danzando una Cueca,
se asientan en suelo,
mientras sus hijos corretean en la tierra
que al principio los ve diferentes,
pero al final los abriga en su seno,
como los abrigo a todos,
ahora son argentinos,
con el llanto y la sonrisa que siempre brota,
y un corazón grande que no se cierra jamás.

SILVIA MELLADO
(Zapala)

A las siete vi hombres borrachos
zigzagueando entre la ruta y la banquina cada
tantos metros también vimos aparecer mujeres
que hacían dedo en las encrucijadas esperaban
el transporte destartalado con hombros cediendo
a la gravedad llenas de hijos manifiestos del arte
enfermo ellas emergían como ese relieve extraño
que se forma en la corteza de un árbol una obra
raramente hermosa salida de un cáncer,
la defensa bella de algún lacerado.

ALDO NOVELLI 
(Neuquén)

EN EL PAÍS DE LA POESÍA

País de la poesía I
En el país de la poesía, hay niños voladores, mujeres pájaro y hombres pez. Hay otros seres poéticos que luchan por un mundo libre: dragones de fuego, pájaros de viento, ciervos de tierra roja, lagartos de lluvia y humanos de sangre muy caliente con un puño en alto.

País de poesía II
En el país de la poesía, hay una palabra luminosa y secreta, que ningún poeta aún, ha logrado descubrir.

País de poesía III
En el país de la poesía, la palabra ‘perro’ no sólo ladra, también muerde. Y en ciertas ocasiones, cuando algún poeta hace maullar su gato de tinta desde un techo del vecindario, levanta las orejas y se dispone en posición de ataque.

País de poesía IV
En el país de la poesía, hay un gran lagarto verde con ojos de mujer, alas de gaviota y fauces de fuego que no es un monstruo.

País de poesía V
En el país de la poesía, los hombres-palabra seducen a las mujeres-poesía con gestos apasionados.



PÁGINA 14 – NARRATIVA

MABEL PEDROZO
(Asunción-Paraguay) 

TAMBOR

Tus hijos no son buenos, le dijo la tarde que lo encontró podando las granadas del cerco. Él no la miró. Si no le gustan no se acerque a ellos, respondió sin apartar los ojos de sus tijeras.
Nunca antes se lo había dicho y, como realmente pasó, estaba segura de que no lo volvería a hacer.
Julio era su hijo. Suyo y de don Esteban Madelaire, el hombre a quien no había dejado de querer en esos quince años que llevaba de haberlo perdido.
Enriqueta Madelaire tenía 71 años cuando dejó la casa donde vivió desde 1942, cuando contrajo nupcias a las seis de la tarde de un verano saturado de mariposas blancas (había tantas). Su hijo la vendió. Podía hacerlo dado que los Madelaire registraron la propiedad a su nombre cuando aún era un mocete despreocupado de lo que iría a pasarle en la vida.
Enriqueta no se enojó con él porque sabía que actuó movido por el amor. ¿Acaso ella no hizo todo en la vida por la misma causa? No, qué iba a enojarse.
Se trataba de una mujer, claro. El día que Julio la llevó para que la conozca, la casa se sazonaba en el olor a guayabas que en esos días maduraban en el patio. Enriqueta notó su aire altanero cuando le acercó la bandejita de plata donde, tapadas con una servilleta de encajes, sus galletitas recién horneadas despedían su aroma a limón y vainilla. «Gracias», dijo quien iba a ser su nuera, retirando la bandeja con la punta de los dedos.
Ella volvió a su casa una última vez. Mamá, mi esposa va a elegir algunos muebles que estamos necesitando, pero quiero que entiendas que lo demás se tiene que vender, porque no tenemos espacio para tanto, le explicó Julio. Hagan lo que quieran, respondió Enriqueta.
La nuera recorrió los dormitorios limpiándose los zapatos en las alfombras para ver si no se deshilachaban. La anciana la ayudó a separar lo que quería, mientras con una mirada inadvertida se despedía de sus cosas.
Sin jubilación porque en la vida no fue más que esposa de Esteban Madelaire y madre de Julio, Enriqueta tuvo que dejar la casa para irse a vivir con ese único hijo en quien tanta confianza puso alguna vez.
La ubicaron en una piecita que tenía una cocinita, un bañito, un galpón donde ubicó lo único que llevó consigo: su sillón de mimbre. Cruzando el zaguán podía entrar a la casa de su hijo por la puerta del costado, lo que ella no pensaba hacer a menos que tuviese una urgencia inevitable.
En su primer día en casa de su hijo, la anciana se ocupó de la limpieza de su nuevo hogar, preparó su sopa de verduras y a mitad de la mañana tomó su lugar en el galpón, adormecida con el sube y baja de su abanico con rebordes de satén, regalo de Esteban Madelaire en el último cumpleaños que pasaron juntos. Cerró los ojos y su patio sombreado de guayabos, los naranjos agrios, los cocoteros que escoltaban la entrada marmolada, la recibieron como si hubiesen estado esperando por ella desde hacía rato.
La mansión perteneció a los Madelaire por tres generaciones, y cuando llegó a Esteban aún conservaba sus aires dieciochescos, sus enormes columnatas jónicas cercadas por murallones de jazmines, las galerías de baldosas negras y blancas donde ella y Esteban Madelaire salían a sentarse apenas entraba la noche. Enriqueta abrió los ojos. El calor era insoportable. Sintió un dolor punzante en la cintura, consecuencia de haberse quedado dormida quien sabe por cuánto tiempo. Buscó en el regazo, en el piso, detrás del sillón. Su abanico había desaparecido.
Su nuera hablaba por teléfono cuando empujó la puerta de tela metálica. Con un gesto descortés le dio la espalda para darle a entender que la llamada era privada. Enriqueta sintió cómo un cansancio desacostumbrado le enfermaba el cuerpo. Dejó la cocina y volvió al zaguán. Por curiosidad se acercó a la ventana en donde sabía dormía la madre de su nuera. Los vidrios estaban abiertos, así que no tuvo más que asomarse un poco para ver lo que había en la habitación.
Una mujer semidesnuda y obesa dormía sobre una cama de dos plazas. El ventilador daba giros pesados. Había una mesita de luz donde se amontonaban jarabes y tabletas vacías, una silla, una alfombra, ropa esparcida encima de un armario. La mujer se movió y un eructo explotó en su boca. La sábana descompuesta con el movimiento dejó al descubierto el abanico que en ese momento cayó al suelo.
Las cosas quedaron claras desde aquel día. Cualquier reclamo que viniese de su parte era mal recibido incluso por su hijo, y su nuera no quiso más que aprovechar el incidente para aclarar que tenía todo el derecho de cuidar a su madre por amor, y a ella por obligación, y de ser sincera diciéndoselo de entrada.
No le devolvieron el abanico pero le aseguraron que no fue la anciana quien se lo robó sino los niños, tan amorosos siempre con su abuela materna.
Eran tres pilluelos con diez, ocho y seis años y medio. Enriqueta no se acercaba a ellos. No la dejaban. Su nuera aseguraba que los niños no la querían, y ella, claro está, no podía obligarles a que lo hicieran.
Jamás insistió.
Se conformaba viendo los ojos de Esteban en las criaturas y agradeciendo a Dios que él no estuviese allí para presenciar cómo aquella sangre de su sangre despreciaba a la mujer que él tanto amó.
De todo, lo que Enriqueta menos soportaba era el calor. En la casa de su hijo no había árboles, no había jardín, sólo las matas de granadas de las cercas. La construcción moderna con su entrada para auto y su terraza tenía al sol encima primero por un lado, luego por el otro.
Poco importaban a los niños, siempre dados a las travesuras, esas cosas. Enriqueta solía escucharlos jugando en el patio trasero. La casa era nueva, de manera que este patio servía de depósito de tablas, escombros y latas de pintura que dejaron los albañiles, y que eran utilizados por las criaturas para sus juegos. También quedaron abandonados los tambores donde se apagaba cal, a estas alturas herrumbrados por las lluvias y el descuido.
Enriqueta veía todo esto sin decir una palabra. Si hubiese sido su casa mandaba voltear los tambores para que el agua de las lluvias no se acumule en su interior convirtiéndolos en ollas a presión cuando el sol de mediodía quemaba.
Mandaba esparcir los escombros y levantar los hierros para evitar que los niños se lastimen. Pero se callaba, porque no era su casa. Se callaba y esperaba que llegue la noche para que el calor se atenúe.
En diciembre la temperatura llegó a 44 grados. Julio le prometió un ventilador de mesa que nunca trajo. Cuando venía a verla le decía que pasaría por el centro para traerle el aparato de una vez por todas: «Este calor mata, doña Enriqueta», observaba, obviando el «mamá» tan apreciado por la mujer que lo trajo al mundo.
Al mediodía, el sol abrasaba con tal intensidad que los techos chorreaban un tufo caliente y enfermo. Enriqueta tenía que abandonar el dormitorio a esa hora. Arrastraba su sillón hasta el galpón, mojaba una toalla en agua y se lo ponía encima de la solera de algodón. El corazón se le moría dentro.
Fue igual aquel sábado que a la siesta se convirtió en una bola de fuego que lo quemaba todo. La casa se cerró para el descanso a la una de la tarde.
Enriqueta vio cuando los niños, ayudados por algún mueble que recostaron por la ventana de la cocina, se lanzaron al patio. Siempre lo hacían. Atacada por la somnolencia, los perdió de vista y los hubiese olvidado por completo si un tirón suave en el hombro no la hubiese despertado.
Era su nieto, el mayor. Aterrado y comido por las lágrimas, pedía ayuda. «Mi hermanito se cayó dentro del tambor, abue», sollozaba.
Enriqueta lo siguió lastimándose los pies en los desniveles del piso. Se moría de horror pensando en el estado en que encontraría al chico. Quería correr, pero apenas podía arrastrar los pies comidos por la eczema y el reuma.
¿Dónde?, preguntó cuando vio los tambores ubicados uno al lado del otro en el fondo del patio.
El niño le señaló un recipiente. Enriqueta se acercó, uno, dos pasos, tres. No llegó a ver dentro del tambor. Un empujón la arrojó contra la lámina de metal que se metió en su carne como una plancha puesta al fuego. Quiso escapar, pero apenas logró darse vuelta sintiendo cómo la carne se le despegaba del cuerpo con el movimiento.
En el instante en que la vista se le nubló, los rostros de sus nietos (los tres) observándola, la llenaron de asombro. Pensó que habría bastado con que esos chicos la conociesen, aunque sea un poco, para que la hubiesen amado.



PÁGINA 15 – POESÍA ARGENTINA: BUENOS AIRES 

MIRIAM CAIRO
(San Nicolás)

POESÍA-HORIZONTAL

I
No sé si triunfaba o si se detenía para que la noche empinase. El ancho cáliz era el único pájaro mosca que, como forma automática, volvía de los horizontes para que no dejase de sufrir la realidad. Ni una costra del sueño era irreal.
Comparo nuestra originalidad incesantemente imprevisible con la utopía. 

II

Alguien no puede distinguir el pájaro del vuelo. Alguien rompe el vínculo con el discurso. Alguien habita la palabra mundo de un mundo que es mismo y otro. Alguien está contenida allí donde no hay nada contenido.

III

En realidad, la prueba es convertir la gota en río.

IV

Entonces, las palabras se sacan el sombrero negro, retozan sobre las hojas de hierba, practican la retórica del ron y se produce el alumbramiento. Algunos poemas nacen en silencio, otros con terrible alarido, otros, con un breve trueno, pero cada uno trae un pedacito de carne inmortal que lo anuda al viejo ombligo de la primera poesía.

V

A veces me preguntaba la palabra.
La gramática natural, tan importante.
Nunca barcas no serán sueño.
Una aspira a que el poema despierte otros fetos de madre desconocida.

VI

O pájaro. O como un destino que habiendo regido al alcohólico mundo no gira de nuevo a la izquierda. O sacude el primer quicio de una puerta cerca del confesionario. O fuimos así, uno vaciando, uno acumulando, uno donde olvidar lo triste, otro donde esperar todo, azules, esmeraldas.

VII

Ella dijo: que estalle su sombra deforme y le tiemblen los ojos opalinos del lenguaje. Las palabras son la dinámica de su imaginación.

VIII

La filosofía es tomar conciencia de los vicios de oscuridad, y yo acaso quedo absorta como el absurdo o la necesidad de un primer soliloquio. Pienso si se habría podido nunca otorgarle realidad a todo lo posible cuando una supuesta predestinación del objetivo deseable me basta. Pero será, ésta, la última azucena nombrada previamente, sobresaltadamente.

IX

Por un instante escucho la voz de mis mitades transparentes y otros poemas se alzan con sus sílabas irisadas, con sus velas y sus mástiles zozobrando en una ola que se rompe para siempre. A veces, se me acercan poemas mínimos y traslúcidos cómo ángeles de cebolla que empujan con la punta del pie un montoncito de palabras.

X

A solas, las medidas geométricas sugieren irónicamente que a causa de un amor morboso, más bajo control, más mismo sitio, en el momento en que se abre algo semejante al cuerpo, las entrañas parecen agotadas.

XI

Tengo un solo instante para que también, cada cual, con ternura pueda llorar la costumbre de algo empalmado y caliente. Los vivientes iluminados, por formas creadas, tan grandes como la vida, perdieron el flujo del yo y los colores despliegan un sueño donde hubo una intimidad plena.

XII

Alguien corre tras la costura del macho las extremidades y frutas, o las contingencias de la contemplación. Nada dice el hombre. No ven, dice ella, que no podés más de una vez. El sol de una manera indefinida vuelve a su cucha hasta que otros adhieren, andando atenuadas cuentas, y negro sobre blanco se lava el mundo.

XIII

No es crucial dilucidar si los pensamientos que salen de su alma proceden del cuerpo o viceversa. Si se deja caer en el abismo o en la esperanza. Si tiene nombre o si tiene dedos o si tiene hambre. Digamos que apenas es la rueda que se mueve por sí misma, la antorcha que se enciende con la palabra fuego, la niña que se convierte en perro, el perro que se convierte en ángel, el ángel que dice no.


GABRIEL IMPAGLIONE 
(Morón)

CODICIA

Diluvio de óxidos donde barca alguna salve nada
agua roja de tajo de cañón y de billete
agua roja para la amapola y los grillos
agua roja para el niño y la mujer y para el río
sobre todas las casas y los campos
sobre cada paloma y cada palmo de ay y de socorro
un diluvio caliente de óxido con hueso quemado
sobre tierra dividida       sobre manos caidas
colibríes peces algodón      manzanas
sobre cada refulgencia ahogada en sí misma
sobre silencio fragmentado y alertas inútiles
sobre las hojas de los diarios impunes y los impunes
sobre las huellas en la arena y la hierba de las plazas
un diluvio caliente de terminante óxido
alzando vapor de hachas     bocas rotas
sobre el viento de piedra     de maquinaria negra
sobre refugios        llantos refugiados
diluvio caliente de terminante óxido oxidófago
que completará la nada hasta que polvillo luego
como larga noche lenta y muerta
se acumule espeso brutal     lleno de dientes
asfixie el sueño del humus       borre cauces
grietas   senderos         cada vestigio de la historia
hasta establecer su gobierno de oquedades
el hueco de la metáfora destruida.

IVONNE BORDELOIS
(Alberdi)

CARTA A LOS AMIGOS

Estimados amigos
tropa alegre de gente inteligente porteña y vivaracha
que puebla nuestras calles arboladas florecidas
con su ingenio y sus noches de bohemia
con sus poemas y sus libros y artículos y ensayos igualmente florecientes
siempre amaneciendo cada día en mi pantalla
con sus blogs y sus citas y sus invitaciones
y sus presentaciones
y sus consideraciones y reflexiones
con fotos de Venecia y de osos polares y de castillos húngaros
con nietos y biznietos que sonríen cual frutillas en un prado lejano
convocándome a la guerra, a la paz o a la Virgen de Luján
a recobrar un deudo o saldar una deuda
con la historia, la patria o la poesía

muy queridos amigos
vengo aquí a recordarles
que a mis setenta y cuatro años
he recordado a Mallarmé:
la chair est triste et j´ai lu tous les livres
en mi recuerdo sin embargo, la chair era gloriosa, y en cuanto a libros,
todos están en Internet,
hay noches en que Dante me persigue tenazmente porque aun no he leído su Inferno,
el Quijote me espera ansiosamente bajo un sauce a la orilla de un verano inaccesible
trabada como estoy por nuestras creatividades, amistades y necesidades
de Cruz Roja, de aplausos y pequeñas bendiciones
para nuestros narcisos heridos y afligidos
(qué es la fama? un frenesí?)

y por lo tanto ruego
un poco de piedad para esta anciana atosigada atolondrada perseguida y acosada
por el esperma incontenible de nuestro genio incomprendido

yo vengo a ofrecernos una tregua
a nadie haré leer mis poemas −salvo éste, que será el último, por cierto−
a nadie contaré mis esperanzas
de Premio Nobel,
nadie sabrá de mis diarios ni de mi mente metafísica

los yunques y crisoles de mi alma
trabajan para el polvo y para el viento,

todo me ha sido dado y sin embargo aun no he escrito el poema

(a veces me canso de ser hembra)

mis papeles se irán conmigo al río
donde Heráclito me espera en el lugar de siempre

(hoy es siempre todavía)

yo les ofrezco en cambio este patio perfecto de silencio
donde canta la calandria inmortal de mis infancias.

JORGE BOCCANERA
(Bahía Blanca)

ELLA

Viene despacio
       entra
tropieza con mi tos
con mi costumbre de dejar la nuca
en cualquier parte
       viene despacio
ordena mis silencios
desata las palabras necesarias
recibe la correspondencia de mis ojos
       viene despacio
a tender sus manteles de ternura
       viene despacio
apenas hecha humo para no despertarme
se abre paso entre vasos arrojados al día
        retratos de mujeres
noches de bronca y noches de ginebra
       viene despacio
con su enchape celeste subiéndose a mis mástiles
       viene despacio
       entra
se arrodilla al borde de mi alma
y junta los fragmentos de mi risa
después... se vuela azul como la tarde.

RUBÉN GUERRERO
(Avellaneda)

LOS BROCHES

Ponía los broches sobre la ropa de manera que tres broches
abarcaran tres prendas y media.
Distribuía todo
éramos cinco y no sobraba nunca
nada.
La mermelada de la tarde, los cinco en la mesa, el televisor  encendido
ella distribuía el pan, el mate cocido 
y ninguno
de los cinco
hablaba
porque no pensábamos en que la falta era un impedimento,
no pensábamos en eso.
El mundo era
ella
distribuyéndolo todo . 

SILVIA LOUSTAU
(Mar Del Plata)

XVIII
a Marucha Rave

Madre amada,
mujer de cicatrices y solsticios
amiga de los pordioseros
eterna compañera de los torturados
ven, ayúdame en la amanecida.
déjame descansar la memoria
en tus faldas
inundadas del perfume agrio de los ausentes.

IV

en el principio fue el agua / el mar .
quisiera volver al principio.
ese estado en que se flota y se sueña.
añoro la honda sencillez de las olas.
la tierra tiene sembrados muchos nombres /
pero el mar es el padre total y verdadero.



PÁGINA 16 –  ENSAYO

ÉRIC COURTÉS
INVESTIGADOR EN LA SORBONNE
(Saint-Pierre-d'Oléron-Francia)

GUIDO BOGGIANI: EL AMANTE ANTI RACIALISTA
DEL OTRO INDÍGENA

Si dos hombres cantasen dos canciones diferentes, puede acontecer que sus casualidades se encuentren y creen un ton armonioso. Yo me esfuerzo en facilitar tales coincidencias, procuro ese ton armonioso, un lenguaje en común.
- ¿Y qué acontecerá si alguna vez hace un error?
- Moriré.''
Entrevista a Pavel Frič[1]                    
                            
Según el Sabio de Pensilvania, Daniel Garrisson Brinton, sólo las razas superiores, como los Mayas y los Aztecas en Mesoamérica, valían la pena ser estudiadas, idea racista, e incluso racialista, que rechazó con fuerza Guido Boggiani, a lo largo de su corta vida, por sus largas convivencias pacíficas con las etnias más comunes del Chaco, como los Chamacocos, los Sanapanás y los Tobas. 
El racialismo sería el fundamento teórico del racismo, o sea ''la doctrina de las  razas'', etnocéntrica si las hay, que fundamenta el racismo, y que legitima una ''jerarquía'' entre el grupo dominante y el grupo dominado, según Tsvetan Todorov, que teorizó este concepto en su famosa obra: Nosotros y los otros, Reflexión sobre la diversidad humana.
En esta magistral obra, nos enteramos de que ''entre los pensadores del pasado'', la verdadera preocupación por el otro salvaje, entre los filósofos franceses, apenas empezó con Rousseau, y Diderot. De hecho, ni Montaigne, ni Pascal, ni La Bruyère en el XVII, ni Montesquieu ni Voltaire en el XVIII, pasaron de ser universalistas etnocentristas que veían a los extranjeros con mucha condescendencia, persuadidos en sus adentros de la superioridad de la cultura francesa.  La Bruyère incluso, oponiéndose en ello a Montaigne, condenó abiertamente los viajes por el peligro de corrupción del viajero por otras culturas y otras religiones, y estaba convencido de que el color blanco de la cara era la única ''prueba de no barbarie...
Incluso el genial aragonés, el Gran Félix de Azara que recorrió el Río de la Plata y el Paraguay unos veinte años seguidos, a finales del XVIII -a petición de la Corona Española para delimitar fronteras con el Imperio Portugués- y convivió con muchas etnias de esa zona, no es exento de semejantes prejuicios racialistas. De hecho, según él, el salvaje por no tener escritura y tener una ''lengua desconocida, a la que faltan una multitud de palabras y expresiones', y por sólo satisfacer ''las pocas necesidades que experimenta'', es forzosamente un ser inferior... 
Algo muy similar encontramos unos treinta años más tarde en los diarios de viaje de John A. B. Beaumont, que descubrimos en el reciente y brillante ensayo de Sebastián Román, sobre discursos de (en) viaje, en la Argentina del siglo XIX. Oscilando el autor con maestría entre semiótica discursiva e historia cultural, reactualiza y resemantiza también ese concepto de racialismo, al analizar el diario de viaje de un comerciante inglés, por el Río de la Plata, John A. B. Beaumont.
Pone de realce que el racialista no sólo afirma que las razas son diferentes sino que hay razas superiores a las demás, como Beaumont que pone por encima de todos al businessman inglés, al prójimo blanco de '' pigmento favorecido'', contraponiéndolo a cada rato con el criollo argentino, oponiendo negocio y ocio, diferenciando a los hombres por sus comportamientos en la vida diaria y en los negocios.
Entre los formadores de don Guido estaba uno de ellos, el famoso antropológo italiano: Paolo Mantegazza, de hecho fue un activo racialista cientificista ''sui generis'', como lo calificaría con acierto Sebastián Román.
Empero, si bien es de su época, medio romántica y positivista de fines del XIX, el personaje de nuestra novela, y el sujeto de esta ponencia, cuyo principal informante acerca de las etnias del Chaco era el famoso Samuel Lafone Quevedo, nunca adoptó ese tipo de discursos extremos, aunque aparezcan en sus diarios de viaje unas señales de esa nefasta influencia, muy de su tiempo:

Los Chamacocos son los esclavos preferidos y los más buscados por los Caduveos. Son bien tratados mas teniendo en cuenta su raza inferior.
Una simple confrontación entre ambos pueblos permite muy fácilmente comprobarlo.
A ellos les tocan los trabajos groseros de servicio y el labrar de la tierra. Se los trata en general con dulzura, sin dejarlos nunca olvidarse de lo que son sus deberes.
Hubo un tiempo, como ya lo dije, en que los Caduveos adquirían los esclavos por la violencia, haciendo guerra a las tribus de salvajes del Chaco, de los cuales eran y siguen siendo hoy el terror.
Ahora, sin embargo, los pobladores de las riberas del Río Paraguay, en su propio interés, impiden tales correrías a mano armada y los Caduveos comprendieron que con los cristianos no es prudente entrar en conflicto, se les hizo más difícil proveerse de esclavos.
Hoy en día, no pudiendo hacer de otra manera, entablaron relaciones amistosas y comerciales con los Chamacocos, los cuales, empero, siguen teniendo cierta aprehensión al acercarse los Caduveos. Y en cambio de esclavitos que los Chamacocos van a capturar en el interior entre la tribu de los Tumaná, o Chamacocos Bravos, por el amor, por la astucia, o por la fuerza, los Caduveos  les traen para vender viejos fusiles, pasta de urucú y otros pocos géneros que consiguen en cambio de cueros de ciervo.

De hecho, al oponer y jerarquizar entre sí, a los Caduveos y los Chamacocos, don Guido, de origen aristocrático, no hace sino usar las ideas y los prejuicios de su época; los indios son unos '' salvajes'' , pero su visión es más rousseauniana que darwiniana, es la de un pintor, de un artista, de uno de los primeros etnofotógrafos, y sus largas convivencias con los Chamococos y los Caduveos le hicieron ver las cosas desde dentro. Sus aproximaciones al Otro Indígena son de primera mano y expresan una profunda humanidad.
        En cambio, el racialista Beaumont, sostenía que dentro del mestizo y del criollo argentino seguía viviendo el indio, ''con todos los rasgos distintivos de su raza'', y que '' hay en ellos una negligencia, una falta de puntualidad y una lentitud que no se avienen con el carácter y las costumbres de un hombre de negocios inglés.''



PÁGINA 17 – POESÍA AMERICANA: GUATEMALA

ALAN MILLS.
(Guatemala)

¿QUÉ SEREMOS AHORA?

Enormes cóndores
que surcan los vastos empíreos
brindando su fealdad al orbe.

Camellos obstinados,
jorobados de tormentos,
cargando aguas amargas
para el susurrante desierto.

¿O es que somos paquidermos
armados de marfil
y nuestras patas son las torres
que encarcelan al miedo?

Quizás seamos perros salvajes
que embestimos en manada
doblegando medrosamente
a nuestras presas
y anunciamos con carcajadas
nuestro mutis.

O tal vez el semblante
de un jaguar enjaulado;
nuestra palabra es
su majestuosa mirada turbia
que palidece en el encierro.

Somos el parco silencio del albatros
al cesar el batir de sus alas:
extinguiéndose
ante la triste cadencia del bullicio.

AÍDA TOLEDO
(Guatemala)

RUTINA DEL AÑO 90

Dejar de soñar despierta 
lavarse temprano los recuerdos 
decir los buenos días a los (tus) fantasmas 
desayunar olvidos 
tomarte el juguito de qué te importa 
preguntarle al espejo que tan bonita 
calentar el corazón para que arranque 
salir a la calle e indagar 
con el primer fulano que aparezca 
que cuál es el misterio que lo anima 
subir al ruletero sentarte debajo encima de 
tocar en la séptima puerta roja y en todas 
sonar y siempre sonreír y darte cuenta 
que todo acontece con sangrienta 
luz de ciudad universitaria 
9pm regresar a casa
sin encontrar el camino.

JOSE ESTUARDO ALVAREZ
(Guatemala)

SIEMPRE ES ALGO MAS

Esta espera                     
No es venganza contra nadie     
Esta tristeza                   
No es triunfo de nadie, de nada 
Este llanto es por  ustedes     
Esta rabia es contra  ellos     
Esta espera es mía               
Como mía la búsqueda             
No es odio contra el uniforme   
Contra los nombres               
Los grados y las máscaras       
No es odio contra el espía       
Y el traidor                     
No es odio                       
Es algo más                     

JOHANNA GODOY
(Guatemala)

A mi hijo

Para luchar
hemos nacido

Para unirnos
a miles de hilos de sangre
que injertaron sus voces
en nuestras entrañas

No tememos
el posible allanamiento
del corazón

Vos llevarás mi voz
cuando me crezcan flores
y los sueños continúen
siendo sueños

Cuando mi muerte
haya roto tu vida
vos sabrás:
para luchar
hemos nacido

PABLO BROMO
(Guatemala)

EL AMOR SUPONE

Hay una simetría
entre el amor y la muerte;
un arrebato nocturno, un último abandono.
Una alquímica operación matemática
divide al odio de la indiferencia;
hasta teñir la sangre en negro olvido.
Pero el amor supone
un máximo engranaje, de vida o muerte;
una verdad silente por debajo de la
piel, y sin canibalismos esotéricos.

CARMEN MATUTE
(Guatemala)

PRESAGIO

Tras las ventanas que tamizan
la luz del sol que muere
aguardaba
el amor de un joven fauno,
su ternura despiadada,
su plenitud un poco melancólica,
el abismo
y la certeza del pecado
que me acechaban en el fondo
de la noche
fogosa de su boca.

Tras los párpados
guardaba ya
el dolor
de su mirada en sombra,
su proclamado
corazón infiel
de su olvido
la ciega certidumbre.



PÁGINA  18 – NARRATIVA

ANDRÉS ALDAO
(Buenos Aires-Argentina)

EL  ACCIDENTE 

Caminaba distraído; más bien preocupado. Lo habían despedido hacía algunos meses. Se sentía agredido por la realidad: la percibía despiadada, intolerante, ensañándose con él. La incertidumbre y el temor al futuro se le clavaron como una espina endemoniada, ponzoñosa. La mujer no cesaba de sermonearlo, de quejarse sin pausa, de enrostrarle el éxito de los amigos y reprocharle sus fracasos.
Tal vez por eso no vió venir el auto rojo ni escuchó el grito de la mujer advirtiéndole. El guardabarro lo arrojó con violencia sobre el pavimento y al caer sintió que la cabeza daba contra el cordón. Percibió el dolor, intenso, impiadoso, burlón. Y luego nada; una dimensión huera, oscura.

Abrió los ojos con un parpadeo indolente. Contempló la calle desierta; los árboles configuraban una línea prolija, elegante, que iba perdiéndose en la perspectiva del horizonte de su mirada. Entonces recordó el accidente. Trató de incorporarse; una vez en pie sintió la punzada en la cabeza, alrededor de la nuca. Se miró la ropa: estaba entera y solamente un poco de suciedad en el pantalón y la campera. Sonrió feliz; estaba vivo, no le había ocurrido nada serio. “Pudo haber sido peor”, pensó.

La calle estaba desierta. Echó a andar en dirección a ningún lugar. No conocía la vecindad; tampoco le importaba. Hacía meses que pateaba horas y horas por los barrios de la ciudad. Al principio buscaba trabajo, cualquier ocupación. La voz de su mujer, avinagrada y sentenciosa, obsesionaba sus sentidos; una angustia hosca invadía sus pensamientos. Luego, el salir a caminar por la ciudad recorriendo recovecos que no conocía le proporcionaba, por momentos, una calma desconocida, un sosiego bienhechor. Como una amnesia temporal que lo hacía olvidar de la realidad, ingrata y lacerante.
“Es raro -pensó-, me siento tranquilo, sin angustias ni acosos. No tengo ganas de volver a casa. No; estoy podrido de ser el blanco de su agresión. No quiero oírle el vozarrón monocorde y punzante. Cuando ella me regaña es como ver su dedo acusador delante de mis ojos. No; todavía voy a seguir andando por estas calles desconocidas”.

Ya no sentía dolores; tampoco en la cabeza. Quería compartir el gozo de haber sido la víctima de un accidente del que salió indemne. Pero la calle estaba vacía; ni un alma. “Lástima –pensó-, hubiera querido contarle a alguien este pequeño milagro. pero lo mismo da: qué le importa a la gente  las penas o las dichas  de los demás. Cada uno en lo suyo y el resto del mundo que reviente”.
Lo colmaba una beatitud que se esparcía por todo su ser. No pensaba en su mujer, ni en la falta de empleo, o en las deudas que lo acosaban y no le daban reposo. Observaba la tersura de algunas nubes navegando por el cielo límpido y celeste, transparente como un cendal delicado, y se sintió estremecido por un placer desconocido. El aire era fresco, se percibía su pureza, y un aroma fragante, como de rosas y jazmines, le generaron una sensación agradable.
Anduvo un rato largo; no estaba cansado, tampoco tenía sed, o hambre. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de un bienestar así. Se sentía feliz. Esbozó una sonrisa plácida: “Como cuando era pibe, viviendo protegido por los viejos; sin las angustias de la vida adulta, sin las malditas deudas”, recordó meneando pausadamente la cabeza.

Siguió su marcha; se detuvo un rato, contempló los alrededores. Y de pronto se acordó: “¿Dónde está la mujer que me gritó ‘cuidado con el auto’.? ¿Y el que manejaba el coche? ¿Porqué no se detuvo para ver qué me sucedió?” Las respuestas eran burlonas, crueles. Su mente no las admitía.

Ese silencio cóncavo que lo escoltaba desde hacía rato; las ausencias, la soledad espectral de las calles que iba recorriendo; el apacible y lejano tañido de campanas; ese murmullo de gemidos que parecía un réquiem coreado a capella, le produjeron congoja. Un lagrimón furtivo le birló la sonrisa. Por que sólo entonces comprendió la verdad de la historia: estaba muerto. Irremisiblemente muerto.



PÁGINA 19 –POESÍA  AMERICANA: EL SALVADOR

AÍDA FLORES ESCALANTE
(San Salvador)

XIV

Debemos recordar
no por venganza.
Y debemos curar la gran herida
porque es lo saludable para el alma.
Ellos, ellas, nos ven
con ojos ciegos.
Recordar, curar, reconciliar
para saldar la deuda con la Historia,
para cerrar los ojos de los muertos
y para abrir los ojos de la vida.

JORGE GALÁN
(San Salvador)

PASEO DE UNA NIÑA EN LA PLAYA

Ya sin tocar el suelo, sus pies casi de agua
se deslizan, lentísimos, sobre la arena parda
matizada de espuma. Es casi mediodía,
sobre ella las gaviotas planean dulcemente,
el mar que hizo en la piedra motivo de su furia
no se atreve en sus pies, retrocede, no vuelve
sino en rocíos lentos de un azul menos ávido.
Le toca con su música, con
su arrullo y se vuelve
un amante imposible que encuentra en la tristeza
el motivo preciso para intentar dormirle,
hechizarla, volverla su sueño, su deleite.
Frágil como la rama que a punto de quebrarse
se aferra al tronco anciano, así el viento se amarra
a su raíz más honda: su cabello que ondea
como bandera única de un país exquisito.
Esbelta como el aire que de puntillas anda
por las altas palmeras, mínima como el frío
que el corazón del alba guarda en su luz más íntima,
inmensa como el cielo que habita en la pupila,
se vuelve la palabra que el día le musita
a los antiguos siglos: el nombre de su orgullo.
Con su traje de baño, tan ingenua, tan simple,
sin sospechar aquello que en su torno sucede,
o notando, si acaso, la tibieza del agua
o las lentas gaviotas que vagan dulcemente.
Nada posee entonces semejante pureza.

NORA MÉNDEZ
(San Salvador)

PRONUNCIAMIENTO

Se ha decretado un estado de alerta
En mis emociones,
Cada vez que pasas, cada vez que te veo
En mis pupilas arden
Tactos que se organizan
En la clande-intimidad
Donde tan bien
Conspiran mis hormonas.
Cargo un mitin de caricias
En mi pecho
Y un pubis insurrecto
Esperando que realices
Una volanteada de sueños
En mi vientre.
Todo un estado de sitio
Me subviertes
Y se levantan tibias barricadas
Si pretendo
Olvidar tu nombre.
Tengo que confesar
Que me has tomado por asalto
Y toda yo,
Soy tu territorio
Liberado.

RENÉ RODAS 
(Santa Tecla)

EL CORTEJO

I

Ojos tuyos en los que camino, y me incendia su previsivo fulgor como un desierto a mediodía.
Cabeza y cuello tuyos para apretar entre mis senos como una esfera de magia que guardara los secretos de la sal.
Manos tuyas próvidas e inclementes como una garra con la que el viento me despojara del pasado.
Palabras de tu boca que me nombran, instantes en los que tu mente me dibuja en imágenes de deseo.
Dedos tuyos penitentes para los que yo invento secretos que salen a tu encuentro como ensalmos.
Mis caricias te preparan para el zarpazo del amor como preparo las olas para mi playa.
Perfilo en mi cuerpo las horas que prefieres y te contemplo desde mi horizonte, que no has de alcanzar.
Quiero robarte del mundo, vagar sin prisa y sin rumbo en ti como por una demorada tarde.
Busco el conjuro que te haga feliz y apague tus pesadillas -por un rato al menos.
Viejas artes me asisten a destruir los relojes que te retienen fuera de este tiempo mío donde guardo tu espacio.
Ven. En ti quiero darle un instante de plenitud al mundo. Déjame dar fe de que existes entre mis brazos.

II

He aquí una ola solitaria empujada al viaje. He aquí que hoy parto de mí mismo en busca de ti.
He aquí este aliento líquido que hoy dejo correr sobre tus arenas. Desconocida me eres e inexplicable.
He aquí el yodo y la sal de mis días puestos al pie de tu playa. Tú para quien mi voz se agenció el canto.
De mí nada sabes. De mi sólo adivinas, tal vez, que vengo de lejos y estoy solo y tengo miedo.
Tarde un día, en un parto feroz, vi el rostro del sol. En ese rostro inalcanzable había el anuncio de un límite.
Mi madre y yo descubrimos el pavor del otro: la más inquietante, la más infranqueable frontera que impone el mundo.
Con el tiempo nos hicimos a la idea de vivir juntos. Aquella aventura comenzada en deseo se resignaba en amor.
Ella me dio del calcio de sus huesos. Yo la dejé alimentarse del fantasma sonriente de mis ojos.
Luego vinieron días de esplendor sin nombre en los que un niño pasea en bicicleta.
Crecí, descubrí la muerte, supe del inabarcable sabor a incendio que tiene la distancia.
Olvidé la gruta salina que fue mi casa. Pasaron los años como una aguja que zurce heridas y hoy vengo a tu orilla.
Quiero tenderme en la caleta ardiente de tu mano, entregarme a tus rocas, sucumbir al reto de remontar tus dunas.
Traigo para ti noticias del mar. Rumores que nunca has escuchado te saludan en mi canto.
Vengo a entregarte la nave cóncava de mi voz, a ofrecerte rayos líquidos de sol y peces como cuajos lunares.
Déjame desembarcar mi amor en tus arenas, beber la humedad de tus esporas y la sangre de tus líquenes.
Será todo el alimento que precisen mis dedos remorosos. Abre tu día al paso de mi cuerpo de animal desencantado.
Guardo para ese abrazo un secreto que lanza al vuelo a las mantarrayas y hace bailar a los hipocampos.
(Me cautivó tu voz en la lejanía y me prendió tu calor en la profunda amargura de mi cueva abisal.)
Épocas de aridez me hicieron soñar con el doloroso aroma de tu costado, peces transparentes anunciaban tu deseada existencia.
Un rumor de corales vivos, una marejada de crustáceos me hicieron imaginar la turgente colina por la que habría de abordarte.
El gemido de una ballena me dejó conocer tus costumbres en el amor, el canto azul de tus días.
Cardúmenes de peces extraviados me dejaron presentir los poderes de tu lengua.
Quise estropear un poco el traje de luz con que te cubres, arrugarlo, sacártelo a tirones.
Yo que vengo del mar te soñé desnuda y pobre como la lluvia.

SUSANA REYES
(San Salvador)

VI

Podés dejar todo
pero llevate la memoria
para que el escándalo de sol
me encuentre en total transparencia
y no deba contar a nadie del pasado,
así me evito la tentación
de recordarte y llorar
porque no cabrás en mi transparencia
y no sabré más
de cataplasmas para el dolor de alma

La memoria es la única
maleta frágil
que no puede sufrir registros
en los aeropuertos o estaciones.

Quizá valga la pena que la lleves
tal cual
ingrávida en las bolsas,
lo demás puede quedarse
pues sin vos perderá la trascendencia
serán objetos
objetos sin nombre, sin pasado, sin olor
que me obligue a sentir, guardar
o alterar lo que quede de tu ausencia.

ANDRÉ CRUCHAGA
(Chalatenango)

FRUSTRACIONES

Claro, el tiempo pone en su lugar todas las cosas, es decir, hace visible
hasta la más oculta picadura de zancudos, ese montoncillo de piedras anónimas 
que uno ignoraba, las truculencias de ciertos graznidos.
Después de todo, me pongo a leer poemas para divagar, y de esa forma
no envilecerme: hay gritos y chantajes en habitaciones oscuras.
Camino sin padrinos como el camino solo que siempre se torna en silencio.
Nada más cierto que las antorchas ensordecedoras de los relámpagos.
Nada más cierto que las caídas estrepitosas de la sinrazón.
Nada más cierto que el nudo de los vacíos en la garganta y su ponzoña fiera.
Nada más cierto que la castración de ojos en el amplio océano de la brama.
Nada más cierto que cruzar la calle sin que ninguna asfixia lo atosigue a uno.
Siempre yerra una mirada iracunda sobre el vuelo sobrio del pájaro.
Siempre estamos a merced de los que quieren confinar nuestro nombre.
A menudo los fantasmas tienen  uñas y un sueño de sabueso infeliz.
Son tan promiscuas las palabras que pueden colgarse de cualquier altar,
del adulterado nido en las citas abiertas,
de las aspas encendidas del deseo,
de las extrañas ojeras que deambulan en los pensamientos de los exégetas.
Uno siempre escribe en las paredes húmedas de la saliva,
pese a las obstrucciones: mi escritura está en mis manos, allí, donde otros gastan 
el olvido, y se alzan como emperadores del milagro.
Aún no he quemado la travesía; el horizonte sigue intacto.
Cada vez dejo que mis pupilas escapen de los trenes y esquiven las sombras.



PÁGINA 20 – NARRATIVA

SAÚL ÁLVAREZ LARA
(Medellín-Colombia)

EL PRIMER VIAJE DEL DÍA


Me quedé paralizado cuando vi el revólver en manos del hombre del asiento de atrás en el mismo momento en que Duque se acercó a él. Primero lo apuntó hacia mí, vi el fogonazo y al mismo tiempo, escuché el disparo. ¿Cómo es posible? en esta buseta no viene nadie armado, nadie más que yo, pensé. Duque y yo revisamos todos los pasajeros esta mañana antes de que se subieran en el terminal. Los revisamos de lejos, claro, pero ninguno estaba armado, estoy seguro.
La bala me buscó apenas apareció por la boca negra del revólver y se vino directamente hacia mí, brillante y alegre, como quien está en una fiesta y busca con quién bailar al ritmo de una música que solo ella escucha.
Esa fracción de segundo, mientras la bala, mi amiga, venía hacia mí, fue suficiente para revivir mi película desde la noche anterior.
Esa fracción de segundo, mientras la bala, mi amiga, venía hacia mí, fue suficiente para revivir mi película desde la noche anterior. Me vi sentado con Duque en la mesita metálica al fondo de la tienda; no escuché lo que estábamos hablando, pero fue el momento en que acordamos dar el golpe. Por los gestos, estábamos contentos. Vi como él levantó su mano para llamar la atención del dueño, me pareció que hacía una “v” como de victoria con sus dedos, pero no, estaba pidiendo otras dos cervezas. En seguida me vi en la esquina de la casa de mi novia, todavía de noche, ella lloraba mientras yo le hablaba, las luces de los carros al pasar nos iluminaban y después nos dejaban en la oscuridad.
Cada vez más cerca de mí, ella, la bala, mi bala, era como una enamorada que me seguía y me hacía señas para que la acompañara en su baile desconocido.
Cuando me vi en medio de los pasajeros que se querían subir a la buseta, me di cuenta de que había uno que venía armado y se sentó en las últimas bancas del lado izquierdo, una de las de tres pasajeros. Vi como Duque se subió por la puerta de atrás mientras yo me subí por la del chofer; como era yo el que tenía el changón escondido en mi manga, por si pasaba algo, al primero que tenía que encañonar era el chofer. Me vi esperando, como habíamos hablado Duque y yo, hasta que la buseta estuviera cerca del Centro.
Llegado el momento me escuché gritar: “Quietos todos, no se muevan que el changón está cargado”, mientras Duque, en el fondo de la buseta, comenzaba a pedir las carteras, la plata y lo que tuvieran a los pasajeros. Nadie oyó mi grito cuando Duque se acercó al hombre armado. En la distancia, muy lejos, escuché el otro disparo. En ese mismo instante ella, mi amiga, mi bala, brillante y alegre me alcanzó y me sacó a bailar su ritmo mortal, me llegó por el hombro y se apoderó de mí hasta que todo alrededor giraba a una velocidad que me hizo perder el sentido.
No sentí dolor.
Cuando abrí los ojos de nuevo sólo tuve tiempo de ver a mi amigo tirado en el piso del bus entre las sillas y el revólver que me buscaba otra vez con intenciones de invitarme a bailar de nuevo.

Cuando abrí los ojos de nuevo sólo tuve tiempo de ver a mi amigo tirado en el piso del bus entre las sillas y el revólver que me buscaba otra vez con intenciones de invitarme a bailar de nuevo. Un reflejo del dedo índice de mi mano derecha me hizo devolver la invitación y el changón se disparó. El golpe de la culata en mi hombro herido, la sangre y la sensación de baile desenfrenado que vivía en mi interior me hicieron caer hacia atrás, al lado del chofer. Cuando me levanté el hombre del revólver y su vecino estaban bañados en sangre, Duque estaba en el piso inmóvil y los pasajeros aterrados no se atrevían a decir ni una palabra. Lo llamé, le grité que se levantara, que esto ya iba a acabar y que nos podríamos ir tranquilos para la casa; pero uno de los pasajeros me interrumpió para decirme que ese muchacho estaba muerto. Me vi en otro espacio, como si yo ya no perteneciera a esta buseta, ni a Duque, ni a nadie, ni a ningún lugar y de pronto tuve la necesidad de no dejarlo ahí tirado. Yo debía, por lo menos, acompañarlo hasta algún lugar seguro donde lo cuidaran, era mi amigo. Entonces me vi diciéndole al chofer, mientras le apuntaba con el changón, que se devolviera hasta el barrio, que íbamos a llevarlo hasta la casa de él, donde su mamá lo estaba esperando y si no se lo llevamos se va a preocupar, le dije.
Me vi dejándolo en la puerta frente a su casa y me vi también alejándome, sin escuchar nada, por una avenida amplia iluminada a lado y lado que se perdía en el horizonte.

El primer viaje del día hace parte del libro Recuentos ganador del V Premio de Cuento de la Cámara de Comercio de Medellín en 2001

PÁGINA 21 – POESÍA AMERICANA: COSTA RICA 

ADRIANO CORRALES ARIAS
(San Carlos)

EPIGRAMA

A Cristián, a Eduardo

Los rostros son manos humeantes
con el pañuelo rojinegro en colinas de sangre
donde ruedan niños/ángeles y chicas
por el lodazal del eterno combate
Las manos son los rostros transparentes
en las fotografías de piel más reciente
bajo el traje de fatiga y los sombreros de verde
con el fusil cargado de poco futuro y mucha muerte
Los rostros las manos y el vientre
adjetivos minados plenos de púas y pelambre
obtusos por lo perdido bosque adentro
verticales por lo encontrado en abrazo a suerte
Al final somos eso: minadas imágenes
llovizna de nostalgia
insomnio de la fiebre
alrededor del cerco enemigo
calcinado por la memoria
palabras disparándose
contrapalabras

GUILLERMO FERNÁNDEZ ÁLVAREZ 
(San José)

ESTIGMA

¿Cómo puede crear un hombre
en estas circunstancias?
Sin siquiera un espumoso inicio de amor
que acabe con el aleteo de una golondrina.
La roca sera muy útil para los basamentos,
pero su rostro irritado,
¿enardecerá la fruición en el amante?
¿Al indigente le añadirá algunas monedas?
Todos saben que mientras llueve
crece la lujuria, el sueño.
Pero en esta alma, la perfidia
podría reducir el mundo
a un despreciable carbón.
¿Para qué entonces la búsqueda del poema?
El amor es como el vello incipiente
de un infante

LEDA GARCÍA
(San José)

LA LATITUD DEL LABIO

Que mi piel se agolpe
en tus esquinas,
toda,
cuando llegue a tu boca
y se desnude
para invadirte el cuerpo
todo,
que se extinga esta sed
que duele tanto
de tanto no beberte
y he de beberte
todo,
en esa latitud del labio
preso.
Mi boca
toda,
gemirá con la tuya
en la sabia indefensión
de los deseos
todos,
convulsos,
desprendidos,
despoblados de fiebre
por tenernos.
Que la piel nos castigue
con más besos,
que la piel nos castigue.

GUSTAVO SOLÓRZANO-ALFARO
(Alajuela)

MI MANO HABITA LA MUERTE ...

Mi mano habita la muerte
sin corresponder nunca
su presagio de nacer.

El rostro es ceniza,
límite primigenio del horizonte
que yo antepongo en tus brazos.

Y vos tenés mi distancia cansada
más allá del olvido.

Cuerpo, destello frágil
del silencio perpetuado,
figura de barro en tu voz
cuando todos pedimos el presuroso
instante de volvernos aire
y polvo y ausencia,
cuando el viento apenas insinúa
nuestra espalda
y yo muero rompiendo distancias
de tu nombre.

¿ Será tu nombre,
raíz última del aletargado respiro
en la incertidumbre del mundo ?
¿ Será tu nombre?
O tan solo ambos cayendo
en la tarde partida
que nos encontró en su lecho.

Mis ojos murmuran su golpe amargo
de volverse extremos vedados
de un mismo cuerpo.

Tu nombre es el destino,
perfil obsoleto
de lo que nos queda
en esta mentira del crepúsculo.

Y solo vos tenés el final,
ser parte de estos días
en que hemos habitado
casi todas las muertes.

LAURA FUENTES BELGRAVE
(Costa Rica)

A PESAR DE VALLEJO

Corrí desde el Pantéon hasta la Ópera;
tropecé con decenas de gringos y palomas,
escupí mis remordimientos sobre el Sena,
te ví querido vagabundo durmiendo la resaca,
seguí corriendo con los pulmones destrozados,
las cuerdas de la lluvia envolviéndome los pies,
caí por una larga escalera de oropel,
barroco, mudéjar, romano, no supe la clave
de esa ciudad extraviada tantos siglos atrás,
la piedra de la ribera izquierda era arenilla,
asfalto cosido a las suelas que perdí,
no hubo mapa ni plan de acción
solamente los destellos de un café,
quizás una catedral sumergida
bajo el cognac de un vasito quebrado
en un lugar de la noche
cuyo nombre no olvidaré,
a saltos la plaza, el burdel latino,
donde por cierto extranjera me sentí,
ya no podía parar de correr,
descalza la luna me sorprendió
o tal vez el sol a través de las pirámides,
la policía preguntó pero subí al domo,
te busqué entre las musas, los compositores,
el ritmo loco de mi respiración,
cómo detener esta carrera, no tenía la rosa
de la calle de Poissonniers conmigo,
la magia era un mal truco de aprendiz,
bajo tierra todos los cuerpos circulando
medio muertos al amanecer,
ni un solo punto y aparte,
entrecortada es la voz que escucho
llamándome y corro, no sé hacia dónde,
una vieja pesadilla de gárgolas
sobrevuela el amor que resbala
de un tocado de plumas ausente,
el orinal de Duchamp en un escenario
de tuberías a cielo abierto,
nueve metros cuadrados para
incubar tu alma hasta nuevo aviso,
los domingos el parque, la panadería,
los niños que parecen felices,
las trampas que nos ponemos solos
alrededor de una torre herrumbrada,
para seguir corriendo bajo la lluvia,
para encontrar a la niña de once años
bajo el puente,
esperándome
después de haber corrido
empapada de todo,
tan sucia la tricolor,
Víctor Hugo enmohecido
en algún baño turco,
las cruces en lo alto,
los marchands de arte
por lo bajo,
¿dónde estaba mi punto cardinal,
el poema que no me dejaría morir
entre la vida?

Me detengo para tomar aire,
y vos todavía seguís ahí,
salpicándote los piececitos
en los charcos,
creyendo en París
a pesar de Vallejo.

CRISTIAN MARCELO SANCHEZ
(San José)

¿CONOCE LA ÚLTIMA ESTADÍSTICA DE ABORTOS?
¿Cree usted en Dios o en el Diablo?
¿Sabe algún otro idioma?
¿Tiene vicios?
¿Ha trabajado alguna vez de políglota en un desierto?
¿Cuánto desea ganar de aquí a la próxima guerra?
¿Es usted caníbal, racista o sátiro?
¿Prefiere la meseta central o algún sitio
de bajo de una piedra?
¿Tiene algún pasatiempo en sus horas de sueño?
¿Alguna vez ha dormido con alguien
que fuera usted mismo?
¿Planea olvidarse de su rostro?
¿Alguna vez ha sentido deseos de tirarse
de una estrella?
¿Qué tipo de sangre le gusta?
¿Ha sufrido algún desvanecimiento en el cine?
¿Ha visto las tres últimas películas extranjeras?
¿Alguna vez ha hecho el amor en una cocina?
¿Sabe dibujar, sentir, acariciar?
Si no es así, firme abajo
y espere nuestra llamada.

JULIETA DOBLES IZAGUIRRE 
(San José)

SILOGISMOS DE AUSENCIA

Si tu silencio me muerde la alegría,
escribo.

Si no hay música que llene tus ausencias,
escribo.

Si añoro la quemadura de tus manos
sobre mis playas húmedas,
escribo.

Si cuando te nombro me recorre la espalda
una fila de besos emigrantes,
escribo.

Si en tus labios borrados adivino
la única fuente que me mata de sed,
escribo.

Si el vacío de tu voz transforma mis silencios
en tambores ausentes y enervantes,
escribo.

Si toda mi piel grita de soledad y miedo
para ahuyentar la soledad invasora,
escribo.

¡Cuánta poesía entretejen
tu ausencia y mi dolor!



PÁGINA 22 – NARRATIVA

JORGE A. COLOMBO
(Buenos Aires-Argentina)

YO MATÉ A DORREGO 

  Era un 13 de diciembre del año 1828 en la estancia de don Almeyra. Cerca de las tres, pasado el mediodía. La tarde olía a fuego. Un regimiento de soldados intentaba descansar haciendo cuerpo a tierra contra los tiernos pastizales. Pero la tierra, ese día y a esa hora, estaba estéril de frescor y de ternura. Una leve brisa del Norte apuraba murmullos de sed y de muerte. Ya la hora acordada por el verdugo se cumpliría en breve plazo. La última hora de vida de Juan Manuel se cumplirá a las tres de la tarde.
  Bajo un tala incapaz de guarecer tanta sed y cansancio, intento dormitar. Es en vano. A unos metros se ha detenido hace rato una volanta. La han traído desde el Salto, con numerosa custodia —gente del coronel Pacheco—. Imagino habrá de ser alguien importante. Veo a don Lamadrid ir de un lado a otro, nervioso, irritable y apesadumbrado como no lo había visto antes. Se me acerca un sargento.
  —¡Usted, cabo, forme grupo con aquellos!...
  Volví a sentir el dolor que me causaban las botas. El cuerpo de infantería del general Lavalle no tenía con qué repararlas. Menos aún reemplazarlas. Hace pocos días habíamos tenido un encuentro feroz con la gente del coronel Dorrego —quién diría, yo un soldado raso de su pueblo, peleando para hacerle el juego a los cogotudos—. El graznido cercano de un cuervo se me metió de golpe, como puñalada, en los oídos. Levanté la vista —ya la llevaba casi enterrada de tanto penar entre pelea y pelea—. En la volanta alguien parecía escribir.
  Era verano antes de tiempo. Las lentas horas de un mediodía sofocante llamaban a la siesta. Los soldados se arremolinaban, buscando alguna efímera partícula de sombra donde guarecerse. Para Juan Manuel cada segundo era una gota de vida que se le iba. Encerrado en la volanta que intentó llevarlo al Uruguay, llenaba su último espacio con visiones de Ángela y de sus hijas. Nadie allí entendía por qué. Ni el propio Lavalle. La razón estaba más lejos, en la ciudad portuaria. De allí vino la orden. De señores con levita y modales de tertulia.
  En Navarro el calor cocinaba a fuego lento a los hombres y las bestias. Cerca del Talar agonizaban dos hombres que sabían de epopeyas y de arrojo. Dos muertes inútiles y malditas. Uno deambulaba como enfermo por los escasos metros de un espacio circunstancial y ajeno. Parecía anticipar su propio drama que se avecinaba. El otro relataba su perplejidad póstuma en breves notas a su Ángela y amigos. Hubiera querido verlos y darles un último abrazo. Pero sólo le dieron una hora más de vida.
  El sargento nos pidió que preparáramos los fusiles. Habrá una ejecución —dijo—.
  No pude contenerme.
  —Soy soldado, no verdugo —murmuré.
  —....¡Pucha, se me hace hiel la boca...! ¿Quién es el desgraciado...?
  —¡Son órdenes de Lavalle, así que aquí no se pregunta, cabo...!
  Me guardé a callar como pude. Una sensación de amargura empezó a subirme por la boca del estómago. Deben ser el calor y la sed —pensé—. Pero este entuerto me sabía a premonición. Esta vez miré el fusil como si fuera un enemigo. Tantas veces que mi vida había dependido de él, ahora me subía un odio incontenible. Se me acercó el suboficial Fuentes y trató de calmarme.
  —...son órdenes, cabo...son órdenes...
  El sol había recalentado los metales y el fusil me quemaba las manos. Cosa de Mandinga —pensé— que hoy no quiere que lo agarre. Con otros seis formamos línea. Nos llevaron a esperar cerca de la volanta. No podía aguantar ni el calor, ni el fusil, ni el graznido del cuervo, ni esa orden del sargento.
  Cuando lo vi bajar de la volanta se me heló la sangre. Quise salir corriendo —hubiera sido la única vez en mi vida—, o meterlo en la volanta y escapar a tiro limpio de esta madriguera. Quise llorar. No pude. Era tanto que se me atragantó todo aquí en el pecho. Alguien lo acompañó hasta el lugar donde recibiría la descarga. A pocos metros de nosotros. Nos miró a todos. Me miró. Sentí que mis rodillas se hincaban solas en la tierra pidiendo perdón. ¿Qué debía hacer? —pensaba mientras volvía a erguirme—. Evitar que sufra —me contesté casi de inmediato—. Si mis compañeros yerran sus tiros, no soportaría el espectáculo. De reojo vi que ellos no la pasaban mejor que yo. Por entre barbas crecidas, cicatrices y arrugas nacidas en cientos de combates y escaramuzas, caían gotas que no eran de sudor. Estos van a apuntar para cualquier lado —pensé—. Sin quererlo se la van a hacer más jodida para don Manuel. ¡La pucha que lo tiró con mi suerte!...
  Lo vi tieso y pálido. Su cabeza inclinada por aquella vieja herida en el cuello. Con un trapo amarillo le vendaron los ojos. Algo le gritó a su primo, el confesor. No escuché la orden del sargento. Sólo el graznido punzante del cuervo. La descarga sonó como trueno en mis oídos.
  Las aves espantaron sus alas al unísono. Se desplomó sin un quejido. Un silencio total partió hacia campo traviesa. Se acercaron a él.
  —...cerca de la sien... no hace falta el tiro de gracia...  —oí decir—.
  Todo entonces fue rojo sangre. Los campos, las bestias y los hombres se incendiaban sin remedio. Como si de golpe se hubieran abierto compuertas de venas subterráneas y sus contenidos vertidos en gruesas y macabras pinceladas, hasta donde cubriera la vista. Eran las tres, pasado el mediodía.



PÁGINA 23 – POESÍA AMERICANA: PANAMÁ

CONSUELO TOMÁS FITZGERALD 
(Bocas del Toro)

CHILDREN OF THE NIGTH

(a los niños de Irak, Sudán, Kosovo, Colombia)

Bárbara es la hora
en que los niños se adormecen
con lágrimas ya secas.
Surcos sin memoria
en el infierno atravesado  sus rostros.

Caminan como abandonando
callan como un siglo sin palabras
se muerden los labios
esperando que el verbo se convierta en pan
y les calme un hambre interminable

Cuando hablan si es que lo hacen
un puñal les sale de la boca
un odio agrio les parte la garganta en mil pedazos
y ya no les sale sangre
apenas preguntas que lanzan al aire como pelotas filosas
para seguir andando
para curtir  abismo
para fluir de piedra

salen en las fotografías de los periodistas
y su mirada de huérfanos eternos nos resulta demasiado

Niños del desierto o del mar distante
un continente los escupe para que otro los rechace
Sin honor   sin patria  alguna vez madre
Niños   sin nadie    sin nada    flotando
vida que terminará antes de lo probable
por su previo veneno

Apenas la cerca o la bandera rota
Recuerdos mutilados   de noche perpetua
Por una maquinaria de horrores
Y su artillería infame

Para ellos no hay esperanza
Que nadie se engañe.

ENRIQUE JARAMILLO LEVI 
(Colón)

BARCO A LA DERIVA

Hay que salvar la nave,
su tripulación,
el cargamento.
Sálvala tú que sabes el oficio,
que puedes tranquilizar el desorden
de las máquinas y el fragor de las olas
con el simple roce de tus dedos,
con el bálsamo de una sonrisa.
No permitas que naufrague
este terco barco a la deriva.
Ofrécele al final tu puerto,
condúcelo
a su muelle húmedo,
y verás cómo se aquieta
este incendio voraz
que me consume.

GIOVANNA BENEDETTI 
(Panamá)

GÉNESIS DE ABYA YALA

El nombre de América, aplicado a nuestro
continente es reciente… En el idioma de la nación Dule, se le conoce y se le seguirá conociendo por su
verdadero nombre: Abya Yala.
Arysteides Turpana

Madre
y padre piedra:
continente.
Hermano del silencio,
hijo del río.
Compañero de sombra,
escucha:
en el principio era el mar
lento como el abismo.
Entonces
fue la noche
y vino el verbo
y hablaron en sus sueños
las palabras:
¡Sea esta tierra dulce
 como la piel de caña!
Y fue Abya Yala
la de la vulva de agua
y volcanes como pechos
(primer día).

Creció Abya Yala
inmensa desde su árbol florido.
El sol volcó su espuma
y engendró entre sus playas
muchedumbres de orquídeas.
Y fue su concha viva
viva fuente
ombligo primigenio
y hubo luna menguante
(día segundo). 

Y dijo el Huracán:
¡Reviente
el firmamento
y haya tormenta
y caiga el aguacero
y hierva el continente
de lagartos, de iguanas
y de grillos;
y sean sus bestias
tantas como estrellas!

Y así fue.
Cayó la lluvia a flechas
sobre las sementeras
y zumbaron en las miasmas
las libélulas, las ranas,
los zancudos.
Y hubo en los cardinales
trópicos y nieves
y desiertos y pampas y arco iris
(día tercero). 

¡Hágase el jaguar  —dijo la luz—
y se hicieron las selvas.
¡Sea el relámpago
la lengua de los valles!
y surgió la anaconda como un río.
¡Vuele hacia el amanecer
el cóndor
y sean sus alas nubes!
Y alzáronse los Andes hasta el cielo.
¡Vénganos un dios!
—gritó la sangre—
y fue el pájaro quetzal, libre y altivo.
Y hubo en los altiplanos
pedernal de fuego nuevo
y serpientes emplumadas
(cuarto día).

El Corazón de la Montaña
habló sobre las serranías:
¡Que sea el maíz
el polvo de mi carne;
que broten de su espiga
los murmullos
y de sus granos
el hueso y la simiente!
Y conmoviéronse
los péndulos
en sus callosidades
y salieron los pellejos
de las grietas
y hubo en sus alfabetos
sangre coagulada
y fueron sus cenizas
macho y hembra.
(quinto día).

Ciñéronse sus lomos
los hijos del follaje.
Milenios de cal y canto
guardaron sus madreperlas
y del hueco de las sombras
hicieron sus paisajes.
¡No prevalecerá
otro nombre en mi conciencia
ni quedará en tus huellas
piedra sobre piedra! 
Dijeron,
en sus ruinas, las tinieblas.

Y fue Abya Yala
territorio enigma.
Término de Oriente
y de Occidente.
Y quedaron sus arcanos
sellados para siempre
(sexto día).

KATIA CHIARI 
(Panamá)

Un olor a tierra abonada,
a hembra,
hembra concibiendo
ser casa, puerta y ventana,
cielo, luna y estrella,
da vueltas,
vueltas.

Entra cual tormenta,
amanece cual rocío,
barriadas y galaxias,
vida misma, olor a hembra,
vueltas y vueltas,
ir y venir,
ser y estar,
un mareo nos delata.

.:::
Otro puente,
para cruzar a dónde.
La mujer lava sus ropas,
el río crece,
un carro pasa.

.:::
Restauremos la fundación,
el casco antiguo,
mientras cabalga el tiempo Josefa
para llegar hasta sus hijos,
y no por romántica, enciende una vela
y sueña.

.:::
¡Atención ! Estoy en la escuela.
¡hagan sus tareas! ¡Silencio! ¡Copien!
¿Por qué llegó tarde? ¿Quién le dio permiso? ¡Expulsado!
Amo a mi mamá. Mi mamá me ama.
Obedecer a la maestra. Debo obedecer.
Obedecer. Cumplir horarios. Aprender
disciplina, obedecer: Good morning teacher.
How are you today?

Nido de trabajadores,
en fila se forman para las fábricas.

JAVIER ALVARADO
(Santiago de Veraguas)

AJUSTANDO EL PAGO EN LA PENSIÓN DE GÓNGORA

Ya se habrán inflamado en la pensión
Las antorchas del lenguaje,
Los papeles se apilarían como carbones encendidos
Donde las acusaciones
Delimitarían los fuegos y la imagen, el vapor que dejan las despedidas,
Los sarmientos que evaden la zancada eterna de la tregua,
La lluvia que se dispersa
Entre las espigas y la torre, como si llorásemos derrotados
Bajo las ingles del muro, cuando se vaporiza un espejo
Y la ancianidad consuma en harapos
La mano de otra ausencia,
Los brocados que se suceden
Al arpa
Ante la evocación y las semillas.
El barroco
Nos sucederá temblando.
Las Soledades serían como un discurso del gavilán en el invierno,
Una espada que entre en el Duero
O una alucinación de Dios
En la botija.
Se iría temprano a acostar
Con la pobreza desnudada hasta los codos,
Con esos letreros de muerte
Que bailan sobre el aire
La pensión de Góngora será como la madera
Recién cortada,
Allí no entrarán las cenizas
Que aunque grandes no tendrán sentido
De ese           el otro Quevedo
Que ante la muerte levantará su copa
Para compartir el puesto ante la mesa.
Y así atendiendo a la fuerza innovadora
Del amor y la costumbre, de esos panes
Que se adhieren al frescor y a la garganta.
Honradamente pertenecemos al silencio.

SOFÍA SANTIM 
(Panamá)

NOSOTROS LOS DEL ALMA AL AIRE

nosotros los de pies descalzos
y flores en las manos,
invocamos la sombra del sol,
a sombra de árbol virgen,
la sombra de madre,
la sombra de estrella.

Llamamos los signos,
revolvemos sus conjuros,
entre suspiro y suspiro,
entre camino y despego.

Nosotros los del alma al aire
llevamos el alma al aire;
sin ataduras, sin puntos finales.

Andamos desnuditos
por el mundo,
entre mar y mar,
entre río y risa,
invocamos la sombra del sol.

La sombra de años,
la sombra de espera,
de vidas y vidas,
de ciclos y ciclos.
  
Respiramos en el viento,
sobre lo que dicta la aurora,
desprotegidos,
sin armaduras,
sin mentiras.

Nosotros los del alma al aire,
reímos desmedidamente
y amamos sin cuerdas,
sin hilos, sin ropajes.

Llevamos el corazón
como estandarte,
marchando hacia el lugar
donde caminar desnudos
no sea una insolencia.



PÁGINA 24 – ENSAYO

SUSANA GRIMBERG
(San Juan-Argentina)

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

“Ante las atrocidades tenemos que tomar partido. El silencio estimula al verdugo” Elie Wiesel. Nobel de la Paz 1986

Decidí abordar este tema, una vez más, por las noticias que a diario se repiten sobre el asesinato de la mujer, por parte de su marido, el novio o cualquier otro hombre ligado “afectuosamente a ella”, aumentan día a día.
El viernes pasado, muy temprano por la mañana, cuando escuché que el exmarido, luego de una discusión, le había arrojado nafta o alcohol a la que fuera su mujer, incluso delante de la hija que al tratar de socorrerla se quemó las manos y, aunque el asesino torturador después se suicidara, el horror por haber escuchado esta noticia, me acompañó mucho tiempo.
La falta de libertad, la negación de la igualdad de oportunidades, la exclusión de la vida política, la falta de acceso a la educación, la exposición a la violencia social y familiar, etc., a lo largo de la historia son constantes que siguen gravitando sobre las mujeres. Muchas veces, las agresiones o incluso, discriminaciones se han desarrollado avaladas, de alguna manera, bajo las leyes vigentes.
Que, en el pasado, hayan existido sociedades matriarcales, en las que las mujeres habrían gozado de un protagonismo social y familiar mayor que el de los hombres, es un hecho que, en realidad, no se ha podido demostrar.
Lo que sí han existido y, de alguna manera existen, sociedades matrilineales (pueblo judío), es decir, sociedades en las que la descendencia se establece a partir de la línea materna en lugar de la paterna.
En el judaísmo, la cuestión matricista, tiene su fundamento en situaciones históricas precisas, pues por las reiteradas invasiones y opresiones de las que el pueblo judío fue objeto, con las consiguientes violaciones de sus mujeres, instituyeron que judío era el hijo de vientre judío puesto que la madre no sólo era cierta sino que, al tener el primer contacto con su hijo, era la transmisora de una pertenencia, independientemente de cualquier contingencia geográfica.
Sin embargo, aún en estos casos, el matricismo ha coexistido con distintas modalidades de patriarcado, en la medida que los hombres han retenido las más importantes y determinantes esferas de poder.
Antiguamente, la situación social y familiar de la mujer se basaba en dos premisas: la fidelidad al esposo y una fecunda descendencia. Una mujer estéril era despreciada y podía ser repudiada por el marido, mientras que una mujer infiel solía ser condenada a muerte. En cambio, el adulterio del varón sólo se penalizaba cuando se cometía con una mujer casada, y en este caso no se castigaba el adulterio en sí, sino la violación del derecho de posesión y exclusividad del marido: la mujer era considerada "una propiedad" del marido; concepción característica de aquellas sociedades y que más tarde alcanzará su concreción jurídica en la figura romana de la "patria potestad", ejercida por el "pater familias".
La actividad de las mujeres, estaba limitada al hogar. Las mismas, no tenían ningún protagonismo en la vida pública. En Grecia, el caso de Hiparquía (ca. 340-300 aC) es una excepción, porque fue una de las primeras mujeres filósofas. Preguntada en una ocasión por Teodoro el Ateo que por qué no se dedicaba a las tareas propias de su sexo, a hilar y a tejer, respondió que le parecía una pérdida de tiempo ya que prefería dedicar su vida al estudio.
En el cristianismo, aún cuando le otorgara a la mujer una cierta dignidad, el papel asignado siempre de subordinada a la familia.
No será hasta finales del siglo XVIII cuando empezará un movimiento de protesta que, tras plasmarse en el incipiente feminismo y en el sufragismo del siglo XIX, ya no dejará de avanzar, planteando progresivamente nuevas reivindicaciones.
Al proclamarse en 1789 en Francia la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, ésta no contemplaba como sujetos de derechos a las mujeres, ya que con la palabra "hombre" no se refería a la humanidad, sino sólo a los varones.
En 1792, la escritora inglesa Mary Wollstonecraft (1759-1797) publicó la Vindicación de los Derechos de la Mujer, donde argumentaba que las mujeres no son por naturaleza inferiores al hombre, sino que tan sólo puede parecerlo debido a que no han tenido acceso a la educación apropiada.
A mediados del siglo XIX en los Estados Unidos e Inglaterra empieza a cobrar fuerza el feminismo. Uno de los hitos de este nuevo movimiento es la Declaración de Séneca Falls (1848), en la que se resumían las conclusiones de la Convención sobre los Derechos de la Mujer celebrada en aquella localidad.
El documento, inspirado en el texto de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, denunciaba las restricciones, sobre todo políticas, a las que estaban sometidas las mujeres: no poder votar, presentarse a elecciones, ocupar cargos públicos, afiliarse a organizaciones políticas o asistir a reuniones políticas. El naciente feminismo se centró inicialmente en la reivindicación del derecho al voto de las mujeres, derecho que fue reconocido en los Estados Unidos recién en 1920.

PAREJAS DESPAREJAS

Según el diccionario etimológico de Joan Corominas, pareja deriva de par y par, significa igual o semejante, aunque, también conlleva la idea junto a.
En verdad, pocos aspiran a que los integrantes de cada pareja sean iguales, idénticos entre sí, porque de lo que se trata es poder disfrutar de las diferencias y con esto me refiero no sólo al orden sexual sino a las diferencias de criterios que pueden darse entre los miembros de una pareja.
En realidad, como podemos inferir de lo que desarrollé al comienzo, lo que ha ido sucediendo a través de la historia, es que la sumisión de la mujer aparece como la mejor forma de asegurar la paz, una paz entre comillas, dentro del matrimonio.
La violencia contra la mujer por parte de su pareja o de su ex-pareja, está generalizada en el mundo, sucede en todos los países y es independiente de la extracción social y del nivel cultural. Si bien es difícil de cuantificar, se sabe que un elevado número de mujeres sufren o han sufrido algún tipo de violencia. Por otra parte, las víctimas, mayoritariamente, ocultan que de alguna manera sufren actos de violencia por parte de la pareja.
En todas las parejas así como en las relaciones humanas en general, surgen situaciones conflictivas, incluso las discusiones fuertes, forman parte de la relación de pareja. Sin embargo, el maltrato es otra cuestión porque aunque adopte las mismas formas (agresiones verbales o físicas), es unilateral: siempre es la misma persona, la mujer, la que recibe los golpes.
Como lo exprese anteriormente, los intentos del hombre por dominar a la mujer son una cuestión histórica. Si a esto le sumamos no sólo la baja estima sino el desprecio que determinados hombres tienen de las mujeres, podemos entender que sólo desean instaurar su poder y que, por medio de amenazas y golpes, logran generar una situación de dominio y control total sobre su pareja.

EL CINE Y LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER.

Mucho ha mostrado el cine la violencia ya sea en frases o en actos, del marido sobre la mujer. Los agresores son sujetos que se caracterizan por falta de control sobre su ira los que, además, detrás de la violencia física, ocultan un profundo desprecio por la mujer. Incluso, en situaciones extremas como las que venimos escuchando a diario, ciertos hombres descargan su odio asesinándola sin sentir culpa alguna.
Sin llegar a este extremo, hay que tener en cuenta los maltratos de baja intensidad, los maltratos psíquicos. Los mismos van socavando la autoestima de la mujer, y son los que mayoritariamente se dan. Por otra parte, el agresor sabe perfectamente el efecto de parálisis e indefensión que genera, y la mayoría de las mujeres que están en esa situación, insisten en no interrumpir la relación quizás con la ilusión de poder salvar el matrimonio.
'Thelma y Louise' (1991) es una película generacional sobre amistad femenina, violencia y patriarcado. Dos mujeres de diferente edad (Susan Sarandon y Geena Davis) emprenden su particular huida de los hombres y plantan cara al machismo, sus propios problemas de pareja y su redescubrimiento sexual.
'La pianista', da cuenta de la violencia que las propias mujeres se infligen como consecuencia de una educación patriarcal, represiva y exigente. 'La pianista' (2001), brillante adaptación de Michael Haneke de la obra de la premio Nobel, Elfriede Jelinek. Un retrato crudo de la insatisfacción y la crueldad.
En el 'El color púrpura', el maltrato hacia la mujer es uno de los temas comunes en películas que muestran y denuncian la esclavitud de las afroamericanas. '12 años de esclavitud', ganadora del Oscar a la Mejor Película en 2013 es un ejemplo reciente de ello. Pero por encima de todas, 'El color púrpura', adaptación de Steven Spielberg de la novela de Alice Walker, un duro retrato del maltrato físico y psicológico a una joven, tanto por parte de su padre como del hombre al que es vendida.
'Ladybird, Ladybird', del director británico Ken Loach, que se estrenó en 1994, hace 20 años, pero su temática sigue vigente, muestra cómo, una mujer que rehace su vida con sus hijos e hija tras una relación violenta, tropieza con la incomprensión del sistema público que, lejos de apoyarla, trata de culpabilizarla y quitarle la custodia de los niños. Interpretada por Crissy Rock, obtuvo por este papel, inspirado en una mujer real, el Oso de Plata en el festival de Berlín.

¿Qué le pasa al sujeto contemporáneo?, ¿qué podemos decir de su violencia? En los últimos años que nos encontramos con un empuje hacia una hegemonía del goce sobre lo simbólico, asistimos a una brutal caída de las referencias simbólicas: la devaluación de la Palabra y de la Ley. Esta devaluación da lugar a choques pasionales, violentos, feroces y sin código alguno.

Quiero concluir con esta significativa reflexión de Albert Camus:

“Es el trabajo de la gente pensante no estar en el lado de los ejecutores”



PÁGINA 25 – POESÍA AMERICANA:NICARAGUA 

MARIANELA CORRIOLS
(Estelí)

UN DÍA

Un día me detendré
asombrada de haber andado tanto.
Me asustarán los cabellos domados
y la sonrisa pálida.
Desconfiaré de mis gestos ordenados
y de mi ropa predecible, exacta.
Talvez entonces
mi vientre haya florecido.
Talvez entonces
sea la sombra del domador de costillas
aquel que apuró la penúltima gota de mi rebeldía
y olvidó
que en mis ojos cabía el mundo.

CARLOS CALERO
(Monimbó)

CANCIÓN DE AMOR QUE POR OLVIDO SIEMPRE SE RECUERDA

El pasado y su sombra errante andan conmigo: juntura, amorío de los huesos abuelos, amistad hermética de los genes,la espléndida cuna del alba; y abre calcinaciones la ventana si me atrapa el aire o recoge, con luz de oración y luna, pelambres de gatos que lanzan al cielo aullidos de demonios para que se pueble de rayos el mundo y el insomnio.
Me empuja el miedo a ser otro, a la amenaza que se sufre al no recordar de qué naturaleza fueron la resurrección y el recuerdo con arroyos en la memoria, y los torrentes sufribles que precipitan el invierno; baja del cielo mi fe por el humo de los cocineros, por el incienso alegre de los
padrenuestros, por la almohada y un sueño de viejos párvulos, tras la multitud del relámpago que enciende los candiles para ver la plenitud de un cuerpo desnudo a media noche, y oír la canción de amor que por olvido siempre se recuerda.

MILAGROS TERÁN
(León)

LA NOCHE ROJA

Una vez más con los miedos a cuestas
la sombra de mi sombra me envuelve
en esta noche roja en que no duermo.
Los acontecimientos reflejan los colores
de este día que muere.
El mar gris balancea la silenciosa góndola
donde la mente verde no cesa de pensar.
El túnel amarillo a la locura
aguarda al pie de la montaña
de tu pecho,
allí donde no pienso,
allí donde no existe luz ni tiempo
solo la eternal rebeldía dominada
entre tus brazos fuertes de animal
pensante
que mueven el compás de mi torso
elástico y perfecto hasta estallar.
Esta noche en que no puedo dormir
observo tu rostro plácido,
envidio tu paz.
Guardo tu sabia cabeza en la memoria
en este instante de miedos eternos.

YELBA CLARISSA BERRÍOS MOLIERI
(León)

MATISSE

Cuando pensé que los esquejes serían osamentas
dormidas en la tierra
y leería mis diarios desde los facistoles vetustos
abrupta y maravillosamente
surgieron raíces siderales
con savia de esmeraldas líquidas.
Y florecieron de piedras toditos los desiertos alborozados
me coronaron de ágata y carbuncio
de granate y zafiro de topacio y esmeralda
de perla malaquita diamante y calcedonia.
Me calzó la misma tienda de estacar extendido
la nunca más beduidinad en lo que resta
fue mi cetro
y no fui ya más soledosa
y rugieron en mi pecho martilleos grandiosos
sacudiendo los cabellos de mis campanas.
Y arribaron todos los besos demorados de la historia
y la orfandad de mi lengua encontró asilo
en las gloriosas cuerdas de tu garganta.
Y la mirra y el incienso y el eucalipto
rugieron humazales desde los incensarios en fiesta
las grietas de las losas se humidificaron
del aceite como de santa unción
sabotearon la una vez nunca más mezquindad del sino.
Tras bambalinas siempre hay espíritus nobilísimos
sacaron sus ardagas para repeler lanzas
otrora manchadas de mis marejadas arteriales
vinieron en mi auxilio
mi alma ya supurada de agonías
fue insuflada de gozo.
Y fueron mías en los cuencos de mis manos
la música y toda la oceanidad del mundo
y me vestí de sayo bordado de luceros.
Y hoy Amor es el nunca más silencio
de todos los azules mar y cielo
nos salpican agujas de luz
es el cigoto del alba que se gesta en la matriz
de nuestro regenerado sol.

FRANCISCO DE ASIS FERNANDEZ
(Granada)

BORRACHERA DE MEDIANOCHE

Un  tanto animal y un tanto poeta
el  desperdicio de mi vida me sofoca,
igual que tocar una página blanca con las manos limpias.
Quisiera dormirme como un caballo que no sabe dónde duerme
para no ver las sombras que veo en la penumbra.
¿Las veo con mis ojos o están dentro de mi?
¿Qué me reclaman, qué quieren de mi mundo?
Me tocan como un mendigo toca a mi puerta
y  yo toco sus manos con miseria.
Las veo y se me hunden los ojos
y  la incertidumbre  me sale por la boca.
Dejo las luces encendidas toda la noche
para no verlas venir con las manos vacías extendidas.
Lo que drago en mi memoria me hiere con filos usados.
Son las costas rocosas por donde pasé siendo príncipe y mendigo,
intentando salvarme de Hiroshimas, Julietas y Ofelias.
Sueño imaginaciones y pesadillas
y no logro domar las bestias salvajes de mi memoria.
Ella aparece como un viento violento,
como un insecto tierno sobre las nubes metido en mis sueños.
Alli veo que mis amores solo se comparan  a los de las películas,
pero  sin el crayón oscuro sobre la cara del rencor,
sin la cara del suicida lanzada a la oscuridad.
La atmósfera de las películas de mi vida
tiene  piel de fauno, incienso, petalos, fuentes de Trevi,
un músico desquiciado traveseando las cuerdas de los angeles
y un capitán Lamparilla arrollado en el cruce de las vías del
ferrocarril.
Pero ahora soy un cimarron arisco en odres viejos
y le tengo miedo a la soledad y a una vejez miserable.
Ahora soy un modelo viejo del 45 descontinuado
que no quiere deshacerse de mucha basura,
ni siquiera de los malos amigos miserables,
ni de las musas ineptas,
ni de los poetastros racionales y encantadores desnudos de
 virtudes.
Todos ellos son mejores que nada
en este país que tiene mas fusiles que palomas.

AYLEEN DÁVILA JUÁREZ
(Managua)

A WALT WHITMAN

Cada átomo de mi cuerpo es tuyo también,
Cada beso de mis labios,
Cada caricia de mis manos
Cada verso de mi alma.

Eres fuego que quema mi cuerpo
suaves labios besando mi cuello.
rosa que nace y no muere en mi pecho
y perdura su esencia en mi cuerpo.

Llama que desprende pasión
que arde y quema el corazón
deseos calmados en tu razón.

Cada átomo de mi cuerpo es tuyo también,
mis besos, mis ojos claros y mi cuerpo infinito
invisibles átomos rozando tu cuerpo.



PÁGINA 26 – NARRATIVA

 NOEL PÉREZ GARCÍA
(Sorribe-Santiago de Cuba-Cuba)

BAJO EL FLAMBOYÁN

Meses después esto será una anécdota más, de esas que gusta de contar en el patio de la casa, en su sillón preferido, bajo la sombra del flamboyán. Silvita estará sobre sus piernas, incitándolo a contar más, «¿y entonces qué pasó, papi», y él tendrá otra vez que volver a inventar detalles a la historia, como siempre hace: poner abismos donde había huecos, selva donde apenas había vegetación, leones y pumas en lugar de unos pocos lagartos y serpientes de mala muerte, y Silvita abrirá los ojos, muy grandes, esos ojos que son de su mamá, y dirá un ohhhh muy prolongado, y lo abrazará y reirá y él será otra vez el hombre más feliz del mundo, aunque Silvia le diga bajito «mira que inventas», y el beso le diga que no es reclamo sino parte del juego al que invita una tarde bajo el flamboyán, ese que el bisabuelo sembró con sus propias manos y siempre ha sido el lugar de los cuentos, de las reuniones, del reencuentro luego de cada viaje. Porque de este viaje también regresará, como de los otros, y otra vez será la botella de ron debajo del brazo de Sergio, «¡eh, campeón!, ¿cómo dejaste la Patria Grande?» y el ardor de la bebida al bajar por la garganta, ese ardor dulzón y acogedor, distinto a este otro que le quema en la pierna y le siembra escalofríos en todo el cuerpo. Pero de este no dirá nada, ni se quejará cuando el cuerpo de Silvita, «¿verdad que ha crecido mucho?», presione allí donde la piel es más sensible, donde quedó la marca, el recuerdo de esos segundos que ahora tal vez parecen minutos, días, pero que entonces serán sólo eso, una lágrima de dolor fácil de justificar con la brisa, o la alegría de saberse otra vez entre los suyos, bajo la sombra del flamboyán del abuelo, narrando todas las peripecias por esas tierras del mundo, por estos cerros que pueden ser tan peligrosos, pero que en unos meses tal vez sean el lugar más hermoso del mundo desde donde era posible ver toda la ciudad a sus pies, como emergiendo de entre un gran abrazo de las colinas; «¡cómo en la Sierra Maestra, papi!», sí, como en la Sierra Maestra, y volverá a contarle de sus tiempos de recién graduado, cuando le tocó servir en un Consultorio Médico de un pueblito de la Sierra Maestra, muy cerca de donde se estableció, en 1958, la Comandancia General el Ejército Rebelde, en La Plata. Y llegarán a su mente los recuerdos de su primera visita a aquel sitio donde estuvieron Fidel y el Che; tal vez sienta la misma emoción de entonces, la que le asalta cada vez que lo cuenta y repita que solo es comparable a la emoción que sintió allá en Vallegrande, en La Higuera, frente al busto el Che, a los carteles que recuerdan al guerrillero, en las paredes que lo vieron morir. Entonces asomará una lágrima y no tendrá que justificarla, porque todos lo saben reviviendo esa visita, tantas veces contada bajo el flamboyán. Silvita lo abrazará en silencio, y Sergio alzará el vaso en salutación, antes de beber el trago, en mudo homenaje.
Ahora daría cualquier cosa por probar un trago de esa botella con la que siempre Sergio lo recibe. Sentir el dulce ardor del líquido bajar por su garganta, arroparse con su calor y dejarse llevar por las brisas de la tarde y la voz de Silvia que le llega desde la cocina, como un canto de ángeles. Pero la garganta le quema de otro ardor, seco, como si todo el polvo de la carretera hubiera ido a parar allí. Y las voces que escucha no se parecen a la de Silvia ni al canto de ángeles; es un lamento, un quejido que se arrastra entre el pedregal y le sube por la pierna como si brotara de la carne abierta, aunque adivina que viene de más allá, del otro lado de esa nube de polvo que no parece posarse nunca, y le oculta a la vista cómo ha quedado la camioneta en que viajaban, o quién de sus acompañantes es el que llama, se lamenta.
Mucho después, junto a Silvia, bajo el flamboyán, intentará recordar los detalles, pero no serán diferente a esa sucesión desenfrenada de imágenes que ahora le acechan, esos segundos en los que la risa despreocupada se rompe en un grito, una advertencia y luego todo vueltas y más vueltas, golpes y más golpes; luego el silencio y, después, ¿cuánto tiempo después?, la conciencia del dolor y la quemazón en la pierna. Entonces Silvia, le acariciará el cabello, le dará un beso en la frente y llorará en silencio las lágrimas que ahora no puede llorar, allá, tan lejos de todo, de estos cerros traicioneros, de este polvo que lo ahoga y se mete en cada rincón de su cuerpo, en esa herida abierta en su pierna. Silvia, allá, quizás camino a la escuela a buscar a Silvita, que saldrá corriendo con un papel en la mano, el nuevo dibujo que hizo en la clase y Silvia escuchará la explicación de la niña, «este es mi papá y estos son los niños que él cura para que se pongan mejor», y Silvia lo adivinará en los trazos infantiles y quizás piense en él y lo vea, como a través de los ojos de su hija, envuelto en su bata, «creo que me enamoré la primera vez que te vi en bata», curando a los niños de los cerros. Entonces madre e hija caminarán a casa, muy contentas, despreocupadas, a escribirle un correo a papá «para que sepa que le hiciste otro dibujo». Él sabe que será un dibujo lindo, lleno de colores, donde no caben estos ocres lastimosos del polvo, donde el rojo no será el de la sangre que le baña la pierna, sino el de la bandera que siempre Silvita gusta de poner en sus manos, como para que no quepan dudas de dónde viene «su papito».
Se incorpora con dificultad. Ha logrado calmar la hemorragia con un cabestrillo improvisado. El polvo se ha asentado y logra ver unos metros adelante el perfil del auto. Muy cerca de él los cuerpos inmóviles de algunos de sus acompañantes. Están cubiertos de polvo y apenas puede identificar a Rosa, por el vestido que sobresale por debajo de la bata, ahora confundidos en un mismo trozo de tela polvoriento y con huellas de sangre. Vuelve a escuchar los lamentos, ahora más definidos. Provienen del interior de la camioneta y hacia allí va, arrastrando la pierna. Al llegar ve el rostro ensangrentado de Turiño, el chófer:
—¡Coño, flaco, discúlpenme! —se lamenta Turiño cuando lo ve llegar.
—¡Calma, negro, calma! —dice, mientras da un vistazo hacia el interior de la cabina. Al lado de Turiño está Manrique, el Jefe de la Misión Médica; tiene la cabeza apoyada contra el cristal de la ventanilla, salpicada de sangre.
—¡No me di cuenta de ese bache, flaco, discúlpenme, coño!
—¡No te preocupes negro, esa cosas pasan! Ahora necesito que te calmes y me digas dónde te duele —el negro trata de calmarse, respira profundo varias veces. El negro Turiño, el chofer, su amigo de otras misiones, un «as en el volante» como le dicen todos los que han trabajado con él por esas cordilleras de Bolivia, las calles haitianas, o incluso allá, por Paquistán, cuando lo del terremoto. El negro Turiño que siempre tiene un papel protagónico en sus narraciones allá en la casa, bajo el flamboyán, cuando cuenta de su buen humor, de sus chistes, de su habilidad como chofer, pero también de su terror a las serpientes y a la sangre. El negro Turiño que no puede ver una jeringuilla con sangre y ahora la ropa toda manchada de sangre, indicándole con un gesto de la cabeza que no, que no le duele nada, que él está entero, que ayude a los demás. Pero al menor movimiento el rostro se le descompone y se le escapa un quejido, mientras se lleva la mano hacia un lado del abdomen. —¡Está bien, negro, trata de no moverte mucho! Echo un vistazo a los otros y estoy contigo, otra vez, ¿okey?
A Silvia sólo contará en detalle esta conversación, el resto dirá que se le ha extraviado, como los instantes exactos del accidente. Ella comprenderá y lo abrazará en silencio, sin hacerle notar que ya sabe todo, que los directivos del hospital le habrán contado lo sucedido esta tarde, de la muerte de otros miembros de la Brigada Médica Cubana que viajaban en aquella camioneta, incluido el Jefe de Misión; de los otros que, «gracias al rápido accionar de su esposo, lograron salvarse». Él se dejará abrazar y regresará a este momento en el que se mueve de un lado a otro, inspeccionado los cuerpos de los otros médicos que lo acompañaban, descubriendo con dolor que nada podía hacer por este o aquel; y la alegría de descubrir que uno aún respira, apenas, pero respira. Y se deja caer a su lado y le encuentra la herida por donde brota la sangre y logra detener la hemorragia, con restos de su propia bata, hasta que encuentre los bolsos con medicamento que están en la camioneta. Entre los brazos de Silvia todavía se preguntará cómo pudo llegar a la camioneta, a pesar del martirio de su pierna herida; o cómo pudo ayudar al negro Turiño a salir de la cabina y, luego de acostarlo a un costado del auto, regresar con el maletín de primeros auxilios, a ayudar al otro colega. Ahora tampoco lo sabe, pero lo importante es que lo hizo, que sobre su pierna sana sostiene la cabeza del otro médico que respira ahora con mayor facilidad, que si mira hacia su izquierda puede ver al negro Turiño, quejoso, pero vivo.
Siente que le ruedan por las mejillas unas lágrimas, las primeras que se permite en mucho tiempo. Pero sabe qué no son lágrimas de dolor, de ese dolor intenso que le llega desde las entrañas de su pierna; o del saberse rodeado de los cuerpos inertes de quienes, hasta unos minutos atrás, compartían con el sueños y alegrías. Para esas lágrimas ya habrá tiempo. Llora por el sonido de las sirenas que se acercan, porque adivina la ayuda, porque sabe que el negro Turiño, el médico a quien sostiene la cabeza y él, estarán a salvo, y que, meses después, esto será una anécdota más, de esas que gusta de contar en el patio de la casa, en su sillón preferido, bajo la sombra del flamboyán, con Silvita sentada sobre sus piernas, escuchándole contar de las peripecias del negro Turiño al timón, de su miedo a las serpientes y a la sangre; de todas las caminatas que él y sus colegas hacen día a día para llegar hasta comunidades lejanísimas, donde nunca antes habían visto un médico. Escuchará el ohhh prolongado de Silvita cuando le cuente de selvas y panteras, y saboreará el ron que Sergio le brinde de la botella nueva «especial por el regreso», y del beso prolongado que Silvia pondrá en sus labios, tras recriminarle sonriente «mira que inventas»; mientras la niña va a buscar el último dibujo que hizo de su papá, «curando a los niños del mundo».  



PÁGINA 27 – POESÍA AMERICANA: HONDURAS

ELVIN MUNGUÍA
(Tegucigalpa)

YA VENDRÁN OTROS A NAVEGAR EL CINABRIO
DE TUS CHARCOS JERICÓ.

Ya vendrán aquellos,
los nómadas a soplar sus trompetas
y a este sitio
a convocar la muerte.
Los mismos malos,
elegidos de otros tiempos
vendrán a derribar tus muros..
Jericó,
Jericó
ya vendrán los malhechores
a robar las piedras de tus murallas
las piedras de tu tumba,
la tierra de tus sueños.
Besará tus ruinas el viento
besará tus ruinas el desierto
dejarán de hablar
las palmeras a tus cielos.
Tú, ciega luna
dejarás de amparar las cimientes de estas vida.
Las manos ya no cantarán más a tu cebada,
a tus legumbres.
No habrá más sol que goce la adoración de tu tierra.
Ya suenan las trompetas Jericó,
el Invasor se acerca.
Ya caen tus murallas,
ya eres sangre corriendo hacia el Jordán.
Palestina te llora
se llora.

CAROLINA TORRES
(Tegucigalpa)

A CADA CUAL SU CONDENA

«Las calles del país solo serán pobladas por personas felices»
…Luego vino el vacío, en los cuarteles se repetían
mecánicamente dos preguntas:
¿Delito?
Romper el orden y silencio por la no felicidad
¿Condena?
Degollamiento lento
¿Delito?
Gastar irreverentes suelas de zapatos
¿Condena?
Quiebre de rodillas
¿Delito?
Acciones por la unidad de los no felices
¿Condena?
Desmenbramiento
¿Delito?
Cuestionamientos al artículo 1821
¿Condena?
Extracción de máquina de ideas
¿Delito?
Gastar tinta en nombre de la libertad
¿Condena?
Córtenle las manos
Y así, así, así
hasta que ni los verdugos habitaron las calles del país.

ANARELLA VELEZ
(Tegucigalpa)

MEMORIA

Imágenes corren por mi mente
como  gotas en un día de aguacero
con prisa,
del vacío al tormento,
a la violencia de la mañana que irrumpe en
/el  tiempo,
vivo estos días desesperados
en que la historia se reescribe en nuestras
/calles,
y siento
que aquí brilla una luz nueva,
caminantes,
resistentes,
transfiguran la ciudad
los muros susurran su existencia
no toleran el olvido.

NÉSTOR ULLOA
(Comayagua)

ORILLAS DE UN MAR DENTRO DEL BOSQUE

Dibujaré pájaros.
Árboles que hablan con voz de árboles
y cuentan historias de hombres.
Dibujaré peces que llevan tatuado en sus escamas
el camino de regreso desde la Atlántida.
Con la arena que me ha sido dada
levantaré mi muelle,
mi malecón
y mi faro;
mi selva,
mi río.
Mi laberinto de minotauro con autorretrato en sepia.
¡Pero qué infinita esta arena,
qué inmenso este océano que me quema los ojos,
qué selva tan azul, tan nube, tan cielo!
Juro que mi intención era otra.
Y dibujo en esta orilla palabras que no entiendo.
Juro que mi intención era otra.
Mi intención tan sólo era dibujar sueños de niño con mis dedos
y me he quedado ciego,
con la palabra horizonte
grabada a fuego al reverso de mis párpados.
“Vuelve a dormirte”
me grita desde la otra orilla
alguien que escribe con palabras de arena;
y yo vuelvo a escribir mi nombre en la misma arena
con palabras que no entiendo.

GABRIELA CHAVEZ
(Comayagua)

I

Yo canto
No es invocación
sólo nombres que regresan
Alejandra Pizarnik

Esta noche es un gemido estridente
en la expansión de tu nombre
Mis manos se agitan
como pájaros atrapados
en un reloj de arena,
te pronuncian
y se ahogan con cada sílaba.
Entonces canto,
el tiempo se detiene
ya sólo existen
el 3/4 del viento que no me toca
y las garras de tus labios
arañándome los huesos
Tus labios
mi canto
tu nombre
Vos…
El reloj se rompe.



PÁGINA 28 – NARRATIVA

CARLOS MARTÍN BRICEÑO
(Mérida-México)

CAUSA PERDIDA

Se lo merecían, solitos se lo buscaron, quién les manda a estar secuestrando camiones. Una bola de indios revoltosos, eso es lo que eran. Pero no todos  lo entienden así, ahora mismo mi mujer se desespera porque ya no podrá participar en la marcha. Parapetado detrás de las páginas del periódico, mientras bebo mi primer café del día y finjo leer, la miro caminar como felino enjaulado de un lado a otro de la casa. Habla por teléfono en voz baja, seguramente con Frida, ésa amiga suya que me tiene hasta la madre con su defensa de las causas perdidas. Lo que es no tener nada que hacer. Desde que se supo lo de Ayotzinapa cambiaron las tardes de café por las juntas de solidaridad.
“Necesitamos hacer algo, ¿te imaginas el dolor de esas pobres madres?”. Así me lo dijo aquella mañana Eugenia, antes de acercarse a la mesa a beber, con avidez, el licuado de toronja con kiwi que Mary acostumbra prepararle cada día. ¿Dolor?, tuve ganas de decirle. ¿Qué chingados tengo yo que ver con lo que pase en ese pueblo perdido en el culo del mundo? Bastantes dolores de cabeza me provocan ya los trabajadores de la imprenta como para ponerme a pensar en algo que ni siquiera me toca. Pero en lugar de eso, para no enfrascarme en un pleito interminable, preferí paladear mi café y decirle que tenía toda la razón, lo de Ayotzinapa era una verdadera desgracia. Entonces Eugenia, como no lo hacía desde hace mucho,  se acercó hasta mí, me abrazó  y me dio un largo beso, que yo correspondí. Ese fue mi más grande error, porque con esa actitud ella entendió –así me lo hizo saber después-, que tenía carta libre para apoyar en todo a Frida. Ahora sé que desde un principio debí haberle puesto un alto, pero qué me iba a imaginar, jamás pensé que llegaría tan lejos. Ella, tan egoísta, tan consentida, que ni siquiera cuando nuestra única hija era pequeña se preocupó demasiado, de buenas a primeras quería convertirse en activista. Y con tal de no llevarle la contra, para seguir la fiesta en paz, no dije nada. Incluso me parecía curioso verla tan entusiasmada, juntándose en cafés de la Condesa para organizar mejor a su grupo y asegurar su participación en el movimiento.
Una tarde la reunión fue en casa. Allí fue cuando me empecé a preocupar de verdad. Al llegar de la imprenta me topé con un grupo de pájaras maduras, llamativas, casi todas vestían blusas oaxaqueñas y adornaban sus pescuezos con collares de ámbar y lapislázuli. Discutían y fumaban sin cesar en la sala. Eugenia me presentó con mucha seguridad ante ellas; orgullosa, dijo, de tener un marido que la apoyaba incondicionalmente. No abrí la boca. Saludé con un movimiento de cabeza y fui directo al estudio a servirme un trago.
Pero unos días después, cuando me di cuenta que mi mujer comenzó a tuitear y a postear en el face, a título personal, una invitación a la megamarcha que saldrá esta tarde de Los Pinos hacia el zócalo, me puse en guardia. Como solía decir mi madre: una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
No pasó ni medio día cuando recibí la llamada de uno de mis socios: “¿Te pido un favor? Controla a tu mujer. Nos va a llevar entre las patas”.  Entonces tuve que actuar. Llantos. Gritos. Dramas. Le costó trabajo, pero al final le cayó el veinte. Pobre. Tuvo que reconocer que no podía seguir adelante, que aliarse con los deudos de esa bola de agitadores  nos iba costar muy caro. Una bola de cuarenta y tres hijos de puta agitadores. Eso es lo que eran. Celebro que alguien haya tenido güevos suficientes para mandarlos a chingar a su madre.



PÁGINA 29– POESÍA EUROPEA

ALBERTO DAVILA VAZQUEZ
(Vigo-España)

Me embriagas como un bosque, como una playa, como un crepúsculo.
Como un párpado muy mate, bajo un nido vulne-
rable.
Me embriagas con el bucle, los dedos,
las esquirlas, los gestos,
con las variables de la carne, a través de la piel paciente, al
decir;
con la cintura ceñida a la luz
de los sometidos frente al ansia; con ésto que me avanzas,
la historia que se desliza en el sueño, la visita blanca y el
proceder inimaginable,
rizado sobre el pubis, en el brote acogedor,
el equilibrado desgarro entre las piernas exactas;
con ésto que me despiertas,
el culmen del cautivo, y el vaho, y la raíz
que asoma de un natural interludio;
con la tregua que ahora indemnizas y que más tarde tendrás que
administrar;
con aquel invierno; con la ciudad
íntimamente insertada y afianzada con fuertes cimientos para
que no se pueda desplomar;
con la sombra tensa que aquella tarde, engrilletando el
flujo de la saliva,
tan cruelmente nos amputó, o la que taja el
aire justo
antes de la próxima secuencia;
con la rompiente, la aureola, la sangre,
la estrategia bajo los cobertizos, las rejas del rito,
el légamo y los guijarros y las crisálidas,
hermosas como texturas de nostalgia,
como texturas y texturas de nostalgia, que con ímpetu retorciesen
insistentes, sin ceder,
hacia un vórtice estéril, un vórtice invisible, un lugar que
no ha sido creado,
un lugar que no fue creado jamás, frío e inhóspito
(frío e inhóspito como cráneo deshabitado, golpeado y horadado
por un grito irracional);
con ésto y tu rapto y tu vestigio en ocasiones cuando observas
el ecuador de la llama sin mirar, sin enjuiciar,
sin observar, sin gemir;
con la amenaza del desasosiego incluso, el desencanto del
pasado y la alucinosis del hallarte aquí,
y la letanía de peregrinar y perder.

Así me embriagas, y te observo diluirte como se observa una
vieja fotografía
que pútrida y vacía arde,
una fotografía lejana,
una fotografía plena, inteligente, noble,
una fotografía que pudiese devorar.

ISABEL REZMO
(Jaén-España)

PUEBLO

Pueblo que dormita en la bajeza
de quienes dominan las mayorías
como machos cabríos en la indigencia.
Pueblo de al lado que soporta la indecencia
de cubrir con esmalte fariseo las inmundicias.
Pueblo unido por la corbata
y los precios de chaqueta en los sobres
negros metálicos donde el Black and White se estimula
con manos sudando las bajezas en los despachos.
Te llaman pueblo cuando les corrompe
la silla electoral de unos y de otros y van y vienen intentado
camelar con su vocerío el clasismo que no consiguen en un sitio o en otro,
y se convierten en defensores de algo que dicen ser más y luego es
menos de los folletos de compra y venta
o de adosados sin parné.
Ese pueblo no lo quiero,
no es definición de la Wikipedia,
de las ondas sonoras radiales,
de la modernidad de las redes,
o somos pueblo de dos clases, como dos Españas,
como el levita, el escriba o el verdulero,
o el pescadero, o el indigente, o el rico o el pobre,
o el menguante, o la luna creciente.
¿Qué somos?
¿Qué decimos?
Pueblo hermoso que trabaja la tierra,
que doblega el aire con su quejío,
que limpia las madrugadas o se levanta a la aurora.
Pueblo mío, tuyo, de todos,
que no se compra ni con el aire,
ni con tarjetas, ni en mochilas,
ni bolsas, de basura,
ni cuentas en suiza,
ni con enjuague bucal
de las sobras,
Ese es mi pueblo…ese es el que quiero, defiendo,
Por el que me muevo.

SERGIO BORAO LLOP
(Zaragoza-España)

PERSISTENCIA

Dentro de cien años               
cuando reine el olvido           
cuando ya nada importe...         
persistirá la lluvia             
sobre el antiguo Alcázar;         
persistirán el musgo,             
la piedra humedecida,             
la caricia del sol sobre los arcos;
persistirán las sierras           
y su olor a esperanza;           
persistirá la tenue               
noche mediterránea               
con su rumor de arenas           
entregándose amantes             
a la mar misteriosa;             
persistirá el susurro             
del viento entre las ruinas...   
pero nosotros, dime               
¿que será de nosotros             
cuando sólo el olvido             
pronuncie nuestros nombres?       

MARINA AOIZ MONREAL
(Navarra-España)

EL DESIERTO


Cintia Rocío Acosta. Diez años.
Secuestrada en el parque.
A plena luz del día. Su cuerpo apareció muerto.
Había sido violada y estrangulada.

¿De qué color es el miedo? ¿Cómo huele entre la arena?
Bellas, jóvenes, niñas, humildes. Solas. Atrapadas a oscuras
con la impunidad que otorga el poder, con sus injusticias
perpetuadas. Escribe Margo Glanz que las asesinadas
de Ciudad Juárez no alcanzan un lugar ni en la historia
ni en el mito y son despojadas aun de su posibilidad
de iniciar su propia genealogía. Delgadas. De piel morena.
Largos cabellos. ¿De qué color son las manos asesinas?
¿Tienen corazón los violadores? Entre los huesos del desierto
florecen rosas con los pétalos llenos de espinas. Solas.

DAVID GONZALEZ
(Gijón-España)

HUMILLACIÓN

el funcionario,
un cacho de carne con ojos
en mangas de camisa,
dice:

todas las cosas
de metal que tenga,
sáquelas y déjelas
sobre esa mesa.

luego, mi abuela,
apoyada en su muleta
(hace un año
se rompió la cadera
al caer de espaldas al suelo
mientras limpiaba los cristales
de la ventana de la cocina
subida encima de una banqueta),
pasa por el detector
de metales y el detector
emite una serie de pitidos.

a lo mejor es la muleta
dice mi madre.

¿puede andar sin ella?
le pregunta el funcionario.

bueno, sí, pero no querrá que

que se la de a usted
y que vuelva a pasar.

y mi abuela,
su largo pelo blanco
recogido en un moño
por detrás de la cabeza,
un pañuelo negro cubriéndola,
hace lo que le ordenan
y, aunque cojeando,
consigue que el detector
de metales pite otra vez.

a ver, quítese ese pañuelo.

mi abuela obedece.

seguro que son esas horquillas,
así que haga el favor
de soltarse el pelo.

mi madre explota:

¿pero no se le cae a usted
la cara de vergüenza
al hacer que una persona
tan mayor tenga
que pasar por todo esto
para ver a su nieto?
¿quién se cree que somos nosotros?
¿es que no sabe usted
distinguir a la calaña
de las personas honradas?

pero ya mi abuela,
con su vestido gris,
está pasando otra vez
por el detector de metales
con idéntico resultado
que las dos veces anteriores.

y el funcionario,
un cacho de carne,
dice:

quítese el vestido.
si quiere puede doblarlo
y colgarlo del respaldo
de esa silla de ahí.

mi madre está tan indignada
que no le salen
ni las palabras;
y mi abuela,
cojeando,
despeinada,
en enaguas,
consigue cruzar al otro lado
del detector de metales
sin ser delatada.

ahora ya puede vestirse
y pasar al locutorio
dice el boqueras.

no tiene usted
perdón de dios
dice mi madre.

y mi abuela, que al ir
a ponerse el vestido
ha encontrado en el bolsillo
una moneda suelta,
se acerca al boqui
y le dice:

perdón, señor,
¿sería esto lo que sonaba?

y le pone delante de los ojos,
a modo de espejo en miniatura,
una peseta
con la cara de Franco.

ANA ROSSETTI
(Cádiz-España)

LA BUHARDILLA DE THOMAS
A Thomas Chatterton (1752-1770)
Y tan pronto amanece,
cada vez más intensa, la roja cabellera
mana sobre su rostro.
(Encantadora curva
la del cuello que emerge del entreabierto escote).
La arrugada blancura de la amplia camisa
muestra el brazo que pende hasta el entarimado
donde, pálidamente,
se fruncen, rotos, todos los poemas.
(La usada tela, tan lisa como el hombro
que descubre, dulce resbala).
Excepto los papeles por el suelo esparcidos
está la habitación en riguroso orden:
incluso se acostó sin deshacer la cama.
(Parece muy cansado, tan minuciosamente,
con tanta saña y con tanta pena
desgarró cada línea de escritura...)
Ya desde el tragaluz desciende el ámbar.
Se afilan y se encrespan los contornos
y el color justo adquieren.
Y al fin sabe que, salvo la boca
tan horrorosamente contraída,
que salvo el tinte azul de sus mejillas ralas,
el muchacho es hermoso.



PÁGINA 30 – ENSAYO

JORGE LUIS BORGES
(Argentina:1899/1986)

SOBRE LA CREACIÓN POÉTICA

Me piden que hable de la creación poética. (...) La creación poética (...) parte de la memoria y la memoria está hecha sobre todo de olvido; ya que la memoria, como dijo Bergson, escoge lo que quiere o debe olvidar. Yo escribí un cuento sobre un hombre abrumado por una memoria infinita, ese cuento se llama "Funes el memorioso". Felizmente nuestra memoria no es infinita, uno puede olvidar, uno puede inventar. Y todavía hay otro hecho: que cada lengua es una tradición, una tradición literaria y poética. Yo no estoy seguro de que la palabra lune, por ejemplo, en latín, en español, en italiano, en portugués o en rumano sea la misma palabra que la palabra lune en francés. La palabra lune es más fina y además es una sílaba, como esa palabra inglesa, muy larga, moon.
Todas esas palabras no significan lo mismo, todas esas palabras corresponden a una literatura anterior, es decir, si digo lune hay que pensar que esa palabra ha pasado por Verlaine, que la palabra moon ha pasado por Shakespeare y que la palabra "luna" ha pasado por Virgilio; entonces, cada lengua es una tradición.
Con relación a la creación poética he leído algunos libros de estética, conozco mi Aristóteles, mi Benedetto Croce, por ejemplo, pero he preferido leer las reflexiones de los escritores. Sé que hay dos teorías extremas de la poesía. La primera, que sería la segunda en el tiempo, sería la de aquel gran poeta romántico, Edgar Allan Poe, al cual todos debemos alguna cosa, como a Walt Whitman. La teoría de Poe, que él ha expresado en su Filosofía de la composición, es que la poesía, la creación poética, es un acto intelectual. Bien, yo estoy seguro de que él se equivoca. El tomó su propio poema, un poema que ha sido bien mejorado por sus traductores, por Baudelaire, por Mallarmé -"El cuervo"-, un poema bastante mediocre en inglés, y explicó cómo llegó a ese resultado. Según él, comenzó por la idea del refrán; la importancia, la fuerza estética del refrán. Entonces pensó: los dos sonidos más sonoros de la lengua inglesa son [eer] y [oor], entonces llegó, inmediatamente, según él, a la palabra nevermore y después pensó: es bastante extraño que un ser dotado de razón repita continuamente la misma palabra, entonces pensó en un animal, pensó en un loro, pero en fin... la dignidad poética le hacía falta. El leía en ese tiempo Barnaby Rudge de Dickens y ahí encontró un cuervo, entonces el cuervo le sugirió el busto de Palas, el busto le sugirió una biblioteca y siguió así, por un sólido razonamiento, hasta la escritura de su bastante mediocre poema "El cuervo". Según él, comenzó por el último verso, Shall be lifted nevermore!, y después escribió el resto para llegar a ese fin, un poco melancólico, diría yo. Y bien, esta teoría de la composición poética como un acto intelectual, como una serie de razonamientos y de silogismos es, me parece, del todo inexultable. Es extraño que esa idea clásica sea la obra de un gran escritor romántico, como lo era sin duda Edgar Allan Poe, sobre todo siendo que él no escribía versos sino maravillosas fábulas en prosa, por ejemplo, Las aventuras de Arthur Gordon Pym.
Y tenemos la otra idea. Es la antigua idea de la inspiración. Esa palabra es demasiado grandiosa para mí, pero ¿por qué no aceptarla durante el curso de esta charla?... Y bien, la idea de la inspiración es la idea del poeta como secretario, digamos: como alguien que recibe el dictado de una fuerza desconocida. Entonces. los griegos pensaban en las musas, los hebreos pensaban en los reyes, en el espíritu... Esa idea es más posible. Se puede pensar también en lo que el gran poeta irlandés William Butler Yeats llamaba great memory, la idea de que en cada uno de nosotros yace la memoria de nuestros ancestros. Somos infinitos. Entonces el poeta no se puede reducir a su realidad personal y recibe cuando escribe esa gran memoria. Se podría pensar también en los arquetipos platónicos, eso sería lo mismo; es decir, uno tiene todo y uno lo expresa.
Y bien, eso puede aceptarse o no. Una cosa es más verosímil que la otra. Yo quisiera hablar de mi larga experiencia, mi modesta experiencia. Yo pasé... yo consagré toda mi vida a la literatura. Siempre supe, desde que era un niño, que mi destino sería literario, es decir: yo me veía siempre saturado de libros como en la biblioteca de mi padre, quien quizá me dio esa idea. Y bien, sabía que pasaría toda mi vida leyendo, soñando y escribiendo, y tal vez publicando, pero eso no es importante, no hace parte de un destino literario, pero en fin... yo hice eso. Hice lo posible, no por leer todos los libros, como decía Mallarmé, sino, en fin, para leer los libros que me gustaban. Tuve conciencia de que la lectura debe ser considerada no como una carga, sino como una fuente de felicidad, posible y fácil. Entonces voy a contarles, puesto que estamos hablando de una manera tranquila, espero, mis experiencias personales. Y bien, yo camino por las calles de Buenos Aires, por la Biblioteca Nacional, que dirigí hace un tiempo y que dejé después, y, de pronto, siento que algo va a llegar. Entonces espero. Ese algo llega. Es quizá una fábula, una noción cualquiera, que no concibo de manera clara, pero percibo siempre el comienzo y el fin y después me toca inventar lo que hay entre esas dos cosas. Hago lo que puedo. Después siento que esa idea exige, digamos, un cuento, un poema, un ensayo. Eso me es revelado después...
Las teorías pueden ser útiles para estimular la poesía. Por ejemplo, yo no creo en la democracia, es una cuestión estadística para mí. Pero esa idea ha hecho de Whitman un gran poeta. La idea de la democracia, esa extraña idea de escribir un libro con un personaje... un triple personaje, una suerte de trinidad. Pues el Walt Whitman de Hojas de hierba es el periodista Walt Whitman que lo escribe; una imagen muy magnificada de su propia vida y esta idea es genial... Es decir que cada lector es un poco Walt Whitman, Walt Whitman se dirige a él; cuando uno lee el libro piensa haberlo escrito de una cierta manera. Y hay un hecho que quisiera señalar, bastante extraño, y es que todo el mundo imitó el resultado de Walt Whitman. Todo el mundo; por ejemplo, Lee Masters, por ejemplo, Neruda, por ejemplo, Carl Sandburg -puede ser su mejor discípulo americano-, en fin... todo el mundo imitó aquello a lo cual él llegó, pero nadie ha repetido esa extraña experiencia de un héroe que fue tres personas: el escritor; una imagen glorificada del escritor y el lector. Y bien, ésa es una manera de trabajar.
Pero, a veces, mi punto de partida fue un texto cualquiera, ya que, entre las experiencias humanas, quizá una de las más bellas, una que asegura la felicidad de una cierta manera, es, como lo sabemos todos, la lectura. O, como decía Emerson, otro gran poeta: la poesía nace de la poesía; o, lo que yo dije anteriormente: la poesía nace del lenguaje, pues cada lenguaje es una manera de sentir el mundo, cada lenguaje es una literatura posible, incluso si no llega a serlo. Y bien, ésa es para mí otra manera de la creación poética.
Pero hay otra manera que yo he empleado para mis modestos fines, esa manera es una reflexión cualquiera. Por ejemplo, la palabra "inolvidable", que yo pensé en inglés, un-for-get-table. Bien... Comencé por esa palabra. Me dije: todos los días empleamos la palabra "inolvidable"... pero si algo fuera inolvidable ¿qué pasaría? Uno no podría pensar en otra cosa. Si alguna cosa fuera continuamente inolvidable, entonces uno se volvería loco. Ese fue mi punto de partida para una historia que yo escribí, puede ser que ustedes la hayan leído... se llama "El zahir". Es una moneda de veinte centavos que es inolvidable. El hombre que la ha visto se vuelve loco al cabo de algunas páginas. Es un cuento bastante corto. Y en otra ocasión, partí de una reflexión abstracta también. Pensé en esa admirable invención teológica de la eternidad. Me dije: en la noción de eternidad se piensa que hay un momento, un momento divino evidentemente -no pertenece al hombre sino a la divinidad-, hay un momento donde se encuentran todos los momentos del tiempo, es decir, en un simple momento de la divinidad se encuentra todo el pasado, todo el presente y todo el porvenir. Y bien, pensé en una categoría más modesta que el tiempo, el espacio. Uno puede imaginar, por qué no imaginar, que en alguna parte hay un rincón donde se encuentran todos los rincones del universo, entonces escribí una historia que quizá ustedes han leído, "El aleph": yo no sé si es un buen cuento o no, ya mucha gente lo ha leído y lo han encontrado... legible, digamos.
Y bien, mi punto de partida, en esos dos cuentos, han sido esas dos ideas no muy interesantes, no muy nuevas que yo sepa. Y además hay otra cosa: cada vez que escribí sentí la emoción, la emoción de mi vida: yo creo que no se puede escribir sin emoción. sin pasión. La idea de la poesía como chorro de palabras es una idea del todo errónea, yo creo, una idea falsa. Y además. cuando uno ha vivido algo, cuando uno ha sentido algo, en un hombre de letras esto pide una forma (...)
En La Odisea se lee que los dioses dan desgracias a los hombres para que las generaciones siguientes tengan algo que cantar. Veinticinco siglos después, Mallarmé pensó lo mismo, pero él pensó en términos de un libro, dijo: "Tout abouti à un livre", es la misma idea, la idea de que nuestras experiencias son hechas para el arte, son hechas para hacer otras formas de arte. En este arte encontramos a primera vista que quizá el infortunio es más rico que la felicidad, la derrota es más rica que la victoria. La derrota puede hacernos pensar, mientras que en la victoria se mezclan las interjecciones, la vanidad: entonces el infortunio es mejor. Ciertamente todos tenemos nuestra parte de felicidad y de infortunio: pero la felicidad es un fin en sí mismo y no exige nada mientras que el infortunio debe ser transformado en otra cosa. Es decir, el infortunio sería la materia del arte, o también la nostalgia, la nostalgia está ligada a una felicidad perdida, a un paraíso perdido.
Hay un gran poeta en España en el presente, el gran poeta Jorge Guillén, que quizá es el único que haya cantado la felicidad presente. No la felicidad como el paraíso perdido, sino como si él estuviera en el paraíso. Yo no conozco ningún otro poeta que haya hecho eso. Whitman hace lo posible por cantar la felicidad, pero uno siente que él era un hombre triste, solo, y que su felicidad es un deber que él se impuso, que su felicidad es una faena, digamos.
Yo comencé, como todos los escritores, siendo barroco. Eso es una forma de timidez. Comencé siendo sorprendente y genio. En el presente sé que no lo soy. Yo quería ser Quevedo o sir Thomas Browne o Leopoldo Lugones y tantos otros... en el presente yo me resigno a ser Borges. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Parece que, como yo, la gente se ha resignado a esto y yo puedo ser Borges sin correr ningún peligro.
Yo estoy muy sorprendido de encontrarme aquí con ustedes. Es una forma de felicidad a la cual yo nunca había aspirado o en la cual yo nunca habría pensado. Alfonso Reyes me dijo una vez: nosotros publicamos para no pasarnos la vida corrigiendo los borradores. Eso es verdad. Cuando publico un libro lo olvido, lo olvido holgadamente. Cuando me dicen, y es una noticia sorprendente para mí, que hay bibliotecas enteras escritas sobre mí... yo no he leído ni un solo libro... yo continúo pensando en el futuro... pienso que es enfermizo pensar en el pasado, pensar en aquello que uno ha escrito. En el presente, pienso en mis libros futuros. Tengo 83 años, entonces mi futuro no es verdaderamente grande pero, con todo, trato de mirar hacia adelante y no hacia atrás pues eso es enfermizo.
Cuando yo era joven era barroco, buscaba palabras muy antiguas o trataba de forjar palabras: en el presente intento interferir lo menos posible en lo que escribo. Es decir, escribo... dejo la página de lado, la releo al cabo de algún tiempo, suprimo todas las palabras o frases que puedan sorprender al lector. Trato de que eso resbale e incluso estoy obligado a veces a dar esa impresión aunque yo sepa que eso nunca ha resbalado, y a cambiar y a corregir, y a corregir mi corrección, y así de continuo... Pero yo quiero que el lector, cuando lea mis libros (...) los mejores son El libro de arena, El informe de Brodie, La cifra. Son mis mejores libros, se pueden olvidar los otros ampliamente, yo lo he hecho. Yo pienso que alguien que no ha leído nada puede comenzar por La cifra, en la poesía, y por El libro de arena, en la prosa.
En el presente intento ser lo más simple posible, siendo complejo pero de una manera secreta y modesta, de una manera no evidente. Es decir, yo no tengo estética, no busco los temas, los temas me buscan, yo intento detenerlos pero al final ellos me encuentran, entonces hay que escribir para quedarse tranquilo (...) En ese momento yo publico o no. En general lo hago para quedar libre de los borradores, como decía Reyes. Pero creo que cada tema tiene su estética. Cada tema nos dice si él quiere que lo escriba en verso, en forma clásica, en verso libre, en prosa... creo que la estética es dada a cada tema. Hay temas que exigen una novela, esos no me han visitado, no creo que escriba una novela, he leído pocas novelas, he escrito demasiados cuentos, quizá, y bastantes poemas también. Y, lo repito, intento sobre todo ser legible. No pienso en el lector salvo en el sentido de que intento que la lectura sea fácil y, si es posible, agradable.
Pero quizá he hablado demasiado. Quizá la ocasión, las palabras que he dicho, no son más que un punto de partida para las preguntas. Estaré muy contento de responder a sus preguntas. Les prometo una sola cosa: la sinceridad, no puedo prometer otra cosa además de eso... En fin, amigos, gracias.
(Este es el texto de una conferencia en francés dictada por Jorge Luis Borges y filmada por Alain Jaubert y François Luxereau en el Collège de France en 1983. Considerando la traducción como una traición, esta transcripción es una doble traición ya que no solamente hemos pasado las palabras de Borges del francés al español, sino que las hemos llevado de lo oral a lo escrito. Este atrevimiento es mucho más reprensible si tenemos en cuenta el tratamiento y los largos silencios en busca de las palabras apropiadas que revelan al observador la timidez del conferencista: sin embargo la lucidez y el orden de las ideas expuestas bien merecen este atrevimiento. Los puntos suspensivos entre paréntesis indican fragmentos incomprensibles, ya sea por la calidad de la grabación o por el titubeo de la voz de Borges. Este documento audiovisual se encuentra en la Vidiothèque de la ciudad de París y es de libre consulta.

SUPLEMENTO INFANTIL Y JUVENIL


PÁGINA 31 -CUENTO

NORMA SEGADES-MANIAS
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

LOS CENTAUROS.

Donde un filo de piedras abisma la distancia, donde la roca precipita sombras como quien elimina la ternura y la nieve tapiza los picos escabrosos, habitan en manadas.
Su madre fue una nube con forma de mujer. Su padre el rey de toda la Tesalia.
Son violentos, cerriles, impetuosos.
Desconocen modales y mesura. Destrozan con sus cascos las praderas silvestres mientras baten el parche de la tierra, a galope tendido, en búsqueda del agua, de mujeres, de pleitos, embriagueces, horizontes. En busca de batallas.
Aman beber el mosto nacido de las uvas que pisan las doncellas en secretos lagares. Y celebran los días del instinto con toda la locura de su sangre.
Nervudos, vigorosos, su identidad equina caracolea sobre los peñascos.
Tallada está en sus músculos la crispación del arco, la lanza que se impulsa en el vacío, la práctica severa que precede al combate. Tallada está en sus músculos la furia. Pura fibra y potencia. Puro brío. Puro impulso febril. Pura arrogancia.
Se alimentan de carne sin cocciones. Se aturden con el vino. Se emborrachan. Nutridos de barbarie y salvajismo. Siguiendo los atávicos mandatos que les dicta el furor de su linaje.
Si aguzas los sentidos quizás puedas oírlos golpeando los tabales de la tierra con el ritmo feroz de sus pezuñas. Dilatados al viento los ollares. Extendidas las largas cabelleras. Las pupilas atentas a intrigas y emboscadas.
Son ellos, los centauros.



PÁGINA 32– POESÍAS

MARÍA ELENA WALSH
(Ramos Mejía-Buenos Aires-Argentina)

CANCIÓN DE LA VACUNA

Había una vez un bru
un brujito que en Gulubú
A toda la población
embrujaba sin ton ni son
Pero un día llegó el doctorrrrr
manejando un cuatrimotorrrrr
¿Y saben lo que pasó?
¿Y saben lo que pasó?
¡Nooooooo!

Todas las brujerías del brujito de Gulubú
se curaron con la vacú
con la vacuna luna luna lu

La vaca de Gulubú
no podía decir ni mu
El brujito la embrujó
y la vaca se enmudeció
Pero un día llegó el doctorrrrr
manejando un cuatrimotorrrrr
¿Y saben lo que pasó?
¿Y saben lo que pasó?
¡Nooooooo!

Todas las brujerías del brujito de Gulubú
se curaron con la vacú
con la vacuna luna luna lu

Los chicos eran muy bu
burros todos en Gulubú
Se olvidaban la lección
o sufrían de sarampión
Pero un día llegó el doctorrrrr
Manejando un cuatrimotorrrrr
¿Y saben lo que pasó?
¿Y saben lo que pasó?
¡Nooooooo!

Todas las brujerías del brujito de Gulubú
se curaron con la vacú
con la vacuna luna luna lu

Ha sido el brujito el u
uno y único en Gulubú
que lloró, pateó y mordió
cuando el médico le pinchó
Y después se marchó el doctorrrrr
manejando un cuatrimotorrrrr
¿Y saben lo que pasó?
¿Y saben lo que pasó?
¡Nooooooo!

Todas las brujerías del brujito de Gulubú
se curaron con la vacú
con la vacuna luna luna lu
Se curaron con la vacú
con la vacuna luna luna lu



PÁGINA 33 – CUENTO

SILVIA SCHUJER
(Olivos-Buenos Aires-Argentina)

EL ASTRONAUTA DEL BARRIO

Apenas sonó el despertador, el señor Poquito Pérez saltó de la cama como un resorte. Se quedó un rato parado en el medio del cuarto, y cuando creyó estar despierto, subió la persiana.

"Va a ser un día de sol", se dijo. Porque a través de la ventana vio que el cielo estaba celeste.

Pensando en el sol, el señor Poquito Pérez se pegó una ducha fresca y se vistió con ropa liviana: un pantaloncito corto, una remera de hilo y una gorra con visera. También preparó los anteojos negros, pero no se los puso hasta la hora de salir.

Antes de afeitarse prendió la radio y escuchó un informativo. Entre noticia y noticia, el locutor le recordó a la gente que esa mañana empezaba el invierno.

"¡Pero si ya estamos en invierno!", se acordó el señor Poquito Pérez.

Así que, para no morirse de frío en la calle (a veces, aunque haya sol hace frío), además de lo que ya se había puesto, se calzó un buzo, un pañuelo de garganta, guantes y un par de medias de lana.

Después de afeitarse, el señor Poquito Pérez fue a la cocina a prepararse unos mates. Estaba desayunando cuando en eso miró la hora y recordó que no era domingo, que tenía que ir al trabajo.

"¡Qué tonto!", se dijo. "¿Cómo voy a ir a trabajar con pantaloncitos cortos?".

Volvió entonces a su habitación y así nomás -para no perder tiempo- se puso unos pantalones largos arriba de los cortitos, el saco del traje arriba del buzo (y de la remera) y un par de zapatos sobre las medias de lana.

Antes de salir a la calle, el señor Poquito Pérez volvió a mirar por la ventana y el celeste del cielo se había vuelto gris. No sólo no había una hilacha de sol, sino que las nubes, gordísimas, parecían a punto de explotar.

-Va a llover -comentó-. Lo que me faltaba.

Y para no mojarse, encima de lo que ya tenía, se puso una campera con capucha. Sobre la campera, un piloto y sobre los zapatos -para no arruinarlos-, un par de botas de goma.

Un poco incómodo, el señor Poquito Pérez abrió la puerta y salió de su casa. Caminaba por la vereda tan despacio y endurecido de ropa que más de un vecino lo confundió con un astronauta. Y hasta tal punto parecía un astronauta que él mismo se convenció: cuando llegó a la parada, en vez de un colectivo, tomó una nave espacial (una que pasaba por la esquina). Y tan bien lo trataron en la nave esa mañana que, en vez de ir al trabajo, el señor Poquito Pérez, se fue derecho a la Luna.

Y lo bien que lo pasó...



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