Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL

Reconocimiento Nacional a GACETA VIRTUAL
Feria del Libro Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Año 2012

Rediseñada para ofrecer una mayor difusión de la escritura en castellano.

Dirección: Norma Segades - Manias
directoragaceta@gmail.com
GACETA LITERARIA Nº 58– Septiembre de 2011– Año V – Nº 59

Imágenes: Acuarelas de Fernando Pena (Montevideo-Uruguay)

PÁGINA 1 – REFLEXIONES

DEFENSA DE LA PALABRA

Por Eduardo Galeano (Montevideo-Uruguay)

Nuestro propio destino de escritores latinoamericanos está ligado a la necesidad de transformaciones sociales profundas. Narrar es darse: parece obvio que la literatura, como tentativa de comunicación plena, continuará bloqueada de antemano mientras existan la miseria y el analfabetismo y los dueños del poder sigan realizando impunemente su proyecto de imbecilización colectiva a través de los medios masivos de comunicación.
No comparto la actitud de quienes reivindican para los escritores un privilegio de libertad al margen de la libertad de los demás trabajadores. Grandes cambios, hondos cambios de estructura serán necesarios en nuestros países para que los escritores podamos llegar más allá de las ciudadelas cerradas de las élites y para que podamos expresarnos sin mordazas visibles o invisibles. Dentro de una sociedad presa, la literatura libre sólo puede existir como denuncia y esperanza.
En el mismo sentido, creo que sería un sueño de una noche de verano suponer que por vías exclusivamente culturales podría llegar a liberarse la potencia creadora del pueblo, desde temprano adormecida por las duras condiciones materiales y las exigencias de la vida. ¿Cuántos talentos se extinguen, en América Latina, antes de que puedan llegar a manifestarse? ¿Cuántos escritores y artistas no llegan ni siquiera a enterarse de que lo son?


PÁGINA 2 – CUENTO

EL OJO DE LA AGUJA.

Por Carmen Rosa Barrere (Posadas-Misiones-Argentina)

En general los inventores que cohabitan dentro de sociedades que se atemorizan ante la aparición del diferente, suelen ser tildados de locos lindos. Peor, y sin el adjetivo, de locos lisa y llanamente. Esta es la historia de un francés de profesión sastre. Se llamaba Barthelemy Thi monnier y nació en cuna de pobres, pobre siguió cuando creció, se casó y tuvo sus hijos. Escaso era de dinero pero no de ideales. Harto de dar puntada tras puntada en los aparatosos trajes de época que debía confeccionar — rodando iba el año 1824 —, tuvo un súbito alumbramiento. Un chispazo dentro de su cerebro derecho lo instó a reunir a su familia. Les explicó su cansancio artesanal y su agobio por la mala luz, los percances con la guja trabada en el recamado de telas y lo magro del dinero recibido a cambio del descomunal desgaste.
— Tengo dando vueltas dentro de mi cabeza la idea de construir una máquina que haga puntadas iguales a las mías. — Habló como un jefe de hogar seguro de si mismo. Con carácter y énfasis.
La esposa estrujó su delantal de cocina y apuntaló la idea. Uno de los hijos menores se llevó un dedo a la sien a escondidas y los mayores se ofrecieron a colaborar con las deudas, la comida y la ropa.
— Nadie debe molestarme. Tomaré la pieza pequeña…la mesa de madera vieja…! Ya verán hijos, ya verán! ¡Dejaremos la pobreza atrás!
Recién en el año 1830 Barthelemy pudo exhibir su máquina. El aparato tenía una rueda volante que accionada a mano ponía en movimiento una aguja que atravesaba la tela. Los ganchillos inferiores arrastraban al hilo formando una cadeneta que juntaba ambas telas. Como todo hombre que sueña, sus tropiezos recién comenzaban. Tocó muchos timbres y gastó saliva ofreciendo su invento. Que fue rechazado por los ricos y temido por los sastres, que veían en el aparato un severo competidor, que los dejaría sin trabajo. Empobrecido y famélico no tuvo dinero para presentarse a la Exposición de Londres en el año 1851. Crecieron los hijos y mejoró la economía hogareña. Impulsado por su familia se presentó en París en 1855. Le adjudicaron un segundo premio…El aparato de sus desvelos unía las telas…que se separaban dándoles un pequeño tirón. Una decepción que aceleró su despedida de un mundo al que pretendió humanizar aliviando la tarea de la confección de ropa.
El sastrecillo nació y murió con la consigna de la falta de dinero. Pero cuando partió lo hizo millonario de ideas luciendo una sonrisa que embellecía su piel ajada. Si creemos que la energía nos puede ser trasmitida porque los seres vivos participamos del mismo holograma lo evidencia el señor Elías Howe. Nacido en los Estados Unidos de Norteamérica, en un instante de ensoñación alguien le sopla la consigna salvadora dentro del oído: “Esa máquina precisa un ojo al final de la aguja. También una lanzadera con otro hilo que desde abajo una ambas costuras”.
El visionario señor Howe era adinerado. Montó una gran fábrica de la que salieron miles de máquinas que invadieron los mercados del mundo. Los sufridos artesanos que morían cegatones por la exigencia de las modas cortesanas o de plebeyos ricos, fueron arrasados por la velocidad precisa del artefacto que estaba al alcance de la gente pudiente. Su precio era tan alto como bueno su oficio.
Siempre que un problema aparece, alguien lo soluciona. Si eran tan caras ¿había una forma de hacerlas accesibles al bolsillo del que cuenta centavos? Otra idea: financiarla en cuotas, vino de la mano de Isaac Singer. Se vivía la era del maquinismo que avanzaba en esa segunda mitad del siglo XIX, azorando a los ignorantes y agregando magia y cuentas bancarias abultadas a los participantes de tamaño festín. Electricidad, fotografía, celuloide de cine, motores con chimeneas altas que inauguraron junto con los combustibles los primeros agujeros negros en una atmósfera que era límpida y sin manoseos.
Para contrarrestar estos y otros azotes señoras caseritas cosen su ropa y la de la familia con maquinitas pequeñas que caben en un rinconcito del ropero. Algunas artesanas ganan con ella el sustento diario. Barthelemy sonríe beatíficamente desde algún lugar de la mano de Howe y de Singer vestidos con idénticas túnicas, todas carentes de bolsillos.

PÁGINA 3 – NUESTRA POESÍA

JORGE M. TAVERNA IRIGOYEN
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

LUNA EN VENEZIA

No sé
si esta noche me atrapará
un murciélago
y me transportará a algún castillo
abandonado, entre brumas.
No sé si en la altura
de un campanile
hallaré algo más que palomas
perdidas. De pronto
sale la luna
en medio de la noche cerrada.
Ojo inmenso y glauco
que parece atrapar el sortilegio
de todas las ánimas
perdidas. Miro la luna
y Venezia extravía
sus fantasmas
que caen a mis pies.

HISTRIONISMO

En el entreacto
la dama arregla su sombrero
y sale a ver gente. Descuenta
que hallará conocidos. Saluda al aire
una o dos veces
y luego suspende su mirada
en el infinito. Piensa
que los actores ya estarán por volver
a escena y que su propio tiempo
se acaba. Mira a su costado derecho
y rápidamente al izquierdo.
Sólo sombras furtivas. Humo.
Alguna risa suspendida.
Nada más.
Se saca el sombrero
de un manotazo. Sacude su cabellera
roja como una llamarada
y vuelve a entrar
a la escena perdida.
Reina sin trono.

PIAZZA SAN MARCO

Que los leones vuelan
y las palomas caminan, como quiere Cocteau.
Que los caminantes van y vuelven
de donde vinieron. Que la deliciosa
fantasía renueva sus encajes
de espuma. Que el aroma
a aguas detenidas
reinaugura un sentido de tiempo
sin relojes. Que detrás de ese palacio
habita el incesto. Quién sabe
el tamaño de la desdicha
de esa niña que corre, entre sollozos.
Que nosotros no hemos llegado de ningún
puerto ni de ningún vuelo.
Que estamos atrapados –sí, atrapados-
en la locura de haber nacido
inmemorialmente
con la primera piedra de Venezia.

HAIKUS DE LA VIDA Y DE LA MUERTE

La vida es día
que se transforma en noche.
El doble espejo.

Bajo los robles
la muerte se recoge:
musgo tardío.

Acabo de ver
en aquél crepúsculo
ángeles muertos.

En los haikus va
la vida cosechando
muertes caídas.

En la memoria
de muertes cotidianas
resurrecciones.

¿Te han contado,
quizá te han contado
tu otra vida?

No me desnudes,
soberanía mortal.
Soy mi mortaja.

Acaso la luz
penetra mis vendimias
de vidas huecas.

Escapo a tiempo
de mis incertidumbres:
toco la vida.

Luna de enfrente:
que no ilumines, no,
la negra muerte.

Son los fantasmas
(los de la vida-muerte)
los que me acosan...

Me perteneces,
vida de mis entrañas.
Puñal sin sangre.

La vida vieja
grita a la muerte nueva
sus desafíos.

Escapo a tiempo:
¡engañarme la muerte
trenzando vidas!.

En mis sandalias
los caminos de vida
de pies cansados...

En ese espacio
no otro, en ese espacio
cabe mi muerte.

Ríos y mares
para lavar las culpas.
¡No haber vivido!

Alguien me llama
para vivir la muerte
como tal cosa.

Acabo de ver
el instante en que el alma
se transparenta.

Vuelo de día
para llegar a la noche.
Las alas frescas.

¿Qué me susurras
ajena vida ajena?
No te conozco.

En los pistilos
de la corola-vida,
los colibríes.

Huyo a tiempo.
La vida que me cobra
puentes caídos.

Sabia, la muerte
espera los cortejos
de la memoria.

No te comprendo,
vida de mariposas.
Aguila- muerte.

No tengo sueño,
vida que me suspendes.
Canto profundo.

En el espacio
de la tierra y el cielo
las profecías.

Vientos de vida
sacuden las ciudades.
Brisas de muerte.

Pájaro muerto
en mi mano de vida.
Alegoría.

Templo y rodilla.
Espasmos y temblores.
La fe se acuna.

No necesito
concesiones de vida.
Mi pulso espera.

La mano de Dios
me toca y me suspende.
Vencida muerte.

Verano de 2000.


PÁGINA 4 – ENSAYO

RUBÉN DARÍO Y LA SACERDOTISA DE AMÓN, UNA NOVELA DEL GÉNERO POLICÍACO

Por Willian Geovany Rodríguez Gutiérrez (Purificación-Tolima-Colombia)

La novela detectivesca o policíaca o negra es una narración determinada por dos elementos: el investigador y la investigación. Esta afirmación la corrobora Iván Martín Cerezo cuando dice que: “policíaca es toda aquella narración en la que se da un paso de investigación de un hecho criminal, sea real o aparente, y que por consiguiente, hay una persona encargada de llevar a cabo esa investigación.”
A la luz de este planteamiento se puede asegurar que aunque existan narraciones en las que el proceso investigativo no se da, y no hay investigación en el desarrollo de la trama estamos frente según Iván Martín Cerezo a “un relato de aventuras policiales y no frente a una narración policíaca en la que el proceso intelectual implicado en la investigación es manifiestamente expresado por los hechos, o el narrador o el detective.”
En ese sentido, existen muchos ejemplos de relatos de aventuras policiales y de narraciones policíacas entre las que se pueden encontrar: Ranger de Texas y el Renegado (series audiovisuales), y narraciones policiacas. Colección Sherlock Holmes, protagonizado por Basil Rathbone como Sherlock Holmes y Nigel Bruce como el Dr. Watson.
El detective, héroe o antihéroe de este género es dotado por el autor de unas características arquetípicas, así como el bombero tiene unos caracteres que lo diferencian de las demás profesiones, el detective tiene los suyos propios. No obstante el detective de la narración policíaca no necesariamente debe ser un profesional, porque hay casos en los cuales, el detective novelesco asume una profesión que nada tiene que ver con la del investigador. Al respecto Iván Martín Cerezo se refiere a aquellas personas cuando afirma “hay una persona encargada de llevar a cabo esa investigación, ya sea un policía, un detective privado, un periodista, un abogado, un forense, etc” en consecuencia, la imagen del detective clásico no necesariamente es la utilizada por los narradores contemporáneos.
Además, se puede considerar que sus acciones intelectuales y físicas nos muestra su ingenio, por eso cuando interviene en el proceso de la investigación resulta fundamental en la búsqueda de las causas y para poder encontrar el verdadero autor del crimen, por eso “la investigación tiene que explicar todo lo inexplicable, esclarecer todo lo confuso.” Para lograr esas explicaciones el detective hace uso de dos formas de razonamiento a saber: la deducción y la abducción aunque en la narrativa actual éste recurre a métodos no muy ortodoxos como la violencia o el soborno, dice Iván Martín Cerezo “el detective ya no recurre a procesos intelectuales (…) así que no tendrá ningún inconveniente en utilizar cualquier método para recopilar información”, donde será fundamental el recurso del intelecto y de la intuición racionalizada.
En vista de lo anterior, el género detectivesco no sólo es literatura comercial; en esta narrativa es posible encontrar variedad de recursos técnicos y estéticos que acrecientan su literario e intelectual.
De otro lado, “el arquetipo de detective conlleva la figura de un compañero” este elemento se identifica en la novela como el acompañante de Rubén Darío, quien será el que halagará como en cierta ocasión lo hizo el doctor Watson, la agudeza del investigador y su importancia en el momento de atar las pistas sueltas, “Darío se animó (…) el chillido de Basili ponía en evidencia su culpa y, ahora, tanto los Gressmann como Hervé y yo lo teníamos todo claro.” Es evidente que de no ser por los razonamientos lúcidos de Rubén ni los Gressmann ni Hervé ni el narrador intradiegético que es Ricardo hubieran “tenido todo claro”, tampoco el asesino hubiera sido develado, explicación que es ratificada por Iván Martín Cerezo cuando arguye que: “Los acompañantes del héroe, del detective, (…) corresponden al tipo de personajes cuya función sería resaltar las prendas del otro personaje.”
Ricardo Quintana acompaña a Rubén Darío pero no como un par sino como una medida del poeta para esconder su complejo de inferioridad frente a los extranjeros por eso llega a decir que. “detestaba encontrarse rodeado únicamente de franceses…” hecho que nos lleva a considerar que la subordinación de éste al Poeta es prueba de la autoridad e influjo del investigador y sirve para “realzar por contraste las cualidades de uno de los miembros de la pareja” en este caso Rubén Darío “nadie –sólo, acaso, Camilo Basili- ignoraba que, a pesar de los méritos de los otros dos, porque yo desde luego me excluyo, Darío era el invitado principal del conde”. Por lo tanto queda claro que el héroe de la novela del escritor Germán Espinosa se hace acompañar por un individuo que le ayuda, a veces sin darse cuenta, a corroborar sus hipótesis o a generar pistas que sólo el detective logra descifrar. La función del acompañante de Rubén es entonces la de “caracterizar con mayor intensidad la idiosincrasia del héroe”.
De otro lado, el detective Rubén Darío encarna algunas de las características propuestas por Iván Martín Cerezo como son:
“No pertenecen normalmente (…) a la policía u otro cuerpo de funcionarios al servicio del estado” el detective de la novela de Espinosa es el padre del modernismo y su deseo es conocer más sobre la parapsicología. Rubén no tiene relación alguna con ningún cuerpo de funcionarios al servicio del Estado.
“El detective tiene muchos gustos exquisitos, refinados, que ayudan a caracterizarlo como extravagante” Rubén Darío los tiene, aunque son negativos “a despecho de su catolicismo más que proclamado, cría con fe de carbonero en la transmigración de las almas” también gustaba de la bebida. Con relación a Rubén, Ricardo dice que el conde “no debía ignorar la paroxística afición del poeta al alcohol.”
“Torpeza física y sentimentalismo es otra cualidad de los detectives” Rubén Darío es uno de los más grandes poetas de la literatura universal, pero esto no hace de él un altivo hombre, por el contrario su físico unido a su borrachera hacen de él un ser sombrío “algunas personas que, sin haberlo tratado jamás, lo habían sorprendido en tal estado (ebrio) se preguntaban como un individuo tan torpe y remiso en apariencia, podía haber escrito poemas tan sublimes”, además su sentimentalismo le hace errar constantemente “pero comprende. Nunca soñé que vería en persona a esa criatura de mi fantasía” comenta a Ricardo refiriéndose a Marilou”.
“Sacerdote, místico, sagrado. Siempre, o casi siempre, genial” parece que Iván Martín Cerezo se refiriera a Rubén Darío pues esas palabras lo describen bien. El antihéroe detectivesco propio de la evolución realista es golpeado por su propia vida maldita, de tal forma que el producto de su investigación es puesto en tela de juicio debido a sus comportamientos “Lo tomarán por loco. Tampoco pondrán atención a estos testigos, tan alucinados, tan alcohólicos, tan viciosos como usted” dice el asesino. Es decir, Rubén Darío es un perdedor, no se puede decir que su trabajo le haya permitido triunfar en la vida, a pesar de que siempre acabará resolviendo los casos que se le presentan, y su vida personal es un desastre, sobre todo en sus relaciones amorosas.
La otra parte fundamental del género es la investigación. En Rubén Darío y la Sacerdotisa de Amón podemos rastrear sus momentos a través de pistas literales.
Rubén Darío reflexiona, realiza juicios que se transforman en marcas o pistas para el lector. Rubén, al inicio de la novela le dice a su compañero que “ese italiano, ese Basili, me ha causado una impresión muy fuerte. Hay algo en él…algo…No es una persona común (…) es un hombre muy extraño”
Pero la investigación no comienza sino cuando hasta la policía confirma que la poetisa fue envenenada “por primera vez, nos inundó la certidumbre de que, por cierto, entre nosotros estaba el asesino de Marilou.” El comisario Lienhard, representante de la ley realiza su investigación de la manera ortodoxa con indagatorias e hipótesis obvias “y nos comunicó que, en efecto, en el agua contenida en la jarra se había encontrado el veneno. (…) se imponía pensar que el asesino tenía que haberlo fabricado por sí mismo. En tal caso, las sospechas seguían recayendo capitalmente sobre el conde” al dar por cierta esta hipótesis se culpabiliza a un inocente, porque si bien la hipótesis aporta información importante, no logra determinar al verdadero fabricante del veneno.
Simultáneamente Darío decide descubrir al asesino, es decir comenzar su investigación “se hallaba poseído (de una idea fija) ahora: la de clarificar de una vez y para siempre el arcano de aquella sacerdotisa (…) que se presentaba a nuestros ojos como un rompecabezas satánico”, después el poeta-detective usa la pregunta como método para ir desvelando el enigma “Comisario, ¿podría explicarme que es el ácido prúsico” Parece poseer usted muy buen conocimiento de química.” La búsqueda de datos es preponderante en el devenir diario del poeta, por eso le dice a Ricardo que “-he pasado toda la mañana leyendo a Herodoto (…) en alguna parte debe hallarse esa referencia que me parece recordar, pero que no logro discernir con exactitud” la investigación está en marcha y los procesos mentales abundan en el detective Darío.
La racionalización de las pistas es un proceso complejo. En la novela existe un fragmento en el que podemos leer cómo una simple palabra desencadena en el poeta una tesis sobre quien fue el asesino:
“A Rubén la palabra amigdalitis le hizo dar un respingo.
-Escucha Ricardo- (…) ¿oíste esa palabra? ¡Amigdalitis! ¡Es lo más revelador que he escuchado en mucho tiempo!
-no entiendo- repuse.
-ya entenderás, ya entenderás…”
“Ya entenderás le dice Rubén a Ricardo. Eso porque solo él puede ser quien descifre el enigma. Más adelante explica por qué esa palabra iluminó el camino hacia Basili, el asesino:
“-Esta mañana- dijo-, Hervé nos comunicó (…) que Claudine se hallaba enferma de amigdalitis. Esta última palabra me acabó de dar la clave de su procedimiento. Recordé que las amígdalas son llamadas así por su semejanza con las almendras. De hecho, la palabra viene del griego amígdala. Esto me condujo a pensar en que, alguna vez, en algún tratado de botánica, leí que la clasificación científica Amigdalus communis amara corresponde a las almendras amargas” de esta manera Darío toma forma de un investigador haciendo alarde de su capacidad superior.
Ya con la certeza de saber que Camilo Basili era el asesino, el poeta-investigador tiene el derecho de preguntarle con algo de rencor “-¿Por qué permitió usted que el conde fuese a la cárcel en su lugar? ¿Por qué no tuvo la hombría de confesarse el verdadero asesino? De esta amanera la investigación realizada por Darío tiene un final heroico.
Rubén Darío, con caracteres propios de un investigador y con ayuda del esoterismo logra desenmascarar al asesino. Después de que el asesino se burla de la imposibilidad, por parte de Rubén, de probar que él era el asesino, Rubén Darío le dice a Basili “no importa (…) me basta con que sepa usted que su estratagema no fue un éxito completo, que su juego fue descubierto” aunque las leyes protejan al culpable.


PÁGINA 5 – CUENTO

EL PRISIONERO

Por Carlos López Dzur (Orange County-California-USA)

A prisoner of war is a man who tries to kill you
and fails, and then asks you not to kill him:\
Winston Churchill (1874-1965)

El es un conservador de sus colmillos. La gente no le importa para nada, a menos que sea para que le salven la vida y lo que tiene. Que contribuyan a la agenda que lo anima. «Y que todo el mundo sufra lo que yo».

Políticamente, hay que desconfiar de este oportunista. Son demasiadas ínfulas... «A newcomer, carpetbagger». Hay quien duda que, al repartirse el poder en tierras propias, en la verdadera sociedad, que no es la Armada ni Vietnam, sea él un adecuado candidato porque él parece marciano. O hecho de piedra. Además, no es «a natural-born citizen», eligible para la posición que anhela: la presidencia.

Si los conservadores tradicionales, no diga usted los ultraconservadores, no lo quieren, imagínese, a los otros. Los independientes y librepensadores lo quieren menos. Es que el jactancioso McCain es una basca. Tiene que aprender a reírse de si mismo: «I am older than dirt and have more scars than Frankenstein». Lo corrigen. No es por lo feo ni lo arrugado que él molesta. «Tu amargura, tu revanchismo, éso». No es racista; pero un día de público homenaje y honras federales y nacionales a Martin Luther King, Jr.. le parece un exceso.

A veces no sabe lo que dice. Es torpe. No son ocasionales sus comentarios enfermizos. Son constantes. Justifica la tortura. Si bien combatir en Afganistán se le figura una ostensible victoria, no hay que botar recursos en Somalía. De allá no se saca beneficio ninguno. Y es la mejor diplomacia en Beirut, «tener a los judíos de amigos». Que peléen ellos. «No exponegamos las vidas de los nuestros soldados por judíos: No more!». Y es mejor ir a Chile y felicitar a tiempo a Pinochet, por su labor realizada contra el comunismo que no esperar que lo fundan en la cárcel y vernos en la disyuntiva de defender su desprestigiada catadura y las ropas sucias que lavara en su casa.

El defensor de sus colmillos apoyó la financiación de los Contras en Nicaragua. Desde 1984, porque tiene tribuna cameral en un Comité de Asuntos Extranjeros, él piensa que dará cátedra sobre cualquier asunto. Que sabe lo que pasa en Oriente y en Asia, en Kosovo o con los Talibanes. Total, su doctorado honoris causa lo obtuvo en humanitarismo. Adoptó una niña huerfanita en Bangladesh. «Parece mucho más negra cuando posamos juntos. Es por mi melanoma en la piel». A sotta voce, se rumora que es el Candidato de Manchuria y que, mariconamente, se agasaja con Cindy, su segunda esposa, que le prepara un porrito de marihuana, como aquellos que se fumba en tiempos de Vietnam.

Es que él tenía un amigo vietnamita. Y se ganó su cariño por dotarlo de un puñado de la buena greefa. El soldado comunista, campesino, no permitía que lo abusaran. Sabía un poquito de inglés. «Eso fue lo bueno». Con casi seis años en aquel cautiverio, si hubiese sido bravo y malviviera, no estaría aquí para contarlo. ¿Pero qué se puede esperar, si los mismos comandantes civiles que lo enviaron a misiones de batalla son como él dice una recua de «complete idiots who didn't have the least notion of what it took to win the war».

No fue en Hanoi que fragmentos del material de una explosión lo alcanzaron en las piernas y el pecho, marcándole cicatrices. El 29 de julio, antes de su captura, un jet en llamas y el fuego en Forrestal, vendría a ser investigado porque mató a 134 marinos y tomó 24 horas en extinguirse por el personal de la base. «Los yankees somos perfectos idiotas». El Teniente de la Comandancia, al contarlo, se sinceraba con sus captores. «Traté de ayudar a escapar a mi copiloto cuando ... BANG! bang! estalló el jet y se propagó el fuego... Tantos idiotas juntos son el verdadero infierno. Entre errores comprensibles y pendejadas, hay más bajas provocadas por nosotros mismos que por ustedes, el enemigo».

Mas, en definidas cuentas, McCain no admite la generosidad del adversario. Se acomoda con el más poderoso. Es más impaciente que directo. Se escapa hábilmente por resquicios retóricos. Le gusta que el tiempo se vaya poniendo de su parte, postergar, jugar a ser el listo... Es una gotica de agua que socava, por aburrida y repetitivamente persistente. Cuando Vietnam del Norte le ofreció liberarlo, adujo. «Mejor no». Jugaba con el tiempo. En la prontitud, se pierde, se arriesga mucho. «No me repatrien. Va y sucede que me mate una legión de perfectos idiotas, los civiles de mi propia base. Tengan piedad, ¿ah?».

Lo liberarían de todos modos porque no resiste el agua que se bebe entre los vietnamitas. La única agua potable. Cabrón es con estómago fino... «¿Sabe usted lo que es desintería? Eso tiene. Aquí en la selva, si se nos muere, dirá su propaganda que lo matamos con toda alevosía».

«Allá en la Base es donde realmente me matan, arriesgan mi vida hasta con mexicanos que no saben inglés y, si ustedes me dan trato preferencial como POW, me desacredito. No me pensionan con una tajada meritoria de dinero.. Juguemos a las cartas. Olviden eso... No. Me quedo. Total, cuando se acabe esta guerra, conmigo podrán hacer propaganda de misericordia y sacar beneficios».

«Es que ésto no es un secuestro, McCain. Usted vino a agredirnos... vino a un país tan pobre que usted y él se mueren de hambre. Usted se vomita en nuestras aguas. No necesitamos hacernos propaganda por combatir honorablemente, defendiendo la autodeterminación del país que ha sido colonia y que queremos libre. Ustedes son los invasores que lo neocolonializan».

No quisieron oírlo más. Ese día le arrebataron los naipes. Y se le puso en confinamiento solitario.

Al defensor de sus colmillos le gusta jactarse de 22 años en las Fuerzas Navales. Todo el que sabe qué es, en rigor, un militar en combate, en fragor de sangre y agresiones, baja la cabeza y no se jacta tan ruidosamente: «Mi padre fue chingón en el Navy, mi abuelo, por igual, en la Marina y yo le dí 22 años de mi servicio». Este es el mantra: Navy, Navy, Navy.... Ooooommmmmm!

Un día dijo que «el lugar durante el cual más tiempo de mi vida he tenido como residencia fue Hanoi». Se imagina a hombres como los que conoció allá, más honorables que él. Aún así, es la parte que no dice. Es mentiroso, matrero. Bastaría que se dejara llevar por el recuerdo para comenzar a sacarse la verdad que lo remuerde. Pero, ¿a quién decirla? El piensa mal de todo el mundo. Cree que vive rodeado de otras formas de enemigos. Los hipócritas. Los veteranos en Norteamérica se han atrevido a decir a Bush y a él que se olvidaron de los prisioneros de guerra, de las víctimas del Agente Naranja que los enfermó, contaminándolos. «No son daños del Vietcong. Son daños del Ejército Norteamericano y la Marina a sus soldados». A los grupos del evangelismo derechista, McCain no les simpatiza; pero ellos tampoco a él y, en lapsus de lengua floja y boquirrota, ya echó peste contra Pat Robertson y Jerry Falwell.

Los nativoamericanos se inclinan a los demócratas. Hablan el lenguaje socialista de Obama, el negro peligroso, posiblemente islámico, asesorado por el extremista Ayer. Teólogo de la Liberación y racista negro. Como su esposa, la millonaria, Cindy McCain es la única que lo comprende van a irse a un casino, de esos que la industria casinera nativoamericana destaca como los super-exclusivos. La fortuna de $100 millones de la pareja McCain les permite este relax del juego, evitándolo cuando se puede, para que no se vuelva compulsivo.

Está triste porque, aún anunciada su nominación presidencial, hay enemigos peores que sus captores en Hanoi. Gente poderosa que lo quere ningunear, aplicarle la bola negra del «natural-born», «as foreigner»... y le jode que se le digan, a estas alturas de su vida, panameño... porque hará 72 años, nació en un hospital de la Zona del Canal. Hará 72 años... El ha vivido como militar en bases de todo el mundo siempre leal a su Imperio.

Hubo algunos remilgos al Carpetbagger, aspirante al escaño en el Senado Federal por Arizona, como parte de una historia vieja en el Primer Distrito de la Senaduría. Ahora lo que cuenta y le importa es: «Que se trata de tu futuro presidente, América», a quien le están haciendo el feo. Alegan que él no tiene méritos suficientes, a no ser su heroísmo vietnamita. Como congresista es mediocre, un corrupto más y del montón vendido a las corporocracia, un nuevo reo de los cabilderos. Captores hipócritas y perfectos idiotas de la sociedad civil.

Y hasta la misma ex-esposa Carol, quien le dejara el campo libre, no lo endosa. No cree que él merezca el cargo. Sólo le deja el campo libre, que se vaya. Derroche el dinero en las campañas. El siempre tiene la mente en el carajo. Hambre de compensación y reconocimiento. Aunque son amigos cordiales, ejemplifica: «Cuando halló en su camino una mujer millonaria, me cambió como se cambia un cheque en el banco». Y Carol, la maestra, le dijo: «Pues, lárgate con ella. Hazle el amor al dinero. Es para lo único que sirves». Por eso, ni hasta los hijos, festejaron su boda. En secreto, saben y lo comentan. «Siempre ha sido egoísta e inmaduro».

John Sidney McCain, ex - prisionero de guerra, no se exculpa. Prefiere infligirse un dolor sin tormento, dándose heroica escena como figura de donaire: «La guerra, la Naval, no tiene la culpa. La culpa es enteramente mía». Vuelve a la esencia del asunto. En esto está su mente mientras coloca apuestas en una mesa del casino.

El 25 de octubre de 1967 fue capturado. Viviría en medio de las selvas de Hanoi. El no estaba rezando. Quería matar comunistas como a moscas. Y piloteaba un A-4E Skyhawk sobre Norvietnam en la misión vigésimo tercera de bombardeo, cuando un misil lo alcanzó. Cuando se tiró en el paracaídas, casi se ahoga en el lago Truc Bach y se fracturó los brazos. Meses antes casi pierde la vida en una explosión de un jet. «Nunca estuve más asustado. Ese día me cagué».

Los comunistas le sacaron a la orilla. Posiblemente, para sentirse heroico más allá de la duda razonable, él se inventaría que lo bayonetean. Que el dolor de sus brazos se lo provocaron los captores al darle culatazos con los rifles. Puede que sea tonto que imagine que merece un recibimiento diplomático. Nadie vuela un bombardero A-4 para regar flores desde el aire. Mas él imploró: «¡No se atrevan! ¡No me maten! Mi padre, mi abuelo y hasta en tiempos de Caín, mi sangre es vida para el Navy! OOOOMMMMMM!»

Y, por súplicas, lo transportaron a la Prisión de Hoa... «Hanoi Hilton», suele bromear él con el bribón de Bush, Jr. casi un compadre.

En realidad, antes de curarlo de alguna lastimadura, el conservador de sus colmillos, soltó la sopa. Preparó un gran show para la prensa del mundo. Acudió a la evocación de su padre como el «Almirante de rango».

No es necesario que se le torture. «Hágaseme el favor, tráteseme con guantes de seda, que John Sidney es un POW que vale mucho... No me dejen cicatrices. Ya traje bastantes como para dar asco y caer gordo».

Durante seis semanas que estuvo hospitalizado en Hanoi, se le explicó que nadie está exento en Vietnam de recibir un miserable desayuno. Han bloqueado a Vietnam del Norte. Hay carencia de alimentos. Nadie cultiva los arrozales a menos que pretenda que una bomba americana lo haga trizas. «Usted está perdiendo peso, verá. No es culpa nuestra. En Vietnam todo el mundo está ya malnutrido, tenso, anémico y en miseria... No vaya a quejarse de cincuenta libras menos con su padre, o sus Generales del Pentágono, por causa de torturas indecibles, o de que su pelo encanece porque le chupamos sangre. Diga la verdad. La guerra es dura».

Para diciembre de1967, se le puso en una celda con otros dos militares cautivos, también yankees. «Estás reflaco, John». Y se le escuchó presumir de héroe, «hasta más héroe que el Almirante heroico de su padre». ¡Y cómo sería que se jactaba, desde que madrugaba a altas horas de la noche, que los comunistas asqueados, lo pusieron en confinamiento solitario por dos años. Y le dijeron a los otros yankees que él no quiere ni librarse él ni ellos de este cautiverio.


PÁGINA 6 – NUESTRA POESÍA

NORMA SEGADES – MANIAS
(Santa Fe-Santa Fe-Argentina

QUETZALCOATL.

Canto de luz por el retorno del Gran Dios Quetzalcoatl en extraños navíos a la orilla del mar de los aztecas.

Mucho más adelante de la arena sumisa
que acarician que lamen las ternuras oceánicas
bajo un cielo que escancia su calostro de luna
las yeguas del espanto cabalgan en la angustia de ojos a contrasueño
vaticinando siglos de injurias desolladas y traiciones sin tregua.
Cuculkan – Quetzalcoatl
la Serpiente con Plumas que gobierna los vientos
empuña los presagios como si fuesen fiebres sedientas de venganza
como si fuesen hoces decapitando ruegos en riberas de ultraje
como si fuesen puños como si fuesen picos como si fuesen crestas
mientras el escarmiento ruge entre las mazorcas se deleita a hurtadillas
mientras andan los miedos trepándose al instinto
y un resplandor fugaz desbarata las sombras para poblar el llanto
tal vez porque comprende que los dioses son crueles desde el odio a las fauces babeantes y sangrientas.
Cuculkan – Quetzalcoatl
Amo de la Liturgia que obstruye inexorable las jícaras de piedra a golpes de tributo
que derrama espesuras de hebras apasionadas donde aún pulsa la vida
todavía profunda
todavía ligada a su lujuria roja
todavía perfecta
con séquito de furias viene a tensar distancias
viene a alzar en el aire su azul cosmogonía:
un vendaval de cruces que vulnera la carne y quebranta los huesos
y profana las voces heredadas del trueno cuando el mundo era
apenas
el alma del rocío encendiendo las hierbas
y el hombre mucho más que esta llaga doliente expiando sus infiernos
mucho más que una pena perseguida entre helechos por dientes asesinos
mucho más que aluviones de orfandades ardientes crepitando en las pieles
y el Dador del Aliento un fantasma sin nombre un ramaje de ausencia.
Cuculkan – Quetzalcoatl
Protector del Ayuno
Gran Señor del Silencio
ha regresado en busca de la memoria larga que sustentan los fuegos en mitad de la noche
ha regresado en busca del sagrado misterio oculto en las Anáhuac
ha regresado en busca de sus antiguas huellas.

MALINTZÍN.

Canto de sombra por la princesa Malintzín que traicionó a su raza a cambio de un puñado de caricias.

Malintzín
la traidora
piel de lunas bravías degradada por hordas de besos extranjeros
cabalga junto al viento desciñendo
salvaje
su larga cabellera de demencias prolijas
mientras la noche cae sobre el agua esmeralda sobre espectros de sauces sobre piedras hostiles.
Mientras cae la noche sobre dulces nopales sobre templos sin fuego
y sueña Moctezuma presintiendo los sordos pasos del exterminio
y México es la madre la tierra dolorosa que teme gime llora
que cobija con furia la ansiedad de los hombres temblando en sus raíces.
Malintzín
la traidora
sucia de amores sucios
establece en el tiempo su amor sin horizontes
su trágico destino de repudio encrespado
esboza en la distancia perfiles de patíbulos junto al lecho culpable
funda los precipicios donde el odio despeña la unidad de su estirpe.
Capturada en la urdimbre de jadeos exhaustos de caricias violentas de miradas impuras
permite a la serpiente penetrar sus misterios con vértigo de estambres
y niega los indicios
y oculta que los dioses son un fraude muriente aferrado al encono a resecas matrices a insomnios impiadosos a miedos desbocados
a oscuras pesadillas donde abordan navíos para huir de la peste de miserias y hambrunas de gusanos feroces devorando intestinos
de la amarga pobreza que olfatea sus huellas con los belfos tenaces de tenaces mastines.
Su pecado es amarlo
su imprudencia es amarlo más allá del presagio que ultraja filiaciones de pájaros silvestres
su condena es seguirlo como una loba en celo sin preguntas ni treguas
porque ella es una pena
un gesto apasionado repetido en el viento que agosta los jazmines.
Malintzín
la traidora la infiel la renegada
la que entregó en Tabasco su nombre y su vergüenza
la que arrojó al silencio su sangre en rebeldía su dignidad hirsuta su castidad de espino
alzando silabarios de lenguas amarillas
desnuda
deshonrada
cabalga entre los buitres.

VIENTO.

Canto de sombra por el silencio de los Protectores ante el paso del viento.

Violentando corolas
como un dolor que crece hasta acallar al trueno que desatan los cascos rotundos de las bestias
como el odio que horada girando en torbellinos hasta engendrar el miedo en úteros de sombra
con sus zarpas voraces y dientes amarillos combatiendo horizontes
un viento exasperado
viento de furias nómades y silbos impiadosos
con gesto de insolencia
destrona las sagradas dinastías del cielo
saquea las palabras que el Gran Huitzilopochtli cincelara en la cuna donde el hombre sucede
quebranta los preceptos fijados en los códices.
Es un viento salvaje
un viento huracanado encendido impetuoso
un viento irreverente enarbolando dogmas de oscura intolerancia
aniquilando el mundo a paso de avaricia
porque no quiere el viento
absolver la inocencia que yace traicionada en su orfandad sin nombre
y avanza inexorable
azotando con rabos de cólera ofensiva la piel de la intemperie
y al ras de sus infiernos numera los escombros las plegarias oscuras
largas lenguas de sangre lamiendo los caminos
los párpados abiertos a la tierra que bebe sus sordos estupores.
El viento comparece con sus hachas de viento con su soplo de espinas
con ráfagas de escarnio merodeando en las ramas para iniciar la ausencia desnuda de los pájaros
y cierta alevosía cierta infame demencia
dejando a sus espaldas chinampas asoladas ciudades en desorden
espesuras secretas cubriendo la deshonra con mantos de ceniza
cordilleras exhaustas de aguzar los peñascos
de excavar precipicios
de alzar amenazantes murallas de relieve
en esas soledades donde sólo las águilas desafían la altura
de erizar rebeliones sin detener al viento llegado del levante
cuando andaba el eclipse urdiendo los presagios de muertes clandestinas y sangre sin amarras
y callaron los gritos de la madre doliente
y callaron las graves voces de los Antiguos
y callaron los fuegos
y callaron los dioses.

HOMBRES.

Canto de luz por las zarpas desnudas de la muerte que hurga en los atavíos de metales hasta encontrar la sangre.

La mentira sucumbe entre pieles corruptas estertores violentos pústulas encendidas y fiebres a destajo.
La mentira es un grito
dolores amarillos suplicando una tregua
mendigando clemencia a ese dios en harapos
aferrado a su suerte de maderos rabiosos.
Nada rompe el silencio.
No hay truenos fundadores ni altares consagrados ni expresos vaticinios.
No hay rastros de osadía en la ausencia que crece del musgo amortajado.
Sólo el hombre y su muerte iniciando una danza bajo la luna quieta.
Sólo el hombre y su muerte de talle voluptuoso.
Ya no quedan indicios de soberbia o audacia debajo de los yelmos
ya no quedan señales de espíritu divino entre tanta gangrena.
La poderosa estirpe de quetzales – serpientes
se sumerge en el fango nacido de la sangre que habitaba sus venas desnudas de cerrojos.
Los señores del viento dadores de la vida creadores del follaje
profanaron la augusta techumbre de los cóndores
violentaron las hondas guaridas donde el puma sueña carnes convulsas
mancillaron doncellas con su semen impuro su esperma advenedizo
decretaron el odio
y en el fondo del odio encontraron los secos perfiles de obsidiana
enfrentaron espantos laberintos tinieblas venablos con ponzoña
cóleras aberrantes devorando azucenas
sacrificando cepas de cuerpos enemigos a fuerza de membranas y cansancios viscosos.
La mentira es un llanto olvidado en la hierba
una angustia escarpada
una oscura miseria cubierta por el falso pudor del novilunio
en tiempos en que el aire huele a urgentes fracasos a trágicas derrotas
en tiempos en que el miedo encrespa los azules delirios del insomnio
cuando el ave se inmola contra el filo punzante de espinas en centurias
y claudican las hojas en sus vuelos suicidas sobre duros terrones
y ofrendan las corzuelas sus mansas yugulares a las fauces del rito
y se extinguen los dioses
con las pupilas ciegas abiertas al asombro.

GUERREROS.

Canto de luz por los poderosos guerreros que cosechan corolas palpitantes para el hambre del fuego.

Estos son los guerreros
los abastecedores del tributo que exige
el Dios de las Mazorcas y de los Acueductos por donde salta y rueda la pureza del agua
hijos del Desollado Bebedor de la Noche
amantes de conquistas de marchas polvorientas de regresos triunfales.
Su honor es la batalla
su vida es la batalla.
Suyas son de la tierra las flores que entreabren
las corolas de sombra al temblor del rocío
suyos los estertores de la carne yacente
suyos los tristes cantos de pájaros oscuros
suyo el llanto que cae sobre el verde follaje.
Su valor no se mide sino con el peligro sino con la bravura
sino con los trofeos andando su destino de gloria y holocausto
para cuando la noche sofoque antiguos fuegos
para cuando las manos del Sumo Sacerdote restablezcan los pactos a través de la sangre.
Estos son los guerreros,
hermanos de los cóndores
de mirada precisa de pico taladrante de garra encarnizada
hermanos de los tigres que caminan la selva con sigilo armonioso
en busca de gargantas arterias sin sospecha flancos desamparados pieles agonizantes.
La dignidad estalla en las secas insignias izadas a su espalda en augustas cimeras de arrogancia precisa
domina los telares de mullidas texturas
construye los colores de mantos que conservan la memoria del vuelo
agitando en la brisa el plumaje encendido de encendidos quetzales.
No temen al olvido ni temen al silencio.
Embriagados de muerte
se beben el coraje de las copas talladas en cráneos enemigos
hunden sus dentelladas en las vísceras tibias
cumpliendo la liturgia de saquear pulso a pulso la bravura encerrada en el dolor salvaje.
Altiva la mirada
avanzan a pie firme detrás de los escudos que establecen urdimbres de cáñamo prolijo
protegidos por clavas de obsidiana temible
arrojando al vacío sus golpes erizados
honderos prodigiosos
heraldos de la furia
señores del combate.

Poemas del libro inédito “Bitácora del viento”


PÁGINA 7 – ENSAYO

LA SEXALESCENCIA.

Por Óscar Wong (Tonalá-Chiapas-México)

SI miramos con cuidado podemos detectar la aparición de una franja social que antes no existía: la gente que hoy tiene alrededor de sesenta años:
LA SEXALESCENCIA. Es una generación que ha echado fuera del idioma la palabra "sexagenario", porque sencillamente no tiene entre sus planes actuales la posibilidad de envejecer. Se trata de una verdadera novedad demográfica parecida a la aparición en su momento, de la "adolescencia", que también fue una franja social nueva que surgió a mediados del S. XX para dar identidad a una masa de niños desbordados, en cuerpos creciditos, que no sabían hasta entonces dónde meterse, ni cómo vestirse.

Este nuevo grupo humano que hoy ronda los sesenta o setenta, ha llevado una vida razonablemente satisfactoria. Son hombres y mujeres independientes que trabajan desde hace mucho tiempo y han logrado cambiar el significado tétrico que tanta literatura rioplatense le dio durante décadas al concepto del trabajo. Lejos de las tristes oficinas de J.C. Onetti o Roberto Arlt, esta gente buscó y encontró hace mucho la actividad que más le gustaba y se ganó la vida con eso. Supuestamente debe ser por esto que se sienten plenos; algunos ni sueñan con jubilarse.
Los que ya se han jubilado disfrutan con plenitud de cada uno de sus días sin temores al ocio o a la soledad, crecen desde adentro en uno y en la otra. Disfrutan el ocio, porque después de años de trabajo, crianza de hijos, carencias, desvelos y sucesos fortuitos bien vale mirar el mar con la mente vacía o ver volar una paloma desde el 5º piso del departamento.

Dentro de ese universo de personas saludables, curiosas y activas, la mujer tiene un papel rutilante. Ella trae décadas de experiencia de hacer su voluntad, cuando sus madres sólo podían obedecer y de ocupar lugares en la sociedad que sus madres ni habrían soñado con ocupar. Esta mujer sexalescente pudo sobrevir a la borrachera de poder que le dio el feminismo de los 60′, en aquellos momentos de su juventud en los que los cambios eran tantos, pudo detenerse a reflexionar qué quería en realidad. Algunas se fueron a vivir solas, otras estudiaron carreras que siempre habían sido exclusivamente masculinas, otras eligieron tener hijos, otras eligieron no tenerlos, fueron periodistas, atletas o crearon su propio "YO, S.A.". Pero cada una hizo su voluntad.
Reconozcamos que no fue un asunto fácil y todavía lo van diseñando cotidianamente.

Pero algunas cosas ya pueden darse por sabidas, por ejemplo que no son personas detenidas en el tiempo; la gente de "sesenta o setenta"", hombres y mujeres, maneja la compu como si lo hubiera hecho toda la vida. Se escriben, y se ven, con los hijos que están lejos y hasta se olvidan del viejo teléfono para contactar a sus amigos y les escriben un e-mail con sus ideas y vivencias. Por lo general están satisfechos de su estado civil y si no lo están, no se conforman y procuran cambiarlo. Raramente se deshacen en un llanto sentimental. A diferencia de los jóvenes; los sexalescentes conocen y ponderan todos los riesgos. Nadie se pone a llorar cuando pierde: sólo reflexiona, toma nota, a lo sumo… y a otra cosa.

La gente mayor comparte la devoción por la juventud y sus formas superlativas, casi insolentes de belleza, pero no se sienten en retirada. Compiten de otra forma, cultivan su propio estilo…
Ellos, los varones no envidian la apariencia de jóvenes astros del deporte, o de los que lucen un traje Armani, ni ellas, las mujeres, sueñan con tener la figura tuneada de una vedette. En lugar de eso saben de la importancia de una mirada cómplice, de una frase inteligente o de una sonrisa iluminada por la experiencia.

Hoy la gente de 60 o 70, como es su costumbre, está estrenando una edad que todavía NO TIENE NOMBRE, antes los de esa edad eran viejos y hoy ya no lo son, hoy están plenos física e intelectualmente, recuerdan la juventud, pero sin nostalgias, porque la juventud también está llena de caídas y nostalgias y ellos lo saben. La gente de 60 y 70 de hoy celebra el Sol cada mañana y sonríe para sí misma muy a menudo… Quizás por alguna razón secreta que sólo saben y sabrán los del siglo XXI.


PÁGINA 8 – CUENTO

LAS RATAS EN CIUDAD DE MÉXICO
Según Sergio Chávez

Por Jorge Echeverri (Toronto-Canadá)

Siempre he tenido miedo a las ratas. Un momento. No miedo exactamente. Más bien me provocan inquietud. Los animales tienen su propia manera de ser. A nosotros, los seres humanos, nos gustaría pensar que son unos animales estúpidos, pero si usted se pone a caminar por una de esas calles en la noche, cuando no anda casi nadie, va a sentir de repente que algo le pasa corriendo junto a la pierna: Zzzzzmmmm. Luego otra. Entonces, con la luz del poste de alumbrado o la primera luz del alba (a veces me toca trabajar toda la noche), usted va a ver un movimiento en la calle. Luego se va a darcuenta de que todos esos puntos que se mueven más oscuros que el pavimento son ratas. Salen de las bocas del alcantarillado y de las grietas en las paredes y van de acá para allá en oleadas, sin motivo, por las calles. Usted se apura para llegar a su casa o donde sea que tiene que ir, casi corriendo, porque ha pasado más de una vez, en esa ciudad contaminada, con tantos millones de personas, que algún borracho que estaba acurrucado durmiendo en la calle haya sido devorado por las ratas. No es raro por ejemplo en Chile, que una que otra guagua en las poblaciones sea mordida o incluso comida por las ratas ya mencionadas, pero no es nada si se compara con lo que pasa en la Ciudad de México. También me contaron unos amigos chilenos que los perros salvajes que viven en el desierto han ocasionado la desaparición de más de un conductor de camión, y es seguro que usted me va a preguntar y entonces por qué se ponen a dormir en el suelo en lugar de en la cabina. ¡Qué sé yo! ¡No me pregunte a mí!
Pero como he dicho las cosas en Ciudad de México son incluso peores. La mayoría de la gente parece que ni siquiera sabe y se ríe o se ofende si uno le llega a preguntar. Los mexicanos simplemente se encogen de hombros, ignoran todo el asunto, así como algunas otras cosas mucho más graves que pasan y que todos sabemos. En aquella época yo trabajaba como cuidador en una gasolinera que quedaba cerca del centro. Siempre andaba con mi rifle 22 y tan pronto como veía un movimiento en la calle, de esos animales a los que me refiero, hacía la puntería y disparaba. Era una manera de mantenerme despierto. Entonces colgaba los cuerpos de las ratas de un alambre, como la ropa que se pone a secar. Cuando llegaba la gente del turno de día había que verle la cara, sobre todo a los nuevos. Mataba una o dos a por hora, lo que quiere decir entre ocho y dieciséis ratas por noche. Con el tiempo me obsesioné. Podía ver en la noche o en los rincones oscuros esos ojitos pequeños, rojos, que me miraban con odio, y sabía que me seguían, que me miraban. Se dice que hay dieciséis ratas por cada ser humano pero si tomamos en cuenta el tamaño de ratas, eso no representa mucho volumen.
Una noche me acuerdo que estaba mirando medio distraído un restaurante que había al otro lado de la calle, cuando me di cuenta de que al irse no habían cerrado bien la puerta, la habían dejado abierta como unos veinte centímetros. Ése era el restaurante en que desayunaba la gente del turno de día antes de empezar a trabajar. A veces yo comía ahí también después de terminar mi turno. Crucé la calle apurado después de cerrar bien la puerta de mi cabina de guardia y de sacar del bolsillo mi encendedor. Tan pronto como llegué al boliche me metí como pude para adentro con bastante dificultad, eso que estaba harto más delgado que ahora. Apenas entré sentí formas rápidas que me pasaban por encima de los zapatos, me rozaban las piernas, se me puso la carne de gallina y oí una cantidad de pasitos, roces y rasguños casi inaudibles. Me aterroricé y anduve a tropezones varios segundos, tratando de encontrar el interruptor de la luz. Cuando la prendí pude ver todo tipo de formas pequeñas que escapaban. Salían hasta de dentro del refrigerador, de las bolsas plásticas con la comida. Cómo se las habían arreglado para meterse ahí no se va a saber nunca. Me bajaban y me subían temblores por la espalda y sentía las piernas como de lana. Cuando Don Eusebio, el dueño, vino abrir su restaurante y le dije lo que había pasado, parece que no me creyó. Ni siquiera me dejó terminar lo que le estaba diciendo. «Los muchachos dejan siempre dejan todo tan desordenado», me dijo, y me daba unas palmaditas en el hombro. Le dije que las ratas se habían metido hasta en el refrigerador. «¿Cómo se va a meter una rata adentro de un refrigerador cerrado?», me preguntó. Y me empezó a embromar, me dijo «parece que se está pasando la mano con el tequila, búscate una mujer, los tipos jóvenes se vuelven locos sin una mujer». Pero al rato cuando llegaron sus empleados, noté que cortaban con cuidado los pedazos de jamón, de pan y de queso donde había marcas de dientes de las ratas. «Usted no puede usar esta comida, Don Eusebio. La gente se puede enfermar», le dije, pero siguieron hablando entre ellos, como si yo no estuviera. «Para mañana no me van a dejar otra vez este desorden niños», les dijo Don Eusebio, medio en broma y riéndose. «Seguro patrón», los fulanos le contestaron, medio riéndose de mí. No iban a botar toda esa comida por unas cuantas ratas. Pero pueden pasar las cosas más increíbles y si alguien se va a beneficiar con eso, nadie levanta un dedo. Después los tipos del restaurante me embromaban, pero ellos y yo sabíamosla verdad.
Por ese entonces se encontraba a muchos perros vagos heridos, muertos o mutilados cerca del mercado. En la Ciudad de México los perros van y vienen como se les da la gana y pelean y en general arman escándalo, pero la gente decía que esas no eran las peleas corrientes de perros. No señor. Y de pura casualidad yo andaba caminando esa mañana por el mercado cuando se derrumbó una pared vieja y apareció una especie de cueva. Inmediatamente se juntó mucha gente a mirar y todos los perros que andaban cerca corrieron para allá. Un joven, seguramente uno de los vendedores ambulantes, prendió su encendedor y estaba a punto de meter la cabeza por el agujero cuando echó para atrás la cabeza gritando «Madre de Dios». Una rata enorme, o un animal que parecía una rata enorme, salió del hoyo, saltó sobre un cajón de madera que había tirado por ahí y se estuvo un rato, los pelos erizados, los ojitos rojos brillantes de miedo y rabia. Los perros no dejaban tranquilo al animal y una mujer que estaba parada al frente no podía parar de gritar y apuntaba al animal con el dedo que le temblaba. Como usted debe saber, a la Ciudad de México la construyeron encima de una ciudad antigua de los indios. Por eso es que hay siempre buena ocasión para descubrir cuevas. Más de una vez se han encontrado tesoros arqueológicos, incluso huesos del dinosaurio. Pero le puedo decir con absoluta seguridad que ese animal no era una rata. Era demasiado grande. Incluso esas ratas grandes de río que hay en El Salvador son pequeñas, casi enanas, si las comparamos con esta bestia.
Hay muchas cuevas y ruinas antiguas debajo de la ciudad. Una vez se derrumbó una sección entera de la carretera y se tragó varios coches. La arena porosa llenó casi inmediatamente el agujero y ni con excavación ni sonido se encontró nunca a ninguno de esos coches ni a la gente que había adentro. Pero volvamos a la rata. Los funcionarios del museo nacional pusieron al animal en una jaula y lo tuvieron en exhibición por un tiempo. En los diarios se dijo que el animal era definitivamente un cierto tipo de roedor, pero todos podían ver que no se trataba de una rata, sino de un nuevo (o viejo) tipo de animal. Y de repente, la rata o lo que fuera, ya no estuvo más en exhibición. A nadie le interesaba hablar más de eso y hasta la gente del mercado parece que se olvidó de lo que había pasado.
Pero así es como es la gente por allá, siempre pretende que no ha pasado nada, que no pasa nada, que las cosas están bien.


PÁGINA 9 – POESÍA ARGENTINA

MARIA DEL PILAR FERRER (USHUAIA-ARGENTINA)

¿QUÉ ES LA DISTANCIA?

Muchas veces me pregunto...
Acaso....
es la ruta que te lleva
a esa noche de sueño que yo quiero?
O tal vez...
el puente que une
los recuerdos al instante del pasado?
...será el vuelo directo al horizonte
de ilusiones que presiento?
¿Cuál es la distancia....
desde mi corazón con tu magia?
¿cuál es la distancia...
de tu alma con mi mapa?
¿cuál es la distancia ...
del sur escarchado y solo
con tu norte de historias,
de lluvias , de paraguas?
¿Cuál es la distancia...
De tu ribera triste y solitaria
Entre mi voz pidiendo una mañana?
¿cuál es la distancia....
Entre mi ilusión y el sueño?
¿cuál es la distancia...
Entre el futuro y la esperanza?
¿cuál es la distancia....
De aquel beso tuyo enamorado,
con el abrazo hambriento
que viste en mi desesperada?
¿cuál es la distancia...
del pasado dolorido, abandonado,
y la esperanza del mañana amaneciendo?
Entonces...
¿cuál es la distancia?
Ninguna...
Increíblemente, ninguna.
No existe la distancia.
Porque yo me quede allá,
Invisible...
No me ves, estoy callada,
Transitando tu sombra...
en tus largas caminatas.
Y vos estas aquí,
En mis sueños ,
soñando ilusionada.


© BERTHA CAROU
(Lincoln, Buenos Aires, Argentina)

FRIDA KAHLO
O la apoteosis del sufrimiento

La muerte ocupa un lugar pequeñito en tu ser
Sabes que la trasciendes.
Se multiplican hojas verdes
y te acunan
Aunque
nervaduras espinosas te circunden.
Es el devenir
Es la vida
Yo respiro tu selva de hojas anchas
tu sueño verde
tu sueño luminoso
Lejos de la muerte.
“Pensando en la muerte” 1943

*********************************

El ojo me mira y llora
desde el infinito amorfo de los tiempos.
Hoy no puede ser
Ni mañana…
Esculpido
en tronco tu vientre es rama seca
es espiral
Es tristeza.

“El sol y la vida” 1947

*********************************

En la soledad del páramo
una columna de metal te atraviesa
Martirio vertical
espada
conjunción de estrellas muertas
Una invasión de clavos te penetra
Se tensa la cuerda
y salta la vida
Tus ojos ofrecen resistencia
Tu pincel busca
los ocres y amarillos
Juntos
la soledad y el cielo
El sufrimiento y su vestimenta.
“La columna rota” 1944

************************
CUERPO-PÁRAMO

Bajo el azul violento del atardecer
has bebido la última espera de tu niño por nacer
No ha podido el encanto de los hilos
entrelazar el espíritu y la materia
en el sonrosado capullo
de tu vientre.
Manecillas del reloj agujerean tu cuerpo
y carcomen tu corazón en sacudidas
sangra con lentitud agonizante
y crece en tu costado
la flor verde del ocaso.

*****************************

FRIDA

La diosa Cihuacoatl
te contiene en su abrazo
pródigo y amplio
Te brinda su calor y espera
que el cielo no sea
al menos por una vez
silencio.

“El abrazo de amor del Universo” 1949

****************************

En el Teocalli el sol cae a plomo pero
deja que una línea de luz
despierte tus amarillos.


PÁGINA 10 – ENSAYO

EL SURREALISMO

Por Juan Carlos Vecchi (Olavarría-Buenos Aires-Argentina)

En el surrealismo el arte se concibe como una forma de olvidarse de la realidad y buscar una manera de que el hombre se encierre en sí mismo, por algo su significado se deriva de dos raíces griegas: sub, que significa por debajo y realismo que implica lo que realmente es, o sea, la realidad.

Esta tendencia consiste en buscar inspiración al interior de la misma mente del artista y olvidarse del pensamiento racional, porque la realidad no sirve para poner de manifiesto este nuevo sentido del arte.

Además, piensan que la verdadera realidad es aquella que no se ve, es decir, la que esta inmersa en los sueños y el inconsciente. Es por esta razón que el surrealismo es uno de los géneros del arte más difíciles de entender, porque la subjetividad es lo que hace posible la creación del artista.

Ideología y origen. El surrealismo (del francés sur-réalisme), que se denomina también en castellano (incluso, con mayor fidelidad) superrealismo, suprarrealismo o sobrerrealismo, es una tendencia, plástica y literaria, que sostiene la primacía de valores poéticos sobre los principios lógicos, y afirma (influida por Freud) que la obra de arte nace, como los sueños, del subconsciente. En otras palabras: el s. se propone sobrepasar la inmediata realidad (de ahí su nombre) y pretende, por ello, llevar a la literatura y pintura, principalmente, elementos como los sueños y las asociaciones automáticas o subconscientes de la psique humana, tratando por otra parte de sintetizar las experiencias de las partes conscientes e inconscientes de la personalidad. Quiere exteriorizar, pues, a través de medios lingüísticos o plásticos, el alma humana en la forma naciente de sus actos, incluyendo sus zonas más oscuras, y conservando en lo posible su espontaneidad, sin someter aún esos actos a depuraciones morales ni a ordenaciones racionales (para el concepto de s., V. t. IV).

André Breton (v.), en su primer Manifiesto, define así el s.: «Automatismo psíquico puro, por el cual se pretende expresar, sea verbalmente o por escrito, el funcionamiento real del pensamiento. Un dictado del pensamiento, con ausencia de todo control ejercido por la razón, al margen de toda preocupación estética y moral». Cirlot precisa que, para el s., «lo surreal significa, por una parte, lo que supera a la realidad; esto es, lo que la sobrepasa, lo que trasciende, lo que se aleja de ella a su través. Pero, por otra, define la adhesión, el encadenamiento de ese impulso a la ciega materialidad de lo real».


PÁGINA 11 – CUENTO

DEPENDENCIA

Por Álvaro Martí Martín (Málaga-España)

Al Rey lo tienen en una habitación bajo tierra, sin ventanas, atado a una camilla y conectado al exterior por una melena de tubos que horadan su carne, unos rojos, otros amarillos, algunos azules y pocos blancos, que le rellenan y le vacían diariamente el escombro de vida que le queda, hinchándolo levemente por las mañanas, como una bolsa inflada por la brisa, y evacuándolo a la noche, sin miramientos, hasta que se vuelve del color del papel, adornado con la pureza de la última página, para que los funcionarios puedan seguir planificando, sobre sus prolongados aunque discretos estertores, la gloria de la nación.
Son cuatro los que se sientan a la mesa, en el piso superior a la cámara real, con el monóculo firme, todos presumiendo de frente despejada, mentón prominente y barriga aristocrática, luciendo constelaciones de óxido sobre las solapas y con jirones de nobleza cruzándoles el pecho, atentos como alumnos aplicados al menú que se sirve sobre la vajilla de plata, mirándose unos a otros con las lenguas ardientes, con los labios trémulos de emoción, llegando en silencio al acuerdo tácito de que no serán necesarios los cubiertos dorados, que entre caballeros esas cosas pueden disculparse, y sin esperar a la oración se lanzan sobre los asados, sobre las patatas y los salmones, hincando dientes adamantinos en ostras incalculables, hundiéndose en las salsas y limpiándose con vino los lamparones, que como nuevas credenciales presentarán luego a su majestad junto con el informe del último semestre.
El Estado marcha formidablemente, aseguran, mucho mejor que en el ejercicio pasado y todo hace pensar que la cosa mejorará en el siguiente, le dicen, susurrando a media luz, a media sombra, sin que el Rey les pueda ver las caras de satisfacción, las sonrisas de escualo con que se regalan afectuosos golpecitos con el codo, abnegados, sufridos, entregados padres de la patria, próceres del reino y acrisolados defensores de la virtud y la justicia, héroes de bronce animado que velan por el mantenimiento de la paz y el imperio de la ley mientras el monarca, a quien dios guarde aún por muchos años, se encuentra impedido para el desempeño de sus regias prerrogativas, incapaz de proporcionar a su pueblo el gobierno que sin duda bien merece desde su lecho de vejez, el trono del consuelo burocrático, donde poco más alcanzan sus fuerzas que asentir al gesto de sus ministros, que entienden otorgada la licencia de tomarle la mano, asirle la pluma y ayudarle a firmar el decreto, os contempla la historia, señor, afirman.
Hay por la capital, al final de cada calle, una iglesia donde se ruega por el sosiego del tránsito del Rey y se dicen misas por la eterna salvación de su alma, donde se intercalan homilías con panegíricos muy inspirados, con ciertos rasgos poéticos bien medidos, libres de frívolos versos, en los que se glosa la fortaleza y el valor del augusto soberano que, en el cantil de la muerte, persiste en el trabajo y el voluntarioso servicio al país que tanto amó y que tanto amor le demuestra, depositando donativos en el cepillo de los templos al terminar la ceremonia, decorando con flores frescas su efigie colgada en los principales edificios, en los parques, en los colegios, leyendo en clase los niños redacciones ditirámbicas con faltas de ortografía, llorándole a sus madres el sincero dolor por un hombre que sólo han visto en el revés de las monedas, del que oyeron hablar mucho a sus mayores sin escuchar nunca su voz, y que ahora se apaga en silencio, en un lento otoño de la civilización, habiendo olvidado hace demasiado tiempo quién fue y qué hizo.
Las palmas rollizas hacen un ruido asqueroso al chocar, aplastando moscas polvorientas, como si estuvieran cubiertas de grasa y salpicasen, pero nadie protesta, nadie lo nota porque son así todas las palmas, todos los aplausos pringosos que se escuchan en el parlamento cuando el presidente acaba de presentar la moción, que secunda el pleno de los diputados como si no hubiera más que un partido, el partido del sebo, de la ceba orgullosa e irreprochable, un lodo político en el que se revuelcan, estallando de contento, trescientos cincuenta representantes electos democráticamente que detentan el poder legislativo en nombre del Rey y para beneficio de los ciudadanos, compatriotas, que entonando himnos y encendiendo velas en históricos altares servirán el festín que deleita a la piara y lubrica los engranajes del progreso, siempre adelante, sin desfallecer, hacia un mañana más grande y hermoso, un futuro en el que los sueños se cumplan, en el que mane la felicidad en forma de vivienda y trabajo, a nadie faltará su plato de habichuelas y otros eslóganes pegadizos, que a rebenque de esperanza echa a andar el invento, se acepta sin chistar como el menor de los males, luego votos a favor tantos, en contra tantos pero pocos, se aprueba la ley y sonría usted, por favor.
Está la corona desmayada, como la flor del famoso poema, sobre el cojín de una butaca carcomida, apagado su radiante esplendor de otras épocas cerca del cabezal, alumbrando apenas los rescoldos una conversación que se precipita, palabra a palabra, con inclemencia de granizo, sobre la testa desnuda del anciano príncipe cristiano, sedado tras la quinta crisis de la semana, su corazón no resistirá otro golpe tan contundente, osa informar al gabinete el médico venido del extranjero, ya no se puede hacer nada más, la medicina no puede revertir el estado en que se encuentra su majestad, a duras penas podemos hacérselo tolerable, y qué sugiere usted, pregunta un funcionario, actuar con humanidad y desconectarlo para que deje de sufrir, responde el anterior, es lo que dicta el sentido común, caballeros, lo único decente que se puede hacer, ahora se adelanta otro engalanado miembro de la administración que, limpiándose las gafas con el paño de la corbata, recita de memoria a garganta picante los artículos primero a cuarto del código penal, que establecen la pena de treinta años de prisión a quien obrare, conspirare o por omisión provocare la muerte del Rey, agravantes por brutalidad a un lado, y con la amenaza planeando ligera por la habitación cargada, pálido el personal sanitario como sus batas inmaculadas, sale en perfecto orden la comisión a tiempo de asistir a los protocolarios actos benéficos que figuran en la agenda del día, no se olviden de cambiar los tubos, dice el que cierra la puerta.
Lo hacen, desde luego, y sin demorarse más de lo prudente extraen todo el cable viejo y lo sustituyen otros modernos cables, finas tuberías encargadas por el gobierno que al acoplarse, al contacto con la real persona, se agitan como tentáculos histéricos y crecen, crecen hasta desbordar la habitación y toda la planta, reptando a través de la galería, abriéndose paso por cada hueco del sótano hasta que el espacio es insuficiente, pasando entonces a derribar las paredes para acomodar su gigantesca estructura y no taponarse en nudos, enroscándose en los pilares y las columnas para alcanzar el acceso del complejo y quebrantar sus cierres de seguridad, emergiendo como una erupción hacia las abiertas calles del reino, por las que se extienden y multiplican en alambicados conductos capilares, como una arteria comunal, pública, que irriga ya no sólo las ansias de los cuatro comensales obesos, sino a toda la población, a todos los fieles súbditos, a todos los animales y alimañas, mamando con fruición de las nutricias cánulas umbilicales, alimentándose de los desechos del Rey sin la menor expresión de arrepentimiento, siquiera de gratitud, entre las lágrimas, borrando del idioma y del sentir la palabra necesidad, desplazando la carencia a lejanos ámbitos, mientras plácidamente transita el jardín de las edades una sanguijuela, brillante, interminable, escoltada en solemne procesión por severos policías en uniforme de gala.
Una noche el sacerdote de la capilla privada es requerido por una piadosa enfermera para administrarle el viático al casi difunto, y lo halla en tan inefables circunstancias –como tantos otros, todo lo desconocía o se esforzaba en desconocerlo– que corre a quejarse al director general de la instalación, no se puede consentir una cosa así, es inaudito lo que aquí abajo está ocurriendo, alguien debería poner orden y depurar responsabilidades, y demás razones por el estilo que no conmueven al bigote ni al corazón del corpulento ciudadano ejemplar, quien sirviéndole un trago e invitándole a tomar asiento, derrochando maloliente condescendencia, se limita a explicarle, camarada, que no son necesarias eucaristías ni santos óleos, que según la actual normativa, que mucho le convendría repasar, en el nuevo Estado un rey puede permitirse el lujo de morir, pero el Rey es imprescindible, oficialmente inmortal, por tanto, a todos los efectos jurídicos y no jurídicos pertinentes, quiéralo o no, dado que le corresponde, como se lee en la constitución, la responsabilidad final de proteger y sostener a su pueblo, y eso es precisamente, camarada, lo que su majestad está haciendo y hará, hoy y siempre, pase lo que pase, por todos nosotros, ¿le queda claro?
Mucho después guerras extrañas variaron el trazado de aquellas fronteras e impusieron un sistema nuevo, más ecuánime en teoría que el antiguo, que no logró prosperar debido a la reacción de las masas, quienes, esquilmados los vestigios de la monarquía, imploraron con desespero, con amor, con hambre, la tiranía de otro Rey


PÁGINA 12 – POESÍA ARGENTINA

BELEN VECCHI
(Olavarría-Buenos Aires-Argentina)

POEMA

“El sombrero de mi madre cubre el mundo”.

"Fotos", de Rodolfo Walsh.

El miedo en la cama.

Cómo decirte
que el amor es grande,
que el miedo es grande
y la cama chica,
y mi voz no alcanza
para soñar fuerte
con tormentas, con colores.

Blanco y negro, el mundo,
el miedo y el amor, el mundo
fuerte como los sueños,
como las tormentas de colores...

LAS MANOS DE LA MUERTE

La muerte es
una oreja gigante,
un colador de huesos
girando,
girando
como un cartílago
encendido,
como las manos
de un árbol...

LAS MANOS DE DIOS

Todo barco es atemporal.

Cuando un dios se enferma
le crecen monstruos en las manos
y patea tormentas
hacia los mares analfabetos.

Ningún barco piensa...

EPIFANÍA

El único país que conozco
es éste que no puedo nombrar,
mi país tiene
espanto y amor,
muerte y jardines,
sacrificios y mar.

Cuando dios se materialice
podré nombrar lo que no conozco, podré
morir de amor en un jardín, podré
hacer sacrificios en el mar.

El mar es vida es muerte.

OLVIDO

Andaba deambulando
la curvatura del plano nocturno
cuando, cuando no,
me fascinó ese enigmático
y cosmi- cómico rostro
de los astros.

LUZ... divisé,
nieblasión,
sendeviaje,
hagodedo,

(el viento es una mascota de Dios).

Enrollo las aguas,
me pluralizo,
me despersonalizo,
me hacendedo
y los cangrejos me cenan,
me encienden las clavículas
mientras susurro
en lenguaje magnolia:
"murió una almendra technicolor..."

Olvido algo:
la libélula enrededada
en mis cabellos...
¿es proyección diurna insolación?

Mañana,
mañana,
mañana muero para recordar
si la he soñado o
si me sueña despiertalada la madrugada.


ANÍBAL BENÍTEZ
(Oberá-Misiones-Argentina)

¿PUEDO?

Tengo al mundo atravesado en la garganta
¿cómo hago para entrar en mí sin fastidiar la digestión?

Pesadez estomacal; el mundo, yo, el otro yo
me indigestan hasta el hartazgo.

Estoy pensando en vos
y tus besos de Hepatalgina para desfrustrar un poco los días.

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Hay un poeta callado
su mano y sus palabras no infundirán aliento

hay un poeta acallado
La ciudad tiene algo de muerte hoy.

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TRISTEZA

Hoy es día de nada

como siempre
todo es banal
vomitivo
hipócritamente festivo.

Hoy no es tu día
pero ya es costumbre para vos
putita triste de Ruta 14.

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DE VEZ EN CUANDO

me permito el descuido de no pensarte
tengo astillas de blues clavadas bajo las uñas

están ahí
como esas noches que no vivimos

Un pedacito de vos se exilió al silencio

el otro
soy yo
escuchando a Jeff Beck en un casete
regalo de mi primer miedo.

-----------------------------------------

Aº SIN NOMBRE

Te conozco, te re-conozco
Por tus botellitas de Pepsi
Papelitos, y bolsitas del super cargadas de basura en tu lecho -de muerte-

Cuerpito entubado, tu terapia parece intensiva
pero no te atienden.

Oberá no tiene tiempo

y menos para ponerle nombre a un arroyito de mierda.

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ESTOY SEGURO
(a mi amor)

Ella es como una sábana, enredada en medio de la noche a mi lado.
Es un sueño que atraviesa los cuadritos incontables de mi laberinto.

Es el primer suspiro, la última saliva, la constante caricia
el mate de las mañanas, el desayuno de mis besos.

El abrazo maquinal y necesario que busca mi existencia mientras camina
la mañana con sol, la tarde nublada, la noche inmortal.

Un bocado de letras que nunca voy a poder escribir
pero que existen acá en el bolsillo de mis provechos.
Un nudo en la ausencia, un mundo en su ombligo

Ella es todo el aire abordándome las plumas y yo un pajarito flotando; casi sin aletear.
Compañera de mis pecados

Ella es Laura; es decir, es una Mujer.

-----------------------------------------------

LARA
(a mí bebé)

Tengo un chichón psicosomático
un hematoma amorósico

el corazón azulado
una sensación verde iridiscente.

Me duele acá…
de tanto que te Amo.


PÁGINA 13 – ENSAYO

ESTUDIO COMPARATIVO
Barril del amontillado (Edgar Alan Poe) y Catacumba nueva (Arthur Conan- Doyle)

Por Enrique García Díaz (Salamanca-España)

En diversas ocasiones cuando leemos una historia podemos encontrarnos en la situación de haberla leído ya. O bien haber encontrado una parecida. Son diversos los escritores que bien por influjo de un escritor, o bien por admiración hacia este, los que basan sus relatos en alguno muy parecido de ese escritor admirado. Este es el caso de Edgard Allan Poe y Arthur Conan-Doyle. Aquí encontramos dos relatos que comparten diversos elementos. Y que después de ello, uno averigua que ConanDoyle era un admirador de Poe. Lo cual facilita en gran medida el hecho de contrastar ambos relatos, y establecer así un vínculo entre ambos escritores.
El Barril de Amontillado de Edgar Ala Poe apareció publicado por primera vez en 1846. Éste es uno de los relatos de la etapa final del escritor, marcado sin duda por la muerte de su mujer. En cuanto a La catacumba nueva sabemos que aparece publicado en 1898, lo cual nos hace pensar que Arthur Conan-Doyle era conocedor del relato de Poe y que supuestamente se basó para escribir el suyo. Sin embargo, encontramos algunas diferencias significativas. Sabemos que Conan-Doyle se sintió atraído por las historias de detectives y más en concreto por Auguste Dupin creado por Poe. Es su relación con su amigo, y cronista lo que tal vez impulsó la relación Holmes-Watson. Un tema atractivo, el de la amistad al igual que Cervantes hizo con Don Quijote y Sancho.
Basándonos en esa admiración, o influencia de Poe en Conan-Doyle analizaremos los relatos basándonos en varios puntos:
- El personaje
- La trama (influencias de la literatura gótica)
- El sentido de la venganza
- El final.

El personaje

Tanto Burger, protagonista del cuento de Conan-Doyle, como Montresor el homónimo de Poe, aparecen representados como personas sin escrúpulos, frías y calculadoras que no dudan un solo instante en lograr su venganza. Ya en el cuento de Poe, Montresor confiesa sus deseos de arrebatar la vida a Fortunato por los insultos recibidos aunque para hacerlo deba fingir que se lleva bien con él.
Para llevar a cabo sus propósitos, tanto Montresor como Burger tienen el don de conocer la debilidad de su oponente. Saben cómo alimentar su ego para hacerle caer en la trampa. Engañan fácilmente a sus víctimas, ¿sucede por mérito suyo o por demérito de éstas? La codicia que muestran éstas, puede ser el detonante que las conduce a la perdición. No intuyen en ningún momento que su amigo/colega los está llevando a su muerte salvo cuando esta situación es irremediable y demasiado tarde. Tanto Burger como Montresor han sido víctimas de un agravio, que debe haber sido lo suficientemente grave, como para asesinar a su agresor. Ambos se convierten en acusador, jurado, juez, y verdugo. Y cuando lo hacen es de una manera irónica y fría. Como se desprende del final, ambos son personajes que no parecen mostrar arrepentimiento alguno por lo que han hecho, ya que piensan que era su deber hacerlo. Que la razón estaba de su parte.

La trama

Ambos relatos están situados en Italia. Conan-Doyle sitúa a sus personajes en Roma, mientras que Poe lo hace en Venecia durante el carnaval para ser más exactos. Desconocemos si hay algún motivo especial para que ambos relatos coincidan en este aspecto. Para dar un toque de siniestralidad al relato la acción principal de ambos se va a desarrollar de noche. Cuando nadie puede ser testigo del crimen, pese a que en ambos casos se cometen en lugares cerrados (una catacumba y una bodega).
Estos lugares aparecen descritos como siniestros, lóbregos, oscuros, llenos de humedad; sin duda alguna realzando las características del género gótico creado por Horace Walpole con el Castillo de Otranto (1764), obra precursora del género.
La pareja de protagonistas de cada relato pertenece al mismo gremio. Si Burger y Kennedy son arqueólogos, que se encuentran en Roma por motivos del descubrimiento de una nueva catacumba; Montresor y Fortunato son coleccionistas o amantes del buen vino.
En ambos casos los agraviados saben, como decíamos anteriormente, avivar el ánimo de sus respectivas víctimas mediante aquello que más anhelan. Pero para hacerlo más interesante y misterioso Burger le pide a Kennedy que le cuente que sucedió con Mary Saunderson. Aquí se nos plantea el doble misterio: en primer lugar, saber qué se propone Burger con Kennedy; y el otro el porqué su interés por una historia pasada. En un principio, Kennedy se muestra reacio a contar esa historia e incluso irónico. No le concede la mayor importancia a ésta, sino que la trata como una conquista más. Pero sólo cuando se da cuenta que si no accede a los deseos de Burger, éste no le contará nada de su hallazgo de la catacumba, y perderá su oportunidad de gloria y fama. Esta historia con Mary
Saunderson es clave para entender el relato, y el porqué del desenlace final. Aunque el lector puede intuir a medida que va leyendo el porqué del interés de Burger.
En el caso de Montresor, éste sabe que Fortunato se jacta de ser un entendido en vinos. Y para provocar la reacción que Montresor busca, habla de un tal Luchesi entendido en vinos también. Fortunato se siente herido en su orgullo y acepta sin más probar el vino. De ahí que Montresor elija un amontillado para hacerle caer en la trampa. Aprovechan su debilidad para conducirlas hacia su trágico final.

La venganza

Es sin duda el momento cumbre de ambos relatos. Cuando Montresor/Burger comienzan a desarrollar su plan de una manera lenta y calculada; comportándose como fríos asesinos. Teniendo en cuenta cada detalle, llegan a mostrar una falsa preocupación por el estado físico de sus víctimas. No es sino un gesto irónico del autor para mostrar a lo que puede llegar una persona con tal de lograr su objetivo. Y esa ironía se vuelve algo macabra cuando somos testigos de cómo Montresor/Burger van desarrollando de manera metódica su venganza. En ambos casos tanto Poe como Conan Doyle demuestran un manejo espectacular de la situación. La descripción del lugar al que ambos conducen a los personajes refleja perfectamente las intenciones de Burger y Montresor. Ambas víctimas piensan que no es más que una broma de su colega; y cuando descubren que no lo es, entonces asistimos a una situación de terror, de pavor, al imaginarnos en la situación de la víctima. Un destino angustioso ya que se va a producir lentamente. En ambos relatos la manera en la que ambos son abandonados a su suerte es bastante aterradora. En el caso de Poe, Montresor sujeta a la pared a su amigo Fortunato, para después comenzar a levantar un muro y emparedarlo. Por su parte, Burger conduce hacia el interior de unas catacumbas a Kennedy y cuando ambos se quedan completamente a oscuras lo invita a lograr salir de allí sin más medios que su instinto. En ambos casos dichas ejecuciones son bastante parejas, puesto que dejan a su víctima morir lenta y angustiosamente. Y llegados a este punto podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿justifica la venganza el daño recibido?

El final

En las dos historias el final es el mismo: tanto Burger como Kennedy cumplen su propósito. Y en el caso del relato de Conan-Doyle, Burger le recuerda a su víctima el porqué de su comportamiento. El personaje muestra sangre fría y falta de remordimientos al hacerlo. Burger habla de hacer un experimento; el de dejar a una persona sola en mitad de las catacumbas, a oscuras, y sin ninguna forma de guía para salir de éstas. Esa es la manera que tiene Burger de vengarse de Kennedy por lo que éste le hizo en el pasado; y es en ese momento en el que lo deja a solas cuando el cuenta la verdad, el motivo por el que hace lo que hace. Él, Burger, era el prometido de Miss Saunderson, la muchacha a la que Kennedy sedujo y que rompió su compromiso con Burger.
En el caso del cuento de Poe no sabemos cuál es el alcance del agravio experimentado por Montresor. Éste solo habla de insultos e injurias. En cualquier caso, podemos volver a hacernos la misma pregunta que al principio. ¿Justifica el crimen el agravio recibido? Lo que sí es claro es que ambos relatos discurren parejos en forma y contenido. Y en la manera de comportarse sus personajes. Podemos hablar de una posible influencia de Poe en Arthur Conan Doyle y de ahí la similitud entre ambos cuentos.

* * *
BIBLIOGRAFÍA
Conan-Doyle, Sir Arthur, “La catacumba nueva” en El embudo de cuero y otros relatos,
Colección Maestros del Terror, Ediciones El País S.L., 2009, pp.35-63.
Poe, Edgard Allan., “El barril de Amontillado” en Manuscrito hallado en una botella y otros relatos, Colección Maestros del Terror, Ediciones El País S.L., 2009, pp.115-27.


PÁGINA 14 – CUENTO

SI ES QUE ME DEJASES DE MIRAR SIN ENTENDERME.

Por Jimmy Valdez (Nueva York-Estados Unidos)

Si yo dijese que lo que quiero es bajar hasta la casa de aquella mujer postrada en su lecho, cruzar las hendijas de la puerta, abrir la única ventana, depositar en sus labios un brebaje mineral, una esperanza para los hijos de su vientre, esgrimiendo todo lo alto que es la ternura, esta palabra tan perseguida de hombre tonto, hombre desposado con la tristeza, caudal nostálgico, acaso siniestrado en los maderos, gastado como las velas desprendidas de un bajel, sombra que pregona lo más insomne de los acontecimientos; donde la lluvia y el barro, unido al soplo de los vientos, inauguran las primeras chispas de la llama en los ojos de los que despiertan y jamás se reconcilian con la vestimenta andrajosa que es la ignorancia.

Si dijese que sucederá un día en el que los hijos recordarán a la madre tendida en su camastro, que morderán la comisura de la boca, llorando con lengua amarga esa sed de justicia, la ineptitud de los hombres, el momento en el que tiemblo de lienzos fundidos sobre mi cama, azorado ante la intranscendencia de todo el espejo de las tragedias descritas. Si dijese que estoy perdiendo el tiempo, que debo levantarme, sacudir mis cosas, decir adiós a tanto preguntarme, descender de mi aposento hasta la calle, caminar sobre las ruinas de lo que fue la infancia, desamarrar la puerta y verme como Lázaro se habrá visto aquella vez ante sí mismo.

Si es que puedo, si es que me dejases de mirar sin entenderme, como si estuviese loco, con gusto heredarías mi oficio hasta que puedas acompañarme calle abajo, ya seguro de la vida.


PÁGINA 15 – POESÍA ARGENTINA

SILVIA lOUSTAU

SILVIA LOUSTAU
(Mar del Plata-Buenos Aires-Argentina)

SELECCIÓN DE POEMAS

XV

érase una vez
cuando
dios
se paseaba
por los campos del abandono.

estaba ciego.

no veía
la grisura
de paraísos perdidos.
los pies verdes gigantes .
no olía la hiel
almendras amargas.

dios
soplaba
un aire apocalíptico .
colgaba
trenzas negras
en el cuello
de quienes
sin permiso
abrieron
la puerta
de su reino.

XXIV

quemaban
con leve placer
mis libros.
con la pavorosa prisa
de los cobardes.

en sus páginas
había raros peces
palomitas y salamandras
palabras
desentrañadoras
de constelaciones.

quemaban
los libros
de esta bruja
desnuda
sin adargas.

quien presentía
fúnebres senderos
de tuétanos
envenenados .

VII

las niñas tejían coronas
envueltas en aroma de herejía.
en la casa de la niebla
las niñas tejían coronas
tomaban pétalos
del tazón de soledades.
subyugadas
las niñas tejían coronas
bajo la luz
de una luna ensangrentada

XXI

Playas de Santa Teresita

llegaban sobresaltados
desnudos
trastornados
por la marea.

el vuelo

llegaban
a una playa
de otoño arrogante
azotados
por la iracundia del viento.

remotas
huellas desplegadas
sobre voces sigilosas.
zapatos perdidos
arenosos
de muerte verde.

todos sabían
a néctar luctuoso
acariciaban suavemente la arena
plasmada de flores
y gaviotas de vuelo negro.

erguidos
sobre madejas de tiempo
miradas eternas abiertas
en el abandono
como niños enfermos.
De Mar y Madres-Editorial Martin, Colección La Pecera dirigida por el Lic. Osvaldo Picardo-Edición Castellano francés, traducido por el poeta Pedro Vianna (París)


ARMANDO TEJADA GÓMEZ
(Guaymallén-Mendoza-Argentina)

FRAGMENTO FINAL

Estar.
Permanecer.
Vertical.
Estar para el amor, simplemente,
creando
el camino del hombre que estamos aguardando.

Me pierdo por los besos,
la canción,
los abrazos:
las brújulas brillantes, universales,
blancas.
Llamo desde mis hombros las grandes resonancias
con un vaso de vida chorreándome las manos.

Nunca más de rodillas,
nunca más a pedazos,
nunca más a la muerte
sin haber respirado.
Nunca más como topos,
nunca más acosados.
El hombre por sí mismo
hasta él mismo lanzado,
hasta su envergadura,
hasta el hombre soñado.
Nunca más a las armas,
nunca más al soldado.
Proyectarse hasta el otro,
hasta el mejor logrado.

Búscate por tu rostro,
lávate con mi canto.

Estoy en la esperanza.

Despertarás conmigo.

Con un pan y una estrella,
alumbrando los siglos.

GEOGRAFÍA DE LA TONADA

Desde una desmemoria de volcanes
se me arrojan las manos a palomas,
a pájaros se arrojan, a herederos,
desde una trepidante desmemoria,
con un ritmo quebrado en las mujeres,
en el codo frutal y en el jadeo:
amplias alas polares me sacuden
esta urgencia de silbos y de vértigos.

El son, digo el tambor, la avispa encinta
percutía en el árbol, retumbaba,
le mordía las piernas a la aurora,
a la infinita virgen de la escarcha,
se movía a cantar, a andar sonando
por un ancho rocío de campanas,
por la inmediata carne de la alondra,
que con un trópico sonoro adentro
subía a responder batiendo el alba.

Y la madera supo. Y supo el viento.
Y rechinó una fábula de cañas.
Perfiles a nacer, tímpano el tiempo,
acudieron a fuerza y a mansalva,
porque el sonido al fin, porque la sombra,
sabía del milagro y lo danzaban.
Rondaba el vegetal, crujía el brote
con el sol acoplado a las espaldas,
con duras cuñas de vigor en lo íntimo
y un diluvio de hongos y de malvas.

Desde entonces a mí: la esfera ciega,
la potencial succión, la llamarada,
la cadencia creciendo en locos círculos
sus gigantes de música en mi carne:
tanto como la piedra y siempre el agua
me aturden la guitarra con sus viajes,
emigran sus estrellas por mi boca,
pregonan sus rituales con mis manos.

Cuerpo ya, pentagrama transitable,
cerca del corazón queda la hierba.
Respiraré el aroma y el volumen
porque sin solidez, porque con aire,
porque con carne al viento y con arterias,
porque ya transitado y transitable,
me muero universal como la muerte:
igualitario, libre y nazco unánime,
aledaño a los pájaros, creciendo,
camarada animal subo a la vida
con vítores de sauces y magnolias,
sinfónico y alegre, saludando.

UN GRITO DE IDA Y VUELTA

Es de andar el país que traigo el rostro
azotado de polen, azotado
por un mapa desmedido,
por una enormidad de olvido largo.

Pasan las estaciones como tumbas
mientras los trenes pasan
desvaneciendo ranchos y chilcales
y regiones de arena interminable.
A veces queda en la pupila, ardiendo,
la sal de una mirada
donde la muerte talla en la pobreza
algún niño de trapo,
y aquella vasta soledad que crece
en la geografía del espanto.

Vengo de andar país. No impunemente
tengo un país delante.
Su gaviota a mi puerta. Sus raíces
de guitarra en la sangre.
Por ser nomás, no soy. Soy si me incumbe
entera su distancia.
Ando territorial y amaneciendo
en el velamen de su madrugadas,
protagonista de su luz enorme
como una llamarada.

Por eso cuando vuelvo no me puedo
el silencio que me traigo.
De ver el país por dentro no me caben
los ojos en la cara:
rostros y voces, nombres y apellidos
me acosan preguntando
por el futuro que jamás empieza,
por la reforma agraria,
por las postergaciones y el bochorno
del latifundio rata,
por el sometimiento que nos urden
a espaldas del alba,
por el miedo animal que merodea
con sus brujas gendarmes,
por los niños que crecen casi inermes
entre tanta mentira organizada,
entre décadas de hambre y de desprecio
y discursos y salmos
que no cree ni dios porque ayer mismo
un niño murió de hambre
y en La Rural un toro batió todos
los récords de subasta
y en Inglaterra a Borges lo nombraron
doctor honoris causa.

Por eso cuando vuelvo demolido
de ver a mi país crucificado
estalla en mi guitarra como un grito
el silencio que traigo.

EL LIBRO DEL VIENTO

Mi canción es un libro
que se escribe con el viento
y una imprenta indeleble
-la guitarra del pueblo-,
a lo largo de América
lo imprime a cielo abierto.

Después, de boca en boca,
santo y seña del sueño,
va entre los hombres, cruza
las fronteras del miedo
y nombra al sometido
en su padecimiento.

Las muchachas azules,
los rudos marineros,
el labrador de pámpanos,
el quieto, el andariego,
andan con mi canción
sin posible sosiego.

Mi canción no le teme
al tumulto ni al fuego.
Todos pueden cantarla
y llevársela lejos.
Yo sé que cuando vuelva
tendrá un sonido nuevo.

¿Qué dice mi canción?
De todo en su momento:
asuntos de casados,
asuntos de solteros,
dolores, alegrías;
juglaría del viento.

Y si a veces estalla
en un grito violento
es porque al pueblo acallan
¡y duele ese silencio!

INCENDIO DEL COMPADRE

Materia paternal,
siempre amanece
pisando en lo robusto de la sangre.
Su estatura rotunda se sostiene
en la sombra floral de la mañana.
De una orilla a otra de la vida,
sujetando el origen por sus márgenes,
entra a lo geográfico del día
la filiación terrestre del compadre.
Él siempre estuvo aquí. Sobre esta tierra
su boca ha sido náufrago y testigo.
Por donde fuera el viento iba su rostro
buscando semillar y hacerse sitio.
Él siempre estuvo aquí. Tuvo sus hembras,
sus parientes de luto, sus vecinos.
La costumbre rural de su alegría
anda diseminada por el vino.

Yo lo sé amanecer cuando amanezco
claro, puro país, pueblo, heredero
y él pasa ante mis ojos por la tarde
como una hechura regional del tiempo.

-patrón, hoy no me espere. He cumplido otro tranco.
No hay modo de atajarme si ando de calendario.

La tarde va vestida de estival amarillo.
Giraluz de la altura su bandería clara.
Rodeada está de ríos. Ceñida de palomas.
Se le ha quedado inmóvil la silueta en los álamos.

-patrón, borre este día. Más tarde lo igualamos.
Qué primavera el mundo después del primer trago.

Hoy es día de grillos. Fecha de cancionero.
El compadre ha salido a celebrar su Santo.
Por la tarde que pasa con el aire dormido
la luz alza las ropas del cielo desflorado.

-patrón, tenga su sombra. Guárdese su salario.
Hoy no me da la gana de alquilarle los brazos.

Ahora no hay medida. Se ha incendiado el compadre.
La alegría le llena de pájaros la sangre.
El día sale a verlo. Él saluda a los árboles.
Como un zonda de júbilo avanza por la calle.

El sol cae de cobre degollando los cerros.
Topetando las sombras va el grito del compadre.
Allá espera el boliche con la noche en el medio.
El paisaje lo bebe. Y él se bebe el paisaje.

EL COMPADRE

El compadre, ya Juan, se empina y dice:

Patria, amor mío, quiero juntar todas las ganas,
todo el guitarrerío donde tu pueblo canta
para que, copla a copla, nos vayamos sabiendo
el tamaño, la furia, la herencia solidaria;
ese modo de sernos uno al otro, camino
o río tumultuoso o historia castigada,
mientras que a golpe vivo de miseria aprendemos
que hay que empuñarse el rumbo sin pleito sin abogados,

porque siempre nos joden, siempre nos joden, patria,
siempre los comedidos nos lleva a otra parte
y basta! ya está basta! terminémosla, patria!
y juntemos a todos en una misma gana
para voltear el odio, el miedo, la miseria
y avanzar con el rostro nacional por el alba.

Digo que un hombre solo, sólo es un hombre, digo
que tiene su misterio el hombre solitario,
pero ya estoy cansado del misterio gratuito,
de la soledad pura y el silencio importante;
ya no quepo en la luna de tanto andar las noches
tuteándome con todos los duendes de la calle;
digo que un hombre solo, sólo es un hombre solo
y que no tengo tiempo de amparar solitarios.

Tanto andar, tantos pasos por las calles en vilo,
cuánto que uno se busca, tanto que hemos andado
-no digamos que todos, pero la mayoría-
buscando el fundamento de lo que nos separa,
de eso que no nos deja reunir la alegría
y repartir a todos la sal, el pan y el agua,
esos tres elementos de que se nutre el grito,
el himno que supimos y el amor que nos salva,
tanto y cuánto que gasta la historia con nosotros
para que nos unamos de una vez por debajo
y sin embargo cuesta y sin embargo tarda
y sin embargo hay alguien que caerá mañana,
alguien que hoy no ha comido con los hijos mirándolo,
mirándonos, mirando tus cereales, patria.

Sumar uno más uno hasta llegar al hombre,
al país que dijimos sin olvidar a nadie,
súmame, patria, el niño que te ha visto vestida
de estival y muchacha con los sueños al aire
pero con lo labriego, con lo gremial del canto,
súmame lo de todos, cuéntame padre y madre
porque así es como puedo soñarte el horizonte
y una dulce pradera de pan multiplicado.

Hay que juntar las ganas y contar desde abajo,
vamos uniendo rostros, manos, sueños, olvidos,
flor turbamulta quiero, a la altura del día
el regreso de todo lo que fue sumergido.
A partir de esta calle no hay posible regreso,
no hay otro pacto que éste, pero sin apellidos
y no es fácil ni pronto, ni ya voy ni gemidos,
ni discursos ni curas, ni general ni edictos,
no hay arreglo, no hay nada que hacerle en este asunto:
hay que juntar las ganas, organizar el grito
y despertar de pronto como un solo estallido.

Patria, amor mío, es hora, se han cumplido los siglos,
estoy fundiendo todas las manos de tus hijos,
aguarda que ahora tengo el corazón al viento
y en el viento un aroma popular encendido.
Espéranos, iremos por los barrios hermosos
donde el día transcurre custodiado de niños,
diciéndonos que es grave pero bello tenerte
limpia de capataces metálicos y cínicos.
Espérame. Esperemos. El último ha salido.

Hay que marchar con todos para soltar la aurora
de adentro de tu pueblo como un inmenso río
por donde irá la vida liberada cantando:
ya vuelvo, amor, América, espérame en el trigo.

FILIACIÓN DEL ROCÍO

La mañana inicial sube embestida por la luz
principal y entrañable;
ya está nupcial soltando las palomas
entre la adolescencia de los árboles,
buscándolo,
tocándole lo verde que anda en la arboladura de su sangre,
lo verde flor que es él cuando amanece,
cuando amanece flor a flor de labios:
todavía aromado,
aún simiente,
aún simiente aroma enamorado,
amanece,
despierta lentamente por regiones de luz,
a pasos cálidos,
mientras que, panza arriba, el sol paterno
pasa sobre los humos del verano,
bebiéndolo,
lamiéndole la índole,
abriéndole al puerta de los párpados
por donde entra el día hasta su boca,
hasta su corazón verde y oceánico;
sube, viene,
lo busca la mañana
y aún tiene en la piel mujer y mosto,
su mujer moscatel en el costado,
dormida todavía como greda,
gredosa e inocente a su costado,
como greda dormida en la inocencia del barro maternal
que está soñando;
así,
tirado así de las raíces,


PÁGINA 16 – ENSAYO

DE REGRESO A CASA

Por Edgar Borges (Gijón-España)
Fuente: Argenpress cultural

A partir de la década de 1980 el capitalismo dio el salto hacia una metamorfosis de dominio superior. Metamorfosis que ya estaba entre sus viejos planes de totalitarismo “democrático”. En la primera década del siglo XXI la velocidad del salto (y de la confusión) ha aumentado. La lógica capitalista tiene tal capacidad de renovación que, una vez asumido el colapso del funcionamiento, se dispone a demoler su propia rueda para nacer de las cenizas e ir por más (y más, y más). De ahí la construcción de una creciente “realidad” virtual que apunta a trasladar a la red no sólo la dinámica del aparato productivo, sino la “voluntad” de los ciudadanos del mundo. A veces, cuando pienso en el vaso medio vacío que tiene Internet, me pregunto si con la pretendida “realidad” virtual a lo que todos estamos jugando no será a aceptar el simulacro de vida que desde hace siglos nos han venido arrebatando en el escenario real de la calle.

Más allá de esta metamorfosis, el capitalismo corre el riesgo de caer (e implosionar) en este salto. Si bien esto no ocurrirá mañana, pues un cambio social de tal magnitud no se puede medir en un tiempo breve, en el siglo XXI podría desplomarse el concepto de sistema que conocemos. Estamos atravesando el desgaste de un modelo; la caída de todas las lógicas: la social, la política, la económica y la religiosa. Se saturó la mirada de una cultura. Y en esta caída libre no sólo hablo de derechas (centro o extremos), también me refiero a izquierdas (centro o extremos). La izquierda que conocemos se ha mantenido entre dos aguas (mientras el mundo perdía la mirada): un sector luchando (eternamente) desde las cuerdas de un cuadrilátero hecho a imagen y semejanza del contrario, y otro sentado (con sonrisa postiza de luchador social) a la derecha del “monstruo”.

Entre metamorfosis y desgastes lo más complejo, para quienes no estamos dispuestos a resignarnos es el qué hacer. No obstante, lo más nocivo en medio de esa complejidad, sería permitir que el qué hacer se convierta en un peso que nos aplaste. La propia dinámica impuesta por el apetito voraz del poder global (que se quitó la máscara del “bienestar social para todos”) avanza (velozmente) hacia su destrucción. Si hacemos un juego de imaginación (y perspectiva), desde la segunda mitad del siglo XXI observaríamos un primer ciclo en caída libre (y sin posibilidad de recuperación). El modelo de consumo (aplicado hasta ahora) no resiste. Su funcionamiento ya vive una implosión. Y todos los pueblos la están pagando muy caro. He ahí el dilema (y el reto) de un nuevo liderazgo que debería surgir con la construcción de un modelo realmente alternativo. Se trataría de una forma de gobierno sostenible (y discutida) que no esté dispuesta ni a pelear desde las cuerdas ni a ser un apéndice de los desencantos. Desencantados que hasta les da flojera o cinismo pensar en la posibilidad de una alternativa política al consumismo.

¿Por qué la naturaleza no podría ser la opción más valida y necesaria a tomar en cuenta por un nuevo liderazgo que asuma con inventiva el tiempo que está por caer y el que está por venir? ¿Cómo encausar una política social en coherencia con la Madre Tierra en tiempos cuando se nos ha hecho creer que la salida es el absolutismo tecnológico? ¿Cómo hacer viable la comprensión del cosmos en la cotidianidad de los seres humanos del siglo XXI? ¿Por qué no puede surgir una nueva forma de hacer política capaz de hacer posible un modelo eco-social? ¿Dónde está el liderazgo que interprete esta etapa de transición como un puente que nos lleve a la nueva dinámica evolutiva con la que debería ser recordado el siglo XXI? ¿Quién puede negar que después del caos (y de la carrera desaforada hacia el desarrollismo) lo que necesita el Ser no es la vuelta a casa, a la naturaleza?


PÁGINA 17 – COMENTARIOS DE LIBROS

TRANSMUTACIONES O EL PESO DE LA HISTORIA

Transmutaciones. Editora Regional de Extremadura. Mérida, 2010. Edición: Antonio María Flórez- 355 páginas.

Por Joan Caparrós, Filólogo. U. Pompeu Fabra (Barcelona-Cataluña-España)

Para bien o para mal en la historia latinoamericana existen España y García Márquez, con toda la carga semiótica y cultural que significa asumir ambos paradigmas. Desde ellos aquella tierra es diferente y para siempre. La historia americana irá ligada perpetuamente al idioma español. La literatura colombiana alcanzó dimensión universal cuando el mago de Aracataca nos iluminó con sus maravillosas historias macondianas nacidas de su bien asimilada tradición cervantina y faulkneriana, adobadas con una pizca de las mil y una noches, la labia de su abuelo y los delirios de su abuela, todo ello macerado, cómo no, en el mortero de un paisaje primigenio y magnificente que dio origen a uno de las obras fundamentales del idioma y más influyentes del siglo XX.
La preocupación por la literatura de aquel continente sigue vigente en la Península Ibérica donde es evidente el interés de las editoriales por sacar a la luz a los herederos del famoso Boom, que en Colombia han tenido una particular dificultad en mostrarse porque la figura de Gabo ha ocupado de forma apabullante el panorama nacional. En ese sentido el libro Transmutaciones, en una bella edición de la Editora Regional de Extremadura (Mérida, 2009) quiere señalar que esa presencia ya no es tan castrante y que hay toda una generación de nuevos escritores que han logrado sacudirse aquel influjo, sin que necesariamente tengan que renegar de su ilustre ancestro, y caminan por sendas nuevas muy interesantes, muy acordes con los tiempos que están corriendo.
Antonio María Flórez, a quien ya conocíamos por su desgarrador testimonio de la violencia colombiana reflejada en un estupendo poemario, Desplazados del paraíso (ERE, 2006), es el responsable de este proyecto que hace una muy documentada y amena revisión de las distintas corrientes y géneros de la literatura colombiana actual, en un prólogo espléndido y ajustado a su propósito pedagógico y divulgador. En entrevista concedida a Papel Salmón recientemente, afirmó que “la transmutación es un término relacionado con la alquimia y consiste en la transformación de un elemento químico en otro”, asimilando esto a lo que está ocurriendo en aquel país con las nuevas generaciones y que él considera que son un grupo de creadores que sin reconocerse propiamente como una “generación”, participan de un tiempo, unas ideas y unos propósitos cercanos, aunque no siempre comunes o del todo afines, pero en todo caso, mutan, y transforman y asimilan el patrón dominante y trascienden la figura deífica de García Márquez”.
Tal vez uno de los mayores atributos que le encontramos a este libro sea el de presentarnos una antología no al uso, en el sentido de que no hace una selección de un montón de autores, sino que se la juega con uno solo por cada género elegido: novela, cuento corto, nouvelle, ensayo y poesía. Apuesta arriesgada por demás, que el antólogo soslaya con suficiencia porque se ha apertrechado con una nómina de autores de primera línea de aquel país, poco conocidos en España, salvo Octavio Escobar, pero eso sí, de gran calidad, y respaldados todos ellos con los más importantes premios nacionales de literatura de Colombia.
Adalberto Agudelo en Toque de queda recrea un suceso de su ciudad, enmarcado en las luchas utópicas universitarias de los años setenta cuando el desencanto ya se había instalado en la consciencia colectiva. Relato experimental que se puede leer como novela fragmentada o sucesión de cuentos, de gran riqueza estilística y complejidad formal que, según señalan los críticos de su país, muestra la ruta de su más reciente éxito, Pelota de trapo, Premio Nacional de Novela “Ciudad de Bogotá”.
Triunfo Arciniegas, docente como el anterior, se le significa como el más importante narrador colombiano actual de literatura infanto-juvenil, auténtico bestseller en México y Venezuela. En Noticias de la niebla nos sorprende con un libro “maduro” de textos breves, simples, muy condensados, paradojales, que rezuman irónica melancolía y un humor agrio y claroscuro.
Octavio Escobar, ya publicado en España por Periférica con excelente acogida (Saide y Destinos intermedios), se revela con El álbum de Mónica Pont como otro maestro del relato colombiano, construyendo un artilugio de artilugios en el que juega con el lector y lo lleva de la mano por su desgarramiento interior, por su desarraigo, en una sucesión de juegos por los que quiere acceder a la verdad del amor y la literatura, tal como lo pretendiera su maestro García Ponce, con Madrid como trasfondo y su país como razón.
Orlando Mejía, antiguo habitante de los extraños escenarios nocturnos de Barcelona, con El espíritu de Basho, se confirma como el excelente ensayista que es (ver su lúcida disquisición sobre La muerte y sus símbolos) y a través de la reflexión sobre la obra de Basho, Hölderlin y su paisano León de Greiff, nos enseña que el arte es algo que está situado en el escaso margen que hay entre lo real y lo irreal, tal como lo dijera Chikamatsu.
Por último, la más joven del grupo, Andrea Cote, ahora residenciada en Estados Unidos donde cursa un doctorado en literatura, y que pronto estará en una antología de Visor (Poesía ante la incertidumbre) con su poemario A las cosas que odié, sublima lo nefando en un paisaje de tierras quemadas, silentes y desgarradas, estragadas de luz y en ruinas como la conciencia de un país que migra hacia la nada de su sinrazón.
En fin, un grupo muy interesante de escritores que Antonio María Flórez señala como humanistas, globalizados y soñadores, con talento, originalidad y estilo, cuidadores excelsos del idioma.


PALABRAS SIN ESCOLTA

Incitación al disfrute de la Antología poética de Elsa Tió.

Por Josefina Toledo (La Habana-Cuba)

Superados –felizmente-- los excesos, más que puntillosos pedantescos , de la crítica literaria estructuralista, que fue entronizando poco a poco el postmodernismo, y que se explayó como el non plus ultra del instrumental ideo estético, a partir de muchas de las valoraciones críticas de la postvanguardia, me (nos) parece que de nuevo emerge –victoriosa-- la valoración crítica que, sin apartarse de los requerimientos formales, que constituyen la esencia misma, la razón de ser de la Poesía, apuesta por la capacidad de comunicación del texto poético y su huella en nuestros sentidos. La crítica novísima, la post-postvanguardista, esta que, atrevidamente, no teme –acaso no le importa mucho-- acercarse o emparentarse con las extorciones transgresoras de las tendencias de la newage, ya ha ido avanzando, decidida, hacia la recuperación de la original Poesis, del disfrute de todos nuestros sentidos con el acto mismo de creación poética, y con el resultado de ese acto: con el Poema que nos trasunta la otredad de la mirada artística, y la identidad del Poeta.
Porque lo que puede establecer –o no-- nuestra empatía con la sustancia del texto poético es en definitiva la capacidad, los resortes imbricados en la subjetividad que pueden --o no-- movilizarnos, sugerirnos, seducirnos, hacernos su cómplice en los senderos o en los atajos de la lectura, y hacer que concluyamos en las últimas páginas con el alma refrescada, como emergida de las aguas de la fuente de la juventud, que será siempre la fuente de la Belleza.
El fino ejercicio poético de Elsa Tió discurre muy seguro por los predios del versolibrismo, del coloquialismo más cercano, que parece fugarse de los recursos literarios establecidos. No se nos muestran asideros metafóricos demasiado apegados a lo académico, ni los símiles y las sinécdoques desfilan facilistas o rebuscadas. Así nos dice la poetisa en “Zarpamos con la luna”:
Mi sonrisa canta en el aire la melodía de tus dedos
Que relatan la historia del gozo y la impaciencia.
La sinestesia se ejecuta rotunda, inapelable en la fuerza del deseo, y nos impulsa al placer vivo de la lectura en su poema “El paladar”:
Tus besos son el paladar del amor
Los saboreo como fruta fresca
Que se palpa y perfuma.
Los recuerdos son el paladar de la memoria.
Tus ojos me hacen la boca agua.
La preocupación por la vida y el aliento trascendente que marcan muchos de los poemas de Elsa Tió se muestra con muy fuerte eficacia en “Cómo abrazar al mundo”, cuando la poetisa se deja perturbar por la imagen de su propia muerte: no puede asumirla, y culmina este logrado poema con una mirada siempre esperanzadora y vital:
Todo sana, celebro la victoria,
devoro mi tristeza con hambre de ilusiones
y avanzo de ola en ola
rompiendo en las orillas mis dolores,
estrenando esperanzas en los atardeceres.
La Antología poética de Elsa Tió aparece estructurada en cuatro segmentos. El primero de ellos, que ofrece título al libro, es Palabras sin escolta: Poemas inéditos, y en todo él transita una poesía intimista, que descubre la fuerza identitaria de la poetisa, en comunión con la naturaleza y consigo misma, identificada con las mejores herencias postvanguardistas de la poesía hispanoamericana, como lo evidencia su poema a Pablo Neruda; ora atravesada por una mirada escrutadora al entorno social, ora desgarrada por los tonos elegíacos del poema “Al hijo muerto”.
En el segundo de los segmentos los poemas se agrupan bajo el sugerente título de Inventario de la soledad, y descubren un calado de mayor madurez y hondura de la mirada intimista de Elsa Tió, como se aprecia en su magnífico poema “A mi bisabuela”, que rebasa la cariñosa evocación filial para devenir homenaje transido de admiración a esa su bisabuela, quien es nada menos que la ya mítica poetisa, pensadora y patriota puertorriqueña Doña Trina Padilla de Sanz, “La Hija del Caribe”. Escribe la Autora en este poema:
Quiero encontrarme ante mí misma
Cuando esta isla se mire cara a cara
Mientras los hombres le mientan día a día
--extraña multiplicación de la rutina—
Y se vea sin lengua, sin paisaje ni orgullo,
Y se encuentre de pronto ajena de sus sueños,
De su gente y de su historia.
Y vuelve a descubrirse la empatía de Elsa Tió con las grandes figuras postvanguardistas de la literatura hispanoamericana en los sendos poemas que dedica al inmenso y universal argentino Jorge Luis Borges, y a nuestra muy entrañable boricua, igualmente universal, Julia de Burgos, la inefable cantora del Río Grande de Loíza, con la que Elsa Tió dialoga y evoca:
Con tu pasión cargada de luceros
Se desbordó tu luz en las palabras
Y se inundó la tierra con tus sueños.
/…/
Nadie te supo amar como tu río,
/…/
En el río de tu patria y de tu lengua,
De gente que supiera tu nombre
Y conociera tu rostro, tu voz y tu silencio.
El tercer segmento en que Elsa Tió estructura su Antología poética se titula Detrás de los espejos empañados y nos devuelve a una intimidad otra, depurada en el mayor dominio de las imágenes poéticas y la evocación filtrada, contenida, que por momentos recuerda la sobrecogedora premonición del gran cholo César Vallejo cuando rampantemente nos anuncia que morirá en París, con aguacero, un día jueves, del cual “ya tengo la memoria”. Así he recordado, de memoria a la memoria, regodeándome en el poema de Elsa “Moriré lentamente sola”, que tiene mi especial recomendación para su lectura completa y despaciosa, ya que es imposible de glosar.
El cuarto y último segmento de este poemario antológico la Autora lo titula La rosa va caminando: Poemas de infancia. Algunos de estos poemas, colmados de la candidez de la niña que fue, se escribieron cuando la poetisa tenía cinco o seis años de edad, si aceptamos sus fechas como válidas, y realmente no tenemos por qué no aceptarlas. De este modo, Elsa Tió cierra su libro, sus Palabras sin escolta, con esta suerte de viaje a la semilla. La niña poetisa, con el don que sólo Dios otorga --abundoso o limitado-- desarrolló sus potencialidades primigenias sin perder su capacidad de asombro, de candidez, y llegó acaso a sus más altas capacidades poéticas sin enajenar del todo la alegre vitalidad de la niña que fue, volcada ahora en la introspección sosegada que mira hacia sí misma y hacia su entorno patriótico y sociocultural. En suma, estoy ante un libro cuya lectura resulta refrescante y restauradora como un chapuzón con ropas en la mítica fuente de la juventud.
Palabras sin escolta es un libro que no nos dejará indiferentes, y cuya lectura me atrevo a recomendar a todos y todas, en todas las latitudes.


LA LOCA 101 DE ALICIA STEIMBERG

Por Andrés Ugueruaga (Santa Fe-Argentina)

Segundo libro de Alicia Steimberg (escritora nacida en Buenos Aires en 1933. Hija mayor de hijos de inmigrantes de Ucrania y Rumania por los abuelos maternos, y de Rusia por parte de los abuelos paternos, pioneros de las colonias judías de Entre Ríos). Editado en 1973 por Ediciones de la Flor, y reeditado por la misma casa de ediciones, en 1995. La loca 101 acopia lo mejor de la tradición surrealista y del teatro del absurdo; lo mejor de Alicia en el país de las maravillas; la semblanza principal de la Perla del Plata tan a menudo inhóspita, invernal y brumosa, con algún tango de Julio Sosa de fondo, por donde pulularon las miríadas intelectuales de Florida y Boedo…Todos estos atributos se mueven uno por uno, en el cambiante y accidentado derrotero de esta obra. Otra acepción posible, no obstante más exclusiva respecto a la obra, será: en la 101 se encarna la literatura, la locura y el sueño…tres maneras de crear y reivindicar al ego por encima del principio de realidad, en años cuando no existían carreteras al paraíso, ni cantos a la vida.
Con esto, y sin obviar su notoria musicalidad y ritmo, los mismos son apuntalados en un lenguaje colorido y cotidiano. La amplitud de los registros orquestados por la Steimberg nos recuerda a la inmensa posibilidad de sonidos ofrecidos por un piano. Pues en sus páginas se relata el juego de un niño en un zoológico, que también puede ser un mono; se relata las maniobras de un descuartizador; las más sobria y correcta de las prosas; la vida de la Pocha, una bella y auténtica escaladora social; la vida de Flor, una sufrida prostituta; la historia de Canela, una perrita caniche que vive en una isla, pero que la 101, la recuerda como si hubiera muerto… “El ego es un texto: hay que descifrarlo (...) El ego es un proyecto, algo que construir. (...) Y el proceso de construir un ego y sus obras siempre es demasiado lento...” Escribió Susan Sontag (refiriéndose a Walter Benjamin). En el vertiginoso salto de voces que descienden del mismo yo de la 101, abundan las equivocidades, las recapitulaciones, las nostalgias “Mis motivos de quejas es que ya nada es como antes…” los cuales configuran cualitativamente aunque de modo repentino, eficiente y veloz, su novela. Una sinfonía en papel, en donde, sin embargo, el personaje es solamente uno: la excéntrica historia, la proyección honesta, la risueña autobiografía de una mujer loca y pobre (nada más y nada menos que en el supuesto granero del mundo, machista y cuerdo) desarrollando su papel de Proteo, y sin embargo, siendo la misma…
Por otra parte, en La loca 101 hallaremos un libro con una posición única: en ellas conviven lo mejor de la tradición literaria y la mejor manera de escribir sesgadamente sobre una época crítica, sin caer en el llanto, la blasfemia, ni en los lugares comunes. Los saltos de capitulo (que a su vez son tan acabados que parecen relatos cortos o microrrelatos), al igual que la princesa Sheherezade, avanzan mediante palabras mágicas, salvadoras palabras que amplían el libro, para mantener fuera de alcance todo lo adverso. Lejos de comportarse a modo de cronista de guerra o mensajera de noticias tristes, Alicia Steimberg recurre al humor: “reír para no llorar” tal como escribió Joseph Klatzmann. Aquí el humor es el pasadizo amistoso en donde se fomentan estos sucesos, para evidenciar el lado más risible de una época sin duda absurda. La increíble y camaleónica 101 se ha escondido, sustraído del horror, buscando un lugar convincente, siempre dentro de su imaginación.
Para finalizar, ya dijimos más arriba que La loca 101 es la segunda obra de la escritora. La primera, cabe recordarlo, es Músicos y relojeros. En estas dos, Alicia Steimberg ya nos expone dos mundos terminantemente inversos. Mientras que Músicos y relojeros (que ha cumplido su cuarenta aniversario recientemente) trata sobre un universo infantil, pueblerino, de la primera mitad del siglo XX, maternal y lleno de inmigrantes; en su segundo trabajo el mundo ya se nos exhibe puramente sudamericano, adulto, patriarcal, inentendible y oscuro. Cuando en el primero florece el conocimiento del mundo, los vínculos humanos y se presenta la construcción de una identidad, en La loca 101, se desarrolla una demencial y obstinada búsqueda de un mundo mejor, el cual jamás se vislumbra, permaneciendo éste por siempre excluido de la obra. Allí justamente nos consta el primer justificativo de abrir el humor como acto estético y reflexivo, desnudarlo todo mediante la risa. Invocar al sortilegio de las palabras lúcidas que lo despierten…He ahí el motivo de la fascinación con este libro, lo que este libro es... La condición humana de una loca incrustada en una realidad tanto o más demencial. Es ésa la razón por la cual su lectura se manifiesta, como una fiesta inolvidable.


PÁGINA 18 – CUENTO

LA NOCHE DEL INCENDIO GRANDE

Por Luis Daniel Gutiérrez Espinoza (Arequipa-Perú)

Con su traza marinera de eterno afincado en tierra, que solo tuvo la suerte de conocer las cosas del mar nada más que de puro mirarlo y soñar con él, el hombre, bien parado en el centro de la plaza, miraba a todos lados y a toda la gente, como con dominio, como con bronca...
Parado, pareciéndose al enérgico patrón de la proa que imaginaba mandar y con un vozarrón de tormenta desatada, a punta de grito pelado alborotaba a todo el mundo mientras una fina garúa sesgaba sombras y cuerpos.
- Ahorita mismo me van a conocer, ¡grandísimos carajos!
Y yéndose por entre los juegos de artificio, cogió lo cohetes de pólvora y prendiéndolos, los lanzó hacia el firmamento. Borracho, con una borrachera llena de lucidez y sentido… cuánto quisiera quemarle el rabo a los ángeles, se dijo… miró a todos lados y a toda la gente, como con desafío, como con ira.
Pueblo pequeño, infierno grande y aún así, nadie lo calló. Además, es loquito el hombre y él, dale que dale…
- Ahorita mismo me van a conocer, ¡grandísimos carajos!
Y a la pobre renguita solterona y de mala suerte, con su tupido velo negro de beata penitente y sus malandares de cadera torcida, que la agarra también con sus zarpas bochincheras… a ésta, ya verán, la pongo contra la pared y ¡zás!, le arreglo el paso, ¡te hago el milagro m’hijita! Y ni quién lo callara.
- Ahorita mismo me van a conocer, ¡grandísimos carajos!
Y al ceñudo Capitán de Milicias, autoridad del valle y alrededores, con las leyes a su antojo, sus botas de montar y el fuete que nunca abandonaba… ¡ajajay!, para que se entere y se le amarguen las tripas, hay un zambito cantor que le anda poniendo los cuernos con su queridita de la Calle Real arriba, ¡ajajáy! Y ni por esas, nadie lo calló.
Y ahí que los cohetes subían al cielo, iluminaban las nubes y les quemaban el rabo a los ángeles… pero, es loquito el hombre, qué se le va hacer…
Y la feria que ganaba bulla y movimiento y el pueblo, que como en coro se iba por donde los gitanos comerciando sus peroles de cobre y derrochando su caló de mercachifles, convencían a cuanto incauto cayera por sus toldos… que si sus sortilegios curaban, ¡claro que curaban e incluso sanaban y bendecían, por generaciones!, que si sus pócimas de amor resultaban llenando de amores al más pobre y solitario, ¡claro que lo llenaban y hasta cola y turno tendrían que guardar las agraciadas!, que si la suerte que auguraban las barajas era de confiar, ¡claro que sí, porque ellas leían perfectamente el porvenir y sabían cómo asegurar el futuro de cualquier incrédulo mortal!, que si San Antonio no determinaba matrimonio, ¿ellos sí?, ¡claro doñita y para que tenga usted más garantía, al tiro le voy a enseñar cómo funciona la cosa! Y vaya pa’cá y vaya pa’allá, el coro de gentes que le entraba a la música, a los licores y al diente, que ni quién se quede sin risa, ni copla ni calentada de orejas, que la vida es una feria y la feria, harta vida toda ella.
- Ahorita mismo me van a conocer, ¡grandísimos carajos!
Algunos aseguran que el fuego comenzó en los terrenos pertenecientes a José Paciencias, justo en el montón de paja que durante sus flojeras las había almacenado tan primorosamente tras las cercas del Corral Municipal, otros juran y rejuran que el hombre, al irse por donde las vivanderas, esparció su maleficio y las atolondró tanto, que ni siquiera de un balde de agua las pobres se acordaron, tal vez, dijeron los más, nació en el techo de la iglesia porque una chispa de los cohetes esos, le cayó encima y lo encendió como yesca y luego se prendió en los demás techos vecinos, de ahí a la cauda de las palomas, a los nidos de las gallinas, a las sábanas calientes socapando pasiones, después a todos los pastos secos y todita la arboleda circundante, que en su chamusca que te chamusca fue distribuyendo las llamas como bien quiso y le vino en gana… y ni quien las pudiera contener ni tampoco apagar...
- ¡Ahorita mismo ya saben que yo soy Juan Candelas, grandísimos carajos!
Y el hombre, en el centro de la plaza, mirando a todos lados y a todos ellos, repetía y repetía, como con triunfo, como con gozo…
- Pa’ que nunca se olviden de mi, ¡grandísimos carajos!, yo soy Juan Candelas y nadies me puede tocar… ¡Yo soy Juan Candelas, carajo!


PÁGINA 19 – POESÍA AMERICANA

© GLORIA DÁVILA ESPINOZA
(Tingo María-Huanuco-Perú)

LETANÍAS DE UNA SOMBRA

Sé que la penumbra es mi vuelo
y ella ni sabe
que después de berrear
aún canto en silencios sepulcrales.

Soy del fuego,
y de los vientos,
que atizan su magma,
Soy del mar
y sus olas
gritando a mis oídos,
como ecos en sus rocas perdidas,
y cuando epitafios perfilen,
mi nombre y
su sombra,
seré desnuda mariposa
sin pigmentos.

Escribí mares desiertos con mis ojos
y en mi sed de zarpar,
bailo conmigo y todos mis demonios,
mis clavos y maderos en pies.

Afuera , habito, cual penumbra
que lanza hiriendo mis silencios y
mientras visto de cenizas
soy exilio en vorágines y fauces.

Por manías de saberme
acordeones en piel,
descubro que no hay edad sin embriaguez
y sin más muerte que la mía,
pervivo en su tiempo
como popa de un barco
zarpando en un tren de sierpes.

Mis plumas se erigen:
siniestras,
anquilosando sus iris;
que fluyen como germen del caos
en donde mi espuma
es logia negra
y sus pies
en donde sus piedras
gritan:
¡Piedad…!
Y aún al borde del miedo,
que escupe el amor que devasta la piedra
me erige en su grito; en ese mismo
en el que la noche inunda sus pasos
la daga hunde su filo en mi alma.

Duermo en mi garganta
y al filo de la rosa que erosiona
mi nombre hasta el morir
la noche astilla mi rostro.

Mi música es canto de cuervos
y alacranes al rojo vivo
los odios se escriben en mi piel
como epígrafes en su elixir.

No hay gruta cerrada
no hay llaves en caminos
el mundo escribe su epitafio
con mi nombre.

Te debo todo lo que soy,
hiel
Estío en fuego
Piedra laja
acantilados;
al final de mi voz
en donde el péndulo es sicario
aún mi sangrar no sea mar
sino piedra menuda en su aorta.
Por eso, gritaré con el tiempo
como espuma en sus orillas de mar.

Sé que la penumbra es mi vuelo
En espuelas y hielo pétreo en su vientre…
Mejor así…


GILDARDO ISIDRO GUTIÉRREZ ISAZA
(Medellín–Antioquia-Colombia)

VESTIDA DE LLUVIA

Savia de nuestras estaciones
tierra magra, abierta y lacerada.
Deforestación, anegamiento de tus candiles tristes,
derrumbe y hecatombe de tu epicentro.
Como una lapida marcamos la memoria, pastoreando la voluntad del olvido.
Te hemos talado, rompiendo la virginidad de tus bosques.
Como fiera herida ruges, extiendes tu grito de angustia
dejando tras de ti un vestigio de árboles caídos,
ramas y animales muertos.

Tierra, bella, salvaje en el fuero de tus selvas.
Dispersados dentro del sueño futuro hilando la amargura.
Indómita y voraz, te hemos afrentado
con las huellas de la sierra; como depredadores,
como bárbaros salvajes violentamos el territorio del silencio
y desviamos tus cauces de años ancestrales forjados
en tu sabia decisión para la conservación y vida de todas tus especies.
Señales en el cielo, en la noche del mismo sueño;
Sagaces, creyéndonos más sabios irrumpimos
transgrediendo territorios indígenas,
cuna de la sabiduría eterna.

Vestida de lluvia todo tu cuerpo refleja la crudeza del invierno
Burladores del pasado y del presente marcamos el futuro del cataclismo
en los rostros de nuestros hijos.
Lianas y hojas, profunda, estallidos y garras exaltada en el horizonte versátil
que destruye tu belleza cuando el hombre irrumpe.
Somos la perpetuidad del ocaso, la bifurcación del desprecio,
la constelación de la muerte que gravita en cada rincón del universo.
Basura, destrucción...
Usurpación del liquen y de la oruga, del delfín rosado, de la débil mariposa.
Erigidos como dioses catapultamos la primavera,
encadenamos el verano.

Matorral ardiente, todo en ti misma es equilibrio,
es un renacer glorioso en la estrella que asalta la mañana
y se teje de luna en el tesoro de tus entrañas.
Eres la vigía eterna de un renacer que se derrumba
como una flama de muerte sobre tu piel explotada
sobre la vertiente de la huella que el hombre ha delimitado
con su crueldad y desprecio.

MUERTE

Hilo invisible, delgado y fugaz,
Donde crepita como leña herida la vida.
Un abismal sendero nos separa, nos aleja
De aquella vágatela de sueños y utopías
Cuando ese delgado hilo se rompe y en segundos
La muerte acecha.

Limite insondable, profundo y eterno,
No presentido siquiera…
Augurio que nadie teje,
Madeja de luz tendida en el horizonte de la tierra,
Despertar, soñar y morir.
Cerca del mundo, de la nada, de la oscuridad total.

Firmamento de la conciencia que anuda
dejando tras de sí una larga red de dolor.
Recodos, laberintos, paradigmas y misterios
que como telarañas rondan en sus lentos
y densos jardines de locura y desvarío.

La muerte ronda con su tic-tac imparable
Lento y constante, péndulo sin fin que pende
sobre nuestras vidas haciendo endeble el carruaje del destino.
Hilo delgado, invisible y efímero que se rompe
ante los ojos incrédulos en un sordo estertor
que arrebata los más encumbrados o sencillos sueños.

Silencio impaciente, horas dilatadas,
embriaguez de los sentidos, amargura del amanecer.
Entrecortado por los susurros el féretro se dibuja siniestro
sobre la alfombra roja.
Vista velada, crepúsculo sin presagio
caminos que se bifurcan para nunca más volver.
Hilo que cruje cuando al final se desdibuja la noche
en aquel eterno olvido que seremos:
El recuerdo.


PÁGINA 20 – ENSAYO

DE ESCRITORES Y ESCRIBIDORES

Por Malcolm Peñaranda (Medellín-Colombia)

Cuando se dedica uno al oficio de escribir, ya sea por inspiración, por devoción, por dinero, por ansiedad, por despecho, por desahogo o por simples ganas de comunicar algo que tenés muy adentro y querés compartir, cae uno de bruces en esa delgada línea que separa al escritor del escribidor.
El escritor es recursivo, original, almado y a la vez desalmado, tortuosamente solitario pero increíblemente social, manipulador de palabras y emociones, escultor de ilusiones y hay quienes dicen que poseído. Poseído por sus demonios, por sus musas, por sus alucinaciones y por sus más íntimos miedos. Miedos con los que convive y a los que enfrenta en el papel, en el teclado, en el asesino ruido mercantil de una impresora. Molinos de un Quijote cuya armadura está oxidada por las lágrimas y cuyo escudero es un duende juguetón que secuestra constantemente a su damisela llamada Inspiración.
El escribidor en cambio, es un prisionero de las palabras. Un asesino a sueldo que les dispara cada día para comprobar con horror que las muy astutas eluden sus balas con más rapidez que el protagonista de The Matrix. El escribidor no tiene corazón ni alma. Se los vendió a un diablo llamado editor que lo atormenta todos los días recordándole que los plazos se cumplen o los cheques dejan de llegar. Es un pelele que ya no tiene relación sentimental estable, le quedan pocos amigos y no alcanza a dilucidar si la última vez que tuvo sexo fue con alguien de carne y hueso o con uno de sus personajes. Escribe por encargo y pasa las noches de largo. No puede comer sopa de letras porque se siente amenazado de muerte. El café es su droga favorita y poesía ya no recita. Sonríe cuando mata a sus personajes cual dueño de funeraria de pueblo cuando se entera de un deceso.
En medio de los dos y por culpa de los dos, encontramos al profesor de literatura que lucha por enseñar análisis literario y se empelicula con unas historias que le resultan embriagadoras, sin importar que sus alumnos las encuentren adormecedoras. No intenta enseñarles a escribir porque sabe que nadie puede hacerlo, ni siquiera un compañero de celda con ínfulas de mandamás de la prisión. Ha leído tanto que cuando escribe, no sabe ya si son sus palabras o las de Shakespeare, Baudelaire, Leavitt, Steinbeck, Borges, Faulkner ó incluso las de su vecina que escribe con pésima ortografía y adjetiva con desfachatez.
Ahora que lo pienso, he estado en los zapatos de los tres y todavía me pregunto si soy escritor, escribidor o un simple profesor que tiene la osadía de escribir para ensayar aquello de acostarse en la cama del otro a ver si todavía está calientica, Lo peor es que está tan putamente fría que acabo de olvidar si me acosté en la cama de un muerto, si clasifico para escritor o soy simplemente un escribidor que soñó con ser un escritor que desdeñaba aquel escribidor. Y vos, ¿qué sos?


PÁGINA 21 – CUENTO

CAPÍTULO 7 DE RAYUELA

Por Julio Cortázar (Bélgica-1914/Francia-1984)

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.


PÁGINA 22 – POESÍA AMERICANA

SALVADOR PLIEGO
(México DF - México)

POETA DE LOS PÁJAROS

Poeta muerto de Arcángel y huesos,
de negros pájaros y negras hebras,
hablaba hablándote la muerte un día
ensartando sus garras, pico, vientre, en la muralla.
Era el escritor infinitivo de la férula en los ojos,
el humo escondido en el borde de los párpados,
la asimetría de húmedos cristales en las cejas.
Antes de nacer y antes de vivo
(así la hulla engrandecía su materia),
volabas del húmero al plumaje y de la clavícula al negro.

¡Qué extraña heredad de pozos y de luces!
¡Qué yermo silencioso de aspas y batallas!
Pudiera sentirse desde el habla la genital pradera de nudos y gargantas.
Pudiera, del ayer, el futuro en su mañana.
Abro las cajas muertas del poeta: los Vallejos de pólvora y estruendo;
los Octavios de nitrato y monolito;
los Hernández de hierro biselado;
los Ángeles González de estrépito y aullido;
las Gabrielas y Pablos de los lívidos gemidos en los dientes de rugido.

Muerte negra, muerte oscura del pájaro y poeta,
¡ave negra del sonido de la letra!,
iracunda como el sol o el mar:
frenética y violenta,
posesa y turbulenta.
Muerte al fin, la muerte negra.
¡Y muerta viva en el poeta!
En lo más recóndito del sino,
en la púrpura cabeza,
en el silicio de la tierra:
atezada, profunda, cadavérica, avivada.

¡Oh, frente del trueno ante los ojos!
¡Oh, ángel del mar y los glaciares!
¡Más negro el pájaro en la boca!
¡Más oscuro el ruiseñor que su cabaña!
Y el grito de la poesía:
¿de qué Lorca?, ¿de qué Borges?, ¿de qué Varela?,
¿de qué Sabines?
Mortal y viva poesía:
pájaro negro, huesos negros, dientes negros,
plumaje negro y encendido,
¿cuándo me dirás que me amas?,
¿cuándo me hablarás que ya me extrañas?
Pájaro oscuro, del lóbulo y suplicio;
mortal y viva poesía:
¿cuándo vivirás ya en mis entrañas?

EL AMOR DE LA PALABRA

Parafraseo el mundo
y me arrancas una letra y un suspiro.
Deletreo impávidas vocales
y me revuelcas en el sol al antojo de tus iris.
¡Ah!, muñeca de alfabética belleza,
orbitas mis palabras
en una conjugación de amor y atadura.

Como si tu mirada atrajera
la confabulación de todas las estelas,
ahí, por donde se derrama el mar
y acuña tu cintura en el verbo de mi boca,
brota la oración del fino canto
en el tesoro esmerado de tu acento:
eres la sílaba gloriosa y exquisita,
el paladar genuino que se forja
en la enumerada cuantía de las voces.

¡Ah!, mi lengua sabe a ti
y en su dicción te nombra:
niña de mi alma,
eres la vocal de amor de mi palabra.

MUJER, RECORRE MI TIRANA OBSESIÓN…

La uva dulce fermenta tu torso de racimos.

¡Cómo no sembrar en ti la tierra, mujer,
o el beso de la copa que atiza la garganta
y cuece mi lengua o la triza desesperadamente
al extraer el sabor que emana de tu espalda!

¡Cómo no volcar sobre tus muslos
el vértigo que viene de la rosa
y se convierte en pétalo una vez besado!

¡Cómo no ha de buscar el cántaro
el líquido que escurre
y suaviza el látigo o destruye a la púa,
si viene de la arcilla de tu vientre palpitando!

Mujer, recorre mi tirana obsesión hacia tu limbo
y deroga con tus ansias el sepulcro de mi dicha.
Como una flor de guerra
que limpia sus armas de belleza,
empuña en tu cadera las alas de victoria
y el celo mío que te aguarda.
Sobre tu dorso siembro la uva que me altera,
y en tu pecho cosecho
el corazón que a mí me embriaga.

NACE EL VERSO

Era la lápida blanca:
rosa negra y fenecida, aquel augurio de combate,
la espada en la carne protegida.
Era también abrir el libro:
sus páginas de polvo, su gruesa pasta de sables y colmillos.

Cómo y cuándo…
La vela, el capitán perdido, los naufragios de viento y extravío,
la desértica mirada.
Y el hombre:
como una ráfaga de cíclopes vestidos,
como un relámpago de águilas sin nido.

¡Oh amor, amor!
¡De torre en torre y faro en faro, qué mar has convertido!
¡Qué estrella devoraste!
Y un grito boca arriba que nunca contemplaste.

Contadme: si fue el mar cuando fui en él a recostarme
o fue en la arena que el cuerpo entregaste.

Y el dolor cayó como sentina.
¡Oh viejo puente, viejo náufrago del mar dolido!
¡Oh las algas de los pies curtidos!
¡Oh las velas sin viento y en el mar hundidas!

Aquí grité, grité despavorido.
Y el mar se vino…
Cómo y cuándo… El mar se vino.

Nadie sucumbió. Decidme: ¡Nadie sucumbió!

Y los pájaros. Y los pájaros y nidos.
Despertadme, poetas. Llevadme a los bramidos.
Sentadme en la acuarela del matiz y del sonido.
Dibujadme el pétalo rojo del latido.
Adjudicadme el ave como ala y respiro.
Entregadme al tiempo, al espacio, a su destino.
Hacedme agua, jaguar y vino.
Degustadme y tocadme como amigo.

Venid poetas.
Aquí grité,
aquí grité despavorido:
¡Amor, amor… de un verso el mar describo!

LOS ANDES

Ved,
como los vi desde los ciegos ojos asombrados y desnudos
con sus violentas granadas de equinoccios,
encadenados a los claveles, a las orquídeas,
a las orgullosas lágrimas del viento,
confundidos en los parajes minerales
y obstinadamente cargados de sílabas marinas.

Más allá de sus ráfagas de luces y caminos,
de sus cuchillos pétreos y callados,
de sus hojas afiladas y desgranándose en las bocas,
iban en la emboscada alzando las costillas,
lubricando con pólvora y dulzura las laderas,
extendiendo las espigas a la furia de sus penas.

También iba el ave derramándose en el acantilado,
de tumbo en tumbo y platicando,
extendiendo sus alas a los cóndores,
a las águilas salvajes, corredoras.

¿Dónde estáis hombres de los ríos,
de la ausente espuma y cordillera,
de la salvaje ventisca y magma enverdecida?
Desde el mar violento, desde la lava enfurecida,
desde la roca épica nos fuimos platicando y silbando hasta la altura.

¡Mirad! ¡Mirad!... Recordareis dónde la boca
y el vuelo fue subiendo.
Aquí nacimos de joyas y de ríos.
Aquí poblamos de quenas y pinkullos.
Fuimos al caudal de cielo e instrumento, cantando sus sonidos,
los autóctonos bambúes de estaño y silicio;
como si existiera un corazón de vidrio,
un corazón de olores,
un pecho de volumen se encendiera,
así llegamos y crecimos de madera.

Altas torres del viento y la marea,
rascacielos huracanados de las garras
que palpitan en las cumbres:
miradme desde arriba,
miradme desde abajo,
abridme su guarida y su nieve,
dejadme su polvo y su asalto,
su inmovilidad eterna y permanente,
su cobija de harapos y viajeros
a mi monótona danza de camino,
a mis pies cenizos y agotados,
a mis ojos calcinados,
a que ardan en el palpitar de su montaña.

Yo soy yo, el cóndor, el vuelo, la planicie,
el rojo palpitante, las venas en las plumas,
el mundo de la altura, el lustro de los días.
¡Nadie me contiene!
¡Mirad! ¡Mirad!... La altura de los ríos,
la fuerza de su brío…

¿Dónde estáis hombres del surco?
¿Dónde estáis?... que ya vivimos.

¡Nadie os detiene!
¡Nadie!

¡Mirad!...


LORENA VERA VERJÁN
(Guadalajara-Jalisco-México)

QUIERO CERRAR LOS OJOS

Quisiera cerrar mis ojos.
Ver la llanura
Comparada con el brillo de la luna,
Verte ahí sentado;
En igualdad, sin racismos, ni torturas.
Escuchar los cantos de mil voces,
Levantar la mirada y aceptar al otro;
A ti mismo, mirándote en un niño
Observándote en la cordura de un anciano.

Quisiera que mi sangre hirviera
No de vergüenza, no de ira, ni desconsuelo.
Que hierva, con placer desmesurado,
Con ritmo acelerado,
Cardiaco de alegría.

Cierro mis ojos
No quiero mirar el hambre, ni el frío
Ni sudar de miedo…
Quiero la paz, reflejada en las pupilas.

Cierro mis ojos, respiro…
Te miro y me miro en contemplación
De la belleza urbana,
El grito se apacigua
La noche es inmensa, sublime, candorosa
Su luna se refleja…

Quiero cerrar los ojos
Y mirar una vez más;
Ese tono rosado de tu piel
Que detona la caída
Detenida; que se invierte…

Se vislumbra la paz clavada,
Incrustada en el corazón
De una montaña…

Ya te vi, a lo lejos
Mirando la llanura;
Hasta lo más alto
Habituado de mil colores,
De millones de pieles, quieto.

Ahora tu mirada se torna tranquila…

Voy a cerrar los ojos
Y cuando abra la mirada
Sé… que estarás ahí.

TRUNCADAS VIDAS DE JUÁREZ

Ciudad Juárez no tiene oídos, ni ojos
Ha perdido el habla y está contagiando
Al país entero…

Las madres deambulan
Por las calles desérticas
Sin sonrisas,
Con la luz apagada en el rostro

La ciudad
Necesita volver a creer en el otro,
Reflejar su mirada en ti
Observar a través de ella

La masacre de las mujeres de Juárez
Refleja la insensibilidad,
La aceptación a la discriminación
Al genocidio

La memoria
Se ha perdido
Se tiñe el pensamiento
La muerte es colectiva

No es una voz,
Son muchas voces
Que se unen en eco…

En un callejón sin salida
En un rumbo falso sin memoria
En la obscuridad más precaria
En el olor más putrefacto

Los restos de jovencitas
Han perdido identidad…

La mirada materna se confunde
No sabe quién es quién
Ante tanta muerte
Mira a su niña tirada al pavimento
Los tonos violáceos se tornan en la piel…

Madre
Tu mirada resiste
Ante sus bellas piernas amoratadas
Sobre escombros,
Con su cabellera grisácea
Culpa de la lucha
Entre la tierra…

Sus pupilas derrotadas
Están secas,
Sin brillo,
La madre busca
Sin encontrar los pies descalzos
De su pequeña niña…
Observará con calma,
Tratará de reconocer
Cuál es la sonrisa de Alma…

Su mirada se tropieza
Con Esther, Lupita, Rosa, María, Sagrario…

Llamadas las muertas de Juárez…

Las citan con frialdad,
-que terrible nombrarte “muerta”
Cuando tu cuerpo
Era cálido ante mi recuerdo-…

En más de una década
Dos mil almas han desaparecido

Sus cuerpos no encuentra el regreso a casa

Tu figura candorosa fue tirada a la basura
Tus años mutilados,
Tus sueños destruidos
Tus ojos mirando,
Traspasando la pupila del otro
Buscando en ellos
Un por qué…

Cerca de un mercado,
Te fuiste con olor a manzana
A peras y legumbres,
Con la mente perturbada
Recordando a tu madre…

Juárez; la ciudad de la muerte,
De la desconfianza,
Del dónde está mi hija…
Del dolor múltiple,
De la impunidad,
De la mirada acostumbrada
A ver pasar la muerte.

Ciudad Juárez pasará a la historia
Y cada madre tendrá un tatuaje
Que dirá: no sé quién le quitó la vida
A mi respiro, a mi suspiro, a mi aliento.

Las mujeres desaparecen
No cruzan la frontera
Cruzan la muerte.
No llegan a cumplir
El sueño americano

-Hija solo tenías catorce años;
Ahora estás bajo tierra
Con el cuerpo adolorido;
Atada a la tortura
Que registró tu muerte,
Ya no te veré sentada sobre el piso,
Dibujando el aire, la brisa, el amor…

No te veré…

Tu falda todavía
Espera en el cajón de tu ropero…
Mis labios todavía buscan
Tu faz apiñonada…

Tu risa vive en mi recuerdo,
Retumban mis tímpanos
Hasta convertirse en un eco doloso-

Dime mujer de Chihuahua;
¿Cuál fue tu pecado?
¿Acaso ser pobre?
¿O tener la belleza aflorada en tus labios?…

Pero si eras solo una niña,
Que posaba su cabeza a mi pecho
Como un pájaro que se acurruca
Libremente en su nido…

Pequeña de escasos caminos,
Dime: ¿quién borró tus huellas del sendero?…

-A veces en la oscuridad de mi habitación
Escucho tu pequeña voz que grita:
Mamá ayúdame a salir de aquí;
No encuentro el rumbo de regreso a casa-…

Y dime lector,
Poeta, músico, madre, pintor;
¿Quién no siente un dolor tremendo en el estómago
Cuando sabe que nadie (solo unos tantos)
Se unen a las voces de justicia de ciudad Juárez?

Dime: ¿quién puede sentarse en el prado,
Disfrutar de la brisa,
Mojarse con arena bañada de mar?
Cuando observas,
Cuando lees,
Cuando escribes;
La devastada vida de la mujer
Víctima del femicidio,
De la discriminación…

Hoy dormiré con el estómago apretado
Con la garganta cerrada,
Llena de tierra, de llanto…
Proclamando justica por las niñas de Juárez

VOY A BUSCAR A HADES

Ahora que tengo ojos
No puedo verte
Ahora que tengo voz
No puedo hablarte
Y cuando el tiempo va de prisa
El instante se detiene…

Me quedé con tu voz

Ahora vuelvo a las palmeras
Y pienso encontrarte entre las calles
Sentir el pavimento caliente
Donde mis huellas dejaron mi niñez,
Mi adolescencia…

Me fui sin voltear atrás
Me arrepentí de cerrar los ojos
Me oprimí la mirada
El corazón

Ahora vuelvo a subirme hasta la cima del volcán
Y siento el fuego arder en mis pupilas…

Otra vez me he quedado ciega
Otra vez te busco entre palmeras
Otra vez vuelven los recuerdos
Otra vez me arrepiento de quedarme muda

Otra vez estoy tan lejos

Extrañando tu música
El sonido grave de tu voz
Tus pasos apresurados
Bailando, cantando el Nunca
De Guty Cárdenas…

Entre comidas picantes
Observaba el amarillo
Del habanero

Estoy sentada tratando de recordar
De darme la respuesta precisa;
¿Por qué desapareciste de mi vida?
¿Por qué me quedé con los brazos abiertos?; fríos

Estoy congelada, no me comprendo
Estoy a punto de convertirme en ceniza
Gris como la ausencia
En una soledad acompañada

Perdí la timidez y no te percataste
Te di mis letras y nunca lo supiste
No sé si desde la neblina tú me miras
No sé si tu mirada está conmigo
No sé cómo encontrarte
Mis múltiples colores están ennegrecidos

Y pienso regresar a buscarte,
Buscar aquel zapato
Que entre el ensordecedor bullicio
Un día recuperé…

Quiero bailar contigo hasta que las palmeras
Dejen caer sus frutos

Hoy quiero obligar al tiempo
Torcerle el brazo, hablarle al viento
Meterme al mar,
Tocar el saxofón,
Tomar el sol en sorbos de café

Filtrarme hasta el olimpo
Encontrar a Hades y pedirle
Me deje un segundo detenido
Conversar contigo…

QUIERO TATUARME EL CORAZÓN

Hoy me levanté temprano
Mientras mis pasos cincelaban una huella
Mis manos buscaban
Arrebatadamente
Ese lienzo blanco.

Mi sangre
Vertía un líquido azul
Casi transparente como el llanto
Parecido a la ceguera de tus ojos…
Esa ofuscación que te carcome el sentimiento

Hoy
Me desperté pensando
En la apariencia de mi corazón
Apresuré el paso
Estaba decidida
Me iba a incrustar un tatuaje
En el centro
En el pulso,
En el latido…

Pero luego
Pensé:
¿Y si lo encadeno…
Lo aprisiono,
Cerceno su respiración?

Qué más da…

Si ya está cansado
De emitir el llorar
De pedir tanto
De esperar
De permitirle al tiempo;
Ser su verso…

Apresuré mis pasos
Y claramente sentía
El correr del líquido
Como un hilo
Pesado sobre la piel…

Y pensé….
Después de esto…
Ya no habrá más…

Me asomé a mi cuerpo
Miré por las cuencas de mis ojos
Y lo que vi fue…

Un laberinto de vacíos,
Caudales de soledad
Locura convertida en llanto

Me tumbé al piso
Para sentir el frio del pavimento…

Mi piel se heló
El silencio estalló en un grito
Sordo como un suspiro sin aliento
Como un cuerpo sin piel

Mi vista
Corre ante la presencia de una fruta,
Jugosa
Carnosa,
Mis dientes la recluyen

….he perdido el sabor,
La dulzura…
El gusto,
El placer de los sentidos
Ya no disfruto
Los manjares cotidianos,
Ya no se impone el sabor,
Todo se ha ido al precipicio

Y mi risa
No la encuentro en esta casa,
Sólo corre pasajera
En el recuerdo….

Si
Soy yo
Me he quedado quieta
Ante el espejo
Me hablo a mí misma

No entiendo
No descifro mi lenguaje
Solo caen sonidos imperfectos
Martillan y se incrustan en mis ojos
Perezosamente
Dolosamente
Hasta que mi pulso se torna negro…

Hoy; estoy segura:
Iré a tatuarme el corazón
Será despacio
Deteniendo los recuerdos
Las palabras
El olor
La dulzura
La ternura
La pasión
La alegría
La distancia

Y después dejaré
Caer entre la herida
Un sorbo de tequila
Como el final inaudito
De esta sombra
Dejándome
La vida
En pleno olvido…

Y cuando me entierren
Entonces si
Ya todo habrá pasado…

Iré a tatuarme el corazón
Espero
No me duela demasiado…


PÁGINA 23 – ENSAYO

EL HECHO POÉTICO

Por Pablo Paniagua (México DF-México)

1

No hay nada que sea algo, porque nada es nada: no hay, no está, no existe. Algo es, aunque sea inmaterial, un proyecto más allá de esa nada, esencia de lo inconcreto (no real pero existente). Algo es una concesión para que la nada pueda ser, para dejar de ser nada y ser algo. El ser constituye la diferencia entre la nada y un algo que todavía no alcanza su plenitud. Ésos son los tres estados, el camino entre lo inmaterial y lo tangible: la nada que deja de ser nada para ser algo y luego dejar de ser algo para llegar a ser.

El “hecho poético” trasciende el ser, se expresa entre líneas y subyace detrás de la palabra. Lo que sólo pretende evocar una imagen, a veces lugar manido o común, o buscar la simple armonía con la sonoridad, no adquiere el sentido poético pleno, es algo que pretende llegar a ser en caída libre hacia la nada.

2

“Todo pasa y todo queda…” Ya lo dijo Antonio Machado. Así es, somos el receptáculo de la experiencia y el suceso que absorbe a su paso para quedar. Lo importante es lo dicho y no el verso. La sustancia yace detrás de la palabra y escondida entre el juego de las ideas, eso es lo que vale: la inteligencia fractal que descompone la realidad para explicarla. La poesía no es verso ni rima, meros adornos superfluos; lo importante es la idea que se esconde en las palabras: lo que está en el fondo y se descubre por medio de la inteligencia.


PÁGINA 24 – CUENTO

SOBREMURIENDO

Por Alejandro Orellana (Guaymallén-Mendoza-Argentina)

En un ambiente viciado el niño trata de recuperarse, pero el nacimiento sobreviene y sale del vientre de su madre.
Después de un tiempo es abandonado en la calle, muere el hijo, nace el huérfano y todo es poco en un ser que lo obligan a comportarse como adulto con sólo doce años.
Correr para no ser alcanzado es su gran juego, los años pasan y sigue desafiando a la imputabilidad, se transforma en ludópata de la criminalidad.
Muere el callejero y al mismo tiempo la sociedad pare a un ser en cautiverio. Nadie habla de los asesinos de ese niño que vive muriendo y eso que la reincidencia te condena con más años.
Tantas veces ha muerto y aun sufre cada vez que se siente agonizante, lágrimas de hielo usadas para que beban los que niegan la oportunidad al que lleva sus cadáveres.


PÁGINA 25 – POESÍA AMERICANA

MARÍA ELENA SOLÓRZANO
(Delicias-Chihuahua-México)

TAMURAS

I

Cuando Tamuras reina en Persia,
desciende un mago con ojos de encendido carbón,
sus pupilas fosforecen a cada instante
en contraste con el lóbrego damasco
que cubre su cuerpo de mustio pergamino.

“Tú eres el rey de reyes,
algo falta en tus vitrales,
en tu abanico de virtudes.

Falta la magia,
la urdimbre del prodigio.
Descifrar el código sagrado”.

II

Siete días y siete noches enclaustrados,
en total ayuno de corderos y de peces.
devoran hierbas colectadas en las rocas,
donde deambula la mujer de negro
donde pacen los corderos de dos cabezas.

Beben ácidos fermentos
para que los ojos miren más allá de las cosas,
y la lengua suelte atávicas amarras.
Con su vómito
manchan las paredes de verde y amarillo,
alunados dibujan sirenas y góndolas de plata.

III

Por fin el viejo abandona el palacio,
la alforja llena de preciosos minerales,
cada ojo de paloma convertido en turquesa.
cada corazón de pez convertido en ágata marina.

IV

Un ejército de sombras prepara el rey.
de día invisible
como la oración
que cruza la galerna de la tarde,
como un mal pensamiento.

Ahora ya puede vencer a los mortales,
a los demonios, a los Dius.

V

Invisible como aliento de torcaz
se desliza en el palacio de humos y de sombras.

Ahrimán siente el hálito de su presencia
y también se vuelve inmaterial,
brisa marina en constante movimiento.

VI

Tamuras toma a su enemigo
como si fuera un fardo de leña,
como si fuera un haz de secas ramas.

Vuela como un recio halcón,
con la ardentía entre las piernas
y lo lleva a la mansión
donde se maceran los arándanos.

VII

Lo encierra en la cámara
donde todavía flotan las invocaciones
y las lagartijas dormitan
en los resquicios del tejado.

Quema en un sahumerio
brazos de sábila y pétalos de rosa,
endrino el humo todo lo satura.

Pronuncia los conjuros
aprendidos en las noches de insomnio.

Convierte el terrible Ahrimán
en un hermoso caballo de azabache
(pelambre lleno de espejos
donde cabrillea la luz de la Luna).
Enseguida monta al brioso animal
y después de la doma dice:

“Este es mi caballo favorito,
el que tiene los belfos calientes
y una desesperanza de salitre en los ojos.

VIII

Los hijos de Ahrimán atacan con furia,
pero son derrotados.

Los ojos nublados de borrina,
las manos y los pies con grillos,
la lengua llena de amargor.

Con el primer canto del gallo,
se cumplen los presagios.

IX

Se mesan los cabellos.
Se arrancan las uñas con los dientes.
Sus lágrimas
mojan el polvo de todos los caminos.
“Tamuras.
Tamuras.
Tamuras
perdona a nuestro anciano padre.

Te daremos el más valioso de los secretos: la escritura.

Florecerán en tu reino los almendros,
y la sabiduría colmará todos los aljibes”

El rey toca el negro pelambre del corcel
y recobra su humana forma,
su figura de encorvado viejo.

X

Los tres demonios se refugian
en la caverna donde los años dejan sus secretos.

Gimen.
Gimen
Gimen.

Piel llena de espinas,
alma cubierta de borrasca,
corazón donde anida la ponzoña,
ojos nublados por el odio.

Algún día,
brotará en sus manos
la negra flor de la venganza.


MANUEL MOSQUERA MUGARRA
(Lima-Perú)

NUEVO BRILLO

a Yael Yadue

Al mismo eterno sol
oh alma centellante!
Charles Baudelaire
La placentera brisa a la puesta de la Verde florescencia
Nos hace abrir de manera profunda los ojos
Para que percibamos en el pujante amanecer
Y sintamos en el vocerío vivaz de la multitud
El nuevo brillo de las grandes estaciones
Y en este oasis a diario me encuentro
Con tu beso de mamá matinal
Entre los hermanos del agua y la tierra gloriosa
Buscando obsesionado las páginas
De las espléndidas odiseas
De las mujeres y los hombres que vienen Encumbrados
Por las más increíbles hazañas II
He visto durante muchos años La carne y el élan de la mar brava
Pero son los deltas esmerilados
De las rutas del sufrimiento Los que nos ponen frente a frente
Con la clave musical
Que afila las lanzas del espíritu
Oh nacionalidades amazónicas!
Oh lozana germinación del relámpago!
Saludo vuestra grandeza
Que templa el arco libertario
A través de la espesura de la sangre y el fuego
Saludo a los sagrados derroteros
Donde se enhebra
La luz Con los cimientos de los tiempos dolorosos
Nosotros como todos los condenados por el capital
Recorremos los estuarios
Preguntando por nuestros desaparecidos
Bebiendo a su salud venidera
La tarde azulgrana
En que la divertida ronda infantil
De todos nuestros niños/ Nos diga Que nada fue en vano
Que bien valió el sacrificio de la siembra
Y las grandes narraciones de los visionarios
Y todo lo mágico y viviente
Nos mostraran las ensenadas
Que hemos de pasar Hasta llegar
A la orilla esencial
Y alumbrarnos montaraces
Con el nuevo brillo
De la cantuta que abrió la ventana
Del arco arborescente.

TRIPULANTE DE TUS SUEÑOS

Deseo tanto escribir sobre el amor
Mientras bosquejo tu faz destellada por el lucero
Decirte entre susurros: Mi bella diadema de metáforas
Sin embargo el verso sobrevuela plazoletas embanderadas con tu nombre
Se encuentra con ciudades bombardeadas con el hambre con niños mutilados
Con las sombras y en la búsqueda de la luz
Anhelo que en esta madrugada la inspiración riegue mis letras
Y cuál lluvia iluminada por la noche del verano
Me abra de par en par las puertas del nirvana

Mientras trato de escribir sobre el amor dibujando tu rostro
Le salen alas a mi espíritu

Quiero morir
Como el tripulante que baila un vals a solas con tus sueños

JÓVENES COSMÓGONICOS
a Azhara

Tomabas café en el boulevard al que iban los penitentes
Tenías la visión perdida en las nubes violáceas
A tu lado se hallaba el manuscrito borroneado
Tus cicatrices todavía estaban a medio zurcir
Buscabas las respuestas
Que te llevarán entender cómo el bestiario
Había quebrado el espejo por el
Cual hablaban los canarios
Todo un continente derribado en una orgía de sangre
Todas las puertas bienaventuradas
Habían sido tapiadas
Y tu huérfano y viudo te veías caer en la
Pendiente que conduce al laberinto en el que se encuentran
Los quebrantos
Te preguntabas
Por qué del manzano que manaba mirra y miel
Comenzó a brotar agua leprosa
Por qué de la rosa náutica brotaron las sierpes
Escanciabas en la copa del condenado tus pensamientos
Los recuerdos de las mujeres que te amaron
Y de las que esperaban bordando con lágrimas tu regreso
Tu cicatriz sangraba: sólo y con los mitos perseguidos
Alrededor todavía se escuchaba el relincho
De la corneta militar que componía el ritmo de la matanza

II

A mi mesa se sentaron los jóvenes de la cabellera púrpura
Después de leer mis pensamientos/ Me dijeron:
No te sientas vencido hombre sin rostro
Recupera el alma para que no seas subyugado por el cielo
Sin estrellas
Ven con nosotros tenemos la pócima
Que cicatrizará todas tus heridas
Venimos de las cataratas del Olimpo/ somos hijos de Sedna
La madre de celestiales profundidades
Ven con nosotros/ todavía la sangre de tu alma es roja
Arroja tu vacío reloj de arena al nido de las termitas
Y que ellas se desvanezcan en su minutero
Tú todavía no estás ciego
Deja la tonada de la melancolía
Ven para que veas el despertar del verde día
Que se rehace en la batalla
Ven con nosotros antes que los corsarios del mar muerto
Sepulten tus inciensos

III

El viejo abeto se halla despierto y piensa
Edith Sodergran

Cruzamos el puente del narrador para llegar
Al latido extremo de los cuatro mundos
Y entrar a la lámpara de Ítaca
Donde me maravillé viendo a los canarios hilando el
Infinito de palmeras
Oníricas libélulas le dedicaban poemas al horizonte
Conversé con Epicuro sobre el desdichado
Sino de las deidades
Espartaco me enseñó la fotografía que le regaló Prometeo
Vi al Moro tañendo el arpa que nunca será proscrita
Jugué una partida de ajedrez con Gorki en el atelier de Dónatelo
Conversé con Flavio Josefo sobre la táctica de los Celotes
Encontré a Erasmo en intima charla con Alejandra Kollantay
Hallé a Mariátegui diseñando con Manco Inka
La Arquitectura del nuevo Vilcahuasman
Fui con Roque Dalton al recital dado por Omar Kayyán
Reí con las travesuras de Tin Tan y Borolas en el parque del bufón
Vi peces de colores jamás vistos por humanos ojos
Escribiendo con tinta fosforescente en
La corteza de la tierra
Así fue como mi rostro apareció de nuevo
Así fue como encontré las señales de la alegría
Y volvieron a prenderse en mí/Los luceros

LUMINARIAS

A tu lado bordeo orondas cataratas
Escribiéndote cartas amorosas
Mientras escucho contrito a la pianola
Veo en el tejado

Las ramas y las trenzas aguamanil que vienen con el cielo
Inventan matices en las alfombras que arropan al iris
Y me lleno con tu fuego
Y el olor a almendrales/ Que me trae tu mirada que navega

Hacia mí/ Desde las distancias del pétalo y el sándalo florido

Ah! Luminarias
Constelaciones que me muestran secretamente
Tus labios donde anida todo el fulgor que viene

Alumbrando el universo


PÁGINA 26 – ENSAYO

LA MUERTE DEL MINOTAURO.

Por Dayanne Sofía León Carballo (Ibagué- Tolima- Colombia)

Cuenta una leyenda griega, que en creta había un laberinto, en el cual habitaba el minotauro, un monstruo mitológico, con cuerpo de hombre y cabeza de toro, a quien los atenienses debían sacrificarle anualmente siete jóvenes y siete doncellas, catorce victimas que él esperaba en el centro del laberinto.
Pero esperando ¿Qué o a quién?, es claro que las siete doncellas, y jóvenes quizá algo afeminados, no era lo que esperaba, eran débiles, indefensos, algunos estarían narcotizados, uno que otro se abra desmayado mientras gritaba tan fuerte que le molestaban, él desacostumbrado a los ruidos fuertes; porque su casa, su laberinto era silencioso, profundo, oscuro como la soledad. En su casa algo esperaba; le ha hablado a través de los siglos a Jorge Luis Borges, quien con sus letras habla por él, cuando dice: “que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios pero sí la quietud y la soledad.” (“la casa de Asterión”, el Aleph.) Entre ellos tarde o temprano llegaría esa visita que tanto anhelaba.
¿Cómo sería aquella visita?, era probable que fuese un hombre, un joven guerrero, sin miedo o temor, ¿cuál sería su nombre?, le gustaba Teseo, era un nombre que escuchaba desde hacía ya mucho mientras dormía, éste fuerte e inteligente ateniense le ofrecería un obsequio, le rescataría.
Se diría que Teseo ni siquiera sabía cuál era su tarea, es que usualmente los dioses juegan con los seres en el más completo hermetismo. Quien puede saberlo mejor que el minotauro, a quien lo posee la certeza de habitar un lugar al que no pertenece, se siente un dios fuera de su patria, en una casa del tamaño del mundo, una prisión que es su mundo. “Borges lo presintió, al minotauro el laberinto le servía de casa, una casa que “es del tamaño del mundo, mejor dicho, es el mundo”…” (Castro, Gabriel Arturo, metáfora de la sociedad.), y en esta prisión no merecida el monstruo espera su muerte.
No obstante, por más que la desee, siempre llegan jóvenes, y mujeres que no resisten a la muerte, son sacrificios, detestables humanos que aceptan un papel innoble de su raza, él es un príncipe, hijo de reina según se lo ha confesado a Borges otro habitante de laberintos; no puede aceptar rendirse, quiere a la muerte se siente cómodo esperándola, en la oscuridad que reina en el centro de su palacio principesco en Creta que cada vez más se le asemeja a una prisión con forma de laberinto y perdición. Quiere verle llegar armada, vestida de valentía, con mirada lúcida y dispuesta a matar.
Aún queda el derecho a una duda más, ¿Cómo se enteró, el minotauro de su muerte?, cual fue aquel momento en que dejo de jugar y recorrer pasillos sin puertas, se sintió viejo y se dio cuenta que estaba solo, acompañado ocasionalmente por cadáveres que gritaban y lloraban. Ni siquiera él lo sabía, y de nuevo le susurra a Borges, en medio de la oscuridad, “ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad… ”. (Borges, Jorge Luis, la casa de Asterión, el Aleph).
Nuestro minotauro, ve a Teseo acercarse, con ojos decididos a todo por conservar su vida, se nota que algo más allá de él lo impulsa, ¿será amor?; no son los mismos ojos de doncella muerta a los que estaba tristemente acostumbrado, por fin llega aquel, con aquello que esperaba, un enviado de los dioses con el perdón, Teseo trae con él un permiso divino para que el minotauro dejara su soledad, para poder escapar de aquel laberinto en Creta. Tiene el majestuoso monstruo tantas preguntas sobre cómo será la muerte ¿tibia o fría?, la verdad no hay tiempo Teseo se acerca, es dulce y brillante su espada, el perdón tenia doble filo.
Al final, Teseo se aleja, busca a su amante le entrega su hila salvador y le confiesa una duda que tiene en el corazón -¿lo creerás, Ariadna? –Dijo Teseo –el minotauro apenas se defendió. (Borges, Jorge Luis, la casa de Asterion, el Aleph). Lo podemos creer nosotros, el hijo de reina ni siquiera lucho, sólo sonrió.


PÁGINA 27 – CUENTO

QUEDA PENDIENTE

Mayte Salguero (Biar-Alicante-España)

Soy el brebaje de los ladridos rabiosos donde el silencio se arrodilla y llora, donde aboga un frío pecaminoso y un verso oscuro vestido de tierra de cementerio, y sus voces sepultadas en el celebro del campanario que repica en mis entrañas. Ya no dudo, no existe el mañana ni el después, los ratos se resumen a diminutos segundos de presente vivencia, y tienen la vigencia del golpe del latido que, con un ronco aullido puede llegar su sentencia. Esquivé de esa serpiente que me quiso para posar su veneno, aunque asomó la cabeza y puso su poncho sobre mis hombros y el cuchillo al rojo vivo junto a la muerte, no pudo aún así retenerme, no porque aún me queda pendiente un amanecer junto a ti.


PÁGINA 28 – POESÍA ALLENDE EL MAR

FRANCISCO JESÚS MUÑOZ SOLER
(Málaga-España)

PORQUE ES BREVE

Porque es breve,
cruel, terrible e inclemente
la vida que nos toca vivir,
debemos agarrarnos a ella
para que en el día
de nuestra propia muerte
sepamos que al menos
tuvimos la dignidad
de querer vivirla,
de ser reyes de un minúsculo
pero espléndido fulgor.

LA DENSA CORPOREIDAD DE MI MEMORIA

La densa corporeidad de mi memoria
bulle en el hermoso caldero
donde se cuecen los olores
de mi realidades y sueños,
es tanto su bagaje y la fina línea
entre verdad y ensoñación
es tan imperceptible
que se han mezclado
formando un magma
tan verdadero y lúcido
que no se podrían rescatar
sus sabores y texturas originales.

CAMINAR PARA SENTIRME VIVO

Caminar para sentirme vivo
no andar por andar
sin más sentido que moverme por estar
como objeto inanimado.
Dar luz y lugar a mis inquietudes
llenándolas de ético sentido
y desarrollo de amor a mis sentimientos
para que se gratifiquen y perduren.
Que el foso de mi intimidad
vea crecer la satisfacción
forjada de valores imperecederos
sustancia de futuras vidas.

NACE NOVIEMBRE

Nace Noviembre en un otoño
preñado de primavera
donde sólo los ocres matices
de los otrora verdes revelan
la estación verdadera de nuestras esencias,
todavía insufladas por enormes deseos
de fortalecer y gozar
de nuestras presencias enraizadas a la tierra,
en este Noviembre que nace apacible
las señales repentinas del viento
que aligeran las copas de los árboles
nos recuerda la brevedad del gozo
y nuestras razones primeras,
las que han ido trazando el sentido
y la dirección de la búsqueda
de esa felicidad singular
que va gratificando nuestras raíces
y a la vez fecundando nuestros vástagos,
y las frescas madrugadas
que nos obligan a arropar
nuestras intimidades
con sentimientos y hechos
para cuando Noviembre se encamine
en el tiempo y las plateadas nevadas
cubran las exiguas ramas
que nos adornan y conforman
tengamos ese punto de satisfacción
que confiere un buen sustento
sin sentirnos colmados
pero con el paladar
y todos los sentidos plenos,
en buena compañía irnos
entregándonos en libertad
en vencida vigilia.

ME SIENTO TAN AJENO A MI PRESENCIA

Me siento tan ajeno a mi presencia
atrapado en un cuerpo cambiante
impuesto por las circunstancias
envoltorio y armazón de mi existencia
testimonio perenne de mi fragilidad,
todo, todo, depende de mi estúpido cuerpo
quebradizo, fugaz y cobarde
en permanente huida hacia delante
huyendo de la vida, acopiándose de decrepitud
que me llevará inevitablemente a la muerte.

EL IMPERCEPTIBLE DETERIORO DE LOS DÍAS

El imperceptible deterioro de los días
suave puñal seccionador de vida
que líquidamente huye y se derrama
en fugaces percepciones ambarinas,
hálitos plenos de consciencia eterna
de inmortalidad sin límites ni medidas
que se afanan en sublimes grandezas
desde minúsculas y frágiles resonancias,
el declinar pausado de breves potencias
proyecta ansias hacia ánimas celestes
allí de donde proviene el sumo intangible
que da cobertura a la silenciosa existencia
esa que rogamos magnifica y eterna
cuando las fuerzas nos piden descanso.

LLEGAR A ESE PUNTO DIFUSO

Los dioses saben lo venidero, los hombres lo acontecido,
y los sabios lo que se cierne.
Filóstrato

Llegar a ese punto difuso donde poder
tomar distancia sobre uno mismo
observando al sustentador incardinado
transitando encrucijadas de meandros…
Ser receptor de las vibraciones de lo que se cierne.
Recibir el misterioso zumbido y trasladarlo
al depositario de mi inherente legado
para que cuide mis emociones y pasos
eligiendo el curso adecuado
para el devenir de mis futuros años.
Que al dejar mi incorpóreo estado
ya surcando el longevo camino deseado
la despensa de mi galera se colme
de los más nutritivos conocimientos
afluentes de gozo y tersura para mi espíritu.
En esos parajes de acontecimientos
hallar lo hermoso, lo noble, lo magnífico
saborearlo sin premura, tomándome mi tiempo,
y al llegar a puerto se elevasen las riquezas
que mi alma ansía sobre los silos de Ítaca.
A Mariana Bernárdez


PÁGINA 29 – ENSAYO

CRÓNICA DE BIENVENIDA PARA DANTE

Por Alfredo Di Bernardo (Santa Fe-Argentina)

Uno sabe que está ahí, que ya existe. Lo sabe desde el momento mismo en que se confirma la noticia –esa noticia siempre posible, siempre esperable y sin embargo siempre conmocionante y revolucionaria-. Lo sabe aunque no se lo vea, aunque nada en la figura de su madre delate todavía su presencia.

Uno sabe que está ahí, que ya existe. Lo sabe cuando arranca el torneo de presentimientos acerca de si será varón o nena, y cuando se arman los conciliábulos de sobremesa en los que se especula -y se delira- a viva voz sobre los posibles nombres que habrá de recibir. Lo sabe cuando la primera ecografía exhibe apenas un huevito milimétrico, una sombrita casi imperceptible, manchita vagamente discernible entre manchas imposibles de interpretar.

Uno sabe que está ahí, que ya existe. Lo sabe cuando comienzan las recorridas por los comercios del ramo en busca de cuna y cochecito, y cuando los parientes, amigos y compañeros de trabajo contribuyen a multiplicar el ajuar aportando mantitas, batitas, toallas, sábanas, talcos y peluches. Lo sabe cuando la inminencia de su llegada se vuelve tema excluyente de conversación y se torna habitual fantasear con futuras jornadas compartidas, presumir monerías o anticipar travesuras.

Uno lo sabe, sí. Pero sucede que una mañana uno se pone a recorrer las cinco cuadras que lo separan del sanatorio con una ansiedad que no se compara con ninguna de las muchas otras ansiedades que ha padecido a lo largo de su vida, camina apurado sin prestar atención a vidrieras ni a peatones porque no puede ni quiere pensar en otra cosa, porque lo único que le importa en ese momento es llegar al sitio que se acaba de transformar en el centro geográfico del universo, el eje en torno al cual se ha puesto a girar el planeta. Y uno llega. Llega adonde el corazón, adelantándose al resto del cuerpo, ya había llegado hace rato. Llega, y hay una puerta que se abre. Entonces, uno lo ve. Finalmente lo ve. Lo ve y comprueba, por enésima vez, la abismal distancia que separa lo abstracto de lo concreto, lo imaginado de lo perceptible. Lo ve y constata –como si hiciera falta- que una cosa era saber que ya existía, y otra muy distinta es la posibilidad de tocarlo, escucharlo, olerlo, de verlo materializado en este tierno cachorrito de humano, infinitamente frágil, cuya carita asoma apenas entre los pliegues de la mantilla verde que lo envuelve.

Y entonces uno, que es un lector experimentado, recibe en sus brazos esos casi tres kilos de tibieza y reniega de todos sus criterios estéticos, abjura del sarcasmo con que tantas veces cuestionó la cursilería de los textos que suelen escribirse sobre bebés recién nacidos. Uno, que es escritor, se queda contemplando conmovido el movimiento leve de esos deditos minúsculos y reniega también de los ochenta mil vocablos que componen el idioma castellano porque comprende que no hay genio de las letras capaz de conjurar las palabras que puedan explicar y describir tamaña maravilla.

Uno, simplemente, se inclina sobre ese retacito de vida a estrenar y sólo atina a susurrarle: “Hola, Dante. Qué gusto conocerte. Soy tu abuelo Alfredo, te estaba esperando”.


PÁGINA 30 – CUENTO

SEÑALES

Por Ana María Donato (Resistencia-Chaco-Argentina)

Juan Ignacio tuvo una primera infancia colmada de regalos, diríamos, sobrecargada de regalos. Textualmente esta es la palabra que definía su felicidad en una casa cuyo padre se encargaba de demostrarle su afecto regalándole cosas. Fue el Papá Noel que a diario traía una nueva sorpresa con los últimos juguetes, de colección o no, que salían a la venta. Lo mismo hacía con la ropa, los zapatos o cualquier cosa que tuviera que ver con su único hijo. Compraba en exceso y eso molestaba a Trinidad, la madre, criada en la templanza del justo medio. La imagen que Juan Ignacio tenía de sus padres era simple; su padre regalaba, su madre trabajaba. El era omnipresente, ella esforzadamente presente cuando volvía de su agotador trabajo. Juan Ignacio se acostumbró a la respuesta "en el trabajo" que siempre se repetía cuando preguntaba ¿dónde está mamá ? El padre dominaba la estructura familiar, la madre ejercía su profesión con pasión y una fuerte cuota de culpa. El crack le sobrevino a Trinidad cuando revisando las carpetas del Jardín, tarea que sólo ella hacía, vio que en el clásico dibujo del grupo familiar, Juan Ignacio no la había incluido. Sólo estaban los garabatos que lo representaban a él junto a su padre. Le dolió el alma pero se guardó ese dolor, argumentando razones que sólo ella comprendía o creía comprender. Pasaron dos años más y la insostenible relación de pareja que por un equivocado sentido del deber la torturó, se quebró. Juan Ignacio empezó a enfermarse con frecuencia hasta llegar al gran susto que devastó a toda la familia. Ella sostuvo el embate de la crisis y despertó. A Trinidad ahora ya no le importan los motivos definitivos de la separación sino el saber que el maltrato, la violencia verbal y la manipulación habían llegado a su límite. Pidió el divorcio. Transcurrieron dolorosos días de angustia y esfuerzo para rearmarse en un destino de respeto que sabía merecía. A Juan Ignacio ya no le interesan tanto los juguetes. Vive otra historia con el nuevo vínculo que mantiene con su padre. Trinidad le ha contestado prudentemente todo lo que le ha preguntado y él ha entendido. En la clase de plástica de ayer ha dibujado otra vez el grupo familiar. Allí ha puesto en primer plano y tamaño grande a su madre que lo lleva de la mano y tiene estrellitas en los ojos.


PÁGINA 31 – POESÍA ALLENDE EL MAR

PEDRO PABLO VERGARA MEERSOHN
(Módena-Módena-Italia)

AMÉRICA MORENA

Fue el azul de los mares,
fue el sol que alimentaba la caña.
Fue la noche de luna y estrellas,
el verde de las palmeras,
de las selvas y los bosques,
fue el blanco inmaculado de las montañas.
Fue la brisa que susurraba,
el cielo, claro y celeste de aguas,
fue el canto de los ríos y la cascada,
que nuestras tierras empalmó mil razas.
El blanco dejó de ser blanco,
el negro se hizo mulato, el indio, mestizo
y la sangre de todos forjó una nueva casta.
que creció a son de bombo y guitarra,
trabajando los campos y sudando,
bailando hasta el despuntar del alba.
Una raza que ya conoce su suelo y su pasado
pero que aun no descubierto su mañana.

EL IMPOSTOR

A veces, juego a ser el que no soy y exploro otras personas, buscando entender lo que sienten. Las personalizo desnudándolas, sin apropiarme de nada.

Imitándolas, beso su alma y las toco sin que nadie sienta nada, porque es un juego.

Me visto con sus temas, sus preocupaciones y las siento desde adentro. Adopto sus muecas, maneras y duplico su acento.

Las observo viviéndolas y miro el mundo desde sus ojos y las habito detrás de sus parpados, por un momento.

A veces, lloro tu llanto y río con tu risa, como harías tú. A veces, hablo con tu lengua y uso tus palabras para sentirlas como fuego.

A veces, me pongo tu mirada y desde ti, me observo. Haciendo así, he descubierto que nada humano me es ajeno.

Lo tuyo es mío, si por un solo momento, puedo sentir lo que su sientes y ver tu mundo desde adentro.

Y como un impostor sensible entro en el mundo de tus sueños.

EL DICTADOR

El usurero
cuenta
monedas,
el verdugo,
cadáveres.
El torturador,
huesos rotos,
dientes arrancados
y dedos aplastados.
El dictador
es un usurero
que cuenta
verdugos,
torturadores
y opositores
asesinados.

VERSOS HUÉRFANOS 3135

El otoño
es un viento
de hojas
aladas,
que pinta
de rojo
y naranjo
la tierra
mojada.
De niebla
se viste,
las sombras
alarga.
Los días
encoge
y con el frío
amenaza.
Desnuda
los árboles,
hace caer
las castañas,
madura
las uvas
y descargas
sus aguas,
con manadas
de lluvia
que abruman
el alma.

A ANTONIO MACHADO

He seguido tus pasos
por Andalucía incierta.
Por las calles de Sevilla,
por Madrid y por Baeza.
He mirado los mismos mares
besar las mismas riberas.
Olmos hendidos en flor,
maduros en primavera.
Y he sentido por los caminos
cantares de agua fresca,
presagiando los destinos
de tu España ahora que sueña,
al son de tus viejos poemas.
Antonio Machado tu canto,
de pueblo, de ríos y carretas.
De amor y sabiduría,
de alma audaz y vida inquieta,
ha dejado por tus senderos de ayer
profunda y fecunda huella.


PÁGINA 32 – ENSAYO

LA CIUDAD DEL POETA: EN MONTEVIDEO

Por Carlos Fajardo Fajardo (Santiago de Cali-Colombia)

Para Luis Bravo, en su ciudad austral.

Montevideo antiguo, lleno de brisa y de milagro; Montevideo de río y de nostalgia; Montevideo con plazas de un pasado soberano. Allí aprendí a ver la inmensidad del agua, la clara luna bajo los ardores de la Ciudad Vieja, y la brisa de un río de plata que me trajo el recuerdo del Conde de Lautréamont.
De repente, en una esquina de la Peatonal Sarandí me topé con su imagen. Llevaba un gabán raído. Con sus negros cabellos, tal como aparece en una dudosa foto, estaba absorto, silencioso, triste de sí, igual como lo estuvo en los liceos de París cuando añoraba ésta lejana ciudad de ultramar con su luminoso estuario.
El poeta vio con asombrados ojos mi perpetuo delirio. Frente a su derruida morada, antaño pasión para su voz, efervescencia de vida para su tormentosa infancia, le conté que venía de un país del trópico cuyo nombre resume el origen de todo este continente. Caminamos hasta la Plaza de la Constitución. En una de sus bancas relató su historia: “Fui, soy el montevideano. Así me bauticé en mis venenosos Cantos. Isidoro me llamo aunque Isidore me nombran en la tierra donde reposan mis huesos. Ducasse para grandeza de unos y desesperación de otros. Nací en esta ciudad un sábado 4 de Abril a las 9 de la mañana. En ella respiré su arduo aire, me contagié de su río-mar, escuché el sonido de sus extraños pájaros. Apenas recuerdo el año de mi nacimiento. Tal vez fue en el 46 del siglo cruel. Soy Isidoro/Isidore. Mis brazos y corazón anclan sus amores en dos orillas. No sé en realidad quién soy. Nacido malvado en medio de una ciudad sitiada por el ejército del tirano argentino Rosas, vi los cadáveres putrefactos, la peste arrastrando su pus por las calles; vi una nueva Troya devorada en su corazón de agua. Sobre estos miedos pasó mi infancia, llena no de amor sino de escombros. Yo plasmé esos terrores, escribí los gritos y su crueldad. Dije: ‘las victorias no se consignan solas. Es preciso derramar sangre, mucha sangre para engendrarlas y depositarlas a los pies de los conquistadores. Sin los cadáveres y los miembros esparcidos que divisan en la llanura, donde, sabiamente, se ha llevado a cabo la carnicería, no existiría la guerra, y, sin guerra, no habría victoria. Observa que cuando se quiere ser célebre, es preciso sumergirse en ríos de sangre, aumentados por la carne de cañón. El fin justifica los medios’.
Se detuvo. Miró la Plaza, los inmensos aleros, los altos balcones. “Y aquí estoy de nuevo en Montevideo, mi Troya y mi Ilíada. Sabe, leí la Ilíada en la versión castellana de Hermosilla, aquella de 1831. Vivía ya en París. Era el año 62. En la primera página de aquel libro, en español consigné: ‘Propriedad del señor Isidoro Ducasse nacido en Montevideo (Uruguay) –Tengo tambiem Arte de hablar, del mismo autor. 14 de abril 1863’, Con algunos errores ortográficos, es cierto, pero tratando de no olvidar mi palabra originaria, mi país suramericano. Así, el espíritu de esta Ilíada Castellana penetró en mis Cantos. Maldoror hizo homenaje al gran Homero de Hermosilla. Fue una recompensa, la vuelta a mi sol austral. No sé por qué le cuento estas cosas. En el Viejo Mundo me leen como poeta francés, pero es de aquí, de esta acuática y triste ciudad de donde surgió todo: mi desesperación, mis anatemas, mi perversidad sin límites, mis múltiples voces, mi rebeldía infinita, esta ira contra dios y contra el hombre. Los liceos franceses sólo despertaron y maduraron dichos virus. Oh bárbaros liceos; allí el garrote supera la inteligencia, el golpe destierra la lucidez. Recuerdo aquel M. Gustave Hinstin, profesor de retórica en el liceo de Pau, el cual no entendió nunca nada. A mis composiciones las llamó excesivas y desaforadas, infligiéndome duros castigos. No, nunca llegó a entender nada. Pobre, pobre Hinstin. No sabía que mi ser se cocinaba en una desaforada imaginación, con las furias de una pasión incontrolable. ¡Ah bárbaros y oscuros profesores! Grises del gris más lamentable. Isidoro me llamo aunque Isidore me nombren en la otra orilla del mundo”.
Nos miramos. No pude aguantar esa mirada de luz, esa combustión perpetua, poesía total. Sin embargo, en medio de aquel torrente de fuego le pregunté sobre sus padres. “Mis antepasados eran de Béarn, sitiada al pie de los Pirineos, contestó. Montevideo era por entonces la Babel suramericana. Multitud de inmigrantes llegaron a esta ciudad, venían de Europa. Y allí la observa usted. Todas las construcciones de estos dos últimos siglos están marcadas con sangre de inmigrante, con voces de extranjeros y amores de ultramar. Mi padre François Ducasse, diplomático francés, fue asignado al Consulado General de Francia de Montevideo. En esta ciudad reuní mis primeros asombros, mis originarios miedos. A los trece años marché a París. Fue en el 59. Me enviaron como interno al Liceo imperial de Tarbes y después a la ciudad de Pau. Allí ‘busqué un alma que se me pareciera y no pude encontrarla. Registré todos los rincones de la tierra: mi insistencia fue inútil’. Para todos fui el provinciano. Se burlaban de mi francés austral, de ser hijo legítimo de un país bárbaro. Para enfrentarlos me encerré en mí mismo, me empeñe en destruirles su lengua moral. Nada me detuvo. En guerra contra el universo, contra todos, les escribí sus propias pesadillas, sus terribles miserias. Burlado, vilipendiado, pisoteado por no ser de ninguna parte, escupí sobre sus altares. Nadie comprendió ni escuchó mis soberbios gritos. Alegaron que estaba loco, inventaron calumnias, se taparon hipócritas sus oídos. Mi locura provenía de la más alta lucidez, de conocer el estiércol de mi época, su razón de monstruos. Sí amigo, tú que provienes de ese país llamado dolor y fracaso, quizás comprendas lo que pronuncio”.
Caminamos hacia la costanera, donde el sol de la tarde era devorado por las fauces del Plata. En un momento, y atisbando al fondo la agitada vida del Mercado Chico del puerto, se detuvo. “En 1868, dijo, publiqué el primer Canto. No crea que la gente lo leyó. No. Lo publiqué, para el asombro de todos, con tres asteriscos en lugar de mi nombre. Un año después edité completo los Cantos de Maldoror, con un subversivo seudónimo de Guerra: Conde de Lautréamont. Apenas 10 ejemplares, los cuales el editor Albert Lacroix, de Bruselas, por temor al procurador no distribuyó jamás ese libro blasfemo, aquellas páginas sombrías llenas de veneno. Al poco tiempo morí a las 8 de la mañana en una oscura y olvidada habitación de la calle del Faubourg-Montmartre, nº 7. Era el jueves 24 de noviembre de 1870. Nadie supo la causa de mi muerte. La dejaré en la sombra para que crezca el misterio. Enterrado en el cementerio del Norte de París, en 1890 mis restos se perdieron para siempre en el Osario de Pantin. Como ve, mi desaparición fue completa, y no esperé nunca ninguna gracia.
Es conocido que el mismo Rubén Darío me llamó “Raro”, ‘diabólico y extraño, burlón y aullante, cruel y penoso’. Dijo que viví desventurado y morí loco; que mis Cantos no se trataban de una obra literaria ‘sino del grito, del aullido de un ser sublime martirizado por Satanás’; y aconsejaba a la juventud no beber ‘en esas negras aguas por más que en ellas se refleje la maravilla de las constelaciones’. Eso dijo el gran poeta de las Américas, influenciado por el moralista, inquisidor y mentiroso Léon Bloy, quien vio mi libro como algo monstruoso, lava líquida, insensato, negro y devorador, demente y maniático.
Sí, fui un bárbaro en medio del corazón de una civilización sangrienta. Un bárbaro suramericano, educado en las ciudades de una Europa enferma, devorador de las excremencias de mi cultura. Y aquí me tiene de nuevo en este mi Montevideo, hablando con usted en una lengua que no olvido, tan cara para mi sangre, para mis rigores”.
Frente al Plata, bajo los rojos intensos de un sol moribundo, recordó las palabras de terror y pasión de sus Cantos: ‘hay quienes escriben para buscar el aplauso humano por medio de las nobles cualidades del corazón que la imaginación inventa o por las que ya tienen. ¡Yo utilizo mi genio para pintar las delicias de la crueldad! También ‘he empuñado una navaja cuya hoja tenía un filo acerado y la hundí en la carne, en el lugar donde los labios se unen’. Sabe amigo, ‘hice un pacto con la prostitución para sembrar el desorden de las familias…y a punto de caerme me apoyé en una muralla en ruinas y leí: . Estos son los ‘graves gemidos de este montevideano, con una gran sed insaciable de infinito’.
Todo esto lo escribí con furor, como muriendo. Dije: ‘el final del siglo XIX verá a su poeta nacido en las riberas americanas, en la desembocadura del Plata, allí donde dos pueblos que fueron rivales se esfuerzan hoy en separarse por el progreso material y moral. Buenos Aires, reina del Sur, y Montevideo, la coqueta, se tienden una mano amiga a través de las aguas argentadas del gran estuario’.
Por la Peatonal Sarandí retornamos a la Plaza de la Constitución. Él no dejaba de pronunciar sus temibles sentencias: ‘Tengo necesidad de escribir mi pensamiento…La atmósfera de mi cuarto respira sangre…Mi poesía estará dedicada a atacar por todos los medios al hombre, esa bestia salvaje, y al Creador, que no debería haber engendrado a chusma semejante…Ahora estoy sucio. Los piojos me roen. Los cerdos vomitan al mirarme. Las costras y las escaras de la lepra han descamado mi piel, cubierta de pus amarillento. No conozco el agua de los ríos ni el rocío de las nubes. En mi nuca, como sobre un estercolero, crece una enorme seta de pedúnculos umbelíferos…Es fácil que adivines entonces hasta dónde llegó mi odio absoluto contra la humanidad…He puesto una sutil resistencia al Gran Objeto Exterior (¿Quién no sabe su nombre?). Realidad, oh realidad, mi cruel pesadilla, mi más íntima enemiga’.
Me escudriñó rabioso y levantando la voz dijo: ‘¡Adiós! Me voy a respirar la brisa de los acantilados, pues mis pulmones, medio ahogados, piden a gritos una diversión más tranquila y virtuosa que la que tú me ofreces’.
Ya a lo lejos volvió a gritar: ‘Nada le envidio al creador, pero que me deje descender por el río de mi destino, a través de una creciente de crímenes gloriosos’.
Entonces se esfumó por la Calle Misiones, donde Nubia y yo lo vimos desaparecer entre las brumas.



CONTRATAPA: NOTAS DE PARÍS

El propio “MONSIEUR JACQUES” del libro “JUVENILIA” de Miguel Cané

Por Irma Bignon (Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

El 2 de diciembre de 1851, Carlos Luis Napoleón Bonaparte, presidente de la República francesa, fomenta con éxito un golpe de estado. Se convierte, como su tío Napoleón I, en emperador y toma el nombre de Napoleón III.
El resultado es una dura e implacable represión. Sus opositores políticos son forzados al exilio. Entre ellos, Alexis de Tocqueville autor de la “Democracia en América”, el poeta y filósofo Edgard Quinet, el novelista y poeta Victor Hugo autor de “Los Miserables” y un joven profesor, nacido en 1813, diplomado en la Escuela Normal Superior de Paris, y director de la revista “La Libertad de Pensamiento”: Amédée Jacques.
Mientras sus amigos y contemporáneos se refugian en Europa, Jacques decide partir a América del Sur. Se instala primero en Montevideo y gana su vida dando clases de física. Se convierte luego en retratista y, con Masoni fija sobre daguerrotipos – precursores ambos de la fotografía – los rostros de numerosos uruguayos.
Llega luego a Buenos Aires, después a Santiago del Estero donde trabaja como geómetra y se casa. Con su mujer, abre una panadería en Tucumán.
Sin embargo, su erudición atrae la atención de las autoridades que acaban de abrir un colegio. Enseña entonces, física y matemáticas.
Tiempo después es nombrado profesor en el Colegio Nacional de Buenos Aires – ubicado entonces en lo que actualmente es el paseo histórico de la llamada “Manzana de las Luces” – el que sucede al colegio de Ciencias Morales y al Real Colegio de San Carlos.
Amadeo Florentino Jacques llega indefectiblemente todos los días al Colegio a las nueve de la mañana. Averigua si ha faltado algún profesor, y en caso afirmativo, se dirige a la clase, pregunta a los alumnos en qué punto del programa se encuentran. De inmediato, pasa su mano por su vasta frente como para refrescar su memoria, y enseguida, sin vacilar, con un método admirable, arregla su voz para dar una explicación exacta de química, física, matemáticas, álgebra, geometría, retórica, literatura, historia… ¡hasta latín!…
Hombre de gran carácter, sabe imponer rigor y disciplina a los alumnos más proclives a los placeres que al estudio.
En un clásico de la lectura para adolescentes argentinos, “Juvenilia”, su autor Miguel Cané, uno de los alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires, describe así a su profesor Monsieur Jacques: … “su estatura alta, su gran corpulencia, su andar lento y distraído, su eterno traje negro y sus cuellos enormes y abiertos de sus camisas blancas que rodeaban su vigoroso cogote de gladiador. Su cabeza era soberbia: grande, blanca, luminosa con rasgos acentuados. La calvicie le tomaba casi todo el cráneo. Éste se unía con la frente haciendo un curva perfecta y severa, amplia y espaciosa, marcada con arrugas profundas que reposaban sobre dos arcadas poderosas – sus tupidas cejas – que ensombrecían sus ojos húmedos y claros, de mirada a veces dura …”.
Cané logra transcribir sus emociones y sus recuerdos de las andanzas de los grupos escolares que comparten su tiempo en el colegio más importante de Argentina, con una prosa sencilla, expresiva y a la vez muy fácil de leer. Escribe: “Había momentos en que él olvidaba todo y comenzaba a hablar en francés, lengua que dominábamos perfectamente…”. Porque al final del siglo XIX, los argentinos de cierto nivel consideraban el francés como su segunda lengua. Es a través de la lengua de Descartes que pudieron acceder a los clásicos de la literatura francesa, a la filosofía, a la historia, a las ciencias…
El autor de “Juvenilia” también recuerda en su libro los momentos de recreo: “De nuevo sonrío a través de los años, pero quisiera volver a esas horas incomparables trepado al árbol, a esa explosión de la savia, al son de los cantos primaverales, impregnándose en hojas, en flores, en perfumes…”.
Más tarde, el presidente de la República Argentina general Bartolomé Mitre, confía a Amédée Jacques la dirección del Colegio Nacional. El precedente director, el padre Agüero, ya viejo y desprovisto de carácter, continuaba con un programa educativo un tanto anticuado para la época. El nuevo director cambia todo y adopta nuevos cánones a lo que hace a la instrucción, presentado un diagrama completo de letras y ciencias.
Cané escribe: …“Estudiábamos seriamente en el colegio, sobre todo en los tres meses que precedían los exámenes. El gimnasio y los claustros perdían su aspecto bullicioso para no dejar ver sino pálidas caras hundidas en el libro, las pizarras llenas de fórmulas algebraicas, y en los rincones, pequeños Sócrates ocupados en discutir con los ateos venidos, no ya de Jonia, sino de los Andes o del Aconquija…”.

Miguel Cané, hijo de Miguel Toribio Cané Andrade y de Eufemia Casares Morales nace en Montevideo el 27 de enero de 1851 durante la expatriación de su familia. A los dos años de edad regresa a Buenos Aires con sus padres, poco después de la caída de Juan Manuel de Rosas.
Termina la escuela primaria con gran éxito. Tres mese después de la muerte de su padre debe comenzar a cursar su bachillerato en el Colegio Nacional, en la época en que era un internado sólo de varones. La tristeza del hogar, el espectáculo constante del duelo, el llanto silencioso de su madre, hacen que abrevie el plazo y que él mismo pida ingresar tan pronto se terminen de celebrar los funerales.
Entre 1863 y 1868 cursa su bachillerato en el Colegio Nacional como alumno del profesor Amadeo Jacques. Las experiencias vividas en ese colegio están narradas en “Juvenilia” (1884), el más recordado de sus libros.
Se inicia en el periodismo tempranamente. En el diario “La Tribuna” primero y luego en “El Nacional” redactado por Domingo Faustino Sarmiento y Vélez Sarsfield.
Escritor y político argentino, ocupa varios cargos: es Intendente de la ciudad de Buenos Aires en el año 1892. Durante la presidencia de Luis Sáenz Peña es nombrado Ministro del Interior. Es Diputado de la Nación desde 1898 hasta 1904.
Muere en Buenos Aires el 5 de setiembre de 1905.

Volviendo a Monsieur Jacques, no fue tarea fácil para él disciplinar esa masa de alumnos turbulentos. De vez en cuando tuvo que recurrir a la fuerza de sus puños. Sin embargo, sus alumnos lo idolatraban.
Monsieur Jacques no pudo volver a Francia. A causa de un accidente cerebral murió en su cama mientras dormía. Su muerte ocurrida en 1865, fue sentida como una verdadera tragedia por sus discípulos. Uno por uno fue a saludar su cuerpo por última vez.
Como una semilla que no muere en vano, de esta generación de alumnos que él había formado, llamada generación de los años 80, han surgido muchos dirigentes políticos y sociales del país. Bajo la presidencia del general Roca, la mayoría de los alumnos de Monsieur Jacques han sido ministros, diputados, distinguidos abogados. Muchos de ellos fueron los que impulsaron un cambio radical en Argentina: la ley de Educación común, laica, gratuita y obligatoria (casi contemporánea a la Ley Ferry en Francia), las leyes del Registro civil y del Matrimonio civil, la ley de Inmigración…
En esta forma, el país salió de su somnolencia colonial para seguir los caminos del progreso.

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