Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com

GACETA LITERARIA Nº 113– MAYO de 2016– Año X – Nº 5



Imágenes:
Homenaje a la obra de THOMAS KENNINGTON
(Grimsby-Reino Unido)

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

EDUARDO GALEANO
(Uruguay/1940-2015)

DEFENSA DE LA PALABRA

12.

Pero no es solamente un problema de lenguaje. También de medios. La cultura de la resistencia emplea todos los medios a su alcance y no se concede el lujo de desperdiciar ningún vehículo ni oportunidad de expresión. El tiempo es breve, ardiente el desafío, enorme la tarea: para un escritor latinoamericano enrolado en la causa del cambio social, la producción de libros forma parte de un frente de trabajo múltiple. No compartimos la sacralización de la literatura como institución congelada de la cultura burguesa. La crónica y el reportaje de tirajes masivos, los guiones para radio, cine y televisión y la canción popular no siempre son géneros "menores", de categoría subalterna, como creen algunos marqueses del discurso literario especializado que los miran por encima del hombro. Las fisuras abiertas por el periodismo rebelde latinoamericano en el engranaje alienante de los medios masivos de comunicación, han sido a menudo el resultado de trabajos sacrificados y creadores que nada tienen que envidiar, por su nivel estético y su eficacia, a las buenas novelas y cuentos de ficción.



PÁGINA 2 – NARRATIVA

EDUARDO PÉRSICO
(Lanús-Buenos Aires-Argentina)
A MI GATO LE ENCANTA MOZART

Hoy me distraje apreciando a mi gato Fidel con más decoro. Porque él,  que distante sabe callar, me retrajo a Lord Byron: ‘el gato posee belleza sin vanidad, fuerza sin insolencia, coraje sin ferocidad; cada virtud del hombre pero sin sus vicios’. Y además de esa semblanza el Ambrose  Bierce diría: ‘gato, suave autómata indestructible y  preparado para recibir patadas, cuando algo anda mal en el círculo doméstico’.

Pero bué, hablemos de lo mismo… Viendo a mi gato se comprende que ellos ambulen invisibles cuatro veces al día y cuando lo disponen, se exhiben con la guardia baja empobrecidos de lluvia y madrugada. Además todo gato es etéreo, inatacable, su corazón les late en una verdad lejana y superior; y la mirada de un gato por más ajena y perdida, nos pregunta ‘¿por dónde nos pasó el tiempo, qué hicimos con la vida?’...

Mi gato revive al escuchar música en mi falda y a ese sigilo lo refleja en mi espejo al oír el yumbeado de “Negracha” o “La Cachila”; eso sí,  por Osvaldo Pugliese… Y por allí él conmueve  su pelaje aunque luego le cope su indolencia, si el tango se torna catarsis nostalgiosa. Ese chamuyo  de hablarnos muy quedo, despacito, de nuestras penas y plenitudes sin testigo. Es que es así gato Fidel; el tango es vino a solas si por ahí retornan los ojos de esa piba; y es por eso que el tango en voz baja y con rasguidos de viola misteriosa suele llevarnos lejos. Y más  aún,  si algún turbio recuerdo irrumpe sin aviso  o algún olvido ya olvidado se apropia de nosotros…

Es por eso que el tango en alta voz y teatralero es una grosería de recién venido; en cuanto sin ‘deschave o confesión de cómo fueron esas cosas', su sonido sería otro ruido más, carnavalero. Y es por eso y algunas cosas nuestras, el tango es un íntimo compadre sin reproches;  es un amigo que nos guiña un ojo…
Así que dejando eso claro, de nada sirve inquietar a mi gato Fidel con nostálgicos cigarrillos de tediosa ceniza; si al oír el Concierto Número Cuatro de Mozart él  se hace una fiesta; se torna dos sílabas que ambulan en su otro mundo sensorial... Y ha llegado ya el tiempo de afirmar que mi gato, - atigrado cualunque y sin prosapia-  se diferencia de los otros por su gusto musical. Cualquier felino es amante a hurtadillas, intruso por la casa sin proyectar su sombra, clandestino de enigma en su mirada; pero ninguno se iguala con  mi gato Fidel en disfrutar la música de Mozart.



PÁGINA 3 – POESÍA ARGENTINA: SANTA FE

CONCEPCION BERTONE
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

MITOS
“El héroe es una cosa arrastrada tras un carro en polvo”.
 Simone Weil

Suponer que las bolas rebotan de las bandas
que las bolas son redondas o que viajan sobre el paño
en línea recta como una continuación
del taco, del brazo que taquea en el ataque. Son
engaños. Mitos. La belleza del juego. “La Ilíada
o El poema de la fuerza”. La tersa noche que pasa
creyendo en esa fuerza que es del hombre
el tema verdadero. Su heroísmo. Soldados hasta
el amanecer. Caballeros los más,
hasta la herida última. Hay
jugadores míticos. Recuerdo uno
que cuando jugaba, parecía
que su vida pendía de cada tiro. Su mirada
serena fijada a la mesa, la absorbía. Se podría decir
que cuando él jugaba, todo
dejaba de existir . Siempre ganaba. El lugar
estallaba en el aplauso. Entonces se iba
tímidamente envuelto en una fuente de luz.

Yo lo llamaba, El sauce de Michaux: “El menos ostentoso
de los árboles.”

JORGE DIPRE
(Ceres-Santa Fe-Argentina)

TODO SE QUEMA AQUÍ... SIESTA

Las siluetas, difusas
Calle de polvo
Sombras luminosas
que oscilan, escapan
a la mirada turbia
Los hoyos
Las cuencas
Baldosas sueltas
Pedazos
Rompecabezas de pasiones

Aquí todo es nuevo y viejo
Fulgura
debajo de la pátina
como un niño avejentado
nada de lo que empieza
está condenado a terminar

Senda de interrupciones
Los changos
apenas se mueven al mediodía
La maestra cruza la luz
y un estruendo
de verdes claridades la ciega
pero su olfato
la libra de todo mal
El perfume de las flores
adormece
con agradable sopor

No sé si encender un cigarro
todo podría estallar

MARIA LYDA CANOSO
(Casilda-Santa Fe-Argentina)

SIEMPRE NUNCA

siempre nunca habrá un primer plano de chicos
jugando a construir un castillo

mar con viento y la arena sal amarga tan a
contraluz como la maledicencia

ella empieza el cuaderno azul intimidada por los
debe y los haberes

encuentra en lo escrito razones para creer que se
es feliz ¿alguien puede asegurarlo? no tanto
ahora que lo abre para que salgan los
moluscos que se le incrustan cuando de noche
el mar se mueve

batido del agua motor oceánico a tres tiempos
que no para de latir

corazón sobreactuado por quien le adjudica
víscera al milagro de la vida   pero no

los mecanismos del amor   pero no

motor que bombea el agua que alisa las pisadas y
borra heridas del alma   te imaginarás que no de
todas   ella se extiende y espera ola sin
esperanza

estuvo aquí exactamente

en esta arena otra en este mar otro que va y que
va   recuerdo de lejano infierno de playas
idénticas   eneros cargados de aceite de coco y
esas lonjitas de la piel

por el temor de dios se bate el agua a punto de
merengue   maquinaria incesante nunca jamás
el mismo sol crece dos veces

la cuña del viento se clava y filtra zumbidos
hipnóticos por rendijas y grietas dactilares del
caparazón soleado

pájaro que sangra
ojo que castiga

miles de puñalcitos uno al lado del otro clavados
con total prolijidad

así es el mar   guarda la memoria y deja que
uno sea   siempre

atravesar macizos hormigonados y luego un
pastizal al ras y no encontrar las cavernas
no   no encontrar las cavernas de la infancia
sí ver olas desconocidas arena en disposiciones
caprichosas y un cartel oxidado cocacola

-¿Será idea mía, madre? (nadie puede contestar)

el hotel majestuoso enorme ahora se muestra
afantasmado
la fiebre hace ver los corredores vacíos con
puertas alineadas sin falleba

el resplandor del resplandor del brillo del brillo

-Pero no.

FERNANDO BELOTTINI
(San Jorge-Santa Fe-Argentina)

OJOS PERTURBADOS POR LA NIEBLA

La niebla cerca la mirada
Alicia por ejemplo
es un trazo de campera roja
y tiene en el pelo huellas de silencio
el murmullo de lo que la mirada quiere decir de Alicia
a quien la niebla envejece
hace de ella la ilusión de una mujer caminando

Alicia sabe
que los demás somos lo mismo
retazos de aliento
contribuyendo
con el murmullo o el silencio
a camperas rojas desteñidas
vistas desde un bar a las cuatro de la tarde
tomando un café tras la ventana.

Somos como ella
minúsculos escombros
de ojos perturbados por la niebla.

MARIA AMELIA SCHALLER
(Esperanza-Santa Fe-Argentina)

CANTO RODADO

Como canto rodado, sin deseo y sin pena,
pulida en tantos golpes, escéptica y vencida,
me hallaste en la ribera del río de la vida
aceptando sumisa mi destino de arena.
Pero vos me tomaste en tu mano morena,
pero vos me abrigaste con tu mano querida,
y sentí con violencia que mi sangre dormida
era ardiente y fecunda, era tuya, era buena.
Y aunque los dos sabemos que nunca tendrá historia
este cariño nuestro, que la inefable gloria
de despertarnos juntos nos ha sido negada,
te quiero, nos queremos, sin prometernos nada,
relegando a un secreto rincón de la memoria
este dolor, que a veces, asoma en la mirada.

ENRIQUE BUTTI
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

POETAS DE MI GENERACIÓN

Sus cabezas son, o eran, avisperos
y sus corazones una brasa
que quemaba lentamente
desperdicios
infames
que alguna vez debían acabarse, esperaban.
El humo se levantaba
desde el pecho
hasta el enjambre atrapado
entre cuatro huesos,
jauría amontonada
contra el vidrio de los ojos.

El fuego, si vivo, si ligero,
habría terminado
por encerrar en una síntesis de urnas
las cenizas
de tantos cantos inútiles
declamados desde tantas cátedras
con acústica.
Laboriosos, descascaraban palabras
del siglos
de boca de dictadores
y escarbaban en la infancia
como en el fondo de un estanque
entre esqueletos de pájaros
y juguetes corrompidos.

La resaca los ahogaba
cuando vieron acercarse
caravanas de camiones hediondos
en el amanecer lluvioso y frío.
Escaparon, si pudieron, y la red
infatigable de cirujas
los olfateaba fácilmente
en medio de cualquier multitud,
cuarto de hotel o monasterio
o cima de montaña.
Sin paz, sin fogata, enloquecidos
cayeron en el basural
que ya no era de salmos ni églogas ni ditirambos
y cuando se agarraron la cabeza
enroscados, aturdidos
por las voces de alarma, de orden, de fusilamiento,
gritando en el polvo,
empezaron a ingresar
en la solemne, académica
y oscura legión de los poetas.



PÁGINA 4 – NARRATIVA

ÁNGEL BALZARINO
(Rafaela-Santa Fe-Argentina)

LA BÚSQUEDA

Primero fue un grisáceo remolino de tierra, después el contorno cada vez más nítido de algunas figuras. Sí. Es un grupo de ellos. Apretando las riendas,
clavó la vista en los jinetes que se acercaban. Casi hipnotizado. Con una desconocida sensación de alivio al comprender que al fin estaba a punto de
concluir casi diez años de búsqueda. Afanosa. Sin tregua. Desde aquella tarde en que las hordas del cacique Garcete habían irrumpido en el Fortín
Yunká. Feroces. Incontenibles. En desaforado griterío. Transformando la calma de la siesta en desorden y pánico. Nunca en sus doce años se sintió tan desvalido, incapaz de moverse, casi sin comprender lo que pasaba a su alrededor. El comandante dictando órdenes imperiosas, la urgencia de los soldados por aprestarse a la lucha, el chillido de las mujeres, la despiadada embestida de los atacantes. Sólo quiso estar junto a su madre para sentirse protegido. La llamó en desesperado clamor mientras era tragado por la violencia y el fragor del combate. Por fin, sucio de tierra y sangre, cayó
pesadamente al suelo. La fatiga y el dolor lo fueron hundiendo en una creciente nebulosa. Hasta percibir el grito. Sorpresivo. Horadante. Superando el
estampido de los fusiles y el golpe de las lanzas y el quejido de los heridos. Tan claramente familiar que no tuvo la menor posibilidad de confundirlo con otro.
De manera instintiva, como si respondiera a un perentorio llamado, consiguió abrir los ojos. Entonces la vio. Con los brazos abiertos, la cara petrificada en una mueca, el pecho cubierto de sangre por obra del lanzazo devastador.
Debió limitarse a observarla. Sin fuerza para moverse. Impotente. Desesperado. Y fue ese momento, esa escena, lo que habría de prevalecer más claro y poderoso a través del tiempo. La única forma de evocarla.
Recordándome siempre la obligación de vengar su muerte. Una obsesión desde entonces atrapar al cacique Garcete y sus hombres. Relegando a un
plano secundario cualquier cosa que no fuera alcanzar esa meta impuesta por el rencor, el afán de justicia, la soledad. Y para ejercer el acto vindicativo,
esperó. Días, meses, años. Primero, junto a quienes le brindaron amparo y cariño, quisieron ayudarlo a lograr un estado de olvido y resignación; después,
aprendiendo con febril entusiasmo a montar a caballo, a utilizar el puñal y el fusil, a conocer todos los secretos de la lucha cuerpo a cuerpo; y por fin,
participando en la acción para repeler el ataque de los indígenas, al formar parte del Regimiento de Gendarmería de Línea.
Entonces creí tener la oportunidad de conseguir lo esperado. Vengarme, apaciguar el odio que me consumía, empezar tal vez a olvidar. Y se entregó a la
lucha. Pujante. Implacable. Sin la menor duda, casi desprovisto de cualquier vestigio de compasión. En cada indio creí ver uno de aquellos que mataron a
mi madre y destruyeron el Fortín y me rompieron todos los huesos. Solo quise cobrarme la deuda. A cualquier precio. Obsedido por la búsqueda impaciente, tediosa, inacabable. Para ello no eludió enfrentar a los malones que azotaban la frontera del norte, ni perseguir a quienes arrasaban algún poblado, ni penetrar en las tolderías en busca de cautivos. La decisión, el coraje indomable, la frialdad que solía conservar en los momentos más difíciles,
llegaron a despertar una corriente de admiración y envidia en los otros soldados y le hicieron ganar la confianza de sus superiores. Cada vez le asignaron tareas más riesgosas. Logró cosechar progresivos honores. Pero nada colmaba su objetivo. Los repetidos entreveros sólo le dejaban el sabor de la frustración, el vacío de la espera inútil, la desoladora comprobación de que la muerte no servía para aplacar el resentimiento, sino más bien acrecentaba el horror. Cada vez me sentí más salpicado por tanta sangre. Como si fuera uno de ellos. Alguien dedicado a matar. Simplemente. De improviso creyó evadirse de la pesadilla en que había estado inmerso durante años. Como una especie de revelación comprendió no sólo que tal vez nunca podría atrapar a Garcete, sino también lo absurdo y desatinado que resultaba el intento por concretar la venganza a través de otras personas. Entonces lo acosó un sentimiento en el que se mezclaban el desencanto, la furia, el remordimiento, pero sobre todo el creciente sentido del fracaso. Sí. No he conseguido vengar a mi madre, ni atrapar a los asesinos, ni siquiera demostrar que puedo hacer algo más que usar un puñal o disparar un fusil. Y debió esforzarse para continuar realizando las habituales tareas, para no reflejar ante los demás la recia tormenta que turbaba su corazón. Hasta esa noche en que -incapaz ya de fingir, queriendo escapar de espectrales figuras que no le daban tregua-,
convertido en sombra sigilosa, abandonó el Fortín. Y marchó en carrera desenfrenada, sin rumbo. Al surgir la primera claridad del día, divisó a una
cuadrilla de indios.
Sí. Ahora podré conseguirlo. Con implacable lucidez comprendió que tenía el modo de alcanzar el anhelado alivio. Desistiendo al fin de la búsqueda que lo había torturado durante años. Sin verse acometido por el afán vengativo. Con la posibilidad de abandonar por fin un peregrinar jalonado por el dolor, la desesperanza, el odio, la muerte. Descubriendo un cauce liberador en los jinetes que se acercaban. Imponentes. Cada vez más fuertes las voces enronquecidas. Altas y amenazantes las lanzas.
Y tranquilo, sin miedo ni ánimo para luchar, se limitó a esperarlos. 
 

PÁGINA 5 – POESÍA ARGENTINA:  CIUDAD AUTÓNOMA de BUENOS AIRES

LUISA FUTORANSKY
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

FOTO SEPIA
Así debimos de haber permanecido
con una pequeñísima imperfección que nos haría sublimes, inmarcesibles: el volado del calzón desparejo
un levísimo fruncimiento del ceño
la piel tan tersa
rivalizando con el primer durazno de estación
En algún firmamento, así somos.
La casa hermosa, el jardín pulcro
La rueda de la vida brinca, reina
la flecha de la aguja trucada, desde el vamos
pero tanto desmayabas por jugar que girabas la manivela con fruición
a sabiendas que los prodigios no eran ni de tu voz ni de tu tiempo
un mundo de abrazos y humores exangües fue tu lote
y confundiste géneros, meteoros con planetas,
derroche y derrota, tan vecinos.
Entre los pliegues vagamente celestes zurcidos de la burqa
Detrás de las escarificaciones anidan destellos de soberbia
Aquí y ahora

IRMA VEROLÍN
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

UNO

Mi madre ha repetido su nombre en mí
no por falta de imaginación sino por amor a los espejos
donde ella encuentra su cuerpo
en un equilibrio que creyó olvidar.
Al llamarme
su voz convierte a mi persona en un eco
en una repetición en sonsonete
una serie infinita de espejos
reproduce mi silueta hasta lo indecible
vaciándome
pulverizándome.
Cuando mi madre me llama
se está llamando a ella
y al final nadie sabe quién es quién en esta casa.

MARTA OLIVERI
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

“Siento esta noche heridas de muerte las palabras”
Rafael Alberti. "Nocturno"

l
Siento esta noche
heridas de muerte las palabras
hay un silencio calcado en los códigos-
rebaños del alfabeto
y un anciano horizonte donde aún arde
el intento de un mito.

ll
Eran tiempos de fe en posteridades
en anhelos de reinos sin historia
Era un ángel esa linea de luz en la ventana
un país el patio en sepia de azules recortados.

Y aún así qué eternidad mecía
la bondad infantil del infinito.

III
Después como una sombra
la palabra vino
para aliviar la luz del desarraigo....

Vino en forma de sueño
conjugando los gestos
ese tiempo indecible:
la congoja.

Vino como Quijote
de una sabia locura
llenando de aventuras
el tedio de los días.

Herida de muerte vino
de gigantes con aspas
de burlas desdentadas
y de agrisados Sanchos

de rectas realidades
de puro desamparo
en los doctos sermones.
Herida de muerte vino.

Entonces fue el relámpago
de la infeliz cordura
y así tan cuerdamente
expiró la palabra.

PABLO QUERALT
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

OCHO

quien no conoce la cólera no vivió
como esa bandada de zorzales que cruza
el cielo como sin destino detrás de la lluvia
la ruta del sol la de siempre después de la siesta

estalla el canto del gallo con la misma fe
da la vuelta al mundo se alimenta de poesía
como los rostros de Carpani en esa fuerza obrera
de los vasos de vino vacios en almacenes ese suave
                                                                       humo

en otro lado de la ruta andando a los balazos
rompiendo la paz del campo de manzanillas
mis ojos piden paciencia ya la luz será azul
sobre los pastos en oleadas volando

en la caída silenciosa después del estampido
de garzas en el inmenso cielo a la tarde
cuando se van los turistas en ese aire fresco
de la vuelta en los camiones cargados de naranjas

escuchando en la Spica los resultados de los partidos
las notas del mirlo que se borran como un libro inédito
perdido en este lado de la luna este camión mugroso
con sus últimos nocturnos y una dulce llovizna en la noche perra

RODOLFO ALONSO
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

HE DICHO

A la sombra del miedo
ante los vastos rumbos
bajo cielos gigantes
he dicho

Con muchísimo gusto
contra la inmensa muerte
de una cierta manera
he dicho

Desde el lugar común
en medio de la lluvia
entre tanto entre todos
he dicho

Hacia los grandes vientos
hasta que el día llegue
para ser uno mismo
he dicho

Por hacer compañía
según ruedan los astros
sin pensarlo dos veces
he dicho

So pena de penar
sobre las propias huellas
tras las huellas de muchos
he dicho

LUIS BENITEZ
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

LOS OJOS DE RIMBAUD

Azules, de bárbaro. Hoy cantan para ti
los suaves trinos y en el taller literario
adelgaza la voz el papagayo: conmovida
endulza las Grandes Miradas su lección de confitero.
De este lado rezamos por ti hincados ante un lobo:
que la bella ciencia es una habitación que da a lo oscuro
y el hombre, ese acertado inconstante,
es apenas unos pocos pasos que por ella van y vienen.
Hoy que las profesoras de letras olvidaron todo
lo que saben de ti los presidiarios
y el vago que, a riesgo de ser aplastado por los automóviles,
detiene la metáfora de su paso por recoger el milagro
de una hoja, sin alcanzar a explicárselo;
hoy que apenas los ascensoristas
se levantan de entre los demás,
hoy que esta loca materia aparece ahogada y vencida,
como lo estuvo siempre, como va a estarlo siempre,
flotando sobre las aguas de los números;
hoy que en tusa selvas vírgenes arraigaron los casinos
y suena música disco en todas las Áfricas tonantes,
hoy que en la calle 88 y Broadway una horrible fulana te pasea
impreso en su remera, sonriente con toda la Gloria Americana,
hoy que encuadernado en cuero y con letras doradas
te exhiben los dentistas en sus huecas bibliotecas
y te honran a su modo, repartiendo venenos por las calles
del mundo los ágiles traficantes,
hoy que caen los muros y todas las posteridades se desploman,
hoy que la Historia, esa vieja enemiga,
se ríe de nosotros diciendo que no existe,
como en tu tiempo repetía el Diablo;
hoy que los blandos músculos de los diputados
pueden arrojar al mar, si quieren, a miles de forzudos extranjeros,
hoy que la tímida democracia probó ser más efectiva que los reyes,
hoy que todos por fin somos buenos
y alza su copa radiante el rosado, negro, amarillo y cobrizo
banquete de la vida, más allá
de los caritativos grupos que intentan el soneto,
a través de las bibliotecas barridas por el polvo y las secretarias,
sin dactilografía ni voz ni esperanza ni objeto,
cruzan las geografías dos luces gruesas y potentes
anillando la Tierra. No por el símbolo sino por la mirada
eres como el dios de plástico que cuelga de su pared el asustado,
para que esos Ojos le sigan por la casa. Para nosotros
los mínimos, para nosotros los pocos, para nosotros los débiles,
que sólo queremos estar ociosos, tus párpados están
siempre abiertos, hermano desdeñoso,
Jesucristo el Terrible,
hoy que es una vergüenza tener hambre
siguen mirando lo mismo tus fanales salvajes.




PÁGINA 6 – NARRATIVA BREVE

JORGE M.TAVERNA IRIGOYEN
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

MAESTRÍAS DE DIOS

La mujer serruchada no logra recuperar su cuerpo. Dios comprende la impotencia, hace desaparecer al mago y ella suspira hondo y sale corriendo.



Ha expulsado del templo a los últimos demonios. Algunos con hábito negro. Y para recuperar la gracia, da otra vida a los ángeles de los monumentos. Quedan sin embargo tres querubines aferrados a sendas columnas. Son de argamaza, como los otros, pero algo los diferencia para que Él los haya soslayado. El cura no dice nada, pero por las dudas oscurece el altar con un gran paño.



El suicida se arrepiente, después de beber el vaso y una y mil veces besa la estampita. Él comprende el valor de la insensatez y le estruja el estómago.
Acaba de perder la conciencia. Y ante los ojos se le presenta una luz intensísima. De pronto todo se oscurece. Un ángel sale de muy adentro… Y él pregunta quién soy.

ES EN LAS HORAS DEL CREPÚSCULO.

Cuando los pintores recogen los caballetes y vuelven a sus casas. Ya no hay luz para pintar. Pero salen los músicos y los poetas del ajenjo. Viktor se arregla el corbatón, toma el violín y cierra la puerta. En la esquina, un carro de cuatro caballos lo pasa por encima y lo destroza. Queda sobre los adoquines el estuche intacto.



Es en las horas del crepúsculo, el llamado del Ángelus atraviesa el prado y toca el horizonte. Extiende el brazo, cierra los ojos y siente como una electricidad del paisaje que le comunica que Dios no ha muerto.



Han quedado en encontrarse a esa hora en que no es de día ni es de noche. En su casa no la dejan salir. Y él asegura que tampoco. Salen ambos por distintas puertas y ella succiona por última vez y lo tira lejos. Si él la besa, no usará más el chupete.



En el barrio murmuran que allí van quienes intentan vender el alma al diablo. Por fuera, en la vidriera, letras doradas marcan Anticuario. Esthercita, que de ingenua no tiene nada, vigila por las noches para ver quién entra. Pero no entra nadie. Hoy, cuando ya cerraba la ventana, lo vio entrar al cura. Un frío le corrió por la espalda. Mañana, cuando pase por el frente, el crucifijo de bronce no le aclarará mucho las cosas.



Subrepticiamente sale, porque han quedado en encontrarte bajo la parra. Que ni las estrellas registren ese encuentro. Al final, después de una espera eterna, llega. Cada una con su osito de peluche.



PÁGINA 7 – POESÍA ARGENTINA: CÓRDOBA

ALEJANDRO SCHMIDT
(Villa María-Córdoba)

LOS QUE SE VAN TEMPRANO
a María Teresa Andruetto

Como quien deja la silla por un rato
abre la puerta que ya nadie cierra
y contemplamos allí
de su alma el apodo
así
los que se van temprano
nos ofenden en
no sabemos qué
como quien trajera
el olvido de nosotros
y regresara
de a ratos
para siempre.

PATRICIA DAJRUCH
(Córdoba-Córdoba-Argentina)

PARIDAS SOLEDADES

Crecen de mis pies
raíces enzarzadas en la tierra
las nutre la sal, el agua que gotea
de mi ojo infinito.
El cielo muere anegado en amapolas
Yo muero con mi pelo
enredado en rosas;
no soy más que mujer nacida,
fea y abstracta
inalcanzable ave renacida
entre fuegos purificadores.
Siempre te espero
cuando tengo la certeza
que convive en mi el Universo,
cuando puedo oír los vientos siderales
soplando en la conciencia de ser
espíritu y carne que corrompe el tiempo.
Con mi historia
de paridas soledades,
mil hijas nacidas de mis entrañas
miles de raíces enzarzadas en la tierra.
Yo.
La peor de todas tengo los millones de rostros
estampados en la memoria,
y el anónimo nombre de Eva.
Porque siempre te espero
despojado de tus trajes viejos
venido a mí desnudo como hombre nuevo.

MANUEL LOZANO
(San Francisco-Córdoba-Argentina)

ALTAR PARA LA REDENCIÓN DE CALÉNDULAS 
A Humberto Garza en Houston

Por la piel de sudario, en altamar,
resbalan cuentas de jade
y es mínimo este cielo,
arrojado como trapo de muerte
a la atalaya.
Las esferas se abren
para el cruel deslumbramiento de los hombres
como si vinieran del fuego
(sólo del fuego lustral de algún intercesor)
a cumplir este pacto.
El telar quiere volver en relámpago.
¿Quién nos tejería -luego del tiempo-
un árbol prodigioso, apenas visible,
donde llorar la infamia (esa madrastra enmudecida)
hasta quemarnos los ojos? 
Traeré la música
escondida por los siglos de terror
en el vientre de la usura.
Música como mansión de lobos
arrebatando las antorchas de la sumisión hecha jirones.
Nupcial la sed, nupcial el mimetismo.
En cada tentación
hay realidad que me derrumba
y me alza al lenguaje y sus canteras
para hacer el mar de una muralla.
¿Cómo gritar y cantar con alabanza
mi feroz pronunciamiento de luz,
las chimeneas del sueño en los ojos de la araña,
la rueca dorada ante el desierto de sal
de África que llueve en esta jaula roja?
Musicadora lengua
tan ávida del vino de misterio.
(Cava en mis ojos un espesor de escalofrío. ¡Cava!)
Desengáñate de todo, por favor,
pero vuelve a habitarme.
Vientos de invierno
flagelan quemaduras que no digo.
No pidas treguas para la condena,
ni caireles que ahoguen mi suspiro,
pecíolos donde beber el dulcísimo pus de tu muerte.
La lluvia, sus deseos por el mundo.
La condenada a ser mendiga
entre los aguijones de un ignoto invitado
a la fiesta de tu desaparición.
¿Y por qué robas la carroza del héroe?
El merecimiento de la soledad:
duros postigos para abrir de un golpe
a las caléndulas mirantes,
las que proclaman tan cerca de mí
nada más que farsa con tiniebla, pero elegantísimas.

NORA NANI
(Leones-Córdoba-Argentina)

Canción para un insomnio
Quiero rimar la noche con el sueño
y digo carbón.
No sé. Por decir algo.
Por alzar las tramperas de la sombra
y descubrir su luto estrepitoso
de estrellas,
chispas
de una hoguera espléndida.
Estado de vigilia.
Catatonia de los límites.
Dibujo ojos
que narré durante el día
en chimeneas pródigas
de prolija obscenidad.
Vuelvo atrás
y recojo en el fuego diurno
algún olvidado designio,
lo repaso con furia o con cariño,
inevitablemente
le cambio algunas fichas,
palabras que equivocaron lugar,
personajes que perdieron
su identidad de esquina,
gestos que se desdoblan
en palomas y en gatos,
vuelvo a construir el paisaje,
el retazo de vida que me ronda
y otra vez la luna
en carcajada de luz
me declara inocente.
¿Quién dijo que los inocentes duermen?
Es un estrépito la caravana
que transcurre mi sangre
y una matemática feroz
vuelve a pedirme una rima.
Rimemos insomnio y camino.
Ocurre la noche
y repito los sitios que anduve:
ademanes, congojas, risas...
Me sigue doliendo la palabra
como un grano en el silencio.
Las piernas tiemblan
con temblor de caminata
y solo las venas trazan los pasos
que vegeta el cielo
entre movida de ángel
y peón del demonio.
Me alejo. ¿Iré a dormirme?
Este es un paisaje que desconozco.
Pero ya me está trazando un árbol.
¡Que borre ese árbol!
¡Que borre la despedida de ese árbol!
Debo detenerme. Algo de familiar
tiene en el pasamanos
de su corazón.
Entonces pensaré en alguien,
en alguien que rime con ese árbol,
porque ese árbol vuelve a ser día
detrás de los párpados,
y pude haberme sentado
a su sombra
o celebrado algún rito
que no recuerdo
o un personaje que vive de ardilla
ató mi cintura
al humo de los trenes...
Ya estoy viajando
por las vías cercanas del árbol
en un tren que oprime la rutina
y sé que ahora no quiero dormirme
porque voy a pasarme,
me pesan los ojos
pero ya llegamos,
rimo sueño con destino
y no sé por qué
se me ocurre madrugada.

PABLO ANADÓN
(Villa Dolores-Córdoba-Argentina)

RÍO DE LOS SAUCES
(Traslasierra)

Cuántas horas inmóviles
Me he quedado a la orilla de este río
Viendo el verde dorado
De las aguas veteadas de reflejos,
El vuelo repentino de algún pájaro,
Las variaciones leves de la luz
Sobre las hojas, y las formas
De las nubes que van hacia el azul de la montaña.
Ya entonces era el que miraba
El transcurrir ajeno de la vida. 
Años antes viajábamos aquí
Y las tardes pasaban
Con esa placidez lenta e indecisa
Del ave que planea por el cielo lejano.
No había diferencia en aquel tiempo
Entre ser y vivir, ver y mirar,
Y el río que se iba para siempre
En su deriva hacia el atardecer
Era el mismo que ahí se nos quedaba
Remolineando en torno de las piernas.
No recuerdo la angustia de que acabara el día.
Muchos de aquellos que veníamos
Al río, hoy ya no existen; de los otros
No sé más que las frases que se dicen
Tras la cena en la rueda familiar,
Señas que alumbran sin sentido
Como la inmensa dispersión
De estrellas en las noches de verano.
Ahora que anochece sobre el río
Como en mi vida, observo
A los hijos que juegan en la orilla,
Sigo el humo que va del cigarrillo
Hacia la claridad que se demora
En el temblor plateado de los álamos,
Y entrecierro los ojos como quien
Se acostumbra a la luz de la mañana
O a la ceguera de la oscuridad.
Escucho el invariable
Y diverso rumor entre las piedras,
Las voces más queridas, el agudo
Silbo de un pájaro desconocido…
Me preparo a partir, sin quejas, sin palabras.

MARIA TERESA ANDRUETTO
(Arroyo Cabral-Córdoba-Argentina)

AUTORRETRATO ANTE EL CABALLETE
a Alejandro Schmidt 

El pincel sirve para salvar
las cosas del caos.
Shitao

1.
Esto es lo que queda
de un hombre que se muere:
un pincel y la mano agrietada
que sostiene el pardo, el rojo,
el amarillo... la mano que va,
que se desvela, desde el charco
de luz hacia la tela.

2.
Lenta la pincelada oscura,
el hijo del molinero
tantea con ojos ciegos
                       la espesura
hasta dar con la luz.

3.
Este rostro ya estaba
debajo de la tela, estaba y carcomía
con su podredumbre el retrato del joven
con gorguera. Bajo las arrugas y los ojos
desteñidos están los ojos arrogantes
de otro tiempo, pero ni el otro ni éste
son grandes, a todos los ha herido
esta luz: ya nada es menos,
hasta lo más miserable
tiene su destello.

4.
No es la pieza oscura donde pinta,
ni la pobreza que trajo la desnuda forma.
ni la luz que cae sobre la gorra,
ni el pelo desprolijo, ni la barba,
tampoco el cuerpo vencido,
ni el olor rancio del encierro.
Son los ojos que no encuentran
a Saskia, a Hendrickje, al bienamado Tito;
los ojos que se han vuelto
hacia un lugar de nada,
hacia el vacío.

5.
Otros buscarán la nota pura,
la imagen que persiste, la tersura,
como buscan sus ojos en la tela
(es la mirada lo que abruma,
lo que desvela)

6.
También yo persigo
una palabra oscura en los retratos de Saskia,
en la ternura de Hendrickje, en la viva
luz de Tito, y el aire de bondad,
la carnadura de un hombre
que se deshizo.



PÁGINA 8 – ENSAYO

RICARDO JUAN BENÍTEZ
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

LA POESÍA, UNA POSIBLE HERRAMIENTA DE INCLUSIÓN SOCIAL

Hace algún tiempo quien suscribe estas líneas intentaba cargar un currículum vitae en una página digital de una agencia de búsqueda de personal. Luego de rellenar los casilleros con la información pertinente se accedía a un menú desplegable con actividades predeterminadas. Entre otros ítems figuraban: contador, sociólogo, actor, músico, mozo de salón, guionista, escultor, historietista y muchos otros oficios y/o profesiones. Pues bien, no pude hallar en ninguna página ningún menú que tuviera la descripción: literato, escritor ni mucho menos poeta.

Más allá de sentir que la actividad que uno realiza (con tanto amor) parecería no tener ningún tipo de utilidad práctica, esta omisión me llevó a reflexionar sobre cuan devaluada está la palabra como vehículo cultural. Por carácter transitivo todas las campañas de alfabetización, talleres literarios, poéticos, filosóficos, clubes de lecturas, tertulias poéticas y ferias de libros pasarían a ser rémoras de un pasado glorioso pero definitivamente extinguido.

Sin embargo, a poco de caminar por diferentes barrios, sobre todo los fines de semana, uno encuentra cantidad de eventos culturales relacionados con la palabra, con la literatura, con la lírica.

¿Son todas personas que gustan perder el tiempo? ¿Señoras que matizan la hora del té con palabras inútiles? ¿Jóvenes que pergeñan atrocidades idiomáticas por el mero hecho de sostener ideales poéticos?
Me resisto a pensar que, justamente, este acto haya caído en desuso: PENSAR.

La palabra: la prosa y la poesía suelen tener el mismo efecto estimulante de una buena partida de ajedrez. Aguza el intelecto, despierta la curiosidad, enriquece el léxico, ejercita el raciocinio, genera dudas razonables, abre mentes.

Pues bien, diferentes organizaciones no gubernamentales y reparticiones del estado llevan a cabo planes de inclusión social. Se les brinda apoyo (no sólo monetario) para el desarrollo de actividades tales como: reciclado de materiales para la creación de esculturas, escuelas de murga, talleres de títeres, clases de mimo, emprendimientos artesanales (tejidos, grabado, artes plásticas). En este caso la propuesta es la creación de talleres itinerantes de prosa y poesía para personas en situaciones de riesgo. Tal vez con el debido apoyo oficial se podrían recorrer instituciones psiquiátricas, hogares de ancianos y villas de emergencia celebrando la palabra. Escuchando y creando poemas y cuentos. Una experiencia reciente es la visita del poeta Gustavo Tisocco al hospital Braulio A. Moyano,  donde el poeta fue entrevistado por  Daniel Grad exponiendo sus vivencias ante los profesionales e internos.

Así como el deporte ayuda a sacar a la gente de situaciones de riesgo (futbol, boxeo, básquet son algunos ejemplos); así como el teatro, la murga, las artes plásticas, la música, la alfarería, el tejido y muchas otras actividades artesanales ayudan a la gente en la dura realidad social; la literatura puede ser un vehículo cierto de inclusión social, sobre todo en un país con notable tradición en literatos de fuste como: Jorge Luis Borges, Antonio Sábato, Adolfo Bioy Casares, Silvina Bullrich,  Alejandra Pizarnik, Julio Córtazar y siguen las firmas.

El poeta Camilo Blajaquis (seudónimo de César González, nacido en el Barrio Carlos Gardel, en la localidad de Morón en el año 1989), dice al respecto:

“Aparte de excluirte económicamente, te excluyen cultural y simbólicamente. Te excluyen porque sos el negro de una villa, el negro de mierda, vas a ser chorro, obrero y nada más. El sistema te excluye y es mucho más cruel de lo que uno cree. Lo que juega es una exclusión simbólica: el de la villa es un ignorante, es un posible delincuente.”

Blajaquis tuvo una niñez y adolescencia difícil.   Ingresó en reformatorios y en el año 2005, con 16 años de edad, se encontró primero en el Instituto de Menores Luis Agote y luego en la cárcel de Marcos Paz, entre otros institutos, purgando una condena como cómplice de un secuestro extorsivo.

Fue en ese momento que, mediante la ayuda de Patricio Montesano, una persona que dictaba talleres en la prisión, comenzó a acercarse a la lectura y a interesarse por temas políticos, filosóficos y por obras poéticas:

“Fue un renacimiento; el concepto de renacimiento en la historia de la humanidad es salir de la oscuridad de la Edad Media, de las tinieblas del oscurantismo. De repente aparecen Galileo, Da Vinci, Copérnico, otra corriente de filosofía con Descartes, los inventores, los pintores. Mi renacimiento fue gracias a la cultura.”

“Busqué todo lo que me explicara un poco como funciona este sistema. El filósofo francés Gilles Deleuze, Rodolfo Walsh, Spinoza, Nietzsche, para entender la parte existencial de esta sociedad, Michel Foucault, el Che…”

También fue Montesano quien lo estimuló a desarrollar la actividad literaria, a escribir poesías. En el tiempo que Blajaquis se encontró en el Instituto Agote, creó una biblioteca y la revista cultural "¿Todo piola?" que actualmente continúa editándose bimestralmente.

El seudónimo que utiliza conforma un homenaje al revolucionario cubano Camilo Cienfuegos y al militante sindical Domingo Blajaquis asesinado en Avellaneda en 1966, hecho relatado por Rodolfo Walsh en el libro "¿Quién mató a Rosendo?

Blajaquis estaba en la cueva a Platón, la luz que proyectaba imágenes en la pared al frente era la poesía. Montesano con la antorcha en su mano le mostró lo que había más allá de la entrada de la cueva: un mundo que puede ser modificado por los sueños.

La realidad es una creación de la imaginación.



PÁGINA 9 – POESÍA ARGENTINA: BUENOS AIRES

SILVIA LOUSTAU
(Mar del Plata-Buenos Aires-Argentina)

XXI

Playas de Santa Teresita

llegaban sobresaltados
desnudos
trastornados
por la marea.
el vuelo
llegaban
a una playa
de otoño arrogante
azotados
por la iracundia del viento.
remotas
huellas desplegadas
sobre voces sigilosas.
zapatos perdidos
arenosos
de muerte verde.
todos sabían
anéctar luctuoso
acariciaban suavemente la arena
plasmada de flores
y gaviotas de vuelo negro.
erguidos
sobre madejas de tiempo
miradas eternas abiertas
en el abandono
como niños enfermos.

RUBÉN GUERRERO
(Avellaneda-Buenos Aires-Argentina)

LOS BROCHES

Ponía los broches sobre la ropa de manera que tres broches
abarcaran tres prendas y media.
Distribuía todo
éramos cinco y no sobraba nunca
nada.
La mermelada de la tarde, los cinco en la mesa, el televisor  encendido
ella distribuía el pan, el mate cocido 
y ninguno
de los cinco
hablaba
porque no pensábamos en que la falta era un impedimento,
no pensábamos en eso.
El mundo era
ella
distribuyéndolo todo . 

JORGE BOCCANERA
(Bahía Blanca-Buenos Aires-Argentina)

LAS SEIS Y LÁGRIMA

Justo a las seis,
en punto, vendrá a buscarte la ciudad
y esta vez quizá el apuro
no te deje ni lavarte los dientes.
Te busca día a día
con sus codos mojados,
sus ojeras de niebla,
sus manos temblorosas diciendo: ¡te devoro!
Para un golpe en la nuca de oficina,
para oxidarte todos los costados
y arollarte con su tren de piedra.
Te busca la ciudad
con sus alcantarillas espías,
sus torres de tic-tac echando humo,
su tristeza mordiéndote la lengua.
En el viaje, colgado de tu saco,
pensás en unas manos,
simplemente unos dedos,
que te roben los lápices,
te acaricien el pelo
y maten el reloj seis menos cinco.

IVONNE BORDELOIS
(Juan Bautista Alberdi-Buenos Aires-Argentina)

CARTA A LOS AMIGOS

Estimados amigos
tropa alegre de gente inteligente porteña y vivaracha
que puebla nuestras calles arboladas florecidas
con su ingenio y sus noches de bohemia
con sus poemas y sus libros y artículos y ensayos igualmente florecientes
siempre amaneciendo cada día en mi pantalla
con sus blogs y sus citas y sus invitaciones
y sus presentaciones
y sus consideraciones y reflexiones
con fotos de Venecia y de osos polares y de castillos húngaros
con nietos y biznietos que sonríen cual frutillas en un prado lejano
convocándome a la guerra, a la paz o a la Virgen de Luján
a recobrar un deudo o saldar una deuda
con la historia, la patria o la poesía

muy queridos amigos
vengo aquí a recordarles
que a mis setenta y cuatro años
he recordado a Mallarmé:
la chair est triste et j´ai lu tous les livres
en mi recuerdo sin embargo, la chair era gloriosa, y en cuanto a libros,
todos están en Internet,
hay noches en que Dante me persigue tenazmente porque aun no he leído su Inferno,
el Quijote me espera ansiosamente bajo un sauce a la orilla de un verano inaccesible
trabada como estoy por nuestras creatividades, amistades y necesidades
de Cruz Roja, de aplausos y pequeñas bendiciones
para nuestros narcisos heridos y afligidos
(qué es la fama? un frenesí?)

y por lo tanto ruego
un poco de piedad para esta anciana atosigada atolondrada perseguida y acosada
por el esperma incontenible de nuestro genio incomprendido

yo vengo a ofrecernos una tregua
a nadie haré leer mis poemas −salvo éste, que será el último, por cierto−
a nadie contaré mis esperanzas
de Premio Nobel,
nadie sabrá de mis diarios ni de mi mente metafísica

los yunques y crisoles de mi alma
trabajan para el polvo y para el viento,

todo me ha sido dado y sin embargo aun no he escrito el poema

(a veces me canso de ser hembra)

mis papeles se irán conmigo al río
donde Heráclito me espera en el lugar de siempre

(hoy es siempre todavía)

yo les ofrezco en cambio este patio perfecto de silencio
donde canta la calandria inmortal de mis infancias.

GABRIEL IMPAGLIONE
(Luján-Buenos Aires-Argentina)

ARGENTINA, 1976.

He visto los hombres trepar a la sombra
tensando los arneses aún dormidos
y marchar unidos en el esfuerzo bestial
hasta montar el sol sobre la tierra.

Entonces salían de todas partes los niños y las madres
y luego los mercados llenaban las veredas
de silbos y manzanas.

¡La alegría de las gestas domésticas
coronadas por la dignidad del almuerzo!

He visto largas caravanas de obreros en el alba
marchar hacia el metal de la sirena.
Ágiles bicicletas con la vianda,
la radio colgando del manubrio.

Hasta que el estrépito de ráfaga
de cañón maldito
de horrorosa muerte
abrió un boquete en cada casa y entró la niebla negra.

Todo se retorció como un pez en la arena,
hasta ser tragado por el miedo.

Desapareció la
fábrica.
También el hombre.
Y los hijos, y los mercados con silbo, y las radios
que no fueron sino un espejo del infierno roto a veces.
La universidad de Luján fue clausurada.
Encadenaron la luz en los sangrientos sótanos,
persiguieron los brotes del canto asesinado.

El abrazo fue un código secreto
la patria un dolor ahogado bajo la tortura.
Y el sol deseo apenas musitado
entre los nombres de los
que ya no estaban.

MIRIAM CAIRO
(San Nicolás de los Arroyos-Buenos Aires-Argentina)

I.    

Este poema se escribe con la secreta lentitud de las anguilas.
Con la claridad escurridiza de los peces.
Oscila entre la inmovilidad y el vértigo.
Este poema se impone como última sombra
y penetra la ranura del silencio.
Son hondos sus pasos.
Este poema da vuelta el cuerpo herido de una mujer,
le dobla las piernas,
acaricia lilas
y como un dios pone los labios en el hueco de la ausencia.
Este poema no distingue la luna entre las piedras.
Apaga todas las lámparas.
Teje a ciegas los hilos de una trama imprevista.
Su sombra se acuesta a los pies de un faro.
Este poema es hijo de una esperanza obligada a morir.
No se impone como un vencedor.
No tantea las paredes donde ya no hay salida
ni resiste el sortilegio de las victorias.
Vientos inauditos impulsan sus vuelos.
Sus manos anchas dejan caer secretos.
Como un marino en la punta de un mástil
avista nuevos territorios.
Sus ojos permanecen límpidos
ante la turbidez de la tristeza.
Este poema se halla al otro lado del umbral.
Su oscuridad nada tiene que ver con la noche.
Su valor no viene de la ira.
Propone un descenso en espiral.
Se desgrana en voz baja.
Se inclina ante el mundo.
Carga sobre sus hombros el sin destino.
Baja corriendo las escaleras.
Salta precipicios.
Abre los brazos al peligro.
Este poema derramado
no distingue el corazón de un hombre
de su propio corazón.



PÁGINA 10 – NARRATIVA

MONICA RUSSOMANNO
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

HASTA LUEGO

La abuela se moría. Había entrado al sanatorio y sabíamos que de allí su única salida sería hacia la sala de velatorios. Estábamos tristes pero era muy anciana, el cuerpito abultaba ya lo que una niña pequeña debajo de las sábanas, la vida se le había dado con generosidad y la partida era dolorosa pero no trágica. Cosas que deben suceder, aceptábamos su pronto fallecimiento con esa facilidad que da la vejez, cuando esa vejez que justifica la resignación es de otro.
De las sábanas blancas asomaba la cara arrugada, unas manos pura vena azul y huesos frágiles. Cuando la ayudaba a incorporarse en el lecho, era tan leve. Molestaba el olor a comida hervida y el cloro de los pasillos, pero no parecía mal lugar para dejarse resbalar en la muerte. Estábamos todos, turnándonos para acompañarla, secretamente aliviados cada vez que finalizaban las horas estipuladas y no nos había tocado el momento aciago.
Yo, cada vez que sorteaba la puerta, sentía que había tenido la gracia de no ser quien recibiera el dudoso don de anotar la última imagen de vida y la primera de muerte.
Sabíamos que a lo sumo serían dos o tres días. No había retorno, y ella también lo sabía pero lo callaba para no apenarnos. Le comentábamos el cumpleaños del Juanchi, matizábamos la espera de lo inevitable narrando nimiedades y evitando alusiones al futuro.
Parece que si uno está enfermo de cáncer es algo superfluo enfermarse de otra cosa, resfrío por ejemplo. Nos han enseñado en la literatura que si una mujer sufre por su amado no puede justo en ese momento apretarse el dedo con la puerta. No es elegante, enturbia el relato.
Sin embargo la vida esquiva las sutilezas narrativas, y estábamos de duelo prefigurado por la abuela cuando ocurrió la muerte súbita de mi padre.
Víctima de un ataque cardíaco, mi papá, único hijo, debió ser velado antes que su madre. Eso no debía ser, no casa en la línea histórica que la madre sobreviva a su hijo, y que las muertes contiguas no guarden la lógica acostumbrada.
La familia se dividió entre el sanatorio y el cementerio, la abuela seguía con su tranquila agonía en la sala siete, maquillamos las lágrimas para que no tuviese que llorar al hijo. No le dijimos nada.
Con ingenuas poses actorales continuamos la farsa de lo cotidiano, esperando el final para poder entregarnos a los duelos. No fue fácil.
La ancianita se consumía, se apagaba modestamente. Le habíamos evitado sufrimiento, y eso nos tranquilizaba.
La mañana del último día mi madre entró a la habitación. Llevaba un camisón recién planchado, una botella de gaseosa, pilas para la radio que acompañaba el tiempo sobre la mesa de luz, una sonrisa impostada cubriendo su recién estrenada y todavía no asumida viudez. Esa noche había llovido, lo recuerdo, y sus zapatos hacían un ruido que sobre las baldosas imitaba el de las zapatillas de básquet en el piso de madera de una cancha.
Yo había velado el sueño de la abuela en una silla incómoda, había dormido mal, estaba un poco somnolienta y levanté la cabeza precisamente por el sonido deportivo de mamá. Me acuerdo. La abuela también abrió los ojos y habló con su vocecita temblorosa.
"¿Por qué no me dijiste que se murió el Cacho?" -preguntó.
Mamá se suspendió allí en el vano y me miró como retándome con los ojos; yo hice el gesto de que no, que yo no le había dicho nada.
"¿Por qué no me dijiste que se murió el Cacho?" -había preguntado.
Como no hubo respuesta agregó "esta noche vino el Cachito y me dijo viejita, la espero arriba".
Qué lástima haber estado dormida, me hubiese gustado despedirme de papá.



PÁGINA 11 - POESÍA ARGENTINA: CHUBUT

RUBÉN EDUARDO GÓMEZ
(Comodoro Rivadavia-Chubut-Argentina)

(HAY QUE BALDEAR)

las piedras la tierra que pasó
los pasos de latidos viejos
huellas en la playa del 83
hay que baldear
los gritos que retumban
y tumban y van
curitas y rasguños
los raspones y golpes
moretones azules
extrañamientos
baldear desgarramientos
desgarraduras
desesperaciones y desesperanzas
lo que se resiste al olvido
espinas bajo la uña
y cada error enmohecido
también la memoria
hay que baldear
corazón

CLAUDIA PRADO
(Puerto Madryn-Chubut-Argentina)

DIMINUTIVOS

Bolsas, paquetes, señoras
señores, gallinas
comida, un perro y un nene
durmiendo
nosotros. Todo amontonado
yendo de un pueblo
al que sigue.
Adelante hay dos
que miran el paisaje
sombrero con sombrero.
El, con voz de niño o de anciano
le presenta cada animal, cada planta
como si la mujer hasta hoy
no hubiera salido del pueblo.
Apunta con el dedo
y va uniendo las cosas que pasan
con su diminutivo.
El silencio de ella, muy largo
me hace pensar que tal vez
conoce el camino
y se calla.
Semejante ternura
loca o senil, le merece respeto.
A mitad de la mañana
y la chatura del viaje
aparecen unas cuantas vicuñas.
Ahora el silencio
a él no le alcanza, se olvida
de la mujer, se da vuelta
y grita:  ¡Amigo! ¡Mire!
¡Mire las vicuñitas!

A los del fondo les grita
pero nadie se siente interpelado
en este micro viejo.
La ternura del hombre
suena sola, destemplada
y al rato desaparece
entre los ruidos
de los otros pasajeros
y las piedras de la ruta
golpeando contra el chasis.

MIGUEL ÁNGEL DE BOER
(Comodoro Rivadavia-Chubut-Argentina)

TIEMPO

Si te preguntan

cuanto te tuvieron
cuanto te torturaron
cuanto hace que te pasó

Es porque ignoran

que alli
donde se vive la muerte

los días
las horas
los minutos
los segundos
son fugaces y eternos

MARÍA SILVINA OCAMPO
(Esquel-Chubut-Argentina)

Soy fiebre
y amalgama del vacío
Soy el mar
y su arrepentida sal
La piedra
y la sombra del olvido
Soy debajo del mundo
la otra palabra.

Salen las lunas a parir los ojos
Ojeras la piel intemperie de la risa
Ríe la mueca desesperada muerte
Grita tierra húmeda la sal
Muero la hoja el pulso el mar
Celoso lo cierto pierde su lluvia
Mares de octubre mareas en celo
Lluvioso el sentido extraviado adentro
Adentro las piedras el ojo y el hambre
Adentro los palos la herida y el hijo

¿Quién escribe el regreso?
¿La calle que silba todos los amaneceres
que sabe mis sueños
uno por paso hasta la victoria?
¿Hasta tu corazón de fuego en el volcán?
En el corazón de Rosa la tierra llama
Quien escribe el regreso
uno por paso sabe
teje las hebras de la memoria
desde el principio
desde las lágrimas hasta el camino
hasta la palabra siempre.

Digo el suelo que muero
Pueblo como busca
como pueblo su memoria
Celinda sueña la corrida
sueña para todos la olla
Como el pan como justicia
Como come el plato su herida
vacía que llama entre los dientes
Todo sucede y más
que no se nombra
pues el que sueña para todos
sabe.

LAUREANO HUAYQUILAF
(Trelew-Chubut-Argentina)

TRELEW

Vueltas muchas tiene
y la piel naranja
trelew mío.

La vertiente del asfalto
tira un lagrimón de codicia
sus brazos envuelven despacio
todo el frito sabor.

Los pasos de la noche
resisten madrugones
y el todo de tu cuerpo
protesta y encandila.

La vuelta de sus calles
arrastra como vos.

Callecita de mis rezos
tierra en pichana traías.
Aguatero de tus brotes
festichola humedecida.

Ay ciudad te conviertes
cáscara oscura
cabarute.

Rojizos manantiales tengo
cuando tus amarras
suelto.

FERNANDA MACIOROWSKI
(Puerto Madryn-Chubut-Argentina)

CONEJO CARTONERITA

llegando límites agujas
bailarina falsa
disfrázate otra vez para mí.
lluvia de pastillas
en la habitación ahora
luz artificial dirigida
a la pared
siéntete segura de la corrupción
no pienses no temas
solo desea
como los animales
¿quieres comer uno?
¿uno recién muerto?
¿uno recién matado?
eres bella cuando sangras
eres una carne en flor
te acercas y bailas
todo gira. es un no-vuelo.

/

lo que hiere la carne
no escucha no quiere sobornarlo
títere carrusel
cuerpos cuelgan lamparillas a montones
cuerpos con sonrisas dibujadas
comisuras hacia arriba
la música como nueva nodriza
(comámonos, somos nuestros)
el gato sale de su escondite,
el placard.
injuria con su cuerpo
que es la pieza fundamental
de la calesita carne
(decíme todo que no así lloro)
el gato escucha los sonidos
que nosotros no
el gato ve cosas
que nosotros no
por eso manipula
hiere la carne
se pasa de animal.

/

la niña hace trampa
mientras dibuja
a gusto en su mundo corrompido.
hacer trampa es interesante
hacer trampa es meritorio.
solo en el dolor se descubre
alguna esencia
y ella lo sabe
no oculta que viene engañando
desde el principio
riéndose de los crédulos

ella es hermosa cuando miente.



PÁGINA 12 – NARRATIVA

PATRICIA SEVERÍN
(Rafaela-Santa Fe-Argentina)

ALGÚN DÍA VA A DEJAR DE LLOVER

--Algún día va a dejar de llover—dijo el viejo, mientras gruesas gotas caían sobre el techo, tic tac tuc toc tic. Y el viejo fumaba su cigarro aún más viejo que él y miraba la lluvia que caía cada vez más intensa. Y al río que se venía hacia las casas. La mujer del viejo decía: --Viejo, nos va a llevar la inundación --Algún día va a dejar de llover—pensaba en voz alta el viejo. Sentado en la puerta del rancho corría a un lado la bolsa de arpillera, que colgaba como abertura, para mirar y mirar y mirar el gran río que se hinchaba, bravo y temerario, cerquita de la barranca. --Algún día va a dejar de llover. Pasó hoy, pasó mañana, pasado y el agua arremetía contra las débiles defensas de bolsas de arena. El rancho ya casi no tenía patio seco; las paredes de barro se agrietaban, húmedas, y por el techo de paja se escurrían arroyitos cada vez más gruesos de agua y de lluvia. --Algún día va a dejar de llover. --Pero viejo, vamos a lo de la comadre Raquela hasta que el río baje, digo yo. Y el viejo miraba caer la lluvia y el río gris marrón sobre su patio de tierra. Más allá, la canoa acarreaba a los últimos vecinos. Ya casi no quedaban juncos en la orilla: habían sido arrancados por la fuerza de la correntada y navegaban aguas abajo del Paraná, junto al camalotal. El cielo, espeso, formaba con el agua una confusa pasta oscura que se adhería tac tic toc tic tuc toc tac tic, a las horas uniformes y grises de la mañana y de la tarde. --Hasta los pescados se han aburrido de tanta agua—
Viejo, entre en razones. Vamos con esta gente que llega a buscarnos. Ya va a bajar el agua y podremos volver al rancho. -Prontito dejará de llover. Y miraba el viejo el colchón sobre el ropero, las pocas pilchas hechas un atadito arriba del catre, los pedazos de pan amocosados sobre el fogón. --Vamos, viejo, no sea cabezudo que nos están esperando con la canoa. Bájese de la mesa, le pido. Bájese y métase al bote, viejo, que somos los únicos que quedamos en medio de la creciente --Vamos, viejo—insistió la mujer--, mire todito cómo está. Ni ramas tienen los árboles de tanta lluvia. Hasta las gallinas se han volado del techo. Y los gatos, ni le cuento. El Sultán desapareció con la cola baja rumbeando hacia la loma. Bájese de la mesa, viejo, que el agua está llegando a la mitad de las patas. --Cállese, mujer, y sálgase de la puerta le digo, que quiero ver bien para afuera, porque prontito va a dejar de llover. La mujer se corrió. Había subido al bote que esperaba en la puerta del rancho. Un remolino entró entonces zigzagueante por el agujero vacío, y la mesa angosta y larga fue despedida hacia fuera y el viejo comenzó a navegar sentado sobre ella, con las piernas cruzadas mientras repetía: --Algún día va a dejar de llover. La mujer no tuvo tiempo siquiera de sacar de entre sus pechos prominentes un pañuelo arrugado y sucio para levantarlo como saludo, ni de gritar por última vez viejo vamos a lo de la comadre Raquela, ni de pedir enfile hacia allí, enfile hacia la mesa, lleve la canoa, reme con fuerzas, que está el viejo a cuestas, que se va esquivando un tronco río abajo, sorteando el arenal del costado que pasa justito al borde del islote, haciendo equilibrio, rozando apenas las últimas cañas, allí, entre la cortina de agua y el recodo del río, el viejo casi, allí, más acá, sí, aquí, no allá, adónde.



PÁGINA 13 – POESÍA ARGENTINA: RIO NEGRO

SEBASTIÁN GONZÁLEZ
(Gral. Roca-Río Negro-Argentina),

DIARIO ÍNTIMO

yo tendría que haber seguido jugando al fútbol
dejarme de joder con la guitarrita
con este tipo de textos
tendría que estar en primera levantándome modelos
conductoras de programas de cable
a todas las actrices menores de treinta años
total soy famoso y soy tan atractivo corriendo la cancha como gacela
haciendo goles inolvidables
genio
genio
de qué planeta viniste
tendría que tener más cuidado con los días de lluvia
que logran apagarme el calefón
con el monóxido de carbono
con las que dicen “hoy dejá no te cuidés”
en lugar de quedarme dormido con un vaso en la mano
tendría que quererme un poco
no perder la cabeza
no perder guita
tendría que estar diciendo cosas interesantes ante los micrófonos
cosas como “a mi entender
el partido se planteó desde el comienzo
como una guerra táctica
entre dos ideas
futbolísticas
bien diferenciadas:
el férreo argumento defensivo del rival
ante nuestra sólida demostración de buen juego
con mi presencia en la ofensiva
como la carta
más importante
vos sabés”
tendría que tener cuidado con salir a fumar
minutos antes del espectáculo
guarda con la policía civil
con las motos enduro blancas y la gente dura
que las maneja
y seguiría diciendo que “ante la patada artera y la amenaza verbal
supimos contestar con guapeza
con toque corto y relevo
y metimos cuando hubo que meter
y aguantamos cuando hubo que aguantar
y antes que me preguntes por mi gol
te cuento
del desplazamiento elegante pelota al pie eludiendo rivales
de la claridad de concepto y la habilidad para llevarla a cabo
de la sangre fría, el amague
la cara interna del pie derecho”
tendría que andar más tranquilo
los pensamientos positivos producen hechos positivos
en lugar de vivir encerrado
y llevar adelante una existencia tan extraña
tendría que salir un poco
cambiar el aire
tener cuidado con ir a determinados lugares
no abusar tanto con el dexalergin porque tiene corticoides
pero bueno
acá andamos
mírenme ahí afuera en el patio
perdidos los ojos
bajo el cielo frío:
un bípedo vertebrado
adaptándose como puede.

MARYLENA CAMBARIERI.
(Viedma-Río Negro-Argentina)

II

Escribo y rezo la escritura
desde la rasgadura de la nostalgia.
La mirada huye de mi refugio
y busca la protección
de la noche del árbol.
Intuye su última metáfora
el descalabro de la imagen
el suicidio de la palabra.
Plena de furia
tierra mujer la protege de sus hijos.
La única lágrima
devora la ausencia
confiesa la herida.
Rezo un Dios
que me libere del espanto.
Rezo un Dios.
Rezo un Dios
que me sueña.
Rezo un Dios
que sueña que lo rezo.
Rezo un Dios
que sueña que lo rezo y me sueña.
Dejo de soñar en el sueño de un Dios.
Dejo de rezar
un Dios que me sueña.
Dejo de soñar un Dios que reza.
Dejo de rezar.
Dejo un Dios.
Entierro mi corazón.
Con una cruz
disimulo su latido
mientras la tarde
se desmaya sobre la montaña.

BENEDICTO COTARO (ÑANCU RUPAI)
(Bariloche-Río Negro-Argentina)

EL OSCURO SECRETO DE LAS ETERNAS MAULLANTES.
(fragmento)

La castral negación de la esencia,
ligazón rapaz
fiel a su negrura,
(dosifica empeñada en destruir las pequeñísimas
partículas genéticas) sistematizadora lepra
vuestro diluvio será únicamente
despedazador de la mordaza
Cada domesticación de hormiga encuentra implantaciones,
y se atraganta madrentando,
los colapsos erigen sueños desde su pompa.
Sé qué pasará con este hedor de aceite,
pasará que la luna de vinagre nos sobrevendrá.
Empapada batirá los sacos que hoy comen
pelotas por todas partes sin razón
¿qué llama contrajo semejante matrimonio corrupto?
¿Acaso es necesario tanto vaivén?
Flotantes palmerías, viéndose en espejos
¿pegados a esta baba?
Sucia y tardía al menor rasguño.
Las almas de hierro frío hincan salvajemente
a esta boca, que aquí hoy explota
¿tenéis mirada de león para alucinarme siquiera?
Yo nada poseo
ni cambio
ni froto
ni contraigo.
La sabiduría del lenguaje cabe con toda su espesura
en el hollín de toda chimenea.
Si no logras partir de esta muerte,
en todas las asistencias habrá un dragón fulminador
que retorcerá sus tripas
(plaga calla)
sobre este colchón de espinas
hombres esquizoides placen al ras
de estas nervaduras yacentes
con un flotador medidos por segundos de muerte.

MELISSA BENDERSKY
(Bariloche-Río Negro-Argentina)

TORMENTA

Cuando hay tormenta
se mueve en el viento como a la deriva
y el agua se amontona en el cielo sobre ella.

Bajan las nubes,
la encierran.

Queda rodeada de agua
pero no se ahoga.

Entra en la tormenta.

La furia le teme y la admira,
las nubes rozan sus hojas.

La tormenta se agrupa sobre ella y a su alrededor
se organiza, la ronda. Espera.

El viento la sacude, la muerde
y ella sonríe e imagina,
los pájaros le traen del mar olas gigantes
arrastradas por huracanes llenos de arena
arena de islas y de desiertos.

Esa cabeza húmeda
mi porra.
Un espejo, en el aire el pelo
hace lluvia cuando lo sacudo sobre los cuerpos,
el mío y el otro, mojados por agua de esta tormenta.
Tampoco la asusta.

La tempestad se prepara y es cierto que un día
la palmera va a terminar por caer,
ella lo sabe, la furia también.
Pero ahora baila en ese viento
vestida de ultima reina
y se ríe.

RAMÓN MINIERI 
(Río Colorado-Río Negro-Argentina)

PAÍS DE LA SAL

Este
es el país de la Sal
el país de la sed

La sed
es un árbol sin párpados
de cornamenta blanca

Y del árbol de la sed
crecen
las varas de los rabdomantes

varas enhiestas
que despiertan manantiales
cuando piafan.

Este
es el país de la Sal

el comienzo
del comienzo de todas las aguas.

SILVIA CASTRO
(Gral. Roca-Río Negro-Argentina)

FOTOS DE CARTÓN

I

no domina el cartón
el pliegue se vuelve

hay una anguila doblando un cartón
la caja está llena

afuera de la caja se guarda lo demás
lo que está ciego

lo que deja del cartón es
lo que se puede doblar

II

pisa el hueco del tetra y lo levanta
el estruendo queda atrás
no cabe dentro del carro

el sonido del cartón
sólo se propaga en el vacío

III

se lleva a sí mismo
en lo que da de comer

el peso neto
y el peso escurrido de la leche

el té del hijo de la merienda

residuos de la tarde
saquitos por si llueve

un castillo de cartas
para la cena

y un pedazo de mujer
para mojar



PÁGINA 14 – ENSAYO

GLORIA CEPEDA VARGAS
(Santiago de Cali-Colombia)

JEAN ARISTEGUIETA

El 8 de enero del 2016, se apagó en Caracas la voz de la guayanesa Jean Aristeguieta Capella, magistral exponente de la poesía moderna en Venezuela.
Nacida en Guasipati, ciudad de la Guayana Venezolana, el 31 de julio de 1921, la suya es una de las voces poéticas más sublimes con que cuenta la historia de la lírica castellana. Nuestro idioma desfiló con fineza no igualada hasta hoy, en sus ochenta y cinco poemarios y más de dos mil textos líricos publicados. Miembro de la Academia de la Lengua por el Estado Bolívar y de la Real Academia Hispanoamericana de Cádiz y licenciada en Letras de la Universidad de Madrid, fundó en esa ciudad en el año de 1961 la revista Árbol de Fuego, donde por más de cuarenta años consecutivos, vio la luz la poesía del mundo. Los premios José Vasconcelos de México, Diploma Maestro de Poesía de Chile y Medalla Internacional en su Clase Única de la Asociación de Escritores de Venezuela, le fueron otorgados. Con el Premio de Poesía Frederick Holderlin, (Alemania, 1999-2000), se reconoció su distinción como mujer y su tesón en la defensa de la poesía.
Fue traducida, entre otros idiomas y dialectos, al francés, al griego, al hebreo, al inglés, al portugués, al ruso, al italiano. Seguidora de Francisco de Asís y de Santa Teresa de Jesús, bolivariana, feminista, melómana y helenista, de ella dijo la crítica: Fue y será para siempre la poeta venezolana de más alto vuelo y de mayor trascendencia a nivel mundial. Además está reconocida como la poeta venezolana más prolífica, siempre de frente a la necesidad vital que entraña el verso bien forjado. Maestra y discípula de la palabra, la persiguió infatigablemente, la escanció como una copa sin fondo, la depuró hasta la extenuación.
El de Jean Aristeguieta es un caso singular. El gran misterio que representa la sublimación del pensamiento, lo asumió con naturalidad sorprendente.
Sin proponérselo, lo penetró y fue tal la connaturalización de su armadura carnal con la etérea sustancia de la poesía, que tanto la una como la otra se necesitaron para permanecer. Por eso fue prolífica sin desgastarse y crítica sin esfuerzo. La poesía fue su patria y su religión.
Empecinada “en la aventura, en lo más azul, en lo delirante”, de adolescente, en su Guasipati natal, percibió el nombre de Safo escrito en una goleta que navegaba por el Orinoco. Quizá ahí nació ese deslumbramiento fervoroso que la hizo detenerse con el alma tremante ante la historia helénica. Gran parte de su poesía es una concreción cultural bellamente expresada de la civilización griega a la que reconoció como fuente nutricia de su obra: Atenas como un cáliz de pasión/ sustancia de belleza/ aliento de mi esencia, de mi fuego, (Papeles de Fuego, Barcelona, 1985).
La exaltación de la patria chica se hace constante en Mariposas cósmicas, una selección arquetípica de Fredo Arias de la Canal; atraviesa un río como un mar, o se moja de selva y piedras estruendosas: Guayana limada por aguas por amiantos/ por la selva sin fondo por la mina que alumbra… O las arcanas dimensiones que lleva el Orinoco/ arrastrando caudales hacia la soledad.
No obstante sus numerosos viajes y largas permanencias fuera de Venezuela, supo llevarla inscrita en lo que más amó: la poesía. Así, en su canto a Bolívar, lo reafirma: “Respóndanme soledades de la selva/ intrincados resplandores guayaneses/ respóndanme encendidos horizontes del trópico/ pregunto por Bolívar y su figura en llamas/ Respóndanme los morros guariqueños/ serenos vigilantes de la patria/ los misterios lacustres del Zulia/ la fosforescencia de su suelo-petróleo/ Respóndanme bosques motilones/ respóndame la tierra venezolana/ Entonces podré acercarme a Bolívar/ dueño de la profecía/ ángel y arcángel de la libertad.
Decir que despojó la escritura poética de signos de puntuación o introdujo cambios sintácticos en la construcción textual, sería superficial. Trascendió la grafía y el encabalgamiento, -línea conductora del periplo poético- para imponerse como territorio profundo. La palabra despojada de alamares y la síntesis magistral que aún en el verso largo apela a lo imprescindible en un plafón de seda vigorosa, dan fe de su vuelo.
En CANTO LIBRE, texto representativo de su médula delirante, se confiesa: Alma pura te necesito porque sí/ pues ya mi corazón es un vértigo/ caigo en el vacío/ Todo me es indiferente/ me rindo a la melancolía/ tuya es esta muerte mía esta muerte/ tómame como soy ardiente desolada visionaria/ escúchame alma con esperanza escúchame/ por la lealtad por la belleza torrencial/ alma para quien ilumino estas estrofas/ tomadas desde el fondo de mi ser tumultuoso. Se autodefinió como una romántica surrealista y lo que esto implica de pragmático, lo atemperó con una mirada sensitiva en el más evolucionado sentido del vocablo.
¿Surrealista? Sí. La palabra desnuda frente a las nuevas cadencias, desprovista de la nostalgia y la costumbre, corre en su ser tumultuoso como un río a la sombra del sentimiento. Fue además una escritora ecléctica. Depuró la escritura con asertiva escogencia. Ni siquiera la belleza que persiguió e intentó asir como única medida, escapó a esta manera de sentir y cantar.
Estas líneas que escribo en mi casa de Popayán, visten de luto por la Venezuela literaria y humana. La desaparición de esta esbelta muchacha de más de noventa años, marca el final. En su apartamento donde tantas veces intentó llevarme de la mano hasta la salida del laberinto, quizá seguirá siendo “taciturna belleza/ espíritu lejano/ indefensa ternura/ deseo de un deseo azul de soledades/ Un suspiro impalpable/ atraviesa la sombra/ de mi celeste sombra.



PÁGINA 15 – POESÍA ARGENTINA: TIERRA DEL FUEGO 

JULIO JOSÉ LEITE
(Ushuaia-Tierra del Fuego-Argentina)

NOCTURNO EBRIO

Regreso a mi casa
y en la esquina de Bilbao y Don Bosco
pongo una flor en mi solapa
de apio magallánico
-calzo el olvido en mi solapa-
He recorrido
todos los bares de mi barrio,
todos
esta noche.
Por ejemplo
a las dos de la mañana
en los “Tres Barrilitos”
me atendió Gabriela,
al yo no tener dinero
ni gracia
ni conversación
ni ganas,
se fue como tantas
guardando sus masajes
y manzanas
para otros parroquianos.
Retornó a lo más profundo
de ese paraíso de humo
meneándose al tonto ritmo
de una cumbia villera.
Hoy,
fuera de mis efluvios alcohólicos
rememoro
con la boca áspera de tu recuerdo
que ella, Gabriela
por lo menos me contó
de su nacencia en Santa Fe
y yo aún no sabía
donde iba a morir
en esa noche
lejos de la patria de tus ojos.
Luego me habló
de Paso de los Libres
y de pieles vendidas
y vergüenzas,
mejillas rojas de distancias
de parientes e hijos
y caricias mentiras.
Corrientes extrañas
-me explicó-
la arrumaron
a la siempre noche
de este pueblo.
Tengo masajes –me dijo-
No tengo plata –respondí-
¿te queda memoria?
-Silencio patagónico-
Mientras ella
me acariciaba la entrepierna
me acordé de mis hijos
y con suavidad de lana
retiré su mano,
pagué la copa que bebía
y me fui…
De regreso a mi casa,
frente al bar de Tebes,
puse una flor
de apio magallánico
en mi solapa,
doblé por Don Bosco
y entre el “Sol de Mayo”
y el “Blanco y Negro”
al fondo,
me acosté sobre el lecho
de tu ausencia.

AIXA RAVA
(Río Grande-Tierra del Fuego-Argentina)

TIERRA DEL FUEGO

La luz rodea el verano en el recuerdo,
aquí la sombra deambula con los niños;
entre turberas y fiordos, los glaciares
hacen que el hielo se vuelva un enemigo.
En esta isla, la sangre se congela,
la piel se raja, la voz se hace chillido;
y hasta las bestias, las plantas, los caminos
creen que la nieve es ajena al paraíso.
Y es que no hay cardos, sudor, no hay regocijo
de tambos, de granjas ni de silos;
y si hay un sol, un día, una tarde,
se esconde junto al hierro sin aviso.
Jugar es cosa de adentro, no de plaza,
y a nadie se le antoja el infinito,
que está en el mar, en el nombre, en la bahía,
en todo el viento, y también, en todo el frío.
En un domingo de bosque y costa espesa,
la libertad una rama de lenga
quiebra
con la ilusión de salir y no encontrarse
con el blanco, el gris y la tristeza.
La isla para el niño es una cárcel
con gaviotas, nutrias y orcas muertas,
un exilio, un castigo, una venganza,
que en el sur de estos pies dejó su huella.

ALEJANDRO PINTO
(Río Grande -Tierra del Fuego-Argentina)

GRAVEDAD EGO

Cierto que todo sigue,
no soy el último
ni el siguiente,

estoy entre las caras
de una ventana fría
y mentirosa.

LUIS COMIS
(Ushuaia-Tierra del Fuego-Argentina)

PASOS

Si apenas consigo el sigilo del silencio
y el vórtice de la noche es un abismo
tal vez mañana ya no sea mañana
y tan sólo un barco rojo del olvido

si mis manos están vacías ya de vientos
y el conjuro no sea del espanto
andaré sin miedo la cornisa
y tu voz anunciará ya lo anunciado

si el presagio es un azar o una condena
y el peso de la culpa ya no pesa
estaremos muertos pedazos por pedazos
y la vida en desuso ya vivida

si te espero como siempre en el mañana
y avizoras un futuro de retazos
no me esperes a la vuelta del camino
que mis pasos ya no pasan por tu pasos.

PRISCILA VALLONE
(Río Grande-Tierra del Fuego-Argentina)

(P)

Quién mejor sino para
Escalarse arrastrándose
Hasta el borde del punto
Más infinito del alba

Para ensordecer
Con eco de trueno
Y garganta entregada

(la miel en los surcos
Del pétalo a pétalo
Que desviste a la espina)

Un canto de fosa pálida
Cardumen de espejos
Destellando el sol al río
El viento como navaja al pecho;

La musa que respira dormida
bajo la cobija de la belleza y la inexistencia,
del ulular su forma a pedido del día

Hila al poeta

Para que a fragmento de pluma cálida
Destruya la pasión al universo que lo nace

Para que logre por sobre todas sus letras,
Por sobre todo el resto de las hojas
O los pies muertos;
La suavidad ante sus ojos.

Y como brisa al aura externa
Al rostro pálido ajeno
Que espera del vacío
Un nacimiento de melodía tersa

Crea con su aliento
Emergiendo de esta superficie
Tragando llama a lumbre
Penetrando en la inconsciencia
Del parpado al alma dormida
(Un augurio de voces sobre la palma);

La caricia
De la palabra.

DANIEL QUINTERO
(Ushuaia-Tierra del Fuego-Argentina)

EL JUEGO DE LA GUERRA

Mientras juegas a aparecer
y llamas a mi pecho con voz ausente,
con lamento de historia sepultada,
la luna llueve sobre mi escondite
y yo hago pájaros
para esperar la noche.

Todavía veo aves quebradas por los relámpagos
de tus besos mortales.
muero levantando los pasos, tu huida
que es mi única herencia.
la sed de este instante no distingue líquidos
y quedo a merced de la sequía
como una estatua desnuda.



PÁGINA 16 –  NARRATIVA

ALFREDO DI BERNARDO
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

LECTURA OBLIGATORIA

Lo siento mucho, pero debo informarle que está usted en mi poder. Lo he atrapado. Quizás usted aún no lo haya advertido, pero desde el momento en que posó su mirada sobre la primera de las palabras que componen este cuento, quedó completamente a mi merced. Por más que lo intente, ya no podrá escapar de mí. Al menos, no hasta que termine de leer estas líneas. Tal vez si hace unos segundos hubiese optado por elegir otro texto o, simplemente, por seguir cualquier otro de sus impulsos (ponerse a escuchar música, por ejemplo), las cosas serían diferentes. Pero no lo hizo y ahora es demasiado tarde: no tiene margen posible para evadirse de mí. ¿Le molesta que se lo haga notar? Es natural; a nadie le gusta asumir que ha perdido el dominio de sus actos. Pero no se rebele contra lo inevitable. Sólo acéptelo: no podrá dejar de leer este texto hasta no acabar con la última frase. Usted dirá que lo que termino de afirmar es ridículo y exagerado. Seguramente argumentará que la simple maniobra de alejar sus ojos del papel le alcanzaría para librarse de mí. Puedo incluso imaginar la expresión desafiante de su rostro mientras su mente se apoya en esta tranquilizadora hipótesis. ¿Realmente cree que las cosas son tan sencillas? Supongamos por un instante que es cierto, que usted abandona la lectura de estas líneas aquí mismo (decisión que, sin embargo, no ha tomado, ¿me equivoco?). Bien, haga uso entonces de su ilusoria libertad e imagine que se dedica a mirar televisión, a darse un baño, a escuchar música o a comer chocolates. ¿Verdaderamente supone que realizar cualquiera de esas actividades lo pondrá a salvo de mi control? Permítame el placer de socavar con fundamento sus candorosas esperanzas: no lo logrará. No niego que quizás consiga desligarse de mí por un lapso determinado, pero se lo aseguro: no pasará demasiado tiempo hasta que descubra en su boca un regusto amargo de curiosidad insatisfecha y compruebe que lo único que ha logrado es retorcerse patéticamente como la mosca enredada en la telaraña. Mis palabras continuarán acosándolo, acechando su sueño y su vigilia, listas para derrumbar sin piedad sus frágiles anhelos cuando usted menos lo espere. ¿Piensa que estoy siendo tendencioso? Está bien, deje entonces de rumiar vanas protestas contra mi actitud presuntamente despótica y reivindique con hechos su libre albedrío. Adelante, no imagine nada; hágalo. Aléjese de mis trampas y señuelos. Salga del laberinto que he creado para usted. Vamos, anímese, deje de leer ya mismo, dése el gusto, cumpla su deseo. Saltéese el final de este cuento y demuéstreme que estoy equivocado. Sorpréndame, haga añicos mi convicción, aniquile mi certeza. Es inútil; no lo hará. ¿Lo ve? Todavía sigue allí.



PÁGINA 17 – POESÍA AMERICANA: GUATEMALA

PABLO BROMO
(Guatemala-Guatemala)

PATADA EN EL CULO

La vida está jodida
realmente jodida
como una canción de cuna
en medio de un tiroteo de narcos
o las declaraciones estúpidas
de un payaso
que tenés por presidente

Los sueños se truncan
La esperanza es una alcancía rota
Una piñata linda deshilachada por la rabia
y todo lo que hacés
es soñar
es sonreír
es rechinar los dientes
Hacer espacios en tu agitada agenda
para salir a tomar Ginebras
con la chica que te gusta

La vida está jodida
Es un almacén de platos rotos
Una peregrinación de fracasos
a otra parte que no tiene nombre
Otro lugar
que no conocemos
y decidimos llamarle:
Desapego
Vaivén
Estruendo de mar


Tu vida está jodida
Mi vida está jodida
Todo es una carretera abandonada
Un delirio cotidiano de pagar deudas
y responder abrazos

Pero aún
Después de todo
lo jodido de este caminito
es que las estrellas te silban
un Matilisguate te ríe poemas
la niña del semáforo hace algo
que de verdad te parece emocionante
el volcán te luce su mejor pulóver
las nubes bailan sobre tu cabeza

Y entonces le das
Una patada en el culo a la tristeza
Una patada llena de miel en el culo amargo a la vida y su tristeza
Y todo es una ráfaga de cosas lindas
que llenan de calor
el frío que sentís dentro

Y la vida que está jodida
Te dice: Vamos, bróder,
mañana será otro día lindo.

CAROLINA ESCOBAR SARTI
(Guatemala-Guatemala)

NO SOMOS POETAS

Somos apenas amantes
suicidas con la cuerda
en la mano
caminantes de antes
usurpadores de abecedarios.
No somos poetas
somos adivinadores
de oscuras cavernas
transeúntes por azar
locos por vocación.
Somos talladores de nubes
lluvia sostenida
cuerpo que recuerda
hambre insatisfecha
confesión última
dueños de medio corazón
límite de penumbra
sangre que camina el mundo
puerto de anclaje y despedida
sólo somos tiempo
una carta interminable
que continúa escribiéndose
sin fecha de entrega.
Somos una arruga en el mediterráneo
buscando, no los seis días de la creación
sino los siete minutos
de nuestra vida compartida.
Y esto no es un poema
sino el  inicio del primer minuto
                            (el nuestro)
porque después todo estuvo aquí
para siempre.
El credo levantado,
el caos, el misterio,
el asombro y el verbo.
La santísima palabra
en el universo
de la salamandra.
El fuego robado
porque el paraíso
también es nuestro.
Fundamos la memoria
de la luz y el perfil de la montaña
probamos primero la sal
en el océano de nuestros ojos
y nos supimos robustos árboles
no ramas quebradizas.
Aullamos a la luna
reclamando al sol su eclipse
e hicimos el amor
en los siete mares.
Sea la luz
y fue la luz.
Todo somos
menos poetas.

WINGSTON GONZÁLEZ
(Livingston-Izabal-Guatemala)

Hay olas de luz que en la roca buscan reconocerse
Hay olas de luz que en la roca buscan reconocerse
¿pero qué? si sepultadas las almas de los muertos
caemos
somos un puente/ dientes de palabra subterráneas ¿y?
y pasa que como estos trigales la tarde se sienta
en una silla al horizonte sobre un tanque de guerra
el anillo del cielo se coloca entre el dedo anular y oigo
oh fortuna nuestra los ojos del invierno que son
una fugaz memoria de luz/ somos trampas
asperezas que esperan trigales de guerra nueva luminaria
¿y si a nuestros muertos
le crecen alas y hojas?
como empezar a creer la primavera, amor
habrá que buscarnos un nuevo cielo
otra vez
hay olas de luz que buscan soñarnos y en sus ramas la tierra
¿y la tierra qué? si es un oscuro ruido de árboles
podría decirse: igual que tu pie es la tierra que no me toca
pero qué/ podría decirse que es un alimento que se esfuma
que se quema cual idea/ imagen nítida
tras el televisor más antiguo del universo
un juguete de la historia
eso es esa mordedura/ una tóxica abstracción de asfalto

CARMEN MATUTE
(Guatemala- Guatemala) 

Mi casa
A Francisco A. Méndez

Amo mi casa
por sus cuatro viejos costados
llena de voces y ruidos:
casa de adobe y machihembre
que se queja por la noche
como una viejecita enferma.
Amo esta casa que me habla
desde sus inocentes paredes,
desde sus oscuros rincones
y sus goteras que regresan
cada año con las lluvias de mayo.
Amo esta casa
de habitaciones revueltas
-que guardan las memorias
de los vivos y los muertos-
donde mis hijos
duermen un sueño honrado
y la verdad amarillenta de los libros
reposa en anaqueles que huelen a cedros y
cipreses.
Casa sencilla,
con el lujo antiguo
de un filtro de agua que no sirve,
relojes que no miden el tiempo
y una cocina alegre y cálida,
como deben ser las madres.
Casa hecha para vivir en ella,
o simplemente
para entrar por sus puertas sin cerrojos,
por sus ventanas abiertas
y encontrar su corazón de adobe
que late acompasado
al mismo ritmo de la tierra.

GERARDO GUINEA DIEZ  
(Guatemala-Guatemala)

NAUFRAGIOS
(Cuerpo del niño kurdo)

Hoy cayó un general
y vos, boca abajo, ahogándote
de soledad y noche
-Ruiseñor que cantaba-
Veo tu cuerpo y su playera roja
tu brazo derecho en la arena
quién tuviera la voz de Bola de Nieve
y cantarte: duerme, duerme negrito,
pero el dolor naufraga entre palabras.
No irás al olvido
porque todo te nombra,
el llanto de tu padre,
el relámpago de tu silencio.
Sí, mi niño, hoy cayó un general
y las olas que mojan tu frente
son la danza postrera
de nuestra miseria.
Sí, mi niño, mi niño boca abajo,
calvario inmóvil,
ángel sin alas,
encallado por la vileza de la guerra,
eres el que pintaba pájaros azules
en los brazos de la tarde.
Sí, mi niño, mi niño boca abajo,
faro de mar adentro,
tu cuerpo de tanta alma
será letanía de manos abiertas.
Sí, mi niño, mi niño boca abajo,
tu amargo puerto
es la pregunta que quedó
en soles ciegos
y pesadumbres blancas.


JOHANNA GODOY
(Guatemala-Guatemala)

A MI HIJO

Para luchar
hemos nacido

Para unirnos
a miles de hilos de sangre
que injertaron sus voces
en nuestras entrañas

No tememos
el posible allanamiento
del corazón

Vos llevarás mi voz
cuando me crezcan flores
y los sueños continúen
siendo sueños

Cuando mi muerte
haya roto tu vida
vos sabrás:
para luchar
hemos nacido



PÁGINA  18 – NARRATIVA

JORGE ISAÍAS
(Los Quirquinchos-Santa Fe-Argentina)

ESCARCHAS

Era cuando la luna sólo se reflejaba en la escarcha que paralizaba los charcos, cuando no había una mariposa ni por asomo, cuando reinaban las paspaduras y los sabañones. Noches en que la luna brillaba como un gigantesco plato sobre los campos cubiertos de una helada pátina blanca, una luna que daba una luz extraña y fantasmagórica, como si se tratase del paisaje de un planeta lejano.
Con todo ese frío, sin embargo, las actividades seguían su curso. La única calefacción de la casa la constituían las cocinas económicas o en las casas más pobres el hospitalario fogón, con la exclusiva combustión de los marlos que se almacenaban en trojas familiares hechas de cañas y alambres. Eran en pequeño las mismas que había en las chacras y que guardaban las rojas espigas de maíz esperando que las visitara la máquina desgranadora y que luego pasarían a otra, donde los blanquísimos marlos serían depositados. Según mi padre, los más ricos asados se degustarían con esas brasas.
La leña, que se obtenía de los árboles caídos en las tormentas, necesitaban mejor protección y toda casa tenía, aunque fuera precario, un galponcito que llamaban leñeras ya que por obvias razones no podía ese material tan valioso permanecer a la intemperie.
No sé por qué aquellos inviernos se nos aposentan en la selectiva memoria como excesivamente crudos. Pero no era obstáculo para que nuestra actividad escolar o mejor aún, nuestros juegos no siguieran su curso. Como anochecía muy temprano no era difícil que cenáramos casi a la caída del sol y poco después acatáramos la orden paterna de irnos a dormir y desde nuestra cama oyéramos el ciclo cotidiano en la programación de radio El Mundo, "Glostora Tango Club", con sus orquestas en vivo y sus tres tangos brillantes. Acabado el cual, mi padre apagaba la radio, mi madre recorría las habitaciones con la lámpara, una mano puesta sobre el tubo para defender la llama de las corrientes de aire, la depositaba sobre la mesa de luz, y nos arropaba, cubriéndonos con la frazada y apretándola sobre nuestras espaldas que ya comenzaban a calentarse y uno veía venir el sueño como una nube dócil y protectora sobre la pequeña humanidad que en silencio agradecía ese mimo, que no por repetido, no esperara entre abandonado y ansioso.
Al despertar, ya mi padre no estaba, había ido hacia el trabajo y mi madre me había preparado ya el desayuno, café caliente con leche muy gorda, porque venía directamente del tambo a la ollita donde hervía todo su espumoso blancor. Una galleta que rara vez se acompañaba con manteca o algún dulce casero, industria de su manos. Y luego sí, el corto camino a la escuela que muchas veces, sin ponernos de acuerdo, haríamos con mi amigo y compañero de grado Miguel Correa. Esas tres cuadras las hacíamos cascoteando gorriones que se atrevían por las zanjas llenas de escarchas, y en la calle cubierta de costrones de barro donde buscaban algún alimento.
Un día, casi de milagro se nos apareció un chimango, con sus alas enormes. Miguel, rápido de reflejos antes de que yo atinara a levantar un cascote, le arrojó con un flamante tintero de vidrio que llevaba en su mano agarrotada de frío. No dio en el blanco pero sí se estrelló en el cordón de la vereda de la escuela, de riguroso ladrillo bien cocido. El bicharraco nos miró fijamente, en su cabeza terminaba en desagradable pico curvado y luego agitó sus inmensas alas y se elevó raudo sobre las plantas de moras negras que bordeaban todo el perímetro del terreno donde se levantaba ese edificio querido. Como el dinero no sobraba, y don Leandro, su padre, era muy severo, tal vez se ganó una paliza. Imposible recordarlo hoy y si le pregunto tal vez ni él mismo lo recuerde.
En ese tiempo, todos los chicos de mi barrio acortábamos camino. No entrábamos por la puerta principal. Al terminar la placita vecina, un desvencijado portoncito, que sorteábamos muy fácil, nos metía dentro del patio de la escuela. Era un gran patio de tierra con ralas gramillas, donde jugábamos breves partidos de fútbol en los recreos. Unos grandes plátanos, casi centenarios que aún subsisten, hacían de arcos naturales. El balón era casi siempre de trapo, y de vez en cuando alguien traía una pequeña pelota de goma, roja, con listones amarillos. Sonada la campana de entrada, la escondíamos en un caño que desaguaba la lluvia del techo. Era una prevención para evitar la requisa de la maestra. Ella quería evitar que la emprendiéramos al jueguito "de cabecita", como le llamábamos, en el aula. Los recursos de aquellos tiempos lejanos como el vuelo incesante de las golondrinas que buscaban su rumbo, eran incesantes y creativos.
Traerlos hoy, aún con la crudeza del recuerdo, imprime en nosotros un calorcito de rojísimas brasas.



PÁGINA 19 – POESÍA  AMERICANA: EL SALVADOR

ANA GABRIELA PADILLA
(San Salvador-El Salvador)

PATERNÓSTER

Por no desprenderse del muérdago heredado
del “estar”, mezclado a los cordones ancestrales
que maneja la historia;
con el linaje borbotando la antigua sangre,
el apetito milenario se enarbola,
prolifera entre la miasma
dejando por testigo a una carne nueva
que renueva y atrapa los nombres.
El trozo bayuno se hace otro
para tener sostén y alivio
en los días en que ya no se es.
De nuevo es ése,
el neófito que despierta,
el meyótico que viene a beberse
la placenta reciclada de tantos siglos

DAVID ESCOBAR GALINDO
(Santa Ana-El Salvador)

1
Te observo desde el tejado de las obsesiones,
sabiendo que esta noche no será eterna,
que el día asomará con su facha de vagabundo,
que tendremos que seguir siendo lo que somos,
fantasmas,
iluminados,
indigentes,
arcángeles,
ciudadanos perplejos,
pero no importa: espérame,
cuando la noche vuelva yo también volveré
a observarte mientras duermes desnuda a lo largo de mi cuerpo,
a observarte desde mi atalaya de búho feliz.

TERESA ANDRADE
(San Salvador-El Salvador)

PASILLO PARA GATOS

Nos encontramos cinco calles abajo
y la cocina dejó de ser el
refugio de las ratas.
Nos encontramos para cruzar las calles
y desperdiciar el cigarro a la vuelta de la esquina,
el comedor dejó de ser el lugar perfecto para esconderse
tras los manteles que nunca han de mover.
Nos encontramos para esconder el laberinto de los ojos
y cargar las compras de la semana.
El espejo dejó de robarnos personalidad
y el televisor dejó de ser el centro de
atención de los miedos y los quejidos.
Nos sentamos en el parque de la esquina
ha construir murallas al lado de nuestros pies
porque los zapatos viejos estorban en el closet
y dejamos que la ropa se fuera
acumulando en el sillón.
Ya para qué seguir con el calvario de los gatos maquillados.
Dejaremos de encontrarnos
y tal vez la próxima semana nos tomemos un café.

LUIS ALVARENGA
(San Salvador-El Salvador)

V
Yo he sido las sombras de todos esos condenados.
A mí, todos los horrores de este círculo.
Yo fui más allá de las cenizas
y fui el perfume que se dilapida entre sedas.
Fui quien enloquece
por un cuerpo tibio
y luego cae desde la torre al escarnio.
Soy las lágrimas que vierten
los penitentes,
el futuro malbaratado
por el cielo fugaz
de una rosa abierta,
el que perfuma la tarde
y sus cenizas.

AÍDA FLORES ESCALANTE
(San Salvador-El Salvador)

En busca de la luz

XIII

Xipe Totec,
traes contigo las lluvias.
El tiempo sagrado
de la siembra del maíz.
Es mayo.
Renuevas la vida en el árbol de jiote
y en las figuras de papel de colores.
Los ríos, lo pájaros y los niños
cantan el canto de la vida.
¡Qué hermoso es verte
mi Señor Desollado
coronado de frutas y de sol!
Que hermoso es verte
como rayo de luz
fluyendo al corazón de los hombres,
las mujeres y los niños
de Cuscatlán.

ÁLVARO DARÍO LARA 
(San Salvador-El Salvador)

Habla el poeta
La realidad más íntima termina si
endo la realidad del poeta.
Y esto es así.
En Baton Rouge, Atenas, Jerusalén, San Salvador o Nueva York.
Ciudades amadas y temidas.
¿Y por qué?
Si al final sólo existe el borrador inacabado del poema.
La torre mayúscula de la feliz y cruel introspección.
Nada se mueve de nuevo. Todo parece fijo.
Los constructores siguen instalando tuberías.
La noche es el criminal viaje del tránsfuga.
Dios se revela en las canciones
insistentes de los condenados.
Vienen las noticias. Nos contaminan los medios.
Dios floreció en el Acelhuate. En la hierba promiscua
y resplandeciente de los últimos tejados del barrio La Vega.
Dios, amigo, nos volvió a enviar un correo electrónico
esta noche.



PÁGINA 20 – ENSAYO

MIGUEL ÁNGEL GAVILÁN
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

JORGE AMADO: UN FACTOR DE LECTURAS.

En esos caminos ajenos fluyen voces, colores, manos y labios que nunca besaremos, surgen profanos, los contornos que amaremos una sola vez y se diluyen las formas de lo que ya nunca podremos tener.  Esa complejidad del acto de lectura nos ubica en el vaivén de la palabra del otro, nos doblega y nos inunda, nos llama y nos abandona.
Jorge Amado es de los escritores que uno destina para leer cuando “tenga tiempo”. Es un narrador víctima de esa muletilla de las horas libres, descuidadas y desobligadas que nunca llegan pero que se desean como la mejor recompensa. Digo, de esos momentos de espaldas al trajín diario donde la lectura puede ser la mejor ocupación de los desocupados; donde nuestra única intención es no querer ser nada más que unos pobres sujetos sumados en el desconcierto de la calma. Porque somos, a esas horas, el último pináculo de la rebeldía en que corre final y fatal, la memoria de los días perdidos.
Entonces, nos detenemos a mirar los libros como retos encuadernados, partes de un universo detenido en los estantes de la biblioteca, esperando que alguien se acerque a vivir sus historias. O a revivirlas. El tiempo parece no pasar en las repisas pero sigue pasando con su ritmo susurrado de papel que se herrumbra, con su fatiga en la fatiga de las horas. A través de los libros el tiempo se doblega. Es una batalla desigual, tan pretérita como el deseo, como la rabia o el sueño, pero que a la vez nos llama manteniéndonos erguidos detrás de la pereza, por encima y además de cualquier renunciación.
Este verano fue uno de esos en que el tiempo se detiene y nos dialoga al oído. Nos incita a parar, nos da una tregua, nos entrega la tranquilidad necesaria para leer los tan postergados textos a los que nunca les dimos importancia.
Porque eso es lo que me pasó con Jorge Amado: no le di importancia. Nunca se toma en serio lo que es comercial, esos títulos que se escuchan de boca en boca, mientras viajamos en ascensor o caminamos hacia la oficina. Son nombres o autores a los que con solo ver la cara de quien los nombra con admiración, ya se nos derrumban o, peor aún, pasan a engrosar el depósito de lo que consideramos la literatura chatarra o pasatista.
Yo había comprado en una época muchos títulos de Jorge Amado. Había visto dos películas, “Doña Flor y sus dos maridos” y “Gabriela clavo y canela”. Ninguna de las dos me parecieron grandes obras cinematográficas pero no obstante cierto trabajo de los personajes como el perfil de los maridos de Doña Flor, o la descripción aparentemente jocosa de la sociedad provinciana realizada en “Gabriela...” me despertaron curiosidad por ese autor del que todos hablaban en los colectivos, en los mercados, las mujeres en las peluquerías y los hombres en las estaciones de servicio. La década del ’80 estuvo sumamente empapada por la felicidad caliente de Amado. Yo me acuerdo que la gente hablaba de sus textos y gozaba repitiendo pasajes de ellos. Amado, de alguna forma había tocado una fibra de la sociedad latina al centrar sus novelas y cuentos en la pobreza de las favelas  o en los barrios proletarios de Bahía, su Bahía,  proyectando esa visión de la decadencia al resto de América y del mundo, como si fuera una forma del ritmo, un jolgorio. Amado resemantiza el significado de la miseria, lo filtra a través de un cedazo de vitalidades y de deseos hasta hacer de esa temática decadente una forma de celebrar la vida.
Amado protesta desde la felicidad de los oprimidos. El autor encapsula el dolor, el pesar, la decadencia y los abusos dentro de una burbuja de ritmos que sin dejar de ser sensuales hacen de ese objeto que se denuncia el germen central del goce. Vale decir: el bahiano de Amado se impulsa desde su dolor para hundirse y justificar su contento.
El autor toma el camino más árido puesto que opta por el goce de los sentidos para denunciar la falta de sentido de los poderosos; se asoma a los actos carnales por intermedio de sus prostitutas, mujeres simples que se enorgullecen de hacer favores y dar el cariño que las esposas ya no pueden dar, para llegar a valorizar el verdadero amor, ese sin tregua, sin tapujos, sin consuelo que delira y hace delirar. En Amado el sexo es el hilo conducente para hablar del amor puro, del desinterés absoluto de toda relación, del desbocado abandono en los brazos del otro.  Apresa la lujuria y la transforma en código de gestos, en goces de miradas, en seducción llena de mares y de mujeres que se obstinan por alcanzar la dicha.
La obra de este autor tiene dos características fundamentales: es extensa y es compleja. Su misma extensión complejiza la obra ya que resulta difícil recortar un corpus de análisis  sabroso para su estudio y representativo de una propuesta literaria. Pero, como ventaja de esa extensión, tenemos que la obra de Amado es temáticamente variada.
Dentro de su producción encontramos desde la novela romántica (“Doña Flor...·”, “Gabriela...”, “Teresa Batista cansada de guerra”), pasando por la  histórica (“Romance  de castro Alves”) y por la de costumbres (“El país del carnaval”, “Tienda de Milagros”), hasta llegar a la  de hondo contenido social donde profundas discrepancias políticas ubican a la enunciación en la no siempre recomendable tribuna de la denuncia (“Capitanes de la Arena”, “Agonía de la noche”). Digo ‘no siempre recomendable’ puesto que los textos de denuncia traen en sí una saturación, un límite que  lo impone la denuncia misma, que va en desmedro muchas veces del potencial artístico de la obra. “Capitanes de la arena” constituye a mi criterio el punto más alto en la narrativa social de Amado, no solamente por el fresco cultural que logra, donde las convulsiones de una sociedad de valores destruidos o en plena destrucción se imbrican y se tuercen, se cortan y se ahogan entre sí, hasta transformar la vida en un estertor de moribundos, en un lecho embarrado como la playa donde pululan los niños que protagonizan la historia; sino porque es una novela hermosa, es un bello trabajo literario en donde la realidad que se figura no sojuzga los recursos expresivos de una pluma brillante.
Si bien la crítica social está presente en todos sus textos, es en las novelas en donde no se plantea hacer un panegírico de la lucha del pueblo bahiano, en donde está más viva la crítica  hacia cualquier forma de totalitarismo y abuso político.
Pongo por ejemplo el caso de “Teresa Batista...”. En ella hay una parte donde Teresa, siendo niña es vendida por su tía a un terrateniente rico que abusa sexualmente de ella hundiéndola en un mar de violencia física y sicológica que la anula hasta reducirla a la bestialidad. Esa relación forzada, no es más que un pasaje de la historia pero sintetiza un conflicto social del que el propio Amado fue testigo. La novela cuenta en esta parte el enfrentamiento desajustado de dos fuerzas: los que ostentan el poder y los que son carne de cañón de ese poder.
Teresa Batista, niña, huérfana, salvaje, desprovista de toda maldad, brutalmente hermosa  representa al Brasil grosero, ventral, asfixiado entre olores de hebras y sudores de carnavales deshojados en noches de fiesta. Es el grito. Contrariamente, Justiniano Duarte Da Rosa, el hombre imponente del traje blanco, que lleva una cadena al cuelo en la que cada eslabón  es cada una de las muchachas vírgenes que él violó en circunstancias análogas a las de Teresa, configura el poder descontrolado, atropellador taimado, es un poder de pies embarrados y barrigas llenas. Es el que seduce a través del golpe, del latigazo pespunteando la carne de los caídos. Ese poder de masacre en un Brasil que abre los ojos en mitad de una nube de miedo y silencio.
Teresa le dará resistencia hasta que todo su orgullo de ser humano se doblegue ante el dominador. El final de la contienda lo marca Justiniano cuando le quema los pies a la niña con un bracero completando con su caída, el dominio del rebelde.
Si bien hay un recupero de la fuerza del pueblo Bahiano cuando Teresa mata a Justiniano de una puñalada, varios capítulos después; es éste enfrentamiento de la primera violación el que más fija el panorama de la lucha.
Más adelante aparece Daniel, el muchacho rico que enamora a Teresa y que precipita el desenlace. En este nuevo juego de opuestos establecido entre el joven y Justiniano, Amado especifica que, sin embargo estar enfrentados, Teresa y Justiniano  son los verdaderos hijos del lugar, ambos son la bastardía de la barbarie, y ambos quieren algo de Daniel: Justiniano, un lugar en la clase acomodada, ese sitio al que ni siquiera su dinero le permite llegar; Teresa, un amor correspondido, un arrullo aunque sea débil que la ayude a continuar en su rol de descastada.
El novelista tiene esa curiosa virtud  de hacer luchar a sus  personajes desde el amor.  El amor refugio y exilio. Quien se enamora de verdad en el mundo de Amado queda automáticamente preso en un ambiente sofocante de pelea y descanso, de contienda y exceso, de placidez y desolación. A su vez, el sexo en este autor es arma y delito. En el acto sexual se repliega y se expande la alevosía de los que participan.
Ese ejército de prostitutas comprensivas, que arrullan a sus clientes como si fueran niños de pecho; esas mujeres que se pasean casi desnudas por sus novelas, imponentes morenas que sacuden su inocencia como una provocación; esos muchachos que compran noches viejas de placeres abigarrados en camas pobres, constituyen tópicos en donde la lucha carnal es una lucha de poder, de imposición y destierro de perdurabilidad por encima del otro y de muerte.
Por eso en sus novelas proliferan las camas. Lechos desvencijados donde se derriten los cuerpos, llanuras de edredones, almohadas como senos, rulos de cobertores como cuencos, enredos de fundas y cobijas, tensores de batistas y firuletes de monogramas, son síntesis de la ira de los que pelean, centinelas vitalicios de una lucha de clase que se resuelve con jadeos y pulsos repentinos, con golpes y tocamientos, con la potencia y la mesura más desbarrancadas del deseo.



PÁGINA 21 – POESÍA AMERICANA: COSTA RICA 

ADRIANO CORRALES ARIAS 
(San Carlos-Costa Rica)

MUJERES

Sentadas o volando.
Desnudas. Plurales.
Danzantes en la labor comunal.
Entre sueños. En el vientre del espanto.

Mujeres en la sombra.
Al trasluz de la linterna.
En el tren de pasajeros.
En la casa de los huérfanos.

La historia les pertenece.
La hicieron / la están pariendo.
Nosotros la editamos.
Pero ¿quién pudiera escribir
las crónicas ciertas de sus quehaceres?

Porque del tálamo a hervir la leche.
En la hora de la siembra y de la siega.
En el centro de la noche.
En el relámpago de la siesta.

En la caricia apetecida.
En la batalla cotidiana.
En la ribera amanecida.
En la frutosidad de la fiesta.
En la oscurana de la tragedia.

Ellas / siempre ellas.

Sin su faena no habría luna llena.
Sin su lucidez no tendríamos locura.

Son el territorio inédito del poema.

ALEJANDRA CASTRO BONILLA
(San José-Costa Rica)

HURACANADA

A mi madre

Contraatacando
tu vértice emerge
y me lanzo al Norte
allá donde no me reconozco
donde provoca no ser herida
y esconderme de tu cántico
de tu galaxia sangrante.
Pero no me sirve mirarte de lejos
y vivir en el punto exacto
del que huíamos antes
tantas veces.
Aquí dejaste el frío que te encerraba
la cárcel
las rejas de antaño.
No me sirve el norte
por la absurda lejanía
que ya implica su silencio
y por todo lo que esconde.
Pero tu soledad convergente
se apiada
y con el mismo giro de tu huracán
me aferro al Este
espejo de viento y luna en anverso
prohibitiva catarsis
en que la tierra se descuartiza
y me cabe entera entre las manos.
Yo no sé jugar con tu universo
y seguís igual de distante
Eréndira aferrada a su soliloquio.
No estoy allí para vos
es cierto
pocas veces lo dijiste.
Estoy en el Este azur
de un blanco empedernido
casi transparente.
Y desde aquí nada
ni siquiera te diviso.
Así no más.
Estoy donde provoca la niebla
un fantasma
y se arremolina la certeza
de no conocerte.
Estoy donde una vez quisiste que te viera
entre murmullos aterrados
entre sumisiones ascéticas
mirando por una buhardilla
la inmensidad oculta de tu cuerpo.
Y en el poniente
anocheciendo tu vuelo
resistiéndome siempre a la sola idea
de que una vez te arrebaté las alas
y quedaste alucinando entre jirones.
Se hizo la constelación de la rosa
de la rosa de los mares eternos
reventando mis costas
pariendo.
Después esa necesidad terrible
de seguir brillando
y el Oeste rojizo te encierra
te absorbe hacia su luz
pero vos
que todo lo viste
reconocés el infierno.
Y tu ángulo que se extiende
sigue intacto
no dejándose llevar hacia el fuego
siempre en el centro imponente
provocando tempestades.
Y yo te quiero
no hablo
ni siquiera me acerco.
Recibo en mi Oeste
tu luz agotada
que provoca esa impotencia
esas ganas de salir corriendo
hacia el génesis que lleva escrito tu nombre.
Pero y es que vuelve
vuelve siempre el huracán
y yo que me dejo arrastrar
en su voz orgiástica de cuatro soles
llego al borde
al Sur que apunta
que amenaza siempre
con su filo de estalactita
chorreando constantemente un carmesí.
Aquí donde los vientos cruzaron la Tierra de Fuego
donde se quebró el mandala
y quedó tu aroma flotando buscando un mar.
Aquí donde lo que provoca
es seguir creciendo a pesar de la muerte
que llevamos derramada por dentro
donde lo que provoca es cualquier cosa
menos conocernos.
Y a veces aquí
donde añoramos tu mirada apacible
prolongada.
Yo no quiero caer
en este abismo erosionado
en esta ausencia de contornos
donde de todo lo que ves
nada existe
nada
más que tu palpitar fortísimo
que me llama
tu magia que me extrae
hasta que logro deshacer remolinos
cruzar descalza los arrecifes
asirme del magma esculpirme en roca
y llegar finalmente allí
hasta tu furia
en el centro
hasta tu libertad desconocida
hasta vos
hasta tus sueños censurados
inconsciencia de vida
hasta tu mano, nacimiento y muerte
hasta el grito que escuché
mientras huía
hasta tu eje permanente
hasta la convergencia
nuevamente huracanada
hasta vos
hasta donde estabas sola.

 ALÍ VÍQUEZ JIMÉNEZ
(Heredia-Costa Rica)

AYER EN BUCAREST

Vamos a probar que de jóvenes
estuvimos en Bucarest.

La ciudad era un entierro de pobre
cuando el invierno le cubría
sus alas de profeta socialista.
Negros los carruajes del frío,
y rojas las trompetas
que asomaban sus narices a la calle.

Antes de esto, el otoño tenía un galope
que se escuchaba como un coro de tropiezos
en una iglesia de cristales.
Los cielos grises se levantaban
temprano para asistir
a la lluvia más triste.

Y antes todavía, el verano
gobernaba los agobios
en un tiempo cuyo nombre
no queremos pronunciar,
y pintando sus yeguas de amarillo
ordenaba ensillar pronto
y no mover ni una pezuña.

Al final, la primavera
de Bucarest
increíblemente no nos trajo
muchachas perfumadas de rocío,
no desarrolló intrépidas aventuras
en sus balcones periféricos,
ni ofreció a nuestras mercedes
una paleta surtida de colores.
El azul se adueñó de esas flores
que desde entonces eran un recuerdo
seco de las tardes inconclusas.

¿Qué les parece ahora?
¿Hemos probado que fuimos a Bucarest?
¿O más bien hemos establecido
nuestra tendencia crónica a la depresión
y quizás los alarmantes indicios
de una personalidad múltiple
y sin embargo monótona?

ANA ISTARÚ
(San José-Costa Rica)

ÁBRETE SEXO

Ábrete sexo
como una flor que accede,
descorre las aldabas de tu ermita,
deja escapar
al nadador transido,
desiste, no retengas
sus frágiles cabriolas,
ábrete con arrojo,
como un balcón que emerge
y ostenta sobre el aire sus geranios.
Desenfunda,
oh poza de penumbra, tu misterio.
No detengas su viaje al navegante.
No importa que su adiós
te hiera como cierzo,
como rayo de hielo que en la pelvis
aloja sus astillas.
Ábrete sexo,
hazte cascada,
olvida tu tristeza.
Deja partir al niño
que vive en tu entresueño.
Abre gallardamente
tus cálidas compuertas
a este copo de mieles,
a este animal que tiembla
como un jirón de viento,
a este fruto rugoso
que va a hundirse en la luz con arrebato,
a buscar como un ciervo con los ojos cerrados
los pezones del aire, los dos senos del día.

CARLOS FRANCISCO MONGE 
(San José-Costa Rica)

LA LECCIÓN

Mientras el profesor prepara sus palabras,
con el mayor cuidado las elige,
las borda, meticulosamente las pule;
mientras duda un momento si aquella idea,
este concepto, la tesis tan de moda;
mientras se ajusta la corbata,
recoge su cartera, sale al público
y callan embebidos los oyentes de las manos heladas,
queda un joven oculto,
como una sombra presumida ausente para siempre,
con el mar como música de fondo,
lleno de perfección en sus caricias,
con el fulgor del tiempo
y la humedad exacta y necesaria
de otras palabras vírgenes, enhiestas;
y corre una vez más por ríos levantados;
no pregunta, no cede, no intenta la piedad
y se mira en espejos prohibidos,
sin soportar, viviendo venidero.
¿Cómo soñar lo que se pierde a trancos,
cómo llegar al punto de cuidar las palabras,
tasarlas, cautelosamente ordenarlas,
como este ínfimo instante,
tan pronto a rebatir teorías de moda,
corbatas, ceremonias, alocuciones?
Mientras duda un momento
se mira el profesor ante el espejo
y el efebo respira, fulgente,
danzando entre las sombras.

ARABELLA SALAVERRY
(San José-Costa Rica)

CHICAS MALAS

Fuimos las chicas malas
Asustamos a vecinos
escandalizamos a señoras
de misal y rosario
Siempre de negro
diluidas entre sombras
y desapareciendo en los espejos
Tomábamos coñac
en tardes infinitas
mientras el jazz
nos cubría
para escurrirse luego
por los poros
Disfrutábamos la hierba
ocasionalmente
sin compulsiones
cuando queríamos
abrir los ventanales del cielo
y mirar infinitamente lo que hubiese
Nacimos despidiendo guerras
vivimos Viet Nam
un acto obsceno
y en la piel
el dolor de Hiroshima
y Nagasaki
Nos desvelamos con Sartre
Pero fue Simone quien ayudó
a hilvanar nuestra protesta
Consideramos a los Beatles
un tanto pueriles
era Piaff
quien nos alimentaba
Trenzamos flores
guirnaldas
pero fuimos suspicaces
con las exportaciones del Norte
Nunca pensamos
que seríamos reinas
Sí quisimos con el Che
ser compañeras
Compartimos cuerpo y alma
sin pedir nada a cambio
La vida ha sido nuestro manifiesto
Encendimos lámparas
para apagar la angustia
de estar vivas
Vivimos tan
pero tan intensamente
que ningún dolor nos fue
ni nos podrá ser jamás ajeno
Fuimos las chicas malas
Olíamos a incienso
A pachulí
otras veces a menta fresca
Pero el olor
que nos acompañó
fue el de la melancolía
Fuimos las chicas malas
y aunque no lo confiese abiertamente
por el qué dirán
los hijos
los amigos sensatos
el perro
los parientes
seguimos y seguiremos siendo
chicas malas



PÁGINA 22 – NARRATIVA BREVE

EDUARDO FRANCISCO COIRO
(Lomas de Zamora-Buenos Aires- Argentina)

SIOFN

El hombre lee su informe otra vez:
"He observado que hacemos el amor en la esperable indiferencia con la que un empleado administrativo lee, firma y sella un expediente. Para el cual lo verdaderamente importante es el control. Que el expediente este en el estante correcto, disponible para cuando sea necesario otra firma, otro sello, pasarlo a otro estante con cierta indiferencia como si fuera a otro abandono. (....)"
"Después de haber pasado varias veces por el planeta Siofn los seres tienen una vida sin pasión. Los supera saber que su nuevo cuerpo tiene fecha de vencimiento; ya no sienten estar en una vida verdadera con peligros y desafíos, incertidumbres, frustraciones.... se limitan a administrar su tiempo en redes psicofísicas a las que confirman su pertenencia con gestos tan automáticos, tan naturalizados en su inconsciencia (...)"
Por eso el hombre ruega que lo transfieran a un planeta de "sangre caliente" donde la vida merezca ser vivida. Donde pueda sentir de nuevo -como aquella remota vez- que cada instante es un principio y un final.

MI PADRE SILBANDO EN LA NOCHE

Ahí va mi padre silbando en la madrugada. Es primavera. No alcanza con el canto cíclico de los zorzales. Mi padre se acompaña silbando. Es una melodía que alguna vez le escuche cantar en italiano, habla del amor perdido de una napolitana. Cada vez que lo escuchaba silbar aquella melodía era como si hablara en él toda la tristeza que tenía adentro.
Mi padre un hombre de silencio. De pocas palabras, las justas y necesarias.
Ahora que volvió la primavera y los zorzales cantan ó silban su insomnio. Mi padre vuelve a caminar a la madrugada hasta la avenida bajo las estrellas o la tempestad para ir trabajar a la fábrica. Esta sólo y se acompaña silbando su amor a una napolitana.

LEGADO

Le dejó a su sobrino sus cuadernos por legado. Le llegaron embalados en una caja y atados con hilo de yute. Son cuadernos comunes de hojas rayadas y espiral que vienen con su título en la tapa. El hombre elije abrir el que dice “Amor”.
Son frases sueltas. Según parece muchas eran propias, del propio saber del tío gestado en años de andar por la vida. Otras escuchadas. A veces frases subrayadas con resaltador en un recorte de diario.
Esta todo prolijamente anotado con su letra cursiva grande y clara, que le elogiaban tanto en su empleo de revisor de cuentas.
El hombre va al final del cuaderno. Esa es la última frase. Tiene una aclaración:
“Me dicen en el bar que lo dijo la Rosa Montero en un reportaje. No es textual, la escribo con mi memoria no tan buena…"
Lo verdaderamente heroico es querer al otro tal cual es.
"Tal cual el otro es" -Escribe para dar énfasis a la frase.
Luego sigue una reflexión:
 “Cada vez seremos más los viejos solitarios. Hasta que lleguemos a estar sentados en el geriátrico mirando un Potus. Con suerte habrá una ventana para ver el movimiento de la calle.
Y una mañana cualquiera, una viejita se siente al lado nuestro. Nos tome la mano.
Y sea tarde para casi todo, menos para sonreír”

AULLIDOS

Es la medianoche. Han apagado las luces del vagón para que la gente duerma.
Afuera hay un cielo estrellado y luna plena que ilumina el interior del vagón, dibuja formas extrañas según ingresan las sombras altas que bordean cada tanto el recorrido. El hombre lee a Saramago gracias a una débil luz individual. Encuentra una frase que lo sacude: "La culpa es un lobo que se come al hijo después de haber devorado al padre".
Piensa en su padre, nacido en un hogar campesino en la Italia de 1923. Ese sueño que lo sacudió ya anciano: los lobos se comían a sus ovejas y él no podía hacer nada para evitarlo. Así se despertó, de esa cara de espanto de su padre, el hombre no se olvida. Piensa en su padre, en él, en sus hijos. En otros padres con sus hijos. Todos acechados y finalmente devorados por la culpa. El espanto no lo deja dormir.
En los sueños de muchos hay aullidos.



PÁGINA 23 – POESÍA AMERICANA: PANAMÁ

DAVID RÓBINSON
(Panamá-Panamá)

Un golpe de playa y la risa
Sin pedir permiso
Besa unos labios
Y sin dar una excusa
La oleada de cabellos mojados
En la playa de mejillas
Juega con unos hoyuelos
Cuatro ojos se topan y no corren a ocultarse
Dos miradas y ninguna de Eros
Diez dedos se entrelazan y ni uno es de la sirena
Tanto amor para otros
Y él desamorado
Tantas canciones para otras
Y ella sin música

LUZ LESCURE
 (Panamá-Panamá)

ARS LÚDICA

Cuando estemos allí
de nuevo en el principio
-luego de tanto andar en manos de la razón-
podremos jugar al fin con pedruscos de colores,
asombrarnos de la lluvia, el sol,
y el alma de los árboles.

Recordaremos tristes el olvido milenario
del hermoso animal de humedad y piel
que casi se nos pierde.
Podremos volar sonrientes en sueños de ternura
sin el dedo inquisidor del censor implacable
y mirarnos desnudos, otra vez, al espejo.

HÉCTOR COLLADO
(Panamá-Panamá)

CONSTRUYAMOS UN PUENTE

Un paso obligado
para ir y venir
sin miedos,
ni restricciones

Levantemos un puerto
un sitio donde regresar
donde quedarse si hay sed
o hace frío
o faltan abrazos,
por si sobra soledad.

Instalemos una puerta
- para salir -
para no quedarse;
para salir a volar
de cuando en cuando.
Construyamos un puente
para que en la despedida
- eternoretorno -
todo se vuelva camino.

VICTORIA MENDOZA
(Panamá-Panamá)

III

Rafael me acompaña ahora. Me ha construido una casa de tablones.
Mis árboles se han muerto desde la infancia
y la tierra es áspera como tu rostro que se aflige de lejos.
Te bañas afuera para no incomodarnos. Crees que no te veo.
Se me está secando la boca. Estoy temblando,
dame de los frutos que se desintegran en mi boca.
Me has traído dos niños,
no les conozco, hablan en lenguas  y se esconden entre  mares de brazos.

Madre, Rafael no despierta.
Los dos niños desaparecieron  y estoy sola.
Es la primera vez en cincuenta y dos años que estoy sola.
Le estoy dando de comer y no come. Se ha orinado en la cama.
Nunca supe cuidar niños.
Este será mi primer hijo, pequeñas moscas verdes ya le decoran el cuerpo
y tiene un olor a vela derramada y a pasto profundo.

JHAVIER ROMERO 
(La Chorrera-Panamá)

LAS DESPEDIDAS
A  Yazmín

El tiempo te descuartiza frente a mi sombra
cuando el agua de tu muerte
se estanca en la pupila de mis venas
y un montón de hojas podridas
saturan la tristeza de mi sangre.

Y en una casa extraviada en algún sueño
los helechos soplan una llovizna silenciosa sobre tu vida,
a veces allí te encuentro
y te entrego las alas de un árbol,
para que mojes el cirio
que derrama su crepúsculo hostil entre tus manos.

Pero también existe un reloj de enfermas primaveras,
una costra de atardeceres en un océano lejano,
un cuerpo desnudo tatuado de eternidades
y la cáscara de un beso
donde se empozan las despedidas.

YOLANDA HACKSHAW
(Panamá-Panamá)

"Y yo que creí que todo el amor era mío"...
Banderolas de espumas de indiferencias
que flamean,
que queman,
que arden,
que duelen...
Un día pensé que todo el amor era mío:
Me equivoqué.
Su sonrisa
no era sonrisa,
era una dentellada en pleno rostro.
Sus manos, que creí bandas seguras
sólo eran hilos podridos.
Su corazón que lo soñaba mío,
sólo fue una extensa llanura de desolación,
hangar abandonado donde la nave de mi dolor estalló...
Mar sin mar.
Nube sin nube.
Negación de la negación.
Dolor de mi dolor...
"Y yo que creí que todo el amor era mío"...


PÁGINA 24 – NARRATIVA

MIRIAM CAIRO
(San Nicolás de los Arroyos-Buenos Aires-Argentina)

SOÑAR DRAGONES

Entre mi casa y la casa de la empleada municipal hay un sinfín de cosas: un color que a veces es rojo y a veces audaz, un jardín, una vereda, una incertidumbre, un cerezo, una calle, otra vereda, otro color audaz que a veces es rojo, un membrillo, otro jardín.
Por esas veredas pasa la gente de este a oeste, y viceversa, cruzan de norte a sur y viceversa, corren las mujeres que van a tomar el colectivo, mujeres a las que a veces se las lleva el viento, a veces, se las lleva el miedo. Por esa calle pasan los automovilistas sin piernas, con los ojos fijos hacia adelante. Uno de los jardines está habitado por una begonia china y dorada. En el otro jardín hay cuatro dragones azules que cabalgan sobre cuatro caracoles blancos cuando nadie los ve.
La distancia entre la casa de la empleada municipal y la mía no puede ser medida en metros, porque los datos de la realidad distan mucho de ser lo verdadero, a saber:
1) Ni es el ojo el que ve ni todo espacio es geografía.
2) Los jardines son más reveladores de un estado que de una forma.
3) Una empleada municipal que cría cuatro dragones como cuatro gatos, acciona el botón antipánico como cualquier otra mujer que jamás ha criado un color audaz, ni un gato rojo, ni un miedo dorado.
4) Una vecina, como pensadora que piensa su propio pensamiento puede escuchar, en medio de ese rumor mental, la alarma comunitaria y llamar por teléfono.
-Hola, soy la vecina. ¿Estás bien?
Y una empleada municipal, que hasta el momento jamás había sido oída, responde con su voz de humana transparencia. Ese sonido avanza, dándose a conocer, a través de los cables que pasan en línea recta por lo alto de la verada y atraviesan el color audaz del jardín, para meterse en el interior de la casa de enfrente, traspasando las paredes como larguísimos fantasmas negros.
-Sí, estoy bien. La alarma se disparó sola, voy a tener que llamar al técnico. ¿Sos la vecina de enfrente?
La empleada municipal confundió a la vecina que como pensadora piensa sus propios pensamientos, conmigo, y tal vez, por esa razón vislumbro a los cuatro dragones azules revoloteando alrededor de una lámpara. La empleada municipal no niega ni uno solo de esos pensamientos porque no está en ella contradecir lo que no le digo. La distancia entre lo que no se dice y lo que no se oye no puede ser medida en palabras porque:
1) Lo que no se dice está más allá de cualquier pragmatismo imbécil.
2) Lo que no se oye está al lado del deseo verbal.
3) Los cuatro dragones no son cuatro embriones perversos.
4) El botón antipánico sonó.
La empleada municipal cree que quien llama en su auxilio soy yo. Con una dulzura abismante me hace soñar el sueño de mí misma que aparece en su memoria y yo no puedo negarme a ser la que ella imagina. Mi voz se pierde, se fragmenta. La empleada municipal cree que es la hora en que los dragones deben estirar sus alas nocturnas y se despide.
-Es muy tarde, ya. Gracias por llamarme.
Y yo, a altísimas horas de la noche, llego a la conclusión de que la vecina, como pensadora que piensa su propio pensamiento es capaz de cualquier cosa con tal de escribir poesía y de soñar dragones



PÁGINA 25 – POESÍA AMERICANA: NICARAGUA 

BYRON PICADO MOLINA
(Estelí-Nicaragua)

CALMO RÉQUIEM

Este mes es de patria,
tremendos homenajes estos días.
Patria, paternal nombre femenino,
nación repetitivamente desgarrada
por pseudoideologías, saqueo y ambiciones.

Nacionalismos desfasados aflorando envidiosos,
intromisiones continuadas,
imposiciones duras de irreverentes organismos,
indecentes amores.

Pérfidos buitres neoliberales merodeando
buscando más despojos.
Este mes es de patria,
tremendos homenajes,
paternal nombre femenino mancillado,
vivaces Sandino esperanzas a pesar de tanto ilustre.

Patria, aún pan es posible
y por que no,
mejores circos.

Viva la matria,
vamos bien.

DARLIN ARIAS JIMENEZ
(Managua-Nicaragua)

DESPUÉS DEL CONATO

He de olvidar mi nombre
y poblar de vacío mi boca…

Estoy plagada de ausencias
de álgidos vacíos
de carne yerta sobre rígida osamenta;
mi piel no es mi piel
es tu tacto petrificado sobre mí.

Volvemos a las intrascendentes horas
a las sábanas blancas y limpias
al camino polvoso,
a nuestras manos aferrándose
y alejándose en las noches.

Estoy enferma de miedo,
me he contaminado al verte
al verme a mí observarte
tocarte
herirme con tus manos.

Atados están mis pies
esperando la bifurcación de nuestro camino,
la bifurcación de las rocas
del aire
de la tierra
porque todo se separa
se fragmenta
cambia.

Todo lo plaga la ausencia
todo lo maldice el olvido;
tu nombre,
mi nombre,
nuestras palabras
conversaciones lejanas
nocturnas risas silenciosas.
Todo.

Estoy plagada de ausencias.
Estoy enferma de olvido.

JIMMY JAVIER OBANDO
(Managua-Nicaragua)
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CONSUMIDOS POR EL TIEMPO

Todo termina sin darle tregua al tiempo.
Cada
minuto, cada hora, cada día muere
Con gritos que no se oyen
Y lágrimas que no se ven.
Así termina todo, en silencio.
Consumidos por el tiempo, y para el tiempo
Privados de sentir, de ver, de respirar.
Porque ya muertos
Sólo el recuerdo es fiel testigo
Del
arduo esfuerzo que emprendemos
Por dejar siquiera la migaja de una huella.

CAROLA BRANTOME
(San Rafael del Sur-Managua-Nicaragua)

MI CUERPO

Es una orilla mi cuerpo.
La orilla de un río ensimismado.
Un río que bordea sin rebasar.
Una orilla en vilo.
Como un pozo de aguas absortas,
Embebidas en sí.
Un juego de subterráneas hecatombes.
Pedrerías contenidas
al filo de una precipitación.

Mi cuerpo es la orilla de un abismo.
La eternidad de un instante arenoso.
La duda de una precaria afirmación.
Un significado con referencias oblicuas.

Una letra es mi cuerpo,
La memoria de páginas
reescritas, releídas.
La voz de un precario olvido.

Mi cuerpo es el poema que no he escrito.
El gran poema de la tarde.
Un poema de significaciones acuosas,
de líneas y rayas desmoronándose.

Es mi cuerpo el aliento de venideras
estanterías,
la infinitud de posibles anaqueles,
la persistencia de ubicuas bibliotecas.
La escritura de Dios.

Es mi cuerpo la ávida memoria de otro cuerpo.
la certeza del deseo,
la habitación de los roces,
la gravitación de delirio.

Con mi cuerpo llego a otro cuerpo
con la persistencia ritual de la muerte
y la tenaz amenaza de la vida.

Llego a otro cuerpo para conocer a Dios,
para tener memoria de la obscuridad,
y constancia de la luz.

Y mi cuerpo es sustancia de aquél.
Aquél en el que mi cuerpo navega,
bucea,
ara,
siembra su no destino,
su inteligible palabra.

Es un mar mi cuerpo,
una pequeña flor de sal,
un molusco,
lechoso, viscoso, jugoso.
Es un río.

FANOR TELLEZ
(Masaya-Nicaragua)

Cuando nos poseemos
Es cierto que cuando te poseo nada es mayor deleite en el mundo
ni la lectura de los griegos
ni de los latinos.
Me olvido totalmente de los clásicos
culteranos y conceptistas, graves
y satíricos
españoles
y pongo completamente de lado
a la germana tropa del sueño
y a los malditos de Francia
hasta el mágico inconsciente que habla.
Las glándulas me dominan,
la piel me domina,
la sensación de tu cuerpo me domina
y no me sirven para nada el hexámetro
o el endecasílabo del soneto, esos ritmos,
cuando el nuestro es más sinuoso, eficaz
y concluyente en el orgasmo rotundo
y la paz absoluta de quien está como traspuesto.
Pero después, igual que antes,
sin aquellos antiguos
y sin estos modernos, no sabría cómo hablarte
con valentía de palabras y osadía de sentimientos
ni tendría orientación para acendrar mi canto como una flor
que darte, una persuasión que exponerte,
un convencedor susurro que nos lleve
al instante de poseernos cuando de nuevo
nos olvidamos de los antiguos
y de los modernos, de aquí y de allá, dominados
por nuestros deliciosos tibios ondulantes cuerpos.

KARLA SÁNCHEZ
(León-Nicaragua)

BAJO EL ALERO DE LA NOCHE
Un cuarto sin ventanas
una jardinera transformada en sofá
un escritorio al centro de la sala
un pequeño televisor
tres sillones raídos
un zaguán convertido en pulpería
una vitrina guarda recuerdos del Perú
las fotos, un traje de etiqueta
la mesa de comer
un guiso sin papas que también es vida
vuelven.
Vuelve la sirena de un tren lejano, jamás visto
yo espero sentada bajo el alero de la noche.



PÁGINA 26 – ENSAYO

HERNAN SCHILLAGI
(San Martín-Mendoza-Argentina)

PAPEL CONTINUO

        Con el tiempo resulta inevitable el cambio en el modo de escribir, ya que es el propio mundo el que continuamente se transforma. Al menos en los soportes. Quiero decir que hace más de 20 años escribía en cuadernos blandos o papeles sueltos con una lapicera azul lavable. Así, rayoneaba la parte de atrás del papel continuo que mi hermano me traía del banco con poemas mínimos, pero bravíos. Era un modo de apartarme poco a poco de la herencia financiera que venía desde mi viejo. Necesitaba -por motivos de una obsesión tumultuosa- pasar en limpio el poemita con las correcciones al lado del «muletto» y comparar cortes de versos, adjetivos eliminados, o verbos sin domesticar. En el anverso, los números de los balances sonreían con aire perdonavidas. Con el tiempo, tipeaba (más bien martillaba) los poemas en una prestada Olivetti Lettera 22 con caries, al decir de Sabina, y corregía in situ: si se me ocurría un cambio a último momento lo perpetraba sin culpas. Esa era mi manera modesta de fijar en molde la escritura. Después, con los procesadores de texto de las computadoras cambió todo y me volví un híbrido: redactaba en papel y lo terminaba en el Word. Hasta que un día prendí la lenta 486 y tecleé directamente los primeros versos intangibles «recibir el daño / en la mentira / en la coraza de los sueños / por cumplirse...». Así empezaba el poema golpes al azar, de lo que luego fue mi segundo libro. Tal vez el título quería decir -para variar- algo más. A partir de ese instante, la escritura a mano se volvió más esporádica o solo para tomar apuntes en libretas furtivas que se me viven extraviando. 

Por otro lado, al revés de lo que se piensa entre los poetas, necesito de cierta presión para escribir. También algo de método. Siempre estoy entre los horarios de salida de la escuela de mi hija o apremiado por el trabajo docente y, como casi no creo en la inspiración, provoco situaciones. Las netbooks (y su portabilidad a batería)  han venido a solucionar algunos problemas de logística, ya que no hay que ir hasta el escritorio y despertar a toda la familia; sino que tomando mate en la cocina, o friendo las milanesas, uno puede ir picoteando el teclado. A nadie le gusta, sin embargo, la yerba lavada o la carne cruda, como tampoco un texto escrito a las apuradas. No hay máquina del tiempo ni acelerador de partículas que apure el proceso escritural. Puedo dejar reposando un puñado de versos varias semanas y tirarles de nuevo aceite para que recuperen su textura crocante.
       
Así y todo, los formatos no modifican la escritura, la estimulan. Son juguetes serios para los que malamente disimulamos una adultez irremediable. No obstante dejan huellas en el procedimiento, como esas relaciones peligrosas e intensas que nos oscurecen hasta el tono de la voz. No llegué tampoco a tener experiencia con la pluma de ganso, pero tal vez, en los cuadernos se escriba corto y con firmeza; en libretas anilladas, sin preocupación; en las computadoras, largo y con tabulaciones a lo ancho. Laboratorios ambulantes que nos permiten continuar con ese papel que creemos haber elegido, aunque en realidad, nos ha envuelto para siempre. Hélène Cixous lo sabía bien: «Con una mano, sufrir, vivir, palpar el dolor, la pérdida. Pero está la otra: la que escribe…».



PÁGINA 27 – POESÍA AMERICANA:  HONDURAS

ALEXIS RAMIREZ
(San Pedro de Tutule-Honduras)

UNO

Antes de niño
(yo era apenas un tic en el vientre de mi madre)
ya se escuchaban voces sudorosas
Morazán vigilaba desde entonces
y nadie se atrevía a mojar sus faldones de bronce
ni los perros eximios civilistas.
Pasaron varias décadas
y hoy me siguen dando por pan las mismas tortas
manotadas de ahogado por cerebro
y un rótulo en la frente
sexo lugar mujer todo está en orden
y el corazón me cuelga en el fondo de un polígono
                 de tiro militar.

XIOMARA BU
(Tegucigalpa-Honduras)

VIOLENCIA

Va y viene
teme que la luz asesine las tinieblas
Rueda en las raíces debajo de las casas
en las fisuras que dejan los temblores
en los pétalos que tocan
la profundidad del desamparo
En el rio inagotable que besa las mejillas
y desfigura el rostro de su presa.
Debajo de la piel circula la agonía
la mirada se pierde
en la impotencia
niega la existencia
porque hay más miedo
que amor en los senderos
Pesada carga bajo la caparazón de la tortuga
zopilotes que buscan su carnada
y en línea observan el Universo
Naturaleza intangible a los deseos
a los olores que emanan de la tierra
Ausencia que ahoga sus gritos
en cualquier esquina de la patria
Trizas de humanidad
innombrables, irreconocibles
las de siempre asesinadas
sin importar el nacimiento tierno de la aurora,
la piel fresca a la ternura, la inocencia del lirio
o el pañuelo de sueños a la luz de la luna
La Nada instalada entre lágrimas y lamentos
La perfección de la injusticia
La voz de mis hermanas canceladas
Solo quedan los ecos grabados en el viento
un mosaico rojo de miembros cercenados
y el silencio cómplice del miedo.
Todos los días fluye un hilo de sangre
del vientre de mi patria
La tormenta no cesa y amenaza de frente,
no la detiene el tiempo ni el espacio
Hasta la fe se petrifica en las entrañas
Deseo deshabitar el reino de la muerte
espero llegar a tiempo y ver aguas cristalinas
junto con mis hermanas
vivir en un mundo sin violencia.

GABRIEL VALLECILLO MARQUEZ
(Tegucigalpa-Honduras)

La imagen coqueta
me astilla de antenas.
Los cinturones de pobreza se abrochan
automáticamente
-cierre su puerta con llave. Aprenda archivar.
Clic. Aléjese. Es por su seguridad. No mueva ese dial.
La ciudad se disciplina en un pixel enamorado. Alto.
Hombres trabajando. Aquí no se habla
World Wide Web. No regrese, insensato. Ctrl.-Supr.
Déjenme los conecto. Alt-F5.
Alguien dele un lollipop al Che Guevara,
una membresía price-mart,
un caramelo molotov para cumbres
y otras remesas despatriadas.
¡Aaaagh! La culta cultura ya no me asusta,
me e m b e l e s a .

DIANA ESPINAL
(Tegucigalpa-Honduras)

9
Desdoblo sueños que se rehacen así mismos,  todas las noches al son de parduscas 
jorobadas 
Seguramente 
Algunas ramificaciones en la orla del almohadón roto 
Han dejado escapar todas esas orquestas ambulantes que lamen los perros 
Adelgaza la resaca en la roca de agua 
Y de un capullo de tinta aparecen dos hileras de corchetes que pestañean a cada 
movimiento de rúbrica en mi cama, y… una ballena lunar se zampa de un mordisco 
el sol 
Desdoblo un suspiro… y… otro tras otro 
Mientras el puente de pronombres parpadea en las envolturas de una aureola,   
Y pilastras de abismos iluminan la noche ultramarina  
Y aquieta un ronroneo de quejidos 
Al desdoblar sueños 
El pecho se constriñe de muchedumbre… y… en la soledad gimotean las nupcias de 
la sombras 
Y  la puerta del yo es un ojo sideral que tiene lenguaje de botones
¿Cuándo comenzamos a restar uniones en las aristas? 
Acaso, cuando reverdecían las amarras y las viejas ecuaciones corrían a buscar un 
compás antiguo 
Una hoja en blanco crece y una antesala para la desmemoria  
Ambas tienen la nuca anclada 
Los sueños desdoblados y todos sentencian lonas en la calle 
Respiraré 
Estampillas transparentes 
Labraré puertas y pecas de ámbar 
Y al convertirme en huella me transformaré en réplica que entona molinos y 
lamentos. 

SAMUEL TRIGUEROS ESPINO
(Tegucigalpa-Honduras)

NOSOTROS TODAVÍA USAMOS GAFAS EN LOS DÍAS SOLEADOS

para soportar el resplandor
de la vida
Nosotros todavía
maldecimos bajito en nuestro pequeño auto de tercera o cuarta
durante el congestionamiento de las siete de la mañana
o entre dientes en el micro (por aquello
de no ofender los amanecidos restos rancios
del dios que todavía cargamos en el alma)
Nosotros todavía buscamos un trabajo
entre los escombros del día o de la noche
para llevar la maravilla del pan a nuestros hijos
Nosotros aún somos capaces de correr
–sentir la sangre a borbotones, sudar como caballos solares,
jadear como una reluciente máquina, sentir el rojo corazón -
cuando nos siguen los soldados
y luego, en el refugio, reír, asegurar que ya
nos hacía falta un poco
de lacrimógena vencida del Perú
Nosotros todavía buscamos los paraguas cuando
la tetona de CNN anuncia la vaguada
Nosotros todavía soñamos elevar cometas
en el aire de octubre cuando todo haya pasado
Nosotros todavía
planificamos llevar nuestra bandera, el bote con vinagre,
pañoleta, gorra con estrella y ardientes consignas en el pecho
el día de la marcha
Nosotros aún
leemos, escribimos, hacemos la pancarta,
conspiramos,
queremos ver la era del poder en nuestras manos
Nosotros –se los digo, hermanos,
hermanas, compañeros-
somos los afortunados
Los demás se han ido sin dejarnos,

KAREN VALLADARES
(Tegucigalpa-Honduras)

CABALLO BLANCO EN EL SEPELIO

En la ciénaga, mi caballo vigila la canción del agua.
Jorge Martínez Mejía

El caballo blanco trota suave y silencioso en el sepelio,
Nadie lo ve más que mi espíritu angustiado.
Nadie siente el frío rozar de su caminata y el meneo tembloroso de su cola.
Sufre el caballo la pérdida del que lo vio nacer,
Y observa cómo se hunde el cuerpo en la tierra,
Y cómo es sepultado y olvidado.
El caballo blanco trota suave y silencioso en el sepelio,
Se aleja, con los ojos vidriosos por el llanto
Desaparece corriendo y relinchando, entonando alto el canto de su despedida.



PÁGINA 28 – NARRATIVA

NECHI DORADO
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

ELLA CREE Y NO CREE

Ella va por la vida con paso cansado arrastrando penas y alegrías, portando como autodefensa permanente una sola arma bien cargada, prolijamente controlada como para que nunca falle si hace falta: su sonrisa.
Ella cree que hay castigos y no juicios  pero no cree en dioses ni en demonios aunque crea que algo, más allá de lo tangible,  puede andar circundando cada  momento que transcurre mientras el tren de la vida tritura guijarros con dirección efectiva entre las vías.
Ella sabe que hay gente que se  viste con piel de cordero pero es lobo feroz. Y sabe que existen flores y también,  plantas carnívoras pero no cree que devoren hombres, sino insectos.
Cree en entelequias pero no cree en perfecciones aunque jamás profundizó en esquemas filosóficos.
Ella cree que hay noche y que hay día, que hay luna, hay sol y que hay estrellas. Que hay amor y que hay odio, que hay bien y hay mal. Que hay sinceridad e hipocresía.
Ella no cree que lo blanco siempre es bueno o que lo negro, indefectiblemente,  es malo; ella no cree en estigmatizaciones aunque sabe muy bien que sí,  existen.
Ella anda sola aunque a su lado caminen montones de personas, siendo esa soledad su amiga inseparable por esas cosas tan extrañas de los andares. No acostumbra  pedir, rogar y mucho menos suplicar, trata de ser racionalmente irracional, o quizás, irracionalmente racional aunque en realidad cree que no lo ha logrado, todavía.
Podrá parecer extraña, misteriosa, trashumante,  pero yo miro sus ojos y leo en ellos como quien dirige su mirada  a un libro abierto. Y conozco su pena, la última, la más desgarradora entre otras no menos desgarrantes. La que le permitió deducir, sin tanto esfuerzo,  que una gran pena arruina, muchas veces, a la más bella alegría. Lo aprendió como quien asimila una lección dictada a cachetazos un día en que frente al mar se le ocurrió contarme que ella cree y no cree cuando se trata de diferenciar a la vida de la muerte.
Me contó que hubo una vez en la que un pequeño colibrí le susurró al oído antes de emprender un viaje hacia la nada.
 -Mi pequeño colibrí, me dijo ella:
-Fue una mañana de aquellas que uno no quisiera sufrir de ningún modo. Quedó como tatuada a fuego sobre los jirones de un alma incinerada, que era mía.
-Fue una mañana de esas en las que como frente al golpe artero de
un hachazo,  se derrumbaron esperanzas amasadas.
-Mi pequeño colibrí alzó su vuelo incierto, no se, rumbo a cualquier
estrella de fuego. Voló con la fuerza de un águila imparable
rumbo a algún pozo  insondable que no estaba abierto, en mis sueños.
-Ni imaginado siquiera. Y siguió contándome:
-Mi pequeño colibrí alzó su vuelo confundido entre nunca de olvidos y  siempre de recuerdos. Y ya no pude verlo, ¡tan alto que voló y yo lo esperaba con mis brazos abiertos, ensayando caricias para darle, ni bien llegara a este mundo tan complejo!
-No me dejó mecerlo. Tampoco pude cantarle alguna nana tal como hiciera mi abuela cuando me acunaba entre sus brazos tiernos.
-Mi pequeño colibrí alzó algún vuelo dislocado, errante, abandonado
de mi mano, en la que hoy  falta la suya.
-Y yo, -¡tan fuerte yo,  según me creen! No fui capaz de seguir ese vuelo, tan solo quedé observándolo de lejos, paralizada, inmóvil, enredada en una nube de pánico asfixiante.
-Y él, tan pequeño, indefenso, solitario, pudo cargar en su piquito de oro
un trozo del alma rota, que era mía.
-¡Tan solo estaba mi pequeño colibrí! ¡Tan solo estaba! que alzó su vuelo eterno sin darme tiempo, siquiera, para entregarle un beso. Apenas pude bañarlo con mi llanto.
-Se alejó dejándome los ojos oxidados,  el corazón sangrando casi yermo y esta tristeza infinita que no cesa, anclada en mis sentidos.
-Por eso creo y no creo, dijo ella,  porque no encuentro explicación cuando de los ojos brotan lágrimas y alguien dice que apenas si son pruebas a las que debés aceptar, ser sometido.
-Es entonces, amiga mía, continuó diciendo, cuando tu alter ego se formula mil preguntas que nadie habrá de poder responder de ningún modo. Sin embargo, pese a todo,  sigo creyendo que es ilusorio que los conejos vivan en el estómago de las galeras. Pero no creo que el sol pretenda  clandestinizar a gritos a la luna.



PÁGINA 29– POESÍA EUROPEA

HELENA RAMOS (RUSIA)

MURAL 78

Es un mundo cruel, sangriento
pero bello...
El mundo de la hierba
ensangrentada;
donde la sangre
tiñe las olas,
donde la sangre
riega la tierra,
donde tañe
como una guitarra
el dolor por los caídos.

Donde brilla el sol generoso,
donde cantan los ríos sonoros,
con fervor crepitan las llamas
y se ama porque se ama;
donde crecen novias abedules
y orgullosos cedros
y de noche, caen las estrellas
en la mano de un niño.
Allí la bandera alta
orea los sueños.

Allí la gente sabe
morir
y la podre no se atreve
a tocar los rostros muertos.
Hay un reguero de sangre
sobre las piedras y flores.

Allá
son bellos los brazos morenos
de tu compañera,
son bellos los ojos oscuros
mirándote el alma,
son bellos los labios calientes
que dijeron
“te quiero”
y cae una lluvia de claveles.

Pero son inenarrables las torturas,
interminables las noches
cuando el dolor te desgarra
sin escape ni tregua,
el cuerpo se rompe en un grito mudo
y corren los ríos de tu sangre.
A la última alba huele el viento
y no puedes protegerte de las balas,
escudarte de la muerte.

El clavel invencible florece,
cae al agua preclara
y se deshace en sangre.

ROBERT SABATIER (FRANCIA)

EL NIÑO SALVAJE

En la última fila de la clase un rebelde
contempla del otoño una lengua rojiza
que lame los cristales. Ha de correr la sangre
en esa callejuela donde ruedan naranjas.

Un libro abierto vuela con un rumor de alas.
Mojando el dedo en tinta él va trazando monstruos
en la madera oscura grabada con los nombres
de escolares dormidos en el tiempo.

Un borrón un instante le apacigua pues ve
en él los gritos verdes de las hierbas silvestres.
Va vagabundeando por sí mismo, se entrega
a hazañas de monarca cosmonauta.

Se pinta una mejilla con tinta color malva
y unas tribus de indios caminan a su encuentro.
Este inventor de otras visiones cosmogónicas
recibirá el castigo de amar su duración.

¿Cuál es esa palabra que desgarra sus labios,
y hace estallar los elogios tullidos?
Primavera, repite el bruto, primavera,
primavera, repite, como quien llama a un tigre.

Nada responde. Antes quedaba vencedor
el que era castigado con orejas de burro,
el cual mascaba chicle soñando en su venganza
en el rincón floral de telarañas.

La hoja rechina al son de los dictados.
Harto de balbucir viejos aeróstatos
sale volando el niño por sobre la ciudad
para abrasar sus alas en el sol.

Traducción
de Enrique Moreno Castillo

THOMAS BOBERG (DINAMARCA)

CRUZANDO EL ABRA
Setiembre en el mundo y las estrellas
han arrojado su telaraña de hielo sobre la meseta
Las cicatrices hendidas de las rocas aparecen en
los rostros
de los que alguna vez pasaron por aquí
Como el hielo es el tiempo, flaco y la pálida luz
Los pastores migraron por mi sueño
cortados en silencio como rocas
rebaños de ovejas que conté
mulas cargadas de tiniebla y oro
la moneda recién acuñada de mi vergüenza
que cambié por chispazos de sus huellas
El viajero ha ido en búsqueda
del polvo iluminado
en el dorso de la lagartija...
El polvo se arremolina, la nieve arde, el sol brilla
el sol se pone, el pico saca chispas
de la corteza de la tierra y recién nacidos
se deslizan desde el silencio al grito al silencio
Vino de la nada y a la nada ha de volver
y el camino cruzará el abra
entre las dos realidades empinadas
que nos pesarán como en una balanza
antes de que logremos atravesar
Poema traducido por el autor y Renato Sandoval

MARINA AOIZ MONREAL (ESPAÑA)

TINTA DE AIRE

Una de las hijas
escribió con tinta de aire
sobre las hojas rojas.
A desaparecer
en el último crepúsculo
destinó su escritura.
La escritura
¿se desvaneció
en el atardecer de fuego?
¿O resbaló
pez de oro
en la esfera de una lágrima?

HEIKE FIEDLER (ALEMANIA)

HAUZ KHAS

el brillo del sol se refleja
en la superficie
frente a tus pasos
desapareciendo
en el lago
pequeñas fuentes
burbujean
por doquier
amantes en las bancas
por todos lados
el primer día cálido después del invierno,
abandonada y estancada
el co
lor del agua
verde fosforescente
niños corriendo
en el malecón
y desde algún lugar
los sonidos de los autos
Traducción de Adalberto García López

SAMIH AL QASIM (PALESTINA)

TE QUIERO COMO AMA LA MUERTE

Más pesado,
Más bajo,
Cargo con mi experiencia y me marcho.
Mientras seas la cima del mundo,
Mientras la superficie de la tierra sea convexa,
Descenderé y me alejaré,
Descenderé y me alejaré.
Un día las arenas movedizas me engullirán,
Me hundiré poco a poco
En la oscura eternidad de tu amor,
Perderé el conocimiento,
Me esconderé de las miradas,
Las masas asistirán a la celebración de mi muerte,
Los aventureros y los poetas me envidiarán
Y tú
Arrojarás una nueva joya
Al cofre de tus mártires.

Te quiero,
No te arrepientas,
No tiendas la mano para socorrerme,
Permíteme quererte
Como ama la muerte.
Te quiero como ama la muerte.
Traducción María Luisa Prieto


PÁGINA 30 – ENSAYO

SANDRA SARTOR
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Ca Foscari
(Venecia-Italia)

LITERATURA LATINOAMERICANA

ORIGEN DEL REALISMO MÁGICO

El realismo mágico tiene sus raíces en la cultura latinoamericana, a partir de las interpretaciones de los europeos en la etapa de la colonización del nuevo continente.
Las crónicas de esa época son ricas en el relato y descripción de cosas absolutamente maravillosas, producto de la extrañeza que provocaba en los exploradores, las cosas que veían en sus viajes.
Es a partir de esta tradición de la interpretación de la realidad del nuevo continente a través de ojos europeos que se creó una visión sobrenatural de la realidad latinoamericana. La aparición de un grupo de escritores latinoamericanos contemporáneos entre sí, que cuestionaban esta visión, dio base a lo que posteriormente se conoció como realismo mágico.
Durante las décadas del '20 y del '30, muchos escritores y artistas latinoamericanos viajaron a Europa para incorporarse al surrealismo, buscando los aspectos sobrenaturales necesarios para crear una realidad basada en los sueños y el subconsciente.
A su regreso a Latinoamérica, percibieron que no era necesario buscar esa realidad extraña en el viejo continente, que de hecho se encontraba en sus propias culturas y países. Uno de los primeros escritores que transitó estos temas, fue Alejo Carpentier. Tanto él como su compatriota Lydia Cabrera, fueron quienes ayudaron a iniciar el reconocimiento mundial de los escritores latinoamericanos. A pesar de encontrarse ambos en París hacia la misma época, los planteos teóricos de Carpentier, que en parte escaparon a su propia aplicación, fueron intuitivamente aprovechados por Lydia Cabrera.
El realismo mágico de estos dos pioneros converge en ciertos aspectos y se abre en sus fundamentos sirviendo de puntal para lo que luego sería uno de los fenómenos más importantes de las letras latinoamericanas. La rígida formación intelectual de Alejo Carpentier le impidió, en última instancia, penetrar lo que él mismo señalaba como nuevo, mientras que el empirismo de Lydia Cabrera le permitió capturar en parte el realismo mágico de los afro-caribeños.
Alejo Carpentier al querer distanciarse del surrealismo, identificó el aspecto único de Latinoamérica como "lo real maravilloso. Carpentier considera que las técnicas surrealistas son equivocadas por el absoluto sentido artificial de lo maravilloso. Allí rompe con el surrealismo y orienta su atención hacia la realidad latinoamericana.
Carpentier fundamenta su análisis de lo maravilloso en el caudal de mitologías y creencias que él considera vigentes, y su alejamiento de la escuela europea es aún más profundo por el sentido de descubrimiento que experimenta cuando regresa a Cuba, en 1939, y cuando visita Haití, en 1943. Es un pionero porque su categoría de conocimiento es la primera expresión teórica de los profundos cambios que maduraban en el reflejo de esa realidad en la novela y que empezaban a manifestarse prácticamente de forma simultánea e independiente en numerosos autores.
Obviamente la realidad latinoamericana es más amplia y variada que el marco propuesto por Carpentier. Hay otras constantes que quedan opacadas, como las luchas por la liberación y el deseo de alcanzar la plenitud. En "lo real maravilloso" se supera en parte el carácter pintoresco del color local, pero los profundos y violentos conflicto sociales quedan enmascarados.Sin embargo, esta particular forma de expresión literaria puede ser interpretada desde otros puntos de vista, y contrapuesta como el extrañamiento del mundo de los colonizados ante el avance de la colonización, y podría afirmarse que se transforma en una particularísima visión y descripción de los males propios del imperialismo en esas tierras.
El concepto de lo maravilloso implica un sentido de sorpresa frente a fenómenos inusuales, inesperados o improbables. Puede ocurrir como resultado deliberado de la manipulación de la realidad, por la percepción del artista y por intenciones sobrenaturales que provocan la presencia de algo diferente de lo normal.
Carpentier juega con esta categoría en diferentes direcciones, pero sintetiza el realismo mágico en tres puntos:
· primero, como una literatura maravillosa de origen europeo con referencias a eventos sobrenaturales
·  segundo, la realidad maravillosa es más maravillosa que esa literatura y, por lo tanto, cabe hablar de lo "maravilloso americano"
·  tercero, que lo "real maravilloso" de América podrá trasladarse a la literatura solamente a condición de que los escritores tengan fe en que esa América es maravillosamente real.

¿Quién fue entonces el primer escritor realista-mágico? En una entrevista concedida en Madrid en 1978, Gabriel García Márquez afirmó que la primera obra maestra de la literatura mágica es el Diario de Cristóbal Colón, que ya estaba contaminada de la magia del Caribe. La propia historia del libro resultaba inverosímil, pues en ésta se describe desde animales mitológicos hasta seres sobrenaturales. Y aunque probablemente Colón, relató todo esto tan sólo con el fin de obtener apoyo de los Reyes Católicos, su texto dio origen a todo en movimiento literario que se expande y trasciende cada vez más.

SUPLEMENTO INFANTIL Y JUVENIL



PÁGINA 31 -CUENTO

NORMA SEGADES-MANIAS
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

HIJOS DE LAS GORGONAS.

Nacieron de las gotas que brotaron del cuello cercenado a las gorgonas. Mujeres con cabellos de serpientes que habitaron en la era de las sombras.
Los llaman basiliscos.
En territorios de la reina negra la sola presunción de su presencia inicia la agonía de los árboles. Degrada las cortezas. Resquebraja peñascos. Proscribe manantiales.
Tienen cuerpo de víbora o serpiente, cuatro pares de patas y una protuberancia en la cabeza semejante a una cresta, una corona.
Aquellos de plumaje amarillento, los de las grandes alas espinosas, son los inmemoriales. Los primitivos dueños del secreto. Los ancestros de todos los reptiles. Los que extirpan la vida con sus ojos sin párpados.
Fundan sus escondrijos en las grietas, rincones, oquedades.
Y vigilan. Vigilan. Para poder odiarte.
Cuentan que sus embriones se incuban bajo vientres de batracios. Que queman con el fuego de su aliento el sitio donde nacen. Que ocultan el veneno en la mirada. Que clavan sus colmillos en los sueños. Que aspiran la energía de todas las especies. Y que su silbo mata a pájaros y plantas.
Registraron su nombre en los bestiarios cuando aún descifrábamos los códigos de los elementales. Son los mismos que yerman, petrifican, asolan geografías desde el inicio de los tiempos.
Azogues y cristales y láminas de bronce interpuestos delante de sus ojos les devuelven la muerte.



PÁGINA 32– POESÍAS

MARÍA ELENA WALSH
(Ramos Mejía-Buenos Aires-Argentina)

MARCHA DE OSÍAS

Osías el Osito en mameluco
paseaba por la calle Chacabuco
mirando las vidrieras de reojo
sin alcancía pero con antojo.

Por fin se decidió y en un bazar
todo esto y mucho más quiso comprar.

Quiero tiempo pero tiempo no apurado,
tiempo de jugar que es el mejor.
Por favor, me lo da suelto
y no enjaulado adentro de un despertador.

Quiero un río con catorce pececitos
y un jardín sin guardia y sin ladrón.
También quiero para cuando este solito
un poco de conversación.

Quiero cuentos, historietas y novelas
pero no las que andan a botón.
Yo las quiero de la mano
de una abuela que me las lea en camisón.
Quiero todo lo que guardan los espejos
y una flor adentro de un raviol.
y también una galera con conejos
y una pelota que haga gol.



PÁGINA 33 – CUENTO

 MARÍA TERESA ANDRUETTO
(Arroyo Cabral-Córdoba-Argentina)

EL ANILLO ENCANTADO

Ifigenia tenía el cabello rubio como el trigo y unos ojos más azules que el lago de Constanza.
Caminaba descalza a la orilla del agua.
Era pálida y leve.
Parecía hecha de aire.
El emperador Carlomagno la vio y se enamoró de ella.
Él era ya un hombre viejo y ella, apenas una muchacha. Pero el Emperador se enamoró
perdidamente y olvidó pronto sus deberes de soberano. Los nobles de la corte estaban muy preocupados porque nada interesaba ya a Carlomagno.
Ni dinero.
Ni caza.
Ni guerra.
Ni batallas.
Sólo la muchacha.
A pesar del amor, Ifigenia murió una tarde de abril llena de pájaros.
Los nobles de la corte respiraron aliviados.
Por fin el Emperador se ocuparía de su hacienda, de su guerra y de sus batallas.
Pero nada de eso ocurrió, porque el amor de Carlomagno no había muerto.
Hizo llevar a su habitación el cadáver embalsamado de la muchacha.
No quería separarse de él.
Asustado por esta macabra pasión, el Arzobispo del imperio sospecho de un encantamiento y fue a revisar el cadáver.
Muerta, Ifigenia era tan hermosa como cuando caminaba descalza junto al lago de Constanza.
La revisó de pies a cabeza.
Bajo la lengua dura y helada, encontró un anillo con una piedra azul.
El azul de aquella piedra le trajo recuerdos del lago y del mar distante.
El Arzobispo sacó el anillo que estaba escondido bajo la lengua.
Ni bien lo tomó en sus manos, Carlomagno enterró el cadáver.
Y se enamoró del Arzobispo.
El Arzobispo, turbado y sin saber qué hacer, entregó el anillo a su asistente.
Ni bien el asistente lo tomó en sus manos, Carlomagno abandonó al Arzobispo.
Y se enamoró del asistente.
El asistente, aturdido por esta situación embarazosa, entregó el anillo al primer hombre que pasaba.
Ni bien el hombre lo tomó en sus manos, Carlomagno abandonó al asistente.
Y se enamoró del hombre.
El hombre, asustado por este amor extraño, empezó a correr con el anillo en la mano, y el Emperador tras él.
Hasta que se cruzó una gitana y el hombre le entregó el anillo.
Ni bien la gitana lo tomó en sus manos, Carlomagno dejó de perseguir al hombre.
Y se enamoró de la gitana.
Pero a la gitana se le cayó el anillo al agua.
Ni bien el agua recibió el anillo en su lecho, Carlomagno abandonó a la gitana.
Y se enamoro del lago de Constanza junto al que Ifigenia caminaba descalza.



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