Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com

GACETA LITERARIA Nº 108– DICIEMBRE de 2015– Año IX – Nº 12


Homenaje a la obra de ALFREDO VIVERO (Corozal-Colombia)

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

EDUARDO GALEANO
(Uruguay/1940-2015)

DEFENSA DE LA PALABRA
7.

Nuestro propio destino de escritores latinoamericanos está ligado a la  necesidad de transformaciones sociales profundas. Narrar es darse: parece obvio que la literatura, como tentativa de comunicación plena, continuará bloqueada de antemano mientras existan la miseria y el analfabetismo y los dueños del poder sigan realizando impunemente su proyecto de imbecilización colectiva a través de los medios masivos de comunicación. No comparto la actitud de quienes reivindican para los escritores un privilegio de libertad al margen de la libertad de los demás trabajadores. Grandes cambios, hondos cambios de estructura serán necesarios en nuestros países para que los escritores podamos llegar más allá de las ciudadelas cerradas de las élites y para que podamos expresarnos sin mordazas visibles o invisibles. Dentro de una sociedad presa, la literatura libre sólo puede existir como denuncia y esperanza. En el mismo sentido, creo que sería un sueño de una noche de verano suponer que por vías exclusivamente culturales podría llegar a liberarse la potencia creadora del pueblo, desde temprano adormecida por las duras condiciones materiales y las exigencias de la vida. ¿Cuántos talentos se extinguen, en América Latina, antes de que puedan llegar a manifestarse? ¿Cuántos escritores y artistas no llegan ni siquiera a enterarse de que lo son?


PÁGINA 2 – NUESTRA POESÍA

FERNANDO BELOTTINI 
(San Jorge-Santa Fe-Argentina)

FALLIDO PROCESO DE PROFERIR PALABRAS

Una palabra le completa la boca
los días pasan
La boca, perdón, la palabra
permanece atada a la cinta de los recuerdos
y juega la boca, perdón, la palabra
como el rastro de una cinta o un disco
y la boca, perdón, el disco
o la cinta, perdón, la palabra
dicen perdón
la cinta atada al dedo en la boca del disco
del recuerdo atado a la boca
completando los días
permanece cantando
perdón, permanece cantando en la huella del recuerdo
jugando con los dedos en la boca
con la cinta en la boca del recuerdo
atado al silencio de los rastros
Si por lo menos no se hubiera proferido tal palabra, digo
si por lo menos los días permanecieran
atados al silencio, dijo
si por lo menos, perdón
dijo que le completó la boca
si la boca comprendiera
que los días se entienden jugando a las palabras digo
o al recuerdo, dijo
Cómo saberlo.

JORGE LACUADRA
(Santa Fe-Argentina)

AMORES PÁJAROS

Extendí mis alas hasta que crujieron,
hasta que mis hombros se ardieron,
hasta que mi pecho expulso costillas
y mis dedos estallaron en plumajes.

Me precipité así, desde la melancolía
de rebelarme, de doblegar las caricias,
empujando al amor por un acantilado,
creyendo así que dominaría los cielos.

Mi piel fue horadada por las cánulas,
soporte el dolor agudo de mis piernas,
ahora poseía garras y una voz de trino,
y un timón para navegar eternidades.

Me extravié en esa teoría de solo dos,
que es tratar de comprender el silencio,
declarando al amor como impalpable,
escondido bajo la mirada indiferente.

Presentí esa sed de tener nuevas alas,
hasta que me concebí estable y ligero,
hasta que me solté del filo del mundo
y degusté la exactitud de la gravedad.

Fuimos amantes destinados al suicidio
y a caer como ígneas aves inconstantes.
Nos sumimos en una hora sin memoria,
bogando corazones por la negra noche.

Pero mi cuerpo aún es dolor y es pájaro
y sangran aún mis deslucidos plumajes.
Remonto vuelo por los cauces del cielo,
creando una tormenta en la nueva brisa.

ARIEL GIACARDI
(Santa Fe-Argentina)

DESDE EL NORTE
Sudamérica, década de 1970

Ya viene el cóndor bajo un cielo unánime
que malabriga selvas y montañas,
con las alas seguras como ocasos,
con los ojos sedientos.
Ya viene el cóndor. Desde el norte viene
diseminando eclipses,
instruyendo a la sombra
en la liturgia atroz de los epílogos,
en las letras antiguas de la magia
que conjura los sueños.
Sicario del espanto, en su plumaje
esconde un arsenal de interdicciones
y secretas condenas infinitas.
Una única ley le orienta el vuelo,
un único mandato de holocausto
que aprieta entre las garras:
amancebar los potros
indóciles del viento.
Porque en el sur, parece, anda soplando
sus arengas de cobre, y las veletas
le obedecen, los ríos le obedecen,
las fronteras, los códigos, los pueblos…
Todo lo envuelve con sus insurgencias,
con su detente americano, todo
y enardece las entrañas hartas
de aceptar el despojo,
de avenirse al silencio.
Por eso viene el cóndor, porque nadie
insubordina arterias tuteladas
con un destino original de ofrenda,
de alimentar los cauces de los amos,
y no paga por ello.


PÁGINA 3 – CUENTO

ABEL ESPIL
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

LA MARGARITA
dedicado a Sara Owenn de Pistocchi

La conocí de niño a la Tía Sara Owenn--hija de Galeses- .

Le compraron a mi madre, una pequeña casa con un extenso parque,  pocos árboles y ninguna flor.

"Ya llegará el pájaro con una semilla en el pico y elegirá algún lugarcito"

Siempre la Tía repetía estas palabras.

Llegó el día.
Al fondo, en el medio del parque creció, lentamente, una margarita.

Era verano. Algunos de los chicos, asesorados por la Tía Sara, le poníamos -- al no tener sombrilla -- un enorme paraguas negro, que la protegía del fuerte sol.

Al llegar el otoño, le cortábamos todos los pétalos, esperando los fuertes vientos.
Con la primavera se puso hermosa, grande, erecta y muy blanca.

Siempre estuvo en el mismo lugar.

La Tía, con un mate en la mano, se acercaba a ella por las mañanas, se secaba la mano izquierda---en un delantal ajado y cansado---la acariciaba y al tiempo lo volvía a repetir.

A la llegada del invierno, corrimos a protegerla con una frazada escocesa.
No estaba.
Miramos a la izquierda, no estaba.
Miramos a la derecha, no estaba.

Entramos azorados a la casa, la Tía dormitaba cercana a la chimenea con abundante leña.

Su reposera Thonet, iba y volvía, impulsada por los pies. Junto a ella estaba, recta y blanca, con todos sus pétalos.


La margarita disfrutaba la compañía de una madura señora, hija de Galeses.


PÁGINA 4 – ENSAYO

RAÚL GUSTAVO AGUIRRE
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

CINCO TESIS SOBRE POESÍA (3ª entrega)
LA POÉTICA ES UNA ÉTICA

No existen ni la poesía (primera tesis) ni los poetas (segunda tesis) porque -tal vez ahora podamos comprenderlo mejor- el campo de los poemas verdaderos, como constelaciones significantes de palabras que operan sobre el curso de nuestras vidas, no es el de la literatura como institución neutral y neutralizadora, sino el de la vida concreta e inmediata. Un poema tiene mucho más que ver con el “¿qué debo hacer?” kantiano que con el placer estético concebido como actividad pura, sin compromiso con la existencia ni con el tiempo histórico real y concreto.
Un poema es un acto, como querían los dadaístas, pero no un acto contra la literatura, es decir, un acto sin palabras, una imposible negación de la palabra, sino un acto que justamente consiste en palabras. Yo quisiera concluir aquí estas tesis, que son en todo caso provisional materia de reflexión, y dejar librado a cada uno el meditar sobre las sugestiones que de ellas pueden desprenderse.
Pero hay algo, sin embargo, que me parece necesario destacar para dar término a estas aproximaciones. Y es que, si todo poema verdadero es un “hecho” que influye sobre la vida (y no sobre “la vida" como vaga generalidad, sino sobre la vida real de cada uno); si todo poema lleva implícito un hacer, si es -como escribe maravillosamente René Char- “el amor realizado por el deseo que ha seguido siendo deseo”; si corresponde por lo tanto a una ética, pero a una ética cuyas reglas se hallan en continua formación y que, por ende, no puede ser formulada ni impuesta de antemano; si todo poema es, entonces, el más cabal y dialéctico “ajuste” del ser humano con su situación histórica (y ello explica de paso la necesidad constante de nuevos poemas), pero a la vez este ajuste no se puede producir en el esquema falso y perimido de un contenido y una forma, de un “tema" y una “expresión”, entonces el poema que toma como motivo un hecho para explayarse sobre él, el poema que pretende enseñar algo, celebrar algo, censurar algo, está condenado por principio a la inteligibilidad unívoca del discurso fáctico, es decir, a la prosa. Expresado de otro modo: no se puede describir un hecho en un poema, porque el poema es, en sí un hecho. En un verdadero poema, el hecho es, para parafrasear a Jung, “la sombra” del poema.
Me parece, hoy más que nunca, necesario llamar la atención sobre esto, porque en la actualidad es muy corriente la apelación al compromiso del poeta, entendiendo por este compromiso la producción de llamados poemas que sólo son desarrollos -bajo una retórica de signo poético- de temas de índole histórica o social.
Esto no quiere decir, ni mucho menos, que el poema se desentienda de lo que llamamos “la realidad”. Si me he expresado bien, se podrá comprender entonces que el poema es, ante todo, la realidad por excelencia que viene a suscitar, en lo más profundo y auténtico de nosotros, un imperativo movimiento vital.
El poema no habla de la realidad: la hace. Y, con ella, nos hace a nosotros, que a nuestra vez, también la hacemos.
Cuando los falsos resplandores del prestigio y del privilegio de que aún disfrutan en ciertos medios la poesía y los poetas, se disipen, para dejar paso a la sencilla verdad del poema que siempre (“autores” o “lectores”), somos nosotros quienes creamos; cuando la inocua institución que la literatura hizo de la poesía para destruir sus extraordinarios poderes de liberación; cuando la figura histriónica que la sociedad enajenada hizo del poeta, se borre, para dejar paso a la sencilla verdad del poema que nos ayuda a vivir, que nos sirve para vivir, entonces habrá tal vez menos poetas en los diccionarios de biografías, pero habrá, también -y al mismo tiempo- más belleza y amor, más verdad y comunicación entre los seres humanos. Porque son ellos, los seres humanos, y no los papeles, los que en definitiva importan.


PÁGINA 5 – CUENTO

EDUARDO FRANCISCO COIRO

LA RICA
A Antonio Dal Masetto.

El hombre lee en su asiento una carta escrita sobre papel verde. Se inclina un poco tratando que el sol que ingresa por la ventanilla ilumine de lleno en esas letras de birome azul. Tiene sus ojos cansados y la presbicia lo obliga a distanciar bastante la carta, a punto de temer con incomodar con la extensión de su brazo a la señora sentada enfrente en la que puede ver una mirada curiosa detrás de esos anteojos redondos con bastante aumento.
En realidad, no le importa que esa señora de mediana edad y pelo rubio enmarañado se interese por su carta. Ella solo podría haber leído la fecha y el lugar que están en letra visible e imprenta, arriba a la derecha de la primera hoja. Luego viene la letra manuscrita, pequeña y encriptada de Gabriela que se hace imposible de descifrar si la persona no esta familiarizada con ella.
Y además, que importancia tiene que esa señora sepa de su felicidad, de su ir y venir con el amor y la distancia.
Ella iba y venía, en su trabajo por los aires, en sus ensueños o en amores fugaces de cada aeropuerto que no lograban desplazarlo a él. Su hombre. Él, que iba y venia todos los fines de semana para compartir su lecho, sus labios. Para caminar con ella de la manito o en el abrazo de hombro de ella a cadera de él que tanto les gustaba, como a los eternos amantes, novios o compañeros de vida, aunque nunca supieron definirse, no les interesaba otra cosa más que llevarse de la mano o del abrazo por la vida que era una sucesión de instantes o una eternidad bajo una misma luz, pisándose a veces con mutua torpeza los pies en aquellas estrechas veredas del centro antiguo de la ciudad, para luego retornar al departamento de ella y fundirse en un solo cuerpo a luz de luna o estrellas, a sol que entibia la piel o a cielos de acero sin grietas. Aun parece sentir el ruido de la lluvia cayendo a gotones de sonido persistente por los techos, mientras adentro los cuerpos se encendían bajo cobijas del frío invierno.
Sentados en la cama, los domingos a la tarde él le leía cuentos de Dal Masetto y ella a él a Borges o Cortázar. Una vez, le leyó "Romance" y él sabía, que era apenas un pretexto para llegar a la frase final que tanto lo oprimía como presagio, como una anticipación acechante a la vuelta de la esquina, o en cada ir y venir a la estación de trenes, para llegar o partir de los brazos de ella, su amor, su compañera.
Recuerda haberle leído esa frase final del cuento de Antonio Dal Masetto que ahora ronda en su cabeza: “el destino es insondable y no existe felicidad que no este amenazada”.
Su piel lo enloquecía. Su blanca piel casi transparente en la que podía ver rutas celestes que no parecían venas sino mapas de cielo como los que ella surcaba primero en Aerolíneas Argentinas y más tarde en Lufthansa.
Él sentía cada encuentro y cada despedida como si fueran una misma imagen superpuesta de ese intento imperfecto de volver una y otra vez al placer, o al contacto de la piel, la fusión de los cuerpos, el orgasmo de cada cual a su tiempo y modo, la sonrisa del después y el dormir abrazados para entrar en la noche del sueño bien juntitos. Gabriela y su parecido a  Bette Davis. Sobre todo la expresión de su mirada. Fue un descubrimiento mientras en una madrugada vieron “La extraña pasajera”. Como les pego esa frase que adoptaron casi como un lema propio: "tenemos las estrellas, no pidamos la luna".

**
Vuelve a doblar en dos las tres o cuatro hojas de la carta sin dejar de echar una última mirada con los ojos húmedos sobre el encabezado, que seguramente la señora que esta allí enfrente ya ha leído, aun fingiendo desinterés y con la mirada perdida en algún punto de la estación que de una vez están por dejar cuando la fuerza de la máquina logre romper la inercia y el viaje se desate sin atenuantes.
No importa que esa señora sentada enfrente haya leído la fecha: Hamburgo, 15 de abril de 1992.
Y más abajo el Querido Javier: y luego el texto que conoce de memoria y ha leído una y otra vez durante estos años a bordo del tren.
“A los tristes no los quiere nadie” se dice a modo de explicación.
Entonces el tren arranca y el hombre rompe la carta en cuatro con expresión de angustia marcada en el rostro, aunque ya maldice su impulso, su inútil esfuerzo por doblegar ese pequeño hilo de ilusión que lo mantiene ahí, no queriendo preguntarse sin respuesta, y entonces guarda esos grandes pedazos en el bolsillo derecho de su campera, quizá ya mismo piensa en pegarlos con cinta transparente al llegar a su casa.
Intenta disimular su rostro desencajado. Se levanta y se va al otro vagón, no quiere testigos, que nadie sospeche ni se pregunte por que él sigue yendo y viniendo en ese tren. Como si el tiempo no hubiera pasado.


PÁGINA 6 – NUESTRA POESÍA

MARIA DEL ROSARIO ALARCON
(Santa Fe-Argentina)
ELLA

Ella...
tiene tatuada la piel…
de mariposas negras,
las del luto, heredado.
Las del útero
que la expelió como desgracia.
Las del amor que no fue.
O fue olvido.
Ella
Tiene la voz del hijo de la cloaca
sonándole palabras robadas
de galanes trasnochados.
Y dedos que adivinan los cuellos lacerados,
las sedas roídas por la mugre
y la plancha calentada.
Ella
Sabe de espacios suculentos
Y de espermas tirados…
vomitados pegajosos.
Conoce de memoria
los ritmos elocuentes 
de los que nunca hablan…
y son su pan de escondidas 
y apurados!
Ella
sabe que mas allá
del callejón
debe haber un dios
que no la busca…
para la inmediatez del
bocado atragantado.
Que solo vendrá a ella
cuando la paga,
no sea más 
que el final 
del desencuentro.

MIRYAM COLOMBOTTO SEIA
(Gálvez-Santa Fe-Argentina)

SEMILLA INSOBORNABLE

Como esta flor quiero ser...
Plumerillo de la infancia,
deshacer en semillas voladoras
soledades danzantes.
 (Para ellas no hay
ni Caronte ni barca,
ni el temor de encontrar
de Cerbero, sus fauces)
Planear por el aire, lejos.
Con suerte, alcanzar
la ventana del silencio
y dormirme en el acento
de la palabra estío.
 (Tal vez olvidé germinar
y en otra vida pueda ser
sólo una semilla insobornable)

MARTA ZABALETA
(Alcorta-Santa Fe-Argentina)

HEMORRAGIAS 
                a mi querido cumpa, Julián Bastías

Con menstruación permanente
dibujaba todo el espacio
de las torturas

¿Pensaba
que la vida
se esfumaría así, rápidamente?

El cabo cuando me llevaba al baño 
se paró y me gritó:
-¿Es posible que usted sea la Sra. de Hinrichsen?

Pude haberle respondido
-Sí, mi cabo.
Pero callé.

Al orinar, la sangre
se arrebató en borbotones
y le ensució las botas.

-Conteste,
hija de puta,
aulló entonces

Y fue su culpa
por no dejarme a solas.
Mi vómito le ensangrentó el bigote.


PÁGINA 7 – CUENTO

NECHI DORADO
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

NO GERMINARON LOS MANZANOS

 “Señora Santa Ana ¿por qué llora el niño? Por una manzana que se le ha perdido, cantaba la abuela a la hora en que un manto oscuro con puntitos plateados caía sobre las tejas de la casita del barrio de obreros y una cortina de espesas pestañas desplegaba angelitos sobre los ojos de la pequeña.
-¿Y por qué llora el niño, abu? Preguntó la criatura.
-Uy, que el hambre duele, mi niña, respondió ella mientras la cubría de besos, cosquillas y caricias.
En la casa, muy humilde, vivía la abuela paterna, a cuyo hijo se lo tragara una noche impune de las que se repitieron tantas veces en la historia de estas tierras, su nuera y la única florcita que diera el matrimonio como ofrenda a su paso por la vida y a la que llamaron María Eva. Niña inquieta, con ojos color del tiempo, corazoncito ágil para conmoverse ante cualquier situación lastimosa. Era la adoración de la abuela llegada de una Asturias lejana, estampada en su alma de mujer curtida por los golpes de la vida y que pareció compadecerse de tanto dolor a través de la pequeña.
María Eva fue creciendo entre el amor de esas dos mujeres en un barrio con olor a tilos, olor de rosas y malvones, recuerdos de ayeres dulces, renacuajos en las zanjas y la infaltable rayuela cuya meta era siempre el cielo.
Uno, dos tres, cuatro, cinco seis, siete, ocho nueve ¡¡¡CIELO!!! Y el barrio se empapaba de risas infantiles entre el mate de la tarde compartida con los mayores.
El cielo, una tarde, recibió a la abuela, dejando un hueco en el alma de la niña y su madre, pero ella no murió del todo, quedó flotando en su canción de cuna y cada noche la melodía inundaba el cuarto de una niña que ya daba los primeros pasos por la cintura de la adolescencia.
Pasaron los años, el futuro dijo presente pero siguió estancado en el pasado, la niña casi mujer comenzó a recorrer la muchas veces cruel rutina del aprendizaje de la vida, que no siempre otorga lo que realmente se sueña. Se recibió de maestra, quiso tentar suerte en una fábrica cercana a la casa para costearse con mayor libertad los estudios de sociología. Se inscribió en la facultad porque “un pueblo de hombres cultos es un pueblo de hombres libres”, atrapaba de Martí mientras echaba a volar sus sueños imposibles.
29 de Octubre de 1979
El odioso reloj le gritó ¡basta! al descanso como cada mañana cuando paría las 5:00. María Eva estiraba sus brazos como alitas tratando de despegar el sueño de sus ojitos de color tiempo. Atiborró el ajado bolso negro de la abuela con las cosas cotidianas, compañeras de asistencia perfecta, antes de colgarlo de su hombro. Allí estaban: el sándwich, la manzana, los puchos, el encendedor, el monedero.
-Pucha, pensaba, todavía faltan cinco días para cobrar y las cosas que hay que comprar en casa.
Inmediatamente despedía a la madre con su acostumbrado –Chau má, te quiero.
-Cuidate nena, volvé temprano por una vez, no fumés tanto, respondía desde el sueño su madre. María Eva sonrió y se alejó cantando bajo las estrellas que no se iban todavía.
Salía de la casita con el corazón atrincherado y los sentidos imaginando un futuro cercano que en realidad estaba lejos. Eran las 6:00 de la mañana cuando con un beso a las mejillas compañeras, iniciaba la jornada en la fábrica y aparecían los matecitos clandestinos antes de que llegara el “trompa”. A las 12:00 llegaba el descanso de media hora, salían del cofre el sándwich y la manzana.
-Otra vez que Carmen no trajo nada.-masculló entre bostezos. Ella era su amiga y compañera de la vida. María Eva imaginaba que también habría “nada” esa noche en la mesa para los niños, apenas un mate cocido, con suerte. Cortó su sándwich, partió al medio la manzana y le ofreció a su amiga las mitades más grandes.
Cuando Carmen fue al baño, ella comenzó su tarea de abeja obrera, recolectando entre otros compañeros lo que pudieran dar para los hijos de la humilde mujer.
-Dios mío ¿Llorarán los niños? Se torturaba pensando. Allí estaba la voz de la abuela y ella diciéndole bajito –Hay que hacer germinar los manzanos para que no falte en ningún hogar el fruto. Ayúdalos abuela. A las 5:00 de la tarde el ulular de la sirena indicaba la hora de salida. Como dolía en el pecho ese aullido que tantas noches indicara la antesala del infierno. Paradojas de los sonidos que pueden ser tanto libertarios como carceleros.
Antes de ir a la Facultad, alrededor de las 6:00 de la tarde, María Eva pasó por la villa para visitar a los niños de Carmen. Llevaba fideos, manzanas, caramelos y la ternura de siempre. Era una pasadita nomás, pero sin restarle tiempo al matecito apurado.
-Nos juntamos con los chicos, le confió a Carmen.-Hace días que no vemos a Jorge, le sopló al oído.
Carmen había sido su compañera de sueños hasta la noche en que se llevaron al padre de sus hijos, quienes quedaron colgando de su espalda quebrada por la ausencia.
-Cuidado María Eva, dijo Carmen en el abrazo de despedida.
Puso primera al motor de su vida, arrancó atravesando calles sin reparar que la estaban siguiendo con paso tan sigiloso como un reptar terrorífico. El peligro le abanicaba la carita adolescente. Quién diría que ella…
Llegó a Villa Jardín, el dolor arrancó otro trocito de su corazón ardiente. –Se llevaron a Jorge, decía Beto mientras golpeaba con el puño de la desesperación una mesa destartalada. A medida que aparecían los compañeros el silencio estallaba los oídos, sólo les quedaba llorar como hace un niño sin manzana. La tristeza ahogada la empujó al refugio sacrosanto de los brazos de su madre en carrera desenfrenada. Se contaron la jornada, pero no todo, no podía preocuparla tanto. Cantó la abuela su “Señora Santa Ana ¿por qué llora el niño? Claro, como todos los días.
-Sigue llorando el niño, mami, todos lloran. Muchos lloran sin parar.  María Eva iba inventando su propio adiós.
La noche del 29 de octubre fue noche de luna nueva. Se sintió una campanada que tiró abajo la puerta. Un ventarrón irrumpió en la sala y en la pared se estampó un corazón sangrando despedazado frente al cuadro con la foto de la abuela.
El reloj enmudeció, enquistó sus manecillas, el odio se volvió Titán y de esos ojos brotaban, como víboras de fuego.
-¿Dónde está esa hija de puta? Arremetió Jápetos.
-¿Qué es esto? Preguntó la madre tratando de volverse escudo sobre el pecho de su niña.
-No dejes entrar al miedo, suplicaban las lágrimas de María Eva. La arrastraron de los pelos, la metieron a empujones en el asiento posterior de la barca de Caronte. Cerbero los esperaba en la puerta del averno.
La abuela tomó su brazo queriendo acercarla a ella, la madre empequeñeció contra el pecho de la abuela y de una sola garganta se escaparon las entrañas ¡¡¡Ay, mi niña!!!
La abuela cantó su nana, la niña le respondía mientras un rayo de odio se la iba devorando. De las casas vecinas parecían brotar ramitos de luciérnagas que no lo eran. Se había encendido el miedo.
Desde entonces, todos los 29 de octubre en aquel barrio de casitas bajas donde ayer criaran sus hijos tantos obreros, se ve a una niña caminando de la mano de su abuela cantando una letanía:-“Señora Santa Ana ¿por qué llora el niño? Por una manzana que se le ha perdido…
La niña responde –dile que no llore, yo le daré dos, una para el niño y otra para vos.
Adelante va la madre, vanguardia de la columna de espectros de tristeza.
A la mañana siguiente, desde entonces, en cada jardín falta una flor que aparece donde todavía está el corazón estampado. Las tres mujeres sólo se ven esa noche, todo el barrio las espera.
Hasta el momento, comentan, no volvieron a germinar los manzanos…


PÁGINA 8 – RESEÑA

DANIEL DE CULLÁ
(Burgos-España)

LOS PARTOS DE LA BESTIA

        Asistir a “Los Partos de la Bestia”, de Silvia Delgado ha sido un gozo, una alegría de júbilo cual llamarada rojinegra que levanta la leña seca al quemarse. Una composición visceral y rabiosa con diez partos, a cual más doloroso, a cada uno de los cuales sigue un mismo estribillo de esperanza, expresando que no se han desvanecido los “sueños de ojalá”, pues es algo con que se cuenta en este nuestro devenir diario amordazado, a pesar de que las goteras del mal y el crimen institucionalizados caven la piedra.
        Estos “partos” viñeteados por las ilustraciones del genial Kalvellido, cual cenefa de colgadura, dosel, le dan al verbo y la palabra propiedad y honores para poder pisar nuestra propia sombra, a las duras y las maduras de un sin vivir, sin tener miedos y “no callar”, a pesar de que la Poesía haya perdido el habla porque al Poeta le han arrancado la lengua o se la quieren arrancar, haciéndole inquisición.
        He movido y pasado las 126 hojas con detenimiento e interés. He roto con Silvia todos los “poemas de liturgia inútil”, que son “pesebre” de todos los Asnos que nos gobiernan y dominan; Asnos aprendidos en cátedras de Rebuznos galoneados, sometidos a una religión que ha secuestrado la dignidad del Ser humano.
        Que la Historia está hecha por criminales asesinos a sueldo y un dios genocida devorador de cadáveres, es la pura Verdad. “Que la Tierra está sembrada de crímenes”. “Que la señora Violencia mata despacio, sin dejar huellas”, nos dice ella. “Y el poder, ¡ay el poder¡ tifus de la Historia”. Y, ellos, los lobos, “oscuros lobos sin lámparas”, iluminados tan sólo por su sed de venganza contra el hombre o mujer que piensa, que habla, o contra el joven que acusa.
        “Que paren el Mundo, que me apeo”, era un eslogan de Mayo del 68 en París. “Vivimos la miseria del espectáculo”, decía Guy Debord. La alienación, la comodidad fetichista, el fascismo y latrocinio institucionalizados conforman el ser y no ser de los estados. Nuestra sociedad nació de un parto contra natura a golpes con la punta del pie, que me hacen recordar a los activistas libertarios.
        Este siglo es “El siglo de las pocas luces, de las muchas sombras”, nos dice Silvia, “acusando al presidente y sus ministros de masturbar los intereses financieros de los amos”. La miseria y sus tinieblas son las dos únicas estaciones del ser humano.  Los días de futuro gozo se pierden en las falsas y embusteras emociones impuestas por el capital, como ya nos adelantara Dominique Karamazov en su “Pobreza del Feminismo”, y la misma Rosa Luxemburg.
        “Los partos de la Bestia” es un catecismo revolucionario que hay que leer, porque nos hace más humanos. Es un escrito o poema rabioso contra los Onagros que nos gobiernan y dominan y, también, reprensión severa a quienes dormitamos o acunamos el sueño de los injustos.
        La rabia que nos transmite esta Poesía nos hace más libres.


PÁGINA 9 – RELATO

JORGE FALCONE
(La Plata-Buenos Aires-Argentina)

ENAMORARSE

“El amor no es un objeto encontrado. El amor se construye toda la vida (…) El amor no es una receta para una vida fácil. Para una vida feliz quizás, pero no para una fácil. Requiere mucho trabajo”. Zigmunt Bauman, sociólogo, filósofo y ensayista polaco. Mi matriz familiar me legó la noción de que para cada humano existe un alma gemela, y que el mayor desafío de la felicidad consiste en encontrarla. La sociedad de mi tiempo me instruyó en el mito de la "media naranja", consistente en que alguna vez ese alguien al que estamos destinados habrá de completarnos. Demoler ambos presupuestos reporta un dolor profundo. Al fin y al cabo no abunda quien se haga al camino dudando de sus mayores. Dicen los que saben que a menudo buscamos en el/la compañer@ de vida un algo de nuestros padres. En todo caso, atributos no enteramente ajenos. Aunque en un marco signado por la austeridad que imponían mis ideas, di el primer SI frente al altar. Firmé ignorando que con tinta limón el compromiso de que fuera "hasta que la muerte nos separe". Occidente se cuida de instruirnos en la dialéctica, pero fue Heráclito antes que Marx quien sostuvo que "nunca nos besa los pies el mismo río". Aquella primitiva noción de incompletud me tuvo vagando, ante el primer e impensado desencuentro, como un alma en pena que ya nunca volvería a encarnarse. Vinieron luego espejismos, en la adolescencia del amor, que a menudo lo confundieron con la pasión. Pero parece que el primer sentimiento trama un tapiz que abriga, y el segundo arrebata dejando sólo cenizas. Duro fue transitar el Sahara del afecto siendo en la reunión social el incómodo invitado impar. No es la nuestra una sociedad muy respetuosa de una escogida soledad. Cuando cicatrizó mi cuero de la más profunda herida, saltimbanqui me volví de cama en cama... aunque no tardó aquella práctica en revelarse como aliada de un YO indispuesto a escucharse. Primate aún de las emociones, busqué en la epidermis de mi prójima la garantía de una relación gratificante, mas ese nuevo intento jamás condujo hacia la estabilidad: ¡Una década alterné con el mismo arquetipo de mujer encarnado por distintas intérpretes! Quien descree de si mismo se aferra a sus propios verdugos. Pero al cabo de un año sabático de féminas, y como acostumbra a decirse, comprobé que a menudo se encuentra cerca lo que se busca lejos: Una compañera de trabajo devino compañera de vida. Estoy seguro que la percepción del amor tiene edades. Pero también intensidades. Sin minimizar vínculos previos, un hermoso pasaje de la novela “El nombre de la rosa” de Umberto Eco, alguna vez iluminó mi entendimiento de lo que actualmente siento. Transcurre durante la velada posterior a la experiencia sexual primeriza del entenado Adso de Melk, cuando desvelado interroga a su mentor William de Baskerville - monje franciscano como él - acerca del nuevo sentimiento que experimenta: _ Señor - comienza el joven aprendiz -, hay algo que debo contaros. _ Ya lo sé; responde el maestro. _ ¿Me oiréis pues en confesión? _ Bueno… preferiría que antes me lo explicaras como amigo. _ Maestro… ¿habéis estado alguna vez enamorado? _ ¿Enamorado…? ¡Muchas veces! _ ¿De veras? _ Naturalmente: De Aristóteles, Ovidio, Virgilio, Tomás de Aquino… _ No, no, no… Quiero decir de una… _ Oh… ¿no estarás confundiendo amor con lujuria? _ Tal vez. No lo sé. Sólo deseo su propio bien. Deseo que ella sea feliz… _ Oh, cielos… _ ¿Porqué “oh, cielos”? _ Estás enamorado. El diálogo continúa, abordando los inconvenientes que tal circunstancia reporta a un fraile, lo cual carece de relevancia al efecto del parangón que deseo establecer, ya que también daría lo que no tengo porque a ella jamás la rozara el ala del dolor, y porque su vida fuera una completa fiesta, puesto que entiendo que amar a quien lo merece y ser correspondido constituye uno de los pocos tesoros que proporciona la existencia. Al cabo de casi una década, y aunque suene algo sensiblero, debo confesar que hoy brego por cada instante de vigilia que pueda prorrogar con ella, y la extraño hasta mientras duerme. Quizá porque las respuestas que buscaba descansan al otro lado de mi almohada. He aprendido a disfrutar hasta las privaciones que compartimos. Supongo que la madurez trae consigo capacidad de transacción y sutileza para el mutuo cuidado. Quizá otro tanto aporta seguir demoliendo mandatos y equiparar los roles, legitimar fantasías individuales para ejercer el Kamasutra en casa, huyendo de aquel prejuicio atroz que consagra ternura para la esposa y pasión para “la otra”. Una pareja de verdad es una causa. Nos compromete a que la vida sea maravillosa aunque sea para una sola persona.


PÁGINA 10 – POESÍA ARGENTINA

 AMELIA ARELLANO
(San Luis-Argentina)

NOSOTROS

Nosotros. Los adoradores de las sombras.
De las lluvias tardías en los ojos.
Los que desabrochamos los botones del pecho.
Nosotros. Vos. Yo. El otro.
Ruptura sutil de triángulos y prismas.
-Siempre la lluvia de por medio-
Guardar en el bolsillo el pliegue fruncido de tu frente.
Y digo lluvia y digo sombras y digo parto.
Nada pudiste hacer. No pudiste evitar ser el cómplice.
Y ella allí. Tan espera. Tan perenne. Tan siempre.
Y tú aquí. Tan huida...Tan efímero. Tan nunca.
El vientre de la estatua se hincha.
Huye el niño de pantalones cortos.
Y él allí. Tan torpe. Tan dolido. Tan hambre.
Y tú aquí. Tan ágil. Tan placebo. Tan pan.
Una conquista. Un desafío. Un duelo.
Esa puerta tan jaula. Tan cerrada.
Esa puerta que a falta de pájaros habita hombres.
Hombres, habita...

SILVIA LOUSTAU
(Mar del Plata-Buenos Aires-Argentina)

EXTRAVÏOS

El tiempo te descuartiza frente a mi sombra
cuando el agua de tu muerte
se estanca en la pupila de mis venas
y un montón de hojas podridas
saturan la tristeza de mi sangre.
Y en una casa extraviada en algún sueño
los helechos soplan una llovizna silenciosa sobre tu vida,
a veces allí te encuentro
y te entrego las alas de un árbol,
para que mojes el cirio
que derrama su crepúsculo hostil entre tus manos.
Pero también existe un reloj de enfermas primaveras,
una costra de atardeceres en un océano lejano,
un cuerpo desnudo tatuado de eternidades
y la cáscara de un beso
donde se empozan las despedidas.

HUGO FRANCISCO RIVELLA
(Rosario de la frontera-Salta-Argentina)

LA PALABRA
a Norma Segades Manias

La palabra naufraga en cada hombre.
Tuerce su boca, lo vuelve de barro cuando es un soplido de Dios
y es un pájaro oscuro su memoria.
Puede ser el vino de los desterrados,
la piedra que solloza bajo la sombra roja del otoño,
el colibrí de Nazca o el fantasma de la soledad.

Soy un sapo sin charco y precipicio.
Un príncipe encantado sin el beso.

La palabra amor sin redención posible.


PÁGINA 11 – CUENTOS CORTOS

MARIA ISABEL CLUCELLAS
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)


¡OH, ATENAS...!

   Noche de cielo alto, oscuro y contadas estrellas. La luz amarillenta se pega a la tierra, a los baldosones silenciosos del barrio de Plaka, para hacer de ellos un todo con el latir del universo.
   Unos varas de santarrita, violáceas de flores, caen de este lado de la pared y mecen sobre la mesa sombras inquietas. El bar desborda, avanza hacia la calle. Copas de ouzo, vasos, botellas, pulpo a las brasas, algunas notas lejanas... ¡oh Atenas!
   ¿Duermevela? ¿Sueño?
   Un tiempo sin tiempo se escurre entre nuestras manos que envidian a los dioses su permanencia.
   Pretendemos quebrar el hechizo. No es posible. La noche se cierra, el aire embriaga como el vino.
   Allá arriba, Alguien sonríe muy por encima de nuestras cabezas.
                                                                   Atenas, Grecia, 1989.


OTRAS NIEBLAS

   Calles estrechas, apretadas, colmadas de gente. El humo de los fogones, pobre paliativo del frío, se suma al aire lechoso, denso de humedad.
   Colorido, miserable, el fluir de los peregrinos es intenso. Unos avanzan presurosos hacia el Ganges, otros regresan purificados del río sagrado después de llenar de agua cántaros y vasijas. Al pasar, los promesantes dejan caer alguna moneda en las escudillas de los centenares de mendigos que para esta fecha se desplazan desde los pueblos más distantes. La India, enorme, inconmensurable, parece estar en movimiento. Doble espiral, doble círculo, el andar silencioso de millones de orantes.
   Todo flota dentro de una inmensa nube en lenta disolución a medida que se afirma el sol. Una hilera de escalones desciende hasta el río. Sobre la pared rojiza del templo vecino puede leerse Ghat Pnyat en grandes letras negras. Sobre las gradas, protegidos por vistosos parasoles, los brahamanes.
   Hombres y mujeres, multitudes abigarradas se arriman al agua y se sumergen al menos tres veces en el río-madre de los hinduistas. El revoleo colorido de los saris que visten las mujeres, el de las túnicas blancuzcas de los hombres al despojarse de sus respectivas ropas ahuyenta definitivamente la niebla. Un sol opaco aún se escurre entre las barcas repletas de creyentes que cantan con voz monótona mientras dejan deslizar sobre el agua papirotes y pequeños trozos de papel colmados de pétalos amarillos donde arden las velas de las ofrendas.
                                               Väränasi (Benarés), India, enero 1999.


JAVA, UNA ESTAMPA RECORTADA DE VOLCANES

   Sembrado, sembradíos. Loa arrozales se extienden a lo largo de la ruta. Más allá de las terrazas ondulantes dibujadas por el agua, por las pinceladas de verde que flamean al viento, la jungla avanza exhuberante concentrando sombras y otras oscuridades.
   Aquí, sombreros cónicos intentan disimular el esfuerzo de hombres y mujeres que trabajan al sol y añaden encanto y exotismo al paisaje.
   Lejos, algún penacho de humo pone una nota blancuzca en el cielo: Java es una estampa recortada de volcanes.
   En el centro de un amplio espacio que limitan la selva y un horizonte quebrado de cerros, Borobudur, el impresionante, vastísimo templo escalonado. Las piedras oscuras se elevan en busca de las nubes hasta alcanzar la enorme campana que remata esta suerte de colosal pirámide. Alrededor de ésta, setenta estupas cada una con un buda en su interior alzan  sus agujas hacia lo alto.
   Para dar cabida a la leyenda, introducimos una mano entere las rejas de piedra y tocamos con la punta de los dedos una de aquellas figuras que, dicen, nos traerán buena suerte.                                                            
                                                              Java, Idonesia, octubre 1998.



LOS HABITUÉS DEL WRITER´S BAR

  Entramos en el hotel Raffle de Singapore huyendo de sorpresivos chaparrones Inmediatamente ubicamos el Writer´s Bar, y ya junto a la barra, ordenamos una cerveza mientras alguien, oculto en la penumbra de los paneles oscuros, desgrana notas en un piano de cola.
   A un lado, sobre la ampulosa consola colonial, socios en otras siembras, las fotografías de Somerset Maughan, Rudyard Kipling, Joseph Conrand, distinguidos habitués del legendario hotel, hojas en la tormenta, un racimo de historias plasmadas en andanzas, enriquecidas por la aventura.
   Otras siembras, las del espíritu.
                                                                Singapore, noviembre 1989.

Libro “ANDANZAS DE CAMINANTE”



PÁGINA 12 – ENSAYO

GLORIA CEPEDA VARGAS
(Popayán-Colombia)

ACOMPÁÑAME CIORAN

El pensamiento no es nunca inocente. Porque es implacable, porque es agresión, dice Émile M. Cioran en uno de los aforismos que conforman Del inconveniente de haber nacido.
La tan llevada y traída mordacidad de Cioran es trasunto de verdades propias de nuestra condición. Somos animales de guerra cuerpo a cuerpo; asestamos el golpe con el arma o la palabra porque la defensa de lo que consideramos territorio propio es irracional, desde la que maneja el macho (incluido el humano) en el momento del apareamiento hasta la que pretende defender, aun contra molinos de viento,   la creación artística o intelectual.
A pesar de mi carencia de brújula, sé que el golpe agazapado no existe. Por eso nunca podremos avizorar dónde anida la Poesía. Por mucho que la Academia o la crítica nos consagren, jamás descifraremos el código sagrado. Por mucho que los cantos de sirena den pábulo a nuestra vanidad, no dejaremos de ser sapos junto al estanque. Ignoro en qué código aprendimos a considerarnos dueños absolutos de la verdad. Hasta voces empinadas por encima del coro, caen en este infundio.
¿Quién sino Vicente Huidobro, autor de ritos nuevos y osadas peripecias, se convirtió, por obra y gracia del incienso y la ínfula, en una nave inabordable? ¿Por qué muchos de los que alcanzan a asir la sartén por el mango, se llenan de humo como chimeneas? ¿Cómo circula tanta moneda falsa en este mercado digno de mejor suerte?
La respuesta es simple: porque somos seres limitados y limitantes, en quienes el remanente pesa más que la decantación. Por otra parte, la evaluación poética depende en gran medida de oráculos coyunturales. Sé que si fuéramos más abiertos a la rosa del viento –que no de los vientos- la vida, necesitada de la efusión poética como del aire, transcurriría en luz.
Nadie termina de aprender y es cuando menos producto de un narcisismo decadente, considerarnos aptos para marcar el rumbo en esta expedición que se renueva con el sol.
Mi amigo Cioran dijo después de revolver trebejos en el desván de la memoria: Sólo conozco una visión que sea enteramente satisfactoria. La de Emily Dickinson cuando dice que en presencia de un verdadero poema se siente sobrecogida por un frío tal que tiene la impresión de que no habrá fuego alguno que pueda reanimarla. Conclusión: no es erudición, es sentimiento; no cabe aquí el almidonado aprendizaje retórico, sólo la esencia, tan personal e indefinible como el amor.
Hasta los renovadores del lenguaje despliegan con ufanía su cola de pavo real. La arrogancia que funge como compensadora de nuestra pequeñez, impide la convivencia pacífica. Más de una vez he salido corriendo ante el efluvio urticante de los sabios del momento. De ahí la distancia y hasta el caos que invaden esta torre de babel donde monologamos quienes tenemos la escritura como razón de vida.
Si no queremos o no podemos despojarnos de esta carnadura cactácea, deberíamos al menos intentarlo. Nadie usurpará nuestra parcela, de manera que la batalla librada contra el fantasma del otro, es un esfuerzo inútil.
La maroma del niño o del sabelotodo es peligrosa para el jugador. Por favor, un poco más de humildad cuando invadimos el territorio ajeno. La Academia, tan solemne y cuadrada, es impotente ante esta torre  que hierve con los astros más lejanos.
Dame otra vez la mano, Cioran: Siempre tenemos la impresión de que podríamos hacer mejor lo que otros hacen. Desgraciadamente no tenemos el mismo sentimiento hacia lo que nosotros mismos hacemos.


PÁGINA 13 – RELATO

MIRIAM CAIRO
(San Nicolás de los Arroyos-Buenos Aires-Argentina)

MORDER EL PEZ

A mi amiga dragona no le importa tanto el qué dirán como lo que piensa para sí misma, por eso se deja fotografiar con un cigarrillo en la boca o alimentando lobos recién nacidos en algún cuarto de hotel, sin que se altere su estado natural de ensimismamiento.
Quizás no tenga una escarapela muy brillante, pero la oscuridad está dentro de sus cálculos porque, lo diré con toda confianza: mi amiga dragona no es alguien que brilla o deja de brillar como cualquier estrella mortal. A ella, luz y calor la vuelven un ser de duraciones diversas que van desde una fracción de segundo hasta la eternidad simultánea.
Una se siente tentada de morder el pez del insomnio y decir que mi amiga dragona es una alucinación poco concreta, o bien que los lobos recién nacidos la alimentan a ella. Sin embargo, esas ideas le arrojan piedras a otras ideas mejores. Hay mucha competencia ideológica. Y no es casual que surja aquí el tema de las piedras y el tema del insomnio, cuando en realidad quiero hablar de mi amiga dragona que alimenta lobos recién nacidos con un cigarrillo en la boca.
Yo la admiro por eso, y por muchas otras cosas. Pero esta noche hablo de esto, porque para eso están viniendo las palabras. También podría ser que ellas vinieran por lo otro, por lo que no he dicho todavía e iré diciendo a medida que las patas de lo que siento vayan abriendo un camino desde el insomnio hasta la cintura, de la cintura a la vía láctea, de la vía láctea al corazón, del corazón a la poesía.
Hablo aquí y ahora de mi amiga dragona, como si éste fuera el
espacio tiempo de su revelación porque no hay otra noticia mejor para la noche, pero en realidad, no sólo de la noche vive su luna.
Cuando me surge la duda de para qué escribo, digo que escribo para traer noticias de los lobos recién nacidos en un cuarto de hotel, aunque no hay nada definitivo en esta afirmación.
A veces escribo para que las noticias desaparezcan.
A veces, para inventar a mi amiga dragona que no existe.
A veces, para que mi amiga dragona deje de existir y se vaya definitivamente con los ángeles.
A veces para volcar en el cuenco llamado amiga dragona un sinfín de cosas imposibles.
A veces, para que el cuenco se derrame sobre mí.
Esa noche, ese miedo, esa hermosura.
A veces escribo para que nazcan, de una vez por todas, la palabra noche, la palabra lobo, la palabra hermosura.
Pero ahora, que puedo darle la espalda a lo que escribo, digo que escribir sobre mi amiga dragona es una manera de agrandar más el misterio de escribir.
Intentemos decirlo de otro modo.
Es como si vinieran truenos del norte y yo advirtiera que si no estalla la tormenta moriré de asfixia. Entonces, cuando el ronquido de las palabras me llena de placer, me llena de terror, el aire de la habitación se impregna de aromas a lluvia. La escritura aparece.
Pero sigue siendo más complejo aún.
En el cuenco de mi amiga dragona hay una semilla que alguien podría llamar musa. Y es cierto también que esa musa murió de la manera más triste. Pero por esta cosa de la ideología y las piedras, por este amor a los lobos recién nacidos en los cuartos de hotel, la resurrección de mi amiga dragona fue inmediata. Y ha transmutado en una musa que nadie más que yo puede reconocer en sus infinitas transmutaciones dragónicas.
Y también es cierto que lloré, lloré, lloré, con el verbo llorar conjugado en pasado, presente y futuro, pero ahora mi amiga dragona vuelve a alimentar a los lobos recién nacidos en un cuarto de hotel.
Y mientras ella muere a pata ancha, yo la resucito en el instante de la palabra eternidad.
Y ella me dirá una y otra vez: no te entiendo, Miriam, no te entiendo.
Y yo contestaré: no puedo escribir bien porque te fuiste.
Pero eso nunca fue ni será verdad.
Simplemente escribo mal porque no puedo escribir bien.
Porque escribir así es mi manera de salir del punto muerto.


PÁGINA 14 – POESÍA ARGENTINA

ERNESTINA ELORRIAGA
(Córdoba-Argentina)

XXV

Palabra de mí
del animal que duerme en mis ingles
de mi fuego que arde sin quemarse en los leños del templo
del miedo que insiste en beber el cuerpo de mis hijos
palabra de mi
de mi entraña que ha bebido el largo trago del dolor
de mi caballo de extraviados sueños
de la niña que constriño la hormiga para entender su movimiento
de ese planeta de lloviznas rojas
protector de las embarazadas y las promiscuas
palabra de mi
de esta locura que me salva del infierno
del escupitajo que mi rostro recibe
de mi de ni de a veces de siempre
mariposa
palabra
que no deja a mis manos
ceñirse al
cuello
de mi palabra

MARTHA OLIVERI
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

ULTIMA CARTA A MI PADRE.

Raúl Oliveri: 1929-2013
"Polvo serás más polvo enamorado"
y así será como vos lo pediste. padre,
esparciremos tus cenizas
en la laguna de tu San Pedro querido.

Por qué impiden que partas, padre mío,
qué ajena voluntad niega tu sueño
de ser polvo en la ribera de tu patria de azares.
Qué corazón es este que late sin sentido,
por qué nadie pone fin al desterrado.
Y como habrás de dar tu último suspiro:
ese digno hálito del fin
encadenado a la soberbia de esta muerte asistida
en la innoble frecuencia de los respiradores
en la fría asistencia de un regular respiro
que no es tu humano palpitar
que no es humano.

Y pregunto acaso ¿es innoble la paz
del cuerpo que ha mermado
que nadie pone fin al hombre inerte?

Para que vuelva en "polvo enamorado"
que lo acune el alivio
de ya no ser substancia
o tal vez sólo un ángel de silencio.

Reunido al fin de su horizonte en la memoria,
quiere el alma volver a su regazo
quiere el hombre regresar, volverse cuna
ser preludio otra vez, fin y principio.


LUCÍA CARMONA
(Chilecito-La Rioja-Argentina)

Arrojar a una fosa
una flor muy pequeña
para que llegue al fondo de la tierra
y recuperar la hora suprema
simplemente por besar con la flor
toda la historia
y todo el cataclismo
y todo el deseo

Si alguien pregunta
dìganle que nacì
donde se nutre la piedra con el cielo.
Que mis genes confunden
el gozo y el tormento
y que llevo
sobre los hombros
un sayal de tejido milenario.

Dìganle que he amasado
la greda de la tarde
hasta que mis nudillos
se volvieron estrellas.
Que sè lavar el tiempo
con el agua sombrìa que baja de los cerros
y cuando lo he lavado
pueblos maestros vuelven
con sus voces de roca,
càndidamente vuelven
a ocupar los lugares del árbol,
solamente del árbol.

Si alguien pregunta
respondan que conozco
la desnudez de aldeas
en èpocas de sexo
y la forma de amar
y de quedarse y ser
hasta la muerte.

Si alguien pregunta,
dìganle que nacì
con las crecientes del verano
levantando entre hierbas y piedras
la edad y la memoria


PÁGINA 16 –  ENSAYO

CARLOS FAJARDO FAJARDO
(Santiago de Cali-Colombia)

“No se derramará una gota más de sangre
de nuestros compatriotas”.
(Discurso de posesión del presidente
Belisario Betancur, agosto 7 de 1982)

Con el “presidente poeta” Belisario Betancur (quien llamó al Palacio de Nariño a pintores, escultores, compositores, poetas, escritores y renombradas personalidades de la cultura; quien puso a los viejos y jóvenes poetas de distintos territorios a viajar por las ciudades de este “País que sueña”) se aumentó en Colombia la muerte por asesinato. Según un informe de junio 5 de 1983 del Departamento de la Policía Nacional, un asesinato se cometía cada hora en Colombia y un atraco otro tanto; siete mil locos sueltos solamente en la ciudad de Cali deambulaban a la suerte de Dios. Así que vivir en paz en un país como el nuestro era cuestión de milagro. Sin embargo, nos alegramos y celebramos con demasiado folclorismo costeño, un premio Nobel dado a este Macondo, y con el triunfo del “Jardinerito” de Fusagasugá, Luis Herrera, para todos Lucho, en las carreteras de Francia.

Era la década del miedo. La muerte de los pobladores de Colombia y la muerte de nuestros ídolos e inspiradores nos hizo ver que estábamos hechos para el Corpus mortuus. Ingrid Bergman, Romy Schneider, Luis Buñuel, Johnny Weissmuler, Richard Burton, Orson Welles, Rock Hudson, dejaron este perro mundo después de haber vivido la desesperación del siglo. Junto a ellos, también marcharon otros. En noviembre 27 de 1983, para tristeza latinoamericana, en un avión de Avianca, en el aeropuerto de Barajas, Madrid, murieron carbonizados en el fuego del absurdo, Martha Traba, Ángel Rama, Manuel Escorza, Jorge Ibargüengoyta, los jóvenes pintores Tiberio Vanegas y Jairo Téllez y el músico Fernando Meneses, colegas de nuestra generación.
Hacia el mismo año, se nos fueron también el joven eterno Julio Cortázar y el descarado hermoso Truman Capote. Años más tarde moría la Simone de Beauvoir, cincuenta años compañera de Sartre, Juan Rulfo marchó a su Comala y Don Jorge Luis Borges, perdido en el Aleph, buscó a los Inmortales. En Colombia vimos irse a muchos, vimos cómo nos íbamos nosotros mismos.
En Popayán, la histórica, la blanca, la colonial, un 31 de marzo de 1983 cayeron piedras sobre piedras, destruyendo sus hermosas calles “inclinadas hacia el cielo” y aquel tradicional Café Alcázar “sin bufones ni reinas”. Doscientos cincuenta personas aquel día no abrirían más sus ojos al viernes santo.
Según cifras dadas por el Procurador de la República Carlos Jiménez Gómez, en 1983 formaban parte del grupo paramilitar MAS (Muerte a Secuestradores) cerca de 104 civiles y 59 militares, para un total de 163 personas dedicadas al asesinato. Y apenas comenzaba la nombrada “Guerra Sucia”.
El ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla, en abril del 84, cayó acribillado cerca de su casa por sicarios del narcotráfico. En el edificio Diners de Cali, en plena Plaza de Caycedo y Cuero, centro de la ciudad, siete secretarias y dos vigilantes fueron encerrados en los baños, torturados y asesinados por tres desquiciados jóvenes de nuestra generación, mientras los ciudadanos de una Colombia sangrienta, como perdidos sonámbulos, deambulaban a sus alrededores. “Todos matamos y nos pasábamos el cuchillo, porque matar cansa”, dijo uno de ellos días después, con aterradora indiferencia. El médico Carlos Toledo Plata, cofundador del Movimiento 19 de abril (M19), murió asesinado en las calles de Bucaramanga en agosto 10 de 1984. Las ciudades eran tomadas por la guerrilla, la paz y sus acuerdos hechos trizas, en este sacrificado país, y el presidente callado.
Todo esto hizo que, al mediar la década, frecuentáramos la desilusión y el odio. Unos asumieron la respuesta guerrera; otros, los más, el miedo y el silencio. Éramos una generación que lentamente la desaparecían del ambiente político y social; una generación que vio la desaparición de su acción participativa en las soluciones del país, como la del sentido de nacionalidad, de lo que significa ser colombiano.
Ante un gobierno que, el 5 y 6 de noviembre de 1985, permitió que se incineraran en el Palacio de Justicia a ciento cincuenta personas, entre ellas a once magistrados de la República, y dejaba, por su negligencia, que un volcán sepultara a 25.000 humanos; que permitía que se incrementaran las escuelas de sicarios, los cuales asesinaron a periodistas tan demócratas como lo fue Don Guillermo Cano Isaza, director del periódico El Espectador, y que aumentaran las desapariciones... nosotros, jóvenes, ¿qué podíamos esperar de un país en esas condiciones? ¿Qué podíamos exigirle? ¿Con qué valores éticos íbamos a escribir y amar y luchar por su reestructuración?
Y allí estábamos con poemas en mano, con el amor y los ojos lelos, solos ante semejante chimenea histórica.


PÁGINA 17 – RELATO

JORGE ISAÍAS
(Los Quirquinchos-Santa Fe-Argentina)

DENSIDADES

Densidades de la luz que apenas delineaban la estribación de las nubes y acaso definían formas que mimaban las alas de algún pájaro gigante.
Otras densidades obturaban con su luz el vacío de los campos abiertos al fragor de las trilladoras o al deambular de las mariposas que tanteaban tanto aire y tanto sol con sus alitas titubeantes en la búsqueda del polen tan necesario y tan distante a veces.
También entraban por los callejones, de a miles, yendo que sí que no por esa luz que sopesaba el aire duro del verano.
Se distribuían por las calles solitarias que quemaban como si fuera una sola playa sola, remendada por arenas que llameaban oro en su esplendor, apenas intervenido por algún pastizal salvaje que retenía la flor libre de los cardos y  sus semillas y algún papel que vino errante empujado por la brisa de algún amanecer gustoso de otro clima más benigno o venturoso.
La densidad entonces era acorde con la soledad certera y poco enfática de ese caserío derrengado y desprolijo con sus habitantes como tirados al descuido en ese lugar lejano de una pampa que no nos daba tregua ni resuello cuando los vientos no eran muy propicios, con huecos sin refugio salvo alguna hilera de plátanos coposos o casuarinas oscuramente verdes. Porque aquel álamo solitario poco haría sino ofrecer su sombra que como un cuchillo cortaba el sol a pleno, abusado de flores, de nidos de pájaros que lo habitaban hasta que esos pichones nacieran y luego de volar quedaron  sus nidos  abandonados y esas hierbas secas se regaran por el suelo, como si no hubieran existido porque se irían a esconder en los pastizales lerdos, como el grito de una lechuza en la noche que tardíamente cruzaba la oscuridad y nos metía el miedo consabido, mientras la quietud de la casa fuera seguro refugio de los peligros de su agorería malsana, cuando estábamos en la protección de los mayores o en el refugio de las frazadas que amorosamente nos había proporcionado nuestra madre.
Como para defendernos para siempre de todos los males del mundo a que habría de someternos la vida.
Una forma amorosa de protegernos y de estar a tono con aquellas densidades cuando todo se tuvo que exhibir y ser devaluado a su vez por la inclemencia impiadosa de todos los tiempos.


PÁGINA 18 – POESÍA ARGENTINA

 ANÍBAL DE GRECIA
(Oberá-Misiones-Argentina)

COMO UN GATO

Soy un pedacito de mí que va creciendo otra vez
me pongo cremitas de Tsu para tapar las cicatrices.
Soy un gato
soy un gato
Estoy juntando algunas monedas
para comprarle un poco más de tiempo a la muerte.

Me duele un poco acá y un poco los deditos de contar los días.
Me apasiona la idea de volver a tener las nueve vidas intactas.

LAURA BEATRIZ CHIESA
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

 ASOMBRO

 Distintos y distantes enfoques de la vida
 nos muestran a señores que declaman razón,
 cuando en verdad entonan estrofas de carroña
 y las cantan sonrientes, envueltos en su hedor.
 Tengo asombro asombrado en mis capacidades,
 pues mis ojos y oídos no alcanzan a llegar
 a los límites ciertos, que tienen los sentidos,
 y vislumbro -a veces- miserias y maldad.
 Y yo sigo pensando en valores humanos
 que el tiempo va licuando y en vapores se van.
 ¿Se irán al infinito para un resurgimiento,
 o serán la materia que el tiempo borrará?
 Dios nos hizo con vista, con manos que transmiten,
 con un libre albedrío que se utiliza mal,
 pues con él socavamos importantes paredes
 sin detenernos nunca a pensar en moral.
 Porque moral es eso que llevamos altiva,
 y no aquello siniestro que la pretende ahogar.
 Moral es el consejo que se brinda con ganas,
 con las ganas sinceras del amor que se da.
 Moral es virtuosismo de levantar banderas
 donde a su sombra crecen la fe y la razón,
 y no la mente sucia que vibra en ciertos hombres
 para crear calumnias que no tienen perdón.
 Sigo teniendo asombro, un asombro asombrado
y le pido al Supremo que me permita ver,
 cuando el amor supere la suciedad del libre
 que no sabe encontrarlo, porque no sabe ser.


LAURA YASÁN
(Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)

arte poética

era mi oficio
desplegar unas alas de latón como si fueran pétalos
abiertos en la piel de los amantes

y ella tejía los abrigos

separaba las hebras en la frente
de los corderos lastimados
pude ver el futuro
leche cuajada en la lengua del lobo
música escrita sobre el filo del mundo

era mi habilidad
salvar las criaturas que anidaban en la corteza de los días
negar sus huevos quebradizos
delicados cadáveres de almejas pegados a la ropa
lentejuelas cosidas al brillo de los ojos

bebí de su tazón
granos de sal como piedras preciosas

ella cantaba sobre las manos ásperas
del trabajo mal pago


PÁGINA 19 – CUENTO

ANA LUCÍA MONTOYA RENDÓN
(Palmira-Valle del Cauca-Colombia)

Y seguía la Oveja hablando con sus hermanas…

Carísimas hermanas, pongan mucha atención a lo que les voy a decir:
 El Pastor está cansado y sus jerarcas inmediatos también. Según su mandato, pregonado hace miles de años, nos reprodujimos porque reverentemente nos dijeron,  “creced y multiplicaos”. En aquel tiempo era benditísimo yacer y yacer, parir y parir, aunque la cópula se realizase con la madre, la hija, la hermana, la tía, la abuela y todas las hembras del rebaño.
Él Pastor solo quería tal superpoblación de ovejas cuyas heces abonaran abundantemente la tierra. Aupaba por nuestra reproducción porque necesitaba  ejércitos de servidores que entraran a las minas, labraran la tierra, tejieran vestidos para él, los suyos y nosotras (nos hizo pensar que desnudas nos veíamos muy feas y nos puso este agobiante vestido de lana… si al menos hubiese sido de algo parecido al fino lino de que estaba hecho el suyo). Nos ha mantenido arrodilladas, jamás hemos sido la tan cacareada “oveja erectus”, solo somos tan singulares como la Dolly; repito, nos arrodilló diciendo que había que ganarse el pan con el sudor de la frente y el resto del cuerpo, y nos infundió el sentimiento de “nada se consigue gratis…”. Mas ¿qué ocurría mientras seguíamos tras la dulzura de su flauta? Averigüémoslo. Algunas de nosotras con olfato parecido al de los perros, tímidamente y desde los inicios de los tiempos, barruntamos que algo andaba mal pero callamos, al punto que la soga donde nos colgaron el cencerro (cada una siempre fue controlada a través del tintineo de ese cascabel) se encarnó, convirtiéndonos en más mansas. Ese largo pastoreo nos volvió crédulas hasta los tuétanos. Creímos el cuento rosa de que hay premios intangibles de gozo a futuro. Nos dijeron que el pago por nuestra obediencia estaba representado en extensiones infinitas de cielo, sin embargo eso nos ha hecho sentir oleadas de mucha vergüenza por ofender a la humildad con nuestro orgullo, ¡ah! es que eso de ser tan ricas no es bueno… pues otra frase que nos tatuaron, palabras más palabras menos, la que dice “de mansos es el Reino” y nos remataron con otra: “es más fácil que un camello entre por el hueco de una aguja que un rico en el cielo”. Pero, qué se le iba a hacer si durante tantos milenios veníamos siendo tan elegidas y más que eso, por filiación (parientes de El Pastor), co-terratenientes del cielo. Sin embargo el gozo de ser acreedoras de tanto bien nos lo hacían tambalear a través del miedo de perderlo si no hacíamos caso de sus letanías (tarde nos hemos dado cuenta que una mentira repetida en la consciencia de la manada inducida, se convierte en verdad), dijeron nos quemarían vivas durante una dosis macabra de tiempo nada fácil de concebir con nuestras pobres entendederas: nosotras, tan tiernas e indefensas, si rebeldes, seríamos fritas durante la Eternidad. ¿Y para qué fue miedo?  Así es como hemos agachado la testa hasta hoy.
 Hermanas, El Pastor no nos quiere más. Somos estorbo para él. Quiere parar la proliferación de ovejas. Ensaya muchos métodos anticonceptivos. Estratégicamente calcula en cuánto tiempo desaparecemos. Quiere la faz de la Tierra solo para él y para sus escogidos.
 Amadísimas hermanas,
 ¿Podrían hacer el esfuerzo de intuir cuál es el plan que El Pastor tiene en marcha para que no haya más descendencia nuestra ni de otras especies que le estorban? Miren bien qué mandatos nuevos hay en cada potrero, en cada parcela donde nos mantienen como redil. Cuando tengan algunas respuestas nos reuniremos para cotejarlas.


PÁGINA 20 – ENSAYO

UMBERTO ECO
(Alessandría-Italia)

LA MEMORIA VEGETAL


El último límite de la textualidad libre es un texto que en su origen está cerrado, por ejemplo "Caperucita Roja" o "Las mil y una noches", y que yo, el lector, puedo modificar de acuerdo con mis inclinaciones, hasta elaborar un segundo texto, que ya no es el mismo que el original pero cuyo autor soy yo mismo, aun cuando en este caso la afirmación de mi propia autoría sea un arma que dispara contra el concepto nítido y bien definido de autor. Internet está abierta a experimentos de esta naturaleza, y muchos de ellos pueden resultar hermosos y fructíferos. Nada nos impide escribir un relato en el cual Caperucita Roja devora al lobo. Nada nos impide reunir relatos diferentes en una especie de rompecabezas narrativo. Pero esto no tiene nada que ver con la función real de los libros y con sus encantos profundos. Un libro nos ofrece un texto abierto a múltiples interpretaciones, pero nos dice algo que no puede ser modificado. Supongamos que estamos leyendo "La guerra y la paz" de Tolstoi. Anhelamos con desesperación que Natasha rechace el cortejo de Anatoli, ese despreciable sinvergüenza; con la misma desesperación anhelamos que el príncipe Andrei, que es una persona maravillosa, no se muera nunca, y que él y Natasha vivan juntos para siempre. Si tenemos "La guerra y la paz" en un CD-ROM hipertextual e interactivo, podremos reescribir nuestro propio relato; podríamos inventar innumerables "La guerra y la paz", uno en el que Pierre Besujov consigue matar a Napoleón o, si preferimos, uno en el que Napoleón derrota en toda la línea al general Kutusov. ¡Qué libertad! ¡Cuánta excitación! ¡Cualquier Bouvard o Pécuchet puede llegar a ser Flaubert!Desgraciadamente, con un libro ya escrito, y cuyo destino está determinado por la voluntad represiva del autor, no podemos hacer nada de eso. Nos vemos obligados a aceptar el destino y a admitir que somos incapaces de modificarlo. Una novela hipertextual e interactiva da rienda suelta a nuestra libertad y creatividad, y espero que esta actividad inventiva sea implementada en las escuelas del futuro. Pero con la novela "La guerra y la paz", que ya está escrita en su forma definitiva, no podemosejercer las posibilidades ilimitadas de nuestra imaginación sino que nos enfrentamos a las severas leyes que gobiernan la vida y la muerte.
De modo similar, Victor Hugo nos ofrece en "Los miserables" una hermosa descripción de la batalla de Waterloo. Esta versión de Hugo es la opuesta de la de Stendhal. En su novela "La cartuja de Parma", Stendhal ve la batalla a través de los ojos del protagonista, que mira desde el interior del acontecimiento y no entiende su complejidad. Por el contrario, Hugo describe la batalla desde el punto de vista de Dios y la sigue en cada detalle. Así, con su perspectiva narrativa, domina toda la escena. Hugo sabe no sólo lo que sucedió sino también lo que podría haber ocurrido (aunque de hecho no ocurrió). Sabe que si Napoleón hubiera sabido que más allá de la cumbre del monte Saint Jean había un acantilado, los coraceros del general Milhaud no habrían sido abatidos a los pies del ejército inglés, pero la información del emperador era vaga o insuficiente. Hugo sabe que si el pastor que había guiado al general Von Bulow hubiera propuesto un itinerario diferente, el ejército prusiano no habría llegado a tiempo para provocar la derrota francesa. De hecho, en un juego de roles uno podría reescribir Waterloo de tal modo que Grouchy llegara a tiempo con sus hombres para rescatar a Napoleón. Pero la belleza trágica del Waterloo de Hugo consiste en que los lectores sienten que las cosas ocurren con independencia de sus deseos. El encanto de la literatura trágica depende de que sintamos que los héroes podrían haber escapado a sus destinos, pero no lo hicieron por sus debilidades, su orgullo o su ceguera. Además, Hugo nos advierte: "Un vértigo, un error, una derrota, una caída que dejó perpleja a toda la Historia, ¿puede ser algo sin causa? No... la desaparición de ese gran hombre era necesaria para que llegara el nuevo siglo. Alguien, a quien no pueden hacérsele reparos, se ocupó de que el resultado del acontecimiento fuera éste... Dios pasó por aquí".
Eso es lo que nos dice cada libro verdaderamente grande: que Dios pasó, y que pasó tanto para el creyente como para el escéptico. Hay libros que no podemos reescribir porque su función es enseñarnos la necesidad; sólo respetándolos tal como son pueden hacernos más sabios. Su lección represiva es indispensable si queremos alcanzar un estadio más alto de libertad intelectual y moral. Es mi esperanza y mi deseo que la Biblioteca Alexandrina continúe albergando este tipo de libros, para que nuevos lectores gocen de la experiencia intransferible de leerlos. Larga vida a este templo de la memoria vegetal.


PÁGINA 21 – ENSAYO

IGNACIO ECHEVARRÍA
(Barcelona-España)

EL CRÍTICO ES, POR ASÍ DECIRLO, UN POLÍTICO DE LA LITERATURA

1. La buena crítica es aquella que acierta a destacar la singularidad de la obra que examina, contribuyendo a su comprensión y a su divulgación. Lo que diferencia radicalmente a la crítica de la publicidad y del llamado periodismo cultural es su voluntad de ordenamiento, es decir, de insertar la experiencia de la lectura –en el caso de la crítica literaria– en una estructura de significaciones susceptible de ser compartida colectivamente. En esta estructura está comprendida lo que se entiende, de hecho, por literatura: un sistema de relaciones que confiere contornos reconocibles a lo que de otro modo sería un magma informe e indeciblemente vasto de textos. Es en atención a su conocimiento de este sistema, y al concepto que se hace de él, que el crítico se siente impelido a reprobar determinadas obras que a su juicio repiten sendas ya recorridas o se sitúan por debajo del nivel alcanzado previamente por otras obras. Por ahí se produce el conflicto de la crítica con los agentes del mercado y de la cultura de masas, quienes, indiferentes a tales apreciaciones, miden el valor de una obra en razón de su éxito, de su aceptación por parte de una gran cantidad de lectores.

2. Lo que se entiende comúnmente por crítica es un género bastardo nacido del ayuntamiento de la crítica –en su sentido más amplio y más cabal– con el periodismo. Lo propio del reseñista es tener que resolver, por vía de su solo instinto, la dificultad que entraña sostener y divulgar una actitud crítica en un medio que tiende a obviarla, asimilándola a cualquiera de sus dos pilares fundamentales: la información y la opinión. La crítica no es, en rigor, ninguna de las dos cosas, ni siquiera una y otra combinadas. No es información porque emite juicios. Y no es opinión porque no se funda en la subjetividad del crítico: éste actúa en nombre de una idea de la literatura que, por mucho que sea la suya propia, en cierto modo lo trasciende. De ahí que el crítico sea capaz de disociar, llegado el caso, entre su inclinación personal y el valor público que a su juicio alcanza una determinada obra. Y es que el crítico es, por así decirlo, un político de la literatura: su función es social, se dirige a la comunidad de los lectores, crea esa comunidad, no se ciñe a su gusto privado. Todo intento de reducir la crítica a una opinión personal equivale a una reducción de aquélla. 


3. Los criterios del reseñista son móviles, cambiantes, oportunistas. El reseñista debe ser sensible a las circunstancias que rodean la recepción del libro en cuestión, a los factores de todo tipo que determinan su lectura, y obrar en consecuencia. ¿Cuestiones extraliterarias? Vale, ¿y qué? El reseñista debe tenerlas en cuenta, e incorporarlas a su discurso, pues no interviene en un campo despejado de interferencias. Lo que lo distingue es precisamente actuar en un campo que no está reservado a la sola reflexión y valoración literarias. Ese es su inconveniente, pero esa es también su ventaja, la que le procura una especial capacidad de incidencia. Por lo que tiene de exigente y, a menudo, de incomodadora, a la crítica le resulta difícil hacerse un lugar en los medios de comunicación, de los que tiende a ser desplazada. Entre sus tareas se cuenta, sin embargo, la de encontrar las rendijas por las que colarse y dejarse oír, ensayando para ello toda suerte de estrategias, de disfraces y de retóricas. En un momento en el que los medios de prensa convencionales atraviesan una crisis profunda, el reseñismo está obligado a reformularse y buscar otros alojamientos. Puede que la Red sea el más apropiado, pero lo será sólo a condición de dar con fórmulas aún inéditas, capaces de ampliar el muy limitado radio de acción, de representación y de incidencia que hoy tienen los blogs y, en general, las webs literarias, en las que la se asiste un y otra vez al malentendido consistente en confundir la libertad de expresión con la simple desinhibición.


PÁGINA 22 – POESÍA AMERICANA

CARLOS LÓPEZ DZUR
(Orange County-California-USA)

   4.

Un gran vendedor de Pan vendrá
con su consigna / Pan / Tierra y Libertad /
y en rigor, él es voz de la Hupía,
ñoña de olvido, excremento
de murcielaguina de cuevas
de los olvidantes.

Los espíritus muertos / chamuscados
en su propio simulacro / asesinan
la identidad, corrompen
la Llama de su o Cauní
y se van para olvidar el primer mandato:
«Sean valientes».

Ese es el poder de Sol como Cauní
perseverr en la Llama,
formar al Ser de Yuca,
el Pan de Amor
del Valiente
y ELLOS SON
los traidores / hupías anímicas del ser /
no quieren el sol potencial
ylo dan en trueque por lo adventicio
o lo que cambia falsamente
como las cuentas de vidrios
de Juan Ponce y Juan Cerón.

«Sean valientes, permanezcan
en la esencia inalterable
en el carbón, en la raíz,
YaYa sembró primero
y de hambre no morirán en cuanto
sean valientes y sean las goeizas
del mandato: «¡Sembrad!».

ELVIRA ALEJANDRA QUINTEROS
(Cali-Colombia)

LA NOCHE EN BORRADOR.

Rituales de la noche
A media noche las calles recorremos de norte a sur levantando una antigua condena.

En ellas con otros nombres caminan Sonia, Enma, Joseph K., Stephen Dedalus.
Cada uno toma para sí los tres cuartos de luna asomada a las puertas de una taberna que lo promete todo cada noche
Hoy también
Promesa única y definitiva de cambiar la faz de sus vidas.

Estos hombres en cada esquina han pronunciado su pregunta.

A veces
En un amanecer de bares cerrados
Han querido mirarse en la profundidad diminuta de las fuentes donde calmadamente un agua se pudre.

Allí su ritual ha devuelto los días a otro ya perdido en un remoto comienzo
Limpio y prometedor.

FRANK PEREIRA HENNESSEY
(Barranquilla-Colombia)

CANTO  12

CANTOS DEL AYER

Yo fui aquel,
aquel que un día
tomó de ti,
el túnel ferviente de la imaginación
en el valle de los sentidos,
descifrando
el último paraje de tu cuerpo 
en el descenso
de un capullo inefable.


Y he ahí 
tu lengua mojada de gritos,
revela
la última fuga de tus besos.


PÁGINA 23 – CUENTOS BREVES

J.M.TAVERNA IRIGOYEN
(Santa Fe-Argentina)

FUNCIONALIDAD DEL PREJUICIO

Llegaron de Ambéres a mediados de junio. Inmigrantes de primera, venían con dinero y conexiones comerciales. A poco, el señor Van Riel se convenció que lo guardado en dos cofrecitos alcanzó para los tres primeros meses de pensión. Y de las conexiones, ni hablar. Aquí el trabajo era servilismo. En la primavera llegaron recursos para volver. No nos gustó la Argentina, son muy rústicos.



Los Van Riel tuvieron que irse nuevamente de Ambéres por deudas, y regresar a la Argentina. Allí sembraron la tierra como colonos. Un campo de trigo fue su mejor inversión. Las manos y las uñas dieron testimonio de la nueva vida.



Profesor de lenguas muertas, es feliz. Este año tiene dos alumnos y con ellos, quizá, concluya el ciclo de su vida docente. La hija lo mira con dulzura, inmersa en sus cuarenta horas de inglés. Hoy le mandó uno a quien convenció de aprender sánscrito.



La pared empezó a gritar por la mañana. Al principio era bajito, después fue subiendo de tono. Del otro lado del pueblo, donde comenzaron a construir la estación nueva, dicen que es por un fenómeno de competencia.



El kiosco del enano es el que más vende en la ciudad. Las malas lenguas dicen que es por lo que ofrece. Hoy lo detuvieron por exhibicionismo.


PÁGINA 24 – ENSAYO

N. SANDOVAL-VEKARICH
(Belgrado-Serbia)

LA MADRE SUPREMA

Tengo la clara impresión de que  la leyenda, en su desaforado y loco andar de boca en boca, fue perdiendo poco a poco los rastros de la historia de las entidades étnicas ágrafas, cada juglar y cada poeta popular han ido añadiendo una pizca de sal y pimienta al condimento y estructura del relato hasta hacer del fiambre  un mito apetitoso y atractivo.  Las historias de muchos pueblos de la antigüedad se perdieron en el curso de la tradición oral y los copistas, como los arqueólogos, llenos de una fantasía ilimitada,  tratan de recuperarla de alguna u otra manera, a veces niegan lo imposible precisamente por no tener de donde agarrarse a una realidad de por si mutante y de poca convicción, no obstante han sido temerariamente capaces de navegar mar  adentro de la oscuridad para encontrar los vestigios de reinos, imperios y civilizaciones perdidas. Así tenemos la casi inaudita imagen de una princesa fugitiva de Atlante, la reina Amenokal, Tin Hinan: ‘’soy la madre de todos’’,  que unificó las tribus dispersas de los tuaregs dándoles consistencia y protagonismo de importancia conservando su propio idioma, sus costumbres, creencias y escritura dentro de la multifacética marejada árabe a la que nunca pertenecieron.
 Moisés y sus discípulos se encargaron, a su tiempo, de que en las leyendas y mitos del pasado incierto no se perdieran las vagas noticias de Enoc y Gilgames.  ¿Fue acaso Adam el primer hombre creado por Yaveh?  ¿No sería tal vez Lilith hecha a imagen y semejanza de su progenitora, la gran diosa Asheran, madre de la naturaleza y tutora sagrada de todas las sacerdotisas que le eran fieles devotas y guardianas de su culto?  Tenía ella, llamada más tarde Ishtar en Babilonia, una imagen en piedra labrada en un templo de Jerusalén celosamente vigilado, cuidado y suntuosamente mantenido por las comunidades femeninas de diversas etnias, que a su sombra y amparo, cultivaban no solo los conocimientos de la fertilidad de la tierra y de los ciclos lunares que de igual manera se evidenciaban en lo  femenino, madre y creadora de universos, sino también los secretos de la tradición, de la artesanía, de la cerámica y de la terracota.  Mientras sus antecesores buscaban la pitanza en la caza de animales de tierra y agua, tal como eran recolectoras de granos y frutos, se fueron informando de los prodigios de la naturaleza tan semejante  a ellas,  se dieron cuenta de igual manera que tenían disposición, intuición y tiempo para fijar en las paredes de las cavernas escenas de la vida domestica y la  aventura de los cazadores, casi nómadas  que a su vez, inventaron armas de largos palos  con puntas cortantes de piedras quebradas, pulidas y agudas,  luego,  accidentalmente,  descubrieron la elasticidad de las ramas de los arboles que les diera la idea del arco,  finalmente la capacidad de disparar trozos puntiagudos de corteza astillada, hasta perfeccionar con el devenir de los días de caza y las noches de reposo el artefacto y las flechas.  Pero eran las mujeres las guardianas de la despensa, las administradoras de los alimentos, de su distribución y mantenimiento de reservas para que no faltaran durante los crudos inviernos cuando hasta los animales se refugian en sus desconocidas guaridas, por último una inesperada  ocasión les dio la oportunidad de descubrir el fuego del cielo en el curso de las violentas tempestades de rayos y centellas. El espectro de Lilith, la rebelde que  escapó del edén y rechazó la tiranía de Yahveh, era un manto de protección que paulatinamente  enriquecía el secreto poder de su alma femenina y les prodigaba conocimientos que el hombre no podía entender, proclive a la violencia y a la muerte de los animales que cazaba, rendía más culto a la fuerza que al intelecto de las mujeres que ya formaban un clan definido que contaba con  una cabeza de familia y de ancianas sabias conocedoras de las hierbas y plantas medicinales a quienes se atribuían poderes sobrenaturales, fueron tal vez las primeras sacerdotisas lejos de la influencia masculina y de su culto a la violencia. Repudiada por los sacerdotes de Yahveh la mujer era dadora de vida,  la que daba cuidados y conocimientos a su progenie.  Desde entonces el hombre fue un mundo aparte, una hechura a imagen y semejanza de un dios cruel y soberbio, el  esposo de Asheran, que resolvió crear su propio universo a partir de una pareja dócil y sumisa a la que  prohibió el acceso al conocimiento, algo que no aceptó Lilith, hija de Asheran, la Diosa Madre, y la primera sacerdotisa de los templos inhibidos al macho cabrío.   
Empezaron los hombres a congregarse en torno al fuego de las hogueras a las que rendían culto para  celebrar el éxito de sus cacerías y estimular la supuesta primacía de su sexo, rechazados por las mujeres más devotas de su espíritu que del gozo desenfrenado de los machos, ya lo habían comprobado observando y comparando el comportamiento de los animales en determinadas épocas del año  conforme al renacimiento de la naturaleza en los albores de la primavera.  Rindiéndole las mujeres culto a la luna y su estrecho vinculo con  los periodos de fertilidad de la tierra, los hombres por su parte identificaron el fuego con el sol al que decidieron sacrificar una o dos piezas de su cacería.  Levantaron con piedras del rio una pira, el más anciano cumplió el oficio de colocar en la hoguera  sagrada el primer ciervo de la temporada cuidando de que no lo carbonizara el fuego, cuando estuvo en  su punto bien dorado y  asado hicieron un ruedo y cada quien recibió una apetitosa ración que brindaron al astro de la luz. ¡Salve, oh sol, padre protector!.  Quizá así nació la primera congregación masculina que ataba los resultados de la cinegética con el poder oculto del sol, por su parte convertida la gruta en un santuario las mujeres hacían abluciones y en las noches de luna llena agradecían los favores de la magna diosa.
Lilith fue execrada, la convirtieron en una deidad maligna, condenada a vivir en la oscuridad de los abismos, en los pantanos de los bosques y en lo más inaccesible de las montañas.  A Yahveh, el dios solar, los hombres le dedicaron  un templo pero exigieron que de ese sagrado recinto Asheran, la Reina del Cielo, fuera expulsada, lo mismo las mujeres que atendían su culto,  su efigie destruida y  borrado su nombre de las escrituras porque Jehova era el padre celestial y ningún otro dios podía competirle.  No hubo desde entonces rastro de la Diosa Madre,  sus fieles servidoras, dispersas, encontraron refugio en otras regiones más tolerantes donde Ishtar, la Estrella Celeste, las protegía.  En su honor, en Babilonia, en vísperas de las noches de luna llena, un  toro era sacrificado, símbolo masculino de la fuerza y la tiranía, en sus imágenes y en el pedestal de las esculturas se puede observar que la Diosa tiene los pies apoyados sobre los cuernos del toro y es portadora de una rama de arrayan, fue así como hizo su aparición la joven y hermosa judía Hadassa, nombre que en hebreo significa mirto, símbolo dedicado en Grecia a la diosa Afrodita. Huérfana de padres, protegida por su primo Mardoqueo, este le aconsejo cambiarse el nombre por Esther, muy similar a Ishtar, la Estrella del Cielo.  Elegida para ser esposa del Sah de Persia pudo salvar desde ese podio a los judíos amenazados de exterminio por un primer ministro celoso de sus riquezas y de la comodidad que disfrutaban en ese lejano país del oriente árabe.   En realidad las mujeres devotas de Asheran a pesar de haber sido expulsadas del templo, convertido en ágora de los machos cabríos, y diseminadas por diferentes regiones portaron consigo el recuerdo de la Diosa Suprema y donde fue posible, en su honor, levantaron templos considerándose mensajeras y sacerdotisas de la que se llamaría también Ashtotet, Astarte entre los griegos y Diana por los celtas del original de los pelasgos Iana Sandiana y las tribus de los pelasgos  dieron al sol el nombre de Apolo siendo que Artemisa adquiría las propiedades de la esposa oculta de Yahveh.  Levantaron los pelasgos en Rhodas un monumento gigantesco al dios sol  llamado también  Kolo en su idioma vernáculo y del cual derivo el apelativo coloso por la descomunal estatura, asimismo el koliseo de Roma es otra obra que recuerda a los pelasgos y Berlín levantada sobre un asentamiento en una zona pantanosa de donde proviene su nombre.  En Serbia y en la Dalmacia croata, desde tiempos inmemoriales, los campesinos bailan en una ronda que llaman kolo y sus festividades de la cosecha tal parece que son una replica que han practicado los celtas en la llamada ‘’noche de brujas’’ o “Halloween”, un recuerdo y homenaje a Gaer, la Diosa Madre, convertida en Gea por los griegos.
El culto a Asheran no se perdió.  Así como llegaron los dioses de la antigüedad transportados por los gegeneis, los primeros hombres (los Pelasgos) a Grecia y por estos pueblos del mar Tirreno y navegantes del gran Danubio a Egipto; en Mesopotamia y Sumeria Iana Sandiana fue llamada Innana, en el Egeo Ishtar se transformó en Astarte o Ashtoret y el binomio Yahveh y Asher  en Zeus y Demeter  (Deus y Deusa Mater)  La mujer no perdía su autoridad y el hombre inconsciente pertenece al  dominio de la madre que lo forma y fortifica.  En varias representaciones a la Virgen María ella aparece de pies sobre una supuesta media luna y aplastando  a la serpiente.  La media luna son en realidad los cuernos del toro que figuran en Ishtar, la serpiente es el signo fálico que tentó a Eva ( ‘’no fornicaras’’ dice la ley mosaica), esta diosa babilónica cuyo nombre significa, como el de Semíramis, reina de los cielos o estrella de la mañana, aparece como un logo en las banderas del Islam, especialmente en la de Turquía: la media luna y la estrella.  Al otro extremo del planeta, en los países andinos, la Magna Diosa es Pacha Mama, en Nazca, Perú, Viracocha,  y en México Coatlicue ( diosa de la fertilidad, patrona de la vida y la muerte) y Tonantzin (nuestra madre venerada).

Me habría gustado preguntarle su opinión sobre Yahveh a J.J. Benitez, el autor de “Caballo de Troya”, pero me habría desconcertado si me dice que “YHVH” es el registro, patente o matrícula de la nave espacial utilizada por Jehova en el Monte Sinai para atemorizar a los ingenuos y superticiosos habitantes del desierto.



PÁGINA 25 – CUENTO

HÉCTOR COPPONI
(Santo Tomé-Santa Fe)

EL MÍSTICO

Amanecía en Coronda. Un  sol gringo plantaba surcos de frutilla en la tierra arenosa.
En la casa de Cipriano Bertone  se extinguió la luz de la lámpara y se abrió la vieja puerta de madera. Poco después, dos sillas y un brasero sobre el que descansaba una pava oscurecida por tantos años de compañerismo en mateadas tempraneras, se disponían sobre la vereda de parejos ladrillos que rodeaba la casa.
Cipriano dio vuelta la silla sentándose a caballo sobre ella y apoyando los brazos en el respaldo, según su costumbre, mientras Felicia, su mujer, preparado el mate, cortaba sobre un plato apoyado en su falda las habituales rodajas de pan casero.
- Buenos días si es de día – saludó una voz con tono familiar.
- Adelante Celeste – contestó Felicia sin levantar la cabeza del plato de pan.
- ¿Qué hacés Negro? Vení, arrimate – agregó Cipriano.
- ¡ A ver si nos ponemos de acuerdo; o soy negro o soy celeste ! A la final, uno se confunde y ya ni sabe quien es – concluyó el recién llegado mientras se sentaba en la silla que traía.
Celestino Guzmán era un moreno chaqueño, de Barranqueras. Años atrás había llegado para  la cosecha de frutilla, levantó rancho junto a las vías del ferrocarril y se aquerenció en Coronda. Trabajador, pulcro en su gastado atavío, tenía esa sencillez provinciana que despierta fácilmente los afectos. Para todos era el Celeste, sobrenombre que el norteño llevaba sin incomodarse.
La mateada se prolongó en temas casuales hasta que el Celeste se dirigió a Cipriano, guiñando un ojo:
- ‘Ta que pasa rápido la mañana Cipriano ¿ya es la hora del puchero?
En la puerta de la casa, con las alpargatas sin calzar y las bombachas desprendidas en los tobillos estaban Julián y Ramón, los hijos de los Bertone.
- Cuando sea viejo como vos me voy a levantar a la madrugada los domingos, negro haragán - bromeó Julián mientras abrazaba por detrás al Celeste amenazando con tirarlo de la silla.
- ¡Tate, tate Julián, tené respeto que ya sos grande! – corrigió Cipriano.
- Dejale Cipriano, dejale nomás, que a este ya le van a enderezar el año que viene en la colimba.- siguió en broma el Celeste.
- A buen puerto va por agua - dudó Cipriano.
- Vení Ramoncito, traete una silla – indicó Felicia al menor de sus hijos que continuaba parado en la puerta con expresión indecisa.
Ramón había llegado cinco años después que su hermano y con sus quince años llevaba varias cosechas integrando la modesta peonada familiar. Distinto de su hermano; callado, prudente, infaltable a la Iglesia cada domingo, respetuoso, mostraba en sus actitudes la timidez del adolescente de campo de aquel tiempo. 
-Buen día, don Celeste - saludó sentándose junto a Felicia - Buen día padre. Buen día madre.
¡Qué bueno era Ramón, pero que apagado! Cipriano solía pensar si alguna vez podría valerse por sí mismo, formar una familia, hacer su vida. Era una de esas personas que parecían no tener destino, por esa impotencia, esa falta de capacidad  o de voluntad para imaginarse el futuro, que apenas le dejaba fuerzas para los afanes del día de hoy. El bueno del Ramoncito; bueno para nada temía íntimamente Cipriano. En estos pensamientos estaba cuando la voz del Celeste lo sacó de nuevo al mundo.
- ¡Mirale al loco! - Todos giraron la cabeza hacia el otro lado de la ruta, a la que se acercaba un hombre acompañado por varios perros.
- La pucha con el Chajá – murmuró Cipriano.
Quedaron en silencio. A todos los sorprendía ese personaje extraño. Cubierto más que vestido con ropa gastada por la miseria, renovada sólo cuando la lástima de alguien le proporcionaba alguna prenda extremadamente usada. Llevaba una camisa sin botones anudada en su parte inferior, un  pantalón arremangado que permitía ver un par de zapatos que alguna vez fueron negros y hoy eran de un color indefinido, desclavados y sin cordones. Una sola media testimoniaba la negligencia o el máximo aprovechamiento de los recursos de su propietario. El sombrero deformado y el sobretodo que llevaba todo el año por ser abrigo y cama, completaban el atuendo del Chajá. Una bolsa sobre su espalda denunciaba algunos tarros y otros recipientes para comer lo que encontraba o le daban. Nadie sabía la edad del Chajá y todos afirmaban conocerlo - según su memoria o imaginación - desde siempre.
Nadie le había conocido padres u otros familiares, si era corondino ni si alguna vez tuvo rancho campo adentro o en las orillas del Coronda.
Un detalle despertaba hacia él cierto respeto o consideración: el rosario que siempre llevaba en una de sus manos. No hablaba, no saludaba a nadie. Con la cabeza gacha y la mirada invariable en esa muestra de su fe, el Chajá pasaba lentamente, murmurando palabras que todos suponían rezos, pero que nadie oyó jamás.
Cruzó la ruta y tomó por la calle de tierra que conducía a la casa de los Bertone, sin siquiera  mirar al grupo que lo contemplaba en silencio. Fue Julián quien tuvo una actitud inesperada.
- ¡Adiós Don Religioso! - y continuó a los gritos - Oiga Padre Cura, se le acortó la sotana….Padre Cura…Padre Cura ¿me da una estampita? - siguió entre carcajadas.
El Chajá lo miró fijamente, con expresión de enojo, sin abandonar su paso lento. Julián insistió en su imprudencia; corrió hasta la calle, alzó varios cascotes y comenzó a arrojarlos.
- ¡Juira perro, juira! – gritaba divertido, aunque con toda intención tiraba los cascotes lejos de los animales y muy cerca de su dueño.  
- ¡Sosegate Julián, sosegate carajo! – gritó Cipriano indignado avanzando hacia su hijo.
Pero Julián había lanzado el último proyectil que fue a dar sobre la bolsa que el vagabundo  cargaba sobre su espalda, haciendo sonar estrepitosamente su contenido.
El Chajá se detuvo y dejó caer la bolsa al suelo, apoderándose con insospechada rapidez de un par de cascotes tirados por Julián, devolviendo la agresión mientras lanzaba gritos descontrolados, desbordado por la cólera. Avanzó casi corriendo en su encorvada posición, fijando en el muchacho sus ojos inusualmente abiertos, su mirada amenazante.
- ¡Guacho desgraciau, te viá matar guacho desgraciau!  ¡Te viá matar y te viá tira’l río! –gritaba con una fuerza lejana a sus inaudibles murmullos habituales, mientras se movía ahora en torno a Julián como si fuera a saltar sobre él, aunque, repentinamente serio, el joven ya había buscado la seguridad de la cercanía de su padre.
- ‘Ta bueno mi amigo – concluyó Cipriano – sepa disculpar a este mozo. Deje que yo me encargue de que esto no se vaya a repetir. Vaya tranquilo y disculpe de nuevo.
El Chajá contempló por un momento a Cipriano y al Celeste, acercado por si llegaba el momento de decidir la cuestión por mayoría; dirigió una fugaz mirada de odio a Julián y se volvió, caminando nuevamente hacia su bolsa.
- Te me vas pa’ dentro – dijo Cipriano terminante – y agradecé que acá mismo adelante de tu madre no te doy una buena lazeada. ¡Caminá! Más después vamo’ a conversar.
- Me asusté cuando dejó la bolsa y se movió tan rápido –comentó el Celeste.
- Y como gritaba – se asombró Cipriano - me lo hacía incapaz de todo eso.
- ¡Semejante susto, - agregó Felicia - ese hombre es peligroso! Que este muchacho tenga cuidado; yo ahora le agarré miedo. Si hasta el Celeste se asustó.
- Me arrimé por miedo a que tuviera un cuchillo o un  suncho con punta entre la ropa. ¡Es que el Julián cada que pasa  tiene que embromarle, y el otro ha venido juntando bronca!
El comentario los distrajo por unos minutos del rumbo que había tomado el Chajá, pero fue Felicia quien llamó la atención de todos.
- ¡ Allá está, no se fue!
El vagabundo sólo había caminado unos cincuenta metros  desde la casa de los Bertone, y estaba apoyado contra un árbol, la cara entre sus manos, llorando con desconsuelo. Tanto era su pesar que sus sollozos y lamentos agudos - que según comentarios le valieron el sobrenombre - se escuchaban a la distancia. De pronto apartó su cara del árbol y giró la cabeza, señalando a los Bertone  y reprochando a los gritos:
- ¡Culpa de él ahora tengo que pedir perdón, ahora tengo que buscarlo y no lo voy a encontrar, porque nunca lo encuentro!- gemía amargamente.-
¿Que dice este loco? - preguntó Cipriano -¿A quién tiene que pedir perdón?
- Padre - habló Ramón - él piensa que si hace algo malo debe pedir perdón a Jesús. Se lo dijo el Padre Antonio un domingo después de la Misa, en la puerta de la Iglesia.
- Y bueno, le pide perdón a Jesús y asunto arreglado.
- Es que él cree que debe buscarlo hasta encontrarlo. Verlo personalmente. El Padre Antonio le repitió que Jesús está en todas partes, incluso dentro de él. Pero empieza a revisarse entero y se toca el cuerpo y no lo encuentra y como tampoco lo ve en ningún lado, se desespera y llora. Por eso camina todo el día, mientras le reza para que aparezca. Lo busca ¿comprende padre?
- Es una pena. Este pobre cristiano ‘Ta enfermo – reflexionó Cipriano.
-  Enfermo o no, es peligroso – volvió a advertir Felicia – Cipriano, cuídalo al Julián, que no
 ande nunca solo. Y vos también andá con cuidado Ramoncito, no te le acerqués.
- A mí me conoce madre, porque lo veo los domingos en la Iglesia. Es raro; si le doy alguna moneda  se pone a llorar, hasta que sale el Padre Antonio y otra vez le pregunta lo de Jesús.
Pasaron unos días y la cercana recolección de la frutilla colaboró para el olvido del episodio.
Tras  un par de jornadas  en la chacra Cipriano sacó la cuenta:
- Entre nosotros y el Celeste  no vamos a levantar toda la fruta a tiempo. Julián, vos te vas a devolverle esta romana al Carlos Prada y le decís que gracias, que ya arreglé la mía. Vos Ramón, hacete una escapada hasta lo de Rojas y decile al gordo si quiere venir con el hijo y la patrona,  después de comer. Se me vienen rápido ¿estamos?
Partieron los hijos y Cipriano se dirigió a la bomba para lavarse antes de la comida.
Felicia preparó todo para el almuerzo con la sencillez habitual. La espera de los hijos se acortaba con los comentarios sobre la jornada de la tarde pero pasado un largo rato, el esfuerzo de la mañana reclamaba con creciente insistencia la sopa y el puchero.
- Menos mal que les dije a estos muchachos que vayan rápido y vuelvan pa’ comer. ¡Como pa’ salir de apuro con estos dos, hay que embromarse mi amigo!
- Tené paciencia Cipriano - sugirió el Celeste - ya irán a venir. Ni hace tanto que se fueron tampoco.
- Pero Prada vive a cuatro cuadras y el gordo Rojas un poco más allá de la estación del ferrocarril. ¡Tampoco los mandé al fin del mundo!
- Cipriano – dijo Felicia -¡ay, Cipriano!
- ¿Qué te pasa a vos? ¡”Ay Cipriano, ay Cipriano”!
- Sabés que tengo miedo por ese muchacho, por el Julián. Desde el día de la pelea con ese loco que no hago más que esperar que vuelva cada vez que se va aunque sea un rato.
- ¡Pero Felicia, mujer… loco o no loco, si se da el caso un muchachón como el Julián no corre peligro con ese viejo! Los otros días porque se sorprendió, si no, lo quiero ver al Chajá.
- Eso es cierto; se trae de la chacra las pilas de cajones cargados con fruta, y eso que es un buen tirón - agregó el Celeste divertido.
- Cipriano…digan lo que digan…buscalo Cipriano. Ya tendría que estar acá. Andá a buscarlo.
- Mejor que vaya así no me volvés loco. Voy de Prada y a ese lo voy a traer en el aire; mirá que linda hora pa’ andar paveando.
- Te acompaño Cipriano – ofreció el Celeste.
Caminaron junto a la ruta las pocas cuadras que los separaban de la casa de los Prada.
- Hola Carlos - saludó Cipriano - ando buscando al paseandero de mi hijo porque me la dejó preocupada a la madre.      
- Mirá Cipriano – respondió Prada – el Julián estuvo por aquí hace un buen rato y comentó que el Ramón se iba a buscarlo al gordo Rojas. Pero el gordo hoy se iba a la isla temprano. Cuando se lo dije salió como tiro pa’ el lau del río, a decirle que se volviera.
- ¡No te digo yo! - se lamentó Cipriano - bueno Carlos, voy a ver si lo encuentro. Gracias otra vez por la romana. Vamos Celeste.
Tomaron el camino rumbo al río, bordeando la misma chacra de los Prada y Cipriano soltó su inquietud:
- Menos mal que no vino la Felicia, porque ahora yo también estoy preocupado Celeste.
- ¡Pero no hombre! Es cosa de muchacho, vos ya sabés que el Julián es medio tiro al aire. Vamos pa’ lo del gordo, que seguro  la patrona nos va a saber decir.
Cortaron camino por un campo vecino y llegaron a las cercanías de la estación ferroviaria. Poco después, el ladrido de  los perros en el rancho de los Rojas hizo salir a la mujer.
- No don Bertone, el Ramoncito vino pero hace mucho, preguntando por mi marido que cruzó a la isla. Cuando le dije se fue pa’ las casa, pero no venía con el Julián. No ser que el Julián lo haya visto irse y pasó sin llamar, pero verlo, no lo vi.
- ‘Ta bueno, gracias. Pase buenos días – se despidió Cipriano sin mirar a la mujer – vamos a echar una mirada un poco más adelante y después volvemos Celeste.
- Vamos si querés, pa’ darte el gusto, pero el Julián ya debe estar en las casa.
Anduvieron un trecho hasta un montecito pasado el cual se podía bajar a una calle que conducía a la ruta, de la que ya se habían apartado  más de un kilómetro.
Un ruido, o más bien un lamento, un quejido, les hizo detener ese andar ya sin rumbo. Sin  decir una palabra, los dos corrieron en  dirección al ruido, que se repetía como conduciéndolos.
Bordearon unos espinillos y por fin encontraron a Julián. Arrodillado, abrazando su propio cuerpo en una inconsciente actitud de protección; con un gesto que indicaba el terror que lo paralizaba, miraba el cuerpo desnudo de su hermano, atado a un árbol con los brazos abiertos, con la cabeza coronada de cardos y espinillos recostada sobre uno de los hombros, bañados por los surcos de sangre que cruzaban su cara.
Ante él, arrodillado, el Chajá rezaba para pedir perdón, lloraba gimiendo por sus pecados y besaba los pies de Ramoncito, el bueno, el santo, el que tanto había buscado y por fin había escuchado sus oraciones; mientras el rosario ensangrentado colgaba de sus manos inocentes.


PÁGINA 26 – POESÍA AMERICANA

ASPASIA WORLITZKY
(Quebec-Montreal/Canadá)

DERROTADA

Me instalo a escribir
como si con ello te pudiera
destronar, asolar.
Te veo gigante
destruir a latigazos nuestro destino,
aquél destino nuestro que tuvimos.

Entonces el sol brillaba y calentaba la tierra,
con mi delantal me veo en el jardín,
entre rosas y eucaliptos,
hace calor afuera.
Los pies desnudos,
sin fatiga, pequeños,
el agua fría de la acequia.

Acequia, parrón, hojas muertas.
Hay que barrer la terraza,
hay que poner la manguera.

Padre mío
¡cómo quisiera cantarle
a tus ojos marinos,
al enigma de tu vida!
pero se juntan las nubes en el cielo
y él, mi amante,
viene a mi encuentro como entonces,
tímido, en silencio.

El camino largo, largo y enseguida
un sendero, una montaña,

tu cuerpo hundiéndose en el pasto,
riendo, amándonos... riendo.

El miedo dibujado en tus entrañas,
ese maldito miedo sin delito cometido,
la tarde en que se confirmó.

Tú representabas la sangre de mi tierra,
un pedazo de mundo
que no sabía que era mío.

Eras más que el amor, eras la guerra,
yo me fui sin luchar, las manos secas,
me fui y no volví.

Todos nos quedamos esperando
ese milagro blando que jamás llegó.
Supusimos que el plazo estaba terminado,
un minuto eran diez años.

Nos cansamos de juntar dinero para enviarlo,
nos cansamos de contar historias a los hijos,
apretamos los ojos y las gargantas,
nos acostumbramos a bajar los brazos,
a no demostrar,
hasta que un día
te borraste con la tormenta.
Tu nombre desapareció
en el agua salada de los mares del mundo,
también la estampa
con los nombres de cien mil vientres contraídos.

Me instalo a escribir,
como si con ello pudiera perdonar.

yanarys VALDIVIA MELO
(Ciego de Ávila-Cuba)

RESPUBLICA1

Los perros son hombres disfrazados
que deambulan por las calles,
cabizbajos, enfermos.
Esperan.

Son los mismos perros que más tarde
molestarán a otros hombres
que ya han cambiado su piel.

Son los mismos que serán deshechos
contra el carro del perrero
y solo se oirá un aullido sordo
al tiempo del impacto.
Los mismos, cercados
y al final muertos.

Los hombres son perros disfrazados
que deambulan por las calles
en busca de otros perros.
1. Del latín. En español, “cosa pública”.


ALEJANDRO DELGADO
(Morelia-Michoacán-México)

soy este momento cualquiera

he visto tantas cosas
que los ojos se me llenan de viento frío
en sonidos que se escuchan por la boca
de los aires puros con dolor sin alas
trepado en un vuelo con rostro de acertijo

he mirado el vuelo, el viaje, el retorno
la cándida luz enamorada de la sombra
el fuego que corta la madrugada
y todo se parece al golpe del martillo
y al clavo que desea convertirse en flor

he sentido tantas cosas
que el brillo y el silencio de la luna
no caben en mis empuñadas manos
para festejar lo impropio de un acento
que se coló en el flujo de los ríos
el tacto sigiloso del tigre duende
rondándole el sexo a los caracoles

si todo fuera siniestro como el rojo
los azules escupirían la sal de los andenes
y los relojes no respirarían el alma de las esperas

he tenido tantos sueños
que no distingo el agua de las realidades
tanto amor y no poder nada contra el deseo
lo que se embarra de agonía en las fronteras
aquello que se escurre solo en el centro de las piedras
el salto al abismo para ser puente
la pasión que se volvió hiedra
un manojo gris de humanidades
cualquiera que intente tragar los horizontes
el niño crucificando peces y ranas
porque no hay objetivo más histórico
que la enredadera de la muerte

y los grillos resonando las entregas de la noche

he tenido tantas muertes
no era yo esta inabarcable soledad
hendida en la expansión de los vientres
y el ave que voló como reptil alucinado
los címbalos incansables del futuro
la matrona espantando al nido
la tumba vestida de manta raya
todo lo que se puede cobijar con esporas
lo que queda de nosotros
cuando el tiempo retuerce en humo las ideas
ese niño que se rasca la cabellera
y la sirena enloquecida por la prisa
el código inclemente de la piedra

he tenido tantas torturas
que ya no me quedan carnes
para ofrendar el día de todos los juicios
ni letras con qué testificar los augurios
ninguna voz para las oraciones
porque el por qué nunca cambia
su forma de morir en el túnel y los balcones
y camino seguro al encuentro de mi incertidumbre
de eso que tiene su nombre en la cintura de las oscuridades
cualquier forma de saberse fragmento de sueños

la inmortal forma de morirse en forma de escalera



PÁGINA 27 – RESEÑA

JAVIER ÚBEDA IBÁÑEZ
(Jatiel-Teruel-España)

BARTLEBY, EL ESCRIBIENTE

Autor: Herman Melville
Edición y traducción: Eulalia Piñero
Editorial: Espasa Calpe
Colección: Austral Narrativa
Diseño de cubierta: Joaquín Gallego
Depósito legal: M. 22.372-2007
ISBN: 978-84-670-2586-6
Páginas: 110

Herman Melville (Nueva York, 1819-1891). Este escritor, considerado uno de los novelistas más importantes de la literatura estadounidense, nació en el seno de una familia acomodada. No obstante, pudo disfrutar poco de esta bonanza económica, ya que su desarrollo personal coincidió justo con la quiebra financiera de sus progenitores y la muerte de su padre acaecida en 1832. Esta serie de infortunios le obligaron a desempeñar diversos trabajos: a la edad de 12 años, por ejemplo, trabajó como copista en el Banco Estatal de Nueva York (experiencia que sin duda le valdría a la hora de crear este relato breve que hoy nos ocupa de Bartleby, el escribiente), y también desempeñaría otros oficios variopintos como granjero, oficinista o maestro. No obstante, un espíritu inquieto como era el suyo hizo que en 1841 se enrolara en el barco ballenero “Acushnet”, que partía con destino a los mares del Sur. Su experiencia como marino sería la base de su primera novela Typee (1846), que narra su estancia en las islas Marquesas con descripciones pormenorizadas de aquel bello lugar y sus habitantes, y que introduce ya un tono revisionista acerca del concepto del “Salvaje” en la línea del “buen salvaje” de Rousseau, dado que siempre intentará mostrar las similitudes que él mismo comparte con aquellos habitantes de la Polinesia, y, por otra parte, aprovechará para introducir comentarios acerca de la crueldad de las avanzadas civilizaciones occidentales siempre que pueda.

Su primera novela gozó de buena acogida por un público que se mostraba deseoso de conocer nuevas culturas, esto hizo que el autor siguiera en esta misma línea al escribir su segunda novela, ambientada esta vez en Tahití: Amoo: narración de las aventuras de los mares del Sur (1847), que lo confirmaría en sus grandes dotes como narrador.

Por otra parte, su experiencia en 1843 como arponero a bordo del ballenero “Charles and Henry” será plasmada en su novela Chaqueta blanca (1850), y, cómo no, será el sustrato de una de las más famosas y conocidas de sus novelas, toda una alegoría sobre el Mal, nos referimos a: Moby Dick (1851). Con esta obra y también con la anterior, Mardi (1849), Melville se introduce en el estudio de la naturaleza humana y en la indagación de los conceptos del bien y del mal, algo que no dejará de ser una constante ya en toda su obra, y que tendrá también un aspecto crucial en Bartleby, el escribiente, la obra de la que hablaremos ahora con más profundidad.

Otras novelas, pero ya consideradas menores por la crítica, son: Pierre (1852); The Piazza Thales (1856); The Confidence-Man: His Masquerade (1857); aparte nos dejó en el género de la poesía: Batle-Pieces and Aspects of the War (1866) o Clarel: A Poem and Pilmigrage in the Holy Land (1876). Por último, solo nos quedaría por decir que después de su muerte aún se descubrió un texto inédito suyo: el manuscrito de su relato Billy Bud.

Respecto a Bartleby, el escribiente, se pueden decir muchas cosas, ya que es mucho lo que aporta no sólo al panorama literario sino también al filosófico e intelectual de su época y también de las posteriores.

Comenzaremos diciendo que este cuento se publicó de forma anónima en dos entregas: una tuvo lugar el 1 de noviembre, y la otra el 2 de diciembre de 1853 en la revista Putnam’s Monthly Magazine, consiguiendo enseguida un reconocimiento unánime de crítica y público. Con posterioridad pasaría a formar parte de su libro The Piazza Tales (1856). Y ya más cerca de nuestra época esta pieza sería adaptada al cine por Crispin Glover en el año 2001.

La importancia de este texto estriba sobre todo en su carácter enigmático, ambiguo, nihilista, ya que está considerado como un digno precursor de dos tendencias posteriores: la literatura existencialista (recordemos si no la frase “Me es indiferente” del protagonista de El extranjero de Albert Camus) y de la literatura del absurdo (con obras de la relevancia de la pieza teatral Esperando a Godot de Samuel Beckett). También podríamos definirlo como un texto nulo o vacío (inscrito también dentro de los escritores llamados del no o de los artistas del silencio), puesto que es capaz de crear un espacio vacío que el lector ha de llenar con sus propios pensamientos e interpretaciones. Y este es uno de sus grandes logros.

Para ello, todo es sencillo, una estructura sencilla, una trama sencilla, y en general pocos datos, solo los suficientes y necesarios para que nos situemos en la historia, espacialmente, en una oficina de Wall Street en la que cada trabajador desempeña su labor en una especie de cubículo, y en la que Bartleby no tiene ni siquiera vistas ya que su ventana da a una pared de ladrillos; temporalmente, tenemos una mirada retrospectiva del narrador y un espacio temporal relativamente corto, el escaso tiempo en que Bartleby trabajó en su despacho, y luego, pocos datos más, de hecho, no sabemos ni el nombre del abogado ni el nombre de verdad de sus tres empleados, ya que el abogado los identifica mediante tres simples apodos relacionados con la comida: Turkey (pavo); Nippers (tenazas) y Ginger Nut (nuez de jengibre). Aquí tenemos ya quizá una llamada de atención del autor que nos quiere hacer ver que el protagonista y, en general, la sociedad solo se preocupa de cubrir las necesidades básicas y a veces ni eso como son comer y beber; en cuanto al protagonista nos dice el narrador que solo se alimenta de bizcochos de jengibre, queso y migas… al estilo quizá de los ratoncitos con los que guarda cierta similitud también cuando corre a refugiarse en su cubículo de trabajo ante cualquier problema.

La atmósfera que consigue crear con todo esto el autor es enrarecida, agobiante, de desesperanza total, y consigue transmitirnos verdadero desasosiego y malestar, aunque a veces se encuentre suavizado o tamizado con alguna pincelada humorística como cuando tanto el abogado como sus empleados empiezan a utilizar todos con mayor frecuencia el verbo “Preferir” por contagio con Bartleby, que está continuamente utilizándolo en su famosa frase “Preferiría no hacerlo”.

Se trata de un estudio perturbador e inquietante sobre la conducta humana que tiene pendiente en todo momento al lector que asiste atónito a este pulso que se produce entre un jefe mediocre (al que solo le preocupa haber alcanzado cierta posición social) y un empleado también mediocre, perfectos ambos para mostrarnos hasta qué altas cotas de incomprensión, incomunicación y alienación se puede llegar en una sociedad excesivamente mecanizada y deshumanizada como era la del autor y que también supo criticar la película de Tiempos Modernos de Charles Chaplin, pero que sería perfectamente extrapolable también a la nuestra.


Tampoco podrá dejarse de preguntar quien lee, como lo hace el protagonista, cómo uno podría llegar hasta ese punto… en principio, se podría pensar que por rebeldía o arrogancia o que era una medida de resistencia pasiva… pero, como ya hemos visto, es más bien todo lo contrario, ya que en Bartleby hay una falta evidente de objetivos e interés, un darle todo igual, un vacío de voluntad que nos llega algunos momentos a exasperar y otros a conmover o a dar pena, el abogado nos dice al final del libro que le ha llegado un rumor referente a Bartleby y es que antes de trabajar para él estuvo empleado en la Oficina de Cartas Muertas, era el responsable de clasificar aquellas cartas que no iban a llegar nunca a ningún destino porque sus destinatarios estaban muertos, con eso quizá está dicho ya todo.


PÁGINA 28 – CUENTO

MÓNICA RUSSOMANNO
(Santa Fe-Argentina)

DESEAR AMOR ES DESEARLO TODO

Ya me acostumbré a deambular por los vagones. Los recorro mirando a esa gente que dormita o come. Veo a una mujer descargando el mate por la ventanilla, y me digo que la yerba está irremediablemente perdida, que se fue para siempre, siento una extraña sensación de ausencia y de algo indefinible, esa yerba arrojada para toda la eternidad, sin ceremonia, sin despedida. Una ventanilla que se abre, el salto fatal.  Me alejo con una náusea entre las manos.
En el siguiente vagón dos hombres hablan fuerte. El de ojos claros intenta convencer al alto de alguna cosa. No me ven. Me pregunto qué dirán.
Llegan frases aisladas, la conversación se me pierde como la yerba. Estoy inmóvil, las cosas suceden a mí alrededor. El mismo tren es algo que sucede sin mi compromiso.
Sigo caminando.
La yerba y los hombres quedan a mis espaldas. Estoy sola.
Hallar el vagón de cineclub es un retorno. Sigo sin rostro ni voz, pero acaso que esto sea físico, que la obscuridad me borre, es tranquilizador. Si no existo, al menos no existo en la negrura que me devora.
La pantalla iluminada me presta el resplandor para ocupar mi sitio, siempre el mismo aunque el vagón cambie.
Reconozco "Sweet Charity" allí adelante. La prostituta ingenua se deja engañar por el novio, vive su ilusión de ser amada, se deja engañar, desea y propicia la mentira que le otorgue un respiro a la desesperación.
Está tan sola con su ropita y su cara mal maquillada. Lloro. La veo tan preparada para regalarse, tan deseosa de hacer feliz a cualquier hombre que le preste los ojos y las manos un momento. Qué frágil esta mujercita alegre toda imposibilidad, si tiene marcado, tatuado, el fracaso.
A pesar de que sepa el final, hasta el último momento pienso que el hombre común que se equivoca, que cree que es una mujer decente y ordinaria, cuando se entere de su pasado la va a aceptar igual. Si no ocurre en la vida real, debiese ocurrir en el cine.

Y las coreografías de Bob Fosse son deliciosamente vitales. Dicen con el cuerpo, y lo que dicen se expresa sin fisuras, en bloque. Música, canto, baile, el desenlace inevitable de la fatalidad agazapada.
La prostituta es una buena persona, el novio es una buena persona. Sin embargo el hombre no podrá hacer otra cosa que destrozarla, para que no sufra. ¿Cómo condenarla a un futuro en el que por fuerza habrá de reprocharle suciedades? La va a abandonar.
Ella sólo desea amor. Pobrecita, no sabe aún y a pesar de su experiencia que la palabra "sólo" en esa frase no cuadra. Desear amor es desearlo todo.
Me voy antes de que finalice la película. Sé que habrá una sonrisa final, una esperanza forzada, la sugerencia de que la vida sigue y que quizás. Pero la yerba desechada continuará su vida, también, junto a las vías, integrándose lentamente a la gramilla, desapareciendo de sí y del mundo.


PÁGINA 29– POESÍA AMERICANA

RITA DOVE
(Akron-Ohio-USA)

PERSÉFONE, CAYÉNDOSE

Un asfódelo en medio de hermosas flores comunes
¡una flor como ninguna otra! Ella haló,
se inclinó para halar con más fuerza –
cuando, saliendo fuera de la tierra
en su reluciente y terrible carruaje
Él exigió su pago.
Todo terminó. Nadie la oyó.
¡Nadie! Ella se había desviado de la manada.
(Recuerda: ve derecho a la escuela.
¡Esto es importante, déjate de tonterías!
No contestes a extraños. Mantente
con tus compañeros de juegos. Mantén tus ojos en el suelo.)
Así de fácil el abismo se
abre. Es así como un pie se hunde en la tierra.


FERNANDO RENDÓN
(Medellín-Colombia)

 “EL POETA ESCRIBE TODO DE UN SOLO ALIENTO”

El tiempo es breve, la lucha eterna.
Los siglos se resumen en un latido.
Debaten los antepasados únicos de todos:
y no hay un acuerdo secreto todavía en la sangre.
Cada hora es para la decisión.
El instante, para develar.
El relámpago abriga la dulce intemperie.
Despertamos: el sueño flota en su elemento.
En olor de multitud, también somos del viento; como el agua, del sueño.
El viaje está en la atmósfera.


SUSANA REYES
(San Salvador-El Salvador)

LA LOCA


I

Ella solo quería 
otorgarle a la vida
el estremecimiento de sus entrañas
liberar de los hombros
los cabellos marchitos
internarse en el cotidiano ardor
de las hojas en el agua.

II

Se liberó de las culpas
desnuda y feliz
regaló su risa
al naranjo de la tarde
no le interesó más
que tenderse sobre las aceras
y respirar la libertad
con sus pupilas.

III

Esa que está ahí
no es ella
esa de cara opaca
y cejas de luna
la niegan porque es sombra
en un país sin sol
o el sol de un país de sombras...
porque sólo sabe
repetir las mismas letras
porque mira a los ojos
y exhibe su cuerpo
porque cree que el cielo de invierno
es un globo hinchado de agua
en el que los niños de las manos
han prometido hincar sus uñas.


PAGINA 30 – ENSAYO

LEO CASTILLO
(Costa Caribe-Colombia)

VISITACIONES ONÍRICAS. DOS SUEÑOS CON BORGES

I

Al despertarme no recuerdo el instante exacto en que aparece Borges ante "nosotros" (dos o tres personas, vagamente, parientes con quienes interactué en la infancia.) Lo que se dijo inicialmente lo he olvidado. Estamos sentados en el pretil de la casa, la de mi niñez. Luego yo me encuentro solo en la cocina en penumbras, que está separada del resto de la casa, buscando algo de comer. Hay arepas de maíz con queso pero no alcanzo a tomar nada de esto, pues veo aparecer a Borges de improviso, alto, algo más de su estatura real, avanzando con premura desde el patio hacia la entrada del comedor, primera división de la casa propiamente dicha en viniendo desde el patio. Viene desde el límite oriental de la casa, lindando con vecinos parientes. Sé que viene de esta casa vecina, pero no necesariamente porque venga del lado en que ésta se halla ubicada. El piso del patio es de tierra suelta, salitrosa y a la entrada de la casa hay un bordillo de 40 centímetros que la circuye. Borges entra aprisa, con seguridad pisa en el bordillo y entra sin titubear; no me ha visto en su "precipitación", acaso porque es de noche, pero, en todo caso, no me hallo en su radio de visión siempre que mire al frente. Yo me apresuro tras él, y exclamo, "¡Borges!", todo ello cayendo, extrañado, en la cuenta de que siendo ciego, ha caminado y levantado el pie con tanta premura y seguridad al pisar el bordillo. Esto me produce una sensación incómoda, como si sorprendiera, con algo de vergüenza, a Borges en una mentira. De hecho, siempre había creído que su ceguera no era absoluta, sino que veía bultos, fantasmas de cosas y de personas envueltas en una niebla, pues quería parecerse a Homero, ciego. En seguida ya estamos caminando en la calle, casi al centro, pero un poco más hacia la acera derecha, avanzando hacia poniente. Alguien, uno de esos primos (cuyo nombre, France, ahora hallo peregrino), lleva a Borges del brazo, o Borges lo toma a él. Al unírmeles intento tomar a Borges del lado izquierdo; noto que luce saco azul celeste. Borges se incomoda, pues es excesivo que dos hombres lo lleven de esta manera, de modo que no le queda un brazo libre, aunque su incomodidad, expresada levantando tenso el hombro y apretando el brazo contra su flanco, de modo que evita que mi mano llegue a ceñirlo, pudiera ser un gesto hostil que personalmente me dirige. Pienso en este momento que no está bien llevarlo del brazo a él, sino que Borges, como todos los ciegos, prefiere tomar del brazo a su lazarillo. Seguimos andando, me parece que en silencio, hasta quebrar en la esquina a la izquierda. En este punto de nuestro trayecto mi primo ha desparecido y noto que alguien, viniendo desde atrás, caminando un poco más rápido que nosotros casi se nos ha unido. La expresión de su  rostro es risueña y se trata del ex de I. Ya al notarlo, me sentí embargado de cierto orgullo, pues me veía acompañado de Borges y el aguijón de la vanidad me atiza el pecho. Este sentimiento me causa un poco de vergüenza dada la sana expresión, sin la más leve vislumbre de envidia, del ex de I. La “hostilidad” de Borges ha dado paso a una cercanía cordial desde que desparece France, aunque no por este hecho. Luego ya estamos solos Borges y yo, llegando ante una casa, y nos hacemos junto portón. Borges se sienta en el desgastado pretil, muy bajo y eso no me parece bien; experimento alguna aprehensión. Simultáneamente o casi en seguida yo me siento ante él en cuclillas y le digo, o ya le venía diciendo e insisto, que escuche un poema mío. Borges no parece interesado, desatento a esto, como displicente incluso. Luego vamos atravesando el patio de esta casa, hacia el ángulo oriental. Entonces parece convenir en que le lea el poema, o más bien resignarse. Yo busco en mi memoria -ya lo venía haciendo- uno de mis poemas, trato de recordar algún título al azar. Lo tengo, pero dudo un instante acerca del título. Me alegra pensar que a Borges el título le va a encantar, pero de repente ya no parece querer que le diga el poema, y yo deseo decir el título y explicárselo -Versos hallados tallados en cayado prehomérico camino de Colono. Al cabo pregunto si conoce alguno de mis textos y mientras responde que conoce mis "líneas -o palabras- de oro", lo que me complace sobremanera, va dejando de ser Borges y se le superpone otra persona, un viejo amigo de tertulia literaria, Henry Stein. Esto me desagrada y desmotiva, de modo que me despierto. 


PÁGINA 31-POESÍA EUROPEA

YU JIAN
(Kunming-China)

Los arrozales se extienden más allá del horizonte
donde el agua relumbra danzan las palmas,
donde las garcetas y las garzas aletean tras los peces
y los búfalos de agua se embisten, gruñendo como gigantes.
Los perdedores salpican como barcos de vapor aguas arriba.
Mientras el viejo búfalo corteja a su hembra
un joven búfalo la monta rápidamente
pero el viejo búfalo lo embiste y lo aleja a cornadas.
En el aire,
los pájaros se lanzan a la sombra,
las libélulas se apresuran y caen,
y los saltamontes se agazapan en la hierba.
Niños y niñas se agarran ligeros
—algunos juegan a escondidas y gambetas
algunos cantan en los árboles,
otros se tienden en la sombra.
Cuando el sol traspasa el horizonte,
los pájaros se dispersan y vuelan
en ordenadas bandadas a sus nidos
y los pastores llevan el ganado al establo.
Cuando la oscuridad cae en el llano
insectos, salamanquesas y ranas acunan este reino.
Un millón de estrellas cae por doquier
y los campesinos se duermen en paz.
(Traducción: Rafael Patiño)


MOHSEN EMADI
(Sári-Mozandarán-Irán)

Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma...
De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
quieto en ángulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, también libres y fieles,
a semejanza mía,
a semejanza tuya, eterna soledad.
Me perdí luego por la tierra injusta
como quien busca amigos o ignorados amantes;
diverso con el mundo,
fui luz serena y anhelo desbocado,
y en la lluvia sombría o en el sol evidente
quería una verdad que a ti te traicionase,
olvidando en mi afán
cómo las alas fugitivas su propia nube crean.
Y al velarse a mis ojos
con nubes sobre nubes de otoño desbordado
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
te negué por bien poco;
por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
por quietas amistades de sillón y de gesto,
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
por los viejos placeres prohibidos
como los permitidos nauseabundos,
útiles solamente para el elegante salón susurrado,
en bocas de mentira y palabras de hielo.
Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
que yo fui,
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
limpios de otro deseo,
el sol, mi dios, la noche rumorosa,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso;
y sobre todo ellos,
cuerpo oscuro y esbelto,
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
y tú me das fuerza y debilidad
como el ave cansada los brazos de la piedra.
Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
y erguido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
por quienes vivo, aún cuando no los vea;
y así, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
puras ante la espera de una revolución ardiente
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.
Tú, verdad solitaria,
transparente pasión, mi soledad de siempre,
eres inmenso abrazo;
el sol, el mar,
la oscuridad, la estepa,
el hombre y su deseo,
la airada muchedumbre,
¿qué son sino tú misma?
Por ti, mi soledad, los busqué un día;
en ti, mi soledad, los amo ahora.

STEFAN HERTMANS
(Gante-Bélgica)

PURGATORIO

Era un viejo grabado, un panorama,
En el que en rima se contaba
Cómo los poetas en aves se transforman
Al morir.
Cerca del agua, en la fresca brisa,
Picotean letras en la hierba.
Seiscientas almas todas en fila.
Shakespeare parecía un albatros,
Quevedo una urraca,
Basho aleteaba como un colibrí.
Y todas parecían liberadas
De aquello que en su breve tiempo
De forma tan terrible atormentó.
Por el telescopio de Orfeo alcancé a verlos.
El infierno de paz parecía
Protegerlos de los gritos
Que desde la otra orilla
Ningún oído ya alcanzaba –
Las bibliotecas del Hades llenas,
Hasta que de pronto un muchacho
Al pasar una hoja
Escuchó sus vanos murmullos,
Como en el primer día.

(Traducción: Fernando García de la Banda)

SUPLEMENTO INFANTIL Y JUVENIL


PÁGINA 32 -CUENTO

NORMA SEGADES-MANIAS
(Santa Fe-Argentina)


LOS CORCELES DEL VIENTO

El padre de los dioses fue su padre.
Blancos como la nieve, tienen la alzada de los potros árabes, su fuerza, su nobleza y unas enormes alas emplumadas que sostienen sus vuelos.
Los dueños de tu sangre podían observar, en la alta noche, su sitio en las estrellas. La gran caballeriza donde duermen su destino de siglos. El establo galáctico a cuyos pies transcurren Casiopea y Andrómeda.
Son los hijos dilectos de la luz.
Desde tiempos remotos encienden el levante, conduciendo el carruaje de la vida. A su paso se extinguen las tinieblas y sobreviene el renacer del mundo. Custodian los fulgores del relámpago y el retumbar del trueno que amedrenta a la raza de los hombres porque son los emblemas del castigo.
Nadie puede montar su aristocracia.
Recibieron su nombre cuando el primero de su especie golpeó la complexión de los peñascos con cascos impacientes y así parió el origen la textura del agua.
Cabalgan por el cielo con tanta dignidad como elegancia. Por encima de nubes y montañas, leyendas de olivares y lenguajes antiguos, se adivina el susurro de sus belfos bufando lo impetuoso de su sangre, sus crines embriagadas de vientos y distancias.
Aunque los expatriados de la magia confundan sus figuras con las nubes que pasan.



PÁGINA 33– POESÍAS

LUIS CANÉ
(Mercedes-Buenos Aires-Argentina/1897-1957)

LA NIÑA NEGRA


Toda vestida de blanco,
almidonada y compuesta,
en la puerta de su casa
estaba la niña negra.

Un erguido moño blanco
decoraba su cabeza;
collares de cuentas rojas
al cuello le daban vueltas.

Las otras niñas del barrio
jugaban en la vereda;
las otras niñas del barrio
nunca jugaban con ella.

Toda vestida de blanco,
almidonada y compuesta,
en un silencio sin lágrimas,
lloraba la niña negra.

Toda vestida de blanco,
almidonada y compuesta,
en un féretro de pino
reposa la niña negra.

A la presencia de Dios
un ángel blanco la lleva;
la niña negra no sabe
si ha de estar triste o contenta.

Dios la mira dulcemente,
le acaricia la cabeza
y un lindo par de alas blancas
a sus espaldas sujeta.

Los dientes de mazamorra
brillan en la niña negra.
Dios llama a todos los ángeles
y dice: "Jugad, jugad con ella".


PÁGINA 34 – CUENTO

PEDRO PABLO SACRISTÁN
(Madrid-España)

LA PALABRA SALVAJE

Érase una vez un reino que sufría el ataque continuo de ogros, brujas y dragones. Solo podían defenderse con la valentía de sus soldados, pues desde la muerte del gran mago, nadie había sido capaz de leer los hechizos del libro mágico. Estos eran muy poderosos, pero tan peligrosos, que un pequeño error en su pronunciación podría ser terrible. Por eso el mago antes de morir protegió el libro con la más difícil de las palabras salvajes, que son aquellas que nunca antes han sido bien leídas. Esperaba así encontrar un digno sucesor, alguien capaz de utilizar la magia sin hacer daño.
Por eso desde pequeños los niños de aquel reino podían elegir entre prepararse para ser soldados o magos. Pero mientras el entrenamiento de los soldados estaba lleno de ejercicio y aventuras desde el primer día, el de los magos obligaba a estudiar y leer durante mucho tiempo antes de enfrentarse al gran libro y su palabra salvaje. Y de los pocos que terminaron su preparación, ninguno consiguió leer y comprender correctamente aquella misteriosa palabra.
Marko era uno de los niños que debería elegir aquel año. Como la mayoría, solo pensaba en ser soldado. Pero justo el día anterior a su decisión, el reino sufrió un terrible ataque y pudo ver cómo el enemigo derrotaba con facilidad incluso a los soldados más fuertes y valientes. A pesar de que cada vez había más y mejores soldados, nunca habían estado tan cerca de perder la guerra. Hacía falta un gran cambio, y Marco comenzó por él mismo: se prepararía para ser mago. El primero en intentarlo en años.
Tal y como esperaba, el comienzo fue difícil. Aprender letras que no significaban nada. Luego juntarlas sin ver ningún resultado. Después crear las primeras palabras, tan fáciles de decir que las sabría hasta un bebé, pero mucho más difíciles de leer. Hasta que finalmente, cuando comenzaba a desanimarse, empezó a comprender frases y palabras, y pudo leer sus primeros libros, y consiguió el acceso a la gran biblioteca.
Allí encontró muchos libros que ya no eran cosa de bebés. Hablaban de cosas más bonitas y sorprendentes, de las que nada sabían los niños de su edad que se preparaban para las batallas. Y hablaban también de batallas, de las que Marko leyó tanto que se convirtió en un experto. En aquellos libros aprendía tantas cosas, que no paraba de leerlos uno tras otro. Y Marko, siendo apenas un niño, empezó a darse cuenta de que sus libros le estaban convirtiendo en uno de los mayores sabios del reino. Pronto comprendió que nadie había sustituido al gran mago porque estaban tan ocupados aprendiendo a luchar que apenas dedicaban tiempo para aprender a leer correctamente. Y pensó que había llegado el momento de enfrentarse a la palabra salvaje.
Hacía años que nadie lo intentaba y todos acudieron emocionados a la gran plaza. Marko abrió el libro y por fin vio la palabra:
“Hiktrikostakuntijagoni“.
Marko reconoció la palabra inmediatamente y sonrió de oreja a oreja ¡Qué fácil! ¡Y qué listo había sido el mago! Aquella palabra no significaba nada por sí misma. Solo era el título de uno de los libros más raros y escondidos que había en la biblioteca, uno que le había encantado a Marko. Un libro lleno de palabras raras que explicaba las mejores técnicas de lucha contra ogros, brujas y dragones, con sus puntos débiles y todo lo necesario para derrotarlos fácilmente. Marko corrió a buscarlo a la biblioteca y descubrió un mensaje oculto en su última página:
“Yo, el Gran Mago, te nombro a ti, seas quien seas, mi sucesor. Y comparto contigo el mayor de mis secretos: nunca fui mago. Todo el poder que tuve vino de lo que aprendí en estos libros, como lo has hecho tú. Este libro solo completa ese poder ayudándote a parecer mágico, pues los brutos soldados no seguirían a un simple sabio, pero sí a un poderoso mago.”
Marko comprendió entonces para qué servían todas aquellas palabras raras. No eran más que falsos hechizos, un simple truco para conseguir un líder sabio.
Y así fue como Marko, el mago que nunca fue mago, llegó a dirigir a los soldados del reino hacia la victoria, y a vivir mil y una aventuras gracias a la sabiduría que descubrió en los olvidados libros de una biblioteca.



PAGINA 35 - ENSAYO

MANU DE ORDOÑANA
(Donostia-San Sebastián)

LITERATURA INFANTIL

¿Existe la literatura infantil? Algunos autores opinan que la edad del lector no es un criterio para diferenciar la obra literaria, que sólo se debe calificar por su nivel de calidad: buena o mala literatura. Marisa  Bortolussi la define como “la obra estética destinada a un público infantil“. Literatura infantil sería pues la adaptación del relato a la capacidad limitada del niño y, dentro de ese género, habrá también buenos y malos escritores, en contra de algunas posturas extremas que tienden a identificar la literatura infantil con la mediocridad.
Aun así resulta complicado regalar un libro a un niño, debido a la amplia variedad de oferta que existe. Teniendo en cuenta la política de mercado, se puede encontrar un libro para cada año que cumple. La creación de libros infantiles siempre se ha hecho en función de la edad de los lectores, que si antes se acotaba al periodo que va desde los 4 a los 12 años, ahora se ha ampliado a edades más tempranas. 
 El recorrido ha sido el mismo que el de la literatura para adultos, de ahí que la modernización haya aparecido también en este sector y se ofrezca en formato electrónico. Pero las novedades son inimaginables: libros que sirven para pintar y repintar sin necesidad de usar ningún lápiz, libros que hablan en varios idiomas, libros que se mueven como dibujos animados… Nos preguntamos si los podemos considerar realmente libros; lo decimos por la cantidad de esos otros estímulos que aportan, como el visual, el auditivo… Y si no los son ¿de qué estamos hablando?, ¿de otro tipo de juego o actividad en formato digital? Es una buena forma de engancharles, más divertida y con más efectos y actividades educativas; sin embargo algunos piensan que, de esa forma, la literatura saldrá perdiendo.
Hablamos de literatura infantil en el momento en que se define a sus receptores y, por tanto, se les considera como seres con entidad propia. Es entonces cuando podemos concretar su nacimiento unido a la pedagogía, a la moralidad y al folklore. Saturnino Calleja (1853-1915) fue uno de los escritores que ayudó a crear este tipo de literatura, pues editó los cuentos de hadas de los alemanes hermanos Grimm, del danés Hans Cristian Andersen y los clásicos infantiles del francés Charles Perrault… con una cuidada ilustración en un formato muy económico y muy manejable, lo que ayudó a su inmensa difusión.
También en el siglo XIX, el italiano Edmundo de Amicis (1846-1908) cultivó el género. Su obra más conocida es Corazón, publicada en 1886, que contiene varios cuentos, algunos de los cuales se han hecho muy famosos, como El pequeño vigía lombardoEl pequeño escribiente florentino y Marco, de los Apeninos a los Andes. Éste último se hizo muy popular en España hacia 1980 a través de una serie televisiva en forma de dibujos animados que marcó a toda una generación. Narra la odisea de Marco, un niño de trece años, que convence a su padre para que le permita viajar a Argentina, en busca de su madre, que dos años antes había tenido que emigrar para mejorar las condiciones económicas de su familia. El relato aporta una cruda visión de la emigración italiana que tuvo lugar durante el siglo XIX, teniendo que dejar el país para instalarse en el continente americano.
Posteriormente, en la década de los veinte, imperó en los libros la moral, la religión y el sexo del lector: había libros para niños y libros para niñas. Poco a poco fue cambiando y la renovación educativa trajo un nuevo enfoque en la literatura infantil. En 1945 la literatura europea adoptó los valores de libertad, solidaridad y autonomía del niño. Y España se uniría a este camino en los años 60/70. En este momento se permite publicar en lenguas no oficiales (vasco y catalán) y se accede a la producción exterior; esta situación dignifica el género y lo fortalece.
Existen en nuestro país infinidad de autores dedicados a esta ramaAlberto Martín Tapia (Salamanca, 1979) busca en sus lecturas “una buena historia, sorprendente, divertida y capaz de emocionar. En realidad le exijo lo mismo a un libro infantil que a uno para adultos. La única diferencia es que en el infantil, si las ilustraciones son buenas, las sensaciones se multiplican de forma exponencial.” Los niños saben lo que les gusta fuera de cualquier convencionalismo, y son sinceros. Les encanta releer y volver a escuchar las historias que les han cautivado. Incluso disfrutan más cuando ya saben lo que va a ocurrir, porque eso les permite participar de toda la narración.
La escritora madrileña Paloma Muiña (1970) afirma que siempre ha sentido amor por la literatura infantil. “Hay una edad en la que se supone que abandonas los libros infantiles y ya no vuelves a interesarte por ellos hasta mucho más adelante, cuando te toca leérselos a tus hijos. Yo no pasé por esa fase, y ni siquiera llegué a plantearme que esto fuera extraño. Lo primero que me gusta pensar cuando escribo un libro es que va a hacer lectores. Es decir, que cuando terminen de leerlo van a querer abrir otro libro y luego otro más”.
Otra autora más cercana, Mariasun Landa (Rentería, 1949), asegura que desde el punto de vista estilístico y literario la infancia es un tema de sumo interés, porque le obliga a contar las emociones y los sentimientos con pocos recursos lingüísticos, de un modo muy simple. “Estilísticamente, conseguir esa simplicidad es muy difícil, y la forma adquiere mucha importancia. Es todo un reto literario. La infancia se puede tratar desde dos ángulos: o bien mediante una literatura dirigida a los adultos, o bien a través de libros y cuentos dirigidos a los niños, que es lo que yo llevo haciendo años y años”. Además cree que a través de la literatura se puede tratar cualquier tema. Y pone como ejemplo un libro suyo Txan fantasma donde trató el problema del autismo a través de un pequeño fantasma. “Los niños sienten amor, sienten odio, cualquier cosa, pero el drama de la infancia es que no pueden hablar sobre sus sentimientos. Ése es el reto de la literatura infantil: tratar temas serios con una forma estilística elaborada”.
En el caso de Nuria Barrios (Madrid, 1962), busca que la literatura infantil le devuelva el asombro y la perplejidad de cuando era niña, busca el placer de entonces. “Historias sin moraleja ni moralina ni intenciones didácticas, que me lleven a contemplar las cosas desde puntos de vista inusuales, a cuestionar lo cotidiano. Libros que hablan de lo más complejo de la forma más inteligente, que es siempre la más sencilla. La literatura infantil y juvenil ha demostrado ser la más resistente dentro de la castigada industria del libro”.
Para terminar no podemos olvidarnos del italiano, Gianni Rodari (1920―1980), quien en la década de los 60 comenzó a recorrer las escuelas italianas donde, a través del contacto directo y la interacción con los niños mientras leía sus cuentos, tomaba notas para tratar de averiguar la técnica correcta a la hora de crear buenas historias. De estas anotaciones y de dicha experiencia nació Gramática de la fantasía: introducción al arte de inventar historias (1973), una obra que ha servido de modelo y herramienta de trabajo para muchos educadores y profesores.
Todos los escritores de literatura infantil son conscientes de a quién va dirigida su obra y, por eso, se exigen a sí mismos para llegar a la mente y al corazón de los niños. Y es que en todos ellos encontramos un firme compromiso pedagógico, no solo destinado a ellos, sino también a educadores y padres. Al final el futuro de la literatura infantil es una cosa de todos.


Todos los textos, fotografías o ilustraciones que integran el presente número son Copyright de sus respectivos propietarios, obrando su presentación como declaración jurada de su autoría y responsabilizándose por las opiniones contenidas en los artículos firmados. Gaceta Literaria solamente procede a reproducirlos atento a su gestión como agente cultural interesado en valorar, difundir y promover las creaciones artísticas de sus contemporáneos.

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