Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com
GACETA LITERARIA Nº 59– Octubre de 2011– Año V – Nº 60


Imágenes: ROY EVANS MIRANDA (Vallenar-Chile)

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

DEFENSA DE LA PALABRA

Por Eduardo Galeano (Montevideo-Uruguay)

¿Puede realizarse cabalmente una cultura nacional en países donde las bases materiales del poder no son nacionales, o dependen de centros extranjeros? Si esto no es posible, ¿qué sentido tiene escribir? No hay un "grado cero" de la cultura, así como no existe un "grado cero" de la historia.
Si reconocemos una inevitable continuidad entre la etapa del dominio y la etapa de la liberación en cualquier proceso de desarrollo social, ¿por qué negar la importancia de la literatura y su posible función revolucionaria en la exploración, revelación y difusión de nuestra verdadera identidad o de su proyecto? El opresor quiere que el espejo no devuelva al oprimido más que una mancha de azogue. ¿Qué proceso de cambio puede impulsar un pueblo que no sabe quién es, ni de dónde viene? Si no sabe quién es, ¿cómo puede saber lo que merece ser? ¿No puede la literatura ayudar, directa o indirectamente, a esa revelación? En gran medida, pienso, la posibilidad del aporte depende del grado de intensidad de la comunidad del escritor con las raíces, los andares y el destino de su pueblo. También de su sensibilidad para percibir el latido, el sonido y el ritmo de la auténtica contra-cultura en ascenso. Muchas veces lo que se considera "incultura" contiene semillas o frutos de "otra" cultura, que enfrenta a la cultura dominante y no tiene sus valores ni su retórica. Se la suele menospreciar, por error, como a una mera repetición degradada de los productos "cultos" de la élite o de los modelos culturales que el sistema fabrica en serie, pero a menudo es más reveladora y valiosa una crónica popular que una novela "profesional", y el pulso de la vida real se siente con más fuerza en ciertas coplas anónimas del cancionero nacional que en muchos libros de poesía escritos en el código de los iniciados; los testimonios de la gente que de mil modos expresa sus lastimaduras y sus esperanzas frecuentemente resultan más elocuentes y bellos que las obras escritas "en nombre del pueblo".
Nuestra auténtica identidad colectiva nace del pasado y se nutre de él - huellas sobre las que caminan nuestros pies, pasos que presienten nuestros andares de ahora - pero no se cristaliza en la nostalgia. No vamos a encontrar, por cierto, nuestro escondido rostro en la perpetuación artificial de trajes, costumbres y objetos típicos que los turistas exigen a los pueblos vencidos. Somos lo que hacemos, y sobre todo lo que hacemos para cambiar lo que somos: nuestra identidad reside en la acción y en la lucha. Por eso la revelación de lo que somos implica la denuncia de lo que nos impide ser lo que podemos ser. Nos definimos a partir del desafío y por oposición al obstáculo.
Una literatura nacida del proceso de crisis y de cambio y metida a fondo en el riesgo y la aventura de su tiempo, bien puede ayudar a crear los símbolos de la realidad nueva y quizás alumbre, si el talento no falta y el coraje tampoco, las señales del camino.
No es inútil cantar al dolor y la hermosura de haber nacido en América.


PÁGINA 2 – CUENTO

CONTEMPLO EL RÍO

Por Alfredo Di Bernardo (Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

Sentado en la barranquita, a la sombra de unos aromos de ramas lánguidas, contemplo el río. La primavera estalla en la mañana como una fruta jugosa que derrama sus colores sobre el paisaje. El viento del norte, suave pero insistente, arroja hacia mí certezas de azahares cercanos y un alboroto de patos que repica en las islas de enfrente.

Contemplo el río. El agua fluye morosa, casi imperceptiblemente, con un andar lento de serpiente perezosa. Sólo el bamboleo tenue de algunos camalotes viajeros delata, aquí y allá, la existencia de la pacífica corriente.

Contemplo el río y siento que su mansedumbre desnuda, sin margen para excusas, la descomunal estupidez de nuestras civilizadas urgencias, la sinrazón monumental de tanta neurosis cotidiana. El río fluye, simplemente fluye. El río no sabe que es río, sólo lo es. No se sobrevalora ni se subestima. No se apura, no se angustia por llegar a su desembocadura. No contamina su propia fluidez con miedos congénitos ni culpas adquiridas. Simplemente, fluye.

Contemplo el río y, en cierta forma, envidio su sabiduría celular, la manera irrazonada en que sabe lo que tiene que hacer. Me gustaría reducir, igual que él, los términos de la ecuación a 1, desanudar la correa de la conciencia, desterrar las palabras y ser uno con el universo, armonizar plenamente con el paisaje. Cierro los ojos, inspiro profundamente el aire templado de septiembre y dejo que el viento me atraviese, que transcurra a través de mi. Es inútil: un instante después, un aleteo entre el follaje me hace pensar “pájaro”, una fragancia silvestre me lleva a nombrar “primavera”, y entonces la efímera unidad se disuelve en múltiples estímulos y sus correspondientes sensaciones. Vuelvo a ser, apenas, un hombre que contempla el río.

Contemplo el río. No hay sitio aquí para las disonancias de la ciudad y los perversos silogismos que ella impone. Todo lo que no está entre este horizonte y yo ha quedado muy lejos, a tantas horas-luz de esta calma de domingo, que su existencia parece no tener más densidad que la borra de un sueño evanescente.

Sentado en la barranquita, a la sombra de unos aromos de ramas lánguidas, contemplo el río. Gozosamente, contemplo el río.


PÁGINA 3 – NUESTRA POESÍA

MARTÍN COPPONI
(Santo Tomé-Santa Fe-Argentina)

QUE SUCEDERÍA

¿Y si no resultas lo que espero?
¿Y si tu corazón de luz termina siendo
la negrura misma y una traición a mi silencio?
¿Qué sucedería si ocultas algo y yo lo encuentro?
¿Si tu alma no es el vientre de la verdad
y esa cruda verdad termina con un sueño?
¿Qué sucedería mujer si se me burla el pensamiento?
¿Si esta vida vuelve a demostrarme que latir
es una rutina llena de azares que nos vuelven tan alertas?
¿Qué sucede cuando se defrauda el pecho,
cuando la vida se presenta sin anuncio
para decir que ha hecho cuanto ha podido… pero has muerto?


EL HOMBRE QUE NUNCA MURIÓ

Me he vuelto un mendigo silente y solitario,
Una voz que llora desde mis ojos.
Me he vuelto un corazón que late desde el tiempo,
Un tiempo horizontal y misterioso,
Que se hace más ingenuo cuando entra en mi pasado.
Ah, si pudiera cambiar la piel que lleva mi historia,
Volvería a ser el hombre que nunca murió.

HAY UNA LUZ.

Hay una luz, faena de la noche,
que rompe la paciencia del silencio
y comienza, en cierta arena,
a dibujar la huella
de una palabra redimida.
Dicen que allí
van a nacer las palabras jamás dichas
que eran justas
y fueron preñadas por el infierno.
Allí, en esa arena,
se hace justicia,
se redime la esencia del hombre
muerta por su ignorancia.
Pero nadie sabe dónde se halla tal luz,
tal arena.
Los sabios dicen que en otra vida,
los lógicos que en el desierto o junto al mar.
Algunos dicen que es una procesión
dónde sólo acuden los espíritus,
que allí Dios y Satán
deciden qué es verdad
y qué es mentira.


ORIEL VISINTINI
(Reconquista)

MUERTES Y EPITAFIOS

QUE NADIE ESCRIBA MI EPITAFIO

No tengo tiempo para morir.
Po r eso
es mejor que deje dicho algunas cosas
para que nadie suponga
lo que ha de escribir
abusando de la piedra de mi tumba.
Acá está la tabla otra vez rasa
esperando el cincel y que la astillen
con esos golpes que son como mi vida
en esta muerte y tratando de tal suerte.
Puedo decir todas mis verdades
Aún cuando causen la vergüenza ajena.
Sólo me absuelvo.
Para eso es vida mía toda cosa sucedida antes que esto
y que tenga que ver con mi contienda.
Loco es mejor
Que rebelde o sumiso u obediente
Porque así entenderán los porqués de amores y luchas confundidas
con incesantes batallas, y con anhelos
confiado el corazón en despedidas.
Por eso,
que nadie escriba mi epitafio
Que confíen en que mi mano sabrá.
En el tiempo que dispongo
yo propongo que sólo me pregunten
sobre mis mentiras escondidas.
Mis verdades las viví y todos saben de todas ellas.
Y por más que digan sus mentiras
son las mías, y mis eternas gracias a la vida
las que les causarán la intriga peor.
Propongo también, no se preocupen
Seguramente…
no pienso faltar a la cita.


SOBRE LAS MUERTES, BAJO LAS TUMBAS

Ni idea de por qué la vida y la muerte son opuestas
para mí son mis amigas
un poco diferentes, sólo un poco
cada una con lo suyo.
Y con lo mío.
Porque eso sí son posesivas y a mí
me encanta que me celen y mezquinen;
un malcriado o malnacido qué más da
varias veces parido y en algunas
partido en dos o en tres y en más
a quién le importa si uno yace
o vegeta
o vive tratándose de eso de vivir y transcurrir
permanecer, después morir, o no ¿por qué?!
Mi muerte tropical es una amiga
que siempre camina un paso atrás
pero lleva la derecha, su mano
sobre el izquierdo, mi hombro,
y más vale que yo sienta que está ahí
para que el vértigo no estorbe.
Es la garantía
certifica
que todo el camino es el mío y no el ajeno.
Y me espera paciente con lloronas
y velones y guitarras y requintos yucatecos,
para llevarme a un friso de Palenque y convertirme
en piedra eterna acompañada.
La otra mi muerte austral
es más frontal más sincera
me habla a diario me acaricia
y me da cada sopapo
que resbalo, cuando la ignoro.
Con ésta nací y sin embargo cómo es difícil
entender que ella será siempre la amiga
fue la primera la fiel la concubina
la amante apasionada la cárcel
de mi vida tal como está.
Y todavía
me cuesta comprender
que ella nunca se adelanta
pues
nadie se muere en la víspera.


PÁGINA 4 – ENSAYO

OLGA NOLLA EN SUS PROPIAS PALABRAS

Por Carlos Esteban Cana (Bayamón-Puerto Rico)

El 30 de julio de 2001, Olga Nolla se despedía de este plano, dejando una obra valiosa y variada en diferentes géneros literarios. Tanto en la poesía, como en la novela, así como en el cuento, Nolla fue premiada con diversos galardones nacionales. Fundadora con su prima, la escritora Rosario Ferré, de la emblemática revista de la década del 70, Zona de carga y descarga, esta poeta también se desempeñó como directora de la revista Cupey. Ganadora del Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines en el año 2000 y transcurridos diez años desde su partida su nombre no ha caído en el olvido.
Hace unos años la Universidad Metropolitana abrió una sala dedicada a su obra, donde está disponible lo que fue su biblioteca personal, además de otra memorabilia vinculada a su carrera literaria. Por otro lado, el periódico El Nuevo Día le rindió tributo al designar su certamen anual de poesía con su nombre, durante su primera temporada.
Yo la conocí en los linderos universitarios donde había enseñado humanidades. Con su sonrisa a flor de piel, conversamos esa primera ocasión acerca de las revistas literarias en Puerto Rico. En otra oportunidad pude formularle preguntas sobre el género cuentístico y su libro Porque nos queremos tanto. En otros eventos la escuché disertando en conferencias y seminarios.
Con el paso de los años la obra de Olga Nolla no envejece, no se agota. Por lo anterior y a una década de su muerte En las letras, desde Puerto Rico quiere rendir un sencillo homenaje a esta inolvidable autora. En esta edición llevamos a la mesa del lector reflexiones de la propia Olga Nolla acerca de su obra poética y del género novelístico que tanto disfrutó cultivar en las postrimerías de su vida.

OLGA NOLLA: EN SUS PROPIAS PALABRAS

Para empezar yo no quería escribir. Nunca pensé en escribir. Tenía rabia, horror, tener que escribir. Escribir para mí era horrible y lo pensaba porque mi madre era escritora y yo quería, ante todo, no ser igual que ella. No quería ser como mi madre, más nunca. Si mi madre era un ama de casa, era una mujer de su casa. ¡Era religiosa! qué espanto total. Entonces yo no quería ser escritora, y traté y estudié química, quería ser científica. Luego me casé, traté de ser ama de casa: un fracaso total. Pero sí, tuve dos hijos. Algo logré. Finalmente, no fue porque lo buscara ni tratara ni nada, me puse a escribir, no me quedó otro remedio, y lo que escribí fue poesía. Escribí poesía cuando estaba la generación del 70. Y de alguna manera, es extraño porque quienes escribían poesía en esa generación eran mujeres. Rosario escribía poesía muy diferente a la mía, quien más… Edwin Reyes, que en paz descanse, escribía poesía muy buena. Angelamaría Dávila escribía poesía, me gustaba mucho pero era muy diferente. Y yo en ese momento escribía este tipo de poesía:

MANIFIESTO

Me encanta ser mujer /Tener cuarenta años /Ser dueña de mi vida /Enamorarme de los hombres /Olvidarme fácilmente de los hombres /Escribir mis poemas /Cocinar platos aromáticos /Elucubrar comidas criollas exquisitas /Hablar de comida con mis hombres /Vestirme sensualmente con encajes y sedas /Desvestirme sensualmente /Usar zapatos rojos /Llevar el pelo larguísimos /Pintarme las uñas de los pies /Soñar con las novelas que pienso escribir /Ver películas hechas por mujeres /Oír la lluvia azotar el aire /Oír los truenos /Desatar los truenos /Correr las olas con el auto en llamas /Y darte la manzana, Adán; /cómela, cómela

Manifiesto es uno de esos primeros poemas que escribía. Cuando yo escribo poesía, es, ante todo, no para desahogarme sino porque tengo algo que decir. Y lo primero que yo quería decir era que las mujeres teníamos que dejar de quejarnos, eso lo dije en un principio y sigo diciéndolo. Por eso mis poemas nunca lloran. Nunca lloran. Me acaba de dejar el último novio ¡qué horror! Tengo que llorar muchísimo pero no voy a escribir eso en un poema. ¡No señor! Porque entonces me estoy desahogando y esa nunca ha sido mi intención. Yo no escribo poesía para desahogarme, escribo poesía para decir otra cosa y para dar una nota, un tono desafiante, ¿verdad?; para comunicar eso, para ponerlo en un lenguaje de comunicación entre los hombres y las mujeres. Escribo poesía porque tengo el propósito de explorar la sexualidad como una manera, como una forma de comunicación entre los hombres y las mujeres.

EN UN HOTEL DE ARECIBO

En la plaza de Arecibo hay un hotel /al que se sube por un estrecho ascensor /ubicado entre dos tiendas por departamento. /Zapatos y carteras y ropa de caballero, creo /y en la otra vitrina /collares y cinturones de neón. /En la plaza de Arecibo hay un hotel. Subiendo al tercer piso de un edificio de tres pisos /se encuentra un gran salón de altos techos /iluminado por pequeñas bombillas General Electric. /Un hombre muy cansado come arroz y habichuelas /en un “conteiner” de margarina Parkay. /Un hombre cincuentón de manos grasosas y profundas ojeras /comiendo /detrás del mostrador de la oficina de un hotel. En medio del salón hay unos pocos muebles /de telas desteñidas y ratán verde /y un pequeño televisor./Unos ancianos llenos de silencio /observan la pantalla producir rascacielos /sirenas de policía /y automóviles computadorizados. /Desde el largo balcón se contempla la plaza /nocturna y vacía /la iglesia esbelta y blanca /y árboles negros. A lo lejos se esparce /el susurro del mar del norte. En la plaza de Arecibo hay un hotel /al que se sube por un estrecho ascensor./En él se paga por adelantado/$21.50 por un doble./Las ventanas de los cuartos están clausuradas /y un olor a desinfectante barato /satura el aire. En este hotel de la plaza de Arecibo /colchas polvorientas y desgarradas /altos techos enormes y vacíos /paredes agrietadas y pequeñas bombillas /amé desesperadamente a un hombre /que ya olvidé.

A través de los años he escrito libros de poesía y narrativa conjuntamente. La narrativa no llegó como parte de un desarrollo tardío, no, puesto que siempre he escrito prosa también. Y todos los críticos decían que mi poesía era narrativa. O sea, que el aspecto narrativo siempre estuvo presente. Era, vamos a decir en términos poéticos, un recurso que yo utilizaba. El año pasado publiqué El caballero del yip colorado que contiene poemas que son de la década de los noventa, también fue premiado Únicamente míos en México con el Premio Jaime Sabines y de este libro inédito voy a leer un poema. Se titula Amor de lejos.

AMOR DE LEJOS

Hicimos el amor a través de la mesa de recepción/de un hotel europeo./Tu sonrisa me penetraba por los ojos y se instalaba/en la boca de mi estómago./Tu voz me acariciaba los tímpanos,/mordía mis orejas, los lóbulos, la nuca,/me chupaba/las puntitas de los pezones./Hicimos el amor desde lejos/Rodeados de gente que entraba y salía a la calle;/Tu mirada/besaba mis entrañas, me recorría/de punta a punta/como una boca sedienta,/como una lengua ansiosa./Yo te pensaba un sexo erecto y duro, durísimo/debajo de unos pantalones de hilo gris./Ni siquiera nos tomamos las manos/ni siquiera/besaste mi mejilla al saludarnos./Hicimos el amor con las palabras,/con los tonos y los matices que alcanza el lenguaje,/únicamente con los gestos del cuerpo y los cabellos,/únicamente con las sonrisas entrelazadas/como enredaderas de flores trasparentes./Fue como hacer música./Pudo ser en París y pudo ser en Roma,/en Londres, en Nueva York o en Frankfurt./Hicimos el amor a través de la mesa de recepción/de un hotel…/Sin tocarnos./Tan sólo nos mirábamos y nos movíamos/al contarnos historias de amor y muerte/¿Quién dijo que el cerebro humano es un órgano sexual?/Pero eso no explica lo suficiente./Es mucho más que eso; qué alegría…

En el caso de la novela es diferente. Yo comencé a escribir novelas porque es un género que me permite explorar una región de lo humano, el espacio que duerme entre la conciencia y las pasiones que la poesía no me permite. Un poema es una canción. Una novela un viaje a la aventura. Un poema es una canción. Escribo una novela para descubrir algo. En el Manuscrito de Miramar acompaño a la narradora en el viaje que emprende al leer el manuscrito de su madre. ¿Puede ella soportar el conocer una verdad sobre su madre? Escribo esta historia para averiguarlo. En El castillo de la memoria utilizo la historia y el mito para virarlo al revés. Juan Ponce de León encuentra la fuente de la juventud, pero ¿puede soportar la inmortalidad? Viajamos con él a través de 400 años de historia de Puerto Rico para averiguarlo. Al explorar la historia a través de la escritura de ficción también intento conocerme.
En la última novela que escribo, que aún no he terminado, vuelvo a utilizar la historia. Entre otras cosas que no voy a contar, recreo una visita que Franklin Delano Roosevelt hizo a Puerto Rico en 1934. Está perfectamente documentada, y me documenté perfectamente. Fui a los archivos de Puerto Rico y a la biblioteca puertorriqueña de la Universidad de Puerto Rico, y reconstruyo esa visita de Franklin Delano Roosevelt que ni siquiera está en el libro de Historia de Puerto Rico de Scarano. Ni siquiera. La reconstruyo utilizando la imaginación.
Pienso que la escritura de ficción nos permite no sólo reconstruir la historia y recuperarla, sino que nos permite conocer la historia más a fondo al inventarnos sus detalles. Intento percolar la realidad. No sé. En eso trabajo en la actualidad y tengo la extraña impresión de que sólo comienzo arañar la piel de todo lo que quiero conocer.


PÁGINA 5 – CUENTO

PADRE Y MUY SEÑOR MÍO

Por Frank Padrón (Pinar del Río-Cuba)

Ya contemplo esos ojos por última vez...
Él lo llenaba todo desde que éramos niños; de siempre recuerdo esa omnipresencia, ese gravitar en torno a su persona desde los detalles a los grandes asuntos: había que consultarle lo mínimo, sin cuya aprobación era simplemente imposible.
Intentando objetividad, aunque ahora me cuesta doblemente, tendría que decir a su favor que nunca, ni en los peores momentos nos faltó nada material. A veces él fingía desgano ante la austera mesa con el fin de que nosotros comiéramos un poco más; con la ropa, lo mismo: se conformaba con sus dos únicas guayaberas y su viejo traje de las clases (impartía Historia de la Filosofía en la Universidad) para que mi hermano y yo tuviéramos de sobra, y aun cuando mayorcitos, aparte de lo que mami nos compraba, nos regalaba dinero para que eligiéramos a gusto qué ponernos, siempre, eso sí, con sus coletillas habituales: "cuídense de las extravagancias", "la moda no le va a todo el mundo"...
Pero no sólo de pan vive el hombre, ya lo dice la Biblia. Y a propósito de esto, nunca fuimos religiosos; creyentes, como la mayoría en Cuba: partime, «a mi manera», según dice la gente homenajeando sin saberlo a Paul Anka, pero si hubiéramos profesado alguna religión, él también lo hubiera saboteado. Y no exactamente por pruritos filosóficos o políticos (en esa época, era mal visto) sino por una mera cuestión de personalidad: en la casa, en nuestras vidas, no podía haber otro ser, aún incorpóreo, sobrenatural, que ocupara su espacio total: Él era Dios.
Lo que no logro precisar con los años, es cuándo aquel amor absoluto, ciego, incondicional que nos enseñó a tenerle (y sin lugar a dudas, no sé cómo, pero consiguió) empezó a tornarse odio. Al menos en mí, que siempre fui la rebelde, la que me atrevía a contestarle aunque ello supusiera los peores castigos, porque en el caso de mi madre y mi hermano, pienso que tal amor, si lo hubo, derivó en una tácita resignación que culminará, eso sí, en alivio, de eso no me cabe duda.
Sin embargo, yo nunca los compadecí; es más: se lo merecían, porque mi madre bien pudo divorciarse a tiempo, desde el momento en que comprobó que nunca sería otra cosa a su lado que su sombra, la esclava, el complemento equivalente a la nulidad; que él nos quería pero sólo si acatábamos su idea de la felicidad que era la de la obediencia irracional; de que el menor síntoma, no ya de rebeldía sino de ligera disparidad respecto a sus criterios, implicaba un enfrentamiento, aún más, un cisma.
Pero claro que mi madre nunca lo hizo, dudo incluso que le pasara por la mente, qué iban a decir sus amigos, la gente; cómo reaccionarían sus padres, que seguramente habían atravesado análoga situación sin atreverse a dar ese paso, y así retrospectivamente hasta la primera familia con semejantes problemas...; ella, que aún lucía bien, que tenía una carrera la cual dejó de ejercer cuando él tan sólo comentó que con su sueldo bastaba, que si acaso diera ella clases particulares de inglés, por supuesto en casa (pues entonces ese idioma era casi clandestino) algo que mi madre acató indiferente hasta que su propia abulia la hizo desistir para replegarse en aquella cama donde pasaba la mayor parte del día, como un perfecto acomodo a la muerte que ya se había instalado en su vida.
El huevón de mi hermano era quizás peor; en su caso no caben justificaciones de la tradición, de falta de carácter (porque para otras cosas lo tiene): habría que pensar en una (?) envidiable capacidad de adaptación a lo que no pudiera ser cambiado o mejorado con un mínimo de esfuerzo. Mi hermano desplegaba energía en los ejercicios físicos, en las mujeres (que se le daban con facilidad: el cabrón luce bien y es hasta simpático) pero no recuerdo que le haya sostenido una discusión a mi padre más allá de la segunda frase, se encogía de hombros, mirándome, con lo cual me decía por lo claro que era inútil, que había que dejarlo, y entonces era yo la única que continuaba, subiendo la temperatura hasta que él lo consideraba suficiente, pues en ese momento su voz tronante, portadora del único criterio, la voluntad omnímoda, la verdad absoluta, debía mandarme a callar y a recluirme en mi cuarto, sin salir esa noche y, según la gravedad de mis réplicas, durante varios días.
Yo creo que lo odié por primera vez, o al menos empecé a sentir que me había abandonado definitivamente el amor especial (¿hay alguno que no lo sea?) de mi infancia, aquella ocasión en que me sorprendió besándome con Juanpérez, mi compañerito de aula. Tendría entonces doce años y me atraía profundamente aquel muchachito que siendo apenas un año mayor que yo, delataba los signos de una precoz virilidad, no en sus atributos ocultos: esos nunca me han preocupado demasiado, sino en su personalidad, en ciertas maneras de hombre que me envolvían con una fuerza desconocida.
Una tarde, después de estudiar y juguetear un poco, tras reírnos de lo lindo, hicimos silencio: se había producido el «flechazo» insinuado desde hacía semanas; fue entonces que me besó en los labios con ternura y vitalidad: era mi primer beso de amor, pudo haber sido una experiencia hermosa, de esas para conservar en los frágiles archivos de la infancia, sino hubiera sido por mi padre: entró de pronto y se quedó mirándonos por unos minutos, ya separados violentamente, avergonzados.
Si no olvido aquel beso, menos esos ojos verdes (que ahora también me miran, pero con expresión tan diferente) llenos de odio, de cinismo, lanzándome un reproche amargo; no hubiera tenido que decir nada para que yo me sintiera como una criminal, pero lo hizo. Suspiró y sin alterarse, con la firmeza habitual de su voz, me espetó: "Está claro que para ser puta no hay que tener mucha edad, sólo vocación".
Juanito se sintió peor: "estábamos jugando", atinó a defenderse, pero mi padre no dijo más: se dirigió a la puerta indicándole el camino; nunca volvimos a estudiar juntos y bajábamos la vista si nos encontrábamos en el aula; un día intenté un acercamiento que él evadió. Mis amigas me consolaban restándole gravedad al asunto, contándome experiencias parecidas, aunque en vano: yo seguía dolida y preocupada; la infeliz de mi madre trataba de aligerarme la carga, pero fiel a su incondicionalidad respecto a él, sin quitarle un ápice de razón:
"Eres muy niña todavía para pensar en eso, recuerda que tu padre y yo sólo queremos tu bien", comentaba junto a otras frasecitas hechas que más bien me irritaban, porque algo dentro de mí decía que no sólo no había hecho nada terrible, sino que me habían usurpado un derecho, me habían truncado algo bonito. Por supuesto, fui creciendo y aquella sensación incómoda cedía poco a poco, pero algo se había roto entre mi padre y yo para siempre, aunque él fingía (o de hecho era así) haber olvidado. Claro que yo también hubiera procedido al «borrón y cuenta nueva» si esas otras cuentas que vinieron, no hubieran sido mucho más graves.
Cuando lo de la carrera creí enloquecer. Siempre había deseado ser cantante; la vecina que trabajaba en el Lírico le decía frecuentemente a mi madre que mi voz y mi oído podían hacerme triunfar en ese mundo, lo cual confirmó aquella Instructora del Círculo de Interés en la Secundaria durante una reunión de Orientación Vocacional. Tras el preuniversitario, llenando la planilla para el Instituto Superior de Arte (ISA) y con más de un aval a mi favor, mi padre entró a desempeñar su inevitable papel, destinado como estaba a desgraciarme la vida. Tampoco olvidaré sus palabras de entonces (pudiera escribir un tomo con sus «frases célebres»):
"—Eso está bien como hobby, no como profesión. Lo tengo arreglado todo para que ambos hagan la carrera de Ciencias Políticas o Jurídicas, la que gusten..."
Si no fuera cínico hubiera sido cómico: para él aquella simple disyuntiva significaba un amplio margen de opciones, sin contar que, pese a sus interminables y aburridas charlas de sobremesa en torno a Derecho Romano, jamás habíamos dado la mínima señal de interés por tales materias.
Mi hermano prefería las ciencias exactas, era bueno en eso, sacaba excelentes notas en Matemática, pero tampoco logró convencerlo. Cuando mi madre trató de interceder por nosotros (de manera bien tímida y sin demasiado compromiso, cierto: hubiera sido pedirle demasiado) mi padre no sólo la anuló con su asumida superioridad, sino que le lanzó una de sus acostumbradas humillaciones:
"—No creo que fuera del Tom-is-a-boy conozcas mucho más, así que te agradecerías no opinaras sobre el tema, por mucho que se trate del futuro de tus hijos..."
Ese día me gané un bofetón, pues mi hermano (para variar) dio un tirón a la silla y salió a la calle, pero yo acusé a mi padre de crueldad mental, de egocentrismo, de mente estrecha, y le dije que sería cantante o barrendera, pero nunca abogada.
Como tenía influencias en los medios docentes (era un profesor respetable, aunque como podrá imaginarse, cargaba también con la espesa fama de dogmático y "cuadrado" entre sus alumnos) se las ingenió para que mi hermano no alcanzara la plaza de Cibernética que pidió en primera opción, pese a su brillante expediente, y yo, ni con mis bien colocados agudos pude obtener la beca para estudiar Canto y Dirección Coral en el ISA.
Nunca sabré qué hizo, qué maquiavélicos mecanismos accionó para que eso ocurriera: el pobre diablo de mi hermano una vez más se plegó a su voluntad; ante la espada de Damocles del Servicio Militar, se conformó con la odiada carrera de Derecho. Hoy es un abogado mediocre en una empresa más mediocre aún.
Yo, por supuesto, no le iba a dar el gusto (primero muerta): no ingresé en la Universidad, me puse a trabajar: la economía no era cosa de juego, se acababa de despenalizar el dólar y el sueldo de mi padre, antes decoroso, no alcanzaba; mi madre no tenía ánimos para retomar las clases —bueno, ni para nada— que ahora sí hubieran resultado pues el inglés no sólo no era ya mal visto, sino considerado muy útil, de modo que él no puso reparos en que yo aportara también.
Soy secretaria... de un Conservatorio, que de algún modo tengo que estar cerca de la vocación frustrada. Pero en fin, no quiero dejar de referir apresuradamente (en cualquier momento llegan todos, y a lo mejor no desee nunca más retomar este asunto) otro de mis grandes encontronazos, o desencuentros con mi padre: en mi matrimonio.
Mi hermano se casó con una jueza (¡menuda corte!) y se mudó con ella. Yo seguí con la cruz a cuestas. Mi novio, después marido (bueno, realmente antes, pero ya saben) vivía muy estrecho y en casa, si algo sobran, son habitaciones. Yo le había advertido ya del carácter y la personalidad del cabeza de familia, pero él lo subestimó. Trató de ganárselo y a principio pareció lograrlo; en realidad le caía bien al viejo, pues mi marido es un tipo chévere, pero es de los que piensa por cabeza propia. Y ahí fue donde la mula tumbó a Genaro: no había que remontarse a las complejidades de la política o la historia; en la pelota, en la película de turno, en algún libro que ambos hubieran compartido, en la sazón de los alimentos, en las dietas alimentarias, en la poca gente que nos visitaba... a principio mi esposo se medía, pero después, simplemente, exponía lo que pensaba.
En realidad mi padre se las sabía todas en materia jurídica, pero sólo teóricamente: jamás permitía al interlocutor llevar su pensamiento más allá de la tercera oración, las cuales siquiera escuchaba, ocupado en preparar su réplica, de engalanar sus tesis y sofismas. Sin embargo, pobre del que lo interrumpiera... y mi marido cometió más de una vez ese pecado de lesa humanidad.
Hasta aquella tarde infausta en que, al llegar a un verdadero clímax, dijo con su voz firme y su habitual mirada ácida (que ahora pierde brillo), fija en un solo punto, (el rostro de mi cónyuge), refiriéndose a él:
"—Entre Ud. y yo existen diferencias tan abismales que dudo mucho podamos continuar bajo el mismo techo"
Fue suficiente: partió esa misma tarde, no nos divorciamos pero cada cual vive por su lado, como tantos matrimonios en Cuba, cierto, pero lo triste es que nosotros no tendríamos por qué. Intentamos unos días en su casa pero fue imposible: demasiado incómodo, no quiero parecer calamitosa ni justificar nada, mas sé que la pérdida del embarazo fue por los disgustos que esa situación me ocasionó. Y aunque este noviazgo forzoso nos ha unido más, les digo que es sencillamente inaguantable.
Escribo todo esto de corre, corre, ahorita, como decía, suena ese timbre y empieza a llenarse la casa de gente. Intento una suerte de testimonio, para que algún día se conozca, pase lo que pase, por qué actué de este modo, reconozco que no dudé un momento, que mi decisión fue tan fría y calculada como la de cualquier asesino profesional. No: nunca lo hubiera hecho por mí misma, pero si Dios o el destino lo habían decidido, yo he estado muy feliz de colaborar con ellos.
De siempre él padeció del corazón, y llevaba sus píldoras encima, pero esa noche se había cambiado de pijama y no se percató de tomarlas. Mi madre, como en las películas de suspense, ha salido, excepcionalmente, a casa de una prima a no sé que mandado. Él se ha levantado de su sillón imperial frente a la tele con idea de conquistar las pastillas, pero es tarde; se lleva la mano derecha al corazón y emite un gemido casi imperceptible: "Teresa, por favor, en la otra camisa de pijama..." y se dobla, casi sin aliento.
Había olvidado decirles que me llamo Teresa, pero ya él lo ha hecho por mí; afortunadamente, poco tengo que ver con la santa, y de Jesús apenas conservo el cuadro del Sagrado Corazón a un costado de mi cuarto. Me he levantado sí, pero sólo para escribir estos apuntes:
"—Un momento, papi, estoy repasando mi vida, esa vida que me has jodido desde que tengo uso de razón; enseguida te atiendo"
"—Teresa, en la otra pijama está... Teresa..."
Me levanto, dejo la pluma y él experimenta una suerte de alegría rápida que apenas traduce su rostro agitado por el dolor, previo a la agonía, pues cree que voy a la dirección señalada, pero sólo tomo una partitura que hay sobre el televisor, es una aria de Tosca, de Puccini.
“— Quizá, papi, cuando termine de repasar este fragmento, no te había dicho que hay una plaza en el Lírico de mezzo-soprano y me van a hacer la prueba”
“—Pero Teresa, ¡¿es momento de bromas!?”, contesta, ensayando su último gesto prepotente, enarcando las cejas, levantando el índice como tanto hacía, y hasta proyectando la mirada de acero que ahora detenta un resplandor mortal que se va apagando mientras yo escribo y canto, canto y escribo como una demente acosada a la que llegan sus cinco minutos de gloria.
No sé si mañana me arrepienta, pero este es un instante realmente feliz, no sólo por lo que he conseguido hacer, sino —y creo que esto es lo más disfrutable—porque él me ha visto hacerlo: ha tomado conciencia en ese breve instante, de su fragilidad, de que no es inmortal, de que su poder sobre mí, sobre todos, tiene un límite, y que ese límite llega...
“—¡Teresa!...!
Le oigo decir por último, pero ya este nombre carece de aquella fuerza, aquel ardor, aquella seguridad con que lo proyectó durante cuarenta y dos años de mi vida: ahora es un débil gemido, un balbuceo que, por demás, mis alaridos italianizantes ahogan.
Cae desplomado cuando intenta en vano ganar la escalera que lleva a su habitación; yo me acerco, le tomo el pulso, me dispongo a cerrar sus ojos... debo llamar enseguida a la dispersa familia, incluyendo a mi esposo que desde esta misma noche, antes incluso del velorio, se instalará de nuevo aquí; a mi hermano y su mujer, para si quieren pongan un bufete en casa o una oficina de la Corte Suprema, donde ella trabaja (pues creo el local lo están reparando y andan buscando sitio) y habrá que habilitar el cuarto de abajo para que mami retome las clases de inglés, además, por supuesto, de redecorar toda la casa, para echar abajo ese demodeé gusto neoclásico con que él lo había impregnado todo.
Sitúo mi mano sobre sus ojos, pero los contemplo por última vez: realmente eran de un verde intenso, sin dudas hermoso.


PÁGINA 6 – NUESTRA POESÍA

MARTA ORTIZ
(Rosario-Santa Fe-Argentina)

LA ACACIA

en el cálido equilibrio del verano
madura plumas amarillas

enlaza un alto recodo
en el íntimo paisaje de estucos
y espejos

a intervalos
deslíe una espuma de oro

bruñe las veredas.


ABEDUL

Peregrina,
hurgaba en el camino
la pálida corteza
que en láminas de seda
exfoliaba el abedul.

Papel virgen,
folio donde grabar
en tres o cuatro líneas
una mudanza dichosa
engarzada esa tarde
a una baba de muerte.


LAPACHO

Yo creía en el noviembre de los jacarandaes
en los ríos que bajaban lilas.

Hasta que setiembre estalló la pulpa del lapacho.

Los charcos anegados flotaron rosas.


NO VI UN MAR AZUL

leí herrumbres, celajes
en el viento.

Junio era un oráculo:
éxodo el óxido
viaje silente
exilio cielo abajo
hasta morir
(estrella de tres puntas)
la hoja
en el pulido impávido
pavimento
jaspe precolombino
piedra sacrificial.

También nosotros
eludíamos el invierno
la desmembrada
exhausta anatomía
apenas polvo
-grisalla-
textura de ala rota,
la hoja que ha caído.

Vi plátanos grises
escorias
mudanzas.


PIEL
a Marita Guimpel

estos hilos aprisionan a las sombras
y las obligan a rendir cuentas del silencio
Alejandra Pizarnik

ellos, ven el trenzado de los hilos
lo nítido –dicen- de la trama
los poros del encaje
el rastro de almidón
el organdí

yo en cambio desmenuzo el óxido
el ocre sudor del tiempo
la alforza
decrépita
el pliegue, el pellejo
irregular
el envés
el epitelio
la lumbre del espliego
el frunce rígido
la erosión

ella, ardua, vuelve la mirada atrás
horada huellas calcáreas
olvidos de tafetán
muselinas nácar

recoge velos
el grano perdido del reloj de arena

y vuelos de oropéndolas
en cielos extinguidos.


GESTOS
a mi padre
Hace tiempo
(palimpsestos de óxido y musgo)
mi padre
modelaba para mí
los gestos que hoy repito

como tostar el pan
como dejar caer todo el cielo en la mirada.


HORACIO ROSSI
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)
04/10/1953-18/05/2008

me inicio en piedras, en hebras, en rocíos,
lo que canta insiste en que me le junte
y puntualmente acudo, sobando labranzas,
viviendo como una piedra en el clima,
como una hebra por la que anda la brisa,
igual quelos rocíos que llegan a la hora vespertina…
inicio otra vez el perfecto ejercicio de amar la redondez de una semilla,
la frágil fertilidad de un gajito reverde que persistió como un lámpara, como uno…
y la velocidad del tiempo se me aúna, saludándome,
y en así es cómo me pongo a cantar, es decir: a respirar…
por las calles me encuentro con Vos…


EXTRAMUROS

Ante las nunca habidas pero eficientes puertas de la ciudad
emergen unos toldos de lata y unas tareas sin palabra
y se establecen afuera, perfectamente afuera
y desde allí penetran las nunca habidas pero cerradas puertas de la ciudad
rociando nuestros ocios con un tema de charla que tampoco perdura...
el instinto de esa gente conoce...
escuchan las electricidades al tocar los envases y las cenizas del consumo
que alimenta la carne y la presunción, es decir la materia y la ignorancia
es decir la creencia y la ajenidad (estoy tratando de algo decir)
de nosotros los no menos transitorios y mudables...
forman la hilera para el examen de las hojarascas domésticas...
contratan apenas pactando la transacción que los enladrillados
creemos gananciosa para nuestro ciudadano privilegiado beneficio...
en así aprenden cómo
y se preparan a heredar el mundo.


AVISO

No podré recibirte.
Ahora estoy solicitado por la semi lluvia de sábado de mayo. Ha llegado y no es mera visita en esta casa.
Todo mi corazón pasea con ella por las fragancias mismísimas de amor.
La tarea de mi vida comparece a examen en fiesta largamente esperada y merecida.
Los versos que la poesía ha besado se allegan en poema como un canon de gracias consumadas, bendecidas y, ahora, consagradas.
Mi memoria dispone la breva en flor de amigos que el tiempo colectó junto a mí hacia el común destino, entre luego y después: rocíos del silencio. Nombres tan para siempre. Y mi amigo y mi amiga de ahoramismo. Y de mañana.
Te digo que si llegas no podré recibirte.
Estoy oyendo silbos en torno de la casa, y escucho las brotancias de yemas impelidas por las circulaciones cuyo azul no discuto. Música de la tierra.
La lluvia me confirma la esperanza. La paciencia se ha tornado tan mía, que se me felicita en luz. Y todo es alegría.
Tiempo en sazón. Milagro del misterio. Que celebro...
Y sonrío.
Porque, si llegas, no podré recibirte:
Igual que siempre,
¡me hallarás en Vos!...

No hago otra cosa desde que estoy vivo.-

Y otro…

PASTORAL

Tengo los ojos llenos de agua
y un caballo
y más allá está el sol.
Debajo del caballo veo los pastos
y el cielo azul en los rebordes
como frontera de color.
Mariposa o insecto
qué más da
aquí o allá o aquí.
Tengo los ojos llenos de agua
y veo tan mal
que hasta me parece ser feliz.
Se huele a cascotes y a bosta fermentada
y a bosta seca en panes,
a los yuyos que machaco con mi propio cuerpo
a las propias gramillas y cardos
que masacra mi propio cuerpo. Huelo verde,
huelo barro,
y el olor de la punta de los árboles
y el olor del color y del dolor,
como si mi nariz fuera enorme y se extendiera
desde mi parto hasta mi muerte
y yo fuera el universo.
Estoy lleno de vida
acostado sobre la vida
mirando la vida
con los ojos llenos de agua.
Porque recién he emergido
del mar de ella,
la que me ha mirado, sonriendo y callado.
Antes y durante y después
yo estuve vivo.
Ahora el caballo rojo es una flor rota de sol
y azul es el aire.
Tengo los ojos llenos de lágrimas.


PÁGINA 7 – ENSAYO

SE LLAMA POESÍA TODO AQUELLO QUE CIERRA LA PUERTA A LOS IMBÉCILES

Por Aldo Pellegrini (Rosario-Santa Fe-Argentina)

Poesía Nº 9 Agosto de 1961, Buenos Aires.
El agradecimiento de GACETA VIRTUAL a Antonio Acevedo Linares

La poesía tiene una puerta herméticamente cerrada para los imbéciles, abierta de par en par para los inocentes. No es una puerta cerrada con llave o con cerrojo, pero su estructura es tal que, por más esfuerzos que hagan los imbéciles, no pueden abrirla, mientras cede a la sola presencia de los inocentes. Nada hay más opuesto a la imbecilidad que la inocencia. La característica del imbécil es su aspiración sistemática de cierto orden de poder. El inocente, en cambio, se niega a ejercer el poder porque los tiene todos.

Por supuesto, es el pueblo el poseedor potencial de la suprema actitud poética: la inocencia. Y en el pueblo, aquellos que sienten la coerción del poder como un dolor. El inocente, conscientemente o no, se mueve en un mundo de valores (el amor, en primer término), el imbécil se mueve en un mundo en el cual el único valor está dado por el ejercicio del poder.

Los imbéciles buscan el poder en cualquier forma de autoridad: el dinero en primer término, y toda la estructura del estado, desde el poder de los gobernantes hasta el microscópico, pero corrosivo y siniestro poder de los burócratas, desde el poder de la iglesia hasta el poder del periodismo, desde el poder de los banqueros hasta el poder que dan las leyes. Toda esa suma de poder está organizada contra la poesía.

Como la poesía significa libertad, significa afirmación del hombre auténtico, del hombre que intenta realizarse, indudablemente tiene cierto prestigio ante los imbéciles. Es ese mundo falsificado y artificial que ellos construyen, los imbéciles necesitan artículos de lujo: cortinados, bibelots, joyería, y algo así como la poesía. En esa poesía que ellos usan, la palabra y la imagen se convierten en elementos decorativos, y de ese modo se destruye su poder de incandescencia. Así se crea la llamada "poesía oficial", poesía de lentejuelas, poesía que suena a hueco.

La poesía no es más que esa violenta necesidad de afirmar su ser que impulsa al hombre. Se opone a la voluntad de no ser que guía a las multitudes domesticadas, y se opone a la voluntad de ser en los otros que se manifiesta en quienes ejercen el poder.

Los imbéciles viven en un mundo artificial y falso: basados en el poder que se puede ejercer sobre otros, niegan la rotunda realidad de lo humano, a la que sustituyen por esquemas huecos. El mundo del poder es un mundo vacío de sentido, fuera de la realidad. El poeta busca en la palabra no un modo de expresarse sino un modo de participar en la realidad misma. Recurre a la palabra, pero busca en ella su valor originario, la magia del momento de la creación del verbo, momento en que no era un signo, sino parte de la realidad misma. El poeta mediante el verbo no expresa la realidad sino participa de ella misma.

La puerta de la poesía no tiene llave ni cerrojo: se defiende por su calidad de incandescencia. Sólo los inocentes, que tiene el hábito del fuego purificador, que tienen dedos ardientes, pueden abrir esa puerta y por ella penetran en la realidad. La poesía pretende cumplir la tarea de que este mundo no sea sólo habitable para los imbéciles.


PÁGINA 8 – CUENTO

TU ENEMIGO, BILLIE

Por Carlos López Dzur (Orange County-California-USA)

I long to try something I never had:
«Lover man», cantada por Billie Holiday (1915-1959)

Aquella niña que creció en Harlem la conocí como Eleonora, pero, más tarde, se olvidó el mundo que era de aquellas negras Fagan de Filadelfia que, el talento, la música, no las dejó en la noche del frío, o esos desamparos del racismo y la exclusión. Eleonora comenzó a brillar tan sublimemente que le llamaron «Lady Day», Dama de lo Diurno. Señora del Día, porque, en asunto del canto pop y el jazz, abría sus esplendores de sol, fraseo y tempo de luz para iluminar la melodía.

Desde el 1933, se aproximó a grabarla la Columbia, más tarde, otros sellos disqueros poderosos, Commodores, Aladdin, MGM, Capitol, Decca... Y, entonces, era The Queen of Song. La Reina. Olvidaron que ella era Eleonora, que su niñez fue miseria, que de su padre apenas tuvo el apellido. ¿Y Frank DeViese? Diablo, avieso. Y Holiday, ninguno. ¡Hall-oh-crisis! Cada vez que canta «Fruta extraña» piensa en su padre, como un ser que cuelga como fruto podrido ya en camino hacia el bosque de la nada...

De continuo y desde siempre, ella juega con las palabras para no recordar ni llorar y aprendió a hacer canciones, o co-escribirlas: «God Bless the Child», porque la suya fue maldita, «Don't Explain», porque es tarde para hacerse ilusiones y tener fe en esta mundo horrible... «Lady Sings the Blues», y una vez termina las canciones, se va su corazón a un recuerdo. La está violando un cabrón y ella tiene diez años solamente. Y la mente, mientras enciende a escondidas en su camerino un cigarro de marihuana, se extasía con aquellas escapadotas de la escuela... se iba de pinta, cantaba a solas cosas tristes y dijeron que estaba loca y el reformatorio, The House of the Good Shepherd, con toda la buena fe de sus curas católicos, no pudo con ella... Como ni hay amor ni buena vecindad, se vino a New York.

Ahora Wilbert Rich no la podrá violar y amedrentarla para que no lo diga. Su madre acaba de sorprenderlos y la jala de las piernas para quitarle de encima al malnacido que la amaciza con sus güevos sobre su vientre. Ni buena vecindad ni decoro ni dignidad en la raza.

«¿Para qué recordar ese pasado?», le dice a Abel Meeropol, maestro de escuelas del Bronx, que hace llamar Lewis Allan. Se la quiere llevar al «Café Society», en el barrio Greenwich Village, donde judíos como él alternan con negros, con boricuas, con gente de uniones izquierdistas y sindicatos que promueven lucha y cambio social, integración racial, diálogo y convivencia... «Esa canción duele. No quiero cantarla, Abel».

Y él le habla de un nuevo futuro porque la ha visto en las drogas. Bebe y abusa de tranquilizantes. En 1947, le allanaron el apartamento y la arrestaron por posesión de narcóticos y drogas. Jimmy Monroe, el esposo, es un infiel y le ha dicho: «No expliques esa mancha de lápiz de labios en el cuello». Y se puso a drogarse. «You Better Go Now»... «What is This Thing Called Love?»

Abel Meeropol comenzó a prepararla para Pod's and Jerry, para que vuelva a irle de maravillas, como a la Reina que es y con una orquesta grande. Mejor que la de Count Basie y Artie Shaw. Grande, pero siempre más pequeña que su voz... «your an outgoing warmth, a palpable eagerness to reach and touch the audience, and your mocking wit». Y es que ya hasta los músicos blancos aman su fraseo, su tempo, su feeling... «pero hay que pegarles en la cara. Vas a cantar 'Strage Fruit', porque es como un himno del sindicato contra los linchamientos y después al Carnagie Hall. 'Lady Sings the Blues'. Y Herbie Nichols, al piano... y te voy a decir algo, Billie. El peor enemigo no el padre que te abandona, el vecino que te ultraja de niña, el marido infiel, es la pobreza del Bronx o los ghettos de Filadelfia o Harlem... y la CIA y el FBI que te ha visto creciendo, reclamada en Europa, grabada por Columbia o los estudios de MGM y ha dicho... revisemos que lleva en la cartera, que esconde en su apartamento, quitémosle el nombre prestigioso de Reina o Dama del Día...»

Le ha barrido de un manotazo una línea de coca. No te van a quitar la droga para que no la consumas, Billie. Van a dejar que te enfermes con ella. Y van a exponer que eres viciosa y que no triunfarás ni serás ejemplo por ese vicio. La CIA y el FBI; ambos brindan estos narcóticos / alucinógenos / a la gente como tú con el objetivo de distraer su atención sobre el contexto político y contracultural... Para contrarrestar el fruto extraño de un negro colgado de un árbol por los KKKs, en camino hacia la exclusión y la nada, te dan su versión del fruto extraño, píldoras, cocaína, heroína... Se filtraron en Greenvich Village, en el rock, el jazz, el pop, en todo reino de creación y hay que parar eso, Billie. No dejes que la canción se prosterne y humille ante ese enemigo: extraño fruto del blanco, el arma feroz para desarticular todos los pensamientos rebeldes...»

Ya era tarde. El 31 de mayo de 1959 fue llevada de emergencia al Hospital Metropolitano. Una cirrosis hepática y una cardiopatía precedió a su arresto. La policía vigiló la puerta de su habitación en el hospital por 17 días, hasta el día que murió. Ya supo que no levantará. Morirá sola, bajo sospecha, criminalizada. No es una estrella ante los ojos de esos malditos guardias que dicen a la prensa: «She is nigro-felon under police custody». Se ha consultado el banco y tiene setenta centavos como único capital. Los tabloides ofrecen $750 por una foto y una confesión post mortem que diga: «Me maté con una sobredosis». Y aún así, no se permiten visitas a menos que se vaya a pagar la cuenta hospitalaria.


PÁGINA 9 – POESÍA ARGENTINA

ALICIA CORA FERNÁNDEZ
(CABA-Buenos Aires-Argentina)

ADIÓS EN BIENVENIDA

No dejes que me vaya,
porque al alejarme pierdo el camino del retorno.
No permitas que mi piel se marchite en este frío agosto,
vos podes hacer que florezca en primavera.
No siembres angustias en mi tierra abierta por tu arado,
regála con lágrimas de amor.
No abandones el luchar por mí,
porque sabiéndote escudero, no le temo al enemigo.
No ocultes tus manos, bajo los guantes del olvido,
emborrachálas con caricias.
No finjas una indiferencia que está lejos de serlo,
al escucharme ya seremos dos en mis secretos.
No olvides las primaveras que cumplí a tu lado,
ahora quiero saber que cumplir inviernos es posible.
No me mires en el espejo de la verdad.,
porque mi reflejo va a contarte los años pasados.
No hables a mis espaldas,
porque no puedo oírte y ya hace tiempo que oigo lo que quiero

Ya ves que sencillo es este modo de pedirte un transcurrir sereno.

Ahora, si aún puede la duda, ser más que la certeza.
Podés meter en tu valija todos los recuerdos.
No te pido nada más.
Por única vez desnudé mi alma y ¿sabés?, el sol ya la abrigó.
Voy a sentarme frente a la ventana.
A mirar pasar la vida, no a la que pudo ser y no fue.
Sino a una nueva, que está esperando tu adiós en bienvenida.


VOS

No quiero medallas, no las necesito.
Acopio, atesoro y colecciono gestos, que repetís día a día.
Prendo a mi pecho el sonido de tu voz,
tu mano lazarillo en la mía,
esa manera tuya de fumar que me hipnotiza
y las canciones en inglés que tarareas desde siempre.
El estacionarme frente a una vidriera y escucharte decir comprátelo.
Ya ves porque no quiero medallas.
Lo mío es cotidiano y simple.
Sólo me hace falta que estés a mi lado.


ARRUGAS EN LAS LAJAS

La casa está en silencio,
sólo el grillo atardecido canta sin cesar.
Las flores del jardín otoñan sus pétalos hasta mañana.
Vuelan a su tiempo las palomas
en regreso al palomar.
Todo presagia noche.
Te espero como siempre,
para darte mi única posesión:
MI AMOR,
lleno del sol que se hunde sin remedio,
perfumado por las flores dormidas
y preparado para seguirte en un vuelo de palomas.
Se acercan tus pasos, marcando nuevas arrugas en las lajas del jardín.
Entras sin pedir permiso,
¿para qué?, si todo es tuyo.
Ahora, aquí y entre las sábanas, es mi momento,
soy una vez por semana Tu Amante.
Estás en peligro,
no me abandones tanto tiempo
porque puedo ponerle candado a mi puerta y a mi corazón.
Olvidarme del único día por semana que te tengo
y abrir los ojos a un nuevo preludio.
Quizás el grillo insolente,
las flores renacidas
y esas palomas en vuelo,
guíen por el camino de lajas, al que viene a regalarme otra vida.


JAVIER GALARZA
(CABA-Buenos Aires-Argentina)

PIDO

por esta noche sólo por esta noche
cierra con dulzura los ojos de mis muertos
apaga los ecos de los silencios y las voces

inyecta medidas de luna en una sustancia
que me permita vagar narcotizado

tu mirada
entrecierra los abismos para dejarme dormir

cúrame
hazme con tu cuerpo
una casita sin pastillas


LEJOS

infancia
un ensueño de bicicletas dormidas.
algo lejano y detenido
como una siesta de perros.
los árboles gigantescos derribados por la
tormenta.
— todo ese miedo incomprensible—
el ruido de un tren a lo lejos.
el aljibe la abuela y el nogal.
allí
donde el mundo aún quedaba lejos
tan
lejos
tan
tan
lejos
tan
tan
tan
lejos


DISTANCIA CUERPOS LUZ

estas sombras adheridas a nuestras pieles
de caricias sin medida en distancias cuerpos luz

¿dan medida de nuestro desamparo?

pasada la primavera con su ensueño de promesas
y la celebración de los cuerpos del estío...

¿aún estarás aquí cuando llegue el otoño?

y cuando ya nada cobije
y las sombras caigan sobre casa

qué contendrás
qué abarcarás

de este cuerpo que se duele
en los inviernos

y te tiembla porque sí


GESTUALIDAD

necesito algo del orden de tu mímica:
esos gestos que te visten y desvisten.
tus juegos, tus mentiras.
si, creo que necesito eso:
deslumbrarme en la ostentación de
tus carencias.
algo del orden de los ademanes
y palabrerías que te velan.
buscar la verdad allí: donde no estás.
para aprender a no saberte intuyendo
que permanecerás por siempre en
lo no dicho.
en la dimensión inasible de las insinuaciones.
así: como apenas susurrada.
bella evasiva inmaculada confusa y
resguardada en tu secreto.


(UN SUSURRO EN LA MANSIÓN DEL SILENCIO)

guarecer un secreto. guardarlo y resguardarlo. mantenerlo
como un susurro en la mansión del silencio.

abrevar allí donde resiste lo no dicho, lo impronunciable.
resguardar también al equívoco como posibilidad.

ese espacio nos interpela desde lo que se retira.
está allí y no. es la pregunta. tal vez la poesía misma.

ese resto de misterio.

cuando eso que se retira nos da un nombre.
eso mismo que se va nos funda. nos dice.

al partir.


DIVISIÓN DE BIENES

intentaré no hacer ruido con mis zapatos
cuando el sentido del mundo se cierre sobre mí

dormida como el invierno
estás viajando lejos

qué palabras voy a inventar para llamarte?

sobre nuestra extranjería el cosmos
extenderá su incertidumbre:
un movimiento entre astros que colapsan

entre las cartas aún cerradas
todo susurra amor y perdón

aún así nada nos enseña la distancia y el olvido

(¿qué palabras voy a inventar para llamarte entonces?)
(¿qué palabras voy a intentar?)


MONÓLOGO DE EURIDICE

quisiera encantarme una vez más en las melodías
de tu condenada lira
pero todo lo que digo y hago me excede está más allá
no deja de no decirme no cesa de no escribirme
a cada instante
nada hay que me circunscriba
nada
que me limite o delimite
apenas
algo de buen dolor, perdición y magia de antaño

cómo sostendré entre mis brazos las dimensiones
de esta sombra que soy
que fui
que fuimos
todo esto que aún tiembla
entre nosotros convocando al mito y la leyenda?


RETORNO A CASA
(Variación sobre un tema de Hölderlin)


descargar las valijas hacia esta extrañeza:
la de volver

porque cada lugar abandonado nunca vuelve a ser el mismo
porque toda partida es para siempre

porque en cada retorno todo está en su lugar
mas aún así algo cambia imperceptible

¿qué débil muerte brilla allí,
en eso que es sugerencia y detenimiento, quietud:

un par de zapatos
una muda de ropa interior junto a una valija?

tras la hora del rocío, apenas la alegría de los perros
ante el retorno del viajero

ventanas húmedas permeables al anuncio de tormentas
el Todo es la dicción pura de una interioridad

retornar siempre a ese lugar donde no se cesa de no partir
siempre nunca volver siempre nunca no cesar de no volver



PÁGINA 10 – ENSAYO

LAS HORAS SECRETAS
Una valoración crítica a la historia colombiana

Por Willian Geovany Rodríguez Gutiérrez (Purificación-Tolima-Colombia)

Durante décadas Colombia ha convivido con la muerte, el secuestro, las desapariciones forzadas, los atentados, el terrorismo, el genocidio, la impunidad, los crímenes de lesa humanidad, las torturas, la falsedad, la traición, el conflicto armado, la violencia, el desplazamiento forzado, los homicidios, el narcotráfico, el miedo, el temor, los derramamientos de sangre, la confusión, las masacres, entre otros hechos atroces, los cuales se anuncian con rapidez y luego son reemplazados por otros con determinadas variables, por eso: “la masacre de hoy borra la masacre de ayer pero anuncia la de mañana” (Roca, 2007, p. 13) y lo peor aún es que nuestro pueblo parafraseando a Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana como ha olvidado su historia seguimos condenados a repetirla una y otra vez.

Aún así, constantemente surgen pronunciamientos que demuestran lo contrario, como el de la escritora Ana María Jaramillo, que lejos de ser una voz oficial proveniente del poder y regimentada por condicionamientos unilaterales pasa a ser la voz de los que no han tenido voz, por eso desde su condición de mujer rompe los esquemas y desafía al Estado totalitario utilizando el texto literario –en este caso el libro Las horas secretas- como mecanismo de denuncia, así consigue no sólo mostrarnos otra realidad sobre la historia oficial sino desenmascarar aquellas supuestas verdades que han pretendido oficializar desde la imposición.

Por lo tanto, para el investigador Chloe Rutter Jensen “la exclusión del discurso privado y contextualizado de estas mismas “verdades” constituye una historia oficial autoritaria, impuesta sobre los individuos de una comunidad nacional que ignora las historias minoritarias y marginalizadas”, de ahí que la escritura femenina pretenda contrarrestar la imposición de una historia oficial como lo asegura el mismo investigador “la escritura femenina ha podido luchar contra ese dominio y abrirse un espacio vital en la esfera pública en la cual establece otras posibilidades”

Por tal razón, la escritora Ana María Jaramillo autora del libro Las Horas Secretas revela en un tono erótico la invasión del palacio de justicia de 1985 y a su vez cuestiona el desarrollo de esa trágica historia que pudo haberse evitado si Belisario Betancur no hubiera faltado a su palabra con los grupos guerrilleros con lo cual: “Se pasó de la posibilidad de que grupos insurgentes se incorporaran a la vida civil y se presentaran como una alternativa política, a la intolerancia de los sectores más recalcitrantes y reaccionarios de la sociedad, que bombardearon ese proyecto político” (Cruz Calvo, 2004, p. 43).

Además hay que señalar que: “El procurador fue informado del nombre de los agresores y no hizo nada, el presidente no hizo nada, la Comisión de Paz quedó muda, la Comisión de Verificación calló aún más y el pueblo se dirigió al hospital a cuidarlos para que no los fueran a rematar.” (Jaramillo, 1996, p. 37)Y más adelante la narradora es enfática al mencionar: “La traición estaba consumada.” (Jaramillo, 1996, p. 38).

Pero la narradora no sólo se detiene en hacer evidente los anteriores cuestionamientos sino que los dirige a los medios de comunicación, porque asegura que: “La radio, las más firme cómplice del ejército en este holocausto, seguía transmitiendo…” (Jaramillo, 1996, p. 71), por eso: “No escuchó sus ruegos pidiéndole que defendiera la vida de los magistrados y empleados, y no el edificio donde trabajaban. No deseó saber nada de ese presidente de la Corte tan independiente que iba a condenar a su ministro de Defensa por torturador” (Jaramillo, 1996, p. 72), hecho que nos lleva a considerar que el Estado con sus aparatos ideológicos una vez más se servía de los medios para reproducir no sólo el control sino la domesticación de una sociedad que no actuaría por vivir en el temor.

Este hecho es analizado por Noam Chomsky en su estudio “El control de los medios de comunicación” ya que propone una categoría como es la del “rebaño desconcertado” por eso afirma que: “hay que protegerse cuando brama y pisotea”. Es decir, la mayoría de la población cuya función se limita a ser meros “espectadores en vez de miembros participantes de forma activa”. Se les permite decir “queremos que seas nuestro líder”, porque “estamos en una democracia y no en un estado totalitario”. Y, una vez dicho esto, “se espera de ellos que se apoltronen y se conviertan en espectadores”.

También la narradora procede a denunciar públicamente en el texto literario cómo es que se pretendía desviar pronto la atención sobre los hechos acontecidos en el Palacio de Justicia, porque “…este gobierno sabía con certeza: que al pueblo hay que tenerlo de tragedia en tragedia, así no piensa en el poder, pues están tan ocupados siendo solidarios unos con otros” (Jaramillo, 1996, p. 72), que no tendrán tiempo como para analizar cada situación. Además, otra forma para conseguir desviar la atención era por aquel entonces seguir con los preparativos que permitieran llevar a cabo el carnaval de Cartagena donde se escoge nueva soberana de la belleza. Así de esta manera, se conseguiría olvidar del dolor causado por la muerte de más de cien personas que perdieron la vida mientras el grupo insurgente del M-19 se tomaba el Palacio de Justicia.

A su vez cuestiona la falta de decisión del Ministro de Minas y Energía, porque en vez de alertar a la población civil sobre una posible explosión del Nevado del Ruíz negó una y otra vez ante los medios de comunicación impresos que: “no había motivo de alarma, que no pasaría nada, ignorando la opinión de los expertos alemanes y japoneses y hasta la de los griegos” (Jaramillo, 1996, p. 72), así como también realiza unas declaraciones reveladoras al señalar que “una vez les llegó la ayuda internacional no dudaron en repartírsela entre el ejército y la Cruz Roja. Saquearon, especularon, rechazaron a los expertos y terminaron cometiendo uno de los peculados más vergonzosos de que se tenga noticia” (Jaramillo, 1996, p. 72).

Todos estos hechos vergonzosos y trágicos en su mayoría fueron premeditados con ciertos fines, debido a que dejan muy claro que cierta parte del gobierno nacional necesitaba a toda costa negar su responsabilidad y para ello debía desviar la atención de alguna forma y no cabe duda que en cierta medida lo lograron, con ello evitaron el repudio, la indignación, el escándalo y el rechazo de un país.

Sin embargo, textos literarios como el de Ana María Jaramillo logran a través del tiempo vencer el silencio y surgen del olvido para recuperar la historia refugiada en el sótano de aquellas memorias efímeras demostrando con ello su compromiso como actora social en la reconstrucción de la historia de nuestro país, por eso no calla ni se resigna.

Esta virtud se debe a un firme interés por producir según Carol Zardetto “una literatura generada desde el compromiso político y donde el sujeto que escribe, se coloca en actitud de desafío a la estructura social” (Pág. 3). Por tal razón, Hayden White es contundente al aseverar que “los eventos en una comunidad no se ofrecen como historias hechas y sin contexto, sino que los testigos inventan o construyen la historia a través de una narrativa que exige un tipo de resolución moral que refleja los sistemas actuales”

Por lo anterior, la escritora Ana María Jaramillo “se ubica dentro de la formación discursiva de mujeres escritoras en Colombia, que re-evalúan la historia, planteando la problemática entre la historia y la ficción en la narrativa nacional (Ortiz, 1995:186).


PÁGINA 11 – CUENTO

ESPUELAS DORADAS.

Por Luis Adrián Betancourt (Placetas-Cuba)

-¡Esto se acabó!- Le faltó aliento al decirlo, súbitamente, como si se tomara una medicina amarga. Pero mucho peor, porque no debía esperar que la cura viniera de donde mismo estaba llegando la enfermedad.
Cerró su puño sobre la montura rechinante mientras los contemplaba, todavía con la mirada de jefe. El caballo coceaba extrañando las prisas. Ya no había casi nada que hacer. Tuvo que morderse los labios para evitar que un brote de ira se le convirtiera en lágrima. Tenía encima demasiadas miradas para permitirse esa liviandad. Los recorrió con la mirada triste y cansada. Muy cerca de él estaba Abraham Brown. Cien aceros candentes restallaban en su memoria mientras su negra mano apretaba la empuñadura del Collins como si esperara el toque a degüello.
Ni en la primera carga cuando todavía no conocía el fulgor de la sangre bajo el sol, ni cuando vio saltar su brazo envuelto en la metralla, ni la madrugada en que bajo la lluvia cruzara la trocha inexpugnable de los españoles, Abraham había reconocido el miedo. Ahora sabía a qué atenerse con el escalofrío que lo recorría. Le daba miedo el regreso a ningún lugar, sin parientes ni arientes, con una manga de la camisa vacía y el cuerpo halado por la tierra que reclamaba sus harapos. Todavía tuvo fuerzas para una sonrisa.
-¡Hasta más ver!- le dijo el jefe mientras halaba de la rienda y le daba la espalda.
Cuando volvieron a verse, varios meses después, ya ninguno de los dos tenía caballo ni aspecto de guerrero. Se estrecharon las manos, se abrazaron. Luego hablaron sin prisa sentados sobre viejos tocones de almácigo. Entonces les dio por resucitar anécdotas. Con una vara vegetal dibujaban sobre el polvo los trazos tácticos del fuego.
-¡Yo tá acordá, mi capitán, yo ta acordá!
Vaciaron un litro de aguardiente mientras recorrían los caminos ásperos de la memoria. Al despedirse, tras besar la cruz hecha con sus dedos, el capitán le prometió al soldado que haría cuanto pudiera para que dejara de dormir en caballerizas y de comer sobrantes de mesa ajena.
No pasó mucho tiempo antes de que el capitán tratara de cumplir lo prometido. Una mañana se dirigió al lugar que indicaban ciertas convocatorias.
-Tengo un amigo, -dijo en tono casi solemne- un buen hombre honrado y de vergüenza…
El oficial reclutador del Escuadrón dejó de escribir y aplastó su cuerpo sobre el respaldo del butacón. Cruzó los brazos y escuchó.
-Más que un amigo, sirvió a mis órdenes en dos guerras, en la primera perdió a su familia, y en la segunda, parte de su cuerpo.
-Así que me está hablando de un inválido- El oficial reclutador se movió en su asiento tratando de no estrujar su nuevo y relumbrante uniforme amarillo. El capitán, que para los efectos formales ya no era capitán, sino inspector de Salubridad, se daba cuenta de que galopaba contra una muralla más compacta que la de la fusilería española.
-Mire, si el asunto es un inválido, yo le voy a recomendar…
-El asunto no es ningún inválido, -protestó el inspector-hablo de un hombre que sabe valerse por sí mismo.
-Pero, ¿cómo puede pensar que sea apto para el servicio?
-Lo fue en los peores momentos, ¿por qué no ahora? En último caso habrá caballerizas que limpiar, y si se le requiere de centinela no lo quiera mejor.
-Ya no estamos en guerra, señor inspector…allá se iba desnudo si era preciso, pero hoy los uniformes de la Guardia Rural vienen con camisas de dos mangas, y hay que llenarlas, esos son los requisitos establecidos.
Con gran parsimonia, el oficial amarillo colocó encima de su buró de caoba los ¨ requisitos establecidos ¨, para colmo, escritos por un extranjero.
-Esta es la ley, señor inspector, no hay otra, y usted primero que nadie sabrá que debemos respetarla. Habiendo sido usted militar, y además jefe, debe entender mejor que nadie la disciplina de los reglamentos. Repito: es la ley.
-¿Y qué dice su ley si lo puedo saber?
-Pues le diré, -volvió a los papeles- aquí dice ¨fuerte y sano ¨, ya hemos visto que su amigo no lo es tanto…tampoco debe saber español a la perfección, y suponiendo que tenga costumbres morales, pues de otra manera usted no lo recomendaría, ¿es dueño de un buen caballo?
-Con el mío puede contar.
-No menos de 120 libras, 5¨4 de estatura, entre 21 y 45 años de edad…
-Sin ese peso y tamaño y sobrado de edad no se imagina usted de cuántas cosas ha sido capaz mi amigo Abraham Brown.
-Ah, ¿y su amigo es cubano?
-Pregúntele a esta tierra nuestra que bebió su sangre.
El oficial amarillo se reacomodó en su asiento, buscó más papeles dentro de una gaveta.
-Abraham Brown- pronunció satisfecho mientras revisaba otros papeles. El inspector de Salubridad mantuvo su criterio de que su amigo podía ser considerado como reclutable.
-¿Y conoce de las murmuraciones que andan por el pueblo acerca de su amigo Brown?
-Vamos, no me diga que las habladurías también están previstas en su reglamento. Eran mudos cuando España oprimía y hoy hablan lo que fue y lo que no fue.
- No se deje cegar por la lástima. Usted sabe, inspector, que cuando el río suena.
El río había sonado bastante con su regreso, pero también hubo silencios y olvidos. Nadie contó que había salido del campamento sin recoger su licenciamiento. Sin sumarse a los desfiles y a las fiestas, sin cobrar los setenta y cinco pesos con que habían tasado sus cicatrices. Nadie dijo que mientras las damas de un club cívico repartían halagos y los músicos alegres ejecutaban himnos gloriosos, él dejó atrás el sonido de los cornetines y platillos, para volver a ser lo que siempre había sido.
Entonces, ¿de qué hablaba el sonido del río?
Algunos vieron el bonito caballo que lo trajo hasta las afueras del pueblo al final de la guerra.. Alguien juró haberle visto el hierro de la ¨ Headquarter Division ¨ marcado en la grupa, y lo que a nadie pasó inadvertido fue que el negro entró al pueblo calzando botas altas y espuelas doradas. ¿De dónde iba a sacarlas si no se las robaba a un yanqui?
De boca en boca, de oído en oído, se fue conformando la fábula que tomaría el lugar de la verdad oculta, hasta llegar al consenso de que debió ser así. Comenzó porque Brown regresaba sin un rumbo preciso, ya que era un hombre sin destino. Vagaba por los campos en busca de algo que él mismo ni siquiera imaginaba, cuando se encontró con el soldado americano.¿Qué andaba buscando el yanqui solitario en lo profundo de la manigua? Seguramente andaba perdido. Buscando una dirección, un caserío tan parecido a otros tantos caseríos. Solo sabía que era muy cerca de un palmar tan semejante a otros palmares, desde donde podía oír el rumor de un río tan río como otros muchos. Buscaba la ventana de un bohío más bohío que otros bohíos, porque era allí donde había descubierto la mirada y la sonrisa de una cubana que le había inspirado maldecir la prisa de las marchas y el rigor de las disciplinas. Pero se había jurado regresar, por eso monteaba andando y desandando trillos, siempre burlado por la naturaleza, por la repetición de sus paisajes, y fue entonces que la providencia puso en su camino al solitario manco, aún vistiendo los ripios del mambí, buen conocedor de todas las piedras y senderos de aquella inmensidad vegetal.
Seguramente el yanqui haló las riendas y se detuvo en el camino. Quizás no tuvo en cuenta que Abraham llevaba su propia prisa por encontrar su camino. Tal vez el soldado americano pensó en un idioma universal para convencerlo. Sacó a relucir unas cuantas monedas y allí no había nadie para advertirle al yanqui que una decisión de Abraham nunca había tenido precio.
¿Insistió el comprador de caminos? ¿Quiso imponer su dudosa superioridad? ¿Tuvo que ver el color de sus pieles, las insignias y grados de sus uniformes?
Dicen que dicen que si el viejo le dio la espalda y siguió su camino. Que el yanqui se sintió ofendido. Que la soledad de la manigua sopló malos consejos en los oídos de ambos.
¿Qué condición jerárquica tendría el forastero? Un yanqui cualquiera no habría gozado de tan estupenda montura, mucho menos de espuelas doradas. Y al ver que se alejaba el soberbio soldado, ¿de qué manera le pidió que regresara, en qué tono, qué idioma utilizó? ¿Cómo se miraron al reencontrarse, qué mano se levantó primero?
Debió encolerizar al yanqui la negativa de aquel ser inferior. Tal vez le dijo cosas que debió callar. ¿Y si no se dio cuenta de que Nueva York y Kingston hablaban el mismo idioma?
Puede ser, dice la gente, que el obstinado mambí haya querido seguir su camino sin destino y el jinete yanqui tratara de impedirlo. Primero serían gritos, insultos, luego el choque de los aceros o quién sabe. Todos recuerdan que había cicatrices frescas en la cara del mambí cuando llegó de la guerra, dicen que no parecían caricias de sable, que bien pudo ser la acometida de unas espuelas.
¿Cuánto duró el duelo? Todo debió ser muy rápido y fiero.
-Habladurías ‘dijo el inspector de Salubridad. Pero definitivamente Abraham Brown no cabía dentro del reglamento firmado por Mister Scott.
La última vez que Brown salió de su choza fue poco antes de las elecciones. Pensaba que tal vez todavía podía servirle a la Patria de alguna manera. Lo vieron acercarse a un grupo que leía y comentaba la ¨civil order¨ donde se daba a conocer que el cubano alfabetizado y poseedor de doscientos cincuenta pesos estaba apto para elegir presidente. Unos días después Abraham enfermó. De nuevo su amigo inspector de Salubridad corrió en su ayuda. Pero la medicina no hizo el milagro ni tampoco las hierbas que él mismo había preparado y los dos amigos sufrieron la certeza de la despedida definitiva.
Entonces, entre la maraña de los hierbazales, donde las crecidas de ríos cambiaban el paisaje con demasiada frecuencia, apareció el cadáver de un oficial de caballería. Estaba descalzo. Todos pensaron en Abraham. Vinieron a advertirle que no saliera del pueblo, estaba acusado de asesinato, sería juzgado por lo militar. La medida se ajustaba a los reglamentos. El inspector de Salubridad, que para los efectos formales ya no era inspector, sino un cesanteado por la secuela de las elecciones, fue el encargado de anunciarle a la autoridad que el viejo Brown había incumplido la orden judicial de no salir del pueblo, y ya andaría por los senderos que lo conducirían quien sabe si al Infierno o al Paraíso , y ya no podría ser llevado a ningún tribunal como no fuera el del juicio final.
Esa mañana el viejo capitán y su subordinado habían conversado crudamente acerca del funeral. Con sus últimas fuerzas, Abraham mostró un trapo que escondía debajo de su camastro.
-De ahí sacá pa lo velorio-dijo mientras unas espuelas de oro tintineaban en las manos amigas. Y entonces sonrió y se fue.


PÁGINA 12 – POESÍA ARGENTINA

GONZALO SALESKY
(Córdoba-Córdoba-Argentina)


PRESAGIO

Sé que en la vida, no importa cómo,
también el fuego se apaga con el día.
La noche es corta cuando el invierno acecha,
el tiempo cura y sana las heridas.
Dejar de hablar no ha sido buen remedio;
sé que el presagio de luz y de agonía
se está cumpliendo, no importa cuándo llegue,
tal vez sea cerca y te encuentre dormida.
No lo verás venir aunque se anuncie,
¿sabés qué dulce y vana es esta espera?
Porque muy pronto saldrás, será tan fácil
como volver al punto de partida.


ARLEQUINES

Como arlequines en el viento,
tu risa vuela y me acompaña.
Me envuelve y eleva en pleno otoño,
me hace crecer y madurar en el silencio.
Tal vez, anochezca para algunos
pero, mi amor, sólo tu amor me basta
para llegar al paraíso eterno en vida,
poder soñar despierto con tus ojos,
y así olvidar, del todo, aquellas lágrimas.


SERÁS

Serás aliento de mar, serás nostalgia
cuando se aleje tu boca y no regrese.
Serás mi brisa cuando no sople el viento,
serás el fuego más allá de las palabras.
Serás el cielo, vacío de mis páginas,
y la plegaria que anuncie mi partida
cuando el dolor, este mundo y nuestra vida
se lleven todo y no me dejen nada.


AL PARTIR

Sigo pensando que lo mejor es irme
en vez de ver gastadas retahílas.
La frente alta, el corazón intacto,
mi alma marchita, la fuente sin monedas.
El cenicero gris y sin sentido,
las copas de ayer llenas de vacío...
Vuelvo a sentir que me llena el desgano
al repetir nuevamente el recorrido.
El reloj de arena quedó atrás
y será el mar quien cure mis promesas.
Dibujaré mis sueños tantas veces
como sea necesario, al partir.


NAUFRAGIO

Estoy seguro de que guías mis pasos
hacia un lugar que todavía no conozco,
a ese refugio que construyo desde ahora,
aquel futuro lejano que avizoro.
¿Será un destino de naufragio exitoso?
¿Será otra pírrica victoria del amor?
Sé que es temprano para ver la luz del sol
y muy difícil seguir siendo tan poco.


LA ESPERA

Fui entendiendo tu pasado
poco a poco, suavemente,
así como me costó amarte.
Brillas cada vez más en mis días.
Serás rubí o esmeralda, mientras pasan
tantos años de golpe, tanta vida.
Ahora entiendo que el tiempo
es sólo la suma de nostalgias.
El mundo sigue en venta y no sirvió
mojar el mar con lágrimas amargas.
Por eso es tan dulce la espera
por volver al sol o hacia la luna.


CAMILA FABI
(Río Grande-Tierra del Fuego)

I

Que se nos caen los ojos abiertos si se titula la exposición jamás expuesta en su totalidad, que se me adormece el cuerpo todo, hasta el contenido del vacío más profundo refugiado del tercer ojo abierto por poder realizar acciones opuestas y golpear golpeo lo brindado sin fuerza ni obligación, creyendo únicamente el hecho de sentirlo necesidad y sostener la lastimadura de límites-contornos colgando inquieta, saturando la estabilidad en el espacio reducido que se hace posible.

II

Con la lluvia se sienten respiraciones en tiempos distintos. Dos que intentan ser se desmoronan frente al estar así envuelto en papel, encuentro de una, producto de unión relativa en estallido difundido al amanecer, quien duerme chorreando sueño palpable de pie. Reinicio el surgimiento de esta habilidad que se tiene de mañana cuando el volver sobre los huecos dejados es formal, la que un desvanecimiento se centraliza en descubrir el fondo, quien atormenta la espera con una producción diminuta de desesperación hambrienta de un intenso recordatorio de vómito casi vómito casi hecho información no precisa para restablecer los ojos en el lugar correcto según quienes no soy yo.

III

Desde muy adentro me palpo hecha fragilidad,
me siento debilitar,
permanecer en quietud involuntaria
sosteniendo los párpados
y dejando mi mirada fija
sobre una receta deseable
que huele a culpa entre mis piernas.


PÁGINA 13 – ENSAYO

ACADEMIA DE ASESINOS
(Del asesinato considerado como una de las bellas artes)

Por Alejandro Bovino Maciel (Corrientes-Corrientes-Argentina)

Thomas De Quincey nació un 15 de agosto de 1785 en el distrito de Manchester para quedar huérfano a los siete años. En una escuela~orfanato inició lo que él describió después como “agobiantes turnos de estudio” hasta completar el ciclo; ya adolescente se trasladó a Londres buscando el amparo de sus tutores legales: el padre le había dejado dinero suficiente para llevar una vida honrosa, pero los deshonrados albaceas se quedaron con los vueltos, y el joven Thomas tuvo que rebuscárselas solo hasta terminar en casa de un letrado sombrío quien le hacía trabajar de día en diversos menesteres como ordenanza, amanuense, correo; para dejarlo dormir de noche en el incómodo bufete entre ratas y alimañas, rito iniciático del escritor siempre acosado por problemas financieros que en algún momento pudo confirmar que: “escribir es casi tan peligroso como vivir”.
Colaboró escribiendo artículos para la prestigiosa Enciclopedia Británica pero nunca pudo cobrar sus honorarios ya que fueron judicialmente reclamados para pagar al detective que lo perseguía para detectar su domicilio legal. Solamente entre 1804 y 1808 su familia le permitió el ingreso en el prestigioso Worcester College de Oxford, y este leve descanso de las correrías económicas se vio fustigado por el inicio de su relación incansable y tempestuosa con el opio. Samuel Taylor Coleridge y el escocés Thomas Carlyle, fueron sus camaradas de vicio. Los tres se lanzaban continuamente anatemas e injurias acusándose de redomados opiómanos. Pero De Quincey dio un paso adelante al publicar el libro que lo hizo mundialmente conocido: “Confesiones de un opiómano inglés”, aunque su obra completa comprenda veinte volúmenes publicados íntegramente en 1856 por Reed & Fields, de Boston.
Escribió un tratado de economía, varias confesiones, ensayos críticos sobre las obras del poeta Wordsworth, la novela “Klosterheim” el maravilloso libro “Suspiria de Profundis”, ensayos sobre estética, filosofía política, idealismo alemán, los clásicos grecolatinos, fisiología siguiendo el triple propósito de divertir, instruir o elevar espiritualmente al lector. Entre las tres, elegimos la diversión porque se instruye mejor en algunas aulas, se eleva mucho más alto desde un púlpito pero pocas veces se divierte con tanta inteligencia como la que derrocha De Quincey.
De Quincey consideraba que, básicamente se podía cultivar dos tipos de literatura: la “literatura instructiva, o de conocimiento” (o anti-literatura como también la llamó) que incluiría tópicos tan dispares como los diccionarios, la gramática, los almanaques, una farmacopea, los informes parlamentarios, un manual de herrería, un tratado sobre el billar... obras todas en las que el asunto a desarrollar es más importante que la forma de escribirlas. Frente a ella, se situaba la “literatura de poder” o afectiva que no se dirige al entendimiento discursivo sino al placer estético y la simpatía con el lector. Sin duda esta obra que proponemos “Del asesinato considerado como una de las bellas artes” pertenece al segundo grupo.
Típica muestra de la escritura conversacional, esta obra resulta fácil imaginarla narrada por un excéntrico inglés cuyo interés residen en excitar la lógica de la audiencia para encontrar las paradojas que encierra el choque entre el pensamiento y la realidad.
Es una escritura en la cual la digresión importa menos que la sorpresa, la curiosidad, la ironía y el desdén de las rígidas costumbres victorianas. El pensamiento de De Quincey es laberíntico. No hay que desesperar, el relato amable es el hilo de Ariadna que nos conduce inadvertidamente al final: un cúmulo de pruebas periodísticas que corroboran a su modo lo que parecían ser disparates del autor.
Primero, éste reconoce que el crimen es algo deleznable antes de ser ejecutado, pero una vez consumado, puede ser estéticamente analizado para hallar que nunca está exento de belleza si el verdugo mantiene cierta etiqueta y buen gusto que aliente su talento creativo. Así, por ejemplo, desalienta las carnicerías, las matanzas brutales, los asesinatos interesados que persiguen fines lucrativos, nada de eso está dentro del ámbito del arte que como todos sabemos cultiva la belleza por la belleza misma.
El crimen que propone como arte sólo tiene fines filantrópicos. Recomienda minimizar el rechazo moral que nos produce la palabra asesinato: “al oír hablar a la gente parecería que ser asesinado tuviera todas las desventajas e inconvenientes, y no ser asesinado no tuviera ninguna”. Todo esto lo predica un tal X.Y.Z., hombre morbosamente virtuoso que denuncia la existencia, en el centro de Londres, de una Sociedad de Cultores del Asesinato vivamente interesados en el homicidio. Como no puede consentir esa forma del vicio, decide publicar lo que escuchó durante una sesión de los académicos del homicidio cuyas más altas ambiciones consisten en refinar el arte criminal a extremos sublimes siguiendo algunos principios: que la víctima sea una buena persona, que goce de excelente salud (malísimo sería matar a un moribundo: la naturaleza ya planea lo mismo) y que además, de ser posible, tenga hijos pequeños que dependan enteramente de su trabajo con el fin de dar mayor profundidad al patetismo.
Como estos “principios” –confiesa el autor- producen inmediatamente cierto sentido de repudio que se apoya en la moral, un pequeño retoque del razonamiento nos permite llegar a conclusiones distintas reordenando las ideas: “Si uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le importa robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor; y se acaba faltando a la buena educación y por dejar para mañana lo que puedas hacer hoy. Una vez que empieza uno a caer cuesta abajo, ya no sabe dónde detenerse”.
Polémico, controvertido, discutido y hasta repudiado en su tiempo, De Quincey refutó a Malthus en una publicación que lo había ungido como profeta. Defendió a David Ricardo en una gaceta que lo repudiaba. En “Political Anticipations” sospechó de los efectos que la popularización de la prensa podría tener en el futuro sobre las masas. Ese futuro ya ha llegado; esa profecía siniestra se cumplió sin que nadie en su tiempo se alarmara. En cambio estas cándidas consideraciones sobre el asesinato, en tono de ironía, conmovieron a los parroquianos londinenses de su tiempo levantando andanadas de acusaciones. De Quincey, ajeno a críticas y alabanzas murió en paz en Edimburgo, en 1859.



PÁGINA 14 – CUENTO

LA CARA QUE NOS MIRA DESDE CUADRO

Por Jorge Echeverri (Toronto-Canadá)

El cuadro estaba casi terminado. No el cuadro. El relieve más bien. Usaba una base de pasta para rellenar grietas que al secarse era casi indestructible. Luego con tintas chinas, óleo o acrílicos y cera común lograba una patina que imitaba a veces una piedra casi planetaria en su antigüedad, que hubiera sido coloreada y formada en eones ya idos por alguna raza de dioses. El largo tiempo que tomaba finalizar cada una de estas obras y que incluía la benevolencia del tiempo –los días húmedos retrasaban el secado y por tanto la aplicación de la pátina final– hacía que no fueran comercialmente viables. Así y todo, esa gran figura de matices de piedra roja que miraba al espectador en primer plano era indiscutiblemente femenina, con abundantes marcas corporales genéricas, una sensual e inescrutable divinidad hindú, cuya parte posterior se complicaba y extendía en figuras vagamente animales, unas alas atrás, casi por encima. Una ciudad insinuaba ángulos bizarros en al fondo del cuadro, pero entremezclada con insinuaciones de ámbitos naturales, la mar y el cielo. De allí brotaba esa figura y en primer plano esa cara de expresión inescrutable y sin embargo preñada de sentidos como prestos a abalanzarse sobre quien miraba, viniendo desde el caos multiforme y fragmentario del fondo. Absorbido en su trabajo minucioso, puliendo delicadamente con paños felpudos cada ángulo, plano y curva dejaba pasar los días sin encender la televisión, ni salir a comprar periódicos, ni revisar su correo electrónico, ordenando comida oriental baratísima de un restaurante vietnamés del barrio chino en que vivía en un minúsculo departamento baratísimo, luego cuando comenzaba a oscurecer salía al bar más cercano y tomaba demorosamente vino o cerveza para luego volver a su cuchitril-atelier tratando de desoír los comentarios sobre la situación cada vez peor no sólo en este país, sino en el mundo cruzado por conflictos económicos y religiosos, de aniquilación ambiental y amenazas de guerras atómicas que parecía desovillar su siniestra trama con un tempo cada vez más acelerado. Esa noche despertó de repente luego de soñar con esa cara roja del relieve o cuadro, con ojos abiertos de un color oro, no con las cuencas negras y sin definir de la pintura, de alguna más profundas e intensas que una mirada, que le decía que era la diosa roja de lo que se venía perfilando como la trasposición en el mundo de ese mismo fondo confuso y fragmentario de la pintura que eran como los desechos de un mundo que ella había cubierto con sus alas y que ya no era más y le decía que su nombre era Kali y que él era el sacerdote que la había invocado y traído a reinar, mientras despertaba con el infernal estruendo que se extendía por la ciudad medio sabiendo que era el preludio de un fin que se repetiría con mayor aceleración hasta este acabo de mundo que la razón le susurraba no era producto de la diosa ahora con nombre desde el cuadro terminado, sino producto de la historia, de larga germinación y absolutamente independiente de lo que un pintor drogadicto bipolar pudiera conjurar desde un desván en el barrio chino de una ciudad norteamericana.


PÁGINA 15 – POESÍA ARGENTINA

CLAUDIA AINCHIL
(CABA-Buenos Aires-Argentina)


REALIDAD

Espejismo involucrado en nuestros cuerpos
y una precaria infinitud desterrándonos.
Industrias de humo, estampados moldes
sobre ambigüedades sin retorno.
Ser real en el irreal despeñadero
¿qué sucederá con los sedientos corazones en fila
esos huérfanos acorazados en milimétricos anaqueles
las bondades que no son publicadas en periódicos
cada conjuro de amor
o el quebradizo prisma individual
ese que tal vez revela solo un punto de vista?.
De pronto me detengo...la historia desliza signos
no logro escribir, no puedo...
un hombre duerme en la vereda o muere de hambre.
Acarreo piedras encima.
...es este un escenario tan bestial
que los poemas se convierten en penas...


ESOS DIAS

¿Cuál es el argumento
la brisa provocadora que batalla en uno mismo
la característica del hecho encadenado
como duraciones en un círculo
o en varias órbitas ajenas a nuestra voluntad?
¿Dónde se entrelaza lo habitual
esa ausencia de interrupción
intriga de crepúsculos y urgencias
presagio de fragmentos?
¿Cómo surgen moldes, extrañezas clandestinas
sin discernimiento
o riesgos de caras sometidas
remolcando tras de si cruces heredadas?
¿Cuándo se enderezarán crónicas
vapores embriagados, fermentación y destierro?
esos días en donde el mal humor supura
como bilis ardiente
y todo desconcierta hasta la luz del día.


SER

Ser andariega, prisa errante
para que el corazón no profundice
humos fingidos
ni convierta los suspiros
en eléctricos amaneceres sin piedad.
Ser lo que es posible que nunca seré
una mariposa vuela al ras
me he exiliado para olvidar prejuicios
apagados, un poco de conciencia
los ritmos de las voces uniformes...
igualmente hay días en que es imposible
cerrar con los candados que conocemos...
cuando sucede la existencia da un rugido
dos tres mil, una especie de encantamiento
y todo vuelve a ser un rompecabezas
infiltrado.


FUGACES

Ir caminando con expresión de planicies y circuitos
lavandería de iris al por menor
corre un taxi, no hay nadie
ir mirando ruidos en nuestro propio transito
me pregunto, cumplo con las disposiciones internas
avanzo con el verde, dudo en ocre amarillo
hago stop con el rojo?
Si pudiera detenerme sin necesidad de arrancar
clavos, me pasarían por arriba las expresiones
que giran?
instantes fugaces
esa felicidad de a cachitos
cubriéndolo todo.


VENTANAS

Organizaciones de ventanas
cronología de pasos y pausas reales
alguno de nosotros en primera línea
como esas selectas deidades
interpretando diccionarios del alma impresa
retratos con imagen distorsionada a veces
sin discreción
solo atrapando...
historias de vida en fuga
soliloquio de odas buscando
más allá de lo posible
una hendidura
cuando tu puerta es naufragio...


DEL TIEMPO

Rugen, son travesías a veces perceptibles
hacedores de escándalos
tiembla ese anaquel
que llevamos escondido
y empieza a caer a través de lo etéreo
una abstracta gama de colores
ya no es tan blanco
el blanco ni rojo ese alarido
que nos dejaba sin palabras.
El costumbrista tiempo y sus lagos móviles.
Eran otros quienes se esfumaban
hasta volar en tempestades
pero un día los tornillos se adhirieron
al precepto de la rueda incansable.
Aparecieron ríos
el mar embraveció kilómetros de horas
tiznes y acueductos
de pronto, casi sin darnos cuenta
dejamos de ser esos niños jóvenes
la adultez pasó a exhibirse como una máquina
reloj ligero del camino sinuoso
y aquí estamos
desplegándonos
tanteando
descifrando...


LLAMADORES DEL VIENTO

Atada
desatada
en medio de hervideros
cuanta tierra abrumada por mutismos
cuanto hombre suelto
corazón
un rocío en temblor
un soliloquio aprisionando
mundos históricos
tersos hilos codician mi cuerpo
enlazada a veces por prólogos
e intervalos malgastados
absurdas bocas que agitan disfraces
desenlazada
desnudada por pasión
esas letras que amparan
llamadores del viento te buscan
como a esos pasajeros ocultos
te busco
me encuentro...


PLUMAS

Viaje de plumas cayendo lentamente
ahuecando sorpresas
en medio de la nada
un café rezuma identidades sin nombre
espero a tientas la vuelta del pasado
qué humo somnoliento
ocupará el espacio?
acaso el hilo conductor habrá averiado
cada ayer?
un café me muestra
me intimida
escribo líneas
mi vida
llegué tarde al encuentro
el alma esgrimió piratas
y ciertos parches escarlatas
soy pluma...
cayendo lentamente...


OLGA LILIANA REINOSO
(General Pico-La Pampa)


MEMORIA DE LA LUZ

Desde la proa inoportuna del silencio
parpadean exhaustos los pájaros del alba
el sol bosqueja tenues biografías
que la luz, memoriosa, multiplica en gardenias.
Lejanas profecías allá en el tiempo y en los extramuros
protegen tu indefensa forma humana.
No, los sueños aciagos no podrán malherirte
tu júbilo paupérrimo te protege
y en humilde y solemne cercanía
hace la indagación de lo sagrado
como quien sintetiza una fogata en la vida de un fósforo.
No elevarán los estandartes negros
sobre tu mínima presencia carcomida
y escribiremos en los evangelios
la respuesta final y la estrategia.
No será en vano este dolor plural.
No será en vano el llanto.
Ni la muerte.


HABITANTE

Esta tristeza agobia
y entumece
pega un salto mortal
hace malabarismos
con mis gotas inhóspitas de sangre
recoge las frazadas
practica la eutanasia
enreda mis cabellos
con un silbo de arpegios
en invierno.
Esta tristeza tiene un lugar privilegiado
entre las migas que hay en mi bolsillo
y su hojarasca salpimienta de ocre
la fábula inmoral de mi sonrisa.
Es el vestido que luzco en las mañanas
cuando, escondida de los otros,
muero.
Mueren mis ganas de vivir
mueren mis fuerzas
el universo con que adoro al sol
se muere.
Y quedo genuflexa
frente al rostro puntual de la miseria
sin el licor amniótico del beso
o la turgencia de un jazmín del aire.
Está en mi piel
en mis ojeras rubias
en la palpable cruz de los adioses
y en la pregunta retórica
del satélite ancestral.
No puedo erradicarla:
la torturo
clavo alfileres en sus fotos sepias
danzo y canto mortuorias sensaciones
pero ella sobrevive a cada intento.
Y es tan hábil tan licenciada en subterfugios
que nadie cree que me habita.
Siempre.


DISTORSIÓN

Esta mañana
Una alegría
La despertó
Riendo a carcajadas.
Tuvo un presentimiento
Un sentimiento de granizo
Un ahogo falaz
Una sospecha.
Alguien, desde algún sitio
Le escribía señales
Tatuajes en el vientre
Mensajes subrepticios
Como el estigma
Del colegio de monjas.
Todo placer se paga
A cada sonreír le llega un llanto.
Y tuvo tanto miedo
Sintió el espanto atroz de estar
Tan calma
Tan abrazada
A esa felicidad sin ornamentos
Artesanal
Vestida de entrecasa.
Sintió terror.
El pasado es un cuervo
Que siempre acecha la vida.
Y así, mientras el sol resplandecía
Y un invierno amarillo
La invitaba a cantar
Loas al fuego
Ella empezó a llover lánguidamente
Hizo barquitos de papel con su tristeza
Guardada en la cartera
Por las dudas
Y navegó en un mar desventajoso
Luchando con piratas y fantasmas.
Supo que era una trampa
Que nuevamente el búho de la distorsión
La picoteaba.
Pero no pudo sostener la mole
Que cayó desde ningún lugar
Hasta sus hombros
Y agonizó ignorante
Sin atreverse a ver
Con qué descaro
Esa alegría fraudulenta
Se burlaba.




PÁGINA 16 – ENSAYO

EL PAPEL DEL POETA Y LA POESIA EN LA SOCIEDAD

Por Antonio Acevedo Linares (Bucaramanga-Santander del Sur-Colombia)

El poeta es un trabajador de la cultura, un hombre o una mujer que ha hecho del ejercicio de escribir poesía, su proyecto de vida, su pasión, su vocación, su enamoramiento, su vicio, su estigma o su arma de lucha y de comunicación. La poesía es la continuación de la guerra por otros medios porque la poesía es también un arma por la liberación total del hombre y de los pueblos. El poeta es un ser con sensibilidad social que hace de la poesía su instrumento de convocatoria, de canto y de exaltación de las cosas más puras y bellas del ser humano, comprometido con la palabra y con su visión poética de la vida, porque el poeta vive la vida poéticamente y es un enamorado del lenguaje y sus metáforas.

El poeta no es el loco de la sociedad, ni el bohemio ni el truhan ni el maldito, en esa visión caduca del poeta, sino el trabajador de la cultura, el intelectual que escribe y piensa y vive la poesía y reflexiona sobre la sociedad de su tiempo, aunque locos y suicidas y bohemios haya tenido la poesía. El poeta no es un romántico sino un antiromántico, porque esa visión idílica del poeta no existe en estos tiempos de la modernidad, es un ser desarraigado que muchas veces ha hecho de la marginalidad su ética de vida, porque no es un bufón de la corte, ni un adicto del poder, a lo sumo el único poder que le interesa a los poetas, es el ejercicio del poder de la palabra.

La poesía le nace de las entrañas de su espíritu y de su intelecto o de la tierra o la sociedad en la que vive y sueña, pero el poeta no es un soñador a la manera del que sueña sin los pies en la tierra, el poeta es un soñador a la manera del que sueña imposibles y cree en las utopías. Cuando el ejercicio de escribir o leer poesía sea reconocido y respetado en la sociedad, todos los hombres y mujeres serán poetas, o al menos todos los hombres y mujeres se acercarán a la poesía como a un canto litúrgico en una iglesia. El papel de los poetas y de la poesía en la sociedad es la de sensibilizar y hacer de los seres humanos, seres más humanos y sensibles frente al mundo injusto y cruel que nos ha tocado vivir. Tal vez el poder de la poesía contribuya algún día a ese propósito y la poesía ya no sea expulsada de la República como en la época de Platón, sino que haga parte del ejercicio del poder de sus gobernantes.

En el canto de los poetas se reconoce el espíritu de un pueblo o de una sociedad y aunque nos hemos acostumbrado a ver la poesía solo consignada en los libros, seria divino y maravilloso ver la poesía escrita en los muros de la ciudad, en los árboles, como los enamorados dibujan corazones atravesados por una flecha, en los periódicos, en las vallas publicitarias, en el cielo con o sin estrellas, en las señales de tránsito, en los semáforos, en las ventanas de los edificios, en todo lugar público donde la poesía se haga visible para recordarnos que la poesía y los poetas existen. Una ciudad sin poesía es la anticiudad escribió Rogelio Salmona. El día que el hombre recupere su sensibilidad perdida podrá ver la poesía en las cosas más insólitas o naturales como intenta la poesía hacerlas ver, visibilizarlas.

1. ROQUE DALTÓN.

El poeta es un ser de lavar y planchar y no un arribista del lenguaje o la imagen, aunque muchos se confundan a veces y proyecten esa imagen, los egos individuales a veces distorsionan la obra del poeta y se pierden en la verdadera función social que deben realizar o su propia poesía se vuelve tan oscura o hermética que no los entiende nadie o su lenguaje es tan vacio y sin estética que no cumplen con comunicar el mundo que intentan poetizar o elaboran una manera muy burda de comunicarlo. Al poeta por su obra lo reconoceréis, y lo reconocerá la sociedad, si no la de su tiempo, porque no la ha comprendido o por mezquindad, si la de otros tiempos y sociedad porque como ya es un aforismo, nadie es poeta en su tierra.

El poeta debe intentar escribir poesía, y no hacer política, la política es para los políticos, (aunque a veces se hace necesario que los poetas incursionen en la política para hacer efectiva la gestión y la administración de la cultura y no quede en manos solo de los políticos) como la poesía es para los poetas, (aunque a veces la poesía está en donde menos se imaginan o la escriben las cosas más inverosímiles). Los que desean hacer política con la poesía corren el riesgo de escribir rojos panfletos sin poesía y es mejor que funden un partido y transformen la sociedad con las masas alzados en victoria. Los que desean hacer poesía que hagan de la palabra su arma pero para la reivindicación de la ternura y la belleza estética de las cosas más cotidianas del hombre como el amor o el deseo, la vida, la muerte o el tiempo. La poesía no cambia el mundo pero puede transformar a los hombres como la política puede transformar la sociedad para que cambie el hombre y la poesía sea su alimento como su pan diario sobre la mesa.

El Partido del Diablo, es el partido de los auténticos poetas, según el visionario Willian Blake, esto es, el partido de aquellos que asumen el ejercicio de la poesía como un acto de provocación e insurrección, de insolencia y desacato al imperio de la tontería humana, presente en todas las épocas y países, escribió el poeta Raúl Henao (El Partido del Diablo, Editorial Lealon, Medellín, 1989) “Porque pertenecer al partido del diablo, dice el poeta, significa para un poeta latinoamericano, en la noche oscura de nuestra cultura, verse confinado al exilio, a la marginalidad, a la locura, al ostracismo, en el propio país. Defender contra viento y marea el resto de libertad personal que le queda, el poco de originalidad y creatividad. Marchar a descubierto en medio del vendaval del oportunismo, arribismo, servilismo que caracteriza a la generalidad de los intelectuales al momento presente”

El poeta no puede dormirse en los laureles, debe amanecer a trabajar la palabra como una herramienta con la que cincela, con el fuego la aleación de la palabra y que como una mariposa revolotea sobre su cabeza atribulada. Los que se duermen en sus laureles no alcanzarán el reino de la poesía en donde vivirán eternamente bajo el cielo que cubre sus palabras, en la tierra donde vivirán en la paz de la poesía que los consagra a la vida eterna como el mensajero de los dioses y de la tribu.

El poeta atesora las palabras más puras para escribir su poesía, porque quiere revelar el mundo y las cosas que pasan inadvertidas a los ojos del común de las gentes, y en la revelación de la belleza de las cosas encontrarse a sí mismo en su propia voz mágica que lo identifica y le hace justificar su existencia. El poeta se hace mediante el lenguaje que lo realiza como artista. Las palabras son su instrumento más sagrado para la creación de su poética que muchas veces las hace transgredir en su sintaxis, metáforas e imágenes para darnos el sentido más exacto y justo de lo que nos quiere revelar. Los más lucidos poetas en la historia de la literatura transgredieron el lenguaje o hicieron poesía con las palabras más simples y cotidianas y sentaron la belleza sobre sus rodillas como dijera Rimbaud.

No se justifica un mundo o una sociedad sin poetas y sin poesía porque la poesía es la revelación de lo que es un hombre o una sociedad, que nos desnuda su corazón de la manera más apasionada, transparente y total. La poesía es una entrega total como debe ser el amor verdadero y por el que a veces le apostamos sin restricciones cuando se ama irreductiblemente y por el que aun cantan y escriben los poetas.



PÁGINA 17 – COMENTARIOS DE LIBROS

RIOS DE AMOR Y FUEGO POR AMÉRICA LATINA
Autora: Marisa Aragón Willner
Comenta: Norma Segades-Manias

MEMORIAL DE LA TIERRA.

Con ese dinamismo que todos conocemos por ser el rasgo que la caracteriza, Marisa Aragón Willner propone la aventura de realizar una lectura plena, en un libro que nace con nombre amotinado, tumultuoso: RIOS DE AMOR Y FUEGO POR AMÉRICA LATINA. Y, en ese título, lo congrega todo.
En lenguaje espontáneo, descubierto, nos habla del amor por esos pueblos que nacieron/vivieron/sucumbieron, en este continente, todas las coordenadas del olvido.
Interpreta el reclamo de originarias razas alfareras (“manos acostumbradas a reptar las paredes del barro”), músculos pescadores (“que trepa por la vida en lomos de marea” o “hila lunas en el piélago azul de los océanos”), mineras oquedades (“Los pueblos que fueron llamados a la mina (y allí) lloraron lágrimas de plata), paciencia agricultora (“fuego que te cincela lluvia de granero)…
Así, en la avasallante voluntad de un idioma que no suscribe a treguas ni respiros, lacera las miradas y las pieles arrastrando, al lector desprevenido, por temáticas crueles, duras como guijarros. Las que esperan un diezmo de justicia desde hace cinco siglos.
Carga sobre la espalda con un decir distinto, discordante, por momentos confuso, tal como si estuviera inventando de nuevo las palabras. Voces que se presentan desiguales, casi desaliñadas, en el intento de autentificar su acción de mediadora entre los elementos del paisaje.
Entonces, la canción se hace homenaje, tributo a los antiguos (“Astrónomos. Arquitectos del agua y del viento. Escribas de la piedra. Conocedores de plantas medicinales.”), consagración total a la belleza primitiva y salvaje (“a tus selvas tupidas, a tus muros de orquídeas…”)
Sus ojos extendidos, profundamente misericordiosos, reflejan, como espejos solidarios, la plena identidad de un territorio desvergonzadamente devastado por la avidez total de la rapiña.
Y aunque no nombra ese dolor en llagas, aunque no nombra el alma de inmigrante que le habita en las venas, de pie y a piel descalza, despojada de fárrago y retórica, establece motivos, cuestiones filiatorias que dificultan esa pertenencia (“porque es el tiempo que no entiendo el místico lenguaje en los pasos de las garzas”). A sabiendas de que, a pesar de todo, es necesario continuar diciendo (“Cómo me duelen tus diezmadas almas”), continuar revelando.
Advierto a los lectores que, este libro, tiene jurisdicción de ofrenda, de tributo, de entrega respetuosa (“Y sus brazos maíz, se vuelven frutas. Y sus ojos frijoles de abundancia”), de homenaje ante lo desmedido, ante el despliegue y lo desmesurado (“Los gigantes dormidos, se aferran con sus largas raíces al manuscrito vegetal del limo”), que alumbra equilibradas relaciones con su entorno nutriente, el equilibrio puro de la vida detonando la vida, a cada instante.
Sigue, luego, la gloria de las hembras.
Indígenas. Mestizas. Extranjeras. Heroínas en cada coyuntura donde el coraje desertó del género para parir ideas y batallas. Para saciar, con sangre apasionada, las arterias sedientas del subsuelo. Un listado de Juanas (Azurduy), Manuelas (Sáenz), Bartolinas (Sisa), Micaelas (Bastidas) Luisas (Cáceres), Marías, Policarpas (Salavarrieta)… y las demás, anónimas, oscuras, ocultas en los pliegues de la historia como si se tratara de un pecado expiando su osadía en el silencio.
Después, cuando ya todo parece haberse dicho (“Todo es poesía merodeando el interior sublime de América”), un coro de poetas, en comunión con dríades salvajes, acompaña los pasos de Marisa por caminos umbrosos y manglares, ciudades y desiertos, penetran hasta el útero salvaje y alumbran, al unísono, la luz de la esperanza.


PÁGINA 18 – CUENTO

LAS MÁSCARAS DE BEATRIZ

Por Ángel Balzarino (Rafaela-Santa Fe-Argentina)

La mirada de los otros tuvo la vigencia de una fría puñalada. Se detuvo en el umbral, indeciso, con la bochornosa sensación de ser alguien raro o completamente ajeno en ese lugar. Pero al fin continuó la marcha, baja la cabeza, imaginando las preguntas que debían formularse ellos para tratar de comprender o justificar su presencia allí.
No era por parentesco, obligación o curiosidad. Lo impulsaba otro sentimiento. Sutil, delicado. Sin duda le resultaría difícil explicarlo, definir el carácter de la comunicación que se había establecido entre ella y él. Libre de los demás. Algo íntimo, casi.
Vaciló al observarla. Con un escalofrío, súbitamente mareado. Debió reprimir un grito mientras retrocedía un paso, no tanto para reponerse sino más bien para borrar la punzante visión. No. No es así como quiero verla. Tampoco recordarla. Y permaneció quieto, los puños apretados, acosado por la imperiosa búsqueda de la máscara -tierna, sugestiva, hermosa- que desde ahora deseaba conservar de Beatriz.

Había sido su tía Nélida la primera en hablar de ella. Estaban almorzando cuando dio la noticia: una mujer joven acababa de mudarse a la vieja, bastante abandonada casa de los Vecchio. Ni su tío ni él efectuaron comentario, tanto por la falta de interés por esa novedad como por el desdén y cansancio que siempre experimentaban ante la charla apabullante. Por espacio de dos o tres días no volvió a mencionar el asunto hasta que, con la pícara sonrisa que esbozaba cuando era dueña de un dato valioso, reveló que la mujer se llamaba Beatriz y ya en el pueblo circulaban múltiples interrogantes por el enigma de no saber de dónde procedía ni por qué estaba allí.
Tal vez eso avivó la curiosidad por conocerla. Pudo hacerlo una tarde en que, como era habitual, andaba en el pesado triciclo repartiendo mercaderías del almacén de don Bautista. Luego de visitar varios clientes, los vio: apostados en una esquina, con las bicicletas formando un muro, la actitud desafiante. La sorpresa se confundió con el miedo mientras se esforzaba por frenar el triciclo. Paseó la mirada por los tres -Barboza, el Cacho Funes, Sampietro- en busca de un signo revelador de lo que proyectaban hacer. No pudo eludir un estremecimiento al recordar el modo como solían actuar ellos (arteros y casi crueles al concretar los juegos y bromas con que pretendían divertirse a costa de los otros, más débiles o temerosos) y menos cuando el Cacho Funes preguntó cuántos paquetes llevás allí, qué te parece si los repartimos entre todos. La noción del peligro se impuso abruptamente. Al tiempo que estallaba la risa de ellos, dio vuelta el triciclo y se acomodó en el asiento y comenzó a pedalear con premura; pero las piernas no respondieron al voluntarioso afán y el avance se hizo lento, agobiador, que acrecentó la inseguridad por la cada vez más cercana presencia de los perseguidores, provocativos en las carcajadas y las palabras soeces. Condujo sin rumbo y dificultosamente, tratando de sortear no sólo los obstáculos de la calle sino sobre todo el roce de las bicicletas, los rudos empujones. Cuando al fin una rueda se hundió en un pozo y perdió el equilibrio, el grito de furia y dolor se confundió con el estruendo del golpe. Después, caído junto al triciclo y el canasto de mimbre y los paquetes desparramados, los vio alejarse, rientes y victoriosos por la proeza realizada. Tardó bastante en levantarse, más que por los magullones en el cuerpo, por la impotencia, el total desánimo; y maquinalmente colocó el canasto en el triciclo y luego se dedicó a recoger los tarros y cajas de mercaderías. Te ayudo, la voz afirmativa, más que mera pregunta. Confundido, al volverse, sin saber si era por descubrir a la mujer recién llegada al pueblo, por el cálido gesto de colaboración o por quedar encandilado por la sonrisa, la belleza del rostro. Sin esperar respuesta, ella fue colocando algunos paquetes en el canasto, son unos bárbaros, cómo te van a hacer eso, alguien tendría que darles un escarmiento. Mirarla. No pude ni quise hacer otra cosa. Nada más hermoso. Sólo después de quedar todo acomodado reparó en la mancha rojiza en su brazo, vení, te voy a limpiar esa herida. Tampoco dijo nada, agradecido por surgir otro motivo para tenerla cerca, dejándose tomar de la mano y conducir la media cuadra que había hasta la casa de ella. El frescor del ambiente contrastaba con la sofocación de la calle y, aliviado, se sentó en el comedor mientras ella desaparecía por una puerta; al volver, de una caja extrajo algodón, vendas y una botella de alcohol. Diecisiete, dijo sin atreverse a confesar los quince apenas cumplidos, aunque la sonrisa maliciosa de ella le hizo adivinar que no le creía. El silencio estableció una íntima complicidad. Formuló otras preguntas, dónde vivía y para quién trabajaba y cuáles eran sus gustos, al tiempo que pasaba un trozo de algodón humedecido sobre la herida y él respondía con monosílabos o frases escuetas, ajeno, sin querer que nada le robara el hechizante placer de mirarla, de embriagarse con el aroma de su cuerpo, de sentir el tibio y suave roce de las manos. Bruscamente hubo un cambio. Se calló, erizado el cuerpo, con una mueca de preocupación. Atraída por algo -tal vez un golpe o una voz que él no llegó a oír-, ella se dirigió ansiosa hasta la ventana y, abriendo un poco el cortinado, observó la calle. Los ojos, escrutadores, trataron de descubrir el motivo de la sorpresa o alarma. Después, desistiendo o ya más tranquila, regresó a su lado. Bueno, creo que ya está, la forzada sonrisa no consiguió disimular la turbación mientras terminaba de vendarle el brazo, será mejor que te vea un médico. ¿Qué le pasa? Se asustó por algo. De pronto abstraída, casi olvidada de él. Tuvo la sensación de molestar y optó por marcharse. Esperá. Fue a buscar dos vasos con refresco. Luego de entregarle uno, se desplomó en un sofá dejando escapar un suspiro como cauce aliviador a un estado de pesar. Me hablaba y sonreía, pero estaba pensando en otra cosa. Preocupada. Lamentó que se hubiera destruido el clima de bienestar. Al terminar la bebida, se levantó. Cuidate, mientras lo acompañaba hacia la puerta apoyó un brazo sobre sus hombros en actitud protectora o de afecto, vení a visitarme cuando quieras, resultándole más que una simple despedida, la promesa de nuevos y gratificantes momentos.
Después fue su secreto. Personal. Inviolable. Sin querer compartirlo con nadie. Por eso fingió desconocer a la mujer que en el pueblo todos comenzaron a individualizar como Beatriz o adoptaba un aire distraído cada vez que oía hablar de ella, pero estaba siempre atento para detectar cualquier referencia a su mundo. Algo grave o malo la perturbaba. Me hubiera gustado ayudarla. Procuró, a través de diversas fuentes, develar el enigma. Pero sólo pudo ir armando un cuadro bastante abigarrado: el desconcierto de don Bautista por notarla rara e intranquila y sobre todo verla un día salir del negocio corriendo, sin causa justificada; los airados comentarios de la gente porque permanecía aislada, sin desear ni permitir ninguna intrusión en su vida privada; el gesto indignado de su tía al imaginarle un pasado borrascoso y aun sórdido debido al creciente rumor de que por las noches recibía la furtiva visita de algunos hombres.
Se vio obsedido por la duda, por descifrar la verdadera imagen de ella. Durante el diario recorrido por el pueblo, cada vez que pasaba frente a su casa, reducía la marcha, vigilaba puertas y ventanas, abrigaba el anhelo de verla aparecer de pronto. A pesar de la invitación, esperaba que un hecho fortuito provocara el nuevo encuentro. Temía golpear la puerta, ser observado, descubrir abiertamente su secreto. Necesitaba conservar en el sitio más recóndito de su ser lo ocurrido entre ellos. El tesoro más precioso. Dispuesto a preservarlo de cualquier arremetida. Y así sucedió aquella tarde en que estaban echados sobre la gramilla del enorme patio de los Iturre -donde todas las siestas unos diez muchachos trataban de probar su habilidad con una pelota-, en una pausa para descansar y charlar y reír por las bromas, cuando alguien la mencionó y Zanola dijo sería bueno hacerle una visita, parece que le gusta tener compañía por las noches. La carcajada se hizo general, tal vez sea mejor que la Clotilde o la Alemana, la malicia y el regocijo iluminaron la cara redonda de Godoy al evocar momentos compartidos en promiscua y fascinante aventura. No. Están equivocados. No es igual. El grito que no se atrevió a proferir para aplacar las risas procaces, evitar la ofensiva comparación con las dos mujeres que merecían una actitud de repudio en el pueblo. Incapaz de enfrentarlos para revelarles que la conocía y asegurarles que no era como la imaginaban, sólo atinó a salir corriendo, sin atender las exclamaciones de sorpresa ni el llamado para regresar con ellos.
Y aquella noche no pudo dormir. No. No es como ellas. Más que la certeza, era el anhelo, la empecinada necesidad de rechazar todos los comentarios y críticas aviesas que pretendían enlodarla. El tiempo pasado juntos le resultaba suficiente para saber que era distinta de las otras mujeres. Al menos de la Alemana. Decidite, vení con nosotros, y una vez más evocó la reiterada invitación de los muchachos para penetrar en una zona que siempre había considerado con un halo secreto y misterioso, algún día tenés que empezar, viejo, vamos. Y por fin fue con ellos, la pertinaz aprensión superada por la curiosidad, por el deseo que latía en todo su cuerpo; y no supo definir claramente si quería alcanzar un voluptuoso placer o más bien realizar el acto que lo iba a equiparar con ellos y lo dejaría libre de burlas y ofensas. No pudo relegar un estremecimiento mientras entraban en la casa pálidamente iluminada, durante la silenciosa espera, al quedar solo frente a ella. En el cuarto se mezclaba el pegajoso olor a perfume, sudor y humedad. Desvestite, la orden más que la invitación o sugerencia que hubiera deseado, tal vez para sacarlo de la inmovilidad, entre ausente y avergonzado. La miró. Recostada sobre la cama, sonriente, un brazo tendido hacia él. Obedeció maquinalmente. Desabrochándose la camisa caminó hasta que, junto a la cama, se detuvo, cohibido por el pudor o por la fijeza de los ojos vigilantes. Parece que es la primera vez, vení, impaciente, algo burlona por su timidez o torpeza. Un simple muñeco. Sin voluntad, aceptando todo pasivamente. Quizá por eso no llegó a disfrutar los anhelados instantes de goce; y aunque procuró disimularlo ante los otros muchachos, los posteriores encuentros con la Alemana -en el cuarto casi en penumbra, abrumado por el cosquilleo de su risa, con el roce de los dedos hábiles y suaves-, sólo le dejaron una sensación de malestar y desencanto. No. Ella es diferente. Estoy seguro. Y pasó la noche en lucha incesante por atrapar la verdad, debatiéndose entre la zozobra y un pertinaz temor.
Muy pronto supo que nunca llegaría a saberla. Por la mañana, cuando fue sobresaltado, no tanto por la hiriente luz de la ventana sino por la voz chillona, destemplada, de su tía al decirle que habían matado a Beatriz.

Ahora, casi aislado en el cuarto asfixiante, trataba de recobrar la mejor, más agradable imagen de ella. Aún no había logrado superar la conmoción provocada por el hecho sorpresivo, brutalmente violento, cuyo indescifrable origen sirvió para despertar variadas opiniones: la venganza del novio o marido engañado; el feroz ataque de un ladrón; los celos homicidas de alguno de los hombres que solían visitarla por las noches. Nadie pensó en ella. Si estaba asustada o tenía un problema grave. Dolorido por el manifiesto desdén de los demás, por la predisposición para convertirla en el centro de morbosos comentarios. Ninguno siente lo mismo que yo. Tal vez a nadie le importe realmente que haya muerto.
Por fin salió. Mientras el aire de la noche lo despejaba, comprendió el modo como quería recordarla: la tarde del único encuentro, igual que dos viejos amigos, embriagado por el dulce perfume, gozando el delicado roce de sus manos.


PÁGINA 19 – POESÍA AMERICANA

VÍCTOR HUGO ARÉVALO JORDÁN
(Cochabamba-Bolivia)

DONDE ESTA LA PALABRA EXACTA.

¿Dónde está la palabra exacta?
dimensionada, esencial magnitud,
pautada y sostenida, musical y espontánea,
se ama sólo por lo que es y se dice?

Alguien acumula recuerdos y abandonos
y se ama por la soledad empecinada
por todas esas dudas que lo empinan a uno,
eternizándolo, momificándolo para el recuerdo,
y qué es un recuerdo?,
es esa la palabra exacta
o se ama sólo por el grito callado,
por la voz que no es respuesta,
espacio prolongado en el desamparo,
libertad sin términos medios,
sin ternuras ni abandonos,
almagarrotes de la eternidad,

no, no es la palabra exacta,
sólo un darse eternamente,
apenas darse...


Y FUE MI DIA

Y fue mi día,
de todos los días sin bautizo
me tocó solamente los de soledad,
un continuo despedirse de mí mismo,
vagamundo de mi idolatría,
con caminos llenos de paisajes absurdos,
inconcebibles, neuróticas esperanzas.
Absurdos intentos de querer mejorar la vida,
mejorar tu forma de ser, ser Humano.

Y fue mi día,
cuando al despertar Amanecer comprendiste
que nací con el estigma de la libertad,
capaz de perderla por sólo un poco de amor,
pero el mundo es sólo mundo, no tiene sueños,
el mundo nos priva el placer de ser
con libertad y todo.

¿El mundo y tú?
pujando desde el madero en que tu,
y todo aquello que componga tu vida
Hermano del azul, alas y canto,
marcaste mi día. Nunca deshabitada,
porque guardo voces,
en la humedad de las paredes,
en la altiva iniquidad de las horas
pues ellas laten...
pues ellas laten...
pues ellas laten...
fabrican adulterados vinos del olvido,
y tú? en tus manos
tienes perfume de espliego;
perdura, con tu alfanje de luz,
Alzo mis brazos:
prolijo saltimbanqui de la nube.

Mi voz nació en la noche,
no pude ser escuchado por tus sueños,
mi quejido, arrancado al viento noctambulo,
murió al nacer la aurora,
y los pequeños crepúsculos fueron recuerdo;

vi el sol,
vi las aves estirando olas,
alisando las plumas saladas,
vi iluminarse el paisaje de las selvas,
quedé sorprendido de poder ver la luz
y fue mi día,
y fue mi día porque mi noche fue larga,

luché en las oscuridades contra lo desconocido,
perdí la batalla pero no la lucha,
lo desconocido es más fuerte que el destino,
me dio vergüenza de ser tan débil
cuando en la oscuridad me creí tan fuerte,
inmenso presagio del fracaso,

en la luz vi mi cuerpo desnudo y sentí pudor,
sentí vergüenza de las cicatrices
que me dejó la vida.

Aprendí a caminar
sujeto de las manos de una mujer,
amé a esa mujer que me enseñó la vida
a la luz del día, a la luz del sol,
amé sus manos envejecidas por el esfuerzo
de abrir mi camino para no desmayar
en mi torpe paso por la selva de cemento.

Y fue mi día
aquel en el que los contornos se perfilaron,
se cruzaron los destinos, te conocí,
la savia de los tiempos,
destruía la quietud del alma;
el silencio fue corrompido
y en tu pecho enhiesto de golondrina,
embriagado de luz fui piedra, nube,
hierba y caladura:
cuando los dioses del viento danzaban ágiles,
me diste la mano
y tus manos no tenían arrugas,
tus manos fueron de dioses,
tus manos no tenían culpas,
amé la delicadeza y ternura de tus manos,
me diste tu sed y tu ansiedad,
tu cuerpo tenía el sentido del Universo.

Nació mi enigma.
Amé tus sentidos, tu cuerpo y mi enigma.
No debiste ser tan buena al comienzo,
no debiste ser tan bella pero fuiste.

Se debilitó mi voz en tus oídos,
se perdió mi grito en tus manos,
y perdí la memoria del tiempo y el espacio,
me hice eterno;
abrí el surco para perdurar,
sembré la semilla del amor en el espíritu
y fue mi día.

Ahora, de todos los días
con bautizo, sólo los jueves
de colibríes son míos, días cortos
que no morirán en mi eternidad.


JOSÉ JOAQUÍN MARTÍNEZ TORRES
(Ensenada-Baja California-México)

INESPERADA AUSENCIA

estoy aquí
aún te espero
no has regresado
del lugar adonde fuiste

enorme es la ilusión verte de nuevo
he llegado a aceptar ya no me quiere

deleite fueron nuestros paseos
caminar no a tu lado sino adelante
volver mi cabeza de trecho en trecho
y estar segura
si aún venías a la zaga

permanecí constante
a la vera de tu mesa de trabajo
o en el portal al acecho de tu arribo

jamás te di a entender enojo o ansiedad
por tus retrasos ̸ vendrías cansado

para darte a saber mi regocijo
no había más a ofrecerte
sólo jubilosas muestras de afecto
oscilante el rabo gruñidos tenues
inocuo mordisqueo

nadie sino tú
podrá ofrecerme tan afecto
ajeno en otras manos
falto de calidez
singular calidez la de tu piel
sobre mi cuerpo

hoy mi visión es deficiente
pese a ello
alertaré el oído y el olfato
para hacerme advertir tu cercanía

todos se fueron
deseo como nunca
saber lo acontecido

ésta era nuestra casa
sin ti estará vacía
a nadie importará

me han olvidado

alcancé a percibir
cierre de puertas y ventanas
la oscuridad
y el abandono engrandecieron

deambulo en busca de tu mano
y al no encontrarla
regreso a mi lugar
a la vera de tu mesa de trabajo
resistiré
sin agua ni alimento

empero no hacen falta

enorme es el fervor
aun en mis sueños
verte conmigo
y aumenta día a día
desde la hermosa tarde
cuando te fuiste
presente aún
en mis recuerdos
no obstante el tiempo transcurrido

cómo anhelo
nuevamente encontrarnos
volver a ser inseparables

cerraré mis ojos

como todos los días
desearé para siempre estar dormida
y sentir
de tu mano el calor
sobre mi cuerpo al lado mío

SASSY


PRESUNCIÓN OBJETIVA
Ella

La soledad no es tolerable
sin la presencia de una mascota.


han pasado los años

recuerdo como ayer
la hermosa tarde
cuando Joaquín
me recibió en su casa
acompañado de ella

al abrir la añosa puerta
percibí arañazos
en su madera
acaso reclamo insistente
a Joaquín
para dejarle entrar

inquirí por que
no la has reparado
y dejar esa puerta como nueva

con ésta es imposible
y acarició el pelo hirsuto
en el dorso
de su fiel compañera

así estará la puerta
mientras yo viva
o ella se adelante

hoy
luego de un tiempo
fui a visitarle
y reparé
en la impecable puerta

alguien abrió
no vi a Joaquín
ni a ella


ANHELADO ENCUENTRO

al fin reunidos
indagué aquí y allá en medio de la gente

agucé cuanto pude mis sentidos
mi olfato percibió tantos aromas
como el tuyo ninguno

vagué entre la niebla del pasado
de mi pasado
del pasado de quienes me rodeaban
sin la esperanza ya de saber
dónde encontrarte

sin embargo
extraviada entre la niebla circundante
pude escuchar tu voz
y una vez al lado tuyo
sentí al acariciarme
el calor de tu mano
por mí tan conocido

nunca más
la indolencia el abandono
el infortunio
volverá a distanciarnos

pasearemos como entonces
no iré adelante sino a tu lado
espaciosa es la senda
no volveré mi testa
a confirmar tus pasos a la zaga

confiaré mi vida a tus cuidados
como tú a los míos
prisa no habrá será eterno el camino
sobre el cual andaremos noche y día

nunca más estaré
junto a tu escritorio de trabajo
ni a la sombra de él

nos perderemos entre nubes
no entre arboledas ni malezas

la luz del sol no anunciará
el fin de la jornada

será lo mismo
la noche como el día
no habrá fatiga ni dolor al caminar

en donde estemos
será posible ver el mundo
su dicha sus miserias
juntos los dos ahora y siempre


DESPOJOS

convertida en miseria
noche y día su vida era un martirio

sin queja auguraba el final
ponerse en pie imposible
su rostro infinita amargura

el azar le convirtió en víctima
del insensible ser humano
incapaz de ofrecer amor
o una miga de lástima
a quien por años fue
inseparable y fiel amiga

cuando joven ante él
sumisa brindó sin reticencia
alegría singular oscilante el rabo
mordisqueo sutil leves gruñidos
y mirada ansiosa de caricias

hoy abandono inmisericorde
confía en ser auxiliada por su amo
él posee la solución

ella incapaz de movimiento alguno
paciente aguarda
dormirá por siempre jamás
fin a su tormento
descansará se aliviará el dolor


A UN PERRO CALLEJERO

era tu amigo un tambo de basura
no te importó de la basura el tufo
tan sólo fuiste para él figura
juguete para ti él quizá fue un lujo


para él cada día más basura
para ti la esperanza de un pan duro
al caer del camión de la basura
tras verter ese tambo con apuro

cada noche a su vera buen abrigo
sin miedo a ser vejado o reprendido
creïste en su lealtad siempre contigo

hambriento sin pan duro y aterido
muriose el perro al lado de su amigo
al tambo echado fue tal contenido


PÁGINA 20 – ENSAYO

JORGILOKIO

Por Jorge Luis Estrella (CABA-Buenos Aires-Argentina)

Estoy estando mudo de gritarme lo que callan las cosas que me nombran y voy de tanto en tanto tanteándome la vida que me queda hasta dar con lo púdico y lo púbico en el mismo centro de mi amígdala cerebral porque soy una dicotomía exitosa que muta y permuta hasta metamorfosearse en coherencia lo que hace más inaceptable este seguir a tumbos entre tumbas que no otra cosa es existir aunque nos demos de machos y apresuremos el paso y hasta mordisqueemos la fruta más prohibida o saquemos a relucir la oscuridad que heredamos y aunque tenga una puntada en el punto más desprotegido del deseo y ahorque los minutos buscando el sentido que me haga descender hasta las máximas alturas intoxicado de lunas y argumentando olvidos para saciar este quebrado espasmo que me antecede y toda esta ilusión que no sirve ni para tender la ropa y dudo en comprender que soy sólo un ser neurótico que repta insomnios para culminar embebido en placeres inexplicables y me autocuestiono hasta asfixiarme y convertirme de nuevo en un feto pero ya fuera de la placenta más bien lanzado al mundo a las patadas y sin la menor idea de lo que es este lugar que muestra sus dientes afilados y gruñe hostil a pesar de que uno ande diciendo chistes con una sonrisa amable para generar buena onda pero la onda corta se hace larga y larga la corta y uno se corta las venas pero éstas ni siquiera sangran porque la sangre se fue perdiendo de a poco entre malasangre y malasangre y no es que yo no sepa que lo fundamental y edénico es amar a mi mujer como la amo y oler los paisajes de la vida y caminar el mismo sendero que los amigos en especial aquéllos que están metidos hasta el cuello en la poesía porque al fin y al cabo después de todo el sufrimiento y la malaria lo que queda en pie y no se hunde es lo que nos salva.


PÁGINA 21 – CUENTO

QUIROMANCIA

Por Juan Carlos Vecchi (Olavarría-Buenos Aires-Argentina)

Con sus ojos seriamente redondos, la mujer leyó la mano temblorosa de Zacarías y predijo con voz de sótano clausurado:
–No se me entusiasme en programar mucha cosa para la semana que viene, Zacarías.
Zacarías desprendió como pudo la mirada gorda de sus manos y después, como pudo, las retiró de la mano firme de la vidente que las retenía. Zacarías no dijo nada. Como pudo se levantó de la silla y desapareció de la extraña habitación como laucha por tirante.
Para el domingo de la semana siguiente, Zacarías seguía vivito y coleando, e incluso sabiendo por qué la médium le había recomendado aquello de no programar nada ya que no encontraba la agenda personal por ningún lado.


PÁGINA 22 – POESÍA AMERICANA

EDEL MORALES
(La Habana-Cuba)

IX
(el equilibrista)

Homenaje a Eliseo Diego.
Para Jesús David Curbelo, en el Éxodo y Los parques.

1
La barba corta en la mano, acompaña.
En los dedos fluye el tiempo, y esos credos
que dejas en tu cubano decir. La útil voz de anciano
sostiene el glorioso acento. Suave el jadeo
en tu aliento de sagaz conversador.
Eres profundo hacedor de belleza y de sustento.

2
En esos extraños pueblos ungidos entre jazmines
blancos, soñaba arlequines, magos, elfos.
de otros pueblos apartados de mis pueblos llanos del centro.
Volver a un cielo que hace crecer su último rayo de luz,
abre en silencio la cruz de la iglesia, y hace ver.

3
El dilatado placer de mirar a una muchacha
(ordena ajíes, remolacha, pollo al jugo, arroz.)
Ser su amor. Para comprender el deseo de partir lejos,
a las ciudades de espejos múltiples que los viajeros
narran sin hastíos ni peros, entre obsequios y festejos.

4
Tú imaginas la memoria, el esplendor de estas islas,
un secreto que no aíslas de la prisa. Esa historia,
que es en otros desmemoria, ahuyenta en tu voz las sombras
de entre las cosas que nombras y ofreces: pan... luz... justicia.
Fiel, arrancas la codicia de tu cuello, y la escombras.

5
Nada tienen, nada quieren los que vuelven a tus calles:
de los Baños, que en detalles nimios conozco
y me hieren; la Calzada, que sugieren las cadenciosas hechuras
que distingo en mis lecturas diarias: vida hecha a servir,
poesía que vemos fluir en el ser de las culturas.

6
Estarse atento a la herencia que Dios dejó:
una norma elevada y humilde en forma y fondo.
Luz de la esencia. Tu pasión por la vivencia infinita
de aquel Hombre que a un Monte ascienda,
alfombre la tristeza, la sencilla vida del Verbo:
arcilla que en su obra respira el Nombre.

7
Para escucharte mejor música del mundo
abro los ojos de tocarte abro las manos mías
al amor que en ti respira un clamor ofrendado
en esa piel lustrosa de espiga y miel hechizada que degusto
con la claridad y el gusto de un fino trazo a pincel.


RUTH ANA LÓPEZ CALDERÓN©
(Sucre-Chuquisaca-Bolivia)


TAL VEZ

Tal vez el vago reflejo
de la existencia aferrada
al endeble hilo de la memoria,

el que asoma a mirar la vida desde las rendijas,

el que flota en la penumbra del agua
y corre triste y gris por las arterias olvidadas de la ciudad

al reciclamiento

tal vez sólo un fantasma que olvidó su muerte y aferrado a los despojos,
se arrastra, gime y blasfema,
flota,
o colgado en andamios del tiempo,
tocando puertas, ciertamente la última,
tal vez sólo una sombra
que se desplaza en la calzada, negada
a sumergirse en la soledad

quien no es nada y aceptar que los días tienen término

tal vez quien escribe versos oprimiendo estos dedos, tal vez.


NI OTRAS MANOS, NI OTRO CUERPO

Caricias congeladas en manos que huyen
En los ojos verdes, distantes, el desprecio,
Las palabras no pronunciadas
Pululan en la alcoba
Y una mueca sella el momento,
El semblante frío, inclemente como el invierno
Que apaga a su paso todo vestigio de fuego

El amor pasmado
Dos cuerpos envueltos
en la sombra agónica del deseo, maltrecho
Y pisoteado
No existe bálsamo que cure las heridas
Ni otras manos, ni otro cuerpo,
Ni el tiempo
Y sus olvidos,
liberan la piel mustia
entumecida
Y el alma huérfana de afecto

El daño está hecho

Y cómo duele despertar
Y cómo duele sentir,
el costado árido de la cama

Amanece
El amor tendido
Sobre sábanas raídas.


LA PLAYA

Los pies hundidos en la arena
de esa playa lejana:
caminar descalza, desnuda,
sólo la certeza del amor cubriendo la piel.

El reflejo en tus ojos habla
y murmullos de brisa
y los sueños desbordan las bocas.

Sorprendido el crepúsculo con caricias,
inundada la calma y el silencio
con remolinos y estallidos
alientos
sofocan y se explayan,

y los besos en orgásmicas mareas
dibujan en las olas,
la historia de lo que no pudo ser.


LA SAGA DE MIS DELIRIOS

I

Los ojos siguen tus huellas,
la sonrisa, la sombra de tu alegría
y las lágrimas, ¡Si!, las lágrimas,
humedecen las ansias del corazón que late,
el deseo de tenerte
y remontar distancias,
y elevar el cuerpo inerte, sobre valles,
y montañas
y llegar a ti

contemplar tus bellos ojos negros,
sumergir en ellos, lo que queda de vida,
y desplazar el espíritu en las profundidades de tu alma,
y acariciar tu rostro, ese rostro amado,
sentir el calor de tu piel quemando mis deseos,
y el sabor de tus labios,
Oh!,tus labios que tanto anhelo...
y dormir en tu lecho, el sueño eterno


II

Veo tu imagen alada
entrar por la ventana,
reconozco tu rostro, tu cuerpo,
más no tus alas
-seguro, es un delirio-
pero no tengo fiebre, no, no la tengo,
es más, creo que siento frío,
y te acercas
y en tus alas envuelves mi esqueleto,
recitas versos, tu sonrisa acaricia mi embeleso,
y la muerte baila alrededor
y canta canciones de cuna

pesados los ojos, helados los huesos en el calor de tus alas,
y mi corazón arde en el sepulcro de tu aliento


III

Las cenizas yacen esparcidas
no veo tu rostro, todo es niebla espesa,
a lo lejos un murmullo

la imagen tiembla
no hay recuerdos en la memoria,
y desplazarse a ciegas, entre los secretos
oscuros de un agujero que flota,
y de pronto: ¡resplandecen las tinieblas!
...el último latido, el último segundo

las cenizas yacen esparcidas


IV

Transcurre un instante sin tiempo
el esqueleto yace acurrucado
en el vacío de la conciencia sin nombre
y los estertores gimen
y la oscuridad busca desesperada,
la tibieza alada, esa que quedó presa,
en el fragmento del último latido, ¡Sí!
del último vestigio luminoso de amor
y recuerdo en el corazón

un lugar sin espacio
acurrucado el esqueleto
perdido en la bitácora etérea,
llora lágrimas que bañan los astros
y transgreden la lógica
del espacio sin tiempo
y del tiempo sin espacio
y caen, delicadas, quejumbrosas,
fundidas con la lluvia
y tocan los cristales de tu ventana
y en un descuido, algunas rozan tus mejillas
y otras te usurpan un beso.


DESPIERTA

El frío golpea la copa de los árboles,
la ciudad amanece sumida en múltiples congojas,
deshecha en laberintos grises

voces de motores viejos y torpes
comienzan a poblar el silencio,
y las luces opacas alumbran
a pocos
deambulantes, ensimismados,
encadenados a sus voces,
paseando, negados a ver
más allá de las narices

los minutos lentan
presurosos,
impunes al dolor o al miedo,
a la soberbia,
ó a la deshonra,

cuerpos vestidos de cachemir y calzados
cuerpos semidesnudos,
cercenados por el gélido
aliento de noches desamparos
y almas bailan en su propio espejo
fétidas
y almas bailan llanto,
los extremos, los opuestos necesarios,
y los medios cabizbajos, atrapan
en sádico mutismo,

y nos jactamos, y nos jactamos,
de ser lo que no somos.


ÍDOLOS

A los ojos pequeños se alzan gigantes,
perfectos, inigualables
y contemplamos
y veneramos, figuras que pesan,
lingotes de oro en nuestras venas,
palabras martillean más allá de la conciencia
y creemos
y agachamos la cabeza

los ojos pequeños se hacen grandes,
a veces
pasean más allá de las fosas,
a veces
llegan donde las revelaciones son claras,
a veces
donde los pasos encuentran razones,
donde la piel respira otro aire

¡Horror!

los gigantes son enanos,
las palabras tornan mudas...
no siempre
y el sentimiento intacto en una cajita de seda
y las cabezas de los ídolos
ruedan y sangran
a veces

hay vacíos que las palabras no llenan
hay heridas que el tiempo no cierra.


PÁGINA 23 – ENSAYO

AL MAESTRO CON CARIÑO

Por Aldo Novelli (Neuquén- Neuquén-Argentina)

Raymond Carver, escritor y poeta estadounidense, nació en 1939 en Clatskanie, Oregón. Conocido como uno de los mejores escritores norteamericanos de relatos breves. Pero no conocer sus poemas sería no conocer a Carver del todo.
Como él mismo dijo, su obra poética la consideraba más esencial y el medio con el mejor expresaba sus sentimientos.
“Sus poemas son la corriente espiritual de la que Carver extrajo sus cuentos”. Tess Gallagher.
Durante algún tiempo, Carver estudió bajo la tutela del escritor John Gardner, en el Chico State College, en Chico, California. Publicó un sinnúmero de relatos en revistas y periódicos, incluyendo el New Yorker y Esquire, que en su mayoría narran la vida de obreros y gente de las clases desfavorecidas de la sociedad estadounidense. Sus historias han sido incluidas en algunas de las más prestigiosas compilaciones estadounidenses: Best American Short Stories y el Premio O. Henry de relatos cortos.
Carver estuvo casado dos veces. Su segunda esposa fue la poetisa Tess Galagher. Alcohólico, cuyos efectos se manifiestan en algunos de sus personajes, Carver permaneció sobrio los últimos diez años de su vida. Era un gran amigo de Tobias Wolff y de Richard Ford.
Los críticos asocian los escritos de Carver al minimalismo y le consideran el padre de la citada corriente. En la época de su muerte Carver era considerado un escritor de moda, un icono que América "no podría darse el lujo de perder", según Richar Gottlieb, entonces editor de New Yorker. Sin duda era su mejor cuentista, quizá el mejor del siglo junto a Chéjov, en palabras del escritor chileno Roberto Bolaño. Al hilo de esta idea cabe destacar un soberbio cuento dedicado a los últimos días del referido escritor ruso de nombre "Tres rosas amarillas".
Carver murió en Port Angeles, Washington, de cáncer de pulmón, a los 50 años de edad.
Raymond Carver Utiliza una técnica aparentemente sencilla donde las sensaciones, las personas, las historias parecen estar en suspenso, sugeridas, sin embargo, logra que impacten y queden grabadas en la mente del lector.
Poemas que hablan de soledad, alcohol, falta de dinero, desempleo…temas que conocía bastante bien.
Proveniente de una familia problemática, padre alcohólico y una madre no muy equilibrada. Acabó de empleo en empleo y mal pagados, casándose a los 18 años, matrimonio que acabó en ruptura, alcoholismo… esto fue su vida durante años, por lo que sus experiencias más duras unidas a su talento y sensibilidad, se convirtieron en los principales nutrientes de su obra.
En su último libro, una recopilación de poemas titulado “Un sendero nuevo a la cascada”, rinde homenaje a Chéjov, a quien incluye en la obra haciéndola parte de la misma como anteriormente ya hizo con el libro de relatos “Tres rosas amarillas”.
Parecía existir cierto paralelismo entre Chéjov y Carver, quizás es muy acertado llamarle “El Chéjov americano” como hicieron algunas revistas.
Cuando parecía irle todo bien, recuperado de su alcoholismo, con una estupenda relación con su mujer y editora Tess Gallagher, éxito profesional… en 1987 le diagnosticaron cáncer de pulmón.
A pesar del temido e irremediable final nunca dejaron de hacer planes de futuro, Carver incluso, al igual que hizo Chéjov, miraba los horarios de trenes que partían desde su ciudad, y es que una parte de él esperaba librarse de la enfermedad.


PÁGINA 24 – CUENTO

EL AMOR, A PESAR DE LAS BARRERAS

Por Nechi Dorado (Lanús-Buenos Aires-Argentina)

Chiquita- bra seguía su paso lentamente. Le sobraba tiempo y no debía rendir cuentas a nadie. Su cerebro estaba bien protegido en el nido de estiércol que su madre creara en el hueco de la ventana de la estatua, bajo el aleteo del águila calva y la mirada fría de esa mujer insensible, de belleza pétrea.
Pasó varias barreras que se levantaron a su paso sin necesidad de presentar permiso o documento alguno. Los hombres que administraban desde palacetes engalanados, mimaban a la bestia, ofreciéndole todo tipo de garantías, que de por sí, no le hacían falta. Esos tipos eran muy fuertes sólo con quienes no tenían más que brazos ágiles, agujeros en sus bolsillos y el alma descascarada por donde escapan las esperanzas cuando el destino clava tarugos de incertidumbre, impidiendo vislumbrar mañanas con pan para los niños.
Como pasa siempre, fueron los menos los que trataron de espantar al monstruo, el terror estaba instalado, motivo más que suficiente para que la serpiente descargara su furia acorde al designio de su ama.
A su paso, se llenaron los camposantos de cuerpos desgarrados.
De fosas comunes y llantos también comunes.
De rebeldías ahogadas arrancando, precipitadamente, hojas de calendarios impedidas de cumplir su ciclo.
De adioses definitivos pegoteados entre las babas incendiarias de mañanas.
Sobraron muertos en esas geografías enlutadas para siempre.
Sobró dolor y sobraron incomprensiones.

Un mediodía, cuando el sol caía a plomo sobre la tierra, un quetzal inquieto lanzó su llamado melodioso cumpliendo el pedido de la mujer morena de hermosos ojos rasgados. La que llevaba sus cabellos sueltos acariciando sus hombros y una monja blanca entretejida entre la negritud de ese pelo, cuyo brillo opacaba el verde de los manglares.
Ella dejó por un momento su posta en la Ceiba, hacía tiempo que tenía ganas de compartir una charla con sus hermanas cercanas, cosa que sería posible a pesar de las barreras que pretendían separarlas.
Chiquita-bra hacía lo inimaginable por desunirlas, inconsciente del tremendo poder de la fuerza de la sangre caliente. Esa sangre que no corría por su repugnante cuerpo escamoso.

Hacia el sur de la barrera, otra mujer morena, con los mismos rasgos que su hermana, acariciaba las hojas del pino donde acostumbraba mecerse, mientras una guacamaya picoteaba con amor sus manos cálidas.
El ave, sobre cuyo plumaje parecía haber explotado un arco iris, revoloteaba alrededor del pino, dibujando sonrisas en el hermosísimo rostro de la mujer, tan pura como sus hermanas, con los mismos ojos aindiados y el mismo corazón ardiente como brasa encendida en las arterias de la memoria.

La guacamaya sintió el canto del quetzal y avisó de la llamada al venado cola blanca que descansaba luego de su andar noctámbulo y solitario. Ese bellísimo animal era el que agitaba su blanca cola alertando a la mujer cuando algún peligro acechaba. Dicen los que saben que todavía lo hace aunque también están exterminando su especie y su cola no alcanza para espantar la masacre. Chiquita-bra dejó todo bien organizado como para que el crimen perdure de cualquier modo y bajo cualquier nombre, asesinando de la manera que quiera.

La mujer se preparó para acudir el llamado de su hermana, el corazón parecía galopar en la concavidad de su pecho, donde las púas del odio no pudieron clavarse pese a haberlo intentado durante tantos años, con fiereza, cayendo desarticuladas por la fuerza del amor.
La brisa de la mañana hizo flamear su túnica blanca. Ella, acomodó la faja que ceñía su cintura ancha, formada por dos franjas horizontales azul turquesa que parecían abrazar a una tercera, blanca, donde reposaban cinco estrellas del mismo color que las franjas. Esas no fueron arrancadas a ningún cielo sangrante.

Recogió su pelo en el centro de la nuca, formando un rodete tan negro como la noche, colocó en el centro una enorme orquídea que la guacamaya picoteaba con la misma ternura que lo hiciera sobre las manos de la mujer.
El venado ofreció su tibio lomo para transportarla hacia la barrera donde esperaba su hermana.
-Tal vez también esté la más pequeña, pensaba mientras acariciaba la cornamenta del animal que sólo olvidaba su hábito nocturno, anacoreta, cuando la guacamaya daba el aviso de la llamada del quetzal, del otro lado de la barrera.

Luego de recorrer distancias llegaron donde estaba la primera, la convocante. El encuentro fue, como siempre, un canto al amor, a la fraternidad pero sobre todo a la memoria que ni la saña de la hermana que observaba desde la estatua, podría quebrar, aunque lo intentara continuamente.
El abrazo fue tan grande que hasta el sol pareció sonreír desde los ojos brillantes de las hermanas, mientras el quetzal y la guacamaya volaron hacia la otra barrera, la que las separaba de la tercera mujer.
Ambos cantaron fuerte para que la hermana más pequeña de cuerpo, pero tan grande de alma, como las anteriores, se sumara al encuentro que la paz bendecía desde lo alto de la copa del follaje.

El primero en acudir al llamado fue un torogoz, en cuyo cuerpecito también parecía haber estallado otro arco iris. ¡Como para no escucharlo si representaba el símbolo de la unidad familiar y adoraba esas reuniones de hermanas capaces de burlar esas barreras absurdas!
Soñaba, como ellas, con la unión definitiva, con el derrumbe de las vallas y con una noche de fiesta, bajo un cielo deslumbrante, donde todas juntas bailaran su danza preferida, junto a sus hijos y a los hijos de sus hijos.
El torogoz, sorprendido, desesperado de ternura, voló hasta el árbol del bálsamo tratando de encontrar a su amiga inseparable que muchas veces trepaba hacia la más alta de sus ramas. Esa vez, en cambio, ella estaba al pie de un maquilishuat centenario, que pretendía refrescarla con suspiros de su copa enmarañada. El ave la encontró, por fin, y le transmitió el aviso del quetzal y de la guacamaya.
Se deslizaban por la pendiente de sus mejillas, lágrimas punzantes como agujas oxidadas en la membrana del tiempo, incrustadas en la brisa intoxicada por los venenos que arrojaban los hijos de la mujer en la estatua. La protectora del cerebro contaminado, imperativo sembrador de agónicos ayes en las vísceras del pasado y del presente.

Embargada de gozo comenzó a besar las ramas antes de partir hacia la convocatoria, tomó una flor de izote para colocarla en su cintura y otras dos para regalarles a las muchachas. Ella también vestía túnica blanca y llevaba una faja igual que las otras, herencia transmitida por los siglos, por los paisajes, por la memoria. Estaba formada por tres franjas horizontales iguales, azules las extremas, homenaje a los mares que bañan a todas sus hermanas y a ella misma, ignorando los obstáculos e ignorando el veneno que descargara a su paso la serpiente. Esas franjas azules que perduran, como marco protector de la del centro, tan blanco como la paz soñada. En ese centro la propia historia bordó con hilos de amor trocitos de la geografía y símbolos que nunca morirían pese a las muchas serpientes que transitaran su espacio.
Se destacaban, en esa faja, un triángulo, la cordillera de cinco volcanes desparramados por el suelo donde naciera esa mujer, rodeada por los dos mares. Completaban la obra artesanal, un gorro frigio, un arco iris y una leyenda enmarcando al triángulo, bordada con hilos dorados. Cinco banderas y dos ramas de laurel entrelazadas con un listón azul y blanco. Aunque los colores de las fajas eran los mismos, su distintivo era el más ampuloso, como ella misma, que pese a ser de contextura más pequeña, logró engendrar mayor cantidad de hijos en su paso sufrido por la vida.
Fue al encuentro de sus hermanas con la emoción que sólo pueden sentir quienes conocen el apego a su raza, quienes sienten que la sangre atropella frente al dolor de las otras y galopa como tierna melodía ante un triunfo, por pequeño que sea. Capaz de hincarse ante el milagro de la supervivencia en las condiciones más adversas, ante la desigualdad y ante el recuerdo de sus hijos mártires.
Lejos de allí, desde la estatua, la mujer bella, indolente aguzaba su mirada instigadora, incapaz de comprender que cuando el amor canta, el odio gime, se exacerba, contamina pero agoniza de a poco en las entrañas frágiles del mundo enternecido. Chiquita-bra, bestialmente indescriptible, seguía su camino zigzagueante buscando más brazos fuertes para beber la sangre de sus venas.
La hermana del quetzal y la orquídea monja blanca, habló de sus hijos alcanzados por esos colmillos hirientes. La de la guacamaya, el pino y la orquídea, recordaba a los bananos arrancados, antes de ser encajonados en láminas del cuerpo de sus árboles. Antes de ser depositados en vagones con rumbo hacia donde estaba la estatua enceguecida de codicia. Recordaban a la serpiente cuando su tamaño era el standard de cualquier viborato, así como recordaba con cuanto espanto la vieron crecer deglutiendo todo lo que encontrara, tratando de proteger las plantaciones.
Recordaban las máculas salpicadas sobre las fajas de todas ellas, y el lodazal en el que pretendieron convertir sus túnicas pese a los desesperados esfuerzos de sus hijos, por protegerlas.
La de fisonomía más pequeña reafirmaba cada recuerdo y comenzó a llorar cuando irrumpió en su memoria su eterno duelo, la reminiscencia del momento que del interior de un huevo estalló una guerra entre sus propios hijos. Unos tratando de sostener el respeto por su historia, los otros asesinando según les ordenaran, convertidos en asalariados del encono. En ambos, el denominador común era el hambre. Unos con brazos al aire, los otros escondiendo su cobardía entre pertrechos. ¡Pero todos hermanos, devorándose entre ellos, multiplicando caínes con la fuerza del dinero!
La mujer del izote en la cintura bajó la voz para que los guardias de las barreras no escucharan los recuerdos. Los quetzales, la guacamaya y el torogoz actuaron como cómplices subiendo el tono de sus melodías. Hablaron, las tres, sobre el nuevo huevo estallado no hace muy poco tiempo, del que salieron nuevas serpientes. Otra vez, sus hijos, eran asfixiados, sus derechos pisoteados, el odio encarnizando las almas, oscureciendo los paisajes arrebatándole las hojas al futuro.
Siguió la charla de las hermanas a pesar de las barreras y siguió Chiquita su camino hacia el sur, desovando y mudando su piel, dejando tras de sí bocas abiertas, vientres abiertos, ojos abiertos e insoportables gemidos de dolor imparables.
¡Impostergable designio el de Chiquita-bra y sus aliados de carne putrefacta!
Ese día, la tarde, pareció caer rendida ante la noche con más lentitud que siempre, ella también disfrutaba la escena fraternal. Cuando la noche se impuso y las sombras se abalanzaron sobre las barreras y sus guardias, cada mujer y su cortejo volvió al lugar del cual partieran. Los corazones de las tres, sin embargo, quedaron engarzados, como siempre, en las ramas que rodean las barreras.
A lo lejos, montada en su águila calva, volaba la mujer su vuelo de arpía descompuesta. Defecando la naturaleza y las flores donde las hermanas tejieron mantos de amor, secando lágrimas de olvidos. La rosa de su pecho en cada encuentro furtivo de las muchachas, empalidecía más, perdiendo brillo y lozanía circundada por tanto veneno genocida.
Cuentan también en voz baja, los que vieron la escena inolvidable, que la mujer que habla idioma diferente, la de mirada aguda desde la estatua de cobre, acero y concreto, logró que un pentagrama de desprecio fuera formando los sonidos macabros de otra guerra fratricida. Estrujando bananos para convertirlos en divisa, ella volvió a mirar hacia otro horizonte más lejano aún, haciendo un guiño desde sus hermosos ojos que parecen pedacitos de cielo arrancados a otros cielos. Ella, sabemos, todo lo que tiene es porque fue arrancado antes.
A lo lejos, su amiga asentía con su cabeza, mientras sus hijos continuaban erigiendo un muro del que hasta el momento, son pocos los que hablan. Como aporte al gran trabajo desempeñado por esa mujer y su Chiquita-bra, enviaba a otros hombres con ropa de sicarios para formar más sicarios.
Hombres con miradas sin luz, manos y almas descarnadas.
Máquinas de matar, adoradores de serpientes.
Bestias humanas refuerzos de otras bestias, llevando orden clara y concisa. Custodiar a Chiquita y marcarle el rumbo por si acaso llegara a desorientarse…


PÁGINA 25 – POESÍA AMERICANA

JULIO CAMPOS ÁVILA
(Providencia-Santiago-Chile)

SEÑALES.

Puede que las señales que das causan mi sigilo,
Pues surgen del silencio y transitan en mis ojos,
Mientras van en gentíos por el cielo de los días.

Intenté borrar de mi memoria tu ausencia azul,
Abrir nuevas travesías con otras puertas leves,
Abrigar las lluvias en tus ojos bellos y severos.

Huyo de tus serpenteos y espumas como ciego,
Pues mi vigor es sólo un guijarro empobrecido.


CLARINADA OCULTA.

Extrañamente, en la ciudad marchita donde vivo,
Determino la clarinada en el aire con admiración,
Pues tenía olvidado su tremolar desde la infancia.

Pero estas aves ocultas me rejuvenecen cantando,
Por sobre las torres más altas, metales y espejos,
Como si de pronto, la tierra brotara deslumbrada.

Y en mi mente regreso al silencio de la primavera,
Al trepidar de estrellas y relámpagos en ese gallo.


ACERCA DE VUELOS.

Nos mostrábamos como una multitud optimista,
Transportando el silencioso albor del cielo puro,
En esta controversia de las finas constelaciones.

Aglomeraciones asombradas mirando la arboleda,
Algarabía de aguamieles de nosotros en los labios,
Donde la canción era, sin duda, palabra celebrada.

Una abundancia independiente de vuelos lucientes,

Sin lograr acondicionarse, sin despertadores ni luz.


PLAZA DE NIÑOS.

Aquella plaza nos congregaba en sus jardines,
A veces frecuentábamos su hogar de estrellas,
Y abríamos los telones de sus perfumes lentos.

Nos ceñíamos los ojos con milagros de pétalos,
Construíamos su morada en aromas de la tarde,
En donde la infancia se cubría de púas y brotes.

Se quedaban las fuentes, las palomas sumisas,
Los años en las piedras, parecidos a una espiga.


ANCLAJE.

Transito por un sendero confundido de profanaciones,
En cada paso oscurezco al viento que repite nombres,
Y mi sombra de estrépitos es alucinación de granitos.

Me abruma pensar que mi vida puede ser sólo hiedra,
Una madreselva encumbrada por la capa del silencio,
Un segmento de espejo con un herido río de estrellas.

Intento despertar de esta visión de madera y sangre,
Y quiero anclar en su profunda tormenta multiplicada.


HABLO DE SOMBRAS.

De qué manera tendré que hablar de oscuridad,

Si he soltado las alas cristalinas de las visiones

Y me velan como insectos albos inconmovibles.

¿Pero qué corolas ardorosas de cedidos antojos,

Consiguieron enmarañarse entre mis destrezas,
¿Dónde quedó el atardecer azul que cuidábamos?

De qué manera tan vacía fulguraban tus signos,
Como la estrella velada de un océano profundo.


ALEQS GARRIGÓZ
(Puerto Vallarta-México)

PERFECCIÓN DEL HUEVO

En el concilio de sus muros
se guarda como un cálido secreto
el misterio de la vida, antes de ser sangre,
mucho antes de ser carne.
Está protegido por membranas viscosas
y una corteza impenetrable para el agua y aire destructivos:
es El Huevo, de interiores cóncavos.
donde se origina y perfecciona el Ser
antes de venir a arrastrarse, parir y asesinar
a la naturaleza circundante.

Está supuesto por las leyes naturales,
-hijastras de la Física y la Química-
para romperse y entregarlo al mundo
unidad del cosmos viviente que es,
que respira, crece, se reproduce y abandona al morir
el cuerpo de tres líneas rígidas que constituyó
la fuente del mínimo calor de su breve existencia,
el laberinto de sus duelos absurdos,
la piedra inscrita de sus fracasos,
la mina de sus sueños, el templo de su fe.

El huevo atesora en su ojo y en su plasma
el sigilo hermético de la creación,
de la vida multiplicándose billones de veces,
del aliento que anima inertes cadenas moleculares
y las dota de recuerdos, de angustia,
de necesidades bestiales e impulsos dañinos.
En su interior se condensa el código sobre el cual
el universo es, palpita, se ensancha o constriñe,
gira o se detiene, se ilumina o se hunde en tiniebla.

Lo añoramos todos
en lo más recóndito de nuestra memoria;
esa cápsula que envolvió nuestro embrión
en una cripta de seguridad,
la marea contenida que nos abrigó y dio de beber
alargando su manos sin forma ni color
de proteínas, medicamentos y elixires
en exacta proporción.
Lo añora el Hombre que apartó,
midió y pesó los huevos conocidos
pues procede de uno, como el planeta donde habita
de una mole ovalada que giraba.

Nada sobra y nada falta en el huevo.
Su estructura es severa donde debe,
y también lo es blanda, suave y tierna.
Gloria de la arquitectura natural,
es inquebrantable por la mano prensil
por sus polos que concentran energía protectora.

Cáscara diseñada por un dios obstinado y tozudo,
por un ingeniero astral cuyos planos deseara el hombre
para, si le es posible, mejorarlos.
Convexa red de meridianos y paralelos,
almendra de la sabiduría, recinto de magia
a donde baja el bullicioso éter de las visiones.

Si llega a romperse
con la criatura de su interior malograda aún,
-para mantener el equilibrio de un orden mayor-
cada exquisita y fina hebra que la fuerza tejedora celeste unió,
regresaría a su regazo, sin culpa,
vergüenza ni dolor.

Huevo = perfección.


LA ESPERA DEL AMOR

Un adolescente desgarra un vestido de novia
en un recinto iluminado por enérgicos reflectores.
En su cara escurre el sanguíneo sudor del mártir,
su frente se inclina por el peso del más puro dolor.
Y un coro demencial repite y repite
y repite la misma canción:
“Llora, resígnate sumiso a las disposiciones,
como cabeza en el nudo del ahorcado,
como niño que cae en un pozo de aguas pestilentes sin saber nadar,
como hierba que arranca de raíz un poderoso viento,
quiébrate como un escuálido lápiz;
pero no alargues mas tu mano
a la mesa donde no has de comer.
Entrégate como rama a la ráfaga atroz de la tormenta;
cae de rodillas, que el dueño de la bufanda que has tejido
no vendrá jamás.”

(Es la transmisión del pensamiento
de una baja frecuencia de seres que se alimentan del miedo.)

Un adolescente se estrella contra un vidrio que no cede,
y patalea y eleva su cara implorando
y empieza su actuación estelar:
se arranca los cabellos, se golpea con puños tensos
y grita y grita entablando los diálogos de un guión extraño
donde no hay coherencia, sólo obscenas palabras de amor
gritadas a nadie, hasta desmayarse
y dar su mejilla al beso frío de la baldosa.

- Un adolescente desgarra un vestido de novia-

Y el recinto
y los reflectores
y el espejo
no son sino la sala de estudios
de un cruel hospital psiquiátrico.


AMANTE NO NACIDO

Eres lo que llena la oquedad de mi existencia.
Yo, apenas puedo adivinarte con temor,
interpretar tu misterio como a una lámpara que se enciende
desde allá -la orilla que mis sentidos no alcanzan-
para que yo la vea, llamándome; no sin sentir tu intemperancia
que me apresura, presiona levemente.

Tu patrimonio de potestades es aún desconocido por mí.
Mas sé que existes: en un trance te me revelas
mientras unas sombras hacen extrañas oscilaciones,
unas sombras que están hechas de sueño.

Me hablas con tu lenguaje extranjero que estoy aprendiendo,
alargas una mano invisible que me roza
ligeramente, tan solo para extrañarme o hacerme flaquear.
Saltas la realidad mediante símbolos:
a veces es la rama anormal de un árbol que crece hacia mi ventana
o el galope de unos cascos que se van acercando
- su jinete, un héroe que me raptaría a mitad de la novela-
otras el viento que se arrastra y languidece,
sí, mismo viento que forma caprichosos remolinos de pétalos al ocaso.
A veces es únicamente la noche.

Quiero estar contigo,
entregarme a tu juego de cartas invisibles
apostando a perder.

Me gusta cuando de día
haces que las piedrecillas del regato canten al chocar
como si murmuraran secretamente mi nombre.
(Me has enseñado que un día es solo una isla entre dos noches,
que la noche es lo que hay detrás de todos los días y las noches;
que el día es sólo un accidente, una forma de la noche)

Te invoco agitando ramas de olor,
dejo que tu viento entre a mi alcoba,
duermo sin ropas para agradarte aún mas.

En alma te tengo.
Pero buscarte en cuerpo es vano.

Me lo has dejado saber:
aún no has nacido.


PÁGINA 26 – ENSAYO

EL MICRORRELATO
Un género establecido

Por Ana María Mopty (San Miguel de Tucumán-Tucumán-Argentina)
Fuente LA GACETA – Tucumán - Domingo 18 de Septiembre de 2011 |


A esta altura del estudio de la narrativa breve, no se puede desconocer que el microrrelato es un género establecido, con identidad y en paulatino crecimiento. Dan cuenta de ello los coloquios, jornadas y congresos del mundo académico que teorizan sobre el tema desde hace tiempo, al margen de sus proteicas mesas de lecturas para conocimiento y difusión de los textos de escritores nacionales e internacionales.
El Primer Congreso Internacional de Minificción que dedicó su atención al género se realizó en el año 1998 en México, y luego sucesivamente en España (2002), Chile (2004), Suiza (2006) y Colombia (2010). El siguiente congreso programado para el año 2012, está previsto para que sea en Berlín, Alemania. Tampoco debemos olvidar los coloquios y congresos realizados en Argentina: Neuquén (2008), Rosario (2009), las jornadas en Tucumán y en Buenos Aires, y también en Santiago del Estero (2011). Las próximas jornadas se llevarán a cabo en Mendoza, en noviembre del corriente año. Estos encuentros entre académicos, escritores y editores de todas partes del mundo, sostienen un objetivo principal: el exhaustivo estudio del género y su difusión.
El crecimiento experimentado por el microrrelato, además, se ve plasmado en numerosos libros y antologías editados en todo el mundo; como así también en Argentina y particularmente en Tucumán, donde a los textos de creación se suman los de teoría.
Estos relatos brevísimos son practicados en nuestra provincia por autores que producen una escritura provocadora y sutil, que hace participar a los lectores en su construcción.
El texto breve se manifestó en la tradición oral, en forma de fábulas y apólogos durante la Edad Media a través de la literatura didáctica, pero con el Modernismo y la Vanguardia fundamentalmente, cumple su función narrativa con economía de medios en un espacio textual brevísimo, donde se ejercitan diferentes operaciones que lo distinguen claramente de cualquier escrito breve. Es interesante la definición de Irene Andres-Suárez quien señala que contiene una trama, una acción, sustentada en un conflicto y en un cambio de situación y de tiempo, aunque sean mínimos, donde "lo que se silencia, lo que se sugiere y presupone, tiene un peso mayor de lo que se dice"; o la de David Lagmanovich cuando habla de "cuentos concentrados al máximo, bellos como teoremas, que ponen a prueba nuestras maneras rutinarias de leer".
Por todo esto, se puede afirmar que la aparición, desarrollo y consolidación del género es una realidad, dentro de la literatura universal, en el espacio público comercial-editorialista, en el ámbito académico, y muy significativamente en el plano del trabajo de autor.


PÁGINA 27 – CUENTO

BRENDA

Por Belén Vecchi (Olavarría-Buenos Aires-Argentina)

Brenda, se llama. Brenda quiere aprender a estar en silencio, a vivir en el silencio, en ese lugar donde no habla con nadie ni consigo misma, en ese lugar que conocen los animales. Es fácil perderse en el silencio y entonces éste deja de ser lo que es y se convierte en palabras, en pensamientos, en ideas inútiles, inconclusas. El sonido constante de la heladera, los autos que pasan, la vida observada desde una ventana. Ella vive en un edificio donde a veces parece que no hay nadie más. Entonces imagina cómo sería vivir sola en un edificio vacío, sola en una ciudad vacía, sola, en sus sueños, sola. Pero después escucha otro auto que pasa, una voz que pasa, una puerta que grita y pasa.
Sus días son amarillos y húmedos. A veces, se siente tan viva que no sabe qué hacer. A veces llora. Pero ha aprendido a sonreír más seguido y a reírse con ganas, con verdad. Sus días huelen a flores, su cabello crece crece, como sus ganas de vivir, aunque decidió que no cumple más años. Siempre en el presente, siempre, buscando árboles buscando aire, en esos lugares donde se respira bien, donde se respira agua, esos ecos de la lluvia, las nubes, la tierra y el pasto recién mojados: esos son olores que valen la pena conocer.
Brenda piensa en el amor. Piensa en él porque lo siente. Porque lo sabe. Hace dibujitos con lápices de colores, hace frases, de colores. Cada paso, una foto. Cada día, una revelación. Duerme mucho, sueña mucho. Mira muchas películas, a veces se encierra. Otras, sale, de sí misma, de la ventana, sale a buscar la vida, sabe que puede encontrarse con cosas que conoce y con otras que no conoce. Mira a la gente en la calle, quiere ver lo invisible, todo aquello difícil de nombrar, detrás de lo visible. Ahora ve azules que no están. Ahora piensa que es domingo y los domingos, para Brenda, son tristes. Están condenados los domingos. Piensa que debería darles una oportunidad. La ciudad es grande pero a la vez, no parece tener muchos lugares por descubrir. Tal vez piensa eso porque es domingo: un día triste, donde no mucho puede pasar. Escuchar una canción que baila en el aire, cocinar una torta y que su mundo se llene de chocolate, de notas de palabras, de melancolía, de domingo.
En lo cotidiano se esconden secretos, pistas de otros mundos, sombras donde no hay algo que produzca sombra, libros que nunca podrá comprar, golosinas que nunca probó, personas que nunca la miraron y nunca conocerá.
Brenda busca gente en lo sueños. Anda por ahí preguntando si soñaron con ella, se ilusiona. A veces inventa libertades, inventa cosas que nunca pasaron ni pasarán. Piensa en ser madre, piensa en un pájaro que pasa y en la libertad. Ella ha olvidado muchas cosas: muchas no quiere recordar. Muchas sí. Quiere, pero dónde, dónde bajo la cama, tal vez, dónde aquella conversación, aquel momento. Muchas veces no distingue qué soñó y qué pasó en verdad. La reconfortan esas cosas difíciles de la vida, esas punzadas, esos despertares. Se siente más viva. No piensa la muerte. Ve la muerte como una transformación. Toma té. A veces come porque sí. Porque sí siente muchas cosas: peces en las piernas, pajaritos en el vientre, colores, las manos rojas, electricidad en la espalda, agua en su cintura, porque viene del mar, dice. Porque cree en las estrellas, en esas fuerzas que no puede explicar, en los números, en la vida, en la vida: el amor. El amor de Brenda es grande y muy real. Es verde y vuela. Se siente como pisar hojas secas, dice, y como comer caramelos que nos recuerdan a la infancia. Porque el amor es infancia, es presente, es siempre, esa plaza, esas cosas que no se miden. Como el amor. Como las estaciones. Como la música. Como los ojos de Brenda cuando ve a un niño, como los ojos de Brenda cuando ve a sus abuelas. La leche calentándose con azúcar. La mudanza. Las llamadas. Las cajitas, los días. Los días envueltos en cintas, un nuevo balcón, los días desde otra calle, otra altura, pero siempre los días.



PÁGINA 28 – POESÍA ALLENDE EL MAR

FRANCISCO MUÑOZ SOLER
(Málaga-Málaga-España)


MIL CIELOS DE TESTAMENTARIAS LLUVIAS ÁCIDAS

Mil cielos de testamentarias lluvias ácidas
abastecería el crisol de mi futuro
quebrando con su putrefacto peso
las oníricas alas de mis mañanas
sino dispusiera en el corazón de mi aljaba
de cauterizadoras y afiladas saetas
dispuestas a atravesar las anélidas ventosas
que reviradas succionan mis traslucidas arterias
en este estío de cielos nuevos
es hora y momento de evaporar el cianuro
que se aposentó en mis predios
y dotar de aire fresco el crisol de mis sueños.


RESTAURACIÓN

En la altiplanicie de mis momentos
quiero emular al bíblico Lot
aunque no sea una Gomorra caótica
mis días forzosamente ausentados por el tiempo,
sembrar luz en los huecos de mi breve espacio.
Traspasar sombras abortándolas de mis fondos,
y que decisiones nuevas formen muros
de surcos indelebles de auroras propias
argamasa de derribos, pérdidas y experiencias,
simiente que guíe las luces de mi vida.
Vivir sin eclipses la armonía de mi fragilidad
en la incertidumbre de mis dudas y certezas,
expandirme en un horizonte complejo y abierto
a inevitables vientos de valiosa singladura,
ser, ser ahora doblegando el desaliento.


LLEGAR A ESE PUNTO DIFUSO

Los dioses saben lo venidero, los hombres lo acontecido,
y los sabios lo que se cierne.
FILÓSTRATO
Llegar a ese punto difuso donde poder
tomar distancia sobre uno mismo
observando al sustentador incardinado
transitando encrucijadas de meandros…
Ser receptor de las vibraciones de lo que se cierne.
Recibir el misterioso zumbido y trasladarlo
al depositario de mi inherente legado
para que cuide mis emociones y pasos
eligiendo el curso adecuado
para el devenir de mis futuros años.
Que al dejar mi incorpóreo estado
ya surcando el longevo camino deseado
la despensa de mi galera se colme
de los más nutritivos conocimientos
afluentes de gozo y tersura para mi espíritu.
En esos parajes de acontecimientos
hallar lo hermoso, lo noble, lo magnífico
saborearlo sin premura, tomándome mi tiempo,
y al llegar a puerto se elevasen las riquezas
que mi alma ansía sobre los silos de Ítaca.
A Mariana Bernárdez.


ANCHO, PROFUNDO, DENSO, CORPÓREO

Ancho, profundo, denso, corpóreo,
unidad en sí mismo, forjador de territorio,
amazónico cobijo y transportador pródigo
del material del que se construyen los sueños.
Escenario de ensoñaciones de sofistas y Aguirres,
de curso lento, abrupto, demoledor, sereno
proveedor y fagocitador de imperios,
de enigmáticos dorados terrenales y eternos.
Unos transitan por ambiciosas arterias
impulsoras de miserias y deforestación
emporio del hoy de unos pocos
ciénaga pútrida de un mañana de todos

otros encuentran la llave del punto G de los diafragmas
espacio donde se cultivan etéreos placeres
esos que para gozarlos es necesario creer que existen,
sueños de bogadores de espacios con sentido y calmos.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . .
Hallar el limo forjador de la abertura del punto enigmático
donde la cuajadura del alma transciende cercana
y sentirse humano genera el sentido mágico
de lo fugaz y lo eterno a la vez.


TASO DAMIANOS
(Atenas-Grecia)

QUISIERA ABRAZAR A ALGUIEN….

Quisiera abrazar a alguien…
Que me falta en la vida
Y que tanto quiero,
Solo se me aparece
En un hermoso sueño.

Que ese sueño dulce,
Amoroso y bello,
Fuera un despertar
Y abrazar su imagen deseo,
Para confundirme
En un solo beso.

Me duele pensar
Que no la tengo,
Lloroso espero su encuentro,
Pero en mi sueño sutil
Abrazarla no puedo.

Lágrimas incontenibles
Acechan mi deseo,
Y olvidarla no puedo,
Es mi Madre que siempre me visita
Para prodigarme,
Su amor eterno.


RECUERDA……

Si el cielo se ensombrece opacando,
Su celeste, purpúrea diafanidad,
Recuerda que pronto aparece el sol,
Para con su fuerza redimir su potestad.

Si un traspié tuvieses
En tu diario transitar,
Recuerda los triunfos y los logros,
Que supiste ganar.

Recuerda los regalos,
Los abrazos y los besos
Que han embelesado tu vida,
Con el amor sublime
Y tu leal amistad.

Recuerda los mejores paisajes
Que pudiste transitar,
Y detente en los recuerdos y emociones
Que viviste en una vida,
Plasmada de cariño, paz y bondad
Virtudes, de tu ancestral personalidad.


RENACER…

Cundió la noche, asomó el amanecer,
Un nuevo día nos instó
Dejar atrás la cotidiana lucha,
Con una esperanza nueva por nacer.

Un Sol pleno y brillante
Con sus rayos de fulgor,
Nos despertó vibrante,
Para vivir un día mejor.

En cada hoja del árbol caída,
Un mensaje divino
Hizo renacer la esperanza,
De un nuevo destino.

Se nos confirió el poder
De no sentirnos vencidos,
Ya que más tarde o más temprano
Triunfará el renacer,
De lo que anhelantes pedimos.


SILENCIO

Clavé mis ojos en la cruz,
Y arrodillado sentí,
Que una luz me iluminó,
Con el alumbramiento divino,
De su cálido fulgor.

De mis pupilas,
Una lágrima se deslizó,
Y en solemne silencio
De virtual recogimiento,
Escuché una dulce voz.

Aparecía el rostro,
Sereno y rosado
Como el pétalo de una rosa,
Sublime icono,
De divina percepción,
Que me conmovió.

Estremecida mi alma,
Por tamaña conmoción
Entendí dentro de mi silencio
El mensaje de amor
Que nuestro Señor
Con su aparición envió.


YO SÉ NIÑA…

Yo sé Niña,
Por qué sonríes y lloras a la vez,
Penetro en tu alma
Y descubro tu avidez.

Yo sé Niña,
Por qué sufres y te excitas a la vez,
Descubro tus ansias de gozar
Ternura y querer.

Yo sé Niña,
Por qué celas y amas a la vez,
Y descubro tus desvelos
Que serpentean con tu calidez.

Yo sé Niña,
Por qué ríes, amas y lloras a la vez,
Te embarga la dicha amorosa
Que espera por doquier.

No te inquietes
Ni humedezcas tus pupilas,
Ni perturbes tu ser
El amor resonará como broche de oro
En tu sublime estampa
De bella mujer.


TÚ SEÑOR…

Me estremeces quererte,
Y prometido el cielo me tienes,
No le temo al infierno
Para dejar de quererte.

Me estremece Señor, verte clavado
En una Cruz escarnecido,
Me estremece ver tu cuerpo tan herido,
Y me estremecen tus injustas afrentas
Que te llevaron a la muerte.

Me estremece tu amor
Que brindaste a tus hermanos
Y aunque no hubiera cielo ni infierno,
Igual amarte quiero
En mi profundo desvelo.

Nada Señor me debes que darme
Porque te quiero,
Sólo espero verte en tu alcoba
Para besarte
Sería mi consuelo.


PÁGINA 29 – ENSAYO

LA RESISTENCIA POÉTICA

Por Hernando Guerra Tovar* (Armero-Guayabal-Tolima-Colombia)

“Aquí han hecho de la poesía una religión
Aún este país puede salvarse”
Hans Magnus Enzensberger

La poesía es revelación, magia, conjuro, festejo, comunión, percepción, atención, meditación, silencio, escepticismo, misterio, caída, ascesis, pero además es fortaleza, libertad, resistencia espiritual frente a las tiranías interiores y exteriores del hombre. Desde la primera edad el hombre se ha valido del canto poético como atenuación de sus dolores, de sus búsquedas fallidas, de sus encuentros con lo desconocido, y más recientemente, ante las acometidas del Estado y de la iglesia, la palabra poética ha sentado las bases de la liberación de prácticas que constriñen el
ser del hombre y de las cosas. La poesía entendida como religión, ha hecho frente a los embates del racionalismo y del dogma como medios de aprisionamiento de la conciencia individual y colectiva. La poesía como reflexión ha concursado con la filosofía en el intento de dilucidar las más profundas formulaciones existenciales del ser humano y su entorno.
La poesía como aspecto psicológico y sociológico, ha alternado con esas disciplinas en la elaboración de conceptos del orden individual y colectivo en el estar y devenir del ser. La poesía, la más alta expresión del hombre, que no de comunicación pero sí de comunión, reúne en su esencia todo el sumo del saber, y esta certeza le confiere o mejor le exige una postura de autoridad amorosa, firme y segura, de resistencia ante cualquier acto o tentativa en el terreno de lo conflictivo y caótico del pensamiento y accionar humanos: lugar sagrado que contempla, interioriza y resiste. ¿Qué sino resistencia espiritual han sido los diferentes istmos, el romántico, el surreal, el expresionista, el simbolista, el moderno, vanguardias todas que llevan implícita la consigna de liberación tras el rostro puramente estético de sus propósitos? La filosofía, la religión, la mística y aun la política, han sido en la historia nociones cercanas en sus intereses a la poética, en su contacto permanente con el hombre. Pero la poética ha sabido mantener distancia que la diferencia y la pone en órbita distinta, tanto en la forma y presentación como en el contenido de su discurso.
La poética y la política no confluyen en el interés que las anima. La primera hace del hombre un ser vital que canta e indaga su génesis en el camino hacia la trascendencia. La segunda manipula las posibilidades del hombre en el arraigo, como medio meramente utilitarista, con precisos y mundanos objetivos. Mientras la poética busca la exaltación del espíritu humano, la política en cambio ve al hombre como cifra, cuota, objeto puramente material de intereses mezquinos y egoístas. ¿Existe acaso alguna revolución política en la tierra que haya liberado al hombre del dolor y el sufrimiento, del hambre y la diferencia? ¿Cada cruenta revolución no es acaso el simple paso de un régimen opresivo y explotador a otro igual o peor? De lo que sí estamos seguros, por ejemplo, es que obras poéticas importantes como la de Neruda, tienen su lugar pedestre en el tema político partidista, o que la mayor parte de la obra de Maiakovski y todo el realismo socialista no pasan de ser panfletarios. ¿Qué queda de tanta poesía escrita durante la revolución de Nicaragua? ¿Y de nuestro poeta vanguardista Luis Vidales, ¿qué prevalece, Suenan timbres o la Obreríada?
Podríamos decir con Calvino que la poesía es viento, nube, pájaro, y que a contrario sensu, la política es oscura roca, piedra del camino. Ahora bien, en Colombia existen ejemplos bellos de poesía comprometida como este texto de Juan Manuel Roca, Epigrama del poder: “Con coronas de nieve bajo el sol / cruzan los reyes.” Así como este poema de Luis Aguilera: “El casco rojo del soldado / puso en la calle un sol de medianoche. / La ciudad por entonces ardía en los puñales / y el miedo se quedaba tras los pasos. / Nada había: ni viento ni aire respirable. / La pólvora en pájaros recientes perforaba el cielo. / Y a lo largo hubo árboles que nunca fueron árboles /sino horcas con follaje. Y sé –llo dicen los despachos noticiosos– que el hambre encumbra cuervos / sobre aldeas y que en los campos los perros / arrastran, del pie de los caminos, / los cuerpos caídos en la huida. / Toda generación nace en la postguerra / y hay que hacerse a la idea de que pronto pasará lo que se teme, de que nunca es extranjero / un hombre muerto. Toda tierra es patria / si se recibe una andanada de balas en el pecho / y se queda uno tan solo, / y sin huellas ni puntos cardinales. (Historia para contar a un niño bengalí). Podemos mencionar otros poetas, otros poemas, que respetando las condiciones de la alta palabra, se aventuran en el tema político o de la violencia, como es el caso de Fernando Charry Lara, que de pronto, sin salirse de su lirismo misterioso, sugerente, nocturno, nos sorprende con un poema que trata de la violencia expresada en una pareja que yace muerta en una carretera: Llanura de Tuluá; Eduardo Gómez, el importante poeta de Miraflores, es asimismo una de las voces altas de nuestra poesía que aborda con éxito el tema político y social: su primer libro, Restauración de la palabra, es una clara muestra de ello.
Entre nuestros invitados encontrará el lector, seguramente, ejemplos de cómo se puede comprometer, vivir la actividad política, revolucionaria, denunciar los atropellos e injusticias que contra el pueblo ejecuta el sistema, a través de la más alta expresión del lenguaje, la poesía, es decir, sin caer en el panfleto o la mera denuncia. Claro que el poeta, como individuo que es, como ciudadano que es, comporta necesariamente una entidad política, esto no tiene discusión. Mas la poesía es libertad, fortaleza espiritual frente a los problemas del hombre en su relación consigo mismo, con el entorno y con el otro en su necesaria y vital comunión humana, y por tanto no puede estar amarrada, subyugada, encadenada, supeditada a cualquier otra disciplina o actividad que la disminuya o la extravíe en sus condiciones ontológicas.
Tal vez el mayor ejemplo de amplitud y de aporte intelectual en Colombia sea la Revista de poesía y literatura Mito, creada en 1955 por Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel, poeta, ensayista, y crítico, respectivamente, como posibilidad de vindicación cultural frente al enorme vacío dejado por la política ultra reaccionaria de Laureano Gómez y su prolongación, el Frente Nacional, y que reúne la importante generación de intelectuales que lleva su nombre, entre los que resaltan, además de sus fundadores, el poeta Eduardo Cote Lamus, el escritor y periodista Hernando Téllez, el político de izquierda Gerardo Molina, los narradores García Márquez, Jorge Eliécer Ruiz y Pedro Gómez Valderrama, los poetas Álvaro Mutis, Fernando Charry Lara, Fernando Arbeláez, Héctor Erazo y Rogelio Echavarría. La revista llegaría a nutrir la intelectualidad del momento, (los años 50), así como a las generaciones posteriores. De los aportes de Mito cabe destacar la implementación de los elementos necesarios para una convivencia intelectual, en la medida en que no adhirió a una ideología determinada, ni a intereses políticos mezquinos. Al contrario, sus colaboradores fueron de izquierda, del conservatismo y del liberalismo moderado. El hispanista y crítico colombiano Rafael Gutiérrez Girardot anota que “la calidad y la honradez eran el único mandamiento y el lazo humano que los unía”. Criticó igualmente la revista la exagerada tendencia de la sociedad del momento, de ver y convertir la poesía en mero ornamento, oponiendo a ello, la disciplina y el rigor en el hacer poético.
La Casa de Poesía Silva constituye un claro ejemplo universal de decisión por la alta palabra. Fundada el 24 de mayo de 1986 en una vieja casa del Barrio La Candelaria, construida hacia 1715, tuvo desde el comienzo como directora a la poeta y periodista María Mercedes Carranza, quien le imprimiera una dinámica capaz de situarla en un lugar destacado en el concierto internacional, proyecto precursor, acaso único en su dimensión dignificante.
El más importante aporte poético de esta postmodernidad en Colombia lo constituye el monumental hecho conocido como Festival Internacional de Poesía de Medellín. Surgido en 1991 por iniciativa de la corporación de arte y poesía Prometeo, como respuesta a la violencia desatada que ubica a esa ciudad entre las más peligrosas del mundo, con las tristes consecuencias de laceración de las bases de la sociedad creciente, el deterioro del lenguaje cotidiano, el menoscabo de la dignidad y toda una tensión en la población que se debate entre el miedo, el desconcierto y la alta palabra, se constituye desde el principio en una clara alternativa de resistencia espiritual frente a los violentos, sustentada en la fervorosa acogida, en el milagro de una convocatoria creciente, en la simpatía de los sectores más vulnerables, en el despertar de una nueva conciencia: la solidaridad poética.
El espíritu se anima, se estremecen los corazones anhelantes, se congregan las voces, se propician los abrazos y una nueva era empieza en donde la poesía es la con-vida-dada al festejo del reencuentro. “Es en los tiempos aciagos cuando la poesía eleva su mirada a la cumbre donde capta la luz”. De una asistencia en el primer Festival de mil quinientas personas a la lectura de 16 poetas colombianos, se pasó entusiastamente año tras año, a la convocatoria de cientos de personas en el XXI Festival, en la lectura de 90 poetas de los cinco continentes 164 actos programados y realizados. Es decir, el Festival Internacional de poesía de Medellín reúne en veinte años de existencia a 863 poetas de 143 países, para un auditorio de más de dos millones de personas, hecho que lo constituye en el más importante y multitudinario ejercicio de libertad y fraternidad humana alrededor de la alta palabra. “Es una expresión de la lucha contra la guerra, por la libertad de creación, de pensamiento y de reunión.” Surgido de la apremiante necesidad de crear espacios frente a la violencia de la ciudad de Medellín, considerando la acción liberadora y dignificante de la poesía, el festival pasa rápidamente de nivel local a nacional e internacional, y de evento que ofrece a la comunidad recitales y algunas presentaciones de videos sobre la vida y obra de poetas, a incluir dentro de su programación Talleres de poética, con la creación de la Escuela de Poesía de Medellín en junio de 1996. Es un movimiento internacional que aglutina millares de personas ávidas de luz, de poesía. Fue declarado patrimonio cultural de la nación, y distinguido con el premio nobel alternativo de la paz en 2006. Es el modelo para la fundación de festivales en Argentina, El Salvador, Costa Rica, Venezuela, Nueva Zelanda y otros, como el festival itinerante de África.
A partir del XX encuentro realizado en 2010, se inician las primeras conversaciones a nivel de directores de festivales, con el propósito de constituir La Red Mundial de Festivales de Poesía. Este es un movimiento humanista como ningún otro en el mundo. Es la rubricación de la verdad respecto de los alcances liberadores y libertarios de la alta palabra. Si se pudiera medir la disminución de la criminalidad en Medellín, y la extensión de sus efectos al resto del país y aun de las naciones vecinas, podríamos llevarnos afortunadas sorpresas. El efecto multiplicador de cada poema reside en la conciencia de los miles de asistentes a las diferentes jornadas en Medellín y las demás ciudades en las que tiene presencia el Encuentro. Digámoslo con Octavio Paz: “Operación capaz de cambiar el mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior”.



PÁGINA 30 – CUENTO

PARA QUIÉN ESCRIBIMOS

Por Jon Gallego Osorio (Envigado-Antioquía-Colombia)

He adoptado con sumo cariño el escribir como oficio, con la única misión del servicio.
Proclamar las ideas y los conocimientos adquiridos en la vida, con el altruista deseo de forjar un camino por donde transiten sin tropiezos los lectores, como un lazarillo de conciencias, como un atalaya de conductas, en fin, tratando de ser un buen humano.
Pero lamentablemente he notado que escribimos para nosotros mismos, es decir, para asiduos lectores.
Qué hay de los que no leen ni libros, ni los artículos con propósito de cambio: los indigentes, los narcotizados, los alcohólicos, las prostitutas, los ladrones, los asesinos, y definitivamente los estudiantes.
De que sirven entonces los artículos sobre no arrojar basuras, no matar, no robar, conservar la vida y el medio ambiente, el respeto por el semejante, el amor al prójimo y las buenas costumbres, la integridad, la tolerancia.
¿Cómo encomiarnos al amor y a las obras excelentes?
La juventud de hoy y de todos los estratos, se llena la cabeza con la música de moda y adoptan como conducta los patrones establecidos por la televisión. Es para ellos una “Mamera” que los profesores los atareen con lecturas y algunos hasta han pagado con su vida el tratar de llevar adelante un proceso educativo. La prensa gratuita ofrecida por todos lados es anhelada por el morbo del común, para saciar su sed de sangre y amarillismo, o para ojear los chismes de farándula. ¿De qué forma engrandecen el espíritu estas prensas?
La buena educación comienza en casa; aconsejar con el ejemplo, dialogar con razones, escuchar atentamente, y hablar con sazón, son el único camino que queda para aquellos a quienes no les llega el consejo escrito.
Nos queda entonces como solución, a quienes somos escritores y lectores, copiar las cadenas que inundan la internet y pedirle a cada buen lector, que proclame entre los suyos al menos con 10 personas, todo buen mensaje que crea que tiene una buena misión y recibirá como premio el gusto de haber SERVIDO por la mejor y más noble causa… EDUCAR.


PÁGINA 31 – POESÍA ALLENDE EL MAR

ULISES VARSOVIA
(San Gallen-Suiza)

PARA VOSOTROS

Para vosotros, lectores
de la gran familia humana,
quise cortaros
la más bella flor del jardín
de la eternidad,

y me puse en camino
por un penoso sendero
hacia la cima de las letras.

Hoy regreso a vosotros
con mis pies malheridos,
y juzgad vosotros mismos
si ha valido la pena
tanto padecimiento.

SANGRE O TINTA

Yo escribí con sangre
a la rosa obscura
del patrimonio talar,
yo escribí en oráculos.

Ahora escribo con tinta
al pétalo evidente,
y ya no sé decir
cuál es más poesía.

CLIMAS

Climas borrascosos
los que sobre mi pobre
naturaleza humana,
climas venidos
del reino de tinieblas
del ártico polar.

Habrás de enfrentarlos,
habrás de vencerlos,
y al final del invierno
emerger de la tierra
como una flor invicta,
libre en la luz triunfal.

LADRONES

Para quien hayas
abierto las puertas
de tu intimidad,

piensa que han entrado
en tu casa también
truhanes y ladrones,

y en cualquier momento
cogerán su botín
y se marcharán.

FLECHA

Esta aguda flecha
que sale de mi arco,
cruzará los campos,
cruzará montañas,
cruzará el océano
y las vastedades
de pampas y de llanos,

y al final del largo vuelo recorrido,
hundirá su punta
en el corazón
del odiado tirano.

CASA-HOGAR

Una casa de madera
para nosotros, amor,
una casa de encina,
de olmo, de roble pellín,
una casa con aroma
a bosque, a resina,
a pájaro, a soledad.

Ese nuestro hogar, esposa,
ese nuestro bastion
en lo alto de los riscos,

en él encender el fuego,
en él amasar la harina,
en él esperar los hijos
que ya nunca llegarán.


ANNA ARENT BANASIAK
(Zgierz-Polonia)

***
Después de cerrar mis ojos
sigo mirando al aire sumergido en algo más cristal.
Ayer volvió a llover.
Volví empapada.
Siempre he conocido este momento de lo inevitable.
Cuando llueve hay que cerrar las ventanas para no despertarse sumergido en las lágrimas de las golondrinas de Werther.

***
Mi vida te podría contar.
Dos o tres álbumes de fotos.
Tres gotas del agua mineral.
Cuatro respiro con quitar el polvo.
No he laborado nada especial.
El aire que sigue circulando en mi cuerpo
está para dejar a quitarme las fuerzas.
Cuando cierro los ojos
te veo hundido en mi vista,
algo tan olvidado que ni siquiera yo lo recuerda.


PÁGINA 32 – ENSAYO

DE LA DIFERENCIA A LA INDIFERENCIA

Por Carlos Fajardo Fajardo (Santiago de Cali-Colombia)

Caminamos por el desierto; un "desierto paradójico", contradictorio, lleno de abismos, cimas, sedentarismos y horror. Cada día tropezamos con fragmentos de árboles calcinados, esparcidos por todas partes. Son árboles que alguna vez fueron frondosos, puntos de guía para los extraviados. Hace poco constituían el bosque de una modernidad hoy en vías de extinción. Muchos de nosotros vimos aquellas señales y gracias a ellas tuvimos menos miedo, nos desesperanzamos de forma distinta a la que hoy se registra y asume.
Se dice que la deserción es preocupante. El desierto se apresura a tomar como rehenes a los incrédulos. Crece una tierra fértil para las apatías. Algunos años atrás asumimos las nociones de Vanguardia, exploración, ruptura y, sobre todo, de Diferencia. Ser diferente era transmutar un orden, dar valor a una actitud de explosión, comunicar nuestra no satisfacción. La modernidad nos brindaba – y tal vez nos siga brindando – la crítica y la tensión analítica. Incursionar en la transgresión implicaba respirar en una atmósfera llena de peligros. Utopía y peligro; exploración y aventura, sintetizados en dos fines: ser rebeldes o revolucionarios. Pero esto se ha ido extinguiendo, y parece que a nadie le importa. Ni siquiera existe angustia metafísica; no inquieta la muerte de las grandes teleologías. Ante el desencanto de lo moderno y la desentronización de monumentos ideológicos, no se asume un nihilismo combativo. No, lo que se siente es indiferencia. "Relájate y goza", parece decirnos la época. No denuncies, descansa; observa actuar el mundo, dándote un baño de espectáculo a domicilio.
Es indiscutible: entramos a la condición transpolítica finisecular. "Seres políticamente indiferentes e indiferenciados, andróginos y hermafroditas" que "hemos asumido, digerido y rechazado las ideologías más contradictorias llevando únicamente una máscara, y transformándonos en nuestra mente, sin saberlo quizá, en travestis de la política"(1). Expulsados del Ser político, penetramos al campo de combate como peregrinos que lo observan equidistante, igualándolo con cualquier programa de divertimento. Al tratar de actuar en lo "real-real" chocamos con lo "real-simulado", con la transrealidad, o mejor, con la desrealización escenográfica. Actores, entonces, en las tablas de la simulación, hemos perdido realidad, capacidad ontológica para distinguir los "entes ahí", los cuales, según Paul Virilio, han pasado al "ya no ser ahí" gracias a la telemática.
Escuchemos a Lipovetsky: "indiferencia por exceso, no por defecto, por hipersolicitación, no por privación. ¿Qué es lo que todavía puede sorprender o escandalizar? La apatía responde a la plétora de informaciones, a su velocidad de rotación; tan pronto ha sido registrado, el acontecimiento se olvida, expulsado por otros aún más espectaculares"(2). Nuestra hazaña está en la capacidad que hemos adquirido para distanciarnos de los hechos. Entre más alejados estemos del estruendo, mayor es nuestra diversión; en tanto más miremos con ojos ajenos, mayor será nuestra satisfacción. Poco importa el macro-futuro, los proyectos históricos. Libertad, emancipación, son suplantadas por micro-proyectos privados, personalizados. Consumo, uso y deshecho, he allí tres grandes imaginarios emocionales para lograr la felicidad. Postindustrialización masiva y transnacional. Para el hombre posmoderno, apabullado por una economía de mercado que le ofrece variedad y cantidad, todo es posible: puede escoger, llenar, seducirse. Democracia aparente de los gustos. El posmoderno no sufre de angustia traumática, sufre de llenura por exceso de mercado. Así, su deserción se da, sobre todo, cuando no logra abarcar ese vacío global del marketing. De allí la banalidad, la cursilería de sus ademanes. El estress ante el fracaso de la no adquisición –tanto económica como sexual- es el síntoma de una esquizofrenia sutil y simulada.
Relajarse es lo mejor, pero hacerlo es quedar sin defensas, vulnerable ante los golpes de la masificación intrascendente. Por ello, la indiferencia es una traumática situación que afecta no sólo al micro-espacio privado, sino la relación con el otro. Imposibilidad de habitar la otredad; soledad en el vacío; vacío y aislamiento. No es la soledad rilkeana creativa, sino la soledad del grito. Del "infierno son los otros" que promulgaba J.P. Sartre, pasamos al infierno artificial de sí mismo.
Fin de la utopía heroica colectiva; principio de un narcisismo psicologizante y privado. Derrumbe del individualismo aventurero, audaz, fabricante, emprendedor, futurista, revolucionario o rebelde; inicio de un individualismo ecuánime, suelto, ligero, apático, ingrávido, lo que significa disperso y distraído. "Cuidar la salud, preservar la situación material, desprenderse de los complejos, esperar las vacaciones: vivir sin ideal, sin objetivo trascendente resulta posible"(3). Dicho en otros términos, vemos cada día crecer un hombre psicologizado superando al hombre político. Ese es nuestro abismo presentido, un extenso y aterrador desierto. Las terapias narcisistas y hedonistas tratan de apaciguar el espacio de dolor dejado por las crisis del naufragio. Abandono de la esfera pública, entusiasmo por la esfera privada. La sensibilidad individualizada toma conciencia del "ego" marginando la conciencia política. El sujeto autónomo moderno, autoconsciente, crítico y con voluntad transformadora, ha sido desplazado por la idea terapéutica de un Yo excitado, inmediatista, saturado de información. Por lo tanto, todas las propuestas de una ética civil y ciudadana, junto a los conceptos de participación y pertenencia, van siendo desplazados por un "intimismo incivil" que destroza los cimientos de más de doscientos años de Iluminismo. Preocupante situación para un país como Colombia que no ha asimilado de forma democrática y real estas propuestas ilustradas; un país con un sonambulismo colectivo e individual, con sentimientos de marginalidad y aislamiento, cuyo desconcierto y pérdida de conciencia política, cambiada por el relajamiento ideológico, fomenta la inutilidad de la acción civil, caldo de cultivo para la indiferencia.

Referencias:
(1) Baudrillard, Jean. La transparencia del mal. Ensayos sobre los fenómenos extremos. Barcelona: Anagrama, 1995, 31.
(2) Lipovetsky, Gilles. La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Barcelona: Anagrama,1998, 39, 40.
(3) Lipovestky, Gilles. La Era del vacío. Barcelona: Anagrama,1998, 51.

CONTRATAPA: NOTAS DE PARÍS

ELISABETH BADINTER
Una escritora controvertida


Por Irma Bignon (Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

Nace en Boulogne-Billancourt, en el distrito Haute de Seine, el 5 de marzo de 1944.
Casada con Robert Badinter, francés (Paris 1928), abogado, hombre político. Tiene tres hijos. Obtiene la licenciatura en la Universidad de Filosofía. Es profesora de la Escuela Politécnica de Paris.
Escritora, filósofa, ensayista, especialista del Siglo de las Luces, es la autora de “Condorcet”, “La identidad masculina” y “Madame Du Châtelet”.
En 2002 publica “Las Pasiones intelectuales” tomo 1 y 2. Y en 2008 el tomo número 3.
El maravilloso siglo XVIII – de 1762 a 1778 - período que ella traza con inteligencia y familiaridad, cuando la filosofía reinaba y los príncipes no eran nada sin la unción de los filósofos, los únicos capaces de hacerlos pasar a la posteridad. A unos y otros, Badinter los describe como si fueran las figuras centrales de un gran ballet. A los pies del filósofo d´Alembert, el rey de Prusia reparte honores, privilegios, gracias, halagos. La emperatriz de Rusia jura escuchar a Diderot “como una humilde alumna escolar”. Las princesas también comienzan a cultivar su espíritu, lo que hace reflexionar a Voltaire pensando que la ley sálica podría comenzar a tener problemas.
En todo idilio, nunca se ha podido evitar la presencia de las nubes. Aparecen las desilusiones. Los filósofos se dan cuenta entonces, que los hombres y las instituciones son inestables. Esto es un resumen de lo que la autora ha querido manifestar en su extensa obra.
Recordemos que durante el siglo XVIII, la ambición literaria femenina la podían tener únicamente las mujeres privilegiadas social y culturalmente, como Madame du Châtelet que tradujo a Newton y fue una física notable, y Madame d´Epinay que imaginó una nueva pedagogía, rechazando la educación que Rousseau proponía para las mujeres.
Ahora bien, Creemos que ser hombre fue siempre muy sencillo hasta no hace mucho tiempo: era simplemente no ser como la mujer que era frágil, inexperta, dependiente económicamente, inferior … La mujer ha cambiado tanto en estos últimos 50 años que han sorprendido a los hombres Ellos ya no saben que actitud tomar. Si la mujer que hasta hace poco era frágil y dependiente económicamente – como probablemente veíamos a las abuelas y a las madres - ahora es fuerte, independiente y encima, a veces, hasta gana más que el hombre. Es en ese momento cuando comienzan a moverse los cimientos con que ellos estructuraron su ego. Es entonces cuando ellos reaccionan mal …
Estos temas, el derecho al voto, la mujer en el trabajo, la emancipación de la mujer, parecen ya de antigua data para las jóvenes generaciones.
Sabemos que los primeros movimientos de reivindicación de los derechos de la mujer se remontan a la revolución francesa 1789, con la aparición de los derechos naturales. El feminismo toma cuerpo al final del siglo XIX, cuando la revolución industrial conduce las mujeres al trabajo.
Hay dos tendencias desde el comienzo: la determinación de proteger la mujer (interdicción del trabajo nocturno en 1906) y el impulso igualitario que podríamos simbolizar con el famoso slogan “a trabajo igual, salario igual”.
El movimiento se radicaliza y progresa en Estados Unidos, y luego de la segunda guerra mundial, en Europa Oeste. En Francia, las figuras de ese momento son Antoinette Fouque, ensayista, militante de la emancipación de las mujeres y Simone de Beauvoir cuya obra “El segundo sexo” publicado en 1949, provoca escándalo.
Sin embargo, las mujeres continúan privilegiando en un 80% las tareas domésticas teniendo menos acceso a los puestos de responsabilidad. La mayoría elige el trabajo por hora.
Las mujeres siempre han sido juzgadas. Aparentemente son las únicas responsables del bienestar del hogar y sobre todo del niño. Deben mantenerse equilibradas, profesionalmente abiertas y perfectamente disponibles.
Elisabeth Badinter forma parte de la corriente igualitarista. Litiga por una semejanza de los sexos. Considera que la ley sobre la paridad en política subraya una diferencia y es portadora de discriminación y desigualdad.
En 2006 publica tres ensayos: “El amor además: historia del amor maternal”, “El uno y la otra” y “Ruta Falsa” (“Fausse route” en su lengua original). En este último, nuestra escritora fustiga las uniones contemporáneas desacertadas. Fustiga además la violencia conyugal, las agresiones físicas. Defiende constantemente la mujer oprimida.
En junio de 2010, nuestra escritora nos sorprende con su último libro “El conflicto,
la mujer y la madre” que suscita una gran polémica. En él denuncia el retorno – llevado por las corrientes naturalistas – del modelo de la madre perfecta, el poder del lazo fusionista entre la madre y el niño que, según ella, puede amenazar la capacidad de las mujeres en el manejo de sus vidas con libertad.
Se inquieta por las jóvenes de hoy. Mucho más cuando la crisis económica es muy fuerte y muchas veces se ven obligadas a dejar el trabajo y volver al hogar. El riesgo es mayor cuando la inseguridad económica se mantiene a largo plazo. Cuando se deja un trabajo, se hace muy difícil el volver a retomarlo. Deplora un retorno a la familia “a la antigua”, cuando mujeres diplomadas renuncian a sus carreras para ocuparse del hogar.
“El conflicto, la mujer y la madre”, es un excelente análisis, donde Badinter ilumina la evolución fascinante de la mujer y sus derechos. Su reflexión, nutrida por la filosofía del Siglo de las Luces y las ideas de Simone de Beauvoir, revaloriza el lugar de la mujer en la sociedad.
A nuestro entender, luego de 30 años consecutivos de feminismo activo y de pruebas latentes de equivalencia de sexos, es imposible volver a la familia “a la antigua”, ni negar la realidad biológica. Y tampoco restar valor a la importancia de los avances del siglo hacia un mejor equilibrio de las relaciones hombre-mujer.
La mujer no tiene por qué estar sometida a un modelo exclusivo. Además nadie tiene idea de hasta donde ella puede llegar en el mundo post-moderno de hoy. Uno se lo puede imaginar. Pero la imaginación no es lo que se vive.
En todas las épocas, el niño ha provocado circuitos neuronales en los adultos. Estos circuitos siempre incitan a responder las demandas.
Una gran parte del problema que expone Badinter viene de la forma en que el término “instinto maternal” se utiliza. Muchas veces se lo concibe al igual que a un interruptor que basta activar para que la luz se prenda.
Falta mucho por hacer para defender los derechos de la mujer, ya que aún existe un potencial de violencia en las relaciones familiares y matrimoniales.
El libro ha provocado una avalancha de comentarios. Es interesante ver como ese tema secular “ser mujer, ser madre” continúa provocando reacciones extremadamente tajantes. La lectura de “El conflicto…” de Badinter deja perplejo por su posición extrema ya que aquéllas a las que ella se opone predican un modelo diferente pero totalmente normativo.
Creemos que se debe dejar a la mujer la libre elección de defender la especificación de cada relación padre-madre-niño que conforman toda una familia.
Podemos estar de acuerdo o no con las ideas de Badinter. Pero todas las voces se deben dejar oír. Todas son importantes. Todas enriquecen las ideas.


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